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Capítulo 2

Las paradojas de Brasil


ante los desafíos ecológicos (i)

Emilio Lébre La Rovere y André Santos Pereira (2)

Sólidamente ubicado entre las diez mayores economías mundiales, Brasil


posee además uno de los mayores ecosistemas y una de las mayores
selvas del planeta: la Amazonia. Por esta razón, desempeña un papel
capital y único en el cambio climático. Según los cálculos para el año
2000 del World Resources Institute, Brasil es el octavo mayor
contaminador en materia de emisiones de gas de efecto invernadero y el
tercero entre los países en desarrollo, después de China e India. A
diferencia de la mayoría de los países desarrollados y de varios países en
desarrollo, las emisiones de gas de efecto invernadero de Brasil provienen
más bien de un uso no sostenible de las tierras y de la silvicultura que del
sector energético tradicional (combustibles fósiles).

1 Artículo publicado en <www.scidev.net> (Science and Development NetWork), en no-


viembre de 2005, con el título “Brazil and climate change: a country profile”.
2 Emilio Lébre La Rovere es director del Centro de Investigaciones sobre los Cambios
Climáticos y el Medio Ambiente (CentroClima) y profesor de la Universidad Federal de
Rio de Janeiro (COPPE-UFRJ), Brasil. André Santos Pereira es doctorando en la Escuela
de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS, París), investigador del CIRED y del
CentroClima/COPPE/UFRJ, Brasil.

1
El clima visto desde el Sur
Este país sudamericano es el mayor productor mundial de etanol,
pero a la vez es el mayor consumidor ya que, desde 1970, el etanol se
utiliza como aditivo al combustible. Esta medida ha permitido reducir las
emisiones de gas de efecto invernadero al igual que la contaminación en
los centros urbanos en donde reside más del 80% de los
180 millones de brasileños.
En el marco de las negociaciones internacionales, Brasil sostiene
que el cambio climático se debe más bien a la progresiva acumulación
de gas de efecto invernadero en la atmósfera que a las emisiones anuales.
En efecto, el dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero más
importante, se estanca en la atmósfera por más de un siglo
aproximadamente. Por lo tanto, los datos concernientes a las emisiones
anuales tienden a sobreestimar la contribución de los países desarrollados.
Por eso Brasil se niega a limitar sus emisiones de gas de efecto
invernadero
antes de la mitad del siglo XXI.

Vulnerabilidad de Brasil al cambio climático


Brasil es vulnerable al cambio climático en especial a causa de la
diversidad biológica y la fragilidad de sus ecosistemas. Tanto el bosque
tropical húmedo de la Amazonia, como la región cenagosa del Pantanal
están particularmente amenazados. Algunos estudios muestran que un
aumento de la temperatura podría secar el bosque tropical húmedo de la
Amazonia y favorecer el inicio de fuegos espontáneos. Estos fuegos
liberarían más gas de efecto invernadero que se añadiría a los gases ya
existentes en la atmósfera, provocando así un nuevo aumento de las
temperaturas. Los arrecifes coralinos de las costas brasileñas también
podrían sufrir las consecuencias del cambio climático.
La modificación de los modelos pluviométricos, en especial en
el nordeste del país que ya está afectado por la sequía, provocará
un empobrecimiento de los recursos hidrológicos y una reducción
del abastecimiento de agua. La agricultura también se verá afectada
por esta situación agravando de este modo el riesgo de hambre. La
energía hidráulica que, según la Agencia Internacional de la Energía
(AIE), interviene en más de un 80% en la producción de electricidad
en Brasil, también se verá afectada por una disminución de la plu-

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viometría. Las inundaciones, que ya constituyen un grave problema
en algunas regiones, podrían multiplicarse. En fin, las zonas coste-
ras en donde se concentran la mayoría de los habitantes y las activi-
dades económicas sufrirán las primeras consecuencias del aumento
del nivel de los mares.
Aún se ignora detalladamente cuáles serán las consecuencias
del cambio climático en la productividad agrícola, pero sus posi-
bles efectos sobre los cultivos importantes para la economía del país
como el maíz, la soja, el trigo, el café y la naranja son muy preocu-
pantes. Finalmente, en caso de aumento de las temperaturas, algunos
organismos podrían convertirse en vectores de enfermedades, como
los mosquitos, responsables de la transmisión del dengue y el palu-
dismo, y las chinches (tripanosomiasis americana) que transmiten
la enfermedad de Chagas. Brasil ha comenzado un profundo estudio
con el objetivo de comprender el impacto del cambio climático en la
economía, la sociedad, la agricultura, el sector de la salud y el me-
dio ambiente del país. Es importante para Brasil terminar de evaluar
su vulnerabilidad para apoyar las decisiones políticas que deberán
tomarse para que el país se adapte mejor a las inevitables consecuen-
cias del cambio climático.

Perfil brasileño de las emisiones de gas de efecto invernadero


El perfil de las emisiones de gas de efecto invernadero de Brasil
difiere del de los países desarrollados, en donde la combustión de
los combustibles fósiles para la energía y los transportes contribuye
en mayor grado a las emisiones globales. En 1994, sólo el 17% de las
emisiones totales de Brasil provenía de la producción de energía. En
cambio, las emisiones generadas por la agricultura, la utilización de
los suelos y la silvicultura eran responsables del 81% de las emisio-
nes (ver el cuadro de la página 40).
Las energías renovables aportan cerca del 30% del total que re-
quiere el país, sobre todo gracias a grandes centrales hidroeléctricas
que producen el 13% de la energía, seguidas por la generada a partir
de la caña de azúcar y de la madera, con un alcance del 12% cada una.
Por esta razón, las emisiones de gas por habitante son relativamente

lil clima visto desde el Sur 3


bajas (0,50 toneladas de dióxido de carbono por persona contra 5,58
en Estados Unidos). Sin embargo, las emisiones de Brasil continúan
siendo bastante elevadas con relación al conjunto de sus actividades
económicas. De hecho, los sectores que más contribuyen a la econo-
mía —la industria siderúrgica, la industria del cemento, la industria del
aluminio, las industrias química y petroquímica, la industria de las
pastas y papeles y el sector del transporte- dependen mucho de los
combustibles fósiles que liberan grandes cantidades de gas de efecto
invernadero.

Emisiones en equivalente dióxido de carbono en Brasil


(en megatoneladas) (a)
Dióxido Metano Total Total
Óxido
de carbono nitroso (en %)
Energía
236,51 9,22 248,39
2,66 16,61
Actividades
industriales 16,87 0,07 4,14 21,08 1,41

-
Agricultura 233,7 148,89 382,59 25,58
766,33 41,52 3,55 821,4 54,93
Utilización de
los suelos y
bosques(b)
Desechos
-
18,47 3,55 22,02 1,47
Total
1.019,71 302,98 162,8 1.495,49 100

a No todos los gases con efecto de invernadero inciden de la misma forma en el proceso
de cambio climático y, por lo tanto, no se pueden comparar directamente. Por esto el
Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) perfeccionó un método para calcular
sus efectos en equivalente dióxido de carbono. En un siglo, una tonelada de metano tiene
la misma influencia sobre el cambio climático que 23 toneladas de dióxido de carbono y
una tonelada de oxido nitroso tiene el mismo Impacto que 296 toneladas de dióxido de
carbono.

b Uso de los suelos, preparación de los suelos y silvicultura.

Debido a la expansión de la frontera agrícola, principalmen-


te en Amazonia, la deforestación constituye la fuente principal de
emisiones de gas de efecto invernadero en Brasil. En la jerga de las
políticas ligadas al cambio climático, se habla de emisiones
provenientes del uso de los suelos, de la preparación de los suelos ‘ de
la silvicultura” (Lulucf). La deforestación interviene en el cambio

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climático ya que, durante las chamiceras de los bosques, una técnica
muy popula4 en Amazonia para preparar nuevos suelos agrícolas, se,
liberan gases de efecto invernadero hacia la atmósfera. Además, una
vez destruido el bosque, el carbono que estaba atrapado en el suelo se
libera en forma de dióxido de carbono y de metano. La descomposición
natural en el seno de un bosque intacto también es una fuente de
dióxido de carbono y de metano.
Las imágenes satélites permiten calcular la amplitud de la
deforestación. Sin embargo, es difícil calcular las emisiones
correspondientes a causa de la falta de informaciones confiables respecto
a la biomasa de los diferentes tipos de bosques y sabanas. La demanda de
madera y tierras, para el desarrollo de grandes plantaciones de soja y de
pastoreo extensivo desganado, también incita a la deforestación. El nada
despreciable abismo institucional que separa el poder legislativo de la
fuerza pública hace muy difícil la aplicación de leyes ambieta1es en
Amazonia.
En Brasil la cría de ganado interviene en las emisiones de gas de
efecto invernadero en la misma proporción que el sector energético. Los
animales de granja liberan metano y, en 1995, según el Ministerio de
Ciencias y Tecnologías, estas emisiones tenían un valor equivalente a 10
megatoneladas, 80% de las cuales eran desprendidas por animales pára la
alimentación, lo que en equivalente dióxido de carbono (ver el cuadro de
la página 40), corresponde a 233,7 megatoneladas, un poco menos de las
248,4 megatoneladas de gas de efecto invernadero que emitió el sector
energético durante 1994. El óxido nitroso es el segundó gas en orden de
importancia que liberan las actividades agrícolas y es responsable de casi
150 megatoneladas de emisiones de gas de efecto invernadero. Las
emisiones totales del sector agríco1a llegan casi hasta las 383
megatoneladas, o sea 1,5 veces las emisiones totales del sector energético.

Esfuerzos de Brasil por reducir las emisiones


Brasil ha puesto en marcha numerosos programas, por ejemplo los
programas etanol y Procel, que finalmente permitieron contribuir
a la reducción de los gases de efecto invernadero, aunque no era su
objetivo principal. También surgieron otras iniciativas, como el pro-
yecto Proinfa y el programa biodiesel, cuyo objetivo confeso es sí la
reducción de las emisiones.

lil clima visto desde el Sur 5


Programa etanol
Este programa fue propuesto por primera vez en 1975, cuando dismi-
nuía la circulación mundial del azúcar y la pesada factura petrolera
de 1973 había aumentado la carga financiera del país. Este programa
sigue siendo hasta nuestros días la mayor aplicación comercial a ni-
vel mundial de la biomasa para producir y utilizar la energía. Este
programa demostró que técnicamente es posible cultivar la caña
de azúcar a gran escala con el objetivo de usarla como carburante
automovilístico.
El programa etanol logró limitar el aumento de la contaminación
aérea de las ciudades brasileñas y reducir el efecto invernadero. En
1997, Isaís Macedo, de la Universidad de Campiñas (Unicamp) de-
mostró que el uso del etanol extraído de la caña de azúcar y el bagazo
(residuo seco y fibroso que se obtiene tras la extracción del jugo
de la caña de azúcar) había permitido evitar la emisión de 9,45 me-
gatoneladas de carbono en un año (1990-1991). La caña de azúcar,
durante su crecimiento, absorbe la misma cantidad de carbono que
la que se libera durante la combustión del bagazo y el etanol, lo que
permite compensar el efecto. Tomando sólo en cuenta el combustible
no quemado, recurrir al etanol permitió evitar la liberación de 5,86
megatoneladas de carbono anuales entre 1980 y 1990.

Programa de conservación de la energía eléctrica (Procel)


El programa de conservación de la energía eléctrica (Procel), iniciado
en diciembre de 1985, tiene por objetivo disminuir las pérdidas ener-
géticas tanto para el proveedor como para el consumidor. En 1999,
Emilio La Rovere y Branca Americano calcularon el conjunto de las
emisiones de gas de efecto invernadero del sector energético y la can-
tidad de emisiones de gas de efecto invernadero que Procel había
permitido evitar. La contribución de Procel fue significativa. Durante
los ‘90, la mayor parte de la energía que se consumió en Brasil era
proveída por el sector hidroeléctrico; por lo tanto, las emisiones del
sector eran bajas. En 1997, las emisiones del sector energético brasi-
leño llegaron a los 17 millones de toneladas en equivalente dióxido de
carbono. Ese mismo año, las actividades de Procel permitieron evitar
la emisión de 1,2 millones de toneladas de gas de efecto invernadero

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(en equivalente dióxido de carbono).

Programa de incitación al desarrollo de las energías renovables


lin abril de 2002, el Congreso brasileño aprobó una ley destinada
a establecer un mercado obligatorio para la energía renovable. La
ley ofrecía el marco legal necesario para crear un proyecto con el
objetivo de que una parte de la energía proveída por la red eléctrica
nacional se alimentara de las energías renovables. Este programa,
llamado Proinfa (Programa de Incentivos ás Fontes Alternativas de
Energía Életrica) intervino a favor de los productores independien-
tes que utilizan las energías renovables para que contribuyeran más
a la alimentación de la red eléctrica nacional. Proinfa se desarro-
lla en dos fases. La primera prevé la instalación de infraestructuras
energéticas capaces de producir 3.300 megawatts de electricidad,
poco menos del 1% de la producción eléctrica del país en 2002, que
se reparten entre la energía de la biomasa, las pequeñas centrales hi-
droeléctricas y la energía eólica. La segunda fase del programa tenía
por objetivo aumentar la parte de estas fuentes de energía a un 10%.
Sin embargo, nuevas reglamentaciones en materia energética impi-
dieron la revisión de estos objetivos y la segunda fase del proyecto
Proinfa aún no ha logrado definirse.

Inversiones en materia de energía hidroeléctrica


El gobierno del presidente Lula da Silva perfeccionó las reglamen-
taciones del sector energético con el objetivo de atraer a los inver-
sionistas privados hacia el sector hidroeléctrico y facilitar su acceso
a éste. Según la nueva reglamentación, para que cualquier proyecto
hidroeléctrico pueda someterse a la adjudicación pública, la agen-
cia gubernamental de regulación del sector energético debe haberle
otorgado una licencia ambiental. El objetivo de esta iniciativa es
minimizar los riesgos ambientales para los inversionistas y estimu-
lar las inversiones en este sector.

Otros programas energéticos


En 2002, Brasil propuso la iniciativa energética brasileña que define
los objetivos a alcanzar para difundir el uso de las fuentes de ener-

lil clima visto desde el Sur 7


gía renovable en toda América Latina. El objetivo fijado era lograr,
en 2010, satisfacer el 10% de las necesidades energéticas con las
fuentes de energía renovable. Durante una reunión de ministros del
Medio Ambiente de los países de América Latina y el Caribe en
mayo de 2002, esta iniciativa se vio fuertemente respaldada e influ-
yó en las negociaciones en materia de energías renovables durante
la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible. El documento final
de la Cumbre hace un llamamiento a los países a “aumentar con ur-
gencia” la parte global de las fuentes de energía renovable y los invi-
ta a conceder las subvenciones gubernamentales que hoy se otorgan
al sector nuclear y a los combustibles fósiles, a fuentes de energía
más verdes con el objetivo de favorecer el crecimiento del sector.
Brasil es uno de los pocos países del mundo que utiliza el carbón
vegetal en la industria siderúrgica. Como el carbón vegetal proviene
de recursos regenerados, su uso permitió reducir en 50 millones de
toneladas las emisiones de dióxido de carbono del sector industrial
entre 1990 y 2000. Por último, Brasil puso en práctica desde hace
poco el programa biodiesel a escala nacional para aumentar de ma-
nera gradual el porcentaje de biodiesel en el carburante diesel para
obtener un índice de al menos 3% en 2008 y de 5% en 2012. En
la actualidad, Brasil no utiliza el biodiesel que puede sin embargo
obtenerse a partir de diferentes alubias y palmeras que crecen con
facilidad en el país, como por ejemplo, la palmera de aceite, el ricino,
la soja, el girasol, el maní, etc. También es posible fabricar biodiesel
a partir de grasa animal, de las aguas albañales y del aceite vegetal
usado. El programa biodiesel enfatiza sobre todo en el biodiesel que
se obtiene a partir del ricino y de las palmeras de aceite cultivados

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por los pequeños propietarios agrícolas de las regiones pobres del
norte y nordeste del país.

Gas de efecto invernadero y posición gubernamental


lin materia de emisiones de gas de efecto invernadero, Brasil, junto a
China e India, es uno de los más grandes contaminadores del mundo
en desarrollo; por esta razón desempeña un papel esencial en las
negociaciones internacionales sobre cambio climático. Brasil señala
que la responsabilidad de los países frente al cambio climático no
debería medirse de acuerdo a las emisiones anuales. En su opinión,
esta responsabilidad está más estrechamente vinculada a la contri-
bución al aumento de la temperatura mundial. Teniendo en cuenta
que el dióxido de carbono, el gas con mayor efecto invernadero, per-
manece en la atmósfera durante más de un siglo como promedio,
deberían considerarse primero las emisiones anteriores.
En consecuencia, durante las negociaciones internacionales, Bra-
sil se niega a aceptar los objetivos de reducción de las emisiones de
gas antes de cincuenta años. Según la posición brasileña, sólo en ese
momento el peso de la responsabilidad por el conjunto de emisiones
presentes en la atmósfera será idéntico para los países desarrollados y
los países en desarrollo.

Conclusiones
El tamaño de Brasil en términos geográficos, demográficos y eco-
nómicos se suma a la complejidad del problema del cambio climáti-
co. Brasil supera a numerosos países en el plano de la utilización de
las energías renovables que ya intervienen en la producción eléctri-
ca del país y podrían desarrollarse mucho más. El resultado brasi-
leño en materia de reducción de las emisiones del sector energético
es, por lo demás, muy positivo. Sin embargo, el país tiene aún el
deber de estudiar su vulnerabilidad a fin de poder enfrentar los in-
evitables efectos del cambio climático. Desgraciadamente, en este
campo, se siguen esperando las medidas.
El perfil de emisiones de Brasil es atípico. Las emisiones Lulucf,
causadas principalmente por la deforestación de la Amazonia, cons-
tituyen la principal fuente de emisiones de gas de efecto invernadero

El clima visto desde el Sur 9


del país, debido, por una parte, a la magnitud de la deforestación
y por otra, a diferencia de numerosos países, al hecho de que una
gran parte de la energía en Brasil se obtiene gracias a las fuentes de
energías renovables. Además, las emisiones provenientes del ganado
equivalen a las del sector energético, debido en especial al colosal
número de cabezas de ganado bovino en el país (alrededor de un
bovino por habitante).
La deforestación de la Amazonia provoca simultáneamente una
pérdida significativa de la biodiversidad y emisión de gas de efecto
invernadero a la atmósfera. Se trata de un problema esencial que no
puede evadirse en absoluto. Brasil reivindica el derecho de no estar
obligado a respetar las exigencias de la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en materia de reducción
de las emisiones de gas de efecto invernadero (incluso después de
la expiración del Protocolo de Kyoto, o sea en 2012). Sin embargo,
pensamos que no debe recurrir a un pretexto para evitar la resolución
del problema de la Amazonia. Además, el problema de la deforesta-
ción debería considerarse independientemente de las negociaciones
del post-Kyoto. En cualquier caso, apoyamos la presión nacional e
internacional contra la deforestación de la Amazonia.

10 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» ¡ Capital Intelectual


Capítulo 8

Clima y desarrollo económico:


en busca de una articulación equilibrada (i)

Priyadarshi R. Shukla (2)

Desarrollo y régimen climático: el nudo gordiano


El “desarrollo” es un concepto complejo que encierra numerosos ele-
mentos como el estatus económico, el tejido social, las instituciones
y otros factores con los que cuentan las naciones. Se ha convertido
en un indicador esencial para describir el bienestar de un país. El
término “económico, social, humano y sostenible” puede acoplar-
se al concepto universal de desarrollo para adaptarse a contextos
específicos. Esta denominación se ha hecho más importante con el
reconocimiento progresivo del desarrollo como primer objetivo de
las políticas nacionales.
El cambio climático, resultado de la interferencia del hombre
con el clima natural, es un caso extremo de los efectos externos de

1 Documento presentado durante el taller “Clima y desarrollo” organizado por el Instituí


du développement durable et des relations internationales (Iddri) (Instituto de Desarrollo
Sostenible y Relaciones Internacionales) y el Centre international de recherche sur
l’environnement et le développement (Cired) (Centro Internacional de Investigación sobre
el Medio Ambiente), Nogent-sur-Marne, Francia, Io y 2 de julio de 2002.
2 Profesor, presidente del Indian Institute of Management, Ahmedabad, India.

El clima visto desde el Sur 117


mercado. El principio de cuota de los derechos de emisiones es el
resultado de un cálculo que toma en cuenta los costos y beneficios,
para minimizar la carga total causada por el cambio climático. Estos
derechos no son absolutos. El régimen de derechos podría (debe-
ría cambiar) con el aumento de los conocimientos científicos del
fenómeno, sus impactos, el carácter del desarrollo económico y la
evolución de las elecciones tecnológicas. Cualesquiera sean las dis-
posiciones que se tomen en términos de derechos, siempre engen-
drarán ganadores y perdedores. Al derecho de emisión se asocia la
responsabilidad por la compensación. En los procesos actuales de
negociación de la CMNUCC, los países conceden poca atención a
la noción de responsabilidades, a diferencia de la de los derechos.
Este procedimiento imposibilita gravemente a los países en vías de
desarrollo que salen perdiendo de un régimen de derechos, en vez de
tratarse de un régimen de responsabilidades equitativas en donde los
miembros son iguales.

Eficacia versus equidad


La CMNUCC preconiza la equidad y la eficacia como líneas rec-
toras. El artículo 3.1 enuncia el principio de las “responsabilidades
comunes pero diferenciadas” de las naciones como, por ejemplo, una
mayor aceptación por parte de los países desarrollados de la res-
ponsabilidad en la lucha contra el cambio climático. El artículo 3.3
fomenta eficazmente la eficacia: “Las políticas y medidas para en-
frentar el cambio climático deberían ser rentables para garantizar
beneficios globales al costo más bajo posible”. El régimen de cambio
climático se refiere por tanto a la eficacia —minimizar las responsa-
bilidades- y a la equidad: el compartimiento de esta responsabilidad
que abarca los costos de la reducción de las emisiones, la adaptación
y los impactos del cambio climático. Las negociaciones actuales se
focalizan en los problemas de eficacia y equidad en el marco exclu-
sivo de la reducción de las emisiones. Esta visión limitada condujo
a las naciones a reclamar la adquisición de los derechos de emisión,
sin aceptar la responsabilidad resultante: la reducción de los daños
causados por estos mismos derechos. Esta concentración exclusiva

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Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
en los derechos de emisiones ha desviado la atención de la tarea más
importante: la elaboración de un régimen de compartimiento de la
responsabilidad, integrado y global.

Dividendos múltiples y penalidades


El cambio climático incide en la mayoría de las actividades humanas
y en los sistemas naturales. Estas múltiples conexiones se caracteri-
zan por interrelaciones a largo plazo. Por consiguiente, la evaluación
de las consecuencias de las acciones que interfieren en los cambios
climáticos es complicada. Los enfoques que se basan exclusivamen-
te en los mercados tienen límites considerables. Benefician los divi-
dendos múltiples e imponen penalidades que coexisten en las diná-
micas socioeconómicas complejas, en particular las de los países en
vías de desarrollo. Las políticas de cambios climáticos deben tener
en cuenta las transformaciones en términos de desarrollo de estas
sociedades. Resulta por tanto esencial la creación de una sinergia en-
tre las políticas de desarrollo y de cambio climático para multiplicar
los dividendos y evitar las numerosas penalidades.

Dinámicas de desarrollo
Las dinámicas socioeconómicas de los países en vías de desarrollo se
diferencian de las de los países desarrollados en tres aspectos clave.
El primero es la doble economía, es decir la coexistencia de formas
económicas basadas, por una parte, en el mercado moderno, y por
otra, en un mercado tradicional de subsistencia. El sector moderno
de la economía está ligado a los mercados globales, mientras que la
economía tradicional, esencialmente rural, incide muy poco en los
sectores modernos de la economía nacional. En segundo lugar, una
vasta economía informal caracteriza estos países. Tiene sus institu-
ciones y sus reglas que se cumplen por fuera de la influencia de las
instituciones formales y las leyes. El sector informal se extiende li-
bremente a los bienes públicos, transfiere los riesgos a los sectores
formales, aumenta el costo de transacción, perturba la competencia y
debilita la influencia de las políticas.
En último lugar, los intereses de estos países -sus instituciones, las

El clima visto desde el Sur 121


leyes, las formas económicas y la clase política- se subordinan a los
intereses externos dominantes. Esto altera el mercado de la compe-
tencia, obstaculiza el desarrollo de las industrias nacionales, provoca
subvenciones de recursos ineficaces, crea un mercado para un consu-
mo ostentoso y deforma las políticas de desarrollo. Estas dinámicas
tienen una incidencia propia e importante en el desarrollo sostenible
nacional y el cambio climático. Su comprensión resulta esencial para
elaborar políticas que vinculen el desarrollo con el cambio climático.

Cambio climático, desarrollo y cooperación Norte-Sur


Actuar correctamente ante el régimen global de cambio climático
es una empresa de cooperación entre todos los países. La universa-
lidad del problema convierte la participación de todos en una con-
dición previa para el éxito de este inmenso desafío. Sin embargo,
las diferencias en términos de desarrollo, de contribución al cambio
climático mediante las emisiones de gas con efecto invernadero y de
exposición a sus impactos requieren el tratamiento de cada nación
de forma diferenciada. La fractura principal sigue siendo la que se-
para los países “desarrollados” (Norte) y los que están “en vías de
desarrollo” (Sur). Para las naciones del Sur, ante todo dejar avanzar
el desarrollo constituiría sin dudas un buen punto de partida, pero
habra que definir las etapas concretas de una agenda sobre el clima
-las políticas realizables, las estrategias y las acciones para atenuar
el cambio climático-, más bien de acuerdo que en oposición con las
prioridades del desarrollo.
El siglo XXI hará sin dudas su aporte de oportunidades para
la cooperación entre las naciones del Norte y el Sur, pero traerá
también motivos de conflictos en diferentes frentes. Tanto unas
como otros serán ocasiones para impulsar el avance de la agenda
del cambio climático, y a la vez amenazas potenciales. En el trans-
curso del siglo, los tres temas de mayor preocupación según una
perspectiva del Sur deberían ser:
la equidad en los negocios internacionales en general y para el
cambio climático en particular;
la organización del comercio y en especial de las dinámicas del
mercado del trabajo bajo la influencia de la globalización, y sus

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implicaciones para el desarrollo;
• la paz, es decir, la resolución de los conflictos que obstaculizan
la cooperación, el desarrollo de los mercados regionales y des-
vían la atención y los recursos de las prioridades del desarrollo.

Equidad
La equidad en materia de cambio climático es una cuestión que pro-
voca vehementes debates, pese a que la mayoría de las discusiones
se limiten únicamente a la distribución equitativa de los derechos de
emisiones entre las naciones. Para los países en vías de desarrollo,
existen tres aspectos vitales en materia de equidad en el cambio cli-
mático. En primer lugar, hay que considerar la equidad en su globali-
dad, es decir, percibir el problema en su totalidad, incluyendo los im-
pactos y los costos de adaptación. Es conveniente también identificar
a los ganadores y perdedores, no sólo entre los países, sino también
en el interior de éstos y garantizar que los ganadores indemnicen
a los perdedores. Asimismo, la equidad nacional debería vigilarse
y aplicarse, evitando los conflictos de soberanía. El tercer aspecto
consiste en aceptar la verdad general según la cual no puede existir
equidad específica para un régimen de cambio climático, fuera del
resto de la realidad de los intercambios internacionales. La equidad
en la heterogénea variedad de las relaciones internacionales es, por
consiguiente, un preliminar para la equidad en materia de cambio
climático.

Dinámica del comercio y del mercado laboral


Los acuerdos comerciales mundiales prevén la disminución de las
barreras aduaneras, para facilitar el movimiento de los bienes y
finanzas. En cambio, persisten en el mercado laboral importantes
restricciones de movilidad. Los países en vías de desarrollo, como
importantes suministradores de mano de obra, están particularmen-
te implicados en estas restricciones que tienen un impacto en su pro-
ducto nacional bruto y en sus ingresos. Las políticas selectivas que
sólo autorizan la migración del personal altamente calificado prove-
niente de los países del Sur agudiza las diferencias al privar a las na-

123
El clima visto desde el Sur
ciones menos adineradas de competencias vitales para su desarrollo
a cuya formación han contribuido a pesar de sus escasos recursos.
El mercado global del trabajo desempeña un papel muy importante
en el desarrollo, así como en las capacidades de los países del Sur
para el tratamiento del cambio climático. Las relaciones de fuerza
actuales presentes en el seno del mercado laboral no son propicias
para la elaboración de un régimen de cambio climático equitativo y
eficaz tal como lo imagina la CMNUCC.

Conflictos regionales, desarrollo y clima


Numerosas regiones en vías de desarrollo se enfrentan a conflictos
regionales que son a menudo la herencia del pasado colonial. Estos
conflictos, en el Medio Oriente, en Africa, en América Latina o en
Europa del Este, han obstaculizado los esfuerzos y sólo han engen-
drado sufrimientos y miserias a un número incalculable de personas.
La globalización puede exacerbar o aliviar de manera potencial tales
conflictos. Estos últimos tienen evidentemente un impacto negativo
en las eventuales dinámicas de atenuación y de adaptación al cambio
climático.
Por ejemplo, en el norte de India, la cooperación para compar-
tir los ríos del Himalaya y el acceso a los recursos de gas resulta
esencial para el desarrollo regional y para la sustitución en un plazo
determinado de la explotación del carbón. Desgraciadamente, dife-
rentes conflictos locales obstaculizan esta cooperación y complican
la elaboración de proyectos que exploten estos recursos con una baja
emisión de gases con efecto invernadero. La resolución de estos con-
flictos guarda por ende una importancia vital en el desarrollo de la
región y en la lucha contra los cambios climáticos.

Conclusiones
El siglo XXI presenta grandes oportunidades y plantea temibles re-
tos a la humanidad. El desarrollo debería seguir siendo la primera
preocupación de los países en vías de desarrollo a lo largo del siglo,
mientras que otras batallas universales deberían librarse de manera
colectiva a escala planetaria. El “desarrollo ante todo^ co^-

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tuir por tanto una consigna adecuada para los países del Sur si fuese
posible que los esfuerzos en la materia se articu ara
contra los cambios climáticos. Y esta articulación solo sera posib
en caso de existir una ayuda y una cooperación equitativa por parte
de los países del Norte. El desarrollo sostemble global y el regim
climático tendrán que unirse de manera estrecha y co ere .
El primer indicador de éxito del desarrollo globa
debería ser el aumento del bienestar en los países del Sur, la reduc
ción de las diferencias de ingresos y de capacidades de acción entre
las naciones y la equidad en el conjunto de las transacciones mtern
clónales. Vahemos visto que tanto el desarrollo
materia de cambio climático dependen estrechamente de las
netd fherza planteadas entre los países, de la equidad conveniente
intercambios y de ta paz que hay que conqmstar entre todos
los pueblos.

125
El clima visto desde el Sur
Capítulo 10

Fraude y colonialismo:
el nuevo comercio de los gases
con efecto invernadero (i)

Heidi Bachram (2)

Para comprender el impacto que tienen los “permisos de contamina-


ción” y el “comercio de las emisiones” (3) sobre la crisis ambiental, hay
que tener en cuenta los descubrimientos de la comunidad científica
internacional. El panel intergubernamental sobre el cambio climático
(IPCC, su sigla en inglés), un órgano consultivo de la ONU que acoge
a 3.000 científicos, concluyó en 2001 que “la concentración actual en
C02 no había sido superada en el transcurso de los 420.000 últimos
años e incluso quizás ni desde 20 millones de años” (4). El consenso

1 Artículo publicado en Capitalism Nature Socialista., vol. 15, n° 4, diciembre de 2004, con el
título “Climate Fraud and Carbón Colonialism: The New Trade in Greenhouse Gases”.
2 Antropóloga, autora y realizadora de documentales, investigadora del Transnational
Institute, Carbón Trade Watch.
3 Por necesidad de este artículo, el término “comercio de las emisiones” remite a la vez a los
conceptos de credit-and-trade (Clean Development Mechanism y Joint Implementation) y de
cap-and-trade systems, del Protocolo de Kyoto.
4 “Existen hoy noticias y pruebas contundentes de que lo esencial del calentamiento climáti-
co observado estos últimos 50 años se puede atribuir a las actividades humanas”, IPCC Thirtl
Assessment, 2001, <www.ipcc.ch/pub/spm22-01.pdf>

El clima visto desde el Sur 130


claro y alarmante de la comunidad científica es que la humanidmf
causa estragos en la atmósfera. Ochenta millones de habitantes <1,
todo el mundo están expuestos a un riesgo severo de ver sus casas y
sus medios de vida destruidos por repentinas inundaciones debido al
aumento de los niveles del mar, alimentado por el derretimiento de los
casquetes polares, mientras dramáticos acontecimientos climáticos se
nacen cada vez más frecuentes.
Aunque estos cambios climáticos aparezcan por doquier, los pal
ses pobres son los que cuentan con menos medios para adaptarse Las
emisiones de gases de efecto invernadero, que son la causa de estos
problemas, provienen por lo general de los países industrializados
mas ricos que disponen de los recursos para adaptarse. Por ejemplo,
s a os ni os y la Unión Europea, que cuentan apenas con el 10%
de la población global, son responsables de la producción del 45% de
todas las emisiones de dióxido de carbono (C02), el principal gas de
s
efecto invernadero.
Tres cuartos de todo el C02 emitido por las actividades huma-
nas provienen de los combustibles fósiles. El resto proviene en su
mayor parte de la deforestación. El IPCC concluye que se necesita
una reducción inmediata del 50 al 70% de las emisiones de dióxido
de carbono para estabilizar las concentraciones en la atmósfera En
su ultimo informe, este organismo declara que “a fin de cuentas las
emisiones de C02 deberían disminuir hasta alcanzar una fracción
muy pequeña de las emisiones actuales”. La respuesta de la comuni-
dad internacional, confrontada con esta inminente crisis climática
ue la conclusión del Protocolo de Kyoto en 1997, ratificado con
reservas por 156 países y rechazado de manera infame por el conta-
minador mas importante del planeta: Estados Unidos.
En el centro de este Protocolo de Kyoto se sitúa un acuerdo para
reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en un 5,2% como
promedio por debajo de los niveles de 1990 y esto, antes del año 2012
Larry Lohmann resume con fuerza su insuficiencia: “Poco tiempo des-
pués de que el tratado fuese firmado en 1997, una revista científica
señalo que se necesitarían treinta Kyoto sólo para estabilizar las con-
centraciones atmosféricas en dos veces el nivel que habían alcanzado
durante la Revolución Industrial. A este ritmo, se requerirían 300 años
de negociaciones sólo para garantizar los compromisos necesarios an-
tes del fin de la presente década” (Lohmann, 2002).
En 1997 también se reconoció el mecanismo principal para al-

140 /
melones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
canzar este objetivo, propuesto por Estados Unidos en respuesta a los
Importantes grupos de presión industriales: el comercio de las emis.o-
nes. Este mecanismo, guiado por el mercado, somete a la atmosfera
del planeta a la emisión legal de gases de efecto invernadero. Este
acuerdo divide la atmósfera y establece procedimientos para la com-
pra y venta de “permisos de contaminación”, como si se trat‘ira ^
cualquier otra mercancía internacional. El instituto holandés RIVM
estima que con el comercio de las emisiones, las reducciones actuaks
obtenidas como pretexto de Kyoto sólo alcanzaran el 0,1 /o por debajo
de los niveles de 1990, lo cual es bastante inferior a la reducción ya
insuficiente del 5,2%. . ,
Además, como demostraremos en este articulo, el comercio de
las emisiones alimenta la controversia y tiende a exacerbar aun mas
la injusticia medioambiental y social. Los cambios necesarios para
evitar una catástrofe climática son bastante sencillos: abandonar las
energías fósiles en beneficio de las energías renovables, tales como el
sol y el viento, y este cambio ligado a una disminución del consumo
de energía de manera general. En lugar de esto, los dirigentes de este
mundo han tardado diez años para ponerse de acuerdo sobre objetivos
inadecuados así como sobre el sistema del comercio de las emisiones,
profundamente imperfecto. Aunque este último se presente como una
solución, él mismo forma parte del problema.
A pesar del alcance y la gravedad de los peligros generados poi
los gases de efecto invernadero y el papel supremo del comercio de
las emisiones que los agrava, este acuerdo nunca ha sido cuestionado
durante ningún forum internacional. La continua aprobación del co-
mercio de emisiones no es ni accidental m una emisión burocrática,
discreto avance de este compromiso se puede imputar a las tortuosas
tácticas de las naciones más ricas y de las empresas contaminadoras
que las componen, cada vez que se elaboran tratados internacionales.
La incapacidad del Protocolo de Kyoto para detener de manera ade-
cuada y eficaz los cambios climáticos, representa problemas de. „, |,H
superior, en relación directa con la toma de decisiones democmn, « w
es un síntoma de las injusticias que impregnan las relaciones inln „„
clónales entre los pueblos.

¿Qué es el comercio de las emisiones?


En el Protocolo de Kyoto, los “contaminadores” son países que no
taron acordar como objetivo la reducción de sus emisiones de
de efecto invernadero durante un período predeterminado. Los c.,„

141
El clima visto desde el Sur
taminadores aceptan atribuir “créditos de emisiones” equivalen!^ ,1
nivel de sus emisiones en 1990 menos las reducciones que promcl „■
ron. Estos créditos se miden en unidades de gases de efecto invern,,
ero; una tonelada de C02 vale un crédito. Los créditos son perm is. „
de contaminación en los límites establecidos por el compromiso dr
reducción media del 5,2% acordado en Kyoto. Los países asignan
sus cuotas de créditos en una escala internacional, de forma tal uur
las industrias menos contaminantes reciben los mayores subsidio..
de créditos. Con este sistema, la contaminación se transforma en
remuneración.
Varios casos pueden ser posibles:
1. El contaminador no utiliza la totalidad de sus créditos y puede ya
sea economizar los créditos restantes para el período siguiente o
venderlos a otro contaminador en el mercado libre.
2. El contaminador utiliza todos sus créditos para el período defi-
nido y contamina más. Para ajustarse a sus compromisos, debe
comprar créditos adicionales a otro contaminador que por su parte
no ha consumido el total de sus créditos.
3.El contaminador puede invertir en proyectos de reducción de la
contaminación en otros países o regiones y “ganar” así créditos
que podran ser vendidos, economizados o utilizados para atenuar
la insuficiencia de los créditos iniciales.

os proyectos que permitan ganar créditos que tienen lugar ■


un país exento de cualquier objetivo de reducción (para la mayoi
de los países en vías de desarrollo) entran bajo la controvertida d
.. .nnuición de “Mecanismo de Desarrollo Propio” (MDP). Se puede
, ,aerar evidentemente que la tradicional Ayuda Pública para el De-
,urollo (APD), ofrecida por los países desarrollados, sea utilizada
pon. financiar proyectos MDP. En vez de construir pozos, tos países
, „os podrán en adelante sembrar árboles para “compensar su propia
i'onlaminación.
Los proyectos que tienen lugar en tos países que tienen objetivos
reducción se retoman, por su parte, bajo la denominación de Joint
Implementation (JI). Por ejemplo, un programa de eficacia energeti-
„ llevado a cabo en Polonia es elegible por una empresa del Remo
Unido Parece que tos proyectos JI tienen lugar principalmente en
luropa del Este y en Rusia en donde se podrán obtener reducciones
equivalentes a mejor precio, ya que se reducen tos costos y las normas
reglamentarias. .

142 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


Los proyectos MDP y JI pueden tener un carácter diverso: siem-
bras de árboles en monocultivo que teóricamente absorben el carbono
presente en la atmósfera (sumideros de carbono); proyectos relacio-
nados con las energías renovables tales como la energía so ar y eo 1-
ca- mejoras en materia de producción energética, y asi sucesivamente.
La’ suma de tos créditos reportados por cada proyecto se calcula es-
tableciendo la diferencia entre el nivel de emisión una vez elabora o
el proyecto y el nivel de emisión en un futuro imaginario en donde el
proyecto en cuestión ya no existiría.
Con la alternativa de semejante futuro imaginario, una empresa
contaminante puede recurrir a enormes ^
serían supuestamente producidas en tos proyectos MDP y
compañía. Esta estratagema permite ganar un gran numero (incluso
ilimitado) de permisos de contaminación para cada proyecto. Esto per-
mite a la compañía mayor contaminación en otros sitios, revender sus
créditos a otros contaminadores o decidirse por una combinación de
estas tácticas lucrativas. Las consecuencias a largo plazo: el aumento
de las emisiones de gas de efecto invernadero y el aumento de tos be-
neficios que logran estas sociedades a partir de su producciom
Otra disposición de este comercio de las emisiones lo hace to-
davía más complejo y confuso: tos agentes contaminantes son mter-
cambiables. En la práctica, una reducción de las emisiones de gas de
efecto invernadero (por ejemplo, el dióxido de carbono) permite a un
contaminador reclamar reducciones para otro gas (por ejemplo, el
metano). Asimismo, los esfuerzos realizados para limpiar la atmósfe-
ra pueden parecer concluyentes mientras que, si se mira con cuidado,
se puede observar que no existe mejoría real alguna.

Fraude en materia de clima


Pese a que se invierten en el mundo cientos de millones de dólares en
el establecimiento de programas relativos al comercio de emisiones
(sólo el gobierno británico gastó 215 millones de libras esterlinas en
este rubro), no se acuerda en concreto ningún recurso para su regu-
lación. Este equilibrio sólo puede culminar en un mercado de emi-
siones que se base peligrosamente en la integridad de las compañías
para lograr informes precisos sobre sus niveles de emisiones. En la
práctica, sociedades como PricewaterhouseCoopers trabajan al mis-
mo tiempo como contadores y consultores para las firmas contami-
nantes, obrando como verificadores de los proyectos de reducción
de emisiones. Ciertas empresas como CH2M Hill y ICF Consulting

143
El clima visto desde el Sur
ofrecen de igual modo servicios de consultoría, contaduría y verifi-
cación. Estos conflictos de interés potenciales estaban en los oríge-
nes de los escándalos Enron y Arthur Andersen, ambos pioneros en
el comercio de emisiones...
Son numerosas las posibilidades de fraude, mientras se desarro-
llan los mercados de emisiones débilmente regulados: un fenómeno in-
evitable en el contexto del “déjeme actuar” en el que está organizado el
comercio de emisiones. Durante el primer año del programa británico
en materia de comercio de emisiones (2002), Environmental Data Ser-
vice (ENDS) reveló que las principales sociedades implicadas en los
proyectos habían estafado al sistema. Descubrieron que tres empresas
químicas habían recibido 93 millones de libras del gobierno británico,
como estímulo por su compromiso a reducir la contaminación median-
te la participación en el programa de comercio de emisiones. Sin em-
bargo, estas sociedades ya habían alcanzado los niveles de reducción
prometidos en el marco de las regulaciones europeas obligatorias.
Asimismo, ENDS pudo calcular que una sociedad, DuPont, po-
día obtener unos 7 millones de libras adicionales gracias al valor de
los créditos “de carbono” en el mercado. Por tanto, estas empresas
recibieron millones del dinero de los contribuyentes británicos sin ha-
cer nada. Esta patraña fue descubierta por el trabajo independiente
llevado a cabo por los servicios de ENDS, teniendo en cuenta que nin-
gún control gubernamental del proyecto reveló estos fraudes (<www.
endsreport.com/trading>). El gobierno no tomó ninguna medida en
reacción a estas revelaciones.

Controlar a los controladores


En la actualidad, no existen consensos sobre el control internacional
del comercio de emisiones ni sobre los medios de verificación de las
supuestas reducciones de gas de efecto invernadero. Las perspecti-
vas con respecto a los futuros controles y verificaciones constituyen
aún un tema de discusión en las negociaciones oficiales. Sin em-
bargo, se desarrollan cientos de proyectos que generan créditos y al
menos tres países de la Unión Europea (Dinamarca, Países Bajos y
Reino Unido) han propuesto sus propios proyectos de comercio de
gases de efecto invernadero a escala nacional, con la apertura de un
mercado europeo previsto para inicios del 2005. Por falta de direc-
tivas por parte de la ONU o de los gobiernos, han surgido inicia-
tivas provenientes de organizaciones no gubernamentales (ONG),

144 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


controles efectuados por las propias empresas y hasta programas de
verificación de empresas por firmas de consultoría.
ONG medioambientales como la WWF (World Wide Fund for
Nature) desarrollan etiquetas para los proyectos MDP, similares a
otras etiquetas controvertidas como la certificación del FSC (Fo-
rest Stewardship Council). Junto a esto, ONG más criticas como la
SinksWatch, el WRM (World Rainforest Movement) y CDM Watch
intentan vigilar los comercios de emisiones y apoyan a las comuni-
dades implicadas en estos proyectos brindándoles herramientas esen-
ciales. Sin embargo, estas ONG reciben pocas subvenciones y son
subfinanciadas; les resultará imposible, por tanto, controlar de manera
sistemática las miles de transacciones que deberían realizarse a escala

145
El clima visto desde el Sur
mundial a partir del establecimiento del mercado de los gases de efecto
invernadero.
Durante este trempo, los gigantes petroleros British Petroleum y
Shell han experimentado sistemas de intercambios internos y utili-
zan el autocontrol para rendir cuentas de los intercambios y verificar
las reducciones. Es evidente que conflictos de intereses reducen la
fiabilidad de estas informaciones. Por ejemplo, British Petroleum
informa que su sistema interno de intercambios ha permitido alcan-
zar el 5% de reducción de las emisiones de C0 2, o sea la mitad de
su compromiso voluntario del 10% de reducción con respecto a los
niveles de 1990. Este sistema les ha permitido beneficiarse con más
de 650 millones de dólares, ya que las reducciones para la mayo-
ría se han obtenido gracias a mecanismos de eficacia energética y
mediante la reducción del derroche de gas. Admitieron no obstante
que las mediciones de sus emisiones “nunca eran 100% precisas”.
Y ningún control independiente de British Petroleum ha permitido
autentificar estas cifras.
Últimamente, formas de consultoría tales como Det Norske Veritas
(DNV) se han encargado de verificar las reducciones de emisiones.
En 2002, por ejemplo, DNV validó una plantación de eucalipto, un
proyecto financiado por el nuevo Fondo Prototipo para el Carbono del
Banco Mundial. Esta plantación es el blanco de campañas de oposi-
ciones locales e internacionales, ya que el monocultivo del eucalipto
presenta serios problemas para las poblaciones locales así como para el
medio ambiente. DNV recomendó el proyecto al Consejo Ejecutivo del
Mecanismo para un Desarrollo Propio aunque no pudiese garantizar en
su informe que el carbono fuese absorbido de manera permanente por
la plantación (DNV 2002).
La eficacia de estas medidas de control y verificación pueden por
tanto cuestionarse seriamente. La existencia de un sistema de vigilancia
fiable es indispensable para evitar cualquier abuso de proyectos frau-
dulentos y destructores a expensas de los objetivos de Kyoto. Es difícil
imaginar, sin embargo, que cualquier organismo, bajo la égida de la
ONU o no, pueda hacer frente a la explosión de los intercambios que
tendrá lugar a escala mundial.

26
Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual
Colonialismo del carbono
El Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente de India considera
que los proyectos encaminados a fijar el carbono son en realidad una
puerta abierta a una nueva forma de colonialismo que emplea polí-
ticas en materia de clima para variar un poco el esquema clásico de
dominación del Sur en general. Esta tendencia se observa con más
especificidad en las plantaciones de monocultivo que se suponen que
“aíslen” o eliminen el C02 de la atmósfera. La ciencia tiene sus lími-
tes en materia de interacciones complejas entre la biosfera (los árbo-
les, océanos, etc.) y la troposfera (la capa inferior de la atmósfera).
En cambio, se ha comprobado científicamente que el carbono que
se encuentra bajo tierra (por ejemplo, en los combustibles fósiles) no
equivale al que podemos encontrar en la superficie (por ejemplo, en
los árboles). No existe por tanto ninguna prueba científica de que las
plantaciones de árboles absorban efectivamente la contaminación (The
Comer House Briefing, 2001). Sin embargo, empresas como FACE
International continúan comprometiéndose con la realización de las
plantaciones, fomentando la idea de que los consumidores no deberán
cambiar de este modo sus hábitos de vida. La actitud que prescribe
esta nueva lógica es lograr “carbono neutro” sembrando arboles. Y la
mayoría de estos proyectos son impuestos a las regiones del Sur.
Las cuestiones clave se refieren al concepto de “compensación
de las emisiones de C02”, o sea si ésta es justificable y conveniente.
Los diferentes proyectos MDP y del JI, ambos ligados al Protocolo
de Kyoto, parten del principio de que las emisiones contaminantes
pueden ser “anuladas” invirtiendo en las energías renovables o en
los “pozos de carbono”. Estos mecanismos de compensación son
de una concepción y una complejidad variables, pero todos son es-
timulados con entusiasmo por el surgimiento de una industria de
compensación que se desarrolla y se prefiere que esté al servicio
de los nuevos mercados. Asimismo, los clientes que desean con-
vertirse en “carbono neutros” disponen de una vasta elección de
productos y servicios compensatorios, accesibles desde hace poco,
aún sin probar ni analizar en profundidad.
Empresas como Future Forests venden productos de marca que

147
El clima visto desde el Sur
La razón del más fuerte
Uno de los aspectos más irónicos y trágicos del Protocolo de Kyoto
radica en el hecho de que los “pozos de carbono” (bosques, océanos,
etc.) sólo pueden tener valor de créditos de emisiones si son admi-
nistrados por entidades que posean un estatus oficial. Esta cláusula
significa que el Protocolo no considera que un bosque tropical hú-
medo habitado desde hace miles de años por pueblos indígenas sea
administrado” y no permite por ende el acceso a los créditos, a
diferencia de una plantación en monocultivo dirigida por el Estado
o incluso una sociedad privada inscripta en el registro de comercio.
Este hecho indica claramente los intereses a los que responde el mer-
cado de las emisiones, ya que ningún individuo común dispone de
un reconocimiento oficial.
En cuanto a los bosques, el Protocolo tampoco los protege y, en
su lugar, el comercio de las emisiones permite a los gobiernos y a
as empresas inmiscuirse de manera considerable en el modo de vida
de los pueblos indígenas apropiándose de las tierras mediante una
conducta neocolonialista. Además, otros ecosistemas tales como las
praderas, no reciben protección alguna y corren el riesgo por tanto
de ser sustituidas por plantaciones en monocultivo. Al pretender crear
soluciones para hacer frente a un problema medioambiental, es decir,
el cambio climático, se ha podido legitimar la destrucción de diversos’
ecosistemas.
El comercio de las emisiones representa la más reciente de las es-
trategias de un proceso continuo que hunde sus raíces en el cercado de
los campos en la Europa del siglo XVI y que comprende las recientes
negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) con
respecto a la salud pública y a la educación, proceso que trata de priva-
tizar y liberalizar el patrimonio y los recursos planetarios. Un crédito
de emisiones da, en definitiva, el derecho de arrojar a la atmósfera
una cierta cantidad de gas de efecto invernadero. La gestión de estos
créditos permite en realidad el control del uso que se hace de esta at-
mosfera, quizás el último recurso mundial. El Protocolo de Kyoto no
sólo instauró un régimen de derechos de propiedad sobre la atmósfera,
sino que también confirió un poder suplementario a los más grandes
contaminadores del mundo (como la Unión Europea) al concederles

150 /
Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
créditos sobre la base de los niveles de emisiones históricos.

La Cumbre de la Tierra de 1992 y los cambios climáticos


Desde las primeras discusiones internacionales relativas a los cam-
bios climáticos, los gobiernos del Norte y las empresas contaminantes
se han opuesto a los cambios estructurales necesarios para combatir
verdaderamente el problema. Antes de la Cumbre de la Tierra de
Río en 1992, se había creado un comité internacional de negociación
con vistas a elaborar un proyecto de texto. En el seno de este comité
tanto Europa como Estados Unidos rechazaron cualquier reducción
obligatoria de las emisiones de gas de efecto invernadero.
La Cumbre de la Tierra permitió, no obstante, que surgiera la Con-
vención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambios Climáticos.
Aunque ésta haya tenido el mérito de reconocer, por primera vez en el
marco de un acuerdo internacional, el cambio climático como un pro-
blema urgente, no incluía ningún compromiso jurídicamente obligato-
rio con respecto a la reducción de las emisiones. Tampoco denuncio el
papel agravante que desempeñaron la industria, el sobreconsumo y el
libre intercambio en los cambios climáticos.
Al mismo tiempo, en 1991, la Conferencia de las Naciones Uni-
das sobre el Comercio y el Desarrollo (OCDE) había creado un de-
partamento destinado al comercio de los gases de efecto invernadero.
El comercio de emisiones vuelve a aparecer entonces, en Nairobi, en
septiembre de 1991, en el programa de la tercera sesión del comité
internacional de negociación preparatoria de Río. De igual modo, la
OCDE fundó la Asociación Internacional del Mercado de las Emisio-
nes (IETA), un grupo de presión que se dedica a la promoción del co-
mercio de emisiones. En mayo de 1999, apareció un informe titulado
“El combate contra el calentamiento climático: estudio de un sistema
mundial de créditos negociables de emisiones de carbono” y publica-
do con la ayuda financiera de los gobiernos holandés y noruego. Una
vez más se evidenciaron los estrechos vínculos entre el mundo de los
negocios y las Naciones Unidas cuando Frank Joshua, antiguamente al
frente de la división del mercado de emisiones de la OCDE se convir-
tiera en el director general para el comercio de emisiones de los gases
de efecto invernadero de la firma Arthur Andersen.

El clima visto desde el Sur 151


Sin embargo, no surgieron propuestas oficiales para el intercam-
bio de emisiones hasta mediados de los años ‘90. En ese entonces, las
investigaciones llevadas a cabo por la OCDE en materia de comercio
de los gases de efecto invernadero habían avanzado mucho y no se
emprendió ninguna investigación sobre otras alternativas ni siquiera
sobre otros instrumentos ligados al mercado tales como la tasa de con-
taminación. La influencia neoliberal que ejercen las Naciones Unidas
en este caso parece traer consigo menos presiones sobre las activi-
dades industriales, en coherencia con la cultura de una organización
orientada hacia soluciones favorables a las empresas.

El papel de las empresas: “la voz de los negocios”


La actividad de los lobbies industriales antes de la Cumbre de la
Tierra aún debe analizarse, pero al parecer la mayoría de los objeti-
vos de la industria con vistas a la Cumbre de la Tierra (por ejemplo,
la promoción de “políticas rentables” y de “autorregulación”) se al-
canzaron. Su éxito no resulta asombroso si se observan las vincu-
laciones existentes entre las empresas y las delegaciones guberna-
mentales. Por ejemplo, el presidente del grupo de trabajo Desarrollo
Sostenible en uno de estos grupos de presión más poderosos del
mundo, la Cámara Internacional de Comercio (CIC), era'también
miembro de la delegación oficial del Reino Unido en Río (Beder,
1997,29). La CIC goza aún de una situación privilegiada con respec-
to a los responsables políticos y hace escuchar regularmente “la voz
de los negocios” acerca del cambio climático. Las voces de la ideo-
logía neoliberal parecen retumbar a menudo alto y fuerte en el seno
de los numerosos foros internacionales dedicados a la problemática
del cambio climático.
Las empresas también suscitan las soluciones favorables al mundo
de los negocios a través de “asociaciones” con ONG, gobiernos y las
Naciones Unidas. Esta estrategia bastante reciente pone de manifiesto
los desacuerdos que existen entre las empresas. Enron, por ejemplo,
recaudaba todo lo que Kyoto podía aportar a su empresa, por encima
de cualquier otra iniciativa reglamentaria, y fue uno de los principales
partidarios del mercado de las emisiones (Homer, 2002). Al igual que
la costosa campaña de relaciones públicas “Beyond Petroleum” de la

152 /
Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
British Petroleum a favor del medio ambiente, otras campañas presun-
tamente progresistas han planteado con éxito el concepto de asocia-
ción pública-privada (APP), seduciendo así a las ONG y a la opimon
pública a través de una comunicación publicitaria superficial.
Este método fue particularmente prolífico durante la Cumbre
Mundial sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo en 2002. Du-
rante esta Segunda Cumbre de la Tierra no surgió ningún acuerdo ju-
rídicamente obligatorio. En su lugar, se postularon más de 280 APP,
subrayando así la falta de voluntad política por parte de los gobiernos
así como el insistente entusiasmo de las empresas por tomar el control
de la situación.

Cooptación de las ONG


Algunas ONG medioambientales se han mostrado también fasci-
nadas por el diálogo con las empresas. Procurarse la participación
de ONG de criterios flexibles en actividades controvertidas forma
parte de la fórmula si se quiere dar una imagen de “empresa ciuda-
dana”, lo cual significa en cierta forma subcontratar la legitimidad.
Asimismo, las ONG pueden conferir una aprobación moral a las
empresas que participan en el comercio de emisiones. Es evidente
la existencia de un conflicto de intereses que contempla el pago a
ciertas organizaciones por parte de las empresas para controlar sus
emisiones. Según un representante del WWF (World Wide Fund for
Nature), “trabajar en el mundo de los negocios es tan importante
para nosotros como lo es masticar bambú para un panda .
Esto no tiene nada de asombroso cuando observamos que el WWF
recibe alrededor de un millón de libras anuales sólo por parte de las
empresas del Reino Unido y dispone de un presupuesto operativo más
importante que el de la Organización Mundial de Comercio (Rowell,
2001). Recientemente, el WWF declaró que el comercio de emisiones
en el seno de la Unión Europea podía desempeñar “un papel impor-
tante” en las políticas en materia de clima y ayudar a “evitar cualquier
proyecto de comercio de emisiones que sólo abordaría de manera su-
perficial la problemática del cambio climático, perpetuaría o agrava-
ría las desigualdades subyacentes al problema, o incluso tendría un
impacto ecológico negativo”.

El clima visto desde el Sur 153


Sin embargo, después de Kyoto, la mayoría de las ONG que
habían participado en la elaboración del tratado alternativo de Río
abandonó poco a poco su lucha contra el comercio de emisiones.
En noviembre de 2000, durante la sexta conferencia de las partes
firmantes (CdP-6) de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre Cambios Climáticos, incluso algunas de las ONG más radica-
les como los Amigos de la Tierra, habían cambiado radicalmente de
opinión. Reconsideraron en ese momento sus exigencias reclamando
una limitación del 20% en el uso del comercio de emisiones.
Ocho meses más tarde, durante la CdP-6.5 en Bonn, en julio de
2001, mientras se concluía un acuerdo con respecto a los problemas
clave más discutidos en el Protocolo de Kyoto, comunicados de prensa
de los Amigos de la Tierra internacional presentaron este acuerdo como
una “nueva esperanza para el futuro”... pese a que este último no im-
ponía ningún límite específico al uso del comercio de emisiones y que
era incluso mucho menos coherente que el acuerdo que esta ONG había
calificado de “desecho” durante la CdP-6.
En Johannesburgo, en 2002, durante la Cumbre Mundial del De-
sarrollo Sostenible, Greenpeace y el Consejo Mundial de las Empre-
sas para el Desarrollo Sostenible (AVBCSD) —que abarca empresas
como Dow Chemical y General Motors— hicieron una declaración
conjunta acerca de los cambios climáticos, recomendando con insis-
tencia a los gobiernos que tomaran la iniciativa. Esto a pesar de que
el WBCSD no ha aprobado todavía la puesta en práctica del Proto-
colo de Kyoto de 1997, en contradicción flagrante con los objetivos
oficiales de Greenpeace. Greenpeace y el WBCSD se habían batido
sin cuartel. Diez años después, se encontraban en la misma tribuna,
sin tener no obstante una visión común sólida sobre la manera en que
los gobiernos deberían tomar la iniciativa...
Algunas de las principales ONG que han luchado durante mucho
tiempo a favor de un acuerdo internacional sobre los cambios climá-
ticos están convencidas hoy de que es crucial el apoyo del mundo
de los negocios. La razón de ello es en parte tecnócrata. Durante los
largos procesos de negociaciones, las discusiones tienden a hacerse
extremadamente técnicas y la jerga tan poco asequible que la mayo-
ría de los participantes no dominan en verdad los retos vinculados al

154 /
Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
compromiso acordado. De hecho, las decisiones en materia de políti-
ca medioambiental se dejan a menudo en manos de “expertos del cli-
ma” en el seno de estos organismos, con el consiguiente olvido de la
democracia y la comprensión compartida en el interior de las ONG;
no extrañará entonces que las declaraciones públicas se reduzcan a
eslóganes simplificados.
A veces hasta activistas bien intencionados de las ONG se dejan
persuadir por la retórica de los guiones “win-win” que rodean el co-
mercio de las emisiones. El discurso en materia de “transferencia de
tecnología”^ “progreso industrial” es seductor. Sin embargo, la lógica
impasible de la libre empresa se oculta en el corazón del paternalismo
empresarial. Esto crea una situación de confusión en la que el mundo
de las ONG tiende a hundirse. Mientras que la mayoría de las veces,
las ONG dominantes del Hemisferio Norte apoyan o no se oponen al
comercio de las emisiones, varios movimientos sociales u ONG más
pequeñas se oponen de manera vehemente. Ahora que las ONG se han
visto en efecto desconcertadas, los intereses del mundo de los negocios
han ocupado un lugar central en las negociaciones políticas y el mundo
industrial ha sido reconocido como socio legítimo.

Impacto de la OMC en el comercio de las emisiones


Las organizaciones favorables al comercio de las emisiones sostie-
nen que, a medida que se apliquen programas, las reglas que los
rigen pueden ser restringidas o mejoradas, y el fraude suprimido.
Este punto de vista es, en el mejor de los casos, ingenuo; en el peor,
deshonesto. Aunque el comercio de las emisiones se considere el
componente principal de la política gubernamental en materia de
cambio climático, las reglas que rigen su uso deberán ajustarse a
las reglas generales que rigen el comercio. Cualquier intento por
mejorar las reglas que se aplican al comercio de las emisiones o a

El clima visto desde el Sur 155


modificar su uso será sometido a las fuerzas de la liberalización
Los lobbies de la industria y los think-tanks neoliberales reivindican
además la aplicación generalizada de las reglas de la Organización
Mundial de Comercio (OMC), sin excepción alguna para otros ob-
jetivos o valores.
Para ser más precisos: la mayoría de los lobbies industriales pre-
fieren el libre intercambio sin restricción en materia de créditos de
gases de efecto invernadero, antes que cualquier reglamentación u
otra intervención fiscal gubernamental en vistas a operar las reduc-
ciones de emisiones (Corporate Europe Observatory, 2000). Tenien-
do en cuenta que las reglas que se deben aplicar a los mecanismos
de Kyoto están aún en fase inicial y que el Comité de la OMC para
el Comercio y el Medio Ambiente (que es el principal comité res-
ponsable de la evaluación de las relaciones entre la OMC y los tra-
tados ambientales multilaterales tales como el Protocolo de Kyoto)
esta aun deliberando, muchas consideraciones siguen estando en el
dominio de la especulación. Sin embargo, en numerosos campos, ya
hay probables conflictos. Así, se corre un gran riesgo: a fin de evitar
cualquier conflicto comercial, se acabará por vaciar de su contenido
la más mínima reglamentación del comercio de las emisiones.

Justicia medioambiental
Otro problema fundamental en materia de comercio de las emisiones
es su tendencia a perpetuar y a agravar la injusticia ambiental. Los
seis gases de efecto invernadero cuyo intercambio se exige ( 5 ) gene-
ran todos efectos secundarios tóxicos co-contaminantes. Esto agudi-
za otros aspectos de la injusticia social, si se tiene en cuenta que las
industrias contaminantes se localizan de manera desproporcionada
en regiones con bajos ingresos, en medio de poblaciones desfavore-
cidas. Tal es el caso, por ejemplo, de un programa de intercambio de
dióxido sulfúrico en Los Ángeles (Reclaim), en donde la contami-
nación afecta a la comunidad latina local instalada en las cercanías

í !?1ÓXÍ^CarbT (C°2)’ metan° Píxide de nitrógeno (N O) hidrofloruro de

156 /
Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
carbono (HFC), perfluoruro de carbono (FFC) y azufre hexafluoruro (SF ) hldr°f'0rUr0 de
de las fábricas (Toshiyuki et al., 1999). Es muy probable que este
fenómeno se repita ampliamente con la generalización del comercio
de los gases de efecto invernadero. Las reducciones no tendrán que
ser operadas en su fuente, lo cual permitirá a las fábricas continuar
su contaminación local. Y las poblaciones asimismo afectadas son
las que tienen menos poder para oponerse a ello; se crean ghettos
de contaminación” lo que acentúa los efectos nocivos del carácter
aparentemente abstracto del mercado (Sandborn et al., 1991).
El desarrollo del comercio de las emisiones significa un desvío
de recursos y del preciado tiempo que por esta razón no se dedican
a otras soluciones que podrían emprenderse en verdad contra el pro-
blema del cambio climático. Se necesitaron diez años para establecer
el programa “Reclaim” en Los Ángeles y el mercado de Kyoto no
comenzará de manera oficial antes del 2008. Para entonces, los go-
biernos nacionales habrán gastado millones para poner en práctica
sus programas internos con el fin de preparar el mercado internacio-
nal. Se constituirán intermediarios, consultores, ONG, empresas, fir-
mas de relaciones públicas y otras firmas de consultoría que ofrecen
“ciencia en venta” con vistas a la nueva economía del carbono.
Toda esta energía, todas estas inversiones, todo ese tiempo po-
drían emplearse en estrategias más positivas y eficaces con el fin de
resolver el cambio climático y, al mismo tiempo, combatir la injusti-
cia ambiental. Paralelamente a las medidas de los gobiernos centra-
les en materia de fiscalidad, de subvención, de legislación, algunas
iniciativas populares básicas de todo tipo podrían aportar respuestas
de menor costo, enfrentando los problemas de la injusticia ambiental
y del colonialismo del carbono.

Alternativas
Una de las alternativas de los proyectos controlados por las empresas,
tales como el comercio de las emisiones, sería la reglamentación gu-
bernamental. Esto puede abarcar la fiscalidad, sanciones con respecto
a la contaminación, así como la imposición de “remedios” tecnoló-
gicos, tales como purificadores y filtros colocados en las chimeneas
industriales. Un enfoque semejante se adoptó en Islandia (en donde el

El clima visto desde el Sur 157


99% de la electricidad proviene de energías renovables) y en Costa
Rica
(en donde el 92% de la energía se produce mediante energías renova-
bles). Además, podrían suprimirse los subsidios gubernamentales de
los combustibles fósiles y las exenciones de tasas, mientras que
podrían
aumentarse los subsidios para energías renovables a pequeña escala.
Sin embargo, este enfoque presenta problemas. En Islandia, uno
de
los mayores productores y distribuidores de energía renovable es el gi-
gante petrolero Shell. Aunque el “producto” haya pasado del combus-
tible fósil a energía renovable, la empresa sigue siendo la misma. Las
relaciones de fuerza no varían; a menudo, las inversiones en energías
renovables por parte de grandes productores de combustibles fósiles
constituyen primero el resultado de una elección de táctica greenwash
inteligentemente planificada y destinada a mejorar la imagen de la
marca. Además, la imposibilidad de poner fin a los monopolios de
las empresas en el sector de la energía renovable podría reprimir la
diversidad e innovación, así como ocurre cuando se comparan las evo-
luciones en los Países Bajos y en Alemania.
En los Países Bajos, los subsidios para la energía solar en los años
‘90 se concentraron en las manos de Shell y de los ecoconsejeros Eco-
fys. Esto limitó de hecho el número de fabricantes de paneles solares,
y Shell adquirió de manera virtual el monopolio en este campo. En
cambio, los subsidios alemanes se distribuyeron de manera más equi-
tativa a favor de firmas de diferentes dimensiones. En 2002, había más
de 300 empresas activas en el suministro de paneles solares (van der
Vleuten, 2002). Ni siquiera un porvenir en el que el viento y el sol se
conviertan en la fuente principal de energía acabará necesariamente
con los modos de consumo actuales y no puede garantizar que las
sociedades transnacionales adopten por tanto, de manera súbita, un
comportamiento social y ambiental más justo.
Para enfrentar estos problemas se han tomado varias iniciativas
populares básicas y es aquí donde podemos observar las grandes líneas
de un enfoque holístico para el problema del cambio climático. Ya han
aparecido por todo el mundo miles de proyectos de pequeña dimensión

158 Ediciones Le Monde diplomatique «elDipió» ¡ Capital Intelectual


que logran con éxito un equilibrio entre justicia social y económica y
sostembilidad ambiental. El Centro para Tecnologías Alternativas en el
País de Gales, por ejemplo, está construyendo una turbina eólica, un
proyecto elaborado y dirigido por la comunidad local. La energía sera
utilizada localmente y todos los excedentes serán vendidos, y los divi-
dendos se repartirán en el seno de la comunidad (www.cat.org.uk). ^
Recientemente se propuso otra iniciativa en el norte de España
en el marco de un proyecto denominado “Escanda”, destinado a pla-
nificar y a constituir una cooperativa en energía renovable con vistas
a implicar, construir y mantener diferentes iniciativas en la materia.
Estos proyectos constituyen un reto para el control por parte de las
grandes empresas del sector energético, de la producción a la distri-
bución, y favorecen la responsabilización y la democracia, ya que el
poder de decisión lo tienen los que producen y utilizan la electricidad
producida. Podemos pretender que este proyecto constituya un modelo
para otras comunidades en España y pueda aplicarse quizás en otros
lugares de Europa (www.escanda. org).
El Khanya Collage utiliza otro método en Johannesburgo en don-
de se está planificando un programa de educación comunitaria para
resolver problemas ligados al cambio climático en la perspectiva de
una justicia ambiental. Educadores comunitarios y activistas organi-
zarán talleres de información y de formación de los habitantes de los
suburbios con respecto al impacto y los efectos del cambio climático
en sus vidas. Los talleres ofrecen un espacio político seguro en el seno
del cual la comunidad puede analizar los problemas y crear sus pro-
pias soluciones. Esta síntesis de instrucción y de responsabilización
no aparece en los programas oficiales y se opone de manera rotunda a
las soluciones propuestas desdeñosamente por los que abogan a favor
de los programas de comercio de las emisiones. Todos estos proyectos
comunitarios tienen en común una combinación renovadora y practica
de elementos económicos, ecológicos, democráticos y participativos.

Conclusiones
En el escenario óptimo en que sería estrictamente reglamentado el co-
mercio de las emisiones, sigue siendo, de todas formas, improbable
que se logren las reducciones de emisiones de gas de efecto invernade-

El clima visto desde el Sur 159


ro, insuficientes ya, tratadas en el Protocolo de Kyoto. Por desgracia,

160 Ediciones Le Monde diplomatique «elDipió» ¡ Capital Intelectual


esto seguiría siendo una realidad aunque Estados Unidos se una a«>fn
o
grandes países contaminadores y decida ratificar el Protocolo Y si 111
viese que elaborarse un modo de control infalible, el sistema en su m
talidad perdería parte de su atractivo económico y poco regulado p¡u
las empresas. El mercado de las emisiones en realidad no sería conl, <,
lado de forma rigurosa teniendo en cuenta las tendencias neoliberales
del comercio internacional. La estrategia y las tácticas del comercio
de las emisiones están impregnadas de la racionalidad de la ideología
neoliberal; han sido a tal punto institucionalizadas en los foros intcn m
clónales que son pocas las oportunidades de detectar el surgimiento de
iniciativas reguladoras en el seno mismo de estos círculos.
Y aunque el comercio de las emisiones se reglamentara de mane-
ra correcta, la realidad es que el comercio de la comaminación'sirve,
en el mejor de los casos, a los intereses de los que más tienen que
perder si se resuelve la crisis climática. El cambio climático permile
señalar las fundamentales impotencias del orden mundial existente y
solo las respuestas más drásticas pueden abrir una perspectiva de éxi-
to. Las empresas transnacionales que comercian combustibles fósiles
así como los gobiernos de los países industrializados no concederán de
buena gana su poder. Por esta razón, el comercio de emisiones intenta
desviar la atención de los cambios climáticos necesarios y urgentes.
Las empresas y gobiernos dan la impresión de una lucha contra el
cambio climático, mientras que acentúan a escondidas las desigualda-
des estructurales en materia de poder. En consecuencia, el comercio
de emisiones se transforma en un instrumento gracias al cual el orden
mundial actual, que tiene su fundamento en un colonialismo histórico,
ejerce una nueva forma de “colonialismo del carbono”.
Al igual que en el antiguo colonialismo, esta nueva fuerza colo-
nizadora justifica su acción mediante una retórica moralista. Mientras
los colonizadores tratan de resolver el problema del cambio climático,
olvidan” fácilmente el verdadero origen del problema. Teniendo en
cuenta la inminente crisis ambiental y la desesperada necesidad de
actuar, las acciones sostenidas por las empresas y los gobiernos no
son objeto de un análisis crítico. El debate cambia de lugar, achacando
la responsabilidad a las poblaciones pobres del Hemisferio Sur. La

161 Bd,Clones Le Monde diplomatique «el Dipió » / Capital Intelectual


realidad, obviada en este discurso, está en que las minorías más ricas
del mundo son culpables por haber consumido de manera excesiva
nuestro planeta, hasta el límite del desastre ecológico.
Los países pobres, en lugar de reducir las emisiones de los países
ricos se convierten en un vertedero de carbono, y así los países ricos
continúan con su injusto sobreconsumo de los recursos planetarios.
“Los países pobres son tan pobres que aceptan recoger los restos. Los
países ricos lo saben y se aprovechan de ello.” El autor de esta amarga
afirmación se llama Sajida Khan, activista comunitario que lucha con-
tra un proyecto del comercio de emisiones en Durban, en Sudafnca.
Casi todos los niveles del comercio de las emisiones presentan una di-
mensión colonial e imperialista. Nuevas etiquetas seguramente puedan
darle un nombre a este fenómeno, tales como la injusticia ambiental,
pero los problemas fundamentales siguen siendo los mismos.
La dinámica del comercio de las emisiones, que beneficia a ac-
tores poderosos en detrimento de las comunidades sin poder tanto en
el Norte como en el Sur, es una encamación moderna de un sombrío
pasado colonial. La colonización europea explotaba los recursos nata-
rales así como a la población del mundo colonizado. En el siglo XXI,
instituciones financieras internacionales han retomado el papel de co-
lonizador económico, a través de los programas de ajuste estructural
(PAE) para el Tercer Mundo. De ahora en adelante, una crisis ecológi-
ca creada por los antiguos colonizadores surge nuevamente como una
nueva oportunidad comercial. Este nuevo mercado posee todas las in-
justicias habituales mediante las cuales otros mercados de mercancías
prosperan. Desde la contaminación de los barrios negros en Los Ange-
les hasta la apropiación de tierras para la construcción de “pozos”, el
comercio de las emisiones continúa esta vieja tradición colonial.

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El clima visto desde el Sur 163


Capítulo 11

Geopolítica de la biodiversidad
y del desarrollo sostenible (i)

Enrique Leff (2)

Globalización económica y capitalización de la naturaleza


El planeta donde vivimos -un globo terrestre- siempre ha sido global.
Pero no fue hasta el siglo XVI -una vez que se logra la primera cir-
cunnavegación del globo y el establecimiento de nuevos flujos comer-
ciales entre culturas y civilizaciones-, que la tierra emprende su cami-
no hacia la “globalización”. Más tarde, se generalizan los intercambios
y se crean leyes universales que invaden poco a poco todos los campos
de la vida y de las actividades humanas. Con la invención de la ciencia
económica y la inauguración de la economía instituida como regla de
coexistencia universal, se da un paso más en este proceso de “econo-
mización” del mundo, iniciado hace cinco siglos. Ahora bien, por lo
visto, el orden natural y la vida en el planeta, que dieron nacimiento al

1 Articulo publicado en la Revista del Observatorio Social de América Latina CLACSO,


n° 17, 2005, bajo el título “La geopolítica de la biodiversidad y el desarrollo sustentable .
2 Coordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe,
d traba
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, miembro del |™P° <= J°
“Ecología política” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSU).

164 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


género humano y lo sustentan, no son por esencia “económicos”. Sólo
lo es el ímpetu que impulsa al hombre a buscar en la naturaleza con
qué satisfacer sus necesidades fundamentales.
El proceso de expansión de la racionalidad económica culmina
hoy y se encuentra incluso limitado en su deseo frenético de globali-
zar el mundo devorando todas las cosas y traduciéndolas en sus pro-
pios códigos, los de la racionalidad económica. Esto explica en gran
parte por qué nos parece hoy casi imposible pensar y actuar confor-
me a las leyes “límites” de la naturaleza, de la vida y de la cultura.
Los procesos de globalización cuyo carácter tratamos de delimi-
tar -crecimiento de los intercambios comerciales, aparición de nue-
vas tecnologías de la comunicación, interconexión inmediata de las
personas y multiplicación de los flujos financieros que parecen elimi-
nar la dimensión espacial y temporal de la vida, calentamiento de la
atmósfera convertido en riesgo planetario, o incluso explosión de los
fenómenos migratorios y de mestizaje cultural- se han caracterizado
y han sido sobredeterminados por la superioridad de la racionalidad
económica sobre los demás procesos de globalización. Y esta mer-
cantilización a ultranza del mundo ha conllevado una homogeneiza-
ción de los modos de producción y de consumo, incompatibles con
la noción de sostenibilidad planetaria, que se basa principalmente en
la diversidad ecológica y cultural.
El divorcio entre el “ser” y el “ser humano”, que tiene lugar de
manera progresiva desde los orígenes de la civilización occidental,
con el surgimiento del pensamiento metafísico, abrió el camino a la
objetivación del mundo. A la postre, la economía colocó el sentido
del mundo en la producción; la naturaleza fue “cosificada”, despro-
vista de cualquier complejidad ecológica y convertida en materia
prima para los procesos económicos; los recursos naturales se con-
virtieron en simples recursos explotables para el capital. En la era de
la economía “ecologizada” la naturaleza ha dejado de pertenecer al
proceso de trabajo, para ser codificada en términos de capital.
Al generalizar y ampliar las formas de valoración económica
de la naturaleza, ésta se ha convertido así en un capital total -el ca-
pital natural- (O’Connor, 1993). Paralelamente a las formas ances-

165 Ediciones Le Monde diplomalique «el Dipió» / Capital Intelectual


trales de explotación intensiva que caracterizan el “saqueo del
Tercer
Mundo” (Jalée, 1968), se promueve en la actualidad una explotación
“conservacionista” de la naturaleza. Al hablar de biodiversidad, ya no
se piensa sólo en una multiplicidad de formas de vida. El término se
refiere mucho más a las zonas de reservas naturales: territorios y há-
bitats. Esta diversidad biológica y cultural es hoy asimismo valorada
por sus riquezas genéticas, sus recursos ecoturísticos y su función de
captador de carbono.
Por esta razón, las recientes políticas sobre la biodiversidad no
sólo expresan una preocupación ante la desaparición de las especies
biológicas que desempeñan un papel clave en el equilibrio ecológico
del planeta. La biodiversidad es muy a menudo considerada un enor-
me banco de recursos energéticos, que se ha convertido en la mate-
ria prima de los grandes consorcios de las industrias farmacéuticas
y agroalimentarias, cuyo valor económico es hoy superior al de los
consorcios petroleros.
Al contrario de esta concepción, esta misma biodiversidad, por
una parte, abarca para los pueblos que viven en las zonas ricas en
biodiversidad, significados y sentidos culturales particulares que se
encuentran en completo trastorno cuando estos recursos se transfor-
man en valores de cambio. Y por otra, manifiesta las potencialidades
productivas del ecosistema en las que se perfilan las posibles estra-
tegias de su gestión sostenible así como diversas formas de apropia-
ción cultural y económica de sus recursos.
La geopolítica de la biodiversidad y del desarrollo sostenible
no sólo prolonga y acentúa los procesos anteriores de apropiación
destructora de los recursos naturales, sino que además modifica las
formas de intervención y de apropiación de la naturaleza rechazando
hasta los límites la lógica de la racionalidad económica (3). Esta nue-

3 Economistas ecologistas como René Passet, Hermán Daly y Joan Martínez Alier sostie-
nen que el mercado en sí mismo y por sí mismo es incapaz de dirigir de manera efectlva
equilibrios ecologistas e internalizar los costos ambientales a través de un sistema de norm
legales En su opinión, el crecimiento económico debería estar contenido en limites que
aseguren la reproducción. Pero la economía (racionalidad económica y proceso económico)

166 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


no es lo suficientemente flexible y moldeable como para adaptarse a las condiciones de la
va geopolítica de la sostenibilidad encuentra su expresión en el con-
texto de una globalización económica que al “desnaturalizar” la na-
turaleza, promueve con el pretexto de un discurso sobre el desarrollo
sostenible, una estrategia de apropiación que intenta “naturalizar” la
mercantihzación de la naturaleza. En esta subversión de lo “natural”
se manifiestan las controversias entre economización de la naturaleza
y ecologización de la economía.
La economía política estrechamente ligada a las relaciones de
trabajo, capital y tierra, se ha convertido en una ecología política en
la que los antagonismos de las luchas sociales se definen en térmi-
nos de identidades, de territorialidad y de procesos de sostenibilidad
Las relaciones de producción, con sus firerzas productivas, ya no se
establecen entre el capital y el proletariado industrial, entre capital,
trabajo y tecnología. En el nuevo discurso sobre la biodiversidad y
el desarrollo sostenible, los conceptos de territorio, autonomía y cul-
tura se han transformado en conceptos políticos que cuestionan los
erechos humanos y las formas de apropiación productiva de la na-
turaleza (Leíf, 2001b).
Ante la complejidad de las cuestiones ambientales (Leíf et al.,
2000), las políticas de la globalización económico-ideológica evi-
dencian la imposibilidad de nuestros conocimientos para comprender
y resolver los problemas generados por su forma de conocimiento del
mundo; el discurso del crecimiento sostenible no es más que una cor-
tina de humo que oculta las causas reales de la crisis ecológica. Ade-
mas, la racionalidad económica con respecto al calentamiento global

X
una nueva racionalidad ambiental (Leff, 1998; 2001 a). struccion de
del planeta obvia la degradación entrópica producida por la actividad

El clima visto desde el Sur 167


económica (cuyo último grado de degradación es el aumento de la
temperatura terrestre) y niega el origen humano del fenómeno que
califica sus efectos como “desastres naturales”.
Para resolver las contradicciones entre economía y ecología,
la geopolítica del desarrollo sostenible enfrenta con optimismo la
reconversión de la biodiversidad en organismos colectores de gases
con efecto invernadero. Y todo lo que se diga de manera inciden-
tal justifica a los países industrializados por los excedentes en sus
cuotas de emisiones, al estimular una reconversión ecológica de los
países del Tercer Mundo. Estas políticas, basadas en un supuesto
control del proceso a largo plazo gracias a los automatismos del
mercado, ignoran en realidad los factores de incertidumbre de los
procesos económicos y ambientales, la ineficacia de las políticas
públicas y los intereses relativos a las estrategias de apropiación de
la naturaleza.

Acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente y OMC


Desde la adopción, en 1973, de la Convención internacional sobre
las especies de fauna y flora salvaje en peligro de extinción (Cites)
se han negociado, elaborado e implementado varios tratados, con-
venciones, acuerdos y protocolos. Éstos han permitido una dismi-
nución sustancial del uso irreflexivo de sustancias como el DDT,
el plomo, el asbesto, las dioxinas o incluso los CFC, y han logrado
algunos avances en la definición y aplicación de instrumentos jurí-
dicos que instituyan nuevas normas ecológicas internacionales, al
igual que el Protocolo de Montreal sobre las sustancias que ame-
nazan la capa de ozono.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente
y Desarrollo (CNUMAD) que tuvo lugar en Río en 1992, marca un
giro importante en la política ambiental mundial. A partir de Rio-92,
las políticas de desarrollo sostenible definieron un nuevo marco legal
internacional, basado en el conjunto de acuerdos multilaterales sobre
medio ambiente (AMMA). Éstos introducen una serie de instmmen-
tos jurídicos que tratan de imponer normas a los agentes económicos
y sociales para limitar e invertir el impacto de los procesos económi-

168 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


cos y tecnológicos en el medio ambiente.
Los AMMA abarcan entre otras cosas las convenciones sobre el
cambio climático y la diversidad biológica, la Convención de las Na-
ciones Unidas sobre la lucha contra la desertificación y la sequía, así
como los protocolos de Cartagena sobre la bioseguridad, el de Kyoto
sobre los cambios climáticos y el de Estocolmo sobre los contami-
nantes orgánicos persistentes (COP). De estos instrumentos, los más
controvertidos son sin duda las convenciones sobre los cambios cli-
máticos y la diversidad biológica -y sus respectivos protocolos- por
sus implicaciones y dimensiones globales. Sobre todo por la multi-
plicidad de intereses presentes y las divergencias de criterios en que
se basan, lo cual evidencia las dificultades para interiorizar los costos
ecológicos y asociar las políticas económicas y ambientales.
A pesar de la voluntad de los negociadores de ciertos países para
abrir las agendas a preguntas profundas pero sujetas a fuertes contro-
versias, la definición de estos instrumentos ha sido finalmente inspi-
rada por principios de orden más “pragmático”. Las discusiones han
estado dirigidas sobre todo a las reglas de procedimiento, al financia-
miento, los indicadores mensurables, etc. Al evitar las consideracio-
nes eticas y filosóficas, las controversias políticas y cualquier debate
sobre los valores e intereses que definen las alternativas de desarrollo
sostemble, la mayoría de las veces incompatibles con el modelo co-
mún de la valoración económica, la diplomacia internacional ha de-
jado a la ecología política -convertida en la única fuerza social capaz
de permitir la apertura de las agendas globales- la responsabilidad de
tratar estas cuestiones.
Únicamente en este campo se expresan los intereses para la diver-
sidad biológica y cultural, ante la homogeneidad del mercado y ante
las estrategias de globalización económica. No obstante, no es apenas
sorprendente que una buena parte de las causas que atrasaron la firma
de los acuerdos y la adopción de estos mecanismos de gobemabilidad
global dependan sobre todo de controversias de carácter comercial y
económico: la comercialización de los recursos naturales y la evalua-
ción de los riesgos ambientales.
Las dificultades que rigen la adopción y la aplicación efectiva
de los AMMA ponen de manifiesto las fuertes reticencias del orden

El clima visto desde el Sur 169


económico con respecto a la idea de internalizar los costos ambien-
tales y adaptarse a las normas de la sostenibilidad ecológica. Asi lo
demuestran, entre otros, los numerosos obstáculos que retrasan la
aplicación de los acuerdos de Río, o sea la limitación de las emisio-
nes de gas de efecto invernadero y la lucha contra el calentamiento
climático. La cuestión es que al mismo tiempo, la OMC ha elaborado
su propio régimen ambiental, regido él mismo por las reglas del mer-
cado y los derechos de propiedad intelectual.
Aunque se hayan registrado algunos avances en los AMMA,
como la firma del Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático,
sólo el más pequeño denominador ha logrado reunir las voluntades
de los gobiernos; lo que ha reducido fuertemente su alcance, debili-
tando así sus objetivos. Por ello, las cláusulas sobre el comercio de
permisos de emisión de gas de efecto invernadero no garantizan en
absoluto que cada país o cada industria limite efectivamente sus emi-
siones- al contrario, el objetivo, digno de alabar al inicio, se pervierte
teniendo en cuenta la posibilidad de los países que superan sus cuotas
de transferirlas hacia otros países, o de compensarlas pagando el va-
lor ficticio de su recuperación por países ricos en biodiversidad.
Al privilegiar la comercialización de derechos de emisión, el
Protocolo de Kyoto ofreció un verdadero salvoconducto a los paí-
ses del Norte. Éstos, en efecto, en lugar de reducir sus emisiones de
CO y de gas de efecto invernadero, las compensan ni más ni menos
que"transfiriendo los costos a países (como los de la antigua Unión
Soviética) que no alcanzan sus cuotas y que, debido a su situación
económica, no podrían aumentar sus propias emisiones. Además, la
asignación de un precio a la captura de carbono por las reservas ricas
en biodiversidad en el marco del Mecanismo de Desarrollo Propio
(MDP) funciona como un verdadero subterfugio que permite a los
países ricos que excedan su límite de contaminación ecológica trans-
ferir la suma equivalente a cualquier país rico en biodiversidad.
Países ricos en biodiversidad cuya flora y suelos se supone que
“retengan” el exceso de gases emitidos por las industrias de los

170 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


países industrializados, y esto a precios de dumping —por falta de
un mecanismo de fijación de los precios de captura— y “al mejor
postor , porque, como afirma Martínez Alier, los países pobres
venden baratos sus servicios ambientales. Además, en el marco de
los MDP, se ha transformado el uso de los suelos y las formas de
cultivo. Testigo de ello es el uso de la siembra directa, con la que
se pretende reducir las emisiones de gases y de productos quími-
cos paralelamente a la implantación de cultivos transgénicos, cuyos
riesgos para el medio ambiente y la salud están lejos de ser evalua-
dos y cuantificados.
Asimismo, no sólo no existe ninguna sinergia entre los AMMA,
sino que éstos funcionan la mayoría de las veces como velos que
ocultan procesos de “reconversión ecológica”, bajo el estandarte del
“desarrollo sostenible”. En este sentido, el Protocolo de Kyoto plan-
tea interrogantes, ya que el “valor” que se atribuye a la biodiversi-
dad no hará bajar con seguridad de manera sustancial las emisiones
de gases de efecto invernadero, bajo la influencia de la racionalidad
económica, que debilitará las acciones destinadas a atenuar los daños
ambientales: MDP y las llamadas tecnologías propias. A fin de cuen-
tas, el calentamiento global seguirá empeorando.
Como telón de fondo de los debates concernientes a los AMMA
y sobre todo con respecto a su aprobación y aplicación, se encuentra
un conflicto entre la racionalidad ecológica y una ética subyacente
en las normas ambientales, así como los principios y reglas de la
racionalidad económica. Sus incompatibilidades no se expresan sólo
en la resistencia de gobiernos como los de Estados Unidos y Japón
para firmar y ratificar los AMMA.
Paralelamente, la OMC ha generado sus propios regímenes am-
bientales sometidos a la supremacía de los intereses y mecanismos
económicos. Por eso, los acuerdos sobre los derechos de propiedad
intelectual relativos al comercio (ADPIC) tratan de legitimar y le-
galizar los derechos de las empresas ignorando los derechos de los
indígenas, de los campesinos y de los agricultores reconocidos en la
convención sobre la diversidad biológica y el tratado internacional
sobre los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura.
Todas estas controversias remiten a la imperiosa necesidad de

¥
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Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» Capital Intelectual
establecer marcos internacionales de gobernabilidad que, basados en
el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, sean
capaces de generar sinergias y relaciones, entre los AMMA y OMC,
que puedan reforzarse mutuamente (UNEP, 2001). Sin embargo, en
su voluntad de evitar disputas formales así como prever y resolver
con anticipación los conflictos entre los regímenes ambientales y co-
merciales, la integración de consideraciones ambientales en la toma
de decisiones a nivel económico y social tiende a abandonar la apli-
cación de normas ecológicas y de principios ambientales en benefi-
cio de los regímenes de libre intercambio.
Se ha acelerado, en este sentido, la tendencia a elaborar y aplicar
instrumentos económicos para la gestión ambiental, al igual que la
que reduce el valor de la naturaleza a cambio de que ésta pueda ad-
quirir bienes y servicios ambientales en el mercado.

Valor y territorio: política del lugar y de la diferencia


Ante estos procesos de globalización regidos por la racionalidad
económica y las leyes del mercado, han emergido, paralelamente al
nacimiento de los movimientos alterglobalizadores, una política del
lugar, del espacio y del tiempo (Leff, 2001c), a su vez posibilitada por
los nuevos derechos a la identidad cultural de los pueblos (CNDH,
1999; Sandoval y García, 1999) y regida por reglas de cohabitación
social más plurales y democráticas. La reafirmación de la identidad
es también la manifestación de lo real y de lo verdadero ante la ló-
gica económica que se constituyó al mayor grado de racionalidad
del ser humano, ignorando la naturaleza y la cultura, generando un
proceso de degradación socioambiental que afecta las condiciones
de sostenibilidad y el sentido de la existencia humana.
El territorio es el lugar en donde no sólo se afirman las diversas
identidades culturales, sino también en donde la noción de sosteni-
bilidad” ecológica encuentra su verdadero fundamento. Es un espa-
cio social en donde los actores sociales pueden prevenir y controlar la
degradación del medio ambiente, además de movilizar estos recursos
ambientales alrededor de proyectos autodirigidos y destinados ante
todo a satisfacer las necesidades, las aspiraciones y los deseos de los

172 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


pueblos, que la globalización económica no podrá satisfacer jamás.
El territorio es el locus en donde se afirman las demandas y
reivindicaciones de los pueblos para reconstruir sus modos de vida.
El nivel local es aquel en donde se forjan las identidades cultura-
les, en donde éstas se expresan como una valoración social de los
recursos económicos y como estrategias para la reapropiación de la
naturaleza. Si la economía global es el espacio en donde los efec-
tos combinados de la degradación socioambiental evidencian los
límites del crecimiento, el espacio local es, por su parte, el lugar en
donde se manifiestan las sinergias positivas de la racionalidad am-
biental y de un nuevo paradigma de productividad ecotecnológica
(Leff, 1994 y 1995).
El territorio es un espacio en donde se mezclan tiempos diferen-
ciados y en donde se articulan identidades culturales y nuevas poten-
cialidades ecológicas. Es por tanto el lugar para una convergencia de
tiempos largos y duraderos, que posibiliten procesos de restauración
y productividad ecológica, de innovación y de asimilación tecnológi-
ca, también de reconstrucción de las identidades culturales.
Por esta razón, el eslogan “pensar globalmente, actuar local-
mente”, promovido con tanto fervor por los dueños del desarrollo
sostenible, en realidad no es más que un artificio que enmascara un
pensamiento único sobre nuestro “porvenir común”. Ante los retos
del desarrollo sostenible alternativo, introduce en las culturas locales
un pensamiento global que no difiere del discurso “economicista”
que preconiza un crecimiento sostenible, pese a que el objetivo de la
sostenibilidad es crear singularidades locales y construir una racio-
nalidad capaz de integrar sus diferencias asumiendo su inconmensu-
rabilidad, su relatividad y su certeza.
Sm embargo, se está construyendo una nueva política del lugar y
de la diferencia a partir del sentido del tiempo en las luchas actuales
por la identidad, la autonomía y el territorio. Lo que emerge tras las
reivindicaciones para el reconocimiento del derecho a la superviven-
cia, a la diversidad cultural y a la calidad de vida de los pueblos, es
una política del ser, una política del porvenir y de la transformación,
que define la utopía como el derecho de cada individuo y de cada
comunidad a forjar su propio futuro.

El clima visto desde el Sur 173


Los territorios culturales poseen una temporalidad creadora de
nuevas estrategias productivas y de un nuevo sentido existencial. La
reivindicación de los derechos culturales no intenta sólo preservar
usos, costumbres, la lengua y las prácticas tradicionales de los au-
tóctonos. Se trata también de una política dirigida hacia la recons-
trucción de las identidades, y destinada a permitir a las colectivida-
des transcender un futuro previsible y excluyente. Es la resistencia a
la hegemonía homogeneizadora de la globalización económica y la
afirmación de la diversidad creadora de la vida, construida a partir de
la heterogénesis cultural-ecológica.
Esto nos lleva a reconsiderar el sentido mismo de la geopolítica.
Las “geografías”, como marcas dejadas por las civilizaciones en la
tierra, son el locus, el hábitat en el que se instala un mundo que se ha
visto perturbado por una globalización que ahuyenta el lugar de su
lugar y hace prevalecer la globalidad de una razón única, universal,
dominante. Pero constituyen también la escritura que deja en la natu-
raleza la huella de los nuevos movimientos sociales de reapropiación
de la naturaleza (Gongalves, 2001).
De esta forma, las poblaciones indígenas afirman sus derechos
culturales para recuperar el control sobre su territorio como espacio
ecológico, productivo y cultural para apoderarse nuevamente de un
patrimonio de recursos naturales y significados culturales. Nuevos
actores sociales, arraigados en nuevos territorios y provistos de nue-
vas identidades, pueden apropiarse de la racionalidad ambiental y
expresarla como una exigencia política guiada por los nuevos princi-
pios de la valoración del medio y de reapropiación de la naturaleza.
La geopolítica de la globalización se ha basado principalmen-
te en las falsas virtudes del mercado y en la capacidad empresarial
para determinar y alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible.
Se confiere al mercado la capacidad de interiorizar por sí solo los
costos ambientales y las actividades productivas relativas al capital
natural y a los servicios ambientales que han sido hasta ahora los
terrenos tradicionales de apropiación y de gestión de un patrimonio
y de bienes comunales que funcionan fuera del mercado, con el fin
de transformarlos en nuevas oportunidades económicas y comercia-

174 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


les. Aun más, se supone a priori que existe una verdadera voluntad
de los pueblos del Tercer Mundo -en particular de las poblaciones
indígenas y campesinas- por colaborar en esta misión, cediendo a las
iniciativas del mercado cuestiones fundamentales para el desarrollo
sostenible: gestión de los recursos naturales, pobreza rural, seguridad
alimentaria, etc.
Ahora bien, las controversias entre racionalidad económica y ra-
cionalidad ambiental en el marco del desarrollo sostenible conducen
más bien a contrastar y a oponer a la lógica del valor de intercambio
una racionalidad productiva que se basa en el valor de uso, que va
más allá de los principios de “calidad total” y de “tecnología propia”
de la nueva ecoindustria, así como de una calidad de vida basada en
la “soberanía del consumidor”. La racionalidad ambiental debe con-
ducirnos a reconsiderar la producción a partir de las potencialidades
ecológicas de la naturaleza y de los significados y símbolos que atri-
buye la cultura a la naturaleza. Esto abre el camino hacia una política
del ser, de la diversidad, de la diferencia, que da un nuevo sentido a
la naturaleza, a la producción y a lo sostenible.

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176 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


Documento

¡Justicia climática, ya!

Declaración de Durban sobre el comercio del carbono <i)


Como representantes de movimientos populares y de organizaciones
independientes, rechazamos la afirmación según la cual el comercio
del carbono detendrá la crisis climática. La causa principal de esta cri-
sis no es otra que la explotación de las energías fósiles y la liberación
del carbono que contienen en los océanos, el aire, el suelo y en los se-
res vivos. La combustión excesiva de las energías fósiles está compro-
metiendo la capacidad de la Tierra de mantener un clima soportable.
Los gobiernos, las agencias de crédito para la exportación, las
empresas y las instituciones financieras internacionales continúan
ayudando y financiando la exploración y la extracción de las ener-
gías fósiles, así como otras actividades que agravan el calentamien-
to global, tales como la degradación y la destrucción masiva de los
1 Hecha pública el 10 de octubre de 2004 en Durban, Sudáfrica, por una veintena de orga-
nizaciones sociales (entre ellas: Carbón Trade Watch, Indigenous Environmental NetWork,
Climate & Development Initiatives, Uganda, Coecoceiba-Amigos de la Tierra, Costa
Rica, Centre for Organisation Research & Education, Manipur, India, Delhi Forum, India,
Earthlife Africa (ELA) e Thekwini Branch, Sudáfrica, Global Justice Ecology Project,
National Forum of Forest People and Forest Workers, India, O le Siosiomaga Society,
Samoa, World Rainforest Movement, Uruguay...), esta declaración es apoyada por varios
cientos de asociaciones, movimientos o personalidades de los cinco continentes. Cf. < www.

El clima visto desde el Sur 177


sinkswatch.org>.

El clima visto desde el Sur 178


bosques. Sólo consagran, en cambio, sumas simbólicas a las ener-
gías renovables. En este sentido, es particularmente inquietante que
el Banco Mundial haya desafiado las recomendaciones de su propio
Extractive Industries Review que lo exhorta a dejar de financiar la
extracción de carbón, de petróleo y de gas.
Denunciamos los nuevos atrasos en el paro de la extracción de
energías fósiles. Éstos son causados por los intentos de las empresas
de los gobiernos y de las Naciones Unidas de construir un “mercado
del carbono” que incluye la comercialización de “pozos de carbono”.
La historia ya ha sido testigo de intentos de comercialización de la
tierra, la comida, el trabajo, los bosques, el agua, los genes y las ideas
El comercio del carbono se inserta en la misma línea cuando intenta
transformar la capacidad de reciclaje del carbono del planeta en un
producto de venta y de compra en el mercado mundial. Este proceso
de creación de un nuevo producto -el carbono- pone en manos de
quienes destruyen el clima la capacidad de la Tierra para mantener un
clima propicio para la vida y las sociedades humanas.
Las poblaciones del mundo deben tomar conciencia de esta ini-
ciativa de privatización y de comercialización e intervenir de forma
activa para garantizar la protección del clima terrestre. El comercio
del carbono no contribuirá a la protección del clima de la Tierra. Se
trata de una falsa solución que agudiza y amplía las desigualdades
sociales, y de varias formas.
• El mercado del carbono crea derechos transmisibles que permi-
ten derramar en el aire, los océanos, el suelo y la vegetación, volúme-
nes de carbono que superan ampliamente la capacidad de absorción
de estos sistemas. Estos derechos, que equivalen a miles de millones
de dolares, serán concedidos de forma gratuita a los mayores emi-
sores de gas de efecto invernadero de los sectores de la electricidad,
del hierro y del acero, del cemento, del papel y a muchos otros en
as naciones industrializadas, que han provocado la crisis climática y
que ya explotan al máximo los sistemas mencionados. En cambio, el
costo de la futura reducción del uso de combustibles fósiles repercu-
tirá seguramente de forma desproporcionada en el sector público, las
comunidades, los pueblos indígenas y los contribuyentes.
• El “mecanismo de desarrollo propio” (MDP) del Protocolo

179 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» / Capital Intelectual


de Kyoto y numerosos proyectos comerciales del sector privado in-
citan a los países industrializados y a sus empresas a financiar o
crear vertederos de carbono baratos, tales como las plantaciones de
árboles a gran escala en el Sur, como una alternativa lucrativa para
la reducción de las emisiones en el Norte. Otros proyectos del MDP,
como los esquemas de reducción de los hidroclorofluorocarburos
(HCFC), se refieren a tecnologías “en fin de ciclo y no contribu-
yen en absoluto a la reducción de los impactos de la industria de los
combustibles fósiles en las comunidades locales. Estos proyectos
predominan por encima del bajo volumen de los proyectos de ener-
gías renovables que apenas constituyen la fachada de un “desarrollo
sostenible” del MDP.
• Los pequeños Estados insulares, las poblaciones costeras,
los pueblos indígenas, las comunidades locales, los pescadores, las
mujeres, los jóvenes, los ancianos y las poblaciones marginadas ya
sufren de manera desproporcionada los efectos provocados por las
industrias de energía fósil y las que producen gases de efecto inver-
nadero, tales como los desplazamientos, la contaminación o los cam-
bios climáticos. Los proyectos del MDP intensifican estos efectos de
varias formas. En primer lugar, autorizan la continuación de la pros-
pección, la extracción, el refinamiento y la combustión de las ener-
gías fósiles. Luego, al financiar proyectos del sector privado como la
siembra industrial de árboles, permiten que las industrias del Norte
se apropien de la tierra, el agua y el aire, indispensables para la vida
y supervivencia de las poblaciones locales, para transformarlos en
nuevos vertederos de carbono.
• El rechazo a eliminar de manera progresiva el uso del carbón,
del petróleo y del gas, que el comercio no deja de reforzar, está
provocando también un creciente número de conflictos militares en
el planeta agudizando las injusticias sociales y ambientales. Estos
conflictos, por su parte, desvían hacia los presupuestos militares
grandes sumas que de no ser así podrían utilizarse en beneficio de
economías que se basan en las energías renovables y la eficacia
energética.
Las debilidades y contradicciones inherentes al comercio del

180 Ediciones Le Monde diplomatique «el Dipió» j Capital Intelectual


carbono, más allá de estas injusticias, corren el gran riesgo de em-
peorar el calentamiento global en vez de atenuarlo. Resulta imposi-
ble, por ejemplo, verificar que los proyectos MDP “neutralicen” un
volumen determinado de combustibles fósiles extraídos y quemados.
Su pretensión de ser capaz de esto crea una imagen peligrosa de que
los modelos de consumo y producción, los del Norte sobre todo, pue-
den mantenerse sin afectar al clima.
A esto hay que añadir el hecho de que nadie en el mercado de
los MDP puede estar seguro de lo que compra, debido a los proble-
mas de verificación y de falta de una reglamentación verosímil. El
comercio de los MDP o de otros proyectos comerciales similares, en
su situación actual, sólo constituyen pérdidas de tiempo, mientras
que el planeta debe prepararse para afrontar una crisis climática de
mayor envergadura.
El Banco Mundial cae en una contradicción absurda, al facilitar
estos falsos enfoques comerciales del cambio climático mediante el
Fondo prototipo para el carbono, el Fondo biocarbono y el Fondo
carbono de desarrollo comunitario, y favorece al mismo tiempo, a
mayor escala, la continuación de la prospección, la extracción y la
combustión de los combustibles fósiles, que en su mayoría aumenta-
rán las emisiones del Norte.
Como conclusión, “establecer el precio del carbono” no será
más eficaz, más democrático o favorable al bienestar humano que
poner un precio a los genes, a los bosques, a la biodiversidad o a los
ríos limpios. Reafirmamos que las reducciones drásticas de las emi-
siones provenientes del uso de energías fósiles constituyen un re-
quisito si queremos prevenir la crisis climática. Afirmamos nuestra
responsabilidad con respecto a las generaciones futuras, en buscar
soluciones reales que sean viables y verdaderamente sostenibles, y
que no sacrifiquen a las comunidades marginadas. Nos comprome-
temos, pues, a apoyar la construcción de un movimiento mundial
de base para una justicia climática, a movilizar las comunidades del
mundo, y nos declaramos a favor de los que se oponen con vigor al
comercio del carbono.

El clima visto desde el Sur 181

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