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J. R.

Ward Cuando el Invierno


Te Encuentre

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Traducción:
Klaus Thinmellian Armando R.
Sujey Nela Chavez
MaiteM Mara_MGC Jeny82
Nathlla Ceci Lis@35 Sandra Dee
Carmen Dávalos Vero HDN Nadhara

Corrección:
Maite M VeroHDN
Sujey Klaus

Maqueta:
Klaus

Formatos
Pedro

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A:
Un Par de Almas Perfectas Reunidas,
Feliz Para Siempre.

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Sinopsis

Cuando Trez perdió a su amada en una trágica muerte,


su alma fue aplastada y su destino parecía relegado al
sufrimiento. Pero cuando conoce a una mujer misteriosa, se
convence de que su verdadero amor se ha reencarnado. ¿Tiene
razón? ¿O su dolor ha creado una desilusión desastrosa?

Therese ha venido a Caldwell para escapar de una grieta


con su línea de sangre. La revelación de que fue adoptada y no
nacida en su familia sacude los cimientos de su identidad, y
está decidida a hacerlo sola. Su atracción por Trez no es lo que
está buscando, excepto que la sexy Sombra demuestra ser
innegable.

¿Le ha dado el destino a un viudo afligido una segunda


oportunidad... o Trez está demasiado cegado por el pasado
para ver el presente como realmente es? En este libro sensual
y deslumbrante lleno de temas de redención y
autodescubrimiento, dos almas perdidas se encuentran en
una encrucijada donde el corazón es la única brújula en la que
se puede confiar... pero que puede requerir un coraje que
ninguno de ellos posee.

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Glosario de Términos y Nombres

Ahstrux Nohtrum (n.) Guardia privado con licencia


para matar a quien el puesto le otorga el Rey.
Ahvenge (v.) Acto de retribución mortal, realizado
típicamente por un ser querido masculino.
Hermandad de la Daga Negra (pr. N.) Guerreros
vampiros altamente entrenados que protegen a su especie
contra la Sociedad Lesser. Como resultado de la cría selectiva
dentro de la raza, Hermanos posee una inmensa fuerza física
y mental, así como una curación rápida capacidades. No son
hermanos en su mayor parte, y son inducidos a la Hermandad
a propuesta de los Hermanos. Agresivo, autosuficiente y
reservados por naturaleza, son sujetos de leyendas y objetos
de reverencia dentro del mundo vampiro. Pueden ser
asesinados solo por la mayoría heridas graves, por ejemplo, un
disparo o una puñalada en el corazón, etc.
Esclavo de Sangre (n.) Vampiro masculino o femenino
que ha sido subyugado para atender las necesidades de sangre
de otro. La práctica de mantener esclavos de sangre ha sido
prohibida.
Elegida (pr. n.) Mujeres vampiros que habían sido
criados para servir a la Virgen Escriba. En el pasado, estaban
enfocados espiritualmente más que temporalmente, pero eso
cambió con el ascenso del Primanal Primale, que los liberó del
Santuario con la Virgen Escriba eliminándose de su papel,
están completamente autónomo y aprendiendo a vivir en la
tierra. Siguen cumpliendo con las necesidades de sangre de los

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miembros no emparejados de la Hermandad, así como de los
Hermanos que no pueden alimentarse de sus shellans o
injuredghghters heridos.
Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable en el idioma
antiguo.
Cohntehst (n.) Conflicto entre dos hombres que
compiten por el derecho a ser el compañero de una mujer.
Dhunhd (pr. N.) Infierno.
Doggen (n.) Miembro de la clase sirvienta dentro del
mundo vampiro. Doggen tiene viejo, tradiciones conservadoras
sobre el servicio a sus superiores, siguiendo un formal código
de vestimenta y comportamiento. Pueden salir durante el día,
pero envejecer relativamente rápido. La esperanza de vida es
de aproximadamente quinientos años.
Ehros (n.) Una Elegida entrenado en materia de artes
sexuales.
Exhile Dhoble (n.) El gemelo malvado o maldito, el
segundo nacido.
El Fade (pr. n.) Reino no temporal donde los muertos se
reúnen con sus seres queridos y pasan la eternidad.
Primera familia (pr. N.) El Rey y la Reina de los
vampiros, y cualquier hijo que puedan tener.
Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay diversos
grados de ghardianos, con el ser más poderoso es el de una
hembra aislada.
Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, más o
menos equivalente al de la Regencia de Inglaterra.
Hellren (n.) Vampiro macho que se ha apareado con una
hembra. Los hombres pueden tomar más de una hembra como
compañera.
Hisopo (n. o v.) Término que se refiere a un lapso en el
juicio, que generalmente resulta en compromiso de las
operaciones mecánicas de un vehículo o de otra manera

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transporte motorizado de algún tipo. Por ejemplo, dejar las
llaves en el coche de uno ya que está estacionado afuera de la
casa familiar durante la noche, con lo cual dijo el vehículo es
robado.
Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia.
Leelan (adj. o n.) Un término de cariño traducido
libremente como "el más querido".
Sociedad Lesser (pr. N.) Orden de asesinos convocada
por la Omega con el fin de erradicar la especies de vampiros.
Lesser (n.) Humano desalmado que ataca a los vampiros
para su exterminio como miembro de la sociedad de
disminución. Los menores deben ser apuñalados a través del
cofre para ser asesinado; de lo contrario no tienen edad. No
comen ni beben y son impotente. Con el tiempo, su cabello,
piel e iris pierden pigmentación hasta son rubios, ruborizados
y de ojos pálidos. Huelen a talco para bebé. Inducidos en la
sociedad por los Omega, conservan un tarro de cerámica a
partir de entonces en el que se colocó su corazón después de
que fue removido.
Lewlhen (n.) Regalo.
Lheage (n.) Un término de respeto utilizado por una
sumisa sexual para referirse a su dominante.
Lhenihan (pr. N.) Una bestia mítica reconocida por su
destreza sexual. En la jerga moderna, se refiere a un hombre
de tamaño preternatural y resistencia sexual.
Lys (n.) Herramienta de tortura utilizada para eliminar
los ojos.
Mahmen (n.) Madre. Se usa tanto como identificador
como término de acción.
Mhis (n.) El enmascaramiento de un entorno físico dado;
la creación de un campo de espejismo.
Nalla (n., f.) o Nallum (n., m.) Amado.

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Periodo de Necesidad (n.) El tiempo de fertilidad de la
mujer vampiro, que generalmente dura dos días y acompañado
de intensos antojos sexuales. Ocurre aproximadamente cinco
años después de la transición de una mujer y luego una vez
por década a partir de entonces. Todos los hombres responden
hasta cierto punto si están cerca de una mujer en su
necesidad. Puede ser un tiempo peligroso, con conflictos y
peleas entre competidores machos, particularmente si la
hembra no está apareada.
Newling (n.) Una virgen.
Omega (pr. n.) Figura malévola y mística que se ha
dirigido a los vampiros para la extinción por resentimiento
dirigido hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino no temporal
y tiene amplios poderes, aunque no el poder de creación.
Phearsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de
los órganos sexuales de un hombre. Traducción literal algo
cercano a "digno de entrar en una mujer".
Princeps (pr. N.) El nivel más alto de la aristocracia
vampírica, solo superado por los miembros de la Primera
Familia o Elegido de la Virgen Escriba. Debe haber nacido para
el título; puede no ser conferido.
Pirocanto (n.) Se refiere a una debilidad crítica en un
individuo. La debilidad puede ser interna, como una adicción,
o externa, como un amante.
Rahlman (n.) Salvador.
Rythe (n.) Manera ritual de afirmar honor, otorgada por
alguien que ha ofendido otro. Si es aceptado, el ofendido elige
un arma y golpea el ofensor, que se presenta a sí mismo, o sin
defensas.
Virgen Escriba (pr. n.) Fuerza mística que
anteriormente fue consejero del Rey, así como el guardián de
los archivos de vampiros y dispensador de privilegios. Existido
en un reino no temporal y tenía amplios poderes, pero
recientemente ha dado un paso bajó y le dio su puesto a otro.

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Capaz de un solo acto de creación, que ella gastó para dar vida
a los vampiros.
Sehclusion (n.) Estado conferido por el Rey a una mujer
de la aristocracia como resultado de una petición de la familia
de la hembra. Coloca a la hembra bajo la única dirección de su
ghardian, típicamente el hombre mayor de su familia. Su
ghardian entonces tiene el derecho legal de determinar todo
tipo de vida, restringiendo a voluntad todas y cada una de las
interacciones que tiene con el mundo.
Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha apareado con
un macho. Las hembras generalmente no tomar más de un
compañero debido a la naturaleza altamente territorial de los
machos.
Symphath (n.) Subespecie dentro de la raza vampiro
caracterizada por la habilidad y el deseo de manipular las
emociones en los demás (para fines de intercambio de energía),
entre otros rasgos. Históricamente, han sido discriminados y,
durante ciertas épocas, cazadas por vampiros. Están cerca de
la extinción.
Talhman (n.) El lado malvado de un individuo. Una
mancha oscura en el alma que requiere expresión si no se ha
eliminado correctamente.
La tumba (pr. n.) Bóveda sagrada de la Hermandad de
la Daga Negra. Utilizado como un sitio ceremonial como una
instalación de almacenamiento para los frascos de lessers.
Ceremonias realizadas allí incluyen inducciones, funerales y
acciones disciplinarias contra los Hermanos. No se puede
ingresar a excepción de los miembros de la Hermandad, la
Virgen Escriba, o candidatos para la inducción.
Trahyner (n.) Palabra usada entre hombres de respeto
mutuo y alección. Traducido vagamente como "querido amigo".
Transición (n.) Momento crítico en la vida de un
vampiro cuando él o ella se transforma en un adulto. A partir
de entonces, él o ella debe beber la sangre del sexo opuesto
para sobrevivir y no puede soportar la luz solar. Ocurre

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generalmente a mediados de los años veinte. Algunos vampiros
no sobreviven a sus transiciones, los machos en especial.
Antes de sus transiciones, los vampiros son físicamente
débiles, sexualmente inconsciente e insensible e incapaz de
desmaterializarse.
Vampiro (n.) Miembro de una especie separada de la de
Homo sapiens. Los vampiros deben bebe la sangre del sexo
opuesto para sobrevivir. La sangre humana se mantendrá
vivos, aunque la fuerza no dura mucho. Siguiendo sus
transiciones, que ocurren a mediados de sus veintes, no
pueden salir a la luz solar y debe alimentarse de la vena
regularmente. Los vampiros no pueden "Convertir" a los
humanos a través de una mordida o transferencia de sangre,
aunque estén en casos raros capaces de reproducirse con las
otras especies. Los vampiros pueden desmaterializarse a
voluntad, aunque deben ser capaces de calmarse y
concentrarse para hacer así y no puede llevar nada pesado con
ellos. Son capaces de despojar los recuerdos de humanos,
siempre que dichos recuerdos sean a corto plazo. Algunos los
vampiros pueden leer mentes. La esperanza de vida es más de
mil años, o en algunos casos, incluso más.
Wahlker (n.) Un individuo que murió y regresó a la vida
del Fade. Ellos se les concede un gran respeto y son venerados
por sus tribulaciones.
Whard (n.) Equivalente de un padrino o madrina a un
individuo.

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Cuando el Invierno Te Encuentre

La Hermandad de la Daga Negra 17.5

çJ.R. Ward

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Capítulo Uno

Raúl Julia, sin relación con el gran actor fallecido, vio a


su primer ángel en una noche fría en Caldwell en medio de una
tormenta de nieve de Diciembre.

Y todo fue por un BMW.

Se había detenido en la intersección de Wain con la


Décima, con su largo abrigo de lana abrochado hasta el cuello,
la bufanda apretada en el pecho, los dedos de los pies fríos
incluso con las botas. Los copos de nieve, que habían
comenzado a caer a la hora del almuerzo bailando en el aire
invernal, pronto habían engordado tanto que ya no podían
oscilar con las corrientes de viento. Ahora también tenían
prisa, desperdiciando su libertad con apuro por llegar al suelo,
sin darse cuenta de que la caída era la mejor parte de sus
vidas, y que una vez que terminara el descenso, iban a ser
pisoteados, aplastados, empujados contra montones sucios
como si no fueran nada, en lugar de milagros flotantes.

Insignificante entre un millón de una superpoblación de


molestias, que tenían que resolver los camiones quitanieves de
los trabajadores públicos de Caldwell.

Era algo triste, de verdad. Más bien como niños que se


convierten en adultos.

Cuando Raúl se paró en esa esquina, atrapado en el


lugar por una palma roja de “No cruzar” que destellaba en su

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dirección, se sentía tan cansado de las ráfagas frías en su
rostro que se giró y dio la espalda al semáforo. Gracias a las
modificaciones para los discapacitados visuales, un sonido lo
alertaría cuando fuera el momento de pasar, pero también lo
haría el tráfico, que era lento y penoso, como si a los coches no
les gustara el clima más que a él. En mejores condiciones,
habría abarrotado la acera y habría mirado con ojos de águila
cualquier oportunidad de caminar… había nacido en Brooklyn
antes de que Giuliani limpiara los cinco condados durante un
corto tiempo, por lo que era un experto en leer patrones de
tráfico…, pero en invierno, las reglas cambiaban. La tracción a
las cuatro ruedas no garantizaba una parada de las cuatro
ruedas, y el potencial de deslizamiento agregaba un elemento
peligroso a las posibilidades.

Y Raúl era el tipo de persona que tenía mucho por lo que


vivir. Especialmente esta noche. En su bolsillo, tenía una
pequeña caja negra, forrada de cuero en el exterior, acolchada
de terciopelo en el interior. Se había casado con su Ivelisse
treinta y dos años atrás, y aunque su aniversario no era hasta
Abril, y aunque no era uno especial como veinticinco o treinta
o incluso cincuenta, había pasado por una joyería durante el
almuerzo y se había detenido. La ventana estaba llena de
objetos de oro y platino que se podían poner, luces brillantes
incrustadas en el marco para que los diamantes brillaran.
Había muchos anillos de compromiso, preparados para la
temporada de pedidas, en oposición a la temporada de decir
que sí, que, según su hija menor, Alondra, era en Junio…, pero
también había una serie de cruces.

Por bonito que fuera el espectáculo, Raúl había seguido,


decidido a regresar a tiempo a su trabajo como empleado en
una compañía de seguros. Mientras recorría la nieve
acumulada con los demás que se habían atrevido a
aventurarse al mediodía, pensó en las cruces, aunque no una
en particular, sino todas en grupo. Habían sido relegadas a un
grupo abajo a la derecha, una congregación de quizás diez,

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todas ellas eclipsadas por esos anillos. Por alguna razón, no
podía sacarlas de su mente, hasta el punto en que comenzó a
volverse paranoico de que algo malo iba a suceder. Incluso su
carga de trabajo normal, que a menudo era demasiado, no
podía distraerlo de la preocupación.

Quizás, era una señal. Quizás, era un presagio.

Sin embargo, tenía mucho ese tipo de pensamientos. Por


otra parte, analizaba las tasas de mortalidad de las personas
para ganarse la vida, realizando evaluaciones de riesgo en las
que se basaban los cálculos de primas de los seguros de vida…,
y después de hacerlo durante veinte años, se ponía un poco
nervioso. Cada lunar en su cuerpo era un melanoma, por
ejemplo. Cada salto de su corazón era un infarto de miocardio
inminente. Ah, y ese dolor de cabeza que había tenido cuando
se había quedado atrapado en el tráfico entrando al trabajo
esta mañana era definitivamente el precursor de un derrame
cerebral.

Aunque dicho así, tal vez todo era un poco loco.

De hecho, necesitaba tomarse un descanso.

Aun así, tan pronto como terminó su trabajo del día,


poco después de las cinco, se puso el abrigo, se despidió de sus
compañeros de trabajo y salió rápidamente del edificio. Sin
embargo, en lugar de dirigirse al aparcamiento al aire libre a
seis manzanas, regresó a la joyería. Decidió, mientras
avanzaba en el frío, que iba a estar cerrada…, pero debería
haberlo sabido mejor. Era la temporada navideña, después de
todo, y cuando había entrado en el establecimiento, la tienda
estrecha y relativamente poco profunda estaba abarrotada de
gente. Había tenido que esperar unos quince minutos antes de
llamar la atención de un vendedor, y cuando todo lo que pudo
hacer fue encogerse de hombros, como si no pudiera prometer
que estaría libre en cualquier momento antes de Año Nuevo, él
había mirado su reloj y se preguntó si debía irse.

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La chica que finalmente lo había atendido estaba
agotada y distraída, como si hubiera tenido una larga lista de
cierres tardíos como este, y no tenía nada que esperar excepto
más de lo mismo. Había decidido que tenía que tener la edad
de su Alondra, y que tenía un diamante de buen tamaño en su
dedo anular, sin duda algo con lo que ella había ayudado a su
prometido a tener un descuento en la tienda. Tenía los ojos
cansados, pero había hecho el esfuerzo para sonreír, y eso,
más que el tiempo que le había llevado caminar a la tienda, o
el tiempo que había pasado esperando, o incluso lo que todavía
se preguntaba si debería comprar, fue lo que lo hizo quedarse.

Cuando terminó la transacción…, después de que ella le


hubiera hecho un buen descuento…, él le había dicho que le
deseaba lo mejor con sus nupcias. Realmente ella había
sonreído y habló sobre el hombre con el que iba a casarse, la
planificación de la boda, el vestido. Era un diluvio que él podía
decir que tenía que guardarse para si misma mientras
trabajaba, y su alegría, su juventud y todas las cosas que aún
le esperaban, lo bueno y lo malo, habían hecho que sus ojos le
picaran con lágrimas.

Había sido un alivio salir y poder echarle la culpa al frío.

Y ahora estaba aquí, en esta intersección, con una cruz


de diamantes, su Ivelisse lo iba a matar por comprarla para
ella, y un corazón roto.

Alondra habría cumplido veintitrés en Enero. Y la cruz


no era por ningún aniversario de bodas al azar, a pesar de que
se dijo a sí mismo que sí, aunque tenía que creer que lo era…,
porque de lo contrario, habría comprado lo que conmemoraba
la muerte de su hija hace cuatro años en una noche nevada
como esta, en la parte de atrás de un automóvil conducido
demasiado rápido sobre hielo, por su mejor amiga, que había
sobrevivido.

Lo cual sería bastante mórbido, ¿no?

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Mientras consideraba el accidente que se había llevado
un regalo tan preciado para él y su esposa y los otros niños,
reflexionó que había una serie de cosas peligrosas que podían
predecirse en la vida. Si asumías demasiados riesgos con tu
salud, con tu cuerpo, con tus finanzas, con tus hábitos,
estadísticamente hablando, podrías quedarte atrapado en una
situación diseñada por ti mismo que salió mal. Él lo sabía.
Estudió eso; vendía eso; entendía eso desde un punto de vista
objetivo y global que era como un dios. Sin embargo, nada de
eso había importado cuando su primo Fernando llamó a su
puerta a la una de la madrugada de aquella nevada noche de
Diciembre. En el instante en que Raúl abrió la puerta y vio que
se quitaban la gorra del DPC de la cabeza, lo supo.

Él e Ivelisse habían tenido un total de tres hijos, y hubo


muchos, principalmente de la generación anterior, que se
sintieron obligados a señalar después de la muerte de su hija,
que al menos todavía les quedaban dos más. Como si eso
borrase el dolor o lo redujera a dos tercios. Había querido
enfurecerse ante su insensibilidad, gritarles en la cara y
arrancarles el pelo. Amaba a sus dos hijos supervivientes,
tanto como había amado a su Alondra, pero sus vidas no
compensaban su pérdida. Los caprichos del azar se habían
convertido en una tragedia esa noche, la combinación de un
pie adelantado y algo de hielo negro, junto con el hecho de que
Alondra por alguna razón no se había puesto el cinturón de
seguridad en el asiento trasero, lo que condujo exactamente al
fenómeno que Raúl evaluaba todos los días laborables de
nueve a cinco.

La muerte había tomado una de las suyas, y durante


mucho tiempo, le había aterrorizado que él fuera el culpable.
Que, de alguna manera, debido a la naturaleza de su trabajo,
había convertido a su familia en un pararrayos, y Dios se lo
estaba devolviendo por tratar de asumir un papel que ningún
humano debería juzgar.

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Sin embargo, su fe lo había guiado. Su creencia de que
había una fuente bondadosa y benevolente de la que fluían
todas las cosas lo había ayudado a absolverse de la culpa
fomentada por las primeras y más irracionales fases de su
dolor.

La pérdida no se hizo más fácil de soportar con el tiempo.


Cuando pensaba en su hija menor, le dolía tanto como lo hizo
en el momento en que Fernando abrió la boca y compartió la
triste noticia que Raúl ya había adivinado. Era solo que, ahora,
él también pensaba en otras cosas.

Tales como los BMW.

Estaba de espaldas a la dirección en la que quería ir, su


cuerpo apoyado contra el viento, sus manos sin guantes
apretadas en los bolsillos de su abrigo de lana, cuando el cupé
W850i xDrive más hermoso que había visto se detuvo en el
semáforo de la Décima.

Era un alivio distraer su mente y sus emociones de su


hija perdida, porque sabía que cuando entregara su cruz a su
Ivelisse esta noche, no iba a esperar hasta la mañana de
Navidad porque, si había algo que la muerte de Alondra le
había enseñado, y lo que hacía en su trabajo subrayaba, era
que los mortales no deberían esperar por cosas importantes…
habría muchas lágrimas y mucho anhelo agridulce por su hija.
Así que necesitaba reforzar su fuerza. Además, iba a ser difícil
conducir a casa en la nevada oscuridad si sus ojos estaban
hinchados por el llanto.

El BMW era una bendición para él, un descarrilamiento


conveniente justo cuando lo necesitaba. Y la razón por la que
funcionaba tan bien era porque no era solo un lujoso cupé
deportivo. Era el coche de sus sueños. Era el cupé deportivo
de lujo. Elegante y refinado, con un potente motor y cómodos
asientos, incluso se había sentado una vez en un concesionario
el año pasado. Con un precio inicial de novecientos mil dólares

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estaba fuera de su alcance financiero… e iba a seguir así. Era
grandioso cómo la edad cambiaba las cosas. Cuando estaba en
la adolescencia y miraba el escaparate de Road & Track, creía
que los coches que eran demasiado caros para su cartera eran
una decepción temporal, algo que avanzaba con los años, la
educación en la que estaba enfocado y los planes que estaba
haciendo, de lo que se iba a encargar, lo imposible
convirtiéndose en algo inevitable a través del trabajo duro y la
concentración.

Ese optimismo avaricioso no se encontraba en ninguna


parte cuando tenía poco más de cincuenta años, y tenía dos
hijos en la universidad, una hipoteca para terminar de pagar
los préstamos, y una esposa a la que le gustaba cuidar como
se merecía. Lo imposible se mantuvo imposible. Quizás, si no
hubieran tenido hijos, podría haber considerado comprar uno
usado. Pero él no cambiaría ninguna de sus tres bendiciones,
incluso con el dolor de la que había perdido, por tener un
automóvil.

Aunque qué coche era. El propietario detrás del volante


había elegido una pintura metálica de color negro carbón y las
ruedas de color negro azabache con radios en V de veinte
pulgadas. Era difícil ver el interior para determinar las
opciones de tapicería, pero Raúl estaba dispuesto a apostar
que el macho lo había personalizado todo lo que pudo, lo que,
según el sitio web de BMW, prolongaría el tiempo de
construcción entre seis y ocho semanas.

Raúl sabía todo esto porque había especificado uno para


sí mismo en línea hace solo un par de meses. En su caso, era
simplemente un sueño con el que podía jugar, una fantasía
que casi podía tocar mientras trabajaba con el ratón y hacía
clic en cosas que agregaban miles de dólares al precio de
compra ya estratosférico. Ese no era el caso del hombre detrás
de ese coche. Quienquiera que fuera, había tenido el dinero
para pagar el automóvil, y Raúl sintió una punzada de

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envidia…, así como cierta curiosidad sobre quién había
firmado ese cheque.

Inclinándose un poco hacia adelante, entrecerró los ojos.


Por lo que pudo ver del conductor, el coche soñado de Raúl era
una realidad para un hombre afroamericano increíblemente
guapo de unos treinta años. El chico tenía una cara
perfectamente equilibrada, con una barbilla fuerte, pómulos
altos y ojos hundidos. Su rostro era perfecto, la parte inferior
completamente afeitada, la parte superior crecida solo en la
medida en que ennegrecía su cráneo. No había mucho que ver
de su ropa, pero no llevaba chaqueta ni abrigo. Solo tenía una
camisa puesta, una que parecía caer como si fuera seda, y un
gemelo brilló con las farolas.

Podría haber sido un atleta, pero parecía un hombre de


negocios. ¿Quién conocía su verdadera profesión y realmente,
importaba? Cualquiera que fuera el trabajo o de donde fuera
que hubiera venido el dinero, obviamente era suficiente para
llevar el BMW y mucho más.

Lástima que el hombre no parecía feliz en absoluto.

Raúl solo pudo sacudir la cabeza. Gente rica. Nunca


apreciaban lo que tenían, y esa era una definición del Infierno,
no lo era: estar sentados en una mesa repleta de comida, y sin
embargo, morirse de hambre sin importar cuánto comieras...

Sin previo aviso, sucedió lo más extraño, y Raúl


entrecerró los ojos aún más, tomando nota cuidadosamente,
porque era el tipo de cosas que querría contarle a Ivelisse tan
pronto como llegara a casa: entre un parpadeo y el siguiente,
el interior del automóvil se vio iluminado por un resplandor
verde fluorescente.

Al principio, Raúl asumió que era de la pantalla de un


móvil, algo que el conductor, en su frustración por tener que
detener su avance durante tres minutos por una luz roja, había

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creado al revisar su correo electrónico. Excepto que no, no era
un teléfono. Ni un iPad, ni un portátil. Tal vez era un reflejo del
verde-significa-avanzar cuando la luz del semáforo cambió…
no, no había habido ningún cambio allí arriba. Confundido,
Raúl consideró la posibilidad de que estuviera viendo cosas.

Fue entonces cuando notó la figura parada directamente


frente al BMW.

La nieve que azotaba se movía alrededor de lo que


parecía ser un hombre, a juzgar por el tamaño del torso, las
rutas de vuelo de los copos reorientados por las tres
dimensiones de altura, peso y, al menos en teoría, mortalidad.
El problema era que... Raúl podía ver a través de la figura los
edificios al otro lado de la calle. Todo era visible, desde la
esquina de la intersección, hasta las puertas del vestíbulo del
banco, hasta el grupo de peatones que se acercaban al cruce
de peatones.

Raul se frotó los ojos, aunque esto no hizo nada para


cambiar lo que parecía estar delante de él, y fue entonces
cuando los neumáticos del BMW comenzaron a girar. Cuando
la luz finalmente se volvió verde, las cuatro llantas perdieron
abruptamente el agarre, y no solo en una pérdida de control,
en una manera descuidada, sino como yendo a ninguna parte.
Lo cual no tenía sentido porque el W850i tenía el xDrive.
Tracción a las cuatro ruedas.

El potente motor aceleró. Y revivió de nuevo.

En el interior, detrás del volante, Raúl pudo ver al


conductor agarrar el volante con más fuerza e inclinarse en el
parabrisas como si, en su mente, estuviera dispuesto a que el
poderoso automóvil se impulsara hacia delante.

Y aun así los neumáticos giraban y la aparición


fantasmal bloqueaba el camino.

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—Disculpe, amigo —le dijo alguien.

En un reflejo innato al ser un habitante de la ciudad toda


su vida, Raúl se hizo a un lado sin mirar, suponiendo que tenía
espacio de sobra en la limpia acera. No lo hizo. Su pie aterrizó
en el borde de una acera cubierta de nieve y su cuerpo perdió
el equilibrio…

Justo cuando un camión semirremolque que intentaba


detenerse en la luz roja en su carril perdió el control y atravesó
la intersección, dispersando a los peatones que habían
comenzado a cruzar, pasando descontroladamente el BMW
que estaba atascado y viniendo directamente hacia Raúl.

Cuando sus ojos giraron, miró directamente a la rejilla


que se aproximaba y supo, sin lugar a dudas, que iba a morir.
Su cuerpo iba a ser impactado a una velocidad suficiente para
hacer un daño interno extenso, y dada la lista avanzada de su
trayectoria, su cráneo iba a estar completamente abierto.

Aunque no había esperanza, sacó las manos de los


bolsillos de su abrigo, la cruz en su caja salió con su mano y
voló libremente, sus esfuerzos para salvarse a sí mismo muy
pequeños, demasiado tarde.

Su primer pensamiento fue sobre Alondra. No podía


esperar para verla.

Su segundo pensamiento era para su Ivelisse y sus otras


dos hijas. Estarían desconsoladas. Apenas se habían
recuperado de la primera tragedia de la familia… ¿cómo iban
a superar su muerte también, especialmente porque fue tan
aleatoria, tan desafortunada... y en otra noche resbaladiza y
nevada?

El tercero era que esto era tan injusto. Había llevado una
vida justa. Había amado a su esposa y la había honrado. Había
apreciado a sus hijos. Había trabajado duro y había sido

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honesto y había hecho todo lo posible para hacer a los demás
lo que a él le gustaría que le hicieran. Cómo podía estar
pasando esto…

El tiempo se detuvo.

Era la mejor manera de describir lo indescriptible.

Todo se detuvo dónde estaba: el exceso de velocidad, su


caída, los peatones corriendo para salir del camino, los
neumáticos giratorios del BMW. Todo simplemente... se
detuvo.

Excepto por la nieve.

La nieve seguía cayendo, aterrizando con gracia sin peso


sobre lo que ahora era un cuadro de caos. Y la figura frente al
BMW, la figura transparente, allí pero no allí, volvió la cabeza
y miró a Raúl. La cara del hombre era tan hermosa que las
lágrimas brotaron de los ojos de Raúl, uniéndose a la nieve,
cayendo, cayendo, en el suelo que nunca conocería porque iba
a ser arrastrado por la rejilla del camión.

Y fue entonces cuando Raúl vio toda la verdad.

El hombre no era un hombre, y tampoco era un


fantasma. Era un ángel, con un largo cabello rubio y negro que
caía a su alrededor como si estuviera jugando con la nieve, y
alas, grandes, finas, brillantes, de color arcoíris que se alzaban
detrás de sus hombros. Y también tenía el aura. El resplandor
que lo rodeaba, la luz celestial que emanaba de su forma, era
exactamente como las imágenes habían sido siempre
retratadas, y esa gloriosa iluminación era evidencia de que la
otra vida era real y que quien estaba a cargo del universo era
un Dios benéfico, quien envió sirvientes a la tierra que había
sido creada, para cuidar a los frágiles mortales que no fueron
un error del cosmos, ni accidentes de electrones y neutrones y

22
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
protones colisionando en un vasto y frío vacío, sino más bien
una elección consciente hecha con amor.

Así, Raúl fue salvado de la muerte.

Lloró abiertamente cuando el ángel le extendió una


mano, una mano amable y gentil, para corregir su caída,
corregir su camino, rescatar su vida. El contacto fue hecho y
no hecho, ya que aunque había distancia entre ellos, Raúl
sintió el contacto, y fue cálido, era ambos, madre y padre, era
la de un ser superior asegurándose de que un niño no fuera
lastimado por su tonta ausencia de atención.

Cuando sintió que su cuerpo se enderezaba y retrocedía


hasta la acera, se sintió inundado de alivio y gratitud. Este
improbable momento de liberación ahora confirmaba la fe que
lo había llevado a la muerte de tantos, y especialmente de su
Alondra. Sí, pensó con alegría, su amada hija, tomada
demasiado pronto, estaba en una eternidad segura y feliz, y la
volvería a ver, y la reunión sería de tal júbilo que cualquier
sufrimiento en la tierra sería como la caída de la nieve,
pasando rápido y de poca consecuencia.

El ángel le sonrió.

En la cabeza de Raúl, escuchó una voz profunda y llena


de autoridad: no te preocupes, amigo mío. Te esperan buenos
años, y cuando seas llamado a casa, serás recibido por quienes
más extrañas.

Y luego el ángel desapareció y el mundo reanudó su giro.

El camión pasó zumbando, con el claxon sonando, olas


de nieve salieron de su camino mientras atravesaba la
intersección. Los peatones maldecían y gritaban, agitando los
puños y golpeando los pies. Las ruedas del BMW ganaron
tracción, y se cruzaron en lo que habría sido un camino de
muerte y destrucción.

23
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Raúl se estrelló contra algo detrás de él. Un edificio. Un
edificio de granito.

Otro banco, supuso con un pensamiento vago.

—Oye, ¿estás bien, hombre? —preguntó alguien—.


Jesucristo, casi te lo comes.

Raúl respondió algo. O al menos pensó que lo hizo. De


lo único de lo que podía estar seguro era de que había una
capa de hielo en sus mejillas, sus lágrimas cristalizadas por el
frío, el viento, el invierno. Fue a limpiárselo…

Su cajita de cuero, la que tenía la cruz por la que su


encantadora esposa iba a gritarle por traer a casa, estaba
contra su palma. A pesar de que la había visto volar de su
agarre en el segundo antes de casi morir.

Un milagro, pensó mientras la miraba.

Había recibido un milagro navideño. Justo en el


momento oportuno.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Dos

—Santo cielo —gritó Trez cuando un camión


semirremolque del tamaño de un edificio pasó volando por el
parachoques delantero de su nuevo BMW.

Como el pasado correcto. Como... casi despegando el


capó del maldito coche.

Mientras su tracción a las cuatro ruedas y las llantas


para nieve fuertemente tratadas agarraban abruptamente
aquello sobre lo que habían estado girando, y un peatón que
se resbaló repentinamente se apartó del camino del camión,
Trez decidió que la definición para el... la hora exacta era
exactamente lo que acababa de suceder. Si hubiera podido irse
cuando la luz se había encendido, si ese peatón no se hubiera
caido justo cuando lo había hecho, ambos habrían presentado
sus documentos de despido esta noche.

Lo cual era un poco irónico.

Debido a que aproximadamente una fracción de segundo


antes de la catástrofe, Trez había estado debatiendose si seguir
conduciendo o no. Y no simplemente a través de la
intersección.

Después de pasar dos décadas en Caldwell, observando


con sus ojos de Sombra la forma en que un par de generaciones
de humanos construyeron la ciudad, sabía exactamente dónde

25
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
terminaba esta calle en particular en esta sección particular
de la ciudad.

En el río Hudson.

Entonces, si golpeó el acelerador y siguió un curso


directo y sin vacilaciones hasta que la calle terminara, podría
dar un salto vasto y furioso hacia el terraplén de concreto
debajo de uno de los dos puentes de Caldie. El BMW no duraría
mucho en la caída libre, el elegante automóvil había sido
construido para volar sobre el asfalto, no volar literalmente, y
muy pronto, tanto él como todo este acero, cuero y plástico
caros se hundirían bajo el frío y lento aguas del Hudson.

Cuando sus ojos habían destellado, su cerebro había


imaginado cómo sería. Al principio, el agua se infiltraría a
través de costuras y respiraderos, un goteo, no un torrente.
Pero eso cambiaría a medida que usara la última energía del
sistema eléctrico para bajar las ventanas. Después de eso, se
sentaría y esperaría a que se produjera su ahogamiento,
probablemente con las manos aún en el volante, tal vez no, con
el cinturón de seguridad apretado sobre su pecho, su ropa
humedeciéndose y luego aferrándose a su cálido cuerpo con el
toque húmedo. del cadáver que pronto se convertiría.

No lucharía. Mantendría los ojos abiertos. Se imaginó a


sí mismo sintiendo una calma que le faltaba desde que toda la
luz en su mundo se apagó en esa habitación del hospital a
unas veinte millas, y a cierta distancia bajo tierra, lejos de
donde él mismo moriría. Estaría muy aliviado. Incluso cuando
el agua le llegó a la garganta, luego pasó por la boca y la nariz
y las orejas, incluso cuando la temperatura de su cuerpo
intentó recuperarse de la inmersión helada y no pudo
conservar el calor, incluso cuando su suministro de aire se
redujo a lo que estaba en con sus pulmones y nada más,
estaría en paz.

26
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La agonía, cuando llegaron, y lo harían, porque su
cuerpo estaba, como todos, adaptado evolutivamente para la
supervivencia, la mente consciente a cargo solo hasta un punto
grave, con lo que la función autónoma se hizo cargo y las cosas
se volvieron locas. él en el asiento de cubo, inclinando la
cabeza hacia adelante y hacia atrás, abriendo la boca y
dibujando agua como un reflejo, como una desesperada
esperanza de que a sus pulmones simplemente se les niegue
oxígeno en lugar de no tener ninguno disponible para ellos. No
se hacía ilusiones de que sería fácil. Habría una lucha por la
surocación, ardiendo dentro de su cuerpo, tal vez incluso un
pánico de último momento pateado sobre su espejo mortal por
la parte del lagarto de su cerebro.

Pero entonces todo terminaría. Hecho con. Todo el


miserable accidente biológico de su vida desempolvado, en la
papelera, de vez en cuando.

Un vacío, y nada más. Lo cual era herético.

Como Sombra, había sido criado en un sistema de


creencias ligeramente diferente al de los vampiros normales.
Su gente, una extensión evolutiva dentro de las especies
colmillos, confiaba mucho en las estrellas en el cielo, las
tradiciones de s’Hisbe eran una variante de lo que se aceptaba
como funcionaba la vida futura. Los principios básicos, sin
embargo, eran los mismos para ambos. Era como los
protestantes y los católicos, el mismo lenguaje esencial, pero
diferentes dialectos, y como tal, el de ellos también tenía la
teoría de que después de su muerte, subió al Gade y vivió la
eternidad con sus seres queridos bajo el benevolente auspicio
de la Virgen Escriba. Asumiendo que no hubieras sido un
imbécil en la tierra. Si hubieras sido un imbécil, estarías
relegado a Dhunhd, también conocido como el Infierno, que
era donde el Omega y sus secuaces pasaban el rato. De
cualquier manera, su conducta en el transcurso de sus noches
mortales determinó su código postal final, y había algo después

27
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
de su último aliento que esperar, o temer, dependiendo de su
valía.

Era una teoría aceptable, y una construcción que él


entendía, a su manera, también se encontraba en el lado
humano de las cosas. No el Gade o Dhunhd, tal vez, no la
Virgen Escriba o la Omega, exactamente, sino más bien otros
sistemas de creencias similares que cubrían cómo te trataste
a ti mismo y a los demás mientras eras mortal, y también
consideraron lo que te sucedió después de tu bobina, por así
decirlo, me explotaron. El islam, el judaísmo, el cristianismo,
el budismo, el hinduismo y otras innumerables religiones,
todos se esforzaron por dar más vista después de la muerte
que un ataúd y una tumba. O una pira.

Lo sabía por piras. Dios, lo hizo alguna vez.

Sin embargo, lo que ya no sabía, en lo que ya no creía,


era todo el resto de ese estudio. Nunca había sido
particularmente espiritual, pero hombre, no sabías cuánto
había sido hasta que ya no lo estabas.

En absoluto.

De todos modos, antes de todo el asunto del camión /


intersección / casi destrucción, había estado considerando lo
que no era exactamente un pecado, sino más bien una idea
realmente muy no tan ardiente. Asumiendo que eras un
creyente. En el léxico de vampiros y sombras, si te quitaste la
vida, eso fue todo. No hay Gade para ti, hijo de puta. Ahora,
nadie había sido capaz de proporcionarle una buena
explicación de cuáles eran las repercusiones alternativas:
claro, según la tradición, tenía todo lo relacionado con Gade.
¿Pero dónde terminaste? ¿Dhunhd? ¿Comida para gusanos?
¿Quién sabe? Sin embargo, todos y su tío fueron muy claros
en el hecho de que no ibas a tener los codos en las personas
que te gustaban durante los próximos mil millones de años.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
El mensaje aparentemente es, si te quitaste la vida,
bueno, entonces, al infierno contigo si no aprecias el regalo que
te dieron al nacer.

Sí, como si todo esto de respirar / latir el corazón


hubiera sido un jodido premio, en estos años había estado
erguido y caminando con tanta jodida alegría. Había estado
destinado a un apareamiento sin amor desde la noche en que
nació, fue responsable de la insensatez de sus padres, vio a un
querido amigo torturado por un coño psicótico durante veinte
años, eso fue divertido, fue un proxeneta, un traficante de
drogas y un ejecutor.

Una verdadera mierda de perdiz en un peral.

Y luego ese helado lleno de mierda con chips, que se


había automedicado con una adicción al sexo excepcional,
muchas gracias, había sido superado por el abuelo de todos
los fanáticos de las tripas.

Conoció a la mujer de sus sueños, se enamoró... y,


después de lo que parecieron veinte minutos de felicidad, tuvo
que sostener su mano mientras moría de una enfermedad
debilitante justo en frente de él.

Honestamente, no acababa de nacer bajo una mala


estrella; había nacido debajo de uno que lo golpeó tanto que lo
había tosido en la mano.

Así que ahora él estaba aquí, en este BMW que acababa


de comprar, en esta noche nevada, durante la jodida
temporada humana de jodida alegría, contemplando el
suicidio, solo para tener el ACCIDENTE DE DIOSA QUE PUDO
HABER SALIDO TODO DERECHO A NEGAR ALGUNO POR UN
CONJUNTO DE RADIOS DE TODA LA TEMPORADA QUE
HABÍAN TRABAJADO SÓLO GINE EN CUALQUIER OTRA
INTERSECCIÓN DE MIERDA QUE HAYA CONDUCIDO.

29
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
No poner demasiado punto en las cosas.

Pero GGS, ni siquiera podía tener la oportunidad de


morir de tal manera que pudiera terminar con esta mierda Y
no entrar en conflicto con la verdad de que el suicidio no te
llevó, literalmente, a ninguna parte.

No es que él ya creyera en la otra vida. No importa lo que


hubiera pensado que había visto después de la muerte de
Selena.

Demonios, si había algo que los últimos tres meses le


habían enseñado, era que la muerte era una parada difícil.
Especialmente si fuiste el que quedó atrás.

Bueno, pensó Trez, mientras avanzaba a toda velocidad


en la nieve, al menos todavía había la opción de terraplén.

Había que esperar.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Tres

Su amante de las sombras volvió a ella a través de la


densa oscuridad del sueño, su cuerpo desnudo se liberó del éter
y se formó ante ella. Alto y fuerte, ancho de hombros y piernas
largas, él era una fantasía hecha realidad en el reino del
subconsciente, la representación de los tan queridos anhelos
secretos de su alma.

Levantando los brazos, extendió la mano hacia adelante


desde donde estaba recostada, y él se acercó a ella sin ninguna
súplica, llamándola con su carne cálida y dura con tanta
insistencia que fue como si él la necesitara tanto como ella. Su
boca, familiar y conmocionada al mismo tiempo, tomó sus
labios, drogándola con besos, su lengua, su aroma. Las manos,
anchas y masculinas, le rozaron los senos y la cintura,
bajando... cada vez más.

Mientras gemía, rogaba por su nombre sin palabras.


Conocía sus pensamientos, y ella le dijo a través de la magia
que los alentó que necesitaba conocer su nombre, como llamarlo,
quien era. No había separación cuando estaban así, no había él
ni ella, ni principio ni fin. Eran un todo.

Siempre eran uno cuando venía a ella.

Siempre se cerraba un círculo.

31
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Siempre regresaba a la casa de la que había sido
expulsada.

Pero él siempre la dejaba. Nunca se quedaba. Y sin


importar cuánto tiempo llevaran juntos, la partida, era
demasiado pronto.

Sin embargo, si ella supiera su nombre... él sería real. Se


quedaría con ella a través de la vigilia que se lo llevaba. Él
estaría junto a ella en lugar de dentro de su cabeza. Su nombre
cambiaría todo...

Sus cuerpos estarían juntos, como la cerradura y la llave,


la respuesta a una pregunta aunque las razones fueran ilógicas.

La herida estaría curada.

Lo atrajo hacia ella agarrándolo más fuerte, más


apretado. Se concentró con fuerza en cada cambio de su cuerpo,
cada penetración de su sexo, cada oleada de placer.

Y luego la despedida.

No importaba cuánto tiempo estuviera con ella, siempre


llegaba un momento en que estaba a punto de dejarla atrás,
llevándose con él parte de su corazón, su unión era tanto una
maldición como una bendición. Como la hermosa luz de luna
eclipsada por una capa de nubes; la tranquila noche de verano
interrumpida por la violenta tormenta; él era el calor que flotaba
antes de la brutal y adormecedora llegada del invierno.

Era el último dulce aliento tomado antes de ahogarse.

Ahora, las lágrimas. Lágrimas arrancadas de ella.

Quédate conmigo, le rogó. Solo esta vez. No te vayas…

Por primera vez, en todos los años que lo había conocido,


él se detuvo y la miró a los ojos.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Le temblaba la mano mientras le quitaba los largos y
oscuros rizos de la cara. Cuando no respondió, su silencio dijo
lo suficiente. Dijo todo.

No había diferencia entre nunca y para siempre. El suyo


era el espacio entre lo conocido y lo desconocido, entre lo finito
y lo infinito, prueba de que el amor era el lazo que unía, pero era
un cable de viaje defectuoso, que no cambiaba nada cuando la
muerte creaba la distancia.

En su silencio, su corazón se rompió. De nuevo…

…como siempre.

Therese, hija sangrienta de quién demonios sabía, metió


una mano en su bolso barato y empujó su billetera, un paquete
de Kleenex 1, su ChapStick2 y un cepillo para el cabello. El
cambio sonó en el fondo y le dio una breve esperanza, pero aún
le faltaban las llaves.

Dios, estaba exhausta y no tenía tiempo para esto. Ese


maldito sueño la había mantenido despierta incluso cuando
había dormido, las lágrimas secas en su rostro cuando había
despertado eran algo de lo que estaba realmente harta,
muchas gracias. ¿Cuántos años había estado escupiendo todo
eso su subconsciente?

Desde que ella podía recordar. E incluso antes de lo malo


con su familia...

Al otro lado del pasillo de su apartamento, escuchó un


grito sordo y el estallido de una lámpara rota, ¿o tal vez eran
platos de nuevo? Hicieron que levantara la cabeza. La puerta
de su apartamento de una habitación era de tamaño estándar
1
Marca de pañuelos.
2
Bálsamo Labial.

33
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
en términos de altura y anchura, pero no parecía lo
suficientemente gruesa. ¿Aunque considerando quién más
vivía en esta casa de huéspedes? Necesitaría una que tuviera
40 centímetros de profundidad y que tal vez estuviera hecha
de algún material a prueba de fuego.

De vuelta a la búsqueda de sus llaves. Definitivamente


no estaban en su bolso, y por cortesía de ese sueño, no había
escuchado la alarma, así que iba tarde al trabajo. Pero tenía
que encontrarlas. Y vamos, solo había por cubrir, como, cien
metros cuadrados, a lo mucho. Y eso incluía el baño y el
espacio de la cocina. Además, era una molesta mujer que
limpiaba constantemente con una disciplina que rayaba en la
obsesión. Así que podía revisar rápido.

Mientras levantaba los cojines del gastado sofá, revisaba


todos los mostradores nuevamente, y sacudía las mantas de
su cama plegable, se negaba a mirar su reloj. No necesitaba
confirmación de que llegaba tarde, tarde, tarde. Se suponía que
debía haber estado hace aproximadamente una hora en el
restaurante “Sal” para atender las mesas que le asignaran, y
no podía perder el trabajo.

De todos modos, ella necesitaba tomar Ambien 3 o algo


así. Dejando a un lado su sueño de angustia perenne, esta casa
de huéspedes era ruidosa las veinticuatro horas del día. Si uno
de los inquilinos no le gritaba a alguien con quien vivía a un
lado o al otro lado del pasillo, entonces estaban quemando
comida en la estufa, arrojando cosas que se rompían o
pisoteando fuertemente.

Cerrando los ojos, dejó que las mantas volvieran a


descansar sobre el delgado colchón, y luego tuvo que
arrinconar todo nuevamente. La casa de huéspedes era un
basurero y, lo que es peor, era peligrosa, aunque al menos eso
había mejorado en la última semana. ¿Ese espeluznante

3
Medicamento contra los trastornos de sueño.

34
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
traficante del pasillo la estaba evitando como si fuera
contagiosa, y considerando que podía sentir las enfermedades
que estaban en su torrente sanguíneo? Eso decía algo.

—Llaves…

Otro choque, esta vez por encima de ella, hizo que su


corazón latiera con fuerza. Realmente debería haber hecho
caso a esa sugerencia de cambio de departamento. Pero no
quería ser el caso de caridad de nadie, e incluso aunque
consiguió el trabajo de camarera, todavía no había ahorrado
mucho. Tendría que encontrar un mejor empleo u obtener
propinas más altas.

Cuando su teléfono celular comenzó a sonar, ella maldijo


y se debatió entre dejar que su gerente, Enzo, fuera al correo
de voz. No podría ser nadie más. El móvil era solo para
llamadas sobre aplicaciones de trabajo. Su otro teléfono, el que
usaba cuando vivía con su familia, ni siquiera estaba
encendido.

El recordatorio de lo poco que tenía, y lo pobre que era


su margen de supervivencia, la llevó de regreso a su bolso.
Agarrando el móvil, se aclaró la garganta.

—Hola —respondió alegremente—. Lo siento mucho, sí,


sí, lo sé. Si. Todo bien. Por supuesto. No, no, voy a en camino.
Segura. Gracias.

Al finalizar la llamada, tragó saliva y se sintió mareada.


La sensación de que las cosas estaban fuera de su control, y
no solo por sus llaves, la hizo sentir como si estuviera en un
auto descontrolado, patinando sobre hielo, yendo hacia un
accidente del que no podía alejarse. Con estas horribles
condiciones de vida, nada de esto estaba funcionando. No esta
nueva vida que había comenzado en Caldwell. Y ahora,
tampoco el trabajo que tanto necesitaba.

35
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
A diferencia de los humanos, los vampiros no tenían red
de seguridad. No había seguridad social para la especie. No
tenían Medicare4. No existían organizaciones benéficas
organizadas. Si no podía mantenerse a flote sola, terminaría
en las calles porque no volvería a Michigan donde la habían
criado, no quería regresar al redil porque no había una línea
de sangre a la cual volver. Esas personas eran extrañas que se
habían hecho pasar por su mahmen, su padre y su hermano,
y solo a través de un accidente que fácilmente podía no haber
sucedido, Therese supo la verdad.

Tal vez piensas que su abandono como bebé y su


posterior adopción podrían haber surgido en alguna de las
múltiples Primeras o Últimas Comidas que todos habían
compartido. O quizá en las reuniones familiares donde se
discutían y votaban todas las decisiones. ¿O qué tal las noches
de fiestas? Pero... no. Nada. El hecho de que ella no hubiera
nacido en su familia era un secreto de estado incluso para
quien más importaba.

Cuando otra ola de mareo la golpeó, se acercó a la nevera


del dormitorio para tomar un sorbo de jugo de manzana y...

Encontró sus llaves.

—Hija de puta —murmuró mientras alcanzaba el


congelador.

Los resbalones de metal con muescas estaban fríos en


su palma, y las lágrimas brotaron de sus ojos cuando cerró su
mano alrededor de ellos.

Como vampiro, podía bloquear el cerrojo de la débil


puerta de su departamento solo con su voluntad. No era un
problema. Ella no necesitaba una llave para eso, y Dios sabía
que las otras personas en el edificio estaban demasiado
distraídas con sus propios dramas y adicciones para darse
4
Seguros médicos.

36
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
cuenta de que su puerta se cerraba sola. Pero había más en el
llavero sin adornos que lo que le habían dado cuando había
firmado los papeles para estas cuatro paredes y un techo.

Al abrir la mano, miró la otra llave. Era de cobre. Con


esa abría las cerraduras delanteras y traseras a la casa en la
que había crecido.

Los miembros de la especie no podían manipular las


cerraduras de cobre con sus mentes. Por lo tanto, eran la
primera línea de seguridad cuando tenías una casa llena de
personas y cosas que querías proteger. Gente y cosas que eran
tuyas. Que cuidaste, proveíste y vigilabas.

Había tratado de entregar la maldita llave de cobre


varias veces. La había sacado del anillo. La tiró en la bolsa
grande que usaba para la basura de la cocina. La metió en la
bolsa Hannaford5 que colgaba en la parte posterior de la puerta
del baño. Incluso se detuvo con la cosa sobre una papelera
municipal abierta en el parque, así como en el contenedor de
basura detrás del restaurante.

Cada vez se decía a sí misma que la dejara ir, que la


dejara caer, que terminara... en el último momento, su mano
se negaba a soltarla. ¿Cómo demonios podría un símbolo de
todo lo que la había traicionado ser su talismán? No tenía
ningún sentido.

Aún así, hasta este momento no había tenido éxito


discutiendo con sus emociones en torno a esto.

Agarrando su bolso, corrió hacia la puerta, salió y cerró


la casa. Mientras se dirigía a las escaleras, mantuvo la cabeza
baja, las manos en los bolsillos y el brazo apretado sobre el
bolso. Los olores eran horribles. Cigarrillos viejos, drogas de
las que no sabía los nombres pero que, sin embargo, ahora

5
Bolsa reutilizable.

37
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
reconocía, y carne vieja que también podría ser piel humana
pudriéndose.

Con sus rápidos pies moviéndose velozmente, entró en


el hueco de la escalera. Si un hombre humano alguna vez la
atacaba, podría pelear a pesar de que apenas estaba entrenada
para algún tipo de conflicto físico. Pero eso era solo si no tenía
un arma. ¿Un cuchillo? ¿Una pistola? Estaría en problemas
rápidamente.

Al final, abrió una puerta cortafuegos y entró en el sucio


vestíbulo. Alguien la llamó, pero no fue su nombre el que
usaron, y ella no respondió al término grosero. Fue un alivio
salir, y eso decía mucho teniendo en cuenta que hacía un frío
helado y nevaba.

Dirigiéndose por el costado de su edificio, se sacudió la


nieve que caía por su cara e intentó ignorar el sonido de las
sirenas, los gritos de alguien a lo lejos y también un ruido
molesto y repetitivo, que rezaba no fuera el de una cabeza
golpeando una pared.

Cerrando los ojos, pensó en su amante de las sombras y


todo desapareció. El recuerdo de él la hacía sentir tan segura
como si realmente estuviera con ella y, sin embargo, como
siempre, cuando estaba completamente despierta, no podía
imaginarse nada sobre él. Ni su rostro, ni su cuerpo, ni su
olor... solo su existencia era conocida por su mente consciente,
no así alguno de los detalles que veía tan claramente cuando
estaba dormida.

Si tal solo supiera su nombre, se dijo a sí misma. Todo


sería diferente.

Eso era lo que tenía en mente mientras se


desmaterializaba, y fue un alivio dispersarse en un grupo
suelto de moléculas traslúcidas a un lugar más seguro.
Cuando retomó su forma corpórea detrás del restaurante

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Salvatore's, soltó el aliento que había estado conteniendo y dio
un paso adelante caminando en la nieve profunda. El
estacionamiento estaba en su mayoría vacío, solo algunos
autos se apiñaban en la entrada trasera del edificio, y un quita
nieves intentaba mantenerse por delante de la tormenta,
empujando más de lo que bajaba del cielo en pilas a los lados.

Sería una noche tranquila debido al clima, y


probablemente por eso, aunque se había notado su ausencia
la habían disculpado. Sin embargo, el período de gracia no iba
a durar mucho. Ya había llegado tarde una vez porque se había
quedado dormida.

Estúpidos humanos. Siempre golpeando por encima de


ella. Además, el sueño loco. Que nunca la dejaría en paz.

Al acercarse a la puerta de atrás, levantó el cuello de su


parca, de esa manera podría aparentar que llegaba menos
tarde. Lo cual era ridículo. Abriéndose paso hacia el pasillo de
hormigón sin adornos, se sacudió las botas y la mayor parte
de la nieve y luego se apresuró al vestidor. Quitándose su
abrigo, lo arrojó junto con su bolso en su casillero.

—¿Estás bien?

Se dio la vuelta al escuchar la voz masculina. Emile


Davise era un macho humano de un metro noventa y cinco,
con cabello rubio, ojos azules y una sonrisa amable. Desde el
principio, a pesar de que no tenía idea de con qué estaba
tratando o para quién trabajaba, le había enseñado con mucha
paciencia el teje y maneje del lugar. Sal era propiedad de
vampiros y estaba administrado por ellos. Sin embargo,
aunque empleaban humanos, los miembros de la especie
mantenían las cosas muy discretas.

—Oh, Dios, Emile —Se sentó y se desabrochó las botas—


. Me quedé dormida otra vez. Van a despedirme.

39
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No, no lo harán. Renunciaré si lo hacen. —Le tendió
un planchado medio delantal—. Tengo tus mesas listas.

Ella detuvo lo que estaba haciendo y levantó la vista. —


Emile.

—Tenía tiempo extra —extendió el delantal—. Vamos, el


servicio está comenzando. Lo creas o no, tenemos dos mesas
llenas.

Therese se apresuró con el cambio de zapatos,


intercambiando sus pesadas botas por zapatos de camarero
negros, y luego tomó lo que él le dio, dobló y ató el delantal
alrededor de su cintura y se metió todo correctamente para que
su pajarita formal, la camisa blanca planchada, los pantalones
negros, y el chaleco estuvieran uniformes y ordenados.

—¿Cómo me veo? —preguntó sobre la marcha.

Cuando hubo una pausa, miró al humano. Sus


párpados habían bajado y un rubor asomaba por sus mejillas.

Emile se aclaró la garganta. —Eres hermosa.

Therese abrió la boca para minimizar todo: el momento,


la atracción que sentía, la sutil pregunta que estaba en su
mirada pero que aún no había salido de su boca, pero luego se
congeló.

Una sombra se cernía detrás del hombre.

El pulso de Therese se aceleró, su cuerpo respondió


rápidamente. Y cuando se notó el cambio en su atención, Emile
se dio la vuelta.

—Oh, hola, Sr. Latimer —dijo el hombre humano—.


Estaba... umm, me estaba yendo.

40
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Emile la miró y sintió pesar en su rostro. Como si
supiera cosas que desearía no saber. —Te veré en el piso,
Therese.

—Gracias, Emile.

Después de que el humano se fue, miró hacia arriba, a


los ojos de un hombre que no había podido olvidar. Trez
Latimer era más que un vampiro. Era una Sombra, su piel
oscura y sus ojos negros formaban parte de la venerable
herencia del s'Hisbe, sus pesados hombros y sus largas y
poderosas piernas eran el tipo de cosas que nunca había visto,
excepto en guerreros.

El era extraordinario. Por todas partes.

Y la estaba mirando con una intensidad que nunca


había entendido, pero que ciertamente no podía cuestionar.
Desde el momento en que la había visto por primera vez,
parecía estar cautivado, lo que no tenía ningún sentido.
Therese era una mujer a mitad de camino, ni hermosa ni fea,
ni gorda ni delgada, ni brillante ni estúpida.

Sin embargo, para este increíble hombre, ella parecía


tener un interés inusual.

Tenía que haber una razón. Pero la autoconservación


dictaba que ella no fuera más lejos con él. Dios sabía que ya
tenía suficiente en su plato.

—Hola —dijo suavemente—. Me preguntaba si estarías


aquí esta noche.

41
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Cuatro

Y me preguntaba si estabas muerta, pensó Trez para sí


mismo.

Pero ese no era el tipo de frase con la que quería


comenzar. Por un lado, como vampira, Therese no había sido
tan estúpida como él y no había llevado un automóvil a través
de la tormenta. Ella se había desmaterializado hasta aquí. Por
otro lado, ella no era su responsabilidad. En serio. No, de
verdad, ella no lo era.

Y del mismo modo, él no era su maldición.

El hecho de que esta mujer y su amada Selena fueran


tan completamente similares no le daba el derecho a
comportarse como si Therese fuera su amada shellan.
Entonces, ya sea que llegara tarde al trabajo en una noche
nevada, o si no llegaba en absoluto, o si llegaba temprano o a
tiempo, nada de esto era su problema, su culpa o su
preocupación. Y por el amor de Dios, esta paranoia que estaba
sintiendo con respecto a su seguridad era molesta.

Vamos, no todas las mujeres que conocía o con las que


entraba en contacto iban a morir por él.

Si eso fuera cierto, toda la Hermandad de la Daga Negra


sería viuda.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez maldijo y miró hacia otro lado. Volteando hacia
atrás intentando no volver a memorizar lo que nunca había
olvidado.

—Estoy aquí —se escuchó decir.

—¿Todo bien?

No. Ni siquiera cerca. —Solo estaba preocupado por ti.

Sip, umph. Esa charla animada que se había dado a sí


mismo realmente había funcionado, no lo había hecho.

—Eso es muy amable de tu parte.

—Hace mal tiempo esta noche —Su voz sonaba extraña


para sus propios oídos. Tensa y baja—. A causa de la nieve.

Además, está esta zona de desastre a la que estás siendo


atraída, agregó. Y Dios, realmente tenía que callarse aquí.
Estaba cavando un hoyo del que no iba a poder salir.

—Oh, estoy bien —Hizo un movimiento despectivo con


la mano—. Soy autosuficiente.

A continuación: silencio tenso.

Mientras el silencio persistía, Trez se dio cuenta de que


la estaba mirando, pero sus ojos se negaron a ir a otro lado.
Cada vez que veía a esta hembra, se encontraba comprobando
compulsivamente para ver si tenía razón sobre cómo era ella.
Para ver si él había malinterpretado algo. Y lo jodido era que
no podía decidir si quería que su percepción fuera correcta o
incorrecta. Aunque no era como si tuviera un voto sobre eso.

El parecido era asombroso, y lo reconectaba con todo lo


que había perdido, mejor que una fotografía porque había
movimiento, mejor que un recuerdo porque había
conversación, mejor que una fantasía porque era real. El
cabello largo, oscuro y rizado de Therese, que estaba recogido

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
y retorcido en un moño apretado según los requisitos del
uniforme, era exactamente del color y la textura del de su
Elegida. Y los ojos claros de la hembra, perfectamente
integrados en su maravilloso rostro, eran tan parecidos a los
de Selena que tuvo que obligarse a sí mismo a no llorar. Y sus
labios...

Bueno, también eran como los de su mujer, y no solo en


términos de forma. Maldita sea, no debería saber cómo se
sentían.

No debería haberla besado por impulso aquella vez, y no


debería haber hecho este viaje para verla, y no debería haber
venido aquí esta noche fingiendo solo para poder pararse frente
a ella y ser atrapado en su red de nuevo. Ella no era su shellan
muerta vuelta a la vida. Era una mujer joven, contratada por
su hermano, para trabajar aquí en este restaurante. Una
extraña. Quien se parecía al amor de su vida.

—Yyyyyyy, sí —dijo lentamente—. Estoy bien.

Levantó las cejas y se inclinó hacia delante, como si


tratara de ayudarlo con la conversación. O tal vez se
preguntaba si no sentía bien.

—Bien —Trez asintió—. Me alegro.

Cuando miró a su alrededor, como si tuviera que ir a


trabajar, él supo que iba a perder su oportunidad.

—Escucha, ¿has pensado más en esa casa que puedo


conseguirte? ¿El alquiler del que hablamos?

Sus ojos volvieron a los de él. Cuando ella no le


respondió de inmediato, pudo sentir su instinto protector y
trató de razonar con eso. No llegó muy lejos. Su necesidad de
garantizar su seguridad era como un toro bravo, y vamos,
¿cómo si algo con cuatro cascos clamorosos y problemas de
manejo de la ira pudiera hablar inglés? ¿Escuchar razones?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Tendría mejor suerte tratando de convencerse de que ella no
se parecía a Selena, ¿y qué tan lejos había llegado con eso?

Todo esto era un desastre. Y no podía dejarlo estar. —


Pensé que era un apartamento —dijo con el ceño fruncido.

—No, es una casa.

—Eres realmente amable. Pero la semana pasada te dije


que lo he reconsiderado y que por ahora me voy a quedar
donde estoy.

—Lo sé —Bueno, asombrosamente, él estaba


manteniendo su nivel de voz—. Pero es un buen trato. Un muy
buen trato. Tal como dije, puedes pagar lo que puedes ahora,
y más tarde, cuando ganes más, puedes compensarlo.

—Realmente lo aprecio... —Se alisó su cabello recogido—


. Pero no quiero depender de ti.

Levantó su mano, todo ¡Alto! En el nombre de aaamooor.


O, desde su punto de vista, ¡Alto! Por favor, por amor de… detén
esta mierda de la renta.

—No espero nada a cambio —dijo—. Solo para que quede


claro. Esto no es algo sombrío.

Cuando sus ojos se clavaron en su boca, él supo


exactamente en qué estaba pensando y, querido Dios, trató de
mantener en orden su libido. No debería haberlo planeado para
que estuvieran solos juntos, y no solo porque ella trabajaba
para iAm. No estaba en condiciones de salir con ninguna
mujer. El dolor le llegaba hasta el pecho, tan firme como una
silla de dos patas, y con la misma probabilidad de que
terminara en el río Hudson o llegara a casa a salvo al final de
cualquier noche.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Por ponerlo de alguna manera. Era peor que un premio
bobo. Era un cartucho de dinamita encendido, que con
seguridad causaría daños y destrucción en su vida.

Y eso fue antes de que alguien llegara a la conclusión de


que él se sentía desleal con una mujer muerta incluso por
pensar en alguien más. Con Selena desaparecida, debería ser
un monje por el resto de sus noches. Sin duda, el hecho de que
se veían iguales era la única razón por la que podía pensar
sexualmente. Aún así.

—Dijiste que te mudarías —presionó—. Cuando


estábamos juntos en el restaurante. Dijiste que lo harías.

—Sé que lo dije —Su expresión se volvió ansiosa—. No


quiero molestarte. Es solo que, cuanto más lo pensaba, más
me inquietaba aprovechar tus conexiones.

—Puedo llevarte después del trabajo para ver el lugar.


Puedes hacer un recorrido...

Trez sintió una presencia en el pasillo y miró en esa


dirección. Ese hombre humano rubio había vuelto otra vez,
inclinándose a la vuelta de la esquina. Comprobando a
Therese.

Los colmillos de Trez hormiguearon cuando


descendieron.

—Estará allí enseguida —dijo.

Cuando el tipo retrocedió o como si alguien le apuntara


con un arma a la cabeza, Trez se sintió decepcionado por todas
las razones equivocadas. Quería desnudar sus colmillos y
silbar al bastardo entrometido. Luego, tal vez retirara un
cuchillo de trinchar de la colección de la cocina y cortara al
hijo de puta. Comenzaría con los pies y los tobillos, luego iría
subiendo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sin embargo, ¿algo de eso iba a ayudar a esta situación?
Los cadáveres eran inconvenientes cuando se hacían en
público.

Además, hola, las partes del cuerpo en la alfombra no


iban a ayudar a su caso con Therese.

—Me tengo que ir —Ella le ofreció una sonrisa de


disculpa—. Llegué tarde esta noche, y todos me cubrieron.

¿Todos? Trez pensó para sí mismo. O un chico en


particular.

Cuando su corazón cayó y su estómago se revolvió,


sacudió la cabeza. —Mira, si te preocupa... ya sabes, la
privacidad. Está bien. Como sea… No voy a entrometerme en
tu vida.

Al carajo, lo que sea. ¿Pero como si estuviera en posición


de criticar sus elecciones? Si ella quería follar a ese humano
hasta que el hijo de puta caminara cojeando y necesitara una
bolsa intravenosa para líquidos, entonces no había nada que
pudiera hacer al respecto.

Bueno, excepto ir a trabajar con ese cuchillo. Aunque lo


más probable era que, si en realidad le gustaba ese hijo de puta
con el pelo de lino, iba a estar un poco molesta si traía una
lápida a la ecuación.

Oh, Dios, necesitaba salir de esto...

Therese le puso la mano en el brazo y juro por Dios que


sintió el contacto atravesar todo su cuerpo.

—Sé que esto no tiene mucho sentido, pero realmente


quiero hacerlo por mi cuenta —dijo—. He pensado en tu
propuesta, realmente lo he hecho, y al considerar la
oportunidad tuve en cuenta las implicaciones. Sería tan fácil

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
depender de ti, pero necesito estar de pie sobre mis propios
pies. Es por eso que vine a Caldwell, y no voy a cambiar eso.

Trez cubrió su mano con la suya. —No tendré una llave,


lo prometo. No podré entrar allí, no es nada de eso. Será tu
lugar privado, para que puedas hacer... lo que sea que quieras.

El hecho de que sintiera ganas de vomitar era una triste


señal sobre dónde estaba. La desesperación era, literalmente,
nauseabunda.

—No se trata de ti —dijo—. O de cualquiera. Quiero


cuidarme sola. He aprendido por las malas que es mejor no
confiar en otras personas, y si no empiezo a ser independiente
ahora, ¿cuándo va a suceder?

—Esa mierda en la que estás ahora no es segura.

—Realmente aprecio tu preocupación —Sus ojos se


iluminaban mientras lo miraba—. Pero es un no gracias. No
quiero hablar más de esto.

Quitando su mano de debajo de la suya, le dio unas


palmaditas en el brazo, en una forma clásica de solo amigos, y
luego se deslizó junto a él. Cuando pasó tan cerca de su
cuerpo, él cerró los ojos y aspiró su aroma. Luego se volvió y la
vio irse. Iba a trabajar con ese humano rubio toda la noche, y
Trez estaba dispuesto a apostar a que iban a compartir chistes,
y el bastardo iba a ofrecerse para llevarla a su casa al final del
turno. ¿Hasta dónde llegarían las cosas en ese punto?

Cuando resurgió la necesidad de matar, Trez discutió


con su bioquímica. Él no estaba unido a ella, maldita sea. Era
una locura.

Todo esto era una locura.

El estaba loco.

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Te Encuentre
Recostado contra la pared fría, respiró hondo y trató de
ignorar los olores de la cocina, los sonidos de las personas
hablando en el edificio, el aullido de bajo nivel de la tormenta
afuera. No podía controlar sus pensamientos o su cuerpo
cuando estaba cerca de esa mujer, sucedían todo tipo de
problemas. Entonces, la solución fácil era no venir aquí. No
verla. Establecer límites altos y anchos con alambre de púas.

Y, sin embargo, seguía arrojándose a este guantelete de


su propia invención. Hasta el punto en que esa mujer, que no
había pedido nada de esto, y ni siquiera sabía la mitad, fuera
la que pusiera los letreros de “Prohibido el paso”.

Estaba completamente jodido.

Tratando de moverse despacio, para no alcanzarla, Trez


mantuvo las cosas lentas mientras bajaba hacia la cocina. Lo
último que necesitaba era agregar acosador a su lista de
opciones de carrera. ¿Cómo si chulo y traficante de drogas no
fueran suficientes en su LinkedIn?

La parte trasera de la casa era funcional, nada más que


paredes de concreto pintadas y espacios útiles como la oficina
de iAm, el vestuario y la sala de descanso del personal. Y luego
estaba la cocina. Cuando Trez emergió en el enorme espacio,
parpadeó a la luz de las luces brillantes y el acero inoxidable.
Todo estaba impecable, bien organizado y, debido a las
inclemencias del tiempo, no era nada comparado al semillero
de actividad que generalmente se desarrollaba alrededor de las
estufas, los hornos, los mostradores y el área de preparación.

—¿Qué demonios? —murmuró.

Algo ardía en la estufa, ¿y dónde estaba su hermano?


¿Dónde estaba el sous chef?

—¿iAm? —gritó mientras se acercaba a los 16


quemadores y movía una olla de salsa en el fuego— ¡iAm!

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—…Aquí, estoy aquí —Su hermano salió corriendo de la
despensa, con una bolsa de harina de veinte libras en una
mano y un paquete de huevos en la otra— ¿Hola, cómo estás?

—Bien —Sí, simplemente fantástico. He sido ascendido


de suicida a molesto. Siguiente parada: lunático— ¿Dónde está
todo el mundo?

—La mayoría de ellos no pudieron llegar debido a la


tormenta —IAm arrojó la bolsa sobre el mostrador—. Acabo de
enviar a Enzo a casa, junto con mis otros dos chefs. Voy a
manejar las cosas solo esta noche.

—Lo que sea que haya allí estaba ardiendo —Trez señaló
la olla—. Lo moví.

—Gracias.

En lugar de ir a ver qué pasaba con la salsa, iAm dejó su


carga de huevos como si quisiera comenzar con lo que fuera
que pretendía hacer. Excepto que parecía que había olvidado
lo que iba a hacer, apoyo ambas manos en el mostrador y bajo
la cabeza.

Trez frunció el ceño. —¿Qué está pasando? ¿Qué pasa?

—Nada.

—¿Estás seguro de eso? —Trez miró la olla— ¿Cuándo


fue la última vez que quemaste algo?

Hubo una pausa, el tipo de cosas que casi nadie notaría.


Y luego los ojos negros de iAm miraron hacia arriba y él parecía
perfectamente normal, perfectamente tranquilo, mientras
mentía:

—Estoy bien. De Verdad.

Supongo que dos pueden jugar este juego, pensó Trez.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

—Esto es una mierda. Me voy de aquí.

Cuando las palabras salieron de una boca enojada y


unos labios pintados, Therese miró a través de la estación de
llenado de agua. Liza, una mujer humana que se suponía que
era uno de los seis meseros con los que se suponía que estaba,
evidentemente había decidido abandonar el barco y estaba
decidida a que todos no solo supieran que se iba, sino que
también se dieran cuenta de que no aprobaba el clima.

Como si alguien dentro de Sal estuviera a cargo del


botón de la tormenta de nieve y por negligencia hubiera
activado la tormenta.

—Maldita nieve —Liza se estiró hacia la parte baja de su


espalda y tiró de los lazos de su medio delantal—. Tengo que
pagar el alquiler. Hay dos mesas llenas, y ninguna de ellas está
en mi lado de todos modos. Juro que esa jodida anfitriona me
odia.

Therese miró hacia otro lado. Liza “La Dramática” era


algo de lo que había aprendido a mantenerse al margen,
aunque Dios sabía que era un gran charco en el que caer.

—Llegarán más clientes —Emile se asomó alrededor del


depósito de hielo y las pilas de contenedores de plástico—. Es
temprano.

—No pienso esperar —Liza se levantó el delantal y se


llevó las manos a las caderas— ¿Qué vas a hacer?

Therese se ocupó de sus asuntos, tomó una de las


jarras, abrió el recipiente de hielo y luego sacó algunas papas
fritas. Liza no estaba hablando con ella. Liza nunca hablaba
con ella. La mujer no podría haber hecho que su aversión fuera

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Te Encuentre
más obvia si se hubiera tatuado en la frente “Aléjate chica
nueva, él es mío”.

—Me voy a quedar aquí —dijo—. Necesito el dinero de mi


turno.

—¿Cómo se supone que voy a llegar a casa?

Therese pasó del depósito de hielo al dispensador de


agua, empujando el labio de la jarra contra la palanca. La
corriente de agua fría que salió era constante pero pequeña.
Deseaba que la maldita máquina se meara como un caballo de
carreras para no tener que escuchar esto.

—No lo sé —Emile se encogió de hombros— ¿Llamar a


un Uber?

—Eres mi viaje, Emile.

Bueno. Entonces, todo lo que Therese pudo escuchar en


su cabeza fue a Faye Dunaway gritando con coraje, ¡No más
perchas de alaaaaambre!

—Y me quedaré aquí.

Therese sintió el aguijón de la mirada de la mujer en la


nuca tan agudamente que tuvo que rodar los hombros para
liberar algo de tensión.

—Esto es una mierda —dijo Liza—. Y es mejor que me


llames para asegurarte de que llegué a casa a salvo.

Después de esa rabieta ella desapareció, y fue solo


cuando la costa estaba despejada que Therese levantó la
mirada. —Sabes, si quieres irte, puedo encargarme...

—No —Emile sacudió la cabeza bruscamente—. Ella


necesita hacer lo suyo. No sé cuál ha sido su problema las
últimas dos semanas.

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Te Encuentre
¿No has notado que a ella le gustaría apuñalarme con un
tenedor? Pensó Therese. Y cada turno que no ha tenido la
oportunidad, ¿se pone más loca?

Emile lo miró. —No estamos saliendo. Solo para que


sepas. Ella vive a dos calles de mi apartamento y yo la llevo.
Eso es.

Therese se alejó de la máquina de agua. —Ella no me


importa.

La sonrisa de Emile se notó aliviada. —Eso es bueno.


Eso es realmente bueno.

Para romper el contacto visual, Therese dio un par de


pasos e hizo como si evaluara el comedor principal. Había más
o menos veinte mesas de varios tamaños y configuraciones, y
tal como Liza había informado, solo dos estaban llenas, uno
por una pareja humana y otra, una para cuatro, por un macho
de la especie. El bar, que tenía asientos para banquetes, estaba
totalmente vacío, y la otra sala delantera, que era territorio de
Liza, estaba vacía.

Y entonces Therese se dio cuenta de algo. —Espera,


¿somos los únicos camareros aquí?

Se oyó el ruido del hielo chocando contra un contenedor.


—Ahora que Liza se fue, sí, creo que sí. La anfitriona también
se fue.

Therese sintió que el hombre humano la miraba


fijamente y quería decirle que se detuviera. No porque él
estuviera siendo ofensivo o invasivo y no porque ella se sintiera
amenazada. Era porque ella no sentía absolutamente nada en
absoluto, y también porque él solo pensaba que sabía quién
era ella. Los humanos asumían que los vampiros eran un mito
de Halloween, y ese secreto necesitaba ser guardado. Pero más

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
que eso, no estaba buscando ningún tipo de relación, ni
siquiera una relación casual o de amigos con beneficios.

Si iba a involucrarse con alguien, lo cual no estaba


sucediendo, sería con esa Sombra.

Basta, pensó. Maldita sea, solo detenlo.

—Lo siento. Lo siento mucho.

Therese se sacudió y se concentró en Emile. Su hermoso


rostro estaba herido, su piel pálida.

—¿Qué? Dijo ella.

—Mira, yo no... —Puso su recipiente de agua sobre el


mostrador—. No quiero hacer las cosas raras.

—¿Qué?

Mientras él permanecía allí, mirándola deprimido, ella


maldijo por lo bajo. Seguramente dijo su advertencia en voz
alta.

Ella puso su mano sobre su hombro. —Oh Dios mío. No,


no. Estaba hablando conmigo misma. No estaba dirigido a ti.
Lo siento.

Cuando sus rasgos se relajaron y él comenzó a sonreír,


ella casi fue a buscar a Liza y le sugirió que fuera ella quien
trabajara con el chico. ¿Qué demonios estaba pasando esta
noche? Parecía haber problemas en todas partes hacía donde
se dirigía, a pesar de que no había dejado caer ninguna
bandeja ni derramado vino sobre ningún cliente.

Sin embargo, ella continuó. Todavía no había hecho una


hidropesía.

La noche aún era joven. Aunque antes de que pudiera


encontrar una manera de sortear amablemente los avances del

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Te Encuentre
hombre... tal vez debería intentar con un destello de sus
colmillos y luego desmaterializarse justo frente a él; eso se
encargaría de las cosas. Emile sonrió como si las perspectivas
de la noche hubieran mejorado mucho.

Asintió hacia el comedor. —¿Ves a ese chico rubio?

Aliviada de tener algo más en lo que concentrarse,


Therese miró hacia la chimenea. —¿Sí?

—Toma esa mesa. El deja grandes propinas.

— No quiero aprovecharme...

—No, tómala. Y no te preocupes, me encargaré de todos


los que entren. Puedo hacerlo.

—Eso no me parece justo.

—Confía en mí —dijo Emile secamente—. Necesitarás


tiempo extra con él. Incluso si come solo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Cinco

Y aún así, las frías aguas del río Hudson le hacían señas.

Mientras Trez empujaba su coche hacia su espacio


reservado detrás de shAdoWs, apagó el motor y solo se sentó
allí, fuera de su club, viendo cómo los copos de nieve llenaban
el parabrisas que ya no era limpiado por los limpiaparabrisas.
Cuando se dio cuenta de que había apagado las cosas con las
paletas en un arco a mitad de su camino, reencendió el sistema
eléctrico y los trajo de vuelta a su lugar apropiado, escondidos
bajo el borde del capó, un par de gemelos metidos en la cama.
Se sentía bien poner algo, cualquier cosa, en alineación, y ¿el
hecho de que lo mejor que tenía para trabajar en ese
departamento eran los limpiaparabrisas de su coche?

Bueno, mendigos, electores y toda esa mierda.

Debería entrar. Ver si alguien se había presentado a


trabajar o para beber o sexo. Comprobarlo con Xhex.

Se quedó donde estaba.

Mientras tanto, la nieve seguía cayendo, las pesadas


congregaciones de copos individuales haciéndole pensar en
gente saltando de aviones y agrupándose juntos en el
descenso, los brazos unidos, los cuerpos cerca. Los impactos
de las formaciones cristalinas eran completamente silenciosas,
y esa era una de las cosas que él había amado sobre la versión

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
invernal de una tormenta. A diferencia de lo que pasaba en los
meses más cálidos, no había chisporroteo cuando las cosas
caían y aterrizaban sobre objetos y personas, no goteaban por
los canalones ni los tejados, sin salpicaduras de claqué en los
parabrisas.

Silencio. Un silencio absoluto.

Gracioso, ahora odiaba eso de la nieve. Mirando las


motas que estaban cerrando filas, como si su coche, su club,
todo Caldwell, fuera un rompecabezas que la tormenta estaba
rellenando con piezas, los agujeros cerrados, las esquinas
terminadas, el borde exterior ya hecho, se dio cuenta de que
no podía respirar.

Cuando estuvo en el lecho de muerte de su reina, en la


clínica de la Hermandad, hubo máquinas monitoreando su
cuerpo mientras fallaba. Cómo las había odiado.

Las alarmas habían sido una cuenta regresiva para su


extinción, y a medida que se apagaban a intervalos cada vez
más cortos, había querido llevarles un bate de béisbol…, o tal
vez una bola de demolición. Pero fue peor cuando los apagaron.
El silencio había sido horrible. Por otra parte, el personal
médico sólo supervisaba a los pacientes cuando había algo a
lo que seguirle la pista. Algún tipo de cambio al que podrían
cuidar y combatir. Alguna corrección de rumbo que podría
llevarse a cabo.

Cuando la balanza se inclinó irrevocablemente hasta la


muerte, no hubo nada que vigilar nunca más.

Después de que las máquinas médicas se hubiesen


apagado, él intervino y se convirtió en el monitor de Selena. Se
había quedado a su lado e intentó cuidarla. Cuando ella se
paralizó de los pies a la cabeza al final del Arresto, él estableció
un sistema de comunicación donde ella parpadease una vez
para no, dos veces para sí.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Era extraño las cosas que recordaría después, y ese
sistema era una de ellas. Él había sugerido un parpadeo para
los noes porque estaba muy preocupado porque entendía lo
que no estaba funcionando para ella. ¿Puedes respirar? No.
¿Estás ¿de acuerdo? No. ¿Puedo ayudarte?

No.

¿Estás listo para irte? Sí. ¿Quieres que te ayude a irte?

Sí.

Sentía que tenía que elegir qué respuesta sería más


importante, más crítica, sus síes o sus noes, porque al final,
ella había tenido tan poca fuerza que él había querido evitarle
cualquier esfuerzo si podía. Uno para no. Dos para sí. ¿Pero
cómo si realmente importara?

Esperar a que se produjera la muerte le había


proporcionado una nueva faceta de tortura.

Después de lo que fue tanto una eternidad como una


fracción de segundo, llegó el silencio final.

No más respiración de ella. No más latidos de su


corazón. No más parpadeos.

Desapareció.

Volviendo al frío presente, Trez exhaló como si las


últimas vacantes en su parabrisas se hubiesen completado,
una tormenta blanca frente a él ahora, la vista de la parte
posterior de su club oscurecido. Tuvo el pensamiento de que el
interior de su coche probablemente estaba cerca de la
congelación, pero no podía sentir nada. Su mente estaba
demasiado atrás en el pasado, su cuerpo dejado aquí en el
momento actual, la conexión entre los dos cortes una vez más.

Los momentos cruciales de la vida de Selena era algo que


había revivido mil veces desde que ocurrieron realmente. La

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
repetición constante era como una nueva parte de él, un
segundo torso, otro brazo, otra pierna. No pudo decidir si su
evidentemente compulsiva necesidad de volver a la cabecera
de esa sala de examen, ese instante donde su vida terminó y
ella se lo llevó con ella fuera del planeta, estaba arraigada en
su cerebro o en su corazón. También se preguntaba cuál era el
propósito de repasarlo. ¿Pensaba que si examinaba el final lo
suficiente en su mente podría cambiarlo? Que de alguna
manera, si volvía sobre esos momentos una y otra vez, podría
obtener un resultado diferente, como si quizás olvidase la
realidad?

O tal vez como si el pasado fuera un LP antiguo y la aguja


saltara justo en el lugar correcto y reanudara la canción en el
otro lado, como si nada hubiera pasado.

Presto! Ella estaba viva.

Y él también lo estaba.

Vale.... realmente necesitaba entrar antes de convertirse


en un helado.

En cambio, la repetición interminable comenzó de


nuevo, y, como siempre, las vistas, los olores, los sonidos,
eclipsaron el mundo que había antes que él, seguro como si
dijeran su nombre en una orden que tenía que seguir.

El centro de entrenamiento de la Hermandad tenía un


área clínica, una que estaba dedicada a ayudar a los guerreros
y a los miembros de la familia a través de todo, desde cortes
hasta conmociones cerebrales, desde nacimientos hasta
huesos rotos. Nunca habían manejado un caso de Arresto
antes de Selena. Por otra parte, la enfermedad no sólo era muy
rara, sino que se daba solo entre las Elegidas, esas sagradas
hembras que servían a la Virgen Escriba.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Selena había sido muy consciente de que lo sufría y
había visto a un par de sus hermanas morir por haber sido
convertidas en figuras de piedra. Ella también sabía que era
terminal y no había nada que hacer. Su cuerpo iba a caer en
un rígido estado de parálisis que era incompatible con la vida.

Ella se había quedado sin tiempo mucho antes de que él


la conociera.

Había muchas cosas que cambiaría en su vida.


Conocerla no era una de ellas, sin embargo, incluso con todo
el dolor que había llegado.

Al final de todo, cuando él estuvo sentado a su lado y le


tomaba la mano, podía recordar que pensó que se habría
cambiado de lugar con ella en un latido del corazón. Él siempre
había querido ser el único que sufriera en vez de ella y
¿después de que ella se había ido? Se había dado cuenta de
que su deseo se había cumplido. Su agonía se había
terminado… ya sea porque la mierda del Fade realmente
existía o porque ella estaba evidentemente muerta.

Y lo suyo era permanente.

Así que había conseguido aquello por lo que había


rezado.

Frotándose los ojos, trató de salir de la zona de succión.


Fracasó. Siempre fracasaba. No sabía por qué se molestaba en
combatirlo, aparte del hecho de que cada vez que regresaba a
ese momento de su vida, a la de ella, le dolía tanto como
cuando había sucedido.

Podía imaginarse la sala de examen como si estuviera en


ella, la mesa en el centro, las baldas de acero inoxidable, la
silla que le habían dado. Después de que el personal médico
apagase los monitores, le había preguntado a su reina si ya era
la hora, si estaba lista para irse, si necesitaba ayuda. Ella

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
había parpadeado dos veces a todo. Sí. Aún así, él tuvo que
preguntarle de nuevo, sólo para asegurarse. Era el tipo de cosa
que necesitaba hacer bien. Cuando estuvo seguro de lo que ella
quería, el Dr. Manello hizo su trabajo con las jeringas, dándole
las drogas que la aliviarían cuando la muerte llegara y la
reclamara. Trez no entendió entonces, y no podía entender
ahora, que esto era como tener todas tus facultades mentales
intactas, pero estar encerrado en tu cuerpo, incapaz de
moverte, incapaz de comunicarte, incapaz de hacer nada más
que esperar mientras tu respiración y tu ritmo cardíaco se
ralentizaban... y luego se detenían. La cosa aterradora era que
la versión de la parálisis de Selena no había sido como la de
un tetrapléjico, donde la persona no sentía nada. Con el
arresto, la enfermedad bastarda que era, todos sus nervios
habían funcionado correctamente y continuamente. Ella lo
sintió todo, todo el dolor, toda la asfixia, todas las
repercusiones de los fallos orgánicos.

Antes de que las cosas se agudizaran, habían hablado


de lo que ella quería. Su reina había dicho que cuando llegara
el momento, quería ayuda. Ella quería las drogas que podrían
traer el final un poco más rápido y fácil. Se había asegurado
de que ella las recibiera.

Y entonces él la había tomado de la mano como su


hermano le había tomado de la suya y había repetido una y
otra vez: “te amo para siempre”.

Una y otra y otra vez.

Él supo el instante en que su alma abandonó su roto


hospedaje corpóreo. Él todavía no tenía ni idea de cómo lo
sabía, pero lo había sentido en sus entrañas. Y tan rápido
como su esencia partió, había llegado a él un dolor paralizante,
desgarrador, como nunca antes había sentido.

Selena había venido a visitarlo una vez desde entonces.


O al menos su cerebro le había entregado una muy buena

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Te Encuentre
ilusión de ella, una que básicamente le había dicho todo lo que
él hubiera querido saber de ella después de su muerte. Y él
supuestamente había obtenido una cierta paz temporal de eso.
Pero no era lo mismo que tenerla de vuelta. Nada era igual.

Y ella no había vuelto de nuevo con él. Lo que hizo que


perdiera su fe en la otra vida.

Seguramente, si ella estuviera en algún lugar del


universo, y pudo venir a verlo una vez, lo volvería a hacer. Su
shellan no lo habría abandonado en su sufrimiento. De
ninguna manera.

Así que no tenía que quedar nada de ella.

Mirando el parabrisas cubierto de nieve de su BMW y


siendo capaz de no ver nada en el otro lado le hizo pensar en
Therese. No había tenido ninguna razón real para ir al
restaurante esta noche. No tenía ninguna razón para intentar
ver a esa hembra, nunca... especialmente ahora que había
trazado una línea tan firme sobre cómo salir de esa casa de
huéspedes. Necesitaba dejarla lo suficientemente bien sola.

Las similitudes físicas amplificadas por el dolor no


hacían una relación.

Y además, su dolor era como la nieve en este coche.


Cegándolo a lo que estaba por todas partes, dejándolo frío y
sin ver las verdades en las que vivía. Él estaba justo
comenzando este viaje de dolor, la muerte todavía tan fresca, y
no había fáciles rampas de salida de la autopista en la que
estaba. Por lo que Mary le había dicho, él sólo tenía que
proceder con la creencia y la comprensión de que se consigue,
si no mejor, per se, que al menos fuese más fácilmente
tolerable.

No es que encontrara —más fácilmente tolerable— algo


a lo que aspirar.

62
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
No encontró nada que desear.

Y buscar a esa camarera no contaba como optimismo.


Era una compulsión que rayaba con ser un psicópata.

Necesitaba acabar con esa mierda.

De vuelta en Sal's, Therese cruzó el comedor principal


con una jarra en una mano y una servilleta de damasco en la
otra. Cuando se acercó al vampiro macho que estaba sentado
solo frente a la chimenea, él levantó la vista y ella casi tropieza
con la alfombra.

Que era lo que podías esperar cuando alguien veía un


unicornio. Afuera en el bosque. A punto de cenar solo en uno
de los cuatro mejores restaurantes.

El macho era tan inusualmente guapo que sus ojos


tenían problemas para procesar la visión completa de sus
rasgos faciales. Su colorido. Su increíblemente gran cuerpo. Él
tenía pelo rubio que era grueso y parecía natural, no teñido.
Sus pómulos eran altos y duros, equilibrados por el corte
contundente de su barbilla. Y ella se negó siquiera a mirar sus
labios, su visión periférica dándole la suficiente idea de cómo
eran, como si ella sintiera, si tuviera una visión completa de
ellos, sería como mirar fijamente un culo desnudo que era
espectacular.

—Hola, mi nombre es Therese. —Cuando su voz chirrió,


se aclaró la garganta—. Voy a ser tu camarera esta noche.

Ella se inclinó sobre su mesa, puso la servilleta doblada


en el borde de su vaso de agua, y volcó la jarra para que un
diluvio de hielo y agua cayera. El gerente, Enzo, requería que
todos los camareros hicieran el truco de la servilleta, y al
principio, pensó que esto era increíblemente pretencioso. Un

63
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
par de veces después, sin embargo, estaba agradecida por el
escudo contra salpicaduras.

—¿Estamos esperando a que otros se unan a ti?, —dijo


mientras se enderezaba—. Tal vez un cóctel para que pases el
tiempo…

Therese se congeló y dejó de hablar. Su único cliente de


la noche estaba mirándola con los ojos muy abiertos, como si
alguien hubiera abofeteado su increíble cara con pez helado.

Ella miró por encima de su hombro en caso de que un


policía de buen ver viniera para aceptar la devolución de su
belleza como una violación del orden natural. O tal vez era un
demogorgon de Stranger Things. Nop, no había nadie detrás de
ella. ¿Tal vez había algo mal con su uniforme? Se miró a sí
misma para asegurarse de que todo estaba en su sitio todavía,
nada que estuviera desordenado podía explicar la expresión de
conmoción que él estaba mostrando.

Volviendo a concentrarse en su cliente, sostuvo su jarra


más cerca de su cuerpo. —¿Algo va mal?

El macho se sacudió. Miró hacia otro lado. Miró hacia


atrás. Continuó mirando fijamente.

Vale, así que este tío podría dar buenas propinas, pensó,
pero iba a hacer que ganase el dinero extra sólo por estar cerca
de la rareza...

—Lo siento —dijo el macho en lo que era, por supuesto,


una magníficamente rica y profunda voz—. Me recuerdas a
alguien que conozco.

—¿Oh?

No había razón para que te prepararas para algún tipo


de broma. Para empezar, él era demasiado extraordinario para
necesitarlas. Estaba bastante segura de que podía estornudar

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
y mujeres y hembras vendrían corriendo solo en la remota
posibilidad de que necesitase un pañuelo. Por otra parte,
siguiendo con su apariencia, podías dar la vuelta a cualquier
supermodelo, desde Dovima a Gigi Hadid en una única e
incandescente visión de feminidad, y un tipo como él
probablemente sólo reuniría un informal hola—como—estás.

El macho parpadeó un par de veces. —Sí, lo siento. Es


asombroso.

—Bueno, ¿hay muchas hembras por ahí con el pelo largo


y oscuro?

—Sí. —De repente, sonrió, como si estuviera decidido a


cambiar de tema en su cabeza—. Soy Rhage.

Mientras él extendía la mano, Therese la miró fijamente.


Luego, pensando en las propinas y en su deseo de mudarse de
la casa de huéspedes por sus propios medios, pensó, que
demonios.

Agarrando lo que le ofreció, dijo: —Therese.

—¿Trabajas aquí desde hace mucho?, —preguntó


mientras soltaban las palmas.

—Sólo un poquito.

—¿Eres de Caldwell?

—No. Me mudé aquí recientemente.

—¿Dónde está tu familia?

—En casa. —Se aclaró la garganta— Entonces,


¿estamos esperando a más gente? ¿O comes solo?

El guapo macho agitó la cabeza. —Estoy esperando a mi


shellan, en realidad.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Vale, vaya, pensó Therese. ¿Dos personas hermosas de
su nivel en este comedor? Eran susceptibles de colapsar la
gravedad y chupar a todo el mundo en el restaurante, tal vez
toda esta parte de la ciudad, en un agujero negro lleno de trajes
de Tom Ford y Vestidos de Stella McCartney.

—Bueno, ¿quieres un cóctel mientras esperas?

—Sólo esta agua será...

Sus increíbles ojos azules fueron rápidos a un lado, y la


sonrisa que se apoderó de su cara transformó lo que había sido
magnífico en algo que desafiaba cualquier descripción con un
número infinito de palabras. Y no fue sólo su cara la que fue
afectada. Su gran cuerpo se levantó como si estuviera
operando independientemente y sin su conocimiento, sus
rodillas chocando contra el borde de la mesa, sacudiendo los
vasos, salpicando el agua que acababa de ser vertida.

Therese se sostuvo a sí misma mientras se volvía para


ver cómo era la shellan.

Sin duda, la hembra iba a ser el tipo de cosa que haría


que otras vidas basadas en la base de carbono formadas de la
persuasión ovárica se sintieran como si se encerraran en una
habitación en la oscuridad sin absolutamente ningún espejo y
con siete mil libras de chocolate Hershey 6…

Therese retrocedió. Lo que había entrado en el comedor,


y que se estaba quitando un abrigo de lana bastante práctico,
era... de aspecto normal. Como, no poco atractivo, pero
tampoco una preciosidad que te dejase asombrada. La hembra
era pequeña, con el pelo castaño que estaba sensiblemente
corto, y tenía una cara despejada, sin maquillaje que, incluso
sin saber nada sobre ella, hizo que Therese sintiera que se
podía confiar en ella en cualquier cosa y para todo.

6
La compañía fabricante de chocolate más grande de Estados Unidos.

66
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Y no era un vampiro. Parecía una especie de humana, y
sin embargo había algo más, aunque era difícil averiguar qué
era exactamente.

Dando un paso atrás, Therese observó como el hermoso


macho caminaba hacia adelante y envolvía a su compañera en
sus enormes brazos. Mientras enrollaba su cuerpo alrededor
de ella, jurarías que habían estado separados por una década
de guerra.

—Te extrañé —dijo el macho.

—Te acabo de ver hace una hora, —murmuró la shellan


riendo.

—Lo sé. Ha sido un infierno.

Therese bajó los ojos por respeto mientras los dos se


decían cosas tranquilas y se sentaban a la mesa. El macho
tomó la mano de su shellan y se miraron a través de los vasos,
la porcelana, la plata. Estaba claro que él no sabía dónde
estaba y no le importaba, porque dondequiera que estuviera
ella, era su casa.

Y su amor transformaba a la tranquila, calmadamente


atractiva mujer en algo incluso más hermoso de lo que era.

Therese los miró por un momento, impresionada por lo


que el amor podía hacer. Cómo este podía transformar. Cómo
podía conectar. Cómo podía elevar incluso a aquellos con los
mejores aspectos y los corazones más puros.

Nunca había pensado mucho en los apareamientos.


Relaciones de por vida. Machos en particular. Y no porque
fuera escéptica. Ella había estado demasiado ocupada viviendo
la vida haciendo girar sus fantasías sobre su futuro. Ahora, sin
embargo, ella tenía la sensación de que estaba mirando un
milagro.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
¿Y lo único que le vino a la cabeza?

Esa Sombra.

Lo que no tenía ningún sentido…

De repente, se dio cuenta de que la shellan de la pareja


la estaba mirando con exactamente la misma sorpresa que el
Sr. Perfecto había hecho.

Therese miró hacia atrás y hacia adelante entre ellos.


Luego levantó tibiamente su mano en un saludo. —Hola. Soy
Therese, ¿seré su camarera?

La shellan parpadeó un par de veces. —Por supuesto que


sí. Quiero decir, gracias.

—¿Puedo empezar con un cóctel? ¿Necesitas ver mi


identificación para que sepas que no soy una persona
desaparecida? ¿O quizás el menú?

La sonrisa de la mujer fue triste por una razón que


Therese no podía ni empezar a adivinar. —Me encantaría una
copa de vino blanco. ¿Y cómo dijiste que te llamas?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Seis

ShAdoWs era todos los clubes de América. Tenías


esquinas oscuras, láseres aleatorios, música retumbante, y
mucho alcohol. El sexo y las drogas eran BYO 7, y en la mayor
parte, Trez dejaba a su clientela sola en esos frentes. Había dos
razones para esto: uno, cuanto menos los molestabas, más a
menudo volvían y dejaban caer su dinero, y dos, realmente no
le importaba una mierda… y eso había sido cierto mucho antes
de haber amado y perdido a su reina.

Mirando hacia abajo a la multitud agitándose desde su


oficina en la segunda planta, les observó a través del tipo de
cristal unidireccional que los psicólogos usaban para controlar
las entrevistas a personas locas. Y esto tenía sentido. Los
hombres y mujeres de abajo, estimulados y estimulándose
mutuamente, no estaban en el ancho de banda normal, y por
eso venían a su establecimiento. La mayoría de ellos eran
jóvenes, pero todos habían salido de la universidad si hubieran
ido a una, la edad de veintiún años que se requería para beber
en Nueva York reducía a los de clase baja. La mayoría tenían
trabajos de bajo nivel, los que estaban por encima de sirviente,
pero no por mucho. La mayoría eran inquilinos en grupos de
dos y tres. La mayoría tenían ETS 8 o iban a contraerlas tan

7
Bring your own. Trae lo tuyo.
8
Enfermedades de transmisión sexual.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
pronto como saltaran a la piscina de aventuras de una noche
en la pista de baile.

Todos ellos estaban desesperados por un descanso del


estrés en sus vidas.

Sí, porque no había nada como escapar de tus errores


cometiendo nuevos.

Trez debería saberlo. Después de sus dos décadas de ser


un proxeneta y un ejecutor en Caldwell, nada había cambiado,
sólo las caras en esos cuerpos jóvenes y tal vez algo de política.
Y durante mucho tiempo, había estado allí abajo con ellos, y
no sólo en términos de seguridad o venta de sexo o drogas. Él
también había participado de las mujeres y las hembras. Había
sido una buena distracción, ya fuera por las profesionales del
sexo a las que proporcionó un entorno seguro o las mujeres
que vinieron a ver qué podían sacar. Él siempre había sido algo
seguro, y no sólo en el club. En todas partes. Tuvo sexo con
agentes inmobiliarios, abogadas, contables, entrenadoras
personales, paisajistas, lavanderas, mecánicos, peluqueras....

Y a pesar de ese historial, mientras miraba a la multitud,


no vio nada de interés. Había un montón de mujeres guapas
ahí abajo, la mayoría de ellas medio vestidas y descoyuntadas,
con la disposición escrita por todas partes. Pero para él eran
otra especie, y no sólo porque eran en su mayoría humanas.
No tendría más sexo con ellas del que tendría con un lobo o un
buzón de correos.

Dejar ir su adicción al sexo había sido fácil. Dejar ir lo


que había tomado su lugar, su Selena, era imposible.

Abajo, el patrón aleatorio de trituradora de la multitud


se desplazó abruptamente y encontró una cohesión que
raramente ocurría, cuerpos apretándose para despejar el
camino.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Alguien había entrado en el club y estaba caminando
entre las personas apiñadas… y quienquiera que fuera, la
gente se apartaba de su camino apresuradamente, partiéndose
como el Mar Rojo de los Jodidos y los Despreocupados.

Trez reconoció la silueta inmediatamente. Por otra parte,


como si alguien más en la costa Este llevase un abrigo hasta
el suelo con el interior de marta, y llevase un bastón que se
convertía en un arma. Rehvenge estaba de vuelta en su
elemento, paseando por el club como si fuera suyo, su mohawk
y sus ojos de amatista nada como ninguno de los miembros
del club había visto antes, el aura de “NO ME JODAS”,
exactamente el tipo de cosa que sus instintos de supervivencia
reconocían como una señal para largarse.

Trez retrocedió de la pared de cristal y fue a la puerta de


su oficina. Cuando él se fue y bajó las escaleras, no podía
pensar por qué su antiguo jefe estaba fuera de casa,
especialmente en un club. Rehv había escenificado su propia
muerte hacía un par de años, en una espectacular explosión,
borrando de la escena la identidad que él había cultivado como
traficante de drogas y dueño del club. ¿Por qué la
resurrección?

Abajo en la pista, Trez se acercó a la base de la escalera


cuando Rehv atravesaba el último de la congregación.

—Qué sorpresa encontrarte aquí —murmuró Trez


mientras se encontraban cara a cara.

Rehvenge no era un vampiro común y corriente. Era un


sympath, y no cualquier Joe Schmoe9. Era el rey del territorio,
gobernante de una subespecie que hacía que los sociópatas
parecieran cuidadores centrados en la familia. Así que sí, era
tan peligroso como se veía.

9
Es uno de los nombres ficticios más usados en América. Es con un Juan Nadie.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Mi hombre —dijo Rehv mientras se abrazaban,
dándose palmadas en la espalda.

—¿Qué te trae entre la gentuza?

Rehvenge miró a su alrededor. —Sólo comprobando la


escena.

—Mentira.

La sonrisa que se apoderó de esa cara un poco malvada


fue dura. —¿No soy bienvenido aquí?

—Sabes que ese no es el caso. —Trez asintió a la


multitud, la mayoría de los cuales miraban al sympath con una
fascinación apenas disimulada, y solo Dios sabía cuántos
teléfonos estaban discretamente sacando fotos a escondidas o
un vídeo.

—Estas cogiendo un montón de vistas, eso es todo. El


análisis costo—beneficio no suele estar ahí para ti.

—No se acordarán de mí.

—No sin tu ayuda, no lo harán.

—Yo me encargo. —Rehv asintió hacia la escalera de


atrás—. ¿Tienes tiempo para hablar?

—Depende del tema.

—Bien, te agradezco que me hagas un hueco.

Rehv caminó pasándole, como si cualquier conversación


que Trez fuera a eludir estuviera anotada en el calendario
social con un marcador.

Bien. Jodidamente fantástico.

Mientras Trez seguía al líder, recordó cómo habían sido


las cosas, Rehv a cargo, el trabajo de Trez e iAm mantener al

72
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
cabrón con vida mientras había hecho su sucio negocio con la
Princesa. Hablando de los beneficios. Dios, esas habían sido
noches horribles, Rehv yendo a esa cabaña en el bosque con
bolsas de rubíes comprados con el dinero que ganaba con la
venta de drogas y los clubes, el macho entregando esas piedras
preciosas antes de que tuviera que dar su propio cuerpo a esa
maldita perra. Trez siempre había seguido en el éter,
permaneciendo oculto, de modo que después de que estuviese
hecho, pudiese recoger a Rehv del sucio suelo y ayudarle a
volver a casa. El macho siempre había estado tan enfermo, el
contacto con esa Princesa haciéndole enfermar, y no sólo
porque despreciaba a la hembra y se odiaba a sí mismo aún
más por hacer lo que tenía que hacer. Ella había sido veneno
para él. Literalmente.

Instantáneamente, Trez pensó en iAm, mintiéndole


descaradamente sobre estar bien.

Tal vez era bueno que Rehv hubiese venido. Tal vez el
sympath sabía qué demonios estaba pasando con su hermano.
iAm siempre había sido el callado, y encontrar su amor con
maichen no había aflojado sus labios. Pero Rehv era conocido
por sacar cosas del tipo…, a pesar de que a iAm le gustase o
no. Este era el problema con los sympaths. Esconderles algo
era un juego perdido.

De vuelta al interior de la oficina, Trez se sintió un poco


raro sentado detrás del escritorio. Durante mucho tiempo,
Rehv había sido el que estaba a cargo. Sin embargo, ahora
parecía estar perfectamente cómodo en el lado subordinado de
las cosas.

—Así que —dijo su antiguo jefe— ¿Cómo estás?

Trez entrecerró los ojos —¿No se trata de iAm?

—¿iAm? ¿Por qué? ¿Qué pasa con él?

73
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Así que no has venido por él —Cuando Rehv agitó
lentamente la cabeza y no fue más lejos, Trez quiso maldecir—
. Muy bien, entonces juguemos a ponerle la cola al
entrometido. ¿Quién te metió en esto? ¿Fue mi hermano?

Tal vez esto era por lo que iAm había estado distraído en
el restaurante.

Y mientras Trez se entretuvo con una imagen de sí


mismo en ese semáforo, contemplando el suicidio en el nuevo
coche que no había hecho nada para elevar su estado de
ánimo, se negó a pensar que su hermano pudiera tener
motivos para preocuparse. Después de todo, la vida de Trez era
suya para destruirla, maldita sea. Nadie más era bienvenido a
esa mesa.

Cuando Rehv volvió a agitar la cabeza, Trez consideró


que había otros posibles delatores. —Oh, así que ha sido Mary,
¡eh!. Quiero decir, ella es la terapeuta residente, aunque no he
estado cerca de ella lo suficiente…, espera, ¿fue Xhex? ¿En
serio?

Podría haber asumido que su jefa de seguridad era


mucho más que una tipa dura que buscaba refuerzos si se
preocupaba por él. Ella era más del tipo de las que se
levantaban frente a tu cara y no se movían. Pero él estaba tan
mal que incluso ella estaba asustada con la idea de hablar con
él…

—No, fue Beth. —Trez se dio una palmada en el muslo—


. Fue por la noche de cine de la semana pasada. Quería que
fuera y me lo pidió dos veces. Yo no me presenté y ella se
preocupó. O tal vez era más como si estuviera disgustada.

—¿Está Beth molesta contigo?

—Así que era ella.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—La Reina no me ha dicho nada. No sé si está
preocupada o no.

Trez miró hacia otro lado, revisando mentalmente el


elenco de personajes de la casa. Bueno, mierda. Las únicas
personas que podía descartar eran los doggen. Fritz y su
personal nunca serían tan presuntuosos como para sugerir
algo más que un cambio de vestuario a alguien a quien
sirvieran, y mucho menos formar un consenso sobre la
estabilidad mental de una persona. O la falta de ella.

—Mira —dijo con garra—. ¿Podrías terminar con esto?


Sin ofender, pero tengo negocios de los que ocuparme.

No realmente, el club funcionaba solo. Sin embargo,


tenía que jugar las cartas que tenía.

Mientras el silencio se extendía, Trez hizo un inventario


de su antiguo jefe. Los ojos morados de Rehv estaban
completamente nivelados, el color recordándole a Trez el GTO
de Rhage. Y entre ese enorme cuerpo, y toda esa piel, la silla
que normalmente era perfectamente grande para cualquiera
que se sentara en ella parecía un mueble de casa de muñecas.
Peor aún, mientras el rey de los sympaths se sentaba allí,
golpeando su bastón hacia atrás y adelante entre sus rodillas,
su traje blanco y camisa blanca como si hubiera llevado la
tormenta dentro, el macho parecía contento de sobrevivir al
mal tiempo. Hasta, como, Agosto.

—Qué —Trez se sentó hacia adelante y se entretuvo con


dos informes de cuentas por pagar—. ¿Podemos terminar con
esto?

—Ehlena dice hola.

—¿Y has venido hasta aquí para decírmelo?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Bueno, no todo tiene que estar escrito. ¿Has oído
hablar acerca del asunto de la privacidad que hay por ahí? Los
Smartphones son malvados.

—Que te jodan, —dijo Trez con voz exhausta—. Sin


ofender.

Rehv se puso de pie y se dirigió a la pared de cristal, con


ese abrigo de marta aleteando detrás de él, el resplandeciente
bastón parpadeando en las tenues luces de arriba. Cuando
Trez miró a su viejo amigo, se dio cuenta de que había pasado
mucho tiempo desde que había salido con el macho. Sus vidas
habían cambiado tanto, aunque solo la Rehv para mejor.

—Sabes que sigo con la dopamina, ¿verdad? —Dijo Rehv


mientras inclinaba la vista hacia abajo hacia la pista de baile.

Trez giró su silla para poder mirar al macho. —En


realidad no había pensado en ello ni de una forma ni de otra.

He estado demasiado ocupado jugando a cómo sería


ahogarse, se dijo a sí mismo. La mierda se pone tan agitada
durante esta humana temporada navideña, no lo sabes.

Pero mientras consideraba a su antiguo jefe, supuso que


el tipo tenía que estar todavía en la salsa, por así decirlo. Los
sympaths eran conocidos por meterse en cosas como las
emociones de otras personas, y nunca en el buen sentido,
nunca en forma terapéutica, de manera beneficiosa, más bien
como aléjate tú de tu propio saliente. Eran una subespecie a
la que no querías mostrar tu punto débil, aunque el prejuicio
al que habían estado sometidos tampoco había estado bien.

Cuando Rehv había estado más fuera en el mundo,


había tomado dopamina como una forma de regularse a sí
mismo para que su lado malo se mantuviera oculto y su
verdadera identidad permaneciese oculta. Había sido la única
manera de que pareciera que él era sólo como todos los demás.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
¿Y después de que se hubo apareado? Aparentemente, siguió
con las cosas.

Trez se encogió de hombros. —Supongo que estoy un


poco sorprendido de que sigas tomando. Quiero decir, todo el
mundo sabe lo que eres. Todos los que importan, eso es.

Y más que eso, había forjado una alianza política con


Wrath. Él estaba súper seguro.

—Va más allá de la supresión de mi identidad —


murmuró Rehv—. Mis instintos son mucho más controlables
ahora, es verdad. Mi amor por Ehlena es responsable de eso.
También lo son mis relaciones con Wrath y la Hermandad. Soy
lo que soy, sin embargo, y si voy a vivir mi vida entera con mi
shellan y aliados, quiero ser capaz de centrarme en otras cosas
que no sean sólo reducir mi lado dificultoso.

—De acuerdo.

Trez apretó sus molares. No tenía ni idea de a dónde iba


esto, y el hecho de que realmente no le importara parecía una
cosa más que añadir a su larga lista de pérdidas. Él y Rehv
habían hecho un camino tan largo como para que él pudiera
empujar al tipo, especialmente porque Trez no podía recordar
cuándo se habían sentado juntos por última vez. La tristeza,
sin embargo, cambiaba tus prioridades.

Pensó en sentarse en su BMW, fuera en el frío,


quedándose enterrado en la nieve.

—Así que estaba hablando con mi Ehlena —continuó


Rehv—. Acerca de algunas opciones farmacéuticas para ti.

Trez se echó hacia delante. —¿Perdona?

—Quería ver si podías conseguir ayuda. —Los ojos de


amatista de Rehv oscilaron—. Para ver si puedes encontrar
algún alivio, como yo.

77
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Una ira irracional se enroscó en el estómago de Trez. —
No soy un sympath.

—Estás sufriendo.

—Mi shellan jodidamente murió. ¿Crees que debería dar


una fiesta?

—Sé adónde has estado yendo, —dijo con calma Rehv.

—A trabajar, aquí, todas las noches. Si. Así que…

—En tu mente. —Rehv tocó el centro de su pecho—


Symphath, ¿recuerdas? Puedo leer tu cuadrícula. Estás
empeorando y no mejorando...

Trez se puso de pie y se dirigió a la salida, abriendo la


puerta. —Tengo que volver al trabajo. Gracias por venir. Dile
hola a Ehlena…

La puerta se cerró de golpe, el pomo se le arrancó de la


mano, las luces parpadeando por toda la oficina.

En voz baja y endiablada, Rehv dijo: —Siéntate coño.


Esta conversación no es bidireccional.

Trez giró alrededor. Su antiguo patrón, uno de sus


mejores amigos, estaba amenazante junto al escritorio, sus
ojos púrpuras relampagueando, la tremenda corpulencia de su
cuerpo parecía haberse hecho aún más grande. Era un
recordatorio de que a pesar de que el gran bastardo era un
macho felizmente apareado que se había asentado, Rehv
seguía siendo el tipo de fuerza que no querías cruzar.

—Sé a dónde has estado yendo —dijo Rehv con esa voz
de sympath—. Abajo por el río. Sé lo que piensas cuando estás
al volante de tu coche. Puedo ver que tu red emocional se
derrumba, y soy muy consciente de tu repentina afición por la
jodida agua fría.

78
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Bueno, pensó Trez. ¿Dicho de esa manera, ¿qué podría
decir? ¿Disneylandia?

Rehv apuntó con su bastón a Trez. —¿Crees que tengo


algún interés en vivir el resto de mis noches arrepentido
después de saber todo esto y no hacer nada? ¿Eh? ¿Piensas
que es una carga que quiero llevar conmigo hasta que me
muera?

Trez maldijo y anduvo por ahí. En su segundo viaje de


ida y vuelta al baño, se encontró deseando que su oficina fuera
tan grande como un campo de fútbol.

—En vista de cómo uso la dopamina —continuó Rehv—


. Fui a Ehlena y le pregunté si había algo que pudiera ayudarte.
Un antidepresivo. O en lo que yo estoy. No tengo ni puta idea.
No sé cómo funciona. Ella dijo que deberías ir a hablar con ella
y con Jane…

—¡No! —Trez se puso las manos en la cabeza y rezó para


que no le diera otra de sus migrañas. Sujetarse en el deseo de
gritar era un maravilloso gatillo—. No voy a tomar ningún tipo
de droga...

—…para ver cuáles son tus opciones. —Rehv elevó la


voz, hablando justo sobre las protestas—. Y ten una
evaluación. Quizá puedan ayudarte.

Trez sentó su culo en el sofá porque no confiaba en sí


mismo para no tratar de empujar a Rehv a través del cristal
detrás del escritorio. Por otra parte, no había posibilidad de
que hiciera un ataque sorpresa. Ese sympath hijodeputa, sin
duda sabía que había cambiado de suicida a homicida, y sólo
había otra bolsa de moléculas de carbono en la habitación para
apuntar a ese impulso.

—Escúchame —dijo Rehv con voz más suave—. Todas


esas noches que tuve que ir a esa cabaña, tú estabas conmigo.

79
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Te Encuentre
Tú estabas allí. Me protegiste y salvaste mi vida demasiadas
veces para contarlas.

—Te lo debía —contestó Trez amargamente—. Estaba


pagando mi deuda.

—Eso no era todo lo que había. Y no mientas sólo porque


estés enfadado conmigo por llamarte en tu mierda. Puedo leer
tu cuadrícula.

—Por favor, deja de decir eso.

—Es la verdad.

—Lo sé y por eso no quiero oírlo. —Trez echó un


vistazo—. Entiendo que crees que estás ayudando, y gracias
por eso. Pero sólo quiero un poco de privacidad, ¿de acuerdo?

—¿Para que puedas suicidarte en paz?

—Es mi vida —dijo bruscamente—. Tú tienes tu propia


vida y es una buena. Lo superarás.

Las cejas de Rehv descendieron bruscamente. —¿Como


si estuvieras superando a Selena tan bien? ¿Cómo es esa fiesta
a la que te estás lanzando, para tomar prestada tu frase?

—Ella era mi shellan. Yo solo soy un amigo para ti.

—Mentira. Vosotros sois mi familia. Eres el hermano de


sangre de iAm. Y también eres familia de un montón de gente
que podría sufrir como el demonio, si te pasase cualquier cosa.
Y corta el rollo con el tiempo pasado, imbécil. Sigues
respirando…, al menos hasta que te haga entrar en razón.

Trez sostuvo esa mirada púrpura, que cada vez se


enfadada tanto como se sentía él mismo y mientras
consideraba dónde estaban los dos, se alegró mucho de que
ellos no hubiesen cogido sus armas. Todavía.

80
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Excepto que entonces se rio... o Jesús, tal vez fue más
bien una risita.

Y la frivolidad venía de solo Dios sabía dónde. De algún


lugar aún más profundo que su pena, supuso. Pero cuando el
sonido totalmente inapropiado surgió de su apretada garganta,
no tuvo una maldita oportunidad de mantenerla dentro.

—Tienes tal manera con las intervenciones —dijo Trez


mientras intentaba volver a ponerse serio—. Quiero decir, hay
amor firme, y luego está la versión sympath de ello. ¿Acabas
de llamarme imbécil mientras tratas de conseguir que no me
dispare en la cabeza?

La sonrisa de Rehv fue lenta. —Nunca prometí que fuera


bueno con las historias interpersonales.

—Déjame decirte que eres directamente horrible en eso.


Creo que tú también acabas de amenazarme con hacerme
daño corporal.

—Debería haber enviado a Mary, que es una profesional,


pero le habrías dado un abrazo y luego la echarías.

—Cierto.

—Así que te quedas lidiando conmigo. Lo siento, no lo


siento.

Trez miró sus manos mientras su humor se alejaba de


cualquier frivolidad. Pero al menos no volvió a la furia. — Así
que mi red no se ve bien, eh. No sé por qué tengo que
preguntar. Lo estoy viviendo.

—No quiero que hagas algo estúpido. Eso es todo.

—¿Sabes qué es una locura... incluso con todo esto?


¿Con todo lo que pasó después de que mi Selena muriera? No
me arrepiento de haber estado con ella. A pesar de que ella se

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
ha ido y duele como el demonio... ¿y no hay un final a la vista?
No me arrepiento de nada.

Rehv fue y se sentó en el sofá. —Escucha, no sé de qué


otra manera ayudar. Esa es la razón por la que vine. No quiero
que pienses que es un fracaso si tomas algunos medicamentos,
tampoco. Mírame a mí. Soy el chico de los carteles para vivir
mejor con la química.

Trez agitó la cabeza de un lado a otro. —Simplemente no


me importa. Sobre cualquier cosa en realidad.

Rehv se acercó y Trez sintió que la pesada mano del


macho caía sobre su hombro. —Pero me importa. Y por eso
estoy aquí.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Siete

Tres costillas de primera de ternera. Cortes completos,


no las cosas de princesas. Dos platos de ossobuco 10. Un plato
de pappardelle de cerdo y una orden de pollo scarpariello. Siete
lados diferentes incluyendo rollatini, risotto y la polenta, así
como un único plato desgarbado de guisantes que el macho
había explicado era para la fibra.

Aunque en esa teoría, Therese decidió mientras contaba


el cheque, el pequeño cuenco lateral era una gota en el balde,
nada que fuera a hacer ninguna diferencia en el colon del
chico.

De pie en la caja registradora automatizada, ella se dió


cuenta que no había hecho los aperitivos. Bien, entonces el
macho había tenido la sopa minestrone. Una ensalada caprese,
más fibra ahí realmente. El surtido de antipasto y el crostini.
Espera, también la Bruschetta. ¿Eso fue todo? Ella estaba
bastante segura. ¿Y qué sobre el postre? Él había tenido el
tiramisú, el cannoli, el tartufo y los profiteroles.

—Creo que lo tengo—, ella se dijo a sí misma. —Ahora,


ella tenía...

—No te preocupes por eso.

10
El ossobuco alla milanese es un plato tradicional de la cocina italiana que se puede encontrar en
Milán, de donde es originario.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Therese saltó y miro por encima de su hombro. Cuando
vió quién era, ella casi dejo caer su libreta de pedidos

—Oh, Chef —Ella inclinó su cabeza. Luego se inclinó


completamente—. Lo siento, Chef.

Ella no tenía idea de por qué demonios se estaba


disculpando. Pero había llegado tarde, y necesitaba éste
trabajo, y aunque el jefe de la casa dirigía a los camareros,
cuando una tormenta no lo enviaba a casa al inicio del turno,
éste era el gran jefe, el macho a cargo, iAm, hermano de sangre
de Trez.

El macho sonrió un poco, pero la expresión no duró más


que un latido en su hermoso rostro oscuro. Ella tenía el
sentimiento que a él no le agradaba ella, pero él nunca fue
malo, y ella no estaba incluso de que fuera personal. Él era
una presencia silenciosa en la cocina, diferente al estereotíp de
maestro chef quien vocifera alrededor, con cara roja y gritando,
y de alguna manera, el silencio era más poderoso, más
intimidante.

—Ellos están compensados —dijo mientras asentía con


la cabeza hacia el comedor, hacia la pareja que Therese había
estado esperando por dos horas que le tomó al hellren ser parte
del club de los platos limpios.

Con un rápido surgimiento de compostura, ella escondió


su decepción, esa propina que había estado esperando con
ansia haría “poof” —Por supuesto. Ciertamente, Chef.

—Puedes irte después que ellos lo hagan.

—Oh. Bien. Gracias, Chef.

iAm se detuvo, y ella se reafirmó a si misma para una


orden que viniera en la siguiente noche o en cualquier noche
después. Por qué ella había llegado tarde dos veces. Y por
qué... Cualquier cosa que hubiera hecho mal o cualquier turno

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
que en el que incluso hubiera estado o en cualquier posición
que ella hubiera tenido, la regresaría al momento de su
nacimiento.

No es que ella fuera catastrófica. En absoluto.

—Escucha —dijo—. Sobre mi hermano.

Therese era consciente de su corazón deteniéndose y su


respiración atorándose en su garganta. —¿Sí?

—Él está...

—¿Él está qué?

Por alguna razón, ella quería saber lo que fuera lo


siguiente con un único pensamiento enfocado que bordeaba en
la adicción.

Excepto que iAm agitó la cabeza. —No importa. Solo


termina aquí y ve a casa.

Antes que ella pudiera detenerse, se estiró y tocó su


brazo. —Puedes decirme. Lo que sea.

—No es mi historia, y eso sólo es una parte del problema.

iAm giró y regreso atrás hacia la cocina. Y cuando ella lo


vió irse, quería ir tras de él y hacerlo hablar con ella. Pero ese
no era su lugar, y no por qué ella era solo una mesera. No
puedes interponerte entre hermanos. Ella solía vivir eso de
primera mano con su propio hermano.

Estar al pendiente de deslizarse bajo ese declive de


arrepentimiento y recriminación, ella canceló la transacción
fuera de la registradora, metió su carpeta de órdenes dentro su
medio delantal, y se dirigió hacia la única mesa ocupada. Ella
no estaba segura donde estaba Emile. La pareja que él había
estado esperando irse hace mucho tiempo lo cual era lo que
sucedía cuando tú solo te alimentabas con aplicaciones, un

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
plato de entrada, y un postre. Contrariamente a cuatro
aplicaciones, diesisiete platos de entrada y el menú fe postres
por completo.

Cuando ella llegó a la mesa, el macho rubio y la hembra


humana vieron arriba con expectación.

—El Chef está complacido de gratificar su comida—, dijo


Therese. —Con su mayor respeto.

El macho agitó la cabeza. —iAm no tiene que hacer eso.


¿Dónde está?

—Creo que el Chef está en la cocina. ¿Le gustaría que lo


trajera para usted?

—Nah, está bien. Él probablemente está trabajando.

—¿Hay algo más que pueda hacer por ambos?

—Estamos llenos. Incluso él—. La hembra sonrió e


inclinó la cabeza. —Dime, ¿De dónde eres?

—Michigan.

—Entonces estás acostumbrada a los inviernos largos y


fríos—, dijo el macho

—Lo estoy

—¿Y que te trajo a Caldwell? —preguntó la shellan.

Therese se encogió por el dolor que fue a través de su


pecho. —Solo lo sentí como un reacomodo.

—Caldwell es un lugar maravilloso para vivir—. La


hembra sonrió. —¿Conoces a alguien aquí?

—No realmente. Pero eso está bien. Solo me estoy


acomodando.

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Te Encuentre
—Bien, recuerda ser amable para ti misma. Las
transiciones son duras incluso cuando son excitantes.

Eso fue cuando ella miró abajo dentro de los ojos de la


hembra que ella entendió la atracción del macho. Ella lo tenía
totalmente. Había algo increíblemente sabio y amable sobre la
shellan, una profundidad de conocimiento y entendimiento
que iba más allá de lo físico y la hacía resplandecer.

—Hago lo que puedo —Therese se escuchó a si misma


mascullar—. De cualquier manera, sean cuidadosos afuera en
esa tormenta incluso si no están manejando.

—Gracias. Tú, también.

El macho indicó la mesa con su amplia palma. —Y


gracias por trabajar tan duro por nosotros.

—Mi placer. Cuidense.

Therese dejo al par sintiéndose abatida. Su sueldo por


hora era bajo, como era de esperarse. Las propinas estaban
donde estaba el dinero. Pero su repentino modo resiste era
sobre más que la carencia de propina. La idea de regresar hacia
esa casa habitación la hacía querer llorar, aunque esa era su
propia culpa, o no lo era. Ella no tenía otra opción. Solo esperar
por ella.

Excepto que ella la había rechazado. Fuera de orgullo y


fuera del hecho que cualquier cosa que tendría que hacer con
Trez era complicado incluso si parecía simple

Su atracción era el problema.

Cubriéndose detrás de la estación de agua, ella se


imaginó que esperaría para que la pareja dejara limpias sus
razas de café y sus vasos de agua, y luego se arrastraría a ella
misma de regreso hacia el hueco infernal. Yay. Emocionante.

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Te Encuentre
Ella pasó un corto tiempo sacando algunas jarras de las
cabinas bajo el dispensador de agua, fregando alrededor de la
superficie del mostrador, pasando un paño bajo la superficie
de la caja registradora. El silencio del restaurante parecía
rodearla, seguirla, pegarse cerca de ella, un cazador que de
mantenía en las sombras. Y con sus instintos encendidos por
ninguna razón en absoluto, sus ojos hicieron rondas del bar
vacío detrás de ella, el stand vacío del anfitrión, el otro,
comedor completamente vacío.

Intranquila. Tan intranquila y ansiosa sin una


justificación que ella pudiera pensar.

¿Ella quería regresar a la casa habitación? No. ¿Ella


deseaba poder estar normal alrededor de aquella Sombra? Si.
¿Ella se preguntaba lo que él hermano de Trez había estado a
punto de decir? Absolutamente.

Pero nada de esa explicaba su molesta sensación de


preocupación...

—El Chef dijo que podía irme ahora.

Therese trató de esconder su salto de sorpresa. —Oh,


Emile. Si, a mi, también. Bien, tan pronto como ellos se vayan

Ella se apoyó afuera de la estación de agua. La pareja


estaba aún ahí. El macho se había apoyado cruzando la mesa
y había tomado la mano de su shellan. Él estaba mirando sus
ojos, el rostro de él estaba absorto, una suave sonrisa en sus
labios perfectos

—Ellos realmente están enamorados—, Emile dijo.

—Lo están—. Therese frotó un lugar adolorido en el


centro de su pecho, encima de su corazón. —Es lindo de ver.

Realmente, no lo era. Ellos dos le recordaban a sus


padres, y no era alguna cosa sobre la que ella quería pensar.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Pero su cerebro se negó a desviarse, recuerdos de su mahmen
y su padre tomados de las manos, sentados cerca, hablando
tranquilamente, tejiendo dentro de la mente de ella y
haciendose cargo. Ellos habían estado tan presentes en sus
infancias, tan involucrados, pero ahí siempre había estado la
sensación que ellos tenían algo especial, una relación privada,
y esa conexión era la verdadera base de la familia.

Therese se había sentido tan segura en los puntos


cardinales que los cuatro habían formado: hellren, shellan,
hijo e hija.

Y luego todo eso había cambiado.

Los lazos que había asumido que eran concretos habían


resultado no ser más sustanciales que el confeti. Al menos
para ella. Los otros tres estaban bien, pero luego ninguna de
sus identidades habían estado deliberadamente escondidas de
ellos; ninguno de sus cimientos tiene grietas.

La confianza era la base del amor. Sin eso, no tenías


nada más que una ilusión, una placentera ilusión, eso era
verdad, una ilusión que de sentía linda y segura. ¿Pero cuando
pensabas la mentira era la cosa real? Descubriendo las dos
dimensiones naturales de tu existencia era aplastante.

—... Therese?

Sacudiéndose para volver a enfocarse, ella miró a Emile.


—¿Disculpa? ¿Qué?

—¿Puedo llevarte a casa?

Therese se imaginó a Liza dando vueltas y exigiendo todo


lo que Emile se negó a proporcionar. —Oh, no es necesario.
Gracias, sin embargo.

—¿Entonces tienes tranporte? —Emile vaciló—. No estoy


tratando de curiosear.

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Te Encuentre
—Yo solo voy a desma... —de detuvo. Nope, no hablar
sobre desaparecer. ¿Ella había olvidado que el chico era
humano?— Si, voy a tener transporte.

—Bien, seguro —Él asintió y luego miro hacia ella con


esperanza—. Por supuesto.

—Es solo mi hermano —La verdad dolía. Por qué


recogerla en una noche nevada era exactamente el tipo de cosa
que Gareth haría—. Él es solo eso.

Ella frotó el centro de su pecho de nuevo. Cuando la


soledad la invadió como un sudario, ella tomó una profunda
respiración. Ella siempre había sido independiente,
encontrando su propio camino a la escuela, el trabajo, la vida,
pero la cosa era, que ella no había apreciado cuánto le había
importado a su familia, que clase de puerto le habían ofrecido
los otros tres.

—Realmente —ella se escuchó decir—. Me gustaría un


aventón.

Emile sonrió radiante. —Bien. Fantástico.

Cuando ella de dió cuenta de lo que había hecho, una


vez más, una decisión rápida que ella debió de haber pensado
más, tragó una maldición. —Excepto, espera, no te pregunte
donde vives. Yo soy del centro. Quizás está realmente fuera de
tu...

—No, es perfecto. Es realmente perfecto.

La imagen de él manejando a su casa más allá de la de


Liza, y la otra camarera corriendo hacia abajo por la calle y
señalándoles entonces ella podría lanzarles una silla por el
parabrisas, no fue un pensamiento bienvenido. Y luego había
esperanza en los ojos de Emile. Él estaba tratando de ser lindo,
pero la respuesta que él había conseguido lo había
emocionado. Mientras tanto, él era solo una tirita para su

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
tristeza, por todas las cosas que ella estaba perdiendo... Y
mucho menos complicado que la Sombra que dominaba todos
sus sentidos cada vez que él estaba en un radio a cien pies de
ella.

Comprobando a su pareja de nuevo, estaba


infinitamente aliviada de que se habían ido.

—Solo voy a tomar mi mesa...

—Aquí, déjame ayudar...

—No —Ella sonrió para quitar el aguijón en su voz—.


Voy a hacerlo rápidamente, ¿y luego te veré en los vestidores?

—Seguro. Pondré nuestras boletas dentro.

—Gracias.

Ella enganchó una de las bandejas a su soporte


emergente y se dirigió a la mesa. Al pasar por todos los lugares
vacíos, los vasos rechazados en los manteles, las servilletas
cubriendo los cargadores, la vajilla de plata tan precisamente
dispuesta, su sentimiento de tristeza llegó a ser tan abrumador
que sus ojos se llenaron de lágrimas.

Tenía que ser una tormenta. Algo en el cambio de la


lectura del barómetro, la presión atmosférica, el viento,
afectando su humor, arrastrándola hacia abajo. Yup. Eso era
lo que estaba pasando.

Volteando el soporte, ella puso la bandeja en el borde y


empezó a limpiar la...

Con el ceño fruncido, ella se inclinó hacia el plato donde


había estado el tiramisú. Estaba inclinado hacia un lado, como
si le hubieran puesto una servilleta debajo.

Excepto que lo que ella encontró debajo de la cosa no era


damasco.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Oh... Mi Dios —respiro.

No, eso no era una servilleta. Era un fajo de dinero,


doblado por la mitad. Recogiendo el paquete, ella desplegó los
billetes de cien dólares. Diez de ellos.

Su cabeza se alzó, y ella miró alrededor. Luego corrió por


el comedor vacío hasta la entrada principal. Abriendo las
cosas, fue abajo por las escaleras del ante vestíbulo y a través
de la puerta exterior. La furia de la tormenta desgarró su
cuerpo con garras heladas, y ella tuvo que recuperar el
equilibrio lanzando una mano a uno de los soportes del toldo.

No había esperanza de encontrarlos. La pareja ya se


había ido.

Regresando al calor y el silencio del restaurante, ella


miró abajo hacia el dinero en su mano. Su sumabas cuánto
había comido la pareja, unos mil dólares era probablemente
acercarse a lo que la cuenta había sido, si incluías el impuesto
sobre 25 o 30 por ciento.

La pareja había sido gratificada y ellos le habían dado lo


wje habrían gastado de todos modos.

Un milagro de Navidad de perfectos extraños.

¿Con este dinero? Ella podría hacer el depósito de


seguridad en su cuenta.

Éste era un regalo que la pareja no podía comprender, y


lágrimas de gratitud entraron en sus ojos, amenazando con
desbordarse.

Paso un tiempo antes de que pudiera retroceder y volver


al restaurante.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
El coche de Emile tenía tracción en las cuatro ruedas.
También estaba bastante cerca de la categoría de batidor, pero
el Subaru Outback parecía respaldar las afirmaciones de su
fabricante de que un odómetro con unas cien mil millas no solo
era aprobado por el perro, no era un gran ideal.

Therese paso el tiempo observando afuera por su


ventana y mirando hacia los negocios que ellos estaban
pasando. Había pasado un tiempo desde que ella había estado
en cualquier tipo de vehículo, y ella había olvidado lo mucho
que ella disfrutaba solo sentarse y observar lo que fuera a lado
del camino. A Gareth le había gustado ir a pasear, y ella había
sido la compañía regular de su hermano.

Sin embargo, la última vez que ella había estado en un


coche había sido con Trez. Su BMW. Después él había perdido
brevemente el conocimiento y tuvo que ser llevado para que lo
revisaran.

De mutuo acuerdo, ellos habían abandonado aquella


misión, y ella nunca le había preguntado lo que fuera que él
estaba bien. Ella solo lo había asumido entonces...

Y él la había besado, luego.

—¿Estás lo suficientemente cálida?

Sorprendida por la voz a su lado, miró a Emile. —Oh, si,


gracias.

—Aquí están los controles —Él señaló hacia los... Bien,


controles—. En caso de que quieras cambiar cualquier cosa.

—Gracias.

Determinada a parar de pensar en aquella Sombra, trato


de encontrar algo que decir. Es curioso cómo cuando
cambiaste el ambiente, cambiaba el ambiente. Ella nunca
había tenido un momento difícil hablando con Emile cuando

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
estaban en el trabajo. Ahora, fuera del restaurante y solo con
él, las cosas eran complicadas.

—La nieve está parando —ella dijo mientras se apoyaba


contra el parabrisas—. Se trata de la hora.

—Si, lo está.

Genial, estaban cubriendo el clima. Lo siguiente...


¿Deportes? Si, esa era la última cosa de la que ella quería
hablar. Durante la temporada de baloncesto de la NCAA, ella y
Gareth siempre habían estado pegados a la televisión, viendo
el juego de los Espartanos. Nunca dudes de Izzo, ellos siempre
habían dicho.

Ella nunca había vuelto a encender un juego desde que


se fue.

—Entonces—, Emile said, —¿Qué tipo de música tú...

El sonido de llamada de su teléfono celular la salvó de


hacer aquel tipo de charla. Aunque cuando él metió la mano
en su abrigo y sacó su teléfono, pensó que bien podría obtener
una respuesta.

—Liza...— él se detuvo cuando se cortaba. —Espera, no


puedo escucharte por encima del ruido. ¿Qué?

Therese miró fuera. El sonido de la voz de la mujer


estaba graznando fuera del teléfono, todo tipo de sílabas
corriendo entre una y otra, hacia el punto que Incluso en oído
vampiro de Therese no podía entender la prisa.

—Bien, bien... —Emile sostuvo su mano como si la


mujer pudiera verlo. —Ve más despacio. Yo no estoy... No,
acabo de salir del trabajo. Le estoy dando... —él dudo y miró
hacia Therese.

Bien, solo había una respuesta para eso. Ella agitó su


cabeza.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Le estoy dando a Therese un aventón a casa —él
murmuró.

Tres, dos... Uno. ¡Boom!

Tanto el volumen y ma velocidad de las palabras se


triplicaron y Therese puso su cabeza entre sus manos.
Mientras tanto, Emile estaba luchando contra una corriente
mucho más fuerte de lo que él podría incluso evitar ahogarse.

—Pero fue en mitad de mi turno, Liza. Tu decidiste irte


por tu cuenta, y yo necesito el...

Cuando hubo finalmente una pausa en el otro extremo,


Emile salto con un, —No creo que ésta sea una conversación
productiva. Estás tomada, y voy a colgar... —cayó en el silencio
otra vez, pero ahora él frunció el ceño y se enderezó en el
asiento—. Lo siento... ¿Qué acabas de decir? ¿Quién era éste?
¿Él hizo qué?

Therese frunció el ceño y trato de escuchar lo que estaba


empezando a decir. Ella estaba muy segura que la mujer
estaba llorando, pero parecía como el trabajo de llorar ebrio,
más alcohol que emoción honesta.

—Estoy viniendo justo ahora —dijo Emile cuando golpeó


el acelerador más fuerte—. Permanece donde estas. No, yo voy
a ir. No, quiero tener ambas manos en el volante. Los caminos
son resbaladizos. Quiero estar seguro.

Él terminó la llamada y luego miró hacia el teléfono como


si quisiera que muchas cosas fueran diferentes en su vida.

—No tienes que dejarme —Therese dijo—. Si ella está en


problemas, vamos a dónde ella está y puedo irme por mí misma
a casa.

Emile miró por encima de nuevo. —Lo juro. Le he dicho


que está hecho entre nosotros. Quiero decir, me gustas.

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Te Encuentre
Supongo que es obvio —Se sonrojó con las tenues luces del
tablero—. Estoy pensando, sin embargo... Que éste no es
donde esto se dirige de tu lado.

—No es por Liza. Yo solo...

—Lo sé. Estás interesada en alguien más. ¿Y dada la


forma en que el hermano de nuestro jefe me miraba esta
noche? ¿Cuándo estaba hablándote? Estoy muy seguro que es
mutuo...

—No es así con nosotros —Oh Dios, se sentía totalmente


extraño “nosotros” ella y Trez Latimer, Incluso si eso era el
contexto de la negativa de una relación—. Realmente. Quiero
decir, yo no estoy totalmente lista para cualquier cosa con
nadie.

Emile se encogió y se reenfocó en el camino por delante.


Cuando una luz triste llegó a sus ojos, él se encogió. —Cuando
eso sucede, no estoy seguro que eso importe quieras o no.

Therese puso una mano sobre su hombro. —Lo siento

El hombre rió en un pequeño estallido. —Sabes, creo


eso. Y eso sólo hace que me gustes más —puso su mano afuera
otra vez—. Pero no voy a ir por la borda. Entiendo y respeto
de dónde estás viniendo.

—Gracias. Deseo que hubiera algo que pudiera hacer


para ayudarte

Emile puso ambas manos en la dirección del volante.


Luego hizo un sonido de chasquido con los dientes. —Sabes,
realmente, lo hay.

—Cualquier cosa —Therese dijo—. Dilo. Y es tuyo.

—Ven conmigo a hablar y sensibilizar a Liza. Quizás si


ella escucha de tu propia boca que no va pasar nada entre tú
y yo, y no hay posibilidad de que cualquier cosa pase, al menos

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ella se relajará en el trabajo —miró por encima
intencionadamente—. Y eso te ayudará, también.

Therese asintió lentamente. —Veo tu punto. Estoy


dentro.

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Capítulo Ocho

Y así fue como Therese terminó entrando en un club que


era tan oscuro como el interior de un sombrero, más alto que
un concierto, y más cegador que el show de fuegos artificiales
de un 4 de julio. Se deshicieron del Subaru en un terreno al
aire libre no muy lejos de como sea que se llamara el lugar…
shAdoWs, ¿ella pensó que el letrero de afuera decía...? y
caminó las dos manzanas hasta la cola de espera. Resultó que
Emile conocía al gorila de su trabajo anterior, así que fueron
directas, aunque eso no era un premio al menos hasta donde
a ella le preocupaba.

Cuerpos. Girando. Por todas partes. Láseres


disparándose a través de la multitud como flechas púrpuras y
cada una de ellas aterrizando en sus ojos. Oh, y en algún lugar,
había una máquina de humo.

Además, Dios mío, por la música. Machacando.


Golpeando. Traqueteo molar. ¿Cómo lo soportaba esta gente?

—¿Te dijo ella dónde estaba? —Therese gritó sobre el


estruendo. Cuando Emile dijo un ¿qué?, se inclinó hacia su
oído—. ¿Dónde está ella aquí?

—No lo sé —respondió Emile. Luego se encogió de


hombros y señaló en alguna dirección—. ¿Aquí?

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Therese hizo el signo universal para ¿Por qué no? porque
era más fácil que tratar de ser escuchado por encima de la
música. Y entonces tuvo más problemas. Dirigirse hacia donde
había señalado al azar resultó ser más difícil que comunicarse.
Había tantos humanos en la pista, presionando, empujando,
bailando, resbalando, cayendo. Era como si los caminos
resbaladizos por la tormenta hubieran llegado dentro y hubiese
trescientos conductores borrachos cayendo por las calles de
Caldwell.

Hablando de eso, ¿cómo era posible que ninguna de


estas personas se hubiese quedado en casa por la tormenta?
Parecía que las inclemencias del tiempo les habían inspirado
de la manera opuesta, ningún ermitaño que encontrar en
ningún lado.

Por otra parte, ¿realmente ella pensaba que las buenas


decisiones estaban en la cima de la lista de Cosas Que Hacer
de cualquier persona de aquí?

Estaba mirando alrededor, tratando de localizar el tipo


de peinado de la novia de Emile, mientras que al mismo tiempo
no se quedara atrás, cuando la pelea estalló.

Al principio, no se dio cuenta de los empujones porque


se estaba topando con todo tipo de hombros y codos de todos
modos, pero entonces un cuerpo se estrelló contra ella y la
derribó sobre sus pies: Un momento, estaba erguida y girando;
lo siguiente, ella estaba sobre su culo.

Después de lo cual hubo una estampida de botas y


tacones de aguja a pocos centímetros de su cara, sus manos,
sus órganos internos.

Era increíble lo rápido que podías moverte cuando no


querías salir herido.

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Mientras la multitud surgía y se retiraba como un banco
de peces, todos esos humanos arremolinándose juntos como si
fueran coreografiados, ella saltó...

Sólo para ser golpeada de nuevo, esta vez por un hombre


humano que no sólo la puso de vuelta en la pista de baile, si
no que la usó también como una almohadilla, su gran peso
aterrizando encima de ella. Cuando la respiración se le
escapaba de los pulmones, se hartó. Plantando sus palmas en
los omóplatos de él, lo empujó fuera de ella, enviándolo volando
entre la multitud, una tostada fuera de la tostadora.

Therese no perdió el tiempo con el intento vertical


número dos. Ella se estiró y se quedó en cuclillas, brazos frente
a sí misma, ojos barriendo alrededor y buscando el próximo
balón a esquivar.

Fue entonces cuando vio el verdadero problema. Dos


hombres humanos estaban encerrados agarrando sus
gargantas y parecía que sus pandillas estaban involucradas…,
pero no para separarlos. Había peleas secundarias alrededor
del centro del conflicto, satélites del combate que agitaban aún
más a la multitud.

Mientras tanto, Emile no se veía por ninguna parte,


especialmente cuando otro de esos láseres púrpuras se le
clavaron a Therese justo en el ojo, el impacto como si le
hubieran pinchado Los Tres Chiflados11.

Maldiciendo, levantó la mano...

El disparo fue inconfundible, incluso con la música, un


alto y caliente ¡pop! que cortó a través de los bajos y los agudos.
Y luego hubo gritos, agudos y penetrantes.

A cámara lenta, Therese se volvió hacia el sonido y


levantó los brazos para protegerse ella misma. Aunque su ojo

11
The Three Sooges. Grupo de actores cómicos estadounidenses.

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derecho estaba inútilmente ciego, fue capaz de enfocar el que
le quedaba, y fue entonces cuando vio la boca del arma
apuntando en su dirección.

El verdadero objetivo era un hombre humano que había


tropezado en su camino, pero no era como si un pequeño matiz
como ese fuera a importarle a la bala.

Hubo un fogonazo en la punta del arma, y Therese saltó


a un lado... siendo un completo Superman en la arremetida,
brazos adelante, cuerpo recto en el aire, pies en punta. Incluso
giró la cabeza para rastrear esa boca del arma, sólo para
asegurarse de que estaba fuera de alcance.

Así que vio al hombre recibir un disparo.

El impacto le torció el torso a un lado, mientras el


proyectil de plomo entraba en la carne de su hombro, y ella le
gritaba que se agachara…, lo cual fue estúpido. El tirador se
estaba acercando a la víctima y estaba a punto de...

El equipo de salvación vino de la derecha, y quienquiera


que fuera sabía lo que ellos estaban haciendo. De alguna
manera, se las arreglaron para conseguir el control del arma y
derribar al tirador hacia el suelo al mismo tiempo. Era uno
entre un millón, a menos que, por supuesto, hubiesen sido
entrenados para hacerlo.

Therese golpeó el suelo con fuerza, sus dientes


aplaudiendo juntos, las palmas de sus manos derrapando
sobre la madera. Una de sus rodillas se abrió de golpe con
dolor, y también lo hizo su codo izquierdo, y estaba preocupada
de que le hubieran disparado.

Revolcándose, se enroscó en una pelota cuando los


pisoteados pies que había tratado de evitar en primer lugar
vinieron en lo que parecía ser un conjunto de miles, el tamaño
de la multitud aumentando geométricamente ahora que ella

101
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
estaba a merced de su pánico. Si se quedaba así, se iba a
lastimar seriamente, asumiendo que no lo estuviese ya, así que
se forzó a sí misma, poniéndose a cuatro patas y luchando tan
rápido como ella podía en lo que esperaba que fuera una línea
recta. Ella mantuvo su cabeza abajo para protegerla tanto
como fuera posible, y rezó para poder largarse al diablo de
allí...

Sin previo aviso, su cuerpo levitó.

Estaba en el suelo, remando con las manos y los pies


como si estuviera entre aguas turbulentas, y luego estaba en
el aire, nada bajo ella.

Su primer pensamiento fue que alguien la había usado


como un balón de fútbol y la había pateado. Pero no. Los
brazos estaban alrededor de su cintura... o un brazo estaba
alrededor de su cintura.

Mirando hacia adelante, vio al otro par empujado hacia


el frente, como uno de esos arietes de la policía con los que los
equipos SWAT derribaban las puertas, y santa mierda, estaba
funcionando, despejando el camino, sacándola a ella y a su
salvador fuera de la aglomeración. Decidida a no dejarse caer,
se agarró al torso de quien fuese que la estaba llevando,
envolviendo un apretado agarre alrededor de lo que resultó ser
un duro, duro cuerpo.

Después de unas pocas docenas de zancadas, estaban


fuera del caos y lejos del pánico, pero quienquiera que fuera
no se detuvo. Parecía que querían saltar dentro de la pared
negra…

Una puerta oculta se abrió antes de que se convirtieran


en personajes de dibujos animados atravesando la pared de
yeso, y entonces estaban en un pasillo bien iluminado.

La trampilla se cerró detrás de ellos.

102
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Girándose... alzó la vista hacia la severa cara de Trez
Latimer.

Trez respiraba con tanta dificultad, que su visión era un


tablero de ajedrez en él, aunque la óptica visual no fuese el
resultado del esfuerzo. Había estado jodidamente cagado de
miedo mientras trataba de poner a Therese a salvo.

Había estado arriba en su oficina, intentando no pensar


en ella, cuando vio estallar la pelea entre dos imbéciles que
competían por la atención de una mujer quien era una cosa
segura de cualquier manera. Los hombres habían empezado a
presionar y a empujar, y entonces, por supuesto, sus
compañeros se habían involucrado, la testosterona tomando el
control e intensificando todo. De una manera bastante
aburrida, había llamado a Xhex y su equipo, pero ella ya se
dirigía en esa dirección, alertada por el personal de la pista, y
estaba más que feliz de mantenerse al margen.

Excepto que entonces, desde su posición en lo alto,


había visto una cara familiar en la multitud, el destello de un
láser iluminando lo que sólo podría ser Therese.

Sin perder un segundo, se había desmaterializado a


través del cristal, algún sexto sentido de la inminente fatalidad
llamándolo a una furiosa acción.

Y entonces había estallado el tiroteo.

—¿Estás herida?, preguntó mientras la tumbaba en el


frío suelo de hormigón del pasillo utilizado para llevar licor al
bar durante las horas de trabajo.

—Eres tú... —dijo ella con asombro—. ¿Qué estás


haciendo aquí?

103
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Fuera, en el club propiamente dicho, la música fue
cortada abruptamente, las voces y los gritos de la multitud
tomando el lugar de los golpes.

—Soy el dueño de este lugar. —La miró fijamente—.


¿Estás herida?

—No lo sé. —Ella empujó la parte superior de su cuerpo


hacia arriba y se miró a sí misma—. No lo creo. No puedo oler
la sangre.

—Yo tampoco puedo.

Therese flexionó los brazos. Flexionó las piernas. Giró


sus manos, evaluó sus codos.

—Estoy bien.

Yyyyyyyyy fue entonces cuando un caso de atontamiento


tomó el timón de Trez, su cuerpo moviéndose a pesar de que
estaba arrodillado. Para no desmayarse sobre la hembra…
porque, uno, no quería aplastarla justo después de haber
intentado salvarla de ser aplastada, y dos, ya había hecho la
rutina de los desmayos con ella una vez, así que, en realidad,
prefería mantener las cosas frescas e interesantes
manteniéndose jodidamente consciente… se hizo a un lado y
se sentó sobre su culo. Mientras ambos no se movían y
jadeaban, escuchó los sonidos de las sirenas y el arrastrar de
pies.

—¿Necesitas salir? —le preguntó ella mientras se


concentraba en la pared del corredor.

Él se distrajo momentáneamente al mirarla por encima


de sí mismo. Su pelo, anteriormente tan ordenado en ese
moño, tenía un halo de rizos escapándose, y había un fuerte
rubor en sus mejillas, uno que la hacía especialmente bella, a
pesar de todo el drama. También parecía no sangrar en
absoluto.

104
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
#bono

Joder. Su ritmo cardíaco nunca iba a disminuir.

¿Qué había dicho ella? Ah, claro.

—Xhex está en ello. —Lo cual era algo bueno ya que no


estaba seguro de si podía levantarse para salir ahí fuera de
todos modos—. Lo hiciste muy bien… quitándote del camino,
quiero decir.

—Estuve bien hasta que no pude ponerme de pie —Se


frotó los ojos—. Casi me dispara.

—Lo sé.

Mientras se quedaban en silencio, él era muy consciente


de que ella estaba reviviendo el percance como lo hizo él. La
idea de que algo así pudiese suceder tan rápido...

—Sucedió tan rápido —dijo ella

—Estaba pensando exactamente lo mismo.

Hubo otro intervalo de silencio, y luego se miraron el uno


al otro.

Más tarde, cuando él repitió la siguiente conmoción de


la noche, intentaría recordar quién llegó a quién primero.
¿Ella? ¿É? No lo recordó. No pudo recordarlo.

¿Como si importara?

Todo lo que sabía con seguridad era que estaban


sentados uno al lado del otro... y después no lo estaban.
Estaban en los brazos del otro, y sus bocas estaban
fusionadas, una pasión desesperada liberándose, la
adrenalina en sus torrentes sanguíneos alimentando una
expresión física del pánico y el alivio inesperado que ambos
sintieron.

105
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Los labios de Therese se movieron contra los suyos, y su
lengua se encontró con la de él con el mismo tipo de calor que
él sentía en sus venas. Mientras sus manos se unían alrededor
de la parte posterior de su cuello, ella se arqueó hacia él, sus
pechos presionando su pecho, el peso de su cuerpo ahora en
su regazo. El beso fue duro, y se dijo a sí mismo que necesitaba
ir más despacio, pero esa advertencia no significó nada para
él. Él no sabía nada más que el sabor de ella, el tacto de ella,
la sensación de que lo que su cerebro le dijo que estaba mal
era en realidad la cosa más correcta que había tenido desde la
muerte de Selena.

Porque era Selena.

Los besos, los toques, la pasión que engrosó su sangre y


su polla... era su compañera. Había estado aquí antes, había
hecho esto antes...

Él había lamentado la pérdida de esta misma conexión.


Y su regreso fue una bendición que lo aniquiló.

Bueno, no completamente. Retuvo la suficiente


presencia de ánimo para bloquear la puerta por la que podrían
entrar. La última cosa que necesitaba era que uno de los suyos
usara el pasadizo oculto como un escape de la CPD, que sin
duda alguna estarían llegando al club en este momento.

Espoleado por el deseo, Trez descendió la palma de su


mano hasta la cadera de ella. Luego él la llevó hacia arriba,
bajo los brazos levantados de ella, sobre su parka. Tuvo alguna
percepción de las curvas a través del acolchado de debajo, pero
no era suficiente. Ni de cerca suficiente. Encontrando la
abertura entre las mitades, arrastró su codiciosa mano debajo
y...

Mientras él ahuecaba su pecho a través de la delgada


blusa de su uniforme de camarera, ella gritó en su boca, su

106
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
cuerpo rodando contra su torso, sus piernas agitándose en el
hormigón.

La necesitaba desnuda. Ahora.

Necesitaba su propio cuerpo desnudo. Ahora...

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Los dos se separaron bruscamente y él miró hacia la


trampilla.

Al menos no fueron disparos. Y qué nivel era ese.

También sabía quién era. No abras.

La voz de Xhex era irónica. —Sólo me aseguro de que


estás vivo.

—Afirmativo —Trez sabía cuál sería la siguiente


pregunta—. No necesito ayuda. Estamos... estoy bien.

—Bien. —Mientras Xhex hablaba, podía imaginarse a su


jefa de seguridad sacudiendo la cabeza—. Estoy manejando las
cosas aquí. La policía ha llegado.

—Gracias.

Trez cerró los ojos y maldijo. Luego se concentró en


Therese…

Ella lo miraba con ojos amplios y confusos, la punta de


sus dedos descansando ligeramente sobre su boca.

—¿Estás bien? —preguntó él—. ¿Estás herida?

107
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Nueve

Therese no podía concentrarse en lo que Trez le decía.

Volvía a cuando se habían besado, sus manos sobre el


cuerpo de ella, su boca sobre la de ella, su lengua penetrando
en ella. No había sido como el beso rápido que habían
compartido antes. Ese había sido una sorpresa. Un impulso.
Algo de lo que se alejaron rápidamente en ambas partes.

Pero, ¿qué acababa de suceder? Para empezar, si no los


hubieran interrumpido, no habría parado hasta que hubiera
terminado. Por otro... no fue la primera vez que ella lo había
sentido contra ella. Reconoció sus labios, sus manos, su olor.

Porque él había llegado a ella en sus sueños.

Esta Sombra era de alguna manera... su amante en la


sombra. Excepto que, ¿cómo era posible?

—¿Estás segura de que estás bien? —Los ojos de Trez


estaban preocupados, y él rozó una hebra de su pelo fuera de
su cara—. ¿Necesitamos conseguirte ayuda médica?

Levantando la mano, ella acarició su cara con asombro.


Aunque, tal vez sestaba equivocada. Tal vez...

—Bésame otra vez, respiró ella.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras él vacilaba, ella era vagamente consciente de
que apenas estaban en un lugar privado.

Y no era un buen momento, especialmente cuando voces


urgentes luchaban fuera en el club propiamente dicho. Y
además, ella no estaba segura de dónde había ido su cabeza
después de todo ese drama con el arma.

Excepto que a ella no le importaba nada de eso.

Tenía hambre de reconectarse con su boca, su cuerpo,


su... alma. Un hambre que estaba tan dentro de ella, que no
podía entenderlo o determinar su origen.

Sí, era un macho impresionante. Y había atracción en


ambos lados. Y lo que sea, lo que sea, lo que sea.

Pero este vínculo entre ellos era algo mucho más fuerte
que todo eso.

—Te necesito —dijo con una voz que nunca antes había
oído salir de sí misma.

Los ojos negros de Trez brillaron peridoto12, y no hizo


preguntas, no hizo ningún comentario. En vez de eso, bajó sus
labios sobre los de ella con una pasión punzante, el calor
reavivándose entre ellos, marcándola a ella, marcándolos a
ellos.

Gruñendo en su boca, ella rodó sobre el implacable suelo


de hormigón y lo puso encima de ella. Y para asegurarse de
que ella tenía muy claro sobre dónde lo quería, separó sus
piernas y él encajaba perfectamente entre ellas, su pesado peso
aplastándola en el suelo, no es que le importase la protesta de
su columna vertebral.

—No te detengas —suplicó— Más rápido. Te necesito...

12
Piedra precisa de un color verde intenso.

109
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sus manos fueron descuidadas cuando sacó la camisa
de seda de él de sus pantalones y le acarició subiendo su caja
torácica y luego por la parte baja de su espalda. Sin que ella
tuviese que preguntar, él comenzó a montarla a través de sus
ropas, su pelvis empujando, su descomunal erección
frotándola en un lugar que dolía por él.

Era como en sus sueños, los dos enganchados, sus


cuerpos tomando el control, sus mentes liberadas. En esta
tenue luz, en este lugar desconocido, la distinción entre lo que
era real y lo que le había llegado en su sueño era borrosa, hasta
que no estaba segura de sí estaba en el sueño o aquí en este
club. ¿En qué era clara como el cristal?

El macho con el que estaba haciendo el amor.

Oh, y el hecho de que no quería que esto se detuviera.


Nunca.

Rompiendo el beso, Trez se dio la vuelta y la llevó sobre


sus caderas. Luego la miró con asombro y maravilla…, y pura,
lujuria sin adulterar. Él respiraba con dificultad, y sus ojos,
mientras perforaban los de ella, estaban concentrados y
extrañamente agitados.

Él también lo sentía, pensó ella.

—Te conozco —susurró ella—. Y te he deseado durante


tanto tiempo.

Dios mío, ¿qué estaba diciendo...?

—Sí... —respiró él—. Sí.

Trez pareció hundirse en su propia piel, y ella podría


jurar que un brillo de lágrimas hizo que su mirada fuese
luminosa. Entonces su cuerpo empezó a temblar.

—Tengo que... —Se aclaró la garganta—. Tengo que...


estar en ti.

110
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Te necesito.

Inclinándose hacia él, ella apretó su boca contra la de él,


y luego estuvo en ello, cuando se levantaba de él y sus manos
se dirigieron a sus pantalones. Con igual prisa, ella se ocupó
de su lado de las cosas, abriendo su propia cinturilla,
rompiendo su propia cremallera. Desgarrando, tirando, era
como si alguna otra fuerza se hubiera apoderado de su cuerpo,
pero era una fuerza que venía de su interior.

No era nada extraño. Nada que la alarmara.

Una energía se movía a través de ella, conectándola con


él, amplificando su necesidad de él, y sólo de él.

Como si se hubieran separado y esta fuera una reunión


en vez de una primera vez.

Con impaciencia, se quitó una de sus botas y luego se


bajó los pantalones. Fue una maniobra incómoda, pero no le
importó. A él tampoco. Iban a una velocidad vertiginosa, su
sexo listo y abierto para él, su excitación dura y desesperada...

En el momento en que ella se liberó de sus limitaciones,


él se levantó y ella se sentó…

Ambos gritaron. Y entonces ella no recordó ningún


detalle, y absolutamente todo sobre el estiramiento, el llenado,
el sexo que rugía a la vida. Mientras ella le cabalgaba, estaba
completamente presente y fuera de su mente, su cuerpo
moviéndose por sí mismo, siguiendo un ritmo en el que
cayeron juntos.

—Oh, Dios —gimió él mientras intentaba recuperar la


boca de ella.

Era imposible. Más rápido, más rápido, ella subiendo y


bajando, él empujando hacia arriba, las liberaciones que

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
estaban encontrando eran las fuerzas imparables de la
naturaleza.

Cuando un rayo de orgasmo la atravesó, emanando de


su núcleo, Therese jadeó y luego gimió. Intentó seguir
adelante, pero parecía que no podía moverse bien. Aunque
estuva bien. Trez siguió bombeando.

Incluso cuando empezó a llenarla.

El ajuste fue el mismo.

Cuando Trez comenzó a tener un orgasmo y luego siguió


haciéndolo, su polla soltando chorros en el cuerpo de la
hembra que tenía encima, se sintió completamente abrumado
por el hecho de que no sólo Therese se parecía a su shellan,
sino que ella también se sentía igual. Su cuerpo era el mismo.
La forma en que sus sexos se cerraban y sostenían... era todo
lo mismo. Ella incluso sabía igual.

Era su reina.

Y ella también lo sabía. De alguna manera, ella también


había hecho la conexión.

Cerrando los ojos, absorbió las sensaciones, rellenando


sus espacios vacíos con ellas, su dolorosa soledad se borró, el
frío que había estado encerrado en la carne se alejó en el
torrente de calor. Con cada cresta de placer, y cada empujón,
se hizo completo... y cuando la desesperación finalmente
comenzó a disminuir, su primer pensamiento fue que sólo
quería seguir adelante. Quería que los dos estuvieran
completamente desnudos. Quería su piel en la suya. Quería
poner su boca sobre ella.

112
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Excepto que entonces se dio cuenta de dónde estaban.
Con los pantalones bajados. Todavía unidos.

Trez miró fijamente la cara que estaba encima de la


suya. Su hembra era casi demasiado hermosa para mirarla, su
pelo oscuro suelto y rizado, su atadura perdida, sus labios
rojos de sus besos, su cara colorada y encendida. Ella era la
cosa más resplandeciente que había visto nunca.

—Has vuelto —susurró él.

—No me he ido. —Ella se bajó y lo besó suavemente—.


Estoy aquí.

—Sí, lo estás. —Él tomó una de sus manos y la puso en


su corazón—. Tú has siempre ha estado aquí.

Therese pareció brevemente confundida, pero la


expresión no duró. —Debo estar loco. ¿Cómo puedo sentir
como si te conociera? Como si hubiéramos hecho esto antes...

—Porque lo hicimos.

—En mis sueños, ¿verdad? —Sonrió ella lentamente—.


En mis sueños.

—¿Voy a ti? —dijo él, su corazón empezando a latir—.


¿Me has visto cuando estabas durmiendo?

Mientras esperaba que ella respondiera, tuvo la


sensación de que estaba en el precipicio de una gran
revelación, algo que podría explicar todo…, la forma en que ella
miraba, la forma en que ella se sentía, el hecho de que él no
sintiera ninguna culpa por lo que acababan de hacer.

Porque no se sentía como si hubiera sido desleal en


absoluto.

Porque había sido su reina.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sus ojos buscaron en su cara. —Era absolutamente tú.
En mis sueños. Tú eres el único que ha venido a mí como una
sombra.

—Sí, era yo. Ese era yo —No sabía lo que estaba


diciendo, pero esto tenía sentido... incluso cuando no tenía
sentido—. Háblame del sueño.

—Siempre empieza igual. Estoy acostado en una cama


en una habitación en la que nunca he estado antes. No
reconozco nada a mi alrededor, y cada vez que tengo el sueño,
yo no recuerdo dónde estoy. Hay una sola vela en la mesita de
noche, y una suave y cálida brisa lo apaga. La puerta se abre,
y una figura está allí. Yo no tengo miedo, aunque, no obstante,
no pueda ver la cara. —Con las puntas de los dedos que
temblaban, ella trazó sus cejas, sus mejillas, su mandíbula—.
Sin embargo, eres tú. Tú vienes a mí... y hacemos el amor. Sólo
cuando estamos juntos la habitación se convierte en familiar.
Es rústico y antiguo, y estoy a salvo... contigo.

—Siempre estarás a salvo conmigo.

—Te creo...

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Trez torció la cabeza a un lado. —¡Xhex! Te dije...

—Oh, ¿eres tú, jefe?

Mierda. —Ey, Big Rob. —Él puso su dedo índice en sus


labios y dijo shhh—. ¿Qué es lo que pasa?

—Esta puerta no se abre.

No, mierda. —¿Qué necesitas?

Bla, bla, bla. Algo sobre cajas de licor.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Escucha, Big Rob, —dijo—, saldré en un minuto.
Estoy ayudando a alguien ¿La policía sigue ahí?

—Sip.

—Sólo pasa el rato con Alex, ¿vale? —Alex es el nombre


que Xhex usaba en el mundo humano.

—Bien, jefe.

Está bien. Está bien. Bien. Bien.

Mientras tanto, Therese lo desmontaba, su polla todavía


erguida golpeando su bajo vientre, el cambio de temperatura a
lo largo de su eje y en su cabeza un choque realmente
desagradable. Para empeorar las cosas, su hembra era
eficiente volviéndose a vestir, lo cual era bueno considerando
que alguien podría ser capaz de meterse en el otro lado, pero
también una decepción por lo obvio.

Aun así, no podían quedarse aquí para siempre,


¿verdad?

Claro que podían, una voz sugirió en su cabeza mientras


ella se ponía de pie y volvía a subir la cremallera de sus
pantalones. Podrían hacerlo absolutamente. Para siempre…

Therese miró a su alrededor. Y maldijo.

—Más tarde, Big Rob, —dijo mientras se ponía de pie y


se ponía los pantalones en su lugar. Volviéndose a Therese,
preguntó, —¿Qué pasa?

—Mi bolso —Se movió en un círculo, como si la cosa


estuviera en el suelo—. Creo que yo... síp, perdí mi bolso
cuando intentaba alejarme de la pelea.

—Lo encontraremos —Mientras ella miraba la puerta


por la que entraron, él agitó la cabeza—. No, vayamos por el
otro lado.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
No iba a salir de la parte de atrás hacia la multitud de
su personal de seguridad, la policía humana y los arrestados
que estaban esposados… con ella. Ella estaba brillando de la
manera en la que lo hace una hembra que acababa de ser
atendida adecuadamente por su macho, y no sólo era que él
no tenía ninguna prisa por compartir esa gloriosa vista con
nadie, sino que tampoco quería que la gente la juzgara.

Su reputación le precedía, especialmente con su


personal y las chicas trabajadoras.

Todos sabían cómo había sido, y nunca creerían que no


había reiniciado sus aventuras amorosas.

Trez tomó su mano. —Sígeme.

Cuando ella tiró de él, él se detuvo y la miró a la cara.

Su hembra sonrió de una manera tímida y secreta. —


Yo... ah...

Trez se encontró sonriéndole. Luego le dio un beso


rápido en esa boca. —Sí —susurró—. Yo siento lo mismo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Diez

Therese se quedó cerca de Trez mientras avanzaban


rápidamente por el pasillo. Una parte de ella estaba todavía
rememorando el sexo que habían tenido, reviviendo los
demasiado rápidos, pero suficientemente vívidos, como para
durar toda la vida, momentos que habían tenido. La otra parte
de ella estaba en pánico por su bolso.

Todo ese dinero de propinas. Mil dólares en efectivo.

¿Cuáles eran las posibilidades de que, incluso si


encontraban su bolso, algo de ese dinero no hubiera
desaparecido? Ninguna. Pero eso no era lo único que estaba
allí que odiaría perder.

Ella trato de recordar la secuencia de todos los eventos.


Llegó con Emile, cuando comenzó el pleito lo perdió entre la
multitud y luego…

—No puedo recordar por donde lo deje caer —Ella


sacudió su cabeza mientras se apresuraban—. Estoy tratando
de pensar…

De repente, Trez se detuvo frente a absolutamente nada,


excepto que un panel se deslizó hacia atrás. Cuando él dejó

117
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
caer su mano y se giró hacia un lado para pasar su gran cuerpo
a través de la relativamente estrecha salida, tuvo la sensación
de que no quería que vieran con ella. ¿Pero por qué motivo?

Excepto que tal vez ella solo estaba siendo paranoica,


¿no era eso comprensible? Casi había recibido un disparo,
había perdido su bolso y en ese pasillo, para cerrar con broche
de oro, ¿cómo si las cosas fueran a estar cerca de lo normal
esta noche? Había hecho el acto con un hombre que estaba
convencida de haber visto en sus sueños.

Un bar, pensó mientras salía al club propiamente dicho.


Estaban detrás del mostrador de un bar, junto a las botellas
de licor y los estantes llenos de vasos.

Las luces estaban encendidas en el enorme espacio del


almacén, y cuando sus ojos se ajustaron, recibió una imagen
clara de los médicos que trabajaban en un hombre que estaba
en el suelo, y no iba bien. El paciente estaba enojado o
físicamente combativo, apartando las manos con guantes de
nitrilo que intentaban diagnosticarlo y tratarlo.

Mientras tanto, en un rincón opuesto, la policía humana


tenía a alguien bajo custodia, y el tipo esposado también
discutía. Había otras dos personas que parecían estar heridas,
aunque no de manera crítica, y no había sábanas con
cadáveres debajo.

Cómo era eso posible, no tenía idea.

También había muchos hombres usando polos con la


leyenda de “STAFF13” Oh Dios mío. Pensó Therese. Ese era el
héroe que había derribado al tirador.

Con todo el caos, había asumido que la figura en


camiseta sin mangas era un hombre, pero no. La mujer tenía
pelo corto, un amplio conjunto de hombros y brazos bien

13
Personal.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
musculados, y una mirada aún más dura en su rostro, así que
la consideración de todos esos detalles la habían llevado a
cierta errónea conclusión.

—¿Cómo es tu bolso? Le preguntó Trez mientras abría la


puerta del mostrador.

Therese pasó por la puerta. —No es nada especial. Es


una imitación COACH14 con un broche. ¿Café? Y algunos
dibujos negros.

—Déjame preguntarle a Xhex. Si todavía está aquí, se ha


recogido. Cuando hay grandes peleas siempre se pierden
carteras, bolsos, relojes entre otras cosas, solo algunas legales.

—Por Dios. Entonces ¿esto pasa a menudo?

—No la parte del tiroteo. Levantó la mano cuando


comenzaron a caminar por el piso destrozado —¿Hey, Xhex?

La mujer los miro una y otra vez.

— De hecho, porque no te quedas aquí —murmuró Trez.

Antes de que Therese pudiera preguntarle por qué, la


hembra se dirigió hacia ellos, sus pesadas botas emitían un
fuerte sonido en la pista del club, como si hubiera un
escuadrón de hombres marchando. Cuando se detuvo, sus
ojos grises oscuro se clavaron en Therese con tanta franqueza,
que era como ser interrogada.

Therese miro a otro lado y dio un paso hacia atrás.

—¿Quién eres tú? —le preguntó la hembra.

O exigió. Depende de cómo lo tomes.

14
Empresa estadounidense especializada en accesorios de lujo, como bolsos.

119
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No importa —dijo Trez—. Nada de esto importa.
Estamos buscando su bolso. Es un…

El la miro buscando una descripción. Therese completó:


una imitación COACH con un broche ¿café con negro? Gusto
en conocerte. Soy Therese.

Extendió la mano y se encontró de frente con su mirada.


Indudablemente, las tensiones estaban por los cielos debido al
tiroteo y la hembra de alguna manera debía trabajar en el club.
Pero impresionante o no. Therese no iba a ser intimidada.

—Xhex. Gusto en conocerte.

Cuando la hembra aceptó la palma que le había ofrecido,


la sacudida fue cortante y muy fuerte. Y aun así sus ojos no se
movieron. Sin embargo, no había hostilidad, exactamente.
Tampoco posesividad sobre Trez. Al parecer.

—¿Hay algún problema? —dijo Therese—. Y no me


refiero a eso de una manera desagradable. Es solo que esto se
siente... —Hizo un gesto entre ellos—. Un poco intenso.

Me disculpo. Vamos a ver si podemos encontrar tu bolso.

En ese momento… absolutamente nada pasó. La


hembra se quedó ahí parada mirándola fijamente.

—Xhex, puedo hablar contigo un minute —dijo Trez con


firmeza—. En privado.

Él tomó el brazo de la hembra con fuerza, pero ella


sacudió la cabeza. —No necesitas decirme nada. Lo entiendo.

Cuando Therese frunció el ceño, la hembra ruda sonrió


un poco. —Síganme vamos al lugar donde colocamos todo lo
“Perdido y encontrado”.

Trez dijo algo en voz baja cuando todos comenzaron a


caminar, pero no había razón para involucrarse en lo que sea

120
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
que estuviera pasando entre los dos. ¿Quizás eran exes? O...
¿tal vez eran amantes?

Una lanza de dolor atravesó el pecho de Therese ante esa


idea, pero vamos. A pesar del hecho de que ella y Trez
acababan de tener relaciones sexuales, y estaba convencida de
que él era su amante de las sombras, su vida amorosa real, en-
persona y no-imaginaria no era asunto suyo. Y cuando una ola
de agotamiento la atravesó, decidió que solo necesitaba
recuperar su bolso e irse a casa. Había sido una noche muy,
muy larga.

No.

La negativa rotunda llegó tan fuerte y clara que fue como


recibir un golpe en el hombro, y Therese incluso miró hacia
atrás. Al principio, se preguntó por qué una parte dentro de
ella no estaba de acuerdo con el hecho de combinar las
preocupaciones por perder el único trabajo que tenía, obtener
y perder una propina de mil dólares, establecer límites con un
compañero de trabajo, meterse en medio de un tiroteo y tener
sexo con el increíble hermano de su jefe, fuera suficiente para
calificar como una larga noche.

Excepto que luego miró el perfil de Trez. Su expresión


tensa, sus cejas hacia abajo, sus labios delgados. Estaba
mirando la parte posterior de la cabeza casi afeitada de la otra
hembra, y Therese tuvo la sensación de que estaba teniendo
algún tipo de conversación con ella dentro de su propia mente.

Una llena de malas palabras.

No, repitió la voz.

La convicción fue tan sólida como incomprensible y,


posiblemente, irrelevante. El hecho de que Therese y él
acabaran de tener relaciones sexuales, compartiendo lo que

121
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
para ella era un acto íntimo que no tomaba a la ligera, no
cambiaba la realidad de que no eran más que conocidos. Claro,
sus cuerpos se habían fusionado por un corto e intenso
tiempo. Claro, estaba convencida por alguna loca razón de que
había soñado con él. Pero a la fría luz de... miró hacia el techo...
bueno, a la luz fría de estos dispositivos fluorescentes, ninguna
de esas cosas significaba que sus vidas estuvieran más cerca
de lo que habían estado al comienzo de la noche.

Con un movimiento rápido, la hembra, Xhex era su


nombre, si había entendido bien, miró por encima de su
hombro mientras cruzaba la pista de baile, alejándose de los
médicos, los policías y los grupos de humanos que daban
declaraciones.

—Las cosas que recuperamos están por aquí —


anunció—. En una de las salas de descanso. La policía quería
sellar todo. Tratar esto como una escena del crimen. Tomar
evidencia y fotos. Pero no vamos a permitir eso, por supuesto.

—Oh —dijo Therese. Porque sentía que debía decir algo,


y lo único que se le ocurría era: Mierda, ¿ustedes trabajan aquí
cada noche?

Trez sacudió la cabeza como si le hubiera leído la mente.


O tal vez su expresión no era tan compuesta como pensaba.

—Como dije —murmuró—. No sucede con tanta


frecuencia.

Una vez es suficiente para mí, pensó Therese. —Aquí —


dijo Xhex mientras abría una puerta.

Therese entró y se sorprendió al encontrarse en lo que


parecía una sala de interrogatorios: había una amplia mesa de
metal con cuatro sillas alrededor, y en las paredes nada más
que un relleno de cartón de huevos para aislar el ruido, espera,
¿esas sillas estaban atornilladas? Ella volvió a enfocarse. En la

122
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Te Encuentre
superficie de la mesa, había un montón de todo tipo de objetos
personales, ropa, gafas, joyas...

—Mi bolso —dijo mientras se inclinaba sobre las cosas.


Deteniéndose antes de tocar algo— ¿Está bien que lo tome?

Los ojos de la hembra estaban sobre ella otra vez,


incluso antes de que hiciera su pregunta. —Claro. Sírvete.

Therese tomo su bolso y abrió inmediatamente no había


nada adentro.

Therese agarró su bolso y lo abrió. No había nada


adentro.

Cerrando los ojos, maldijo. El dinero de las propinas. Su


teléfono móvil. Pero más que nada ... las llaves que había
tratado de encontrar al comienzo de la noche.

Las llaves de la casa de sus padres.

—¿No está tu billetera? —dijo Trez mientras miraba al


vacío en su interior—. Oh Mierda.

—No pasa nada. Las llaves eran lo único que realmente


importaba. Aunque en serio voy a extrañar ese dinero de la
propina —Ella lo miró—. En realidad, iba a ayudar a mudarme.

—¿Pensé que dijiste que no tenías el dinero?

—Bueno, ¿este miembro rubio de la especie que entró al


restaurante con su shellan? Comió como... quiero decir, casi
todo el menú, y después de que tu hemano le dijo que no
pagara nada, me dejó esa gran propina. Sin embargo, está
bien. Quiero decir... ¿qué puedo hacer?

Xhex asintió con la cabeza. —El dinero probablemente


haya desaparecido. Escucha, tengo que volver a borrar
recuerdos. Los veré a los dos más tarde.

123
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Asintiendo, la hembra se despidió cerrando la puerta de
detrás suyo. Dejándola con Trez y los objetos perdidos y
encontrados. Therese respiró ondo una y otra vez.

Por un breve momento, consideró preguntar si podía ir


y recorrer la pista de baile en caso de que pudiera localizar esas
llaves. Luego volvió a mirar la mesa. Había un par de llaveros
esparcidos entre la basura que se había perdido, pero ninguno
de ellos era suyo.

—Bueno —dijo. Y no pudo ir más allá—. Lo siento


mucho.

Era bastante complicado saber por qué se estaba


disculpando, ¿el sexo, a pesar de que había sido increíble? ¿La
extraña conexión, a pesar de que parecía tan real? El tiroteo,
a pesar de que no había resultado herida y no había sido culpa
suya, ella reconoció que su cabeza estaba completamente
enredada, y la única cura para ello era dormir.

Suponiendo que pudiera descansar, y no solo a causa de


sus ruidosos vecinos.

—Así que voy a regresar a casa ahora —Ella no podía


mirarlo a los ojos y tuvo que forzar una sonrisa—. Gracias por
todo.

—Me alegra que hayas venido a verme. Fue inesperado,


ojalá hubiera sabido que vendrías.

—Yo... ah... en realidad, no sabía que este era tu club.


Emile y yo vinimos aquí para calmar a su novia.

Las cejas de Trez se levantaron. —Emile. ¿Tiene novia?

124
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Bueno, no era una buena noticia, pensó Trez. Para ese
mesero. Porque ¿si el hijo de puta humano estaba tomado?
Iban a mejorar dramáticamente sus posibilidades de ver su
próximo cumpleaños.

—Sí, está saliendo con una mujer con la que trabajo —


Therese alisó el cabello que le caía sobre los hombros—. Parece
que también perdí mi broche —sacudió su cabeza—. De
cualquier manera, sí, él está con Liza “la terrible”, aunque para
ser justos, estoy seguro de que al menos su madre la ama.

—¿Te está dando problemas?

¿Es un problema que puedo resolver por ti ?, pensó para


sí mismo. —No, no es lo que piensas. Solo está celosa.

—¿Tiene razón para estarlo? —Quizás su optimismo


estaba fuera de lugar.

—No —Esos ojos, esos hermosos ojos pálidos de ella, se


levantaron y sostuvieron su mirada—. No hay razón para que
ella esté preocupada por mí. No de mi parte, en cualquier caso.
Y se lo he dejado claro a Emile.

Trez trató de mantener su sonrisa para sí mismo.


Fallando miserablemente. —Bien.

Cuando Therese se sonrojó, volvió a mirar los efectos


personales que habían sido arrojados sobre la mesa. —Bien,
entonces el plan era que él y yo fuéramos a hablar con ella.
Tranquilizarla. Estaba borracha y... lo que sea. No es mi
problema.

Estaba más que feliz de cambiar de tema. —¿Entonces


te ibas a mudar?

¿Gracias a esta propina?

125
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Y P.D., solo había un hombre rubio en el que Trez podía
pensar que comería tanto que se justificaría la propina de un
depósito de seguridad.

—Sí, iba a preguntarte sobre el alquiler.

—Todavía está disponible —se apresuró a señalar.

—Otra vez estoy en bancarrota — Therese respiró


derrotada, pero no se revolcó en ningún tipo de “pobre de
mí”.— Sin embargo, sucederá. Es solo un revés. Un retraso.

Puso su bolso sobre la mesa y metió la mano para abrir


un bolsillo. Sacó un teléfono celular que no estaba encendido
y sacudió la cabeza. —Al menos no se llevaron esto. Tal vez
porque está muerto. O simplemente no lo vieron.

¿Te has quedado sin batería? ¿Te gustaría cargarlo en


mi oficina?

— No, este es el viejo. No lo enciendo.

Cuando ella echó un vistazo a la puerta, él se sintió como


cuando habían estado hablando en el restaurante. Había algo
en su partida que siempre lo ponía nervioso, como si, tal vez,
nunca pudiera volver a verla.

Como si, tal vez, fuera a perderla permanentemente. De


nuevo.

Esta es mi reina, pensó para sí mismo. De vuelta a mí ...


por algún tipo de milagro.

—Me alegro de ser tu sueño—, dijo suavemente.

Los ojos de su mujer volvieron a los de él y ella abrió la


boca para decir algo.

Luego la cerró.

126
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras el silencio se extendía entre ellos, él supo lo que
ella quería. Y él quería dárselo. Por horas. Por noches y días
enteros.

Acercándose, él rodeó su espalda con el brazo y la atrajo


contra su duro músculo. Estaba erecto de nuevo. Desesperado
de nuevo. Pero no había posibilidad de hacer nada al respecto.
Estaba pasando demasiado al otro lado de la puerta, y luego
estaba Xhex y su mierda de soy una symphath no-me-pierdo-
nada.

Trez bajó la boca, pero se detuvo con solo media pulgada


entre ellos. —Quiero estar otra vez dentro de tí.

Su suspiro era tan encantador como ella. —¿Cuándo?

¡Ahora! ¡Maldita sea ahora! rugió su libido.


AHORAAHORAAHORA.

—Mañana al anochecer. Iré por ti a la casa de


huéspedes.

—Tengo que trabajar.

—Puedes llegar tarde.

Therese sacudió la cabeza. —No puedo.

—Después entonces. Vendré a buscarte cuando termine


tu turno.

—Está bien —Ella acercó sus manos a su nuca y sus


senos tocaron su pecho—. Es una cita.

—Y al fin tendremos algo de privacidad.

—No sé a dónde va esto —susurró.

—Si lo sabes. Y yo también.

127
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Hablaban rápidamente, sus oraciones chocaban entre
sí, como si a ella le preocupara que perdieran el futuro de la
misma manera que a él.

Trez selló su boca con un beso que lo llevó de regreso a


cuando se unieron en el piso del pasadizo oculto, tan rápido,
tan apresurado, tan crudo. Y lo siguiente que supo fue que la
puso en la esquina de la mesa, con la basura de otras personas
golpeando el piso mientras sus manos iban a lugares que los
llevarían rápidamente a una situación comprometedora.

Lugares como cremalleras.

Trez maldijo contra sus labios —Necesito parar antes de


que no pueda.

—Yo también. Es una locura.

Lograr que su cuerpo prestara atención a los comandos


no fue lo más fácil que había hecho, pero finalmente logró
despegarse. El reenganche que tuvo que tirar fue más como
poner un dos por cuatro en un saco de harina, y la forma en
que lo miró mientras se tocaba a sí mismo no lo ayudó a
enfriarse en lo más mínimo.

—Te veré mañana por la noche —dijo con voz gutural.

—Sí —Ella mantuvo sus ojos en su excitación—. Puedes


apostarlo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Once

Xhex estaba borrando los recuerdos de otro humano


cuando vio la puerta de la sala de interrogatorios abierta y Trez
y esa hembra salieron. No se necesitaba un sympath para
saber lo que tenían en mente. Por un lado, Trez tenía un poste
de tienda en la parte delantera de sus pantalones. Por otra
parte, esa hembra, Therese, lo miraba bajo las pestañas, como
si recordara algo que habían hecho las dos, y no como si
estuviera leyendo el periódico.

Se comportaban como Netflix y Relajación, sin Netflix o


el relax.

Sin embargo, era poco probable que algo así hubiera


sucedido en esa habitación en este momento. En primer lugar,
no habían estado solos mucho tiempo, y Xhex estaba dispuesta
a apostar que su jefe trabajaba rápido con las hembras, pero
no tan rápido.

Por otro lado, llevaban los olores del otro cuando ella se
había encontrado con ellos cuando salían del pasadizo
escondido.

Como que ya había sido un trato hecho.

Aunque eso ni siquiera era la parte interesante.

Con los ojos entrecerrados, Xhex se enfocó en la hembra,


y no solo porque era la viva imagen de Selena.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sip. No se había equivocado. Therese tenía una grilla
extremadamente inusual.

Como symphath, Xhex podía leer las emociones de otras


personas, percibiendo cambios en los sentimientos y
orientaciones internas a lo largo de un patrón de una grilla
tridimensional, los altibajos trazados a lo largo de los ejes.

Todos tenían tal superestructura. Doggen, vampiros


regulares, Sombras, incluso sympath, aunque la mayoría de
los de la raza de Xhex y Rehv podrían ocultar sus estructuras
de otras de la subespecie. Lo que era imposible, o debería
haber sido imposible, era que un individuo tuviera dos grillas.
De hecho, Xhex nunca había visto algo así...

Hasta que conoció a John Matthew, su hellren.

Tenía lo que era una grilla normal y corriente, como


todos los demás, pero había algo detrás, una superestructura
en la sombra. Era como una imagen especular de la grilla
primaria, y las emociones siempre estaban trazadas de la
misma manera, los dos trabajando no en concierto sino de
forma idéntica.

Hasta esta noche, Xhex no tenía idea de lo que


significaba. Al menos no con seguridad.

Sin embargo, tenía sus sospechas, que eran demasiado


privadas y personales para que ella las compartiera con nadie
excepto John, pero también otras que eran demasiado
estremecedoras para que ella las compartiera con él. La verdad
era que había empezado a preguntarse si John estaba más
conectado con su padre, Darius, que solo por ser padre / hijo.

Excepto que eso era imposible, ¿verdad? La


reencarnación no era posible.

De verdad. No lo era...

130
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sí, pero ¿cómo se podría concebir una copia idéntica de
la Shellan muerta de Trez?

¿Quién tenía una grilla como esa?

—No quiero escucharlo, ¿está bien?

Al oír la voz masculina, no se molestó en apartar la vista


de la hembra que salía del club.

—¿Dónde la conociste?

—No estoy hablando de ella.

—Se parece a Selena.

—De verdad —se quejó.

No me había dado cuenta. Y no soy...

—Creo que ella es Selena.

Cuando él se congeló dónde estaba parado, quería


abofetearse. El macho estaba roto por el dolor y, por lo tanto,
preparado para hacer cosas que no le convenían con una
hembra que se veía así. A pesar del problema de la grilla. O tal
vez por eso.
Xhex sacudió la cabeza.

—No quise decir eso…

—¿Qué ves? —preguntó. La tomó del brazo con fuerza.

Xhex, ¿qué sabes?

La sensación de que estaban siendo observados la hizo


mirar a su alrededor, y sí, ahí estaba. En la esquina más
alejada del club, una sombra densa que no podía explicarse
por ningún objeto que bloqueara la luz. Pero no era el Omega.
No era malvado. Ni siquiera era una sombra.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Era una ilusión óptica expuesta, por lo que no se veía a
nadie parado detrás de ella. Y tenía la sensación de quién era.
Y por qué estaba aquí.

Una abrupta sensación de paz la invadió.

—¿Qué ves? —Trez acercó su rostro al suyo.

—Dime.

La forma en que se quebró la voz del macho, la


desesperación en su rostro, el dolor de sus ojos, hicieron que
Xhex lo abrazara abruptamente. ¿Cómo podría no hacerlo? Su
sufrimiento había sido indescriptible, pero el final estaba a la
vista. Ella lo sabía sin lugar a duda.

Manteniéndolo cerca, Xhex dijo al oído: —Va a estar


bien.

—¿Qué es?

Mientras se alejaba de su viejo amigo, de su querido


amigo, se acercó a su cara.

—Todo es como debería ser.

—Qué significa eso.

Xhex miró al hombre. Poniendo su mano sobre su


corazón, se abrió para leer completamente su grilla. Era el tipo
de cosas que no había podido hacer antes, y no porque él la
dejara fuera. Ella lo amaba como a un hermano, y su pérdida
fue tan dolorosa que acercarse demasiado a sus emociones, en
la forma de su especie, era una agonía.

Como poner todo su cuerpo en una parrilla al rojo vivo.

Aspirando entre dientes, Xhex tembló. Su dolor fue un


maremoto que le picó la médula, y tuvo que prepararse para
absorber la magnitud de este. Pero ella se lo debía.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Antes de hablar, sus ojos saltaron a ese rincón del club,
a la sombra que estaba presente, pero técnicamente no podía
existir.

—¿Sabes lo que sientes aquí? —susurró mientras


frotaba su corazón.

—¿Qué?

—Aquí dentro —Ella presionó.

—Aquí en tu corazón.

Cuando él comenzó a sacudir la cabeza, habló sobre sus


preguntas, su desesperación.

—Escúchame. Puedes confiar en esto. ¿Entiendes lo que


digo? Puedes confiar en lo que hay aquí.

Trez tragó saliva. Cuando sus ojos se posaron en el


techo, ella sabía que él no estaba mirando nada. Estaba
tratando de evitar que las lágrimas cayeran, aquí en este lugar
público, con tantos humanos y figuras alrededor.

—¿Cómo sabes en qué puedo confiar? —preguntó sin


mirarla a los ojos.

—No tengo una buena respuesta para eso, y no porque


te esté ocultando nada. Solo sé... puedes tener fe en ti mismo.
Incluso si se siente... imposible.

Hubo un largo momento de quietud y silencio, incluso


cuando otros en el club se movían y hablaban e incluso
gritaban. Pero ella le dio todo el tiempo que necesitaba para
evaluar su aura y su expresión. Y ella supo el momento en que
él creyó en lo que estaba tratando de decirle sin decirle
realmente: los brazos de su viejo amigo la rodearon y la
apretaron con fuerza, la fuerza que él puso en el abrazo casi la
aplastó.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Gracias —dijo.

Los ojos de Xhex volvieron a ese rincón lejano, a esa


sombra inexplicable que fue creada por magia.

—No me lo agradezcas. No es cosa mía.

Con una rápida maldición, Trez dio un paso atrás y se


metió la camisa de seda. Como si estuviera tratando de
reprimir sus emociones.

—Yo, um... sí, bueno —dijo—. Si me disculpan, iré a mi


oficina donde no voy a perder la cabeza por nada del mundo.

—Buen plan —Xhex le sonrió.

—Yo me encargaré de todo aquí.

—Siempre lo haces.

Trez le apretó el hombro y luego cruzó la pista de baile


vacía, una figura alta con un cuerpo poderoso y una terrible
angustia que, inesperadamente, había sido relevada por un
milagro.
Sin previo aviso, la inquietud la recorrió y cruzó los brazos
sobre el pecho. ¿Había hecho lo correcto? ¿Había dicho lo
correcto?

Big Rob, su segundo al mando, se le acercó.

—Hey, ¿tienes un minuto? Ese policía quiere hablar


contigo.

— Un segundo. Mantenlo en su lugar.

Dando la espalda a su gorila, caminó hacia la sombra y


luego se giró para dar la espalda a la esquina, como si estuviera
haciendo algún tipo de medición de la pista de baile.
En voz baja, ella dijo:

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿Por qué no puedo decirle? No lo entiendo. Si le has
dado este regalo, ¿no debería saber que ella ha vuelto? —
Xhex esperó. Y justo antes de que ella estuviera a punto de
darse por vencida, una respuesta incorpórea entró
directamente en su cerebro, sin pasar por los canales
auditivos.

Está en medio de su destino ahora. No hay atajos, incluso


cuando hay regalos.

Se dio la vuelta y miró la densa oscuridad.

—¿Y qué hay de John? John es igual que ella, John es


...

Eso fue antes de mi tiempo. No tengo derecho a


reorganizar los arreglos de mi predecesor.

—¿Entonces es real?

La sombra desapareció, pero cuando se fue, sintió que


un calor la invadía.

Sacudiendo la cabeza, tuvo que sonreír.

Lassiter haciendo magia y tomando apuestas. Lo mejor


que pudo. Casi te hace olvidar su gusto por los programas de
televisión.

Trez no tuvo una crisis nerviosa, como se comprobó. En


cambio, se quedó despierto en su oficina hasta que todos,
incluida Xhex, se habían ido. Luego, cerca del amanecer, bajó
al club y se paró en el enorme espacio vacío. Lentamente, giró
en círculo, observando el bar, la cabina de sonido, las salas de
interrogatorios, los baños donde había sucedido el maldito
incidente, las escaleras a su área privada.

Había comprado el viejo almacén por una canción, había


arrancado los compartimentos interiores y pintado todos los
viejos cristales en los bloques de ventanas alrededor del

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
espacio del cuarto superior. También había construido su
oficina, así como el vestuario para las chicas que trabajaban,
y aquellos para una sola persona, pero nunca lo usaban de ese
modo, con los desagües en el medio del piso y las conexiones
de las mangueras detrás de los inodoros.

Nunca había pensado realmente en su negocio como


sucio. Solo había estado en esto por el dinero.

¿Pero la idea de que Selena estuviera aquí? ¿Y casi te


disparan?

Levantando su mano, la colocó sobre su corazón, justo


donde Xhex había puesto la suya. Puedes confiar en lo que hay
aquí.

Sí, pensó. SÍ.

Sus oraciones, sus desesperadas oraciones que habían


sido enviadas a un delgado éter porque no había creído en
nada espiritual, ni siquiera en las estrellas distantes, habían
sido respondidas. Xhex lo había demostrado esta noche.

Le había contado, esta noche, todo lo que él había


querido escuchar.

Con una nueva ola de gratitud y alivio, se imaginó a


Selena en su nueva encarnación. Recordaba que estaban
juntos.

Recordaba la sensación de su corazón, el sabor de sus


labios, incluso los sonidos que hacía.

Su shellan había vuelto a él.

Su alegría era tan grande que no podía contenerla mejor


de lo que había manejado su dolor, sus emociones se
desbordaron. Superando. Rebasando. Excepto que ahora no le
importaba.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sacó su teléfono y llamó al contacto de su hermano.
Necesitaba decirle a iAm, necesitaba decirle a los Hermanos,
necesitaba ...

Un destello en el suelo llamó su atención.

Al crecer, se acercó y se inclinó. El anillo de llaves no era


nada inusual, exactamente el tipo de cosa que se podía
encontrar cualquier noche de la semana después de que se
encendieran las luces. Sin embargo, había algo fuera de lo
normal. El anillo sin adornos contenía, además de una llave de
plata de poco valor, una de cobre.

El metal blando era viejo, carecía por completo del brillo


suave y dorado de cobre fresco.

Así que era de una casa de vampiros.

Llevándose la cosa a la nariz, respiró hondo y captó el


aroma familiar de su hembra. Estas eran de ella. Se habían
caído de su bolso cuando le quitaron el dinero.

Frotando el trozo de cobre entre el pulgar y el índice,


pensó en su Selena reencarnada. Del hecho de que ella no lo
reconoció en persona, aunque lo conocía de sus sueños, lo
conocía por la sensación de su cuerpo sobre el de ella, en el de
ella.
Esta llave, que se calentó al tocarla, no estaba en la puerta de
su departamento en esa jodidamente horrible casa de
huéspedes. Era otra casa, un hogar. De donde evidentemente
había venido.

Excepto ... ¿cómo había funcionado? ¿Cómo había


venido ella, como Elegida, de otro lugar que no fuera el
Santuario?
Por mucho que cantara su alma, y tan fervientemente como
quisiera proclamar al mundo que su reina había vuelto a él, su

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
lado lógico no podía cuadrar con el pasado que ella había
tenido sin él. Ella estaba en su transición. Bien a través de ella.

Entonces, ¿cómo había ocurrido eso? ¿Cómo es que su


Selena muerta tan recientemente, había sido devuelta a él en
el cuerpo de una mujer madura?

No había conciliación de las dos líneas de tiempo. No hay


forma de hacer que la ecuación sume, reste, multiplique o
divida. Y, sin embargo, Xhex no lo engañaría. De ninguna
manera. A pesar de que ella era un sympath, la historia había
demostrado que podía confiar en ella, y ella había confirmado
muy claramente lo que él había sabido todo el tiempo, lo que
lo había cautivado, y dado que lo que él sentía ahora era
infinitamente mejor que el sufrimiento. Lo tomaría y correría
con él. Después de todo, ¿no era eso de lo que se trataba la fe?
Creías lo que tu alma te decía incluso si la mente falible
luchaba con las implicaciones.

Paz. Todo lo que quería era paz. ¿Y si tuviera que dejar


de preguntar y solo creer para quedarse aquí con este alivio?
Entonces, estaba en ese tren, maldita sea.

Mirando el contacto de su hermano en la pantalla de su


teléfono celular, se sintió mal por no compartir esto con iAm.
El otro macho sufrió como él. Demonios, tal vez por eso el
pobre bastardo había dejado que la salsa se quemara en la
cocina esta noche. Estaba recién emparejado, con una hembra
que amaba con todo en él, pero tenía un caso perdido por un
pariente de sangre más cercano.

Lo último que iAm necesitaba era una llamada telefónica


de ese chiflado lleno de lágrimas de felicidad, proclamas de
reencarnación y sugerencias de que tenían una cita doble. Esto
era especialmente cierto dado que la política partidaria con su
nueva camarera era que la mujer no era en realidad Selena.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Para mí, ella era Therese. De Michigan. Viene a Caldwell
para comenzar una nueva vida independiente de cualquier
familia que haya dejado atrás.

Cualquier noticia de lo contrario no iba a estar bien.


Y iAm no era el único que no necesitaba una conversación
como esa. Trez no estaba interesado en que nadie lo
convenciera de esta felicidad. Tratando de demostrarle que
está equivocado. Intentando “razonar” con él.

Era probable que se volviera loco, y no de una manera


demente. De manera combativa. —Joder.

Mientras miraba su teléfono, encontró tanta ironía en el


hecho de que sus buenas noticias lo alienaron tanto como sus
malas noticias. Tenía un secreto que sabía que no podía
compartir, y eso lo hizo sentirse solo.

Tal vez cuando se trata del dueño de esta llave, pensó


para sí mismo.

Su hembra lo había visto en sus sueños ... pero de


nuevo, ella no lo reconoció en la vida real.

Antes de frustrarse con toda la situación, recordó


deliberadamente cómo se había sentido al estar parado frente
a la pira funeraria, esas llamas consumiendo los restos de su
reina. ¿Cuántas veces, durante la quema, y luego, después de
que todo fue ascuas y cenizas, demonios, incluso antes de eso,
cuando su hembra había estado al borde de la muerte,
demorándose, sufriendo ... cuántas veces había rogado por un
destino diferente?? Prometió todo tipo de cosas, tanto dentro
como fuera de su control, para que ella volviera, para que su
vida volviera a la normalidad, para que tuvieran años, décadas,
siglos por delante.

En lugar de lo que se les había otorgado. Lo cual había


sido demasiado corto y demasiado trágico.

139
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
¿Qué pasaría si este fuera el destino que había pedido
que se le entregara? ¿Qué pasaría si ... esta fuera la única
forma en que podría suceder, la única forma en que sus
oraciones podrían ser respondidas?

La reunión con su reina concedida. Pero solo él lo sabe.


—Lo tomaré —dijo en voz alta mientras hacía clic en su
teléfono—. Tomaré esta mierda cien veces durante la semana,
y mil veces todos los domingos.

140
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Doce

La noche siguiente, Trez casi saltó por la formal escalera


de la mansión de la Hermandad. Mientras bajaba los escalones
alfombrados de rojo, dignos de un zar, se alegró de que nadie
estuviera dando vueltas en el vestíbulo multicolor con
columnas de mármol: a pesar de que silbaba, casi saltaba, y
era capaz de chocar los cinco con cualquiera, no quería que
nadie lo pillara de buen humor.

De hecho, su cuerpo estaba lleno de vitalidad y


optimismo, una boya en mares suaves, y sus pies eran todos
Fred Astaire15, ligeros y ágiles. Por otra parte, el increíble peso
que había estado sentado en su caja torácica como un elefante
había desaparecido. En su ausencia, podía respirar por
primera vez desde la muerte de Selena, y bueno, otra ventaja,
su corazón ya no sangraba en su pecho.

Y era gracioso. A pesar de que había sido muy consciente


de lo mal que había estado… porque, hola, había tenido mucho
dolor… no tuvo más remedio que reconocer el equivalente de
su daño a un fallo orgánico importante. Sin embargo, tenía una
nueva perspectiva sobre sus estados mentales y emocionales.
Hasta la eliminación del dolor no había comprendido su
profundidad. Además, mira, en realidad estaba esperando
algo.

15
Famoso bailarín norteamericano.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Alguien.

¿Era esto de lo que Rehv había estado hablando cuando


el tipo vino y presionó con el tema de la droga? Porque ¿si una
persona pudiera obtener ésta erección tomando una píldora
cada veinticuatro horas? Wan16 firma su mierda. No creía que
fuera así de simple.

No, este optimismo, este regreso a la normalidad que


nunca había tenido realmente, era complicado y simple.
Pronto, iba a ver su shellan, en la forma en la que ella le había
sido devuelta. ¿Y sabes qué, resolvió tantos de sus problemas
y los que creó? Bueno, había pasado todo el día acostado en la
cama y pensándolo bien.

Sí, estaba más que cómodo manejándolos.

Cuando golpeó el piso de mosaico, se detuvo y miró


hacia los alegres sonidos que se derramaban por el arco del
comedor. Había risas y charlas, y el tintineo suave de la plata
esterlina sobre la porcelana, y el ocasional roce de las patas de
la silla cuando alguien se levantaba o se sentaba. Podía
imaginar a la gente allí. Ver sus caras, sus sonrisas, sus
cuerpos en esos asientos tallados a mano. Treinta de ellos,
incluidos los sirvientes.

Había estado evitando las comidas, no porque no le


gustara quién estaba en esa gran sala, sino porque amaba a la
gente de allí. Y era difícil, cuando estabas en un lugar oscuro,
estar cerca de aquellos que no lo estaban. No querías derribar
a nadie, pero tampoco podías fingir felicidad.

Con su cambio de humor, tuvo la tentación de ir al


comedor, abrazar a todos y luego plantarse en un lugar vacío.
Mientras recogía el rosbif que podía oler, se disculpaba por
haberles hecho pasar por todo lo que llevaba consigo, porque
sabía que los Hermanos y sus shellans, los otros luchadores,
16
Wack Ass Nigga: Tipo éstupido que fuma y dice idioteces.

142
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
incluso Fritz y su elenco, se habían preocupado por él. Y luego
se uniría a la conversación y la risa.

Excepto que... no. No podía hacer eso. Este resucitado


estado de ánimo que lucía —naturalmente—era como hacerse
una rinoplastia. Todos iban a darse cuenta, y no había
explicaciones, ni a la banda más cercana y querida.

Era mejor que hiciera un reingreso gradual.

Sí, así era como tenía que ser esto. Especialmente


cuando comenzára a traer a Selena en su nueva encarnación
alrededor de los Hermanos. Gracias a Dios, al menos Xhex
sabía lo que estaba haciendo y podía ayudar a preparar los
encuentros.

Respirando profundamente, se dirigió hacia la puerta del


vestíbulo y se recordó a sí mismo que saber la verdad era
suficiente. La realidad no se volvía más real solo porque atraía
a otros, no había ningún tipo de requisito de permanencia para
que esto sucediera. Además, ¿si alguien cuestionaba sus
buenas noticias? Era probable que se pusiera a la defensiva en
una forma de cuarenta milímetros ...

Trez estaba a punto de abrir la primera puerta del


vestíbulo cuando algo en la sala de billar le llamó la atención.
Detrás de la línea de mesas de billar, en el suelo, se
desplegaban un par de docenas de páginas en un abanico.
Tenía que haber al menos veinte, y estaban marcados con
salpicaduras de rojo brillante y verde. Respirando, olió a
pintura, pero no al tipo de aceite apestoso. Era dulce y ...

—¿Bitty? —dijo.

La pequeña joven, que estaba estirada sobre su


estómago y rodeada de botes abiertos de temperas, levantó la
vista y sonrió. —Hola, tío Trez.

143
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Caminando hacia la hija de Rhage y Mary, se puso de
pie.

—Guau. Esto es una especie de trabajo.

—Estoy haciendo tarjetas de Navidad para todos.

Enjuagó su pincel en un vaso lleno de agua turbia.

—Es una tradición humana.

—Eso he oído.

Mientras inspeccionaba su trabajo, pensó en su difícil


comienzo en la vida. Había perdido mucho, había sido muy
lastimada. Pero ahora estaba en el lado opuesto de eso,
habiendo sido adoptada por un padre y un mahmen que la
amaban más que nada. Tuvo un buen final, y era agradable
sentir que él estaba con ella en eso.

Su adorable y suave rostro se puso muy serio.

—Mi mamá y tía Beth me contaron todo sobre cómo lo


hacen los humanos. En esta época del año obtienes tarjetas de
las personas que amas y luego todo el mundo las pone en la
repisa de la chimenea para que puedan mirarlas todas las
noches. Ahorré el dinero de mi trabajo de niñera y fui a
Hannaford con mi papá, pero ninguna de las tarjetas en venta
realmente nos quedaba a ninguno de nosotros. —Trez sonrió.

—Bueno, vampiros y todo eso. Algunas cosas no es fácil


expresarlas. Pero sé que preferiría recibir una tarjeta hecha a
mano por ti que una comprada en la tienda.

Levantó la palma de la mano.

—No es que dé por sentado que estoy en tu lista.

—Pero lo estás, tío Trez. Por supuesto que sí.

Excepto que sus ojos se pusieron tristes.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Quiero decir, ustedes dos lo están.

—¿iAm?

Asintió Trez.

—Sabes, es más fácil darnos una para ambos.

—No. Él tiene una separada.

Ella dudó. Luego se sentó y se inclinó a través de sus


obras maestras. Levantando una, se lo ofreció.

—Aquí, esto es para ti. Lo siento si es ... no es buena —


Sin siquiera mirar la obra de arte, Trez frunció el ceño y puso
su mano sobre su pequeño hombro.

—Bitty. ¿Cómo no amar lo que me has hecho?

Ella solo le indicó la tarjeta, así que él se concentró en


ella.

Cuando fue a tomar lo que ella había hecho para él, su


mano comenzó a temblar muy ligeramente. La hoja de 8½17
por £ £ se dividió en dos, claramente con la intención de
doblarla por la mitad. Dándole la vuelta, parpadeó con fuerza.
Había un par de figuras representadas, y estaban tomados de
la mano, una estrella dorada encima de donde estaban unidos.
A la derecha, el más grande del par tenía piel oscura, cabello
súper corto, un suéter verde y pantalones rojos. A la izquierda,
la más pequeña de la pareja llevaba una blusa roja y una falda
verde, y tenía el pelo largo y oscuro. Pero en lugar de ser de
color carne, los brazos, las piernas y la cara de la hembra eran
plateados.
—Quería que Selena estuviera en tu tarjeta.

Bitty buscó en su colección y pasó otra página.

17
Hojas de 8 ½ por 11 pulgadas, conocida como A4.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Entonces la hice como hice a mi mahmen. ¿Ves? Y mi
hermano menor. Todos son plateados porque no están aquí en
la tierra, pero todavía están con nosotros —Trez tomó la tarjeta
que había hecho para su mahmen. Había una figura como la
que representaba a Selena, de piel plateada con un vestido rojo
y verde, y en sus brazos, con una pequeña manta envuelta en
rojo y verde, había un joven de cara plateada. Junto a la pareja,
representada con piel de color carne, estaba la forma cómo se
veía Bitty a sí misma, delgada, con pantalones rojos y una
camisa verde. Bitty no estaba sonriendo, pero estaba
sosteniendo la mano de su mahmen.

—Sin embargo, tengo otra tarjeta.

Bitty trajo una tercera hoja.

—También tengo esta.

En la tercera, había tres figuras en primer plano, una


enorme de cabello rubio con ropa negra con una bufanda roja
y verde, una pequeña que tenía el cabello castaño corto y
pantalones verdes y una camisa roja, y luego la misma
representación de Bitty que estaba en la tarjeta de su mahmen.

En esta tarjeta, Bitty estaba sonriendo. Todos estaban


sonriendo.

Rhage estaba de pie con sus grandes brazos sobre los


hombros de Mary y Bitty, y las dos hembras estaban cogidas
de la mano sobre su torso. Sobre sus cabezas, había otra
estrella dorada, así como dos figuras plateadas con túnicas
blancas, sus brazos extendidos, sonrisas en sus rostros,
rastros de su vuelo hechos con destellos que caían como nieve
del cielo para formar la línea del suelo sobre donde la familia
estaba parada
—Ese es mi mahmen y mi hermano —señaló la niña.

—Por encima de...

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Mirando desde el Fade.

Miró a Bitty.

—Creo que todo esto es realmente hermoso.

Bitty tomó las dos cartas que había hecho para sí misma
y probó la pintura suavemente con la punta de su dedo.

—Está seca.

Dobló cuidadosamente el trozo de papel por el centro.

—Mira, así es como se supone que deben verse.

Repitió la rutina de doblar y aplanar con el otro, y luego


alineó a la pareja. Sentada sobre sus talones, frunció el ceño.

—No sé si debería haber hecho uno para Mahmen y


Charlie por separado.

Ella echó un vistazo.

—Iba tener un hermano, ya ves. Él vino a mí en un


sueño. Así que sé que habría sido un niño si hubiera vivido, y
no tenía nombre, así que le di Charlie. Al menos en mi propia
cabeza.

Bitty tocó ambas tarjetas, uniéndolas, así las figuras


estaban unidas por manos y brazos.

—Me sentí mal por no hacerles una tarjeta. Pero era una
tarjeta triste. Entonces...

—Señaló la otra.

—Luego hice esta, y me di cuenta de que podría


encajarnos a todos. Y esta es una tarjeta feliz, incluso si no
están con nosotros. Porque están con nosotros.

Se encontró con sus graves ojos de trece años de edad.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Cuando fui a hacer tu tarjeta, pensé que tal vez
pondría a Selena encima de ti, pero ... sentí que estaba en la
misma línea. A tu lado.

Se le puso la piel de gallina en la nuca.

—No tienes idea de cuánta razón tienes. ¿Cómo guardo


esto?

—Déjame doblarla para que esté bien.

—Por supuesto —murmuró mientras le devolvía su obra


de arte.

Bitty alineó las esquinas con precisión y luego, con


cuidado de rivalizar con la de un cirujano cerebral, bajó la
punta de los dedos hacia abajo, creando un pliegue perfecto.
Hizo como si fuera a dárselo, pero luego retiró la tarjeta.

—Se suponía que debía escribir algo en el interior. Pero


no tengo los bolígrafos que iba a usar. Están en mi cuarto. No
esperaba escribir todavía.

Trez miró la figura plateada y la imagen de sí mismo.

—Sabes, está hecho con amor y me encanta lo que has


pintado. Así que no estoy seguro de que necesite palabras.

—Está bien, puedes tenerlo como está.

Cuando aceptó el regalo, la niña lo abrazó y apretó. Con


un nudo en la garganta, Trez le devolvió el abrazo a la ligera.
Era una cosa tan pequeña, pero su corazón y espíritu eran
feroces.

Ella había demostrado más que eso.

—Gracias, Bitty. Siempre atesoraré esto.

—Te amo, tío Trez.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Bitty se echó hacia atrás.

—Y ya no quiero que estés triste.

—Estoy mejor ahora —susurró—. Honestamente.

El sonido de unas botas que se acercaban hizo que Trez


se diera vuelta. Rhage entraba a la sala de billar, con una pata
de pavo en una mano y un batido de chocolate a medio
terminar en la otra. El hermano sonrió.

—Hola, Trez, ¿qué estás haciendo?

Miró a Bitty.

—Y jovencita, es hora de cenar. Te di diez minutos extra,


pero eso se convirtió en veinte. Siempre puedes volver aquí tan
pronto como hayas terminado.

—Está bien, papá—, dijo mientras se levantaba.

—Wow, mira tus tarjetas —Hollywood murmuró


mientras sacaba su sorbete—. Que son hermosas.

—Ella hizo una para mí.

Trez extendió la suya mientras se ponía de pie.

—¿No es perfecta?

Una sombra de tristeza cruzó la mirada azul de


Bahamas de Rhage.

—Sí. Es...

—Es perfecta. Simplemente perfecta.

Rhage le sonrió a su hija.

—Buen trabajo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿Crees que George caminará sobre ellas? —preguntó
Bitty.

—No, él se queda con su amo. Y en cuanto a Boo, bueno,


ese gato hace lo suyo. Pero creo que estás en una zona libre de
patas aquí.

—No quiero que se pinten las patas y lo laman ¿Y si los


enferma?

—Eres una niña muy pensativa, Bits.

—Voy a ir a buscar a Mom —Saludó con la mano.

—Adiós, tío Trez. Me alegra que te haya gustado la


tarjeta.

—¡Me encanta! —gritó mientras ella saltaba por el piso


de mosaico, su largo cabello castaño ondeaba detrás de su
cuerpo.

—¡Gracias de nuevo!

Cuando estuvieron solos, Rhage se aclaró la garganta.

—Escucha, si eso es, ya sabes, demasiado difícil para


que puedas aferrarte, puedes tirarlo.

—No —Trez retrocedió.

—Me quedo con esto. Me encanta. Ella es una artista


talentosa, y esta es mi tarjeta favorita. Siempre.

Mientras Hollywood parecía dudoso e intentaba


esconderlo detrás de sacar un trozo de esa pierna de pavo, Trez
cambió de tema.

—Oye, ¿fuiste por casualidad de Sal anoche? —


preguntó.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Sí —Hollywood tomó un refresco en el batido,
golpeando su paja de nuevo. Después de tragar, sonrió.

—Tu hermano es un excelente cocinero, lo sabes. Y en


realidad...

Cuando el Hermano no terminó, Trez tuvo la sensación


de que el macho se había metido en su cabeza.

—Qué —Aunque lo sabía—. Puedes decírmelo. Está


bien.

A tiempo, pensó Therese mientras se formaba en las


sombras proyectadas en el rincón más alejado del restaurante.
Un aplauso por llegar a tiempo.

Saltando sobre un banco de nieve de bajo nivel, chocó


con una pala para nieve en la pasarela y se dirigió a la entrada
de las estrellas. Abriendo la puerta, ella...

Paró en seco.

La oficina de iAm estaba al final del pasillo poco


profundo de concreto, y ella no podía ver a través de la puerta
abierta a todas las personas que se apiñaban hombro con
hombro frente a ella. Todos estaban de espaldas, y sus voces
se superponían. Eran todos los que trabajaban en el
restaurante, desde los camareros y los cantineros, hasta el
chef y el gerente. ¿Qué diablos estaba pasando?

Caminando, tocó al pastelero en el hombro.

—¿Qué pasó?

—¡Estás viva! —gritó.

Lo siguiente que supo fue que le estaba dando un fuerte


abrazo que olía a azúcar derretida y fresas.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La hermosa chica giró y luego todos volvieron a hablar,
sus voces fuertes y chillonas, con sorpresa y alivio en sus
rostros mientras la miraban como si estuvieran buscando
fugas del tipo arterial.

Lo siguiente que supo fue que ellos la estaban llevando,


impulsada a la oficina de servicios de iAm. Los ojos enrojecidos
de Emile se abrieron de par en par de pie junto a su jefe. Se
veía horrible, como si no hubiera dormido en una semana.

—Estás viva —dijo.

Al igual que el pastelero.

El abrazo de Emile no olía a tarta con bayas mixtas.


Llevaba una colonia de algún tipo, pero no era algo que se
hubiera puesto fresco esa noche. Estaba en su ropa.

—Te he estado llamando todo el día —explicó.

—Algo sucedió en el club shAdoWs anoche y tuvimos que


irnos sin ti.

Haciendo una mueca, dejó de hablar y se llevó la mano


a la sien como si le doliera la cabeza repentinamente. Lo cual
era característico cuando un humano tenía sus recuerdos
despojados y reemplazados con alguna otra versión de los
eventos que no había sucedido realmente. En su mayor parte,
los parches se mantenían, pero cuando la persona trataba de
investigar más allá de la historia que sus mentes habían
recibido, generalmente sentían dolor en su materia gris.

—Liza y yo estábamos preocupados —murmuró.

—Y cuando no pude localizarte, entré en pánico.

Wow, entonces Trez y Xhex realmente se encargaron de


todo. Por otra parte, tampoco había visto nada en las noticias.

—Estoy bien. Pero gracias por preocuparte por mí.!

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
iAm, que estaba sentado detrás de su desordenado
escritorio, se aclaró la garganta.

—Está bien, muchachos. ¿Qué tal si todos menos


Therese vuelven a la sala?

—Me alegra que estés bien —dijo Emile.

—Gracias, y oye, escucha, perdí mi teléfono anoche. Por


eso no respondí cuando llamaste. No te estaba evitando ni
nada, y lo último que quiero es crear un problema.

—Mientras estés bien—. Él puso una mano sobre su


hombro.

—Eso es todo lo que me importa.

Después de que todos se fueron, Therese exhaló


frustrada y se volvió hacia su jefe.

—¿Estoy en problemas o algo así?

—No —negó con la cabeza— ¿Pero, qué pasó anoche?

Ella se encogió de hombros.

—Fue un tiroteo entre humanos. Nada que ver con


nosotros.

— ¿En el club de mi hermano?

—Sí. Emile y yo fuimos allí para... Ella se detuvo.

—Eso no es importante. De todos modos, deduzco que


todo fue... cuidado... del lado humano de las cosas. Tal como
dijeron que sería.

Ahora iAm frotaba su cabeza como si le doliera. Luego


murmuró algo por lo bajo y miró a través del escritorio. Cuando
no dijo nada, ella sintió como si estuviera tratando de hablar

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
con sus ojos. Sin embargo, no hubo oportunidad de hacer
preguntas. La puerta exterior se abrió detrás de Therese y...

Cuando una ráfaga de aire invernal ártico entró en el


pasillo, no pudo mantener la sonrisa en su rostro. Y olvídate
del rubor que recorrió su cuerpo.

Trez era más grande, mejor, más sexy, más inteligente,


más en forma, más guapo, cada vez se podía agregar a cada
adjetivo que alguna vez se había utilizado para describir a un
macho de valor. Aunque lo había visto hace apenas dieciocho
horas, la ausencia había ido más allá de hacer que su corazón
se volviera más cariñoso. Lo había convertido en una fantasía
viva y respirante.

¿Y de su lado? Él le devolvió la sonrisa. Y sonrió. Y


sonrió.
Bien, ella realmente necesitaba conseguir otro teléfono
desechable. Para que pudieran hablar entre ellos durante el
día. Se había preguntado si había tratado de llamarla, pero
luego recordó que había estado con ella cuando descubrió que
su celular había desaparecido.

—Permíteme interrumpir este momento —dijo iAm


bruscamente.

Ella y Trez llamaron la atención como si un sargento de


instrucción los hubiera amenazado con levantarlos por
insubordinación.

—¿Por qué no me dijiste lo que había pasado en el club?


—preguntó iAm. Excepto que luego levantó una mano.

—Espera, no respondas eso. Me alegra que esté bien.

—No estaba realmente en peligro —dijo Therese.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Demonios,
almenoshabíatrespiesentreelcañóndeesapistolaysu cara.
Quizás cuatro. No hubo problema.

iAm se sentó hacia adelante y sacó una carpeta sobre el


escritorio. Al abrirlo, su dedo recorrió el formulario que ella
había llenado la primera vez que fue contratada.

—Nunca nos diste tu información de contacto de


emergencia.

Se aprovechó de uno de los espacios en blanco que le


quedaban.

—Tengo que saber con quién ponerme en contacto si te


sucede algo aquí en el trabajo. Si te lesionas en un accidente.
Si no vienes en absoluto.

Therese abrió la boca. La cerró.

—Nosotros —Trez dijo—. Llámame.

Ella miró en su dirección. Su presencia la había


impresionado tanto que ni siquiera había notado lo que llevaba
puesto. Pero maldición ... el hombre convirtió una camisa de
seda blanca y un conjunto de finos pantalones negros en una
obra maestra. Sin embargo, ¿nunca usaba un abrigo?

Mientras le preocupaba que él contrajera un resfriado


que se convertiría en una neumonía que lo pondría en soporte
vital, Therese se apartó un poco de la espiral. Era imposible no
darse cuenta de lo lejos que había evolucionado en tan poco
tiempo.

Apenas veinticuatro horas antes, ella había estado en


todo-lo- que-ahora-no-es-un-buen-momento-para-una-
relación y hacer-cosas-por-mi-cuenta. ¿Ahora? Ella era
totalmente sobre este macho, esa rara conexión sexual que
compartían disparándola hacia adelante en una línea de

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
tiempo de intimidad tan rápido que probablemente debería
usar un collarín por el latigazo cervical.

Pero no podía discutir cómo se sentía. Tampoco quería.


Había estado desarraigada, y de repente ya no lo estaba. Y el
cambio se sentía demasiado bueno para discutirlo.

—Sí —murmuró mientras miraba al hermano de su jefe.

—Si pudieras ponerte en contacto con Trez, sería genial.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Trece

¿Quieres hablar de huevo frito enojado? Trez pensó.

Detrás de ese escritorio suyo, iAm estaba tan enojado


que podrías romper una yema en la frente y hacer revueltos
sin ningún problema.

Trez miró a Selena, no, se dijo, tenía que recordar


referirse a ella como Therese, al menos en público. —¿Nos
disculpa por un segundo?

—Sí, claro —dijo—. Por supuesto.

Claramente, ella había captado el ambiente. Por otra


parte, tenía que tener una definición completamente diferente
de a-okay, maravilloso para perderse lo que estaba haciendo
con iAm.

—Voy a preparar mis mesas —murmuró antes de pasar


a Trez.

—Iré a buscarte antes de ir a trabajar —dijo.

Mientras miraba por encima de su hombro, su sonrisa


era como la luz del sol, y dado el largo invierno en el que había
estado, y no estaba pensando en términos del calendario, se
empapó del calentamiento como si hubiera estado congelado
todo su cuerpo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Después de que ella desapareció a la vuelta de la
esquina, él cerró la puerta de la oficina de su hermano y se
recostó contra ella. —Entonces, cuál es el problema.

iAm cerró la carpeta sin agregar nada al formulario en el


que había pegado su dedo índice como si fuera. —Qué estás
haciendo. Seriamente.

—Bueno, por el momento, estoy sosteniendo esta


puerta. Hace un minuto estaba en mi auto. Y más tarde, estaré
en mi club. Él esbozó una media sonrisa. ¿Quieres que te
escriba esto? Dibujo un diagrama ...

—¿Qué estás haciendo con esa mujer? —Espeto iAm—.


Y déjate de juegos.

Trez cruzó los brazos sobre el pecho y le dijo a su


temperamento que tomara una carga tranquilizante. No había
razón para pelear. —Ah. Entonces necesitas una lección de
anatomía...

—¡Esto es jodidamente serio! —IAm golpeó el puño sobre


el escritorio, haciendo que una máquina sumadora saltara
como si la cosa se hubiera sobresaltado—. No estás en ninguna
condición para estar persiguiéndola…

—¿Disculpa? —Trez sintió un hormigueo en las puntas


de sus colmillos— ¿Ahora eres psiquiatra? ¡Ella no es Selena!
—Se puso de pie, con la chaqueta de su chef, que todavía tenía
que abrocharse se abriera—. Y sabes que ella no lo es, y solo
la estás usando…

Abandonando el acto alegre y alegre, Trez descubrió sus


colmillos. —No sabes lo que estoy haciendo con ella.

—Tú eres el que mencionó la anatomía. ¿O ahora vas a


tratar de convencerme de que solo estan cogidos de la mano?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez dio un paso adelante y plantó las palmas sobre la
superficie del escritorio. Inclinándose hacia adelante, miró
directamente a los ojos de su hermano. —No es asunto tuyo.

—Ella es mi empleada. Tu eres esencialmente un


propietario aquí. Es una violación de nuestros recursos
humanos...

Echó la cabeza hacia atrás y Trez se echó a reír. —


¿Vienes a esto desde un ángulo de recursos humanos? ¿De
Verdad?

—Bueno, he intentado con la más obvia, que no es tu


mujer muerta, y no he llegado a ninguna parte. Las leyes
humanas que protegen a los empleados de ser acosados
sexualmente por sus jefes son todo lo que me queda.

Mientras Trez inhalaba bruscamente, pensó que estaba


muy contento de que esta explosión no hubiera sucedido antes
de este mismo momento. ¿Sin todo lo que Xhex le había dicho?
¿Sin la esperanza y el optimismo que ahora tenía en su
corazón? Bien podría haber hecho algo de lo que realmente se
arrepintiera.

Como levantar este escritorio y tirarlo a su hermano.

—¿Solo quieres que sea infeliz? —dijo con brusquedad.

—¿Qué? —iAm sacudió la cabeza como si no hubiera


escuchado bien— ¿Me estás tomando el pelo?

—¿Quieres que sufra? —Trez se enderezó. ¿Prefieres eso


a que yo sea feliz? ¿Aliviado? ¿Viviendo de nuevo? ¿Te hace
sentir mejor con tu propia vida si la mía está en la mierda?

Los ojos de iAm se entrecerraron. —No puedo creer que


esa mierda salga de tu boca.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Bien, entonces, ¿cuál es la otra explicación de esta
mierda que estás hablando? Porque esa es la única conclusión
que tiene sentido para mí.

El dedo de iAm señaló a través del aire tenso, marcando


sílabas pronunciadas con ira. —Usaste y descartaste cientos y
cientos de mujeres y mujeres a lo largo de tu vida. Sé esto
porque he estado al margen. Al acecho. Las he visto enloquecer
después de ti, aparecer en nuestra puerta, entrar y salir de
nuestros clubes, buscándote, y eso es incluso después de que
borres sus recuerdos, si recuerdas hacerlo. Y lo que veo
ahora...

—Todo eso ha cambiado…

—... le estás haciendo lo mismo a una mujer que no tiene


a nadie cerca para apoyarla después de que sigas adelante.

—…Ahora que mi shellan ha vuelto.

iAm retrocedió. Luego bajó la cabeza con tristeza. —Así


que piensas eso.

—No, no lo hago —Trez quería golpear la pared mientras


luchaba por mantener su verdad dentro. Lo que quería gritar
con todas sus fuerzas era que sabía que su shellan había
vuelto.

Maldiciendo por lo bajo, murmuró: —Lo que sea. No


necesitamos hablar así.

—Realmente piensas que es ella.

Trez retrocedió y se apoyó contra la puerta nuevamente.


Cruzando los brazos, se encogió de hombros. —Oye, debes
estar aliviado de que no la estoy usando. Al menos puedes
tomar eso de tu lista de pecados.

iAm sacudió la cabeza. —Ella no es Selena.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Habla con Xhex. Trez pasó el pulgar por encima del
hombro. —Ve a hablar con mi jefe de seguridad. Ella sabe la
verdad. Ella me dijo la verdad. Ella es mi mejor amiga y nunca
me mentiría.

iAm cerró los ojos y se los frotó mientras volvía a


sentarse. Cuando volvió a hablar, su voz estaba exhausta. —
Ella es un symphath.

—No vayas allí —dijo Trez en un tono desagradable—.


No jodas con ella por lo que es. Y, además, ella solo ha estado
a mi lado. Ella solo ha sido buena conmigo. Ella no es malvada,
y lo sabes. Tú la conoces.

—Estoy de acuerdo —iAm levantó la vista—. Ella


siempre te ha respaldado. Entonces, ¿no te parece que ella te
dio la información que querías escuchar solo para hacerte
sentir mejor? No sé qué te dijo exactamente, pero sabe lo
desesperado que has estado. Qué tan cerca del borde. Qué
cerca de... ciertas cosas. ¿No crees que quizás ella te manipuló
por todas las razones correctas?

Trez se puso de pie o en la puerta y agarró el pomo. —


Me voy a ir. Antes de que esto se ponga aún más feo.

—El hecho de que una mentira se sienta bien no


significa que sea verdad, y solo porque Xhex tenga buenas
intenciones no significa que mentirte es lo correcto —Y te diré
esto ahora mismo: Therese es la que va a salir lastimada. ¿En
el momento en que te des cuenta de que en realidad no es
Selena? Vas a perder esa conexión con ella en un instante.
Estás enamorado de alguien que no está aquí, y automedicarte
esa horrible realidad con un sustituto sexual es inconcebible,
sin importar cuánto alivie tu dolor.

Y por eso necesitaba mantener en secreto la


reencarnación, pensó Trez.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No tienes ni puta idea de lo que estás hablando —abrió
la salida—. Hablo contigo más tarde.

Como... tal vez en una década.

O mil años, pensó mientras caminaba.

De vuelta en la estación de agua. Liza y Emile. Therese


consiguió un cántaro para llenar y poder salir a su primera
mesa de la noche. Y sabes qué, Liza estaba enojada, Em se
disculpó, y Therese estaba preocupada por obtener suficientes
propinas para salir de esa casa de huéspedes. Era tal como
había sido la noche anterior.

Sin embargo, todo era completamente diferente.

Desde que había estado con Trez en ese pasadizo oculto,


el mundo se había reorientado, todos los muebles metafóricos
se movían tres pulgadas en una dirección, dos pulgadas en
otra, y los nuevos espacios entre los sofás y las sillas requerían
una nueva evaluación de una habitación familiar.

Y qué sabes, a ella le gustó más el nuevo arreglo. ¡Qué


mejor!

Mientras Trez y su hermano no se metieran demasiado


en eso, pensó mientras se acercaba a cuatro mujeres
humanas. Él y su hermano habían estado realmente tensos
cuando ella salió de esa oficina. Esperemos que hayan
despejado el aire ... en lugar de volar la mitad trasera del
restaurante.

—Hola —dijo a las mujeres—. Mi nombre es Therese,


seré tu mesera. ¿Puedo empezar con una copa de vino o unos
cócteles?

Mientras vertía agua, conversaba con sus comensales y


tomaba pedidos de bebidas del cuarteto de viejas amigas de la
escuela secundaria, seguía mirando a la estación de agua, y no

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
porque tuviera curiosidad de si Liza y Emile habían elevado
sus discusiones y su relación a Un nivel superior. La espera la
estaba poniendo nerviosa, y pensó, en el fondo de su cabeza,
que estaba demasiado emocionada si no podía pasar cinco o
diez minutos sin ver a Trez.

Intenta discutir con los sentimientos, sin embargo.

Estaba de vuelta en la estación de agua, después de


haber entregado las bebidas y dado a las damas la oportunidad
de mirar el menú, cuando captó un aroma que recorrió todo su
cuerpo.

—Hey —le susurró Trez al oído— ¿Tienes un minuto?

Cuando se dio la vuelta y le sonrió, se dio cuenta de que


estaba preocupada de que se fuera sin decir adiós. O diciendo
cualquier cosa. Y de nuevo, eso fue un poco demasiado. Si ella
mantenía la desesperada actitud, era probable que lo alejara.

Nadie quería ser la adicción de otra persona.

—Absolutamente tengo tiempo —Especialmente porque


podía sentir la tensión debajo de su expresión sonriente—
¿Estás bien?

—Lo estoy ahora.

Hubo un momento de silencio, y ella supo que él la


estaba besando en su mente, y qué sabes, en la suya, ella le
estaba devolviendo el beso. Y aquí estaba la cosa. El hecho de
que él pareciera tan perdido con lo que estaba sucediendo
como ella la hacía sentir más segura en la loca atracción.

Sola en ella, estaba perdida. ¿Con él? Estaban en un


viaje embriagador. —Ven aquí por un segundo rápido —dijo.

Regresaron al pasillo que conducía a los baños de los


clientes, y él sacó algo de su bolsillo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿Estas son tus llaves? —preguntó.

Mientras él extendía su palma, ella no podía creerlo. —


¡Sí! Dios mío, ¿cómo los encontraste?

Tomando el anillo, ella seleccionó la llave de cobre de la


casa de sus padres. O más bien ella ... lo que sea que fueran
para la casa de ella.

—Los vi en el piso. Antes de que llegara mi servicio de


limpieza por la mañana.

Poniendo las llaves de su corazón, se dijo a sí misma que


no deberían importar. —Muchas gracias. No tienes idea de
cuánto significa esto para mí.

—Y tengo algo más —Tomó el bolsillo trasero de sus


pantalones y sacó un fajo—. Esto también te lo devuelvo.

Mientras jadeaba al ver billetes de cien dólares, se sintió


momentáneamente emocionada. Pero luego ella entrecerró los
ojos. —Trez. Creo que encontraste mis llaves en el suelo.
¿Esta? Ciertamente no lo hiciste.

Levantó su dedo índice. —Antes de que me digas que


golpee la arena, quiero que sepas que el tipo que comió aquí
anoche es un amigo mío. Cuando le conté lo que pasó con la
propina, él insistió en que te trajera esto. Y… —cuando ella fue
a interrumpir, él siguió hablando— …como no sabía cuánto te
dejó, puedes contar los billetes tú misma y saber que en
realidad son de él. Nunca me dijiste cuán grande era la
propina. Solo tú y él lo saben.

Poniendo las manos en las caderas, sacudió la cabeza.


—No puedo aceptar...

—Cuenta —la incitó con el efectivo—. Adelante. Verás


que...

164
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No —Alisando sus palmas sobre su cabello, la
ansiedad latente la hizo inquietarse. —Te creo que proviene del
hombre. Pero perder el dinero estaba en mí, no en él. No
necesita compensar el hecho de que lo perdí.

—Estabas en un tiroteo —respondió Trez—. Que no fue


tu culpa. Y no lo perdiste, el dinero fue robado.

—Entonces es mi mala suerte. No la suya. Ella extendió


la mano y cerró la mano de él. —Retira esto y dale las gracias.
Realmente aprecio la amabilidad. Pero seguiré trabajando
aquí, y tan pronto como pueda, solucionaré mi propio
problema con la situación de la vivienda.

—¿Cambia de opinión si te digo que el dinero no es un


problema para el tipo?

—No —Ella le sonrió—. Pero realmente aprecio que


intentes cuidarme. Y en serio, por favor, gracias por mí.

Trez murmuró algunas cosas por lo bajo. Pero sí guardó


el efectivo. Y, por un lado, probablemente estaba loca por
rechazar a los Benjamines. Si el hombre era tan rico como Trez
estaba sugiriendo, claramente no se los echaría de menos,
¿mientras que de su lado? Cambiaría las cosas
tremendamente. Sin embargo, no pudo hacerlo.

—Realmente estoy agradecida —dijo—. Y a ti también.

—¿Puedo verte al final de esta noche?

Ese rubor que había sentido cuando él había entrado por


la puerta trasera del restaurante regresó. —Sí.

Trez la miró por un largo rato. —Iré a recogerte después


de tu turno. Me relajaré afuera en mi auto hasta que salgas.

—No puedo esperar —susurró.

165
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras permanecían juntos en completa quietud, ella
sabía dónde estaba él en su mente. Ella también estaba allí.
Si, fue una locura. Sí, fue intenso. Sí, había comenzado con la
adrenalina anoche después del drama en el club. ¿Pero cuando
un deseo era tan fuerte?

Dejo de preguntar de dónde vino. Y se rindió. —Yo


tampoco puedo esperar —repitió antes de darse la vuelta.

Gracias a Dios esto no es unilateral, pensó Therese


mientras lo veía irse.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Catorce

Había todo tipo de razones para desear toda la noche,


pero para Trez, la principal finalmente era que ella terminara
su turno en el restaurante en cualquier momento. No es que
hubiera estado contando los minutos.

Bien vale. Los había estado contando desde que la dejó.

Y había llegado temprano. Dado que esta fue una noche


promedio, no festiva, sin tormenta de nieve, el servicio de cenas
en Sal tendió a detenerse alrededor de 00: 30 a más tardar.
Los camareros salían rápidamente a partir de entonces.
Entonces sí, había aparecido en 00:07 y estacionado en las
sombras, fuera del alcance de la cámara de seguridad junto a
la puerta trasera.

No estaba buscando una repetición con iAm. No Ambos


habían dicho su parte, y no había vuelta atrás de las líneas
que se habían dibujado. Y además, él estaba estrictamente en
el tren feliz ahora, y cualquiera que tuviera un problema con
eso, incluido su pariente de sangre, debería retroceder.

Mientras Trez esperaba, marcando a cada cliente que


salía bien alimentado y saciado en el frío, no pudo evitar
contrastar este refugio en el lugar con el de la tormenta de la
noche anterior, el que había apagado el motor y permaneció en
las temperaturas heladas, la nieve cubría su automóvil, lo
encerraba y lo mantenía cerrado y helado.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Todavía era invierno. Pero esta vez, mantuvo el motor
encendido, escuchó el calor en SiriusXW y pasó la mano
alrededor del volante estático, sensibilizando las yemas de los
dedos.

Porque los quería listos para tocar lugares blandos.


Lugares tiernos. Lugares húmedos

Al reacomodarse en su asiento, tuvo que desarmar a


Scotty su maldita erección. No podía saltarle en el momento en
que se subiera al auto, por el amor de Dios.

Tenían un viaje de diez minutos hasta su destino, al


menos.

Después de lo cual el salto podría comenzar, asumiendo


que ella lo deseara a él...

La puerta del personal se abrió de par en par y él se


adelantó, como si ya pudiera acercarse a ella. Excepto ... no
era ella. Era ese hombre humano, Emile, y con él una camarera
que hablaba una milla por minuto.

No parecían particularmente emocionados de estar


juntos, pero en lo que respecta a Trez, eran la pareja
malditamente perfecta. Estampa de Hallmark. La bella y la
bestia, Solo y Leia, Sheldon y Amy. Demonios, regresa con
Bogart y Bacall.

—Sigan adelante y cásense —murmuró al parabrisas


mientras se acercaban a un viejo Subaru—. Te deseo muchos
años de felicidad.

De repente, un instinto atrajo su atención de vuelta al


restaurante, y allí estaba su mujer, saliendo a la noche, con su
parka suelta, como si confiara en que tendría un auto cálido
esperándola, con el cabello en un lindo peinado, un destello de
lápiz labial en su boca.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella se había preparado para él, y él sonrió al pensarlo.
Porque era dulce y totalmente innecesario. La tomaría de
cualquier manera que ella viniera.

Demonios, especialmente si ella venía.

Al abrir su puerta, no notó el frío en lo más mínimo. —


Aquí.

Volvió la cabeza y, a la luz de las luces de seguridad, su


felicidad era tan evidente como el sol del mediodía.

—Hola —dijo mientras caminaba hacia su auto—. Cómo


estuvo tu noche.

Tenía la intención de darle la oportunidad de terminar


su oración. Sus brazos tenían una idea diferente. La acercó a
él y la besó profundamente. Y quien sabe, ella se inclinó sobre
su cuerpo y le devolvió el beso. Con un gemido, la echó hacia
atrás, sosteniendo su peso, acunándola, mientras perdía la
noción de todo: el clima invernal. La hora de la noche. El hecho
de que cualquiera que trabajara allí podría salir en cualquier
momento: los chefs, el barman, los otros servidores.

Trez se echó hacia atrás —Vayamos a un lugar más


privado.

—Sí —dijo.

Caminando hacia el lado del pasajero, abrió la puerta y


le dio el brazo. Cuando ella se acomodó en el asiento, él la
encerró y la rodeó alrededor del parachoques delantero. No
estaba avergonzado de ser visto con ella. En lo más mínimo.
Pero él estaba preocupado por las consecuencias de que ella
fuera atrapada con él. Él no quería ningún chismorreo en su
lugar de trabajo, y luego estaba la estúpida mierda de política
de recursos humanos de iAm.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
A medida que las cosas avanzaran entre ellos, él podría
tener que ayudarla a encontrar otro trabajo... algo que no solo
le pagara más, sino que usara algunos de sus talentos…
Cualesquiera que sean. Como Elegida, había sido secuestrada
toda su vida en el Santuario hasta que Phury liberó a la
sagrada clase de hembras de la Virgen Escriba. Sin duda
todavía estaba aprendiendo sobre sí misma y sobre lo que le
gustaba hacer y en lo que era buena.

¿Por qué le gustaría ir a la escuela?

Se deslizó detrás del volante y le sonrió. —¿Voy a


llevarnos a una pequeña excursión, si está bien?

—Estoy en el juego para cualquier cosa.

—No está lejos —Apretó el acelerador, los neumáticos


con tracción en las cuatro ruedas se agarraron y salieron
disparados por el estacionamiento—. Y es muy privado.

Cuanto más se alejaba de la puerta trasera del


restaurante, más relajado se volvía.

—Entonces, ¿cómo estuvo tu turno? —preguntó


mientras se detenía en la carretera principal—. Realmente
bueno. Obtuve más de doscientos en propinas.

—Bien —Esperó a que pasara un auto. Y luego vio a otro


acercarse—. Tantos humanos en el frío esta noche.

—Por cierto, gracias —dijo—. Por entender sobre tu


amigo y la propina.

—No quiero hacer algo que te haga sentir incómoda.

—Te lo agradezco.

Con la costa despejada, giró a la derecha y se dirigió por


el camino salado.

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Te Encuentre
—¿Entonces no iremos al club? —preguntó ella—. No es
que me importe. Es un... lugar intenso.

Trez se echó a reír. —Esa es una palabra para eso. Y sé


que no es tu ambiente.

—Lo siento.

—No lo es —extendió la mano y tomó su mano, dándole


un apretón—. Te gustan los espacios tranquilos.

—Bueno, lugares más tranquilos que un club, seguro —


dejó caer la cabeza sobre el resto y le sonrió—. Y…

—Y qué —Ella solo sacudió la cabeza. Entonces ella


levantó su mano y besó sus nudillos— ¿Y tú noche? ¿Cómo
van las cosas en tu trabajo?

—Nadie recibió un disparo, que yo sepa.

—¿Entonces no estabas en el club? —De repente, ella se


sentó y se giró hacia él—. No es que te esté vigilando. Solo para
dejarlo perfectamente claro...

—Puedes poner un chip de rastreo en mi cabeza si


quieres. No me molesta, pero no, solo tenía que arreglar
algunas cosas fuera de allí.

A medida que avanzaban, pasaron por los centros


comerciales de tiendas. Un parque de oficinas. Un
supermercado, una estación de servicio, una instalación de
DWV y un complejo de desarrolladores inmobiliarios. Después
de eso, la zonificación se volvió residencial, y los vecindarios
eran modestos pero ordenados, las casas se iluminaban
alegremente para la temporada con muchas cuerdas de luz en
los aleros, y explotaban Santas en patios y árboles de Navidad
en ventanales.

—Este es un auto hermoso —comentó.

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Te Encuentre
—Lo compré por capricho —frotó su pulgar en el interior
de su muñeca—. Tenía uno diferente que era mucho más
práctico. Pero realmente me gusta conducir, ¿sabes? Calma mi
mente Me doy cuenta de que podría desmaterializarme a los
lugares mucho más rápido, pero a veces es bueno tomar las
carreteras.

—No podría estar más de acuerdo. ¿Te importa si juego


con la radio?

—Sirvete a tu misma.

Mientras revisaba sus favoritos, sus cejas se abrieron


cuando ella siguió adelante, omitiendo las estaciones de R&B
y hip-hop que había guardado y entrando en los años 70 en el
7.

—¿Te gusta Led Zeppelin? —Le preguntó ella.

—¿Es ese quién es?

—“Diez años atrás”. Es uno de las mejores canciones —


aumentó el volumen—. Amo esta canción.

Las palabras rebotaron en el interior y, mientras las


escuchaba, algo onduló por el centro de su pecho. Mientras
tanto, ella cantaba, una letra que sabía de memoria, y su tono
era perfecto.

La sensación de estar estirado de manera incómoda lo


hizo retorcerse en su asiento, sus músculos se tensaron hasta
el punto en que tuvo que aflojar conscientemente las cosas o
no iba a poder conducir correctamente.

Tan pronto como terminó la canción, volvió a subir el


volumen. —No sabía que podías cantar —También pensó que
a ella le gustaba su tipo de música. Como cuando la había
llevado a Storytown— ¿Tomaste lecciones?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella río. —Oh, no tengo ese tipo de voz. Espera, como
lecciones de voz, ¿verdad?

—Sí. ¿Cuándo aprendiste a cantar?

—Creo que siempre he sabido cómo hacerlo. Es natural.


Pero soy un cantante de ducha, no cualquiera que pertenezca
al escenario. ¿Puedes imaginar?

Trez forzó una risa cuando se encontró discutiendo


internamente con sus declaraciones. Nunca había cantado, y
ciertamente no a Robert Plant, y por supuesto nunca había
tomado lecciones. Antes de que Phury se convirtiera en
Primale, no se le había permitido salir del Santuario, y
después, todos las Elegidas habían estado lo suficientemente
ocupadas acostumbrándose a la vida de este lado. Las
lecciones de voz eran una de muuuchas en esa lista de cosas
que hacer.

Aunque ella había tocado el piano, supuso.

Aun así, ¿en cuanto a saber todas las palabras de esa


canción? De hecho, ella la había escuchado recientemente. De
todos modos, ella fue muy rápida en aprender letras, en lugar
de haberla escuchado desde que se lanzó por primera vez. En
los setenta.

Trez se movió en su asiento, y esta vez, no fue por ningún


problema de excitación.

Mientras tanto, su mujer miró por las ventanas del auto.


—Sabes, nunca antes había visto esta parte de la ciudad—.

—Es realmente bueno. Muy seguro.

—Por otra parte, no he estado en la mayoría de los


lugares en Caldwell.

Sí, pensó mientras respiraba profundamente. Eso


concuerda con su pasado. ¿Ves?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
De repente, tenía una imagen de una cancha de tenis,
versiones de sí mismo en lados opuestos de la red, la bola
proverbial de las declaraciones que hizo sobre su pasado.

Guardando sus maldiciones para sí mismo, dio un giro.


Luego otro. Entonces uno más. A medida que se adentraban
en un vecindario, vio que no todas las casas estaban
terminadas para Navidad. Había exhibiciones de Hanukkah,
las menorah mostraban dos velas y también hogares que
mostraban símbolos de Kwanzaa en preparación para los
últimos siete días del año.

Al rastrear las diferentes expresiones de la temporada,


le hizo sentirse un poco mejor acerca de la raza humana, que
tantas tradiciones espirituales puedan existir juntas y
celebrarse de acuerdo con sus propias prácticas durante la
misma temporada. Por lo general, solo veía los aspectos
negativos del Homo sapiens, la intolerancia, la injusticia y la
brutalidad, que es lo que sucede cuando vives con un secreto
a la vista de todos ellos. Era bueno que los vampiros pudieran
confundirse fácilmente con sus gustos, pero nadie con un
conjunto de colmillos en la mandíbula superior nunca olvidaba
que, si los humanos descubrían la verdad, las cosas tenían
más probabilidades de ir mal que bien para la especie.

Así que sí, solía prestar atención a sus malas acciones,


como lo hacían muchos vampiros.

¿Pero pasando por estas casas? Podía verlos con otra


luz, y también lo hacía sentir mejor acerca de lo que había
hecho.

—Aquí estamos —dijo con una oleada de triunfo.

Therese se sentó hacia delante. La casa en la que Trez


estaba entrando era un Cape Cod gris y blanco, con persianas

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
negras brillantes, una puerta principal de color rojo brillante y
alegres ventanas abuhardilladas en la línea del techo que
parecían ojos amigables. Las linternas de los carritos de bronce
brillaban a ambos lados de la entrada, y había una luz en un
puesto a mitad de camino por una pasarela con pala. También
había un garaje adjunto, un camino de acceso de pila corta
que había sido arado y arbustos que habían sido colocados con
hileras de luces blancas, claramente para que la propiedad
encajara con el resto del vecindario.

—¿Es aquí donde vives? —preguntó ella.

—Suenas tan sorprendida —giró el auto—. No soy tan


malo, ¿verdad?

—Oh, Dios, no. Quiero decir... te imaginé viviendo en un


apartamento en un edificio alto céntrico.

Trez sonrió con lo que parecía una curiosa satisfacción.


—Eso es porque lo hice. Vamos, entremos.

Therese salió del auto y no pudo apartar la mirada de la


bella imagen de la dulce casa ubicada en su patio cubierto de
nieve, con las luces encendidas e incluso...

—¿Hay fuego encendido? —señaló a la chimenea de


ladrillo—. Hay humo.

—Puse uno para nosotros —tomó su mano y la condujo


por el camino—. Déjame mostrarte adentro.

Del bolsillo de afuera, sacó una llave de cobre y la metió


en la cerradura delantera.

Cuando él giró el cerrojo, ella frunció el ceño. —¿Alguna


vez usas un abrigo? —preguntó ella.

Se miró a sí mismo como si estuviera sorprendido de no


tener uno puesto. —Sabes... debería, no es cierto.

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Te Encuentre
—Está bien. Te ves guapo con o sin ropa de abrigo.

Al instante, se puso muy serio y se concentró en su boca.


—¿Qué tal sin nada?

—Aun mejor.

Ambos estaban sonriendo de nuevo cuando él abrió la


puerta, y cuando la dejó entrar primero, su único pensamiento
fue que tenían que terminar lo que ambos habían comenzado
en sus mentes hacía horas. Excepto cuando él prendía las
luces, ella jadeó.

El interior de la casa estaba hecho en un tono suave de


gris y blanco, con pisos de pino del color de la miel. Las
alfombras estaban esparcidas cuidadosamente entre muebles
acolchados y detalles cuidadosamente arreglados, y a través de
un arco, vio una cocina con electrodomésticos de acero
inoxidable y mostradores de granito gris.

Sus pies comenzaron a caminar antes de que ella fuera


consciente de querer explorar. Sin embargo, antes de darse
cuenta, estaba mirando a través de la cocina, bajando por un
pasillo para encontrar un estudio y un pequeño baño, y de pie
en la base de las escaleras y preguntándose qué había arriba.

—También hay dos dormitorios y una sala común bajo


tierra —dijo—. Puedes subir, si quieres.

Therese asintió y puso su mano sobre la barandilla


barnizada. No había crujidos bajo los pies mientras ascendía,
y cuando llegó a la cima, giró y supo dónde estaba el fuego.

La suite principal ocupaba todo el piso superior, y la


cama sola habría hecho que nunca quisiera irse. Tenía un
dosel de gasa blanca muy delgada que cubría la alfombra gris
pálido. El edredón encima del colchón era tan grande como
una nube y parecía dos veces más suave, y había tantas

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
almohadas que a la extensión del tamaño de una reina le
quedaba poco espacio.

—¿Qué piensas? —preguntó Trez detrás de ella.

Se concentró en el fuego que crepitaba silenciosamente.


—¿Es una alfombra de piel?

—Piel falsa, pero sí.

—¿Cuánto tiempo has estado aquí?

—No mucho.

Therese miró por encima del hombro. —¿Está bien que


baje mi bolso?

—Puedes hacer lo que quieras aquí —sonrió—. Piensa


en ello como si fuera tuyo el lugar.

Se inclinó hacia un lado y dejó su bolso en el suelo al


lado del estribo. Luego se miró los pies. —Oh, Dios, ¿lo
estropee? Tengo nieve y sal...

—A Fritz le encantan todas las oportunidades para


limpiar. Confía en mí.

—¿Fritz?

—Es el mayordomo de la Hermandad. Él cuida esta casa.

—¿Estás conectado con la Hermandad? —Ella trató de


mantener su expresión tan despreocupada como pudo. ¿Pero
la Hermandad? ¿La Hermandad de la Daga Negra?

¿Aunque vamos, como si hubiera otra?

Trez cruzó los brazos sobre su enorme pecho y apoyó el


hombro en la pared.

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Te Encuentre
Cruzando los tobillos, le dirigió una mirada remota. —Lo
siento —sonrió—. No pretendo entrometerme.

—Oh no. Está bien. Solo estoy... no estoy seguro de qué


decir.

—Bueno, la gente como yo no suele cruzarse con gente


como ellos —Therese indicó los cielos de arriba—. Y estoy muy
agradecida de que la Virgen Escriba los haya proporcionado a
la raza. Han salvado tantas vidas.

—Esto es muy cierto.

Therese se volvió hacia el fuego. —Eso es hermoso. Las


llamas, quiero decir. También son muy cálidos.

Se quitó la parka que le llegaba hasta los muslos, se


quitó el peso ligero del torso y la dejó caer sobre la alfombra.
Entonces ella pateó sus botas. Ella se sintió aliviada de no
encontrar marcas de rastros o manchas de sal en las huellas,
sin importar lo que dijera sobre algún mayordomo que cuidara
su casa.

Solo quiero asegurarme de no lastimar esta linda


alfombra—, murmuró.

Alejándose de él, se dirigió hacia la chimenea. Los


troncos ardían lentamente, y mientras pensaba en la
naturaleza del calor, alcanzó el moño que había rehecho en el
baño del restaurante antes de salir al auto de Trez. Los alfileres
salieron tan suavemente que era como si quisieran trabajar
con ella, y cuando sintió una liberación de tensión en las sienes
y en la nuca, suspiró. El peso de su cabello cayó, cayó, cayó
sobre sus hombros, llegando hasta justo por encima de su
cintura. Había estado pensando en cortarlo todo o ir con algo
fácil.

Ahora, se alegraba de haber resistido el impulso.

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Te Encuentre
Todavía de espaldas a él, sacó las colas de su camisa de
trabajo y comenzó a desabotonarlas de arriba hacia abajo.
Cuando soltó todos los cierres, separó las dos mitades y dejó
caer el algodón de su torso.

El jadeo de donde estaba parado Trez le dio la confianza


para seguir adelante. Sus pantalones eran fáciles de llevar, y
cuando los pateó a un lado, se preguntó qué tan lejos estaría
dispuesta a llegar. Por otra parte, ¿solo le queda la ropa
interior? No era que hubiera mucho más que eliminar.

¿Y dadas las especias oscuras que emanaban de detrás


de ella? Ella no apestaba exactamente al desnudar.

Su sujetador tenía un cierre en la espalda, así que apretó


las manos entre los omóplatos y lo desabrochó. Cuando se
soltó la atadura, sus senos se sintieron instantáneamente más
llenos y pesados de una manera sexual, sus pezones se
burlaron mientras se quitaba la ropa interior simple y útil.

Therese estaba a punto de darse la vuelta cuando bajó


la mirada a un zumbido y medio: estaba bastante desnuda ...
excepto por los calcetines negros que había comprado en
Target. Sí, porque nada decía sexy-sexy como una mujer en
bragas y tobillos.

Tenía que reírse mientras los tomaba con los dedos de


los pies, uno ... luego el otro. Después de lo cual, miró por
encima de su hombro desnudo y...

El cuerpo de Trez era todo menos relajado mientras se


apoyaba contra esa pared. Sus muslos se retorcían debajo de
la fina lana de sus pantalones, y sus pectorales estaban
temblando debajo de su botón de seda. Pero fue lo que estaba
haciendo detrás de suyo lo que realmente la impresionó:

Los golpes abajo en la puerta principal fueron fuertes,


haciendo eco en la escalera abierta.

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Te Encuentre
Con un chillido, ella coloco sus palmas sobre sus senos
a pesar de que no había posibilidad de que nadie la viera. —
Oh, Dios mío, dime que no tienes un compañero de cuarto.

Trez ya se había enderezado, y ella estaba un poco


alarmada cuando él sacó una pistola de algún lado. —Quédate
aquí. No importa lo que escuches, no bajes hasta que te atrape.

Ella abrió la boca para decirle que se relajara con la


actitud de He- man. Pero luego decidió que la situación
probablemente no requería que se agregara a la mezcla una
mujer sin entrenamiento, en su mayoría desnuda.

Pero bueno, al menos ya tenía un tiroteo en su haber.

Mientras se preguntaba exactamente en qué se habría


convertido su vida, Therese asintió. —Ten cuidado.

Trez no respondió a eso. Ya estaba doblando la esquina


y bajando las escaleras con esa pistola al frente y al centro ...
y una expresión como si estuviera acostumbrado a matar en
su rostro.

Cuando lo escuchó cerrar la puerta al pie de la escalera


y cerrarla con llave, se preguntó exactamente cómo estaba
conectado con la Hermandad. Tenía la sensación de que no se
trataba solo de amigos o amigos de copas.

No se había asustado en lo más mínimo.

Claramente, él estaba bien familiarizado con el conflicto


de la variedad mortal.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Quince

Trez se aseguró de que la puerta del piso de arriba


estuviera cerrada antes de moverse en busca del intruso. Él no
arriesgaría la vida de su hembra por nada, incluyéndolo.
Sacando su teléfono marcó el número de V.

Un ring. Dos ring…

Mientras esperaba una respuesta, hubo otra serie de


golpes, y se dio cuenta de que todo era culpa suya: su auto
estaba justo en el maldito camino de entrada. Quienquiera que
fuera, sabía que había alguien aquí, y si lo estaban buscando
a él… Si se trataba de un proxeneta descontento, un traficante
cabreado, un tipo con una conexión relacionada con algo que
había sucedido en el club o asociado con la mafia… Entonces
él era quién les había permitido dirigirse directamente a esta
puerta

Y aquello había sido un descuido.

Él ya no podría usar ese BMW nunca más si su hembra


estaba alrededor.

Mientras la llamada iba al correo de voz, alguien más


hizo sonar agudamente su otra línea. Quitándose el teléfono
de la oreja, frunció el ceño. Aceptó la llamada.

—¿Fritz? —dijo.

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Te Encuentre
La alegre voz del doggen se escuchó en dos lugares: en
su oído y al otro lado de la puerta.

—¡Saludos, sire! Por favor disculpe la interrupción,


estaba tratando de llegar a su arriendo 18 antes de su arribo.
Pero tuve que ir a dos lugares para obtener la carne adecuada.

Trez parpadeó. —¿Disculpa qué?

—Carne, señor —Hubo una pausa—. Perdóneme, pero


¿podría entrar en la propiedad con sus provisiones?

Sacudiéndose, Trez dio dos pasos hacia adelante y abrió


la puerta principal. Allí, al otro lado, estaba el antiguo
mayordomo sosteniendo por las asas cuatro bolsas de papel.
Su cara arrugada estaba radiante.

—¡Tiene buen aspecto, sire! Y yo no deberé de tardar


mucho.

Fritz pasó rozándolo y se dirigió a la cocina, sin


incomodarle en lo más mínimo el hecho de que Trez tenía una
pistola en la mano y había estado considerando la idea de
disparar a través de la puerta.

Sacudiendo la cabeza, Trez reflexionó que esa era una


de las ventajas de que el personal de los Hermanos hubiera
estado con ellos por un largo tiempo. A menos que una bomba
H estallara en la sala de estar, poco les molestaba.

Trez dubitativo cerró la puerta. —No tenías que hacer


esto.

Eso era lo más cercano a lo que realmente quería decir.

Lo cual era algo en la línea de ELLA ESTABA A PUNTO


DE DARSE LA VUELTA FRENTE AL FUEGO, FRITZ. DARSE

18
Propiedad que se renta o alquila.

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Te Encuentre
LA VUELTA. ¡FRENTE AL FUEGO! ¡¿¡¿¡¿CREES QUE ME
IMPORTA LA COMIDA AHORA MISMO?!?!?!

Infiernos, que conste, alguien podría venir y tomar al


menos una de sus piernas, tal vez las dos, y él no discutiría
con el ladrón de partes del cuerpo mientras consiguiera sacar
a la mierda de la casa a quien quiera que fuese. Luego hubiera
ido arriba e informado que todo estaba bien, porque no querría
que su hembra se sintiera en peligro.

—Escucha, Fritz —dijo mientras entraba a la cocina—.


No te preocupes. Yo puedo guardar todo eso.

Por supuesto, que eso sería después de que él volviera a


subir las escaleras y verificara el fuego, o más bien a la hembra
mayormente desnuda, de frente, junto a la dichosa
combustión.

—Pero la leche necesita ser refrigerada—. Fritz giró y


abrió la puerta de la G.E19. —Y la carne. Y el helado.

De acuerdo, por consiguiente, a Trez no le importaba si


la leche se cuajaba, si la carne se echaba a perder y si el helado
se caía como una baba fuera de su envase.

—Cómo iba diciendo —continuó Fritz alegremente—.


Tuve que ir a dos tiendas. Las grandes ofertas de carne de
Hannaford no eran de mi agrado. Llamé a mi carnicero.

Al menos el doggen estaba trabajando rápido, yendo y


viniendo de la nevera, a los armarios, con esas bolsas.

—Espera, es casi medianoche —dijo Trez— ¿Despertaste


al tipo? Estoy asumiendo que tu carnicero es humano.

—Oh, usted lo conoce. Vinnie Giuffrida también provee


al restaurante Sal’s.

19
G.E. siglas de General Electric, marca de heladeras.

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—Sí, a Vinnie definitivamente podrías despertarlo. iAm
siempre apuesta por él.

—Así es. Él se encargó de proveernos —Con triunfo, el


mayordomo sacó un paquete envuelto en papel y luego lo metió
en la nevera—. Y ahora yo he terminado aquí.

Excepto que Fritz había comenzado a doblar las bolsas


de papel. Como si fueran hojas de origami. Y él estuviera
tratando de recrear los Estados Unidos continentales con solo
una de ellas.

—Está bien, Fritz. Yo haré eso…

Trez cerró la boca cuando el mayordomo retrocedió como


si alguien hubiera maldecido delante de su grandmahmen.

—Lo siento —Trez puso sus palmas hacia adelante. —


Yo, ah, lo estás haciendo genial. Esto es genial. Todo esto es
increíblemente... genial.

Una vez más, al menos Fritz fue rápido, pero, aun así,
en el segundo en que la última bolsa fue doblada y aplanada,
Trez quiso sacar a la fuerza al mayordomo por la puerta de
entrada. Pero si sugerir que el doggen necesitaba ayuda era un
problema, tocar al macho, en realidad, iba a causar que todo
este movimiento de avance de espaldas hacia la puerta
principal se detuviera. Basado en sus antiguas tradiciones, el
tipo de gente como Fritz no podía manejar ningún tipo de
reconocimiento, elogio o contacto físico de sus maestros.

Era como tener alrededor una granada de mano con un


trapeador: muy útil, pero tenías que estar extremadamente
consciente de que el pasador que la accionaba estaba donde
debía de estar.

—Así que gracias, Fritz…

184
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Un sonido extraño, en parte golpe, en parte ruido sordo,
emanaba de detrás de la casa, llamando su atención hacia las
puertas corredizas de vidrio al otro lado de la mesa de la
cocina. A través del cristal, las luces de seguridad se
encendieron e iluminaron la cubierta trasera.

—Creo que es mejor que te vayas —dijo Trez en voz


baja—. En caso de que tenga que lidiar con algo.

Fritz se inclinó. —Si sire.

Y así como así el doggen se había ido. Lo cual,


nuevamente, eran buenas noticias cuando se trataba del
macho. Fritz estaba acostumbrado a los tipos de emergencias
que dejaban balas y cuchillos en las personas. Él podría jugar
con bolsas de papel, pero cuando la mierda golpeaba el
ventilador, sabía cuándo irse.

Cuando Trez volvió a sacar su arma, no se había dado


cuenta de haberla enfundado, apagó las luces exteriores con
su mente. Moviéndose a través de la oscura cocina, pegó su
espalda contra la pared junto a las puertas deslizantes y se
concentró en el patio trasero.

Congelándose en el lugar, hizo una doble observación.


—Pero que…

Con un movimiento en la manija deslizadora,


desbloqueó la cosa y la empujó hacia atrás sobre su riel. —
¿Estás bien?

Saltando a la nieve en el patio, guardó su arma y corrió


hacia su hembra, quien, por razones que no podía entender,
estaba acostada boca arriba en la nieve.

Riéndose.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez se arrojó a si mismo sobre sus rodillas y alzó la
vista. La ventana del baño de arriba estaba abierta de par en
par.

—¿Tú saltaste?, dijo. Lo cual era una pregunta ridícula.


¿Como si ella fuera a dejarse caer por un doble panel cerrado
de cristal de Pella? —Quiero decir, ¿por qué? Qué…

—Pensé que necesitabas ayuda—, dijo entre risas. —Lo


siento. Simplemente, no sé qué pensé que haría, pero como no
escuché nada parecido a golpes o choques, me preocupé de
que te hubieran herido.

Su hembra levantó la cabeza y señaló su cuerpo


completamente vestido. Fui al baño, me puse todo de nuevo.
Estaba tan nerviosa que no podía calmarme para
desmaterializarme. Tiré del marco de la ventana, salté y luego
en el aire entré en pánico porque la nieve no iba a ser un cojín
suficiente. Lo bueno es que me las arreglé para darme la vuelta
o habría aterrizado sobre mi cara...

Las luces se encendieron en el patio de al lado, y un


hombre con bóxers y una bata de franela abrió su propia
puerta deslizante y se metió en la nieve en su propio patio.

—¿Estás ustedes bien por ahí? —dijo.

Detrás de él, dentro de su cocina, un perro del tamaño


de un cojín estaba ladrando en una serie de alaridos altos en
alarma que hicieron que Trez se preguntara cuánto tiempo iba
a sobrevivir sin romperse esa puerta deslizante de cristal.

—Estamos bien —dijo la hembra de Trez con una


sonrisa—. Pero gracias por preguntar.

Mientras el humano miraba sospechosamente y abría la


boca, sin duda para preguntar si era necesario llamar al 911,
Trez perdió la paciencia con todo y con todos. Alcanzando la
mente del hombre, arrojó un parche en los recuerdos de

186
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
cualquier ruido extraño, relacionados con una extraña visión,
accionó un montón de interruptores que relegaban todo a un
mal entendido, y envió a Tony Soprano 20 a su casa de dos
plantas con su pequeño perro y cualquier esposa que estuviera
esperándolo arriba en su cama.

—Odio los suburbios —murmuró Trez cuando se levantó


y acercó su mano a su hembra—. Realmente los odio.

Ella aceptó su ayuda y sacudió la nieve del asiento de


sus pantalones. —Bueno, ¿tal vez podrías mudarte? Aunque
esta es una gran casa.

Con un gruñido, él examinó su movilidad. —¿Estás


segura de que estás bien? ¿Necesitamos un médico?

Agitando una mano, hizo a un lado su preocupación. —


Oh, Dios, estoy perfectamente bien. He estado saltando de las
ventanas a la nieve desde siempre.

—¿Lo has hecho?

—Antes de mi transición, con mi hermano, solía


escabullirme de la segunda planta de mi casa durante las
horas del día mientras nuestros padres… —Ella se detuvo.
Poniendo sus manos en sus caderas. Haciendo como si
estuviera mirando a su alrededor—. Bueno, de cualquier
modo. Ya he hecho esto antes.

Ella no quería que él viera su expresión. Al menos, no


cuando hablaba acerca de su familia.

—Vamos —dijo con cansancio—. Entremos a donde hace


calor.

Cuando volvieron a cruzar la cubierta, Trez no pudo


evitar la sensación de que se había roto el momento.

20
Personaje interpretado por James Gandolfini en la afamada serie llamada Los Soprano.

187
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Y él no sabía cómo recuperarlo.

Therese entró en la casa sintiéndose tonta y un poco


triste. Mientras sacudía las botas en el tapete, justo al borde
de la puerta deslizante, odiaba pensar en su hermano y en
todos los buenos momentos que habían pasado juntos, así que
para escapar de todo eso, rememoró su brillante plan de
escape en la ventana del baño del segundo piso... Y comenzó a
reír de nuevo. Agachando la cabeza e intentando contenerla,
caminó hacia adelante y se paró frente a cuatro bolsas de papel
Hannaford cuidadosamente dobladas…

—Espera —dijo— ¿Comestibles? ¿Por eso estaba alguien


en la puerta?

¿Había saltado por una entrega de comida? Había


bajado esas escaleras toda 007... ¿Por una entrega de comida?

—Seee —dijo Trez mientras cerraba el panel deslizante.

Poniéndose una mano sobre la boca, lo absurdo de todo


golpeó su campañilla con tanta fuerza que casi bufó. Y
mientras ella juró detenerse, porque claramente no estaba de
buen humor, realmente deseaba ser una buena reidora. Una
de esas hembras que lograban expresar “oh eso es gracioso” de
una manera melódica y bonita. Pero no. Ni siquiera se
acercaba. Ella era una gruñidora. Una bulliciosa. Un búfalo de
agua cruzado con un tanque del ejército disparando.

Reaaaaaaalmente una cosa encantadora.

Y dado que Trez no parecía divertido cuando cerró el


panel de la puerta deslizante y comprobó dos veces su
cerradura, ella estaba aún más decidida que de costumbre a
ponerse un alto. Pero maldición, desde la noche anterior,
sentía que su vida estaba en una licuadora, que todo estaba

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
volando demasiado rápido y fuera de control, dando vueltas,
zumbando, chisporroteando. ¿Y teniendo en cuenta que
acababa de desnudarse en un 95 por ciento frente a él, que él
había sacado una pistola y ella había acabado saltado de una
casa a un banco de nieve?

¿Y todo por alguien entregando víveres?

Apretando sus molares, se dijo a sí misma que


madurara…

El ruido que ascendió por su garganta no era nada que


ella pudiera contener, y Trez la miró bruscamente. Como si
estuviera preocupado de que estuviera teniendo una embolia
pulmonar.

—Lo siento mucho —murmuró—. Pero esto es


demasiado divertido.

—Sí, lo es —sonrió, perdió el alzamiento de sus labios


cuando se dio la vuelta—. Hey, ¿te gustaría comer algo?

Therese lo vio abrir el refrigerador y agacharse para


mirar dentro. Cuando él se quedó allí, ella sabía que él no
estaba revisando todas las cosas que había. Frente a sus ojos
no había más que un litro de leche descremada, un envase de
mantequilla sin sal y una envoltura del carnicero con algún
tipo de carne o ave de corral a la vista.

—Trez —dijo, poniéndose seria— ¿Qué está mal?

—Nada —Cerró la puerta y se acercó al armario—. Oh


mira. Raisin Bran21.

Therese se quitó la parka y se acercó a él. Poniendo su


mano sobre su brazo, esperó hasta que sus ojos finalmente
giraron en su dirección.

21
Cereal de la marca Kellogs de salvado con pasas.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Habla conmigo.

Él cerró la alacena y dio un paso atrás, fuera de su


alcance. Su expresión era tan intensa que estaba preocupada
de que él se fuera a ir o algo así, o que le dijera que se fuera. Y
efectivamente, él comenzó a caminar hacia atrás.

—Escucha —dijo ella—. Si quieres que te dé algo de


privacidad, solo dímelo. Pero si me quedo, vamos a hablar de
lo que sea esto. No voy a estar alrededor caminando en silencio
toda la noche.

Trez se detuvo y con bastante sorpresa, miró por encima.


Luego maldijo. —Lo siento. Creo que todo el drama me está
afectando, y eso no tiene nada que ver contigo. Y no, no quiero
que te vayas.

—Bueno, piénsalo de esta manera. Al menos durante los


últimos cinco minutos has mantenido tu arma guardada —
Cuando él se rió entre dientes un poco, ella lo tomó como una
buena señal y le sonrió—. Tengo hambre. ¿Qué hay de ti?

—Comí en el club cuando dos de mis porteros ordenaron


pizza. ¿Te apetece algo?

—Tomaré un poco de ese cereal, si no te importa.

—Déjame servirte.

Therese tuvo la sensación de que él necesitaba algo que


hacer, así que ella se sentó en la pequeña mesa. Y mientras le
conseguía un tazón y una cuchara, la caja de cereal sin abrir
y la leche, a ella le gustó verlo moverse. Su cuerpo tan fuerte y
pesado, pero ligero de pies, no engorroso y torpe.

Ahora, ¿si pudiera lograr que él le hablara sobre lo que


realmente estaba en su mente?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Porque, sin ánimos de ofender, él no estaba preocupado
por el drama. Eso era sólo una excusa para ocultar lo
realmente importante.

Cuando él se sentó frente a ella, abrió la caja y se sirvió


unas dos buenas porciones. Luego miró a su alrededor, se
puso de pie y fue al fregadero. En un soporte junto al grifo
había un rollo de toallas de papel y cortó una. De vuelta a la
mesa, alisó el cuadrado plano.

—Está bien, sé que esto es extraño —dijo—. Pero es lo


que es.

Mientras Trez ladeaba la cabeza hacia un lado ella


comenzó a retirar las pasas del tazón y las puso sobre la toalla
de papel. Usando la cuchara para ayudarse, examinó las
hojuelas, haciendo evaluaciones cuidadosas.

—Puedo preguntarte ¿qué estás haciendo?

Therese alzó la vista. —Una pasa por cucharada. Ese es


el equilibrio correcto, no demasiado dulce, no tanto salvado.
Ellos se exceden con los frutos secos.

—Creo que nunca lo había pensado así.

—El cereal es un asunto serio, Trez —Ella movió la


cuchara—. Es lo mismo con los helados. Debes obtener la
combinación correcta de salsa por cuchara de helado. Se trata
de cada bocado que te llevas a la boca.

—¿Qué pasa con la crema batida?

—¿En un sundae? —Mientras él asentía, Therese


retrocedió ante el simple pensamiento—. No, no, no. Sin
nueces, sin crema batida, sin cereza. Eso es toda una
distracción. Es importante concentrar tu paladar.

—¿Y la pizza?

191
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Solo queso, corteza gruesa, salsa ligera.

—Sándwiches.

Abriendo la parte superior de la leche, vertió un nivel


adecuado. —Dos rebanadas de carne, sin queso, y poca
mayonesa.

—¿Sin lechuga o tomate?

—Verás, es igual que con las nueces, crema batida y


cerezas.

—Innecesario.

—Sip. Ella levantó una cucharada de la leche. —¿Ves?


La proporción perfecta. Y debes comerla antes de que se
humedezca la cosa. De lo contrario, las cosas se complican.

Trez se reclinó en su silla. —Eres muy precisa acerca de


tu comida.

Ella pensó en su apartamento de porquería donde todo


tenía su lugar. Su habitación allá de vuelta en casa. Su bolso,
su ropa, sus zapatos.

—Prácticamente, sobre todo, en realidad. Es la ingeniera


que hay en mí —Cuando él levantó las cejas de nuevo, ella
asintió. —Tengo una maestría en ingeniería civil. Escuela en
línea obviamente. Esperaba, bueno, no importa ahora.

—¿Esperabas qué?

Therese movió el cereal con su cuchara. —Resulta que


no hay muchos trabajos para vampiros que quieran construir
obras públicas.

—Nunca he considerado lo que hacen los ingenieros


civiles.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Puentes, túneles, mantenimiento de entornos
naturales. Construcciones a gran escala. Cuando era pequeña,
me encantaba trabajar en la tierra. Siempre estaba
construyendo cosas. Mi padre... — Mientras dejaba que eso
fuera a la deriva, se frotó el centro del pecho y cambió de tema.
—Para que quede claro, no voy a disculparme con nadie por
ser mesera. Trabajo es trabajo. Haces todo lo mejor que puedes
y no importa lo que sea.

Alcanzando la leche, inclinó el cartón sobre el tazón. —


El porcentaje de leche me quedó corto, explicó mientras sentía
que él la miraba.

Como si nunca la hubiera visto antes.

193
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Dieciséis

Ya que iAm estaba sentado detrás de su escritorio en su


oficina en el restaurante, se suponía que estaría contabilizando
las facturas. Realizando los pedidos de carne y licor para la
próxima semana. Planificando los menús.

Fracasó, no lo consiguió.

¿Qué demonios había pasado con el tiempo de todos


modos? pensó mientras miraba el reloj digital en el teléfono fijo.

Cerca de la medianoche.

Recostándose en su silla, estiró los brazos y rotó ambos


hombros. Cuando eso no hizo absolutamente nada para aliviar
la tensión que le subía por el cuello y le punzaba en la parte
posterior de la cabeza, intentó con algo de yoga de oficina
agarrándose al borde contrario del escritorio y estirándose.
Mientras sus antebrazos se encordaban con músculos y venas,
reflexionó que, como chef, nunca usaba un reloj. O pulseras
de cualquier tipo. O anillos. Necesitaba que sus dedos y sus
muñecas estuvieran libres de enredos, cosas que pudieran ser
difíciles de limpiar, que pudieran romperse o estar en el
camino, obstáculos de cualquier tipo.

Por otra parte, con Trez como su hermano, tenía tanto


equipaje existencial que transportar, que era una maravilla
que pudiera soportar el peso de sus zapatos y ropa.

194
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Maldita sea —murmuró mientras soltaba su agarre.

Ese estallido entre ellos fue malo, pero eso se había visto
venir desde el momento en que Therese había sido contratada.
Y él debería haberlo sabido mejor al hacerlo. Claro, el hecho de
que ella se pareciera a Selena no era su culpa, pero eso no
significaba que estuviera obligado a emplearla. Debería
haberla referido a otro trabajo. Con su red de contactos en la
escena gastronómica de Caldwell, debería haber...

¿A quién demonios estaba tratando de tomarle el pelo?


Trez todavía habría estado en mal estado.

Excepto que la discusión habría girado en torno al


suicidio, no sobre alguna hembra.

Y, por supuesto, él quería ver feliz a su maldito hermano.


¿El macho había sido serio en cuanto a esa mierda? Lo que NO
quería era que Trez se engañara a sí mismo y usara a alguien
más, y iAm estaba convencido de ello dándole directamente ese
mensaje. Aun así, probablemente podría haberlo hecho
muchísimo mejor para transmitir ese punto y ahora había
expulsado al macho. ¿Como si no hubiera sabido esta noche
que Trez había estado afuera una buena media hora? En el
frío. Fuera del alcance de las cámaras de seguridad, esperando
en un auto en marcha.

A que los empleados salieran.

Sin duda para que él pudiera recogerla.

Y P.D22. en realidad no pensaba que Therese fuera la que


saliera más lastimada cuando las cosas se pusieran feas. Sería
Trez. El macho no iba a sobrevivir a otra aplastante decepción,
pero iAm no había querido poner eso en palabras. Por un lado,
era demasiado doloroso. Y por el otro, no quería darle ninguna
idea al macho.

22
Post Data.

195
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Por el amor de Dios, cada maldita noche, iAm estaba
preparado para recibir la llamada telefónica de que Trez estaba
muerto. ¿Como si a esa inestabilidad necesitara agregarle un
condenado romance con una doppelganger 23? Él sabía
exactamente dónde estaba su hermano en esa cabeza suya. En
su corazón. Y si Trez decidía encontrar la paz de esa manera,
se aseguraría de que alguien más encontrase el cuerpo, él
estaba determinado a evitar ese trauma. Como resultado, cada
vez que el celular de iAm se encendía, sentía que le disparaban
en el pecho, y no hace falta decir que esto le había provocado
un nuevo odio por los vendedores telefónicos.

Gimiendo, intentó extender sus brazos sobre su cabeza.


En cierto modo, esta discusión sobre lo que estaba haciendo
su hermano, dónde estaba, con quién estaba... era solo una
continuación de la forma en que siempre había sido entre los
dos. Trez siempre había huido de su destino de aparearse con
la reina de la s’Hisbe, y iAm había corrido tras él. Alguien tenía
que proteger al macho. Guardar su espalda. Asegurarse de que
él no se autodestruyera por completo.

Además, había existido siempre la realidad de que Trez


era todo lo que tenía en este mundo. Con sus padres y la tribu,
dejados atrás ¿qué más tenía?

Excepto que entonces, el mazo del destino había


terminado siendo barajado y resultó que los sacerdotes se
habían equivocado. iAm era quien se había emparejado con la
reina, un destino que él había estado muy muy feliz de vivir a
la altura de lo que resultó. Y pensarías que, con esa carga
suprimida, todo estaría tranquilo. Nop. En vez de su hermano
Trez siendo liberado del peso del dolor, había sido cargado con
la agonía más pesada que había.

La muerte de Selena había sido tan jodidamente injusta.

23
Término utilizado para decir que una persona no relacionada por lazos familiares a otra es
exactamente idéntica a esta.

196
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Tal vez todo estaba en las estrellas. Según la tradición
de la s'Hisbe, la astrología lo determinaba todo, y estaba claro
que Trez había nacido bajo una alineación de portentoso dolor.
Cuando Selena apareció en escena, iAm había sospechado al
principio, pero luego, con el paso del tiempo, había estado tan
seguro de que las cosas iban a cambiar. Que la era de mierda
había terminado. Que la segunda fase, la mejor parte, ahora
podría comenzar…

Los instintos de iAm se dispararon, el macho


emparejado en él anulando incluso los temores por su pariente
de sangre.

Poniéndose de pie, estaba a punto de rodear su escritorio


cuando su hembra se materializó entre las jambas de la puerta
de su oficina.

Por un momento, aunque la había visto la noche


anterior, tuvo que beber todo sobre su compañera. Maichen era
alta y regia, su piel oscura resaltada por una espectacular
túnica con hilos de oro, su cabello cayendo por su espalda en
cientos de trenzas atadas con cuentas doradas. Sus ojos eran
amables y preocupados mientras buscaban los suyos, y sus
manos fueron a su vientre.

El corazón de iAm latió con terror. — Los sacerdotes.


Qué te dijeron.

—Ella está muy saludable.

—¿Ella? —respiró él.

La sonrisa de Maichen era gentil y antigua mientras se


acercaba a él, moviéndose mientras él era incapaz de hacerlo.

—Ella. Nuestra próxima reina, guiada hacia nosotros.


Como las estrellas habían previsto.

197
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Una hija. Él iba a ser el padre de una hija. Una princesa
que sería reina algún día, según lo previsto por los cielos. Por
las tradiciones. Por la gracia del destino.

Envolviendo sus brazos alrededor de su compañera, iAm


sostuvo a Maichen cerca y aspiró su hermoso aroma. Pero
luego se mareó. Antes de que pudiera pensar en volver a
sentarse, su cuerpo tomó la decisión por él. De repente,
trastabilló, cuando él ya no pudo hacerlo, su silla recogió su
peso y lo sostuvo.

—Una niña—, dijo con ambas manos en su cara. Y luego


se sentó recto como una estaca. —¿Túcomoestás?

Las palabras le salieron tan rápido que iba a repetirlas,


pero su compañera se colocó entre sus rodillas y le acarició los
hombros.

—Estoy bien. Estoy perfectamente bien. Te lo prometo.

Yyyyyyyy señaló al mundo girando alrededor en otro


círculo. Él estaba totalmente mareado a pesar de estar
sentado, era como si su cuerpo hubiera sabido que había otra
agitación en su horizonte.

—Necesitas ver a Doc Jane —murmuró mientras giraba


la cabeza para poner la oreja en la parte inferior de su vientre
a través de la túnica real—. Creo en la medicina convencional,
y no puedo arriesgarte a ti o... a nuestra hija.

Hija. Siempre que todo saliera bien. Ellos tendrían una


hija.

—Iré a ver a tu sanador —Maichen pasó las yemas de


sus dedos sobre el borde de su cráneo, en aquella manera que
a él le gustaba—. Iremos juntos.

—Sí. Por favor.

198
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras iAm sostuvo el cuerpo cálido y fuerte de su
hembra, al no ponerse de pie correctamente o sentarla en su
regazo se sintió como un gatito. Sin embargo, la noche había
sido dura. Nunca había pensado que se emparejaría. Nunca
pensó que los niños estuvieran en su futuro. Y he aquí un
futuro increíble que estaba llegando para él... con los conflictos
alrededor de Trez, el inevitable cazador de problemas.

—¿Lo viste esta noche? —preguntó Maichen.

Ella siempre parecía saber a dónde iba su mente. Y solo


había un “él” en su mundo. Ningún nombre era requerido.

—Pasó por aquí.

—¿Cómo está?

—Igual —Él sacudió la cabeza—. Peor, en realidad. Y eso


fue antes de que nos metiéramos en eso.

—¿Le dijiste a Trez? —preguntó Maichen mientras volvía


a poner su mano sobre su vientre—. Acerca de…

—No pude. Yo solo… —Él miró a su compañera— ¿Cómo


puedo…? Es muy cruel. Él Lo perdió todo, y ahora no solo te
tengo a ti, sino a un bebé. Es demasiado, y por favor no lo
tomes de la forma equivocada.

Mientras ella lo miraba tristemente, él reflexionó que


cuando te emparejabas con alguien, asumías sus conflictos.
Pero hombre, deseaba muchísimo no haber traído esta mierda
a su puerta.

—Sé exactamente lo que quieres decir —dijo.

Cerrando los ojos, respiró hondo y supo por qué había


sido tan duro con su hermano antes. Quería compartir sus
buenas noticias con la otra persona más importante de su
vida. Pero con las cosas como estaban, y como siempre habían
sido, no tenía parientes reales propios. Nunca había tenido

199
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
parientes propios. Había tenido una responsabilidad, una
llevada por amor pero igualmente pesada. Él tenía una
preocupación constante, un agujero en el estómago... una
maldición gracias a un destino que era suyo, incluso cuando
no lo era.

Una vez, solo una vez, le gustaría poder hacer que la


relación fluyera en la otra dirección. A su manera. Quería
obtener apoyo y cuidados en lugar de brindarlos
constantemente.

Pero vamos, ¿qué tan egoísta era? Como si Trez se


hubiera ofrecido voluntario para toda esta basura, y culpar al
macho por su realidad era un movimiento imbécil. El
realmente pensar que cuando sus almas habían negociado las
condiciones para bajar al planeta por un periodo de vida. Trez
hubiera visto la historia de Happy Days 24 y decidiera: naaaah,
preferiría estar en el sector donde sufres una derrota o recibes
una paliza.

Por supuesto que no. Y iAm necesitaba ser más


solidario.

—Le debo una disculpa a mi hermano —dijo con derrota.

Sentado frente a su hembra, Trez tenía su cabeza


revuelta, pero estaba tranquilo por fuera. Al menos pensaba
que estaba tranquilo. Sin pisotear, tamborilear sus dedos, o
fruncir nerviosamente las cejas o la boca que él pudiera decir.

Así que las cosas estaban mejorando. E infiernos, no


solo habían pasado unos diez o quince minutos desde que
alguien sacó un arma, también había habido un respiro de

24
Días Felices, Serie de TV Americana de los años 70’s.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
gente saltando por la ventana. Manteniendo ellos esta
tendencia, él podría realmente dormir durante el día.

Hurra.

—Realmente no vives aquí, ¿verdad? —dijo su hembra


mientras seguía consumiendo su Raisin-por-cucharada-Bran.

Por una fracción de segundo, trató de configurar una


mentira en su cabeza. Algo sobre mudarse pronto. Acaba de
mudarse. Probar el lugar para mudarse. Pero estaba cansado,
y toda esa construcción ficticia parecía demasiado trabajo.
Además, su hembra era inteligente, y no hacía falta ser un
genio para darse cuenta de la falta de efectos personales.

O la totalidad de la falta de ropa en el armario o en la


cómoda de arriba, si ella revisaba.

—Quiero decir —dijo ella moviéndose con su cuchara,


alrededor de la cocina y hacia la sala—. Sin efectos personales,
sin fotografías. Sin desorden.

Bingo.

Y sin embargo: Soy bastante ordenado, pienso. Solo


pregúntale a mi hermano. Él y yo vivimos juntos durante años.

Ella removió la leche en círculos, la cuchara buscando


hojuelas empapadas que se negaban a ser acorraladas. —
Entonces esta es la casa que quieres que alquile, ¿eh?

—Te gusta. Tú misma lo dijiste.

—Y ya sé cómo quitarme la ropa en la habitación.

Trez sintió que una punzada de lujuria lo atravesaba.


Esa vista de su trasero, su columna vertebral, sus hombros...
con la provocación de que tan pronto como se diera la vuelta,
¿iba a ver sus senos? Él había estado al borde de venirse.

201
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Excepto que entonces llegaron los víveres. Hombre, si él
nunca oía otro golpe en su jodida vida, sería demasiado pronto.

—¿Qué está mal? —preguntó mientras inclinaba su


tazón y se tomaba más en serio la idea de llegar al final del
cereal. —Quiero decir, puedo…

—Realmente quiero tener sexo contigo.

Sus ojos se posaron en los de él, e instantáneamente, la


química volvió, y él dio la bienvenida a la afluencia de
excitación. Él no estaba mintiendo; él quería estar dentro de
ella. Pero había otra parte en ello. El necesitaba acallar las
jodidas dudas, los miedos y el dolor que hervían a fuego lento
justo debajo de la superficie. No quería pensar en su discusión
con iAm. No quería pensar en ella en ese club de idiotas la
noche anterior, con algún cabeza de culo con pistola y una
erección por una mujer que no lo quería, disparando la mierda
porque su ego había sido pateado en sus pelotas. Y no quería
pensar que su hembra fuera tan temeraria como para volar
libremente desde una ventana del segundo piso.

Y había otras cosas. Cosas que realmente, realmente no


podía soportar revisar. El sexo, sin embargo, eclipsaría todo
ese deslumbramiento.

Y a veces se necesitaban sombras cuando la pasión


estaba en marcha.

—Bueno, entonces —dijo mientras se levantaba y


llevaba su cuenco al fregadero— ¿Tal vez tengamos que
intentarlo de nuevo?

Trez exhaló larga y lentamente, y se concentró en sus


pantalones negros, la camiseta blanca, el cabello tan grueso,
rizado y brillante que le caía por los hombros.

—Sí —dijo con un gruñido—. Hagámoslo.

202
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Y entonces con ayuda de Dios, si alguien, o algo, los
interrumpía esta vez, él iba a resolver ese problema con el
puño. O tal vez con una palanca.

El cuerpo de Trez se levantó de la silla y se acercó a ella


como si lo hubieran llamado, y la tensión que se había clavado
dentro de él lo dejó como si nunca hubiera existido. Mientras
ella lo alcanzaba, él se acercó a ella, sus bocas encontrándose
la una con la otra, el beso tan natural y fácil como todo lo
demás había sido accidentado e irregular solo unos momentos
antes. Lamiéndola, saboreó la sensación de sus senos contra
su pecho, sus caderas bajo sus manos, su boca moviéndose
con la suya. Ella era todo lo que él necesitaba, todo lo que él
sabía, y él quería estar ahí otra vez. Él nunca quiso irse de ahí.

Esta era su hembra. Ella era Selena, de vuelta a él. No


importaba lo que iAm pensara o dijera, o lo loco que era, o
todos los imposibles y las dudas, Trez solo necesitaba esta
conexión para probar la realidad que su corazón ya sabía con
seguridad.

Justo en el momento en que comenzó a sacar su


camiseta de la cinturilla, notó la ventana sobre el lavabo. Sin
persianas bajas, probablemente estaban a punto de exponerse
a todo el vecindario, Si no en este momento, a continuación,
porque él estaba a un segundo y medio de distancia de
acostarla sobre la mesa frente a esa puerta deslizante y poner
su lengua en todo tipo de lugares distintos de su boca.

—¿Arriba? —dijo contra sus labios—. Antes que yo…

—Sí —ella gimió.

Rompiendo el beso, él la tomó de la mano y subió


corriendo la escalera. Tan pronto como llegaron al rellano
superior, cerró la puerta de la escalera y apagó las luces con
su mente, y luego la atrajo hacia el cálido y parpadeante
resplandor de la chimenea. Sus bocas se encontraron de

203
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
nuevo, y él la dejó caer sobre la suave alfombra, tomándose su
tiempo con el descenso.

O, más bien, obligándose a hacerlo.

Quería arrancarle los pantalones con los colmillos.


Rasgar sus bragas al bajarlas por sus muslos. Montarla como
una bestia. Luego quería darle la vuelta y tomarla por detrás.
¿Y después de eso? Quería hacer todas las posiciones
físicamente posibles, por todo el piso del dormitorio, la cama,
el baño...

—Oh, mierda —giró la cabeza hacia una corriente fría a


la que no le había prestado atención—. Lo siento, déjame ir a
cerrar eso.

Los vampiros podían manipular muchas cosas con sus


mentes, pero no en una casa que había sido asegurada por
Vishous. Para que nadie pudiera usar sus poderes mentales
para entrar si las aparentes persianas estuvieran abiertas, el
Hermano habría cubierto hasta el infierno de cobre a sus
cachorros.

Su hembra tiró de su camiseta. —La bajaré con mi


voluntad.

—Es solo de operación manual —Él besó sus labios


rápidamente—. No vayas a ningún lado.

—No tienes que preocuparte por eso. Créeme.

Brincando sobre sus pies, Trez arrancó como si hubiera


una víctima ahogada en la maldita bañera. Y mientras volvía a
colocar el alféizar en su lugar, todo en lo que podía pensar era
en volver...

Por el rabillo del ojo, en el espejo que cruzaba la pared


sobre los dos lavabos vio su reflejo. Se detuvo en seco, a pesar

204
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
de que hubiera preferido seguir adelante, y no solo porque su
mujer lo estaba esperando.

Sus ojos estaban muy abiertos. Su cara estaba


sonrojada y pálida al mismo tiempo. Su respiración era
demasiado pesada.

Trez odiaba todo sobre sí mismo en ese momento. Y lo


único que despreciaba más era su vida. iAm estaba en lo cierto.
Estaba fuera de control, cayendo en algo para lo que no tenía
la capacidad emocional…

Estás bien, articuló a la imagen directamente frente a él.


Estoy bien. Estamos bien. Todo está bien.

Con una resolución nacida de la desesperación, miró


hacia otro lado. Luego se alejó. Al volver a entrar en la
habitación, él...

Bien. Estaba deteniéndose en seco de nuevo. Pero al


menos esta vez era por una buena razón.

Un buen motivo. Uno jodidamente bueno de verdad.

—Pensé en intentar esto una vez más —dijo su hembra


arrastrando las palabras desde la distancia frente al fuego.

Estaba acostada exactamente donde la había dejado,


sobre la alfombra, delante del hogar, pero se había quitado la
ropa. Toda. Y estaba tendida con el tipo de abandono que hacía
que un hombre perdiera la noción del tiempo: tenía la cabeza
hacia atrás, el cabello se derramaba a su alrededor, su cuello
formaba una elegante línea desde la perfecta barbilla hasta las
clavículas... y sus pechos estaban siendo acariciados por la luz
del fuego, los pezones en punta y rozados, los senos cremosos
y llenos.

Trez se lamió los labios. Y siguió mirando. Su estómago


era una gentil deriva hacia sus caderas, y la hendidura de su

205
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
sexo estaba anidada entre sus muslos que él estaba
desesperado por separar.

Sus piernas eran largas y elegantes, y ¿dada la forma en


que se revolvían?...

Si su aroma aún no dejaba en claro que estaba lista para


recibirlo, entonces la anticipación en la forma en que se
rozaban juntos era un gran indicio.

—Tú solo deberías vestirte con la luz del fuego —gimió él


cuando su mano fue a su palpitante excitación.

206
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Diecisiete

Tan expuesta como estaba Therese, tan desnuda y


vulnerable, solo se sentía libre. No había vergüenza, ansiedad
ni preocupación de que ella fuera menos que perfecta o algo
menos de lo que Trez quería. Y eso era porque ella sabía cuán
profundamente confiaba en él.

Cuando él comenzó a avanzar, ella levantó la mano. —


Espera.

Su belleza lo detuvo. Y para recompensarlo, se dio la


vuelta sensualmente sobre su estómago. Apoyando la cabeza
sobre su brazo, movió una de sus piernas hacia arriba y luego
la otra... y giró sus caderas, moviendo su trasero hacia él.

—Joder... —respiró.

—Pensé que también deberías ver la parte de atrás.

—Es tan bueno como el frente, déjame decirte.

—¿Quizás te gustaría unirte a mí? Y no solo estoy


hablando de horizontal.

Trez captó la indirecta y se arrancó la camisa de seda de


la cintura de sus pantalones. Luego, a pesar de que sin duda
era costosa, la abrió por la mitad, con botones liberándose,
parpadeando como estrellas fugaces. Santo… cielo. Si, lo que
había debajo absolutamente no la decepcionó. Tenía un

207
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
estómago duro y acanalado, y un juego de pectorales macizos
y pesados, ancho y fuerte de hombros. Ah, y hablando de
fuegos artificiales. Su piel oscura era suave en la extensión de
todos sus músculos, y el fuego se movía inquieto sobre las
crestas y huecos de su torso. No tenía tatuajes por lo que ella
podía ver, pero tenía cicatrices en el pecho y en el abdomen,
no reconoció lo que simbolizaban, pero supuso que era una
tradición de las Sombras.

Y era un luchador. Eso estaba de alguna manera


absolutamente en el trasfondo de alguna parte.

Antes de que pudiera comenzar a mendigar, los dedos


de Trez fueron a su cinturón, y hábilmente trabajó su H
dorado25 liberándolo. Con un espectáculo lento y sexy, tiró del
cuero sacándolo como un lazo y lanzándolo a un lado. Luego
liberó el botón y abrió la cremallera.

Cuando soltó su agarre, los pantalones se cayeron


rápidamente.

Comando. Muy comando. Total y completamente...


comando.

Cuando Therese se centró en su erección, su increíble


longitud y circunferencia habrían sido intimidantes si no
hubiera sabido que era perfecto para ella. Trez se echó a reír
con un sonido gutural mientras pateaba sus mocasines y daba
un paso fuera de esos pantalones. —Sigue mirándome así y
voy a perderlo ahora mismo.

—Entonces piérdelo. Quiero ver.

—¿Eso quieres?

Therese se echó hacia atrás y palmeó la alfombra junto


a ella. —Ven. Aquí.

25
Hermes

208
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Su sonrisa era volcánica, sus párpados bajaban a media
asta mientras su palma agarraba su eje. Con un silbido, sus
colmillos se cerraron sobre su labio inferior, y mientras
caminaba hacia adelante, se acarició de una manera perezosa
que era todo menos perezosa.

Bajándose al suelo, puso su cabeza junto a la de ella,


estirando sus largas piernas hacia fuera. —¿Estoy haciendo
esto bien?

Su mano subía y bajaba, apretando, deteniéndose en la


cabeza. Y cuando ella lo miró, la yema de sus dedos le hizo
cosquillas en los pezones.

—Creo que necesitas hacerlo más rápido.

—¿En serio? —Él se inclinó y rozó sus labios con los


suyos—. ¿Así?

Mientras se acariciaba con más velocidad, ella sintió que


su cuerpo se derretía sobre el pelaje de imitación debajo de
ella. Tanta intimidad. Bueno, ahora que los comestibles habían
sido entregados, pensaba en todo el tiempo delicioso que les
esperaba, en contraste con su primer acoplamiento. Tenían el
resto de la noche. Y tal vez el día también. Aunque ella no
quería pensar así, estaba al borde de su avaricia.

Todo era tan bueno en este momento. Ella quería


quedarse aquí para siempre.

—Más rápido —susurró cerca de su boca.

El ronroneo que le subió por la garganta la hizo vibrar


dentro de su propia piel, y ella tocó su pecho... su tallado
brazo, con músculos contraídos... su estómago, que tenía
profundos cortes debajo de su piel. Cuando su mano se movió
hacia abajo, él se arqueó bajo su toque, sus caderas
onduladas, su mano deteniéndose. —Quiero ayudarte —dijo.

209
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez soltó su polla como si la cosa le hubiera quemado
la palma. —Tómala. Haz lo que quieras conmigo...

—Lo haré. —Ella sonrió mientras se levantaba, sus


senos pesados balanceándose mientras ella se reposicionaba a
cuatro patas. Poniendo su mano sobre la que él había quitado,
volvió a agarrar su eje, y trabajó arriba y abajo rotando su
muñeca. —Eso es. Buen macho.

Trez pareció momentáneamente decepcionado de que


volviera a la autopropulsión por así decirlo. Pero ella sabía lo
que estaba haciendo.

Bueno... en realidad, ella nunca había hecho antes algo


como lo que estaba a punto de hacer. ¿Pero con él? ¿Con su
amante Sombra reencarnado? Ella estaba desinhibida en
formas que no solo nunca había sido, sino que nunca podría
haber adivinado que podría ser.

—Continúa —susurró—. Mi amante.

Cuando gimió y se arqueó de nuevo, su cuerpo magnífico


estaba tan excitado, tan poderosa en la luz de la hoguera, ella
plantó un par de manos/pies en el otro lado de sus muslos.
Luego se inclinó, acercando su rostro a la punta de su
erección.

—Quiero que termines... —dijo con voz ronca.

Cuando sus ojos se abrieron y destellaron con una


misteriosa luz de peridoto, ella abrió la boca.

Ya sabes, solo por si él no tenía claro lo que ella quería.

Trez lo perdió. Totalmente-jodidamente-destrozado,


fuera-de- sí, y una mierda lo perdió.

210
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
El orgasmo salió disparado de él y entró en su hembra,
y la vista de dónde, terminó siendo tan erótico, sus párpados
se cerraron de golpe. Que fue exactamente lo que no quería.
Quería mirar, quería ver...

—¡Oh, joder!, —gritó cuando sus párpados se abrieron


de nuevo.

El agarre húmedo y caliente que se deslizó sobre la


punta de su excitación significó una y solo una cosa, sí, oh,
Dios, sí, lo estaba tragando, sus labios se estiraban para
acomodar su tamaño, sus ojos brillaban mientras miraba
hacia arriba, directamente a él, su cuerpo. Podría haberla
observado para siempre, pero el placer era demasiado grande,
demasiado erótico, la conexión demasiado cercana, y
considerando que había una posibilidad de que ambos globos
oculares explotaran de sus cuencas y la asustaran,
probablemente era mejor que enjaulara sus miradas.

Apretó los párpados, gruñó, se sacudió, iba a volver a


entrar en su boca, su mano trabajando con él, sus bolas
lanzando parte de él hacia ella con ciclos cada vez mayores.
Más apretado, más rápido, drenándolo...

Antes de que no quedara nada, él entró en acción,


dándole la vuelta y empujando su camino entre sus piernas
con sus caderas.

—Lo siento —gruñó.

—¿Por qué?

Mientras ella sonreía, él tomó su boca con la suya y


penetró profundamente su sexo. —No lo sé.

Eso fue lo último que dijeron por un tiempo. Tenía la


intención de ir lento, despacio, tomarse su tiempo. Pero no
pudo. Su cuerpo se hizo cargo y la penetró, sus empujes tan

211
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
poderosos que la lanzaron junto con la alfombra, los dos
moviéndose a través del piso.

La folló hasta la esquina, metiéndolos en los estantes.

Que tenía sus ventajas.

Lanzando una mano, sacó libros del estante y los


dispersó con su brazo. Aterrizaron con un salto, abriéndose en
páginas separadas, mientras se agarraba y la follaba cada vez
más fuerte.

—Sí —su hembra gruñó mientras se apretaba debajo de


él.

De repente, olió sangre, la suya, no la de ella, o se habría


detenido y preocupado de que la hubiera lastimado. Pero no,
sin darse cuenta ella le había arañado la espalda con sus uñas
cortas.

Estaba contento de que lo hiciera. Quería que ella lo


marcara, le diera heridas, lo hiciera suyo como quisiera.

—Más duro —exigió.

Agarrando la vertical del estante, apoyó la parte baja de


su espalda en él, levantando una de sus rodillas, elevando la
pierna en una posición diferente, inclinando su pelvis en una
cuna en la que él podía cavar profundamente, cavar todo el
camino hasta sus profundidades, cavar... en su alma

Sus sexos se abofetearon. El sudor le cubría la cara y le


llegaba a los ojos. Un gemido fue arrancado de su pecho.

Trez siguió adelante.

Hasta que por alguna razón desconocida perdió


bruscamente su ritmo. Después de lo cual, sin previo aviso...
también perdió el placer.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
No tenía sudor bajo sus ojos.

Eran lágrimas.

213
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Dieciocho

Therese estaba tan concentrada en el sexo, tan


impresionada, tan perdida en sus propios orgasmos, con su
cuerpo reducido y elevado por turnos, su carne convertida en
un sistema eléctrico al que la sobrecarga parecía hacerlo más
fuerte que débil. Y Trez por su parte, parecía tener energía de
sobra, con sus liberaciones sin fin; que cuanto más le exigía,
más le daba.

Hasta que todo cambió.

Al principio, hubo un desvío cuando perdió sus


embestidas. Luego como en una curva comenzó a disminuir la
velocidad. Hasta que finalmente, llego a un punto muerto.

Justo cuando estaba abriendo los ojos, algo golpeó sus


mejillas, y con la vista llegó el oído. Había un sonido
proveniente de él, fuera de él.

No era de placer, sino de dolor.

Por encima de ella, las facciones de Trez estaban


retorcidas en agonía, las lágrimas rodaban fuera de él, la
agonía parecía atravesarlo como si estuviera siendo
apuñalado.

Asustada por él, ella apretó sus brazos. —¿Trez?

214
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Con un sonido horrible, se empujó sobre ella,
aterrizando en toda su extensión, en un montón. Estaba
tosiendo, ahogándose y, mientras se arrastraba a gatas,
parecía no tener ninguna idea de dónde estaba o hacia dónde
iba. Era un animal mortalmente herido, arrastrándose con lo
que quedaba de su fuerza vital a un lugar para morir. No muy
lejos de donde habían estado, colapsó, cayó al suelo y se
acurrucó en una pelota, doblando las rodillas contra su pecho,
apretando los brazos con fuerza.

Era un hombre adulto que se mecía como un niño.

—Trez, —dijo mientras se acercaba a él—. ¿Qué está


pasando?

Cuando ella tocó su hombro, él se encogió. Pero abrió


sus ojos desgarrados e inyectados en sangre.

—Ven aquí —susurró—. Déjame sostenerte.

Ella no sabía si la dejaría, pero no se resistió cuando ella


lo recogió. Había tanto de él, que ella no podía abrazarlo del
todo, así que se aferró a lo que pudo. Acunándolo, cerró los
ojos y tomó su sufrimiento en sí misma.

No tenía idea de cuál era la causa. Pero mientras él


temblaba contra ella, lo único que pasaba por su mente era
que no lo iba a dejar. Nunca. Iba estar a su lado, a donde sea
que esto llevara a cualquiera de ellos. Por qué este tipo de
¿dolor?

Tenía que haber una pérdida terrible detrás de esto.

Ella lo sabía porque había sentido ecos del mismo dolor.


También sabía que este era el tipo de cosas que mantenías
oculta de todos los que te rodeaban, la mantenías oculta, la
mayor parte del tiempo, incluso de ti mismo. Era el tipo de
pérdida que cambiaba el color del cielo nocturno, la sensación

215
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
del suelo bajo tus pies, y los olores que entraban en tu nariz.
Este era un dolor por una nueva vida.

Como si, estuvieras viviendo de una manera, y luego...

Todo cambiara. Tú cambiaras. El mundo hubiera


cambiado.

Y nunca volvería a ser lo mismo.

—Está bien —susurró mientras sus propios ojos se


llenaban de lágrimas—. Te tengo... estoy aquí no te dejare ir...

Algún tiempo después, podrían haber pasado horas, ella


sintió que dejo de moverse. Y mientras inhalaba
intermitentemente, sintió su exhalación en su hombro, y la
repentina quietud de él la asustó más que su llanto. No estaba
segura de lo que vendría después.

—Necesito... —Su voz totalmente ronca—. Baño.

—Sí, claro, por supuesto.

Soltando su agarre, dejó caer su cabeza y se apartó de


su camino mientras él se arrastraba sobre la alfombra hasta
perderse de vista. Cuando la puerta se cerró, no estaba
sorprendida.

Esperaba el sonido del agua. Lo imaginaba salpicando


su rostro con agua fría, mirándose en el espejo tratando de
regresar al presente. Ella sabía cómo era eso. Cómo en contra
de su voluntad eras absorbido nuevamente al pasado,
regresabas a visitar las escenas que querías evitar. Como una
vez que el pasado te estrangulaba, era como un ancla con
manos fuertes, que te arrastraban hacia abajo, hacia abajo,
hacia abajo, hasta que no podías respirar y no sabías dónde
estaba la superficie.

Cuando sintió un escalofrío, no supo si era por sus


propias emociones o por el hecho de que estaba desnuda y que

216
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
el fuego no era más que brasas ahora. Estirándose, se colocó
la alfombra de piel sobre los hombros y miró la ceniza gris
debajo de lo que quedaba de los troncos que antes ardían con
tanta intensidad. Ahora, casi no quedaba nada de la dura
madera, solamente los cuerpos carcomidos, los pequeños
núcleos retorcidos colgando juntos por hábito en lugar de
estructura.

Sus ojos seguían fijos en lo que quedaba del fuego


cuando se volvió a abrir la puerta del baño.

Rápidamente se dio vuelta.

Trez se había atado una toalla alrededor de la cintura y


tenía un brillo en la cara como si se hubiera salpicado agua.
Sus ojos todavía estaban inyectados de sangre. Y seguían sin
encontrarse con los de ella.

Mientras estaba parado en esa puerta, miró hacia el


espacio como si esperara algún tipo de señal.

—Háblame de ella —dijo Therese suavemente.

Trez escuchaba palabras que le hablaban desde muy,


muy lejos, y miró hacia el lugar de donde provenía el sonido.
La vista de su hembra, ahí, en el suelo, con la alfombra blanca
y suave envuelta alrededor de sus hombros desnudos, con su
hermoso cabello oscuro y rizado enredado a su alrededor.
Después de haberse lavado la cara con agua fría, se había
tomado un momento para refugiarse en el baño, apoyándose
en el lavabo, había bajado la cabeza y debatido si iba a salir o
no. Luego miró brevemente la ventana que ella había usado
tan bien antes y se preguntó si seguir su ejemplo podría ser
una buena idea.

Ciertamente parecía más fácil que dar una explicación.

217
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Excepto que la había dejado colgada allí, y no importaba
cuán lejos huyera hacia la ciudad, aunque fuera algo que
estaba seriamente considerando, no iba a hacerle eso.

Ella merecía una explicación.

Y efectivamente, mientras él estaba aquí como un zombi,


ella acababa de pedirle una. Para darse un poco más de
tiempo, a pesar de que podría haber necesitado un año o más,
de preferencia quizás dieciocho meses, se acercó y se sentó al
pie de la cama. Plantando los codos sobre las rodillas, se dio
cuenta que estaba haciendo una clásica pose del Pensador26.

Tal vez eso ayudaría.

Nop. No lo hizo. Las palabras seguían fallando.

Especialmente porque, cuando por fin la miró, Selena le


devolvía la mirada.

—Lo siento —dijo con una voz que no sonaba como la


suya.

—Está bien. —Ella sacudió la cabeza—. Lo que quiero


decir es... sea lo que sea, yo lo entiendo.

No estaba tan seguro de eso.

—Trez —dijo—. Quiero que sepas que puedes decirme


cualquier cosa.

Fue cuando la miró a los ojos que se dio cuenta... que


por supuesto podía explicarle. Ella también había sido
separada de él. Ella también lo había perdido...

Su hembra realmente lo entendería...

26
El pensador (en francés Le Penseur) es una de las esculturas más famosas de Auguste Rodin. El escultor concibió
esta pieza entre 1881 y 1882 para decorar el tímpano del conjunto escultórico La puerta del Infierno, encargado
en 1880 por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de Francia. Esto serviría como entrada para el que
sería el Museo de Artes Decorativas de París, aunque el proyecto no se concluyó.
218
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Por una fracción de segundo, su cerebro se aferró a esos
fragmentos sobre su pasado, uno que no incluía a las Elegidas,
la Virgen Escriba, las cosas que sabía sobre ella. Las que no
involucraban detalles como Michigan, Led Zeppelin y Raisin
Bran.

Sin embargo, estaba demasiado agotado para llegar lejos


con todo eso.

Moviéndose hacia ella, se arrodilló sobre la alfombra.


Cuando extendió la mano y le acarició la cara, pensó que la
amaba tanto, y que era imposible no decir esas palabras. Decir
las sílabas. Lanzar la revelación que no era un secreto en
absoluto, no tenía nada que temer…

—Perdí a mis padres —dijo—. Y lo que es peor, los perdí,


aunque están todavía vivos.

Sus palabras no tenían sentido, así que las reprodujo en


su mente. Y luego lo hizo de nuevo. A pesar de las entumecidas
consecuencias de haberlos perdido, regresó al dicho de que las
Elegidas no tenían padres. Tenían un sire en el Primale, e
incluso aunque una hembra las daba a luz, su mahmen era la
Virgen Escriba a quién servían. Cómo podría Selena…

—Me enteré de todo cuando decidieron mudarse. —Su


hembra tiró de la alfombra más cerca de sí misma, y sus ojos
se alejaron—. Verás, los estaba ayudando a empacar. Se iban
de la casa en la que vivíamos fuera de Ann Arbor. La casa en
la que había crecido. El lugar donde me criaron... y al macho
que yo pensé que era mi hermano de sangre. Los documentos
sobre mi adopción estaban en una caja.

Trez trató de ponerse al día con lo que ella le estaba


diciendo, pero era como traducir un idioma con el que solo
estaba parcialmente relacionado.

—¿Una caja?, repitió como un loro.

219
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Se estaban mudando a un lugar más cálido. En
Michigan hace tanto frío en invierno y mi mahmen, quiero
decir, la mujer que me crio, tiene una afección cardíaca. Yo
estaba empacando sus cosas, y encontré la caja de zapatos en
el estante superior de su armario. No tenía la intención de ser
entrometida, pero pensé que eran algunos zapatos elegantes
que ella nunca usaba porque así era ella. —La sombra de una
sonrisa inclinó los labios de su hembra hacia un lado—.
Raramente compraba cosas para ella, pero cuando lo hacía,
era algo como una bolsa o un abrigo, y nunca lo usaba porque
“era bueno”. Guardaba cosas así para ocasiones especiales que
nunca llegaban.

Se hizo un silencio. —La caja se me escapó de las manos


cuando la llevaba abajo. Lo que había dentro cayó por todas
partes. No eran zapatos. Eran papeles. Sobre mí.

Se obligó a involucrarse en lo que ella estaba revelando.


—Nunca te dijeron que tú…

—No, no lo hicieron. Y recuerdo haber leído los


documentos como... cinco veces. No entendía lo que decían. Y
luego no alcanzaba a comprender que fueran sobre mí. —Se
señaló a sí misma—. Mí. Es decir, seguramente... tenían que
ser sobre alguien más.

Cuando sus cejas se tensaron, parecía que todavía


estaba tratando de entender esas noticias.

—Inmediatamente todo cambio para mí. —Se aclaró la


garganta—. Era una hija. Y luego de repente... a partir de ese
momento, y sin importar todos los momentos previos, me
había convertido en una extraña.

—Como si hubieras muerto —dijo.

Ella lo miró. — Exactamente. Tú me entiendes.

—Realmente no. No lo creo.

220
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Al menos cuando se trataba de los detalles. ¿Su dolor,
por otro lado? Sí, él reconoció eso por lo que era, y él no quería
eso para ella. Jamás.

—Morí —dijo—. Quién pensé que era, murió, y con quién


creía que pertenecía quedó un fantasma en mi lugar. —Ella se
cepilló la cara como si esperaba que las lágrimas estuvieran
allí. Como si hubiera habido lágrimas antes. Pero no había
ninguna.

—Un fantasma todavía está en mi lugar. Y es por eso que


estoy aquí en Caldwell.

—¿Le preguntaste a tus... las personas que te criaron al


respecto?

—Saqué los papeles en la sala y los puse sobre la mesa


de café delante de mi ma… la hembra que me crió.

Trez imaginó la escena, evocando alguna aproximación


de la confrontación, sin detalles específicos sobre la casa, las
habitaciones, la caja o la otra hembra. Mientras tanto, la otra
mitad de se resistía a ese esfuerzo. La historia de su vida.

Esto no era parte de su historia.

Sin embargo, no podía negar que había sido parte de la


de ella.

Intentar conciliar las dos versiones de su vida lo distrajo,


y con fuerza de voluntad, se obligó a concentrarse en lo que
ella decía.

En medio de su colapso, ella lo había honrado, y él haría


lo mismo por ella. Era lo único decente por hacer. Más tarde...
podría intentar solucionarlo todo. Aunque ¿cuánta suerte creía
que iba a tener con eso?

—Ella se congeló —murmuró su hembra—. Y fue la


expresión de sorpresa en su rostro lo que me dijo que todo era

221
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
real. Le dije... algo como, “Bueno, esto es inesperado”.
Entonces mi hermano y yo tuvimos un enfrentamiento frente
a ella y mi papá. Ella no dijo mucho. Solo se sentó en el sofá,
mientras el hombre que me crió y el hombre con el que me
criaron hablaban mucho. Nunca supieron de dónde venía.
Nunca entendieron porque saber esa información sería una
violación de mi archivo. ¿Tiene sentido? Traté de explicarles la
traición. El dolor. La ira. Las cosas se calentaron aún más y
me fui. Solo tenía que irme... mi hermano y yo estábamos en
la garganta del otro y ella estaba molesta, fue un desastre

—Y luego viniste a Caldwell.

—Tan pronto como salí de la casa, me di cuenta que no


tenía a dónde ir. ¿Con quién podría quedarme? ¿Con mis
primos? No eran mis primos. —Ella sacudió la cabeza—. Mi
gente no era mi gente. Mi propio hermano lo sabía, y yo no, así
que, ¿hasta qué punto guardaron el secreto? ¿Quién más lo
sabía? ¿Quién lo había sabido todo el tiempo? Era como haber
sido despojada de tu ropa y estar desnuda mientras todos
están viéndote y tú no lo sabes. Son mentiras que te hieren
profundamente. Imagínate que de un momento a otro… todas
las personas en tu vida fueran reemplazadas por actores. O tal
vez peor... que los padres que asumí eran reales estaban
siendo interpretados por actores. —Ella se encogió de
hombros—. Quizás alguien más se habría sentido diferente...

Trez intervino. —No importa lo que alguien más hubiera


sentido. Solo lo que tú sentías.

—Eso es lo que intenté decirle a mi hermano. Estaba


demasiado ocupado tratando de defenderlos para oírlo. Y
sabes, perderlo fue tan difícil como perder... bueno, a quienes
yo consideraba como mis padres. —Ella sacudió la cabeza—.
Quiero decir, las familias dicen la verdad, ¿cierto? Son las
únicas personas en nuestras vidas que realmente pueden

222
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
hacer eso incluso cuando nosotros no queremos escucharlas
porque la sangre nos mantiene unida a ellas.

Pensó en Iam y se sintió incómodo. —Sí, pero también


pueden equivocarse.

Trez tenía que decir eso. A sí mismo. Tenía que creer


que... Destino, ya ni siquiera sabía que creer. Sus
pensamientos estaban tan condenadamente retorcidos,
totalmente desarticulados, su cuerpo débil, su cabeza
comenzando a doler.

Mientras tanto, ella tampoco estaba teniendo una gran


noche. Con una maldición, puso su propia cabeza en sus
manos y se estremeció. —La lastimé. Esa es la jodida cosa. Mi
ma… esa hembra, parecía destruida cuando salí por esa
puerta. Me desmaterialicé en mi departamento y mientras
empacaba algunas cosas, me culpé a mí misma. ¿Como si el
permanecer en silencio hubiera sido mi elección? Sin embargo,
tenía que vivir con las consecuencias de su decisión de hacerlo.
No al contrario.

Cuando hubo una larga pausa, sintió que tenía que decir
algo. Hacer alguna cosa. Pero no podía formar nada coherente
para que saliera de su boca.

Agarrándose de un clavo ardiendo, murmuró, —¿por


qué elegiste Caldwell?

Ella frunció el ceño. Y luego lo miró una vez más. —


Sabes, es gracioso... no tengo una buena respuesta para eso.
Sobre todo, cuando recuerdo tantas cosas con una precisión
insoportable. Pero ¿en cuánto a lo que me trajo aquí? Eso... no
lo sé. Supongo que me llamaban de Caldwell.

223
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Diecinueve

Therese intentó exprimir su cerebro cansado y acceder a


la información sobre exactamente por qué había terminado
donde estaba. Pero no había nada. No hay contexto para
Caldwell. No hay contactos aquí. Ninguna razón para dirigirse
al este en lugar de al sur o al oeste.

Porque Dios sabía que era más difícil llegar al norte, a


menos que ella quisiera aterrizar en Canadá. El cual, por
supuesto, era un lugar muy agradable, pero ¿un cambio de
moneda y uno parcial del lenguaje? Había tenido suficiente con
qué lidiar.

¿Pero por qué esta ciudad en particular? ¿Y por qué con


tan incuestionable determinación? Era como si Caldwell
hubiera aparecido en su mente como destino como si hubiera
sido implantado allí por otra fuente...y bueno, en el momento
en que dejó su casa, tener alguna dirección, cualquier
dirección, era mejor que nada en absoluto.

—Así, que sí —concluyó—. Por eso entiendo dónde estás,


Incluso si no conozco los detalles.

Durante el periodo de silencio que siguió, fue la


oportunidad de Trez de saltar en la piscina. Pero permaneció
callado mientras se sentaba en el suelo. Y era interesante, en
otra época de su vida, antes de que tuviera su propia y horrible
solución de cosas, podría haberse sentido excluida. Era difícil,

224
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
sin embargo, cuando tus emociones eran fuertes, para
conectarte incluso a ti misma y mucho menos a alguien más.

Con una exhalación triste, reflexionó que la noche en


esta casa no había comenzado como ella esperaba. Y tampoco
estaba terminando de esa manera.

—¿Estás bien? —preguntó.

Cuando él asintió, quiso preguntar de nuevo. Y otra vez.


Hasta que pudiera mirar en su mente y conocer su verdad...y
no solo los detalles de la hembra que se había interpuesto entre
ellos. Quería saber el resto de su pasado también, todo lo
bueno y lo malo. No iba a obtener eso, sin embargo. Y era
probable que incluso no supiera la respuesta a la pregunta de
si estaba bien.

Una cosa de la que estaba segura era de que era una


hembra. Sabía eso tan seguro como podía verlo sentado
delante de ella, en el suelo al pie de esa cama, con esa toalla
alrededor de su cintura, con los pies descalzos plantados en
línea recta como si todavía estuviera considerando bajar
corriendo las escaleras. Demonios, probablemente había
considerado esa ventana del baño que ella había usado
mientras él había estado ahí. Estaba contenta de que él
hubiera decidido quedarse, sin embargo, a pesar de que ella
había sido la encargada de contarlo y él de escucharlo. Cuando
pretendía que fuera al revés.

Therese se aclaró la garganta. —Creo que mejor me voy...

—¿Crees que podríamos meternos en la cama...

Ambos hablaron al mismo tiempo y ambos se detuvieron


al mismo tiempo. Y luego lo hicieron de nuevo.

—Sí, me gustaría eso...

—Entiendo totalmente si te quieres ir...

225
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella levantó la mano. —Me gustaría quedarme.

Poniéndose de pie, se sintió un poco extraña con un


albornoz envuelto a su alrededor, el duro material de la estera,
la suave piel sintética contra su piel. Pero no se sentía cómoda
estando desnuda, tampoco. No se arrepentía del sexo que
habían tenido, en absoluto. Simplemente no quería que él
pensara que ella estaba tomando las cosas en una dirección
sexual. Parecía agotado. Y francamente, ella también.

—Ya mismo vuelvo —murmuró.

En el baño, la ducha la tentó. No quería que él pensara


que se lo estaba lavando de ella, sin embargo...

Deteniendo ese tren de pensamiento, sabía que no podía


preocuparse por él así. Quería ducharse porque había
trabajado un turno en el restaurante y acababa de compartir
lo más personal de su vida con él.

Necesitaba un minuto para recuperarse.

Y no había mejor lugar para hacerlo que bajo un poco de


agua caliente.

De vuelta en la puerta, salió. —Voy a agarrar...

Él se había ido.

Sin embargo, su ropa todavía estaba donde la habían


dejado en el suelo. Y abajo...sí, lo escuchó moverse. Un
momento después, un aroma subió por las escaleras.

Tostadas. Le estaba haciendo tostadas.

Parecía que ambos se estaban reiniciando a su manera.

Volviendo a cerrar la puerta, abrió la ducha y sí, guau,


hablando sobre presión de agua. Cuando metió la mano en el

226
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
chorro, la cosa saliendo del cabezal era como un chorro de
arena. Perfecto. Simplemente...perfecto.

Mientras ponía el albornoz a un lado, se metió debajo del


chorro y exhaló más que solo oxígeno. El estrés salió de ella,
particularmente cuando inclinó la cabeza hacia atrás y sintió
el agua hundirse en su cabello. Había champú en una piedra
incrustada en la pared, así como acondicionador y gel de baño.
Dios, esto era como estar en un hotel.

Lo utilizó todo. Cada cosa. Incluso se lavó el pelo dos


veces solo porque le gustaba el olor del Biolage 27 fuera lo que
fuera. Después de terminar con la cosa de la limpieza, regresó
al chorro de agua y cerró los ojos, dejando que el agua le
golpeara en la cabeza, hacia abajo por su cabello, y cayendo
sobre sus hombros, espalda, piernas y sus pies.

Antes de que gastara el agua caliente...en caso de que él


quisiera ducharse también...apagó las cosas y salió a la
alfombra de baño. Las toallas colgando en la varilla frente a
ella eran grises y blancas, y cuando agarró una y se la llevó a
la nariz, inhaló y olió un delicado aroma a flores del prado.

Gran diferencia del duro y apilado material que tenía en


la casa de huéspedes.

Esa toalla de baño que había comprado en HomeGoods 28


ya estaba en las últimas.

Por otra parte, ¿por 1.99 dólares en liquidación? Qué


podía esperar.

Una vez que se secó, se arriesgó y abrió un par de


cajones debajo del lavabo. Sip. Cepillos de dientes nuevos en
todos los tamaños y una configuración de cepillos Oral-B como
nunca había pensado. Así como siete u ocho diferentes tipos y

27
Marca de champú.
28
Tienda de saldos de muebles para el hogar.

227
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
marcas de pasta de dientes. Increíble. Quienquiera que llevara
esta casa valía cada centavo.

Además habían traído víveres. Incluso cuando lo los


había pedido.

Cuando Therese se cepilló los dientes, quiso quedarse.


Realmente lo hacía...y no solo a pasar la noche. Quería vivir en
un lugar agradable como este, limpio, con toallas dulcemente
perfumadas y armarios que eran surtidos por un doggen
reflexivo, y alfombras que fueron aspiradas por alguien más.
Quería internet y no quería pagar, y estantes que no quería
quitar el polvo, y platos que se limpiaban por si solos.

Sin embargo, más que nada, quería despertarse junto a


Trez todas las noches.

Y llevarle café en esa mesita. Y compartir el coche con él


para ir a su trabajo en el restaurante. Quería mensajes de texto
de él a lo largo de su turno, solo pequeñas cosas. Un meme,
un estúpido gif, una historia rápida sobre una locura
sucediendo en su club. Entonces quería que la recogiera y la
condujera de vuelta aquí, los dos charlando sobre cómo había
ido el trabajo.

Cuando llegaran a casa, quería repartirse la preparación


de la cena con él. Quería picar las verduras en una tabla de
cortar de madera mientras él asaba los filetes en el horno.
Quería pan fresco que oliera bien, y una comida preparada al
estilo familiar en los platos sobre la mesita. Quería más
historias intercambiadas, de las noticias humanas o de los
grupos de redes sociales de los vampiros o algo que habría
escuchado en el club de uno de sus gorilas.

Luego la limpieza. Luego hacer el amor aquí.

Luego otra vez, y otra vez, hasta que los años se


convirtieran en décadas y las décadas en siglos.

228
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Hasta que la muerte...en mucho, mucho,
incalculablemente largo tiempo... les separase.

Después de lo cual...el Fade. Para la eternidad. Lado a


lado.

—Dios, qué estoy pensando —murmuró para sí misma.

Pero sí, bueno, si era honesta, quería la versión mortal


de para siempre en la tierra con él y luego la mística en el Otro
Lado. ¿Y si fueran jóvenes? Excelente. Y si no lo fueran, genial.

Que estuvieran juntos era lo único que importaba.

Mientras esas fantasías salvajes pasaban por su mente,


se miró a sí misma en el espejo sobre los lavabos, una extraña
conciencia ondulando a través de su conciencia y yendo más
profundo. Mucho, mucho más profundo.

Era como si hubiera pensado estas cosas antes, y no


porque estuviera en una relación con alguien más.

Era él. Por alguna razón...siempre había sido él.

Trez parecía, al menos esta noche, ser su amante


fantasma y su destino, todo envuelto en uno.

—Y sé que es una locura —dijo mientras se envolvía en


una toalla.

Apagando las luces con su mente, quiso alejarse de su


reflejo. No lo hizo. No pudo.

Esa extraña sensación de conexión con Trez, de


vincularse con él, de estar destinada a estar con él, se negó a
irse...y no quería salir fuera hasta que lo colocase en un
contexto más razonable. Había aprendido hace mucho tiempo
que los sentimientos románticos eran poderosos...pero eso no
significaba que fueran permanentes. ¿Y teniendo en cuenta el

229
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
sexo que habían tenido? ¿Seguido por su ruptura emocional y
su SuperSoul Sunday29 compartiendo cosas?

Parafraseando a Oprah.

Era mejor recordar que cualquier cosa que su cerebro


escupiera en este momento era el resultado de todas las
endorfinas que se habían liberado...

Por el rabillo del ojo, captó un destello de algo en el patio


cubierto de nieve.

Frunciendo el ceño, se acercó y miró a través del doble


cristal que había abierto.

Justo al lado de un lugar de aterrizaje desordenado,


había un resplandor por ahí, y no como uno de una especie de
cámara de seguridad. Era más como una fosforescencia
residual, una sombra persistente de color arcoíris, como si
algo...

—Pero. Qué. Co...rcholis.

En su mente, hizo todo el camino hasta “coño”. En este


bonito baño, sin embargo, con la toalla perfumada a su
alrededor y el champú y acondicionador que alguien más había
pagado para perfumar su cabello húmedo, quería mantener los
juramentos al mínimo, incluso si estaba sola.

Incluso si estaba justificado.

Y a pesar de que no estaba segura de que corcholis fuera


una palabra o lo que significaba si lo fuera.

Pero algún tipo de cosa con c o algo más estaba


justificada...porque justo bajo el extraño y disipándose
resplandor había una marca en la capa de nieve. Una gran
marca con dos triángulos a cada lado.

29
Programa de entrevistas de autoayuda presentado por Oprah.

230
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Como si alguien se hubiera acostado al lado de donde
ella se había dejado caer y hecho un ángel moviendo sus
brazos y piernas adelante y atrás. Para enviarla un mensaje.

De repente, los pelos de su nuca hormiguearon y se le


puso la piel de gallina en los brazos.

Sacudiendo la cabeza, giró las persianas venecianas


para que no pudiera ver fuera...y quien quiera que hubiese
hecho eso no pudiese ver dentro.

¿Aunque dado ese brillo? Estaba dispuesta a apostar


que las reglas normales no se aplicaban.

Asumiendo que esto no fuera todo un juicio de su mente


poco confiable.

Decidida a dejar esto, y mucho más, detrás, salió del


baño.

Trez estaba en la cama boca arriba, con los hombros


desnudos saliendo del edredón que había sido subido casi
hasta las clavículas. Sus ojos estaban cerrados y su
respiración era irregular, la mano que había dejado fuera de
las sábanas temblando, sus párpados revoloteando como su
estuviera soñando.

Y no cosas agradables.

Permaneciendo donde estaba, lo miró por un rato. Si no


le hubiera pedido explícitamente que se quedara, le habría
dejado. Tenía la sensación de que no había dormido en un
buen tiempo, y seguramente un buen día de descanso podría
ofrecerle más de lo que ella podría cuando vino a ayudar. Pero
no se quería ir, y no solo porque no quería que estuviera solo.

Acercándose a la cama, levantó el edredón y se deslizó


entre las sábanas tirando la toalla húmeda al suelo. Girándose
para mirarlo, estaba a punto de cerrar los ojos cuando él rodó

231
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
hacia ella. Con un gemido, sus brazos se extendieron y la
atrajeron hacia su cuerpo cálido y vital, y cuando se hizo el
contacto, el suspiro irregular que él soltó mientras dormía le
rompió el corazón...y la hizo sentirse completa al mismo
tiempo.

Él la necesitaba.

Y de alguna manera, sintió que ella lo necesitaba de


igual manera.

Cuando Therese cerró los ojos, sintió que la paz la


invadía. Y fue algo que no cuestionó.

Este desconocido parecía el destino de muchas maneras.

Especialmente mientras pensaba en su elección


aleatoria de venir a Caldwell cuando había dejado a su familia.

Era casi como si conocerlo hubiera sido la razón.

232
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veinte

Trez se despertó con el zumbido silencioso de las


persianas de ilusión mientras bajaban sobre todos los cristales
de la casita. Por una fracción de segundo, supo exactamente
dónde estaba. Estaba con su Selena, y estaban en su cama de
matrimonio, ¿y toda la pesadilla de su muerte y la pira y las
secuelas?

Nada de lo que valiese la pena preocuparse. Sólo éter


expulsado por su subconsciente, una pesadilla generada por
sus miedos más profundos, un eructo de terror en su cerebro.

Soltando la respiración, volvió a cerrar sus ojos arenosos


y acercó aún más a su shellan. Mientras ella dormía, su cabeza
encontró el lugar que siempre tuvo en su pectoral, y su brazo
lo rodeó, y su mano encontró el surco en el lado de su cadera.
Finalmente, las puntas de sus dedos tranquilizaron el
contorno de su pelvis, como siempre lo hicieron...

Sus párpados se abrieron de nuevo.

Curiosamente, la leve irritación de sus ojos fue lo que


trajo todo esto de vuelta. Estaban hinchados y ásperos porque
él había llorado delante de ella. Después de que él lo había
perdido mientras habían tenido sexo. Y luego no explicó su
arrebato. Mierda, murmuró en la oscuridad.

233
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras se recalibraba, la realidad levantó su fea
cabeza una vez más, la ansiedad revolvió los dos trozos de
tostada que había comido mientras ella se duchaba, y él tuvo
que sentarse para no marearse. Desenredándose
cuidadosamente de ella, él empujó su torso hacia arriba en las
almohadas y se alegró cuando ella se reorganizó en su regazo.

El hecho de que ella siguiera durmiendo lo tranquilizó.

Muchas cosas entre ellos eran complicadas, pero la


forma en que ella lo buscaba en su descanso era simple.

Mirando al hogar, no había nada que brillara allí ahora,


no quedaba ningún indicio de calor o iluminación...

La luz atravesó las persianas de ilusión, emanando de la


casa de al lado.

—¿Qué...?

Mientras hablaba, su hembra se agitó y levantó la


cabeza. —¿Qué pasa?

Justo cuando estaba a punto de lanzarse sobre ella para


protegerla de la luz del sol, el sonido de la puerta de un garaje
levantándose y de un coche retrocediendo para salir pero
quedándose, lo dejó totalmente confundido.

—Oh, mier…mecachis, dijo ella mientras se sentaba


hacia arriba—. Nos quedamos dormidos.

—¿Qué? —Excepto que entonces miró el reloj digital en


la mesita de noche—. Oh...

son las seis en punto. De la noche.

O un poco antes, como era el caso.

Siendo esto el norte del estado de Nueva York, y el


horario de verano terminando en Noviembre, las cosas se

234
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
oscurecían lo suficiente para los propósitos de los vampiros a
las seis. Incluso antes. Demonios, gran parte del tiempo en
Diciembre, podrías estar al aire libre tan pronto como a las
cinco p.m.

Tirando de las sábanas, ella saltó de la cama. —Voy a


llegar tarde otra vez… Voy a perder este maldito trabajo...

—Es lunes. El restaurante está cerrado.

Mientras ella se movía hacia él, él hizo lo posible por no


notar la forma en que sus perfectos pechos se asentaron por el
movimiento. O cómo su pelo cubría sus hombros y mucho de
su espalda. O el largo de sus encantadoras piernas.

Se clavó a sus ojos. Al encontrarlos, se negó a excitarse.

Bien, de acuerdo. Su mente se negó a ir allí. ¿Su erección


por otro lado? Ups.

Mirando hacia abajo, se aseguró de estar cubierto.

—¿Lunes?, —dijo ella.

—Sí, Lunes. Lo juro. —Oye, ella lo había hecho bien a la


hora de la noche, y él estaba procesando todo el asunto de el-
día-de-la-semana. Mano a mano. —La tormenta de nieve fue el
Sábado y esa es nuestra noche más ocupada en el club. La
pasada noche, el Domingo, no tuve que preocuparme por una
gran multitud, por lo que tuve tiempo de pelear con mi
hermano.

—¿Pelear con él?

Trez agitó la cabeza. —No importa.

El rostro de ella registró el indicio de un ceño fruncido.


Pero luego se miró a sí misma con sorpresa. —Oh. Hola. Lo
siento, estoy en mi traje de cumpleaños.

235
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
A pesar de todo lo que no se había dicho entre ellos, él
tuvo que sonreír. —¿En serio te estás disculpando conmigo por
estar desnuda?

—Bueno, es un poco demasiado. —Se cubrió los pechos


con el brazo y el sexo con la mano—. Quiero decir...

—Es simplemente perfecto, en realidad. —Trez jugueteó


con el borde del edredón—. Escucha, necesito disculparme por
lo que pasó anoche. No quise ponerme tan dramático.

Ella se acercó a la cama. Volvió a entrar. Metió el


edredón bajo sus brazos mientras se apoyaba a su lado.
Cuando ella miró, su cara estaba tranquila y abierta, y él
estaba contento. Él no quería un montón de simpatía o cosas
de oh-pobre-bebé. Pero tampoco quería ser juzgado por el tipo
de cosas sobre el que no tenía ningún control.

—No voy a preguntarte qué pasó, —dijo ella—. Sólo que


sepas, cuando, y si, alguna vez estás listo para hablar de ello,
estoy aquí para ti.

—Gracias.

Se sentaron en silencio por un rato. Luego, cuando él no


pudo soportar el silencio, dijo: —¿Qué planes tienes para esta
noche?

—No mucho. Creo que volveré a casa...

—Podrías quedarte aquí. Podríamos trasladar tus cosas


y...

—Dios, me gustaría poder aceptar tu oferta.

—Podrías.

Asintió con la cabeza al baño. —Tienes que probar esa


ducha. La presión del agua es una locura.

236
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No respondiste a mi pregunta.

—¿Había una? —ella miró por encima de nuevo y


exhaló—. Lo siento. Estoy siendo evasiva, ¿verdad? Y eres muy
dulce. Aunque, vendré a verte aquí.

Él tuvo el impulso de tomar su mano. Así que lo hizo. —


Por favor. Múdate aquí y yo…

Cuando ella le apretó la palma de la mano, él dejó de


hablar.

—¿Recuerdas lo que yo... recuerdas todo lo que te dije


anoche? —dijo ella.

—Cada palabra. ¿Quieres que lo repita?

—No, pero gracias por escuchar.—ella respiró


profundamente— Así que este es el asunto. ¿Sabes cuál fue la
segunda peor cosa en mi vida, después de descubrir que me
habían mentido? El segundo peor momento... fue cuando
decidí dejarlos. No fue el perderlos o la fractura de la familia.
Fue el hecho de que no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo
cuidarme a mí misma. Tenía setecientos dólares a mi nombre,
un teléfono que mis padres pagaron, un apartamento que
compartía con mi hermano…, no tenía mi propio coche, mi
propio espacio.

¿Incluso mi trabajo? Mi padre me lo consiguió. Yo estaba


haciendo cosas de Tecnología de la Información para su viejo
amigo. No tenía nada que fuera mío y no tenía habilidades para
cuidar de mí misma porque mi familia había hecho todo por
mí. O más bien... la gente con la que crecí lo había hecho todo
por mí. Nunca he estado más asustado en mi vida mientras
llenaba un bolso con algo de ropa y salía de mi apartamento.
Ningún sitio al que ir. Ni idea de lo que iba a hacer conmigo
misma. Estaba vacía. Cabeza hueca, corazón hueco... perdida

237
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
en el mundo. —Ella le apretó la mano otra vez—. Y nunca,
nunca voy a pasar por eso otra vez. Nunca.

Cuando sus ojos se encontraron con los de él, estaba


jodidamente seria. —Amo esta casa, —continuó ella—. Me
encantaría visitarte en ella. Pero voy a asegurarme de no
depender de nadie más porque es la única manera de
asegurarme de que no voy a estar en esa posición de nuevo. Lo
haré por mi cuenta… y escucha, no sé a donde va esto entre
nosotros dos, pero créeme. No quieres un peso muerto
alrededor de tu cuello. Quieres a alguien que sea un
compañero, no un problema que necesite ser resuelto.

—No eres un problema. —Al menos... no en el sentido


del que ella hablaba.

—Y voy a mantenerlo así. —Sus ojos eran muy serios


cuando se encontraron con él—. Necesito hacer esto. Tengo
que probarme a mí misma que puedo ser fuerte.

Alcanzando la cara de ella, acarició su mejilla con la


parte posterior de sus nudillos.

—Bien. Respeto eso.

—Gracias.

Trez tuvo el impulso de besarla, pero ella llegó a él


primero. Se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra
los de él.

Permanecieron cerca por un tiempo. Y luego él se sintió


obligado por su honestidad, su apertura. O tal vez fue más
como culpabilidad por ello.

—Lo siento —susurró él.

—¿Por qué?

—Ser un caso perdido.

238
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No eres un caso perdido. Está claro que tienes... algo
en tu pasado que es profundo y es muy doloroso. Y odio eso
para ti. —ella se encogió de hombros—. Pero no tienes la
obligación de compartir esto ni nada conmigo ni con nadie
más. Yo sólo quiero las partes de ti que tú quieras darme
voluntariamente. Esos son los regalos que yo quiero, y puedo
ser muy paciente contigo.

A Trez le impresionó tanto su tranquila seguridad, su


suave fuerza, que se inclinó y la besó. —Eres... increíble.

Y estaba tan agradecido por el espacio que ella le estaba


dando. El único problema era... que no creía que el tiempo
fuera a aliviar su reticencia. Parecía extraño contarle una
historia en la que ella era la heroína, una historia de amor y
pérdida que ella misma había vivido…, aunque, en la
actualidad, no parecía recordar conscientemente nada de ello.
Sin embargo, ella había estado allí en su muerte, había sufrido
y...

Oh, guilipolleces, se dijo a sí mismo.

La verdadera razón por la que no quería contarle todo


era porque quería lo que él creía que era la realidad, y si lo
ponía todo sobre la mesa, su hembra tenía la habilidad…, como
nadie más…, de volarlo todo. iAm podía hablar en teoría. La
gente a su alrededor podría preocuparse por él. La razón podría
jugar partidos sin fin contra la esperanza en su cabeza.

Pero Selena... esta hembra a su lado... tenía el verdadero


detonador.

Cuando un agudo, punzante dolor atravesó su cabeza,


seguro como si una flecha hubiera penetrado en su lóbulo
frontal, pensó en su resolución después de que Xhex hubiera
hablado con él. Su actitud defensiva cuando luchó con iAm.
Su certeza cuando él y su hembra habían estado teniendo sexo
anoche que era, de hecho, Selena y él reunidos, la ruptura que

239
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
había llegado con su muerte resuelta, la vida no tanto
renovada como reanudada.

Sip, y luego se partió por la mitad. Así que, ¿exactamente


cómo de bien estaba funcionando esta mierda para él?

Se sintió desgarrado en dos por razones que no podía


soportar mirar demasiado de cerca.

¿Y si iAm estaba en lo cierto? ¿Y Xhex había sido más


amable que precisa esa noche del tiroteo?

Therese trazó el rostro de su amante con sus ojos, los


rasgos tan perfectos para ella, tan sensuales, tan masculinos,
tan... convincentes. Esos iris negros, la piel oscura, el cráneo
recortado.

—A veces siento... susurró ella.

—Qué. —Trez le acarició el pelo hacia atrás—. Dime.

—A veces siento como si te hubiese conocido siempre.

—Lo has hecho, —murmuró él.

Therese se rio apresuradamente. —El destino, eh.

—Sí. —Él estaba tan serio que ella se sorprendió—. Creo


en el destino. ¿Tú no?

Fantasías sobre un futuro con él al lado, esa pregunta la


hizo estremecer. Ella había nacido de alguien que la había
abandonado. Sólo ponerla en una puerta, y dejarla allí en el
frío, para que muriera. Así que incluso cuando ella rebobinó
sobre el destino para ella y este macho, cuando se trataba de
discusiones sobre el destino, ella estaba preocupada. ¿Se
suponía que ella debía haber sido asesinada por negligencia

240
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
cuando era una niña? ¿O fue la salvación que sucedió, pero
que ahora se sentía temporal, lo que se suponía que había
conseguido?

En esa teoría, ¿qué pasaría si el destino de la gente se


repartiera como piezas de correo, algunas de las cuales, por la
ley de las provabilidades, inevitablemente se extraviaban.
Destruían. Entregaban a la dirección equivocada?

¿Consiguió a los padres de alguien más por error?


¿Alguien se llevó a los suyos?

¿Y qué hay de venir aquí y conocer a Trez?...

Vale, ella realmente no quería pensar ahora mismo,


decidió. Y sabes, Trez parecía que tampoco…, especialmente
cuando le pasó los dedos por el pelo otra vez y su mano se
quedó en su hombro.

Sonriendo, se apoyó en las almohadas y pasó la punta


de su dedo por encima de su propia vena yugular. Luego se
arqueó, deseando enroscarse dentro de su núcleo.

—No quiero hablar más, dijo.

Instantáneamente, su aroma explotó, especias oscuras


llenando sus sentidos.

—Ahora mismo, quiero algo más de ti, —dijo ella—. Y


quiero darte algo.

Con ojos calientes, Trez movió su propio cuerpo hacia


abajo para que estuvieran cara a cara en las almohadas. —
Tengo hambre.

—Yo también.

—Toma de mí primero, —dijo él mientras le tomaba la


nuca y la instaba hacia su propia garganta—. Toma de mí para
que pueda darte fuerza.

241
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella tuvo un momento de pausa. Pero entonces sus
propios instintos tomaron el control.

Acariciando el costado de su garganta, pasó su afilado


colmillo por la vena que él le ofrecía. Ella tuvo el pensamiento
de que quería ir despacio, pero el hambre se apoderó de sus
entrañas, un recordatorio de que hacía mucho tiempo que no
había hecho esto. Desde que ella se había cuidado a sí misma
de esta manera.

Y había pasado aún más tiempo desde que había habido


un componente sexual en esto para ella.

Lamiendo el cuello de él, ella inclinó su cuerpo y


encontró que estaba duro de nuevo por ella. Listo para ella.
Hambriento por ella.

Con un siseo, ella se echó hacia atrás y luego perforó con


sus colmillos a través de su garganta... mientras que al mismo
tiempo, ella comenzó a acariciarlo entre sus piernas.

—¡Oh, joder! —ladró él mientras se daba la vuelta sobre


su espalda y la ponía encima.

Lanzando una pierna sobre las caderas de él, Therese se


sentó en su erección y se empaló a sí misma en él. Mientras lo
hacía, empezó a chupar su vena, atrayéndolo hacia sí. Ella no
se atrevió a empezar a moverse, sin embargo. No quería hacerle
daño, y cuando el oscuro vino que tragaba calentó sus
entrañas, le golpeó tal avaricia, que se preocupó de que
pudiera montarlo con fuerza y desgarrarle la garganta.

Pero si el objetivo era traerle una liberación, no parecía


importar que ella no se estuviese moviendo.

Trez empezó a correrse sin ningún tipo de fricción, los


tirones en su yugular lo suficiente como para enviarlo al límite.
Y ella se alegró. Estaba tan contenta.

242
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Él había conocido tanto dolor.

Cuando estaba con ella, ella quería darle el placer que


se merecía.

Y tal vez incluso... el amor.

Capítulo Veintiuno

—No, mejor vuelvo. Al menos por un momento.

Mientras su hembra hablaba en el fregadero de la


cocina, Trez miró su teléfono. Eran casi las ocho ahora. Habían
bajado aquí hace unos veinte minutos, vestidos con lo que
habían llevado puesto la noche anterior, después de lo cual ella
había tenido otro tazón de pasas cuidadosamente distribuidas
con salvado, y él había hecho otro par de rebanadas de pan
tostado.

Ambos tenían leche. En vasos.

Eran verdaderos fiesteros, grandes apostadores.

¿Sin embargo arriba, en esa gran cama? No tenían nada


de qué avergonzarse cuando se trataba de pasar un momento
salvaje.

243
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
¿Te acordaste de comprar otro teléfono? —preguntó él—
. Quiero decir, en los cinco minutos que has tenido para ti
misma desde que perdiste el otro, por supuesto.

—No. —Ella sonrió mientras ponía su tazón en el


lavavajillas. Luego señaló dentro de la máquina—. Tienes dos
objetos aquí. A este ritmo, tendrás que ponerlo en marcha en
Febrero.

—¿Puedo llevarte a conseguir un teléfono? —Él levantó


las manos. —Tú pagarás, lo juro. Es solo que podríamos
conducir hasta la tienda de Verizon30 de camino a tu
apartamento.

—Oh, solo era uno desechable y puedo llegar a casa por


mí misma —Se dio la vuelta y se recostó contra el mostrador—
. Puedo desmaterializarme directamente en mi apartamento.
Conozco el trazado y dejé la ventana rota.

Trez trató de mantener un gruñido para sí mismo. —Aun


así puedo llevarte de regreso.

—Mira, no estoy siendo un dolor en el culo a propósito


—Na, era solo un don que tenía—. Pero deberías tener un
teléfono, y no porque seas una hembra o algo así… Oye, ¿y si
iAm necesitara comunicarse contigo? O Enzo. Para cambiar
turnos.

En caso de duda, juega la carta del trabajo, pensó él.

—Es lunes, recuerda —Sus ojos se cerraron un poco—.


Por eso pudimos quedarnos en la cama por un poco más...

—Sí, lo hicimos —Ronroneó Trez. No pudo evitarlo—. Y


sabes, no me di cuenta de cuánto me gustaba el comienzo de
la semana laboral hasta ahora.

30
Proveedor de telefonía móvil de USA.

244
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Hubo un largo momento. Durante el cual él tuvo la
sensación de que ella estaba considerando la idea de un
cambio de elevación… concretamente al segundo piso, de
regreso a esa cama. Y él sería un “sí” a eso, imagínate.

Excepto que entonces ella miró hacia otro lado con un


sonrojo. —Eres demasiado caliente para mí.

—No, tú lo eres.

Ambos se rieron. Entonces ella sacudió la cabeza. —


Sabes, probablemente tengas razón.

Trez deliberadamente puso sus dedos en la marca del


mordisco que ella había cerrado lamiendo. —¿Acerca de qué?
¿El hecho de que puedes tomar mi vena cuando quieras?

—Necesito devolver el favor, por cierto —dijo arrastrando


las palabras—. No te alimentaste de mí. Nos distrajimos

—En el mejor sentido de la palabra. Y todavía estaría


tumbado sobre ti ahora mismo si pudiera.

Su hembra soltó un gruñido y luego un resoplido.


Después de lo cual se cubrió la boca con ambas manos.

—¿Ahora por qué haces eso? —preguntó él—. No


necesitas estar callada en esta casa.

—Tengo la peor risa del mundo.

Trez pensó de nuevo en el tiempo que habían pasado


juntos en el Gran Campamento de Rehv, en el lago cerca de
Saddleback Mountain, los dos acurrucados en una vieja cama
victoriana con dosel, una colcha casera levantada hasta la
barbilla, una conversación tranquila, susurros de amor y un
atisbo de eternidad uniéndoles ya sea que se hubiesen unido
sexualmente o no.

Él había contado chistes tontos. Y ella se había reído.

245
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Momentos robados... en un lapso de tiempo que había
sido demasiado corto.

—Amo tu risa —dijo él

—No tienes que ser encantador. —Ella se acercó a donde


él estaba sentado en la mesa y le rodeó los hombros con los
brazos—. Ya me tienes.

Trez le puso las manos en las caderas. —Y quiero


retenerte.

Sus hermosos ojos parpadearon. —Creo que lo harás.

—¿Por qué no lo haría? —Dios, eso era todo lo que quería


hacer—. ¿Por qué nadie lo haría?

Su hembra le acarició la cara. Luego, con voz ronca,


susurró. —Esa no es una pregunta retórica para alguien que
fue abandonada por su madre y su sire de nacimiento.

Trez la abrazó fuerte. Nunca había pensado en las


Elegidas de esa manera, pero suponía que era verdad. No
tenían padres verdaderos. Eran criados para servir, no se les
daba opción en el asunto… a pesar de su nombre…, y se
esperaba que lo aguantaran si no les gustaba su papel en la
especie. No había amor. Solo había deber.

—Lo siento mucho —dijo él con emoción.

Se abrazaron y sostuvieron el uno al otro durante mucho


tiempo. Y él le dijo mentalmente que la amaba porque perdió
brevemente la voz.

Cuando ella se retiró, se aclaró la garganta. —¿Dónde


estábamos?

—Justo donde quiero estar —murmuró él.

246
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella sonrió. —Oh, bien. Mi teléfono. Enzo e iAm. Sí tienes
razón…, y no sé por qué estoy siendo tan terca sobre conseguir
un nuevo desechable. No pagué mucho por él y, sin embargo,
me molesta mucho tener que gastar incluso un centavo para
reemplazarlo. Y eso es simplemente estúpido.

—Así que iremos a Verizon —aplaudió triunfante—.


Maldito calor…

—Tengo otro teléfono.

Ella se acercó a su bolso, el que ella había perdido en el


club. Abriendo la parte superior, ella echó un vistazo y volvió
a levantar la vista. —Sabes, está realmente vacío aquí sin una
billetera. Gracias a Dios que no soy una humana con un carnet
de conducir para perder o una identidad para robar, ¿eh?

Su hembra metió la mano. Abrió el bolsillo. Y sacó un


teléfono móvil.

Mientras lo sostenía en su mano, miró la cosa,


pareciendo reencontrarse con su propia posesión. —No he
usado esto desde que me fui. Está sin batería, creo, apostaría…
sip, sin batería.

—Tenemos cargadores. —Él se levantó y comenzó a


buscar en los cajones—. Fritz siempre tiene algo de todo en las
casas que amuebla… la encontrare. ¿Qué modelo es?

—Un Samsung. —Ella se acercó y miró los diversos


cargadores negros enrollados, todos listos para usar, con los
embalajes quitados—. Galaxy. Pero no el súper nuevo.

Gracias a Dios no es un iCualquiercosa.

—¿Por qué?

—A Vishous no le gustan. Y dado que hizo el sistema de


seguridad en esta casa, nunca habría dejado algo así en
ningún cajón. Lo habría verificado para asegurarse.

247
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿Es un hermano? —preguntó ella—. Vishous, quiero
decir.

—Lo recuerdas —dijo con distracción mientras


comenzaba a probar varias opciones en el extremo de carga de
su teléfono.

—Oh, ¿Estuvo en el club la pasada noche?

—Lo tengo. Este encaja. —Estirando el enchufe de


CA/CC a la pared, fue a…

—Espera —dijo ella mientras lo detenía.

Cuando Therese puso su mano sobre el brazo de Trez,


su corazón latía con fuerza. Pero vamos, se dijo a sí misma.
Era una locura no usar su viejo teléfono. Si estaba tratando de
ahorrar dinero para mudarse de esa casa de huéspedes,
entonces conseguir otro era un desperdicio si este era
perfectamente utilizable.

—Lo siento —dijo ella—. Solo estoy siendo rara.

—¿Tienes miedo de que hayan llamado? —La voz de él


era baja—. Tus padres, quiero decir.

—No. Sí. Quiero decir, si lo hicieran, está bien.

La carga inicial llegó rápidamente, y mientras esperaba,


se encontró deseando no ser tan indigna. También trató de
decidir qué sería más difícil. Si hubieran llamado... o si no lo
hubieran hecho.

—Hora de encenderlo —murmuró.

Inicializando la unidad, esperó a que se encendiera y


luego…

248
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
No había razón para poner su contraseña. Sus
notificaciones aparecieron en la pantalla de inmediato.

Y todo lo que pudo hacer fue mirarlas.

—Mi hermano —se escuchó decir—. Él… ah… llamó.

—¿Recientemente?

—Siete veces. Y sí... hace tres noches fue la última.

—¿Vas a devolverle la llamada?

Therese sacudió la cabeza, pero no en respuesta a la


pregunta. Estaba intentando concentrarse en sus emociones
para recordar cuál demonios era su contraseña. Su fecha de
nacimiento…, sí, la había usado como contraseña porque
estaba muy cansada de recordar combinaciones de palabras y
números. Encribiéndola, se metió en el teléfono propiamente
dicho.

Sus ojos se humedecieron mientras miraba a través de


todo. Había mensajes de texto, llamadas telefónicas perdidas,
otros mensajes de correo de voz… no solo de su hermano.

Todo era una evidencia tangible de que su antigua vida


había continuado sin ella. Y el hecho de que ninguna de las
comunicaciones, excepto las llamadas de Gareth, fueran
recientes, la hizo sentir que había muerto y que era testigo de
que la gente seguía adelante. Primos, amigos, contactos
profesionales. Todos habían dejado de acercarse después de
un rato. Sin embargo, su hermano había persistido.

Sin mensajes, tampoco. Llamadas.

Él era un texter31. O lo había sido. La única vez que la


llamó fue por emergencias: accidentes, automovilísticos o de
personas. Enfermedades, aunque con vampiros eso era raro.

31
Persona que prefiere escribir mensajes a hacer llamadas.

249
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Problemas de la casa que eran complicados, como tuberías
reventadas o fusibles eléctricos quemados.

O muertes.

Curiosamente, Therese había escuchado a personas


hablar de momentos transcendentales antes, y siempre los
había imaginado en el contexto de la historia. La historia era
importante e involucraba a muchas personas…, y a veces a
toda la raza: como las incursiones de hacía un par de veranos.
La elección democrática de Wrath, hijo de Wrath. El
nacimiento del hijo de Wrath, Wrath. Todos esos eventos
fueron fundamentales porque originaron un gran cambio y el
tipo de cosas que definieron una generación determinada.

La vida de la mayoría de las personas, por otro lado, fue


anecdótica más que histórica. Los entresijos de la vida de una
persona eran importantes solo para ellos, con extensiones
menores en familiares y amigos. Rara vez había un lapso o
expansión que envolvia a grandes cantidades. Rara vez las
cosas eran tan profundas que se te cortaba la respiración y
recordabas exactamente dónde estabas parado cuando algo
sucedía o se te decía.

Raramente recordabas el cambio, y no en términos de


izquierda o derecha

Más bien, como un glaciar.

Mientras Therese sostenía su viejo teléfono en la mano y


miraba el número de mensajes de voz que su hermano le había
dejado, sintió que su corazón se movía. O tal vez fue más...
reabrirse.

Hasta que escuchara los mensajes, ni siquiera sabría si


había un problema. ¿Pero el hecho de que podría haberlo? ¿O
podría haber existido? ¿Y ella no lo supiera? ¿Y ella no
estuviese... allí?

250
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Simplemente estaba mal. Y todo el asunto de quién la
dio a luz no importaba en lo más mínimo.

Lo siguiente que Therese supo fue que estaba


caminando hacia la mesa porque sentarse de repente parecía
una buena idea. Excepto que ella no lo logró. El cable del
teléfono no llegó tan lejos de la pared.

—Aquí, te seguiré —dijo Trez mientras desconectaba el


cargador.

Había poca batería de reserva, así que se preguntó,


mientras iba y se sentaba, si el teléfono no iba a bloquearse.
Pero no fue así. Trez se apresuró a obtener otro enchufe.

Sosteniendo el aparato en sus manos, miró la pantalla


un poco más. —Espero que estén bien.

Por supuesto, ella podría averiguar si lo estaban o no


mediante la reproducción de los malditos mensajes. Hola.
Excepto que todavía estaba lidiando con el cambio en el centro
de su pecho. Se suponía que debía sentir ira, resentimiento,
dolor y traición… como lo había hecho desde el momento en
que los había dejado a todos. Había tenido sus razones para
todas esas emociones negativas, y tenía derecho a estar en ese
espacio. Le habían mentido, los tres conspirando en un fraude
que aparentemente habían dado por sentado que nunca sería
expuesto.

Estar enojada estaba bien.

Ahora, sin embargo, en lugar de detenerse en la justa


indignación que la había sostenido, lo único en lo que podía
pensar era en los ojos de esa hembra, esa hembra que se había
llamado a sí misma mahmen. Habían estado tan desconsolados
como Therese había sentido su furia por debajo.

—Está bien, suficiente de ser neutral —murmuró.

251
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Seleccionó el mensaje más reciente y rezó…rezó, para
que fuera su hermano volviéndola a regañar por irse.

La voz, saliendo de su teléfono, fue una conmoción, por


momentos extraña y familiar.

Bueno, parece que no vas a tener la gentileza de devolver


alguna de mis llamadas telefónicas. Esa es tu decisión. Espero
que puedas vivir con eso. La llevaremos a Caldwell para que la
traten en la clínica. Dicen que le queda algo de tiempo, pero es
limitado, por lo que, si vamos a moverla, tiene que ser ahora
mientras tenga fuerzas para el viaje. Espero que estés orgullosa
de esta mierda que estás sacando. Es lo único de tu familia que
te queda.

Cuando se acabó el correo de voz, el corazón de Therese


latió con tanta fuerza que no pudo oír nada y el pánico inundó
sus venas con el aguijón y la combustión de la gasolina.

—Me tengo que ir —dijo—. Tengo que ir... a ver a mi


mahmen.

Saltando sobre sus pies, ella…

Inmediatamente se dio cuenta de que no sabía dónde


estaba la clínica de Caldwell. Y dado lo mareada que estaba, la
desmaterialización no iba a suceder incluso si tuviera una
dirección.

—Siéntate. —Trez la instó a volver a sentarse—. Estás


muy pálida.

El aliento de Therese bombeó dentro y fuera de ella,


rápido, pero no lo suficientemente lejos en sus pulmones. —
Esto es por mi culpa. Todo esto es por mi culpa...

—Espera. Él no dice por qué ella...

Ella miró a Trez directamente a la cara. —Ella siempre


ha tenido un problema cardíaco. Por eso se estaban mudando.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
El frío de los inviernos era demasiado para ella. Pero, ¿qué ha
sido siempre más peligroso? Estrés—. Ella se agarró a su
antebrazo—. Queridísima Virgen Escriba, la he matado.

253
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veintidós

Trez condujo a su hembra a través del río Hudson, al otro lado


de Caldwell. Havers, el médico de la raza, había trasladado su
instalación de tratamiento a un bosque por allí después de las
redadas, y aunque Trez no había estado en la clínica desde que
se abrió, sí sabía dónde estaba. Y pudo pasar un buen tiempo.
La noche era clara y muy fría, así que no había que
preocuparse por la caída de nieve, y las calles y autopistas
habían sido bien aradas y saladas.

Una cosa buena de tener que lidiar con un invierno duro


cada doce meses era que la ciudad era muy eficiente en cuanto
a la limpieza de tormentas y el mantenimiento de carreteras.
Tenían que serlo. Las empresas tenían que funcionar. Las
escuelas tenían que enseñar a sus alumnos. Los hospitales
necesitaban tratar a sus pacientes.

¿Si todo se detenía y se mantenía así cada vez que había


una acumulación importante? Las personas en estos sitios
estarían dentro desde mediados de Diciembre hasta Marzo.

Miró a través de la cabina del BMW. Su hembra miraba


por la ventana, pero dudaba que ella estuviera viendo algo.
Tampoco podía quedarse quieta, estaba retorciéndose en el
asiento, golpeando con el pie, moviéndose alrededor del
cinturón de seguridad que cruzaba su pecho.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Volviendo a centrarse en la carretera, quería volver a
tener una conversación sobre el clima consigo mismo. Pero tal
vez podría variar y pensar en deportes. El club.

Jodida-física-de partículas.

En lo que no quería pensar en absoluto era en el hecho


de que su hembra iría a ver a Havers para lidiar con una
emergencia familiar.

Una emergencia familiar. O más bien... un grupo de


personas que, aunque evidentemente no estaban relacionadas
con ella por la sangre, sin embargo, contaban como tales como
el resultado de que ella hubiera sido criada por y con ellos.

No había forma de reconciliar esto con que ella fuera


Selena. Nop. Y el hecho de que no podía encajar este patrón de
los hechos en la construcción de su reencarnación estaba
iluminando con una jodida luz brillante la cantidad de cosas
que él había encajonado, doblado y retorcido en piezas
vacantes en el rompecabezas.

Y sabes qué. Eran más las piezas que desencajaban que


las que encajaban…, y se encontró desesperadamente aferrado
a la historia que había construido para sí mismo. Para ellos.
Era imposible ignorar la sensación de que todo estaba a punto
de irse a la mierda, y lo único en lo que podía pensar era en
cuánto deseaba que ella no hubiera perdido su bolso en el caos
la noche anterior. Si lo hubiera conservado con ella, habría
tenido el dinero de la propina de Rhage. Y ese teléfono
desechable.

Entonces ellos no estarían haciendo esto ahora mismo.

En lugar de eso, estarían conduciendo hacia la casa de


huéspedes para sacar sus cosas, y luego, mientras ella se
acomodaba en el pequeño y agradable Cape Cod, él iría al club
y removería algunos papeles. En un par de horas, él volvería a

255
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
casa con ella y cocinarían esos filetes y verían una película. Y
harían otros asuntos en la oscuridad.

Quería que ese fuera el plan.

No este.

Y maldita sea, ¿cómo de egoísta era todo eso? ¿Como si


él quisiera que ella no conociera a esta anciana hembra a la
que ella había cuidado tan profundamente estaba enferma?

Otra cosa de la que debía estar orgulloso de sí mismo.


Tenía una lista bastante jodida.

—¿Cuánto más lejos? —preguntó ella con firmeza.

—No mucho.

La clínica subterránea estaba escondida bajo acres de


pinos, y se accedía a ella a través de cuatro cabinas, una de
los cuales estaba en un granero detrás de la antigua granja
que servía como una tapadera para el mundo humano. Las
otras tres entradas y sus ascensores asociados estaban
dispersos por el bosque, y eran convenientes para aquellos que
podían desmaterializarse. No hace falta decir que, para ellos,
iba a tener que ser una situación de estacionamiento y paseo,
por lo que los iba a llevar de la carretera principal a la entrada
principal.

Unos diez minutos más tarde, colocó el BMW entre una


minivan y una camioneta. —¿Estás lista?

—Sí —dijo mientras abría su puerta las seis pulgadas


que podía.

El hecho de que a él no le importara si sus paneles


laterales estaban doblados era algo en lo que trataba de
encontrar la virtud. Pero la verdad era que no le importaba
demasiado el automóvil, a pesar de lo hermoso que era.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La encontró frente al BMW y la acompañó a ese granero.
Se pusieron frente a la cámara de seguridad e ingresaron en el
ascensor oculto. Presionaron el botón para bajar de nivel.
Durante el descenso, ambos miraron los pequeños números
sobre las puertas, a pesar de que no se encendieron porque las
cosas habían sido adaptadas para el propósito al que servían.
De la entrada al 10 todo oscuro. Se encontró preguntándose
para qué había sido diseñado originalmente este Otis. Un
edificio de oficinas, decidió. O tal vez un hotel mediano.

Cuando se abrieron las puertas, la llevó al mostrador de


registro y se paró justo detrás de ella, en caso de que se
mareara.

La recepcionista, que vestía un uniforme blanco y uno


de esos anticuados sombreros de enfermera, levantó la vista.
—¿Cómo podemos ayudarle?

Esperó a que su hembra hablara. Y también lo hizo la


recepcionista, aunque por su parte, no parecía sorprendida de
que le tomara un tiempo. Sin duda estaba acostumbrada a las
personas en estado de shock.

Su hembra se aclaró la garganta. —¿Estoy buscando a


Larisse, hija de sangre de Salaman? Creo que ella vino aquí
hace un par de noches. ¿Por el corazón?

La sonrisa de la recepcionista fue amable mientras


escribía en un teclado. —Correcto. Sí la tengo. ¿Cuál es su
relación con ella? —Cuando hubo dudas, la recepcionista dijo
suavemente, —Me temo que está en la UCI y solo la familia
puede estar allí.

—Yo, ah... —Su hembra se aclaró la garganta—. Soy su


hija, Therese.

Mientras pronunciaba el nombre, la audición de Trez se


desvaneció mientras le daban instrucciones para llegar a la

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
habitación… o al menos supuso que eso era lo que estaba
sucediendo cuando la hembra detrás del escritorio señaló en
varias direcciones.

Therese.

No Selena.

Therese... un nombre que se le había dado a una hembra


que había nacido en la tierra, y luego había sido adoptada en
lo que claramente había sido un hogar amoroso. El nombre al
que había respondido durante la infancia, y escrito con la letra
temblorosa de una joven, y luego, más tarde, el nombre con el
que había contestado los teléfonos. El nombre con el que había
vivido después de la transición.

Y con el que había vivido hasta ahora.

No Selena.

Mientras comenzaba a caminar hacia donde fuera que


estuviera la habitación del hospital, Trez se colocó al lado de la
hembra con el cabello largo, oscuro y rizado. La hembra que
todavía llevaba el uniforme de empleada de Sal’s. La hembra
que se había llamado la hija de una mahmen mortal.

No de la Virgen Escriba.

Pasando por varias puertas dobles, bajando por varios


pasillos, siguiendo la señalización con varias flechas, se metió
las manos en los bolsillos de los pantalones y se maravilló de
la capacidad del cerebro para construir la realidad.

Con hormigón y vigas, placas de yeso y cavos, había


construido una creencia que, si era honesto, nunca se había
mantenido por sí sola. A pesar de que las representaciones
habían sido estelares y prometían una hermosa casa en la que
vivir, desde el principio, había habido grietas en los cimientos,

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
y se utilizaron materiales baratos, y mano de obra de mala
calidad por todas partes.

Finalmente, lo que no pudo sostenerse, no lo hizo.

Pero vamos, ¿Como si este colapso fuera una sorpresa?


Había vacilado todo el tiempo, solo su desesperada necesidad
de creer que podía apuntalar las inestables paredes y los
sueltos y poco confiables techos del proyecto en el que se había
involucrado.

El fracaso lo puso increíblemente triste.

Y también pensó en otra cosa.

Tan rápido. Esta... alucinación suya... había ido y venido


tan rápidamente. Demonios, si descartabas a los
prodrómicos32, la picada real solo había sido cuestión de
noches.

De repente, su hembra...

No, se detuvo a sí mismo. Therese. Esta no era su Selena.


Nunca lo había sido.

De repente, Therese se volvió y miró por encima del


hombro. Cuando su boca se movió, se dio cuenta de que ella
estaba hablando con él.

—¿Perdón? —dijo él.

—Me alegra que estés aquí —Ella extendió la mano y


tomó la mano de él—. Gracias.

La unidad de cuidados intensivos de las muy amplias


instalaciones estaba ubicada detrás de un conjunto de puertas
32
Hace referencia a los síntomas iniciales que preceden al desarrollo de una enfermedad.

259
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
dobles que debían abrirse internamente desde un puesto de
enfermería. Afortunadamente, había paneles de vidrio hacia
los que podías inclinarte, y en el instante en que Therese puso
su rostro en uno de ellos, una hembra en uniforme levantó la
vista de un ordenador detrás de un mostrador.

Hubo un zumbido y se liberó algún tipo de bloqueo.

Therese le dio un apretón a la mano de Trez, y luego lo


soltó, metiéndose dentro. En el instante en que respiró, odió el
olor a antiséptico. Y luego su audición se registró, y el silencio
la puso nerviosa. Finalmente, mientras sus ojos viajaban
alrededor, estaba desconcertada por la falta total de
decoración.

Esta era la parte de todo el negocio de la operación de la


atención sanitaria, y solo estabas aquí porque eras un paciente
gravemente enfermo o un profesional capacitado.

O un miembro de la familia seriamente preocupado.

Se acercó a la enfermera en el mostrador. —Soy Therese.


Estoy aquí…

—Usted es la hija de Larisse. —La hembra del uniforme


sonrió—. La recepcionista llamó. Ella está en la habitación
trece trece. Usted y su compañero son más que bienvenidos a
ir allí.

Oh Dios. Número de la mala suerte. Muy mala suerte.

Y... um, Trez no era su compañero. Pero ¿cómo si ella


fuera a corregir eso si le permitía estar en la unidad?

—Gracias.

Mientras caminaba en la dirección que la enfermera le


indicó, miró hacia atrás, a Trez. Cuando no parecía querer
seguirla, ella miró a la enfermera, quien asintió en apoyo de su
presencia.

260
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Pero él todavía estaba donde se había quedado, y en el
incómodo silencio, Therese jugueteó nerviosamente con el
dobladillo de su parka. —No tienes que esperar aquí fuera.

Miró hacia un pequeño arreglo de sillas y mesas laterales


justo dentro de la UCI. Obviamente, se les había proporcionado
como un área de descanso para los miembros de la familia, la
televisión mostrando resultados deportivos, un par de cafés a
medio terminar en tazas de espuma de poliestireno dejadas
atrás.

—¿A menos que prefieras? —dijo ella.

—Creo que mejor te doy la oportunidad de reconectarte


primero.

Mientras ella consideraba los detalles, vio la lógica de


eso. ¿Ella apareciendo aquí con un “compañero”? Sí, esa era
una capa más de complicación que esta “reunión” no
necesitaba.

—Volveré y te buscaré.

—Perfecto. —Hubo una pausa. Luego él se acercó para


un abrazo rápido—. Puedes manejar esto. Puedes hacerlo.

Aferrándose a su duro cuerpo, le sorprendió lo


importante que era para ella tenerlo con sigo. Trez era como
un puente entre donde había ido antes y donde estaba ahora.
Aunque no lo había conocido por mucho tiempo, parecía más
permanente que un amigo, más íntimo que un amante.

Familia, de alguna forma.

—Gracias por estar aquí—. Ella le había dicho eso antes.


Pero necesitaba decirlo de nuevo—. No tardaré mucho.

Probablemente porque su hermano la iba a echar de una


patada en el culo.

261
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Apartándose de él, caminó por el pasillo y se negó a
permitirse mirar hacia atrás. Era probable que sucumbiera a
los nervios.

El corredor era lo suficientemente ancho como para que


dos camillas de emergencia con equipo médico y equipo de
monitoreo asociados corrieran hacia el consultorio lado a lado.
O algo así. A medida que avanzaba, le era imposible pensar en
otros términos que no fuesen Marcus Welby, M.D. escenarios
que implican aventuras de vida o muerte. O tal vez ella
necesitaba ser más actual. ER33. Espera, eso fue como hace
una década.

Bien, Grey’s Anatomy.

El debate de la Guía de TV era lo que tenía en mente


mientras caminaba por tantas habitaciones, todas las cuales
tenían puertas de vidrio que estaban cerradas, la mayoría de
las cuales tenían cortinas cerradas para mantener la
privacidad. Sin embargo, de vez en cuando, podía ver en el
interior a los miembros de la familia junto a la cama,
enclaustrados alrededor de un paciente muy enfermo, tomados
de la mano. Abrazados.

Inevitablemente, los enfermos o moribundos estaban


conectados a muchas máquinas.

Sin embargo, ¿qué esperaba? Esto ni siquiera era un


piso general. No estabas aquí a menos que estuvieras muy,
muy enfermo.

La habitación 1313 estaba abajo al final, a la izquierda.

Y tuvo que detenerse en la 1313 por un minuto y


recuperar el aliento.

33
Series de televisión dramáticas, basados en casos médicos.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Gracias a Dios que había tomado la vena de Trez. De lo
contrario no habría tenido la fuerza para esto.

Aclarando su garganta en anticipación de decir algo


coherente, caminó hacia adelante... y miró a través de cortinas
separadas.

Therese se cubrió la boca con la mano y sus ojos se


llenaron de lágrimas.

Su mahmen yacía tan pequeña y pálida en una cama que


estaba rodeada de equipos. Los machos de la familia, hijo y
hellren, estaban sentados a cada lado de ella, cada uno
acunando una de sus manos en sus palmas. La disposición de
todos ellos, la tristeza generalizada, la evidente enfermedad...
formaban un cuadro de dolor y sufrimiento, las emociones y el
eterno proceso de morir incluso ante tanta tecnología y
avances médicos.

Parada en el exterior mirando hacia dentro, Therese


saludó a las tres personas que mejor conocía en el mundo
volviendo a familiarizarse con sus apariencias, superponiendo
la visión actual de ellas a la memoria compuesta de las décadas
que las había conocido. Su padre parecía mayor, mucho
mayor. Su cabello, que alguna vez fue gris como la sal y la
pimienta, ahora estaba completamente blanco, y su cara con
profundas líneas, sin arrugas por más tiempo, sino grietas
alrededor de su boca y en las esquinas de ambos ojos. Había
perdido una gran cantidad de peso, su camisa a cuadros
colgaba de sus hombros, sus pantalones caqui se acumulaban
a sus pies, y tal vez eso era parte del envejecimiento. Pero
también estaba exhausto, con grandes bolsas debajo de los
ojos, su piel pálida y pastosa.

Su hermano, por otro lado, parecía más grande y más


vital. Gareth casi se había afeitado el cabello, y su barba,
hombros y pecho se habían engrosado, su amplitud no solo era
mucho mayor de lo que recordaba, sino mucho más de lo que

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
su ropa podía soportar. Su sudadera Michigan se estiraba
hasta las costuras, y sus jeans, aunque flojos en su cintura,
parecían tener problemas con la circunferencia de sus muslos
y luego sus pantorrillas.

Obviamente había estado enojado y había sacado sus


emociones en el gimnasio. Y obviamente todavía estaba
enojado. Mientras miraba a la hembra en la cama, sus ojos
estaban entrecerrados, sus cejas apretadas. La expresión
parecía una parte permanente de él, algo con lo que había
nacido…, excepto que ella sabía que eso no era cierto. Había
sido feliz cuando ella lo había conocido. El alma de la fiesta.
Un hermano mayor que había actuado como uno más
pequeño.

Ahora... él era completamente adulto. No había señales


de bravuconería y diversión en él, y mientras ella repetía el
mensaje de voz que le había dejado en la cabeza, tuvo la
sensación de que esto no era solo por la grave situación con su
mahmen aquí en este hospital.

Ella le había hecho esto a él. Le había hecho esto... a


todos.

Mirando a través del cristal, sintió una sensación de


hundimiento en sus entrañas. Las verdaderas profundidades
del egoísmo no se podían evaluar adecuadamente en el calor
del momento. Perdida por la emoción, la ira y la retribución,
podrías cegarte ante el efecto que estabas teniendo con los que
te rodean.

Era solo desde la distancia, después de una separación


y re calibración, que podías ver lo que habías hecho… y ella
sabía que su ausencia los había cambiado, tal vez
irrevocablemente.

Y de la manera más triste, era la prueba de lo que habías


cuestionado, de lo que había rechazado tan duramente.

264
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Te Encuentre
Ellos la amaban. Y habían llorado su pérdida.

Cuando la convicción invadió a Therese, tanto el padre


como el hijo prestaron atención... y la miraron.

265
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veintitrés

Therese no podía respirar mientras ponía su mano en la


manilla para abrir la puerta de cristal de la habitación. Ella
dudó porque no estaba segura de sí le pedirían que se fuera.
Si su hermano la echaría de la UCI. Si su padre la rechazaría.
Pero cuando ninguno de los dos se movió, como si su presencia
fuera lo último que esperaban, se abrió paso hacia...

Los aromas eran los mismos. Querida Virgen Escriba...


sus esencias eran las mismas. Debajo del agrio picor de la lejía
y el lavado con antiséptico, los olía a todos, incluso a su
mahmen. Cuando ella entró, su padre se puso de pie, su silla
chirrió en el suelo.

—¿Therese?...

—Papá, —susurró mientras sus ojos se llenaban de


lágrimas frescas. Ella no supo quién se movió en primer lugar.
Solo sabía que entre un latido y el siguiente, estaba abrazando
a su padre y temblando y llorando.

—Oh, viniste —dijo él bruscamente—. Gracias a Dios,


estás aquí. Creo que te ha estado esperando antes de que ella...
Therese se apartó.

—¿Qué pasó? ¿Qué está pasando con ella?

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Te Encuentre
Por el rabillo del ojo, notó que su hermano se había
quedado sentado…, y obviamente no tenía intención de
ponerse vertical en un corto plazo. Estaba recostado en la dura
silla, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mandíbula
rígida, como si estuviera apretando los molares.

—Es la miopatía —dijo su padre.

—Su músculo cardíaco simplemente no es fuerte…

Gareth interrumpió sin mirar. —Y el estrés es tan bueno


para su condición…

—Gareth —interrumpió su padre—. Ahora no es el


momento...

—Tienes razón. Ella está demasiado jodidamente tarde.

Gareth se levantó y salió antes de que alguien pudiera


decir algo más. Y cuando la puerta se cerró detrás de él, su
padre cerró los ojos.

—Centrémonos en tu presencia aquí, ¿sí? —dijo con su


acento del Viejo País.

—Sí —Therese estuvo de acuerdo—. Hay tiempo para


hablar... más tarde.

Al acercarse a la cama, tuvo que taparse la boca de


nuevo para mantener sus emociones bajo control. La culpa
enfermó su estómago, congelando ese Raisin Bran34 que había
comido en seco, y antes de que sus piernas renunciaran a su
trabajo, se sentó en la silla de plástico que su hermano había
estado calentando. Extendiendo la mano, tomó la mano de su
mahmen y se horrorizó ante los huesos: debajo de la piel
delgada como el papel, no había ninguna almohadilla en la
anatomía. Era como si estuviera sosteniendo un esqueleto.

34
Marca de cereales.

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Te Encuentre
—Mah-mah —susurró—. Estoy aquí. Lo siento mucho...
debería haber...

No hubo respuesta, por supuesto. Por otra parte, la


hembra estaba intubada, una máquina respiraba por ella.

—¿Cuándo sucedió todo esto? —preguntó Therese.


Aunque ella podría adivinarlo.

Probablemente justo la primera vez que su hermano le


había dejado un mensaje. Así que aproximadamente una
semana después de que ella se fuera.

Su padre volvió a sentarse. —Su condición ha sido un


desafío por... un pequeño momento.

—Después de que me fuera, correcto —Ella miró a su


padre—. Puedes decirlo. Puedes ser honesto.

—Ella estaba molesta. Es verdad.

—Lo siento mucho.

—Estás aquí ahora. Eso es lo que realmente me importa.

—Yo la puse aquí...

Cuando Therese comenzó a ponerse emocional de nuevo,


su padre sacudió la cabeza. —No, no lo hiciste. Siempre hemos
sabido que en algún momento ella pasaría a un período agudo.
Es la forma en que funciona su tipo de enfermedad cardíaca.
Esto ha sido inevitable desde que contrajo ese virus en los años
setenta.

—No ayudé. Debería haber manejado... todo... mejor.

—Bueno, ninguno de nosotros ayudó, tampoco. —Se


frotó la cara—. No quiero entrar en eso ahora, pero... todos
deberíamos haber manejado todo de manera diferente.
Comenzando hace mucho tiempo.

268
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras su padre se callaba, Therese volvió a centrarse
en la frágil cara de su mahmen, los ojos cerrados, las venas
que se mostraban debajo de la piel. Mientras consideraba su
cólera justa, vio una verdad a la que, al igual que su egoísmo,
había estado cegada.

Había pensado que tenía un tiempo infinito con ellos. A


pesar del hecho de que ella sabía sobre la condición cardíaca
de su mahmen y la razón por la cual sus padres se mudaban
a un lugar más cálido, nunca había considerado la posibilidad
de que no pudiera volver a hablar con su mahmen de nuevo.
Nunca, ni una sola vez. Y como resultado de que había una
oportunidad infinita para fijar cosas, había estado totalmente
inclinada a dejar que la situación empeorara.

Lo cual era ridículo.

Sin embargo, no había habido presión para arreglar la


grieta. Nada superior que borrase el dolor y la traición para
revelar el amor debajo. Había asumido que podría vivir para
siempre en el estado de separación que había creado,
justificada por su dolor y rabia…, y al hacerlo, había
desperdiciado un regalo que no se había dado cuenta que le
habían dado.

Y ahora, mientras estaba sentada al lado de la cama de


su moribunda mahmen, la ira que había sentido hacia sus
padres y su hermano fue transmutada... y puesta sobre sí
misma.

—Lo siento mucho —dijo mientras miraba la cara hueca


de su mahmen.

—Estás aquí ahora —repitió su padre por tercera vez—.


Eso es todo lo que importa…

Bien, eso era tan falso.

269
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella había aprendido su lección, sin embargo. Todavía
había tiempo para hacer las paces.

Sin embargo, podría ser un intento imperfecto, ya que


quién sabía si su mahmen podía escuchar.

Oh, y luego estaba Gareth. No estaba segura de cuánto


tenía que trabajar cuando se trataba de él.

No, eso era una mentira.

Teniendo en cuenta dónde estaba, ella no tenía nada que


hacer con su hermano.

Sentado en la sala de espera, Trez apretó la tecla de Xhex


y se llevó el teléfono al oído.

Un rin. Dos riin. Tres…

Abajo en el extremo más alejado del pasillo, un macho


grande salió de una de las habitaciones de los pacientes con
una expresión en su rostro como si alguien acabara de lanzar
un martillo al capó de su automóvil. Era el tipo de tío con
sudadera y jeans, y cuando sacó un paquete de Marlboro del
bolsillo trasero que decía Levi's, de alguna manera no fue una
sorpresa.

Parecía que podía usar un cigarrillo.

O varios cientos.

…cuatro riiiin… cinco…

El macho se detuvo frente a la enfermera. —Necesito


fumar. Tiene que haber algún lugar aquí donde pueda
encenderlo.

270
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La hembra detrás del mostrador abrió la boca como si
estuviera fuera de discusión, contra las reglas del tipo. Excepto
que ella pareció compadecerse de él.

—Simplemente salga al pasillo y baje a la derecha —dijo


ella—. Nadie debería molestarle. Pero tome esto.

Ella le entregó una botella de refresco con un tapón de


rosca. —No lo apague en el linóleo. Y si alguien le pregunta, no
les diga que dije que podía.

—Gracias a Dios, — dijo el macho con alivio. Luego se


inclinó. —¿Cuánto tiempo has estado tratando de dejarlo?

—Tres años, siete meses, cuatro noches... —Ella miró su


reloj y siguió secamente —y veintitrés minutos. Y sí, he hecho
los parches y la goma de mascar, y nada supera a la realidad.

—Bendita seas.

Cuando el macho se fue, el buzón de voz de Xhex saltó.


Lo que quería decir que una voz automatizada anunció su
número e instruyó a cualquier persona que llamaba que dejara
un mensaje.

Trez cortó la conexión y miró su teléfono. Sin ninguna


buena razón, pensó en cuánto odiaba a las personas que no
personalizaban su mensaje de respuesta. Le hizo sentir que
estaba tirando, lo que fuese que quería dejar allí, en un cubo
de basura, para que nunca lo recuperaran o respondieran. Al
menos su jefa de seguridad tenía una razón para mantener su
identificación bajo llave. Pero, aun así.

Aunque incluso si ella hubiera grabado algún tipo de ey,


soy Xhex, deje un mensaje, él no sabía lo que hubiese podido
decir. Y, enrealidad, sería más probalble que Xhex pusiera algo
como: “soy Xhex, no voy a decirte que dejes un maldito
mensaje. ¿Para qué demonios crees que es esto? Por los clavos

271
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
de Cristo, si tengo que decirte qué hacer aquí, tienes más
problemas que yo al no responder a tu estúpida llamada.

Biiiiiiiiiiiiiiiiiiip.

Mientras debatía si volver a intentarlo…, y encontró


progreso en el hecho de que al menos no estaba tratando de
telefonear a su amiga symphath solo para tranquilizarse acerca
de una falacia que había creado…, también se sintió tentado
de llamar a iAm. Aunque, como con lo que fuera que iba a
decirle a Xhex, no tenía nada resuelto en su cabeza. La
urgencia de llamarlos era más un reflejo nacido de él
sintiéndose tan a la deriva. Pero esto era lo que, hacia la gente,
¿verdad? Cuando las cosas se descarrilaban, llamaban a su
más cercano y querido.

Quizás Rehv tenía razón. Tal vez necesitaba tomar


medicamentos e irse de vacaciones… y no en un sentido de
ahorcarte en el armario.

O en una especie de ahogarse en el Hudson de moda.

Mientras se desplazaba a un lado y guardaba su


teléfono, miró su camisa de seda y recordó a su hembra…, esa
hembra. Therese, se obligó a decir en su cabeza... señalando
que no llevaba una chaqueta. Esto le hizo darse cuenta de que
tenía una obra maestra de doble botonadura que combinaba
con estos pantalones. Había tenido tanta prisa por salir de la
casa, ver a esa hembra, que no se había molestado en agarrarla
y ponérsela.

Lo cual era una especie de su canción de los últimos


tiempos, ¿no es así?

Moviéndose tan rápido, perdía las piezas necesarias.

Mirando a las puertas dobles de la unidad y se dijo que


debía quedarse. Por un lado, la hembra volvería a salir en
algún momento, y ella querría saber dónde estaba. Por otro...

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Oh, qué importaba. ¿Qué importaba algo de esto?

—Therese —dijo suavemente, probando las sílabas.

El sonido del nombre en sus oídos trajo consigo una


carga de ansiedad, y con una maldición, se puso de pie y salió
de la unidad, incapaz de quedarse quieto. En el pasillo más
allá, se puso las manos en las caderas y tomó algunas
respiraciones profundas…

—¿También tienes a alguien allí?

Cuando una voz masculina habló, miró hacia la derecha.


Era el tipo que había pasado por la estación de enfermería, el
que había recibido permiso para fumar en el DL. El que tenía
el mismo color que Therese. Quién parecía haber salido de la
misma habitación de pacientes en la que ella había entrado.
Trez asintió con la cabeza. —En cierto modo, sí.

—¿Quieres uno? —preguntó el macho mientras le tendía


un paquete de Marlboro.

—No fumo —Se acercó—. Pero claro.

—No fumas, o no quieres fumar.

Trez aceptó el suave paquete y sacó uno de lo que


quedaba —¿Importa?

—Nop, en lo más mínimo.

Capturando el mechero Bic rojo que arrojó sobre él, Trez


encendió la punta del cigarrillo y exhaló mientras devolvía el
dispositivo de reparto-de-llama a su dueño.

—Estoy tratando de dejarlo —dijo el macho.

—No va bien, ¿eh? —Trez giró el cigarrillo y miró el


resplandor.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Trabajo en un club, así que estoy acostumbrado al
humo.

—Pensé que Caldwell tenía una ordenanza en contra de


fumar en el interior de los lugares públicos. ¿No hay nada de
eso por aquí?

—Máquina de humo. Pero no importa Mis pulmones


están acostumbrados a todo tipo de mierda indirecta. Él clavó
al tipo justo en su mirada. —Gareth, ¿verdad?

El macho frunció el ceño. —¿Te conozco?

—Estoy aquí con tu... ah...

—¿Hermana? —El macho se enderezó de su apoyo en la


pared— ¿Therese?

Trez asintió y le tendió el Marlboro. —¿Quieres


recuperar esto ahora?

Hubo un momento de tensión cuando esos ojos


amarillos subieron y bajaron por su cuerpo. Y antes de que las
cosas se pusieran agresivas, Trez sacudió la cabeza. —No se
me ha perdido nada aquí, ¿de acuerdo? La traje aquí para que
estuviera a salvo. Ella estaba muy disgustada. No podía
desmaterializarse. No quería que cogiese un Uber en cualquier
parte, y no hay opciones de transporte público a este lado del
río.

Gareth inhaló con fuerza, como si estuviera tratando de


chupar parte del mundo a través de una pajita. Excepto que
luego se recostó de vuelta contra la pared. Levantando la
botella de Coca Cola que la enfermera le había dado,
desenroscó la parte superior, echando la ceniza en el fondo del
refresco de la botella… y luego ofreció el “cenicero”.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez golpeó su propio cigarrillo en la boca de la botella.
—Ella acaba de recibir los mensajes esta noche. Vino tan
pronto como los escuchó.

—Los dejé hace semanas.

—Le robaron su teléfono.

— Oh.

Cuando su hermano perdió algo de su bravuconería,


Trez pensó que la mentira sobre el delito telefónico estaba en
el “lado blanco” de las cosas. Y valía la pena.

—La partida de Therese rompió el corazón de nuestro


mahmen —dijo el hombre—. Solo para que lo sepas.

—Creo que ella es consciente de eso.

—¿Y ella todavía se mantuvo alejada? Moviéndose con


clase. Trez frunció el ceño. —Creo que es mejor que hables con
ella sobre esto.

—Tengo la intención de...

El gruñido que surgió y salió de la garganta de Trez fue


una sorpresa…, para ambos. Cuando Gareth retrocedió
sorprendido, Trez volvió a fumar lo que le habían dado. Mierda.
No necesitaba ponerse todo protector aquí. Eso no iba a
ayudar.

Sin embargo, no podía negar el impulso. Y se sorprendió


al descubrir... que tampoco tenía nada que ver con Selena.

—Eres más que un amigo suyo —dijo Gareth.

Después de un momento, Trez se encogió de hombros.


—Es complicado.

Hijo de puta, pensó. Su vida era un maldito estado de


Facebook.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veinticuatro

Una hora después, o tal vez fue más tiempo, Therese


volvió a mirar el banco de monitores alrededor de la cabecera
de la cama del hospital. No tenía idea de lo que significaba
cualquiera de los números o el pitido. Supuso que la falta de
alarmas era una buena señal…, seguramente si las cosas
empeoraban repentinamente, habría algún tipo de cacofonía.
¿Correcto?

Así es como ella los habría diseñado para trabajar.

—¿Cuándo viene el doctor? —preguntó ella.

Su padre se enderezó en su incómoda silla. —Cada


mediodía. Se llama Havers.

Therese indicó alrededor de la sala de alta tecnología en


la que se encontraban. —Gran cambio para volver a casa.

—Claro que sí. Ella no podría estar en mejores manos.

Donde habían vivido, el único sanador en un radio de


cincuenta millas era un vampiro local que venía cuando era
necesario y hacía lo que podía con remedios de venta libre y
cosas que eran tradicionales en el Viejo País. Se llamaba
Bricholt. Hijo de Bricholt el viejo.

—¿Cómo supiste traerla aquí? —preguntó ella.

—Tu hermano investigó en línea.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿En los grupos de vampiros?

—Sí.

Yo podría haber hecho eso, pensó para sí misma. Yo


debería haber hecho eso.

Mirando a su mahmen, exhaló. —Dijiste que ella estaba


esperando algo.

—Sí.

—Creo que sé lo que es.

Girándose hacia las puertas de vidrio cerradas, no


estaba segura de querer ir a encontrar a su hermano y
prepararse. Si la discordia mantenía a su mahmen en el
planeta, tal vez podría tener más tiempo con la hembra.

Pero eso no sería justo.

—¿Me disculpas? —dijo ella—. Tengo que ir a hacer


algunos arreglos con el trabajo.

—Oh, ¿tienes un trabajo?

—Es sólo una cosa de camarera. No es gran cosa.

—El trabajo es trabajo. —Su padre sonrió falsamente—


. El propósito es... bien. Todavía estoy orgulloso de ti. Siempre
he estado orgulloso de ti.

— ¿Por qué? —Respiró ella. —Todo lo que he hecho es...

—Ser mi hija. Y lo has hecho perfectamente.

— No —se atragantó—. Mira lo que he ...

—Detente —Cuando la joven en ella cerró la boca al


instante, su sire miró la cama—. Todo lo que siempre hemos

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Te Encuentre
querido es que seas feliz. Eso es. Eso es todo lo que tú o tu
hermano tenéis que hacer por ella y por mí.

—Hay mucho más, papá. Especialmente cuando vais


envejeciendo.

—Podemos cuidar de nosotros mismos.

El hecho de que él no reconociese que la mitad de ese


“nosotros” no iba a estar por mucho más tiempo alrededor le
rompió el corazón.

Therese se levantó. Inclinándose al oído de su mahmen,


dijo: —Voy a hablar con Gareth. Voy a hacer las cosas bien con
él. No tienes que preocuparte, ¿de acuerdo? Voy a arreglar
esto.

En su camino hacia la puerta, dio la vuelta y apretó el


hombro de su padre. Él palmeó su mano en respuesta.

Al salir de la habitación, caminó por el pasillo. Que Trez


no estuviera en la sala de espera no era una preocupación. Con
su sangre en ella, podía sentirlo en el pasillo. Y dado el muy
distante olor a humo, ella sabía con quién estaba.

El hecho de que no estuviera nerviosa ante la idea de


que los dos machos hablaran era un buen indicador de cuánto
confiaba en Trez.

Pero ella ya lo sabía.

Asintiendo a la enfermera en el mostrador, Therese abrió


un lado de las puertas y miró a la derecha. Su hermano y su
amante estaban sentados en el suelo uno al lado del otro,
fumando y hablando en voz baja.

Tan pronto como ella salió, ambos miraron.

—Hola —dijo ella.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Gareth desvió la mirada rápidamente. Pero al menos no
se levantó y se fue de nuevo. O empezó a gritar.

Los ojos oscuros de Trez eran graves. —¿Cómo están las


cosas allí?

—Supongo que lo mismo que han sido, ¿verdad, Gareth?


— Ella tomó el gruñido como una buena señal. De acuerdo...
tal vez fue más como una señal no tan mala. No tan mala como
podría significar—. ¿Te importa si me uno a los dos?

Trez sacó su teléfono y miró la hora. —Escucha, iba a ir


rápidamente y comprobar las cosas en el trabajo…

—Oh, por supuesto. —Ella se bajó junto a él—. No quiero


atraparte aquí. Pero si hablas con iAm, ¿puedes decirle por
favor, que no iré por un par de noches? No me iré hasta...

Mientras dejaba que la oración se desvaneciera, su


hermano la miró. Y siguió mirándola.

—Absolutamente. —Trez la tomó de la mano— ¿Qué te


puedo traer?

—¿Tal vez, comida?

—Claro. ¿Qué tipo?

—Gareth? —Ella miró a través— ¿Alguna cosa en


particular?

Su hermano le dio una calada a su cigarrillo y luego


exhaló mientras movía la cabeza. —Comeré cualquier cosa.
Papá lo mismo.

—Roger a eso.

Cuando Trez dudó, ella respondió al “si es apropiado”


haciendo el movimiento de besarlo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Te veré en un momento —dijo ella mientras sus labios
se encontraban brevemente.

—Síp, lo harás. —Él se deshizo de la colilla de su


cigarrillo en la botella de refresco y luego se puso de pie—.
Hasta luego, Gareth.

—Hasta luego.

Therese vio a su macho irse…, y se dio cuenta de que el


ambiente cambió de inmediato. Pero al menos su hermano no
parecía abiertamente hostil.

—¿Cuánto tiempo lo has estado viendo? —preguntó


Gareth mientras dejaba caer su propia colilla en la misma
botella. Antes de que el siseo se hubiera desvanecido, estaba
encendiendo otro.

—¿Te dejaron fumar aquí?

—No empieces.

—No lo hago. Honestamente. —Ella suspiró— ¿Entonces


cómo has estado? Y no mucho. Para responder a tu pregunta
sobre el asunto de las citas.

—Entonces él no es por lo que elegiste a Caldwell.

—No, lo conocí aquí. Su hermano es el chef del


restaurante donde trabajo.

—Parece un buen tipo.

—Lo es.

Antes de que la pausa se convirtiera en un silencio que


se hizo largo e incómodo, ella respiró hondo y fue a ello.

—Lo siento. Lo siento mucho.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Los ojos amarillos de su hermano temblaron y se
preparó para una discusión. En cambio, él solo negó con la
cabeza. Por un momento.

Sentada a su lado, ella le dio el espacio y el tiempo que


necesitaba para sacar fuera sus emociones. Y ella apreciaba
que él no hiciera lo de despotricar que no lograría nada y los
agotaría a ambos.

—Yo realmente... —comenzó él y no acabó. Comenzó de


nuevo. —No podía creer que nos abandonaras. No solo los
dejaste a ellos... me dejaste a mí, y lo que sea, sé que eres mi
hermana, pero también eras mi amiga. Mi compañera de
cuarto. Ya sabes. Lo que sea. No importa.

—Solo lo dices porque lo hace.

—Sí. Tal vez —Él dio otra calada—. Necesito dejar de


fumar. Gracias a Dios, los vampiros no contraen cáncer…, y
no, absolutamente no lo hago en ningún lugar cerca de mamá.

—Nunca pensé por un momento que lo hicieras.

—Me alegro de que hayas venido ahora, aunque quería


gritarte cuando entraste.

—Tuve esa impresión.

—Es por eso que salí de la habitación. No quería


empeorar las cosas. Ha sido tan condenadamente difícil.

—Gracias por llamar. Sinceramente, no recibí los


mensajes.

—Lo sé. Él lo dijo.

Cuando las lágrimas asomaron a los ojos de Therese, ella


miró de izquierda a derecha, de arriba abajo…, como si se
estuviera haciendo un examen de la vista, para que ninguna
cayera. —Te he extrañado. Los he extrañado.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—También hemos estado vacíos desde que te fuiste. —
Golpeó la punta de su cigarrillo en el cuello abierto de la
botella—. Algunas personas son el corazón de una familia.

—Esa es mamá.

—No —Gareth la miró—. Esa eres tú. Esa siempre has


sido tú. Nos mantienes en marcha, nos mantienes
organizados. Estás...

Aclarándose la garganta bruscamente, él movió los ojos


hacia abajo y luego los frotó con fuerza, uno por uno, con los
nudillos de su mano libre. —Mira, no puedo hablar de esto. Me
está matando, y tengo que recomponerme para ellos...

—Oh, Gareth —susurró ella mientras lo alcanzaba.

Excepto que cuando ella fue a darle un abrazo, él levantó


una mano y se inclinó fuera de su alcance. —Nop. Nada de eso.
Tengo que controlarme.

—Voy a abrazarte más tarde.

—Bien. Pero ahora no.

Therese respiró por primera vez completamente desde el


momento en que salió de la casa de sus padres. Gareth, por
otro lado, parecía seguir luchando todavía con sus emociones.
Intentando cambiar de tema, ella murmuró: —Así que has
estado levantando mucho, ¿eh?

—Lo he hecho.

—¿Cómo está esa hembra con la que estabas saliendo?

Él sacudió la cabeza y mantuvo los ojos en el cigarrillo.


—Se mudó justo después de que te fuiste, lista para aparearse.
Cómo ¿me estás tomando el pelo? Mi familia se está
derrumbando ¿y tú quieres hablar sobre el tema del color de
alguna recepción de la tradición humana? Fue un desastre.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Lamento escuchar eso...

—Esto es lo que realmente me molestó, —dijo él,


mirando hacia arriba y mirándola directamente a los ojos—.
Esto es lo que me hizo pensar en mamá. —Apuntó sus orejas
de conejo sujetando el Marlboro hacia ella—. Nunca le diste la
oportunidad de explicarse. Nunca tuviste la historia de ella.
Estabas tan ocupada gritando y estando enfadada que ella no
tuvo la oportunidad de contar su versión de la historia. Es más,
actuaste como si ella te debiera una disculpa por acogerte y
darte un hogar y cuidarte todos estos años. Eso fue lo que me
molestó.

—Estaba cegada. Nunca lo esperé. Pensé... que eran mis


padres, Gareth. Tú nunca intentaste entender de dónde venía.

—No sabías que no eran tus padres porque sí lo eran.

Therese puso una mano sobre su antebrazo ahora


grueso. —Como no estás en mi posición, debes confiar en mí
acerca de cómo me hizo sentir. No digo que haya manejado
bien las cosas, pero sé lo que se siente, vale.

Él maldijo. Estuvo callado por un momento. —Tienes


razón. Me disculpo. Y yo no me porté mejor. Estaba
preocupado por Mahmen y también por ti. Soy tu hermano
mayor. Se supone que debo cuidar de ti.

—Necesito cuidarme a mí misma.

—Nadie puede hacerlo solo en este mundo, Milk Dud35.

Therese comenzó a sonreír, recordando como siempre se


habían el uno al otro dado apodos al azar. —¿Esto significa
que puedo llamarte Ricola 36 otra vez?

35
Bolitas de caramelo recubiertas de chocolate.
36
Caramelos suizos de hierbas cultivadas naturalmente en las montañas suizas.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Tengo uno mejor para ti. —Él se señaló su pie—. Dejé
caer un peso sobre esto hace una semana. Justo antes de
partir para venir aquí. Se curó mal, así que ahora estoy usando
ortopedia.

—Oh, Dios mío. Te llamaré Dr. Scholl's 37 de ahora en


adelante. La lenta sonrisa en el rostro de su hermano fue tan
agradable de ver. —Buen trato. Buen trato.

Therese se inclinó hacia delante y miró las puertas


dobles de la UCI. —Así que papá dice que ha estado intubada
las últimas dos noches.

—Más o menos justo después de que llegáramos aquí.


Conseguimos que la admitieran justo a tiempo.

—¿Crees que querrá hablar conmigo? —Preguntó


Therese en voz alta—. Tal vez le daría una razón para volver.

Gareth se encogió de hombros. —Cualquier cosa. En


este punto, tomaré todo lo que pueda. ¿La idea de la muerte
separando a esos dos? No soporto pensar en eso. Si ella muere,
vamos a perder a Papá, también.

37
Marca de calzado y cuidado ortopédico.

284
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veinticinco

Lo bueno de que fuera lunes por la noche, pensó iAm,


era que su jodida cabeza no tenía que funcionar: no era
necesario coordinar sus manos y brazos, su memoria o sus
habilidades de lectura, para poder cocinar sobre una estufa
caliente. Podía simplemente sentarse aquí en su oficina y mirar
el papeleo.

Por supuesto que lo malo era... que todo lo que estaba


haciendo era sentarse aquí y mirar el papeleo.

—Joder... —dijo mientras se inclinaba hacia adelante y


ponía la cabeza en sus palmas. Levantó la vista al escuchar el
sutil pitido del sistema de seguridad. La puerta trasera se
estaba abriendo, y él buscó debajo del borde de su escritorio y
puso la palma de su mano sobre las nueve que estaba oculta.

Supo de inmediato quién era.

Por otra parte, reconocería el aroma y la silueta de su


hermano de sangre en cualquier lugar.

iAm retiró la mano de su arma y se enderezó en la silla.


—¿Trez? —decir su nombre era estúpido. Pero se sentía
aliviado. Cada vez que veía al hombre, era un alivio, una noche
más vivo. Un día más que sobrevivió.

—¿Te importa si entro? —dijo el macho cuando la puerta


se cerró detrás de él con un chasquido.

—Siempre eres bienvenido donde sea que esté.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¿Estás seguro de eso?

—Hasta la médula, hermano mío.

Trez caminó hacia adelante, y no había ira en su rostro,


pero tampoco su expresión familiar. También había una
tranquilidad en él que era inquietante.

—¿Qué pasó? —le pregunto iAm.

El otro hombre se detuvo en la puerta por un momento.


Luego entró y se sentó en la silla al otro lado del escritorio, se
acurrucó y balanceó la barbilla sobre los nudillos. iAm
reconoció la pose. Entonces él mismo se recostó.

—Dime cuando esté listo —dijo iAm en voz baja.

Pasó mucho tiempo antes de que su hermano hablara, y


cuando las palabras finalmente llegaron, Trez pasó las yemas
de los dedos por el borde del escritorio como si estuviera
ansioso.

—Si algo no puede continuar para siempre, se detendrá


—mientras las tripas de iAm se apretaban, Trez se encogió de
hombros—. Es una teoría de la economía que se puede aplicar
a muchas otras cosas38...

—Sé lo que es. Lo que me importa es cómo aplicas la


teoría.

—No la estoy aplicando en mí—. Esos ojos negros se


alzaron por un momento. —Estoy bien.

iAm no quería discutir. Mierda sabía que habían estado


haciendo mucho de eso últimamente. Pero no estaba seguro de
si esa valoración era cierta, o si el macho era capaz de mentir
sobre ello.

38
Ley de Stein desarrollada por el economista estadounidense Herbert Stein.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sin embargo, era mejor que muchas otras opciones.

—¿Quieres hablar con Mary? —Soltó iAm .

Trez sonrió un poco.

—Mucha gente me pregunta eso últimamente. Rehv, tú.

—Es porque estamos preocupados por ti.

—Honestamente, no soy suicida —Justo cuando iAm


estaba tratando de ocultar su sorpresa, Trez levantó la vista y
se encogió de hombros—. Simplemente no lo soy. No digo que
no lo fui o que no lo volveré a ser. Simplemente no estoy en eso
ahora. Y después de la mierda por la que he pasado, ese es el
único tipo de tranquilidad que puedo darte a ti, o a mí mismo,
para el caso.

—No puedo soportar perderte. Se aclaró la garganta. —


Ni ahora, ni nunca.

Trez se frotó la cara como si sus ojos lo estuvieran


molestando. —Lamento toda la mierda que dije sobre Therese.
Ya sabes, anoche. Y antes.

— Yo también. Y debería haber...

—Tenías razón. Me equivoqué.

iAm sacudió la cabeza. Jugueteó con el papeleo frente a


él. Lamentaba todo lo que había dicho, pero no tanto como
lamentaba que fuera verdad. —No quiero tener razón. No se
trata de eso.

— Fue solo porque quería creer. Ya sabes, que ella había


vuelto. Trez señaló el centro de su pecho. —El dolor aquí,
quiero decir, no es tan malo como lo era al principio. Pero el
problema es que no obtengo ningún alivio de esta presión
tóxica. Siempre está ahí. Siempre conmigo. Como era el amor
por ella, también lo es el dolor por su muerte. Aquí. Cada

287
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
segundo de la noche y cada hora de mi poco sueño durante el
día. Y creo que... eso enloquece a un hombre, ¿sabes? —
Tocándose la cabeza, continuó: — Aquí arriba... no está
funcionando tan bien y no aprecié exactamente cuánto hasta
ahora. Pero creo que lo había adivinado, por eso lo perdí
cuando me llamaste mis delirios.

iAm, estaba por millonésima vez, midiendo el grado del


sufrimiento de su hermano. Siempre le había parecido
insuperable. No soportable. ¿Y ahora que tenía a Maichen? Era
incalculable. No podía imaginar perder a su compañera.

—Creo que estaba desesperado —dijo Trez.

—Ya no quiero sentirme así de desesperado y la única


forma de que eso ocurra es si Selena está de regreso. Y
entonces me dije a mí mismo... bueno, ya hemos pasado por
eso.

—Odio esto por ti —iAm se frotó los ojos punzantes—.


En verdad. Siempre lo he hecho.

—Sí, bueno. Es lo que es.

—¿Cómo puedo ayudarte?

Trez guardó silencio durante un rato. Y luego sacudió la


cabeza.

—El único que puede caminar sobre esta cama de clavos


soy yo. ¿Pero el hecho que estés aquí? Importa y realmente
ayuda.

Antes de que iAm pudiera responder, Trez puso sus


manos sobre sus muslos, una clara señal de que la
conversación había terminado. Y eso tenía sentido, supongo.
Las palabras no podían llegar tan lejos. El resto de la distancia
tenía que ser llevado por la relación que siempre había existido
y existiría entre ellos.

288
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Entonces —dijo Trez bruscamente— ¿Qué hay de
nuevo contigo? Me doy cuenta de que no he preguntado eso en
mucho tiempo. iAm parpadeó un par de veces. Luego agachó
la mirada.

—Oh tú sabes. Lo mismo de siempre.

— ¿Cómo está Maichen?

Embarazada. Lo cual es jodidamente maravilloso y


malditamente aterrador. —Ella es, ah, ella está bien.

—¿En serio?

—Oh, sí—. Al menos eso fue lo que los sacerdotes dijeron.


Aunque ellos, ¿qué demonios saben? —Simplemente bien.

Hubo otra pausa. —Entonces, ¿por qué te estás sacando


sangre ahora?

iAm frunció el ceño y bajó la mirada hacia su mano.


Efectivamente, había tomado un lápiz con tanta fuerza que se
había roto por la mitad y las piezas irregulares se estaban
encajando en su palma. Dejando caer gotas rojas sobre el
papeleo, manchando los billetes. Los pagos. Los horarios.

—Dime qué está pasando —dijo su hermano


sombríamente.

Mientras Trez observaba cómo sangraban las manos de


iAm en el escritorio, tuvo la primera idea de todo lo que le había
costado al macho desde la muerte de Selena. Y justo después
de esa revelación, tuvo otra más sobre cómo siempre había
tomado, tomado, tomado, y aunque el narcisismo siempre
había sido producto de las circunstancias, un premio para la

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Te Encuentre
mierda de suerte que siempre había tenido, ¿Era eso
importante cuando iAm necesitaba algo?

El hecho de que el desequilibrio fuera comprensible y


posiblemente perdonable no significaba que fuera una jodida
fiesta.

Y ahora, al otro lado del desordenado escritorio, el otro


macho parecía atrapado, una jaula invisible se cerraba sobre
él, sus ojos bajaban y era probable que se mantuvieran así. Ah,
y P.D., todavía estaba sangrando de la palma, y no hacía nada
al respecto.

—Está embarazada —dijo Trez— ¿No es así?

Los ojos de iAm se dispararon. Y el silencio fue la


respuesta. —Oh, Dios mío —dijo Trez con una sonrisa
creciente— ¿De Verdad? ¿Vas a tener un hijo? Eso es increíble.

La sorpresa de iAm por las felicitaciones fue evidente. Y


algo que Trez agregó a su lista de arrepentimientos.

—Hey, estoy sinceramente feliz por ti —Se inclinó sobre


el escritorio y tomó el lápiz roto de la mano de su hermano—.
Estoy tan feliz por los dos.

—No quería decírtelo.

Trez abrió la boca para preguntar por qué, pero eso


serían dos preguntas en tan pocos minutos, ¿no?

—Bueno, me alegro de que lo hayas hecho —Trez buscó


en su bolsillo trasero y sacó su pañuelo de seda. Presionándolo
contra la herida, se encontró atragantándose—. Me da algo por
lo que vivir.

iAm respiró hondo. —Quiero que seas su padrino.

—¿Es una hija? —Trez parpadeó. Y luego se encontró


sonriendo de nuevo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Una hija... y sí, seré su padrino. Me siento honrado.

—No quisiera que fuera nadie más que tú. —Se


quedaron allí sentados un rato, mientras la herida se cerraba,
y Trez estaba asombrado. Mientras sostenía la mano de su
hermano en la suya, y atendía la herida, sonrió ante la buena
fortuna que les había sucedido a Maichen y a iAm, y sintió algo
en el centro de su pecho que alivió el dolor.

Esto era real, pensó para sí mismo. Y este momento...


este presente... fue la primera parte de su vida desde la muerte
de su shellan en que no sentía dolor.

Una próxima generación, nacida del amor, nacida por


amor.

—No puedo esperar para conocer a mi sobrina —dijo con


brusquedad.

La sonrisa de iAm fue corta y escondida, como era su


manera. Siempre había sido el callado, el que se abrazaba a sí
mismo y se sentaba en el asiento de atrás. ¿Cómo si hubiera
tenido otra opción? Trez siempre había sido la banda de
música que se dirigía sola.

Demasiado ruidosa para que alguien más ocupe espacio.

—Y ella va a amar a su tío —dijo iAm con voz ronca.

—Me aseguraré de eso.

—No tendrás que esforzarte demasiado—. Trez miró por


debajo del pañuelo. —Sólo un poco más y terminamos de curar
la parte lastimada.

—Ni siquiera sabía que había roto el lápiz. —Entonces,


como si iAm quisiera evitar cualquier cosa más emocional,
preguntó—. Entonces... ¿qué te trajo por acá? ¿Solo una
charla?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Bueno, eso y necesito algo de comida. Para, ah,
Therese. Y su padre y hermano. Su mahmen está en lo de
Havers en la UCI. Necesitan alimento.

Cuando iAm levantó la vista bruscamente, Trez sacudió


la cabeza y miró por debajo del pañuelo. —Y antes de
preguntar —dijo—. Sí, voy a hablar con ella. Voy a explicarle...
todo.

—Ya sabes, podrías enamorarte de nuevo.

—Pensé que no querías que yo estuviera con ella.

iAm levantó la mano. —No quiero que estés con ella si


crees que es otra persona.

—Sin embargo, ella lo es. Es alguien más.

—Bueno, cuando estés listo, si alguna vez lo estás, tal


vez puedas intentarlo. Si no con ella, entonces con alguien
más.

—No puedo pensar así en este momento.

—Lo sé y no te culpo —flexionó la mano poniéndose de


pie—. Mientras tanto, cocinaré para ella y su familia. Y le haré
la mejor comida que haya tenido jamás.

Menos de diez minutos después, ya estaba en la estufa,


su mano herida enguantada, con las especias fluyendo, las
salsas hirviendo a fuego lento. Estaba cocinando como el
experto que era, nada descuidado o distraído ahora, y los
olores eran el cielo. ¿Qué era lo mejor? Que mientras Trez se
sentaba en un taburete y observaba, algo de la tensión lo
abandonó.

Aunque sabía que volvería tan pronto como fuera el


momento de regresar al hospital y ver a Therese de nuevo...

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Oye, se dio cuenta. Ahora podía pensar en su nombre
sin dudar.

Excelente. Buen trabajo.

Mierda, realmente necesitaba hablar con ella. ¿Pero


cómo podía ser eso apropiado con la condición de su mahmen?

—Oh, escucha —dijo—. Therese se quedará con su


mahmen. En casa de Havers. Hasta que la situación... se
resuelva.

iAm comenzó a cortar un manojo de hojas frescas de


albahaca. —Dile que se tome todo el tiempo que necesite para
este triste asunto.

—Solo mantén la posición abierta para ella si puedes.


Ella necesita este trabajo.

— Ella lo tiene. Mientras lo quiera.

Trez pensó en todas las cosas que cambiaría si pudiera.


Había tantas... pero ninguna de ellas involucraba a esa mujer
transformándose en su Selena. Había vivido esa fantasía
durante diez minutos, y todo lo que había hecho era demostrar
que lo que decía su hermano era cierto.

Alguien que mereciera algo mejor iba a salir lastimado.


Y todo por culpa de Trez.

—Está ahorrando para mudarse de la casa de huéspedes


en la que se está quedando —se oyó decir—. Ella quiere hacer
las cosas por sí misma.

Sin embargo, tal vez eso sería diferente ahora. Con su


reconciliación con su familia, tal vez volvería a Michigan con
ellos. Seguramente lo harían, volver allí a su ciudad natal, no,
espera. Ella había dicho que sus padres se mudarían por la
salud de su mahmen. ¿Al sur en alguna parte? ¿Carolina del
Norte? ¿Carolina del Sur?

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Cuando la imaginó dejando Caldwell, y que él nunca la
volvería a ver, le dolió el corazón, pero ya no confiaba en la
emoción.

Ya no confiaba en lo que podía significar.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veintiséis

Mahmen —dijo Therese. —Estoy aquí. Estamos todos


aquí.

Ahora había tres sillas alrededor de la cama. El personal


había sido tan amable, tan fácil de manejar, tan complaciente,
agradable cuanto podía dada la naturaleza extrema de lo que
estaban tratando. Por otra parte, no trabajarían en esta
división particular de la medicina si no fueran una raza
especial. Aquí, en la UCI, había más muerte que vida, perdían
la batalla contra la Parca más veces de las que ganaban.

Así que tenías que ser duro sin perder tu compasión.

Therese acarició suavemente la mano fría y seca de su


mahmen e intentó no ahogarse. —Lamento mucho haberme ido
así —miró hacía su padre. Y luego al otro lado, a su hermano—
. Lo siento mucho, pero ahora estoy aquí contigo, Gareth y yo
hemos hecho las paces, y papá está aquí... nuestra familia está
de vuelta, Mahmen.

—Así es, nalla —dijo su padre.

—Quiero entender, Mahmen —continuó—. Tienes una


historia que contar, lo sé. Quiero saberla de ti, y quiero que
sepas que sea lo que sea, lo acepto. Tenías tus razones para
hacer lo que hiciste, pero tienes que volver con nosotros para
que yo pueda conocerlas. Tienes que... volver a nosotros para
que tú y yo podamos ser como éramos.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Pensando con los ojos cerrados, no tenía idea de qué
esperar mientras se quedaba en silencio.

No, eso no era exactamente cierto. Ella sabía lo que


quería. Quería que la hembra se despertara, comenzara a
respirar por sí misma y retomara su vida. Reanudar todas sus
vidas. Continúa hacia el futuro que Therese había dado por
sentado, pero ya no lo haría.

Cuando no pasó nada, cuando no hubo respuesta ni


reconocimiento alguno, Therese respiró hondo. —Lo siento
mucho, Mahmen.

Y... así pasó el tiempo. Sentados así, en su vigilia, con


las máquinas sonando y el personal yendo y viniendo en
silencio, por solo Dios sabía cuánto tiempo. De vez en cuando,
Therese repetía lo que había dicho de una forma u otra, o su
padre contaba una anécdota, como la ocasión en que Gareth
había tratado de pintar el exterior de la casa como un regalo
del Día de las Madres. O Gareth se levantaría y caminaría
frente a la pared de vidrio que daba al resto de la UCI.

Como no hubo cambios, el tiempo adquirió una


cualidad surrealista y elástica. Therese no podía decidir si
estaba gateando... o volando... y eso era porque parecía hacer
ambas cosas a la vez...

Excepto cuando, sin previo aviso, el aroma de algo


absolutamente, en lo más mínimo antiséptico entró en la
habitación. Y un segundo después, Trez apareció en el otro
extremo del cristal, con un montón de bolsas de papel en sus
brazos.

Con el corazón en el pecho, Therese sonrió. Y cuando su


padre y su hermano levantaron la vista, ambos hombres se
pusieron de pie y Trez se inclinó por respeto.

—Eso es... —comenzó su padre.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Sí —dijo Therese mientras acariciaba la mano que
había estado sosteniendo—. La cena ha llegado, Mahmen.
Deseo que te unas a nosotros. Es comida italiana, tu favorita.

—No nos dejarán comer aquí —dijo Gareth—. Pero


saliendo hay una sala de estar. Justo al lado de la puerta.

—La sala de espera de la familia —murmuró su padre


mientras medía a Trez.

Ven y únete a nosotros, Mahmen. Therese se levantó de


su silla y se inclinó hacia delante, alisando el cabello canoso
de la cara pálida y desdibujada que estaba rompiendo el
corazón de todos. —Volveremos pronto. Si nos necesitas,
estaremos en la habitación de al lado.

Los tres salieron y Therese se puso de puntillas para


besar a Trez. Cuando ella acercó sus labios a los suyos, él
pareció ponerse rígido, una vez más, no había sido presentado
adecuadamente.

—Este es mi padre, Rosengareth el mayor —anunció,


retrocediendo—. Papá, él es Trez.

—Todo un festín que tienes ahí —dijo su padre mientras


asentía con la cabeza hacia las bolsas.

—Mi hermano lo hizo especialmente para tu familia. —


Trez transfirió los paquetes a una mano y sacó la palma de su
daga. Cambiando al idioma antiguo, él dijo—. Sire, es un placer
conocerlo.

Su padre parecía estupefacto por los modales. Pero luego


se puso a ello y estrechó lo que se ofrecía. —Para mí también.

—Les conté todo sobre ti —dijo Therese—. A mi Mahmen


también.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Trez se aclaró la garganta y parecía que quería aflojar el
cuello ya desabrochado de su camisa de seda. Sí, nada como
estas circunstancias para conocer a la familia.

—¿Sala de espera? —dijo, indicando una puerta abierta.

—Por aquí —Therese tomó una bolsa de él—. Tratemos


de comer antes de que esto se enfríe. Y luego te llevaré a
conocer a mi Mahmen.

La sala de espera familiar no tenía puerta, pero sí mucho


espacio y sillas para colocar alrededor de una mesa de
escritorio en la esquina. Cuando Therese abrió las bolsas de
papel, reconoció los platos que había servido a sus mejores
clientes, y pensó en iAm encendiendo su estufa solo para ellos.

—¿Podrías agradecer al Chef por nosotros? —dijo


mientras pasaba los platos de papel.

—Lo haré — murmuró Trez.

Había una variedad de recipientes de aluminio con


tapas, comieron preparados al estilo familiar, compartiendo las
porciones de pasta con diferentes salsas y carnes, así como
una gran selección de postres.

—Entonces, Trez — preguntó su padre entre bocados—


¿A qué se dedica?

Al otro lado de la mesa de comedor improvisada, Trez


casi se atragantó con su pollo a la parmesana. Dios... ¿cómo
responderle eso al padre de alguien? Probablemente sea mejor
no iniciar con chulo. Facilitador de drogas. Antiguo
destrozador de cráneos.

—Estoy en... entretenimiento.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Él tiene un club —dijo Therese mientras se limpiaba
la boca con una servilleta de papel—. Pero es totalmente
legítimo.

En su mayoría legítimo, agregó a sí mismo.

Bien vale. Mayormente ilegítimo. Pero de una manera


decente. No era como si se pusiera violento mientras todos
siguieran las reglas. Y oye, según el calendario solo habían
tenido un tiroteo allí. Bueno al menos este año, ¡doce meses
completos!

—Estoy pensando en salir del negocio —espetó.

Cuando escuchó las palabras salir de su boca, se


sorprendió a sí mismo. Porque era verdad ¿Pero cuál demonios
era su plan B? ¿Y no les recomendaban a los nuevos viudos
que evitaran trasladarse y tomar grandes decisiones durante
los primeros doce meses después de la muerte?

Lo que sea, pensó.

Sentándose, se encontró comenzando a hablar. —Quiero


hacer algo diferente. He estado en lo mismo... “Estancado”
...negocios, ya saben, por un tiempo. Y creo que es hora de un
cambio.

Rosen el padre de Therese, se inclinó hacía el. —¿Qué


piensas hacer?

Era difícil mirar al hombre mayor, y no porque fuera feo.


O malvado. O de alguna manera indigno. En cambio, el padre
de Therese era el tipo de persona estable, fuerte y humilde en
el que instintivamente sabías que podía confiar con tus
impuestos. Tú casa. Tus hijos y tu perro.

—Quiero regresar a la escuela.

—La educación es muy importante. Se lo he dicho a mis


hijos todo el tiempo —Mientras Therese y su hermano

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
asintieron, el hombre sonrió—. Nunca tuve mucho, pero he
vivido una vida honesta y he logrado que ambos pasen a la
universidad sin dejarles ninguna deuda —Larisse y yo
invertimos nuestro dinero en ellos, y es la mejor inversión que
podríamos haber hecho.

Mira, pensó Trez. Sus instintos sobre el tipo eran


correctos.

Gareth habló. —También voy a volver a la escuela.

—¿Lo harás? —preguntó Therese.

—Voy a aprender derecho humano. Hay un programa


ejecutivo en la Universidad de Chicago. Me imagino que la raza
necesita personas que entiendan cómo funciona ese lado de
las cosas

Trez habló. —Creo que es una gran idea. He tenido que


recurrir a algunos abogados que no pertenecen a la especie
para comprar bienes inmuebles, y es un fastidio. Me hubiera
sentido mucho mejor con uno de nosotros. Oye, ya sabes,
deberías hablar con Saxton, el abogado del Rey. Realmente
podría ayudarte, y tal vez conseguirte una pasantía en la Casa
de Audiencias... ¿eh?

Él dejó de hablar. Los tres lo miraban con los ojos muy


abiertos.

—Mierda. ¿Has estado en la Casa de Audiencias? —


preguntó Gareth.

—Cuida tu idioma, hijo, — murmuró Rosen. —Ah... ¿has


conocido al Rey?

—Vivo con él.

Cuando los tres comenzaron a toser en las servilletas,


Trez pensó: Bueno, mierda.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
El shock de Therese podría haber sido cómico. Excepto
que no era así. Era otro recordatorio de lo poco que sabía el
uno del otro.

—Supongo que no te mencioné eso, eh —le dijo—. Sin


embargo, no es gran cosa.

—¿No es gran cosa? —Ella dijo— ¿Con quién vives? ¿Con


la primera familia?

—Sin embargo, me mudaré. A esa casa que alquilé.

Otra vez, esto era nuevo para él. Pero bueno, esta era
una fiesta sorpresa para todos, por así decirlo. Por lo tanto,
podría entrar en la diversión.

Pero sí, pensó. Iba a mudarse e iba a entregar el club a


Xhex. Y luego no tenía idea de lo que iba a hacer consigo
mismo, aparte del hecho de que quería aprender cosas.
Quería... libros de texto para estudiar, exámenes para tomar y
cosas en las que debía concentrarse en lugar de las que había
perdido.

¿Seguramente la escuela sería así? Nunca había estado


en una formal antes. Y él era inteligente. Retenía todo lo que
leía, y le gustaban las palabras en papel. Demonios, tal vez
podría sacar una página del proverbial libro de Gareth.

Sin embargo, sea lo que sea que decidiera hacer, sabía


que tenía que ser un nuevo comienzo. Una nueva vida. Una
nueva... forma de manejarse.

Y oye, al menos no era suicida. ¿Y con una sobrina en


camino, una linda casita y un horizonte abierto? Las cosas
podrían ser mucho peores...

Una enfermera apareció entre las jambas. —Familia, van


a querer entrar en la habitación de Larisse. Ahora mismo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Cuando los cuatro saltaron, sin pensarlo, Trez tomó la
mano de Therese. Porque ella no iba a entrar allí sin él, eso era
seguro.

Iba a estar a su lado para lo que estaba por venir. Dios


sabía que tenía mucha experiencia con la muerte.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veintisiete

Therese no recordaba mucho sobre la carrera hacia la


habitación de pacientes de su mahmen. Pero ella sabía que
Trez la tenía de la mano, y estaba muy agradecida de que
estuviera con ella. A pesar de que él era una nueva adición a
su vida, ella necesitaba su apoyo. Y él estaba ahí para ella, sus
ojos se encontraron justo cuando abrían la puerta de cristal
y...

—¿Larisse? —gritó su padre.

Therese se detuvo en seco de tal manera que su hermano


se estrelló contra ella y casi la tira. Excepto... espera, ¿estaba
viendo bien? ¿Estaban abiertos los ojos de su mahmen?

—¡Larisse! —dijo su padre mientras se arrojaba al lado


de la cama— ¡Mi amor! —La enfermera sonrió.

—Sus signos vitales son más fuertes de lo que eran


desde que llego. Ella está de vuelta. Y vamos a darle un poco
de tiempo, pero si las cosas se mantienen así, intentaremos
que respire por su cuenta.

Su padre estaba susurrando, y su mahmen miraba a los


ojos de su hellren, la conexión, el amor entre ellos, tan tangible,
era como si no hubiera otra persona en la habitación con ellos.

Y luego su mahmen buscó a Therese.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Las lágrimas se formaron y rodaron sobre la almohada,
la mano frágil levantó las yemas de los dedos de la blanca
sábana. Therese se lanzó hacia adelante, reflejando el impulso
de su padre.

—Estoy aquí.

Sus labios pálidos se movieron, pero Therese se rió y


sacudió la cabeza. —No trates de hablar. Aún no. Todos
estamos aquí y no iremos a ninguna parte.

Ella se volvió y le hizo señas a su hermano. Cuando él


se acercó, ella le sonrió a su mahmen. —¿Ves? Todos estamos
aquí.

—Mahmen —dijo Gareth con voz ahogada—. Estás de


vuelta.

—Espera, hay uno más —Therese extendió la mano—.


Conoce a mí... amigo ...Trez.

Hubo un momento, mientras Trez los miraba a todos


desde el interior de la habitación. Su rostro parecía lejano, sus
ojos opacos, su cuerpo súper quieto. Por una fracción de
segundo, Therese tuvo la sensación de que se iba a ir. Pero
luego sonrió y dio un paso adelante.

—Madam —dijo—. Es un placer conocerla.

Mientras estaba parado al pie de la cama, su altura


imponente y su increíble fuerza parecían empequeñecer la
habitación.

Larisse volvió a levantar la mano. Y saludó muy


levemente.

Therese quería abrazar a Trez con todas sus fuerzas. Sí,


esta era una situación totalmente incómoda, pero había estado
más que preparado para la ocasión. Así era él, ella estaba
aprendiendo.

304
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Todo esto va a estar bien, pensó. Absolutamente bien.

Extraño... no sentía que se estuviera tranquilizando solo


sobre su mahmen en esa declaración.

—Está bien, amigos —dijo la enfermera—. Vamos a


hacer un examen, y creo que se justifica cierta privacidad.

Trez levantó la mano. —Saldré.

—Me quedaré —dijo Rosen.

Gareth miró a su alrededor —¿Alguien se enfadaría si


regreso a comer? Estoy muerto de hambre.

Therese sonrió, pero sintió que la forzaba cuando Trez


dio un paso atrás. Aunque él todavía estaba con ellos, ella tenía
la sensación de que se había ido.

—Puedes tomar mi porción —le dijo a su hermano—.


Estoy llena.

—Ese es un buen trato. —Gareth palmeó la rodilla de su


mahmen a través de las sábanas. Solo estaré al lado, Mahmen.
Y luego volveré.

Larisse asintió levemente.

—Yo también, Mahmen —Therese sonrió y acarició el


delgado brazo de Larisse—. Ahora regreso.

Hubo una rápida discusión sobre el tubo de respiración,


en la que considerando que el estudio aún no se había hecho,
no se hicieron promesas, y luego Therese salió con Trez. Hubo
un momento cuando él y Gareth dijeron algo de ida y vuelta, y
fue cuando supo que Trez se iba.

Regresaba a la ciudad. Pero estaría disponible por


teléfono si alguien lo necesitaba. Se intercambiaron números
entre los machos, momento en el que ella hizo una broma

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
acerca de que era mala para responder mensajes sobre crisis
familiares.

—¿Demasiado pronto? —dijo mientras su hermano la


miraba secamente.

Finalmente, ella y Trez estaban solos.

—¿Te acompaño? —dijo ella.

—Solo al elevador. Te necesitan aquí.

Cuando el extendió su brazo, ella lo tomó con alivio,


aunque estaba bastante segura de que era un gesto de
mecánico de su parte. Al pasar por las puertas de cristal de las
habitaciones de los pacientes, no miró a ninguno de ellos. No
quería que le recordaran lo fácil que sería perder el terreno que
tan inesperadamente habían ganado con su mahmen. Y había
otras cosas en las que no quería pensar.

Como en lo irónico que era perderlo y recuperar a su


familia en la misma noche.

—¿Trez? —dijo mientras pasaban por la estación de


enfermería y salían de la unidad.

—¿Sí? —Se detuvieron y se volvieron el uno al otro al


mismo tiempo. De repente, su corazón se saltó un par de
latidos y sus palmas se pusieron sudorosas.

—Sé que esto es extraño—. Se echó el pelo hacia atrás y


pensó que era un desastre. O tal vez no era su cabello el que
estaba enredado y anudado. Tal vez era su cerebro. —Quiero
decir, esto se ha vuelto realmente intenso, ¿no? Así que tiene
que ser extraño.

—Por favor, que todo lo que siento que está sucediendo


sea parte del drama extraño, pensó.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—No, está bien. Quiero decir... —sacudió la cabeza—. Es
genial que tu mahmen haya regresado...

—¿Dónde estás? Y se honesto. Estoy demasiado


exprimida para escudriñar mentiras, incluso si provienen de la
amabilidad.

Trez abrió la boca, como si estuviera listo para hablar


directamente sobre ella. Pero luego se separó y comenzó a
moverse. Cuando las puertas dobles de la unidad se abrieron,
se preparó para que la enfermera volviera a buscarla y le
informara que las cosas no habían salido bien. O tal vez que
se necesitaba un carro de choque. Pero no. Era un asistente
con una carga de ropa de cama.

Mientras veía que se alejaba, Therese no pudo soportar


más la espera. Se le dispararon los nervios, estaba exhausta,
y toda la increíble comida italiana de iAm había formado un
bloque de cemento condimentado con orégano y albahaca en
la boca del estómago.

—Sé que te dije que estaba dispuesta a ser paciente —


dijo—. Pero creo que podría haber exagerado esa virtud...

Trez se detuvo abruptamente y la miró directamente a


los ojos. —Mi shellan murió. Como, recientemente. Muy
recientemente.

Therese exhaló el aliento que había estado conteniendo.


No le gustaban las noticias tristes, pero no estaba sorprendida,
y al menos esto no era nada que necesitara tomar
personalmente.

—Lo siento mucho —Ella asintió hacia las puertas—.


Entonces debe ser muy difícil ver todo esto a tu alrededor...

—¿Ver a tu padre reunirse con su amada? —Levantó


una mano—. No es que envidie su regreso. Espero que tu
mahmen se recupere por completo. En verdad. Totalmente.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Pero no lo entendía y, escucha, no quería engañarte.
Realmente no.

Ahhhhhhhhh todo parecía indicar que no podía respirar.


Así debía sentirse cuando no sabías si elegirías estamparte o
desviarte hacia un árbol. ¿Echaba de menos a su shellan y todo
se desencadenó por la reunión llorosa de su mahmen y su
padre junto a la cama? Eso era trágico, pero ella podía trabajar
con ello. Hablarle. Ayudarlo de alguna manera.

—Aunque no era mi intención iniciar algo... —Esa era


una señal de salida sobre una puerta por la que no se le
permitiría pasar.

Trez sacudió la cabeza lentamente, lamentando apretar


sus facciones. Pero antes de que él pudiera ir más lejos, ella lo
cortó.

—Está bien. Sé que es... demasiado pronto —se escuchó


decir. —Entiendo.

Aunque no lo hacía. Bueno, lo hacía en el sentido de que


una pérdida como esa haría imposible enamorarse de otra
persona por un tiempo. Por mucho tiempo ¿Y a quién quería
engañar? El amor era lo que ella quería de él. Porque era lo que
ella tenía... para él.

Mierda, pensó. Estaba en algo mucho más profundo de


lo que pensaba.

¿Cómo se había enamorado de él en tan poco tiempo?

Trez atravesó el espacio y le puso las manos sobre los


hombros. Su voz era baja e intensa, sus ojos negros graves, su
cuerpo musculoso quieto. —No quiero lastimarte. Tienes que
saber eso. Tienes que creerlo. Quiero decir... no quiero
lastimarte.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Así que esto realmente está sucediendo, pensó. Estaban
rompiendo. A pesar de que no estaba segura exactamente de
lo que tenían que romper.

—Sé que no hiciste esto a propósito, Trez —Querías ser


independiente, ¿verdad? se dijo a sí misma—. Y... estaré
bien.— Se obligó a sonreír con fuerza. —Voy a estar totalmente
bien. Quiero decir, me aseguraré de eso. Tengo a mi familia y...

—Lo siento mucho —dijo él mientras le acariciaba la


cara con la yema del dedo—. No quería hacer esto aquí o ahora.
No quería.

Ella pensó en él llorando la noche anterior y sabía que,


en este momento, eso tenía mucho sentido. Todo ese dolor
todavía estaba encerrado dentro de él, pero nunca muy por
debajo de la superficie. Pasaría mucho, mucho tiempo antes
de que él estuviera en condiciones de amar a alguien, y ella no
dudaba que él se preocupara por ella. Él había tomado su
mano cuando se apresuraron a ver a su mahmen. Y él solo
había tratado de cuidarla, con el alquiler de la casa, con los
arreglos financieros, con... bien, sexualmente, por supuesto.

—Sé que todavía debes estar enamorado de ella —


susurró Therese—. Y sé que ella debe haberse llevado parte de
ti con ella hasta el Desvanecimiento. Entonces esto no es... no
se trata de mí. Quiero decir...

— No —dijo—. No eres tú. Lo juro.

Esto es lo correcto, se dijo Trez.

A pesar del dolor en los ojos de Therese, y la tensión en


su cuerpo estaba empeñándose en mantenerse unida... era lo
correcto. Esto era lo que iAm le había advertido. Therese estaba

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
soportando el dolor de algo que nunca debería haber
comenzado.

—Te mereces —dijo Trez con brusquedad—. Ser amada


por ti y solo por ti. No porque estés tomando el lugar de otra
persona. No porque seas un instrumento con el que alguien
trata de salvarse. Todo esto es mi culpa. Solo porque te pareces
a ella, nunca debería...

Therese frunció el ceño. —¿Qué?

Trató de reproducir lo que había salido de su boca, pero


estaba atrapada en sus propias emociones, por lo que le era
difícil de recordar. En cambio, solo quería reparar parte del
daño que había hecho, a pesar de que era como tratar de volver
a armar una habitación quemada con cinta adhesiva para
conductos y tirantes.

—Eres maravillosa —dijo—. Eres una mujer increíble


hermosa, inteligente y divertida...

Dio un paso atrás. —No. ¿Qué dijiste? Sobre cómo me


veo.

Mientras recorría con sus ojos, su rostro, su cabello, su


cuerpo, todo lo que vio fue a Selena, y se permitió detenerse en
la comparación por última vez. Después de esto, era poco
probable que él y Therese se volvieran a ver porque sabía, sin
preguntar, que volvería con su familia.

—Dijiste que me parezco a ella —Therese repitió


lentamente—. Pero no solo me parezco a ella, verdad.

Cuando él no respondió de inmediato, cruzó los brazos


sobre el pecho. —Me veo exactamente como ella, ¿no?

Respirando profundamente, asintió una vez.

Hubo una larga pausa. Y luego caminó un poco por el


pasillo. Cuando ella se alejó, él se preguntó si no debería haber

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
mentido sobre su apariencia. Pero ese era un movimiento de
mierda. Ella merecía la verdad, y él merecía su ira.

De repente, ella se detuvo. Dando vuelta. Volvió.

—Dijiste que vivías con el Rey, ¿verdad? —Cuando él


asintió nuevamente, ella miró hacia otro lado. Recordando. —
Entonces la Hermandad de la Daga Negra es su guardia
personal, ¿correcto? De modo que ese macho, Rhage, al que
serví con su shellan, te conoce, ¿verdad? Porque ellos también
viven allí. Él asintió de nuevo, consciente de exactamente a
dónde iba esto. —Entonces la conocieron, no es así.

Cuando él asintió una vez más, ella comenzó a pasearse


de nuevo. —Y por eso hicieron la doble toma cuando fui a
atenderlos en su mesa. Y es por eso que tu hermano siempre
ha sido raro conmigo. Es por eso que ustedes dos pelearon esta
última vez, y es por eso que Xhex, tu jefa de seguridad del club,
también me miró así. Todos lo notaron. Todos vieron lo que
hiciste conmigo. Que era alguien más.

— Sí —dijo—. Y lo siento mucho.

Ella levantó la mano. —Detente. Solo... para con eso


ahora mismo.

—Nunca quise...

Inclinándose hacia adelante, ella entrecerró los ojos


sobre él. —¿No querías usarme? Explícame exactamente cómo
funciona ese argumento. Cómo de alguna manera, cuando
aparentemente me parezco a la hembra, no pretendías
utilizarme como el sustituto de tu compañera muerta.
Explícame cómo, cuándo me estabas follando, no pensabas en
ella todo el tiempo. —Cuando él quiso decir algo, ella lo
interrumpió—. Lo que realmente necesitas decirme es cómo
demonios no me llamaste por su nombre.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Therese se detuvo. Luego se masajeó las sienes como si
le doliera la cabeza. —De hecho, nunca usaste mi nombre, en
realidad. Nunca dijiste mi nombre en la intimidad. Dios, ni
siquiera lo vi. Ni siquiera me di cuenta… la alimentación.
Cuando el color salió de su rostro y se cubrió la boca como si
estuviera enferma del estómago, sintió como si le hubieran
dado un rodillazo en las bolas.

—A pesar de que estabas hambriento, no tomaste mi


vena, no querías saber que mi sangre sabía diferente. No
querías que nada rompiera la fantasía, y te recordara que yo
no era ella.

Mientras Trez observaba la profundidad de su traición


hundiéndose en ella, quería recuperarlo todo. Todo el asunto,
desde la primera noche, cuando intentó que ella lo llevara a
Havers hasta lo que habían hecho en el pasillo del club, y todo
lo que había sucedido en la casita. Quería ahorrarle todo lo que
estaba sintiendo ahora.

Pero para hacer eso, tendría que haber escuchado los


consejos de su hermano.

La realidad de cuán equivocado había estado Trez, por


algunas razones muy correctas, era un nuevo punto bajo para
él. ¿Y considerando de donde había partido? Eso decía algo.

Therese respiró hondo. —Debes irte ahora. Y no hace


falta que nunca me busques de nuevo. Dile a tu hermano que
voy a renunciar sin previo aviso, algo me dice que él va a
entender exactamente por qué...

—¡Therese!

—¡No! —Le ladró mientras golpeaba con el pie.

Luego, volvió a taparse la boca con la mano, como si


estuviera deteniendo una queja o de un llanto. O tal vez ambos.

312
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Solo vete—, se atragantó. —Me he caído por un agujero
profundo y tengo que empezar a salir de él ahora mismo.

—Espero que...

—No —respondió ella—. No puedes esperar nada. Sabías


lo que estabas haciendo. Sabías exactamente lo que me
estabas haciendo. Me importa una mierda si estás de duelo o
no. Estaba mal. Todo esto... estuvo mal. Excepto que… se rió
con dureza. —Oye, también fue mi culpa. No cuestioné nada.
No pregunté por qué me estabas persiguiendo. No me protegí
a mí misma. Nunca hablamos sobre reglas básicas, o si
estábamos en una relación, por el amor de Dios, tuvimos
relaciones sexuales un par de veces. Eso fue todo. Así que
necesito crecer como el infierno.

Dijo todo eso como si estuviera tratando de recordar los


hechos. Como si estuviera volviendo a enmarcar las cosas, o
intentando hacerlo.

—Lo siento mucho —susurró.

—Está bien, puedes irte a la mierda con eso —le espetó


ella—. Es demasiado tarde para pedir disculpas. Por favor
¿puedes irte? Demonios, la única razón por la que estás parado
aquí es porque no quieres despedirte de alguien que no soy yo
de todos modos. Ya has hecho suficiente daño. Al menos ten
la decencia de permitir que comience la limpieza. Nunca
vuelvas a contactarme.

Trez asintió, se dio la vuelta y caminó por el pasillo. No


tenía idea de a dónde iba. Pero así había sido durante bastante
tiempo. De lo único que estaba seguro era de que, había
lastimado a alguien que honestamente le importaba, y el dolor
que le estaba dejando era culpa suya. Como ella había dicho,
sin importar cuáles habían sido sus intenciones, o en qué
estado había estado, había estado mal.

313
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Había caído bajo de una forma completamente nueva.
¿Y la única pieza buena de todo? Al menos no era suicida.

No, no iba a permitirse ponérselo fácil. La muerte de


Selena y el dolor que la acompañó no era nada que él hubiera
creado por sus propias acciones. ¿Pero su arrepentimiento por
lo que le había hecho a Therese? Eso estaba completamente
sobre él, e iba a tener que vivir con eso por el resto de sus
noches.

Sin embargo, habría muchas. Este era su castigo.

Una cadena perpetua de la cual no iba a escapar


fácilmente con una siesta bajo tierra. O una tumba acuosa.

Cuando sonó su teléfono, agarró el celular, con la


estúpida idea de que podría ser Therese llamando
desesperada. Pero ella no tenía su número en su viejo teléfono.

Y no iba a llamarlo. Nunca más.

Era Xhex. Sin duda ella había visto que él había


marcado y le estaba devolviendo la llamada.

No respondió. No tenía nada que decirle a nadie en este


momento.

Dios... esto era tan malo como cuando Selena había


muerto, pensó.

Quizás aún peor.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Ventiocho

Las siguientes veinticuatro horas en la UCI fueron una


bendición. Y una maldición. La noche siguiente, cuando
Therese entró en la habitación de pacientes de su mahmen con
un café sorprendentemente bueno en una taza desechable, se
aferró a la primera e intentó soltar la segunda. Y no estaba
segura de qué tan bien le fue con ninguna de las dos cosas.

Desde que Trez se había marchado cuando ella le había


pedido que lo hiciera, había estado como en un congelador,
adormecida y alejada de todos. Porque, oye, por un lado no era
como si quisiera ser el interruptor del regulador de voltaje en
el alivio tentativo de todos durante la recuperación de Larisse,
y por otro, la relación que explotó no era nada que ella tuviera
interés en explicar.

Se sentía tan estúpida por precipitarse ciegamente en


algo así. Sin embargo, todo se había sentido tan bien. Y él
había sido tan...

Detente, se dijo.

Centrándose en la cama del hospital, sonrió. —Buenas


tardes, Mahmen...

—Buenas. Tardes.

Therese se detuvo justo donde estaba. Parpadeó varias


veces. Intentó procesar lo que estaba mirando. Pero parecía,

315
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
que durante las cuatro horas en las que Gareth, su padre y
ella se habían ido a dormir en uno de los apartamentos
familiares de la instalación, se había producido un gran
cambio.

—¿Mahmen? ¡Mahmen!

Therese se precipitó hacia adelante, sin importarle


derramar el café en el dorso de su mano. Larisse estaba
sentada, completamente consciente... y respiraba sola.

—¡Mahmen! —Therese tiró el frágil contenedor sobre


una mesa rodante, estrechó la mano que había estado
sosteniendo durante tantas horas y se sorprendió al sentir que
se cerraba—. Sabía que iban a sacar el tubo, ¿lo hicieron
temprano?

—Sí —Esa voz era ronca, pero era maravillosamente


familiar—. Temprano.

—¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? Tan pronto como hizo


las preguntas, sacudió la cabeza. Su mahmen todavía estaba
tan débil que apenas podía levantar la cabeza de la almohada.
—Espera, no te esfuerces respondiendo.

—Bien. Bueno. Hola hola. Te quiero. Me alegro. Larisse


hablaba rápido, como si sintiera la necesidad de sacarlo todo
rápido. Por si acaso. —Lo siento mucho. Lo siento mucho,
mucho...

—Shhh. Está bien. —Peinando el cabello de su mahmen


hacia atrás, Therese se sentó en la silla que se había convertido
en su segunda casa. —Sentémonos juntas.

—Papá...la vena—. ¿Cuándo?

— La enfermera fue a buscarlo después del tubo. Estoy


más fuerte ahora.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Therese sonrió lentamente. Su padre debe haberse ido y
luego regresar mientras ella y su hermano estaban durmiendo.
—Bien.

Se quedaron en silencio por un momento. Y entonces su


mahmen pareció levantarse más sobre las almohadas, o lo
intentó.

—Aquí, déjame ayudarte —dijo Therese mientras


reorganizaba cuidadosamente el torso de su mahmen—.
Mejor...

La mano de su mahmen la apretó con fuerza. —Ahora


escucha. En caso de que...

—No lo digas. Vas a estar mejor. Vas a salir de esto...

—Siempre sentí... que eras mía. Siempre sentí... —Su


mahmen tocó el centro de su delgado pecho sobre la bata del
hospital—. En mi corazón, eras mía. Por eso... nunca te lo
dije... nunca pensé que no estabas destinada a ser... mía.

Therese parpadeó. Y tragó saliva. —Oh... Mahmen.

—Te dejaron... en la puerta. Entregada... no tengo idea...


¿quién? ¿Cómo? Su mahmen se señaló a sí misma. —Quería
una hija. Rezé ...rezé ... rezé ... ¿entonces? Respondieron.

—Mahmen, no uses toda tu fuerza...

—Papeleo para proteger. A ti. A mí. Tu padre y hermano


Asegurarse de que nadie pueda llevarse... a mis crías.

Cuando las lágrimas asomaron a sus ojos, Therese hizo


ruidos relajantes y acarició la mano que apretaba la suya con
tanta urgencia.

—Está bien, Mahmen. Respira profundamente.

317
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Levantó la vista hacia los monitores. Las cosas estaban
cambiando en las pantallas. La frecuencia cardíaca
aumentaba. La presión sanguínea aumentada. No tenía idea
de si eso era malo o bueno. ¿Al menos no había alarmas?

—Estoy aquí —dijo Therese—. Y no voy a ninguna parte.


Nadie nos va a separar.

Ni siquiera yo, añadió con firmeza en su mente.

—¿De verdad? —dijo su mahmen.

—Sí. Lo prometo. Te amo y deseo... bueno, deseo


muchas cosas. Ahora estamos juntos de nuevo. Los cuatro.

La idea de que no había un quinto la entristecía, a pesar


de que Trez no había sido miembro de la familia, no había
estado allí por mucho tiempo, y había jugado con ella. El duelo
por él era frustrante como el infierno. Pero las emociones no
eran razonables y no se podía razonar con ellas.

—¿Vendrás a casa? —preguntó su mahmen.

—Sí lo haré. Absolutamente —En este punto, se estaba


muriendo por salir de Caldwell—. Pero papá dijo que no
iriamos al sur. ¿Tal vez ahí es donde deberíamos ir? Gareth
dijo que puede hacer sus estudios desde cualquier lugar.

—Bien.

La tensión desapareció de su mahmen, y por un


momento, Therese entró en pánico porque era la muerte lo que
la estaba volviendo laxa. Pero no. Era paz.

—Duerme, Mahmen. Solo descansa. Todos estamos


aquí.

Sentada, Therese observó a su mahmen, cada monitor


trabajando en concierto con el resto, pero sin la especificidad
de las otras máquinas en la habitación. ¿Una cría abandonada

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
en la puerta? ¿De Verdad? ¿En la casa de una familia normal?
Ella creía en su mahmen, y Larisse ciertamente parecía tener
claro cómo había sucedido todo. Pero por Dios, era como la
historia de un mal especial después de la escuela. ¿Cómo
había sucedido algo así?

Pasó el tiempo, de nuevo de esa forma extraña que lo


hacía ahí en la UCI. O tal vez era realmente en todo el hospital.
Y su hermano y su padre regresaron. Los abrazos fueron
compartidos antes de que Larisse tomara una siesta. Mientras
dormía, todos hablaban en voz baja, y Therese quería
comprobar la historia, ya que sonaba poco probable, pero no
delante de su mahmen. Le parecía irrespetuoso.

Y la verdad era que los detalles no interesaban. Al igual


que la sangre compartida no importaba.

La familia era mucho más que ADN.

Finalmente, la fuerza de Therese se agotó y se dio cuenta


de que había pasado un tiempo desde que había tenido algo
más que un descanso tranquilo. Con sus párpados cayendo, y
su cuerpo alerta, estaba al borde de...

—¿Cariño? —dijo su padre.

Therese se levantó.

—¡Mahmen! ¿Ella...?

—Está simplemente descansando —Rosen le sonrió y le


puso la mano en el hombro—. Sin embargo, tú necesitas un
sueño real. ¿Por qué no te vas a casa a descansar y vuelves
antes del amanecer? ¿O puedes quedarte en el apartamento
que nos dieron aquí?

Todavía no les había contado sobre la casa de


huéspedes, y ahora que se iba con ellos, no sentía la necesidad
de entrar en detalles sobre ese basurero. Y la idea de que ella

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
pudiera ir allí, agarrar algo de ropa y luego volver de nuevo
aquí realmente no la atraía.

—Podrías pedirle a Trez que te lleve si...

—No, papá —se apresuró a responder—. No quiero


molestarlo. Solo conseguiré ropa limpia en mi departamento y
volveré rápido.

—No hay prisa. Tienes tu teléfono. Si sucede algo,


llamaremos, pero las cosas realmente están mejorando.

Gareth asintió desde su silla. —Sí, necesitas un poco de


sueño.

—Iré por mi cepillo de dientes y volveré enseguida.

Su padre le palmeó el hombro. —No te apures. Creo que


ahora tenemos mucho tiempo por delante.

—Sí. —Therese se puso de pie. Se despidió de todos y se


puso el abrigo que había dejado en la esquina del cuarto.
Aturdida, salió de la habitación de pacientes y de la unidad...
y luego, después de un breve viaje en ascensor, salió a quiosco
en el bosque. Hacía mucho frío y ella se acurrucó en su parka.
Sin embargo, antes de desmaterializarse y, a pesar de la
conmoción del aire invernal en sus cálidas mejillas, se detuvo
y miró al cielo.

El bosque dormía a su alrededor. El mundo también


parecía en reposo. No había sonidos de ciervos picando sobre
el rocío de nieve. No había ardillas trepando por los troncos.
No había pájaros a la vista, buscando nueces lejanas y
olvidadas. Ni siquiera había brisa, como si el viento también se
hubiera agotado de los esfuerzos anteriores.

Silencio. Quietud.

De pie, en ese espacio, se sentía sola, y no en el sentido


de que no podía encontrarse en una multitud de personas en

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
las que perderse. Era ese tipo específico de aislamiento que te
hacía reflexionar sobre cómo, sin importar cuántos corazones
se hubieran roto en el gran paso del tiempo, cuando era el tuyo,
era como si fuera la primera vez que hubiera sucedido.

Por qué, preguntó a los cielos.

Excepto que cuando hizo la pregunta sin decir una


palabra, no estaba segura exactamente qué respuesta
buscaba. ¿Por qué había conocido a Trez? ¿Por qué se parecía
a su compañera? ¿Por qué había caído en un torbellino de
romance con ella?

Bueno, ella sabía la respuesta a esta última. Esa, al


menos, no era un misterio. Y mientras consideraba los
entresijos de todo, mientras repetía sus besos, sus toques ... el
sexo que habían compartido ... llegó a comprender la verdadera
naturaleza de su dolor. No era que Trez la hubiera jodido a
propósito. No era un bastardo así. Ella había visto el
arrepentimiento en su rostro cuando todo salió a luz, y había
sido una emoción honesta, no es que hubiera hecho algo para
hacerla sentir mejor en el momento.

Sin embargo, le impedía odiarlo ahora.

No, era el hecho de que ella no había sido amada así. No


había sido elegida por él. Había sido un recipiente, nada más
que una concha. Un jarrón de reemplazo de cambio por el que
se había roto.

La triste verdad era que había sido ignorada incluso


cuando habían estado juntos, cara a cara, piel a piel. Invisible,
aunque él la vio. Éter, incluso cuando tocó su cuerpo.

El dolor era porque se había sentido encontrada, cuando


en realidad había sido una nulidad.

321
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Esto iba a doler por un tiempo. También la iba a marcar
cómo veía a los machos. Cómo interactuaría con ellos. Cómo
confiaría, o más probablemente, no lo haría.

El colmo de la ironía era que estaba devastada por la


muerte de alguien que no conocía y que nunca había conocido.
Sin embargo, la pérdida de la shellan de Trez la había
impactado. Permanentemente.

Cerrando los ojos, Therese respiró el aire frío de la noche


y se calmó. No estaba segura de que iba a funcionar, y decidió
que, si no podía concentrarse adecuadamente, simplemente
regresaría a la clínica y pasaría el rato ahí.

La próxima vez que miró a su alrededor, estaba de pie


en medio de su departamento.

Mirando fijamente los asquerosos muebles, respiró


hondo y, en lugar del aire canadiense claro que soplaba desde
el norte... olió el complejo tramo de muerte nasal que parecía
emanar de las paredes y los suelos de la calle.

Como si todo hubiera sido rociado con Eau de Crime


Scene39.

Destino, ella solo quería volver a la UCI. ¿Y quién se le


podría ocurrir que eso sería un perfume?

Aun así, en lugar de reunir rápidamente lo que


necesitaba y salir de ahí, caminó por el espacio vacío, su mente
yendo a lugares que hubiera preferido no ir, mientras su
cuerpo giraba en círculos en un lugar que no quería estar. Pero
ven, este era el problema con el tiempo a solas, y la otra razón
que la hizo querer volver con su familia.

39
Agua de Escena del Crimen, lo refiere como si fuera un perfume, así está escrito en el original.

322
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Bien, ella necesitaba moverse. Agarrar su cepillo de
dientes y una bolsa para pasar el día. Regresar a donde la
gente en la que podía confiar la estaba esperando.

Dirigiéndose al baño, ella...

Se detuvo frente al espejo sobre el lavabo.

Apoyándose en el cristal, miró su reacción, y no porque


hubiera olvidado cómo era. En cambio, estaba viendo lo que le
devolvía la mirada para obtener información sobre la pareja de
Trez ... como si la composición de sus propios ojos y nariz, boca
y mentón le dijera algo sobre lo que había compartido con su
shellan, cuánto hacía que la amaba, lo difícil que había sido
para ellos separarse por el destino.

Pero, por supuesto, no había nada que ver. Y ese era el


punto, ¿no?

Ella no había sido quien él había pensado que era, y esa


verdad había salido a la luz tan pronto como había conocido a
sus padres y a su hermano. Después de eso, no hubo más
simulaciones, no había forma de hacer que su fragmentada
realidad fuera la fantasía que aliviara su pena.

¿Y hablando de fantasías? No tenía idea de por qué se


había convencido de que él era su amante de las sombras. En
ese sentido, supuso que le había hecho lo mismo. No es que
las implicaciones fueran de ninguna manera comparables.
Además, ella probablemente había inventado todo eso.
Seducida por el sexo, su cerebro había creado una conexión
entre él y sus sueños.

Después de todo, ella había tenido el mejor sexo de su


vida con él, por lo que lo había puesto en el único contexto que
tenía. Su compañero de sombra.

Tío, sería mucho más fácil si pudiera odiarlo, pensó


mientras apartaba la vista de sí misma.

323
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Cuando volvió a salir lo hizo con su cepillo y pasta de
dientes, no quería quedarse frente al espejo ni siquiera el
tiempo suficiente para usarlos, sus agudas orejas de vampiro
captaron una discusión en el pasillo. Y luego estaban los dos
televisores a cada lado de ella con su sonido alto.

Así que todo seguía como siempre en la casa de


huéspedes.

Sacó su viejo teléfono, activó la pantalla y miró las


notificaciones. Había uno de su hermano. Un meme al azar.
Era gracioso. Otro de su padre, recordándole que lo tomara con
calma. Dos de sus primos que habían escuchado sobre lo que
estaba sucediendo y habían atribuido que el silencio de
Therese estaba preocupando a sus padres.

Lo que había sido parcialmente cierto... La discusión en


el pasillo subió un nivel, las voces, de un hombre y una mujer,
aumentaron en volumen, y subieron al nivel de gritos. Cuando
Therese se acercó y agarró un cambio de ropa de la bolsa de
lona que servía como closet, supo que los golpes y los choques
comenzarían a continuación. Así eran las cosas, sin importar
si se trataba de una pareja, un grupo de compañeros de
habitación o un piso entero. Mucho de eso era por la bebida y
las drogas, la desesperación de tantas vidas destrozadas
quemándose en cualquier dirección.

En ese sentido, ella no era diferente de los demás. A


pesar de todo, estaba completamente deprimida ante la idea
de nunca volver a ver a Trez. Cuando el olor a comida quemada
llegó a su nariz, se dijo que debía seguir el programa. Ella no
pertenecía aquí, y tampoco pertenecía a Caldwell.

Así que al demonio, no necesitaba una bolsa para pasar


el día. Necesitaba sacar todas sus cosas y mudarse a la mierda.

Ahora mismo.

324
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

La cabeza de Trez comenzó a explotar unas dos horas


antes del cierre de shAdoWs.

Lo cual, considerando el estrés que tenía y su historial


de migrañas, era casi inevitable.

Incapaz de permanecer solo en su oficina, porque todo


lo que había hecho era golpearse mentalmente, había bajado
al piso de baile y se había quedado en la periferia, observando
a los humanos que se molían unos a otros y deseando ...
bueno, deseando todo tipo de mierda que no iba a suceder.
También había estado pensando en Therese. Al parecer, no
podía sacarla de su mente, aunque iba a tener que superar
eso. Ella no quería volver a verlo nunca más, y él no la culpaba.

De pie entre los lásers, entrecerrando los ojos en la


oscuridad, no envidiaba a las almas perdidas frente a él.
Muchos de los hombres y mujeres eran asiduos que
habitualmente se emborrachaban, drogaban y tomaban malas
decisiones, y no lo hacían si tenían la mierda junta. Lo hacían
porque estaban huyendo de algo, incluso cuando se quedaban
en un solo lugar, el material tóxico atrapado dentro de su piel
era demasiado para manejarlo, la salida y la distracción de
colocar una tirita hecha de arsénico.

Pero al menos se estaban tomando un descanso de sus


problemas, supuso. Justo cuando se le ocurría este
pensamiento, notó abruptamente que los láseres habían
cambiado de perforar rayos púrpuras a destellos multicolores.
Mientras se preguntaba quién había ordenado el nuevo
espectáculo de luces, y qué tipo de equipo debía haberse traído
sin su aprobación, se dio cuenta de que solo estaba viendo las
modificaciones en su ojo derecho.

Un aura. Veía un aura.

325
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Hijo de puta.

Mirando a su alrededor, hizo un gesto hacia uno de los


puestos de seguridad. Cuando el tipo se acercó, Trez dijo: —
Tengo que ir a arriba a descansar —. Dile a Alex que cierre esta
noche.

—¿Está bien, señor Latimer? —Preguntó el humano. —


No se ve tan bien.

—Migraña. Sucede. –

— Mi hermana las tiene. Le diré al jefe. ¿Necesitas algo?

Trez sacudió la cabeza. —Gracias hombre. Solo voy a


acostarme.

— Está bien, Sr. Latimer.

Mientras Trez caminaba por las escaleras hacia el


segundo piso, estaba agradecido por la parte de los tranquilos
dolores de cabeza de veinte minutos antes de la tormenta.
Después de que comenzó el espectáculo de luces, tuvo el
tiempo justo para ubicarse en un lugar oscuro y tranquilo
antes de que llegara el dolor. Por supuesto, dado que sabía lo
que se avecinaba, su corazón siempre latía con sobrecarga de
adrenalina, y la respuesta de su cuerpo a la lucha no tenía
opciones reales para expresarse.

¿No había nada por lo que luchar, y en cuanto a la


posibilidad de huir? Nada de eso ayudaba, como si pudieras
escapar de ti mismo.

Además, hola, iba a vomitar pronto, y un trote rápido no


sería divertido con ese síntoma.

De vuelta en su oficina, fue un alivio salir de los caminos


de todos esos láseres y alejarse de la música palpitante. No
perdió el tiempo mientras se encerraba. Se quitó los zapatos y
los pantalones y sacó el pequeño bote de basura del baño.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Estirándose en su sofá de cuero, levantó la cabeza con una
almohada, cruzó los tobillos y se tapó el pecho con las manos
como si fuera un cadáver. Todavía podía ver el aura incluso
después de cerrar los ojos, y lo vio pasar de un punto a un
signo menor... después de lo cual los ángulos bifurcados y
brillantes se extendieron y se movieron hacia un lado antes de
desaparecer.

Quizás esta vez el dolor de cabeza no lo golpearía. Las


náuseas no lo paralizarían. La disociación no lo alejaría.

En la misteriosa tierra de nadie entre el prodrómico y la


fiesta, se le ocurrió una imagen. Era de Therese mirándolo en
el pasillo del hospital, la ira y el dolor oscurecían sus pálidos
ojos. Tenía la sensación de que el recuerdo de ella lo
perseguiría como un fantasma. Pero antes de que pudiera
detenerse en eso, un trueno de dolor se encendió en la mitad
de su cráneo y...

Cuando giró hacia un lado y comenzó a vomitar el


bocadillo que había comido una hora atrás, decidió que se lo
merecía.

En muchos niveles.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Veintinueve

Fue difícil saber exactamente cuánto tiempo tardó


Therese en darse cuenta de que algo andaba mal en la pensión,
y no solo un “poquito” mal. A pesar de ello, finalmente, dejó de
meter cosas en su bolso y frunció el ceño. Olfateó el aire. Y
miró hacia la puerta que daba al pasillo exterior.

Por un momento, se preguntó si no había perdido la


cabeza... quizá su falta de sueño le estaba causando
alucinaciones olfativas. Pero después de haber estado en la
pensión durante tanto tiempo, estaba bien familiarizada con
todo tipo de olores de comida, ya fuera porque estuviera
podrida o por un caso de exceso de tueste. Y esto era diferente.
Esto no era... comida.

Al acercarse a su puerta, incluso puso la mano sobre los


paneles, aunque se sintiera como una tonta paranoica. Solo
porque se estaba tomando su condenado romance demasiado
en serio y una parte de su vida se estuviera derritiendo, no
significaba que a su edificio le pasara lo mismo, y ¿sabes qué?
Bajo su palma la madera delgada estaba a temperatura
ambiente. Bien.

—Vamos, venga —murmuró para sí misma—. Estás


perdiendo la cabeza.

Una nueva ronda de gritos en el pasillo la hizo


reenfocarse y respirar por la nariz de nuevo. El olor extraño era
más fuerte y había un dulce trasfondo, algo... Las alarmas
comenzaron a sonar, los agudos chillidos se escuchaban desde

328
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
ambos extremos del pasillo exterior. Alarmada, obviamente,
Therese abrió la puerta y se asomó. Al otro lado través de una
puerta cerrada, el humo negro se filtraba por los huecos de
ésta.

—¿Qué está pasando? —dijo alguien.

Therese miró a la derecha. Una mujer con un cigarrillo


encendido y sueño en los ojos, había salido del departamento
al lado del que salía humo.

—No sé —respondió Therese.

A su alrededor, de manera similar otros inquilinos


emergieron de sus apartamentos, muchos de ellos confusos,
ya fuera por una alteración del sueño o por una evaluación no
concluyente sobre si esto era o no una alucinación inducida
por las drogas, Therese no lo sabía.

—¿Alguien ha llamado al nueve uno uno? —preguntó.

Sin previo aviso, una explosión abrió la puerta al otro


lado del pasillo, el impacto de las ondas de choque, lanzaron a
Therese de espaldas sobre el suelo. Cuando aterrizó, se le cortó
el aliento, pero permaneció consciente.

Entonces vio la bola de fuego que se expandía como una


gran bestia, su amplitud extendiéndose por el pasillo en ambas
direcciones.

Y explotando en su apartamento.

Desde las profundidades del doloroso delirio de Trez, su


cerebro escupió un recuerdo que hizo que la agonía de la
migraña pareciera un corte de papel. Volvió a la noche en que
había enviado los restos de Selena al cielo, su cuerpo físico
incendiado en la pira de funeral que había sido construida por
su grupo de amigos. Estaba de pie tan cerca cómo podía llegar

329
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
de las llamas, el calor tan grande que la piel de su rostro se
tensó y la parte frontal de su cuerpo se quemó hasta el punto de
romperse. La fogata, que prendió rápidamente, ardía
brillantemente en la densa oscuridad de la noche, el humo
blanco subía en espiral hacia los cielos...

Cuando se restregó los ojos para limpiarse las lágrimas


de su alma se dio cuenta de que... este no era un recuerdo.

Estaba presente en la escena real, regresó al pasado a


través de algún tipo de alquimia... no, no era magia. Esto era un
sueño. Esto era uno de esos sueños cuando encontrabas la
conciencia dentro del subconsciente de tu mente, la libertad de
elección parecía presentarse en una realidad que no era real
excepto por la forma en que se sentía.

¿Por qué no podía haber vuelto a una época más feliz?


Cuando había alquilado “Storytown 40” solo para él y su reina,
cuando habían bailado entre las luces de los faros de su coche,
cuando había sido capaz de abrazarla una vez más.

Si él pudiera fingir estar en alguna escena de su relación,


si pretendiera sentir cualquier cosa, ver cualquier cosa, ser
cualquier cosa, ¿por qué tenía que ser el calor de la pira
funeraria de Selena sobre su dolorido cuerpo, la vista de sus
restos siendo consumidos, el lamento convertido en un
sufrimiento tan agudo que lo dejó sin aliento?

¿Nunca iba a terminar este ciclo de tristeza, pérdida y


dolor?

Trez miró el fuego anaranjado y amarillo que se


enroscaba, el monstruo pirotécnico devorando la comida que se
le proporcionaba, la madera, el cuerpo descomponiéndose,
volviéndose el humo que ascendía y las cenizas cayendo. Y
mientras continuaba consumiéndose, la ira y la rabia se
convertían en un incendio dentro de su propio cuerpo,
quemándolo, destruyéndolo, de la misma forma que lo estaba

40
Parque de atracciones.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
haciendo su amada, los dos se uniéndose por última vez, ambos
en llamas.

Incapaz de contener la emoción, comenzó a gritar, una


explosión de sonido impulsado fuera de sus pulmones, lejos de
la constricción de su caja torácica, con una fuerza tan grande
que sintió como las venas de su cuello y su frente se hincharon,
los brazos y los hombros convirtiéndose en cuerdas de acero
retorcido, sus piernas amenazando con empujarlo hacia la pira.
Gritó hasta que se quedó sin oxígeno y luego se arrastró por el
aire nocturno. Tan pronto como tuvo de nuevo aire en los
pulmones, volvió a gritar. Una y otra vez...

Fue durante una inhalación que notó una figura parada a


su lado y se dio la vuelta, jadeando. Cuando reconoció quién
era, se sintió confundido.

—¿Lassiter? —dijo con voz ronca.

El cuerpo del ángel no era más que un contorno, solo las


alas brillantes se alzaban sobre su torso y parecían tener peso
y sustancia. A medida que el viento venía de las cuatro
direcciones, se formaron remolinos fantasmales del cabello
rubio y negro del macho.

Al recuperar el aliento, a Trez se secó la boca. — ¿Qué


quieres? ¿Por qué estás aquí?

El ángel no respondió. No pareció escucharlo. Lassiter


estaba enfocado en la pira, una luz sagrada plateada irradiaba
de las cuencas de sus ojos.

Un sentimiento de disociación obligó a Trez a mirar hacia


las llamas y su corazón comenzó a latir con fuerza. El extraño
viento que se arremolinaba alrededor de la pira cambió el patrón
del fuego, los destellos de color amarillo y naranja se unieron...

Del calor pulsante de la pira y la luz fulgurante, el cuerpo


envuelto en blanco de Selena se levantó, la resurrección sucedió
con una elevación inexorable que dejó a Trez temblando con una
combinación de miedo y amor. Esto no estaba bien. Este sueño...

331
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Tampoco era un sueño.

No sabía lo que era...pero no le importaba.

Selena se levantó tanto del abrazo frío de la muerte como


del infierno de la pira funeraria, sus brazos se soltaron de las
ataduras que él mismo había enrollado alrededor de su cuerpo
sin vida, su torso derecho, sus piernas firmes. Y ahora su
cabello, los largos y oscuros mechones que se liberaron de los
confines, se soltaron abruptamente y cayeron al infierno bajo
sus pies, revelando su rostro y sus hombros.

Era una combinación de carne y fuego, una aparición que


lo llamaba sin decir su nombre, que lo capturaba sin cadenas ni
barras, que lo sostenía sin poner una mano sobre él.

— ¿Selena? —dijo desesperadamente—. Selena...

En medio del brillo violento, pudo ver que su boca se


movía. Ella le estaba hablando.

— No puedo escucharte —gritó— ¿Qué estás diciendo?

Entrando en pánico, trató de acercarse, pero el calor era


demasiado fuerte, una barrera que incluso su amor y necesidad
no podía ayudarle a cruzar.

— ¿Qué estás diciendo? —gritó de nuevo.

Cuando no pudo escucharla, se volvió hacia Lassiter, pero


el ángel ya no estaba.

¿Tal vez nunca había estado?

Volviendo hacia el fuego, Trez estaba aterrorizado de que


Selena también pudiera haber desaparecido. Pero no, ella
estaba allí, todavía gritándole, aun tratando de transmitir su
mensaje a través de la pira y a través del viento extraño, su
creciente frustración y miedo lo mataban.

Justo cuando se le ocurrió la idea de que saltaría allí con


ella y se unirían en las llamas, incluso si eso lo destruía, ella se

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
detuvo, se agachó y levantó los brazos como para protegerse de
algo que le caía encima. Luego la pira funeraria pareció explotar,
chispas y calor lanzándose hacia él, y tuvo que cubrirse la
cabeza e inclinarse, incluso con su deseo de entrar allí con ella...

Trez se enderezó con un grito estrangulado, como si su


forma física tuviera que ser liberada de cualquier esclavitud
que lo hubiera capturado.

Cubierto de sudor, jadeando como si hubiera corrido por


su vida, perdido en el paisaje onírico en el que había estado,
miró a su alrededor e intentó tranquilizarse.

Su oficina. En el club. Excepto que no había ruido abajo,


ni golpes de música que indicaran que las cosas todavía
estaban abiertas, ninguna charla del personal que dijera que
estaban a punto de cerrar…

Su aguda audición, que se había intensificado aún más


debido al dolor de cabeza, detectó hasta el aullido de las
sirenas fuera del club, y eso, en la persistente y silenciosa
distancia, le hizo darse cuenta de que la tarde había caído
sobre el shAdoWs y el personal se había ido a casa.

¿Qué jodida hora era, de todos modos?

Ponerse de pie le hizo darse cuenta de que todavía tenía


dolor de cabeza, pero considerando al francotirador detrás de
su esternón, ese “ay” en su materia gris era una gota en el
maldito cubo. Su teléfono estaba boca abajo sobre su escritorio
y lo recogió, esperando...

Pero, por supuesto, Therese no había llamado.

¿Por qué lo haría?

A medida que sonaban más sirenas de una manzana


diferente de la ciudad que las que sonaron primero, puso su
contraseña y entró en la sección de llamadas. Ya sabes, solo
por si acaso…

333
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
De repente, la imagen de Selena gritándole desde la pira
y luego agachándose para protegerse, se hizo cargo de todo.

Como una película insertada en su mente consciente,


eso era todo lo que podía ver y todo lo que podía oler también,
el hedor a madera quemada metiéndose en sus fosas nasales
hasta que estornudó como si fuera real.

—Jodidas migrañas.

En ocasiones los dolores de cabeza lo habían hecho ir a


lugares extraños en su mente y las alucinaciones olfativas no
eran infrecuentes, sin embargo, por lo que Doc Jane le había
dicho, por lo general eran precursores en lugar de síntomas
activos del evento neurológico. Incluso había dicho que
algunas personas olían a plátanos o cítricos en lugar de
experimentar un aura.

¿A quién le importaba?

Mientras otra ronda de sirenas encendidas pasaba justo


frente al club, colgó el teléfono y volvió al sofá.

Debía haber un maldito incendio esta noche en algún


lugar de la ciudad, pensó mientras se recostaba y cerraba los
ojos doloridos.

Todos aquellos camiones de bomberos de diferentes


distritos.

Parecía que una manzana entera estaba ardiendo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Treinta

Cuando Therese levantó la cabeza, las llamas estaban


por todas partes a su alrededor, el núcleo de la explosión
incandescente se retiró de su avance, dejando pequeñas
llamas codiciosas a su paso. Parte de su pared estaba en
llamas. La alfombra humeaba. La moldura del techo estaba
ardiendo. Pero nada de eso se comparaba con el origen de la
explosión.

El apartamento al otro lado del pasillo estaba envuelto


en fuego mortal.

Mareada y desorientada, se sentó y se dio cuenta de un


zumbido en sus oídos… ¿o eran las alarmas de incendios?
¿Qué había pasado? ¿Qué había explotado?

A quién le importaba, tenía que salir...

Al otro lado del pasillo, algo emergió de la fuente del


incendio. Caminaba y balanceaba los brazos, pero estaba
hecho de fuego. Estaba en llamas. Y entonces fue cuando
gritando, cayó de rodillas y aterrizó boca abajo sobre la
alfombra gastada.

—¡No! —gritó Therese mientras se ponía de pie de un


salto.

Su primer pensamiento fue ayudar a quien quiera que


fuera, pero luego notó el calor aproximándose y cuando
alcanzó la mayor verticalidad, ésta la llevó hacia un campo de

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
aire caliente intenso que se estaba espesando con humo tóxico.
Tosiendo y cubriéndose la boca, no quería imaginar cuanto
estaba sufriendo esa persona y tenía que hacer algo.
Agachándose y mirando a su alrededor, supo que la funda del
sofá era su mejor apuesta, y mal ajustada como estaba, la tela
pesada se desprendió de la superestructura sin mucho
esfuerzo. Arrastrándola hacia el pasillo, Therese trató de
ignorar el olor a carne quemada mientras se agachaba e
intentaba apagar las llamas cubriendo lo que resultó ser una
mujer retorciéndose desesperadamente…

— ¡Ayuda! —gritó Therese a través del calor y el humo—


¡Necesito ayuda!

Nadie le estaba prestando atención. Como ratas


escapando de una inundación, los humanos estaban saliendo
de sus apartamentos, casi pisoteando a la mujer quemada en
su apuro por llegar a las escaleras.

Excepto que, de todos modos, no había oportunidad de


salvar a la mujer. La muerte reclamó el cuerpo debajo de la
funda, quedándose inmóvil…

Un crujido directamente encima de su cabeza hizo que


Therese levantara la vista. Las llamas lamían la puerta frente
a ella y arañaban el techo del corredor, devorando el yeso y los
postes debajo, el calor se duplicaba y triplicaba; cuanto más
consumía el fuego, más poderoso se volvía.

Justo cuando comenzaba a retroceder, algo se soltó y se


liberó viniendo hacia ella. Levantando el brazo para protegerse
la cabeza, retrocedió del origen de la explosión, pero no llegó
lejos. Se topó con algo, alguien, y no pudo salir de su alcance.
El enorme peso la golpeó duro, aplastándola junto al cuerpo
que estaba debajo de la todavía humeante funda.

Aturdida, mientras su cerebro titubeaba, el instinto de


supervivencia de Therese se hizo cargo. Sus brazos, rápido
como un parpadeo, la empujaron desde abajo. Sin embargo, el
daño ya estaba hecho. Le dolía la espalda y un hombro se

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
negaba a moverse. Asustada, medio gateando, medio
arrastrándose, se dirigió hacia la puerta de su apartamento.
Teléfono. Necesitaba conseguir a su teléfono. Tenía que llamar
a su hermano. Él la ayudaría…

Se produjo una segunda explosión en otro lugar. Tal vez


en el apartamento original, tal vez en otro… pero fue
definitivamente detrás de ella en lugar de delante.

No había tiempo para el teléfono. No había tiempo para


el bolso.

Tenía que salir de ahí si quería seguir viva. El dolor en


su espalda y el pánico de la situación significaban que la
desmaterialización estaba fuera de discusión, pero maldita
sea, podía usar sus piernas. Apoyando la mano en la pared, se
arrastró, se puso de pie y comenzó a correr… pero no avanzó
mucho. Se tropezó, aterrizando mal sobre su rodilla. Cuando
trató de levantarse de nuevo, no entendía por qué no podía
mantener el equilibrio…

No era el equilibrio. Su tobillo izquierdo no podía


soportar su peso.

Tendría que usar la pared para estabilizarse.

Cuando se levantó, recibió un golpe por detrás, alguien


chocó con ella enviándola a la alfombra otra vez, gritó de dolor.
Antes de que otro humano le pisara el brazo malo, se acurrucó
en una bola, protegiéndose la cabeza y su torso, preparándose
para más impactos tipo estampida. Cuando ninguno llegó, se
arriesgó a echar un vistazo a su alrededor.

El humo había llenado el pasillo y estaba desplazando el


oxígeno utilizable, descendiendo rápido al nivel mortal,
dejando solo un par de pies de visibilidad.

Tirando de la parte delantera de su camisa, Therese se


cubrió la nariz y la boca y comenzó a gatear, pero eso resultó
ser ineficiente. Necesitaba ambas manos, y su hombro era un
problema. Dejando caer el dobladillo, se movió tan rápido como

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
pudo, manteniendo la cabeza baja e intentando controlar su
respiración. El nocivo remolino químico sobre ella la hizo toser
y sus ojos se llenaron de lágrimas como si estuviera llorando,
aunque no lo estaba.

Conmoción. Estaba en shock.

Totalmente desorientada, estaba agradecida por el


patrón desgastado del pasillo. Sabía que si lo seguía,
eventualmente llegaría a la escalera...

Llegó al primer cuerpo unos diez metros más tarde. Era


de un hombre y la ropa de su espalda y sus piernas estaba
quemada, su piel chamuscada, el olor era el tipo de cosa que
la hizo querer vomitar. Estaba boca abajo y no se movía, y
cuando se acercó a su cabeza, lo miró a los ojos muy abiertos.
Estaban fijos y dilatados, sin parpadear porque no tenían
párpados y su boca estaba abierta, los labios despegados
mostraban unos dientes amarillentos, con un rictus de dolor.

Con un sonido estrangulado, Therese continuó,


especialmente cuando un nuevo estruendo vibró a través del
suelo y la hizo entrar en pánico pensando que todo el edificio
iba a colapsar. Más rápido, trataba de ir más rápido. Pero no
era lo suficientemente rápida. A media que el humo
continuaba bajando más y más, perdió visibilidad, solo su codo
se mantenía en la pared guiándola, y pronto sus pulmones
comenzaron a arder tanto que estaba tosiendo más de lo que
estaba inhalando.

Más estruendo. Alguien gritando. Otro cuerpo sobre el


que tuvo que arrastrarse.

Todo lo que sabía era que tenía que continuar o iba a


morir.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
De vuelta en shAdoWs, Trez se sentó en su sofá y miró
con el ceño fruncido hacia la ventana detrás de su escritorio.
Algo golpeaba el cristal con un ritmo repetitivo, insistente.
Jodidamente molesto en la quietud del apartamento.

Levantándose, se acercó y encendió las luces desde el


panel de control junto al teléfono de su oficina. Uno por uno,
los bancos de luces fluorescentes hicieron que pareciera
mediodía y el club saliera de la oscuridad, la pista de baile
negra iluminada con todas sus manchas y marcas con el tipo
de claridad que anunciaba que su desgaste no era bueno en
absoluto.

No había nadie abajo. Nadie flotando frente al cristal.

Y era demasiado pronto para que el personal de limpieza


entrara. Además, los humanos no podrían levitar sin cables.

¿Qué demonios había estado escuchando?

Debajo de su piel, algo le picaba y se pasó las uñas


romas por el dorso de los brazos. Una insoportable sensación
de adrenalina inquieta le flotaba en las venas y, sin muchas
opciones, regresó al baño. Dentro del lavamanos de mármol
negro, dejó correr el agua y la mantuvo fría, salpicando su
rostro. Cuando se enderezó y se volvió hacia la toalla negra de
mano, miró a través del agua que goteaba por sus ojos hacia
las persianas que cubrían la ventana alta y estrecha.
Limpiándose la cara con una mano, usó la otra para girar la
barra.

La vista que estaba expuesta entre las láminas


inclinadas era de unos largos y bajos tejados de edificios entre
él y el río. Más allá estaba el agua. Esa agua helada y lenta que
anteriormente le había llamado por su nombre, pero que ahora
estaba en silencio…

Trez frunció el ceño.

339
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La cantidad de humo a la deriva a través del Hudson
enredándose en uno de los arcos del puente era suficiente para
oscurecer el otro lado.

Una enorme cantidad de humo. Oleadas de humo.

El cerebro de Trez no funcionaba muy bien, la migraña


lo adormecía, ese horrible sueño perturbador haciendo las
cosas aún más lentas. Y eso fue lo que hizo que llegara a una
conclusión dividida entre la imposibilidad y lo posiblemente
irracional.

Pero eso era... sí triangulaba la dirección desde la cual


el viento estaba trayendo todo ese humo, el sonido de las
sirenas que seguían aullando en la noche y el resplandor en la
distancia... solo había un lugar de donde el fuego podía venir.

No, eso no puede ser correcto, se dijo. No puede ser la


pensión de Therese.

Bueno, podría ser, pero había docenas de edificios,


grandes y pequeños, entre él y ella. Podría ser cualquiera de
ellos…

Ella estaba ahí. Podía sentirla.

Debido a que había tomado de su vena, él sabía


exactamente dónde estaba ella… y estaba en ese edificio.

¿Pero estaba en un incendio?

El ritmo cardíaco de Trez se triplicó, otra conclusión


alcanzada con el tipo de certeza de que los hechos no
respaldaban y sus instintos no podían negar. Cerrando los
ojos, se desmaterializó a través de una grieta en los cristales,
viajando a través del aire frío de la noche por encima de
muchos, muchos techos, pasando por muchos, muchos
edificios, volando sobre muchas, muchas calles.

Se materializó en el viento helado del techo de un edificio


de apartamentos directamente en frente del fuego, y en lo que

340
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
se estaban enfocando sus ojos lo dejó sin aliento. Era su
pensión. Las tres plantas de en medio. En el costado del
edificio en el que Therese estaba ubicada.

Y ella estaba allí. Maldita sea... podía sentirla.

Por una fracción de segundo, su mente se descontroló,


sus sentidos se agudizaron por la urgencia y el pánico, su
cuerpo se preparó para saltar, su sangre se aceleró. Había
demasiado para evaluar: los diez camiones de bomberos que
estaban estacionados alrededor del infierno, los arcos de agua
siendo dirigidos por bomberos humanos sobre el fuego, las
ambulancias llegando, la muchedumbre reunida en el frío y
siendo manejada por la policía.

Pero no podía darse el lujo de distraerse.

Escaneando la parte frontal de la pensión, vio gente


emergiendo por una salida de emergencia al nivel de la calle,
en el lado más alejado del edificio. Ella no estaba entre ellos, y
lo sabía sin poder verles las caras o los cuerpos con claridad.

No, él sabía dónde estaba. Y su ubicación lo aterrorizó.

Cerrando los ojos, se obligó a calmarse y luego se


desvaneció, entrando al edificio a través del último conjunto de
ventanas reventadas en la esquina izquierda de la tercera
planta. Hacer eso fue una cosa increíblemente estúpida y
peligrosa, dado que podría haberse matado si se hubiera
materializado en medio de una cama o un sofá. Pero tuvo
suerte. Estaba en el centro de una sala de estar poco profunda
con una puerta abierta, el inquilino había escapado
claramente del apartamento.

No es que pudiera ver mucho de nada.

El humo era tan espeso que tuvo que inclinarse, y


mientras se dirigía hacia la puerta abierta, agarró lo que
resultó ser una camisa de béisbol para cubrirse la nariz y la
boca. El olor a marihuana incrustado en las fibras sintéticas,
fue rápidamente eclipsado por el hedor de plástico derretido y

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
metal humeante, y maldita sea, hacía mucho calor. Ya estaba
sudando y todo lo que tenía puesto era su camisa de seda.

En el pasillo, miró a ambos lados y no vio una jodida


mierda. El humo estaba cerca del suelo y llegaba en oleadas,
el calor flotaba de aquí para allá.

Ella estaba cerca. Podía sentirla. Pero no veía una puta


mierda.

—Therese —gritó.

Si podía sentirla, tenía que estar viva. Tenía que estarlo.

El agua de las mangueras de los bomberos estaba


golpeando el exterior del edificio, creando un estruendo a
través del cual era imposible escuchar nada, y eso era antes
de sumar las alarmas que estaban sonando a lo largo de esta
planta, la de arriba y la de abajo. Y el fuego en sí era ruidoso,
el crujido y el silbido, el aliento caliente de las llamas formando
un nivel de ruido de fondo que ahogaba su voz.

—¡Therese! —gritó de todos modos— ¡Therese!

En el fondo de su mente, sabía que nadie podía


sobrevivir en este pasillo, no sin un equipo de protección y un
aparato de respiración… e incluso con ese tipo de equipo, era
peligroso.

—¡Therese!

El calor estaba por todas partes, a pesar de que el fuego


todavía estaba por delante de él, su cuerpo ruborizado,
sudando por el pecho, debajo de los brazos, bajando por su
espalda. Cuando se le tensó la piel de la cara, pensó en la pira
funeraria. En el sueño que lo había despertado.

Esta era la sensación que había tenido. Exactamente la


sensación que había tenido.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Mientras avanzaba, su mente le jugó una mala pasada.
A veces lo que estaba por delante era el fuego de la pensión. A
veces era el fuego desde el que Selena lo estaba llamando.

De cualquier manera, tenía la extraña sensación de que


estaba tratando de salvar a sus dos hembras.

343
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Treinta y Uno

Therese había conocido el calor antes: húmedas noches


de agosto en las que no había aire acondicionado ni brisa en
la casa de sus padres. Fiebres del virus ocasional al que los
vampiros eran susceptibles. Hogares que eran demasiado
entusiastas, y también los sofocos asociados con su necesidad.

Nada se acercó a esto.

Mientras yacía boca abajo en el corredor desgastado del


pasillo, con las manos ahuecadas alrededor de la boca y la
nariz, la cabeza metida contra las clavículas, la respiración
entrecortada y jadeante entre los ataques de tos, sintió como
si estuviera en un horno. Incluso, no había sudoración. Esa se
había detenido hace un tiempo. Estaba crujiente por fuera, su
piel crepitaba... sus músculos se cocinaban por dentro.

¿Así es como voy a morir? ella seguía pensando. ¿Eso es


todo?

¿En Caldwell, en una casa de huéspedes de mierda, en


una noche fría de diciembre, en un incendio?

Decidida a que no fuera este destino lo que la separara


de su familia, de su vida, de los años futuros que sentía que
merecía, Therese se puso nuevamente en movimiento. Pero el
impulso no duró mucho, y ella no llegó lejos. Se estaba
quedando sin fuerzas, y su pensamiento se estaba
confundiendo.

344
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¡Ese!¡Therese!

El sonido de su nombre, repetido una y otra vez por


encima del temperamento bestial del fuego, la hizo levantar la
cabeza. Excepto ¿cómo podría estar escuchando esto? ¿Quién
estaría aquí por ella? Debe ser una alucinación, un último
esfuerzo en su mente para...

Formándose del humo, una aparición fantasmal


apareció ante ella. Era una mujer, con cabello oscuro, como el
suyo, una cara... como la suya... y un cuerpo... como el suyo.

Esta soy yo, pensó Therese. Esta es quién era.

La convicción no tenía absolutamente ningún sentido,


por lo que se centró en la extraña túnica blanca y en el hecho
de que quienquiera que fuera no se veía afectada por las llamas
y la falta de oxígeno. Y ella era imposiblemente etérea. La
hembra brillaba positivamente en medio del horrible y
ondulante humo, un ángel directamente del Fade.

No... no un ángel, pensó Therese. Ella soy yo.

Tan grande fue su confusión y su certeza, los dos polos


de cognición existentes en el mismo momento sobre lo mismo,
que, por una fracción de segundo, Therese olvidó todo sobre el
calor mortal del fuego.

Oh, espera, entonces ella ya debería de haber muerto,


decidió. Esa debía ser ella misma elevada al Otro Lado, su alma
mirando hacia el cuerpo roto del que se había tenido que
deshacer.

Justo cuando ocurría este pensamiento, un torrente de


recuerdos inundó su mente, todas las imágenes y sonidos no
tenían sentido, pero eran totalmente familiares: vio un mundo
completamente blanco que se volvió colorido, la hierba se
volvió verde, los tulipanes se volvieron rosas, naranjas y
amarillos, un borde boscoso ahora verde en lugar de vestirse

345
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
con tonos de crema nacarada. Y había personas en el
santuario, mujeres con túnicas blancas y hombres que eran
guerreros. Y había templos y galerías hechas de mármol
blanco, y observaban cuencos donde se mostraba la historia
de la tierra de abajo, y plumas que registraban los eventos en
pergaminos, y una biblioteca de volúmenes encuadernados en
cuero que detallaban narraciones recopiladas y apreciadas
como la historia de la raza.

Y había algo más. Alguien más.

Ahí estaba Trez.

De repente, la visión de la mujer frente a ella, la de ella


con una túnica blanca de ese otro lugar, se rompió, una
enorme figura dispersó la aparición con su propio cuerpo
sólido y muy real.

Excepto que no podría ser. ¿Por qué sabría que estaba


atrapada aquí?

—Therese —gritó cuando la vio tirada en el suelo del


pasillo.

Mientras el tremendo hombre ante ella se agachaba,


decidió que este era su último pensamiento, el último espasmo
cognitivo de su conciencia: al borde de su muerte, no había
conjurado ni a su mahmen ni a su padre, ni a su hermano ni
a ninguno de sus primos o sus amigos, pero... él.

De alguna manera, ella no estaba sorprendida.

—¡Oh, Dios, Therese!

Excepto que las cosas se pusieron raras. Bueno, está


bien, más raras. Las manos que se extendieron para tocarla no
parecían algo que ella estaba imaginando. Parecían muy
reales, y ella gritó por el contacto con su piel quemada.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Sé que esto duele —dijo bruscamente—. Pero tengo
que sacarte.

Mientras la visión de Trez hablaba sobre el estruendo del


fuego, la alucinación la impresionó mucho. Era tan precisa, la
forma en que su voz se quebró, la tos, el hecho de que los
nervios de su cuerpo se volvieron locos de dolor cuando él la
arrastró hasta la alfombra y la sostuvo contra su pecho y se
alejó del centro del infierno.

Corriendo. Él estaba corriendo, y era terrible, el


movimiento de sus brazos y piernas flácidos la hizo
estremecerse de la agonía mientras su piel cruda se frotaba
contra su camisa, sus músculos, sus huesos. Y había incluso
menos oxígeno en el suelo. Mientras jadeaba y tenía arcadas,
no tenía idea de cómo estaba respirando a través del esfuerzo.
O cómo sabía a dónde iba. El humo era cegador, no es que
pudiera haber rastreado nada, porque el dolor la estaba
haciendo entrar y salir de la conciencia, sus ojos se cerraron y
luego se abrieron... solo para cerrarse gradualmente.

Y luego hubo una pausa. Y una explosión.

No, espera, estaba pateando una puerta.

Pero no eran las escaleras. Era a un departamento, y ella


estaba siendo llevada adentro rápidamente.

Trez, o lo que parecía ser él, cerró la puerta con un


portazo y se adentró más en el departamento, hasta el fondo,
al baño. El aire era más claro ahora, bajó la cortina de la ducha
con una mano, y la dejó sobre el azulejo.

—Te voy a soltar ahora —dijo.

Fue cuidadoso al hacerlo, pero ella gimió de dolor


cuando su cuerpo se movió, y tan pronto como estuvo en el
piso duro, un ataque de tos la curvó sobre su costado, estaba
bastante segura de que vomitó. Ella no lo sabía. Ella solo

347
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
estaba tratando de respirar, pero todo lo que podía inhalar era
humo, a pesar de que sus ojos, poco confiables como eran, le
decían que en la estrecha habitación no había.

Trez se dio la vuelta. Abrió la ventana. Sacó un teléfono.

Luego volvió a estar a su lado, inclinándose sobre ella


mientras hablaba con alguien. Todo lo que pudo hacer fue
estudiar su rostro.

Estaba totalmente familiarizado con ella, se dio cuenta


en su delirio. Pero no solo porque lo había conocido en el
restaurante. O porque tuvo sexo con él. O porque hubiera
estado pensando en él todo el día y la noche desde su ruptura.

Fue porque ella lo conocía... de antes.

Y esta convicción la hizo estudiarlo más de cerca,


aunque lo que vio la aterrorizó. El hollín rayó la piel oscura de
su hermoso rostro, y parte de su cabello corto se había ido,
chamuscado o quemado por el calor. El cuello de su delgada
camisa de seda era negro, pero no porque la tela hubiera sido
de ese color. El humo se había infiltrado en las fibras que
habían sido blancas, y ella pensó que sus pulmones estarían
en la misma situación, ahora obstruidos con partículas.

¿Y si él también estaba muerto?

Él estaba hablando con ella. Insistentemente.

Cuando él tomó su mano, ella gimió de dolor, e


inmediatamente se detuvo. En el extraño y surrealista silencio
entre ellos, él parecía tan aterrorizado como ella, y ella sabía
que temía que hubiera llegado demasiado tarde cuando se
trataba de salvarla. Justo cuando estaba asustada, había
puesto en peligro su vida.

Ella quería decirle que lo amaba. Porque lo hacía. De


una manera que no podía entender, el humo obstructor y

348
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Te Encuentre
cegador había traído a sus pliegues gruesos e impenetrables
una claridad que lo revelaba todo: había sido suya en un
momento anterior, y él había sido suyo, y habían sido
separados por la muerte. Después de lo cual ella había sido
colocada en la puerta de la casa de sus padres y destinada a
encontrarlo aquí, en Caldwell, algunas décadas después, en
este momento específico justo aquí.

Esta fue la reunión que primero reconoció y luego dudó.


Y que ahora veía por lo que era.

Un milagro navideño.

Desesperadamente, quería contarle todo esto, pero su


fuerza se estaba agotando rápidamente, como si, ahora que
estaban en relativa seguridad, la carga de adrenalina que la
había mantenido apenas viva se fuera y se llevara el
funcionamiento de sus órganos vitales. Ella se había quedado
sin tiempo.

Therese pensó en su mahmen. Su hermano. Su padre. Y


luego se centró en la cara de Trez.

Con los últimos vestigios de su energía, levantó la mano.


Cuando entró en su línea de visión, sintió un momentáneo
horror ante la calva anatomía que se estaba mostrando. Pero
entonces ni siquiera eso importaba.

Al tocar la mejilla de Trez, supo que había vuelto a casa


con él. —Mi amor... —susurró bruscamente—. Cómo te he
extrañado.

Trez no podía escuchar lo que Therese decía mientras se


inclinaba sobre ella. Pero él quería que siguiera hablando. Lo
necesitaba. Estaba terriblemente herida, láminas enteras de
su piel... desaparecieron. Partes de su ropa se derritieron sobre

349
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
ella. El hollín la cubría hasta el punto en que el blanco de sus
ojos brillaba como si estuviera retroiluminado en contraste con
su piel manchada de humo. No tenía idea de cómo había
sobrevivido en absoluto.

Reflexivamente, fue a tomar su mano nuevamente y tuvo


que detenerse. Le había dolido demasiado la primera vez.

—Quédate conmigo —rogó—. Viene ayuda.

Sus ojos se clavaron en los de él, y la luz detrás de ellos


hizo que la parte posterior de su cuello hormigueara. Entonces
ella sonrió. Incluso a pesar de su dolor, ella le sonrió y era
hermosa.

—Mi amor... —susurró—. Cómo te he extrañado.

Cuando pronunció las palabras, un golpe frío lo


atravesó, y una visión de la cara de su shellan superpuso la de
Therese, o tal vez fue que la de su Elegida fue revelada a través
de Therese. Revelada para ser... lo mismo.

—¿Selena?

—Sí —susurró—. No sé cómo... pero sí.

Sin previo aviso, sus ojos se cerraron y un sonido que


era más animal que nada remotamente civilizado arrancó de
su garganta. Él se lanzó hacia adelante, como si pudiera entrar
en su cuerpo y arrastrar su alma fuera de la cáscara quemada.

—¡No!

Plantando sus palmas a cada lado de ella, estaba


gritando, balbuceando, llorando. Le había sucedido una vez ¡ya
le había pasado! No la volvería a perder.

Alguien le tocó el hombro, y el mostró los colmillos


acercándolos a su mano, casi mordiéndole en la muñeca.

350
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Doc Jane, en lugar de retroceder, agarró el frente de su
garganta con fuerza. —¡Soy yo! Trez! ¡Estoy aquí!

Parpadeó, la agresión y la agonía luchaban por el control


mientras su cerebro defectuoso trataba de sacar algo racional
de la nada sin sentido, en cualquier lugar en el que acababa
de suceder. Estaba pasando.

Oh, Dios... ¿era posible que fueran las mismas personas


después de todo? ¿Pero cómo?

¿O estaba volviendo al tren del que había salido, en el


que había herido a una mujer que amaba?

—Atrás —ordenó Doc Jane—. Si quieres que tenga una


oportunidad de sobrevivir, necesitas retroceder ahora mismo.

Cuando él no se movió, porque no podía, el médico de la


Hermandad extendió una mano y dijo —Y tú quédate allí. No
necesito ninguna ayuda. Tengo esto.

Trez levantó los ojos una y otra vez. Vishous, el


compañero de Jane, estaba de pie a un lado, sus ojos de
diamante mostraban la urgencia de matar de un hombre
vinculado, su enorme cuerpo listo para atacar, sus colmillos
igualmente desnudos. Que era lo que obtenías cuando
tratabas de morder a la shellan de alguien.

—Te mataré y ni siquiera me importará —dijo el


Hermano.

—¡Vishous! Calmate o…

Trez se alejó de Therese, sosteniendo las palmas hacia


arriba como si alguien le apuntara con un arma cargada. —Lo
siento, ¡solo ayúdala! ¡Por favor! No puedo volver a perderla...

Su voz se quebró, y luego se derrumbó, su cuerpo se


negó a sostener su peso, lo que quedaba de él se echó a un
lado y se estrelló contra el suelo duro. Incluso mientras bajaba,

351
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
sus ojos no dejaron a su hembra y tuvo que deslizarse la mano
por la cara para tratar de aclarar su visión.

—Solo sálvala —decía una y otra vez.

Y no solo hablaba de Selena. También se trataba de


quién era Therese. Eran los dos, una vida única que se había
vivido en dos partes, en dos épocas diferentes, pero con un
amor verdadero.

Esta era la respuesta a la ecuación. Siempre que ella


viviera.

Gracias a Dios, Doc Jane estaba en eso. Ella había


venido con una mochila atada a sus hombros y un tanque de
oxígeno montado en su pecho, y se movió rápido, poniendo una
máscara en su shellan y buscando un pulso en el cuello. Luego
estaba inyectando cosas en un brazo, no, una intravenosa.
Estaba colocando un IV y luego inyectando cosas.

—Ven aquí —le dijo alguien. V. Era V.

Trez sintió que su posición se movía, su torso se levantó


del piso y se apoyó en el regazo de alguien. Y entonces algo
pasó por su rostro. Trató de alejarse, pero sus manos fueron
abofeteadas sin ceremonias.

—Es oxígeno —dijo V con voz seca—. Estás jadeando.

¿Lo estaba?

—Necesito que respires lento y constante para mí.

Trez hizo lo que le dijeron porque era más fácil que


discutir. Lo único que realmente le importaba era tratar de
hacer un seguimiento de lo que Doc Jane estaba haciendo, y
el hecho de que ella se estuviera moviendo tan rápido eran
buenas y malas noticias. Significaba que su shellan todavía
estaba viva, pero también significaba que las heridas eran

352
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
graves. ¿Cómo si no lo supiera? Querido Dios, la piel de su
mujer había sido consumida por el fuego.

Cuando comenzó a toser, casi vomitó.

Doc Jane se llevó un teléfono celular a la oreja. —Dónde


estás. Correcto. ¿TEL41? Lo tengo. Sí, vamos a tener que
moverla.

El cuerpo de Trez se infló con fuerza. Empujándose


sobre el regazo de V, se puso la máscara de oxígeno en la
frente. —Voy a llevarla. Nadie más.

Doc Jane terminó su llamada y abrió la boca, de ninguna


manera en el infierno, no él.

—Así será —dijo sombríamente.

—No si quieres que viva —Doc Jane volvió a cerrar la


mochila y se puso de pie, el tubo delgado y transparente que
corría entre el tanque de oxígeno y la máscara de Therese era
aterrador porque parecía muy frágil para su propósito crítico.
—Sujeta la máscara de oxígeno en su lugar y la bolsa
intravenosa. Eso es tan importante como su cuerpo. V, vas a
tener que cogerla. No le he dado morfina, pero no puedo correr
el riesgo de deprimir más su respiración.

Cuando abrió la boca para discutir, Doc Jane sacudió la


cabeza bruscamente. —Hagamos esto rápido, caballeros, para
que pueda estabilizarla correctamente en la unidad móvil.

Trez tenía en mente ignorarlo todo, pero algo en esos ojos


verde bosque atravesó su posesividad. Doc Jane no le estaba
dando una opción, y no porque estuviera jugando o no
entendiera lo mucho que se vinculaban los machos. Era
porque ella entendía todo lo que importaba médicamente.

41
Tiempo Estimado de Llegada.

353
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La cara de V irrumpió en la línea de visión de Trez
nuevamente. —La llevaré a salvo. Puedes confiar en mí.

Trez asintió aturdido. —Bueno. Hagámoslo.

Le dieron su tanque de oxígeno y una bolsa de plástico


IV llena de solo Dios, sabía qué.

—Vuelve a ponerte esa máscara —dijo V—. El tanque


está en mi mochila, así que tenemos que estar cerca.

—La amo —explicó Trez—. A pesar de que no tiene


sentido.

V era conocido por ser empático en el mismo grado que


uno esperaría que lo fuera una escopeta cargada. Sin embargo,
la tristeza y la compasión que transformaron su severo rostro
no era tanto un testimonio de una transformación del
personaje, sino la situación de vida o muerte en la que se
encontraban.

—Te tengo, ¿verdad? —Dijo Vishous suavemente—. Y tú


y yo vamos a sacarla juntos.

Trez asintió y se puso de pie. O... trató de hacerlo. El


hecho de que se tambaleó y tuvo que tirar una mano a la pared
era una buena indicación de que Doc Jane había delegado las
responsabilidades correctamente. Para ayudarse a sí mismo,
volvió a colocar su alimentación de oxígeno en su lugar y tomó
todo lo que pudo del aire con olor a plástico alimentando su
fuerza.

Cuando V se agachó y juntó los brazos y las piernas de


Therese, se movió. Pero cuando él la levantó del piso, ella gritó
de dolor debajo de la máscara, sus ojos se abrieron, sus manos
arañaron, sus piernas patearon.

—Tenemos que ser rápidos —dijo V con urgencia—.


Joder.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—¡Estoy aquí! —Trez volvió a colocar la máscara en su
rostro, asegurándose de que el sello estuviera apretado
alrededor de sus labios y nariz— ¡Te estamos ayudando!

—Está bajando la escalera. A la izquierda —ordenó la


doctora Jane mientras salían en grupo del baño.

—Quédate con nosotros —gritó Trez a través de su


propia máscara— ¡Casi estamos allí!

Mierda, ya casi estaban ahí. Tenían innumerables


derrumbes, humanos muertos en el camino, y Dios, esperaba
que la unidad de cirugía móvil de Manny estuviera donde él
dijo que estaría. Donde quiera que fuera eso.

—Casi llegamos —dijo Trez en voz alta.

Cuando Doc Jane abrió la puerta exterior y volvieron a


entrar en el corredor humeante y caluroso, él se mantuvo lo
más cerca posible de Therese y siguió hablando, de lo bien que
lo estaba haciendo. Sus ojos se habían vuelto hacia atrás en
su cabeza, y él estaba preocupado de que el impacto del
traslado la estuviera matando.

—Estoy detrás de ti —dijo cuando V salió corriendo con


su preciosa carga, girando de lado a través de las jambas para
adaptarse a la cabeza y las piernas de Therese.

A la izquierda, pensó Trez. Tenían que irse a la izquierda.

Rápido, ahora, a través del humo, cuyo nivel se elevó


cuando dejaron el fuego atrás, estaba en su pecho. Luego sobre
sus hombros. Mejor visibilidad y menos calor, y luego pasaron
por debajo de la señal de SALIDA y entraron en el hueco de la
escalera. En medio de las alarmas y las luces parpadeantes,
descendían rezagados, algunos con bolsas en los brazos, otros
con televisores que habían robado o que estaban protegiendo
contra robos o daños causados por el agua. Cuando el equipo
de Therese se unió a la carrera, Trez luchó para mantener sus

355
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
piernas en movimiento. No podía sentir nada en su cuerpo, su
cabeza estaba mareada incluso con el oxígeno suplementario.

Iba a desmayarse. Iba a desmayarse. —Quédate conmigo


—repitió—. Quédate conmigo…

No sabía si estaba hablando con Therese.

O consigo mismo.

356
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Treinta y Dos

Trez no lo logró.

Tropezó y al caer sus rodillas no lograron sostenerlo, se


dio la vuelta y le tendió la bolsa intravenosa y el oxígeno a Doc
Jane.

—Detente —le gritó a su hellren. V se congeló


inmediatamente mientras ella atrapaba todo lo que Trez le
arrojó.

Tosiendo, se arrancó la máscara de oxígeno y parpadeó


bajo las luces intermitentes. —¡Vete! ¡Jodidamente! ¡Tómala y
vete!

—¡Estoy enviando ayuda! —Dijo la doctora Jane


mientras daba la vuelta a su compañero y retiraba el tanque
que alimentaba la máscara de Trez— ¡Estoy enviando ayuda!

Cuando ella dejó caer la cosa junto a él, Trez se apartó


del camino. —¡Váyanse!

Fue un alivio verlos continuar el descenso, la cabeza laxa


de Therese rebotando en el centro del codo de V mientras el
Hermano bajaba corriendo las escaleras.

Al volver a colocar la máscara en su lugar, Trez parecía


no poder introducir oxígeno en sus pulmones. Cuando su
visión vaciló, otros dos humanos, ambos hombres, bajaron,
sus brazos cargados de electrónica. No le echaron un vistazo,
y le preocupaba que pudieran alcanzar a Therese. Podían

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
hacerle cualquier cosa, él no lo sabía. ¿Podrían necesitar
tanques de oxígeno?

Él quería moverse. Deseó poder moverse. Intentó


moverse.

Pero su cuerpo se había rendido, hasta el punto de que


incluso su corazón se estaba desacelerando. ¿Estaba en
shock? Él no sabía.

Boom, boom, boom...

Pasos atronadores. Ascendiendo la escalera. Viniendo


hacia él.

Y ahí estaba él.

Tohrment, hijo de Hharm. El líder sensato de la


Hermandad. El que cuidaba de todos los demás.

¿Quién más podría haber sido? Trez se preguntó en


silencio.

El hermano estaba vestido para la guerra, cubierto de


cuero con armas escondidas, pero nunca fuera de su alcance.
Y cuando Tohr levantó a Trez como si no pesara más que un
horno tostador, no hubo palabras desperdiciadas, ni saludos.

—¿Está viva? —Dijo Trez. O lo intentó. No supo lo que


salió de su boca.

—Aférrate a este tanque — le dijo el hermano.

Trez hizo lo mejor que pudo con eso, pero no podía hacer
que sus brazos funcionaran bien. En su mayoría colgaban de
su torso como cuerdas inútiles, inanimadas. Y su respiración
empeoró cuando llegaron a las escaleras. Al igual que las
palabras que había intentado pronunciar, y que en la entrada
y la salida se atascaron, nada funcionaba en su garganta.

358
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
En el piso inferior, Tohr abrió una puerta de acero, y el
frío fue un shock, no un alivio, el aire helado picaba la cara de
Trez. Cuando una jodida tos desgarradora le robó el aliento y
la vista, los brazos de Tohr se mantuvieron fuertes, y las botas
del Hermano se movieron rápidamente sobre la nieve sucia. Se
les acercó la unidad quirúrgica móvil, o al menos eso parecía.
Trez no podía decirlo. Todo lo que sabía era que de repente lo
arrojaron a la parte trasera de la casa rodante, y Manny
Manello lo atrapó. Mientras estaba tendido en el piso de metal,
tuvo una breve impresión de Therese en la mesa de
tratamiento,con gente médica a su alrededor, con ampollas y
quemaduras en la piel, pero también tenía demasiadas cosas
en su rostro para que él viera, cualquier cosa.

Abajo por su garganta.

Aire. Estaba siendo forzado activamente a sus


pulmones.

Hubo un pellizco en el dorso de su mano. Una IV.

Confundido, levantó la vista y vio a Ehlena. —


¿Realmente estoy tan mal? —preguntó. La shellan de Rehv no
se detuvo para responderle. O tal vez había hecho otro de sus
no-estoy-realmente-respondiendo con palabras. De cualquier
manera, ella le estaba dando una inyección de algo, y
abruptamente, su cabeza se aclaró un poco. Sin embargo, fue
un falso reconocimiento, de corta duración e insustancial.

Al comenzar a perder el conocimiento, obligó a sus ojos


a concentrarse en Therese.

Cuando la miró a la cara en ese fuego, supo lo que había


visto: un alma cruzando la brecha de la muerte, volviendo a él.
Y no solo porque ella se parecía a la que había perdido.

Porque ella era Selena. Y Therese. Al mismo tiempo.

De alguna manera, Xhex lo sabía.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
De alguna manera, había sentido esto todo el tiempo.

Y más que eso, su amor le pidió ayuda. Había salido de


las profundidades de su migraña, y el sueño extraño y
paulatino que a menudo tenía con esos dolores de cabeza, ella
había acudido a él en esa visión que era de otro reino,
suplicándole que necesitaba ser salvada.

—¡Entró en paro! —gritó Jane—. V, pon esas paletas en


ella.

Oh, Dios, había llegado demasiado tarde, pensó con


desesperación al perder el control de la catástrofe actual y
hundirse profundamente en un abismo que no ofrecía un
respiro de sus miedos o su tristeza.

Irregular.

Pedregoso, accidentado, disparejo... desigual. Luego liso.


Perfectamente plano. Y finalmente, una disminución
repentina, la unidad móvil se inclinó hacia adelante sobre sus
ruedas delanteras.

Trez jadeó y se enderezó. Desorientado y en pánico, se


agitó al tocar su cara.

Tohr capturó sus manos, los serios y profundos ojos


azules del Hermano. —No, deja eso en su lugar. Lo necesitas.

Mientras Trez miraba la mesa de tratamiento con


pánico, Tohr puso su rostro en el camino. —Todavía está con
nosotros. Solo están trabajando en ella.

Trez trató de ponerse de pie sobre el piso de la unidad


quirúrgica móvil, pensando que podría ayudar, a pesar del
hecho de que no tenía entrenamiento médico y estaba

360
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
totalmente comprometido físicamente. Afortunadamente, Tohr
suavemente, pero con firmeza lo mantuvo donde estaba.

—No quieres interponerte en su camino —El hermano


sacudió la cabeza—. Quieres quedarte aquí mismo. Y tan
pronto como nos detengamos, necesito sacarte rápido. ¿Está
bien? Se moverán muy rápido en el momento en que nos
detengamos. ¿De acuerdo?

Trez comenzó a hiperventilar. Pero asintió con la cabeza.

Y sucedió exactamente como dijo el Hermano. El


descenso terminó, la unidad móvil se detuvo y se abrieron las
puertas. Ansioso por ser más que un objeto inanimado, Trez
trató de esquivar la parte de atrás, pero Tohr fue quien
realmente lo movió, el Hermano lo levantó y lo empujó hacia
adelante mientras Zsadist y Qhuinn corrían con una camilla
hacia el VE 42.

Con Tohr dirigiéndose a la entrada del centro de


entrenamiento, Trez quería ver si Therese estaba bien; sin
embargo, sabía la respuesta a esa pregunta, sin embargo, no
sabía si la estaban sacando de…

Su cerebro no tenía sentido, sus pensamientos como


monedas de un centavo derramándose en un piso de madera,
girando a toda velocidad antes de caer en un desorden
aleatorio. Y luego lo siguiente que supo fue que estaba sobre
una mesa, en una sala de examen. Decidido a seguir el
programa, levantó la mano para quitarse razonablemente la
máscara y poder comunicarse mejor.

No reconoció su antebrazo o lo que estaba unido a él.


Todo estaba ennegrecido por el humo y tenía algunas
quemaduras, aunque no tenía idea de cuando sucedió eso.
Mirando hacia arriba, como si Tohr, que no había estado con

42
Vehículo de emergencia.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
él, pudiera explicar algo, encontró al Hermano tomando su
chaqueta de cuero con las manos temblorosas.

Tohr estaba normal. Como si no estuviera jodido, pero


estaba pálido y no eran solo sus extremidades las que
temblaban. Todo su cuerpo estaba en vibración, un teléfono en
silencio esperando ser respondido.

Cuando Trez se quitó la máscara, se dio cuenta de que


estaba conectado con el Hermano a través de tubos delgados,
él con el aparato de respiración, Tohr con el tanque.

—Esto debería estar con Therese —dijo Trez con voz


ronca.

—No, la tienen en un gran tanque ahora.

—Ella es mi shellan y necesito entrar a ayudar, debo


alimentarla, cubrir sus necesidades de alimentación.

—Shh —Tohr extendió sus palmas—. Todo va a estar


bien. Vuelve a ponerte la máscara hasta que alguien pueda
echarte un vistazo.

A pesar de que Trez era como una botella de refresco con


la tapa rota, todo tipo de palabras apresurándose a salir
alrededor del sello demasiado pequeño de su boca, reconoció
que, si quería ser tomado en serio, necesitaba tranquilizarse.

—Ella necesita alimentarse —dijo en un tono más


uniforme—. Y no quiero que nadie más lo haga.

—Están trabajando en ella.

—Entonces todavía no está muerta y me necesita —Trez


agarró el brazo del hermano—. Si ella fuera tu shellan, a quién
podrías ayudar con tu vena, ¿te gustaría estar atrapado aquí?

El hermano palideció. —No estás bien.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Quizá. ¿Pero puedes argumentar por un segundo que
ella no está mucho peor?

Hubo algunas maldiciones bajas y desagradablespor


parte del hermano. —Quédate aquí.

Tohr puso el tanque de oxígeno en el piso al lado de la


mesa de examen y Trez continuó respirando a través de la
máscara, no porque estuviera preocupado por sí mismo, sino
porque estaba anticipando la necesidad de darle a Selena la
mejor sangre posible.

Cuando el Hermano no regresó de inmediato, Trez se


puso ansioso. Y luego aterrorizado. Se imaginó a la doctora
comenzando a hacer compresiones torácicas y gritando
demandas de más medicamentos en el cuerpo sin vida de
Therese.

Antes de decidir moverse, de darse cuenta, su cuerpo se


deslizó sobre la mesa y se quedó inmóvil, algo no se sentía bien,
miró hacia abajo. Había perdido uno de sus mocasines. Quién
sabía cuándo o dónde.

Cojeando hacia la puerta, la abrió y miró hacia afuera.

Abajo a la izquierda, Tohr estaba discutiendo con


alguien. Vishous Y sus voces eran bajas e intensas.

—Está medio muerto —siseó V.

—¿Qué daño puede hacer? Probablemente piense que es


Selena. Todos dicen que se parecen...

Ambos dejaron de hablar y miraron a Trez. —Vamos —


dijo Tohr—. Te llevaré.

V arrojó una bomba “j” y fue por su tabaco turco, el resto


de sus maldiciones permanecieron sobre todo en voz baja.

363
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Pero Tohr extendió la mano y Trez fue hacia el Hermano.
Al unir la palma de su mano con la del otro hombre, como si
fuera un joven, como si necesitara orientación, porque lo hacía,
Trez se dejó llevar a la sala de tratamiento de al lado.

Era el mismo

El mismo en el que Selena había muerto antes.

Sobre la mesa, debajo de la lámpara médica, Therese


yacía debajo de una sábana. Entraban y salían tubos de ella,
bombeaban fluidos, inyectaban fluidos, y había un puesto de
máquinas de monitoreo junto a su cabeza. La doctora Manello
y la doctora Jane hablaban suave y rápidamente a sus pies.
Ehlena estaba lista con un carro de choque.

Doc Jane levantó la vista. —¿Qué está haciendo aquí?

Therese gimió sobre la mesa y el Dr. Manello dijo: —La


frecuencia cardíaca se está volviendo más fuerte. La presión
arterial se normaliza.

Doc Jane miró a su paciente. Volvió a mirar a Trez. —


Acércate.

Trez cojeó y Therese volvió la cara hacia él, a pesar de


que sus ojos permanecieron cerrados.

—Estoy aquí —dijo.

—Estabilización de la frecuencia cardíaca. La presión


arterial continúa mejorando.

—Consíguele una silla —ladró Doc Jane—. Antes de que


se caiga.

Cuando algo golpeó la parte posterior de sus piernas,


Trez se dejó caer. Quería tomar la mano de su hembra, pero
recordó que cuando habían estado en el pasillo, en el fuego. La
había lastimado.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Toma de mí —dijo con urgencia. Levantando la
muñeca, se golpeó la vena con los colmillos—. Toma mi fuerza.

Mientras sostenía las heridas punzantes sobre su boca,


el Dr. Manello dijo algo bruscamente, como si no lo aprobara.
Pero entonces una gota de sangre cayó sobre la boca de
Therese y ella gimió. Después de lo cual, sus labios se
separaron, y su cabeza se levantó muy ligeramente.

Trez bajó la muñeca. —Toma de mí, mi reina. Y vuelve.

Le preocupaba que ella no pudiera hacerlo, pero luego


se aferró a él y tomó de él, incluso en su estado comprometido.
Y mientras él miraba su cuello trabajar mientras ella tragaba,
sus ojos se humedecieron. Había estado aquí antes con ella.
Había hecho esto antes y la había perdido.

Pero esta vez no.

Esta vez... había ganado la pelea.

Therese sobreviviría, y estarían juntos, e iba a aceptar la


compleja verdad de que todo era como debería ser, aunque
desafiara la lógica y la explicación.

Pero eso era más o menos lo que era el verdadero amor,


¿no? Contra todo pronóstico y probabilidad, dos almas podrían
encontrarse en la sopa del tiempo y la humanidad, y forjar un
sendero para caminar, de la mano, para siempre.

Le hizo pensar en un viejo proverbio:

Bienaventurados los que creen en todo lo que dos


corazones juntos logran. Una vez unidos, sin importar dónde los
encuentre el invierno, siempre serán cálidos.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Capítulo Treinta y Tres

Hembra: sus signos vitales son estables.

Macho: ¿Qué pasa con el dolor?

Hembra: Todavía estoy preocupada por su respiración.


Ella está demasiado cerca del borde.

Las voces de ida y vuelta estaban cerca, pero desde


detrás de los párpados cerrados de Therese, no podía ubicarlos
exactamente. ¿Estaban delante de ella? ¿A un lado? ¿Detrás?
¿Y qué era ese pitido? Había pitidos incesantes. Algún tipo de
miedo, transitorio pero persistente, la persiguió, pero al igual
que con las voces, no podía ubicar su fuente. Ella solo sabía
de su existencia. ¿Y qué decían sobre el dolor? No sentía nada.
¿Estaban hablando de alguien más? No, espera. Ella sintió
algo. Mientras tragaba, le dolía la garganta. Y ella podía
saborear. Querido Señor, ¿podría saborear... tenía el vino
oscuro más increíble en su boca, y en el fondo de su garganta,
y en lo profundo de su intestino. Era una fuente de calidez, de
fuerza, como un hogar...

Los ojos de Therese parpadearon. Los abrió, y cuando


jadeó, tres cabezas se inclinaron sobre ella. Un macho y una
hembra que no reconoció, ¿las voces, probablemente? Debido
a que estaban vestidos de médico, y luego, —Trez —gruñó ella.
Cuando levantó la mano, el macho que quería ver por encima
de todo capturó la palma de su mano en la más suave de las
caricias.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Estoy aquí —dijo bruscamente—. Estoy contigo.

Sí, pensó. Él siempre había estado con ella. A pesar de


que ... bueno, no se veía tan sexy. Tenía la cara de un color
rojo antinatural, y tenía una ceja chamuscada, y le faltaba una
sección de su cabello...

Algo se había quemado, pensó. Podía oler el humo.

Therese abrió la boca para decir algo, pero


abruptamente se distrajo con las vendas que corrían por sus
antebrazos. Levantando la cabeza, miró abajo a su cuerpo.
Estaba atada con bandas blancas desde la clavícula hasta el
tobillo.

Fue entonces cuando se registró el dolor. ¿Excepto que


cómo era posible que cada centímetro cuadrado de su cuerpo
doliera? Y también había calor, no como el soporte motriz y
sensual de la vida en su vientre, sino un fuego ardiente.

Fuego. Ella había estado en un lugar. En su casa de


huéspedes.

Al igual que con la sensación en su cuerpo la memoria


regresó,era tan grande el aluvión de imágenes, sonidos y
olores, que el torrente que casi la dejó inconsciente. Recordaba
todo, desde el olor de algo quemándose justo antes del
estallido, hasta las explosiones, el fuego y el humo a lo largo
del corredor. Recordó haber intentado apagar la mujer con la
funda y luego algo que se balanceaba sobre ella desde el techo.
Luego el arrastre sobre el corredor acalorado, y ella tratando
de ponerse a salvo. Recordó haber ido tan lejos como pudo para
alejarse del calor, pero no había sido lo suficientemente rápida.
Lo suficientemente lejos.

Su piel se había quemado. Por todo su cuerpo.

Esa era la razón por la que estaba vendada.

367
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Y ella estaba aquí en este hospital porque Trez la había
sacado.

Therese buscó su rostro, mientras, a lo lejos, sonaron


las alarmas. Aun así, se encontró con sus brillantes ojos
negros.

—Gracias —dijo—. Por salvarme.

Los médicos volvieron a hablar rápido, pero ella no podía


concentrarse en lo que decían. Era todo lo que podía hacer
para decirle a Trez lo que necesitaba. Con su nivel de dolor
subiendo tan alto como lo estaba, las sensaciones que
rebotaban alrededor de su cuerpo, en su cráneo, eran tan
dominantes que sintió que estaba gritando a través de una
pared de concreto.

Pero ella tenía que hacerle saber.

—Mi reina —susurró—. Nunca te habría dejado allí.

Extraño, pero parecía completamente normal para él


decir algo así. Mi reina...

Fue entonces cuando recordó la otra mitad. La mujer de


la túnica blanca saliendo del humo, buscándola... porque esa
era ella, en una forma diferente, en una vida diferente.

De repente, por encima del hombro de la Sombra,


Therese vio a alguien parado en la esquina de la habitación del
hospital. Al principio, no estaba segura de lo que estaba
mirando, pero luego... era ella misma. De nuevo. Tal como
había sucedido en el pasillo en llamas.

Se estaba mirando a sí misma.

Cuando Therese sonrió, la mujer, la otra versión de ella,


le devolvió la sonrisa.

368
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Todo estará bien, la visión articuló. Todo es como debe
ser.

—Esto debería ayudar al dolor —dijo alguien.

Therese miró a la persona que habló. Justo cuando iba


a preguntar qué le habían dado, un enfriamiento entró en su
cuerpo, corriendo por sus venas, calmando el estridente anillo
de nervios.

Temblando de alivio, pudo concentrarse mejor en Trez.

—¿Cómo sabías que te necesitaba? —murmuró.

—Porque me lo dijiste.

Therese volvió a mirar al fantasma de sí misma, todavía


flotando en la esquina.

—Sí —susurró—. Debo haberlo hecho.

El fantasma de ella levantó una mano y saludó... antes


de disiparse lentamente, como si su trabajo hubiera
terminado. Y luego, donde había estado parada, alguien más
tomó su lugar, como si se hubiera pasado un bastón
existencial y solo uno pudiera habitar el espacio. Era un ángel.
Un ángel con alas de gasa, y cabello rubio y negro, y anillos de
oro alrededor de su garganta y sus muñecas.

Parte de ella quería descartarlo todo como producto de


algunas drogas realmente buenas. Pero ella sabía que esto era
real. ¿De qué otra manera podría explicarse un milagro como
este? Sí, todo era como se suponía que debía ser. Se había ido
por un tiempo, pero ahora estaba de regreso donde necesitaba
estar, con Trez.

El ángel le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa.

—¿Lo ves? —Le susurró a Trez— ¿Al ángel...?

369
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
—Shh, no hables. Ahorra tu fuerza.

Es curioso, eso es lo que le había dicho a su mahmen.

Centrándose de nuevo en Trez, estudió su rostro. —Yo


soy la que perdiste. No sé cómo es posible, pero te perdí y ahora
estoy de vuelta. Y te amo.

De repente, hubo un silencio total a su alrededor, y no


porque hubiera muerto. Todos los médicos, y las otras
personas en la habitación, se congelaron donde se
encontraban y la miraron, y a Trez.

—El fuego —dijo—. Me vi en el fuego con una túnica


blanca. Y luego allí estabas.

— También te vi en el fuego —explicó. Viniste a mí fuera


de la pira funeraria. Tú...

Con una sacudida de su cabeza, Trez miró al ángel.


Entonces todos miraron al ángel.

Como si hubiera estado esperando la atención del grupo,


una iluminación benéfica emanaba del cuerpo del mensajero
celestial, la gran luz cálida y curativa que los envolvía a todos.
Entonces el ángel comenzó a reír.

—¡Maldición, funcionó! —dijo, aplaudiendo y luego


¡boom! En sus caderas— ¡Este es mi primer maldito milagro, y
sacudió a la mierda fuera de él!Todos denme cinco —golpeó el
aire con las palmas sobre la cabeza—. Quiero decir, no estaba
seguro de si iba a funcionar. Después de la muerte de Selena,
entregué su alma a la casa de esas personas agradables en
Michigan. La dejé en la puerta con un moisés. Quiero decir,
¡vamos, quien no ama a un bebé en una cesta, en la puerta, en
Navidad! —se desmayó como si estuviera admirando una obra
de arte—. Y luego, después de algunas dificultades, porque,
vamos, incluso en mi mundo, debía haber un poco de

370
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
equilibrio, ¡todo funciona! ¡Es perfecto! Quiero decir, en serio,
me impresiono incluso de mí mismo.

Caminando hacia Trez, extendió la palma de su mano, y


Trez levantó lentamente la suya. El ángel hizo que el aplauso
sucediera, y luego hizo lo mismo con mucho cuidado con
Therese.

—Dame esos cinco —le susurró.

Luego dio un paso atrás. —Ahora. Tengo que irme


porque “Home Alone” está a punto de comenzar. Es un
maratón de ocho horas, pero si te pierdes la escena de la pizza
al principio, realmente no puedes entender la motivación de
Kevin. Además, hola, Fuller moja la cama, así que entiendes
por qué Kevin tiene que ir al ático...

El ángel se detuvo y miró a todos los rostros atónitos.

—¿Están todos bien aquí? —Cuando no hubo una


respuesta colectiva, los agarró a todos—. Está bien, sé que
están asombrados de mi grandeza. Lo entiendo. Pasa todo el
tiempo. De todos modos, siempre hablan entre ustedes, pero
ella va a estar bien y él va a estar bien, y Feliz jodida Navidad.
¡Solo llámenme Lassi-Claus! Dándose la vuelta, hizo como si
fuera a atravesar la pared para desaparecer, pero luego se
volvió y levantó su mano. —Sí, sí, así que una cosa más. Me
temo que tendremos que olvidarnos de esta pequeña revelación
detrás de escena justo ahora, ¿de acuerdo? Las reglas dicen
que tengo que ponerme en orden, así que ninguno de ustedes
puede saber técnicamente sobre los detalles. Simplemente
estipularé que estás tan agradecido, que no puedes contenerte
y escucha, si sientes la necesidad de comprarme regalos
realmente caros por debajo del árbol. No pelees con ello. Me
gustan los estampados de animales, el color rosa: soy talla
cuarenta y cuatro en pantalones y puedes olvidar las camisas
porque hago ejercicio.

371
J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
De repente, se puso serio al mirar a Trez y Therese.
Luego sonrió, melancólico. —Soy un fanático del amor
verdadero, ¿qué puedo decir? Solo desearía poder resolver los
problemas de todos de esta manera.

Con un guiño y pavoneándose, desapareció


abruptamente.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre

Epílogo

Nochevieja, dos semanas después

Arriba, en la pequeña casa de Cape Cod, Therese salió


de la ducha y se detuvo. En la repisa, junto a la pasta de
dientes que compartía con Trez, había un pequeño regalo
envuelto. No era nada grande en términos de tamaño, lo que
significaba que tenía que ser joyería. Inmediatamente miró
hacia la puerta abierta.

—Pensé que habíamos hecho un acuerdo —gritó— ¡Sin


regalos!

Cuando no obtuvo una respuesta, puso los ojos en


blanco y sonrió. Envolviendo una toalla alrededor de sí misma,
levantó la cajita de su lazo. Había una etiqueta que decía:
“Ábreme ahora”.

Riendo, sostuvo el regalo junto a su corazón. Respiró


hondo. Y contó sus bendiciones.

Después del fuego en la casa de huéspedes, y gracias a


la sangre de Trez y la excelente atención médica de la
Hermandad, había recuperado la salud en una semana. Lo
que, incluso estando completamente alimentada por su
compañero, y teniendo las increíbles capacidades curativas de

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
un vampiro, había sido más rápido de lo que cualquiera podría
haber esperado, dada la gravedad de sus heridas.

Habían sido extensas. Y la recuperación había sido muy


dolorosa.

Además, si no fuera por el hecho de que los vampiros


sanaban sin cicatrices, siempre y cuando no estuvieran
expuestos a la sal, habría estado permanentemente
desfigurada.

Entonces, sí, fueron los siete días más largos de su vida,


y todavía estaba yendo a terapia física, pero Dios mío, podría
haber sido mucho peor.

Y Trez, junto con su padre, su hermano y su mahmen,


en espíritu, en el hospital, habían estado allí todo el tiempo. O
mejor dicho, Rosen y Gareth iban y venían entre las dos
clínicas, transportados por Fritz, el perfecto mayordomo, como
pensaba de él. Y ella y su mahmen tenían muchas
conversaciones por Face Time.

Después de todo, ella había regresado a esta maravillosa


casita.

A su compañero. Miró la cajita y se maravilló del destino.

Durante el fuego, algo había sucedido, algo que la había


cambiado internamente, y su nueva perspectiva no era solo el
resultado de apreciar mucho más la vida después de un roce
tan cercano con la muerte. No, lo que sea era aún más
profundo que eso. Tenía conciencia de alguna otra parte de sí
misma, algo que siempre había estado, ahora reconocía, justo
debajo de la superficie. No era una identidad separada, no. Era
más... como un prisma de su identidad, otra faceta que
realzaba los colores que veía y las personas que ahora conocía,
especialmente Trez.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Ella solo estaba... completamente en paz con él. Como si
le hubieran dado algún tipo de respuesta. Y Trez sentía lo
mismo.

De alguna manera, la discordia, el conflicto, la confusión


acerca de quién era ella para él y quién era él para ella se había
desvanecido. Y cada vez que su mente estaba tentada a volver
a la angustia, el calor en su alma, su felicidad, eliminaba
cualquier duda. Todo lo que sabía, todo lo que necesitaba
saber, era que estaba exactamente donde necesitaba estar.

Exactamente con quién necesitaba estar.

Trez también lo estaba. A medida que se acercaba su


alta de la clínica de la Hermandad, los dos hablaron y
decidieron que tomarían las cosas con calma. Y luego se
mudaron rápidamente juntos tan pronto como fue dada de alta
de ese hospital.

Nunca habían mirado hacia atrás.

Era como si siempre hubieran vivido juntos. Y siempre


lo harían.

—¿Qué hiciste, Trez? — Murmuró mientras sacaba el


papel de regalo.

Sí, de hecho, era un joyero. Un pequeño joyero de


terciopelo azul.

Al abrir la tapa, jadeó. En el interior, había un colgante


de oro ... de un ángel con alas de diamantes.

—Estoy seguro que somos creyentes y todo —miró a


Trez, que se había instalado en la puerta.

—No deberías haberlo hecho.

—Pero lo haré, en cualquier momento que quiera —


sonrió cuando se adelantó y sacó la cadena del joyero.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Colgando al ángel alrededor de su cuello, él sonrió ante su
reacción en el espejo.

—Además, no es como una gran roca ni nada.

—No quiero una de esas. Te lo dije.

— Te voy a conseguir una de todos modos.

— Pero volveré para mi doctorado en otras tres semanas.


Eso es caro —Cuando él levantó una ceja, ella se echó a reír,
le tendió el colgante y miró al ángel— ¿Dónde lo conseguiste?

— En el centro, en el distrito financiero, una pequeña


tienda. Tienen muchos anillos de compromiso allí. Tal vez
deberíamos ir a mirar...

Therese se apartó del espejo y le rodeó el cuello con los


brazos. —¿Me besas?

—¿Estás tratando de distraerme? Porque está


funcionando.

A pesar de que llegarían invitados en menos de una


hora, sus talentosas manos encontraron su piel debajo de la
toalla, y rápidamente se olvidó de todas las razones por las que
necesitaba apresurarse para prepararse.

Además, esta podría ser la última vez que estuvieran


solos en la casa.

Ella retrocedió. —¿Estás seguro de que quieres que toda


mi familia se mude con nosotros?

—Tenemos dos dormitorios abajo. Y, además, tu


mahmen necesita estar cerca de Havers.

—Eres maravilloso, ¿lo sabes?

—Sí, lo sé, pero dímelo otra vez.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Therese abrió la boca para decirlo, pero él la puso
encima del mostrador y encontró su camino entre sus muslos.
Se escuchó el sonido de una cremallera bajando, y luego jadeó.

Cada vez que hacían el amor, era una revelación. Nueva


y fresca.

—Estoy tan feliz —dijo mientras se arqueaba contra su


macho.

—Yo también —gimió cuando comenzó a empujar dentro


de ella.

Moviéndose juntos, sus senos contra una de sus


perennes camisas de seda, sus muslos bien abiertos alrededor
de sus caderas, su olor desatado en la nariz, ella revisó la
sensación de que se había completado un círculo y estaban a
salvo.

Juntos.

Todos vinieron a la fiesta de Año Nuevo a la casa que


Trez estaba comprando en secreto para Therese. Los
Hermanos. Las shellans. Los guerreros. Solo el Rey y la Banda
de los Bastardos se quedaron en la mansión por motivos de
seguridad. Pero todo el tiempo estuvieron haciendo Face
Timing, así que nadie se sintió excluido.

Aunque gracias a Dios por el sótano terminado y la


televisión de pantalla ancha, pensó Trez mientras sacaba las
primeras botellas de champán de la nevera. Lassiter había
insistido en que se pusiera el especial de Times Square, y al
menos la mitad de la gente estaba viéndolo.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
La otra mitad estaba evitando el New Year’s Rockin’g
Eve43 como la peste.

* tos * V * tos *

Aunque, la comida había sido un gran éxito. Trez había


contratado el servicio del mejor restaurante italiano de la
ciudad, y iAm se había lucido. Todos disfrutaron la comida,
antes de la medianoche, hora de Korbel.

—¿Necesitas a alguien para llevar esas copas a la


manada? —preguntó Xhex a través la mesa de la cocina.

Los dos habían estado poniéndose al día con todas las


cosas del shAdoWs, y él estaba casi listo para cederle el club.
Saxton estaba redactando el papeleo, y Trez esperaba
sorprenderla con el regalo. ¿Y después de eso? Bueno, estaba
pensando en unirse a Gareth en el tren de las leyes humanas.
Y entrar en bienes raíces.

—Claro que sí —dijo Trez mientras sacaba el primer


corcho.

Se oyó un grito de alegría desde la sala de estar, y se


inclinó alrededor del arco y saludó con la mano cuando Butch
y Marissa entraron por la puerta principal.

Luego, desvió la mirada hacia el sofá de dos plazas. Los


padres de Therese estaban sentados juntos, tomados de la
mano y sonriendo como recién casados. Por una parte, estaban
nuevamente juntos, por otra, de alguna manera Larisse se
había recuperado maravillosamente, y había esperanza, que,
con un manejo más agresivo, tendría muchos años buenos y
saludables por delante. Y oye, estaba llegando a la
medianoche, lo cual era increíble teniendo en cuenta que solo
había sido dada de alta la noche anterior.

43
Programa especial.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Sin embargo, por órdenes del médico, Trez estaba, en su
nombre, terminando la fiesta a las 12:45. Además de que él y
su Therese tenían algo más de celebración privada que hacer.
Ese rapidito en el mostrador del baño solo le había abierto el
apetito.

Cuando Xhex acercó las copas, Trez comenzó a verter.

—¡Tío Trez, esa es mi tarjeta! —miró hacia atrás. Bitty


estaba de pie frente al refrigerador y señalaba la tarjeta de
Navidad que le había hecho.

—Sí —dijo—. Te dije que me encantaba.

—¡Está en tu puerta! —Ella saltó y tiró de él para darle


un beso en la mejilla—. Tengo que ir y encontrar a la tía
Therese.

—Está abajo en la habitación de su hermano jugando


“Mario”.

—Gracias —dijo la pequeña mujercita mientras saltaba


entre la multitud.

Por una fracción de segundo, Trez miró la imagen


dibujada de él junto a su hembra, ella con su piel plateada y
su sonrisa, él sosteniendo su mano, una gran estrella dorada
sobre ambos.

Era la representación más perfecta que podía imaginar


de su vida, de la unión entre él y su compañera. De alguna
manera, él sabía la verdad detrás de la imposibilidad. Sabía
que su mujer había vuelto con él, nunca lo había dejado
realmente. No podía describir los detalles; de alguna manera,
estaban fuera de su alcance, pero estaba en paz con el punto
ciego.

Como todos los demás.

Todo tenía...sentido, de alguna manera.

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J. R. Ward Cuando el Invierno
Te Encuentre
Un rompecabezas completado, sin piezas faltantes.

Y sí, hoy, cuando estaba en el centro, dirigiéndose al


club en su auto, había pasado por una joyería que tenía una
exhibición de anillos de compromiso y cosas brillantes en la
ventana. Sin entender realmente por qué, se sintió obligado a
estacionar en un espacio y caminar tres cuadras en el frío para
pararse frente a la tienda. Tenían muchos de esos anillos, pero
a Therese no le gustaban las cosas ostentosas. Como había
dicho, prefería que el dinero se invirtiera en su doctorado en
ingeniería civil.

Lo que la iba a ayudar cuando trabajara con Wrath en


algunos proyectos de construcción. Ella simplemente todavía
no sabía que eso iba a suceder.

Trez había mirado todas las mercancías de la joyería,


todas las cruces también, pero nada realmente se sentía
adecuado. Hasta que vio al ángel.

Perfecto, había pensado. A pesar de que nunca antes


había tenido una ansiedad por ellos.

—¿Trez? —dijo Xhex suavemente— ¿Estás bien?

Se sacudió de nuevo al presente y le sonrió a su vieja


amiga. —Creo que sabes la respuesta a eso.

Esos ojos grises estaban cálidos cuando ella le devolvió


la sonrisa. —La sé. Realmente la sé.

—Este año que comienza va a ser un gran año, puedo


sentirlo.

—Sabes, tengo que estar de acuerdo contigo.

A medida que los minutos parecían más juntos antes de


la medianoche, de alguna manera todos se apretujaron en el
sótano, con los padres de Therese recibiendo los mejores
asientos de la casa, justo en frente del televisor. Con el

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Te Encuentre
champán listo y la pelota en Times Square comenzando a caer,
Trez rodeó a Therese con el brazo y la apretó contra él.

La multitud comenzó a corear. —Diez, nueve, ocho...

Él se inclinó hacia su oído. —Te amo.

Ella le sonrió. —Yo también te amo.

—... siete, seis, cinco...

—Mirando a su izquierda, sonrió a iAm y Maichen, quien


apenas comenzaba a mostrarse. Le devolvieron la sonrisa.

—...cuatro, tres, dos...

Como una sola voz, todos en la casa gritaron: —¡Feliz


Año Nuevo!

Cuando “Auld Lang Syne 44” comenzó, las parejas se


besaron y Trez miró a los ojos a su verdadero amor.

—Para siempre —dijo él.

Therese asintió con la cabeza. —Para siempre.

Se besaron, y cuando él se enderezó, vio a Lassiter, el


Ángel Caído. El macho levantó su copa de champán en su
dirección con una expresión de satisfacción. Luego señaló su
garganta y levantó el pulgar, como si aprobara el regalo de
Trez.

—Buen trabajo de hecho —murmuró Trez mientras


abrazaba a su mujer y agradecía cada bendición que le habían
dado.

¿Recuerdan aquella estrella bajo la que había nacido?


Resultó ser bastante buena, después de todo.

44
Canción escocesa tradicional de despedida.

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