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J. R.

WARD EL PECADOR

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J. R. WARD EL PECADOR

ESTE LIBRO ESTA TRADUCIDO


POR EL GRUPO

CON LA COLABORACIÓN DE

SIN ÁNIMO DE LUCRO Y SIN


NINGUNA RETRIBUCIÓN
RECIBIDA POR ELLO.
ESTÁ HECHO CON CARIÑO DE
FANS PARA FANS DE HABLA NO
INGLESA
NO COMPARTIR EN REDES
SOCIALES

2
J. R. WARD EL PECADOR

TRADUCCIÓN

Klaus Karina P Tryn


Mistika Black MaiteM Tory Cruz
Marbdb96 Nathlla Cecci Mildred Sandoval
Maria Alejandra Nela Nox
Raffo
Cecilia Alix
Armando R. Chavez
Pilar O ^Yoi^
Sujey
Nadhara Biky13
VeroHDN
Carmen O’Neal Gloria García
Vicky Lamora
Frolu Mermaid
Lis@35

CORRECCIÓN

Andy Cruel Maite M Tryn


Sigma Sujey DayMel
Maria Alejandra VeroHDN NaThally
Raffo
Akire106 Yvonne de Carlo

CORRECCIÓN FINAL

Maria Alejandra Raffo Anabel

MAQUETA
Klaus

FORMATOS
Pedro

3
J. R. WARD EL PECADOR

CONTENIDO

Dedicatoria Capítulo 34
Sinopsis. Capítulo 35
Glosario de Términos Capítulo 36
Capítulo 1 Capítulo 37
Capítulo 2 Capítulo 38
Capítulo 3 Capítulo 39
Capítulo 4 Capítulo 40
Capítulo 5 Capítulo 41
Capítulo 6 Capítulo 42
Capítulo 7 Capítulo 43
Capítulo 8 Capítulo 44
Capítulo 9 Capítulo 45
Capítulo 10 Capítulo 46
Capítulo 11 Capítulo 47
Capítulo 12 Capítulo 48
Capítulo 13 Capítulo 49
Capítulo 14 Capítulo 50
Capítulo 15 Capítulo 51
Capítulo 16 Capítulo 52
Capítulo 17 Capítulo 53
Capítulo 18 Capítulo 54
Capítulo 19 Capítulo 55
Capítulo 20 Capítulo 56
Capítulo 21 Capítulo 57
Capítulo 22 Capítulo 58
Capítulo 23 Capítulo 59
Capítulo 24 Capítulo 60
Capítulo 25 Capítulo 61
Capítulo 26 Capítulo 62
Capítulo 27 Capítulo 63
Capítulo 28 Capítulo 64
Capítulo 29 Capítulo 65
Capítulo 30 Capítulo 66
Capítulo 31 Capítulo 67
Capítulo 32
Capítulo 33

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S yn ha mantenido en secreto su lado como mercenario


a la Hermandad de la Daga Negra. Cuando toma otro trabajo
exitoso, no solo se cruza en el camino del nuevo enemigo de la
raza vampiro, sino también el de una mestiza en peligro de
morir durante su transición. Jo Early no tiene idea de cuál es
su verdadera naturaleza, y cuando un hombre misterioso
aparece en la oscuridad, se debate entre su conexión erótica y
la sensación de que algo está muy mal.

El destino ungió a Butch O’Neal como el Dhestroyer, el


cumplidor de la profecía que prevé el final del Omega. A medida
que la guerra con la Sociedad Lessening llega a un punto
crítico, Butch obtiene un aliado inesperado en Syn. ¿Pero
puede confiar en el hombre, o es el guerrero con el pasado malo
una complicación mortal?

Cuando se acaba el tiempo, Jo se ve envuelta en la lucha


y debe unirse con Syn y la Hermandad contra el verdadero mal.
Al final, ¿prevalecerá el amor verdadero ... o la profecía estuvo
equivocada todo el tiempo?

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Para ti.
Eres tan digno de todas las cosas buenas. . .
cuida a tu mujer. Tengo fe en ti.

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Ahstrux Nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para


matar a quien el Rey le otorga su posición.

Avenge (v.) Acto de retribución mortal, realizado típicamente


por un ser querido masculino.

Black Dagger Brotherhood (pr. N.) Guerreros vampiros


altamente entrenados que protegen a su especie contra la
Sociedad Lessening. Como resultado de la cría selectiva dentro
de la raza, los Hermanos poseen una inmensa fuerza física y
mental, así como capacidades rápidas de curación. No son
hermanos en su mayor parte, y son incorporados a la
Hermandad tras la nominación de los Hermanos. Agresivos,
autosuficientes y reservados por naturaleza, son sujetos de
leyendas y objetos de reverencia en el mundo de los vampiros.
Pueden ser asesinados solo por las heridas más graves, por
ejemplo, un disparo o una puñalada en el corazón, etc.

Esclavo de Sangre (n.) Vampiro macho o hembra que ha sido


subyugado para satisfacer las necesidades de sangre de otro.
La práctica de mantener esclavos de sangre ha sido prohibida.

Elegidas (pr. n.) hembras de vampiro que han sido criadas


para servir a la Virgen Escriba. En el pasado, estaban
enfocados espiritualmente más que temporalmente, pero eso

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cambió con el ascenso del Primale, que las liberó del Santuario.
Con la Virgen Escriba desapareciendo de su papel, son
completamente autónomos y aprenden a vivir en la tierra.
Continúan satisfaciendo las necesidades de sangre de los
miembros no emparejados de la Hermandad, así como de los
Hermanos que no pueden alimentarse de sus shellans o
combatientes heridos.

Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable en el idioma antiguo.

Cohntehst (n.) Conflicto entre dos hombres que compiten por


el derecho a ser el compañero de una mujer.

Dhunhd (pr. N.) Infierno.

Doggen (n.) Miembro de la clase sirvienta dentro del mundo


vampiro. Los Doggen tiene tradiciones antiguas y
conservadoras sobre el servicio a sus superiores, siguiendo un
código formal de vestimenta y comportamiento. Pueden salir
durante el día, pero envejecen relativamente rápido. La
esperanza de vida es de aproximadamente quinientos años.

Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales.

Exhile Dhoble (n.) El gemelo malvado o maldito, el segundo


nacido.

The Fade (pr. n.) Reino no temporal donde los muertos se


reúnen con sus seres queridos y pasan la eternidad.

Primera Familia (pr. N.) El rey y la reina de los vampiros, y


cualquier hijo que puedan tener.

Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay diversos grados


de ghardians, siendo el ser más poderoso el de una mujer
aislada.

Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia,


aproximadamente equivalente a la Regencia de Inglaterra.

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Hellren (S.) Vampiro macho que se ha apareado con una


hembra. Los machos pueden tomar más de una hembra como
pareja.

Hyslop (n. o v.) Término que se refiere a un lapso en el juicio,


que típicamente da como resultado el compromiso de las
operaciones mecánicas de un vehículo o algún otro tipo de
transporte motorizado. Por ejemplo, dejar las llaves en el coche
mientras está aparcado fuera de la casa familiar durante la
noche, con lo cual dicho vehículo es robado.

Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia.

Leelan (adj. o n.) Un término de cariño traducido libremente


como "querido".

Lessening Society (pr. N.) Orden de asesinos convocada por


el Omega con el fin de erradicar la especie de vampiros.

Lesser (n.) Humano desalmado que ataca a los vampiros para


su exterminio como miembro de la Sociedad Lessening. Los
lesser deben ser apuñalados en el pecho para ser asesinados;
de lo contrario no tienen edad. No comen ni beben y son
impotentes. Con el tiempo, su cabello, piel e iris pierden
pigmentación hasta que son rubios, pálidos y de ojos claros.
Huelen a talco para bebé. Inducidos en la sociedad por el
Omega, retienen un frasco de cerámica en el que se colocó su
corazón después de extraerlo.

Lewlhen (n.) Regalo.

Lheage (n.) Término de respeto utilizado por una sumisa


sexual para referirse a su dominante.

Lhenihan (pr. N.) Una bestia mítica reconocida por su destreza


sexual. En argot moderno, se refiere a un hombre de tamaño
preternatural y resistencia sexual.

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Lys (n.) Herramienta de tortura utilizada para eliminar los


ojos.

Mahmen (n.) Madre. Se usa tanto como un identificador como


un término de afecto.

Mhis (n.) El enmascaramiento de un entorno físico dado; La


creación de un campo de ilusión.

Nalla (n., f.) o nallum (n., m.) Amado.

Período de Necesidad (n.) Tiempo de fertilidad de un vampiro


hembra, generalmente duradero durante dos días y
acompañado de intensos antojos sexuales. Ocurre
aproximadamente cinco años después de la transición de una
mujer y luego una vez cada diez años. Todos los machos
responden hasta cierto punto si están cerca de una hembra en
su necesidad. Puede ser un momento peligroso, con conflictos
y peleas entre machos que compiten, particularmente si la
mujer no está apareada.

Newling (n.) Una virgen.

Omega (pr. n.) Figura malévola y mística que ha apuntado a


los vampiros para la extinción por resentimiento dirigido hacia
el La Virgen Escriba. Existe en un reino no temporal y tiene
amplios poderes, aunque no el poder de la creación.

Phearsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los


órganos sexuales de un hombre. Traducción literal algo
cercano a "digno de entrar en una mujer".

Princeps (pr. N.) Nivel más alto de la aristocracia vampírica,


solo superado por los miembros de la Primera Familia o las
Elegidas de la Virgen Escriba. El título se otorga por
nacimiento; No puede ser conferido.

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Pyrocant (S.) Se refiere a una debilidad crítica en un individuo.


La debilidad puede ser interna, como una adicción, o externa,
como un amante.

Rahlman (S.) Salvador.

Rythe (n.) Manera ritual de afirmar el honor otorgado por


alguien que ofendió a otro. Si es aceptado, el ofendido elige un
arma y golpea al ofensor, quien se presenta el mismo sin
defensas.

Virgen Escriba (pr. n.) Fuerza mística que anteriormente fue


consejera del Rey, así como la encargada de los archivos de
vampiros y el dispensador de privilegios. Existió en un reino
no temporal y tenía poderes extensos, pero recientemente
renunció y le dio su puesto a otro. Capaz de un solo acto de
creación, que ella gastó para dar vida a los vampiros.

Sehclusion (n.) Estado conferido por el Rey a una mujer de la


aristocracia como resultado de una petición de la familia de la
mujer. Coloca el hembra bajo la única dirección de su
ghardian, típicamente el macho de más edad de su casa. Su
ghardian tiene el derecho legal de determinar todo tipo de vida,
restringiendo a voluntad todos y cada una de las interacciones
que tiene con el mundo.

Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha apareado con un


macho. Las hembras generalmente no toman más de un
compañero debido a la naturaleza altamente territorial de los
machos emparejados.

Symphath (n.) Subespecie dentro de la raza vampiro


caracterizada por la capacidad y el deseo de manipular
emociones en otros (con el propósito de un intercambio de
energía), entre otros rasgos. Históricamente, han sido
discriminados y, durante ciertas épocas, cazados por
vampiros. Están cerca de la extinción.

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Talhman (n.) El lado malo de un individuo. Una mancha


oscura en el alma que requiere expresión si no se elimina
correctamente.

La Tumba (pr. n.) Bóveda sagrada de la Hermandad de la Daga


Negra. Utilizado como un sitio ceremonial, así como una
instalación de almacenamiento para los frascos de lessers. Las
ceremonias realizadas allí incluyen inducciones, funerales y
acciones disciplinarias contra hermanos. Nadie puede entrar a
excepción de miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o
candidatos para inducción.

Trahyner (n.) Palabra utilizada entre hombres de respeto y


afecto mutuos. Traducido libremente como "amigo querido".

Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro


cuando él o ella se transforma en un adulto. A partir de
entonces, él o ella debe beber la sangre del sexo opuesto para
sobrevivir y no puede soportar la luz solar. Ocurre
generalmente a mediados de los años veinte. Algunos vampiros
no sobreviven a sus transiciones, los machos en particular.
Antes de sus transiciones, los vampiros son físicamente
débiles, sexualmente inconscientes y no responden, y no
pueden desmaterializarse.

Vampiro (n.) Miembro de una especie separada de la de Homo


sapiens. Los vampiros deben beber la sangre del sexo opuesto
para sobrevivir. La sangre humana los mantendrá vivos,
aunque la fuerza no dura mucho. Después de sus transiciones,
que ocurren a mediados de sus veintes, son incapaz de salir a
la luz solar y debe alimentarse de la vena regularmente. Los
vampiros no pueden "convertir" a los humanos a través de una
mordida o transferencia de sangre, aunque en raras ocasiones
pueden reproducirse con las otras especies. Los vampiros
pueden desmaterializarse a voluntad, aunque deben poder
calmarse ellos mismos y concentrarse para hacerlo y no
pueden llevar nada pesado con ellos. Son capaces de despojar
los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos

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sean a corto plazo. Algunos vampiros pueden leer mentes. La


esperanza de vida es superior a mil años, o en algunos casos,
incluso más.

Wahlker (n.) Un individuo que murió y regresó a la vida del


Fade Se les otorga un gran respeto y se los venera por sus
tribulaciones.

Whard (n.) Equivalente de un padrino o madrina de un


individuo.

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Ruta 149

Cadwell New York

A l volante de su automóvil de diez años, Jo Early


mordió el Slim Jim1 y masticó como si fuera su última comida.
Odiaba su falso sabor ahumado y su textura a cuerda de barco,
y cuando se tragó la última pieza, sacó otro de su bolso.
Rasgando la envoltura con los dientes, quitó la carne de
ternera disecada y la arrojó al suelo del coche del lado del
pasajero. Había tantos otros como esos allí abajo, que no se
podía ver la alfombra del suelo.

Más adelante, sus anémicos faros giraron alrededor de


una curva, iluminando los pinos que habían sido cortados a
tres cuartos de su base, las copas abultadas haciendo que sus
troncos parecieran más finos. Golpeó un bache y tragó mal, y
estaba tosiendo cuando llegó a su destino.

1
Marca de bocadillos desiguales o salchichas secas.

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El abandonado Adirondack Outlets2 era otra referencia


sobre la omnipresencia de Amazon Prime. El centro comercial
era un edificio histórico, parecía como una herradura sin
casco; los escaparates a lo largo de los dos extensos costados
con los restos de sus marcas, laminaciones fantasmales y
letreros extravagantes con nombres descoloridos como Van
Heusen-Izod, Nike, y Dansk3. Detrás del cristal empolvado, ya
no había mercancía disponible para la compra, y nadie había
estado en la propiedad con una tarjeta de crédito durante al
menos un año. Solo malezas inhóspitas en las grietas del paseo
marítimo y golondrinas en las cornisas que habitaban en el
lugar. Del mismo modo, la plaza de comidas que unía las
ramas orientales y occidentales ya no ofrecía servicios ligeros,
Starbucks o almuerzos.

Cuando un sofoco aumentó su temperatura interna, ella


entreabrió la ventana. Y luego descendió todo el camino hacia
abajo. Marzo en Caldwell, Nueva York, era como el invierno en
muchos lugares que todavía se consideraban del norte en
latitud, y gracias a Dios por ello. Respirando el aire frío y
húmedo, se dijo que esto no era una mala idea.

Nah, para nada. Aquí estaba, sola a medianoche,


persiguiendo el titular de una historia que no estaba
escribiendo para su boletín, The Caldwell Courier Journal. Sin
nadie en su nuevo apartamento esperándola. Sin nadie en el
planeta que reclamara su cadáver destrozado cuando lo
encontraran por el olor en una zanja dentro de una semana.

Dejó que el coche se detuviera, apagó las luces y se


quedó dónde estaba. Esta noche no había luna, así que se
había vestido bien. Toda de negro. Pero sin ninguna
iluminación del cielo, sus ojos se forzaron en la oscuridad, y
no porque estuviera ansiosa por ver los detalles de la
estructura en desintegración.

2
Adirondack Outlets: Nombre de una marca de supermercados.
3
Van Heusen-Izod, y Nike, y Dansk: Marcas de diversos tipos de indumentaria o ropa.

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Nope, por el momento estaba más preocupada en


proporcionarle otro tipo de contenido, como Crimen en un
Garaje. La inquietud le hizo cosquillas en la nuca, como si
alguien intentara llamar su atención pasando la punta de un
cuchillo sobre su piel…

Cuando su estómago dejó escapar un gruñido, ella saltó.


Y volvió a sumergirse en su bolso de nuevo. Pasando de largo
por los tres Slim Jims que le quedaban, fue directamente por
el Hershey esta vez, y la eficiencia con la que quitó la envoltura
a ese chocolate producido en masa fue una triste observación
acerca de su dieta. Cuando terminó, todavía tenía hambre y no
porque no tuviese comida en el vientre. Como siempre, las dos
únicas cosas que ella podía comer no lograron satisfacer su
ansia punzante, por no hablar de sus necesidades
nutricionales.

Levantó la ventana, tomó su mochila y salió. El crujido


de las suelas de sus zapatillas en el borde de la calle parecía
ruidoso como un concierto, y deseó no haberse resfriado.
Aunque, ¿su sentido del olfato podría ser útil? Y cuándo fue la
última vez que consideró esa posibilidad fuera de un
reconocimiento a un cartón de leche.

Realmente necesitaba renunciar a estas persecuciones


salvajes.

Ajustando las dos correas en su mochila, cerró el coche


y se cubrió el cabello rojo con la capucha de su gabardina. Sin
tacones. Ella hizo un movimiento “izquierda-derecha-
izquierda”, fijando las suelas de sus Brooks4 planas para
silenciar sus pisadas. Cuando sus ojos se ajustaron, todo lo
que vio fueron sombras a su alrededor, los escondites en las
esquinas y rincones formados por las puertas del centro
comercial y los banquillos, escondrijos para una sorpresa-y-te
tengo, con los que los atracadores podían jugar un juego

4
Marca de zapatos deportivos.

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pensado para mantenerse alejados hasta que estuvieran listos


para atacar.

Cuando llegó hasta una cadena pesada que estaba


cruzada en su camino, miró a su alrededor. No había nadie en
los estacionamientos corriendo por el exterior de los lados.
Nadie en el pasaje formado por el rectángulo abierto. Ni un
alma en el camino que había tomado hasta este lugar por
encima de la ruta 149.

Jo se dijo a sí misma que esto era bueno. Significaba que


nadie la iba a asaltar.

Su glándula suprarrenal, por otro lado, le informó que


esto en realidad significaba que no había nadie cerca para
escucharla gritar pidiendo ayuda.

Al volver a centrarse en la cadena, pensó que, si movía


la pierna sobre ella y procedía a pasar al otro lado, no volvería
para atrás.

—Basta —dijo levantando su pie.

Ella eligió el lado derecho de las tiendas, y cuando la


lluvia comenzó a caer, se alegró de que el arquitecto hubiera
pensado en cubrir los pasillos por encima. Lo que no había
sido tan inteligente era que alguien pensara que un centro
comercial sin pasillos interiores podría sobrevivir en un lugar
tan cerca de Canadá. Ahorrar diez dólares en un par de
lámparas o un traje de baño no mantendría a nadie caliente de
octubre a abril, y eso era cierto incluso antes de tener en
cuenta el envío gratuito al día siguiente.

En el extremo más alejado, se detuvo en lo que tenía que


haber sido una heladería, porque había una imagen
descolorida de una vaca que sostenía un cono de tres pisos con
la pezuña sobre la ventana. Sacó su teléfono.

Su llamada fue respondida en el primer tono.

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—¿Estás bien? —dijo Bill.

—¿A dónde voy? —susurró—. No veo nada.

—Está en la parte de atrás. Te dije que tienes que dar la


vuelta, recuerda.

—Maldición —Tal vez los nitratos le habían freído el


cerebro—. Espera, creo que hay una escalera por aquí.

—Creo que deberías salir.

Jo comenzó a caminar de nuevo y sacudió la cabeza a


pesar de que no podía verla.

—Estoy bien, sip, tengo que atajar por la parte trasera.


Te llamaré si te necesito...

—¡No deberías estar haciendo esto sola!

Al finalizar la llamada, corrió por los escalones de


hormigón, su mochila rebotaba como si estuviera haciendo
flexiones sobre su espalda. Mientras llegaba al final en el nivel
inferior, examinó el aparcamiento vacío.

El hedor que le atravesó la nariz fue el tipo de cosa que


le provocó una oleada de nauseas. ¿Un cadáver en la cuneta
de la carretera... y talco para bebés?

Ella miró hacia el origen del olor. El cobertizo al amparo


de la línea de árboles tenía un techo de metal retorcido y
paredes de metal que no sobrevivirían por mucho tiempo en el
callejón de los tornados5. De la mitad del tamaño de un campo
de fútbol, con las puertas de garaje bloqueadas hasta el suelo,
se imaginó que podría haber albergado equipos de
pavimentación, así como quitanieves, sopladores y
cortacéspedes.

5
Callejón de los tornados: Término coloquial para designar a un amplio territorio del país, idóneo para la
formación de tornados.

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La única puerta del tamaño de una persona estaba


suelta, y cuando una fuerte ráfaga de la tormenta la atrapó, el
crujido salió directamente de una película de George Romero6.
El panel se cerró de inmediato con un golpe, como si a la Madre
Naturaleza no le gustara el olor mucho más que a Jo.

Sacó su teléfono y le envió un mensaje de texto a Bill:


Este olor es desagradable.

Consciente de que su ritmo cardíaco se había triplicado,


cruzó el asfalto y la lluvia golpeó la capucha de su gabardina
en un repiqueteo desorganizado. Metiendo la mano debajo del
nylon suelto de la chaqueta, buscó su pistola enfundada y
mantuvo la mano sobre el extremo.

La puerta se abrió y se cerró de golpe otra vez, y otro


soplo de ese olor salió del interior. Tragando a través de los
espasmos que sufría su garganta, tuvo que luchar para seguir
adelante y no porque el viento la golpeara en la cara.

Cuando se detuvo frente a la puerta, la apertura y el


cierre cesaron, como si ahora que estaba a punto de entrar, no
necesitara llamar su atención y atraerla.

Así que ayúdala Dios, si Pennywise7, estaba del otro


lado.

Mirando a su alrededor para comprobar que no había


globos rojos colgando en el área, extendió la mano hacia la
puerta.

Solo tengo que saber, pensó mientras se abría camino.


Necesito... saber.

Observando por la puerta, no vio absolutamente nada y,


sin embargo, quedó congelada por todo a lo que se enfrentó.
Pura maldad, el tipo de cosa que secuestraba y asesinaba a
6
George Romero: Director, guionista y actor estadounidense, famoso por sus películas de terror.
7
Pennywise: también llamado Eso, es un personaje ficticio creado por el escritor Stephen King para su
novela de terror It.
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J. R. WARD EL PECADOR

niños, que mataba a los inocentes, que disfrutaba del


sufrimiento de los justos y misericordiosos; empujó su cuerpo
y luego la penetró, una radiación tóxica que le atravesó los
huesos.

Tosiendo, dio un paso atrás y se cubrió la boca y la nariz


con el codo. Después de un par de respiraciones profundas en
su manga, buscó a tientas su teléfono.

Antes de que Bill pudiera decir algo sobre el zumbido en


el fondo, ella espetó: —Tienes que venir.

—Ya estoy a medio camino.

—Bien.

—¿Que está pasando…?

Jo terminó la llamada y sacó su linterna, enfocando la


luz. Dando un paso adelante nuevamente, abrió la puerta con
un hombro y dirigió la lanza de iluminación hacia el espacio.

La luz fue consumida.

Segura como si lo estuviese haciendo brillar hacia el


interior del eje de un grueso lienzo, el frágil haz de luz no sería
suficiente para lo que estaba a punto de encontrar.

El umbral por el que pasó no era más que una capa de


protección contra la intemperie, pero el reborde de una
pulgada de alto era una barrera que parecía una carrera de
obstáculos que apenas podía superar, y luego estaba la
adherencia en el suelo. Apuntando la linterna al suelo, levantó
uno de sus pies. Algo como el viejo aceite de motor goteó de su
deportiva, el sonido haciendo un eco familiar en el espacio
vacío.

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J. R. WARD EL PECADOR

Encontró el primero de los cubos de sangre a la


izquierda. Home Depot8. Naranja y blanco, manchado por una
sustancia translúcida oxidada que le revolvió el estómago.

El rayo se tambaleó cuando miró dentro del cilindro, le


temblaba la mano. Dentro había un galón de líquido brillante,
brillante... rojo... Y en el fondo de su garganta, ella saboreó el
cobre...

Jo se dio la vuelta con la linterna.

A través de la puerta, los dos hombres que habían


aparecido detrás de ella sin hacer ruido, surgieron como si
hubieran salido del pavimento, fantasmas evocados por sus
pesadillas, alimentados por la fría primavera, vestidos de
negro. Uno de ellos tenía una perilla y tatuajes en una de sus
sienes, un cigarrillo entre los labios y una expresión
francamente desagradable en su rudo rostro. El otro llevaba
una gorra de los Boston Red Sox y un abrigo largo, cuyas
solapas soplaban a cámara lenta a pesar de que el viento era
agitado. Ambos tenían largas cuchillas negras con mangos
enfundados en el pecho, y ella sabía que había más armas
donde no podía verlas.

Habían venido a matarla. La siguieron mientras se había


alejado de su coche. La vieron, así como ella no los había visto.

Jo tropezó y trató de sacar su arma, pero sus palmas


sudorosas dejaron caer su teléfono y se esforzaron por sostener
la linterna…

Y luego no pudo moverse.

Incluso cuando su cerebro les ordenó a sus pies, a sus


piernas y a su cuerpo correr, nada obedeció a las atemorizadas
demandas. Sus músculos se retorcieron bajo el bloqueo de
alguna fuerza invisible con voluntad propia, sus huesos dolían,

8
Home Depot: Es una empresa minorista estadounidense de mejoramiento del hogar, ferretería,
bricolaje y materiales de construcción.

22
J. R. WARD EL PECADOR

su respiración se convirtió en un jadeo. Una explosión de


fuegos artificiales detonó un dolor atroz en su cerebro, un dolor
de cabeza chisporroteando en su mente.

Al abrir la boca, gritó…

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J. R. WARD EL PECADOR

S yn se materializó en medio de la fría llovizna, sus


shitkickers se hundieron en el fango, su cuerpo cubierto de
cuero aceptaba fácilmente el peso de sus músculos y el bombeo
de su negro corazón, la oscura función renovada por la
dispersión de las moléculas de luz. Más adelante, la línea de
caros sedanes y SUV extranjeros no tenía ningún jodido
sentido apostada en el estacionamiento de la compañía de
cemento. Junto a las pilas de bloques de hormigón, el equipo
de cargamento pesado y los camiones mezcladores, eran como
un montón de rameras entre luchadores de sumo.

Caminando hacia adelante, su lengua tanteó la punta de


uno de sus colmillos, la herida sangrando en su boca. Mientras
se alimentaba con el sabor, sus manos se apretaron en puños
y la sensación de que su cerebro era una mecha a punto de
encenderse fue algo que ignoró.

Los depredadores necesitaban presas.

Y a veces, necesitabas comer incluso cuando tu


estómago estaba lleno.

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J. R. WARD EL PECADOR

Cuando se acercó a un relieve poco profundo, el hombre


robusto sentado junto a la puerta en una silla de plástico
levantó la vista de su Daily Racing Form9. La bombilla desnuda
con corriente que colgaba de un cable por encima de su cabeza,
pintaba surcos en sus ojos, sus fosas nasales y sus mejillas, y
Syn imaginó el cráneo que quedaría después de que la muerte
drenara el efímero calor del esqueleto.

El hombre frunció el ceño. Y a modo de saludo, puso una


pistola a la vista, colocándola encima de la revista en su regazo.

—Estoy aquí para ver a alguien —dijo Syn mientras se


detenía.

—No hay nadie aquí.

Cuando Syn no se fue, el hombre se adelantó.


⸺Escuchaste lo que dije. No hay nadie aquí para ti…

Syn se materializó junto al humano, levantándolo por el


cuello y golpeándolo contra el edificio. La silla de plástico se
apartó del camino como si no tuviera la intención de
involucrarse en problemas que no eran los suyos.

Cuando desarmó a su víctima, las manos del humano se


debatieron en contra del agarre entorno a su garganta, y sus
piernas se agitaron, golpeando las tapas de sus zapatos contra
el edificio. La boca, que ya no se aflojaba con arrogancia, se
abrió en un errado afán por llevar aire a los pulmones, los
cuales claramente ya habían comenzado a arder por la
ausencia de este.

Por otra parte, el miedo tenía una forma de provocar un


baile a la hipoxia, sin importar cuanta privación de oxígeno se
tenía por haber bailado con la más fea en el curso normal de
las cosas.

9
EL DRF es un periódico sensacionalista que publica las actuaciones de los caballos de carrera.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Estoy aquí para ver a alguien —dijo Syn


suavemente—. Y si tienes suerte, no eres tú.

Bajando al hombre de tal manera que los pies


encontraran soporte, Syn liberó la presión lo suficiente para
permitir la verbalización. Pero no fue porque él quisiera
palabras. No, una respuesta de esa naturaleza era una mísera
comida.

Quería que un grito apropiado sonara en sus oídos.

Syn desenvainó una de sus dagas de acero. Cuando


levantó la hoja, el hombre transfirió su agarre sobre lo que se
cernía alrededor de su cuello, hacia la muñeca y el antebrazo
que controlaba el arma. El efecto fue menor que el de un niño,
una contracción con menor resultado que la manga del abrigo
de cuero de Syn.

La punta de la daga se clavó en la oreja izquierda del


hombre y, cuando el primer tajo cortó la piel, Syn inhaló
hondo.

Sangre. Temor. Sudor.

Presionó la parte inferior de su cuerpo contra la del


hombre. La erección de Syn no se trataba de sexo, aunque
dada la forma en que los ojos llorosos y de color marrón oscuro
brillaban, el hombre malinterpretó la respuesta.

Cerrando los ojos, Syn sintió la oleada de poder en él, el


dominio, la agresión. En el fondo de su mente, se advirtió a sí
mismo que debía detenerse ahora. Este no era el plan, pero
más que eso, terminaría demasiado pronto. Y luego la limpieza
sería inconveniente, y no se refería a la sangre que se
derramaría, salpicaría, mancharía y empaparía.

—Lucha conmigo —susurró—. Hazlo. Pelea conmigo,


dame una excusa para drenar tu maldito cerebro del agujero
que taladraré en tu cráneo.

26
J. R. WARD EL PECADOR

—Tengo hijos —tartamudeó el hombre—. Tengo hijos…

Syn retrocedió un poco. —¿Los tienes?

El hombre asintió como si su vida dependiera de la


cantidad de familiares que tuviese. —Sí, tengo un niño y una
niña, y…

—¿Condujiste al trabajo esta noche?

El hombre parpadeó como si no pudiera comprender


el fuerte acento del Viejo Mundo de Syn. —Ah sí.

—Entonces obtuviste tu permiso de conducir, cierto.


Porque eres un maldito cumplidor de la ley.

—Yo…yo, ah, sí, tengo mi billetera. Toma el dinero…

—Bueno —Syn se inclinó nuevamente, colocando su ojo


derecho directamente frente al izquierdo de su víctima, tan
cerca que cada vez que el hombre parpadeaba, sus pestañas
acariciaban las de Syn—. Cuando termine contigo, irrumpiré
en tu casa y los mataré en sus camas. ¿Y a tu esposa? La oirás
gritar desde tu propia tumba.

Terror puro salió de cada poro del hombre, el intenso


y agrio aroma fue como cocaína para el sistema de Syn.
Corazón acelerado, respiración acelerada, sangre acelerada

Una puerta oculta se abrió de par en par.

El hombre gordo y mayor que la abrió por completo tenía


una nariz abultada y cicatrices de acné que hacían que su
rostro se viera como la superficie de la luna. Sus ojos eran
cualquier cosa menos regordetes y lentos.

—Jesucristo, eres el hombre que necesito. Entra y no lo


mates, ¿quieres? Es el primo de mi esposa y eso haría que
Pascua sea una condenada pesadilla.

27
J. R. WARD EL PECADOR

Por una fracción de segundo, el cuerpo de Syn no


escuchó la orden de liberación, ni lo que emitió el humano. Su
propio cerebro estaba dando la orden, pero sus manos se
negaban a soltarlo. Ah, pero podría matar a otro. Este no era
el final. Tan solo el comienzo.

Como un tigre distraído de un cadáver por la aparición


de carne más fresca, sus dedos se retrajeron, las garras
llamadas a casa y dio un paso atrás. El hombre comenzó a
toser en serio, desplomándose hacia adelante como si tuviera
la intención de barrer el porche con la cara.

—Ven aquí —dijo el hombre mayor—. Mejor que nadie te


vea.

Syn casi se dobla por la mitad para pasar por la puerta.


El angosto pasillo rozó los músculos de sus hombros y la
saciada tripa del hombre mayor. Al otro lado de la delgada
pared, escuchó a hombres hablando y gritando sobre cartas y
olió el humo del tabaco, la hierba y los cigarrillos. El alcohol.
La colonia.

Al final del pasillo, había otra puerta, y al otro lado de la


endeble entrada, había una oficina estrecha. Un escritorio
lleno de papeles. Un cenicero tenía un cigarrillo humeante. Un
pequeño monitor en blanco y negro mostraba la imagen del
hombre con la revista sentado en su silla de plástico.

—Toma asiento —dijo el viejo indicando la dura silla en


el otro extremo del escritorio—. Esto no llevará mucho tiempo.

Syn notó la forma en que el panel del corredor se


cerraba, desapareciendo en la pared. Había otra puerta, una
con bisagras y mango convencionales, y él giró la espalda hacia
la esquina de al lado para poder visualizar al anciano, la salida
del pasadizo oculto y la entrada habitual de la oficina.

—Así que vienes altamente recomendado —gruñó el viejo


mientras dejaba caer su peso sobre las rodillas que,

28
J. R. WARD EL PECADOR

claramente, estaban sufriendo un desgaste prematuro—.


Normalmente manejo estas cosas yo mismo, pero no en este
caso.

Hubo una pausa. Y luego el humano sacó un portátil y


lo puso sobre los documentos. Al encenderlo, sus enturbiados
ojos brillaron hacia arriba. ⸺Esta mierda necesita ser sacada
de las calles.

El hombre giró la pantalla. La fotografía era en blanco y


negro. Granulada. Como si fuera una toma hecha con la
cámara de un teléfono de un artículo de periódico.

—Johnnie Pappalardo. Ha violado algunas reglas que no


se pueden violar.

Cuando Syn no reconoció la foto, el viejo frunció el ceño.


—¿Tenemos un problema?

Su mano carnosa se sumergió debajo del escritorio, y


Syn se movió más rápido de lo que un humano podía rastrear.
Sin cambiar la posición de sus ojos, palmeó un par de Glocks
idénticas con silenciador; con una apuntó al viejo y con la otra
a la puerta detrás de él.

Justo cuando una especie de guardaespaldas se


abalanzaba dentro de la oficina.

Cuando el humano se congeló, Syn dijo en voz baja. ⸺No


vuelvas a hacer eso. No tenemos ningún problema, tú y yo.
Déjalo ahí.

El viejo se puso de pie y se inclinó sobre el escritorio. —


Hijo, no eres de por aquí, ¿verdad? ¿Tu amigo no te dijo quién
era yo…?

Syn apretó los gatillos de ambas armas. Las balas


aterrizaron en las paredes al costado de ambas cabezas,
haciendo que los dos hombres saltaran.

29
J. R. WARD EL PECADOR

—Solo me importa el trabajo —dijo—. No hagas que me


inquiete por ti.

Hubo un tenso período de silencio. Entonces el viejo se


recostó en su silla con un bufido.

—Déjanos. —Cuando el guardaespaldas no se movió, el


anciano espetó—. Jesús, Junior, ¿estás sordo?

—Junior. —Él miró a Syn y Syn le echó una ojeada. El


mismo color que el viejo. Misma estructura facial. La misma
forma de entrecerrar los ojos. Lo único que los diferenciaba
eran veinticinco años y treinta y cuatro kilos.

—Cierra la puerta detrás de ti, Junior —gruñó Syn—. Te


ofreceré algo del porcentaje cuando vuelva a apretar el gatillo.

Junior lanzó una última mirada hacia su padre y luego


se retiró.

El viejo se echó a reír. —No tienes miedo ¿verdad?


⸺Cuando fue a meter la mano en su chaqueta de punto, dijo
secamente— ¿Quieres bajar esas armas?

Cuando Syn no respondió, el viejo sacudió la cabeza


con una sonrisa. —Vosotros chicos jóvenes. Demasiado gas en
el tanque. Si quieres que te paguen, voy a tener que sacar tu
dinero de mi bolsillo…

—No quiero tu dinero. Solo el trabajo.

El viejo entrecerró los ojos otra vez. —Qué demonios.

Syn retrocedió hacia la puerta oculta. Cuando el panel


oculto se deslizó solo hacia atrás, el viejo retrocedió, pero se
recuperó rápidamente, sin duda asumiendo que no se había
cerrado bien.

—¿No quieres el dinero? —Dijo— ¿Quién demonios hace


un trabajo sin cobrar?

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J. R. WARD EL PECADOR

Syn inclinó el mentón y miró por debajo de sus


párpados. Cuando sus ojos brillaron con toda la amenaza de
su tahlman, el anciano se sentó abruptamente en su silla,
como si no le gustara estar en un espacio cerrado con el arma
que había tratado de comprar y que estaba utilizando.

—Alguien a quien le gusta matar —dijo Syn con un


malicioso gruñido.

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J. R. WARD EL PECADOR

M ientras Butch O'Neal se encontraba dentro del


edificio de mantenimiento de un centro comercial abandonado,
miró el miedo vano y gélido de la mujer y tuvo un extraño
pensamiento perverso. Por alguna razón, recordó que su
nombre de pila era Brian. Por qué esto era relevante de alguna
manera era desconocido, y atribuyó el impulso mental al hecho
de que ella le recordaba a su primo hermano por parte de su
madre. Sin embargo, esa conexión no era particularmente
significativa, porque en el barrio irlandés, donde había nacido
y crecido en Boston, solo había unas mil mujeres pelirrojas.

Bueno, y luego estaba el hecho de que no había visto a


ningún miembro de su familia, política o carnal ¿por cuánto?
¿Durante más de tres años? Había perdido la cuenta, aunque
no porque no le importara.

En realidad, eso era una mentira. A él no le importaba.

Además, el hecho de que esta mujer pareciera ser una


mestiza a punto de pasar por el cambio, probablemente era
más importante. No era exactamente su experiencia, pero lo
suficientemente cerca.

32
J. R. WARD EL PECADOR

Había estado donde ella estaba actualmente.

—¿Estoy oliendo esto bien? —Miró a su compañero de


cuarto. Su mejor amigo. Su verdadero hermano, en
comparación con los biológicos que había dejado en el mundo
humano— ¿O estoy chalado?

—Nah. —Vishous, hijo del Bloodletter, hijo de la bendita


Virgen Escriba, exhaló una nube de humo turco, sus ásperas
facciones y perilla se oscurecieron brevemente por la bruma—
. No estás tocado, poli. Y estoy poniéndome realmente enfermo
y cansado de rastrear a esta mujer, ¿verdad? Así que levanta
el culo10.

—Para ser justos, te enfermas y te cansas si tienes que


hacer la mayoría de las cosas una sola vez.

—No seas un hater11 —V hizo señas hacia la mujer ⸺A...


adiós.

—Espera, se le cayó el teléfono.

Butch fue más lejos en el área de inducción y cerró la


boca de golpe. Lessers de mierda. Prefería tener calcetines
sudados en la nariz. Afortunadamente, el teléfono había caído
boca arriba en el lío aceitoso, y sacó un pañuelo y lo limpió lo
mejor que pudo. Colocando el móvil en el bolsillo de la mujer,
dio un paso atrás.

—Estoy seguro de que la volveré a ver —dijo V


secamente.

Mientras salía bajo la lluvia, Butch la observó cruzar el


asfalto y desaparecer por las escaleras de cemento.
⸺¿Entonces ella es la que has estado monitoreando?

10
En el original es shit or get off the pot, que es una frase hecha para meterle prisa a alguien.
11
Hater: Son personas que muestran sistemáticamente actitudes negativas u hostiles ante cualquier
asunto.
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J. R. WARD EL PECADOR

—Ella simplemente no nos dejará jodidamente


tranquilos.

—La que tiene el sitio web sobre vampiros.

—Maldito Stoker12. Muy original. Recuérdame que le


pregunte cuándo necesite ayuda con juegos de palabras.

Butch miró a su compañero de cuarto. —Se está


buscando así misma. No puedes detener ese tipo de cosas.

—Bueno, tengo mejor mierda que hacer que controlar


sus hormonas, como si estuviera esperando a que un maldito
huevo hierva.

—Tienes tanto talento con los idiomas.

—Diecisiete, ahora que he agregado 'vampiro


conspirador'. —V dejó caer su mano y aplastó su liado a mano
contra su shitkicker—. Deberías leer algo de la basura que
publican. Hay toda una comunidad de chiflados.

Butch levantó su dedo índice. —Disculpe, Profesor


Xavier13, dado que realmente existimos, ¿cómo puedes
llamarlos locos? Y si ella es una chiflada, ¿cómo encontró este
sitio de inducción al mismo tiempo que nosotros?

—¿Te importa si limpio este desastre del Omega? ¿O


simplemente quieres quedarte aquí discutiendo lo obvio,
mientras nuestras fosas nasales se derriten y la lluvia se
hunde en toda la cachemira14 que llevas puesta?

Murmurando por lo bajo, Butch acarició los hombros de


su Tom Ford15. —Es tan injusto que conozcas mis debilidades.

12
Hace referencia a Bram Stoker, un novelista y escritor irlandés, conocido por su novela Drácula.
13
Xavier: Hace referencia al famoso personaje llamado Charles Xavier, perteneciente al universo de
Marvel.
14
Ca he i o asi i ’ es u a de las la as de a a ás es asas e t añas del u do , a su ez, u a de
las más valoradas.
15
Tom Ford: Costosa y famosa marca de ropa, perteneciente al diseñador de modas y director de cine
34
estadounidense, Thomas Carlyle Ford.
J. R. WARD EL PECADOR

—Podrías haber usado cuero.

—El estilo es importante.

—Y podría haber manejado esto solo. Sabes que vengo


con mi propia marca especial de respaldo.

V se llevó el guante forrado de cuero a la boca y


enganchó la punta del dedo medio con sus afilados dientes
blancos. Al quitar el escudo protector de lo que había debajo,
reveló una mano brillante que estaba marcada en ambos lados
con advertencias tatuadas en el Idioma Antiguo.

Tragándose una maldición, observó cómo el interior del


edificio de almacenamiento se iluminaba como si fuese
mediodía, la sangre en el suelo negra, la sangre en los seis
cubos roja. Mientras Butch caminaba, sus pasos dejaron
marcas en la maloliente y aceitosa sustancia, los cuales se
secaron rápidamente. Aquello que cubría en concreto fue
consumido por las huellas, reclamando el dominio.

Poniéndose en cuclillas, Butch arrastró sus dedos a


través de la mierda y luego frotó la sustancia viscosa. —No.

Los gélidos ojos de V se movieron. —¿Qué?

—Esto está mal. —Butch sacudió su pañuelo para


limpiarlo—. Es demasiado fino. No es como solía ser.

—Tú crees… —V, que nunca perdía la noción de un


pensamiento, perdió la noción de su reflexión— ¿Está
sucediendo? ¿Tú crees?

Butch se enderezó y se acercó a uno de los cubos. Un


balde de Drywall16. Todavía tenía la marca en él. Dentro, la
sangre que había sido drenada de las venas de un humano era
una sopa congelada. Y por una vez, tenía algo de carne.

16
Drywall: es un material de construcción utilizado para la ejecución de tabiques interiores y
revestimientos de techos y paredes.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Creo que el corazón está aquí —dijo.

—Imposible.

Durante siglos, los miembros de la Sociedad Lessening


siempre se habían llevado ese órgano en particular a casa en
un frasco. Curiosamente, si perdían su corazón después de
que su nuevo maestro lo retirara, se metían en problemas con
el Omega, razón por la cual, después de una muerte, la
Hermandad tenía la tradición de reclamar esos frascos siempre
que podían.

Los asesinos podrían perder su humanidad. Su alma. Su


libre albedrío. Pero no ese músculo cardíaco que ya no
necesitaban para existir.

—No, es el corazón —dijo Butch, mientras se dirigía al


siguiente cubo—. Este también lo tiene.

—Supongo que el Omega se está volviendo descuidado.


O estará reventado.

Cuando Butch se volvió hacia su compañero de cuarto,


no le gustó la expresión en la cara del hermano. —No me mires
así.

—Cómo.

—Como si yo fuera la solución para todo.

Hubo un largo momento. —Pero lo eres, poli. Y tú lo


sabes.

Butch se acercó y se paró frente a frente con el macho.


—¿Qué pasa si nos equivocamos?

—La Profecía no es nuestra. Es propiedad de la historia.


Como se predijo, así será. Primero como el futuro, luego como
el presente cuando se acerca el momento. Y después de eso,

36
J. R. WARD EL PECADOR

con el registro, será el pasado sagrado, la salvación de la


especie, el fin de la guerra.

Butch pensó en sus sueños, los que lo habían estado


despertando durante el día. De los que se negó a hablar con su
Marissa. —¿Qué pasa si no creo en nada de eso?

Si no puedo creerlo, se corrigió.

—Asumes que el destino requiere tu permiso para


existir.

La inquietud corría por sus venas como ratas en una


alcantarilla, encontrando todo tipo de caminos familiares. Y
mientras tanto, tan libremente como vagaba la ansiedad, el
quedó atrapado. —¿Qué pasa si no soy suficiente?

—Lo eres. Tienes que serlo.

—No puedo hacer nada de esto sin ti.

Ojos familiares, diamantinos con bordes azul marino,


suavizados, lo que demostraba que incluso la sustancia más
dura en la tierra podía ceder si así lo quería. —Me tienes para
siempre. Y si lo requieres, puedes confiar en mí, durante el
tiempo que lo necesites.

—No pedí esto.

—Nunca lo hacemos —dijo V bruscamente—. Y no


importaría incluso si lo hiciéramos.

El hermano sacudió la cabeza, como si recordara


fragmentos de su propia vida, rutas tomadas por la fuerza o la
coerción, dubitativos regalos presionados en sus manos
involuntarias, mantos arrojados sobre sus hombros, cargados
con las manipulaciones y los deseos de los demás. Dado que
Butch conocía el pasado de su compañero de cuarto tan bien
como el suyo, se preguntó sobre la naturaleza de la llamada
‘teoría del destino’ de la cual, Vishous hablaba.

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J. R. WARD EL PECADOR

Quizás la construcción intelectual del azar y del destino,


era solo una forma de enmarcar todas las cosas de mierda que
le pasaban a la gente. Tal vez toda la proverbial mala suerte
que llovía sobre las cabezas de personas esencialmente
buenas, todo sobre la Ley de Murphy, en realidad no era suerte
en lo absoluto, solo la naturaleza impersonal del caos
poniéndose en marcha. Tal vez toda la desilusión, las heridas,
la pérdida, la locura, las astillas del alma y el corazón que, eran
inevitables durante la permanencia de cualquier mortal sobre
las cenizas y el polvo al que estaban condenados a regresar, no
eran predestinados, ni personales en lo más mínimo.

Tal vez no había sentido para el universo, nada después


de la muerte, y nadie conducía el autobús metafórico desde
arriba.

Butch pasó a través del cachemir húmedo para poder


agarrar la pesada cruz de oro que colgaba de su cuello. Su fe
católica le decía lo contrario, pero qué coño sabía él.

Y en una noche como esta, no estaba seguro de qué era


peor. La idea de que él era el responsable de terminar la guerra.

O la posibilidad de que no lo fuese.

Poniendo su mano sobre el hombro de V, Butch bajó el


brazo fuertemente musculoso hasta que apretó la gruesa
muñeca sobre la brillante maldición. Luego se colocó junto a
su hermano y levantó esa palma mortal. El cuero de la manga
de la chaqueta de V crujió.

—Tiempo para la limpieza —dijo Butch con voz ronca.

—Sí —V estuvo de acuerdo—. Lo es.

Mientras Butch levantaba el brazo, la energía desatada


de la palma en un gran estallido de luz que lo cegaba con su
iluminación, sintió como le picaban los ojos, aunque se negaba
a apartar la mirada de aquel poder. Esa terrible gracia, el

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J. R. WARD EL PECADOR

misterio del origen del universo que, estaba inexplicablemente


alojado dentro de la carne, por lo demás irrelevante, de su
mejor amigo.

Bajo el ataque, todos los rastros del infame trabajo del


Omega desaparecieron; la estructura del edificio de
mantenimiento, sus paredes, suelo y las comparativamente
frágiles vigas del techo, permanecieron intactos por la temible
gloria que reclamó el humilde espacio. El cual fue
horriblemente utilizado por un vil propósito como siempre
ocurría.

¿Qué pasa si la profecía por sí misma no es suficiente?


pensó Butch para sus adentros.

Después de todo, los mortales no eran las únicas cosas


que tenían una vida temporal. La historia también decaía y se
perdía con el tiempo. Lecciones olvidadas… reglas
extraviadas… héroes muertos y desaparecidos…

Las profecías se descartaban cuando aparecía otro


futuro para reclamar al presente como su víctima, lo que
demostraba que lo que se había tomado como absoluto era, de
hecho, solo una verdad parcial.

Todos hablaban sobre el final de la guerra, pero ¿había


alguna vez existido un final para el mal? Incluso si tenía éxito,
incluso si él era, de hecho, el Dhestroyer, ¿entonces qué?
¿Dulzura y luz para siempre?

No, pensó con una convicción que hizo que su columna


vertebral hormigueara en advertencia. Habría otro.

Y sería lo mismo que lo que había sido derrotado.

Solo que peor.

39
J. R. WARD EL PECADOR

L a mujer; le gustaba llamarse así misma de esa


manera, pues realmente necesitaba dejar de lado su verdadera
identidad; se paró en medio de la multitud de cuerpos, los
olores de quienes la rodeaban eran una mezcla tentadora del
sudor, la sangre y la mortalidad de la humanidad. La música
los unía a todos a través de sus oídos, el ritmo los unía uno a
uno en una guirnalda de orgasmos auditivos, los cuales
rodeaban la pista de baile; los eslabones se balanceaban
cuando las caderas giraban, las espaldas se arqueaban y los
brazos oscilaban en un movimiento lento y sensual.

Estaba inmóvil e impasible mientras sorbía la alquimia


de frutas y alcohol a través de una pajilla de metal, sin
saborear la dulzura, sin sentir el zumbido.

Cerrando los ojos, anheló encontrar el metrónomo de la


música, la penetración del bajo, el cosquilleo de los agudos.
Quería un cuerpo contra el suyo, manos que descendieran por
su cintura hasta las caderas, dedos que se aferraran a su
trasero, una polla presionando contra su falda ceñida. Ella
quería una boca en el hueco de su garganta. Una lengua para

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J. R. WARD EL PECADOR

lamerla entre sus piernas. Quería a la bestia con dos


espaldas17, el sucio descenso, el violento martilleo…

Ella lo quería…

Una vez más, la mujer inconscientemente era incapaz de


darse por vencida. Pero cuando se agachó y dejó su bebida a
medio terminar en el suelo, se dio cuenta de que se estaba
yendo. De nuevo. Con gracia, ella avanzó, girándose hacia un
lado y otro y luego otra vez mientras navegaba entre los
hombres y las mujeres que respiraban, conspiraban, vivían,
morían, elegían y renegaban. Ella los envidiaba. El caos de su
libre albedrío, todas esas consecuencias que los encontrarían
buenos y malos, todos los goles ilusorios que nunca se
marcarían, todos los horizontes distantes que estarían al
frente, preciosos para los que nunca… capturaron la
naturaleza de sus puestas de sol.

Por mucho que supiera sobre la condenación, y era


mucho, resultó que una tierra de abundancia no deseada era
un nuevo tipo de infierno, y tenía la sensación de que el
malestar de bajo nivel que padecía tenía que ver con la
accesibilidad. Si todo estaba al alcance de la mano nada
importaba, ya que lo que se podía obtener, era un atracón de
comida que ya había sido satisfecho. El apetito se apagaba
creando una sensación abotargada y enfermiza, la cual no le
permitía volver a comer.

Mientras la mujer pasaba entre todos los hombros y


torsos, muchos ojos la miraban, un doble-vistazo o, nunca
apartaban la mirada, en primer lugar. Los párpados se abrían
de par en par y las mandíbulas bajaban muy ligeramente, el
impacto de su presencia arrojándose sobre la línea de espera
de tantos sentidos químicamente alterados, abriéndose paso
en esos cerebros antes que cualquier otra clase de reacción.

17
Bestia de dos Espaldas: referencia a una metáfora de las relaciones sexuales, término registrado por
Shakespeare.

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J. R. WARD EL PECADOR

Cuando regresó por primera vez aquí, a Caldwell, los


miró a todos, no solo a los que estaban en este club, sino a los
que caminaban por las aceras de la ciudad, los que quedaban
atrapados en sus automóviles durante los atascos de tráfico, y
los que se hallaban dentro y fuera de tiendas, oficinas y
hogares. Con ferviente expectativa, había buscado una
respuesta dentro de sí misma a cualquiera de las tácitas
invitaciones, un sí, un impulso de armonización para
completar el acorde, un ladrillo para agregar a una pared
colectiva, un centavo para hacer el dólar entero.

Uno que no había llegado.

Últimamente, se quedaba fuera un tiempo más corto


cada noche. Y ahora, ella no se aventuraba en absoluto
durante el día.

La salida trasera del club estaba pintada con una


advertencia en letras rojas de que solo debía ser usada En Caso
De Emergencia. La mujer empujó la barra y salió. Cuando la
alarma comenzó a sonar, se alejó por el callejón, levantando la
cara hacia la lluvia de primavera que cayó desde las nubes de
tormenta.

¿Hace frío? ella se preguntó. Tenía que hacer frío


después de estar en ese horno de calor corporal.

Sus tacones de aguja golpeaban sobre el pavimento


sucio, daban puntapiés a los charcos y, en ocasiones, no
lograban encontrar un adecuado amortiguamiento en el
terreno irregular. Y cuando bajó la cabeza, el viento le echó el
pelo hacia atrás, como si la noche quisiera verla
correctamente, considerar su tristeza como una amiga amable,
con pena y preocupación.

El amortiguado bullicio del club se desvaneció tras su


estela, reemplazado por conversaciones más suaves creadas
por la lluvia que goteaba de las escaleras de incendios, los
alféizares y el guardabarros de los automóviles abandonados.

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J. R. WARD EL PECADOR

Un gato callejero aulló y no recibió respuesta por sus guturales


esfuerzos. Un coche de policía pasó a toda velocidad, en busca
de un delincuente o tal vez, apurado por salvar a alguien.

La mujer caminaba sin destino. No obstante, una


especie de amarre vacío la encontró cuando sintió que alguien
la seguía. Mirando por encima del hombro, pensó que podría
haberse equivocado. Pero entonces… sí. Allí estaba. Una figura
con piernas largas y hombros anchos, el hombre saliendo de
las sombras hacia el desinteresado halo de iluminación de la
ciudad, el cual emitía un brillo naranja

La mujer no alteró su ritmo, pero no porque desease ser


atrapada.

Sin embargo, la captura pronto ocurrió. El hombre cerró


la distancia para acercarse a ella; la erección en sus
pantalones y la testosterona surgiendo a través de sus venas,
haciendo que, en su mente, algún tipo de encuentro entre sus
cuerpos fuese el resultado final.

Se detuvo y volvió a mirar hacia la tormenta. La lluvia


cayó sutilmente sobre sus mejillas y frente, una invitada
dubitativa que no quería molestar demasiado a su anfitrión.

—¿Dónde habías estado, nena? —dijo el hombre.

Enderezando la cabeza, lanzó una mirada en su


dirección.

Tenía una cara casi atractiva. Algo sobre la distancia un


poco demasiado corta entre esos ojos oscuros y la
insignificancia de sus labios demasiado delgados, le robaba la
verdadera belleza. Y tal vez lo último era porqué se había hecho
ese tatuaje en el cuello, y el pelo negro graso echado hacia
atrás. Quería ocultar la desagradable, sucia e ignorante
apariencia de sus rasgos. Lo que probablemente explicaba la
forma en que hundió ese porro, directo entre sus dientes
desiguales, como si fuera una prolongación de su excitación

43
J. R. WARD EL PECADOR

—Ahora, ¿por qué tienes que ser así? —Apartó el pitillo.


Escupió en el suelo mojado. Puso la cosa de vuelta—. Tú tienes
un problema.

Tampoco era una pregunta, por lo que ella no respondió


lo que él no estaba preguntando. Ella solo miró sus codiciosos
y brillantes ojos negros, sintiendo los latidos de su corazón,
incluso si era algo que él no notaba.

Inhalando la hierba, sopló el humo directamente en su


cara. Y cuando ella tosió un poco, él barrió su cuerpo hacia
abajo con la mirada, como si fuese un objeto que debía ser
sacado de un estante. Como si tuviera algún derecho sobre
ella, pero estuviera esperando a que luchara contra él. Como
si tuviera la intención de lastimarla y estuviera esperando por
el dolor que le iba a causar.

—Te estoy dando una oportunidad —le dijo en voz baja—


. Vete. Ahora.

—No, no lo creo. —Apartó el porro, la punta encendida


parpadeó de color naranja mientras terminaba en una
corriente de “ida-y-vuelta”, la cual fluía solo Dios sabía
dónde—. Soy un buen chico. Te voy a gustar…

Ella sabía exactamente cuándo se iba a mover y en qué


dirección. Él fue tras su largo cabello castaño, agarrándolo
como una cuerda y tirando de ella, algo que hizo fácilmente
dada la altura de sus tacones. Cuando su espalda se retorció,
y uno de sus tobillos se dobló, se sintió ofendida por la manera
poco elegante en que se cayó.

Y eso fue todo por culpa de él.

Dada la sencilla forma en que la atrapó, con un brazo


fuerte alrededor de sus senos y un cuchillo contra su garganta,
ella tuvo la sensación de que él había perfeccionado esto en
muchos intentos y éxitos. Sus mejores ensayos y

44
J. R. WARD EL PECADOR

entrenamiento le permitieron arrastrarla lejos de la poca luz


que había en la densa oscuridad de los extremos del callejón.

Tirando de ella contra su cuerpo, él dijo: —Si gritas, te


rajo. Me das lo que quiero, te dejo ir. Asiente, perra.

Ella sacudió su cabeza. —Tú realmente quieres


liberarme…

El cuchillo arañó el lado de su garganta, cortándola.


⸺‘Asiente, perra’…

Devina tomó el control de la situación congelando al


humano donde estaba parado, con ese brazo suyo alrededor de
ella, el cuchillo contra su yugular y todo ese peso inclinado
hacia atrás sobre su coxis. Luego ella desapareció de su agarre,
y reapareció frente a él. Sin su cuerpo donde había estado,
parecía que él estaba bailando consigo mismo. O a punto de
cortarse la garganta.

Recogiendo su cabello, que había sido despeinado por el


brusco trato, la mujer alisó la hermosa extensión de su oscura
cabellera como si estuviera calmando a un caballo asustadizo.
Después colocó los rizos sobre uno de sus hombros, donde
rápidamente se contentaron con descansar en un raudal de
absoluta belleza. Con una mano firme, acercó los dedos a la
herida que él había hecho y recogió la sangre que brotó desde
donde la hoja se había incrustado en su cuello. Mirando hacia
abajo, observó el brillo rojo con tristeza.

Solo una ilusión. Parte de la "ropa" con la que cubría su


verdadera esencia cuando quería ocultarse. Ella deseaba que
fuera real…

Un gemido estrangulado atrajo sus ojos de vuelta. El


hombre estaba teniendo muchos problemas para comprender
el giro repentino que estaban tomando las cosas, con la boca
abierta, la conmoción y la consternación en su rostro,

45
J. R. WARD EL PECADOR

haciéndolo parecer un adolescente que había perdido su


bravuconería en la oficina del director.

—Te lo dije —dijo en voz baja—. Deberías haberme


dejado en paz.

Inclinándose hacia adelante, ella marcó sus labios laxos


con su sangre, dándole un agradable toque de lápiz labial para
que combinara con esos ojos pequeños y esa pequeña boca
inquieta.

—¿Q… qué… qué?

Ella lo abofeteó con la mano abierta, lo suficientemente


fuerte como para aturdirlo. Y luego lo abofeteó de nuevo,
derramando su propia sangre mientras se mordía el interior de
la mejilla.

Poniendo su cara frente la de él, susurró —Voy a hacerte


pagar por todas las cosas que has tomado que no eran tuyas.

Luego lo besó, poniendo su boca contra la suya,


succionando su labio inferior entre sus dientes, en ese punto,
ella lo mordió y tiró hacia atrás, arrancándole un trozo.
Cuando él comenzó a gritar, ella escupió la carne en su mano
y luego le frotó el trozo en la cara, manchándolo con su propia
sangre.

—¿No te gusta esto? —Gruñó mientras él intentaba


apartarse de su labio inferior— ¿No te gusta que te obliguen a
besar cuando tú no lo quieres?

Después de que ella le arrojó el trozo de su boca, sacudió


la mano y lo envió volando de regreso por el aire, estrellándolo
contra los ladrillos húmedos y manchados del hollín del
edificio contra el que tenía la intención de violarla.
Extendiendo sus brazos y piernas por la fuerza de su voluntad,
él le recordó a un pavo a punto de ser atado para el Día de
Acción de Gracias.

46
J. R. WARD EL PECADOR

Incluso mientras su sangre fluía por esos tatuajes “me-


hacen-lucir-rudo” sobre el cuello, goteando de su boca que, por
cortesía de su remodelación, ahora era lo suficientemente
grande para su rostro, él estaba demasiado sorprendido para
gritar. Pero lo superó cuando ella sacó la palma de su mano y
envió la energía directamente a su interior.

Para entonces, seguro como la mierda que empezó a


hacer un escándalo, el grito agudo de un animal empalado.

Pero ella no lo estaba apuñalando. Como fuese, ese


sonido era molesto.

Con su palma opuesta, ella le lanzó un hechizo; una


burbuja transparente se formó alrededor de su cabeza y
contuvo el grito, evitando a sus oídos el inevitable cacareo que
persistiría mucho después de que él ya no lo hiciera.

Devina rajó hacia abajo su piel, dividiéndola desde el


centro hasta arrancarla. Debajo, todo se desprendió del
músculo y los huesos, su carne cayó de él como lo hacía su
ropa ahora inútil, en dos montones a cada lado de sus pies.

Extendido, reluciente bajo la lluvia, el hombre todavía


respiraba y ahora había muy poca sangre, solo líquido linfático
que manaba de los tendones de los dedos de los pies. Sin
embargo, las cosas se retorcían, principalmente las manos y
los pies, pero también los músculos pectorales. Y luego perdió
el control de sus intestinos.

La incontinencia era tan indecorosa.

Disgustada, volvió a llamar a la burbuja de vuelta a la


palma de su mano y lo dejó derrumbarse en un montón de
articulaciones desmembradas. Mientras se alejaba, imitó a
LeBron18 durante el hechizo silenciador, eludiendo el cuerpo al
pasar a su lado. El golpeteo en el pavimento del callejón
resonando, un latido de su propia creación en la cual no tenía
18
Referencia a LeBron James famoso jugador de baloncesto de Los Angeles Lakers.

47
J. R. WARD EL PECADOR

mayor interés que por los otros, conducidos a través de los


altavoces del club.

Cuando llegó al punto muerto del callejón, algunas


calles al norte, escuchó una conmoción en el lugar donde había
estado, e imaginó que alguien había encontrado al humano.
Efectivamente, las sirenas comenzaron a sonar a todo
volumen.

Aunque, al anochecer, Caldwell engendraba esos


sonidos como si fuesen un hechizo replicador fuera de control,
entonces tal vez fuese otro tipo de emergencia.

La mujer dejó de regatear, capturó la burbuja y la colocó


apoyada sobre la punta de sus dedos.

La lluvia caía aún más tentativamente, como si no


pudiera decidir si prefería un aspecto brumoso ¿o no? ¿O tal
vez ella la había asustado? Sin embargo, cuando las gotas
infinitamente pequeñas golpearon la burbuja y se deslizaron,
tejieron un arco iris de colores a su paso y la hicieron pensar
en las cubiertas interiores de libros antiguos con sus remolinos
de filigranas. También, consideró cuánto tiempo había estado
en la tierra después de su cautiverio relativamente reciente, un
problema que había resuelto con una pequeña cantidad de
ingenio. Sin embargo, ella estaba preocupada. Cuando escapó
por primera vez del ‘Pozo de las Almas’ gracias a una ingeniosa
seducción, esperaba que el padre de todo, el Creador, la
castigara y la devolviera a las profundidades, condenándola
con una sentencia de aislamiento aún mayor.

Pero cuanto más tiempo se le permitía deambular por


las calles de la ciudad, más se transformaba el invierno en
primavera y ella se daba cuenta de que podía confiar en su
libertad. No obstante, cuanto más tiempo estaba allí, y cuanto
más confiaba en su libertad, más se percataba de que, aparte
de vagar de modo autónomo, todavía estaba atrapada. Aún

48
J. R. WARD EL PECADOR

encarcelada. Aún cargada de cadenas, aunque no podía verlas


mejor de lo que podía visualizar las barras que la encerraban.

Rodeada de amantes potenciales y un sinfín de


posibilidades de consumo en todos los niveles, lloró la pérdida
de su verdadero amor y lamentó la separación sin precedentes
que marcó el final de su relación. Jim Heron, el ángel caído,
estaba en el cielo ahora, separado de ella por siempre y,
ciertamente, no solo por siempre. Estaba con esa niña pequeña
e insignificante, Sissy, a quien estúpidamente le importaba
una mierda, y su eternidad con esa patética melosa hacía que
Devina quisiera destruir la tierra misma. Y luego continuar con
en el resto de la galaxia.

Entonces estaba entendiendo por qué al Creador no le


importaba que ella estuviera fuera una vez más.

Era porque su padre sabía que ella no tenía libre


albedrío real, porque su amor no correspondido era un
calabozo dentro del cual ella tendría que acostumbrarse.

Una familiar oleada de dolor le hizo difícil el respirar, y


lo que nubló su visión ahora ya no era la lluvia.

Mientras la desesperación por liberarse de su


sufrimiento crecía, lanzó la burbuja a la cima del callejón. Al
impactar con los ladrillos resbaladizos, la translúcida
restricción se rompió, haciéndose añicos como el cristal,
liberando el sonido excesivamente angustioso que su negra
alma había estado haciendo desde que el ángel que amaba la
había abandonado por otra…

Sin amor, incluso el mal era infeliz.

Era extraño exigir lo que ella misma existía para


destruir, y llorar su pérdida como si fuese una mortal y, la
mano fría y ladrona de la muerte, hubiese arrancado una
preciada e insustituible manzana del árbol genealógico de uno.

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J. R. WARD EL PECADOR

Esta jodida mierda.

50
J. R. WARD EL PECADOR

P ara un vampiro, la luz del sol era lo que temías,


nunca la noche.

La oscuridad era libertad, las sombras eran seguras, las nubes


sobre el rostro alto y brillante de la luna eran un golpe de
suerte. La llegada del amanecer, por el contrario, hacía que la
carne se arrastrara con advertencia, y cuanto más brillaba el
durazno hacia el este, más profundo era el terror en el pecho.
No importa cómo, esos rayos de oro eran una guadaña que
siempre estaba afilada, una llama que nunca se apagaba, una
piscina en la que solo se ahogaba, nunca se era rescatado.

Syn estaba de pie sobre grandes escalones de piedra, de


espaldas a la mansión de la Hermandad de la Daga Negra, la
humedad de la tormenta que se había desatado perduraba
inmóvil en el aire, como el aroma de una mujer que había
salido de una habitación. Delante de él, por debajo, había un
valle de pinos y arces, el primero esponjoso con ramas de hoja
perenne, el último tachonado de brotes tentativos que se
convertirían, con el tiempo y el clima más cálido, en hojas que
se desplegarían, flores nobles, aunque no lucieran pétalos o
perfume.

51
J. R. WARD EL PECADOR

Sin embargo, el desastre era inminente.

Allí. Detrás de las montañas. Un leve sonrojo, como si el


cielo frío y oscuro se avergonzara de la alegría con la que
saludaba al sol que se acercaba.

Si se quedaba aquí, si lanzaba sus ojos de vampiro sobre


la belleza mortal, todo habría terminado. Sufriría brevemente
con un infierno en su propia carne, pero después de eso, la
larga y crónica agonía que había sido su vida habría
terminado.

—¿Primo?

Syn giró alrededor. Su silueta en la gran entrada, con la


luz del vestíbulo enmarcando su cuerpo como si fuera un
santo, Balthazar, hijo de Hanst, era a la vez un fantasma y un
vampiro vivo que respiraba. Pero esa era la naturaleza de los
ladrones. ¿No? Nunca emitían ningún sonido y podían robar
cosas sin ser atrapados, porque nadie sabía que su mano
había estado en un bolsillo sin vigilancia hasta que era
demasiado tarde.

—Ya voy —murmuró Syn mientras se volvía hacia el


horizonte.

Sus ojos comenzaban a arder, y la piel sobre sus


hombros se estaba tensando, tan seguro como si ya estuviera
expuesto al calor que estaba por venir.

Mientras la pesada puerta se cerraba, agradeció que su


primo lo supiera y entendiera. Esta noche, su talhman estaba
cerca de la superficie, ese lado malo rondaba, exigiendo...

—Sabes, no te verás bien con un bronceado sangrante.

Syn saltó. —Pensé que habías vuelto a entrar.

—No, solo quieres que haga eso. —Balthazar encendió


un cigarrillo y exhaló mientras cerraba un anticuado

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J. R. WARD EL PECADOR

encendedor—. Y antes de que me digas que vas a volver a


entrar, solo quiero que sepas que no te creo.

—¿No tienes a alguien a quien robar?

—Nah —Balthazar hizo un gesto de desdén con su


mano—. He renunciado a todo eso.

Syn soltó una carcajada. —Sí. Bien.

—¿No crees que pueda pasar página?

—Naciste sin conciencia.

—Eso es un poco duro, ¿no te parece?

—Ni siquiera sabes cuándo estás mintiendo.

Balthazar levantó su cigarrillo. —Oh, pero estás tan


equivocado en eso. Y es porque soy un maestro mentiroso que
sé cuándo otras personas están mintiendo.

Mientras el macho miraba a Syn, Syn tenía la intención


de levantarlo y tirarlo de la puta montaña. —¿No hace calor
aquí para ti?

—Si estás bien, yo estoy bien.

—¿Nunca has querido pasar un momento a solas?

—Al menos no necesitaré encender mi próximo cigarrillo.


—El bastardo flexionó el pulgar—. Ya sabes, la tendinitis no es
broma.

Syn se volvió y miró a su primo. —Estás loco. ¿Te das


cuenta de eso?

—No soy el que se ofrece como voluntario para asar a la


parrilla.

—¿Cómo llamas exactamente a alguien que se queda


aquí solo porque estoy yo?

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J. R. WARD EL PECADOR

—Ah, pero eso no es voluntariado. —Balthazar


entrecerró los ojos—. Me estás obligando a suicidarme.

Syn aplaudió lentamente. —Buena actuación. Ahora


vuelve a la mierda antes de que te lastimes sin ninguna buena
razón.

Cuando Balthazar se quedó allí parado, fumando y


parpadeando rápidamente a pesar de estar de espaldas al
amanecer, Syn cruzó los brazos sobre el pecho.

—No voy a entrar...

—Bien, seremos antorchas juntos.

Alguien abrió la puerta y maldijo. —¿Qué demonios


estáis haciendo aquí?

Ambos giraron la cabeza. Zypher, el bastardo


escandalosamente bello, estaba sacando su lado formal, su
único ojo frunciendo el ceño con desaprobación. El otro, que
había perdido hacía unos dos meses en un apuñalamiento con
un lesser, era reemplazado actualmente por uno falso con un
escudo del Capitán América para el iris.

—Esto no es asunto tuyo —espetó Syn.

Balthazar hizo un gesto. —Sal de ahí. Le dije que no


entraría hasta que él lo hiciera.

Zypher alzó sus solapas de cuero y salió a los escalones,


a pesar de que su cara se sonrojó de inmediato y tuvo que
levantar un brazo como si alguien estuviera a punto de sacar
su ojo bueno con un atizador.

—Sabes, no he visto el sol desde antes de mi transición.

Syn resistió el impulso de estampar su shitkicker. ⸺¡Así


es como se supone que debe funcionar!

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J. R. WARD EL PECADOR

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —Zypher alzó la


palma de la mano—. Balz, ¿Me das uno de esos?

Balthazar le ofreció su paquete. —No fumas.

—Pero esto es lo que hacen frente a un pelotón de


fusilamiento. —Zypher le dio un codazo a Syn—. Tómalo.
Escuadrón de bomberos. Ja, ja, ja.

Syn miró hacia adelante y hacia atrás entre los dos


mientras Balthazar encendía el cigarrillo y Zypher…

Se ahogó y tosió como si alguien le hubiera dado una


máscara conectada a un tanque lleno de vapores de diésel.

—Ya sabes —dijo Balz mientras golpeaba la espalda del


tipo—, realmente no eres fumador.

—Cristo, ¿cómo haces esto? —Zypher tartamudeó al


poner la cosa bajo la suela de su bota. Cuando se enderezó,
retrocedió y siseó⸺. Caliente, oh, caliente…

—¡Oye! ¿Qué demonios están haciendo aquí? ¿Y por qué


no me invitaron a la fiesta?

Los tres se dieron la vuelta, lo cual fue algo agradable


cuando el calor dejó la cara de Syn, aunque ahora sentía que
en su espalda podía freír un huevo. Syphon, el otro de los
primos de Syn, había salido del vestíbulo, con una expresión
de confusión casi perceptible en su rostro. No es que pudieras
ver gran parte de su cara dado que tenía los dos brazos en alto
y se estaba inclinando hacia atrás como si alguien hubiera
quitado la tapa de un poco de plutonio frente a él.

—Vamos —dijo Balthazar—. Nos estamos matando


porque Syn no quiere entrar.

—Ah, vale. Lo haré.

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J. R. WARD EL PECADOR

Cuando el estúpido hijo de puta salió ciegamente de la


plataforma de la entrada y tropezó con las escaleras, Syn dejó
escapar una racha de maldiciones que era casi tan ardiente
como el brillante orbe de la muerte que REALMENTE NO
TENÍA QUE SER UN PROBLEMA PARA CUALQUIERA DE
ELLOS EXCEPTO PARA ÉL.

—¡Qué pasa con vosotros! —Se limpió la manga sobre su


ojos llorosos e irritados— ¡Volved a la casa!

Genial, ahora su nariz también goteaba, como si acabara


de absorber diecisiete trillones de unidades Scoville19 con un
cazador de sopletes.

—No lo entiendes —dijo Balthazar mientras estornudaba


y lloraba por el resplandor—. Hemos estado contigo durante
siglos.

—No dejamos atrás a un bastardo —dijo alguien.


¿Syphon?... Quien carajo sabía, su audición fallaba ahora.

Zypher parecía estar asintiendo. O de lo contrario iba a


sufrir una convulsión. —Si mueres, todos moriremos.

La voz que explotó fuera de la casa era el tipo de cosa


que hizo que James Earl Jones20 sonara como una soprano y
convirtió a Gordon Ramsay21 en un consejero de duelo.

—¡En la casa ahora!

Xcor, líder de la Banda de los Bastardos, no parpadeó al


sol. Tampoco se inclinó contra el calor de los rayos invasores
ni protegió su rostro de ninguna manera. Con los labios
leporino, muy musculoso y un semental vicioso de guerra, él,

19
La escala de Scoville mide la cantidad de capsaicina, que es la sustancia que produce el picor en los
alimentos.
20
Famoso actor norteamericano que, entre otras, fue la voz de Darth Vader y Mufasa en las películas.
21
Cocinero televisivo conocido por su mal carácter.
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J. R. WARD EL PECADOR

solo con su presencia, hizo tonto el truco que Syn estaba


haciendo.

Uno por uno, agacharon la cabeza y se cuadraron ante


el gran macho que abría la puerta del vestíbulo. El alivio fue
inmediato. Tan pronto como entraron en la mansión, ese
sistema de paneles impenetrables se cerró de golpe detrás de
ellos, el aumento infernal de la temperatura cedió, la columna
vertebral del golpe se rompió.

Xcor no le echó un vistazo a ninguno de ellos. O, al


menos, Syn no pensó que el macho lo hiciera. Difícil de saber,
dado que sus ojos aún estaban llorosos. No, eso no lo cubría.
Era más como si tuviera un par de rociadores de golf montados
en su cara.

Y para ese fin, no podía ver nada del esplendor en el que


había entrado. Ni las columnas de mármol, ni el suelo de
mosaico con su representación de un manzano en flor, ni la
balaustrada de hojas doradas que subía por las escaleras rojas
como la sangre o el mural de guerreros sobre sementales de
tres pisos de altura en el techo.

Ni las espaldas de los otros bastardos cuando


comenzaron a caminar hacia el comedor, donde la última
comida había sido servida para la comunidad.

—Hombre, tengo hambre —dijo Zypher casualmente,


como si no hubieran sido solo malvaviscos en palos. O a los
que les grito el jefe⸺. Sabes, creo que voy a ir por keto22.

—¿En contraposición a qué? —preguntó Syphon.

—Atkins23.

—¿Cuál es la diferencia?

22
Se refiere a la dieta llamada Cetogénica o Keto que es una dieta baja en hidratos de carbono y rica en
proteínas y grasas.
23
Médico creador de la dieta Cetogénica.
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J. R. WARD EL PECADOR

—En una comes carne y en la otra... comes carne.

—Guau, mira cómo tomas las decisiones difíciles.

—No me hagas sacar mi ojo y tirarlo.

Cuando todos se pusieron nerviososssssss, Syn atrapó


el brazo de Balz y tiró de él hacia atrás. Mirando al otro
bastardo a la cara, habló en voz baja.

—Para que lo sepas, me hubiera quedado allí afuera.


Hasta arder en llamas y nada más.

—Solo para que sepas... —Balthazar se inclinó y habló


aún más suavemente—. No, no lo hubieras hecho.

—Te equivocas.

Su primo sacudió la cabeza. —Te conozco mejor que tú.

—No me hagas un héroe. Solo te lastimarás.

—Oh, no te estoy haciendo un héroe. No hay que


preocuparse por eso. Pero no verías más la muerte de ninguno
de nosotros como tampoco te salvarías de un anillo de fuego.

—Eso no tiene sentido.

Balz sacudió la cabeza como si no fuera a perder el


tiempo con estúpidos y se fue. Syn quería ir tras él y forzar una
pelea, solo para liberar su energía acumulada. Pero Wrath no
permitiría eso en su casa, y, además, había jóvenes en la mesa
del comedor. No hay razón para acelerar su educación en las
artes oscuras de discutir con el linaje de uno.

Al darse la vuelta, Syn se dirigió hacia las grandes


escaleras que conducían al segundo piso. Mientras daba los
dos pasos en ese momento, no sabía por qué estaba corriendo.

Mierda. Sabía exactamente por qué.

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J. R. WARD EL PECADOR

¿Cuándo había querido sentarse a comer?

Su habitación estaba ubicada en el ala que él entendió


había sido abierta especialmente para la inclusión de la Banda
de Bastardos en la casa. Pensó que la hospitalidad estaba
desperdiciada. Durante siglos en el Viejo País, los bastardos
habían vivido sobre la marcha, acampando en casuchas y
escondites en los bosques, al abrigo del sol en un pabellón y
una comunión con sus armas, sus mantas, su agresión, su
comida y la sangre de sus enemigos, la prueba que los
sostenía.

Lo había hecho mucho mejor con eso, decidió mientras


abría la puerta de su habitación. A diferencia de estas
comodidades de un hogar que nunca sería suyo.

Al entrar, sus botas causaron fuertes impactos sobre el


suelo desnudo y no había muebles que se interpusieran en su
camino, ni una cama con dosel que se comiera la mitad de los
metros cuadrados, ninguna cómoda en la que guardar sus
camisetas sin mangas, ni un escritorio para la
correspondencia que nunca recibió y respondió, no había silla
para descansar sus huesos, incluso cuando estaba tan
cansado que le dolía hasta la médula.

En su baño, que había despojado de las toallas en forma


de nube que alguna vez habían descansado sobre varillas
doradas, quitándolas como pájaros de las perchas, se quitó la
ropa y las armas, cada una en la secuencia adecuada. Primero,
las armas, que alineó en el mostrador de mármol en una
pequeña y ordenada hilera de ira. Dos dagas de acero. Cuatro
pistolas, dos con silenciadores. Siete cargadores de munición
extra, porque había sacado una de sus respaldos jugando tiro
al blanco con un Lesser. Y luego un par de cuchillos de lanzar,
una cuerda de nylon, cinta adhesiva, un cincel y un martillo.

¿Esos últimos cuatro en la lista? Nadie más sabía de


ellos. Eran para él. Eran… privados.

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J. R. WARD EL PECADOR

Su ropa era lo siguiente. Primero la chaqueta de cuero,


que dobló sobre el borde de la bañera con patas. La camiseta
negra, que dobló y colocó junto a la chaqueta en el suelo de
mármol caliente. Las botas que alineó junto a la camisa, los
calcetines que dobló sobre la camisa, los pantalones de cuero
que dobló y cubrió con la chaqueta. Cuando estuvo
completamente desnudo, recogió la camisa y los calcetines y
los puso en la rampa de la lavandería. Le molestaba esto. En
el Viejo País, había usado su ropa hasta que se le había caído,
reemplazando los artículos solo cuando era necesario. Al
principio, esta conservación de los recursos había sido por
necesidad. Entonces había sido una cuestión de eficiencia, ya
que no quería perder el tiempo en lo intrascendente.

Ahora vivía aquí. Donde la gente no quería comer su


rosbif junto a alguien que olía a calle, a sudor, a lesser, sangre
y pólvora.

De la muerte, dada y recibida.

Esta delicada sensibilidad tuvo que ser explicada a él y


él se resintió del cumplimiento que se requería. Pero era lo que
era. Durante el curso de su vida, tuvo que ceder ante poderes
superiores de vez en cuando. Tanto si eran virtuosos... o no.

Volviendo a la exhibición de las únicas cosas que


importaban en su vida, independientemente de lo que Balz
pensara, se sintió atraído por la cuerda de nylon.

Y el cincel.

Y el martillo.

Su cuerpo se movió, llamado por sus herramientas


privadas. En la aproximación, vio diferentes versiones de ellas,
hojeando los recuerdos de los muchos bordes afilados y las
ayudas de confinamiento forzoso que había usado a lo largo de
los siglos como si fueran fotografías de personas cuya
compañía disfrutaba y de felices eventos que se habían

60
J. R. WARD EL PECADOR

compartido entre familiares y amigos... fiestas, festivales,


cumpleaños.

Sin una orden consciente de su mente, su mano se


extendió hacia el cincel, las yemas de sus dedos viajaron a
través del extremo afilado, el extremo comercial, el extremo que
había atravesado a través de muchos tejidos blandos y muchos
huesos duros. Dentro de él, su talhman rugió, la horrible
energía viajando desde el centro de su pecho directamente
bajando por su brazo, hasta la mano de su daga. Se produjo
un temblor, agitado, tembloroso.

Pero no por debilidad. De la fuerza negada.

Como se imaginaba usando el cincel, el martillo… su


sierra y su hacha… Las otras herramientas de su terrible
oficio... vio los cuerpos de sus víctimas tumbados en diferentes
tipos de suelos. Suelos de madera, acabados y sin terminar.
Mármol, piedra y baldosas de cerámica. Alfombras, tapetes,
linóleo. Y luego estaban las escenas exteriores. Los colchones
esponjosos de hojas mojadas. El brillo frío de los estanques
helados y la nieve. La firmeza del hormigón, otro conjunto de
manoplas para ser aprovechado. Entonces el océano produce
arena, las orillas rocosas de los ríos, y la avariciosa salpicadura
del agua del lago.

El aliento de Syn se aceleró y el sudor estalló en su


pecho, subiendo en una ola por su garganta hasta su cara.

En su mente, se imaginaba que las extremidades se


doblaban mal. Las bocas se abrían en gritos. Los intestinos que
brotaban de las incisiones que había hecho en vientres.

Masajeando la cara plana y de acero del cincel con su


dedo índice, calentó el frío metal con el calor de su cuerpo,
acariciando… acariciando.

Un tirón en su polla lo hizo mirar hacia abajo a su rígido


sexo con sorpresa.

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J. R. WARD EL PECADOR

No fue un tirón. Su erección había golpeado el asa del


cajón entre los lavabos.

Mirando a su extenso miembro, él consideraba la carne


como si fuera una gran diferencia. Y luego acarició la hoja del
cincel.

La sensación se tradujo inmediatamente en su


excitación, la cosa pateando. Queriendo más.

Levantando el cincel con su mano de negocios, lo


sostuvo frente a su cara. Tan limpio, tan preciso, sus
dimensiones declaradas por bordes afilados e implacables.

Abajo, en sus caderas, encontró su polla con la otra


palma. Cuando comenzó a bombear, miró la hoja. Más fuerte.
Más rápido. Más aguda. Más limpia. Hasta que no pudo decir
dónde terminaron sus pensamientos sobre el cincel y comenzó
el instinto sexual. Los dos se mezclaron, los zarcillos que
comenzaron a separarse se retorcieron rápidamente, formando
una cuerda que ataba dos cosas que nunca deberían haber
tenido nada que ver entre sí.

Sexo y muerte.

De repente, hubo una gran oleada dentro de él, un calor


creciente y una sensación de urgencia, y se abrió a la pasión
retorcida. Girando el cincel en su mano, observó cómo la luz
del techo jugaba en la hoja, parpadeando, parpadeando…
coqueteando, seduciendo. Como podría haber hecho con un
amante, sus ojos iban y venían del cincel a su polla, un
impulso encendido, intensificándose.

Su talhman pulsaba debajo de su piel, la necesidad de


matar a un segundo lado de él que tanto reprimía, y durante
el tiempo que pudo. Más fuerte. Más rápido. Aliento áspero, el
suyo. Golpeando el corazón, el suyo. Presión en sus venas, las
cuerdas de su cuello explotando, su cabeza cayendo hacia
atrás mientras sus párpados se cerraban. Pero no importaba

62
J. R. WARD EL PECADOR

que no pudiera ver el cincel. Tenía un rico bosque de imágenes


para recorrer en su mente, un paseo de placer sangriento y
tortuoso que era todo lo que no podía sentir abajo.

Construyendo… construyendo… construyendo…

Hasta…

Con un clic se dio cuenta del chasquido cuando su puño


iba y venía a lo largo de su eje. Y luego comenzó a sentir el
ardor de la fricción y no de una buena manera, de forma
abrasiva. Más allá de su caricia, sus bolas picaban cuando se
arrastraban cerca de su cuerpo, como si estuvieran tratando
de descargarse por completo si tuvieran que hacerlo.

La estimulación se convirtió en estrangulamiento, ya


que a lo que se había llamado hacia adelante se le negó la
salida. La acumulación se reprimió. La culminación se
convirtió en frustración.

La alquimia que había creado ahora se volvió contra él,


el abandono con el que había liberado el agarre de su cabeza
desapareció ahora, una mueca apretada enderezando cosas de
tal manera que se vio en el espejo.

Su reflejo era feo, los rasgos que eran duros cuando se


componían ahora atormentados por una negación repugnante
con la que estaba bien familiarizado. Y luego estaba el cincel,
justo al lado de su boca, como un amante que había estado
besando. Y su mano bombeando, la cabeza de su polla violeta
por el apretón y el roce seco.

Dolor ahora. Pero, al igual que el placer de pensar en


matar, el origen de la agonía estaba todo mezclado. ¿Era el
tirón de su polla? O algo mucho más profundo... volviendo
desde el interior de él.

El mismo origen de él.

63
J. R. WARD EL PECADOR

Rindiéndose, Syn arrojó el cincel, perturbando la


alineación ordenada de martillo, cuerda y cinta adhesiva. Con
un gruñido, cayó hacia adelante y agarró el borde de la
encimera. Su aliento jadeaba de arriba abajo por la garganta y
silbaba entre dientes, mientras el sudor le caía de la barbilla,
aterrizando en la parte superior de uno de sus pies descalzos.

No había nada peor que perseguir una liberación.

Nunca podrías atrapar.

64
J. R. WARD EL PECADOR

A la mañana siguiente, en la sala de redacción del


diario Caldwell Courier Journal, las rodillas de Jo se aflojaron
y su trasero golpeó la silla de su oficina. Cuando sus manos
comenzaron a temblar, hizo como si tuviera la intención de
poner las brillantes fotografías en su escritorio en lugar de
haberlas metido en el codicioso agarre de la gravedad. La pila
de imágenes cayó en abanico, se repitieron diferentes ángulos
de la horrible cara hasta que fue como si su visión
tartamudeara: los ojos abriéndose aterrorizados. Los rasgos
congelados en un grito. Los dientes expuestos como los de un
animal salvaje.

Ya no era nada humano.

—Lo siento —dijo Bill Eliott—. No quise arruinar tu


desayuno.

—De ningún modo. —Se aclaró la garganta y desplazó la


imagen superior de la pila hacia abajo—. Está bien, yo…

Jo parpadeó. Y vio el cuerpo completamente equivocado


brillando bajo las luces de la policía en la parte posterior de

65
J. R. WARD EL PECADOR

sus párpados. Cuando su garganta se cerró como un puño,


pensó en salir corriendo de la sala de redacción y vomitar por
la puerta trasera del aparcamiento.

—¿Estabas diciendo? —Se sentó más recta en su silla de


mierda— ¿Sobre dónde encontraron el cuerpo?

Bill cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó en su


propia silla al otro lado del pasillo. A los veintinueve años, y
después de haber estado casado durante un año y medio, se
situaba a horcajadas en la división entre joven bohemio y
adulto, su cabello negro enmarañado y gafas con bordes
negros y jeans ajustados era más lo primero, la seriedad con
la que tomaba su trabajo y su esposa lo último.

—A siete calles de ese club de techno, Ten —dijo.

—Qué demonios… le pasó. —Mientras Jo miraba la


siguiente imagen en la fila, deseó que el contenido de su
estómago se quedara quieto—. Quiero decir, su piel…

—Se ha ido. Arrancada de él como si alguien hubiera


despellejado a una vaca. Un ciervo.

—Esto es… imposible. —Ella miró hacia arriba—. Y esto


habría llevado su tiempo: cámaras de seguridad. Tiene que
haber...

—CPD está en eso. Tengo un contacto. Él se comunicará


con nosotros.

—¿Nosotros?

Bill rodó sobre su silla y tocó la pila de horror. —Quiero


que escribamos esto juntos.

Jo miró a los escritorios vacíos. —¿Tu y yo?

—Necesito ayuda. —Miró su reloj— ¿Dónde diablos está


Dick? Dijo que ya estaría aquí.

66
J. R. WARD EL PECADOR

—Espera, tú y yo. Escribir un artículo juntos. Para su


publicación en el periódico de verdad.

—Si —Bill revisó su teléfono y frunció el ceño—. No es


que no hayamos estado trabajando juntos ya en el… ya sabes
qué.

Ella lo miró a los ojos. —No crees que esto tenga nada
que ver con eso…

—No oficialmente yo no y tú tampoco. Si empezamos a


hablar sobre nuestro pequeño proyecto paralelo tratando de
encontrar vampiros y Dick va a pensar que estamos locos.

Mientras Jo sentía una punzada de dolor atravesando


su lóbulo frontal, tuvo la sensación de que tenía que
preguntarle algo a Bill... Algo sobre la última noche...

Cuando nada se le ocurrió y el dolor empeoró, sacudió


la cabeza y volvió a mirar la fotografía del cuerpo completo. El
lío enredado y reluciente no era más que músculo y tendón
sobre destellos de hueso sorprendentemente blanco. Las
venas, como los cables morados, agregaron acentos de líneas
finas a la anatomía arrugada. ¿Y la cama sobre la cual yacía el
cadáver? Piel.

Bueno, para ser justos, parecía haber algo de ropa...

El familiar dolor de cabeza le recorrió el cráneo, tocando


las teclas del piano de sus receptores de dolor. Cuando ella
hizo una mueca, la puerta trasera de la sala de redacción se
abrió de par en par. Dick Peters, como editor en jefe del CCJ,
entró como si fuera el dueño del lugar, sus pesados pasos el
avance de todo lo que era arrogante y arbitrario, como solo los
verdaderamente inferiores a la media podrían ser. Cincuenta
años, veintidós kilos y medio de sobrepeso en su cuerpo, y
reducido en el sexismo de los años cincuenta, los pliegues
gruesos que acolchaban su rostro de niño, una vez guapo, eran
un presagio de la arterioesclerosis que lo reclamaría temprano.

67
J. R. WARD EL PECADOR

Pero no lo suficientemente pronto. No en los próximos


cinco metros.

—Querías verme —notificó Dick a Bill—. Bueno,


hagamos esto.

El jefe no bajó la velocidad, y cuando pasó como un


camión en la carretera, Bill se levantó y le indicó a Jo que lo
siguiera con las fotos.

Metiéndolas de nuevo en su carpeta, ella caminó detrás


de los hombres. Como las suscripciones y los anunciantes se
habían caído, todo se había reducido de tamaño, por lo que
solo quedaban otros seis metros hasta la delgada puerta de
papel del frágil y decadente templo de poder de Dick.

Pero su autoridad no disminuyó cuando arrojó su abrigo


Columbo en una silla gastada y se dio cuenta de que ella era
más que una aprendiz de Bill.

—¿Qué? —le espetó él mientras chupaba su café con


leche de Starbucks.

Bill cerró la puerta. —Estamos en esto juntos.

Dick miró de un lado a otro. Luego se centró en Bill. ⸺Tu


esposa está embarazada.

Como si la infidelidad fuera excusable si Lydia no


estuviera embarazada, pero desagradable durante esos nueve
meses en particular.

—Estamos trabajando en esto juntos —dijo Jo, dejando


caer las fotografías en el escritorio de Dick.

Aterrizaron en el desorden de papeleo, las fotos


asomándose de la carpeta, presentándose precisamente para
el primer plano que Dick les dio.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Santa... Mierda.

—Esto no es nada que nadie haya visto antes en


Caldwell. O en cualquier otro lugar. —Bill volvió a revisar su
reloj Apple—. Jo y yo vamos a investigar esto juntos…

Dick giró la cabeza sin enderezar el cuello, con las


papadas sueltas colgando de la mandíbula. —Quien lo dice.

—Tony todavía está fuera por el bypass gástrico. —Bill


hizo un gesto hacia la puerta cerrada⸺. Pete está solo a tiempo
parcial y cubriendo el tema del fraude del Consejo
Metropolitano. Y tengo una cita médica con Lydia en veinte
minutos.

—Así que espera hasta que tu esposa termine con la


doctora. —Dick movió las fotografías con la punta de su dedo,
sorbiendo su café con toda la delicadeza de una aspiradora de
líquidos⸺. Esto es increíble, tienes que seguir adelante con
esto…

—Jo va a la escena del crimen ahora mismo. Mi contacto


CPD la está esperando.

Ahora Dick se incorporó en su altura máxima de metro


ochenta. —No, irás a la escena después de que termine la cita
¿Y no me dijiste que iba a ser rápida? ¿Cuándo pediste la
mañana libre? —El hombre señaló las paredes raspadas—. En
caso de que no lo hayas notado, este documento necesita
historias, y como el padre en que te vas a convertir pronto,
necesitas este trabajo. ¿A menos que pienses que puedes
obtener un buen seguro médico como profesional
independiente?

—Jo y yo estamos haciendo esto juntos.

Dick la señaló. —Fue contratada para ser la editora en


línea. Eso es todo lo que ella va...

—Puedo manejarlo —dijo Jo—. Yo puedo…

69
J. R. WARD EL PECADOR

—La historia lo va a esperar. —Dick recogió las


fotografías y las miró con los ojos desorbitados—. Esto es algo
asombroso. Quiero que profundices en esto, Bill.
Profundamente.

Jo abrió la boca, pero Dick empujó la carpeta hacia Bill


—¿No me expliqué bien? —exigió.

El Sr. F se paró frente a la casa y verificó dos veces el


número que estaba en su buzón, no es que supiera dónde
estaba o por qué estaba allí. Mirando hacia atrás, no sabía
cómo había llegado a este callejón sin salida con sus pisos de
dos plantas y casas coloniales de los años setenta. No hay
coches. No hay bicicletas. Y no había servicio de autobús en
esta parte de la ciudad.

Pero más concretamente, solo tenía un recuerdo borroso


de... mierda.

Algo en lo que no soportaba pensar.

Sin embargo, tenía que entrar a esta casa en particular.


Algo en su cerebro le decía que se suponía que debía pasar de
largo por la puerta principal e ir al garaje hasta la casa estilo
Falso Tudor.

El Sr. F miró a su alrededor en caso de que hubiera otra


explicación para alguna parte de esto. Lo último que recordaba
con claridad era estar debajo del puente del centro con el resto
de los drogadictos. Alguien se le había acercado. Un hombre
que no conocía. Había habido una promesa de drogas y la
sugerencia de que el sexo estaba involucrado. El Sr. F no
estaba tan metido en la rutina, pero en ese momento, estaba
demasiado drogado como para mendigar, y necesitaba una
solución.

Entonces... algo horrible había sucedido. Y después, se


desmayó.

70
J. R. WARD EL PECADOR

Y ahora estaba aquí, con pantalones de combate que


nunca había visto antes, un chaleco antibalas que parecía muy
pesado y un conjunto de botas que podrían pertenecer a un
soldado.

La mañana era gris y aburrida, como si el mundo no


quisiera despertarse, o tal vez solo era Caldwell. Sin embargo,
todos en este vecindario parecían tener un empleo remunerado
y niños en edad escolar. Nadie se movía en ninguna de las
ventanas de ninguna de las casas. Nadie en ninguno de los
patios. No hay perros ladrando, no hay niños en bicicleta.

Independientemente del estado de ánimo que les pusiera


el mal tiempo, todos estaban en el mundo, con un empleo bien
pagado, debidamente matriculados en la escuela, integrados
en la sociedad.

Había crecido en un código postal como este. Y durante


un tiempo, cuando estuvo casado, vivió en uno. Sin embargo,
no había regresado en toda su vida.

Cuando comenzó a caminar, estaba cojeando y sabía


que había tocado fondo para alguien. También tenía un
extraño zumbido en sus venas, un chisporroteo que no ardía
exactamente, pero que no era agradable. Sin embargo, no
estaba en retirada, considerando que había sido...

¿Qué día era ahora de todos modos?

Al concentrarse en la puerta principal, notó los arbustos


deteriorados y el césped que estaba lleno de palos y una rama
perdida del tamaño de un cadáver. El buzón clavado en el
estuco estaba lleno de volantes, su boca débil abierta y sobres
colgando, y había tres guías telefónicas en la alfombra de
bienvenida, todas arruinadas por los elementos. Los vecinos
deben amar la negligencia. Se imaginó toda clase de golpes
frustrados y sin respuestas. Notas escondidas en la puerta de
la tormenta. Susurros en comidas al aire libre de la comunidad
sobre las malas semillas que habitaban en el 452 Brook Court.

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J. R. WARD EL PECADOR

No entró por la puerta principal. Una voz en su cabeza


le dijo que la entrada lateral del garaje estaba desbloqueada, y
efectivamente, no tuvo problemas para subir al único coche.
En el interior, los despojos arrugados de hojas muertas yacían
sobre el suelo concretamente manchado de aceite, su entrada
fue otorgada por una ventana que había sido golpeada por otra
rama de un árbol caído.

La puerta de la casa estaba cerrada con llave, así que la


abrió de golpe, la nueva fuerza en su cuerpo era algo
sorprendente, pero no tranquilizador. Cogiendo el panel con la
mano mientras volaba hacia él, se quedó dónde estaba,
escuchando. Cuando no escuchó sonidos, entró con cautela
por el pasillo de atrás. Más adelante, había una pequeña
cocina y una mesa donde seguramente comían, y al otro lado,
un salón.

Sin muebles. Ni hedor de basura o desorden en los


mostradores. Nada en la sala a la izquierda tampoco.

Había mucho polvo. Algunos ratones podridos en las


esquinas como monedas. Arañas alrededor del techo y moscas
muertas en los alféizares de las ventanas, especialmente sobre
el fregadero seco como pequeños huesos.

Mientras caminaba, el suelo crujió bajo las botas que


estaban en sus pies. Estaba seguro de que el aire olía a
humedad, pero no había podido oler nada desde que había sido
torturado en ese centro comercial abandonado. Probablemente
sea algo bueno. Tenía algunos recuerdos nebulosos cuando
había estado cayendo, y recordaba haber tenido arcadas del
hedor. Tal vez la mierda le había matado la nariz, demasiado
olor apagando un fusible en algún lugar de sus senos
paranasales.

Arriba, en el segundo piso, en lo que tenía que ser el


dormitorio principal, encontró un ordenador al lado de un
frasco. Y un libro encuadernado en cuero.

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J. R. WARD EL PECADOR

Los tres objetos estaban colocados juntos en la esquina


con la conexión de televisión por cable, el portátil conectado a
Internet y todavía enchufado a la pared. Todo estaba cubierto
con más polvo, y no se sorprendió al intentar encender la PC
que no funcionara. No había electricidad en el lugar.
Obviamente tampoco conexión a internet.

El frasco era raro. Esmaltado en azul, tapado con un


cierre puntiagudo y en forma de jarrón, tenía curvas en el
medio, como una mujer. Mientras lo sostenía en su mano,
girándolo, volteándolo, descubrió que su total falta de deseo
sexual, así como su completa ausencia de hambre de comida,
era tan preocupante como este poder en sus piernas y brazos.

Algo estaba dentro del bote, golpeando los lados


mientras giraba, pero la parte superior estaba sellada, pegada
en su lugar.

—Déjalo en paz —dijo en voz alta.

No lo hizo. Sus pies lo llevaron a él y a ese bote al oscuro


baño, al lavabo y frente al espejo. Cuando miró su reflejo,
tropezó. La piel de su rostro estaba completamente mal.
Estaba demasiado pálido, pero más que eso, era como si
estuviera usando polvo de abuelita, sus rasgos cubiertos con
una capa externa mate y cerosa que no se veía bien.

Y no debería haber podido ver esto claramente en la


oscuridad.

Ausentemente, sacudió el frasco. Thunk. Thunk.


Thunk…

Con un golpe, condujo la cosa al mostrador,


rompiéndola. Cuando los fragmentos cayeron, lo que reveló lo
horrorizó.

No era un experto en anatomía, pero sabía muy bien lo


que estaba mirando. Un corazón humano. Arrugado y negro,

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J. R. WARD EL PECADOR

el órgano que era el asiento de la humanidad, literal y


figurativamente, había quedado huérfano violentamente de su
caja torácica, las venas y arterias rasgadas, no cortadas.

Como si hubiera sido arrancado.

Rasgando su camisa, miró su esternón. La piel estaba


marcada con tatuajes, algunos mejores que otros, pero no notó
su tinta.

No tenía cicatriz. No había evidencia de que hubiera sido


violado. Pero algo le habían hecho allí…

Con dedos temblorosos, empujó a los lados de su


garganta. ¿Dónde estaba el pulso? ¿Dónde estaba su pulso?

Nada. Ningún latido frágil y sostenido en la yugular.

Alejándose del espejo, el Sr. F regresó a la habitación y


cayó de rodillas, agitado y seco. Nada le vino a la garganta.
Nada salió de su boca. No hay comida a medio digerir. Sin bilis.
Sin saliva.

Era como el jarrón. Un envase para algo que se arruinó.

Mientras la realidad se retorcía y se contorsionaba,


revelando un nuevo paisaje de pesadilla que su cerebro no
podía comprender, se dejó caer de bruces en la alfombra.

Solo quiero volver atrás, pensó. Quiero volver y decir que


no.

La sensación de que había sido reclamado y que no


había ruptura con su nuevo cónyuge era una maldición que
incluso todas sus malas acciones anteriores no habían ganado.
Y, es más, no había pedido esto. No había aceptado esto. Se
podría haber llegado a un acuerdo, pero seguramente había
habido un cebo y un cambio.

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J. R. WARD EL PECADOR

Incluso en sus peores momentos de estar enfermo de


droga, nunca habría consentido en un renacimiento impío. ¿Y
lo único que sabía con certeza sobre su nueva encarnación?

Era irrevocable.

No volvías de una mierda como esta.

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J. R. WARD EL PECADOR

M ientras la noche caía en Cadwell, Jo estaba sola en


la sala de redacción y tecleando furiosamente en su escritorio,
su abrigo aún puesto, su necesidad de orinar algo que había
ignorado por horas hasta el momento. Cuando el teléfono de
su oficina sonó, lo dejó ir al buzón de voz. Cuando su móvil
sonó contestó al primer timbre.

—¿Cómo está Lydia? —Se detuvo ¿Qué estaba


haciendo?— ¿Todo bien ahora?

Hubo una larga pausa. Lo que decía suficiente ¿No?

—No. —El tono de Bill era triste y vacío—. No


encontraron el latido del corazón. Y ahora ha comenzado a
sangrar.

—Oh…Dios, Bill —susurró—, lo siento tanto. ¿Necesitas


que haga algo?

—No, pero gracias. —Él se aclaró la garganta y entonces


habló enérgicamente como si estuviera determinado a ser
profesional— ¿Cómo va el artículo?

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J. R. WARD EL PECADOR

Jo se recostó en su silla y miró la puerta cerrada de Dick.


El jefe había salido a las tres y media, lo que había sido un
alivio. Con todo el resto del personal y Bill fuera de su
escritorio, odiaba estar sola en la oficina con el tipo.

—Bien —dijo—. Estoy a punto de finalmente conocer a


tu contacto, el Oficial McCordle, en la escena. Y terminé
entrevistando al tipo que encontró el cuerpo. También
conseguí la declaración de la familia Pappalardo. Ahora estoy
revisando la ortografía. ¿Quieres que te lo envíe antes de
subirlo al sitio web?

—Confió en ti. Y asegúrate de poner tu nombre en él.

—Es mejor sólo dejarlo bajo el tuyo.

—Estás haciendo todo el trabajo, Jo. —Hubo otra


pausa—. Escucha es mejor que vuelva adentro con Lydia.

—Cuida de tu esposa y dile que la quiero y estoy


pensando en ella.

—Gracias Jo. Lo haré. Y te enviaré un mensaje cuando


estemos en casa.

Cuando terminó la llamada, miró su teléfono. Entonces


lo puso dado vuelta en su escritorio. Frotándose el centro del
pecho, se obligó a ejecutar el corrector ortográfico en el archivo.
Sin errores. Revisó la ortografía de nuevo. Releyó los tres
párrafos.

Justo antes de pasar por el proceso de publicación, se


centró en la firma. William Elliott.

El artículo inicial, el que había escrito hace cinco horas


y que había publicado en línea, así como la versión impresa en
papel para mañana, había salido bajo la firma de Bill. A pesar
de que tenía razón. Fue ella quien escribió las primeras dos mil
quinientas palabras, después de hacer todos los informes.

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J. R. WARD EL PECADOR

Echó un vistazo a la puerta de Dick y pensó en cuánto


necesitaba este trabajo. Claro, no tan desesperadamente como
lo necesitaba Bill, especialmente durante esta emergencia
médica, pero ya era suficientemente malo ahora que se había
mudado sola a su nuevo departamento.

Como sea. Le estaba haciendo un favor a un amigo...

Su móvil sonó y ella respondió sin mirar la pantalla.


⸺Bill, hay algo más… —Jo frunció el ceño cuando una voz
desconocida comenzó a hablar— ¿Espere, oficial McCordle?
¿Está cancelando nuestro encuentro?

—No, estoy saliendo de la estación. —El policía bajó la


voz—. Pero no va a creer quien piensan que lo hizo.

—¿Quién?

—Carmine Gigante.

Jo se inclinó hacia adelante —¿Él Carmine Gigante?


¿Padre o hijo?

—Padre.

—Y supongo que no tiene ninguna forma de localizarlo.

—Él pasa tiempo en el Hudson Hunt & Fish Club (Club


Hudson de Caza y Pesca). Pero puedo conseguir su móvil.

—¿Puede dármelo? —Cuando hubo una duda, ella se


apresuró a decir—. El contacto con usted está fuera de
registro. Puede confiar en mí. Nadie sabrá donde conseguí el
número.

—Realmente preferiría tratar con Bill.

—Lo prometo. Puede confiar en mí.

Mientras le recitaba a regañadientes los dígitos, los


escribió y luego terminó la llamada. Respirando

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J. R. WARD EL PECADOR

profundamente un par de veces, sus manos temblaron


mientras comenzaba a marcar.

La voz masculina que respondió era áspera, nasal y con


mucho acento de Brooklyn. —Sí.

—¿Sr. Gigante?

Hubo un periodo de silencio. —Sí.

—Mi nombre es Jo Early. Soy periodista del CCJ. ¿Me


preguntaba si tiene algún comentario sobre lo que le pasó al
sobrino de Frank Pappalardo, Johnny?

—De qué mierda está hablando.

—Johnny Pappalardo fue encontrado muerto alrededor


de las doce de la noche de ayer, no muy lejos de ese club tecno
Ten, con el que entiendo que está vinculado. Es curioso que
estuviera aquí en Caldwell, ¿No cree? Dado que el territorio de
su familia está en Manhattan. Hay rumores de que estaba en
la ciudad para hacer las paces con usted, pero supongo que
eso no salió muy bien.

—No sé nada.

—Hoy temprano hablé con el representante de Frank


Pappalardo. En su declaración, el abogado dijo que la familia
Pappalardo está de luto por la pérdida de un buen joven. Algo
me dice que es sincero, pero difícilmente el final de esto.
¿Espera que haya represalias por parte de...?

—¿Cuál dijo que era su nombre?

—Josephine Early. Reportera del CCJ.

—No llame a este número de nuevo o haré que no pueda


hacerlo.

—¿Está amenazándome señor Gigante…?

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J. R. WARD EL PECADOR

Cuando se cortó la llamada, respiró hondo y volvió a su


teclado. Con movimientos rápidos, revisó la actualización para
incluir el hecho de que el Sr. Carmine Gigante, actual jefe del
crimen en Caldwell, no tuvo comentarios cuando fue
contactado sobre la muerte de un pariente cercano de su
mayor rival. Otra pasada del corrector. Y una lectura final.

Poniendo la mano en el ratón, hizo una pausa. Mirando


la puerta de su jefe por tercera vez. Volvió los ojos a la pantalla.

—Jódete, Dick —murmuró mientras hacía una revisión


más.

Jo publicó la actualización de la historia original, tomó


el bolso y se levantó de la silla. Cuando pasó por la puerta
trasera de la sala de redacción y salió a la noche fresca y clara,
no estaba pensando en su dolor de cabeza, su estómago o sus
sofocos.

¿Quién hubiera pensado que era un alivio ser


amenazada por un capo de la mafia?

El Hudson Hunt & Fish Club no tenía nada que ver con
cazar o pescar, pero estaba cerca del Hudson, a unas diez
calles del río en el centro. Cuando Syn se acercó al
establecimiento, quedó decepcionado por su mediocridad, sin
ventanas al frente, y ese era el punto. Nada sobre su
construcción angosta de dos pisos de altura, estaba destinada
a llamar la atención, el rectángulo de los años setenta encajaba
con el resto de los negocios en el vecindario de seis calles.
Tiendas. Restaurantes de propietarios locales. Sastres,
artesanos. Nada de espías.

Agachándose en un callejón que era tan angosto como el


ojo de una aguja, se movió en la oscuridad. A medio camino,
una puerta se abrió, débil, la luz amarilla se derramaba e
iluminaba el pavimento mojado.

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J. R. WARD EL PECADOR

Bien. Sabes qué. Era su buen amigo de la noche


anterior, el tipo del arma y la revista de carreras.

Demonios, esa nariz se veía mal, hinchada y el ojo


izquierdo estaba negro.

—Le está esperando —murmuró el tipo cuando Syn


entró—. Vaya todo el camino hasta el fondo.

Syn entró en un bar que estaba casi vacío. Sin nadie en


las mesas, solo tres tipos en el mostrador con una botella de
Jack Daniel's y un trío de vasos entre ellos. Mientras seguía su
camino hacia "el fondo", sus ojos oscuros permanecieron fijos
en él y sus manos se ocultaban en la abertura de su chaqueta.

Esperó que vinieran hacia él, y los memorizó. Uno tenía


una ceja con una cicatriz atravesándola. A otro le faltaba la
mitad superior de ambas orejas, como si alguien le hubiera
hecho un corte de pelo que se había salido de control. El
número tres, que había sido llamado Junior la noche anterior,
tenía un anillo de oro del tamaño de un pisapapeles en la mano
izquierda.

En la parte trasera, había una puerta abatible que


llevaba a un pasillo que olía a tocino y huevos. Algo apareció a
la derecha, y Syn se preparó a sacar sus armas.

El hombre que se interpuso en su camino era el típico


grande como puerta de granero, aunque su mirada sugería que
era más inteligente que el chato panel que mantenía a los
caballos dentro sus establos colectivos.

—Detente donde estas —dijo casi al final de su


cigarrillo—. Voy a golpearte.

Sip, como sea. Syn entró en ese cerebro y movió algunos


interruptores.

Inmediatamente, el hombre descartó los restos de su


cigarrillo y asintió. —Es mejor que vaya.

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J. R. WARD EL PECADOR

No, mierda.

Syn entró en un pasadizo estrecho con Cigarrillo y luego


el tipo grande cumplió con su deber con otra maldita puerta.

La oficina que se reveló era exactamente la misma que


la de la compañía de cemento, lo que hizo que Syn pensara,
estúpidamente, en un par de calcetines a juego. Y detrás de los
papeles revueltos, el viejo con las cicatrices de acné estaba
enojado.

Mientras golpeaba el escritorio frente a él, el hielo en su


vaso de whisky se sacudía. —Jesucristo. Contesta tu maldito
teléfono.

Syn dio un paso adelante para que Cigarrillo pudiera


unirse a ellos en el espacio reducido. —Estoy aquí ¿no?

—¿Viste esto? —Giró el portátil— ¿Qué demonios es


esto? ¿Se supone que eres un jodido profesional y haces esta
mierda?

La pantalla mostraba una imagen mayormente borrosa


de un cadáver. Dada la cantidad de material rojo pixelado,
estaba claro que quien había matado al pobre bastardo había
tenido entrenamiento de carnicero.

—Se suponía que serías silencioso. —El hombre levantó


su móvil— ¿Y sabes quién me acaba de llamar? La jodida
prensa. ¡La jodida prensa! Están en todas partes, demonios.

Syn frenó sus impulsos y dejó que se desahogara. Como


era una de esas mierdas humanas no podía importarle
menos…

—No te voy a pagar ni un puto centavo. —Agitó su


teléfono—. Tengo problemas que no tenía antes de que lo
arruinaras todo siendo un jodido fanfarrón anoche. Así que no
recibirás tu maldita paga.

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J. R. WARD EL PECADOR

Mientras Syn decidió no recordarle al hombre que el


dinero no había sido el punto, al menos por su parte, el portátil
giró y gotas de sudor florecieron en esa frente rolliza y
salpicada de cicatrices.

—¡Qué mierda me estás haciendo! —Cuando Syn no


respondió, el hombre golpeó su escritorio y se puso de pie—
¡Tienes alguna idea de quién soy!

—Quién eres es irrelevante para mí —dijo Syn con


absoluta calma.

Los párpados carnosos parpadearon como si Syn


hubiera hablado en otro idioma al tipo. Entonces el viejo miró
a su socio con expresión total de sorpresa. —¿Has visto a este
tipo?

—Increíble. —Fue la respuesta a través del cigarrillo.

—Eres de lo que no hay —murmuró el viejo—. Me parece


que no estoy siendo claro... ¿Sabes quién soy?

Syn se centró en los latidos que pulsaban en el costado


de la garganta del hombre. Y cuando sus colmillos
hormiguearon, supo que estaba haciendo la pregunta
equivocada. La verdadera pregunta no era quién, sino qué, y se
trataba de Syn. Pero como con todo el asunto del dinero, esa
no era una corrección que sintiera la necesidad de hacer.

El teléfono móvil volvió a sonar, y cuando el viejo miró la


pantalla, murmuró para sí mismo. Luego volvió a sentarse en
su silla y se frotó los ojos como si le doliera la cabeza.

—Sabes qué, es tu maldita noche de suerte.


⸺Mirándolo, cruzó los brazos sobre el pecho—. Voy a hacerte
un favor. Voy a darte una oportunidad de redención. En lugar
de una tumba.

—Dime —dijo Syn en un tono aburrido.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Quiero que te ocupes de una reportera por mí.

84
J. R. WARD EL PECADOR

C uando Syn salió del club Hunt & Fish se dirigió al


exterior a un callejón trasero que desembocaba en un
estacionamiento sin iluminación, con un contenedor de basura
y diez sitios para coches no muy grandes de diversos tamaños.
Solo había un vehículo en todo el espacio, un Chevy Suburban
que estaba estacionado lateralmente a través de muchos
conjuntos de líneas amarillas desteñidas. Cuando detrás del
volante se encendió un cigarrillo, quedó claro que el viejo
chofer siempre estaba listo, y tan pronto como Syn estuvo
fuera del alcance del conductor, se desmaterializó a doce calles
de ahí. Al volver a formarse, comunicó su posición al Hermano
Tohrment, confirmando su turno de patrullar el centro, en
gran parte vacío de asesinos.

Extrañaba los viejos tiempos. El Viejo País. Como solían


ser las cosas con la Banda de los Bastardos durmiendo juntos
como una jauría de perros en bruto, cuando la única regla era
que, siempre y cuando limpiaras el desastre que habías hecho,
no se hacían preguntas.

Pero nooooo tenían que venir al Nuevo Mundo.

85
J. R. WARD EL PECADOR

Por otra parte, allí había aún menos lessers.

En el turno de esta noche, cubría el territorio al lado del


hermano Butch, y supuestamente debía estar con su primo,
Balthazar, esto último era algo bueno. A Balz no le importaba
trabajar solo, ambos podían cubrir el área asignada sin
necesidad de caminar uno al lado del otro. Syn odiaba esa
mierda de estar pegados por la cadera. No era tan parlanchín,
lo cual era bastante obvio ya que no le importaba la vida de
nadie más.

Demonios, ni siquiera le importaba la suya.

Técnicamente, la rutina del lobo solitario era solo una


violación del protocolo. Pero Balz era un ladrón sin conciencia,
por lo que mentir por omisión era como estornudarle en la
cara. Además, Syn era una compañía horrible, y tenía la
sensación de que Balz, que en realidad era un conversador,
prefería estar solo que atascado en un silencio forzado
mientras caminaban en busca de algo que rara vez
encontraban.

La idea de que la guerra estaba llegando a su fin era algo


que alegraría a todos en la mansión de la Hermandad. Excepto
a Syn. No había sido erigido para tiempos de paz.

Escogiendo una dirección aleatoria para dirigirse,


caminó sobre el asfalto húmedo y usó su nariz como radar. El
hecho de que todo lo que descubrió fuera el dulce perfume de
la gasolina proveniente de una vieja banda de aceite de motor,
lo hizo preocuparse por el futuro. Y mientras se imaginaba
noches interminables sin nada que hacer, nadie a quien matar
y nadie a quien torturar, una desesperación fría y
entumecedora lo invadió.

La vacilación en su paso habría sido una sorpresa si la


hubiera notado. No lo hizo. Estaba demasiado ocupado
comprobando el aire para ver si lo que estaba oliendo era
correcto.

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J. R. WARD EL PECADOR

El cuerpo de Syn se detuvo sin que su cerebro le diera a


sus músculos y articulaciones la orden de cesar el fuego. Luego
su cabeza se movió de un lado a otro por su cuenta mientras
comprobaba el aroma de mierda de la ciudad.

Prado. Estaba oliendo un prado fresco y veraniego en


medio de la mugre y la basura, la contaminación y el escape.
El aroma era tan convincente, tan resonante... tan
abrumador... que parpadeó y vio una imagen de flores
silvestres a la luz de la luna.

Atraído por lo que debía ser un error de sus sentidos, un


cable cruzado entre sus senos nasales y las sinapsis en su
cerebro, caminó hacia adelante, lanzando su hocico,
arrastrando su cuerpo hacia atrás, como un perro. Pasando
por debajo de las escaleras de incendios y por puertas cerradas
con cadenas y cerrojos, continuó por la calle. A lo lejos, se oían
sirenas, y el ritmo amortiguado del estéreo de un automóvil.
Había un humano en un ciclomotor con una caja de leche llena
de comida que iba a congelarse después de que su repartidor
se desviara del camino debido a que él se negara a apartarse
de su curso, el hombre le lanzó una maldición.

Y entonces el viento cambio.

Syn se detuvo y extendió los brazos como si pudiera


luchar contra el ladrón que le había robado el olor. Dando
vueltas en su lugar, trató de encontrar el camino otra vez,
aspirando el aire nocturno por la nariz como si fuera la última
vez que respirara antes de ahogarse.

Alguien salió por una puerta, lo miró y rápidamente


regresó por donde había intentado salir. Probablemente pensó
que estaba drogado.

Dada su repentina falta de control sobre sí mismo,


sentía como si estuviera drogado.

87
J. R. WARD EL PECADOR

Incapaz de recuperar el olor, cerró los ojos y tuvo que


esperar antes de poder calmarse lo suficiente como para
desmaterializarse. Cuando lo logró, se acercó a un tejado y
merodeó por el borde de la azotea, mirando hacia abajo,
buscando, su sangre golpeando sus venas.

Pero por una vez, no era porque tuviera hambre de


matar.

No, este era un tipo completamente diferente de hambre.


Era el tipo de cosas con las que no estaba familiarizado.

Sin embargo, no había nadie a quien pudiera ver en el


laberinto de calles y edificios, su objetivo lo eludía a pesar de
la cantidad de puntos estratégicos por los que se desplazaba.
Y en toda su búsqueda frustrada y frenética, sentía como si
estuviera en un sueño, el objeto de su deseo fuera de alcance,
un producto de su imaginación y no uno verdadero de carne y
hueso.

Finalmente, se obligó a sí mismo a parar.

Seguramente lo había imaginado.

Cuando decidió volver al trabajo, sintió una gran


decepción en el centro de su pecho, como si hubiera sido
engañado por una bendición prometida.

Por otra parte, por un breve momento, había tenido algo


más que matar en su mente.

Teniendo en cuenta el hecho de que el asesinato y la


profanación de cadáveres habían sido su única motivación
desde que podía recordar, era una sorpresa lamentar su
regreso a la normalidad.

88
J. R. WARD EL PECADOR

—Por supuesto, Gigante no estaba contento cuando


respondió —dijo Jo, bajando la voz—. Pero eso no es una
sorpresa.

El agente McCordle, el policía amigo de Bill con quien


había acordado verse en el centro, frunció el ceño como si
alguien lo hubiera acusado de fraude electrónico.

—Espere, ¿en serio lo llamó? —preguntó él.

—¿Qué pensó que iba a hacer con su número? ¿Jugar al


Uno24 con él?

Ambos estaban a unas tres calles al oeste de la escena


del crimen, no es que hubiera importado si hubieran estado
justo enfrente de donde el sobrino de Frank Pappalardo había
sido pelado como una uva. La unidad CSI había hecho lo suyo
y despejado el sitio, y luego un equipo de limpieza comercial
tuvo que asegurarse de que ninguno de los asistentes al club
del vecindario se tomara un selfi en la escena. No es que
hubiera habido mucha sangre o tripas. Pero, aun así.

Y hombre, podrías oler el limpiador

—¿La amenazó?

—No tengo miedo de Gigante —dijo ella.

El oficial Anthony McCordle tenía "Buen chico"


estampado sobre él. Debajo del borde de su gorra de policía,
su rostro honesto parecía tener dificultades para contener la
expresión no-feliz que su estado de ánimo había puesto en sus
rasgos, y su mano estaba sobre la pistola enfundada en su
cadera. Como si estuviera protegiéndola de la mafia a pesar de
que los dos estaban solos.

—Esto es malo —McCordle sacudió la cabeza—. Nunca


debí haberle dado…

24
Juego de cartas.

89
J. R. WARD EL PECADOR

—Sin embargo, habrá represalias, ¿verdad? Quiero


decir, no sé mucho sobre la mafia del mundo real, pero todas
esas películas y libros no pueden estar equivocados. Si matas
al sobrino de tu rival, estás en problemas. ¿Correcto?

McCordle miró a su alrededor, aunque no había mucho


que ver. El callejón estaba libre incluso de bolsas de basura y
botellas de licor vacías, aunque eso no significaba que
estuviera listo para un anuncio turístico de Caldwell. Había un
no tan delgado recubrimiento de basura en los edificios y
pavimentos de la ciudad, en resumen, era como si existiera
una ducha en un mundo libre de Oxi-Clean. En contraste, el
brillante y nuevo coche patrulla de McCordle, que estaba
estacionado a unos cuatro metros de distancia, era un ejemplo
de mantenimiento y cuidado rutinario que nunca sería
replicado en este vecindario.

—Mire, creo que voy a esperar a Bill, ¿de acuerdo?


⸺McCordle bajó la mirada y miró al suelo, como si no quisiera
ser sexista, pero un código interno de caballero exigiera que
trataras a las mujeres como jarrones de cristal—. No quiero
que salga lastimada.

Por un momento, estuvo tentada a convertirse en Annie


Oakley25 y dispararle a su luz trasera, demostrando
visceralmente que estaba armada y tenía buena puntería. El
problema era que Caldwell tenía una ordenanza por la cual no
se podía descargar un arma de fuego dentro de los límites de
la ciudad. ¿McCordle pensaba que su conciencia la estaba
molestando ahora? Debería ver lo que sucedería cuando ella lo
pusiera en posición de tener que arrestarla por violación de ley
de armas y algo de destrucción intencional de propiedad de la
policía… o dejarla ir porque era una chica agradable que había
cometido un pequeño error.

25
Famosa tiradora.

90
J. R. WARD EL PECADOR

—Bill está en el hospital con Lydia. Ella está teniendo


problemas con el embarazo. —Cuando los ojos del oficial
volvieron a elevarse, Jo se encogió de hombros—. Así que
tendrá que tratar conmigo. Es eso o va a los medios nacionales,
¿puede realmente confiar en que ellos mantendrán su
identidad en secreto? Estoy muy segura de que existe una
política oficial de CPD contra las filtraciones a la prensa, y la
gente de CNN y Fox News no dudarán en dar su nombre a su
superior si creen que puede obtener un informante aún mejor.
Pero puede confiar en mí. Soy local y tengo muchísimo menos
que perder que Anderson Cooper26.

Demonios, no tenía nada que perder. Era solo una


editora en línea. Pero esa no era una carta que iba a jugar aquí.

Desde el hombro de McCordle se escuchó un chillido.


Cuando un montón de 10-Mar27 o algo así salieron del
pequeño altavoz, inclinó la boca hacia abajo y respondió en
código.

—Me tengo que ir —Se acercó a ella, tan mortalmente


serio como podía ser un Boy Scout—. No vuelva a contactar a
Gigante, y le diré a Bill directamente que tampoco debe
hacerlo. Ese viejo no valora la vida humana, y no le tiene miedo
a nada. Él la golpearía sin pestañear.

—No me excluya, entonces. Prometo no acercarme a


Gigante, pero debe mantenerme informada.

McCordle se dirigió hacia su patrulla. Dada la forma en


que sacudía la cabeza, ella tenía la sensación de que
lamentaba todo el asunto. Claro que quería atrapar al malo,
pero si pudiera retroceder y no involucrar a civiles con
ordenadores y titulares, claramente hubiera preferido tomar
mejores decisiones.

26
Periodista de CNN.
27
Código policial.

91
J. R. WARD EL PECADOR

—Lo siento, pero no lo siento —murmuró Jo mientras


miraba las notas que había escrito en su bloc.

Teniendo en cuenta las luces azules que comenzaron a


parpadear y el sonido de la sirena de McCordle encendiéndose,
el policía había sido llamado por algo serio y, efectivamente,
escuchó en lo alto el ruido rítmico de un helicóptero de la
policía.

Tal vez el drama lo distraería.

Entonces al final de la noche él cogería su llamada y


podría abordar el tema con él. Y después a primera hora de la
mañana…

Alguien corriendo por el callejón levantó la cabeza y ella


dio un paso atrás. El hombre que pasó junto a ella iba rápido
y miraba sobre su hombro como si estuviera siendo perseguido
por alguien con un cuchillo. Él no le prestó atención, pero era
un buen recordatorio de que ella no debería olvidar donde
estaba…

—Oh, Dios, qué es ese olor…

En ese instante un dulce y enfermizo hedor se enterró


en su nariz, un dolor penetrante le atravesó la cabeza y dio otro
paso hacia atrás, el frío y húmedo costado del edificio la atrapó
manteniéndola en posición vertical.

Animal muerto y talco para bebés. Era una combinación


extraña, pero ya la había olido. Ella había olido esto antes en...
en algún lugar oscuro. Algún... lado. Aceite brillante en un
suelo de concreto. Charcos de... sangre…

Un gemido subió por su garganta y salió de su boca. Pero


entonces dejó de pensar en el hedor o el dolor. Algo más venía
por el callejón, fuertes pisadas. Estruendosas pisadas. Un
cuerpo enorme propulsado por una fuerza increíble. En busca
de lo que olía tan mal.

92
J. R. WARD EL PECADOR

Era un hombre, vestido de cuero negro y con una gorra


de los Red Sox. Y cuando la miró, sus ojos se abrieron con
sorpresa, pero no se detuvo. Sin embargo, la había reconocido.
A pesar de que era un extraño, la vio.

Y ella también le vio.

Aunque le dolía aún más la cabeza, quería correr tras él


y preguntarle exactamente qué era lo que le resultaba familiar
en él.

Jo se puso rígida y miró a la izquierda. De repente, el


callejón parecía de alguna manera más oscuro. Más solitario.
El cambio llegó instantáneamente, como si la única luz en el
mundo hubiera sido apagada por la mano de Dios.

El miedo la sacudió.

—¿Quién está ahí? —dijo mientras ponía la mano en su


arma.

Era una pregunta estúpida. ¿Cómo quienquiera que


fuera le respondería?

Arriba, el helicóptero de la policía volvió a dar la vuelta


y quería gritarle para que la iluminara.

Cuando su corazón comenzó a latir con fuerza, pensó en


el consejo de McCordle sobre no contactar a Gigante. En una
ola de paranoia, se sentía como si no fuera a vivir lo suficiente
como para aprovechar su buen consejo…

Ahí. En la oscuridad. Más a la izquierda.

Había un segundo hombre vestido de cuero.

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J. R. WARD EL PECADOR

S yn se congeló dónde estaba, no de forma consciente,


pero su mente estaba demasiado ocupada haciendo un
balance de la hembra para hacer algo más con su cuerpo. Era
alta y bien formada, vestida con ropa de civil, pero eso no era
relevante, solo importaban por el hecho de que estaban sobre
ella. Su cabello era largo, o al menos eso suponía. La longitud
de lo que parecía ser rojo y castaño rojizo estaba metida en el
cuello de su chubasquero, las olas se hinchaban como si
quisieran liberarse para fluir por su espalda. Su rostro sin
maquillaje, sus cejas arqueadas por la sorpresa, no, mejor
dicho, por el miedo. De hecho, sus labios estaban separados
como si estuviera a punto de gritar, y sus ojos, fijos en él, eran
amplios, de un color que no podía precisar.

Todo estaba en una bruma, y no solo por la falta de luz.

Ella de alguna manera lo cegó. Incluso mientras tomaba


nota cuidadosa de todo sobre ella, sus ojos no parecían poder
captarla por completo.

Y luego se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

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J. R. WARD EL PECADOR

Sacudió la cabeza cuando salió de la sombra en la que


sin querer se había situado, exponiéndose a la luz ambiental
que bañaba el callejón en un resplandor que podría haber sido
romántico si hubiera estado en un bosque o un campo.

⎯No ⎯se escuchó decir⎯. Está demasiado arriba.

La mujer parpadeó confundida, y él pensó que podría no


ser consciente de que le apuntaba con un arma a la cara.

⎯¿Qué? ⎯Murmuró ella.

El sonido de su voz lo atravesó como si lo hubiera tocado


con una mano tierna, la simple palabra rebotando dentro de
su piel, cambiando su temperatura interna, aunque le habría
costado decir si ella estaba enfriando su temperamento, o
calentando su lujuria. En realidad, eran las dos cosas.

Syn se acercó a ella, sus ojos se encontraron con los


suyos, un sistema de advertencia interno le decía que se
moviera lentamente e intentara verse más pequeño de lo que
en realidad era. Él no quería asustarla, pero no por la nueve
milímetros que tenía en sus manos. No quería asustarla
porque, por una vez en su violenta vida, realmente no quería
ser quien era.

Esta extraña con los labios abiertos y ojos grandes lo


hizo querer ser diferente. Mejor. Mejor que la bestia que había
sido desde su transición.

⎯Voy a disparar ⎯dijo.

Cerró los ojos brevemente cuando las sílabas que ella


dijo entraron en él. Y luego se sintió obligado a responder.
⸺Más abajo.

Cuando volvió a abrir sus párpados, él estaba parado


justo frente a ella, su cuerpo había tomado su propia decisión
sobre dónde quería estar.

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J. R. WARD EL PECADOR

⎯¿Qué? ⎯Volvía a susurrar ella.

Syn extendió la mano y tomó el extremo tembloroso del


cañón, colocándolo en una mejor posición para ella. ⎯No a la
cabeza. Al pecho. Debes apuntar aquí. Es un objetivo más
grande y en el corazón es donde puedes hacer un daño más
efectivo.

Después de colocar el arma correctamente, dio un paso


atrás. ⎯Listo. Ahora puedes matarme adecuadamente.

Mientras esperaba con paciencia a que ella apretara el


gatillo, se puso a reflexionar sintiendo tanta paz que apenas se
dio cuenta de un golpeteo rítmico, un ruido que vagamente se
acumulaba a su alrededor.

Daba igual. Nada importaba.

Él estaba bajo su mando, y si ella deseaba quitarle la


vida aquí y ahora, voluntariamente caería en ese espiral
mortal. No importaba cuánto le doliera o cual fuera su
sufrimiento, sería una buena muerte, una que siempre había
merecido.

Porque esta hembra, que cautivó su alma negra con


tanta seguridad como si tuviera su corazón palpitante en la
palma de su mano, sería quien lo mataría.

En la lista de cosas que Jo tenía por hacer durante la


noche, dispararle a otro ser humano no estaba entre las cinco
primeras. O las diez primeras. Ni siquiera estaba en su lista.

Especialmente no uno que oliera así. Jesús, ¿cuál era


esa colonia suya? No era ninguna con la que se hubiera topado
antes. Por otra parte, lo mismo podría decirse del hombre en
sí. Era enorme, completamente gigantesco, y el cuero negro
que llevaba puesto no hacía absolutamente nada para hacerlo

96
J. R. WARD EL PECADOR

parecer más pequeño y menos imponente. Con una tremenda


amplitud de hombros y brazos gruesos, la parte inferior de su
cuerpo también estaba desarrollada, los muslos pesados lo
sostenían en posición vertical, unas botas grandes cubrían sus
pies.

Pero su rostro era lo que realmente llamaba su atención.


Era delgado, los huecos debajo de sus altos pómulos le daban
una mirada austera, los ojos inteligentes hundidos
profundamente, la mandíbula duramente cortada e
implacable, como si estuviera más allá de cualquier redención.
Su cabello estaba mayormente afeitado, nada más que una
cerca de Mohawk de casi ocho centímetros de alto que le cubría
el cráneo de adelante hacia atrás, y no se veían tatuajes.
Estaba dispuesta a apostar que los tenía debajo de su ropa.

O tal vez eran solo metros de piel suave sobre todo ese
músculo duro...

Basta ya, pensó.

En pocas palabras, el hecho de que él no parecía


preocupado por el arma con la que le apuntaba tenía sentido.
Con su sola presencia, podría haber convertido una bazuca en
una pistola de municiones.

⎯Déjame en paz ⎯dijo⎯. Voy a disparar.

⎯Entonces dispara.

Ninguno de ellos se movió. Incluso mientras que el resto


de la ciudad continuaba, con sus crímenes y delitos menores
avanzando a un ritmo acelerado, su tráfico nocturno de
entregas seguía fluyendo en los puentes y se detenía y salía
por las calles, su gente vivía y respiraba en cualquier cantidad
de metros cuadrados que alquilaban, entre Jo y el hombre
grande con el Mohawk, todo estaba quieto, una especie de
punto de apoyo creado entre ellos, alrededor del cual el mundo
giraba y giraba.

97
J. R. WARD EL PECADOR

⎯Hablo en serio ⎯susurró.

⎯Yo también.

Sus grandes manos fueron a su chaqueta de motero y


separando las dos mitades, reveló atadas sobre su amplio
pecho un par de brutales dagas de acero con las empuñadoras
hacia abajo. Luego, en un gesto que no tenía ningún sentido,
no es que nada de esto estuviera en disputa por el Premio-Sí-
esto-está-sucediendo, dejó caer la cabeza sobre el cuello, los
músculos que subían por los costados de su garganta
asomando en un fuerte alivio, la punta de su barbilla en la
cumbre de la montaña de su imponente cuerpo.

Era como si se estuviera sometiendo totalmente a ella.

Entregándose.

A ella.

Arriba en el cielo, el helicóptero de la policía hizo un


círculo dirigiéndose en su dirección, su luz helada y brillante
rozando el callejón, iluminando el espacio creado por los
edificios que estaban apretados uno al lado del otro y uno
frente al otro. El rayo golpeó al hombre en su pose de súplica
inexplicable, bañándolo en lo que parecía ser, por un breve
momento, una santificación del cielo, como si fuera la pintura
en el altar de un santo a punto de ser sacrificado por el bien
de la humanidad.

Jo sabía que ella recordaría cómo se veía el resto de su


vida.

Incorporándose de un tirón, llamó su atención,


enfocándose en algo que se encontraba al final del callejón.

Desde lo alto, una voz que sonó a través de un altavoz


anunció: ⎯ Suelte el arma. Unidades policiales han rodeado el
área. Suelte el arma.

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J. R. WARD EL PECADOR

Jo miró sorprendida al helicóptero. ¿Estaban hablando


con ella?

⎯Tenemos que irnos ⎯ladró el hombre de cuero⎯.


Ahora.

Ella escuchó lo que dijo, pero no iba a huir de la policía.


Solo necesitaba explicar a los buenos chicos con las insignias
y al tren de aterrizaje que en realidad no iba a dispararle a este
hombre frente a ella. Que solo quería asustarlo...

Dicho hombre con dicho cuero puso su rostro frente al


suyo. Lo que significaba que el cañón de su arma ahora estaba
presionado directamente contra su esternón.

⎯Tienes que venir conmigo ⎯Volvió a mirar por el


callejón⎯. O vas a morir...

⎯La policía no va a...

⎯No es la policía quien me preocupa.

Cuando el helicóptero hizo un movimiento brusco, la


corriente descendente de las hélices girando creó una ráfaga
que casi la dejó sin aliento, y fue entonces cuando Jo volvió a
oler el hedor. Ese aroma a polvo de bebé y animal atropellado.

El hombre la agarró del brazo. ⎯Tienes que venir


conmigo. Estás en peligro.

⎯¿Quién eres tú?

⎯No hay tiempo ⎯miró a la izquierda por última vez⎯.


Mantén tu arma fuera. Es posible que necesites usarla.

Con eso, se fue llevándola con él. Sus piernas no tenían


más remedio que comenzar a correr. Era eso o iba a
arrastrarla. Y cuando él dio un giro brusco, ella perdió el ritmo
y sus pies tropezaron. El agarre en su antebrazo fue lo único
que la mantuvo de pie y se recuperó lo mejor que pudo.

99
J. R. WARD EL PECADOR

En el fondo de su mente, sabía que todo estaba mal.


Estaba huyendo de la policía con el mismo hombre al que
había apuntado.

Esto iba de mal en peor.

O algo así… mierda.

100
J. R. WARD EL PECADOR

B utch se acercó al asesino frente a él, la distancia


entre sus cuerpos agitados se tensó como si fueran los
extremos de una cuerda. El lesser parecía cansado, como si su
corazón estuviera a punto de salírsele, y eso era un flash de
noticias. Los hijos de puta generalmente tenían a su favor la
resistencia de un Conejito Energizer y seguían y seguían y
seguían.

Desenvainando su daga negra, no sabía dónde estaba Z.


Los dos se habían perdido el uno al otro cuando había ido tras
este hijo de puta. Aunque sabía que el hermano podía
manejarlo, ya había llamado por apoyo. Pero él hubiera
preferido que se mantuvieran juntos.

La esquina en el callejón apareció rápidamente,


mientras daba una vuelta a la izquierda, su pie se deslizó por
debajo de él, su cuerpo se erizó y el lesser se resbaló sobre el
pavimento cubierto de aceite. Y esa fue la señal de Butch para
dejarse caer al estilo cuatro patas. Saltando en el aire, voló con
la daga extendida, apuntando a la parte posterior de la cabeza
del asesino. Su puntería era impecable. Su trayectoria
sublime. Su impacto…

101
J. R. WARD EL PECADOR

Fui jodido por el culo cuando ese asesino perdió el


equilibrio por completo y cayó antes de tiempo.

Butch echó un vistazo al cráneo que tenía la intención


de apuñalar mientras volaba sobre el hijo de puta, y le recordó
lo que pasaba con los SUV en el hielo. Tener cuatro ruedas no
significaba detenerse con las cuatro ruedas, y lo mismo
aplicaba para los vampiros de casi ciento treinta kilos cuando
no estaban en contacto con el suelo.

Enroscándose en el aire, giró su cuerpo y balanceó las


piernas delante de él para que fueran la proa de su enlatado
barco de mierda. La maniobra no lo detendría, pero le
permitiría aterrizar en cuclillas.

O lo habría hecho.

Si no se hubiera topado con el capó de un automóvil que


había sido abandonado y despojado de piezas.

La rejilla delantera la partió como a un hueso de la


suerte, aplastando el emblema de Chrysler montado sobre el
radiador, una pierna hacia el norte y atascada debajo del
alerón delantero la otra hacia el sur. Su saco de nueces recibió
el impacto convirtiéndolo en una soprano, golpeando la nota
C28 siete mil octavas más alto de lo que cualquier hombre
debería acercarse fuera de una capa29 de ópera.

Fue cuando su “O Sole Hijo de puta30” hizo eco cuando


el lesser se puso de pie. Hubo una fracción de segundo donde
él y el asesino se miraron. Era difícil decir quién estaba más
sorprendido, pero sí era más fácil saber quién se subió al tren
primero. Dedos Ágiles con su cara perfectamente ajustada a la
situación no se quedó. Se fue corriendo, dejando a Butch con
su nueva vocación como adorno de capó.

28
Nota que se usa para clasificar la tesitura de voz.
29
Vestuario usado muy comúnmente en las Óperas.

30
O “ole M’othe fu ke e el o igi al juego de pala as o la a ió italia a O “ole Mio .
102
J. R. WARD EL PECADOR

Gimiendo, Butch retiró quirúrgicamente a sus nueces


del auto y comenzó a perseguir al asesino nuevamente. El dolor
era suficiente para hacer que se le revolviera el estómago y le
lloraran los ojos, tuvo que mover las piernas fuera de la zona
cero, su paso como de vaquero que se había bajado de su
caballo después de tres años en la silla de montar. Sin
embargo, las cosas se arreglaron bastante rápido, la idea de
que este pudiera ser el único, que este podía ser el último
lesser, lo hacía ir más rápido de lo que le hubiera gustado a su
entrepierna.

Por otra parte, ¿cómo se sentía esa mierda allá abajo?


Debería estar acostado en un sofá con una bolsa de guisantes
congelados alrededor de su aparato de follar.

Otra esquina, y solo por fuerza de voluntad, comenzó a


cerrarse de nuevo. Esta vez, no iba a correr el riesgo de otra
colisión en la entrepierna. Suficiente con la mierda de Matrix.
Con su presa a la vista, cargó hasta que el hedor que flotaba
sobre el asesino lo golpeó en la nariz, y el inhala y exhala del
muerto viviente era tan fuerte como el rugido de su propia
sangre en sus oídos.

Lanzando un brazo, golpeó a su enemigo, haciendo


palanca su codo se cerró alrededor de la garganta, su mano
libre se agarró a su propia muñeca, su cuerpo se tiró hacia un
lado para que el lesser saltara del pavimento y pudiera dar la
vuelta. Con un movimiento practicado, Butch dominó el juego
que siguió, montando al asesino, golpeando la parte posterior
de la cabeza y golpeando su cara contra el pavimento.

Fue entonces cuando descubrió que había perdido su


daga.

Sacando la otra, agarró el pelo corto del lesser, lo echó


hacia atrás y le cortó la garganta de oreja a oreja.

El muerto viviente se relajó, y Butch lo soltó y rodó,


disgustado consigo mismo y con el descuidado derribo.

103
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando la cara del asesino se dejó caer sobre el asfalto y se


levantó todo tipo de chisporroteo y asfixia, bajó la cabeza e
intentó recuperar el aliento. Con la persecución terminada, su
adrenalina estaba disminuyendo, y oh, Dios, el dolor en sus
pobres y maltratados testículos tomó el lugar de la agresión.

Inclinándose, vomitó y se dejó caer entre los muslos para


reorganizar delicadamente las cosas, aunque eso no ayudó.
Las bolas azules no tenían nada que ver con las bolas
golpeadas.

Cuando pudo, volvió a centrarse en el asesino. Sus


brazos y piernas aún se movían, y pensó en un perro en reposo,
persiguiendo ardillas y conejitos imaginarios, con las patas
temblando mientras el cuerpo no iba a ninguna parte. La
misma situación aquí. A menos que él se ocupara de los
negocios, este sinsentido continuaría a perpetuidad. O hasta
que algún humano se acercara y llamara al 911 para
informarles sobre lo que pasaba.

Después de lo cual, se produciría una calamidad total


cuando se descubriera el secreto sobre los vampiros y la
Sociedad Lessening.

Sip, la necesidad de discreción era lo único en que


ambas partes estaban de acuerdo.

En ese sentido, se obligó a volver al trabajo.


Extendiéndose, agarró el hombro del no muerto y lo giró. Los
gorgoteos se hicieron más fuertes, y miró la magullada cara
con su amplia sonrisa secundaria. Esa nueva boca, debajo de
la barbilla, estaba babeando aceite negro y apestoso por todo
el lugar, pero incluso si el cuerpo estuviera seco, su
movimiento continuaría.

Solo había dos formas de desaparecer a un lesser. Una


era con la puñalada de un cuchillo de acero a través del pecho,
la hoja penetrando en el espacio hueco donde había estado el
corazón. Pop-pop, fizz-fizz, de vuelta al Omega, en este punto

104
J. R. WARD EL PECADOR

la esencia del mal que se había metido en este cuerpo humano


sería devuelta al Mal, para ser reciclada y puesta en otro
recipiente.

La segunda forma de "matar" al enemigo era la que traía


el final de la guerra, y Butch era la única persona que podía
hacerlo.

Volviendo a enfundar su daga, levantó la vista cuando


un helicóptero de la policía pasaba por encima, su brillante haz
patinando sobre él y el asesino, ignorándolos por completo.
Hora de moverse rápido. No estaba dando por sentado que
volvería a tener la misma suerte cuando volviera. Con un
gruñido, plantó una mano a cada lado de la cabeza del asesino.
Luego se inclinó, arqueando sus brazos, sus ojos
encontrándose con los del no muerto. Era difícil saber cuánto
estaba absorbiendo el lesser. Sus ojos estaban anchos como
neumáticos de automóviles, el blanco brillando en la
oscuridad. Sin embargo, no había venganza u odio en ellos.

Era un miedo de aquellos. A pesar del hecho de que su


humanidad se había ido, un terror muy humano estaba
llegando alto y claro.

⎯No irás a casa ⎯murmuró Butch⎯. Te voy a salvar.


Aunque no lo merezcas.

Quizá no estaba tan seguro de esto último.

El asesino había corrido cuando tuvo la oportunidad. No


había atacado. No había contraatacado con ninguna arma.
Claramente no estaba entrenado, y estaba solo.

Butch sabía esto porque podía sentir a los chicos del


Omega y no había otra cerca. Lo sabía porque, brevemente,
había sido uno de ellos.

⎯¿Te arrepientes de lo que acordaste? ⎯Susurró Butch.

105
J. R. WARD EL PECADOR

La cabeza asintió lentamente, y una lágrima escapó de


la esquina lejana de uno de esos ojos hinchados e inyectados
en sangre.

La boca, la verdadera, no la que Butch creó con su daga,


se movió de manera coordinada: demasiado tarde.

Seis calles más allá, Jo se ancló y liberó su brazo del


agarre del hombre. En respuesta, hubo un desgarro inmediato
desde su muñeca, y él se dio la vuelta con la misma rapidez.

⎯No estás a salvo aquí ⎯dijo.

En el fondo de su mente, notó que apenas respiraba. Por


su parte, sus pulmones estaban en modo de crisis, su caja
torácica haciendo flexiones como si estuviera a punto de ser
arrojada por la borda.

⎯Tienes que confiar en mí.

⎯No, no tengo que hacerlo ⎯dijo entre respiraciones.

Miró en la dirección de dónde venían, como si los


estuvieran persiguiendo. O estuvieran a punto de hacerlo.

⎯No puedo dejarte aquí.

Había un acento en su forma de hablar. No muy francés,


no muy alemán. No realmente italiano.

Bajó la cabeza y sus fosas nasales se dilataron. Luego


maldijo. ⎯Me necesitas.

Jo retrocedió bruscamente. ⎯Déjame sola…

⎯No puedo. Vas a morir.

El miedo se enroscó en el pecho de Jo, y no fue porque


le temiera. ⎯No me conoces.

106
J. R. WARD EL PECADOR

El hombre volvió a maldecir. ⎯Tienes que escuchar...

El helicóptero se alzó sobre el edificio junto a ellos, la luz


oscilaba en un amplio círculo y se dirigía en su dirección.

⎯La policía no te va a ayudar ⎯dijo⎯. Te van a arrestar.


Y sé a dónde ir. Puedes confiar en mí.

⎯No voy a huir de la...

⎯Te vieron sosteniendo una pistola en mi pecho. Ellos


saben cómo te ves. ¿Quieres terminar en la cárcel esta noche?
¿O quieres salir de aquí?

Cuando Jo miró hacia arriba, el movimiento de las


hélices le retiró el pelo de la cabeza. Para mantener las cosas
juntas, y porque no quería ser reconocida, tiró de la capucha
de su chubasquero y la ató en su lugar.

⎯No confío en ti ⎯gritó a través de las corrientes de


viento.

⎯Bueno. No deberías. Pero soy todo lo que tienes ahora.

⎯Hijo de puta ⎯murmuró.

Cuando él tomó su mano de nuevo, ella esperaba ser


arrastrada detrás de él una vez más. En cambio, se quedó
dónde estaba, con su enorme cuerpo tenso, sus ojos feroces,
su aura tan enfocada que habría jurado que la estaba
rescatando de un asesino en serie.

Pensó en cómo se vería en su foto policial. Luego se


imaginó cuán emocionado estaría Dick por que la hubieran
arrestado. Finalmente, consideró su cuenta bancaria. Ella
podría haber sido la hija adoptiva de la grandiosa y gloriosa

107
J. R. WARD EL PECADOR

Philadelphia Earlys31, pero el distanciamiento que había tenido


con sus padres años atrás había afectado su cuenta bancaria.

⎯Bueno ⎯espetó ella⎯. A dónde vamos.

Y aun así no se movió. ⎯No voy a dejar que te pase nada.

⎯Genial, ahora deja de hablar y comienza a moverte, o


lo haré yo.

Él asintió con la cabeza, como si hubieran llegado a


algún tipo de trato, y luego se marcharon, avanzando por el
callejón, adentrándose en el laberinto del centro mientras el
helicóptero volvía a girar sobre sus cabezas. Las curvas que
tomaron las hicieron con giros decisivos de su parte, como si
supiera exactamente a dónde la llevaría, y por ahora ella
seguiría con él, el deseo de evadir a la policía haciéndola ir a la
pista con la carrera.

Deslizándose en un giro a la derecha, los llevó por una


arteria estrecha entre dos edificios de apartamentos, y luego
él...

Los llevó directamente al camino de una patrulla del


Departamento de Policía de Caldwell.

Cuando los faros los golpearon a ambos, se detuvo. Y


ella también.

Tal vez es McCordle, pensó.

⎯¡Suelta el arma! ⎯La mujer ladró cuando ella abrió la


puerta y sacó su arma alrededor de la jamba del parabrisas⎯.
Suelta tu arma, ¡ahora!

Jo levantó ambas manos.

31
Familias antiguas de Philadelphia

108
J. R. WARD EL PECADOR

Y fue entonces cuando se dio cuenta de que la policía no


estaba hablando con el hombre que estaba a su lado. Jo era
quien estaba armada; ella todavía tenía su arma en la palma
de su mano.

⎯Supongo que no sabías qué camino tomar tan bien


como pensabas ⎯murmuró mientras ordenaba a sus dedos
que soltaran la nueve milímetros.

109
J. R. WARD EL PECADOR

D evina, la inmortal quien quería ser una mujer, juntó


sus palmas, sacó sus dedos índices y extendió ambos pulgares
hacia arriba, haciendo como si tuviera un arma. Apuntando
sus uñas pintadas de rojo al cielo nocturno, ella fingió que
estaba al mando del helicóptero que estaba dando vueltas
como una mosca tratando de aterrizar en la sopa de alguien.
Fue difícil juzgar si sus extrapolaciones de velocidad y
dirección fueron correctas, sin embargo, sin que en realidad
enviara una bala a esa molesta lata ruidosa, de descomunales
rotores.

Su virtud por un lanzador de misiles portátil.

Ahora, eso podría ser divertido. Y por un segundo, pensó


en conjurar uno de la nada, solo por mierdas y risas. Sería
emocionante ver una bola de fuego explotar debajo de esos
brazos rotativos, y luego ver cómo la carcasa retorcida, que ya-
no-es-digna-de-un-vuelo, se precipitara hacia un edificio. O tal
vez la cosa tiraría una pelota de ping-pong y rebotaría en un
par de rascacielos, los flancos de las construcciones de piedra
y vidrio como raquetas para enviarla de un lado a otro.

110
J. R. WARD EL PECADOR

Definitivamente la gente sería asesinada, y no solo el


piloto. Quizás un transformador se sobrecargaría y se
convertiría en una fuente secundaria de diversión y juegos.
Caos. Sirenas. Los humanos tropezando unos con otros,
pisoteando cachorros y gatitos, los bebés rodando como
melones por la calle.

Hurra. Rah.

Ella debería ocuparse de ello.

O tal vez… ella solo seguiría vagando.

Cuando reanudó su paseo, jugó con su falda corta. Era


un Escada32 vintage, vaporosa, de lunares de color amapola,
que solo era lo suficientemente larga como para cubrir su
tanga. Se lo había puesto junto con una pequeña camiseta y
quince collares largos "Como una Virgen", las cruces, cuentas
y cadenas se enredaban en una malla sobre sus senos. En
cuanto a los zapatos, eligió directamente a Carrie
Bradshaw33… unos Jimmy Choos34 de 1991. En un rosado que
chocaba ligeramente con la falda. No tenía bolso, porque
simplemente lo había olvidado, y no necesitaba un abrigo en el
frío porque, hola, demonio.

Era un buen atuendo. Elegido de su armario con forzado


cuidado.

Un intento de auto-medicarse con la moda.

En el fondo de su mente, ella escuchó al Dr. Phil35 decir:


¿Y cómo te va?

Nada bien, Phil. En realidad, no.

32
Empresa internacional de lujo de moda femenina
33
Personaje principal de la serie de HBO "Sexo en Nueva York"
34
Diseñador de moda malayo, establecido en Londres, conocido principalmente por sus zapatos de
mujer hechos a mano
35
Psicólogo es ito , a tual e te el a fit ió de su p opio p og a a de tele isió El sho del D .
Phil 111
J. R. WARD EL PECADOR

Dio otro disparo simulado al helicóptero, y luego su


versión infantil de cambiar de cargador desapareció cuando
estornudó y tuvo que cubrirse la cara por respeto. Mierda. Ese
olor. Era como si alguien hubiera atado un mapache muerto a
un palo y rociado esa pesadilla con perfume de farmacia…

Devina se detuvo, sus sentidos despertaron.

A cámara lenta, su cabeza giró sobre su columna


vertebral y entrecerró los ojos hacia un callejón, sobre el que
nada parecía notable: había escaleras de incendio, telarañas
que bajaban por la parte trasera de algunos edificios antiguos,
un par de contenedores de basura… y basura diversa en el
pavimento que se acumulaba en los portales, la versión de
caspa de la ciudad.

Nada de eso importaba. Lo que le llamó la atención


fueron las dos figuras masculinas a una calle de la intersección
en la que estaba parada. Uno estaba acostado boca arriba en
una clásica pose de súplica, con los brazos extendidos a los
lados, las botas colgando de los extremos de sus tobillos. El
otro se inclinaba como si tuviera la intención de besar al
primero, pero no con pasión. Era más como el Grim Reaper36
que venía a reclamar un alma, una amenaza y una muerte que
marcaban el intercambio, algo consumido por el que era una
víctima por quien era un depredador.

Cuando un cosquilleo se curvó en las tripas de Devina,


la sensación fue a la vez dolorosamente familiar y
completamente extraña. Había pasado tanto tiempo.

Y no fue solamente que dos hombres la excitaran.

Algo giraba en torno a la escena de dominio y sumisión,


y no era el hedor.

Maldad. Mal puro de alto octanaje estaba allí abajo en


ese callejón. Era… ella, pero no ella, su esencia capturada y
36
La Muerte

112
J. R. WARD EL PECADOR

retenida dentro de la carne del que estaba en el suelo… y, sin


embargo, no era lo que a ella le interesaba. No, ella estaba
cautivada por el que ahora estaba abriendo la boca. Ahora
comenzando a inhalar. Ahora… atrayendo y sacando de los
labios separados del suplicante un éter negro, aliento, pero no
aliento.

Devina entró en las sombras y lanzó un hechizo a su


alrededor, asegurándose de que no se distinguiera de los
ladrillos y el cemento contra el que tuvo que apoyarse
abruptamente. Debajo del agresor, el cuerpo de la víctima se
sacudió, el torso se elevó, la cabeza cayó hacia atrás como si
estuviera en gran éxtasis o gran agonía. Y fue entonces cuando
vio el corte en la garganta y la sangre negra que manaba de la
vena yugular.

Susurros profundos en el núcleo de su sexo se


convirtieron en agitación… que se expandió a una necesidad
de honesta-a-demonio, la luz piloto, atenuada durante mucho
tiempo, brillando y calentando su cuerpo.

Los sonidos de la transferencia, del consumo, eran como


la succión y el golpeteo de una mamada, erótica en su oído, el
gorgoteo, el jadeo, el chasquido de la boca del muerto,
nublando su cerebro mientras su sangre comenzaba a correr.
El calor se acumuló entre sus muslos y no se quedó quieta, la
marea transformadora subió por sus senos, sus pezones se
tensaron, su corazón se aceleró de tal manera que sus
voluptuosos labios se separaron y jadeó rápidamente.

Lo siguiente que supo fue que su mano estaba debajo de


su falda y entre sus piernas, el roce y la presión una
compulsión que fue dulcemente servida por sus dedos.
Mientras tanto, el hombre de abajo, el que tenía la garganta
cortada, comenzó a temblar y a sacudirse, seguro como si lo
que se extraía presentara algún tipo de resistencia a su
eliminación. Cuanto más rápido y tortuoso era su temblor, más
rápido y riguroso se acariciaba Devina…

113
J. R. WARD EL PECADOR

Ella tuvo un orgasmo justo cuando hubo un aullido.

La liberación la obligó a cerrar los ojos con fuerza, y por


un momento, estaba tan llena de placer que olvidó que estaba
de pie contra un edificio en un callejón de mierda en una parte
no-tan-buena de Caldwell.

Cuando sus párpados finalmente se levantaron con


lánguida demora, solo había un hombre donde antes había
habido dos, y el que había estado haciendo la inhalación se
hizo a un lado y cayó al suelo. ¿Se estaba muriendo? Él apenas
respiraba, su piel era blanca, sus dedos temblaban, sus
piernas se sacudían, como si tuviera veneno en su sistema.
Mientras tanto, el mal emanaba de sus mismos poros. Era un
depósito resplandeciente de todo lo que era vil y depravado, un
agujero negro del tipo de cosas que corrían por sus propias
venas.

Él era su gemelo.

Cuando pareció dejar de moverse, Devina dio un paso


adelante. Y otro.

Ella ya no quería estar sola. Estaba cansada de estas


calles frías y vacías, de esta existencia sin alma, de este…
aislamiento.

¿Si él muriera aquí mismo? Era demasiado para


soportarlo incluso si ella no lo conocía. Había sido un cascarón
vacío desde que había aterrizado de nuevo en el ajetreo de este
mundo, vagando por la noche como un alma perdida,
suspirando por un ángel que la había despreciado en lugar de
amarla.

¿Pero este hombre? ¿Este… lo que sea que fuera?

Él no la despreciaría. Y ella lo tendría para sí misma…

—¡Poli! ¡Estoy aquí!

114
J. R. WARD EL PECADOR

De la nada, una entidad se unió y se arrodilló junto al


hombre. El hombre de Devina. Antes de que pudiera matarlo,
su otro yo alcanzó al recién llegado con manos inestables.

—Joder, V. Dios…

—Te tengo. Ven aquí.

Con una gentileza imposible, la entidad extendió la


mano y acercó a su hombre, sosteniéndolo contra un pecho
que era ancho y fuerte. Y luego ocurrió una pesadilla. Los dos
se convirtieron en uno, sus cuerpos se entrelazaron, cuando
una horrible y espantosa luz comenzó a brillar. La iluminación
era la antítesis de todo lo que atraía a Devina, una beneficencia
que despejaba la conciencia y la cognición al mismo tiempo,
que aliviaba el sufrimiento, que proporcionaba milagros
demasiado improbables para siquiera rezar por ello. Fue la
fuerza que devolvió lo perdido al ser querido, lo que rescató del
ahogamiento, lo que dio el primer aliento a un bebé que no
debería haber sobrevivido al canal de parto.

Devina se tambaleó hacia atrás con disgusto.

Estaba dispuesta a asesinar a ese intruso, el que había


traído la luz inoportuna a la deliciosa oscuridad. Era difícil no
sentirse traicionada por su presencia, incluso cuando ella
sabía que la suya era una sensación de violación muy
unilateral.

El contacto entre ellos y el resplandor que rodeaba sus


cuerpos no duró para siempre. A pesar de que se sintió como
si continuara por una eternidad.

Y cuando estaba hecho lo que fuera el proceso o


procedimiento el mal desapareció, solo quedaban los dos
hombres. Excepto… que no. Estos no eran hombres, eran ellos.
Eran otra cosa.

Eran vampiros.

115
J. R. WARD EL PECADOR

Okey, eso era jodidamente caliente.

Jo había sido una seguidora de las reglas toda su vida,


y probablemente era una cosa adoptada. Siempre había
sentido que, si no hacía lo que le decían, la enviarían de regreso
a donde sea que regresaran los niños rechazados, como un
microondas con un pestillo defectuoso o un despertador que
no sonó o una maleta que tuviera un mango roto.

Y Jesús, ¿cuándo tenías un oficial de policía


apuntándote con un arma? Toda esa inclinación de sí-señora
aumentó aún más.

—¡Baja el arma, ahora!

Mientras su mano seguía la orden de su cerebro para


soltarla, tuvo un momento en el que rezó para que esto no se
tratara de una película de Quentin Tarantino37, donde la
maldita cosa golpearía el suelo y de alguna manera se caería a
su rodilla, asustando a la mujer policía para que le disparara
y también la llenara de agujeros…, todo mientras un estándar
de los setenta sonaba de fondo y el hombre a su lado de repente
tenía solapas anchas y un deseo de hablar sobre cómo se
llamaban los cuartos de libra con queso en Europa.

Excepto que no fue así.

El hombre a su lado podría haber mantenido las solapas


de su chaqueta de cuero de la misma forma. Pero de alguna
manera atrapó el arma antes de que cayera a más de siete
centímetros de su mano.

Y no pasó nada.

La mujer policía no comenzó a apretar el gatillo, y


tampoco hubo más órdenes verbales de ella. Ella simplemente

37
Director, productor, guionista, editor y actor de cine estadounidense

116
J. R. WARD EL PECADOR

se quedó dónde estaba, agachada detrás de la cubierta de su


puerta abierta, con el arma apuntando hacia adelante.

—Vamos —dijo el hombre al lado de Jo—. Vámonos.

Él volvió a poner el arma en su mano y comenzó a


avanzar.

—¿Qué estás haciendo? —dijo ella, mirando su arma


como si nunca antes la hubiera visto.

—Ella no será un problema. Pero tenemos que


movernos.

Jo miró a la cara severa de su muy cuestionable


salvador. Estaba completamente tranquilo, casi aburrido…
mientras le daba la espalda a un miembro del Departamento
de Policía de Caldwell que hacía dos segundos había sido de
gatillo fácil.

Pero ahora parecía que se había tragado un Ambien38. O


doce. Tal vez quince.

Esta es mi respuesta, pensó Jo. Este hombre es lo que he


estado buscando.

Cuando ella asintió y se marcharon de nuevo, se dio


cuenta de que la opción de ir con él era un umbral, y al
cruzarlo, sería prudente no dar por sentado que le gustarían
las respuestas que encontrara. Esta búsqueda en la que había
estado atrapada siempre había sido frustrada hasta ahora.
Pero a veces, había consuelo en lo inalcanzable. Tú no lo
apreciabas, sin embargo, hasta que obtuvieras el tipo de
información que solo querías devolver.

Sin embargo, había actuado precipitadamente, y ya era


demasiado tarde para dudar.

38
Medicamento usado para tratar el insomnio y la ansiedad. Es un tipo de sedante

117
J. R. WARD EL PECADOR

Literalmente.

El hombre de cuero la llevó por más callejones, y luego,


sin previo aviso, se detuvo frente a una puerta que parecía que
había tenido una vida muy dura. El panel de metal tenía
múltiples marcas de botas justo al lado de la jamba, por el
cerrojo, como si hubiera habido una serie de intentos
frustrados de entrar.

Por otro lado, de alguna manera, el hombre no tuvo


ningún problema para abrirlo. ¿Usó una llave y ella
simplemente no lo vio?

Cuando él cruzó la puerta, Jo lo siguió, consolándose de


que su arma todavía estaba en su mano. El interior de donde
sea que estuvieran estaba tan oscuro que no podía ver nada,
pero eso cambió cuando una vela se encendió.

A tres metros de distancia de donde ambos estaban


parados.

Girando hacia la frágil llama, ella sintió que su corazón


palpitaba, y no por el esfuerzo. —¿Cómo hiciste eso?

—¿Hacer qué? —dijo mientras los encerraba juntos y


luego pasaba caminando junto a ella.

—La vela. La puerta. El policía.

Cuando se enfrentó de nuevo a ella, estaba cruzando un


espacio desordenado, y había frustración en su expresión,
como si estuviera molesto consigo mismo. Con un gruñido, se
acomodó en el suelo, estiró las piernas y cruzó los brazos sobre
el pecho. Él no la miró a los ojos, y ella tuvo la extraña
sensación de que no la estaba evitando, sino conteniéndose
mientras estaba cerca de ella.

En el tenso silencio, miró a su alrededor porque era una


mejor opción que mirarlo fijamente. La cocina comercial en la
que se habían refugiado había sido abandonada durante

118
J. R. WARD EL PECADOR

mucho tiempo, y la evacuación de ese confinado lugar con


techo bajo había sido descuidado y precipitado. Del tamaño de
un restaurante, había basura por todas partes, latas de
verduras oxidadas y contenedores de condimentos que cubrían
los mostradores y suelos polvorientos. . . platos rotos, cuencos
y cristalería Humpty- Dumpty39 en las esquinas... delantales
desechados y pantalones de chef a cuadros que se acumulaban
en montículos manchados con mugre de comida.

—Oh, Dios mío… —dijo ella mientras se quitaba la


capucha—. Conozco este lugar.

Ella había tenido la intención de venir aquí durante


meses.

—¿Comiste aquí cuando el restaurante estaba abierto?


—preguntó él.

—No. ⸺Ni siquiera cerca⸺. Esta cocina tiene una


historia interesante.

Centrándose en él, frunció el ceño… y recordó algo


gracioso sobre los ambientes caóticos. El ojo notó los detalles
al principio, pero no siempre el patrón. Eso vino después.

—Tú también has estado aquí. —dijo ella— ¿No es así?

—No.

—Entonces, ¿por qué estás sentado contra una pared en


un espacio despejado que se ajusta con precisión a las
dimensiones de tu cuerpo?

—Porque era la única zona despejada y mis piernas


están cansadas.

39
Personaje ficticio de una rima infantil inglesa. Es representado como un huevo antropomórfico

119
J. R. WARD EL PECADOR

—Hay una silla por allí. Y cansado, mi culo. No estás


respirando con dificultad. No respiraste con dificultad todo el
tiempo que estuvimos corriendo.

—Esa silla tiene tres patas, y una persona puede tener


buenos pulmones, pero malos cuádriceps.

Jo cruzó los brazos sobre su pecho y sacudió la cabeza.


En ese momento se dio cuenta de que ella estaba reflejando su
pose. Entonces se puso las manos en las caderas.

—Si no has estado aquí antes, ¿cómo supiste dónde


encontrar este lugar? ¿Y entrar?

—Conjetura afortunada. Y te alejé de la policía, ¿no?


¿Por qué hacer preguntas sobre la solución a tu problema?

Antes de que él pudiera terminar, el sonido de una


sirena se oyó en lo que tenía que ser un coche de policía
irrumpiendo en el estrecho callejón. Ella rezó para que
continuara. No lo hizo. Hubo un chirrido y luego, desde la
dirección opuesta, también se detuvo otra unidad con su
propia sirena.

Jo se concentró en la puerta maltratada de la cocina


como si quisiera que la cosa permaneciera cerrada. El
problema era que ella sabía que los policías ya estaban
familiarizados con este agujero. Habían estado aquí antes,
cuando esos pandilleros habían sido golpeados y asesinados.
Había leído el artículo sobre el incidente en el CCJ40 antes de
comenzar a trabajar en el periódico, y luego lo había seguido
con otras fuentes en línea, aunque no por las muertes o las
pandillas.

Por las cosas de vampiros.

Resultó que un miembro de una pandilla que sobrevivió


estaba convencido de que había sido atacado por vampiros, y

40
Pe iódi o Commercial Carrier Journal”

120
J. R. WARD EL PECADOR

que estaba preparado para hablar sobre su experiencia. Los


entusiastas paranormales en línea fueron los únicos que se
habían preocupado por su historia de colmillos y miedo, y ella
había terminado cubriendo todo en su propio blog, Maldito
Stoker.

Había tantas cosas que no cuadraban en Caldwell.


Tantos sucesos extraños...

Su cabeza comenzó a zumbar, y se frotó la sien con la


mano libre mientras sus pensamientos sobre el tema se
detenían.

Lo que sea. Tenía otras cosas de qué preocuparse en este


momento. Como las esposas y las antecedentes policiales.

—¿Van a entrar o no? —susurró ella, consciente de que


su arma todavía estaba contra su mano.

Cuando el hombre de cuero no respondió a la retórica,


murmuró por lo bajo y se dirigió a una sección de la encimera.
Arrastrando una pila de la bandeja del lavavajillas hacia un
lado, descubrió que lo que había debajo era menos sucio que
la mayoría de sus otras opciones. Además, él tenía razón. En
un segundo vistazo, esa silla solo tenía tres de cuatro patas.

Mientras saltaba sobre el frío acero inoxidable, dejó que


sus piernas se balancearan hasta que uno de sus pies golpeó
un conjunto de sartenes y las derribó de donde fuera que
estuvieran en equilibrio. El ruido la hizo saltar… y rezar para
que los policías que se habían detenido afuera no escucharan
el ruido.

Un momento después, en lugar de que la puerta se


abriera por completo… los coches se fueron, uno por uno.

Jo volvió a mirar al hombre. —¿Qué les hiciste?

—Nada —dijo él en un tono aburrido.

121
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Qué le hiciste al otro?

—Nada.

—Mierda —Ella inclinó la cabeza hacia un lado—. Dime.

Sus pesados ojos se encontraron con los de ella y por


alguna razón, la forma en que la miraba la hizo muy consciente
de su cuerpo. Su... increíblemente poderoso… cuerpo.

—Prefiero hablar de ti —murmuró él.

—No tengo nada que decir sobre ese tema.

—¿Cuánto tiempo llevas teniendo los antojos? ¿Los


sofocos? La molesta picazón debajo de tu piel que no se puede
explicar o evitar.

Jo hizo lo que pudo para ocultar su reacción. —No sé de


lo que estás…

De repente, él se puso de pie tan rápido que ella se echó


hacia atrás. Pero a pesar de toda la velocidad con la que se
impulsó para incorporarse, fue lento cuando se acercó a ella,
esas largas piernas perfectamente en forma cruzando la
distancia entre ellos en zancadas perezosas, sus botas
aterrizando en la basura como las pisadas de un T. Rex41.

Su mirada brillaba con una luz que ella se negaba a


entender.

El sexo no iba a entrar en esta situación.

Nope.

Jo se aclaró la garganta. Y aún sonaba sofocada. —Dije


que no sé de qué estás hablando.

Querido Dios, él era enorme cuando se detuvo frente a


ella, y tuvo que mirar hacia atrás para asegurarse de que podía
41
Tiranosaurio Rex

122
J. R. WARD EL PECADOR

girar y salir corriendo… bueno, eso era algo que no se podía


hacer. Había una pared sólida detrás de ella. ¿Peor? A medida
que su cuerpo comenzó a calentarse en lugares que hubiera
preferido que permanecieran a temperatura ambiente, se
preocupó porque en realidad no quería alejarse de él.

—Mentirosa —dijo él—. Sabes exactamente de lo que


estoy hablando.

123
J. R. WARD EL PECADOR

E l estremecimiento de alivio que sintió Butch cuando


se realizó la limpieza, cuando fue vaciado de la suciedad del
Omega, era similar a cuando tenía gripe estomacal y sus
intestinos finalmente decidían detener las órdenes de
evacuación. Al principio, no creías en la calma, imaginando
que se avecinaba otra oleada de asquerosa bilis. Pero cuando
eso no sucedía, y comenzabas a confiar en el todo-despejado,
tomabas una inhalación larga y tranquila, seguida de una
fantasía tentativa de tostadas y té.

Sus ojos se negaron a enfocarse al principio. Sin


embargo, lo de no ver no le molestaba mucho. Sabía dónde
estaba y, lo que era más importante, sabía con quién estaba.

—¿Estás bien? —dijo con un camión extra de gravilla en


su voz.

V levantó la cabeza y luego se liberó del abrazo en el que


habían caído durante la limpieza. Cuando el hermano cayó de
espaldas, gimió como si todas sus articulaciones hubieran sido
golpeadas con un bate de béisbol.

—Sí. Estoy bien. ¿Tú estás bien?

124
J. R. WARD EL PECADOR

—Gracias a ti.

Cuando sus ojos se encontraron, Butch temió la


pregunta que no se había dicho. Cerrando sus párpados, se
preparó y tuvo una sensación que no quería tener. La
respuesta sobre si había más lessers por ahí fue inmediata…

—Así que no fue el último —dijo V.

Butch trató de mantener la decepción para sí mismo. —


No.

—Bueno. En ese caso, encontremos otro y otro… sin


importar el tiempo que nos lleve.

—No creo que queden muchos. Y no solo digo eso.

Mierda. Por supuesto que lo estaba diciendo. Ya no


quería hacer esto. No quería estar aquí, absorbiendo el mal en
sí mismo, haciendo que su mejor amigo se lo quitara, todo el
tiempo rezando para que llegue el final y se le negara ese
premio. Su agotamiento con toda la maldita cosa tomó el
presente e hizo que continuara para siempre.

—Síp —dijo con valentía forzada—. Seguimos adelante.


Hasta el último…

Cuando V se puso rígido, Butch se volvió y miró hacia el


callejón. —Sí, también siento a ese asesino. ¿Tienes suficiente
energía para pelear ahora?

—Shh —Vishous entrecerró sus ojos.

Butch frunció el ceño y empujó su torso fuera del


pavimento para poder alcanzar sus armas si las necesitaba. —
Es solo un lesser. Puedo sentirlo…

De repente, el callejón se volvió brumoso. Excepto que


no era niebla. El Mhis era una ilusión óptica y un codificador
sensorial que V usaba para asegurar el complejo de la

125
J. R. WARD EL PECADOR

Hermandad, un campo de fuerza en el que cualquiera podía


penetrar, pero nadie podía encontrar el camino.

—No estoy tan mal —se quejó Butch—. Todavía puedo


pelear.

Vishous se incorporó, pero se quedó en cuclillas, su


atención centrada en el enemigo que estaba parado no muy
lejos de ellos.

—Poli —susurró él—. Necesito moverte. Ahora mismo.

Okey, su mejor amigo estaba actuando raro aquí ⸺¿Qué


estás viendo exactamente?

—Maldad. Y no puedo verlo. Eso es lo que me molesta.

Butch giró su cabeza para mirar en la misma dirección.


—Bueno, ahora no puedo ver una mierda debido al mhis. V, te
quiero. Pero estás loco, hombre…

—Tenemos que sacarte de aquí. Eres demasiado valioso


para perderte.

—Puedo apañármelas solo.

—No contra esto, poli.

—Es solo un asesino…

Butch sintió que le agarraban el brazo con fuerza, y el


peso de su cuerpo levantado del pavimento. Entonces no hubo
más conversación. V los empujó lejos, y el mhis, los siguió. El
ritmo que se estableció fue rápido, y Butch se movió lo mejor
que pudo, su testículo-magedón42 ralentizándolo.

—Esto es una maldita pérdida de tiempo —murmuró al


viento—. Podríamos estar luchando contra la maldita cosa.

42
Juego de palabras con Armagedón, término bíblico que aparece en el libro del Apocalipsis y se
emplea, generalmente, para referirse al fin del mundo.

126
J. R. WARD EL PECADOR

—No me tengas miedo.

Cuando Syn pronunció las palabras, vio a través de las


sílabas la mentira subyacente. Esta hembra con el pelo rojo y
los ojos verdes debería haber estado aterrorizada de estar a
solas con él, en un lugar donde nadie la oiría gritar. Pero ella
no sabía nada sobre él y lo que había hecho en el pasado.

Esto era algo bueno.

—Puedes guardar el arma —dijo él.

Sus ojos eran recelosos mientras lo miraba con un


dominio de sí misma que él respetaba. —No necesito ser
salvada.

—Sí, por supuesto que sí.

—Exactamente, ¿cómo pretendes rescatarme?

—Escucha lo que te dice tu cuerpo.

—Bueno, ahora mismo, dice que tengo hambre. ¿Me vas


a pedir una pizza?

—No te interesa la comida.

—¿Oh, en serio? —Manteniendo el arma en sus manos,


agarró su bolso poniéndole en su regazo, y con su mano libre,
hurgó en él—. No estoy de acuerdo. Y qué tal si no tratas de
decirle a una mujer lo que está haciendo su cuerpo.
Comencemos con eso.

Extrayendo una especie de paquete largo y delgado,


abrió el envoltorio con los dientes y le dio un mordisco a la
carne ahumada. Ella masticó con determinación, mirándolo,
desafiándolo a que discutiera con ella sobre lo que ambos
sabían muy bien que estaba pasando con ella.

127
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Y ahora qué? —Exigió ella— ¿Me vas a poner el


hechizo mental como lo hiciste con la poli? ¿O eso solo
funciona con agentes de la ley?

Syn sacudió la cabeza. —No quiero hacerte eso.

—Entonces lo admites… —hizo un gesto con el palo de


un lado a otro entre ellos—… de alguna manera los
hipnotizaste.

—Resolví un problema para nosotros.

—Pero ¿cómo? No sé mucho sobre la forma en que


funciona, pero no usaste un reloj de bolsillo y no les pediste a
ninguno que contara desde cien regresivamente.

Aunque Syn intentó no hacerlo, se encontró observando


su boca mientras ella pronunciaba sus palabras. Sus labios lo
cautivaron de maneras que no tenían nada que ver con su
próxima transición, y ciertamente cuestionaron sus impulsos
del Buen Samaritano. De hecho, cuando su cuerpo estaba
delante de ella y sus ojos vagaban por su rostro, cosas por las
que no debería preguntarse comenzaron a desviar su
conciencia del cambio de ella.

Por ejemplo, fue justo ahora cuando notó que sus


muslos estaban separados para mantener el equilibrio
mientras ella estaba sentaba en esa encimera.

Quería ver qué había debajo de su cazadora.

Debajo de su suéter de lana.

Bajo... sus jeans

Cuando pestañeó, una serie de imágenes destellaron con


una velocidad imposible en la parte posterior de sus párpados.
Se vio a sí mismo acercándose, sus caderas separando las
rodillas de ella aún más, su pecho empujándola hacia atrás
para que estuviera recostada contra la pared detrás de ella,

128
J. R. WARD EL PECADOR

sus manos cerrándose sobre las crestas duras de su pelvis,


una a cada lado…

Syn dio un paso atrás, como si la distancia añadida


ayudara con el sexo que se agitaba en su sangre. No lo hizo. Él
rápidamente volvió a mirarla a los labios. Y mientras tanto, ella
estaba en una buena racha de palabras, hablando con él,
diciéndole solo Dios sabía qué.

Esto estaba bien. Mientras ella hablaba, no estaba


huyendo de él.

Esto estaba bien. Esto estaba mejor.

Porque si ella corría, él podría ir tras ella, y esa era una


carrera que ganaría. Y cuando la atrapara, la montaría…

Bajo su piel, una ola de instinto se elevó, el poder


engrosó sus músculos y su sangre. Cuando sus dos manos se
curvaron en puños codiciosos, se dio cuenta de que su
respiración se endurecía.

—Me tengo que ir —dijo bruscamente.

Eso la hizo callar, su boca deteniendo sus sensuales


contorsiones. —¿Huyendo de ti mismo? Eso es una sorpresa.
¿O es a mi arma a la que le tienes miedo?

Ninguno de ellos se movió. Hasta que ella le dio otro


mordisco a su lo-que-sea.

—¿Qué tipo de colonia es esa? —preguntó ella


suavemente. Tan pronto como se pronunciaron las palabras,
ella sacudió su cabeza, como si no supiera que iban a salir de
ella. Como si ella las hubiera recuperado si hubiera podido.

—No es colonia —respondió él.

—¿Qué es?

—Yo. Cuando estoy cerca de ti.

129
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Por qué?

—¿Por qué crees tú?

La demanda no era un movimiento pasivo-agresivo o


una expedición de pesca por insinuaciones sexuales porque no
tenía juego43… aunque el no-juego era definitivamente cierto.
De hecho, esperaba que tal vez ella pudiera resolver sus
intenciones por él. Tal vez había algo en su rostro, sus ojos, su
postura, que ella podía ver o sentir, una advertencia de que la
iba a lastimar… o una indicación de que ella estaba a salvo con
él.

Él no sabía la respuesta a eso.

—Tengo que… irme —murmuró.

—¿Dónde vives?

—Al norte de la ciudad.

—¿Solo?

—No.

—¿Con quién?

—Haces muchas preguntas.

Ella se rio a toda prisa. —Apareces de la nada, me dices


cómo matarte, me ayudas a evadir a la policía y luego me traes
aquí. Y después de todo, eres tú quien se va. ¿No crees que al
menos una parte de eso sea misteriosa?

—Quiero que me llames cuando me necesites.

Mientras recitaba su número, ella lo interrumpió.


⸺¿Qué es eso, algún tipo de bati teléfono44?

43
Frase hecha. No te e juego" se efie e a p ete de se u to pe al desa a au a uje a tes de
ejecutar un juego con ella
44
Hace referencia a Batman
130
J. R. WARD EL PECADOR

—Tengo que irme.

—Lo sé. Sigues diciendo eso. Entonces vete. Claramente


no tienes que preocuparte por la policía, y algo me dice que
puedes manejar todas esas armas que llevas debajo de ese
cuero. Así que eres libre, libre como un pájaro.

—Llámame cuando tú…

—Exactamente, ¿para qué crees que te voy a necesitar?


—Ella cerró sus ojos—. En realidad, no respondas eso. Creo
que lo sé, y PD45, como un piropo, eso no es muy original.

El cerebro de Syn le estaba diciendo a su cuerpo que se


moviera. Su cuerpo estaba ignorando las órdenes. Y cuando él
quedó atrapado, ella se calló.

—¿Quieres un poco de esto? —Murmuró ella después de


un momento—. Sigues mirándolo como si no hubieras cenado.

Le llevó un minuto darse cuenta de que ella estaba


hablando sobre el snack.

—No sé qué es eso —dijo.

—¿Nunca has tenido un Slim Jim?

—No, pero no me importaría probar uno.

Y fue entonces cuando la besó.

45
Post data

131
J. R. WARD EL PECADOR

D e vuelta en el callejón donde el lesser había sido


consumido, el Señor F tropezó desde el pasillo profundo en el
que se había escondido. Cuando había sentido al otro asesino,
había venido tan rápido como pudo. Necesitaba hablar con
alguien, cualquiera, sobre lo que mierda estaba pasando y, por
alguna razón, tenía una baliza que lo ayudaba a rastrear e
identificar a otros como él. Si sólo pudiera ponerse en contacto
con alguno de los inducidos anteriores, seguramente tenían
que saber más sobre los pros y los contras de su pesadilla...
siendo los contras los que realmente le preocupaban.

Porque esta mierda era un mal viaje sin el LSD46.

Mientras se había acercado a su compañero, o como sea


que quisieras llamar al otro chico, tuvo que detenerse y
ponerse a cubierto. Un vampiro atacó al lesser que el Señor F
había estado buscando, y se había preparado para lo que de
alguna manera sabía que iba a suceder... de la misma manera
en que él sabía cómo entrar en esa casa de ese barrio.

46
Droga comúnmente conocida como ácido que produce efectos psicológicos.

132
J. R. WARD EL PECADOR

Excepto que, en lugar de apuñalar a los muertos


vivientes de regreso al creador, algo más sucedió.

Una inhalación.

El vampiro se había puesto con el boca a boca sin la


reanimación, tomando la esencia del Omega en sí mismo,
atrayendo al demonio en su cuerpo. Después, se había
derrumbado. Fue entonces cuando el segundo vampiro había
aparecido y había habido algún tipo de espectáculo de luces.
Pero no era hora de pensar en cualquier detalle de aquello. El
miembro de la especie con la perilla, el que estaba en el papel
de salvador, miró por el callejón al señor F, y eso significaba
que era hora de irse cagando. El Señor F había aprendido hacía
mucho tiempo en las calles a no enfrentarse a algo más fuerte
que él si podía evitar el conflicto...

Entre un parpadeo y el siguiente, la vista del Señor F se


volvió loca. Todo frente a él se volvió ondulado e indistinto, una
vaga sensación de vértigo lo hizo tambalearse sobre sus pies.
¿Dónde estaban los dos vampiros?

A la mierda con eso. ¿Dónde estaba el callejón?

Pistola en mano, salió corriendo, y fue un alivio


encontrar eso mientras golpeaba los pies en la dirección
opuesta, todo lo que pasaba se convertía en visualmente
despejado... los edificios a ambos lados del callejón. La basura
al azar. Un coche abandonado que... guau... tenía una
abolladura en el medio de su parachoques delantero.

El Señor F corrió por solo Dios sabe cuánto tiempo,


haciendo elecciones aleatorias a izquierda o derecha
dependiendo de dónde viniesen las sirenas de la policía y
dónde estuviese un helicóptero con un foco de luz encima. Al
menos tenía familiaridad con esto de huir. Estaba
acostumbrado a apartarse del camino de las autoridades. Pero,
¿el resto de esta mierda? Oh, diablos, no. No era un luchador.
No era un soldado. Incluso cuando estaba realmente enfermo

133
J. R. WARD EL PECADOR

por la abstinencia, enloquecido con náuseas y sudores, con la


cabeza dando vueltas, ardor en las venas y espasmos, él nunca
había agredido a nadie. Nunca quiso lastimar a nadie excepto
a sí mismo, e incluso ese tipo de ¡ay! fue más una intención
consensuada de su adicción que de cualquier otra cosa
masoquista o suicida.

Durante los últimos tres años, desde que su esposa lo


había echado por ser un drogadicto y cayese en la indigencia,
todo lo que quería era anotar lo que necesitaba para
equilibrarse y mantener la paz.

Eso era todo.

Al doblar una esquina, se dio cuenta de que no estaba


cansado en lo más mínimo, pero la resistencia no era una
compensación por el desastre en el que estaba. Y, de todos
modos, resultó que no tenía a dónde correr más. Un callejón
sin salida llegó a él, parecía apresurarse a su cara a pesar de
que él era el que tiraba de la rutina de la deambulación. Y
mientras se detenía ante un muro de ladrillo literal, apenas
respiraba... y era aterrador que no hubiese golpeteo en sus
sienes o detrás del esternón por el esfuerzo.

Se miró el pecho y pensó en lo que había encontrado en


ese tarro.

Desde que comenzó a tomar drogas, había habido pocos


momentos de lucidez para él y ese era el punto. Ahora, sin
embargo, un pensamiento se le ocurrió, tan claro como el
cristal, por un momento no estuvo familiarizado con la
anomalía cognitiva.

No era eso.

Esto jodidamente no lo era. Todavía no tenía un


recuerdo sólido de exactamente cómo se había encontrado en
esta condición, controlado a distancia por un tercero que
nunca había conocido, perdido en las familiares calles de

134
J. R. WARD EL PECADOR

Caldwell, persiguiendo ecos de lo que había dentro de sí en las


sombras. Pero sabía exactamente qué hacer al respecto.

Doblándose sobre sus muslos, saltó del suelo, su cuerpo


propulsado por la cara de la pared seguro como si hubiera sido
cargado por un resorte y soltado. Agarrando el borde superior,
balanceó las piernas como si fuera un especialista entrenado,
y la caída libre en el otro lado fue más larga de lo que él había
imaginado.

Jesús, debió haber saltado siete metros y medio o más.

El Señor F aterrizó en el otro lado sin romperse ningún


hueso de los pies o rodillas. Y cuando comenzó a correr de
nuevo, tenía una reserva infinita de energía.

Por un momento, debatió si hacerse un Forrest Gump y


simplemente ir al oeste en un camino interminable de asfalto.

Pero no hizo eso. Se dirigió hacia el río, hacia los


puentes. A donde pertenecía.

Sabía exactamente lo que tenía que hacer.

Cuando el hombre vestido de cuero se inclinó hacia Jo,


ella asumió que él iba a tomar un bocado del Slim Jim que ella
estaba devorando. Así que cuando él inclinó la cabeza, ella fue
a mover la cecina hacia arriba. No así no fue como sucedieron
las cosas.

Sus labios encontraron los de ella sin ninguna vacilación


por su parte... y, mierda santa, ella aceptó el beso sin dudarlo.
PDB47, debería apartarse. Empujarlo lejos. Salir de aquí
ahora.

No hizo ninguna de esas cosas.

47
N/T: Por Dios Bendito, en inglés FFS, For Fuck Shake.

135
J. R. WARD EL PECADOR

Pero ella se movió. Inclinó también la cabeza,


ligeramente hacia la izquierda... para que el beso se volviera
más completo. Y mientras la boca de él se movía contra la suya,
sus sentidos se volvieron híper conscientes, aunque no tanto
con el duro mostrador debajo de su asiento, o los olores a
humedad de la cocina desechada o los sonidos de más sirenas
pasando de largo.

No, ella era todo roce aterciopelado de una parte íntima


de él contra una parte íntima de ella. Y también sobre el
tamaño de sus hombros, tan grandes que no podía ver más
allá del volumen de él. Y luego estaba la colonia que él afirmaba
que no era una colonia, y el hecho de que ella sabía que él
estaba completamente excitado. Sólo por este beso.

Cuando su lengua lamió su camino hacia la de ella,


rápidamente le dio lo que quería... porque ella también lo
quería, hasta el punto en que tenía que intentar evitar que un
gemido codicioso subiese por su garganta.

Si, ese tipo de cosas necesitaban quedarse quietas.


Dejarle saber cuánto estaba metida en esto era un error...

El gemido salió.

Y cuando el sonido de súplica fue lanzado de su boca,


ella esperaba que él la agarrara, la empujara hacia atrás y le
arrancara los vaqueros.

Y, adivina qué. Ella le dejaría...

El hombre retrocedió abruptamente. Sus pupilas se


habían dilatado, el centro negro comiendo todo el color que
había en el iris, y sus facciones se habían vuelto duras y
hambrientas.

Ahora él respiraba con dificultad.

—Me gusta tu sabor más que nada —dijo con un


gruñido—. Y ahora me tengo que ir.

136
J. R. WARD EL PECADOR

—No sé tu nombre.

—No es importante. Tienes mi número.

En realidad, no lo tenía. Cuando él recitó los dígitos, ella


no había prestado atención.

Cuando volvió la sensación de umbral, Jo se preguntó


de qué demonios trataba su vida justo ahora que parecía
seguir volviendo a este tema del precipicio. Todo parecía estar
al borde de otra cosa.

—Sí —mintió—. Lo tengo.

Asintiendo, como si estuviera dejando las cosas como las


quería, el hombre salió de la cocina destrozada. Cuando la
puerta del callejón se cerró tras él, Jo agarró el borde del
mostrador de acero inoxidable y bajó su cabeza. Necesitaba
quedarse allí el tiempo suficiente para que fuese imposible ir
tras él y encontrarle. Para que se perdiera de ella para siempre.
Para que nunca volvieran a cruzar sus caminos.

Nunca era saludable desear tanto a alguien como para


olvidar que era un extraño.

Especialmente si estaba armado así. Y claramente


acostumbrado a evadir a la policía.

Además, hola, hipnotizador. Lo que abrió la posibilidad


de cosas que... a pesar de todos sus blogs sobre lo
paranormal... no pudo creer que incluso lo estuviera
considerando.

Cuando las sirenas se apagaron nuevamente, se


preguntó si la policía había atrapado a quién quiera que
estuviesen buscando o si su amante imposible habría dado
algún golpe sobre algunas placas.

Levantando los ojos, miró a su alrededor. El diseño


desordenado de la cocina era un conjunto de hojas de té

137
J. R. WARD EL PECADOR

inconclusas para leer su futuro. Pero otras cosas terminaron


filtrándose, y pensó en ese miembro de la pandilla.

Y lo que había dicho que había visto aquí.

A pesar de la poca confiabilidad de su memoria


últimamente, no había necesidad de sacar su teléfono y volver
a leer cualquier artículo o publicación de blog para refrescar
su recuerdo de la historia. Aquí en esta cocina, cuando ese
chico había estado huyendo de la policía, había encontrado
algo que no debería haber existido fuera de la temporada de
Halloween... y, a pesar de su dura vida en la calle, había estado
lo suficiente horrorizado como para ser incapaz de hablar de
otra cosa. No es como si a las autoridades les hubiese
importado. Sólo habían intentado castigarlo por los crímenes
que había cometido. Sin embargo, ninguno de los crímenes
había permanecido. Dos habían sido no culpables y uno había
sido desestimado en apelación.

Entonces había sido libre de predicar a cualquiera que


escuchara sobre lo que él juró que había presenciado aquí con
sus propios ojos.

Deseó poder contactar ahora con él. Imposible. Había


sido encontrado muerto en un apartamento a diez manzanas
de aquí hacía unos tres meses. ¿Suicidio? Tal vez. ¿La vida de
un pandillero poniéndose al día con él? Muy probable.

¿Eliminado porque era un problema que se había vuelto


demasiado ruidoso? También una posibilidad.

Ella y Bill habían estado tratando de buscarle cuando su


cuerpo había sido encontrado.

Jo giró la cabeza y miró la puerta que daba al exterior.


El dolor en sus sienes y su frente estaba de vuelta y
empeorando por momentos. Sin embargo, tenía un montón de
Motrin48 en casa y las sirenas se habían silenciado. El hombre
48
N/T: Ibuprofeno.

138
J. R. WARD EL PECADOR

vestido de cuero se había ido por un tiempo. Y lo más probable


es que la policía no la estuviese buscando a ella. Nunca más.

Porque no podía escuchar un helicóptero en lo alto.

Se apartó de la encimera y se dirigió a la salida


caminando alrededor de grandes restos de pladur que...

Con un gruñido, se detuvo y cruzó los pies. La sensación


de que los recuerdos estaban tratando de romper alguna
barrera de su cerebro la perseguía, pero estaba acostumbrada
a eso. El sofoco que calentó su cuerpo de adentro hacia afuera
también era completamente familiar. Lo que era nuevo...fue la
desesperación que inundó su estado de ánimo.

Mientras salía al callejón, y dudaba para poder volver a


asegurarse de que la policía no estaba rodando sobre ella, era
perfectamente consciente de que no había nadie esperándola
en su apartamento. Nadie para llamar y conectarse. Ni un alma
con la que ella pudiera liberarse.

Tenía una historia que contar sobre esta noche, sobre el


hombre vestido de cuero, sobre cómo se sentía, pero no había
una audiencia real para eso. Incluso si lo ponía camuflado en
su blog... o debería decir mejor con "ciberanzuelo"... de él
siendo de otro mundo, solo estaba gritando a una multitud que
estaba principalmente enfocada en ella misma. Y Bill era su
único amigo, pero ellos no eran muy muy cercanos y, además,
él estaba lidiando con Lydia y el embarazo que habían perdido.

La vida de Jo no era más que una cámara de resonancia,


hueca y oscura.

Y esa realidad fue la compañera que la siguió a su casa


como un acosador.

139
J. R. WARD EL PECADOR

T odo era tan deliciosamente familiar.

Cuando el Señor F cruzó la tierra compacta debajo del


enorme puente de la autopista junto al río, tomó el primer
aliento fácil desde que había llegado al suelo de cemento de ese
edificio detrás del centro comercial de saldos, con ropas de
mierda que no eran suyas, su cuerpo rígido y dolorido,
especialmente dentro de su culo. Estaba confundido y en mal
estado, pero había tenido muchas otras cosas para
preocuparse por su salud y bienestar.

En primer lugar, tener una compulsión para salir a esa


casa en los suburbios.

Después de lo cual volvió en sí, delante de la cosa.

Nada de eso tenía sentido, pero era tan seguro como la


mierda.

—Rickie —murmuró— ¿Qué pasa?

El hombre en harapos sentado en el camastro de cartón


agitó una mano nudosa hacia él. —¿Dónde has estado?

140
J. R. WARD EL PECADOR

—En ninguna parte.

Cuando eso fue todo lo lejos que llegó, el Señor F recordó


cuánto le gustaban las reglas sociales aquí en Yonkilandia49,
como lo llamaban. Nadie preguntaba por más de lo que estabas
dispuesto a dar. Parte de eso era respeto. Más de eso era que
todos debajo del puente estaban en una relación abusiva con
su adicción, y luchar con ese mono en tu espalda se llevaba a
la mierda el interés por otras personas en tu lista de cosas para
hacer.

Sus ojos se dirigieron a donde siempre había dormido.


El drogadicto que se había apoderado de su saco de dormir y
que actualmente se perdió el saludo50, era un chico que él
reconoció. El hombre también llevaba la cazadora del Señor F,
la de color óxido con la cremallera rota al frente y, a menos que
realmente supieras la diferencia entre sus caras, habría sido
fácil confundir a uno de ellos con el otro. Por otra parte, eran
hermanos, aunque provenían de diferentes entornos.
Intercambiables eran su falta de alimentación adecuada,
sueño y salud estampando sus rasgos y tipo de cuerpo con la
marca del parentesco. ¿Y si ese tipo moría? ¿De hepatitis C no
tratada o de una sobredosis? Habría un remplazo para ese
lecho de nylon y plumas falsas.

Obligando a su cerebro a removerse, el Señor F trató de


reproducir lo que le había sucedido la noche anterior, cómo las
cosas habían ido tan mal. Tenía un brumoso recuerdo de ser
abordado por alguien que no conocía. Parecía que le estaban
buscando a él específicamente, y se había preguntado si no era
su familia finalmente alcanzándole.

Y luego se había despertado en ese suelo de cemento


aturdido, horas perdidas para sólo Dios sabe qué.

49
Yonki se les dice a los adictos a la Heroína
50
N/T: En inglés es lost to a nod.

141
J. R. WARD EL PECADOR

Caminando hacia su espacio, tuvo que agacharse


cuando la cuña en el suelo se levantaba para encontrarse con
la parte inferior del asfalto.

El yonki en el lugar del Señor F se agitó y parpadeó


mucho. —¿Eres tú, Greg? Solo estaba cuidando tu mierda, ya
sabes.

—Voy a necesitarla de vuelta en algún momento. Pero


puedes dejártela puesta ahora.

—Vale. La mantendré a salvo.

—Claro —El señor F miró a su alrededor— ¿Has visto a


Chop esta noche?

—Estuvo aquí hace una hora. ¿Le buscas para comprar?


Tengo algo que puedo venderte. Es buena mierda.

El Señor F metió la mano en el bolsillo del abrigo que no


era suyo. —Tengo cincuenta.

—Sólo puedo darte la mitad de lo que obtuve porque


necesito algo pronto.

—Genial.

Cuando el hombre se sentó, una bocanada de olor


corporal se elevó para unirse al olor de la orina, heces y tierra.
Dedos sucios hurgaron en el bolsillo del abrigo del Señor F, y
luego una sola bolsa del tamaño de un paquete de azúcar fue
sacada.

El señor F se inclinó, consciente de una anticipación


enroscada en sus entrañas y zumbando en su cabeza.

El hombre retrocedió. —Colega. Apestas.

Que te jodan, pensó el Señor F.

142
J. R. WARD EL PECADOR

Sus manos fueron rápidas, la transferencia de efectivo y


la H51 rápida como un parpadeo, y con eso, no hubo nada más
para ser dicho. Sin agradecimientos ni despedidas o te veo
luego. El yonki se recostó para disfrutar de lo que quedaba de
su plataforma en el saco de dormir que no era el suyo, y el
Señor F se alejó.

Había recorrido unos cien metros antes de darse cuenta


de que no tenía su equipo. Necesitaba una cuchara, un
encendedor y un par de gotas de líquido.

La ira se elevó ante el impedimento para su viaje, pero


se calmó rápido. Con sus nuevos ojos súper afilados, localizó
una jeringa usada y una cuchara doblada en un tambor
volcado que funcionaba como una mesa común. Luego
encontró un mechero descartado en el carrito de ropa y efectos
personales de alguien. La última pieza se unió mientras
caminaba hacia una botella de Poland Spring52 que tenía una
pulgada de líquido color barro en ella.

El me-importa-una-mierda el saneamiento o
esterilización era tan familiar como el paisaje de la falta de
vivienda. Debería haberse preocupado porque la aguja
estuviese sucia y lo qué demonios había en el fondo de la
botella de plástico. Debería haberse preocupado por la pureza
de la droga. Debería haberse preocupado por sí mismo.

Pero no lo hizo. Solo estaba enfocado en lo que venía, la


promesa de dulce alivio a los gritos del miedo y la paranoia en
su cabeza era todo lo que importaba. Todo lo demás que no
fuese tan-bueno, tan-seguro, tan-inteligente, era un daño
colateral. Ruido de fondo. Negociable hasta el punto de ser sin
importancia.

Incluso si esos compromisos fueran la mierda que le


mordería en el culo luego.

51
Heroína.
52
N/T: Marca de agua embotellada.

143
J. R. WARD EL PECADOR

Como todos los adictos, sin embargo, tomaba prestado


del futuro, yendo en una deuda existencial que no tenía
obligación de pago mensual, sino más bien un globo al final de
un plazo desconocido que muy pocos podrían cumplir. Por eso
la reposición sucedía con tanta frecuencia, todos esos
cadáveres acumulándose, el recuento de SD53 crecía aún más
a medida que las personas entraban al embudo con ese primer
sabor tentador del principio, y luego se quedaban atrapadas
en la trampa, dándose cuenta de que no podían salir cuando
ya era demasiado tarde.

El portal que el Señor F eligió era familiar y se sentía


bien sentar su culo sobre su duro travesaño y estirar las
piernas. Se tomó un minuto para disfrutar de la vista... y con
ello, no estaba viendo los sacos de dormir y los grupos de
murmullos que ahora estaban muy lejos. No, estaba
concentrado en la promesa de no sentir nada malo.

Sus manos temblaron de emoción cuando puso la


sustancia marrón en el vientre de la cuchara sucia, vertió un
poco de sopa54 sobre ella y colocó el mechero debajo de la
cuenca. La porquería resultante fue rápida, pero la extracción
de la jeringa no fue suave, la arena seca y aglomerada dentro
de su vientre hacía que el émbolo luchara contra su retracción.
Casi lo derramó todo.

Pero él prevaleció sobre los obstáculos.

Cuando la aguja estuvo lista, se giró hacia el hueco de


su brazo y se dio cuenta de que, mientras veía que no se había
quitado el abrigo primero, estaba fuera de práctica a pesar de
que había hecho esto hacía poco más de veinticuatro horas.
Incluso aunque lo había hecho cientos y cientos y cientos de
veces en los últimos tres años. A pesar de que esto no era
ciencia espacial.

53
N/T: Sobredosis.
54
N/T: En inglés soup, hace referencia a la heroína.

144
J. R. WARD EL PECADOR

La primera regla de la eficiencia de la inyección era que


enrollases tu manga. No cargar la aguja y luego tener este tipo
de retraso. Pero era una solución fácil. Ja ja. Se puso la jeringa
entre los dientes y empujó la manga hacia arriba... excepto que
no funcionó. Había sido flaco antes, su masa corporal
carcomida por prioridades que no incluían alimentos. Ahora,
sin embargo, tenía músculos que no había notado y eso
significaba que empujar lo que cubría su brazo no era un
movimiento tan fácil como solía ser.

El Señor F se quitó la chaqueta, dilató una vena al


golpear su puño un par de veces, y empujó la aguja.

El émbolo bajó bien, no es que hubiera importado si


hubiese tenido que poner toda su fuerza recién descubierta en
ello.

El Señor F exhaló de alivio. Inclinando la cabeza hacia


atrás, cerró los ojos y abrió sus sentidos a lo que iba a venir.
Tomó una respiración profunda. Y... otra.

Recolocándose, arrastrando los pies hacia la puerta,


cruzó los tobillos. Los descruzó. Los volvió a cruzar.

La anticipación se acurrucó en su pecho y sonrojó su


cara. No podía esperar por el subidón, y la flotabilidad, y el
zumbido...

Cuando volvió a abrir los párpados y enderezó la cabeza,


miró a su alrededor, sus ojos rebotaban sobre los montones de
carne humana que estaban en la distancia, así como los
zombis que se arrastraban hacia el puente y lejos de él.

La furia que lo levantó de un salto fue tan explosiva que


se giró y golpeó la puerta contra la que se había apoyado, su
puño penetrando el panel, rompiéndose como si el sucio acero
inoxidable fuera piel. Cuando sacó la mano del agujero que
había hecho, el metal rasgado abrió su propia carne.

145
J. R. WARD EL PECADOR

La sangre que manaba y caía era negra como el aceite y


brillaba con la baja luz. Cuando cayó de su mano y aterrizó en
la tierra a sus pies, no fue absorbida por la tierra.

Se quedó allí y pareció devolverle la mirada.

Jo caminó rápido y mantuvo la cabeza gacha. Podría


haber sido criada en un hogar WASP 55 en Filadelfia, pero ella
era más que buena con el código de autoprotección de Nueva
York donde no miras a los ojos a personas que no conoces, y
así dejabas claro que no estabas interesada en ningún
problema.

Mientras caminaba por la calle, sostuvo su bolso frente


a ella y mantuvo una mano en el bolsillo del chubasquero con
su 9 mm contra su palma. Era muy consciente de cuántos
bloques había entre ella y su coche. No fue una jugada
inteligente, pero lo último que pensó que iba a suceder era ella
haciendo una 5k56 después del anochecer que la llevó tan lejos
de la maldita cosa.

El sonido de zapatos de tacón alto que venía hacia ella


fue una sorpresa, y fue solo por esa razón que ella giró sus ojos
hacia adelante por una fracción de segundo.

Bueno. Su posibilidad de supervivencia simplemente


aumentó. ¿Si alguien viese ese paquete y tuviese que elegir
entre alcanzarlo y alcanzar a Jo? Fácil elección. La hermosa
morena llevaba una especie de atuendo elegante con un
volante brillante rosado alrededor de su pequeña cintura y
cuerdas de collares rebotando en sus pechos perfectos. Sus
piernas eran tan largas como una calle de la ciudad y bien
formadas como esculturas, y no había nada de disculpa o
desviación sobre su paso. Se pavoneaba como la modelo que

55
WASP: Acrónimo de White Anglosa-Saxon Protestant; Blanco, anglosajón y protestante. Grupo social
cerrado de elevada posición y que defienden los valores tradicionales y rechazan las demás etnias.
56
N/T: Carrera de 5 kilómetros.
146
J. R. WARD EL PECADOR

debía ser, y al diablo con el riesgo asociado con ser una mujer
de 55 kilos afuera sola después del anochecer.

Por otra parte, tal vez ella estaba escondiendo un


montón de metal debajo de esa falda... y no de la variedad de
cinturón de castidad, sino del tipo de apuntar y disparar.

Cuando se acercaron, Jo arriesgó una segunda mirada


y decidió que el pavoneo era menos como una modelo y más
como un cabreo tipo lista-para-rajar-a-una-perra.

Jo dejó caer su mirada cuando se cruzaron, pero no


pudo evitar mirar sobre su hombro.

Si, la parte trasera era tan buena como la delantera,


cabello tan largo, de color caoba, tan grueso, tan lleno de vida,
tan saludable que tenía que ser un conjunto de extensiones.
Seguramente nadie podría tener todos esos atributos físicos a
su favor.

Sacudiendo la cabeza, Jo revisó el letrero de la calle


mientras cruzaba otra intersección y luego giraba hacia donde
había dejado su VW Golf. El viento la golpeaba ahora, y era
difícil decir exactamente cuándo registró el olor. Pero incluso
con el objetivo de llegar a salvo a su chatarra, sus pies se
ralentizaron... y se detuvieron.

Cobre. Estaba saboreando cobre en el fondo de su


garganta.

Sólo había una cosa que hiciera eso, y tenía que haber
mucho de eso para que el olor se concentrase en ese tipo de
brisa fuerte.

Estrechando los ojos, trató de ver lo que estaba delante


mientras agarraba su teléfono móvil. Mirando hacia atrás, ya
no podía ver a la mujer y no había nadie más alrededor.

Quizás ella estaba equivocada. Tal vez eso era...

147
J. R. WARD EL PECADOR

A pesar de que sus instintos le gritaran que volviera


cuando el sol hubiese salido, caminó hacia adelante, el olor a
sangre se hizo más espeso hasta que sintió que no estaba
respirándolo sino bebiéndolo. Y entonces vio su coche, a unos
cien metros de distancia...

El goteo la detuvo.

Entre cada una de sus pisadas, fue consciente de un


suave golpe, golpe, golpe.

No mires, dijo una pequeña voz dentro de ella. No...


mires...

En el primer rellano de una escalera de incendios, había


una maraña enredada del tamaño de un sillón, y su primer
pensamiento fue ¿Por qué demonios alguien pondría un mueble
allí arriba?

Y entonces vio el origen del goteo.

Había un flujo constante cayendo de la maraña, y


mientras se acercaba a la escalera de incendios, la luz de una
farola exterior a cierta distancia se alineó con lo que estaba
cayendo al asfalto.

El material era rojo y translúcido.

Tropezando hacia atrás, Jo se cubrió la boca con la


palma de la mano, pero luego necesito estirar los brazos para
mantener el equilibrio cuando su pie golpeó una pelota de
fútbol...

No era una pelota de fútbol.

Lo que rodó a un lado era una cabeza humana.

Cuando se detuvo, los rasgos faciales se inclinaron hacia


ella. Los ojos estaban abiertos y miraban ciegamente hacia

148
J. R. WARD EL PECADOR

arriba, la boca laxa como si el hombre hubiera estado gritando


cuando lo habían decapitado.

La visión de Jo se convirtió en un tablero de ajedrez y


sus piernas se aflojaron, pero tuvo la sangre fría para marcar
al 911. Cuando el operador respondió, las palabras no
salieron. Respiraba con dificultad, sin embargo, no había aire
en sus pulmones, nada para enviar las sílabas por su garganta
y por su boca.

Se concentró en su coche, y la proximidad la aterrorizó.


En la parte posterior de su mente, escuchó a Gigante amenazar
su vida.

¡Corre! Pensó. Excepto que ahora era testigo de algún


tipo de crimen, porque no había forma de que esto fuera un
suicidio o un accidente.

—Mi nombre es J… j… Jo Early —dijo con voz ronca—.


Estoy en la e-e-esquina de la Decimoctava con Kennedy y tengo
que informar de... una muerte, un asesinato... él está muerto.
Oh Dios, su cabeza... ya no está en su cuerpo...

149
J. R. WARD EL PECADOR

M irando a la mañana siguiente, Syn era un animal


enjaulado mientras paseaba por su habitación vacía. No
estaba animado por la comida que había consumido ni la
sangre que había bebido. No había descansado bien tampoco.

La sensación de que esa mujer lo necesitaba y no podía


responder, que era impotente ante el dominio del sol, que no
era fuerte, sino débil, le dio una energía que sacudió sus
manos y crujió sus dientes. Y como resultado del temblor
físico, las cosas bajo la superficie de su conciencia, cosas que
se había negado a dejar salir al aire durante tantos años,
amenazaban con abrirse paso.

Luchó contra ellas lo mejor que pudo, pero perdió la


batalla gracias al espejo del baño. Fue allí, parado desnudo
ante los lavabos, que él descubrió sus colmillos... como para
probarse a sí mismo que todavía los tenía... y sucedió.

El presente desapareció y el pasado se hizo cargo de él,


desatando una tormenta...

Viejo país, 1687

150
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Syn levantó la cabeza, la sangre salió de su boca,


cayendo al suelo de tierra de la cabaña. Hubo un zumbido en
sus oídos, surgiendo y retirándose por turnos, y pensó en el mar
que hacía lo mismo en la base de los acantilados cercanos.
¿Cuánto tiempo había estado inconsciente esta vez?

El interior de su nariz estaba tapado, así que tragó para


que fuera capaz de respirar a través de sus labios. Mientras su
lengua rozaba contra el lugar donde deberían estar sus dientes
de adelante, había un vacío irregular, las dos... no, cuatro...
cavidades vacías tiernas y cosquilleantes.

Fue a tratar de ponerse de pie para ver si algo estaba roto


de sus brazos y piernas, pero él lo sabía mejor.

Con cautela, miró hacia el único camastro. Debajo de una


pila de mantas, la gran bestia dormía, el montículo de carne y
músculo subiendo y bajando, un gorgoteo marcando las
inhalaciones. Incluso en reposo, tenía sus prioridades. Una
mano carnosa sobresalía de las capas de lana, los dedos
cubiertos de tierra y sangre que descansando protectoramente
sobre el cuello abierto de una vejiga de hidromiel.

El ronquido era la señal para que Syn pudiera moverse, y


mientras empujaba su torso hacia arriba, le dolieron los
hombros y las costillas. La cabaña nunca estaba limpia, nunca
ordenada, pero después de haber sido golpeado con una olla de
cobre y arrojado como un rollo de tela, había más desorden que
nunca. Lo único que no había sido perturbado eran los restos
momificados de su mahmen, el cuerpo, envuelto en sus trapos,
aún estaba donde había estado por los últimos diez años.

Sentándose con cuidado en el abarrotado suelo, se


aseguró que los dolores y molestias no fueran por lesiones
graves. Ciertamente, su padre parecía saber hasta dónde
podría empujar los golpes. No importaba lo borracho que
estuviera, él no llevaba sus golpes hasta la puerta de la muerte.
Se detenía un poco antes del punto de no retorno.

151
J. R. WARD EL PECADOR

El estómago vacío acunado entre la pelvis de Syn se


convirtió en algo que él no podía ignorar, y no porque su hambre
fuera lo suficientemente urgente. Él había estado tan
hambriento que la sensación de vacío era una extensión natural
de su cuerpo, nada diferente. Pero los gruñidos que emitió eran
peligrosos.

No quería despertar a su padre, aunque era difícil saber


qué era peor... cuando el macho estaba afectado por su estado
de confusión por su mente de borracho, o cuando se despertaba
furioso por la propiedad somnífera del hidromiel.

Cuando Syn intentó ponerse de pie, sus piernas se


tambalearon, delgadas y poco confiables debajo de su ligera
figura, y se equilibró solo cuando estiró sus brazos. El camastro
de su padre estaba colocado directamente adelante del pesado
colgajo de piel que cubría la puerta hacia el exterior, y dado que
Syn era un pretrans, no podía cerrar los ojos y
desmaterializarse en el aire. Necesitaba deambular de manera
corpórea.

Colocando sus palmas sobre su estómago, presionó


mientras sostenía su aliento. Con la punta de los pies, eligió su
camino con cuidado, sin perturbar nada, y orientó su vigilancia
sobre la vejiga de hidromiel y la yema de los dedos que
descansaban sobre ella. Su Sire sufría de una implacable
inestabilidad en la extremidad. Si se despertara, sus dedos le
dirían cuando a través del movimiento...

Cuando Syn se concentró en el dorso de esa mano, vio


algo extraño en la carne cubierta de sangre. Hubo un destello
de blanco brillante, y pensó que quizás los golpes de la noche...o
el día, no sabía cuál...habían sido tan duros, que su padre había
roto la carne de sus nudillos, hasta el hueso.

Pero no.

Eso no era lo que era.

152
J. R. WARD EL PECADOR

Al tocar los latidos del corazón detrás de su labio


superior, algo se agitó profundamente dentro del pecho de Syn.
No tenía un nombre con el que pudiera etiquetar la emoción, y
no había, como tantas cosas en su vida, nada que pudiera hacer
para controlar el sentimiento.

Sin embargo, fue lo suficientemente fuerte, lo


suficientemente insistente, que cometió lo inconcebible. Se
acercó a la bestia. Agachado junto al camastro. Extendió una
mano no tan firme como la de su padre.

Con la cual retiró un pequeño fragmento de la carne de su


padre.

Un diente.

Su propio diente.

Mientras sostenía el trozo de hueso con cuidado, como si


estuviera acunando su cuerpo roto, miró a los restos de su
mahmen. La echaba de menos, pero estaba agradecido que ella
no sufriera más. De hecho, sus restos no habían sido guardados
dentro de esta horrible cabaña como recuerdo de su amor. Eran
una advertencia de lo que pasaba cuando uno no obedecía.

Syn se metió el diente en el bolsillo del pantalón a rayas


y miró alrededor en el suelo. Le gustaría recuperar los otros tres.
Tal vez él...

―¿A dónde crees que vas ahora, joven?

Syn saltó hacia atrás y comenzó a temblar. Agachándose,


puso los brazos arriba y alrededor de su cara. La respuesta
estaba arraigada. Entrenado. Su segunda naturaleza.

―Debo ir para conseguir víveres ―susurró―. Voy a buscar


comida.

Hubo un gruñido en el camastro y su padre levantó la


cabeza. Su barba era larga y retorcida, una cuerda de pelo
oscuro y grueso que estaba indistinguible de la maraña que

153
J. R. WARD EL PECADOR

surgía de todos los lados de su cráneo. Brillantes ojos negros


bajo cejas carnosas brillaron.

―Los obtienes y regresas, joven. No pierdas el tiempo.


Estoy hambriento.

―Sí Sire.

Su padre miró la mano que estaba sobre el hidromiel. Un


riachuelo de sangre, fresca y roja, había brotado y descendido
hasta su dedo índice, liberado por la extracción del diente.

―Iré ahora ―se apresuró Syn―. Mendigaré


fervientemente. Yo…

Esos ojos volvieron y se entrecerraron. Odio, como un


golpe sobre la superficie de un estanque, se destacó.

―Voy ahora ―dijo Syn.

Con un movimiento rápido, rodeó el camastro, pero tuvo


que frenar. La pesada lona. Como pretrans, podría sobrevivir a
la luz del sol. Su padre no podía. La cabaña estaba apoyada
contra la pared de una cueva, su punto de entrada. Bien
protegida de la luz directa. Pero si no seguía el camino, y hacía
las cosas correctamente a la salida, lo pondría en la jaula y lo
sumergiría en la corriente del río.

Preferiría ser golpeado.

―Vuelve, joven. ―La voz grave de su padre era como la


maldición del Omega, astuta e invasiva, con la promesa de
sufrir―. O me enfadaré y me veré obligado a encontrar algo que
hacer. Si aún no lo he hecho.

Syn asintió y se salió de la cabaña, su tropiezo lo empujó


hacia el afloramiento de piedra húmeda de la cueva.

¿Si no lo hubiera hecho ya? Syn pensó. ¿Qué había hecho


el macho?

154
J. R. WARD EL PECADOR

Saliendo de la cueva, a pesar del dolor en sus piernas y


su torso, se lanzó a la noche con toda la rapidez que pudo
convocar. La luna en lo alto estaba baja en el horizonte y su
posición lo aterrorizó. ¿Cuánto tiempo había estado sin
conciencia? ¿Cuánto tiempo su padre ha sido libre de deambular
por el pueblo y sus alrededores?

Parcas, ¿qué había hecho?

El miedo resecaba la boca de Syn, y la sed lo llevó al


arroyo donde cayó de rodillas y puso la cara en el frío rio. El
aguijón era casi insoportable, pero mientras bebía, su cabeza se
aclaró. Cuando se enderezó, se limpió los ojos en sus
desgarradas y ensangrentadas mangas. La noche era fría, pero
para él, parecía que todo siempre estaba a temperatura más
baja que él.

Con el viento, que llegaba desde el sur, el humo de un


fuego flotaba hasta él. No solo una fogata. Varias. El pueblo
estaba vivo con el bullicioso comercio, intercambios,
proporcionando servicios y suministros durante las oscuras
horas antes de que la luz del sol lo detuviera todo.

La promesa hecha a su padre lo condujo en la dirección


de otros vampiros. Ninguno lo acogería por miedo de lo que su
padre les haría, pero había buenas almas que se compadecían
de Syn, reconociendo la maldición de su existencia, recordando
lo que le habían hecho a su mahmen… y conociendo muy bien
lo que sucedería si Syn, débil como él era, si no alimentaba a la
bestia que acechaba en esa cueva, en esa choza.

Sin embargo, Syn no fue al centro del pueblo. Lo haría


más tarde. Tan pronto como pudiera.

En cambio, se dirigió al bosque, cruzando el tronco caído


y el arbusto de bajo nivel, moviéndose como un ciervo, en
silencio. Viajó lejos y se agotó fácilmente, pero siguió adelante.

Justo a tiempo llegó a un claro, y tuvo cuidado de buscar


refugio detrás de un árbol grueso. No sería bueno que nadie

155
J. R. WARD EL PECADOR

supiera de su proximidad, y él no habría venido si hubiera


podido evitarlo.

A través de las flores silvestres que crecían con una gloria


elegante y descarada, la cabaña con techo de paja era modesta,
pero encantadora, y se dijo a sí mismo que confiara en la falta
de ruido. Nada parecía estar ardiendo fuera del hogar. No había
derramamiento de sangre que él pudiera ver u oler. Había…

La puerta de madera se abrió de par en par y el sonido


de risitas se elevó como el cantar de los pájaros en la primavera,
y como los jilgueros colorados desde una rama, dos figuras
corrieron. Uno era bajo y fornido, el pequeño macho corría tan
rápido como podía, con una cinta rosa que fluía detrás de él. La
otra era una hembra más alta recién salida de su transición, su
cabello rubio ondeando como una bandera mientras perseguía
a su hermano y el premio que él había reclamado. Juntos,
corrieron hacia el huerto que había sido cultivado en la pradera,
y luego hacia el prado donde estaban encerradas dos
saludables vacas lecheras.

Los hombros de Syn se relajaron y descubrió que podía


respirar. Siempre y cuando la hembra y su familia estuvieran a
salvo, eso era todo lo que le importaba. Ella siempre fue muy
amable con él en el pueblo, y valiente en su respeto por él. De
hecho, ella parecía no notar sus harapos y la forma en que olía.
Solo veía su hambre y su sufrimiento, y sus ojos no se apartaron
de eso como lo hicieron las miradas de muchos otros, mucho
mayores que ella. Tampoco se contentaba simplemente con
compadecerse de él. Le daba a escondidas ropa que, dado el
olor sobre la tela, ella había hecho para él. Él estaba usando los
pantalones que ella había confeccionado con una tela gruesa y
abundante, y su único abrigo, el que lo mantenía abrigado, pero
que había dejado atrás en su prisa, había sido una colcha que
ella creó para él.

Ella era la luz de la luna en su cielo nocturno y, a menudo,


lo único que le daba algún alivio. Solo verla, ya sea con su cesta

156
J. R. WARD EL PECADOR

tejiendo mercancías o cuidando de su hermano, era suficiente


para darle la fuerza para continuar.

Mientras la hembra y su hermano rodeaban el granero,


Syn se contentó con mirar y hacer girar fantasías que nunca
ocurrirían. Ciertamente, se imaginó que era él quien estaba
siendo perseguido por ella, y se aseguraría de dejarse atrapar.
En su mente, salió al futuro, después de su propia transición.
Se veía a sí mismo alto y fuerte, capaz de defenderla y
mantenerla a salvo, su fuerza física era la garantía contra este
mundo cruel de que nada la lastimaría.

El chasquido de un palo lo hizo saltar.

―¿Qué haces aquí, hijo mío? ―vino un gruñido detrás de


él.

El sonido de los golpes devolvió a Syn al presente,


aunque la reorientación no fue inmediata ni distributiva. Una
parte de él aún estaba de vuelta en esos árboles, al borde de
ese prado florecido, y estaba agradecido por quien sea que
hubiese interrumpido su carril de la memoria. Le molestaba la
revisión de su historia. Había tantas razones para no detenerse
en ninguna parte de su pasado, pero especialmente en esa
noche en particular. Tal vez si las cosas hubieran sido
diferentes en ese entonces, él sería diferente ahora.

Por otra parte, tal vez había sido maldecido al nacer,


todo lo que sucedió entonces y hasta ahora, predefinido e
inevitable.

―Ya voy ―murmuró cuando los golpes comenzaron de


nuevo y consiguió su agradecida pausa.

Quienquiera que estuviera en el otro lado mejor que


tuviera una buena razón para molestar su absolutamente no-
estoy-durmiendo.

157
J. R. WARD EL PECADOR

Estaba aún menos interesado en otras personas de lo


habitual hoy.

158
J. R. WARD EL PECADOR

B utch terminó los últimos milímetros de su vaso de


Lagavulin, y justo cuando enderezó la cabeza desde su
sacudida hacia atrás, la puerta en la que estaba golpeando se
abrió de golpe. Al otro lado, Syn obviamente no era una
persona madrugadora, su mirada sacada directamente del
manual de Hulk, su cuerpo desnudo enorme, el tipo de cosa
que podría causar graves daños a cualquiera con un reloj
despertador. Un saludo alegre. Una tostada.

El bastardo tenía un caso de malhumor.

―Bueno, bueno, bueno ―dijo Butch―. Si esa no es la luz


del sol personificada.

―¿Qué quieres?

―¿Ahora mismo? Unas Ray Bans para protegerme del


resplandor de tu felicidad.

Balthazar se adelantó, colocando su sólido cuerpo como


una pared entre los dos. ―Vamos a relajarnos, primo.

159
J. R. WARD EL PECADOR

Dejando las relaciones de sangre para resolver los


problemas del comité de bienvenida, Butch irrumpió en el
conjunto de habitaciones completamente vacías. Syn vivía
como un monje, lo que era su vocación, pero vamos. ¿Como si
no pudieras tomar ventaja de un colchón mullido con
almohada cuando estaban disponibles para ti? Pero no,
hagámoslo como en el viejo país en el duro suelo.

—Entonces —dijo mientras paseaba, el dolor restante en


su ingle por su caso de Chrysler-itis es algo que fue eclipsado
brevemente por el trabajo que había venido a hacer— ¿Quieres
ponerte unos pantalones o estás bien ventilando tu polla así?

Balthazar fue quien los encerró a los tres, y el Bastardo


se quedó junto a la puerta, como si supiera que existía la
posibilidad de que su primo pudiese salir con sus pies.

Syn se puso las manos en las caderas. —¿Te hago sentir


incómodo?

Butch se echó a reír. —No tienes idea de cómo es mi


compañero de cuarto. Así que no, estoy bien. Pero tú, mi
amigo, te estás causando algunos problemas. Y no solo en una
forma de proyecto de tu miembro.

—Cómo es eso.

—Creo que lo sabes. —Butch tomó la copia impresa del


Caldwell Courier Journal de debajo de su brazo—. ¿Leíste el
periódico esta mañana?

—De principio a fin. E hice el crucigrama.

—Lo hiciste. —Butch buscó un lugar para dejar su vaso


y terminó dejándolo en el suelo. Luego abrió la portada y la giro
hacia el tipo—. Curioso, ¿pensaste que algo como esto no se
notaría?

Los ojos de Syn no se centraron en la fotografía en


blanco y negro de la escena del crimen que ocupaba la mayor

160
J. R. WARD EL PECADOR

parte de la mitad superior del periódico. Y dado que el Bastardo


no tenía un ordenador, y no estaba en la lista de chico de los
periódicos de Fritz, era imposible creer que había leído algo, y
al diablo con la mierda del crucigrama.

—¿Sin comentarios? —Butch murmuró mientras


pasaba las páginas—. Porque me temo que eso no es lo
suficientemente bueno.

El encogimiento de hombros de Syn no fue una sorpresa.


Tampoco su calma total o la luz hostil en sus ojos. El Bastardo
era como una antorcha de agresión mientras estaba allí, todo
un desastre natural acumulado... y por una fracción de
segundo, Butch quería que el tipo hiciera algo
espectacularmente estúpido. Una buena pelea podría quemar
parte de su propia energía nerviosa.

—Mira, esto es interesante para mí. —Butch volvió a


doblar el papel y lo puso de nuevo bajo su brazo—. Pensé que
querrías tener el crédito por tu trabajo. De lo contrario, ¿por
qué dejar el cuerpo a la intemperie así? Y, hey, considerando
que lograste despellejar vivo al tipo en la calle, eso es
impresionante. Quiero decir, dejando de lado las
complicaciones, es un buen trabajo con una daga. Como pelar
maíz, ¿verdad? O arrancar la funda de un sofá.

—No eres ni juez ni jurado para mí.

—Oh, estás equivocado sobre eso. —Butch sacudió la


cabeza—. Entonces que tienes que decir.

—Nada.

—Una vez más, no es realmente una opción.

Balthazar maldijo suavemente. —Syn, tú y yo hablamos


sobre esto. Este es el Nuevo mundo…

—Sé dónde estoy. No necesito que me des una maldita


lección de geografía.

161
J. R. WARD EL PECADOR

—Entonces, déjame instruirte. —Butch dio un paso


adelante, acercándose al tipo—. Vas a ser deportado de regreso
a dónde viniste si sigues con esto.

—No despellejé a ese hombre.

—No tienes ninguna credibilidad.

—Entonces por qué estás aquí. Por qué molestarte en


hablar conmigo

—Porque necesito que las cosas estén claras entre tú y


yo. Considéralo una cortesía profesional entre soldados.

—Lo último que escuché era que Wrath estaba a cargo.


¿Por qué no está él aquí?

—En primer lugar, no eres tan especial. Y segundo, soy


el tonto quien está a cargo de los cadáveres. De acuerdo, es al
menos una posición oficial y más como un excedente de mis
días como policía de homicidios... pero yo creo que todos
podemos estar de acuerdo en que lo último por lo que alguien
debe preocuparse es por lo que estás haciendo con un cuchillo
en tus horas libres cuando estamos cerca del final de la guerra.
Queremos que los humanos se relajen y se mantengan fuera
de nuestros asuntos. Así que tienes que irte si no puedes frenar
esta mierda.

Syn finalmente miró a su primo, su Mohawk girando


hacia un lado.

Balthazar habló. —Vamos, Syn. Sabes que esto ha sido


un problema. Tienes que canalizar a tu talhman de otra forma.
O al menos no hacerlo tan públicamente.

—¿Y qué hay del otro? —dijo Butch—. El cadáver que


encontraron esta mañana retorcido alrededor de la escalera de
incendios.

162
J. R. WARD EL PECADOR

—Bien. —Syn se encogió de hombros otra vez—. Lo


maté. Maté al otro. Maté a todos.

Butch machacó sus molares. —Mira, ¿por qué tienes


que ser así? Podrías ser honesto.

—Lo soy. Me tienes bien pillado. Despellejé a uno y luego


dejé inconsciente al otro en una escalera de incendios... porque
estaba aburrido.

Con los ojos entrecerrados, Butch mantuvo la voz


nivelada. ―Supongo que estabas realmente aburrido, cortando
esas piernas.

―Ambas ¿podemos terminar aquí?

Butch miró alrededor de la habitación. Había agujeros


en el muro donde se habían sacado los cuadros que estaban
colgados, y se imaginó que el hecho de que las cosas no habían
sido retocadas adecuadamente volvería loco a Fritz.

Mantuvo sus maldiciones para sí mismo. ―Estoy


tratando de ayudarte, Syn. Puedes elegir hacer esto más fácil
para ti cortando esto a partir de ahora. ¿Ahora mismo? Solo
soy yo dando una opinión. Si Wrath se involucra, no quedará
margen de maniobra para ti. Él se va a deshacer de ti y tendrás
suerte si solo te arrastra a un maldito barco. No dudará en
meterte en un ataúd.

―Estás asumiendo que eso sería una pérdida para mí.

―No necesitamos esta complicación. No seas algo que


tenemos que resolver.

―Tomo nota.

Butch le dio al chico la oportunidad de decir algo más.


―No estás haciéndote un favor aquí.

163
J. R. WARD EL PECADOR

Syn miró a su primo con ojos duros. ―Y todos pueden


dejar de hablar de mí en cualquier momento que estén listos.
En cualquier momento.

Balthazar cruzó los brazos sobre el pecho. ―La forma en


que eres no es tu culpa. Pero necesitas ayuda...

―No me digas lo que necesito.

Ahora Butch fue quien puso su cuerpo entre los dos


machos. ―Amigo, no entiendo los juegos que estás jugando
aquí, y considerando que la mierda está en mi plato en este
momento, realmente no tengo tiempo para joder contigo.
Quédate en tu carril, o haré que Wrath te ponga de nuevo en
tu lado de la carretera. Realmente estoy tratando de ser
decente contigo... aunque me pregunto por qué demonios me
molesto.

Dicho eso, Butch salió cojeando, y cuando Balthazar lo


siguió, él estaba sorprendido. Esperaba que ocurriera una cosa
de corazón a corazón entre los primos, pero claramente eso no
estaba en el menú. Por otra parte, cuando la puerta se cerró
de golpe, se oyó el ruido de cristales rompiéndose contra los
paneles interiores.

―Supongo que no tendré que volver y recoger mi vaso,


―murmuró Butch mientras se dirigió por el pasillo del ala
nueva que se había abierto.

―¿Te lastimaste el tobillo? ―dijo Balthazar.

―Ojalá fuera eso. ¿Recuerdas esos ajustadores


protectores que la gente solía poner en los coches? ¿Cómo a
finales de los ochenta?

―No con gran particularidad, no.

―Bueno, entonces tuviste suerte. Pero esta noche, me


pareció apropiado hacer uno en la parrilla delantera. Con mis
pelotas.

164
J. R. WARD EL PECADOR

El Bastardo seguía haciendo ruidos de consuelo


mientras entró en la sala de estar del segundo piso. Había un
carrito de bar a un lado, y Butch fue directamente al licor. No
había Lag en la línea truncada de botellas, pero pensó lo
suficiente como para conformarse con bourbon. Después de
servirse un poco de I.W. Harper 57con hielo, hizo un gesto con
la botella de diamantes hacia el otro macho.

―Gracias, pero no ―dijo el bandido―. Tu compañero de


cuarto me ha dado un nuevo hábito, así que estoy bien con
eso.

Cuando Balthazar encendió uno de los liados a mano de


V, Butch se enfrentó al Bastardo. ―No lo entiendo. Estás
enterado de lo que Syn es capaz de hacer, y no tengo ninguna
razón para dudar de ti. Pero Boone me contó lo que sucedió
hace un par de meses. Syn admitió atacar a ese humano que
fue castrado, pero Boone fue quien lo hizo. ¿Por qué tu primo
dice que ha matado gente cuando no lo ha hecho?

―No creo que esté mintiendo ahora. ―Balthazar exhaló


una corriente de humo en frustración―. Y aparte de lo de
Boone, Syn nunca tuvo que mentir antes porque el cuchillo
ensangrentado siempre estaba en la mano de su daga.

―Mira, no pretendía llamarte. ―Butch tragó la mitad de


su Bourbon―. Pero esto ha llamado mi atención y aprecio las
líneas abiertas de comunicación, bla, bla, bla. Simplemente no
quiero seguir acusando a este tipo de mierda por cosas que no
hizo. No está ayudando.

―Sin embargo, admitió lo que hizo.

―Simplemente me dijo que le cortó las piernas a un tipo


cuyas patas todavía estaban muy pegadas cuando lo llevaron
a la morgue. Era la cabeza la que había sido liberada. Así que
está mintiendo.

57
Marca de Whisky.

165
J. R. WARD EL PECADOR

Balthazar frunció el ceño. ―Eso no tiene ningún sentido.

Hubo una pausa cuando Butch terminó lo que había


vertido. Y fue a por una nueva carga. ―Necesito que seas
honesto conmigo.

―Siempre.

―¿Tienes algo contra el chico? ¿Estás tratando de joderlo


o algo? Porque desde donde estoy mirando las cosas, parece
que estás tratando de provocarlo.

Dos minutos y medio después de que Jo entrara al


trabajo, sus dedos volaban en el teclado de su escritorio en la
sala de redacción vacía, sus ojos clavados en la pantalla de su
ordenador, las ediciones de la actualización del artículo siendo
hechas tan rápido que rezó para que tuvieran sentido. Cuando
su teléfono móvil sonó, respondió de manera cortante con solo
su apellido y lo sostuvo en su hombro para poder continuar.

En el fondo de su mente, mientras escuchaba la última


información de McCordle, ella se dio cuenta que en realidad
era una reportera. Y eso se sintió bien.

―Correcto. Sip. Lo tengo. Gracias.

Terminó la llamada y siguió escribiendo…

―Qué demonios estás haciendo.

Mientras miraba hacia arriba, Dick arrojó la copia actual


del CCJ sobre el teclado. Pinchando con su dedo índice en la
primera página, sobre el artículo que Jo había investigado,
escrito, revisado y pasado a máquina, junto con la imagen que
había elegido, acomodada y colocada en las columnas, ladró,
―Pensé que había sido claro. ¿Y dónde diablos está Bill?

166
J. R. WARD EL PECADOR

―Lydia perdió al bebé anoche ―dijo Jo―. Así que él se ha


tomado el día libre.

Dick hizo una pausa. Pero solo por una fracción de


segundo. ―Entonces quiero a Tony en esto. Y me ocuparé de
esto personalmente.

Cuando se fue pesadamente a su oficina y cerró la


puerta, ella tuvo la imagen de un niño pateando el set de Lego
de su hermano.

Jo miró su pantalla. Revisó la ortografía de lo que había


hecho. Y puso esa mierda en Internet.

Bajo su única firma.

Luego se levantó de su silla y entró en la oficina de Dick


sin golpear. Se cernía sobre su escritorio, marcando en un
teléfono fijo, yendo y viniendo entre un listado antiguo
Rolodex58 y el teclado del teléfono.

Cuando él no le dirigió una mirada, no pudo decir si él


estaba ignorándola o si solo estaba enfocado en tratar de
acertar los números sin sus gafas de lectura.

Levantó la vista bruscamente cuando ella cortó la


llamada presionando el botón del receptor y manteniéndolo
presionado.

Antes de que él pudiera comenzar a gritar nuevamente,


ella dijo con calma ―Vas a dejarme continuar con el reportaje
sobre Johnny Pappalardo y también sobre el cadáver
encontrado hace nueve horas en esa escalera de incendios.

El feo rubor que subió por el grueso cuello de Dick


sugirió que estar enojado con ella era el único ejercicio que
había hecho en el mes.

58
N/T: dispositivo de archivo rotativo utilizado para almacenar la información de contacto comercial.

167
J. R. WARD EL PECADOR

―No me vas a decir lo que puedes hacer…

Jo se inclinó y bajó la voz. ―Resulta que soy una gran


reportera. ¿Sabes cuál será mi próxima historia? Acoso sexual
en el CCJ por su editor jefe. ¿Cuántas mujeres crees que
atenderán mi llamada? Supongo que comenzaré contándoles
mi propia historia, la del viaje de negocios al que me pediste
que fuera contigo. ¿Ese largo fin de semana fuera... dónde
dejaste en claro que, si no iba, no llegaría a ninguna parte en
este periódico? ¿Cuántas otras mujeres que solían trabajar
aquí tienen una historia similar, Dick?

Su jefe cerró lentamente la boca.

Jo soltó el botón del teléfono, el tono de marcación alto


en el silencio entre ellos. ―¿Pensando en qué tipo de cuota me
vas a dar? Asegúrate que sea buena, una que tú esposa
entienda. Su familia posee este periódico ahora, ¿verdad?
Además, apuesto a que la historia tendrá alcance nacional, y
necesitarás otro trabajo después de que ella te eche de casa y
te despidan aquí. Así que será mejor que trates de ponerte en
una luz favorable en veinticinco palabras o menos.

Ella le dio la oportunidad de responder. Cuando puso el


receptor de vuelta en su lugar, ella asintió.

―Eso es lo que pensé ―dijo Jo cuando se dio la vuelta y


salió de su oficina.

168
J. R. WARD EL PECADOR

B utch entró al Pit desde el túnel subterráneo, el cual


conectaba la mansión con el centro de entrenamiento.
Mientras abría la puerta de acero reforzado con un código, él
se mantuvo en silencio. V y Doc. Jane se encontraban
trabajando en la clínica, así que ellos no estaban en casa, pero
Marissa había regresado para leer en la cama, después de la
última comida y no quería molestarla. Su trabajo en Lugar
Seguro era exigente, y si ella se encontraba durmiendo, él
quería que aprovechara esas horas de descanso.

El centro de abuso doméstico que dirigía su shellan era


el primero en su clase para la raza y, todo lo contrario que su
hermano, Marissa tenía en su naturaleza un fuerte sentido de
servicio. Ella se sintió impulsada para ayudar a otras
personas, pero también era una estupenda mujer de negocios.
Coordinaba todo fácilmente, desde las hembras y sus hijos,
hasta los planes de tratamiento de los trabajadores sociales,
presupuestos, recursos, comida, vestimenta. Era asombrosa
en su trabajo, pero liderar a un equipo de saneamiento que
fuera compasivo con los vulnerables que habían sido
golpeados, abusados, descuidados e incluso peor, era
agotador.

169
J. R. WARD EL PECADOR

Y era algo difícil de soportar, noche tras noche.

Por supuesto, su compromiso con el trabajo hizo que él


la amara más. Excepto que, también se preocupaba por ella
cuando lucía tan cansada como últimamente se veía.

Acercándose, echó un vistazo a los estantes de ropa que


ahogaban el pasillo que conducía al par de dormitorios. Era
tiempo de almacenar todas sus cosas de invierno y así hacer
espacio para su colección de primavera. Usualmente, él
estaría emocionado por este ritual anual, y también Fritz, pero
este año sería unilateral para el doggen.

Butch estaba demasiado distraído con toda esa mierda


de la profecía.

Saliendo del área común, se quitó su chaqueta


dejándola en el brazo del sofá de cuero. La casa donde él, V y
sus compañeras vivían, era la piedra angular que resaltaba
de la mansión, hecha con el mismo estilo arquitectónico, pero
completando una fracción de metros cuadrados. Tampoco
estaba decorada de la misma manera. La gran casa era como
la Rusia zarista unificada con la Francia napoleónica con un
destello de Hogwarts. ¿La casa de Butch y V? Era la prueba
de la casa de una fraternidad combinada con un piso de
soltero. Tenían este sofá, una mesa de futbolín, una T.V. del
tamaño de un campo de fútbol y los cuatro juguetes de V;
también conocidos como, su equipo de ordenadores. Pero al
menos habían añadido algunos refinamientos desde que sus
shellans se mudaron. Cortesía de Marissa y Jane, de las
bolsas del gimnasio ya no sobresalían los suspensorios 59 y
zapatillas deportivas como si se ahogaran por el olor, las
ediciones de Sport Illustrated60 se encontraban apiladas en la
mesa de café, al igual que las bolsas a medio comer de
Doritos y Ruffles con crema agria y cebolla se mantenían al

59
Un suspensorio o suspensor es un tipo de calzoncillo diseñado para proteger los genitales masculinos
durante una actividad vigorosa o deportiva.
60 Revista semanal dedicada al deporte, propiedad del gigante de los medios de comunicación Time Warner.
170
J. R. WARD EL PECADOR

mínimo. Ya no había tampoco más botellas de Goose y Lag


tiradas en el suelo como si fueran ellas las que se
desmayaran o ceniceros llenos de cigarros enrollados a mano
o incluso, a ese punto, la mierda BDSM que en ocasiones
Butch no estaba seguro si era para la B, la D, la S o la M.

En la cocina, tiró lo que quedaba del bourbon en el


fregadero y enjuagó el vaso. Secando el interior con un trozo
papel, se sirvió tres dedos de Lag y se lo tomó de un trago,
hizo gárgaras con aquella cosa caliente para enjuagar y quitar
el sabor del Harper.

Los esfuerzos del I.W. con el alcohol fue un sustituto


aceptable. Pero cuando querías un Sprite y obtenías un
seltzer61, la decepción inevitablemente agrió tu paladar.

Mirando la botella de Lagavulin, se sorprendió al notar


que estaba tres cuartos vacía. Apenas la había abierto el día
anterior y nadie más bebió de esa mierda.

—Regresaste.

Butch ya estaba mirando hacia arriba mientras


Marissa hablaba, su macho vinculado llamó su atención por
su presencia… y vaya que presencia. Su compañera vestía un
camisón de seda que rozaba la parte superior de sus bonitos
pies descalzos, el color de un rosa sonrojado parecía hacer
sido creado especialmente para ella al igual que unas rosas
selectas de té. Su rubio cabello, el cual se había cortado al ras
del hombro tiempo atrás, estaba creciendo, a su antojo, y los
gruesos mechones se enroscaban en espirales que ahora
pasaban por delante de sus clavículas, así como los huesos
de sus hombros.

Se tomó un momento para estudiar su rostro. Siempre se


había dicho que su belleza era la mayor de la especie, y sabía
que esto era un hecho, no un rumor. Incluso en aquel primer

61 Agua carbonatada

171
J. R. WARD EL PECADOR

momento en el que la vio en la vieja casa de Darius… de regreso


a cuando era humano y no tenía ni idea en qué se estaba
metiendo… ella lo había golpeado, como un estúpido. Además,
para él, no era la apariencia de ella la que creó una atracción
tan convincente y compulsiva. Era su alma detrás de sus
adorables ojos, la voz que salía de sus perfectos labios, el latido
de su corazón detrás de sus curvas.

Su alma era la que realmente lo hacía por él.

—¿Estás bien? —dijo mientras se acercaba— ¿Qué te


pasa?

El camisón de seda fluía detrás de ella con la gracia de


las estelas en el cielo, y le recordó, no por primera vez, que
deseaba traerle mejores cosas a su vida. Tenía un trabajo brutal
con pocas buenas noticias y mucho derramamiento de sangre,
y luego estaba su actuación secundaria, cuando se trataba de
la responsabilidad de detener al Omega.

—Lo de siempre, lo de siempre. —Se besaron mientras él


la sostenía cerca—. Ya sabes.

—No con la forma en la que estás tomando ese whisky.

—Eres demasiado buena leyendo entre líneas.

—No es tan complicado.

En ese momento, terminó el Lag en su vaso y tuvo que


obligarse a sí mismo a no verter otro. Hombre, quisiera poder
manejar sus emociones de mejor manera. Ir por la ruta del yoga
y meditación, parecía ser mucho más virtuoso y luego estaba la
parte alcalina de la historia por la cual preocuparse. Pero de
alguna manera, el alcohol estaba donde estaba.

—Ven aquí —dijo, tomando la mano de su shellan.

Mientras la llevaba al sofá, ella preguntó. —Tu cojera


sigue siendo pronunciada. ¿Qué pasó? No me lo dijiste en la

172
J. R. WARD EL PECADOR

Última Comida.

—No es importante.

—¿Deberías ver a Doc. Jane?

Sentándose, gruñó, luego hizo una mueca e intentó


reorganizarse en sus pantalones, aunque no creía que ninguna
posición en particular fuera a ayudar a sus bolas. Sintió que
estaban hinchadas diez veces su tamaño normal, y los
escenarios de pesadilla de ellas explotando en sus calzoncillos
como globos inflados, le hicieron mirar la botella de Lag que
había dejado en el mostrador.

—Está bien. —Él se volvió y colocó un mechón de cabello


detrás de su oreja—. Pero tienes razón. Siento que no nos
pusimos al día propiamente durante la cena.

No le gustó la forma en la que ella lo miró, como si


hubiese levantado su cortina de “todo bien” y mirara el desastre
de basura que estaba escondiendo.

—No has estado durmiendo y tus ojos no se enfocan en


nada.

—Mentira. —Sonrió un poco—. No pude quitarlos de ti


mientras entrabas y no quiero mirar a otro lado en este
momento.

—Puedes decirme cualquier cosa, lo sabes.

—Lo sé.

Marissa sacudió la cabeza como si la estuviera


frustrando. —Entonces, ¿qué tal si comenzamos con cómo te
lastimaste?

—Me encontré con un coche. —Butch dejó caer la


cabeza contra los cojines. Cuando había estado hablando de
“ponerse al día”, pensaba más bien sobre, cómo había sido la

173
J. R. WARD EL PECADOR

noche de ella—. No es gran cosa.

⸺¿Qué pasa si tu pierna está rota?

—No fue en mi
pierna.

—¿Dónde te golpeaste, entonces?

Él inclinó su cabeza. —El pequeño Butchie lo recibió


como un macho.

Las cejas de Marissa se elevaron. —Oh, por Dios. Lo


siento… yo, ah, ¿exactamente cómo pasó? ¿Te encontraste con
un ornamento?

—Me convertí en el adorno del capó. Pasé de ser Chrysler


LeBaron a LeBrian62.

—¡Eso es horrible!

—Ya dejé de —estaba por decir, mear— orinar sangre


hace como cuatro horas.

—Necesitas ir a la clínica, ahora.

Butch tomó su mano mientras se levantaba. —Estoy bien,


ahora que estoy contigo.

Cruzando sus brazos, ella se acomodó al nivel de su vista,


como si estuviera tomando su vitalidad con los ojos. —Escuché
a V decirle a Jane que necesitaba limpiarte esta noche. Es la
tercera vez, en la última semana.

Yyyyyyyyy Butch volvió a mirar al mostrador otra vez,


como si el whisky fuese su mejor amigo. —¿Acaso es mucho? No
creo que haya sido demasiado.

62 Una fusión de Lebron James y muchachos llamados Brian, utilizada cuando lanzan algo, especialmente cuando
disparan durante un emocionante juego de Beer Pong. Llamar a "Lebrian" antes de disparar siempre da como resultado
la perfección.

174
J. R. WARD EL PECADOR

—Sí. Tres veces.

Cerrando brevemente sus ojos, dijo —Por favor no lleves


esto por el lado equivocado, no puedo hablar de trabajo en este
momento. Sólo no puedo. Son once horas de aquí hasta el
momento en que tenga que regresar al campo. Necesito pasar
este precioso tiempo pensando en algo, lo que sea, menos en
guerra.

Asumiendo que eso fuera posible

Después de un momento, Marissa se acomodó a su lado


y metió sus pies debajo de ella. Inclinándose en su pecho, sacó
la pesada cruz de oro de su camisa.

—Amo cuando se pone así de tibia, cuando descansa


sobre tu piel —murmuró—. Me hace sentir que estás protegido.

—Lo estoy. Dios está siempre conmigo.

—Bien. —Sus ojos se humedecieron un poco, ella


parpadeó rápido—. Sé que no quieres hablar sobre esto… pero
te amo y no quiero vivir mi vida sin ti. Eres todo para mí. Si algo
sucediera…

—Shh. —Él cubrió su mano con la suya. De modo que


ambos, sostenían el símbolo de su fe. Después se inclinó y besó
su boca—. No pienses de esa manera. No hables así. Estaré bien.

—Prométeme que lo estarás… —Ella miró profundamente


sus ojos, como si pudiera sacarle algo a fuerza de voluntad—.
Ten cuidado.

Él tenía la sensación de que quería hacerle jurar que


sobreviviría a la Profecía del Dhestroyer. Pero, la tristeza en su
rostro le dijo que estaba asimilando que esa no era su decisión.
¿Tener cuidado consigo mismo? Eso estaba bajo su control,
hasta cierto punto. ¿Mantenerse de pie en sus botas hasta el
final? Muy por encima de su rango.

175
J. R. WARD EL PECADOR

Ella se aclaró la garganta. —Recuerdas cuando te


encontraron, después de que el Omega se pusiera en
contacto… ¿Qué fue lo que te hizo?

—No hablemos de eso…

—Ellos te llevaron a la clínica de mi hermano, la que


tenía antes de las redadas. —Cuidadosamente tomó la cruz y
la metió de regreso a su camisa, como si la quisiera más cerca
de su corazón, más cerca de su alma—. Recuerdo cuando V
me dijo dónde te retenían. Corrí hacia aquel cuarto de
aislamiento. Estaba aliviada de que estuvieras con vida, pero
horrorizada por la condición en la que te encontrabas, y no me
querías allí contigo.

—Sólo porque no podía infectarte con el mal, y eso sigue


siendo verdad a día de hoy.

—Lo sé. —Marissa respiró profundamente—. La


cuestión es, he pasado por mucho en mi vida. Todos esos
siglos como la shellan no reclamada por Wrath. El viaje a
través del océano, desde el viejo país, cuando no sabía que
haríamos el cruce con vida. Ser juzgada por la Glymera, por
mi hermano, por el Consejo. Las cosas sólo mejoraron cuando
te conocí. Me hiciste sentir viva… fuiste toda una revelación.
Y después, casi te pierdo.

—No regreses allí.

—Ese es mi punto. No quiero volver a llorarte nunca


más.

—No vas a tener que hacerlo.

Con una voz ligera, ella habló de todo lo que se


preocupaba por él. —La profecía sólo habla de erradicar al
Omega. No dice nada acerca de si vas a sobrevivir.

Butch miró sombríamente a su compañera. —Con todo


lo que soy, y todo lo que siempre seré, lo juro, que regresaré a

176
J. R. WARD EL PECADOR

ti.

Finalmente, ella asintió. Y lo hizo mirando a la cruz que


colgaba por debajo de la camisa.

—Déjame abrazarte. —murmuró mientras la acercaba a


su pecho.

Haciendo círculos con su palma, a través de su espalda,


sintió el amor por su hembra tomar una nueva dimensión…
pero no por una razón feliz. La sensación de que su tiempo
juntos podría acortarse, profundizó sus emociones hasta un
grado doloroso, y en la abrumadora quietud de su hogar, sintió
verdadero miedo. Era como si su separación estuviera en el
viento, una hoja cayendo por el aire. Si aterrizaba en su tumba
o no, nadie lo sabía.

—Tengo un mal presentimiento —dijo ella contra su


pecho.

Butch mantuvo su boca cerrada, cerrando sus ojos y


rezando unas cuantas Ave María en su cabeza. Era lo único
que pensaba que podía hacer y esa realidad lo hizo sentir
vulnerable, más que cualquier otra cosa. Su fe era fuerte. Su
amor por Marissa era aún más fuerte. ¿Su control sobre su
destino? Un gran no, sobre eso.

Después de un momento, ella se movió contra él, sus


labios presionaban la parte delantera de su camisa, justo en
su esternón. Luego, ella liberó un botón y besó un poco más
abajo, en su diafragma. Después… acomodó su cuerpo entre
sus piernas saliendo del sofá, así que ella estaba arrodillada
frente a él. Mientras sus manos viajaron por sus muslos, sintió
que las cosas se agitaban en un lugar en el que estaba un poco
preocupado por que volviera a trabajar correctamente.

Un ruido retumbó en su garganta. Y él repitió el sonido

177
J. R. WARD EL PECADOR

cuando sus manos fueron al cinturón de Hermès63 que llevaba.

—Lo siento, estás herido —murmuró, mientras


desabrochaba la correa de cuero flexible. Y comenzó a trabajar
en el botón del pantalón. Y la cremallera.

La pelvis de Butch rodó y apoyó los brazos, hundiendo


las manos en los suaves cojines. —No estoy tan herido.

Marissa miró la enorme erección que rogaba por


cualquier bocado de su atención. —Ya veo. Pero, ¿qué tal si lo
beso para hacerlo sentir mejor de todos modos?

—Joder… sí, por favor… —respiró.

El centro de atención de urgencias del Sistema del


Hospital St. Francis estaba a solo diez calles del campus del
centro médico, a ocho calles de la sala de redacción del CCJ.
Así que fue una sacudida. Dado lo cansada que estaba Jo, no
podía decidir si debía caminar o conducir, pero el día era
soleado y cálido para marzo. Bajo la teoría de que el escorbuto
era una posibilidad después del largo invierno en el norte del
estado de Nueva York, decidió ir a pie. Desafortunadamente,
olvidó sus gafas de sol en su coche, y a medio camino entre
su oficina y el médico, se le presentaron muchas decisiones.
¿Regresar y traerlas de vuelta? ¿O continuar?

Vas a morir.

Aquel misterioso hombre cubierto en cuero, hablando


con su profunda y acentuada voz, la estimuló a pesar de la
forma en la que la luz del sol picaba sus ojos, claro como si a
su mortal reloj de arena se le estuviese terminando la arena y
ella necesitara ir más rápido, para tener ayuda médica antes
de que tuviera un fallo multiorgánico.

63
Casa de modas francesa, especializada en accesorios de cuero listos-para-usar y relojes de alto lujo.

178
J. R. WARD EL PECADOR

No es que ella fuera catastrófica, en absoluto.

Nah.

Haciendo una mueca hacia el cielo, ella maldijo y llevó


su mano a su dolorida frente. Al diablo con su hígado, riñones
y pulmones, dándose por vencidos. Era probable que le
explotara la cabeza y partes de su materia gris se convirtieran
en metralla en el aire, a medida que el tumor crecía
claramente debajo de su cráneo, como un gordo tomate de
Agosto, espontáneamente cuadruplicando en tamaño.

Al momento en que ella abrió la puerta de cristal para


entrar, el olor a Lysol 64 flotaba en el aire, tenía nauseas, un
poco de mareo y estaba totalmente convencida de que era
cáncer. Por supuesto, el hecho de que ella no hubiese dormido
desde la noche anterior y hubiera visto su primer cadáver
decapitado, y estuviera triste por Bill y Lydia, probablemente
no estaba ayudando a su hipotético linfoma de Hodgkin, del
sistema nervioso central.

Gracias por ese diagnóstico diferencial, WebMD65.

Ofreciendo una sonrisa pálida a la recepcionista, la cual


parecía no interesarle en recibir a nadie, Jo escribió su
nombre sobre la línea de la hoja donde se leía “Firme aquí” y
después agradecida, se hundió en la silla de plástico
directamente debajo de la T.V. Había otras dos personas
situadas en cuadrantes similares a una cuarentena alrededor
del área de espera, como si nadie estuviera seguro de quién
tenía una enfermedad contagiosa y, por lo tanto, nadie se
arriesgaba a coger algo que no tenían.

Ella cerró los ojos y respiró por la nariz. Cuando eso no


hizo nada para calmar las ondulantes olas sobre el mar verde
bilioso en su estómago, trató de abrir sus labios y redirigir sus

64
Marca de desinfectante en spray
65
Sitio web en el que se suben actualizaciones referentes a la salud humana.

179
J. R. WARD EL PECADOR

inhalaciones y exhalaciones a través de esa ruta.

⸺¿Señorita Early? —dijo la recepcionista tiempo


después.

Después de anotar los datos de su carnet de conducir y


su tarjeta de seguro, regresó a esperar y finalmente la
condujeron a una habitación. El enfermero que le tomó su
peso, signos vitales y temperatura, parecía lo suficientemente
agradable, y ella rezó para no vomitar sobre él.

—Entonces —dijo mientras anotaba su tensión en la


tableta electrónica—, dime un poco lo que te está pasando.

⸺¿Mi tensión está bien?

—Está un poco baja, pero tú nivel de oxígeno está bien,


al igual que tu pulso. Sin embargo, tienes un poco de fiebre.

—Así que estoy enferma.

Él dejó de escribir en el ordenador y la miró.


Probablemente estaba por los treinta, tenía un buen corte de
pelo, una barba recortada y sus ojos no estaban tan cansados
como los de ella.

⸺¿Cuáles han sido tus síntomas? —preguntó

⸺Me he sentido enferma, fatigada, con dolor de cabeza.

—Umm... —Volvió a escribir en el teclado—. Hay


demasiado de eso dando vueltas. La temporada de gripe es
más fuerte que de costumbre este año, eso parece. ¿Hace
cuánto que ha estado sucediendo esto?

—Tres meses, tal vez cuatro.

Él se detuvo de nuevo y la miró con el ceño fruncido.


⸺¿Desde noviembre, entonces?

—Quiero decir, estoy segura que estoy bien. —Que era

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J. R. WARD EL PECADOR

exactamente la razón por la que estaba sentada en una sala


de urgencias, diciéndose a sí misma, que no vomitara sobre
el uniforme blanco del chico. Ella estaba GENIAL—. De
verdad.

—Bien. —Escribió un poco más— ¿Alguna otra cosa?

—Sin embargo, no he perdido mucho peso, es un


fastidio, realmente.

—Así que siempre has tenido… —Subió sobre la


pantalla y leyó un número.

—¿Ese es mi peso actual? —Cuando la miro de nuevo,


ella movió su mano como si pudiese borrar la pregunta—.
Quiero decir, está bien, he perdido un poco de peso, pero no
es para tanto.

—¿Cuánto has perdido?

—Cuatro kilos y medio, siete como mucho. Soy alta.

De acuerdo, por todo el estrés que había tenido al


redactar el artículo en línea sobre ese cuerpo decapitado en la
escalera de incendios, aparentemente ahora había perdido su
capacidad de pensar. Porque no tenía ningún maldito sentido.

A menos que tampoco hubiera tenido sentido con el


artículo y simplemente no lo supiera.

—Lo siento, pero creo que te he hecho perder el tiempo


⸺Hizo como si fuera a bajar de la camilla—. Estoy bien.

El enfermero extendió su brazo e hizo la señal de alto


como un policía local. —Respira hondo.

Suponiendo que era un consejo médico, y una buena


idea, Jo siguió sus órdenes. Dos veces.

—Bien. —Él sonrió, pero ella no se dejó engañar. No fue


por casualidad lo que hizo, mientras envolvía su bíceps con

181
J. R. WARD EL PECADOR

un brazalete o le metía un termómetro dentro de su boca.

—Bien, ¿por qué no hablas con la doctora en cuanto


entre, de acuerdo? Es muy sencillo hablar con la Doctora
Pérez. Sólo dile qué es lo que te está pasando. Tal vez no sea
nada, pero ella será capaz de comprender los síntomas y darte
opciones acerca del diagnóstico si cree que está justificado,
¿suena bien?

Jo asintió porque se sentía tonta. Y porque de repente


estaba muy aterrorizada.

Había estado pensado en ver a un médico durante mes


y medio, quizá dos meses. Finalmente decidió seguir el
impulso a sí misma algo para hacerlo, mientras esperaba a
que McCordle se comunicara de nuevo. Cualquier cosa era
mejor que sentarse en esa sala de redacción vacía con Dick
furioso con ella, detrás de la puerta cerrada de su oficina…

Oh, ¿a quién pretendía engañar? Alguien que ella no


conocía, le había dicho su mayor miedo en voz alta la noche
anterior. Y estaba aquí para averiguar si se estaba muriendo.

Como si el hombre de cuero fuese un adivino.

—¿Has estado últimamente bajo mucho estrés? —


preguntó el enfermero.

—Hace media hora acusé a mi jefe de un delito de acoso


sexual.

El enfermero silbó bajo. —Eso cuenta. Y siento que te


haya pasado eso a ti.

—Y anoche, vi mi primer cadáver. —Mientras sus ojos


le molestaban, ella pensó que se quedaría con la cabeza como
una bola de boliche—. Y estoy trabajando en mi primera
historia como periodista, ahora que lo mencionas, las cosas
han estado algo intensas.

182
J. R. WARD EL PECADOR

Todo eso era un juego de niños. ¿Ese hombre con el que


había huido de la policía? ¿A quién había besado en aquel
restaurante abandonado? Él era quien de verdad la estresaba,
el primero en la línea. Que teniendo en cuenta la lista de cosas
que había derrotado por esa codiciada posición, realmente
estaba diciendo algo.

Jo tomó un respiro profundamente de nuevo, pero esta


vez, se relajó mientras exhalaba. —Tienes razón. Todo esto
probablemente sea estrés.

El enfermero sonrió de nuevo y ella estaba aliviada de


que la Expresión Médica Profesional ya no estuviera en su
rostro.

—Mandaré a la Doctora Pérez tan pronto termine con


su paciente actual. —Extendió una tarjeta de su solapa, la
deslizó para cerrar sesión en el ordenador y se puso de pie—.
Ahora cuídate.

—Gracias —dijo Jo.

Cuando él salió de la sala de reconocimiento, ella


balanceó sus pies mientras colgaban del borde de la mesa…
y recordó haber hecho lo mismo la noche anterior en esa
cocina. Deteniéndose, miró alrededor y notó los folletos de
depresión, insomnio y melanoma. Los dos primeros se
aplicaban a ella. ¿El último? Ella nunca había estado
realmente bronceada, pero las pelirrojas no eran conocidas
por su piel limpia.

Había también una gráfica de anatomía en la pared más


lejana, un esqueleto humano en un lado y un sistema
muscular humano en el otro. Ese último le hizo pensar en el
cadáver desollado, en esas fotografías que Bill le había
mostrado.

Y entonces, estaba de regreso con el hombre de la noche


anterior, aquel vestido de cuero, aquel del que ella debía

183
J. R. WARD EL PECADOR

temer. Podía imaginarlo claro como el día, seguro como si


estuviera en la habitación con ella, y por alguna razón, el
aroma de su colonia oscura y especiada, volvió a ella…

Cuando su teléfono sonó en su bolso, sacó la cosa


dentro del mar de Slim Jim, como si Dios estuviera llamando
con la respuesta a una oración. Efectivamente, no reconoció
el número, y cuando presionó "aceptar", su corazón latía con
fuerza, pero no por miedo. No. Más bien como la esperanza de
que fuera ese hombre, aunque eso no solo era imposible, no
tenía sentido.

—¿Hola? —dijo.

Hubo una pausa, luego una voz falsamente real dijo. —


Hola, mi nombre es Susan. Le estoy llamando por su
préstamo estudiantil.

Estúpidos vendedores.

Cortando la conexión y acunando el móvil entre sus


manos, se encontró deseando haber memorizado el número
de teléfono de ese hombre, cuando se lo había dado. Pero ¿Por
qué pensaba que le podría llamar?

Bueno, ella sabía al menos una respuesta a eso.

Centrándose en la puerta, vio esa cara dura y delgada,


esos ojos profundos, esos hombros anchos en esa chaqueta
de cuero. Entonces, sintió sus labios en su boca, el poder
controlado de su tremendo cuerpo, la posibilidad de...

Una mujer con una bata blanca abrió la puerta de la sala


de reconocimiento y entró con una sonrisa tranquila. Su
mirada era directa, su trato brusco, pero no frío, su actitud de
competencia y amabilidad.

—Buenos días, Señorita Early —dijo mientras las


encerraba juntas—. Soy la Doctora Pérez.

184
J. R. WARD EL PECADOR

Ella no se dirigió al ordenador para iniciar sesión. Se


acercó y estrechó su mano. E incluso, cuando sus ojos oscuros
hacían un recorrido de la cara de Jo, como si tuviera uno de
los escáneres de Bones McCoy66 implantados en su cabeza, no
era impersonal al respecto.

—Hablemos de lo que está pasando. Matthew me ha


dado una idea, pero me gustaría escucharlo todo de nuevo por
ti.

Mientras sonreía, Jo hacia lo mismo.

Sí, pensó Jo. Esta era la clase de persona de la que


quería recibir respuestas, no de un tipo que era un extraño en
el que ella no debería confiar… como si el repertorio de
respuestas a la pregunta: “¿Qué demonios hay de malo en mí?”
variara dependiendo de quién las suministrara.

Como sea, se estaba sintiendo mejor.

—Estoy realmente contenta de haber venido —dijo—.


Entonces probablemente comenzó en noviembre…

66
Pe so aje de la f a ui ia estadou ide se de ie ia fi ió “ta T e k .

185
J. R. WARD EL PECADOR

A l anochecer, Syn se materializó en el centro, sin


decirle a nadie a dónde iba. Al volver a formarse, su móvil
vibraba como si estuviera teniendo una convulsión, sacó la
cosa tan rápido que lo mandó por los aires, y tuvo que tratar
de atraparlo con dos manos, antes de que el Samsung se
destrozara sobre el pavimento.

Finalmente, su hembra le estaba llamando…

Oh, mierda. No era ella. Pero, en vez de dejar que las


cosas cayeran en el buzón de voz, respondió. —Relájate, estoy
haciéndome cargo.

El anciano de la compañía cementera, al otro lado tosió


como si los carcinógenos de sus cigarros estuvieran instalando
un campamento en sus pulmones. —¿Cuál es el puto retraso?
Y te dije, que sea silencioso, esta vez…

Syn cortó la llamada y contempló lanzar el teléfono al


edificio frente a él. Excepto que su hembra no iba a poder
ponerse en contacto con él, al menos no durante la zona
muerta en la cual la unidad se rompiera en un millón de piezas
y la fracción de segundo más tarde, cuando consiguiera uno

186
J. R. WARD EL PECADOR

nuevo. Así que, bien. ¿Aquel miembro de la mafia quería al


reportero muerto? Sin problema, Syn tenía un maldito
temperamento, y esta era una situación de matar muchos
pájaros con una piedra. Podría quemar su mal humor, dejar
que su talhman estirara sus piernas con el tipo y conseguir a
ese maldito humano con el que solía encontrarse, una buena
víctima para que dejara de llamarlo.

Ganar o ganar hijos de puta.

Retrocediendo para estar envuelto en las sombras,


inspeccionó el estacionamiento del periódico local de Caldwell.
Había solo un coche allí, un Volkswagen de algún tipo, y el
compacto estaba estacionado en un lugar marcado como
"Reservado solo para empleados de CCJ". Miró a la puerta
trasera del edificio. Había un letrero, al lado que decía “Sólo
personal del CCJ”, y a través de las ventanas enrejadas podía
ver a alguien moviéndose y apagando las luces en el espacio
interior

Bien. Quienquiera que fuera el dueño de ese coche le


diría dónde demonios podría encontrar a Joseph Early… o iba
a ser utilizado para abrirle el apetito.

Tronando sus nudillos, apagó las luces de seguridad


exteriores, las luces se apagaron una tras otra, hasta que el
estacionamiento estaba demasiado oscuro para los ojos
humanos. En los otros edificios de alrededor, sólo había unas
pocas oficinas que aún brillaban con fluorescencia, pero no
había nadie en ellas que él pudiera ver. No es que los testigos
le importaran...

La puerta de acero se abrió y la luz que venía detrás de


la persona que salía hacía imposible ver su cara.

Pero él sabía quién era

La columna vertebral de Syn se enderezó, como si su


culo hubiera sido conectado a una carga eléctrica. Levantando

187
J. R. WARD EL PECADOR

sus fosas nasales, probó el aire para asegurarse de que sus


senos paranasales no estuvieran jugando trucos. No lo hacían.
Él reconocería el aroma de las flores del prado, en cualquier
lugar.

¿Qué estaba haciendo su hembra aquí?

Frunciendo el ceño, dio un paso adelante con la


intención de revelarse a la persona que había estado esperando
escuchar todo el día. Pero las luces estaban apagadas y ella
estaba distraída enviando mensajes de texto en su teléfono…
así que no fue hasta que él se puso en su camino, que ella se
detuvo en seco. Miró hacia arriba. Hizo una doble toma67.

—Eres… tú —dijo.

Dios, esa voz. Tenía que cerrar sus ojos y


conscientemente mantener su equilibrio, mientras lo
atravesaba.

Después ambos hablaron al mismo tiempo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Trabajas en el periódico?

Mientras se quedaban en silencio, él volvió a memorizar


sus facciones y encontró que sus recuerdos sobre ella eran
perfectos. Había logrado recordar todo con precisión, sin
embargo, las imágenes que había almacenado en su cerebro
no eran nada comparadas con las reales: las tres dimensiones
de su cuerpo. El olor de su piel. La vista de su cabello rojo
avivado por el viento frío de primavera.

Y sobre todo la forma en que sus ojos verdes atravesaron


su piel, huesos, y fueron a un lugar mucho más profundo.

—¿Estás bien? —preguntó.

67
Mirar dos veces.

188
J. R. WARD EL PECADOR

Parecía demasiado distraída por su presencia, para


responder. Pero luego asintió. —Sí, estoy bien, ¿y tú? —Luego
se echó a reír en una incómoda explosión—. Siento que
estamos en una fiesta muy extraña en este momento…

—Estoy hablando de lo que viste anoche. En la escalera


de incendios.

Ella frunció el ceño. —Espera, ¿me seguiste después de


que te fuiste?

—Sólo quería asegurarme que volvieras bien a tu coche.

Esos ojos resplandecientes se cerraron y se estremeció.


—Sí, eso no sucedió. Supongo que sabes eso.

—No debiste ver esas cosas. Nunca.

Ella agitó su cabeza. —Nadie debería…

El sonido de una bala siendo disparada provino de la


izquierda y Syn tiró de ella detrás de él tan rápido que ella se
tropezó. Atrapándola, mientas bloqueaba el disparo con su
propio cuerpo, sacó una cuarenta y apuntó al conductor de
una chatarra, que viajaba por el camino al lado del
estacionamiento.

Justo cuando tiró del gatillo, su hembra desalineó su


brazo y la bala rebotó en el flanco de un edificio, una chispa
que brilló antes de ser consumida por la oscuridad.

—¡Qué pasa contigo! —siseó—. ¡Es solo el tubo escape!

Ignorándola, mantuvo sus ojos en su objetivo y volvió a


levantar su brazo. Esta vez no iba a fallar y no le importaba
una mierda qué causaba ese ruido. Bala o petardo, aquellos
malditos humanos merecían morir si sólo fuera por su fracaso
en Midasize68. Habían asustado a su hembra. Esa era una

68
Empresa dedicada a la reparación de automóviles.

189
J. R. WARD EL PECADOR

justificación más que suficiente para llenarlos de plomo.

Especialmente en su estado de ánimo actual.

Esta vez, cuando Jo intentó mover la posición del brazo


del hombre que vestía de cuero, no consiguió absolutamente
nada. Ella colgó todo su cuerpo de su codo y todavía esa pistola
se quedó apuntando al viejo Civic.

En pánico, miró hacia el auto y pudo distinguir el perfil


del conductor, el hombre no tenía idea de que estaba a punto
de volar por los aires.

—Por favor… —Su voz se quebró—. No puedo soportar


más muerte hoy.

El arma bajó instantáneamente, permitiendo que el Civic


diera vuelta en la esquina con seguridad y condujera fuera de
su vista.

Y luego eran solo ella y el hombre cubierto de cuero, en


la humedad, con el aire de primavera corriendo, quedándose
en la penumbra detrás de la sala de redacción del CCJ.

Jo empezó a temblar, su bolso cayó sobre el pavimento


y colocó sus manos sobre su rostro. —Oh Dios.

El temblor se hizo tan fuerte que ella extendió un brazo


a ciegas, el hombre con el arma fue quien la atrapó,
atrayéndola contra él, justo cuando sus piernas perdieron todo
su tono muscular y se aflojaron como limpiapipas. Su fuerza
era tal que no parecía darse cuenta de la adición de su peso, y
antes de que ella supiera lo que estaba haciendo, puso sus
brazos alrededor, sujetándose como si fuera la cuerda que la
sacaba del frío y codicioso lago en el que se estaba ahogando.

Cuando cayó en la debilidad que la reclamaba, Jo giró la


cabeza hacia un lado y apoyó la oreja contra su corazón. Aquel

190
J. R. WARD EL PECADOR

latido fuerte la calmó, su aroma era el paraíso en su nariz, la


calidez que emanaba la revivió como nada más podría. Así que
sí, después de que ella pudiera sentir sus piernas de nuevo y
poder mantenerse propiamente de pie por sí sola, no dio un
paso atrás.

Había pasado mucho desde la última vez que se sintió


segura.

Sólo un poco más.

Se quedaría… un poco más.

—¿A dónde puedo llevarte? —preguntó.

Su voz vibraba a través de su pecho y a ella le gustaba


esa sensación. Diablos, a ella le gustaba sentir todo de él. Y
ese aroma, querido Dios, la colonia.

Pero ellos no podían quedarse así para siempre.

Apartando su cuerpo del suyo, se obligó a alejarse de su


calor. Luego, con un tirón rápido, se bajó la chaqueta y se
aclaró la garganta.

Como si eso pusiera su cerebro en orden.

—A ningún lado. —dijo. Porque era la respuesta


correcta—. Estoy bien. Estoy bien…

—¿Has comido?

Jo parpadeó. —¿Comer?

—Sí. —Imitó un tenedor yendo y viniendo a su boca—.


¿Comida?

Y fue entonces cuando reconoció su expresión. A pesar


de todo su cuero y sus armas, y el hecho de que él, con mucha
calma y deliberadamente, había estado a punto de disparar y
matar a alguien con un silenciador, él parecía… avergonzado.

191
J. R. WARD EL PECADOR

Tímido. Nervioso.

Jo se rio a carcajadas. —Oh Dios mío. ¿Estás


pidiéndome una cita?

—Yo… ah…

La alarma marcó esos duros rasgos suyos. De hecho,


parecía francamente asustado.

—Yo, umm, pensaba que tú estarías más cómoda en un


lugar público —espetó—. Ya sabes, con gente alrededor. En
un lugar. Que sirve… ya sabes cosas para cenar.

Ella comenzó a sonreír. Porque a veces era lo único que


podías hacer. —Hay un bar con comida basura, como a dos
calles de aquí. También tienen un menú con cerveza de tres
páginas de largo.

—Yo no bebo.

—Bien, ¿cómo qué? Porque eso no es compatible con la


vida.

—Alcohol.

—Bueno, puedes ordenar agua del grifo con una pajita.


¿Qué tal eso? —Cuando el comenzó a asentir, ella apuntó a
su arma—. Pero, eso se queda en tus pantalones. O… sí, eso
sonó sucio. Pero el punto es no disparar a nada ni a nadie. No
me importa si el camarero deja caer una bandeja justo detrás
de ti o estalla una pelea y te salpican cerveza en la cara ¿de
acuerdo?

La forma en que el hombre asintió fue como un


Dóberman que había sido educado para jugar en la alfombra.

—Muy bien —dijo—, déjame poner mi bolso en el


coche… Espera. Una cosa más. El bar es donde la mayoría de
los policías van a pasar el rato. ¿Vamos a tener algún

192
J. R. WARD EL PECADOR

problema con eso?

Era una prueba. Lugares públicos eran una cosa. Pero


dada la tendencia de apuntar y disparar de este tipo, ella
quería ir a un lugar especialmente seguro. ¿Y si él fuera un
hombre buscado? ¿Un criminal violento? Él no iba a entregar
voluntariamente su identificación. Ah ¿Y en cuanto a ella y
ese helicóptero de la noche anterior? Había mil pelirrojas en
esta ciudad y perseguir a un sospechoso activo por las calles
a través de los reflectores era una propuesta muy diferente a
identificarla en un bar, veinticuatro horas después.

El reconocimiento facial era bueno. Pero no tan bueno.

Además, ella había tenido puesta la capucha de su


chubasquero, la mayoría del tiempo.

—No es un problema para mí. —dijo sin parpadear.

Ignorando el alivio que sintió, Jo levantó su bolso sobre


su hombro y se dirigió al Golf. Mientras caminaba, podía
sentirlo detrás de ella, y miró hacia atrás. Él estaba
escaneando el estacionamiento, el carril, los edificios
alrededor de ellos.

Y no había guardado el arma aún. Estaba abajo por su


muslo…

Cuando su teléfono sonó, levanto su palma hacía él. —


Sólo es mi móvil. No me llenes de agujeros.

Él le lanzó una mirada de mierda, estilo Sherlock69

Quien quiera que estuviera llamando, no estaba entre


sus contactos, pero ella respondió de todas maneras. —Jo
Early.

69
Comentario sarcástico para alguien que dijo lo obvio, utilizando una referencia al famoso detective de
ficción Sherlock Holmes, se puede entender como "¡De ninguna manera, eres Sherlock Holmes!" que en
realidad puede significar "¡Por supuesto, idiota!"

193
J. R. WARD EL PECADOR

Por el rabillo del ojo, ella notó que el hombre echó una
doble mirada. Pero ella se tenía que concentrar en lo que
McCordle decía.

—Espera, espera —Interrumpió— ¿Entonces Frank


Pappalardo definitivamente lo mandó a matar? ¿Estás
seguro?

194
J. R. WARD EL PECADOR

B utch llevó el R870 de su compañero de cuarto, a


Lugar Seguro, pero no apagó el motor V10. Por muy
caballeroso que fuera, no había forma de que acompañase a
su shellan hasta la puerta. No se permitían machos en la
propiedad, y definitivamente no cerca de la entrada o en la
casa. Las hembras y los jóvenes que encontraban seguridad y
tratamiento en el interior estaban en un proceso continuo de
recuperación y estabilidad. No había razón para hacérselo más
incómodo de lo que tenía que ser, y sorpresa, sorpresa, los
agresores que los habían herido eran todos machos.

Marissa se inclinó sobre el navegador y él la encontró a


medio camino. Besando a su compañera, permaneció con sus
bocas juntas, su mano acercándose sigilosamente a su nuca.

Cuando finalmente se retiraron, él sonrió. —Vendré a


recogerte a las cuatro.

—Me encanta tu forma de conducir.

—Me encanta ser tu chofer.

70
Audi R8 V10, marca de coche deportivo.

195
J. R. WARD EL PECADOR

Marissa le dio un besito más, luego abrió la puerta y sacó


sus piernas fuera. Mientras ella lograba sacar su cuerpo del
bajo coche, él quiso volver a meterla. Luego quiso irse y seguir
adelante.

En lugar de eso, se inclinó hacia el asiento del pasajero


y la miró. —Estoy contando las horas.

—Yo también.

Marissa le lanzó un beso, cerró la puerta y subió por la


pasarela del frente. Al entrar, le dedicó un último saludo, y
luego la pesada puerta de roble reforzada se cerró. Butch
respiró profundamente. Luego puso el coche en el M1S71 y
aceleró, cambiando manualmente el DCT72 al salir del
vecindario. Tardó unos buenos diez o doce minutos en llegar
al centro, y disfrutó de los giros dentro y fuera de los carriles,
los 125 km por hora en M4S73... la reducción a tercera
velocidad, martilleando el acelerador, y llevando el Audi hasta
cien justo antes de bajar en la salida de la North-Way en la
Calle Trade.

Algunos bloques más abajo de donde salió a la superficie


de las calles, se deshizo del R8 en el garaje donde Manny
aparcaba la unidad móvil quirúrgica cuando necesitaba estar
en espera en el centro de la ciudad. De pie, fuera en la calle,
paseó sus sentidos atravesando la oscuridad. Él
inmediatamente percibió un par de lessers, pero estaban a
bloques y bloques de distancia. Frustrado, le dio sus
ubicaciones aproximadas al grupo que estaba en la rotación, y
esperaba que los ánimos se mantuvieran y que nadie se
pusiera a apuñalar antes de que pudiera entrar en escena.

El instinto de que estaba siendo seguido era gradual, el


tipo de cosa que se le acercaba furtivamente... como si alguien
se le acercara a hurtadillas.

71
Modo manual en primera marcha.
72
Caja de cambios.
73
Modo manual cuarta marcha.
196
J. R. WARD EL PECADOR

Triangulando la dirección del viento, fue a la izquierda,


a la derecha, y luego otra vez a la derecha para que la brisa
que venía del río se pusiera a su espalda, llevando el olor de su
pequeño amigo sobre este.

No era un cazador. Ni un vampiro.

¿Y eso era... Poison de Dior? Mierda, su nariz tenía que


estar gastándole una broma. Ya nadie usaba ese perfume de
los ochenta.

Parándose, se dio la vuelta, sin molestarse en esconder


su Hola, cómo estás.

La mujer estaba a unos seis metros de distancia de él, y


estaba rodeada de luz, seguro como si la iluminación
ambiental de la ciudad se sintiese atraída por ella. Y sí, podía
entender por qué. Considerando toda la mugre que el centro
de la ciudad tenía para ofrecer, ella era ciertamente más digna
de resplandecer que un contenedor o un camión de MSD74.

Pelo castaño largo. Posiblemente buenas piernas, como


las de un purasangre. Cintura pequeña. Tetas perfectas, pero
proporcionadas, que, según su cerebro de macho, significaba
que bien podrían ser reales. Con todo, un paquete hecho con
ropa de pasarela que, antes de su unión con Marissa, habría
llamado su atención y algo más. Pero no cayó en ese tipo de
sensaciones. Él era, después de todo, y a pesar de las muchas
elecciones cuestionables que había hecho en su pasado, un
buen chico católico que no estaba interesado en el adulterio.

Además, hola, su shellan era todo lo que quería de todas


formas.

La mujer siguió caminando hacia él, e hizo esa cosa de


modelo, donde los zapatos de tacón alto se balanceaban y
volvían a entrar a cada paso, las caderas contrarrestando la
exageración, todo el pelo rebotando al ritmo de Sexy Can I75.

74
Una de las mayores empresas farmacéuticas del mundo.
75
Canción de Ray J.

197
J. R. WARD EL PECADOR

Este espectáculo no podía ser para él.

Los ojos de ella, sin embargo, contaban una historia


diferente.

Estaban fijos en los suyos, y Butch miró por encima de


su hombro, imaginando que un autobús de gira lleno de
raperos, bailarines y multimillonarios de la tecnología tenía
que haber circulado detrás de él.

No. Ella venía por él.

Cuando se detuvo, estaba a un metro y medio de


distancia, y maldita sea, su maquillaje era tanto como la
masilla que usaron al final de Death Becomes Her76 o su piel
era jodidamente perfecta. Y esos ojos. Había una cama King
Size con esposas de pelo unidas a la cabecera detrás de cada
uno de esos brillantes iris negros.

—¿Puedo ayudarte? —dijo secamente—. Porque


obviamente me has confundido con alguien.

—No, te he estado buscando.

Mientras sus palabras llegaban a él por el aire, él


zigzagueó en sus pies, su cerebro cortocircuitando por un
breve segundo. Pero entonces, cuando la electricidad llegó a
su cráneo, estaba perfectamente bien excepto por un
persistente dolor de cabeza.

Se frotó una de sus sienes. —Mira, cariño, tienes que


mantenerte en marcha...

—¿No me reconoces? Soy una amiga de tu hermana


Janie.

Butch se congeló. Y no sólo por las palabras, sino por el


acento de Boston que se escuchó tan fuerte como una banda
de música en esas sílabas. —¿Qué has dicho?

76
Película La muerte os sienta tan bien.

198
J. R. WARD EL PECADOR

Esos ojos nunca dejaron los suyos, y mientras los


miraba, sentía como si estuviese cayendo, incluso cuando se
mantenía en un terreno plano.

—Tú hermana Janie. Fui a la escuela contigo y con ella.


—La mujer señaló su corpiño—. Melissa McCarthy... ¿y quién
sabría que ese nombre significaría algo fuera de Southie?
¿verdad?

Butch estrechó su mirada. —Melissa… ¿McCarthy?

—Sabes, vivíamos en la calle Bowen y F. Yo tenía


aparatos en ese entonces, pero tienes que recordarme.

—Tu hermano era...

—Mikey. ¿Recuerdas que nos nombraron a los cinco con


la M? Mikey, yo, Margaret, y Molly, la más joven. Megan, que
debería haber sido el bebé de la familia, no lo logró cuando
nació.

—Sagrada… mierda, Melissa. —Él cerró la distancia


entre ellos—. ¿Qué mierda haces aquí?

Su acento, largamente reprimido por sus años en


Caldwell, estalló en su boca como algo que había sido envasado
al vacío.

—No estamos tan lejos de Boston.

Far77 era Fah. Boston era Bahston. Y le encantaba.

—Mira, Butch —ella miró a su alrededor—, no quise


abordarte de esta manera, es solo una coincidencia demasiado
loca. Quiero decir, justo estaba hablando con Joyce la otra
noche. Tuvo su segundo bebé, pero ya lo sabes ¿verdad?

—Ah, mi madre, mencionó algo.

—Así que sigues en contacto con algunos de tu familia,


¿eh?

77
Lejos. En el original

199
J. R. WARD EL PECADOR

—Sólo mamá. Pero ella, está, ya sabes...

—Sí, en ese asilo. Lo siento mucho, Butch. En fin, sip,


así que Joyce me invitó al bautismo en su casa. Ella dijo que
no te había visto, y cuando le dije que vivía aquí arriba, me dijo
que debería ver si podía encontrarte. No te ofendas, pero no
creo que lo dijera en serio. Fue una especie de broma pesada.

—Esa es Joyce.

—Pero sí, así que me dirigía a ese club, ¿Ten? ¿Lo


conoces? De todas formas, vi un coche robado pasar y aparcar
en este garaje. Entonces saliste por la puerta. Yo estaba al otro
lado de la calle… no estaba segura de que fueras tú. Pero... lo
eras. Es, quiero decir. Tú.

Se miraron fijamente durante un momento.

—Me alegro de verte, Butch —dijo Melissa con voz


temblorosa—. Tienes gente que te echa de menos, ¿sabes?
Quiero decir, ¿dónde has estado este último par de años? Y
qué pasa con la ropa. Pareces un tipo duro ahora.

Butch echó un vistazo a su ropa de cuero. Abrió la boca.


La cerró.

—Escucha ¿lo qué hay entre tú y tu hermana? —Melissa


se encogió de hombros—. No es asunto mío. No soy... quiero
decir, si no quieres que le diga nada, está bien. Y si no quieres
hablar conmigo, lo entiendo. Sé lo que es tener que dejar las
cosas atrás. No es divertido, no importa de qué lado de la salida
estés o las razones por las que te tengas que ir.

Melissa envolvió sus brazos a su alrededor y tembló un


poco, sus ojos alejándose como si estuviera tratando de
detener sus propios recuerdos de golpear en su lóbulo frontal.

—No deberías estar aquí afuera caminando sola —Butch


se oyó decir—. No es seguro.

200
J. R. WARD EL PECADOR

Ella pareció volver a prestar atención. —Oh, lo sé, claro.


¿Escuchaste sobre esos dos cuerpos que encontraron? ¿Qué
mierda?

—¿Por qué no te acompaño al club? De esa manera, me


aseguro que estás a salvo.

La sonrisa de Melissa fue tímida, y muy en desacuerdo


con su belleza.

—Vamos —dijo Butch mientras le ofrecía su brazo—.


Permíteme escoltarte.

—Qué caballero. —Ella se agarró a él—. Oye, ¿por qué


no entras conmigo? O podríamos ir a un lugar tranquilo.

—Tengo que trabajar. —El sonido de sus pasos se elevó


desde el pavimento, el fuerte impacto de sus botas equilibrado
por los golpes de staccato78 de sus tacones altos—. Y escucha,
estoy casado.

Melissa se detuvo. Pegó sus pies al suelo. —¡A la porra!


¿Lo estás? Joyce dijo que tú no ibas a asentarte nunca.

—Si conoces a la persona adecuada, eso es todo lo que


se necesita.

—Bueno... mierda. —Ella volvió a cruzar sus brazos y lo


miró de arriba a abajo. Cuando sus ojos volvieron a él, había
una luz astuta en ellos—. Pero el matrimonio no es siempre...
ya sabes... fidelidad, necesariamente.

—Está en mí. —Tomó su codo y comenzó a caminar de


nuevo, conduciéndola hacia delante—. Pero vamos, alguien
como tú, apuesto a que te los estás sacudiendo con un palo.

—Te sorprenderías —llegó la respuesta seca.

—Sabes, no te recuerdo pareciendo...

78
Staccato en notación musical es un signo de articulación que indica que la nota se acorta respecto de
su valor original y va separada de la nota que viene a continuación por un silencio.

201
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Tan buena? —Ella le sonrió y puso su cabeza en su


hombro—. Vamos puedes decirlo y no violar tus votos.

—Bien. No te recuerdo tan sexy.

—La cirugía plástica es cara —murmuró con una risa—


. Pero la mierda funciona.

—Claramente. —Asintió mirando hacia el negro y


brillante traje de ella—. ¿Y esto es un conjunto de Chanel o
estoy loco?

—¡Sí lo es! ¿Cómo lo sabes?

Como si algo más viniera con todas esas C entrelazadas,


pensó.

Charlaron sobre el pasado durante el paseo de vuelta


hacia el garaje donde había dejado el R8, y se sorprendió de lo
bueno que era conectar en esos recuerdos de su época de
desarrollo… y con eso, no quiso rememorar la mierda en su
casa familiar, con su padre odiándolo y su madre
estremeciéndose por cualquier cosa. Se refería a las cosas de
los niños. Las cosas de los amigos. Las cosas del colegio. No
toda su infancia había sido mala.

Al menos hasta que Janie fue secuestrada, asesinada y


violada. En ese orden.

—¿Así que no estás casada? —dijo él.

—No. Había alguien, pero no funcionó.

—No puedo imaginarme a ningún hombre alejándose de


ti.

—Dices las cosas más dulces. —Mel le dio un apretón a


su brazo, pero luego maldijo bajo su respiración—. Encontró a
alguien que le gustaba más.

—Es difícil de imaginar.

—No se parecía en nada a mí.

202
J. R. WARD EL PECADOR

—Bueno, él se lo pierde. —La miró—. ¿Es reciente?

—Síp. Mucho. Estoy volviendo a ponerme en pie otra vez.


Me siento un poco perdida.

Cuando llegaron al club, llevó a Mel a la cabeza de la


cola de espera. Cuando el portero la miró de arriba a abajo,
estuvo claro que iba a entrar sin problemas, pero para
asegurarse, él hizo un pequeño arreglo con la materia gris de
los chicos.

—¿Seguro que no puedes entrar conmigo? —preguntó


ella.

—No, pero gracias.

—Déjame darte mi número. Dime el tuyo y así puedo


enviarte un mensaje.

—Sabes, ha sido agradable ponerse al día, pero voy a


dejarte aquí.

Debatió si entrar en su mente y limpiar los recuerdos,


pero se encontró a sí mismo no queriendo ser un fantasma
para cualquiera de su pasado.

—No se lo diré —murmuró Mel—. A Joyce, eso es. Está


bastante claro que no quieres tener contacto con ella. O lo
harías.

—No importa. Tú sí. Adiós, Mel...

—Tal vez nos encontremos de nuevo.

—Tal vez. —Parecía desarraigada y tambaleante


mientras lo miraba fijamente desde su hermoso rostro, y se
sintió mal por ella—. El verdadero amor está ahí fuera ¿de
acuerdo? Te lo prometo. Demonios, nunca pensé que yo podría
encontrarlo, ¿y si la mierda puede pasarle a un perdedor como
yo? Va a ser pan comido.

203
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando ella se lanzó a él y le dio un abrazo, él


ligeramente le dio una palmadita en los hombros y luego dio
un paso atrás.

—Vamos —dijo—. Mira si tu nuevo hombre te está


esperando ahí dentro.

—¿Y si ya lo he encontrado?

Butch frunció el ceño. Pero antes de que pudiera decir


algo al respecto, ella se despidió y se pavoneó en el área de
registro iluminada con luz estroboscópica.

La puerta del club se cerró, pero Butch no se alejó


inmediatamente. Levantando la manga de su chaqueta de
cuero hasta la nariz, aspiró. Poison de Dior estaba en su
manga.

Como si hubiese sido marcado.

204
J. R. WARD EL PECADOR

M cGriders era de hecho un establecimiento local que


servía a muchos policías y bomberos, y antes, en el apogeo de
los periódicos, Jo se imaginó que la mayoría del personal del
CCJ también comía aquí. La sensación era de comodidad
desgastada, todo deteriorado por generaciones de clientes, los
letreros de cerveza en las ventanas de Bud Light, Michelob y
Pabst79. Y mientras ella y el hombre cubierto de cuero se
acomodaban en un reservado de madera, o, mejor dicho, ella
se acomodaba y él apretaba, su compañero de comida no
parecía molestarse en lo más mínimo por todos los uniformes
del lugar. Justo como él había dicho.

—Así que tienes que decirme tu nombre —avisó ella—.


Antes de que ocurra nada más.

Síp, porque Dios no permita que se coma una


hamburguesa con queso delante de alguien a quien ella no
haya sido presentada correctamente. Evadir un helicóptero de
la policía, bien. ¿Pero la cena? Tenía que marcar el límite.

79
Marcas de cerveza.

205
J. R. WARD EL PECADOR

Poniendo los ojos en blanco, dijo: —Lo que quiero decir


es...

—Syn —intervino él.

—Sin —Jo inclinó la cabeza hacia un lado—. ¿Cómo sin


virtud?80

—No, con una "y".

—¿De qué es la abreviatura?

—Syn.

Sus ojos oscuros y brillantes la miraban tranquilamente


desde el otro lado de la mesa, como si estuviera preparado para
hacer una verificación de un cheque de crédito si ella quería
tener su trasero en Experian81. Y la yuxtaposición entre todo
ese libro abierto y el gran tamaño de él encajado en el reservado
era una contradicción que ella agradecía. El hecho de que él
no parecía tener nada que le estuviera ocultando, le hizo
mucho menos peligroso.

Además, de nuevo, había todo un escuadrón de policías


a su alrededor. Si ella necesitaba al 911, todo lo que tenía que
hacer era lanzar un ¡Ayuda! y un mar azul se acercaría al tipo.

Por otra parte, si él quisiera hacerle daño, había tenido


muchas posibilidades.

—¿Puedo preguntarte algo? —Dijo ella, inclinándose


hacia adelante—. Y no quiero ofenderte.

—No me ofenderás.

—No sabes lo que voy a decirte.

—No importa lo que sea. No me ofenderás.

Mientras él continuaba mirándola, la conmoción del


concurrido bar desapareció en Jo. Entre un parpadeo y el
80
Juego de palabras con Sin que significa Pecado.
81
Experian plc es una empresa multinacional de informes de crédito al consumo.

206
J. R. WARD EL PECADOR

siguiente, no había camareros zumbando con bandejas de


bebidas y jarras de cerveza. No había platos de aros de cebolla
o alas de pollo siendo entregadas. No había hombres con
insignias riéndose a carcajadas o mujeres con placas contando
historias. La privacidad floreció a su alrededor, una ilusión
creada por cómo se sentía mientras él la miraba de esa
manera.

Jo aclaró su garganta. ¿Qué iba a…? Oh, claro.

—¿Eres un luchador profesional o algo así? —dijo ella de


golpe.

—¿Luchador?

—Ya sabes, la WWE82. Hulk Hogan83, aunque supongo


que estaba haciendo eso en los ochenta. Lo conozco a través
de los reality shows. Y esa demanda sobre el video sexual hace
años, gracias, TMZ84. —Como Sin con una “y” sólo continuó
mirándola a los ojos, sacudió la cabeza, consciente de que
estaba balbuceando— ¿Has oído hablar de alguna de esas
cosas?

—Sé lo que es un vídeo sexual, aunque nunca he visto


uno.

—Eso te hace ser diferente —dijo ella secamente.

—¿Por qué querría ver a alguien que no conozco


teniendo sexo? O a alguien que conozco, para el caso.

Ahora las cejas de ella subieron. —Tú has desautorizado


por ti mismo a la industria del porno, entonces.

82
World Wrestling Entertainment es una empresa estadounidense de medios y entretenimiento
integrado, principalmente conocida en el área de la lucha libre profesional.
83
Terry Gene Bollea es un luchador profesional retirado y actor estadounidense más conocido en el ring
como Hulk Hogan o Hollywood Hogan que hasta julio de 2015 trabajó para la World Wrestling
Entertainment.
84
TMZ es un sitio web estadounidense dedicado a las207noticias sobre celebridades.
J. R. WARD EL PECADOR

Hacer esa ambigua desautorización, se corrigió a sí


misma. Y ella habría hecho esa broma en voz alta, pero no lo
conocía lo suficiente. ¿Quizás era realmente religioso?

—Es solo que no es de interés —dijo él.

—Nunca has visto YouPorn85.

—¿Qué es eso?

—No eres de aquí, ¿verdad? —¿Como si la geografía


pudiera dar cuenta de que él era la única persona en el bar
que no estaba familiarizada con esa URL?

—No, no lo soy.

—Entonces, ¿de dónde eres?

—De aquí no.

Cuando ella esperó a que él continuara y no lo hizo, se


echó hacia atrás. —¿Europa? Quiero decir, no suenas como un
americano.

—Sí. Europa.

Tic-tac... tampoco hubo explicación en eso.

De acuerdo, él podría haber estado abierto a responder


cualquier cosa, pero claramente no iba a ayudarla mucho en
la búsqueda de los Huevos de Pascua.86

—Así que no eres un luchador… ¿eres un levantador de


pesas? Espera… un tipo de Cross-Fit.

Él sacudió la cabeza. —No.

—Entonces, ¿cómo es que eres tan grande? —Ella


sacudió la cabeza—. Lo que quiero decir es...

85
Sitio web de videos y películas porno.
86
Los Easter Egg o Huevos de Pascua, en español, son unos mensajes ocultos que los programadores
esconden en su obra. Generalmente aparecen en clave humorística y no tiene otra función más que
sorprender al usuario
208
J. R. WARD EL PECADOR

—Genética —dijo remotamente.

—Ves, te he ofendido.

—No, es que no me gusta de dónde vengo.

En la pausa que siguió, una camarera se acercó con un


bloc y un bolígrafo. Como no había requisitos de uniforme para
el bar, la veinteañera llevaba un estilo hípster con ropa de color
marrón un brazo tatuado hacia abajo debajo de la manga, y
algunos piercings en su cara.

—¿Qué quieres para beber?

Que sólo mirara a Syn parecía correcto. Jo habría hecho


lo mismo en su lugar... demonios, ella estaba haciendo lo
mismo. De todas las personas en el lugar, él destacaba, y sí,
los hombres y mujeres en uniforme y los de paisano también
lo habían notado. Y al menos nadie se estaba lanzando
adelante con una Taser y unas esposas.

—Agua —dijo él.

La camarera soltó un ⸺¿Y tú? ⸺sin mirar en dirección


a Jo. Sus ojos estaban demasiado ocupados vagando por el
espacio de la chaqueta de cuero de Syn y la anchura de su
pecho y lo poco que ella podía obtener de la parte inferior de
su cuerpo. Obviamente, estaba haciendo ecuaciones sexuales
en su cabeza y resolviendo el álgebra de él desnudo con todo
tipo de sí-por favor.

—Yo tomaré una Sam Adams87 en botella, sin vaso —


dijo Jo.

—Lo tienes. Los menús están en el soporte.

Syn no pareció notar la partida de la mujer más que lo


que le molestó su llegada, y Jo se dijo a sí misma que no se
felicitase.

87
Marca de cerveza.

209
J. R. WARD EL PECADOR

—No te vas a quitar la chaqueta, ¿verdad? —dijo ella


mientras se quitaba su propio abrigo.

—No tengo calor.

Ohhhhhhh, no estés tan seguro de eso, pensó para sí


misma. Y, además, sabía que la falta de eliminación de la ropa
exterior era menos sobre la temperatura de su cuerpo y más
sobre las armas y municiones que escondía bajo todo ese
cuero.

—Esperaba que me llamaras. —Syn unió sus manos y


las puso sobre la mesa, como si fuera un niño del coro a pesar
de su apodo—. Pero me alegro de que estés bien.

Ella pensó en lo que él le dijo la noche anterior. Sobre la


muerte. —En realidad, fui al médico hoy.

—No te ayudarán.

Ella se congeló en el proceso de doblar su abrigo en el


asiento. —No estoy de acuerdo. Ese es su trabajo. Es lo que
hacen cuando la gente está enferma.

—No estás enferma.

—Entonces explica eso a mis síntomas de gripe —


murmuró. Y tú y yo vamos a tener que estar de acuerdo en no
estar de acuerdo en si estoy enferma. Para tu información,
dado que estoy en mi piel, tengo más credibilidad en este tema
que tú.

—¿De qué es la abreviatura de Jo? Te oí decir tu nombre


cuando respondiste al teléfono.

—Josephine.

La camarera le trajo el agua y la botella de Sam Adams.


Luego se quedó, como si disfrutara más del primer plano que
de la vista panorámica de él, y aunque era inapropiado en
tantos niveles, Jo sintió que siseaba como si fuera un gato.
Como si ambas fueran un gato. Como si fueran dos gatos...

210
J. R. WARD EL PECADOR

Malditas metáforas.

Para evitar que ella misma hiciera algo estúpido, o algo


que la hiciera acabar con un collar antipulgas... probó su
cerveza. El primer sorbo en cuello abierto fue el cielo, así que
tomó otro.

—Me sorprende que estés tan cómodo aquí —murmuró


ella cuando la camarera finalmente se fue—. Dado todo el
metal que llevas encima. Pero supongo que todo está
debidamente registrado.

—No tengo nada que temer en este lugar ni en ningún


otro.

Jo miró su grueso cuello y el peso de sus hombros bajo


esa chaqueta de cuero. Entonces recordó cómo se había
sentido su cuerpo cuando ella envolvió sus brazos alrededor
de su cintura. Era duro como una roca, no tenía grasa, sólo
los músculos encima de su musculatura.

Aunque ella no quería, se encontró siguiendo los pasos


de la camarera, su mente yendo a lugares que no tenían ropa,
pero sí mucho ejercicio.

—Eso creo —dijo ella remotamente.

Mientras el Sr. F caminaba sin rumbo por las calles en


la oscuridad, parte de su vida era lo mismo. Había sido un
vagabundo en y alrededor de la ciudad durante gran parte de
los últimos tres años, volviendo al infierno de los puentes
cuando necesitaba estar seguro o el tiempo era malo o era hora
de pasar la noche. Volviendo a antes de que lo que sea que le
sucediese en el centro comercial, el desplazamiento constante
había sido porque disfrutaba del movimiento después de que
la parte intensa de los asentimientos de cabeza se
desvanecieran, y también porque él siempre había tenido un
nerviosismo interno, de tictac, justo debajo de su piel.

211
J. R. WARD EL PECADOR

Sin embargo, no sacó nada de su entumecida


deambulación, el pavimento bajo sus pies pasando como los
minutos y las horas, sin que se notase, sin contabilizar. Había
caminado todo el día, haciendo aleatoriamente grandes
círculos a través de los vecindarios del centro de la ciudad
mientras salía el sol, alzándose, y cayendo de nuevo en el
horizonte. A pesar de su maratón de kilómetros, no había dolor
en sus pies o piernas. Ni ampollas. Ni necesidad de comida o
bebida o del baño. Y lloró la pérdida de todos esos
inconvenientes, la ausencia de los molestos dolores de la
humanidad. Mientras continuaba más, se dio cuenta de que
ya no tenía la sensación de que era, a pesar de su falta de
activos, estatus y éxito, exactamente como todos los demás
hombres y mujeres que pasaban junto a él, conducían junto a
él, volaban en aviones sobre él, trabajaban en los edificios de
su alrededor.

Por otra parte, ya no era humano ¿verdad?

La desconexión de todos los demás le hizo sentir como


si las cosas se estuviesen acercando a él, aunque no estaba
seguro de cuáles eran exactamente “las cosas”, y no tenía ni
idea de cómo evitarlas. Esta pérdida creó un zumbido en su
cabeza que era algo que previamente había sido capaz de
eliminar con una aguja, y el hecho de que su adicción ya no
fuese una opción le hizo sentir su dislocación y la ansiedad de
manera más aguda. Mientras luchaba por mantenerlo junto,
se dio cuenta de que las drogas habían sido un artificial, pero
altamente confiable, horizonte para él, una tierra lejana que
siempre estuvo disponible cuando se sintió encajonado o
acorralado, lo cual había sido, y seguía siendo, la mayoría de
las veces.

Sin embargo, no más viajes para él. Su pasaporte ha sido


revocado.

Cuando sus botas finalmente se detuvieron, se


sorprendió, y miró hacia abajo a ellas, con la expectativa de
que pudiesen explicarse. Sin embargo, no hubo respuesta, y

212
J. R. WARD EL PECADOR

cuando su cerebro les dio un empujón para seguir adelante, se


quedaron dónde estaban.

Era como si estuviera en piloto automático, y la persona


a cargo de su control remoto hubiera presionado un botón...

Su cabeza se inclinó hacia arriba, como si hubiera una


cuerda de marioneta atada a sus cejas y el tipo que dirigía esta
versión de sí mismo de los Muppet88 estaba consiguiendo que
estuviese listo para empezar una línea de diálogo.

Bueno. ¿Qué es lo que sabes? Estaba en una calle


estrecha que estaba plagada de una gran cantidad de basura:
colchones sucios, un fregadero de cocina, una nevera con la
puerta quitada. Alguien claramente se había escabullido de un
apartamento y quería que la ciudad se ocupara de su mierda.
O tal vez era un trabajo de reforma, aunque en este tipo de
código postal, la demolición era más probable.

En la tenue luz, que no comprometió su visión en


absoluto, una figura salió de una puerta poco profunda dos
bloques más abajo. El Sr. F inmediatamente los reconoció,
aunque eran extraños: fue como ver a un miembro lejano de la
familia, uno al que no podías ponerle nombre, pero al que
recordabas de bodas y funerales cuando eras joven.

Conocía a este otro hombre. Este otro hombre lo conocía.

Aunque ninguno de ellos fuera ya un hombre.

Y el que controlaba al Sr. F insistía en que


interactuaran. Ellos activaron la tecla de Ir Adelante del Sr. F,
y como cualquier dispositivo de batería, su cuerpo estaba listo
para hacer lo que se le dijo. Mientras tanto, el otro lesser
parecía estar esperando que él hiciera algo, que dijera algo, y
fue entonces cuando el Sr. F se puso serio consigo mismo. En
realidad, no había estado caminando en direcciones aleatorias
todo el día. Había estado evitando a los demás, moviéndose

88
The Muppets. (Los Teleñecos en España y Los Muppets en Hispanoamérica) es el nombre de un grupo
de títeres creados por la compañía del estadounidense Jim Henson.

213
J. R. WARD EL PECADOR

entre las calles en una forma defensiva, así no había


posibilidad de cruzarse.

Como si la red de asfalto del centro de la ciudad fuese


una pantalla de radar y las otras señales barcos de guerra que
tenía que evitar.

Cuando su pie derecho comenzó a levantarse, lo obligó


a bajar al pavimento, y cuando la bota volvió a subir, fue
extraño encontrarse sin el control de su propio cuerpo. Otra
vez, ¿después de años de adicción a la heroína? ¿Como si no
estuviera acostumbrado a ser el sirviente de un amo fuera de
sí mismo?

Obligando a su cuerpo a obedecer a su cerebro, no a esta


voluntad externa, dio un paso atrás. Y otro.

El otro asesino parecía confundido con la retirada...

El ataque vino de la izquierda, el vampiro


aerotransportado cayó sobre el lesser, derribándolo tan fuerte,
que hubo un crujido que tenía que ser su cráneo o su columna
vertebral.

El impulso de unirse a la lucha, de defender, de


conquistar y matar, fue tan extraño como la sobriedad, y tan
convincente como la promesa de un saludo, pero el Sr. F luchó
por salir del camino, aplanando sus hombros contra cualquier
edificio con el que se encontraba, agarrando los ladrillos,
manteniéndose en su lugar contra el impulso de interceder en
algún mano a mano para el que no había sido entrenado y en
el que no tenía experiencia.

El conflicto no fue bien para su camarada.

El vampiro tomó el control del juego de tierra, sujetando


al asesino en su lugar, con una cadena que se balanceaba
hacia un lado. Pero en lugar de estrangular al asesino con los
eslabones, el atacante dejó que el impulso los envolviera en su
puño. Entonces comenzó la paliza. Ese conjunto reforzado de
nudillos golpeó la cara del lesser una y otra vez, la sangre negra

214
J. R. WARD EL PECADOR

salpicó al asesino mientras los huesos eran aplastados y los


rasgos desaparecían.

El Sr. F se quedó dónde estaba, incluso cuando el


vampiro finalmente se sentó y recobró el aliento. Después de
un momento de recuperación, la cosa se volvió hacia su
espalda y habló a un receptor de algún tipo, las palabras
demasiado apagadas para escucharlas…

De repente, el viento cambió de dirección y dio la vuelta,


golpeando al Sr. F en la cara.

No, eso no era lo correcto. No fue un impacto del clima.


Era más bien como si un vacío hubiese aparecido detrás de él,
un vórtice de succión que atraía las moléculas de aire hacia lo
que sea que hubiese creado el flujo y causado la extraña brisa.

Lentamente, el Sr. F miró por encima del hombro.

Algo se había abierto en la noche... como un agujero en


el tejido del tiempo y el espacio. De la propia realidad. Y la
atracción del inexplicable fenómeno era innegable, periódicos
extraviados saltando hacia lo que sea que fuese, la ropa del
cuerpo del Sr. F. atraída de la misma manera, el pelo de su
cabeza metiéndosele en la cara.

Y entonces... una llegada.

Un eje girando floreció en el centro del callejón, un


demonio de polvo sin el polvo.

Pero definitivamente un demonio.

El mal era tan denso que su presencia creaba su propio


campo de gravedad, y el Sr. F reconoció a su maestro por lo
que había en sus propias venas, su cuerpo un diapasón para
lo que apareció. Y no fue el único que se dio cuenta. Sobre el
cuerpo del lesser, el vampiro con los piercings faciales y el
tatuaje de una lágrima bajo uno de sus ojos también se centró
en lo que se les había unido.

—Hijo de puta —murmuró.

215
J. R. WARD EL PECADOR

Así es como se cubren las cosas, pensó el Sr. F mientras


el denso, agitado odio tomó forma.

La figura de túnica blanca era de altura y complexión


modestas, pero no tenía sentido aplicar normas de tamaño y
fuerza humana a la entidad. Debajo del sudario, el cual el Sr.
F notó que estaba manchado y deshilachado en el bajo y
desgarrado por un lado, el mal era una densa promesa de
sufrimiento y amenaza y depravación.

—¿No tienes palabras de saludo para tu amo? —vino


una envolvente voz.

Entonces el mal miró más allá del Sr. F, al vampiro. —Y


saludos para ti, mi enemigo.

216
J. R. WARD EL PECADOR

—E ntonces dime honestamente —dijo Jo mientras


ponía una patata frita en su boca— ¿Qué haces realmente?
Lucha libre no, lo sé. Y estoy pensando que no estás en el
ejército ahora mismo. Y no puedes ser un narcotraficante o no
estarías tan cómodo aquí.

—Soy un protector.

Ella pensó sobre su respuesta hacia aquel Honda Civic


con sus disparos. —Bien, puedo entender eso. ¿Cómo un
guardaespaldas? ¿Para quién? ¿A quién proteges?

—Hay un macho —Syn tomó otro bocado preciso de su


hamburguesa con queso y se limpió la boca—. A él y su familia.

—¿He escuchado hablar de él?

—No. Vivo con él y no soy el único quien le protege.

La camarera regresó con más agua. Y sin ofender, pero


la mujer necesitaba darse un descanso con esa maldita jarra
suya. Cada vez que Syn tomaba un sorbo, la Señorita Agua del
Grifo sentía la necesidad de volver a nivelar su maldito vaso.

217
J. R. WARD EL PECADOR

Jo tomó una profunda respiración y se dijo a si misma


que dejara la territorialidad. Ella incluso no sabía el apellido
del hombre, por el amor de Dios.

—¿Puedo traerte más kétchup? —le preguntó la


camarera.

Lo juro por Dios, pensó Jo. Cortaré una...

—No, gracias.

—Gracias, estamos bien —enfatizó Jo.

Cuando estuvieron solos de nuevo, ella murmuró —


¿Siempre consigues este tipo de servicio en los restaurantes?

Syn terminó su hamburguesa y limpió su boca. —No


como fuera normalmente.

—Yo tampoco, pero es porque cobro poco. Tengo que ser


ahorrativa con el dinero. Soy solo yo al final del día.

—¿Cuánto tiempo has estado por tu cuenta?

—Desde después de la Universidad.

—¿Qué hay de tus padres?

—Fui un experimento social que falló para ellos. —Miró


hacia una mesa de policías riendo—. En realidad, eso no está
bien. No creo que me adoptaran porque quisieran hacerle un
favor a un niño pobre. Creo que mi madre sintió que necesitaba
una hija. Como un accesorio para presumir con sus bienes
materiales, su esposo y su estilo de vida. Fui un accesorio.

—¿No te cuidaban?

—Tienes una forma divertida de expresar las cosas


algunas veces. —Ella se encogió de hombros—. Y está bien.
Puedo cuidar de mí misma.

—¿No tienes familiares masculinos a los que puedas


recurrir?

218
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Como si estuviera viviendo en una novela de


Dickens? ⸺Jo sonrió—. Y no quiero recurrir a nadie. No
necesito ser rescatada de mi propia existencia. He manejado
bien las cosas hasta ahora y voy a mantener la tendencia.

—Todos necesitamos ayuda.

—¿Entonces a quien recurres tú?

Syn frunció el ceño y se movió en su asiento. Agitó su


cabeza, sacó su móvil que tenía un protector de seguridad en
su pantalla... no es que ella hubiera echado un vistazo.
Cuando sus ojos se movieron lentamente sobre lo que él había
estado tecleando, ella tuvo el pensamiento de que podría ser
disléxico.

—Me tengo que ir —dijo.

Jo asintió. —Vale. Sí. Por supuesto. —Cuando él empezó


a sacar unos billetes de veinte de su bolsillo, ella puso la mano
sobre su brazo. —No. Este es mi capricho. Yo lo pagaré.

Él se congeló y permaneció de esa manera. Hasta el


punto de que ella apartó su agarre. Quizá le había ofendido...

—No quiero dejarte —soltó él.

Algo sobre la forma en la que dijo las palabras le hicieron


sentir calidez en el centro de su pecho. O quizá no era la forma
en la que él las dijo. Fue el hecho que las dijo simplemente.

No quiero que me dejes, pensó para sí misma.

Sabiendo que solo tenía otro par de minutos para


mirarlo, se embelesó con su rostro, ese duro y severo rostro
que sabía que iba a ver en sus sueños, asumiendo que incluso
durmiera de nuevo.

—¿Quién eres? —susurró—. En serio.

—Soy un amigo.

Auch, pensó mientras se reclinaba hacia atrás.

219
J. R. WARD EL PECADOR

El dolor que le atravesó la caja torácica le hizo darse


cuenta que en algún momento entre cuando él había estado
listo para dispararle a un inocente propietario de un Civic para
mantenerla a salvo, y el pedido de sus hamburguesas con
queso y patatas fritas, ella había tomado una decisión que no
estaba preparada para examinar de cerca. Pero parecía como
si esa puerta estuviese cerrada del lado de él.

Bueno, aunque tuviera sexo con ella. Eso no significaría


nada para él, sin embargo. Amigos, beneficios, todo eso.

Syn se deslizó fuera de la banqueta, y ahora se puso


serio con el tema del agua. Agarró el vaso y se bebió todo lo
que contenía. Incluso el hielo.

—¿Vas a salir a pelear? —dijo ella.

—¿Cuál es tu número? Te llamaré.

Jo pensó que no quería que él muriera. Lo cual era


hiperbólico y tonto. Sin embargo... ¿Dos cadáveres en pocas
noches? Una especie de catastrofismo parece una actitud
sensata para la vida.

—¿Estás casado? —preguntó.

El retroceso que hizo habría quebrado el cuello de un


hombre menos corpulento. —No.

Bien, eso fue un alivio. Al menos no estaría fantaseando


con el marido de alguien más. No es que fuera a imaginar
cualquier cosa. No. Podría ser imprudente, pero no era
masoquista.

Soy un amigo.

Las tres palabras más aplastantes del idioma castellano


cuando estabas atraída por alguien. Sin embargo, dado que
ella no debería de estar con alguien como él de cualquier
manera, quizás fueran un salvavidas.

—Cuídate —dijo suavemente.

220
J. R. WARD EL PECADOR

Syn asintió con la cabeza, y luego se había ido, saliendo


del bar, fuera en la noche. Como si él realmente no hubiera
querido su número de teléfono. Como si el hecho de que no se
volvieran a ver de nuevo no importara.

¿A dónde fue todo eso de te-puedo-ayudar? Se preguntó


amargamente.

Y P.D. ¿Cómo es que se estaba convirtiendo en una


damisela? Las mujeres de verdad no esperaban que Príncipes
Encantados vinieran a darle sentido a sus solitarias y solteras
existencias. Las damiselas lo hacían. Ellas ponían ojos de
corderito a consecuencia de las partidas, terminaban sus
cenas solitas y de luto y esperaban a ser llamadas.

Tocándose los labios, pensó en los besos que habían


compartido.

—Vas a salir herida si vas detrás de él —dijo.

Jo duró otro segundo y medio.

Metiendo la mano en su bolso, tomó algo de dinero.


Tirándolo sin preocuparse cuanto era al lado de su
hamburguesa con queso a medio comer, agarró su abrigo y
corrió a través de las mesas, a través de los clientes, a través
de los camareros. Irrumpiendo en el frío de la primavera. El
nombre de Syn estaba en la punta de su lengua.

No lo dejó salir.

Mirando a la izquierda... mirando a la derecha...


mirando al frente, no vio nada salvo una calle de ciudad de
cuatro carriles vacía, aceras sin nadie en ellas y un
aparcamiento al otro lado de la calle que tenía dos coches en
sus plazas y un kiosco sin un encargado.

—¿A dónde te fuiste? —murmuró en el viento de la


noche.

221
J. R. WARD EL PECADOR

El mal está aquí. Oh, Jesús... El mal está aquí.

Butch corrió lo más rápido que pudo, manzanas de


calles de la ciudad volando bajo sus shitkickers mientras se
deslizaba por las esquinas, y derribaba rectas. Estaba
respirando como un tren de carga, sus puños apretados y
bombeando, su chaqueta de cuero abierta y aleteando detrás
de él, sus armas moviéndose con su torso en sus pistoleras.

Mientras giraba a la izquierda, se topó con algún


humano y los empujó fuera de su camino. Cuando le gritaron,
no se molestó en disculparse.

Más rápido, por el amor de Dios, él necesitaba ser más


rápido...

Derrapando en la Calle Décimo octava, corrió por encima


de un coche que estaba estacionado en la acera, golpeando
sobre el capo, el techo y dando un salto mortal en el aire
encima del maletero. Aterrizó a media zancada y mantuvo el
mecanismo, un montón de críticas autoinfligidas
impulsándole.

Puto mestizo, hijo de puta, perdedor, pedazo de mierda...

En el último giro perdió tracción, las suelas de sus botas


perdiendo agarre gracias a la fuerza centrífuga del peso de su
cuerpo en un ángulo. Como resultado, aterrizó sobre su culo,
sus pies afuera en frente de él, su torso y piernas continuando
la trayectoria mientras su cabeza giraba a un lado en la
dirección en la que había sido llamado.

El Omega estaba en primer plano en medio del callejón,


la presencia del mal como una mancha en la misma noche, la
densidad de las malas noticias tan grande que hubo una
distorsión del aire alrededor. Aun así, el maestro de todos los
lesser era en realidad el segundo en la lista de cosas para
preocuparse de Butch.

Qhuinn estaba a escasos cuatro metros y medio del


Omega, permanecía paralizado encima del cuerpo de un

222
J. R. WARD EL PECADOR

asesino, su atención fija en la deidad oscura como si detrás de


sus ojos desiguales estuviera considerando una respuesta
defensiva... o peor, una ofensiva.

Cuando Butch hizo cálculos de cualquier confrontación


entre los dos, la única cosa que pensó fue en aquellos niños,
Rhamp y Lyric... aquellos hermosos niños que el hermano
compartía con Layla. Si Qhuinn muriera justo aquí, justo
ahora, en las manos del Omega, los adultos del grupo familiar
de la Hermandad llevarían el luto y avanzarían al final. ¿Pero
esa dulce niñita y ese tenaz niñito? Nunca conocerían a su sire.
Crecerían solo con las memorias de otra gente llenando el vacío
de quien fue su valiente, fuerte e increíble padre.

A. La. Mierda. Con. Eso.

Mientras Butch agarró a Qhuinn por la espalda, saltó


hacia arriba en medio de su impulso, agarrando al hermano
por la chaqueta, y los puso cara a cara.

—Vete a tomar por culo de aquí —Butch siseó— ¡Ahora!

Qhuinn empezó a discutir, por supuesto. Pero no. No se


admitía discusión. Girando la posición de sus cuerpos, Butch
se aseguró que el padre de Rhamp y Lyric estuviera detrás de
él... y entonces apretó con cada ápice del peso de su cuerpo y
el poder que tenía, enviando al enorme macho revoloteando por
el aire lejos de la encrucijada del callejón, un Frisbee de
vampiro.

Hubo un choque... algún contenedor de basura siendo


como un set de bolos... y luego Butch ladró en el
intercomunicador de su hombro.

—Todo está en orden —dijo—. Todo está en orden.


Repito... falsa alarma.

Qhuinn se puso de pie en la calle y Butch miró hacia el


chico, enviando todo tipo de lárgate de aquí en dirección al
macho. Y adivina qué, algo debió hacer click. El hermano se
desmaterializó.

223
J. R. WARD EL PECADOR

—Repito, todo está bien —Butch recalcó mientras se


reenfocaba en el Omega...

Oh, vaya, vaya, había otro asesino justo al lado del


maestro, el Fore-lesser. Un dos por uno.

—No es encantador —dijo el Omega en una voz que se


abrió paso a través del inusual aire estático—. Nos vemos de
nuevo.

—Esa es una frase de una mala película. —Butch


desenvaino sus dagas negras—. Esperaba más de alguien
como tú.

—Qué reconocimiento. Estoy encantado. Y te he echado


de menos.

—No puedo decir lo mismo aquí.

—Subestimas tus emociones.

—No cuando se trata de odiarte.

El Omega se desplazó, dejando al Fore-lesser detrás. —


Ya sabes, eres uno de mis pocos remordimientos. Si no te
hubiera hecho, no serías como un problema.

—Ya casi hemos terminado aquí. La profecía casi está


completa —Butch se arrodilló al lado del asesino que Qhuinn
había derribado—. Acércate. Voy a trabajar. Y no con estas
dagas.

El Omega se detuvo. —Haz lo que desees. Me gusta


mirar.

—Si te vas, justo ahora —dijo Butch—, apuñalaré a este


pedazo de mierda para que regrese a ti. ¿Si te quedas? Voy a
absorberlo como a un batido en una noche cálida de verano. Y
algo me dice por la apariencia de tu túnica que no puedes darte
el lujo de perder mucho más.

Un malvado gruñido se elevó, emanando debajo de los


sucios pliegues blancos. —Tú miserable mortal...

224
J. R. WARD EL PECADOR

—Suficiente con el intercambio de insultos —Butch se


inclinó hacia abajo, poniendo su boca encima del lesser
moviéndose— ¿Entonces qué va a ser?

⸺Necesitas aprender el verdadero significado del poder.

Con unos reflejos sorprendentemente rápidos, el Omega


dobló hacia atrás la extensión de su brazo y lanzó un denso y
tenebroso proyectil a través del aire, el zumbido de su vuelo
como el de un nido de avispas, la magia oscura viniendo rápido
y dando en el blanco. La fuerza golpeó a Butch como una
tonelada de ladrillos, arrojándolo lejos del gorgoteante montón
de asesino, golpeándolo contra el edificio detrás de él.

No hubo tiempo de recuperarse. Antes de que el Omega


pudiera lanzar un segundo golpe, Butch se lanzó hacia
adelante, agarró la cara mutilada del lesser, y se hizo con el
aceitoso lío de anatomía, inhalando como si hubiera estado
bajo el agua durante media hora, no solo como si su vida
dependiera de ello, sino como si las vidas de cada uno de los
hermanos y los guerreros a quienes Qhuinn iba a arrastrar
hasta aquí en los siguientes treinta segundos fueran a ser
salvadas por la absorción.

El Omega dejo salir un aullido agudo que fue tan fuerte,


que puso fuera de combate el oído de Butch y fue hacia abajo
por su columna.

Pero no miró hacia arriba. No se detuvo. No disminuyó


la velocidad.

Era su única oportunidad... para salvar a sus hermanos


que iban a venir corriendo, independientemente de ese todo
está en orden que él había enviado.

225
J. R. WARD EL PECADOR

S yn volvió a tomar forma un bloque más allá de las


coordenadas que habían sido enviadas por Qhuinn, pero en el
instante en que retomó su forma física, recibió un mensaje
contradictorio de Butch de que todo estaba en orden.

Abriendo sus fosas nasales, olió el aire.

El hedor a lesser era tan fuerte que sólo podía ser


explicado por una jugosa matanza. ¿Así que Qhuinn había
derribado uno, pero estaba preocupado por los refuerzos del
asesino o algo así? ¿Sólo para que Butch se encargue de la
segunda ronda?

Debajo de su piel, su talhman surgió, y fue la necesidad


del derramamiento de sangre lo que lo envió a correr... como si
la necesidad de matar le hubiese hecho levantarse de esa mesa
en el bar, cuando no había querido dejar a Jo. Sin embargo,
estaba desesperado por liberar este fuego interior. Dar un paso
atrás para dejar que su lado malo se exprese.

Tal vez quedara algo con lo que jugar. Tal vez hubiese
otros. Tal vez no tomase mucho tiempo y pudiese volver y
encontrar a Jo...

226
J. R. WARD EL PECADOR

Syn dobló una esquina cerrada y se detuvo en seco.

Incluso mientras sus ojos se enfocaban en la figura


vestida de blanco mugriento, y sus intestinos le decían de qué
se trataba, su cerebro se negó a creer la conclusión a la que
llegó.

Sin embargo, la figura envuelta con el mal que se


derramaba por debajo de sus dobladillos sólo podría ser una
entidad, y sólo una. Y el Omega estaba en modo ataque, su
forma retrocedía como si estuviera reuniendo fuerzas para
lanzar algo... a Butch.

Quien estaba inhalando un asesino como si estuviera


tratando de sorber un neumático a través de una pajita.

Syn no lo dudó.

Con una oleada poderosa, corrió hacia el mal, dando tres


enormes zancadas y lanzando todo su peso corporal contra la
maldita cosa. Y el Omega, a pesar de su omnipotencia, no
pareció notarle... al menos no hasta que Syn estuvo sobre la
entidad, su cuerpo derribando en el suelo al maestro de todos
los lessers.

O lo que sea que sostuviese en el suelo.

Todo fue a cámara lenta en ese punto. Mientras que


cualquier hechizo o magia que el Omega había estado
apuntando a Butch se volvía loca y explotaba un coche sin
neumáticos, Syn fue consciente de una horrible sensación
inundando su cuerpo, oleadas de enfermedad, muerte y dolor
tóxico y rugiente atravesándole. Y luego Butch levantó la vista
del asesino y gritó algo, sus brazos extendidos como si tratara
de salvar a alguien.

Probablemente a Syn. Pero no había tiempo para pensar


en eso.

El Omega arrojó lejos a Syn como si no pesara nada, y


el aterrizaje fue duro como una roca mientras rebotaba en sus

227
J. R. WARD EL PECADOR

pectorales y palmas, apenas manteniendo su cara apartada del


asfalto mientras se iba de cabeza contra una pared de ladrillos.

Estirando las manos, golpeó el edificio justo antes de


partirse el cráneo.

Después de lo cual... silencio.

Syn intentó levantar la cabeza, pero estaba


curiosamente débil, su cuerpo laxo como una toalla húmeda.
Lo más que pudo hacer fue darse la vuelta e intentar que sus
globos oculares funcionaran correctamente, y así fue como
descubrió que el callejón sólo tenía dos personas en él.

Bueno, tres si contabas el desastre de asesino en el que


Butch seguía a horcajadas.

Ningún Omega.

Antes de que Syn pudiera decir algo o verificar las


lesiones, las suyas o las de Butch, fue superado por las
náuseas. Volviéndose sobre su estómago, apoyó las manos y
vomitó lo que había comido con Jo... y luego siguió hasta que
tuvo náuseas secas y viendo estrellas.

Unas manos se extendieron hacia él. Alguien le habló...


Balz, su primo.

Y luego hubo mucha gente alrededor.

No podía escuchar nada, sin embargo, el torrente de


sangre en sus oídos como nada que hubiese experimentado
antes. Y mientras tanto, su corazón estaba haciendo cosas
malas en su pecho, su ritmo desigual y demasiado fuerte.
Mientras su conciencia se centraba en lo que estaba
sucediendo detrás de su esternón, tenía una imagen de una
roca rebotando en una ladera rocosa ¡boom! ¡ba-boom! ¡baba-
boom!... y entonces el mareo le sobrevino como si fuera una
fuerza física de tres dimensiones. Mientras el mundo giraba
estrepitosamente, cayó sobre su costado, y consiguió un
excelente primer plano de la shitkicker de su primo.

228
J. R. WARD EL PECADOR

Desde una gran distancia, vio a Balthazar gritarle a


alguien, y Syn pensó que su primo era un buen macho,
obviando todas esas cosas de delincuente. Claro, el bastardo
podría tener una conciencia más estricta que la mayoría, pero
eso no significaba...

Un tipo de cabello oscuro con bata quirúrgica vino


corriendo y se agachó.

Bueno, que práctico. Era el Dr. Manny Manello, el


cirujano humano emparejado con Payne, la hermana de V.

Syn estaba tan noqueado que casi saludó al sanador. Lo


cual fue un impulso extraño ya que él era más un tipo de "que
te jodan" que el tipo de persona de "¿Cómo estás, viejo amigo?".
Por otra parte, no estaba en su sano juicio en este momento, y
el doctor parecía estar de acuerdo, sacudiendo la cabeza y
levantando las manos como si no hubiese nada que pudiera
hacer.

Vaya, pensó Syn. Parecía que podría estar muriéndose.

Motivado por un impulso que no pudo negar, forzó su


brazo y golpeó el pavimento frente a la shitkicker de Balz. La
cara del macho inmediatamente descendió.

Syn comenzó a hablar. Al menos... pensó que estaba


hablando. Todavía no podía escuchar nada... los oídos de su
primo parecían funcionar bien, sin embargo. La cara del
macho pasó de preocupada... a confundida... y a
conmocionada.

Lo que sea. Todo lo que importaba era...

De la nada, la luz más brillante que Syn había visto


alguna vez confluyó justo frente a él, en incluso en su delirio,
supo lo que era. Era el Fade, llegando para reclamarlo, y de
alguna manera, fue la sorpresa más grande de todas. Había
asumido que iría al Dhunhd.

Por otra parte, después de tener el encuentro con el


Omega, tal vez el mal no quería su lamentable culo...

229
J. R. WARD EL PECADOR

Mientras era bañado en la iluminación celestial, el alivio


que cubrió su cuerpo fue tan completo que era insondable. Era
como si la enfermedad dentro de él fuera borrada, como si
hubiera llegado al final de una larga prueba.

Pero esa había sido su vida. Un gran esfuerzo que


parecía infinito en una buena noche, y una maldición en una
mala.

Entregándose a la muerte, esperó la puerta de la que


había escuchado hablar a punto de venir desde la luz hacia
él... la puerta que la antigua sabiduría decía que abrieses y
entrases, encontrándote en una eternidad con tus seres
queridos. ¿Estaría allí su mahmen?

¿Se le permitiría a Jo ir allí como humana?

El pánico lo atravesó. Estaba dejando a su hembra


indefensa; su muerte no la sacaría del peligro. Gigante enviaría
a alguien más para matarla...

De repente, la luz se retrajo, la visión de Syn se aclaró y


sus oídos volvieron a activarse. Mirando hacia arriba, no
estaba seguro de lo que esperaba ver... pero el Hermano
Vishous arrodillado con una antorcha no era la...

Espera. Eso no era una antorcha. Era la mano del


macho, la que siempre llevaba ese guante de cuero negro.

Tal vez la iluminación no había sido el Fade.

Tal vez esos rumores sobre V siendo el hijo nacido de la


Virgen Escriba no fuesen sandeces.

Tal vez debería ser más amable con el hijo de puta,


suponiendo que no quisiera ser convertido en un s´more89.

Syn se incorporó del pavimento, y con precaución, se


puso de pie, esperando que el mundo girase en círculos de

89
N/T: Postre que consiste en un malvavisco tostado y una capa de chocolate entre dos trozos de galleta
Graham.

230
J. R. WARD EL PECADOR

nuevo. No lo hizo. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que


el Hermano debió haberle hecho lo que le hacía a Butch.

—¿Te enfrentaste al Omega? —Dijo V—. En qué cojones


estabas pensando, loco hijo de puta.

Vishous golpeó los hombros de Syn... y luego Syn estaba


siendo atraído hacia adelante contra ese enorme pecho, el
abrazo tan inesperado como que el Hermano se pusiese a
cantar "Achy Breaky Heart90."

Porque a V no le gustaba nadie.

Supongo que, si salvabas la vida de su mejor amigo, te


ponía en su lista de Buen Chico.

Syn sintió que era echado hacia detrás, y luego sus dos
primos le estaban hablando. Todos estaban hablándole, los
Hermanos que estaban en el lugar y todos los otros guerreros.
Era un borrón, y pensó que estaban convirtiéndole en héroe
sin ninguna buena razón. Sólo quería matar algo, cualquier
cosa, y quería una buena pelea. El Omega estaba hecho a
medida para esa mierda.

—¿Dónde está Syn? —escuchó a alguien decir—. ¿Syn


está bien?

Butch atravesó la melé91 que se había formado y el ex


policía, ex humano, pareció volver a su papel de funcionario
público. Estaba en plan Buen Samaritano mientras se
acercaba.

—Jesús, eso fue valiente y estúpido. Pero gracias. Lo


digo en serio. —Syn se encontró con los ojos color avellana del
Hermano y negó con la cabeza.

Butch asintió, como si supiera lo que Syn estaba


pensando, pero Syn podía garantizar que no lo hacía.

90
N/T: Canción estilo country cantada por Billy Ray Cyrus.
91
N/T: En rugby es una formación fija cuya función es disputar la pelota y volver a ponerla en juego,
luego de una falta menor.
231
J. R. WARD EL PECADOR

Y para cortar cualquier otra mierda de agradecimiento,


Syn intentó caminar en círculo para tener una idea de lo
estable que era. Hurra. No zigzagueó. No vomitó de nuevo. Su
cuerpo y fuerza eran como un cinco en una escala de diez.

¿Mientras que antes de que V hubiese aparecido con esa


palma brillante? Ni siquiera intentaba estar en la escala.

—¿A dónde vas? —preguntó Butch.

¿Me estoy yendo? Se preguntó Syn.

—Estoy en rotación —se escuchó decir—. Voy a salir a


pelear.

El Dr. Manello saltó como si tuviera un chip en la nuca


que le alertase de decisiones estúpidas. —Nop. Te vas a tomar
el resto de la noche libre.

—No estoy herido —dijo Syn mientras señalaba su


cuerpo—. Y ya no estoy enfermo. No tienes motivos para
negármelo.

Cuando V encendió un liado a mano, el Hermano miró


por encima de su palma ahuecada. —Déjale ir. Tiene más que
ganado el derecho de pelear si eso es lo que quiere hacer.
Además, me hice cargo de él. No hay nada de lo que el Omega
dejó en él.

Syn miró al doctor a los ojos. —Voy a salir de todos


modos. No importa lo que me digas.

Más conversaciones, especialmente cuando llegó otra


ronda de Hermanos, Tohr, Z y Phury necesitaban ponerse al
día con lo que sucedió con el Omega.

Con la esperanza de desmaterializarse antes de que su


parte en la historia estuviese más tiempo en antena, Syn dio
un paso atrás de la multitud. Y otro. Cuando Balthazar le miró
como si fuese a frenar la retirada, Syn miró a su primo y le
desafió a involucrarse. Cuando el tipo solo encendió unos de

232
J. R. WARD EL PECADOR

los cigarrillos caseros de V y maldijo, estaba claro que el


mensaje fue recibido.

Su pariente no se iba a interponer en el camino de su


partida.

Cuando el callejón se convirtió en una conversación de


hermanos, Butch volvió al cadáver del lesser. No había llegado
lejos en la inhalación antes de que Syn decidiera jugar a los
bolos con el Omega y había un trabajo sucio que había que
terminar.

Y joder, no, no iba a cumplir esa promesa al mal de


apuñalar la maldita cosa de vuelta con su maestro.

—No tienes que hacerlo, poli. Puedes tomarte un


descanso esta noche.

Miró a V. Los ojos claros y fríos del Hermano eran como


aire fresco cuando estabas enfermo del estómago. Y dentro de
la cabeza de Butch, los pensamientos comenzaron a girar,
cayendo uno contra otro, haciendo picadillo cualquier idea
lógica.

—Poli, acabas de pasar por una mierda.

—Sí, y la única forma de salir de todo esto es hacer mi


puto trabajo.

Butch se arrodilló en inclinó la cara sobre lo que


quedaba de las facciones machacadas del asesino. Mientras se
preparaba para tomar una de esas inhalaciones largas y
extrañas que había estado haciendo desde que el Omega se
metió en él pensó... no por primera vez... que no sabía cómo
funcionaba. No entendía la metafísica de cómo podía drenar la
esencia de su recipiente.

Por otra parte, una explicación no cambiaría la realidad


y no estaba seguro de que realmente quisiera saber los

233
J. R. WARD EL PECADOR

detalles. Además, tenía otros problemas por los que


preocuparse...

—El Omega debería haber sido capaz de matarme —dijo


mientras levantaba la mirada hacia V—. Me estaba arrojando
mierda... la magia debería haberme destrozado. Y luego estaba
su presencia. Quiero decir, he estado cerca de esa cosa antes.
Sé lo poderoso que solía ser. Ya no... Se está muriendo.

Y uno pensaría que habría recibido un nuevo aliento...


por supuesto... de la evidencia clara de su éxito. ¿En su lugar?
Solo se sentía más exhausto.

V se arrodilló y exhaló sobre su hombro. —Eso significa


que está funcionando. La profecía se está haciendo realidad.

—Sí —Butch miró el deslumbrante desorden de la cara


del asesino, los pómulos blancos bajo la mancha de tinta de
las vísceras negras—. Me siento como un comedor compitiendo
en los últimos treinta segundos de Nathan´s Famous92.

V puso su mano enguantada sobre el hombro de Butch.


⸺Tenemos tiempo. No tiene que terminar esta noche. Envíalo
de vuelta y vámonos a casa.

Butch negó con la cabeza hacia el lesser. —El Omega


debería haber sido capaz de matarme.

Cuando otro par de shitkickers entró en su campo de


visión, miró hacia arriba. Qhuinn había venido, y el hermano
estaba blanco como una sábana, sus manos temblando en los
extremos de las mangas de su chaqueta de cuero. El macho se
agachó. Sus ojos azules y verdes estaban rojos y llorosos, y
estaba parpadeando como si tuviera un ventilador justo
delante de su cara.

—Butch, me salvaste la vida —dijo el hermano—. Y estás


agotado. Déjame apuñalarle, y todos nos iremos a casa.

92
N/T: Compañía norteamericana de comida rápida que organiza concursos de comer perritos calientes.

234
J. R. WARD EL PECADOR

Butch quería hacer eso. Estaba cansado de una manera


no relacionada con el esfuerzo físico. Quería llamar a Marissa
y escuchar su voz, pedirle que saliera temprano del trabajo y
simplemente acostarse junto a su shellan. Quería saber que
sus hermanos y los otros guerreros estaban en la montaña y
detrás del mhis, detrás de los gruesos muros de piedra de la
mansión, detrás de la fortaleza que Darius había construido
hace más de cien años. Quería estar seguro de, aunque solo
fuera hasta el crepúsculo de la noche siguiente, todos estaban
a salvo.

Pero ahí estaba la cosa, ¿no?

La seguridad era una ilusión si solo duraba veinticuatro


horas. Y esos preciosos niños en esa casa, no solo Lyric y
Rhamp, sino todos ellos, merecían tener a sus padres a su
lado. Demonios, todas las mahmens y sires de todas las
especies deberían tener esa garantía.

Mientras que el Omega estuviera en el planeta, la


normalidad era un frágil privilegio para los vampiros, no un
derecho básico.

Butch volvió a centrarse en el asesino. Seguía


moviéndose, los dedos flexionándose y encogiéndose sobre el
asfalto, las piernas agitándose en un movimiento lento y débil.

Abriendo la boca, Butch tuvo que obligarse a comenzar


a inhalar.

Para poder tomar el mal en su cuerpo una vez más.

235
J. R. WARD EL PECADOR

J o estaba parada afuera de McGrider, en la acera,


mirando pasar un coche. Apartándose a un lado cuando dos
hombres ataviados con ropas de civil entraron al bar. Revisó
su teléfono, aunque a quién le importaba la hora.

La próxima vez que Syn le pidiera su número, maldita


sea, se lo daría.

Asumiendo que lo volviera a ver.

La noche parecía especialmente fría mientras caminaba


de regreso a las oficinas del CCJ… realmente báltico, de
hecho… y era divertido, no había notado la temperatura
mientras caminaba con Syn. Y a medida que avanzaba, se dio
cuenta de que Caldwell se había vaciado repentinamente de
toda forma de vida. A pesar de las personas detrás de las
ruedas de los automóviles que iban por las calles de la ciudad,
de los clientes que había dejado en McGrider's, e incluso de su
jefe misógino, y los queridos, dulces Bill y Lydia, se sintió post-
apocalípticamente sola, como la única sobreviviente de una
catástrofe nuclear.

Por otra parte, alguien importante podría llevarse a


todos los demás consigo cuando se fueran...

236
J. R. WARD EL PECADOR

Okaaaaaaaaaay, hora de guardar el melodrama. Este no


era un episodio adulto de My So-CalledLiƒe93, con ella como
Ángela y Syn como Jordán Catalano.

⸺Hormonas ⸺murmuró mientras se acercaba al frente


del edificio CCJ.

En lugar de caminar hacia la entrada de atrás, sacó su


tarjeta de pase y entró por una puerta lateral. La sensación de
que no iba a estar trabajando en el periódico por mucho más
tiempo era parte de su extraño estado emocional, y no era una
deducción muy equivocada. Y eso, apestaba. Las últimas
cuarenta y ocho horas habían sido una locura, pero a ella le
encantaba informar. Sin embargo, chantajear a su jefe para
que la dejara trabajar no era lo suyo, y no iba a engañarse con
Dick. Ella había forzado su mano por ahora, pero eso eran
sacos de arena contra un tsunami. Tarde o temprano, el trato
se rompería y él iba a encontrar la manera de despedirla.

Fue al baño, porque no tenía prisa por volver a casa,


sola… aunque la idea de darse un atracón de la vida amorosa
de Ángela Chase no era un mal plan B- ante la perspectiva de
quedarse sentada en su escritorio hasta el amanecer. Después
de secarse las manos, revisó su correo electrónico para ver si
la habían mandado las otras fotografías que McCordle iba a
enviar desde su teléfono. No habían llegado.

Antes de comenzar a limpiar su escritorio, y no porque


se estuviera despidiendo a sí misma, decidió que era ridículo.
No podía quedarse aquí toda la noche. Utilizando la salida
trasera, agachó la cabeza y se apresuró hacia su coche,
consciente de un zumbido paranoico en su sangre. Mirando
furtivamente a su alrededor, no desbloqueó el Golf hasta que
estuvo a cuatro pasos del lado del conductor. Pero vamos,
¿como si alguien no fuera a colarse en su asiento trasero si

93
My So-Called Life es una serie televisiva americana , de drama adolescente.

237
J. R. WARD EL PECADOR

quería hacerlo? Lanzándose detrás del volante, abrochó su


abrigo y lo dejó allí, mientras metía el resto de las cosas.

Arrancando el motor, que sonaba como una máquina de


coser, se colocó el cinturón de seguridad sobre el pecho, puso
la palanca de cambios marcha atrás y apretó el acelerador.

Jo pisó los frenos.

En su espejo retrovisor, bañado por la iluminación roja


de sus luces traseras, una enorme figura con un Mohawk
estaba parada justo detrás de su parachoques trasero.

Jo llevo el coche al parking y saltó fuera.

Una broma sobre “cuanto tiempo sin verte…” Murió en


su garganta.

—¿Estás bien? —preguntó ella mientras lo miraba.

Cuando él asintió, ella no le creyó. Estaba pálido y


conmocionado, y sobresaliendo de ambas mangas de su
chaqueta de cuero, sus manos temblaban.

—Necesito una ducha —dijo.

—¿Qué?

—No huelo bien.

—Tu colonia es todo lo que puedo oler.

—Necesito…

Tenía la sensación de que él no tenía idea de lo que


estaba diciendo, y quería saber qué demonios había sucedido
durante los veinte minutos que transcurrieron entre el
momento en que había salido del bar y ahora. No podrían
haber sido sus dudas sobre dejarla. Eso no dejaría a un tipo
duro como él en este estado aturdido y desorientado.

Antes de ser consciente de estar tomando una decisión,


fue hacia él y le tomó la mano. Ella quería decir: "Ven conmigo".

238
J. R. WARD EL PECADOR

Pero su piel estaba tan helada que le preocupaba la


hipotermia.

—Necesitamos calentarte.

—¿Estoy frío?

Ella lo llevó al lado del pasajero y le abrió la puerta.


⸺Siéntate.

Ya sabes, en caso de que no supiera qué hacer, aunque,


¿cómo demonios iba a encajar su gran cuerpo en ese asiento?

—Supongo que eres “flexible” —murmuró mientras lo


ayudaba.

Dando la vuelta al parachoques delantero, se puso de


nuevo detrás del volante, consciente de que su corazón latía
con fuerza y su sangre corría. Cuando puso el coche en marcha
atrás por segunda vez, miró al hombre que había recogido de
la calle como un perro callejero.

Apenas cabía en su auto: "flexible" era una exageración.


Elástico era más acertado. Sus rodillas estaban prácticamente
a la altura de los lóbulos de sus orejas, sus brazos encajados
entre sus piernas, su hombro lejano apretado contra su
puerta. No parecía importarle. Por otra parte, no parecía saber
dónde estaba.

—Mi apartamento no está lejos de aquí —dijo. Bueno, no


comparado con alguien que vivía en Vermont—. Quiero decir…

Syn miraba hacia el frente. Como si estuviera en un


mundo diferente.

—¿Cinturón de seguridad? —ella sugirió.

Cuando él no se movió, ella apretó los frenos y se estiró


para...

En el espacio reducido, él se movió tan rápido que ella


no pudo seguirlo. Un segundo era como un abrigo de cuerpo

239
J. R. WARD EL PECADOR

entero metido en una mochila, al siguiente, la había agarrado


por el cuello y la miraba con ojos vacíos… sin ver…

El verdadero miedo atravesó el pecho de Jo. —Por


favor… ⸺graznó—. No…

Él parpadeó y se centró en ella correctamente.

—Oh, mierda… —Inmediatamente dejó caer su agarre—


. Lo siento. No era consciente de lo que hacía.

Sentada contra su asiento, se llevó las manos al cuello.


—No voy a hacer eso otra vez.

—Es solo porque. . . Estaba en otro lado. No voy a


lastimarte, lo juro.

Mientras se estremecía, parecía tener problemas para


respirar bien. Y a pesar de que él era físicamente fuerte y
claramente un tipo duro, ella sentía una abrumadora
necesidad de cuidarlo. Parecía roto.

—Está bien —le dijo—. Estés donde sea que estés. Yo me


encargaré del resto ahora mismo.

—Sabía que no podía confiar en ti.

Mientras su padre le hablaba, Syn le dio la espalda a la


dulce cabaña, a la joven hembra y su hermano pequeño, a los
inocentes que corrían con abandono y un feliz desconocimiento
a través del prado de flores silvestres.

Su padre dio otro paso hacia adelante, otra rama caída


crujiendo bajo su horrible peso. —Y sabía a dónde irías. ¿No te
importa que tenga hambre? Debías conseguir algo para
sostenerme, pero parece que deberé encontrar algo yo mismo.

Brillantes ojos negros se dirigieron sobre la cabeza de Syn


y rastrearon a la frágil presa que había sido marcada. Cuando
los labios de su padre se separaron, las puntas de sus colmillos

240
J. R. WARD EL PECADOR

manchados descendieron y su cuerpo tomó una posición de


ataque.

Syn se movió sin pensar. Él estalló hacia adelante y


mordió el dorso de la mano de su padre, que previamente había
mantenido sus dientes delanteros dentro de su carne. Mientras
sus molares encontraban su objetivo, el rugido de su padre era
tan fuerte que rebotó a través de los árboles, y Syn rezó a la
Virgen Escriba para que la hembra y su hermano lo escucharan
y corrieran hacia la seguridad.

No iba a esperar para ver si el poder supremo le concedía


su súplica.

Su sire se volvió hacia él con una venganza que


combinaba locura y agresión. Y Syn se aseguró de mantenerse
dentro del alcance del golpe castigador, que le cayó con la
agilidad de un halcón sobre un hurón. Un momento antes del
impacto en su cara, se agachó y volvió a correr. Su padre mordió
el anzuelo, tambaleándose hacia adelante, balanceándose de
nuevo y tropezando, porque todavía estaba bajo los efectos del
hidromiel, aunque había dejado de beber antes.

Syn pateó a su padre en la espinilla y retrocedió. Luego


dio un puñetazo a un lado de su cabeza, descentrándolo y dio
otro paso atrás.

Supo que había proporcionado suficiente afrenta y


desafío, cuando la luz roja e impía que emanaba de los ojos de
su padre, lo bañó con el color de la muerte que se avecinaba.

Fue entonces cuando Syn corrió.

Y corrió rápido, pero no demasiado rápido.

No tenía idea de a dónde iba. Solo sabía que tenía que


alejar al monstruo de esa familia, era lo último que haría. Y, de
hecho, lo sería. Iba a morir en esto, pero esperaba que la mujer
y sus parientes prestaran atención a su cuerpo roto y se
protegieran, y tal vez esta fuera la mejor solución para todos. Él
estaría acabado, y esa joven mujer estaría, sino segura, por lo

241
J. R. WARD EL PECADOR

menos más segura, porque ¿seguramente el padre de Syn sería


expulsado de la aldea por los ancianos?

Otra cosa más para rezar, no es que haya tenido tiempo


de suplicar a la Virgen Escriba una vez más.

Con la luz roja de la violencia de su padre fluyendo detrás


de él, el bosque estaba iluminado de una manera asesina, los
árboles y la maleza, el rastro que Syn había encontrado, los
venados que abandonaban sus puestos, todo iluminado a la
manera de la sangre, que pronto se derramaría.

Las delgadas piernas de Syn bombearon tan rápido como


pudieron, y lo único que le permitió mantener el liderazgo fue el
peso prodigioso de su padre. Verdaderamente, con la
respiración ronca, el zumbido y el resoplido, era como un dragón
galopando en el suelo de una cantera, cuando debería haber
salido al aire. Su padre no tenía esa opción hacia el cielo,
gracias a los Destinos.

El claro llegó sin aviso, los obstáculos arbóreos del


bosque, los troncos y las zarzas terminaron abruptamente y, por
un momento, Syn no pudo entender dónde lo había llevado la
persecución, excepto que reconoció el paisaje. Era el comienzo
de los campos verdes de su padre, los que alquiló a los
agricultores, con sus caballos, vacas, cabras y ovejas, para
pastar y tomar el agua del río.

Más adelante, había un cobertizo, abierto por los lados,


para que los animales se refugiaran debajo, y Syn se dirigió
hacia allí, con la esperanza de conseguir algún tipo de
protección contra el ataque. Cuando se acercó, notó una pila de
rastrillos de heno apoyados contra uno de los soportes de la
sala, y sucedió lo más extraño. Sus palmas hormiguearon y su
cuerpo se sofocó de una forma que no estaba relacionada con el
esfuerzo o el miedo. En su mente, sabía con absoluta claridad
qué haría con las armas potenciales, y la precisión de su plan lo
sorprendió, aunque no por su violencia. Sino porque las
imágenes tenían tanta certeza, que era como si las acciones que
tomaría, en realidad ya se hubieran tomado.

242
J. R. WARD EL PECADOR

Tal vez podría sobrevivir a esto.

Permitiendo que sus instintos lo guiaran, se entregó a su


propósito mortal, renunciando a su control, abriéndose a la parte
oculta de su conciencia. El efecto de sumisión fue sobrenatural.
Dentro de su mente, retrocedió hasta que se separó de su
cuerpo, como un observador que miraba desde otro lado, en
lugar de ver detrás de sus propios ojos.

Todo fluía como el agua.

Añadiendo velocidad a sus piernas delgadas, colocó


cierta distancia entre él y su sire que se acercaba, llegando
rápidamente a las herramientas de labranza. Sus pequeñas
palmas encontraron el mango desgastado y manchado de sudor
de uno de los rastrillos, y colocó la longitud verticalmente contra
su torso, manteniéndolo fuera de la vista mientras esperaba que
su padre se acercara a él.

Las enormes pisadas se desaceleraron tan pronto como


Syn se detuvo, y el aliento era tan pesado y pronunciado, que
su padre sonaba como un toro de carga.

Syn esperaba su llegada, su estruendosa y atronadora


llegada, y comenzó a respirar al igual que su padre. Cuando se
miró las manos que agarraban el poste del rastrillo, estaban
bañadas de rojo, y se preguntó cuándo había comenzado a
sangrar...

No, no era sangre. Eran sus propios ojos brillantes, como


los de su padre. Pero no podía preguntarse sobre esto ahora.

Cuando su padre cerró la distancia final, la mente de Syn


se preocupó sobre cuándo girar, qué ángulo se requería, si sería
capaz de soportar el peso del rastrillo que era una pluma para
su padre y una roca para él. Pero su cuerpo sabía las respuestas
y tenía el poder. Incluso mientras se preguntaba cuándo y cómo,
su brazo y su torso se coordinaron perfectamente.

El arco del giro era demasiado exacto para que él lo


creyera. Y no sabía quién estaba más sorprendido, si él o su
padre. La cara de su padre se volvió y miró las puntas de metal

243
J. R. WARD EL PECADOR

con garras que le llegaban a la cabeza, ya que no reconocía lo


que eran.

Syn tenía poca fuerza y el rastrillo era pesado. Sin


embargo, los dientes y las pinzas no perdonaron. Antes de que
su padre pudiera levantar un brazo o lo esquivara, ellos se
clavaron profundamente en los rojizos y enojados rasgos de su
padre, cruzando su sien, su mejilla, su nariz. Cuando la
herramienta salió por el otro lado, la sangre se encendió y se
acumuló en el aire.

Su padre bramó de dolor, sus sucias manos del tamaño


de patas de oso se acercaron a donde lo habían arañado tan
profundamente. Y luego, en el lado opuesto, el rastrillo fue
llevado por su propio impulso, cayendo al suelo, aterrizando
como un ave de rapiña, con las garras agarrando la tierra y
enganchándose.

Syn tiró de la empuñadura. Tiró con todo lo que tenía.


Lanzó su peso contra la empuñadura de la herramienta.

Miró a su padre y se quedó congelado.

Su padre se enderezó y dejó caer las manos. Uno de sus


ojos había sido perforado y colgaba de algún tipo de ligamento
ensangrentado, el globo sobre su pómulo, la cuenca vacía,
oscura, como una cueva. Su rostro estaba retorcido en una
máscara de horror y venganza, la boca con los dientes podridos
bien abiertos, los colmillos extendidos completamente.

El rastrillo salió libre de la tierra, y como si lo hubiera


elegido, resbaló en el agarre de Syn, las pinzas intercambiaron
lugares con el extremo romo del mango.

Sin pensar en lo que estaba haciendo, Syn se lanzó hacia


adelante y empujó la punta de la empuñadura de madera hacia
arriba en el zócalo. Puso toda su fuerza en la penetración, y se
sintió horrorizado y aliviado de que la herramienta encontrara
su hogar, como si fuera inevitable.

Otro aullido de dolor se extendió por la noche, y su padre


alcanzó ciegamente a Syn, con las garras deslizándose en el

244
J. R. WARD EL PECADOR

aire, las mangas de la túnica ilesa silbando por la cabeza y el


rostro de Syn. Renunciando al agarre del rastrillo, Syn se
agachó, pasando entre las piernas de su padre. Cuando salió al
otro lado, se dio la vuelta, se arqueó hacia atrás y lo atrapó con
sus palmas en el suelo. Pateando hacia arriba con las plantas
de sus pies, golpeó el trasero de su padre.

El empuje fue suficiente para enviar el peso que ya se


estaba balanceado en caída libre, y su padre aterrizó en el
rastrillo, el mango penetrando profundamente en su cráneo,
tirando de su cabeza hacia un lado, haciéndola saltar
libremente de un lado a otro.

Mientras su padre continuaba hacia el suelo como peso


muerto, los ojos de Syn se posaron en el cuchillo montado en el
ancho cinturón de cuero de su padre. Con la bestia aún aturdida
por la herida, Syn se apresuró y desenvainó la hoja. La
empuñadura era demasiado gruesa para su palma, por lo que
uso sus dos manos para agarrarla. Levantando la daga sobre
su cabeza, enterró la punta afilada en la gruesa capa de su
padre. Sin embargo, no sabía si sería suficiente. Su padre,
retorciéndose en cámara lenta, parecía no darse cuenta del
nuevo ataque.

Fue entonces cuando Syn vio la roca. Plana. Ancha. Del


tamaño de su pecho.

Pesaba casi demasiado para él. Pero el miedo y la furia


se combinaron para fortalecerlo inconmensurablemente.
Levantó la piedra y la dejó caer sobre la parte superior de la
empuñadura, una vez…dos veces... tres veces.

Golpeó el cuchillo hasta que su guarda evitó que se


hundiera más.

Tropezando hacia atrás, se cayó en un duro parche de


tierra creado por una congregación de cascos y pezuñas
alrededor del refugio. Respiraba con tanta fuerza que le dolía la
garganta y tenía los ojos borrosos. Cuando fue a limpiarlos de
lo que sea que estuviera sobre ellos, se dio cuenta de que estaba
llorando...

245
J. R. WARD EL PECADOR

Con un gemido, su padre se dio la vuelta y se sentó, como


un fantasma en una tumba, excepto que era muy real, y muy
capaz de seguir haciendo daño. La herida en su ojo era horrible
y la sangre fluía lentamente, cubriendo su rostro en ese lado,
con un brillo que hizo que el estómago de Syn se sacudiera.

Entonces, pareció como si su padre se pusiera de pie y


pudiera ver de nuevo, estaba claro que estaba borracho y no
sentía las heridas lo suficiente. O tal vez el alma que lo animaba
era tan resistente y malvada.

El terror se apoderó del corazón de Syn y saltó para


correr.

Algún tiempo después, mucho más tarde, siglos después,


la conciencia de Syn volvió a él. Lo cual era extraño, ya que no
era consciente de haberla perdido.

Todo parecía bastante borroso, así que se frotó los ojos.

Un aguijón lo hizo fruncir el ceño y parpadeó. . . Se dio


cuenta de que estaba sentado con las piernas cruzadas sobre
el parche de tierra en un charco. ¿Había llovido?

No. No era agua.

Era sangre. Estaba sentado en un charco congelado de


sangre.

Syn frunció el ceño. Levantando una de sus manos,


descubrió que estaba cubierta con más de lo mismo. De hecho,
había sangre sobre él, manchando su ropa harapienta. ¿Estaba
herido? Su padre lo había atacado y...

—Querida Virgen Escriba.

Syn saltó y levantó los ojos. La figura que estaba sobre él


era una que su mente le decía que debía reconocer. Sí, él debería
saber quién es.

246
J. R. WARD EL PECADOR

El pretrans se arrodilló ante él. —Por favor… dame la


daga.

—¿Qué?

—La daga, Syn.

—No tengo una daga.

—En tu palma.

Fue cuando Syn levantó la mano para demostrarle a este


extraño familiar que no tenía nada en ella, que su vista le
informó que él estaba equivocado. Había una daga contra su
palma. ¿Cómo no se había dado cuenta? Y repentinamente la
identidad del pretrans vino a él. Era su primo, Balthazar.
Reconoció el rostro del macho ahora.

—La daga, primo. Dámela a mí.

Syn miró hacia la izquierda y vio la primera parte de un


cuerpo atravesado por el mango roto del rastrillo. La segunda
estaba empalada en las puntas del rastrillo. La siguiente lo
estaba. . . por la cerca.

Había muchos pedazos más, y el más grande, el torso,


estaba vestido de campesino.

Su padre había sido destrozado por alguien. ¿Quién más


había estado aquí?

—Syn, dame la daga. Ahora.

Su mano no se resistió cuando le quitaron el arma. Y


entonces Syn miró a los ojos de su primo y la realidad comenzó
a amanecer, un feo e increíble amanecer. —Creo que hice esto,
primo.

—Sí —dijo Balthazar sombríamente—. Lo hiciste.

Syn miró fijamente una mano cortada que yacía en el


suelo como un soldado caído. —La iba a lastimar.

—¿Lastimar a quién?

247
J. R. WARD EL PECADOR

—No importa.

Con un esfuerzo concentrado, Syn logró levantar sus


huesos cansados del charco de sangre. Mientras se balanceaba
sobre sus pies, se tambaleó hasta el río, buscando las aguas
frescas y rápidas. Caminando hacia la corriente, se agachó y
ahuecó sus manos, salpicando su rostro una y otra vez. Luego
bebió de la corriente, apagando el fuego que corría por su
garganta y quemaba en sus entrañas.

Cuando trató de ponerse de pie una vez más, él titubeo y


cayó, agarrándose sobre rocas resbaladizas para sostenerse.
Levantando la cabeza, se dio cuenta de que su cráneo pesaba
tanto como su cuerpo entero, y acto seguido de ese
reconocimiento, surgió una ola de mareos. Seguido de un
estallido de calor que no tenía relación con el esfuerzo.

—¿Balth…azar?

Su primo lo sujetó por debajo del brazo, lo levantó y lo


sacó del agua.

—Oh, no, Syn...

— ¿Qué?

Balthazar miró alrededor frenéticamente. —El cambio.


Estás pasando por el cambio...

—No lo estoy.

—Hay vapor saliendo de tu piel, estás hirviendo.

Syn miró confundido sus brazos, sus pies, sus tobillos. En


efecto, el vapor se estaba elevando de su cuerpo, y sintió un
calor extraño y seguro. Pero... De repente, una gran incapacidad
lo atacó, barriendo sus piernas debajo de él, sacándolo del
agarre de su pariente de sangre. Mientras se desplomaba en un
montón sobre el suelo, el fuego en su cuerpo se triplicó y volvió
a triplicarse, y luego sus miembros comenzaron a zumbar.

—Querida Virgen Escriba —Balthazar gimió—.


Necesitamos conseguirte refugio y una fuente de sangre.

248
J. R. WARD EL PECADOR

—Nae —dijo Syn con los dientes apretados—. Déjame. Es


lo bastante bueno para mí ir al Fade...

A medida que los huesos de sus piernas se tensaron, y


sus antebrazos se sintieron como cuerdas retorcidas, perdió el
poder del habla y bajó la cabeza. Respirando superficialmente,
recordó lo que sabía de la transición: sin la sangre de una mujer,
iba a morir, y se preguntó cuánto tardaría...

—Lo ayudaré.

Al oír las palabras, Syn abrió los ojos. Cuando vio quién
era, sacudió la cabeza. —No...

Era la hembra, la de la pradera. La que siempre había


sido tan buena con él.

—Balthazar —dijo con urgencia—, llévatela, no debe ver...

La mujer caminó hacia adelante. —Sé lo que hizo para


protegerme a mí y a mis parientes. —Ella mantuvo la vista baja,
y deliberadamente no estaba presenciando el daño que él había
causado—. Lo sé... y lo ayudaré ahora.

Syn sacudió la cabeza débilmente. —No. No, no soy


digno...

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J. R. WARD EL PECADOR

—¿I ndigno? —Jo preguntó mientras se detenía en


un estacionamiento frente al edificio de apartamentos⸺.
¿Indigno de qué?

Mientras hablaba, Syn no pareció escucharla. Estaba


sentado quieto en el asiento del pasajero, con las manos sobre
las rodillas y los ojos fijos en el parabrisas delantero como si
estuviera viendo un televisor. Parecía totalmente tranquilo.
O... tal vez ¿estaba muerto? No parpadeaba.

—¿Syn?

Bueno, una cosa era segura. Ella no iba a tocarlo


mientras detenía el coche...

Lentamente, su cabeza se volvió hacia ella, y su


expresión estaba vacía, como si estuviera en trance. Pero luego
se aclaró la garganta. —Lo siento.

—Está bien. ⸺A pesar de que ella no sabía exactamente


por qué se estaba disculpando o precisamente de por qué le
estaba perdonando.

250
J. R. WARD EL PECADOR

El asintió. Luego se contradijo a sí mismo. —No, no lo


está. Nada de esto lo está.

Jo miró a su alrededor hacia el frente de su edificio de


apartamentos.

—¿Quieres entrar?

¿Sería eso un sí, con un movimiento de cabeza? ¿U otro


combo de no, pero sí? Se preguntó.

—¿O debería llevarte a casa? —Donde fuera que


estuviera eso⸺. Puedo llevarte a tu casa.

—No quiero volver allí ahora mismo.

¿Estaba hablando de dónde sea que estaba en su


cabeza? ¿O de dónde se quedaba?

Cualquiera que fuera la respuesta a esa pregunta, Jo no


quería que se marchara. Ella quería algunas respuestas. Sobre
lo que él pensaba que sabía sobre ella. Sobre quién era y de
dónde venía. Sobre por qué la conexión entre ellos parecía tan
innegable.

Miró los gruesos muslos que tensaban esos pantalones


de cuero.

Bien, vale. Ella tenía una pista sobre el último.

—Sí —dijo él, mientras abría la puerta.

Espera, ¿le había preguntado algo? Debía estar


hablando de la invitación a su casa.

Jo también salió y se encontró con él al otro lado de su


coche. Mientras caminaban juntos por el camino de cemento,
ella se preguntó cómo serían sus instalaciones en comparación
con el lugar donde él vivía. Probablemente no muy buena, dado
que estaba viviendo con su jefe, o como sea que un
guardaespaldas llamara a su patrón. Mientras tanto, el
pequeño y modesto apartamento en el que se había mudado
estaba alojado en un edificio de solo cuatro pisos de altura y

251
J. R. WARD EL PECADOR

dividido en dos, con unidades apiladas a cada lado. El exterior


era de ladrillo y de chapa barata, las áreas comunes interiores
eran utilitarias, pero limpias. Sus vecinos eran estudiantes de
posgrado, residentes de medicina y una pareja que estaba
embarazada y se mudaría pronto.

—Es por aquí —dijo mientras atravesaban el segundo


conjunto de puertas de entrada.

Su apartamento de una sola habitación estaba justo a la


izquierda, y cuando entró, se detuvo en seco como si se hubiera
quedado sin gasolina en la carretera. Encendió algunas luces.

—No tengo muchos muebles. —Pensó en la elegante


mansión de sus padres—. No tengo mucho, punto, pero todo
lo que hay aquí es mío.

Ella cerró la puerta. Y se quitó el abrigo porque tenía que


hacer algo.

— ¿Puedo ofrecerte una bebida? —preguntó—. Yo


tengo... bueno, cuatro botellas de Sam Adams y una botella de
vino tinto barato que mi compañero de trabajo me hizo
llevarme a casa después de mí...

—No bebo —murmuró.

—Oh. Correcto. Lo siento. —Bueno, ciertamente lo haría


después de los últimos días—. Pero si no te importa, me serviré
una cerveza.

Syn se volvió hacia ella. —Lo siento. No debería estar


aquí.

—Me alegra que estés. Sin ofender, pero no te ves bien.

Mirándose a sí mismo, levantó los brazos como si


esperara que algo desagradable goteara. —Realmente quiero
ducharme.

Los latidos del corazón de Jo se aceleraron cuando


señaló una puerta abierta. —El baño está justo ahí. Las toallas

252
J. R. WARD EL PECADOR

limpias cuelgan de las varillas porque lavé la ropa cuando no


pude dormir temprano esta mañana.

—Deberías haberme llamado si no podías dormir.

—No quería molestarte.

—No escribiste mi número, ¿verdad?

Dejando eso de lado, Jo hizo un gesto hacia el baño. —


El agua caliente está por allí. Después podemos hablar.

Hubo una pausa. Y entonces Syn asintió y fue a donde


ella le dijo que fuera. Al pasar, su tamaño era increíble. En
espacios más abiertos, como los callejones del centro de
Caldwell o el estacionamiento en el CCJ, su altura y peso no
parecían tan importantes. ¿Pero aquí? ¿En su pequeño
apartamento de sesenta metros cuadrados? Era como si
alguien hubiera estacionado un camión de dieciocho ruedas
adentro.

Cuando él cerró la puerta del baño detrás de él, ella se


preguntó si él se bañaba con sus armas puestas, y de
inmediato obtuvo una imagen mental de él, todo un desnudo,
con accesorios de Smith & Wesson.

Y Dios, eso no debería ser tan bueno como ella se lo


imaginaba.

Cuando el agua comenzó a correr, se frotó la cabeza


dolorida y pensó en la boca vacía de su estómago para evitar
más hipótesis sobre el traje de baño de Syn: todavía tenía
hambre. Por otra parte, había comido menos de la mitad de su
comida en el bar, y sabía que tenía que hacer algo para
compensar esos 4 kilos, seis, en realidad, que había perdido
recientemente.

La pizza siempre era buena, ¿verdad?

Decidida a ser una anfitriona adecuada… Gracias,


señorita Early… Jo se acercó y llamó a la puerta del baño. —

253
J. R. WARD EL PECADOR

Oye. Sé que podría ser excesivo, pero voy a pedir algo de


comida italiana. ¿Quieres algo?

Lo último que esperaba era que él abriera la puerta.

Y sí, vaya, Syn aparentemente había subido la


temperatura del agua a Scorched Earth94, y dado que el
calentador de agua caliente estaba justo al lado de la cabina
de ducha en el armario, no llevó mucho tiempo para que las
cosas se pusieran calientes. En consecuencia, un gran
remolino de aire húmedo flotaba detrás de él, lo que lo hizo
resaltar como si fuera un misterio de siglos de antigüedad, pero
eso no era ni la mitad del asunto. Se había quitado la chaqueta,
y también el arsenal que llevaba debajo, también se había
sacado la ceñida camisa UnderArmour95 que siempre parecía
usar.

Así que, sus pectorales estaban a la vista. Sus


abdominales también.

Además del par de huesos de la cadera en forma de ala,


sobresalían por encima de la cintura de sus pantalones.

—Lo que quieras está bien para mí.

O al menos, eso es lo que ella pensó que dijo. Sonó como


"Lwibekew ksb icbe ls owbdbakdow". Porque, hola, su audición
se había desvanecido.

Ah, ¿y si esas fueran las palabras que había dicho?


Bueno, entonces ella tenía algunas cosas que le gustaría pedir,
ninguna de las cuales sería útil en esta situación, y todo lo cual
la llevó a querer que sus pantalones de cuero y cualquier ropa
interior que tuviera tirada en el suelo.

¿Sin ropa interior? Ella se preguntaba. Querido Dios.

94
El termino hace efe e ia a tie a ue ada , usado para despejar los campos de labor y también
usado en tiempo de guerra para desalojar a los habitantes.
95
Under Armour, Inc. es una empresa estadounidense de ropa y accesorios deportivos. La compañía
vende ropa deportiva y de vestimenta informal.
254
J. R. WARD EL PECADOR

—Estaba pensando en pizza. —Mentirosa, mentirosa,


tira esos pantalones al fuego, eso ni siquiera estaba cerca de lo
que estaba pensando—. ¿Qué te gusta en ella?

Y, por supuesto, ahora tenía una muy buena idea de


cómo se sentían los hombres cuando una mujer vestía una
blusa escotada. Le tomó casi un acto del Congreso mantenerse
mirando sus clavículas.

—Lo que quieras —dijo, y volvió a cerrar la puerta.

Jo parpadeó mientras se enfrentaba a la puerta de


paneles de falsa madera. —Suena bien.

Al otro lado de la puerta del baño, Syn se dio la vuelta y


se recostó contra la frágil barrera entre él y su hembra.
Después de un momento, sintió que ella se alejaba, y luego,
sobre el ruido del agua que caía de la ducha, sus agudos oídos
la detectaron marcando su teléfono y ordenando algo que tenía
pepperoni. Cerrando los ojos, se dijo a sí mismo que necesitaba
dejarla en paz, pero era un dilema interno que ya había perdido
en el momento en que había subido a su coche.

Por primera vez en su vida, no quería estar solo.

En realidad, era peor que eso.

Él específicamente quería estar con Jo.

Quería decirle que acababa de saltar sobre el Omega en


un callejón, a pesar de que ella no sabía quién era o por qué
ese tipo de mierda imprudente era una mala idea. Y quería
decirle que las personas con las que vivía, iban a pensar que
él era un héroe por salvar la vida de Butch, a pesar de que ella
no tenía un marco de referencia sobre la Hermandad de la
Daga Negra o la profecía del Dhestroyer, y aunque tenía esa
basura altruista, no ha sido ese su motivo para el ataque. Y
realmente quería confesarle que mató a personas para regular
sus emociones, no porque tuviera un monstruo en él, sino
porque él mismo era un monstruo.

255
J. R. WARD EL PECADOR

Justo como su padre.

Y sí, toda esta personalidad ganadora y su carácter. La


había traído y junto a una bolsa de patatas a la puerta de esta
pobre mujer. En medio de una crisis personal inminente para
ella, que no tenía idea de qué se avecinaba.

Era un jodido héroe, ¿no?

Con fuertes tirones, se quitó los pantalones de cuero y


luego se metió bajo el agua caliente. Los nervios sobre su piel
se encendieron inmediatamente con agonía, y tuvo que
morderse el labio inferior para no maldecir por el dolor. Pero él
quería el castigo. Se lo había ganado.

Porque nunca sería un héroe.

Syn usó el jabón que tenía, pasando la barra por todo su


cuerpo, su cabello y su rostro. Después de enjuagarse, se
quedó allí bajo el agua caliente, sobre el corte, para asegurarse
de que estaba limpio, y luego cerró la ducha hirviendo y pasó
por el borde de su bañera de plástico. Usando una de las dos
toallas que colgaban de la barra junto al inodoro, quería decirle
que debería quemar la cosa después de que terminara.

Sintió como si estuviera contaminando todo su espacio


vital con su mera presencia.

Cuando ya no quedaba nada que secar, miró a través de


la niebla perezosa y arremolinada, hacia el charco de cuero
negro y nylon absorbente de humedad formado por su ropa
desechada. No quería volver a ponerlos en su piel enjabonada
y enjuagada. No mientras él estuviera bajo su techo. El set
había sido usado cuando él había matado a los lessers que
merecían su muerte, así como a un grupo de humanos que
habían rogado por una misericordia que no les había llegado.
Sus dedos estaban manchados de sangre, empapados de sudor
y con los restos de pólvora y muerte.

Y, sin embargo, ella habló de colonia.

Los humanos claramente tenían un olfato inferior…

256
J. R. WARD EL PECADOR

El chillido fuera del baño era agudo y solo podía provenir


de Jo.

Syn agarró el arma que había puesto a su alcance en el


mostrador, abrió la puerta y saltó con el cañón del arma hacia
arriba y el dedo sobre el gatillo.

Junto a la puerta, Jo y un varón humano adolescente se


congelaron. Entonces los ojos del repartidor se abrieron de par
en par y levantó las manos. Jo, que estaba inclinada hacia un
lado y sosteniendo torpemente una caja de pizza, parecía que
hubiera hecho lo mismo si hubiera podido.

Luego bajó la vista.

Y... no a su arma. Cuando sus ojos se abrieron, ella


estaba claramente sorprendida por su desnudez.

—Acabo de traer la p-p-p-pizza —tartamudeó el


adolescente⸺. Lo juro. Eso fue todo.

Jo se movió lentamente y se enderezó. —Estaba


cogiendo el cambio ahora mismo tiempo...

—… la caja se deslizó...

—… fuera de sus manos.

Syn respiró hondo y no olió absolutamente nada de


miedo proveniente de su mujer. Bajando el arma por el muslo,
asintió.

— ¿Y-y-quieres un reembolso? —Preguntó el


repartidor—. Puedo darte un reembolso. Quiero decir, me
equivoqué...

—Todo lo que ella quiera está bien —dijo Syn mientras


volvía al baño y cerraba la puerta.

Bajando la cabeza, se preguntó qué demonios le pasaba.

Oh espera. Conocía esa lista demasiado bien.

257
J. R. WARD EL PECADOR

Y una de las entradas de la lista, era la de un gánster


que le había ordenado a Syn que matara a la hembra... con la
que él había insistido en irse a su casa.

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J. R. WARD EL PECADOR

El Sr. F corrió en línea recta. Corrió rápido. Corrió


en silencio. Con la rapidez de un velocista y la resistencia
de un maratonista, se adentró en las zonas peligrosas de
Caldwell, en los lugares donde no había vuelto a pisar
desde sus andanzas como adicto. Pasó por apartamentos
y luego por viviendas y luego guaridas que brotaban como
malas hierbas en edificios abandonados. Y aun así siguió
adelante, su respiración constante y estable, sus piernas
agitándose, sus pies aterrizando sólidamente.

No, no, no…

La palabra golpeó alrededor de su cabeza al ritmo de


sus pisadas, y cada vez que golpeaba el interior de su
cráneo, veía una imagen de esa sucia túnica blanca, esa
sombra derramada debajo del dobladillo, la amenaza que
contaminaba el aire nocturno con su llegada. No sabía su
nombre, pero reconoció quién era.

259
J. R. WARD EL PECADOR

El que lo había encontrado debajo del puente. El que


lo había llevado a ese centro comercial abandonado. El que
lo había drenado y lo había llenado con algo terrible…

El final del callejón llegó sin preámbulos. En un


minuto, el Sr. F tenía un camino interminable y de mierda
delante de él a través del bosque de viviendas y guaridas
de drogadictos. Al siguiente, su camino estaba bloqueado
por una cerca de alambre de seis metros de altura repleta
de bolsas de plástico, letreros de “Prohibido el Paso” y
piezas al azar de ropas sucias y descoloridas. Como si la
cosa fuera un filtro en un desagüe.

Al menos sabía que ésta débil barrera no iba a ser


un problema.

Corriendo para dar un salto, saltó unos tres metros


y se agarró a los eslabones con los dedos como cables de
acero. Mano sobre mano, trepó por las bobinas de alambre
de púas en la parte superior, la fuerza en su torso era tan
grande que podía permitir que sus piernas colgaran
libremente…

Una mano le sujetó el tobillo.

Y tan pronto como se hizo el contacto, la invasión de


sentimientos que atravesó al Sr. F fue horrible, cada
tristeza que había sentido, todos los temores que había
tenido, cada arrepentimiento que lo había perseguido,
uniéndose en el centro de su pecho, una neumonía de
emoción. Cuando jadeos estrangulados salieron de su
boca y tiró de la valla, tratando de liberarse, las lágrimas
brotaron de sus ojos.

Porque sabía quién había venido a por él y sabía que


no iba a salir de esto. Y no solo por el agarre en la parte
inferior de su pierna.

260
J. R. WARD EL PECADOR

Había hecho un trato, y el hecho de que hubiera sido


unilateral y no supiera lo que estaba aceptando, no iba a
importar…

—¿Honestamente pensaste que podrías huir de mí?

La voz no provenía de los pies del Sr. F Venía desde


atrás en el callejón justo detrás de él. Estirándose para
mirar por encima de su hombro, vio la sucia túnica a unos
nueve metros de distancia, y no había nada corpóreo que
pudiera ver en su tobillo. Sin embargo, el agarre era
incluso más fuerte ahora, tirando de él hacia abajo,
arrastrándolo de regreso al asfalto, de vuelta hacia el mal.

—En verdad —dijo la voz deformada—, pensaste que


podrías alejarte de alguien como yo, tu creador. Tu
maestro.

El Sr. F luchó contra el arrastre con todo lo que


tenía, sus dedos rasgando los eslabones, la valla
sacudiéndose, una mancha negra surcando en vertical
cuando su piel se rompió. Perdiendo el agarre, se estrelló
contra el pavimento y fue arrastrado hacia atrás a través
de sucios charcos y manchas de aceite. Con sus dedos
ensangrentados, luchó contra el reclamo y no llegó a
ninguna parte…

De repente se elevó del suelo y se dio la vuelta.


Suspendido en el aire, con los pies colgando en un punto,
sus brazos estaban clavados a los lados y su cuerpo quedó
inmóvil, aunque no había nada sobre él.

La figura con túnica no caminaba hacia él. Se movía,


flotando sobre el sucio suelo.

—Te elegí —decía con esa voz extraña—, porque eras


el único con cerebro. Esto puede haber sido un error de mi

261
J. R. WARD EL PECADOR

parte. La fuerza muscular generalmente funciona mejor.


Uno pensaría que lo debería haber aprendido después de
todos estos siglos.

Con un movimiento de muñeca, el mal envió al Sr. F


a volar por el aire, y el impulso sólo se detuvo cuando se
estrelló de cara contra el costado de una vivienda, su nariz
rompiéndose, el impacto de su barbilla de tal manera que
casi se dislocó las articulaciones de la mandíbula. La
presión sobre su espalda aumentó hasta que no pudo
respirar, y pensó que estaba asfixiándose. No lo hizo,
aunque el dolor le hizo ver las estrellas.

La voz del mal se cernió sobre él cuando una vez más


fue arrastrado hacia el suelo, la áspera pared de ladrillos
raspando capas de piel en sus mejillas. —Tú eres una
colección de decepciones.

Cuando sus pies registraron una vuelta al asfalto,


forzó la vista para ver qué había detrás de él.

—Te daré una oportunidad más para deslumbrarme


—dijo el mal en un tono aburrido—. Y luego seguiré
adelante.

El Sr. F apretó los ojos. —Déjame ir...

Una mano palmeó la parte posterior de su cabeza y


empujó con tanta fuerza que pudo sentir que su pómulo
comenzaba a ceder contra el ladrillo.

—No te dejaré ir. Y necesitas ser castigado por tus


transgresiones…

—¿Contra qué? —gruñó el Sr. F.

—¡Contra mí!

262
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Cómo he transgredido…? —Unas náuseas tóxicas


inundaron el cuerpo del Sr. F, y se dijo a sí mismo que
dejara de hablar, pero su boca no le escuchó—. No he
hecho nada…

—Y esa es tu transgresión. —La horrible voz estaba


justo al lado de su oído—. Se supone que tienes que
servirme.

—¿Cómo? —graznó el Sr. F—. Nunca me dijiste


cómo. No sé qué se supone que debo hacer.

El mal cedió algo en la presión, como si estuviera


reconsiderando brevemente las condenas que impuso. —
Escucha a tu mente, te dirá lo que quiero. Y mientras
tanto, sé lo que puedes hacer para servirme ahora.

Hubo una pausa.

Y entonces algo fue impulsado tan profundo en él


que el Sr. F gritó de dolor.

De vuelta en la mansión de la Hermandad, Butch


estaba en el proceso de abrir la puerta del vestíbulo para
salir cuando una mano enguantada la cerró de golpe sobre
él y se quedó como si fuera un coche aparcado en la
entrada del bosque.

—¿A dónde crees que vas? —dijo V sombríamente.

Butch se dio la vuelta y tuvo que sujetarse a sí


mismo para mantenerse de pie. —Voy a recoger a Marissa.

V parecía confundido. —¿Qué?

—Voy a ir a buscar a Marissa.

263
J. R. WARD EL PECADOR

Esos ojos diamantinos se entrecerraron. —¿Crees


que vas a recoger a Marissa?

—Eso es lo que he dicho.

—Ni siquiera cerca, mi chico. —V pasó un brazo


sobre Butch—. Y no vas a ir a ninguna parte así de
borracho…

Butch tenía la intención de separarse de su


compañero de cuarto, pero era extraño. El suelo de
mosaico parecía estar hecho de líquido, todo moviéndose
bajo las suelas de sus mocasines. Conforme iba perdiendo
el equilibrio, terminó cayendo directo contra los bíceps de
V.

—Tengo que ir a buscarla al trabajo.

—¿Te refieres a recogerla del trabajo? No son las 4


a.m.

—Sí, ¿lo es?

Ahora era Butch el que fruncía el ceño. Y las cosas


se volvieron aún más confusas cuando levantó la muñeca
y miró su Audemars Piguet96. La famosa esfera de roble de
ocho lados estaba manchada, y los números parecían
moverse en lugar de las manecillas.

—Creo que mi reloj está roto.

—¿Quieres intentarlo de nuevo?

—¿Tu audición es mala?

Vishous le dirigió una mirada aburrida. —Si lo que


me preguntaste fue si mi audición es un problema, creo

96 Fabricante suizo de relojes de lujo.

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J. R. WARD EL PECADOR

que es más tu boca. Porque lo que salió sonó como Ian


Ziering97 enojado.

—Huh. Extraño. Tal vez él está enojado, sin


embargo. Ya no están haciendo más Sharknados.98

—Dame eso.

Cuando se le quitó un vaso medio lleno de líquido


marrón de la mano, Butch se preguntó de dónde había
salido. Por otra parte, todo parecía un misterio.

—Has terminado con eso.

Butch soltó a su compañero de cuarto y se bajó la


chaqueta.

— Probablemente tengas razón. Me siento un poco


mareado. ⸺Perdedor. ¿Perdiendo? Ganso. Cría de ganso.
Ryan, no Reynolds⸺99¿Cuál era la pregunta?

A modo de respuesta, Vishous comenzó a llevarlo a


la sala de billar, pero eso fue imposible. Butch protestó
tirando de su anclaje.

—No, voy a ir a buscar a Marissa.

—Te lo dije, no es la hora.

—Me sentaré y esperaré. Esperar. A las cuatro. Por


ella…

—No te dejaré conducir borracho.

—No estoy borracho. —Butch se detuvo al escuchar


la calumnia en sus palabras. Levantando su dedo índice,
97
Ian Ziering es un actor especializado en doblaje de películas.
98 Saga de películas de terror/acción que tiene como protagonista a Ian Ziering.
99 Juego de palabras sin traducción al castellano entre: Feeling a little loozy. Loser. Loosing? Goosing. Gosling,
Ryan, not Reynolds
265
J. R. WARD EL PECADOR

cambió de táctica—. Me estoy poniendo sobrio. A cada


minuto.

—Entonces será mejor que te relajes aquí durante


unas diez horas.

Decidido a ganar la discusión, Butch explicó, con


calma y concisamente, cómo no necesitaba tanto tiempo,
y luego culminó esa teoría de la relatividad con otro
movimiento de su gran trasero hacia la puerta…, que lo
llevaría a través del vestíbulo, lo que le permitiría llegar al
R8, que estaba estacionado en el patio, lo que le daría las
ruedas que necesitaba para bajar la montaña e ir al pueblo
y encontrar el vecindario de Lugar Seguro…

—Butch. No te voy a dejar conducir un coche como


estás.

V se recostó contra la puerta del vestíbulo, lo cual


fue una especie de sorpresa. La última vez que Butch se
dio cuenta, el tipo estaba de espaldas al arco de la sala de
billar. Parece que se habían movido.

Lo que sea. Butch abrió la boca…

—Discute esto más y te haré dormir una siesta.

—No necesito una siesta. —Butch se aclaró la


garganta para no parecer un niño de cinco años—.
Necesito ir con Marissa.

Cuando el nombre de su shellan salió de su boca,


tuvo que luchar contra las emociones en su pecho. Tuvo
que luchar contra la mierda en su cerebro también. Algo
sobre confrontar al Omega lo había hecho perder el control
de maneras de las que no estaba saliendo bien, pero al
menos sabía la solución. Iba a estar con su hembra.

266
J. R. WARD EL PECADOR

Incluso si todo lo que pudiera hacer fuera sentarse en un


automóvil aparcado fuera de su trabajo durante cuatro
horas, seis horas, antes de que ella saliera, eso sería
suficiente.

Estaba sin ataduras. Ella era su puerto. Así que las


matemáticas eran obvias.

—No —dijo su compañero de cuarto—. No cuando


estás tan borracho.

—¿Entonces me llevarás?

—Necesitas quedarte en casa. Eso estuvo demasiado


cerca del mal, Butch. Necesito que te quedes en el mhis
por ahora.

—¿De qué estás hablando? —Butch le arrebató el


vaso y tomó un trago. Y el hecho de que no sintiera ningún
ardor en la garganta debería haber sido una señal de alerta
sobre su actual nivel de intoxicación. Pero a la mierda—.
No soy prisionero aquí.

—Sólo hasta que podamos tener un equipo a tu


alrededor.

—¿Un equipo? A la mierda. Soy…

—El Omega salió a buscarte esta noche, Butch. ¿A


menos que hayas olvidado lo que apareció mágicamente
frente a ti en ese callejón?

—No vino por mí. —Cuando V le disparó un sí-claro,


Butch sacudió la cabeza—. El Fore-Lesser estaba de pie
junto a él. El mal vino por su subordinado, no por mí. Fue
sólo una coincidencia que yo estuviera allí.

267
J. R. WARD EL PECADOR

Butch tomó otro sorbo del vaso y, al reflexionar sobre


la forma en la que había corregido la versión de los hechos
de su compañero de cuarto, se felicitó por hablar mucho
mejor. No es que hubiese sido malo en esto antes, sin
importar lo que V dijera.

—Fue detrás de ti, Butch. —V sacudió la cabeza—. Y


si el Fore-Lesser estaba allí, era porque estaba trabajando
para llegar a ti también. El par siempre está alineado, así
es como funciona.

—No me hables como si no supiera como funciona


esta mierda.

—No estás pensando con claridad.

—Estoy jodidamente perfectamente bien. Ahora,


quítate de mi camino.

Las cosas se pusieron un poco raras en ese momento


y Butch no estaba completamente seguro de la secuencia
de los acontecimientos. El resultado fue claro. Cuando
trató de salir a la fuerza del vestíbulo para poder ponerse
detrás del volante, V terminó tomando el vaso por segunda
vez. Y luego pareció disculparse.

—Lo siento por esto, poli.

—Perdón por qué…

El gancho de derecha llegó volando por el aire con


gran facilidad. Y cuando golpeó a Butch firmemente en la
mandíbula, echando su cabeza hacia atrás como una
pelota de béisbol golpeada a las gradas, pensó que no
sentía nada.

De hecho, se fue en una agradable flotación, durante


el cual toda la mansión, a pesar de su tamaño, peso y

268
J. R. WARD EL PECADOR

cimientos, se inclinaba de tal manera que, al estar de pie,


logró mirar directamente al techo de la cúpula del
vestíbulo tres pisos más arriba.

Guau, esos guerreros en sus corceles seguramente


sabían lo que estaban haciendo, pensó.

Y luego, tal como V prometió, fue hora de la siesta.

zzzzZZZZZZZzzzzzzZZzz.

269
J. R. WARD EL PECADOR

¡Quieres hablar un poco sobre Jeopardy!100


¿tocando el tema? Mientras Jo juntaba dos platos de
papel, una cerveza para ella y unas servilletas en su
cocina, estaba contando los segundos. Y cuando escuchó
que la puerta del baño finalmente se abría, tuvo que
obligarse a sí misma a no darse la vuelta y comprobar qué
había salido.

Y no porque le preocupaba que hubiera armas


involucradas nuevamente.

No, era porque esperaba que hubiera una toalla. O


tal vez incluso menos...

Oh. Él estaba vestido.

Para cubrir su conversación interna sobre cosas


desnudas que no eran de su incumbencia, Jo se apresuró
hacia la mesa del café, toda Suzy Homemaker101 sin

100 Concurso televisivo de preguntas.


101 Línea de electrodomésticos de juguete funcionales en miniatura, que incluían una muñeca Suzy Homemaker

270
J. R. WARD EL PECADOR

ningún pensamiento sucio en su cabeza.

Nope. Ni uno.

—Entonces, ¿qué tal si intentamos de nuevo esta


cosa de comer?

Era un buen objetivo. Uno apropiado, dado que no


involucraba partes del cuerpo (de él) o pensamientos
calientes (de ella). Sin embargo, cada vez que parpadeaba,
lo veía asustando al chico del reparto, ese cuerpo de Syn
tan espectacularmente desnudo, la pistola en su mano tan
firme… esa mirada muerta en sus ojos era el tipo de cosas
a las que ella no le tenía miedo, pero tal vez debería tenerlo.

Tan desnudo. Tanta piel suave y sin pelo. Tanto


músculo. Tanto…

Umm... Longitud. Y, umm… Circunferencia…

Bieeeeen, realmente necesitaba detener esto…

—¿Detener qué? —preguntó él. Cuando ella lo miró


confundida, él se sentó en su sofá—. ¿Qué necesitas
parar?

Bueno, para empezar, sería genial dejar de pensar en


ti tumbado boca arriba en esa alfombra y yo cabalgándote
como Annie-fenómeno-Oakley hasta que tu arma de seis
dispare en mí...

—Oh, Dios. —Ella fue a cubrirse el rubor de la cara


con las manos… y terminó golpeándose con los platos y las
servilletas que olvidó que estaba sosteniendo—. Ah, está
bien, correcto. Tengo que controlarme aquí.

—¿En qué? —preguntó él.

No lo digas, le ordenó a su boca. No te atrevas a

271
J. R. WARD EL PECADOR

responder esa pregunta.

Mientras repartía los utensilios para comer que la


habían agredido en la mesa del café, abrió la caja de pizza
y descubrió que el pepperoni y el queso habían tenido una
cirugía plástica muy mala, todos los rasgos de la cara de
la masa horriblemente reorganizada, el queso fundido y los
ingredientes derramándose sobre la corteza.

—Nico’s está a la vuelta de la esquina —explicó


innecesariamente—. Siempre viene súper caliente, por
eso… —se aclaró la garganta al pasarle dos trozos—
¿Quieres algo de agua?

Centrándose en su plato vacío, se puso un trozo y


luego abrió su Sam Adams.

—¿Hay algo mal? —preguntó ella al darse cuenta de


que él no estaba comiendo.

—No empezaré a comer hasta que tú no lo hagas.

Ella parpadeó. —¿Una tradición tuya?

—Sí.

Mientras Syn se sentaba allí, ella recogió su porción,


asintió con la cabeza y le dio un mordisco. Cuando ella
tragó, él finalmente hizo lo mismo, y el hombre comió como
si le hubieran asignado el consumo de la pizza para una
clase que estaba tomando: preciso, controlado, ordenado
y eficiente.

A diferencia de él, ella sólo logró dos mordiscos antes


de que su estómago se revolviera. Entonces, cuando él le
preguntó si podía seguir con lo que estaba en la caja, ella
asintió.

272
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Jo se recostó hacia atrás y bebió de su


cerveza, lo miró mientras trataba de no parecer que lo
estaba observando. Su mandíbula subía y bajaba, el hueco
debajo de su mejilla aparecía y desaparecía. Tenía que
admitir que estaba sorprendida de que se lo hubiera
comido todo. Por otra parte, ¿con ese cuerpo suyo?

Bueno, en realidad, pensando en la absoluta y


estúpida perfección de sus dos brazos, sus dos piernas y
su rutina de torso, debía tomar Tren102 regularmente,
comer carnes magras y carbohidratos bajos, y bombear
pesas en el gimnasio durante doce horas al día.

Jo respiró hondo. Él estaba de vuelta mirando hacia


el frente, su áspera cara atormentada haciéndola
preguntarse qué estaba viendo exactamente detrás de sus
ojos.

—¿De dónde viene el TEPT? 103—Preguntó en voz


baja— ¿Es por lo que viste en el extranjero?

Cuando él la miró sorprendido, ella se encogió de


hombros. ⸺Muchos militares lo tienen cuando regresan de
Irak. Afganistán. Dondequiera que hayan estado. Explica
mucho.

Cuando él bajó los ojos, ella suspiró. —Síííí, y aquí


estoy, hablando como si supiera algo. Nunca he estado en
el ejército…

—¿Siempre tienes esa pistola contigo? —preguntó él.

¿Te refieres a la que me hiciste apuntar a tu pecho?


pensó.

102
Abreviación de Trenbolone (en español Trembolona), un esteroide anabólico que aumenta el crecimiento
muscular y el apetito.
103 Trastorno de Estrés Post Traumático

273
J. R. WARD EL PECADOR

—Si estoy fuera en la calle, sí.

—Tenla contigo siempre. —La miró con ojos serios y


firmes—. Nunca la tengas fuera de tu alcance. ¿Duermes
con ella a tu lado?

Ella frunció el ceño. —¿Alguna razón en particular


por la que mencionas esto?

—Es un mundo peligroso. Necesitas protegerte a ti


misma.

Ella pensó en Gigante. Y el cuerpo que había visto


envuelto como un arco alrededor de esa escalera de
incendios. —Sí, puede ser. Pero no creo ser paranoica.

Mentirosa. Pero ella estaba tratando de mantener la


fachada para que él la respetase.

—La paranoia te mantiene con vida.

—¿Ha hecho eso por ti?

—¿Eres periodista?

—Nah, sólo me quedo en la oficina del CCJ, haciendo


girar mis pulgares. —Ella sonrió un poco—. En realidad,
ahora estoy en medio de mi primera historia. Estaba
haciendo cosas en línea antes de eso. Y todavía estoy
haciendo las cosas en línea. —Ella inclinó la botella de
cerveza hacia él—. ¿Qué tal un poco de quid pro quo? Y tú
eliges el tema.

Hubo una larga pausa.

—Bueno, esta noche… Le salvé la vida a alguien por


la razón equivocada —dijo en voz baja.

Jo sintió la necesidad de sentarse erguida y

274
J. R. WARD EL PECADOR

preguntar ¿por qué? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Dónde? en una


trepidante sucesión. Pero ella contuvo todo eso.

Manteniendo su voz tranquila y nivelada, dijo: —


¿Cómo puede ser malo salvar una vida?

—Sólo lo hice porque quería… luchar.

—Sin embargo, el resultado final fue bueno. ¿Y cómo


sabes que fue sólo por pelear?

—A veces eso es todo lo que quiero hacer. —Sus


hombros se apretaron, como si en su mente, estuviera
recordando conflictos específicos—. A veces eso es todo lo
que tengo en mí y tengo que dejarlo salir.

Jo se incorporó lentamente hacia adelante, obligada


por la máscara que cubría su rostro. Necesitaba saber qué
había allí debajo con una intensidad que tenía escrita mala
idea por todos lados.

—Puedes confiar en mí —susurró—. Con tus


secretos. No soy periodista en mi vida personal.

—Si pensara por un instante que no eres de


confianza, no habría venido aquí. —Sus ojos se movieron
hacia los de ella—. Eras la única persona en la que
pensaba.

—¿Qué pasó? No te fuiste por mucho tiempo.

—No es cuánto tiempo lleva algo.

Cuando él se alejó de ella otra vez, ella tuvo la


sensación de que él la había buscado por algún tipo de
ayuda para la que no estaba cualificada. Entonces Jo le
dio lo que pudo.

275
J. R. WARD EL PECADOR

Alcanzándolo, ella rodeó con su brazo el enorme


hombro de él. —Ven aquí —susurró.

Ella esperaba que él peleara con ella. En cambio, el


enorme y corpulento torso de Syn se hundió en su regazo,
como si hubiera superado su capacidad de soportar las
cargas que llevaba consigo.

Pasando las manos sobre los contornos duros como


rocas de sus bíceps, ella sintió que se estremecía y vio sus
gruesas pestañas caer sobre sus mejillas.

—Estás exhausto —dijo.

—Más de lo que puedo explicar. O recuperarme.

El corazón de Jo se fue hacia él. Ella sabía


exactamente cómo se sentía eso.

—Puedes dormir aquí esta noche, si quieres.

Syn se concentró en los círculos lentos, mágicos que


su hembra hacía en sus brazos. Ella calmó todo su cuerpo
sólo con su toque, y él agradecido se hundió en la paz que
ella le dio. Sabía que no iba a durar. Tarde o temprano, y
ciertamente antes del amanecer, iba a tener que dejarla, y
lamentó la pérdida de ella incluso mientras estaba en su
regazo.

Después de un rato, se volvió de espaldas y la miró.


Cuando los ojos de ella se dirigieron a su boca, él supo lo
que tenía en mente, y no solo por lo que ella estaba
enfocada. Su aroma cambió, y con cada inhalación, él
tomó su excitación para sí mismo, su cuerpo respondiendo
inmediatamente, su polla engrosándose en sus
pantalones, su sangre comenzando a bombear. Duro.

276
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Me dejaras darte placer? —dijo con voz profunda.

Cuando los ojos de ella ardieron, él no hizo ningún


movimiento para tocarla. Él quería que ella eligiera
libremente su camino. Libremente lo eligiera a él.

¿Aunque cuán libremente podría tenerlo cuando no


sabía lo que él era?

Sin embargo, con el tiempo eso se resolvería, le dijo


a su conciencia mientras inhalaba su aroma más
profundo. Con el tiempo serían iguales, cuando ella pasara
por su cambio.

¿Y después de eso? Bueno, se estaba engañando a sí


mismo si pensaba que tenían un futuro. Ninguna hembra
estaría con él por mucho tiempo.

Pero tenían este momento aquí mismo, ahora


mismo.

—Qué tal si los dos tenemos placer —murmuró ella.

Levantando la mano, tocó la longitud de su cabello


rojo, deslizando las puntas callosas de sus dedos de
soldado por los mechones que cayeron, más suaves que el
agua, más hermosos que la luz de la luna, incluso más
raros que las gemas y el oro, sobre sus hombros.

Inclinándose, acercó sus labios a los de ella y


acarició su boca con la suya. Fue lento y no porque no
estuviera desesperado. Él estaba jadeando por ella y aún
no habían comenzado. Lo cierto, sin embargo, era que no
estaba seguro de cómo hacer esto, dónde poner su boca,
sus manos, su cuerpo. Había tocado a las hembras antes,
en las noches en que había estado minando las

277
J. R. WARD EL PECADOR

profundidades de su impotencia, tratando de encontrar el


final de la misma… antes de darse cuenta de que no era
con quién estaba, sino él mismo, ese era el problema. En
aquel entonces, nunca se había preocupado por ser suave,
hacer movimientos, o incluso por complacer a la persona
con la que estaba. Siempre habían tomado lo que querían
de él, y nadie se había molestado cuando les había dicho
que no podía terminar. Había sido usado, y no le había
importado el uso.

Para sentirse ofendido por cosas así, había que tener


respeto por uno mismo.

—¿Qué te gusta? —dijo mientras se sentaba y


cambiaba de posición, moviéndola y colocándola sobre sus
muslos.

Cuando Jo se tumbó en su regazo, le gustó la forma


en la que su cabello se esparcía por el cuero que cubría su
parte inferior del cuerpo. Le gustaba la hinchazón de sus
senos debajo de su simple camisa. Le gustaba la forma en
que sus piernas se estiraban. Le gustaba el hecho de que
había mucho que esperar.

Como desnudarla y montarla.

—Me gusta besarte —dijo ella.

—Entonces haremos más de eso.

Syn cumplió con entusiasmo su petición, y cuando


sus labios se encontraron una vez más, él permitió que su
mano hiciera lo que quisiera… que resultó ser viajar por
su garganta hasta su clavícula… a su hombro… a su
cintura… a su cadera. A medida que aprendía aún más la
dulzura de su boca con la suya, se tomó su tiempo con la
exuberancia del cuerpo de ella. Sabía que estaban

278
J. R. WARD EL PECADOR

construyendo algo resplandeciente en este espacio intenso


y tranquilo, una construcción que cerraría el mundo,
aunque fuera por poco tiempo. Ante este deseo que
compartían, ponían capa sobre capa una fortaleza sexual
temporal contra el dolor y la lucha del exterior, del
pasado… del futuro.

Porque sabía que lo suyo no era cosa de mucho


tiempo.

Él no estaba hecho para eso.

Perdiéndose en la sensación, las yemas de sus dedos


fueron al botón superior de su camisa, y cuando comenzó
a desabrochar los botones, ella se arqueó y suspiró en su
boca. Era difícil evitar romper la blusa, pero él no iba a
hacer eso. Para ella, él sería diferente de lo que realmente
era...

Oh… Querida Virgen Escriba.

Las mitades de la camisa se abrieron, dejando al


descubierto curvas cremosas cubiertas exactamente por el
tipo de sujetador practico que sabía que ella usaría. Ella
no necesitaba encaje. Ella no necesitaba lujos. Ella no
necesitaba nada más que lo que estaba debajo para ser
sexy. Erótica. Más de lo que él podría desear.

Syn tuvo cuidado al quitarle la camisa, porque era


muy consciente de lo delicada que era en comparación con
él. Ella no era débil, pero él era brutalmente fuerte y nunca
se lo perdonaría si la lastimaba o a alguna de sus cosas.

El ronroneo en el fondo de su garganta fue una


sorpresa para él. Y cuando ella se rio con satisfacción
mientras el sonido retumbaba en él, se sintió cálido en
lugares que no tenían nada que ver con el sexo.

279
J. R. WARD EL PECADOR

Pero luego volvió a enfocarse. Particularmente


cuando soltó el broche delantero de su sujetador.

Y fue entonces cuando las cosas cambiaron.

No más lento. No importa lo que se dijo a sí mismo.

Con un gruñido, él la levantó para que ella pudiera


sentarse a horcajadas sobre él, y quitando sus labios de
los de ella, le acarició el costado de la garganta… y siguió
avanzando. Impulsado por el instinto sexual él se fue
abajo, abajo… hasta las hinchadas protuberancias
rosadas y apretadas, tan maduras para su boca.
Chupando su pezón, él apretó su cintura mientras ella
jadeaba y le agarraba la nuca.

A medida que sus colmillos descendieron


completamente, Syn quería marcar su carne y chupar algo
más, pero no podía ir tan lejos. Un poco de su sangre y no
quedaría ningún control en él… e incluso si ella supiera lo
que él era, y ella no lo sabía, estaba demasiado cerca de
su transición para arriesgarse a extraer algo de su vena.

Para distraerse de su sed por ella, puso su mano en


el interior de su muslo y avanzó, avanzó lentamente, hacia
arriba…

Ella gritó cuando la ahuecó a través de sus


pantalones, y le soltó el pezón para poder ver lo que le
había hecho. Joder… sí. Estaba extasiada, su cabeza caía
hacia atrás, su cuello estaba deliciosamente expuesto, su
cabello era una cascada de lujo. El sexo la había llevado a
otro lugar en su mente, un lugar dónde no había cadáveres
y nada que temer, nadie enviado a matarla, nada para ella
excepto él y lo que le hacía.

Era exactamente lo que él quería darle. Y había más

280
J. R. WARD EL PECADOR

por recorrer.

Syn adoró sus senos mientras desabrochaba el


botón de su bragueta y le bajaba la cremallera de los
pantalones. Ella fue quien los pateó fuera… junto con sus
bragas. Y luego se puso de pie frente a él, sus ojos tímidos
y dominantes por turnos.

—Eres hermosa —dijo con una voz extraña.

—Esto no es… algo que suela hacer. —Ella hizo un


gesto entre ellos—. Ya sabes… al azar. Eres diferente.

—No —dijo él en voz baja—. Somos iguales. Por eso


es diferente.

Cuando él extendió las manos, ella se acercó a él


como una bendición desde arriba, todo calor y misterio,
una diosa encarnada apareciendo ante él desde un sueño.
Y muy pronto, ella desaparecería de él, como todos los
sueños, pero por ahora…

Cuando ella se sentó a horcajadas sobre él una vez


más, Syn presionó sus labios contra la piel de sus hombros
y le pasó las palmas por las caderas, hasta los muslos…
luego hasta el centro de ella, la dulzura y el calor, hasta el
corazón de todo lo que la hacía femenina.

—Syn —gimió ella.

La sensación de su sexo resbaladizo le hizo cerrar los


ojos, especialmente cuando su cuerpo se convirtió en un
cable de alta tensión, su polla palpitando con sus propios
latidos. Aun así, sabía que no debía creer nada de esa
promesa que se relacionaba con su propia liberación.

No es que él importara en esto. Ella era lo único en


su mente. En su corazón.

281
J. R. WARD EL PECADOR

—Ven a mí. —El jadeó en su boca.

Penetrando con sus dedos, acarició la parte superior


de su sexo con el pulgar, y una fracción de segundo
después, ella se puso rígida y se sacudió contra él. Con
cuidado, superó su orgasmo, dándole a su cuerpo todas
las oportunidades para disfrutar plenamente de las
sensaciones, y mientras tanto, disfrutó de la vista de ella.

Syn lo vio todo. Y con codicia, memorizó todo sobre


ella en el momento, desde las ondulaciones de sus senos
desnudos, hasta el rubor en su rostro, hasta el parpadeo
de su yugular desde su palpitante corazón. Respiró hondo,
amando su aroma, y recorrió con sus ojos el largo del
cuerpo desnudo, desde la cuna de sus caderas y el
estremecimiento de sus muslos hasta la flexión de los
dedos de sus pies. No podía ver la hendidura del sexo de
ella porque su mano estaba allí.

Su mano nunca quiso irse de allí.

Cuando finalmente ella se calmó, él no quería


romper su conexión. Quería seguir adelante. Quería ser un
macho normal, completamente funcional que pudiera usar
lo que acababa de sucederle como un preámbulo de lo que
se convertiría en algo compartido. Pero eso no era posible.
Eso tendría que ser parte de otro sueño, uno diferente que
nunca sería vivido, al menos no para él.

Y él estaba de acuerdo con su realidad. Mientras


tuviera este momento con ella, nada más importaba.

Mientras retraía los dedos, los pesados párpados de


los ojos de Jo se elevaron hacia los suyos.

Ella no habló. Se movió.

282
J. R. WARD EL PECADOR

Inclinando la cabeza, lo besó profundamente, su pelo


fluyendo sobre él, y ávido de más contacto, sus manos se
deslizaron por la parte posterior de sus muslos y apretaron
su trasero, amasando la carne allí. Distraído por la
sensación, al principio no se dio cuenta de dónde iban sus
manos.

Estaban entre sus cuerpos, al frente de su bragueta.

Debería decirle que no.

Dios… debería decirle que se detuviese. Pero luego


se dio cuenta de que eso era solo para evitarse el dolor
físico que vendría después, y eso era una mierda. Ella
podía montarlo y él podía sentirla…

El primer toque de las manos de ella en su polla


desnuda lo hizo empujar con las caderas.

Pero entonces ella estaba maldiciendo. —Condón.


Necesito un… ¿tienes uno?

Él sacudió la cabeza. —No puedo darte nada. No


porto virus ni enfermedades de ningún tipo.

Porque él era un vampiro.

Jo frunció el sueño. —¿No tienes miedo de que tenga


algo?

—No, porque no lo haces.

—¿Cómo lo sabes?

—¿Tú sí? —Cuando ella negó con la cabeza, él se


encogió de hombros—. Así que tengo razón.

Y él le habría explicado todo, pero no podía. El


problema era que ella podía quedarse en el casi-allí de la

283
J. R. WARD EL PECADOR

transición. Se sabía que los mestizos hacían eso, el cambio


nunca llegaba realmente, las hormonas quedaban
inactivas después de que intentaran aumentar por
completo, pero no pudieran completar la transformación.

No le gustaba pensar en ese resultado.

No los quería en lados opuestos de la división de


especies.

—Podemos parar aquí —dijo él—. Está bien.

Hubo una vacilación. —Estoy tomando la píldora.


Para regular mis periodos.

—No estás ovulando ahora, pero no importaría si lo


estuvieras. No lo haré… No puedo dejarte embarazada.

Hubo una pausa incómoda. Como si ella quisiera


más información sobre eso. —Oh.

—Está bien —dijo él mientras estiraba la mano y le


acariciaba la cara—. Nosotros podemos parar.

—Pero yo no quiero.

Sin dudarlo, ella se levantó y se sentó sobre él,


uniéndolos correctamente, su erección enterrada
profundamente en su fuerte y apretado agarre. En
respuesta, él echó la cabeza hacia atrás y apretó sus
muslos, su excitación golpeando dentro de ella.

Antes de que pudiera moverse, ella se movió hacia


él, sus caderas rodando en una ola, las manos
sosteniéndose en sus hombros, sus senos subiendo y
retrocediendo, los pezones rozando sus pectorales
mientras su cabeza caía suelta sobre la parte superior de
su columna vertebral. Sin pensarlo, él hizo eco del ritmo

284
J. R. WARD EL PECADOR

de ella, empujando con fuerza, agarrando su cintura y


haciéndola subir y bajar en su eje. Apretando los dientes,
sintió urgencia hasta el punto del dolor, la sensibilidad de
su polla era tan grande que se sacudió.

Y luego ella tuvo un orgasmo.

Apretando los ojos con fuerza, se mantuvo quieto


para poder memorizar el endurecimiento de su núcleo
contra su eje. Las sensaciones eran tan increíbles que
sintió como si estuviera ganando en el acantilado de su
propia liberación, el borde tan cerca, que preparó su
conciencia para que la parte final del acto sexual
culminara después de todos estos años.

Sólo con ella, pensó. De alguna manera tenía sentido


que fuera ella…

Jo disminuyó la velocidad.

Luego se detuvo.

Cuando ella se derrumbó sobre su pecho y respiró


pesadamente, él comenzó a jadear. Seguramente
sucedería… ahora…

Sus caderas se sacudieron. Su polla se contrajo. Sus


manos se apretaron tanto que se clavaron en los huesos
de la pelvis de ella.

Pero no.

Syn permaneció al borde, y el placer pronto se


convirtió en dolor, hasta que el movimiento más pequeño
que ella hizo fue como una daga en su polla, la agonía
helada y caliente que apuñalaba su saco.

Su hembra levantó la cabeza. Y había una sonrisa

285
J. R. WARD EL PECADOR

en su rostro que, bajo circunstancias diferentes, le habría


encantado.

La sonrisa no duró. Mientras ella se movía, él hizo


una mueca y siseó.

—¿Estás bien? —dijo ella.

286
J. R. WARD EL PECADOR

J o podría estar disfrutando de un increíble resplandor


post El… Mejor…Sexo… De…Su…Vida, pero no estaba tan
aturdida. Por otro lado, era obvio que algo estaba muy mal con
Syn tendrían que dejarla inconsciente para no darse cuenta.
Debajo de ella, él aún estaba sentado como una piedra en el
sofá, con sudor en la frente y el labio superior, su pecho
bombeando con ráfagas cortas, sus venas abultadas rodeando
sus bíceps y antebrazos.

Oh, Dios ¿Iban a terminar como en un episodio de El


Sexo me envió a Emergencias104?

— ¿Qué puedo hacer? —preguntó ella.

—Le… ván… ta… te —dijo entre dientes.

Al levantarse de sus rodillas, sintió que su erección dura


como una piedra se deslizaba fuera de ella, cuando su longitud
rebotó sobre su estómago, él siseó de nuevo estirando los

104
En el original Sex sent me to the ER, reallity donde las parejas recrean accidentes sexuales que
terminaron en urgencias.

287
J. R. WARD EL PECADOR

dedos de sus manos como si estuviera canalizando el dolor que


sentía. Y luego se quedó allí sentado.

— Quieres que te ayude…

—¡No lo toques! —los ojos de Syn se cerraron con tanta


fuerza, que toda su cara se arrugó y sus labios se separaron…

Jo jadeó. Y fue en ese momento que sus párpados se


levantaron.

Mientras la miraba, se dijo así misma que se controlara


¡esos no eran colmillos reales, por el amor de Dios!

Maldiciendo por lo bajo, parecía que estuviera


obligándose a recobrar la compostura. —Necesito un minuto.

—Bien, seguro —moviéndose lentamente del sofá, ella


recogió su ropa—. Tómate tu tiempo.

Preocupada por él y avergonzada por… mucho, la


verdad… Jo se apresuró a ponerse la ropa interior y los
pantalones, y mientras se arreglaba, se dio cuenta de que él no
se movía. Bueno, eso no era realmente cierto. Sus dedos
estaban cerrados en puños comprimiendo fuertemente sus
nudillos y luego estaba su respiración.

Ella miró sus labios, que ahora estaban firmemente


cerrados ocultando sus dientes. ¿Tal vez se había imaginado
esos colmillos?

— ¿Necesitas que te lleve a urgencias?

— ¿Qué? —gruñó.

—Por el Cialis105. —Claramente, ese era el problema—.


O la Viagra que tomaste.

105
Medicamento para la disfunción eréctil.

288
J. R. WARD EL PECADOR

Él levantó la cabeza y la miró con los ojos entrecerrados.


⸺¿Qué?

—Para que una erección dure más de cuatro horas, se


supone que debes recibir ayuda médica. Está en el prospecto
de esas pastillas. —Como todavía parecía confundido, ella
cubrió su mano discretamente y señaló hacía abajo a lo que
todavía estaba sucediendo entre sus caderas—. Ya sabes…

Syn volvió a cerrar los ojos y dejó caer la cabeza contra


los cojines una vez más. —No tengo ni idea de lo que estás
hablando.

—Escucha, puedes ser honesto. No te voy a juzgar. Los


hombres toman esas cosas, supongo, para asegurarse de que
puedan… estar en su mejor momento.

La imagen de ese anuncio de un hombre y una mujer


tomados de la mano sentados en una tina de porcelana frente
a una puesta de sol, le hizo preguntarse en qué demonios se
estaba convirtiendo su vida. Pero se dio cuenta que ya sabía la
respuesta a eso.

Y rima con trampero106.

—Sé que no han pasado horas —dijo—. Pero estás tan


incómodo ¿quizás deberíamos ir para que se ocupen de esto?

Mientras él tragaba con dificultad, su manzana de Adán


subía y bajaba como si tuviera problemas para hacer su
trabajo. —Eso es justo lo que me pasa.

Espera ¿Si tener una erección no era un problema para


él? ⸺Entonces para qué las pastillas.

—¿Qué pastillas?

106
Juego de palabras con Trapper que no tiene sentido en castellano.

289
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando su teléfono comenzó a sonar, se acercó y lo sacó


de su bolso. Cuando vio quien era, miró a través de la cocina
hacia el reloj digital en el microondas. Ya sabes, por si su
Iphone estuviera mal.

Pero las nueve en punto no era tan tarde. ¿Eran solo las
nueve? Se sentía como si fuera las cuatro de la mañana.

Con ese pensamiento en mente, ella respondió en voz


baja. ⸺McCordle, no puedo hablar en este momento. ⸺Hay
una erección en mi sofá⸺. Te llamaré después.

—Solo quiero que sepas que el FBI va a solicitar las


cintas de seguridad del Hudson Hunt and Fish Club y de la
sala de juego trasera de la oficina del negocio de cemento de
Gigante. Tienen causa probable por un cargo de crimen
organizado no relacionado. Nos permitirán verlas. Te avisaré
cuando pueda.

—Eso es genial, gracias.

Recomponiéndose, se dio la vuelta cuando terminó la


llamada. Syn estaba de pie y se había puesto sus pantalones
de cuero, de alguna manera había logrado meter toda su
anatomía comprimiéndola detrás de la cremallera. Cuando ella
consideró la logística en este caso, se preguntó por qué él no
se había desmayado en la alfombra.

O los botones no salían volando.

—Déjame llevarte urgencias —le dijo—. Deberías ser


más consciente sobre esto.

Sí, no es como si ella no hubiera esperado cuatro meses


para ir a ver al médico.

—No es lo que piensas —murmuró él.

290
J. R. WARD EL PECADOR

—No es lo que tú piensas —volviendo a poner su teléfono


dentro del bolso, supo que él le mintió con respecto a la
Viagra—. Pero eres un adulto y puedes hacer lo que quieras.

—No puedo —hizo un gesto sobre sus caderas—. Sabes,


no puedo…

— ¿Disfrutas de tu voz de barítono ahora mismo? No


pretendo exagerar con esto, pero…

—Terminar.

Jo frunció el ceño y se quedó quieta —No entiendo.

Syn bajó los ojos al suelo —No puedo eyacular.

— ¿Nunca? —Ella sacudió la cabeza—. Quiero decir,


tienes orgasmos, pero no puedes…

—No, no tengo una liberación.

— ¿Jamás? —Mientras sacudía la cabeza, Jo acunó su


bolso contra su pecho—. ¿Has ido a ver a alguien para que te
ayude?

—No hay razón para hacerlo.

—Hay muchas razones para hacerlo. Estas sufriendo, y


tal vez… ¿qué paso? ¿te lastimaste?

—Así es para mí.

Él se acercó a la puerta del baño. Sin que ella se diera


cuenta, él había dejado su cazadora de cuero justo fuera de la
puerta, y dado los bultos debajo de ella, tuvo la sensación de
que había escondido cosas de una gran variedad de fundas allí.
Sin más comentarios, lo levantó y entró en el baño cerrando la
puerta. Un momento después, volvió a salir, con la cazadora
puesta.

—No tienes que irte —dijo ella.

291
J. R. WARD EL PECADOR

—Es mejor que lo haga…

— ¿Puedo llevarte a donde sea que vivas?

—No, puedo hacerlo…

—La parada de autobús más cercana está a seis


kilómetros, te llevaré.

—No es problema, caminaré.

Jo se encontró hablando rápidamente porque


claramente él estaba apurado por irse, y no quería que se fuera
por muchas razones. —Déjame que te acompañe, entonces…

—Por cierto, son cosas estéticas.

—¿Qué?

Syn señaló su boca. —Los dientes, son fundas. No te


preocupes por eso.

Jo parpadeó. —Está bien.

Cuando él asintió, esperaba que viniera y la abrazara.


Que le diera un beso. Que la sostuviera por un minuto. En
cambio, salió por la puerta de su apartamento.

Jo se quedó dónde estaba mientras lo imaginaba


saliendo del edificio. Bajando por la acera, dirigiéndose hacia…

No le había dicho en qué dirección estaba la parada del


autobús. ¿Él sabía? O…

Corrió fuera de su apartamento, saltó por el corredor y


salió por el portal a la fría noche de primavera. Bajo la brillante
luz de la luna, ella miró hacia la izquierda. Miró a la derecha.

Pero no había nadie caminando por la acera, ningún


hombre de hombros enormes con grandes zancadas

292
J. R. WARD EL PECADOR

alejándose, ni solidas botas que emitían un sonido pesado


sobre el cemento.

Syn salió y desapareció.

De nuevo.

293
J. R. WARD EL PECADOR

S yn se materializó en el centro, tomando forma en la


calle a un costado del Hudson Hunt & Fish Club. El lugar
estaba oscuro, no había rastro de iluminación alrededor de la
puerta principal o entre los paneles pintados de las ventanas.
Sin embargo, alguien estaba ahí. Un Chevy Suburban
ennegrecido con humo saliendo de los tubos de escape, estaba
estacionado en el estrecho callejón al lado del edificio. Detrás
del volante, la figura de un hombre con anchos hombros era
una sombra densa y sólida. De vez en cuando su rostro se
iluminaba cuando tomaba una calada de su cigarrillo.

Un coche pasó entre Syn y el SUV. Luego otro.

De la parte trasera de su cinturón, Syn tomo uno de sus


silenciadores, y luego una de sus cuarenta. Mientras
enroscaba el cilindro en el extremo del cañón, el metal sobre
metal emitió un sonido suave y flexible.

Desmaterializándose, se reformó detrás del Suburban.

294
J. R. WARD EL PECADOR

En silencio, avanzó a lo largo del SUV, manteniendo la


espalda pegada contra los paneles de vidrio. Cuando llegó a la
puerta del lado del conductor, golpeó la ventana.

El hombre bajó el cigarrillo — ¿Qué demonios haces?

El arma emitió un resoplido cuando Syn apretó el gatillo.


La bala entró directamente en el lóbulo frontal y salió por el
otro lado, golpeando el asiento trasero.

Cuando el conductor comenzó a desplomarse, Syn lo


atrapó antes de que su frente tocara el claxon, forzando al peso
muerto hacía el salpicadero central, extendió la mano, abrió la
puerta y desbloqueo todo lo demás. Con manos firmes, sacó el
cadáver y lo llevó a la parte trasera, hacia el maletero.

Volviendo al asiento del conductor, se puso al volante,


subió la ventanilla todo lo que pudo y esperó con la pistola en
el muslo.

Su teléfono sonó dentro de su chaqueta de cuero, la sutil


vibración extendiéndose a través del bolsillo, llegando hasta su
pecho. Al sacar la cosa, cortó el zumbido y la volvió a poner en
su bolsillo. Cuando sonó otro ruido, miró hacia abajo, recogió
el móvil y leyó el mensaje de texto: TELL107 dos mins. Siguiente
Casa.

Exactamente ciento veinte segundos después, se abrió


la puerta lateral del edificio en concreto y salió un trozo de
carne con un par de papadas como las de un San Bernardo.
Syn reconoció al tipo que la noche anterior había estado
sentado en el bar con una versión más joven del viejo.

Y quién lo diría, detrás del guardaespaldas, Gigante salió


pesadamente del lugar, con un cigarrillo metido en la esquina
de su boca de trucha, con la chaqueta abierta, y su gran

107
Tiempo Estimado de Llegada.

295
J. R. WARD EL PECADOR

barriga agotando la integridad estructural de los botones


delanteros de su camisa.

El guardaespaldas se adelantó y abrió la puerta del


asiento trasero, dejando que Gigante entrara primero.

—Sal, no puedes mantener este coche caliente ¿eh? —


dijo Gigante mientras se acomodaba—. Odio el jodido frío, ¿qué
pasa contigo?

El guardaespaldas cerró la puerta y Syn se dio la vuelta


hacia el asiento de atrás y descargó dos balas en el enorme
pecho de Gigante. El viejo jadeó y se agarró el esternón, sus
manos de jamón apretando su camisa, el cigarrillo cayendo de
entre sus labios y lanzando chispas mientras rebotaba en su
pierna.

El guardaespaldas abrió la puerta trasera, Syn apunto


el arma a su cara y descargó otro par de balas.

El hombre cayó al suelo en una maraña de


extremidades.

Syn se reenfocó en Gigante, los ojos del mafioso estaban


muy abiertos, el blanco brillando alrededor de los iris oscuros
mientras jadeaba intentando respirar.

—No tengo problemas para matar mujeres —dijo Syn—.


O a cualquiera. Pero estaré condenado si lastimas a Jo Early.
Di buenas noches, hijo de puta.

La bala final se alojó en el centro de la garganta de


Gigante y el torso se sacudió en respuesta, hacia delante el
arco rojo de una salpicadura manchó el costado del asiento de
enfrente. Golpeado por un hambre aburrida, Syn extendió la
mano y pasó el dedo índice por la mancha en el cuero; luego
se llevó el dedo a la boca. Mientras lo chupaba, le encantó el
sabor de la muerte y miró a los ojos del hombre por un rato
más, escuchando el gorgoteo, el jadeo.

296
J. R. WARD EL PECADOR

El sonido de neumáticos chirriando hizo que Syn se


diera la vuelta. Otro coche estaba girando hacia el callejón,
como si hubiera sido llamado por alguien o por algo.

Syn se desmaterializó del asiento del conductor, se alejó


dejando atrás la carnicería. La muerte había llegado rápido
para Gigante. No aguantaría mucho.

E incluso si el hombre lo hiciera, a Syn no le importaba


una mierda.

Su hembra estaba a salvo. Eso era todo lo que


importaba.

Jo se tomó su tiempo tirando los platos de papel, las


servilletas enrolladas y la caja vacía que estaba manchada con
un círculo en el centro y queso frío aferrado a uno de los
bordes, que había usado. Mientras remataba la bolsa de
basura de Hefty108 en su contenedor, sintió como si estuviera
desmantelando algo que había imaginado. Guardando una
fantasía. Recogiendo un rompecabezas que había completado.

Y podría ser la razón por la que se movía lenta y


tristemente. En su cocina, de pie sobre la basura que ahora
tenía que sacar, pensó que deseaba haber usado dos de los
cuatro platos que no combinaban que se llevó con ella cuando
dejo el apartamento de Dougie y los chicos. Si hubiera usado
platos lavables, al menos podría guardar algo donde él había
comido.

Lo cual era patético, de verdad. Y ¡Dios!, se sentía como


si fuera una perdida demasiado profunda para lo que
realmente había sido. Ese hombre no era más que un extraño
entrando y saliendo de su vida, una tormenta que pasaba

108
Marca de bolsas de residuos y materiales descartables.

297
J. R. WARD EL PECADOR

después de una intensa experiencia sexual que había


terminado con una nota inquietante.

Síp, así que ¿dónde estaba la renovación posterior al


huracán?

No le interesaba demasiado el que su teléfono estuviera


sonando, pero fue a buscarlo porque así podía distraerse.

Cuando vio quien era, respondió rápidamente. —¿Bill? ¿Bill?

—Hola —dijo su amigo haciendo una pausa—. Lamento


haber estado fuera de contacto.

—Oh, no. Escucha… ¿Cómo esta Lydia? —Jo se acercó


al sofá y se sentó— ¿Cómo estás? ¿Hay algo que pueda hacer
por vosotros?

—No, creo… —Bill se aclaró la garganta—. Estamos


donde estamos. ¿Sabes? El médico dice que podemos volver a
intentarlo después de un mes. Y tú sabes, en esta etapa inicial
de las cosas, probablemente fue un problema cromosómico
eso… bueno, era incompatible con la vida. Eso es lo que
dijeron.

De acuerdo, en comparación con la pérdida de un hijo,


el hecho de que Jo estuviera enfadada por un tipo parecía
francamente ofensivo.

—Lo siento mucho —dijo con la voz quebrada—. Los


niños son una bendición.

—Lo son —Bill respondió tomando aire—. Claro que lo


son, Jo.

Hubo un largo periodo de silencio y Jo cerro los ojos


mientras pensaba en sus padres biológicos, la madre que la
había traído a este mundo y el padre que había estado
involucrado en el milagro, por así decirlo. Cuando Jo era

298
J. R. WARD EL PECADOR

pequeña, había caído en la tentación de pensar que esos


hipotéticos padres eran totalmente diferentes de los Early,
quienes la habían adoptado. Se convenció que vivir en la casa
de sus verdaderos padres habría sido una larga fiesta de
cumpleaños con globos, pasteles y regalos todos los días y
todas las noches. No más casa fría y con corrientes de aire, con
demasiadas habitaciones. No más cenas rígidas y formales en
el comedor. No más tener la sensación de ser molesta e
inoportuna, a pesar del hecho, de que su entrada en la vida del
señor y la señora Early había sido un acto voluntario y
deliberado por parte de ellos.

Pero si, el cuento de la princesa robada era una historia


que ella había hecho girar en su cabeza cuando era pequeña.
Sus verdaderos y virtuosos padres, estarían en algún lugar del
mundo llorando su pérdida mientras la buscaban
infructuosamente.

Había esperado un rescate durante tantos, tantos años.


Pero ahora que era adulta, sabía que no había ningún castillo
en la cima de una montaña esperándola. Ningunos
“verdaderos padres” buscándola. A nadie realmente le
importaba, de una u otra forma su futuro.

Por eso tenía que ser la heroína de su propia vida.

—Jo, ¿Todavía estas ahí?

Volviendo a enfocarse, se aclaró la garganta —Lo siento,


solo… sí, estoy aquí.

—Sé que esto es incómodo.

—No, no lo es, lo que te sucedió a ti y a Lydia es doloroso


y triste, y aunque no nos conocemos desde hace mucho
tiempo, ambos han sido grandes amigos para mí. —En
realidad, eran sus únicos amigos en este momento, así que eso
lo era todo—. Solo desearía que hubiera algo, cualquier cosa,
que pudiera hacer por ti y por ella. Pero no puedo, y odio esta

299
J. R. WARD EL PECADOR

sensación de que os estoy fallando. Esto es una mierda,


vosotros sois buenas personas y esto no debería sucederles a
las buenas personas.

La voz de Bill se volvió ronca —Gracias, Jo.

—No voy a decir nada a nadie más porque no hay motivo


para decirlo.

—Amén.

Hablaron un poco más y luego terminaron la llamada.


Bill iba a tomarse el resto de la semana libre y eso era lo
correcto. Y Jo le dijo que cuando él regresara, estaría lista para
ser coautora de todo en lo que estuviera trabajando.

Colgó el teléfono, miró hacia la puerta y pensó en cómo


había hecho el amor con un extraño justo donde estaba
sentada solo media hora antes.

Era curioso como las pérdidas eran tan importantes


como la felicidad en la vida, pero de alguna manera se notaban
más.

Jo se puso de pie y volvió a la cocina. En un cajón junto


al refrigerador, uno que podría haber contenido cubiertos, si
tuviera algunos, guardaba una carpeta manila que no había
abierto desde que se mudó.

Habían pasado muchas cosas y no se había sentido bien,


y…

Bueno, no había tenido la energía para lidiar con nada


más.

Pero ahora tomó la carpeta y saco la brillante fotografía


de un hombre con cabello y ojos oscuros. Dando la vuelta a la
imagen, leyó la inscripción hecha con marcador Sharpie109.

109
Famosa marca de marcadores o plumones.

300
J. R. WARD EL PECADOR

DR. MANUEL MANELLO. JEFE DE CIRUGÍA. CENTRO


MÉDICO ST. FRANCIS.

Bill le había dado la foto y agregado un informe que


había encontrado de cuando su madre murió durante el parto.

Era más o menos un misterio resuelto, ¿el hombre de


cabello oscuro? Era su hermano, que extrañamente había
desaparecido del radar hace más de dieciocho meses atrás.

Nunca nadie había vuelto a verlo o a escuchar de él.

—Me estoy hartando y cansando de las personas que


desaparecen en el aire —murmuró para sí misma.

301
J. R. WARD EL PECADOR

A pesar de que Butch era un fanático probado de los


Red Sox, era lo suficientemente maduro como para apreciar
que había ciertas cosas que salían del estado natural del
enemigo que no eran del todo malas. No es que tuviera una
gran prisa por admitir esto, incluso para sí mismo, y, sin
embargo, cuando salió el sol, reflejó la gran diferencia que un
buen filete de calidad USDA Prime New York110 podría hacer
en la vida de un macho. Solo el precio.

En ese sentido, se recostó aún más en el sofá francés y


volvió a colocar el trozo de carne en su ojo morado. Cuando
dejó escapar un gemido de alivio, alguien se sentó a su lado.

—Lamento haber tenido que hacer eso, poli.

Butch abrió el párpado que funcionaba y miró a V. —


Está bien. Hubiera hecho lo mismo.

—¿Cómo está tu cabeza?

110
Tipo especial de filete bajo normas de la USDA (United State Department of Agriculture) de alto
costo.

302
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Cuál es esa vieja expresión? ¿Patear como una mula?

Volvió a cerrar los ojos y escuchó los sonidos de la


Hermandad, los Bastardos y los otros luchadores, llenando el
estudio de Wrath. Cuando todos fueran tomados en cuenta y
comenzara la reunión, él se sentaría, perdería su compresa fría
y prestaría atención, pero en este momento, entre la resaca y
el daño del gancho derecho de su compañero de cuarto, tenía
todo lo que podía manejar.

—¿Puedo conseguirte un poco de Motrin o alguna


mierda? ⸺Preguntó V.

⸺Realmente te sientes mal, eh.

—No disfruté nada.

—¿Porque no estaba con una tanga de cuero?

V se echó a reír a carcajadas. —Si prendo uno, ¿te hará


sentir peor?

—A menos que me golpees en el otro ojo, creo que he


tocado fondo.

Hubo un chirrido, y luego flotó el aroma familiar del


tabaco turco de V. Cuando Butch sintió ganas de hacerlo…
vale, está bien, no estaba con ganas de hacer una mierda, pero
no quería ser antisocial… se impulsó más alto sobre los cojines
y dejó caer el bistec en su regazo. Fritz, bien familiarizado con
los requisitos de las personas que tenían hinchazón en lugares
donde no era bienvenidos, había sido lo suficientemente atento
como para deslizar un ziplock sobre la carne, por lo que no
había que preocuparse por la limpieza facial. No es que Butch
se hubiera preocupado por eso.

No es que ninguno de los machos o hembras en la


habitación se hubiera preocupado por eso tampoco.

303
J. R. WARD EL PECADOR

¿Y en cuanto a las multitudes que se reúnen en los


espacios comunes? Con todo, no podrías obtener una
combinación más desigual que la decoración en azul francés,
del antiguo estudio francés, con sus paredes de color de la
gloria de la mañana y su alfombra Aubusson y sus muebles
con patas de potro y cortinas con volantes… y la legión de
estúpidos duros, testarudos y pesados que de alguna manera
lograban encajar repetidamente entre las cuatro paredes y el
techo sin romper nada.

Por otra parte, habían estado haciendo estos pequeños


grupos de expertos aquí sobre todas las cosas relacionadas con
la Sociedad Lessening durante más de tres años, desde que la
Hermandad de la Daga Negra y la Primera Familia se habían
instalado en esta arca de piedra gris de la mansión. Entonces,
en este punto, habría parecido extraño no estar sentado con
delicadeza en todos estos amorosos asientos elegantes y
sillones dignos de la sociedad hablando de la vida y… o la
muerte.

Prueba positiva de que cualquier cosa a la que estabas


acostumbrado era normal, sin importar cuán extraño hubiera
sido sin la parte del hábito.

—¿Dónde está el gran hombre? —preguntó Butch


mientras miraba el escritorio vacante de Wrath.

—Está viniendo —V dio otro tirón y habló a través de la


exhalación, el humo oscureció brevemente su cara con
perilla—. Creo que le está robando dulces a un par de bebés
para calentarse por lo que nos va a hacer ¿verdad?

—Al menos no está pateando cachorros.

—Son los únicos que obtienen un pase.

Mientras Butch probaba su vista al enfocarse en el


escritorio de Wrath, pensó que al menos había un juego de
muebles en la habitación que tenía sentido. Ese trono de la

304
J. R. WARD EL PECADOR

vieja escuela en el que el último vampiro de raza pura del


planeta tomó un respiro era exactamente el tipo de cosas en
que esperarías que el gran Rey Ciego, el líder de la especie,
pusiera su trasero cubierto de cuero. Se decía que el pesado
roble tallado había sido traído a través del océano desde el
Viejo País por la Hermandad, en los días… noches,
naturalmente… cuando Wrath se había negado a liderar a su
especie.

Siempre había existido la expectativa, la esperanza, de


que el macho finalmente asumiera el mandato de su derecho
de nacimiento...

Las puertas dobles, que se habían cerrado después de


cada entrada… porque había niños en la casa ahora, y ninguno
de ellos necesitaba escuchar el maldito carnaval que era una
pequeña charla entre los combatientes… se abrieron, y no por
un par de manos. Fueron separadas.

Cuando un silencio cayó sobre la habitación, Butch


pensó: Bueno, la raza había conseguido un líder y medio
¿verdad?

—Ten cuidado con lo que deseas —murmuró secamente.

—¿Como si alguien quisiera ordenar eso de un catálogo?


—V disparó de vuelta.

De pie entre las anchas jambas, Wrath, hijo de Wrath,


padre de Wrath, era el azote de dos metros con trece de alto de
la población no humana en sus altas shitkickers. Con el
cabello negro que caía desde el pico de viuda hasta las caderas,
y una cara que parecía pertenecer a un asesino en serie que
tenía antepasados de sangre azul, era el tipo de persona que,
incluso los hermanos completamente armados, cruzarían la
calle para salir de su camino. Especialmente cuando estaba en
uno de sus malos estados de ánimo.

Lo cual era casi siempre que estaba consciente.

305
J. R. WARD EL PECADOR

Y especialmente después de una noche como esa.

Cuando entró en la habitación, su rostro nunca cambió


de posición, sus gafas de sol envolventes, en línea recta y sin
desviarse mientras se abría paso entre los cuerpos que estaban
parados, las personas que estaban sentadas, los muebles,
todo. Su habilidad para rodear el espacio no era solo el
resultado de la memorización. A su lado, George, su Golden
Retriever de servicio, rozó su pantorrilla externa, guiándolo a
través de un conjunto de señales sutiles invisibles para
aquellos fuera de la relación simbiótica entre el dueño y el
animal.

Eran un infierno como pareja. Como una escopeta


recortada y una colcha casera. Pero funcionaba ¿y quieres
hablar sobre el amor verdadero? A veces ese perro era lo único
que mantenía el temperamento de Wrath bajo control.

Así que sí. Todos en la casa eran grandes admiradores


de George.

Las puertas del estudio se cerraron de la misma manera


que se abrieron, sin el beneficio de una mano, y oye, al menos
no golpearon tan fuerte como para sacudir las bisagras.

Aunque nuevamente, eso fue solo porque habría


asustado al perro.

En el escritorio, Wrath puso sus ciento treinta kilos, cero


por ciento de grasa corporal, un bloque mesomórfico111, en su
trono, la madera vieja soportaba su peso con un gemido
cansado. Muchas veces, George era recogido y acomodado en
su regazo. Hoy no.

Butch volvió a colocar el filete en su lugar y esperó.


Tres…

111
El tipo de cuerpo mesomorfo tiene piernas fuertes, hombros anchos y cintura estrecha.

306
J. R. WARD EL PECADOR

Dos…

… y…

—Qué demonios está pasando ahí afuera —gritó Wrath.

¡Booom!

En el silencio que siguió, Butch miró a V. Que a su vez


miró a Tohr. Quien sacudió lentamente la cabeza de un lado a
otro.

—¿Estoy sentado aquí solo? —Exigió Wrath—. O todos


ustedes dejaron su polla y bolas en la puerta.

—Sabes, me preguntaba para qué era esa canasta —dijo


alguien.

—Las mías son tan grandes que no caben en ella…

Wrath golpeó su puño contra el escritorio, haciendo que


todos, incluido el perro, saltaran. —Bien, rellenaré los espacios
en blanco para ustedes, montón de niñatas. El Omega aparece
en un callejón y tú...

Butch cerró los ojos y se encogió en el sofá mientras los


envolventes ojos giraban en su dirección.

…decides que es una buena idea decir que está todo


despejado incluso cuando necesitas respaldo. —La cara de
Wrath se giró en la dirección opuesta, en Syn—. Y luego tú
decides que atacar al mal es el movimiento correcto. —Wrath
luego miró alrededor de la habitación—. Después de lo cual
todos ustedes llegan a la escena y se masturban en círculos
unos a otros.

Butch levantó la mano a pesar de que nadie iba a


llamarlo. ⸺Tenía un plan.

307
J. R. WARD EL PECADOR

Los Oakley112 de la Muerte se volvieron a él. —Oh en


serio ¿qué era? ¿Ser asesinado? Porque Jesucristo, casi lo
lograste con espacio de sobra.

—Salvar al padre a toda costa.

Wrath frunció el ceño. —¿De qué mierda estás


hablando?

—Qhuinn. —Butch se movió sobre los cojines de petit


point113 y decidió que lo último que necesitaba su dolorida
cabeza era que se le clavara esa mirada ciega. Así que cerró los
ojos y rezó como si hubiera vuelto a la escuela parroquial y una
de las monjas lo hubiera escuchado maldecir—. Salvar a
Qhuinn, ese era mi plan, y funcionó. Acababa de derribar a un
asesino cuando sentí que el Omega iba a atacar. Sabía que
Qhuinn no me iba a dejar, así que hice lo que tenía que hacer
para que se fuera. —Se mantuvo en silencio sobre su pequeño
trato con el Omega—. ¿Crees que estás enojado ahora?
Imagínate cómo te sentirías si tuviéramos una ceremonia de
luto en la Tumba por el padre de Rhamp y Lyric en lugar de
esta agradable sesión de gritos aquí.

En la esquina, Qhuinn se frotó la cara. Junto a él, su


hellren, Blay, puso una mano de apoyo en el hombro del
hermano.

—Lo volvería a hacer —dijo Butch mientras volvía a abrir


los ojos— ¿Entonces estoy suspendido o algo así? Quiero decir,
V ya estaba hablando como si fuera a ser bloqueado, como si
fuera una especie de peso ligero que no puedo cuidar de mí
mismo. ¿Es ahí a donde te diriges con esto? ¿O me vas a dejar
estar a la altura de la mierda de la Profecía? ¿Eh? ¿Qué va a
ser?

112
Oakley es una empresa de origen norteamericano dedicada al diseño y fabricación de equipamiento
deportivo, incluyendo gafas de sol, gafas de esquí/snowboard.
113
El Petit Point es punto de bordado que se hace sobre un soporte de cañamazo o tejido de trama
abierta; se usa sobre todo en tapicería.
308
J. R. WARD EL PECADOR

Muuuuchas miradas se movieron en su dirección, todos


en la habitación dirigiéndole una ceñuda mirada con una
combinación de respeto y oh-chico-esto-iba a lastimar.

Wrath lo miró fijamente durante un largo momento,


durante el cual Butch pensó que probablemente necesitaría
muchos más filetes.

—Ahora sé a qué se refería —murmuró el Rey.

—¿Lo siento? —preguntó Butch— ¿Qué?

—Tú y las jodidas preguntas. Siempre me pregunté por


qué la Virgen Escriba se negaba a dejarnos hacerle preguntas.
Ahora lo sé. —Antes de que Butch pudiera tirar otra, en forma
de un "por qué", Wrath respondió a la pregunta tácita—.
Porque es jodidamente molesto, por eso.

De pie a un lado, con Balthazar junto a él como si el


bastardo sujetara la correa de un oso hambriento, Syn se
preguntó por qué estaba en la reunión. No es que a él no le
importara la pateada en el trasero que Wrath estaba
preparando. Le gustó cuando el líder de los vampiros se puso
furioso. Syn sintió que estaba trabajando con alguien que
podía entender y respetar.

Después de todo, había crecido cerca de un macho con


mal genio. Estaba familiarizado con los insultos y los delirios
y, de una manera enfermiza, se sentía cómodo con eso, aunque
en el caso de Wrath el fuego del infierno estaba respaldado con
una inteligencia formidable y un fuerte sentido de lo correcto y
lo incorrecto. Claro, el Rey Ciego tenía una lengua como una
espada y había sido muy, muy acertadamente nombrado, pero
Wrath era un verdadero Norte, el tipo de cosas en las que se
podía apostar para ser justo incluso cuando estaba furioso.

309
J. R. WARD EL PECADOR

—No me quedaré adentro como una especie de pequeña


perra —dijo Butch desde un sofá del tamaño de una casa de
muñecas—. No voy a hacer eso.

El Hermano claramente había estado en una pelea a


puñetazos desde que Syn se había desvanecido del callejón
donde la mierda con el Omega había caído. El ojo izquierdo de
Butch era del color de uno de los Tootsie Pops de uva de Rhage,
y ese trozo de carne de res en una bolsa de plástico que seguía
poniendo en el moretón parecía un excelente primer auxilio.
Además, hola, puedes cocinarlo y comerlo una vez que el frío
se haya desvanecido a temperatura ambiente y quién podría
decir eso sobre las bolsas de hielo comerciales.

—Y el bloqueo ni siquiera es necesario —dijo el hermano.

—Mierda —Wrath disparó desde el trono—. Y tengo


cuatro siglos de lucha con el Omega en mi haber para
demostrar que estás equivocado.

—El mal no es lo que solía ser. —Butch se sentó hacia


adelante—. Y tengo información de primera mano bajo mi
cinturón para demostrar que tú estás equivocado. A menos que
necesite recordarte cómo tú y yo llegamos a saber que estamos
relacionados.

—Él tiene razón.

Cuando los ojos en la habitación se reorientaron en


dirección a Syn, se sorprendió al descubrir que las tres
palabras habían salido de su boca.

Encogiéndose de hombros, murmuró: —Debería haber


sido incinerado o volado en pedazos cuando abordé al hijo de
puta.

—Lo que me lleva a mi próximo punto del orden del día


—dijo Wrath secamente— ¿Qué demonios estabas pensando?

310
J. R. WARD EL PECADOR

—No lo estaba. Entré en escena y estaba listo para


pelear. Eso es todo.

—¿Así que, cogiste al maldito solo… porque? Ambicioso


o autodestructivo, dependiendo de cómo lo veas.

—Ambos.

—Al menos eres honesto.

Butch habló. —Regresaré al campo al atardecer y


seguiré haciendo lo que estoy haciendo. Estamos tan cerca...
—El Hermano hizo un pellizco con el pulgar y el índice…⸺ y
es por eso que es seguro para mí salir.

—Yo te diré lo que puedes y no puedes hacer —


interrumpió Wrath— ¿A menos que pienses que esta silla
grande es solo un accesorio?

—Esta es nuestra oportunidad. —Butch miró a su


alrededor—. Y no voy a ser yo quien la arruine.

—Pero necesitas estar protegido —gruñó V.

Cuando surgieron argumentos en todos los rincones,


Syn dejó que los diversos debates retrocedieran a un segundo
plano. Él ya sabía cuál sería el resultado. A Butch se le
permitiría salir al campo, porque tenía razón. Se estaban
acercando al final y el Rey lo sabía. Nadie quería poner a
alguien tan crítico como el puto Dhestroyer en riesgo. Por otro
lado, ¿cómo demonios iba a cumplir el policía la profecía si se
estuviera enfriando los talones en casa como si estuviera hecho
de cristal tallado?

La reunión terminó algún tiempo después. Tal vez fueron


cinco minutos. Tal vez fue una hora. A Syn no le importaba. Y
adivina qué, Butch era libre de hacer su trabajo, a pesar de
que V parecía querer presentar una protesta a ese decreto real
con una daga.

311
J. R. WARD EL PECADOR

Syn nunca esperó a nadie, y con su posición cerca de las


puertas dobles, fue el primero en salir.

Mientras se dirigía a su habitación para desplomarse,


las huellas de sus pasos quedaron grabadas cuando pasó por
la sala de estar del segundo piso, y aún estaban resistiendo
con fuerza cuando entró en el pasillo que conducía a su suite.

—Syn.

Solo sacudió la cabeza y agarró su puerta.

—Syn —dijo su primo—, tenemos que hablar.

—Nop. No tenemos que hablar.

Cuando fue a cerrar el panel, Balthazar lo atrapó. —Sí,


lo hacemos.

Syn dejó de pelear por el control de la entrada y se dirigió


a su baño, quitándose la ropa a medida que avanzaba y
dejándola caer al suelo. —Creo que la reunión se explicó por sí
sola. No tomé notas si buscas una revisión al respecto...

—¿Quién es la hembra?

Syn se detuvo frente a los dos lavabos. Levantando los


ojos hacia el espejo, miró a su primo. Balthazar estaba de pie
justo dentro del baño, su ropa negra como el azabache era
holgada y cómoda, sus zapatos flexibles y sin tacones eran el
tipo de cosas con las que se podía subir por el exterior de un
edificio. Syn reconoció el uniforme al instante.

Parece que el ladrón había estado trabajando un poco


por su cuenta al final de la noche.

—¿Has estado repasando tus habilidades personales,


primo? —Syn arrastró las palabras.

—¿Quién es la hembra?

312
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Qué robaste?

—No juegues conmigo.

—Si te pido que vacíes tus bolsillos ¿qué hay en ellos?


¿Collares de variedad con diamantes? ¿Efectivo? ¿Un par de
relojes caros?

Cuando Balz vio su reflejo, Syn reconoció la expresión


determinada por lo que era: evidencia de que el maldito
bastardo estaba preparado para pasar todo el tiempo necesario
para obtener lo que quería. El tenaz hijo de puta.

Syn comenzó a dejar correr el agua en el fregadero y se


enjabonó las manos como si fuera un cirujano a punto de
amputar una pierna. O tal vez eso fue solo una ilusión de su
parte.

—No recuerdo —dijo—, que haya habido una discusión


sobre una hembra en la reunión. Por otra parte, realmente no
estaba prestando atención.

—De vuelta en ese callejón de antes ¿quién es esa


hembra que quieres que busque en caso de tu muerte?

Syn miró sus manos jabonosas. Porque, hola, la limpieza


estaba al lado de la santidad, y quién querría ser un pájaro
sucio. —No sé de qué estás hablando.

—Si sabes.

—Estaba delirando.

—No se puede confiar en las hembras, Syn. No como


estás en este momento.

—Estoy desnudo. —Señaló su cuerpo—. Entonces


estamos perfectamente a salvo. A no ser que pienses que mis…
dificultades… se han resuelto solas. Que te aseguro que no lo
han hecho.

313
J. R. WARD EL PECADOR

Mierda, esa cosa con Jo. No había querido que terminara


como lo había hecho.

—Estamos llegando al final de la guerra, Syn. No


necesitamos ese tipo de complicaciones en este momento.

—Y de nuevo, te digo, no sé de qué estás hablando.

Balthazar lo miró fijamente. —Hay límites en lo que


puedo limpiar, Syn.

—Entonces no juegues a ser como un doggen conmigo.


Solución bastante simple esa, ladrón mío.

Cuando el macho maldijo y se alejó, Syn se encontró con


sus propios ojos en el espejo. Mientras las palabras de su
primo rebotaban en su cabeza, sus pensamientos volvieron al
pasado y, aunque trató de luchar, los recuerdos fueron más
fuertes que su determinación de negarlos.

Fueron tres noches después de la muerte de su padre y


el inicio de su transición que Syn estaba en la cabaña que había
sido el único hogar que había conocido. Mientras miraba el
camastro donde había dormido su padre, y los restos de su
mahmen, y los objetos de valor patéticos que no eran más que
contenedores para cuerdas y pieles, y vejigas para hidromiel,
supo lo que tenía que hacer.

—¿Te estas yendo?

Se giró hacia la pesada lona. Balthazar estaba de pie


justo dentro de la puerta, la cara del macho pre-trans había
envejecido a pesar de la inmadurez de sus rasgos.

—No pude oírte entrar, primo —dijo Syn.

—Ya sabes como soy. Muy silencioso.

314
J. R. WARD EL PECADOR

Fuera de la cueva, el viento frío aullaba, un presagio del


otoño. El verano había terminado y Syn sintió en sus huesos que
nunca volvería a ocurrir.

No es que hubiera estado allí para él, sin importar lo


cálida que fuera cualquier noche.

—Gracias —dijo Syn mientras se acercaba y recogía una


de las vejigas desechadas de hidromiel.

—¿Por qué?

Cuando Syn golpeó el cuello abierto, hizo una mueca y


supo que nunca lo bebería. Nunca. Los recuerdos que vinieron
con el olor lo hicieron encogerse. Arrojando la vacía a un lado,
fue a buscar otra, tamizando la discordia.

—Conseguir la hembra cuando lo hiciste —dijo—. Me


hubiera muerto.

—Ella vino sola.

Syn levantó la vista con el ceño fruncido. —¿Cómo lo supo


entonces?

—Le salvaste la vida. ¿Creías que no vendría a verte?

—Debería haberse alejado.

—Tuvo la opción de hacerlo no solo por ti. Me dijo lo que


hiciste. Ella vio a tu padre en uno de sus estados de ánimo, al
borde de su propiedad. Lo alejaste. Estaba sola en casa con su
hermano. Solo el destino sabe lo que habría sucedido.

Syn gruñó, porque no podía hablar más de ella,


especialmente porque tanto él como su primo sabían
exactamente lo que su padre le habría hecho a una belleza tan
delicada.

315
J. R. WARD EL PECADOR

Inclinándose, por fin encontró una vejiga que estaba


medio llena. Suerte. Su padre rara vez las dejaba con algo en
sus recintos.

—Le salvaste la vida —dijo Balthazar—. Ella salvó la


tuya.

—No es un intercambio justo —dijo Syn mientras sacaba


el corcho del cuello—. No a cualquier precio en absoluto.

Caminando, vertió el fuerte alcohol fermentado y el olor lo


hizo ahogarse. Desde su transición, sus sentidos eran
dolorosamente agudos y su cuerpo no se sentía como el suyo.
Era tan alto, con sus extremidades balanceándose, sus pies
demasiado grandes incluso para los zapatos viejos de su padre,
sus manos anchas y sus dedos largos.

No sabía cómo era su rostro. No le importaba eso.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Balthazar.

Syn hizo una pausa mientras se acercaba a los pies de


su mahmen. —¿Por qué la mantuvo aquí? A él, ella no le
importaba.

Incluso cuando le preguntó eso a alguien que no lo sabía,


el mismo Syn tenía la respuesta. Los restos eran un recordatorio
visceral de por qué hacer lo que le dijeron era su única
oportunidad: sobrevivir. Su padre había tenido que garantizar
la sumisión de Syn. Hubo muchas noches y días en que el
macho estaba demasiado borracho para buscar comida.
Necesitaba ser atendido.

Y él había querido ser obedecido.

Syn le murmuró algo a su mahmen y luego procedió a


verter el hidromiel sobre ella, el líquido oscuro se hundió en las
capas de mantas que rodeaban su esqueleto.

Cuando hubo vaciado la vejiga, arrojó la cosa sobre la


plataforma.

316
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Estás quemando esto entonces, primo?

Querida Virgen Escriba, no podía soportar el hedor del


hidromiel. Le llevó de vuelta a las noches en que había sido más
pequeño. Más débil. Al mirar detrás de él, vio una silla rota y
recordó cómo lo habían arrojado a ella, su pequeño cuerpo
partiéndose el brazo y una de las piernas.

Al menos su dentadura entera había salido durante su


cambio. Su padre solo había noqueado a los de leche.

Syn se giró hacia el fuego y sacó uno de los troncos que


estaba encendido. —Necesito irme.

Balthazar frunció el ceño. —¿Ni siquiera vas a decirme


adiós?

—Necesitas irte.

Hubo una larga pausa, y Syn rezó para que el macho no


fuera víctima de las emociones que es mejor no expresar.

Cuando su primo simplemente salió, Syn miró a su


alrededor por última vez. Luego arrojó el tronco en llamas sobre
los restos de su mahmen. Mientras las llamas ardían y se
extendían rápidamente, pensó en el calor que había atravesado
su cuerpo durante su transición. Recordaba poco de lo que había
sucedido con alguna claridad, pero recordó el calor. Eso y el
chasquido de sus huesos a medida que habían crecido pulgadas
en el transcurso de horas....

No podía creer que hubiera sobrevivido. O que esa


encantadora y generosa hembra lo había alimentado de su vena
hasta el amanecer. Con la luz del sol que se acercaba, tuvo que
irse para no quedar atrapada en una iluminación tan mortal.
Mientras tanto, Balthazar había colgado la lona alrededor del
refugio para proteger a Syn mientras la transición continuaba,
su cuerpo maduraba a su actual e insondable tamaño.

317
J. R. WARD EL PECADOR

Había estado tan débil después de que todo hubiera


terminado. Podía recordar haberse acostado con la mejilla en la
tierra abarrotada y pisoteada, y sentirse como si nunca se
hubiera enfriado. Pero finalmente, como el sol se había ocultado
detrás del horizonte y el calor del día había disminuido, también
lo hizo la quemadura dentro de su torso y extremidades.

Cuando finalmente salió del refugio, se preparó para ver


la sangre de su padre, la sangre que Syn había derramado, la
sangre y los restos, todo lo que quedó de su padre. No había
nada. Todo se había ido, como si nunca hubiera estado. Le
había preguntado a Balthazar si había olido el ardor durante el
día. Su primo había dicho que sí, lo había hecho.

Y después de eso, Syn se había recuperado en esta


cabaña durante los siguientes tres días y las noches.

Ahora, mientras las llamas se encendían más y


comenzaban a extenderse, Syn cerró los ojos y se despidió. No
sabía a dónde iba. Solo sabía que no podía quedarse en el
pueblo... ni una noche más. No tenía posesiones y solo sus pies
para llevarlo hacia adelante. Pero había demasiados fantasmas
aquí, demasiada... gente aquí. Necesitaba encontrar un destino
lejos de quién había sido su padre y lo que le había hecho al
macho como resultado.

El pueblo ya lo sabría todo. Seguramente, la hembra


habría tenido que explicar por qué se había ido tanto tiempo
mientras lo alimentaba a causa del cambio. ¿Y en cuanto al
padre de Syn? La brutal presencia del macho no sería
lamentada, pero sería muy notoria.

Syn salió de la cabaña y…

Balthazar estaba de pie justo afuera de la cueva, con las


riendas de dos fuertes caballos bien cargados con suministros
colgando en sus manos.

318
J. R. WARD EL PECADOR

—Voy contigo —dijo su primo—. Puede que aún no haya


pasado por mi transición, pero soy rápido con las manos y más
inteligente que tú. No sobrevivirás sin mí.

—Ya he sobrevivido mucho y lo sabes —respondió Syn—


. Estaré lo suficientemente bien.

—Entonces déjame ir contigo. Necesito alejarme de este


lugar también.

–¿Porque ya has robado a todos en el pueblo y allí no hay


nadie que no desconfíe de ti?

Hubo una pausa. —Sí. Exactamente. ¿Dónde crees que


obtuve estos corceles?

—¿Del escudero?

—Sí. No los cuidó lo suficientemente bien. Están mejor con


nosotros. —Mientras uno de los caballos daba una patada como
si estuviera de acuerdo, Balthazar le tendió unas riendas—.
Entonces, ¿qué dices, primo?

Syn no respondió. Pero tomó lo que se le ofreció.

Mientras montaba, Balthazar hizo lo mismo. El humo


subía de la cabaña, y el crujir del fuego dentro hizo que los
caballos se contrajeran. Pronto, el fuego se comería el techo de
paja, y las llamas naranjas lamerían la salida de la cámara,
llegando hasta los cielos.

Había convertido la horrible y triste casa que había


conocido en una pira para su mahmen, y de alguna manera,
eso parecía estar funcionando.

Antes de partir, su primo dijo: —¿No vas a decir adiós a


la hembra antes de que te vayas?

Syn la imaginó en esa pradera antes de que todo hubiera


sucedido, corriendo libre con su hermano, su risa en aumento,
como el humo ahora, hasta las estrellas.

319
J. R. WARD EL PECADOR

—Estamos en paz, ella y yo —dijo—. Es mejor dejar las


cosas como están.

Espoleando su caballo hacia adelante, supo que la


amaba. Y esa, más que cualquier otra cosa, fue la verdadera
razón por la que no fue a la tierra de su familia. También era la
verdadera razón por la que salía del pueblo.

Cuando te preocupas profundamente por alguien, haces


lo que es mejor para ellos. Su padre le había enseñado esa
lección por falta de ejemplo. Así que lo más amable y más
necesario que Syn hizo fue abandonar el ahora.

Y no volvería a ensombrecer su casa nunca más.

320
J. R. WARD EL PECADOR

E l Sr. F se sentó cautelosamente en el asiento del


autobús, mirando por la ventana empañada mientras el suave
traqueteo del tubo de escape suelto lo arrullaba él y a las otras
cuatro personas que viajaban hacia los suburbios. La lluvia
estaba cayendo, un rocío suave y encantador flotando en un
cielo de color gris paloma, y mientras la aerodinámica
extremadamente mala del transporte público arrastraba la
humedad por los carteles publicitarios de sus abogados, el
agua se unía en ríos sobre la topografía resbaladiza del vidrio.

Cuando se detuvo en su parada, se puso de pie y se


arrastró por el pasillo central. Nadie le prestó atención. Los
otros pasajeros estaban con sus teléfonos y no porque
estuvieran hablando con alguien en una llamada, con la
cabeza baja, los ojos fijos en pequeñas pantallas que les
proporcionaban un mundo virtual de vital importancia, pero
menos hecho de aire.

Cuando descendió, les envidió la urgencia


manufacturada de la información inútil en la que se
hundieron.

321
J. R. WARD EL PECADOR

El Sr. F tenía problemas reales.

No había nadie esperando en la parada de autobús de


Plexiglás114, y él cautelosamente se alejó del lamentable
refugio, sus botas pisaron la acera que finalmente lo llevó por
algunos edificios de apartamentos a pequeña escala. Las
unidades eran lotes cortos de tres y cuatro pisos divididas en
mitades en espejo, y solo algunas de ellas tenían
estacionamientos privados. Estas viviendas pronto dieron paso
a vecindarios de casas pequeñas, y el Sr. F continuó mientras
sus pies iban de izquierda a derecha por su cuenta.

Cuando llegó al desatendido “falso” Tudor que había


visitado días antes, notó que había un nuevo papel en el buzón,
algo naranja. Se imaginó que era para un servicio de jardinería.
Tal vez una empresa de techos. Pavimentadores en busca de
trabajo, tal vez. Era el tipo de anuncio que habría aparecido en
la casa de sus padres cuando era joven, cuando no tenía que
preocuparse por las cosas de adultos. No es que se haya
preocupado mucho de ese tipo cuando llegó a la edad adulta.
Siempre pensó que era mejor que todas esas cosas promedio
de un tipo normal. Había estado convencido de que iba a ser
un rockero al estilo de Kurt Cobain. Un verdadero poeta rudo
con un puñado de riffs de guitarra.

La realidad había demostrado ser mucho menos


inspiradora, aunque había estado a la altura del estándar de
drogas, sin duda.

Y ahora él estaba aquí.

Al atravesar el garaje, se sacudió la lluvia, dejando una


salpicadura oscura en el suelo de cemento. Dentro de la casa,
se tomó un momento para concentrarse. Luego comenzó a
hurgar en los armarios, gabinetes y cajones. Los abrió en la
cocina. En el baño de la planta baja. En las estanterías
integradas de la sala familiar y en el vestíbulo. Subió las

114
Nombre comercial de un tipo de cristal acrílico

322
J. R. WARD EL PECADOR

escaleras y las abrió en la suite principal, las dos habitaciones


y el baño completo que se suponía que debía ser compartido
en la parte superior de las escaleras.

Todo lo que encontró lo puso en una caja vacía que había


sacado del armario del pasillo.

De vuelta en el primer piso, dejó la caja sobre el


polvoriento mostrador de la cocina, y antes de hacer un
inventario, fue al sótano. No había nada, excepto una lavadora
y secadora, tres latas de pintura que estaban abiertas y secas,
y una caja de toallitas para secadora marca Bounce que tenían
cagadas de ratón.

En la cocina, una vez más, examinó su botín. Dos juegos


de llaves de marca Ford, solo uno de los cuales estaba
acompañado por un control remoto, lo que sugería que el otro
vehículo era un modelo más antiguo. Una llave de la casa que,
cuando la probó en la puerta principal y la puerta trasera, no
encajaba en la casa. Un auto cargador sin balas. Un cargador
que no coincidía con el arma. Un par de esposas sin llave.
Cuatro teléfonos móviles que no tenían batería y no tenían
cargadores.

El portátil y el libro con el que ya estaba familiarizado


gracias a su primera visita aquí.

Al enchufar el ordenador portátil, no llegó a ninguna


parte. No había corriente en el zócalo. No queda batería
restante. Probablemente estaba protegida con contraseña de
todos modos, y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Tenía las habilidades de TI115 de... bueno, un drogadicto.

El Sr. F puso ambas palmas sobre la encimera y se


apoyó en los brazos. Bajando la cabeza, sintió el dolor
remanente de las heridas internas que el Omega le había
causado y pensó que no sintió nada con la Heroína que se

115
Tecnología de la Información.

323
J. R. WARD EL PECADOR

había disparado debajo del puente. Las dos realidades


formaron un polo norte y sur, su existencia atrapada y girando
en el eje entre el ellas.

Llevando el libro con él, encontró un lugar en la sala de


estar en la alfombra sin aspirar. Cuando apoyó la espalda
contra la pared, abrió la portada del libro.

Las palabras eran densas, hechas de pequeñas letras


que se apretaban fuertemente, como los que viajan en un tren
de la mañana. Sus ojos se negaron a concentrarse al principio.

La sensación de que tenía que encontrar su camino en


esta nueva prisión en la que había terminado era lo que lo hizo
comenzar a absorber lo que había en la página.

En el mundo de Omega, el único activo que tenía el Sr.


F era él mismo.

Jo paralelamente estacionó su Golf al otro lado de la


calle de las barricadas de la policía y los equipos de noticias
que rodeaban el Hudson Hunt & Fish Club. Al salir, frunció el
ceño ante el cielo goteante y se cubrió la cabeza con la capucha
del chubasquero. En un salto, cruzó al otro lado de la carretera
y rodeó a la multitud que se había reunido. Mientras se
arrastraba detrás de un presentador de noticias con una
cámara rodando sobre él y un micrófono en la boca, Jo se
alegró de poder cubrirse la cara. No había razón para que la
vieran aquí.

La entrada principal del edificio de bloques de hormigón


era imposible, al igual que la puerta lateral donde, según la
conferencia de prensa que se celebró a las nueve de la mañana,
ocurrieron los asesinatos. Tres estaban muertos. Gigante, su
guardaespaldas y su chofer. Gigante recibió tres disparos, dos
en el pecho y uno en la garganta, su cuerpo se encontró
desplomado en el asiento trasero de un SUV registrado a su

324
J. R. WARD EL PECADOR

compañía de cemento. Al chofer le dispararon una vez en la


frente y luego lo doblaron y lo metieron en el compartimento
trasero del vehículo. Al guardaespaldas le dispararon dos veces
y se desplomó en el suelo, justo afuera de la puerta abierta del
lado del pasajero enfrente.

Jo se acercó a la multitud de espectadores y miró su


reloj.

Cinco minutos después, McCordle salió por la puerta


lateral del edificio. Cuando le llamó la atención, asintió sobre
su hombro, lejos de la conmoción.

Sosteniendo su bolso contra su cuerpo, Jo corrió más


allá de la peluquería de al lado y pasó de largo, con el aliento
apretado en el pecho. Cuando salió por la parte trasera,
McCordle se estaba librando de la barricada, y revisó dos veces
los coches de patrulla estacionados antes de caminar hacia
ella.

—Vayámonos de aquí —dijo, llevándola fuera de la vista


por el salón de belleza.

—Me sorprende que quisieras encontrarte aquí conmigo


⸺susurró— ¿Son esas las fotos de la escena del crimen?

Cuando ella señaló un sobre debajo de su brazo,


McCordle asintió y se lo entregó. —Escucha, tenemos que
hablar.

—Sí, ese es el plan.

Él la tomó del brazo y la apretó. —Lo digo en serio. Una


de nuestras fuentes dice que Gigante puede haber puesto un
precio a tu cabeza.

Jo frunció el ceño. —Pero ya no tengo que preocuparme


por eso. Gigante está muerto.

325
J. R. WARD EL PECADOR

—El asesino a sueldo que contrató no se va a preocupar


por eso. Él va a querer su dinero y la familia le pagará solo
cuando tú estés... ya sabes.

—Muerta. Puedes decir la palabra. No le tengo miedo.

—Deberías estarlo. Esto no es broma. —Cuando alguien


gritó, McCordle se interpuso entre ella y el ruido. Después de
un minuto, comenzó a hablar de nuevo—. Solo es emocionante
por fuera, Jo. En el interior de una situación como esta, las
personas se lastiman, incluso si son inocentes.

—¿Sabes quién es el asesino a sueldo?

—Aún no. Mi fuente lo está investigando, y tal vez algo


se mostrará en las cintas.

—Así que el FBI todavía no los ha entregado al CPD.

—Mi departamento está ejerciendo toda la presión que


podemos sobre ellos. Mientras tanto, debes tener mucho
cuidado...

—Sin embargo, dijiste “puede haber”. Un precio sobre mí


no está confirmado, por lo que podría ser un rumor. —Antes
de que McCordle pudiera darle más explicaciones, ella lo
interrumpió—. Sobre la escena aquí. ¿Qué has descubierto
desde las nueve de la mañana?

—Los forenses no obtuvieron nada en el SUV que no se


esperara. No hay huellas digitales aparte de Gigante, el
guardaespaldas y el chofer. No hay muestras de cabello
extraño. Tienen las balas y los casquillos, pero no hay arma.

—¿Quién informó de los asesinatos?

—Un transeúnte.

—Lo sé, pero su capitán no dio el nombre durante la


conferencia de prensa.

326
J. R. WARD EL PECADOR

—Es menor, por lo que no lo vamos a publicar. Era un


joven de diecisiete años que iba a una práctica de atletismo a
las seis de la mañana. Estaba en su bicicleta. Dijo que siempre
atajaba por el callejón en su camino a Jefferson High por la
mañana, y llamó a la policía sin tomar fotos y publicarlas en
Internet. No todo está perdido con esta generación más joven.

—¿Frank Pappalardo ha hecho alguna declaración sobre


todo esto?

—Lo llevaremos para interrogarlo. Pero no, y él no va a


decir una palabra. Es de la vieja escuela.

—Pero esta es la venganza. Por el asesinato de Johnny


Pappalardo. ¿Correcto?

—Lo parece. Y es por eso porque te digo que debes tener


cuidado. Tienes mi número de móvil. Me llamas si ves algo
sospechoso a tu alrededor o en el periódico o donde vives.

—Hablando de eso, ¿encontraste algún teléfono móvil en


el SUV?

—Jo. ¿Estás escuchando lo que digo?

—Sí. ¿Algún teléfono móvil en el SUV?

McCordle miró por encima del hombro como si estuviera


maldiciendo en su cabeza. —Se encontró uno. No estamos
seguros de a quién pertenece, pero no es de Gigante porque se
sabía que los odiaba. Estamos revisando los mensajes y las
fotografías que estaban en él.

—¿Qué pasa después? ¿La pandilla de Gigante pone


precio al asesino de Pappalardo?

—Jo, por favor...

—No tengo mucho tiempo. Necesito hacer estas


preguntas. ¿Qué hay de la represalia por la venganza?

327
J. R. WARD EL PECADOR

—Es probable. Estas cosas ruedan cuesta abajo hasta


que uno de los superiores convoca una reunión de distensión.
Sin embargo, será un partido de tenis de cadáveres antes de
que se detenga, especialmente con el hijo de Gigante en la
mezcla. Junior querrá vengar a su padre.

—¿Ha dado algún tipo de declaración?

—Jesús, estás escuchando siquiera… —Cuando ella lo


miró fijamente, él murmuró—. Junior no ha tenido nada que
decir. Y dado que estaba siendo preparado por su padre, es
probable que deje hablar a su arma.

—¿Se hará cargo aquí en Caldwell?

—Habrá una lucha de poder primero. Entonces


tendremos que ver. —McCordle volvió a mirar hacia la
escena—. Tengo que regresar. Prométeme que llamarás si...

—Sí, por supuesto. No voy a ser estúpida con esto.

Hubo una pausa. —Jo.

Cuando él no fue más allá, ella dijo: —Qué.

—Entiendo que quieres hacer tu trabajo. Y eres una muy


buena reportera. Pero debes abandonar la ciudad hasta que el
polvo se asiente. Nada vale tu vida.

—Me avisarás si escuchas algo seguro sobre mí.

—Lo haré. Lo prometo.

—Parece que volveremos a estar en contacto, entonces.

Metiendo el sobre debajo de su brazo, Jo asintió con la


cabeza a McCordle y luego dio la vuelta alrededor de la
peluquería y cruzó la calle hacia su automóvil. Antes de entrar,
miró a la multitud. La sensación de que este no era el final de
la historia, y que tenía la pista interna de la situación, la hizo
coquetear con satisfacción propia. Y fue esa tontería

328
J. R. WARD EL PECADOR

impulsada por el ego la que la acosaba cuando regresó a la sala


de redacción.

Era peligroso pensar que estabas por encima de las


cosas.

Cuando se detuvo en el estacionamiento del CCJ, fue por


el primer lugar vacío disponible. Poniendo su coche en el
estacionamiento, abrió el sobre y sacó las hojas.

Haciendo una mueca, retrocedió al ver a un hombre


apretado en la parte trasera del SUV. Su rostro estaba volteado
hacia la cámara y sus ojos estaban abiertos, como si estuviera
vivo, aunque ella sabía que ese no era el caso: había un círculo
negro en el centro de su frente, del tamaño de un lápiz
borrador, y un zarcillo de sangre se filtraba, bajando en una
inclinación hasta que se unía a su ceja. El camino no iba más
allá de eso.

Se sorprendió de que no hubiera más sangre.

Ella encontró eso con la imagen de Gigante. Dios...


parecía que una fuente de sangre había salido de la parte
delantera de su garganta y una cascada bajaba por su camisa
sobre su gordo vientre.

La sensación de que la estaban observando la hizo


levantar la cabeza y enterró la mano en su bolso, encontrando
su arma. Con el corazón palpitante, miró a su alrededor. Los
edificios. Los carriles. Nadie se movía, pero podría ver a alguien
que se hubiera puesto a cubierto...

De repente, su dolor de cabeza regresó, el dolor agudo y


penetrante cortó algún tipo de conexión mental. Alguna clase
de…

Era un recuerdo de sentirse así en su coche antes. Sí,


había sentido exactamente este tipo de adrenalina basada en

329
J. R. WARD EL PECADOR

el miedo sentada detrás de este volante, y no había sido algo


distante en el tiempo. Había sido reciente. Había sido...

Gimiendo, tuvo que dejar de seguir el patrón de


pensamiento, pero la amnesia era frustrante, la convicción de
que lo que estaba buscando, en un sentido cognitivo, estaba al
alcance de la mano y, sin embargo, fuera de trayectoria,
burlándose de ella.

Intentando deslizar las fotos de nuevo en el sobre, agarró


su bolso y salió. La lluvia seguía cayendo suavemente, y sintió
una urgencia de ponerse a cubierto que no tenía nada que ver
con el clima. Ella corrió hacia la puerta trasera del edificio de
la redacción.

Con una mano temblorosa, deslizó su tarjeta y casi saltó


dentro.

Cerró el sólido panel de acero detrás de ella, se recostó


contra la pared e intentó recuperar el aliento.

Tal vez McCordle tenía razón, pensó. Tal vez ella


necesitaba salir de todo esto...

Le vino a la mente un recuerdo que no tenía


obstrucciones. Vio a Syn saliendo de su baño, preparado para
dispararle al repartidor de pizza. ¿Contrastando esa imagen
con McCordle en su uniforme, poniendo su versión de la fuerza
entre ella y ese grito en la escena?

Sin ofender al oficial, pero ella elegía a Syn cada vez en


esa carrera.

Y Post Data: de todos modos, no necesitaba un macho


que la cuidara.

Al poner su mano en el costado de su bolso, sintió los


contornos duros de su arma y decidió que Syn tenía razón.
Necesitaba mantener esta arma cerca veinticuatro horas al día
siete días a la semana.

330
J. R. WARD EL PECADOR

Ella no quería terminar como una fotografía de la escena


del crimen.

331
J. R. WARD EL PECADOR

E l día dio paso a la noche, y aún el señor F continuó


leyendo, pasando páginas, una a una, sus ojos no dejaban
pasar nada de la prosa increíblemente sin inspiración del libro.
Cada cierto tiempo se tomaba un descanso, aunque no para
estirarse o para ir al baño, o para traer comida. Y eso aún era
una rara revelación de que nada de eso fuera necesario.

No, él se detenía de vez en cuando porque sentía que eso


era algo que había hecho antes: cuando él estudiaba en la
preparatoria. Cuando se esforzaba en la Universidad durante
el año anterior a desertar de los estudios. Parecía importante
conectar de alguna forma con quien había sido antes, aun
cuando su viejo yo no tenía más sustancia que un reflejo en el
espejo.

Abanicando el resto de las páginas, se acordó de aquella


escena al final de Beetlejuice116 donde el padre está sentado en
el estudio, tratando de encontrarle sentido a una copia del libro
Los vivos y los muertos.

116
Película estadounidense estrenada en 1988 que mezcla los géneros de la comedia y la historia de
fantasmas.

332
J. R. WARD EL PECADOR

Esta cosa parecía como leer las instrucciones para un


estéreo.

El Sr. F no sería tan afortunado. Lo que tenía en sus


manos era más como los Papiros del Mar Muerto tratando de
explicar cómo echar a andar un tocadiscos de la época de los
setenta.

Pero había aprendido mucho. Unas 12 horas antes


había empezado, ahora ya tenía la idea básica de lo que
sucedía durante la inducción, y que había en los frascos que
tenían que ser resguardados contra el robo por parte de la
Hermandad. Ya sabía cómo matar a los asesinos con una
puñalada a través del hueco donde solía estar el corazón con
cualquier cosa hecha de acero. Ya entendía el proceso, por el
que la esencia era regresada al Omega, así era llamado el
maestro. También tenía una historia de la guerra con los
vampiros, incluyendo el conflicto original entre la Virgen
Escriba, quien ejercitó su único acto de creación al crear y
darle vida a la raza con los colmillos, y el Omega, quien era su
hermano y sufría lo que parecía un caso estándar de celos
entre hermanos. Aún más, el Sr. F, ahora sabía sobre la
Hermandad de la Daga Negra, el gran Rey Ciego, y las
diferentes clases sociales entre vampiros.

Entonces estaba toda la mierda acerca de su propio rol


en el asunto. Había capítulos acerca de las encarnaciones
anteriores de la Sociedad Lessers, una sección completa
dedicada a como debe ser y actuar el Fore-lesser, incluyendo
de primera mano todo sobre la movilización, entrenamiento y
provisiones de las tropas.

No que esta última parte pareciera relevante nunca más.


Asumiendo que hubiera un par más de estas casas para
avanzadas dispersas en los suburbios de Caldwell… hola, esas
llaves no entraban en las cerraduras de aquí… la patética, mal
emparejada bola de baratijas de guerra que encontró durante

333
J. R. WARD EL PECADOR

su búsqueda de este lugar era sin duda, lo mejor que iba a


obtener en alguna de las otras propiedades.

Mientras que miraba alrededor de la vacía sala en la que


había acampado, tenía la sensación de una estructura de
poder dejada para pudrirse, como un cuerpo que tras una
combinación de edad avanzada y enfermedad no funcionaba
ya correctamente, no estaba seguro qué un renacimiento
viniera… o siquiera que fuera posible.

Había estado esperando por una luz al final del túnel con
toda la prosa compacta con la que fue atiborrado. Ahora que
ya estaba llegando al capítulo final, estaba preocupado de que
no fuera a obtenerla. Con todo el conocimiento que había
alcanzado, aún no sabía que es lo que tenía que hacer.

Eso cambió en las últimas cuatro páginas.

Como la línea de meta al final del maratón, la solución


llegó solo hasta que había hecho esfuerzos asiduos a través de
curvas y giros cuesta arriba. Y al principio, cuando sus ojos
pasaron por encima de las palabras casi siguió de largo.

Algo lo hizo volver, mientras que las releyó, se dio cuenta


que era solo porque estaban en medio de la página, las líneas
melladas, cada una de ellas.

Estrofas. Como si fuera un poema.

Habrá uno que traerá el final ante el maestro


Un luchador de tiempos modernos
encontrado en el séptimo del veintiuno
y será conocido en los números que lleva:
Uno más que la brújula que él percibe,
aunque sólo cuatro puntos

334
J. R. WARD EL PECADOR

puede hacer con su derecha,


tres vidas tiene,
dos marcas en su delantera
y con un simple ojo negro,
en un pozo nacerá y morirá.

¿Un final ante el maestro? O ¿el final del maestro?

El Sr. F pensó en la noche anterior, en el Hermano que puso


su boca sobre la de ese asesino y empezó a inhalar, el Hermano
a quien el Omega tomó como un enemigo de especial
importancia. El Sr. F. no estaba seguro de cómo interpretar los
pasajes tres y cuatro, dos marcas y el simple ojo negro, pero
sabía lo que había presenciado. El Omega y ese vampiro en
particular estaban unidos, y los lazos que los ataban estaban
en esas estrofas.

Si los lessers que eran apuñalados con acero enviaban


su negra alma a su origen… quizás ese vampiro macho con el
par de pulmones prodigiosos burlaba ese proceso.
Probablemente él fuera la razón de que el Omega que era
descrito en este libro estuviera tan degradado en persona.

El Sr. F. leía mientras pasaba las páginas con el dedo.


El maestro aquí era descrito como una plaga todopoderosa,
capaz de grandes y terribles cosas. ¿Qué era lo que había
aparecido en aquel callejón? Místico, seguro. Mágico, sí. ¿Pero
todopoderoso? No en esa bata sucia. No con lo que fuera que
el maestro había lanzado a ese vampiro.

Esa mierda solo había golpeado al Hermano hacia atrás.

¿Si tú eras realmente la raíz de todo mal, si eras


realmente el poderoso semidiós de este libro? Hubieras hecho

335
J. R. WARD EL PECADOR

explotar a tu enemigo completamente, pequeños trozos de


carne y pequeñísimas astillas de huesos sería todo lo que
quedaría para caer al pavimento, nieve mortal para caer del
cielo.

No lo que había sucedido.

El Sr. F. cerró el libro. No era un estratega por


naturaleza. Pero sabía lo que había leído. Sabía quién era él en
este juego, y sabía quién lo controlaba. También sabía cómo él
y el Omega estaban conectados.

Así que sabía lo que tenía que hacer.

Tenía que reunir a todos los asesinos juntos aquí en


Caldwell. Y ellos tenían que encontrar a ese Hermano de la
noche anterior.

Era la única forma en la que iba a pasar por esto.


Además, de acuerdo al libro estaba todo predestinado.

La Catedral de San Patricio era realmente una


majestuosidad católica, pensaba Butch mientras estaba
sentado en un banco en la parte de atrás de la iglesia, así le
llamaba cuando era un niño. La iglesia era el apoyo para
Caldwell y muchos pueblos de alrededor, y el edificio de piedra
podía con la responsabilidad. Con vidrieras en las ventanas
estilo Notre Dame, arcos y asientos con una capacidad
parecida a un estadio de la NFL, allí era exactamente a donde
le gustaba ir a los servicios, confesarse, y disfrutar momentos
como este donde él solo se sentaba con sus manos en el regazo
y sus ojos en el gran altar de mármol y la estatua de Jesús en
la cruz.

Era importante sentirse pequeño e insignificante cuando


hablabas con Dios.

336
J. R. WARD EL PECADOR

Respirando profundamente, podía oler a incienso y


limpiador con aroma de limón. Había también el leve aroma de
colonias, perfumes, y suavizantes para ropa de todos los que
ya se habían ido y que habían venido a la misa de medianoche,
la cual había terminado hacía unos cuarenta y cinco minutos.

El también debería irse probablemente. A pesar de la


propuesta de encierro de V, a Butch le dejaron salir a las calles
esta noche. Le permitieron buscar lessers, y estaría a mano si
alguno de los hermanos o los otros encontraba alguno. Y cada
vez que él inhalaba a alguno de esos hijos de puta, estarían un
paso más cerca del final…

Butch hizo una mueca y se enfocó en la representación


del rostro abatido de Jesús. —Lo siento —le susurró a su Señor
y Salvador.

No deberías maldecir en la iglesia. Ni siquiera en tu


mente.

Respirando profundamente, exhaló largo y lento. En su


mente, se imaginó a sí mismo parándose. Caminando por el
pasillo central. Saliendo al vestíbulo. Saliendo a la noche.
Caminando hacia el Audi R8 en el estacionamiento.

Entonces se dirigiría al centro y…

El crujido del banco lo volvió a orientar, y se sorprendió


y saltó un poco cuando se dio cuenta que ya no estaba solo.
Una monja lo estaba acompañando, tomando asiento como a
un metro de distancia. Que chistoso, no se había dado cuenta
de cuando había entrado.

— ¿Perdóneme Hermana, necesita que me vaya?

La monja tenía la cabeza agachada, la capucha de su


hábito cayendo hacia el frente no dejaba ver la cara. —No, hijo
mío. Tú quédate todo lo que desees.

337
J. R. WARD EL PECADOR

La voz era suave y gentil, y él cerró los ojos dejando que


la paz del lugar, la paz de su Fe, de esta mujer quien había
dado su vida al servicio de la iglesia y de Dios, lo cubrieran. La
purificación resultante de sus ansiedades era similar a lo que
Vishous hacía por él. El fortalecimiento también.

Lo hacía sentir como si pudiera enfrentar lo que venía.


Más tarde esta noche. Mañana en la noche. Hasta el último
momento.

—¿Para qué rezas hijo mío? —la monja le preguntó por


debajo del hábito.

—Paz. —Butch abrió los ojos y se quedó mirando al altar


que estaba envuelto en terciopelo rojo—. Rezo por paz. Para
mis amigos y mi familia.

—Lo dices con pesar en el corazón.

—No será fácil, y mucho de eso recae sobre mí. Aunque


no lo aceptaría de ningún otro modo.

—¿Qué tienes en la conciencia?

—Nada.

—Un corazón puro es una bendición. Sobre todo, que no


requiere que nos quedemos tanto después de la misa.

Butch sonrió un poco. —Hermana, tiene razón.

—Entonces háblame.

—¿Es usted de Italia? —Butch giró y se encontró a sí


mismo deseando poderle ver la cara—. El acento

—Soy de muchas partes.

—Yo soy del Southie117. Boston. En caso de que no lo


hayas notado por mi propio acento —exhaló otra vez—. Y no sé
117
Sur de Boston.

338
J. R. WARD EL PECADOR

si sea algo en mi conciencia. Es más bien que no puedo


controlar como va a acabar.

—Nunca podremos. Es por eso por lo que tu fe es


importante. ¿Tú crees, tú realmente crees?

Butch tomó su cruz de oro de dentro de su camisa. —Yo


realmente creo.

—Entonces tú nunca estarás solo. No importa dónde te


encuentres.

—Tiene tanta razón hermana. —Butch sonrió otra vez—


. Y tengo a mis hermanos.

—¿Entonces vienes de una familia numerosa?

—O sí. —Butch pensó en Vishous—. Y no podría… hacer


lo que tengo que hacer… sin ellos.

—¿Así que te preocupas por ellos?

—Por supuesto. —Butch frotó su cruz, calentando el oro


sólido con el calor de su mortalidad—. Mi compañero de cuarto
en particular. Yo literalmente no puedo hacer esto sin él. Él
es… bueno, es difícil de explicar. Pero sin él, no podría
continuar, y eso no es una hipérbole. Él es esencial para mí.
Para mi vida.

—Suena como una relación muy cercana.

—Él es mi mejor amigo. Mi otra mitad, junto con mi sh…


mi esposa. Aunque eso suene raro.

—Hay muchas clases de amor en la vida de una persona.


Dime, dices que te preocupas por él. ¿Es esto por su relación
o porque él mismo está en peligro?

Butch abrió la boca para contestar lo que pareciera que


debería expresarse como una pregunta retórica y entonces la
cerró con un ruido. Mientras su mente empezó a conectar

339
J. R. WARD EL PECADOR

algunos puntos. Empezó a ver como emergía un patrón que era


tan obvio, que debería haberlo notado antes. Otra gente
debería haberlo notado.

Y alguien tendría que haber hecho alguna cosa,


jodidamente algo, acerca de eso.

Butch se paró intempestivamente. —Hermana, lo siento


mucho. Yo tengo… yo tengo que irme.

—Está bien, hijo mío. Sigue tu corazón, nunca te dirigirá


en el camino incorrecto.

La monja volvió su cara y miró hacia él.

Butch se congeló. La cara que lo miraba no era solo una


cara. Eran cientos de caras femeninas, las imágenes
cambiando unas sobre otras, haciéndose borrosas para formar
una ilusión óptica. Y eso no era todo. Por debajo de los pliegues
negros de su hábito una brillante y purificante luz se veía en
el suelo, haciendo que los bancos para rezar brillaran.

—Eres… tú —susurró Butch.

—Sabes, tú siempre fuiste uno de mis favoritos —dijo la


entidad al tiempo que todas las caras sonreían juntas—. A
pesar de todas las preguntas que me hiciste. Ahora vete, y
sigue tus impulsos. Estas en el camino correcto en todos ellos,
especialmente en el que involucra a mi hijo.

De un latido al otro la Virgen Escriba desapareció,


dejando el brillo de su bondad, la iluminación benéfica de su
presencia quedando por un momento antes de desvanecerse.

Ya que se quedó solo otra vez, tuvo la tentación de


repasar palabra por palabra la interacción en búsqueda de
más pistas, disfrutar el hecho que había estado sentado justo
al lado de la creadora de toda la raza de vampiros.

Que, de todos, había venido a verlo a él.

340
J. R. WARD EL PECADOR

Pero no había tiempo.

Deslizándose a través del banco, Butch sacó su teléfono


mientras que sacaba su culo del santuario y a través del
nártex118. El número que marcó lo tenía entre sus favoritos.
Rezó para que le respondiera.

Un timbrazo…

Dos timbrazos…

Tres timbrazos…

Por el amor de Dios, pensó Butch mientras salía


corriendo por la pesada puerta de la catedral. V estaba en el
centro de Caldwell en estos momentos. Buscando lessers. Y el
Omega no era estúpido.

El mal debía saber cómo trabajaba la profecía porque


ningún ser mortal, vampiro o humano o la combinación de
ambos, podría sobrevivir tomando una parte del Omega dentro
de sí mismo. Tendría que haber alguna forma de sacarle el mal
de dentro, y la había.

El sobrino del Omega, Vishous, él era la llave. Y


seguramente esto tendría que ocurrírsele al tío de V. Todo
especialista en tácticas en cualquier momento habría sumado
dos más dos, y el hecho de que el Omega no lo hubiera hecho,
solo significaba que el cabeza de mármol, había cambiado de
estrategia, ya se había retrasado mucho.

—Contesta, V —murmuró Butch mientras que


empezaba a bajar corriendo los escalones de piedra—.
Contesta el puto teléfono.

118
Elemento arquitectónico típico de las primeras basílicas e iglesias cristianas y bizantinas que consiste
en el área de entrada o vestíbulo, ubicada en el extremo oeste de la nave, frente al altar principal de la
iglesia.
341
J. R. WARD EL PECADOR

No era Butch al que necesitaban mantener seguro fuera


de las calles.

Era a su compañero de cuarto.

342
J. R. WARD EL PECADOR

C uando Syn volvió a materializarse en la noche


húmeda y fría, se sintió frustrado. Dos veces al año, todos los
luchadores tenían que someterse a exámenes físicos en el
centro de entrenamiento de la Hermandad. Era una colosal
pérdida de tiempo. Si estabas de una pieza y nada estaba en
un cabestrillo o un yeso, o no habías sido cosido de nuevo en
las últimas veinticuatro horas, necesitabas estar en el campo.
Por el amor de Dios, en el Viejo País, luchabas siempre y
cuando tu mano de la daga estuviera firme. ¿Aquí? ¿En el
nuevo mundo? La gente se preocupaba por cosas como la
biomecánica, la nutrición, el rendimiento.

Esa mierda de sandeces.

Especialmente cuando tenía cosas que hacer antes de


poder ir al campo de batalla.

La parte trasera del edificio de apartamentos de Jo


estaba en silencio. Justo como había estado el frente cuando
él buscó su coche, y se tranquilizó al encontrar que estaba
estacionado en paralelo tres sitios más abajo de la acera que

343
J. R. WARD EL PECADOR

conducía a la puerta principal. Ella estaba a salvo. Ella estaba


adentro. Ella seguiría así hasta el amanecer.

No tenía más asuntos aquí.

No había tenido ninguno tan pronto como llegó.

¿Por qué había vuelto aquí entonces...?

Syn frunció el ceño mientras su palma encontró la


culata de su arma y se agachó. Estaba detrás de un basurero
de calidad comercial al lado de una pequeña terraza de área
común... por lo que tenía cobertura, tanto óptica como
olfativamente. Y la iba a necesitar.

No estaba solo.

Dilatando sus fosas nasales, olisqueó el viento que había


cambiado de dirección abruptamente.

A unos cuatro metros y medio de distancia, una figura


alta y poderosamente erigida en negro estaba de pie por fuera
de la ventana de la habitación de Jo, de espaldas al edificio,
con los ojos fijos en el cristal, mientras intentaba ver entre sus
persianas venecianas sin revelar su presencia. La luz que
atravesaba los listones creaba un resplandor suficiente para
que su perilla y tatuajes fueran obvios para alguien que los
había visto muchas veces antes.

¿Qué demonios estaba haciendo Vishous aquí?

Cuando los colmillos de Syn descendieron y su labio


superior se desprendió de sus dientes, tuvo que obligarse a no
cambiar su arma por su daga. Las armas eran para cuando
había una emergencia. Las dagas eran para cuando querías
mirar a la muerte cara a cara mientras le quitabas la vida.

Y él quería asesinar al Hermano. Directamente.

344
J. R. WARD EL PECADOR

Demonios, sí, respetaba al macho en el campo. ¿Cómo


podría alguien en el negocio de la lucha no valorar el tipo de
respaldo de Vishous? El Hermano no era una broma con esa
brillante palma suya, y aún mejor, era reservado, excepto por
la ocasional patada sarcástica en la boca que siempre estaba
listo para dar a cualquiera que lo mereciera.

Pero toda esa mierda no significaba una maldita cosa


cuando el hombre estaba al acecho del santuario privado de la
hembra de Syn.

Ni una maldita cosa en absoluto...

V metió una mano dentro de su cazadora de cuero. Sacó


su teléfono móvil, maldijo y se alejó de la ventana. Mientras
respondía a quien fuera que estuviera llamándolo, mantuvo la
voz baja, pero los oídos de Syn captaron las sílabas
perfectamente.

—Butch, déjame llamarte luego por el amor de Dios. Solo estoy


revisando a esa mestiza para ver si está más cerca de su
trans… —Vishous frunció el ceño— ¿Espera, que? Poli,
cálmate... ¿de qué estás hablando?

Durante el silencio que siguió, el Hermano frunció el


ceño con tanta fuerza que esos tatuajes alrededor de su ojo se
distorsionaron. —¿Viste a quién? ¿Mi mahmen? ¿Qué cojones?

Syn cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, descubrió


que realmente había intercambiado sus armas, y cuando el
acero de su daga brilló, pensó en la cantidad de veces que V la
había afilado. Vishous afilaba las dagas de todos. Al principio,
Syn había pensado que era una forma de ser meticuloso de
una manera ridícula y exigente, y ese era el tipo de cosas de
las que la gente se preocupaba cuando tenían aseguradas las
comidas del próximo mes. Por el amor de Dios, él había estado
haciendo sus propias dagas durante siglos, al igual que los
otros Bastardos.

345
J. R. WARD EL PECADOR

Todo lo que necesitó fue un recordatorio y Syn se había


repuesto a sí mismo.

V llevó ese lijado y pulido a otro nivel y tenías que


reconocerle la habilidad. El beneficio no era una cuestión de
seguridad... Syn no se preocupaba una mierda por eso... era
una cuestión de eficacia. Eras más letal con lo que V le hacía
a esas armas afiladas y brillantes.

Así que sí, matarlo esta noche iba a ser un fastidio.

—No, no, no estamos discutiendo una maldita cosa. No


soy el Dhestroyer. Lo eres tú. Tú eres el que debe quedarse
dentro...

Las persianas venecianas se abrieron, como si Jo


hubiera escuchado la conversación. Y cuando Syn vio el
contorno oscuro de su cabeza y cabello, su corazón se detuvo.
Y se agrandó.

Volvió a mirar la daga en su palma y consideró la forma


en que su cuerpo había tomado las cosas, literalmente, en su
propia mano. Mientras pensaba en el hecho de que se había
armado y que estaba listo para ir contra un aliado... ¿y alguien
a quien se echaría de menos absolutamente? ¿Y quién,
absolutamente, decididamente no le había hecho una mierda
a Syn?

Estaba claro lo que estaba pasando.

Joder.

Se había vinculado con Jo.

Jo dejó que las persianas de su ventana volvieran a su


lugar. Alejándose, se llevó las manos a la cabeza. Mientras su

346
J. R. WARD EL PECADOR

corazón latía con fuerza, pensó en llamar al 911, pero ¿qué iba
a decir?

Ayuda, hay alguien hablando justo fuera de mi


habitación. Al menos, creo que lo están. Al menos... Creo que
escuché una voz masculina.

No era una emergencia escuchar susurros. Más


concretamente, no era una emergencia pensar que escuchaste
susurros.

Claro, señora, enviaremos a alguien con una linterna para


hacer una búsqueda perimetral. Todas aquellas personas que
han estado en accidentes automovilísticos con conductores
ebrios o las víctimas del crimen pueden esperar.

Al salir a la sala de estar, caminó hacia la puerta


principal de su apartamento y regresó. Aunque era más de
medianoche, estaba completamente vestida, con el abrigo
puesto. Se había puesto las antideslizantes, como llamaba a
sus botas, cuando se produjo un ruido en el piso de abajo.

Su mochila estaba justo al lado de la salida. Y oye, había


una linterna en ella.

Además de su arma.

—A la mierda —murmuró.

Revisando, volvió a organizar las cosas y cerró su


apartamento tras ella. En la puerta exterior del edificio, junto
a los buzones, volvió a dudar, tratando de ver la noche oscura
más allá de las luces de seguridad mientras su aliento
empañaba el cristal.

A pesar de que estaba paranoica por muchas cosas,


había planeado salir de todos modos. Estaba agotada, pero
ansiosa, y no había una cantidad de Netflixing119 que la fuera

119
Mezcla de Netflix y Relaxing (relajación)

347
J. R. WARD EL PECADOR

a relajar. Era como si fuera un coche con el acelerador y el


freno pisados al mismo tiempo. Así que ya había decidido un
destino cuando escuchó los murmullos fuera de su habitación.

Sin duda, lo mejor era no ir a investigarlos. Necesitaba


seguir con su plan... que no había incluido jugar a los comités
de bienvenida con alguien enviado por la mafia de Caldwell
para matarla.

Maldiciendo de nuevo, empujó la puerta, se agachó y


buscó su coche, preguntándose si no debería cruzar el césped
en zigzag para que fuese un blanco más difícil. Cuando se
acercó al lado del conductor, su cuerpo temblaba.

Y aun así se detuvo.

Mirando sobre su hombro, buscó en la oscuridad al lado


de su edificio.

—¿Syn?

Será mejor que sea Syn, pensó. O era una presa fácil
para alguien que...

—No te estoy acosando. —Salió una voz familiar de las


sombras—. Lo juro.

—Oh, gracias a Dios, eres tú. —Jo se hundió contra su


coche—. Yo estaba... bueno, no importa.

Y en realidad, ella esperaba verlo antes. Había pensado


que él podría estar esperándola nuevamente en el
estacionamiento cuando saliera de la sala de redacción. Luego
había anticipado el timbre de su puerta en cualquier momento
tan pronto como había llegado a casa: a través de su ducha
después del trabajo, durante la cena... Slim Jims y M & Ms,
mmm delicioso... a través del debate sobre si irse a la cama o
salir del apartamento.

Y ahora él estaba aquí.

348
J. R. WARD EL PECADOR

Syn caminó hacia adelante, emergiendo en la


iluminación arrojada por la farola montada en la esquina del
edificio. Cuando él se acercó a ella, los ojos de ella eran
codiciosos y sus manos también. Se permitió lo primero. Pero
lo segundo se lo guardó para ella.

—Hola —dijo mientras lo miraba.

—Hola.

Hubo un largo silencio. Y luego ella lo agarró del brazo y


lo sacudió. —Antes de decir algo más, ¿cuál es tu número de
teléfono? Y prometo, que esta vez, lo recordaré.

Cuando él no comenzó a escupir dígitos, ella frunció el


ceño. Luego cerró sus ojos.

—Bueno —dijo con derrotada—. Así que has venido a


decirme que lo de anoche fue un error que nunca debió haber
sucedido porque estás casado.

—¿Qué?

—Me tengo que ir. —Se volvió hacia la puerta de su


coche—. Cuídate...

Ahora era él quien la detenía, su gran mano aterrizando


sobre su hombro. —¿A dónde vas? Es tarde...

—¿Por qué te importa? —Lo miró—. Y no pretendo ser


desagradable con eso. He pasado todo el día pensando en lo
que sucedió entre tú y yo… y en lo que no sucedió. La culpa
tiene una forma divertida de atenuar el desempeño de un
hombre, y claramente no quieres que mantengamos el
contacto.

Él sacudió la cabeza como si ella le hubiera cambiado el


idioma. —No te sigo...

—Me mentiste, ¿no? Estás con alguien.

349
J. R. WARD EL PECADOR

—No. No tengo pareja.

Jo puso los ojos en blanco y se encogió de hombros bajo


su pesada palma. —Casado. Lo que sea...

—¿A dónde vas?

—Realmente no tengo que responder a eso. Si ni siquiera


puedes ser honesto conmigo sobre ¿dónde vives? ¿a qué te
dedicas? ¿quién eres realmente? y ¿con quién estás? No tengo
que decirte una maldita cosa sobre mí...

—No quiero que sepas la verdad sobre mí.

Jo se congeló dónde estaba. Entonces parpadeó. —Así


que tenía razón. Y me temo que me tengo que ir. No tengo la
energía para nada de esto, especialmente no para ser la otra
en tu...

—No estoy emparejado. —Syn puso su mano sobre la


jamba de su puerta, evitando que la abriera⸺. Y estás en
peligro...

Ella puso su dedo índice justo en su cara. —Estoy tan


jodidamente cansada de que los hombres me digan eso esta
noche.

Un ceño fruncido cayó sobre su frente como si hubiera


saltado de un puente. —¿Quién más lo dijo?

—No es importante...

—Me responderás ahora mismo.

—¿Disculpa? —Ella se acercó mucho—. No uses ese tono


conmigo. Nunca. Y puedes tomar esa demanda y metértela por
el culo.

Sus ojos brillaron de ira. —¿Crees que esto es una


broma?

350
J. R. WARD EL PECADOR

—No. Creo que tú eres el que está bromeando.

Syn no se movió. Ella no se movió. Y no fue la tensión


sexual lo que mantuvo sus caras tan juntas.

De repente, ese dolor de cabeza de ella regresó y gimió


cuando se llevó una mano a la sien. ⸺Solo déjame en paz, está
bien.

—No deberías salir sola —dijo vagamente.

—¿Qué?

Syn miró hacia otro lado. —Esto es un jodido desastre.

Antes de que ella pudiera darle otro empujón, él abrió su


puerta. —Déjame ir contigo. Si me permites... viajar contigo, te
lo contaré todo. Todo.

Jo cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Cómo lo sabré?

—¿Que estoy contigo?

¿Como si eso no fuese a ser obvio? Pensó Jo.

—Que me estás diciendo la verdad —dijo en tono


aburrido.

—Tienes mi palabra.

Genial, por lo que sea que valiera.

—Si me mientes, lo sabré. —Le miró fijamente—. Soy


una reportera. Voy a hacer que sea mi trabajo averiguar qué
está pasando contigo de una manera u otra, ¿y si me mientes
esta noche? Será mejor que nunca vuelvas a verme. Me
enseñaste dónde dispararle mejor a alguien, ¿recuerdas?

—Sí —dijo él con gravedad.

—Bien —Jo abrió la puerta del lado del conductor—.


Porque gracias a ti, sé cómo matar a un hombre.

351
J. R. WARD EL PECADOR

Y vaya, eso sonaba como una gran idea en este


momento.

352
J. R. WARD EL PECADOR

—A sí que empieza a hablar.

Cuando Jo dio la orden, Syn se apartó el cinturón de


seguridad del pecho y luego dejó que la correa volviera a estar
en contacto con sus pectorales.

El hecho de que llegaron a un semáforo en rojo parecía


adecuado.

Cuando la cosa se puso verde, ella no tocó el acelerador.


—Y bien.

—No sé por dónde empezar.

—Elige algo al azar... como tu origen —dijo secamente.

—Temo que me conozcas. —Miró por la ventana lateral—


. Quiero una historia mejor que la que tengo para contarte.

El sonido de la bocina de un automóvil detrás de ellos la


hizo moverlos hacia adelante. —Todos queremos una historia
mejor. Pero eso es marketing, no realidad.

353
J. R. WARD EL PECADOR

Syn pensó en la choza en la que había vivido con su sire,


la que había incendiado. Pensó en el hecho de que había
dormido junto al cadáver de su mahmen durante una década,
después de que se pudrió con un terrible hedor durante tres
meses. Pensó en el borracho maltratador, babeante y abusivo
que tuvo que aguantar hasta que cortó en pedazos al macho y
dejó que el sol hiciera el trabajo de hacer cenizas los restos.

Quizás comenzar con el presente, decidió.

—Soy un soldado. Tienes razón sobre eso. —Miró las


tiendas locales por las que pasaban y reflexionó sobre cómo
hubiera preferido detallar una vida en la que ir a una tienda y
elegir qué regalo, qué botella de vino, qué trozo de queso
comprar era la decisión más agotadora que enfrentarse a la
situación—. Soy un soldado y otras cosas de las que no estoy
orgulloso.

—Estar en el ejército sin duda es algo de lo que estar


orgulloso.

—No es lo que he hecho cuando estoy de servicio por lo


que me siento avergonzado. ⸺Tomó profundamente aire⸺. Es
cierto que soy guardaespaldas. De un muy poderoso macho...
hombre. Una persona extremadamente poderosa que tiene
muchos enemigos.

—Eso explica cómo actuaste con el repartidor.

—Es mi naturaleza. Y mi entrenamiento. A veces... —Se


aclaró la garganta—. A veces ambos conspiran para sacar lo
mejor de mí.

—¿Y realmente vives con él? Con ese hombre que


proteges.

—Sí, en su casa, con su mujer y su hijo. Tiene varios


guardias personales y yo soy uno de ellos.

354
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Quién es él? —Ella lo miró— ¿A menos que no puedas


decírmelo?

—Me pagan por ser discreto. Lo siento. Y no puedo


llevarte a donde vivo por la misma razón. —La miró fijamente—
. Pero no estoy mintiendo sobre esto. Te estoy diciendo todo lo
que puedo... ¿y tal vez en el futuro? Podría contarte aún más...
Pero no ahora.

Continuaron, entrando en la parte comercial de la


ciudad. No más tiendas familiares con temas hogareños más
adecuados para instantáneas de Instagram y babyshowers.
Ahora había tiendas de azulejos, tiendas de alfombras y
lugares que vendían productos electrónicos, llantas y
automóviles.

—¿Es por eso por lo que estás tanto en el centro?


⸺preguntó—. Ayudando a tu jefe.

—Muchas cosas pasan allí. Es un lugar peligroso.

—Cierto —Jo echó un vistazo y, a la luz que brillaba en


el salpicadero, su rostro parecía reservado, pero ya no estaba
enojado—. Por eso comentaste lo que me dijiste esa primera
noche, eh. Sobre estar en peligro. Sobre mi muerte.

—Tienes que tener cuidado.

—Las mujeres pueden cuidarse a sí mismas.

—No deberían tener que hacerlo.

—Lo que nos lleva a mi siguiente pregunta. —Se reenfocó


en el camino por delante, su agarre a las dos y a las diez sobre
el volante apretándose— ¿Qué pasa con tu esposa?

—Te lo dije —Syn sacudió la cabeza—. No tengo una.

—No te creo.

355
J. R. WARD EL PECADOR

—Esa es una de las cosas de las que puedes estar


completamente segura —dijo con amargura—. Sabes que tengo
un problema cuando se trata de sexo. ¿Qué mujer me querría?
No puedo dejarla embarazada.

—Hay más en una relación que tener hijos.

—No para la mayoría de las mujeres, y quién puede


culparlas. Además, nunca ha sido una prioridad para mí.

—¿El sexo?

—El matrimonio.

Hubo una larga pausa. —¿Fuiste herido? —Preguntó


mientras se acercaban a otro semáforo— ¿Ya sabes, mientras
luchabas en el extranjero? Es por eso porque no puedes...
Quiero decir, no soy un experto médico. No sé cómo suceden o
funcionan estas cosas.

Recordó su primera fornicación. Había sido con una


hembra de la especie a quien le había pagado para tomar de
su vena. Evidentemente, lo había encontrado atractivo y lo
había montado mientras él se alimentaba de ella. Todavía
podía imaginarla subiendo y bajando sobre sus caderas, con
su blusa campesina manchada abierta, sus senos colgantes
balanceándose hacia adelante y hacia atrás sobre su pecho
como alforjas en un caballo al galope.

Era común que los machos se excitaran sexualmente


cuando se entregaban a su sed de sangre. Había aprendido
esto con el tiempo. Pero eso no significa que quisieran tener
sexo. O, en su caso, cuando perdió su virginidad, consentir el
acto. Después de todo, ella lo besó y desmontó con aire de
satisfacción. Tomando el dinero, lo había dejado en el catre,
sus jugos secándose en su polla dura, una sensación sucia
manchando el interior de su piel.

356
J. R. WARD EL PECADOR

La sensación de que ella le había quitado algo había


persistido por noches.

—No es una lesión —dijo con firmeza—. Siempre ha sido


así.

—¿Has sido examinado por un médico?

—Claro —murmuró para que dejara de hacer preguntas


sobre el tema.

—¿Y no hay nada que puedan hacer al respecto?

—No.

—Lo siento mucho.

Syn respiró hondo y, mientras lo soltaba, esperaba que


la exhalación tomara algo del aguijón en su pecho. —No paso
el tiempo pensando en eso.

—¿Has estado enamorado?

Me he vinculado contigo, pensó para sí mismo.

—Entonces cuéntame sobre ella —dijo Jo suavemente—


. Y no niegues que ella existe. Lo puedo ver en tu cara.

—Estoy mirando hacia otro lado —señaló mientras se


concentraba deliberadamente en un restaurante Panera120.
Luego un concesionario Ford. Luego una estación de servicio
Sunoco121.

—Bueno, puedo escucharlo en tu voz.

—No dije nada.

—Lo estás haciendo ahora. Y puedo decirlo.

120
N/T: Cadena estadounidense de panaderías y cafeterías.
121
N/T: Empresa estadounidense de petróleo y gas natural.

357
J. R. WARD EL PECADOR

Syn no pensaba entrar en el vínculo con ella. En su


cabeza, se trasladó a esa mujer del Viejo País, imaginando su
primer plano para que todas las demás consideraciones
estuvieran ocultas... aunque, por mucho que siempre le
hubiesen dicho, los humanos no pudiesen leer los
pensamientos de los demás.

Así que no era como si Jo pudiera meterse en su cráneo


y ver lo que estaba eludiendo.

—Esa mujer no era para mí —dijo—. Así que no creo que


alguna vez la haya amado de la manera que quieres decir.
Nunca estuvimos juntos.

—¿Cómo la conociste?

—Ella vivía en el mismo pueblo que yo. Allí... en casa.


En el viejo país. La conocí porque yo estaba... —Tragó saliva—
. En fin.

—Qué —dijo Jo—. Por favor, solo dime. Esto realmente


está ayudando.

Había farolas ensambladas en lo alto de los postes, y


cuando pasaban, la iluminación entraba por el panel solar
transparente del techo. Mientras el suave efecto estroboscópico
lo bañaba a él y a Jo a un ritmo lento, descubrió que estaba
contento de que estuvieran en un coche y que ella tuviera que
concentrarse en el camino que tenía por delante. En los otros
conductores con los que se cruzaban, aunque había pocos. En
las luces rojas y las intersecciones.

No había manera en el infierno que él hubiera podido


superar todo esto si ella lo hubiera estado mirando a la cara.

—Yo era pobre —dijo—. No la clase de pobre de cuando


quieres cosas que no puedes tener. No la clase de pobres que
están amargados por lo que otras personas hacen o por lo que
poseen. Pobre como si no supieras si vas a comer al anochecer.

358
J. R. WARD EL PECADOR

En el sentido de que no estás seguro de si habrá ropa para que


te pongas. En el sentido de que, si te enfermas, vas a morir y
estás de acuerdo con eso porque todo lo que conoces es lo
hambriento, sediento y cansado que estás.

—Dios, Syn...

Cuando ella se acercó y puso su mano sobre la manga


de su chaqueta de cuero, él se alejó bruscamente. —No. Voy a
pasar por esto una sola vez y nunca más volveré a hablar de
eso contigo. Y no me vas a tocar cuando estoy hablando.

—Pero me siento mal...

—No me importa —Él la miró—. Quieres una libra de


carne122, bien. Lo entiendo. Demonios, incluso es justo
preguntar. Sin embargo, no me compadezcas. Puedes irte a la
mierda con tu simpatía. No la pido y no me interesa. ¿Está
claro?

Hubo una breve pausa. Y luego ella asintió con una


tristeza que era palpable.

—Claro como el cristal —dijo en voz baja.

122
N/T: Expresión que viene del Mercader de Venecia de Shakespeare, en la que el protagonista deberá
pagar con una libra de su propia carne si no es capaz de saldar su deuda.

359
J. R. WARD EL PECADOR

D entro de la bahía del estacionamiento del centro,


Butch caminaba de un lado a otro a través del espacio donde
el RV123 quirúrgico de Manny descansaba cuando no estaba en
uso en el campo, transportando a alguien a la clínica para
recibir tratamiento o utilizado en el centro de capacitación.

Miró su reloj. Se paseó un poco más.

El garaje era un ingenioso escondite al borde del campo,


con dos pisos y vigas de acero reforzado, estaba repleto de todo
tipo de suministros: basura médica, basura mecánica, comida
chatarra.

Mierda, mierda, mierda, ¿dónde diablos estaba V?

Murmurando para sí mismo, Butch caminó hacia donde


había estacionado el coche de su compañero de habitación, se
dirigió a los cuatro anillos del Audi en la compuerta trasera y
abrió el maletero. Levantando el panel, se quitó la chaqueta del
traje, seguido de la camisa de seda y se dejó solo la camisa de
manga larga. En los meses más cálidos, usaba camisetas, pero
123
Vehículo de rescate modificado.

360
J. R. WARD EL PECADOR

la temperatura aún no estaba ahí. Todavía hacía frío como


bolas por lo que a él respectaba.

Cuando se desabrochó el cinturón y dejó caer los


pantalones en la parte superior de sus mocasines, sintió que
ya no estaba solo.

Se quitó los zapatos y dijo:

—Es por tu propia seguridad, ¿y dónde demonios has


estado?

—Tuve que regresar al Pit por cigarrillos. Algo me dijo


que los necesitaría. —Hubo un chasquido cuando V encendió
uno⸺. Y todo ese argumento de seguridad no funciona
contigo. ¿Qué te hace pensar que funcionará conmigo?

Butch dio un paso a la izquierda y recogió sus


pantalones, doblándolos de manera precisa por los pliegues
poniéndolos con el resto de su ropa de marca, era un sándwich
de Armani. —Porque eres más inteligente que yo. Siempre lo
has sido, y si intentas negarlo, te recordaré todas las veces que
te has sentido obligado a señalar ese feliz hecho.

Agarrando su pantalón de cuero, lo colocó en su lugar,


saltando sobre las puntas de sus pies para cubrir su trasero
desnudo.

—No deberías estar aquí solo, policía.

—Hay otras veinte personas que pueden respaldarme. —


Se dio la vuelta y metió la camisa dentro del pantalón. Luego
se lo abrochó⸺. Solo hay alguien que puede sermonearme.

V exhaló una corriente de humo y se recostó contra un


mostrador que tenía una caja de herramientas y seis
contenedores plateados de aceite de motor Valvoline Full
Synthetic Advanced 0W-20.

—Esa metáfora no funciona. No te estoy jodiendo.

361
J. R. WARD EL PECADOR

—Oh Dios mío —Butch aplaudió—. Eso es exactamente


de lo que estoy hablando.

—¿Disculpa?

—¿Ves? Eres lo suficientemente inteligente como para


saber que esa metáfora no funciona. Por lo tanto, eres más
inteligente que yo. De ahora en adelante, la lógica de que te
quedes en la maldita casa es más evidente para ti, porque eres
jodidamente avispado.

—PTI124, no obtienes más puntos por tu argumento


utilizando "por lo tanto" y "en adelante".

—Es el único recurso que un idiota como yo tiene.

—La última vez que alguien usó la palabra "avispado" en


una oración fue cuando Flock of Seagulls estaban en el top de
las listas y AT&T recibió la orden de separarse.

—Gracias, Alex Trebek125 —Butch se inclinó y sacó la


funda de sus dagas para el pecho del maletero—. Y, por
supuesto, sigamos hablando. Simplemente me está haciendo
parecer más tonto, lo que es de gran ayuda para mí en este
debate.

V pareció desconcertado por un momento. —¿Eres


consciente de lo que estás diciendo?

Atando sus dagas, con la empuñadura hacia abajo,


Butch sacudió la cabeza. —Ni idea. Es lo que la gente estúpida
hace ¿cierto? No personas inteligentes. Como tú.

Se puso el cinturón de munición alrededor de la cintura.


Guardo las armas a ambos lados. Comprobó sus balas. Luego
se puso la chaqueta de cuero.

124
Para tu información.
125
Presentador de concursos.

362
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Y tus botas? —murmuró V.

—Sabes, si no lo hubieras mencionado, me habría


olvidado de ponérmelas.

—No te atrevas a sentar tu trasero en el capó de mi


coche.

—No te preocupes. Puede que sea tonto, pero no tengo


deseos de morir.

Cerrando el capó, Butch se sentó en el asfalto de


hormigón junto al parachoques delantero y se puso un par
calcetines. Se colocó sus shitkickers y ató los cordones.

Gruñendo se puso de pie. Acomodando todo en su lugar,


se puso las manos en las caderas y miró a través del garaje
vacío.

—Querías matarme la primera noche que nos


conocimos. ⸺dijo.

—Aún lo hago.

—Pero ahora estamos muy lejos de eso. Y si voy a hacer


lo que necesito allí afuera, no puedo preocuparme por ti.

Cuando V comenzó a mirar alrededor, Butch se acercó a


una mesa y tomó una botella de Coca-Cola medio llena. —Si
dejas cenizas en el suelo del buen doctor, él va a operar algo
que no puedes hacer crecer de nuevo.

Tomo la botella de refresco y rompió la parte superior,


no hubo ni una burbuja de efervescencia que escuchar o ver.
⸺Toma esto.

V tomó la botella y golpeó el final del cigarrillo en el


cuello de la botella. —No voy a dejarte morir allí afuera.

—El Omega te va a perseguir. Que no lo haya hecho ya


no tiene sentido.

363
J. R. WARD EL PECADOR

—Quizás no sea tan inteligente.

—Sabes que no es así… —Butch se frotó las sienes


cuando le comenzaron a doler.

—¿Qué?

¿Qué estaba diciendo? —De todos modos, ¿sabes cómo


nos dejó tu madre? A la especie, quiero decir.

—No. Lo olvidé, cuéntame más. Y deberíamos haberle


comprado un reloj de oro falso para su jubilación. Un pastel
que ponga "Los años dorados son los mejores". Un ramo de
flores con una tarjeta. —V sacudió la cabeza y escupió una
hojuela de tabaco—. Admirable hembra, ¿verdad? Crear toda
esta mierda y dejarla en el polvo como si ninguno de nosotros
importara, quiero decir, la raza. Como si la raza no importara.

—Pero, ¿y si se fue porque tenía otro trabajo que hacer?

V frunció el ceño. —¿Cómo qué?

—Para protegerte. —Cuando V puso los ojos en blanco y


comenzó a maldecir, Butch levantó la mano para detenerlo—.
Escúchame. La primera regla cuando estas en un conflicto es
encontrar la debilidad de tu oponente y explotarla. El Omega
sabe lo que hago y él sabe de ti. Su misma existencia está en
juego. ¿Crees que no va a hacer los cálculos y poner un objetivo
en tu espalda? Al eliminarte, lo que yo puedo hacerle a él se
acabó. Problema resuelto.

—¿Estás sugiriendo que la Virgen Escriba renuncio para


que pudiera cuidarme? —V se echó a reír en un breve
estallido—. Sí claro. Mi mahmen no piensa en mí, ni en mi
hermana.

—No sé si creer en eso. Creo que ella está más


involucrada de lo que sabemos y creo que vino a mí para
enviarme un mensaje sobre tu seguridad.

364
J. R. WARD EL PECADOR

—Créeme. No se trataba de eso.

—Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo en una


iglesia católica esta noche?

—No fue para hablar sobre mí, eso es seguro. —V volvió


a dejar las cenizas en la botella de refresco—. Y dejemos de
lado esta conversación, para que podamos seguir luchando
sobre el tema en cuestión. Una discusión a la vez.

Butch sacudió la cabeza y camino hasta pararse frente


al hermano. Poniendo una mano en el costado del cuello de V,
cortó la mierda.

⸺Puedes desmaterializarte hasta mí, donde sea que


esté. Yo no puedo hacer eso. Estoy atrapado en el juego en la
tierra. Puedes estar cubierto por una legión y yo también
cuando estamos juntos. Pero ¿si te perdemos? Todo ha
terminado para mí. Ambos somos igualmente importantes,
pero lo que yo hago tiene que ser en el campo. Lo que tú haces
se puede hacer en cualquier lugar.

V contempló la punta de su cigarrillo liado a mano. —


Me siento de alguna manera molesto con todo esto.

—Es la verdad y lo sabes.

—Hijo de puta.

Butch se inclinó y junto su frente con la de V. —Llamaré


tan pronto como te necesite.

—Si mueres por mí, te resucitaré solo para que pueda


matarte de nuevo.

—Lo suficientemente justo. —Butch se enderezó—.


Ahora jodidamente vete a casa.

—No estoy de acuerdo con esto.

365
J. R. WARD EL PECADOR

—Sí, lo estás o no, igual te irás. —Butch asintió con la


cabeza hacia la salida, aunque esa no sería la forma en que
Vishous se iría—. Andando.

—¿Cómo se veía mi mahmen?

—Nunca antes había visto su cara.

—Al menos uno de nosotros lo ha hecho —dijo V


amargamente.

—Las madres son complicadas.

—No me digas. —V dejó caer su mano en la botella de


gaseosa, un pequeño chisporroteo se alzó—. Llámame. Vendré
en cualquier momento.

— O ellos me llevarán a ti.

—Preferiría lo primero. —V puso los ojos en blanco—.


Supongo que voy a ir a limpiar mi habitación.

—¿Crees que Fritz va a permitir eso?

—¿Crees que va a tener una opción?

V se encogió de hombros mientras se desmaterializaba y


Butch miró por un momento dónde se encontraba su mejor
amigo. Luego cerró el R8 y envió un mensaje de texto a todos
en la rotación diciendo que se dirigía al campo.

No lo logró.

Tan pronto como salió del garaje, se detuvo en seco por


el shock.

—Jesús… Cristo.

366
J. R. WARD EL PECADOR

Al volante del Golf, Jo apretó su agarre y sintió la


tentación de decirle a Syn que dejara de hablar. Pero eso fue
un montón de basura. Él había tenido que vivir a través de su
pasado. Ella solo tenía que escucharlo.

Y cuando él no fue inmediatamente más allá con su


historia, no estaba dispuesta a incitarlo. Solo seguía
conduciendo.

Alrededor de un kilómetro y medio después, comenzó a


hablar de nuevo. —Esa hembra que me importaba me alimentó
cuando estaba muriendo de hambre. Me vistió cuando estaba
casi desnudo. Me calentó con su sonrisa cuando tenía frío. —
El hizo una pausa—. Ella era lo único en mi vida que no me
causaba dolor.

Te habría ayudado si hubiera podido, pensó Jo. —Suena


como una muy buena persona —dijo.

—lo fue.

—¿Fue? Ella está… ¿murió?

—No sé lo que le pasó. Me fui de mi pueblo y, al final,


creo que vino aquí como yo. También creo que se apareó y tuvo
algunos niños. Dos, creo. Lo cual es una bendición. —Se frotó
los ojos—. Después de todo lo que hizo por mí cuando era
joven, solo quería que tuviera una buena vida. Una vida larga,
feliz y saludable.

—Así que la amabas.

—Te lo dije. No era así.

—No, quiero decir que la amabas en el sentido de que


ella te importaba.

—Lo hacía. —El aliento que salió de él fue agudo y


corto—. Pero suficiente sobre ella.

367
J. R. WARD EL PECADOR

—Bueno.

Se aclaró la garganta. —Yo era un soldado nato. Yo era


bueno en... lo que hacía. Así que fui reclutado para luchar
contra el enemigo.

—¿Fue justo después del 9/11? Debes haber sido tan


joven. ¿Quiero decir que edad tienes? ¿Y por qué país
luchaste?

—En tiempos de guerra, haces lo que hay que hacer. Y


fue lo mejor que podía hacer. Antes de la formación de mí...
unidad, supongo que así lo llamarías, estaba haciendo
asesinatos por contrato. Mi primo fue quien me metió en el
servicio.

—Espera. —Jo lo miró— ¿Asesino a sueldo?

—Si —Él la miro—. No me hagas un héroe, Jo. No servirá


de nada.

—¿Alguna vez te arrepientes de lo que hiciste? ¿Y si


mataste a alguien que era inocente?

—No lo hice.

—¿Cómo puedes estar seguro?

—Porque solo acepté ciertos tipos de trabajos.

—No me puedo imaginar quitarle la vida a alguien.

—A veces es más fácil de lo que piensas. ¿Si alguien te


amenaza a ti, a tu familia cercana, a tus parientes de sangre?
Te sorprendería lo que puedes hacer en ese momento. Los
civiles pueden convertirse en soldados muy rápido en esas
circunstancias.

—Definitivamente ves las cosas como un militar —


murmuró.

368
J. R. WARD EL PECADOR

—Siempre. Y me defenderé a mí y a los míos contra todos


los que vengan. No importa quiénes son o cuán virtuosos
puedan ser. Si eres un peligro para mí, para mis hermanos o
para los que sirvo. Te sometería. Tomaría de tu carne el pago
por tu indiscreción. ¿Y cuando termine? Nunca volveré a
pensar en ti, no porque esté preocupado por lo que he hecho,
sino porque no me importas y tampoco tu muerte.

Un miedo frío se enroscó en el pecho de Jo. —No puedo


entender esas deducciones. Esa conclusión. Quiero decir, una
vida es una vida.

—Entonces no has mirado a los ojos de alguien que te


va a matar solo porque no eres como ellos. Porque no crees lo
mismo que ellos. Porque estás viviendo un tipo de vida
diferente. En tiempos de guerra no es lo mismo que en tiempos
de paz.

Jo sacudió la cabeza. —De todos modos, ¿dijiste que tu


primo te metió en el ejército? ¿Qué rama? O era, como,
¿fuerzas especiales?

—Sí, algo así como operaciones encubiertas. Luchamos


durante años en el viejo país. Luego, el foco del conflicto
cambió de rumbo y vine a Estados Unidos con el líder de mi
escuadrón. Después de alguna… reorientación… Nos
alineamos con el poderoso hombre con el que trabajo por
ahora. Y eso nos trae hasta el día de hoy.

Jo pensó en el destello de atracción que sintió cuando lo


vio con todo ese cuero, con todas esas armas en su cuerpo.
Parecía tan emocionante y misterioso. Ahora, se enfrentó a la
realidad de para qué se usaban las pistolas y los cuchillos. Lo
que hicieron. Lo que su cuerpo había hecho a otros cuerpos.

—¿Qué estarías haciendo con tu vida si la guerra no


hubiera sucedido?

369
J. R. WARD EL PECADOR

Hubo una pausa. —Hubiera sido agricultor. —Se movió


en su asiento—. Me hubiera gustado tener una parcela de
tierra que pudiera cultivar. Algunos animales que cuidar:
caballos para montar, vacas para pastar y ordeñar. Me hubiera
gustado… ser uno con la tierra.

Cuando Syn pareció sumirse en la tristeza, levantó las


palmas de las manos y las miró, y ella se imaginó que se estaba
imaginando sus manos en la tierra, o acariciando el costado de
un caballo sano, o acunando a un ternero recién nacido.

—Un granjero —dijo en voz baja.

—Sí. —Puso sus palmas sobre sus muslos—. Pero las


cosas no fueron así.

Estuvieron en silencio por un rato. Luego se sintió


obligada a decir. —Te creo. Todo lo que dijiste, te creo.

Syn se inclinó hacia un lado y buscó en su cazadora de


cuero. Sacó una billetera delgada y le enseño una tarjeta
laminada.

—Aquí está mi licencia de conducir. —Cuando ella negó


con la cabeza, él la puso delante de ella—. No, hagámoslo todo.
Ese es quien soy, pero la dirección es una vieja pensión de
mala muerte donde me quedé con mis hermanos.

Ella miró lo que él le ofrecía. El nombre en licencia era


Sylvester Neste. Y la calle era algo como "Maple Court", o algo
parecido completamente estadounidense.

Recuperó la licencia. —Como dije, estoy viviendo con el


macho, quiero decir hombre, y su familia. No tengo esposa, ni
hijos, y nunca los tendré. Entonces ya sabes todo sobre mi
estado actual.

Jo abrió la boca para decir algo, pero él la interrumpió.


—Y aquí está mi número de teléfono.

370
J. R. WARD EL PECADOR

Recitó siete dígitos. Dos veces. —¿Quieres que te lo


escriba? Aquí hay un bolígrafo.

Sacó su Bic del portavaso, se inclinó y buscó alrededor


de los envoltorios de Slim Jim a sus pies. Escribió su número
en el reverso de una envoltura de Hershey. Metió el número en
el portavaso y volvió a colocar el bolígrafo donde había estado.

—¿Alguna otra pregunta? —dijo uniformemente


mientras guardaba su billetera.

Jo lo miró. —No voy a fingir que me siento cómoda con


algunas de las cosas que dijiste. Pero es... son la razón por la
que creo que estás siendo honesto.

—No me guardé nada.

—Siento que debería disculparme por obligarte a hablar.

—No te preocupes por eso. Soy un extraño y estos son


tiempos peligrosos. No tiene nada de malo cuidarse. —Rozó la
parte superior de su Mohawk—. Además, no tengo Facebook.
Nada de redes sociales. A quién le importa una mierda todo
eso. Tampoco tengo una dirección de correo electrónico y no
pongo dinero en el banco.

—¿En absoluto? Entonces, ¿cómo te pagan?

—En efectivo, y no me disculparé por estar fuera del


sistema. Nadie debe confiar en el gobierno.

Ella rio secamente. —No te juzgo por eso.

—Es lo que es, y siéntete libre de verificar todo. ¿Te daré


mi número de Seguridad Social si quieres? Pero te diré que es
uno comprado y pagado en el mercado negro. Realmente no
existo en los registros del mundo en el que vives.

—Syn. —Ella cerró brevemente los ojos—. No quise


convertir esto en una investigación.

371
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Quieres mi número de Seguridad Social?

—No. No lo quiero.

Cuando llegaron a un camino de cuatro carriles, frenó


en una luz roja y giró a la derecha. Ella no esperaba que él
dijera nada. Nunca más.

—No soy un héroe, Jo. —Puso el codo sobre la jamba de


su ventana y apoyó la barbilla dura sobre los nudillos—. No
tengo futuro y tengo un pasado en el que no pierdo el tiempo
pensando. Tengo este momento aquí y ahora, e incluso cuando
se trata de eso, solo estoy medio presente. Dijiste la verdad.
Soy una broma.

—No quise decir eso —dijo bruscamente.

—Si lo hiciste. Y no me duele la verdad. ¿Por qué debería


dolerme el reflejo de mí mismo en el espejo de tus ojos?

—Syn…

Jo miró su perfil. Con su Mohawk y sus ojos


entrecerrados centrados en el camino, parecía exactamente lo
que le había dicho que era. Un militar que había visto lo peor
de la humanidad, había estado a merced de gobiernos y
políticos codiciosos, y aprendió que la confianza era un lujo
que no podía permitirse.

—Me gustaría decirte que lo siento —dijo.

—Sin simpatía, ¿recuerdas?

—No expresé ninguna. —Ella retiró brevemente ambas


manos del volante y las sostuvo en alto—. Solo dije que quería
decirte que lo siento. También desearía poder decirte que eres
cualquier cosa menos una broma, y que estoy agradecida de
que hables conmigo. De alguna manera, no creo que hables
mucho de ti y puedo ver por qué. Me siento muy apenada por
tu pasado. —Cuando él abrió la boca, ella sacudió la cabeza y

372
J. R. WARD EL PECADOR

lo interrumpió—. Sin embargo, no dije nada de eso. Solo estoy


expresando lo que deseo poder decir.

Su boca se torció a un lado, como si estuviera tratando


de no sonreír. —Estás tomando ventaja de una laguna.

—La próxima vez defina mejor sus términos entonces.

—Sí —la miró—. Haré eso.

Después de un momento, él se acercó y le dio un


pequeño apretón en la rodilla. Cuando su mano se quedó en
su rodilla, ella la cubrió con la suya.

—Realmente lo siento —susurró suavemente.

Syn retiró el brazo, quitó el contacto, y luego se aclaró la


garganta.

—¿Entonces adónde vamos? —preguntó bruscamente,


como si estuviera cerrando una puerta.

Y poniendo un cerrojo sobre la misma.

373
J. R. WARD EL PECADOR

A fuera del garaje del centro de la Hermandad, Butch


se agarró al brazo de la amiga de su hermana muerta para
evitar que se derrumbara en la acera sucia. Mel McCarthy
había sido gravemente golpeada, de una manera que ninguna
mujer debería serlo.

—¿Qué demonios te pasó?

Mel se agarró a las solapas de su cazadora de cuero con


las manos rotas. —Oh, Dios, Butch…

Cuando lo miró, la sangre le goteaba de la nariz y cayó


sobre la copa de su corpiño rosa pálido, ensanchando la
mancha roja brillante que se había formado sobre su pecho
izquierdo. También había una abrasión desagradable en el
costado de su rostro que también estaba goteando, y alrededor
de su garganta, las marcas de ligadura eran una banda rojiza
en su piel pálida. Y las heridas continuaron desde allí. Un
rasguño largo recorría desde su clavícula hasta su escote, y
debajo de la cintura, su falda negra estaba desordenada y sus
medias de red negras estaban rasgadas, más sangre bajando
por la piel desnuda de sus muslos por cortes y raspones.

374
J. R. WARD EL PECADOR

—Ven aquí —dijo, sosteniéndola—. Vamos a sacarte del


frío.

Al abrir la puerta del garaje, la ayudó a entrar,


sosteniéndola mientras ella cojeaba sobre una zapatilla que
todavía tenía tacón. Había un par de sillones rellenos en una
alcoba, al lado del refrigerador y del calentador, y la llevó a uno
de ellos. Mientras se recostaba sobre el cojín acolchado, su
mueca de dolor le dijo más de lo que necesitaba saber sobre
dónde más había resultado herida.

Inclinándose a un lado para encender el calentador,


abrió la boca para decir algo, pero luchó por armar algo
coherente. Demasiado de él estaba concentrado en querer
encontrar a quien había hecho esto para poder matarlos.

Mel puso su cabeza en sus manos, su cabello enredado


caía hacia adelante. —Soy tan estúpida. Tan estúpida por
haber estado sola con ese tipo.

Butch se agachó y le quitó las palmas de la cara. —Oye,


oye. Para. —Le apartó un mechón de su largo cabello castaño
detrás de la oreja—. Necesitamos llevarte al hospital e ir a por
un kit de violación. Y deberíamos llamar a la policía.

—¡No! —Se limpió una lágrima de la mejilla e hizo una


mueca—. No voy a hacer eso.

—Mel, esto es un crimen.

—No sé su nombre.

—Está bien, le daremos una descripción al CPD y nos


aseguraremos de que tengan ADN.

—No voy a ir a la policía.

Butch agarró sus manos. —Mel. No puedo imaginar lo


que acabas de pasar. Pero sé con certeza que hay personas que

375
J. R. WARD EL PECADOR

pueden ayudarte, personas que también pueden asegurarse de


que la mierda que te hizo esto obtendrá lo que se merece.

Sus ojos estaban brillantes con lágrimas que temblaban


en sus pestañas. —No puedo. Solo quiero olvidar que esto
sucedió.

—Caldwell tiene un programa de AVDAS y puedo


ponerte en contacto con ellos. Son realmente buenos y ellos.

Mel sollozó —¿Qué es un AVDAS?

Pensó en su shellan y en cuánto había aprendido de


Marissa mientras ella estudiaba cómo los humanos lidian con
la violencia contra las mujeres. —Es un equipo de apoyo a las
víctimas de agresiones sexuales. Con un enfoque
multidisciplinario que se enfoca en el sobreviviente. Se trata de
personal médico, agentes de la ley, trabajadores sociales,
vienen todos juntos para apoyarte mientras se busca justicia.
Te prometo que son buenas personas y…

Los ojos de Mel bajaron a sus manos unidas. —No puedo


ir a la policía.

Butch frunció el ceño. —Sé que será difícil. Pero te lo


juro, te cuidarán.

—No lo entiendes. —Su mirada se encontró con la


suya—. Esa no es una opción para mí.

Y fue entonces cuando por fin entendió lo que quería


decir. Cuando las implicaciones se hicieron evidentes, Butch
soltó las manos y se sentó en el frío suelo de hormigón.

—No quiero que pienses mal de mí. —Ella volvió a


sollozar y se limpió las lágrimas con el dorso del brazo—. Pero
sí… no va a suceder.

—No pienso mal de ti.

376
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Estás seguro de eso?

—Absolutamente. Yo solo... no es lo que esperaba... —


Butch se interrumpió—. Pero es suficiente sobre eso.

—¿No pensaste que terminaría siendo una prostituta?


⸺Extendió su falda corta y jugó con el dobladillo, como si
estuviera buscando lágrimas en la tela—. Yo tampoco.

Poniéndose de pie, agarro un rollo de toallas de papel de


la parte superior del frigorífico. Después de agarrar algunas
cuantas, las dobló y volvió a arrodillarse. Gentilmente limpio
sus mejillas y debajo de su nariz, apretó los dientes al pensar
en el maldito animal que le había hecho esto.

—No importa cuáles fueron las circunstancias de cómo


os conocisteis vosotros dos —dijo—. Esto es un asalto. Es
ilegal.

— Ya me han atrapado dos veces en Manhattan. Por eso


tuve que venir aquí. No quiero que mi familia descubra cómo
estoy ganando mi dinero. Tengo más miedo de eso que de ir a
la cárcel por ser buscada por prostitución o como lo llamen en
esta jurisdicción. —Ella tomó su mano cuando el limpiaba sus
lágrimas—. Y no trabajo en las calles ni nada. Soy cara.

— Presiona tu nariz con esto —le dio las toallas de


papel—. Necesitamos detener el sangrado.

Ella hizo lo que le dijo, sus palabras salieron


amortiguadas. —Siento que si lo digo así no pensarás que soy
una vulgar prostituta.

—No uses esa palabra.

—Es lo que soy. En lo que me he convertido.

Pensó en lo que recordaba de ella y Janie, y le dolió el


centro del pecho. —Todavía eres exactamente quien siempre
has sido.

377
J. R. WARD EL PECADOR

—Vendo mi cuerpo, Butch. —Retiró las toallas de papel


y miró la mancha roja que dejo en el papel blanco— ¿De qué
otra forma me llamarías?

—Si intentas que te juzgue, no funcionará.

—Siento que debería ser juzgada. Los Diez


mandamientos y todo eso.

—Eso no importa —la miró a la cara—. Tú importas. Tu


elección de lo que quieres hacer con tu cuerpo no es un
problema. No cambia una maldita cosa.

Mel tocó su mejilla donde estaba rasguñada. —¿Qué tan


lastimada estoy? ¿Crees que algo de esto es permanente?

—No —dijo—. Sigues siendo hermosa.

La derrota en sus ojos la envejeció. Los moretones y


cortes, la sangre y la hinchazón, lo ponían furioso y
desesperado a la vez.

—Escucha, conozco a un médico. —Se aclaró la


garganta—. Ella podría venir y revisarte. Es totalmente
discreta.

Mel sacudió la cabeza y apretó una de sus manos. —Me


ocuparé de mí misma.

—Realmente deberías ver a un médico.

—¿Crees que esta es la primera vez que algo así me ha


sucedido?

Butch cerró los ojos brevemente. —Mierda.

Soltando su palma, ella se puso de pie con una mueca y


se tambaleó hacia un lado. Mientras miraba sus zapatos
confundida, murmuró. —Se me rompió un tacón. No me di
cuenta.

378
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Déjame llevarte a casa, al menos? ¿Hay alguien a


quien podamos llamar? ¿Alguien que se pueda quedar contigo?

—No debería haber venido. Acabo de salir corriendo del


club, y lo siguiente que supe es que estaba aquí. Simplemente
no estaba pensando bien.

—¿Me dejarás llevarte a casa?

Ella miró el R8. —No es así como me imaginaba verte de


nuevo.

—El destino tiene una forma extraña de resolver las


cosas.

Al volante del Golf, Jo siguió conduciendo, dejando atrás


los centros comerciales y los concesionarios de automóviles, y
avanzando hacia espacios más abiertos donde estaban los
cementerios, el colegio comunitario y parte del campus de
SUNY Caldwell126. Las cosas habían estado en silencio dentro
del automóvil por un tiempo, y se estaban acercando a su
destino. Ella no podía decidir si esto era algo bueno o no.

Una parte de ella solo quería seguir conduciendo hasta


el amanecer. Como si todo lo que él tenía en su mente, y todo
lo que ella tenía en la suya, se quedara sin gasolina antes que
el VW.

—¿Y qué me dices de ti? —Syn preguntó.

Jo se aclaró la garganta y le resultó difícil saber qué


decir; sus pensamientos seguían rebotando en torno a los
detalles que él había compartido sobre su propia vida. Así que
como en piloto automático recitó todo en su expediente.

—Fui adoptada. Crecí en Filadelfia en lo que se


consideraría una vieja familia. No soy cercana a ninguno de
126
State University of New York o la Universidad estatal de new york.

379
J. R. WARD EL PECADOR

mis padres, no tengo idea de dónde están mis padres


biológicos, y vine a Caldwell a buscar trabajo después de salir
de la universidad. No estoy casada. No me molestaría si lo
estuviera, pero no es una prioridad. Acabo de mudarme a ese
apartamento después de vivir con unos chicos de fraternidad.
Um... Acabo de empezar a escribir algunos reportajes para el
periódico. Fui contratada para ser editora en línea. Y tengo la
sensación de que pronto volveré a estar sin trabajo.

—¿Las cosas no van bien en el Courier Journal?

—Podrías decir eso. —Quitó el pie del acelerador y dejó


que el Golf se detuviera en medio de la calle—. Y hay otra cosa.

Con un extraño sentimiento en su corazón, levantó la


vista hacia la destartalada entrada de la Escuela Brownswick
para niñas.

—¿Jo? —Cuando Syn se dio cuenta de dónde estaba


mirando, se hizo incorporó en su asiento— ¿Y qué es?

Jo trató de encontrar las palabras correctas, pero no


había ninguna. Al menos ninguna que pudiera garantizarle
que no sacaría conclusiones precipitadas sobre su salud
mental.

—Yo... Ah, tengo un pasatiempo, supongo que así lo


llamarías. Investigo cosas sobrenaturales en Caldwell.

Cuando él solo asintió con calma, ella pensó en sus


dientes cosméticamente alterados.

—Pero tal vez lo entiendes, ¿verdad? —dijo con


esperanza.

—¿Este lugar tiene algo que ver con tu hobby?

Jo dejó que sus ojos recorrieran las rejas en las puertas


de hierro forjado y la cerca rota formando dientes que se
extendía en ambas direcciones, separando los terrenos

380
J. R. WARD EL PECADOR

descuidados de la acera, el camino y los alrededores del resto


del área.

—Mi madre fue a la escuela aquí. Cuando aún estaba en


funcionamiento.

—¿Estás buscando hablar con su fantasma? ¿Ella está


muerta?

—Ella nunca estuvo realmente presente para empezar.


—Jo se llamó la atención a sí misma—. Lo siento, quiero decir,
ella está viva. Ella y mi padre todavía viven en la casa en la que
crecí.

—¿Los ves a menudo?

—No. No tenemos nada en común excepto los primeros


dieciocho años de mi vida. Ellos son muy de los 50´s, si sabes
a lo que me refiero: roles sexuales tradicionales, dinero viejo,
por encima de todo. Fue como crecer en una película de
Spencer Tracy y Katharine Hepburn127, excepto que mis padres
no estaban realmente enamorados, y no estoy segura de que
incluso se agraden uno al otro.

Jo apretó el acelerador, como si pudiera escapar de


donde estaban sus pensamientos. No funcionó.

Cuando pasaron por debajo del arco, se imaginó el


campus y los edificios no como estaban, todo mal conservado
y en desintegración, sino como habían estado, con c el césped
bien recortado, edificios de ladrillo con adornos blancos
brillantes y árboles que fueron regados y podados, no dejados
a los caprichos de las estaciones. No era difícil imaginar a los
estudiantes con su atuendo de guardabosques Sloane, perlas
combinadas con botas de barro mientras iban a montar su
pura sangre en los establos128.

127
Actores estadounidenses de los años 30.
128
Traje que consistía en unos zaptos Gucchi y bufandas Hermes, una cazadora color azul naval, un
collar de peras, camisa y falda plisada.
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—A mi madre todavía le gustan los conjuntos de


suéteres. Ya sabes, los zapatos siempre combinan con el bolso,
con el pelo de Sally Field en Magnolias de acero129.

—¿Qué es eso?

—Tipo casco de fútbol americano con montones de laca


para cabello. —Mientras seguía el camino que continuaba
hacía arriba, pensó en su antiguo compañero de cuarto,
Dougie, porque era mucho más fácil que pensar que en la
versión encorsetada de la feminidad de su madre—. De todos
modos, ella no es el motivo por el qué estamos aquí.

En la cima de la colina, Jo detuvo el coche nuevamente


y esta vez apagó el motor. Dirigiéndose a Syn, dijo: —Mira, voy
a ser honesta. He estado preocupada por mí misma durante
los últimos meses. He tenido todo tipo de síntomas extraños,
el peor de los cuales son estos dolores de cabeza que sigo
teniendo, especialmente porque los problemas de memoria
parecen ir acompañados del dolor. Como si de repente, yo
solo... no puedo recordar dónde he estado o qué he hecho.

Miró por el parabrisas delantero. —Y ha habido otras


cosas extrañas que han estado sucediendo. Por ejemplo, tengo
este blog, y sigue siendo cancelado. No sé por qué y no sé quién
lo está haciendo. Pero tengo los borradores de todas las
publicaciones y mi investigación sobre los temas. Esta noche,
como no podía calmarme, comencé a revisar mis archivos y
encontré un correo electrónico que Dougie, mi antiguo
compañero de cuarto, me envió a mi viejo trabajo. Era sobre él
y este video sobre algo que ocurrió en este campus... en el claro
allá abajo. Un dragón con escamas moradas. Tengo estos vagos
recuerdos de hablar de eso con Bill, mi amigo en el periódico.
Así que pensé que tal vez si volviera aquí, algo me refrescaría
la memoria. Quiero decir, Dougie es un drogadicto… hey, esto
tiene ritmo…130 así que cree que ve muchas cosas extrañas.

129
Hace referencia a un corte de cabello en esa película.
130
Juego de pala as si se tido e astella o E i glés: Dougies’s a d uggie,.

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J. R. WARD EL PECADOR

Así como, durante el año en noviembre cuando los hombres no


se afeitan131, estaba convencido de que uno de nuestros
compañeros de cuarto era Abraham Lincoln. Pero no es lo
suficientemente bueno en la edición de videos para poner
dragones en ellos, ¿sabes? Sin embargo, se las arregló para
extraviar el archivo original y cualquier copia del mismo. ¿A
dónde fue? ¿A dónde se ha ido todo eso?

Encogiéndose de hombros, abrió la puerta y, al


levantarse, se sintió tonta. —O no lo sé —miró alrededor de los
arbustos y las ventanas oscuras del edificio donde se había
detenido—. Quizás todo esto sea solo el producto de una mente
ansiosa.

Syn salió y rodeó el coche. —Bueno, sea lo que sea,


iremos juntos.

Cuando él le ofreció su mano, ella dudó. Y luego ella la


tomó. —Vamos —murmuró—. Vamos a ver que viene a ti.

Jo sonrió un poco. Y luego asintió con la cabeza, los dos


partieron a través de las zarzas, explorando un paisaje que se
sentía completamente extraño y vagamente hostil.

Jo no se sorprendió cuando su dolor de cabeza volvió y


se quedó.

Pero estaba sorprendida de lo mucho que significaba


tener a este hombre a su lado.

131
No sha e No e e , o Mo e e es u a iniciativa que busca recaudar aportaciones a la causa
de los hombres con cáncer testicular y de próstata.

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J. R. WARD EL PECADOR

C uando Mel se detuvo frente a lo que obviamente era


la entrada de su casa, abrió el cerrojo y se produjo un eco
hueco, en una especie de gran espacio interior. Butch no se
centró en ninguno de los dos. Estaba demasiado ocupado
preguntándose por la maldita puerta. La cosa parecía estar
hecha de los mismos paneles de hierro fundido que se usaban
en los cascos de los barcos de la Armada, las cabezas de los
pernos gruesas como los nudillos de un hombre, los refuerzos
horizontales y verticales que lo hacían preguntarse qué
demonios había al otro lado.

Y frunció el ceño cuando ella metió el hombro en el


hueco para tratar de abrirse camino.

—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó.

—Lo tengo.

Cuando ella continuó luchando, él puso su palma sobre


el frío metal y empujó. Las bisagras, que eran tan grandes
como su maldito antebrazo, chirriaron y gruñeron, y todo lo
que se reveló, cuando la cosa se separó del marco reforzado,

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J. R. WARD EL PECADOR

fue una gran cantidad de oscuridad. Como si fuera el espacio


exterior.

Al mirar por encima del hombro, su instinto le hizo notar


los detalles de la sala del sótano, no es que hubiera mucho que
memorizar, solo paredes en blanco, un techo bajo y un suelo
de linóleo blanco y negro. Las prácticas instalaciones
montadas a intervalos regulares, se abastecían con algún tipo
de bombillas que arrojaban una luz baja y tenue.

El edificio en el que estaban le sorprendió. Era


principalmente un centro comercial, con esta bodega
subterránea con un montón de depósitos de almacenamiento,
con nombres corporativos en placas de plástico identificando
de cada unidad. Y por supuesto ninguna de las otras puertas
era como la de Game of Thrones de Mel.

—Al menos sé que estás a salvo aquí —dijo secamente.

—Es mi santuario.

Con eso ella entró al interior, con su cuerpo siendo


tragado por la garganta de la oscuridad. Justo cuando empezó
a preocuparse por ella, se escuchó un sonido de parpadeo y
luego la luz bañó un interior que consistía en una planta
totalmente abierta.

Mel hizo un gesto con la mano. —Entra por favor.

Butch cruzó el umbral. —Santa... Mierda.

La puerta se cerró por voluntad propia con un golpe, y


casi saltó, pero eso habría sido un acto de nenaza. Y luego se
distrajo con la cama. Las paredes y el suelo de los trescientos
metros cuadrados estaban pintados de negro, y cuatro pilares
de cemento evitaban que el techo se derrumbara, haciéndolo
sentir como si se hubiera encogido y estuviera escondido
debajo de una mesa de café. Una sala de estar, delineada por
una alfombra grande, con un sofá, tres sillas y una mesa de

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café, todo de cuero blanco, dispuestos como si fuera a


celebrarse una glamorosa reunión de Hollywood. También
había una cama king size contra una de las paredes, con
sábanas de satén negro y una manta, de algo similar a piel,
que se deslizaba por una esquina del colchón. El baño también
estaba a la vista, una bañera victoriana con patas junto a un
lavabo y un inodoro, todos blancos. Ah, y la cocina estaba justo
al otro lado del camino, el frigorífico, la hornilla y el fregadero
bajaban por la pared y estaban frente a una barra de encimera
blanca.

Pero nada de eso era lo que lo sorprendió.

La ropa ocupaba al menos la mitad de los metros. Había


bastidores altos con vestidos de noche. Unos medianos con
pantalones. Conjuntos más cortos de blusas y faldas. Los
estantes con inclinación hacia delante mostraban tacones de
aguja, sandalias de plataforma, botas y zapatos planos. Bolsas
de Birkin y bolsos de Chanel, y Judith Leiber Minaudières132
estaban sobre las mesas de Lucite133, con sus bolsas de tela
dobladas debajo de ellas, y las cajas en las que habían estado
como tronos para su gloria. Sobre una alfombra de pelo blanco
había un espejo moderno, largo hasta el suelo, digno de una
tienda, del tipo con alas a la izquierda y a la derecha que se
podían girar para inspeccionar la parte posterior de uno
mismo.

—Soy adicta a las compras —dijo Mel con tristeza—.


Comenzó cuando era modelo.

—Esto es épico. —Se acercó y sacó una bata de crêpe


chino rojo sangre del perchero donde había más como esa—
¿Dior?

—De principios de los ochenta. Amo lo vintage.

132
Bolsos de fiesta, de tamaño pequeño para llevar en la mano, también se los llama cluth.
133
Mesas ratonas de acrílico transparente.

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—Yo también. Aunque sé más sobre los diseñadores de


hombres, por supuesto.

—¿Así que no tengo que explicarte cómo terminó alguien


de Southie enamorado de la moda?

—De ningún modo —Se paseó, revisando las faldas de


Valentino, las blusas de Chanel y los corpiños de Gaultier—.
Tienes buen gusto.

—Gracias. —Se aclaró la garganta—. ¿Te importa si me


baño? Me gustaría limpiarme.

—Yo debería irme. —Se giró hacia ella—. Y sigo


pensando que deberías hablar con la policía.

—Lo sé. —La voz de Mel era la de una niña que no quería
decepcionar a su padre—. Umm… escucha, ¿puedes quedarte
mientras me limpio? Me sentiría mejor si hubiera alguien aquí
mientras entro y salgo de la bañera. Estoy un poco mareada.

Butch miró hacia el área del baño. La bañera colocada


sobre una tarima, parecía estar iluminada como en un
escenario. Con una orquesta completa.

—No verás nada, lo prometo —dijo Mel con cansancio—


. Simplemente no quiero resbalar y caer y no tener a nadie
cerca que lo sepa.

Butch le dio la espalda y se acomodó su cazadora de


cuero. Todo lo que quería hacer era irse. —Bueno.

—No tardaré mucho.

—Seguiré mirando tu ropa.

El sonido del agua corriendo lo hizo mirar a la pesada


puerta por la que habían entrado. El mecanismo de bloqueo no
era una cerradura estándar. Diablos no. Era una barra de
hierro bifurcada con un mecanismo de manivela en el centro.

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Cuando giraba el engranaje, las barras horizontales se


conectaban a los soportes montados a ambos lados del marco.
Nadie iba a colarse por esa compuerta. No, a menos que
vinieran con un ariete.

Montado en la parte delantera de un tanque del ejército.

— ¿Cómo encontraste este lugar? —Preguntó mientras


revisaba algunos pantalones—. Quiero decir, ¿es este sitio
habitable legalmente? Está en un edificio comercial.

—Se me permite cierto… —Siseó en una inhalación.


Luego maldijo suavemente.

Cuando ella no dijo nada más, él miró hacia atrás. Ella


estaba junto a la bañera, de espaldas a él, luchando por
desenganchar los broches de su corpiño con las manos
apoyándose en los omóplatos. Como resultado de su retorcida
postura, la hinchazón de sus senos y la curva de sus caderas
se hicieron evidentes… pero eso no era todo. Se había quitado
las desgarradas medias y la falda, quedándose tan solo con
una capa fina de seda negra cubriendo su trasero.

Butch miró hacia otro lado. Se frotó la cara. Se quedó


mirando la puerta industrial. — ¿Necesitas ayuda con eso?
⸺preguntó rudamente.

Técnicamente, Syn estaba en el campo.

Mientras él y Jo caminaban por un claro lo


suficientemente grande como para albergar múltiples partidos
de fútbol o fútbol americano, sentía la hierba seca y muerta del
invierno debajo de sus botas y una brisa fría en su rostro, al
otro lado de la pradera, en los bordes de la superficie, había
árboles desnudos.

Claro, estaba bien, más que bien, era solo un campo, en


lugar del campo, pero arruinado, descuidado, y

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J. R. WARD EL PECADOR

completamente una mierda. Además, no le importaba si era


una cancha, un parque de césped, o esta extensión desaliñada
y desmadejada para uso formal, ya que, en esta escuela
abandonada, no se iba a apartar de Jo. Los asesinos podrían
estar en cualquier lugar, y la reconocerían por lo que era, a
pesar de que ella no tenía ni idea de su naturaleza.

Sin embargo, se recordó a sí mismo que ella cambiaría y


luego...

¿Y luego qué? pensó. ¿Final Feliz para los dos? Nada de


eso.

—Esto es una pérdida de tiempo —anunció mientras se


detenía y giraba en redondo.

Mierda.

Cuando ella se llevó las manos a la cabeza, él dijo: —


Pareces exhausta ¿Qué tal si volvemos?

—Si tan solo pudiera detener mi cerebro —dejó caer los


brazos—. Quiero decir que no hay nada aquí. No sé en qué
estaba pensando.

—Volvamos al coche.

Jo le miró y una brisa desprendió un mechón de su


cabello. —Debes pensar que estoy loca.

—En lo más mínimo.

Sus ojos verdes se dirigieron a una estructura en ruinas


de algún tipo, con el techo rasgado y una pared derrumbada
con un montón de madera podrida y suelta que parecía un
conjunto de dientes podridos.

—En el video —dijo ella—. Esto era atacado por el


dragón. Era un cobertizo, o… y…

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J. R. WARD EL PECADOR

Syn se había jurado a sí mismo que no la tocaría, pero


rompió ese voto pasándole el brazo por la cintura y alejándola
de lo que le preocupaba.

Y, para ser justos, lo que también le preocupaba era que


sabía exactamente qué había atacado ese edificio. La bestia de
Rhage. Pero no podía contarle eso.

—Tienes frío —dijo.

—¿Lo tengo?

—Te están castañeando los dientes.

Cuando comenzó a subir la colina, ella se tocó los labios.

—¿Lo están?

Él asintió y los mantuvo subiendo a un ritmo constante.


No le importaba caminar con ella. Tenían mucha privacidad, y
sus instintos, en los que confiaba más que cualquier otra cosa
sobre sí mismo, no estaban alerta, todavía no. No había olores
en el aire que no deberían estar. Ningún movimiento en las
sombras que captaran sus agudos ojos. Ni ningún otro sonido,
en la distancia, más que algún coche pasando de vez en
cuando en la carretera de la ciudad en el que se encontraban.

Pero claramente ella se había quedado sin gasolina, y al


menos su coche apareció de nuevo a la vista lo suficientemente
pronto. Cuando llegaron allí, Jo dudó y miró por encima de su
hombro. Luego miró lo que tenía delante, los edificios de aulas
desocupadas y los dormitorios.

Mientras sus ojos recorrían el campus, se quedó junto a


ella e intentó ser paciente. Realmente solo quería que ella
descansara un poco. El cambio en su cuerpo sería brutal y
necesitaba estar fuerte.

—Es como si estuviera ciega a pesar de que mis ojos


están abiertos —murmuró.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Estás buscando respuestas.

—Simplemente no sé qué preguntas hacer.

—¿Qué tal si volvemos a tu casa?

—Quiero echar un vistazo un poco más.

Jo comenzó a alejarse de él y estaba muy familiarizado


con ese esfuerzo vacío por el que estaba motivada. No iba a
liberar su control sobre ella hasta que consiguiera lo que
realmente estaba buscando: la transición. Lo que la
transformaría de algo que, en su mayoría era humano con un
poco de vampiro, a algo que era en su mayoría vampiro con
casi nada de humano.

No tendría paz hasta que eso sucediera y él asumiría este


miserable período previo por ella, si pudiera.

—Solo un poco más —dijo—. Lo prometo.

—Está bien.

Mientras continuaban, los ojos de Syn se movían de


izquierda a derecha, revisando las ventanas de los edificios de
ladrillo. Comprobando las líneas del techo. Evaluando lo que
venía hacia ellos y lo que había quedado atrás. Aunque hubiera
preferido llevarla de regreso a su casa, la siguió a uno de los
edificios. No iba a obligarla a irse si no quería.

Estaba preparado para protegerla si tenía que hacerlo,


Syn la siguió mientras subía un conjunto de escaleras
estridentes, y luego deambularon por los pasillos cubiertos de
restos de yeso caídos del techo, y de restos de cristales que se
habían desprendido de las ventanas rotas. Dado el número de
puertas por las que pasaron, supuso que estaban en los
dormitorios, y los esqueletos de la cama y los colchones
marchitos y manchados parecían confirmar su suposición.

391
J. R. WARD EL PECADOR

—Me pregunto si aquí era donde estaba su habitación —


dijo Jo.

— ¿De tu madre?

—Sí.

—¿No sabes dónde se quedaba?

—Apenas sé más sobre ella que su cumpleaños y su


aniversario de bodas.

Jo siguió adelante con el sonido de sus botas crujiendo


sobre los pedazos de yeso, en el silencio del edificio. Cuando
llegó al final del pasillo, la brisa fría que entraba por los
cristales rotos le levantó el pelo.

Y fue entonces cuando su aroma cambió. Su excitación


le pilló por sorpresa.

—Tienes razón —dijo a distancia—. Deberíamos irnos.

Cuando se volvió hacia él, agachó la cabeza y bajó los


ojos. Metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo, pareció
retraerse en sí misma mientras pasaba junto a él.

Syn la agarró del brazo. —Sé lo que quieres.

Sus ojos se sorprendieron cuando se encontraron con


los de él.

—No, quiero decir, solo creo que deberíamos irnos a


casa. Tienes razón. Estoy exhausta.

Syn se acercó más. —Eso no es todo lo que estás


pensando.

—Pero…

—Y sé lo que vas a decir. —Sacudió la cabeza—. Úsame.


Déjame darte lo que quieres. No me preocupo por mí mismo.

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J. R. WARD EL PECADOR

Jo sacudió la cabeza y se alejó de él. —No es justo…

El cuerpo de Syn se hizo cargo, moviéndose hacia ella,


empujándola contra la pared del corredor. Cuando sus senos
se levantaron contra su pecho, ella jadeó.

No esperó más comentarios. No estaba interesado en


hablar.

Su aroma le decía todo lo que necesitaba saber.

Dejando caer su boca sobre la de ella, tomó lo que ella


dudaba en darle porque no quería usarlo para una sesión de
placer unilateral. Pero cómo si le importara una mierda. Había
sido usado en el pasado por mujeres que no le importaban, y
se había vinculado a Jo. Además, ella lo quería. Malo. Así que,
cuando ella gimió en sumisión, él aprovechó sus labios
entreabiertos, lamiendo dentro de ella y penetrándolos con su
lengua. Mientras tanto, sus manos trabajaron rápidamente
con los botones de su abrigo y luego se enterraron para
encontrar su cintura, acariciando sus caderas y su espalda.

Deliberadamente empujó la parte inferior de su cuerpo


con la erección que se tensaba en la parte delantera de sus
caderas…

Jo se empujó contra sus hombros y retrocedió a


regañadientes. El fuerte rubor en sus mejillas era lo que
quería. Esa pausa no lo era.

—No quiero hacer nada si termina con dolor.

Syn sacudió la cabeza. —No pienses en mí. Solo déjame


darte placer, Jo. Puedo hacer que todo desaparezca. El
torbellino en tu cabeza. La ansiedad en tu pecho. Incluso si es
solo por un orgasmo o dos, puedo darte algo más.

—Pero ¿qué te queda después?

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—El placer de satisfacerte. —Syn movió una mano hasta


justo debajo de uno de sus senos— ¿No quieres lo que puedo
darte?

Él la acunó entre sus ropas, su pulgar encontró su pezón


a pesar de que había varias capas entre ellos. Y cuando le
acarició la punta, ella cerró los ojos y su cabeza cayó hacia
atrás.

—Así es —gruñó—. Sólo déjate llevar. Yo me encargaré


de todo.

Ella murmuró algo, que tal vez se trataba de justicia o


tal vez se trataba de culpa… no lo sabía y no le importaba. Y
no iba a darle más oportunidades para pensar.

Con su otra mano, tiró de su trasero mientras rodaba su


pelvis para que su excitación la rozara. Soltando su pecho,
rápidamente bajó la cremallera de su chaqueta de lana y luego
le levantó la camiseta suelta. Su sostén tenía un cierre frontal
y él lo soltó.

Inclinándose sobre su piel, se acurrucó entre sus ropas,


buscando con su boca… y lo encontró.

Mientras chupaba lo que buscaba, ella jadeó y agarró su


nuca, instándolo a acercarse a la almohada de su pecho. Él
más que sentirse obligado, sentía que no era suficiente.

Estaba feliz de arreglar eso.

Ella llevaba pantalones de chándal. Que era lo mejor que


le podía pasar.

Poniendo su mano entre sus piernas, frotó su sexo a


través de los suaves pliegues mientras la atendía, la lamia y la
mordisqueaba.

Mientras la trabajaba, ella jadeaba, agarrando cualquier


parte de él que pudiera agarrar, diciendo su nombre.

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Syn dejó que su pezón saliera de su boca. Luego la hizo


girar para que apartara su mirada de él. Agarrando sus
caderas, tiró de sus pies hacia atrás y la inclinó.

—Pon tus palmas contra la pared.

Ella obedeció, pero pareció hacerlo a ciegas, buscando


antes de encontrar apoyo.

Syn rasgó sus pantalones de chándal. Y los lazó al suelo


junto con sus bragas.

Incluso a la tenue luz, su sexo brillaba, hinchado y


rosado entre las pálidas curvas de sus nalgas.

Era una vista gloriosa.

Syn estaba tan contento de que se hubieran quedado un


poco más.

395
J. R. WARD EL PECADOR

—S í, necesito ayuda.

Por supuesto que la necesitaba, pensó Butch. Y no


debería haberle hecho a Mel esa pregunta.

Reprimiendo una maldición para sí mismo, retrocedió


hasta donde estaba ella de pie, junto a la bañera que se llenaba
lentamente. Se dio la vuelta sólo cuando debía, y mientras se
desataba el corpiño, miró únicamente a las perchas de las
prendas. No tocó su piel cremosa y no estaba excitado… y Dios,
esperaba que ella no siguiera. Tan hermosa como era, no
estaba tentado en lo más mínimo, y realmente no quería tener
que humillarla rechazándola.

Ella no necesitaba esa clase de cierre esta noche…

El corpiño cayó del cuerpo de Mel y aterrizó en el agua


que subía. Mientras dejaba salir un grito de angustia, ella se
agachó, lo tomó, y se enderezó en un movimiento rápido. Lo
que hizo que sus pechos se balancearan libremente…

396
J. R. WARD EL PECADOR

Butch se alejó rápido y volvió al perchero de ropa,


colocándose en la otra punta del apartamento, espacio, lo que
demonios fuera esto. Un momento después, se cortó el grifo y
se escuchaba el sonido de dos pies entrando en el fondo
profundo de la bañera. Seguido por el silbido de alguien que
había sido lastimada mientras hundía sus huesos doloridos en
el agua tibia.

—Lo siento si te hice sentir incómodo.

Las palabras de Mel fueron suaves y teñidas de


arrepentimiento.

—No estoy incómodo. —Butch sacó una falda de


lentejuelas negras que tenía un volado de red alrededor del
dobladillo—. Sé adónde puedo llegar.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy enamorado de mi mujer, y ella es la única


persona por la que tengo algún interés sexual. —Puso la falda
de nuevo en orden y continuó con la fila de ropa—. Así que soy
bueno… guau, mira este McQueen134.

—La mayoría de los hombres que conozco no tienen ese


tipo de disciplina.

Butch miró a la bañera. Mel se había estirado y


recostado en la curva del extremo más lejano, su cabeza
recostada sobre el borde, su pelo castaño cayendo en gruesos
anillos que casi llegaban al suelo. Que sus ojos estuvieran
cerrados exhaustos le preocupaba, pero al menos había un
rubor rosado volviendo a sus mejillas.

—No es un tema de disciplina —dijo—. Eres una mujer


hermosa, pero no tiene nada que ver contigo. Se trata de quién
espera por mí en casa.

134
Alexander McQueen importante diseñador de moda británico.

397
J. R. WARD EL PECADOR

Los párpados de Mel se levantaron y miró al vacío un


momento. Entonces giró la cabeza y lo miró a través de la
distancia que él había puesto entre ellos.

—¿Puedo preguntarte algo? —murmuró.

Butch se concentró en la ropa, sacando una falda de


cuero negro que era del tamaño de un pañuelo. —Claro.

—¿Qué hizo?

Frunció el ceño y miró hacia el baño. —¿Lo siento?

—¿Qué hizo tu mujer para que te enamoraras de ella?


¿Ser tan devoto? Quiero decir, incluso esa primera noche que
te vi, cuando no estaba cubierta de moretones… me dejaste en
el club. La mayoría de los hombres habrían entrado y
hubiésemos tenido... habríamos estado juntos y no porque
pagaras por mí.

Poniendo la falda en su lugar, Butch vagó entre bolsos y


zapatos, aunque no vio ninguno de los miles y miles de dólares
en artículos de lujo y alta gama. Incluso mientras sus dedos
rozaban el Hermès y el Louis, iba recordando en cambio la
primera vez que vio a su Marissa. Había sido en la casa de
Darius, cuando el lugar era solo un refugio para la
Hermandad. Había estado esperando en un elegante salón
para averiguar si iba a ser asesinado, por lo que él asumió era
un grupo de narcotraficantes… entonces ¡bam! Su vida cambió
para siempre.

Marissa había entrado en la galería, vistiendo una


túnica de gasa que pertenecía a una reina, su largo y claro
cabello hasta las caderas, su limpia esencia a océano
cautivándolo. Estaba tan hermosa y tan triste al mismo
tiempo, una diosa etérea que no era digno de contemplar.

Y entonces ella le había mirado.

398
J. R. WARD EL PECADOR

—Nada —dijo con voz grave—. Mi mujer no tenía que


hacer nada. Simplemente la vi y lo supe. Todo en ella era
perfecto en lo que a mí respecta, y absolutamente nada, nada
en absoluto, me ha hecho cuestionar esa perfección desde
entonces.

—¿Cuánto tiempo lleváis juntos?

—Tres años.

Hubo un suave sonido de agua, como si se estuviera


moviendo en la bañera. —¿Y nunca han tenido una discusión?

—No realmente. Quiero decir, si no estamos de acuerdo,


no nos enojamos. Ambos solo tratamos de ponernos de
acuerdo para poder deshacernos de la tensión.

—¿Se viste para ti? Quiero decir ¿es así como mantiene
tu interés? ¿cambia mucho su lencería? ¿hacen juego de roles
en el sexo?

Butch miró las filas de ropa, todos los colores y tejidos,


los estilos y cortes, las épocas, representadas en la colección.

Se encogió de hombros. —Ella podría estar usando un


saco de arpillera. Una camiseta de niño. Un par de calzoncillos
largos o un traje de poliéster. No se trata de lo que tiene puesto.
¿Y el juego de roles? la quiero a ella. Cualquier otra es inferior,
así que ¿por qué se vestiría mejor para mí?

—Algo debe haber hecho. Su cabello… ¿cómo es su


cabello?

—Estás buscando una explicación material. Algo


tangible. No la vas a encontrar porque ese no es la cuestión. —
Tocó su cruz bajo su equipo—. Es como la fe. Simplemente es
ella.

399
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Mel se quedó en silencio, estaba feliz de


terminar con el tema. Excepto que entonces el olor de las
lágrimas llamó su atención.

Miró hacia la bañera. Mel seguía mirando fijo hacia


delante mientras lloraba en silencio, sus lágrimas cayendo en
el agua.

—Mel —dijo suavemente—. Por favor, ¿puedo llamar a


esa doctora amiga mía? Es mujer y es muy buena.

—No. —Se limpió la cara y miró hacia abajo a la punta


de sus dedos—. Yo solo no era suficiente, supongo. Para él, el
que amo… al final del día, simplemente no me quería. Es una
verdad difícil de aceptar. Y tienes razón, estoy buscando
explicaciones materiales porque preferiría que hubiera algo
más externo por lo que no me correspondía. Algo menos sobre
mi interior. Puedes cambiarte la ropa y el pelo, ponerte un lápiz
labial diferente, arreglarte las uñas de una manera diferente.
Pero cuando se trata de quién eres, realmente no puedes
arreglarlo, ¿sabes?

—Pero tal vez fuera él. Tal vez no estaba listo. Tal vez
había algo mal con el bastardo.

—El que me dejó no se parece en nada a mí.

—Entonces, su sistema de selección está mal. —Butch


se acercó y se sentó en un sillón que miraba lejos de la bañera.
Aunque en ese enorme espejo, a la izquierda, todavía podía
verla—. Sé que esto es difícil. Pero te estás culpando por algo
que puede que no tenga nada que ver contigo. Sé que suena
como una maldita mierda, pero es él quien pierde y espero que
se arrepienta durante el resto de su vida.

—Simplemente no sé qué hacer conmigo misma. Camino


sin rumbo por el centro en la noche. Voy a clubes y no
encuentro nada interesante. Yo… me desquito con otros. No
estoy viva. No estoy aquí.

400
J. R. WARD EL PECADOR

Butch se sentó hacia adelante y se frotó la cara. —He


estado allí, Mel. Sé cómo es.

—¿Lo sabes?

—Sí. Y es duro. —Impulsado por la compasión, se


levantó y se dio la vuelta—. Lo siento mucho, Mel. No quiero
esto para ti. No quiero nada de esto para ti.

Más lágrimas cayeron de sus ojos, desapareciendo en el


agua clara que cubría su cuerpo. Cuando lo miró, estaba tan
triste, tan pequeña, a pesar de su belleza.

Sollozando, dijo con voz ronca: —Realmente lo


entiendes.

—Sí —Butch se habría acercado más si ella hubiera


tenido algo de ropa, pero mantuvo la distancia—. Mel, necesito
que creas que las cosas mejorarán, ¿de acuerdo? quiero decir
¿si el amor pudo pasarme a mí? Puede pasarte a ti. Eres buena
persona. Una mujer hermosa. Cualquier hombre estaría
orgulloso de tenerte como pareja. Sólo tienes que abrir los ojos
a la realidad de que eres suficiente, no importa que algún idiota
piense lo contrario.

—No soy perfecta, Butch.

—Nadie lo es.

—He hecho algunas cosas malas.

—Todos somos pecadores… y aun así nuestro creador


todavía nos ama. ¿Y si el requisito para el verdadero amor
romántico fuera un historial y un carácter intachable? Esa
mierda no le pasaría a nadie. Eres digna de amor. Mereces ser
respetada y valorada, y para eso, no necesitas ser diferente de
lo que ya eres. Fuiste creada por una razón. Estás aquí por
una razón. Tienes un propósito, y tienes que creer que
encontrarás a alguien que te ayudará en ese propósito. ¿Y
hasta que eso pase? Lo que realmente necesitas saber es que

401
J. R. WARD EL PECADOR

no necesitas ser validada por nadie más que por ti misma. Eres
suficiente.

Sus manos subieron para descansar en sus mejillas, el


agua bajando por detrás de ellas. —Cuál es mi propósito, sin
embargo. Solía pensar que sabía cuál era. Ahora, estoy tan
vacía. No hay nada allí.

—¿Qué te hace feliz? —Miró a su alrededor—. Bueno,


excepto comprar ropa. Creo que ambos estamos de acuerdo en
que eres experta en eso, al igual que yo. Pero eso es algo
superficial. ¿Qué es lo que realmente alimenta tu alma?

Mel tenía una expresión remota en su rostro

Cuando el teléfono de Butch sonó, metió la mano dentro


de su chaqueta de cuero.

—¿Necesitas atender eso? —dijo Mel distante.

Silenció el timbre de la cosa sin sacarla. —No. Tú eres lo


que importa ahora. Ellos pueden esperar.

Mel respiró hondo. Luego se cubrió los pechos con los


brazos y se sentó. Sus ojos eran graves al encontrarse con los
suyos. ⸺Realmente crees en lo que dices, ¿no?

—Cada palabra. O no desperdiciaría mi aliento en las


sílabas.

—¿Cómo lo sabré? —susurró con voz suave.

—¿Te refieres a quién es el hombre correcto? —Cuando


ella asintió, sonrió— ¿Será cuando le mires y no puedes mirar
hacia otro lado? Y él estará haciendo exactamente lo mismo al
mismo tiempo. Está en los ojos, Mel. Son las ventanas del
alma, ¿verdad?

Ella lo miró durante mucho tiempo. Y luego asintió una


vez.

402
J. R. WARD EL PECADOR

—Puedes irte —dijo en voz baja—. Voy a estar bien.

—Lo estarás, lo prometo. —Butch sacó su teléfono—.


¿Quieres que llame a alguien por ti?

—No. —Ella agitó la cabeza—. Has hecho más que


suficiente.

—¿Puedo al menos dejarte el número de la gente de


AVDAS? ¿En caso de que quieras denunciar algo?

—Puedo encontrarlo en Internet si lo necesito.

Butch asintió. Luego se acercó a la puerta blindada.


Mirándola por última vez, dijo: —Cuídate, Mel.

—Tú también, Brian O'Neal. Eres un buen hombre.

—Trato de serlo.

Dicho eso, giró la empuñadura central y la barra de


seguridad se retrajo en ambos lados. Luego abrió la pesada
carga y salió. Mientras se dio vuelta para cerrar, miró hacia la
bañera. Mel lo miraba fijamente.

Ella levantó su mano en un adiós.

—Sólo cree en ti misma —le dijo—, y puedes hacer


cualquier cosa y ser todo lo que quieras.

Butch cerró la puerta que estaba detrás suyo. Y


mientras se alejaba, soltó la respiración contenida.

Pero no llegó lejos. Deteniéndose, frunció el ceño y miró


por encima del hombro, aunque no tenía ni idea de lo que
había captado su atención o lo que estaba esperando.

Aun así, pasó un tiempo antes de que consiguiera que


sus pies reanudaran la tarea de sacar su cuerpo del edificio.

Extraño.

403
J. R. WARD EL PECADOR

M ientras Jo se tensaba sobre la pared del dormitorio


abandonado, estaba respirando con dificultad, sentía como si
espadas estuvieran entrando y saliendo de su garganta. No es
como si le importara. O siquiera lo notara. Solo era consciente
de unos detalles: sus pantalones deportivos a la altura de los
tobillos. Su curva en la cintura. Y el hecho de que su centro
estaba completamente expuesto.

Espera. Había una cosa más.

Los sonidos eran de naturaleza suaves, pero más fuertes


que un avión a toda marcha en su cabeza: botones siendo
liberados de un conjunto de pantalones de cuero.

No pensarías que podrías escuchar algo como eso.

De pronto una mano enorme se posó junto a la suya en


la pared, ella saltó, y la diferencia de tamaño entre la parte
posterior de sus palmas, el largo de sus dedos, el grosor de sus
muñecas, la hizo temblar. Sin embargo, no de miedo.

404
J. R. WARD EL PECADOR

Y entonces Syn empezó a explorar su sexo con su mano


libre, la punta de sus dedos rozando, deslizándose sobre su
carne… frotando. Ella jadeó y arqueó su espalda, empujando
hacia su toque. Moviéndose contra su mano, rogando por lo
que estaba a punto de venir.

La voz de Syn estaba al lado de su oreja. —Te voy a follar.

Ella asintió, su cabello balanceándose libremente, sus


ojos abriéndose, cerrándose, sus piernas débiles a pesar de
que su pelvis estaba fuerte y lista.

Sus dedos la dejaron. Entonces algo suave y


contundente los reemplazó.

El gemido que salió de su garganta no era nada que


hubiera salido de su boca antes. Y entonces ella gritó el
nombre de Syn… mientras la dura y caliente longitud de él la
penetraba hasta el fondo, llenándola, estirándola. Justo
cuando ella perdió el equilibrio, el posó su mano sobre su
estómago y la sostuvo, moviéndola contra él, también.
Empujando dentro y fuera, para volver a introducirse con
fuerza de un golpe dentro de ella, sin perder la fuerza en sus
empujes ni al sostenerla.

Syn la movía como si no pesara nada y ella se entregó al


sexo, las estocadas, la forma en que sus dientes castañeaban,
y sus pechos se balanceaban bajo su ropa. A diferencia de él,
ella estaba perdida, sosteniéndose sobre la pared. Brazos
débiles, cabello enredado, respiración entrecortada, estaba a
su merced… excepto que él le estaba dando lo que quería y
necesitaba, en vez de tomarlo.

El primer orgasmo la atravesó, el placer liberándose y


desbordándose a través de su cuerpo. Y de pronto otro
orgasmo atravesó su cuerpo hasta la punta de sus talones.
Mientras tanto, Syn no perdía el ritmo, al contrario, su
erección acariciaba su centro con cada estocada que él daba.
Su fuerza era casi abrumadora y aun así ella solo quería más…

405
J. R. WARD EL PECADOR

y como si él leyera su mente; él continuó hasta que ella no


pudo pensar más, solo las sensaciones atravesando su cuerpo,
reemplazando todo a su paso.

Excepto que, sin previo aviso, él se detuvo y se retiró de


ella haciéndola girar. Mirándolo con ojos febriles, no tenía idea
de lo que él estaba tratando de hacer cuando se puso de
rodillas frente a ella.

Con una mano fuerte, él agarró su pantorrilla —Levanta


el pie.

—¿Qué?

En vez de repetir la orden, el levantó su pierna y lo


siguiente que supo, era que su bota y la mitad de su pantalón
deportivo eran retirados de su pierna.

—Dámelo —exclamó con voz ronca.

La cabeza de Jo estaba muy revuelta para resolver las


matemáticas, pero él resolvió su confusión al posicionarla
donde él quería. Posando su pie sobre su hombro, él se agachó
hacia adelante, inclinando su cabeza…

—Oh, Dios. —Gritó ella.

Su voz retumbó alrededor del frío y abandonado


corredor, se dejó caer sobre la pared. Extendiendo sus brazos,
abrió sus palmas y se sostuvo, mientras su boca rozaba contra
su sexo. Chupando. Lamiendo. Y después él la estaba
empujando más alto, sus manos detrás de sus muslos,
apoyando su cara contra ella, mientras la levantaba del suelo
para sostenerla sobre sus hombros completamente.

Trabajó sobre ella, moviéndola para atrás y adelante


mientras su lengua entró en todo tipo de lugares, lamida tras
lamida, caliente sobre caliente.

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J. R. WARD EL PECADOR

Mirando hacia abajo, sus ojos se agitaron ante lo que


pudo ver, su cabeza con su corte mohawk entre sus muslos,
sus piernas abiertas apoyadas sobre su enorme espalda, su pie
descalzo suspendido sobre él, a la par con su otro pie aun
calzado con la bota y el pantalón deportivo.

Mientras el placer se volvía insoportable, Jo cerró sus


ojos, ella no tenía idea dónde estaba, pero ella sabía
exactamente qué le estaban haciendo y quién se lo estaba
haciendo.

Syn había dado más de lo que había prometido.

Ella solo sabía quién era él, y nada importaba más para
ella.

Nadie más existía.

Syn podría haber continuado para siempre. Pero sabía


que el dormitorio abandonado no era tan seguro como le
gustaría, y su móvil no dejaba de sonar dentro de su bolsillo.
Solo Dios sabía lo que estaba mal ahora.

Y aun así…

Arrastrando su lengua sobre el sexo de Jo, poniendo


especial atención sobre su centro, dibujando círculos,
moviéndose rápidamente. Él realmente deseaba que ella
estuviera desnuda, y que estuvieran en su cálido apartamento
y yacer por siempre ahí no solo una hora, un cuarto de hora.
Diez minutos…

Cinco minutos.

Un minuto.

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J. R. WARD EL PECADOR

Mientras ella gritaba su nombre otra vez, él liberaba su


carne a regañadientes. Gentilmente y con cuidado la alzó de
sus hombros y la puso sobre sus pies sobre el frío suelo.

Se tomó un momento para disfrutar la vista de ella, su


cabello rojo gloriosamente desordenado alrededor de sus
hombros, su ropa desordenada, espasmos y temblores
recorrían sus muslos. Él adoraba especialmente, la forma en
que su cara estaba sonrojada y sus ojos brillaban.

—Aquí —murmuró suavemente Syn—. Permíteme


cuidarte.

—¿Umm?

El hecho de que ella estaba tan deshecha que no podía


hablar, le hizo sentir una oleada de satisfacción masculina que
recorría su cuerpo entero.

—Permíteme —repitió mientras agarraba su pantalón


deportivo y lo acomodaba sobre su pierna.

Fue difícil vestirla, aun así, el siguió con su ropa interior,


colocando el suave algodón en su lugar. Antes de que él fuera
más lejos, se inclinó y posó un casto beso donde había pasado
su tiempo unos momentos antes. Tomó el pantalón deportivo
y lo subió sobre sus cremosas y espléndidas piernas, hasta
vestirla por completo.

Sentándose sobre sus talones, colocó la palma de sus


manos a los lados de sus rodillas. —Gracias.

Mientras ella le miraba fijamente, él pasó


deliberadamente su lengua por sus labios.

El gemido que ella soltó lo hizo sonreír.

—¿Estás bien? —preguntó ella con voz profunda.

—Estoy perfectamente.

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J. R. WARD EL PECADOR

No era exactamente una mentira. Sí, él estaba sufriendo.


Sí, iba a haber consecuencias. Sí, gruñó mientras se ponía de
pie. Y él hizo una mueca de dolor. Y maldijo mientras se daba
la vuelta lejos de ella y colocaba sus pantalones de cuero en su
lugar.

Sí, seguro, acomodar su polla dentro de sus pantalones


fue un ejercicio de tortura.

Pero él no se arrepentía de ninguna estocada, ninguna


lamida.

Cuando se giró nuevamente, Jo lo miraba con


preocupación.

—No —dijo pacientemente—. Teníamos un trato.

—¿Lo teníamos?

—Sip. No debes preocuparte por mí —dijo mientras


tomaba su mano—. Y ahora te llevaré a tu casa.

Juntos caminaron por el pasillo, pasaron las escaleras y


bajaron directo a su coche. Cuando el preguntó por las llaves,
ella protestó un poco y entonces él la colocó en el asiento del
pasajero, cerrando la puerta. Sentándose detrás del volante,
condujo a través de las puertas de la escuela. Mientras pisaba
el freno, la miraba.

La cabeza de Jo estaba hacia un lado, apoyada contra la


ventana, sus ojos cerrados y su respiración suave. El rubor
que le había provocado aún se notaba en sus mejillas junto
con el reflejo de una sonrisa sobre sus labios, la cual sugería
que sus sueños eran lo que él quería que fueran.

Feliz. A salvo. En paz.

Syn no puso los intermitentes, por miedo a despertar a


Jo con el sonido discontinuo. Y fue gentil al momento de
acelerar y frenar, mientras se dirigía a casa, manteniéndose lo

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J. R. WARD EL PECADOR

más suave posible. Cuando se detuvo enfrente de su edificio,


odió despertarla.

Siguió mirándola, el motor en marcha, la calefacción


cálida sobre ellos, cuando sus párpados revolotearon
abriéndose. Sus ojos aún con sueño, satisfechos y un poco
confusos se enfocaron sobre él.

—Hola —dijo.

Syn extendió la mano y acarició su mejilla con la punta


de su dedo. —Hola, hermosa hembra.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por todo.

Syn nunca había sido un caballero, pero él apagó el


motor, y se dio la vuelta rodeando el frente del coche, para abrir
la puerta para ella. Extendió su palma, la sacó, como si él
estuviera de traje y ella en vestido de gala, para después
escoltarla todo el camino hasta la puerta de su edificio como si
viviera en un castillo.

Él la guio todo el camino hasta la puerta de su


apartamento, pretendiendo usar la llave que estaba en el
llavero, aunque desbloqueó la puerta con su mente.

Pero se detuvo en el umbral. —Voy a dejarte aquí.

—Bien. —Ella entró y se dio la vuelta—. ¿Parecería


desesperado si te preguntara, cuándo puedo volver a verte?

Detrás de ella, él vio el sillón en el que habían tenido


sexo la noche anterior, y decidió que necesitaban probar esos
cojines otra vez. También su cama, el suelo, la ducha.

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J. R. WARD EL PECADOR

Además del mostrador de la cocina.

—No es desesperado en absoluto —murmuró mientras


se enfocaba en su cara—. Porque estaba a punto de
preguntarte lo mismo.

—¿Mañana por la noche? ¿Después del trabajo?

—Sí, yo vendré a ti. Aquí.

—Oh, demonios. El bus no pasa más a esta hora. Voy a


llevarte al centro...

—Está bien. Dejé mi coche aparcado a la vuelta.

—Bien. Perfecto. ⸺Ella bajó la mirada por un segundo,


hacia donde estaban sus shitkickers punta con punta frente a
sus pequeñas botas⸺. ¿Estás seguro de que estás bien? Ya
sabes, después de que nosotros...

A modo de respuesta, la atrajo contra él y cubrió su boca


con la suya. Besándola profundamente, dobló su espalda,
provocando que ella se sostuviera en sus hombros. Cuando
ellos estaban sin aliento, liberó sus labios.

—¿Esto se siente como si hubiera algo mal en mí? —


señaló.

Jo negó con la cabeza. —No… para nada.

—Hasta, mañana. —Syn se forzó a sí mismo a separar


sus cuerpos y dejarla ir—. Cierra la puerta y echa la llave. No
me iré hasta que escuche el maldito del cerrojo en su lugar.

—Eres tan sobreprotector.

—¿De ti? Mejor que lo creas.

La sonrisa de Jo lo hizo sentir como un macho de valía,


algo curioso porque él nunca había dado una mierda por ese
tipo de cosas antes. Entonces otra vez, el dinero y las

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J. R. WARD EL PECADOR

propiedades no eran la forma correcta de juzgar lo rico que era


una persona.

Antes de que ella desapareciera en su apartamento, Jo


se paró de puntillas e inclinándose, presionó sus labios sobre
los de él. Y entonces cerró la puerta.

Medio segundo después, se escuchó la cerradura siendo


puesta en su lugar, bloqueando la puerta.

Apartándose de la puerta, Syn silbó por lo bajo mientras


se disponía a partir y a pesar del colosal problema de sus bolas
azules, caminó a paso ligero pasando los buzones de la entrada
principal, dirigiendo su camino hacia la noche.

Maravilloso lo que la hembra correcta podría hacer por


un hombre.

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J. R. WARD EL PECADOR

—H ermana mía.

Las entidades habían aceptado reunirse en territorio


neutral, en su lugar habitual de encuentro; la gran y agraciada
Caldwell Public Library. Segundo piso. Columnas de mármol
que lideran la sección de libros raros donde necesitas una
identificación y una maestría para poder ganarte la entrada.

Eso si fueras humano, pero, ¿si no lo eras? ¿Si uno era


partículas formadas de aire, sonido capturado en silencio, o
luz que no emite sombras ni proyecta oscuridad?

Bueno, entonces tú puedes moverte cómo diablos te


plazca.

⸺Hermano mío

Así como La Virgen Escriba transmitió su saludo de


bienvenida, observó a su hermano con recelo. Había
conclusiones a las que llegó, pero las mantuvo fuera de sus
pensamientos. Que par estaban hechos, aunque eran como

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J. R. WARD EL PECADOR

gemelos, estaban conectados a un profundo nivel, había cosas


que él no debería saber.

El Omega, flotó posicionándose en frente de ella,


suspendido sobre el suelo de mármol blanco y negro, las
sombras que eran su esencia se esparcían dentro de su túnica,
donde anteriormente eran pulcras y resplandecientes, pero
ahora estaban manchadas y desgastadas.

Ella se sorprendió de la tristeza que la invadió al ver su


desintegración. ¿Cómo te va, Hermano?

⸺Tú sabes la respuesta a eso. ⸺El Omega se detuvo, la


túnica que cubría sus rasgos se onduló hasta encararla⸺. ¿Por
qué siempre nos reunimos aquí?

⸺Cuando tuviste la oportunidad de elegir el lugar,


escogiste una morgue.

Una risita provino de la sucia capucha. ⸺Lo hice.

⸺Después una escena de un crimen.

⸺Para ser justo, estaba trabajando esa noche.

⸺Y, por último, un accidente automovilístico.

⸺El cual fue totalmente apropiado. ⸺El Omega se


encogió de hombros⸺. Padre siempre dice que deberíamos
hacer más cosas juntos.

⸺Eso no incluye estar en un coche que está a punto de


caer por un acantilado.

⸺Así pudimos tener todo el camino hacia abajo, hasta


llegar al océano para hablar. El conductor estaba ebrio, no pudo
escucharnos de todos modos. Y había suficiente espacio en los
asientos traseros de esa SUV.

⸺No fue apropiado, para nada.

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J. R. WARD EL PECADOR

⸺Eres una estirada, Hermana mía.

⸺Cuéntame cómo estás, Hermano.

El Omega flotó a la deriva por la barandilla de mármol


que recorría la grandiosa y opulenta escalera. La iluminación
principal había sido atenuada cuando la instalación cerró esa
noche, pero los apliques iluminaban suavemente sobre las
paredes y la araña de hierro forjado que colgaba sostenida por
una pesada cadena, arrojaba sobre los escalones una ligera
iluminación.

⸺Estoy perfectamente bien, gracias.

⸺Te das cuenta de que puedes detener esto. ⸺La Virgen


Escriba se movió cerca, pero no demasiado cerca⸺. Esta
guerra que empezamos hace tanto tiempo puede terminar
voluntariamente, según nuestro acuerdo.

⸺¿Podría? ⸺La sucia capucha se sacudió de lado a lado,


como si el Omega mirara abajo de las escaleras hasta la
hermosa y amplia entrada con sus estatuas en pedestales y
sabios mensajes tallados⸺. No creo que pueda.

⸺Simplemente deja de luchar. Deja de intentar matar lo


que he creado solo por deporte. Y entonces habrá acabado.

⸺Ah, Hermana, pero lo que hago no es por deporte. Es mi


naturaleza destruir. Mantener el equilibrio en la fuerza que te
pertenece y todo eso, nosotros somos pares creados
deliberadamente por nuestro Padre. Somos el Alpha y el Omega,
Analisse. ¿Acaso no hablamos de esto con regularidad?
Ciertamente no es algo que tenga que explicarte, después de
todos estos siglos.

La Virgen Escriba retrocedió y empezó su propio


recorrido, moviéndose a través del suelo hasta llegar a las
puertas dobles cerradas de la habitación de libros raros. A
través de unas incrustaciones de vidrio que estaban reforzadas

415
J. R. WARD EL PECADOR

con alambre, miró la colección de libros encuadernados en


cuero y sintió una atracción hacia los viejos estantes de roble
y la paz que le ofrecía, al contemplar todas esas páginas llenas
de palabras.

Ella siempre amó las bibliotecas. Colecciones de prosas.


Historias, que fueron basadas en vidas reales y si tuviera esta
reunión con su hermano, por diferentes circunstancias, ella
habría tocado el vidrio con anhelo, pero conocía muy bien a su
hermano. Ningún anexo podría ser extendido, ni mostrar
debilidad.

⸺Serás destruido, ⸺proclamó, mientras encaraba a su


hermano.

⸺Suena como si fuera una pena para ti.

⸺Eres mi hermano. Por supuesto que estaré de luto por


ti.

⸺Yo soy tu enemigo. ⸺El Omega giró hasta coincidir, a


través, del pulcro suelo, dos piezas contrarias de ajedrez en un
tablero de la vida hecho a medida, con cuadrados de mármol
blanco y negro⸺. Siempre hemos sido nosotros… y a pesar de
eso… no puedo existir sin ti. Así como tú no puedes existir sin
mí.

⸺Eso no es cierto, Y la profecía lo estipula.

⸺No. ⸺El Omega la corrigió⸺. Esa estrofa proclama que


hay uno quien podrá ver mi final. Simplemente porque la falta
de redacción no hace mención de ti, no significa que no serás
afectada. ¿Podría ser que la urgencia porque yo me rinda ahora,
sea una forma de protegerte, más allá de ese amor familiar que
profesas hacia mí?

⸺No, nunca me expresaría de esa forma.

⸺Entonces, mientes. Soy parte de ti, así como tú de mí.


Estás tan atormentada como yo lo estoy, Hermana. Lo cual me

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J. R. WARD EL PECADOR

lleva al propósito de solicitar esta audiencia. ⸺El Omega entonó


esas palabras, en un tono profundo y descendiendo una
octava⸺. Espero que permanezcas fuera del conflicto. De
acuerdo a nuestro contrato.

⸺¿Qué acabas de decir, Hermano? Yo no estoy


involucrada.

⸺Ciertamente no debes estar involucrada. ¿O acaso


crees que no soy consciente de la pequeña visita a la iglesia que
realizaste al Dhestroyer, temprano esta noche?

La Virgen Escriba sintió su ira alzarse. ⸺Tengo permitido


interactuar con mis creaciones.

⸺Tú no tienes permitido influenciar de alguna manera en


nuestro conflicto. Esta contienda debe ser justa… tú misma hace
tiempo proclamaste eso, cuando insististe sobre estipular
nuestros roles y obligaciones. Durante este anochecer,
advertiste al Dhestroyer sobre retirar a tu hijo nacido, del campo
de batalla. Injusto, Hermana.

La Virgen Escriba bloqueó deliberadamente sus


pensamientos. ⸺¿Eres consciente, que me he apartado?

⸺Apartado, ¿cómo?

⸺Entregué mi rol como supremo de mi creación a otro.


¿Acaso no sabías sobre esto?

Dado la prolongada pausa que prosiguió, era evidente


que no estaba al tanto.

⸺Lo hice, Hermano mío. No estoy más en mi Santuario,


he cedido mi autoridad a otro y me he marchado.

La capucha se movió como si El Omega reaccionara.


⸺¿Por qué ahora?

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J. R. WARD EL PECADOR

⸺En el transcurso de eones, he determinado que mi


fuerza es otorgada por mi creación, no en la conservación de tal
creación. ⸺Ella pensó en sus hijos a los cuales dio a luz⸺. El
acto de dar vida a un mortal… o a muchos de ellos… no es lo
mismo que criarlos. Uno no sabe de esto hasta que ya es muy
tarde, sin embargo; hasta que el daño hecho es irreparable.

Era un alivio expresar su verdad en voz alta, aun así, se


limitó en sus palabras. Su hermano no era una persona de
confianza y ella probablemente había hablado de más.

Mientras tanto El Omega se había dirigido a la


barandilla, inclinado su cabeza con su mirada a la deriva
orientado hacia el hueco de las escaleras. Cuando él regresó a
su lugar frente a ella, se preparó para alguna clase de
declaración o un insulto triunfal acerca de su falta de fortaleza.

⸺¿Dónde te estás quedando ahora? ⸺preguntó en su


lugar.

⸺Estoy pasando tiempo con nuestro Padre, pero he ido a


la deriva a través de los siglos analizando mi comportamiento.
Estoy tratando de ver en qué me equivoqué y hay mucho a
considerar en ese sentido. ⸺El anhelo de querer cambiar el
curso de ellos como hermanos la motivó a ir a su lado, pero se
mantuvo en donde estaba⸺. Es por eso porque todo está en tus
manos, detenlo. Ríndete. Retírate del campo de batalla y sálvate
a ti mismo.

El Omega se encogió de hombros dentro de su túnica


maltrecha. ⸺¿Y entonces que prosigue?

⸺Existe. Aprende… ⸺Mientras El Omega hizo un sonido


desdeñoso, La Virgen Escriba, endureció su tono⸺. Es mejor
que no existir.

⸺Yo podría ganar, ¿acaso no lo has considerado? ⸺La


capucha se giró hacia ella.

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J. R. WARD EL PECADOR

⸺Estás dando por hecho que el desenlace estará a tu


favor.

⸺Ciertamente es preferible creer eso, en vez de correr el


riesgo de ser destruido.

Una de las mangas de la sucia túnica se alzó, y la


sombra negra de su hermano apareció levantando el dedo
índice. ⸺Ah, pero recuerda está en mi naturaleza.

⸺¿A pesar de que tú serías el único aniquilado?


Ciertamente, es un tonto testimonio de tu carácter.

⸺Al menos mi propósito habrá culminado, lo cual es más


de lo que tú puedes decir.

La Virgen Escriba, asintió con la cabeza. ⸺La creación


está vinculada con la crianza, o al menos es lo que debería ser.
Me he destacado en lo primero y he buscado las habilidades de
lo último, puedo decir que ha sido una búsqueda que ha valido
la pena.

⸺Tú y yo somos tan diferentes.

⸺Sí, Hermano mío. Lo somos.

Un tono maligno entró en la comunicación de El Omega.


⸺Preferiría ser destruido que desaparecer.

⸺Esa por supuesto, será tu decisión.

⸺Y te llevaré conmigo, no importa si yo gano o pierdo,


nunca serás libre por mucho tiempo. En el primer caso, será
porque estarás de luto por tus creaciones, la prisión de tu eterno
dolor, en el Dhunhd tendré la completa satisfacción de haber
sido el causante de ella. Y en lo último, será porque caerás
conmigo. El universo no puede estar en desbalance. Nuestro
Padre no lo permitirá, y el sacrificará tu existencia para poder
mantener su propio legado, créeme. Si yo desaparezco, tú
también.

419
J. R. WARD EL PECADOR

Era extraño en un inmortal tener miedo por su propia


muerte. Prepararse para su final. Querer evitar ese desenlace.
Y La Virgen Escriba mantuvo todos esos sentimientos lejos,
muy lejos del alcance de su conocimiento.

⸺Eso no está a nuestro alcance ⸺comentó⸺. Padre


determinará las consecuencias, si es que hay alguna, solo si
dejaras de existir.

⸺Perfecto, pero antes él determinará el curso de otro


asunto. ⸺La satisfacción de El Omega coloreó sus palabras con
una arrogancia que era otro atributo a su intrínseca
naturaleza.

“Violaste nuestro acuerdo, por lo tanto, es mi derecho el


pedir algo a cambio. Ya que cambiaste el curso del juego, lo cual
me permite una gratificación”

⸺¿Cuándo cometí esa violación? ¿Por hablar con Butch


esta noche? Ciertamente no he cambiado el curso de nada.
Hermano mío, estás siendo irracional…

⸺Padre siempre ha sido nuestro intermediario, a petición


tuya. Por lo consiguiente, solicitaré una audiencia ante él y él
decidirá qué es justo.

La Virgen Escriba mantuvo sus emociones controladas,


a pesar de la frustración que sentía. ⸺¿Esta declaración, es el
motivo por el cual has solicitado mi presencia esta noche?

⸺Sí, es correcto.

⸺Pelear por mis acciones son simplemente pretensiones


de tu parte. Nada en el curso de esta guerra ha sido alterado…

⸺Tu hijo nacido está ahora lejos del campo de batalla y


fuertemente custodiado como resultado de tu interferencia y
ambos sabemos que él, es una pieza clave en el desenlace que
será dado al Dhestroyer. Así que existe una variable de poder
que está a tu beneficio y se merece ser rectificado.

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J. R. WARD EL PECADOR

La Virgen Escriba reconoció la acción dirigida hacia ella,


por lo que era: Los despojos de alguien que había sido reducido
y aun así evadía la naturaleza de su nueva realidad. El fin
estaba cerca y la derrota de su hermano estaba en cuenta
regresiva. Él estaba cayendo, por lo tanto, era aún más
peligroso.

Sin embargo, ella creía en su Padre.

⸺Haz lo que te parezca pertinente, mi hermano.


⸺Expresó sutilmente.

⸺Siempre lo haré.

⸺¿Eso es todo por lo que has requerido mi presencia hoy?

Hubo una pausa, como si El Omega esperara una


respuesta más fuerte. Él contaba con eso. Esperando protestas
y argumentos.

Adoraba los conflictos.

⸺Sí, eso sería todo ⸺dijo suavemente.

⸺Muy bien, entonces. Esperaré debidamente la


respuesta de Padre, sobre la decisión que será tomada.

La Virgen Escriba se dio la vuelta y flotó en dirección a


las escaleras. Había otras formas de irse, pero ella no perdería
la oportunidad de bajar por esos espléndidos escalones de
mármol.

En caso de que fuera la última oportunidad que tuviera.

Cuando su hermano la prosiguió, fue una sorpresa, aun


así, le dio la bienvenida a tal acto. Como siempre, la pareja
estaba separada por la barandilla, ella del lado derecho y él en
el lado izquierdo. Y como siempre, ella era la que marcaba el

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J. R. WARD EL PECADOR

ritmo, aunque no sabía si era porque así él tendría la


oportunidad de acecharla o simplemente por educación.

Bueno, podía adivinar.

La Virgen Escriba procedió lentamente como si alguna


otra fatalidad pudiera ocurrir. No sabía si volvería a estar en
compañía de su hermano otra vez. En efecto esta podría ser la
última vez que se vieran.

En la parte inferior de las escaleras, él se detuvo y ella,


por lo consiguiente, también.

⸺Deberías saber algo ⸺dijo El Omega en voz baja⸺. Yo


deliberadamente nunca fui detrás de Vishous. Lo he sabido todo
este tiempo, ¿cuáles son las repercusiones sobre su muerte y
qué beneficios conlleva sobre mi supervivencia y posición en
esta contienda? Pero he descartado el involucrarlo.

La Virgen Escriba lo observó a través de la barandilla.


⸺Tengo que decir que tu decisión es inesperada.

⸺Él es familia después de todo. Él es mi pariente de


sangre a través de ti. Y es como le he estipulado. Hay un poco
de tu bondad en mí.

⸺Tienes mi gratitud ⸺murmuró ella.

⸺Por desgracia esto significa que tomaste una


desventaja sin ninguna razón. Tú no debiste ir con el Dhestroyer
y soltar tales palabras. Tus nacidos siempre estuvieron fuera de
mis límites.

Por un momento, estuvo tentada a pelear. Para dejar


claro que, si hubiera tenido conocimiento de esa resolución
antes, hubiera actuado diferente. Pero dejó que la intención se
perdiera.

⸺Gracias ⸺dijo simplemente.

422
J. R. WARD EL PECADOR

Sobre esa palabra de gratitud, dejó llevar su espíritu


lejos de su gemelo, dejando que El Omega emprendiera su
camino a cualquier lugar previsto.

Su hermano era como una avispa de otoño posada sobre


el alfeizar de la ventana, bañada en los últimos rayos del sol
de verano, inconsciente o ignorante de la muerte que se
aproximaba para llevarlo a cuestas en su espalda, donde su
activo caminar se detendría por completo.

Su aguijón era algo a lo que deberías tener cuidado.

Por lo tanto, cedería esa pequeña victoria que estaba


reclamando.

Ella tenía preocupaciones de gran magnitud. Solo


consolándose en la idea de la Profecía del Dhestroyer,
ciertamente con grandes pérdidas y dolor por parte de su
creación por la mano despiadada de su hermano, pero habría
un final.

Nunca había considerado que en ese final habría


repercusiones hacia su entidad. ¿Qué pasaría si lo que su
hermano afirmaba era verdad? El balance tenía que ser
preservado, así que, con la partida de él ¿dónde la dejaba a
ella?

Quizás estaba equivocada en la inevitable derrota de su


hermano. Sin embargo; ella nunca había previsto que las cosas
se desarrollaran de esta forma.

Tan grandes como sus poderes eran, no había


comparación frente a su Padre.

El futuro no estaba a su alcance.

Y nunca había meditado sobre su propia existencia….


sobre la de su creación.

423
J. R. WARD EL PECADOR

E l tren se balanceaba de un lado a otro, el sutil


balanceo y el lejano traqueteo de las ruedas sobre las vías,
parecían una canción de cuna, que hacía que los párpados de
Jo se pusieran pesados. Cuando había abordado el Servicio
Keystone 701 hacia Harrisburg a las 8:18 de la mañana, había
tenido la suerte de conseguir una fila de asientos para ella sola,
pero eso no había durado. Había mucha gente yendo hacia el
trabajo, por lo que pronto tuvo que poner su mochila a sus pies
para que se acomodara otro pasajero.

El viaje duraría poco más de tres horas, y podría haber


conducido, pero con la ciudad de Nueva York asentada en el
camino de la ruta más directa, había optado por esquivar el
objeto inamovible que era el tráfico de la hora punta.

Además, había algo mágico en un tren. Al otro lado de la


amplia ventana, observó cómo cambiaba el paisaje, los
edificios de apartamentos de gran altura reemplazaban la
expansión de los barrios suburbanos a medida que se
acercaban a Manhattan; entonces, los rascacielos aparecían a
la vista; luego los puentes de la Gran Manzana subían y

424
J. R. WARD EL PECADOR

bajaban sobre el Hudson. Después de eso, había un descenso


subterráneo, una desaceleración y la parada bajo la gran
ciudad, con un nuevo intercambio de pasajeros en Penn
Station. Finalmente, salieron otra vez, el aire en el vagón olía
a petróleo y carbón mientras salían de los túneles
subterráneos del sistema de metro.

Ahora, una vez más, la luz brillante y libre de la ciudad,


los árboles y la hierba de Nueva Jersey siempre eran una
sorpresa, dada la congestión de hormigón de Nueva York.

El tren llegó a la estación de la calle 30 a tiempo, y Jo se


quedó sentada en silencio por un momento, antes de agarrar
su mochila y ponerse de pie. No tuvo que esperar mucho para
bajar, y cuando salió a la plataforma, mirando a su alrededor,
el aliento caliente del seseante motor atrapó un mechón de su
cabello.

Lo siguiente que supo fue que estaba fuera del edificio


de columnas cuadradas, que, con sus filas de soportes
verticales en los paneles de vidrio, siempre le había recordado
a una prisión federal. O tal vez era Filadelfia en sí misma, la
que le hacía pensar cosas de naturaleza carcelaria.

O tal vez era su familia.

Usando su teléfono, consiguió un Lyft135 para llevarla a


la casa. Cuando ella y el conductor se detuvieron entre los
pilones de piedra y avanzaron por el camino, el tipo detrás del
volante la miró por la parte trasera del Toyota Sienna.

— ¿Pensé que esto era una residencia? —Sacudió la


cabeza⸺. Quiero decir, está bien. No me importa...

—No, es una casa… familiar, bueno una pareja vive


aquí.

135
Lyft es una empresa de transporte estadounidense que conecta conductores y usuarios de coches
compartidos por medio de una aplicación móvil.

425
J. R. WARD EL PECADOR

—Umm. Si tú lo dices. —Miró hacia un lado, a los


árboles que todavía estaban sin brotes, y las estatuas que
permanecían sin cambios a través de las estaciones— ¿Vas a
solicitar algún tipo de trabajo aquí o algo así?

Jo pensó en el papel que había desempeñado en la casa


mientras crecía. —Ya estoy contratada.

—Oh, felicitaciones. La paga debe ser buena.

Bueno, la había llevado a la universidad sin ninguna


deuda. Pero solo porque había ido a Williams, que era el alma
mater de su padre. Ella a menudo se había preguntado cómo
se habrían agotado las finanzas de su licenciatura, si solo
hubiera podido ingresar a una escuela estatal. Cuando fue
aceptada en el programa de maestría de Yale para inglés, le
indicaron que ella misma tendría que pagar eso.

Así que, naturalmente, terminó buscando trabajo en ese


momento.

—Mierda, mira esa casa.

—Sí, es grande.

La gran mansión se alzaba en lo alto de la colina, aunque


tenía la sensación de que era el nudo en su estómago lo que
convertía el lugar en algo amenazante, en lugar de cualquier
cosa detrás de sus ventanas de vitraux, o debajo de los aleros
del majestuoso tejado.

Pagando al tipo, ella salió y esperó hasta que la minivan


hubiera bajado la colina. Tenía la sensación de que, si había
un automóvil a la vista, aumentaría las probabilidades de que
la rechazaran.

Cuando el Lyft se fue, se tomó un momento para mirar


alrededor. Todo estaba en su lugar, todos los arbustos
cubiertos con tela de arpillera doblada, para protegerlos del
frío, los terrenos libres de maleza, el camino de losas brillando

426
J. R. WARD EL PECADOR

en azul y gris mientras cortaba alrededor de los macizos de


flores a la entrada principal.

Cuando se acercó a la reluciente puerta, esperaba que


sonara una especie de campana de advertencia, que los
habitantes se alertaran de que la hija estaba en el lugar, no es
que la hubieran expulsado oficialmente ni nada. Había sido
más bien un caso de acuerdo tácito de que la compulsión de
Early por la paternidad no había tenido realmente en un
resultado favorable para el adoptado o los adoptantes

El timbre de la puerta, cuando lo presionó, emitió un


sonido sordo de drrrrrrrrrrrrrrrrl, ni de campana ni de alarma.
Era un ruido anticuado, generado por un mecanismo que ella
imaginaba que era, tal como los suelos y las molduras del
interior, original de la casa. Ella no sabía exactamente cómo
funcionaba o dónde estaba la cosa dentro de las jambas de la
entrada, y se preguntó, si se rompía, cómo alguien lo arreglaría
...

La puerta se abrió.

—Hola, padre —dijo suavemente—, sorpresa.

—Entonces, ¿vas a hacer algo con tu guardarropa? O


simplemente vas a quedarte ahí mirando tu mierda.

Cuando V habló por detrás de sus Cuatro Juguetes 136,


Butch se aclaró la garganta y quiso alejarse del primero de sus
tres estantes de ropa. Objetivo denegado.

—Poli, en serio. Estás empezando a asustarme. Eres


como algo sacado de Actividad Paranormal.

—Eso era sobre fantasmas, no sobre vampiros. Y estoy


bien.

136
Así llama V a sus computadoras.

427
J. R. WARD EL PECADOR

—Has estado como una estatua allí durante quince


malditos minutos. Dieciséis. Diecisiete… ¿Quieres que
mantenga esta mierda de reloj de arena?

Butch sacudió la cabeza y regresó al sofá del Pit.


Sentándose, fue a tomar un trago de su vaso de Lag y se
sorprendió al encontrar la cosa vacía. En lugar de rellenarlo,
puso el resistente cilindro de cristal sobre la mesa de café.

—Me encontré con un viejo amigo esta noche.

V se asomó por encima del bosque de sus monitores,


levantando una ceja negra, sus ojos de diamantes brillaban. —
Cuál es el nombre de ella?

—No dije que fuera una mujer.

—No tienes que hacerlo. Ese tono culpable es una


licencia de conducir con una foto.

—No fue tan así.

— ¿No fue así?

Butch se puso de pie de un salto y se dirigió hacia la


puerta del exterior. Luego se dio la vuelta y regresó al vestidor.
Y de vuelta al sofá.

Puta luz del sol.

—Mira, poli —dijo V mientras se alejaba de sus


teclados—, solo estaba tirando de tu pierna. Te castrarías
antes de estar con otra mujer. ¿Así que, cuál es el problema?

—Era amiga de Janie.

—Jesús… —V cruzó los brazos sobre el pecho y estiró


sus piernas, subiendo sus pies con medias gruesas a uno de
sus altavoces para usarlo puf—. ¿Por qué no lo dijiste?

—Estoy hablando de eso ahora ¿no?

428
J. R. WARD EL PECADOR

V asintió desde el final del pasillo. —¿Se lo contaste a


Marissa?

—No, pero eso no es la cosa. —Mientras Vishous solo se


quedaba mirando a través de la sala de estar, Butch quería
arrojar algo. Como tal vez la mesa de futbolín—. Lo digo en
serio. No lo es.

—Claro que no. Absolutamente no. ¿Quieres hablar


sobre el clima? ¿Qué sirve Fritz para la Primera Comida, tal
vez?

Butch se llevó las manos al pelo y tiró para sacudirse la


mierda. —Se llamaba Mel. Hacía tiempo que no la veía…
¿Quiero decir, veinte años? Quizás más. —Se imaginó el
corpiño que había ayudado a quitar—. Resultó diferente de lo
que pensé que sería. Se suponía que ella y Janie ya deberían
estar casadas, como mi hermana Joyce. Tener un par de niños,
un marido con un trabajo que ganara lo suficiente para que
puedan quedarse en casa.

—Entonces, ¿qué le pasó a ella?

—Nada de eso. Ni por asomo, ella… ah, sí, se mudó a


Caldwell. Solía ser modelo en Nueva York. Colecciona ropa,
igual que yo.

—¿Solía ser modelo y se mudó de Manhattan? Ella es


una “acompañante” ...

—Maldición, yo no dije eso —espetó Butch.

—No tienes que hacerlo.

Butch se frotó los ojos y reflexionó acerca de que la


inclinación de su compañero de cuarto por la penetrante
visión, era en realidad jodidamente molesta a veces.

—¿Te preguntó si querías pagarle algo? —dijo V— ¿Y


dijiste que no, pero incluso cuando tu boca formó la respuesta,

429
J. R. WARD EL PECADOR

tu cerebro fue en una dirección diferente, más desnuda? ¿Una


que, aunque nunca la seguirías en la vida real, te hiciera sentir
mal por el simple pensamiento?

—No —Sacudió la cabeza—. Tengo ese consuelo al


menos. Ella se bañó frente a mí, de hecho. Tan hermosa como
estaba, no sentí algo debajo de la cintura, y eso es la pura
verdad.

—Bien. Mírate siendo todo un niño del coro y esa mierda.


Sinceramente, no estoy sorprendido, ¿verdad? Y escucha, te
estás refiriendo a ella en tiempo pasado. Solo pensé en
señalarlo a tu conciencia hiperactiva.

Butch se encogió de hombros. —La encontré por primera


vez hace unas noches, ¿ves? De casualidad, en el centro. Ella
se dirigía a un club, salía del garaje después de estacionar el
R8. ¿Y anoche, después de que tú y yo hablamos? Ella estaba
allí en la calle cuando salí. Ella se veía… herida. Mal. Por un
hombre.

—Mierda. ¿La enviaste al sistema humano?

—Ella se negó a ir. —Butch agarró su vaso vacío y tomó


un sorbo, una prueba más de que las adicciones eran en parte
bioquímicas, en parte memoria muscular del hábito—. La llevé
a su casa. Ya sabes, para asegurarme de que llegaba allí.

Mientras las imágenes de todos esos cortes y


contusiones jugaban en su mente, hizo una mueca. —Estoy
seguro de que está bien.

—No estás seguro, en absoluto.

Mientras conclusiones salvajes y paranoicas saltaban


alrededor de su cráneo, Butch las arrojó afuera a todas, una
por una. O lo intentó. —Creo que estoy agotado.

430
J. R. WARD EL PECADOR

—Nahhh, vamos, si parece que has estado de vacaciones


tropicales durante un mes. Si resplandecieras de salud más de
lo que lo haces ahora, serías una maldita linterna.

Butch dejó pasar la ironía.

—No la volveré a ver. —Se aclaró la garganta—. Me voy


a olvidar de ella. Además, prometió que no le diría a Joyce que
se topó conmigo. No es un problema.

—Si no es un problema, ¿por qué no se lo has dicho a


Marissa?

Butch miró los trajes que colgaban de los armarios y se


preguntó exactamente por qué necesitaba tantas variaciones
del color azul oscuro en su vida. —Estoy pensando en regalar
mi guardarropa.

V maldijo por lo bajo. —¿Esa mujer te golpeó en la


cabeza con un ladrillo o algo así? ¿Qué carajo?

—Me gusta la ropa, pero la estoy usando como


camuflaje.

—Porque estás escondiendo ¿qué? Aparte de tu carne y


dos verduras.

Butch le lanzó a su compañero de cuarto una mirada


plana. ⸺Estoy tratando de camuflar el hecho de que soy un
pedazo de mierda indigno de la mujer que comparte mi cama
todas las noches. Puse buenos trajes en mi cuerpo y esperé
que no mirara más allá de la superficie. Eso es lo que estoy
haciendo con ellos.

—Tú no eres así.

—Sí, lo soy. Y no me di cuenta hasta que estuve en casa


de Mel esta noche. Ella hace exactamente lo mismo. Tal vez fue
algo en el agua en Southie, ya sabes, de cuando estábamos

431
J. R. WARD EL PECADOR

creciendo. ⸺Butch sacudió la cabeza—. Todavía no he hablado


con Marissa al respecto, no por Mel. Sino por mí.

Se frotó los ojos. Echó hacia atrás su cuello. Sus


hombros.

—Y hay algo más —se escuchó decir a sí mismo.

Deja de hablar, respondió una voz dentro de su cabeza.

De repente, su compañero de cuarto se enderezó. —


¿Qué más, poli?

432
J. R. WARD EL PECADOR

—B ienvenida, Josephine. Esta es una verdadera


sorpresa. Siéntate, ¿quieres?

La sala de desayuno en la casa de sus padres era un


accesorio del comedor, un anexo circular decorado con un
mural de jardín que era alegre como un día de primavera. La
mesa de cristal en el centro, estaba colocada sobre un pedestal
de florituras de hierro blanco, y había ocho sillas de mimbre
blancas alrededor de su borde biselado. Una hilera de ventanas
con paneles de diamantes, que daban a la piscina y al jardín,
dejaban entrar tanta luz que Jo tuvo que parpadear.

La mesa estaba puesta para un solo comensal, el


tenedor y el cuchillo de plata esterlina aún sin levantar de la
servilleta doblada de tela de damasco, el New York Times y el
Washington Post todavía doblado perfectamente en el lado
derecho. La placa en el centro de la bandeja de plata esterlina,
tenía un monograma y contenía la mitad de un pomelo rosado
con sus gajos separados. Un huevo pasado por agua en una
taza, estaba al lado de donde se había servido el café.

—¿Josephine?

433
J. R. WARD EL PECADOR

Ella volvió a prestar atención y retiró una de las sillas


vacías. Cuando se sentó y puso su mochila en su regazo, se
aseguró de que sus rodillas estuvieran juntas y sus tobillos
cruzados debajo de su silla.

— ¿Te gustaría comer algo? —le preguntó su padre—.


Haré que María te prepare lo que quieras.

Hasta el momento, Jo no había mirado al hombre,


incluso cuando él mismo había abierto la gran puerta bien
engrasada de la entrada principal. Por lo tanto, su voz había
sido la de un fantasma. Excepto que él estaba realmente allí.

—No gracias. No tengo hambre.

—Bien. —Corrió su propia silla sobre la alfombra de pelo


corto, verde y amarilla que había sido hecha a medida para
adaptarse al espacio—. Debo confesar, esto es una sorpresa.

—Sí. Lo siento. Debería haber llamado. ¿Dónde está


madre?

—Ella está lejos con Constance Franck y Virginia


Sterling. Estarán de vacaciones en Bermudas durante una
semana. ¿Sabías que Virginia y su esposo acaban de comprar
una casa allí? Tu madre estaba muy impaciente por conocerla.
Volverán el domingo. ¿Estás segura de que no puedo
conseguirte algo?

Como si fuera un hotel con restaurante.

—No. Gracias.

Jo no era consciente de haberse quedado callada, hasta


que su padre se aclaró la garganta. —Entonces? —le increpó.

—No necesito dinero —dijo—, solo tengo que hablar


contigo.

434
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Acerca de qué? Ya sabes, todo esto parece bastante


inquietante.

Respirando hondo. . . ella giró sus ojos.

Su primer pensamiento fue que Randolph Chance Early


III había envejecido. La cabeza cubierta de cabello gris sal y
pimienta, ahora era mucho más sal que pimienta, y había
nuevas arrugas alrededor de sus llorosos ojos azules. Aparte
de eso, la impresión física que le dio, era todo lo que ella
recordaba. Los labios aún eran delgados, lo que demostraba la
predilección del hombre por el autocontrol y el orden, la
negación absoluta de cualquier pasión, en cualquier lugar. La
ropa en él era lo mismo, el blazer azul marino, los pantalones
de lana gris, el botón blanco y la corbata del club, el tipo de
cosas con las que seguramente había salido del útero.

Su segundo pensamiento fue que su padre era menos


aterrador de lo que a ella siempre le había parecido. Era
sorprendente cómo, ser económicamente independiente, la
hacía sentir más grande que la niña de cinco años que volvía
a ser cada vez que ponía un pie en esta casa. No es que ella
fuera rica, de ninguna manera. Pero estaba sobreviviendo,
sola, y ningún desinterés ni desaprobación por parte de él o de
cualquier otra persona podría menoscabar eso.

Descomprimiendo su mochila, sacó la carpeta manila


que había sacado del cajón de la cocina. Al abrir la cubierta
frontal, liberó la fotografía en blanco y negro del Dr. Manuel
Manello y la colocó sobre el cristal.

—¿Conoces a este hombre? —preguntó mientras giraba


la imagen y la empujaba sobre la superficie lisa.

Su padre se limpió los labios a pesar de que no había


tomado ni un sorbo de café, ni un gajo del pomelo, ni una
cucharada del huevo. Luego se inclinó, manteniendo la corbata
en su lugar, aunque no había nada en lo que rozarla.

435
J. R. WARD EL PECADOR

Al otro lado de la puerta rebatible que usaban los


sirvientes, los sonidos sutiles de una cocina en pleno apogeo
se filtraron, llenando el silencio. Y cuando la ansiedad de Jo
aumentó, ella se aferró a las suaves voces. El sonido del picado
de alimentos. El raspado ocasional de metal sobre metal, una
sartén arrastrada sobre la cocina de dieciséis quemadores.

—No, no lo conozco. —Su padre levantó la vista— ¿De


qué se trata esto?

Jo trató de encontrar la combinación perfecta de


palabras para explicarse, pero se dio cuenta de que realmente
no había una. Además, ¿de qué exactamente lo estaba
protegiendo?

Tal vez, era más como si estuviera buscando la


combinación de silabas que podía cambiar para desbloquear
su pasado.

—Supuestamente es mi hermano.

Chance Early frunció el ceño. —Eso es imposible. Tu


madre y yo solo te adoptamos a ti.

Jo abrió la boca. La cerró. Respiró hondo. —No,


supuestamente está relacionado conmigo por sangre.

—Oh. —Su padre se enderezó en su silla—. Bueno, lo


siento, pero no sabría nada de eso. Tu adopción fue cerrada.
No tenemos registros de la mujer que te dio a luz.

—¿Recuerdas el nombre de la agencia a la que


acudisteis?

—Fue a través de la Iglesia Católica. La diócesis local de


aquí. Pero estoy seguro de que lleva cerrada años. ¿Cómo sabes
que es un pariente?

—Tengo un amigo que es reportero. Estaba trabajando


en el hospital en el que nací. Al hablar con la gente de allí,

436
J. R. WARD EL PECADOR

descubrió que a mi madre le habían dado un seudónimo y que


alguien con ese mismo nombre también había dado a luz a este
hombre, que también había sido adoptado. Se llama Dr.
Manuel Manello.

—Entonces, si ya conoces la historia. ¿Por qué necesitas


preguntarme sobre eso?

Jo movió sus ojos hacia las ventanas. Afuera, en el frío,


un hombre en un traje de jardinero verde oscuro apareció a la
vista con una azada.

—Solo pensé que quizás tú o madre podrían recordar


algo.

Su padre recogió la cucharita de plata y su cuchillo.


Excavando el pomelo, frunció el ceño nuevamente, mientras se
ponía un pedazo en la boca.

—Me temo que la respuesta es no. ¿Y por qué quieres


investigar todo esto?

Jo parpadeó. —Es mi historia.

—Pero eso no importa.

Ella volvió a centrarse en el jardinero. —Importa para


mí.

Cuando ella se levantó, él dijo: —¿Te vas?

—Creo que es lo mejor.

—Bien. —Su padre se dio unas palmaditas en la boca


con una servilleta—. Como desees. ¿Pero tienes algún mensaje
para tu madre?

—No, no tengo. —Al menos no para su madre adoptiva—


. Gracias.

437
J. R. WARD EL PECADOR

Mientras tomaba la fotografía, no tenía idea de por qué


le estaba agradeciendo. ¿El hecho de que ella hubiera llegado
a la madurez aún viva? Eso era todo.

Devolviendo la carpeta a su mochila, volvió a cerrar las


cosas, asintió y se dio la vuelta. Al salir por el comedor, se
detuvo frente al retrato de su madre que colgaba sobre el
aparador. La Sra. Philomena "Phillie" Early era hermosa, del
tipo de Grace Kelly, una rubia platino con pómulos como un
pura sangre.

—Jo.

Ella miró por encima del hombro. Su padre había venido


a pararse en el arco de la sala del desayuno, con la servilleta
en la mano y los dedos delgados preocupados por la tela de
damasco.

—Perdóname. Siempre he encontrado que manejo mal


este tema. Uno siente una sensación de fracaso al no poder
darle un hijo a su esposa. Estoy seguro de que entiendes esto.

—Lo siento —dijo Jo porque sentía que tenía que


hacerlo.

—Puedo darte el nombre de nuestro abogado en ese


momento. Ya no creo que esté en la práctica, pero debe haber
sabido el nombre real de la mujer mientras tramitaba los
documentos con la diócesis. Incluso si cualquier hospital en el
que estuviera le dio un seudónimo para el nacimiento,
legalmente ella habría tenido que usar su nombre de pila para
renunciar a sus derechos como madre. ¿Quizás eso te
ayudaría?

—Pero ella murió.

—No hasta donde nos dijeron.

Jo retrocedió, sin saber qué historia creer. Pero luego se


reenfocó. —Me gustaría esa información de contacto, por favor.

438
J. R. WARD EL PECADOR

Su padre asintió y se acercó. —Estará en mis archivos,


en el estudio.

Jo lo siguió al otro lado del pulido vestíbulo, hasta una


habitación con paneles de madera que siempre le había
recordado un joyero. En el escritorio, su padre se inclinó hacia
abajo.

—Tú tienes tu propio archivo —dijo.

Como si ella fuera un coche y él mantuviera sus registros


de mantenimiento, para conservar la garantía.

Extrayendo una gruesa cartera atada con una banda, se


sentó mientras se sumergía en el papeleo, y ella se preguntaba
por qué sería tan voluminoso.

—Guardé todos los informes de tu escuela y las notas de


tus exámenes —dijo como si le leyera la mente.

¿Por qué? quería preguntar. Por otra parte, tal vez pensó
que podría necesitarlos si intentaba devolverla al hospital en el
que había nacido.

Al ver sus dedos delgados que recorrían las páginas que


había guardado, reflexionó sobre lo frágil que parecía, su
delgado cuerpo doblado, sus hombros estrechos encorvados.
Por alguna razón, su debilidad física la hizo pensar en toda la
corrección en la que él siempre había insistido, y cómo sus
protocolos habían definido su infancia y su edad adulta, se la
presentaron como una prueba de moralidad o valía que ella
tuviera que pasar. Es curioso: ahora veía todas esas reglas
arbitrarias, como mecanismos de defensa de un hombre débil
y reacio al conflicto, uno que había confundido la vida con una
notable falta de distinción personal, pensando que esa
histórica distinción solo podría provenir de sus ancestros.

—Aquí —dijo—. Su nombre y número.

439
J. R. WARD EL PECADOR

Su padre le tendió una tarjeta de visita y Jo la tomó.


Robert J. Temple, Esq. Con una dirección en el centro de
Filadelfia y un código de área original 215. No mencionaba el
nombre de la empresa.

Poniendo el pequeño rectángulo rígido sobre el papel


secante de cuero, sacó su teléfono y tomó una foto.

—Gracias —dijo mientras le devolvía la cosa.

—De nada.

Jo sintió que tenía que esperar a que la tarjeta de visita


volviera a la cartera, y la solapa se golpeara una vez más con
la banda. Luego, su padre devolvió la colección de documentos
al cajón inferior y se puso de pie. Como si la reunión de
negocios hubiera terminado.

—Saluda a mi madre de mi parte —dijo Jo.

Ahora, el hombre sonrió. —Oh, ciertamente lo haré. Y


ella te lo devolverá, estoy seguro.

Estaba contento porque era una cosa apropiada para


decir y hacer. Lo que le proporcionaría algo apropiado para
comunicarse con su esposa cuando surgiera el tema de la
visita no anunciada.

—Oh, ¿necesitas que te lleve a algún lado? —Preguntó


Chance Early—. No vi ningún automóvil en el camino.

—No, pediré un Lyft.

—¿De quién? Tom puede llevarte a donde necesites ir.

Por supuesto, el hombre nunca había oído hablar de Lyft


o Uber.

—Un taxi, quiero decir. —Ella cerró la mochila—. Voy a


esperar en el escalón delantero después de que lo pida.
Disfrutaré del aire fresco y el sol.

440
J. R. WARD EL PECADOR

El alivio en el rostro de su padre no era algo que se


molestara en ocultar. —Muy bien. Ha sido encantador verte de
nuevo, Josephine. Espero con ansias nuestra próxima
reunión.

Él le tendió la mano.

Jo sacudió la mano que le ofrecía, encontrando los


huesos de la palma secos y esqueléticos. —Gracias. Me
quedaré afuera para que tu desayuno no se interrumpa
indebidamente.

—Eso es muy considerado.

Cuando Jo salió de la casa, volvió a sacar su teléfono.


Un número que no estaba en sus contactos había llamado y
dejado un mensaje, pero ella ignoró la notificación para entrar
en la aplicación Lyft.

Estaba recostada contra la cálida piedra de la casa, con


la cara al sol, cuando apareció un Nissan Stanza. Al entrar en
la parte de atrás, rechazó las mentas, el control de la radio
Sirius y cambiar, más caliente o más fría, la temperatura del
aire. El conductor hablaba y ella se alegró. Cuando él apretó el
acelerador, tuvo la sensación de que nunca volvería a la casa
de sus padres y que necesitaba una distracción de esa
conclusión.

Excepto, por supuesto, que volvería. Había visitado a


sus padres en Navidad hacía solo tres meses. Y la Navidad
volvería en otros ocho. Así que, seguramente ella regresaría…

Jo no recordaba mucho sobre el viaje de regreso a la


estación de la calle 30. O más precisamente, cómo volvió a
estar en un tren.

Al menos logró conseguir otro asiento junto a la ventana.

Mientras se acomodaba y esperaba seguir teniendo el


vagón solo para ella, sacó su teléfono y comprobó nuevamente

441
J. R. WARD EL PECADOR

para ver si Syn había llamado. Se sintió decepcionada al


descubrir que él no lo había hecho. Por otra parte, ella
necesitaba acercarse a él primero, ¿no?

En lugar de llamarlo, entró a Safari137 e hizo una


búsqueda en Google del abogado que habían usado sus
padres, y encontró el obituario del hombre. Había muerto hace
diez años.

Naturalmente.

Para pasar el tiempo antes de que el tren comenzara a


moverse y pudiera quedarse dormida contra la ventana,
escuchó el correo de voz que había dejado el número
desconocido, esperando que fuera una oferta fraudulenta de
seguro médico o tal vez un programa falso para ayudarla con
préstamos estudiantiles que ella no tenía.

Hola señorita Early. Le hablamos del centro de atención


de urgencias de San Francisco. ¿Estuvo aquí hace setenta y dos
horas? ¿Nos ha dejado una muestra de sangre? Bueno, resulta
que en el laboratorio se ha contaminado de alguna manera.
Odiamos pedirle que haga esto, pero ¿podría regresar y
dejarnos tomar otra muestra? De nuevo, lo sentimos mucho.
Nunca hemos pasado por esto antes. Debe haber sido un error
del laboratorio, pero dicen que no podían leer lo que tenían.
Gracias. Oh, nuestro número de teléfono es...

Jo cortó el mensaje. Todo eso no estaba en su lista de


cosas por las que preocuparse. Además, esencialmente había
sido declarada limpia por el médico y...

Frunciendo el ceño, se frotó la nariz, un olor terrible


invadió sus fosas nasales. Cuando parecía que no había
escapatoria del hedor, se asomó al pasillo. Dos hombres
habían entrado al vagón en el otro extremo, y tenían que ser
ellos.

137
Navegador web.

442
J. R. WARD EL PECADOR

Asumiendo que la pareja había colgado zorrinos muertos


alrededor de sus cuellos debajo de sus abrigos.

Jo parpadeó y volvió a frotarse la nariz. Dios, ella nunca


había olido algo tan horrible. Era como talco para bebés y
animal atropellado...

De repente, su dolor de cabeza comenzó con una


venganza, su cráneo palpitaba de dolor. Claramente, el hedor
fue el detonante.

No, No voy a hacer esto... durante dos horas, decidió. No


importa lo grosero que sea moverse.

Agarrando su mochila, se puso de pie y se arrastró hasta


el próximo vagón en la fila, y gracias a Dios que lo que sea que
olía así, no llegaba hasta al otro espacio.

Justo cuando el tren tironeó y comenzó a avanzar, se


sentó en un nuevo asiento junto a la ventana y se masajeó las
sienes. Mientras la agonía continuaba creciendo, ella se negó
a someterse a ella. Por alguna razón, tenía la sensación de que
estaba tratando de distraerla. Sacarla de algún tipo de rastro
de pensamiento.

A pesar de que era una locura decir algo así.


¿Antropomorfizar una migraña? ¿En serio?

Aun así... ese hedor ¿Qué era ese hedor?

Incluso mientras la presión se apretaba más fuerte en


su cráneo, se profundizó aún más la convicción de que había
olido ese horrible hedor antes. En algún momento
recientemente. Muy recientemente...

Al entrar en su teléfono, fue a su registro de llamadas.


Sin saber lo que estaba buscando, revisó lo que había entrado
y salido de su teléfono en los últimos días. Muchas llamadas
de ida y vuelta con McCordle. Luego estaba Dougie buscando
dinero. Mierda de Tele marketing.

443
J. R. WARD EL PECADOR

Jo se incorporó.

¿Qué demonios había estado haciendo, hablando con


Bill a las diez de la noche? ¿Ese número de veces?

Ella había estado en casa en ese momento. O así debería


haber sido. Y, sin embargo, no tenía memoria de haberle
hablado entonces. Claro, regularmente conversaban sobre su
pequeño pasatiempo extracurricular de lo sobrenatural, pero
no después de las diez, en una proverbial noche de escuela. Y
no una y otra vez en tan poco tiempo...

No, espera, pensó. Ella había salido a alguna parte. Ella


había ido en busca de... alguna cosa.

Si, en su coche. Había estado lloviendo ...

Gimiendo, Jo cerró el teléfono y tuvo que dejar caer la


cabeza hacia atrás contra el respaldo del asiento. Mientras
respiraba de manera superficial, prometió averiguar dónde
demonios había ido y por qué había llamado a su amigo.

Ella había terminado con los agujeros de conocimiento


en su vida.

Al menos un misterio simple como dónde había estado


cuando había hablado con Bill tenía que tener solución.

Simplemente tenía que tenerla.

444
J. R. WARD EL PECADOR

T reinta minutos después de medianoche, Butch


estacionó el R8 en el garaje del centro y esta vez no espero
encontrarse con nadie. No con Mel. No con su compañero de
cuarto. No con la distante madre de su compañero de cuarto.

Sip, no estaba interesado en cruzarse con nadie.

Y jodida mierda, seguro que sería útil desmaterializarse.

En cambio, tenía que caminar. Saliendo del garaje, se


acomodó el cuello de su cazadora de cuero, agacho la cabeza y
comenzó a hacer tiempo. El resto de la Hermandad estaba de
vuelta en la mansión, haciendo una revisión de armas, algo en
lo que técnicamente debería estar involucrado. Pero, como sea.
Necesitaba algo de tiempo para sí mismo antes.

Cuando su teléfono empezó a sonar, lo saco y colgó sin


molestarse en ver quien estaba llamando. Esto no iba a tomar
mucho tiempo, y tan pronto como terminara, llegaría a la casa
de la hermandad, haría un mea culpa, y seguiría con el
programa habitualmente establecido.

445
J. R. WARD EL PECADOR

Le llevó seis minutos llegar a su destino, miro al edificio


de oficinas de veinte pisos, y pensó que no tenía idea de cómo
él y Mel habían entrado la noche anterior. Ella debía tener la
llave. ¿Habría entrado por la puerta principal? Eso parecía
poco probable considerando que eran puertas giratorias que
habían sido cerradas porque estaban fuera de horario.

¿Por la parte trasera?

La inquietud le erizo el vello de la nuca, y palpo una de


sus armas mientras bajaba por un lado de la edificación. En el
centro del edificio, halló una entrada no señalizada, pero se
encontraba cerrada con seguro, sin picaporte para forzarlo.

Demonios, la maldita cosa no tenía un candado para


abrir ni siquiera un lector de tarjetas. Debía ser una salida de
emergencia.

Girando en la esquina más lejana y mirando la parte


trasera de la propiedad, espero encontrar un muelle de carga
en el pequeño estacionamiento, y sus oraciones fueron
respondidas. Pero hasta ahí llegaron las buenas noticias. No
pudo entrar a ningún lugar. Las puertas enrollables estaban
completamente cerradas y las tres puertas normales tenían
sus lectores de llave electrónica para las cuales, obviamente,
no tenía tarjeta de pase.

Rodeo el edificio. Dos veces.

Antes de darse por vencido.

Sacando su teléfono, maldijo cuando presiono el botón


de llamada. No había razón para ir a sus contactos y buscar el
número. El hijo de puta en cuestión era la última persona que
lo había llamado. Tres veces seguidas. En los últimos tres
minutos y medio…

—¿Dónde diablos estas? —Soltó V

—Eso no es importante. Necesito un favor…

446
J. R. WARD EL PECADOR

—Oh, no es importante. Estoy encerrado aquí, con


Lassiter, Posdata, quien me va a hacer ver La Familia Monster
toda la noche…

⸺…necesito entrar en una instalación cerrada…

⸺…donde soy una especie de hombre de la Familia


Addams…

⸺…y tiene esta cosa de lectora de tarjetas…

⸺…y lo más importante, claramente te saltaste la


inspección de armas…

Al mismo tiempo, ambos se callaron y ladraron. —


¡Podrías escuchar que mierda estoy diciéndote!

Luego, también al mismo tiempo:

—¿Estás viendo la TV con Lassiter?

—¿Estás intentando entrar por la fuerza en un edificio?

Butch luchó contra una ola de cansancio. —Mira, no es


por un asunto importante. Solo necesito entrar a este lugar, y
eres la única persona que puede ayudarme.

—¿Dónde estás? Y si vuelves a decir que no es


importante voy a golpear al ángel porque es la cosa más
cercana a mí.

—No es importante…

A través de la conexión, hubo un amortiguado ⸺¡Ow!


¡Que MIERDA, V!

—Dios, eso fue satisfactorio —murmuro V—. Gracias.

—De nada.

Butch miro por encima del muelle de carga, ubicando


las cámaras de seguridad que se encontraban situadas en las

447
J. R. WARD EL PECADOR

esquinas de las puertas enrollables y encima de las tres


puertas. También había un contenedor del tamaño de un
vagón y un depósito de registros de Iron Mountain138. Ninguno
de los cuales podían ayudar.

Maldijo. —¿No tienes una tarjeta universal o algo? No


quiero activar las alarmas.

Hubo un susurro, como si el hermano estuviera


bajándose del sofá. Después, en voz baja, V dijo —¿Qué
piensas hacer, poli?

—No tiene nada que ver con la guerra o con nada.

—Ok, espera.

Butch exhalo en un suspiro, luego salto hacia atrás


mientras V se materializaba justo delante de él. El hermano
usaba cuero y shitkickers, genial, excepto que sin ninguna
arma. A menos que contara su acida lengua, la cual solo era
útil para argumentar.

Entonces otra vez…

Su mano era un plus. Pero, aun así.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —escupió Butch


en su teléfono.

—Oh, claro —dijo V amargamente en el suyo—. Está


bien para ti estar en peligro…

—¡Regresa a casa!

—Pensé que necesitabas ayuda, idiota —V hizo una


pausa. Alejó su teléfono de su oreja. Terminando la llamada—
. Así que, si, estamos cara a cara ahora. ¿Qué tal si nos
gritamos y chillamos en persona?

138
Empresa de almacenes.

448
J. R. WARD EL PECADOR

Butch alejo su teléfono de su oreja también. —No estás


armado.

—Y tus armas no fueron revisadas.

—Touché. Al menos no llevas un pijama de La Sirenita.

—Te sorprendería lo sexy que me veo en él. —V analizo


la parte trasera del edificio—. Así que este es nuestro objetivo,
eh.

—No hay un “nuestro” en esto. —Cuando V empezó a


avanzar, Butch tomo al sujeto de su brazo desnudo—. Es
demasiado peligroso para ti, estar aquí afuera. ¿Recuerdas
nuestro pequeño arreglo?

—Sentirías si hubiera asesinos cerca ¿Están aquí?

—Bueno, no. Pero podría haber en cualquier parte.

—Así que este es nuestro objetivo. —V se acercó a una


de los muelles de carga y salto al borde del hormigón que
estaba a la altura de su pecho. Después de inspeccionar los
paneles conectados, asintió—. Ok, creo saber que tengo que
hacer.

—No debería haber llamado.

—¿En serio? Esto es mucho mejor.

Con eso, V se desmaterializo a la mitad de la oración.

Parado en su pequeña soledad, Butch golpeó con una de


sus shitkicker el pavimento como un niño de cinco años.
Después se congeló, esperando escuchar la alarma. Luego,
avanzó cuando de repente una clase de explosión ocurrió.

El sonido metálico de la puerta de carga era ruidoso en


la quietud, las piernas revestidas de cuero de V, la camiseta
revelando sus musculosos brazos y hombros desnudos fueron
revelados centímetro a centímetro.

449
J. R. WARD EL PECADOR

⸺…que estar en la casa con el ángel. —Termino


mientras se inclinaba y ofrecía su mano—. Juro por Dios que
iba a ser él o yo.

Butch agarró el guante forrado de plomo y fue llevado al


área de recepción de carga que estaba tan sucia como el
estacionamiento. —No lo entiendo. Podrías solo haber dejado
al tipo y volver al Pit.

—Fritz está limpiando nuestro lugar esta noche.

Cuando V se estremeció y bajó los paneles de la puerta


con una manivela, Butch silbó por lo bajo. —Sip, escogería a
Lassiter sobre eso.

—Lo juro, ese mayordomo aspiraría mi trasero si tuviera


la oportunidad. —Asegurados dentro del área de recepción, V
aplaudió juntando sus manos—. Así que ¿a dónde vamos?

Butch miró a su compañero de cuarto, pero V se


mantuvo parado ahí, esperando pacientemente.

—Oh, jodida mierda. —Se quejó.

—¿Hay apartamentos aquí? —murmuro V—. O solo un


piso despejado.

Rechinando sus molares, Butch miro alrededor. Gracias


a las brillantes señales de “Salida” que se encontraban sobre
las puertas de entrada del edificio fue capaz de evaluar las
cosas lo suficientemente bien. No era que fuese muy
inspirador. Además de los contenedores para cajas de FedEx y
una barra de tramo larga que parecía una estación de
procesamiento de correo, no había mucho que ver.

Había estado esperando un mapa pegado en la pared de


hormigón o alguna mierda así. Oye, los amigos que trabajaban
aquí deberían saber dónde debían ir con los sobres y paquetes,
¿no?

450
J. R. WARD EL PECADOR

—Necesito encontrar el sótano —murmuro mientras se


dirigía a una de las puertas al azar. Antes de que pudiera dar
dos pasos, saco una de sus 40—. Toma esto. Sé que no voy a
llegar lejos tratando de hacer que te vayas.

—Es como si me conocieras o alguna mierda así, ¿cierto?

—Cállate, V —dijo mientras avanzaban juntos.

Habían hecho el amor al segundo que Syn fue a verla a


la medianoche.

¿Es el pasado correcto? 139 Pensó Jo mientras daba la


indicación de su dirección para luego volver a colocar su mano
en la de Syn.

O fue más bien como, ellos tuvieron sexo, follaron,


cogieron, fornicaron, tuvieron sexo duro…

Sea cual sea la gramática, sea cual sea la manera vulgar


de decirlo, ellos ciertamente estuvieron juntos. Prácticamente
en todo su apartamento. Pero se había prometido que ya era
suficiente. Dado el… problema de Syn… simplemente no podía
soportar ser tan egoísta para esperar que él la sirviera en sus
necesidades sexuales como un semental sin obtener nada para
sí mismo.

Y las consecuencias para él fueron mucho peor que solo


no obtener nada.

A su lado, en su asiento de copiloto, él se acomodó


cuidadosamente, y la expresión de dolor de su rostro le dijo
todo lo que necesitaba saber acerca de lo incomodo que se
encontraba.

139
E i gles: The had ade lo e…. Is that the right past tense. Juego de palabras con el tiempo verbal
pasado simple que se usa para referirse a acciones completas en el pasado sin continuidad en el
presente.
451
J. R. WARD EL PECADOR

Así que, no, ella no tenía la intención de volver a intimar


con él. Todo lo que había querido era verlo, olerlo, abrazarlo y
todo eso había pasado en el momento en el que cruzó su
puerta.

Seguido de mucho de lo mismo. Solo que con mucha


menos ropa.

—No puedo creer que estés dispuesto a ir en otra de


estas salvajes persecuciones conmigo —dijo ella.

La manera en la que apretó su mano se estaba volviendo


familiar. —Estoy fuera de servicio esta noche, así que no hay
otro lugar donde me gustaría estar.

Antes de que ella pudiera pensar en algo que decir


respecto a eso, él se inclinó y le susurró. —Me gusta la manera
en la que estas sonriendo en este momento, luego me tendrás
que decir exactamente en qué estás pensando.

—Ok y ahora estoy sonrojándome también.

—Bien.

Excepto que él se volvió a mover rígidamente, tirando del


cinturón de seguridad lejos de su pecho y acomodando sus
caderas con un silbido.

—Syn, ¿está todo bien?

—Perfectamente en todas las maneras. ¿Así que a dónde


vamos?

Jo sacudió su cabeza, pero lo dejo ir. Tener una


conversación con una sola persona participando en ella era
difícil, y claramente, él no estaba en el territorio de preguntas
y respuestas cuando se trataba sobre su incomodidad.

Dios, ella odiaba eso, sin embargo.

452
J. R. WARD EL PECADOR

—Bueno, como sabes… estoy harta de estos fallos de


memoria que he estado teniendo. —Debatió sobre si decirle o
no sobre su viaje para ver a su padre, pero ¿eso era relevante?
Volviendo al punto, se preguntó si había alguna manera de
ofrecerse de voluntaria para la visita de su amnesia—. Es una
larga historia, pero aparentemente, vine a este centro
comercial abandonado hace un par de noches. Bill, mi amigo,
hablo conmigo mientras me encontraba ahí, y también en mi
camino de regreso a casa, excepto que no tengo recuerdos de
haber dejado mi apartamento, conducir a ningún lado, ver a
nadie o hacer absolutamente algo de eso.

—¿Bill es el que está comprometido? El que trabaja


contigo.

—Sí, él y su esposa acaban de perder un embarazo.

Syn frunció el ceño intensamente. —Siento mucho eso.

—Yo también. —Jo se apoyó en el parabrisas—. Así que


sí, quería venir aquí y revisar el sitio. El desvío debe ser el
correcto. Sip, aquí estamos.

Siguiendo por el camino, se preparó para el dolor de


cabeza, y estaba muy segura de eso, cuando dieron la vuelta
apareció un tramo oscuro de tiendas de un piso, al mismo
tiempo el dolor la golpeó justo en su lóbulo frontal.

—No tienes que hacer esto —dijo Syn sombríamente.

—Tengo que hacer algo.

Mientras dejaba que el coche se detuviera, ella lo supo,


ella lo supo, había estado aquí antes. Había hecho esto antes.

—Juro por Dios —murmuro—. Es como si alguien


siguiera entrando en mi cerebro y robándome cosas.

—Estaciona tu coche por allí.

453
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Donde?

— Detrás de ese cobertizo, y asegúrate de darle la vuelta


para salir. Nunca se sabe.

— Oh, por supuesto.

Mientras Jo hacia lo que le había sugerido, decidió que


existían claras ventajas de tener a un asesino entrenado
alrededor.

Cuando salieron del Golf, ella estaba impresionada por


la sugerencia de Syn. Su coche no era grande y el pabellón, el
cual había sido una estación de autobús que no había sido
acondicionada, era el perfecto escondite para el coche. Nadie
sabría que estaban aquí, y él estaba en lo cierto. Si necesitaban
irse rápido, todo lo que tendría que hacer es poner el motor en
marcha y acelerar.

—Así que Bill me dijo que vendría a verme aquí. —Hizo


una mueca de dolor y masajeo la parte trasera de su cuello
mientras empezaron a caminar—. Estaba preocupado de que
estuviera sola, pero nunca llegó. Me dijo que lo llamé cuando
me encontraba regresando a casa y le dije que no había visto
nada. Así que dio media vuelta y regresó a su casa.

—¿Alguna vez estuvisteis juntos…?

Jo negó con su cabeza. —Oh por Dios, nunca. Él está


casado. E incluso si no lo estuviera, no es mi tipo.

Syn dio un gruñido de satisfacción y eso hizo sonreír a


Jo. Tomando su mano, lo golpeo con la suya. —Estás celoso.

—No lo estoy.

—¿En serio?

—Nah. Siempre quiero desgarrar personas, miembro por


miembro. Es ejercicio, sabes. —Golpeó su pecho con un

454
J. R. WARD EL PECADOR

puño—. Desarrolla el musculo cardiaco, los brazos, además, la


satisfacción de destruir un enemigo es el mejor trofeo que se
puede obtener.

La miro y le hizo un guiño.

—Eres incorregible —dijo ella.

—No conozco el significado de esa palabra. —Mientras


su bota golpeaba el borde del camino de hormigón, la atrapó
rápidamente cuando iba cayendo hacia adelante— ¿Estás
bien?

Jo se echó a reír. Solo por la razón de que estaban


juntos. —Sip, lo estoy.

Obligándose a sí misma a concentrarse pasó por encima


de la cadena y siguió avanzando, buscando en las oscuras
tiendas por las que pasaban. No había mucho que ver. No
había mucho que dejaran atrás. Nada que hiciera desear venir
a dar un paseo de noche.

Dios, le dolía la cabeza.

Al final del camino, se detuvieron en frente de un


descolorido cartel de una vaca que sostenía un cono de helado
con su pata. Mientras soplaba el viento, las hojas ennegrecidas
susurraban y se precipitaban por la acera agrietada,
reuniéndose en la esquina de una puerta con otras de su
especie.

Dando vueltas, sacudió su cabeza sintiéndose como una


tonta. ⸺Bill dijo que yo había tenido algún tipo de aviso sobre
el que había sido muy imprecisa. Le dije que estaba sacado de
mi blog, pero no hay nada sobre este sitio en ningún lado. Oye,
esas de allí son escaleras. ¿Crees que podríamos ver a donde
nos llevan?

—Nop. Guíame, mujer.

455
J. R. WARD EL PECADOR

Jo sonrió un poco más y los condujo por los escalones


de hormigón, estimulada por algo en el centro de su pecho. Al
final del descenso, se detuvo y vio un estacionamiento vacío…

Una ráfaga de viento corrió por el desgastado pavimento


que tenía tantos baches que lo hacía parecer un queso suizo.
Y fue en ese momento cuando lo escucho. Crujiiiiiido, golpe.
Crujiiiiiido, golpe.

En el rincón más alejado del lugar, había un edificio con


un juego de puertas de garaje de la a lado enfrente. Una puerta
de tamaño normal se encontraba a un lado suelta de sus
bisagras, y cuando el viento la golpeaba, se abría y cerraba
sola.

Contrayéndose de dolor y sosteniéndose en sus pies, ella


murmuró —Si, por allí. Conozco el sonido de esa puerta.

Sin esperar una respuesta de parte de Syn, tropezó con


el asfalto cegada por el dolor, pero muy concentrada en la
intuición de que, finalmente, el misterio iba a ser resuelto.
Cuando llego a la puerta, se le cortó la respiración en la
garganta y su corazón empezó a latir con fuerza. Con una
temblorosa mano, la agarro.

Syn sacó su arma. —Déjame entrar primero.

—Puedo hacerlo.

Pero él tomó la decisión por ella, dando un paso delante,


entrando. Un momento después, una linterna se encendió, y
su luz hizo un movimiento circular lento… mostrando un lugar
absolutamente vacío, sin ventanas, era un almacén de
mantenimiento con suelo de hormigón.

—Mierda —dijo ella cuando se unió a él—. Podría haber


jurado…

La puerta se cerró de golpe detrás de ella, haciéndola


saltar.

456
J. R. WARD EL PECADOR

—Otra loca persecución en vano —murmuró mientras


caminaba alrededor, con sus pisadas resonando.

Estaba a punto de sugerirle que se fueran y prometerle


que nunca más tendría brillantes ideas sobre destinos
nocturnos…

…cuando el primero de los autos se detuvo justo afuera


de la puerta.

—Lo juro por el jodido Dios —dijo Butch—. Estaba aquí


abajo. La puerta era como algo salido de un calabozo… y ella…

Mientras sus palabras se iban apagando, caminó de


regreso por el pasillo, leyendo los pequeños carteles que
señalaban los nombres de cada propietario corporativo de cada
absolutamente normal puerta de mierda.

—Estoy empezando a pensar que estoy loco. —Cuando


V no dijo nada, Butch le hecho una mirada al tipo, que estaba
parado en frente de lo que debería ser la entrada al
apartamento de Mel—. Juro…

—Te creo. —V levantó su mano—. Dame un minuto.

Vishous cerró sus ojos y bajo su cabeza, quedándose


demasiado quieto, era como si ya no fuera parte del equipo de
los vivos que respiran.

Nada de eso tenía sentido.

Bueno, en realidad, si tenía sentido. Era solo que a


Butch no le gustaba a donde lo llevaban sus conclusiones.

—Qué pasa si ella no es quien pensaba que era —dijo.


Más para dejar salir las palabras que para otra cosa.

V levanto la cabeza. —¿Estás seguro de que éste es el


edificio?

457
J. R. WARD EL PECADOR

—Podemos revisar el GPS de mi teléfono, ¿no? Grabas


donde vamos todos cada noche, así es como me encontraste
aquí hoy. —Butch sostuvo su Samsung enfrente de su
compañero de cuarto—. Debe estar en la memoria.

En el fondo de su mente, era consiente que sus instintos


se estaban volviendo locos, y era un poco tarde para eso, ¿no?
Si había sido engañado por algo… fuera de este mundo… lo
que sea no se encontraba aquí.

—Puedo seguir tu rastro en el mío —murmuró V.

Cuando el hermano miró su propio teléfono, Butch cruzó


sus brazos y pensó en lo extraño que le había pasado al
empezar a caminar lejos de Mel la noche anterior. Acababa de
cerrar su puerta y dio uno, quizás dos pasos… cuando ese
mecanismo de bloqueo masivo de barras de hierro bifurcadas
había vuelto a su lugar, silenciosamente, detrás de él.

No había forma de que la mujer pudiera salir de esa


bañera, atravesar el lugar y encerrarse a sí misma. Incluso si
no hubiera estado lastimada.

Y esa era la otra cosa, cuando la encontró fuera del


garaje, ella había estado sangrando en muchos lugares,
magullada y golpeada. Pero ¿cuándo la ayudo con el corpiño?
¿Cuándo ella lo miro desde la bañera? No había nada
magullado en su rostro de porcelana.

Al mismo tiempo, había estado demasiado ocupado


tratando de no mirar a ningún lado que no debería ver. ¿Pero
ahora? Sabía que ese tipo de curación era imposible.

—Esto está jodido.

Butch lo miró. —¿Entonces no estuve aquí?

— No, estuviste aquí, pero la noche pasada hay una


tremenda mala lectura de tu locación. —V le dio la vuelta a su

458
J. R. WARD EL PECADOR

teléfono—. Ese es el mapa de Caldwell. Este eres tú. Aquí


vamos.

V tocó algo, y como un Pac-Mac de mierda de la antigua


escuela, un pequeño punto parpadeante se movió a través del
laberinto de calles.

—Esta de aquí es Trade. —El dedo de V se deslizo


verticalmente por la pantalla—. Ahora estas en la
Decimotercera. Y… aquí estamos, a una calle de esta dirección.

El punto desapareció.

—Adelantando cerca de quince, veinte minutos a lo


mucho —dijo V—. Y… aquí estas de nuevo.

De pronto, el punto reapareció, y se alejó de la zona


muerta. A donde parecía ocupar todo el bloque del edificio en
el que se encontraban.

—¿Qué mierda? —murmuró Butch—. Y ¿con quién


demonios estuve hablando?

459
J. R. WARD EL PECADOR

N o solo un coche, muchos de ellos.

Cuando lo que sonaba como una maldita flota se acercó


a las instalaciones de mantenimiento, Syn colocó su cuerpo
entre Jo y la puerta por la que habían entrado. Sacando su
arma, se maldijo a si mismo al tiempo que apagaba su linterna.
No había visto nada con lo que pudieran esconderse en el
interior del lugar. Nada más que vigas de soporte, el techo, y el
suelo de hormigón manchado de aceite.

Estaba sacando su arma cuando la situación pasó de


mala a mortal.

Al principio, cuando el olor del enemigo llego a su nariz,


trató de decirse que solo lo estaba imaginando. Qué demonios
estarían haciendo los lessers fuera.

—Ese olor —Jo siseo—. Estaba en el tren de regreso de


Philadelphia hoy. Y juro que lo he ol…

—Shh.

460
J. R. WARD EL PECADOR

Mientras ella se quedaba en silencio, escuchó


atentamente, entre el viento y el portazo, a la espera de voces.
Aunque ¿qué le iba a decir eso realmente?

Tomando su mano, la llevo más dentro de la oscuridad.


Totalmente descubiertos. Absolutamente sin escape. Con una
limitada cantidad de armas y municiones, con una mestiza que
no sabía lo que era, y solo Dios sabia cuántos lessers.

Las voces estaban justo fuera del endeble edificio ahora.


Una congregación ¿Tres? ¿Cuatro de ellos? Era difícil de
determinar a estas alturas por la cantidad de olores.

Un soplete. Lo que necesitaba era un soplete para poder


hacer un agujero en la pared de metal a través del cual Jo
pudiera pasar. Pero como si pudiera pensar en algo después
de eso. La única otra opción que tenía era dejarla aquí atrás,
totalmente indefensa, esencialmente desarmada, mientras él
efectuaba una ofensiva de bombardeo, disparando a toda la
mierda que se encontrara fuera. No era una idea atractiva, no
para un tiro largo o con cientos de la variedad a quemarropa.

Sin embargo, ¿qué otra alternativa tenía? No podía


llamar a la Hermandad o a los otros luchadores. Si creía que
estaba en problemas con la legendaria administración ahora,
no era nada comparado con lo que le pasaría si era capturado
con una mestiza, una hembra pretrans, fuera en la oscuridad,
solos por su cuenta.

Además, ella era de él. No de ellos.

—Toma esto —dijo mientras desenfundaba la 40 de


respaldo que tenía en su pantorrilla—. Es más pesada que la
que usabas, pero hará un agujero en…

Se congelo, y luego giro a la ondulada pared de metal


detrás de ellos.

Si, pensó. Eso podría funcionar.

461
J. R. WARD EL PECADOR

— A las tres, voy a empezar a disparar a la pared —dijo


mientras palmeaba la otra Smith & Wesson140 asegurada a su
cadera—. Se pondrán bajo resguardo, pero no por mucho
tiempo, así que te necesito lista para correr. Después de que
los hayamos espantado, vamos derechos por la línea del
bosque. Todo lo que tienes que hacer es mantenerte en el
camino, ¿ok?

—¿Que son ellos?

—Sin preguntas. Y no, no vamos a llamar a los policías.


No pueden ayudarnos. Tienes que confiar en mí.

Hubo una pausa. —Ok.

Syn cerró sus ojos. —Lo siento.

—¿Por qué?

Sin responder, sacó sus cargadores automáticos y


apretó los gatillos, teniendo el resultado opuesto del que
esperaba. El bombardeo estuvo fuera de control, chispas
volando mientras golpeaban y rebotaban en ellos en lugar de
penetrar a través de los paneles.

Tuvo que dejar de disparar. Si hubiera seguido podría


haber suavizado la mierda como para golpearla, atravesándola
con su hombro, pero era muy arriesgado. Primero los hubiera
llenado a Jo y a si mismo de jodidos agujeros.

—Maldición —escupió.

Y por supuesto, ahora esos lessers que estaban fuera


sabían que alguien en la propiedad estaba armado.

Por mucho que odiara todo en este momento, por mucho


que temiera lo que iba a hacer, la vida de Jo era más
importante que absolutamente todo.

140
Marca de pistolas.

462
J. R. WARD EL PECADOR

Incluyendo cualquier futuro, que secretamente, hubiera


estado engañándose que pudieran tener.

Syn hizo una llamada de auxilio a los guerreros en


turno.

463
J. R. WARD EL PECADOR

—N o, te estoy diciendo que los moretones no


estaban allí ⸺Butch sintió como si se estuviera defendiendo
delante de un jurado. Excepto por el cabeceo de V, el hermano
parecía estar de acuerdo con su versión de los hechos.

—Simplemente no me di cuenta en ese momento...

—Porque estabas tratando de no darte cuenta...

—Tenía muchas otras cosas...

Cuando el teléfono de Butch comenzó a vibrar en su


bolsillo, saltó y luego se zambulló para buscarlo, mientras que
V hacía lo mismo, pero sin alterarse. Cuando ambos leyeron el
mismo mensaje, se miraron.

—El centro comercial —dijo Butch cuando comenzó a


enviar mensajes de texto rápidamente.

—Donde estaba la inducción que limpiamos.

464
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Qué demonios está haciendo Syn ahí fuera? —Butch


agarró el brazo de V—. Y no vas a atender esa llamada. De
ninguna puta manera...

—Hay asesinos. Así que es hora de que tú y yo nos


pongamos a trabajar...

De repente, apareció Lassiter, un batido en una mano y


un control remoto en la otra. Cuando terminó de chupar el
fondo del vaso de cristal, como los de la vieja escuela, el sorbido
era tan estridente, que bueno, Vishous arrojó siete bombas-F
en el aire.

—¿Llamaste tú? —dijo el ángel caído en un tono


agradable.

—No. —V golpeó a los pectorales de Butch—. Tú no le


enviaste mensajes de texto.

—Si lo hizo. —Lassiter le dio otro sorbo a la pajita. Luego


agitando su cabeza como un metrónomo, de un lado a otro, su
cabello rubio y negro balanceándose—. Lo hizo, lo hizo, lo hizo.

Al son de la melodía de Hocus Pocus “amuck, amuck,


amuck”...

Vishous clavó un dedo en la cara del ángel. —No voy a


volver contigo, idiota.

—Está bien, eso es realmente doloroso. —Siguió


chupando—. Quiero decir, ¿qué te he hecho?

—Tu presencia es suficiente. —V se enfrentó a Butch—.


Y tú, eres un traidor...

Butch sacudió la cabeza y guardó su teléfono. —No, me


estoy asegurando de que sigas el plan que acordamos.

—Joderos los dos…

465
J. R. WARD EL PECADOR

Justo cuando V fue a desmaterializarse, Lassiter cerró


los ojos y asintió con la cabeza como Mi Bella Genio. De
repente, se formó una barrera de contención alrededor de todo
el cuerpo de V, la prisión translúcida era el tipo de cosa que
cortaba sus gritos y lo levitaba a unas seis pulgadas del suelo.

Por un momento, todo lo que Butch pudo hacer fue


mirar el espectáculo de Vishous, hijo del Bloodletter, hijo de la
Virgen Escriba... golpeando en silencio en las paredes
interiores de su mini prisión flotante.

—Parece un abejorro atrapado debajo de frasco —


comentó Lassiter.

Butch miró al ángel. —Sé que eres inmortal y toda esa


mierda, pero será mejor que corras como un hijo de puta
cuando lo dejes salir.

—Sabes, me inclino a estar de acuerdo contigo. —De


repente, los extraños ojos del ángel se pusieron realmente
serios—. Me avisas si lo necesitas, ya sabes. Y ten cuidado. Las
cosas están muy cerca del final, y siempre es cuando falla el
paracaídas.

Asintiendo con un movimiento de cabeza, Butch dijo:


⸺Lo tendré. ¿Pero me puedes decir algo? ¿Sobre dónde
estamos parados? ¿Qué va a pasar después?

Lassiter parecía angustiado mientras sacudía la cabeza.


—Lo siento. No puedo. No es mi parte, incluso yo tengo reglas
que debo seguir si quiero permanecer en el juego.

Butch estudió esos rasgos hermosos, generalmente tan


alegres y risueños. —Así que va a ponerse realmente mal, eh...

El ángel ignoró ese pequeño comentario feliz y se centró


en V. ⸺Vamos, Sparky. Te llevo a casa. —Con su mano abierta,
convocó a la burbuja V, y se adelantó como si lo llevara con
una correa—. ¿Debería tratar de drogarlo?

466
J. R. WARD EL PECADOR

Butch negó con la cabeza mientras la barba candado de


su compañero de cuarto se tornaba de un rubor furioso.
Además, hola, había todo ese salto que todavía estaba
ocurriendo.

—Reallllllmente no iría por allí —murmuró Butch.

—Sí, probablemente tengas razón. Conduce con


cuidado.

Así como si nada, el ángel caído, que era el número 1 en


la lista de todos para ser golpeado, y la versión Wilson141 de
Vishous, desaparecieron.

Butch habló por su comunicador de hombro, sobre su


ETA, y luego salió corriendo por el pasillo. Había recorrido
unos tres metros cuando se dio cuenta. No tenía idea de cómo
diablos salir del maldito edificio. El experto en cerraduras y
llaves era Vishous, y se había ido.

Y con ese genio cabrón, se fue la salida que Butch


necesitaba.

Mientras Jo estaba detrás de Syn y agarraba la pesada


arma que le había dado, ella gruñó por el dolor en las sienes.
Algo estaba surgiendo en su conciencia, un recuerdo que era
inexorable, incluso contra la barrera que lo bloqueaba.
Separando sus labios, respiraba agitadamente, su corazón
palpitaba y sus extremidades hormigueaban, el peligro
presente frente a ella, todo incluso Syn, daba paso a una
desesperada necesidad de saber algo.

Una maldita cosa

141
Se refiere a la pelota de óle ue le hizo o pañía a To Ha k e la pelí ula El Náuf ago

467
J. R. WARD EL PECADOR

Como una lluvia de primavera que penetra burbujeando


a través de una grieta en los cimientos de un sótano, de
repente, un fragmento de memoria se liberó y se hizo presente.

Se vio a si misma delante de la cadena de seguridad


frente al desolado paseo del centro comercial. Y recordó estar
convencida de que las cosas iban a cambiar para siempre si
continuaba adelante.

Entonces recordó levantar su zapatilla para saltar sobre


los eslabones. Y avanzar, con el corazón que latiéndole tan
rápido como ahora.

—Tenía razón —murmuró mientras tenía que dejar ir el


recuerdo, por el dolor.

Dejando de aferrarse a la imagen, al pensamiento, a esa


parte de su pasado, a la semi-respuesta que no explicaba nada,
se hundió debajo del vacío infranqueable que parecía estar
consumiendo eventos y emociones, un agujero negro que
absorbía todo lo que era tan vitalmente importante...

—Ponte detrás de mí —dijo Syn—. Y prepárate para


disparar si entran por esa puerta...

—Estoy lista. —Mentirosa. Ella se estaba cagando en


sus pantalones.

Mientras estaban parados juntos, él al frente, ambos a


punto de usar sus armas, recordó haber huido del helicóptero
de la policía con él. Ese fue el entrenamiento para este
enfrentamiento, y nada de esto debería tener sentido, pero lo
tenía. De alguna manera, hasta aquí era donde ella se había
estado dirigiendo estos últimos meses.

Por mucho que su cerebro no entendiera nada, su


instinto lo entendió todo...

El tiroteo no era como en las películas de acción. No


había grandes explosiones de fuego.

468
J. R. WARD EL PECADOR

Y no estaba dentro de un set de filmación.

Estaba afuera. Pop-pop-pop-pop...

—¿Se están disparando el uno al otro? —susurró ella en


la oscuridad.

A pesar de que ella no sabía quién era “ellos”.

—Dame el arma de vuelta, ahora...

—Espera ¿qué…?

Syn se la arrebató de la mano. —No puedo correr el


riesgo de que mates a mis refuerzos.

La puerta de la instalación se abrió, y la luz atravesó la


oscuridad. Justo antes de que la iluminación los golpeara a
ambos, Syn la sacó de su camino y, mientras tanto, las figuras
tropezaron hacia el interior, nada más que siluetas negras
revueltas, que resbalaron y cayeron al suelo de hormigón.

El hedor de ellos la hizo toser y vomitar. Tal como lo


había hecho en el tren.

Cuando la puerta se cerró de golpe, hubo un sonido de


pies arrastrándose.

—¡Ciérralo desde adentro! —dijo una voz masculina—,


maldita sea...

— ¡Lo haré! Cristo...

— ¿Quién tiene un arma?...

Afuera, cualquier batalla que estuviera sucediendo,


continuaba, y dados los ecos del sonido de metal deslizándose
sobre metal, los hombres habían encontrado una manera de
cerrar ese panel metálico.

—Quédate aquí —susurró Syn.

469
J. R. WARD EL PECADOR

—¡No! —Jo agarró la manga de su brazo—. No te vayas...

—Necesito saber dónde estás.

—¿Qué vas a hacer? —Aunque ella lo sabía. Los iba a


matar a mano—. ¡No me dejes…!

Hubo una fracción de segundo de pausa. Y luego sus


labios de alguna manera encontraron los de ella en la
oscuridad. El contacto fue demasiado rápido...

La explosión se manifestó primero como luz cegadora.


Segundo como una onda de choque. Tercero como un sonido
tan fuerte que sus oídos se sintieron como si clavos se
hubieran ensartado en ellos.

Jo fue arrojada hacia atrás contra la pared, su cabeza


golpeó el metal con un ruido sordo, su visión se paralizó.
Mientras luchaba por recuperar sus sentidos, el olor a pólvora
o lo que fuera que se había quemado, eran como virutas de
plomo en su nariz, extendió la mano a ciegas, tratando de
encontrar a Syn.

Él se había ido.

Frotándose los ojos, ella...

El gruñido a unos cinco metros delante de ella, no era


humano. Era el de un animal, un animal salvaje... algo masivo
y poderoso, el tipo de depredador que pensaba que cualquier
otro ser vivo era su presa.

Y luego, un tinte rojo estalló dentro del edificio.

La conmoción y el terror apretaron el pecho de Jo e


hicieron que su corazón se acelerada en fuertes latidos, y
ambos empeoraron cuando sus ojos volvieron a enfocarse. A
través del espacio vacío, en la esquina más alejada, el humo
flotaba dentro de corrientes de viento erráticas, su camino
espumoso iluminado por la luz que inundaba

470
J. R. WARD EL PECADOR

inexplicablemente desde el exterior. No, no inexplicablemente.


Parte del edificio había sido destruido, la fuerza de lo estaba
ahí, era tan grande, que el metal quedó desplegado, el agujero
era lo suficientemente grande como para conducir un camión
con mercancía dentro.

Fue por cortesía de la iluminación, que vio cómo se


desarrollaba la película de terror.

A pesar de que los disparos y los gritos continuaban en


el área de estacionamiento, e incluso cuando hubo otra
explosión en algún lugar de la propiedad, se olvidó de todo lo
demás.

Cuando presenció tres asesinatos ocurriendo justo en


frente de ella.

La descomunal sombra con ojos que brillaban rojos, se


movió rápido y se tiró al suelo, derribando a los hombres uno
por uno, sin disparar. Un cuchillo. Una daga… no, dos dagas…
cortando en un baile mortal, los faros brumosos que
atravesaban la pared en ruinas del edificio mostraban toda la
sangre que salía de las gargantas cortadas, las venas abiertas
y las extremidades amputadas.

Uno tras otro, los tres hombres que se habían encerrado


a sí mismos, cayeron al hormigón, retorciéndose,
desangrándose, heridos de muerte.

Syn era tan letal y rápido, era como si fuera una


máquina, y cuando terminó, apoyó los pies y se puso de
cuclillas. Con la luz brillando en frente de él, no era más que
una sombra negra para Jo, su Mohawk una franja elevada en
su cabeza que giraba mientras escaneaba el área...

Y fue entonces cuando Jo se dio cuenta de que no había


más disparos en el estacionamiento. Sin embargo, se escuchó
el sonido de neumáticos chirriantes y fuertes pisadas.

471
J. R. WARD EL PECADOR

Jo se apartó de la pared. Cuando su peso se apoyó


completamente en sus botas, estaba a punto de decir el
nombre de Syn cuando sonó un silbido agudo en una serie de
cuatro ráfagas cortas. Inmediatamente después, hubo una
respuesta desde otra dirección, con un ritmo diferente.

Y fue entonces cuando el rugido atravesó el cobertizo de


mantenimiento.

Jo se llevó las palmas de las manos tapándose los oídos


mientras su cuerpo se apartaba, no por un pensamiento
consciente, sino primitivo, de supervivencia.

Syn retrocedió mientras lanzaba su grito de batalla, sus


brazos extendiéndose desde su torso, su par de cuchillos
sobresaliendo de sus puños brutalmente duros.

Y luego guardó las dagas. Cuando desaparecieron en


algún lugar dentro de su chaqueta, Jo pensó que iba a ver
cómo estaba ella.

No lo hizo. En cambio, marchó hacia el primer hombre


que había cortado. De pie sobre su presa, gruñó algo...

Y se agachó…

Syn atacó al hombre con sus... dientes. O al menos eso


era lo que parecía mientras su cabeza bajaba una y otra vez,
pedazos... piezas que parecían ser arrancadas... de la cara. Y
querido Dios, la víctima estaba viva mientras era desgarrado,
sus piernas pataleando y agitando los brazos, mientras
sonidos jugosos, borboteantes y nauseabundos surgían del
agujero en su garganta.

Syn no se detuvo.

Cuando terminó con el primero, pasó al siguiente,


levantando a ese hombre del suelo por el muslo y el cuello, y
golpeando su columna vertebral en la parte superior de la
pierna de Syn. El crack fue tan fuerte, que Jo saltó...

472
J. R. WARD EL PECADOR

Syn estrelló el cadáver ahora de cabeza contra el suelo


de hormigón, el sonido del cráneo destrozándose, fue aún peor
que el del relámpago del chasquido de las vértebras

—Detente... detente... —susurró mientras contenía un


grito.

Pero no había forma de detenerlo.

Especialmente no mientras avanzaba hacia el tercero,


tomando por los tobillos las piernas que se agitaban
lentamente y balanceando al hombre casi muerto en el aire
como un disco. Una vez, dos veces... y luego Syn liberó su
agarre.

Contra el reflector de las altas luces, que penetraban en


el agujero de la explosión a través del humo todavía claro, el
cuerpo giró como un frisbee, mientras la sangre salía de sus
heridas abiertas con una curiosa gracia, flotando sobre el aire.

Desafiando la gravedad por un breve instante.

Antes de estrellarse junto con todos los demás.

Incluyendo las ilusiones de Jo sobre con quién había


estado durmiendo.

473
J. R. WARD EL PECADOR

C on un chirrido de neumáticos, el Sr. F huyó de la


pelea, giró el coche que había robado y apretó el acelerador
como si su vida inmortal dependiera de ello. El Ford Taurus de
diez años, era como una tortuga en patinete, y mientras se
precipitaba por el costado del centro comercial abandonado,
atropelló algo… o a alguien… que no conocía.

—Mierda, mierda, mierda...—repitió.

Manteniendo el pie en el acelerador, sus ojos se


dispararon hacia el retrovisor. Nadie estaba detrás de él, pero
¿eso qué cambiaría? ¿Cómo sabía que la Hermandad no estaba
allí?

Más neumáticos dejaron goma quemada en la carretera


cuando pisó los frenos y giró el volante para dar la vuelta por
el frente de las tiendas. Otro automóvil, bajo y rápido, se le
acercó y casi se estrellan. Sin embargo, ambos tomaron la
decisión correcta instintivamente, desviándose en direcciones
opuestas, y así él salió ileso y el otro conductor también.

El descenso por la colina fue lo más rápido que imaginó


había ido el sedán POS desde que había salido de su línea de
montaje. Bajó su mirada, hacia el Manual del Fore-Lesser que
estaba en el asiento del pasajero. ¿Pero eso le daría otros
doscientos caballos bajo el capó? ¿O le explicaría como las
cosas habían salido tan desastrosamente? Había llamado a la
reunión de los lesser a través de la conexión mental que el libro
le había dicho que tenía con sus subordinados. Había tenido
la intención de reunir y organizar a los asesinos. Descubrir
cuántos de ellos había. Averiguar cuáles eran los recursos.

Y luego dar su orden.

474
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando llegó al final del descenso, no sabía hacia dónde


iba. La paranoia le hizo preguntarse si había algún tipo de
rastreador en el automóvil, pero ¿cómo un Ford Taurus, que
había encontrado al azar al lado de la calle del centro, tendría
un rastreador GPS? ¿Ligado a los hermanos? Imposible.

Él fue hacia la derecha, solo porque sí. Y mientras


golpeaba el acelerador y el motor anémico jadeaba, un segundo
automóvil se le acercó. Al pasar, volvió a mirar hacia el
retrovisor. Ese coche giró a la izquierda para ascender por la
colina.

Más asesinos a su “muerte”, tal como era.

No fue para nada cómo se suponía que iba a ir esto. Pero


al menos, mientras más se alejaba, más se aliviaba su
adrenalina y le permitía pensar con mayor claridad. Él había
sido el segundo en llegar. Y luego los otros, camiones, sedanes
y dos motocicletas habían llegado al estacionamiento frente al
edificio de mantenimiento. Los hombres salieron de los
vehículos, desmontaron a horcajadas de las Hondas y se
acercaron a él con expectativa en sus caras.

No, no hombres. Ya no.

Habían renacido como no muertos. Una clase de


sirvientes que apestaban y tenían libre albedrío limitado. Un
ejército improvisado para matar vampiros, dirigido por una
entidad malvada que estaba loca como la mierda.

Esta noche, se suponía que todos ellos se habían


reunido, por primera vez en persona, en la mayoría de los
casos. Una congregación destacada de psicópatas con
problemas de ira. El Sr. F, que no era un líder nato, había
intentado preparar algún tipo de discurso de antemano, pero
lo que se le había ocurrido habían sido todos tópicos comunes,
poco inspiradores, y de todas formas nunca había llegado a
eso. Justo cuando estaba a punto de dirigirse a sus soldados,
tal como estaban, una lluvia de balas se había disparado desde

475
J. R. WARD EL PECADOR

dentro del edificio. Todo el mundo se había puesto a cubierto,


y unos momentos después, treinta segundos como máximo, las
alarmas de advertencia comenzaron a sonar en su cabeza, en
sus venas. Y fue entonces cuando las sombras surgieron de la
línea de árboles. Seis de ellos. Siete de ellos.

La Hermandad de la Daga Negra. Y algunos de sus


guerreros.

Había sabido exactamente quiénes eran.

Más disparos en ese punto, no dentro de las


instalaciones de mantenimiento, sino fuera, en el
estacionamiento, las balas rebotando en los paneles laterales
de los automóviles y en los capots y parachoques de los
camiones. El Sr. F se había tirado al suelo, justo detrás de los
neumáticos traseros de este automóvil que había robado.
Cagándose en sus pantalones, y cubriéndose la cabeza, había
entrado en pánico, su cerebro se apagó tomándose un tiempo
fuera.

Entonces había visto estallar la explosión en cámara


lenta. Una de esas llamativas motocicletas había sido
estacionada en la esquina derecha del edificio, como si para su
dueño fuera un valioso ataúd de dos ruedas y le preocupara
que algún idiota abriera la puerta de un automóvil y rayara su
tubo de escape o algo así. Una bala perdida, una de docenas,
encontró el tanque de gasolina. O tal vez fue más de una.

Y no debería haber explotado. El Sr. F había visto el


episodio de MythBusters142 cuando había estado en una de sus
rehabilitaciones. Pero claramente la Hermandad estaba
disparando con algo especial.

¡BOOMM!

La fuerza de la combustión había recalibrado la


verticalidad en todos, de vampiros y asesinos por igual,
142
Mythbusters (en español Cazadores de mitos) programa de televisión.

476
J. R. WARD EL PECADOR

haciendo volar a hombres y machos de sus botas, cuerpos


volando hacia atrás. Luego vino la metralla, que cayó desde el
cielo, pedazos de metal y pedazos de motos rebotando sobre el
asfalto, con un ruido de aplausos como si el espectáculo de luz
y fuerza hubiera sido aprobado.

El Sr. F quiso quedarse. Tenía toda la intención de


quedarse. Se había dicho a sí mismo que se iba a quedar.

Pero resultó que el instinto mortal de supervivencia era


una cosa que incluso la inducción del Omega no podía hacer
desaparecer. Con las cosas todavía cayendo por la explosión,
se había deslizado en el sedán, giró la llave y se lanzó en
reversa.

Y entonces aquí estaba. En una vía de cuatro carriles,


abriéndose camino a través de todo tipo de tiendas minoristas
y regalos para turistas. Cada coche que pasaba se preguntaba
si era uno de los suyos. Y cada vez que miraba el camino detrás
de sí mismo, le preocupaba que algo con un vampiro al volante
se acercara a él.

Hasta donde su cerebro le había informado, habían


quedado trece lesser en la Sociedad. Pero no tenía idea de
cuántos habían sobrevivido, y pasaría un tiempo antes de que
pudiera concentrarse y volver contar.

El Omega iba a estar enojado por esto.

Y el Sr. F sabía cuál sería el castigo.

—Maldita sea —gimió.

El blanco paisaje… un yermo, árido y cegador páramo


blanco, se alejó como la niebla dispersada por un viento frío.
En su lugar... conciencia. Sonidos, olores, sabores... y luego la
vista.

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J. R. WARD EL PECADOR

Lo primero que Syn vio cuando pudo concentrarse fue lo


único que nunca hubiera querido ver. A medida que la sangre
negra de los lessers goteaba de sus colmillos y sus dedos, de
su barbilla y de su ropa, mientras los cuerpos aún vivos y
medio destruidos de sus víctimas se movían lentamente sobre
el hormigón cubierto de sangre, mientras el humo se aclaraba
y la escaramuza se calmaba... descubrió que se había vuelto
hacia Jo y la miraba fijamente.

Revelando su parte más real.

A ella.

El horror en su rostro. Las manos sobre sus mejillas. La


boca floja y la piel pálida.

Sí, ella lo vio. Ella lo vio todo, incluso a su talhman, y vio


todo lo que hizo.

Limpiándose la boca en la parte posterior de la manga


de su cazadora de cuero, susurró algo. No lo llevaba. No quería
que lo hiciera.

Y luego entró la Hermandad: con sus botas familiares y


pesadas que golpeaban el suelo de hormigón y se detenían
detrás de él, respirando con fuerza, olores que se
entremezclaban con el hedor, sombras alargadas por los faros
que brillaban a través del agujero de la explosión.

—Syn —dijo alguien— ¿Cómo estás?

Cuando alguien trató de caminar junto a él, su brazo se


soltó y lo detuvo agarrándolo con fuerza.

—No la toques —gruñó—. Ella es mía.

Otra voz. Diferente a la primera. —Está bien, muchacho.


No nos acercaremos a ella. Pero escucha, estás sangrando, y
este no es un sitio seguro. Tenemos cosas con las que tenemos
que lidiar y necesitas algunas puntadas.

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J. R. WARD EL PECADOR

Por favor, pensó en Jo. A pesar de que no sabía lo que


estaba suplicando.

Mierda, él sabía exactamente lo que necesitaba de ella.


Quería que ella lo perdonara por ser como su padre. Por
revelarle el hecho de que él era un asesino aterrador. Por
mostrarle que no le importaba que todos los demás lo
supieran, pero que deseaba que ella nunca lo hubiera
descubierto.

Jo sacudió la cabeza. Luego se concentró sobre su


hombro y su rostro cambió.

—Oh, mierda —dijo uno de los Hermanos.

—Te he visto antes —dijo Jo con voz ronca—. Cafetería.

Syn miró por encima de su hombro. Rhage estaba


parado a un par de metros de distancia, y el Hermano se
pasaba la palma de la mano por la cara.

—¿Sabe ella lo que está pasando? —preguntó


Hollywood.

—No —murmuró Syn—. Ella no.

—Hijo de puta.

—Eso es todo.

Syn se bajó e intentó caminar, con las manos en las


caderas, la cabeza baja y el corazón latiendo con fuerza. No
llegó lejos. Su bota golpeó contra algo... un torso que estaba
doblado hacia atrás, sus extremidades todavía se movían en
cámara lenta, como si fuera un robot a control remoto cuyas
baterías se estaban agotando.

Por el rabillo del ojo, se dio cuenta de que todos lo


miraban y sabía cuáles eran las preguntas. Demasiado

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J. R. WARD EL PECADOR

jodidamente malo. Las únicas que importaban eran de Jo, y no


tenía buenas respuestas para ella.

El brazo del asesino a sus pies se dejó caer por sí solo y


observó cómo las manos manchadas de negro arañaban
inútilmente sus botas.

Sin nada que perder, y ya que Jo ya había visto lo peor,


desenvainó una de sus dagas de acero, la lanzó al aire y atrapó
la empuñadura con un golpe de su palma. Apuntando el filo
hacia abajo, levantó el arma sobre su hombro y cayó sobre una
rodilla para golpearlo....

Rhage le cogió la muñeca. —No. Esperaremos a Butch.

480
J. R. WARD EL PECADOR

J usto en el momento en que Syn intentaba salir


disparado de ese edificio de mantenimiento, antes de la
explosión, Butch intentaba salir del edificio de oficinas del
centro. Golpeó la barra en una puerta interior contra
incendios, rompiendo la cosa con sus bisagras. Cuando se
abrió de par en par, irrumpió en otro corredor a pesar de que
no sabía para qué coño estaba corriendo. Todavía iba a
terminar en esa área de recepción de correo sin ninguna
mierda llamativa de MacGyver para sacarlo sin problemas.

Por otra parte, no necesitaba ser suave, ¿verdad?


¿Realmente le importaba si todo el maldito edificio se
iluminaba con alarmas y la policía venía con sirenas a todo
volumen? Él iba a ser cosa del pasado, corriendo de regreso al
garaje, tomando el R8 y yendo de 0 a 60 en 3.2 segundos a la
ubicación del conflicto.

Gracias a Dios V consiguió actualizar el rendimiento del


motor…

El olor a aire fresco no era una buena noticia. Cuando


dobló la esquina final antes de la recepción, el olor de la noche

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J. R. WARD EL PECADOR

fue una sorpresa y significaba que alguien ya había entrado.


¿Policías? Tal vez las alarmas eran silenciosas.

Al detenerse frente a la última puerta, desenfundó una


de sus armas y se pegó contra la pared. No había sonidos de
nadie moviéndose por el otro lado. Nadie hablando. Pero no
quería ser la práctica de tiro de alguien solo porque estaba
distraído y no leía la situación correctamente.

Esta vez guardo silencio al entrar, deslizándose por el


último panel.

¿Qué... mierda?

Una de las puertas estaba abierta de par en par, y


estacionado justo enfrente, en el interior del edificio, listo para
funcionar con el potente motor que ya estaba encendido... el
R8 de V.

Como si Butch fuera Tony Stark y hubiera convocado a


la jodida cosa con un control remoto.

—¿Lassiter? —dijo mientras miraba alrededor de la


triste sala de correo.

Lo que sea. No hay tiempo, no hay tiempo.

Butch recorrió la distancia en tres grandes zancadas,


salto de la puerta como un paracaidista, y como los Duque de
Hazzard aterrizaría en el asiento del conductor del R8, a
excepción de: primero, la ventana no estaba baja; segundo, no
había forma como en el infierno de que él pudiera pasar por la
abertura superior de la puerta; tercero, si dejaba una mancha
en la pintura, el cuero, los adornos, el asiento o la consola
central, lo que sea que V le hiciera a Lassiter después de que
el hechizo de contención se fuera, parecería unas vacaciones
con sandalias en Cancún.

Cinco minutos después, estaba fuera en las calles


congestionadas y los edificios altos del centro. Cinco minutos

482
J. R. WARD EL PECADOR

después de eso, estaba en los extensos barrios comerciales,


pasando las luces rojas y desempolvando los pocos coches en
la carretera con él en el carril de paso.

Si hubiera encontrado a un policía, se hubiese vuelto


desagradable, pero no lo hizo.

Cuando dio la vuelta para subir a los centros


comerciales Adirondack Outlets, incluso la tracción 4x4 no
pudo mantener el superdeportivo en el pavimento, en el pesado
extremo trasero de la cola larga del automóvil. En la cima de
la subida, salió disparado hacia las tiendas, y casi conoce al
creador en una colisión frontal con un Ford Taurus gris.

El interior del sedán viejo estaba oscuro, por lo que no


podía ver al conductor, pero tampoco había tiempo para seguir
con esa mierda.

Dio la vuelta a la parte de atrás, como se le indico, y


obtuvo una escena de una película de Schwarzenegger de
1987. ¿Quieres hablar sobre el caos? Había automóviles y
camiones llenos de agujeros, asesinos en el suelo aun en
movimiento, pólvora, y en este caso, un espeso olor a gasolina
en el aire. Oh, y toda una esquina del edificio había
desaparecido. Apretó los frenos, salió y el hedor de Lesser era
tan intenso que lo empujo contra el precioso auto de V.

Qhuinn vino corriendo.

—Tenemos enemigos en el suelo, todo listo para ti.

—¿Cuantos?

—Nueve. Tal vez diez.

Butch mantuvo su genio para sí mismo —¿Alguien


herido de nosotros?

—Tenemos uno con una fuga. Incluso si él se niega a


admitir la mierda. Manny viene en camino.

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J. R. WARD EL PECADOR

—¿Quién está herido? —Butch miro a su alrededor— ¿Y


qué mierdas le paso al edificio?

⸺Una moto explotó, ups. ⸺Qhuinn desenfundó una de


sus armas y le disparo tres veces en la cabeza a un asesino
que había alcanzado su pantalón⸺. Creo que se está
clasificando como una Honda-explosión.

—Voy a necesitar que Vishous venga. —Butch sacudió


la cabeza—. Pero odio tenerlo tan expuesto.

—Nosotros moveremos los cuerpos entonces.

Rhage corrió, llamado por el tiroteo. —¿Todo bien aquí?

—Uno de ellos se estaba poniendo cariñoso, pero mi


cuerpo, mi elección. ⸺Qhuinn volvió a meter su arma bajo el
brazo⸺. Y ahora no tiene lóbulo frontal o globos oculares, así
no va a ser un problema.

—Necesitamos transporte —dijo Butch⸺. Tienes toda la


razón. Moveremos a los asesinos a una ubicación neutral
donde puedas hacer lo que tengas que hacer y V pueda estar
a mano. Este lugar está demasiado expuesto.

Claro, V podría arrojar algo de mhis, pero después de


esa explosión, la escena seguramente estaría en el radar del
911. Lo último que alguien necesitaba era un grupo de
humanos preguntándose por qué no podían ver algo que
supieran que estaba allí.

—Y tenemos otro problema —dijo Rhage.

Cuando el teléfono de Butch se apagó miro la pantalla.


Luego se centró en el hermano. —La ETA de Manny está a solo
seis minutos de aquí. Entonces, si está sangrando, lo tenemos
cubierto.

—No está sangrando. Y me gustaría que fuera el tipo de


cosas que los Docs pudieran arreglar.

484
J. R. WARD EL PECADOR

Fue cuando todos los hombres se pararon frente a Jo,


que se dio cuenta que la verdad que había estado buscando, el
comienzo del sendero que estaba decidida a encontrar, las
respuestas que había buscado… iba a ser peor que no saberlo.

Siete de ellos. Todos del tamaño de Syn. Todos llevando


alguna versión de cuero en las partes superior e inferior.
Ninguno de ellos habló. Solo la miraban y sus expresiones eran
las mismas, sin importar las características.

Tristeza. Como si la compadecieran.

¿Por qué la iban a matar? O era por algo aún más


profundo que eso. La muerte, después de todo era un concepto
simple, aunque traumático. Sin embargo, había una verdad en
esta alineación de cuerpos enormes, una que reconoció como
muy complicada, a pesar de que aún no había aprendido sus
dimensiones.

Sus repercusiones.

Miro a Syn, que estaba de espaldas a ella. Quien estaba


parado entre ella y los demás.

—¿Quién eres realmente? —les dijo a sus anchos


hombros.

Cuando él no respondió y ninguno de los otros tampoco,


miró a uno de los cuerpos en el suelo. El torso estaba doblado
en ángulo recto, en la dirección incorrecta. La cabeza del
hombre casi tocaba sus caderas. ¿Y a pesar de que su espalda
estaba claramente rota, y la medula espinal debía haber sido
cortada, y ninguna parte de él debería haberse movido, fuera
de las sacudidas autómatas de los dedos de los pies o las
manos? Las piernas se agitaban y los brazos se raspaban sobre
el cemento.

485
J. R. WARD EL PECADOR

Su cabeza volvió hacia ella, y sus ojos sin parpadear la


miraron.

Con puro odio.

Cuando Jo jadeo, más del hedor dulce y enfermizo se


clavó en sus fosas nasales.

Y estaba el dolor de cabeza, se llevó una mano a la sien.

La sangre sobre el hombre que debería haber estado


muerto no estaba bien. No era roja.

Nada de esto estaba bien.

—¡Qué eres! —gritó.

Cuando Syn no se dio la vuelta, y ninguno de los otros


respondió, ella saltó hacia adelante y le dio un puñetazo en el
hombro. Pero a pesar de que puso toda su fuerza en ello, él
apenas pareció darse cuenta del impacto.

—¡Dime! Dime ¿de qué se trata todo esto…?

Unas fuertes pisadas se acercaron a ella. —Tranquila —


dijo una voz masculina con acento de Boston.

Jo se dio la vuelta y reconoció quien era en la forma


nebulosa y desarticulada de un sueño. —Tú… —gimió y se
removió sobre sus pies—. Te conozco…

—Sí. Tú… —dijo con un extraño tipo de derrota.

—El blog… —su dolor de cabeza empeoraba mucho. La


Escuela de Niñas. El restaurante abandonado en el centro. Las
historias y las fotografías, Ese video del estacionamiento de la
tienda de recuerdos…

El hombre con acento no respondió. Ninguno de ellos lo


hizo.

486
J. R. WARD EL PECADOR

—Tenía razón —murmuró— me he estado acercando


demasiado a la verdad. Y tú… me has quitado mis recuerdos
¿no es así? Esos dolores de cabeza. Esa…confusión. La
inquietud y el agotamiento. Eres parte del secreto que no
quieres que sepa.

Ahora Syn se dio la vuelta.

Sus ojos volvieron a la normalidad, pero ella no podía


olvidar la forma en que había estado, parpadeando con una luz
roja impía.

No había nada en el mundo real que hiciera eso.


Tampoco había cadáveres que no eran cadáveres a pesar del
hecho de que habían sido abiertos y drenados de sangre. No
había nada que oliera así o luchara así, tampoco.

—Devuélveme mis recuerdos —dijo en voz baja—. Ahora


mismo. Devuélveme mis malditos recuerdos. No eran tuyos
para robármelos, no importa cuán justificado lo creas. Son
míos.

El que tenía acento de Boston murmuró —¿Syn? ¿Tú la


conoces?

—Oh, él me conoce —dijo sin apartar la vista de su


amante—. Verdad. O pretendes quitarme esos recuerdos
también.

Alguien maldijo. De nuevo el Bostoniano. —¿En qué


mierda estabas pensando?

Estaba hablando con Syn. Por otra parte, ella también


lo hacía.

—Confié en ti —dijo con amargura—. Te dejé entrar… en


mi casa, te recogí cuando estabas jodido. Me debes la verdad.

—Lo siento —susurró.

487
J. R. WARD EL PECADOR

De repente, las compuertas se abrieron en su mente y,


como pájaros liberados de una jaula, las imágenes, los sonidos
y los olores salieron a la luz, revelándose mientras esquivaban
y tejían en el espacio aéreo de su conciencia.

Jo se tambaleo hacia atrás y se llevó las manos a los


ojos. Se habría caído, cuando una mano fuerte la tomo del
brazo y evitó que aterrizara en el charco de sangre negra: lo
recordó todo. La investigación que había hecho. Los sitios que
había visitado. Las piezas que había escrito en su blog que
habían sido retiradas. Conversaciones con Bill,
especulaciones, preguntas.

Dejó caer las palmas y miró a Syn, que la sostenía en


alto.

Con una mano temblorosa, alcanzó su boca. Y aunque


esperaba que él retrocediera, que se alejara, que la empujara,
él no luchó contra ella ni trató de protegerse.

Su labio superior cedió bajo la punta de su dedo.

—Esto no es ningún adorno —murmuro—. Es


verdadero.

No tuvo que responder. Ninguno de ellos lo hizo.

Ella había comenzado el rastro de lo sobrenatural en


Caldwell por capricho, solo para que el trabajo se convirtiera
en una distracción necesaria. Pero nunca en su imaginación
más salvaje, ni en su paranoia más nerviosa… ¿alguna vez
había imaginado que estaría en presencia de exactamente lo
que había estado buscando?

—Dilo —exigió— ¡Dilo!

Syn cerró los ojos —Vampiro.

488
J. R. WARD EL PECADOR

B althazar dejó el lugar de la batalla y se materializó


frente a la Mansión de la Hermandad. Había sangre de Lesser
salpicando sobre sus pantalones de piel y goteaba de una
manga de su chaqueta. Cuando sacudió el brazo, una mancha
negra ensució los escalones de piedra y frunció el ceño ante el
líquido brillante y apestoso.

Luego levantó la vista hacia la extensión gris de la gran


casa con sus ventanas con paneles lustrosos y techos de
pizarra, y pensó en las personas que vivían dentro de las
paredes centenarias.

No, pensó. Aquí no.

Nunca debería haber rastros de un Lesser aquí.

Sacó un pañuelo del bolsillo trasero, se inclinó y limpió


el viejo granito. Justo cuando estaba terminando el trabajo, un
juego de faros rodeo la colina desde la parte de atrás y miró el
resplandor. La furgoneta era blanca y de puertas sólidas y
cuando el panel del medio se abrió y se deslizó hacia atrás,
Zypher se asomó por la ventana delantera.

489
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Estás bien? —preguntó.

Baltazar asintió con la cabeza. —Hagámoslo.

Cuando entró, solo había espacio hombro con hombro.


Con Syphon al volante y Zypher en el asiento del copiloto, eso
significaba que Blaylock, John Matthew, y Tohr solo tenían un
asiento.

—Voy a viajar en la parte de atrás —dijo Balz mientras


se desmaterializaba en el espacio de carga y sentaba su trasero
en la plataforma.

La puerta lateral se cerró de nuevo y Syphon presionó el


acelerador. Cuando comenzaron a bajar la montaña, Balz hizo
algunas matemáticas rápidas en su cabeza. Blaylock se había
dislocado el hombro la noche anterior en el campo y sufrió una
conmoción cerebral leve. John Matthew se rompió la rodilla de
la pierna izquierda tres noches atrás, y todavía no estaba bien,
y Tohr había sido apuñalado recientemente en el intestino.

Pero tuvieron que utilizar a todos, y ninguno de ellos se


quejó de que habían sido retirados del servicio obligatorio de
Descanso y Recuperación.

La furgoneta se detuvo con fuerza en el declive, Syphon


pisó el freno. Mientras todos se tambaleaban y se agarraban
en lo que podían, sacaron sus armas.

—¿Qué es…?

—¿Ves algo…?

—Santa mierda…

—¿Quién lo tiene? —Espetó Syphon, todo el mundo dijo


al unísono —¿Quién tiene qué? ⸺Él se dio la vuelta y miró al

490
J. R. WARD EL PECADOR

asiento trasero⸺. El Jolly Rancher.143 ¿Quién tiene el puto


Jolly Rancher?

Todos se miraron los unos a los otros en la camioneta.

—Ese olor a falsa sandia desencadena mi reflejo vomitivo


⸺gruño Syphon—. Y me mareo, por eso tengo que conducir.
Así que, si la persona que está chupando ese cuadrado rojo de
vómito desagradable no lo escupe ahora, me aseguraré de
vomitar en su regazo.

Hubo una pausa, y luego una pausa más larga.

Y entonces Zypher maldijo y volvió la cabeza…


escupiendo el caramelo de inmediato…

En la ventana que acababa de subir. Donde se clavó


como un adhesivo.

Cuando todos en la camioneta cayeron en un coro de


EWWWWWWWS, el bastardo quitó la cosa, bajo la ventana y
la arrojo a los arbustos.

—Estas feliz, Penélope —murmuró mientras volvía a


cerrar la ventana—. Ahora, ¿quieres tomar unos Tums144 y
poner una compresa caliente en tu frente o podemos seguir
con esto?

Syphon posicionó sus manos y asumió la postura de un


Diacono. —No todos tienen estomago de acero.

—No, mierda —dijo Zypher en voz baja cuando la


camioneta comenzó a moverse de nuevo.

En la parte de atrás, Balz se apoyó contra la pared lateral


de la furgoneta, dobló los brazos y cerró los ojos, una pequeña
siesta estaría bien, mientras Zypher no decidiera reemplazar el

143
Jolly Rancher es una marca estadounidense de golosinas.
144
Marca de antiácido.

491
J. R. WARD EL PECADOR

Jolly Rancher con cualquier otra cosa que tuviera sabor


artificial a frutas.

Señor, ayúdalos a todos si destapaba un Starbust.145

Cuando Syn pronunció la palabra que había estado


dando vueltas alrededor del cerebro de Jo, esperaba sentir
miedo o ser abrumada por el shock. En cambio, una extraña
calma cubrió su cuerpo tenso, aliviando todos sus músculos.
El alivio fue inquietante.

Por otra parte, en algún nivel, ella lo había sabido todo


el tiempo, ¿no?

—No sabemos nada sobre vosotros —les dijo—.


Entonces os escondéis a la vista y se aprovechan de los
humanos…

Fuertes maldiciones resonaron en el edificio vacío. Y


luego uno de ellos dijo: —No pongas tu mierda humana sobre
nosotros. Somos perseguidos e intentamos sobrevivir. Eres
una amenaza para nosotros, no al revés.

Alguien más intervino. —Esas películas y libros están


equivocados cariño. Así que no juzgues hasta que sepas la
verdad que vivimos.

—No me llames cariño —murmuró. Luego volvió a


enfocarse en Syn⸺. Entonces ¿qué son?

Señaló a los cadáveres en el suelo, los de sangre negra y


de hedor. Los que se movían, aunque deberían estar muertos.

—Son nuestros cazadores —el que tenía acento de


Boston dio un paso adelante—. Y solo queremos vivir nuestras
vidas en paz. No hay nada de eso de morder a la gente y

145
Starburst (originalmente conocido como Opal Fruits) es una marca de caramelos masticables cúbicos
con sabor a fruta.

492
J. R. WARD EL PECADOR

convertirla, ni desalmados profanadores de vírgenes, ni ajo o


capas o murciélagos o estacas de madera.

—Te llevaste mis recuerdos… te vi aquí, hace varias


noches con un hombre con perilla…

—Macho, con perilla —corrigió—. No usamos el término


“hombre”, y sí lo hice, pero escucha, este no es el lugar para
este tipo de conversación.

—Pero no hay ningún lugar para esta charla. —Miró a


Syn—. Vas a borrar mis recuerdos otra vez, ¿verdad? o ¿vas a
matarme aquí y ahora?

Jo estaba sorprendida de que pudiera estar tan


tranquila, por otra parte, cuando lo paranormal se hizo real,
fue como si hubieras entrado en un videojuego. La acción
estaba frente a ti, pero las aplicaciones no iban más allá de dos
dimensiones. Después de todo, si existían los vampiros ¿era la
muerte siquiera una cosa?

—No —dijo el bostoniano—. No te vamos a matar.

Miró de nuevo al hombre encorvado sobre el hormigón y


pensó en el cuerpo decapitado que había visto envolverse
alrededor de la escalera incendios. Y luego el que había sido
desollado vivo en ese callejón.

—Pero ya has matado humanos antes. —Volvió a


centrarse en Syn—. No lo has hecho, entonces, ¿qué me hace
diferente? Tengo muchos recuerdos que borrar, será más fácil
cortarme la garganta, especialmente teniendo en cuenta
cuantas veces lo has hecho.

Nadie dijo nada.

Y sus ojos no dejaron a Syn.

—¿Es esto por lo que te disculpaste? —exigió.

493
J. R. WARD EL PECADOR

—Si —respondió con voz grave.

—Entonces, ¿qué pasa después si no me pones en mi


tumba? ⸺mientras hablaba, se dio cuenta de que estaba
preguntando sobre mucho más que solo la revelación de
vampiros—. Dime, ¿porque soy diferente?

Antes de que alguien pudiera responder, un vehículo se


detuvo afuera, el sonido de los neumáticos crujiendo sobre los
escombros que entraban por el agujero en el edificio.

—Es el Doc —dijo uno de los hombres, “machos”—. Y


Syn, necesitas que te traten también tenemos una camioneta
que viene a recoger la basura.

—¿Y qué hay de mí? —ella quería que Syn fuera quien le
respondiera— ¿Qué vas a hacer conmigo?

La puerta de un vehículo se abrió y se cerró con un golpe


y luego se oyeron pasos acercándose, una figura apareció entre
la explosión de escombros y jambas irregulares de la entrada
más nueva del edificio. La retroiluminación hacía imposible ver
sus rasgos, pero su voz, seca y profunda, era cristalina.

—¿Habéis estado redecorando de nuevo? —El hombre-


macho-lo que fuera, cruzo el umbral— ¿No pueden hacerlo con
otra cosa que no sea C4?

Cuando hizo un cambio de dirección, el lado de su cara


se ilumino…

Y el mundo se detuvo para Jo.

Pelo oscuro. Cejas Oscuras. Ojos profundos. Mandíbula


cuadrada, pómulos altos…

—¡Manuel Manello! —Se escuchó Jo decir a si misma—


Dr. Manuel Manello, ex jefe de cirugía del Centro Médico St.
Francis, perdido y desaparecido.

494
J. R. WARD EL PECADOR

El hombre se detuvo en seco.

—¿Te conozco?

Con el corazón palpitante, la respiración entrecortada,


la cabeza girando, Jo dijo bruscamente. —Soy tu hermana.

495
J. R. WARD EL PECADOR

P ueden pasar muchas cosas en veintidós minutos.

Justo después de que la segunda explosión de la noche


se hubiera disparado... la bomba que implicaba tres palabras
en lugar de un tanque de gasolina y una bala con agua de la
fuente de la Virgen Escriba en ella... Butch había mirado su
reloj por alguna razón. Entonces, sí, estaba seguro de que Syn
tardó exactamente veintidós minutos en entrar en la unidad
quirúrgica móvil con Manny, para que la hembra mestiza, Jo
Early, fuera sacada de allí por Phury, y para que la furgoneta
llegara.

—Entonces, ¿a dónde vamos con esta carga de basura?


⸺preguntó Rhage mientras se acercaban a uno de los asesinos
caídos.

Butch tomó la cabeza. Hollywood tomó los pies. Y luego


cargaron la bolsa de jugo de Omega goteando, maloliente y
todavía en movimiento hasta la parte trasera de la camioneta.
Mientras que Balz y Syphon hicieron lo mismo. Y también los
demás.

496
J. R. WARD EL PECADOR

Nueve asesinos. Y los cuerpos que se movían lentamente


no se apilaban para nada como la leña ordenada. Para
encajarlos, tuvieron que cerrar las puertas dobles en la parte
trasera y meter los tres últimos en el asiento trasero.

Cuando finalmente el trabajo estuvo hecho, todos


necesitaban un baño, y el sonido de las extremidades
moviéndose lentamente contra las paredes interiores de la
camioneta fue suficiente para que los pelos de la parte
posterior del cuello se pusieran de punta.

Rhage sacudió la cabeza. —Yo conduciré. Pero va a


arruinar mi apetito.

Qhuinn se acercó. —Copiloto.

Todos acudieron a Butch en busca de guía. Incluso Tohr.

Estrujándose los sesos, trató de pensar en un buen


lugar para ir, y no tuvo mucho tiempo para tomar la decisión.
Este lugar de batalla necesitaba ser limpiado por V lo antes
posible, por alguna razón... dada esa explosión, era un milagro
que la policía humana no se hubiera presentado ya. Pero aún
más crítico, aunque no sintió la presencia del Omega en este
momento, eso podría cambiar en cualquier momento.

Echó un vistazo a la furgoneta. Le llevaría mucho tiempo


inhalar nueve lessers y ni siquiera estaba seguro de poder
hacerlo todo de una vez. V y él iban a necesitar horas...y tenían
que estar en un entorno donde estuviesen protegidos sin que
Vishous hiciera ningún esfuerzo por mantener su escudo de
mhis. Necesitaban un lugar... que ya estuviese protegido.

Butch miró a Tohr. —La Tumba.

El hermano retrocedió seguro como si hubiera sido


abofeteado. ⸺¿Estás loco? No vamos a llevar al enemigo a
nuestro lugar más sagrado...

497
J. R. WARD EL PECADOR

—Es el único lugar lo suficientemente seguro. El Omega


se está debilitando, ¿y después de que termine con esto? Va a
estar casi acabado, solo quedará una sombra de él. ¿El mhis
que está alrededor de la montaña? Es el tipo de cosas por las
que el mal no podía pasar cuando era todopoderoso. ¿Ahora?
Las probabilidades solo serán peores para él. Y V no tendrá
que hacer nada más que limpiarme, y eso va a ser un gran
trabajo de mierda en sí mismo.

Tohr estaba en modo negativo con la cabeza. —No, no


puedo dejarte hacer eso.

Butch se acercó a su hermano y se encontró con esos


ojos azul marino sin expresión. —Es la única forma. Tienes que
confiar en mí. ¿Crees que los quiero allí más que tú? Pero a
veces la decisión es entre una mala elección y una peor. ¿Y
Vishous y yo expuestos mientras hacemos lo que tenemos que
hacer para terminar esta guerra? Realmente, realmente,
realmente peor...

En el silencio que siguió, la tensión aumentó dentro del


grupo, espesa y tensa en el aire nocturno. Y cuando un viento
brusco se abrió paso a través del anillo de árboles detrás del
edificio de mantenimiento de jardines, Butch miró por encima
del hombro y se preparó.

Pero no era el Omega. Aún no.

—Tenemos que irnos —advirtió—. Tenemos que salir de


aquí con la camioneta y llegar a la montaña.

Tohr maldijo. —¿Puedo hablar con Wrath primero?

Butch volvió a centrarse en su hermano. —De camino.


Ve con Rhage y Qhuinn en la camioneta. Necesito mantenerme
alejado de los asesinos en caso de que aparezca el Omega. Él
vendrá detrás de mí como primera prioridad, y si muero, debes
llevar a esos cabrones a la Tumba de todos modos y
mantenerlos allí. Querrás que el mal esté lo más decaído

498
J. R. WARD EL PECADOR

posible cuando alguien más derribe al hijo de puta. —Miró a


los otros luchadores—. Para el resto de vosotros, confisquemos
estos autos y motos. Le dará a V menos cosas para tostar. Él
tiene que venir aquí primero mientras conducimos a la
montaña.

—Si Wrath rechaza el acceso… ⸺comenzó Tohr.

—Entonces dile que me llame. No hay otra opción.

Tohr atrapó el brazo de Butch. —Si Wrath dice que no,


vas a encontrar una.

Sentado en la mesa de operaciones de la unidad


quirúrgica móvil, Syn dejó colgar las botas... pensó en la forma
en que Jo se había sentado en la encimera de la cocina
abandonada del restaurante. Parecía que había pasado toda
una vida desde que los dos habían buscado refugio de ese
helicóptero policial.

Y ahora estaban aquí. En dos vehículos separados.


Dirigiéndose al centro de entrenamiento y solo Dios sabía qué.

Al frente, detrás del volante, Manny tampoco tenía


mucho que decir mientras continuaban por la carretera. Por
otra parte, el shock le haría eso a un chico.

—¿Cómo la encontraste? —el cirujano humano preguntó


más tarde.

El hecho de que el hombre pudiera ser el hermano de


Jo cambiaba muchas cosas. En la tradición de los vampiros,
los machos vinculados siempre eran lo primero con respecto a
sus hembras... y no había nadie alrededor que no supiera el
estado de Syn después del pequeño espectáculo que había
presentado esta noche.

Bien... a excepción de Jo.

499
J. R. WARD EL PECADOR

Mierda.

¿Pero el siguiente en la lista después de un hombre


vinculado? El hombre mayor de la línea de sangre. Lo cual, si
lo que Jo alegaba era cierto, significaba que Manny merecía
respuestas a preguntas que nadie más que él tenía derecho a
hacer.

Syn se aclaró la garganta y se sintió obligado a mantener


todas las imágenes de cualquier cosa sexual fuera de su mente
mientras repetía el curso de su relación con Jo, que sabía muy
bien que ya había terminado.

Dios, esto duele, pensó.

—Ella es una reportera. Estaba investigando un


asesinato en el centro. Había lessers y me preocupaba que la
reconocieran por lo que es... a pesar de que ella no es
consciente de que es una mestiza. —Decidió omitir la parte
sobre ella apuntando su arma hacia él. También lo de la Mafia
golpeando cosas—. También había policías humanos por todas
partes. No quería que se supiera de su presencia, así que me
aseguré que fuera así. Solo la he protegido, te lo juro.

Manny se giró en el asiento del conductor por un


segundo. —¿No sabe sobre el cambio?

—No. Sin embargo, lo descubrirá esta noche. O al menos


mejor que así sea. Ahora está muy cerca de ello.

—¿Por qué no se lo dijiste a alguien?

—V ya sabía de ella. —Syn hizo todo lo posible para


evitar que cualquier agresión saliera de su voz—. Así que ha
sido cuidada.

—Deberían haberla traído.

Hubo una larga pausa. Y luego Manny dijo: —Conozco


tu reputación.

500
J. R. WARD EL PECADOR

Poniendo los ojos en blanco, Syn murmuró: —¿Quién


no? Y ella está viviendo y respirando, ¿no es así? Si fuera a
matarla por diversión, ya lo habría hecho.

Hubo un silencio aún más prolongado que siguió a esa


pequeña parte de querer –es-compartir, y en la quietud, Syn
volvió a su pasado, pensando en la primera mujer que había
perseguido en el Viejo País. Había vuelto cuando ser un
mercenario había sido su único trabajo, antes de que Balz lo
llevara con él al campo de guerra, al Bloodletter y a Xcor.

En otro caso de su reputación precediéndole, Syn fue


abordado en un pub por un agricultor cuyos campos estaban
siendo invadidos por un terrateniente vecino. A medida que el
conflicto se intensificó, las vacas del granjero fueron
envenenadas y su lago se echó a perder. Había estado
buscando resolver el problema.

Syn tomó el dinero. Debía asegurar que la historia tal


como se la representaba era cierta. Se infiltró en lo que resultó
ser un castillo para tener una idea de los alrededores de su
víctima.

Y entonces llegó el momento de matar al macho. Su


talhman había esperado con ansias el momento de la
carnicería, pero Syn había esperado a que comenzara el festival
de primavera para que hubiera caos, distracción y embriaguez
dentro de esos gruesos muros. Acechando dentro del castillo y
buscando el momento perfecto para atacar, había seguido al
dueño de la finca de regreso a sus habitaciones privadas.
Imagina la sorpresa de Syn cuando atacó y descubrió que bajo
el atuendo de un hombre había, de hecho, un miembro del
sexo femenino: con el cabello trasquilado y pesadas bolsitas de
sándalo para cubrir el olor de ella, nadie había adivinado la
verdad.

Cuando se trataba de matar, Syn no se había


preocupado de qué sexo era.

501
J. R. WARD EL PECADOR

Y no la había salvado.

Había derramado toda la sangre de sus venas hasta que


el suelo con incrustaciones debajo de la plataforma de su cama
brillaba con lo que la había mantenido viva. No había sentido
nada.

No, eso no era cierto. La prisa habitual, la emoción, la


alegría sádica que experimentó al causar dolor, así como la
liberación de su propia acumulación de ira y agresión, habían
estado allí.

Siempre estuvieron ahí.

De hecho, ese ciclo de encendido, búsqueda de objetivos,


asesinatos y la relativa tranquilidad resultante fue la razón por
la que tuvo que asesinar regularmente.

Su talhman fue lo que lo convirtió en un asesino en serie.


Como un alcohólico necesitaba una bebida para lidiar con el
estrés, él necesitaba traer la muerte para completar su ciclo, y
no se había arrepentido, y nunca lo hizo. Pero eso era porque
tenía reglas. Los esfuerzos y el tiempo dedicado a determinar
si sus objetivos eran criminales habían asegurado que no fuera
como su padre.

Y también se había asegurado de que pudiera matar a


personas como su padre, una y otra vez.

Por eso la Sociedad Lessening nunca había sido


suficiente para él. Eso era un negocio.

Lo que hacía con su kit de asesinato en su tiempo libre


era personal, un regreso a la muerte que había causado al
padre que lo había torturado a él y a su mahmen.

Sin embargo, Syn se había relajado con el proceso de


selección, ¿no? Cuando Gigante le dijo que matara a Jo, no
había investigado si el objetivo era inocente o no. Había estado
tambaleándose y muerto de hambre, vencido y, por lo tanto,

502
J. R. WARD EL PECADOR

preparado para asesinar a una periodista, independientemente


de su virtud o falta de ella.

Lo cual era muy diferente de un mafioso que vendía


drogas a los niños y hacía todo lo demás.

—No te quiero cerca de ella —dijo Manny abruptamente.

—Así que decidiste creerle. Sobre tu parentesco con ella.

—No importa. —Los ojos oscuros del cirujano fueron al


retrovisor. Hermana o no, ella no te necesita en su vida.

Syn miró la gasa que le rodeaba el muslo. Manny había


insistido en vendar esa herida al igual que las demás.

—Así que me dejarás desangrarme, eh —dijo Syn.

—No, todavía voy a tratarte. Tengo ética profesional.

Syn bajó la cabeza y cerró los ojos. Cuando las imágenes


de Jo llegaron a él, un ataque implacable de recuerdos, su
instinto para protegerla surgió debajo de su piel y corrió por
sus venas. En diferentes circunstancias, podría haber sugerido
que él y su hermano pelearan.

Lo que lo detuvo fue... que no podía estar en desacuerdo


con la conclusión del hombre.

Jo estaba mucho mejor sin él.

503
J. R. WARD EL PECADOR

—M e robaste otra vez.

Mientras Jo hablaba, miró por la ventana del camión en


el que se había metido en el centro comercial abandonado. Lo
último que recordaba es que estaban saliendo del sitio de la
pelea. Ahora, estaban en un estacionamiento en alguna
parte... solo Dios sabía dónde.

—Es por tu seguridad.

Ella miró a través del asiento. El hombre... el macho... a


su lado era del tamaño de Syn, pero con un cabello largo,
suelto y multicolor y la actitud tranquila de alguien que había
hecho tantas cosas súper peligrosas que hacer de chofer de
una mujer a… bueno, donde diablos estuvieran… estaba
muuuuuy en su lista de factores estresantes.

—¿Mi seguridad? —Ella miró el bulto de su cazadora de


cuero⸺. De verdad. Como si no estuviera en riesgo a tu
alrededor.

504
J. R. WARD EL PECADOR

Él apagó el motor y la miró con ojos amarillos que eran


hermosos...y tan no humanos. —No serás lastimada aquí.

—¿Se supone que debo confiar en ti? Cuanto me


perdí...—golpeó el reloj digital en el tablero—. Diecisiete
minutos. ¿Oh? ¿Quieres decir que no pensaste que verificaría
la hora? Sabía que ibas a hacer algo con mi memoria, así que
he estado haciendo un seguimiento de estos números a medida
que cambian.

El macho entrecerró los ojos. —Lo que no entiendes es


que hay personas que te torturarían por la información sobre
dónde encontrarnos. Y pueden leer tu mente y saber lo que
sabes en un abrir y cerrar de ojos. Así que sí, es por tu
seguridad.

Jo miró por la ventana. No había mucho que ver. Solo


cemento, asfalto, aparcamientos y nada al aire libre.

Cuando él salió de la furgoneta, ella hizo lo mismo. —


¿Estamos bajo tierra?

—Sí. —Él señaló una puerta de metal sin marcar—. Y


nos dirigimos allí.

Siguiéndolo... porque realmente, ¿cuál era su otra


opción…? terminó en algún tipo de pasillo, yendo por… lo que
parecían ser aulas. Salas de reuniones. Y luego, algunas
instalaciones médicas que parecían tan modernas como
cualquier hospital que hubiera visto en su vida.

ÉL se detuvo frente a una puerta abierta. —Creo que Doc


Jane te quiere en esta sala de examen.

Jo cruzó los brazos sobre su pecho. —Para su


información, no autoricé ningún tipo de procedimiento médico.

—¿Ni siquiera un análisis de sangre para demostrar que


el hombre que crees que es tu hermano está realmente
relacionado contigo? —Cuando ella no respondió a la retórica,

505
J. R. WARD EL PECADOR

el macho asintió—. Es lo que pensaba. Manny... el doctor


Manello... está justo detrás de nosotros. Sé que vosotros dos
no habéis tenido mucho tiempo para hablar en el lugar de los
hechos. Y luego puedes conocer a Jane y descubrir si eres su
pariente.

Antes de que ella pudiera preguntarle algo más, él hizo


lo que parecía una pequeña reverencia y salió de la habitación.
Después de que cerró la puerta, ella esperaba escuchar algún
tipo de cerradura. Eso no sucedió. Y unos minutos después,
cuando probó el pomo, pudo abrirla bien.

Asomándose, miró a izquierda y derecha. El corredor


continuaba más allá de la habitación en la que ella estaba, y
se sorprendió por la extensión de las instalaciones. Esto no era
nada improvisado, y seguro que no podría haber sido barato
construirlo o mantenerlo...

Abajo a la izquierda, la puerta reforzada por la que había


entrado se abrió y se puso rígida. Syn entró cojeando primero,
y justo detrás de él estaba Manuel Manello. Ambos hombres...
machos, lo que sea... se detuvieron cuando la vieron, el pesado
panel que habían usado cerrándose con un fuerte golpe detrás
de ellos.

Jo salió, imaginando que tenía todo el derecho de ocupar


algo de espacio. Entonces notó la enorme mancha roja que
había crecido en el vendaje blanco alrededor del muslo de Syn.

—¿Estás bien? —preguntó mientras se acercaban. Lo


cual era una pregunta estúpida.

—Estará bien. —El Dr. Manello se interpuso entre


ellos—. No es nada de qué preocuparse. Solo voy a coserlo y
luego hablaremos, ¿de acuerdo?

—Sí. Por favor.

506
J. R. WARD EL PECADOR

De pie junto al médico, Syn era una presencia silenciosa


y amenazante que mantenía los ojos bajos y la cabeza gacha.
Pero justo antes de entrar en la sala de tratamiento de al lado,
la miró de reojo. Y luego desvió su vista.

Cuando ella se retiró a su propia sala de examen, se dio


cuenta de que esperaba que él dijera algo. Tal vez separarse y
venir a hablar con ella. Explicarle...

Bueno, ¿qué esperaba ella que dijera, de todos modos?

Paseando, hizo un círculo alrededor de la mesa de


examen. Luego se acercó al fregadero de acero inoxidable y al
armario. Al abrir los armarios, revisó los suministros y equipos
estériles ordenados.

Las voces en la habitación a su lado eran bajas al


principio. Pero luego se hicieron más fuertes. Y aún más
fuertes, mientras se intensificaba una discusión.

Jo se acercó a la pared y acercó la oreja al panel de yeso.


El doctor y Syn estaban discutiendo con fuerza... y había
muchas razones para mantenerse alejada de lo que sea por lo
que fuese la pelea.

Aunque, vamos, ella podría adivinarlo.

Y como tenía una idea de por qué se estaban peleando,


salió, giró a la izquierda y abrió la puerta de la otra sala de
tratamiento.

—…ella va a pasar por la transición! —gritó Syn.

—¡Eso no lo sabes!

—Eres humano, no sabrías…

—Que te jodan...

Los dos estaban en lados opuestos de la mesa de


examen, inclinados, frente a frente, con los brazos plantados...

507
J. R. WARD EL PECADOR

al menos hasta que la vieron al mismo tiempo. Eso los hizo


callar rápidamente, y las dos bolsas de testosterona se
enderezaron, volvieron a ponerse la ropa en su lugar y
actuaron con total compostura.

Como si fueran chicos del coro que nunca jamás alzarían


la voz.

Pero a ella no le preocupaba el decoro sonoro.

Tragando con la garganta apretada, Jo tuvo que aclarar


su voz antes de poder hablar. Dos veces.

—¿Por qué voy a pasar? —preguntó con voz ronca.

Además del estilo correcto, un sistema de sonido fino y


una gran jodida potencia, uno de los beneficios del Audi R8
performance coupé era su tracción en todas las ruedas.
También había una gran cantidad de caucho disponible para
el agarre de sus neumáticos de carrera, y una buena frenada
si se sobreexcitaba con el pedal de la derecha.

Desafortunadamente, cuando se trataba de conducirlo


con tracción a las cuatro ruedas por un bosque, el coche tenía
un gran limitador de velocidad.

La cosa tenía la distancia al suelo de una alfombra de


pared a pared.

Como resultado, mientras Butch conducía el


superdeportivo detrás de la furgoneta, iba al cincuenta por
ciento de su capacidad e iba a tener que renunciar al fantasma
y pelearlo por el resto del camino.

La Tumba estaba situada a bastante distancia de la


mansión de la Hermandad, su ubicación oculta nació gracias
a una delgada fisura en la superestructura de granito y cuarzo
de la montaña, una que se ensanchó en una gran cueva

508
J. R. WARD EL PECADOR

subterránea. Por lo que le dijeron a Butch, el sitio había estado


en uso mucho antes de que Darius construyera la gran casa,
el espacio subterráneo que servía como el sanctum sanctorum
de la Hermandad. No solo todos los frascos de los lesser que se
habían recogido alguna vez se almacenaban en su antecámara,
sino que, en lo profundo de su pedregoso vientre, las
inducciones y los rituales sagrados se habían alojado durante
un par de siglos, todos con la marca especial de antorchas de
la Tumba, síp-esta-es-una-mierda-de-los-vampiros.

El R8 renunció al esfuerzo a unos cuatrocientos metros


del sitio. O más bien, Butch decidió que podía correr más
rápido de lo que iba, y dada la pequeña estancia de V en la
burbuja de felicidad de Lassiter, era mejor dejar de tirar los
dados en ese alerón delantero: no quería tener que explicar
cómo había pelado la cosa como una uva. Y, además, había
recorrido un buen trecho más de lo que había pensado que
haría.

Aparcando la cosa, apagó el rugido y salió, dejando el


llavero en la ranura junto a la palanca de cambios.

No había razón para pensar que el coche iba a tener


cinco dedos aquí. La montaña no solo era una escalada dura,
sino que su incondicional y permanente mhis oscurecía todo
en el paisaje, lo que hacía imposible que alguien o algo que no
se suponía que estuviera aquí... estuviera bueno, aquí.

Por eso Wrath había votado sí a favor de la propuesta de


privacidad. Al gran Rey Ciego no le había gustado la idea de
traer al enemigo a la Tumba más que a Butch o cualquier otra
persona. Pero había visto la lógica e hizo la elección correcta.

Poniéndose a correr, Butch examinó los pinos mientras


zigzagueaba entre rocas que le recordaban los dientes adultos
rompiéndose en la boca de un niño. No había mucha maleza.
La montaña, como toda la cordillera de Adirondack, era más
roca que tierra, la topografía tallada por el avance y la retirada

509
J. R. WARD EL PECADOR

de los glaciares que habían considerado brevemente la


reubicación de un distrito postal durante la época del
Pleistoceno.

Esto, por cierto, era todo de acuerdo con V. A quién le


gustaba usar grandes palabras elegantes como "Época del
Pleistoceno" para "Edad de hielo" (la película no).

Y así, sí, ahora, unos once mil años después, Butch


estaba allí, corriendo sobre un colchón esponjoso de agujas de
pino caídas, empeñado en dar la bienvenida al enemigo al lugar
más sagrado que tenía la Hermandad.

Debía estar loco.

El plan le había parecido muy razonable cuando había


estado en ese sitio de batalla, vulnerable para los humanos y
el Omega por igual. Pero como muchas decisiones tomadas
rápidamente bajo presión, cuando llegabas a las
consecuencias como parte de tu brillante idea, terminabas con
un caso de repensar las oscilaciones. Excepto que ya era
demasiado tarde, y los hechos seguían siendo los mismos. A
diferencia de los mhis que V lanzaba de vez en cuando en el
centro, la mierda que cubría esta superficie elevada era
impenetrable y permanente.

Un rotulador contra tu marcador mágico genérico.

Vino tinto contra agua con gas.

Una casa contra un cobertizo...

Mientras alcanzaba la furgoneta, Butch terminó su lista


de las 50 metáforas de resistencia más importantes. En
realidad, no le estaban haciendo sentir mucho mejor sobre
esto, de todos modos. Además, destino alcanzado. No más
hipótesis.

Rhage salió del volante del maloliente rodante, se inclinó


y apoyó las manos en los muslos. Entre lentos y profundos

510
J. R. WARD EL PECADOR

soplos de aire fresco, dijo —que les jodan a esos comerciales


de Febreze146. No hay ceguera nasal para esa mierda.

Qhuinn salió tambaleándose del otro lado de la


camioneta, teniendo arcadas. —Y pensé que cambiar al Genio
de Pañales147 era malo.

Mientras los dos intentaban recuperar su equilibrio


olfativo, llegó el conjunto completo de la Hermandad, los
machos vestidos de cuero se materializaron en la oscuridad,
avanzando uno por uno. Todos vinieron. Z y Phury, Tohr,
obviamente. Murhder, John Matthew, el nuevo miembro.

V fue el último en volver a tomar forma y se acercó a


Butch. ⸺Limpié el lugar.

—Bien. Oh, pregunta rápida. ¿Mataste a ese ángel


inmortal cuando te dejó salir de la jaula hinchable?

—No, el hijo de puta es rápido sobre sus pies. Pero se


está acercando, ¿verdad?

Butch estaba a punto de cambiar de rumbo y dirigirse al


grupo, cuando llegó una persona más.

Wrath caminó hacia el claro y todos se callaron la puta


boca. Fue un shock verlo fuera de la mansión... y un riesgo
para la seguridad. Ni siquiera el mhis de aquí parecía lo
suficientemente seguro como para proteger al Rey. Además, no
estaba George para guiarlo.

No es que el macho no hubiera estado aquí muchas


veces en los últimos tres siglos, dejando los frascos de los
lessers que había matado, sumándolos a la colección de mil o
más vasijas que ya estaban en esos estantes en la antecámara.
Además, había habido inducciones en los últimos tiempos. Y
acciones disciplinarias. Pero, aun así.

146
N/T: Marca de ambientadores.
147
N/T: Una especie de contenedor para tirar los pañales usados.

511
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Dejaréis de mirarme así? —murmuró Wrath⸺.


Incluso ciego, puedo sentir vuestras miradas. Y tengo
jodidamente permitido estar aquí.

¿Como si alguien fuera a discutir con el tipo?

Tohr dio un paso al frente. —Por supuesto que lo tienes.

Cuando Wrath fulminó con la mirada al hermano...


aunque, para ser justos, fue una especie de palmaditas-en-la-
cabeza-de-un-niño... Butch sintió la necesidad de interceder.

—¿Alguien nos abrirá las puertas? Tenemos que mover


esta carga.

El reenfoque funcionó, Tohr condujo a Wrath hacia la


entrada oculta de la Tumba. Cuando los dos penetraron en la
fisura, Butch abrió el pestillo en la parte trasera de la furgoneta
y...

Durante el transporte, los lesser apilados y flojos se


habían asentado justo contra las puertas dobles,
probablemente el resultado de la ascensión a la montaña, y
como resultado, se derramaron como tripas de pescado a los
pies de Butch. Saltando de la marea de hedor negro y partes
del cuerpo, maldijo y sacó algún tipo de anatomía de su
shitkicker... ¿parecían intestinos?... antes de volverse hacia V.

—Deberíamos haber traído una maldita pala —le dijo a


su compañero de cuarto.

512
J. R. WARD EL PECADOR

E ntre las cosas verdaderamente extrañas sobre el


destino... azar... voluntad de Dios... como quieras llamarlo,
estaba el lugar donde sucedían los mayores cambios en la vida
de una persona. A veces, el lugar tenía sentido. Como un
hospital, donde alguien nacía o moría. O un escenario, donde
te graduaste en la escuela secundaria, en la universidad, en la
escuela de post grado. Tal vez un altar, donde una persona se
casaba.

¿Pero otras veces?

Cuando Jo miró a su alrededor en la sala de descanso,


con sus máquinas expendedoras y de refrescos, su buffet de
autoservicio, sus tazones de fruta y cajas de cereales, sabía
que nunca, nunca, olvidaría nada al respecto. Ni las mesas
redondas y las sillas. Ni este grupo de sofás donde estaba
sentada. Ni el suelo de linóleo o las luces fluorescentes en el
techo o la tele que estaba arriba en la esquina, con un capítulo
de Los Simpsons sin sonido.

Era uno de los primeros episodios de La Casa-Árbol del


Terror.

513
J. R. WARD EL PECADOR

Al menos eso parecía adecuado considerando lo que


acababa de aprender de sí misma.

Y bueno, ella no olvidaría nada de aquí suponiendo que


la dejaran guardar esos recuerdos.

Volvió a centrarse en Syn. Había estado en silencio la


mayor parte del tiempo. —Así que somos enemigos si no me
convierto.

Considerando el hecho de que acababa de enterarse de


que podría no ser humana en absoluto, pensó que comenzaría
con alguno de los reajustes básicos.

Su cerebro simplemente no podía hacer frente a los más


grandes.

Drácula, ¿quién? Drácula, ¿qué?

—Contéstame —le incitó. Cuando él no respondió, ella


temió todo lo que se guardaba para sí mismo.

—No puede. —Manny, como había pedido que lo


llamaran, sacudió la cabeza—. La pregunta de los enemigos
depende de muchas cosas.

Después de interrumpir su discusión, las cabezas más


frías habían prevalecido, y los tres habían terminado en esta
tierra de suministros. Estaba contenta por el cambio de
ubicación. Ambos tipos eran grandes y esas salas de examen
eran claustrofóbicas en primer lugar. Además, hola, no podía
recordar cuándo había comido por última vez.

No es que tuviera hambre.

—Como cuán exitosa es la pérdida de mi memoria con el


tiempo, ¿verdad? —Cuando Manny se encogió de hombros, Jo
se levantó de su asiento—. Y porque nadie sabe ya sea que lo
atraviese o no, estoy siendo tratada como si solo fuera una
humana normal. Por eso me habéis quitado los recuerdos.

514
J. R. WARD EL PECADOR

—Así es. Los mestizos son ases bajo la manga. No se


sabe en qué lado de la división terminarás.

—Excepto que estás en este mundo. Y aun eres humano.

—Soy un caso especial. Y ha habido algunos otros.

—Pero no es un tipo de trato normal y corriente,


¿verdad?

—No, no lo es. Separarse es mejor, generalmente


hablando. Para ambas especies.

Miró de nuevo a Syn. —Y es por eso porque no me dijiste


lo que eras. Porque si no cambio, no puedo conocerte.

Después de un momento, él asintió. Y ella no pudo decir


si era porque quería decir más y no podía porque no estaban
solos. O si era un caso de él limpiándose las manos de toda la
maldita cosa.

Caminando hacia la máquina expendedora, Jo miró las


barritas Hershey alineadas en su cajetín con descorchador. —
Así que todos los antojos que he estado teniendo. La inquietud.
La fatiga. Todo es parte de este... ¿cambio?

—Sí. —Manny se giró en su sofá para que pudieran


continuar haciendo contacto visual. Syn, por otro lado, se
quedó dónde estaba, mirando abajo en el suelo entre sus
botas—. Son los prodrómicos. Se trata de un indicador de que
las hormonas están despertando. Pero no es un verdadero
indicador de qué pasa después. A veces simplemente regresan
a la latencia.

—Es por eso porque no eres un... —Tarde o temprano,


considerando todas las cosas, iba a tener que sacar esa
palabra con v de su boca— ¿Esa es la razón por la que no
cambiaste?

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J. R. WARD EL PECADOR

—Nunca he experimentado por lo que estás pasando.


Pero de nuevo, todos nosotros somos diferentes.

Jo pensó en ese grueso expediente en el escritorio de su


padre. Parecía extraño que para todas las hojas que había allí,
la verdad real había permanecido oculta.

La verdad importante.

Dios... no podía hacer que su cabeza funcionara. Todo


era un lío debajo de su cráneo, preguntas a medio formar sobre
su madre y padre biológicos, su salud, su futuro... como bolas
de pintura volando y manchando todo en un desastre.

Pero había una cosa que reemplazó a todas las demás.

Jo miró a Syn. Y luego se escuchó decir. —Quiero un


minuto a solas.

Manny se aclaró la garganta. —Syn, ¿nos das un...

—No contigo. —Ella regresó y se sentó donde había


estado—. Con él.

Syn esperaba que el despido abriera la puerta a otra


discusión con el cirujano. Demonios, acababa de aprender de
primera mano qué tan bueno era Manny con la mierda de
hablar alto y debatir. Resultó que el tipo era un hijo de puta de
sangre caliente, y bajo diferentes circunstancias, un macho
podría haber respetado eso.

Pero no esta noche.

Y nunca cuando se trataba de Jo.

Hubo algo de conversación en ese momento, y luego


Manny fue arrancado de la sala de estar y caminó hacia la
salida de la sala de descanso.

516
J. R. WARD EL PECADOR

Antes de salir, dijo sobre su hombro. —Ven a buscarme


si él se desmaya por la pérdida de sangre. Todavía tengo que
coserlo.

Y luego estuvieron solos. Como era difícil mirar a Jo, Syn


observó cómo la puerta se cerraba como si su
reposicionamiento contra la jamba sujetara secretos para el
universo. O tal vez más bien era que esperaba que la losa de
madera podría enseñarle qué decir.

Sólo una cosa le vino por el momento.

—Lo siento —murmuró Syn en el silencio.

—Sigues diciendo eso.

—Es muy adecuado en esta situación. —Levantó sus


ojos hacia los de ella—. Tampoco soy bueno con... un montón
de cosas.

Jo estaba sentada frente a él, pero parecía que


estuvieran separados por un océano. Parecía exhausta y
nerviosa al mismo tiempo, su talón rebotando en el suelo, una
de sus manos jugueteando con la manga de su abrigo. Su
cabello rojo estaba enredado, parte de la longitud metida
dentro de las solapas, y su cara estaba pálida, demasiado
pálida.

Sin embargo, sus ojos fueron lo que le mató. Estaban


anchos y rodeados de blanco, asustada como si un loco
estuviera acechándola con un cuchillo... y aunque no le había
llevado su destino genético, seguro como el infierno que había
entregado otros paquetes de malas noticias.

Y ella no sabía ni la mitad.

—Tengo miedo —susurró.

Syn se inclinó y tuvo que evitar adelantar el movimiento


aún más. —Va a salir bien.

517
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Lo va a hacer? No estoy muy segura... Nunca supe


quiénes eran mis padres biológicos, y pensé que eso era malo.
—Se echó a reír en un estallido corto y tenso—. Resulta que no
saber de qué especie soy es mucho peor. Casi no puedo
comprender... nada.

—Eres la misma persona que siempre has sido.

—No, no lo soy. —Extendió las manos y las dio la


vuelta—. Porque no sabía lo que era en primer lugar.

—Nada tiene que cambiar.

—¿Entonces por qué se llama "el cambio"?

Mierda. Era un completo desastre en esto.

De repente, Jo metió las manos debajo de sus piernas,


como si no pudiera soportar mirarlas. —¿Es por eso porque el
centro de atención urgente me llamó y me dijo que no pudieron
leer mi muestra se sangre?

—¿Viste a un médico?

—Sí. Te lo dije. Y su oficina llamó y dijo que había un


error de laboratorio y que tenía que ir para intentarlo
nuevamente. Pero mi sangre no se contaminó en el laboratorio,
¿verdad?

—No. Las lecturas estarían mal comparadas con las


humanas.

—Me gustaría saber si el cambio realmente se avecina.

—Creo que lo hace. —Syn se tocó la nariz—. Lo puedo


oler. Otros de mi clase pueden también.

—¿Y así es como el otro, el chico de Boston, me


reconoció?

—Sí.

518
J. R. WARD EL PECADOR

Sus ojos se clavaron en los de él. —¿Crees que he estado


persiguiendo vampiros porque soy uno?

—Creo que te has estado buscando a ti misma.

—¿Cuántos recuerdos me has quitado?

—Ninguno.

Jo estuvo en silencio por un tiempo, y Syn se encontró


poniéndose de pie y moviéndose hacia el lado de ella de la
división, hacia su lado de la mesa de café... hacia su lado del
conflicto. A pesar de que, cuando se trataba de su transición,
allí no había conflicto que se pudiese tener. Su cuerpo era su
futuro, su mecanismo interno de intercambio de oxígeno y
frecuencia cardíaca, hormonas y ADN un misterio que iba a
resolver el misterio. Y nadie, ninguna prueba ni nada iba a
forzar el resultado.

Pero él estaba con ella, pasase lo que pasase.

—Antes de que Manny se fuera hace un momento...—


Ella se aclaró la garganta—. Dijo que yo iba a tener que tomar
una...

Cuando no fue más allá, él terminó las cosas por ella. —


Tomar una vena. Lo siento, sé que debe repugnarte. Pero si
sucede, necesitas tomar la sangre de un miembro opuesto de
la especie o morirás...

—Quiero que sea la tuya. —Cuando los ojos de Jo


brillaron con lágrimas no derramadas, se abrazó a sí misma—
. La de nadie más.

Syn sacudió la cabeza mientras intentaba superar su


sorpresa. ¿Cómo podía ella siquiera elegirle? —Jo... hay
muchas mejores opciones.

—Entonces no lo voy a hacer. O eres tú o nadie.

519
J. R. WARD EL PECADOR

—No creo que entiendas lo que va a pasar. Tu cuerpo es


el que va a tomar una decisión, no al revés. La sed de sangre
no es nada con lo que se pueda negociar.

—Eres la única persona que conozco en este mundo. No


quiero que alguien extraño... —Cerró los ojos con fuerza—.
Esto es como una pesadilla. Literalmente no puedo entender
nada de esto. ¿Y crees que voy a escoger a un extraño?

—No tiene que ser sexual. —Los molares de Syn se


juntaron mientras el macho vinculado en él comenzó a gritar—
. Es alimentación, eso es.

—¿Cómo lo sabré? Cuando tengo que...

—Lo sabrás.

—¿Tú hiciste esto? Quiero decir, ¿te pasó a ti?

Syn se imaginó a la hembra el Viejo País. —Sí. Y no hubo


nada sexual en esa primera alimentación para mí.

—¿Cuánto tiempo hace?

—Trescientos años. Año arriba año abajo. —Cuando los


ojos de ella se expandieron, él asintió—. Nuestras expectativas
de vida son diferentes.

—¿Cambiarán las mías? —Cuando él asintió, ella se


mordió el labio inferior— ¿Es peligrosa la transición?

—No voy a mentirte.

—Así que sí.

Syn asintió lentamente, el miedo se apoderó de su pecho


ante la idea de que podría perderla. Aunque nunca había sido
realmente suya.

—¿No hay un análisis de sangre o... lo que sea... que me


pueda decir con precisión cuando golpeará?

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J. R. WARD EL PECADOR

—No. —Quería acercarse. Abrazarla. Tranquilizarla de


cualquier forma que pudiera—. Sólo tienes que esperar. Y de
nuevo, como eres parte humana, podría ser por un tiempo.

—O nunca podría suceder, ¿verdad? —Cuando él volvió


a asentir, Jo miró alrededor de la sala de descanso—. Dime
que no esperan que me quede aquí esperando sentada como si
fuera una especie de prisionera. Tengo un trabajo, una vida, a
la que regresar. Especialmente si esto nunca sucede.

—No te mantendrán aquí contra tu voluntad. No


pueden.

—¿Estás seguro de eso?

—Sí. —Porque él se iba a asegurar de que así fuera—.


Estoy seguro.

Jo pareció calmarse con eso, sus hombros se relajaron


un poco.

Excepto que ella lo atravesó con una mirada fija. —


¿Entonces estás diciendo que no lo harás? ¿Que no me... darás
tu vena si la necesito?

521
J. R. WARD EL PECADOR

A la mierda la pala, pensó Butch. Lo que realmente


necesitaba era una carretilla.

Mientras arrastraba al primero de los asesinos a la cueva


por los tobillos, era consciente de que había escogido
selectivamente su cargamento. A diferencia de muchos de los
otros no muertos, este estaba completamente intacto, con los
brazos, piernas y cabeza todavía unidos al torso. La mayoría
de sus camaradas similares a un tamiz no pasaban esta
prueba de inventario básica, y bajo diferentes circunstancias,
se habría sentido mal por dejarles los trozos de lessers148 a sus
hermanos.

Excepto que sabía que iba a volver a por más. Y luego


estaba lo que había delante de él.

El interior de la cueva más pequeña detrás de la grieta


era un agujero negro, pero había un resplandor orientador
girando la esquina, así que tuvo suficiente para continuar

148
N/T: En inglés hay un juego de palabras pero en castellano se pierde. La frase es lesser-than lessers que
vendría a ser como menos que un lesser.
522
J. R. WARD EL PECADOR

cuando fue hacia la luz. Cuando giró, su muerto viviente le


siguió, esa cabeza golpeando el suelo rocoso y desigual.

Como si a Butch le importara una mierda la parte


trasera de ese cráneo.

Cuando se acercó a Tohr y Wrath, acababan de abrir el


camino hacia la Tumba habiéndose deslizado por la pared de
roca y avanzado hacia el primer juego de gruesas puertas de
malla que impedía el acceso a cualquiera que se suponía que
no debería estar allí.

Cuando ambos se volvieron hacia él, las antorchas se


encendieron a lo largo del pasillo, encendidas a voluntad por
Tohr. O tal vez fuera Wrath, a pesar de que el Rey no
necesitaba iluminación.

—Ojalá no tuviéramos que hacer esto —murmuró Butch


mientras dejaba caer los tobillos del asesino, sus talones
golpeando la tierra compacta—. Pero la buena noticia es que,
¿una vez que estos hijos de puta sean consumidos? Creo que
solo nos quedan cuatro.

—¿Cuatro? —Wrath frunció el ceño— ¿Cuatro asesinos


en la Sociedad Lessening y se acabó?

—Había trece o así sobre el terreno cuando llegué. Pude


sentirlos. Uno se escapó en la moto que todavía estaba
operativa. Otro estaba en un coche con el que casi tuve una
colisión frontal. Y dos dieron marcha atrás antes de ir allí.
Quedan cuatro. Todos los demás los tenemos en esa furgoneta
de allí. —Butch miró los restos aún fijados a sus pies—. Mas
esta bola de fuego de aquí.

—Pero ¿Cómo sabes que están todos? —preguntó el Rey.

—Esta noche había una reunión convocada por el Fore—


Lesser. Es la única explicación de por qué tantos de ellos
estaban en un lugar fuera del campo del centro. Las únicas

523
J. R. WARD EL PECADOR

otras congregaciones de ese tamaño han sido las inducciones,


pero no había evidencia de que alguien hubiera sido convertido
esta noche... y, mejor dicho, el Omega nunca usa el mismo
sitio dos veces para esa mierda. Ya ha usado ese edificio de
mantenimiento. No, fue una reunión, convocada por el Fore—
Lesser. Una reunión de las tropas y recursos que nosotros
encontramos por suerte gracias a Syn y a esa mujer... así que
el recuento es ese. Trece.

—Pero el Omega podría hacer más. Podría estar llevando


a cabo una inducción mientras hablamos.

Cuando los otros hermanos entraron en la cueva con


más amigos, Butch volvió a mirar a su pequeño amigo con el
problema del sangrado. —No estoy seguro de que pueda ya.
Tiene que tener suficiente energía dentro de sí mismo como
para propagarse, y se veía medio muerto con un tono pálido
cuando lo vi la otra noche. No creo que tenga fuerzas para eso.

—Cuatro asesinos. —Wrath sacudió la cabeza—. No


puedo entenderlo. ¿Alguien tiene la mira puesta en el Fore—
lesser?

—No que yo sepa, y él no está entre los caídos. —Butch


giró su dolorido brazo—. Le reconocería de cuando yo...

Mientras se apagaba, se inclinó alrededor del Rey. Y de


repente perdió la voz del shock.

—¿Qué pasa? —preguntó Tohr.

—¿Te comió la lengua el gato, poli? —dijo Wrath.

En una repentina oleada de pánico, Butch empujó a


Tohr hacia atrás y atravesó la entrada. Detrás de él, Tohr dijo
al grupo bruscamente. —Armas fuera.

El coro de metal moviéndose sobre metal llegó hasta


Butch por el pasillo.

524
J. R. WARD EL PECADOR

Pero no tuvo que ir muy lejos para ser sobrepasado por


un acto inaudito de vandalismo, el tipo de cosa que era tan
impactante que te hacía dudar de la información que estaba
alimentando a tus ojos.

Todos los frascos que habían sido colocados en todas las


estanterías de suelo a techo en la antecámara, más de mil,
habían sido arrojadas al suelo de piedra del pasillo de la
entrada de la Tumba y destrozados. Todos y cada uno.

Butch se detuvo cuando sus shitkickers crujieron sobre


el primero de los fragmentos... que pronto se convirtió en una
montaña.

—¿Qué está...

Cuando Tohr dejó de hablar abruptamente, Butch se


puso de cuclillas y recogió una pieza de cerámica esmaltada.
Parecía vieja, pero algo de lo que se había roto era bastante
nuevo, el tipo de jarrones que podías comprar en Target149.

—¿Qué coño? —alguien más dijo mientras miraban el


desastre.

Butch miró hacia los estantes. No quedaba un solo


frasco.

Durante generaciones de lucha, la Hermandad había


recolectado estas vasijas de los lessers que habían matado,
tomando los corazones que estaban manchados con el mal
como trofeos de triunfo. Ya fuera para sacar la identificación
del cuerpo antes de ser apuñalado de nuevo hacia el Omega o
torturar activamente al enemigo para obtener información
sobre dónde estaban, reclamar los frascos siempre había sido
parte del ritual de la victoria.

149
N/T: Cadena de grandes almacenes.

525
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Butch se unió a la guerra, él mismo lo había


hecho.

—¿Quién cojones entró aquí? —dijo otro hermano— ¿Y


por qué rompieron toda esta mierda?

Butch observó el montón de fragmentos y esquirlas que


se elevaba hasta un punto en el centro del pasillo. Mientras las
antorchas en las paredes arrojaban luces estroboscópicas
sobre el montón irregular, no podía imaginar quién podría
haber encontrado...

—¡Oh, mierda! —ladró.

Como todos los demás se quedaron en silencio detrás de


él, no estaba pensando con claridad mientras se sumergía en
los restos de porcelana y cerámica, moviéndose a través de los
fragmentos con manos que fueron cortadas por los bordes
afilados, excavando... arañando... rezando.

—No, no, no...—escuchó a alguien decir esa palabra una


y otra vez de nuevo, y fue vagamente consciente de que era él.
No...no...

Cuando la gente comenzó a hablar tras él, los ignoró.

Butch fue todo el camino hacia el suelo de piedra. Hasta


abajo.

Luego se rindió en absoluta derrota, girando hacia sus


hermanos mientras se dejaba caer sobre su trasero en el claro
que había hecho con sus manos que ahora sangraban rojo.

Por un momento, todo lo que pudo hacer fue mirar al


grupo de machos que habían sido enemigos de él al principio,
luego amigos... sólo para culminar en hermanos de sangre.
Conocía sus rostros tan bien como el suyo propio, y amaba a
todos y cada uno de ellos tanto como podía amar a otro
hombre.

526
J. R. WARD EL PECADOR

Y fue a causa de ese amor que repentinamente estuvo


completa y absolutamente aterrorizado.

Tohr echó un vistazo y levantó las manos confundido,


como PQC150. —Poli, ¿qué está pasando aquí?

—Los corazones se han ido —dijo con dificultad—. El


Omega...de alguna manera, entró aquí y se llevó los corazones
de los frascos.

La respuesta fue inmediata, las voces estallaron y


resonaron a medida que los hermanos... y Wrath... hicieron
una ofensa inmediata con sus armas y dagas, como si
estuvieran a punto de ir a cazar al enemigo más al fondo de la
guarida subterránea.

—¡Él no está aquí! —gritó Butch sobre el estruendo.


Cuando se callaron, inmediatamente bajó la voz—. El Omega
se ha ido. Cogió lo que necesitaba... y se fue.

V habló. —Eso es imposible. No hay forma de que haya


podido encontrar este lugar.

Butch extendió la mano y recogió uno de los fragmentos.


Era un pedazo azul pálido y circular, la basé imaginó... y
cuando lo giró leyó "Hecho en China."

Cerrando sus ojos, frotó la superficie lisa y plana entre


las yemas de su pulgar e índice. Luego volvió a abrir los
párpados. —No, fue él. Puedo sentirlo en esto.

—La casa —gruñó Wrath—. Las hembras. Los niños...

—No —intervino Butch—, no está en la propiedad. No lo


siento en cualquier lugar aquí en la montaña y el mhis no
afectaría mi lectura en él. No está aquí.

—Pero lo estuvo —dijo el Rey.

150
N/T: Pero Qué Cojones.

527
J. R. WARD EL PECADOR

—Sí. —Butch arrojó el fragmento y se puso de pie.


Mientras se frotaba sus manos sangrantes con su cuero,
sacudió la cabeza⸺. Y tenemos un problema aún mayor que el
que él sepa dónde vivimos.

—Qué cojones podría ser eso —murmuró alguien.

Butch dio la espalda a los hermanos y miró los


escombros. ⸺Tomó los corazones para fortalecerse. Para
revitalizarse y reforzar su poder. Acaba de consumir la esencia
de sí mismo que estaba en cada músculo cardíaco en esos
jodidos frascos.

—Así que volvemos al punto de partida —dijo Tohr con


amargura.

—O peor —advirtió Butch.

528
J. R. WARD EL PECADOR

—S olo sostén esto en alto para mí... sí, justamente


así. ⸺Mientras la doctora torcía el codo de Jo, la mujer
sonrió—. Te dije que yo era buena con una aguja, ¿verdad?

—No siento nada. —Jo sacudió la cabeza—. Quiero


decir, no sentí.

Doc. Jane, tal como se había presentado, se reclinó en


el taburete y metió el tubo que había rellenado en el bolsillo
cuadrado de su bata de laboratorio. Sus ojos verdes oscuro
estaban llenos de compasión y los movía de un lado a otro
entre Jo, que estaba en la mesa de examen, y Manny, que
estaba en una silla junto a la puerta de la sala de tratamiento.

—Entonces, gracias a nuestra Sarah —dijo la doctora—


, quien es un genio investigador y un poco genetista, ahora
tenemos un análisis de sangre que podemos usar para
determinar las relaciones familiares. —Ella le sonrió a
Manny—. A diferencia de las regresiones de antepasados de
la vieja escuela, que eran muy peligrosas. Cómo te expliqué,
vamos a comparar ambas muestras y ver qué tienen en
común. También tenemos una base de datos que hemos

529
J. R. WARD EL PECADOR

estado creando dentro de la especie en su conjunto. Sarah ha


hecho un trabajo increíble con este proyecto, y esto realmente
nos va a ayudar en este caso de los dos. ¿Tenéis alguna
pregunta para mí?

Manny sacudió la cabeza. —Yo no ¿Jo?

Jo tenía muchas preguntas. Pero no sobre la prueba. —


Estoy bien. Gracias.

La doctora se puso de pie. Apretó el hombro de Jo. Y se


marchó.

Cuando la puerta se cerró, Jo miró al hombre que


podría ser su hermano, estudiando las facciones de su rostro,
tratando de ver lo que compartía con el suyo. Cuando sus ojos
se posaron en los de ella, ella se sonrojó y miró hacia abajo.

—Lo siento —dijo—. No quiero seguir mirándote. Pero


nunca he estado con alguien con quien esté emparentada, o
con quien podría estarlo.

Manny estiró las piernas y se recostó en su rígida y


pequeña silla. —Eso es comprensible.

Jo parpadeó rápidamente y trató de recordar dónde lo


había dejado cuando la doctora entró. Había sido un impacto
y un alivio, darse cuenta de que su madre biológica no estaba
realmente muerta. Y quería saber mucho más.

—Entonces me estabas diciendo acerca de tu...


nuestro... ¿padre? Incitó ella.

—Sí, lo siento —él bajó el brazo y presionó la bola de


algodón que había sido dejada en la curva de su codo—. Cómo
te dije, su nombre era Robert Bluff. Era cirujano, y mi madre
lo conoció en Columbia Presbyterian cuando era enfermera de
la UCI. Murió en mil novecientos ochenta y tres en un
accidente automovilístico. Fue enterrado en el cementerio de

530
J. R. WARD EL PECADOR

Pine Grove. Puedo llevarte a su tumba en algún momento si


lo deseas.

—Me gustaría. Por favor.

—Ellos nunca se casaron ni nada. Y ella realmente


nunca habló mucho sobre él. En algún lugar entre mis cosas
en la casa, tengo algunos recortes de periódicos sobre él, que
voy a mostrarte. Y también tengo una fotografía. Pero me temo
que eso es todo.

—Y ella, nuestra madre, definitivamente ¿está viva?

—Sí. —Manny se aclaró la garganta—. Ella vive en


Florida. Le compré una casa allí abajo hace un par de años.
Está retirada ahora.

—Tú crees… podría ella... —Jo volvió a sacudir la


cabeza e intentó ignorar el dolor en su pecho—. Quiero decir,
obviamente tenemos que esperar los análisis de sangre para
ver si…

—Por supuesto que te la presentaré. —Se movió hacia


un lado y sacó un teléfono de la bata blanca que llevaba
puesta—. Aquí, déjame mostrarte una foto. Te debes estar
preguntando cómo es.

Mientras se desplazaba por su móvil, Jo era consciente


de que su corazón latía con fuerza. Y cuando él le tendió el
Samsung, sus manos temblaron mientras tomaba la cosa.

La imagen en la pantalla era en blanco y negro, y la


joven mujer con el cabello grueso y oscuro parecía
atormentada mientras miraba a la cámara.

—Pensé que te gustaría ver una foto de joven primero.


Eso es en realidad cuando estaba embarazada de mí. Aquí,
déjame mostrarte una más reciente.

531
J. R. WARD EL PECADOR

Jo devolvió el teléfono y no pudo evitar esperar que


hubiera otra instantánea, un par de años más reciente, de la
mujer… embarazada de Jo.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó. Cuando él se lo


dijo, ella se sorprendió—. Entonces eres mucho mayor que yo.
Dios, estás fenomenal.

—Gracias. Y aquí hay una más reciente de mamá.

Jo se preparó a sí misma al mirar lo que le ofrecía una


vez más. Esta vez, la fotografía era en color, y los años se
mostraban en esa cara tersa. No es que la mujer no fuera
atractiva, aún tenía el grueso cabello de color marrón. Pero
los ojos permanecían sombreados y todavía había tensión
alrededor de la boca y la frente.

—¿Cuál es su nombre?

—Shelley. Shelley Manello.

Cuando Jo le devolvió el teléfono, él miró la foto, algo


en su expresión cambió.

—No tengo que conocerla —dijo Jo con la garganta


oprimida—. No quiero causar ningún problema.

—No. Nunca las mantendría separadas a las dos.

—Entonces, ¿qué pasa? —Jo cerró sus ojos y volvió a


sacudir la cabeza—. No tienes que responder eso.

—Oye, hermanos, ¿verdad? —Sus cejas oscuras bajaron


aún más—. Y solo estoy tratando de recordar.

—¿Qué?

—Cuándo estuvo embarazada de ti. —Manny levantó la


vista bruscamente—. No estoy dudando de nada de lo que has
dicho. Yo solo… por la edad que tienes, yo estuve fuera de

532
J. R. WARD EL PECADOR

casa, en la universidad, pero tú pensaste que pudiera


recordar o que ella me lo hubiera dicho.

Jo se fijó en la parte posterior del teléfono mientras se


enfocaba en el frente. En el silencio, la inquietud se filtraba
por la parte posterior de su cuello, como el agua helada que
gotea desde algún tipo de altura.

¿Y si Bill se hubiera equivocado con su investigación?

Su temor de que ese fuera el caso le dijo cuánto deseaba


ser la hermana de Manny. Era gracioso cómo este extraño la
había hecho sentir tan conectada. Especialmente dado que
Syn había salido de la habitación.

—Pero ya sabes —dijo Manny—, las cosas eran difíciles


para mamá y para mí en ese entonces. Desde el primer día,
ella estuvo orientada y determinada en que yo fuera a la
Universidad para estudiar medicina y convertirme en
cirujano, en alguien. Ella era enfermera y siempre estaba
cambiando y haciendo turnos adicionales para pagar mi
educación. Mi recuerdo principal de ella desde mi infancia era
lo cansada que siempre estaba. ¿Si se hubiera vuelto a quedar
embarazada cuando yo estaba en la Universidad? Quiero
decir… no había manera de que ella pudiera permitirse el lujo
de mantenerlo dado el coste de mi educación. —Él hizo una
mueca—. Tú, más bien. Mantenernos. Lo siento. Siento que
soy…

—Nunca te disculpes. Soy la intrusa, no tú. Además…


tal vez ella no quiso quedarse embarazada de nuevo. —
Mientras sus ojos se levantaron hacia los de ella, Jo visualizó
la imagen de esa cara atormentada—. Tal vez no fuese un
embarazo no deseado. Tal vez fui el resultado de…

Ella no pudo decirlo.

Pero dada la forma en que Manny cerró los ojos, no tuvo


que hacerlo.

533
J. R. WARD EL PECADOR

—Podríamos ser medios hermanos —sugirió ella con


tristeza—. Tal vez Robert Bluff no era mi padre. Tal vez… hubo
alguien más.

Manny se frotó la cara.

—Eso explicaría por qué nunca te habló de mí —dijo Jo


con voz ronca.

Jo extendió su brazo y quitó la bola de algodón y el


apósito. Debajo del algodón, solo había una pequeña marca,
un punto rojo que ya se estaba curando en su piel.

La idea de que ella fuese peor que un error... que ella


pudo haber sido resultado de algún tipo de ¿violencia sexual?
¿Que bien podría haber sido algo que su madre había
intentado abortar y falló?

Cuando las lágrimas aparecieron en los ojos de Jo,


miró a su alrededor buscando algo para limpiarlas.

Manny fue el que le entregó el Kleenex, llegando al


mostrador y luego extendiendo la caja de pañuelos a través
del espacio que los separaba.

Y luego se levantó y se acercó. Subiendo a la mesa de


examen con ella, él colocó un fuerte brazo alrededor de sus
hombros y tiró de ella acercándola.

—Lo siento mucho... —dijo ella, mientras comenzaba


a sollozar por el sufrimiento de una mujer que nunca había
conocido.

Al otro lado de la puerta de la sala de examen, Syn se


sentó en el suelo de cemento del pasillo del centro de
entrenamiento. Después de que Manny lo hubiera cosido
correctamente salió, aparentemente para darles privacidad a

534
J. R. WARD EL PECADOR

los hermanos. En realidad, había necesitado tiempo para


pensar.

Y luego escuchó cada palabra que dijo Jo. Todas y cada


una.

Mientras hablaba de las circunstancias de su


nacimiento, o de lo que temía que hubiera sucedido, él sabía
cuál era la respuesta a su pregunta sobre la alimentación.

Poniéndose de pie, se giró y miró hacia la puerta de la


sala de tratamiento. Con una mano temblorosa, apoyó la
palma sobre el panel cerrado, como si pudiera alcanzar el
interior a través de las cadenas de moléculas entre ellos, el
espacio que los separaba, la distancia entre su corazón y el de
ella… y traerle algo más que pena, caos y miseria.

Manny era el correcto para consolarla. Su hermano de


sangre era un buen hombre, un hombre amable… un hombre
fuerte. Ella estaba a salvo con él. Él no sólo podía cuidar de
ella, sino que debía hacerlo.

Aun así, pasó un tiempo antes de que Syn pudiera


obligarse a marchar. Y cuando finalmente lo hizo, tuvo que
hacer que su cuerpo deambulara por el pasillo.

Cada parte de él quería quedarse con Jo. Asegurarse de


que ella estaba bien. Asistirle en todas sus necesidades,
traerle la comida más selecta y las bebidas más limpias,
asegurándole un refugio cálido y seco, junto con la ropa de
telas y colores de su preferencia. Él quería dormir con ella
contra su cuerpo, piel con piel, una daga en su mano derecha,
una pistola bajo su almohada, una cadena debajo de la cama,
para asegurar su protección contra cualquier cosa y contra
todos los que pudieran hacerle daño.

Quería servirla a toda su sed de sangre.

Y ayudarla en su transición.

535
J. R. WARD EL PECADOR

Y entonces... después de una década, o lo que fuera...


atenderla en su necesidad.

Como una aguja descarrilada en un LP151, había un


chirrido en su cabeza, pero la culminación de su fantasía fue
lo que diezmó el núcleo mismo de sus delirios desesperados.

No habría servicio en su tiempo de fertilidad. Él no


podía eyacular.

Ante esa realidad, el resto de los componentes básicos


de su hipotética vida juntos se desvanecieron, dejando nada
más que devastación y desolación en el centro de su pecho.

Pero había una forma en que podía cuidarla.

Si la definición de amor era anteponer el objeto de tu


afecto ante ti mismo, entonces había un sacrificio que
ciertamente podía hacer en su nombre. No importa cuánto le
costara.

El centro de formación estaba conectado a la gran casa


de la Hermandad por un túnel subterráneo de cientos de
metros de largo, la travesía de hormigón para transeúntes que
unían al PIT en un extremo, donde se quedaban Butch, V y
sus shellans, con la ruta de escape oculta fuera de la montaña
en el otro extremo. Syn caminó a través de sus confines con
determinación, las manos metidas en los bolsillos de su
cazadora de cuero, las botas resonando sobre el suelo
desnudo. Manny había hecho su acostumbrado excelente
trabajo con su aguja e hilo y no es que las diversas rebanadas
sobre el muslo y en todo el abdomen de Syn le hubiera
importado mucho, por la noche, el daño estaría curado. Por
mucho que odiara alimentarse, había tomado de la vena de
una Elegida hace una semana, por lo que estaba en plena
forma.

151
Hace referencia a la aguja de un Long Play o disco de larga duración.

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J. R. WARD EL PECADOR

Gracias a Dios. Ya que ahora no podía soportar la idea


de extraer la sangre de otra hembra, sin importar cuán
profesionales y compasivas fueran esas Elegidas sagradas.
Podría ser todo menos un procedimiento médico para ellas,
pero no quería acercarse tanto a nadie más que a Jo.

Mientras continuaba considerando su futuro, sus


pensamientos se volvieron tan profundos que la siguiente vez
que notó algo a su alrededor, estaba saliendo de debajo de la
gran escalera en el vestíbulo de la mansión, su destino
alcanzado.

Las cosas estaban bastante tranquilas, a pesar de que


todo el mundo estaba fuera del campo después de la
escaramuza en la salida del centro comercial. Los Hermanos
habían llevado a los Lessers a la Tumba, donde sea que eso
estuviera, pero el resto de los Bastardos y los otros luchadores
estaban en casa, y uno pensaría que habría una conmoción y
conversaciones normales en varias habitaciones. No. Las
cosas eran sombrías ya que la gente jugaba un poco al billar,
pero en su mayoría se mantenían encerrado en sí mismos, y
esto tenía sentido. Pasaron muchas cosas, y había mucho en
juego.

Tratando de mantenerse fuera de la vista, Syn se quedó


detrás de la curva de la base de la escalera y sacó su teléfono.

Solo había una persona con la que quería hablar.

Bueno, en realidad había dos, pero él estaba


empezando aquí.

Redactando un texto, que vaciló antes de enviar.


Excepto que no podía ver otra salida a su situación. Después
de presionar enviar, se cruzó de brazos y se recostó en la
balaustrada de hojas doradas.

Un momento después, la puerta abatible que el


personal usaba para acceder a la despensa y la cocina se

537
J. R. WARD EL PECADOR

abrió, liberando una risita cuando alguien al otro lado


murmuró: —…sí, bueno, el sesenta por ciento del tiempo,
siempre funciona.

—Ron Burgundy es un Dios —dijo alguien más.

Balthazar entró y se aseguró de que la puerta se cerrara.


—Hola.

Syn asintió y miró sus botas, observando que había


sangre de Lesser en ellas. Por otra parte, también había
sangre de Lesser en la parte frontal de su camiseta. En las
mangas de su cazadora de cuero. En sus manos y debajo de
sus uñas.

—Debería haberme duchado primero —se


escuchó decir a sí mismo.

—Esa mierda no me molesta.

—No antes de verte. ⸺Antes de estar con Jo,


maldita sea.

—¿Estás bien, primo?

Syn se concentró en el suelo en el centro del vestíbulo,


en la representación en mosaico de un manzano en flor.
Cuando trató de hablar, terminó frotándose la nariz. Su
frente, su mandíbula.

—Dime —dijo Balthazar—, que no la mataste.

—¿Matar a quién? —Cuando su primo lo miró


fijamente, Syn maldijo— ¿Me estás jodiendo? Ella está con
Manny en este momento.

—OK. Bueno. —Balthazar miró a su alrededor—.


Entonces, ¿necesito una pala por otra razón?

Syn se pasó la palma por la cara. —No.

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J. R. WARD EL PECADOR

En el silencio que siguió, sus ojos recorrieron los otros


lujosos detalles del área de recepción formal de la mansión.
Teniendo en cuenta que había pasado la mayor parte de su
vida durmiendo dentro de cuevas y troncos de árboles en los
bosques del Viejo País, todavía no podía entender cómo había
terminado en este castillo real de columnas de mármol,
malaquita, espejos y apliques de hojas doradas y candelabros
de cristal. Lo hacía sentir como un intruso. Por otra parte, a
menudo se había sentido diferente, incluso entre personas
que conocía bien.

—La amo —soltó bruscamente.

Hubo una pausa. Como si Balthazar no pudiera


entender lo que le habían dicho. —¿Jo? ¿Qué estás?…
espera…

—Y por esa razón, voy a pedirte a ti... que le sirvas


durante su transición. Eres la única persona en la que puedo
confiar con la hembra que amo.

Por mucho que ella quisiera utilizar a Syn, él no podía


dejar que sucediera, especialmente no después de haberla
escuchado hablar sobre su concepción. Su naturaleza
violenta estaba demasiado cerca de lo que ella temía que fuera
cierto acerca de su padre... y aunque ella no conocía ese lado,
él sin duda lo hacía. Él nunca le había hecho a una mujer lo
que su padre podría muy bien haberle hecho a su mahmen,
pero como si matando hembras... incluso si se lo merecían...
¿Era mucho mejor…? Él había tomado una vida en un
perverso acto de justicia, como un vigilante que acepta dinero
que no necesita y no justifica sus actos… extraño, que no
fuese hasta ahora que sintiera el peso de sus crímenes.

Después de todo lo que había hecho, Jo no lo aceptaría


si ella conociera sus verdades, y no podía soportar contarlas.

Por tanto, tenía que actuar como si ella tuviera pleno


conocimiento de él.

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J. R. WARD EL PECADOR

Y conseguir a alguien más para ella.

Era lo único decente de hacer por la persona que


amaba.

540
J. R. WARD EL PECADOR

S upongo que Syn no regresará, pensó Jo mientras


guardaba su teléfono y paseaba por la sala de descanso. Había
regresado a este enclave calórico hace aproximadamente una
hora, después de que ella y Manny habían hablado durante
mucho tiempo sobre su infancia y los hogares donde
crecieron. Lo que habían estudiado en la escuela. Y sobre el
tema de la educación superior, él le había dicho que su madre
estaría orgullosa de ella por haber ido a Williams y haber sido
aceptada en ese programa de Yale152. Esos comentarios,
viniendo de él, habían causado que Jo volviera a llorar, a
pesar de que había escondido la reacción lo mejor que pudo.
No más Kleenex para ella. Al menos no delante de él.

No al frente de nadie.

También habían hablado mucho sobre lo que


significaba ser un vampiro. Qué era la guerra con la Sociedad
Lessening. Quienes eran la Hermandad y la Banda de

152
Nombre de un programa de la Universidad.

541
J. R. WARD EL PECADOR

Bastardos. Cómo funcionaba la religión y cómo vivían los


civiles y los aristócratas.

También la importancia de que las especies estén


separadas y permanezcan separadas de los humanos.

Esa realidad era lo que más la atrapaba, aunque todo


lo que él había compartido con ella le había parecido
importante. Si pasaba por el cambio, iba a tener que
adaptarse mucho y quería adelantarse a todo, si podía.

Volviendo a centrarse, regresó a la máquina


expendedora. No había necesidad de poner cualquier tipo de
monedas o billetes dentro. Es un dispensador solamente, no
se trata de cualquier tipo de ingreso corriente conectado a la
alimentación. Además, al estado de arte natural de estas
instalaciones, le hicieron preguntarse ¿de dónde venía todo el
dinero? Sin embargo, la respuesta a eso estaba muy por
debajo de la lista de sus prioridades. Y oye, ¿como si estuviera
a punto de discutir con un chocolate?

Presionando uno de los botones, vio girar el espiral... y


luego una barra de Hershey cayó con un golpe. Gimiendo, se
inclinó, abrió la tapa y recuperó la barra de chocolate. La
envoltura se desprendió fácilmente y ella la arrojó en la
basura. Luego le dio un mordisco y siguió caminando.

Mientras masticaba y tragaba, pensó en Manny. La


doctora que había tomado la muestra. Los guerreros en ese
sitio...

…y Syn.

Más que nada, pensó en Syn. Sobre todo, por la forma


en que había matado a esas cosas en la salida del centro
comercial. Gracias a Manny, ahora entendía por qué había
sido tan cruel con todo. La había estado protegiendo y
vengando a su propia especie contra un enemigo que había
asesinado inocentes durante siglos.

542
J. R. WARD EL PECADOR

Ciertamente puso la violencia en perspectiva. Y lo hizo


mucho más fácil de aceptar.

Por otra parte, cuando le preguntó si la ayudaría


durante su transición, él lo había dejado pasar, ¿no? Pero Syn
siempre la había protegido. Siempre.

Cuando se acercó a los sillones, se sentó con total falta


de gracia, dejando que su trasero aterrizara donde lo hizo.
Mirando hacia arriba a la televisión, comprobó la hora en un
reloj de pared y frunció el ceño. Eran más de las tres y media
de la madrugada. ¿Habían pasado cinco horas y media?
¿Cómo era eso posible?

De todas formas, se sentía como si hubiesen pasado


cinco años desde que había viajado hasta aquí con ese
hombre de ojos amarillos.

Mejor dicho, macho…

La puerta se abrió.

Primero, ella simplemente levantó la vista. Pero


entonces, cuando vio los rostros rígidos de Manny y Doc. Jane,
lentamente se puso de pie. No conocía a ninguno de los dos lo
suficientemente bien como para extrapolar mucho, y no estaba
segura de si eso era malo o bueno.

—¿Entonces, ¿cuáles son los resultados? —preguntó.

La doctora, Jane, sonrió, pero fue de una manera


profesional. ⸺¿Por qué no te sientas de nuevo?

—Voy a morir, ¿verdad? —Era lo único en lo que podía


pensar que era peor que descubrir que no estaba
relacionada con Manny—. Estoy enferma o estoy…

—Eres mi hermana —dijo Manny.

543
J. R. WARD EL PECADOR

Jo se desplomó de alivio y dejó que su cuerpo siguiera


el consejo del médico. Cuando aterrizó en la silla, se concentró
en su hermano... en el rostro de su hermano. —¿Pero esto es
malo?

Pregunta estúpida. Realmente lo era. La situación era


complicada, y no en una forma jodida de Facebook.

—No, no. —Manny se adelantó y se sentó a su lado—.


De ningún modo. Estoy emocionado.

—Entonces, ¿por qué no te ves así?

Jane se acercó y se sentó en el sofá. —Déjame y te


explico un par de cosas. La sangre de vampiro es muy
diferente de la de los humanos. Mucho más compleja. Ahora
podemos, sin embargo, aislar propiedades específicas de ella,
o mejor dicho identificadores es una mejor palabra, y como te
dije, tenemos una base de datos con ese tipo de información.
Así que cuando comparamos la sangre de ambos, hemos sido
capaces de ver con claridad los puntos en común, del tipo que
indica que sois hermanos.

—Bueno. —Jo miró de un lado a otro entre los dos—.


Estoy esperando que caiga el otro zapato.

—Tenemos el mismo padre —dijo Manny—. Pero no


la misma madre.

Jo abrió la boca. La cerró.

Extraño, cómo podía sentir un dolor instantáneo


por la pérdida de alguien que nunca había conocido, y a
la que en realidad no estaba vinculada. Aun así, fue un
alivio pensar que la pobre mujer no había sufrido algo que
nadie hubiera querido contemplar. Pero entonces, ¿quién
era su madre biológica?

Jo trató de aferrarse a lo que ya había sido confirmado.


—Así que Robert Bluff es mi padre.

544
J. R. WARD EL PECADOR

—Sí. —Jane asintió con la cabeza—. Lo es.

—¿Puedes decirme algo sobre mi madre biológica?

—No, me temo que no podemos. Sin embargo, ella


definitivamente era humana. Eso lo sabemos con seguridad.
⸺Jane se inclinó y puso su mano sobre la rodilla de Jo—. Mi
hellren va a investigar. Por lo que le contaste a Manny, sobre
cómo fuiste adoptada de un arzobispado de Filadelfia por el
Hospital St. Francis aquí en Caldwell, es posible que mi
compañero pueda encontrar algo, cualquier cosa sobre ti. No
era raro que hubiera programas clandestinos de adopción en
ese entonces. De todos modos, haremos nuestro mejor
esfuerzo. Puedo imaginar cuán importante es para ti
encontrar respuestas.

Jo asintió y rezó para que hubiera algo, en alguna parte.

—Solo quiero saber la historia real. —Ella miró a


Manny— ¿Pero definitivamente eres mitad vampiro también?

—Sí. La confirmación de esto, debo confesar, me ha


tomado por sorpresa, aunque no debería ser un shock.
Durante mucho tiempo he intuido que este podría ser el caso,
a pesar de que mi madre nunca dijo nada al respecto. Pero ya
basta de hablar sobre mí. —Manny le puso la mano en el
hombro—. Me alegra mucho que seas mi hermana. No puedo
esperar a que conozcas a mi hembra…

—Pero qué pasa si no paso por el cambio. —Jo sacudió


la cabeza y miró la pantalla de su teléfono. Todavía no había
respuesta de Syn—. Entonces no estoy en este mundo.
Entonces somos enemigos.

Había estado jugando con una fantasía sobre el futuro,


una donde ella y Syn terminaban en el mismo lado de las
especies y compartían mucho, mucho más de lo que nunca se
esperaba, la vida juntos. Pero teniendo en cuenta que ni

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J. R. WARD EL PECADOR

siquiera estaba respondiendo a sus mensajes, todo se volvía


muy efímero.

Probablemente era algo que desde el principio nunca


debió suceder.

—Vamos a cruzar ese puente cuando nos acerquemos


a el —dijo Jane—. No sabemos qué va a pasar con tu
transición.

Jo pensó en Syn.

—Simplemente no quiero perder a mi familia —


susurró—, incluso antes de que los conozca.

El silencio que siguió fue el tipo de cosa que tardó un


tiempo en registrarse. Y cuando lo hizo, ella frunció el ceño.

—¿Qué más? —exigió—. Hay algo más, no es así.

Cuando las cosas se calmaron de nuevo, Jane y Manny


se miraron a los ojos, como si estuvieran jugando
mentalmente a piedra, papel o tijera para ver quién dejaría
caer la siguiente noticia.

546
J. R. WARD EL PECADOR

C uando Butch fue conducido al estacionamiento del


centro de capacitación, decidió que, a fin de cuentas, lo estaba
haciendo bien. No malditamente bien, por supuesto. Pero
ciertamente mejor que bastante bien, y probablemente un poco
mejor que muy bien.

Al menos este era su objetivo principal, antes de tratar


de salir del lado del pasajero del maldito R8. Qhuinn, se había
negado a permitirle salir del bosque al centro de entrenamiento
por su cuenta, porque era un pequeño mandón de mierda, y
porque sentía que tenía una deuda que pagar, después de que
Butch había hecho lo que tenía que hacer para proteger al tipo
del Omega

Y bueno, como sea, el hermano había tenido que sacarlo


de la tumba.

Pero vamos. Es verdad que había tenido un


pequeeeeeeeño problema para caminar después de haber
cumplido con su deber con todos esos lessers. Sin embargo, V
lo había cuidado y él iba a estar malditamente bien.

547
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Qhuinn apagó el motor, miró por encima. —


Necesitas ayuda para salir....

—Oh, por Dios... —murmuró Butch—, no estoy


invalidado. Inválido. Lo que sea...

Con eso, abrió la puerta de golpe como todo un jefe,


plantó uno de sus shitkickers en el cemento, y.....

Se cayó fuera del coche como un borracho, aterrizando


con su cara.

Mientras permanecía allí, tumbado a todo lo largo, con


sus brazos y piernas doblados en ángulos extraños, una de sus
botas todavía en el puto R8, él pensó en la escena de El Lobo
de Wall Street con el Countach153.

#Justoenelclavo.

El sonido de Qhuinn apresurándose alrededor del


parachoques, fue el glaseado del helado de mierda, y la visión
de las puntas de acero de esos shitkickers, justo al nivel de los
ojos, tampoco tenía un valor añadido.

—Tengo esto —dijo Butch mientras levantaba su mejilla


del cemento frio—. Necesitaba un afeitado de todos modos.

Desafortunadamente, la forma patética en que arrastró


su cuerpo hasta ponerlo en vertical, lo curó de cualquier ego
que le hubiera quedado. Sin embargo, se las arregló para
mantenerse de pie por sí mismo, y se sacudió su cazadora para
quitarse el polvo, cuando entró en la furgoneta.

El hedor precedió al estacionamiento.

—Guau —murmuró Butch mientras se daba cuenta del


hedor—. Vamos a tener que regar con una manguera a esta
hija de puta.

153
Modelo de Lamborghini-

548
J. R. WARD EL PECADOR

Qhuinn estornudó y frotó su nariz. —Es eso o quemarla.

La furgoneta se detuvo un par de lugares más abajo, no


es que la distancia ayudara a atenuar el hedor. Demonios,
podrían haber dejado la cosa al otro lado del rio y Butch
probablemente lo habría olido.

La buena noticia fue que cuando se abrió la parte trasera


del vehículo, a V no le fue mejor en el asunto del descenso. El
hermano tropezó como si sus rodillas estuvieran demasiado
engrasadas, y solo pudo recuperar el equilibrio en el último
minuto, con un despliegue de todo su cuerpo que hizo que
pareciera que estaba a punto de ser requisado sin ropa.

A medida que los demás hermanos, como si fueran una


troupe de payasos, salieron del apestoso móvil, Butch y V se
adelantaron al centro de entrenamiento juntos. Ninguno dijo
una maldita palabra. Se había tomado la determinación, en la
antecámara de la Tumba, que un chequeo médico no era una
mala idea. Pero a la mierda con eso. V estaba muerto de
hambre, y todo lo que Butch podía pensar era en lo genial que
sería una ducha de agua caliente.

No llegaron a ningún lugar cerca de los vestuarios o las


máquinas expendedoras.

Doc Jane salió de una de las salas de tratamiento, justo


cuando llegaron al área de la clínica, y algo en la forma en la
que ella y V se miraron entre sí, hizo que Butch se diera cuenta
de que terminar aquí para un chequeo había sido un pretexto.
Esto había sido planeado.

—¿Que está pasando? —preguntó Butch.

Jane respiró profundamente. —Creo que deberías entrar


a la sala de descanso un momento.

Mirando a V, Butch murmuró —Entonces no


necesitabas tanto un M&M, ¿eh?

549
J. R. WARD EL PECADOR

—Iremos juntos. —V asintió hacia la puerta en


cuestión—. Hagamos esto.

Butch cerró los ojos. —Sin ofender, pero después de las


últimas cuatro horas y cuarenta y tres minutos… no es que
estuviera contando… no tengo mucha energía para ninguna
mierda.

—Esto no es una mierda

—Okaaaaaaaaaaay...

Bajando con V y Jane, no tenía idea de lo que le esperaba


mientras empujaba para abrir la puerta. Excepto que luego se
detuvo y frunció el ceño.

Manny estaba sentado en una silla junto a Jo, la mujer


humana, y tan pronto como los vio, Butch pensó que era un
poco extraño que ellos se estuvieran agarrando de las manos.
¿Como si a él le importara cualquiera que fuera su relación?

A menos…

—Entonces ¿supongo que vosotros dos estáis


emparentados? ⸺dijo lentamente—. Felicitaciones... sabéis,
hay algunas similitudes físicas.

—Si —murmuró Manny mientras lo miraba


intensamente—. Las hay.

Jane aclaró su garganta. —Y al parecer hay otros


parentescos aquí.

—¿Quien más? Y por favor no me digas que es Lassiter...

—Tú.

Cuando Jane pronunció la palabra, Butch se quedó en


blanco por un momento, porque... hola... después de la noche
que había tenido, no estaba preparado para agregar miembros
de la familia a su lista de Navidad encima de todo lo demás.

550
J. R. WARD EL PECADOR

Pero luego pensó en una fotografía que Manny le había


mostrado hacía un tiempo, una de un hombre que se veía
sorprendentemente igual al mismo Butch.

—Hijo de puta —murmuró—. Entonces la corazonada


era correcta.

Hablando de latigazos, pensó Jo. En lo que iba de la


tarde, ella pasó de pensar que tenía una madre, a saber, que
no tenía esa madre, a descubrir quién era su padre… Y agregar
dos hermanos a su árbol familiar.

Oh, sí, y luego, también estaba todo el asunto de


Vampiros.

Detalles, detalles.

Pero al menos no era la única que estaba al final del


cordón elástico de la vida. Butch, el que tenía el acento de
Boston, que había visto esa primera noche con la gorra de
béisbol de los Medias Rojas, que había parecido tan agradable
antes de la escena de toda la carnicería… él también se veía
un poco asustado.

Bienvenido al club, pensó.

Doc Jane habló —Sip, la base de datos de líneas de


sangre, a la que previamente le habías dado una muestra, pero
que Manny no tenía, confirma que tú y Jo tienen una
descendencia masculina de primer grado en común con él.
Vosotros tres tenéis el mismo padre.

—Santa… mierda —Butch miró al macho con perilla con


quien había entrado—. Entonces esto significa que ella
también está relacionada a...

El macho lo interrumpió. —Tendremos que hablar de las


implicaciones de todo esto más tarde.

551
J. R. WARD EL PECADOR

—Sí, vamos a tener que hacerlo.

Cuando Butch se volvió hacia Jo, ella se puso de pie y


trató de no parecer que estuviera grabando cada detalle de su
rostro. ⸺Entonces… uhm. Hola.

Ella extendió la mano. Como si flotara allí en la brisa


solitaria, se sintió tonta y dejó caer su brazo. El hecho de que
el macho hubiera aceptado a un tipo que ya conocía, tan
fácilmente, no significaba que la cortesía se extendiera a un
extraño que era más humano que de su especie. Por el
momento, en cualquier caso.

—Lo siento —dijo ella mientras se frotaba la palma de


las manos en la parte de atrás de sus pantalones.

—Bueno, yo no —dijo Butch aproximándose—. Es


realmente un placer conocerte, hermanita.

Lo siguiente que supo, es que ella estaba siendo


arrastrada en un fuerte abrazo, al mismo tiempo que Manny
estaba siendo arrancado del sofá. Butch tenía el brazo
extendido para sostenerlos a ambos… Y después de un
instante, Jo se dejó caer en sus brazos.

Sus hermanos.

Por primera vez en su vida, estaba entre su propia


familia, y parte de ella estaba encantada, su destino ya estaba
aquí, la búsqueda había terminado. El problema era, que sabía
que no debía comenzar a hacer planes para la cena del
domingo durante los próximos setecientos años. Si no
atravesaba su transición, ellos tendrían que hacer que no
recordara absolutamente nada de este momento fundamental
en su vida.

Manny le había explicado cómo funcionaría.

552
J. R. WARD EL PECADOR

Con la guerra llegando al final, no podía haber riesgos


con el secreto de la raza. Especialmente no con un humano…
quien resultó ser reportera.

553
J. R. WARD EL PECADOR

A lrededor de una hora antes del amanecer, Jo fue


llevada de vuelta al mundo real, ¡y qué carruaje tuvo que
montar hacia el amanecer! El largo y poderoso Mercedes negro
era, como un Uber de Titanium o algo así, y naturalmente,
venía con un conductor uniformado.

Quien parecía sacado de una novela de P.G.


Wodehouse154.

Si él no hubiese sido presentado como Fritz, ella lo


habría llamado Jeeves.

No es que Jo pasara mucho tiempo hablando con él.


Antes de que salieran del aparcamiento subterráneo, él se
disculpó profusamente y le explicó que la división del frente y
la parte posterior tenía que elevarse por razones de seguridad,
y ella le dijo que lo entendía. ¿Como si hubiera podido dar
alguna otra respuesta?

Como resultado, ella no sabía por dónde estaban. Las


ventanas traseras del sedán eran tan intensamente oscuras,
154
Pelham Grenville Wodehouse: Escritor humorístico británico.

554
J. R. WARD EL PECADOR

que bien podrían haber sido hechas de cortinas funerarias, y


luego estaban sus párpados. El sutil andar de la suspensión
de lujo, sumado al asiento cómodo y profundo, hacían que la
cosa se sintiera como si estuviera meciéndose en una cuna, y
después de todo el drama, no pasó mucho tiempo antes de que
ella...

—¿Madam?

Jo se despertó con una bofetada nerviosa, sus palmas


con pánico golpearon la superficie de cuero del asiento trasero
como si fuera la grupa de un caballo.

El mayordomo, quien había abierto la puerta trasera y


se inclinaba hacia adentro, parecía afligido.

—Madam, mis sinceras disculpas, perdóneme, he estado


intentado despertarla y... Está bien, todo está bien. —Jo se
apartó el pelo de la cara y pestañó mientras miraba más allá
de su hombro—. Ahí es donde vivo.

Estúpida respuesta. ¿Como si hubiera arrojado un


dardo al mapa de los suburbios de Cadwell y no tuviera idea
de donde estaban?

—Sí, madam, la he devuelto a salvo a su domicilio.

En otro ataque de pánico, esta vez, interno, Jo entró en


su cerebro y volvió a comprobar lo que recordaba de la noche.
Gracias a Dios, lo tenía todo: la escena de lucha en el centro
comercial abandonado, las instalaciones del centro de
entrenamiento, la prueba de sangre… Manny y Butch… Syn.

A quien no había podido decir adiós. Y quien aún no le


había enviado un mensaje de texto.

El mayordomo se hizo a un lado cuando ella salió, y


aunque él estaba junto a ella, claramente esperando a ser
despedido, tuvo que tomarse un momento para mirar hacia la
luz en el horizonte, un nuevo día había llegado.

555
J. R. WARD EL PECADOR

En más de un sentido.

—Gracias —le dijo al... ¿cómo se llamaban?... ¿Doggen?


mayordomo.

—De nada, es usted bienvenida madam. —El viejo


macho hizo una reverencia—. La acompañaré a su puerta
ahora.

Él cerró el coche y lo bloqueó, y luego caminaron juntos


hacia la entrada de su edificio de apartamentos.

—¿Cómo puede estar a la luz del sol? —preguntó.

Las cejas blancas como la nieve del mayordomo se


alzaron. —Yo, ah, es algo de mi clase. Podemos tolerarlo
bastante bien. Nos ayuda a servir a nuestros amos. Podemos
realizar tareas que ellos no pueden cuando el sol está en lo
alto. Es un placer ser de utilidad indispensable.

El extendió la mano hacia la pesada puerta, y Jo,


preocupada de que le fuera difícil, se inclinó para ayudarlo con
el peso. Pero ese anciano abrió las cosas como si no pesaran
nada.

Era mucho más fuerte de lo que parecía.

—Así que, uhm… gracias —dijo Jo mientras entraba.

Ella esperaba que él se despidiera desde allí. En cambio,


la siguió todo el camino a su apartamento, una alegre y
animada figura en su formal uniforme, quien recibió una seria
atención de sus vecinos mientras salían de sus propias puertas
para su caminata matutina.

La pareja del otro lado del pasillo se detuvo en seco en


sus Lululemons155 para mirarlo.

155
Marca de pantalones de Yoga.

556
J. R. WARD EL PECADOR

—Hola —le dijo Jo al par. No había razones para hacer


una presentación.

—Saludos —dijo el mayordomo mientras se inclinaba.

Antes de que pudiera ofrecerse a entrar y hacerle unos


huevos revueltos o tal vez hacerle la cama, Jo saludó con la
mano y esperaba que fuera el tipo de despedida que sus
compañeros inquilinos fueran eficientes en responder.

Y pensar que un mayordomo seria la menor de las cosas


que podría tener que explicar.

Después de la que la pareja saliera fuera del edificio, Jo


abrió la puerta y se volvió hacia el doggen. —Se lo agradezco
de nuevo.

—Llámenos si nos necesita, madam. —Le entregó una


tarjeta y se inclinó—. Y estaré encantado de recogerla en
cualquier momento.

Él no se marchó hasta que ella cerró, y estaba dispuesta


a apostar que el esperó hasta que escuchó el giro del cerrojo
antes de irse.

Yendo a la gran ventana del frente, ella apartó las


persianas venecianas y esperó a que el saliera a la acera y
volviera al coche. Cuando el Mercedes se alejó por la calle y se
marchó, miró la tarjeta de presentación. Solo un número. Sin
nombre ni dirección.

Sin embargo, ¿que esperaba ella? Vampiros-R-Us 156.

Los temblores empezaron cuando se sentó en el sofá, las


rodillas juntas, los tobillos tocándose, las manos descansando
en sus muslos, tal como le habían enseñado sus padres
adoptivos.

156
Vampiros somos-nosotros. En referencia al nombre de la tienda de juguetes Toys R Us, que en
español seria Juguetes somos-nosotros.

557
J. R. WARD EL PECADOR

Mientras sus ojos recorrían sus escasas pertenencias, la


fotografía enmarcada de un campo de girasoles en su pared, el
cuaderno que había dejado antes de irse a trabajar, el suéter
apoyado en la silla de la alcoba, no reconoció nada en absoluto.
No las cosas que poseía o las que había tocado recientemente.
No la toalla que había usado en su propio cuerpo y que colgaba
de esa barra ahí en el baño. No la cama que podía ver a través
de la puerta abierta, en la que siempre dormía.

Jo no reconoció ni siquiera la ropa que llevaba puesta.


Las botas parecían ser propiedad de otro, los jeans algo
prestado, el forro polar y la chaqueta, el tipo de cosa que había
tomado de un alma amable que había querido que se
mantuviera caliente en la noche de primavera.

Y cuanto más tiempo estaba sentada aquí, en un silencio


que solo era interrumpido por la pareja encima de ella al
empezar a moverse para comenzar su día, más se alejó de sí
misma.

Recuerdo tras recuerdo, Jo examinó su infancia, sus


días de escuela, su etapa universitaria, y luego, más
recientemente, su trabajo en esa compañía de bienes raíces,
su enamoramiento no correspondido por su jefe playboy, y su
reunión con Bill, que la había llevado al CCJ.

De vez en cuando, alguna relación, tal vez con un


amante o un amigo, otra vez incluso con un miembro de la
familia, la información llegándole, ya sea de primera mano, a
través de algo que presenciaste, o de segunda mano, a través
de algo que escuchaste de una fuente creíble, que lo cambia
todo.

Como una luz brillante encendida dentro de una


habitación oscura, de repente, vio cosas de las que no se había
dado cuenta. Y una vez que las veías, aunque esa luz se
apagara más tarde, no podrías volver a tu anterior opinión y

558
J. R. WARD EL PECADOR

conexión con el espacio. Los muebles, el papel tapiz y la


lámpara.

Cambiado para siempre.

Era un fenómeno relativamente normal. Inevitable


cuando abres la puerta de tu vida a otros.

Nunca esperas que suceda lo mismo contigo, o al menos


Jo no lo hizo.

Hurgando en su bolsillo, sacó su teléfono. Syn todavía


no había llamado o enviado mensaje de texto, y se dijo a sí
misma que no lo intentaría de nuevo.

Un minuto después, lo estaba llamando, y cuando


respondió su contestador de voz, quiso colgar. Se dijo a si
misma que debía colgar. Le ordenó a su mano que sacara la
maldita cosa lejos de su oído...

—Syn —se escuchó a si misma decir—. Yo, ah…

Cerrando sus ojos, sostuvo el teléfono entre sus manos,


como si fuera un objeto precioso y resbaladizo, propenso a
caerse y romperse y que nunca recuperaría.

—Puedes llamarme por favor. Necesito hablarte,


necesito hablar con… alguien.

Contigo, corrigió ella en su cabeza.

Todos los que había conocido en esa instalación


subterránea, habían sido amables con ella… solícitos,
preocupados y nada amenazantes. Pero con quien quería
conectar, el ancla para ella, la voz que necesitaba escuchar,
era la de Syn.

Había todo tipo de razones por las que esto no tenía


sentido.

559
J. R. WARD EL PECADOR

Pero era lo único que podía elegir en esta situación, que


era en todos los demás niveles, tan completa y jodidamente
irreal, y fuera de su control.

Por supuesto, por su parte ella solo podía intentarlo


marcando su número.

¿Si él le respondía?

Esa era otra cosa sobre la que ella no tenía influencia.

Butch estaba en su sofá de cuero en el Pit, sus piernas


estiradas lateralmente a través de los cojines, su torso apoyado
contra el reposabrazos, cuando V levantó la vista de sus
Cuatro Juguetes.

—De acuerdo a la cámara de seguridad del túnel,


tenemos otro visitante.

—Estamos como la Grand Central157 aquí esta mañana.


—Pero a Butch no le importaba. No podía dormir. Por el amor
de Dios, ni siquiera podía pretender estar adormilado— ¿Quién
es?

Cuando hubo un golpe sutil, ambos gritaron —¡Sip!

La puerta del túnel subterráneo se abrió, y...

—Balz —dijo V mientras volvía en enfocarse en sus


monitores— ¿Cómo estás?

El bastardo miró hacia el pasillo donde estaban las


habitaciones. —Tienen un minuto? ¿Están dormidas sus
shellans?

157
La Terminal Grand Central es una estación terminal en la Calle 42 y la Avenida Park en Midtown
Manhattan en la Ciudad de Nueva York.

560
J. R. WARD EL PECADOR

—Nop. —Butch se levantó un poco más—. Marissa


durante el día se queda en Lugar Seguro.

—Y Jane en el centro de entrenamiento. —V se recostó


en su trasero— ¿Qué pasa?

Balthazar era el tipo de ladrón que, después de haber


estado en tu casa, probablemente quisieras realizar un
inventario de cada cosa que costara más de cinco dólares,
incluso si el tipo hubiera estado justo frente a ti todo el tiempo.
Afortunadamente, también era el tipo de ladrón que tenía una
lista segura fuera de límites, y todos los miembros de la
Hermandad y la familia de la Hermandad estaban en ella.

—Toma asiento —dijo Butch mientras doblaba sus


rodillas para hacer espacio—. Te ves cómo me siento yo.

Balz se acercó y se quitó un peso de encima, gimiendo


mientras se recostaba. Pero en lugar de lanzarse a cuál fuera
el tema que claramente estaba apretando su trasero, el cruzó
los brazos sobre su pecho. Trabajando su mandíbula como si
estuviera tratando de desgastar las crestas de sus molares.
Rodando sus hombros hasta casi quebrarlos.

⸺Tu primo acaba de estar justo aquí —murmuró


Butch⸺. ¿Te perdiste a Syn a propósito? O fue suerte.

Cuando el macho no dijo nada, Butch se puso de pie y


fue a la cocina. —¿Escocés?

—Si, por favor.

—¿Liado a mano? —V ofreció desde los ordenadores.

—Si, por favor.

El pobre bastardo no habló hasta que se bebió la mitad


del Lag que Butch le sirvió, y se fumó la mitad de cigarrillo que
V le dio.

561
J. R. WARD EL PECADOR

Y cuando él decidió hablar, aún tuvo que aclarar su voz.


⸺Entonces Butch… Entiendo que tienes una relación directa
con Jo Early, la mestiza...

—Por favor no la llames así —dijo Butch.

Balz inclino la cabeza con deferencia. —Mis disculpas.


La hembra.

—Gracias. Y si, ella es mi hermana.

—En efecto… —Balz se tragó el resto del escocés—. Mira,


no hay una manera fácil de decir esto. Syn me pidió que sea
yo quien la atienda. En caso de que llegue el cambio.

Butch se sentó. —¿Disculpa? Sin ofender, pero porque


demonios es su...

—Él está vinculado con ella.

Relajándose de nuevo se volvió a reclinar, Butch decidió


que realmente había terminado con las pequeñas bolas curvas
de la vida. A pesar de que… —Sabes, en cierto modo, esto es
algo bueno. Me estaba preparando para tener una
conversación súper divertida con el chico, porque no había
forma de que lo quiera a solas con mi hermana.

Balz dio una calada a su liado a mano. —Él nunca ha


hecho algo así antes.

—Te refieres a alimentar una hembra en su transición?

—No, cuidar de alguien así. —Balz golpeó su cigarrillo


en su vaso vacío—. Y yo soy el más cercano a él. Por eso me lo
ha pedido.

—¿Que le dijiste? —preguntó V.

—Tengo la mala costumbre de limpiar lo que deja mi


primo, así que, por su supuesto, fue un sí. Me imaginé que...
—Miró a Butch— ...serian testigos de la transición cuando

562
J. R. WARD EL PECADOR

venga a ella. Tú y Manny, eso es. No importa lo que Syn diga,


vosotros dos estáis a su cargo. Ella es una hembra no
apareada, y vosotros sois sus parientes masculinos más
cercanos. En última estancia es vuestra decisión.

Butch miró al chico con nuevos ojos. Es curioso como


considerabas a un macho de manera diferente cuando iba a
acercarse a tu hermana.

La única opinión que había tenido sobre Balz era que


querías encadenar tu billetera cuando él estaba cerca,
preferiblemente dentro de tus pantalones. ¿Aparte de eso? Era
un luchador brutal en el campo, rápido con el sarcasmo, y
tenías que respetar la forma en que cuidaba a su primo bala
perdida. Así que, en general, era una buena adición a la lista.

Ahora, sin embargo, Butch pensaba que el bastardo era


demasiado guapo. Demasiado bien cimentado. Demasiado
bien usado, y acerca de eso, no estaba hablando de horas-en-
el-campo.

Más en-las-sabanas- era en lo que él estaba pensando.

—Tú estarás presente —repitió Balz—. Nada más pasará


que ella en mi muñeca. Lo juro por mi grandmahmen, quien es
la única hembra a la que he honrado.

Cuando el bastardo lo miró, sus ojos no vacilaron, Butch


se encontró a si mismo asintiendo.

—Está bien —dijo—, te doy mi consentimiento. ¿Has


hablado con Manny acerca de esto?

—Pensé que debía empezar contigo.

—Dile a Manny que está bien para mí, pero estaremos


los dos ahí, así que, también necesitas su permiso.

—Por supuesto. No esperaba nada menos. Si fuera mi


hermana, haría lo mismo.

563
J. R. WARD EL PECADOR

—Y Jo tiene voto en esto. Si por alguna razón...

—Absolutamente. —Balz levantó sus manos—. Si ella no


me quiere, buscaremos a alguien más.

—Asumiendo que haya tiempo. —V Intervino—. La


elección personal está muy bien, pero la biología va a ganar
este argumento.

—Ella puede reunirse con él al anochecer —dijo Butch.

—En cualquier lugar, a cualquier hora. Se trata de lo


que la haga sentir más cómoda.

Esto iba a funcionar, pensó Butch cuando el Bastardo


finalmente se fue.

Solo porque Syn probablemente no mataría al mismo


tipo al que le había pedido que cuidara de Jo.

O por lo menos… había una alta probabilidad de que no


lo hiciera. Los machos vinculados eran otra cosa. Y eso era
antes de que añadieras la inclinación de ese bastardo por el
asesinato.

—¿Puedes decirme si ella va a vivir? —le preguntó Butch


con insistencia a su compañero.

V se asomó por los monitores nuevamente, y sus ojos de


diamantes respondieron la pregunta antes que lo hiciera su
voz. —Lo siento.

—Nah, está bien. Sé a lo que nos enfrentamos. Es solo


que… Yo ya perdí una hermana. No quiero perder otra

Aunque técnicamente, él había perdido a toda su


familia, incluso a su madre, a pesar del hecho de que todavía
podía verla. Odell O’Neal tenía Alzheimer y estaba en un hogar
de ancianos. La cual era la única razón por la que podía
visitarla en alguna ocasión.

564
J. R. WARD EL PECADOR

—Podemos quedarnos con Jo —dijo—, incluso si ella


sigue siendo humana. Y no quiero decir, como en un closet en
algún lugar. Si ella está relacionada conmigo, está relacionada
con Wrath, y el necesita saber esto.

—Él ya lo sabe. Jane le dijo todo.

—Así que el dejará que Jo se quede.

—No lo sé. Es un gran riesgo.

—Manny está aquí.

—Porque Payne esta emparejada con él. ¿Crees que Syn


tendrá su nombre grabado en la espalda en cualquier
momento cercano?

—Jane está aquí.

—Sin embargo, la dejé ir primero. —V tenía una mirada


distante en sus ojos—. El peor chocolate caliente que jamás he
hecho.

—Murhder tiene a Sarah.

—De nuevo. Ver también, macho apareado y shellan.

—Maldita sea. ¿No cuenta que ella sea mi hermana? ¿Y


de Manny?

—¿Si ella sigue siendo humana? No lo sé, poli.


Realmente no lo sé. De lo que estoy seguro es que estamos muy
ocupados con esto y la guerra está llegando a un punto crucial.
Además, está esa pequeña mierda sobrenatural con ese ‘viejo
amigo’ tuyo en el sótano de ese edificio que visitamos esta
noche. ¿Quieres decirme donde, en este arsenal de mierda,
tenemos espacio para que un humano abandonado se una a
la fiesta?

Butch maldijo y miró el vaso del que Balz había estado


bebiendo. Si su estómago no estuviera todavía resentido por lo

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J. R. WARD EL PECADOR

que había hecho en la Tumba, habría estado absorbiendo el


Lag tan rápido como lees esto.

Pero ya había terminado con la succión en el futuro


inmediato.

O… al menos hasta el anochecer.

566
J. R. WARD EL PECADOR

—E stás despedida. De forma inmediata.

Mientras que Jo estaba sentada frente a Dick en su


oficina, de alguna manera no le sorprendía. Lo que era
impactante, si considerabas las duras tácticas que había
tenido que usar a comienzos de la semana para mantener su
posición, era el hecho de que realmente no le importaba una
mierda.

Habiendo hecho el anuncio en voz alta, Dick sonrió con


toda la satisfacción de un sátiro que había conseguido lo que
quería. Esta vez no era sexo, no. Pero ella estaba fuera, y eso
claramente lo hacía extremadamente feliz.

—Y antes que pregunte, señorita Early, estamos


reestructurando la sala de redacción y eliminando el puesto de
editor online como parte de una serie de ahorro de costos. —
Dick se reclinó hacia atrás y puso sus manos arriba de su
voluminoso estómago, como si acabara de comer—. En
adelante, vamos a subcontratar todo el soporte de internet. Es
la onda del futuro. Así que no hay forma que puedas pelear
esto de ningún modo, ya lo consulté con nuestros abogados. Si

567
J. R. WARD EL PECADOR

intentas cualquier tipo de venganza en mi contra, no importan


los motivos que puedas encontrar, me temo que no podré darte
una carta de recomendación.

Jo se levantó. —¿Recibiré indemnización o tengo que


solicitar el subsidio por desempleo de inmediato?

Dick parpadeó como si su pragmatismo lo hubiera


asombrado. ⸺Dos semanas de indemnización, efectivo desde
hoy, y tendrás beneficios médicos con COBRA158 por dieciocho
meses. Pero te quiero fuera de la sala de redacción ahora…

—Bien. ¿Tengo que firmar algo?

—Mi abogado está enviando todo a tu domicilio con


instrucciones. Pero tienes la carta de despido en tu correo
electrónico mientras hablamos. Sin embargo, no es algo
negociable.

—Todo bien entonces.

Mientras se daba la vuelta y se alejaba, podía sentir su


confusión. Pero no era el tipo de cosa que se iba a tomar la
molestia de aclararle.

—Hablo en serio Early —gritó—. No intentes nada. No te


va a gustar lo que te puede pasar.

Con la mano en el picaporte, volteó sobre su hombro. —


Firmaré todo y no oirás de mí de nuevo. Y no durarás mucho
en ese escritorio. Será una carrera entre si cierra el periódico
o tu corazón colapsa por esa dieta que llevas. De todos modos,
te dejo a tu destino.

158
La Ley Ómnibus Consolidada de Reconciliación Presupuestaria (COBRA, sigla en inglés) permite
mantener, por un tiempo limitado, el plan de salud grupal o seguro médico que recibía mientras estaba
empleado
568
J. R. WARD EL PECADOR

No esperó respuesta, y cerró la puerta con suavidad


detrás suyo. Dirigiéndose hacia su escritorio se sentó y giró
para ver a Bill.

Su amigo estaba mirando el monitor enfrente de él,


claramente sin ver el correo que estaba en la pantalla.

—Así que ya me voy.

Bill saltó y la miró. —Lo siento ¿qué?

Giró la silla para poder estar de frente a su amigo. —Me


voy.

—Es temprano para el almuerzo…

—Están eliminando mi puesto.

—¿Él te despidió? —dijo Bill retrocediendo.

Levantó la mano antes que Bill pensara siquiera en


tratar de ser un héroe. —No, está bien. En serio. Encontraré
algo más. Prefiero que conserves tu empleo antes que
recuperar el mío.

Bill miró los escritorios vacíos a su alrededor y luego


acercó su silla con ruedas hacia ella. Mientras que él mantenía
la voz baja, estaba tentada a pedirle que no se preocupara por
la discreción. No es que alguien los pudiera oír.

—Deberías pelear esto —susurró Bill—. Has hecho


tremendos reportes en…

—Como dije, encontraré algo más. La economía está


bien, ¿sabes? Y al menos ahora tengo algunos títulos. —Puso
la mano sobre su hombro—. No te preocupes por mí. Voy a
caer de pie. Siempre lo hago.

—Esto no está bien.

569
J. R. WARD EL PECADOR

—En realidad, es muy oportuno. —Miró su escritorio


impecable y se dio cuenta que no necesitaría una caja para
poner sus cosas personales. No tenía “cosas personales” para
llevarse—. Siento la necesidad de reinventarme a mí misma.

—¿Lejos de Caldwell?

—Sí. Y de Pensylvania. Y… de cualquier lugar en el que


haya estado. —Jo miró a su amigo y sabía que estaba
cubriendo sus bases. Ya fuera si pasaba por la transición o no,
no se quedaría dónde estaba—. Pero nos mantendremos en
contacto, lo prometo. Tú y Lydia han sido más que buenos
amigos para mí.

Cuando su teléfono empezó a sonar, ni siquiera se


molestó en ver quien llamaba. Sin duda era otro estafador,
teleoperador, haciendo encuestas sobre nada que a ella le
interesara.

Seguro como el infierno, no era Syn.

—Déjame enviarte todas mis notas y apuntes para que


estés al tanto de lo que pasa con los artículos. —Jo metió su
contraseña a el ordenador—. Te los voy a enviar ahora antes
que cancelen mi contraseña.

Cuando terminó, se giró hacia Bill. Su amigo estaba


mirando fijo el suelo.

—Voy a estar bien. —le dijo.

—No está bien. —Sacudió la cabeza—. Dick es…

—Su nombre es apropiado159. —Jo se agachó debajo de


su escritorio y cogió su bolso—. Solo podemos dejarlo así.

159
Referencia a Dick, del inglés: Idiota, cretino.

570
J. R. WARD EL PECADOR

Para asegurarse de no olvidar nada, rápidamente revisó


todos los cajones. Nada, salvo papeles y útiles de oficina que
de todos modos eran del periódico.

—No sé cómo cancelar mi tarjeta de pase —murmuró.

—Me puedo ocupar de eso. Fui el que las creó.

—Bien. —Se levantó—. Así que… Me imagino que


volveremos a vernos, ¿no?

—¿Lo prometes?

Mientras el hombre se la quedaba mirando con tristeza,


tenía el presentimiento que no lo volvería a ver. O quizás era
solo su estado de ánimo hablando, más que alguna clase de
premonición. Igualmente sentía el pecho oprimido.

—Sí, te lo prometo —le dijo.

Antes de que pudiera haber algún incomodo momento


de abrazos, tomó su pase de entrada del bolsillo de su bolso y
se lo entregó a Bill.

—Eso es todo —dijo ella con una sonrisa.

Dándole una palmada en el hombro, se alejó, saliendo


por la puerta trasera al aparcamiento. Antes de salir por última
vez, miró hacia atrás. Le había gustado el trabajo. Había
adorado a Bill.

—¿Me despides de Tony? —gritó.

Bill asintió. —Lo haré.

Y entonces estaba afuera, al sol de la mañana, el cual


era sorprendentemente cálido. Deteniéndose, miró hacia el
cielo, entrecerrando los ojos y cubriéndolos con la mano.
Nunca había pensado en el sol como algo a evitar, fuera del
asunto del cáncer de piel.

571
J. R. WARD EL PECADOR

Siendo pelirroja y todo eso.

Ahora, al tratar de enfocarse en la gran bola brillante,


sentía a su corazón detenerse…

La puerta detrás de ella se abrió de repente y Bill saltó


hacia afuera. Hubo una pausa, y luego se estaban abrazando.

—Cualquier cosa que pueda hacer —le dijo al


separarse—. Estoy aquí para ti.

—Nada más cuida a tu Lydia, ¿sí?

—Todavía podemos ir de cacería —Ofreció—. Ya sabes,


por cosas que nos podamos encontrar en la noche.

Jo pensó en todo lo que había sido testigo de primera


mano. Todo lo que sabía ahora. —Creo que voy a colgar mi
sombrero de lo paranormal también.

—¿Te das por vencida? Te digo, uno de estos días vamos


a encontrar pruebas.

—No creo que haya nada allí fuera… que no deba estar
ahí.

Jo le dio un apretón en el brazo, hizo otra promesa de


llamarlo, y se apresuró hacia su coche. Al subirse, tiró su bolso
al asiento del pasajero y miró todas las envolturas sobre el
tablero. Prueba de que Syn estuvo sentado allí tan solo unas
cuantas noches atrás. Y volvió a su apartamento. Y le hizo el
amor…

—Ya basta.

Estaba poniendo la marcha atrás en su coche cuando el


móvil sonó otra vez y casi dejó a la cosa terminar. La idea de
que posiblemente, tal vez, bueno… probablemente no, pero,
aun así, pudiera ser Syn fue la única razón por la que buscó
en su bolso y sacó el teléfono, maldijo.

572
J. R. WARD EL PECADOR

McCordle.

Bueno, igual necesitaba hablar con él.

Aceptando la llamada, continuó retrocediendo y saliendo


del estacionamiento.

—Hola, te iba a lla…

—Necesitamos vernos lo antes posible.

—Escucha —le dijo mientras ponía el coche en marcha—


. Ya no trabajo en el CCJ. Todo lo que tenga que ver con…

—¿Dónde estás?

—Dejando el periódico. Ese es mi punto. Necesitas


ponerte en contacto con Bill. Ya está trabajando de nuevo…

—Te veo en Market y calle Diez. Hay un callejón una


calle a la izquierda.

—Ya te he lo dicho. No trabajo más en el CCJ. Necesitas


llevarle todo esto a Bill.

—Esto es sobre ti, no por los artículos que has estado


escribiendo. Ven ahora.

—No voy a salir a las calles esta noche.

Cuando Syn dijo estas palabras, no levantó la mirada


desde su lugar en el embaldosado del armario de su
habitación. No se sentó. No se levantó. No alzó los ojos.

No era porque buscara problemas con Tohrment, quien


organizaba los turnos, las parejas de guerreros, el que tenía
siempre la última palabra en todo lo relacionado con la Guerra.
No, no levantó la vista, porque no quería problemas.

573
J. R. WARD EL PECADOR

—Ya lo sé —dijo Tohr—. Mensajeaste a todos que te


estas saliendo de la rotación. Pero creo que en lo que estoy
interesado, es en saber por qué y cuáles son tus planes si no
sales a pelear.

Syn cerró sus parpados al brillo de la luz sobre su


cabeza… la que el Hermano prendió cuando entró, sin ser
invitado.

—No tengo ningún plan —dijo Syn.

—¿Estás seguro de eso?

—Sip. —Reacomodó la camiseta enrollada que estaba


usando de almohada—. Ningún plan.

—¿Seguirás acostado aquí hasta después que baje el


sol?

—Puede que vaya al gimnasio. A lo mejor voy al centro


por una hamburguesa. Nunca sabes dónde el ánimo llevará a
una persona.

—Syn.

Cuando el Hermano no dijo nada más, Syn se dio cuenta


de que iba a tener que hacer el papel de buen alumno, o este
juego de amenazas con Thor, junto con esas incómodas
preguntas sin responder, iba a continuar hasta el fin de los
tiempos.

—¿Qué? —dijo mirando hacia donde estaba Tohr.

—¿Qué es lo que pasa contigo?

—Estoy desarrollando las habilidades necesarias para


ser una alfombra. Esto requiere un gran esfuerzo en posición
horizontal y concentración.

—Mira, sé lo de Jo Early…

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J. R. WARD EL PECADOR

—Sí, ya sabes. Es una mestiza a la que estaba tratando


de proteger, está relacionada con Butch y Manny, y está al
borde de su transición. No, no voy a ser yo el macho que ella
use. Sus hermanos están al tanto de esto, y eso es
absolutamente todo lo que hay que saber.

—¿Cuándo regresas a la rotación?

Syn se giró a ver los ganchos vacíos que formaban un


círculo en su armario.

—No lo sé.

—¿Entonces estarás fuera permanentemente? —Antes


de que Syn pudiera responder el Hermano, Tohr, alzó la voz—
. Y no, no voy a dejarte en paz. Soy responsable de asociar a
todos los guerreros, incluyendo la Banda de Bastardos. Tengo
que conocer tus intenciones para poder planificar.

—No lo sé.

—Tu no… —Tohr se puso en cuclillas, esos ojos azul


marino afilados como dagas—. Te das cuenta lo que está en
juego, ¿verdad? Has estado enterrado hasta el cuello en la
cloaca de esta Guerra por siglos, igual que el resto de nosotros.
¿Y ahora estas renunciando al final? ¿Qué demonios está mal
contigo?

Syn debatió, si dejar pasar el insulto o no, fuera de eso,


considerando su reputación, lo que estaba mal con él casi se
explicaba solo. Pero entonces pensó en Jo.

Conocerla había cambiado mucho para él. Había


cambiado… prácticamente todo. Y tenía el extraño
presentimiento que, si hablara de esto, si lo decía en voz alta,
sería real. Sería para siempre.

Sentándose lentamente, rezó para que le salieran las


palabras.

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J. R. WARD EL PECADOR

—No quiero matar a nada más —dijo con la voz


quebrándose—. Nunca.

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J. R. WARD EL PECADOR

J o fue a donde el oficial McCordle le dijo que fuera,


aunque cuando llegó a Market y la Décima y encontró el
callejón, no estaba segura de a qué lado debía ir. Se fue a la
izquierda por capricho, y cuando vio el coche de patrulla, se
detuvo a la par. Al salir, ella estaba totalmente entumecida.

McCordle le hizo señas por el parabrisas delantero y


abrió la puerta del lado del pasajero. Cuando se metió en el
coche de patrulla, sintió un calor sofocante y olió a gomitas de
menta, loción para después del afeitado y café recién hecho.

Cerrando las cosas, se volvió hacia el policía. —De qué


se trata esto…

—Tenemos razones para pensar que hay un precio a tu


cabeza creíble. —La radio de la policía chilló a un volumen bajo
y el ordenador portátil montado en el salpicadero central puso
en cola todo tipo de datos en su pantalla mate—. Quiero
mostrarte algunas imágenes provenientes del FBI.

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J. R. WARD EL PECADOR

Fue un comentario sobre cómo iba su vida que un oficial


de policía le dijera que la mafia quería matarla era también
patético.

Te cubro 160 soy un vampiro, pensó ella.

En lugar de entrar en el ordenador, McCordle sacó su


teléfono móvil. —El FBI recibió órdenes de arresto para vigilar
tanto el negocio de cemento de Carmine Gigante como el
Hudson Hunt and Fish Club. La noche después de que Johnny
Pappalardo fue encontrado muerto en ese callejón, un hombre
se encontró con Gigante en el último. En esa reunión, Gigante
reconoció que le pidió al hombre que matara a Pappalardo, y
sostuvo que se había hecho de una manera demasiado
llamativa. Exigió que el hombre arreglara las cosas al matarte.

—Bueno —observó al oficial tocar la pantalla de su


teléfono— ¿Y?

—El hombre dijo que se encargaría de eso. Su nombre


se usó específicamente… espera, tengo que desplazarme para
conseguir el archivo correcto.

—¿Se supone que debes tener este video? —Dios, ella


solo quería irse a casa y dormir ahora mismo—. Quiero decir
¿No debería hablar con el FBI? —No es que le importara de una
forma u otra—. Puedo llamar a quien sea que necesite. —Y eso
era un problema, no era la cosa sin importancia. —Quiero
decir…

—Aquí está —inclinó su teléfono hacia ella y presionó el


botón de volumen—. Avísame si alguna vez has visto a este
tipo.

El video estaba en blanco y negro, filmado desde lo que


parecía ser la esquina superior de una oficina sucia y sin
ventanas. Mientras intentaba orientarse, tenía una imagen

160
En inglés: I’ll see you and raise you usado en los juegos de carta para cubrir y subir una apuesta.

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J. R. WARD EL PECADOR

mental de alguien perforando un agujero en el techo del


Sheetrock y metiendo algo de fibra óptica. Lo que sea.

Bien, entonces había un hombre sentado en el escritorio,


un hombre gordo y mayor que ella reconoció como Gigante. Y
entonces entró alguien…

El corazón de Jo se detuvo.

El hombre era alto y ancho. Vestido de cuero. Y tenía un


Mohawk.

Tragando saliva, trató de hacer que sus oídos


funcionaran. Hubo algún tipo de conversación en la pequeña
pantalla, pero parecía que no podía escuchar nada. Claro, el
altavoz del teléfono era metálico para empezar y la calidad de
audio era bastante pobre. Por otra parte, su cerebro daba
vueltas con las implicaciones…

—Sabes qué, es tu maldita noche de suerte. Te voy a


hacer un favor. Te voy a dar una oportunidad de redención. A
diferencia de una tumba.

De repente, las palabras de Gigante salieron en voz alta


y clara. Y entonces ella escuchó...

—Tú te encargarás de este problema de la reportera para


mí ⸺dijo el jefe de la mafia en el video—. Y te perdonaré por
arruinar el golpe de Pappalardo.

Di que no, pensó ella. Dile que no lo harás. Dile…

—Me encargaré de eso —dijo Syn sin ninguna emoción


en absoluto— ¿Cuál es el nombre?

—Jo Early.

Jo se recostó bruscamente. —Ya he visto suficiente.

McCordle detuvo el video. —¿Lo conoces?

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J. R. WARD EL PECADOR

Mirando a través del parabrisas, trazó los detalles del


callejón: la basura que se había acumulado dentro de las
puertas hundidas, depositada por caprichosas ráfagas de
viento. Las escaleras de incendios que corrían por las paredes
de ladrillo de los edificios, collares baratos que decoraban el
escote plano entre las filas de ventanas. El auto en el lado
opuesto que tenía una ventana rota, sin tapacubos, y una
cadena de maldiciones rasguñaba su pintura.

Pensó en la noche en que había huido del helicóptero


policial con Syn.

¿Había planeado apartarla de su vista en ese


restaurante para dar el golpe? ¿Y luego lo reconsideró cuando
descubrió que ella era como él? ¿Cómo en no humana?

Si no lograba convertirse en vampiro ¿la hubiera matado


entonces? Gigante podría estar muerto, pero su organización
continuaba, y de todo lo que había aprendido sobre la mafia,
sabía que tenían muy buena memoria. ¿Y cómo es que estaba
un vampiro haciendo trabajos exitosos para los humanos? ¿No
violaba eso la regla de separación de especies?

Mientras consideraba las implicaciones y el peligro de


todo, las imágenes se filtraban por su mente y trataba de
analizar sus interacciones con Syn en busca de pistas sobre
sus intenciones.

—El FBI se pondrá en contacto contigo más tarde —dijo


McCordle—. Quería ponerme en contacto contigo primero
porque no creo que se den cuenta de que solo porque Gigante
esté muerto, no significa que estés a salvo. Intenté que
entendieran esto, pero tienen poco personal y se centran en las
represalias de Frank Pappalardo. Están tratando de atraparlo
por Gigante, el asesinato de Senior antes de que estalle la
violencia. Mientras tanto, estás aquí en Caldwell, caminando,
sin darte cuenta de nada. Este asesino está en libertad y el hijo

580
J. R. WARD EL PECADOR

de Gigante, Junior, todavía está vivo. Quién sabe lo que puede


pasar.

—Gracias —dijo ella aburrida.

—¿Entonces?

Jo miró por encima. —¿Lo siento?

McCordle señaló la pantalla de su teléfono. —Alguna vez


has visto a este hombre antes?

Respirando profundamente, se obligó a mirar la imagen


de su antiguo amante.

—No —dijo ella—. No lo he visto.

Cuando trabajabas de nueve a cinco, era sorprendente


lo mucho que no podías hacer durante la semana. Después de
que Jo dejó a McCordle, llenó su coche de gasolina. Fue a la
tintorería y recogió sus pantalones de vestir. Llegó a la tienda
de comestibles, comprando algunos productos básicos y dos
botellas de Motrin. Ella recogió un par de zapatos del zapatero,
que habían estado allí durante tres meses.

Así que básicamente era un sábado en jueves.

Y todo el tiempo, ella esperaba a que el FBI la llamara.

Para cuando regresó a su departamento, eran casi las


dos de la tarde. Todavía quedaba mucha luz del día, y no es
como si tuviera que preocuparse de que alguien le disparara.
Ella ya sabía quién era su asesino a sueldo, y él no podía salir
a la luz del sol.

No había preocupación allí.

Después de traer sus bolsas de supermercado y su


lavandería, se encerró dentro con el cerrojo y la cadena, y

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J. R. WARD EL PECADOR

guardó todo. Luego revisó su correo, buscando facturas. Tenía


alrededor de dos meses de efectivo a mano y una tarjeta de
crédito con mil setecientos dólares de millas aéreas. Dejando a
un lado la transición inminente y las amenazas de muerte, iba
a tener que comenzar su búsqueda de trabajo de inmediato.

Y su imperativo financiero era casi un alivio. Si no


hubiera tenido que preocuparse por algo, cualquier cosa, se
habría vuelto loca.

El FBI llamó a las 4:34, no es que supiera que eran ellos


por el número. Fue solo después de que escuchó el mensaje
dejado por el agente especial que supo quién había sido.
Querían que volviera a llamar por teléfono de inmediato.
Querían que fuera a la oficina de campo, o que el agente
pudiera acudir a ella, lo que fuera más fácil para ella. Querían
que supiera que esto era un asunto serio, que requería su
atención urgente.

Jo puso su móvil boca abajo sobre la mesa y volvió a


enfocarse en su portátil. Había actualizado su currículum
hacía un mes, casi como si supiera lo que vendría, ¿eh? Así
que tomó un momento cargarlo en Monster.com y comenzar a
buscar trabajos de recepcionista en Caldwell. Dejando a un
lado el objetivo a largo plazo de la partida, pensó que sería
importante quedarse allí hasta... Bueno, hasta que su cuerpo
decidiera lo que iba a hacer. ¿Después de esto? Quién sabe.

—Maldita sea —murmuró mientras se recostaba.

En lugar de reanudar la búsqueda de empleo, fue al sitio


web de CCJ y hojeó los artículos publicados en las últimas
cinco horas. ¿Bill estaba haciendo eso ahora? Tenía que ser él.
Nadie más estaba en la sala de redacción y Dios sabía que Dick
no era bueno para nada más que ser un imbécil.

Finalmente, terminó yendo a los archivos y releyendo los


artículos y actualizaciones que ella había escrito. También
miró las fotografías de Gigante y su hijo juntos, y luego Johnny

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J. R. WARD EL PECADOR

Pappalardo muerto en ese callejón. Y lamentaba los sueños


que ella había disfrutado durante tan poco tiempo.

Todavía estaba sentada en la mesa de su cocina cuando


la gente de arriba llegó a casa del trabajo a las seis.

Y todavía estaba sentada allí cuando se puso el sol y


llegó la noche.

Y todavía sentada allí cuando los pelos de su cuello se


erizaron.

Sin saber lo que sus instintos estaban captando, se puso


de pie y se acercó a la ventana delantera. Había cerrado las
persianas venecianas después de que el mayordomo se había
ido esa mañana, y no quería avisar a quien sea que estaba
alerta. Inclinándose torpemente, trató de ver el hueco al lado
del marco de la ventana. Si, nop. Además, con las luces
encendidas en el apartamento, realmente no podía ver nada en
la oscuridad afuera.

Caminando de regreso a su habitación, sacó su arma del


bolso en el camino. Las luces estaban apagadas allí, así que
fue directamente a su ventana y miró a través de los listones…

Había una figura.

De pie allí mismo.

Tirándose hacia atrás contra la pared, buscó a tientas el


arma, quitándole el seguro. Luego fue a buscar su teléfono,
aunque no estaba segura de a quién llamar. ¿Al FBI? No,
McCordle. ¿A no ser que... ¿911? Pero, qué estaba
denunciando exactamente…

El móvil sonó en su mano y ella saltó. Cuando vio quién


era, su corazón latió con fuerza.

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J. R. WARD EL PECADOR

Todavía estaba tratando de decidir si responder o no


cuando el correo de voz entró. Pero en lugar de dejar un
mensaje, la persona que llamaba le envió un mensaje de texto.

Estoy afuera. ¿Podemos hablar?

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J. R. WARD EL PECADOR

S yn había sentido que era importante acercarse a la


ventana de Jo solo. No quería asustarla, y más que eso... No
quería que nadie viera lo emocional que podría ponerse. Había
escuchado el correo de voz que ella le había dejado más
temprano unas cien veces, y cada repetición había tallado otra
pieza del interior de su pecho.

Ella había sonado tan solitaria. Tan asustada.

Había tratado de llamarla cada hora, en punto, y no


podía presionar enviar cada vez. No tenía idea de qué decirle,
y ahora que estaba parado fuera de la ventana de su habitación
como un acosador, descubrió que la proximidad física no había
mejorado su vocabulario.

El aroma de ella se registró primero, ese perfume fresco


del prado que entraba por su nariz y corría por todo su cuerpo.
Entonces oyó los suaves pasos.

Esto último se detuvo. El primero continuaba


cabalgando las corrientes de aire hasta su nariz.

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J. R. WARD EL PECADOR

Syn se volvió y miró a la mujer que le había robado el


corazón. ⸺Hola, Jo.

—Qué estás haciendo aquí?

No había forma de saber cuál sería su recepción, pero no


había anticipado tanta ira.

—Lamento no haberte llamado…

—Qué deseas.

No era una pregunta.

Syn frunció el ceño. —¿Estás bien?

Ella caminó hacia adelante, bajando por el costado del


edificio de apartamentos, acercándose a él. En realidad, ella
estaba marchando directamente.

—Estoy genial —dijo mientras se detenía frente a él—. Y


también estoy armada, en caso de que hayas venido a ganar
tu dinero.

Mientras lo miraba con ojos duros y hostiles, él dio un


paso atrás. —Qué?

—Vi la cinta de video. —Antes de que él pudiera pedir


una mejor explicación, ella espetó— ¿En la que aceptas
matarme para Carmine Gigante? ¿Para compensar el hecho de
que no hiciste lo que les dijiste que le harías a Johnny
Pappalardo? Dime algo, ¿cómo se las arregla un vampiro como
tú para convertirse en un asesino para la mafia sin meterse en
problemas con la Hermandad? Me parece un trabajo
secundario arriesgado, dado todo el asunto de mantenernos en
secreto.

—No te hice daño —dijo Syn.

La risa que salió de ella fue la definición misma del


sarcasmo. ⸺No me disparaste. Seguro. Pero la noche es joven,

586
J. R. WARD EL PECADOR

¿no? Y estás aquí para verificar y ver si soy un vampiro o si


todavía soy humana, ¿verdad? Dime algo, Syn, ¿qué vas a
hacer si no cambio? ¿Eres tú quien me va a meter en mi
tumba? Quiero decir, estarías matando dos pájaros de un tiro
¿no? Silencias un problema para la especie y recoges efectivo
de la mafia. Es un movimiento inteligente.

—No sabes de qué estás hablando.

—¿No? Vi la cinta de video. Por cierto, está en el teléfono


de un policía, por lo que, para tu información, te buscan. El
CPD y el FBI. Pero oye, puedes encargarte de eso, ¿no? Solo un
pequeño trabajo de borrado de sus recuerdos y estarás libre.
¿O lo estás? ¿Qué vas a hacer con la cinta de video? Los
archivos. Los informes. Las cosas serán difíciles si algo de eso
cae en las manos de los medios.

Syn cruzó los brazos sobre el pecho. —Salvé tu vida


anoche contra esos lessers.

—No, derribaste a un montón de tus enemigos porque


ese es tu trabajo, y obviamente porque te gusta matar. No tuvo
nada que ver conmigo.

—¿No? ¿Estabas en mi mente en ese momento?

—No, estaba al margen, observando cuánto te gusta


lastimar a la gente.

Mirando hacia otro lado, Syn sacudió la cabeza. —Los


asesinos son mi enemigo y pronto serán los tuyos.

—Sí me convierto. Y ambos sabemos que no es un


hecho, es eso. No sabemos si podré pasar por la transición, en
cuyo caso, soy un problema para ti. Pero de nuevo, y
afortunadamente, eres realmente bueno matando, ¿no?

Mientras intentaba pensar en lo que podía decir, sin


mentir, ella bajó la voz. —No quiero volver a verte nunca más.
Me mentiste sobre lo que soy. Me mentiste sobre por qué

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J. R. WARD EL PECADOR

estabas cerca de mí. Yo... Te hice el amor, pensando que eras


alguien… algo… que no eres. Y tengo que vivir con todo eso.
Pero no estoy agregando una maldita cosa más a esa lista de
malas elecciones y delirios estúpidos.

Syn miró por encima de su hombro. Cuando volvió a


mirar a Jo, ella comenzó a alejarse, todo el tiempo,
manteniendo sus ojos en él como si esperara que la lastimara.

Hice lo correcto, pensó. Había tomado la decisión


correcta.

—Espera —dijo.

—No —Jo negó con la cabeza, su cabello rojo moviéndose


alrededor de sus hombros. —No más. No puedo soportar
mirarte…

—Vine a presentarte a mi primo. Él está dispuesto a


estar disponible para ti si pasas por el cambio.

Cuando ella se detuvo en seco, Syn hizo un gesto hacia


las sombras.

Mientras Balthazar aparecía a la vista, Syn sintió como


si le hubieran disparado en el pecho. Pero de muchas maneras,
su vida lo había llevado hasta este punto.

Sip. La única forma de cuidar a la mujer que amaba...


Era dejándola ir con otro.

Jo se centró en el vampiro masculino que emergió de las


sombras. Estaba formado como Syn, poderoso y dominante, y
su color era el mismo. Pelo oscuro, aunque no mohicano, e iris
pálidos. Pero sus rasgos eran diferentes, y principalmente los
ojos. Los suyos eran más estrechos.

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J. R. WARD EL PECADOR

O tal vez era solo que se habían reducido en el momento


en que la miraba correctamente.

Para su crédito, no hizo un recorrido de pies a cabeza de


su cuerpo, y no había absolutamente nada sexual en él.

—Este es Balthazar —dijo Syn con brusquedad—. Es un


buen macho de distinción…

—En realidad, soy un ladrón. —Cuando ambos lo


miraron, el vampiro se encogió de hombros—. Necesitamos
comenzar esto con una nota de veracidad. Soy un ladrón, pero
nunca te voy a robar, y solo quiero ayudar.

Extendió la mano. Y parecía preparado para esperar


hasta que se sintiera cómoda tocándolo. No importaba cuánto
tiempo tomara.

Jo se acercó lentamente. Era difícil ver algo más que a


Syn, y sus emociones empeoraban la visión del túnel. Pero la
idea de que podría tener que hacerlo...

—Hola —dijo, extendiendo su propia palma.

Mientras se saludaban, el hombre miró a Syn, algo


pasaba entre ellos. Como un voto. O una promesa.

Jo lo soltó y bajó el brazo. —¿A quién le robas? ¿Y qué


es lo que tomas?

Balthazar se encogió de hombros. —Depende. A veces es


porque tienen tanto que necesitan un corte de pelo para hacer
las cosas más justas. Ese es mi truco de Robin Hood. A veces
es porque tienen algo que quiero. Estoy menos orgulloso de
eso, y trato de igualar ese puntaje. Ya sabes, dales algo de igual
o mayor valor que puedan necesitar o gustar.

Hubo una pausa. —¿Y? —Jo incitó.

589
J. R. WARD EL PECADOR

Esa mirada pálida se redujo de nuevo. Entonces la voz


bajó.

—Yyyyyyyyyyyyy a veces, las personas necesitan que se


les enseñe una lección. Es sorprendente cómo perder algo que
te importa puede priorizar las cosas. No me disculpo por eso.
Nunca.

Jo parpadeó. Y luego se encontró asintiendo. —Bueno.

Ella miró a Syn. Había dado un paso atrás para estar


mayormente oculto en la oscuridad fuera del alcance de las
luces de seguridad del edificio. Y cuando dio otro, era casi
invisible, nada más que un contorno en negro que se mezclaba
con la noche.

—Tus hermanos estarán allí —dijo Balthazar


suavemente—. Y Doc Jane vendrá para que tengas apoyo
médico. Nunca estarás sola conmigo y no habrá nada sexual
al respecto. Lo juro por mi honor, que, bueno, está bien, no
tengo mucho, pero el que sí tengo es tuyo. Puedes confiar en
mí. ¿Todo bien?

Jo buscó ese rostro delgado y duro. Y por alguna


estúpida razón, se puso llorosa.

No, espera. Ella sabía por qué.

A pesar de todo lo que había pasado, y todo lo que sabía


sobre Syn... Ella todavía quería que fuera él.

—Está bien —dijo con voz ronca.

Con esa respuesta, Syn dio un paso final, la oscuridad


lo envolvió tan completamente que fue como si desapareciera.

—¿Syn? —dijo.

Jo se tambaleó hacia adelante y agitó las manos


alrededor de donde él había estado parado, bueno, agitó una

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J. R. WARD EL PECADOR

de sus manos y luego el arma que todavía sostenía. No había


nada allí. Ni siquiera su aroma permaneció. Mientras su
corazón latía con fuerza, se volvió hacia Balthazar.

—¿Qué le sucedió?

—Oh ¿Nadie te lo ha dicho? Tenemos trucos. ¡Puf! Adiós.


Y sabes que todo el asunto de los murciélagos, el ajo y las
cruces es una mierda, ¿verdad? Eso solo está en las películas.

—Podré ser capaz de...

—¿Desmaterializarte? Depende. No todos los que son


mestizos pueden. —Hizo una mueca— ¿Te parece despectivo
ese término? Quiero decir, no quiero faltarte el respeto.

Jo miró al hombre y se sintió tan indefensa como una


heroína en una película de Bruce Willis. Al menos las de finales
de los ochenta.

—No sé qué pensar o sentir sobre nada.

Ella volvió a mirar donde Syn había estado, y sintió que


la repentina ausencia de él era una gran metáfora de su
relación. ¡Puf! Y se fue.

Ella debería estar agradecida. Aliviada. Liberada.

En cambio, le dolía. Por todas partes.

—Así que lo amas, ¿eh?

Dándose vuelta, Jo retrocedió. —¿Qué has dicho?

591
J. R. WARD EL PECADOR

L a noche siguiente, la noche en que terminó la guerra,


no había luna en el claro cielo aterciopelado sobre Caldwell,
Nueva York. Ninguna estrella brillaba desde su percha
celestial, tampoco. La galaxia misma parecía agacharse,
cubriéndose para evitar la metralla.

Mientras Butch salía de la puerta principal del Pit,


levantó la vista y sintió un temor que nunca había conocido.
Luego miró a la gran entrada de la mansión. Los pesados
paneles que se cerraban herméticamente para proteger a los
que estaban dentro se abrieron, y uno por uno, la Hermandad
emergió. Z fue el primero en salir, con el cabello recortado y el
rostro brutal y lleno de cicatrices, el tipo de cosa que Butch se
había acostumbrado a ver. Phury estaba, por supuesto, detrás
de su gemelo. Luego fueron Tohrment. Murhder y Rhage.
Qhuinn y John Matthew. Blay estaba con ellos. Después de
eso, surgió la Banda de Bastardos, dirigida por Xcor.

—Te amo.

Al oír la voz de su shellan, Butch se volvió. Marissa


estaba de pie detrás de él, con terror en los ojos, como si

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J. R. WARD EL PECADOR

supiera, sin que él le dijera, que lo que él sentía era cierto. Esto
era todo.

Al tocar su suave mejilla, todo tipo de cosas pasaron por


su mente. Pero como antes, como siempre, ninguna de las
promesas que deseaba poder hacerle estaba bajo su control, y
no iba a permitir que lo último que le dijera fuera una mentira.

—Yo también te amo.

Inclinándose, se dio cuenta de que sus dagas negras


mordían las almohadillas de su pecho mientras la besaba.

—Me voy a quedar en casa esta noche —dijo.

La razón del porqué quedó sin decir. Ella nunca faltaba


al trabajo, pero esta era una noche de “nunca”.

—Beth me pidió que fuera a la casa grande. —Los


hermosos ojos de Marissa buscaban en su rostro como si
estuviera buscando en qué dirección soplaban los vientos del
destino—. Ya sabes, para ver una película.

—¿Puedo sugerir una comedia?

—Veremos los Fockers. Toda la serie.

—Stiller y De Niro. Excelente opción.

Se quedaron en silencio. A veces, entre las personas


casadas que habían permanecido conectadas después de que
el brillo nuclear de la atracción sexual se atenuaba, no se
necesitaban palabras. No hay palabras que puedan ser
necesarias. Las emociones eran demasiado profundas.

—Te llamaré —dijo.

—Por favor.

Se besaron de nuevo y fue largo, le recordó la forma en


que habían hecho el amor antes de que él se levantara para

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J. R. WARD EL PECADOR

ducharse, vestirse, armarse. Y luego ella se alejó... Y cruzó el


patio, con la cabeza gacha y los brazos a su alrededor.

Una viuda caminando.

Los hermanos partieron cuando ella subió los grandes


escalones de piedra y se acercó a la puerta abierta, y cuando
los atravesó, los enormes hombres se inclinaron ante ella con
respeto. Antes de entrar, Marissa miró a Butch y levantó la
palma.

Él levantó la suya de regreso.

Y luego se fue, la pesada puerta del vestíbulo se cerró


detrás de ella, cortando la vista de su esbelta figura, así como
la luz que se derramaba en la noche.

—Soñé contigo —dijo Vishous desde el interior del Pit.

Butch cerró los ojos y maldijo, aunque no podía decir


que estaba sorprendido. Las visiones del futuro de su
compañero de cuarto solo se referían a la muerte, y la tumba
de todos estaba cerca esta noche.

—Lo hiciste —Butch miró por encima del hombro— ¿Me


lo vas a contar?

V estaba vestido para la guerra, en su cuero y con todas


sus armas en el cuerpo, pero se quedaba en el frente de casa.
Él y Rhage, así como Rehvenge, con todos sus rasgos de
symphath, además de Payne y Xhex, iban a proteger la
mansión. Mientras tanto, Manny ya estaba en el campo, en el
garaje con la unidad quirúrgica móvil en espera, y Doc Jane,
quien, gracias a su estado fantasmal, podía llegar a cualquier
parte en un abrir y cerrar de ojos, se estaba preparando para
un evento de bajas masivas. En el centro de entrenamiento.

Mientras Vishous se acercaba a la puerta abierta del Pit,


su cuerpo ágil se movía como el depredador que era, Butch se

594
J. R. WARD EL PECADOR

dio cuenta de que se tenía que preparar como si fuera a ser


golpeado en el estómago.

—La cruz —dijo V con gravedad—. La cruz te salvará.

Butch buscó en su camisa con pánico. ¿Pero como si


fuera a salir de casa sin esa maldita cosa? Era su maldita
AmEx existencial.

Mientras sacaba el peso pesado del oro, frotó la cruz con


el pulgar. —Aquí está.

V asintió con la cabeza. —Mantenla puesta.

—Siempre.

Hubo una pausa. Y entonces llegó el abrazo. Mientras se


abrazaban, Butch deseó que su compañero de cuarto fuera con
él. Por mucho que respetara al resto de los hermanos y
luchadores, no había nadie a quien preferiría tener a su lado.

—Puedo estar para ti en un instante —dijo V


bruscamente.

Butch asintió mientras se iba. Y luego se bajó del porche


y cruzó hacia el R8. El plan estaba en su lugar. Las
responsabilidades definidas. Los territorios asignados y las
armas y municiones repartidas.

No había nada más de qué hablar.

Tohrment iba armado en la ciudad con Butch, y ninguno


de los dos dijo nada. Cuando llegaron al garaje, dejaron el R8
en su lugar de estacionamiento, se registraron con Manny y
salieron a la calle.

Y casi de inmediato...

...Butch sabía en qué dirección ir.

595
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando Syn regresó a la mansión de la casa de Jo, dio


la vuelta al ala lateral y llamó a una de las puertas francesas
de la sala de billar. No usó la entrada principal porque no tenía
interés en cruzar caminos con nadie. Le había dicho a Xcor
sobre retirarse de la lucha, y ahora iba a empaquetar su
mierda y salir de la casa. Fuera del camino. Fuera de este
mundo de guerra en el que había estado toda su vida.

No tenía idea de a dónde ir. Pero había pasado siglos


viviendo de su ingenio, sobreviviendo de noche en noche, nada
permanente para castigarlo o sostenerlo. Así que, oye, este
cambio en la situación de vida no iba a ser una noticia de
última hora.

Al oeste, estaba pensando. O tal vez hacia el sur.


Alojarse en Caldwell era un gran y gordo no.

Y tenía que irse ahora mismo. Si no lo hacía, era


probable que volviera con Jo y le suplicaría o algo así. Sin
embargo, no sabía por qué. Se había enterado de esa mierda
con la mafia, y había validado todo lo que él no le había dicho…

La puerta francesa se abrió, pero el hombre que cumplía


con su deber no era un sirviente. Vishous era más como una
fuerza de la naturaleza, y su estado de ánimo, que era
sarcástico en una buena noche, era más agudo que las
espadas que el hacía para todos.

—Gracias —murmuró Syn cuando entró.

V estaba en silencio, cortante y frío. —Iba a ir a buscarte.

Mirando el arco al otro lado de las mesas de billar, Syn


cruzó los brazos sobre su cazadora. —No me vas a convencer
para que no me vaya.

—¿Cómo si me fuera a molestar? —V arqueó una ceja—


. Tus cosas no me interesan y no has sido reclutado ni nada.
Todos son libres de irse. No estás obligado a pelear…

596
J. R. WARD EL PECADOR

Syn se dio la vuelta. —Solo quería ser claro. Eso es


todo…

—Pero eres un cobarde si no lo haces.

Girándose bruscamente, Syn sintió que su labio


superior se contraía. —¿Qué dijiste?

El hermano se encogió de hombros y caminó detrás de


la barra donde estaban alineadas las botellas de alcohol de
primera categoría, soldados listos para ser llamados al servicio.
Casualmente tomó uno de los vasos altos de donde se
guardaba el cristal, pero en lugar de servirse su fuerte dosis
habitual de Groose, se sirvió el zumo de fruta. Seis dedos de
naranja fresca.

Probó el borde de su vaso y tragó. —Umm, sabroso. Ya


me escuchaste. Eres un cobarde si renuncias.

Syn se acercó a la barra, imágenes de levantar al


Hermano y arrojarlo contra todas esas botellas de vidrio
probando su control de impulsos. —¿Qué te da derecho a
juzgar eso?

—El hecho de que me quedo en la guerra y no espero


que otras personas hagan mi trabajo por mí. El hecho de que
mi mejor amigo está frente al Omega en este momento. El
hecho de que mis hermanos están con tus primos y
camaradas, en el campo, tratando de salvar la raza. Mientras
tanto, estás aquí frente a mí, preocupado por ti mismo,
pensando en ti mismo, pero lastimado por una mujer que
conociste, ¿hace cuántos días? Disculpa si no estoy
impresionado con tu rutina especial de copos de nieve. Estoy
demasiado ocupado viviendo en el mundo real y
preocupándome por quién va a morir esta noche.

—No tienes idea por lo que he pasado.

597
J. R. WARD EL PECADOR

—Sostuve a mi shellan muerta en mis brazos. Así que


estoy bastante seguro de que eso es Yahtzee161. Pero lo que sea,
tú haz…

—No entiendes cómo fue mi padre.

V señaló a su propio pecho. —Bloodletter. ¿Quieres


comparar currículums con esa mierda?

—No puedo llegar al orgasmo.

Vishous abrió la boca. Luego la cerró. —Está bien, tú


ganas. Y esto viene de un tipo que solo tiene un testículo.

—No es un concurso. —Pero Syn sintió que su


temperamento disminuía un poco. Aunque qué triunfo,
¿verdad?— Y estoy cansado de tanto asesinato.

—Entonces te estás rindiendo. —V se encogió de


hombros y extendió las palmas de sus manos—. Oye, no me
mires así ¿vale? Necesitas mirar tu decisión a la luz brillante
de la conciencia y adueñarte de esa mierda. Odiar mi trasero
no te va a ayudar con eso.

—No me estoy rindiendo. Sólo estoy cansado.

Una ceja negra se alzó. —Vas a tener que explicarme


cómo esos dos son diferentes para mí.

Syn dio la vuelta y luego se detuvo en una de las mesas


de billar. Consideró voltear la cosa para liberar algo de energía
acumulada, pero luego solo arrastró las yemas de los dedos
entre las bolas dispersas y coloridas, el fieltro verde ofrecía una
resistencia suave.

161
El Yahtzee es un juego de dados que involucra coincidencias y emparejamientos de los dados para
ganar puntos.

598
J. R. WARD EL PECADOR

—No estaba en la guerra por la especie —se escuchó


decir—. Estaba allí porque me gustaba matar. Por el deporte.
Por la crueldad. Por la salida. Y ya no tengo esa necesidad.

—Qué ha cambiado?

—Me vi a través de los ojos de otra persona. Y el reflejo


era demasiado cercano al de mi padre para mi gusto. Siempre
estuve decidido a no ser como él. Hice reglas y salvaguardas
para guiar ese lado de mí. Tenía estándares. ¿Al final, sin
embargo? El resultado fue el mismo. Estaba matando una y
otra vez por poder, pero no me estaba ayudando y me convertí
en él durante el proceso.

—Escuché que estabas realizando trabajos secundarios


incluso aquí en Caldwell.

—Lo hice.

Vishous se sirvió más zumo de naranja, el sonido del


líquido llenando su vaso con fuerza en el silencio. —Pasado.

—Estoy renunciando a muchas cosas a partir de esta


noche. ⸺Syn recogió la bola blanca y giró el peso blanco en su
palma, limpiando una mancha de tiza azul—. No más de eso.

Y no era solo un juego de palabras. Era algo


fundamentalmente diferente para él. Desde su transición, su
talhman siempre había estado dentro de él, un monstruo
rondando la cerca de su recinto, buscando signos de debilidad,
oportunidades de escape, fallos en la supervisión.

Se acabó. Había... Un extraño silencio en el centro de él.

Pero no estaba entumecido. Oh, no, definitivamente no


estaba entumecido. Tenía un dolor constante y pesado en su
corazón, hasta el punto de que luchaba por respirar
profundamente. Era la pérdida de Jo, por supuesto, y tenía la
sensación de que el luto se quedaría con él por el resto de su
vida. El verdadero amor, después de todo, podría expresarse

599
J. R. WARD EL PECADOR

de muchas diferentes maneras, pero la única coincidencia era


que perduraba. Era una permanencia, en cualquier forma que
tomara.

Especialmente cuando se perdió.

—¿Entonces se lo dijiste a Xcor? —preguntó V.

—Sí.

—¿Que dijo?

—No mucho.

—¿Cómo te sentiste cuando se lo dijiste?

Syn miró la superficie perfectamente lisa de la bola


blanca. —Es lo que es.

—¿No te molesta en absoluto que él y tus primos estén


ahí fuera sin ti?

—Estás tratando de llevarme a una conclusión.

—No, estoy tratando de hacerte ver más allá de ti mismo.


—V salió del bar con un vaso de zumo de naranja en la mano—
. Pero sí, iba a ir a buscarte. Tengo la respuesta a la pregunta
que me hiciste ayer. Sobre esa mujer que conociste en el Viejo
País.

Syn levantó la vista con un tirón. —¿La encontraste?


¿Ella está aquí? ¿En el Nuevo Mundo?

Sus palabras salieron rápidamente, como una


ametralladora.

Los ojos de diamante de V se estrecharon, su expresión


se volvió remota. —Ella vino en los años cincuenta. Con su
hellren y sus niños. Un niño y una niña.

600
J. R. WARD EL PECADOR

Syn cerró los ojos y se imaginó a la mujer corriendo en


ese prado alrededor de la cabaña de sus padres con su
hermano pretrans. —Entonces ella se apareó. ¿Quién es su
compañero?

—Un aristócrata.

Abrió los párpados y frunció el ceño. —Dime que están


emparejados por amor.

—Sí.

Syn exhaló aliviado. —Estas son buenas noticias.


Siempre me he preguntado qué le pasó. Si hubiera creído en
un creador benevolente, habría orado por lo que ella obtuvo.
¿Dónde se instaló?

—Aquí en Caldwell.

—De verdad. Bueno, eso es bueno. Ella está a salvo


aquí…

—Sunnise fue asesinada en las redadas. —Mientras Syn


miraba horrorizado, V continuó—. Junto con su hellren y sus
dos pequeños. Asesinados. Por los lessers.

—Estás mintiendo. Me estás diciendo esto para…

V parecía aburrido. —¿Crees que desperdiciaría una


fracción de segundo en inventar esta mierda? Fueron
masacrados en su casa a unos once kilómetros de aquí. En la
fotografía de la muerte que vi, que fue tomada por un pariente
de sangre de ella, ella sostenía a su hija. Había tratado de
proteger a la joven con su propio cuerpo. Su hellren y el hijo
fueron decapitados.

Cuando Syn escuchó algo crujir, miró hacia abajo. La


bola blanca en su mano se había partido por la mitad,
pulverizándose bajo la presión que había ejercido sobre ella.

601
J. R. WARD EL PECADOR

—Me pediste que la encontrara. —V terminó su zumo de


naranja—. Y lo hice. Lo que hagas con la información, como
todo lo demás en tu vida, depende de ti.

Con eso, el Hermano salió de la sala de billar, el sonido


de sus shitkickers alejándose hasta que lo único que Syn supo
fue el denso silencio a su alrededor.

Y la agonía en su pecho.

602
J. R. WARD EL PECADOR

E n la base del callejón del centro, el Sr. F agarró la


parte de atrás de la parka del asesino y tiró del otro lesser. Al
poner su rostro en el de su subordinado, habló con una voz
que nunca antes había escuchado salir de su boca.

—Permanecemos juntos —miró a los otros dos muertos


a los ojos—. Los cuatro nos quedamos juntos o los mataré yo
mismo.

Esa no era una amenaza vacía. A pesar de que todos


eran técnicamente inmortales, había terminado con todo el
asunto. El Omega había impuesto tal castigo con la llegada del
amanecer que el Sr. F apenas podía caminar. Apenas podía oír,
el zumbido en sus oídos el tipo de ruido de fondo a través del
cual no podía descifrar nada más suave que un grito.

Se le había encomendado la tarea de encontrar reclutas.

Le habían dicho que era su última oportunidad.

Y se había dado cuenta de que el Omega había


cambiado. No más manchas en la túnica blanca. No más

603
J. R. WARD EL PECADOR

debilidad. Nada más que un poder horrible que parecía reunir


más fuerza a medida que pasaban las horas.

El Sr. F había sido utilizado como una pieza de equipo


de ejercicio, y su miseria había alimentado aún más el abuso.
Cuando finalmente lo expulsaron del Dhunhd y lo enviaron de
regreso a este mundo, supo que estaba jugando con él y que le
había mentido. Tan pronto como consiguiera a los reclutas, lo
degradarían.

O lo que sea peor que la degradación.

Esta noche sería su única oportunidad de sobrevivir, en


sus propios términos. ¿Si no se ejecutaba sin falta?

—Nos quedamos malditamente juntos —espetó.

Los otros dos parecían demasiado abrumados para


discutir sobre algo, y eso era bueno para ellos. Y en cuanto a
este con las ideas AWOL162. El Sr. F lo rompería como un
caballo si fuera necesario.

—Ahora, vamos por este camino —Señaló en la dirección


de dónde venía la señal interna—. Y ustedes van a ir juntos.

Cuando nadie se movió, gritó: —¡En marcha!

El Sr. F sacó una de las tres armas que tenía. Les había
dado los cuchillos y las cuerdas a los demás.

—Si no empiezas a moverte, te dispararé yo mismo —


gruñó.

Cuando él y sus tropas comenzaron, no se sintió como


él mismo. Era otra persona, y no por la iniciación en la
Sociedad Lessening. La presión bajo la que estaba, las
opciones limitadas que tenía, la tortura que había soportado,

162
Absent Without Leave. AWOL es una abreviatura en inglés usada principalmente en chat para decir
que una persona abandonó el salón de chat sin aviso y/o permiso.

604
J. R. WARD EL PECADOR

lo había endurecido hasta convertirlo en otra cosa. El pacifista


se había ido, el drogadicto, jodido. En su lugar... Un militar.

Y quiso decir exactamente lo que había dicho.

Los apuñalaría si tuviera que hacerlo. Arrastrarlos si


fuera necesario. Patearlos y coaccionarlos, cualquier cosa que
los haga canalizar por este maldito callejón y llegar donde esos
malditos Hermanos que él pudo sentir, claro como el día, a solo
unas calles de distancia.

El Sr. F sabía que tenía razón sobre dónde estaba su


enemigo. Y no tuvo mucho tiempo para obtener la validación
que no necesitaba.

Cien metros después, dos figuras doblaron la esquina


más alejada y se detuvieron.

Las tropas del Sr. F también se detuvieron. Y así que


ayúdalo Dios, estaba preparado para lanzarlos por el culo con
su bota.

—Ir allí y pelear —gruñó con amenaza—. O lo que os


espera si corréis será mucho peor que cualquier cosa que esos
vampiros os hagan, lo prometo.

Mientras Butch y Tohr se enfrentaban con un cuarteto


de asesinos, Butch respiró hondo, aunque sus senos nasales
no eran lo que solía usar para medir la amenaza. Se basaba en
sus instintos. Como siempre lo hacía.

Pero no creía la información que le llegaba.

—Esto no puede ser —susurró.

Tohr inclinó la cabeza hacia su comunicador y les dio su


ubicación en el callejón muy bien iluminado. Inmediatamente,

605
J. R. WARD EL PECADOR

uno por uno, comenzaron a aparecer combatientes. Algunos


en el techo. Algunos detrás de ellos. Algunos a un lado.

Esos tres lessers no tenían una jodida oportunidad.

Pero Butch no tenía permitido pelear. Cuando empezó a


correr y atacar, Tohr lo contuvo.

—No. Tú y yo nos quedamos aquí.

Cuando el hermano lo empujó de vuelta a la puerta para


cubrirse, se necesitó todo en Butch para quedarse. Todo. Pero
la batalla no duró mucho. Qhuinn y Blay atacaron desde
arriba, saltando desde las líneas del techo de los edificios en
los que se materializaron y volviéndose a formar justo encima
del enemigo. Y los dos machos usaron las armas de baja
tecnología con las que los asesinos habían estado armados
para incapacitarlos.

Uno. Estrangulado por su propia cuerda por Blay, luego


atado como cerdo boca abajo en el pavimento.

Dos. Apuñalado en el intestino por Qhuinn, luego cayó


cuando sus dos músculos isquiotibiales fueron cortados con
su propio cuchillo.

...Y tres. Casi decapitado por el par apareado cuando los


dos hellrens lo persiguieron a la vez, un par de dagas
penetrando profundamente en la garganta. Cuando la cabeza
se soltó y colgó hacia atrás de la columna, los eslabones de la
cadena en su mano se usaron para inmovilizar sus brazos.

En total, tardaron menos de cuatro minutos y nadie más


tuvo que involucrarse. Hecho y espolvoreado. Está bien, sin
polvo, todavía no. Ese era el trabajo de Butch.

Y, sin embargo, no caminó hacia adelante. Mirando a su


alrededor, trataba de definir lo que comenzaba a sentir.

—¿Estás bien? —preguntó Tohr.

606
J. R. WARD EL PECADOR

Butch metió la mano en su chaqueta y agarró su cruz.


Luego sacudió la cabeza y volvió a mirar alrededor del callejón.
—No, esto no es... Correcto. Algo está...

Alguien se les acercó. Alguien más. Luego todo tipo de


hermanos y luchadores. Todos estaban hablando y mirándolo,
emocionados. Burbujeando de agresión y triunfo.

Eso era muy prematuro.

De repente, Butch comenzó a jadear, su pecho subía y


bajaba mientras una urgencia, una advertencia, una alarma,
vibraba a través de su cuerpo.

—Iros... —dijo con voz ronca.

—¿Qué? —dijo Tohr.

—Tenéis que iros todos... —Extendió la mano y agarró el


brazo de alguien— ¡Qué os vayáis...! ¡Tenéis que iros...
Iroooooooooooossss!

Ninguno de ellos escuchaba. Ni uno. Los hombres que


más amaba en el mundo, sus hermanos, sus amigos, su
familia, se agrupaban a su alrededor, tratando de discutir.
Pareciendo preocupados. Intentando calmarlo ofreciéndole
apaciguamiento.

Y fue entonces cuando comenzó el zumbido. Bajo, al


principio. Luego creciendo en intensidad. ¿Por qué no podían
escuchar la advertencia? pensaba Butch mientras entraba en
pánico. Por qué no podían sentir la inminente fatalidad.

La primera de las luces de seguridad explotó en el


extremo más alejado del callejón, el artefacto estalló y la lluvia
de chispas caía por el lado húmedo del edificio. Y luego otra a
través del camino. Y otra.

607
J. R. WARD EL PECADOR

Los estallidos de chispas eran inexorables, acercándose


a los tres asesinos caídos que se retorcían en el pavimento, así
como a aquellos que Butch no podía soportar perder.

—¡Tenéis que iros o vais a morir! —gritó cuando todos


los edificios en todo el bloque se oscurecieron, por dentro y por
fuera.

Metió ambas manos en su chaqueta, sacó su cuarenta,


y comenzó a disparar al asfalto en círculo. Cuando los
hermanos y los combatientes saltaron hacia atrás y luego se
apresuraron a ponerse a cubierto, no miró hacia dónde
rebotaban sus balas. Solo estaba concentrado en lo que venía
a través de la oscuridad.

El mal ya no era una sola entidad.

Era una marea de todos los lessers que alguna vez hubo.

Y estaban a punto de abrirse paso en este mundo y


hacerse cargo de todo.

—¡Fuera de aquí! —gritó a toda velocidad— ¡Corred!

608
J. R. WARD EL PECADOR

L a energía eléctrica en el apartamento de Jo comenzó


a parpadear alrededor de las ocho en punto. Primero, sus luces
se atenuaron y luego de mala gana volvieron a encenderse.
Luego hubo algunas luces estroboscópicas ¿Finalmente?
Oscuridad total en su departamento.

—Maldita sea —dijo mientras palmeaba el cojín del sofá


junto a ella y encontraba su teléfono.

El edificio no tenía generador, y cuando fue al sitio web


de la compañía eléctrica, descubrió que todo Caldwell se había
quedado sin energía. Al parecer, había un apagón total, y por
diversión, ella presionó actualizar varias veces, viendo los
informes aparecer en el mapa. Era como los topos saliendo de
los agujeros en la hierba.

Bajó el teléfono y dejó caer la cabeza hacia atrás. Qué


importaba. Ahora que su currículum había sido enviado a
todas partes, no era como si tuviera planes más allá de mirar
al espacio y esperar a ver si su cuerpo explotaba.

Esperando a ver si necesitaba llamar a ese otro hombre.

609
J. R. WARD EL PECADOR

A la espera de sentirse mejor.

Seguramente podría manejar esa lista de tareas en la


oscuridad.

Teniendo en cuenta que no se estaba preparando para


sentirse normal otra vez. No, había renunciado a lo “normal”.
Ella estaba buscando una mejora para “aceptable”, que sin
duda sería mejor que donde estaba actualmente.

Cuando sonó su teléfono, esperaba que fuera la


compañía eléctrica que se estaba comunicando con ella, lo cual
era una locura. ¿Cómo si estuvieran llamando a dos millones
de personas individualmente para informarles sobre su
interrupción?

Levantando su móvil, frunció el ceño cuando vio quién


era.

—¿McCordle? —dijo ella mientras respondía—. Y antes


de preguntar, sí, ya hablé con el FBI. Les dije lo mismo que te
dije, no conozco al tipo…

—Tengo otro video para mostrarte.

—Lo estoy enviando en tu teléfono.

Tragando una maldición, Jo cambió el móvil a su otra


oreja. ⸺Mira, he hecho lo que he podido por vosotros. Te
agradezco que me tengas informada, pero no estoy interesada
en…

—Nos equivocamos.

—En qué se equivocaron —murmuró.

—El hombre con Gigante en esa cinta de video. —Hubo


un murmullo, y luego McCordle se dirigió a alguien a su
alrededor. Cuando volvió, habló en un susurro—. Obtuvimos
imágenes del teléfono móvil tomadas por el guardaespaldas de

610
J. R. WARD EL PECADOR

Gigante la noche en que fueron asesinados. Resultó que él


estaba filmando mientras sucedía. El hombre en el primer
video en el Hudson Hunt y Fish Club los mató a los tres.

—Bueno, él es un asesino a sueldo. —Jo trató de


mantener el aburrimiento fuera de su voz. Pero vamos, lo
último que necesitaba en este momento era aún más
confirmación sobre lo estúpida que había sido con Syn—. Ese
es su trabajo, ¿verdad?

—Los mató para protegerte.

Jo se levantó bruscamente. —¿Qué?

—Ve el vídeo. Luego llámame y mantén esto entre


nosotros. Como siempre.

Cuando McCordle colgó, sostuvo su móvil como si


pudiera dejarlo caer a pesar de que estaba sentada sobre una
alfombra. Por otra parte, sus manos temblaban como si no lo
pudiera creer.

El texto llegó un momento después. Solo un video. Nada


más.

Ella encendió la cosa, su pantalla brillando en la


oscuridad con una luz azul. Al principio hubo distorsión y una
pantalla borrosa. Y luego la cámara de movía y se estabilizaba.
El punto de vista era un ángulo extremo hacia arriba, como si
el que estaba tomando las imágenes estuviera tirado en el
suelo, y estaban filmando en el interior de un SUV, a través de
una puerta abierta para pasajeros.

Cuando el foco se tensó y la iluminación se recalibró, vio


a un hombre sentado al volante. Cuando se volvió hacia el
asiento trasero y se inclinó hacia la luz de la puerta
entreabierta...

Era Syn.

611
J. R. WARD EL PECADOR

Claro como el día, ella podía ver su rostro. Así como el


arma en su mano.

Y luego dijo: —No tengo problemas para matar mujeres,


ni a nadie. Pero estaré condenado si lastimas a Jo Early. Di
buenas noches, hijo de puta.

Después de eso, apretó el gatillo, una especie de disparo


apagado sonó.

El corazón de Jo latía tan fuerte que no podía escuchar


nada más. No es que hubiera mucho más para ver. El video se
cortó poco después de eso.

Lo miró dos veces más antes de volver a llamar a


McCordle.

Él respondió al primer timbre y ella no se molestó con


ningún “hola”. —¿De dónde has sacado esto?

—El FBI allanó el Hudson Hunt y Fish Club el día de


hoy. Estaba en un teléfono móvil en el bolsillo de un abrigo que
también tenía la identificación del hijo de Gigante.

—¿Entonces arrestaste a Junior?

—No. Tenemos su abrigo, por todo el bien que nos hace.


Nuevamente, el móvil pertenecía al guardaespaldas principal
de Gigante. Creemos que el tipo tomó las imágenes durante el
tiroteo y luego el teléfono fue recuperado antes de que alguien
entrara en escena por el hijo de Gigante. Sin embargo, eso es
solo una conjetura. En cualquier caso, parece que ese asesino
a sueldo cambió de opinión al tratarse de ti. El FBI te llamará
sobre esto pronto, pero pensé que querrías respirar
profundamente.

—Así que no me iba a matar después de todo.

—Parece que mató para protegerte. ¿Estás segura de que


nunca lo has visto antes?

612
J. R. WARD EL PECADOR

—Ah, no. Nunca.

—Bueno, con suerte lo encontraremos, antes que el hijo


de Gigante. Es mejor que ese asesino a sueldo sea un
profesional porque lo que está afuera buscándolo tiene un
infierno de cuenta que saldar.

Cuando Jo terminó la llamada con McCordle, se recostó


en el sofá, pero no se quedó así por mucho tiempo. Segundos
después, estaba de pie y usando la linterna de su teléfono para
encontrar su abrigo y su bolso.

Puso su primera llamada a Syn en el camino a su coche.

La segunda mientras se dirigía al centro.

La tercera cuando estacionó cerca de donde lo había


conocido por primera vez, en un callejón detrás de Market
Street. Cuando salió, miró a su alrededor. Toda la ciudad
estaba cubierta de oscuridad, el brillo ambiental habitual de
los rascacielos, las luces de la calle y los edificios más bajos se
extinguieron como resultado de un apagón colosal.

Y fue entonces cuando escuchó el sonido del viento.

Excepto que no había ráfagas que crujieran por su ropa


o su cabello.

Una extraña sensación de presentimiento tensó los


músculos del cuello de Jo y la hizo mirar por encima del
hombro. Algo estaba muy mal.

O tal vez solo era todo el drama que la atrapaba.

A medida que la onda expansiva atravesaba el callejón,


la liberación de energía impía hizo que todo se saliera de su
camino, los hermanos fueron lanzados al aire y se estrellaron
contra los flancos de los edificios, los contenedores de basura

613
J. R. WARD EL PECADOR

arrojados con su contenido derramándose como sangre, las


escaleras de emergencias se desprendieron de sus amarres y
volaban como si no fueran más que telarañas.

Butch se aferró contra el vendaval, levantando los


antebrazos para cubrirse la cara, inclinándose contra la
corriente mientras trataba desesperadamente de mantenerse
de pie. Contra la fuerza similar a un huracán, su cazadora de
cuero se echó hacia atrás, su cabello rayaba su frente, sus
labios se separaron y sus dientes quedaron expuestos.

Y luego simplemente todo había terminado.

Con el viento en contra finalizando abruptamente, Butch


se tambaleó hacia adelante y tuvo que recuperar el equilibrio,
dejando caer los brazos y abriéndolos de par en par.

Así que fue cegado por una luz tan intensa que era como
si la iluminación lo golpeara. De vuelta con los brazos, esta vez
para que sus retinas no se frieran. Sin embargo, el brillo
disminuyó rápidamente, y pudo enfocar a través de parpadeos.

El Omega estaba de pie en el centro del callejón, con su


túnica blanca brillante y totalmente limpia, su poder renovado
o más bien resucitado. El nuevo y mejorado mal no se parecía
en nada a la versión desvaída de los últimos tiempos. Tal como
Butch había predicho, el Omega era más fuerte que nunca.

Intentemos esto de nuevo, dijo la voz deformada dentro


de la cabeza de Butch. Creo que encontrarás que estoy muy
rejuvenecido.

Mientras Butch mantenía sus ojos en el mal, usó su


visión periférica para controlar a su gente. Ninguno de los
hermanos o los luchadores se movía. Todos eran cadáveres,
aniquilados por la ira del Omega.

Puedo sentir tu dolor. El mal se echó a reír en un tono


bajo. Es muy satisfactorio.

614
J. R. WARD EL PECADOR

El Omega caminó hacia adelante y se detuvo frente a los


tres lessers que habían sido tan fácilmente sometidos. La
capucha de la túnica blanca se hundió como si se tratara de
sus creaciones. Entonces, una de las mangas se levantó y
apareció un apéndice negro como humo.

En una serie de estallidos, las formas corporales de los


asesinos se convirtieron en sucias bocanadas de aire, y el
Omega atrajo el escape dentro de su manga, reabsorbiendo su
propia esencia.

Justo cuando Butch tomó una de sus dagas, el Omega


levantó la vista. Oh, no, no, no debemos hacer eso.

El mal extendió su aparente mano y reunió en su palma


un remolino de energía.

¿Intentamos esto una vez antes, recuerdas? Apuesto a


que será una experiencia diferente para ti ahora.

El Omega lo dejó salir, lanzando una bola rápida de


concentrado desagradable, y el impacto fue como ser golpeado
con un nido de abeja, un millón de ortigas picantes mordiendo
cada centímetro de la piel de Butch cuando fue lanzado de sus
pies a la pared detrás de él. Las consecuencias del golpe fueron
peores. Cuando la sensación inicial se desvaneció, sintió como
si estuviera bañado en la miseria de la humanidad, todo el
sufrimiento de todas las edades hirviendo dentro de él hasta
que gritó con un dolor horrible.

Deslizándose por los ladrillos, aterrizó sobre su trasero


y miró hacia arriba.

El Omega avanzó más, flotando sobre el asfalto.


¿Impresionado con mi esfuerzo? ¿Sorprendido? No es el
resultado de un buen día de sueño, pero eso ya lo sabes, ¿no?
¿Recuerdas cuando mi hermana conversó contigo en la iglesia?

615
J. R. WARD EL PECADOR

Butch asintió porque quería que el mal siguiera


hablando. —Qué hay con eso?

Fue una violación de las reglas de nuestro juego, y la


rectificación me devolvió el corazón. El Creador me otorgó el
conocimiento de esa ubicación, esto después de haberlos
buscado durante siglos, y como puedes ver, aproveché al
máximo la recuperación de mi propiedad.

El mal dio un pequeño giro, como si mostrara su nueva


y bonita túnica.

Butch colocó una de sus manos dentro de su cazadora


y apretó la empuñadura de una de sus dagas. ¿Si pudiera
acercarse lo suficiente, si pudiera obtener una puñalada clara
en el centro de su pecho? Tal vez eso sería suficiente, aunque
no tenía ninguna idea de lo que sucedería si lograra darle al
hijo de puta. ¿Si un asesino normal estallaba y burbujeaba
cuando ocurría la penetración? El Omega iba a volver a
encender toda la puta ciudad.

El error de cálculo de mi hermana le ha costado toda la


guerra. Yo he ganado. Y tú serás mi premio. La manga del
Omega se alzó hacia Butch. Nuestro conocimiento social ha
durado bastante. Creo que ahora deseo una asociación más
íntima.

La energía del mal entró en Butch a través de las suelas


de sus zapatos, y la vibración subió por sus pantorrillas y
muslos, a través de su torso y dentro de su cabeza.
Flexionándose contra el ataque, se esforzó y se retorció,
tratando de luchar contra la posesión que podía sentir que se
acercaba. Pero como un motor acelerado, el poder de
interrupción solo aumentaba, aumentando más y más, hasta
que estuvo casi doblado hacia atrás y su carne ya no podía
contener las ondas de choque dentro de sus confines
corporales.

616
J. R. WARD EL PECADOR

Fue mientras se tensaba y tiraba su cabeza hacia atrás


que vio la figura acercándose.

Una mujer. En una parka. Con cabello rojo.

Butch sacudió la cabeza. Ella tenía que irse… ¡iba a


morir!

Justo cuando estaba seguro de que iba a explotar y ser


consumido como lo habían sido los asesinos, la presión interna
disminuyó y pudo respirar nuevamente.

Una visitante... Tenemos una visitante, ¿verdad? el


Omega dijo en la cabeza de Butch. Y la conoces, ¿no? Tu media
hermana. Qué maravillosa sorpresa. ¿Vamos a meterla en esto,
de acuerdo?

Hubo un grito agudo, y luego Jo levitó del suelo y fue


arrastrada hacia adelante, obligada por el Omega, arrastrando
las puntas de sus botas sobre el asfalto. Luchó contra la
atracción lo mejor que pudo, agitándose ante el hechizo
invisible que la había dominado, pero no había nada que
pudiera hacer. Estaba tan indefensa como el resto de ellos.

Me temo que no es mi tipo, anunció el Omega. O podría


disfrutar de otro tipo de tortura de ti, mi querido amigo. Aun así,
será una buena adición a la familia cuando todo esto esté hecho.

El Omega echó a un lado a Jo como si fuera una muñeca


de trapo, la arrojó al costado de un edificio, su cuerpo hizo
añicos los cristales de una ventana, y una lluvia de vidrios cayó
sobre ella al caer sobre el pavimento.

—¡Maldito bastardo!

Butch saltó y cayó al suelo corriendo, atrapando al


Omega por sorpresa. Levantando su daga negra, la hundió en
todo lo que pudo, apuñalándolo una y otra vez.

617
J. R. WARD EL PECADOR

El Omega rugió con furia. Agarrando a Butch por el


cuello, hizo a un lado su amenaza, el cuerpo de Butch giró
hacia un lado, la daga salió volando de su palma.

Y luego no hubo más posturas, ni conversación, ni


medias maneras.

La energía que llegó a Butch lo golpeó y se quedó quieto,


penetrando en sus mismas moléculas, una nube de agonía que
lo destrozaría en cuestión de segundos. Mientras gritaba, vio
todo blanco y dejó de respirar.

Justo antes de perder el conocimiento, recordó lo que V


le había dicho antes de abandonar el Pit. La Cruz. La cruz lo
salvaría.

Con su último poder cuántico, empujó su mano debajo


de su camisa sin mangas y sacó su cruz de oro. Manteniendo
el símbolo de su fe hacia adelante, enfocó sus ojos en el Omega,
como si pudiera regresar el mal al Dhunhd.

Con los labios flojos, comenzó a rezar. —Ave María llena


eres de gracia...

La risa de Omega sonó en el cerebro de Butch. ¿Y crees


que eso ayudará?

El sufrimiento se intensificó aún más.

618
J. R. WARD EL PECADOR

E n el momento de su muerte, Butch pensó en


Marissa, por supuesto. En Vishous también. Y también en los
otros que se habían quedado en casa. Iban a ser dolientes por
el resto de sus vidas y él lo odiaba.

Y luego estaba Wrath. El nunca superaría esto. ¿Casi


toda la Hermandad perdida y la mayoría de los luchadores de
la casa también? Gracias a Dios que tenía a Beth y a L.W. Para
evitar que caiga en espiral. Había pasado tantos siglos,
después de que sus padres habían sido asesinados por la
Sociedad Lessening, enojado y desconectado.

Él tenía que seguir liderando. Tenía que reconstruir.

La raza de vampiros tenía que continuar después de esta


carnicería.

A medida que la opresión empeoraba, Butch podía sentir


que su corazón se desaceleraba. Más lento. Más lento...

—Marissa —se ahogó.

Su último pensamiento fue la forma en que se habían


despedido. Ese último momento tendría que durar hasta que
se encontraran en el Fade. Asumiendo que incluso había un
lugar al que ir después de la muerte ahora que el Omega había
ganado. ¿Qué tipo de botín vendría con la victoria del mal?

Butch respiró por última vez imaginando a la mujer


aristocrática que lo había salvado de su existencia gris y
alcohólica, rescatándolo con su amor y su…

El chirrido era algo entre un avión a reacción que se


deslizaba sobre un asfalto, un globo industrial reventado con
un alfiler y siete mil bocinas al mismo tiempo.

619
J. R. WARD EL PECADOR

Y entonces Butch pudo respirar un poco. Y un poquito


más.

Y finalmente, completamente.

Con aire en los pulmones, su vista volvió, no es que eso


ayudara mucho. Porque no tenía idea de qué demonios estaba
viendo.

El Omega todavía estaba enviando todo su poder de


reclamo, pero había una desviación. Un bloque. Un...

Algo que se interponía entre la fuente del mal y Butch lo


estaba tomándolo en el…

No podía ser.

Ella no podía ser.

Butch se puso de pie tambaleándose, usando el edificio


detrás de él como una muleta porque su equilibrio era una
mierda. Jadeando, pero respirando, les dio a sus ojos todas las
oportunidades de aclararse con lo que realmente estaba
sucediendo.

Nada había cambiado.

La mujer que se había presentado como la antigua amiga


de su hermana, que había aparecido con la cara hinchada y
una mala historia, que lo había llevado de vuelta a una guarida
que veinticuatro horas después no existía, se había
posicionado frente a él y estaba tomando todo lo que el Omega
le arrojaba.

Con sus tacones de aguja plantados, y su hermoso


cuerpo tenso, y sus mechones morenos fluyendo en un viento
impío, había extendido su propia palma y estaba canalizando
el mal hacia ella.

Y de repente el equilibrio de poder pareció cambiar.

620
J. R. WARD EL PECADOR

El Omega ya no estaba tirando la mierda. La mujer…


hembra… fuera lo que fuera, lo estaba absorbiendo. Butch lo
sabía porque el Omega dio un paso atrás y otro, y luego pareció
incapaz de ir más allá.

La mujer se movió hacia adelante. Y se acercó aún más.

Un viento comenzó a arremolinarse a su alrededor,


corrientes de aire que eran tan fuertes como el acero, y la mujer
gritó una maldición.

La túnica blanca del Omega se pudrió, los pliegues se


tiñeron de marrón y gris y luego se deshilacharon, revelando
el denso y negro agujero de malevolencia que cubrían. Una
cara emergió de la mancha, una cara torturada, una cara que
gritaba…

Justo antes de que explotara.

El mal explotó, liberando oleadas de energía, rompiendo


ventanas y abriendo agujeros en las paredes de ladrillo de los
edificios. Pero luego vino la succión, la posesión, el reclamo del
poder.

Después, solo quedaba la mujer en el callejón. La


mujer... Y los cuerpos de los hermanos de Butch y sus
compañeros de combate. Y su hermana, Jo Early.

La mujer lo miró por encima del hombro. Luego se dio la


vuelta.

—¿Quién eres? —Butch dijo con voz ronca—. De verdad.

—Hice un buen trabajo con la amiga de tu hermana,


¿no? —Ella sonrió de una manera casi tímida—. Me metí en tu
mente y miré alrededor. Supuse que era mi mejor oportunidad.

—Dime.

621
J. R. WARD EL PECADOR

—He sido conocida por muchos nombres, pero siempre


he sido mujer, así que sería grosero de tu parte preguntarme
mi edad. Soy la hermana pequeña del Omega. Soy Devina.

Butch se puso de pie mientras trataba de entender lo


que ella estaba diciendo. Pero entonces las cosas volvieron. —
Esa noche de la fiesta de Throe. Cuando las sombras atacaron
a los invitados... Algo salió de la casa desde la ventana de
arriba...

—Y caminó por la nieve, dejando huellas brillantes. —


Devina sonrió—. Esa fui yo. Pobre Throe. No era rival para mí.
Necesitaba un alma para cambiar de lugar y él se puso a
disposición.

—¿Por qué me salvaste? —preguntó Butch.

Devina se alisó su hermoso cabello castaño. —Estaba


perdida hasta que te vi absorbiendo uno de esos lessers.
Estaba caminando por esta ciudad, miserable y abatida, noche
tras noche. Y luego me hablaste sobre la naturaleza del amor
y la mujer de la que te enamoraste. Me hiciste sentir que eso
podría pasarle a cualquiera. Incluyendo a un demonio como
yo. Así que te debo una.

Ella miró a su alrededor. —Entonces esta es tu gente,


¿No? No te preocupes, no están muertos. Solo aturdidos.
Regresarán, y probablemente deberías largarte. Hay un
silencio sobre esta ciudad, pero no durará. Nunca lo hace.

El alivio fue tan tremendo que Butch casi se cae. —


Gracias.

Devina sacudió la cabeza con pesar. —Estamos en paz


ahora. ¿Así que después de esta noche? Estamos en diferentes
lados. Necesitas saber esto.

—¿Entonces la guerra va a reiniciarse contigo?

622
J. R. WARD EL PECADOR

—Por así decirlo. Pero no discrimino como lo hizo mi


hermano. Soy una asesina de igualdad de oportunidades,
humanos, vampiros, lobos. No me importa una mierda
mientras sea divertido.

—Lo suficientemente justo.

El demonio lo miró por un largo tiempo. —Esa shellan


tuya es una mujer afortunada con seguridad.

Con eso, ella se dio la vuelta. Y fue entonces cuando


Butch pudo concentrarse adecuadamente en la chaqueta corta
que había combinado con su micro minifalda y sus medias
negras y sus Louboutins con suelas rojas.

En la parte posterior de la tela negra, cristales gruesos


habían sido montados y cosidos en un patrón... Eso formaba
una perfecta cruz georgiana.

—Mierda... Lacroix —Butch tartamudeó.

Ella hizo una pausa y se giró. —¿Mi chaqueta?

—¿Ese es un Christian Lacroix, no es así? Clásico. De


los noventa.

La demonio sonrió tan ampliamente que se volvió


resplandeciente. —Conoces de moda. Y sí, lo compré nuevo
hace treinta años. ¿No es simplemente impresionante?

—Absolutamente hermoso. Un verdadero espectáculo.

—Dices las cosas más dulces.

—Y Vishous nunca se equivoca.

Devina parecía confundida por eso. Pero luego se


encogió de hombros. —Lo que sea. Te veré por ahí, oh, y queda
uno. Mejor ve y cuídalo. Y viene alguien, uno de los tuyos.
Adiós, Brian O'Neal.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Adiós Devina.

El demonio asintió una vez y luego se demoró un


momento más.

Después de eso, ella se fue.

Pero ciertamente no sería olvidada.

El Sr. F observaba cómo la entidad se desmaterializaba


de las sombras en las que se había escondido desde que había
enviado a esos tres lessers a su muerte inmortal. Y por una
fracción de segundo, jugó con la idea de intentar correr. Tenía
un montón de armas completamente cargadas sobre él, y a
excepción del Dhestroyer, todos los demás vampiros todavía
estaban en estado de estupor. Por lo tanto, no sería difícil hacer
una escapada.

Pero no. Esto era lo que él había diseñado.

Tomando todas sus armas en la mano, salió de la puerta.

El Dhestroyer lo notó al instante y fue por su arma, pero


el Sr. F llamó a su enemigo.

—Estoy poniendo todo lo que tengo en mí abajo.

El Sr. F dejó caer las armas sobre el asfalto y las pateó.


Luego se quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo. Cuando
levantó las manos e hizo un giro lento para que el Dhestroyer
supiera que no presentaba ningún peligro, el frío de la noche
de primavera le mordió la carne impía y se estremeció.

Cuando terminó su círculo completo, se enfrentó al


Hermano. ⸺Por favor...— dijo con una voz que se quebró.
Mátame ahora. Eres la única salida. Por favor, te lo ruego.
Termina esto por mí. Termina esto... Por todos nosotros.

El Sr. F era el último lesser.

624
J. R. WARD EL PECADOR

Después de siglos de guerra, era el último de su raza, y


no quería salirse con un resplandor de gloria. Solo quería
salirse.

El hermano frunció el ceño y pareció respirar el aire, con


las fosas nasales dilatadas. Y luego cojeó hacia adelante.

—Solo quiero que esto termine. —El Sr. F sabía que ya


lo había dicho, pero qué importaba—. Hace tiempo quería que
mi vida terminara. Por favor... Que sea aquí. Que sea ahora.

La adicción. El Omega. La guerra en la que había sido


reclutado sin su consentimiento.

El hermano se detuvo y se inclinó sobre el pavimento,


sus ojos entrecerrados nunca dejaron al Sr. F. Cuando se
enderezó, había recogido algo, había algo en su mano.

Incluso en la oscuridad, el Sr. F sabía lo que era.

Una daga negra.

El Sr. F cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás.


Cuando el Hermano reanudó su aproximación, y las fuertes
pisadas se acercaron, el Sr. F se calmó, especialmente cuando
el olor del vampiro se hizo fuerte en su nariz y pudo sentir el
calor saliendo del cuerpo masivo y mortal del macho.

—Termina aquí —dijo el Dhestroyer.

—Gracias —susurró el Sr. F.

El golpe no llegó al corazón. En cambio, la hoja cruzó el


centro de la garganta del Sr. F. Cuando la sangre negra
burbujeó, comenzó a ahogarse, y el líquido entró en sus
pulmones.

Entregándose a la muerte por la que había suplicado, se


soltó, pero no cayó al suelo. El vampiro lo atrapó antes de que
golpeara el pavimento, y el Sr. F abrió los ojos.

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J. R. WARD EL PECADOR

El Dhestroyer bajó la cabeza y los dos se miraron.

Entonces el vampiro abrió la boca... Y comenzó a


inhalar.

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J. R. WARD EL PECADOR

S yn llegó a Market Street en la oscuridad, siguiendo el


aroma de los lessers. La gran intensidad del hedor lo hizo
arrojar algo más de poder a sus piernas. ¿Era como si un
ejército entero del enemigo hubiera aparecido en el campo de
la nada, y qué demonios había pasado con las luces? La
energía de Caldwell se había cortado por alguna razón, solo el
brillo anémico de los dispositivos, alimentados por generadores
de emergencia, daban destellos distantes a algunos de los
rascacielos.

No es que le importara una mierda.

Se materializó en el centro de la ciudad en el cuadrante


que generalmente le daban, en el distrito de empaquetadoras
de carne, pero, ¿tan pronto como su nariz notó esto? Retomó
la carrera, y se habría desmaterializado, pero no sabía
exactamente a dónde iba.

Además, solo era cuestión de un par de calles.

El SUV salió de la nada, doblando la esquina de un lado


cuando Syn dobló del otro. Cuando los faros lo cegaron, se

627
J. R. WARD EL PECADOR

estrelló contra la rejilla delantera y estaba tan enojado por el


inconveniente que empujó el vehículo hacia atrás y lo apartó
de su camino.

Luego echó a correr de nuevo.

Ese hedor de los asesinos era una carta de presentación


que no debía ignorarse.

Una última esquina más tarde y Syn se volvió sigiloso,


disminuyendo su velocidad para poder moverse en silencio,
nada más que el crujido de su cazadora de cuero para advertir
a cualquiera de su llegada.

Syn desaceleró.

Syn se detuvo.

La carnicería era el tipo de cosas que el cerebro no podía


procesar. Cuerpos, por todas partes en el suelo, y él los conocía
a todos. Era la Hermandad. Los Bastardos. Los luchadores.
Demasiados para contar o comprender. Y en medio de la
horrible escena...

Butch sostenía un lesser en sus brazos, doblándolo


hacia atrás mientras inhalaba, el humo negro pasaba del
asesino al Hermano. Y mientras continuaba inspirando, la piel
del muerto viviente se convirtió en una bolsa alrededor del
esqueleto, todo el músculo se derritió bajo la ropa que comenzó
a deslizarse fuera del cuerpo, las mejillas se ahuecaron, las
cuencas de los ojos se hicieron más profundas, los brazos laxos
y manos convirtiéndose en palillos.

Butch continuó tomando la esencia del Omega hasta


que no quedó nada.

Ni siquiera los huesos.

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J. R. WARD EL PECADOR

La última ropa cayó al suelo a los pies del Hermano,


jirones que habían sido pantalones y camisas, chaqueta y
fundas.

Butch se tambaleó, buscando algo.

Estaba claramente herido también.

Syn se adelantó y atrapó al hombre, sosteniéndolo en


alto.

—Butch...

—Se acabó... —Llegó la aguda respuesta a la pregunta


que Syn no pudo hacer—. Se acabó. El último lesser se ha ido.

Atrayendo al guerrero contra él, Syn cerró los ojos ante


una ola de odio a sí mismo y culpa. La Profecía del Dhestroyer
había estado equivocada, o en el mejor de los casos,
incompleta. El Omega había sido destruido. Pero también la
Hermandad.

Los sonidos fueron tan suaves al principio que, en su


dolor y arrepentimiento por haber llegado demasiado tarde, por
haber fallado en servir a los que veneraba contra un enemigo
común, no los notó. Pero luego vino el coro de movimientos,
los pasos de botas sobre el suelo y el cuero sobre cuero. A su
alrededor, la Hermandad y los Bastardos y los luchadores se
agitaban, la vida animaba las extremidades que habían estado
terriblemente quietas.

—Están bien —dijo Butch de una manera atontada—.


Están... recuperándose.

El único pensamiento de Syn fue que él era el último


hombre en pie. Literalmente. Su segundo fue que tenía que
controlar la escena. Se sintió aliviado de que este callejón no
fuera una enorme tumba abierta, pero había cientos de miles
de humanos, policías y cabrones en la ciudad oscura. Tampoco

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J. R. WARD EL PECADOR

había respaldo. Los luchadores que estaban en la mansión


para proteger a Wrath tenían que quedarse.

Desde su evaluación del campo de batalla, los planes se


empezaron a formular instantáneamente, y lo primero era traer
a Manny hasta aquí. Lo siguiente era llamar a V y conseguir
algo de mhis. Si el Omega se ha ido, el Hermano estaría seguro
de…

Butch le agarró el frente de la cazadora de Syn. Los


brumosos ojos color avellana parecían no querer concentrarse
mientras luchaba por las palabras.

—Dime —dijo Syn con urgencia— ¿Qué puedo hacer por


ti?

La mano temblorosa de Butch se levantó. —Cuida a mi


hermana.

Syn se dio la vuelta y fue entonces cuando la vio. Ahí.


En el callejón húmedo y sucio, Jo estaba tumbada en un
montón de basura, con el pelo rojo enredado y las
extremidades en ángulos malos.

En su apuro por llegar a ella, Syn casi deja caer al


Hermano como un pedazo de basura.

El primer disparo atrapó a Syn por sorpresa, pasando


por encima de su oreja izquierda. El segundo lo golpeó en la
carne del hombro. El tercero fue a su brazo.

Años de entrenamiento se hicieron cargo cuando su


cerebro quedó atascado por la adrenalina. Se agachó y se
cubrió, protegiendo a Butch mientras arrastraba el peso flojo
del Hermano fuera de peligro. Resultó que hizo un chaleco
pasable a prueba de balas: otra bala de plomo entró en él en
algún lugar del pecho y algo debía haberle golpeado la
pantorrilla. Pero Butch estaba a salvo. La mala noticia era que
no había mucho donde esconderse, ya que el callejón había

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J. R. WARD EL PECADOR

sido despejado de la mierda normal, como grandes


contenedores de basura y automóviles abandonados, que
normalmente se acumulaban en el colon de Caldwell. Además,
estaban los Hermanos que luchaban por despertarse e
indefensos como recién nacidos, y Jo, quien temía estuviera
muerta.

Una puerta era lo mejor que había, y apoyó a Butch


mientras había una pausa en el tiroteo. El hijo de puta con el
arma intercambiaba cargadores.

Esta era la única oportunidad de Syn.

Metiendo una mano en su chaqueta, él…

Solo sintió una mierda resbaladiza.

Parecía que no podía agarrar nada, y sacó la mano


confundido. Rojo, por todos lados. Le habían disparado en la
palma.

Poniendo su cuerpo en el camino para proteger a Butch,


se hizo zurdo y en ese momento, las luces volvieron a
encenderse en Caldwell. Como si alguien hubiera puesto el
regulador de intensidad en la dirección de puedes… mirar…
eso, de repente podía ver a su enemigo. Un humano de cabello
oscuro vestido de negro.

El hijo del mafioso. Carmine Gigante Jr.

Tenía que haber estado conduciendo el SUV en el que


Syn había rebotado.

La lesión en el hombro de Syn significaba que su mano


de segunda opción estaba entumecida, una especie de corte
nervioso. Entonces, cuando fue por su arma, tampoco tenía
fuerza en ese agarre.

La progenie de Gigante no tenía ese problema. Junior


fácilmente levantó su arma de nuevo, y esta vez tenía mucha

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J. R. WARD EL PECADOR

vista para recorrer. El cañón apuntaba directamente a Syn. Un


disparo mortal, si alguna vez hubo uno.

El arma se disparó con un estallido y Syn golpeó con la


rodilla su torso, pero no era como si pudiera detener la bala.
Jadeando, preparándose, tratando de mantenerse
consciente...

El mafioso cayó al pavimento, su arma se deslizó lejos


de su palma, la parte posterior de su cráneo se partió al caer
sobre ese asfalto sucio y duro.

Syn se miró confundido.

—T… t… torso.

Estuvo a punto de tropezarse consigo mismo cuando


giró hacia la voz de su hembra. —¿Jo?

Su hermosa, valiente y extraordinaria hembra sostenía


su arma de doble agarre con los brazos rígidos. Todo le
temblaba, las piernas, los hombros, la cabeza, incluso los
dientes le castañeteaban. Pero esos brazos y esas manos eran
jodidamente sólidos.

—Tú m… m… me dijiste... —tartamudeó—, apunta al


torso. Es el objetivo más g-g-grande.

Syn dejó escapar un sonido estrangulado cuando se


lanzó hacia ella. Sin embargo, su cuerpo estaba lleno de plomo
y goteaba como un tamiz, por lo que fue una reunión
desordenada. No es que le importara una mierda.

La desarmó cuando aterrizó junto a ella en el suelo y la


atrajo contra él.

—Está bien, te tengo —dijo mientras la sostenía contra


su corazón.

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J. R. WARD EL PECADOR

—No p… p…puedo parar de temblar —dijo en su


garganta.

—Se acabó. Está bien... Se acabó.

Cerrando los ojos, se permitió un breve momento de


reencuentro. Luego encendió su comunicador y comenzó a
ladrar órdenes. Cuando llegaron las respuestas, de Manny, de
V, y especialmente de Doc Jane mientras se materializaba de
la nada justo al lado de Butch, él se relajó un poco y retrocedió.

Mirando fijamente a los ojos abiertos y conmocionados


de Jo, él le apartó el pelo de la cara. —¿Estás bien?

Estaba temblando tanto que sus molares eran


castañuelas y hablar era difícil. —No ibas a matarme, ¿verdad?

—¿Qué?

—No lo harías. Me estabas protegiendo. Mataste a


Gigante para mantenerme a salvo.

Syn sacudió la cabeza. —Nada de eso importa más.


Mientras estés bien…

—Estabas tratando de salvar mi vida. —Jo agarró la


parte delantera de su cazadora de cuero—. Lo siento mucho.
Yo estaba equivocada acerca de ti. Estaba tan equivocada.

—Shh. No tienes nada por qué disculparte.

— Sí. Syn, yo…

—Todo está perdonado —dijo porque tenía la sensación


de que era lo único que la calmaría, y estaba preocupado por
si le habían disparado.

Además, esa era una verdadera declaración. Siempre la


perdonaría, aunque, en este caso, no había nada que
disculpar. En absoluto.

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J. R. WARD EL PECADOR

—Te amo —dijo—. Tú y solo tú. No importa cuál sea el


futuro, necesito que lo sepas. Necesito decirte las palabras.

Cuando sus declaraciones milagrosas se registraron,


Syn perdió la voz, o él habría respondido a lo que ella le había
dicho. Sin palabras, le tocó el pelo con asombro y, como si
entendiera lo que quería decir, volvió la cara hacia su palma
ensangrentada y lo besó. Luego lo besó de nuevo. Entonces
ella…

El gemido que dejó escapar fue en parte alivio, en parte


hambre. Y luego sus labios se clavaron en su herida de bala,
la succión vacilante. Al menos para el primer sorbo. Para el
segundo, sin embargo, tragó saliva y gimió de nuevo, volviendo
todo su cuerpo hacia la fuente del flujo de sangre, buscando
sustento.

Mierda. Su transición estaba aquí…

Alejándose de su palma, Jo dejó escapar un aullido


quejumbroso, sus ojos confundidos y enfocados al mismo
tiempo. —¿Qué está pasando? ¿Qué…? ¿Qué me está
pasando?

—Está bien —la tranquilizó—. Te voy a dar una mejor


succión.

Mordiéndose la muñeca, se aseguró de que los


pinchazos fueran buenos y profundos, y luego llevó la fuente a
sus labios.

—Aférrate —le dijo—. Bebe de mí para que pueda darte


fuerzas.

Cuando se dio cuenta de que había hablado en el idioma


antiguo, casi tradujo, pero ella no necesitaba el vocabulario.
Ella formó un sello perfecto sobre su vena y comenzó a tomarlo
en serio, sus ojos asustados mientras sostenían los suyos, su
temblor empeoraba en lugar de mejorar.

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J. R. WARD EL PECADOR

—No te dejaré —dijo—. Hasta que esté hecho.

—Syn, tenemos que hacerte ver…

Ante el sonido de la voz masculina, tiró de Jo aún más


cerca de él, su cuerpo formando una jaula alrededor del suyo.
Cuando dejó escapar un gruñido de advertencia, el círculo de
Hermanos, que se había formado a su alrededor sin que él se
diera cuenta, saltó hacia atrás como si hubieran visto una
serpiente de cascabel en la hierba.

De repente, el callejón estaba bañado en rojo.

Labio superior curvado hacia atrás, colmillos


completamente extendidos, Syn estaba listo para atacar.

Se sacudió de nuevo a la realidad. Aclarando su


garganta, dijo: ⸺Mierda. Lo siento.

Butch se abrió paso entre la multitud. En un tono


cariñoso, murmuró: —Debo aprobar cómo sigues las
instrucciones, Syn. Te pedí que cuidaras a mi hermana y lo
haces. Eres un verdadero ejemplo para los demás.

Sintiéndose repentinamente tímido, Syn miró a su


hembra y le acarició la mejilla con ternura. —Si ella me quiere,
me gustaría cuidar de ella por el resto de su vida.

***

Todo era tan borroso.

A medida que las hormonas de Jo se volvían locas y su


cuerpo era tomado por una fuerza imparable, tuvo problemas
para poner los eventos que llevaron a su transición en el orden
correcto. ¿Por otra parte, realmente importaba algo de eso?
Ella estaba con Syn y estaba... haciendo algo que hubiera sido
repugnante e impactante en cualquier otro momento de su
vida.

635
J. R. WARD EL PECADOR

En cambio, era natural. Era... correcto.

Con los labios en su muñeca y el sabor del vino oscuro


en el fondo de su garganta, ella cedió a lo que su cuerpo parecía
destinado a hacer: tomar de él para sobrevivir.

Y mientras bebía, el escalofrío que había recorrido a


través de sus huesos disminuyó gradualmente, reemplazado
por un calor que fluía libremente, llenándola de adentro hacia
afuera.

Cerrando los ojos, siguió tomando lo que Syn le


proporcionaba, consciente de que la estaban trasladando, que
estaba ocurriendo algún tipo de reubicación, no que pudiera
seguir mucho de lo que estaba sucediendo. Y luego hubo
movimiento, sutil y desigual. Un ronroneo suave, parecido a
un motor. ¿Estaba en algún tipo de vehículo?

Enfocando su vista, levantó los párpados... Y vio una


gran cantidad de equipo médico en un espacio reducido. ¿Y
ella estaba en el suelo?

—Está bien.

Todo lo que se necesitaba era el sonido de la voz de Syn


para que todo estuviera bien. No es que hubiera estado
preocupada, de todos modos. Con él, ella estaba a salvo.

—Estamos en la unidad quirúrgica —dijo suavemente—


. Manny nos está llevando de regreso al centro de capacitación.
Acabamos de salir del centro.

Ella quería liberar su vena para hablar, pero su boca se


negaba a seguir esa orden.

—No te preocupes —murmuró—. La mampara está


cerrada. Estamos solos.

¿Como si ella estuviera preocupada por la privacidad?


Lo único que le importaba era que él estaba con ella.

636
J. R. WARD EL PECADOR

Amamantándose desde la primavera de su vida, ella


memorizaba sus rasgos. Los ojos profundamente fijos. El
mohawk. Las mejillas huecas y la mandíbula fuerte. Sus
anchos hombros. Sus pesados pectorales y sus gruesos y
poderosos brazos...

Otra necesidad comenzaba a surgir dentro de ella.

Y como si él le leyera la mente, sus párpados bajaron. —


Sí ⸺ronroneó—. Yo también puedo darte eso.

De alguna manera, se las arregló para reposicionarla


boca arriba sobre el frío y duro suelo de metal, no es que le
importara, y ella lo ayudó con sus jeans lo mejor que pudo,
quitándose las botas, arrastrándolos hacia abajo con los dedos
de los pies empapados. Todo el tiempo, era consciente que
hacía ruidos de maullidos, rogándole, suplicándole.

Su núcleo lo necesitaba tanto como su cambio exigía su


sangre.

Ella sintió sus dedos deslizarse y resbalarse contra su


sexo primero, y luego hubo una pausa.

—Te amo, Jo —dijo con brusquedad.

Soltando su vena, ella lo miró a la cara áspera. —Yo


también te amo.

Jo gritó cuando él la penetró, su gruesa erección la llenó.


Y luego comenzó a bombear, lentamente al principio, solo un
balanceo, y ella tenía la intención de seguir su ritmo. No podía.
Tenía que pegarse a su muñeca para que todo lo que pudiera
hacer fuera absorber sus empujes. Más rápido. Más fuerte.

Jo volvió a cerrar los ojos. En el fondo de su mente, sabía


que era injusto pedírselo. Dado que él no podía encontrar la
liberación, solo lo lastimaría al final.

Pero el sexo era algo que él parecía decidido a darle.

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J. R. WARD EL PECADOR

No importaba el costo para sí mismo.

Sin embargo, ese era el hombre, más bien macho, a


quien ella amaba. El haría cualquier cosa, absolutamente
cualquier cosa...

...por su hembra.

638
J. R. WARD EL PECADOR

S yn debió haber comprobado que esa mampara, que


separaba el espacio de tratamiento de la cabina de la unidad
quirúrgica móvil, estuviera bloqueada cien veces.

Bien, eso era una exageración. Pero solo una leve.

No quería que nadie viera a Jo deshecha como estaba,


siendo atendida íntimamente por su macho… ¿realmente le
había dicho que lo amaba?... Y eso incluía especialmente a uno
de sus hermanos. No es que estuviera preocupado por defender
a su hembra, incluso contra un miembro de su propia línea de
sangre.

Puede que haya pasado una página con su talhman, pero


todavía era un asesino. Su reacción al ser abordado mientras
alimentaba a su hembra lo demostraba.

Mirando hacia la cara de su shellan, observaba la forma


en que su cabeza se movía hacia adelante y hacia atrás
mientras la penetraba y se retiraba, penetraba y se retiraba.
La sensación de su núcleo caliente y húmedo iba directo a su

639
J. R. WARD EL PECADOR

cabeza, y luego la vio en su vena. Sus caderas se sacudieron y


comenzaron a bombear por reflejo, algo se apoderaba de él.

A medida que aumentaba el ritmo de su pelvis, Syn


comenzó a jadear, el placer aumentaba dentro de él a pesar de
que no tenía a dónde ir. Pero qué mierda le importaba. Debajo
de su creciente cuerpo, Jo estaba en éxtasis, el aroma de su
excitación espeso en el aire, su cuerpo absorbiendo sus
empujes, ambas manos atrapadas en su antebrazo para
asegurarse de que su vena no se alejara de su boca.

Entregándose al sexo, su cuerpo se subió a la ola,


acercándose al momento terminal que no llegaría, el borde del
placer del que nunca volaría, la culminación que era un
objetivo siempre en movimiento al que nunca se acercaría...

Los ojos de Syn y sus molares se cerraron.

El sudor estallaba en su rostro, bajando por su cuello...


Y sobre su pecho debajo de su ropa.

Golpeando el asiento de la pelvis de Jo, gimió


profundamente en su garganta mientras el placer se convertía
en dolor, lo peor que había sido porque su hembra era lo mejor
que había tenido…

El orgasmo crujió por el cuerpo de Syn cuando sus


caderas se bloquearon en su lugar, liberando toda la tensión
en una explosión de sensaciones que trajo una relajación
sagrada, una paz flotante indescriptible, una exhalación
altísima mientras eyaculaba una y otra vez, llenando a su
hembra.

Syn dejó caer la cabeza hacia abajo, su frente contra el


suelo corrugado de la camioneta quirúrgica. Por un momento,
pensó que estaba perdiendo el conocimiento, todo giraba. Pero
luego regresó a su cuerpo.

Y continuó complaciendo a su hembra.

640
J. R. WARD EL PECADOR

Era un nuevo paisaje de experiencia, y él lo exploraba


con ella, el placer surgió nuevamente, encontrando ese
potencial, renovando la ascensión. La segunda vez que le
sucedió, cuando se acercaba a la liberación, se preguntaba si
no iba a fallarle. Después de siglos de impotencia, esperaba
más de lo mismo incluso después de su primer punto de datos
en contrario.

Estaba equivocado.

Llegó al orgasmo de nuevo.

Y otra vez.

Y otra vez.

Al igual que su hembra.

Resultaba que su cuerpo sabía lo que quería. Y se había


guardado a través de épocas enteras de progreso e innovación,
revolución y evolución...

...para la hembra a la que quería entregarse.

Qué elección más sabía, Syn pensó con una sonrisa


mientras comenzaba a montar las olas una vez más.

***

Butch necesitaba ser conducido de regreso a la mansión


en el R8.

Incluso después de que V se materializó en el centro y se


puso a trabajar en él, no tuvo la energía para hacer más que
respirar. Afortunadamente, su mejor amigo estaba en eso. De
hecho, Vishous tenía poder absoluto. A pesar de hacer su
rutina de limpieza, y de arrojar mhis por la escena en el
callejón, era ágil como un hijo de puta en primavera.

Por otra parte, ganar la guerra tenía una forma de


animar a un hermano. Especialmente después de que Butch y

641
J. R. WARD EL PECADOR

su compañero de cuarto acababan de hacer una conferencia


telefónica con sus hembras y llegaron a interpretar a los
guerreros victoriosos que regresaban a casa del frente con el
botín.

Lo cual, bueno, bien, no eran más que algunos derechos


serios de jactancia. ¡Pero qué mierda importaba! La felicidad
en las voces de Marissa y Jane era una recompensa más que
suficiente. Además, hola, todos regresaban con un latido.

Aunque Syn iba a necesitar algo de cirugía. Suponiendo


que el Bastardo no dejara que Jo lo dejara seco en la parte
trasera de esa casa rodante. Al menos Manny los vigilaba como
un halcón.

Butch dejó caer la cabeza en dirección a su mejor amigo


y puso los ojos en blanco. —Todavía no lo puedo creer. Se
acabó. Está hecho. El Omega se ha ido.

—Pero tenemos un reemplazo —V echó un vistazo—. Tu


pequeña amiga.

—Equilibrio, ¿verdad? —Butch volvió a mirar por el


parabrisas delantero—. Todo se trata de equilibrio. ¿Sabías
que tu madre tenía otra hermana?

—No. Pero hay muchas cosas que no sé sobre ella.

—Bien. Ahí tienes.

Cuando el teléfono de V sonó con un mensaje de texto,


asintió con la cabeza hacia la unidad en la consola. —Revisa
eso quieres. Siento que quiero mantener mis ojos en el camino
esta noche. Joder si solo supiera qué pasará después.

Butch atrapó el Samsung y puso el código de acceso de


su compañero de cuarto. Cuando la cosa cobró vida, entró en
el texto que acababa de llegar. Cuando vio de quién era, casi
puso la pantalla boca abajo.

642
J. R. WARD EL PECADOR

Lanzar el maldito móvil por la ventana también tenía un


atractivo.

Las cosas iban muy bien. No podían tener un momento


de paz…

—¿Qué es? —V echó un vistazo—. ¿Algo malo?

Butch se sentó un poco más arriba en el asiento del


pasajero. ⸺Um... Es, ah... Déjame abrirlo. Es un enlace.

—¿De quién?

Síiiiiiiii, tal vez solo esperemos, pensó Butch. —Lassiter


—no era un nombre que él quisiera lanzar de cualquier
manera.

—Qué... demonios —suspiró.

El pie de V salió del acelerador, ese RV quirúrgico que


venía tras ellos se adelantaba. —Qué.

Butch sacudió la cabeza y reinició el video. —Es Curt


Schilling.

El retroceso de Vishous fue tan grande que al otro


hermano casi le rompe el cuello. —¿El Curt Schilling?

—ElCurtSchilling. —Como el lanzador derecho de los


Red Sox de Boston, que había llevado al equipo a su primer
Campeonato de la Serie Mundial en ochenta y seis años,
finalmente rompiendo la Maldición del Bambino después de
una agonizante sequía—. ¡El jodido Curt Schilling!

—¡Qué está haciendo en mi teléfono!

—¡No lo sé!

Bien, vale. Era muy posible que los dos parecieran niños
de diez años. Pero era ElCurtSchilling.

643
J. R. WARD EL PECADOR

—¡Gírala! ¡Gírala! ¡Gírala…!

—¡Lo hago! ¡Lo hago! ¡Lo hago!

V giró la rueda del R8 hacia la derecha y pisó los frenos,


deteniéndose en un arcén de la carretera. Luego los dos
golpearon cabezas mientras se inclinaban hacia la pantalla.

Curt Schilling “ElCurtSchilling” miraba a la cámara que


estaba grabando y parecía un poco confundido mientras
hablaba.

—Bueno, esto es nuevo. Pero bueno, estoy dispuesto.


Ah… ¿Vishous? —Luego, en un murmullo—, que nombre tan
tremendo que tienes allí. —Más normalmente ahora—. Esto es
de tu buen amigo, Lassiter. Quería que supieras que lamenta
mucho lo que tuvo que hacer. Fue por tu propio bien, y lo
sabes, pero probablemente él pudo haber manejado las cosas
mejor. —Otro murmullo—. Espero que esto no involucre a una
mujer. —Normal de nuevo⸺: De todos modos, él quiere que
sepas que te respeta muchísimo, y dijo que te felicitará por tu
histórica victoria. Tú y tu compañero de cuarto han salvado a
todos los que importan y él promete que los respaldará a los
dos para siempre. ⸺Murmura—Parece un buen tipo. —
Normal—. Ah, y él me dice que no solo tú, pero tu compañero
de cuarto, Butch, estarán viendo esto juntos, ustedes dos son
fanáticos acérrimos de los Red Sox. ¡Vamos Sox!

Schilling se dio la vuelta y jugueteó con algo detrás de


él. —Una cosa más. Pagó extra por un Cameo de esto. Dijo que
significaría el mundo para los dos.

Desde un altavoz estéreo, comenzaron los


inconfundibles rasgueos y trompetas.

Luego, la famosa voz de Neil Diamond: —Donde


comenzó, no puedo comenzar a saberlo...

644
J. R. WARD EL PECADOR

El himno de los Sox. La canción que todos los fanáticos


de los Sox saben de memoria. La letra que lo llevaron de
regreso a su primer juego en Fenway, y los hot dogs, y la luz
del sol en su rostro mientras animaba a su equipo, y oraban
para que tal vez ese año, después de tantos años, después de
tantas luchas, después de que a toda una generación de
fanáticos se les había negado la victoria, ahora ese año
sucedería y la fe, la esperanza y la lealtad serían
recompensadas.

Con la victoria que todos querían.

—Joder —Butch se ahogó.

—Maldita sea —murmuró V

…fue en la primavera —continuó Diamond— entonces la


primavera se convirtió en verano...

Mientras las lágrimas comenzaron a caer, desordenadas,


molestas, gracias a Dios, estaban - solos – en – la - oscuridad,
V agarró la mano de Butch, o tal vez fue al revés.

Y luego, los tres, incluido ElCurtSchilling, cantaron a


todo pulmón: —Sweeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeet
Caroliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiine...163

Después de una victoria inesperada, duramente peleada


y duramente ganada, Butch se aferró a su mejor amigo y cantó
la única canción que podría haber roto su caparazón
masculino para exponer el corazón del niño que aún latía
dentro de su adulto pecho.

Ese jodido ángel era tan difícil de odiar, realmente lo era.

—...Reaaaaaching ouuuuuuuuuuuuuuut,
touuuuuuuuuuuching meeeeeeeeee, touuuuuuuuuuching
yoooooouuuuuu...
163
Sweet Caroline: famosa canción de Neil Diamond La canción se ha usado en los partidos de béisbol de
los Boston Red Sox, siendo esto ya parte de una tradición.

645
J. R. WARD EL PECADOR

L a noche después del final de la guerra, Jo se despertó


en una cama con su macho. Ambos estaban desnudos entre
sábanas suaves, y el silencio en la lujosa habitación, en su
cuerpo, era un alivio.

—¿Estás bien? —preguntó Syn de una manera


somnolienta.

—Creo que sí. —Cuando sus ojos se abrieron de golpe y


parecía que estaba a punto de correr por un carrito de
reanimación, ella sonrió—. Quiero decir, sí, lo estoy. Es solo
una nueva yo, ¿sabes?

Estirando todo lo que tenía que estirar, se sintió aliviada


al descubrir que los dolores y molestias que la habían
atormentado durante las últimas doce horas estaban
disminuyendo. Su estómago estaba hambriento, los escalofríos
habían desaparecido, y aparte de un par de agudos y
puntiagudos colmillos donde habían estado sus caninos, el par
con el que había nacido se había caído como dientes de leche
en algún momento durante el día, no había mucha diferencia.

646
J. R. WARD EL PECADOR

Había llegado al otro lado sin peligro.

Y ella estaba exactamente con quién quería estar.

En esa nota, pasaron un tiempo sonriendo el uno al otro.


Ella sabía que había grandes ajustes por delante. Una nueva
forma de vida, una nueva forma de ser, y estaba nerviosa por
eso, pero también emocionada. En los días transcurridos
desde que se enteró de la transición, tuvo tiempo para
considerar preventivamente las repercusiones de ser de otra
especie por completo, pero eso no era nada en comparación
con lo que realmente sucedió.

Sin embargo, dos cosas la calmaron. Uno, había pasado


por el cambio saludable. Gracias a la sangre de Syn, estaba
viva y bien.

Y ¿en segundo lugar? Ella lo tenía a él. Con Syn a su


lado, sabía que podía manejar cualquier cosa que la vida le
arrojara.

Como si supiera que ella estaba pensando en el futuro,


dijo: ⸺Podemos tomarlo con calma, si quieres.

—Quiere decir... ¿cómo nosotros?

—Sí. No quiero que sientas que tienes que venir a vivir


aquí conmigo

—¿Dónde estamos?

—En la mansión de la Primera Familia. Con la


Hermandad y tus hermanos y mis primos y los otros
guerreros... sus familias... y muchos doggen, incluido Fritz, a
quien conociste.

Jo miró alrededor de la habitación bellamente decorada.


Antigüedades. Papel tapiz de seda. Cortinas que eran como un
vestido de fiesta.

647
J. R. WARD EL PECADOR

—¿Cómo de grande es este lugar? —preguntó, porque


era una pregunta simple sobre la que se estaría preguntando
por un tiempo.

—No lo sé. ¿Cincuenta habitaciones? ¿Quizás más?

Levantando la cabeza, parpadeó. —Guau. Eso hace que


la casa Early parezca una cabaña.

—¿Tus padres?

Mientras asentía, se encontró frunciendo el ceño. —


¿Qué hago con ellos? ¿Me mantengo en contacto? ¿Puedo? —
Pensó en Bill y Lydia—. ¿Y qué hay de mis amigos en el mundo
humano? no es que tenga muchos.

—Puedes verlos tanto o tan poco como quieras. Lo


manejaremos. Nadie te va a aislar.

—Bueno. No sé cuánto voy a querer... mis padres son


complicados. Y todavía no sé quién es mi madre biológica.

—Estaré allí para ayudarte a buscarla. Lo que necesites,


es tuyo.

—Entonces... sobre esta cosa de los machos vinculados.

Syn se estiró como una pantera y luego la besó. —Justo


en el clavo.

—Seguro que lo hiciste. —Jo no pudo evitar sonreír—. Y


me gustaría vivir contigo aquí. No hay otro lugar donde prefiera
estar. Pero tiene que haber algo que pueda hacer para trabajar,
¿verdad?

—Absolutamente.

—¿Vas a decirme sí sobre todo?

—Sí. —Syn le guiñó un ojo—. Lo haré.

648
J. R. WARD EL PECADOR

Jo lo besó y se puso seria. —Gracias —susurró.

—¿Por qué? Realmente no he hecho nada.

Trazó las características que tanto amaba con la punta


de sus dedos. —Por darme un hogar. Un hogar apropiado.

—Bueno, esta mansión no es mía.

—No estoy hablando del edificio en el que estamos. —


Pensaba en su infancia solitaria, su sensación de estar perdida
en el mundo, incluso mientras vivía con otras personas—. Más
que las respuestas de quién soy, he estado buscando un hogar.
Tú eres mi hogar. Tú, y solo tú, eres mi refugio y mi consuelo.

—No me lo merezco. —Su expresión se oscureció—. Jo,


todavía hay cosas que debes saber sobre mí. Sobre las cosas
que he hecho. Quiero decir, ya no soy esa persona, pero…

—Escucharé todo y cualquier cosa que tengas que decir.


Pero debes saber que el macho que eres ahora, y el macho que
siempre ha estado conmigo, es el que amaré por siempre.

—Me haces querer ser un héroe, no un pecador.

—Bueno, desde mi punto de vista, eres muy bueno en lo


primero. Y después de todo lo que sucedió, creo que estoy en
la mejor posición para juzgar eso, ¿no crees?

Comenzaron a besarse de nuevo, y eso condujo a... toda


clase de cosas. Y cuando llegó al clímax dentro de ella una vez
más, Jo abrazó a su macho con fuerza. Él estaba en lo correcto.
Había cosas que aprender sobre él, y cosas que tenía que
aprender sobre ella, historias por compartir y sentimientos por
expresar, no todos felices y afortunados. Pero tenían mucho
tiempo para ese tipo de cosas.

Cuando tienes un feliz para siempre, tienes tiempo.

649
J. R. WARD EL PECADOR

Cuando tienes amor verdadero, tienes todo lo que


necesitabas.

Cuando Syn se derrumbó sobre ella, respirando con


dificultad y saciado una vez más, le acarició la espalda y sonrió
al techo. Excepto que él retrocedió bruscamente.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Sé lo primero que debemos hacer juntos como pareja.

Jo respiró como parte de su respuesta, y fue entonces


cuando percibió el aroma del tocino. Cuando su estómago dejó
escapar un aullido, levantó el dedo índice.

—Desayunar.

Syn se echó a reír. —Bueno, sí. Y lo llamamos Primera


Comida en esta casa.

—Tomate, tomato164, siempre y cuando haya tocino


involucrado y algunos huevos, y chocolate de alguna manera,
estoy lista.

—Puedes tener todo lo que quieras, pero ¿si te mudas


conmigo? —La besó como si no pudiera resistirse a hacerlo—.
Vamos a salir y comprar algunos muebles para esta
habitación.

—¿No te gusta este aspecto antiguo?

—Aquí no es donde normalmente duermo, no tengo nada


en mi habitación. —Syn la besó un poco más, su sexo se agitó
una vez más. En un ronroneo bajo, murmuró⸺: Y tú y yo
vamos a llenarlo juntos.

Jo se echó a reír entre dientes mientras comenzaban a


moverse como uno solo de nuevo, tan felices, y honrado, que

164
Juego de Palabras como para decir que es lo mismo.

650
J. R. WARD EL PECADOR

ella fuera la única mujer en la que su cuerpo se hubiera


liberado.

—Llenar es algo en lo que eres bastante bueno.

—Pero mejor sigo practicando —dijo contra su boca.

***

Pasó otra hora antes de que Syn pudiera dejar el sexo. E


incluso entonces, cuando se metieron en la ducha, no pudo
resistir presionar a su hembra contra la cálida pared de
mármol y encontrar su camino dentro de ella nuevamente.

Pero finalmente salieron de la habitación de invitados


que les habían dado. Tenía una cojera y al menos cuatro balas
aún dentro de su cuerpo, pero no era nada que no pudiera
esperar la atención de Manny.

Cuando salieron al final del Salón de las Estatuas, Jo


perdió el paso y abrió mucho los ojos mientras se enfocaba en
el techo pintado, muy por encima de la gran escalera. Y la
balaustrada de hojas doradas. Y las muchas puertas que
salían en ambas direcciones.

—Querido señor... este lugar es increíble —susurró con


asombro— Es un palacio.

—De verdad, realmente es un hogar en primer lugar, no


importa cuán elegante sea. —Syn la tomó de la mano y la
condujo por la gran escalera, en dirección a la risa y la charla
que salían del comedor formal—. Y la gente que hay en él es
una familia.

Cuando llegaron abajo en la representación en mosaico


de ese manzano en flor, él le dio un momento para mirar a su
alrededor y luego prepararse. Como había explicado en la
ducha, toda la dotación estaba allí, Wrath les había dado a
todos la noche libre, así que La Primera Comida estaba en su
apogeo y algo más.

651
J. R. WARD EL PECADOR

—Te van a amar —dijo mientras la impulsaba a avanzar.

—Bueno, una linda mujer ya me prestó su ropa —dijo


mientras asentía con la cabeza hacia sus vaqueros y sudadera
limpios.

—Esa era Beth. La Reina.

—Oh. Guau.

Tan pronto como entraron en el arco hacia el comedor,


todas las personas alrededor de esa enorme mesa dejaron de
hablar. Y luego llegó el chillido de las sillas que se empujaban
hacia atrás, y los “holas” emocionados y agudos de las mujeres,
y muchas personas vinieron de una vez, todos ansiosos por dar
la bienvenida al nuevo miembro de la familia.

Literalmente.

En la cabecera de la mesa, Wrath se puso de pie y, tan


pronto como habló, todos se callaron. —Mi prima ha llegado.

Los ojos de Jo se abrieron de par en par cuando vio al


último vampiro de raza pura del planeta en todo su esplendor:
las gafas de sol, el pelo largo, el cuero negro y los tatuajes en
el interior de sus enormes antebrazos.

Además del golden retriever.

Y el bebé en sus brazos.

Syn tomó la mano de Jo y la condujo a la sala formal,


susurrándole al oído cómo manejar el encuentro y la
bienvenida del hombre que era su pariente de sangre.

—¿Te llamo Su Majestad? —preguntó con respeto.

—Nah. —Wrath extendió su mano—. Solo mi nombre.


No soporto toda esa mierda de culto a las cosas de posición.

652
J. R. WARD EL PECADOR

Jo tomó su palma en la suya y, tal como Syn la había


entrenado, se inclinó para besar el enorme diamante negro que
siempre usaba cada Rey, desde el padre de Wrath, hasta el
primer gobernante.

—Sé que ya conociste a mi shellan cuando ella te llevó


la ropa, pero este es mi hijo, L.W —explicó el Rey—. Y este es
George.

—Él es hermoso.

—Y el niño tampoco está mal, ¿verdad?

Jo se rio. Luego dijo: —Gracias por darme la bienvenida


a tu casa.

Las fosas nasales de Wrath se dilataron. Y luego sonrió


con esa feroz sonrisa suya.

Poniendo su enorme mano sobre su hombro, dijo con su


voz dominante. —Eres familia. ¿Dónde más vivirías?

Jo agachó la mirada y pareció tener que apartar las


lágrimas. Cuando Syn deslizó un brazo alrededor de su
cintura, y supo que él estaba allí para ella, dijo: —No tienes
idea de cuánto tiempo he esperado este momento.

—La sangre es más espesa que el agua —dijo el rey


suavemente⸺. Y tu sangre, tu lugar, está aquí con nosotros.

Mientras Wrath asintió, como si todo estuviera arreglado


y eso fuera todo, Syn llevó a Jo contra su pecho. Sobre la parte
superior de su amada, inclinó su cabeza una vez hacia el Rey.

Era un voto. Dado libremente, y para siempre.

Alguna vez pelearía para proteger al Rey y a las personas


en esta casa, no por lo que Xcor había jurado hace algún
tiempo, o porque luchar servía para una necesidad interior

653
J. R. WARD EL PECADOR

pervertida, sino porque siempre protegería a aquellos que eran


su familia.

Y todos ellos estaban en esta habitación.

Wrath levantó el anillo sagrado del gobernante y asintió,


aceptando la promesa. Después de lo cual... era hora de comer.

Mientras Syn llevaba a Jo a los dos asientos que se


habían guardado para ellos, dijo: —Tocino y chocolate,
¿verdad?

—Oh, Dios mío. —Jo tomó su mano y la apretó con


urgencia—. Sí. Por favor. ¿Cómo lo supiste?

654
J. R. WARD EL PECADOR

M ientras Syn y su hembra, Jo, se dirigían a sus


lugares para la comida, Wrath se hizo a un lado y se encontró
luchando con su nueva realidad. La guerra había terminado.
Finalmente.

Sosteniendo a su hijo en sus brazos, imaginó los rostros


de las personas sentadas alrededor de su mesa. Podía decir
quién estaba sentado en el lugar por los sonidos de las voces y
también los olores. Pero no era lo mismo que poder ver.

Aun así, tomaría lo que tenía y estaría agradecido.

Susurrando una orden a George, dejó que su perro lo


llevara a donde quería ir, y ambos hicieron progresos
constantes hasta la base de la gran escalera. La ascensión fue
fácil, y en la cima, Wrath continuó todo recto, entrando en su
estudio.

Con una respiración profunda, imaginó de memoria lo


que había al otro lado del espacio.

La silla.

655
J. R. WARD EL PECADOR

El antiguo trono tallado en el que se había sentado su


padre.

Cuando Wrath cruzó hacia él, regresó a su pasado y


recordó estar en ese espacio subterráneo en el palacio del Viejo
País, observando cómo los lessers entraban y mataban a sus
padres. Tan indefenso había sido, un pretrans débil, oculto por
su mahmen y su padre, protegido por aquellos que debería
haber protegido.

Cuando George señaló que había llegado a su destino,


Wrath extendió la mano en el aire, moviendo su mano hasta
encontrar el respaldo del trono. Parecía apropiado que el anillo
del Rey hiciera contacto con la madera vieja con un clonk.

Sosteniendo a L.W. muy cerca, agarró los tallados que


se habían hecho hace tanto tiempo.

—Se acabó, padre —dijo con una voz que se quebró—.


Está hecho. Ganamos.

Cuando una ola de emoción lo invadió, se sentó y colocó


a su hijo de sangre en su regazo, abrazando a su precioso niño.

Fue entonces cuando escuchó el maullido.

Inclinando la cabeza hacia el sonido, frunció el ceño. Y


entonces... —¿Analisse?

La presencia de la Virgen Escriba se registraba como un


peso en la sala. No estaba seguro de poder describirlo mejor
que eso.

—Sí —dijo con esa voz suya—. Soy yo.

Para cubrir su emoción, se rio entre dientes. —Te hice


una pregunta, lo hice. Es un no-no.

—Esas noches han pasado, mi viejo amigo.

656
J. R. WARD EL PECADOR

Wrath sintió que se acercaba al escritorio. —Ganamos.


Pero ya lo sabías, ¿no?

—Sí.

—Desearía que mi padre estuviera aquí para ver esto. Mi


mahmen también.

—Pueden. Siempre están contigo.

Wrath tuvo que aclararse la garganta. Y luego intentó, y


falló, mantener el orgullo fuera de su voz. —Este es mi Hijo.
Otra cosa que ya sabías, ¿verdad?

—Sí. —El afecto en su voz fue una sorpresa—. Sé


muchas cosas.

—Entonces no te has ido completamente. Pero, ¿el gato?


En serio.

—He estado con tu Reina desde el primer día.

Se tuvo que reír. —Eso me hace feliz.

—Eres un buen rey. Has enorgullecido a tu padre.

Detrás de sus gafas de sol, comenzó a parpadear con


fuerza. —No digas cosas así. Me derretirás.

—Y en cuanto a tu hijo, se parece a ti.

—¿Él? —Pasó la punta del dedo sobre el cabello suave


de L.W⸺. Sabes, sus ojos han cambiado. Eran azules. Pero
ahora son verdes. Beth no quiere que lo sepa. Lo ha mantenido
en secreto, pero la escuché hablar con Doc Jane al respecto.
No me importa. Es perfecto como es.

—Sí, lo es. —Hubo una pausa—. Ven. Compruébalo tú


mismo, mi viejo amigo.

657
J. R. WARD EL PECADOR

De repente, su visión se abrió a partir de un par de


puntos precisos, las aberturas se ampliaron en perfecto
concierto, proporcionándole una visión cristalina de Little
Wrath...

...que lo quebró por la mitad.

Jadeando, se quitó las gafas y contempló a su bendito


hijo, desde el rostro que era una copia al carbón de Wrath,
hasta el cabello negro azabache que crecía grueso y sano,
hasta las extremidades y el torso que, incluso en esta etapa
aún incipiente, prometía ser poderoso y fuerte.

Y luego estaban los ojos.

Claros... Y verde helado como los de Wrath. Y le


devolvieron la mirada con una gravedad que no tenía sentido.
¿Cómo podría saber el joven cuán importante era este
momento?

—Él lo sabe —dijo la Virgen Escriba—. Es un alma muy


vieja, la suya.

Wrath levantó la vista. Y allí estaba ella, un resplandor


de luz en forma de mujer, levitando sobre la alfombra
Aubusson, justo al otro lado del escritorio.

—Será un buen gobernante —dijo—. Vivirá mucho y


tendrá éxito en tu legado con uno de los suyos. Y sí, encontrará
el amor. En todo esto, puedes poner tu fe.

Wrath miró a su hijo. Las lágrimas en sus ojos lo estaban


volviendo jodidamente loco. Sabía que esto no iba a durar y no
quería desperdiciar ni un segundo en borrosidad.

—Me has dado tal regalo esta noche —dijo en el Viejo


Idioma.

—Has llevado una larga y dura cuenta. Te lo mereces.


Ahora cuídate, Wrath, hijo de Wrath, padre de Wrath.

658
J. R. WARD EL PECADOR

Wrath levantó la vista. —Todavía te debo un favor.


¿Recuerdas?

Aunque la Virgen Escriba era solo una fuente de luz,


podía jurar que le estaba sonriendo. —Oh, no lo he olvidado. Y
con el tiempo, me darás lo que me corresponde, te lo prometo.
Ahora, sin embargo, aquí viene tu shellan. Te daré un
momento con ella y luego…

—Lo sé. Que estés bien, Analisse.

—Y tú, viejo amigo.

Justo cuando la Virgen Escriba desapareció, Beth


apareció en la puerta abierta del estudio. —Wrath, estás...

Ella dejó de hablar cuando él la miró con los ojos bien


enfocados. Luego se llevó las yemas de los dedos a la boca.

—¿Wrath? —dijo ella con urgencia.

—Eres muy hermosa.

Cuando ella se apresuró hacia él, él notó su cabello


oscuro y suelto y su hermosa piel, sus ojos y su cuerpo, su...
todo. Sus ojos estaban hambrientos de lo que los alimentaba,
y cuando ella estuvo a su alcance, él tomó su mano y la atrajo
a su regazo. Luego miró a George.

—Y hola a ti también, buen chico.

Acarició la cabeza perfectamente cuadrada del labrador.


Luego miró a su hijo y a su shellan.

—¿Cómo pasó esto? —Beth se ahogó cuando le tocó las


cejas.

—Es un regalo de una vieja amiga. —Él le acarició el


pelo. Su cara—. Y no va a ser por mucho tiempo.

659
J. R. WARD EL PECADOR

—¿La Virgen Escriba estuvo aquí? —dijo ella con


sorpresa.

—Resulta que siempre está con nosotros.

Wrath besó a su shellan. Besó a su hijo. Besó a su perro.

Luego, con una última mirada a los tres, cerró los ojos.
Parecía importante para él tener control sobre la pérdida de la
vista. Si hubiera tenido que ver a su familia desaparecer de él,
se habría asustado. Pero al hacerlo él mismo, era menos
traumático.

—Los ojos de L.W. Ahora están verdes —admitió Beth


con contrición—. Cambiaron hace un tiempo. No quería que te
molestaras.

Wrath sonrió. —Él es perfecto. Justo como lo hizo la


Virgen Escriba.

—Te amo —dijo su shellan.

Respirando hondo, Wrath abrió lentamente los


párpados... y no veía nada ahora. Pero su familia todavía
estaba con él. Podía sentir el peso, el calor, y el pelaje, de todos
ellos.

Con paz y amor en su corazón, Wrath dijo —y tu voz en


la oscuridad es mi razón para vivir.

660
J. R. WARD EL PECADOR

E n el centro, cuando una extraña luna de sangre


iluminaba la ciudad centelleante, una figura en blanco
apareció en la parte superior de uno de los dos puentes de
Caldwell. Más tarde, la gente debatiría si realmente existió. Los
entusiastas paranormales dirían que sí, y que era un fantasma
o un espectro. Los escépticos, por otro lado, mantendrían que
las imágenes tomadas de la misteriosa aparición eran
manipuladas.

Ah, y los aficionados del Área 51 estarían convencidos


de que era un extraterrestre.

Al igual que con tantas cosas en la vida, lo que la gente


pensaba que veían dependía más de lo que eran que lo que
puede o no haber sido antes de ellos.

Sin embargo, la verdad fría como la piedra era un


demonio que se materializó en ese marco, y ella miraba a la
ciudad como si fuera suya.

661
J. R. WARD EL PECADOR

¿Y en cuanto a lo que vestía? No era una túnica como su


hermano mayor había lucido.

No, cuando Devina decidió elegir ese lugar seminal para


su declaración de dominio, ella tenía un vestido de novia.

Parecía apto. Y la mierda no era vintage.

El vestido estilo bata de gala con el corpiño ajustado y


los paneles peekaboo165 en el escote y en las costillas era un
Pnina Tornai166 nuevo y nunca antes usado. Devina lo había
elegido entre todas las existencias disponibles en la boutique
más exclusiva de la ciudad, poniéndose el satén y los destellos
y reflejándolo en tres partes del espejo antes de venir aquí para
su gran revelación. El vestido era ella, elegante pero
extravagante, caro y exclusivo. Justo lo que ella usaría cuando
caminara por el pasillo alguna noche.

Brian O'Neal estaba en lo correcto. Ella solo necesitaba


la pareja adecuada.

Y hasta que alguien del género masculino se ofreciera


voluntariamente para ese papel, y realmente, cuáles eran las
posibilidades de eso, se estaba casando con Caldwell.

Esta ciudad sería su esposo e iba a disfrutar expresando


su especial amor en todas sus calles y…

Al principio, Devina no podía comprender lo que


obstruía su vista del rascacielos más alto del distrito
financiero.

Pero había algo en el otro puente.

De pie con los pies plantados y el cuerpo apoyado.

165
Peeckaboo: remeras o vestidos que tienen una abertura generalmente ovalada que permite ver el
nacimiento de los pechos.
166
Famosa diseñadora de modas especialista en vestidos de novia.
662
J. R. WARD EL PECADOR

Devina entrecerró los ojos. Era un hombre. Vestido de...


¿eran esas medias cebra rosa fuerte? ¿Y qué era esa camisa?
Era de... ¿Barney?

—Jesucristo —escupió.

De repente, detrás de esos anchos hombros, un conjunto


de alas de gasa se extendió hacia afuera mientras el cabello
rubio y negro se soltaba de algún tipo de amarre.

No, no era J. C. 167

Lassiter, el ángel caído.

Mientras Devina entrecerraba los ojos y su


temperamento aumentaba, él le sonrió. Y levantó una de sus
manos. Con un elaborado espectáculo, le lanzó un beso y le
dio la vuelta a la palma... y extendió su dedo medio hacia ella.

Y así nacía la próxima generación de conflictos.

FIN

167
Jesus Cristo.

663

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