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Dios es más grande que cualquier enfermedad, esa es una

de las certezas que tenemos sus hijos. No ha habido ni


jamás habrá una enfermedad o pandemia que sea más
poderosa que nuestro Dios. ¡No lo dudemos!

Uno de los nombres de Dios es YHWH-Rapha, el SEÑOR


que sana. Nuestro Dios es Dios sanador y puede sanar
cualquier enfermedad. «Yo soy el Señor, que les devuelve
la salud» leemos en Éxodo 15:26b. Por eso podemos tener
toda confianza cuando acudimos ante él para llevarle
nuestras peticiones de salud física, emocional o espiritual.

Cuando Jesús, Dios encarnado, ministraba a las multitudes


que le seguían, las sanidades formaban parte esencial de
su ministerio. Jesús sanó a muchas personas de una gran
variedad de enfermedades, algo que vemos en estos textos
bíblicos que hablan sobre el poder sanador de Jesús.

1. Mateo 4:23-24
Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas
nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente. Su fama se
extendió por toda Siria, y le llevaban todos los que padecían de diversas
enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos
y los paralíticos, y él los sanaba.
(Mateo 4:23-24)

Jesús ministró sanidad desde el mismo inicio de su


ministerio público. Él no solo se dedicó a enseñar y a
anunciar las buenas nuevas del evangelio. También sanó
todo tipo de enfermedad, dolor, condición física o
espiritual. Su ministerio abarcaba tanto esparcir el
evangelio como ministrar sanación a los enfermos. Esto lo
hizo por toda la región de Galilea y su fama se extendió.

La gente se dio cuenta de que él tenía verdadero poder. Por


eso llevaban ante él a las personas afligidas tanto por
enfermedades físicas como por la necesidad de liberación
espiritual (los endemoniados). Jesús demostró que tiene
poder para sanar el cuerpo y para liberar al ser humano de
la opresión del maligno.

Reflexión: ¿Hay algo que te aflige hoy? Llévalo en oración


ante el Señor Dios, nuestro Salvador. Él tiene siempre algo
bueno para ti.

2. Mateo 9:35
En Jesús se cumplieron las profecías del Antiguo
Testamento sobre el Mesías prometido. Estas anunciaban
que el Mesías traería salvación y sanación. En una de ellas,
Isaías profetizó sobre lo que sucedería con la llegada del
Mesías:
«Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se
destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un
ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque
aguas brotarán en el desierto, y torrentes en el sequedal»
(Isaías 35:5-6).

¡Y eso fue lo que sucedió durante el ministerio de Jesús!

Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando
las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
(Mateo 9:35)

Donde quiera que Jesús iba, él proclamaba el mensaje de


salvación, concediendo la sanidad del alma y sanando
también a los enfermos sin importar su enfermedad. En
ningún momento Jesús dijo «bueno, esa enfermedad está
demasiado avanzada» o «eso es muy difícil». ¡No! Él no
dejó que ningún tipo de dolencia, o la gravedad de esta, le
intimidaran. ¡Jesús hasta resucitó muertos! (ver, por
ejemplo, Lucas 7:11-17 y Mateo 9:18-26). ¿Has visto una
enfermedad peor que la muerte? ¡Dios puede sanar
cualquier enfermedad!
Reflexión: Lleva tus peticiones ante el Señor. No te dejes
intimidar por su grandeza o dificultad. Recuerda que sirves
al Dios Todopoderoso. Él siempre tiene algo que desea
darnos o hacer en medio de cada situación.

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