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Negrita Con el pretexto de que… si estuviera en

Negrita era una pobre huerfanita de siete libertad, jugaría en el jardín dañando las
años. plantas; la buena señora la ponía en la sala,
¿Prieta? No, tostada, mulata oscura, de a sus pies, junto a la puerta.
cabellos rojizos y ojos asustados. –Sentadita allí, y chitón, ¿eh?
Nació en la “senzala”, de madre esclava, y Negrita se inmovilizaba en el rincón horas y
sus primeros años lo vivió por los rincones horas.
oscuros de la cocina, sobre restos de estera –¡Brazos cruzados, en seguida, diablo!
y trapos inmundos. Cruzaba los bracitos y temblaba, siempre
Siempre escondida, pues a la dueña no le con miedo en los ojos.
gustaban los niños.
¿La dueña? Excelente señora, la dueña. Y el tiempo corría. El reloj daba una, dos,
Gorda, rica, mujer de mundo, mimada por tres, cuatro, cinco horas –¡Un cuclillo tan
los curas, con lugar seguro en la iglesia y gracioso! Era su diversión verlo abrir la
camarote de lujo en el cielo. portezuela y cantar las horas con bocota
Hundiendo su humanidad en el trono –una bermeja, moviendo las alas. Sonreíase
mecedora en el comedor– allí bordaba, entonces, feliz por un momento.
recibía a las amigas y al cura. Pusiéronla después a hacer labores de
Una virtuosa señora, en suma, “dama de gancho, y las horas se le iban, haciendo
grandes virtudes apostólicas, sostén de la trencitas sin fin.
religión y de la moral”, decía el cura. ¿Qué idea tendría de sí esa niña que nunca
Muy buena doña Ignacia. oyera una palabra de cariño?
Pero no admitía llanto de niños. ¡Ay!, le Peste, diablo, lechuza, cucaracha
ponían los nervios en carne viva. Viuda sin descarada, bruja, pata clueca, mosca
hijos, no la cansaba el llanto de la carne muerta, individua, trapo,cachorrito, cosa
esclava. Así, apenas oía, a lo lejos, en la ruin, basura. No tenía cuenta el
cocina, a la triste niña, gritaba nerviosa: número de apodos con que la obsequiaban.
–¿Quién es la peste que está llorando ahí? Hubo un tiempo en que fue “Bubónica”. La
¿Quién había de ser? ¿La pila de lavar epidemia estaba de moda, por su novedad,
platos? ¿El mortero? La cruel tapaba con su y Negrita se vio llamada así; …pero, porque
mano la boquita de la niña y se alejaba con halló linda la palabra, la suprimieron de la
ella hacia el fondo del jardín, dándole por el lista. Estaba escrito que no tendría un solo
camino, pellizcos desesperados. placer en la vida, ni siquiera el de
–¡Cierra la boca, peste del diablo! personalizar la peste...
Sin embargo, aquel llanto nunca venía sin El cuerpo de Negrita estaba tatuado por
razón. señales rojas, cicatrices, huellas de
Hambre casi siempre, o frío, de esos que latigazos. Le pegaban los de la casa, todos
entumecen pies y manos y los hacen los días, hubiese o no motivo. Su
doler... carne ejercía para los coscorrones y
Así creció Negrita, flaca, atrofiada, con los pellizcos la misma atracción que el imán
ojos eternamente asustados. Huérfana a los ejerce para el acero
cuatro años, permaneció allí, como gato sin .
dueño, recibiendo puntapiés. No entendía La mano en cuyos nudillos hubiese deseo
las ideas de los grandes. Le pegaban de dar un coscorrón… era mano que
siempre, por acción y omisión. La misma desahogaría su enojo en su cabeza… de
cosa, el mismo hecho, la misma palabra paso; para reír, y ver la cara, para cuando
provocaba ora risas, ora castigos. Aprendió un castigo mayor venía…servía para
a andar, pero casi no andaba. desobstruir el hígado y matar la melancolía
del buen tiempo.
Fue así, al igual con aquella historia del hasta que el huevo se hubo enfriado.
huevo caliente. Negrita gritó sordamente, por la nariz.
Pataleó.
¿No la saben? Hela aquí: Eso fue todo. Ni los vecinos llegaron a
percibir aquello.
Una criada nueva robó del plato de Negrita
–para reír– un pedacito de carne que ella Después:
guardaba para el final. La niña no sufrió la –¡Dí nombres feos a los más viejos otra vez!
indignación y le gritó uno de los nombres ¿oíste, peste?
con que la obsequiaban todos los días. Y la virtuosa dama volvió contenta de la
vida al trono, para recibir al vicario que
–¿Peste? ¡Espera! llegaba.
–¡Ah! ¡Ilustrísimo! No se puede ser buena
Jmm! Vas a ver quién es peste. en esta vida... Estoy criando esa pobre
huérfana, hija de Cesárea; ¡pero qué
Y fue a contar el caso al ama. trabajos me da!
–¡La caridad es la más bella de las
Doña Ignacia que no se encontraba de buen virtudes!,
humos , y muy necesitada de diversión. Su exclamó el padre.
cara se encendió. –Sí, pero cansa...
–¡Quien da a los pobres, presta a Dios!
–¡Yo tengo el remedio! dijo, arrancando su La virtuosa señora suspiró piadosamente:
humanidad del trono y yendo para la cocina, –Eso es lo que vale...
pavoneándose como una pava clueca.
–¡Trae un huevo! La excelente doña Ignacia era maestra en el
Vino el huevo. La propia doña Ignacia lo arte de torturar niños. Venía de la
puso a hervir en la caldereta de agua y, las esclavitud, había sido señora de esclavos, y
manos en las caderas, gozando al prelibar de esas feroces amigas de oír cantar la
la tortura, estuvo en pie unos minutos, palmeta y chasquear el látigo. Nunca se
esperando. acostumbró al nuevo régimen, ¡esa
Sus ojos contentos turbaban a la pobre niña indecencia de negro igual al blanco y
que, apartadita en un rincón, temblorosa, la cualquier cosita! ¡la civilización!
miraba lánguida, aguardaba alguna cosa “Cualquier cosita”: una criada asada al
nunca vista. horno porque le gustó al señor. Una
“novena” de correazos porque dijo: “¡Qué
Cuando el huevo estuvo a punto la buena mala es la señora!”...
señora exclamó:
El 13 de mayo le arrancó el látigo de las
–¡Ven acá! manos, pero no le quitó del alma la maldad.
Negrita se acercó. Conservaba, pues, a Negrita en casa como
–¡Abre la boca! remedio para los excesos. Simple
diversión!.
Negrita abrió la boca, y cerró los ojos. El –¡Ah! ¡cómo alivía a la gente una buena
ama, entonces, con una cuchara, sacó del entrada de coscorrones bien dados!...
agua el huevo saltando y ¡zaz! en boca de Torturadora menuda, tenía que contentarse
la pequeña. Y antes que un grito de dolor con esto, la morralla de la crueldad:
saliese, práctica que era doña Ignacia en coscorrones, a mano cerrada con ira y
este castigo, sus manos la amordazaron nudillos que cantan en el coco del
paciente. Tirones de oreja: el torcido, de –¿Quién ha de ser?, dijo la tía con un
despegar el lóbulo (¡bom! ¡bom! ¡bom! suspiro de víctima. Una caridad mía. No me
¡sabroso de dar!)… y el a dos manos, el corrijo, vivo criando esas pobres de
sacudido. La gama de los pellizcos: Dios...Una huérfana... Pero
desde el menudito, con la punta de la uña, jueguen, hijitas, la casa es grande, jueguen
hasta la torcida de ombligo, equivalente al allí afuera.
tirón de oreja. La paliza: entrada de golpes, “!Jueguen!”
coscorrones, puntapiés y zarandeos a una – …¡Jugar! ¡Qué bueno sería jugar!
¡divertidísima!– La vara de membrillo, Pensó con sus lágrimas en el rincón, la
flexible, cortante; para doler mucho, pobrecita mártir, que hasta allí sólo había
¡nada mejor! jugado mentalmente con el cuclillo.
Era poco, pero antes eso que nada. Allá de Llegaron las maletas y en seguida:
cuando en de plumas.
–¡Mis juguetes! reclamaron las dos niñas.
Cierto diciembre, vinieron a pasar las Una criada las abrió y sacó los juguetes.
vacaciones con Santa Ignacia dos sobrinas
suyas.. pequeñas, lindas niñas rubias, ricas, ¡Qué maravilla! ¡Un camello de ruedas!...
nacidas y criadas… en nido pondrían... Negrita abría los ojos de par en par. Nunca
había imaginado algo así, tan bonito. ¡Un
Negrita, desde su rincón en la sala del caballito! Y más... ¿Qué es eso? Una niñita
trono, las vio irrumpir en la casa como dos de cabellos amarillos... que decía papá...
ángeles del cielo – alegres, saltando y que dormía...
riendo con una vivacidad de Era de éxtasis la mirada de Negrita. Nunca
cachorritos jóvenes–. Negrita miró había visto una muñeca y ni siquiera sabía
inmediatamente hacia la señora, segura de el nombre de ese juquete. Pero entendió
verla armada para blandir sobre los ángeles que era un niño artificial.
invasores el rayo de un castigo tremendo.
Pero…abrió la boca: la señora reía –¿Está hecha?... preguntó extasiada.
también... ¿Qué? Y dominada por el éxtasis, en un momento
¿No era ya un crimen jugar? ¿Habría en que la señora había salido para proveer
cambiado todo, y acabado su infierno, y el alojamiento de las niñas, Negrita olvidó el
abiértose el cielo? pellizco, el huevo caliente, todo, y se acercó
En el hechizo de la dulce ilusión, Negrita se a la criatura de porcelana. La miró con
levantó y miró el regocijo infantil, fascinada asombro y arrobamiento sin mala intención,
por la alegría de los ángeles. sin deseo de pegarle.
Pero enseguida la dura lección de Las niñas se admiraron de eso.
desigualdad humana azotó su alma. –¿Nunca viste una muñeca?
Pellizco en el ombligo, y en –¿Muñeca? –repitió Negrita–, ¿se llama
los oídos, el sonido cruel de todos los días: Muñeca?
–¡A tu lugar en seguida, peste! ¿No Riéronse las niñas de tanta ingenuidad.
distingues? –¡Qué boba! –dijeron–.(jajajajajaja) Y tú
Con lágrimas dolorosas más de angustia ¿cómo te llamas?
moral que de dolor físico –nuevo sufrimiento –Negrita.
que venía a agregarse a los ya conocidos– Las niñas se retorcieron nuevamente de
la triste niña se acurrucó en el rinconcito de risa; pero viendo que el éxtasis de la bobita
siempre. perduraba, dijeron alargándole la muñeca:
–¿Quién es, tiíta?, preguntó curiosa una de –¡Toma!
las niñas. Negrita miró a todos lados, desconfiada,
con el corazón latiéndole furtemente. ¡Qué
aventura, santo Dios! ¿Sería posible? muñeca en que tenía un alma. ¡Divino
Después tomó la muñeca. Y muy florecer!
tímidamente, como quien toma Sorpresa maravillosa del mundo que ella
al Niño Dios, corría hacia ella y hacia las traía en sí, y que se abría por fin, como
niñas, con ojeadas asustadas hacia la fulgurante flor de luz. Se sintió elevada a la
puerta. Fuera de sí, literalmente... altura del ser humano. Dejó de ser cosa y
de ahora en adelante le sería imposible vivir
Era como si penetrara el cielo y los ángeles la vida de la cosa. ¡Si no era cosa!... ¡Si
la rodeasen, y un hijito de ángel viniese a sentía! ¡Si vibraba!
dormirse en su regazo. Tan grande fue el Así fue, y esa conciencia la mató.
hechizo que no vio llegar al ama, ya de Terminadas las vacaciones, partieron las
vuelta. Doña Ignacia se detuvo, feroz, y niñas llevándose la muñeca, la casa volvió
estuvo unos instantes así, a entrar en su acostumbrado ir y venir. Sólo
inmóvil, presenciando la escena. negrita no volvió a ser la misma. Se sintió
Pero era tal la alegría de las sobrinas ante otra, enteramente transformada.
la sorpresa, extática de Negrita, y tan Doña Ignacia, pensativa, ya no la perseguía
grande la fuerza irradiante de la felicidad de tanto, y en la cocina una criada nueva,
ésta, que su duro corazón se tambaleó por buena de corazón, le amenizaba la vida.
fin. Y por primera vez en la vida supo ser Negrita, no obstante, cayó en una tristeza
mujer. Se apiadó. infinita.
Al verla en la sala, Negrita tembló, Casi no comía, y perdió la expresión de
pasándole rápidamente por la cabeza la susto que tenía en los ojos. Los tenía ahora
imagen del huevo caliente e hipótesis de nostálgicos, idos.
castigos aún peores. Aquel diciembre de vacaciones, luminosa
Entonces, incontenibles lágrimas de pavor ráfaga de cielo en las tinieblas de su
asomaron a sus ojos. doloroso infierno, la envenenó.
Sin embargo, nada de eso aconteció. Lo Había jugado al sol, en el jardín. Había
que sobrevino fue la cosa más inesperada ¡jugado!...
del mundo: estas palabras, las primeras Había mecido, durante varios días, la linda
palabras dulces que oyó en su vida: muñeca rubia, tan buena, tan quieta, que
–Van todas a jugar en el jardín y vas tú decía papá y cerraba los ojos para dormir.
también, pero ¡mucho cuidado! ¿eh? Había vivido logrando sueños de la
Negrita alzo los ojos hacia el ama, ojos imaginación y despertó su alma.
todavía asustados. Pero no vio en ella a la
antigua fiera. Murió en la pequeña estera rota,
Comprendió vagamente y sonrió. abandonada de todos, como un gato sin
Si la gratitud sonrió alguna vez en la vida dueño. Nadie, sin embargo, murió jamás
fue en aquella azotada carita... con mayor belleza. El delirio la rodeó de
Varía la piel, la condición, pero el alma del muñecas, y unos ángeles se arremolinaban
niño es la misma… en la princesita y en la en torno de ella, en una farándula celestial.
mendiga. Y para ambas es la muñeca el Sentíase agarrada por esas manecitas de
mayor hechizo. Da la naturaleza dos porcelana, que la abrazaban y la
momentos divinos a la vida de hacían girar como un trompo.
la mujer: el momento de la muñeca – Llegó el vértigo, una neblina envolvió todo, y
preparatorio– y el momento de los hijos – después todo dio vueltas confusamente, en
definitivo–. Después de eso, la mujer se un disco. Resonaron voces apagadas, a lo
acaba. lejos, y el cuclillo por última vez
Negrita, cosa humana, reparó ese día de la
se le apareció con la boca abierta. Pero
inmóvil, sin mover las alas. Se fue borrando.
Lo bermejo de su garganta se opacó...
Y todo se disipó en tinieblas...
***
Después, a la fosa común. La tierra tragó
con indiferencia esa carnecita de tercera –
una miseria– quince kilos mal pesados...
Y de Negrita quedaron sólo dos impresiones
en el mundo. Una cómica, en la memoria de
las niñas ricas:

–¿Te acuerdas de esa bobita de tiíta, que


nunca había visto una muñeca?

Otra de melancolía, en los nudillos de doña


Ignacia: –¡Qué buena era para dar un
coscorrón!...

José Benito de Monteiro Lobato en María


del Carmen Millán, tr.
Guido Gómez de Silva. Cuentos
americanos, SEP, México,
1946, 93 pp., (Col. Biblioteca Enciclopédica
Popular, no 94)
Biografía
José Benito de Monteiro Lobato, nace en
1886 en Taubate, Estado de San Paulo,
Brasil. Estudio en la zona norte del Estado,
zona muy pobre en recursos económicos
que influyó en la conformación espiritual
de quien había de ser su mejor fijador de
tipos y costumbres. Estudio Derecho y
ejerció su profesión en Areias, pequeña
ciudad de provincia cuyo ambiente
despertó en Monteiro Lobato el amor a las
letras.
Obras: Urupes, Contos pesados (cuentos
tristes, donde
se halla “Negrita”) y Contos leves (cuentos
alegres).

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