Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ENTRE LA FE Y LA PARODIA
JUAN PELLICER
Universidad de Oslo
Cierto, todos siempre jóvenes, pero el perfil de cada uno, por supuesto, distinto.
Singular como lo es el de Vicente Leñero: tan dramaturgo como narrador y
como periodista. Ninguno de los tres géneros predomina en su vasta obra: los
tres a la par, tanto por la cantidad cuanto por la excelencia de su factura. Y antes
y después -consecuente siempre- está su fe de católico de izquierda según su
propia confesión: “la fe ha sido siempre el más potente de mis motores
1
Sin olvidar el contexto literario de las letras hispánicas de la época, desde los ismos de la posguerra hasta el
Boom.
2
Dos textos narrativos suyos, acaso los más inspirados por su fe, El Evangelio de
Lucas Gavilán (1979) y El Padre Amaro (2003), han resultado óptimos objetos
de estudio para trabajar con mis estudiantes universitarios a la hora de nuestras
mesas de disección que es cuando exploramos el cuerpo de la narración y
separamos con el bisturí de la lectura, órgano por órgano, pieza por pieza, y los
observamos y auscultamos, identificamos las circunstancias que rodearon a la
creación, todo bajo las luces e instrumental de cuantas teorías sean accesibles y
adecuadas, por supuesto, para cada operación.
Cuando llegamos a ese cruce de caminos donde los textos se encuentran para
que el significante del nuevo texto, es decir, su discurso, cobre mayor
elocuencia, recurrimos a las reflexiones teóricas sobre intertextualidad y, dentro
de ese campo general, al específico ámbito de la parodia. Entonces, para
comprobar la eficacia de los instrumentos proporcionados por la teoría, estas dos
novelas de Leñero caen como anillo al dedo. El Evangelio de Lucas Gavilán es
una reescritura (no en el sentido de corregir sino en el de escribir de nuevo),
versículo por versículo, del Evangelio de san Lucas, trasladado a la ciudad de
México de nuestros días. El Padre Amaro es una reescritura, también, de El
crimen del Padre Amaro (1875), la novela de José María Eça de Queiroz,
trasladada de Leira a la provincia mexicana actual, que relata la historia de un
joven cura de pueblo enamorado de una muchacha a quien seduce, abandona y
provoca su muerte y la de su hijo -recién nacido en la novela del portugués,
abortado en la del mexicano-, para poder ascender sin tropiezos dentro de la
jerarquía eclesiástica. Esta novela de Leñero fue concebida a partir del guión
que el propio Leñero había escrito para la película El crimen del Padre Amaro
(2002), dirigida por Carlos Carrera.
En efecto, las dos novelas de Leñero revelan las divergencias entre la parte
institucional de la iglesia católica -la jerarquía-, tradicional, conservadora,
vinculada con el autoritario ejercicio del poder y con los propietarios de los
medios de producción, y la otra parte de la iglesia, la solidaria con los pobres y
comprometida con la lucha por la justicia social. La divergencia, a partir de esta
perspectiva liberadora, ha estribado fundamentalmente en una interpretación de
las bienaventuranzas impuesta por las filas conservadoras de la iglesia católica
asociadas con el poder, y que puede resumirse así: a los que sufren los espera, en
la otra vida, la recompensa del reino de Dios. Desde el siglo XVI, la retórica de
la evangelización en América, fundada en la tradicional idea de la salvación
excluyente, es decir, la que está reservada sólo para los creyentes, se aprovechó
de la promesa del reino de Dios, ubicado en la otra vida, la ultraterrena, para
implícitamente legitimar la explotación de los indígenas. También a partir de
entonces, y dentro del mismo seno del clero, se levantaron las voces de los
defensores de los indios, desde fray Bartolomé de las Casas hasta los curas
Miguel Hidalgo y José María Morelos, claros antecedentes de los modernos
teólogos de la liberación.
2
En adelante, todas las referencias bíblicas provienen de la Biblia de Jerusalén que es la que dice Leñero que usó
al escribir El Evangelio de Lucas Gavilán (p. 12)
4
un sepulcro en el que nadie había sido puesto todavía, lo depositan en una fosa
común del Panteón de Dolores; el ángel, convertido en sepulturero, les informa a
las mujeres que buscan la tumba de Cristo, que esos hombres no mueren nunca,
que siguen cada día con más vida.
4
En su estudio sobre la obra de Leñero, Danny Anderson dedica un capítulo al comentario de esta novela.
Anderson afirma que Leñero “invents a narrator-scribe, Lucas Gavilán” (p. 131); no, no lo inventa, mejor sería
advertir que Leñero, en vez de inventar, usa también un “narrator-scribe” como el que aparece en los cuatro
primeros versículos del Evangelio original.
6
La lectura de estas relaciones entre cada una de las novelas de Leñero y los
textos que las inspiraron recuerda el contrapunto musical y da fe del parentesco
entre cada una y su modelo. En efecto, la lectura de cada una de esas novelas se
desarrolla a lo largo de la convergencia de dos relatos que se van vinculando por
medio del contraste; los eventos de cada texto se corresponden en forma
recíproca a la vez que contrastante, como sucede en la música con las voces o
líneas melódicas del contrapunto que cantan distintamente un tema. Este
parentesco pasa a formar parte del significante (discurso) pues completa la
expresión del significado del nuevo texto. Es decir, podría leerse El Evangelio
de Lucas Gavilán sin siquiera tener noticia del de san Lucas como también es
concebible la lectura de El Padre Amaro sin conocer la novela de Eça de
Queiroz, pero serían lecturas incompletas.
Lo que quiero decir es que el nuevo texto cobra cabal significado cuando su
lectura revela el parentesco. Son numerosos los tipos de prentescos
transtextuales que han sido tipificados por la teoría, sobre todo a partir del
estructuralismo. Es en esta clase de relaciones, advierte Gérard Genette, donde
puede cifrarse la poética de un texto literario. En efecto, el teórico francés
apunta que el objeto de la poética es el fenómeno de la transtextualidad o
trascendencia textual, trascendencia que el propio Genette define como “todo lo
que pone al texto en relación evidente o secreta, con otros textos.” (p. 1).
A primera vista, las dos novelas de Leñero aparecen como parodias. Como
sabemos, la parodia es sólo una de las muchas expresiones (que van desde el
penalmente tipificado plagio hasta las citas, las alusiones, las imitaciones, las
variaciones temáticas, etc.) por medio de las cuales se verifican estas relaciones
transtextuales. En la parodia se imita un texto, repitiéndolo, apropiándoselo, con
frecuencia invirtiendo simétricamente sus elementos, con una finalidad
determinada. Tradicionalmente, la parodia se ha vinculado a la ironía pues
ambas alteran el proceso normal de la comunicación al desdoblar un significado
encubriéndolo para, paradójicamente, mejor revelarlo. También es cierto que
casi siempre se asociaron ambas con la burla.
8
En las parodias de Leñero hay inversión -que entiendo aquí como el traslado de
una realidad cultural, histórica y geográfica a otra- pero hay, a mi juicio y sobre
todo, fe, homenaje y complicidad en vez de burla. Además, estas de Leñero
pertenecen al tipo de parodia que parece ajustarse a la propia etimología de la
palabra pues en griego el prefijo “para” significa tanto “contra” como “al lado
de” o “paralelamente” 5 ; es decir, que hay contraste, oposición, pero también
semejanza y paralelismo. Se trata de imitación por medio del contrapunto que
distanciando al texto parodiado del que parodia, los acerca. Si hay irreverencia,
hay también homenaje; en el caso del evangelio, hay algo más que un homenaje:
es testimonio de la fe del autor mexicano; en el caso de Amaro, es un evidente
homenaje a la mayor gloria de las letras portuguesas del siglo XIX. La
complicidad de autores y textos se presenta en una “síntesis bitextual”.
En la parodia se cifra la ironía que anima las dos novelas de Leñero. Ironía
percibida como ese velo que ocultando revela y entendida como tropo y como
figura de pensamiento. Ironía como la entendió el New Criticism, es decir, como
inclusión de impulsos opuestos y complementarios en el poema, como “drama
de la estructura”, como reconciliación de contrarios, como equilibrio interno del
poema, como distanciamiento y autocrítica, pero sobre todo, como
desdoblamiento, simultaneidad e intercambiabilidad 7 . Así son el
desdoblamiento, la simultaneidad y la intercambiabilidad de la palabra sagrada
del Evangelio y la profana de la novela, y los de una novela y de su contexto
sociocultural portugués decimonónico y una novela y su contexto sociocultural
mexicano del siglo XXI.
Obras citadas:
Anderson, D. Vicente Leñero, The Novelist as Critic. Nueva York: Peter Lang, 1989.
Borges, J. L. “Pierre Menard, autor del Quijote” (1939). Ficciones (1956). Madrid: Alianza
Editorial, 1982. pp. 47-59.
Eça de Queiroz, J. M. El crimen del Padre Amaro (1875). Obras completas, tomo I. México:
Aguilar, 1959.
7
Ver Pellicer, pp. 55-94.
10
Sobrino, J. Jesus in Latin America (1982). Nueva York: Orbis Books, 1987.