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Helen E. Longino, “Feminist critiques of rationality: Critiques of science or


philosophy of science?”, Women’s Studies International Forum 12/3 (1989) 261-269.
https://doi.org/10.1016/S0277‐5395(89)80004‐4

Las críticas feministas a la racionalidad:


¿Críticas a la ciencia o a la filosofía de la ciencia?

Resumen: Se examinan tres estrategias en las críticas feministas de la racionalidad:


una procede a través de una crítica de la ciencia, otra a través de una crítica de los
métodos/filosofía de la ciencia, otra a través de una crítica de la moderna
burocratización/industrialización de la ciencia. Si bien cada una de ellas comienza
con una importante percepción inicial de la ciencia contemporánea, cada una
también tiene debilidades distintivas. Este artículo explora sus fortalezas y
problemas y sus raíces en los enfoques filosóficos estándar de la ciencia. La segunda
mitad del artículo explora las implicaciones de un enfoque alternativo al problema
de la racionalidad. Este enfoque, que trata el proceso cognitivo de la investigación
científica como procesos sociales, nos permite ver cómo los valores sociales y la
ideología pueden expresarse tanto en la llamada “buena ciencia” como en la
investigación metodológicamente deficiente. Por lo tanto, proporciona una base para
pensar sobre el feminismo en la ciencia que evita los problemas identificados en la
parte anterior del artículo.

(p. 261)
Las académicas feministas en varias disciplinas han estado socavando nuestra
confianza en las formas de conocimiento tradicionales o establecidas. Ruth Bleier fue una
pionera en someter la biología, particularmente la biología del comportamiento, a la lente
feminista. Sin embargo, las implicaciones de su trabajo y el de sus colegas feministas en
biología alcanzan mucho más que la concepción tradicional de las ciencias de la vida.
Dado que las ciencias occidentales modernas se consideran expresiones paradigmáticas
de virtudes epistémicas como la racionalidad y la objetividad, las críticas feministas a la
ciencia han cuestionado también estas virtudes, a la vez que cuestionaban el contenido
específico de las teorías biológicas. Las críticas, por lo tanto, afectan no solo a quienes
practican las ciencias, sino también a quienes las estudian. Como filósofa de la ciencia,
me inspiré en el examen de sus disciplinas que hacían las científicas feministas como
Ruth Bleier para mirar más de cerca mi propia disciplina. Los análisis filosóficos de esas
virtudes epistémicas que se decía que se patentizaban en las ciencias eran, asumían ellas,
parte del problema.
[…]

(pp. 264-269)
Se dice que la ciencia es objetiva en dos sentidos muy diferentes de ese término. (1)
En cierto sentido, la objetividad está ligada a cuestiones sobre la verdad y el carácter
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referencial de las teorías científicas. En este sentido, decir que la ciencia es objetiva es
decir que proporciona una representación precisa o verídica de los hechos del mundo
natural. (2) En el segundo sentido, la objetividad tiene que ver con los modos de
indagación. Atribuir objetividad a la ciencia en este sentido es afirmar que las
representaciones proporcionadas por la ciencia se logran basándose en criterios no
arbitrarios y no subjetivos para aceptar y rechazar las hipótesis y teorías que constituyen
las representaciones. La sabiduría común dice que si la ciencia es objetiva en el primer
sentido es porque lo es en el segundo. El análisis contextual del razonamiento a partir de
las pruebas (evidential reasoning) me lleva a un análisis de la objetividad metodológica
que requiere dejar de lado esta conexión.
La atribución de objetividad al método científico puede ir destinada al menos a dos
cosas. A menudo, los científicos hablan de la objetividad de los datos. Debido a que mi
preocupación es por la racionalidad y el razonamiento, no discutiré aquí los datos y la
observación, sino que recomendaré, en cambio, el tratamiento de Mary Hesse de este tema
en "Teoría y observación" (Hesse, 1980). ¿Qué pasa entonces con el razonamiento?
¿Cómo es posible que el análisis contextual del razonamiento a partir de las pruebas
(evidential reasoning) no conduzca a otra cosa que a un subjetivismo radical?
Como primer paso para responder a esta pregunta, es importante distinguir entre la
objetividad como característica del método científico y la objetividad como característica
de los profesionales científicos individuales o de sus actitudes y prácticas. Las
explicaciones estándar del método científico han tendido a confundir los dos, dando como
resultado explicaciones altamente individualistas del conocimiento científico. Las dos
explicaciones filosóficas mencionadas anteriormente [la neopositivista y la kuhniana]
asumen que el método, el proceso por el cual se produce el conocimiento, es la aplicación
de reglas a los datos. La explicación empirista de la objetividad atribuye objetividad al
practicante en la medida en que sigue el método o las reglas. El método científico, desde
el punto de vista positivista, era algo que podía ser practicado por un solo individuo: los
órganos de los sentidos y la capacidad de razonar son todo lo que se requiere para realizar
experimentos controlados o practicar deducciones rigurosas. Para Kuhn, al igual que para
la explicación contextualista anterior, la racionalidad y la sumisión a los datos de
observación no son suficientes para garantizar la objetividad de los individuos. En el caso
de Kuhn, esto se debe a que estas actividades intelectuales se realizan en el contexto de
un paradigma avalado por la comunidad científica. Pero, aunque Kuhn enfatiza la
naturaleza comunitaria de las ciencias, la teoría del significado que desarrolló para dar
cuenta de los aspectos desconcertantes del cambio científico que primero atrajo su
atención reduce esa comunidad a una mónada solipsista incapaz de reconocer y
comunicarse con otras mónadas/comunidades. La explicación de Kuhn es, por tanto, tan
individualista como la empirista. Lo que deseo enfatizar, en cambio, es que la objetividad
de la investigación científica es una consecuencia de que esta investigación es una
empresa social, y no individual. Debemos abandonar el individualismo en favor de un
enfoque social para ver que puede haber conocimiento y objetividad incluso cuando el
razonamiento está mediado por suposiciones de fondo.
Mi argumento procederá tanto sobre bases descriptivas como sobre bases lógicas y
filosóficas: la investigación científica es una práctica social y para que no sea arbitraria y
se pueda minimizar la subjetividad, debe ser una práctica social. Incluso una breve
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reflexión sobre las condiciones reales de la práctica científica muestra que la


investigación científica es una actividad social. El conocimiento científico es, después de
todo, el producto de muchos individuos que trabajan en conjunto (con o sin
reconocimiento). No se produce reuniendo los productos de los individuos en un todo,
sino a través de un proceso de corrección y modificación crítica de esos productos por
parte del resto de la comunidad científica. Los experimentos se repiten con variaciones
por personas distintas de sus creadores, las hipótesis y teorías se examinan críticamente,
se reafirman y se reformulan antes de convertirse en una parte aceptada del canon
científico. Y en la “gran ciencia” (“big science”) hay muchas personas involucradas en el
diseño y ejecución de experimentos. A fines del siglo XX, la producción de conocimiento
está determinada de manera crucial por el control de la revisión por pares. La revisión por
pares determina qué investigación se financia y qué investigación se publica en revistas,
es decir, qué cuenta como conocimiento o, al menos, como candidato a tal estatus. Y ni
siquiera la publicación en una revista hace que una idea o resultado sea un ladrillo en el
edificio del conocimiento. Su absorción es un proceso mucho más complejo, que implica
cosas tales como citas posteriores, modificación por parte de otros, etc. Los datos
experimentales y las hipótesis se transforman a través del conflicto y la integración de
una variedad de puntos de vista en lo que finalmente se acepta como conocimiento
científico.
Centrándonos en la lógica del discurso científico más que en la práctica científica,
podemos señalar que una característica importante y distintiva de la investigación
científica (retenida en el análisis contextual) es que es pública. Esto significa varias cosas:
(1) Las afirmaciones teóricas, las hipótesis y los supuestos son todos, en principio,
públicos en el sentido de que están generalmente disponibles y son comprensibles para
cualquier persona con los antecedentes, la educación y la curiosidad adecuados. (2) Los
estados de cosas a los que se vinculan las explicaciones teóricas (en relaciones probatorias
y explicativas) son públicos en el sentido de que son comprobables intersubjetivamente.
La publicidad de la comprensión científica y de los temas hace posible el discurso crítico.
La objetividad en el sentido que se discute requiere una forma de bloquear la influencia
de la preferencia subjetiva al nivel de los supuestos de fondo. Si bien la posibilidad de la
crítica no elimina totalmente la preferencia subjetiva de la práctica de la ciencia de un
individuo o de una comunidad, proporciona un medio para revisar su influencia en la
formación del conocimiento.
Permítanme decir algo sobre el tipo de crítica involucrada aquí. Hay varias maneras
de criticar una hipótesis. En aras de la conveniencia, podemos dividirlos en crítica
evidencial y conceptual, para reflejar la distinción entre la crítica que procede sobre la
base de preocupaciones experimentales y la que procede sobre la base de preocupaciones
teóricas y metateóricas. La crítica evidencial cuestiona el grado en que una hipótesis dada
está respaldada por la evidencia aducida, o el grado en que cuestiona la precisión, el
alcance y las condiciones de realización de los experimentos y observaciones que sirven
como evidencia, o el grado en que cuestiona el análisis y formulación de los experimentos
y observaciones, o el grado en que produce datos contradictorios. La crítica conceptual,
por otro lado, a menudo estigmatizada como “metafísica”, ha recibido menos atención en
una tradición dominada por ideales positivistas. Se pueden distinguir al menos tres tipos.
El primero cuestiona la solidez conceptual, o la coherencia interna, de una hipótesis. Un
segundo tipo cuestiona la consistencia de una hipótesis con teorías aceptadas. Un tercer
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tipo de crítica cuestiona la pertinencia de la evidencia presentada en apoyo de una


hipótesis. Por ejemplo, Thelma Rowell y otras etólogas feministas (Bleier, 1984; Rowell,
1974) han cuestionado la pertinencia de ciertas observaciones de poblaciones animales
para afirmaciones sobre jerarquías de dominación dentro de esas poblaciones, al exponer
y criticar las suposiciones de dominación masculina universal que subyacen a
afirmaciones de tal pertinencia. Y qué hipótesis sobre los peligros de la exposición a la
radiación ionizante están respaldadas por los datos disponibles depende completamente
del modelo de dosis-respuesta que se utilice. Así, la mayor parte del debate no se centra
en los datos, sino en los supuestos a la luz de los cuales se interpretan los datos (Longino,
1987).
Siempre que los supuestos de fondo puedan articularse y someterse a la crítica de la
comunidad científica, pueden defenderse, modificarse o abandonarse en respuesta a dicha
crítica. Mientras sea posible este tipo de respuesta, la incorporación de hipótesis al canon
del conocimiento científico puede ser independiente de las preferencias subjetivas de
cualquier individuo. Su incorporación es, en cambio, en parte función de la evaluación
del apoyo probatorio. Y aunque la pertinencia evidencial de las observaciones respecto
de las hipótesis es una función de los supuestos de fondo, la adopción de estos supuestos
no es arbitraria, sino que está (o más bien puede estar) sujeta a los tipos de controles que
acabamos de discutir. Esto no significa que los valores e intereses se eliminen por
completo, pero sí los idiosincrásicos. Las implicaciones de esta característica de este
análisis dialógico de la objetividad se discutirán más adelante. Esta solución incorpora
como elementos tanto el carácter social de la producción de conocimiento como la
accesibilidad pública del material con el que se construye este conocimiento.
Sociológica e históricamente, moldear lo que cuenta como conocimiento científico es
una actividad que requiere muchos participantes. Desde un punto de vista lógico, si el
conocimiento científico se entiende como la simple suma de productos terminados de la
actividad individual, entonces no hay manera de bloquear o mitigar la influencia de la
subjetividad. Sólo si se entiende que los productos terminados están formados por el tipo
de discusión crítica que es posible entre una pluralidad de individuos sobre un fenómeno
comúnmente accesible, podemos ver cómo puede ser objetiva la producción de
conocimiento científico. Así como es posible separar racionalidad y garantías de verdad,
también se pueden separar objetividad y representación exacta.
La objetividad resulta ser una cuestión de grado. La objetividad de un método de
investigación consiste en el grado en que tanto sus procedimientos como sus resultados
responden a la crítica. Las comunidades científicas serán objetivas en la medida en que
cumplan cuatro criterios:
1. existen vías reconocidas para la crítica (de los métodos, de las pruebas y de las
suposiciones y el razonamiento);
2. existen estándares compartidos que quien critica puede invocar;
3. la comunidad en su conjunto responde a la crítica;
4. la autoridad intelectual se comparte por igual entre profesionales cualificados.
Cada uno de estos criterios requiere al menos un breve comentario.
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1. Vías reconocidas para la crítica. Las vías para la presentación de la crítica incluyen
los habituales foros públicos como revistas, conferencias, etc. La revisión por pares a
menudo se señala como la vía estándar para tal crítica y, de hecho, es eficaz para evitar
que valores altamente idiosincrásicos den forma al conocimiento. Al mismo tiempo, su
confidencialidad y privacidad lo convierten en el vehículo para el afianzamiento de
puntos de vista establecidos. Este criterio también significa que las actividades críticas
deben recibir el mismo peso o casi el mismo peso que la “investigación original” en el
avance profesional. La crítica efectiva que promueve la comprensión debería ser tan
valiosa como la investigación original que abre nuevos dominios para la comprensión; la
crítica vulgar y rutinaria debe valorarse de manera comparable a la “investigación
original” vulgar y rutinaria.
2. Estándares compartidos. Para que la crítica sea relevante para una posición, debe
apelar a algo aceptado por quienes mantienen la posición criticada. Estos estándares
incluyen tanto principios sustantivos como valores epistémicos y contextuales, sociales.
Diferentes subcomunidades se suscribirán a subconjuntos diferentes pero superpuestos de
los estándares asociados con una comunidad determinada. Los estándares no constituyen
un conjunto exhaustivo o consistente y pueden ser ponderados de manera diferente por
diferentes individuos o subgrupos en una comunidad científica determinada. He
argumentado en otra parte, por ejemplo, que hay al menos dos objetivos de (o valores en)
la investigación científica que están en tensión entre sí: la verdad o representación precisa
frente a la expansión de los marcos de conocimiento existentes. Los llamamientos
implícitos o explícitos a uno u otro de estos objetivos respaldan muchos de los argumentos
críticos de los que estoy hablando.
3. Respuesta comunitaria. Este criterio requiere que las creencias de la comunidad
científica en su conjunto cambien en respuesta a la discusión crítica que tiene lugar dentro
de ella. Tal capacidad de respuesta se mide por fenómenos públicos tales como el
contenido de los libros de texto, la distribución de becas y premios, la flexibilidad de las
visiones dominantes del mundo. La satisfacción de este criterio no requiere que las
personas cuyos datos y supuestos se critiquen se retracten. De hecho, la comprensión
mejora si pueden defender su trabajo contra las críticas. Lo que se requiere es que los
miembros de la comunidad presten atención a tal discusión crítica y que los supuestos
que rigen las actividades de su grupo permanezcan lógicamente sensibles a ella.
4. Igualdad de autoridad intelectual. Este criterio habermasiano pretende descalificar a
una comunidad en la que domina un conjunto de supuestos en virtud del poder político
de sus adherentes. Un ejemplo obvio es el predominio del lamarckismo en la Unión
Soviética en la década de 1930. Si bien había algunas buenas razones para intentar
experimentos guiados por un punto de vista lamarckiano, la supresión de puntos de vista
alternativos era una cuestión de política más que de lógica o discusión crítica.
La objetividad de los individuos en este esquema consiste en su participación en el
toma y daca colectivo de la discusión crítica, y no en alguna relación especial (de
desapego, de testarudez) que puedan tener con sus observaciones. Así entendida, la
objetividad depende de la profundidad y el alcance de la discusión crítica que ocurre en
cualquier comunidad científica dada.
Esta discusión crítica está, como se señaló anteriormente, dirigida tanto a los datos
como al razonamiento. En una comunidad que busca una representación fiel, los
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experimentos y las mediciones son examinados y repetidos por otros, y se llevan a cabo
en condiciones variables. Esto constituye un proceso de selección de toda la comunidad
que, cuando se lleva a cabo, reduce los datos falsificados, las correlaciones accidentales
y las descripciones sesgadas o excesivamente cargadas de teoría. El razonamiento que
hace que los datos sean pertinentes como prueba a favor o en contra de una hipótesis dada
está igualmente sujeto a escrutinio: las suposiciones se aislan, se examinan y luego se
respaldan o se encuentran insatisfactorias, la hipótesis se modifica, etc. Nuevamente, este
es un proceso de toda la comunidad que asegura (o puede asegurar) que las hipótesis
finalmente aceptadas como respaldadas por algún conjunto de datos no reflejan las
suposiciones idiosincrásicas de un solo individuo sobre el mundo natural, sino el
consenso críticamente logrado de la comunidad científica. Ambas formas de crítica
prosperan cuando la comunidad fomenta la investigación guiada por supuestos
alternativos.
Las actividades críticas mencionadas son, como he dicho, esencialmente procesos
sociales y el peso que se les otorga en la formación del conocimiento representa un
consenso social sobre el equilibrio adecuado entre la representación precisa y la extensión
del conocimiento. Puede ocurrir que diversas condiciones limiten el alcance de la crítica
y, por lo tanto, disminuyan la objetividad de una comunidad científica, aunque sin dar
como resultado una sociedad completa o intencionalmente cerrada (por ejemplo, como la
ciencia soviética caracterizada bajo Stalin o algunas áreas de la ciencia nazi).
En primer lugar, si la investigación científica ha de tener un efecto sobre la capacidad
de una sociedad para aprovechar los procesos naturales para mejorar su calidad de vida,
la crítica de los supuestos no puede continuar indefinidamente. Desde un punto de vista
lógico, por supuesto, la crítica de los supuestos de fondo, como de cualquier afirmación
general, puede continuar hasta el infinito. La discusión filosófica del razonamiento
inductivo es un ejemplo de este tipo de debate interminable (aunque no inútil). Cuando la
discusión se vuelve repetitiva y se fija en un meta-nivel o cuando la crítica de un conjunto
de supuestos deja de tener o no sirve para desarrollar una conexión con un programa de
investigación alternativo (uno que consiste en parte en interacciones especificables con
el mundo natural o material), pierde su relevancia para la construcción del conocimiento
empírico. (Es la incapacidad intrínseca de la llamada “ciencia de la creación” para
desarrollar un programa de investigación fructífero basado en su supuesta alternativa a la
teoría de la evolución la que es responsable de la falta de atención que le presta la
comunidad científica contemporánea de los Estados Unidos. El recurso de sus defensores
hacia filosofías pluralistas de la ciencia parece mal conducido, si no hipócrita).
En segundo lugar, a estas actividades críticas, por cruciales que sean para la
construcción del conocimiento, se les quita importancia en un contexto que premia la
novedad y la originalidad, ya sea de hipótesis o de diseño experimental. La
mercantilización contemporánea del conocimiento científico, resultado de la interacción
de los requisitos de avance profesional y del valor comercial de los datos, disminuye la
atención que se presta a la crítica de la adquisición, clasificación y ensamblaje de datos.
Es un lugar común que en la ciencia contemporánea los artículos que informan sobre
resultados negativos no se publican.
En tercer lugar, algunos supuestos no son percibidos como tales por ningún miembro
de la comunidad. Cuando, por ejemplo, los supuestos de fondo son compartidos por todos
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los miembros de una comunidad, adquieren una invisibilidad que los hace inaccesibles
para la crítica. No se vuelven visibles hasta que los individuos que no comparten todos
los supuestos de la comunidad pueden proporcionar explicaciones alternativas de los
fenómenos sin asumir esos supuestos. Hasta que tales alternativas estén disponibles, los
supuestos de la comunidad son transparentes para sus adherentes. La transformación de
la investigación sobre la evolución humana en los últimos diez o quince años ejemplifica
este proceso. Hasta que un número suficiente de mujeres con un compromiso feminista
con las alternativas entró en el campo, “el hombre cazador” proporcionó el marco
dominante para la interpretación de los datos arqueológicos. Solo con la introducción de
nuevos marcos explicativos podían observarse los supuestos androcéntricos de la
antropología física (Haraway, 1978; Longino & Doell, 1983). De manera similar, Ruth
Bleier expuso los sesgos de observación, los errores metodológicos y los supuestos
deterministas que subyacen a la investigación sobre las relaciones de las hormonas
gonadales con el comportamiento. Como neurobióloga, enfatizó la incompatibilidad de
esas suposiciones con la investigación que muestra la plasticidad del cerebro humano. Si
bien esta área ha sido más difícil de transformar que la investigación de la evolución
humana, Ruth Bleier fue incansable al exponer lo que ella tomó como sesgos y
confusiones continuas. Ella estaba contribuyendo así al discurso transformador en el
campo a pesar de que la respuesta del área ha sido menos que satisfactoria.
De todo esto se sigue nuevamente que cuanto mayor sea el número de diferentes puntos
de vista incluidos en una determinada comunidad, más probable es que su práctica sea
objetiva, es decir, que resulte en descripciones y explicaciones de procesos naturales que
son más fiables y menos caracterizadas por las preferencias idiosincrásicas de los
miembros de la comunidad de lo que sería el caso de otro modo. Cuanto menor sea el
número, menos probable será. También se sigue que esta es una condición necesaria, y
no suficiente, para la objetividad, y finalmente, una vez más, que la objetividad es una
cuestión de grado.
Aparte de la solidez intrínseca que espero que tenga este enfoque, lo que debería
hacerlo indicado en relación con las críticas radicales de la ciencia es que, desde el punto
de vista de esas críticas radicales, deberíamos esperar que las teorías científicas
favorecidas en una sociedad capitalista dominada por los hombres reflejaran una
preocupación por la jerarquía, el control, las relaciones antagónicas y competitivas, y el
esencialismo sexual y racial. Nuestras ideas acerca de relaciones (esas suposiciones de
fondo que dan forma a las inferencias a partir de los datos) se desarrollan dentro de
relaciones vividas, y estas son las relaciones de las sociedades capitalistas y de
supremacía masculina. Pero que estos temas caractericen o se expresen en las teorías
científicas no es la máxima expresión de la racionalidad ni el producto inevitable del
método científico. Más bien, son los objetos inevitables de conocimiento de una sociedad
estructurada a lo largo de líneas de raza, clase y género. La unidad de análisis apropiada
no es la racionalidad, sino la racionalidad en un contexto. La racionalidad requiere de un
contexto social para su ejercicio efectivo. El conocimiento que las científicas feministas
construirán o en cuya construcción participarán no será el producto de una racionalidad
míticamente pura purgada de masculinidad u otros prejuicios, o de una subjetividad
femenina liberada de las restricciones de la racionalidad, sino del razonamiento ordinario
ejercido en el nuevo contexto social que también debemos ponernos a construir.

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