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Músicas

Primera edición: agosto de 2021

© Sylvia Georgina Estrada

© Los libros del perro


Eje Central 46, Colonia Obrera
Alcaldía Cuauhtémoc
06800, Ciudad de México
contacto@loslibrosdelperro.com
Músicas
www.loslibrosdelperro.com Sylvia Georgina Estrada
Edición: Zel Cabrera
Diseño y formación: Joel Ossorio
ISBN:

Se autoriza la reproducción de este libro total o parcialmente


por cualquier medio actual o futuro, siempre y cuando sea para
USO PERSONAL y SIN FINES DE LUCRO y citando al
AUTOR y a la EDITORIAL.

Impreso y editado en México


Para Julián, que me ayudó a creer.
Barre, barre hasta el fin,
barre con toda el alma,
porque tal vez un día
brillará todo esto.
Daniel Sada

Con el tiempo todas las cosas se hacen música.


James Merrill
Visto en la sección de anuncios
clasificados

Bendice, oh Señor, a tus criaturas


tan necesitadas de aparatos,
de servicios profesionales,
de empleos anodinos en pequeñas oficinas,
en cubículos con pizarrones de corcho
y una laptop.
Ayúdalas a encontrar una plaza de recepcionista,
de auxiliar de cobranza, de secretaria,
de vendedor de Afores.
Muestra tu benevolencia con los reclutadores
que ponen en ti su esperanza para encontrar conserjes,
asistentes de oficina, despachadores,
contadores capaces de trabajar ocho horas diarias
sin sonrisa ni buenos modos.

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Fija tu ojo único en los solitarios, o un producto que reconforte el corazón,
en los alienados, que nos ayude a olvidar la miseria del mundo
en los hombres ávidos de compañía y nos permita ver una existencia distinta a ésta,
que recorren con su índice los recuadros tan echada a perder, sin remedio.
[amarillos
excitados con las promesas de jóvenes
de nalgas firmes y amplio criterio.

Escucha las voces de quienes maldicen su suerte,


de los que buscan un divorcio exprés en quince días,
de aquellos que tientan al destino con amarres,
brebajes y lecturas del tarot.

No cierres, Señor, tus oídos a nuestras plegarias,


somos muchos los que desesperados preguntamos:
¿Quién me mostrará la felicidad?
Marca con fuego el anuncio que nos dé una vida
[nueva

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Cicatrices

Nací un miércoles de ceniza.


Mi madre tenía una cruz marcada en la frente
cuando mi padre la llevó al hospital.
Aún es pronto, dijeron las enfermeras
y mi madre se fue a caminar sus
[contracciones.
Mi padre le contaba viejas películas
y muchos chistes
porque mi madre ama reír.

Hacía calor ese febrero


y mis padres eran jóvenes, casi divinos.
Se habían casado a escondidas,
pero eso fue en primavera y ahora moría el
[invierno.
La promesa del nacimiento y el renacimiento.
El miércoles de ceniza es un buen día para creer.

15
Al anochecer, mi padre convenció a las pero no había nadie, solo él.
[enfermeras. Eran las once y treinta y tenía una hija,
Mi madre no podía dar un paso más la primera,
con sus pies hinchados de placenta, y una historia que contar.
de cansancio, de hija en camino. Todavía era miércoles,
Él dice que fue gracias a las Joyas de manzana la ceniza seguía ahí: una cicatriz en su frente.
que llevó a la enfermería,
yo creo que fue por sus ojos grandes
y sus rizos,
que le daban aire de rockstar desamparado.

Mi madre recuerda que le pusieron una bata azul,


que quería marcharse
en cuanto la acostaron en una cama,
que pidió su ropa de vuelta.
No eran tiempos de tener una niña.
No para ella, tan joven, tan hermosa,
con su cruz en la frente.
Mi padre no olvida los gritos
que cruzaron la sala de espera,

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Consejos

Cuando era niña, mi padre,


voz de cedro,
me llamó.
“Tengo tres consejos:
no hables con hombres extraños,
no camines por calles oscuras,
no entregues el corazón”.

Recuerdo que en el parque


mi respiración se detenía
al ver el rostro de un hombre.
La alarma aumentaba si él sonreía.
Me retiraba paso a pasito,
sintiendo en la espalda
sus ojos de patas largas.

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Pero a la vuelta de los años, a los perros callejeros, a los perdedores,
sin apenas darme cuenta, a los protagonistas de los libros.
los hombres ya no parecían Después llegaron los amigos
oscuros. y los hombres extraños
En su interior había un misterio a los que no debía dirigir la palabra.
y yo lo deseaba. Poco a poco,
Así olvidé el primer consejo de mi padre. olvidé que no debía entregar el corazón.
Ahora no hay marcha atrás y es duro,
Después los muertos aparecieron. y bello,
Un chelista fue apuñalado al romper el alba, como nieve rompiendo la piel.
barrios enteros quedaron huérfanos,
sólo visitados en rumores de Facebook. Veo a mi hija jugar en el parque,
Las calles descargaron tinturas rotas. cómo consuela a un niño
Las casas se transformaron en fuertes. que lloriquea tras caerse del columpio.
A mi pesar, seguí el segundo consejo de mi padre.
No hables con hombres extraños.
Con el corazón fue distinto. No camines por calles oscuras.
Solía entregarlo a los ojos falsos de las mariposas, No entregues el corazón.

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El patio de la infancia

Recuerdo los viejos días.


El patio de baldosas amarillas seguía vivo.
Tú tenías doce,
trece,
quince años.
Ahora es difícil precisarlo.
La memoria tiene sus trucos.

Una vez
saltamos la verja del patio.
Nuestras miradas se encontraron,
cómo nos asustamos
al ver la cara de la otra,
roja, sudorosa por el esfuerzo.
A empujones, las risas se abrían espacio,

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se multiplicaban en los rostros, sino tinta y mucha suerte.
ávidos, sucios de esperanza, Los rostros felices me hacen preguntas
tantos como baldosas amarillas y no dudo.
tenía aquel patio. Celebré los requiebros del deseo,
el éxtasis de los sentidos,
Tú y yo, la ternura.
sentadas en una banca de cemento, Me arriesgué a pesar de los pronósticos.
ignorantes de que el tiempo corre rápido,
de que la vida pasa por encima Runas de cobre,
sin fanfarrias ni avisos. esas baldosas siguen
Muchas no lo recuerdan, multiplicándose en el patio.
no existe un calendario fiel.

Nadie puede medir el tiempo


en números y cruces rojas.

Miro las fotos que guarda mi madre,


las que no necesitan pantallas

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Gatitos en la caja

El hombre me aseguró que tenía gatitos,


muchos,
amarillos, grises, pardos,
con ojos de ónice verde,
lengua rasposa.

Estaba en la tienda porque era verano


y hacía calor,
quería comprar un bollo de fresa.
El hombre me ofreció una rebanada de pan
con mantequilla dulce,
solo tenía que sentarme en sus piernas
para tomarla del mostrador.
Eran las cuatro de la tarde
y no tenía hambre,

27
por eso hablamos de los gatitos, En el fondo, veo los cuerpos contrahechos,
que son peludos y suaves, quietos,
que no han abierto sus ojos, como el polvo en silencio.
que apenas beben leche,
por eso no escucho sus maullidos.

Quiero ir a verlos.
Imagino su ronroneo junto a mi oído,
la suavidad de sus patas rosas,
pero no me muevo.
El hombre muestra sus manos arañadas
y dudo,
hasta que siento entre mis brazos
al bebé michino.
Es gris, con una mancha blanca en el pecho,
sus ojos están cosidos con lagañas secas.
No se mueve.
Atrás del mostrador está la caja.

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Casa de muñecas

Si tengo una hija


la llamaré Beatriz.
En la mañana contaré sus dones,
antes de que el hado
eche en falta su presencia.

Al caer la tarde,
frotaré sus brazos con crema
y flores de lavanda.
Entonaré canciones
para que duerma
un sueño profundo.
Duerme tu primero,
yo te alcanzaré.

31
Cuando despiertes Estaciones
el mundo estará bien.

Compraré ropa suave


1
y un armario
En las tardes
de puertas blancas.
veo al chico que me gusta,
Ahí la esconderé
comemos paletas de limón
por las noches,
sentados bajo un nogal
ajena a la desgracia.
en el fondo del patio.
Cuando lo beso
su boca no sabe dulce
ni amarga
y no sé cómo descifrarlo.

2
Todos los días
el chico que me gusta
me manda una canción,

32 33
a veces dos. un termo para el café.
Siempre busco las letras, Mis obsequios no llegaron a sus manos.
sé que hay en ellas Primero cambió de teléfono,
un mensaje oculto para mí después de barrio,
aunque a veces no lo encuentre. finalmente dejó la ciudad.

3
El chico que me gusta
me llevó a su casa,
jugamos a contar historias,
le dije te amo
pero no era cierto.

4
¿A dónde iremos ahora?
A un lugar donde haga frío
respondió el chico que me gusta.
Le compré gorros y guantes,

34 35
Cruzar el techo a caballo

En las noches,
al apagar la luz,
aparece ante mis ojos.
Agita su crin pulverulenta,
trota hacia el frente
y crece.
Siente mi miedo.

Cruza el techo
de muro a muro,
campo amarillo
de pirita y hiel.
Espero su relincho
pero no llega.
En su lugar

37
resuena el tren Poema de Navidad
a través de la ventana,
su silbido monocorde
se asienta en el cuarto.
Durante años,
Santa no llegó a mi casa.
Me olvido del caballo, No hubo pavo en la mesa
del techo, y solo un pequeño árbol
del oro de los tontos, comprado en los saldos
de las horas sin dormir. horas antes de Nochebuena.
Solo escucho el tren, Uno de esos diciembres

su marcha caminaba con mi madre


y vi en una tienda un par de zapatos
de fierros
negros, de terciopelo,
atraviesa la madrugada.
con hebilla brillante.
Le pedí que me los regalara
porque había sido una chica buena.
Ella se acercó al aparador, vio el precio
y seguimos caminando.
La mañana de Navidad

38 39
vi mi regalo bajo el pino: Inventario de sueños
la caja más grande.
Adentro estaban los zapatos.
Me los puse enseguida
y bailé con ellos por la sala. Siempre tuve una lista de sueños por cumplir.
Mis hermanas pequeñas La idea no fue mía sino de las monjas,
recibieron juguetes diminutos, que en las clases de catecismo decían
algunos dulces, Dios te ama, pecadora y todo,
y yo tenía estos zapatos negros mientras repartían decenarios de plástico.
de terciopelo, con su hebilla brillante. Amuleto contra los malos pensamientos.
Después regresó Santa,
el pavo, los gorros rojos,
Pero en la noche me olvidaba de los sueños.
el árbol de Navidad de tres metros.
Quería ser otra persona,
con otra lista,
Mi madre nunca menciona esa época.
en la que no era importante sacar diez,
Tampoco cuando me fui de casa.
ni el cuadro de honor,
sino salir con los niños de la cuadra
a romper los vidrios de las casas vacías,
a robar la fruta de Doña Simona,

40 41
a saltar por los techos, con ganas escribí malos versos,
de romperme una pierna y no volver a ese colegio, desperté en camas vacías
donde te pedían estar siempre alegre, loca de amor.
y no llorar,
porque Dios te ama, Siempre tuve otra lista de sueños por cumplir.
pecadora y todo. Ahora que resplandece
roja entre las llamas,
A fuerza de guardar fantasías, acudo a su encuentro.
me volví resistente a los rezos,
ciega a las señales
(divinas o no).

Y conocí todas las formas del llanto.


Los retruécanos del odio.
Los mecanismos del rencor.

A cambio,
besé a los chicos guapos de la cuadra,
leí libros espléndidos,

42 43
Punto de quiebre

Tuvimos el hogar
con perro en la puerta.
Nuestra hija
creciendo a la par de las espigas.
Los almuerzos dominicales,
las casas ajustadas,
la dimensión ideal
para cama, mesa, dos sillas
y decenas de libros
para sonreír orgullosos.

Fuimos a la playa sólo una vez.


Tú, yo, el mar.
Trío místico
de piel áspera y salobre,

44 45
las olas devorando Cobriza es la ausencia
toda suciedad,
vaciando nuestra mente.
Jamás sentí tan limpio el corazón.
Los vecinos no recuerdan el color de tus ojos,
ni que leías versos todas las noches para no sentirte
No recuerdo la llegada
[solo,
del punto de quiebre.
para aliviar las madrugadas de colmillos largos
No presté atención a la estadística
que te herían con sus imágenes de polaroid,
ni vi los elementos contaminarse.
llenas de caras sonrientes.
Los datos de la ecuación
que condujo al error.
Las puertas ceden lentas al tacto.
Aún conservo los libros,
Entre los despojos, me convenzo de tu marcha.
el resto son cifras dispersas
Las tazas yacen con pozos de café oscuro,
como nosotros.
las cortinas son jirones apocados.
Sobre la mesa, en la alacena,
en cada objeto,
busco los restos cobrizos de tu ausencia.
Queda el regusto amargo del naufragio,

46 47
la muda certeza que clava sus aguijones en la Aire lavado
[carne.
Hay espacios que no pueden reconstruirse,
deseos Ni temo la muerte: el género de muerte lamento
que jamás serán colmados. Ovidio

Aquí reina el silencio.

Yo pasé por esas calles muchas veces,


avenidas de banquetas amplias
con lustre tierra.
Pocos solían caminar bajo el sol férvido
y la bruma del semidesierto.

Los vecinos me prevenían:


No se aleje mucho,
no se acerque al vado.
Apenas exploré unas pocas cuadras.
“Hay que sacar al perro”, pretextaba.

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A los niños les encantaba verlo con su correa El calor crea espejismos.
y sus andares de pequeño señor. El cielo brilla tanto, no deja ver las señales,
la furia entre los prados.
La gente se sacudía el sopor con aire lavado,
coca-cola fría, yelitos de limón. ***
Al atardecer, las señoras se sentaban en el zaguán,
hablaban del sobrino que regresó del otro lado, Cuando regresé, ahí estaba el ojo del sol.
de la quinceañera de Rubí, Las aceras seguían vacías,
pachangón con mucho whiskey y tequila. pero casas enteras desaparecieron.
En otros sitios hablaban en susurros. Muros rotos. Escombro.
Las trocas americanas se reproducían en los Polvo. Hombres perdidos.
[garajes,
también las casas con porches de columnas Camino por la colonia desdentada.
[dóricas, Tengo muchos nombres,
con patios de césped siempre verde recortado siento sus garfios en la garganta.
y fuentes con querubines blancos. Ésos ya no vuelven, me dicen bajito.
Un faro en medio del mar de tierra. El calor sigue ahí.
La gente no sale a la calle.

50 51
Afuera, en el infierno, Poemancia
se escucha el ruido incesante del aire lavado.

Por años espié de reojo tu ir y venir,


luego te perdí de vista.
Primero algunos meses,
después cinco años
y dos matrimonios,
el tuyo, el mío.

En tus viejas palabras


busco claves que descifrar
y mensajes ocultos.
Declaraciones veladas,
premoniciones,
hexagramas, arcanos.

52 53
Extendí sobre el piso todos los libros Desplazamientos
—los tuyos, los míos—
primero los acomodé por años,
luego en orden alfabético.
Es extraña la forma en que los astros se alían,
las miradas se cruzan,
Las empresas adivinatorias
los cuerpos se encuentran,
requieren varias lecturas,
se desencuentran.
agotar las posibilidades.
Hay quien apuesta su vida
al trabajo arduo de descifrar su big bang interior
Pasé mis manos sobre cada ejemplar
a mirar cómo las líneas del espectro
sentí su valva caliente, a la espera.
se desplazan hacia el rojo.
Besé cada cubierta, abrí las paginas
—Nunca voy a olvidarte— dijo torpemente.
No es sencillo encontrar las piezas,
Tomé los libros, los guardé en una caja
es una tarea dura, pero necesaria.
y la sellé con cinta aislante.
Hay que escarbar
para encontrar el grano luminoso
entre todos los granos.
Y moverse, moverse mucho

54 55
para hallar la chispa, la mirada, el beso Fragmento
y otra vez el color que late en las caricias
y se expande
se expande
Esa sensación permanece.
se expande.
El ritmo de tus manos,
el festejo de la hierba
al contacto con tu espalda,
el tibio vaho del goce
anunciándose.

La memoria es taimada,
construye sus diálogos
con el filo de cristales rotos.

El claro follaje arde,


a través de los párpados cerrados,
y en otro tiempo
—lo sabes—

56 57
los soles blancos Músicas
brillaron para ti.

A la manera de Juan Gelman

Hoy en las aceras pululan seres de ojos perdidos,


hijos, nietos,
descendencia de aquellos que susurraron suave
[Let it be
para que pasara la vida,
que cambiaron las buenas formas de sus mayores
por melenas largas y alborotadas,
que se olvidaron del twist, del foxtrot,
de la guerra de Vietnam.

Pero la barbarie vino de regreso,


el odio, la amargura: eso que emponzoña.

58 59
Ya nadie es inocente, escribió el poeta, Otoño
pero aquí se lee y se canta.
Y mientras una guitarra amora y llora suave,
escondida entre los muertos,
Este es el tiempo.
nace en el patio un arbolito.
Ahora necesitamos los sortilegios,
los abrazos,
All you need is love.
el fulgor de las sonrisas al sol.

El otoño llegó temprano


con sus almas revueltas
y la memoria,
que cava hondo,
en busca de ternura.

Las hojas pardas hablan de ausencias,


de cuerpos que amamos y se han ido,
de cenizas fervorosas
que esparcimos al viento.

60 61
El estupor sigue aquí, En lo oscuro
a pesar de las cantaletas
de los burócratas de oficio.
Las ramas de los árboles
Por la ventana
continúan su vaivén mortecino.
vi nacer el día
Ellas, al igual que yo,
con su runrún de camiones,
saben que no hay memoria,
de obreros del primer turno,
sueño
de niños despeinados de agua,
o magia bien lograda
de café quemado,
que pueda traerte de regreso.
de negra catástrofe.
Vi el zumbido ciego de las polillas
chocar una y otra vez
en la luz del faro.

Pero después del cobalto


vendrá a mí
el cielo de Hopper,
denso,

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girando en azul Happy little things
de sierra y techos de adobe.

El amanecer, Nobody loses all the time


su flecha corta las nubes. e.e. cummings

La oscuridad pierde su dominio.

Es difícil hallar la felicidad


y no salir herido,
evitar sus dientes.

¿Dónde está el espacio


ajeno al infierno?

En invierno
somos más propensos al llanto,
dijo el abuelo,
sacudiendo los cristales de su cabeza.

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Y me dio chocolate, El cielo pierde crasitud.
su píldora contra el dolor. La fila es menos larga.
Sus ojos jóvenes centellean.
Los días no ayudan,
tampoco las filas en el banco ¿En qué momento
con cinco, diez, veinte el deseo
rostros largos. la luz
los sueños?
A la distancia,
dos chicos. Inicia el ejercicio de conciencia,
Tendrán dieciocho años la colecta.
o menos Dónde quedó el anillo de plata
y sonríen. que te hizo sonreír aquella tarde,
Él acaricia la nuca de ella. la película de amor
Ella responde, que te arrulló en blanco y negro.
se acerca Dónde
un poco más. la risa cómplice,
Se besan. los guiños,

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la piel erizada, Territorio por explorar
el abandono.

Cuándo
te perdiste, He visto el demonio del deseo ardiente
Joseph Conrad
lo perdimos.
Siempre te amo,
dijiste.
Y la fórmula Sin mapas ni brújula,

se comparte otra vez con la intuición por toda guía,

en silencio. te adentras en su territorio.


Pesa la duda,
la conciencia del fracaso,
pero la urgencia es más fuerte.

No es sencillo abrirse paso


por la hierba alta

68 69
que se retuerce en tus piernas, la transpiración
por el aire caliente que se abre paso
que abrasa tus pulmones por los surcos de la carne.
y crea chorros de vapor sobre la tierra.
Sabes que la bestia está cerca,
sus ojos cárabes Aparece.
midiéndote Escuchas sus jadeos,
al acecho. el roce de su dermis,
la maleza crujir bajo sus pasos.
Te aproximas.
Casi puedes ver la piel, La selva se abre
la textura irisada en pardo y oro, y todo es combate,
los tendones almizcle, piel rasgada.
tirantes por la espera, Prolongas la lucha;
salvaje siempre. en el límite,
Avanzas, hundes tu lanza en su cuerpo.
sientes tu respiración agitarse, Con el corazón en llamas,

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purificado, Vendetta
lames el tejido roto de la fiera.

Y en las médulas arde continua la venganza,


las palabras entonces no sirven: son palabras.
Rafael Alberti

Dijiste: Mía será la venganza. Y te creí.


Ahora contempla mi agonía mientras toco tu
[cuerpo,
tártaro bajo luces blancas.

Apenas se ven las finas líneas bermellón


que cruzan el cuello, hilos multiplicándose,
sorbiendo restos antes palpitantes.
Las largas horas frente al televisor
no sirvieron de nada,
el CSI no te prepara para ver la rigidez

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extendiéndose por los miembros, De oro y fuego
para los esfínteres que se aflojan,
soltando la vida en chorros de mierda,
para tanta podredumbre sin sentido. A tientas
con ojos ciegos
Disculpa mi impaciencia. busca las palabras,
No pude esperar tu ajuste de cuentas. aprehende sombras,
Mi amor era más grande, mi furia también. intuiciones.
Apenas respira.

No puede ver
el resplandor azulado,
la salamandra devorada
y naciente en oro.
Pero lo siente.
El mundo arde.

74 75
Tarjeta diurna

Sálvame, Dios mío, de mis enemigos, líbrame de los que me asaltan.


Sácame del poder de los que obran inicuamente y libértame de esos hombres
sedientos de sangre.
Salmo LVIII

Dame voz, oh Señor, para entonar mi oración.


Obséquiame noches de sueños cortos
que huyan de la mente al despuntar el alba.
Permite, Señor, que pueda despedirme de los míos
y que sus voces sean escuchadas por tu oído
[omnipresente,
que sientan alivio en medio de su soledad forzosa,
que una vaga esperanza reconforte sus espíritus
con un rayo de sol que se cuele por la ventana,
con la memoria de días llenos de sonrisas y abrazos.
No consientas que mi estirpe sea borrada.

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Deja que mis muertos conserven sus nombres, Libéranos con tu encono poderoso,
que el suelo árido no carcoma sus huesos olvidados. venga la sangre de tus siervos.
Concédeme la gracia de besar sus párpados
[inmóviles, Canto tu himno, oh Señor, para alejar tanto
de ahogar en rabia los lamentos. [infortunio
y hallar resignación,
Ten, Señor, misericordia de mí, que estoy sin ante las cruces que se reproducen en la tierra.
[fuerzas. Para que la confusión y la vergüenza
¿Hasta cuándo mostrarás tu cólera? Ya nadie se invadan el corazón del enemigo.
[acuerda de ti Ya no encuentro la salida entre tanta oscuridad,
ni del infierno que se multiplica en las calles, ando todo el día cubierto de tristezas.
en la nota roja de los periódicos, en los murmullos
[de los funerales,
No te pido consuelo, oh Señor, te pido revancha.
aunque tu nombre sigue resonando en las bocas
Lágrimas que jamás se sequen,
[torcidas de las víctimas.
furia que no se agote
Por eso levántate, oh Señor Dios, no olvides a los
y una pluma veloz que no descanse.
[sufrientes,
quebranta el brazo de opresores y malignos.

78 79
Índice

Visto en la sección de anuncios clasificados 11

Cicatrices 15

Consejos 19

El patio de la infancia 23

Gatitos en la caja 27

Casa de muñecas 31

Estaciones 33

Cruzar el techo a caballo 37

Poema de Navidad 39

Inventario de sueños 41

Punto de quiebre 45

Cobriza es la ausencia 47

Aire lavado 49
Poemancia 53

Desplazamientos 55

Fragmento 57

Músicas 59

Otoño 61

En lo oscuro 63

Happy little things 65

Territorio por explorar 69

Vendetta 73

De oro y fuego 75

Tarjeta diurna 77
Músicas, de Sylvia Georgina
Estrada, se editó en la
Ciudad de México durante
el confinamiento por la
pandemia del covid-19 que
azotó a la humanidad en 2020
y 2021.

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