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poesía

Lógicas vitales

Fabio Andrés Delgado Micán

Babilonia

Poesía
Primera edición, Proyecto Editorial Babilonia Limitada. 2018

Consejo editorial
Malena Martinic, Héctor Monsalve, Fausto Marcelo Ávila Ávila, Néstor Fabian Pulido, Edwin Gamboa, Johanna
Gutierrez Acosta, Juan Pablo Plata, Mónica Lucía Suárez Beltrán, Henry Alexander Gómez, Luz Mary Giraldo, Pablo
Estrada.

Lógicas vitales
© Fabio Andrés Delgado Micán 2018
© Proyecto Editorial Babilonia Ltda. 2018
editorialbabilonia@hotmail.com
Bogotá D.C., Colombia

Ilustración de portada
Violeta Montenegro

Corrección
Johanna Gutierrez Acosta

Distribución exclusiva
Corporación Cultural Babilonia

ISBN:978-958-48-1380-4

Todos los derechos reservados


Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra
por cualquier medio sin la autorización de Editorial Babilonia
editorialbabilonia@hotmail.es

Impreso en Bogotá, Colombia


Printed in Colombia
Fabio Andrés Delgado Micán

Lógicas vitales
Prólogo que es como carta

A este poeta: Fabio Delgado Micán.

Usted es un provocador. Despliega en estas “Lógicas vitales”


cuestiones que enloquecen corazones y cabezas. Nos mete y
captura entre binarios del pensamiento que nos complican
y hacen reír. Sus poemas nos sacuden y traicionan de un
modo, que nos invitan a pensar en mosaicos.
Usted es un amoroso y sabio impostor que se hace el bue-
no para que, de golpe, nos atice tremendo golpe a lo barato
de nuestro existir. Es que avanza con esa postura dicotómica
y nos pone a elegir, con lo que angustia esa idea, ¡Poeta!
Lógicas Vitales busca sobre algunos ejes tan determinan-
tes en la condición humana: el amor, la infancia perdida, la
muerte y dios.
Entonces leo asombrada “las piernas de mi madre se
abrieron al compás de la luz de mis ojos”.
Y no puedo más que caer en sus redes. Las díadas son su
métier.
Cuando juega con ella y él, abuelo y abuela, madre e hijo,
vacío y distancia, que te vayas y dejarte. Cuando amenaza
con tejer y destejer, vida y muerte, un país que se teje y otro
que se desteje. Cuando canta y llora, seduce en romanticis-
mos y empuña fusiles. Es padre e hijo, pasado pero futuro.
Nos deja dudando, haciéndonos preguntas sin respuesta
válida posible, porque es en estos vericuetos que somos tan
felices leyéndolo. Para hablarnos luego de la esperanza, del
valor del aprender y del nosotros. Augurando sentidos en las
búsquedas colectivas. Nos promete amar aún con ese “cora-
zón de celofán”. 9
Cuando enarbola esa quimera nos ofrece conocidas com-
pañías, la de Cortázar y un tango de Armstrong.
Y ya atrapados sin salida, ya sin aire, nos acerca al desa-
mor. Al recuerdo sin olvidos, al deseo y muchas despedidas.
A jugar con el tiempo occidental contando años y 40 y 30.
Pero poeta, es que no entiendo. Y entonces “me pides que
explique un poema. ¡Qué puto fracaso!”; y río, otra vez.
Bucear en las vicisitudes del arte, contestando y pregun-
tando sobre significantes atormentados. La locura y el vacío.
Quizás buscando un mundo “como viento que no nos pue-
de, ni le da la gana oírnos”.
Oscuro se vuelve. Alcohol y yerba. Putas y vírgenes. Ni-
ños sin madre.
Nos pasea por ciudades que imploran paciencia. Nos se-
lecciona en un casting de películas pornográficas sin editar.
Nos desnuda. Nos habla de la maternidad con una empatía,
como si fuera hembra. Yo quisiera ser Victoria y que hable
así de mí.
Lógicas Vitales te trastorna. Te da vueltas como una me-
dia y deja los órganos a la intemperie.
¿Qué hacer con todo esto? ¿Si cierro el libro y lo tengo
acá?
Mi hijo le robó su último verso, es que él anda enamora-
do: “canta un ruiseñor, una ciudad vacía sin ti”.
Creo que la tarea está cumplida y, provocador como es, se
ha vuelto mago y Lógicas vitales una receta de embrujos que
pueden cambiar noches que son precipicios.

Malena Martinic Magan, La Plata, Argentina


Febrero 2018.

10
Lógicas vitales
A Miguel Ángel y Lady
donde desembarcan todos mis poemas

Todos los caminos,


aunque vestidos de flores
o sembrados de espinas,
nos llevan al silencio
Juan Hernández Ramírez
14
Lógicas vitales

El tronco se destroza,
sobre su corteza el musgo,
y un camino de hormigas sobre este.

Es ver nacer a dios del gemido de un árbol,


ver la voracidad de la hormiga
al devastar la hierba.

15
Hábitos despreciables

He intentado dibujar los caminos en el polvo que muerde mi boca,


caminarlos despacio, con los amigos,
hablando sobre el negro vapor de las alcantarillas
que nos llega a los pies.

He intentado esquivar los buses afanados,


libélulas desesperadas que confunden el pan con la codicia,
llegar a donde estás, verte lavar el cabello y los ojos,
tenderme en tu piel como sábana blanca en día domingo.

He intentado rastrear en libros


por qué nos quedamos acá,
pariendo todos la misma desdicha,
quebrándonos entre cuerpos de barro.

He intentado todo lo que sabe a posible para mi lengua,


no mirar el sol y huirle a la noche,
ver películas gastadas para esconderme del ruido del progreso,
que tiene silueta de máquina sin alma.

He intentado todo, amor mío,


pero nada que he podido llegar a tu casa.

16
El pan de los días de antes

La abuela iba cosiendo la hierba


del bosque
donde jugaban los niños,
con su máquina pedaleaba la ruta
por donde pasarían los húmedos caracoles
buscando el rocío.
El aroma se lo daban
los trozos tendidos en las cuerdas
que los pájaros hacían mover
como si llamaran al viento
que dormía tras los árboles.

El abuelo en la puerta
mascando tabaco
silbaba sonidos de animales.
Los chicos creían entonces que eran
ardillas, libélulas o perros salvajes.

En la cocina merendaban
el pan de los días de antes,
viendo el sol naufragar en una cadena de montañas
que se iban de viaje.

Los padres venían con un olor diferente,


sus voces gastadas de hacer eco en el asfalto
buscaban silencio.
Sus elegantes trajes colgaban sus cuerpos
17
como absorbiendo detrás de la piel el alma.
Sus zapatos cansados de rodear la misma huella
se desvanecían en los espejos.

La abuela se ha ido a lo que hoy llaman maleza


a jugar abajo con sus hilos.
El abuelo no se escucha,
dicen que anda enredado en alguna nube,
buscando sonar a lluvia.
La máquina de coser arrinconada,
cubierta de polvo,
suele zumbar
de vez cuando con una mirada errática
del adulto que alguna vez intentó ser ardilla,
libélula o perro salvaje.

18
Lugar de origen

El eucalipto se cuelga de los amaneceres


a donde van los pájaros.

El campesino desanda los caminos,


silba entre la cebada una canción para sus hijos.
Su mujer se acomoda los cabellos
con esas manos de pan
que llevan consigo la esperanza.

La vaca lame al ternero.


Él mama la leche con los ojos cerrados.
Una tropa de gallinas escarba la tierra,
mueve sus alas como intentando un vuelo.

La plaza tiene el olor del jengibre.


Las abuelas desgranan arvejas, mazorcas y habas,
sonríen en el rostro la evidencia de los años,
algo ya cansadas.

Un río de mariposas oscuras


como un río de cenizas
espera ese perfume de las flores mojadas,
estallar en los parpados de la brisa,
esa que es mensajera de las albas.

Es aquí mi lugar de origen,


en estos arbustos parieron mis raíces.
Las piernas de mi madre se abrieron 19
al compás de la luz de mis ojos.
Nacieron mis sueños en los labios de mi abuela
recitando universos de palabras.

Luego la arena cubrió los pinos,


el barro penetró las aguas.
La herida es ahora una llaga,
sangra en el rostro de las máscaras.

Mi lugar de origen se ha marchado,


sus huellas las atrapó el asfalto.
Yo recojo las semillas de los años,
con las manos moribundas,
ásperas y rasgadas.

20
El origen del hombre

A Lady

Las manos del pescador


insisten en hacerse malla.
La red se hace una con la piel de la ola,
espera el momento de la herida,
penetra el vientre del agua.

Cree él que se lleva algo


preñando la mar de angustias.

Ella va a parir a sus orillas


bastardos que se adentran en el bosque:
hijos gastados que se alimentan del suelo,
llevando a su boca el polvo
en que se han convertido.

21
Declaración de amor

A Edwin Gamboa

Si la ausencia tiene rostro,


es el tuyo cuando no estás.
Los pasos se van desvaneciendo
en un camino desarticulado,
esos que solemos caminar de vez en cuando,
donde la libertad nos ataca por el cuello.

Esta sensación de distancia y abandono


madruga las mañanas en mi espalda,
se devora el desayuno en la cocina,
me deja como siempre en este obligado silencio.

Es bueno que te vayas,


mucho más dejarte,
pero esos vacíos momentáneos
es mejor escribirlos que tragarlos.

22
Diarios para la costumbre

“Porque a veces creo que la libertad será…


siempre depender de otras cosas.”
Notas de Lady en mi agenda

¡Son las seis!


Relata la radio con su boca abierta,
siguiendo la danza de una bailarina de seda
acuñada en las ruinas del tiempo.
Hay naufragios de concreto,
islas en el cuerpo que habitan otras islas
navegando sin rumbo en el silencio.
¡Son las siete!
Un jardín de máscaras en el tocador frente al espejo
vela su blanco laberinto.
Este cielo con ausencia de canto
se ata a la carne
como un cáncer, devora el almíbar de los besos,
la sonrisa de las calles,
el aire que impulsa bocanadas para los te quiero.
¡Son las ocho!
Se viste de esfuerzo
buscando la vida entre la piel de los otros,
rastreándose las manos en el tacto.
Se hurga sus tiras de cortezas colgantes,
la radio calla sus propios sucesos,
la muerte ya no acecha.
Espera entonces el hábito de todos:
simplemente morir mirando la nada. 23
18 de enero

En Soacha

Qué son estas nubes en la tarde


sino la forma del camino en el lienzo de Monet.

La mujer que desnuda sus besos


en los labios del tiempo.

Las sillas del parque velando ansiosas


al anciano que no llegará.

El reloj de arena que gira en el silencio de las veces,


para que el último grano siempre termine
en el mismo lugar.

24
Bitácora de viaje

De Bogotá a Mompox

Este destino
vestido de greda
deja atrás la montaña.

En el rostro
cada vacío es un camino
a los ojos.

El vientre infértil
anida las pasiones
entre un collar de médulas
que se besan hasta abandonarse.

La ciénaga huele a caña,


a cerdos de colores,
vallenatos que son cumbias,
un sol violento que dispara
atardeceres de patilla
y naranja.

Luego la noche estrellada,


el río que no canta
y espera al boga ausente
remando en el olvido.

25
Manual de artesania

Esculpir,
un ejercicio al que obliga la memoria.
Las manos armadas de barro
evocan la piel de la vida.

La escultura entonces
es un registro de nostalgias,
una huella sobre la huella,
crear sobre la misma mirada.

II

Los griegos anudaron sus pasiones


y las echaron al mar
evitando el olvido,
para luego sujetar su historia.

He aprendido de ellos y los indígenas


que en el oficio de tejer
hay que vivirse de a pocos.

Comprendí,
no fácilmente,
este país que se teje y se desteje
como un canasto en la plaza los domingos,
26 intentando sobrellevar el olvido.
III

Antes de la maravilla del lenguaje,


el hombre dibujó unos labios
por la simple necedad de un beso.

Aprendió enseguida
un mundo que no es mundo
sin el sentido de sus pasiones
y entregado a ellas
pintó la realidad por encima de la nube de sus razones.
Hasta el hastío de colores
logró hacerse otros hombres.

27
Lógicas vitales ii

La sal del mar se aferra con angustia a la roca


donde va a morir de sed.
Bajo el sol incandescente,
antes de expirar,
intenta regresar en vano a las aguas.

Como la sal,
nos abandonamos a esas rocas
que nos dicen qué es la vida,
deseando temerosos
mientras vamos muriendo.

28
Un mendigo en cartagena

El sol,
desvanecido en los pliegues de su espalda,
hace de ella una cartografía de la angustia.
Se le trepan entonces dos alas,
como formando en cada rastro del dorso
una evidencia dolorosa.

Lleva quizás otra playa,


y el calor padece como costumbre
el forzado abrazo de la arena.

Conoce una ciudad hambrienta


como una cuadrilla de gaviotas
que despiden el horizonte.

Se recoge en el fortín de su muralla.


Duerme.
La acera como una hamaca:
otra Cartagena desolada.

29
Frailejón

A María Negro

También es verdadero afirmar que todo hombre


se ha bañado en el Ganges

Jorge Luis Borges

En el paladar del cielo


un color es todos los colores
punzando el corazón de la tierra
al mismo tiempo que da vida.

Allí mismo viaja la ruta de un río,


apuntando a las nubes,
y se abraza a la grieta de la lluvia.

Recuerda el sabor de los viejos dioses


respirando sus memorias,
dejando caer sus hijos.
Hace una coraza
para quedarse inmóvil
quizás esperando el holocausto.

Casi todos los días el tiempo


le susurra canciones de cuna
bajo el aroma metálico del agua.

30
Pactos para intentar un sueño

La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa


Erasmo de Rotterdam

Hemos caminado hastiados


durante media historia
entre huellas de mentiras y de miedo,
nuestras familias en pantanos de sangre.
Alabar la muerte como un santo patrón de todos los días
en el infinito cielo inalcanzable.

Entonces dejemos a los campos cumplir su función


de sonreírnos las mañanas.
Veamos nacer los amaneceres en los ojos de nuestros hijos
y correr los ríos entre las montañas sin que viajen los gemidos.

Nuestras abuelas y su olor a tierra mojada,


soñar las plazas llenas de manos que labran la fruta
en la boca de las mujeres saciadas
de amor y esperanza

Cantar, cantar a viva voz desde el vientre fértil.


No vamos a parir desdichas.
Mirar a los amantes
dormir la siesta de la tarde
sin que lloren despedidas.
Tomar el café en silencio dibujando el horizonte.

31
No hay duda de que la huella queda
y que la memoria es un reloj que nos suena en la cabeza,
punzando el corazón cansado de tristezas.
Pero aún prefiero besar mil veces esta ilusión romántica,
antes que ver empuñar
a otra generación valientemente sus fusiles.

32
Detrás del arado

La lluvia que se ata a la frente


riega la tierra.
El grillo canta su soledad
buscando el surco
para habitarse de vida.

En la otra montaña gritan.


El sombrero se despabila de miedo
cuando el cuerpo se descuelga de las nubes.
Se contiene el barro por entre los dedos.
La multitud se desanda,
desalambra el camino.
Y él se aferra a la travesía
de lidiar consigo mismo.

Un hilo de sangre
fecunda de tristeza el sendero.
La noche vela a los muertos del cerro,
cansado de enterrar el llanto.

33
Desde la conducta

La bolsa de valores
el precio del dólar
el despertador en la mañana
el canal de noticias,
sus mentiras excedidas,
el olor del tostador en la cocina.

El pan mojado en el café


los servicios públicos
el sector financiero
verte el sábado en el almuerzo
el domingo en el cine
llegar a tiempo al trabajo.

El shampoo de fresa
el jabón de avena
mi perfil de Facebook,
ese que no soy que dicen que soy,
toma decisiones y es libre.

Instagram y los gestos


de felicidad que debo hacer en selfies.
WhatsApp:
los besos
las conversaciones
las incógnitas
la voz en la distancia
34 los grupos de gente que no son reales
el teléfono móvil,
que nos hace todo,
hasta vivir por nosotros.

El baile MTV
en el que todos son sexis
pero nadie baila con nadie
la ropa de moda
la música de la emisora
YouTube y sus millones de visitas
los youtuber y su montón de cosas dichas.

Entonces soñar se hace más difícil


imaginar,
un trajín que vamos olvidando,
pensar es un crimen
y la poesía una invitación al delito.

35
A m é r i c a 20-16

A Juan y Mirna

Sobre esta fértil tierra


llueven lágrimas de sal.
Se espanta entre los árboles
con viejas narraciones
de mezcal, aguardiente y ron.

El aire respira del mole
una caravana de colores en los mercados,
sabores de caña en los labios
de una boca vacía.

El agua
hace de las manos un cuenco,
beberse los manantiales manchados
de arreboles.

Cavar las entrañas


de los ídolos
desgastando sus vientres
entre la noche del trópico y las mujeres morenas
un andar de caderas como de olas.

Las aceitunas
enfilan los trapiches
para alimentar a los perros
del sudor de su carne.
36
La gaita abre los brazos
entre el vuelo de un alcaraván.
La esquina repleta de frutas
desconoce de fronteras,
se deja morder simplemente
entre el deseo del néctar en la piel.

Todos los destinos quebrantados


se recogen del suelo.
Los ojos en el llanto
se van cargando sus muertos
hacia ese paraíso inventado
de viejas narraciones
sin finales felices.

37
3 de octubre

A Miguel Ángel

Bajo la mesa en que te escondes cuando me ves llegar


–déjame contigo un rato
jugar en ese mundo en el que estás
y verte sonreír como lo haces–.

Arriba de la mesa
todo es extraño,
los hombres juegan a saber.
Gritan desde el vientre sus rencores
expulsando de la boca
el barro de sus zapatos.

Aún creo
que es porque no nos han visto bailar
hartados de la felicidad cuando somos juntos.
Entonces el miedo que sentimos
es el de los monstruos que nos acechan desde la cocina
y corremos ansiosos por la casa
intentando refugios imaginarios.
Arriba le temen al cambio,
pensarse de otra manera, Miguel Ángel,
siempre son padres,
empleados,
estudiantes,
nunca han sido lo que somos tú y yo
en medio de la sala
38 saltando de silla en silla.
Cada vez que me voy de tu lado
regreso de nuevo cansado
pensando en que estoy bajo la mesa contigo,
trato de cantar, bailar, y no sabe a lo mismo.
Entonces juego forzado
esos juegos que no son míos.

39
Labranzagrande

La cordillera ha sido testigo fiel de las llamas y los truenos.


El río abrazó a los muertos que el demonio fue dejando a
su paso.
Los pájaros gimieron todos los días con sus noches
cada roble caído en el arado.
La plaza
llena de miedo vestía de luto
en un paisaje de colores,
y los hombres les pagaban promesas a las bestias.

Arriba el potro ya no era libre,


le subieron la cerca a balazos,
con mano templada y cobarde lo ensillaron.
El tiempo calló uno a uno los testimonios
que solo le rezaban a Cristo.
Dios intentó proteger lo que quedaba del pueblo,
como probando el amor de sus oraciones.
La fuente lavó las heridas del fruto carmesí,
él contuvo la última lagrima
hasta que lo destajaron.

Hoy
todo es distinto,
del fuego quedaron cenizas.
Hoy todos caminan tranquilos
de pánico invadidos.
40
Este lugar
enfermo de pecadores,
blasfemando justos discursos,
aprendió que la vida sigue
aunque la hoguera no pueda apagarla el llanto.

41
A favor de babel

Me erijo entre los pastores y la arena,


meciendo los años al azar.
Cruzo las aguas como más adelante lo harán
los profetas de mi asesino.

Llevo conmigo una tremenda empresa:


bordarle a la noche y al día
un paladar del color de la luna,
una legión de estrellas
recostadas en mi cama.

Entonces iré narrando a los granos del desierto


cada osadía de las que serán testigos
los hombres a los que confiaré la orfandad y el olvido.

Derrotado
veré arder las gargantas del río
en la soleada tarde que muere
en las otras orillas del mar.

Cada esquina cantará deforme y caprichosa


una esperanza universal
de todas las lenguas.

Así caminé en favor


de los rostros que nacen tan distintos
amaneciendo en la dicha,
42 eludiéndose la angustia
de verse otros.
Pero,
¿para qué?

Porque de la torre a medio hacer


quedaron las ruinas y una zozobra
de lo diversos que somos
en la ruta de otros mundos en el nuestro.

Entonces,
esto no es una torre,
no es una lengua indescifrable que se va muriendo
en la historia,
no es el color de la piel.

Es aprender
a darse cuenta que el reflejo es distinto
pero sigue siendo
ante todo
el reflejo de nosotros mismos.

43
Logicas vitales iii

Va serpenteando la ruta de la montaña


un aroma de flores y silencio.
Abajo,
cada casa es un templo,
lugares donde la vida
se encarga de reposar
la angustia.

Voy acomodando
el cuerpo y las ansias
en cada curva del camino,
aunque confieso
que no he podido caminar
igual sin ti.

He sido fuerte
y la soledad nunca me pesa,
pero esta hermosa tarde
que se viste de nubes
es difícil de contemplar,
si no es encima o debajo de tu piel,
tanto cielo como suelo
de cada abismo del que voy saliendo.

44
Chet Baker

Para escuchar Almost Blue

Una ruta de aromas en mi boca


dibuja un mapa de tu cuerpo,
una luz por la ventana deja ver los colores de tu piel
cuando se asoma a la mía,
un laberinto en tu ropa del que no podemos salir
nos hace huir de una bestia para permitirnos la prisa.

El vino se hace río bajo nosotros


en un cantar de besos lentos,
el infinito oscuro se prende de silencios y pequeños gemi-
dos
de los cerrados ojos,
las notas de las canciones que cantas caen al suelo
y van huérfanas perdiendo sus destinos.

Un flujo de viento
nos arrebata,
y otros labios nos dicen lo que no podemos decirnos:
casi yo;
casi tú;
casi triste;
casi azul.

45
Nocturno 9
En cada uno de estos lugares algo me ocurrió,
en cada uno de estos lugares dejé
un cuerpo muerto con los brazos extendidos.
No era yo sino a mí mismo al que estaba dejando atrás.
Henry Miller

Las hebras de tu pelo


se deslizaron por el silencioso roble
dejando la madera al descubierto.
Humedecí entonces dulcemente
el lugar exacto donde
tallaría tus alas y albergaría
mi corazón de celofán.

Los jadeos cubrieron la desnudez


de la desaparecida naturaleza del leño.
El aserrín fue dibujando el follaje
por donde caminarían tus pies vírgenes
y el horizonte se abriría a tus brazos
como la montaña pariendo el sol en el inicio del día.

La línea que se dibuja en tus ojos


afinó la mirada
haciéndose distancia.
Eras preciosa,
parte del mundo que tenías por caminar.
Este viejo taller ya no era tu casa.
46
Amante mio

Amor mío,
muere en mi piel tu caricia.
Ella se miente para no extinguirse,
solo se ausenta.

Busco tus labios


bajo el canto de tus palabras,
besarte luego
repleta de recuerdos.

Ya ni me alcanza la noche
para soñarte,
soy como una alondra
aleteándote el amanecer.

Esta puerta que habita silencios


se marchita en el jardín,
mis llantos en fila se deshojan.

Amor mío,
desnuda entera estoy,
aunque siga cayendo esta ventana
a la que le dices mundo.

47
Comentario para Dulce Maria

Yo te fui desnudando de ti mismo,


de los “tús” superpuestos que la vida
te había ceñido...
Dulce María Loynaz

Se pregunta Dulce María la noche en las manos.


Se arquea el corazón cuando escribe su poema.
Vigila los contornos de su amado en la memoria
y padece el misterio de lo incierto

Hila sueños en su canasta rota.


Abre los brazos al silencio.
Va enjugando sus ojos desapercibidos
una tarde fracturada en ellos.

El alma desobliga al cuerpo.


Una honda sonrisa se estremece en el llanto.
Perpleja, ella misma vela un sigilo,
se abraza con fuerza al amado.

48
La niña rayuela

Los abrazos que se dan en la noche,


en esta noche,
pesan al confundirse con el vino.
Los labios son una celda
de pájaros que callan el canto,
no dejan volar lo que se dice entre cada beso.

Sus manos juegan a tirar la piedra


entre caricias y palabras
que deshojan lo que íbamos leyendo.
Cada salto para el cielo o el infierno
busca nombres que no son nuestros
pero se entregaron al corazón de ambos.

Me habla del silencio,


de Cortázar o de Armstrong,
canta un tango ebrio,
tan ebrio como ambos.
Le pesa el cuerpo sobre el mío,
le pesa tanto el sexo.
Se va intentando dejar el juego.

49
La partida

Esta despedida con sabor a cal


se hace amarga cada vez,
saber que es un adiós
en el acuerdo de mentirnos
otro encuentro.

Recordar
que azotamos con desprecio
tanto amor,
para recogernos los pedazos del suelo.

Entonces me acaricias
para dar tregua al cariño
y paso al olvido.
Cierras la puerta ya no violentamente
para despedirte por fin en paz
con el mismo sabor agrio
que tengo en el cuerpo.

50
Deseo

Esa forma que le da la mano a la caricia,


es dibujar los colores de un antiguo continente
por donde ha pasado toda la humanidad.

Es el fuego en el zarzal,
donde la voz de un dios nos obliga a caminar
cuarenta años el solitario desierto de la angustia.

Velar el sueño universal de sabernos hombres


para justificar nuestra huella
en el incomprensible tiempo.

Escuchar los repetidos diálogos


de la muerte de Cristo
en los que vuelve a ser crucificado.
El eterno tejido de Penélope
que cubre la paciencia de los años.

Ese mismo impulso


en el que Teobaldo cae ante Romeo
en cada biblioteca del mundo.

Eso y tanto más


nos ha convertido en testigos silenciosos del recuerdo,
victimas impunes de lo imprevisible
huéspedes cansados de la piel que extraña a los amantes.

51
30 años

A Lina Marcela Ortiz Ospina

Los labios
ansiosos de hacerse palabras,
el rostro
como un reflejo festivo de la vida
anudado al mapa de cicatrices en las manos
que terminan en el corazón,
y un tropel de recuerdos que golpean
de vez en cuando
hasta perderse lejos.

En el valle un concierto de pájaros


crujieron treinta años,
tu sonrisa le ganó
la batalla al día,
el horizonte te cubre el cuerpo
descalzo.

Afuera también han pasado treinta años,


aunque es en nosotros
donde el tiempo
confirma todas sus victorias.

52
Musas desapercibidas

Voy amándote entre los pasos a mi casa,


intento cantarte la noche entre versos,
pero lo he leído en cientos de poetas,
buenos, muchos de aquellos.

Decirte tal vez


que es tu fuego el que rasga los soles de mi noche,
el que cantan los labios de las nubes diciendo tu nombre.
Pero mi amigo el filólogo
me manda a la mierda por escribir de esa manera.

Cuando quiero atreverme de nuevo,


leo poetas del antes y del ahora,
me impaciento por la tarde, por una sola palabra.

Pero por fin, el verso está hecho,


llevo el diccionario de sinónimos gastado
como la necedad de escribir alguna cosa seria.

Luego reposa el poema tres días


y lo busco en el cajón con desconfianza,
repetí más de una vez la misma palabra
¡qué maldita desgraciada!,
no se deja domar siquiera un poco.

Cansado y con las manos más viejas


te leo despacio el último resultado,
me pides que te explique el poema, 53
¡Que puto fracaso!
Logicas vitales iv

Dios que siempre fue verbo


se hizo carne en la manzana de Eva
más luego en el puñal de Caín
y en la cruz de Jesús redentor.

Así Dios mismo


nos cerró el paraíso
e hizo del mundo
una hermosa incertidumbre.

54
Voces de quimera

La ciudad anda llena de lienzos


que se van doblando en las esquinas,
entonces el artista intenta pincelar el silencio
al que luego le dirá posteridad.

En las bibliotecas se entonan discursos


como si fueran himnos
destajando sueños,
se va haciendo un eco en el cuarto
que se pregunta
¿qué es el arte?
Y mira cómo se desdobla el académico en su repisa,
babeando sobre sus réplicas de Dalí
en los libros de Tzara que descansan en una urna de cristal.
Una fotografía de Borges tan ciega como su mirada.
¿Qué es un artista?
Aúlla el crítico
en su intuición de ebrio
buscando qué beberse como si fuese el último vino de su vida,
recorriendo las imágenes
de una Woodman que decoran su escritorio,

El señor Rimbaud
amó tanto las estrepitosas noches y les cantó con tal fuerza,
que se fue inventando las huellas de un nuevo Poe,
escondido con sospecha
entre el licor y los libros de la larga Francia de Baudelaire.
55
¿Qué es el arte,
señor catedrático?
Pregunta el interlocutor en el canal cultural de la televisión.
Éste con maestría pasa por los manifiestos de Bretón,
los clásicos del mediterráneo
o las publicaciones de estudios presumidos
en los que nadie entiende lo que se dice
pero se aprueban por ser “brillantes”.

¿Qué tipo de arte existe?


Con lectores atormentados
leyendo lo que se debe leer
muchas veces sin entender.
Existe el que odia a Dios,
una orgia de mefístos girando entre cocteles.

Existe el que condena al diablo


en escrituras rebuscadas
cuando gimen en la plaza su verdad
¡la única verdad!
Existe el anti-arte
inclusive el pro-arte.
Con un Fausto vendiéndole el alma al editor,
los pocos anhelos que le quedan.
Hay arte oscuro
y dicen que es de aquelarres, velas y gatos.
Hay arte blanco
tan modesto como falso.
Y los suicidas,
tan pecadores los suicidas,
56 cultos de muchos
que pretenden su rebeldía,
hasta de vez en cuando intentan quitarse la vida.
¿Se preguntará por el arte la tarde gris de Pizarnik?
¿Se cuestionará el aire caliente del timbal de la cabeza de Andrés?
¿O Alfonsina vistiéndose el mar en las manos?
¿Quién le dijo a Silvia Plath que respirará hondo sus versos?

¿Arte?
¿Hay arte en las paredes colmadas de sangre?
¿Entre comunistas tercos, anacrónicos y nublados?
¿Entre capitalistas asesinos, prejuiciosos e idolatras?
Solo veo una sociedad que camina a sus abismos
intentando una locura y una rebeldía de comercial publicitario.

Entonces qué te puedo decir,


si de todos los caminos que me encuentran
me tocó un largo laberinto
por el que aprendí de la pasión
hasta quedarme sin respuestas.

Aprendí a subirme en una quimera


gritando idioteces
en este pueblo que se arruina de a pocos,
buscándole voces al barro,
para olvidar tanto de lo que se dice,
en inventar un castillo
del que no se me da la gana salir.

57
Anacronismos

Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este


libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que
le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las
páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su pro-
pia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca
que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted,
Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han
armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré
muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de
símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro
y que usted lo ha aceptado.
Jorge Luis Borges (A Leopoldo Lugones).

La palma de la hoja
marca un millar de ríos
al suspenderse continuamente la lluvia en su cuerpo.
Al cruzar un destello de luz en el rocío que muere en la
tarde,
la oscura noche serpentea en el viento.

En ese instante, yo
ensillo el caballo negro de Aurelio Arturo,
que vaga el sur de los pastos
de la canción que fue su infancia.

58
De la psicodelia a la psicosis

A Syd Barrett

En primera página del diario


un circo de personas intenta desaparecer,
hacen una hilera en la fecha ubicada arriba del papel gastado
y van cayendo a los abismos intentando despedirse.
El áspero recuento que se va haciendo en la piel,
al ojear las noticias y el resultado del último marcador,
dan cuenta de que todo sucede en la misma esquina
de Cambridge, Bogotá, Singapur y Buenos Aires.
La mirada fija en un cielo mutilado por el aleteo de palomas
desprende de los labios secos palabras que se intentan solas
y caen babosas en el suelo.

Un hormigueo en las manos como plasmando una silueta


va evadiendo el sueño,
intenta escudriñarse el cuerpo,
y el dulce turrón de su ámbar en la boca
lo convierte en un respiro,
una señal de auxilio,
un navío en altamar aferrado
a la suerte de las olas.

Su cabeza es una esfera de retazos,


un espejismo desapareciendo en el humo,
la violencia del sexo,
un domingo que camina en la tarde agotado
con el alcohol en la garganta,
los ojos en el cenicero de la montaña de cigarros encendidos, 59
el universo zumbando en los oídos,
una infinita angustia que viene y va
derrotándose de a pocos.

Las calles le serpentean,


lo agitan entre colores de ira.
Risas hondas desde el profundo vientre,
esa trágica desesperación hecha carcajada.
Las nubes abarrotadas marcan la prisión
de la que sabe que no saldrá,
cuando curvando de a pocos las ansias,
desgaja el tiempo en un jardín de hierbas.

A orillas del Cam,


o el Volga, o el Misuri
anda pedaleando su desmoronada vida,
cierra los ojos y se deja caer nuevamente
como aún sigue cayendo,
en ese silencio lleno de grietas
en el espacio vacío.

60
El rey carmesí

A Greg Lake

La hierba que se adhiere a los sueños


hiede a asfalto,
sus herederos de concreto,
gigantes con mil ojos
ocultan en su mirada
arlequines prisioneros
que al amanecer se van prendiendo
sus mejores trajes.
El sol azota sus cadenas ondeando el viento
y ellos como hojas secas
van a caer al pedestal del rey carmesí.

Una horda de sabios apoltronados en las paredes de la corte


van tragando a medio digerir sus propios discursos,
el insoportable espectáculo lo adorna una orquesta
que va al compás de la rueda tardía de un molino
consumido por el abandono.

Un camino de viudas
acompañan la trágica tonada,
sollozando su angustia
extienden sus muslos
revelando su sacrificado sexo,
andan entre el placer y la amargura
cantándose hacia adentro. 61
II

Greg Lake montaba la ruta de una ciudad ocre,


en una serpiente de latas
afanada por ingerirse las gentes,
me murmuraba a los oídos
desde el walkman una canción
que se iba tejiendo las alas.

Una vorágine de sonidos


deshacía la ventana por donde pasaban los hombres,
algunos intentándose cielo,
otros simplemente viendo el itinerario de sus zapatos.
El susurro ensordeció mis sentidos,
ya cegado de un gemido, mi pecho abierto como una flor
cedió a los impulsos del llanto,
en ese momento quedé para siempre contenido.

III

En la silenciosa roca por donde se fueron los dioses


y nos abandonaron a la suerte de la piel del sol,
me fui cantándole al viento
una canción que le aprendí a los abuelos.
Viendo por los ojos de mis muertos
Samaipata se levantó de una esquina
en un hombre deshecho que remienda su destino.
Sus manos aferradas a la guitarra,
como sabiendo que es lo único que le pertenece de la vida,
62 va buscándole el rostro –como yo– al rey carmesí.
Entonces ambos entendimos que, al mundo, como al viento,
no puede,
ni le da la gana oírnos.

63
Manicomio rojo

Esta tierra negra


que cosecha edificios grises
se prende en mis entrañas
y se me enreda en el cuerpo.

Me acecha el olor a marihuana y alcohol


que me llevo dentro de la boca,
rezo en los pedestales con las putas
aferrados a estampitas de la virgen del Carmen.

En las esquinas famélicos niños


sin madre se van muriendo
y miran con asco a otro mártir
en su cruz de madera.

El mundo se ha convertido
en una orgia de escombros,
un ritual sedentario
de máquinas de carne.

64
Victoria en el espejo

Ese sonido de Victoria con los labios


cada vez que se los pinta
es una pequeña obertura del beso,
un instante en que van a crujir los sueños
que se caen de un árbol
al que le van pasando los años.

Se busca la mirada en el reflejo


y este
–su reflejo–
va evadiendo la responsabilidad de verse.
Sabe que se miente
que anda enamorada de nuevo.

No le bastaron las ajadas cicatrices,


que aún no sabe si han cerrado,
ni las palabras de esos poemas
que anda escribiendo en su cuaderno.

Sonríe, al fin y al cabo.


Victoria intenta saber que la vida
es ese arsenal de malas decisiones,
pretende entender que el amor
es eso tan humano como ella.

El espejo queda solo,


ella lo ojea,
entiende que quizá la otra Victoria 65
tenga la razón
y no le importa.

Les queda una vida para seguir


pintándose los labios,
enamorándose de nuevo.

66
Sala de alquimia

Solo lo dejo salir algunas veces en la noche cuando todos duermen.


Blue Bird. Charles Bukowski

Las hebras del tabaco


son una huella amorfa en el suelo,
la tímida ventana deja penetrar la luz de la tarde,
la mesa vestida de colores holgados
se abandona a la suerte del cuarto.

El aroma desborda la piel de los muros,


los metales se encienden,
al alcohol le hierve en la garganta a la ausencia.

La hierba en agua tibia


se consume sola
humedeciendo el vaso
que mira el libro de sustancias abierto
como un amante gastado de caricias.

La puerta se abraza al vacío


y le va cantando al oído melodías de dioses del sur.
Se va anidando en el aire un miedo,
una solitaria culpa de no volver a ver al alquimista.

67
Sesión de pelicula pornografica
sin editar

A Joel Cruz Arévalo, quien me contó una historia.

El cuarto tiene ese aroma viejo


que tienen los dialogo detrás de las luces.
La radio gime la voz de un rock and roll
en el escaso aguardiente
evaporado en la garganta.

Se arrancan las carnes.


Los besos son una sesión de iras enlazadas.
Ella le escala la piel
y los labios le sangran.
Él finge que la ama,
le dice puta al oído,
miente sobre el mañana.

Sonríen,
alguno se recuesta en el entramado de las piernas
del otro,
mientras como por obligación
le va arrullando el rostro.

68
Las tres versiones de venus

Tus ojos cargan la violencia del blues que te suena de cerca.


Tu piel habita los costados del ruido y tu danza se precipita
como un asesinato y giras, giras, ¡giras! Te retrasan los semá-
foros, el humo de los cigarrillos, los carros en una línea de
angustias, bailas Shocking Blue y eres un río, una cadena de
gemidos, una coraza. Crujen tus dientes como si buscaras
liberarte en la ausente guitarra que gime sola, te estalla la
boca y blasfemas besos hirvientes en los labios de nadie, con
tus pasos dibujando cartografías del mundo. Tus caderas tra-
zando músicas, deseos, violencias, la carne y la desolación.
En eso tu sombra se va, se larga a la calle y a los días, a ha-
cerse un eco con las sirenas de las ambulancias, con la sangre
caliente y el alcohol, los sentidos en desorden y una fiesta de
ti misma en la cabeza, saboreando lo que queda de las nubes
en tu lengua. Tu piel de hojas secas se levanta en la mañana,
bebe un trago de cerveza y se va con el alba.

II

Su voz se descuelga
de un tendido de notas pasajeras
para intentarse historia
en los tejados del México y el rock.
El viento se le anida en los labios un instante,
le crecen moskas en el vientre.
69
III

La música
desgaja las fronteras.
Hay un sabor de que en la tierra
los dioses siguen siendo los mismos.

70
Maternidad

A Cecilia

Amanecía tu vientre
un revolotear de mariposas,
una noche larga cegaba inhóspitos paisajes.
En nueve lunas
el pacto abrió los ojos.

Hay cosas que no se entienden,


ni las raíces asidas,
ni las huellas del dolor.

Pero esta gestación de abrazos


nos va acompañando todos los días,
y esa sonrisa va acallando
el delirio de las otras ausencias.

71
Triptico para victoria

Escucho una sonata en tu boca,


los violines
en la parte alta de tu lengua,
los chelos danzando entre los dientes.
En un antropófago contacto
devoramos la orquesta.

II

Este bosque se marchita desde el cielo.


Las nubes
con paciencia caen,
se quiebran en el suelo,
se van a ese cuarto solitario de tus libros,
y en mi travesía
me inclino para desandarte.

III

Me alejo un poco,
te dejo bailando entre las copas de los árboles
sonidos de ciudad mojada,
boleros para la historia.
Luego beso
tu piel de niebla,
72 camino los rincones de tus manos,
te beso los ojos llenos de espanto.
Usasá

Tengo en el vientre
vestidos de musgo,
raíces que apuntan al cielo.

Tengo en las manos


el viento silbando a las bestias,
una geografía borracha de barsalero.

Tengo en un rincón del infinito


imágenes repletas de mariposas
en tus manos.

Tengo en el negro color de la tierra


la respiración contenida
de todas las cosas que me trepan el alma.

73
Palabras de asfalto

Vagando hasta tu boca

Los semáforos
El sueño
La rutina
Todas las mujeres y ninguna
Los bolsillos
Torres de cigarrillos
Y una orquesta en la cabeza

Canta un ruiseñor una ciudad vacía sin ti.

74
75
Este libro, compuesto en caracteres
Leelawadee, DilleniaUPC y Calisto.MT.
se terminó de imprimir en marzo de 2018.
La obra de portada esde la autoría de la
artísta colombiana Violeta Montenegro.

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