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de la transición a la democracia
en República Dominicana y Haití
Historia comparada
de la transición a la democracia
en República Dominicana y Haití
ISBN 978-958-49-3121-1
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del autor.
Contenido
Dedicatoria ................................................................................................................. 5
Siglas ............................................................................................................................. 7
Introducción .............................................................................................................. 11
1 El contexto ............................................................................................................ 15
1.1 Europa y los imperialismos .................................................................. 15
1.2 Geopolítica de los Estados Unidos ................................................... 32
1.3 República Dominicana y Haití ............................................................. 47
Dedicatoria
Siglas
Introducción
N
inguna región del mundo ha presenciado tantos golpes de
Estado como América Latina, a lo largo de su accidentada
historia desde el siglo XIX. Al margen del origen, duración,
alcances y limitaciones de tales formas de acceder al poder,
tuvieron lugar transiciones a la democracia, con independencia de
lo que por tal se entienda. En términos taxonómicos, después de la
segunda guerra mundial hubo un tipo de golpes de Estado, caracteri-
zado por ser insuflados por Estados Unidos en medio de la confron-
tación bipolar Este-Oeste y de la guerra fría, concordantes con una
peculiar noción de seguridad y de enemigo.
Terminada la guerra fría, de manera gradual Estados Unidos pre-
sionó a cada una de las dictaduras para que, en el marco de sus
particularidades, emprendieran transiciones a la democracia, de la
manera como esa potencia entiende tal sistema de gobierno. Las for-
mas como terminaron las dictaduras y el advenimiento de la demo-
cracia, así como las apariencias, los contenidos de las transiciones,
los alcances y limitaciones variaron en virtud de la especificidad de
cada país. Aquella potencia imperialista tomó todas las medidas ne-
cesarias para que las transiciones desembocasen en gobiernos de
derecha, incluso recurriendo a golpes de Estado en el desarrollo de
las transiciones para que así fuese.
¿En qué contextos geopolíticos y condiciones internas tuvieron lu-
gar las transiciones a la democracia en la República Dominicana y
en la República de Haití; Cómo fueron las dinámicas, los alcances y
limitaciones de esas transiciones; Qué regímenes políticos resulta-
ron y Cuáles son las principales visiones sobre esas transiciones a la
democracia?, son las preguntas orientadoras de esta obra. A manera
de hipótesis se indica que las dictaduras militares en la República
12 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
1. El contexto
E
ste capítulo contiene una aproximación al contexto. Para tal
efecto, Europa y los imperialismos son el primer tema del
mismo, en el que se intenta mostrar las múltiples incidencias
de un conjunto de acontecimientos ocurridos en ese conti-
nente sobre América Latina desde el siglo XIX y la manera como se
configuró un ambiente político, ideológico, militar, social y cultural
para los recurrentes golpes de Estado, mecanismo por cuyo interme-
dio se establecieron dictaduras militares de derecha y sus respectivas
transiciones a la democracia. En ese mismo sentido se alude a la
geopolítica de los Estados Unidos y a los casos específicos de Repú-
blica Dominicana y Haití.
2. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. El siglo XVIII liberal y
capitalista. Volumen VI. Panamá: Volcán, 1965. p. 9.
3. HOBSBAWM, Eric. Historia del mundo contemporáneo. Barcelona: Crítica, 2015. p. 705.
14. CARMAGNANI, Marcello. América Latina de 1880 a nuestros días. Barcelona: Oikos-Tau, 1975. p. 28.
15. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 85.
28 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
17. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. Un nuevo mundo en
gestación. Volumen X. Barcelona: Éxito, 1972. p. 427.
18. BAMBIRRA, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano. México: Siglo XXI, 5 edición, 1978.
p. 106.
32 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
19. HALPERIN DONGHI, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza, 1986. p. 379.
20. Asesinado en 1956 por el poeta nicaragüense Rigoberto López Pérez, el Presidente Franklin Delano
Roosevelt había definido Somoza Debayle, así: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
38 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
21. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. Desde el Islam al
Renacimiento. Volumen II. Panamá: Volcán, 1965. p. 434.
48 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
22. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Haití: un país ocupado. Sinopsis histórico-política
de su lucha por la democracia. Santafé de Bogotá, 1997. p. 9.
23. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 10.
24. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 11.
25. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 14.
26. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 9.
27. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 16.
50 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
28. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 17.
29. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 19.
30. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 22.
31. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 23.
32. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 26.
52 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
33. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 32.
34. ANTONIN, Arnold. Haití en el Caribe. En: Revista Nueva Sociedad, Número 63, (Nov-Dic de 1982); p.
103-112.
35 Jean Jacques Dessalines 1804-1806, Henry Christopher 1806-1820 (Norte), Alexandre Pétion 1806-
1818 (Sur), Jean-Pierre Boyer (1818-1843 unifica el norte y el sur), Charles Riviere-Hérard 1843-
1844, Philippe Guerrier 1844-1845, Jean-Louis Pierrot 1845-1846, Jean-Baptiste Riché 1846-1847,
Faustino Soulouque 1847-1859, Fabre Geffrard 1859-1867, Nissage Saget 1867-1867, Sylvain Salnave
1867-1869, Nissage Saget 1869-1874, Michel Domingue 1874-1876, Pierre Théoma Boisrond-Canal
1876-1879, Joseph Lamothe 1879, Lysius Salomón 1879-1888, Pierre Théoma Boisrond-Canal 1888,
François Denys Légitime 1888-1889, Monpoint Jeune 1889, Florvil Hyppolite 1889-1896, Tirésias
Simón Sam 1896-1902, Pierre Théoma Boisrond-Canal 1902, Pierre Nord Alexis 1902-1908, François
C. Antoine Simon 1908-1911, Cincinnatus Leconte 1911-1912, Tancrede Auguste 1912-1913, Michel
Oreste 1913-1914, Oreste Zamor 1914, Joseph Davilmar Théodore 1914-1915, Vilbrun Guillaume Sam
1915, Philippe Sudré Dartiguenave 1915-1922, Louis Borno 1922-1930, Louis Eugéne Roy 1930, Sténio
Vicent 1930-1941, Elie Lescot 1941-1946, Franck Lavaud 1946, Dumarsais Estimé 1946-1950, Franck
Lavaud 1950, Paul Eugéne Magloire 1950-1956, Joseph Nemours Pierre-Louis 1956-1957, Franck
Sylvain 1957, Daniel Fignolé 1957, Antonio Thrasybule Kébreau 1957, François Duvalier 1957-1971,
Jean-Claude Duvalier 1971-1986, Henri Namphy 1986-1988, Leslie Manigat 1988, Henri Namphy
1988, Prosper Avril 1988-1990, Hérard Abraham 1990, Ertha Pascal-Trouillot 1990-1991, Jean-Bertrand
Aristide 1991, Raoul Cédras 1991, Joseph Nérette 1991-1992, Marc Bazin 1992-1993, Jean-Bertrand
Aristide 1993-1994, Émile Jonassaint 1994, Jean-Bertrand Aristide 1994-1996, René Préval 1996-2001,
Jean-Bertrand Aristide 2001-2004, Boniface Alexandre 2004-2006, René Préval 2006-2011, Michel
Martelly 2011-2016, Jocelerme Privert 2016-2017 y Jovenel Moise 2017…
54 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
36 WILCKENS, Manfred. Hacia una teoría de la revolución, el caso dominicano (I). En: Ciencia y Sociedad.
Volumen XXV, Número 2, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Santo Domingo, República
Dominicana, (Abr-Jun de 2000); p. 166.
trar sus primeros rostros37. Fue así como en 1847 Estados Unidos
envía los primeros agentes comerciales a La Española, luego cónsu-
les y personas dedicadas al espionaje, aunque algunos funcionarios
intercambiaban roles o los cumplían de manera simultánea. En 1850
en la República Dominicana había representación diplomática, ade-
más de Estados Unidos, de España, Francia e Inglaterra38. Como se
puede inferir, seis años esperaron tales potencias para reconocer
a la República Dominica como un nuevo país y sus estrategias de
dominación variaron de forma y de contenido sobre la novel nación
caribeña.
En esas condiciones el país caribeño quedó atrapado entre las fau-
ces de las pugnas imperialistas de la época protagonizadas, en esta
ocasión, además de los cuatro países antes mencionados, por nuevos
países también con ímpetus imperialistas como Italia, Prusia (Alema-
nia) y Portugal39. Pero la trama más compleja en materia geopolítica
la protagonizaron Estados Unidos, España, Francia e Inglaterra, poten-
cias que, además de defender sus intereses económicos, buscaban
ampliar sus áreas de influencia o dominio aparte del ya existente.
Estados Unidos, Francia e Inglaterra urgían de nuevas y más abun-
dantes materias primas para su boyante industria, mientras España
se esforzaba por mantener algún tipo de dominio en los territorios
que antes fueran sus colonias40.
Esas cuatro potencias procuraron alcanzar posiciones ventajosas
ante a sus rivales por medio de tratados de amistad, comercio y nave-
gación41. Inmediatamente después del fracaso del intento anexionista
a España por parte de la República Dominicana, también gobernantes
dominicanos pretendieron anexar o arrendar parte de ese país a Es-
tados Unidos. Los aludidos funcionarios de manera solícita colmaron
de facilidades, privilegios, prebendas y concesiones a empresarios
estadounidenses lo que, a la postre, incidiría en las nuevas formas de
dominio, control de aquella potencia y en pretextos para eventuales
Santín 1874-1876, Ulises Francisco Espaillat 1876, Ignacio María González Santín 1876, Marcos
Antonio Cabral 1876, Buenaventura Báez 1876-1878, Ignacio María González Santín 1878, Cesáreo
Guillermo y Bastardo 1878, Ignacio María González Santín 1878, Jacinto de Castro 1878, Cesáreo
Guillermo y Bastardo 1879, Gregorio Luperón 1879-1880, Fernando Arturo de Meriño 1880-1882,
Ulises Heureaux 1882-1884, Francisco Gregorio Billini 1884-1885, Alejandro Wos y Gil 1885-1887,
Ulises Heureaux 1887-1889, Wenceslao Figuereo 1899, Horacio Vásquez 1899, Juan Isidro Jiménez
1899-1902, Horacio Vásquez 1902-1903, Alejandro Wos y Gil 1903, Carlos Felipe Morales Languasco
1903-1905, Ramón Cáceres 1905-1911, Eladio Victoria 1911-1912, Adolfo Alejandro Nouel 1912-1913,
José Bordas Valdez 1913-1914, Ramón Báez Machado 1914 y Juan Isidro Jiménez 1914-1916.
49. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. La República Dominicana (Análisis de su pasado y su presente). Sociedad
Dominicana de Bibliófilos. Santo Domingo. República Dominicana. Segunda Edición, 2004. p. 163.
50. Horacio Vásquez 1924-1930, Rafael Estrella Ureña 1930, Rafael Leonidas Trujillo Molina 1930-1961,
Jacinto Bienvenido Peynado 1938-1940 títere?, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha 1940-1942
60 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
títere?, Rafael Leonidas Trujillo Molina 1942-1952, Héctor Bienvenido Trujillo Molina 1952-1960,
Joaquín Balaguer 1960-1962, Rafael Filiberto Bonnelly 1962-1963, Juan Emilio Bosch y Gaviño 1963;
Junta Provisional, Víctor Elby Viñas Román 1963; Primer Triunvirato, Emilio de los Santos Salcié 1963;
Segundo Triunvirato, Donald Reid Cabral 1963-1965; Guerra Civil Movimiento Constitucionalista,
José Rafael Molina Ureña 1965, Francisco Alberto Caamano Deñó 1965; Guerra Civil Bando Lealista,
Pedro Bartolomé Benoit 1965, Antonio Imbert Barrera 1965.
51. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 165.
54. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. Los partidos políticos en el autoritarismo y en la transición democrática
en la República Dominicana. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1993. p. 9.
55. Gobierno de Transición, Héctor García Godoy 1965-1966; Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1966-
1978, Silvestre Antonio Guzmán Fernández 1978-1982, Jacobo Majluta Aznar 1982, Salvador Omar
Jorge Blanco 1982-1986, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1986-1996, Leonel Antonio Fernández
Reyna 1996-2000, Rafael Hipólito Mejía Domínguez 2000-2004, Leonel Antonio Fernández Reyna
2004-2012 y Danilo Medina Sánchez 2012 (esta investigación fue hecha en el año 2018).
64 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
2. Las dictaduras
E
ntiéndase por dictadura, en esta obra, el ejercicio político me-
diante el cual elites, grupos o individuos asumen, ejercen y con-
trolan el poder estatal en virtud de sus intereses coyunturales
o estructurales. Se llega a las dictaduras mediante el poder de
hecho y sus promotores lo convierten en poder de derecho. Entre los
múltiples tratadistas del tema, sobresale Giovanni Sartori1 quien apor-
ta importantes elementos de análisis sobre el particular. Este capítulo
da cuenta de las dictaduras tanto de la República Dominicana como de
la República de Haití, así como de cada uno de los aspectos más re-
levantes de los dictadores y las principales instituciones a su servicio.
1. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 59. Este autor presenta como
características de la dictadura el exclusivismo y arbitrariedad en el ejercicio del poder (ausencia de
división real de poderes, supresión de instituciones, grupos sociales y políticos rivales, concentración
del poder político en manos de una persona o de una elite); la supresión o limitación de los vínculos
jurídicos del poder político, (creación de nuevos instrumentos jurídicos como instrumentos de
gobierno, celebración de acuerdos, pactos o negociaciones para excluir a los adversarios y consolidarse
en el poder); la eliminación o restricción sustancial de las libertades civiles, (estados de excepción,
de sitio o de guerra para darle un tratamiento policivo o de orden público a las distintas expresiones
sociales); la agresividad e impulsividad en la adopción de decisiones, (la política interna y externa
basadas en un mesianismo ideológico encaminado a disciplinar la sociedad) y el empleo de métodos
despóticos de control político y social, (intimidación, propaganda, imposición de la obediencia por
medio del terror).
La dictadura puede surgir y funcionar como “instrumento de la democracia”, “preparación para
la democracia”, o la “negación de la democracia” y, en concordancia con ello, Franz L. Neumann
identifica tres tipos: la dictadura simple, consistente en un control absoluto sobre el poder estatal;
la dictadura cesarista, referida a la consecución del poder con apoyo de las masas estimuladas por
reformas socioeconómicas y la dictadura totalitaria, entendida como un poder ejercido por un partido
o movimiento social. Las dictaduras también se clasifican en dictadura ilimitada y constitucional.
La dictadura ilimitada es el desconocimiento absoluto de la constitución y con ella de los poderes,
por parte del dictador quien le imprime un carácter estrictamente unipersonal a las decisiones de
Estado. La dictadura constitucional se establece para encarar una situación de crisis o de emergencia;
respeta los límites fijados por la constitución, su función es proteger o restablecer el orden tradicional
y legal en una situación de amenaza interna o externa hacia el mismo.
2.1 La dictadura
en la República Dominicana
4. Primero fue telegrafista, luego guardia campestre del ingenio azucarero Bocachica. Cuando la
ocupación estadounidense crea la Guardia Nacional, Trujillo Molina solicitó su ingreso mediante
carta enviada al comandante Williams, cuyo texto fue el siguiente:
“Diciembre 9, 1918
Santo Domingo
Señor
C. F. Williams
Coronel Comandante, G.N.D
Ciudad
Señor:
El que suscribe, por su digno órgano, solicita un puesto de oficial en la honrosa institución de la
Guardia Nacional Dominicana. Con perdón de la molestia, debo significarle, que no poseo vicios
de tomar bebidas alcohólicas ni de fumar y que no he sido sometido a Tribunales ni siquiera para
asuntos de simple policía.
En mi pueblo natal, -San Cristóbal- a 30 kilómetros de esta ciudad, he pertenecido y pertenezco a la
primera sociedad y mi edad es de 27 años de estado casado. En San Cristóbal pueden dar testimonio
de mis costumbres y maneras de conducirme, personas honorables y en esta capital los señores
Rafael A. Perdomo, Juez de Instrucción de la 1ra Circunscripción. Eugenio A. Álvarez Secretario del
Juzgado de 1ra Instrucción, y Lic. Armando Rodríguez Consultor Jurídico de la Secretaría de Estado
de la Justicia e Instrucción Pública.
Le saluda atte.
Rafael Leonidas Trujillo”. Trujillo: 31 años de historia perdida. En: https://www.youtube.com/
watch?v=tGD-uSEuk6g
El 18 de diciembre de 1918 es juramentado como segundo teniente del incipiente cuerpo policial.
Brigadier General del Ejército Nacional en 1928.
5. DE GALINDEZ, Jesús. La era de Trujillo. Buenos Aires: Editorial Americana, 1956. p. 16.
6. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 25.
7. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 26.
68 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
8. Según Gonzalo Himiob la personalidad narcisista se caracteriza por un patrón grandioso de vida, este
se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro; el mundo
se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles,
auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él o ella, deben ser vistas con
admiración y se embriaga en la expresión de las mismas. Hay en el narcisista una inagotable sed
de admiración y adulación, esta última lo incapacita para reflexionar e incluso pensar. Vive más
preocupado por su actuación, en cuanto a la teatralidad y reconocimiento de sus acciones, que en
la eficacia y utilidad de las mismas. Su visión es el patrón al cual el mundo debe someterse. Es el
Narciso una personalidad que, aún cuando pueda poseer una aguda inteligencia, ésta se encuentra
obnubilada por la visión grandiosa de sí mismo y por su hambre de reconocimiento.
Las personas narcisistas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a adulantes
mediocridades. Drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo
que el mundo les grita. En la otra cara de la moneda, la personalidad narcisista es, en sí misma, una
forma de sobrevivencia. Hemos visto en el mito como Narciso es el producto de una acción terrible.
La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al
individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite
al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen
de grandiosidad; ello le permite elevar su maltrecha autoestima y sentirse un poco mejor consigo
mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes
lo circundan. Hombres y mujeres narcisistas suelen caer en las más abyectas acciones para sostener
su ego herido. Cuando el narcisista ejerce posiciones de poder se rodea de personas que, por su
propia condición, son inferiores a él o ella, y de otros que le harán la corte solo en función de un
interés mezquino.
El narcisista es una persona que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no
se plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean éstas brillantes o no. Así vemos como
personas con una inteligencia mediocre y una cultura pobre escalan posiciones sorprendentes, para
ellos, el recapacitar no existe. Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se
enamoran de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral ni ética.
Estos últimos logran capitalizar a una horda de narcisistas depresivos que creen, ingenuamente, en
la verdad expresada por el pseudomaestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté.
36. Ibíd.
37. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 80.
38. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 81.
78 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
44. En horas de la noche del 30 de mayo de 1961 Trujillo Molina fue emboscado en la Avenida George
Washington por un grupo de personas integrado por Modesto Díaz Quezada, Salvador Estrella
Sadhalá, Antonio de la Maza (en venganza por el asesinato de su hermano por orden de Trujillo), el
teniente Amado García Guerrero (había servido de escolta personal del dictador), Manuel Cáceres
Michel, general Juan Tomás Díaz (retirado intempestivamente del Ejército el año anterior), Roberto
Pastoriza, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barreras, Pedro Livio Cedeño, José Román Fernández
(Secretario de las Fuerzas Armadas) y Huáscar Tejeda (ingeniero civil) quienes, al dejar pistas en el
lugar de los hechos, pocas horas después fueron capturados por el Servicio de Inteligencia Militar y
luego seis fueron asesinados por familiares del finado, antes de abandonar el país.
45. BALAGUER, Joaquín. Panegírico. Trujillo: 31 años de historia perdida. En: https://www.youtube.com/
watch?v=zanJYkZKXIQ
46. Ibíd.
47. Ibíd.
82 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
48. Ibíd.
49. Ibíd.
50. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/
51. Fundado en Cuba en 1939. Su máximo líder era Juan Bosch quien, en alguna ocasión refiriéndose a
Trujillo Molina, lo llamó “Honorable Jefe”.
52. Posteriormente cambió su nombre por el de Agrupación Política 14 de Junio.
53. Integrado principalmente por dominicanos de las clases media y alta.
84 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
57. SANDOVAL RODRÍGUEZ, Isaac. Las crisis políticas latinoamericanas y el militarismo. México: Siglo
XXI, cuarta edición, 1979. p. 93.
58. De origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 7 de noviembre de 1914 y
el 22 de febrero de 1915. Fue el artífice de la entrega a Estados Unidos de la administración de la
aduana, los ferrocarriles y los bancos.
59. También de origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 4 de marzo y el 27
de julio de 1915. Reprimió con ferocidad a la oposición. En una de esas acciones, ordenó el asesinato
de cerca de 167 presos políticos. La población se subleva, Sam se asila en la embajada de Francia de
donde es sacado por la muchedumbre, siendo arrastrado hasta su muerte y descuartizado el cadáver.
Enterado del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson de los acontecimientos, creyó ver cerca
la toma del poder de un haitiano supuestamente antiestadounidense (Rosalvo Bobo), una probable
invasión alemana (empresas alemanas controlaban casi el 80% del comercio de Haití) o francesa y
amenazas contra los intereses de Estados Unidos, por lo que ordenó la invasión militar de Haití.
60. Primer presidente de Haití (12 de agosto de 1915 - 15 de mayo de 1922), durante la invasión de
Estados Unidos. Firma con el país invasor un tratado (ratificado por el congreso haitiano) por medio
del cual legaliza y legitima la invasión militar estadounidense, se disuelve el ejército haitiano y pone
las finanzas y el gobierno bajo control de Estados Unidos durante un lapso de 20 años. En el marco de
la elaboración de una nueva constitución política para Haití, algunas diferencias entre Dartiguenave
86 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
63. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. El conflicto de Haití. Instituto de Estudios Internacionales y Europeos
“Francisco de Vitoria”, Ministerio de Defensa, Universidad Carlos III, Madrid, 2011. p. 82.
88 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
65. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. La Dictadura de Duvalier en Haití y la Política de Contención
al Comunismo en las repúblicas insulares del Caribe, (1957 – 1963), 14.
66. Ibíd.
90 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
67. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr
de 1979); p. 129-134.
68. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. Op. Cit., p. 9.
92 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
73. Ibíd.
74. Ibíd.
75. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 85.
76. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 87.
98 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
77. BETHELL, Leslie. Ed. Historia de América Latina. 13. México y el Caribe desde 1930. Barcelona, 1998. p. 279.
78. Ibíd.
79. Ibíd.
80. Ibíd.
100 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
81. ANTONIN, Arnold. La larga y desconocida lucha del pueblo de Haití. Caracas: Ateneo, 1979. p. 70.
84. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe
sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept de
1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm
85. Ibíd.
celda al hoyo por las pocas fuerzas de los presos los cubos o baldes
caían y regaban su contenido, éstos eran obligados a recogerlo con
las manos sin protección alguna y sobrevenían severos castigos. Lo
anterior, unido al desaseo de las celdas generaba constantes olores
nauseabundos a lo que se sumaba la pestilencia derivada de la au-
sencia de papel higiénico, jabón y del lavado de la ropa con la orina
por la recurrente falta de agua86.
Con regularidad los presos eran despertados a las dos de la maña-
na para ser llevados a una espita durante un lapso de cinco minutos
donde sobre sus cuerpos caían gotas de agua y éstos, vacilaban entre
beber agua o lavarse la cara. Ante cualquier contravención a las an-
teriores normas, sobrevenían palizas. Como si lo anterior de por sí no
fuera grave, el régimen alimenticio de las prisiones haitianas durante
la dictadura de François Duvalier, hizo más dramática la situación.
Como ración diaria a cada prisionero se le daba un pequeño pedazo
de pan de 20 gramos, maíz molido y pasta generalmente cruda servi-
da en loza sin lavar y debían comer en el piso. La hambruna y la des-
nutrición fue una consecuencia inmediata lo que hizo más vulnerable
a los presos a todo tipo de enfermedades87.
Un exprisionero afirmó que “como alimento recibíamos un caldo in-
fecto, que se suponía de maíz, y dentro del cual se encontraba a veces
un pedazo de hueso roído por los mismos guardianes y una que otra
batata de esas que se utilizan para alimentar a los cochinos”88. Otro
prisionero señaló que “una vez al día, a las 11 de la mañana, los de-
tenidos recibían la comida: una sopa de maíz molido y de frijoles tan
insípida que no se podría saber si estaba sazonado con sal o con azú-
car”. La alimentación fue pues un mecanismo de represión que, ade-
más de debilitar el cuerpo de los reclusos, buscaba también doblegar
su voluntad de lucha y desestabilizarles psíquica y emocionalmente.
“Los alimentos descompuestos y contaminados provocan gas-
troenteritis, que vienen acompañadas de diarreas crónicas. Con el
tiempo los prisioneros parecen verdaderos esqueletos andantes. No
se puede estar en pie y entonces hay que estar arrastrándose por el
suelo. La piel se vuelve dura, el color cambia y el individuo se vuelve
86. Ibíd.
87. Ibíd.
88. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 73.
104 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
las torturas y las masacres son enterrados sin que sus familiares y
amigos se enteren. A éstos se les niega hasta el derecho de velar por
sus propios muertos”91.
Según este mismo autor “En general la mayoría de las familias de
los campesinos, de los obreros, de los sectores más pobres de la ciu-
dad, cuando se presentan ante las autoridades a exigir justicia para
sus familiares, son recibidas a patadas. Las familias de la pequeña
y mediana burguesía prefieren salir al exilio, luego de que sus ges-
tiones individuales resultan infructuosas”92. Así, con fundamento en
las anteriores apreciaciones del régimen carcelario de la dictadura
de Duvalier en Haití, reiteramos que el mismo fue utilizado como un
mecanismo de vindicta política mas no como una forma de impartir
justicia en ese país en forma adecuada, pronta y eficaz.
El sistema carcelario haitiano durante la dictadura de Duvalier (pa-
dre e hijo) así caracterizado, fue utilizado como arma política para
disuadir e intimidar al conjunto de la oposición. En el rango de la
oposición fueron incluidos diversos sectores sociales y las más he-
terogéneas conductas. La dictadura buscó por este mecanismo ejer-
cer una especie de profilaxis política, social, económica, ideológica,
racial y religiosa sobre los haitianos residentes en el país y fuera de
él. Caer preso, ese era el mensaje velado, era una lenta, agónica y
cruel condena a muerte. El deceso tenía lugar después de ser ob-
jeto de humillaciones, torturas físicas y psicológicas, enfermedades
adquiridas muchas de ellas en las cárceles y de serle negados todos
los derechos de presunción de inocencia, de práctica de pruebas, de
garantías procesales y de ser vencido en juicio.
Sin ser los únicos, los militantes de izquierda, especialmente los
comunistas, fueron las principales víctimas del oprobioso sistema car-
celario haitiano. Proscrita su actividad por medio de leyes en los años
sesenta del siglo XX en el contexto de la guerra fría su condición de
enemigos que atentaban contra la seguridad nacional quedó en una
doble condición. En primer lugar como delincuentes políticos y, en
segunda instancia, como enemigos del vudú dado su ateísmo, aunque
pitán Gerard Louis utilizaba una especie de alicate para cortar la pun-
ta de los senos de las prisioneras y luego ver correr la sangre y con
tizones al rojo vivo les quemaban el vello del pubis”96. Las mujeres se
vieron obligadas a hacer tiras de la tela de sus vestidos para usarlas
como toallas higiénicas durante el periodo de la menstruación. Lo an-
terior sin mencionar las violaciones, los ultrajes a la dignidad y trato
dado a los cuerpos de las mujeres como una manera de “corregir” sus
“descarrilamientos”, “atenuar sus pecados” y “enmendar sus errores”.
No satisfecho el régimen dictatorial de Duvalier con la profunda,
sistemática y generalizada represión hacia sus connacionales, según
Arnold Antonin, propició la “Venta de sangre del pueblo haitiano en
asociación con la Hemo Caribbean, perteneciente al estadounidense
Joseph Gorinstein. Seis mil toneladas de sangre al mes, al precio de
tres dólares el litro y era vendida a 25 dólares en Estados Unidos, Ca-
nadá, Suiza y Alemania”97. Para estos menesteres las empresas de esas
potencias y ellas mismas, dejaron a un lado el racismo. Su talante
ético y moral no les permitió discernir el hecho de que tan extrava-
gante negocio comprometiera la vida de miles de personas que, por
las mismas condiciones impuestas por los países colonialistas y los
gobiernos adláteres a los mismos, no eran precisamente las mejor nu-
tridas. Como si lo anterior no fuera los suficientemente grotesco, tam-
bién Duvalier favoreció el tráfico de cadáveres a Estados Unidos para
institutos de investigaciones. También los cánones éticos de tales ins-
titutos y de sus “científicos” fueron tirados por la borda. En uno y otro
caso se estuvo ante flagrantes violaciones de las soberanía de Haití y
ante ignominiosas formas de degradación del pueblo haitiano ante lo
cual las fuerzas armadas guardaron un criminal silencio e indiferencia.
En lo que tiene que ver con las fuerzas armadas haitianas, es nece-
sario hacer alusión a los siguientes aspectos. Se trató de un conjunto
de instituciones con una larga tradición en materia de golpes de Esta-
do desde el siglo XIX hasta el XXI y, consecuentemente con ello, esas
fuerzas armadas se erigieron como un poder fáctico durante la mayor
parte de la historia haitiana llegando a constituirse, contradictoria y
paradójicamente, en un árbitro ante a las contingencias políticas de los
civiles. Esta peculiaridad incidió de manera notable en su nula o es-
96. Ibíd.
97. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 25.
108 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
98. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván, M. Op. Cit., p. 48.
110 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
99. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr
de 1979); p. 129-134.
100. Ibíd.
101. Ibíd.
102. Ibíd.
112 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
103. Ibíd.
107. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 49.
116 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
108. Ibíd.
109. Ibíd.
por no cumplir con sus deberes. Se estableció así, una evidente com-
plicidad entre las manifestaciones populares y los soldados”110.
Por su parte, los Estados Unidos, ante la fuerza de la rebelión po-
pular y respecto a la dificultad del gobierno para controlarla, tomó la
decisión de mantenerse a distancia de Duvalier y ayudarlo solamente
a huir. El 7 de febrero de 1986, se anunció públicamente la suspensión
de la entrega de una partida de siete millones de dólares de la prevista
ayuda de cincuenta y cuatro millones. Esta decisión de Estados Unidos
tuvo lugar no por su sensibilidad a favor de la democracia ni de la tran-
sición a la misma, sino porque la gobernabilidad de Duvalier ponía en
riesgo sus intereses económicos dada la notable corrupción en todos
los niveles. Primó el interés económico sobre cualquier otro asunto.
Solo, sin ningún control sobre la marea popular, el gobierno no te-
nía ya ninguna fuerza ni soporte. Así empezó la caída del 30 de enero
de 1986. El derrocamiento de la dictadura permitió a las bases popu-
lares la recuperación de la confianza en sí mismas, en su fuerza para
transformar la realidad, que puso de manifiesto su capacidad creado-
ra para desafiar el poder. No obstante, esta fuerza bastante poderosa
para derrocar el régimen, no llevó a las masas a plantear una estra-
tegia para tomar el poder. En ningún momento llegaron a presentar-
se como una sólida alternativa. En este ambiente de sometimiento y
privaciones, miles de haitianos buscaron la solución a sus problemas
emigrando masivamente hacia otros países, especialmente hacia los
Estados Unidos y más concretamente al sur de la Florida111.
En este ambiente, Estados Unidos le retira el apoyo militar y econó-
mico a Jean-Claude Duvalier. Las huelgas y las movilizaciones popula-
res aumentaron en frecuencia, intensidad y número de participantes,
siendo reprimidas con ferocidad hasta que el 7 de febrero de 1986 fue
derrocado por el Comandante del Ejército Henri Namphy. Jean-Claude
Duvalier había gobernado desde el 22 de abril de 1971 cuando su pa-
dre le heredó el poder. Cuando Jean-Claude Duvalier huyó del país el
día inmediatamente después de su derrocamiento, el gobierno que-
dó en manos de un Conseil National de Gouvernement (controlado
por militares y encargado de organizar las elecciones) presidido por
Henri Namphy.
110. Ibíd.
111. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 50.
118 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
115. Ibíd.
116. Ibíd.
117. Ibíd.
118. Ibíd.
119. Ibíd.
122 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
120. Ibíd.
121. Ibíd.
122. Ibíd.
123. Ibíd.
124. Ibíd.
124 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
to, su espíritu seguía siendo, aun vestido de los más finos modales,
de tipo primitivo. “Su pasión de la riqueza fue “civilizada” por todas
aquellas constataciones de las cuales él iba a derivar técnicas y pro-
cedimientos. La primitividad de su alma facilitaría muchas veces el
éxito de esas técnicas. Como no había escrúpulos ingénitos, iba a ser
fácil la actuación ilegal. Naturalmente, precisaba proceder con frial-
dad, tacto y bien concebida estrategia. Actuando de ese modo, podía
vaticinársele el triunfo”125.
Trujillo Molina fue el paradigma de dictadores formados por Estados
Unidos y con los que este país “dotó” a América Latina durante el siglo
XX. Servirle a ese país era motivo suficiente para considerarse seguros
en los cargos y convencidos de sus acciones. Más que a sus propios
pueblos, le rindieron cuentas a la potencia imperialista que los catapul-
tó al poder y Trujillo Molina no fue la excepción. También Jimenes-Gru-
llón señala que “Sorprende, sin embargo, el que pudiera él, poseyendo
un alma bárbara y una constitución psíquica fuertemente paranoica,
disponer y realizar sus planes con precisión matemática. Parece casi
imposible el que la pasión del dinero y la del poder no quebraran de
vez en cuando, en un rapto impulsivo, sus ordenados proyectos. Eso
es cierto. Pero comprendemos el hecho al recordar que la pasión de
la riqueza no entraña posiciones fanáticas ni provoca, por lo general,
exaltaciones de la afectividad; es más bien una pasión serena”126.
En cierto modo, analiza Jimenes-Grullón la pasión del poder, por el
contrario, sí empuja a entusiasmos desbordados e inarmónicos, mas
ella aparece en este caso subordinada al afán de enriquecimiento. To-
das estas consideraciones denuncian que hay mucho de contradicto-
rio en su naturaleza. “La inclinación al método y a la organización se
muestra, en efecto, reñida con la cínica tendencia a darle un sentido
falso a sus actitudes y obras; su delirio de grandeza, cuna de tantos
actos de ridiculez y desproporción inconcebibles, aparece en pugna
con la ajustada disposición de su maquinaria política; sus condiciones
de negociante, con la conciencia de su función mesiánica”127, establece.
El mesianismo no estuvo exento de la personalidad de Trujillo Mo-
lina. A ello contribuyó principalísimamente la Iglesia Católica, el tipo
125. Ibíd.
126. Ibíd.
127. Ibíd.
128. Ibíd.
129. Ibíd.
126 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
130. Ibíd.
131. Ibíd.
132. Ibíd.
133. Ibíd.
134. Ibíd.
128 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
135. Ibíd.
136. Ibíd.
137. Ibíd.
138. Ibíd.
130 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
139. Ibíd.
140. Ibíd.
142. El 30 de abril de 1961, la Asamblea Nacional pasó a ser unicameral. La Cámara Legislativa así creada
reemplazó la Constitución de 1957 con la Carta de 1964.
138 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
145. Ibíd.
146. Ibíd.
140 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
147. Ibíd.
148. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe
sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept
de 1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm
149. Ibíd.
150. Ibíd.
151. Ibíd.
152. Ibíd.
142 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
153. Ibíd.
144 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
Artículo II. Son declarados culpables de los mismos crímenes todos aque-
llos que, a un título cualquiera (libreros, propietarios o gerentes de im-
prenta, propietarios o gerentes de salas de espectáculo público o privado,
ministro de culto, misionero, predicadores, maestros...), hayan sugerido
163. ANTONIN, Arnold. Haití: liberalización y terrorismo de Estado. En: Revista Nueva Sociedad, Número
52, (Ene-Feb de 1981); p. 23-34.
164. CASTOR, Suzy. Haití: de la ruptura a la transición. En: Revista Nueva Sociedad, Número 82, (Mar-Abr
de 1986); p. 54-63.
165. Ibíd.
152 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
3 La transición a la democracia
E
ste tercer capítulo versa sobre algunos fenómenos concer-
nientes a la transición a la democracia en la República Domi-
nicana y en Haití. De cada uno de los dos países son expuestos
los rasgos esenciales del paso de la dictadura a la civilidad,
así como las características de la nueva institucionalidad resultante.
Es de advertir que en ambos casos la transición se caracterizó por
traumatismos originados en las dictaduras y por la intromisión de
Estados Unidos en los asuntos internos de cada país con el objeto de
moldear los cambios a la defensa y protección de sus intereses.
1. CUEVA, Agustín. La cuestión democrática en América Latina: algunos temas y problemas. En:
Estudos Avançados Print version ISSN 0103-4014On-line version ISSN 1806-9592 Estud. av. Volumen
2, Número.1 São Paulo Jan/Mar. 1988 http://dx.doi.org/10.1590/S0103-40141988000100004
154 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
2. ARTILES, Leopoldo. La Historia de La sociedad civil dominicana del 1916 al 2008. Estado, Sociedad
Civil y democracia en la República Dominicana. p. 162.
3. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La transición política en la República Dominicana: del autoritarismo
de nuevo tipo a la democracia formal. En: Revista de Derecho Público, Número 38, (1994); p. 445-471.
4. QUITERIO-CEDEÑO, Manuel. República Dominicana: ¿Una democracia frágil? En: Revista Nueva
Sociedad, Número 65, (Mar-Abr de 1983); p. 15.
5. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/
6. Ibíd.
7. El derrocamiento de Bosch tomó por sorpresa a la gente. La mayoría, rechazó la conducta de los
militares golpistas, pero las medidas represivas del gobierno de facto fueron efectivas impidiendo
una reacción escalonada de las masas que deviniera en una revuelta civil. Sin embargo, al cabo de
casi dos meses tendría lugar un levantamiento armado con el fin de restituir a Juan Bosch al poder.
156 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
ron y luego obligaron a salir del país con destino a Puerto Rico. Los
militares golpistas, que contaron con el apoyo de poderosos sectores
empresariales y políticos, disolvieron el Congreso, restablecieron la
Constitución de 1962, ordenaron la formación de un Gobierno Provi-
sional y declararon fuera de la ley a los partidos políticos calificados
de comunistas o pro comunistas. Terminó así el primer ensayo demo-
crático en la República Dominicana después de la tiranía trujillista8.
Varios móviles ocasionaron este golpe de Estado. En primer lu-
gar Estados Unidos erró en el cálculo y no ganó su candidato quien
garantizaría la continuidad de un régimen político de derecha. Esta
potencia apeló a uno de sus señalamientos favoritos utilizados des-
de décadas anteriores para justificar otros golpes de Estado y ase-
sinatos, como es el de que un gobierno determinado (sin serlo) es
9. LEÓN ESTÉVEZ, Luis José. Yo, Ramfis Trujillo. Santo Domingo: Letra Gráfica, 2002. p. 106.
158 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
17. Ibíd.
18. MEJÍA-RICART, Tirso. La reforma del Estado en la República Dominicana. En: VII Congreso Internacional
del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, (8-11 Oct. de
2002); p. 2.
19. Un ejemplo de tal tensión lo ofrece Balcácer cuando afirma que “El 19 de diciembre de 1965, en
la ciudad de Santiago, tuvo lugar un acontecimiento que estuvo a punto de generar un nuevo
23. Ibíd.
24. Ibíd.
25. Ibíd.
26. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. Op.Cit., p. 469.
164 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
dicial en las pocas veces que éste intentó defender a la población ci-
vil. “Junto con eso, el Gobierno mantuvo una política social y cultural
orientada a hacer de abril de 1965 algo carente de sentido. Por esta
razón, ninguno de los nuevos nombres que los constitucionalistas les
habían dado a algunas de las calles en las zonas que controlaban, la
tela y pinturas murales que representaban las luchas ni los carteles
se mantuvieron”28.
Un caso revelador de lo antes mencionado lo constituye el hecho
de que, la avenida a lo largo de la costa de Santo Domingo que Tru-
jillo Molina había llamado “George Washington”, fue rebautizada por
los constitucionalistas como “Avenida 15 de Junio” para conmemorar
las batallas que tuvieron lugar entre las fuerzas rebeldes y los infan-
tes de marina estadounidenses, cuando estos trataron de tomar los
barrios controlados por los constitucionalistas y la imposición de una
vergonzosa derrota a los rebeldes. “Los constitucionalistas resistieron
con éxito, de ahí el cambio de nombre de esa avenida céntrica. Por
supuesto, una vez que Balaguer asumió el poder la avenida recibió
de nuevo el nombre de “George Washington”. Por lo tanto, los sitios
de las luchas memorables fueron reconstruidos, y la Constitución de
1963 fue definitivamente dejada de lado”29.
Esta coyuntura de la transición a la democracia en la República
Dominicana tuvo connotaciones simbólicas. Era la lucha entre la per-
vivencia del culto a la personalidad impuesto por el dictador Truji-
llo Molina y ahora defendido por su adlátere Balaguer; y una nueva
perspectiva ideológica y política caracterizada por “destrujillar” la
vida dominicana la cual, con el correr de los años, lograría imponer-
se empezando por eliminar el nombre de Trujillo y de su familia de
parques, avenidas, edificios, provincias, calles e instituciones. De igual
modo estaban en juego los cambios constitucionales, confrontación
en la que los nuevos aires institucionales no tuvieron eco ni acogida.
El gobierno de Balaguer en términos electorales siguió la misma línea
de conducta de la dictadura.
Prueba de ello fueron las elecciones de 1970 y 1974 las cuales fue-
ron controladas totalmente a fin de desalentar aún a los partidos de
28. ARTILES, Leopoldo. La Historia de La sociedad civil dominicana del 1916 al 2008. Estado, Sociedad
Civil y democracia en la República Dominicana, 172.
29. Ibíd.
166 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
30. Ibíd.
31. Ibíd.
32. Ibíd.
Está claro que Balaguer era Trujillo en cuerpo ajeno. Por el ambien-
te de terror generalizado las organizaciones sociales, políticas y cultu-
rales continuaron viendo reducidos los espacios para el libre desarro-
llo de sus actividades. En el exterior el presidente Balaguer mostraba
la experiencia de transición dominicana como algo exitoso, a lo cual
ayudaba Estados Unidos con su aparato de propaganda, mientras en
el interior la realidad mostraba que primaba la forma sobre el conte-
nido. Existían formalmente partidos políticos (incluso de izquierda) y
sindicatos de trabajadores pero en la práctica sus actividades esta-
ban cercenadas. Por esa vía Balaguer convirtió a sus compatriotas en
presos políticos. La única persona libre era él.
Tiene sentido catalogar a Balaguer como continuador de la dicta-
dura trujillista. Incluso con mayor perversidad dado que se presen-
taba como un civil ajeno al régimen de facto y elegido por el pueblo.
Durante sus tres administraciones comprendidas entre 1966 y 1978
con particular encono se ensañó contra sindicatos y organizaciones
de estirpe popular impidiendo su consolidación, obstruyendo su ac-
cionar y reprimiendo casi de modo generalizado a sus miembros, en
alianza como los empresarios dominicanos. Se podría afirmar, sostie-
ne Artíles que, “…en el mundo laboral de las empresas privadas, los
sindicatos existían sobre el papel, pues cuando hubo alguna forma
auténtica de organización sindical independiente y beligerante, éstos
generalmente fueron reprimidos y desmembrados hasta tomar la for-
ma de sindicatos cooptados”33.
Artíles asevera que esta situación obligó a los tres principales sin-
dicatos en la República Dominicana a operar principalmente en el
entorno político en lugar del entorno laboral. Estos sindicatos fue-
ron la Central General de Trabajadores-CGT (Central General de Tra-
bajadores), de tendencia izquierdista; la Confederación Autónoma de
Sindicatos Clasistas-CASC (Confederación Autónoma de Sindicatos de
Clase), de tendencia demócrata-cristiana, y la Unión General de Tra-
bajadores-UGTD, vinculada con el PRD. Además, existían sindicatos
que pertenecían a áreas específicas del sector público, como la Unión
de Obreros Portuarios en los puertos marítimos), Sindicato de Traba-
jadores de la Corporación Dominicana de Electricidad-SITRACODE, y
Unión Nacional de Choferes sindicalizados-UNACHOSIN34. Pero aclara
33. Ibíd.
34. Ibíd.
168 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
y las suyas propias una vez que asumió el poder en 1966. Su creencia
en el continuismo, el uso de la violencia como medio para alcanzar fi-
nes políticos, la subordinación de los principios legales a la voluntad
individual, y el personalismo reflejan en la práctica esos principios
políticos37.
En suma, Balaguer encarnó una especie de “Trujillismo sin Tru-
jillo”, proyectó la dictadura trujillista casi dos décadas después de
la muerte del dictador de marras. Era aquél personaje, como se ha
dicho, una especie de “general civil” que pocas resistencias generaba
en los sectores civiles proclives a la dictadura, en la iglesia católica,
en los gremios de la producción y en los mismos militares. Pero ade-
más, era de la entera confianza de Estados Unidos potencia que, de
ese modo, se deshacía del ya incómodo general Trujillo manteniendo
lo sustancial de su régimen dictatorial y garantizando una especie de
“transición en orden” que no significó otra cosa que la salvaguarda de
los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos no solo en
la República Dominicana sino en gran parte del Caribe.
Joaquín Balaguer, “la cara amable” de 31 años de la dictadura de
Trujillo Molina se convirtió en un presidente títere de Estados Uni-
dos, tal como aquél dictador hizo con algunos “presidentes” a lo largo
de su extensa tiranía. En la reelección por dos periodos consecutivos
(1970·1974 y 1974·1978) de Joaquín Balaguer, en proceses electorales no
se dio realmente una contienda en tanto no participaron los partidos
de oposición más significativos. Dio continuidad Joaquín Balaguer a la
generalizada represión que ha había iniciado Estados Unidos en la Re-
pública Dominicana convirtiendo al conjunto de las fuerzas armadas
en uno de sus principales sostenedores, después de Estados Unidos.
En esas condiciones, se hizo reelegir como presidente en las espu-
rias elecciones de 1970 y 1974. Como se puede inferir, Estados Unidos,
aparte de imponer las dictaduras, también impuso los términos, los
alcances y las limitaciones de las transiciones a la democracia y, en
el caso de la República Dominicana, no fue la excepción. A través de
Joaquín Balaguer se aseguró de una transición en “orden” y, en todo
caso, funcional a sus intereses geopolíticos. Jacqueline Jiménez Po-
lanco una de las más reputadas investigadoras sobre la política domi-
nicana asevera que “Lo que sí se estaba produciendo y en gran escala,
37. Ibíd.
170 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
42. ESPINAL J, Flavio Darío. Política, Constitución y Reforma: avances y obstrucciones de la democratización
dominicana. En: Ciencia y Sociedad, Volumen XII, Número 2, (Abr-Jun de 1987); p. 240.
172 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
Era el inicio del fin de la era Balaguer, aquél personaje que sobre-
salió en la historia y la cultura política dominicana por haber proyec-
tado la dictadura de Trujillo Molina décadas después de la muerte
del tirano de marras. No pudo comprender que Estados Unidos ya no
lo necesitaba en el nuevo escenario, que otros liderazgos se abrían
paso y que sus prácticas ya eran insostenibles desde todo punto de
vista. Así como Estados Unidos sostuvo a Trujillo Molina en el poder
durante 31 años, luego sustentó a Balaguer en el poder durante un
lapso superior a una década, impidiendo de ese modo una efectiva
transición a la democracia.
Más que las fuerzas opositoras a Balaguer, fue Estados Unidos el
país que frenó sus ímpetus continuistas mediante manidas tretas,
entre ellas los fraudes electorales. Puede considerarse que el 16 de
agosto de 1978 finalizó la dictadura civil que, durante doce años, im-
puso Balaguer iniciándose, con la asunción del poder por parte de
Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, una etapa de transición hacia un
sistema de gobierno menos represivo, un tanto plural y participativo.
“Una de las primeras disposiciones que adoptó Antonio Guzmán fue
poner en retiro a los principales jerarcas militares del anterior go-
bierno, cuya impopularidad era notoria pero que, debido al inmenso
poder militar y económico que habían acumulado, existía la creencia
general de que resultaba casi imposible prescindir de sus servicios”44.
Así pues, la dictadura de Trujillo Molina proyectó su fatídica som-
bra durante décadas, de la mano de una clase política corrupta y de
un pueblo tartufo y autista. No resulta del todo aventurado sugerir
que a la dictadura militar de Trujillo Molina le siguió una dictadura
civil liderada por Balaguer quien, a la usanza de su antiguo mecenas,
hizo de las elecciones una constante trampa para perpetuarse en el
poder, aparentar legalidad y legitimidad defendiendo a todo trance
los intereses de Estados Unidos.
Afirma la reputada investigadora Rosario Espinal que “El gobierno
de los Doce Años de Joaquín Balaguer (1966-1978) se caracterizó por
43. Los candidatos eran Joaquín Balaguer, Presidente, y a Carlos Rafael Goico Morales, Vicepresidente.
Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, para Presidente y Vicepresidente. El Partido de la Liberación
Dominicana, por su parte, concurrió a los comicios con Juan Bosch y Rafael Alburquerque, como
candidatos a Presidente y Vicepresidente, respectivamente.
44. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.
45. ESPINAL, Rosario; MORGAN, Jana; HARTLYN, Jonathan. Sociedad Civil y poder político en República
Dominicana. En: América Latina Hoy, Universidad de Salamanca. Salamanca, España. Volumen 56,
(Dic de 2010); p. 37-58.
174 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
46. LOZANO, Wilfredo. Sistema de partidos y cambio democrático: aproximaciones al caso dominicano.
En: América Latina Hoy, Universidad de Salamanca. Salamanca, España. Volumen 56, (Dic de 2010);
p. 15-36.
47. BONILLA, Walter R. Del Cono Sur al Caribe: la historiografía del exilio en Argentina, Chile y República
Dominicana (1980- 2004). En: Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, Universidad Michoacana de
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53. Ibíd.
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Jorge Blanco 1982-1986, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1986-1996, Leonel Antonio Fernández
Reyna 1996-2000, Rafael Hipólito Mejía Domínguez 2000-2004, Leonel Antonio Fernández Reyna
2004-2012 y Danilo Medina Sánchez 2012 (esta investigación fue hecha en el año 2018).
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desde la academia colombiana. Naciones Unidas. Ministerio de Relaciones Exteriores. Bogotá, (Dic
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135. Ibíd.
141. Ibíd.
142. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 316.
226 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
165. Ibíd.
166. Algunos indicadores de un Estado fallido son:
1. Creciente presión demográfica.
2. Movimientos masivos de refugiados o personas desplazadas, lo cual crea una situación compleja
de emergencia humanitaria.
3. Herencia de sentimientos de retaliación o grupos paranoicos que cometen atrocidades de manera
impune.
4. Flujo migratorio, crónico y sostenido, de profesionales y sectores medios de la población,
motivado por persecución o represión.
5. Desarrollo económico desigual.
6. Severo y profundo declive económico.
7. Criminalización o deslegitimación del Estado.
8. Progresivo deterioro de los servicios públicos.
9. Suspensión o aplicación arbitraria del Estado de Derecho y violación extendida de los derechos
humanos.
10. El aparato de seguridad opera como un Estado paralelo.
170. Ibíd.
171. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 146.
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262 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
Haití, país que por sus mismas características, los presidentes irrigan
favores personales como una peculiar manera de ejercer el poder.
Probablemente sea el poder ejecutivo la instancia más favorecida de
la transición a la democracia en Haití.
En este mismo panorama de las instituciones resultantes de la tran-
sición a la democracia en Haití, merecen especial atención algunas
organizaciones tales como la Confederación de Unidad Democrática
(KID), la Organización Nacional para la Defensa de la Juventud, la Asam-
blea Nacional Popular (APN), la Asociación Nacional de Organizaciones
Populares (ANOP) y la Central Autónoma de los Trabajadores Haitianos
(CATH). Esta organizaciones, al igual que los partidos políticos jugaron
roles diferenciados en el mare magnum de la transición a la democra-
cia. Algunas lograron proyectarse y consolidarse mientras otras sucum-
bieron por diferencias internas y modificación de los contextos en los
que surgieron sin lograr adaptarse a las nuevas circunstancias, espe-
cialmente en lo que tiene que ver con un modelo neoliberal que, ade-
más de las habituales y estructurales crisis políticas en Haití y de las
catástrofes por fenómenos naturales, ha incidido en la anulación de
las organizaciones sociales, especialmente aquellas de estirpe popular.
En el escenario de la nueva institucionalidad, “A la caída de Duva-
lier surgieron muchos grupos y asociaciones civiles y populares, pero
se creó al mismo tiempo un clima muy antipartidista. Este clima fue
favorecido por la aparición de algunos politiqueros corruptos o de-
magogos, autoproclamados líderes de partidos, y también un espon-
taneo trabajo desarrollado por algunos ideólogos de los movimientos
sociales”202. Así mismo “Los cinco primeros años se caracterizaron por
los intentos de refundar el viejo sistema político por parte de los mi-
litares. El movimiento social dio fuerte batalla contra estos intentos
dando lugar a cinco años de gran inestabilidad política con tres gol-
pes de Estado y elecciones frustradas y ensangrentadas. Finalmente,
el movimiento social gana la batalla y llega al poder en las elecciones
de 1990, con Aristide”.
Las circunstancias que rodearon el ascenso de Aristide al poder,
su derrocamiento y luego su retorno, tuvieron repercusiones directas
sobre la nueva institucionalidad. Rosny Smart es del criterio, según
202. ANTONIN, Arnold. Haití. Lo permanente de lo provisional. En: Nueva Sociedad, Número 105, (Ene-Feb
de 1990); p. 4-9.
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268 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
209. Ibíd.
210. Ibíd.
nal, aquellos a los que no les dan trabajo, a los que les incendian las
casas o las sedes de sus partidos como represalia grosera, entre otros
horrores”211.
El viejo sistema autocrático se ha desmoronado y no ha sido po-
sible sustituirlo por otro que responda a las normas de gobernabi-
lidad democrática. En el caso haitiano la Comisión de Conciliación
es una figura novedosa en la Constitución Política de 1987212. Como
institución, tal comisión ha tenido un positivo impacto en la vida de
los dominicanos. Se trata de una alternativa para encontrarle salida
a hechos conflictivos en los distintos órdenes de la vida económica,
política y social de los haitianos, con la pretensión de evitar aconte-
cimientos de violencia por la propensión a ejercer justicia por propia
mano y por la incredulidad en el sistema judicial. De contera, es una
manera de fortalecer el Estado y tender puentes de comunicación
entre lo estatal y la ciudadanía.
Naturalmente tanto la transición a la democracia en este país como
la nueva institucionalidad tienen como telón de fondo el fenómeno
de la globalización, en su perspectiva neoliberal que va en contra de
la democracia. Encontramos una fuerte relación entre la globalización
y los procesos de transición democrática, partiendo de la premisa de
que el tránsito de un régimen autoritario a otro de corte democrático
enfrenta una serie de retos para las naciones que buscan consoli-
darse como democracias plenas, entre ellos destacan los aspectos
negativos de la mundialización de las economías nacionales: la pola-
rización global entre pobreza y riqueza, la inestabilidad de los merca-
dos internacionales, la desconexión entre la eficiencia económica y el
bienestar humano o el desmantelamiento de las funciones sociales
del Estado. “Tal vinculación cobra mayor importancia al considerar-
se que ambos procesos tienen lugar en un mundo estructuralmente
jerárquico y económicamente interdependiente, en el que las nacio-
nes de la transición se incorporan en condiciones desventajosas y en
forma tardía a la corriente principal del capitalismo internacional”213.
211. Ibíd.
212. MOISE, Claude. Haití. La Constitución de 1987, en la transición política dominicana. En: Ciencia y
Sociedad, Volumen XVIII, Número 3, (Jul-Sep); p. 327.
213. BECERRA GELÓVER, Alejandro. Transición a la democracia y globalización. Sociológica, Universidad
Autónoma Metropolitana, Distrito Federal, México. Volumen 16, Número 45-46, (Ene-Agos de 2001);
p. 361-390.
270 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
216. Ibíd.
272 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
Aristide, con un juego de alianzas cada vez más reducido, una dis-
minución creciente de la capacidad de movilización, una perversión
sistemática de grandes sectores ayer entusiastas. Esto tuvo graves
consecuencias que se reflejaron en la desilusión y la desesperación
de amplias capas de la población217.
Desde la perspectiva de la misma autora la cuarta fase compren-
de la salida de la transición (marzo 2004-febrero 2011). Muchos se
preguntan si el nuevo período abierto con la salida de Jean Bertrand
Aristide del poder no podría considerarse como la última etapa de la
transición, cuestiona Castor. El gobierno interino de Alexandre Boni-
face-Gérard Latortue tenía como objetivo poner en marcha y hacer
funcionar el aparato del Estado completamente destruido, realizar las
reformas indispensables para reforzar la institucionalidad y combatir
la inseguridad de manera que el próximo gobierno, con toda la legi-
timidad que le conferirían las elecciones, encontrase un camino alla-
nado para poner al país en los rieles de la modernidad y de la justicia
social. No cumplió con su misión. Sin embargo, pese a irregularida-
des evidentes que hay que deplorar, en las elecciones de febrero de
2006 llegó a instalar con toda legitimidad al presidente René Préval
y al Parlamento. “El actual gobierno Préval-Alexis tiene que cumplir
la agenda no realizada por el gobierno interino. La población cansa-
da espera entrar en la etapa de construcción, habiendo brindado un
período de gracia de ya más de dos años al nuevo gobierno que está
gobernando, de manera inédita, sin oposición”218.
La situación de Haití en febrero de 2004, reflejaba una problemáti-
ca signada por fenómenos como la institucionalización democrática
desfalleciente; la fragilidad, casi desvanecimiento puro y simple del
Estado de derecho proyectado desde 1987; la instrumentalización re-
iterada de elecciones como modo casi guerrero de acceso al poder;
la profundización acelerada e insostenible de las desigualdades so-
cio-económicas; a tal punto que el Banco Mundial la denominó, en
abril de 2006, como la “trampa conflicto-pobreza” –conflict-poverty
trap (World Bank, 2006)– que necesitamos imperativamente romper
so pena de implosión socio-política; y la debilidad del sistema de
representación y de partidos políticos, como así también de la so-
217. Ibíd.
218. Ibíd.
219. CARY, Héctor. Perspectivas de la reconstrucción democrática en Haití (2004-2011). En: OSAL:
Observatorio Social de América Latina, Año 8, Número 23 (Abr 2008). Buenos Aires: CLACSO, 2008,
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Disponible en:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/08S1Hector.pdf
220. FELDMANN, Andreas. MONTES, Juan Esteban. Haití: Tribulaciones de un Estado colapsado. En: Revista
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221. DORE CABRAL, Carlos. ¿Una nueva situación en Haití? En: Quórum. Revista de pensamiento
iberoamericano. Universidad de Alcalá Madrid, España, Número 15, (Otoño de 2006); p. 113-121.
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274 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
4. Comparaciones
entre la República Dominicana
y Haití
C
ada autor trabaja desde parámetros teóricos y metodológicos
que le dictan los criterios de objetividad y verdad. Sin pre-
tender agotar el tema, en este capítulo se esbozan algunas
perspectivas teóricas sobre las transiciones a la democracia,
la cuales se conciben como herramientas o alternativas para la com-
prensión de tal fenómeno. También hacen parte de esta cuarta parte
de la obra, las similitudes y diferencias entre los casos de Haití y Re-
pública Dominicana.
perviven heridas aún abiertas. En ese sentido esta obra pretende ser
una apreciación crítica sobre las transiciones a la democracia en la
República Dominicana y Haití que, idealmente, debe ser un insumo
para la cultura política de dominicanos y haitianos.
Parte de esos autores son Guillermo O´Donnell y Philippe C Schmi-
tter, para quienes la transición es el lapso comprendido entre dos re-
gímenes políticos. Advierten los mismos que las transiciones suelen
estar demarcadas por las crisis y los fenómenos que anuncian el ini-
cio o preludio de la disolución de una dictadura o régimen autoritario
y el establecimiento de otro tipo de gobierno que bien puede ser
un régimen democrático, un gobierno revolucionario o simplemente
el retorno de otras formas autoritarias. Reiteran, además, que en el
curso de las transiciones prima la incertidumbre, no hay reglas pre-
establecidas en parte porque cada caso es inédito, pero también por
lo imprevisible que resulta la correlación de fuerzas de los actores
políticos comprometidos en las transiciones1 como en efecto, ocurrió
en Haití y República Dominicana.
En las transiciones suelen erigirse principalmente dos antagonis-
tas. Por un lado quienes detentan el poder y, por otro, quienes pre-
tenden sustituirlos. Los primeros, con sus aliados internos y externos
se aferran con obstinación al poder por las vías legales e ilegales
puestos en posiciones de ventaja táctica y estratégica. Los segundos,
compuestos por fuerzas políticas esencialmente heterogéneas tam-
poco descartan ninguna forma para deshacerse del régimen político
a derrocar. Los une, de manera primordial, su coincidencia en la opo-
sición a la dictadura, aunque sus orígenes sean disímiles en materia
ideológica lo cual aflora una vez se convierten en gobierno tras el
logro de sus propósitos. Dicho fenómeno ha sido recurrente, no solo
en los dos países mencionados, sino en el resto de América Latina
donde han tenido lugar transiciones a la democracia.
Este tipo de disputas en las transiciones está determinado por las
posiciones que se ocupe en las mimas. Si se trata de un régimen
autoritario en franca debacle prima el liderazgo y la mayoría de las
condiciones de la oposición, pero se si trata de un caso inverso (un
régimen autoritario no derrotado) es éste el que señala las pautas,
5. La paradoja consiste en que tal vez ninguna potencia imperialista distinta a Estados Unidos tiene
tanta responsabilidad (por acción u omisión) en la violación de los derechos humanos en todo el
orbe. Y, a su conveniencia, se erige como defensores de los mismos.
6. GARRETÓN, Manuel Antonio. Transición hacia la democracia en Chile e influencia externa: dilemas y
perspectivas, Working Paper, Nº 57, Notre Dame, University of Notre Dame, (January of 1986); p. 25.
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Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana, (Ene-Mar de 2006); p. 50.
22. Ibíd.
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40. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 59.
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45. Ibíd.
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56. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca:
Sígueme, 1984. p. 369.
57. Ibíd.
4.2 Similitudes
Haití y la República Dominicana son dos naciones que comparten
un solo territorio de una misma isla. Obligadas, por su geografía,
a convivir y relacionarse a través de una relativa extensa frontera.
Se trata de una frontera bastante activa por la cual tiene lugar una
intensa migración de haitianos hacia la República Dominicana. Unos
lo hacen de manera legal y otros no. Mayoritariamente migran en
58. LOZANO, Wilfredo. Tradición caudillista y cambio político en República Dominicana: 1966-1994. En:
Perfiles Latinoamericanos, Número 8, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Distrito Federal,
México, (Ene-Jun de 1996); p. 29-50.
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59. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Lily. La universidad en la República Dominicana: Balance de medio siglo
(1961- 2005). Tesis Doctoral. Universidad de Salamanca. Facultad de Educación, Departamento de
Teoría e Historia de la Educación. 2012. p. 40.
322 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera
zas armadas y el sistema judicial fueron, sin ser las únicas, las áreas
en las que más se hicieron evidentes esos apoyos, en la perspectiva
de allanar caminos a favor de la democracia. No obstante, la polí-
tica exterior de Haití y República Dominicana, como la del resto de
países de América Latina, no logra zafarse de la coyunda impuesta
por potencias imperialistas como es el caso de Estados Unidos país
que impone sus criterios y disfraza con el eufemismo de “comunidad
internacional” su materialización. En esas condiciones la soberanía,
la autonomía y la independencia de aquellas naciones además de
relativas, son siempre cuestionables.
En el nuevo panorama derivado de las transiciones a la democracia,
las inversiones extranjeras aumentaron, especialmente en los rubros
del transporte, el sistema bancario, industrias de alimentos, servicios
públicos y materias primas en general. Inversiones que, al amparo de
las generosas condiciones dadas por los gobiernos neoliberales de
cada posdictadura y pese a las fabulosas ganancias; la cantidad y la
calidad de los empleos generados son modestas. Empleos inestables
que no siempre cumplen las normas y leyes que en materia laboral ri-
gen en cada país. El sector informal de la economía creció asimilándo-
se, sorprendentemente, como desarrollo económico de cada nación.
Esas inversiones en ambos países también se valieron de la ram-
pante corrupción de esos mismos gobiernos, se aprovecharon de la
galopante miseria de amplios sectores sociales ávidos de un empleo
así fuese mal remunerado y se beneficiaron de las dinámicas de los
capitales “golondrina”. Como una mancha que inexorablemente fue
cubriendo a casi toda América Latina y en la que Haití y la República
Dominicana no fueron las excepción, la fiebre modernizadora se im-
puso entendiendo por tal, la adecuación de los códigos laborales, de
las constituciones políticas y de las normas en general la inversión
extranjera.
Las misiones (de los más diversos tipos) en los dos países se cons-
tituyeron en una práctica habitual de los países que las ofrecen y de
los que las reciben. Algo que bien puede parecer una cruel y contra-
dictoria paradoja es el hecho de que algunas misiones (especialmen-
te militares y policiales) provienen de países que también padecieron
dictaduras (Brasil, Argentina y Chile entre otros). Loable el sentido
humanitario de las misiones pero no se puede desconocer que pue-
den contribuir a crear una mentalidad menesterosa por parte de los
países receptores y en la población cierta propensión al ocio.
4.3 Diferencias
Haití fue colonia de Francia y la República Dominicana de España.
Esta diferencia marcó el destino de las dos naciones caribeñas las
cuales quedaron atrapadas entre las fauces de cada potencia colo-
nialista, las cuales, prevalidas de su superioridad militar y de la mano
de la Iglesia Católica, impusieron su lengua, cultura e instituciones y,
de paso, arrasaron con los pueblos aborígenes. Su dominio continuó
por otras vías después de que esos dos países latinoamericanos al-
canzasen su independencia en el siglo XIX. Casi de modo simultáneo,
cayeron en un nuevo tipo de colonialismo frente a Estados Unidos.
Aunque las dos potencias europeas hicieron de la trata negrera
una ignominiosa manera de enriquecimiento, por circunstancias liga-
das a la geopolítica de cada una y a la existencia de mayores recursos
naturales, en la parte occidental de la isla se concentró la mayor parte
de los africanos esclavizados y, en menor proporción, en el oriente. Lo
anterior incidiría en el perfilamiento de cada país en materia racial,
económica, política y cultural; y en la posterior identidad.
Mientras cruel y paradójicamente Francia anunciaba en la segunda
parte del siglo XVIII los fundamentos filosóficos del liberalismo y pro-
mulgaba los derechos del hombre y del ciudadano, no trepidaba su
felonía en sus colonias, particularmente en Haití donde, a nombre de
la “civilización” con crímenes y violencia acalló las voces de protesta
de los haitianos. La historia quedó escrita, entonces, según la versión
del vencedor, esa potencia europea fue convertida en arquetipo de
la “civilización” y de la “libertad” mientras en el Caribe y en otros la-
60. QUEZADA, Tirsis. Las Relaciones Estado-Sociedad Civil en la República Dominicana. Colección Sociedad
Civil. Serie Documentos de Trabajo, Número 12. Santo Domingo, 2002. p. 15.
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78. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La corrupción política en la República Dominicana y la entronización
del partido cartel. En: Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Volumen 15, Número 2,
Universidad de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, España, (2016); p. 9-27.
En estos casos, como en muchos otros tal vez, los partidos de iz-
quierda, los sindicatos de trabajadores y la denominada “sociedad
civil” han brillado por su ausencia en términos de rechazo a tales
prácticas. Sus objetivos han variado. Se estima por parte de Espinal
que las transiciones políticas de las últimas décadas en América La-
tina han contado con la participación de la sociedad civil en distintas
modalidades e intensidad. Es común que durante los primeros años
de la transición se produjeran movilizaciones y un aumento de la
actividad asociativa para terminar con los regímenes autoritarios y
promover la democracia. Complementa además que “Una vez con-
cluida la etapa de activación social y la transición, el desafío para
la sociedad civil ha sido qué hacer y cómo interactuar con el Estado
y los partidos políticos; ya sea para avanzar la causa general de la
democratización o para articular y defender intereses de grupos que
reclaman derechos”79.
Como se recordará, a principios de los años noventa la República
Dominicana implementó un ambicioso programa de reformas estruc-
turales que marcó una ruptura con la estrategia de desarrollo en fun-
cionamiento hasta entonces. Las reformas pusieron fin a la llamada
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) que bajo el
liderazgo intelectual de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL) había convertido las economías de varias naciones
latinoamericanas -entre ellas República Dominicana- en economías
cerradas y altamente intervenidas80. Entre esos cambios de paradig-
ma estuvo la reforma tributaria y arancelaria de los noventa y, en
general, las reformas en dos olas, la primera entre 1990 y 1993 y la se-
gunda entre 1993 y 1996, con negativas consecuencias sobre la mayo-
ría de la población e incidencias directas en un crítico cuadro social,
económico y político.
Wilfredo Lozano afirma que al desaparecer el Estado asistencial
en su expresión populista y desarrollista en los noventa, se ha ido
fortaleciendo una nueva gestión estatal que podemos definir como
rentista y clientelar. Rentista, por cuanto se apoya simplemente en los
recursos que genera el aparato impositivo y en cuanto esos recursos
79. ESPINAL, Rosario; Morgan, Jana; Hartlyn, Jonathan. Op. Cit., p. 37-58.
80. ANDÚJAR SCHEKER, Julio G. Reformas económicas y negociaciones políticas: Apuntes sobre la
experiencia dominicana de los noventa. En: Ciencia y Sociedad, Volumen XXX, Número 1, Instituto
Tecnológico de Santo Domingo Santo Domingo, República Dominicana, (Ene-Mar de 2005); p. 7-57
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83. Ibíd.
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