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Historia comparada

de la transición a la democracia
en República Dominicana y Haití

Edgar Velásquez Rivera


Edgar Velásquez Rivera es Licenciado
en Ciencias Sociales, Universidad de la
Amazonia, Florencia, 1988; Magíster en
Historia, Universidad Externado de Co-
lombia, Bogotá, 1991; Doctor en Histo-
ria, Pontificia Universidad Católica de
Chile, Santiago, 2008; Posdoctorado,
Universidad Nacional de Córdoba, Ar-
gentina, 2011.

Profesor Titular adscrito al Departa-


mento de Historia, Facultad de Ciencias
Humanas y Sociales, Universidad del
Cauca, Colombia. En esta institución
ha sido Jefe del Departamento de His-
toria, Coordinador de la Maestría en
Estudios Políticos Latinoamericanos,
Decano encargado, Director del Centro
de Posgrados, Vicerrector Académico
y Rector encargado y delegatario. Esta
obra es el resultado del proyecto de
investigación “Historia comparada de
la transición a la democracia en Améri-
ca Latina” ID 4647.
Introducción .................................................................................................................................................. 1

Historia comparada
de la transición a la democracia
en República Dominicana y Haití

Edgar Velásquez Rivera


2 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Historia comparada de la transición a la democracia


en República Dominicana y Haití

© Edgar Velásquez Rivera


edgarvelasquez@unicauca.edu.co
2021

ISBN 978-958-49-3121-1

Velásquez Rivera, Edgar.


Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití. /
Edgar Velásquez Rivera. – Bogotá: Ediciones Ántropos, 2021.
376 p.: 17 x 24 cm. Historia comparada de la transición a la democracia
Incluye bibliografía: pp. 362-378.; información del autor: Solapas
ISBN: 978-958-48-9365-9.
1. AMÉRICA LÁTINA - HISTORIA COMPARADA. 2. DICTADURA MILITAR - REPÚBLICA DOMINICANA
SIGLO XIX-XX. 3. DICTADURAS POLÍTICAS - HAITÍ. 4. DICTADURAS POLÍTICAS - REPÚBLICA DOMINICANA.
5. DINASTÍAS POLÍTICAS - HAITÍ. 6. ESTADOS UNIDOS - INTERVENCIONISMOS POLÍTICOS - AMÉRICA
LÁTINA. 7. GOBIERNO DICTATORIAL - REPÚBLICA DOMINICANA. 7. GOBIERNO DICTATORIAL - REPÚBLICA
DE HAITÍ. 8. HAITÍ - HISTORIA - POLÍTICA Y GOBIERNO SIGLO XIX-XX. 9. ESTADOS UNIDOS - INTERVEN-
CIONISMOS POLÍTICOS - AMÉRICA LÁTINA. 10. NEOLIBERALISMO - AMÉRICA LÁTINA. 11. PROCESOS
POLÍTICOS DICTATORIOS - AMÉRICA LÁTINA. 12. REPÚBLICA DOMINICANA - HISTORIA - POLÍTICA Y
GOBIERNO. I. Título.
321.09729 V434 SCCD 21

Diseño, diagramación, impresión y acabados:


Ediciones Ántropos Ltda.
Carrera 100B No. 75 D-05
PBX: 433 77 01 • Fax: 433 35 90
E-mail: info@edicionesantropos.com
www.edicionesantropos.com
Bogotá, D.C.

Primera edición: Junio de 2021

De esta obra se imprimieron 1.000 ejemplares

Impreso y hecho en Colombia


Printed and made in Colombia

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del autor.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Introducción .................................................................................................................................................. 3

Contenido

Dedicatoria ................................................................................................................. 5
Siglas ............................................................................................................................. 7
Introducción .............................................................................................................. 11

1 El contexto ............................................................................................................ 15
1.1 Europa y los imperialismos .................................................................. 15
1.2 Geopolítica de los Estados Unidos ................................................... 32
1.3 República Dominicana y Haití ............................................................. 47

2 Las dictaduras .................................................................................................... 64


2.1 La dictadura en la República Dominicana .................................... 65
2.2 La dictadura en la República de Haití ............................................. 84
2.3 Los dictadores y las instituciones a su servicio .......................... 118

3 La transición a la democracia .................................................................... 152


3.1 República Dominicana: de la dictadura a la civilidad ............. 152
3.2 República de Haití: de la dictadura a la civilidad ...................... 209
3.3 Las nuevas institucionalidades ......................................................... 245

4 Comparaciones entre la República Dominicana y Haití ............... 274


4.1 Perspectivas teóricas sobre las transiciones a la democracia 274
4.2 Similitudes .................................................................................................... 314
4.3 Diferencias ................................................................................................... 341

Bibliografía ................................................................................................................ 362


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Introducción .................................................................................................................................................. 5

Dedicatoria

Dedico esta obra a

Jesús de Galíndez Suárez


ya
Jean-Bertrand Aristide
6 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

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Introducción .................................................................................................................................................. 7

Siglas

AD: Acción Democrática.


ANOP: Asociación Nacional de Organizaciones Populares.
ANP: Asamblea Nacional Popular.
BM: Banco Mundial.
CARICOM: Comunidad y Mercado Común del Caribe.
CASC: Confederación Autónoma de Sindicatos Clasistas.
CATH: Central Autónoma de los Trabajadores Haitianos.
CGT: Central General de Trabajadores.
CIA: Agencia Central de Inteligencia.
CND: Comisión Nacional de Desarrollo.
CNMD: Comité Nacional de los Movimientos Democráticos.
CONAJEC: Comité National d’Action Jeanclaudiste.
COPEI: Comité de Organización Política Electoral Independiente.
FARC-EP: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército
del Pueblo.
FBI: Oficina Federal de Investigaciones.
FDNP: Frente de Demócratas Nacionales Progresistas.
FMI: Fondo Monetario Internacional.
FMLN: Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.
FNCD: Frente Nacional para el Cambio y la Democracia.
FRAPH: Frente para el Avance y Progreso de Haití.
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FSLN: Frente Sandinista de Liberación Nacional.


FUNGLODE: Fundación Global Democracia y Desarrollo.
JCE: Junta Central Electoral.
JRAD: Juventud Reformista Anticomunista.
MAR: Movimiento Agrario Reformista.
MDN: Movimiento para el Desarrollo Nacional.
MICIVIH: Misión Civil Internacional en Haití.
MIDH: Movimiento para la Restauración de la Democracia en
Haití.
MINUSTAH: Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití.
MIPONUH: Misión Policial de las Naciones Unidas en Haití.
MOC: Movimiento Obrero Campesino.
MOP: Movimiento para la Organización del País.
MRN: Movimiento para la Reconstrucción Nacional.
OIT: Organización Internacional del Trabajo.
OMP: Obras Misionales Pontificias.
OMS: Organización Mundial de la Salud.
ONDJ: Organización Nacional para la Defensa de la Juventud.
ONU: Organización de las Naciones Unidas.
OTAN: Organización del Tratado del Atlántico Norte.
PAIN: Partido Agrícola Industrial Nacional.
PANPRA: Partido Nacional Progresista Revolucionario Haitiano.
PD: Partido Dominicano.
PDCH: Partido Demócrata Cristiano Haitiano.
PEP: Parti d´Entente Populaire.
PLD: Partido de la Liberación Dominicana.
PLN: Partido Laboralista Nacional.
PR: Partido Reformista.
PRD: Partido Revolucionario Dominicano.

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Introducción .................................................................................................................................................. 9

PRSC: Partido Reformista Social Cristiano.


PSP: Partido Socialista Popular.
PTH: Partido de los Trabajadores Haitianos.
PUCH: Partido Unificado de los Comunistas Haitianos.
PUDA: Parti Unifié des Demócrates Haitiens.
PUDNP: Partido de Unión de Demócratas Nacionales Progresistas.
PUN: Parti pour l´Unité Nationale.
SITRACODE: Sindicato de Trabajadores de la Corporación Dominicana
de Electricidad.
TIAR: Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
UFC: United Fruit Company.
UGT: Unión General de Trabajadores.
UNACHOSIN: Unión Nacional de Choferes sindicalizados.
UNESCO: Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura.
UNMIH: Misión de las Naciones Unidas en Haití.
UNSMIH: Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití.
UNTMIH: Misión de Transición de las Naciones Unidas en Haití.
ZFE: Zonas Francas de Exportación.
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Introducción .................................................................................................................................................. 11

Introducción

N
inguna región del mundo ha presenciado tantos golpes de
Estado como América Latina, a lo largo de su accidentada
historia desde el siglo XIX. Al margen del origen, duración,
alcances y limitaciones de tales formas de acceder al poder,
tuvieron lugar transiciones a la democracia, con independencia de
lo que por tal se entienda. En términos taxonómicos, después de la
segunda guerra mundial hubo un tipo de golpes de Estado, caracteri-
zado por ser insuflados por Estados Unidos en medio de la confron-
tación bipolar Este-Oeste y de la guerra fría, concordantes con una
peculiar noción de seguridad y de enemigo.
Terminada la guerra fría, de manera gradual Estados Unidos pre-
sionó a cada una de las dictaduras para que, en el marco de sus
particularidades, emprendieran transiciones a la democracia, de la
manera como esa potencia entiende tal sistema de gobierno. Las for-
mas como terminaron las dictaduras y el advenimiento de la demo-
cracia, así como las apariencias, los contenidos de las transiciones,
los alcances y limitaciones variaron en virtud de la especificidad de
cada país. Aquella potencia imperialista tomó todas las medidas ne-
cesarias para que las transiciones desembocasen en gobiernos de
derecha, incluso recurriendo a golpes de Estado en el desarrollo de
las transiciones para que así fuese.
¿En qué contextos geopolíticos y condiciones internas tuvieron lu-
gar las transiciones a la democracia en la República Dominicana y
en la República de Haití; Cómo fueron las dinámicas, los alcances y
limitaciones de esas transiciones; Qué regímenes políticos resulta-
ron y Cuáles son las principales visiones sobre esas transiciones a la
democracia?, son las preguntas orientadoras de esta obra. A manera
de hipótesis se indica que las dictaduras militares en la República
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Dominicana y Haití hicieron parte de la estrategia geopolítica de Es-


tados Unidos para afianzar su poderío en Occidente y contrarrestar
a la entonces Unión Soviética. Tales dictaduras no se redujeron ex-
clusivamente a lo militar y económico, se trató de una visión integral
de la vida, la sociedad y el Estado. Desmantelaron el tipo de Estado
de Bienestar y fundaron Estados neoliberales. Las transiciones a la
democracia en los dos países mencionados fueron presionadas por
Estados Unidos cuando las dictaduras cumplieron cabalmente sus
propósitos y dieron lugar a regímenes civiles.
Este libro está dispuesto en cuatro capítulos. En el primero es
abordado el contexto, se muestra la situación de Europa y los im-
perialismos en su relación con el objeto de estudio, al igual que la
geopolítica adoptada por Estados Unidos para América Latina. De
análoga manera, se hace alusión a la República Dominicana y Hai-
tí enfatizando en algunos fenómenos históricos que permiten com-
prender de manera holista tanto las dictaduras como las transiciones
a la democracia, pues la historia comparada de un suceso histórico
como el mencionado, obliga a entender de manera crítica el entorno
espacial y temporal.
El segundo capítulo da cuenta de las dictaduras. Por eso, de ambos
países se realzan las condiciones que hicieron posible la irrupción de
las dictaduras, la manera como cada dictador se hizo al poder, sus
principales características, así como un somero perfil de cada dicta-
dor y las instituciones a su servicio. Pues un fenómeno revelador de
los dos casos (República Dominicana y Haití) es que sus dictadores
tuvieron sus propias constituciones políticas y fingieron regirse por
las mismas desde la división de poder, organismos de control y fre-
cuentes elecciones, en el caso del primer país.
La transición a la democracia es el tema del tercer capítulo en el
que se exponen los factores internos y externos que precipitaron la
terminación de las dictaduras y, consecuentemente, los rasgos más
notorios de las nuevas institucionalidades derivadas de las transicio-
nes. En los factores externos se exhibe la preponderancia geopolítica
de algunas potencias como agentes que presionaron u obstruyeron
las transiciones a la democracia. En los internos, la participación no
sólo de partidos políticos sino de un amplio grupo de actores del
acontecer dominicano y haitiano como movimientos sociales y algu-
nos sectores de la Iglesia Católica.

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Introducción .................................................................................................................................................. 13

Por su parte en el cuarto capítulo se acometen comparaciones en-


tre la República Dominicana y Haití, para lo cual, se esboza un anclaje
teórico y luego son sistematizadas las similitudes y las diferencias.
Esta investigación es la continuidad de un interés investigativo por
realizar estudios similares en los países de América Latina en los
que hubo dictaduras militares y luego emprendieron transiciones a
la democracia por distintas vías pero con desenlaces relativamente
similares en el sentido del tipo de regímenes resultantes de cada
proceso. Agradezco a la Universidad del Cauca el apoyo dado para la
realización de esta investigación. Dicha obra es producto del proyecto
de investigación “Historia comparada de la transición a la democracia
en América Latina” ID 4647.
El autor.
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El contexto ................................................................................................................................................... 15

1. El contexto

E
ste capítulo contiene una aproximación al contexto. Para tal
efecto, Europa y los imperialismos son el primer tema del
mismo, en el que se intenta mostrar las múltiples incidencias
de un conjunto de acontecimientos ocurridos en ese conti-
nente sobre América Latina desde el siglo XIX y la manera como se
configuró un ambiente político, ideológico, militar, social y cultural
para los recurrentes golpes de Estado, mecanismo por cuyo interme-
dio se establecieron dictaduras militares de derecha y sus respectivas
transiciones a la democracia. En ese mismo sentido se alude a la
geopolítica de los Estados Unidos y a los casos específicos de Repú-
blica Dominicana y Haití.

1.1 Europa y los imperialismos


Durante el siglo XIX en Europa tienen lugar acontecimientos que defi-
nieron la fisonomía política, no solo de los países que la componen,
sino del resto del mundo. Aquí solamente se hace referencia a dos:
algunos episodios que incidieron en el proceso de unificación de los
Estados nacionales y los imperialismos1. Conviene en consecuencia
señalar que la denominada “Era napoleónica” correspondió al lapso
comprendido entre 1799 cuando Napoleón Bonaparte asume el poder
y 1815 cuando fue derrotado en la batalla de Waterloo y su destierro
a la isla de Santa Elena. Esta coyuntura significó, no solo para Francia
sino para Europa y el resto del mundo la consolidación de las institu-

1. El término imperialismo, considerado un neologismo, primero se incorporó a la política británica a


partir de 1870 y luego al vocabulario político y periodístico durante la década de 1890.
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ciones burguesas, la expansión del imperio napoleónico y el inicio de


la consolidación de los Estados nacionales2.
Desde entonces, Francia emprendió una frenética carrera imperia-
lista cuyos efectos, como los de otros países imperialistas, aún tienen
repercusiones en los países víctimas de su accionar3. En este am-
biente se inscribe la guerra franco-mexicana (1862-1867), consistente
en una alianza sellada entre Francia, Reino Unido y España a través
de la “Convención de Londres” por medio de la cual aunaron esfuer-
zos para invadir militarmente a México, como en efecto lo hicieron
en 1862. Benito Juárez mediante una norma había anunciado en 1861
suspender los pagos de la deuda externa, lo cual precipitó la decisión
de los tres países europeos. Pese a la derogación de la ley de no pago,
Francia no frenó la invasión como sí lo hicieron los otros dos socios
de la acción tripartita imperialista sobre México (Reino Unido y Espa-
ña). En el intento de Napoleón III por revivir el imperio francés, sus
tropas ocuparon la capital mexicana.
No sería la única vez que potencia europea alguna se valiera de
la fuerza militar para hacer efectivos el pago de compromisos eco-
nómicos adquiridos por países latinoamericanos en el fragor de sus
procesos independentistas (los casos de Venezuela y Argentina así
lo atestiguan). Los hombres “prestados” por Francia, al igual que las
armas, municiones, uniformes, las indemnizaciones, los contratos y
tratados leoninos y los recursos monetarios serían la simiente de las
deudas externas, mecanismo convertido desde entonces como una
sofisticada forma de dominación y opresión por parte de los países
imperialistas sobre las noveles naciones convertidas a la sazón en
neocolonias, desde luego con la anuencia y beneplácito de los go-
bernantes de éstas, donde un genuino nacionalismo brilló por su au-
sencia.
Italia también redefinía su perfil al emprender tres guerras, con un
mismo objeto: su independencia y unificación. En la primera de ellas,
se enfrentó el Reino de Cerdeña y el Imperio Austriaco en 1848 siendo
éste último el vencedor. Pero las cosas cambiaron, especialmente en
1859 cuando una segunda guerra fue protagonizada entre el Segundo

2. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. El siglo XVIII liberal y
capitalista. Volumen VI. Panamá: Volcán, 1965. p. 9.
3. HOBSBAWM, Eric. Historia del mundo contemporáneo. Barcelona: Crítica, 2015. p. 705.

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El contexto ................................................................................................................................................... 17

Imperio Francés y el Reino de Cerdeña contra el Imperio Austriaco,


definiéndose en ella gran parte de lo que sería la unificación italiana,
la cual se considera finiquitada tras la tercera guerra de indepen-
dencia ocurrida en 1866, cuando el Reino de Italia busca incorporar
a Italia las regiones de Véneto y Trentino y se enfrenta a Austria con
resultados favorables para la primera.
En ese mismo año, se desencadena la “Guerra de las siete sema-
nas” o “Guerra austro-prusiana” cuyo desenlace estuvo a favor de
Prusia y en contra del Imperio Austriaco. Sin ser el único, este con-
flicto tuvo una repercusión directa sobre la unificación alemana en
torno a Prusia. Era Prusia el principal reino por su tradición cultu-
ral, política, militar y económica y, de la mano del canciller Otto Von
Bismarck, desde 1862 hasta 1873 la unificación dio lugar al imperio
alemán, siendo siempre notable el peso específico de Prusia has-
ta la segunda guerra mundial. El pensamiento militar prusiano de la
época irradió a gran parte de Occidente, especialmente a las fuerzas
armadas de los países de América Latina interesadas en su respectiva
profesionalización, proceso mediante el cual abrevaron, de manera
temprana, en una peculiar ideología anticomunista.
Mientras Alemania lograba su unificación y se convertía en impe-
rio, en el Caribe, Cuba en 1868 hizo un primer intento por indepen-
dizarse de España a lo cual se opuso Estados Unidos. España, que
ya había perdido la mayor parte de sus colonias, desde la segunda
mitad del siglo XIX vio esfumarse uno a uno sus últimos bastiones
(Puerto Rico, Cuba y Filipinas) arrebatados por otras potencias impe-
rialistas. De igual modo Portugal, reconocido país colonialista venido
a menos, presenció la llamada “Revolución Liberal de Oporto” inicia-
da el 24 de agosto de 1820 mediante la cual, los sectores mercantiles
expresaron sus preocupaciones por el curso que tomaban las inva-
siones napoleónicas (1808-1814), el predominio británico y la situa-
ción de Brasil a donde había huido la corte portuguesa encabezada
por el rey Juan VI.
Digno de mencionar en el tablero geopolítico europeo es el caso
de Grecia con su guerra de independencia entre 1821 y 1832 frente al
Imperio Otomano; al igual que las guerras del opio 1839-1842 y 1856-
1860 consistentes en el contrabando británico de opio desde India
hacia China. En el primer caso, de manera inicial las principales po-
tencias de la época se mostraron renuentes a apoyar a Grecia y luego
lo harían de acuerdo a sus particulares conveniencias. En el segundo,
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era la puesta en escena de una política de expansión comercial bri-


tánica difícil de contener por lo demoledora que resultó la estrategia
en el sentido de que, casi de manera simultánea, se implementaban
probables acuerdos, presiones diplomáticas, y mecanismos irregula-
res como el auspicio del contrabando y si lo anterior no era suficien-
te, actuaba militarmente.
Pero fue la guerra franco-prusiana entre el 19 de julio de 1870 y el
10 de mayo de 1871 el episodio que mayores incidencias tuvo tanto en
la consolidación de los Estados nacionales como en los sucesivos im-
perialismos. Ese conflicto bélico fue el punto de llegada de una larga
sucesión de tensiones entre los dos bandos contendientes y detonó
por las ambiciones de Napoleón III de anexar a Luxemburgo y, desde
luego, también por los ímpetus expansionistas prusianos. Prusia ven-
ce y el naciente imperio alemán se constituye en un actor geopolítico
de primer orden cuyo accionar, dentro y fuera de Europa, contribuyó
al ulterior desencadenamiento de la primera guerra mundial y, por
transitividad, de la segunda.
Una de las consecuencias inmediatas de la derrota francesa a ma-
nos de Alemania fue el estallido popular conocido como “La Comuna
de París en 1871”. Este movimiento que consistió en la toma del poder
por parte de los trabajadores, fue un gobierno popular entre el 28 de
marzo y el 28 de mayo de 1871. Durante ese lapso primó la anarquía
y la destrucción de todo aquello que representara al derrotado go-
bierno francés. Los líderes de la insurrección propusieron elecciones
directas; educación obligatoria, gratuita y laica; separación entre la
Iglesia y el Estado, jornada laboral de ocho horas, legalización de los
sindicatos, igualdad de derechos entre hombres y mujeres, abolición
de la pena de muerte, suspensión de la cárceles por deudas, entrega
de las herramientas por parte de las casas de empeño, guarderías y
la adopción de la bandera roja como símbolo.
En estos ambientes convulsionados de Europa tuvo lugar la prime-
ra revolución industrial (1750 y 1840) liderada por Gran Bretaña y la
segunda (1880 y 1914) también por ese país y Estados Unidos. De igual
modo, parte del siglo XIX presenció las revoluciones burguesas con-
sistentes en la consolidación de las burguesías nacionales como una
clase en sí y para sí. En esa centuria el núcleo fundamental del capi-
talismo estuvo en el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, países
en los que las aludidas burguesías además del poder económico, lo-
graron el poder político no solamente en sus respectivos países, sino

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El contexto ................................................................................................................................................... 19

que sus intereses los convirtieron en los propósitos de esas naciones,


los cuales se expresaron en el imperialismo.
En esas condiciones, el capitalismo amplió su esfera de acción a
zonas del planeta cada vez más remotas y transformó todas las re-
giones de manera cada vez más profunda4. Puede entonces señalarse
que el acontecimiento más importante del siglo XIX fue la creación
de una economía global, que penetró de forma progresiva en los rin-
cones más remotos del mundo. La anterior globalización de la época
trajo para los países de América Latina consecuencias económicas,
políticas, sociales y culturales de las que aún en el siglo XXI, por los
flujos de la “historia efectual”, sus estragos son palmarios en los dis-
tintos órdenes, en todas las naciones latinoamericanas, pero con ma-
yor rigor en aquellas donde hubo dictaduras militares y, consecuen-
temente, transiciones a la democracia.
En primer lugar, las zonas atrasadas o colonias se vincularon pri-
mero a los centros metropolitanos, más que entre sí o con su interior.
A esa lógica económica correspondió el establecimiento de líneas fé-
rreas entre puertos y las tierras con materias primas esenciales para
las revoluciones industriales5, las economías de los países imperia-
listas y como una manera de ostentación geopolítica6 ante sus riva-
les. Cada país convertido en neocolonia fue especializado según sus
materias primas. Tanto las líneas férreas como posteriores medios de
comunicación fueron construidas no necesariamente para la cone-
xión y el comercio entre las jóvenes naciones o entre sus unidades
territoriales, sino en virtud de las economías de enclave.

4. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 711.


5. Se considera que una revolución tecnológica tuvo lugar entre 1787-1827 siendo el carbón la fuente
principal de energía para movilizar los motores a vapor. El hierro y el acero se constituyeron en los
insumos básicos para el sector de la construcción y para elaborar partes de la maquinaria textil. Otra
revolución habría tenido lugar entre 1828-1885 caracterizada por la competencia de los monopolios
y la constitución de oligopolios. De la manufactura se pasó a la gran industria y al auge de ferrocarriles
y vapores. Una tercera revolución tecnológica ocurrió entre 1886-1938, la cual se sustentó en el
motor de combustión, la explotación del caucho y del petróleo, el uso intensivo de la electricidad. El
imperialismo como rasgo predominante de la política y la transición del dominio de Gran Bretaña (la
libra esterlina) al de Estados Unidos (el dólar). La cuarta revolución tuvo lugar entre 1939-1995 en la
que el motor de explosión, la electrónica y los medios masivos de comunicación fueron sus fenómenos
más sobresalientes; al igual que la internacionalización de la economía y el dominio de las empresas
transnacionales. La quinta revolución tecnológica habría empezado en 1995 con la microelectrónica en
sus distintas aplicaciones (robótica, informática, artefactos de hogar, telemática y telecomunicaciones).
6. TRIAS, Vivian. Imperialismo y geopolítica en América Latina. Buenos Aires: Cimarrón, 1973. p. 9.
20 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Las exportaciones de té, café, bananos, azúcar, cacao, maderas y


frutas tropicales así lo atestiguan lo cual dio lugar a las peyorativa-
mente denominadas “repúblicas bananeras” en las que multinacio-
nales como la United Fruit Company (UFC) fundada en Boston en 1885,
llegaron a tener más poder que esas naciones y, en consecuencias,
regularon la vida de las mismas. Los anteriores fenómenos convirtie-
ron a los países latinoamericanos en periferias primarias y periferias
secundarias según el tipo de materias primas que dispusiesen y de-
pendiendo de la importancia de éstas para el desarrollo de la ciencia,
la tecnología y la economía de los países industrializados.
Las consecuencias políticas se expresaron en la presión ejercida
por los países imperialistas para que los países dependientes adop-
tasen políticas conducentes a lograr modernizaciones institucionales
en distintos escenarios como las reformas constitucionales, la esta-
bilidad política, la fundación de partidos, la legislación sobre el tra-
bajo y el comercio internacional, así como la profesionalización de
sus fuerzas armadas y la educación. En palabras de Eric Hobsbawm
“La función de las colonias era la de complementar las economías
de las metrópolis, no la de competir con ellas”7. En esas condiciones,
fenómenos como la esclavitud además de haberse tornado en una
actividad poco rentable, era intolerable (paradójicamente) para las
mismas potencias que se lucraron de ella y presionaron su abolición.
El desarrollo del capitalismo requería seres humanos “libres” y con
dinero para actuar en calidad de consumidores de bienes y servicios.
Social, educativa y culturalmente fue perceptible el apego a lo ex-
tranjero, especialmente al estilo de vida británico. Las elites de los paí-
ses latinoamericanos enviaban a sus hijos a educarse al Reino Unido
en el que abrevaban ideas, obtenían conocimientos, adoptaban como
propios los hábitos alimenticios, modas en el vestir, protocolos socia-
les, la literatura y la institucionalidad. Estos vástagos, alienados como
los que más, resultaron ser funcionales al imperialismo británico y, en
consecuencia, eficientes administradores de los intereses del mismo
cuando en no pocas ocasiones actuaron como gobernantes en sus paí-
ses o como simples funcionarios de multinacionales. Primero el Reino
Unido y después Estados Unidos fueron idealizados por esas elites
como el arquetipo del “progreso”, el “desarrollo” y la “civilización”.

7. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 736.

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El contexto ................................................................................................................................................... 21

Las anteriores consecuencias (económicas, políticas, sociales y cul-


turales) fueron reforzadas por actividades misioneras y subsidiaria-
mente con las traducciones de la Biblia y la imposición de la lengua
inglesa, francesa, alemana, italiana, española y portuguesa se cerró
el círculo de la dominación, tanto material como espiritual. La multi-
dimensional agresión imperialista encontró en Asia, África y América
Latina un terreno abonado para la materialización de sus propósitos
como fue la actitud entreguista, pusilánime y alienada desde la cual
actuaron la mayoría de gobernantes, algunos de los cuales hicieron
gala de exultantes satrapías para que el imperialismo engullera de
una vez por todas a sus naciones.
Así pues, el imperialismo como fenómeno político, económico y
cultural, llevó la “occidentalización” a sus colonias y uno de sus le-
gados más importantes fue una educación de tipo occidental. Planes
de estudio, modelos educativos, teorías pedagógicas, teorías y me-
todologías de investigación, al igual que paradigmas desde entonces
hacen parte de una constante, lenta y efectiva violencia cognitiva que
llevó a generaciones completas de estudiosos de las neocolonias a
comprender el mundo a través de las lógicas de los países colonialis-
tas y a leer la vida con anteojos prestados. El imperialismo implantó
además, un colonialismo académico del cual pocos han logrado za-
farse, dada la existencia de un especie de sentimiento de superiori-
dad del conocimiento occidental sobre cualquier otro. En su momen-
to fue el positivismo.
Especialmente los países latinoamericanos solicitaron misiones
científicas y pedagógicas y, de manera solícita, acudieron al llamado.
A las misiones científicas se sumaron los llamados “viajeros” que, en
apariencia de aventureros, complementaron las tareas de espionaje
que cumplían los primeros, concretamente en lo referente a la ubica-
ción e identificación de nuevas materias primas para sus países de ori-
gen. Por su parte las misiones pedagógicas buscaron “modernizar” los
sistemas de enseñanza, algunos con vocación laica y otros en concor-
dancia con lo preceptuado por la Iglesia a través de las encíclicas. De la
mano de los anteriores fenómenos corrió la firma de convenios, pactos
y tratados para la enseñanza de lenguas extranjeras (inglés y francés)
como una extensión más de la larga mano de los imperialismos.
En este ambiente floreció el racismo. En el siglo XIX se consideró a
los pueblos no europeos como inferiores, indeseables, débiles, atra-
sados e infantiles. “Eran pueblos adecuados para la conquista o, al
22 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

menos, para la conversión a los valores de la única civilización real, la


que representaban los comerciantes, los misioneros y los ejércitos de
hombres armados, que se presentaban cargados con armas de fuego
y de bebidas alcohólicas. En cierto sentido, los valores de las socie-
dades tradicionales no occidentales fueron perdiendo importancia
para su supervivencia, en un momento en que lo único importante
eran la fuerza y la tecnología militar”8. Desde inicios del siglo XXI la
interculturalidad procura contrarrestar la opacidad axiológica de esas
sociedades y, en algunos casos, parece convertirse en una especie de
esencialismo.
Entendiendo que la unificación de los Estados nacionales es un
proceso incesante, en el siglo XIX hubo mayores avances en esa mate-
ria en comparación con épocas anteriores. Como ha quedado expues-
to, para el caso de algunos países europeos y de Estados Unidos a raíz
de su unificación tomó auge el imperialismo a cuyo tenor se produjo
una especie de división internacional del trabajo, fenómeno en el que
confluyó la persuasión política e ideológica y la coacción económica
y militar. Con este nuevo mapa geopolítico se selló el destino de la
mayoría de países que quedaron en la peyorativa condición de “atra-
sados”, “subdesarrollados”, “en vía de desarrollo”, “tercermundistas”,
“polos de desarrollo” o “emergentes”. La perspectiva filosófica del “Fin
de la historia” niega la existencia de este tipo de países.
Sus economías dependientes de un núcleo desarrollado, corrobo-
rado por la propia historia, no son circunstanciales o pasajeras sino
una forma de ser. Y su condición no es una fatalidad de “las fuerzas
ciegas de la economía” sino la consecuencia de decisiones políticas
dispuestas en variados mecanismos de poder de hecho y de derecho.
En los casos de las economías dependientes señala Eric Hobsbawm
“…esas regiones no tenían posibilidad de elección, pues una poten-
cia decidía el curso de sus economías o bien una economía imperial
tenía la posibilidad de convertirlas en repúblicas bananeras o ca-
feteras. En otros casos, esas economías no estaban interesadas en
otras posibilidades de desarrollo, pues les era rentable convertirse
en productoras especializadas de materias primas para un mercado
mundial formado por los estados metropolitanos”9. Fue convertida en

8. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 751.


9. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 712.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 23

coto de caza de las políticas imperialistas la flora, la fauna, el agua,


los minerales e incluso la sangre de los seres humanos.
En la búsqueda de nuevas áreas geográficas para integrarlas al cir-
cuito de la dominación, fueron recurrentes las rivalidades entre po-
tencias. La expansión territorial fue la consecuencia del crecimiento
cuantitativo y cualitativo del comercio. El imperialismo, entre otras
cosas, puede ser entendido como una forma de solucionar los pro-
blemas del capitalismo. Las mercancías llegaban a los puertos antes o
después de flotas navieras imperialistas, pero en ningún modo solas.
Mecanismos comerciales considerados delito como el contrabando,
el plagio de patentes y los sabotajes fueron habituales por parte de
las naciones dominantes y, cuando lo anterior no era suficiente para
materializar sus intereses; los bloqueos, las amenazas y la guerra en
ningún momento se descartaba.
En este escenario, entre 1890 y 1913 Alemania y Estados Unidos
superan al Reino Unido en su economía y poderío militar. El otrora
imbatible imperio debió aceptar la existencia de otras potencias que
le disputaban el liderazgo y geopolíticamente hubo reacomodos en
la repartición del mundo. La economía mundial durante el imperia-
lismo se caracterizó por el crecimiento demográfico, fue perceptible
una mayor industrialización y aumentaron los mercados de materias
primas. Si bien es cierto hacia 1860 la mitad de todas las exporta-
ciones de África, Asia y América Latina iban a Gran Bretaña; en 1900
ese porcentaje se redujo al 25%. Estados Unidos se posicionó como
el principal país imperialista con intereses en América Latina y de la
región desplazó no solo a Gran Bretaña como se ha dicho, sino a Por-
tugal, Francia y España.
Múltiples innovaciones produjo la revolución tecnológica de la co-
yuntura. El teléfono, el cine, el automóvil, el aeroplano, la aspiradora
y la aspirina fueron nuevas realidades en la vida cotidiana de las per-
sonas. La industrialización supuso un incremento de la urbanización.
También fueron notables los cambios en las dietas alimenticias tanto
en los países hegemónicos como en los periféricos. El comercio im-
pulsó las compras a plazos, creció el sector terciario de la economía y
la industria armamentista tuvo despliegues vertiginosos tanto por las
tensiones geopolíticas que a la postre desencadenarían en la primera
y segunda guerra mundial; como por las guerras entre las naciones
latinoamericanas.
24 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Considera Eric Hobsbawm que la coyuntura 1875-1914 “…es una era


en que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial. Entre
1880 y 1914 la mayor parte del mundo ajeno a Europa fue dividido
en territorios que quedaron bajo el control de países como Reino
Unido, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica, Estados Unidos
y Japón”10. Afirma el mismo autor que “Entre 1876 y 1915, aproximada-
mente una cuarta parte de la superficie del planeta fue distribuida o
redistribuida en forma de colonias entre media docena de estados”11.
En esas condiciones “El Reino Unido incrementó sus posesiones en
unos diez millones de kilómetros cuadrados, Francia en nueve millo-
nes, Alemania adquirió más de dos millones y medio y Bélgica e Italia
algo menos. Los Estados Unidos obtuvieron unos 250.000 kilómetros
cuadrados de nuevos territorios, fundamentalmente a costa de Es-
paña, extensión similar a la que consiguió Japón con sus anexiones
a costa de China, Rusia y Corea”12. El éxito de los imperialismos era
inobjetable y la sumisión de los países de América Latina también, al
igual que los de África y Asia.
Sobre África es preciso señalar que en su dominación por parte de
países extracontinentales son claras dos etapas. La primera corres-
ponde al lapso comprendido entre el siglo XV y la Conferencia de Ber-
lín en 1885 y, la segunda, desde éste último acontecimiento. La prime-
ra etapa se caracterizó por la esclavización de africanos y su comercio
en calidad de esclavos especialmente en América donde la población
aborigen fue menguada por el impacto invasor de españoles y portu-
gueses; y por la ocupación de una parte de África por parte de Francia
y Gran Bretaña. La segunda, iniciada en 1885, en el siglo XXI aún no
cesa. Habiendo sido convocada la Conferencia de Berlín por Francia
y el Reino Unido y, organizada por Alemania, su objeto era tratar los
problemas inherentes a la expansión colonial y fijar unas condiciones
básicas para su repartición en la que participaron, además de los tres
países mencionados, España, Portugal, Italia y Bélgica.
Mientras Europa actuaba de este modo en África, Estados Unidos
desplazaba de América Latina a otras potencias y quedaba con el ca-
mino expedito para afianzar su dominio que, sustentado de manera
inicial en la Doctrina Monroe, en cada tiempo apeló a nuevos argu-

10. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 728.


11. HOBSBAWM, Eric. Op. Cit., p. 730.
12. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 25

mentos como lo hizo con el denominado Destino Manifiesto para con-


vertir en política exterior sus designios de imperio. Desde entonces,
la intromisión de aquella nación en los asuntos internos de los países
situados al sur del río Bravo se convirtió en un fenómeno recurren-
te, a partir de invasiones, derrocamiento de regímenes considerados
hostiles, promoción y apoyo de dictaduras militares y, consecuente-
mente, la terminación de las mismas cuando ya no le eran útiles y la
vigilancia policial de las transiciones a la democracia.
Circunstancias asociadas a la unificación de los Estados naciona-
les en Europa como el nacionalismo, de manera directa dieron lugar
a nuevos conflictos, agravados éstos principalmente por las políticas
imperialistas de Europa en general, a raíz de las cuales quedaron fi-
suras en los tratados y descontentos en la repartición del mundo,
se configuró una nueva trama en la cual se desató la primera guerra
mundial (28 de julio de 1914-11 de noviembre de 1918) en la que se
enfrentaron las denominadas Potencias Centrales (Imperio Austro-
húngaro, Imperio Alemán “Triple Alianza”, Imperio Otomano y Reino
de Bulgaria) y los Aliados o “Triple Entente” que a la postre resultarían
vencedores (Francia, Imperio Británico, Rusia o “Triple Entente”, Italia
y Estados Unidos).
A raíz de los mencionados descontentos, Gran Bretaña y Francia
entre 1870 y 1913 emprendieron una frenética carrera armamentista
en un mundo signado por las tensiones y las desconfianzas mutuas.
Además de que sus fuerzas navales emularon en tecnología, la in-
corporación de la aviación en asuntos bélicos y la fabricación de ar-
mas químicas y biológicas hicieron parte de las características de éste
conflicto que, aunque europeo, se le denomina mundial por estar
comprometidas en él las principales potencias europeas y, sobre la
marcha del mismo, la incorporación de Estados Unidos.
Se considera el Tratado de Versalles firmado el 28 de junio de 1919
como la terminación formal de la primera guerra mundial13. Pero su
terminación resultó ser la preparación para la segunda guerra mun-
dial. Pues en uno de los apartes del mencionado tratado la coalición
vencedora le impuso a Alemania (país líder de la coalición vencida) la
versión oficial según la cual éste país era el responsable de la guerra

13. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 190.


26 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

y por ende, debía responder por los perjuicios ocasionados. Además,


se le obligó a limitar el número de efectivos de sus fuerzas armadas,
permitir la vigilancia y control de su producción armamentista, así
como pagar indemnizaciones (en efectivo y en especie) lo cual termi-
nó de hacerlo en el año 2010.
Alemania no solo perdió territorio en Europa, sino que perdió sus
colonias las cuales fueron arrebatadas por Francia y el Reino Unido.
La otrora potencia imperial vio hechas cenizas lo hasta entonces lo-
grado y un generalizado sentimiento de humillación de apoderó de
los alemanes. Esa subjetividad colectiva marcó la política alemana en
las siguientes décadas, lo cual incidió no solamente en el cuestiona-
miento del Tratado de Versalles sino en el desencadenamiento de la
segunda guerra mundial. Como consecuencia inmediata de la primera
guerra mundial los imperios ruso, alemán, otomano y austrohúngaro
dejaron de existir. Las fronteras y los mapas cambiaron. En el marco
de tal fenómeno tuvo lugar la Revolución Rusa.
En estas condiciones, una vez terminada la primera guerra mundial
Alemania no aceptó del todo que su derrota hubiese sido por razones
militares, sino que tomó fuerza la explicación, según la cual, la debacle
habría sido posible por la supuesta existencia y accionar de un “enemi-
go interno” del cual harían parte los partidos de izquierda y lo judíos.
A partir de la figura de un “enemigo interno” cuyo origen se remonta
a Prusia, las derechas alemanas desde 1919, articularon un discurso
en extremo nacionalista, opositor al Tratado de Versalles, antisemita,
pangermano, racista, xenófobo, machista, militarista, antidemocrático
y populista en torno al Partido Obrero Alemán cambiando de nombre
en 1920 por Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, abreviadamente
llamado Partido Nazi que llevaría a Adolfo Hitler al poder en 1933.
Por su parte Italia, aunque hizo parte de bando vencedor, su insa-
tisfacción fue clara con el Tratado de Versalles y sus actas de cum-
plimiento dado que no colmaba sus expectativas. Sus críticas y su
oposición estuvieron dirigidas al Reino Unido y a Francia a quienes
señaló de menguar los botines, beneficios y derechos que le corres-
pondían como parte de la Triple Entente. Una sensación de frustra-
ción se generalizó en Italia lo cual tuvo enorme receptividad en la
población la cual adhirió al Partido Nacionalista Fascista liderado por
Benito Mussolini, desde donde también, como ocurrió en Alemania,
se acusaba a las izquierdas de ser las responsables de la situación de
crisis generalizada que agobiaba a Italia.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 27

América Latina no tuvo una participación directa en la primera


guerra mundial, salvo como proveedor de materias primas. Desde en-
tonces, ya era considerada el patio trasero de Estados Unidos y éstos
fungían como su “guardián”. En tal condición aquella nación reformu-
ló su política exterior a la cual le anexó nuevos “enemigos” contra los
cuales habría que luchar y así comprometió y obligó a los países de
la región: el comunismo, el fascismo y el nazismo. No obstante, hubo
consecuencias de la primera guerra mundial para América Latina ta-
les como la contracción de las exportaciones, la tenue industrializa-
ción en el marco de la crisis de 192914 y cambios geopolíticos dado
que todos los países rompieron relaciones con Alemania.
De igual modo, se consolidó la hegemonía estadounidense, emer-
gió una especie de nacionalismo militarista (servicio militar obliga-
torio), la crisis del liberalismo generó incertidumbres, la fundación
de partidos comunistas se hizo extensiva a casi toda América Latina,
fue evidente el fortalecimiento de los sindicatos de trabajadores e
intelectualmente se cuestionó la construcción de la modernidad al
estilo europeo y, en algunos casos, ello indujo a mirar hacia lo “lati-
noamericano”. Aunque es preciso señalar que con el fenómeno bélico
las perspectivas francófilas y germanófilas no cesaron, a las mismas
se le sumó la admiración por lo estadounidense y, desde luego, el
pensamiento antiimperialista también tomó forma.
Así como Gran Bretaña fue desplazada geopolíticamente por Esta-
dos Unidos15 de América Latina, de idéntica forma ésta última nación
alejó a otras potencias como Alemania, Francia e Italia que participa-
ban desde finales del siglo XIX en varios países latinoamericanos en la
profesionalización de sus fuerzas armadas e instituciones policiales
y asumió tal tarea, lo cual implicó la homologación y estandarización
de los armamentos; la unificación de reglamentos, protocolos, muni-
ciones y uniformes; el adoctrinamiento en la defensa incondicional
del capitalismo y el apego al estilo de vida estadounidense lo cual fue
reforzado con la firma de pactos, tratados y convenios.
Por esas vías, las instituciones castrenses fueron convertidas en
ejércitos contrainsurgentes y, en la mayoría de los casos, se les ca-

14. CARMAGNANI, Marcello. América Latina de 1880 a nuestros días. Barcelona: Oikos-Tau, 1975. p. 28.
15. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 85.
28 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

talogó como ejércitos de ocupación en sus propios países al servicio


de intereses foráneos, especialmente estadounidenses, siempre dis-
puestos a ejecutar golpes de Estado so pretexto de defender el statu
quo de “enemigos” no convencionales como partidos de izquierda,
sindicatos de trabajadores y en general de manifestaciones de estir-
pe popular. Este horizonte ideológico o telón de fondo estuvo presen-
te en casi todos los golpes de Estados ocurridos en América Latina en
el siglo XX y cuyas transiciones a la democracia solo fueron posible
cuando esos “enemigos” estaban, en las cárceles, en los cementerios
o en el exilio, prácticas que se tornaron más recurrentes y dramáticas
inmediatamente después de la segunda guerra mundial.
Mientras esto ocurría en América Latina, Europa avanzaba casi que
inexorablemente hacia la segunda guerra mundial (1939-1945), como
en efecto ocurrió16. Este episodio puede ser considerado como la con-
tinuación de la primera guerra mundial. En esta ocasión también dos
bandos se enfrenaron. Uno de ellos denominado “Países Aliados”
(Francia, Inglaterra, Unión Soviética y Estados Unidos) y el otro, las
“Potencias del Eje” (Alemania, Japón e Italia). Así como parte de las
causas de la primera guerra mundial deben ser identificadas en la
guerra franco-prusiana de 1871, las de la segunda guerra mundial se
encuentran, también en parte, en la primera guerra mundial, especí-
ficamente en el Tratado de Versalles.
Tras la terminación de la primera guerra mundial Europa y el mundo
en general observó una nueva composición geopolítica. Por un lado,
Italia, de la mano de Mussolini y del fascismo, reclamó y conquistó
Etiopía entre 1935 y 1941, donde ya había estado en 1895; y por otro,
Japón invadió el noreste de China en 1931 y creó el Estado de Manchu-
ria. Por su parte Alemania incumplía las limitaciones impuestas en el
Tratado de Versalles y, en secreto, reactivó su carrera armamentista
y además de militarizar el país invadió e incorporó a su territorio en
1938 regiones como Austria, entre otras; mientras en el orden interno
desató una feroz represión contra los judíos y las izquierdas.
En su estrategia expansionista Alemania invadió a Polonia el 1 de
septiembre de 1939 y el 3 del mismo mes y año el Reino Unido y
Francia le declaran la guerra. Ya en el desarrollo de las operaciones,
las dos futuras superpotencias se vincularon al conflicto en 1941 y le

16. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 261.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 29

imprimieron una nueva dinámica. En primer lugar la URRS en junio de


ese año por la invasión de que fue objeto por parte de Alemania y, en
segunda instancia, Estados Unidos a raíz del ataque japonés el 7 de
diciembre a su base militar apostada en Pearl Harbor (Hawai). Tras la
terminación de la segunda guerra mundial con resultados a favor los
“Países Aliados”, tanto Estados Unidos como la URSS se convirtieron
en los líderes de dos bandos irreconciliables: Este y Oeste.
Es importante señalar que la geopolítica expansionista de Alema-
nia en esta coyuntura, además de haber sido una especie de res-
puesta a la derrota infringida en la primera guerra mundial, tuvo un
sustento ideológico y político en los postulados de Karl Haushofer.
Este autor, sin ser el pionero ni el único que ofreció sustento teórico
al expansionismo alemán, desarrolló la perspectiva del “espacio vital”
según la cual, un Estado es un ser vivo que nace, crece, se reproduce
y muere y, para evitar morir, debe ampliar el espacio que requiere
para el desarrollo de sus potencialidades sin tener necesariamente
en cuenta la existencia de otros Estados sino sus particulares intere-
ses en virtud de la raza, la lengua, la religión y la cultura.
Entre las principales causas de la segunda guerra mundial figu-
ran los términos en que había quedado el Tratado de Versalles y su
posterior desconocimiento parte de Alemania, el surgimiento de lí-
deres como Adolfo Hitler y Benito Mussolini quienes en sus respec-
tivos países capitalizaron el descontento generalizado, construyeron
movimientos nacionalistas radicales, propusieron la recuperación de
sus respectivas “grandezas”, militarizaron las sociedades, invadieron
otros países e instauraron regímenes totalitarios, la depresión de los
años treinta generó un ambiente de incertidumbre en el que calaron
propuestas políticas radicales, la guerra civil española (1936-1939) en
la que intervino Alemania a favor del dictador Francisco Franco, las
tensiones chino-japonesas y la invasión alemana a Polonia, como se
ha indicado.
Finalizada la segunda guerra mundial en 1945, desde entonces fue-
ron perceptibles consecuencias inmediatas, mediatas y a largo plazo.
El nuevo ordenamiento geopolítico desencadenó en una concepción
y una práctica bipolar del mundo con repercusiones en todos los ór-
denes de la vida de los pueblos; Alemania, nuevamente vencida, fue
objeto de una división (República Democrática Alemana y República
Federal Alemana) la primera bajo la tutela de la URSS y la segunda
de Estados Unidos. Lo actuado en Hiroshima y Nagasaki aceleró las
30 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

carreras armamentistas centradas en las armas atómicas. En materia


intelectual las dudas en la razón y el progreso se acrecentaron y ello
tuvo incidencia en los nuevos paradigmas y teorías en el campo de
las Ciencias Humanas y Sociales. Los procesos de descolonización17 se
acentuaron y antiguas colonias lograron su condición de países.
En lo que respecta a América Latina, es preciso señalar que al igual
a lo ocurrido en la primera guerra mundial, en la segunda guerra
mundial su participación fue marginal. Se redujo al apoyo dado a los
“Países Aliados”, manifestado en la participación directa de México
y Brasil en algunas campañas militares de menor envergadura y en
la declaración formal de guerra de las restantes naciones contra las
“Potencias del Eje” a instancias de la presión estadounidense, lo cual,
si bien es cierto sumó apoyo político contra Alemania, en términos
objetivos de la confrontación militar propiamente dicha no pasó de
ser un saludo a la bandera.
No obstante lo expuesto, en la mayoría de países de América Lati-
na los alemanes fueron puestos bajo vigilancia dado que algunos de
los postulados tanto del fascismo y del nacismo tuvieron eco en foca-
lizados sectores sociales que copiaban, entre otras cosas y de manera
vistosa, la prosopopeya de aquellas ideologías. Los intereses comer-
ciales de Alemania con los países de la región fueron menoscabados
y, algunas personas con vínculos gubernamentales aprovechándose
de tal condición, se lucraron con los bienes de ciudadanos alemanes
como tal parece haber sucedido en Colombia con algunos adláteres
de la dirigencia liberal y conservadora de la época.
De todos modos, la segunda guerra mundial trajo un cúmulo de
consecuencias para América Latina. Desde la década de los años
treinta del siglo XX por las mismas tensiones en Europa y los prepa-
rativos para la guerra, en América Latina tuvo lugar la denominada
“Industrialización por sustitución de importaciones” consistente en
que los países de la región debían producir los bienes y servicios
(herramientas, por ejemplo) que ya no era posible importar de la Eu-
ropa que con frenesí se preparaba para la segunda guerra mundial.
Lo anterior estimuló, de contera, la urbanización de las sociedades,

17. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. Un nuevo mundo en
gestación. Volumen X. Barcelona: Éxito, 1972. p. 427.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 31

el incremento de la clase obrera y nuevos problemas asociados a los


servicios públicos, la vivienda y la educación.
La nueva situación creada por la segunda guerra mundial hizo que
se elevaran los precios por las exportaciones de América Latina hacia
Europa, especialmente en lo concerniente al cobre, estaño, caucho, pe-
tróleo, café, cacao, frutas, alimentos en general y por extensión mayor
cantidad y calidad de materias primas tanto para la subsistencia de las
sociedades en guerra, como para el sostenimiento de la guerra pro-
piamente dicha. La oxigenación de los sectores primario, secundario y
terciario de la economía no repercutió necesariamente en la indepen-
dencia económica de los países de la región, los cuales, por el contra-
rio, ahondaron su dependencia estructural frente a Estados Unidos.
Tal dependencia se efectúa desde entonces en lo social, económi-
co, militar, político18, ideológico, cultural, religioso, científico, tecno-
lógico, educativo e idiomático. En estas condiciones Estados Unidos
profundizó a partir de la segunda guerra mundial su dominio integral
sobre todos y cada uno de los países de América Latina para lo cual
apeló no solo a los pactos, tratados y convenios, sino a la ideologiza-
ción anticomunista. Desde la perspectiva de Estados Unidos, la URSS
impulsaba contra occidente una guerra no convencional que, a dife-
rencia de la primera y segunda, no tenía posiciones fijas, trincheras ni
artefactos bélicos, sino que se trataba de una “guerra moderna” cuyas
principales características eran el ser silenciosa, constante y más letal
que las demás guerras por tratarse de una “guerra ideológica”.
En el marco de esa “guerra ideológica” el comunismo fue converti-
do en el “enemigo interno” de cada nación. La histeria y el paroxismo
reemplazó la sindéresis en la política y con el manto del “enemi-
go interno” fue cubierta una amplia gama de expresiones políticas e
ideológicas no siempre comunistas ni cercanas a tal ideología, pero
en todo caso sirvió de pretexto para ahondar el intervencionismo de
Estados Unidos que, en su lógica, se “anticiparon” a la estrategia de
la URSS, propiciando golpes de Estados en la mayor parte de América
Latina, desde luego de estirpe derechistas que defendieran sus inte-
reses. Esta tal vez ha sido la más negativa consecuencia de la segunda

18. BAMBIRRA, Vania. El capitalismo dependiente latinoamericano. México: Siglo XXI, 5 edición, 1978.
p. 106.
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guerra mundial para América Latina. Con lo anterior quedó demostra-


do que ni para estos regímenes dictatoriales, ni para Estados Unidos,
la democracia ha sido un valor político en sí.
Como se sabe, hasta el propio nombre de “América Latina” ha sido
objeto de múltiples controversias. Hay quienes sitúan tal expresión
hacia 1856 como una supuesta reacción de los países de la región ante
el desembozado filibusterismo y, los más optimistas, asocian el origen
de su nombre a una pretendida derrota al Destino Manifiesto. Es claro
que tal expresión se impuso en el léxico de los medios de comunica-
ción y en la política internacional decimonónica como una estrategia
de Francia para justificar el expansionismo de Napoleón III en contra-
posición a los similares intereses imperialistas de los anglosajones. En
ese sentido, América Latina es una construcción europea. Es objeto
de la Historia, no sujeto, salvo esporádicos y tenues balbuceos. Com-
puesta América Latina por una melodramática constelación de nacio-
nes sustentadas en la ficción, la mediocridad y sus ridículas formas
del ejercicio geopolítico, está condenada al sempiterno fracaso.

1.2 Geopolítica de los Estados Unidos


Las transiciones a la democracia en América Latina en general y, en
particular las ocurridas en la República Dominicana y Haití fueron su-
cesos derivados de las dictaduras militares acontecidas en la mayoría
de países de la región durante el siglo XX, puntualmente después de
la segunda guerra mundial. Ambas (las dictaduras y las transiciones)
estuvieron determinadas por las políticas imperialistas impuestas
por Estados Unidos a través de su geopolítica en cada coyuntura. Por
tanto, es preciso mostrar el corolario de las principales intromisiones
de aquella potencia por medio de invasiones, chantajes, espionajes,
amenazas, extorsiones, asesinatos, embargos, sabotajes, golpes de
Estado y acciones criminales propias de un Estado terrorista tales
como el minado de puertos, tráfico de drogas y armas, guerras bacte-
riológicas y la promoción de las actividades de iglesias evangélicas.
Es importante advertir que el exitoso accionar imperialista de Es-
tados Unidos en América Latina durante el lapso antes mencionado,
solo fue posible por la favorable conjunción de factores internos en
cada país como la existencia de elites plutocráticas que, llegadas a los
máximos cargos de gobierno hicieron de los mismos la más expedita

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 33

práctica para enriquecerse y defender sus intereses; la corrupción de


esos mismos sectores políticos fue proverbial; salvo contadas excep-
ciones su alienación se expresó en la ausencia de una política exte-
rior independiente, el nacionalismo brilló por su ausencia, las fuerzas
armadas formadas e imbuidas en la mentalidad pro-estadounidense,
el militarismo asfixió cualquier retoño de democracia y civilidad, los
partidos políticos convertidos en empresas electorales reactivadas en
cada certamen, los sindicatos de trabajadores y los partidos de iz-
quierda emularon en su fundamentalismo y miopía. En ese ambiente
prosperó el intervencionismo estadounidense.
Como se sabe, una vez obtenida su independencia ante el Rei-
no Unido el 4 de julio de 1776 (con apoyo de Haití), Estados Unidos
al promediar la cuarta década como nación independiente explíci-
tamente mostró ante el mundo su modus operandi con relación a
lo que posteriormente se llamaría América Latina. Una de esas ac-
ciones fue declararse supuestamente “neutral” en 1817 ante los pro-
cesos independistas que se advertían en las colonias, mientras de
manera furtiva apoyaba con armas a las autoridades españolas que
intentaban contener las revoluciones en marcha. Probablemente no
estaba en condiciones Estados Unidos de ocupar el eventual lugar
que dejaría el colonialismo francés y español principalmente, y era
de su conveniencia que las independencias se pospusieran o, en su
defecto, ejecutaban acciones de manera sobresegura como ocurrió
en diciembre de ese mismo año en La Florida (bastión colonial es-
pañol) tras su captura y posterior compra a España en 1819 por cinco
millones de dólares.
Estados Unidos no reconoció inmediatamente la independencia
de las colonias. Por el contrario, esperó maliciosamente las reaccio-
nes de los países colonialistas, particularmente de España. Si bien es
cierto en 1822 reconoció la independencia de Venezuela, 1823 fue un
año aciago para las nacientes repúblicas por el alcance que tendría
su política para la región y su ulterior consolidación imperialista. El
destino de los noveles países estaba sellado y la Doctrina Monroe era
un hecho a cuyo amparo el Secretario de Estado John Quincy Adams
expresa que Cuba y Puerto Rico “son apéndices naturales del conti-
nente norteamericano y una de ellas, casi visible desde nuestras cos-
tas, se ha convertido, desde múltiples consideraciones, en un objeto
de trascendental importancia para los intereses comerciales y políti-
cos de la unión” y que “es casi imposible resistirse a la convicción de
34 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensa-


ble para la continuidad y la integridad de la unión misma”.
Fue en diciembre de ese año que el presidente James Monroe ad-
vierte a Europa que “…consideraríamos cualquier intento suyo de ex-
tender su sistema a cualquier parte de este hemisferio como peligro
para nuestra paz y seguridad”. Nadie imaginó el peligro que se cernía
para la región tal declaración. En sentido lato, no hubo una auténtica
independencia, el dominio español fue reemplazado por el dominio
estadounidense. Los países latinoamericanos de colonias, pasaron a
ser neocolonias y lo son todavía por más efectivos y renovados méto-
dos. En ese entorno de la Doctrina Monroe, en 1826 Estados Unidos se
opuso a la celebración del Congreso Anfictiónico de Panamá convoca-
do por Simón Bolívar. Según palabras de un funcionario de aquél país
“…semejante asamblea sería prematura y no produciría ningún bien…”.
En este corolario de episodios se inscribe el asalto militar estadou-
nidense a México entre 1845 y 1846 arrebatándole más de la mitad de
su territorio y le obliga a aceptar el despojo mediante la firma de un
leonino tratado en 1848, a lo cual se sumó la ignominia del gober-
nante mexicano Antonio López de Santa Anna quien vendió al país
invasor 103.000 kilómetros al precio y en las condiciones que impuso
el comprador. En esas circunstancias Estados Unidos advierte al resto
de naciones de América Latina de lo que era capaz de hacer, mostró
su incontestable poderío, su rol de policía era evidente y, en lo suce-
sivo, en el hemisferio occidental ningún espacio escaparía a su área
de influencia.
Gran Bretaña tenía a su antigua colonia ahora como un fuerte com-
petidor en materia imperialista. Por ello el 19 de abril de 1850 debió fir-
mar el tratado Clayton-Bulwer con Estados Unidos el cual intentó poner
unas básicas reglas de juego entre ambas potencias sobre sus intere-
ses en Centroamérica, puntualmente a raíz de la eventual construcción
de un canal interoceánico que atravesaría el territorio nicaragüense. El
mencionado tratado significó, para Gran Bretaña, el inicio de su largo
declive imperialista en América Latina el cual se finiquita a inicios del
siglo XX cuando Estados Unidos la supera económica, militar y geopo-
líticamente y aquél país europeo, sin abandonar completamente sus
intereses en la región, afianza su dominio en otras latitudes.
En esta misma coyuntura, el militar español nacido en Venezuela,
Narciso López de Urriola, en concordancia con el pensamiento y la

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 35

directriz dada por el Secretario de Estado John Quincy Adams, en 1851


invadió a Cuba para anexarla a Estados Unidos siendo fusilado por
las autoridades españolas ese mismo año y no satisfechos Estados
Unidos con haber cercenado la integridad territorial de México, en
1851 el filibustero William Walker (“El predestinado de los ojos grises”)
invadió Sonora y la Baja California con el objeto de anexarla a Estados
Unidos, potencia que, en esta ocasión, como en otras tantas, actúa
por interpuesta persona o “matar con cuchillo ajeno”.
Aunque Walker fracasó, lo intentó nuevamente en otros lugares,
como en efecto ocurrió en 1856 cuando con tropas de mercenarios (Los
inmortales) invadió a Nicaragua, mediante una farsa de elecciones fue
declarado Presidente (12 de julio de 1856 – 1 de mayo de 1857), reins-
tauró la esclavitud (según él, solamente la institución de la esclavitud
garantizaría la supremacía de los blancos), declaró oficial el idioma
inglés e intentó monopolizar el tráfico interoceánico entre el Caribe y
el Pacífico nicaragüense y, en el entretanto, la Iglesia no tuvo inconve-
niente alguno en llamarlo “ángel tutelar de la paz”. Estados Unidos de
inmediato reconoció al “gobierno” de Walker quien pronto vio fraca-
sar su aventura y sería ejecutado en Trujillo (Honduras) el 12 de sep-
tiembre de 1860, no sin antes haberse declarado Presidente también
de Honduras y El Salvador. Casi de manera simultánea Estados Unidos
ocuparon Colón (Panamá) en 1855 y bloquearon el Río de la Plata.
Merece ser destacado en este acápite sobre la geopolítica de Es-
tados Unidos, la convocatoria que hiciera éste país a la I Conferen-
cia Panamericana (Washington 1889-1890), con el objeto de regular
asuntos económicos, homogenizar prácticas aduaneras, agilizar las
comunicaciones portuarias, fijar un solo sistema de pesas y medi-
das, regular lo concerniente a marcas, derechos de autor, patentes y
medidas sanitarias, entre otros. Esta convocatoria tuvo receptividad y
la mayoría de países de América Latina asistieron. Paradójicamente,
antes otros países habían hecho convocatorias a eventos similares,
todas fallidas. Pues los temas no eran de interés geopolítico para Es-
tados Unidos como sí lo era en la I Conferencia Panamericana donde
pretendía (como en efecto lo logró) “legitimar”, “legalizar” y darle es-
tatus jurídico a lo que por la vía del pillaje ya era de uso corriente.
Así como actuó Estados Unidos respecto al proceso de independen-
cia en las primeras décadas del siglo XIX, de igual modo lo hizo con
relación a las acciones independentistas de Cuba frente a España. Fue
así como el 2 de diciembre de 1895 detuvo las embarcaciones que José
36 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Martí trasladaba a Cuba para su independencia. Tres años más tarde


(1898), interviene de manera desembozada en la guerra de indepen-
dencia de Cuba, no a favor de los patriotas, sino para ocupar el lugar de
España e impone el libre comercio, su moneda y un sistema electoral
que reservaba el derecho al voto para aquellos varones alfabetizados
(donde la mayoría era analfabeta) y ricos (siendo pobres casi todos).
Para reforzar su intromisión en Cuba, Estados Unidos en 1901 pre-
sionaron la incorporación a la constitución del recién país “indepen-
diente” de la denominada Enmienda Platt, por medio de la cual se
abrogó el derecho a intervenir cuando lo estimara necesario y obligó
a Cuba a arrendarle a perpetuidad parte de su costa sur donde cons-
truyó la Base Naval de Guantánamo. Mientras ello ocurría, también
invadió a Puerto Rico, nación en la que los partidos políticos impul-
saron la anexión a Estados Unidos. Es preciso señalar que Estados
Unidos en 1898 declaró la guerra a España cuando los patriotas cuba-
nos ya habían derrotado a las fuerzas colonialistas ibéricas y, como
consecuencia, Hawai, Filipinas, Guam y Puerto Rico desde entonces
pasaron a manos del imperialismo estadounidense.
Dado el anterior paso, Estados Unidos fijó su atención sobre Pa-
namá y alentó los ímpetus separatistas dando lugar a un nuevo país
en 1903 y compensó a Colombia con 25 millones de dólares. El nuevo
país se dotó en 1904 de una constitución política que consagró la in-
tervención de Estados Unidos en el istmo, como un derecho y, valién-
dose del fracaso de otras potencias en la construcción de un canal
interoceánico, asumió la obra. No fue esa la única intervención sobre
Panamá, en 1946 fundó la Escuela de las Américas llamada en la re-
gión la “Escuela o Universidad de los dictadores latinoamericanos”
dado que la mayoría de éstos fueron formados allí.
En 1905 el presidente Teodoro Roosevelt declaró que Estados Uni-
dos sería “el gendarme del Caribe”, pues un año antes (1904) había
invadido a la República Dominicana. Ante un movimiento de protesta
popular contra el presidente Tomás Estrada Palma en Cuba, éste pide
una nueva intervención de Estados Unidos haciéndose efectiva en
1906. En 1907 Estados Unidos obliga al gobierno dominicano a otor-
garle la recaudación de impuestos y, en 1908, vuelven a invadir a Pa-
namá, mientras en 1910 ocupan Nicaragua y en 1911 amenaza a México
con una nueva invasión, en esta ocasión, ordenada por el presiden-
te William Howard Taft quien en 1912, aparte de invadir a Nicaragua,
declaró “No está distante el día en que tres estrellas y tres franjas

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 37

en tres puntos equidistantes delimiten nuestro territorio: una en el


Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. El
hemisferio completo de hecho será nuestro en virtud de nuestra su-
perioridad racial, como es ya nuestro moralmente”.
El bombardeo a Veracruz (México) y su ocupación por varios meses
en 1914, muestran la obsesión de Estados Unidos contra aquél país.
Entre 1915 y 1934 ocupa a Haití y, al informar sobre la situación de ese
país caribeño el Secretario de Estado William Jennings Bryan espetó
lo siguiente: “Imaginen esto: negros hablando francés”. La República
Dominicana también es invadida en 191619 y así permanece hasta 1924,
mientras en 1918 Panamá vuelve a ser ocupada al igual que Honduras
en 1924. En 1925 Estados Unidos retorna a Panamá y en 1926 crea en
Nicaragua la Guardia Nacional, institución que, similar a la de otros
países de Centroamérica y del Caribe, jugarían roles determinantes en
la defensa de las economías de enclave en cada país, en la protección
de las elites y en el sostenimientos de las dictaduras.
Sin pretender insinuar que los demás casos de invasiones por parte
de Estados Unidos no lo son, el de Nicaragua es emblemático por la
resistencia que ofreció el patriota Augusto César Sandino quien, me-
diante resonantes triunfos expulsa al ejército invasor, y por el hecho
de que aquella nación imperialista realiza el primer bombardeo aéreo
en suelo latinoamericano lo cual tuvo lugar en la aldea nicaragüense
El Ocotal (Nueva Segovia) el 16 de julio de 1927. Es de advertir que la
Guardia Nacional, habiendo sido creada para defender los intereses
de la United Fruit Company y de la familia Somoza, apoyó la invasión
estadounidense. En 1933 Estados Unidos abandona Nicaragua, entro-
niza en el poder a Anastasio Somoza Debayle20 quien, en 1934, coludi-
do con Arthur Bliss Lane y demás autoridades estadounidenses orde-
na el asesinato de Sandino ya habiendo éste depuesto las armas. En
1930, se inicia en la República Dominicana, con el auspicio de Estados
Unidos, la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina y, en 1941, urdió
el golpe de Estado contra Arnulfo Arias Madrid, Presidente de Panamá.
De los países que participaron en la segunda guerra mundial, Esta-
dos Unidos fue el que menos desgaste tuvo en términos de víctimas

19. HALPERIN DONGHI, Tulio. Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza, 1986. p. 379.
20. Asesinado en 1956 por el poeta nicaragüense Rigoberto López Pérez, el Presidente Franklin Delano
Roosevelt había definido Somoza Debayle, así: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
38 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

y su economía no tuvo el resquebrajamiento de los demás. Definidos


los dos bandos contendientes en materia geopolítica (Este y Oeste)
este país intervino en la guerra civil China, desde luego en contra
de los comunistas. Lo mismo hizo en Italia (1947-1948) con el objeto
de interferir en las elecciones y evitar que el Partido Comunista Ita-
liano llegase al poder. Idéntico proceder tuvo en Filipinas en 1945 y
en Grecia a partir de 1947 al intervenir en la guerra civil de aquella
nación a favor de los neofascistas. La intervención de Estados Unidos
en Corea desde 1945, en Albania desde 1949 también hizo parte de su
estrategia por asfixiar gobiernos que fueran clara y decididamente
anticapitalistas.
Alemania del Este no escapó a la geopolítica estadounidense, es-
pecialmente desde 1950 cuando es objeto de una implacable campa-
ña de desprestigio. Según las circunstancias de cada coyuntura ac-
túan solos y cuando lo requieren se alía con otras potencias. Fue así
como Estados Unidos e Inglaterra, unieron esfuerzos para propiciar
un golpe de Estado en Irán en 1953 y, entre 1956 y 1958 intentó lo
mismo el primero en dos ocasiones en Siria. La Guayana Británica a
partir de 1953, Indonesia desde 1957 fueron impactados por la política
imperialista de Estados Unidos, al igual que Vietnam comenzando en
1950 y Camboya en 1955. En suma, se trataba de luchas interimpe-
rialistas (Estados Unidos, Inglaterra y Francia) en el marco del nuevo
mapa geopolítico derivado de la segunda guerra mundial y, el primero
de los mencionados países, ganó el pulso.
Ya en el contexto de la guerra fría, en 1947 Estados Unidos impone
a América Latina el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) y, concordante con ello, en 1952 aupó a Fulgencio Batista para
que derrocase al Presidente de Cuba Carlos Prío Socarrás el 10 de
marzo. Esta ola de intervencionismo y de golpes de Estado se exten-
dió como una mancha por toda América Latina y, la siguiente acción
fue en Guatemala en 1954 cuando, valiéndose del coronel Carlos Cas-
tillo Armas, Estados Unidos ordenó el derrocamiento del Presidente
Juan Jacobo Árbenz Guzmán (“El soldado del pueblo”) quien por el
tipo de reformas impulsadas a favor de los pobres, fue señalado por
ese país de poner en riesgo la propiedad privada y de crear el am-
biente propicio para un régimen comunista.
El presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower en 1960, apoyó
la creación de organizaciones contrarrevolucionarias, el sabotaje de
la economía y probablemente el asesinato de los principales líderes

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 39

de la revolución cubana iniciada el 1 de enero de 1959. A las ante-


riores medidas se sumó el intento de invasión a Cuba por Bahía de
Cochinos (Playa Girón) en 1961 y la amenaza al presidente electo de
Ecuador José María Velasco Ibarra por su supuesta simpatía hacia el
gobierno de Cuba. La situación de Cuba obligó a Estados Unidos a
modificar su geopolítica para América Latina en el sentido de que, en
lo sucesivo, ante cualquier señal de inconformidad demostrada por
los pueblos ante sus respectivos gobiernos y según las particularida-
des de cada caso, presionó y apoyó golpes de Estado, especialmente
en Suramérica, como una manera de anticiparse y evitar casos simi-
lares al de Cuba.
El primero de ellos ocurrió en Brasil en 1964 con el derrocamiento
del Presidente Joao Belchior Marques Goulart quien se proponía ade-
lantar una reforma agraria y nacionalizar el petróleo. Con este golpe
de Estado se materializó la nueva concepción de seguridad nacional
elaborada en el marco de la guerra fría, consistente en considerar al
comunismo (liderado desde Moscú, principalmente) como el principal
enemigo a combatir, dado que esa ideología, según la perspectiva es-
tadounidense, adelantaba una guerra integral, sistemática y continua-
da, abierta en unos casos y solapada en otros, contra el capitalismo,
la cultura occidental y todos sus valores. Considerándose Estados Uni-
dos atacado por un enemigo difuso que recurría a una guerra no con-
vencional, utilizó ese pretexto para profundizar su dominio no solo en
América Latina sino en otras latitudes donde le fue posible llegar con
su imperialismo en contraposición al también expansionismo de la
entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, 1922-1991).
Tal fue el caso del Congo/Zaire donde, independizado de Bélgica
en 1960, asume como Primer Ministro Patricio Lumumba siendo ase-
sinado al año siguiente, al parecer, por autorización expresa del pre-
sidente estadounidense Dwight Eisenhower. Indonesia vuelve a ser
objeto de la agresión estadounidense en 1965 cuando es depuesto
Ahmed Sukarno y promovido como gobernante Haji Mohammad Su-
harto. La agresión de Estados Unidos se repite en Grecia mediante
el golpe de Estado acaecido en 1967 e instigó a Indonesia para que
invadiera a Timor del Este en 1975 a lo cual Suharto se prestó. Es cla-
ro que la geopolítica imperialista estadounidense en algunos países
corrió de la mano de sus gobernantes y ante la indiferencia de sus
habitantes previamente alienados y puestos en condición de objetos
de la historia, no sujetos.
40 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

La tácita repartición del mundo entre Este y Oeste en el lapso de


la guerra fría hizo que, en lo sucesivo, los golpes de Estado en Amé-
rica Latina, los sabotajes a gobiernos al margen del redil y los ase-
sinatos a Jefes de Estado preconizados por Estados Unidos fueran
vistos como inexorables. Crispados sus ánimos anticomunistas, tal
país creyó ver enemigos por todas partes y, en casi todos los casos, se
anticipó a eventuales desenlaces similares al de Cuba. En esas con-
diciones, Estados Unidos en 1965 invadió a la República Dominicana
con 42.000 militares para controlar movimientos de protesta que exi-
gían la restitución en el poder del presidente Juan Bosch quien había
sido derrocado el 25 de septiembre de 1963 (siete meses después de
haber asumido como tal). En este breve lapso el gobernante domi-
nicano había impulsado una reforma constitucional de corte liberal,
la cual suponía, el otorgamiento de importantes derechos sociales,
económicos y políticos hasta entonces desconocidos por la mayoría
de los dominicanos. A través del mecanismo del desprestigio hacia
este presidente, la iglesia católica contribuyó de manera eficaz en su
derrocamiento.
En esta nueva etapa del intervencionismo, en 1966 Estados Unidos
arreció sus campañas contrainsurgentes y el turno fue para Guatema-
la, país al que, además de armas y asesores, envió contingentes de los
denominados “Boinas Verdes” dispuestos a aniquilar masivamente a
la población como un mecanismo para asegurar su “éxito” en la lu-
cha en que estaban empeñados. Desde el Departamento de Estado
se dijo entonces que “…para eliminar unos pocos cientos de guerri-
lleros habrá que matar quizás a 10 mil campesinos guatemaltecos”.
Miembros de esa mima fuerza élite de los “Boinas Verdes” en 1967
participaron en la búsqueda, hallazgo y asesinato del Che Guevara en
Bolivia y, en 1968, Estados Unidos para complementar su estrategia
contrainsurgente auspiciaron la creación de organizaciones paramili-
tares en distintos países de América Latina.
Por estos mismos años, concretamente en 1971, lo que era un se-
creto a voces lo confirma el diario The Washington Post, en el sentido
de que la CIA en múltiples ocasiones y de distintas maneras, había
intentado asesinar al gobernante cubano Fidel Castro. En esta misma
constelación de golpes de Estado, tienen lugar en 1973 en Uruguay y
en Chile, y en 1976 en Argentina derrocamientos de sus respectivos
gobiernos civiles a manos de militares formados en la ideología de
la Doctrina de la Seguridad Nacional. Con estas dictaduras militares

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 41

en los países del denominado “Cono Sur” queda en América Latina


levantado una especie de “muro de contención” contra el comunis-
mo habiéndose aducido, en su momento, que los militares de esos
países “simplemente” se habían anticipado a los golpes de Estados
puestos en marcha por parte de la subversión comunista.
Miles de documentos desclasificados en Estados Unidos una vez
terminadas las dictaduras militares, revelan la estrecha participación
de éste país, no solo en el derrocamiento de los gobiernos civiles a
través de prácticas ilegales e ilegítimas, sino en la concepción y el de-
sarrollo de políticas internacionales dedicadas a la represión interna
y externa de la oposición, como lo fue el llamado Plan Cóndor, a cuyo
tenor la humanidad presenció todas las inimaginables formas de vio-
lación de los Derechos Humanos a escala continental. El largo brazo
represivo del Plan Cóndor (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay
y Bolivia) llegó hasta países europeos como Italia, Francia, Inglaterra,
España, Portugal, Alemania; incluso hasta la entonces URSS y Estados
Unidos. Como consecuencias parciales de las anteriores prácticas, se
consolidaron en casi todos los países de América Latina regímenes to-
talitarios en cuyo seno resultó fácil la imposición del neoliberalismo.
De ese modo, el huracán del intervencionismo estadounidense que
en los años sesenta y setenta del siglo XX había hecho énfasis en los
países del Cono Sur, en los años ochenta hace sentir sus efectos en
Centroamérica y, desde los noventa, en los países de la zona andi-
na. En esas condiciones, Estados Unidos desde 1980 incrementó de
manera exponencial la asistencia militar al gobierno de El Salvador
que enfrentaba a la guerrilla de Frente Farabundo Martí de Liberación
Nacional (FMLN), siendo la principal estrategia contrainsurgente las
masacres a manos de escuadrones de la muerte, así como las torturas,
desplazamientos y las violaciones. Es relevante señalar que el arzo-
bispo Arnulfo Romero se constituyó para la época, tal vez, en la única
voz de protesta por los desafueros de las organizaciones paramilitares
quienes le asesinaron en plena homilía. El papa Juan Pablo II repren-
dió, públicamente al religioso tiempo atrás, en virtud de su sensibili-
dad por sus compatriotas víctimas de la represión generalizada.
Mientras lo anterior ocurría, Estados Unidos entre 1979 y 1992 pro-
pició la desestabilización de Afganistán y, desde 1981 atacó a Libia. En
el primer caso, como reacción a lo actuado en esa nación por parte
de la URRS. Estados Unidos en Afganistán estimuló la creación de
organizaciones armadas que lucharan contra la invasión soviética y,
42 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

parte de aquellas a la postre se convertirían en ejecutoras de accio-


nes terroristas en suelo estadounidense cuyo caso emblemático fue
el ataque a las denominadas “Torres Gemelas” (11 de septiembre de
2001). En el segundo, recurrentemente Estados Unidos acusaba al ré-
gimen libio de apoyar acciones en contra suya y de otorgar recursos
a organizaciones guerrilleras. Por el anterior proceder del país africa-
no, justificó sus constantes ataques bélicos, cuando en verdad el real
móvil de las guerras emprendidas contra Libia era la codicia de su
potencial energético representado en petróleo.
Apoyado en el narcotráfico, el gobierno estadounidense del con-
servador Ronald Reagan, por intermedio del coronel Oliver North en
1981 organizó en territorio hondureño un ejército conocido como la
“Contra” con el que atacó al gobierno sandinista en Nicaragua recién
instalado en el poder (19 de julio 1979). Para constituir ese ejército
Estados Unidos logró reclutar a cerca de 12.000 efectivos en armas de
los cuales la mayoría eran antiguos miembros de la Guardia Nacional,
aparte de mercenarios de las dictaduras del Cono Sur y disidentes
del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) dadas sus diver-
gencias una vez tomado el poder. La anterior amenaza militar Estados
Unidos la completó con presiones desde el Fondo Monetario Interna-
cional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Los accidentes aéreos en los que perdieron la vida los presidentes
Jaime Roldós Aguilera el 24 de mayo de 1981 (Ecuador) y Omar Torrijos
Herrera el 31 de julio de 1981 (Panamá), hicieron parte de las tretas
de las que se valió Estados Unidos para deshacerse de líderes o go-
biernos (no necesariamente opositores), pero eso sí, estigmatizados
por algunas medidas gubernamentales de corte nacionalista, por sus
“sospechosas” amistades con el gobierno cubano de entonces y por
algunas posiciones independientes en materia de política interna-
cional. Ambos gobernantes fueron antecedidos por regímenes obse-
cuentes al imperialismo y seguidos por gobiernos también afectos a la
intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos de sus países.
Por su parte en Granada, Maurice Rupert Bishop, Presidente del Go-
bierno Popular Revolucionario de Granada (13 de marzo de 1979, 13 de
octubre de 1983), derrocado el 13 de octubre de 1983 fue acusado por
Estados Unidos de construir un aeropuerto desde el cual supuesta-
mente la entonces URRS atacaría a ese país y, además, por la natu-
raleza de las medidas gubernamentales impulsadas por Bishop y sus
estrechas relaciones con países de reconocida orientación comunista.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 43

Asesinado en una revuelta el 19 de octubre de ese mismo año, Estados


Unidos, aparte de esconder el cadáver de Bishop, invadió la isla el 25
del mismo mes y año a través de la “Operación Furia Urgente” adu-
ciendo el presidente Ronald Reagan que “Granada no tenía gobierno”
y era necesario defender a los estadounidenses residentes allí.
En el marco del gobierno del Republicano Ronald Reagan, el mun-
do conoció dos adosados escritos llamados respectivamente “Docu-
mento Santafé I” y “Documento Santafé II” a la sazón elaborados por
la flor y nata de la extrema derecha estadounidense en la que tuvo
cobijo personalidades de la academia, exmilitares, religiosos, empre-
sarios, industriales y miembros del gobierno. Se trató de atemperar
a la coyuntura del momento la ya añeja y probada geopolítica de
Estados Unidos estipulada, entre otros, en la Doctrina Monroe y en el
Destino Manifiesto. En síntesis ambos documentos formulan un diag-
nóstico apocalíptico, construyen un sombrío análisis en el que mues-
tran cómo, supuestamente, “los valores de occidente” están siendo
destruidos por “el comunismo y sus aliados” y le asignan a Estados
Unidos por ser el “campeón de la libertad” liderar una cruzada para
alejar al enemigo y consolidar la posición dominante de este país en
todos los órdenes para lo cual recurrió, incluso, a la carrera arma-
mentista espacial.
A partir de esos mismos documentos, la noción de “enemigo” tam-
bién fue objeto de revisión. En la primera parte del siglo XX el ene-
migo fue el fascismo y el nazismo. Después de la segunda guerra
mundial, el comunismo. Sin que el comunismo dejara de serlo, desde
los años ochenta de la misma centuria otros “enemigos” se suman al
anterior tales como las drogas y el terrorismo lo cual no deja de ser
paradójico, tratándose de un país con una contradictoria política an-
tidrogas y con un extenso prontuario terrorista desde el siglo XIX. En
la condición de terroristas fue incluido un amplio abanico de conduc-
tas, especialmente revolucionarias o críticas contra Estados Unidos.
Así como promovió y sostuvo sangrientas dictaduras militares Es-
tados Unidos se deshizo de las mismas cuando cumplieron las tareas
por las cuales se originaron y cuando el ambiente geopolítico le era
adverso. Transitar de regímenes militares a gobiernos civiles en to-
dos los casos han sido procesos complejos, entre otras cosas, por la
inexistencia de sólidos partidos políticos, la ausencia de una perso-
nalidad colectiva democrática y la falta de organizaciones civiles. En
Haití, tal es el caso, tras la expulsión de los dictadores, la potencia im-
44 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

perialista se aseguró nítidamente desde 1987 que los nuevos gobier-


nos fueren proclives a sus valores y que, en ningún caso, la transición
supusiera regímenes comunistas y/o de izquierda.
Destrozada la obra de gobierno de Bishop en Granada, Estados
Unidos invadió a Panamá el 20 de diciembre de 1989 con el objeto
de capturar a quien fuera unos de sus más calificados peones de
brega en la región, como lo fue el general Manuel Antonio Noriega,
la “Operación Causa Justa” tuvo como móviles la supuesta defensa
de la democracia, la protección de los ciudadanos estadounidenses,
la salvaguarda de los Derechos Humanos y la captura del militar en
comento acusado de delitos asociados al narcotráfico. Miles de civi-
les panameños murieron por efectos del bombardeo indiscriminado
de los militares estadounidenses en distintas partes del istmo, pero
principalmente en su capital Ciudad de Panamá.
Lo actuado en Panamá sería el aprestamiento para una aventura
militarista de mayor envergadura por parte de Estados Unidos que
entre el 2 de agosto de 1990 y el 28 de febrero de 1991 junto a 34 paí-
ses, con el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
a través de la “Operación Tormenta del Desierto” desató implacables
bombardeos contra Irak que a su vez había invadido a Kuwait. Vio-
lando todas la regulaciones de las guerras, Estados Unidos logró su
real propósito como fue el de aniquilar a aquella nación y controlar
la exploración de petróleo y demás derivados del mismo. Bienes de
la cultura universal existentes en Irak fueron pasto de las llamas des-
encadenadas por los indiscriminados bombardeos ejecutados por los
líderes de la “cultura occidental”.
Como se recordará, Estados Unidos había sometido a Nicaragua a
una guerra desde Honduras (el insumergible estadounidense en la
región), minó sus puertos, saboteó su economía, bloqueó el comercio
y chantajeó a los países que intentaran apoyar a Nicaragua. En 1990
Estados Unidos vuelve a Nicaragua y ésta vez lo hace para intervenir
en las elecciones de ese año logrando que la derechista persona de
sus afectos (Violeta Barrios de Chamorro) lograra la presidencia de la
república y gobernase ese país entre 1990 y 1997 lapso en el cual ade-
lantó una contrarrevolución e impuso el neoliberalismo y con éste
modelo, la profundización de la corrupción en todos sus niveles. Tras
sucesivos gobiernos liberales y conservadores, los líderes sandinistas
vuelven al poder, pero ahora se trata de gobernantes “convertidos” y
“domesticados” por el credo de la economía de mercado.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 45

A la sombría estela de crímenes cometidos por Estados Unidos en


gran parte del mundo, se sumó su actuación en Yugoslavia en 1999,
cuando en el marco de la Guerra de Kosovo, la OTAN por medio de la
Operación Fuerza Aliada bombardeó a Yugoslavia entre el 24 de marzo
y el 11 de junio de 1999 lapso en el cual miles de civiles murieron, la
infraestructura fue dañada (puentes, aeropuertos, escuelas, hospita-
les, puertos, industrias y todo el sistema productivo). El cinismo del
imperialismo estadounidense y sus aliados se puso de nuevo en es-
cena y los medios de información a su servicio impusieron la hirsuta
versión de que se trataba de “bombardeos humanitarios”. Destrozada
Yugoslavia, el mundo presenció cómo los Balcanes fueron converti-
dos por Estados Unidos en su teatro de operaciones militares con
inmediatas consecuencias en materia de desplazamientos forzados,
inestabilidad política en la región y la creación de un nuevo orden
político en la región.
En los años noventa del siglo XX, la cresta de la ola intervencionis-
ta de Estados Unidos crece, se torna más fuerte y alcanza a los países
del área andina. De la mano el gobierno colombiano de la época
liderado por el conservador Andrés Pastrana Arango (1998-2002) Es-
tados Unidos impuso en el año 2000, en materia geopolítica, el Plan
Colombia, consistente en una estrategia que combinó la lucha contra
las drogas y la vigilancia de los gobiernos de la región al igual que
la intromisión en los asuntos de cada país. El mencionado gobierno
conservador, así como el siguiente de extrema derecha (2002-2010)
fue el terreno abonado para la política exterior estadounidense ha-
cia la región donde varios países experimentaron gobiernos, supues-
tamente de izquierda, entre ellos Venezuela con Hugo Chávez Frías, a
quien con empresarios se le derrocó (por varias horas) el 11 de abril
de 2002.
Desde entonces, Venezuela más que cualquier otro país de la re-
gión, ha sido objeto de particular encono por parte de Estados Uni-
dos. En aquél país, empobrecido por los alternados gobiernos de los
partidos políticos Acción Democrática y COPEI, sumido en la corrup-
ción y atrapado en una crisis estructural, emergió la figura del coronel
Hugo Rafael Chávez Frías quien, después de un fallido golpe de Esta-
do, logró alcanzar la presidencia de la república mediante un proceso
eleccionario. Desde entonces, los resultados de sucesivas elecciones
le favorecieron e impulsó un gobierno reformista de estirpe popular.
Sus beligerantes posiciones críticas dentro y fuera de Venezuela en
contra de Estados Unidos, al igual que su independencia y el talante
46 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

de su gobierno, le granjearon, inicialmente rechazo y después inten-


tos desestabilizadores no solo de éste país, sino de España.
El fenómeno en Venezuela tiene múltiples interpretaciones. Aquí
solamente señalamos que se trató de una muestra palmaria del fra-
caso del neoliberalismo. Como reacción a ese fracaso, varios países
de América Latina giraron políticamente a la izquierda. Ellos fueron:
Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Perú, Hon-
duras, Nicaragua y El Salvador. Cada uno de estos países, a su manera,
trataron de frenar a Estados Unidos; país que utilizó a Colombia como
cabeza de playa en esa coyuntura para observar el comportamiento
del resto de países y, en el marco del Plan Colombia, éste país andino
pasó a ser el segundo de mayor “apoyo” militar proveniente de Es-
tados Unidos, después de Israel. Sabiéndose protegido por el impe-
rialismo estadounidense, el gobierno colombiano desencadenó una
diplomacia ramplona, provocadora y despótica ante a sus homólogos.
Es preciso señalar que Estados Unidos desde finales del siglo XX
modificó su estrategia intervencionista para desestabilizar gobiernos
y provocar golpes de Estado. América Latina ya no presenció masivos
desembarcos de tropas, pero sí fue testigo de la intensificación de
otros tipos de intervencionismo como son las presiones económi-
cas desde el FMI y el BM. Expresiones descalificatorias como “Esta-
do fallido”, “década perdida”, “democracia amenazada” hicieron parte
del léxico de los voceros estadounidenses para referirse a algunos
países. En connivencia con el FMI y el BM Estados Unidos impuso el
odioso sistema de las monitorias y de las “certificaciones” en materia
económica, al igual que para el caso de la lucha contra las drogas, la
protección del ambiente, las políticas anticorrupción declarando a al-
gunos países no aptos para las inversiones, los préstamos o el simple
comercio. Los tratados de extradición que en la práctica funcionan de
manera unilateral, son la punta del iceberg de las nuevas estrategias
intervencionistas del imperialismo estadounidense.
La llegada del republicano Donald Trump a la presidencia de Es-
tados Unidos marcó un nuevo rumbo en la geopolítica de este país
(2017-2021). En primer lugar, desconociendo que su país se formó sobre
la base de múltiples procesos migratorios (él mismo es de origen mi-
grante), limitó el ingreso de personas de otras nacionalidades, estig-
matizadas por su raza, religión, sexo o ideología, pero principalmente
por ser pobres; también persiguió, reprimió y expulsó a los residentes
extranjeros por nimia que fuese la falla en materia de regulación de

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 47

su estatus. Por otro lado, desató una “guerra comercial” no solo en lo


concerniente a homólogas potencias sino también contra países con
un capitalismo periférico con las obvias consecuencias negativas para
éstos últimos. En tercera instancia, como si toda la agresión y el daño
ocasionado desde el siglo XIX no fueran de por sí graves, amenazó
con construir un muro en la extensa frontera terrestre con México
cuyo costo será imputado a éste país.
Expuesta así la geopolítica de Estados Unidos, a excepción de paí-
ses con regímenes políticos antagónicos, su acción llegó al resto del
planeta, aunque son objeto de espionaje e intentos de sabotajes. La
intromisión de dicho país en los asuntos internos de los demás no
se redujo a la materialidad de los hechos narrados en este acápite.
Chantajes, asesinatos, inducción a la corrupción; pactos, acuerdos y
convenios secretos; al igual que las guerras bacteriológicas, la utili-
zación de la tecnología con propósitos bélicos, el apoyo a las iglesias
evangélicas, el monopolio y por ende el control de las comunicacio-
nes, el tipo de valores propalados, la imposición de su noción de
democracia y su peculiar estilo de vida y cultura en general extendida
desde la educación hacen parte de la geopolítica de Estados Unidos
para todo el mundo, pero con mayor rigor para América Latina, esce-
nario en la cual se encuentran la República Dominicana y Haití.

1.3 República Dominicana y Haití


En el mar Caribe, la isla “La Española” (76.480 Km2) hace parte de las
llamadas “Antillas Mayores” junto con Cuba, Puerto Rico y Jamaica.
Descubierta por Cristóbal Colón en su primer viaje en 1492, “La Es-
pañola” (llamada así desde el 6 de diciembre de 1492) alberga a dos
países: República Dominicana (48.730 Km2) al oriente y Haití (27.750
Km2) al occidente. La isla permaneció bajo del poder de España hasta
1697 cuando, en virtud del Tratado de Basilea del 22 de julio de 1795, le
cedió a Francia la parte occidental, país que convirtió la tierra cedida
en una de sus más ricas colonias. Miles de africanos esclavizados fue-
ron llevados por el país galo a su nuevo dominio para la explotación
de algodón, café, cacao y caña de azúcar21.

21. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. Desde el Islam al
Renacimiento. Volumen II. Panamá: Volcán, 1965. p. 434.
48 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

En proporciones considerables suele encontrarse que los estudios


sobre América Latina y, principalmente sobre República Dominicana
y Haití, provenientes de autores de distintas tradiciones académicas,
aluden a los distintos fenómenos de ambos países como una cons-
tante crisis. Para ser más exactos tal crisis se habría originado el 12 de
octubre de 1492 tras la irrupción de europeos en el caribe habitado
por distintas etnias con grados diversos de complejidad en sus expre-
siones culturales, sobre las cuales se operaron prácticas de etnoci-
dio, ecocidio y genocidio mediadas por las más refinadas y horrendas
formas de violencias imperantes por aquél entonces, entre ellas, la
perversión simbólica de llamarles “bárbaros” a los nativos22.
La limpieza étnica y religiosa, así como el pillaje impulsado por
España durante un lapso de varios siglos contra judíos y musulmanes
tuvo su réplica en lo que más adelante se le denominó América. El
oro, así como un amplio rango de metales preciosos y recursos de la
más variada índole desataron la codicia de los peninsulares para lo
cual los imperantes preceptos de la iglesia católica y los principios
geopolíticos de las casas reales contribuyeron a justificar tanto en lo
religioso como en lo político la usurpación tanto de los bienes mate-
riales, como de los culturales y hasta la vida misma de aquellos “bár-
baros” que, en desigualdad de condiciones en materia de tecnología
armamentística, algunos intentaron resistir23.
La Española, cuyo nombre auténtico es Ayti que en lengua autóc-
tona significa “Tierra alta y salvaje” era el espacio ocupado por los
indígenas Arawaks de los que hacían parte los Lucayos, Tainos, Ci-
guatos y Caribes de los cuales pueblos enteros sucumbieron ante la
ferocidad de los españoles materializada en enfermedades, guerras,
esclavizaciones para trabajos agrícolas, de ganadería, apertura de ca-
minos, minería y labores domésticas, así como por la imposición de
la lengua, la cultura y la religión católica, entre otras. Son imprecisos
los cálculos de la población diezmada, pero fue tal la tragedia, que
los mismos colonizadores se vieron precisados a reemplazar parte
de la fuerza laboral autóctona con africanos esclavizados a partir de
1503 (principalmente senegaleses, wolof, foulbé, bambara, arada, fon,

22. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Haití: un país ocupado. Sinopsis histórico-política
de su lucha por la democracia. Santafé de Bogotá, 1997. p. 9.
23. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 10.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 49

mahí, mayombé, mondongué, angoleses, dahomey, negerianos, con-


goleses y guineanos) fenómeno denunciado por Fray Bartolomé de
las Casa entre 1526 y 154624.
La Española, a comienzos del siglo XVIII, se convirtió en el principal
punto del circuito comercial entre Europa, América y África; y ante su
despoblamiento, la parte occidental de la isla, mayoritariamente fue
repoblada con africanos esclavizados a quienes sometieron en ma-
teria laboral en las plantaciones de caña de azúcar resultando bene-
ficiadas las más sobresalientes potencias de la época como España,
Inglaterra, Holanda y Francia país que hace diáfana su presencia con
colonos en la parte septentrional y occidental de la isla a partir de
1665, aunque desde 1520 piratas, bucaneros, corsarios y bucaneros de
esa nacionalidad ya eran una amenaza para los intereses de España.
Sus múltiples incursiones desembocaron en las acciones emprendi-
das por Parquet en 1664 al doblegar a los Españoles y poner a Haití
bajo en dominio francés25.
Con posterioridad y en virtud del Tratado de Ryswick de 1697, Es-
paña cede a Francia lo que actualmente es Haití. Desde entonces,
Haití se convirtió en una despensa de Francia al proveer materias
primas para la industria del país europeo, al igual que azúcar, café y
algodón, aparte del sostenimiento de la burocracia esclavista. Ante
la ignominia y la crueldad que supone la esclavitud, en 1757 François
Macandal (originario de Guinea) en su condición de fugitivo alentó a
la población negra para que se levantase contra los franceses siendo
ejecutado en las llamas tras su captura. Se calcula que para 1789, año
de inicio de la revolución francesa26, en Haití había aproximadamente
500.000 esclavos cuya situación casi en nada cambió pese a algunas
tímidas medidas derivadas de aquél hecho histórico27.
Posterior a la anterior rebelión esclavista hubo otra en 1790, en
esta ocasión dirigida por Santiago Ogé, quien logró que la autoridad
francesa otorgara la igualdad a los mulatos. Desde entonces, tanto las
luchas de estirpe popular (en particular) y el ejercicio de la política
(en general) en Haití han tenido una relación directa con el vudú.

24. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 11.
25. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 14.
26. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 9.
27. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 16.
50 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Por aquellas paradojas de la historia se observa que, mientras Fran-


cia alardeaba ante el mundo con su “iluminismo” y su “revolución” y
autores como Rousseau, Voltaire, Montesquieu y Robespierre entre
otros eran presentados como lo más remozado del pensamiento hu-
manista, en Haití esa nación cometía los más brutales vejámenes en
masa, reprimía, torturaba y asesinaba a quienes buscaban la libertad
que aquellos pregonaban28.
Tanto Touissant Louverture como Jean Jacques Dessalines, cada
uno en tiempos distintos y en roles diferentes continuaron las lu-
chas anticolonialistas. Estas tuvieron lugar en complejas situaciones
geopolíticas tras las crisis estructurales por las que atravesaba Espa-
ña en materia económica dentro de sí misma como en sus colonias, al
igual que el expansionismo estadounidense y la presencia del Napo-
león Bonaparte en el gobierno de Francia que le imprime singulares
ribetes no sólo a los asuntos internos de ese país, sino a las colonias
como fue su vertical trato para evitar que prosperaran las rebeliones
y, eventualmente, los procesos independentistas. Los pactos secretos
entre Francia y España estuvieron a la orden del día, al igual que las
maniobras estadounidenses para impedir la independencia de otras
naciones americanas, tretas que no lograron detener la derrota de
Francia a manos de los haitianos liderados por Dessalines29.
Vencedor Dessalines, el 1 de enero de 1804 se autoproclamó gober-
nador vitalicio de la isla. “El 2 de septiembre del mismo año se coronó
emperador haciéndose llamar Jacques I por la constitución que él
mismo redactó y sancionó el 20 de mayo de 1805 (reservándose el
derecho a nombrar su sucesor)”30. Huelga decir, que su gobierno estu-
vo enfocado a favorecer a los negros recién libertos y a vigilar con no
poco odio a los franceses. Su autoproclamación como emperador no
cayó bien en ciertos círculos políticos (se entendió como una amena-
zante contradicción) y sobrevinieron las revueltas y los levantamien-
tos los cuales generaron un anárquico ambiente político en el cual
fue asesinado el 15 de octubre de 1806, desencadenándose prácticas
de uso corriente en la cultura política haitiana como el autoritarismo
y el militarismo.

28. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 17.
29. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 19.
30. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 22.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 51

Si bien es cierto Haití habría sido el primer país de América en te-


ner contacto con la ideas liberales francesas a finales del siglo XVIII,
ello no supuso que el proceso independentista de Haití se hubiese
originado por tal ideología, probablemente incidió pero el proceso ya
estaba en marcha. Como se ha expuesto, la lucha por la emancipación
haitiana se originó antes de lo ocurrido en Francia. A raíz de la muerte
de Dessalines, Haití quedó dividida en dos: en el sur una república y
en el norte un reino en cabeza de Henry Christopher (Henry I) quien
militarizó la vida haitiana para evitar un nuevo dominio francés y en-
tre 1806 y 1820 estableció relaciones económicas y diplomáticas con
Inglaterra y Estados Unidos. El sur por su parte, estuvo bajo la presi-
dencia de Alexandre Pétion (1806-1818)31.
Pétion aunque impulsó una especie de Estado liberal, desde en-
tonces ha sido peculiar en tal país el levantamiento de una bandería
contra otra, mediado por la felonía, la intriga, la traición y la violencia.
Así transcurrió el siglo XIX proclamándose emperadores y reyes y, en
el XX sólo hubo tres elecciones presidenciales (Miguel Oreste, Jean
Bertrand Aristide y René Préval). Jean-Pierre Boyer (1818-1843) al su-
ceder a Pétion en el poder, por la vía de la dictadura unifica el norte
y al sur. Se incuba en este ambiente el militarismo desde el cual jefes
militares determinarían gran parte del acontecer político de Haití, no
obstante haber sido el primer país en lograr su independencia (1804),
el primero en conocer los postulados revolucionarios franceses de la
época y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
además de haber contribuido eficazmente con hombres en la inde-
pendencia de Estados Unidos, y a la de América Latina32.
Otro aspecto digno de resaltar es que, sin valorar suficientemente
la importancia y el legado de las distintas expresiones religiosas de
origen africano en Haití, la Constitución Política de 1806, de ese país,
decretó la religión católica como la religión del Estado y luego la de
1807 del rey Henry I lo ratificó, mientras que los demás cultos serían
tolerados siempre que no se realizaran en público como el vudú. El
vudú es el resultado de un fuerte proceso sincrético, mediante el cual,
muchos hombres provenientes de diversos pueblos africanos vieron
la posibilidad de rehacer en el suelo haitiano, las viejas tradiciones y

31. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 23.
32. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 26.
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prácticas religiosas que el colonialismo español y francés les habían


negado. Pese al Concordato firmado entre Haití y el papa Pío IX (28 de
marzo de 1860), el vudú ha sido un fenómeno de capital importancia
en la vida política haitiana. Tal vez el caso emblemático fue el uso de
aquél por parte de François Duvalier (1957-1971)33.
Sobre la importancia geopolítica de Haití, Arnold Antonin señala
que “En el Caribe insular, desde el punto de vista demográfico, Haití,
con sus seis millones de habitantes, se convierte, después de Cuba,
en el segundo país en importancia y desde el punto de vista de su
superficie territorial, ocupa el tercer lugar con 27.750 km2, después
nuevamente de Cuba y de la República Dominicana, aún antes de Ja-
maica y Puerto Rico, las dos grandes Antillas. En cuanto a su ubicación
geográfica, es el país más próximo a Cuba, de la cual lo separan unos
escasos 90 km. de mar34. De igual modo da a conocer que desde la
costa norte del país, se distinguen en las noches claras las luces de
Guantánamo y del Oriente cubano. Se sitúa al Este de Jamaica, muy
próxima también, y constituye una de esas singularidades del Caribe:
el compartir con otra nación, la República Dominicana, la misma isla.
Se encuentra estratégicamente situada en cuanto al Canal de Pana-
má y la ruta del petróleo que va desde Maracaibo (Venezuela) a los
Estados Unidos.
Hechos acontecidos en América Latina como la economía extrac-
tiva y las continuas amenazas por parte de potencias hegemónicas
que se repartían el mundo en el siglo XIX, no fueron la excepción en
Haití. Por el contario, en dicho país caribeño no solo ocurrieron con
mayor encono, sino que tuvo lugar la validación de prácticas que, a
la postre dificultarían y, en efecto ha sido así, la consolidación de un
ethos político civilista, laico y democrático en el seno de la población,
cuestiones que, efectivamente sirvieron de caldo de cultivo en primer
lugar a las dictaduras y, concomitante con ello, al enrarecimiento del
complejo y difícil ambiente objetivo y subjetivo para la transición a
la democracia. Si bien es cierto tuvo Haití el honroso mérito de haber
sido el primer país independiente de América Latina, inmediatamen-
te cayó en nuevas formas de dependencia frente a las principales po-

33. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 32.
34. ANTONIN, Arnold. Haití en el Caribe. En: Revista Nueva Sociedad, Número 63, (Nov-Dic de 1982); p.
103-112.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 53

tencias hegemónicas de occidente, de análogo modo como ocurriera


con los demás países de la región. Así, la situación de Haití más que
un accidente o una excepción, es una forma de ser delineada por los
contornos de las geopolíticas imperialistas en cada coyuntura. Las
dictaduras militares así lo corroboran.
Fenómenos asociados a la indeleble impronta dejada por el co-
lonialismo francés, el acoso y las invasiones de otras potencias; así
como los usos, prácticas y subjetividades de origen africano a las
cuales se sumó el fanatismo inoculado por la iglesia católica; al igual
que el militarismo, el autoritarismo, el clientelismo, la corrupción y la
violencia cultivados a la sombra de todos los anteriores; hicieron de
Haití un país caracterizado por una proverbial inestabilidad política.
Desde 1804 hasta el año 2018 hasta las dos primeras décadas del si-
glo XXI hubo un total de 66 presidentes habiendo llegado a tal cargo
a través de golpes de Estado (preponderantemente) y elecciones.
Investidos en tal dignidad, algunos osaron declarar vitalicio su car-
go y otros se autoproclamaron como reyes y demás rimbombantes tí-
tulos lo cual no deja de resultar histriónico y delirante en una nación
que, justamente, había sido sometida a las peores crueldades por
parte de gobernantes de similares cargos de otras potencias35 y no
faltaron quienes se creyeron posesos como François Duvalier (1957-

35 Jean Jacques Dessalines 1804-1806, Henry Christopher 1806-1820 (Norte), Alexandre Pétion 1806-
1818 (Sur), Jean-Pierre Boyer (1818-1843 unifica el norte y el sur), Charles Riviere-Hérard 1843-
1844, Philippe Guerrier 1844-1845, Jean-Louis Pierrot 1845-1846, Jean-Baptiste Riché 1846-1847,
Faustino Soulouque 1847-1859, Fabre Geffrard 1859-1867, Nissage Saget 1867-1867, Sylvain Salnave
1867-1869, Nissage Saget 1869-1874, Michel Domingue 1874-1876, Pierre Théoma Boisrond-Canal
1876-1879, Joseph Lamothe 1879, Lysius Salomón 1879-1888, Pierre Théoma Boisrond-Canal 1888,
François Denys Légitime 1888-1889, Monpoint Jeune 1889, Florvil Hyppolite 1889-1896, Tirésias
Simón Sam 1896-1902, Pierre Théoma Boisrond-Canal 1902, Pierre Nord Alexis 1902-1908, François
C. Antoine Simon 1908-1911, Cincinnatus Leconte 1911-1912, Tancrede Auguste 1912-1913, Michel
Oreste 1913-1914, Oreste Zamor 1914, Joseph Davilmar Théodore 1914-1915, Vilbrun Guillaume Sam
1915, Philippe Sudré Dartiguenave 1915-1922, Louis Borno 1922-1930, Louis Eugéne Roy 1930, Sténio
Vicent 1930-1941, Elie Lescot 1941-1946, Franck Lavaud 1946, Dumarsais Estimé 1946-1950, Franck
Lavaud 1950, Paul Eugéne Magloire 1950-1956, Joseph Nemours Pierre-Louis 1956-1957, Franck
Sylvain 1957, Daniel Fignolé 1957, Antonio Thrasybule Kébreau 1957, François Duvalier 1957-1971,
Jean-Claude Duvalier 1971-1986, Henri Namphy 1986-1988, Leslie Manigat 1988, Henri Namphy
1988, Prosper Avril 1988-1990, Hérard Abraham 1990, Ertha Pascal-Trouillot 1990-1991, Jean-Bertrand
Aristide 1991, Raoul Cédras 1991, Joseph Nérette 1991-1992, Marc Bazin 1992-1993, Jean-Bertrand
Aristide 1993-1994, Émile Jonassaint 1994, Jean-Bertrand Aristide 1994-1996, René Préval 1996-2001,
Jean-Bertrand Aristide 2001-2004, Boniface Alexandre 2004-2006, René Préval 2006-2011, Michel
Martelly 2011-2016, Jocelerme Privert 2016-2017 y Jovenel Moise 2017…
54 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

1971) presidente constitucional entre el 22 de octubre de 1957 y el 22


de junio de 1964 y presidente vitalicio entre el 22 de junio de 1964 y
el 21 de abril de 1971 quien en los estertores de su régimen y en el
ocaso de su vida designó a su hijo Jean-Claude Duvalier, presidente
vitalicio quien gobernó entre el 21 de abril de 1971 y el 7 de febrero
de 1986 cuando fue derrocado iniciándose una caótica transición a la
democracia. La dictadura de los Duvalier (1957-1986) se aborda en el
segundo capítulo.
Mientras lo anterior ocurría en Haití, en la República Dominicana
hubo situaciones distintas en unos casos y similares en otros. Se cal-
cula que en el primer siglo de la conquista murió cerca del 90% de
la población aborigen lo cual demuestra en términos palmarios la
magnitud del etnocidio, tragedia que explicaría el hecho de que entre
1492 y 1870, 30000 africanos esclavizados fueran traídos al territorio
dominicano. Tanto lo uno como lo otro, desde entonces contribuyó
definir las características genotípicas y fenotípicas de los habitantes
de la República Dominicana, así como algunos rasgos de la cultura
en general y ciertas expresiones religiosas dando lugar a sustanciales
diferencias con relación a Haití.
La República Dominicana alcanzó su primera independencia en
1821 y, al año siguiente (1822), fue invadida por Haití hasta 1844 cuando
los dominicanos logran zafarse del dominio haitiano. A pesar de la do-
minación haitiana entre 1822 y 1844 sobre aquella nación, su deterioro
económico era proverbial por su inoperante organización, la corrup-
ción y los constantes levantamientos armados locales y regionales. El
crítico panorama económico de Haití “…acentuado por el peso de la
enorme deuda externa de ciento cincuenta millones de francos im-
puesta por Francia en 1825 como indemnización de los viejos colonos
y como precio del reconocimiento de la independencia haitiana, fue lo
que produjo la caída de Boyer en 1843 y lo que precipitó la separación
de los dominicanos que logró consumarse el 27 de febrero de 1844”36.
Es de advertir que Estados Unidos para aquella coyuntura ya se
perfilaba como una potencia y su imperialismo empezaba a mos-

36 WILCKENS, Manfred. Hacia una teoría de la revolución, el caso dominicano (I). En: Ciencia y Sociedad.
Volumen XXV, Número 2, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Santo Domingo, República
Dominicana, (Abr-Jun de 2000); p. 166.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 55

trar sus primeros rostros37. Fue así como en 1847 Estados Unidos
envía los primeros agentes comerciales a La Española, luego cónsu-
les y personas dedicadas al espionaje, aunque algunos funcionarios
intercambiaban roles o los cumplían de manera simultánea. En 1850
en la República Dominicana había representación diplomática, ade-
más de Estados Unidos, de España, Francia e Inglaterra38. Como se
puede inferir, seis años esperaron tales potencias para reconocer
a la República Dominica como un nuevo país y sus estrategias de
dominación variaron de forma y de contenido sobre la novel nación
caribeña.
En esas condiciones el país caribeño quedó atrapado entre las fau-
ces de las pugnas imperialistas de la época protagonizadas, en esta
ocasión, además de los cuatro países antes mencionados, por nuevos
países también con ímpetus imperialistas como Italia, Prusia (Alema-
nia) y Portugal39. Pero la trama más compleja en materia geopolítica
la protagonizaron Estados Unidos, España, Francia e Inglaterra, poten-
cias que, además de defender sus intereses económicos, buscaban
ampliar sus áreas de influencia o dominio aparte del ya existente.
Estados Unidos, Francia e Inglaterra urgían de nuevas y más abun-
dantes materias primas para su boyante industria, mientras España
se esforzaba por mantener algún tipo de dominio en los territorios
que antes fueran sus colonias40.
Esas cuatro potencias procuraron alcanzar posiciones ventajosas
ante a sus rivales por medio de tratados de amistad, comercio y nave-
gación41. Inmediatamente después del fracaso del intento anexionista
a España por parte de la República Dominicana, también gobernantes
dominicanos pretendieron anexar o arrendar parte de ese país a Es-
tados Unidos. Los aludidos funcionarios de manera solícita colmaron
de facilidades, privilegios, prebendas y concesiones a empresarios
estadounidenses lo que, a la postre, incidiría en las nuevas formas de
dominio, control de aquella potencia y en pretextos para eventuales

37. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 230.


38. LEE BORGES, José. República Dominicana: de la restauración a los primeros pasos de la verdadera
influencia estadounidense, 1865-1880. En: Revista Mexicana del Caribe. Volumen V, Número 10.
Universidad Quintana Roo, Chetumal, México, 2000, 111.
39. PIRENNE, Jacques. Op. Cit., p. 173.
40. LYNCH, John. Las Revoluciones Hispanoamericanas 1808-1826. Barcelona: Ariel, 2010. p. 14.
41. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 111.
56 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

invasiones militares42. Si bien es cierto el imperialismo estadouniden-


se se desplegaba en todos los sentidos, en su auge incidió favorable-
mente las posiciones políticas de clase gobernante al margen de sus
formales diferencias ideológicas y políticas. Nunca volvería Estados
Unidos a salir de la República Dominicana, bien con sus tropas o, por
interpuesta persona, como en verdad ocurriría con sus lacayos crio-
llos de todos los matices.
En ese orden de ideas, si bien es cierto hubo una anexión de la
República Dominicana a España entre 1861 y 1865, Estados Unidos no
cejó en su empeño imperialista en la cuenca del Caribe y, en efecto,
llegó para nunca salir de la región donde ha cumplido el sombrío pa-
pel de gendarme o policía en cada país a través de invasiones, pilla-
jes, asesinatos, dictaduras, sobornos, embargos, chantajes y terroris-
mo en sus más variadas formas. Desde luego todo lo anterior aparte
de explicarse por su poderío militar, fue y es posible por el apoyo de
líderes regionales cuya catadura es la de cipayos y de gobernantes
sin escrúpulo moral ni ético en el ejercicio de sus funciones. Un caso
emblemático, para el caso que nos ocupa, es que “Un aspecto recu-
rrente en la política exterior dominicana será el interés de todos los
gobernantes en negociar la anexión con una potencia extranjera”43.
Después de la experiencia de anexión a España, le hizo halagos en
ese mismo sentido a Francia y luego (en términos lastimeros y de
postración) a Estados Unidos.
Era la isla La Española, a mediados del siglo XIX, el espacio de dos
países desarticulados, aislados no solamente por su mutua hostili-
dad, sino por su geografía y sus sistemas de producción. Aparte de
que no había suficientes caminos o carreteras lo cual contribuyó aún
más a su interna insularidad, las regiones, especialmente en lo que
respecta a la República Dominicana fueron adquiriendo ciertos ras-
gos especializados: en el sur, tal fue el caso, predominó la explotación
de maderas y sus derivados; en el este, la cría y ceba de ganado y; en
el norte, el tabaco ocupó las mayores extensiones cultivables44. Las
maderas finas fueron un importante rubro de exportación domini-
cana, preponderantemente hacia Estados Unidos y Europa, así como

42. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 115.


43. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 114.
44. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 115.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 57

el tabaco, mientras el ganado vacuno se destinaba para el consumo


nacional y en menor proporción para la exportación.
Lo anterior supuso de suyo una creciente dependencia dominica-
na respecto a potencias hegemónicas líderes en esa coyuntura del
desarrollo capitalista. Dependencia que, de lo económico, trascendió
lo social, económico, militar y cultural. Como consecuencia directa de
la dependencia, sobrevino la inestabilidad también en los distintos
órdenes. Fue entonces como Estados Unidos de episodios aleatorios,
pasó a adoptar como política de Estado la injerencia directa en la
cotidiana vida política en casi todos los países de la región y en la
República Dominicana en particular terciando a favor o en contra de
políticos según su conveniencia.
En ese ambiente se inscribe el insólito hecho de que a instan-
cias de los gobiernos dominicanos (ruegos y súplicas), en 1866 se
firmara un contrato de arrendamiento de la Bahía de Samaná entre
aquellos y Estados Unidos y luego, se intentó la venta. Parte de las
razones del país caribeño para poner en grave riesgo su integridad
territorial, era su propia ruina económica. En materia geopolítica
para Estados Unidos era esta una excepcional oportunidad para
controlar el tráfico comercial de Europa a México y a centro y Su-
ramérica, al igual que materializar su Doctrina Monroe contra otras
potencias rivales.
No obstante el entreguismo de los gobiernos dominicanos, el
arrendamiento de la Bahía de Samaná a Estados Unidos y su proba-
ble ulterior venta en las condiciones que dicho país pusiera, no estu-
vo exento de tropiezos. En 1867 fue firmado un tratado de paz entre
Haití y la República Dominicana, mediante el cual ambos países, pero
principalmente el segundo se comprometía a no ceder ni a hipotecar
territorio dominicano a ninguna potencia extranjera. A pesar de dicho
acuerdo el gobierno dominicano continuó las negociaciones con Es-
tados Unidos y adelantó las gestiones para arrendar por 25 años la
bahía lo cual incluía el “… control y jurisdicción de toda la península,
incluyendo el agua, propiedad pública y minas…”45. El paso a seguir
era la compra, pero la misión fracasó por la guerra desatada contra el
presidente José María Cabral.

45. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 121.


58 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Vuelto Buenaventura Báez al poder en 1868 no solo ofreció (de


nuevo) a Estados Unidos la Bahía de Samaná sino la anexión del país
a aquella nación a manera de protectorado, pero el proyecto de ane-
xión fracasó en 1871. Por estos años, concretamente en 1869 se ade-
lantaron negociaciones con Inglaterra entre las cuales se comprome-
tía la Isla de Alta Vela para la extracción de guano y se calcula que
entre 1874 y 1876 hubo 26 concesiones de los gobiernos dominicanos
a Estados Unidos, Francia, Italia e Inglaterra. Tales concesiones po-
nían en una situación de extrema vulnerabilidad a la República Do-
minicana como si la ya existente no fuera grave. Para mostrar el caos
y la inestabilidad política, es suficiente señalar que, entre 1878 y 1879,
hubo cinco gobiernos distintos pero coincidían en subastar el país al
mejor postor. Los diferenciaba la forma. En esas condiciones, hacia
1892 Estados Unidos logra obtener, sin mayores esfuerzos o dificulta-
des, el control financiero de la República Dominicana46.
A manera de síntesis se puede señalar que alrededor de la organi-
zación “La Trinitaria” fundada por Juan Pablo Duarte, fueron orientados
y canalizados los impulsos independentistas dominicanos, los cuales,
al tener éxito, dieron lugar a la Junta Central Gubernativa en 1844 com-
puesta por Francisco del Rosario Sánchez, Tomás Bobadilla y Briones y
Pedro Santana. Tal episodio se considera el origen de la denominada
Primera República que comprende el lapso entre el 6 de noviembre
de 1844 (fecha en que fue promulgada la primera Constitución) y el
18 de marzo de 1861 cuando la novel república fue anexada a España.
Discurrieron en la presidencia 8 mandatarios en estos 17 años47, carac-
terizados por las continuas amenazas de invasión por parte de Haití.
La llamada Segunda República tuvo lugar entre el 10 de junio de
1865 cuando fue restaurada la república y las tropas españolas aban-
donaron el país y el 3 de mayo de 1916 cuando con tropas Estados Uni-
dos invadieron a la República Dominicana. En esos 51 años un tupido
ramillete de 26 caudillos supuestamente liberales y conservadores48

46. LEE BORGES, José. Op. Cit., p. 122.


47. Pedro Santana 1844-1848, Manuel Jiménez González 1848-1849, Buenaventura Báez 1849-1853,
Pedro Santana 1853-1856, Manuel de Regla Mota 1856, Buenaventura Báez 1856-1858, José Desiderio
Valverde 1857-1858 y Pedro Santana 1858-1861.
48. José Antonio Salcedo 1863-1864, Gaspar Polanco 1864-1865, Benigno Filomeno de Rojas 1865,
Pedro Antonio Pimentel 1865, José María Cabral 1865, Pedro Guillermo 1865, Buenaventura Báez
1865-1866, José María Cabral 1866-1868, Buenaventura Báez 1868-1874, Ignacio María González

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 59

ocupó el primer cargo de la nación siéndoles consustancial el habi-


tual ejercicio de autoritarismo, la recurrente práctica de la violencia
y la ingénita corrupción. Así mismo, emularon en la incapacidad de
liderar un proyecto de nación laica, civilista y moderna. Los vientos
revolucionarios emanados de la Comuna de París (1871) parece que
no tuvieron eco ni en este país (República Dominicana) ni en el resto
de la región. Entre 1916 y 1924 la República Dominicana estuvo inva-
dida militarmente por Estados Unidos y quienes se prestaron para la
pantomima de presidentes fueron Francisco Henríquez y Carvajal 1916
y Juan Bautista Vicini Burgos 1922-1924.
La Tercera República inicia el 12 de julio de 1924 con la salida de
las tropas estadounidenses y termina el 28 de abril de 1965 con una
nueva invasión militar estadounidense entre el 30 de abril de 1965 y
el 3 de septiembre de ese mismo año. En los 41 años que duró la de-
nominada “Tercera República” tuvo lugar la dictadura de Rafael Leo-
nidas Trujillo Molina entre 1930 y 1961, hecho que hunde sus raíces en
el siglo XIX y se proyectó incluso después de su muerte. Al asumir de
manera provisional la presidencia Rafael Estrella Ureña en 1930, era
de dominio público que no era él quien en realidad gobernaba, sino
el Jefe del Ejército (Rafael Leonidas Trujillo Molina) reconocido por
tener un control absoluto de la fuerza pública dominicana al lograr
que el cuerpo de oficiales estuvieses más unidos a él que el propio
Presidente, lealtad obtenida a partir de sobornos, presiones, favores,
chantajes y el encubrimiento de sus subalternos implicados en he-
chos de corrupción o en delitos comunes49.
En toda la extensión de la Tercera República, más de una decena
de personajes50 fungieron como supuestos presidentes, siendo casi la

Santín 1874-1876, Ulises Francisco Espaillat 1876, Ignacio María González Santín 1876, Marcos
Antonio Cabral 1876, Buenaventura Báez 1876-1878, Ignacio María González Santín 1878, Cesáreo
Guillermo y Bastardo 1878, Ignacio María González Santín 1878, Jacinto de Castro 1878, Cesáreo
Guillermo y Bastardo 1879, Gregorio Luperón 1879-1880, Fernando Arturo de Meriño 1880-1882,
Ulises Heureaux 1882-1884, Francisco Gregorio Billini 1884-1885, Alejandro Wos y Gil 1885-1887,
Ulises Heureaux 1887-1889, Wenceslao Figuereo 1899, Horacio Vásquez 1899, Juan Isidro Jiménez
1899-1902, Horacio Vásquez 1902-1903, Alejandro Wos y Gil 1903, Carlos Felipe Morales Languasco
1903-1905, Ramón Cáceres 1905-1911, Eladio Victoria 1911-1912, Adolfo Alejandro Nouel 1912-1913,
José Bordas Valdez 1913-1914, Ramón Báez Machado 1914 y Juan Isidro Jiménez 1914-1916.
49. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. La República Dominicana (Análisis de su pasado y su presente). Sociedad
Dominicana de Bibliófilos. Santo Domingo. República Dominicana. Segunda Edición, 2004. p. 163.
50. Horacio Vásquez 1924-1930, Rafael Estrella Ureña 1930, Rafael Leonidas Trujillo Molina 1930-1961,
Jacinto Bienvenido Peynado 1938-1940 títere?, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha 1940-1942
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totalidad de los mismos títeres de Trujillo Molina quien, a la usanza


de sus homólogos dictadores de América Latina, convocaba, a manera
de sainete, a sus conciudadanos a periódicas elecciones presidencia-
les para revestir de cierta legalidad su oprobioso régimen. Hizo del
terror y el crimen sus principales recursos políticos, utilizó el Estado
para su enriquecimiento personal. Fundó su “Partido Dominicano” y
la megalomanía no tuvo parangón alguno.
La era de Trujillo Molina no fue el inicio de un estilo de gobierno.
Fue la consecuencia lógica de lo actuado por sus antecesores en el si-
glo XIX, se trató de la continuidad de una muy peculiar cultura política
como la dominicana. De tan disoluta condición ética y moral fue éste
personaje como los demás jefes de Estado. Trujillo Molina es el resulta-
do del intervencionismo estadounidense en la República Dominicana,
no en vano y pese a la tozudez de todas las evidencias que lo pusieron
en el campo de lo delictual en su país y fuera de él, aquella potencia
no solo reconoció su régimen sino que lo apoyó y lo defendió ante los
foros internacionales donde fue denunciado por sus crímenes.
La llegada al poder de Trujillo Molina, comparativa y paradójica-
mente, no tuvo el dramatismo de algunos de sus antecesores. Por
el contrario, distintos partidos formaron una coalición (incluso an-
tagónica en materia ideológica) para apoyar la candidatura de éste
personaje a la presidencia de la república siendo su fórmula vice-
presidencial el presidente Rafael Estrella Ureña. Pese a los esfuerzos
hechos por distintos actores del acontecer político dominicano por
atajar la mencionada candidatura, nada pudo evitarlo. El tesonero
trabajo político de Estrella Ureña a favor del futuro dictador, así como
el apoyo incondicional del ejército hacia su jefe-candidato crearon un
ambiente propicio para consolidar la postulación a la presidencia de
la república y subsiguientemente el triunfo51.
La coalición de cuatro partidos que apoyaron la candidatura de
Trujillo Molina y Estrella Ureña, antes de las elecciones acordó con el

títere?, Rafael Leonidas Trujillo Molina 1942-1952, Héctor Bienvenido Trujillo Molina 1952-1960,
Joaquín Balaguer 1960-1962, Rafael Filiberto Bonnelly 1962-1963, Juan Emilio Bosch y Gaviño 1963;
Junta Provisional, Víctor Elby Viñas Román 1963; Primer Triunvirato, Emilio de los Santos Salcié 1963;
Segundo Triunvirato, Donald Reid Cabral 1963-1965; Guerra Civil Movimiento Constitucionalista,
José Rafael Molina Ureña 1965, Francisco Alberto Caamano Deñó 1965; Guerra Civil Bando Lealista,
Pedro Bartolomé Benoit 1965, Antonio Imbert Barrera 1965.
51. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 165.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 61

primero lo que a cada partido le correspondería en materia de cargos


burocráticos en el futuro gobierno, como contraprestación al apoyo
dado. Sectores de la burguesía, la clase media y el proletariado inme-
diatamente mostraron su desconcierto y rechazo a lo actuado por el
presidente Estrella Ureña y los partidos que impulsaron el nombre del
militar en comento. Las manifestaciones de protestas fueron reprimi-
das brutalmente y el ambiente presagiaba que un eventual triunfo
sólo sería posible por la vía de la violencia y el fraude. Consciente
Molina Trujillo de ello, desató sistemáticas campañas de represión,
crímenes y terror. Ordenó el asesinato de los más visibles líderes de
la oposición, así como la persecución a personeros de la candidatura
contraria. Se inició en la República Dominicana una era nunca antes
vista, caracterizada por la violencia extrema en todas sus formas52.
También apoyó a Trujillo Molina en su empeño por ocupar el primer
cargo de la nación, la Iglesia católica. Institución que consecuente con
su estilo oportunista refinado durante centenares de años en las más
complejas intrigas y crímenes políticos, en esa ocasión, como en otras
tantas en América Latina, actuó en defensa de sus particulares intere-
ses y no necesariamente en los de su feligresía. Mantuvo un silencio
cómplice pese a la magnitud de las acciones en contra de la vida del
pueblo dominicano por parte Trujillo Molina; como si no fuera de por
sí grave tal hecho, propaló, oficialmente, un discurso en apariencia
imparcial, llamando a la pasividad (frente a la tiranía), al respeto a la
autoridad “legítimamente constituida” (de un gobierno espurio), a la
defensa irreflexiva e incondicional de la propiedad privada (ante los
más desvergonzados latrocinios de las autoridades) y a la paciencia y
aceptación del sufrimiento (prometiendo una vida mejor en el cielo).
Cual avezados trúhanes, la Iglesia católica y Trujillo Molina tem-
prano entendieron que era posible beneficiarse mutuamente. Ante
el trabajo de zapa adelantado por aquella institución para obturar
acciones de protesta de los dominicanos (mayoritariamente católi-
cos) el nuevo gobernante de marras le retribuyó adoptándola como
la única religión legal, oficial y admitida en la República Dominica-
na poniéndose de ese modo a dicha confesión en una posición de
dominio y privilegio en lo atinente a otras confesiones que, huelga

52. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 166.


62 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

decir, fueron proscritas. Como si lo anterior no fuera un exagerado


beneficio, Iglesia y Estado en algunos aspectos se fundieron como fue
el caso de la educación, el registro del estado civil de las personas, la
administración de los cementerios, la exoneración de impuestos y la
protección integral de la misma.
Se apoyó Trujillo Molina para ejercer la represión en esa coyuntu-
ra, en personas de reconocido prontuario criminal, creó organizacio-
nes secretas compuestas por civiles y militares (seleccionados por
su brutalidad) con funciones al margen de la ley como sabotear los
mítines de protesta, interrumpir reuniones contrarias a sus intereses,
amedrentar y asesinar primero a los más reputados miembros de la
oposición y, luego, a cualquier dominicano por simple sospecha. La
ciudadanía a una de esas organizaciones la denominó “La 42” y a
otra “El carro fantasma” cuyos miembros, a pie o en vehículos, iban
con armas de fuego, látigos, macanas y puñales asolando ciudades y
pueblos.
En las áreas rurales lo hacía de manera desembozada los miem-
bros del ejército. El amedrentamiento se extendió al poder judicial y
electoral. En esas condiciones tuvo lugar las elecciones el día 16 de
mayo de 1930. En los campos las personas fueron amenazadas por las
autoridades militares para que acudieran a las urnas mientras en las
ciudades primó la abstención pero los resultados fueron favorables
a Trujillo Molina por la acción tramposa en el escrutinio de quienes
debían garantizar la transparencia del certamen electoral. Trujillo Mo-
lina juró como Presidente de la República Dominicana el 16 de agosto
de 1930, aunque él ya gobernaba de hecho53.
Como bien lo expresa Jacqueline Jiménez Polanco, “Con Rafael Leo-
nidas Trujillo (1930-1961) surgió la imposición de un modelo socio-po-
lítico que consolidó el Estado Nación en base a las ideas de “orden”,
“paz” y “progreso”. Estas ideas constituyeron el referente nacional
enarbolado por el “Jefe” y su aparato estatal monolítico y vertical, en
el que el Partido Dominicano junto a las organizaciones políticas pa-
ralelas sirvió para purgar a los enemigos del régimen. Paralelamente,
las farsas electorales crearon un aparente vínculo entre la sociedad
y el Estado en un régimen en el que la clandestinidad y el exilio eran

53. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 167.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


El contexto ................................................................................................................................................... 63

los únicos espacios de una limitada acción política, “depurada” regu-


larmente por el aparato estatal”54. Tal dictadura proyectó su sombra
política, aunque se da como cierre el año de 1965 con el gobierno del
general Antonio Imbert Barrera para dar inicio a la transición a la de-
mocracia y con ello el advenimiento de la Cuarta República55 a partir
de 1966.

54. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. Los partidos políticos en el autoritarismo y en la transición democrática
en la República Dominicana. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1993. p. 9.
55. Gobierno de Transición, Héctor García Godoy 1965-1966; Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1966-
1978, Silvestre Antonio Guzmán Fernández 1978-1982, Jacobo Majluta Aznar 1982, Salvador Omar
Jorge Blanco 1982-1986, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1986-1996, Leonel Antonio Fernández
Reyna 1996-2000, Rafael Hipólito Mejía Domínguez 2000-2004, Leonel Antonio Fernández Reyna
2004-2012 y Danilo Medina Sánchez 2012 (esta investigación fue hecha en el año 2018).
64 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

2. Las dictaduras

E
ntiéndase por dictadura, en esta obra, el ejercicio político me-
diante el cual elites, grupos o individuos asumen, ejercen y con-
trolan el poder estatal en virtud de sus intereses coyunturales
o estructurales. Se llega a las dictaduras mediante el poder de
hecho y sus promotores lo convierten en poder de derecho. Entre los
múltiples tratadistas del tema, sobresale Giovanni Sartori1 quien apor-
ta importantes elementos de análisis sobre el particular. Este capítulo
da cuenta de las dictaduras tanto de la República Dominicana como de
la República de Haití, así como de cada uno de los aspectos más re-
levantes de los dictadores y las principales instituciones a su servicio.

1. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 59. Este autor presenta como
características de la dictadura el exclusivismo y arbitrariedad en el ejercicio del poder (ausencia de
división real de poderes, supresión de instituciones, grupos sociales y políticos rivales, concentración
del poder político en manos de una persona o de una elite); la supresión o limitación de los vínculos
jurídicos del poder político, (creación de nuevos instrumentos jurídicos como instrumentos de
gobierno, celebración de acuerdos, pactos o negociaciones para excluir a los adversarios y consolidarse
en el poder); la eliminación o restricción sustancial de las libertades civiles, (estados de excepción,
de sitio o de guerra para darle un tratamiento policivo o de orden público a las distintas expresiones
sociales); la agresividad e impulsividad en la adopción de decisiones, (la política interna y externa
basadas en un mesianismo ideológico encaminado a disciplinar la sociedad) y el empleo de métodos
despóticos de control político y social, (intimidación, propaganda, imposición de la obediencia por
medio del terror).
La dictadura puede surgir y funcionar como “instrumento de la democracia”, “preparación para
la democracia”, o la “negación de la democracia” y, en concordancia con ello, Franz L. Neumann
identifica tres tipos: la dictadura simple, consistente en un control absoluto sobre el poder estatal;
la dictadura cesarista, referida a la consecución del poder con apoyo de las masas estimuladas por
reformas socioeconómicas y la dictadura totalitaria, entendida como un poder ejercido por un partido
o movimiento social. Las dictaduras también se clasifican en dictadura ilimitada y constitucional.
La dictadura ilimitada es el desconocimiento absoluto de la constitución y con ella de los poderes,
por parte del dictador quien le imprime un carácter estrictamente unipersonal a las decisiones de
Estado. La dictadura constitucional se establece para encarar una situación de crisis o de emergencia;
respeta los límites fijados por la constitución, su función es proteger o restablecer el orden tradicional
y legal en una situación de amenaza interna o externa hacia el mismo.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 65

2.1 La dictadura
en la República Dominicana

La dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Do-


minicana tuvo lugar entre 1930 y 1961 y, en la parte final del anterior
capítulo fueron expuestas las tretas de que se valió para hacerse al
poder. Una vez en él, amparado en el ejército, dispuso de las riquezas
del Estado, arrebató las posesiones de sus adversarios y tonsuró la
voluntad popular. Los organismos de control ya de por sí carcomidos
por la corrupción y la molicie se convirtieron en figuras decorativas
y en los entes encargados de avalar el proceder el dictador Truji-
llo Molina quien, embriagado por la vanidad, por acción y coacción
logró que los distintos estamentos sociales, económicos, políticos y
religiosos aparte de reconocerle como el nuevo gobernante, le home-
najearan y demostraran sumisión, práctica recurrente en lo sucesivo2.
Utilizó el poder para granjearse todo tipo de favores sexuales3.
Es un rasgo esencia de las dictaduras en América Latina durante
el siglo XX tener una estructura formal las democracias occidentales.
Esto es, constitución política, elecciones periódicas, división de pode-
res, declaración de Derechos Humanos, parlamentos (unicamerales o
bicamerales), poder judicial (distintos tipos de administración de jus-

2. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 171.


3. Sus allegados más inmediatos eran los encargados de conseguirle mujeres que, presionadas o
coaccionadas, se veían abocadas a aceptar las pretensiones de Trujillo Molina. Dos veces por semana
hacía reuniones en el Palacio, las elegía y las instruía de cómo actuar, la hora y el lugar. No estaba con
la misma mujer más de dos veces. Las de interés pasajero quedaban libres de seguir su vida normal,
a las favoritas que ya no le interesaban les conseguía novio y organizaba el matrimonio. Era clara
la utilización del sexo para propósitos distintos del sexo mismo como mecanismo para conseguir
cargos en el gobierno, bienes y servicios. Para Trujillo Molina el sexo fue un instrumento de poder. No
gustaba que mujer alguna se negase. Las que acudían a sus reuniones por necesidad, no se resistían.
Si alguna mujer se negaba, mediante carta anónima la desprestigiaba públicamente. El empleo y los
bienes de los familiares de la mujer que osara rechazarle estaban en riesgo, así como la vida misma.
No frecuentaba prostitutas y prefería las mujeres vírgenes. En cada provincia los funcionarios del
gobierno elegían a las mujeres más bellas para que atendiesen a Trujillo Molina cuando viajaba. En
cada fiesta ofrecida por éste, cuando le atraía una mujer, mediante una señal se lo hacía saber a sus
ayudantes quienes ya sabían cómo actuar. Algunas mujeres prefirieron suicidarse. Algunos novios
eran apresados para facilitar el trabajo del predador y pocas familias apoyaron a las hijas que no
aceptaban a Trujillo Molina quien, en cada etapa de su vida tuvo las enfermedades propias de su edad
(Bacilo del Ántrax, incontinencia urinaria y prostatitis. Se creía médico y tenía postiza la dentadura.
66 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ticia y organismos de control), partidos políticos, universidades, igle-


sias, sindicatos, medios de comunicación, fuerzas armadas (Ejército,
Armada, Aviación, Policía Nacional y aparatos secretos de inteligen-
cia y contrainteligencia), sistema carcelario; así como reglamentos,
protocolos y manuales de procedimiento para el funcionamiento bu-
rocrático. No obstante, los anteriores entes de manera sincronizada
funcionan en virtud y al servicio de una persona, convirtiéndose en
simples formalidades. En el caso de la dictadura de la República Do-
minicana, como obsecuentes servidores de Trujillo Molina.
Molina Trujillo fue una criatura legítima de Estados Unidos4 país
que, habiendo desembarcado su marina en la República Dominica-
na el 15 de mayo de 1916, la ocupó hasta el 12 de julio de 1924 fecha
en que el general Horacio Vásquez asumió el poder bajo la estricta
vigilancia del país invasor y fungió como presidente hasta el 28 de
febrero de 1930 cuando fue derrocado, mediante golpe de Estado li-
derado por Rafael Ureña Estrella, pero quien estaba detrás de las ac-
ciones era Trujillo Molina. Éste último “mató con cuchillo ajeno” en el
sentido de que no apareció como el militar golpista. La embajada de

4. Primero fue telegrafista, luego guardia campestre del ingenio azucarero Bocachica. Cuando la
ocupación estadounidense crea la Guardia Nacional, Trujillo Molina solicitó su ingreso mediante
carta enviada al comandante Williams, cuyo texto fue el siguiente:
“Diciembre 9, 1918
Santo Domingo
Señor
C. F. Williams
Coronel Comandante, G.N.D
Ciudad
Señor:
El que suscribe, por su digno órgano, solicita un puesto de oficial en la honrosa institución de la
Guardia Nacional Dominicana. Con perdón de la molestia, debo significarle, que no poseo vicios
de tomar bebidas alcohólicas ni de fumar y que no he sido sometido a Tribunales ni siquiera para
asuntos de simple policía.
En mi pueblo natal, -San Cristóbal- a 30 kilómetros de esta ciudad, he pertenecido y pertenezco a la
primera sociedad y mi edad es de 27 años de estado casado. En San Cristóbal pueden dar testimonio
de mis costumbres y maneras de conducirme, personas honorables y en esta capital los señores
Rafael A. Perdomo, Juez de Instrucción de la 1ra Circunscripción. Eugenio A. Álvarez Secretario del
Juzgado de 1ra Instrucción, y Lic. Armando Rodríguez Consultor Jurídico de la Secretaría de Estado
de la Justicia e Instrucción Pública.
Le saluda atte.
Rafael Leonidas Trujillo”. Trujillo: 31 años de historia perdida. En: https://www.youtube.com/
watch?v=tGD-uSEuk6g
El 18 de diciembre de 1918 es juramentado como segundo teniente del incipiente cuerpo policial.
Brigadier General del Ejército Nacional en 1928.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 67

Estados Unidos en Santo Domingo estuvo al tanto de las maniobras


de los golpistas. Una vez en el poder Ureña Estrella organiza las elec-
ciones presidenciales del 16 de mayo de 1930 en las cuales participa
Trujillo Molina, gana y se juramenta como Presidente de la República
Dominicana el 16 de agosto de ese mismo año5.
Desde entonces, Trujillo Molina ejerció el poder en la República
Dominicana hasta su muerte el 30 de mayo de 1961, bien de manera
directa o por interpuesta persona. Durante su primer gobierno (1930-
1934) y como medida inmediata, integró su gabinete ministerial con
personal de probada lealtad y familiares. Al unísono instaló un nuevo
congreso integrado por exmilitares, familiares, miembros de los parti-
dos políticos y personas sin mayores competencias legislativas. Tuvo
particular cuidado de designar en cargos estratégicos a personas que,
potencialmente, no fueran eventuales rivales, competidores o que le
hicieran sombra a su ya evidente megalomanía y narcisismo. Ante la
menor duda y por motivos muchas veces baladíes, prescindía de los
servicios de los funcionarios a quienes después mantenía bajo estric-
ta vigilancia.
Las señales de lo que sería su dictadura eran claras. Con ocasión
del Ciclón San Zenón ocurrido el 3 de septiembre de 1930 anuló las
garantías civiles y constitucionales y el nombre de la capital fue cam-
biado por “Ciudad Trujillo”. Tras fundar el “Partido del General Trujillo”
el 16 de agosto de 1931 eliminó a los demás partidos políticos y a sus
más caracterizados dirigentes. El poder judicial rápidamente se des-
pojó de la poca autonomía y credibilidad que tenía y, en lo sucesivo,
la sumisión y la venalidad a favor de Trujillo Molina fueron proverbia-
les. Dijo entonces el dictador “Mientras ocupe la Primera Magistratura
del Estado, gobernaré con los hombres del partido…”6. Su partido le
permitió una y otra vez reelegirse y, en otras, promocionar presiden-
tes títeres mientras el poder real lo ejercía Trujillo Molina.
A lo actuado por el poder judicial le siguió el congreso, órgano
que, en febrero de 1931 aprobó “…una ley que castiga con la pena de
degradación cívica a quien acuda a los gobiernos o legaciones extran-
jeras para quejarse de los actos del gobierno dominicano”7. En tales

5. DE GALINDEZ, Jesús. La era de Trujillo. Buenos Aires: Editorial Americana, 1956. p. 16.
6. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 25.
7. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 26.
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condiciones, desde el congreso (senado y cámara) se criminaliza a la


oposición y pronto apareció otro rasgo de la índole de Trujillo Molina
como fue el culto a la personalidad que siempre exigió. Como se sabe,
el culto a la personalidad es una conducta asociada al narcisismo8 y,
en el caso que nos ocupa, decisiones contradictorias en materia legal
no fueron óbice para dar rienda suelta a las fantasías y egolatrías tal
como lo evidencia la Ley 40 del 10 de diciembre de 1930.
En efecto, “…en ella se prohíbe dar nombres de personas a las ca-
lles, villas, ciudades, etc, o de utilizar su efigie en sellos de correos, a
menos que se trate de personas que lleven no menos de diez años
muertas y hayan rendido grandes servicios”. Poco tiempo después
la Ley 369 del 29 de septiembre de 1932 derogó parcialmente la ley
anterior (Ley 40 del 10 de diciembre de 1930), “…a fin de autorizar
la emisión de unos sellos de correos conmemorando el natalicio de

8. Según Gonzalo Himiob la personalidad narcisista se caracteriza por un patrón grandioso de vida, este
se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro; el mundo
se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles,
auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él o ella, deben ser vistas con
admiración y se embriaga en la expresión de las mismas. Hay en el narcisista una inagotable sed
de admiración y adulación, esta última lo incapacita para reflexionar e incluso pensar. Vive más
preocupado por su actuación, en cuanto a la teatralidad y reconocimiento de sus acciones, que en
la eficacia y utilidad de las mismas. Su visión es el patrón al cual el mundo debe someterse. Es el
Narciso una personalidad que, aún cuando pueda poseer una aguda inteligencia, ésta se encuentra
obnubilada por la visión grandiosa de sí mismo y por su hambre de reconocimiento.
Las personas narcisistas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a adulantes
mediocridades. Drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo
que el mundo les grita. En la otra cara de la moneda, la personalidad narcisista es, en sí misma, una
forma de sobrevivencia. Hemos visto en el mito como Narciso es el producto de una acción terrible.
La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al
individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite
al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen
de grandiosidad; ello le permite elevar su maltrecha autoestima y sentirse un poco mejor consigo
mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes
lo circundan. Hombres y mujeres narcisistas suelen caer en las más abyectas acciones para sostener
su ego herido. Cuando el narcisista ejerce posiciones de poder se rodea de personas que, por su
propia condición, son inferiores a él o ella, y de otros que le harán la corte solo en función de un
interés mezquino.
El narcisista es una persona que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no
se plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean éstas brillantes o no. Así vemos como
personas con una inteligencia mediocre y una cultura pobre escalan posiciones sorprendentes, para
ellos, el recapacitar no existe. Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se
enamoran de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral ni ética.
Estos últimos logran capitalizar a una horda de narcisistas depresivos que creen, ingenuamente, en
la verdad expresada por el pseudomaestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 69

Trujillo Molina; desde ese momento se multiplicarán las leyes auto-


rizando el uso de su nombre y después el de varios miembros de su
familia…” La propaganda a favor de su nombre como práctica política
hasta entonces desconocida en la República Dominicana, se hizo de
manera copiosa en placas, vallas, letreros, vasos, platos, servilletas y
fósforos. En esa misma dirección, en 1932 se propone crear una nueva
provincia con el nombre “Provincia Trujillo”9. Esta práctica se tornó
recurrente durante toda la dictadura de Trujillo Molina quien, entre
otras cosas, se valía de personas incondicionales para que hicieran
las respectivas propuestas sobre la materia. Según la Fundación Ra-
fael Leonidas Trujillo Molina “Fue un estadista producto de su época,
construyó un país, forjó un Estado moderno, fructífero y respetado”.
Su gobierno fue “…el más fecundo periodo de la historia dominicana”,
agrega De Galindez.
Expuestas las anteriores características iniciales de la dictadura
militar de Trujillo Molina, es preciso señalar que, al cumplirse el pri-
mer año de su régimen tienen lugar ascensos militares, cambios en
el equipo de gobierno y la creación de una institución desde la cual
fingiría procesos electorales como fue el Partido de Trujillo llamado
posteriormente “Partido Dominicano” desde el 11 de marzo de 1931
siendo él su director. Sus padres y hermanos ingresan a la adminis-
tración como funcionarios en altos cargos, un sello de correos con-
memora el natalicio de Trujillo Molina y el congreso le otorga el título
de “Benefactor de la Patria” y Presidente del Club Unión, lugar de
reuniones habituales de la flor y nata de la gente adinerada de la
República Dominicana. A manera de imán, el poder de Trujillo Molina
atrajo a antiguos opositores y críticos y éstos conversos se empeña-
ron a fondo por demostrar su lealtad al dictador10.
A su hijo de cuatro años de edad Rafael Leonidas Trujillo Martínez
se le nombró Coronel del Ejército “…en mérito a los servicios…” y los
salarios de los empleados públicos se redujo en un 10%. Estas deci-
siones corrieron de manera paralela al zarpazo (tal vez el primero)
dado a los bienes públicos o la utilización de los mismos a su favor
como lo permite inferir el hecho de que, con dinero del erario, se
creara la “Compañía de Seguros San Rafael” y el dictador fuera el

9. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 26.


10. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 27.
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mayor accionista. Lo anterior se complementó con su designación,


mediante ley, en el rango de “Generalísimo”11. Como era de esperarse,
la convención del Partido Dominicano en enero de 1934 proclamó a
Trujillo Molina como candidato a la presidencia de la república. Ce-
lebradas las elecciones el 16 de mayo de ese mismo año, los resulta-
dos arrojaron que el 100% de los votos eran a favor del dictador. En
esta misma jornada electoral fue electa una Asamblea Revisora de la
Constitución la cual sesionó entre el 5 y el 9 de junio y proclamó la 23
Constitución Política de la República Dominicana12.
Reelecto el dictador, las lisonjas y la zalamería invadió el ambien-
te político. El “Listín Diario” en una de sus notas en junio de 1934
publicó: “Hoy día 5, cumple y celebrará espléndidamente sus cin-
co años de edad, el gracioso y bello niño Rafael Leonidas Trujillo
Martínez, el más joven de los coroneles del Ejército Nacional, hijo
mimado y querido del Generalísimo Rafael Leonidas Trujillo Molina,
Honorable Presidente de la República”13. En apariencia terminaba un
gobierno e iniciaba otro, en el fondo, era la continuidad. Este segun-
do gobierno de Trujillo Molina (1934-1938) ratifica en sus cargos a los
ministros y congresistas, vincula a la burocracia a cuñados, tíos, papá
y hermanos, salvo leves y marginales modificaciones es el mismo
equipo de trabajo que inició en 1930. Durante las primeras semanas
de gobierno del “reelecto” presidente las autoridades de distintos
rangos se dedican a honrar a Trujillo Molina, en homenaje al mismo
se erige una estatua, se le otorga un “Doctorado Honoris Causa” y a
partir de entonces se le llama “Generalísimo Doctor Rafael Leonidas
Trujillo Molina, Honorable Presidente de la República, Benefactor de
la Patria”14.
El poder judicial también participó de este sainete bufo y, en esta
ocasión, un juez propuso que a Trujillo Molina se le declarara “Presi-
dente Vitalicio de la República Dominicana”15. Pero no todos los domi-
nicanos estaban hipnotizados o embrujados con el dictador. Mientras
se rumoraban conspiraciones, las protestas sociales expresaban su
descontento por la situación política, social y económica del país y el

11. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 30.


12. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 31.
13. Ibíd.
14. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 32.
15. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 33.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 71

gobierno de Trujillo Molina aparte de la represión, los declara ene-


migos de la patria y nuevas calles y parques llevan su nombre el cual
proponen incorporar al himno nacional. El título de “Primera Dama”
se hace extensivo a la madre Trujillo Molina y con el nombre de su
padre (José Trujillo Valdez) muerto el 10 de junio de 1935 se designan
calles y parques. En esta delirante trama, intentaron solicitar el “Pre-
mio Nobel de la Paz” para el dictador16.
Tanto el senado como la cámara convertidos en caja de resonan-
cia de los caprichos de Trujillo Molina, entre el 8 y el 9 de enero de
1936 respectivamente, siendo Santo Domingo el nombre de la capital
del país, lo cambian por “Ciudad Trujillo”. Este mismo poder legis-
lativo promulgó una expedita ley de divorcio para facilitar la sepa-
ración conyugal del dictador y un tercer matrimonio. No satisfecho
con el cargo de presidente, concentra en sus manos la comandancia
del Ejército, la Armada y la Aviación también como una manera de
disipar eventuales insurrecciones en el seno de las fuerzas armadas.
De idéntica manera, con los nombres de familiares se distinguieron
puentes, puertos y carreteras. A la punta más alta de una montaña se
le puso por nombre “Pico Trujillo”17.
Su perspectiva anticomunista se anticipó a la guerra fría. Admira-
dor de la dictadura franquista española, por ley promulgada el 4 de
noviembre de 1936 hizo Trujillo Molina que se prohibiera y reprimiera
al comunismo, al anarquismo y similares. En 1936 varios bustos su-
yos de mármol fueron puestos en lugares estratégicos del congreso,
instancia que declaró el día 11 de enero como el “Día del Benefactor”
y a Ramfis18 como “Protector de los Niños Pobres”. Las policías muni-
cipales se unifican en la Policía Nacional. Mientras la “Gran Cruz del
Valor” le es otorgada a Trujillo, a Doña Julia (madre) se le considera
la “Primera Madre Dominicana” y abundan las medallas conmemo-
rativas para Trujillo. Ramfis (8 años) recibe la “Medalla Militar” “…por
las excepcionales virtudes de que ha dado muestras a su tempra-
na edad…” para Trujillo Molina el “Gran Collar” y se le nombra como
el “Esclarecido Jefe” y “Primer Ciudadano Dominicano”. Mientras el

16. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 34.


17. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 37.
18. Rafael Leonidas Trujillo Martínez (5 de junio de 1929-28 de diciembre de 1969) hijo del dictador
Rafael Leonidas Trujillo Molina y María Martínez Alba.
72 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dictador atendía tales reconocimientos y distinciones, tuvo lugar la


matanza de 12000 haitianos en los primeros días de octubre de 193719.
Estados Unidos se opone a una segunda reelección de Trujillo Mo-
lina quien postula a Jacinto B. Peynado y a Manuel de Jesús Troncoso
de la Concha para presidente y vicepresidente respectivamente. Las
elecciones tuvieron lugar el 16 de mayo y se posesionaron el 16 de
agosto para gobernar entre 1938 y 1942. Quien realmente gobernaba
era Trujillo Molina a quien le otorgan el “Premio Anual del Libro” por
su obra “Reajuste de la Deuda Externa” de su autoría. En su estilo lau-
datorio el congreso el 8 de junio de 1938 declara que Trujillo Molina
ha sido “…el primero y más grande de los Jefes de Estado que ha te-
nido la República desde su fundación a la fecha…”20. Dos distinciones
fueron creadas para miembros del Ejército Nacional: “Orden del Ge-
neralísimo” y “Orden de Trujillo” y, a la par, en honor a Trujillo Molina
es creada una nueva provincia con el nombre de “Libertador”.
Para tener una idea del talante de Jacinto B. Peynado nada más
propicio que conocer sus palabras en la ceremonia de la toma de
posesión como presidente: “Bendito sea el 16 de agosto de 1930, el
instante venturoso en que un Caballero de la Divina Orden del Genio,
cuyas insignias solo Dios concede, compareció por primera vez a este
augusto recinto con un haz de resplandores en la mano, a ofrecer a su
pueblo este espléndido presente: Civilización…El iluminador se retira
del poder dejando a su sucesor, que él mismo señaló al pueblo, la ful-
gurante estela de su inmensa obra, cuya preservación será el primer
deber de la Administración que hoy se inicia”21.
Peynado confirma en sus cargos tanto a los secretarios y subsecre-
tarios como a los comandantes del Ejército y de la Policía Nacional.
Concede a Trujillo Molina todos los privilegios de que goza el Presi-
dente de la República e introduce algunos cambios en el congreso y
en la Corte Suprema. Con apenas 9 años de edad, el 26 de agosto de
1938 “…en mérito a los servicios del Coronel Rafael Leonidas Trujillo
Martínez” le asciende al rango de General de Brigada. El nuevo Pre-
sidente en su casa pone en letrero luminoso “Dios y Trujillo”, crea el
“Premio Trujillo de la Paz” y el congreso ordena que el 24 de octubre

19. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 40.


20. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 42.
21. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 43.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 73

de cada año se tribute homenaje a Trujillo Molina”. Con ocasión de un


viaje de vacaciones del dictador a Estados Unidos y Europa, el “Listín
Diario” escribe: “…en Washington el insigne estadista se entrevista-
rá con el Presidente Roosevelt, con el Secretario Hull…en Europa, el
Generalísimo Trujillo recorrerá distintas capitales, contrastando sus
ideas y sus procedimientos de hombre de Gobierno con los de los
más distinguidos estadistas europeos…”. Nadie lo recibió22.
Estando en ese viaje estalla la segunda guerra mundial y tras casi
cuatro meses fuera de la República Dominicana precipita su retorno y,
sin ser el presidente, anuncia que la República Dominicana será neu-
tral “…pero seguirá la política de los Estados Unidos por donde quiera
que éstos se dirijan”23. El día 5 de noviembre de 1939 tras su arribo al
país, se le tributó un apoteósico recibimiento al cual a los empleados
estatales se les obligó a asistir lo mismo que a la población en gene-
ral dado que había sido declarado “Día de Fiesta Nacional”. Peynado
muere el 7 de marzo de 1940 y el 8 asume Troncoso de la Concha
quien gobernó entre esta fecha y 1942.
Al tomar posesión del cargo afirmó ante los “Honorables Miembros
de la Asamblea Nacional”, que el juramento que acababa de pres-
tar en el sentido de respetar la Constitución, las leyes y desempeñar
fielmente el cargo de Presidente de la República, no era suficiente, y
agregó “Yo quiero jurar también, Señores, que seré un continuador
fiel de la obra política iniciada en 1930 por el Jefe Supremo y Director
del Partido Dominicano, Rafael Leonidas Trujillo Molina y que sólo en
él buscaré inspiración y apoyo para continuar esta obra que es suya y
a la cual debe la Nación la felicidad de su presente y el aseguramien-
to de su porvenir”24.
Troncoso de la Concha actuó de manera similar al fallecido Peyna-
do. Ratificó a los funcionarios e impulsó medidas para congraciarse
con el dictador. En primer lugar a través de una ley del 25 de mayo
de 1940 creó el “Premio Julia Molina de Maternidad” y, en segunda
instancia, el “Premio Escolar Ramfis”. Lo único que Trujillo Molina le
permite a Troncoso de la Concha es nombrar a dos de sus hijos como

22. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 44.


23. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 45.
24. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 47.
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subsecretarios de Estado, de resto, todo lo controla, es el poder tras


bambalinas (hace nombrar y destituir funcionarios) y el nuevo Jefe de
Estado no ahorra esfuerzos en congraciarse con el dictador. Tal fue el
caso de crear la Guardia Universitaria “Presidente Trujillo”, declarar
joya nacional la pluma con que firma Trujillo Molina, otorgarle el tí-
tulo de “Restaurador de la Independencia Financiera” y organizar una
nueva Secretaría de Estado llamada “Despacho del Generalísimo”25.
Trujillo Molina fue nombrado catedrático de Economía Política en
la Universidad de Santo Domingo, aunque se afirma que jamás dio
una clase o conferencia. El retiro del poder de este personaje no es-
taba cerca, pues el 15 de noviembre de 1944, teniendo como antece-
dente el Partido Dominicano (1931) fundó el Partido Trujillista con el
objetivo de “…cooperar con la labor depuradora y en la reeducación
política del pueblo dominicano…”26. Habían más títulos honoríficos
por concederle, tal fue el caso de “Jefe Único del Partido Trujillista”,
“Representante Especial del Presidente de la República con rango de
Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en todos los países que
visite”27. Y establecer el “Día de José Trujillo Valdez”.
En 1941 se propuso la candidatura presidencial de Trujillo. En di-
ciembre de ese año Estados Unidos entra en la segunda guerra mun-
dial y aquél, encontrándose allá, instruye para que el Presidente Tron-
cos de la Concha le declare la guerra a Japón, Alemania e Italia. El 10
de enero de 1942 la Constitución Política de la República Dominicana
vuelve a ser objeto de una reforma y da lugar a la 24 versión de la
misma en la que sobresale la eliminación de la Vicepresidencia. Al
siguiente mes (Febrero) tiene lugar una huelga de los trabajadores del
campo azucarero “La Romana” la cual fue ferozmente reprimida a lo
que contribuyó en materia de desinformación la prensa que, dicho sea
de paso, al celebrarse el 7 de febrero el “Día del Periodista” se le llamó
al dictador el “Primer Periodista de la República”. El 16 mayo de ese
mismo año tienen lugar las elecciones para la presidencia de la repú-
blica a las que se presenta Trujillo Molina como candidato y, como era
previsible, triunfa y toma posesión del cargo el 16 de agosto de 194228.

25. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 50.


26. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 52.
27. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 53.
28. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 56.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 75

En esas condiciones se dio inicio al tercer gobierno de Trujillo Moli-


na (1942-1947) sin cambios en el gabinete ministerial y lo más relevan-
te de estos días fue la creación, en su honor, de una nueva provincia
a la que llamaron “San Rafael”. A través de una ley se establecieron
penas severas para quienes practiquen “…los bailes orgiásticos de-
nominados voudou o luá”29. Como una manera de controlar futuras
expresiones de protesta por parte de los trabajadores, fue organizado
el “V Congreso Obrero Dominicano” celebrado el 27 de febrero de 1947
y Trujillo Molina fue designado “Protector del Obrerismo Organizado”
y “Máximo Trabajador de la República”. En esa misma dirección, en
mayo de 1944 se constituyó la “Confederación de Maestros” y el pri-
mer acuerdo de tal organización sindical fue declarar a Trujillo Molina
como el “Primer Maestro de la República Dominicana”30.
En 1945 aumentaron las manifestaciones de protesta, entre ellas,
las actividades clandestinas impulsadas por estudiantes universi-
tarios. Por las propias condiciones de represión generalizada algu-
nos sectores de oposición publicaron manifiestos políticos, tras lo
cual sobrevinieron los asilos, especialmente a Venezuela, Colombia
y México. Desde este año y hasta 1948, por los asilos otorgados por
Venezuela (Rómulo Betancur) las relaciones entre los dos países fue-
ron críticas. La República Dominicana atravesaba por una situación
convulsionada, las manifestaciones de protesta aumentaron y el dia-
rio “La opinión” contrario a los demás medios de comunicación que
había asumido una posición crítica decide Trujillo Molina comprar
ese periódico. Este personaje ofrece un homenaje a Gabriela Mistral
y ésta no acepta31.
Entre marzo y mayo de 1946 tiene lugar dos fenómenos: por un
lado reconoce al Partido Comunista Dominicano, llama a la fundación
de nuevos partidos y permite el ingreso al país de algunos exiliados
y, por otro, organiza un partido obrero de signo trujillista. En el primer
caso, el Partido Socialista Popular se declara marxista, leninista y es-
talinista, además, afirman sus voceros, aspiran lograr sus objetivos “…
mediante una lucha de acuerdo con los derechos y libertades demo-
cráticos contenidos en la Constitución vigente”. Pocos días después el

29. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 59.


30. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 60.
31. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 68.
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vocero de otro partido de “izquierda” afirma que “El Partido Labora-


lista Nacional tiene ideales de verdadera amplitud: luchará por ellos
con vigor, responsabilidad y valentía; pero siempre, ¡siempre!, con un
alto sentido dominicano”32.
Esta aparente apertura es una estratagema para afianzar la dicta-
dura. En el escenario internacional Estados Unidos y algunos países
europeos expresaron sus preocupaciones por los ribetes hiperbólicos
que cada día adquiría Trujillo Molina y su régimen político. Las condi-
ciones geopolíticas tras la culminación de la segunda guerra mundial
eran desfavorables a Trujillo Molina quien creyó suficiente aparentar
cierta flexibilidad para extender y afianzar su estilo de gobierno. El
partido obrero de signo trujillista no tuvo despliegue alguno pero era
suficiente el anuncio de su existencia para generar confusión dentro
y fuera del país. Los postulados tanto del Partido Socialista Popular
como del Partido Laboralista Nacional permiten inferir su auténtica
fisonomía. Se trató de dispositivos que, a manera de muro de con-
tención, frenara las expectativas de algunos sectores de oposición al
régimen.
La Constitución Política de la República Dominicana vuelve a ser
objeto de otra reforma y fue así como el 10 de enero de 1947 entra en
vigencia la constitución número 25, adoptando el peso dominicano
como moneda nacional en vez del dólar estadunidense. En las elec-
ciones presidenciales del 16 de mayo de 1947 gana Trujillo Molina y
toma posesión del cargo, por cuarta vez, el 16 de agosto de ese mismo
año hasta 1952. Logrado su propósito con la aparente apertura, desató
dentro y fuera del país una intensa represión a todo el espectro de
la oposición. Del comunismo señaló que “…el virus infeccioso del co-
munismo lo trajeron a la República Dominicana los refugiados espa-
ñoles…”33. La mayoría de la población carcelaria eran miembros de la
oposición, mientras en New York y Cuba se organizaba la “Invasión de
Caño Confites”34 a la República Dominicana por parte de la oposición35.

32. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 70.


33. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 73.
34. Compuesta en 1947 por los batallones Sandino, Guiteras, Luperón y Máximo Gómez, la “Invasión de
Caño Confites” finalmente no se lleva a cabo por la presión ejercida por Estados Unidos. Enterado
Trujillo Molina de la invasión que partiría desde Cuba afirmó. “Desde que el primer invasor pise tierra
dominicana, comenzaremos a bombardear a la ciudad de La Habana”.
35. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 74.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 77

En este cuarto periodo presidencial de Trujillo Molina y, como con-


secuencia parcial del intento de invasión, el 9 de junio se crea la
“Comisión de Investigación de Actos Antidominicanos”, desde el 15 de
septiembre de 1947 se estableció el servicio militar obligatorio y en
junio de 1948 quedaron prohibidas las agrupaciones y organizaciones
comunistas y anarquistas36. Tras la experiencia de la oposición en la
fallida “Invasión de Caño Confites” el 19 de julio de 1949 tiene lugar un
segundo intento a través de la “Invasión de Luperón” organizada en
Guatemala y en la que participaron, además de dominicanos, nicara-
güenses, salvadoreños, costarricenses y estadounidenses. Su fracaso
fue estruendoso.
Con 20 años de edad Ramfis fue nombrado “Inspector de Embaja-
das y Legaciones con rango de Embajador Extraordinario” y se hace
acompañar de un nutrido séquito. Los dos intentos fallidos de in-
vasión caldearon el ambiente geopolítico del Caribe y era evidente
la animosidad contra la tiranía de Trujillo Molina por parte de Haití,
Cuba, Guatemala y Costa Rica. En este entorno, el congreso le otorga
poderes extraordinarios a Trujillo para declarar la guerra sin men-
cionar a país enemigo alguno. Tras la visita de una comisión de la
OEA a la República Dominicana el 27 de enero de 1950, Trujillo Molina
autoriza la libertad de algunos presos políticos pero se asegura de
estampar en cada uno de sus pasaportes la mención de “Comunista”37
sostiene De Galindez.
Con la debida antelación, dos años antes de las elecciones pre-
sidenciales, empieza la campaña reeleccionista. El 1 de julio de 1950
Trujillo Molina envía un mensaje al presidente Harry S. Truman en
los siguientes términos: “Mi gobierno está completamente identifi-
cado con la resuelta actitud asumida por el Gobierno de los Estados
Unidos”38. Ramfis aparece frecuentemente como “Embajador Capi-
tán” y, en el informe presentado por Trujillo al congreso el 27 de fe-
brero de 1951, formula divagaciones filosóficas sobre el comunismo,
la actitud anticomunista de la República Dominicana y elogia a la
España franquista. Tanto sus planteamientos sobre el comunismo
como el mensaje enviado al mandatario estadounidense hicieron

36. Ibíd.
37. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 80.
38. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 81.
78 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

parte de su estrategia por limar cualquier aspereza con Estados Uni-


dos en lo concerniente a su eventual reelección.
Para tal efecto, el 8 de febrero de 1951 la cámara “…declara de alta
conveniencia nacional la postulación del Generalísimo” para el perio-
do 1952-1957. Cinco días después el senado hace lo propio y el 17 del
mismo mes y año actúan en el mismo sentido la Corte Suprema y los
funcionarios39. Al buque insignia de la Armada Nacional se le pone el
nombre de “Presidente Trujillo” y sobresale el derroche de vistosos y
estrambóticos uniformes. A finales de marzo de 1951 intercambia zala-
meros saludos con el presidente argentino Juan Domingo Perón40. Así,
al finalizar su cuarto periodo presidencial, Trujillo Molina asciende a
su hijo Ramfis al grado de “General de Brigada” y le nombra “Jefe del
Estado Mayor de la Aviación” el mismo día 5 de junio en que cumple
23 años. Ese mismo día asciende al grado de “Mayor” a su otro hijo
Radhamés, de diez años de edad41. Antes de abandonar el cargo, en
los primeros días de agosto de 1952 crea para sí el cargo de “Coman-
dante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República” y, desde tal
posición además de ejercer el poder real, ve discurrir el gobierno de
su hermano Héctor B.
Estados Unidos le hizo saber a Trujillo Molina que no era viable
una nueva reelección por lo que éste postuló a su hermano Héctor B.
Trujillo quien, tras comicios electorales similares a los precedentes,
fue electo (todos los votos a favor y ninguno en contra) y tomó pose-
sión del cargo ante su hermano y Anastasio Somoza. Confirmó en sus
cargos a todos los funcionarios y nombró a su hermano el veterano
dictador “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Repúbli-
ca” y como ayudante a su sobrino el Teniente Coronel Virgilio García
Trujillo. En apariencia gobernaba Héctor B. Trujillo, pero en realidad
quien lo hacía era Trujillo Molina42. A finales de 1952 se traslada a
Estados Unidos como embajador y en junio de 1955 es recibido por
Franco con quien intercambian condecoraciones.
La presidencia de Héctor Bienvenido Trujillo Molina (1952-1956) fue
un espectáculo de inercias y tensiones. En primer lugar, es preciso

39. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 82.


40. Ibíd.
41. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 85.
42. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 86.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 79

señalar que el nuevo presidente no tenía autonomía para tomar deci-


siones, éstas, todas le eran consultadas a su hermano el “Comandante
en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República” por más nimias que
fuesen. Rafael Leonidas Trujillo Molina gobernaba en cuerpo ajeno.
En segunda instancia, en el ámbito social, económico, político y mili-
tar se respiraba un ambiente de suma tensión tanto por las presiones
ejercidas por la OEA y Estados Unidos como por la desconfianza y la
zozobra en las fuerzas armadas, institución en cuyo seno se incubaba
un descontento que, en parte, incidió en su asesinato. Algunos miem-
bros del grupo de personas que ejecutó el hecho, eran miembros de
las fuerzas armadas.
Con miras en el siguiente periodo presidencial (1956-1960) el “Co-
mandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República” nueva-
mente postula para tal cargo a su hermano presidente Héctor Bienve-
nido, en esta ocasión para ser reelecto, como efectivamente ocurrió.
En este segundo mandato presidencial de Héctor Bienvenido, tiene
lugar una reforma constitucional por medio de la cual es creado el
cargo de la Vicepresidencia. El señalado por Rafael Leonidas Trujillo
Molina para ocupar este cargo fue Joaquín Antonio Balaguer Ricardo43,
un curtido y probado funcionario de toda la dictadura trujillista. El
régimen político impuesto a sangre y fuego por Rafael Leonidas Truji-
llo Molina en 1930 llegaba a su fin, era claro que no aspiraba ser más
presidente ni siquiera por medio de sus hermanos o hijos. Se valió si,
en uno de sus más leales servidores, creyendo que, desde la sombra,
podía seguir ejerciendo el poder.
Estados Unidos así como promovió su irrupción al poder, ahora
presiona de manera directa y a través de la OEA al gobierno domi-
nicano para buscar salidas a la ya de por sí insostenible dictadura.
En esas condiciones, el “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas
de la República” presiona a su hermano para que renuncie y asuma
Balaguer como Presidente de la República (3 de agosto de 1960-16
de enero de 1962). Durante el mandato del presidente Balaguer tuvo
lugar el asesinato de Rafael Leonidas Trujillo Molina el 30 de mayo de

43. Secretario de la Legación Dominicana en Madrid (1932-1935), Subsecretario de la Presidencia (1936),


Subsecretario de Relaciones Exteriores (1937), Embajador Extraordinario en Colombia y Ecuador
(1940-1943 y 1943-1947), Embajador en México (1947-1949), Secretario de Educación (1949-1955)
y Secretario de Estado de Relaciones Exteriores (1955-1957).
80 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

196144. La siguiente pieza oratoria a manera de panegírico por parte


del presidente Balaguer en relación con lo acontecido a su jefe per-
mite inferir, aparte de su lealtad, su admiración hacia Trujillo Molina:
“He aquí señores tronchado por el soplo de una ráfaga leve el roble po-
deroso que durante más de 30 años desafió los rayos y salió vencedor
de todas las tempestades. El hecho horrendo consterna nuestro ánimo y
estremece su estrépito de catástrofe el alma nacional. Jamás la muerte
de un hombre produjo tal sentimiento de consternación en un pueblo
ni gravitó con mayor sensación de angustia sobre la conciencia colec-
tiva. Es que todos sabemos que con este muerto glorioso perdemos el
mejor guardián de la paz pública y al mejor defensor de la seguridad y
reposo de los hogares dominicanos. Quién hubiera dicho que un hom-
bre extraordinario a quien apenas dos días vimos partir sonriente de su
despacho del Palacio Nacional iba a volver a él pocas horas después
cobardemente inmolado, pero ahí está la tremenda realidad con toda su
elocuencia aterradora”45.

Pero Balaguer no se expresaba solo, por su intermedio lo hacía los


dominicanos que, sin necesariamente haber sido beneficiados por
el finado dictador, daban muestras de inocultable dolor. El luto de
una familia, camarilla o casta, es convertido en un asunto nacional
por cuenta de este personaje siempre consentido por la dictadura de
Trujillo Molina quien, a lo largo de toda la retórica, estratégicamente
busca mostrar al difunto, como si se tratara de un personaje que con-
vocaba a las masas y ganaba el favor de las mismas. En suma, se trató
de construir en mito sobre la vida y legado del asesinado gobernante.
En este último sentido, quien luego sería Presidente de la República
Dominicana fue claro al señalar que
“El legado que nos deja es enorme e imperecedero. Sus obras permane-
cerán mientras permanezca la república y existe en ella un solo domini-

44. En horas de la noche del 30 de mayo de 1961 Trujillo Molina fue emboscado en la Avenida George
Washington por un grupo de personas integrado por Modesto Díaz Quezada, Salvador Estrella
Sadhalá, Antonio de la Maza (en venganza por el asesinato de su hermano por orden de Trujillo), el
teniente Amado García Guerrero (había servido de escolta personal del dictador), Manuel Cáceres
Michel, general Juan Tomás Díaz (retirado intempestivamente del Ejército el año anterior), Roberto
Pastoriza, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barreras, Pedro Livio Cedeño, José Román Fernández
(Secretario de las Fuerzas Armadas) y Huáscar Tejeda (ingeniero civil) quienes, al dejar pistas en el
lugar de los hechos, pocas horas después fueron capturados por el Servicio de Inteligencia Militar y
luego seis fueron asesinados por familiares del finado, antes de abandonar el país.
45. BALAGUER, Joaquín. Panegírico. Trujillo: 31 años de historia perdida. En: https://www.youtube.com/
watch?v=zanJYkZKXIQ

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 81

cano consciente de lo que significa el tratado fronterizo, la redención de


la deuda pública, la independencia financiera, las ejecutorias cumplidas
en el campo de las obras públicas, de la agricultura, de la salud y de la
asistencia social, y de todo el bien emanado durante tres décadas de una
larga paz que ha asegurado el progreso y que ha traído el bienestar y la
tranquilidad a la familia dominicana”46.

La naturaleza obsecuente de Balaguer le impidió cualquier brizna


de morigeración y se entregó de lleno a la adulación. En el anterior
pasaje de su intervención narra algunas obras por las que los domini-
canos habrían de agradecer al dictador Trujillo Molina desconociendo
que, en términos sustantivos, el progreso y la paz solamente fueron
posible para ciertos estamentos, mientras la mayoría de los domini-
canos permanecían atrapados en las más bajas condiciones de vida,
empezando por el generalizado ambiente de terror que les impedía
vivir en paz. Pretendió Balaguer utilizar el sepelio de su mentor para
realzar, aún más y de manera pública su lealtad y, de ese modo, mos-
trarse como su obligado sucesor.
“¡Qué grande fue Trujillo y cómo se proyecta su estatura de prócer sobre
la historia dominicana! Fue humano, demasiado humano muchas veces,
pero sus mismos errores merecen nuestro respeto porque fueron hijos de
su pasión desvelada por el orden y del concepto mesiánico que tuvo de
su misión como hombre público y como conductor del Estado. Su fe reli-
giosa por ejemplo permaneció incólume y el último de los pensamientos
que dejó escrito de su puño y letra y que entregó a uno de sus secretarios
particulares el mismo día de su muerte era la preparación de un discurso
que se proponía pronunciar en la ceremonia inaugural del templo adven-
tista pone en evidencia esa convicción inseparable de su carácter. Estoy
convencido de que todos los cristianos tienen las mismas oportunidades
y los mismos privilegios ante Dios. Haga referencia a aquella frase de Je-
sús “Yo soy el camino, la verdad y la vida. El que crea en mí, aunque esté
muerto, vivirá”47.

Tuvo especial cuidado Balaguer en su oración fúnebre, de limpiar


la maltrecha y desprestigiada imagen del dictador. Primero lo presen-
ta como un hombre de fe, sin maldad y generoso. Con posterioridad,
se esfuerza en hacerle ver como víctima de aleves ataques e incom-
prensiones por parte de sus conciudadanos. Es claro que en este tipo
de discursos, incluso desde la antigüedad clásica, se apela al enco-

46. Ibíd.
47. Ibíd.
82 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

mio para sobrevalorar a los difuntos a partir de dones y de rasgos,


ausentes en unos casos y en otros apenas tenues, para ponerle como
arquetipo a las nuevas generaciones y recordarle, a las presentes, que
la grandeza humana existe, por lo que sentenció Balaguer en aquella
ocasión
“Al mismo tiempo que un hombre que tuvo una confianza ciega en Dios
y en el destino, Trujillo fue fundamentalmente bueno. Bajo su pecho de
acero latía un corazón inmensamente magnánimo. Solo una voluntad
granítica como la suya pudo resistir sin caer en excesos imperdonables y
en venganzas inútiles. El cúmulo de acechanzas insólitas, de delaciones
infames y de insinuaciones perversas que llegan a diario a través de al-
gunos de sus colaboradores hasta la mesa agobiada de los problemas de
este dominador de la fortuna. Sobre sus hombros se han cargado muchas
deudas que él no contrajo jamás y cuya responsabilidad corresponde a
los maestros de la adulación y de la intriga”48.

Cierra Balaguer su emotivo discurso, reclamándose como “hijo es-


piritual” de Trujillo Molina y prometiendo continuidad a la obra del
dictador como, en efecto ocurrió. Y nada más propicia la ocasión
para hacerlo, pues la adusta, flemática y vengativa familia ungieron
a Balaguer como la persona que regiría los destinos de la República
Dominicana y, sedienta de sangre, necesitaba un cómplice desde la
presidencia de la república para saciar su morbosa venganza. De igual
modo, tanto Estados Unidos como la iglesia católica hicieron el afir-
mativo guiño para que el adolorido sirviente fungiese en el cargo de-
jado por el dictador quien finalizó su intervención del siguiente modo
“Querido jefe, hasta luego. Tus hijos espirituales veteranos de las campa-
ñas que libraste durante más de 30 años para engrandecer la república y
estabilizar el Estado, la tierra de San Cristóbal, la misma en la que bebiste
por primera vez el agua de sus ríos será propicia y en ella hallarás, al fin
encontrarás el descanso que te negó la vida. Que Dios te reciba en su seno
y que tus restos perecederos al transmutarse más allá de la tumba en vi-
gor espiritual y en materia impalpable contribuyan a vivificar la tierra que
tanto amaste para que la conciencia de la patria se siga nutriendo con la
cal y con la alegría de tus huesos en la infinidad de los tiempos”49.

Entre el 30 de mayo de 1961 y el 18 de noviembre del mismo año


ocurrieron una serie de acontecimientos en la República Dominica-

48. Ibíd.
49. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 83

na que marcarían el destino de la transición a la democracia en esa


nación. Por no encontrar un término más apropiado, denominaremos
“trujillismo” a toda la herencia, impacto, influjo y marca dejada por
Trujillo en todos los órdenes. Su muerte no significó la terminación
inmediata de la dictadura. Por el contrario, Ramfis, sus tíos Héctor B. y
José Arismendi Trujillo Molina, así como la mayor parte de la jerarquía
militar y políticos que habían servido a la dictadura y medrado a la
familia del dictador, se empeñaron en preservar el control del poder
y del gobierno nacional. Desde luego, no tenían la vesania del finado
Trujillo Molina para someter a todos los dominicanos.
Estos herederos directos del trujillismo de la mano con el presi-
dente Balaguer, adelantaron gestiones ente Estados Unidos y la OEA
para que cesaran las presiones y sanciones impuestas a la República
Dominicana desde agosto de 196050. Como una manera de congraciar-
se con el gobierno de Estados Unidos (John F. Kennedy) permitieron
el regreso de exiliados políticos y la fundación de partidos políticos.
Los dominicanos empezaron a conocer la libertad de pensamiento,
expresión y locomoción, así como a participar en política a través de
partidos políticos distintos a los del régimen imperante. En este nue-
vo ambiente, en julio de 1961 organizaciones políticas iniciaron activi-
dades públicas, tales como el Partido Revolucionario Dominicano51, el
Movimiento Revolucionario 14 de junio52 y la Unión Cívica Nacional53.
Mientras el trujillismo se aferraba al poder y flexibilizaba un poco
su tiranía por presiones externas, en la República Dominicana pese
a que no cesaba el terror y la violencia, amplios sectores sociales, a
veces de manera espontánea y anárquica, daban muestras de haberle
perdido el miedo a la represión proveniente del Ejército Nacional, de
la Policía Nacional y del Servicio de Inteligencia Militar. Las masivas
protestas públicas se hicieron más frecuentes exigiendo la salida de
los Trujillo del país, la renuncia del presidente Balaguer y los principa-
les colaboradores de la dictadura. El punto que precipitó la huida de

50. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/
51. Fundado en Cuba en 1939. Su máximo líder era Juan Bosch quien, en alguna ocasión refiriéndose a
Trujillo Molina, lo llamó “Honorable Jefe”.
52. Posteriormente cambió su nombre por el de Agrupación Política 14 de Junio.
53. Integrado principalmente por dominicanos de las clases media y alta.
84 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

los Trujillo fue el pronunciamiento que en su contra hicieron los ge-


nerales Pedro Ramón Rodríguez Echavarría y Andrés Rodríguez Reyes54.
Ramfis huyó a París (Francia) el 18 de noviembre y los demás miem-
bros de su familia lo hicieron a otros país, pero antes, en la Hacienda
María (de propiedad de la familia Trujillo), asesinó a seis55 de los impli-
cados en el asesinato de su padre quienes, estando presos desde el 30
de mayo, habían sido sometidos a torturas y vejámenes de todo tipo.
Tras la huida de la familia del dictador Trujillo Molina, la mayoría de la
población expresó su alegría en las calles, a cuyo paso derribaron bus-
tos, estatuas, letreros y todo aquello que simbolizara o tuviese alguna
relación con Trujillo Molina y su familia56. Algunas de sus propiedades
fueron destruidas y otras tomadas por la muchedumbre para sí. La ca-
pital de la República Dominicana recuperó su nombre de Santo Domin-
go. La catarsis colectiva se expresó de distintos modos: incertidumbre
y pánico en los seguidores de Trujillo Molina y alegría y optimismo en
los opositores, una y otra condición se reflejaron en el nuevo contexto
político con el que se inicia la transición a la democracia en la Repú-
blica Dominicana, tema del capítulo tres de esta investigación.

2.2 La dictadura en la República de Haití


Se le atribuye a François Duvalier haber afirmado que “Ésta no es
una democracia francesa, alemana o norteamericana, ni siquiera es
una democracia latinoamericana; ésta es una democracia africana”.
La anterior expresión atribuida al presidente haitiano François Du-
valier revela en términos palmarios el horizonte conceptual e ideo-
lógico sobre el que sustentó su dictadura. En verdad, tal vez se trata
de un caso inédito en la historia política de occidente en el sentido
de que un régimen político, en este caso una dictadura, pretendió
erigirse sobre postulados racistas, religiosos (animistas) y culturales

54. BALAGUER, Joaquín. Op. Cit.


55. Salvador Estrella Sadhalá, Luis Manuel Cáceres Michel, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejada, Pedro
Livio Cedeño y Modesto Díaz Quezada.
56. En la ciudad existían 1217 altaneras estatuas de Trujillo, esculpidas, moldeadas y fundidas en toda clase
de materiales nobles, y en toda las posiciones imaginables: a caballo, con toga, pedestres, heroicas.
En cada hogar dominicano, una placa votiva rezaba: En esta casa, Trujillo es el jefe. En: http://www.
eltiempo.com/archivo/documento/MAM-83966

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 85

(de África), lugar de origen de la mayoría de la población haitiana. Al


margen de los alcances y las limitaciones de ese intento, es preciso
señalar que, desde entonces, el acontecer político haitiano, estuvo
determinado por las consecuencias de tales prácticas. Por tanto, es
necesario esbozar esos tres postulados (racismo, animismo y cultura
vernácula africana).
Tanto François Duvalier (1957-1971) presidente constitucional entre
el 22 de octubre de 1957 y el 22 de junio de 1964 y presidente vitali-
cio entre el 22 de junio de 1964 y el 21 de abril de 1971, como su hijo
Jean-Claude Duvalier a quien en los estertores de su régimen y en
el ocaso de su vida designó presidente vitalicio quien gobernó entre
el 21 de abril de 1971 y el 7 de febrero de 1986 cuando fue derrocado;
ambos, igual de Rafael Leonidas Trujillo Molina (República Dominica-
na) en materia política son hijos legítimos de Estados Unidos por la
invasión militar que hizo éste país a las dos naciones caribeñas. Las
medidas de fuerza, el militarismo, el caudillismo57 y la corrupción im-
pidieron la formación de un ethos a favor de regímenes democráticos
y, consecuentemente, el desarrollo de gobiernos civiles.
Así como Trujillo Molina en la República Dominicana se apoyó en
presidentes títeres, lo propio hizo Estados Unidos tras la ocupación
militar de Haití (28 de julio de 1915 y 1 de agosto de 1934). En su
orden, ellos fueron: Joseph Davilmar Théodore58 1914-1915, Vilbrun
Guillaume Sam59 1915, Philippe Sudré Dartiguenave60 1915-1922, Louis

57. SANDOVAL RODRÍGUEZ, Isaac. Las crisis políticas latinoamericanas y el militarismo. México: Siglo
XXI, cuarta edición, 1979. p. 93.
58. De origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 7 de noviembre de 1914 y
el 22 de febrero de 1915. Fue el artífice de la entrega a Estados Unidos de la administración de la
aduana, los ferrocarriles y los bancos.
59. También de origen militar, ejerció la presidencia de la República de Haití entre el 4 de marzo y el 27
de julio de 1915. Reprimió con ferocidad a la oposición. En una de esas acciones, ordenó el asesinato
de cerca de 167 presos políticos. La población se subleva, Sam se asila en la embajada de Francia de
donde es sacado por la muchedumbre, siendo arrastrado hasta su muerte y descuartizado el cadáver.
Enterado del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson de los acontecimientos, creyó ver cerca
la toma del poder de un haitiano supuestamente antiestadounidense (Rosalvo Bobo), una probable
invasión alemana (empresas alemanas controlaban casi el 80% del comercio de Haití) o francesa y
amenazas contra los intereses de Estados Unidos, por lo que ordenó la invasión militar de Haití.
60. Primer presidente de Haití (12 de agosto de 1915 - 15 de mayo de 1922), durante la invasión de
Estados Unidos. Firma con el país invasor un tratado (ratificado por el congreso haitiano) por medio
del cual legaliza y legitima la invasión militar estadounidense, se disuelve el ejército haitiano y pone
las finanzas y el gobierno bajo control de Estados Unidos durante un lapso de 20 años. En el marco de
la elaboración de una nueva constitución política para Haití, algunas diferencias entre Dartiguenave
86 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Borno61 1922-1930, Louis Eugène Roy 1930 y Sténio Joseph Vincent62


1930-1941. Los anteriores presidentes lo fueron en materia formal, ad-
ministraban algunos negocios de la vida pública, pero el poder real lo
ejerció Estados Unidos a través de sus agentes, los efectivos militares
e incluso definió políticas de inversión como construcción de obras
de infraestructura.
El cambio de gobierno entre Sténio Joseph Vincent y su sucesor
tuvo lugar en condiciones normales. En efecto, Elie Lescot fungió como
presidente de Haití entre el 15 de mayo de 1941 y el 11 de enero de
1946, cuando a raíz de una serie de protestas populares fue derrocado
por un golpe de Estado por una junta militar de la que hicieron parte
los oficiales Garde Calixte, Franck Lavaud, Antoine Levelt y Dumarsais
Estimé. En 1946, François Duvalier había ingresado al Movimiento de
Obreros y Campesinos (MOP), organización que participó en el derro-
camiento de Lescot. Lavaud fungió como presidente provisional entre
el 11 de enero y el 16 de agosto de 1946. Le sucedió Dumarsais Estimé
quien gobernó a Haití entre el 16 de agosto de 1946 y el 10 de mayo
de 1950 (siendo obligado a renunciar por el Ejército).
Le sucedió Franck Lavaud (entre el 10 de mayo y el 6 de diciembre
de 1950) y a éste, Paul Eugéne Magloire (6 de diciembre de 1950 – 12 de
diciembre de 1956) constituyéndose en el primer presidente haitiano
elegido por sufragio universal. Luego hay una sucesión de presiden-
tes en un corto lapso, lo cual refleja la enorme inestabilidad política
de Haití: Joseph Nemours Pierre-Louis (entre el 12 de diciembre de
1956 y el 3 de febrero de 1957), Franck Sylvain (entre el 7 de febrero y
el 2 de abril de 1957), Daniel Fignolé (entre el 25 de mayo y el 14 de
junio de 1957), Antonio Thrasybule Kébreau (entre el 14 de junio y el
22 de octubre 1957).
Es en este ambiente en el que hace irrupción François Duvalier
(22 de octubre de 1957 – 22 de abril de 1971). Inicialmente se había
desempeñado en 1946 como Director General del Servicio Sanitario

y la representación de Estados Unidos precipitaron la destitución de aquél a través del Consejo de


Estado (Constitución Política de 1918).
61. Presidente de Haití (10 de abril de 1922 – 15 de mayo de 1930) Su salida del poder fue decidida por
Estados Unidos.
62. Presidente de Haití (18 de noviembre de 1930 – 15 de mayo de 1941). Con un discurso nacionalista,
fue elegido por una Asamblea Nacional. Pese al retiro militar de Haití por parte de Estados Unidos,
éste país continuó ejerciendo una especie de poder de factor.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 87

y, posteriormente, en 1949 como Ministro de Sanidad y Trabajo. En el


marco de una nueva constitución política, es elegido en 1957 como
presidente por seis años. Las elecciones presidenciales de 1957 en
Haití se caracterizaron por la polarización, la pugnacidad, la tensión
y, sobretodo, por la desaparición de adversarios de François Duvalier
quien, tras su victoria electoral, la emprendió contra los mulatos y
sus propiedades que, de inmediato, pasaron a manos de familiares y
amigos de François Duvalier.
Acto seguido, centró sus ataques a la iglesia católica (al conside-
rarla subversiva), fomentó el vudú hasta entonces casi clandestino
y, al considerar europeizante la educación, intentó suplirla por con-
cepciones africanistas. Una vez en el poder, François Duvalier relegó
a un segundo plano al Ejército y creó una organización paramilitar
denominada “Voluntarios para la Seguridad Nacional” más conoci-
da como los “Tonton Macoutes”, una organización cuyos miembros
fueron reclutados entre los sectores de trabajadores y campesinos
más vulnerables económica, social y políticamente. Sin remuneración
formal alguna, su sustento provenía de la comisión de todo tipo de
crímenes e, inspirados en el esoterismo, también protegían al mismo
François Duvalier63.
Una vez establecida la dictadura en 1957, François Duvalier y luego
su hijo, ambos atornillados en el poder, permanecieron en él durante
28 años y cinco meses. Su régimen combinó la autocracia, algunos
elementos modernizantes en el Estado, así como la política contrain-
surgente liderada por Estados Unidos en toda América Latina antes,
durante y después de la guerra fría. Sometió el poder judicial y le-
gislativo. Se apoyó, principalmente, en los “Tonton Macoutes” orga-
nización que alcanzó a tener aproximadamente 40.000 hombres en
armas, en desmedro de un reducido ejército que apenas contaba con
7.500 efectivos. En el ocaso de su vida, la dictadura unipersonal la
transformó en una especie de presidencia vitalicia, sustentada en un
férreo sistema de represión en todos los ámbitos.
El terrorismo de Estado, el miedo generalizado, la corrupción, la
manipulación ideológica, la despolitización, la represión, la intimida-
ción y el chantaje se convirtieron en la característica predominante

63. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. El conflicto de Haití. Instituto de Estudios Internacionales y Europeos
“Francisco de Vitoria”, Ministerio de Defensa, Universidad Carlos III, Madrid, 2011. p. 82.
88 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

del régimen dictatorial de François Duvalier en todo caso defendido a


ultranza por Estados Unidos. Éste dictador llevó a Haití a la sombría
condición de país mendicante en el escenario internacional, a un ma-
yor endeudamiento y, consecuentemente, a una mayor dependencia.
Huelga decir que la condición social de la población haitiana empeo-
ró más de lo que ya de por sí estaba. El promedio de vida se calculó
en 55 años, pues los índices de morbilidad, mortalidad asociados en
general a las condiciones de salubridad, a la alimentación y a los há-
bitos culturales, se convirtieron en los más altos de América Latina.
Dos pilares sostuvieron la dictadura haitiana de los Duvalier (padre
e hijo): formalmente el ejército (pero en el fondo fueron los “Tonton
Macoutes”) y Estados Unidos. Como se ha indicado, tal organización
paramilitar superó en número y fuerza al mismo ejército. Tuvo una
adscripción personal a los Duvalier y no al Estado, sus prácticas con-
virtieron a los “Tonton Macoutes” en el arquetipo del fenómeno pa-
ramilitar auspiciado por Estados Unidos desde inicios del siglo XX en
América Latina, como un irregular dispositivo contrainsurgente64. Esta
nación, a raíz de lo aprendido a Francia en su terror desatado en las
colonias que luchaban por su independencia, profundizó su estrate-
gia contrainsurgente por medio de organizaciones paramilitares, des-
de los años sesenta del siglo XX. Por su parte el ejército fue relegado
al cumplimiento de funciones protocolarias y de poca relevancia.
Es de advertir que el entrenamiento de los “Tonton Macoutes” es-
tuvo a cargo de miembros de las misiones militares estadounidenses,
así como de militares haitianos proclives a Duvalier. Desde el punto
de vista de Carlos Enrique Murgueitio Manrique “Los Tontons Macou-
tes, eran siervos, mercenarios o matones del régimen, y si bien sus
orígenes en términos mayoritarios correspondían a una extracción
social popular, rural y urbana, también estaban compuestos por per-
sonas de diversa índole. Algunos habían salido de las filas de las cla-
ses dirigentes, terratenientes a nivel regional que reclutaban ejércitos
para ejercer terror en zonas respectivas, otros eran antiguos oficiales

64. El fenómeno paramilitar en América Latina es incomprensible al margen de la geopolítica


contrainsurgente impuesta por Estados Unidos en los países de la región desde inicios del siglo
XX. Desde entonces, los países caribeños, centroamericanos, andinos, orientales y del cono sur
adoptaron, en el marco de sus particulares condiciones, organizaciones que según cada coyuntura,
han recibido distintas denominaciones, pero iguales los propósitos, en sentido de aniquilar todo
tipo de expresiones críticas del statu quo, por mecanismos propios del terrorismo de Estado.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 89

ambiciosos de buscar fortuna, sedientos de autoridad y de poder,


propensos a la criminalidad”65.
Según este mismo autor “También conformaban un grupo numero-
so los campesinos llevados a jugar un papel oportunista, por la nece-
sidad de ganarse la vida e incluso por la necesidad de protegerse del
régimen. Estas milicias sin instrucción ni sentido de responsabilidad
se atribuían funciones policiales, combinadas con actitudes por fuera
de la ley, asestaban arrestos arbitrarios, persecuciones, ejecuciones
sumarias, exterminio de familias enteras, extorsiones y otras activi-
dades siniestras”66. Es claro que el fenómeno de las organizaciones
paramilitares así caracterizadas, corresponde a una estrategia conti-
nental por parte de Estados Unidos que, de acuerdo a las condiciones
de cada país, insinúa, promueve y protege.
Con los roles asumidos por Estados Unidos en ésta y en las de-
más dictaduras de derecha en América Latina, se pone en escena que
para dicha nación, la democracia, los regímenes civiles, la convivencia
pacífica, el desarrollo social y la paz no han sido ni son valores que
interese cultivar y defender. Por el contrario, siempre promovieron
golpes de Estado, sostuvieron dictaduras, convivieron con criminales
convertidos en dictadores y en “presidentes”, cuando de defender sus
particulares intereses se trata y, el caso de la dictadura de los Duva-
lier en Haití, no fue la excepción. Una vez esos aliados cumplieron
eficazmente las tareas asignadas, urdieron su salida del poder y su
posterior protección.
Duvalier, como estrategia para asegurar su permanencia en el po-
der, introdujo reformas sustanciales en el ejército, en el sentido de
desvincular de la institución a los oficiales de alto rango y reempla-
zarlos por oficiales jóvenes. De este modo, alejó las posibilidades de
que, desde el mismo ejército, se incubara, por lo menos en el corto
tiempo, un movimiento en su contra y diera al traste con su proyecto
político. Los oficiales jóvenes por su parte, adolecían de experiencia
golpista, no tenían planteamientos políticos definidos y eran leales a
Duvalier. En un país con altas tasas de desempleo estructural, la ca-
rrera de las armas resulta una atractiva oportunidad.

65. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. La Dictadura de Duvalier en Haití y la Política de Contención
al Comunismo en las repúblicas insulares del Caribe, (1957 – 1963), 14.
66. Ibíd.
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En el mismo sentido actuó frente a los cargos burocráticos. Dado el


anterior paso, Duvalier eliminó a la oposición, a los neutrales y a los
indecisos. El requisito sine qua non para ser parte del plantel buro-
crático, en cada uno de sus niveles, era ser obsecuente, seguro segui-
dor y admirador de Duvalier. De ese modo, la administración pública
haitiana cayó en manos de funcionarios incompetentes, ignorantes y
venales otros. Por esa vía, la corrupción cubrió todas las esferas tanto
de lo público como de lo privado. De igual modo la malversación del
erario, la improvisación y la informalidad terminaron por minar los ya
de por sí escasos presupuestos. Cada quien veía en sus respectivos
cargos la oportunidad para resolver sus problemas personales (eco-
nómicos principalmente).
Como queda expuesto, al igual que Rafael Leonidas Trujillo Molina,
François Duvalier es hijo legítimo del imperialismo estadounidense
y de su geopolítica en la coyuntura de la guerra fría. Se trata de una
generación de dictadores que comparten algunos rasgos generales
como el ser de origen mayoritariamente popular; sin ser todos de
formación militar, fueron testigos directos de las invasiones de Esta-
dos Unidos a sus países o a otras naciones de la región; su acendrado
catolicismo rayano en el fundamentalismo no excluyó otras prácticas
espirituales; entender los destinos de sus países como la vida de ellos
mismos y viceversa; ejercer el poder de manera autoritaria, mesiánica
y despótica y, además, hacer de sus gobiernos una vía expedita para
el enriquecimiento personal y familiar.
Este prototipo de dictadores se convirtió en los peones de brega
de Estados Unidos en su política de contención del comunismo, en la
coyuntura de la guerra fría. La situación de Haití bien puede ser con-
siderada como un ensayo práctico de la efectividad de la adopción de
la Doctrina de la Seguridad Nacional por régimen político alguno. Las
sucesivas dictaduras implementaron tales concepciones en las que,
el terrorismo de Estado, tomó rango de política de Estado no sólo
en las dictaduras militares sino incluso en los regímenes civiles. Las
acciones gubernamentales se redujeron a la represión ilimitada de la
oposición y el conjunto de organismos armados estatales se convir-
tieron en una especie de ejército de ocupación.
Algunos sectores opositores a Duvalier no descartaron la vía ar-
mada para terminar la dictadura. En otros países de América Lati-
na también se ensayaban estrategias bélicas e invasiones por parte
de exiliados, algunos de ellos con modesta o precaria formación en

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 91

asuntos de táctica estrategia militar en esa década de los años sesen-


ta. Según Gerard Pierre-Charles “Se produce una serie de desembar-
cos procedentes de Santo Domingo (que aprovechaban la simpatía
del gobierno de Bosch por la lucha antidictatorial en Haití) e incluso
un desembarco procedente de Estados Unidos, que agrupaba fun-
damentalmente a miembros de la pequeña burguesía radicalizada”67.
Para formalizar las decisiones gubernamentales y el ejercicio del
poder, Duvalier creó El Parti pour l´Unité Nationale, a la usanza de lo
actuado por Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Domini-
cana con el Partido Dominicano. En el caso de Haití, ese partido tuvo
como propósito articular los posibles apoyos políticos a la dictadura,
de igual modo, fingir cierta institucionalidad y, además, domesticar
políticamente a la población, en el sentido de que quien no pertene-
ciese a tal colectividad quedaba excluido, ipso facto, de cualquier po-
sibilidad de participar en la vida política del país. Esta efectiva forma
de exclusión política, también lo fue en el campo social, económico
y cultural. Este tipo de “apartheid” inverso al conocido en Sudáfrica,
ahondó las diferencias por razones de riqueza, raza y religión.
Se afirma que Duvalier, emprendió una sistemática persecución a
quienes consideró sus enemigos políticos en el transcurso de las elec-
ciones de 1957. La represión empezó configurando procesos judiciales
contra ellos. Ese año se convirtió en el año de los procesos políticos,
algunos de los detenidos fueron condenados a muerte y otros fueron
puestos en prisión bajo penas de tres a cinco años, con fundamento
de pruebas y testigos falsos, procedimientos viciados de nulidad y sin
garantía para los procesados. Se estima que “Los jueces perdieron sus
inmunidades de inamovilidad y se nombraron sustitutos por hombres
incondicionales al mismo tiempo que empezaron las presiones de
todo género contra los órganos de prensa que sostenían posiciones
de inconformidad dentro de una oposición legalista y constitucional,
algunos de ellos fueron cerrados e ilegalizados como: Foi Social, Mo-
pisme Integral, Haïti Miroir, l’Independence y Le Patriote”68.
Otro de los rasgos de la dictadura de Duvalier fue su actuación en
el campo de la educación. Asesorado por personal de la embajada

67. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr
de 1979); p. 129-134.
68. MURGUEITIO MANRIQUE, Carlos Alberto. Op. Cit., p. 9.
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estadounidense, sobre las universidades actuó con particular encono.


Consideró errada la educación impartida hasta entonces y las refor-
mas introducidas al sistema universitario haitiano, aparte de profun-
dizar el confesionalismo, estuvieron encaminadas a realzar la africani-
dad y a la formación de mano de obra medianamente calificada para
las empresas multinacionales con presencia en Haití. El poco cultivo
de pensamiento crítico, social y humanístico existente, fue extirpado
por considerársele improductivo, pernicioso y dañino para el país.
En esa misma dirección, las organizaciones estudiantiles en todos
sus niveles fueron infiltradas, reprimidas y luego desvertebradas. Si-
milar suerte corrieron los sindicatos, cooperativas y demás organiza-
ciones de estirpe popular, mulata o blanca. Miembros de unas y otras,
en número indeterminado, fueron encarcelados, juzgados, torturados
y asesinados, sin fórmula de juicio alguno y sin ningún tipo de garan-
tías procesales, tanto en las cárceles, como en las vías públicas, en
sus lugares de trabajo o en sus viviendas. El rango social de sospe-
chosos para el régimen dictatorial de Duvalier se amplió y traspasó
no solo las clases sociales sino también las fronteras.
La población en general quedó atrapada en un miedo paralizante.
La sospecha quebró el incipiente tejido social existente. La descon-
fianza mutua entre vecinos dañó las amistades, los lazos familiares se
rompieron, la paranoia se extendió y, al mejor estilo de la inquisición,
hubo casos de autoinculpaciones, aplicación de torturas para obtener
confesiones, juicios en ausencia y fusilamientos e incineraciones en
efigie. En estas condiciones se afianzó la dictadura en Haití, impuso
su modelo económico, moldeó las instituciones, se puso al incondi-
cional servicio de Estados Unidos y sometió al pueblo haitiano a una
de las más feroces dictaduras conocidas en occidente.
Como consecuencia directa de las situaciones atrás expuestas, la
economía haitiana colapsó. Si bien es cierto Duvalier en sus propó-
sitos gubernamentales adujo la intención de superar fenómenos es-
tructurales de la población tales como el analfabetismo, la insalubri-
dad, la pobreza multisectorial, la exclusión, el desempleo, el atraso del
campo y la anomia generalizada; los logros, antes que nulos, fueron a
la inversa. Los mencionados fenómenos crecieron exponencialmente,
entre otras razones, por circunstancias asociadas a la corrupción, la
improvisación, el caudillismo y, en general, por falta de un ambiente
político que facilitara la concordia entre los haitianos y la confianza
en las instituciones.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 93

Contradictoriamente Duvalier había pregonado que “…la tierra de-


bería pertenecer a quien la trabajase…” pero lo que ocurrió fue una
especie de contrarreforma agraria en el sentido de que, en un país con
la población mayoritariamente rural (como era el caso de Haití) ésta
fue despojada de sus propiedades. Una parte de las mismas pasaron
a manos de terratenientes quienes no necesariamente le dieron un
uso productivo ni generaron empleos y, la otra, quedó en poder de
Duvalier para prodigar favores y mantener cautivo a un importante
sector de la población a cambio de su apoyo y lealtad. El capital ex-
tranjero, concretamente las multinacionales de origen estadouniden-
se fueron las más beneficiadas por la política agraria de la dictadura.
De lo anterior se colige que, en materia agraria, primó una eco-
nomía de enclave en todo Haití, especialmente a partir de la expor-
tación de maderas finas a Estados Unidos y Europa. Especies nativas
fueron extinguidas, los nacimientos o fuentes de agua se secaron.
Toda la dinámica de la biomasa se alteró, los animales (domésticos
y silvestres) escasearon, el clima y los microclimas se trastocaron y
sobrevinieron las erosiones, las prolongadas sequías, los largos pe-
riodos de lluvia, los desastres, las plagas y, desde luego, la escasez de
alimentos y la hambruna para la población que, como consecuencia
de lo anterior, se tornó más vulnerable a todo tipo de enfermedades,
generalizándose la pobreza y la inseguridad.
Como se expuso en párrafos anteriores, el vudú fue la columna
vertebral de la dictadura de Duvalier. Sea lo primero señalar que par-
te de la economía haitiana a mediados del siglo XIX se vio interferida
de manera negativa por la naturaleza excluyente y segregacionista
de las teorías africanistas. La población blanca y mestiza que había
hecho importantes inversiones económicas en Haití, fue objeto de
innumerables hechos de acoso y represión. En el caso del dictador en
comento, se retoman tales planteamientos con mayor brío lo cual da
lugar a una especie de teocracia. Era entonces Haití, un país en cuyo
seno se contraponían, por un lado, los cultos ancestrales de quienes
en África habían sido esclavizados y trasladados a América y la doctri-
na cristiana impuesta a sangre y fuego por los españoles inicialmen-
te, y luego reforzada por el dominio francés69.

69. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 69.


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El vudú se convirtió en una especie de matriz desde la cual, gobier-


nos de distintas tipologías, orientaron los destinos de Haití. Ocurre
aquí una curiosa e interesante similitud entre religión e ideología.
Pues mientras los miembros de una comunidad religiosa son creyen-
tes, los de una comunidad ideológica son creyentes. Si la religión es
fruto de la creación humana y sirve de argamasa social, la ideología
es una fuerza social. La religión admite la autoridad y la revelación
como fuentes de conocimiento, y por su parte la ideología acepta la
verdad del poder. En el caso de la religión el código de conducta es la
fe y en la ideología es la defensa del dogma y los intereses creados.
Para la religión el conocimiento dogmático es un punto de partida
y las ideologías validan el dogmatismo. La religión se sustenta en
mitos y las ideologías los incluyen. Si los fines de la religión son la
salvación, explicada y analizada con ayuda de textos sagrados; los de
la ideología son casi todos prácticos y promete una sociedad mejor70
y, además tanto la religión como la ideología se sustentan en el culto,
la adoración y la obediencia.
En esos términos, las fronteras entre religión e ideología, aparte de
difusas, terminaron ambas instancias retroalimentándose, en el sen-
tido de la construcción social del enemigo. En primer lugar, desde el
vudú a los no practicantes de dicha religión, a los indecisos, a los
opositores o a quienes profesaran otros credos fueron puestos en la
picota pública y dignos de hacérseles la guerra por vías legales e ilega-
les hasta su exterminio. En segunda instancia, el fanatismo ideológico
creó un ambiente generalizado de intolerancia y violencia hacia otras
expresiones políticas en el que cualquier medio de represión hacia el
adversario y opositor se consideró lícito. Al opositor desde la religión
se le consideró un pecador y desde la ideología un delincuente.
Haití gobernado desde la fe del vudú y sus expresiones ideológi-
cas, fue llevado a condiciones estructurales de pobreza multisisté-
mica, inestabilidad y caos generalizado. Éste país quedó atrapado en
una tenaza de tres pinzas compuesta por el vudú, la iglesia católica y
las iglesias evangélicas de origen estadounidense mayoritariamente.
Éstas últimas (las iglesias evangélicas) especialmente después de la
segunda guerra mundial se convirtieron en una eficaz y sutil estra-
tegia contrainsurgente utilizada por Estados Unidos para romper la

70. BUNGE, Mario. Seudociencia e ideología. Madrid: Alianza. 1989. p. 137.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 95

probable unidad de los sectores populares que luchan por mejorar


sus condiciones de vida, quebrar su voluntad de lucha; propugnar por
una aparente desideologización, pero contradictoriamente logrando
un fuerte auge de las derechas; y también como mecanismo de infil-
tración y ejecutoras de labores de espionaje, inteligencia y contrain-
teligencia.
Por su parte el vudú y sus cultos, se afirma, se cuenta entre las re-
ligiones más antiguas del mundo. Originado en África, es trasladado
a Haití donde se nutre de cultos católicos y caribeños propiamen-
te dichos de gran aceptación entre los negros africanos esclavizados
dando lugar a un sistema animista con un concepto teísta y un fuerte
componente mágico. Es, en suma el vudú, una serie de manifestacio-
nes sincréticas desde las cuales sus creyentes y simpatizantes creen
encontrar soluciones a todo tipo de fenómenos o acontecimientos
materiales y espirituales. Como la mayoría de las religiones, el vudú
se basa en la dualidad del bien y del mal y, para cada una, hay di-
vinidades, ritos y protocolos para llegar a las mismas y obtener sus
beneficios71.
En tal sentido se estima que en el vudú “…existe una entidad so-
brenatural última, llamada de diversas maneras, siendo las más ha-
bituales Bondye o Mawu, regente del mundo sobrenatural, pero ésta
es inaccesible y permanece ajena al mundo de los humanos, por lo
que la comunicación con ese mundo sobrenatural ha de llevarse a
cabo a través de los numerosos loas, Mama Brigitte, Barón de Samedi,
Damballa, etc. En la unión del mundo sobrenatural con el terrenal
destacan los hougan o sacerdotes y las mambo o sacerdotisas, con la
función de conectar a los hombres con los loas”72. Manuel González
Hernández sostiene que en el vudú, como suele ocurrir en otras re-
ligiones, existen dioses y santos cada uno con definidos ámbitos de
acción por los cuales los creyentes rigen sus vidas y pueden incidir
en las de los demás.
Según este autor, los LWA son espíritus de carácter sobrenatural
con capacidad para intervenir en todos los asuntos que afectan a la
vida de los mortales, incluso desde dentro del propio cuerpo, intervi-
niendo en las funciones de vista, respiración y cualquier otra. Además

71. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 70.


72. Ibíd.
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se les atribuye ser los responsables de la dirección de viento y del


curso de los ríos, de la frondosidad de un bosque o los desastres
de una sequía. De igual modo, todo le compete a los LWA, nada es
ajeno a su influjo. Enfatiza González Hernández y que “La relación de
los espíritus con los creyentes se inicia desde el momento del naci-
miento y termina, para el cuerpo, con la muerte. La religión vudú es
totalmente dinámica, adaptable y evolucionista, se transforma con la
historia y sus vicisitudes. Un ejemplo lo tenemos en la adaptabilidad
con respecto a los santos e imágenes católicas. En el caso del vudú
estas incorporaciones carecen de sutilezas doctrinarias. Se adoptan
los símbolos sin visibles cambios en su apariencia conocida. Es su
participación y presencia en el rito lo que los hace diferentes”73.
Existen dos momentos cruciales en la historia haitiana del vudú.
Se considera que el vudú ha estado presente en la vida política de
Haití desde la época de la colonia, oficialmente desde 1849 cuando el
mandatario Faustin Sauloque lo convirtió en religión oficial, como un
dispositivo de poder para mantener la paz, la cohesión y evitar levanta-
mientos militares y luego, cuando François Duvalier lo retoma en 1957y
hace del mismo un arma de controversia política, social, cultural y eco-
nómica, en la que sobresalió el racismo contra los mulatos, mestizos
y blancos y el hecho de asignarse supuestos poderes sobrenaturales
para dominar a sus conciudadanos y presidentes de otras naciones.
El mismo autor González Hernández afirma que François Duvalier
lideraba el movimiento que se oponía al presidente Paul Eugene Ma-
gloire, editó junto con otros intelectuales el periódico Les Griots, de
corte nacionalista y de amplia difusión. Sus líneas reflejaban los pen-
samientos de Papa Doc y sus ideas de volver al vudú como forma de
creencia nacional, reviviendo la época de los levantamientos contra
los colonos europeos y las clases haitianas de los primeros tiempos
de la revolución de 1804. Y que “Desde las páginas del Les Griots ani-
maba a la rebelión contra los colonos americanos, en una época en la
que el gobierno mandaba quemar objetos de culto vudú incluyendo
sus sagrados y representativos tambores, y obligaba al pueblo a jurar
lealtad a la Iglesia Católica de Roma. Con estas ideas se fue granjean-
do el apoyo de algunos hougans y de las sociedades clandestinas
religiosas que le apoyaban, no solo ideológicamente sino proporcio-

73. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 97

nándole y facilitándole lugares de acogida y reunión durante su cam-


paña electoral de 1957”74.
Influido por subjetividades de distinto orden François Duvalier hizo
acopio de la formación recibida desde su niñez, tanto en la escuela
como en el seno de su familia hasta culminar con éxito su formación
universitaria en el campo de la salud, a lo cual le añadió su pensa-
miento africanista, el vudú y el racismo, desde el cual enarboló una
ideología y un discurso político cimentado en mensajes demagógicos
efectistas y la sobrevaloración del vudú, al punto de autodenominar-
se el “Barón de Samedi” (señor de los cementerios y loa o dios vudú)
uno de los más temidos dioses del santoral del vudú. Ubicado en
esa perspectiva, como herramienta política privilegió el uso de la vio-
lencia, la superstición y la brujería. Se apoyó en chamanes y brujos.
Propagó rituales y oraciones laudatorias en las que se le divinizaba75.
François Duvalier creyó encarnar la doble condición de Presiden-
te de la República de Haití y “Dios” vudú. Un tanto similar al caso de
Rafael Leonidas Trujillo Molina en la República Dominicana de llamar
“Ciudad Trujillo” a la capital de éste país, François Duvalier intentó (sin
éxito) construir una ciudad que llamaría “Duvalierville”. Embriagado en
su propia vanidad llegó a compararse con líderes como Mao Zedong y
Patricio Lumumba. Tras salir ileso de un atentado en su contra, François
Duvalier no dudó en espetar que “Ahora soy un ser inmaterial”76. Por la
combinación de su egolatría, tiranía y fundamentalismo aquellos sec-
tores sociales que lo llevaron al poder prontamente asumieron frente
al mismo, posiciones contradictorias: por un lado, un temor por su
poder fáctico y “espiritual” y, por otro, una generalizada decepción
por la profundización de la degradación de sus condiciones de vida.
A la usanza de las dictaduras latinoamericanas, la haitiana lide-
rada por François Duvalier hizo de la institucionalidad una ficción.
Ocurrió en la primera elección cuando en el certamen de la coyuntura
que lo llevó a la presidencia, tuvieron lugar episodios como asesina-
tos de sus contendientes y prácticas ilegales para torcer a su favor el
resultado de las elecciones. En sentido estricto no fue presidente de
los haitianos sino de un sector, de una estirpe. Coartó la independen-

74. Ibíd.
75. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 85.
76. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 87.
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cia del poder legislativo, intimidó al judicial y manipuló los distintos


órganos de control. Hizo de los mismos un dispositivo para reprimir a
sus pocos oponentes, para premiar a sus adláteres y para afianzarse
en el poder sin ningún tipo de control o contrapeso.
Por sus mismas características ideológicas y religiosas consideró la
educación (en todos sus niveles) un riesgo para su régimen político.
Por tanto, acometió una serie de reformas encaminadas a sustentar
un tipo de esencialismo africano en todas sus variantes. Lo anterior
arrojó consecuencias inmediatas como la predominancia de lo esoté-
rico y la especulación en desmedro de una educación cimentada en
la ciencia y en la crítica como pilares en la formación de ciudadanos
libres y autónomos. Las organizaciones estudiantiles y docentes fue-
ron cooptadas unas y disueltas otras, especialmente aquellas que in-
tentaron mantener posiciones críticas al régimen político imperante y
al mismo François Duvalier como persona.
Mención especial merece el caso de la universidad. El dogmatismo
y la especulación se impusieron sobre el tenue pensamiento crítico
existente. La autonomía (caro valor de las universidades de occiden-
te) fue cercenada de un tajo y proscrita la crítica. Los cargos de do-
cencia y dirección se convirtieron en mecanismo para premiar a los
áulicos del régimen y la asfixia presupuestal se tornó más aguda. Es
de advertir que las reformas a la educación superior fueron impues-
tas por misiones estadounidenses, enfocadas éstas en una perspecti-
va contrainsurgente y desarrollista en el marco de la guerra fría.
A manera de síntesis y en coincidencia con Leslie Bethell podemos
afirmar que las primeras maniobras de Duvalier fueron dirigidas contra
sus adversarios políticos y contra la jefatura del ejército. Procuró neu-
tralizar a potenciales contrapesos en el ejercicio del poder. Para ello, con
la ayuda de su milicia civil, los llamados cagoulards (encapuchados),
aterrorizó a los líderes de la oposición y respondió despiadadamen-
te a sus intentos de derrocar su gobierno, señala la misma autora. De
igual modo, “Trasladó a diversos altos mandos militares a zonas rurales.
En sus primeros años Duvalier cambiaba con frecuencia la jefatura del
ejército, destituyendo a los oficiales que tenían ambiciones políticas y
ascendiendo a soldados negros que eran más jóvenes y leales a él”77.

77. BETHELL, Leslie. Ed. Historia de América Latina. 13. México y el Caribe desde 1930. Barcelona, 1998. p. 279.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 99

Según esta misma historiadora la milicia fue reorganizada en los


Volontaires de la Sécurité Nationale, los Duvalieristes Intégrales y
otros cuerpos de menor entidad, pero en todo caso, fuerzas paraes-
tatales con una definida adscripción personal. Tales organizaciones
fueron designadas con el nombre de Tontons Macoutes, en honor de
una mítica figura legendaria que se lleva a los niños malos en su mo-
chila. “Si bien los Macoutes eran ante todo un instrumento de terror
y vigilancia, también cumplían la importantísima función de buscar
apoyo para el régimen por todo el país y alentar a los ciudadanos hai-
tianos a pensar que estaban desempeñando un papel importante en
la vida política de la nación. Partes del patrocinio económico también
se encauzaban a través de estos grupos”78.
Una vez eliminadas las amenazas más apremiantes que pesaban
sobre su régimen, Duvalier se volvió contra varios sacerdotes, en par-
ticular los que se dedicaban a enseñar en las escuelas. Una de las
primeras víctimas fue el superior de los Padres del Espíritu Santo, el
padre Étienne Grienenberger, ex amigo íntimo del presidente Magloi-
re. Junto con otro sacerdote, fue expulsado del país en agosto de 1959
por dar aliento a grupos de oposición y dañar “la unidad espiritual de
la nación”, según dijo Paul Blanchet, ministro del gabinete79, remarca
la misma autora.
Las tensiones fueron subiendo de tono. La luenga mano de la re-
presión duvalierista alcanzó a connotados miembros de la Iglesia Ca-
tólica. Se sabe que por ejemplo, que el arzobispo protestó y enton-
ces se firmó una orden de detención contra él, pero luego se retiró.
Surgieron más conflictos entre la Iglesia y el Estado cuando el diario
católico La Phalange dio apoyo moderado a los estudiantes que pro-
testaban por la detención de algunos de sus compañeros. “A finales
de 1960 el arzobispo Poirier fue expulsado porque, según se alegó,
había dado dinero a grupos de estudiantes comunistas (acusación
insólita en vista de la postura autoritaria y derechista del arzobispo).
El gobierno cerró La Phalange y se detuvo a decenas de sacerdotes
y monjas. Duvalier y todos los que intervinieron en la expulsión del
arzobispo fueron excomulgados”80.

78. Ibíd.
79. Ibíd.
80. Ibíd.
100 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Como expresión tangible de lo antes expuesto, en un informe de la


Organización de Estados Americanos (OEA) presentado el 11 de abril
de 1969 fue revelada una lista de 235 personas asesinadas entre 1963
y 1967. A las desafortunadas víctimas las unía una misma caracterís-
tica consistente en ser opositoras de Duvalier, con distintos niveles
de importancia y diferentes intensidades de beligerancia. Entre las
formas predominantes en que fueron asesinadas sobresalieron los
ajusticiamientos a plena luz del día y a ojos vistas de las autoridades
quienes omitieron actuar contra los verdugos o agresores, las gra-
duales torturas hasta la muerte y los accidentes provocados. Huelga
advertir que la impunidad se impuso no solo en esta matanza sino
en las demás acciones similares materializadas por el dictadura de
Duvalier contra todo lo que consideró oposición o sospechoso de
serlo.
En el mismo sentido, según la Federación de Estudiantes Haitianos
durante el año 1967 hubo 293 detenciones arbitrarias y 193 ejecucio-
nes sumarias81. Desde antes de ese año, en la coyuntura propiamente
dicha y en lo sucesivo, los estudiantes se convirtieron en el blanco
predilecto de Duvalier por considerarles un enemigo potencial. Sin
más recursos que su propia imaginación, su intrepidez, el arrojo y
la rebeldía centenares de estudiantes paulatinamente le perdían el
miedo a la dictadura y ganaban confianza en sus acciones que al
principio, aunque de poco impacto, se convirtieron posteriormente
en aportes significativos en la lucha contra la dictadura.
Como se ha indicado, la dictadura de François Duvalier en la Re-
pública de Haití intentó opacar a la iglesia católica por considerarla
contraria en algunos casos y competición en otros, respecto al vudú.
Fue evidente la hostilidad velada en ocasiones y abierta en otras
contra la iglesia católica. No en vano sería esta institución uno de
los principales protagonistas de la transición a la democracia, es-
pecialmente por parte de sectores vinculados a la Teología de la Li-
beración. Entendida a la afluencia de iglesias evangélicas a América
Latina como una estrategia contrainsurgente, el caso de Haití no fue
la excepción, a lo cual François Duvalier debió aceptar la actividad de
las mismas y mostró cierta indiferencia por tratarse de una política
estadounidense.

81. ANTONIN, Arnold. La larga y desconocida lucha del pueblo de Haití. Caracas: Ateneo, 1979. p. 70.

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Las dictaduras ................................................................................................................................................. 101

Es de advertir que la hostilidad entre los gobiernos haitianos y la


Iglesia Católica no inició con Duvalier. Probablemente la pugnacidad
entre las cosmogonías de la fe católica y del vudú haya que encon-
trarla desde la época de la colonia y, crispada a lo largo de los siglos.
En ese ambiente, hacia 1941con el apoyo del gobierno de Lescot, la
Iglesia Católica había iniciado una fuerte campaña contra algo que
se llamó “superstición” lo cual desató un feroz enfrentamiento por
la supremacía no solo religiosa, sino cultural e incluso educativa y
folclórica. En tal campaña la élite mulata, los blancos y extranjeros
se emplearon a fondo para imponer su integral hegemonía, desde la
descalificación y condena del vudú en todas sus expresiones.
Fue así como, sostiene Bethell, se celebraron oficios misionales en
todo el país en los cuales se instaba a los fieles a prestar un juramen-
to contra la superstición y a destruir sus objetos sagrados del vudú
(wangas). Se destruyeron templos del vudú y se quemó su contenido.
“Entre las principales figuras de la campaña estaban el obispo de
Gonaïves, Paul Robert, y un joven sacerdote haitiano, Rémy Augustin,
que compuso un himnario para la ocasión; estas figuras reaparecerán
en la crónica del conflicto de Duvalier con la Iglesia en el decenio de
1960. La campaña provocó una oposición tan encarnizada, que des-
pués de varios meses concluyó bruscamente cuando hubo tiros en
una iglesia donde se estaba celebrando un oficio misional”82.
Duvalier no cejó en su empeño por doblegar a la Iglesia Católica
y otorgarle al vudú una condición de favorabilidad. En ese sentido
es claro que “Entre otras medidas contra la Iglesia católica pueden
señalarse el cierre del seminario, la expulsión de los jesuitas, el si-
lencio que se impuso a las revistas de la Iglesia y la prohibición de
los sindicatos católicos. También se tomaron medidas contra algunos
miembros de la Eglise Episcopale, cuyo obispo sería expulsado del
país más adelante, en 1964. Para entonces Jean Baptiste Georges, ex
ministro de Educación, y otro sacerdote estaban entre los principales
líderes exiliados que planeaban invasiones desde Miami”83.
Otro rasgo de la identidad de la dictadura de François Duvalier fue
la utilización del sistema carcelario y la tortura como arma política

82. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 277.


83. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 279.
102 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

para disuadir e intimidar al conjunto de la oposición. Tan pronto al-


guien era detenido por los organismos de seguridad de la dictadura,
en calidad de prisionero era recluido en la cárcel de Casernes Dessa-
lines para ser interrogado bajo la aplicación de torturas, donde, des-
pués de ser sometido a infames y degradantes tratos era trasladado a
otra prisión llamada Fort Dimanche donde se continúa la violación de
los derechos humanos de manera integral, de manera especial, a los
prisioneros por razones políticas o a los simples sospechosos.
Se afirma que en ésta última cárcel al prisionero se les desnuda
y examina no con fines médicos sino para humillarle y degradar su
condición. Puesto hacia la pared y con la cabeza agachada, el carce-
lero le insulta, le asigna un número, le quita sus pertenencias inclui-
da la ropa, salvo la que lleva puesta. Luego otro prisionero llamado
“responsable de celda” se encarga de él para adaptarlo al sistema
carcelario, como enseñarle a reaccionar ante a sonidos o gestos, pro-
hibiéndole dirigir la palabra al carcelero so pena de severos castigos.
Solamente el “responsable de celda” podía servir de intermediario
entre el prisionero y el carcelero84.
En general, las celdas eran de tres metros cuadrados a la que solo
le ingresa aire por una pequeña ventana, predominando durante la
mayor parte del tiempo una alta sensación térmica y altos niveles de
humedad. En ese reducido espacio albergaban hasta 33 prisioneros
viéndose precisados en la noche a dormir por turnos. Los prisioneros
recién llegados eran obligados a dormir en el piso de cemento, des-
pués de tres meses se les entregaba un pequeño petate quedando
expuesto a los rigores del clima tropical. Por las mismas condiciones
de desaseo, en las celdas abundaba todo tipo de plagas que a su vez
eran vectores de enfermedades en la piel, la cabeza, aparte del palu-
dismo y el parasitismo85.
Por la inexistencia de sanitarios o letrinas, las necesidades fisioló-
gicas debían hacerlas los presos en recipientes como cubos o baldes
sin tapa que, al ser llenados, luego eran vaciados (por los mismos
presos) en un hoyo también descubierto. Cuando en el trayecto de la

84. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe
sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept de
1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm
85. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 103

celda al hoyo por las pocas fuerzas de los presos los cubos o baldes
caían y regaban su contenido, éstos eran obligados a recogerlo con
las manos sin protección alguna y sobrevenían severos castigos. Lo
anterior, unido al desaseo de las celdas generaba constantes olores
nauseabundos a lo que se sumaba la pestilencia derivada de la au-
sencia de papel higiénico, jabón y del lavado de la ropa con la orina
por la recurrente falta de agua86.
Con regularidad los presos eran despertados a las dos de la maña-
na para ser llevados a una espita durante un lapso de cinco minutos
donde sobre sus cuerpos caían gotas de agua y éstos, vacilaban entre
beber agua o lavarse la cara. Ante cualquier contravención a las an-
teriores normas, sobrevenían palizas. Como si lo anterior de por sí no
fuera grave, el régimen alimenticio de las prisiones haitianas durante
la dictadura de François Duvalier, hizo más dramática la situación.
Como ración diaria a cada prisionero se le daba un pequeño pedazo
de pan de 20 gramos, maíz molido y pasta generalmente cruda servi-
da en loza sin lavar y debían comer en el piso. La hambruna y la des-
nutrición fue una consecuencia inmediata lo que hizo más vulnerable
a los presos a todo tipo de enfermedades87.
Un exprisionero afirmó que “como alimento recibíamos un caldo in-
fecto, que se suponía de maíz, y dentro del cual se encontraba a veces
un pedazo de hueso roído por los mismos guardianes y una que otra
batata de esas que se utilizan para alimentar a los cochinos”88. Otro
prisionero señaló que “una vez al día, a las 11 de la mañana, los de-
tenidos recibían la comida: una sopa de maíz molido y de frijoles tan
insípida que no se podría saber si estaba sazonado con sal o con azú-
car”. La alimentación fue pues un mecanismo de represión que, ade-
más de debilitar el cuerpo de los reclusos, buscaba también doblegar
su voluntad de lucha y desestabilizarles psíquica y emocionalmente.
“Los alimentos descompuestos y contaminados provocan gas-
troenteritis, que vienen acompañadas de diarreas crónicas. Con el
tiempo los prisioneros parecen verdaderos esqueletos andantes. No
se puede estar en pie y entonces hay que estar arrastrándose por el
suelo. La piel se vuelve dura, el color cambia y el individuo se vuelve

86. Ibíd.
87. Ibíd.
88. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 73.
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como sarnoso. Los cabellos se caen, los ojos se hunden, la vista se


debilita y la voz se torna ronca: de este estado a la muerte no hay más
que un paso”89. Arnold Antonin muestra de ese modo la crueldad y el
comportamiento inhumano del régimen dictatorial de Duvalier hacia
la población carcelaria que, en su mayoría, lo era por razones de sus
posiciones políticas o por simples sospechas de prohijar ideologías
contrarias a la de la dictadura.
La asistencia médica en las prisiones haitianas durante la coyun-
tura aludida se redujo a dos o tres visitas anuales, solamente hubo
servicio de enfermería una vez al mes. “Las medicinas son demasiado
caras para la gente tan miserable como ustedes” solía decir Enos St.
Pierre “carcelero-ejecutor” directamente nombrado por François Du-
valier, quien además agregaba que “No tratamos de salvar a la gente
de la muerte. Si está cansado, descanse la cabeza en el cubo que
contiene materias fecales, suicídese, afuera se sabe que ya ha muer-
to”. Las enfermedades más comunes eran tuberculosis, deficiencia de
vitaminas, disentería amebiana, desórdenes mentales, malaria, dia-
rrea e incrustación de gusanos en la piel; aparte de las ocasionadas
por la promiscuidad en las celdas90. Los cadáveres de quienes mo-
rían no eran retirados de manera inmediata y, por el contrario, los
sobrevivientes debían convivir uno o dos días con difunto hasta ser
enterrado en el solar de la prisión donde no pocas veces los perros
devoraban el cadáver.
Pero la represión no recaía únicamente sobre el sospechoso. Ar-
nold Antonin afirma que generalmente la represión se extendía a to-
dos los miembros de la familia (padre, madre, hijos, viejos y niños sin
distingo de edad y sexo). Cuando en el caso excepcional de que todos
los miembros de una familia no hayan sido eliminados por la policía,
el gobierno de Duvalier impide cualquier tipo de contacto con los pri-
sioneros. Y agrega que “Los familiares no tienen derecho a llevarles
alimentos, de visitarlos, ni mucho menos de escribirles una carta. Los
prisioneros son considerados simple y llanamente como desapare-
cidos. Aquellos que mueren como consecuencia de los malos tratos,

89. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 74.


90. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe
sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept de
1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 105

las torturas y las masacres son enterrados sin que sus familiares y
amigos se enteren. A éstos se les niega hasta el derecho de velar por
sus propios muertos”91.
Según este mismo autor “En general la mayoría de las familias de
los campesinos, de los obreros, de los sectores más pobres de la ciu-
dad, cuando se presentan ante las autoridades a exigir justicia para
sus familiares, son recibidas a patadas. Las familias de la pequeña
y mediana burguesía prefieren salir al exilio, luego de que sus ges-
tiones individuales resultan infructuosas”92. Así, con fundamento en
las anteriores apreciaciones del régimen carcelario de la dictadura
de Duvalier en Haití, reiteramos que el mismo fue utilizado como un
mecanismo de vindicta política mas no como una forma de impartir
justicia en ese país en forma adecuada, pronta y eficaz.
El sistema carcelario haitiano durante la dictadura de Duvalier (pa-
dre e hijo) así caracterizado, fue utilizado como arma política para
disuadir e intimidar al conjunto de la oposición. En el rango de la
oposición fueron incluidos diversos sectores sociales y las más he-
terogéneas conductas. La dictadura buscó por este mecanismo ejer-
cer una especie de profilaxis política, social, económica, ideológica,
racial y religiosa sobre los haitianos residentes en el país y fuera de
él. Caer preso, ese era el mensaje velado, era una lenta, agónica y
cruel condena a muerte. El deceso tenía lugar después de ser ob-
jeto de humillaciones, torturas físicas y psicológicas, enfermedades
adquiridas muchas de ellas en las cárceles y de serle negados todos
los derechos de presunción de inocencia, de práctica de pruebas, de
garantías procesales y de ser vencido en juicio.
Sin ser los únicos, los militantes de izquierda, especialmente los
comunistas, fueron las principales víctimas del oprobioso sistema car-
celario haitiano. Proscrita su actividad por medio de leyes en los años
sesenta del siglo XX en el contexto de la guerra fría su condición de
enemigos que atentaban contra la seguridad nacional quedó en una
doble condición. En primer lugar como delincuentes políticos y, en
segunda instancia, como enemigos del vudú dado su ateísmo, aunque

91. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 79.


92. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 81.
93. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 77.
106 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

generalmente matizado o atenuado. En esos términos, todo el apara-


to judicial, en el que se incluye el sistema carcelario de la dictadura,
cerró filas contra los voceros y prosélitos de tal ideología, en concor-
dancia con la geopolítica impuesta por Estados Unidos en todos los
países de América Latina. Fueron tales los excesos cometidos, que or-
ganismos adscritos a la OEA (institución al servicio de Estados Unidos)
se pronunció en contra de ese régimen político y su sistema carcelario.
En lo concerniente a la tortura como arma política de la dictadura,
es preciso señalar que la paliza es la antesala de las torturas. Según
lo expresa un expresidiario en los siguientes términos: “Me amarraron
con la ayuda de un palo que colocaron detrás de mis piernas hacién-
dome adoptar una posición acurrucada, para luego empujarme para
que quedara con la cara hacia el suelo de manera que les mostrara
mis nalgas a todos. Entonces comenzaron a pegarme y continuaron
dándome una paliza desde las 11 y media de la noche hasta las dos
de la madrugada. También cuelgan a los detenidos cabeza abajo y se
les da una paliza, y luego se suelta la cuerda de manera que al caer
se rompan la cabeza contra el suelo. Allí mismo les aplican torturas
como dejarlos ciegos mediante una lámpara de luz muy fuerte o sa-
carles las uñas”93.
Después del ritual de la paliza, sobrevenían las torturas propia-
mente dichas. Se afirma que “Una de las prácticas más crueles y sis-
temáticas es la mutilación de miembros y órganos del cuerpo: ex-
tracción de los ojos, corte de las orejas, mutilación de los brazos y de
las piernas”94. Según declaraciones de un expresidiario. “Los esbirros
tomaron un instrumento hecho de dos pequeños listones de madera
unidos por un cierre de cuero. Luego de ponerme en posición con la
cabeza y los pies levantados, me dieron un golpe seco y contundente
en mis genitales y, mientras apretaban con fuerza los dos pedazos de
madera, imprimieron un movimiento de rotación en sentido contrario
a cada pedazo de madera, de modo tal que yo sentía que estaban
destrozándome los testículos. Me desmayé inmediatamente”95.
Por las mujeres no se tuvo consideración alguna, por el contrario,
hacia las mismas hubo una especie de sadismo. Se aduce que “El ca-

94. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 76.


95. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 77.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 107

pitán Gerard Louis utilizaba una especie de alicate para cortar la pun-
ta de los senos de las prisioneras y luego ver correr la sangre y con
tizones al rojo vivo les quemaban el vello del pubis”96. Las mujeres se
vieron obligadas a hacer tiras de la tela de sus vestidos para usarlas
como toallas higiénicas durante el periodo de la menstruación. Lo an-
terior sin mencionar las violaciones, los ultrajes a la dignidad y trato
dado a los cuerpos de las mujeres como una manera de “corregir” sus
“descarrilamientos”, “atenuar sus pecados” y “enmendar sus errores”.
No satisfecho el régimen dictatorial de Duvalier con la profunda,
sistemática y generalizada represión hacia sus connacionales, según
Arnold Antonin, propició la “Venta de sangre del pueblo haitiano en
asociación con la Hemo Caribbean, perteneciente al estadounidense
Joseph Gorinstein. Seis mil toneladas de sangre al mes, al precio de
tres dólares el litro y era vendida a 25 dólares en Estados Unidos, Ca-
nadá, Suiza y Alemania”97. Para estos menesteres las empresas de esas
potencias y ellas mismas, dejaron a un lado el racismo. Su talante
ético y moral no les permitió discernir el hecho de que tan extrava-
gante negocio comprometiera la vida de miles de personas que, por
las mismas condiciones impuestas por los países colonialistas y los
gobiernos adláteres a los mismos, no eran precisamente las mejor nu-
tridas. Como si lo anterior no fuera los suficientemente grotesco, tam-
bién Duvalier favoreció el tráfico de cadáveres a Estados Unidos para
institutos de investigaciones. También los cánones éticos de tales ins-
titutos y de sus “científicos” fueron tirados por la borda. En uno y otro
caso se estuvo ante flagrantes violaciones de las soberanía de Haití y
ante ignominiosas formas de degradación del pueblo haitiano ante lo
cual las fuerzas armadas guardaron un criminal silencio e indiferencia.
En lo que tiene que ver con las fuerzas armadas haitianas, es nece-
sario hacer alusión a los siguientes aspectos. Se trató de un conjunto
de instituciones con una larga tradición en materia de golpes de Esta-
do desde el siglo XIX hasta el XXI y, consecuentemente con ello, esas
fuerzas armadas se erigieron como un poder fáctico durante la mayor
parte de la historia haitiana llegando a constituirse, contradictoria y
paradójicamente, en un árbitro ante a las contingencias políticas de los
civiles. Esta peculiaridad incidió de manera notable en su nula o es-

96. Ibíd.
97. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 25.
108 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

caza profesionalización en comparación con las demás fuerzas arma-


das de América Latina, fenómeno iniciado desde finales del siglo XIX.
En similares circunstancias, las fuerzas armadas haitianas, así
como ocurrió en la República Dominicana, fueron concebidas, orga-
nizadas y puestas en funcionamiento por potencias imperialistas, en
este caso por Estados Unidos a través de sus múltiples invasiones a
Haití. Posibles ideas nacionalistas, independentistas y de soberanía
en esas fuerzas armadas no pelecharon, por el contrario, se convir-
tieron en una especie de ejército de ocupación dentro de su propio
país en defensa de los intereses de las multinacionales y de Estados
Unidos y, en menor, proporción, de las élites haitianas, también con-
vertidas en peones de brega en el mapa geopolítico de aquella época.
En este orden de ideas, como ocurrió en la mayoría de países de
América Latina, las fuerzas armadas haitianas se convirtieron en una
especie de ejército contrainsurgente, altamente ideologizado y po-
litizado por Estados Unidos para luchar contra “el enemigo interno”
aplicando teorías y métodos de la entonces denominada “guerra mo-
derna” de la autoría de estrategas franceses, principalmente. Lo an-
terior fue posible a través de convenios, pactos, acuerdos y, desde
luego, por la coacción, el chantaje y la amenaza. Sirvieron entonces
las fuerzas armadas a los intereses de una potencia extranjera prefe-
rentemente y, subsidiariamente, a élites nacionales de muy cuestio-
nada condición ética y moral.
En un país como el Haití de la dictadura sobre la cual versa esta
investigación, las fuerzas armadas sirvieron como una forma de inclu-
sión de generaciones jóvenes tradicionalmente excluidos de reales
posibilidades de trabajo, estudio y proyección. Esta forma de trabajo
les aseguraría la alimentación, vivienda, salud, educación y, eventual-
mente, escalar posiciones de mando, intervenir en política u ocupar
cargos burocráticos; en un país donde esos bienes no estaban al al-
cance en igualdad de condiciones para todos sino para unos redu-
cidos grupos sociales. Su retribución al sistema político imperante
se tradujo en la defensa a ultranza del mismo y, desde luego, de los
intereses de Estados Unidos.
En esas condiciones las fuerzas armadas haitianas tanto por su
composición, como por su ideología, valores y formación, también
hicieron parte del engranaje de la corrupción, el clientelismo, el
caudillismo y el militarismo, fenómenos cohonestados por Estados

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 109

Unidos. Pues tal potencia requirió de ese ambiente para mantener


sometidas y controladas a las mismas fuerzas armadas haitianas,
consciente del poder de facto o de hecho que podían en un mo-
mento dado exhibir para cambiar los destinos de Haití llevando a
éste país a una situación de inestabilidad que en nada le convenía a
Estados Unidos en la convulsionada geopolítica mundial de los años
sesenta y setenta.
Por ello se afirma que “en el contexto de la seguridad nacional,
el gobierno de los Duvalier recibió todo el apoyo político, policiaco,
militar y económico de seis administraciones norteamericanas. Las
constantes violaciones a los derechos humanos, la implantación de
la presidencia de la vitalicia y hereditaria, no alteraron las relaciones
américo-haitianas”98. Por el contrario, inversionistas, especialmente
estadounidenses aprovecharon la ocasión que su país sometía a Haití
para hacer en éste último pingues negocios en todas las ramas de la
economía, configurándose, por ese mecanismo, modelos económicos
extractivistas o economías de enclave cuyas consecuencias fueron
palmarias décadas después.
Lo anterior sin importar que el país fuera llevado a la mendicidad
internacional por un largo lapso y que uno de los principales sos-
tenes de la dictadura fuera una organización paramilitar (banda de
asesinos) como los Tonton Macoutes. Suelen existir en América Latina
bandas de asesinos creadas de manera irregular por cada Estado con
la connivencia de Estados Unidos para ejecutar acciones ilegales en
beneficio del statu quo, como el asesinato selectivo de opositores
(reales o ficticios). Por tanto, la dictadura de François Duvalier tuvo
como soportes básicos a Estados Unidos, el vudú y los Tonton Ma-
coutes. Previendo su final, en enero de 1971 había designado como
sucesor a su hijo Jean-Claude Duvalier, más conocido como Baby Doc.
François Duvalier murió el 21 de abril de 1971.
Tras la muerte de Papá Doc acaecida en 1971, el “trabajo sucio” ya
había sido realizado. La oposición estaba en el exilio, en las cárceles
o en los cementerios. El dictador había arrasado todos los focos de
resistencia popular y su hijo Jean Claude se aprestaba a recibir el
poder sin mayores dificultades. Desde el punto de vista de Gerard

98. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván, M. Op. Cit., p. 48.
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Pierre-Charles “En esta etapa, en la “sucesión”, es inevitable referirse


al papel que cumplieron los Estados Unidos. Para empezar debe se-
ñalarse que, naturalmente, siempre había sido un elemento de con-
solidación para la dictadura. El ascenso de Papá Doc en 1957 se pro-
duce como consecuencia de una intervención política y diplomática
norteamericana, sistema que prolongó la ocupación militar en Haití
por los marines, entre 1915 y 1934”99.
En este caso, como en otros de América Latina, Estados Unidos
optó por apoyar a regímenes espurios en el marco de su geopolítica
de contención del comunismo y que a su vez sumaran en ese mismo
ámbito, en el entorno internacional. En cierto modo esa potencia im-
perialista con sus adláteres regímenes militares y palaciegos gobier-
nos civiles de estirpe autoritaria, echó el cerrojo sobre América Latina
en materia ideológica, en desmedro de la posibilidad de gobiernos
autónomos y democráticos. Así, Haití fue una ficha marcada a favor de
Estados Unidos siempre, pero como mayor énfasis desde la década
de los años sesenta del siglo XX.
Lo anterior lo sustenta Gerard Pierre-Charles cuando sostiene que
“Después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, se consolida
este respaldo por cuanto EE.UU. entiende que Duvalier y sus métodos
son una garantía de “estabilidad” en Haití y la principal preocupa-
ción política de EE.UU. en ese momento hacia los países de la región,
estaba dirigida a impedir la proliferación y expansión de las fuerzas
que en toda América Latina había alentado la Revolución Cubana.
El único período en que se presentan algunos conflictos, al menos
formales, entre Duvalier y los EE.UU., es durante la Administración
Kennedy, período en el cual el Departamento de Estado presiona
por el cumplimiento de ciertas formas democráticas, que, desde lue-
go, Duvalier nunca cumplió”100 y enfatiza que de todas formas esas
tensiones nunca llegaron a mayores y pronto se disiparon. Con los
gobiernos de Johnson y Nixon las relaciones vuelven a su nivel de
armonía total y si bien en el plano político las relaciones de EE.UU.
son todavía un poco vergonzantes, en el plano económico y militar
son decididas y plenas.

99. PIERRE-CHARLES, Gerard. Haití: la procesión va por dentro. En: Nueva Sociedad, Número 41, (Mar-Abr
de 1979); p. 129-134.
100. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 111

Gerard Pierre-Charles es del criterio, según el cual, “De todas for-


mas, la muerte de Papá Doc se da en un ambiente en que ya EE.UU.
manifiesta una cierta preocupación por el porvenir de Haití, es decir,
por el porvenir del régimen y la estabilidad del país en el campo de
la docilidad hacia el coloso del norte. Cuando Duvalier presentó la
fórmula sucesora, recibió entusiasta apoyo de EE.UU., según lo ratificó
el embajador Klinton Knox, cuando aún estaba caliente el cadáver del
déspota”101. Pero tal preocupación era por la manera en que debía lle-
varse a cabo la transición, en todo caso con apego al libreto diseñado
por Estados Unidos y, de ninguna manera, como decidiera el pueblo
haitiano.
Fue así como esa misma nación se encargó de limpiar la sangrien-
ta estirpe de la familia Duvalier, y al vástago del dictador lo presenta
como alguien ajeno y desconectado de la saga sangrienta del padre.
Lo anterior lo posiciona como una incontrovertible verdad dentro y
fuera de Haití por medio de una agresiva campaña de publicidad. Tal
situación la refiere Gerard Pierre-Charles del siguiente modo. “Simul-
táneamente EE.UU. concibió y divulgó la tesis según la cual Duvalier
hijo era un “liberal” que no tenía nada que ver ni con la visión ni con
el estilo de su padre, en lo que fue una maniobra táctica para despe-
jar el camino para un futuro proceso de adecentamiento del régimen.
La especie fue recogida por la prensa internacional, por “analistas”
interesados y, poco a poco, Haití fue desapareciendo de las planas
de los diarios, como un país que estaba en plena transición y que no
tenía más problemas que los derivados de esa difícil etapa”102.
Como ocurre en estos casos de manera reiterada, por más que
un dictador se empeñe en formar a su sucesor, éste no es su calco.
Por el contrario, en la mayoría de los casos es el inicio formal de la
disolución de la dictadura. Ese tipo de delfines quedan atrapados
en medio de dos fuegos: por un lado Estados Unidos y, por otro, la
vesania de un elenco cortesano avieso en conjuras que solo buscan
su acomodamiento, más que incluso la perpetuidad de la dictadura.
La mencionada potencia imperialista amplía su intromisión en los
asuntos internos de Haití y, la manera más evidente de hacerlo fue a
través de la inducción al endeudamiento.

101. Ibíd.
102. Ibíd.
112 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

De ese modo, Gerard Pierre-Charles afirma que “Así es como, a


partir de 1971, la injerencia norteamericana fue absoluta. Aún más di-
recta y profunda que durante la vida de Papá Doc, puesto que si éste
tenía alguna razón para resistir las estrategias y modalidades que se
le indicaban, el hijo ya no tuvo razón alguna para no entregarse to-
talmente al imperialismo”103. Así mismo da a conocer que a partir de
1971 la “ayuda” norteamericana adquiere proporciones gigantescas.
Comenzó con donaciones, luego pasó a la modalidad de empréstitos
y ahora es una fórmula combinada de donaciones y empréstitos, más
radicación de capitales, sobre todo en el sector de ensamblajes, en
el que se utiliza la mano de obra más barata del continente (la remu-
neración promedio de un obrero industrial es de 1.40 dólar por día).
Como queda expuesto, la intromisión de Estados Unidos en los
asuntos internos de Haití no solo se mantuvo sino que se extendió
y se profundizó. Se trató de un nuevo tipo de invasión. Una invasión
con “rostro humano” en la que los soldados estadounidenses fueron
reemplazados por legiones de empresarios o sus empleados para in-
vertir en algunos sectores de la economía haitiana, habida cuenta
de las favorabilidades otorgadas, entre ellas, la absoluta flexibilidad
en materia de normas laborales. También Estados Unidos utilizó este
nuevo contexto para supervisar los ritmos, los alcances y las limita-
ciones de la transición a la democracia en Haití, escenario en que el
que las organizaciones paramilitares se percatan de cambios en el
alto gobierno.
En la década de los años setenta, era claro que Jean-Claude Du-
valier no tenía ni el arrojo ni la capacidad que había demostrado su
padre en el cenit de la dictadura. Su margen de maniobra se reducía
y cada día su voraz enjambre de áulicos lo engullía. Sorprendente-
mente segmentos considerables de la población haitiana añoraba al
padre del novel dictador, se sentían “inseguros” y abogaban por me-
didas de fuerza para solventar problemas sociales y políticos como
el desempleo, hambre, exclusión, la represión, las violencias y las
violaciones de los derechos humanos. Ante la caótica situación de
Haití, las organizaciones paramilitares, peligrosamente, fueron pues-
tas como relevante actor político de la nación, ante el fracaso de la
institucionalidad.

103. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 113

Advierte Leslie Bethell que líderes de los Tonton Macoutes rurales


recibieron poco patronazgo y vieron con desánimo los gastos exorbi-
tantes y la corrupción descarada del presidente y su esposa, lo cual
empezó a generar desconfianza y fisuras en la unidad de mando. In-
quietaba a estos grupos el papel cada vez más poderoso de Ernest
Bennett. De ese modo, el régimen intentó fortalecer sus relaciones
con las masas dirigiéndose directamente a ellas en lugar de valerse
de la mediación de los dignatarios locales. Esta autora afirma que “Se
crearon programas de radio que permitían a haitianos normales y co-
rrientes quejarse de la corrupción y la ineficiencia. También se crea-
ron “consejos comunitarios” y el Comité National d’Action Jeanclau-
diste (CONAJEC) trató en vano de reforzar el apoyo popular al régimen
y presentar a éste como juvenil, vigoroso y progresista, a diferencia
del duvalierismo de antes”104.
Jean-Claude Duvalier no le dio la misma importancia que su padre
a las teorías africanistas y prefirió ahondar y extender las relaciones
con Estados Unidos. Tampoco era fanático del vudú. De manera rápida
a este nuevo mandatario haitiano le sobrevinieron problemas como la
asfixiante deuda externa y el desbordamiento de las acciones crimina-
les de los Tonton Macoutes y creó una nueva organización paramilitar
con el objeto de confrontarlos, denominada “Los Lepardos”. Jean-Clau-
de no era igual a François. Aquél no tuvo una formación intelectual
siquiera igual a la de su padre, tampoco la experticia y la capacidad
táctica y estratégica en circunstancias de crisis, su inexperiencia era
proverbial, solo se asemejaban en su predisposición al crimen.
El heredero de la dictadura Jean-Claude quedó atrapado en una
lábil posición, empezando por su madre quien lo vigilaba no solo
desde que comenzó su carrera política, sino hasta en asuntos de su
vida privada. No obstante aquél aprendiz de dictador, consiguió crear
un equilibrio entre los grupos de intereses rivales, cambiando su ga-
binete con frecuencia y vigilando a los jefes del ejército. El régimen
anunció que del mismo modo que Papa Doc había logrado hacer la
revolución política, su hijo se dedicaría a hacer la revolución econó-
mica. Se estima que “Después de la mala cosecha de café que se ob-
tuvo en 1970, en los años siguientes hubo un crecimiento significativo

104. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 283.


114 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

y también aumentó la producción de azúcar. Durante los primeros


años setenta también se registró una recuperación del turismo. Se
hizo más hincapié en las inversiones extranjeras y el sector de la in-
dustria ligera continuó su expansión105.
Es preciso aclarar que el régimen de facto encabezado por
Jean-Claude Duvalier, por presiones de potencias imperialistas como
Estados y Francia debió morigerar su ferocidad respecto a la opo-
sición y atenuar el incontrolable accionar de los Tonton Macoutes,
como inamovibles condiciones para obtener algunas ayudas desti-
nadas a la infraestructura. Lo que podría entenderse como una espe-
cie de retribución a esos cambios, la dictadura fue beneficiada con
importantes recursos para el desarrollo, y se calcula que la ayuda
extranjera pasó de 9 millones de dólares en 1970 a 106 millones de
dólares en 1980. Las carreteras mejoraron considerablemente gracias
a la ayuda francesa y estadounidense. Se afirma que “Para conseguir
todas estas cosas, sin embargo, el gobierno tuvo que mitigar el siste-
ma de terror y presentar una imagen favorable a los diversos organis-
mos internacionales y gobiernos donantes. Así pues, bajo Jean-Clau-
de se restringieron las actividades de los macoutes y el poder de los
antiguos duvalieristas, y un rasgo del decenio de 1970 fue la creciente
influencia de un grupo de jóvenes “tecnócratas”, muchos de ellos per-
tenecientes a familias de la élite mulata”106.
Jean-Claude Duvalier quedó atrapado en una tupida red de áulicos
y tartufos que emulaban en su mediocridad. Independientemente de
su condición, un nuevo aire político se respiró en Haití a partir de la
muerte de François Duvalier. De manera tímida la oposición entendió
que debía unirse para superar la larga noche que significó para Haití
y el mundo occidental la dictadura de François Duvalier y continuada
por su hijo Jean-Claude. Distintos sectores encontraron en algunos
sectores de la Iglesia Católica (especialmente vinculados a la deno-
minada Teología de la Liberación) la institución ideal para articular
las diversas oposiciones, lo cual era razonable por la animosidad y
hostilidad que siempre hubo entre esa institución y François Duvalier.
Ese sector de la Iglesia Católica desde los púlpitos empezó a dar
forma a la oposición que luego precipitaría la renuncia al poder de

105. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 282.


106. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 115

Jean-Claude Duvalier. Éste incurrió en una serie de conductas que, a


la postre, irían a minar su poder. Por ejemplo, se divorció de su pri-
mera mujer poniendo en su contra a los sacerdotes vudús que habían
servido a su padre. Pese a la oposición de su madre y su hermana, se
volvió a casar y, para agravar la situación, lo hizo con Michelle Bennett
hija de un acaudalado mulato. A esas alturas Jean-Claude Duvalier
había perdido el apoyo de su familia, de los más representativos sa-
cerdotes del vudú y, tal vez lo más grave, de los Tonton Macoutes.
A pesar del terror generalizado, la oposición congregó a un he-
terogéneo espectro de actores sociales y políticos en contra de la
dictadura, diferentes en entre sí respecto a sus reivindicaciones, as-
piraciones e intereses. Estaban los sectores sociales de derecha que
coincidían en algunos aspectos con la dictadura y su oposición a la
misma era por ser excluidos de los beneficios del poder. En otro ex-
tremo estaba la izquierda, un viscoso ente de expresiones revolucio-
narias. Entre uno y otro extremo estaban sectores oportunistas que
esperaban el curso de los acontecimientos para acomodarse a las
nuevas condiciones.
Los liderazgos aislados y la inmadurez respecto a probables coa-
liciones enturbiaron posibles alianzas opositoras. Se considera que
“En primer lugar, la burguesía “empezó a manifestar cierto malestar
frente a la actitud del clan Bennet, la profundización de la crisis eco-
nómica y la ineficacia del poder; sin embargo, la falta de un liderazgo
definido no le permitió presentarse como una alternativa. La pequeña
burguesía urbana que en un principio fue víctima de la ideología del
negrismo, y cada vez se encontraba sin ninguna ideología. Decepcio-
nada, fue a engrosar las filas de la oposición”107.
Por otro lado se destaca que “La Iglesia que concientizó y estimu-
ló las protestas populares. Las influencias del Concilio Vaticano II, la
acción de la “Teología de la Liberación”, y las de igualdad y justicia so-
cial, orientaban el trabajo de las comunidades de base como la crea-
ción de escuelas, desarrollo de la educación, primeros avances de la
alfabetización, etc. La visita del papa en 1983, al alentar el cambio, dio
una base institucional a la acción eclesiástica. Las masas populares:
el saldo de las luchas contra la dictadura durante 28 años, marcadas

107. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 49.
116 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

por una larga cadena de derrotas, había proporcionado una experien-


cia inconmensurable a las masas populares”108.
En este escenario, a partir de la última represión de 1980, la iglesia
quedó como la única fuerza legítima del país; por ello durante 1985,
año internacional de la juventud, la realización de marchas de pro-
testa organizadas por la Iglesia empezaron con lemas que tendían
a reivindicar la dignidad humana: “todo hombre es bueno y como
tal debe ser tratado”. Luego la iglesia, sin que fuera oficial el asun-
to, se escindió en dos corrientes. Una que cínicamente mantenía su
tácito apoyo a la dictadura y a sus formas de gobierno con el obje-
to de beneficiarse políticamente y lucrarse y otra corriente, ligada a
la Teología de la Liberación que, pese a sus propias contradicciones
internas y veleidades pseudorevolucionarias intentaba canalizar el
descontento popular.
En este ambiente variopinto a las muy heterogéneas fuerzas polí-
ticas, organizaciones sociales y actores de la vida económica, social
y cultural las unía el propósito común de terminar la dictadura. Fue
así como “El 28 de noviembre de 1985 en la ciudad de Gonaives, se
realizó una marcha de la juventud; la policía reprimió brutalmente
a los manifestantes y mató a tres estudiantes de 13, 15 y 20 años. La
indignación cundió en Gonaives y se extendió por todo el país. En
Gonaives, foco de la rebelión, se multiplicaron las manifestaciones
que tomaron una connotación antimacoute y antiduvalierista. Con-
tingentes del ejército mandados de la capital, trataron de aplacar los
vientos de rebeldía en todo el país”109.
Dado ese paso, la transición se tornó irreversible. Múltiples organi-
zaciones, de variada naturaleza y condición emergieron, naturalmen-
te unas más sólidas que otras. Se estima que “354 madres de familia
de diferentes partes de la Republica realizaron el 17 de diciembre una
manifestación de solidaridad con las madres de Gonaives que habían
perdido a sus hijos; el 14 de enero, la Asociación de Industriales ma-
nifestó su preocupación y se pronunció en contra de la violación de
los Derechos Humanos. La represión no rendía más frutos: el poder
había perdido su arma más eficaz, y el ejército comenzó a manifestar
cierta violación. A principios de enero, 14 soldados fueron arrestados

108. Ibíd.
109. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 117

por no cumplir con sus deberes. Se estableció así, una evidente com-
plicidad entre las manifestaciones populares y los soldados”110.
Por su parte, los Estados Unidos, ante la fuerza de la rebelión po-
pular y respecto a la dificultad del gobierno para controlarla, tomó la
decisión de mantenerse a distancia de Duvalier y ayudarlo solamente
a huir. El 7 de febrero de 1986, se anunció públicamente la suspensión
de la entrega de una partida de siete millones de dólares de la prevista
ayuda de cincuenta y cuatro millones. Esta decisión de Estados Unidos
tuvo lugar no por su sensibilidad a favor de la democracia ni de la tran-
sición a la misma, sino porque la gobernabilidad de Duvalier ponía en
riesgo sus intereses económicos dada la notable corrupción en todos
los niveles. Primó el interés económico sobre cualquier otro asunto.
Solo, sin ningún control sobre la marea popular, el gobierno no te-
nía ya ninguna fuerza ni soporte. Así empezó la caída del 30 de enero
de 1986. El derrocamiento de la dictadura permitió a las bases popu-
lares la recuperación de la confianza en sí mismas, en su fuerza para
transformar la realidad, que puso de manifiesto su capacidad creado-
ra para desafiar el poder. No obstante, esta fuerza bastante poderosa
para derrocar el régimen, no llevó a las masas a plantear una estra-
tegia para tomar el poder. En ningún momento llegaron a presentar-
se como una sólida alternativa. En este ambiente de sometimiento y
privaciones, miles de haitianos buscaron la solución a sus problemas
emigrando masivamente hacia otros países, especialmente hacia los
Estados Unidos y más concretamente al sur de la Florida111.
En este ambiente, Estados Unidos le retira el apoyo militar y econó-
mico a Jean-Claude Duvalier. Las huelgas y las movilizaciones popula-
res aumentaron en frecuencia, intensidad y número de participantes,
siendo reprimidas con ferocidad hasta que el 7 de febrero de 1986 fue
derrocado por el Comandante del Ejército Henri Namphy. Jean-Claude
Duvalier había gobernado desde el 22 de abril de 1971 cuando su pa-
dre le heredó el poder. Cuando Jean-Claude Duvalier huyó del país el
día inmediatamente después de su derrocamiento, el gobierno que-
dó en manos de un Conseil National de Gouvernement (controlado
por militares y encargado de organizar las elecciones) presidido por
Henri Namphy.

110. Ibíd.
111. URIBE, Guillermo. MONTES, Beatriz. ÁLVAREZ, Iván. Op. Cit., p. 50.
118 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Tras dos años en el poder Henri Namphy (“El Duvalierismo sin


Duvalier” 6 de febrero de 1986 - 7 de febrero de 1988) tuvieron lugar
elecciones en Haití en junio de 1988 después de varias décadas y
el favorecido con los resultados fue Leslie François Manigat inicián-
dose una compleja y caótica transición a la democracia. Tanto Hen-
ri Namphy como Leslie François Manigat actuaron en concordancia
con lo definido por Estados Unidos, así como lo hizo en otros países
de la región. Como elemento a resaltar de estos dos años de gobier-
no del Conseil National de Gouvernement es que la corrupción se
desbordó a escenarios insospechados, el contrabando se generalizó
y la huida de capitales y empresarios hundieron aún más la econo-
mía haitiana.

2.3 Los dictadores y las instituciones


a su servicio
Un dictador no se hace solo ni se reproduce por generación espontá-
nea. No es un castigo divino ni necesariamente es un camino obligado
por el que tienen que transitar los pueblos. No son seres dotados de
cualidades excepcionales, por el contrario, usualmente tienen trági-
cas historias de múltiples carencias. Un dictador es una construcción
social en definidos contextos espaciales y temporales. Su gestación
como futuro dictador, la irrupción al poder, la consolidación de su
dictadura y ocaso está supeditado a las dinámicas geopolíticas y a la
evolución política interna de los países en cada coyuntura. Conside-
rarlos dioses, infalibles, perfectos y demás adjetivos para realzar su
figura, es parte de los mitos y de la subjetividad desde la cual obser-
van los fenómenos los pueblos víctimas de las dictaduras.
En el caso de la República Dominicana el dictador Trujillo Molina se
constituyó en sí y para sí, en una especie de institución dentro de la
República Dominicana. En el contexto internacional fue el hazmerreír
de la época por la mezcla contradictoria e hirsuta de conducirse ante
ciertos acontecimientos. Su presencia en distintos escenarios provo-
có rechazo casi generalizado, salvo en sus homólogos dictadores con
quienes solía compartir e intercambiar elogios, condecoraciones, re-
conocimientos y títulos rimbombantes. Considerado el arquetipo de
los dictadores latinoamericanos del siglo XX, a lo largo de su carrera
como dictador, Trujillo Molina exhibió, consciente e inconscientemen-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 119

te una serie de rasgos que han permitido construir su índole y así


comprender los alcances de su dictadura.
Sobre Trujillo Molina, Juan Isidro Jimenes-Grullón considera por
ejemplo que la mediocridad de su inteligencia se muestra compen-
sada por una singular astucia. Incapaz de llegar a la entraña de los
problemas y las cosas, su perspicacia le hace adivinar el pensamiento
y la actitud de muchos de los que lo rodean. Agrega que “Carece de
imaginación creadora en los campos de la especulación científica o
de las realizaciones artísticas, pero es hábil en la intriga política y en
la construcción de situaciones y escenas que redunden en su prove-
cho. Lento en la palabra y en la hilación de las ideas, se expresa, sin
embargo, con precisión y vigor”112.
El mismo autor remarca que “Ha leído poco y estudiado menos, mas
tiene el don de ponderar el valor de los hombres con sus virtudes y sus
flaquezas. Su ilustración es pobre: ignora lo que significan las ciencias
políticas y económicas; suple, sin embargo, esa deficiencia, con un co-
nocimiento cabal de las técnicas politiqueriles y con el asesoramiento
por intelectuales competentes”. Para el mismo, “No tiene elocuencia ni
brillo; pero su figura proyecta una personalidad fuerte, poseedora, aun
en los momentos de serenidad y silencio, de cierto magnetismo. En ese
magnetismo reside, indudablemente, su fuerza lideril”113.
El autor antes citado refiere que su ética tiene muchas analogías
con la ética del hombre primitivo. Aunque las circunstancias y el mo-
mento lo han obligado a distinguir el bien del mal, estos principios
carecen de dominio sobre su alma; ello denuncia la naturaleza amoral
de su temperamento. “Así como hoy puede realizar una obra buena,
mañana es capaz de llegar al climax de la perversidad. Persigue, como
todos los hombres, la dicha, pero no la encuentra en el cumplimien-
to de los más sagrados deberes, sino en la satisfacción de instintos
envilecidos y de sentimientos pobres o egoístas. Carece de sentido
social y de la capacidad de amar y sacrificarse por lo social”114, aclara.
En palabras de Jimenes-Grullón, sólo se ama a sí mismo —desme-
suradamente— y a aquellos que son prolongaciones, anticipaciones,
o entrañadas vinculaciones suyas… El dolor y la miseria del pueblo

112. JIMENES-GRULLÓN, Juan Isidro. Op. Cit., p. 174-180.


113. Ibíd.
114. Ibíd.
120 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

no provocan en su alma reacciones piadosas o remediadoras. Tien-


de, instintivamente, a encerrar la vida en la esfera de la materia. “No
sabe lo que es una pura emoción estética ni conoce el júbilo de anu-
lar dolores ajenos. Mide el progreso por la cantidad de casas que se
construyen y no por la amplitud de la dicha colectiva. Es trabajador
como pocos y tiene el don de la organización y el método. Estimula el
desarrollo material en ciertos planos pero esa estimulación obedece
más a una actitud ególatra que a una independiente ansia construc-
tiva”115 advierte.
Es preciso señalar que en la configuración de la personalidad de
un dictador como Trujillo Molina convergieron fenómenos interna-
cionales, nacionales, regionales, familiares y personales. Un dictador
no es el resultado del azar ni el fruto de determinismo alguno, es el
punto de llegada de un cúmulo de factores. Ahonda Jimenes-Grullón
su apreciación sobre el dictador dominicano cuando afirma que la
egolatría constituye uno de los rasgos esenciales de su psiquis; tie-
ne ella tal amplitud y es tan dominadora que adquiere proporciones
positivamente patológicas. Posee él un concepto elevadísimo de su
persona y siente honda satisfacción cuando los demás rinden tributo
a ese concepto. “Su vanidad desconoce límites. Como su megaloma-
nía. No piensa y actúa en función de hombre, sino de superhombre.
Cree que todos sus actos tienen una fundamental razón de ser, por el
hecho de ser él quien los realiza. Ama la gloria, pero no aquella que
nace del espontáneo reconocimiento de reales y benéficas actitudes
éticas, sino la que brindan —gloria irreal y efímera— el poder y la
riqueza. Son otros dos factores los que ejercen una mayor atracción
sobre su espíritu”116 argumenta.
Desde un punto de vista narcisista Trujillo Molina fue un arqueti-
po de la megalomanía, pues Jimenes-Grullón el deleite morboso del
mando y el más morboso aun de la moneda ofrecen, sin duda, la
sustantiva razón de sus actitudes. Es difícil saber cuál de los dos do-
mina más su ánimo. Nos inclinamos a pensar que el segundo. “Es más
Creso que César. Hay, sin embargo, cierto paralelismo en la trayectoria
de los actos directamente dependientes de esas dos grandes fuerzas,
que son cardinales en su vida. Donde no existe posibilidad de mando

115. Ibíd.
116. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 121

o de enriquecimiento, él no se encuentra. Sentirse rico y poderoso


colma su vanidad. Para la consecución de ambos propósitos capitales
no titubea en violar todas las normas éticas”117, sentencia.
Jimenes-Grullón plantea que como es indiferente ante el bien y
el mal, muestra una ausencia total de escrúpulos. Con la misma se-
renidad con que ordena asesinar a miles, despoja a los pobres de
sus escasos bienes. Es suficientemente listo para no exigir demasiado
de los ricos, ya que tiene en ellos conspicuos sostenedores. Sien-
do esencialmente ególatra procura que sus crímenes dejen limpio
su prestigio. “Por eso los hace ejecutar en la sombra; así, aparente-
mente, no carga él con el pecado. Carece, por tanto, del sentido de la
responsabilidad. Esto, especialmente, lo diferencia de los dictadores
de antaño, como Santana, Báez y Heureaux, que afirmaron siempre
la paternidad de sus actos. Su delirio de grandeza lo hace vivir en un
ambiente de artificialidad y extravagancias”118, explicita.
La simulación y las contradicciones de Trujillo Molina eran eviden-
tes. La simulación en los dictadores es el mecanismo por medio del
cual ellos mismo suplen sus deficiencias, satisfacen sus carencias
bien en materia económica, intelectual o sexual y se rodean a seres
incondicionales, que en ningún momento les hagan sombra sino que
por el contrario, les sirvan de pedestal para proyectar su imagen. Se
afirma que Trujillo Molina es un déspota, y tiene horror a que lo lla-
men públicamente déspota. Obliga a decir, por el contrario, que es
un gran demócrata; y a difundir a través del mundo, mediante una
campaña hábilmente dispuesta, las virtudes y los méritos de su obra
democrática. Vive dentro de esa dualidad: la esencia sangrienta y ar-
bitraria de su régimen, y el afán de una fama sin mácula. “De ellos se
deriva su cinismo, que alcanza metas insospechadas. En esta esfera
ha colmado todas las medidas. Asombra, en efecto, oírlo afirmar, sin
el menor titubeo, que su vida es un perenne sacrificio por la libertad
y la patria. Tales afirmaciones, y numerosos actos de ese tipo hicieron
exclamar a Juan Marinello una vez, que si la tiranía dominicana no
mostrara “su costado trágico, podría ser la mejor ocasión de una farsa
valleinclanesca”119.

117. Ibíd.
118. Ibíd.
119. Ibíd.
122 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Trazas de su perfil así esbozado advierten también una notable


contradicción. Por un lado emite la imagen invulnerabilidad y por
otro, es manifiesto su temor y su cobardía lo cual le lleva a vivir en
constante estado de desconfianza, zozobra y delirio de persecución.
Ve el mundo como es él mismo. Jiménes-Grullón en su sesuda tipi-
ficación del dictador dominicano, señala “Él sabe que es odiado y
ello contribuye a que cuide excesivamente de su vida. Camina ge-
neralmente acompañado de un poderoso Estado Mayor armado de
revólveres y ametralladoras; sin embargo, cuando está seguro de que
nadie lo espera a una hora y en un sitio dado, o que quien lo espera
es incapaz de una felonía, se aventura a veces casi solo. Su psiquis
es más bien de tipo introspectivo. En todo momento, adopta él una
actitud de defensa, que ha sido estimulada por los odios que sus
procedimientos despóticos inspiran”120.
De igual modo, declara el mismo autor que no puede decirse que
sea, fundamentalmente, un político, como lo fue el dictador Heureaux
y como lo es en la actualidad Hitler. “Es más bien un hombre de ne-
gocios, un financiero en gran escala y desprovisto totalmente de éti-
ca. Si su escenario hubiera sido un país como los Estados Unidos, él
hubiera probablemente brillado en el campo de los juegos de bolsa o
de los negocios ilegales, conocidos allí con los nombres de “rackets”
y “gansterismo”121, precisa.
El poder absoluto de Trujillo Molina en la República Dominicana
lo llevó a perder el sentido de las proporciones. Así lo demuestra su
debilidad por los reconocimientos para sí. Las condecoraciones que
se hizo otorgar, los beneficios prodigados a su familia, su creencia
que podría estar como homólogo o par de mandatarios de otros paí-
ses, especialmente europeos. Adicionales rasgos de su personalidad
fueron “Su delirio de grandeza, su vanidad, su hermetismo, su actitud
defensiva, dan a su temperamento marcados perfiles paranoicos. Es
un caso de constitución paranoica sobre una base instintiva. La vani-
dad, el hermetismo, y cierta tendencia a la reivindicación, están mar-
cadamente hipertrofiados. Pero no se trata —y eso es lo grave— de
una constitución paranoica en un hombre depurado por el contacto
con las costumbres morales y la cultura de su propio pueblo, sino

120. Ibíd.
121. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 123

por el contrario, en un individuo cuya espiritualidad denuncia mu-


chos aspectos primitivos y bárbaros”122.
En esa misma dimensión, severa Jimenes-Grullón que la crueldad,
el culto a la fuerza, y la constante recurrencia al crimen —rasgos típicos
de su psiquis—, asoman, en efecto, como proyecciones anímicas incon-
cebibles en el hombre corriente de las virtuosas colectividades domini-
canas. “Su primitivismo, empero, no trasciende en todos los momentos
y todas las actitudes. Si el psicoanalista encuentra algo de interesante
en la arquitectura mental y psíquica de este hombre es justamente la
adaptación de su inteligencia a numerosas normas de la civilización
moderna mientras la efectividad permanece en planos inferiores”123.
Como la formación intelectual de los individuos es casi imposible
ocultar, suelen los dictadores carentes de la misma guardar cierta
rabia a quien la posee y cultiva. O son objeto de la cooptación, se les
tira al ostracismo o simplemente son reprimidos y asesinados como
ocurrió con el historiador español Jesús de Galindez. Los dictadores
suelen considerarse intelectuales de primer nivel. Sus pocas luces in-
telectuales le llevaron a Trujillo Molina a exhibir inequívocos talantes.
Desde el punto de vista de Jimenes-Grullón “El choque con el mundo
de hoy aguzó su astucia y le brindó enseñanzas que no se aprenden
en la escuela; comprendió él que tal como está constituida la socie-
dad capitalista —él no imagina otra— sólo la posesión de riquezas
ofrece halagos y brinda supremacías; se dio a la vez cuenta de que en
el principio de la organización reside el éxito de cualquier iniciativa,
y de que aunque la ley trata de regular el desenvolvimiento de los
negocios, sólo quienes han sabido violar hábilmente la ley pueden
llegar a poseer, en los momentos actuales —salvo escasas excepcio-
nes— auténticas fortunas. Se convenció de que la atadura a principios
morales —cuya atracción él no sentía— era un real obstáculo en el
camino del enriquecimiento; palpó, a la vez, la corruptibilidad de las
más elevadas castas sociales y políticas”124.
Jimenes-Grullón enfatiza que, con esas enseñanzas, se lanzó a la
lucha. Todo cuanto tiene, pues, de amoral y deficiente el actual siste-
ma de vida fue capitalizado por su inteligencia alerta. Mientras tan-

122. Ibíd.
123. Ibíd.
124. Ibíd.
124 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

to, su espíritu seguía siendo, aun vestido de los más finos modales,
de tipo primitivo. “Su pasión de la riqueza fue “civilizada” por todas
aquellas constataciones de las cuales él iba a derivar técnicas y pro-
cedimientos. La primitividad de su alma facilitaría muchas veces el
éxito de esas técnicas. Como no había escrúpulos ingénitos, iba a ser
fácil la actuación ilegal. Naturalmente, precisaba proceder con frial-
dad, tacto y bien concebida estrategia. Actuando de ese modo, podía
vaticinársele el triunfo”125.
Trujillo Molina fue el paradigma de dictadores formados por Estados
Unidos y con los que este país “dotó” a América Latina durante el siglo
XX. Servirle a ese país era motivo suficiente para considerarse seguros
en los cargos y convencidos de sus acciones. Más que a sus propios
pueblos, le rindieron cuentas a la potencia imperialista que los catapul-
tó al poder y Trujillo Molina no fue la excepción. También Jimenes-Gru-
llón señala que “Sorprende, sin embargo, el que pudiera él, poseyendo
un alma bárbara y una constitución psíquica fuertemente paranoica,
disponer y realizar sus planes con precisión matemática. Parece casi
imposible el que la pasión del dinero y la del poder no quebraran de
vez en cuando, en un rapto impulsivo, sus ordenados proyectos. Eso
es cierto. Pero comprendemos el hecho al recordar que la pasión de
la riqueza no entraña posiciones fanáticas ni provoca, por lo general,
exaltaciones de la afectividad; es más bien una pasión serena”126.
En cierto modo, analiza Jimenes-Grullón la pasión del poder, por el
contrario, sí empuja a entusiasmos desbordados e inarmónicos, mas
ella aparece en este caso subordinada al afán de enriquecimiento. To-
das estas consideraciones denuncian que hay mucho de contradicto-
rio en su naturaleza. “La inclinación al método y a la organización se
muestra, en efecto, reñida con la cínica tendencia a darle un sentido
falso a sus actitudes y obras; su delirio de grandeza, cuna de tantos
actos de ridiculez y desproporción inconcebibles, aparece en pugna
con la ajustada disposición de su maquinaria política; sus condiciones
de negociante, con la conciencia de su función mesiánica”127, establece.
El mesianismo no estuvo exento de la personalidad de Trujillo Mo-
lina. A ello contribuyó principalísimamente la Iglesia Católica, el tipo

125. Ibíd.
126. Ibíd.
127. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 125

de educación recibida por éste personaje y el ambiente en el que tuvo


lugar su desempeño como militar y gobernante. Es común encontrar
en los dictadores su convicción de que tienen una “misión divina”
que cumplir en la tierra, que tienen comunicación directa con algún
dios y que sus acciones son un favor que hacen a sus conciudadanos.
Considera, de igual modo, que en pleno delirio ególatra, él ha lle-
gado a convencerse del “indiscutible” providencialismo de su misión.
Y es lógico que así sea, ya que su mente no supo nunca de las disci-
plinas educadoras, y que el coro de intelectuales envilecidos a diario
lo proclama. Creemos, sin embargo, que ese convencimiento es algo
adyacente a su gran pasión de dinero y poder. El vértigo de la altura
lo marea encendiendo en su espíritu la ilusión de que él está pre-
destinado para infundirle al llano un nuevo aliento de vida. “Y como
desconoce el valor de la virtud y encuentra la dicha en la satisfacción
de goces vulgares que brinda la materia, estima que es mediante el
espoleamiento de las actividades materiales como puede él llevar
al llano ese nuevo aliento de vida. Por eso lo vemos insistiendo en
la construcción de avenidas y edificios, a sabiendas de que ellos se
abren o se levantan con el trabajo de un pueblo hambriento y des-
graciado”128, anuncia.
En concordancia con lo anterior, el poder y riqueza personal cons-
tituyen, pues, los centros fundamentales de los cuales irradian las
demás actitudes; el sentimiento de su providencialismo es una con-
secuencia clara del logro de ese poder y esa riqueza. “Ello demuestra
una vez más que su temperamento no es esencialmente político, ya
que en los políticos auténticos, en los hombres que nacen y se sien-
ten conductores de pueblos, el sentido mesiánico de su misión es
anterior a las demás actitudes específicas del psiquismo. Aunque la
pasión de la riqueza domina su espíritu no acarrea ella una actitud de
avaricia. Contrariamente a la mayoría de los avaros, él ama el dinero
más por la infinidad de ventajas que proporciona, que por el dinero
mismo”129 puntualiza Jimenes-Grullón.
No satisfecho con la captura del poder absoluto en la República
Dominicana, desde esta condición se hizo al poder económico con el

128. Ibíd.
129. Ibíd.
126 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

pretexto de “ayudar” a sus compatriotas. Su apetencia por el dinero


pocos límites conoció. Gran parte de país era de su propiedad la cual
logró, en casi todos los casos, por vías ilegales. Atrapado por el culto
al dinero como símbolo de poder, sobre el dictador de marras afirma
Jimenes-Grullón que se desprende de sumas ínfimas o importantes
cada vez que lo estima conveniente para sus propósitos políticos. Cla-
ro está: lo hace a conciencia de que ese desprendimiento lo coloca
a veces en falsos planos de filántropo, y entraña como consecuencia
beneficios materiales a menudo cuantiosos. “El gesto tiene, por tanto,
una raíz egoísta. Más se parece su actitud a la del negociante moder-
no —que obra convencido de que el gasto de una pequeña suma es
condición primordial de entradas infinitamente mayores—, que a la
de un Shylock. Hecho el balance, siempre son ínfimas las cantidades
que él eroga en el sostenimiento de su política, comparadas con las
fabulosas entradas que la permanencia en el poder directa o indirec-
tamente le brinda”130, acota.
El milimétrico cálculo de sus acciones en aras que configurar una
tupida red de lealtades, fue el Trujillo Molina un hábito según se des-
prende de lo afirmado por Jimenes-Grullón. Lo que precisa, en vista
de ello, es asegurar esa permanencia. Todos sus actos aparentemente
caritativos o altruistas, obedecen a ese propósito que es garantía y
vehículo de su constante enriquecimiento. “No hay en realidad al-
truismo cuando se extiende en forma de dádiva, una suma que de
una manera u otra, le fue arrebatada abusivamente al pueblo; cuando
lo que se persigue — como es el caso— no es remediar miserias, sino
obtener ventajas materiales y despertar en el favorecido un senti-
miento de gratitud. Su vanidad se refocila si el beneficiado lo llama
sinceramente “Mi protector”. Es políticamente útil que esto suceda;
pues los favores recibidos obligan a la cooperación y la lealtad hacia
el favorecedor”131, estima.
El mismo autor considera que esos sentimientos y juicios lo con-
dujeron a la organización de todo un sistema de gratificaciones y li-
mosnas; así fue él adquiriendo, ante los espíritus ingenuos y simples,
fama de generoso… Explotó de ese modo con suma habilidad, la igno-
rancia y la bondad del pueblo. Y la sigue explotando. “No se da cuenta

130. Ibíd.
131. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 127

a veces ese pueblo de que la limosna que recibe forma parte de su


propio peculio, disminuido o agotado por los despojos que en forma
de impuestos irracionales e inequitativos, y en virtud de la monopoli-
zación de la economía, a diario realiza directamente el dictador, o su
maquinaria gubernamental”132.
De igual modo puntualiza que como es propio de los temperamen-
tos paranoicos, la cólera asoma con facilidad en su palabra y gesto.
Sabe, sin embargo, contenerla, cuando las circunstancias lo deman-
dan. Todo lo que hiere su vanidad tiende a provocarle ira. Pasado el
rapto, pondera, sereno, los hechos, y procura encontrar medios para
que los motivos enojosos cesen. “Cualquier éxito en esa senda le des-
pierta satisfacción, y lo empuja a cubrir la herida con el vendaje de un
olvido irreal. Esa capacidad teatral de esconder en su ánimo, tras un
decorado hábilmente dispuesto, la verdadera naturaleza de la escena
íntima, junto con la del dominio de arranques pasionales, le han sido
de positiva utilidad”133, asevera.
Afirma también el mismo autor que mediante ellas ha logrado él
congraciarse en la forma con enemigos que parecían irreconciliables;
actitud efímera, pues como la herida no está en realidad cicatrizada,
sino simplemente cubierta, descubrirla y descargar sobre el nuevo
amigo infinidad de ultrajes, es cosa de un instante. “Aguarda para ello,
como es lógico, el momento oportuno. Se place primero en llevar al
congraciado a posiciones de encumbramiento; después, con gesto de
desprecio, lo derrumba de la altura, y lo hace beber, por los medios
más refinados, el agua de todas las humillaciones”134, revela.
Una manera enfermiza de los dictadores solazarse y exhibir su
poder ante propios y extraños es a través de la pública humillación
de las personas y con saña demostrarles su desprecio. Ese rasgo de
aquellos se desprende de su propia creencia de que también les per-
tenecen sus gobernados y, en consecuencia, pueden disponer de ellos
como un bien mostrenco. De lo anterior se colige el por qué humillar
a cuantos lo combatieron en un momento dado; o a todos los que se
atreven a mostrar en su presencia un gesto de altivez, o a hacer la
más ligera crítica de cualquiera de sus actitudes, o a poner en tela de

132. Ibíd.
133. Ibíd.
134. Ibíd.
128 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

duda su providencialismo y su indiscutible grandeza, constituye una


de sus acciones más cotidianas y placenteras. “Ella cuadra perfecta-
mente dentro de la constitución paranoica. Sin embargo, sorprende
que no hayan sido los enemigos de ayer, y aquellos que se presen-
tan con las características recién mencionadas, las únicas víctimas de
esas humillaciones. Han caído también bajo su peso muchos de los
que fueron desde el primer momento servidores muy discretos, sumi-
sos y leales. Demuestra ello que no hay en su espíritu el más pequeño
resquicio donde se aliente el sentimiento de una amistad genuina”135
expresa Jimenes-Grullón.
La tragedia de un personaje como Trujillo Molina es que, como
consecuencia de su peculiar modo de ser, le resultó casi imposible
diferenciar entre amigos y enemigos, seguidores y perseguidores. Ello
explicaría la furia con que éste dictador solía reaccionar ante las per-
sonas cuando le fallaban o traicionaban. En ese mismo sentido, él no
sabe lo que son los verdaderos amigos. Se sirve de los hombres como
simples instrumentos para llevar a cabo sus aspiraciones egoístas.
Cuando ellos ya no pueden prestarle utilidad, les pone de lado. A ve-
ces, para que no se mueran de hambre o dejen nacer en sus almas un
odio inconveniente hacia su persona, les tira una piltrafa. “Actúa, por
lo tanto, —vale la pena repetirlo— como el hombre de negocios para
quien la vida se mueve exclusivamente alrededor de sus riquezas. Los
interesados en las recopilaciones de hechos derivados exclusivamen-
te de la psicología de los personajes históricos, podrían llenar largas
listas si se dispusieran a hacer la enumeración de todos los servido-
res de este dictador, que fueron despreciados o humillados por él,
después de haberles permitido probar, a su lado, algunos manjares
de la suntuosa mesa”136, deduce.
Por tanto, según Jimenes-Grullón es indudable que sus combina-
ciones políticas carecen de genio. No ha logrado él, en la intriga, la
grandiosidad macabra de un Fouché; o en el crimen, la justificación
religiosa de un Hitler. Sus gestos, aun aquellos hijos de la anorma-
lidad de su temperamento o de la naturaleza primitiva de su alma,
carecen del diabólico esplendor con que los hombres bárbaros pero
superiores sellan sus sangrientas o maquiavélicas hazañas. “Él es vul-

135. Ibíd.
136. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 129

gar e incoloro aun en lo extraordinario; común y pobre en medio de


la ostentación y el empinamiento. No tiene creencias religiosas defi-
nidas. Aunque fue bautizado, sería arbitrario afirmar que es poseedor
de fe católica. Desconoce, como la gran mayoría del pueblo domini-
cano, el sentido de los dogmas del catolicismo”137.
Calculó Trujillo Molina con precisión la importancia política de la
Iglesia Católica, institución de probada tradición criminal y maestra
en el complejo y cautivante mundo de la política. Este dictador y la
Iglesia Católica se necesitaban, compartían intereses comunes y es-
tablecieron un complejo juego de complicidades. También se descon-
fiaban mutuamente, se expiaban y sospechaban. Se trató de una casi
forzada relación por conveniencias. Por eso Trujillo Molina cumple,
empero, aclara Jimenes-Grullón, por conveniencia política, y por con-
cesión a las tradiciones y costumbres, con algunos ritos de esa vieja
religión. Su posición ante el problema de ultratumba, y en general,
ante los misterios de la vida, es más bien la del hombre primitivo. No
sabemos si adora en su intimidad algún fetiche, pero sí es cierto que
tiene inclinación a creer en supersticiones y que le concede belige-
rancia a los brujos y a todos aquellos que se dicen capaces de inter-
pretar numerosos enigmas y el porvenir. Y agrega que “La naturaleza
bárbara de su alma explica ampliamente esa tendencia; más ayuda
también en la explicación la extraordinaria importancia que han teni-
do los azares del mundo en gran parte de sus éxitos políticos. No es
abusivo afirmar que en muchos de sus triunfos el factor “suerte” ha
ejercido preponderante influencia. Él lo sabe bien. Y aunque coloca,
en el tablero de ajedrez político todas sus piezas en las posiciones
adecuadas, no desprecia la imponderable intervención de esos facto-
res extrahumanos”138.
En ese mismo sentido, sentencia Jimenes-Grullón, que sabe ser
magnánimo cuando las circunstancias políticas así lo demandan. Pero
la obediencia a ese mandato no es constante: el instinto se sobrepo-
ne a menudo al reclamo político. Empujado por ese instinto, que él
cree infalible, comete errores trascendentales. La fe en la infalibilidad
de sus impulsos irreflexivos nace de la autosugestión de su grandeza;
no deriva ella, por tanto, como en las personalidades políticas de tipo

137. Ibíd.
138. Ibíd.
130 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

religioso, de intuiciones, o sentimientos ultraterrenos. “Su don de la


organización y la disciplina —condición necesaria a todo gobernan-
te— hubiera podido producir, al servicio de su alma culta y desinte-
resada, desde las alturas del Poder, frutos positivamente benéficos
para la colectividad. Por desgracia, ese don no es en él esencia, sino
vehículo. Puede ser utilizado tanto para el bien como para el mal. Y lo
ha sido: ponderados sus actos, las obras buenas aparecen ínfimas en
número y extensión comparadas con las malas”139.
En verdad los actos de Trujillo Molina polarizan las opiniones en
su época y después, dependiendo de las perspectivas ideológicas con
que se asuman. Mientras para unos éste dictador fue el constructor
de la República Dominicana para otros fue un simple depredador.
Lo concreto y objetivo de los acontecimientos es que, tras la muerte
de este personaje, pudo el mundo conocer la real situación de este
país que, entre otras cosas, no podría ser más crítica en el escenario
latinoamericano.
De igual modo, se puede complementar esta aproximación a la ín-
dole de Trujillo Molina señalando que él se ha servido, pues, del vehí-
culo disciplinario, para la proyección de su psiquis demoníaca. Quien
lanza una mirada superficial sobre el conjunto de sus realizaciones,
percibe lo más visible, que es justamente la parte mecánica: el mé-
todo y el orden; pero cuando la mirada se detiene y capta la entraña,
entonces los ojos se abren desmesuradamente y el espíritu se llena
de pavor; se siente la emoción de lo burdamente monstruoso; le pa-
rece a uno presenciar, sobre el campo de un paisaje rígido, descolo-
rido y monótono, una marcha aniquiladora y lenta de fuerzas feroces.
Argumenta Jimenes-Grullón que “No hay nada de esplendoroso ni de
bellamente trágico en sus ejecutorias; despiertan ellas la sensación
del desierto y no la del abismo que se abre entre montañas salpica-
das de nubes; carecen de la sublimidad del incendio y del impulso
apocalíptico de la tormenta; son más bien vulgares en la médula y en
la forma, y dejan en el ser el panorama desolador y hosco con que la
tierra responde al peso de las largas sequías”140.
Construida así su índole con el objeto de comprender los alcan-
ces de su dictadura, Trujillo Molina desde el mismo instante en que

139. Ibíd.
140. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 131

se hizo al poder, capturó las instituciones existentes en la República


Dominicana, suprimió unas, creó otras y todas las puso a su servicio.
Experto en la ficción, mantuvo la clásica división de poderes (Ejecutivo,
legislativo y judicial), reorganizó las fuerzas armadas, sometió a los
medios de comunicación (prensa, radio y televisión), cooptó a la Iglesia
Católica mediante un siniestro intercambio de favores y la universidad
fue convertida en un fortín burocrático para emplear a un sector de la
intelectualidad dominicana que abrazó ciegamente la causa de la dic-
tadura. La Universidad fue transformada en una capilla para adoctrinar
y formar personas sumisas, acríticas y mediocres en lo académico.
Trujillo Molina urdió las necesarias tretas para participar en un
proceso eleccionario que, por primera vez, lo llevó a la presidencia
de la república. Ubicado en un posición de privilegio por su cargo en
aquél entonces, generó un ambiente de terror en la población civil,
especialmente en el campo, a través de miembros de las fuerzas ar-
madas y de organizaciones paramilitares. Hubo constreñimiento al
electorado, coacción, chantajes y amenazas. Los demás candidatos
no tuvieron las correspondientes garantías por lo que los comicios
electorales se convirtieron en un sainete colectivo. Estados Unidos
conoció este tipo de procederes y, habituado a interferir procesos
similares cuando los candidatos con mayor opción no son de su con-
fianza, en esta ocasión hizo caso omiso.
Quienes participaron de las elecciones (tanto candidatos como
electores) se convirtieron, tácitamente, en validadores de un certa-
men electoral a todas luces viciado por las irregularidades y los deli-
tos cometidos en esa coyuntura. Los resultados, como era de esperar-
se, le favorecieron abrumadoramente a Trujillo Molina (y así ocurrió
en los demás procesos eleccionarios) que, convertido en Presidente
de la República Dominicana, de inmediato tomó una serie de deci-
siones conducentes a afianzar su poder político en derecho, ya que
su poder de hecho era evidente incluso desde años atrás. El primer
fenómeno fue la militarización del país y de la política. Miembros de
las fuerzas armadas a quien conocía desde las filas de tal institución
fueron promovidos a cargos civiles de alto nivel.
Así, en un país de poca tradición democrática como la Repúbli-
ca Dominicana, con un caudillismo decimonónico enervante, con un
militarismo amenazante de cualquier atisbo democrático y premo-
derno en su cultura política (como la mayoría de los demás países
de América Latina) pelechó la militarización de la política dominica-
132 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

na impuesta por Trujillo Molina. A lo anterior se sumó el nepotismo,


en el sentido de la vinculación, como funcionarios de su gobierno,
a miembros de su familia; y fue complementado con una efectiva
red de espionaje en todos los niveles y ámbitos de la vida pública y
privada de los dominicanos, lo cual trajo los efectos deseados por
Trujillo Molina como fueron las delaciones, los rumores, la zozobra y
la desconfianza incluso entre los mismos miembros de las familias.
A Trujillo Molina desde su primer periodo presidencial se le señala
de ser el responsable de múltiples asesinatos. Desde luego no como
autor material, tal vez por la naturaleza de su cargo, pero si como
determinador de los mismos. La tecnología del crimen fue variada:
provocación de accidentes de tránsito, asaltos, amenazas de muerte,
desplazamientos forzados, muertes provocadas por armas de fuego
o cortopunzantes, ahogamientos, desapariciones y encarcelamientos
sin las correspondientes garantías legales de los reos que, habitual-
mente eran sometidos a torturas y apremios y morían en ellos. Las
víctimas eran opositores o en potencia de serlo, antiguas rencillas
personales, conocedores de hechos delictuosos tanto de Trujillo Mo-
lina como de su familia y allegados.
Como cabeza visible del poder ejecutivo, Trujillo Molina controló
todo el circuito de decisiones, independientemente de su relevancia,
como una manera de poner la institucionalidad y al país a su servicio
y no a la inversa. Su experticia como militar y hacendado la trasladó
al ejercicio del poder político. Pronto entendió que sus decisiones el
pueblo las entendía como favores dispensados por el presidente y no
como un servicio de obligatorio cumplimiento. En esas condiciones la
fisonomía de este dictador se fundió con la del Estado y el gobierno
dominicano. Cuestionar a cualquier componente de ésta trinidad, era
un delito político, un crimen de lesa patria y, desde luego, un pecado
desde la dimensión religiosa. Trujillo Molina era el Estado y el gobier-
no y viceversa.
Con el objeto de aparentar una democracia, mantuvo el congreso
(senado y cámara). ¿Pero, qué tipo de congreso? Era el propio Trujillo
Molina quien designaba a sus miembros, determinaba quienes ocu-
parían las presidencias y vicepresidencias de ambas corporaciones,
fijaba su reglamento, imponía la agenda legislativa, por interpuesta
persona daba prelación a temas de su personal interés. Los miembros
del congreso eran sustituidos del mismo ante el menor desacato o
indiferencia a los caprichos del dictador y, dependiendo del estado

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 133

de ánimo de Trujillo Molina los ahora excongresistas podían caer en


el ostracismo, la expulsión del país, la degradación pública, cuando
no su muerte. En congreso dominicano durante los 31 años de la dic-
tadura trujillista fue una corporación de bolsillo que intentó dar la
apariencia de legalidad constitucional a los designios del dictador.
Otra de las instituciones al servicio de Trujillo Molina fue el poder
judicial. Un tupido enjambre de leyes aprobadas por el congreso fue
administrado por los entes encargados de impartir justicia. El dere-
cho y la justicia fueron convertidos en prolongaciones de la de por
sí larga mano de la dictadura para afianzarse en el poder, extender y
profundizar la corrupción y perseguir a la oposición o a los sospecho-
sos de pertenecer a ésta. No hubo una carrera judicial por méritos,
llegaban a la misma los favoritos del dictador. La venalidad de los
jueces, la prevaricación de los magistrados y el ambiente generaliza-
do de concupiscencia en todo el poder judicial, asfixió y enrareció la
credibilidad e imparcialidad que deben guardar quienes, en nombre
de un Estado, administran justicia.
Igual que en el congreso, en el poder judicial la permanencia en el
mismo por parte de sus más importantes funcionarios quedó supedi-
tada a la voluntad omnímoda de Trujillo Molina, quien medía la pro-
bidad de éstos por su incondicionalidad. Parte constitutiva del poder
judicial eran las cárceles. A quienes caían en éstas no se les respe-
taba ningún derecho y, por el contrario, la tortura se institucionalizó
como una manera de obtener información, amedrentar y aleccionar a
los dominicanos. Los procesos en su contra eran auténticos actos de
venganza, felonía y revancha. En no pocas ocasiones los reclusos eran
trasladados a cárceles clandestinas y, posteriormente, desaparecidos
y asesinados so pretexto de la “ley de fuga”.
La constitución política de una nación, idealmente, debe reflejar la
esencia de aquella. En el periodo histórico de la dictadura trujillista,
la constitución política fue objeto de sucesivas reformas ajustándo-
la a las necesidades de Trujillo Molina y no a las del país. Tal fue el
caso de la creación de nuevas unidades territoriales (provincias), de
nuevos cargos o la supresión de los mismos con el objeto de atender
los intereses personales del dictador en cada época. Se trató de una
constitución política de naturaleza personal, en el sentido de encarnar
una sola visión de país y de servir a un sujeto en particular. Esa misma
constitución fue de estirpe ideológica, en tanto expresión de una sola
perspectiva, en este caso, la del dictador. Entre los poderes ejecutivo,
134 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

legislativo y judicial se configuró un sainete bufo en torno a la constitu-


ción política convertida en un instrumento ciego del poder dictatorial y
no en un símbolo de la unidad y la identidad del pueblo dominicano.
Una vez asumió Trujillo Molina la presidencia de la república en
1930, continuó el proceso de reorganización de las fuerzas armadas (no
su profesionalización). La Guardia Nacional de la República Dominica-
na como otras tantas de países caribeños y Centroamericanos había
sido organizada por Estados Unidos, no como un ejército profesional,
sino como una guardia pretoriana al servicio de las multinacionales y
del imperialismo estadounidense; y a su vez como expresión armada
de los dictadores y tiranos de cada país. En el caso que nos ocupa, la
Guardia Nacional fue transformada en Policía Nacional. En esas condi-
ciones, Trujillo Molina con el grado de coronel fue designado Coman-
dante de la Policía por el presidente Horacio Vásquez el 22 de junio
de 1925. En el ejercicio del cargo, se le atribuye haber reorganizado la
institución, mejoró su eficacia y, de paso, la convirtió en una depen-
dencia a su servicio. Mediante una ley de 1927 esa Policía Nacional fue
convertida en Ejército Nacional y Trujillo Molina fue ascendido a Gene-
ral de Brigada y promovido a la comandancia de la nueva institución141.
En el caso de la República Dominicana el militarismo decimonóni-
co con Trujillo Molina a la cabeza dio paso a una versión remozada del
mismo en el siglo XX. De la mano del militarismo corrió el caudillismo.
Ambos fenómenos son propios de sociedades políticamente premo-
dernas. El militarismo no es una cuestión exclusiva de los militares,
suelen encontrarse civiles más militaristas que los mismos militares,
en parte por creer que, las acciones de fuerza, son las más eficientes y
eficaces para la gobernabilidad. Como caudillo militar Trujillo Molina
puso la totalidad de las fuerzas armadas a su servicio (Ejército, Arma-
da, Aviación, Policía Nacional y Servicio de Inteligencia Militar) incluso
para sus excesos, como otorgar grados militares a sus hijos meno-
res de edad, crear y suprimir cargos de manera discrecional, vincular
efectivos sin el lleno de los requisitos propios del mundo castrense y,
desde luego, despedirles sin miramiento alguno.
De igual modo, los medios de comunicación (prensa, radio y tele-
visión) fueron instituciones a su servicio. Tales medios hicieron eco

141. DE GALINDEZ, Jesús. Op. Cit., p. 20.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 135

del culto a la personalidad que, cada dominicano, supuestamente le


debía rendir a su “presidente”. Los hirsutos títulos que se otorgó a sí
mismo, su estrafalaria indumentaria y su estrambótico desiderátum
fueron objeto de particular atención por los medios de comunicación
para remarcar en la idea de que unos y otros eran justos merecimien-
tos de Trujillo Molina por sus desvelos a favor del pueblo dominicano.
Por los efectos de la misma alienación e ideologización ejercida a
favor del dictador por los medios de comunicación, la mayoría de los
dominicanos terminaron asociando a aquél, como un sujeto al que
todo se le debía y, en consecuencia, todo se le permitía. Por medio de
la profusa difusión de la “cartilla cívica” a través de los medios de co-
municación, se pretendió, como cualquier régimen dictatorial, “crear
un hombre nuevo”.
La Iglesia Católica mediante un siniestro y ordinario intercambio de
favores con el dictador, también hizo parte del elenco de instituciones
a su servicio. Las prácticas religiosas ancestrales de origen indígena y
africano fueron proscritas por Trujillo Molina, lo cual fue recibido con
beneplácito por parte de la Iglesia Católica, institución que al verse así
beneficiada, por aquella época (1930-1931) logró que los dominicanos
mayoritariamente profesaran la fe cristiana. La exención de impuestos
a los bienes, la protección institucional, el encargo de una parte de la
educación y la indiferencia a los abusos de la Iglesia Católica en lo
concerniente al cobro de los servicios religiosos hizo que, de manera
oficial, pública y continuada, esa institución (obviamente en conni-
vencia con el Vaticano) apoyara a Trujillo Molina, a sabiendas de los
horrendos crímenes que éste cometía por acción u omisión.
Idealmente la universidad es un espacio en el que se congrega
la conciencia crítica de cada nación, aunque por circunstancias que
no vienen al caso tratar aquí, tal institución con frecuencia termina
siendo un monumento al conservadurismo y un dispositivo para la
consolidación del statu quo. Tristemente la universidad no escapó al
zarpazo de Trujillo Molina y la puso a su servicio. Convertida en un
fortín burocrático, parte del personal docente llegó a laborar allí no
por sus méritos intelectuales, sino por disposición personal del dicta-
dor. Las clases terminaron siendo exposiciones laudatorias para jus-
tificar el orden imperante y deslizar, con frecuencia, loas al dictador, a
su familia y a su entorno inmediato. Las expectativas laborales de los
futuros profesionales se reducían emigrar o a emplearse en las pro-
piedades del dictador o pelechar como burócrata. Así, el pensamiento
136 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

crítico, las perspectivas laicas y las prácticas heterónomas estuvieron


ausentes del acontecer universitario dominicano.
Como una institución que coadyuvó a la consolidación de la dicta-
dura de Trujillo Molina, está el Merengue. Siendo un género musical
bailable originado a finales del siglo XIX en la República Dominicana,
por medio del cual sus cultores interpretaban asuntos propios de la
cotidianidad de campos, pueblos y ciudades fue objeto de proscrip-
ción en aquella época, pero el dictador lo convirtió en una eficiente
herramienta de propaganda, adulación y defensa de su estilo de go-
bierno, al punto de elevarlo a la condición de ritmo nacional y, por
ende, materia oficial de enseñanza y aprendizaje. Las fiestas y actos
oficiales eran amenizados con música Merengue. Si algún mérito le
cabe al dictador dominicano, es haber institucionalizado tal ritmo
musical y bailable. Tras la terminación de la dictadura, músicos e in-
térpretes afectos al dictador debieron exiliarse y los temas de los que,
en lo sucesivo se ocupó el Merengue, variaron en el marco del nuevo
ambiente político.
Más que una institución al servicio de Trujillo Molina, Estados Uni-
dos, de principio a fin, se constituyó en el principal soporte de la
dictadura dominicana. En el escenario de su invasión militar a aque-
lla nación, aceptó como miembro de la Guardia Nacional al futuro
dictador y, desde allí observó, tal alcahueta, las trampas y atajos de
que se valió para llegar a ser presidente de la república. De disipa-
da condición ética y moral Estados Unidos antepuso sus intereses
geopolíticos, al destino de una nación que por tres décadas debió so-
portar una de las más oprobiosas dictaduras de occidente. En virtud
del apoyo incondicional dado por esta nación a la dictadura domini-
cana, queda claro, incluso desde antes, que para Estados Unidos la
democracia no es un valor en sí mismo. Tampoco la libertad, la paz y
la felicidad de los pueblos.
Todos los anteriores valores son tirados por la borda cuando de
consolidar su dominio se trata. Las dictaduras en América Latina han
sido parte de su estrategia geopolítica para la dominación integral
de cada una de sus naciones. Los crímenes cometidos en nombre
de la libertad y la democracia en América Latina por los efectos del
imperialismo estadounidense, son innumerables e inenarrables. En
este, como en todos los demás casos, las dictaduras en América La-
tina fueron dispositivos del poder de Estados Unidos y, cuando cum-
plieron los objetivos para los cuales fueron estimuladas, presionaron

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 137

la salida del poder de los dictadores e incidieron en los alcances


de las transiciones a la democracia. En casi todos las transiciones
fueron perceptibles democracias instrumentales, en cuyo contexto se
impuso en unos casos y en otros se profundizó el modelo económico
neoliberal que, dicho sea de paso, no se reduce a la dimensión eco-
nómica, sino que abarca una visión de mundo en la que compromete
la política, la ciencia, la cultura, la ideología y la religión.
En lo concerniente a Haití en este mismo tópico (Los dictadores y
las instituciones a su servicio), es preciso señalar que uno de los ras-
gos más notorios de la dictadura de los Duvalier (padre e hijo) fue la
ficción constitucional. Por tanto, una de las principales instituciones
al servicio de la dictadura de los Duvalier fueron las constituciones
políticas de Haití, específicamente las de 1957, 1964 y 1971142. En esos
términos el poder de hecho fue convertido en poder de derecho. Las
constituciones políticas tanto en su concepción, como en sus múlti-
ples reformas estuvieron sujetas a los caprichos y aspiraciones, ini-
cialmente de François Duvalier y luego de su hijo Jean-Claude Duvalier
quien, a los 22 años de edad, heredó el cargo de su padre. La volun-
tad, en este caso de una persona o de una familia, fue convertida en
norma constitucional de obligatorio cumplimiento.
La dictadura de los Duvalier no escapó a ese mundo de las con-
tradicciones y ficciones de regímenes similares en América Latina,
consistente propinar golpes de Estado arguyendo que las institucio-
nes propiciaron una crisis y, al tomar el poder, adoptaron constitu-
ciones políticas que, paradójicamente agudizaron las crisis. La ficción
consiste en creer que la sola existencia de normas, códigos, leyes y
constituciones resuelven todos los asuntos de la gobernabilidad y de
la democracia. Suelen las dictaduras dotarse de constituciones para
revestir de legalidad sus actos.
Concordante con lo anterior, y según las apreciaciones de Leslie
Bethell el mandato constitucional de Duvalier tenía que acabar en
mayo de 1963, pero a medida que iba acercándose el momento se
hacía evidente que no pensaba renunciar. Ante ello, grupos de opo-
sición comenzaron una campaña de terror; y la venganza de Duvalier
fue feroz. “El doctor Jacques Fourcand, íntimo ayudante de Duvalier y

142. El 30 de abril de 1961, la Asamblea Nacional pasó a ser unicameral. La Cámara Legislativa así creada
reemplazó la Constitución de 1957 con la Carta de 1964.
138 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

presidente de la Cruz Roja Haitiana, declaró que habría un “himalaya


de cadáveres”, “La sangre correrá en Haití. Arderá la tierra de norte
a sur, de este a oeste. No habrá amanecer ni crepúsculo... sólo una
enorme llama que lamerá el cielo”. Los macoutes mataron a hombres,
mujeres y niños y las embajadas se llenaron de refugiados”143.
Además, señala Bethell, las fuerzas de Duvalier penetraron en la
embajada dominicana y sacaron a dos refugiados, provocando así
una crisis en las relaciones con la república vecina, donde se hicieron
preparativos para una invasión. “Estados Unidos se negó a reconocer
el segundo mandato de Duvalier y rebajó el nivel de su representa-
ción diplomática. Kennedy intensificó la campaña de desestabilizar el
régimen alentando a grupos de exiliados haitianos dentro de Estados
Unidos y, con la colaboración del presidente Juan Bosch, en la Repú-
blica Dominicana”144.
De conformidad con lo señalado, la ficción no termina en las cons-
tituciones políticas, trasciende otros escenarios como es el caso re-
ferido a las elecciones, mecanismo por el cual se renueva el poder.
Se impone lo formal. En efecto, en Haití y en la República Dominicana
en el marco de las dictaduras hubo elecciones. Naturalmente se trató
de peculiares certámenes en los que el libre ejercicio de la política
no tuvo lugar. La oposición no participó por falta de garantías. Los
candidatos de la dictadura fueron presentados como los ungidos por
un dios.
Según la misma autora, durante la campaña que condujo al refe-
réndum que confirmó a Duvalier como presidente vitalicio los pro-
pagandistas de éste utilizaron de forma creciente el simbolismo reli-
gioso. En tal sentido, “Aparecieron carteles en los que Jesús rodeaba
a Duvalier con un brazo y decía: “Yo le he elegido”. Jean M. Fourcand
publicó un Catéchisme de la révolution que contenía himnos y varias
plegarias adaptadas a la causa. Duvalier fue proclamado el mayor
patriota de todos los tiempos, emancipador de las masas y renova-
dor del país en quien se encarnaban los grandes líderes del pasado,
Toussaint, Dessalines, Christophe, Pétion y Estimé. El librito también
contiene actos de fe, esperanza y caridad, confesiones y un “padre-
nuestro” dirigido a Duvalier. El “Credo de los Apóstoles” empieza así:

143. BETHELL, Leslie. Op. Cit., p. 280.


144. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 139

“Creo en Nuestro Doc, nuestro jefe todopoderoso, constructor de la


nueva Haití, y en su patriotismo. Nuestro Salvador que fue elegido
Presidente en 1957 que sufrió por su pueblo y por su país, que fue
reelegido en 1961 y proclamado Presidente Vitalicio...”145.
El origen del poder, tema que ha centrado la atención de ideólo-
gos, políticos, filósofos y teóricos de las Ciencias Humanas y Sociales,
no es un asunto del pasado remoto. Como se puede observar en la
dictadura haitiana este fenómeno emerge como una cuestión central
en las elecciones, en la “renovación” de las autoridades. El argumento
es sencillo. Se trató de mostrar a los dictadores como los elegidos
por un dios, de lo que se desprende que el origen de los sátrapas
no era más que la encarnación y la voluntad divina. El poder divino
trasladado al poder de un sujeto. En consecuencia, ir en contra de ese
poder (en este caso del dictador) era ir en contra del poder divino,
encontrándose quien así actuase en una doble falta. Por una lado
un delito político y por otro, en un pecado. La Iglesia Católica resultó
beneficiada de este tipo de situaciones.
El dictador haitiano comprendió que cazar peleas con poderosos
enemigos, de manera simultánea, era un enorme riesgo. Por ello, sin
ceder, en los aspectos centrales de su forma de gobierno, logró equili-
brar a su favor cierta capacidad de maniobra. Pues “En cierto sentido,
cabe ver 1965 como el momento decisivo del régimen de François
Duvalier. Para entonces ya había eliminado las serias amenazas que
se cernían sobre su gobierno, tanto dentro como fuera del país. Ha-
bía llegado a un entendimiento con Estados Unidos, a un acuerdo
implícito con lo que quedaba de los círculos empresariales, había
eliminado los sindicatos independientes y había metido a los jefes
del ejército en cintura. Sólo le faltaba llegar a una avenencia con la
Iglesia católica”146 y en 1966 se ocupó de ello.
Concordante con ello, en el marco de negociaciones de Estado a
Estado, “El Vaticano accedió a nombrar a una nueva jerarquía autóc-
tona, con el generalmente dócil François Wolf Ligondé en calidad de
arzobispo. El anciano obispo Cousineau era el único obispo blanco
que quedaba. En la ceremonia el presidente declaró que era un gran
consuelo saber que ahora podía contar con “el apoyo de la autoridad

145. Ibíd.
146. Ibíd.
140 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

moral más elevada del mundo”. La jerarquía eclesiástica fue despoja-


da así de poder político durante casi dos decenios. Más adelante Du-
valier tomó nuevas medidas contra los Padres del Espíritu Santo, que
controlaban uno de los principales institutos de enseñanza secun-
daria de la capital, alegando que eran una influencia subversiva”147.
Se afirma que el 14 de junio de 1964 tuvo lugar un referéndum
constitucional cuyo propósito principal fue el de declarar a François
Duvalier presidente vitalicio, además con la prerrogativa de nombrar
a su sucesor y fue aprovechada la ocasión para cambiar la bandera
de Haití de azul y rojo a negro y rojo realzando de ese modo los vín-
culos con África. Como suele ocurrir en las elecciones convocadas por
las dictaduras donde el fraude se impone, este caso no fue la excep-
ción. No hubo garantías para la oposición, las papeletas entregadas
al votante ya iban marcadas y el total de votos depositados superaba
con creces el potencial del electorado. La Asamblea Nacional aprobó
la enmienda constitucional el 21 de junio y, al día siguiente, François
Duvalier juró como Presidente Vitalicio de Haití148.
Haití se comprometió y firmó obligaciones internacionales en ma-
teria de Derechos Humanos. Ratificó la Carta de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) y de la OEA, aprobó la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, miembro de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT) y de la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), entre otras. El 27 de
febrero de 1977 Haití adhirió a la Convención Americana sobre De-
rechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) la cual, entró en
vigencia a partir del 18 de julio de 1978. Por tanto, Haití se obligó a
respetar los derechos y libertades reconocidos en la Convención sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, reli-
gión, ideología, origen, nacimiento, posición económica o cualquier
otra condición149 y, por medio de otros instrumentos internacionales,
a prevenir y reprimir el genocidio y el trabajo forzado.
La Constitución Política de Haití de 1964 fue reformada el 14 de
enero de 1971 especialmente en lo referido al modo de elección del

147. Ibíd.
148. Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe
sobre la situación de los derechos humanos en Haití. OEA/Ser. L/V/II.46 Doc. 66 rev. 1. (13 de sept
de 1979). En: http://www.cidh.org/countryrep/haiti79sp/cap.2.htm
149. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 141

Presidente Vitalicio y la edad mínima para el desempeño de sus fun-


ciones. En tal sentido, la Constitución Política de Haití de 1971 estruc-
turada en 201 artículos y quince títulos aparte de servir de plataforma
legal para la perpetuidad en el poder de los Duvalier, consagró un
catálogo de derechos que, casi en su totalidad, fueron letra muerta en
el sentido de que a ninguno se le dio cabal cumplimiento, tales como
el derecho a la libertad personal, a la integridad de la persona, a la
propiedad, a ser juzgados por jueces, libertad de reunión, derecho de
asociación, garantías procesales, prohibición de la pena de muerte,
la supremacía constitucional, el principio de no retroactividad en la
aplicación de las leyes150.
Esta misma constitución organizó el gobierno del Estado en tres
poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. En el caso del poder ejecuti-
vo para ser Presidente de la República en la Constitución de 1964 se
exigía como edad mínima cuarenta años y en la reforma de 1971 se
redujo a 18. Desde la Constitución de 1957 la duración del cargo era
de seis años, pero en la de 1964 se introduce la figura de “Presidente
Vitalicio” y en la de 1971 se le faculta para designar a su sucesor. El
Presidente de la República fue investido de amplios poderes como
la administración general del país, la designación y remoción de los
ministros y empleados públicos, la promulgación de leyes, la sanción
de reglamentos, la conducción de las relaciones exteriores, el mando
de las fuerzas armadas y de la policía, así como el de los Voluntarios
de la Seguridad Nacional151 (Tontons Macoutes).
Por su parte el poder legislativo consistió en un cuerpo unicameral
denominado Cámara Legislativa o Asamblea Nacional con un periodo
de sesiones anuales de apenas tres meses. En lo concerniente al po-
der judicial estuvo compuesto por una Corte de Casación, Cámaras de
Apelaciones y Tribunales Inferiores. Los jueces eran nombrados por
el Presidente de la República por un periodo de seis años, al igual
que los funcionarios del Ministerio Público y los Jueces de Paz152. Una
de las funciones del poder judicial era la declaratoria de constitu-
cionalidad o no de las leyes o de las reformas la Constitución cuyas
iniciativas provenían del poder ejecutivo. Es de advertir que la provi-

150. Ibíd.
151. Ibíd.
152. Ibíd.
142 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

sión de cargos en el poder judicial, como en otros ámbitos, funcionó


como una forma de clientelismo por medio del cual los Duvalier se
aseguraban apoyos, lealtades y complicidades.
Tanto la división de poderes como el reconocimiento formal de
algunos derechos humanos quedó en entredicho o en el campo de lo
ficcional dado que, desde 1958 hasta la terminación de la dictadura,
salvo pequeños lapsos, Haití fue gobernado bajo la figura de Estado
de Sitio, inicialmente en unas regiones y luego en todo el país fue
adoptada tal figura por medio de la cual fueron suspendidos y con-
culcados los derechos reconocidos, formalmente, en la Constitución
Política. Este tipo de ficción le permitió a la dictadura de los Duvalier
emitir ante el mundo la falsa imagen de ser un gobierno democrático
y así fue aceptado por Estados Unidos.
Si bien es cierto las tres Constituciones (1957, 1964 y 1971) eran ca-
tegóricas en los motivos por los cuales se podía invocar e imponer el
Estado de Sitio, la dictadura de los Duvalier pervirtió esta figura en el
sentido de abusar de la misma como un mecanismo expedito para la
gobernabilidad. Algunos fenómenos de poca relevancia fueron sufi-
ciente motivo para apelar a tal excepcionalidad, pero también el re-
currente Estado de Sitio fue una estrategia para encubrir la represión
generalizada, especialmente hacia la oposición, la cual fue puesta en
condición de enemigo interno al amparo de los preceptos de la Doc-
trina de la Seguridad Nacional.
En el entorno del Estado de Sitio los amplios poderes que de por
sí ya tenía el Presidente, lo eran más con los otorgados por el poder
legislativo, a cuyo tenor tomaba decisiones amparadas en la manida
expresión de que se trataba de salvaguardar la integridad del terri-
torio y la soberanía nacional, así como para consolidar el orden, la
paz; mantener la estabilidad política, económica y financiera de la
nación; profundizar el bienestar de las poblaciones rurales y urbanas,
defender los intereses generales de la república, crear las condicio-
nes ideales para las inversiones extranjeras y facilitar la acción del
gobierno en materia de obras públicas.
Concomitante con lo anterior, la prensa fue censurada. Para tal
efecto, el 28 de septiembre de 1979 fue publicada una ley en ese sen-
tido sin que ello signifique que antes no había censura. Meses antes
de la referida fecha, la dictadura haitiana convocó a los medios ma-
sivos de comunicación (nacionales y extranjeros) para advertirles que

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 143

todo tipo de información sobre el gobierno o sus funcionarios debía


ser autorizada por ellos (el gobierno y sus funcionarios). La ante-
rior censura se extendió al cine, el teatro, el arte y la literatura cuyos
contenidos debían ser examinados por una comisión nombrada por
la dictadura, antes de ser publicados. Se argumentó que la esencia
de la africanidad estaba en riesgo por los contenidos de orientación
comunista de las distintas expresiones culturales153.
De la figura del Estado de Sitio y su abusiva adopción en Haití, se
derivó un episodio que tiene tanto de anacrónico, como de exótico y
cruel. De manera reiterada la dictadura de los Duvalier privó a miles
de haitianos de su nacionalidad. Este recurso de represión política de
la dictadura contra sus opositores (reales y ficticios) se aplicó tanto
a los residentes en el país como en el extranjero. La dictadura al lan-
zar al ostracismo a miles de sus conciudadanos pretendió, aparte de
anularles su derecho a una nacionalidad, ponerlos en situación de
ilegalidad donde quisiera que estuviesen con las colaterales conse-
cuencias morales y legales que ello supone.
Desde los tiempos de la dictadura de los Duvalier en Haití, ya era
notorio el rol proimperialista tanto de la ONU como de la OEA y el cum-
plimiento de funciones en concordancia con la geopolítica de Estados
Unidos. Los pocos pronunciamientos en contra de lo que acontecía en
Haití tuvieron lugar por la tozudez y gravedad de los hechos más no
por intentar aliviar la penosa situación de millones de haitianos opri-
midos y vejados por una feroz dictadura como fue la de los Duvalier.
La inoperancia, ineptitud e incapacidad de tales organismos también
son proverbiales cuando de apoyar con su indiferencia a regímenes
sustentados en los crímenes de sus propios pueblos se trata.
Francia por su parte, la potencia que sembró de muertes, dolor, lá-
grimas, sufrimientos, sangre y sudor a gran parte del mundo incluido
Haití país al que le cobró por reconocerle su independencia, respon-
sable de la mayor parte de tragedias padecidas por Haití, enhiesta
apoyó la dictadura y sirvió de lugar de “exilios dorados” en el cual
recalaron no pocos dictadores tanto de Haití como del resto de Amé-
rica Latina. Aunque cada pueblo se labra su propio destino y tiene los
gobernantes que se merece, en esta ocasión, como en otras tantas,

153. Ibíd.
144 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Francia tiene una enorme responsabilidad en la histórica situación de


Haití tanto por su acción cuando era potencia colonialista, como por
los efectos residuales a favor de otras potencias imperialistas.
Pese a la índole de la dictadura de los Duvalier (padre e hijo) y a las
instituciones nacionales e internacionales a su servicio, las clases so-
ciales que sufrieron con mayor rigor los efectos del aludido régimen
político no permanecieron sumisas. Por el contrario, en medio de las
adversidades resistieron con estoicismo los embates de una dictadu-
ra que, más que cualquier otra, hizo de la mixtura entre religión y po-
lítica un eficaz y siniestro mecanismo de opresión el cual contó con la
complicidad del mundo “civilizado”, “democrático” y “desarrollado”. La
resistencia a la dictadura fue multifacética, tuvo avances y retrocesos,
lenta y sorda lo mismo que la represión de la dictadura.
Tal fue el caso de la dictadura que, impunemente, cometió masa-
cres. Se afirma que el 14 de mayo de 1957 en barrios periféricos de
Puerto Príncipe fueron masacrados cerca de tres mil habitantes. So-
bre las víctimas se aplicó una especie de apartheid no precisamente
de orden racial (como en Sudáfrica) sino de naturaleza económica,
política y religiosa. Como suele ocurrir en estos casos, no hay cifras
confiables sobre el número de víctimas, pero la cifra indicada de por
sí resulta aterradora, máxime cuando median razones como las ex-
puestas. En 1963 en la frontera haitiano-dominicana fue asesinado
un número indeterminado de campesinos; al igual que entre 1964 y
1969 también fueron objeto de matanzas. Las familias de las víctimas
solían no reclamar los cadáveres de sus deudos para evitar que el
largo brazo de la represión los alcanzase.
Entre 1963 y 1977 las destrucciones y quemas de viviendas de habi-
tantes pobres de las ciudades y campesinos se hicieron más frecuen-
tes. El propósito era despojarlos de sus lugares de residencia para
apropiarse de las tierras y, de contera, ponerlos en una situación de
extrema vulnerabilidad social, económica y política, incrementando
de ese modo, la disponibilidad de mano de obra abundante y, conse-
cuentemente, barata que, en los siguientes años, emplearían a unos
en las maquilas de origen estadounidense en condiciones leoninas
para los haitianos y otros quedarían en condición de mendigos.
En ese mismo sentido se considera que entre 1963 y 1965 ocurrie-
ron masivas deportaciones de mendigos, al igual que confiscaciones
y requisiciones tipificadas en el hurto de las provisiones de los cam-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 145

pesinos a quienes además, se les obligaba por parte de los Tontons


Macoutes a vender su producción (maíz y mijo) a precios irrisorios
y éstos la vendían al doble, como también fijaban impuestos arbi-
trarios de irrigación. Las expropiaciones colectivas fue otra práctica
recurrente por parte de la dictadura de los Duvalier. Se considera que
entre junio y julio de 1964 a miles de campesinos haitianos les fueron
expropiadas sus tierras por parte de miembros de los Tontons Macou-
tes quienes aparte de ello, les imponían a los campesinos trabajos
forzados y extenuantes. En julio de 1975 fueron expropiadas cerca de
7000 hectáreas y en 1977 el gobierno haitiano entrega a aventureros
franceses islas en concesión154.
Ante este difícil panorama político creado por la dictadura hai-
tiana, sobrevinieron las luchas obreras. Tal fue el caso de la huelga
de los obreros de la compañía tabacalera “Comme il faut” contra el
despido de 20 de sus compañeros en 1963; seguida de protestas y
huelgas en la fábrica de “Cemento de Haití” así como en la “Compañía
de Electricidad”. En el año siguiente (1964) tuvo lugar la protesta de
los obreros de la Casa Wiener en Puerto Príncipe por las infrahuma-
nas condiciones de trabajo; y en 1965 la huelga general en la fábrica
Brandt (de propiedad de estadounidenses) para exigir la eliminación
de un descuento ilegal del 10% sobre sus salarios.
Otros sectores o renglones de la economía también se expresa-
ron en contra de la dictadura. En ese sentido en 1966 se registraron
protestas de los obreros metalmecánicos contra el llamado “Bono
de liberación económico”; en 1967 los obreros de “Cemento de Haití”
hacen huelga por el injustificado despido de trabajadores y por la
abolición de la pensión de vejez; en 1968 tiene lugar la huelga en la
fábrica “SEDREN” por rebaja del 50% de los salarios. Por su parte entre
1969 y 1973 se registran huelgas de obreros de la industria azucarera
y del transporte; lo mismo en 1976 y, en 1977, se desataron huelgas de
obreros de empresas estadounidenses155.
Los campesinos, al igual que el resto de la clase trabajadora haitiana
también resistieron a la opresión de la dictadura y fue así como en 1965
campesinos cultivadores de caña de azúcar destruyen en el mes de no-

154. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 51.


155. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 60.
146 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

viembre las cosechas, en protesta contra las autoridades que se niegan


a pagar la caña de azúcar comprada en mayo y a cancelar los salarios
a los trabajadores. También se da cuenta de la protesta de los campe-
sinos de Saint-Michel de l´Attalaye contra las expropiaciones y las jor-
nadas de trabajo forzado (corvée) impuestas por los jueces comunales
de Croix-des-Bouquest. De manera puntual en la hacienda Descloches
los campesinos forman un comité de defensa de sus intereses contra
la rapiña ejercida por el terrateniente Duncan que les compra la caña a
20 gourdes y la revende a 150 o 200 a la compañía Hasco; y en Casal los
campesinos saquean la residencia del jefe de la sección de la Cuarta
División y liberan a los prisioneros que se encontraban allí156.
Por su parte en 1966 los campesinos se sublevan contra las tentati-
vas de expropiación de sus tierras. En 1967 incendian las plantaciones
de caña de azúcar de la compañía estadounidense Hasco. En 1968 se
toman a la fuerza fuentes de agua, protestan contra el contrabando,
asaltan un puesto de policía, se oponen a las expropiaciones de sus
tierras y acosados por el hambre ocupan tierras de la multinacional
Hasco. En 1973 continúan las protestas por las expropiaciones de las
tierras de los campesinos y así transcurre el panorama político y de
luchas populares en Haití hasta 1978157 siempre exigiendo la termina-
ción de la dictadura.
Era notorio el giro copernicano operado en el seno de la Iglesia
Católica, institución en la que un sector asumió como propia la cau-
sa de los pobres y oprimidos. Los grupos cristianos de base, tanto
en su trabajo comunitario en el campo, como en el púlpito, vienen
predicando en favor de las libertades. Esta actitud quedó plasmada
en un importante documento titulado “La Charte de l’Egli se d’Haiti”.
Igual cosa ocurrió con “La Ligne des Droits de l’Homme” afirma Gé-
rard Pierre-Charles, “…cuyo presidente Gérard Gourgue, no deja pasar
una ocasión de fustigar a la dictadura. Por su parte, los organismos
de prensa escrita y oral, tales como L’Information y Radio Soleil, y
las clandestinas organizaciones de izquierda, en particular el Partido
Unificado de los Comunistas, también combaten con perseverancia
para conquista la democracia”158.

156. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 61.


157. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 63.
158. PIERRE CHARLES, Gérard. Haití: Nuevas etapas de la resistencia popular. En: Revista Nueva Sociedad.
Número 73, (Jul- Agos de 1984); p. 18-21.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 147

En este ambiente de agitación social y política, de crisis econó-


mica estructural y de represión generalizada, se hicieron sentir las
luchas de los estudiantes, profesores, pequeños comerciantes y sec-
tores empobrecidos de las ciudades. En 1959 por ejemplo, se desató
una huelga de los profesores de enseñanza secundaria exigiendo au-
mentos en sus salarios; mientras que en 1961 una prolongada huelga
estudiantil universitaria copó la atención de gran parte del mundo
por las expectativas generadas. En 1963 los estudiantes del Liceo Pin-
chinat de Jacmel izan la bandera azul y rojo con motivo de una opera-
ción guerrillera de las FARH; y en 1966 las masas populares protestan
contra las ejecuciones y la represión en general. En el crecimiento
cualitativo y cuantitativo de las protestas tiene ocasión la captura a
un Tontons Macoutes, al cual decapitan.
Al margen de sus alcances y limitaciones, la lucha armada en Haití
fue otro mecanismo de expresión de rechazo hacia la dictadura, tal
como ocurrió en algunos países de América Latina. Las condiciones
objetivas y subjetivas en que tiene lugar la lucha armada en Haití, su
desarrollo, bemoles, problemas internos y finalización no difieren os-
tensiblemente del resto de países de la región. Para el caso que nos
ocupa se afirma que “Entre 1957 y 1967, a pesar de que la línea polí-
tica dominante buscaba la caída pacífica del régimen de Duvalier, se
producen cuatro invasiones organizadas desde el exterior por grupos
más o menos progresistas. Estas tentativas fallan por falta de una ver-
dadera ligazón con las masas y también por la ausencia de un análisis
justo sobre las perspectivas de la lucha revolucionaria en Haití”159.
Ligado a lo anterior, afirma Arnold Antonin, el 30 de agosto de 1959,
treinta jóvenes cubanos intentan crear un “foco” en el sur de Haití. El
29 de junio de 1964 lo intentas a su vez las FARH bajo la dirección de
Fred Baptiste. El grupo combate contra los Tontons Macoutes en el
Macizo de la Selle y recibe esporádicamente apoyo de los campesinos
de la zona. Sin embargo, aclara el mismo, deben retirarse hacia San-
to Domingo por falta de aprovisionamiento y por la carencia de una
sólida ligazón con las masas campesinas. El 5 de agosto de 1964, el
grupo “Jeune Haití” organiza una vigorosa resistencia contra el cerco
tendido por los macoutes, pero pronto se verán derrotados por las
mismas razones antes mencionadas160.

159. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 63.


160. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 64.
148 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Entre 1967 y 1977 tienen lugar escaramuzas armadas, sabotajes, aso-


nadas y enfrentamientos bélicos y es perceptible un cierto accionar
de los partidos políticos. Uno de ellos fue el partido de los Duvalier
llamado “Partido Único de Acción Revolucionaria y Gubernamental”,
instancia a través de la cual la dictadura intentó legitimar la dictadu-
ra, al igual que canalizar el apoyo de algunos sectores políticos, cultu-
rales, sociales y económicos. El mencionado partido político también
operó como una manera de control político, de coacción ideológica,
de ejercer el caudillismo y probablemente en el único medio para
acceder a algunos derechos o beneficios del Estado.
En el campo de la oposición se afirma de la existencia de dos parti-
dos políticos clandestinos. Uno de ellos fue el “Partido de los Trabaja-
dores Haitianos” (PTH), de orientación marxista-leninista fundado en
1966 bajo la orientación de la lucha armada como único mecanismo
para derrocar la dictadura de Duvalier. El otro, llamado “Partido Uni-
ficado de los Comunistas Haitianos” (PUCH) fundado en 1969 como
resultado de la fusión de dos partidos: el Parti Unifié des Demócrates
Haitiens (PUDA) y el Parti d´Entente Populaire (PEP). Ambas colectivi-
dades adujeron optar por la vía pacífica como mecanismo de lucha
pero luego cambian a la lucha armada161.
A raíz de la muerte de François Duvalier en 1971 tanto dentro de
Haití como en el exterior, afloró un amplio número de organizaciones
políticas o grupos de distinta naturaleza ideológica (izquierda, dere-
cha, centro, laicos, confesionales, civiles, militares, obreros, campesi-
nos y racistas), con propósitos igualmente disímiles entre los cuales
se destacaron El Club Haitiano de Acción Cívica, el Partido Nacional
Exodus, el Movimiento Haitiano de Acción Patriótica, la Reagrupación
de las Fuerzas de la Oposición, el Movimiento 22 de Agosto, el En
Avant, la Reagrupación de las Fuerzas Patrióticas Haitianas, el Comi-
té de Organización de la Defensa de la Patria Haitiana, el Comité de
Liberación Nacional, el Movimiento Haitiano de Liberación, el Movi-
miento de Liberación Haitiano, el Comité de Marcha sobre Washing-
ton, el Comité de Salud de la Patria Haitiana, el Partido Nacional De-
mocrático Progresista Haitiano, las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Haití, el Movimiento Revolucionario 18 de Noviembre, el Partido
Charlo, el Comité Democrático de México, el Grupo de Acción De-

161. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 101.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 149

mocrática, la Organización Patriótica Zinglin, la Reagrupación de las


Fuerzas Nacionales y una quincena de candidatos a la presidencia162.
El anterior fenómeno de dispersión de organizaciones políticas, la
mayoría de ellas interesadas en la terminación de la dictadura, de-
nota, entre otras cosas, el caudillismo, el afán de protagonismo, el
caciquismo, la inmadurez política, la intolerancia, el sectarismo, el
populismo y el provincialismo rasgos peculiares no solo en Haití sino
en otros países cuando un dictador muere o es echado del poder. Se
conocieron casos de federaciones en las que su presidente era el úni-
co miembro. Lo anterior sin contar con numerosos grupos formados
por bandidos, criminales, mafiosos y lumpen en general, con el objeto
de defender sus particulares intereses.
Cerramos este segundo capítulo señalando la existencia en Haití
de la Ley Anticomunista, del 28 de abril de 1969. En el escenario de la
guerra fría en casi la mayoría de países de América Latina, con dic-
taduras o gobiernos civiles, también hubo leyes similares. Así que el
caso de Haití no fue la excepción. Por esa vía Haití se comprometió a
luchar contra el comunismo bajo la orientación de Estados Unidos y,
a partir de la denominación “comunista” se etiquetó a todo tipo de
expresiones o comportamientos críticos o desafectos del statu quo
sin que necesariamente lo fueran. Se trató de construir un “enemigo
interno” para luchar contra el mismo y mantener una constante ten-
sión política desde la cual, justamente, invocaron el Estado de Sitio.
El Decreto-Ley del 28 de abril de 1969 de manera taxativa señalaba:
Artículo I. Se declaran crímenes contra la seguridad del Estado las activi-
dades comunistas bajo cualquier forma: cualquier profesión de fe comu-
nista, verbal o escrita pública o privada, toda propagación dé doctrinas
comunistas o anarquistas por conferencias, discursos, conversaciones,
lecturas, reuniones públicas o privadas, por octavillas, afiches periódicos,
revistas, imágenes, libros, toda correspondencia oral o escrita con aso-
ciaciones que sean locales...

Artículo II. Son declarados culpables de los mismos crímenes todos aque-
llos que, a un título cualquiera (libreros, propietarios o gerentes de im-
prenta, propietarios o gerentes de salas de espectáculo público o privado,
ministro de culto, misionero, predicadores, maestros...), hayan sugerido

162. ANTONIN, Arnold. Op. Cit., p. 102.


150 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

o facilitado su ejecución.... Artículo IV. Serán castigados con la pena de


muerte los autores y cómplices de los crímenes arriba previstos...163.

La mencionada ley al ser puesta en práctica afectó un considera-


ble número de actividades. La censura de la prensa se intensificó, un
sector de la Iglesia Católica cercano a la Teología de la Liberación su
objetado por sus prédicas supuestamente comunistas, todo tipo de
expresión de inconformidad fue catalogado (en términos maniqueos)
como una conspiración extranjera en contra de Estados Unidos y de
Haití, se impuso una concepción conspirativa de la vida pública y pri-
vada desde la cual los mismos dictadores sospechaban de sus ser-
vidores y los lazos de familiaridad y amistad entre las personas se
rompieron por las mutuas desconfianzas.
El anticomunismo contenido en la aludida ley fue complemen-
tado con reformas desarrollistas de tipo contrainsurgente. Intentos
de reforma agraria, cambios en el sistema educativo, asistencia ali-
mentaria, programas de capacitación y promoción social, auspicio
al mejoramiento de la explotación agropecuaria, modernización ad-
ministrativa, cambios en la estructura financiera, aparente apertura
política, cambios en la fuerza pública, diversificación de las exporta-
ciones, asesorías a los poderes legislativo y judicial, campañas an-
ticorrupción y publicidad a favor de Estados Unidos y del sistema
capitalista hicieron parte de esas reformas desarrollistas de tipo con-
trainsurgente que complementaron la Ley Anticomunista, del 28 de
abril de 1969.
Casi similar en duración al caso dominicano, la dinastía de los Du-
valier duró 28 años y 5 meses. Sobre lo que representó la dictadura
de los Duvalier en Haití, Suzy Castor señala que “Desde 1957, François
Duvalier al instalarse en la presidencia había introducido cambios
sustanciales en la estructura del poder así como en los métodos y
mecanismos de dominación. Rompiendo con la tradición de la demo-
cracia representativa instalada por los norteamericanos a partir de la
intervención (1915-1934), instaló un régimen que combinaba a la vez
los rasgos tradicionales del autocratismo, con los elementos de un
Estado moderno así como de la política de contrainsurgencia de Es-

163. ANTONIN, Arnold. Haití: liberalización y terrorismo de Estado. En: Revista Nueva Sociedad, Número
52, (Ene-Feb de 1981); p. 23-34.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Las dictaduras ................................................................................................................................................. 151

tados Unidos164. Sostiene que domesticó al poder judicial y legislativo.


Debilitó al extremo al ejército, institución hasta entonces rectora de
la vida política y creó el cuerpo paramilitar de los Tontons-Macoutes.
De obediencia personal a Duvalier, esta fuerza con una estructura
nacional, llegó a tener hasta 40.000 hombres, mientras que el ejército
contaba apenas con 7. 500 efectivos.
Desde el punto de vista de la misma autora, la dictadura uniper-
sonal erigió la presidencia vitalicia y estableció un sistema de control
y de represión de lo más modernizado convirtiendo el terror en sis-
tema de gobierno. El terrorismo de Estado, el miedo interiorizado, la
corrupción, la manipulación ideológica, la corrupción y la despolitiza-
ción se convirtieron en potentes instrumentos del régimen. “Teniendo
el monopolio de la violencia, Duvalier aplastó todas las expresiones
de lucha en su contra. Así, pudo en el contexto de un debilitamiento
extremo de la oposición, transmitir en 1971 la presidencia vitalicia a su
hijo. Pese a su inexperiencia e incapacidad notorias, éste pudo man-
tenerse, en el poder principalmente gracias a la ya bien construida
maquinaria dictatorial y al apoyo multiforme de Estados Unidos”165,
argumenta.
Expuesta del anterior modo la índole de las dictaduras tanto de
la República Dominicana como de la República de Haití, al igual que
los aspectos más relevantes de cada dictador y las principales insti-
tuciones a su servicio, el siguiente capítulo aborda la transición a la
democracia en ambos países. Las dos transiciones se asumen como
unidades pertenecientes a un conjunto de dictaduras en América La-
tina ocurridas a los largo del siglo XX, iniciadas incluso antes de la
segunda guerra mundial. En este caso, ambas transiciones no supu-
sieron, en modo alguno, el advenimiento de un nuevo modo de pro-
ducción o un cambio radical en materia económica, social, política o
cultural. Por el contario, los nuevos gobernantes mantuvieron en gran
parte del statu quo.

164. CASTOR, Suzy. Haití: de la ruptura a la transición. En: Revista Nueva Sociedad, Número 82, (Mar-Abr
de 1986); p. 54-63.
165. Ibíd.
152 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

3 La transición a la democracia

E
ste tercer capítulo versa sobre algunos fenómenos concer-
nientes a la transición a la democracia en la República Domi-
nicana y en Haití. De cada uno de los dos países son expuestos
los rasgos esenciales del paso de la dictadura a la civilidad,
así como las características de la nueva institucionalidad resultante.
Es de advertir que en ambos casos la transición se caracterizó por
traumatismos originados en las dictaduras y por la intromisión de
Estados Unidos en los asuntos internos de cada país con el objeto de
moldear los cambios a la defensa y protección de sus intereses.

3.1 República Dominicana:


de la dictadura a la civilidad
Las transiciones a la democracia en América Latina tuvieron lugar en
singulares contextos y, el caso que nos ocupa (Haití y República Domi-
nicana), no fue la excepción. En la década de los años ochenta, en Oc-
cidente con renovados bríos tomó auge un proceso de derechización
que, liderado por líderes como Ronald Reagan (Estados Unidos) y Mar-
garet Thatcher (Reino Unido) entre otros, impusieron en sus países y
en la mayoría de naciones occidentales el neoliberalismo. Tal modelo
económico contrario a los análisis mayoritarios que sobre el particu-
lar existen, no se reduce ni se explica por sí solo desde lo económico.
Se trata de un paradigma que compromete lo axiológico, la moral, la
ética, la estética, la filosofía, la concepción de la historia, la cultura, la
política, la ideología, lo social y, desde luego la dimensión económica.
Casi de manera paralela aquella coyuntura coincide con la crisis
estructural de la versión soviética del socialismo, siendo algunas de

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 153

sus expresiones la Perestroika, el Glasnot y la disolución de la enton-


ces URRS. Los partidos comunistas latinoamericanos y, en general las
izquierdas, aturdidas por los acontecimientos asociados a la debacle
del hasta entonces arquetipo de socialismo, no pudieron eludir ni
evadir sus propias orfandades teóricas e ideológicas lo cual se sumó
a sus ya inocultables crisis particulares en cada país. Las reformas y
las mutaciones eran inminentes, salvo algunos partidos de izquierda
que continuaron aferrados a los dogmas sin que el tiempo haya lo-
grado hacer mella alguna.
Las mutaciones hicieron posible las transiciones y, cuando esos
partidos políticos con posterioridad lograron ser gobierno en varios
países, algunos paradójicamente fueron funcionales al neoliberalis-
mo. La derrota de las izquierdas fue estruendosa1, tanto en su varian-
te civilista como armada. En parte por la brutalidad de la represión de
los gobiernos de derecha con el apoyo tecnológico, militar, económico
y político de Estados Unidos; pero también, por la propia mediocridad
e incompetencia de las mismas izquierdas expresada en su ortodoxia,
el fundamentalismo, la rigidez táctica y estratégica, el conformismo,
el autoritarismo, la corrupción y la anemia de unas ideologías desco-
nectadas de las bases sociales.
En este ambiente, Estados Unidos tomó el liderazgo como potencia
hegemónica, había terminado la guerra fría, la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) disuelta ya no encarnaba el mismo pe-
ligro de antes, en América Latina las izquierdas estaban derrotadas
unas y aniquiladas otras. El suma, el comunismo ya no era el principal
enemigo geopolítico y, en consecuencia, fueron posibles las transicio-
nes a la democracia, desde luego, bajo la aguda mirada y el estricto
control de Estados Unidos potencia que, en calidad de gendarme uni-
versal, diseñó las formas, los libretos y los tiempos de cada transi-
ción. En los casos que hubo “desajustes” a lo planeado, esa potencia
“corrigió el rumbo” mediante presiones, amenazas e incluso a través
de invasiones militares o nuevos golpes de Estado.
En esas condiciones, el inicio del fin de la dictadura de Trujillo
Molina en la República Dominicana ocurrió por el ajusticiamiento de

1. CUEVA, Agustín. La cuestión democrática en América Latina: algunos temas y problemas. En:
Estudos Avançados Print version ISSN 0103-4014On-line version ISSN 1806-9592 Estud. av. Volumen
2, Número.1 São Paulo Jan/Mar. 1988 http://dx.doi.org/10.1590/S0103-40141988000100004
154 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

aquél el 30 de mayo de 1961. Desde la misma noche de los aconteci-


mientos Santo Domingo y el resto del país, quedaron sumidos en el
caos, la incertidumbre y la anarquía. Solo hubo claridad por parte de
un sector de los seguidores del dictador muerto para capturar, tortu-
rar y asesinar a los autores de los hechos. La heterogénea oposición
no tenía un coordinado plan de acción ante una eventual terminación
de la dictadura. Las derechas en todos sus matices siempre obse-
cuentes con el dictador tampoco tenían clara la manera de actuar.
Si bien es cierto algunos sectores sociales, especialmente de es-
tirpe popular, se volcaron a las calles a llorar la muerte de Trujillo
Molina, fue perceptible el rebrote de los movimientos estudiantiles,
obreros, cívicos, sociales, gremialistas y culturales. Parte de los exilia-
dos empezaron a retornar al país y algunos partidos otrora proscri-
tos, reverdecieron y emprendieron febriles actividades, entre ellos el
Partido Revolucionario Dominicano y el Partido Socialista Popular. La
presión popular sin ser la única fuerza política que le apostó a la caída
de Trujillo Molina, al exilio de su familia y la confrontación a Joaquín
Balaguer2, cumplió importantes roles como animar y liderar las protes-
tas en el nuevo ambiente producido tras la muerte de Trujillo Molina.
Es preciso que señalar que Balaguer, además de ser una persona
de absoluta confianza de Trujillo Molina, también lo era de la familia
de difunto dictador, de las clases dominantes dominicanas, de los
militares y, por supuesto, de Estados Unidos. Balaguer (el rostro civil
de la dictadura) emprendió una feroz represión generalizada a través
de la “Juventud Reformista Anticomunista (JRAD) o Banda Colorá, or-
ganización paramilitar a la que Balaguer llamaba los “incontrolables”
y que se destinaba a asesinar y a torturar a los dirigentes políticos
de izquierda radical”3. Dicho personaje, según los cálculos del círculo
más inmediato de ejecutado Trujillo Molina, era quien debía liderar la
transición consistente en el sostenimiento y consolidación del régi-
men trujillista en todas y cada una de sus partes.
En medio de la anarquía generalizada, en diciembre de 1962 tuvie-
ron lugar elecciones presidenciales en las que, Juan Bosch, a nombre

2. ARTILES, Leopoldo. La Historia de La sociedad civil dominicana del 1916 al 2008. Estado, Sociedad
Civil y democracia en la República Dominicana. p. 162.
3. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La transición política en la República Dominicana: del autoritarismo
de nuevo tipo a la democracia formal. En: Revista de Derecho Público, Número 38, (1994); p. 445-471.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 155

del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) resultó electo y toma


posesión del cargo en febrero de 1963, pero Estados Unidos al perder
momentáneamente el control de los ritmos de la transición, temero-
sos urdieron una alianza con grupos económicos dominantes domi-
nicanos y militares y a siete meses (septiembre de 1963) del gobierno
de Juan Bosch, reversaron tal experiencia4 mediante un golpe de Es-
tado e instalan en el poder a un triunvirato.
Ese triunvirato formó un gobierno colegiado, integrado por siete
personalidades, llamado Consejo de Estado, y fue creado con el fin
de preparar la transición hacia la nueva etapa política que anhela-
ba la colectividad. Juan Daniel Balcácer afirma que “El Consejo de
Estado inició su gestión el primero de enero de 1962 y su principal
misión, además de promulgar una amnistía general y de propiciar
una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Carta Sustanti-
va, consistía en organizar elecciones generales para elegir los nuevos
mandatarios de la nación. La consulta electoral fue fijada para el 20
de diciembre de 1962 resultando electo presidente Juan Bosch, líder
del Partido Revolucionario Dominicano”5.
Adicional a ello, Juan Bosch se juramentó el 27 de febrero de 1963
como el primer Presidente dominicano libremente electo en eleccio-
nes libres después de 30 años de dictadura. “Su gobierno apenas
duró siete meses; sin embargo, durante ese breve período se lograron
importantes conquistas en el plano democrático, como fue la de im-
pulsar la aprobación de una nueva Constitución Política, que resultó
ser la más avanzada del siglo XX dominicano”6.
Balcácer señala que en la madrugada del 25 de septiembre de 1963,
un grupo de militares encabezados por el entonces Secretario de las
Fuerzas Armadas, mayor general Víctor Elby Viñas Román, derrocaron
el gobierno constitucional presidido por Juan Bosch7, a quien apresa-

4. QUITERIO-CEDEÑO, Manuel. República Dominicana: ¿Una democracia frágil? En: Revista Nueva
Sociedad, Número 65, (Mar-Abr de 1983); p. 15.
5. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/
6. Ibíd.
7. El derrocamiento de Bosch tomó por sorpresa a la gente. La mayoría, rechazó la conducta de los
militares golpistas, pero las medidas represivas del gobierno de facto fueron efectivas impidiendo
una reacción escalonada de las masas que deviniera en una revuelta civil. Sin embargo, al cabo de
casi dos meses tendría lugar un levantamiento armado con el fin de restituir a Juan Bosch al poder.
156 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ron y luego obligaron a salir del país con destino a Puerto Rico. Los
militares golpistas, que contaron con el apoyo de poderosos sectores
empresariales y políticos, disolvieron el Congreso, restablecieron la
Constitución de 1962, ordenaron la formación de un Gobierno Provi-
sional y declararon fuera de la ley a los partidos políticos calificados
de comunistas o pro comunistas. Terminó así el primer ensayo demo-
crático en la República Dominicana después de la tiranía trujillista8.
Varios móviles ocasionaron este golpe de Estado. En primer lu-
gar Estados Unidos erró en el cálculo y no ganó su candidato quien
garantizaría la continuidad de un régimen político de derecha. Esta
potencia apeló a uno de sus señalamientos favoritos utilizados des-
de décadas anteriores para justificar otros golpes de Estado y ase-
sinatos, como es el de que un gobierno determinado (sin serlo) es

El 29 de noviembre el Movimiento 14 de Junio, con su principal líder a la cabeza, el doctor Manuel


Aurelio Tavárez Justo, declaró la guerra al Triunvirato tras sublevarse en diferentes montañas del
norte, este y sur del país.
En poco menos de un mes, el ejército del gobierno de facto logró derrotar a los revolucionarios,
quienes se fueron a las montañas sin haber recibido un riguroso entrenamiento militar y sin haber
hecho la coordinación necesaria para que en las ciudades, mientras ellos combatían al ejército en las
montañas, se llevaran a cabo acciones de guerrillas urbanas. La gran mayoría de los revolucionarios
fue hecha prisionera, pero Manuel Tavárez Justo y más de diez de sus compañeros que decidieron
entregarse a las autoridades, luego de reconocer que su causa estaba perdida en el plano militar,
fueron fusilados el 23 de diciembre de 1963.
Después de esos acontecimientos luctuosos, la caída del Triunvirato era cuestión de tiempo. Pero
transcurriría poco más de un año para que surgieran las condiciones que hicieron posible deponer
al Triunvirato. Así, en la madrugada del 25 de abril, Donald Reid Cabral, presidente del gobierno de
facto se vio forzado a renunciar, siendo sustituido por José Rafael Molina Ureña, como Presidente
provisional. Molina Ureña había sido presidente de la Cámara de Diputados en el gobierno de Juan
Bosch y como el presidente del Senado, que lo era Juan Casasnovas Garrido, no estaba en el país, de
acuerdo con la Constitución de 1963 le correspondía al primero desempeñar la Presidencia hasta
que su titular constitucional regresara al país.
La nueva crisis política que surgió a raíz del golpe que depuso al Triunvirato dividió a las Fuerzas
Armadas en dos bandos irreconciliables: el de los constitucionalistas, que en principio lideraba el
Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez (quien se encontraba en el exilio), y el de los adictos al
Triunvirato, que además se oponían al retorno de Bosch. Este último grupo, con asiento en la Base
Aérea de San Isidro, donde operaba el poderoso CEFA, lo dirigía el Coronel Elías Wessin y Wessin.
Los militares constitucionalistas, entre los que se destacaban Francisco Alberto Caamaño, Manuel
Núñez Noguera, Hernando Ramírez, Héctor Lachapelle y otros, decidieron distribuir armas entre la
población civil a fin de oponer resistencia al grupo militar de San Isidro y también al grupo de San
Cristóbal, que habían designado una Junta Militar que apenas duró tres días. En cuestión de horas,
estos dos bandos militares iniciaron una serie de enfrentamientos bélicos que desencadenaron en
lo que se conoce como Revolución de Abril. Tomado de: Balcácer, Juan Daniel. El país tras la muerte
del tirano. En: https://www.listindiario.com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/
8. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/5/30/144047/puntosdevista/1de3/

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 157

comunista, está infiltrado por el comunismo o está ad portas de caer


en manos del comunismo y, en consecuencia, un golpe de Estado con
la ayuda de Estados Unidos lo que haría sería “evitar un mal mayor”,
“anticiparse” o “reorientar” los procesos políticos. Juan Emilio Bosch
Gaviño fue acusado de comunista y luego derrocado.
También incidió en el golpe de Estado el intento de separación
entre la Iglesia y el Estado por norma constitucional en 1963 en el
sentido de no reconocerle el monopolio como la “religión de la na-
ción”. Lo anterior aparte de fortalecer el señalamiento de comunista
al presidente Bosch, le granjeó un poderoso y siniestro enemigo, en
esta ocasión la Iglesia Católica institución que apeló al fanatismo de
su feligresía y por sí misma conspiró contra el gobierno civil con el
que se iniciaba la transición a la democracia en la República Domi-
nicana. La feligresía católica dominicana al igual que sus principales
líderes, en ese sentido, añoraba al dictador Trujillo Molina.
Estados Unidos en la República Dominicana implementó una polí-
tica que luego replicaría en otros países de América Latina. Presionar
las transiciones y, si las nuevas autoridades no encajaban dentro de
sus esquemas ideológicos o generaban sospechas, eran derrocadas.
Por esa razón, el golpe de Estado contra Bosch a poco andar de su
gobierno (nueve meses después de la elección que llevó al poder)
convirtiéndose así en el primer civil elegido democráticamente en
ese país después de treinta años de la dictadura de Rafael Trujillo. La
acusación principal contra Bosch, por los sectores participantes en el
golpe de Estado era que había infiltración comunista en su gobierno9,
argumento también repetitivo en otros casos.
Lo anterior tuvo lugar en el marco de un nuevo ordenamiento le-
gal en el que la Iglesia Católica vio menguada, su hasta entonces
posición dominante. Como se sabe la Constitución de 1963, sin ser
revolucionaria o poner en riesgo la figura de la propiedad privada,
creaba unas nuevas condiciones para la vida política del país. Tal es
el caso, toleraba corrientes políticas e ideologías, incluido el comu-
nismo, proscritas por la recién terminada dictadura. Esa misma Cons-
titución no reconocía el catolicismo como religión del Estado, como
lo había determinado Trujillo Molina. “Este hecho convirtió a la Iglesia

9. LEÓN ESTÉVEZ, Luis José. Yo, Ramfis Trujillo. Santo Domingo: Letra Gráfica, 2002. p. 106.
158 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

católica en un enemigo de la Constitución de 1963 y la administración


de Bosch. La Constitución de 1963 también tenía un vocabulario dife-
rente de los derechos si se la compara con la Constitución de 1962”10.
Si algo caracterizó la transición a la democracia en la República
Dominicana fue la impunidad respecto a los crímenes de Trujillo Mo-
lina y sus agentes. En 1961, la principal propuesta de los líderes del
Partido Revolucionario Dominicano (PRD) fue declarar que la transi-
ción democrática debería asumirse como un “borrón y cuenta nue-
va”, lo cual frenó las posibilidades de enjuiciar criminalmente a los
familiares de Trujillo. Incluso las personas que emboscaron y dieron
muerte al dictador fueron ejecutadas por un ebrio hijo del mismo sin
que mediara juicio alguno. La venganza se impuso. Esos asesinatos,
reconocidos por su ejecutante, quedaron en la impunidad11.
Veinte meses después (abril de 1965) el PRD y un sector de las
fuerzas armadas organizaron la resistencia armada mediante el de-
nominado “Movimiento Constitucionalista” que inicia el 24 de abril
de 1965 encabezado por el coronel Francisco Caamaño Deñó y que se
caracteriza por ser un movimiento cívico-militar mediante el cual el
pueblo dominicano intenta el regreso al orden constitucional y, por
tanto, del destituido presidente Juan Bosch12; a lo cual Estados Uni-
dos respondieron invadiendo de nuevo a la República Dominicana
a partir del 28 de abril de 196513. Tal potencia, una vez destruyó todo
vestigio de oposición, hicieron presidente del país caribeño a Joaquín
Balaguer considerado uno de los “generales civiles” de Trujillo Molina;
y luego si se retiró del país invadido.
Sobre la invasión estadounidense a la República Dominicana se
afirma que el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson,
atendiendo a una petición que le hizo la Junta Militar de San Isidro,
ordenó el envío a la República Dominicana de tropas de la Infantería
de su país con el propósito de proteger las vidas de ciudadanos nor-
teamericanos que “supuestamente estaban en peligro”. Tal coartada
ha sido recurrente en la historia imperialista de Estados Unidos. “Fue

10. ARTILES, Leopoldo. Op. Cit., p. 165.


11. LEÓN ESTÉVEZ, Luis José. Op. Cit., p. 107.
12. MARTÍNEZ VALENZUELA, Clara I. Reseña del libro: Democracia y procesos electorales en República
Dominicana. Pablo A. Maríñez. Santo Domingo: Editorial Alfa y Omega, 1994. p. 271.
13. DÍAZ ARENAS, Pedro Agustín. Relaciones internacionales de dominación. Fases y facetas. Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, 2 edición, 1998. p. 229.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 159

la segunda ocasión en que, durante el siglo XX los Estados Unidos


ocupaban militarmente República Dominicana; pero, a diferencia del
período 1916-1924, la ocupación militar de 1965, que comenzó el 28
de abril, no abarcó todo el territorio nacional, sino que se limitó a la
ciudad capital”14.
Entendiéndose de ese modo tal acción como un mecanismo de
presión, se sabe que “En cuestión de días, aproximadamente 42.000
soldados norteamericanos, apoyados por una imponente escuadra
naval que incluía portaaviones, tanques de guerra, helicópteros y los
más sofisticados armamentos, ocuparon la ciudad Primada de Améri-
ca y de inmediato establecieron un corredor de seguridad que dividió
en dos zonas la capital de la República”15, asegura Juan Daniel Balcá-
cer. Con tan desproporcionado despliegue de fuerza y por los abusos
cometidos, esa invasión desencadenó en una especie de “Guerra Pa-
tria” en la que se calcula que arrojó más de 5.000 muertos y cientos
de heridos; y se estima que agudizó la crisis económica de la nación y
reavivó el antagonismo tradicional entre los sectores liberales y con-
servadores que desde la fundación de la República se han enfrentado
tratando de controlar el poder político.
Desde la perspectiva de Balcácer el Gobierno Constitucional y la
OEA el 31 de agosto de 1965 firmaron el Acta de Reconciliación Domi-
nicana por medio de la cual los principales actores en pugna acepta-
ban la instalación de un Gobierno Provisional, presidido, como se ha
señalado, por Héctor García Godoy juramentado el 3 de septiembre
de ese mismo año, cuyo principal objetivo era organizar las eleccio-
nes presidenciales del 1 de junio de 196616. Es de advertir que cada
uno de los anteriores movimientos de la política dominicana estaban
bajo la estricta supervisión de Estados Unidos con el objeto de no
perder el control de los acontecimientos de la República Dominicana.
Según lo expresa el mismo Balcácer “Antes de tomar posesión, Hé-
ctor García Godoy y el Coronel Francisco A. Caamaño Deñó suscribie-
ron el Acto Institucional, el cual fue una suerte de Constitución para
el Gobierno Provisional que surgió como consecuencia del cese de

14. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.


15. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.
16. BALCÁCER, Juan Daniel. En: https://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2010/05/31/144191/
el-pais-tras-la-muerte-del-tirano-2-de-3
160 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

las hostilidades entre constitucionalistas, las tropas leales al Gobier-


no de Reconstrucción Nacional y las fuerzas interventoras reunidas
en Fuerza Interamericana de Paz”17. Con este pomposo e eufemístico
nombre Estados Unidos, fiel a su estilo, había denominado la inva-
sión a la República Dominicana. Lo único cierto es que era una fuerza
desproporcionada respecto a los propósitos deseado, pero ni era in-
teramericana ni era de paz.
Encubierto de ese modo el crimen de Estados Unidos, se estima
que a partir del 1966, tiene lugar la denominada Cuarta República, y
que tras la Segunda Intervención Militar Norteamericana (1965-1966),
el país caribeño quedó atrapado en una continua y tortuosa dinámica
de cambios en las condiciones políticas del país, aunque solo en lo
referente a las libertades públicas y el respeto al derecho a la vida
y al voto, “…pues solo después de fraudes e interrupciones diversas,
fue que comenzó a estabilizarse la democracia, apenas en 1994, tras
la lucha contra el fraude electoral comprobado, con la modificación
de la Constitución de la República para separar las elecciones presi-
denciales de las congresionales y municipales, la prohibición de la
reelección, y la creación del Consejo Nacional de la Magistratura para
la selección de la Suprema Corte de Justicia, que a su vez dirige y de-
signa todo el poder judicial”18.
Se trató más bien, de un aplastamiento a sangre y fuego para aho-
gar la transición a la democracia que, por sospechas propias de la
guerra fría, generó pánico en la geopolítica imperialista. Juan Bosch
el presidente dominicano derrocado era, desde la perspectiva de Es-
tados Unidos, un líder poco confiable, susceptible de influencias pro-
bablemente soviéticas (por aquél entonces) y, en todo caso, nada le
aseguraba a aquella potencia imperialista la continuidad de su estra-
tegia intervencionista en su lucha contra el comunismo, por lo menos
en tan importante país caribeño como la República Dominicana. El
ambiente internacional era tenso, la desconfianza en todos los esce-
narios crispaba los ánimos19.

17. Ibíd.
18. MEJÍA-RICART, Tirso. La reforma del Estado en la República Dominicana. En: VII Congreso Internacional
del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, (8-11 Oct. de
2002); p. 2.
19. Un ejemplo de tal tensión lo ofrece Balcácer cuando afirma que “El 19 de diciembre de 1965, en
la ciudad de Santiago, tuvo lugar un acontecimiento que estuvo a punto de generar un nuevo

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 161

En ese contexto internacional signado por la polarización Es-


te-Oeste, la guerra fría, el naciente régimen castrista en Cuba y el con-
siderar Estados Unidos a América Latina como su “patio trasero”; así
como por la incertidumbre, el caos, la anarquía, el rumor, la amenaza
y la pugnacidad en la República Dominicana donde la mayoría de la
población añoraba, paradójicamente las “elecciones tranquilas” del
difunto dictador Trujillo Molina y sin una cultura política que le per-
mitiese discernir de manera crítica las más adecuadas opciones para
la construcción de un régimen democrático; 1.340.570 dominicanos
concurrieron a las urnas el 1 de junio de 1966, comicios electorales,
con tangibles pruebas de fraude, en los que resultó electo Balaguer a
nombre del Partido Reformista con 769.265 votos frente a los 525.230
obtenidos por Juan Bosch del PRD20.
Según Pedro Catrain, sobre este personaje (Juan Bosch) se afirma
que correspondía a un liderazgo tradicional que ha gravitado fuer-
temente sobre el sistema político el del ahora ex-presidente Bosch.
Este ha sido el líder político que más se ha acercado al sentido co-
mún de las masas, a las cuales fascinó con su forma de comunicación
política para incorporarlas a la vida pública en los inicios de los años
6021 valiéndose para ello de sus virtudes y cualidades de docente.
No obstante, “Bosch desconfía plenamente de las masas, se articu-
la a éstas de un modo vertical, y fundamentalmente en los procesos
electorales. Es portador de una visión instrumentalista y tecnocráti-
ca del Estado, que niega el carácter complejo de la democracia”22. El
Partido de la Liberación Dominicana sirvió para mostrar el auténtico
talante de Bosch en su condición de ideólogo, orador y hombre de
Estado. Polémico por sus tesis, temido por su verbo y pluma, incidió

enfrentamiento entre el sector constitucionalista y el grupo conservador de las Fuerzas Armadas.


Una comisión de militares y civiles que habían participado en la Guerra de Abril, encabezada por el
coronel Francisco A. Caamaño Deñó, asistió a una misa por el descanso del coronel Rafael Fernández
Domínguez, caído durante el asalto al Palacio Nacional en el mes de mayo. Cuando la comisión salió
de la iglesia, se trasladó al hotel Matum donde fue atacada por contingentes armados del Ejército
Nacional. Caamaño Deñó y sus acompañantes, rodeados en el hotel Matum, respondieron al fuego
y durante varias horas se produjo un combate que arrojó varios muertos, entre ellos, el coronel
constitucionalista Juan María Lora Fernández. La pronta intervención de la Fuerza Interamericana
de Paz evitó que ese día hubiera más derramamiento de sangre”. En: BALCÁCER, Juan Daniel. Ibíd.
20. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.
21. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: crisis de las alternativas. En: Nueva Sociedad, Número 98,
(Nov- Dic de 1988); p. 11-19.
22. Ibíd.
162 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

en la polarización política de los dominicanos, siendo Balaguer su


principal antagonista. En términos de guarismos, su partido político
tuvo un crecimiento inercial y debió capotear los temores internos y
externos en caso de llegar al poder.
Por ello se sostiene que este crecimiento del PLD le presentaba
grandes limitaciones para convertirse en una opción real de poder. Por
un lado, dominantes sectores económicos, el estamento castrense y
Estados Unidos solían ver a Bosch y su partido como una real amena-
za a sus intereses; en segundo lugar, sostiene Pedro Catrain “Bosch tie-
ne una concepción instrumentalista de la democracia, la cual es vista
como farsa o engaño, siendo lo determinante en toda su estrategia
política la capacidad de maniobra personal en cada coyuntura políti-
ca, por lo que niega la necesidad de que su partido tenga un programa
y una estrategia definida; y en tercer lugar, subestima el papel político
de las masas populares; sólo se articula a éstas cuando el Partido
tiene pleno control, manteniendo un sistema de relaciones verticales
con la sociedad: relaciones partido-sindicato y partido-parlamento”23.
Liderazgos como el de Bosch en ocasiones pueden eclipsar nuevos
prospectos en el seno de los partidos políticos. No obstante, José
Francisco Peña Gómez se abrió paso en el Partido Revolucionario Do-
minicano, quien aunque de menor sustentación académica y política
que Bosch, se diferenció de este en el sentido de establecer nexos
con partidos extranjeros (especialmente europeos) que a la postre
contribuirían a la consolidación de la transición. “Peña Gómez siem-
pre se ha mantenido apegado a la real politik, modificando constan-
temente sus principios y sus posiciones políticas. Con un liderazgo
basado fundamentalmente en una vigencia plebiscitaria que fascina-
ba a las masas y las convocaba en los momentos de crisis política”24.
Peña Gómez, afecto a la publicidad y a la formal figuración con líde-
res europeos de tendencia socialdemócrata, cultivaba rancios valores
de la idiosincrasia dominicana como el azar, el destino, la religiosidad
tradicional y popular y no estuvo exento de prácticas clientelistas y
corruptas. No obstante, aclara Catrain, que José Francisco Peña Gómez
es vicepresidente de la Internacional Socialista para América Latina,
se considera en algunos círculos que no ha sido capaz de proyectar

23. Ibíd.
24. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 163

la ideología socialdemócrata en su propio partido, ni mucho menos a


la sociedad, instrumentalizando esta relación como fuente de poder
y prestigio personal. “Este proceso de desgaste se ha profundizado
también por su estrecha vinculación al gobierno del ex-presidente
Salvador Jorge Blanco, con quien ha solidarizado públicamente con
relación a las acusaciones de corrupción y malversación de fondos
públicos”25.
Cumplida la anterior “hazaña” por parte de Estados Unidos y sus
aliados en la República Dominicana, tras la asunción al poder por par-
te de Balaguer el 1 de julio de 1966 y la partida al exilio de Bosch, cesa
la invasión física estadounidense. El control, la presión, la vigilancia,
el chantaje y la amenaza de Estados Unidos hacia la República Domi-
nicana continuó por mecanismos más sistemáticos e incisivos. Es de
advertir que este país caribeño fue el primero que se vio abocado a
un proceso de transición a la democracia, fenómeno para el cual tam-
poco Estados Unidos estaban preparados y, por el contrario, apren-
dieron en el camino lo que luego implementarían en otros países de
América Latina en términos de las transiciones a la democracia.
Del anterior modo se dio inicio a lo que la historiografía política
dominicana denomina “Los doce años”. Balaguer a través de tretas
aprendidas a su desaparecido mentor Trujillo Molina permaneció en
el poder entre 1966 y 1978 cuando Estados Unidos se opuso a su con-
tinuidad en el poder. Elecciones fraudulentas, represión generalizada,
asesinatos selectivos, corrupción convertida en política de Estado;
encarcelamiento, asesinato o expulsión de la oposición le permitie-
ron a Balaguer26 gobernar a la República Dominicana en algunos ca-
sos al estilo de Trujillo Molina. Estados Unidos, igual que al dictador
en comento lo sostuvo en el poder por las conveniencias geopolíticas
para el caribe y en general para América Latina.
Por tanto consideramos que Estados Unidos tomó el caso domini-
cano como un aprendizaje que lo se debía hacer y no hacer en materia
de transiciones a la democracia en América Latina. Los “errores” co-
metidos los enmendaría en los demás países donde hubo dictaduras
y la transición a era algo inatajable. La decisión de aquella potencia
era clara. Las transiciones no podían desembocar en regímenes polí-

25. Ibíd.
26. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. Op.Cit., p. 469.
164 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ticos de izquierda hostiles a Estados Unidos, tampoco indiferentes o


indecisos en el marco de la guerra fría. Se trataba de terminar con las
dictaduras de manera gradual, pero en todo caso salvaguardando sus
intereses geopolíticos.
Por tanto, en 1978 la República Dominicana, pese a que el dictador
había muerto casi dos décadas atrás, inicia con mayor claridad su
transición convirtiéndose de ese modo en el país precursor en tales
procesos en América Latina. Y le asiste el mérito de haber inaugurado
para la región, lo que algunos estudiosos denominan la “Tercera Ola
Democratizadora” consistente en la terminación de las dictaduras y
en la consecuente entronización de regímenes civiles, proceso que
se proyectaría por algo más de una década, es decir, hasta los años
noventa del siglo XX. “Es en este período cuando se instala la preocu-
pación temática de la sostenibilidad de la democracia como un tema
central de los debates en las ciencias sociales latinoamericanas”27.
Es de advertir que Balaguer en el poder no supuso en modo alguno
la terminación de la violencia. Por el contrario, se arreció y con ma-
yor encono se focalizó en aquellos sectores políticos y sociales que
urgían mayor celeridad en los cambios hacia la democracia. Anodino
y poseedor de algunos rasgos propios de Joseph Fouché, Balaguer
rápidamente comprendió el rol que, a instancia de Estados Unidos,
debía asumir en el sentido de alejar por todos los medios (legales e
ilegales) cualquier proyección de procesos revolucionarios o la erec-
ción de gobiernos independientes.
Para tal efecto, la represión fue su arma predilecta. Se conside-
ra que las fuerzas militares ahondaron su maridaje con organizacio-
nes paramilitares y, a partir de tan macabra alianza, a ojos vistas de
Estados Unidos, sembraron de terror toda la geografía dominicana
ejerciendo una especie de poder de hecho, con decidido desprecio
por el poder de derecho y en general toda la institucionalidad. Las
detenciones ilegales, encarcelamientos, asesinatos, torturas, confina-
mientos y la violación de una amplia gama de Derechos Humanos se
convirtieron en el rasgo predominante de esos actores del terrorismo
de Estado que, además, pasaban por alto las decisiones de poder ju-

27. CUETO VILLAMÁN, Francisco. Desconfianza política, instituciones y gobernabilidad democrática en


la república dominicana. En: Ciencia y Sociedad, Volumen XXXII, Número 2. Instituto Tecnológico de
Santo Domingo. Santo Domingo, República Dominicana. (Abr-Jun de 2007); p. 249-280.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 165

dicial en las pocas veces que éste intentó defender a la población ci-
vil. “Junto con eso, el Gobierno mantuvo una política social y cultural
orientada a hacer de abril de 1965 algo carente de sentido. Por esta
razón, ninguno de los nuevos nombres que los constitucionalistas les
habían dado a algunas de las calles en las zonas que controlaban, la
tela y pinturas murales que representaban las luchas ni los carteles
se mantuvieron”28.
Un caso revelador de lo antes mencionado lo constituye el hecho
de que, la avenida a lo largo de la costa de Santo Domingo que Tru-
jillo Molina había llamado “George Washington”, fue rebautizada por
los constitucionalistas como “Avenida 15 de Junio” para conmemorar
las batallas que tuvieron lugar entre las fuerzas rebeldes y los infan-
tes de marina estadounidenses, cuando estos trataron de tomar los
barrios controlados por los constitucionalistas y la imposición de una
vergonzosa derrota a los rebeldes. “Los constitucionalistas resistieron
con éxito, de ahí el cambio de nombre de esa avenida céntrica. Por
supuesto, una vez que Balaguer asumió el poder la avenida recibió
de nuevo el nombre de “George Washington”. Por lo tanto, los sitios
de las luchas memorables fueron reconstruidos, y la Constitución de
1963 fue definitivamente dejada de lado”29.
Esta coyuntura de la transición a la democracia en la República
Dominicana tuvo connotaciones simbólicas. Era la lucha entre la per-
vivencia del culto a la personalidad impuesto por el dictador Truji-
llo Molina y ahora defendido por su adlátere Balaguer; y una nueva
perspectiva ideológica y política caracterizada por “destrujillar” la
vida dominicana la cual, con el correr de los años, lograría imponer-
se empezando por eliminar el nombre de Trujillo y de su familia de
parques, avenidas, edificios, provincias, calles e instituciones. De igual
modo estaban en juego los cambios constitucionales, confrontación
en la que los nuevos aires institucionales no tuvieron eco ni acogida.
El gobierno de Balaguer en términos electorales siguió la misma línea
de conducta de la dictadura.
Prueba de ello fueron las elecciones de 1970 y 1974 las cuales fue-
ron controladas totalmente a fin de desalentar aún a los partidos de

28. ARTILES, Leopoldo. La Historia de La sociedad civil dominicana del 1916 al 2008. Estado, Sociedad
Civil y democracia en la República Dominicana, 172.
29. Ibíd.
166 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

la oposición no-comunista, como el PRD, la participación electoral,


cuando no fueron socavados con el fraude. El gobierno regularmen-
te no permitía las manifestaciones públicas, que debían ser aproba-
das mediante un procedimiento burocrático deliberadamente largo
y engorroso, lo que tendría graves consecuencias en el plano de las
opciones que la gente tenía para protestar en formas no violentas,
sostiene Leopoldo Artiles quien además expresa que “Esto reforzó
una herencia autoritaria en la cultura política dominicana que no
sólo impidió la ampliación de la esfera pública, sino que posibilitó la
imposición de un patrón cultural de “mantener la cara” por las auto-
ridades estatales ante los retos y demandas de diálogo por parte de
los actores de la sociedad civil”30.
Este mismo autor aduce que en la cultura política dominicana, al
menos desde la perspectiva de la clase dominante, acceder a dialo-
gar es considerado como un símbolo de debilidad del Estado. Rasgo
generalizado en gran parte de América Latina. El autoritarismo, de
distintos rostros y ropajes, surge en momentos de la activación de
los movimientos sociales, cuando la sociedad civil trata de tener una
participación (a través de sus organizaciones populares, sindicales,
campesinas, profesionales, y de estudiantes) en la toma de decisio-
nes asumidas por el ejecutivo o cualquier otra rama del Estado. “Esto
último contribuyó a diezmar ciertas redes y tejidos sociales comuni-
tarios que, durante los dos primeros períodos de gobierno de Bala-
guer, mostraron mucha vitalidad y resistencia: se trata de los clubes
culturales, que constituyeron formas de asociación fundamentales en
la vida de los barrios populares”31.
Así pues, remarca Leopoldo Artiles que la actividad de los clubes
envolvía preocupación por problemas de orden social, su vínculo con
la actividad de organizaciones políticas clandestinas y no clandesti-
nas que naturalmente veían a éstos como recursos de simulación así
como de reclutamiento ante las fuerzas represivas del gobierno, era
la más lógica consecuencia del enfrentamiento entre sociedad civil y
Estado, y de la afinidad electiva entre organizaciones de la sociedad
civil y organizaciones políticas opositoras al Estado32.

30. Ibíd.
31. Ibíd.
32. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 167

Está claro que Balaguer era Trujillo en cuerpo ajeno. Por el ambien-
te de terror generalizado las organizaciones sociales, políticas y cultu-
rales continuaron viendo reducidos los espacios para el libre desarro-
llo de sus actividades. En el exterior el presidente Balaguer mostraba
la experiencia de transición dominicana como algo exitoso, a lo cual
ayudaba Estados Unidos con su aparato de propaganda, mientras en
el interior la realidad mostraba que primaba la forma sobre el conte-
nido. Existían formalmente partidos políticos (incluso de izquierda) y
sindicatos de trabajadores pero en la práctica sus actividades esta-
ban cercenadas. Por esa vía Balaguer convirtió a sus compatriotas en
presos políticos. La única persona libre era él.
Tiene sentido catalogar a Balaguer como continuador de la dicta-
dura trujillista. Incluso con mayor perversidad dado que se presen-
taba como un civil ajeno al régimen de facto y elegido por el pueblo.
Durante sus tres administraciones comprendidas entre 1966 y 1978
con particular encono se ensañó contra sindicatos y organizaciones
de estirpe popular impidiendo su consolidación, obstruyendo su ac-
cionar y reprimiendo casi de modo generalizado a sus miembros, en
alianza como los empresarios dominicanos. Se podría afirmar, sostie-
ne Artíles que, “…en el mundo laboral de las empresas privadas, los
sindicatos existían sobre el papel, pues cuando hubo alguna forma
auténtica de organización sindical independiente y beligerante, éstos
generalmente fueron reprimidos y desmembrados hasta tomar la for-
ma de sindicatos cooptados”33.
Artíles asevera que esta situación obligó a los tres principales sin-
dicatos en la República Dominicana a operar principalmente en el
entorno político en lugar del entorno laboral. Estos sindicatos fue-
ron la Central General de Trabajadores-CGT (Central General de Tra-
bajadores), de tendencia izquierdista; la Confederación Autónoma de
Sindicatos Clasistas-CASC (Confederación Autónoma de Sindicatos de
Clase), de tendencia demócrata-cristiana, y la Unión General de Tra-
bajadores-UGTD, vinculada con el PRD. Además, existían sindicatos
que pertenecían a áreas específicas del sector público, como la Unión
de Obreros Portuarios en los puertos marítimos), Sindicato de Traba-
jadores de la Corporación Dominicana de Electricidad-SITRACODE, y
Unión Nacional de Choferes sindicalizados-UNACHOSIN34. Pero aclara

33. Ibíd.
34. Ibíd.
168 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

que este último no era propiamente un sindicato del sector público,


pero dado el carácter público del servicio que sus miembros ofrecían,
tenía un poder de movilización importante que se demostró en las
huelgas organizadas contra el gobierno.
Tras la breve experiencia de gobierno democrático (cinco meses)
bajo la presidencia del coronel Caamaño Deñó, tiene lugar la insta-
lación de un gobierno provisional; luego de una serie de negociacio-
nes entre el gobierno constitucionalista de Caamaño, los organismos
internacionales y las fuerzas de ocupación; encabezado por Héctor
García Godoy, encargado de organizar las elecciones que se llevarían
a cabo en mayo de 1966 en las que resulta electo por primera vez el
líder del Partido Reformista (PR), Joaquín Balaguer. Cabe mencionar
que Balaguer había ocupado la presidencia provisional luego de la
muerte de Trujillo35.
Fue Balaguer el típico delfín de la dictadura. Trujillo Molina lo for-
mó a su imagen y semejanza y, desde el inicio del régimen de facto
le fueron asignados cargos de significativa importancia. En los años
treinta del siglo XX fue miembro de la delegación diplomática domini-
cana en España iniciando de ese modo una larga carrera por más de
seis décadas, lapso en el cual fue Presidente de la República en seis
ocasiones. En una de ellas como presidente designado por el dictador
en 1960 y, al cesar la dictadura en 1961, debió encarar la transición.
Actuó luego en esa misma condición (Presidente) a través de espu-
rios comicios electorales (1966) en el marco de la ocupación estadou-
nidense, posteriormente sin oposición política en las cuestionadas
elecciones de 1970 y 1974. “Y finalmente, como presidente electo en
elecciones competitivas en 1986 y 1990 respectivamente”36.
Las ideas que servirían por mucho tiempo de base al proyecto po-
lítico de Balaguer, fueron la necesidad de “voluntades cesáreas” para
lograr el progreso, la separación entre la moral y la política, la política
como el arte de acomodar el derecho y la administración pública a
las realidades concretas; y la democracia como proyecto irrealizable
en países atrasados como los de América Latina. Con estas ideas de
fundamento, justificó Balaguer las atrocidades del régimen de Trujillo

35. MARTÍNEZ VALENZUELA, Clara I. Op. Cit., p. 271.


36. ESPINAL, Rosario. Joaquín Balaguer. El eterno retorno de la política dominicana. En: Revista Nueva
Sociedad, Número 118, (Mar- Abr de 1992); p. 109-115.

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Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 169

y las suyas propias una vez que asumió el poder en 1966. Su creencia
en el continuismo, el uso de la violencia como medio para alcanzar fi-
nes políticos, la subordinación de los principios legales a la voluntad
individual, y el personalismo reflejan en la práctica esos principios
políticos37.
En suma, Balaguer encarnó una especie de “Trujillismo sin Tru-
jillo”, proyectó la dictadura trujillista casi dos décadas después de
la muerte del dictador de marras. Era aquél personaje, como se ha
dicho, una especie de “general civil” que pocas resistencias generaba
en los sectores civiles proclives a la dictadura, en la iglesia católica,
en los gremios de la producción y en los mismos militares. Pero ade-
más, era de la entera confianza de Estados Unidos potencia que, de
ese modo, se deshacía del ya incómodo general Trujillo manteniendo
lo sustancial de su régimen dictatorial y garantizando una especie de
“transición en orden” que no significó otra cosa que la salvaguarda de
los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos no solo en
la República Dominicana sino en gran parte del Caribe.
Joaquín Balaguer, “la cara amable” de 31 años de la dictadura de
Trujillo Molina se convirtió en un presidente títere de Estados Uni-
dos, tal como aquél dictador hizo con algunos “presidentes” a lo largo
de su extensa tiranía. En la reelección por dos periodos consecutivos
(1970·1974 y 1974·1978) de Joaquín Balaguer, en proceses electorales no
se dio realmente una contienda en tanto no participaron los partidos
de oposición más significativos. Dio continuidad Joaquín Balaguer a la
generalizada represión que ha había iniciado Estados Unidos en la Re-
pública Dominicana convirtiendo al conjunto de las fuerzas armadas
en uno de sus principales sostenedores, después de Estados Unidos.
En esas condiciones, se hizo reelegir como presidente en las espu-
rias elecciones de 1970 y 1974. Como se puede inferir, Estados Unidos,
aparte de imponer las dictaduras, también impuso los términos, los
alcances y las limitaciones de las transiciones a la democracia y, en
el caso de la República Dominicana, no fue la excepción. A través de
Joaquín Balaguer se aseguró de una transición en “orden” y, en todo
caso, funcional a sus intereses geopolíticos. Jacqueline Jiménez Po-
lanco una de las más reputadas investigadoras sobre la política domi-
nicana asevera que “Lo que sí se estaba produciendo y en gran escala,

37. Ibíd.
170 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

era la consolidación vía burocrática de la corrupción como el “mejor”


mecanismo para garantizar el sostenimiento de una política cliente-
lar, que no tenía miramientos ante el proyecto de enriquecimiento de
unos pocos frente al empobrecimiento de muchos”38.
Esto se explica, argumenta Jiménez Polanco, porque durante los
doce años de Balaguer, el Estado desarrollista prevaleció sobre el Es-
tado social, ya que la promoción del “crecimiento” económico a toda
costa estuvo privilegiada con respecto a la cuestión social. De ahí que
a finales de los años setenta, la quiebra del autoritarismo, tanto en
su expresión tradicional (clientelismo, prebendas, represión, lideraz-
go personalista, desarrollismo estatista, etc.) como en su expresión
renovadora (constitución de una burguesía empresarial, expansión
de la clase media, civilidad del régimen, etc.), y el nacimiento de un
régimen democrático capaz de procesar las demandas sociales, se
hacía impostergable39, enfatiza la misma autora.
Parte de la explicación del por qué Joaquín Balaguer se mantuvo
de manera reiterada en el poder, además del apoyo y vigilancia de
Estados Unidos, estriba en el haber cohonestado con la corrupción
de la cual se beneficiaron de manera indistinta tanto civiles como
militares quienes a la postre junto con el mismo presidente crearon
múltiples obstáculos para las elecciones de 1978 en las que resultó
ganador el candidato del PRD Antonio Guzmán40. Desde las elecciones
de 1978, cuando se otorga el triunfo al líder del PRD, Antonio Guzmán,
luego de una componenda electoral (“fallo histórico”), dicho partido
conservará el poder en las elecciones de 1982, a pesar de las divisio-
nes al interior de sus filas y del descrédito ante el pueblo dominicano
por los escándalos de corrupción, el incumplimiento de las promesas
de campaña y la aguda crisis económica41.
El “Fallo histórico”, proferido por la Junta Central Electoral (JCE),
el 7 de julio de 1978 fue una decisión, mediante el cual, después de
celebradas las elecciones, la JCE adjudicó al PR la mitad de los votos
emitidos en cuatro provincias que hablan sido ganadas por el PRD, lo

38. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. Op. Cit., p. 451.


39. Ibíd.
40. QUITERIO-CEDEÑO, Manuel. República Dominicana: ¿Una democracia frágil? En: Revista Nueva
Sociedad, Número 65, (Mar-Abr de 1983); p. 16.
41. MARTÍNEZ VALENZUELA, Clara I. Op. Cit., p. 271.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 171

que permitiría al PR controlar el Senado. El “fallo histórico” se convir-


tió, de esta forma, en el mecanismo “transaccional” que condicionaría
la transición política hacia la democracia, a la limitación constitucio-
nal que supondría el control del poder legislativo y del judicial por
el régimen anterior42. En esta coyuntura el Partido Reformista (PR),
representaba a la derecha política; el Partido de la Liberación Domi-
nicana (PLD), principal núcleo de tendencia izquierdista, de Bosch; el
Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido Reformista So-
cial Cristiano, de Balaguer, quien triunfó en las elecciones de mayo de
1986 asumiendo de ese modo Balaguer el poder por quinta vez, dado
el fracaso de los dos últimos gobiernos del Partido Revolucionario
Dominicano (1978-1982 y 1982-1986).
El flamante “Fallo histórico” bien puede ser interpretado como un
“concierto para delinquir” en el participó además del gobierno nacio-
nal, los partidos políticos participantes en el certamen electoral y los
poderes legislativo y judicial. Los fraudes electorales en la República
Dominicana, desde el siglo XIX hasta el XX ha sido un rasgo distinti-
vo de la cultura política dominicana. Con mayor frecuencia tuvieron
lugar durante la dictadura de Trujillo Molina y, en esta ocasión de la
transición a la democracia, ese vicio alcanzó la estatura de virtud. De
modo descarado son burlados los auténticos resultados electorales
y el querer del constituyente primario para suplir las expectativas de
partidos políticos y de estamentos dominantes.
En esas elecciones presidenciales del 16 de mayo de 1978 no hubo
mayores novedades en materia de nombres, ideologías o programas.
Por el contrario, los dominicanos debieron someterse a unas eleccio-
nes en las que los candidatos eran viejos conocidos en el acontecer
político de ese país, salvo Antonio Guzmán que, sin la trayectoria po-
lítica de Balaguer y Bosch logró imponerse en esa jornada electoral43.
Balaguer en su doble condición de presidente y candidato recurrió a
toda su “sabiduría” en tales menesteres para torcer los resultados a
su favor y de paso desconocer el triunfo de Guzmán a lo cual Estados
Unidos, específicamente el presidente Jimmy Carter hizo respetar los
resultados impidiendo de ese modo un eventual cuarto mandato de
Balaguer.

42. ESPINAL J, Flavio Darío. Política, Constitución y Reforma: avances y obstrucciones de la democratización
dominicana. En: Ciencia y Sociedad, Volumen XII, Número 2, (Abr-Jun de 1987); p. 240.
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Era el inicio del fin de la era Balaguer, aquél personaje que sobre-
salió en la historia y la cultura política dominicana por haber proyec-
tado la dictadura de Trujillo Molina décadas después de la muerte
del tirano de marras. No pudo comprender que Estados Unidos ya no
lo necesitaba en el nuevo escenario, que otros liderazgos se abrían
paso y que sus prácticas ya eran insostenibles desde todo punto de
vista. Así como Estados Unidos sostuvo a Trujillo Molina en el poder
durante 31 años, luego sustentó a Balaguer en el poder durante un
lapso superior a una década, impidiendo de ese modo una efectiva
transición a la democracia.
Más que las fuerzas opositoras a Balaguer, fue Estados Unidos el
país que frenó sus ímpetus continuistas mediante manidas tretas,
entre ellas los fraudes electorales. Puede considerarse que el 16 de
agosto de 1978 finalizó la dictadura civil que, durante doce años, im-
puso Balaguer iniciándose, con la asunción del poder por parte de
Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, una etapa de transición hacia un
sistema de gobierno menos represivo, un tanto plural y participativo.
“Una de las primeras disposiciones que adoptó Antonio Guzmán fue
poner en retiro a los principales jerarcas militares del anterior go-
bierno, cuya impopularidad era notoria pero que, debido al inmenso
poder militar y económico que habían acumulado, existía la creencia
general de que resultaba casi imposible prescindir de sus servicios”44.
Así pues, la dictadura de Trujillo Molina proyectó su fatídica som-
bra durante décadas, de la mano de una clase política corrupta y de
un pueblo tartufo y autista. No resulta del todo aventurado sugerir
que a la dictadura militar de Trujillo Molina le siguió una dictadura
civil liderada por Balaguer quien, a la usanza de su antiguo mecenas,
hizo de las elecciones una constante trampa para perpetuarse en el
poder, aparentar legalidad y legitimidad defendiendo a todo trance
los intereses de Estados Unidos.
Afirma la reputada investigadora Rosario Espinal que “El gobierno
de los Doce Años de Joaquín Balaguer (1966-1978) se caracterizó por

43. Los candidatos eran Joaquín Balaguer, Presidente, y a Carlos Rafael Goico Morales, Vicepresidente.
Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, para Presidente y Vicepresidente. El Partido de la Liberación
Dominicana, por su parte, concurrió a los comicios con Juan Bosch y Rafael Alburquerque, como
candidatos a Presidente y Vicepresidente, respectivamente.
44. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 173

la represión sistemática a los sectores de la izquierda y a las organi-


zaciones sociales vinculadas a ella, en particular, a los sindicatos. El
Estado no tenía un proyecto nacional-popular y, por tanto, no daba
cabida a las demandas ni a las protestas populares. Durante todo ese
período, el activismo político de oposición al gobierno de Balaguer
se impuso sobre las modalidades de activismo social, excepto en el
marco del asistencialismo público”45 y agrega que el Estado suplía be-
neficios clientelistas a pequeños segmentos populares y organizaba
grupos de campesinos y amas de casa con fines desarrollistas. Las
políticas económicas estaban diseñadas para favorecer al empresa-
riado, que en el período de Trujillo había quedado constreñido por
las políticas de concentración de riqueza del dictador.
Por lo expuesto en esta obra, consideramos que la transición a la
democracia en la República Dominicana no inició tras la muerte del
dictador Trujillo Molina, sino en 1978 cuando Estados Unidos se opuso
a un nuevo fraude electoral por parte del presidente Balaguer cuyo
régimen encaja en lo que denominamos una “dictadura civil” afian-
zada formalmente en una Constitución Política. Los doce años de go-
bierno de Balaguer coinciden con la fase final de la guerra fría y con la
“preocupación” de Estados Unidos por la sistemática violación de los
derechos humanos en América Latina; así como con el estancamiento
de procesos sociales que, eventualmente, habrían podido coadyuvar
a los procesos democratizadores.
En esta trama, los aparatos represivos del Estados continuaron no
solo intactos, sino mejorados por parte de Estados Unidos, potencia
imperialista que se empleó a fondo para contrarrestar a eventuales
fuerzas políticas que horadaran el régimen establecido. La estrategia
de esa nación y de Balaguer tuvo dos direcciones: por un lado, exten-
der la represión y, por otro, generar expectativas desde un cierto tu-
fillo populista. Así, durante el lapso de la muerte del dictador Trujillo
Molina hasta 1978, fueron notorios los esfuerzos del conjunto de la
oposición por arrancarle a Balaguer espacios para el ejercicio políti-
co, escenarios que, a su vez, eran entendidos por aquél funcionario
como “desmedidas concesiones” y un inminente riesgo al “principio
de autoridad”.

45. ESPINAL, Rosario; MORGAN, Jana; HARTLYN, Jonathan. Sociedad Civil y poder político en República
Dominicana. En: América Latina Hoy, Universidad de Salamanca. Salamanca, España. Volumen 56,
(Dic de 2010); p. 37-58.
174 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Esos mismos esfuerzos tomaron dos direcciones: de un lado, las rei-


vindicaciones sociales (empleo, regulación del mundo del trabajo, me-
jores salarios, educación, vivienda, salud y control de la inflación y la
especulación). De otro, las luchas por lograr espacios políticos, socia-
les, económicos y culturales en lo que fuera dable la praxis política de
emergentes protagonistas de la vida política dominicana. Participaban
en tales búsquedas el sindicalismo, asociaciones de mujeres, coopera-
tivas y asociaciones de profesionales de la salud, ingeniería, derecho
y docentes. “Todo esto se producía en el marco de una lógica estatal
de corte claramente populista, tanto si se lee la coyuntura con las
lentes de los actores democráticos que pugnaban por ocupar espa-
cios sociales y políticos en sus relaciones con el Estado, como si se la
aprecia por la vía de actores autoritarios que se resistían al cambio”46.
La transición a la democracia en la República Dominicana, antes
y después de 1978 fue posible a partir de la entronización de hábi-
tos, prácticas, imaginarios y valores de la dictadura de Trujillo Moli-
na como la violencia, la corrupción, la impunidad, el clientelismo, el
machismo, la xenofobia, la homofobia, la instrumentalización de la
política y la complicidad explícita o tácita de los partidos políticos,
incluidos los de izquierda, especialmente aquellos afiliados o miem-
bros de la Internacional Socialista que resultarían afines a los valores
de la economía de mercado.
Es conocida también la proyección de la dictadura militar de Tru-
jillo Molina durante las siguientes décadas, la cual tuvo múltiples ex-
presiones. La más conocida y de uso corriente en otras transiciones
como la chilena, Balaguer reincorporó a los antiguos funcionarios tru-
jillistas y ocultó así su pasado, para controlar y manipular la memoria
histórica del país. Pues el sistema político, heredado de la tiranía,
mantuvo vigentes los mismos valores morales y materiales de la Era
de Trujillo. “Aunque Balaguer salió del poder en 1978, los gobiernos
posteriores, incluyendo las dos administraciones del Partido Revo-
lucionario Dominicano (PRD), durante los años ochenta, no lograron
modificar los métodos autoritarios del trujillismo”47.

46. LOZANO, Wilfredo. Sistema de partidos y cambio democrático: aproximaciones al caso dominicano.
En: América Latina Hoy, Universidad de Salamanca. Salamanca, España. Volumen 56, (Dic de 2010);
p. 15-36.
47. BONILLA, Walter R. Del Cono Sur al Caribe: la historiografía del exilio en Argentina, Chile y República
Dominicana (1980- 2004). En: Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo. Morelia, México. Número 43, (Ene-Jun de 2006); p. 187-210.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 175

De ese modo el continuador de la dictadura trujillista no dejó cabo


suelto alguno. Conocedor Balaguer que en asuntos del poder y de la
política el ser humano exhibe lo peor de sí, optó por cooptar a un
importante sector de la oposición. Y aquí tiene contundente aplicabi-
lidad una expresión atribuida al expresidente mexicano Porfirio Díaz,
según la cual “Perro con hueso en la boca, ni muerde ni ladra”. Fue así
como los gobiernos perredeístas no se atrevieron a reclamar justicia
para las víctimas de la tiranía, ya que muchos de los antiguos tortura-
dores y sicarios de la Era fueron compensados con importantes car-
gos públicos en la época de Balaguer afirma Walter R. Bonilla quien
además aclara que “…los propios antitrujillistas se fueron arrimando
al poder, replegándose a las políticas del olvido, quedando sin fuerza
moral para oponerse a los reivindicados por el Estado dominicano. De
este modo, las luchas y los ideales de los exiliados de la Era de Truji-
llo pasaron al plano del simbolismo abstracto, en el cual se debaten
sólo las culpas y las vergüenzas del pasado”48.
Como se puede observar, por aquello de la historia efectual, de
ciertas maneras en la República Dominicana se proyectó la dictadura
de Trujillo Molina. Existe una clara herencia del paternalismo siendo
este fenómeno un fértil caldo de cultivo para otro tipo de prácticas
que obstruyen procesos democratizadores. El caudillismo tampoco es
exclusivo de la era de Trujillo, incluso partidos políticos otrora oposi-
tores a la dictadura lo han convertido en un modo de ser. Es claro que
en la coyuntura de los años ochenta del siglo XX cuando Estados Uni-
dos decide no sostener más a Balaguer en el poder, se desencadenan
una serie de fenómenos que abrirían las compuertas a la transición a
la democracia en la República Dominicana.
¿Qué puede explicar el impulso a la democratización en la Repúbli-
ca Dominicana? La confluencia de un conjunto de circunstancias, hizo
posible el impulso a la democratización en la República Dominicana.
La presión de mayor demanda de participación de actores importan-
tes, que orientaban sus reclamos principalmente hacia los derechos
políticos: la expansión y consolidación del empresariado privado y su
creciente demanda de descentralización en los procesos de toma de
decisiones, y la potenciación de las demandas populares. Segundo, la
derechización del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), lo cual
le posibilitó capitalizar el apoyo de sectores importantes del esce-

48. Ibíd.
176 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

nario político, posicionándolo como la alternativa de poder respecto


al gobierno autoritario de Balaguer. Tercero, la situación de ingober-
nabilidad que caracterizó los últimos años de gobierno de Joaquín
Balaguer, fruto de la crisis económica, y su consecuente impacto en la
cotidianidad de la vida de la gente49.
A lo anterior se suma el escenario geopolítico de la coyuntura. En
el ámbito internacional la política a favor de los Derechos Huma-
nos impulsada por el presidente norteamericano Jimmy Carter, por
más contradictorio que suene, significó un llamado de atención a los
dictadores latinoamericanos complementado con sanciones comer-
ciales a algunos países. Pero cada país tuvo sus especificidades. Por
ejemplo “Una de las grandes limitaciones de la democracia dominica-
na estriba en que las negociaciones que se sucedieron en el proceso
de transición no condujeron a cambios institucionales formales en
torno al régimen político, ni a la creación de una agenda programática
que posibilitara orientar las actuaciones de los actores políticos en
un marco de respeto a las reglas de juego. Tampoco se pensó en ela-
borar una agenda país que le permitiera a la República Dominicana
responder a los desafíos del nuevo contexto democrático”50.
Sin pretender asumir una posición determinista, el cambio de la
política estadounidense (Jimmy Carter) para América Latina y, obvia-
mente para la República Dominicana, tuvo una fuerte incidencia en el
desencadenamiento de las transiciones a la democracia en la región
y el caso de que nos ocupa no fue la excepción. A lo anterior se suma
un fenómeno poco valorado como fue la crisis económica mundial en
aquella coyuntura que contrajo o desaceleró el crecimiento económi-
co con directas repercusiones en los países periféricos al ocasionar
el aumento del desempleo y con ello la informalidad, la inflación y la
pobreza.
Wilfredo Lozano considera que de esta manera la transición de-
mocrática que caracterizó la apertura del sistema político entre 1962
y 1978 se produjo en medio de continuidades institucionales del Es-

49. CUETO VILLAMÁN, Francisco. Desconfianza política, instituciones y gobernabilidad democrática en


la República Dominicana. En: Ciencia y Sociedad, Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Santo
Domingo, República Dominicana. Volúmen XXXII, Número 2, (Abr-Jun de 2007); p. 249-280.
50. Ibíd.
51. LOZANO, Wilfredo. Op. Cit., p. 15-36.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 177

tado que mantuvieron en la fase democrática los elementos que ca-


racterizaron al Estado en su formato autoritario del período previo.
El cambio realmente significativo de orden institucional y en el es-
quema valórico que sostenía la lucha por la democracia fue el de la
participación electoral del sistema de partidos51. Lozano puntualiza
que aun así, la presencia de un sistema político competitivo se ha
sostenido en premisas autoritarias, las principales de las cuales son
indudablemente el manejo neopatrimonial del Estado y la moviliza-
ción clientelar del electorado como bases de la legitimidad del orden
político, unido a la efectiva influencia del poder central en el sistema
electoral, aun en el marco democrático-electoral que se ha afirmado
sobre todo desde 1996.
1978 significó un antes y un después en la transición a la democra-
cia en la República Dominicana. Entre 1961 y 1978 ocurrieron en ese
país hechos inéditos. En primer lugar era el primer país que, después
de una asfixiante dictadura emprendía un laberíntico y tortuoso ca-
mino hacia la democracia para lo cual hasta entonces poca o ninguna
teoría había sobre el particular. En segunda instancia, Estados Uni-
dos, la potencia que auspició, toleró y mantuvo la dictadura, ahora
no sabía cómo organizar la transición. Aprendió sobre la marcha de
los acontecimientos. Las élites dominicanas tampoco tenían un plan
definido. Todo fue improvisación y dependieron, en última instancia,
de lo que indicara Estados Unidos.
El anterior fenómeno de incertidumbre política, de avances y re-
trocesos en las transiciones tanto en la República Dominicana como
en otros países de la región con hechos un tanto similares, debe ser
visto en un entorno de ausencia o precarias tradiciones democráti-
cas y predominancia de autoritarismos de distinto tipo. Fue un hecho
incontrovertible que durante los doce años de su gobierno Balaguer
se dedicó a reprimir no solo a las izquierdas y sindicatos, sino a un
amplio rango de expresiones sociales que, desde su ataraxia, perci-
bía como amenazas. Y, a manera de calco de Trujillo Molina, irriga-
ba pequeños beneficios, favores o dádivas a pequeños sectores para
comprometerlos más en su adhesión. “El Estado suplía beneficios
clientelistas a pequeños segmentos populares y organizaba grupos
de campesinos y amas de casa con fines desarrollistas. Las políticas

52. ESPINAL, Rosario; MORGAN, Jana; HARTLYN, Jonathan. Op. Cit., p. 37-58.
178 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

económicas estaban diseñadas para favorecer al empresariado, que


en el período de Trujillo había quedado constreñido por las políticas
de concentración de riqueza del dictador”52.
En ninguna transición, y la dominicana no sería la excepción, pre-
dominó la oposición y sus intereses. Por el contrario, el tipo de Estado
resultante y el conjunto de la institucionalidad estuvo anclado en las
pretensiones de la clase dominante y de Estados Unidos. Expuesto
el rol jugado por esta potencia imperialista en la transición, es claro
que, a partir de 1978 tuvo lugar una especie de eclosión de partidos
políticos, organizaciones no gubernamentales, sindicatos y entes de
variada naturaleza que, hasta ese año, estaban paralizadas por la re-
presión o no existían. Espinal afirma que “La naturaleza y forma de
esos movimientos ha experimentado cambios desde 1978 en función
de varios factores: (1) la situación económica, (2) el partido en el po-
der, (3) las estrategias de los gobiernos para ejercer control sobre la
sociedad movilizada, (4) el tipo de relación entre los partidos políti-
cos y las organizaciones sociales y (5) el financiamiento disponible
para las organizaciones sociales”53.
A partir de 1978 y a raíz de la salida de Balaguer del poder, se
inaugura un nuevo ciclo en la historia política dominicana y en su
transición a la democracia, cualitativa y cuantitativamente distinto a
los precedentes. Se redujo la represión, la censura, los asesinatos y
la persecución a la oposición y, de contera, antiguos y nuevos actores
políticos hicieron presencia en la República Dominicana en medio del
optimismo generado por la convicción de Balaguer, como el mismo
Trujillo Molina no eran invencibles. Si bien es cierto múltiples facto-
res de la política nacional se mantuvieron y luego consolidaron, la
coyuntura hizo propicio un nuevo clima político. Los partidos políticos
(especialmente los de izquierda) habían mutado ideológicamente. Lo
mismo le ocurrió a los sindicatos de trabajadores, a los gremios y a
la misma Iglesia Católica. En lo sucesivo fueron perceptibles distintos
periodos claramente delimitados tal como se muestra a continuación.
Lo anterior tuvo lugar a partir de una clara agenda diseñada por
los herederos de la dictadura, con la anuencia y beneplácito de Esta-
dos Unidos, en la que el espectro de la oposición debió resignarse y
acogerse habida cuenta de las continuas amenazas y demostraciones

53. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 179

de fuerza de los iniciales gobiernos civiles de la transición. Fueron


identificables cinco períodos en el proceso de activismo y moviliza-
ción social a partir de la transición democrática en 1978. El primero
abarcó el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de
1978 a 1982. Se caracterizó por el auge de la organización obrera y
empresarial y se produjeron fuertes tensiones entre el empresariado
y el gobierno ante la creciente sindicalización.
Por su parte el segundo corresponde al gobierno del PRD de 1982
a 1986. Se caracterizó por el creciente descontento popular con la cri-
sis económica y las medidas de ajuste. Se produjo un fuerte, aunque
breve, movimiento de protesta callejera que fue reprimido por el go-
bierno. Mientras el “El tercero se caracterizó por el surgimiento y or-
ganización del movimiento popular, fundamentalmente de extracción
urbana de barrios marginados, que presentó múltiples demandas
socioeconómicas a través de huelgas nacionales organizadas por el
Colectivo de Organizaciones Populares. Estas protestas se produjeron
en el marco del retorno de Joaquín Balaguer al poder en 1986, quien
impulsó un programa económico de expansión del gasto público que
produjo alta inflación entre 1987 y 1990”54 expresa Espinal.
En el marco de estos periodos, los roles protagónicos corrieron por
cuenta de quienes ostentaron el poder y, en menor proporción por
parte de la oposición la cual quedó atrapada en los diálogos que, en
términos sustantivos, tenían las cartas marcadas. Pues “Un fenómeno
nuevo ante la crisis de representatividad política en esos años fue el
“diálogo tripartito”, que contó con la participación del sector empresa-
rial, sindical y gubernamental, y con la mediación de la Iglesia Católi-
ca. En este diálogo, los sectores barriales movilizados no fueron reco-
nocidos como interlocutores ni convocados a la mesa de negociación.
El cuarto se caracterizó por la incorporación de los sectores medios
a la lucha por la consolidación de la democracia después de la cuestio-
nada reelección de Balaguer en 1990. Las actividades entre 1990 y 1996
tuvieron fundamentalmente un carácter cívico-democrático y buscaron
incidir en las reformas al sistema político y la transparencia electoral.
“Se produjo aquí una modalidad nueva de movimiento social que
emergió bajo el concepto de “sociedad civil”, es decir, un movimiento
con mayor autonomía de los partidos políticos y del Estado y con un

54. Ibíd.
180 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

sesgo de crítica hacia ellos. La conquista más importante de este mo-


vimiento fue lograr mayor transparencia electoral a partir de 1996”55.
Rosario Espinal, Jana Morga y Jonathan Hartlyn son del criterio,
según el cual, el quinto se inició a fines de la década de 1990, durante
el primer gobierno del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Se
ha caracterizado por una diversidad de movimientos sociales, entre
ellos: (1) los esfuerzos de organizaciones de sectores medios por con-
solidar la institucionalidad democrática; (2) las protestas callejeras
esporádicas de grupos sociales en barrios marginados y poblados,
en demanda por reivindicaciones específicas para sus comunidades,
pero sin una efectiva coordinación nacional; (3) las huelgas de grupos
profesionales por reivindicaciones laborales, sobre todo de médicos;
y (4) protestas con un fuerte componente juvenil en torno a temas
nuevos como el medio ambiente y los derechos sexuales. Es decir, la
diversificación de las luchas y la carencia de coordinación nacional
de estos esfuerzos han caracterizado los últimos 15 años56.
Si bien es cierto hubo un nuevo contexto, no necesariamente hubo
una nueva dirigencia política. La derechización del PRD desde el po-
der en el sentido de la adopción de medidas regresivas a los intere-
ses populares, sus veleidades ideológicas a favor de la Internacional
Socialista y de la Social Democracia en conjunción con líderes espa-
ñoles y alemanes (Felipe González y Willy Brant), y sus crisis inter-
nas; hizo en su conjunto que tal colectividad entrara en un franco
deterioro y desprestigio dentro y fuera del país. En esas condiciones,
como el ave fénix los dos ancianos (principales líderes políticos do-
minicanos de esa coyuntura), mutuamente conocidos por sus andan-
zas se volvieron a encontrar en la competencia por la presidencia de
la república, ofreciendo un triste espectáculo a manera de tener los
dominicanos que elegir entre dos personajes que, en el ocaso de sus
vidas, representaban todas tragedias políticas de ese país.
Esbozada así la línea de tiempo de la transición en la República Do-
minicana, Wilfredo Lozano ofrece una apreciación distinta al afirmar
que si bien Balaguer y Bosch habían sido los grandes líderes de masas
en la política dominicana contemporánea, a partir de 1973, con la sali-
da de éste del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José F. Peña

55. Ibíd.
56. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 181

Gómez, líder socialdemócrata que sucedió a Bosch en la dirección po-


lítica del partido, logró consolidar un gran liderazgo y convertirse, des-
pués de una áspera lucha interna entre 1986 y 1990, en su principal
dirigente. Bajo su dirección, en 1978 el PRD triunfó en las elecciones
y desplazó a Balaguer del poder, con la candidatura presidencial del
empresario agropecuario Antonio Guzmán. En 1982 de nuevo el PRD
ganó las elecciones y Salvador Jorge Blanco ascendió al poder.
El giro a la derecha del PRD era diáfano. Sirvió de cabeza de playa
a las políticas neoliberales, de manera específica entre 1982 y 1986
cuando acató las recomendaciones del FMI. Las consecuencias de las
políticas de ajuste impuestas por ese organismo financiero no se hi-
cieron esperar y el PRD entró en desgracia con sus seguidores. Por
eso se argumenta que “Con la pérdida de liderazgo de masas del PRD,
Balaguer y su Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) lograron re-
cuperar su vigencia política. Tras ocho años de oposición, Balaguer
ganó las elecciones de 1986, derrotando a Jacobo Majluta, candidato
del PRD. De nuevo en el poder, el viejo caudillo conservador inició
una agresiva política de inversiones públicas. Sin embargo pronto los
servicios básicos del Estado se deterioraron y el país se precipitó en
una crisis económica con graves consecuencias para la gobernabili-
dad. Fue en esas condiciones y en el marco de la crisis interna que
entonces sufría el PRD, que el Partido de la Liberación Dominicana
(PLD), organización creada por Bosch tras su salida del PRD, se con-
virtió en la principal organización opositora”57.
Si bien es cierto la transición tomaba un irreversible rumbo, lo es-
trictamente novedoso era poco. Conocidos octogenarios personajes
continuaron polarizando el acontecer político dominicano, tal como
se advirtió en las elecciones de 1990 con el enfrentamiento de los dos
viejos líderes políticos. Se aduce por parte de Wilfredo Lozano que,
en el marco de la crisis económica y de la amenaza de una crisis de
gobernabilidad, Bosch se perfilaba en 1990 como el candidato favori-
to. Todas las encuestas lo daban como el ganador. Tras una apretada
votación los resultados dieron por triunfador a Balaguer. Hubo serias
dudas sobre la transparencia del proceso electoral, lo que dio pie a
una grave crisis política que, entre otros de sus resultados, obligó a

57. LOZANO, Wilfredo. República Dominicana, El fin de los caudillos. En: Nueva Sociedad, Número 134,
(Nov-Dic de 1994); p. 11-16.
182 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Balaguer a modificar su política económica, asumiendo un compro-


miso ante el empresariado en materia de recortes del gasto público
y estabilización monetaria. Balaguer de nuevo lograba recuperarse,
consolidando así su posición en el control del aparato estatal y en el
manejo de la crisis política. Puntualiza Lozano que “A partir de 1991 la
preferencia del electorado dominicano comenzó a dar un giro signifi-
cativo, y poco a poco el PLD como principal partido opositor y Bosch
como su líder fueron perdiendo terreno en las encuestas nacionales.
Peña Gómez y el PRD comenzaron a perfilarse como el principal polo
opositor a Balaguer”58.
El contexto internacional no podía ser más adverso a los intereses
de Balaguer que, dicho sea de paso, no actuaba solo. Representaba
no solo a los herederos ideológicos de la dictadura, sino a los milita-
res que pasaron a la historia y a la muerte con la impunidad de sus
crímenes. De igual modo, a la burguesía dominicana de naturaleza
modernizante que suelen ver en lo público y en la política claras al-
ternativas para hacer fabulosos negocios. Así mismo a las jóvenes
generaciones desprovistas de una lectura crítica de su propia historia,
alienados y alineados a favor de Estados Unidos y a escolásticos sec-
tores de la Iglesia Católica.
Es de advertir que las transiciones a la democracia en América
Latina, al igual que las dictaduras tuvieron un claro trasfondo geopo-
lítico. Para el caso dominicano, desde el punto de vista de Guillermo
Mira Delli-Zotti en 1978, dos acontecimientos ligados con el exterior
(que venían fraguándose desde algún tiempo atrás) impidieron a Ba-
laguer manipular los resultados electorales como había sido su prác-
tica habitual hasta entonces. “Por un lado, el acercamiento de uno
de los partidos opositores al régimen -el Partido Revolucionario Do-
minicano (PRD)- a los demócratas norteamericanos, que produjo un
vuelco en la actitud de Estados Unidos hacia la isla tras la elección
de Jimmy Carter y la puesta en marcha de su política de defensa de la
democracia y respecto a los derechos humanos”59.

58. Ibíd.
59. MIRA DELLI-ZOTTI, Guillermo. Transiciones a la democracia y democratización en América Latina: un
análisis desde la historia del presente. Rey Tristán, Eduardo; Calvo González, Patricia. XIV Encuentro de
Latinoamericanistas Españoles: congreso internacional, Santiago de Compostela, España. Universidad
de Santiago de Compostela, Centro Interdisciplinario de Estudios Americanistas Gumersindo Busto ;
Consejo Español de Estudios Iberoamericanos, 2010, Cursos y Congresos; (Sep de 2010); p. 1456-1475.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 183

Como se puede observar, en las transiciones incidieron de manera


directa hechos de alcance mundial. En esta coyuntura los cambios
políticos en Estados Unidos y el debate político en Europa jugaron a
favor de la terminación no solo de las dictaduras, sino que, de mane-
ra específica, algunos líderes europeos apoyaron a ciertas tendencias
socialdemócratas en América Latina y, fue ejercida una considerable
presión sobre los remanentes de las dictaduras, entre ellos los here-
deros de las mismas que se empecinaban en abrir completamente las
compuertas hacia gobiernos civiles y no escatimaban esfuerzo alguno
por aferrarse al poder mediante prácticas aprendidas durante la dicta-
duras, tales como la alteración a su favor de los resultados electorales.
En ese sentido se estima que el ingreso del Partido Revolucionario
Dominicano en la Internacional Socialista, organización con base en
Europa Occidental que, a partir de 1976, se había remozado bajo el li-
derazgo de Willy Brandt, Olof Palme, François Miterrand y otros desta-
cados líderes, y había emprendido una audaz ofensiva sobre América
Latina para conseguir adhesiones, fortalecer la organización y divul-
gar sus valores democráticos y pacifistas por la región. “El espaldarazo
de la Internacional Socialista a la candidatura de Antonio Guzmán se
sumó a las presiones del gobierno norteamericano de Jimmy Carter,
para impedir las maniobras continuistas de Balaguer y favorecer el
ascenso al poder del candidato del PRD60. Como es sabido, en su es-
trategia de penetración en América Latina, la Internacional Socialista
organizó dos misiones especiales a la República Dominicana, la pri-
mera de ellas encabezada por Mario Soares, entonces primer ministro
de Portugal, que dio su respaldo al partido de Peña Gómez y gran
visibilidad internacional a los comicios que se preparaban en la isla.
Múltiples escollos obstruían la fluidez de la transición. Un sector
de la Iglesia Católica, estamentos beneficiados y por tanto leales a la
dictadura, el sectarismo de las izquierdas, la impunidad en el actuar
delictivo de las derechas, las fuerzas armadas y, de manera muy pug-
naz, el sibilino Balaguer. Se sabe que cuando este personaje se pre-
paraba para trucar los resultados, una oportuna llamada telefónica
del presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez (destacado líder de
la Internacional en América Latina) lo disuadió, bajo la amenaza de
interrumpir los suministros de petróleo a la isla. Al triunfo del PRD no

60. Ibíd.
184 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

siguió, sin embargo, un camino libre de obstáculos. Balaguer conver-


tido en opositor, por todos los medios torpedeó al gobierno del PRD.
En esa dirección, “El PR (Partido Reformista) de Balaguer continuó
dominando el Senado, desde donde pudo bloquear la mayoría de
las propuestas reformistas del nuevo gobierno. Las desavenencias en
el seno del partido vencedor empañaron su labor y, aunque repitió
triunfo en 1982, el estallido de la deuda externa terminó de alejar
definitivamente sus promesas de cambio. En 1986 Balaguer volvería
al poder. No obstante, no debería menospreciarse su derrota de 1978
como un primer paso hacia el respeto al juego democrático en la Re-
pública Dominicana”61.
Sin desconocer la importancia de las demás medidas adoptadas
por el presidente Guzmán, consideramos que retirar del ejército a un
número significativo de militares de alto rango puede ser considerada
una importante decisión que, en lo sucesivo, agilizaría la transición
a la democracia en la República Dominicana. Se trataba de militares
formados en el “pensamiento” de Trujillo Molina, comprometidos en
crímenes por acción u omisión y por ende en la violación de derechos
humanos de la población civil opositora, vinculados a episodios de
corrupción y como si lo anterior no fuera de por sí grave, dispuestos a
intervenir militarmente en cualquier gobierno civil con tal de mante-
ner sus insultantes privilegios. La remoción del poder fáctico o poder
de hecho creó un nuevo ambiente político en ese país y nuevos acto-
res sociales, económicos y políticos emergieron.
Es preciso señalar que las reformas impulsadas por el presidente
Guzmán, entre ellas, en el estamento militar contó con el apoyo de
Estados Unidos lo cual pareciera una cruel paradoja, pero tal poten-
cia era sabedora del desborde y del riesgo institucional que signifi-
caba en aquella coyuntura las fuerzas armadas si no se les contro-
laba mediante sustanciales cambios. Aquella potencia imperialista,
según sus cálculos, veía improbable en la República Dominicana un
gobierno de centro o de izquierda, además una nueva generación de
dominicanos, caracterizada por la desideologización, la ignorancia
de su propia historia, la banalización de su cultura y la alienación
descollaba como un nuevo actor político a favor del neoliberalismo
y sus valores de derecha.

61. Ibíd.

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El neoliberalismo se constituyó pues, en un factor adicional que


obstruye la democratización en la República Dominicana. Tal fenóme-
no histórico (el neoliberalismo) no es solo una ideología económica.
Se trata de una teoría y como tal es total e integradora. Compromete
la cultura, la ciencia, la tecnología, el arte, la religión, la ideología, la
política, la geopolítica, la noción de la historia, lo antropológico, lo
geográfico, lo ético y lo moral entre otros aspectos. Pero de manera
sesgada se suele hacer énfasis en su perspectiva económica, tal vez
por ser donde con mayor crudeza se siente sus negativos efectos so-
bre la vida de las personas.
En ese sentido Francisco Cueto Villamán afirma que programas
de ajuste estructural, los cuales incluyeron elementos tales como la
austeridad fiscal, la política antiinflacionaria, la privatización de las
empresas estatales, la liberalización comercial, la devaluación mo-
netaria y la desregulación general de la economía, principalmente de
los mercados financieros y laborales. “Estos programas pretendieron
también atraer inversiones extranjeras, incrementar la libertad de los
empresarios y de los inversores, mejorar los incentivos pecuniarios
y la competencia, reducir los costes y procurar la estabilidad macro-
económica”62 y agrega que dichas medidas buscaban disminuir cuan-
titativamente el tamaño del Estado y reducir también su participación
en la economía, ya que la intervención estatal fue considerada la res-
ponsable principal del descalabro económico.
Una vez en el cargo de presidente, Antonio Guzmán no solo se
alejó del partido que lo llevó a tal cargo (PRD) sino que promocionó
a la mayoría de cargos importantes a personas afectas a las nuevas
tendencias geopolíticas del neoliberalismo, lo cual le trajo como con-
secuencia inmediata la oposición del PRD, de los sectores afectos
a Joaquín Balaguer y a organizaciones sociales defraudadas por las
expectativas que habían fincado en este hombre de negocios venido
a presidente de los dominicanos. Buscó la reelección pese a que el
PRD cuestionaba ese mismo procedimiento en el caso de Joaquín Ba-
laguer por lo cual la crisis se profundizó a lo que se aunó la ya de por
sí intolerable corrupción que se afirma, se hizo “…extensiva hasta la
propia casa de gobierno.”63 Si bien es cierto se le reconoce al gobierno

62. CUETO VILLAMÁN, Francisco. Op. Cit., p. 249-280.


63. QUITERIO-CEDEÑO, Manuel. Op. Cit., p. 17.
186 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

de Antonio Guzmán su interés en ampliar la democratización del país,


en el campo económico los resultados no fueron los mejores.
Ocurrió que al ser el PRD tanto gobierno como oposición, el sector
de ese partido desafecto al presidente Antonio Guzmán y su idea de
reelección y también adversarios de Joaquín Balaguer, tal colectivi-
dad promovió la candidatura de Salvador Jorge Blanco quien ganó las
elecciones de 1982. Ni Antonio Guzmán ni Joaquín Balaguer lograron
ser reelectos. Tanto a Antonio Guzmán como a Salvador Jorge Blanco,
ambos presidentes a nombre del PRD, se les reconoce sus esfuerzos
por afianzar las instituciones civiles. No obstante, es preciso señalar
que, sobre todo en el caso de Salvador Jorge Blanco, debió lidiar con
fenómenos como el incremento de la pobreza, la marginalidad, la in-
seguridad, la corrupción y en general con la crisis económica agudiza-
da por las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI)64.
A Guzmán le sucede en el poder Salvador Jorge Blanco también
de PRD en 1982 quien llamó a su gobierno “Gobierno de Concentra-
ción Nacional” y tuvo una mejor correlación de fuerzas a su favor en
el poder legislativo en comparación con su antecesor y copartida-
rio Guzmán. Durante estos ocho años continuos de gobierno del PRD
(1978-1986) la oposición la encabezaron los expresidentes Balaguer
del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y Bosch del PLD65, prin-
cipalmente. La transición a la democracia en la República Dominicana
era irreversible, el nuevo escenario internacional hacía imposible un
nuevo golpe de Estado, nuevas transiciones a la democracia tomaban
fuerza en otros países de América Latina, la guerra fría entraba en su
fase final y Estados Unidos centraba su atención en los acontecimien-
tos políticos de América Central.
Jorge Blanco habría manifestado durante su campaña presidencial
que el presidente Antonio Guzmán era el presidente de la “transi-
ción” y que él (Blanco) a la democracia política que dejaba Guzmán,
le agregaría la “democracia económica” expresión por lo demás poli-
sémica, por no decir huera. De todos modos la retórica de Blanco caló
en mayoría de los dominicanos quienes lo eligieron presidente en
mayo de 1982. Una vez Blando asume el poder en agosto de ese año,

64. Ibíd.
65. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 187

precisa el alcance de su propuesta de “democracia económica”, se


quita la máscara y le anuncia a sus conciudadanos que era prioritario
sanear la economía lo cual, en buen romance, significó la adopción de
un paquete de medidas de corte monetarista y neoliberal conducente
a atender la deuda externa.
De ese modo, la propuesta de una “democracia económica” quedó
hecha añicos o jirones y fueron tomadas decisiones para intentar su-
perar el déficit en la balanza de pagos y reactivar la economía a partir
de las imposiciones del FMI (política cambiaria, planes de ajuste y
privatizaciones). La expresión “democracia económica” fue suprimi-
da de todos los vocabularios gubernamentales. La deuda externa en
efecto, fue renegociada. Ufano, en una ocasión Blanco espetó que
“Completamos así las tres grandes tareas para regularizar nuestras
relaciones financieras con el exterior. La primera fue el acuerdo con
el FMI: la segunda fue la reestructuración de la deuda con gobiernos
amigos, firmada el 21 de mayo en el Club de París, y la tercera es esta
negociación con la banca comercial...”66.
Con medidas del anterior calibre, sumadas a las ya tomadas por
los presidentes que le antecedieron a Blanco y los que le siguieron
en el cargo se configuró un escenario crítico para la transición a la
democracia en la República Dominicana. La mayoría de la población
dominicana se empobreció integralmente, el ejercicio de la política
terminó por envilecerse más de lo que ya estaba y, por transitividad,
fenómenos como el caudillismo, la corrupción y la violencia se insta-
laron en el centro de la política ya no como hechos secretos, aislados
y llamados con términos peyorativos, sino que pasan a ser la carac-
terística predominante de la praxis política dominicana en todos los
partidos, incluso en aquellos pretendidamente de izquierda que, por
su misma condición, debían ser la excepción.
La textura de la democracia en términos cualitativos y cuantitativos
nunca fue motivo de interés en la República Dominicana. Tampoco du-
rante la transición a la democracia y menos en la anterior coyuntura
con galopantes procesos de empobrecimiento masivo. La mayoría de
los electores se olvidaron de la dictadura de Trujillo y de sus críme-

66. OVALLE, José. Rep. Dominicana: una sucesión en aprietos. En: Nueva Sociedad, Número 79, (Sep-Oct
de 1985); p. 14-18.
188 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

nes y nunca exigieron justicia y reparación como fundamentos para


la transición a la democracia. Sus preocupaciones era cómo solventar
las mínimas condiciones de subsistencia en un país rico, pero empo-
brecido por la índole de sus gobernantes de todos los tiempos. La de-
mocracia es una semilla que no germina en condiciones de pobreza,
exclusión, miseria, impunidad, violencia, corrupción y alienación.
Las condiciones de extrema desigualdad, exclusión, la asfixiante
deuda externa y la galopante miseria como las que padeció la Re-
pública Dominicana en parte ocasionadas por su tradición política
como también por las imposiciones del FMI en la década de los años
ochenta del siglo XX, fueron incompatibles con los procesos de de-
mocratización y se convirtieron en una formidable amenaza para la
transición a la democracia en ese país. Algunos sectores económicos,
sociales y políticos como un salto al vacío, añoraban la dictadura y
proponían alternativas autoritarias para solventar las crisis en aque-
lla coyuntura mientras los sectores más conservadores de la iglesia
católica agazapados observaban hacia dónde iban los procesos polí-
ticos dominicanos para acomodarse y permanecer indemnes a cual-
quier contingencia.
A modo de una preliminar recapitulación puede afirmarse que si
bien Balaguer y Bosch han sido los grandes líderes de masas en la
política dominicana contemporánea, a partir de 1973, con la salida de
éste del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), José F. Peña Gómez,
líder socialdemócrata que sucedió a Bosch en la dirección política del
partido, logró consolidar un gran liderazgo y convertirse, después de
una áspera lucha interna entre 1986 y 1990, en su principal dirigente.
Lozano sentencia que “Bajo su dirección, en 1978 el PRD triunfa en
las elecciones y desplaza a Balaguer del poder, con la candidatura
presidencial del empresario agropecuario Antonio Guzmán. En 1982
de nuevo el PRD ganó las elecciones y Salvador Jorge Blanco ascendió
al poder. A partir de aquí, tras la implementación de las políticas de
ajuste en el período 1982-86 y los acuerdos con el FMI, el PRD entró
en un proceso de deterioro político interno”67. En esa misma dirección
es preciso aclarar que a nombre del PRSC Balaguer vuelve al poder en
1986 y gobernó al país durante una década más68, es decir, hasta 1996.

67. LOZANO, Wilfredo. Op. Cit., p. 11-16.


68. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 189

Puede señalarse, estima Catrain, que “Los principales factores del


desgaste político del PRD pueden situarse, en primer lugar, en el he-
cho de que desde el poder otorgó grandes concesiones a los gru-
pos económicos, perdiendo de este modo su autonomía como “clase
política”; en segundo lugar, experimentó una pérdida progresiva de
su base social tradicional, las masas populares urbanas; en tercer
lugar, el liderazgo carismático de José Francisco Peña Gómez se fue
erosionando procesualmente, agotándose su capacidad de media-
dor de la clase popular, lo cual se profundiza con su identificación
con el gobierno del ex-presidente Jorge Blanco, por lo que pierde
toda vigencia como factor que tradicionalmente había garantizado la
unidad y cohesión en el interior del partido”;69 adicional a ello y por
último, el partido deviene en una organización archipiélago, carente
de dirección política. Llegando al extremo de que el candidato oficial
del partido, en las elecciones de 1986, señalara que había perdido:
“por una conspiración dirigida y materializada por sectores de su
propio partido.
Habíase convertido el fraude en la principal arma política de Bala-
guer. Pero en las lecciones de 1994 el candidato José Francisco Peña
Gómez del PRD fue el inobjetable ganador, triunfo que también Ba-
laguer quiso desconocer lo cual generó una aguda y compleja crisis
política que incluso generó animadversión en las mismas huestes
del presidente en ejercicio. Sobrevinieron las protestas, marchas, blo-
queos de vías y algunas organizaciones internacionales también ex-
presaron su repudio ante la descarada conducta del senil mandatario.
Según Balcácer, con el objeto de solucionar el impasse, las princi-
pales fuerzas políticas suscribieron un acuerdo, denominado “Pacto
por la Democracia”, mediante el cual Balaguer accedió a gobernar
por un período de dos años, desde 1994 a 1996. Dos días antes de
la toma de posesión, esto es, el 14 de agosto, el Congreso se reunió
en Asamblea Revisora y reformó la Constitución a fin de prohibir la
reelección presidencial y establecer, por primera vez en la historia
electoral dominicana, el sistema de la doble vuelta. “A partir de este
nuevo esquema, en caso de que ninguno de los candidatos obtuviese
más del 50% por ciento de los votos emitidos, los dos aspirantes más

69. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: crisis de las alternativas. En: Nueva Sociedad, Número 98,
(Nov-Dic de 1988); p. 11-19.
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votados deberían concurrir a una segunda vuelta. Del mismo modo,


las elecciones congresuales y municipales quedaron separadas de las
presidenciales”70.
Tan hirsuta fórmula de arreglo solo es posible en ambientes políti-
cos premodernos carcomidos por la corrupción y, desde luego, de di-
soluta condición ética lo cual es comprensible en tanto herencia de la
dictadura de Trujillo Molina. Pese a la conducta corrupta de Balaguer71
la contraparte fue incapaz de hacer valer el principio de legalidad y
le otorgó dos años de gobierno, sin merecimiento alguno. Las ante-
riores reformas introducidas a la Constitución Política de la República
Dominicana rigieron para las elecciones de 1996 en las que Leonel
Fernández Reyna resultó ganador y a la sazón nuevo presidente para
el periodo 1996-2000 en virtud de una alianza entre el PRSC y el PLD.

70. BALCÁCER, Juan Daniel. Op. Cit.


71. CATRAIN, Pedro. Op. Cit., p. 11-19. Balaguer, quien se ha considerado a sí mismo en varias ocasiones
como “un instrumento del destino”, ha desarrollado una concepción de la política que prioriza “el
gobierno de los hombres” sobre “el gobierno de las leyes”. Esta visión mesiánica, que ha sido la base
de su hegemonía política, se articula con un “sentido de orden” que se antepone al caos generalizado,
obra natural de “un destino azaroso” de la sociedad dominicana o de sus adversarios políticos.
Balaguer expresa una imagen contradictoria; por una parte, es portador de los valores más
tradicionales de la sociedad dominicana y, por otra, ha sido su gran “modernizador”. Su gobierno
de los “doce años” constituyó el proceso de transformación del Estado y la sociedad dominicana; se
amplió la capacidad de cohesión y centralización del aparato político; se desarrolló la base social y
económica de la clase dominante, así como neutralizó a las clases populares desde una perspectiva
de integración y subordinación al sistema político. En síntesis, representó una mediación política
autoritaria, carismática, caudillista, no institucional y articulada a una forma de legitimación que ha
tenido su base social en las clases populares del campo.
En un momento en que la sociedad necesitaba y demandaba un proceso de institucionalización que
abriera paso a una reforma política, Balaguer sigue impregnando con su sello personal todas sus
acciones políticas, al mismo tiempo que refuerza su concepción iluminista de la política. Su principal
tarea se ha concentrado en la creación de las condiciones que - a su juicio le permitirán el ingreso
en las “páginas de la historia”. En este sentido, ha dejado de ser el tradicional mediador estatal que
en los momentos de crisis se impone frente a las clases sociales. En la actualidad, su único propósito
reside en materializar su gran proyecto personal, a través de un ambicioso plan de inversiones
públicas, basado en una concepción faraónica, que se fundamenta en la construcción de obras no
reproductivas
La política fiscal y monetaria del Estado se encuentran subordinadas al proyecto personal del
presidente. Se recurre a una política que cada día grava más a la población con impuestos directos,
para obtener recursos inmediatos con que satisfacer su política de construcciones públicas, la cual
tiene un alto componente de productos importados, que presionan fuertemente la tasa de cambio
con respecto al dólar, produciendo una devaluación indirecta y una inflación galopante, que ha
afectado fuertemente a la sociedad y, en sentido particular, a las clases populares. Los principales
servicios públicos: energía eléctrica, transporte, agua potable y salud se han deteriorado, sin que el
gobierno ofrezca todavía una solución racional y eficaz para estos graves problemas nacionales.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 191

El entonces presidente Fernández Reyna, con mayor formación aca-


démica que todos sus homólogos dominicanos, se convirtió en un
protagonista de primera importancia en la vida política de ese país,
a partir de los mismos vicios de sus antecesores como la corrupción
y el clientelismo.
Afirma Christopher Mitchell que Fernández es el político dominica-
no más hábil de su generación. Su estilo personal es muy cordial, pero
correcto. Políticamente, combina una astucia táctica aguda con una
visión estratégica que le permite planear con años de anticipación.
“Relativamente joven (nació en 1953), cuenta con la capacidad de co-
municar bien por los medios electrónicos, algo todavía relativamente
raro entre los líderes dominicanos, con su tradición de declamar ante
manifestaciones de 25.000 y más personas”72. Complementariamente,
en este mandato, igual que en su anterior administración, Fernán-
dez ha creado un círculo de asesores tecnócratas muy capaces y muy
fieles. Él cultiva el perfil de un tecnócrata también, aprendiendo los
detalles de las políticas públicas en un grado notable.
No se puede perder de vista que Fernández, pese a las edulcoradas
frases con que es tipificado, resultó ser un astuto jugador. Ignorante-
mente en ciertos círculos internacionales se le tomó como de izquier-
da, pero su respecto a la economía de mercado, la indiferencia con
relación a la impunidad por la violación de los Derechos Humanos y
la complacencia hacia Estados Unidos, desmiente tan especie. Hace
de los medios de comunicación su preferida estrategia publicitaria,
aunque no desecha los discursos tradicionales. Su “plasticidad” ideo-
lógica le permite interactuar con otras vertientes políticas de su país,
incluso con líderes de otros países y hasta tolera tendencias en el
seno de su partido, estrategia que le reporta evidente capacidad de
maniobra en la toma de decisiones73.
En ciertos escenarios se coincide en que Fernández le saca ma-
yor provecho de los acontecimientos internacionales, en compara-
ción con sus adversarios. “Después de su primer mandato, creó una
ONG, la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), que

72. MITCHELL, Christopher. La República Dominicana 2007. Buscando la institucionalidad. En: Revista
de Ciencia Política, Volumen 28, Número 1, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile,
(2008); p. 171-187.
73. Ibíd.
192 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ya cuenta con un edificio impresionante y funcional en Santo Domin-


go, y que mantiene un programa de conferencias, seminarios, y pro-
yectos de estudio. La Fundación probablemente servirá como su base
para continuar en la arena pública luego de dejar la presidencia”74
sostiene Mitchell. Sus buenas maneras y oficios evitaron que algunas
crisis escalaran, como la suscitada entre Colombia y Ecuador cuando
el primer país atacó a miembros de las FARC-EP quienes se encontra-
ban en un campamento situado en el segundo país.
Pese a las adversas condiciones económicas, sociales y políticas
para la transición a la democracia, las elecciones de 1994 y 1996, pero
con mayor claridad las de 1996 pueden ser vistas como un aconteci-
miento que impulsó la transición a la democracia a partir de cinco
variables: las soberanía popular y autogobierno; la elecciones libres
y competitivas; las libertades públicas; el Estado de derecho ; y la
opinión pública independiente y activa75. La importancia de estos dos
certámenes electorales (1994 y 1996) es que en el primero tiene lugar
una especie reordenamiento del sistema político dominicano y, en el
segundo, un relevo generacional.
Pero, independientemente de los alcances de los mismos, expresa
Ernesto Sagás, la democracia dominicana es una débil y carente de
institucionalidad en su desarrollo. Podría ser llamada una semide-
mocracia o democracia híbrida, según el criterio de Sagás, para quien
el sistema político dominicano es todavía presa del caudillismo par-
tidista, lo que retarda su evolución y transformación y las modifica-
ciones constitucionales de 1994 habrían hecho poco para mejorar
la calidad de la incipiente democracia dominicana, ya que fueron
concebidas dentro de una estrategia puramente electoral con miras
a sacar a Joaquín Balaguer de la Presidencia76. En esas condiciones
sostenemos que “Después de tres décadas de política carismáti-
ca (1966-1996) y rol protagónico de los caudillos Joaquín Balaguer
(PRSC), Juan Bosch (PLD) y Francisco Peña Gómez (PRD), comienza en

74. Ibíd.
75. CHINCHILLA M, Fernando. Sánchez C, Fernando. Transición hacia la democracia en República
Dominicana: las elecciones de 1996.
76. SAGÁS, Ernesto. Las elecciones de 1994 y 1996 en la República Dominicana: coyuntura política y crisis
en ocaso de los caudillos. En: Revista Mexicana del Caribe, Volumen VI, Número 11, Universidad de
Quintana Roo. Chetumal, México, (2001); p. 27.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 193

1996 la etapa de la consolidación democrática en la República Domi-


nicana”77 complementa Ana Belén Benito Sánchez.
Si en términos estrictos puede situarse el inicio de la transición a
la democracia en la República Dominicana en 1978, sostenemos que
la consolidación de la misma tiene lugar a partir de 1996 teniendo
como principal característica la conversión del clientelismo en políti-
ca de Estado. Al respecto, Benito Sánchez expresa que “…en la llamada
“tercera transición dominicana” –la de la consolidación democrática–
se afianza en el país un tipo característico de presidencialismo plu-
ralista en el que el trueque y la cooperación interpartidista han sido
elementos clave para la estabilidad y gobernabilidad democrática.
Para ello, se presentan las prácticas de compromiso (formales e in-
formales) de la élite política dominicana, así como los determinantes
institucionales y estímulos partidistas que las sustentan”78, fenómeno
que obtura la eficacia de las distintas reformas políticas.
Se consideró en 1991 por parte de Catrain, en ese sentido, que
todos los esfuerzos de reforma política habrían fracasado, como
tampoco se había podido fortalecer la institucionalidad democrá-
tica y que además, la democratización tenía lugar en el marco de
una “profunda debilidad institucional” en el que la sociedad aparece
bloqueada, atomizada y sin “capacidad para construir desde abajo
hacia arriba un principio articulador”, lo cual, según el mismo au-
tor, “…revela un proceso de transición democrática que no encuen-
tra caminos claros, los sujetos políticos son débiles y fragmentados,
produciéndose un estancamiento determinado por la vigencia de un
sistema político tradicional y por la imposibilidad de conformar nue-
vas alternativas”79.
A nombre del PRD Rafael Hipólito Mejía Domínguez ganó las elec-
ciones en el año 2000 y, desde ese año (16 de agosto), gobernó hasta
el 2004. Según Balcácer este presidente habría recibido el gobierno

77. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. Clientelismo en democracia: factores explicativos de la política
particularista en la República Dominicana 1996-2010. Tesis Doctoral. Departamento de Derecho
Público General. Área de Ciencia Política y de la Administración. Doctorado en Procesos Políticos
Contemporáneos. Universidad de Salamanca. Salamanca, España, (Ene de 2015); p. 23.
78. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. La política del poder: alianzas e interacciones partidistas estratégicas
en República Dominicana. En: Revista de Ciencia Política, Volumen 30, Número 3, (2010); p. 751–772.
79. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: ¿Un sistema político inmóvil? En: Nueva Sociedad, Número
115, (Sep-Oct de 1991); p. 17-21.
194 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

en medio de dificultades económicas80, entre ellas las derivadas del


alza de los precios del petróleo en los mercados internacionales y las
concomitantes repercusiones por transitividad en los demás rubros
de la economía. Desde luego las dificultades económicas no prove-
nían solamente del alza de los precios del petróleo, también fueron la
expresión concreta de la corrupción generalizada, el clientelismo en
todas las estructuras del Estado y del despilfarro de erario.
Bajo el liderazgo del PRD como principal fuerza política en el país,
en el año 2002 fue reformada la constitución política en el sentido
de permitir la reelección presidencial por un periodo consecutivo. En
este nuevo contexto en las elecciones de mayo de 2004 se presen-
taron como candidatos Rafael Hipólito Mejía Domínguez a nombre
del PRD, Leonel Fernández Reyna del PLD y Eduardo Estrella del PRSC
resultando ganador Fernández Reyna quien tomó posesión del cargo
el 16 de agosto de 2004 quien, además de la consabidas promesas
de gobierno permeadas por la euforia, prometió “…iniciar una época
de regeneración moral y patriótica…”81. En el año 2008 fue reelecto
Fernández Reyna para el periodo 2008-2012, lapso en el que jugó un
significativo rol en América Latina como facilitador de diversos episo-
dios políticos y lideró una nueva reforma constitucional.
A propósito del clientelismo y de Fernández Reyna, Jacqueline Ji-
ménez Polanco considera que una de las características del mode-
lo de partido cartel (PLD Leonel Fernández) es el blindaje electoral
fraudulento. Sostiene que en todos los procesos electorales domi-
nicanos han mediado la compra de votos y de cédulas de identidad
y electoral, el control de los medios de comunicación por el partido
gobernante, ineficacia en la administración de las elecciones por la
Junta Central Electoral y una alta proporción de votantes cautivos que
mantienen una relación económica directa y continua con el Estado a
través de la nómina pública o de subvenciones y se ven compelidos o
forzados a votar por los candidatos del partido oficial82.

80. BALCÁCER, Juan Daniel. El país tras la muerte del tirano. En: https://www.listindiario.
com/2010/06/01/144306/puntosdevista/3 de 3.
81. Ibíd.
82. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. En: La corrupción política en la República Dominicana y la
entronización del partido cartel RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Universidad
de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, España, Volumen 15, Número 2, (2016); p. 9-27.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 195

En las elecciones de 2012 fue elegido presidente de la República


Dominicana Danilo Medina Sánchez del PLD quien, en el año 2016
fue reelegido para el periodo 2016-2020. Después de varias décadas
de ensayos eleccionarios la República Dominicana encontró la vía de
la civilidad para transar sus diferencias ideológicas y la sucesión de
los distintos gobiernos se vio libre de interferencias de los militares
aunque continúan siendo un actor político de notable peso fáctico en
el acontecer político de esa nación. Como se puede observar, la tran-
sición a la democracia en la República Dominicana fue un proceso
lento y complejo.
Así como en otras ocasiones Estados Unidos impuso dictadores y
presidentes incondicionales, en el marco de la transición a la demo-
cracia impuso el neoliberalismo como un modelo económico, político,
social y cultural que sirve de mampara a una especie de nueva dic-
tadura, en esta ocasión de alcance continental. El ambiente ideal del
neoliberalismo para su auge es la corrupción. Para el neoliberalismo
la democracia no es un fin en sí mismo ni un valor a defender. Por el
contrario, en su interior nuevas formas de opresión conoció la huma-
nidad. En el ámbito del neoliberalismo los golpes Estado variaron a
formas más sutiles y efectivas.
En efecto, el neoliberalismo removió todas las estructuras mate-
riales y subjetivas y, al mejor estilo de una revolución conservadora,
fortaleció el capitalismo desde la abierta y remozada entronización
de prácticas políticas que, en el caso de la República Dominicana,
Jiménez Polanco sostiene que padece una crisis institucional pro-
ducida por la presencia factual de altos niveles de corrupción en el
manejo de la administración pública por el Partido de la Liberación
Dominicana (PLD). El PLD se ha entronizado en el poder en base a los
elementos característicos del partido cartel: por un lado, la interpe-
netración entre el partido y el Estado mediante el control por el PLD
del congreso, los municipios, el tribunal electoral y el poder judicial
incluyendo el tribunal constitucional y la Suprema Corte de Justicia;
por otro lado, un patrón de colusión inter-partidista sustentado por
alianzas electorales entre el PLD y las organizaciones minoritarias y
por pactos y acuerdos coyunturales individuales con líderes de los

83. Ibíd.
196 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

otrora partidos mayoritarios PRD y PRSC, lo cual ha fraccionado di-


chas organizaciones deviniendo en una oposición débil83.
En esas condiciones, la transición no supuso, necesariamente, una
modernización de las prácticas políticas dominicanas. Por el contra-
rio, la corrupción y el clientelismo entre otros fenómenos, han sido
las maneras de uso recurrente por parte del PLD para afianzarse en el
poder. De ese modo, tanto el mismo PLD como el Estado dominicano
sorprendentemente se funden y se presentan como si fuese la misma
cosa. Lo anterior desemboca en una especie de ejercicio al detal del
poder, en sentido de consentir, aceptar y propalar el clientelismo, la
corrupción y la impunidad en todas las esferas de la administración
pública. Prebendas, nóminas paralelas, cargos sin funciones especí-
ficas, prevaricaciones y las sesgadas políticas asistencialistas son, en
suma, el caldo de cultivo en el que germinan todo tipo de especies y
vicios de la política dominicana. Es sabido, sostiene Jiménez Polanco,
que “El derroche público y el gasto corriente en base al populismo, el
clientelismo y la corrupción mantienen a la mayoría de la población
sumergida en la pobreza, generada además por la falta de empleos,
los bajos salarios y la concentración de la actividad productiva en la
capital en desmedro de las demás localidades del país”84.
Es preciso señalar que la transición a la democracia no fue una
tarea exclusiva de los partidos políticos. Otros actores también hicie-
ron aportes desde escenarios distintos como los denominados movi-
mientos sociales. Al igual que los partidos políticos, los movimientos
sociales pueden ayudar u obstaculizar a la transición, dependiendo
de su estirpe ideológica y de sus intereses o imbricaciones con el
poder en general. Los movimientos sociales no son partidos políticos
aunque no se descarta su relación con los mismos, son, desde nues-
tra perspectiva, organizaciones civiles que propenden por la obten-
ción de soluciones a problemáticas concretas de diversa naturaleza
donde no ha llegado o llega de manera fragmentariamente el Estado.
La juventud dominicana fue uno de esos actores que participó en las
protestas contra la dictadura de Trujillo Molina85.

84. Ibíd.
85. Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Juventud y Sociedad en la República Dominicana.
LC/R. 512, (7 de Julio de 1986); p. 75.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 197

En el caso puntual de la República Dominicana los movimientos


sociales tuvieron unas características precisas en términos de sus ro-
les en la transición a la democracia y, para ello, nadie con más autori-
dad académica en este tópico que Rosario Espinal quien asevera que
la movilización social tomó forma y auge en 1978 y distingue cinco
periodos. El primero se habría caracterizado asevera Espinal “…por la
movilización obrera a través de sindicatos organizados en demanda
de mejores salarios, mejores precios y el derecho a la negociación
colectiva durante los años 1978-1982”86, lapso no exento de fuertes
tensiones entre el empresariado y el primer gobierno del Partido Re-
volucionario Dominicano PRD.
El segundo periodo se caracterizó, afirma la misma autora, “…por la
explosión del descontento popular a través de la violencia callejera
y el asalto a comercios (las llamadas “pobladas”), como reacción a
las medidas de ajuste económico impuestas por el presidente Salva-
dor Jorge Blanco durante el segundo gobierno del PRD, entre 1982 y
1986”87. Dos décadas habían pasado de la muerte de Trujillo Molina
pero como se recordará, Balaguer había proyectado la ola de terror
sobre cualquier expresión de descontento. La crisis económica ago-
biaba a todos los dominicanos pero con mayor rigor a los sectores
más vulnerables en materia económica. Ello explica la virulencia de
las manifestaciones populares en las que se rechazaba no solamente
la crisis económica sino también la estreches de los canales de parti-
cipación política de un régimen aún con evidentes trazas autoritarias.
Desde la perspectiva de Espinal, “El tercer periodo se caracterizó
por el surgimiento y organización de un movimiento popular, funda-
mentalmente de extracción urbana y en barrios marginados, que pre-
sentó múltiples demandas socioeconómicas a través de movimientos
huelguistas nacionales organizados por el Colectivo de Organizacio-
nes Populares. Estas protestas se produjeron en el marco de la vuelta
de Joaquín Balaguer al poder en 1986, quien impulsó un programa
económico de expansión del gasto público, lo cual generó un fuerte
proceso inflacionario entre 1987 y 1990”88. Remarca esta autora que

86. ESPINAL, Rosario. La sociedad civil movilizada y las reformas democráticas en la República Dominicana.
En: Revista Espiral, Volumen VII, Número 21, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México, (May-
Agos de 2001); p. 101-132.
87. Ibíd.
88. Ibíd.
198 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

un fenómeno nuevo e importante en este periodo fue el “diálogo tri-


partito”, que contó con la participación de los sectores empresarial,
sindical y gubernamental a través de la mediación de representantes
de la iglesia católica. Durante estos años, también fueron importantes
las movilizaciones de organizaciones profesionales.
En esas condiciones la capacidad de maniobra de Balaguer se re-
dujo ostensiblemente. Aparte de su deterioro físico y mental, el am-
biente le era adverso. Para Estados Unidos él ya no era una prioridad,
incluso ni necesario. Quienes habían sido víctimas de su represión ya
le habían perdido el miedo. Era un ídolo con pies de barro. Los parti-
dos políticos tradiciones dejaron de ser la caja de resonancia de sus
más notables dirigentes y nuevos liderazgos se abrían paso. Las ma-
neras de hacer política también cambió. Pues los partidos políticos
no eran ni son los únicos que representan a la ciudadanía.
En esa misma dirección Catrain en 1988 afirma que emergen nue-
vas formas de organización política, una de ellas, son los denomina-
dos movimientos sociales que buscan reivindicaciones en el campo
de los servicios públicos. Tales expresiones de descontento popular
suelen tener lugar al margen de los partidos políticos y, en ocasiones,
han demostrado tener mayor capacidad de convocatoria como que-
dó demostrado en la huelga nacional del 28 de junio de 1987, hecho
que si bien fue rechazado por las derechas, sorprende la oposición al
mismo también por las izquierdas, la Iglesia Católica, los sindicatos
y los medios masivos de comunicación. “Esta censura, por parte del
sistema político tradicional, a los movimientos sociales urbanos está
relacionada con su modalidad y el carácter “espontáneo y no-orga-
nizado” de las nuevas formas de participación. Se trata de ocultar el
espejo que traduce y evidencia la crisis de los partidos políticos, en
su incapacidad de canalizar las demandas fundamentales de la so-
ciedad dominicana”89.
Esa anunciada crisis de los partidos políticos, de naturaleza mul-
tidimensional, provocó que la ciudadanía se expresara por otros me-
dios, tales como los movimientos sociales y las iglesias evangélicas.
De manera particular sobre el primer medio, se aduce que fuertes

89. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: crisis de las alternativas. En: Nueva Sociedad, Número 98,
(Nov-Dic de 1988); p. 11-19.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 199

tendencias operan sobre los movimientos sociales urbanos, como


real obstrucción para la conformación de su autonomía política. “En
primer término, se encuentra la fuerte influencia de los grupos re-
ligiosos que inciden en su interior, impregnándole a sus acciones y
formas de lucha un carácter “testimonial”, el cual sustituye y deja
de lado toda relación con el Estado; en segundo término, podrían
ser objeto de una instrumentalización por parte de la izquierda, que
actualmente se encuentra en un fuerte proceso de crisis, colocada
al borde de su desaparición política, por lo que por sí misma carece
de posibilidades para conformar una hegemonía hacia la sociedad y,
por último, existe la posibilidad de que estos movimientos queden
atrapados en el clientelismo de los partidos tradicionales”90 sostiene
Catrain.
A la situación interna en la República Dominicana se sumaron los
factores estructurales de una crisis más aguda y amplia en la que el
modelo neoliberal ya arrojaba su nefastas consecuencias expresadas
en altos índices de desempleo, informalidad, las maquilas, la margi-
nalidad91, la inflación, la corrupción, la instrumentación de la política
y la cultura y la banalización de los valores entre otras; cobijando de
ese modo ya no solamente a los denominados “movimientos socia-
les” sino a amplias capas de la población dominicana como la clase
media, los sectores productivos y la ruina del empresariado.
Ese mismo modelo neoliberal puso la estocada final a la frágil e
incipiente industria nacional convirtiendo a la República Dominica-
na en un país preponderantemente importador, oferente de bienes
y servicios y algunos lánguidos avances en el sector primario de la
economía. En este ambiente fueron creadas las Zonas Francas de Ex-
portación (ZFE), eufemismo con el que se encubrió la denominación
de las maquilas, producción compartida, producción a destajo o ca-
pitales golondrina. En esta investigación las maquilas se asimilan a la
llamada “acumulación primaria de capitales” con la inocultables gra-
ves consecuencias92. Entre esas consecuencias se registran continuas

90. Ibíd.
91. RIBEIRO, Darcy. El dilema de América Latina. Estructuras de poder y fuerzas insurgentes. México:
Siglo XXI, 10 edición, 1982. p. 109.
92. MATHEWS, Dale T. La Cuenca del Caribe frente al reto de la integración hemisférica. El caso de la
maquila en México y República Dominicana. En: Aldea Mundo, Volumen 6, Número 12, Universidad
de los Andes. Táchira, Venezuela, (Nov-Abr de 2002); p. 63-74.
200 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

migraciones93 en las que obreras, sirvientas, prostitutas y marchan-


tas94, aparte de las que sin serlo se convirtieron en tales, debieron
migrar a Europa, Estados Unidos y a algunos países de América Latina
afectando de ese modo a sus familias y creando una nueva fisonomía
del mercado del trabajo en el ámbito internacional.
En este ambiente las manifestaciones escalaron en frecuencia, nú-
mero e impacto a tal punto de constituirse el conjunto de los movi-
mientos sociales en una importante protagonista de la política do-
minicana con capacidad de convocatoria, en ocasiones, mayor a la
de los mismos partidos políticos, organismos que, en su mayoría se
convirtieron en empresas comerciales del mercadeo electoral, en el
sentido de apoyar a uno u otro candidato según la oferta de bienes o
servicios a manera de contraprestación de favores y de intereses. Es
sensato exponer que los movimientos sociales, en tanto actor políti-
co, no escapó a los mismos vicios de los partidos políticos y sus crisis
internas de algún modo son similares a las de éstos.
El cuarto periodo, según Espinal, se caracterizó por la incorpora-
ción de los sectores medios a la lucha por consolidar la democracia,
después de la reelección de Balaguer en 1990, la cual se dio en condi-
ciones de dudosa transparencia electoral. Afirma la misma autora que
“Las luchas que se desarrollaron entre 1990 y 1996 tuvieron fundamen-
talmente un carácter cívico- democrático y buscaron incidir sobre las
reformas del sistema político y la transparencia electoral. Se produjo
aquí un movimiento que emergió bajo el concepto de “sociedad civil”,
es decir, un movimiento con marcada autonomía frente a los partidos
políticos y el Estado, y con una fuerte presencia de la clase media”95.
Es notoria la evolución de los movimientos sociales dominicanos.
A grandes rasgos es perceptible una primera etapa de lucha por rei-
vindicaciones económicas y gremiales y luego, la exigencia de la am-
pliación de los espacios de participación política y, por ende, ahondar
la transición a la democracia. La continuidad de Balaguer en el poder

93. ARIZA, Marina. Obreras, sirvientas y prostitutas. Globalización, familia y mercados de trabajo en
República Dominicana. En: Estudios Sociológicos, Volumen XXII, Número 1, El Colegio de México,
A.C. Distrito Federal, México, (Ene-Abr de 2004); p. 123-149.
94. PINEDA, Magali. Las marchantas en la República Dominicana. CEPAL. Comisión Económica para
América Latina y el Caribe. LC/CAR/L 252, (28 de Julio de 1988); p. 24.
95. ESPINAL, Rosario. Op. Cit., p. 101-132.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 201

se tornó insoportable para la mayoría de los dominicanos, incluso


para los correligionarios del octogenario personaje. La esfera de ac-
ción de los movimientos sociales traspasa, en esta ocasión, sus ám-
bitos de acción e invade espacios propios de los partidos políticos
ante su incapacidad para interpretar las expectativas de la población
civil y tomar las correspondientes decisiones, bien como partidos de
oposición o de gobierno.
El quinto periodo correspondió al primer gobierno del Partido de
la Liberación Dominicana PLD, que inició en 1996 y concluyó en el año
2000”96 sostiene Espinal, habiéndose caracterizado por su insistencia
en la consolidación de la democracia, la especificidad de sus reivindi-
caciones y ligado a ello la insularidad de los movimientos sociales, las
huelgas de grupos profesionales y lo espontáneo en su accionar. Pro-
bablemente esa sea una de las debilidades y característica más común
de los movimientos sociales (su insularidad). Se gana en cantidad y se
pierde en cualidad, es decir, su peso en la transición a la democracia
se redujo a la obtención de pequeños y puntuales beneficios.
Concluye la misma autora que “…la protesta social fue una carac-
terística central de la política dominicana en el decenio de 1980. La
década comenzó con movimientos huelguistas selectivos, en protesta
por los incrementos en los precios de la gasolina y el transporte. Las
medidas de ajuste económico adoptadas a mediados de la década
motivaron los movimientos de protesta violentos de 1984”97. Hace én-
fasis en que el nivel de movilización se aceleró de nuevo en 1988
con la incorporación de nuevos actores urbanos (los pobres en los
barrios marginados y los sectores medios profesionales a través de
sus gremios). Estos movimientos mantuvieron su prominencia hasta
1990, cuando sus divisiones y la estrategia de cooptación o dilación
del gobierno dificultaron o debilitaron las acciones colectivas.
De lo anterior se colige que la participación de los movimientos
sociales dominicanos en la transición a la democracia, de manera
sistemática empezó hacia 1978 (casi dos décadas de muerto Trujillo
Molina) y actuó como acicate de los mismos fenómenos internos y
externos. De los primeros podemos mencionar los negativos efectos
directos e indirectos de los modelos de desarrollo, la corrupción casi

96. Ibíd.
97. Ibíd.
202 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

generalizada, la exclusión y la represión. De los segundos sobresalen


las políticas de ajuste impuestas por el FMI, la creciente deuda exter-
na, las políticas inflacionarias, la conversión de Estados Unidos como
una potencia incontestable en el plano militar tras la crisis del so-
cialismo en su versión soviética y el auge de las derechas en Europa,
América Latina y los mismos Estados Unidos.
Aparte de los movimientos sociales, la Iglesia Católica es otro ac-
tor de la política dominicana a tener en cuenta en la transición a la
democracia. Para tal institución, a la usanza del neoliberalismo, la de-
mocracia tampoco en un valor cimero. Pelecha, se acomoda y florece
en los más variados regímenes políticos, incluso en aquellos donde
el respeto por la vida del ser humano y su dignidad no son su rasgo
predominante. Su larga historia de crímenes en Occidente la convier-
ten en un aliado de primer orden de las dictaduras cuyo acción en
éstas resulta ser cercano a lo actuado en el marco de la Inquisición.
Sus tendencias más oscurantistas llegaron a catalogar como pecado
mortal la ideología comunista y, de ese modo, alentaron la violencia
contra los prosélitos de tal modo de pensar.
Tiene a su haber la Iglesia Católica una enorme incidencia en el per-
filamiento ético, moral, ideológico y político de América Latina y, desde
luego, la República Dominicana no fue la excepción. No en vano ese
lugar fue, en su momento, la base de operaciones de las misiones que
acompañaban a los invasores en nombre del imperio español. Según
Emelio Betances, durante el siglo XIX y antes de la dictadura de Trujillo,
la Iglesia era más bien una voz moral que una institución sólida. Cuan-
do Trujillo tomó el poder en 1930 procuró controlarla, pero el líder de la
Iglesia Católica dominicana, monseñor Rafael Castellano, no confiaba
en Trujillo y quería que la Iglesia tuviera su independencia con relación
al Estado. Sin embargo, aclara Betances, monseñor Castellano murió
de un paro cardiaco en 1934 y fue remplazado por monseñor Ricardo
Pittini, un cura italiano a quien se le otorga el crédito de haber desa-
rrollado la iglesia moderna dominicana. Pittini subordinó a la Iglesia a
los deseos políticos del dictador y, a cambio, éste construyó iglesias y,
en gran medida, financió muchas de las actividades de la institución98.

98 BETANCES, Emelio. La cultura política autoritaria en la República Dominicana. En: Revista El Cotidiano.
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco Distrito Federal, México, Número 152,
(Nov-Dic de 2008); p. 87-97.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 203

Como se puede observar la iglesia católica no solo alberga en su


seno a supuestos líderes espirituales, también sus miembros actúan
en política. Como cualquier organización humana, no es homogénea,
tampoco lo es en política, pero en términos preponderantes sus po-
siciones ideológicas y políticas suelen estar del lado y a favor de los
gobernantes y tipos de gobierno que encarnen el autoritarismo, la
verticalidad, la obediencia, el respeto al “derecho natural”, la salva-
guarda de la “divina providencia”, la defensa de la propiedad privada
entre otros valores. En lo que respecta a América Latina la iglesia
católica participó de manera abierta y soterrada en la lucha contra el
comunismo y el liberalismo, por tanto, terminó apoyando a dictado-
res y por transitividad todos sus crímenes.
De ese modo la iglesia católica, contradictoriamente, no solo apo-
yó sino que en muchos casos justificó la tortura, el asesinato, la re-
presión, la desaparición y en general todas las prácticas políticas im-
pulsadas por las dictaduras para vencer al “enemigo”. En ese contexto
debe ser situada la iglesia católica dominicana. Una institución que
asumió como propia la causa del dictador Trujillo Molina en el senti-
do de propalar entre su feligresía el apoyo al gobernante dominicano
y el reconocimiento a su “obra”. Durante la dictadura la iglesia católi-
ca hizo a un lado el principio de la defensa de la vida, de la protección
al desvalido y del apoyo a los perseguidos y se convirtió en uno de los
principales sostenes de Trujillo Molina.
El mismo Betances considera que la Iglesia estableció una alianza
política con el dictador y se propuso promover una doctrina de obe-
diencia al Estado; la Iglesia presentaba a Trujillo como un enviado de
Dios que quería el bienestar de los dominicanos. “No fue hasta casi el
final de la dictadura cuando la alianza de la Iglesia con Trujillo entró
en una grave crisis que ayudó, en parte, a la caída de la dictadura que
ya se encontraba debilitada. Durante los años de Balaguer en el po-
der y los gobiernos del PRD, al igual que en la actualidad, la Iglesia ha
mantenido buenas relaciones con el Estado”99. Aclara Betances que
aunque bajo diferentes circunstancias políticas, Balaguer continuó la
política de Trujillo de ayudar a la Iglesia a cambio de su apoyo al
Gobierno. En los últimos 25 años, la Iglesia ha jugado un papel muy
dinámico mediando conflictos sociales entre empresarios y trabaja-

99 Ibíd.
204 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dores, entre el Gobierno y los nuevos movimientos sociales, o entre


el Gobierno y los partidos políticos de la oposición.
Al cambiar las condiciones internacionales y nacionales, la Iglesia
Católica modificó de posición. De manera solapada esperó a que las
crispadas aguas de la tormenta desencadenada por la muerte de Tru-
jillo Molina y de las crisis posteriores subsiguientes volvieran a sus
cauces. Así como apoyó en términos incondicionales al dictador, de
análoga manera lo hizo con Balaguer y, desde la tramoya, urdió trabas
a la transición a la democracia, posturas que contaron con la anuen-
cia y beneplácito del papa Juan Pablo II, personaje de reconocidas
posturas de derecha y de apoyo a dictadores latinoamericanos. Ante
la tozudez de los acontecimientos geopolíticos en América Latina re-
lacionados con la naturaleza irreversible de las transiciones a la de-
mocracia y la magnitud de las protestas sociales que exigían profun-
dizar y acelerar aquellas transiciones, la iglesia católica modificó sus
posturas y empezó a sumarse a las corrientes políticas, económicas y
sociales que propugnaban por la democracia.
Con acierto concluye Betances que el padre Agripino Núñez Co-
llado y el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez son personajes
claves en la política nacional. Al parecer, la Iglesia se ha convertido
de la noche a la mañana en una promotora de la democracia. Sin
embargo, advierte “…no debemos olvidar que no es una institución
democrática; una cosa es promover el diálogo entre los políticos o
entre los empresarios y los trabajadores, y otra es promover una cul-
tura democrática de participación genuina de todos los ciudadanos.
La Iglesia es una institución jerárquica y autoritaria por definición”100.
Además, puntualiza que, en verdad, podría decirse que junto a las
fuerzas armadas, es una de las instituciones que más ha aportado
al desarrollo de una cultura política autoritaria. Las fuerzas armadas
forman soldados y oficiales en la cultura de la obediencia e históri-
camente han promovido los valores del autoritarismo y el uso de la
fuerza bruta. La Iglesia, a su vez, procura desarrollar una hegemonía
con base en valores religiosos.
No puede hablarse para el caso de la República dominicana de
una separación o ruptura entre la iglesia católica y el Estado. Ambas

100 Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 205

instancias se nutren, defienden y benefician mutuamente. La iglesia


católica jugó un rol determinante en la configuración de una perso-
nalidad colectiva afecta al autoritarismo, a las medidas de fuerzas, a
la corrupción, al verticalismo, al fanatismo y renuente a la civilidad,
al laicismo y en general a la modernidad. La mayoría de la población
dominicana se educó en materia política en los altares y confesiona-
rios de las iglesias y de allí probablemente proviene su peculiar com-
portamiento político en el que el fanatismo y la razón cínica suplen
cualquier intento de modernidad. Lo premoderno irrigado desde la
iglesia católica invadió todas las demás instituciones, incluidas las
fuerzas armadas desde luego.
Las fuerzas armadas dominicanas fueron otro actor de primer or-
den en la política tanto en el siglo XIX como en el XX y, por supuesto,
en la transición a la democracia en la República Dominicana. Con an-
tecedentes en el siglo XIX sus orígenes están ligados, primordialmen-
te, a la invasión estadounidense a inicios del siglo XX. Estados Unidos
como potencia imperialista hegemónica en América Latina desde fi-
nales del siglo XIX adoptó un patrón de conducta en los países cen-
troamericanos y caribeños en lo que tuvo que ver con las fuerzas
armadas consistente en la presión a cada nación para que fundasen
organismos armados llamados en casi todos los países “Guardia Na-
cional” organismos que, desde un inicio aparentaron ser unas fuerzas
armadas profesionales y clasificadas según su arma o especialidad.
Se trató más bien, de instituciones armadas dedicadas a defender
los intereses de Estados Unidos y de las empresas multinacionales
privadas de aquella potencia, entre otras, las dedicadas a la explo-
tación de frutas como la UFC, así como a la extracción de especies
vegetales en general, maderas finas, minería, comercio e incluso el
contrabando, a reprimir las protestas sociales y sostener en el poder
a gobernantes llegados al poder mediante procedimientos espurios.
Las así llamadas guardias nacionales tuvieron, casi en todos los paí-
ses centroamericanos y caribeños, de manera paralela organizacio-
nes paramilitares, huelga decir, con la anuencia, beneplácito y apoyo
tanto de Estados Unidos como de los respectivos gobernantes. Su
propósito era cometer todo tipo de crímenes que, en la legalidad for-
mal, le estaba prohibido a las instituciones castrenses estatales.
En este marco y a instancias de Estados Unidos fue fundada la
Guardia Nacional en la República Dominicana, posteriormente con-
206 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

vertida por Trujillo Molina en las Fuerzas Armadas. Es de advertir que


este cambio de denominación no supuso en modo alguno modifica-
ciones a su doctrina, como tampoco en la táctica y la estrategia. Por el
contrario, significó la conversión en política de Estado del terrorismo
en todas sus modalidades y expresiones. En esas condiciones, tanto
las Fuerzas Armadas dominicanas como el propio Trujillo Molina son
creación de Estados Unidos. Así al dictador dominicano le resultó re-
lativamente fácil poner al conjunto de las Fuerzas Armadas al servicio
de sus intereses políticos, sujeción que profundizó a partir del golpe
de Estado por el cual se hizo presidente de los dominicanos.
En lo sucesivo, las Fuerzas Armadas dominicanas quedaron bajo
un estricto control y absoluta vigilancia por parte de Trujillo Molina.
Más que una institución de carácter nacional, independiente de las
controversias políticas y al servicio del país en materia de defensa
y seguridad, tales organismos quedaron atrapados en las manos de
Trujillo Molina para defender su gobierno dictatorial dentro y fuera
del país. Por aquellas paradojas de las dictaduras, las fuerzas arma-
das dominicanas también resultaron afectadas negativamente por la
propia dictadura de Trujillo Molina en el sentido de que entraron a
depender del capricho de una persona por ejemplo en el caso de sus
aspiraciones de ascenso y promoción institucional.
Durante toda la dictadura Trujillo Molina tuvo particular cuidado de
promocionar a los oficiales más obsecuentes y serviles. De ese modo
en el seno de las fuerzas armadas dominicanas no hubo divisiones
o motines que pusieran en riesgo el poder monolítico del dictador,
por el contrario, el culto a la personalidad de Trujillo como forma de
doctrina institucional, lo cual fue complementado con las influencias
y enseñanzas estadounidenses en el marco de la doctrina de la segu-
ridad nacional. En esas condiciones las fuerzas armadas dominicanas
se convirtieron en una institución con funciones esencialmente poli-
civas, contrainsurgentes y proclives al terrorismo de Estado.
Concordante con la anterior perspectiva, las fuerzas armadas fue
uno de los principales obstáculos para la transición a la democra-
cia en la República Dominicana. Sus golpes de Estado después de
muerto Trujillo Molina, al igual que los continuos pronunciamientos
o intentos de rebelión ante los gobiernos civiles y la presión a los
mismos o desacatos y la exigencia de hacer parte de los gobiernos
o el apoyo incondicional a gobiernos de su misma factura ideológica

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 207

como el de Balaguer101 así lo atestiguan. Su oposición a la transición


a la democracia es explicable no solo por su formación como se ha
narrado, sino por defender sus privilegios y seguirse beneficiando de
la corrupción, convertida esta práctica en una especie de informal
política de Estado en todos sus niveles.
Fue la presión ejercida por Estados Unidos sobre las fuerzas arma-
das dominicanas lo que, finalmente, obligó a los miembros de aque-
llas a reducir su participación en política y a facilitar la transición a
la democracia. La nueva actitud del estamento castrense no fue gra-
tuito. El costo del cambio del comportamiento fue la garantía de im-
punidad a todos sus miembros por los crímenes, desafueros, excesos
de poder, latrocinios y en general la sistemática violación de los de-
rechos humanos cometidos durante la dictadura y en el marco de los
gobiernos civiles posteriores al régimen de Trujillo Molina. Terminada
la guerra fría, la imposición del neoliberalismo y la generalización
del pensamiento de derecha en vastos sectores sociales dominicanos
terminaron por hacer inviable nuevos alzamientos militares, aunque
siguen siendo un obstáculo a la democratización102.
Es claro que, en apariencia, las transiciones democráticas habrían
modificado sustancialmente la función de las fuerzas armadas, pre-
tendiendo alejarlas de la política. En casi todos los países obstruye-
ron las transiciones, sus crímenes quedaron en la impunidad y, como
estamento, ostentan un considerable poder. Terminada la guerra fría,
quedaron las fuerzas armadas sin un claro referente geopolítico. Al-
gunos países como Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay tras la termina-
ción de las dictaduras y su tarea represora, pretendieron ocuparlas en
misiones de la ONU, en las que su desempeño fue discreto cuando no
mediocre. “No solo por razones políticas, dado que en algunos países
el ejército continúa siendo un actor de fondo esencial, sino por razo-
nes de cultura estratégica, un mal que afecta tanto a las FFAA como a
la clase política latinoamericana”103.

101. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La transición política en la República Dominicana: del autoritarismo
de nuevo tipo a la democracia formal. En: Revista de Derecho Público, Número 38, (1994); p. 460.
102. FRANCO MONTORO, André. Transición Política en América Latina. De regímenes autoritarios hacia
las democracias todavía no consolidadas. Instituto de Integración Latinoamericana, p. 87.
103. PÉREZ, Ángel. Fuerzas Armadas y transición democrática en Latinoamérica. En: Colaboraciones. GEES.
Número 254, (17 de Feb de 2005); p. 3.
208 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Además, sostiene Ángel Pérez, el papel de las FFAA en los procesos


de transición y consolidación democrática está condicionado por la
intensidad de su participación como institución en el régimen auto-
ritario precedente. “En los casos en que ésta fue intensa la transición
culmina bien con un pacto que garantiza numerosas prerrogativas a
las FFAA y, por tanto, ampara su capacidad de influencia (Chile, Ecua-
dor o, en menor medida Brasil), bien con una crisis interna de las
FFAA, divididas ante el ejercicio del poder, hecho que facilita el con-
trol posterior de aquellas por el poder civil (Argentina o Uruguay)”104.
La generalización del pensamiento de derecha en la República
Dominicana ha optado por la falsificación de la historia dominicana
entendida como parte de un proyecto ideológico y político que bus-
ca la legitimidad de un sistema social de dominación que excluye
a la mayoría de la población. Se trata de realzar a individuos como
artífices de la historia y ocultar a los sectores sociales en condición
de notable vulnerabilidad económica, social y política en los que
se ubica la mayoría de las víctimas tanto de la dictadura de Trujillo
Molina como de sus continuadores y de gobiernos que, sin ser de
derecha, hicieron del clientelismo y la corrupción su principal arma
de opresión.
En esa misma dirección el régimen de Trujillo Molina es puesto en
escena como algo “inevitable”, las críticas a la dictadura son desca-
lificadas como “subjetivas” y, lo más sorprendente, hay quienes año-
ran a un Trujillo Molina o a alguien que lo encarne y represente. Tal
dictadura proyectó su sombra política, aunque se da como cierre el
año de 1965 con el gobierno del general Antonio Imbert Barrera para
dar inicio a la transición a la democracia y con ello el advenimiento
de la Cuarta República105 a partir de 1966. Por la naturaleza de los
acontecimientos registrados inmediatamente después de la muerte
del dictador, en esta investigación consideramos como inicio de la
transición a la democracia 1978, año en el que es perceptible el inicio
de una nueva institucionalidad.

104. Ibíd.
105. Gobierno de Transición, Héctor García Godoy 1965-1966; Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1966-
1978, Silvestre Antonio Guzmán Fernández 1978-1982, Jacobo Majluta Aznar 1982, Salvador Omar
Jorge Blanco 1982-1986, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo 1986-1996, Leonel Antonio Fernández
Reyna 1996-2000, Rafael Hipólito Mejía Domínguez 2000-2004, Leonel Antonio Fernández Reyna
2004-2012 y Danilo Medina Sánchez 2012 (esta investigación fue hecha en el año 2018).

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 209

Desde ese mismo tiempo y, en lo sucesivo, en América Latina se


observaron recurrentes cambios institucionales. En unos, reformas
marginales y, en otros, nuevas constituciones que, sustancialmente,
consagraron la economía de mercado en atención a las ideologías
de derecha que las impulsaron, las fuerzas armadas permanecieron
indemnes y tuvo lugar una especie de armonización con los vien-
tos globalizadores de entonces. “Las principales tendencias de las
reformas han sido hacia el fortalecimiento de los derechos ciuda-
danos, la adopción de reglas electorales incluyentes, la personali-
zación del voto, la atenuación del poder presidencial y la expansión
del poder presidencial106 y, de igual modo, las reformas pretendieron
“…fundamentalmente atacar las fuentes de estos factores críticos
para la seguridad ciudadana”107 paradójica y contradictoriamente
sin modificar el modelo económico que origina la mayor parte de
problemáticas aludidas en el lapso de la dictadura a la civilidad en
la República Dominicana y, probablemente, en Haití como se verá a
continuación.

3.2 República de Haití:


de la dictadura a la civilidad
Tras la muerte de François Duvalier en 1971, le sucedió en el po-
der su hijo Jean Claude Duvalier (21 de abril de 1971 - 7 de febrero
de 1986) quien fue derrocado por el general Henri Namphy (Jefe del
Estado Mayor del Ejército). Este oficial ejerció el poder presidiendo
un Consejo Nacional de Gobierno. Una de sus primeras acciones fue
organizar las elecciones de octubre de 1986 para la designación de
una Asamblea Nacional Constituyente. La nueva constitución política
elaborada por aquél organismo fue ratificada por referéndum el 29 de
marzo de 1987 a cuyo tenor fueron convocadas elecciones legislativas,
municipales y presidenciales para el 29 de noviembre de ese mismo

106. NEGRETTO, Gabriel L. Paradojas de la Reforma Constitucional en América Latina. Centro de


Investigación y Docencia Económicas. México. Spring May, 2009. p. 48.
107. ARTILES, Leopoldo. Seguridad Ciudadana en la República Dominicana: Desafíos y Propuestas
de Política. Unidad Asesora de Análisis Económico y Social. Secretaría de Estado de Economía,
Planificación y Desarrollo. Texto de Discusión. Número 18, Santo Domingo, (Agosto de 2009); p. 1.
210 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

año. El Consejo Nacional de Gobierno anuló esas elecciones por la


violencia desatada y Estados Unidos suspendió la ayuda económica y
la asistencia militar108.
En nuevas elecciones celebradas el 17 de enero de 1988 resultó
electo Leslie François Manigat. El ya probado general golpista Henri
Namphy volvió a actuar y derrocó al presidente Manigat el 20 de ju-
nio de 1988. Namphy a su vez fue depuesto por funcionarios el 17 de
septiembre de ese mismo año siendo promovido a la presidencia del
gobierno militar el Brigadier General Prosper Avril quien entre el 14
de octubre de 1988 y el 2 de abril de 1989 fue objeto de dos tentati-
vas de golpe de Estado. En esa convulsionada situación Ertha Pascal
Trouillot se hizo al poder del Gobierno Provisional y, con el apoyo de
la OEA, fueron organizadas las elecciones del 16 de diciembre de 1990
cuyos resultados favorecieron a Jean Bertrand Aristide quien tras po-
sesionarse como Presidente de la República el 7 de febrero de 1991,
sería derrocado el 29 de septiembre de ese mismo año por el general
Raoul Cédras109.
La situación previa al triunfo electoral de Aristide estuvo marcada
por gobiernos militaristas que se emplearon a fondo para reprimir
a la población civil ante sus intentos organizativos. De manera pun-
tual, entre 1986 y 1990 discurren los gobiernos del Consejo Nacional
de Gobierno (CNG) dirigido por el general Henri Namphy (1986-1988),
del civil Leslíe Manigat (1988), del coronel Prosper Avril (19881990),
del general Hérard Abraham (1990) y de la civil Ertha Pascal Trouillot
(1990). “Entre otros métodos pueden señalarse, la carencia de una
legitimidad representativa que proviniese del consenso mayoritario
de la población y la asunción del gobierno a través de la fuerza y la
imposición; el control social a través de la violación de las libertades
individuales (asociación, expresión, votación, etcétera); la limitación
o negación del pluralismo, la oposición y la competencia política y el
uso ilimitado del poder”110.

108. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. ¿Hacia una intervención armada a favor de la democracia?: el
“precedente” de Haití, 301.
109. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 306.
110. ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Alejandro. ¿Qué es un líder carismático? El caso de Jean-Bertrand Aristide y la
transición política haitiana (1986-2000). En: Revista Estudios Latinoamericanos, Nueva Época, Año
VIII, Número 15, (Ene-Jun de 2001); p. 92.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 211

En el contexto de las transiciones a la democracia en América Lati-


na, el caso de Haití puede ser considerado el más traumático y violen-
to. También en esta ocasión Estados Unidos estuvo presente y lo hizo
para intentar, en primer lugar, la continuidad de la dictadura a través
de Jean Claude Duvalier hijo de François Duvalier y, posteriormente,
para urdir el golpe de Estado contra Jean-Bertrand Aristide como en
efecto ocurrió. Lo traumático seguramente por pretender construir
una democracia en condiciones adversas y, el fenómeno de la gene-
ralizada violencia agenciado por las fuerzas armadas.
Arnold Antonin señala que, a cuatro años de la caída de la dinastía
Duvalier (7 de febrero 1986), Haití tiene todavía un gobierno militar
provisional. La transición a la democracia ha sido mucho más lenta,
accidentada y espinosa de lo que se creía en el momento del derroca-
miento de la dictadura. En realidad, se puede decir que los militares
han mantenido el poder durante un período que ya podría haberse
constituido en el primero de un gobierno democráticamente electo.
Inicialmente retuvo el poder un Consejo Nacional de Gobierno (CNG),
controlado por los generales Namphy y Regala, quienes sabotearon
con un baño de sangre las primeras elecciones, cuando se estaban
realizando libremente en noviembre de 1987. Según el mismo, “…en
enero de 1988, catapultaron mediante unas elecciones reputadas
como las más fraudulentas de la historia de Haití, a Leslie Manigat a
la primera magistratura del Estado y a Frank Romain, conocido como
uno de los más crueles represores en la era de los Duvalier, como
alcalde de Puerto Príncipe”111.
Revela Antonin que Manigat fue rápidamente desechado por ellos
mismos y enviado al exilio, después de tres meses y medio, cuando
Namphy retomó el poder, esta vez de manera absoluta, descartando
la posibilidad de elecciones. Un nuevo baño de sangre, dirigido por
Frank Romain y Namphy, en la iglesia de Saint Jean Bosco, produce el
17 de septiembre de 1988 un nuevo golpe militar, promovido por un
grupo de 16 sargentos, que llevan al general Prosper Avril al poder. Le
siguen varios intentos de golpes, de los cuales el más importante fue
el del 1 de abril de 1989 que llevó al enfrentamiento armado durante
varios días de varias fracciones del ejército. Culmina con el control de

111. ANTONIN, Arnold. Haití. Lo permanente de lo provisional. En: Revista Nueva Sociedad, Número 105,
(Ene-Feb de 1990); p. 6.
212 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

la situación por parte de Avril y la disolución del cuerpo de los Leo-


pardos y del Cuartel Dessalines. Desde la caída de los Duvalier hasta
la fecha, un clima de inseguridad e incertidumbre general y perma-
nente reina en el país. Adicionalmente aclara que el hostigamiento a
las organizaciones populares y el asesinato de decenas de ciudada-
nos, entre los cuales tres candidatos a la presidencia y uno a senador,
no han impedido que la lucha por el cambio siga adelante, mientras
las fuerzas del statu quo preparan nuevos complots.
Extensa ha sido la historia de la violencia en Haití. La complejidad
de la coyuntura inmediatamente después de la terminación de la dic-
tadura de los Duvalier, es el resultado de crisis de antaño no resuel-
tas, a la cual le siguió otra dictadura como lo fue el paso sucesivo del
poder entre oficiales de las fuerzas armadas haitianas, siempre dis-
puestas a tomarse el poder por asalto. No había en Haití una mínima
tradición democrática, tampoco el hábito del respeto a la legalidad y
menos la sujeción de los militares al poder civil. A través de los mili-
tares haitianos se prolongó la dictadura duvalierista hasta la llegada
al poder de Jean-Bertrand Aristide.
Desde el punto de vista de Manuel González Hernández, como
consecuencia de la decisión de convocar elecciones por parte del
gobierno de facto, Aristide, ya expulsado de la orden sacerdotal a la
que pertenecía como consecuencia de su actividad política, decide
presentarse a las elecciones por el movimiento Lavalás, ganándolas,
como hemos visto, por amplia mayoría, y accediendo a la presidencia
el 7 de febrero de 1991, tras el frustrado intento de un golpe de Esta-
do promovido por Abraham. El mismo autor aclara que “Poco duró el
gobierno de Lavalás, en el que Aristide intentó, mediante políticas de
claro corte social, superar la situación de extrema pobreza y desigual-
dad en el que estaba sumido el país más pobre de América Latina, así
como de promoción de los derechos humanos y de represión a los
Tonton macoutes; dado que la reacción de la extrema derecha y de la
elite económica del país dio lugar a un nuevo golpe de Estado el 30
de septiembre liderado por Raoul Cédras. Aristide se exilió a Venezue-
la y, más tarde, a Estados Unidos”112.
Con precisión Antonin pone de relieve la especificidad de Haití en
el concierto de las naciones que lo hacen único. Señala que fue el

112. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 98.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 213

primer país independiente de América Latina, la primera República


negra del mundo, la primera revolución de esclavos triunfante, la más
larga ocupación militar norteamericana del mundo, la primera presi-
dencia vitalicio-hereditaria del siglo XX, la primera mujer presidente
de América, el primer cura católico del movimiento de la teología de
la liberación presidente en el mundo y el primer país con dos presi-
dentes y dos primeros ministros simultáneamente.
Señala el mismo autor que el 1 de octubre de 1991, el presidente
Aristide es tomado prisionero por el ejército, firma su renuncia bajo
la amenaza de las armas y es enviado al exilio en Caracas, mientras
la represión hace estragos en barrios populares. El ejército, como he-
cho curioso, se rehúsa a aceptar que se trata de un golpe de Esta-
do y asumir el poder directamente. Llama la atención que “Prefiere
más bien presentarse como defensor del proceso democrático y de la
Constitución amenazada por Aristide, presentando el general Cedras,
comandante en jefe del ejército ad-interim, una lista de cargos contra
el Presidente por violaciones a la Constitución”113.
Desde el punto de vista de Luz María Martínez Montiel, después de
ser elegido como presidente, Jean-Bertrand Aristide no pudo perma-
necer en el poder y llevar a buen fin su mandato. Los militares haitia-
nos, notablemente Joseph Michel François, Jefe de la Policía de Puerto
Príncipe, en alianza con el general Raoul Cédrars (1991), provocaron un
golpe militar, que no puede ser explicado sin la previa “complicidad”
del gobierno estadounidense en turno. La misma autora enfatiza que
“El presidente constitucionalmente elegido, Aristide, tuvo que salir
de Haití bajo lo presión del gobierno de los Estados Unidos y de la
propia Francia, como si hubiera sido él quien diera el golpe. “Titide”
se tuvo que sentar a “negociar” su posible regreso con Cédrars, en
Washington, bajo la “mediación” de la presidencia de George Bush”114.
Aristide llegó a la presidencia habiéndose inscrito apenas dos me-
ses antes de los comicios, con el respaldo del movimiento “Lavalás”
(avalancha). Desde entonces, tal organización política y el mismo Aris-
tide se convirtieron en protagonistas de primer orden en la transición

113. ANTONIN, Arnold. Haití Lejos del realismo. En: Revista Nueva Sociedad, Número 119, (May- Jun de
1992); p. 6-15.
114. MARTÍNEZ MONTIEL, Luz María. Haití…a un año. En: La tercera raíz. Afroamérica, México.
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a la democracia en Haití dadas las múltiples implicaciones internas y


externas que tuvo el éxito electoral del aludido sacerdote.
Se considera en ese sentido que Aristide y el movimiento Lavalas
obtuvieron cuatro victorias importantes el día de la toma de pose-
sión, según Xabier Gorostiaga la primera consistió en que “La iglesia
jerárquica en pleno reconoció la legitimidad de Aristide y le ofreció
su apoyo en el solemne Te Deum en la Catedral. No fueron los nueve
obispos, sino de nuevo el pueblo el que presidió la celebración eu-
carística en una avalancha de cantos, bailes, aplausos y gritos que
no eran litúrgicos ni protocolares. La paz con la jerarquía del primer
presidente sacerdote, es un fenómeno nuevo en la historia de la igle-
sia, más significativo cuando el presidente Aristide en la campaña
y en el discurso inaugural reconoce ser miembro de la teología de
liberación”115.
A juicio del mismo autor, la segunda victoria de la jornada del 7 de
febrero fue el ese fue el control de los militares. El presidente Aristide
solicitó al comandante en jefe del ejército, general Herard Abraham,
el “retiro bien merecido” de seis generales y un coronel, sugirien-
do la promoción de oficiales de rango menor, mencionándolos con
nombres y apellidos, después de reconocer que él no tenía autoridad
constitucional para hacer estos nombramientos. “Los rumores de gol-
pe militar que se dieron en la tarde del 7 y 8 de febrero, fueron disi-
pados cuando las multitudes rodearon la fortaleza de Fort Dimanche.
Todos los generales y el coronel aceptaron su retiro”116.
En tercer lugar, algo relevante para la consolidación de la transi-
ción, fue la normalidad con Estados Unidos es la otra gran sorpresa
del 7 de febrero. El presidente no mencionó a Estados Unidos directa-
mente en su discurso, evitando la confrontación antiimperialista que
dominó la revolución cubana, sandinista y salvadoreña. La referencia
indirecta de Aristide a Estados Unidos fue la mención de la frase del
embajador norteamericano que había dicho: “después de la fiesta, los
tambores son pesados”: Aristide respondió “nuestras manos juntas
pueden cargar el tambor del futuro”. El presidente Aristide mencionó
la ayuda de Francia, Canadá, Alemania y Taiwán, pero no mencionó

115. GOROSTIAGA, Xabier. Haití. Lavalas - La avalancha. En: Revista Nueva Sociedad, Número 113, (May-
Jun de 1991); p. 6-9.
116. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 215

la de Estados Unidos. Gorostiaga revela que “Al día siguiente el pro-


pio Bernard Aronson, subsecretario de Estado ofrecía al presidente
Aristide US$ 83 millones que nunca fueron solicitados por Haití. El
comentario de sorpresa de las 48 delegaciones internacionales que
asistieron a la toma de posesión fue que Aristide no solicitó ayuda de
nadie. Solamente reconoció la ayuda que efectivamente ya había lle-
gado al país, como parte del proceso de transparencia de dar cuenta
al pueblo de los recursos disponibles”117.
Como cuarto éxito, desde el punto de vista de Gorostiaga, se rela-
cionan las cordiales relaciones con República Dominicana, que pu-
diera transformarse en la Honduras del proceso libertario haitiano,
fue la cuarta victoria de la toma de posesión. El presidente Joaquín
Balaguer y el gobierno dominicano claramente ven el fenómeno hai-
tiano como una amenaza para su estabilidad política, después del
fraude electoral y de la tremenda corrupción y crisis económica del
país. Aclara que “Sin embargo; un grupo de senadores y congresistas
dominicanos pertenecientes a los partidos de Juan Bosch y de Fran-
cisco Peña Gómez asistieron en un gesto de apoyo fraternal, invitando
a los miembros del congreso y senado haitiano para visitar la parte
vecina de la isla. La difuminación de la tensión entre Haití y República
Dominicana puede ser otro factor estabilizador de este proceso origi-
nal, pero extraordinariamente frágil”118.
No obstante la anterior coyuntura, pronto se hicieron sentir los
primeros problemas asociados a las relaciones del nuevo presidente
con las fuerzas armadas haitianas y con su militancia. Como se sabe,
el 7 de febrero de 1991 Aristide juró como presidente e inmediata-
mente anunció la reorganización del Ejército, pero a la hora de elegir
a sus colaboradores en el gobierno, Aristide dejó de lado a las fuerzas
políticas que lo llevaron a la presidencia, lo que generó las primeras
fricciones. Al mismo tiempo, comenzaron a darse algunas situaciones
que ponían en duda el control del presidente sobre sus seguidores,
que por primera vez actuaban sin miedo a las fuerzas represoras. Por
ejemplo, algunos casos de ejecuciones de connotados Tonton Ma-
coutes, con el método sudafricano del neumático en llamas. “Estos
hechos fueron exagerados por los enemigos de Aristide y por parte

117. Ibíd.
118. Ibíd.
216 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

de la prensa de Estados Unidos, creando un clima adverso, en el que


el presidente aparecía como un nuevo peligro para la convivencia
pacífica y la viabilidad democrática. Ocho meses escasos fue lo que
duró Aristide en la presidencia. Fue derrocado el 30 de septiembre de
1991”119.
El panorama político para Aristide era complejo. Se puede decir
que desde las elecciones de 1990, el espacio político haitiano está
controlado por un bloque que forman los partidos y los grupos del
movimiento social de base que llevó a Aristide al poder. “Los demás
partidos han estado en el escenario, pero sin preponderancia en la
vida política. Entre estas organizaciones y líderes tenemos el Parti-
do Nacional Progresista Revolucionario Haitiano (Panpra), que dirige
Serge Gilles; el Movimiento para la Reconstrucción Nacional (MRN)
de René Théodore; el Frente de Demócratas Nacionales Progresistas
(RDNP) de Lesly Manigat; el Comité Nacional de los Movimientos De-
mocráticos (Konakom) de Victor Benoit; y el Frente Nacional para el
Cambio y la Democracia (FNCD) de Evans Paul”120.
El gobierno de Aristide fue flor de un día. Tras su derrocamiento
personajes e instituciones que actuaban tras bambalinas y que no
perdían de vista el proceso de transición a la democracia, saltaron
al escenario. Estados Unidos a través de organismos internacionales
como la OEA y la ONU interpuso “sus buenos oficios” para atender la
emergencia que ellos mismos urdieron. Creyó tal potencia que con
Aristide como Presidente de Haití se implementaría un gobierno de
izquierda, algo inadmisible para ella. Lo mismo había ocurrido con
Bosh en la República Dominicana años atrás. Ambos mandatarios no
le inspiraban confianza a Estados Unidos.
Por eso Ramón Trujillo Morales afirma que tras el golpe militar
del 30 de septiembre de 1991 comenzó un proceso de negociaciones
en el que se involucraron Washington, la OEA, la ONU, el presidente
haitiano exiliado y los golpistas. A comienzos de octubre, la OEA instó
a sus integrantes a imponer un embargo comercial contra Haití y, en
noviembre, el presidente Bush autorizó el embargo estadounidense.
Pero a lo largo de los tres meses que siguieron al golpe militar varios

119. LÓPEZ-ACCOTTO, Ana Inés. GONZÁLEZ, Javier M. Haití: Los inciertos caminos hacia la democracia.
120. SILIÉ, Rubén. Haití. Crisis electoral, legislativa y gubernamental. En: Coyuntura. Revista Nueva Sociedad
169.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 217

petroleros descargaron combustible en el país y se registró un flujo


constante de mercancías a través de la frontera con la República Do-
minicana. De igual modo argumenta que “Poco después, en febrero
de 1992, la Casa Blanca levantó el embargo impuesto a las compañías
estadounidenses con intereses en la república caribeña. La puesta en
práctica de las sanciones económicas reveló que se trataba de una
medida destinada más a contentar a la opinión pública que a asfixiar
al régimen golpista”121.
Según este mismo autor, Washington apoyó la primera convoca-
toria de elecciones libres en Haití cuando la Unión Soviética y sus
satélites ya no podían ser usados como amenaza ni como coartada;
cuando los sandinistas habían perdido las elecciones nicaragüenses
en febrero de 1990 y la guerrilla salvadoreña buscaba un fin nego-
ciado al conflicto en El Salvador y cuando, por último, la Casa Blanca
estrechaba el cerco en tomo a Cuba. En junio el presidente George
Bush había anunciado una era de democracia americana: “Con una
excepción, la de Cuba, la transición hacia la democracia se aproxima
a su consumación. “A todos nos embarga la sensación de que no está
lejano el día en que Cuba engrose las filas de las democracias mun-
diales, haciendo de América una región totalmente libre”. Es más, la
propia izquierda haitiana estaba demasiado dividida y mal organiza-
da como para salir victoriosa de una contienda electoral”122.
Aritide tuvo claridad sobre los principales obstáculos para la transi-
ción a la democracia en Haití. Por eso afirman Ana Inés Pérez-Accotto y
Javier M. González que el 15 de octubre de 1994 regresó a Puerto Prín-
cipe el presidente Aristide, después de 1.111 días de exilio. Cuatro días
más tarde, en su primera conferencia de Prensa, anunció un programa
de 11 puntos que contemplaba, entre otras medidas, la profesionali-
zación del Ejército, la separación de la policía, una democratización
económica, una reestructuración del sector público, un acercamiento
institucionalizado entre el estado y el sector privado, la dinamiza-
ción de las relaciones de Haití con las instituciones financieras in-
ternacionales, y el fortalecimiento y reforma del poder judicial, y del
parlamento, instaurando una oposición legal. Todo ello manteniendo
el espíritu de su intervención en la ONU, días antes de su regreso a

121. TRUJILLO MORALES, Ramón. Remozando la dictadura. La invasión estadounidense de Haití en 1994.
122. Ibíd.
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Haití: “prepararemos el café de la reconciliación, a través del filtro de


la justicia, no encontraremos un trazo de violencia o de venganza123.
En este estado de la coyuntura, era claro que el mes de diciembre
de 1995 sería una fecha clave para Haití, ya que las elecciones presi-
denciales que proclamarían al sucesor del presidente Aristide debían
consolidar el difícil proceso democratizador. El traspaso del poder
entre dos presidentes elegidos democráticamente sería un hecho in-
édito hasta ahora en toda la historia del país, a pesar de que logró su
independencia antes que los países de la América hispana124.
El retorno de Aristide a su país y al poder no fue espontáneo, ca-
sual, inercial ni gratuito. Estados Unidos urdió su derrocamiento por
el talante de las reformas que tomó y que auguraba un gobierno no
necesariamente revolucionario pero si sensible a los problemas más
acuciantes de la mayoría de la población. Ahora, esa misma poten-
cia chantajeó a Aristide y condicionó su retorno a la moderación de
su discurso y al cambio de sus políticas lo cual quedó en forma de
compromiso o de tutelaje escrito y firmado por el propio presidente
haitiano derrocado. De lo contrario, no habría vuelto al cargo.
Así pues, es claro que durante el período de su exilio y antes de
que se definiera la intervención militar norteamericana, Aristide y un
equipo de cercanos colaboradores firmaron en julio de 1994 un docu-
mento de compromiso en la sede del Banco Mundial llamado “El plan
de París”. Allí se definieron la reforma de la policía y del ejército, la
reforma judicial y particularmente la reforma de la economía. En esta
última, la privatización de las empresas del Estado ocupa un lugar
esencial. La firma de este acuerdo representó una condición prelimi-
nar para la intervención militar y su regreso a Haití desalojando a los
militares puchistas125 según Antonin.
El sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide, principal portavoz
de la teología de la liberación en Haití126, fue el primer presidente
elegido democráticamente en ese país. Ejerció el cargo entre el 7 de

123. LÓPEZ-ACCOTTO, Ana Inés. GONZÁLEZ, Javier M. Op. Cit.


124. LÓPEZ-ACCOTTO, Ana Inés. GONZÁLEZ, Javier M. Op. Cit.
125. ANTONIN, Arnold: Haití 1995. ¿Revolución o tutelaje? En: Nueva Sociedad, Número 140, (Nov- Dic
de 1995); p. 11-17

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 219

febrero de 1991 y el 30 de septiembre del mismo año, fecha esta últi-


ma en que fue derrocado por el general Cédras). Repitió Aristide como
presidente entre 1994 y 1996 y luego entre 2001 y el 29 de febrero de
2004. Raoul Cédras, presidió la junta militar entre 1991 y 1994 y pro-
movió a la presidencia a Joseph Nérette (presidente provisional entre
1991 y 1992), Marc Bazin y Émile Jonassaint (presidente provisional
por cinco meses entre el 11 de mayo al 12 de octubre de 1994). Tras
la invasión estadounidense encaminada a restituir en el poder a J. B.
Aristide denominada “Operación Restaurar la Democracia”.
Como es habitual en golpes de Estado de esta naturaleza, en Haití
quienes derrocaron a Aristide y en consecuencia tomaron el poder,
desataron una feroz represión en todo el país. Los Tonton Macou-
tes y otras organizaciones paramilitares menores emularon en sevicia
y crueldad no solamente contra quienes creyeron haber apoyado a
Aristide sino que el terror fue generalizado. Asesinatos, violaciones,
torturas y desapariciones fueron los hechos punibles más comunes
cometidos en masa por los golpistas sin que hubiese instancia u or-
ganismo alguno que detuviese su macabro accionar. Espantados por
el horror, miles de haitianos intentaron alcanzar las costas de otros
países en improvisadas naves.
La peyorativamente denominada “comunidad internacional” pron-
to reaccionó. Lo hizo a través de la OEA y luego Estados Unidos y Fran-
cia se sumaron a las voces de rechazo al golpe de Estado liderado por
Cédras. Fue así como el 3 de octubre de 1991 la OEA adoptó una Re-
solución127 en la que, además de exigir el inmediato restablecimiento
de Aristide al poder, recomendó “…el aislamiento diplomático, la sus-
pensión de vínculos económicos, financieros y comerciales, así como
la ayuda y cooperación técnica, asistencia militar, policial o de seguri-
dad”128. También el Consejo de Seguridad de la ONU condenó el golpe
de Estado. Al día siguiente (4 de octubre) una misión de la OEA viajó
a Haití para entrevistarse con los golpistas y debieron abandonar el
país el 7 de octubre a raíz de las amenazas proferidas por aquellos. Al
día siguiente (8 de octubre) la OEA adoptó una segunda Resolución

126. ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Alejandro. Op. Cit., p. 95.


127. “Support to the Democratic Government of Haiti”.
128. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. ¿Hacia una intervención armada a favor de la democracia?: el
“precedente” de Haití, 308.
220 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

por medio de la cual reiteró no reconocer al gobierno de facto e invitó


a los gobiernos a tomar medidas de presión ante el golpe de Estado.
Como se puede observar, sin ser el único, el principal obstáculo para
la transición a la democracia en Haití fueron sus fuerzas armadas129.
Leales al pensamiento, a los hábitos políticos y a la perspectiva ideo-
lógica de la familia Duvalier férreamente se opusieron a los gobiernos
civiles llegados al poder por la vía de la misma institucionalidad elec-
toral fijada por la dictadura130. Probablemente la mayor tirria de los
militares haitianos a los gobiernos civiles, era, de manera puntual, a
Aristide por su origen, su condición y la catadura de sus propuestas
que suponía, valga decirlo, una depuración de las mismas fuerzas ar-
madas las cuales llegaron a ser consideradas por propios y extraños
uno de los más corruptos entes de la vida institucional de Haití.
Es preciso señalar que esas fuerzas armadas haitianas heredaron
su estructura e inspiración de la ocupación norteamericana (1915-
1934)131. Su ideología, sus valores y sus imagimarios tuvieron el sesgo
del afecto, el apego y la defensa de los intereses prohijados por Es-
tados Unidos. Se trató de una institución (las fuerzas armadas) sin
una visión de país. Por el contrario, las lealtadas a los gobernantes
que les garantizaron privilegios e impunidad fue una práctica de uso
corriente. Por tanto, cualquier esfuerzo orientado a la transición a la
democracia en Haití era asumido como una directa amenaza no solo
hacia sus ventajosas condiciones rerspecto al resto de la población
sino hacia misma existencia como institución.
De ese modo el papel de las Fuerzas Armadas en la transición de-
mocrática de un Estado está determinado por la forma y origen de su
intervención previa en la vida política. Con frecuencia la instauración
de un régimen militar se produce casi de forma natural cuando el
estado en cuestión carece de instituciones con suficiente tradición y

129. PÉREZ, Ángel. GEES. Fuerzas Armadas y transición democrática en Latinoamérica. En: Colaboraciones,
Número 254, (17 de Febrero de 2005), http://www.gees.org/articulo/1119/
130. ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel. El rol de las fuerzas armadas en las transiciones. Sobre el concepto de
países en vías de consolidación democrática. En: Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Número
74, (Oct-Dic de 1991); p. 123.
131. SMARTH, Rony. Crisis y coyuntura política en Haití en el contexto de la política norteamericana. En:
Revista Relaciones Internacionales, Número 22, Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad
Nacional, Heredia, Costa Rica, (Primer Trimestre de 1988); p. 23-35.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 221

arraigo. La institución militar se convierte en esos casos en cuna de


numerosos profesionales con conocimientos técnicos y en garante
último de la propia existencia del estado cuando éste tiene fronteras
controvertidas o una composición social compleja. En realidad, por
tanto, es la ausencia o la desaparición de los elementos que facilitan
la democracia lo que permite a las Fuerzas Armadas ocupar el po-
der132 sostienen Juan Linz y Alfred Stepan.
De acuerdo con Linz y Stepan son seis las condiciones necesarias
para que la transición y consolidación tengan lugar. Seis condiciones
generales perfectamente aplicables al ejemplo latinoamericano, a sa-
ber: la existencia del Estado, de una sociedad civil, de una sociedad
política autónoma, el respeto de derechos humanos, una burocracia
útil y eficaz y una economía abierta133. Si se examinan con rigor las
anteriores condiciones, ninguna las cumplía Haití para la transición
a la democracia y su respectiva consolidación. En lo que atañe a ésta
nación, por lo menos en el proceso de transición lo que se observa es
una simulación o ficción de Estado. Los restantes cinco componentes
también brillaron por su ausencia en unos casos y su precariedad
en otros. Los seis puntos enunciados explican y sustentan nuestra
apreciación de tortuoso y violento el proceso de la transición a la de-
mocracia en Haití, a los que habría que añadir la difusa o nula sepa-
ración de la Iglesia y el Estado y los elementos subyacentes del vudú.
Concordante con ello, dos actores (militares) se alzaron como for-
midables obstáculos para la transición a la democracia en Haití: las
fuerzas armadas y las organizaciones paramilitares. Éstas últimas son
una creación de Estados Unidos desde la primera mitad del siglo XX
en algunos países de América Latina, como organismos contrainsur-
gentes dedicados a la contención de probables estallidos revolucio-
narios de estirpe popular, por que siempre se han dado a la tarea,
principalmente, de asesinar a opositores de las dictaduras y de los
gobiernos civiles de derecha. Las organizaciones paramilitares no han
sido circunstanciales, hacen parte de la estrategia tanto de Estados
Unidos como de las derechas latinoamericanas para ejecutar las ac-
ciones que por ley les está prohibido a las fuerzas militares.

132. LINZ, Juan. Stepan, Alfred. “Toward consolidated democracies”. En: Journal of Democracy, Número
2, (1996); p. 17.
133. Ibíd.
222 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

En primer lugar, las Fuerzas Armadas Haitianas. Sostiene Johanna


Camargo que se observó una total ausencia de voluntad por parte de
las Fuerzas Armadas para fortalecer el proceso de establecimiento
democrático en el país, y su respectiva consolidación. “Lo anterior se
alimentó del patrón golpista el cual fue un factor retardante del pro-
ceso de transición y consolidación democráticas en Haití , pues sus
acciones de violencia dieron pie no solo a las evidentes masacres de
votantes haitianos, sino a la manipulación de los comicios y distintos
derrocamientos de las figuras en el poder”134.
En segunda instancia, las fuerzas paramilitares. Estima Camargo
que desde la dictadura de Francisco Duvalier, el papel de las fuer-
zas paramilitares patrocinadas directa o indirectamente por el poder
oficial, ha alimentado el tejido autoritario y de represión estatal con-
tra la oposición. Este modelo históricamente reproducido, se pudo
vislumbrar en el golpe de Estado propiciado por el general Raúl Ce-
dras, apoyado por las fuerzas paramilitares. Aclara que “Este legado
represivo desempeñó un papel trascendental puesto que el cúmulo
de poder de las fuerzas paramilitares no solo retrasaría los primeros
esfuerzos orientados hacia una estabilización del país, sino que a su
vez, sería un elemento que aletargaría o mejor, fracturaría un proceso
de transición o consolidación democrática. A la fecha, la incidencia
del paramilitarismo se refleja de manera abigarrada en las pandillas
o gangs que han ejercido un rol privilegiado en la desestabilización
de las principales ciudades de Haití”135.
No obstante, la OEA y la ONU a nombre de la fementida “comuni-
dad internacional” no cejaron en su empeño de restituir en el poder
a Aristide como presidente legítimo y de apoyar la transición a la
democracia en Haití. La OEA envió a Haití el 9 de noviembre de 1991
una comisión presidida por el colombiano Augusto Ramírez Ocampo
la cual logró iniciar negociaciones entre representantes del parla-
mento y Aristide en Cartagena de Indias (Colombia) entre el 21 y el 23
de noviembre de 1991 con desalentadores resultados. Reanudadas
las conversaciones se firman el 23 de febrero de 1992 los “Protocolos
de Washington” consistentes en un Protocolo firmado entre Aristide

134. CAMARGO, Johanna et al. Haití: una mirada crítica. Foros Universitarios Cascos para la paz: una visión
desde la academia colombiana. Naciones Unidas. Ministerio de Relaciones Exteriores. Bogotá, (Dic
de 2008); p. 61.
135. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 223

y la Comisión Parlamentaria de Negociación y otro Protocolo firmado


entre René Théodore y Aristide136.
En esencia, en los protocolos se acordaba el retorno de Aristide a la
presidencia y una amnistía general, previa investigación sobre la vio-
lación de los derechos humanos. Tales protocolos fueron inoperantes
dado que los militares golpistas no participaron de las negociaciones
y, en consecuencia, los desconocieron, pero además recurrieron a una
treta legalista consistente en que la Corte Suprema los declaró in-
constitucionales el 27 de marzo de 1992 y, por lo mismo, el parlamento
no los ratificó. Por el contrario, el régimen de facto creó una comisión
integrada por miembros del gobierno militar, de las fuerzas armadas
y del parlamento la cual dio lugar al “Acuerdo de Villa d´Accueil” (8
de mayo de 1992) el cual rechazó un probable retorno de Aristide al
poder y reconociendo la gravedad del embargo, sugirió un gobierno
de consenso.
En atención a esto último, el parlamento haitiano nombró a Marc
Bazin primer ministro137. En respuesta, la OEA el 17 de mayo de ese
mismo año produjo la Resolución 3/92 “Restauración de la Demo-
cracia en Haití” en la que reitera los contenidos de los “Protocolos
de Washington”. Como se puede ver, las ensangrentadas manos de
Estados Unidos moldearon la transición a la democracia en Haití, pro-
curando en todo momento promocionar como gobernantes a sujetos
dóciles e incondicionales a tal potencia.
Desde el punto de vista de Alejandro Álvarez Martínez, “A partir del
golpe militar de 1991 se produce un paulatino desgaste del liderazgo
carismático de Aristide. En este sentido la variabilidad de su Carisma
obedeció a: su exilio (1991-1994), el cual se tradujo en una inevitable
distancia entre líder y movimiento poIítico; su reinstalación en la pre-
sidencia a través de una intervención extranjera (1994-1995), lo que
ocasionó un deterioro de su legitimidad popular; la sustitución de su
discurso radical y la adopción de un estilo moderado de gobierno”138.
Álvarez Martínez llama la atención en el sentido de que es pertinente
insistir en que el carisma con el paso del tiempo puede perder su ca-
pacidad revolucionaria y convertirse en una fuente de autoridad tra-

136. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 99.


137. Ibíd.
138. ÁLVAREZ MARTÍNEZ, Alejandro. Op. Cit., p. 109.
224 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dicional y, por tanto, conservadora. Esta afirmación es adecuada para


explicar la tensión, durante los años de 1995 a 2001, entre las organi-
zaciones políticas de la Familia Lavalás, de conducción unipersonaI,
representada por Aristide, y la Organización del Pueblo en Lucha, que
procura oponer la estructuración partidista a la personalidad caris-
mática en las decisiones de gobierno.
La transición a la democracia parecía estar cada vez más lejos.
Aristide (Presidente derrocado) insistió ante la OEA y la ONU para
que ambos organismos interviniesen en Haití por los ribetes dramá-
ticos que alcanzaba la violación de los derechos humanos a raíz del
terrorismo de Estado. Múltiples misivas se cruzaron entre el presi-
dente derrocado y ambos organismos los cuales lograron que Marc
Barzin presidente de facto y el general Raoul Cédras comandante de
las fuerzas armadas aceptaran una misión, pese al trato deshonroso
y poco cortés dado por la dictadura haitiana a anteriores emisarios
internacionales. En esas condiciones, la Asamblea General de la ONU
aprobó la Resolución 47/20B, el 20 de abril de 1993 en la que autorizó
la participación de la organización, junto con la OEA de una “Misión
Civil Internacional en Haití” (MICIVIH)139.
Nada parecía hacer mella al gobierno de facto en Haití y la presión
internacional fue escalando. En virtud de ello, el Consejo de Seguri-
dad de la ONU por unanimidad aprobó la Resolución 841 de 1993 en la
que profundiza y amplía la presión a la dictadura haitiana y el embar-
go sobre Haití y, a petición de la OEA, sería “Universal y Obligatorio” y
entraría en vigencia a partir de las 00:01 horas del 23 de junio de 1993
. El gobierno de facto aferrado al poder prefirió por esa vía, prolongar
el sufrimiento del pueblo haitiano, antes que ceder a las presiones
internacionales.
Sobre ese particular, según González Hernández se establece, en
virtud de las competencias reconocidas a este órgano en el marco
del capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas en relación al mante-
nimiento de la paz y seguridad internacionales, la prohibición de la
venta o el suministro por los nacionales de cualquier Estado o desde
sus territorios, o mediante el uso de buques o aeronaves con sus

139. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 314.


140. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 109.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 225

pabellones, de petróleo o sus derivados, o armas y material conexo


de todo tipo, incluidos armas y municiones, vehículos y equipos mili-
tares, equipo policial y las piezas de repuesto correspondientes, ori-
ginarios o no de sus territorios a toda persona u organismo de Haití
o a toda persona u organismo para los fines de cualquier actividad
realizada en Haití o que opere desde ese país, y todas las actividades
de sus nacionales o en sus territorios que fomenten o estén concebi-
das para fomentar tales ventas o suministros140.
A las anteriores medidas y con el objeto de arreciar la presión fue
prohíba la entrada al territorio o al mar territorial de Haití de todo
tráfico que transporte de petróleo o sus derivados, o bien armas y
material conexo de todo tipo, incluidos armas y municiones, vehícu-
los y equipos militares, equipo policial y las piezas de repuesto co-
rrespondientes, a salvo de las necesidades estrictamente humanita-
rias. Además, se decide que los Estados en que haya fondos, incluidos
todos los fondos provenientes de bienes del Gobierno de Haití o de
las autoridades de facto de Haití o controlados directa o indirecta-
mente por ese Gobierno o autoridades o que se encuentren bajo su
control directo, exijan que todas las personas y entidades dentro de
sus propios territorios que tengan tales fondos, los congelen para que
no estén directa ni indirectamente a disposición de las autoridades
de facto de Haití ni redunden en su beneficio141.
En el marco del anterior amenaza de bloqueo, el 21 de junio de
1993, dos días antes de que entrara en vigencia la Resolución 841, el
general Cédras mediante carta hizo saber su disposición de acudir
a un encuentro con Aristide el 27 de junio de 1993 en la Isla Go-
vernors (Nueva York). El soberbio y desafiante oficial, en términos
altaneros fijó su posición, previamente acordada con voceros del
gobierno de Estados Unidos, potencia imperialista que, en pago, le
garantizó la impunidad de sus crímenes y posteriormente un exilio
dorado extensivo a su familia y a una parte de sus más inmediatos
colaboradores.
Según lo expresa Juan Francisco Escudero Espinosa, al final de casi
una semana de entrevistas, el Presidente Aristide y el General Raoul

141. Ibíd.
142. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 316.
226 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Cedras firmaron el 3 de julio, un acuerdo en la Isla Governors. Este


acuerdo constituía “una solución satisfactoria de la crisis haitiana y
el comienzo de un proceso de reconciliación nacional” bajo la verifi-
cación de la ONU y de la OEA. “Para alcanzar estas metas las partes se
obligan a entablar un diálogo político entre los representantes de los
partidos políticos con participación parlamentaria en colaboración
con los representantes de la Comisión presidencial. Diálogo que per-
mitiese asegurar la transición política, el normal funcionamiento del
Parlamento para ratificar el nombramiento del Primer Ministro y la
adopción de las leyes necesarias. La verificación del Acuerdo fue con-
fiada al Enviado Especial que presentaría sus informes al Secretario
General y éste, a su vez, al Consejo de Seguridad”142 enfatiza.
El Acuerdo de la isla Governors en términos precisos preveía las
siguientes acciones: la organización de un diálogo político para con-
seguir una tregua política y promover un pacto social que permitiera
crear las condiciones necesarias para asegurar una transición pací-
fica; un acuerdo sobre el procedimiento adecuado para restaurar el
funcionamiento normal del parlamento haitiano; un acuerdo parla-
mentario para confirmar al Primer Ministro propuesto por el Presi-
dente; un acuerdo que permitiera la adopción de las normas nece-
sarias para garantizar la transición; una amnistía, la separación de la
policía del ejército, el retiro del ejército del general Cédras, el retorno
de Aristide a Haití el 30 de octubre de 1993 y la verificación por parte
de la OEA y la ONU de estos compromisos143 lo cual tuvo lugar en el
marco de la MICIVIH.
El Acuerdo de la Isla Governors fue complementado con el Pacto
de Nueva York (16 de julio de 1993) suscrito entre las fuerzas políticas
y el parlamento “…con el objeto de garantizar una transición pacífica
mediante el establecimiento de una tregua política de 6 meses de
duración, con la finalidad de crear el clima adecuado para facilitar el
trabajo del Gobierno”144. Durante tal lapso, las provocaciones estuvie-
ron a la orden del día, expresadas en hostilidades a la oposición, ase-
sinatos y torturas. El Pacto de Nueva York en tanto complemento del
Acuerdo de la Isla Governors fue una formalidad, no hubo elementos
sustanciales o relevantes.

143. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 110.


144. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 111.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 227

En el marco de ambos convenios, afirma Escudero Espinosa, el 24


de julio de 1993, el Presidente Aristide informó de su intención de
nombrar Primer Ministro al Sr. Robert Malval . La Asamblea Nacional
ratificó al candidato el 25 de agosto de 1993. El Presidente del Consejo
de Seguridad dirigió una carta al Secretario General de las Naciones
Unidas el 15 de julio de 1993, en la que manifestaba que los miem-
bros del Consejo estaban dispuestos a suspender las medidas de la
resolución 841 (1993) inmediatamente después de la ratificación del
Primer Ministro. La ratificación supuso que el Consejo de Seguridad,
por recomendación del Secretario General, suspendiera el embargo
y las sanciones contra Haití mediante la resolución 861 (1993), adop-
tada por unanimidad el 27 de agosto, y en la cual se afirmaba que se
pondría fin inmediatamente a la suspensión si las disposiciones del
Acuerdo de Governors Island no se llevaban a cabo de buena fe145.
A raíz del Acuerdo de la Isla Governors y del Pacto de Nueva York el
embargo fue suspendido. El Acuerdo de la Isla Governors no solo no
fue honrado por el gobierno de facto, sino que también incumplió el
Pacto de Nueva York. En parte porque el primero consideraba que la
ONU apoyaría la profesionalización de las fuerzas armadas y de la po-
licía. La ONU autorizó el despliegue a Haití de una Misión por un lapso
de seis meses prorrogable por 75 días. Señala González Hernández
que cuando el segundo contingente de la Misión se dirigía a Puerto
Príncipe el 11 de octubre de 1993 su desembarco fue impedido por los
llamados attaches, viéndose precisados los miembros de la Misión
que ya se encontraban en Haití a abandonar dicho país146.
Dos días después, el 13 de octubre de 1993 la ONU reactivó el em-
bargo, situación que se prorrogó hasta mayo de 1994 cuando la ONU
endurece los términos de las sanciones. Huelga decir que el 30 de oc-
tubre de 1993 el gobierno de facto no permitió el regreso de Aristide,
pese a lo pactado, desafiando de ese modo no solo a Estados Unidos
sino al resto de naciones que se habían interesado en los aconteci-
mientos de Haití.
En virtud de lo anterior, las mencionadas sanciones fueron del si-
guiente tenor. El Consejo de Seguridad decidió que todos los Estados

145. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 318.


146. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 112.
228 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

negaran permiso sin dilación a cualquier aeronave para despegar, ate-


rrizar o sobrevolar su territorio si su destino o procedencia era Haití,
salvo que se tratara de vuelos regulares comerciales de pasajeros, a
menos que el vuelo hubiere sido aprobado, por razones humanitarias
u otras razones compatibles con la presente resolución o resoluciones
en la materia, por el Comité establecido en virtud de la Resolución 841.
En esa misma dirección, determinó que todos los Estados prohibie-
ran sin vacilación el ingreso a sus territorios a los oficiales militares
de Haití incluida la policía y familiares; a los principales participantes
en el golpe de Estado de 1991 y en los gobiernos ilegales establecidos
después del golpe de Estado y sus familiares; así como a las personas
empleadas por los militares haitianos y a sus familiares, para lo cual
se estableció una lista basada en información proporcionada por Es-
tados y ONG.
De igual modo, se instó a los Estados a que congelaran los fondos
y los recursos financieros de las personas comprendidas en las listas
para tener la seguridad de que ni sus nacionales ni otras personas
que se encontraran en su territorio facilitaran, directa o indirecta-
mente, esos u otros fondos y recursos financieros a esas personas o
a los militares haitianos, inclusive la policía, o para beneficio de ellos.
En el marco de las mismas sanciones se solicitó que todos los
Estados prohibiera la importación a su territorio de todos los bienes
y productos que tengan su origen en Haití y que se exporten de ese
país. Además, la cesación de toda actividad realizada por sus nacio-
nales o en su territorio que fomentara la exportación o el tránsito de
bienes o productos que tuvieran su origen en Haití y todo comercio
realizado por sus nacionales o por buques o aeronaves de su pabe-
llón o en su territorio de cualquier tipo de bienes o productos que
tengan su origen en Haití y que se hayan exportado de ese país.
Adicional a lo anterior, decidió que todos los Estados prohibieran la
venta o el suministro, por sus nacionales o desde su territorio o me-
diante buques o aeronaves de su pabellón, de bienes o productos, con
origen o no en su territorio, a cualquier persona u organismo de Haití
a excepción de suministros médicos y alimentos, bienes y productos
destinados a atender necesidades humanitarias, libros y combustibles.
Los Estados miembros de la ONU fueron compelidos a dar estricto
acatamiento a las anteriores sanciones y se determinó que, hasta el

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 229

regreso del Presidente democráticamente electo, se mantendrían en


constante examen las medidas expuestas y las contenidas en resolu-
ciones anteriores. A los secretarios generales tanto de la ONU como
de la OEA les fueron asignadas precisas funciones en el sentido de
evaluar el cumplimiento de lo expuesto y verificar la situación de
Haití, especialmente, en lo que tiene que ver con la aplicación del
Acuerdo de Governors Island, las medidas legislativas, incluidos los
preparativos para la realización de elecciones legislativas, el pleno
restablecimiento de la democracia, la situación humanitaria en ese
país y la eficacia de la aplicación de las sanciones a Haití.
Como un mecanismo de fuerza, se estipuló que las mencionadas
sanciones y otras contenidas en resoluciones anteriores, no serían
levantadas hasta que se hiciera efectivo el retiro del Comandante en
Jefe de las Fuerzas Armadas Haitianas y la renuncia o la partida de
Haití del Jefe de la Zona Metropolitana de Puerto Príncipe, común-
mente conocido como Jefe de Policía de Puerto Príncipe, y el Jefe del
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Haitianas; lo mismo el cambio
total, mediante el retiro o la partida de Haití, de la jefatura de la policía
y los altos mandos militares previstos en el Acuerdo de Governors Is-
land; de igual modo la adopción de las medidas legislativas previstas
en el Acuerdo de Governors Island, así como la creación de condicio-
nes adecuadas para la organización de elecciones legislativas libres y
limpias en el marco del pleno restablecimiento de la democracia en
Haití; adicional a ello el establecimiento por las autoridades de las
condiciones adecuadas para el despliegue de la Misión de las Nacio-
nes Unidas en Haití (UNMIH); así como el regreso a la brevedad posi-
ble del Presidente democráticamente electo y el mantenimiento del
orden constitucional, condiciones que son necesarias para el pleno
cumplimiento del Acuerdo de Governors Island. Finalmente, fue explí-
cita la condena a todo intento de despojar ilegalmente al Presidente
legítimamente electo de su autoridad legal, declaró que consideraría
ilegítimo a cualquier pretendido gobierno resultante de ese intento y
decidió que consideraría, en esa eventualidad, la posibilidad de vol-
ver a implantar las medidas que hubieran quedado suspendidas147.
Como respuesta a las anteriores endurecidas sanciones que en-
trarían en vigencia el 21 de mayo de 1994, la dictadura nombró presi-

147. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 112.


230 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dente a Émile Jonassaint el 11 de mayo de 1994 quien pese ser hasta


ese momento el Presidente del Tribunal Supremo en su gobierno au-
mentó la violencia y el terrorismo de Estado. Incluso a los observa-
dores de la Misión Civil Internacional en Haití fueron conminados el
régimen de facto a abandonar el país por “perturbar el orden público,
ser una amenaza para la seguridad del país y realizar acusaciones
gratuitas”148. Era inminente una intervención militar a instancias de
la ONU. Y fue así como por la “…resolución 940 (1994) del Consejo
de Seguridad del 31 de julio, aprobada por 12 votos a favor, ninguno
en contra y 2 abstenciones , se autoriza a los Estados Miembros a
integrar una fuerza multinacional bajo mando y control unificados y,
dentro de ese marco, a recurrir a todos los medios necesarios para
facilitar la partida de Haití de los dirigentes militares, el pronto regre-
so del Presidente legítimamente electo y el restablecimiento de las
autoridades legítimas del Gobierno de Haití, así como a establecer y
mantener un entorno seguro y estable que permita la aplicación del
Acuerdo de Governors Island, en la inteligencia de que el costo de
esta operación temporaria será sufragado por los Estados Miembros
que participen en ella”149.
El 18 de septiembre de 1994 el presidente Bill Clinton comisionó al
expresidente Jimmy Carter, al general Colin Powell y al senador Sam
Nunn a Haití para negociar con Émile Jonassaint el retorno a la presi-
dencia de Jean-Bertrand Aristide lo cual fue posible tras la firma del
Acuerdo de Port-au-Prince. La fuerza afirma Escudero Espinosa, inte-
grada por 266 hombres pertenecientes a Jamaica, Barbados, Trinidad
y Tobago y Belize junto con los militares estadounidenses, comenzó
a entrenarse en Puerto Rico. El expresidente Jimmy Carter, el general
Colin Powell y el senador Sam Nunn viajaron a Puerto Príncipe el 17 de
septiembre de 1994 con el Presidente Provisional Emile Jonassaint y
con el General Raoul Cedras lográndose el Acuerdo de Puerto Príncipe
al día18 de septiembre de 1994150.
Se estableció que el propósito de ese acuerdo era promover la
paz, evitar la violencia, facilitar la libertad, promocionar la democra-
cia y propender por relaciones mutuamente beneficiosas en Haití y

148. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 323.


149. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 326.
150. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 231

Estados Unidos. Para su puesta en práctica se estimó perentorio que


tanto las fuerzas armadas y la policía haitiana actuaran de manera
coordinada con la misión militar estadounidense. Consagró el mismo
acuerdo que esa cooperación estuviera regida por el respeto mutuo,
durante el tiempo que durara la transición como una manera de for-
talecer las instituciones. De igual modo, que para garantizar su éxito
era necesario el retiro de cierto oficiales de las fuerzas armadas hai-
tianas de manera “anticipada y honorable” en el marco de una ley de
amnistía, siendo sus sucesores nombrados conforme a las institucio-
nes y normas vigentes en Haití.
Otro punto de ese acuerdo estipula que las actividades militares
de la misión estadounidense serían coordinadas con las fuerzas ar-
madas haitianas, por lo que el embargo económico y las sanciones
económicas serían levantadas sin dilación en concordancia con las
resoluciones pertinentes de la ONU. Puestas en marcha las anterio-
res acciones las siguientes elecciones legislativas se producirían de
forma libre y democrática, quedando este acuerdo supeditado a la
aprobación de los gobiernos de Estados Unidos y Haití151.
Desde el punto de vista de Escudero Espinosa “la “ocupación pací-
fica” comenzó el día 19 de septiembre de 1994 a las 9:30 a.m. Todo ello
se llevó a cabo en colaboración con las Fuerzas Armadas de Haití. El
General Henry Hugh Shelton, comandante de las Fuerzas estadouni-
denses en Haití, de acuerdo con el General Raoul Cedras, desplegó un
total de 15.000 hombres en la semana siguiente, con la intención de
desarmar a los grupos paramilitares -attaches- y del FRAPH (Frente
para el Avance y Progreso de Haití) . El Presidente Aristide, en unas
primeras declaraciones realizadas el 20 de septiembre, no agradeció
ni hizo referencia al Acuerdo de Puerto Príncipe. No obstante, al día
siguiente, apeló a la calma y anunció la formación de un equipo de
transición para preparar su retorno en menos de 24 días, agradecien-
do al Presidente Clinton su compromiso con la paz152 .
González Hernández afirma que Cédras y los demás líderes golpis-
tas partieron al exilio a Panamá y a la vecina República Dominicana
tras la dimisión de Jonaissant. El 15 de octubre, Aristide regresa a

151. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 328.


152. ESCUDERO ESPINOSA, Juan Francisco. Op. Cit., p. 329.
232 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Haití. En su primera comparecencia ante la prensa, Aristide proclamó:


“No hay reconciliación posible sin justicia, ni justicia sin reconcilia-
ción. Son aspectos de la misma realidad; la realidad de la democra-
cia”. “Tenemos que escuchar a las víctimas. Tenemos que detener la
violencia, la revancha”. La Comunidad Internacional, en cierta medida,
se daba por satisfecha con el restablecimiento de la democracia en
Haití, por lo que el Consejo de Seguridad con las resoluciones 944 y
948, instó al despliegue completo de MINUH, uno de cuyos principales
objetivos era reciclar el cuerpo policial haitiano. Además, se levantó
el embargo. “Las elecciones legislativas y las presidenciales tuvieron
lugar un año después y fueron ganadas por la coalición Bo Tab La. Y
René Préval se convirtió en el nuevo Presidente de Haití el 7 de febre-
ro de 1996. Los últimos logros de Aristide fueron importantes: depuró
el ejército, que se terminó desmantelando en abril de 1995, y su go-
bierno se negó a aplicar las recetas del FMI que le había concedido
un crédito stand-by”153. René García Préval, presidente desde el 7 de
febrero de 1996 hasta el 1 de febrero de 2001 y desde el 14 de mayo de
2006 hasta el 14 de mayo de 2011.
La presencia de Aristide en Haití generó un ambiente de optimis-
mo dentro y fuera del país, en el sentido de que la transición a la
democracia en ese país tomaba un nuevo rumbo. Sin embargo, la crí-
tica situación económica devino en un formidable obstáculo para la
transición, siendo una amenaza igual o superior a lo que en momento
significaron los roles asumidos por las fuerzas armadas. Tristemente
Haití quedó a merced de la caridad internacional. Su precaria estruc-
tura económica de por sí anacrónica, difícil de recuperar por los con-
tinuos hechos de violencia y por la misma tradición cultural. El vudú
no quedó atrás con los Duvalier, por el contrario, continuó gravitando
en la idiosincrasia de los haitianos.
A lo anterior se sumó el hecho de que, rápidamente, en el seno de
la Organización Política Lavalas, base de la lucha política de Aristide,
las fisuras y diferencias afloraron entre quienes encarnaban su máxi-
ma dirección, cuando justamente se requería una férrea unidad para
encarar los desafíos de la nueva coyuntura de la política haitiana en el
orden nacional e internacional. Aristide y Préval encarnaron dos ten-
dencias y así lo percibió la población. En la constelación de factores

153. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 107.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 233

incidentes en la transición a la democracia en Haití y a manera de lo-


gro significativo de Aristide, el ejército al ser suprimido a instancias de
la ONU y sus distintas misiones, dejó de ser esa “espada de Damocles”
que pendía sobre la cabeza de la transición a la democracia en Haití.
En este escenario, con la presencia de Aristide en Haití y con el
ejército suprimido y sus exjefes fuera del país, en apariencia quedó
expedito en camino para la transición a la democracia en dicho país.
En apariencia por que el Fondo Monetario Internacional siendo uno
de todos los factores adversos a la transición a la democracia, se
convirtió en el principal. Sus “monitorias” expresadas en cada nación
como un chantaje para la adopción de políticas encaminadas a fa-
vorecer el pago de la deuda externa terminaría por agravar la crisis
económica, social y política en Haití hasta llevar a esa nación a ser
considerada como uno o tal vez el país más pobre de occidente.
En verdad, la democracia no echa raíces, ni prospera, ni pelecha ni
grana en tierras áridas por la pobreza material de los pueblos como es
el caso de Haití. Los esfuerzos expresados en recursos para ayudar a
la transición a la democracia en Haití fueron y son simples paliativos.
Alivian pero no curan ni sanan la situación de fondo. La democracia,
incluso su versión reducida a lo electoral precisa de unas mínimas
condiciones de vida material y espiritual de los pueblos que, en este
caso, suelen ser deficitarias. Bajo el liderazgo de la ONU múltiples mi-
siones se sucedieron en Haití, incluso unas de naturaleza simultánea
según los objetos de su labor.
Bajo el liderazgo de la ONU múltiples misiones se sucedieron en
Haití, incluso unas de naturaleza simultánea dependiendo de los ob-
jetos de su labor. Según González Hernández, la MINUH Ayudó a crear
un entorno propicio para la celebración de unas elecciones libres e
imparciales y proporcionó apoyo técnico y logístico a las autorida-
des haitianas responsables de la organización y celebración de las
elecciones parlamentarias y presidenciales de 1995. Prestó asistencia
en la formación, capacitación y apoyo de la nueva Policía Nacional
Haitiana. La Policía Civil de la MINUH, facilitó adiestramiento en el
empleo y orientación a más de 5.000 nuevos oficiales de Policía Na-
cional Haitiana desplegados en todo el país y supervisó su progreso.
“La Policía Civil de la MINUH también fue asignada a la nueva Unidad
de Investigación Criminal de Haití. El Canadá, Francia y los Estados
Unidos de América apoyaron una capacitación formal de la policía
en la Academia de Policía de Haití bajo la orientación del Programa
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Internacional de Asistencia a la Formación en Investigaciones Crimi-


nales de los Estados Unidos”154 aclara González Hernández.
Naturalmente la ayuda se extendió a otras a otros ámbitos, en-
tre ellos, la infraestructura. Ayudó a reconstruir las infraestructuras y
facilitó formación y asistencia de otro tipo a través de más de 1.000
pequeños proyectos. Convencido de que «encender las luces» y mejo-
rar las condiciones de vida ayudaría a mantener un entorno seguro y
estable, el personal de la MINUH trabajó con los haitianos para rehabi-
litar los servicios de suministro de agua y saneamiento, el suministro
eléctrico y las carreteras. “Se reconstruyeron las comisarías de policía,
las escuelas y otros servicios públicos, y se facilitó capacitación en la
gestión de situaciones de emergencia, primeros auxilios y otros temas.
Las unidades de ingeniería de la MINUH reconstruyeron el puente de
vital importancia de Jacmel, destruido por un huracán en 1994”155.
De igual modo, prestó asistencia al Gobierno de Haití en el cumpli-
miento de sus responsabilidades y en la preservación de un entorno
seguro y estable proporcionando seguridad a los convoyes humani-
tarios, aeropuertos, puertos y lugares de almacenamiento, y mante-
niendo su presencia a través de patrullas en todo el país. Desde 1995,
la UNMIH ha participado en grupos de trabajo compuestos por repre-
sentantes del Gobierno de Haití, por el Grupo de Amigos del Secreta-
rio General para la cuestión de Haití (la Argentina, el Canadá, Francia,
los Estados Unidos de América y Venezuela y Chile) y por la Misión
Civil Internacional en Haití (MICIVIH). Estos grupos formulan planes
e identifican los medios para ayudar al Gobierno de Haití a solucio-
nar problemas de la transición. “Los grupos de trabajo han tratado un
gran abanico de temas tales como el desarme, la justicia, el encarce-
lamiento y los derechos humanos; tareas de extinción de incendios y
la gestión de disturbios en las ciudades”156 afirma González Hernández.
A la MINUH que estuvo en Haití hasta el 30 de junio de 1996 le su-
cedió la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití (UNSMIH)
con el objeto de prestar asistencia al gobierno de Haití en la profe-
sionalización de la policía. La UNSMIH tuvo tres ámbitos de acción:
cumplió tareas de policía, formó a la policía y construyó comisarías.

154. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 117.


155. Ibíd.
156. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 235

Los fenómenos de violencia exacerbada se constituían en una seria


amenaza para cualquier acción gubernamental. Las pandillas, las or-
ganizaciones paramilitares, así como informales estructuras de segu-
ridad privada en algunas regiones le disputaban el poder a la policía.
Como consecuencia de la acción emprendida por la UNSMIH la policía
haitiana por primera vez empezó a asumirse como una institución del
orden nacional.
La UNSMIH que actuó en ese país hasta el 31 de julio de 1997
también intervino en el mejoramiento del sistema judicial y peni-
tenciario. La administración de justicia en Haití también fue un foco
de corrupción tanto de la dictadura de los Duvalier como de Cédras,
era entendida como un dispositivo de poder para disuadir y castigar
a la oposición o a los sospechosos de ser parte de ella. Por tanto, la
aplicación de justicia derivó en vindicta y en espectáculos de vulgar
venganza política. Ligado a ese fenómeno debió encarar la UNSMIH
el régimen penitenciario convertido en el mayor exponente de la vio-
lación de los derechos humanos. Si bien es cierto no fueron resuel-
tos todos los bemoles tanto del sistema judicial como del régimen
penitenciario, se introdujeron evidentes reformas que amainaron la
penosa condición de miles de haitianos.
Las elecciones celebradas en abril de 1997 más que renovar las
autoridades, ser un ejercicio civilista de aprendizaje colectivo y afian-
zar la transición a la democracia, lo que puso en escena fue una fe-
nomenal apatía hacia los rituales eleccionarios. González Hernández
expresa que menos del 10% del censo de votantes participó, además
que se evidenciaron severas irregularidades. A lo anterior, se habría
sumado una especie de nacionalismos en el sentido de considerar a
la misión de las ONU, por parte de un sector de la población haitia-
na, una especie de “ocupación extranjera”, aparte del incremento de
tráfico de drogas ilícitas, vehículos, armas y el enfrentamientos entre
pandillas, retos que desbordaban la capacidad de la policía, razón
por la cual fue ordenada una nueva misión denominada “Misión de
Transición de las Naciones Unidas en Haití” (UNTMIH, desde el 30 de
julio de 1997 hasta el 30 de noviembre del mismo año) con el objeto
de continuar la profesionalización de la Policía Nacional Haitiana157.

157. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 121.


236 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Cumplidos parcialmente los objetivos por parte de la UNTMIH, le


sucedió la Misión Policial de las Naciones Unidas en Haití (MIPONUH)
con el objeto de “…asistir al Gobierno en sus esfuerzos permanentes
por aumentar la profesionalidad de la Policía Nacional Haitiana”158 y
su actividad fue prorrogada hasta el 30 de noviembre de 1999 cuando
sus funciones (las de la MIPONUH) y de la MICIVH fueron traspasa-
das a la MICAH. Llama la atención que, para la ONU, la problemática
situación de Haití se resolvería por la vía policial y judicial. Fueron
sistemáticos los esfuerzos de tal organismo por incidir en la profe-
sionalización de la policía haitiana y en modernizar el poder judicial,
como si los problemas estructurales derivados de cerca de 500 años
de diversos tipos de colonialismo tuvieran solución con mayor núme-
ro de policías y más seguras cárceles.
González Hernández precisa que la MICAH tuvo por objeto cinco
frentes de acción: apoyar el proceso de democratización y prestar
asistencia a las autoridades de Haití en el desarrollo de las institu-
ciones democráticas. Prestar asistencia a las autoridades de Haití en
la reforma y el fortalecimiento del sistema judicial de Haití, especial-
mente sus instituciones penales, y promover la Oficina del Defensor
del Pueblo. Apoyar los esfuerzos del Gobierno de Haití por conseguir
la profesionalización de la Policía Nacional de Haití mediante un pro-
grama especial de capacitación y asistencia técnica y ayudar al Go-
bierno a coordinar la asistencia bilateral y multilateral en esa esfera.
Apoyar los esfuerzos del Gobierno de Haití encaminados a la plena
observancia de los derechos humanos y las libertades fundamen-
tales. Prestar asistencia técnica para la organización de elecciones
democráticas y colaborar con el Gobierno de Haití en la coordinación
de la asistencia bilateral y multilateral159.
En las elecciones de mayo y noviembre de 2000 Aristide aunque
ganó, tanto la oposición como los observadores internacionales, de-
nunciaron fraude. Mientras la organización Fanmi Lavalás procuraba
estabilizar la situación, la oposición aglutinada en un ente llamado
Plataforma Democrática se mostraba en franca oposición, a lo cual
la primera habría conformado bandas armadas conocidas como Qui-
meras. El ambiente político en Haití era de máxima tensión por la

158. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 125.


159. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 129.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 237

inseguridad generalizada, por el denunciado fraude en las elecciones,


así como por la presencia de misiones extranjeras que eran vistas con
animadversión no solo por la ciudadanía en general, sino incluso, por
el mismo poder legislativo haitiano.
Aristide tomó posesión como Presidente de Haití el 7 de febrero
de 2001 con el objeto de estabilizar institucionalmente al país. Aún
quedaban rezagos o herencias golpistas en Haití y aquél fue objeto de
un intento de golpe de Estado el 17 de diciembre de 2001. Los poderes
fácticos de los militares, la presión ejercida por un sector de la Iglesia
Católica opuesto a Aristide así como las incipientes elites o grupos de
presión estaban en permanente acecho.
González Hernández afirma que Haití llega al bicentenario de su
independencia con el “El 5% de los habitantes del país más pobre
del continente lleva consigo el virus del VIH y 30.000 personas mue-
ren anualmente de sida. La violación de los derechos humanos y la
libertad de expresión o de conciencia, la tortura, la impunidad, la
corrupción y la violencia contra las mujeres son flagrantes, según Am-
nistía Internacional. La cooperación internacional disminuye porque
se malogra o roba, de acuerdo con las numerosas denuncias presen-
tadas”160. Del mismo modo estima que la república sufre un aisla-
miento no declarado desde las legislativas de 2000, sospechosas de
haberse fraguado para que las ganara el partido de Aristide, llamado
Familia Lavalas. Haití perdió la confianza internacional y 500 millones
de dólares en ayuda. Recibe aproximadamente 130 millones de dó-
lares, más de la mitad es administrada por grupos privados, algunos
bajo sospecha. El 80% de los haitianos son pobres y los índices de
analfabetismo o mortalidad figuran entre los más altos del mundo.
El presidente Aristide no ha podido revertirlos, de acuerdo con las
estadísticas disponibles, y una coalición de 184 partidos, sindicatos y
grupos civiles exige su renuncia.
Se estima que con la celebración del bicentenario se inicia la de-
bacle de Aristide. El evento fue aprovechado por la oposición para
exigir su renuncia. Guy Philippe líder del “Ejército Caníbal” que antes
apoyaba al Aristide, ahora encabezaba la oposición controlando al-
gunas ciudades a lo cual respondía la policía con igual o mayor vio-

160. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 134.


238 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

lencia. Esta situación de violencia precipitó el exilio de la familia de


Aristide quien era partidario de una misión de paz encontrando eco
en Francia. La oposición rechazaba la intervención extranjera y exigía
la dimisión del presidente. El CARICOM, la OEA, Estados Unidos, Fran-
cia y Canadá propusieron un plan de paz161.
Aristide en la capital, quien observaba como el cerco tendido por
la oposición se cerraba inexorablemente, según González Hernández
aceptó “el plan de paz internacional, que incluía el nombramiento de
un nuevo primer ministro, un Ejecutivo “multipartidista” y la creación
de las condiciones para celebrar elecciones “limpias”, lo que no le
obligaba a dimitir, hecho éste que llevó a la oposición a no aceptar el
plan de paz, a pesar de que Aristide era el mandatario elegido demo-
cráticamente, y, por tanto, Presidente legítimo del país162.
Cuando los rebeldes cercaban a Puerto Príncipe, Francia, Estados
Unidos y Canadá presionaron a Aristide para que renunciara quien,
efectivamente, lo hizo el 29 de febrero y, por norma constitucional, le
sucedió el Presidente de la Corte de Casación Boniface Alexandre quien
creó un Consejo Tripartito (un representante de Aristide, uno de la opo-
sición y otro de la comunidad internacional). Este Consejo a su vez
nombró al denominado “Consejo de Sabios” organismo que eligió al
Primer Ministro y nombró un gobierno de transición163. Boniface Alexan-
dre, presidente interino entre el 29 de febrero de 2004 y marzo de 2006.
Se pretendía lograr cierta estabilidad en Haití y convocar a nuevas
elecciones y, para lograrlo, se firmó el denominado “Pacto de consen-
so sobre la transición política” que, contrario a su nombre, excluyó
a distintas expresiones políticas entre ellas al propio Aristide quien,
dicho sea de paso, adujo que su salida del poder era producto de un
típico golpe de Estado en el cual habrían intervenido Estados Unidos
potencia que, a través de militares con presencia en Haití, intimaron
a Aristide a que abandonara el poder y el país, so pena de arremeter
de manera armada contra la población civil.
Sobre la intervención de Estados Unidos en este episodio, González
Hernández afirma que estas acusaciones de intervención de la admi-

161. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 135.


162. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 136.
163. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 137.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 239

nistración Bush contra Aristide finalmente se revelaron como ciertas,


ya que como recuerda Lemoine “[a] fines de marzo de 2004, mientras
el expresidente vegetaba en Sudáfrica, en Santo Domingo se publi-
can los resultados preliminares de una comisión investigadora sobre
Haití dirigida por el exfiscal general de Estados Unidos, Ramsey Clark.
Allí se revela que “los gobiernos de Estados Unidos y de República
Dominicana habrían participado en el suministro de armas y en el
entrenamiento en ese país de los “rebeldes haitianos”. De igual modo
asevera que “La comisión comprobó que 200 soldados de las fuerzas
especiales estadounidenses habían sido enviados a República Domi-
nicana para participar en ejercicios militares en febrero de 2003. Esos
ejercicios, que contaron con la autorización del entonces presidente
Hipólito Mejía, se realizaron cerca de la frontera, precisamente en una
zona desde la cual los exmilitares haitianos lanzaban regularmente
ataques contra las instalaciones del Estado haitiano”164.
Prácticas de esta naturaleza por parte de Estados Unidos reafir-
man su condición de potencia terrorista que, frente al caso de Haití,
actuaba en distintos escenarios. El utilizar a un país para que le sirva
de cabeza de playa para desestabilizar a otro, invadirle o ejecutar ac-
ciones de terrorismo son estrategias recurrentes de Estados Unidos.
Años posteriores actuaría de igual modo en el caso de Nicaragua,
agredido desde Honduras.
En esta misma coyuntura la ONU aprobó el 29 de febrero de 2004
el despliegue de una Fuerza Multinacional Provisional por un lap-
so de tres meses, con el objeto de contribuir a crear un entorno de
seguridad y estabilidad en la capital de Haití y en el resto del país,
según proceda y las circunstancias lo permitan, a fin de secundar
la petición de asistencia internacional del Presidente Alexandre en
apoyo del proceso político constitucional en curso en Haití; facilitar la
prestación de asistencia humanitaria y el acceso de los trabajadores
humanitarios internacionales a la población haitiana que lo necesite;
propiciar la prestación de asistencia internacional a la policía y el
Servicio de Guardacostas de Haití a fin de establecer y mantener la
seguridad y el orden públicos, y de promover y proteger los derechos
humanos; apoyar la creación de las condiciones necesarias para que

164. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 139.


240 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

las organizaciones internacionales y regionales, en particular las Na-


ciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos, presten
asistencia al pueblo de Haití; y coordinar las actividades, según sea
necesario, con la Misión Especial de la Organización de los Estados
Americanos y con el Asesor Especial para Haití de las Naciones Uni-
das e impedir que siga deteriorándose la situación humanitaria165.
La situación de Haití no podía ser más sombría. La inestabilidad
política era proverbial. Mediante un soterrado golpe de Estados aupa-
do por Estados Unidos y la República Dominicana sirviendo de cabeza
de playa a los intereses que aquella potencia había sido derrocado
Aristide en pleno proceso de transición. La incertidumbre impedía
cualquier acción de gobierno y las autoridades redujeron su ejercicio
a un intento de control de las violencias cotidianas. En materia eco-
nómica la situación no podía ser más crítica lo cual estimulaba no
solamente la corrupción sino los más variados tipos de violencia y la
práctica de nuevos delitos en Haití como el narcotráfico. En lo social,
Haití encabezaba el ingrato récord de ser uno de los países más em-
pobrecidos del mundo.
El desconcierto se apoderó de la mayoría de los países interesados
en contribuir a solucionar la crisis por la que atravesaba Haití y, cíni-
camente Francia, la potencia imperialista que originó la problemática
desde la época de la colonia, actuaba sibilinamente tras bambalinas.
En algunos círculos periodísticos y geopolíticos tomó fuerza la ex-
presión peyorativa y odiosa por lo demás, de considerar a Haití un
Estado fallido166 con el objeto de justificar todo tipo de aventuras mi-

165. Ibíd.
166. Algunos indicadores de un Estado fallido son:
1. Creciente presión demográfica.
2. Movimientos masivos de refugiados o personas desplazadas, lo cual crea una situación compleja
de emergencia humanitaria.
3. Herencia de sentimientos de retaliación o grupos paranoicos que cometen atrocidades de manera
impune.
4. Flujo migratorio, crónico y sostenido, de profesionales y sectores medios de la población,
motivado por persecución o represión.
5. Desarrollo económico desigual.
6. Severo y profundo declive económico.
7. Criminalización o deslegitimación del Estado.
8. Progresivo deterioro de los servicios públicos.
9. Suspensión o aplicación arbitraria del Estado de Derecho y violación extendida de los derechos
humanos.
10. El aparato de seguridad opera como un Estado paralelo.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 241

litares y de ensayar novísimas formas de derrocar gobiernos, aparte


de imaginar nuevos enemigos dada la terminación de la guerra fría.
Tal como lo señala Antonin “En Haití, desde la independencia en
1804, se está tratando de hacer una revolución democrática que hasta
hoy no se ha logrado, perpetuándose las mismas estructuras arcaicas
a nivel económico y político”167. El narcotráfico, la trata de personas, el
tráfico de armas resurgieron como nuevos focos de atención por par-
te de Estados Unidos, país con una posición dominante en el seno de
la ONU, organismo que consideró prioritario intervenir en Haití ahora
con la denominada Misión de Estabilización de las Naciones Unidas
en Haití (MINUSTAH) desde el año 2004.
La MINUSTAH a partir de tres escenarios, expuso claramente sus
propósitos. En el primer escenario denominado “Entorno seguro y
estable” propendió por ayudar al Gobierno de transición en la su-
pervisión, reestructuración y reforma de la Policía Nacional de Haití,
de conformidad con las normas de policía democrática, en particu-
lar mediante el examen de los antecedentes y la certificación de su
personal, el asesoramiento sobre su reorganización y formación, en
particular formación en cuestiones de género, y la supervisión y el
adiestramiento de los miembros de la Policía Nacional de Haití; pres-
tar asistencia al Gobierno de transición, en particular a la Policía Na-
cional de Haití, mediante programas amplios y sostenibles de desar-
me, desmovilización y reinserción para todos los grupos armados,
incluidas las mujeres y los niños asociados con esos grupos, así como
mediante medidas de seguridad pública y control de armas; suminis-
trar asistencia en el restablecimiento y mantenimiento del Estado de
derecho, la seguridad pública y el orden público en Haití, prestando,
entre otras cosas, apoyo operacional a la Policía Nacional de Haití y
el Servicio de Guardacostas de Haití, así como en el fortalecimiento
institucional, incluido el restablecimiento del sistema penitenciario;
proteger al personal, los servicios, las instalaciones y el equipo de las
Naciones Unidas y la seguridad y libertad de circulación de su perso-
nal, teniendo en cuenta la responsabilidad primordial que incumbe

11. La emergencia de grupos o facciones dentro de las élites gobernantes.


12. Intervención de otros Estados u otros actores políticos externos.
167. ANTONIN, Arnold. Haití 1995: ¿Revolución o tutelaje? En: Revista Nueva Sociedad, (Nov-Dic de 1995);
p. 15.
242 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

al Gobierno de transición a este respecto; y defender a los civiles, en


la medida de sus posibilidades, y dentro de su zona de despliegue
sobre los cuales se cierna una amenaza inminente de ataque físico,
sin perjuicio de las obligaciones del Gobierno de transición y de las
autoridades policiales168.
Por su parte en el segundo escenario titulado “Proceso político” se
pretendió apoyar el proceso constitucional y político que se ha pues-
to en marcha en Haití, incluso ofreciendo buenos oficios, y fomentar
los principios del gobierno democrático y el desarrollo institucional;
ayudar al Gobierno de transición en sus esfuerzos por entablar un
proceso de diálogo y reconciliación nacional; contribuir al Gobierno
de transición en la tarea de organizar, supervisar y llevar a cabo elec-
ciones municipales, parlamentarias y presidenciales libres y limpias
a la mayor brevedad posible, en particular prestando asistencia téc-
nica, logística y administrativa y manteniendo la seguridad, con el
apoyo apropiado a un proceso electoral en que la participación de los
votantes sea representativa de las características demográficas del
país, con inclusión de las mujeres; y apoyar al Gobierno de transición
a extender la autoridad del Estado por todo Haití y apoyar el buen
gobierno a nivel local169.
En el tercer escenario definido como “Derechos Humanos” se esti-
pularon como propósitos apoyar al Gobierno de transición, así como
a las instituciones y grupos haitianos de derechos humanos, en sus
esfuerzos por promover y proteger los derechos humanos, particu-
larmente los de las mujeres y los niños, a fin de asegurar la respon-
sabilidad individual por los abusos de los derechos humanos y el
resarcimiento de las víctimas; y en cooperación con la Oficina del
Alto Comisionado para los Derechos Humanos, vigilar la situación de
los derechos humanos, incluida la situación de los refugiados y las
personas desplazadas que regresan, y presentar informes al respecto.
Como complemento a lo anterior, la MINUSTAH decidió prestar aseso-
ramiento y asistencia, en los ámbitos de su competencia, al Gobierno
de transición; de manera puntual en lo atinente a la investigación de
las infracciones de los derechos humanos y del derecho internacio-
nal humanitario, en colaboración con la Oficina del Alto Comisionado

168. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 143.


169. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 243

para los Derechos Humanos, con objeto de poner fin a la impunidad;


y en la formulación de una estrategia de reforma y fortalecimiento
institucional del poder judicial170.
Entre las primeras acciones más relevantes de la MINUSTAH estuvo
la organización de las elecciones de febrero de 2006 en la que resultó
electo René Préval (2006-2011) quien, con el apoyo de la mencionada
misión obtuvo logros ostensibles en distintos campos. Es preciso se-
ñalar que a la frágil situación en Haití se sumó la acción de la natura-
leza primero con huracanes y luego con el devastador terremoto del
12 de enero de 2010. Los pequeños avances en materia de transición a
la democracia en Haití fueron opacados por la dantesca situación en
que el fenómeno natural dejó al país. Pese a lo ocurrido, en noviem-
bre de 2010 hubo elecciones siendo elegido como presidente Michel
Sweet Mickey Martelly (2011-2016) en la segunda vuelta en 2011. En me-
dio de este desolador panorama hizo presencia en el país Jean-Clau-
de Duvalier y el mismo Aristide171. Jocelerme Privert 2016-2017 y Jovenel
Moise 2017 (Esta investigación fue concluida en noviembre de 2018).
En la MINUSTAH aparte de países de reconocida tradición impe-
rialista como Estados Unidos, Canadá y Francia, participaron países
latinoamericanos que otrora habían tenido regímenes militares ta-
les como Ecuador, Brasil, Argentina y Chile en los que pese a que la
transición a la democracia ya había sido consolidada, sus respectivas
fuerzas armadas no habían sido reducidas en número. Se trató de
buscarle nuevas funciones al estamento militar después de termina-
da la guerra fría y de la supuesta derrota del “enemigo interno”.
En esas condiciones “La internacionalización de las fuerzas arma-
das, así como la adopción de misiones humanitarias (por ejemplo, las
OMP y para hacer frente a desastres naturales), es un elemento fun-
damental de la nueva “diplomacia de seguridad”. Los países del Cono
Sur, principalmente Chile, Brasil, Argentina y Uruguay, han apostado
por recolocarse como actores geopolíticos en el sistema internacio-
nal de seguridad”172. Como consecuencia de la presencia militar de

170. Ibíd.
171. GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Manuel. Op. Cit., p. 146.
172. BENÍTEZ MANAUT, Raúl. América Latina y la seguridad internacional: el caso de Haití y las misiones
de paz. En: Revista Enfoques: Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile,
Santiago, Chile. Volumen VI, Número 8, (Primer semestre de 2008); p. 7-22.
244 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

algunos de esos países en Haití se establecieron no solamente lazos


afectivos con haitianas, sino que gobiernos como los de Chile dieron
cobijo de miles de haitianos quienes llegaron a ese país en busca de
nuevas alternativas de vida.
A propósito del terremoto ocurrido en Haití el 12 de enero del 2010
es relevante señalar sus implicaciones en las relaciones geopolíticas
de Estados Unidos en el Caribe y América Latina. La intervención mi-
litar de Estados Unidos en Haití y sus roles en las misiones después
del fenómeno telúrico, al margen de lo estrictamente “humanitario”
su utilizada por aquella potencia para reafirmar su hegemonía y do-
minio en todos los países de la región, pese a que en Haití había
presencia de otros países de América Latina y de la Unión Europea173.
Concordante con ello, “Sin lugar a dudas, Estados Unidos es el actor
de mayor incidencia exterior sobre la realidad haitiana. Además de un
legado histórico marcado por intervenciones políticas y ocupaciones
militares vinculadas a la construcción de su preeminencia regional”174.
Durante toda su Historia Haití ha sido una nación que ha atravesa-
do por múltiples fenómenos políticos y naturales que han remecido
todos sus cimientos. En su convulsionada vida dicho país ha sido
objeto de innumerables invasiones militares por parte de potencias
imperialistas a lo cual ha contribuido su galería de gobernantes (unos
más que otros, desde luego), se trata de una constante crisis del Es-
tado e intervención internacional en Haití175. Sus estamentos políticos
parecen haber llevado a la nación a lo que se ha denominado “Haití y
sus élites: el interminable diálogo de sordos176, en el que “…el pasado
es demasiado pesado”177.

173. LOZANO, Wilfredo. Geopolítica de la reconstrucción de Haití y la cooperación insular en la Hispaniola.


En: Ciencia y Sociedad, Volumen XXXVI, Número 4, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Santo
Domingo, República Dominicana, (Oct-Dic de 2011); p. 561-589.
174. HIRST, Mónica. Las políticas de Estados Unidos, Europa y América Latina en Haití: ¿convergencias,
superposiciones u opciones diferenciadas? En: Pensamiento Iberoamericano. Universidad Torcuato
di Tella. Número 8.
175. PIERRE-CHARLES, Gérard. Crisis del Estado e intervención internacional en Haití. En: Bajo el Volcán,
Volúmen 4, Número 8, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México, (2004); p. 27-39.
176. CASIMIR, Jean. Haití y sus élites: el interminable diálogo de sordos. En: Foro Internacional, Volúmen
XLVIII, Número 4, El Colegio de México, A.C. Distrito Federal, México, (2008); p. 807-841.
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59921010003
177. RESERVE, Roody. Haití: cuando el pasado es demasiado pesado. En: Revista de Ciencia Política,
Volumen 33, Número 1, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile, (2013); p. 225-245.
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32427002011

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 245

3.3 Las nuevas institucionalidades


La transición a la democracia tanto en la República Dominicana como
en Haití, independientemente de su alcance y limitaciones, supuso
constantes reformas de unas instituciones y la creación de otras. Las
mismas constituciones políticas fueron objeto de sustanciales cam-
bios. Lo anterior obedeció a la necesidad de atemperar las institu-
ciones al nuevo orden dado o, las nuevas circunstancias, exigían un
nuevo ordenamiento legal. Pero también son explicables las nuevas
institucionalidades por ese tara atávica de los latinoamericanos de
creer, ciegamente, que la sola existencia de normas, leyes o constitu-
ciones políticas resuelven como por ensalmo todo tipo de problemas
y terminan en un insoportable casuismo en la vida pública y privada.
En lo concerniente a la República Dominicana, la transición arrojó
una nueva institucionalidad. Se estima por parte de Benito Sánchez
que en el camino hacia la institucionalización de la democracia en la
República Dominicana ha habido dos importantes puntos de inflexión:
la transición post trujillista (1961-1966) y la transición del régimen au-
toritario bonapartista de Joaquín Balaguer (1978-1982). “Durante más
de tres décadas (1966-1998), la política nacional estuvo dominada por
la competencia carismática alrededor del cleavage autoritarismo/de-
mocracia entre los viejos caudillos Juan Bosch, del Partido de la Li-
beración Dominicana (PLD), Joaquín Balaguer, del Partido Reformista
Social Cristiano (PRSC), y José Francisco Peña Gómez, del Partido de la
Revolución Dominicana (PRD)”178 advierte la misma autora.
Desde su perspectiva, en el lapso en el que salen de la escena pú-
blica los tres líderes his­tóricos (1998-2002) se inicia una nueva etapa
en la competición política nacional. A pesar de que fueron muchos los
que auguraron el colapso del sistema de partidos durante la que se
vislumbraba como “tercera tran­sición” dominicana, el tiempo ha evi-
denciado su estabilidad y fortaleza a través de un sendero que no ha
transcurrido por la congelación del cleavage —camino nicaragüense—
ni por su mutación en cleavage de clase —vía costarricense—. Devela

178. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. Caciques y facciones en República Dominicana. En: Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología
76, México, D.F., Número 4, (Oct-Dic de 2014); p. 529-556.
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que “Los partidos dominicanos se han adaptado al escenario de la


democratización conservando el viejo es­tilo de la política de clientela
y el manejo patrimonial del Estado. A pesar del reordenamiento de
fuerzas políticas y electores, se constata el conti­nuismo en la voca-
ción particularista de la movilización y representación de intereses”179.
Para esta misma autora, aquella “cuasipoliarquía gerontocrática”
de Bosch y Balaguer ha derivado en la etapa de la consolidación en
un tipo de democracia que la literatura ha adjetivado como oligár­
quica, cleptómana y neopatrimonialista, o en una subcategoría de
democracia por las deficiencias en accountability horizontal. En 2010,
República Dominicana ocupaba el primer lugar en la escala de clien-
telismo en la región según El Barómetro de Las Américas y en la com-
paración mundial se situaba entre los tres países más clientelares
junto a Senegal y Mongolia180.
En virtud de lo anterior, las nuevas institucionalidades emana-
das de la transición a la democracia en la República Dominicana, lo
que era un vicio, fue convertido en virtud. Durante toda su vida como
país independiente en éste país el clientelismo ha sido un rasgo sus-
tancial de todas las formas de gobierno. Las dictaduras hicieron del
clientelismo su principal estrategia de dominación, de control y de
obtención de apoyo. Los gobiernos civiles no fueron ni han sido la
excepción, por el contrario, potenciaron el clientelismo y, de mane-
ra desembozada, recurren al mismo para alcanzar ciertos niveles de
“gobernabilidad”. Tanto los dictadores como los presidentes civiles
capturan al Estado, los recursos son manejados como un dispositivo
de poder para afianzarse en el mismo.
Se trata de un clientelismo mondo y lirondo. Todo y todos tienen
su precio, todos y todo se venden. La fronda burocrática del Estado
lejos de cumplir funciones de servicio al ciudadano, es un botín cuya
captura asegura al gobernante prodigar favores y cambio de apoyos
políticos. No son casos aislados las conductas clientelistas en la Re-
pública Dominicana. Se trata de una reconocida política de Estado, no
escrita pero de uso corriente. El clientelismo no precisa de ciudada-
nos sino de súbditos y, tal fenómeno, es el ambiente ideal en el cual

179. Ibíd.
180. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 247

se reproducen sujetos dados al ocio improductivo, a la holgazanería,


a la pereza colectiva y al conformismo. Según Benito Sánchez “Mu-
chos de estos puestos, objeto del intercambio clientelar, son conoci-
dos como “botellas”, expresión popular con la que se denomina a los
empleos en el gobierno sin funciones reales pero con sueldo. Los Mi-
nistros sin cartera son también imagen visible del pago tras las alian-
zas electorales. En el caso de la República Dominicana, se afianza en
el país un tipo característico de presidencialismo pluralista en el que
el trueque y la cooperación interpartidista han sido elementos clave
en la construcción de mayorías y la gobernabilidad democrática”181.
Como se puede observar, el clientelismo fue convertido en una es-
pecie de política de Estado, no solo en la coyuntura de la transición,
sino a lo largo de la historia dominicana. Por esa vía los dictadores,
entre ellos, Trujillo Molina, lograron tonsurar crisis. En el caso de la
transición, a través de esa práctica, se creyó construir gobernabilidad.
Así por ejemplo, “Los históricos pactos “Por la Democracia”, “Fren-
te Patriótico” o el llamado “Pacto de Unión” hasta los más actuales
entre candidatos presidenciables, pasando por las alianzas electora-
les, la cooptación de dirigentes o el fenómeno del transfuguismo son
ejemplos del juego de la cooperación estratégica de la élite política
en el país. Este intercambio, argumenta Benito Sánchez “…lejos de
representar una amenaza a la estabilidad del sistema, ha sido cen-
tral en el equilibrio de fuerzas entre el Ejecutivo/Legislativo y entre
gobierno/oposición. El anecdotario dominicano de luchas por conse-
guir un cargo (desde el 2x1, hasta el asalto armado al Congreso de los
candidatos a ocupar la presidencia en 2003) es una muestra de que el
personalismo y el faccionalismo endémico en el seno de los partidos
ha resultado ser más perturbador que la inestabilidad de las alianzas
entre enemigos históricos”182.
Habiendo copado el clientelismo todas las esferas de lo público,
mutó a otras prácticas como el cambio de militancia en función de
intereses personales, en cada certamen electoral. Manifiesta Benito
Sánchez que la cooperación se convierte así en una estrategia para
la estabilidad del sistema y la consecución final de la agenda del

181. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. La política del poder: alianzas e interacciones partidistas estratégicas
en República Dominicana. En: Revista de Ciencia Política, Volumen 30, Número 3, (2010); p. 751-772.
182. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. Op. Cit., p. 751-772.
248 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Presidente, quien siendo el jefe de la administración pública tiene el


poder de nombrar por decreto todos y cada uno de los puestos de la
burocracia dominicana. Aclara que “En la actual etapa postcaudillos
el sistema de partidos dominicano está experimentando una progre-
siva mutación del tripartidismo al “bipartidismo satelital”, y en esta
transformación, mecanismos como el transfuguismo y el reparto de
poder resultan claves en la reacomodación de los actores. Gracias a
estas prácticas de cooperación ninguno de los partidos está total-
mente fuera del gobierno, se comparte la gestión clientelar de los
recursos del Estado y todos compiten a sabiendas de que comparten
con sus contrincantes el interés común de la supervivencia”183.
Desde el ajusticiamiento de Trujillo (1961) hasta las elecciones de
1978, tuvieron cabida un golpe de Estado (1963), dos constituciones
(1963 y 1966), una Guerra Civil (1965), una ocupación militar estadou-
nidense (1965) y un período de doce años de gobiernos autoritarios
dirigidos por uno de los títeres de Trujillo: Joaquín Balaguer (1966-
1978). El impulso democratizador dominicano, evidenciado por las
elecciones del 1978, estuvo franqueado por una serie de condiciones
sociales, económicas, políticas y del contexto internacional. Primero,
la presión de mayor demanda de participación de actores importan-
tes que orientaban sus reclamos principalmente hacia los derechos
políticos, la expansión y consolidación del empresariado privado y su
creciente demanda de descentralización en los procesos de toma de
decisiones y la potenciación de las demandas populares184.
Segundo, la derechización del Partido Revolucionario Dominicano
(PRD), lo cual le posibilitó capitalizar el apoyo de sectores impor-
tantes del escenario político, posesionándolo como la alternativa de
poder ante el gobierno autoritario de Balaguer. Tercero, la situación
de ingobernabilidad que caracterizó los últimos años de gobierno de
Joaquín Balaguer, fruto de la crisis económica y su consecuente im-
pacto en la cotidianidad de la vida de la gente. En efecto, la economía
dio un giro y el crecimiento experimentado en los primeros años de
gestión balaguerista se detuvo. De un crecimiento del 6 % en 1974,

183. Ibíd.
184. CUETO VILLAMÁN, Francisco. Actitudes y valoraciones políticas de los diputados dominicanos hacia
la democracia. En: Revista Ciencia y Sociedad, Volumen XXXI, Número 1, Instituto Tecnológico de
Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana, (Ene-Mar de 2006); p. 50.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 249

se redujo al 2 % en el año 1978, todo ello acompañado de una cri-


sis en los principales servicios públicos (energía, salud, educación y
transporte). Por último, la nueva coyuntura que se abría en el ámbito
internacional con la política de los derechos humanos impulsada por
el presidente norteamericano Jimmy Carter185.
Nadie mejor que Balaguer representa las profundas dimensiones
de las nuevas institucionalidades desencadenadas en el marco de la
transición a la democracia en la República Dominicana, por supues-
to desde el clientelismo, la corrupción y la violencia. Se trata de la
captura de las instituciones por un presidente y su camarilla para
perpetuarse en el poder por sí o por interpuesta persona a partir de
convertir a sus gobernados en vasallos carentes de todo. El clien-
telismo es la negación de la democracia y prueba ineluctable de la
privatización de la política.
Es claro que los tres gobiernos de Joaquín Balaguer, (1966-70; 1970-
74; 1974-78) se caracterizaron por el ejercicio formal e informal de la
violencia política contra las fuerzas de izquierda, los movimientos
obreros, campesinos y populares urbanos y contra el movimiento ju-
venil radicado en los barrios de clase baja y media baja. Por medio de
los aparatos militares, policiales y para-policiales como la infamada
Banda Colorá, Balaguer impuso su impronta autoritaria, descalifican-
do a sus opositores políticos como los enemigos de la patria186.
De tal modo que Balaguer, con justicia, puede ser considerado el
más genuino baluarte de esa especie de “trujillismo sin Trujillo”, en
el sentido de haberle dado continuidad a la represión y el implaca-
ble hostigamiento contra los opositores incluso, recurriendo a dis-
tintas formas de terrorismo de Estado. Se estima por parte de Liliam
J. Bobea que las violaciones a los derechos humanos ejercida contra
los contestadores del régimen se ampararon en un régimen de abso-
luta impunidad ante la represión y la corrupción. Entre 1966 y 1975 la
violencia estatal cobró más de 2,000 muertes políticas cuyos perpe-
tradores -denominados por el propio Balaguer como “los incontrola-
bles”- nunca fueron investigados y menos aún juzgados. Por lo tanto,
señala Bobea “…durante los sucesivos 12 años el concepto de crisis de

185. Ibíd.
186. BOBEA, Liliam J. Violencia y seguridad democrática en República Dominicana. Printed in USA, 2011.
250 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

la seguridad estuvo siempre referido a la necesidad de mantener por


la fuerza el control del poder político y evitar que las protestas popu-
lares derivasen en contestación abierta al gobierno. En parte esta vi-
sión reflejaba el anticomunismo que Estados Unidos logró proyectar
en el hemisferio durante los años 60, pero también respondió a las
necesidades de la elite política dominicana de reducir la presencia de
movimientos populares y sindicales”187.
La dictadura civil de Balaguer no podía sostenerse sino a partir
de un estamento castrense, corrupto, desprestigiado, violador de los
Derechos Humanos que requería un manto de impunidad para sus
delitos, el cual garantizó el propio presidente. En tales circunstan-
cias, el control político descansó en última instancia en las fuerzas
armadas. Si bien Balaguer no contó con un apoyo incontestado de
las diferentes fracciones internas de dichas fuerzas, incluso enfren-
tando insubordinación y amenazas de golpe, manejó los intereses
por medio de un tenso equilibrio, posicionando oficiales militares y
policiales en diferentes puestos públicos, incluyendo la Policía. “La
ascendencia militarista se hizo sentir en los amplios márgenes de
poder que gozaban los cuerpos castrenses en el control de puestos
públicos, en el acceso a bienes económicos y servicios y en general,
en el uso del ejército para llevar a cabo los desalojos de tierra y para
enfrentar las protestas urbanas y sobre todo para vigilar las eleccio-
nes en los sucesivos períodos electorales en que ganó fraudulenta-
mente”188 analiza Bobea.
En este caso, los militares eran una casta privilegiada enquistada
en el gobierno con la atribución de definir entre ellos y el Ejecutivo
sus misiones y funciones. Los militares tuvieron pues su cuota de po-
der político y económico y respondieron respaldando represivamente
ese poder. “En el ámbito de la seguridad pública, durante los gobier-
nos de Balaguer, la jefatura policial estuvo comandada sin excepción
por militares activos de confianza del régimen. Su función primordial
era la de garantizar el orden interno, especialmente en lo relativo a
los procesos de toma de tierras en un período de urbanización des-
organizada, reprimiendo la militancia urbana”189.

187. Ibíd.
188. Ibíd.
189. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 251

Es claro pues que los rasgos autoritarios del régimen balaguerista


también se expresaron, en la centralización del poder en la figura
presidencial, amparada en el artículo 55 de la constitución (todavía
vigente), que le daba, entre otras cosas, amplias prerrogativas al Eje-
cutivo en el control presupuestario de todas las dependencias gu-
bernamentales. La burocracia estatal, civil y militar (incluyendo los
congresistas), se organizó alrededor de la lógica clientelar y persona-
lista que le imprimió Balaguer. Ella posibilitó prácticas de corrupción
originadas desde las altas esferas, pero que articulaban de mane-
ra descendente y ascendente los niveles intermedios y bajos de la
estructura burocrática, consolidando un modelo gerencial altamente
centralizador que impregnaría los sucesivos gobiernos democráticos,
argumenta la misma autora. “Bajo este esquema, caracterizado por
algunos como sultanista, los militares continuaron teniendo un rol
central en la administración de la cosa pública, en la contención del
descontento popular, en el control de la oposición y en los procesos
electorales que permitieron la continuación del régimen balaguerista
por 12 años consecutivos”190.
Como se puede inferir de lo señalado a lo largo de esta investiga-
ción, Balaguer fue una creación del dictador Trujillo Molina. Balaguer,
más que un estadista, se trató de un eficiente peón de brega que
abrevó el summum de la dictadura y así habría de actuar en su con-
dición de presidente después de la muerte de su mecenas. Es claro
que entre clientelismo, corrupción y violencia hay una relación inter-
dependiente. Cada variable de la triada es caldo de cultivo para las
demás. Tal es el caso de las estrategias clientelistas de Balaguer para
darle solidez a sus gobiernos, fueron, entre otras “…la Cruzada del
Amor, organización de caridad que vincula a los marginados con el
PR y con el gobierno, constituye la forma de agregación clientelar de
las masas pobres urbanas al régimen; la movilización desde arriba de
las masas campesinas (tradicionalmente conservadoras) mediante la
creación del Movimiento Agrario Reformista (MAR), promueve la des-
articulación del campesinado, al tiempo que se crean expectativas en
la tenencia y propiedad de la tierra mediante la promulgación de las
Leyes de Reforma Agraria”191.

190. Ibíd.
191. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La transición política en la República Dominicana: del autoritarismo
de nuevo tipo a la democracia formal. IRELA (Rep. Dominicana) Nuevo modelo autoritario: El régimen
de Balaguer (1966-1978) En: Revista de Derecho Político, Número 38, (1994); p. 445-471.
252 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Lo anterior fue complementado con la creación a finales de los


años sesenta de la Comisión Nacional de Desarrollo (CND), que inte-
gra a industriales, banqueros, hacendados, burócratas y sobre todo
al sector empresarial, sirve de mecanismo de participación en el ré-
gimen de los sectores económicamente dominantes, cuyas formula-
ciones relativas a proyectos de leyes, planes de desarrollo o simples
medidas administrativas, sustentan los planes de “progreso” y de “de-
sarrollo económico” del proyecto autoritario de Balaguer192.
Como se puede observar, logra Balaguer el grado de solidez sufi-
ciente para alcanzar el nivel de autonomía que le permite regirse en
sus doce años por la lógica del autoritarismo excluyente e incluyente:
mediante la inversión del proceso de movilización, desarticulando el
movimiento popular y anulando la función mediadora de los partidos
políticos, y mediante la “reorganización” de un Estado jerárquico y
apolítico, con participación consultiva basada en la representación
corporativa193 anuncia Jiménez Polanco.
Evidentemente, todo ello sustentado en unas Fuerzas Armadas lea-
les a la figura de Balaguer y a su capacidad de dirección y control
del monopolio de la fuerza legal, que mantiene mediante la rotación
de la jerarquía militar como mecanismo de equilibrio y de unifica-
ción, y vía la integración de los militares en la burocracia estatal y
sus beneficios clientelistas, con lo cual consolida su poder sobre és-
tos. Además comenta que “A nivel económico y social, el régimen de
Balaguer aplica una política antiobrera, que en nombre de una “paz
laboral” que asegura las inversiones extranjeras (norteamericanas) y
las de la nueva burguesía industrial, sobreexplota la fuerza de traba-
jo en condiciones infrahumanas, aplicando como contrapartida una
congelación salarial que perdura durante los primeros ocho años del
régimen (1966-1974)”194.
Una nueva institucionalidad emergió de la transición a la democra-
cia en la República Dominicana. Pero en dicha institucionalidad pre-
domina lo formal. Pues las columnas del “nuevo” orden institucional
dominicano se sostienen sobre las bases fijadas por la dictadura de

192. Ibíd.
193. Ibíd.
194. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 253

Trujillo Molina. Fue así como el fenómeno del militarismo195 (propio de


la dictadura) se proyectó a lo largo de todo el lapso que duró la transi-
ción (entorpeciéndola) y se enquistó en la cultura política dominicana
hasta convertirse en un valor de uso corriente en el acontecer político
cotidiano de esa nación y en lo cual contribuye en su revaloración
fenómenos asociados a las subjetividades individuales y colectivas.
Ligado a lo antes señalado, una especie de autoritarismo de nuevo
tipo, también toma auge a partir de la transición a la democracia y se
erige como una notoria característica de la nueva institucionalidad. En
la configuración del autoritarismo en la República Dominicana, aparte
de la tradición propiamente dicha, incidió la educación, la idiosin-
crasia, la labor de las iglesias, los valores predominantes de la men-
talidad colectiva dominicana como el machismo, la verticalidad y la
asimetría en las relaciones de poder. Al igual que el militarismo, el au-
toritarismo no es un hecho exclusivo de las instituciones castrenses.
También le es circunstancial al mundo civil donde, justamente, por su-
tiles mecanismos se recrea. Pese a la consolidación de la transición a
la democracia, el autoritarismo obtura la profundización de la misma.
La nueva institucionalidad resultante de la transición a la demo-
cracia en la República Dominicana de igual modo se caracteriza por
haber convertido el clientelismo en una especie de política de Es-
tado. Desde luego tal conversión opera de manera informal, no está
consagrada en las normas, pero es real. Es lo que le permite a los go-
bernantes dominicanos alcanzar razonables niveles de gobernabili-
dad. En razón del clientelismo, el Estado y, en general todo lo público,
es convertido en una especie de botín de guerra o presea por la que
con denuedo y febril pasión se lucha. Entre quienes resultan electos
y los electores se fundan unas relaciones de clientes y de intereses
recíprocos (unos necesitan los votos y los otros los favores o benefi-
cios desde el poder).
Como lo ha señalado Emelio Betances la historia dominicana está
colmada de regímenes autoritarios que en cierta forma ayudan a pre-

195. En esta investigación entendemos por militarismo el conjunto de comportamientos públicos y


privados, individuales y colectivos y constantes y aleatorios de una sociedad, por medio de los cuales
no solo los militares sino también los civiles creen encontrar en el ámbito militar las soluciones a los
hechos o fenómenos civiles y traslada, o intenta hacerlo, a éstos, las medidas o soluciones propias
del mundo castrense y de la milicia.
254 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

parar las condiciones para el desarrollo de una cultura política de la


subordinación. Caudillos, dictadores y gobernantes autoritarios han
sido los modelos políticos para los dominicanos. Estos modelos han
dejado huellas indelebles en las actitudes y creencias tanto de las
élites políticas como del pueblo en general y, lamentablemente, han
condicionado la conducta política y penetrado en lo más recóndito
del alma nacional. “En cierta medida esto nos ayuda a explicar por
qué la mayoría de los políticos nacionales son renuentes a aceptar la
negociación política como forma civilizada de convivir. Estamos acos-
tumbrados a que el ganador lo toma todo y el perdedor lo pierde
todo; no se deja ningún espacio político para el interlocutor de la
oposición. Más bien, se procura cooptarlo y corromperlo”196 enfatiza.
Los partidos políticos dominicanos negocian e intercambian. Hacen
pactos, alianzas, experimentan estrategias transfugistas. Existe “coope-
ración” entre los políticos, las élites, los partidos a partir de incentivos.
Es claro que “La experiencia dominicana demuestra que la capacidad
de negociación no siempre se pone al servicio de la gobernabilidad
democrática, sino que puede reforzar el proceso de institucionaliza-
ción perversa”197. Los partidos políticos se han desnaturalizado, sus
fronteras en materia ideológica se han borrado, se han convertido en
empresas comerciales de la política y del poder y eso los torna, pa-
radójicamente en obstáculos para la transición a la democracia en el
sentido de que su accionar envilece todo tipo de prácticas.
Suele ocurrir que en un país como la República Dominicana con
predominio de maquilas, de trabajo a destajo, de desempleo y subem-
pleo rampante, poco industrializado, el Estado sea el mayor emplea-
dor. Toda la fronda burocrática desde la presidencia de la república
hasta los más modestos niveles, son objeto de codicia, se reparten
en términos milimétricos los cargos no solo entre la clientela que
unge con su voto y lleva al poder a alguien, sino entre potenciales
opositores para reducir su animosidad y obtener su apoyo o, en el

196. BETANCES, Emelio. La cultura política autoritaria en la República Dominicana. En: Revista El Cotidiano,
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco. Distrito Federal, México, Número 152,
(Nov-Dic de 2008); p. 87-97.
197. BENITO SÁNCHEZ, Ana Belén. Pactos, alianzas electorales y trashumancias. Patrones de la cooperación
estratégica en el sistema de partidos de la República Dominicana. En: Política y Gobierno, Volumen
XXII, Número 1, Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. Distrito Federal, México, (Ene-
Jun de 2015); p. 87-123.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 255

mejor de los casos su cómplice silencio. En esta nación ocurrieron


asombrosos casos de clientelismo en los que no alcanzó los cargos
existentes para complacer a la clientela y, ex profeso, fueron creados
nuevos puestos de trabajo desde ministerios hasta simples cargos de
vigilancia con el objeto del Ejecutivo cumplirle a su clientela.
El militarismo, el autoritarismo y el clientelismo constituyen el vér-
tice de donde dimana la corrupción en la República Dominicana. En
toda la historia política de occidente la corrupción ha sido una lacra
enquistada en los distintos sistemas políticos. Y lo es más en forma-
ciones estatales donde la precariedad institucional es un rasgo dis-
tintivo como es el caso de la República Dominicana. La corrupción en
este país hunde sus raíces desde su nacimiento como Estado-nación
en el siglo XIX en todos sus niveles y se ha proyectado en el tiempo.
Es decir, desde quien por mecanismos fraudulentos se hace elegir o
reelegir como presidente de la república hasta el funcionario venal
de más bajo rango, en la dictadura, en la transición y en los gobiernos
civiles. La corrupción, también, es un rasgo distintivo de la nueva ins-
titucionalidad dominicana.
No es un fenómeno aislado o circunstancial la corrupción, es un
modo de ser casi generalizado en el que interviene la informalidad
y la pretensión de poner lo público al servicio del interés privado.
Contradictoria y paradójicamente hay organismos internacionales
que “miden el nivel de corrupción” de los países como si fuese algo
ya aceptado socialmente y como si existieren unos límites admisi-
bles y otros no. La corrupción como conducta política suele tener
como correlato una amplia gama de organismos de control y vigi-
lancia que emulan en su inoperancia e inefectividad. El funcionario
corrupto además de reflejar su procedencia pletórica de carencias,
de inseguridad y relajados cánones éticos, cree que el desempeño de
sus funciones es la única oportunidad y el mecanismo más expedito
para sobreponerse a ese mundo de carencias del cual proviene o,
en el caso contrario, incrementar de manera exponencial sus bienes
materiales o intangibles.
De la nueva institucionalidad resultante de la transición a la demo-
cracia en la República Dominicana es notoria la ausencia de formación
ciudadana. Con la anuencia y beneplácito de la iglesia católica Trujillo
Molina había adoptado una especie de formación ciudadana condu-
cente al culto a su personalidad y a la defensa de su “obra de gobier-
no”. Durante la transición a la democracia ni el estado propiamente
256 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dicho ni los partidos políticos se interesaron en difundir de manera


masiva nuevos valores políticos198 afines a la democracia y la civilidad.
La idea de democracia, civilidad y ciudadanía quedó atrapada en el
atafago de lo que en cada momento los partidos y los gobernantes
creyeron necesario para la defensa y divulgación de sus imaginarios.
Una de las tantas consecuencias de la inexistencia de una ciuda-
danía con conciencia de sí y para sí y por ende otra característica de
la nueva institucionalidad dominicana, es la idea generalizada de que
las personas tienen derechos y no deberes lo cual por transitividad
lleva a una peculiar idea de lo público, retroalimentado en términos
dialécticos todas las anteriores identidades de esa nueva institucio-
nalidad. Tal distorsión (titulares de derechos y no de deberes) pre-
dispone a la ciudadanía a medrar de lo público asumiéndolo como
algo inagotable y a rehuir de todo lo que implique responsabilidades
como pagar impuestos y cuidar y defender lo público.
Pese a los múltiples esfuerzos, en el marco de la nueva institu-
cionalidad no es tajante la separación entre la Iglesia y el Estado.
Una relación siempre compleja y sensible en América Latina. Suele
advertirse en el caso de la República Dominicana que incluso durante
la dictadura de Trujillo Molina, la transición y los gobiernos civiles la
relación entre ambas instancias ha sido una combinación de hostili-
dad/amistad. Se repelen pero se aceptan, se critican pero se necesi-
tan, se desconfían pero se benefician. Por tanto, la nueva institucio-
nalidad dominicana tiene lugar en una especie de Estado confesional
de nuevo tipo, en el que la iglesia católica, aparte de no ser la única,
tampoco es la que mayor poder concentra como en otrora ocurriese.
En su menguado poder ha incidido su descrédito por la pederas-
tia, el anquilosamiento, la complicidad con gobiernos violadores de
derechos humanos, la corrupción y la soberbia, además de la febril
competencia por parte de otras iglesias, especialmente evangélicas
de origen estadounidense que le disputan la feligresía, el predominio
y el liderazgo espiritual. Durante la transición a la democracia y cada
uno de los presidentes en la nueva institucionalidad resultante de
aquella, han tenido que lidiar no solo con la tradicional iglesia católi-
ca sino con un enjambre de iglesias que, a lo espiritual, le suman sus

198. FONTANA, Joseph. La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Crítica, 2002. p. 154.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 257

apetencias por los negocios, la política y el poder. El Estado confesio-


nal en la República Dominicana alude pues a ese nuevo fenómeno
(iglesias evangélicas) que dicho sea de paso, encarna las posiciones
ideológicas y políticas más retrógradas, oscurantistas y de derecha.
La nueva institucionalidad dominicana tiene lugar en un Estado
neoliberal que, para el caso que nos ocupa y de América Latina por
extensión, no necesariamente supuso un Estado pequeño como lo
preceptuaron los ideólogos del neoliberalismo, sino que se trata de
un Estado contrahecho o deforme. Se redujo en unas partes y creció
exuberante en otras. Se redujo y en consecuencia fue privatizada la
mayor parte de sectores como la vivienda, educación, salud y demás
servicios públicos y creció el poder judicial, los organismos de seguri-
dad del Estado, entre ellos el sistema carcelario que alberga parte de
las consecuencias de ese modelo neoliberal al que todos los presi-
dentes han sido funcionales y sus diferencias solo han sido de forma.
Como ha sido evidente, la democracia no es un fin en sí mismo para
el neoliberalismo. La democracia en tanto nueva institucionalidad en la
República Dominicana, es una ficción y prevalece un remedo o demo-
cracia formal. La separación de poderes es imprecisa, elástica de acuer-
do a las necesidades de cada coyuntura, los conflictos de competen-
cias son constantes. Cada poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) actúa
de manera aislada, salvo los momentos en que se hace imperativa su
asociación para tomar decisiones tremendistas con relación a fenóme-
nos críticos. Como democracia, está carcomida por todo tipo de vicios
en las conductas electorales. Las mayorías son siempre hordas aven-
tadas a destinos inciertos en la polvareda de la demagogia, el truco y
la vesania para aparentar ser mayoría. Esta es la sordidez o ambiente
ideal para los partidos políticos que actúan en su habitad natural.
Esa nueva institucionalidad es proverbial la ausencia de una de-
mocracia crítica en la que el elegido reconozca que el ejercicio de la
política no es un negocio para su enriquecimiento y la vanidad sino
para el servicio a sus semejantes. Una democracia crítica concita al
elector a asumir la responsabilidad por la decisión que toma cuando
elige. La democracia crítica no es compatible con el militarismo, el
clientelismo, el autoritarismo, la corrupción, el Estado confesional y
la minoría de edad (en términos de Emmanuel Kant). Una democracia
crítica es una especie de barrera de contención a probables retornos
de regímenes dictatoriales o autoritarios y su apropiación por parte
de la ciudadanía tiene que ser una política de Estado.
258 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Esa democracia crítica partiría por borrar las odiosas diferencias


de género en todos los ámbitos, incluido el de la política. “Una ca-
racterística evidente e importante de la consolidación de la demo-
cracia en los países de América Latina es una mayor presencia de las
mujeres en la actividad política. Una característica específica de la
transición de los sistemas políticos de América Latina es un constante
fortalecimiento de posición y la ampliación de competencias del po-
der ejecutivo. Este proceso transcurre con la creciente aceptación de
la sociedad”199. También las instituciones que promueven la partici-
pación de la mujer en los asuntos públicos y en la política en general,
han estado carcomidas por el clientelismo.
En la nueva institucionalidad derivada de la transición a la demo-
cracia en la República Dominicana campea la razón cínica200. Prácti-
cas asociadas al culto a la personalidad, la desideologización, la ten-
dencia a responsabilizar a los demás de sus propias desgracias, la
admiración al delincuente, el relativismo axiológico, la ausencia de
una ética del trabajo; la propensión a lo abundante, fácil y rápido; el
irresponsable uso del ambiente, el desprecio por la vida y la subli-
mación del dinero, el desconocimiento de la historia, el desaforado
consumismo, la no prevención de las enfermedades, el abuso de lo
público, la drogadicción, el alcoholismo, la ludopatía y la violencia
sexual en sus distintas manifestaciones son entre otras, expresiones
de la razón cínica extendida en la República Dominicana. La razón cí-
nica es propia de pueblos enfermos. Bien lo dijo Hipócrates “Antes de
curar a alguien, pregúntale si está dispuesto a renunciar a las cosas
que le enfermaron”. ¿Renunciarían los dominicanos a todo aquello
que los enferma?
En lo referente a este mismo tópico (Las nuevas institucionalida-
des) en el caso de Haití. La nueva institucionalidad resultante de la
transición a la democracia en Haití es el resultado de su propia his-
toria y refleja su pasado. Durante el siglo XIX en Haití no hubo insti-
tuciones fuertes, por el contrario, el abigarrado abanico de conflic-
tos mostró una supina debilidad institucional. A ello contribuyó de
manera directa las amenazas de probables invasiones por parte de
Francia y de otras potencias imperialistas. De igual modo, el militaris-

199. KRZYWICKA, Katarzyna. La transición política de los países de América Latina. Entre el autoritarismo
y la democracia. En: Revista del CESLA, Volumen 2, Número 13, Uniwersytet Warszawski, Varsovia,
Polonia, (2010); p. 623-642.
200. SLOTERDIJK, Peter. Crítica de la razón cínica. Madrid: Ediciones Siruela, 2003. p. 310.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 259

mo erigido en la característica predominante para resolver las crisis y


acceder al poder incidió en el perfilamiento de una sociedad militari-
zada que terminaría por dar como normal y aceptado el privilegio de
la fuerza y la violencia sobre la razón y la civilidad.
En el siglo XX las instituciones tampoco tuvieron un desarrollo
adecuado a la usanza de algunos países de América Latina. Las situa-
ciones de inestabilidad heredadas de la anterior centuria se proyec-
taron y descargaron sus aguas en la dictadura de François Duvalier
iniciada a mediados del siglo XX. Como cualquier dictador, Duvalier lo
primero que hizo fue secuestrar algunas instituciones para ponerlas
a su servicio, otras las suprimió y las demás las reprimir acremente.
Lo segundo, siguiendo el mismo modus operandi de los dictadores
latinoamericanos, fue el hecho de recurrir a la ficción institucional,
es decir, fingir un régimen democrático con la clásica separación de
poderes, organismos de control, profesionalización de las fuerzas ar-
madas, separación entre la iglesia y el Estado y claros mecanismos de
elecciones.
En esas condiciones, en Haití, desde su independencia ante Fran-
cia (1804) hasta 1986 cuando es derrocado Jean-Claude Duvalier (hijo
de François) es decir, durante un lapso de 182 años, casi dos siglos,
las instituciones tuvieron unas características y unos desarrollos pre-
carios sin lograr configurar organizaciones sociales al margen del Es-
tado, un sistema de partidos políticos y una organización estatal en
general estable. Ya lo había advertido François Duvalier “Ésta no es
una democracia francesa, alemana o norteamericana, ni siquiera es
una democracia latinoamericana; ésta es una democracia africana”.
No significa lo anterior que a partir de 1986 tuviese Haití una conven-
cional institucionalidad.
Por el contrario, quedó al descubierto en todo su dramatismo ese
tipo de carencias que, justamente, tornaron penosa y difícil la tran-
sición a la democracia. En las transiciones a la democracia en otros
países de América Latina los sindicatos de trabajadores, los partidos
políticos, las organizaciones de la denominada sociedad civil y el
mundo de la vida académica, cultural y científica contribuyeron no-
tablemente en la terminación de las dictaduras, en la transición y en
la consolidación de la democracia. En Haití no existían esos actores,
por lo menos de manera visible. Derrocado Jean-Claude Duvalier la
única institución en condiciones de asumir el poder, eran las mismas
fuerzas armadas. No en vano se dice que las fuerzas armadas y, en
260 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

menor proporción la iglesia católica, eran y seguramente lo son to-


davía, las únicas instituciones sólidas en Haití.
Aunque después de 1986 ocurrieron varios golpes de Estado e in-
tentos en Haití, en esta investigación damos por sentado que la tran-
sición a la democracia en dicho país inició ese año. Los golpes de
Estados posteriores a ese año, así como los múltiples intentos son
parte de lo truculenta que resultó ser esa transición. Fue la misma
derecha haitiana la que se deshizo de Jean-Claude Duvalier y debió
emprender una transición en el vacío, es decir, sin una instituciona-
lidad que la respaldase, salvo el terror y la brutalidad de la violencia
incontrolada que desataron sobre la población civil. Así que la insti-
tucionalidad democrática en Haití es de reciente data.
A ello ha contribuido la convencionalmente denominada “Comu-
nidad Internacional” aglutinada en la OEA y en la ONU que, objetiva-
mente, son los más visibles instrumentos de poder de que dispone
un pequeño grupo de países caracterizados por su pasado imperialis-
ta, su disposición para la guerra, su carrera armamentista, su afán por
inmiscuirse en los asuntos internos de otras naciones, posicionarse y
actuar como policías del mundo, definir la agenda geopolítica y sub-
yugar a los demás países en términos integrales. La mayoría de países
miembros de tales organismo que no tienen ese pasado descrito, son
los peones de brega de los primeros.
Dada la tragedia que supuso la transición a la democracia en Haití
en términos de pérdida de vidas humanas y degradación de la con-
dición humana, tanto la OEA como la ONU a nombre de esa supuesta
comunidad internacional intervinieron con múltiples misiones para
“ayudar” a configurar una institucionalidad a imagen y semejanza de
occidente, ignorando olímpicamente el peso específico que en Haití
tiene la cultura negra, el vudú, la religión, el animismo en general y
su idiosincrasia en la vida política de esa nación. Parte del fracaso de
ambos organismos con sus misiones, se explica por la ignorancia de
aquella especificidad.
Es cierto que en el marco de esas misiones Aristide depuró a las
fuerzas armadas y aquellas hicieron genuinos esfuerzos por profesio-
nalizar a la policía haitiana. Pero es ingenuo circunscribir el militaris-
mo al estamento castrense. Por los mismos efectos de la historia resi-
dual, en la psique de la mayoría de los civiles haitianos se cimentó un
ethos militarista al cual se unió el fundamentalismo autoritario de la

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 261

iglesia católica y el uso práctico y cotidiano del vudú como solución a


los problemas concretos de la población, antes que las instituciones
del Estado. Lo anterior arrojó como resultado una cierta indiferencia
por la institucionalidad, tal como es entendida en la mayoría de paí-
ses de América Latina.
Por tanto, la transición a la democracia en Haití debió acometer
dos frentes de acción, ambos de modo simultáneo: crear Estado e
instituciones y formar ciudadanía laica (que no es sinónimo de arre-
ligiosa). Nada de ello tuvo lugar. La dictadura de los Duvalier (padre
e hijo) se proyectó, en cuerpo ajeno, durante varios años. Esta noble
nación haitiana fue convertida en un objeto de la historia (no sujeto)
por sus antiguos y novísimos verdugos. Así, los discursos o plantea-
mientos políticos de corte militarista, autoritario y violento tuvieron y
tienen particular acogida entre los haitianos; más que la racionalidad
derivada del pensamiento greco-romano201.
Por las mismas circunstancias señaladas y por la especificidad de
Haití en materia económica, social, política y cultural, tanto las fuer-
zas armadas como la iglesia católica fueron y son las dos institucio-
nes por las cuales la población logra cierto ascenso social, huir de la
galopante miseria que desde cuna les acompaña y asegurarse un mo-
desto modo de vida resulta una opción atractiva, cuando no es que
se ven precisados al exilio en busca de oportunidades o dedicarse a
la informalidad o al delito en su propio país. Lograr pelechar en cual-
quiera de esas dos instituciones, es algo categórico en la perspectiva
de vida de los haitianos.
El apego a los valores democráticos no es un asunto espontáneo,
inmediatista ni de corto plazo. Se requiere un claro proyecto de país
y de nación, lo cual justamente no hay en Haití, y de una elite y un
pueblo dispuesta a pensar en el destino de la república y tampoco lo
hay. Las distintas misiones impulsadas tanto por la OEA como por la
ONU erraron en la diana porque redujeron la noción de la transición
a la democracia a la periódica celebración de elecciones para reno-
var las autoridades del poder ejecutivo y legislativo siendo su única
preocupación los rituales de la transparencia de las mismas. En una

201. PIRENNE, Jacques. Historia Universal. Las grandes corrientes de la historia. Desde los orígenes al Islam
(Siglos XXX A.J. al VI D.J). Volumen I. Panamá: Volcán, 1965. p. 227.
262 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

transición a la democracia y máxime en el caso de Haití sin ninguna


tradición civilista, las elecciones tienen que ser el punto de llegada y
no el punto de inicio como lo impuso la “Comunidad Internacional”.
Se confunde elecciones por democracia, tienen relación pero no
son lo mismo. Desde luego esta confusión conviene a quienes han va-
ciado el concepto de democracia y posicionado las elecciones como
la quinta esencia del sistema político predominante en occidente y
aceptado por la “Comunidad Internacional”, soslayando de paso que
la democracia para que hunda sus raíces en los pueblos debe tener
una relación directa con la situación objetiva y subjetiva, material
y espiritual de aquellos en cuanto a respuestas concretas sobre las
problemáticas cotidianas que, en últimas, son la vida misma.
Si bien es cierto Haití hace parte de América Latina, difiere del
resto de países y, por obvias razones, la fórmulas procedimentales
de la transición a la democracia también son distintas. Homogenizar
es, entre otras cosas, un sofisticado medio de violencia colectiva. ¿El
terco empeño de la OEA y de la ONU por modernizar, profesionalizar
y actualizar a la policía haitiana en táctica y estrategia era suficiente
y con eso bastaba para garantizar la seguridad y, desde allí, generar
condiciones favorables para la gobernabilidad? Es evidente que aquí
tuvo lugar una renovada forma de militarismo a través de la policía
haitiana, pues la inseguridad y la violencia no se resuelve únicamente
con mayor represión. Ambos organismos quedaron, en ese sentido,
buscando la fiebre entre las sábanas.
Tal vez el mayor acierto de la OEA y de la ONU en Haití ha sido
su apoyo a la depuración del ejército nacional, como institución. Se
trataba de un ente carcomido por la corrupción, sin ningún asomo
de profesionalismo y, por el contrario, su adherencia a los Duvalier
lo convirtió en el mayor obstáculo para la transición a la democracia.
Negociada la salida de Haití de Cédras propició un nuevo ambiente
político en Haití, pese a nuevos intentos de golpes de Estado, ésta
práctica empezó a ser un fenómeno del pasado en ese país. A ello
contribuyó, desde luego, en nuevo escenario internacional en el que
Estados Unidos ya no necesitaba de regímenes militares en la región
que ayudaran a contener la “expansión del comunismo”.
En lo concerniente a la policía, si bien es cierto su evolución en
materia de profesionalización, esa institución no ha estado exenta
de episodios de corrupción y de acusaciones de violaciones a los

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 263

derechos humanos. Más que atender situaciones ligadas a las contro-


versias políticas, la policía en los últimos años se ha visto compelida
a enfrentar nuevas formas delictivas en Haití como el hurto de vehí-
culos, el narcotráfico, el contrabando, el lavado de activos, la trata de
personas y, desde luego, las conductas asociadas a la misma crisis
social como las pandillas, los delitos de funcionarios del Estado, al
igual que los delitos informáticos.
De igual modo, el poder judicial, como institución resultante de la
transición a la democracia en Haití, se vio beneficiado de la acción de
la OEA y la ONU. La administración de justicia mejoró en términos de
eficiencia y eficacia, la carrera judicial modernizó su estructura inter-
na y el, por consiguiente, el sistema carcelario introdujo algunas me-
joras para dignificar la condición del penado. Es preciso señalar que
el poder judicial tampoco escapa a la corrupción, pues pesa sobre el
mismo una fuerte tradición cultural haitiana de adherencia el poder
ejecutivo, de venalidad de algunos jueces y de las formas clientelistas
que caracterizan la carrera judicial.
En lo que al poder legislativo respecta, sus vicios parecen ser inve-
terados. La propensión a legislar en causa propia, el clientelismo, el
tráfico de influencias y la inoperancia en algunos casos hacen tanto de
la cámara como del senado que la ciudadanía les tome desconfianza.
Su independencia con los demás poderes (ejecutivo y judicial) no es
total. Existe entre los tres vasos comunicantes que, aparte de enrarecer
sus respectivos campos de acción, crean las condiciones para afianzar
prácticas clientelistas y, desde ellas, comportamientos asociados a la
corrupción. El control político que debe hacer el poder legislativo es
casi nulo. Algunas organizaciones políticas como el Partido Agrícola
Industrial Nacional (PAIN), el Partido Demócrata Cristiano Haitiano, el
Movimiento de Movilización para el Desarrollo Nacional, el Movimien-
to de Organización del País y el Partido Unificado de los Comunistas
Haitianos intentan captar el favor de la ciudadanía, aunque en su
interior los procedimientos no siempre sean los más democráticos.
El poder ejecutivo en Haití no escapa a lo observable en el resto
de América Latina, especialmente durante la segunda década del si-
glo XXI cuando, más que antes, la frivolidad, lo superfluo y lo liviano
en materia de propuestas de gobierno se apodera de los candidatos,
incluso de los de las izquierdas. Prima la forma sobre la esencia, tie-
ne más importancia lo banal que las propuestas para solucionar de
raíz los más agudos problemas sociales, económicos y políticos de
264 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Haití, país que por sus mismas características, los presidentes irrigan
favores personales como una peculiar manera de ejercer el poder.
Probablemente sea el poder ejecutivo la instancia más favorecida de
la transición a la democracia en Haití.
En este mismo panorama de las instituciones resultantes de la tran-
sición a la democracia en Haití, merecen especial atención algunas
organizaciones tales como la Confederación de Unidad Democrática
(KID), la Organización Nacional para la Defensa de la Juventud, la Asam-
blea Nacional Popular (APN), la Asociación Nacional de Organizaciones
Populares (ANOP) y la Central Autónoma de los Trabajadores Haitianos
(CATH). Esta organizaciones, al igual que los partidos políticos jugaron
roles diferenciados en el mare magnum de la transición a la democra-
cia. Algunas lograron proyectarse y consolidarse mientras otras sucum-
bieron por diferencias internas y modificación de los contextos en los
que surgieron sin lograr adaptarse a las nuevas circunstancias, espe-
cialmente en lo que tiene que ver con un modelo neoliberal que, ade-
más de las habituales y estructurales crisis políticas en Haití y de las
catástrofes por fenómenos naturales, ha incidido en la anulación de
las organizaciones sociales, especialmente aquellas de estirpe popular.
En el escenario de la nueva institucionalidad, “A la caída de Duva-
lier surgieron muchos grupos y asociaciones civiles y populares, pero
se creó al mismo tiempo un clima muy antipartidista. Este clima fue
favorecido por la aparición de algunos politiqueros corruptos o de-
magogos, autoproclamados líderes de partidos, y también un espon-
taneo trabajo desarrollado por algunos ideólogos de los movimientos
sociales”202. Así mismo “Los cinco primeros años se caracterizaron por
los intentos de refundar el viejo sistema político por parte de los mi-
litares. El movimiento social dio fuerte batalla contra estos intentos
dando lugar a cinco años de gran inestabilidad política con tres gol-
pes de Estado y elecciones frustradas y ensangrentadas. Finalmente,
el movimiento social gana la batalla y llega al poder en las elecciones
de 1990, con Aristide”.
Las circunstancias que rodearon el ascenso de Aristide al poder,
su derrocamiento y luego su retorno, tuvieron repercusiones directas
sobre la nueva institucionalidad. Rosny Smart es del criterio, según

202. ANTONIN, Arnold. Haití. Lo permanente de lo provisional. En: Nueva Sociedad, Número 105, (Ene-Feb
de 1990); p. 4-9.

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Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 265

el cual, el golpe de Estado de 1991 y la caída de Aristide siete meses


después de subir al poder es todavía el resultado del enfrentamien-
to entre dos visiones opuestas acerca del futuro del país. El retor-
no de Aristide tres años después, acompañado de una fuerza militar
extranjera, estadounidense, de 20 mil hombres, bajo la bandera de
las Naciones Unidas, anuncia la derrota de las fuerzas conservado-
ras representadas por las Fuerzas Armadas haitianas. Aduce que “En
los hechos se destruyó el ejército y posteriormente un decreto del
presidente Aristide concretó su desmantelamiento. Parecía abrirse el
camino al movimiento social y a las fuerzas llamadas democráticas
para poder llevar a cabo la transición dentro del marco establecido
por la Constitución de 1987”203.
Pero son las condiciones objetivas y estructurales de Haití las que
van a tener un enorme peso específico en el perfilamiento de la insti-
tucionalidad resultante de la transición. El desiderátum de principios,
deberes, derechos, procedimientos, organismos de control, funciones
de los poderes, así como el establecimiento de poderes y contrapo-
deres expuesto en la Constitución Política de Haití choca contra la
realidad concreta de ese país. Por un camino va el país formal y por
otro el país real. Este último (el país real) desborda y avasalla al pri-
mero por lo que la violación a las normas es habitual.
Relacionado con ello, Sonia Alda Majías asegura que, al iniciarse la
transición a la democracia, a partir de 1986, tampoco se establecen
las bases de un poder estatal. La gran diferencia respecto a la etapa
anterior es que ningún aspirante al poder logra ser reconocido como
un poder preeminente por el resto de los rivales. Este aspecto impi-
dió poner freno a la espiral de una crisis que, desde el inicio de la
transición, adoptó tintes cada vez más dramáticos debido fundamen-
talmente a la incapacidad de crear un orden de la naturaleza que sea.
Por un lado, los actores políticos rompen los equilibrios de poder es-
tablecidos durante la dictadura de los Duvalier, pero al mismo tiem-
po, son incapaces tanto de recomponer un nuevo orden, basado en la
misma lógica no estatal que ha organizado la estructura de poder do-
minante hasta el momento; como de construir las bases de un poder

203. SMART, Rosny. Las desventuras de la democracia en Haití. En: OSAL: Observatorio Social de América
Latina, Año 8, Número 23, (Abr de 2008). Buenos Aires: CLACSO, 2008. Disponible en: http://
bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/16S1Smart.pdf
204. MEJÍAS, Sonia Alda. Haití: el intento fallido de construir democracia sin Estado.
266 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

estatal. Y advierte que la consecuencia directa es que no hay ningún


orden ni estatal ni de otra naturaleza. Ningún actor respeta código
alguno formal-legal o informal. El resultado es que lejos de lograr una
democracia, para superar la dictadura hereditaria, a la que ha estado
sometida el país, se establece una transición “interminable”, domina-
da por una situación anárquica de todos contra todos, bajo un crite-
rio excluyente en el que no existe la más mínima certidumbre legal,
ni jurídica, pues ninguno de los actores, civiles y militares, respetan
código alguno. Por este motivo todas las esperanzas de encauzar un
proceso democrático son permanentemente frustradas204.
Fue y ha sido difícil el camino del cambio democrático en Haití205.
Pero aun así, es innegable el cambio en materia institucional. Un caso
concreto es el de las organizaciones políticas surgidas en el escena-
rio de la nueva institucionalidad en la que han florecido innumera-
bles organizaciones que reflejan el ánimo de la población por parti-
cipar e incidir en los asuntos que le conciernen en materia política,
económica, social, cultura y hasta religiosa. Al margen de los alcances
y limitaciones de la pertinencia de esas organizaciones, tienen en sí
un valor político a favor de la transición a la democracia.
Así por ejemplo, habría que mencionar por un lado los partidos
que habían sido fundados antes de la dictadura, como el Partido Co-
munista (PUCH) y el Partido del Movimiento Obrero Campesino (MOP);
ambos resurgieron después de décadas de ilegalidad y represión; por
el otro lado están los únicos dos partidos, creados en 1979, que fue-
ron tolerados durante el duvalierismo: el Partido Demócrata Cristiano
(PDCH) y el Social Cristiano (PSCH); Leslie Manigat formó en 1979, en
el exilio, el Partido de Unión de Demócratas Nacionales Progresistas
(RDNP). “Después de años de exilio, represión e intimidación, los lí-
deres de los partidos mencionados empezaron a ser conocidos solo
mediante un lento proceso de proselitismo; quien tenía mayor pre-
sencia era quizá el líder del PDCH, Sylvia Claude206 anuncia Johanna
Von Grafenstein Gareis.

205 PIERRE-CHARLES, Gérard. El difícil camino del cambio democrático en Haití. En: Perfiles
Latinoamericanos, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Distrito Federal, México, Número
8, (Ene-Jun de 1996); p. 51-78.
206 VON GRAFENSTEIN GAREIS, Johanna. Haití: crisis posdictatorial y transición democrática. En: Secuencia
(1990), (18, septiembre-diciembre); p. 23-36 ISSN: 0186-0348, ISSN electrónico: 2395-8464 DOI: http://
dx.doi.org/10.18234/secuencia.v0i18.308

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 267

Pero además, amplía la misma, están los partidos que surgieron


con la apertura, entre los que habría que destacar al Partido Agrícola
Industrial (PAIN) de Louis Dejoie, quien cuenta con cierto apoyo po-
pular en el centro y sur del país; el Movimiento para la Restauración
de la Democracia en Haití (MIDH) del exfuncionario del Banco Mun-
dial y brevemente ministro de Finanzas de Jean Claude Duvalier, Marc
Bazin; el Partido Nacionalista Progresista Revolucionario (PANPRA) de
Serge Gilles, de orientación socialdemócrata; el Movimiento para el
Desarrollo Nacional (MDN), encabezado por el sociólogo y ex ministro
bajo los Duvalier, Hubert de Ronceray, quien tiene cierta influencia en
la pequeña burguesía intelectual, el Movimiento para la Organización
del País (MOP) de Gerard Philippe Auguste, con influencia en la pe-
queña burguesía207.
Se asume que hay mutaciones ideológicas. Las derechas han mori-
gerado sus planteamientos. Las izquierdas abandonaron su radicalis-
mo. El centro permanece dando bandazos y jugando a tres bandas. En
esos tres ambientes el oportunismo, las cabriolas y los repentistas de
la política no han faltado. La Iglesia Católica desde luego ha evolucio-
nado en sus posiciones sobre todo a partir de los cambios operados
no solo en el Vaticano sino en el mundo entero. En el caso de Haití es
necesario advertir sobre la necesidad de revalorar y otorgar nuevos
sentidos a las perspectivas ideológicas, máxime cuando la democra-
tización en una constante lucha diaria en todos los niveles.
Jean-François Hérold retrata claramente algunas siluetas de lo que
fue la transición a la democracia en Haití. Denuncia que los demó-
cratas de ayer que se pasaron del otro lado, al servicio de regímenes
anacrónicos y grotescos, desfilan delante a sus camaradas con los
que hicieron parte del camino. Sostiene que la transición democráti-
ca en Haití está colmada de estas imposturas o de estos impostores
que nos han hecho perder tanto tiempo en la ruta del progreso y
del cambio verdadero. Asegura que la débil convicción de algunos
de nuestros “demócratas” no pudo resistirse a un puesto de minis-
tro, rector de la universidad con vacaciones dobles o a otros puestos

207. Ibíd.
208. HÉROLD, Jean-François. Haití: cambio democrático y tradiciones. En: OSAL: Observatorio Social
de América Latina, Año 8, Número 23 (Abr de 2008). Buenos Aires: CLACSO, 2008. ISSN 1515-3282
Disponible en:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/07S1François.pdf
268 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

como el de interventor, miembro del gabinete privado, asesor espe-


cial, encargado de una misión, etc. “¡Estas situaciones desfilan delan-
te de nosotros con sólo hacer memoria y estamos seguros de que se
le puede poner un nombre a cada uno de esos puestos!”208 revela con
desconcierto.
Así mismo considera que fueron miembros del gobierno de sal-
vación nacional, rueda de auxilio en el golpe de Estado del 30 de
septiembre de 1991, parlamentarios en las elecciones fraudulentas e
impugnadas. Es cuestión de marcar la diferencia entre los decepcio-
nados y los infatigables. Los decepcionados son los que se volvieron
oportunistas o perdieron toda esperanza de cambio o los que, ya con
los nervios de punta, se volvieron “realistas” y “pragmáticos”. Esta-
mos, advierte, “…ante la tentación de la experiencia del poder, para
ver cómo se vive del otro lado. Dar un “pequeño golpe”, ganar un
dinerillo, tener un vehículo de funcionario, vales de gasolina, viáticos
abundantes, hacer todos los platos a nuestro estilo y ¡esta vez sí, de
verdad, de acuerdo a nuestras costumbres y tradiciones!”209.
Desde su punto de vista, los infatigables son los que son incapa-
ces de transigir dejando de lado sus principios y que resisten contra
viento y marea. Son los que protestan contra toda situación anormal,
los que se comprometen a resolver las crisis, los que están en todos
los acuerdos, en todas las movilizaciones, en todos los debates, para
salvar la transición y ofrecer al país una perspectiva distinta a la po-
lítica tradicional con su séquito de desgracia y represión. Entre los
infatigables están también los que dieron un mal paso, se desviaron
un poco, pero por suerte se echaron atrás a tiempo210.
Desafortunadamente, precisa Hérold la larga transición democrá-
tica de nuestro país se tragó a una gran cantidad de infatigables. El
paso del tiempo los obligó a partir sin ver el cambio por el que se
desvivieron. Ellos son el ejemplo claro de la fatalidad haitiana de vivir
mucho tiempo y morir sin ver el cambio, lo que refuerza una convic-
ción tan antigua como la nación, la imposibilidad de cambio para
Haití. “Y como si esta fatalidad no fuera suficiente, los infatigables
pagan periódicamente un pesado tributo por negarse a transigir. Son
aquellos que son arrestados por complot contra la seguridad nacio-

209. Ibíd.
210. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 269

nal, aquellos a los que no les dan trabajo, a los que les incendian las
casas o las sedes de sus partidos como represalia grosera, entre otros
horrores”211.
El viejo sistema autocrático se ha desmoronado y no ha sido po-
sible sustituirlo por otro que responda a las normas de gobernabi-
lidad democrática. En el caso haitiano la Comisión de Conciliación
es una figura novedosa en la Constitución Política de 1987212. Como
institución, tal comisión ha tenido un positivo impacto en la vida de
los dominicanos. Se trata de una alternativa para encontrarle salida
a hechos conflictivos en los distintos órdenes de la vida económica,
política y social de los haitianos, con la pretensión de evitar aconte-
cimientos de violencia por la propensión a ejercer justicia por propia
mano y por la incredulidad en el sistema judicial. De contera, es una
manera de fortalecer el Estado y tender puentes de comunicación
entre lo estatal y la ciudadanía.
Naturalmente tanto la transición a la democracia en este país como
la nueva institucionalidad tienen como telón de fondo el fenómeno
de la globalización, en su perspectiva neoliberal que va en contra de
la democracia. Encontramos una fuerte relación entre la globalización
y los procesos de transición democrática, partiendo de la premisa de
que el tránsito de un régimen autoritario a otro de corte democrático
enfrenta una serie de retos para las naciones que buscan consoli-
darse como democracias plenas, entre ellos destacan los aspectos
negativos de la mundialización de las economías nacionales: la pola-
rización global entre pobreza y riqueza, la inestabilidad de los merca-
dos internacionales, la desconexión entre la eficiencia económica y el
bienestar humano o el desmantelamiento de las funciones sociales
del Estado. “Tal vinculación cobra mayor importancia al considerar-
se que ambos procesos tienen lugar en un mundo estructuralmente
jerárquico y económicamente interdependiente, en el que las nacio-
nes de la transición se incorporan en condiciones desventajosas y en
forma tardía a la corriente principal del capitalismo internacional”213.

211. Ibíd.
212. MOISE, Claude. Haití. La Constitución de 1987, en la transición política dominicana. En: Ciencia y
Sociedad, Volumen XVIII, Número 3, (Jul-Sep); p. 327.
213. BECERRA GELÓVER, Alejandro. Transición a la democracia y globalización. Sociológica, Universidad
Autónoma Metropolitana, Distrito Federal, México. Volumen 16, Número 45-46, (Ene-Agos de 2001);
p. 361-390.
270 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Del mismo modo, algunas instituciones son parte del problema


y de la solución de la consolidación de la democracia en Haití, es-
pecíficamente en lo concerniente al poder legislativo y ejecutivo. Se
trata de instancias usualmente con intereses y agendas divergentes
lo cual repercute en amenazas a la consolidación de la democracia.
En ese horizonte se afirma que “El de Haití es un caso que encaja en
la categoría que Schmitter y O’Donell califican como “democracias no
consolidadas” dado que le ha sido sumamente difícil echar a andar
las instituciones que definen un régimen democrático”214.
Este capítulo finaliza señalando que las instituciones resultantes
de la transición a la democracia en Haití, son el resultado de la pre-
sión internacional a través de organismos como la OEA y la ONU y de
la dinámica propia del acontecer político haitiano en el que confluye
su directa herencia africana, lo impuesto por las potencias imperia-
listas que invadieron, subyugaron y empobrecieron a esta nación y lo
actuado por los mismos haitianos en los siglos XIX y XX. Instituciones
que, entre otras cosas, han debido atender los graves desastres natu-
rales causados todos ellos por la adopción de modelos predatorios o
economías de enclave.
En esos términos, Suzy Castor establece que la transición post du-
valierista tuvo un costo enorme para el país. En sus expresiones plu-
ridimensionales, se pueden distinguir cuatro fases que marcaron este
proceso histórico. La primera, de la caída de los Duvalier en 1986 a la
elección de Jean Bertrand Aristide en 1990, los militares, herederos
del régimen, trataron de reconstituir un duvalierismo sin Duvalier. Las
luchas reivindicativas y la movilización del pueblo y de la sociedad
civil en general contra el neoduvalierismo crearon antagonismos cre-
cientes. Los militares reprimieron pero fueron incapaces de dominar
al movimiento democrático y popular que, en combates difíciles, mar-
cados por avances y retrocesos, llegó a romper el empate en las elec-
ciones del 16 de diciembre de 1990, derrotando al ejército y al sector
duvalierista215.

214. MARTÍNEZ VALENZUELA, Clara I. La difícil relación de poderes en la construcción de la democracia en


Haití, 1996-1998. En: Revista Mexicana del Caribe, Volumen V, Número 9, Universidad de Quintana
Roo, Chetumal, México, (2000); p. 217.
215. CASTOR, Suzy. La transición haitiana: entre los peligros y la esperanza. En: OSAL: Observatorio Social
de América Latina, Año 8, Número 23 (Abr 2008), 28. Buenos Aires: CLACSO, 2008, – ISSN 1515-3282
Disponible en:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/04S1Castor.pdf

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 271

La segunda fase comprende, según Castor el gobierno de Aristide,


de diciembre de 1990 a septiembre 1991, fruto del gran movimiento
social. Por primera vez desde la ocupación norteamericana, el ejér-
cito ya no es fuente de poder y la clase política tradicional está des-
plazada. Los excluidos entran en escena por la vía real: el sueño de
participación política se conquista con la legitimidad po pular y cons-
titucional en elecciones creíbles. La crisis de hegemonía parece hallar
formalmente una salida. Durante estos 7 meses se realizan algunos
progresos desde el punto de vista legal pero muy poco en lo que res-
pecta a la mejoría de las condiciones de vida de los ciudadanos. Sin
embargo, la sensación –no la realidad– de acceso a la ciudadanía y a
la soberanía representó un potencial que podría haberse convertido
en una palanca para avanzar en la construcción de una nación por
fin integrada. La experiencia reveló rápidamente ser una ilusión con
el violento golpe de Estado militar realizado por un ejército cada vez
más gangsterizado. Pese a la brutal represión, la resistencia popular
se reforzó. En plena época de posguerra fría, el ejército perdió sus
aliados tradicionales. Tropas estadounidenses procedieron a reponer
en el poder al presidente constitucional216.
La tercera fase se refiere, desde el punto de vista de Castor, al res-
tablecimiento en el poder de Jean Bertrand Aristide y de la Fanmi
Lavalas (octubre de 1994- febrero de 2004). El regreso del “sacerdote
de los pobres” trajo nuevas ilusiones y oportunidades pero también
rupturas, derivas y perversiones. La disolución de hecho del ejército
constituyó uno de los avances significativos de esta etapa. Sin em-
bargo, el contenido populista del discurso presidencial y la ausencia
de proyecto afectaron la legitimidad del régimen. Al pretender poner
el aparato de Estado al servicio de un hombre, el gobierno desem-
bocó en la reproducción de todos los viejos esquemas del pasado:
abusos de poder, corrupción, clientelismo, autoritarismo, y acentuó
las deformaciones económicas y sociales del sistema. La desinstitu-
cionalización rompió todos los diques de contención en el seno de la
sociedad y del poder, y condujo a una desagregación social crecien-
te, a una situación socioeconómica cada vez más deteriorada y a la
desarticulación de la sociedad. Se asistió a la incapacidad de gestión
del poder Lavalas, Jean Bertrand Aristide-René Préval-Jean Bertrand

216. Ibíd.
272 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Aristide, con un juego de alianzas cada vez más reducido, una dis-
minución creciente de la capacidad de movilización, una perversión
sistemática de grandes sectores ayer entusiastas. Esto tuvo graves
consecuencias que se reflejaron en la desilusión y la desesperación
de amplias capas de la población217.
Desde la perspectiva de la misma autora la cuarta fase compren-
de la salida de la transición (marzo 2004-febrero 2011). Muchos se
preguntan si el nuevo período abierto con la salida de Jean Bertrand
Aristide del poder no podría considerarse como la última etapa de la
transición, cuestiona Castor. El gobierno interino de Alexandre Boni-
face-Gérard Latortue tenía como objetivo poner en marcha y hacer
funcionar el aparato del Estado completamente destruido, realizar las
reformas indispensables para reforzar la institucionalidad y combatir
la inseguridad de manera que el próximo gobierno, con toda la legi-
timidad que le conferirían las elecciones, encontrase un camino alla-
nado para poner al país en los rieles de la modernidad y de la justicia
social. No cumplió con su misión. Sin embargo, pese a irregularida-
des evidentes que hay que deplorar, en las elecciones de febrero de
2006 llegó a instalar con toda legitimidad al presidente René Préval
y al Parlamento. “El actual gobierno Préval-Alexis tiene que cumplir
la agenda no realizada por el gobierno interino. La población cansa-
da espera entrar en la etapa de construcción, habiendo brindado un
período de gracia de ya más de dos años al nuevo gobierno que está
gobernando, de manera inédita, sin oposición”218.
La situación de Haití en febrero de 2004, reflejaba una problemáti-
ca signada por fenómenos como la institucionalización democrática
desfalleciente; la fragilidad, casi desvanecimiento puro y simple del
Estado de derecho proyectado desde 1987; la instrumentalización re-
iterada de elecciones como modo casi guerrero de acceso al poder;
la profundización acelerada e insostenible de las desigualdades so-
cio-económicas; a tal punto que el Banco Mundial la denominó, en
abril de 2006, como la “trampa conflicto-pobreza” –conflict-poverty
trap (World Bank, 2006)– que necesitamos imperativamente romper
so pena de implosión socio-política; y la debilidad del sistema de
representación y de partidos políticos, como así también de la so-

217. Ibíd.
218. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Transición a la democracia ..................................................................................................................................... 273

ciedad civil219. Los anteriores aspectos dificultan la consolidación de


la democracia en Haití, país que fue en alguna ocasión catalogado
como un Estado colapsado220. A pesar de la nueva situación en Haití221
muestra signos halagadores para los regímenes políticos afincados
en la democracia.
A medida que pasa el tiempo, pese a las condiciones descritas, en
Haití se muestran algunas tendencias positivas. Tal es el caso que en
el año 2009 que ha sido un año globalmente positivo para la econo-
mía, la sociedad y la política haitiana. La mayoría de los indicadores
tuvieron un buen comportamiento. El presente artículo hace un aná-
lisis somero de la coyuntura vivida en 2009. La conclusión a la que
llega es que dentro del marasmo económico y político que caracte-
rizó el período evaluado, aun así, se han observado algunos avan-
ces y consolidación institucional del juego político en esta nación
caribeña. Dos hechos señeros ilustran esta tendencia según Roody
Reserve: la destitución de la Primera Ministra Michèle Pierre-Louis y
el nombramiento de su reemplazo, el actual Primer Ministro Jean Max
Bellerive. Se sostiene que la rapidez con que se efectuó este reempla-
zo muestra una tendencia distinta e importante de dar seguimiento
en la evolución de la política en Haití. El segundo hecho político a
destacar es la aprobación de las reformas a la Constitución de 1987,
votada en el Parlamento en septiembre de 2009. Este acontecimiento
es significativo tanto por el hecho mismo de su aprobación como por
los contenidos de la reforma222. Así, la transición a la democracia en
Haití es un caso único e irrepetible en la historia política de América
Latina cuya comparación, con la transición a la democracia en la Re-
pública Dominicana es el tema del siguiente capítulo.

219. CARY, Héctor. Perspectivas de la reconstrucción democrática en Haití (2004-2011). En: OSAL:
Observatorio Social de América Latina, Año 8, Número 23 (Abr 2008). Buenos Aires: CLACSO, 2008,
58, ISSN 1515-3282
Disponible en:http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal23/08S1Hector.pdf
220. FELDMANN, Andreas. MONTES, Juan Esteban. Haití: Tribulaciones de un Estado colapsado. En: Revista
de Ciencia Política. Volumen 28, Número 1, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile,
(2008); p. 245-264. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32414668012
221. DORE CABRAL, Carlos. ¿Una nueva situación en Haití? En: Quórum. Revista de pensamiento
iberoamericano. Universidad de Alcalá Madrid, España, Número 15, (Otoño de 2006); p. 113-121.
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=52001511
222. RESERVE, Roody. Haití crisis sin fin. En: Revista de Ciencia Política, Volumen 30, Número 2, Pontificia
Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile, (2010); p. 361-378 Disponible en: http://www.redalyc.
org/articulo.oa?id=32416605010
274 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

4. Comparaciones
entre la República Dominicana
y Haití

C
ada autor trabaja desde parámetros teóricos y metodológicos
que le dictan los criterios de objetividad y verdad. Sin pre-
tender agotar el tema, en este capítulo se esbozan algunas
perspectivas teóricas sobre las transiciones a la democracia,
la cuales se conciben como herramientas o alternativas para la com-
prensión de tal fenómeno. También hacen parte de esta cuarta parte
de la obra, las similitudes y diferencias entre los casos de Haití y Re-
pública Dominicana.

4.1 Perspectivas teóricas


sobre las transiciones a la democracia
Se le atribuye a Leonardo Da Vinci (1452-1519) haber afirmado que
“Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pi-
lotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van” y
es cierto. En materia investigativa, la teoría es la luz en la oscuridad.
Permite comprender lo que, en apariencia, se presenta como ininte-
ligible. La teoría se nutre de la realidad concreta de los hechos y sus
correspondientes comprensiones. Cada investigador elige métodos,
teorías y los criterios de verdad con los cuales aborda los temas de
investigación. En ese sentido, las teorías son las llaves “maestras” que
permiten la comprensión y análisis sobre un tema determinado, en
éste caso, la historia comparada de la transición a la democracia en
los dos países objeto de esta investigación.
Proveniente del latín “transitio” que deviene en transición, la mis-
ma es definida en esta investigación como el paso de un modo de ser
o estar a otro distinto. En un sentido más demarcado la transición a la
democracia son complejos procesos en los que se pasa de una dicta-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 275

dura militar a un régimen democrático (o con pretensiones de serlo).


Comparativamente esos procesos tuvieron mayor ocurrencia en Amé-
rica Latina durante el siglo XX que en algún otro lugar. No hubo casos
enteramente similares y su ubicación temporal corresponde a la se-
gunda mitad del siglo XX. En términos temáticos se alude a las transi-
ciones a la democracia desde las dictaduras militares inspiradas en el
anticomunismo antes y después de la segunda guerra mundial.
La complejidad de los procesos está dada por la multiplicidad de
factores implicados en las transiciones a la democracia. En primer lu-
gar, las condiciones geopolíticas de la coyuntura en cada transición y,
ligado a ello, la correlación de fuerzas de las principales potencias en
su disputa por la hegemonía mundial, los modelos macroeconómicos
prevalecientes, la perspectiva ideológica del Vaticano habida cuenta
de la fuerte presencia e influencia de la Iglesia Católica en América
Latina (en esa época) una región mayoritariamente católica; en se-
gunda instancia, la catadura o índole de cada dictadura, la historia
política de las naciones, el ser nacional de cada país (idiosincrasia,
población, recursos, geografía, cultura, economía y poder); y en un
tercer plano, las condiciones de los demás países de la región.
Esos mismos procesos suelen ser imprevistos, de disímiles ritmos,
violentos y tortuosos, contradictorios, tensos y absurdos. Afloran en
ellos las grandezas y las miserias de los pueblos y sus dirigentes. No
hay esquemas válidos para todos los casos. Las dictaduras no termi-
nan completamente pese a la puesta en marcha de gobiernos civi-
les, y éstos no necesariamente son democráticos. En el fragor de las
transiciones a la democracia es perceptible entre sus protagonistas
los cambios y las mutaciones ideológicas, se ponen en escena sus
contradicciones, fortalezas y debilidades. Nunca los personeros de las
dictaduras quedan satisfechos con la transición lograda, como tam-
poco sus impulsores.
Autores de distintas tradiciones se han ocupado de tan sugerente
tema como es el de las transiciones a la democracia en América Lati-
na. En esta investigación se recurre a los que, desde la especificidad
del caso, posibilitan una mayor comprensión del fenómeno que, di-
cho sea de paso, no es un tema superado o “pasado de moda”, por
el contrario, tiene una evidente importancia y pertinencia, máxime
cuando los países que fueron objeto de dictaduras militares, déca-
das después aún pesa sobre los mismos, a manera de espada de
Damocles, consecuencias objetivas y subjetivas de esas dictaduras y
276 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

perviven heridas aún abiertas. En ese sentido esta obra pretende ser
una apreciación crítica sobre las transiciones a la democracia en la
República Dominicana y Haití que, idealmente, debe ser un insumo
para la cultura política de dominicanos y haitianos.
Parte de esos autores son Guillermo O´Donnell y Philippe C Schmi-
tter, para quienes la transición es el lapso comprendido entre dos re-
gímenes políticos. Advierten los mismos que las transiciones suelen
estar demarcadas por las crisis y los fenómenos que anuncian el ini-
cio o preludio de la disolución de una dictadura o régimen autoritario
y el establecimiento de otro tipo de gobierno que bien puede ser
un régimen democrático, un gobierno revolucionario o simplemente
el retorno de otras formas autoritarias. Reiteran, además, que en el
curso de las transiciones prima la incertidumbre, no hay reglas pre-
establecidas en parte porque cada caso es inédito, pero también por
lo imprevisible que resulta la correlación de fuerzas de los actores
políticos comprometidos en las transiciones1 como en efecto, ocurrió
en Haití y República Dominicana.
En las transiciones suelen erigirse principalmente dos antagonis-
tas. Por un lado quienes detentan el poder y, por otro, quienes pre-
tenden sustituirlos. Los primeros, con sus aliados internos y externos
se aferran con obstinación al poder por las vías legales e ilegales
puestos en posiciones de ventaja táctica y estratégica. Los segundos,
compuestos por fuerzas políticas esencialmente heterogéneas tam-
poco descartan ninguna forma para deshacerse del régimen político
a derrocar. Los une, de manera primordial, su coincidencia en la opo-
sición a la dictadura, aunque sus orígenes sean disímiles en materia
ideológica lo cual aflora una vez se convierten en gobierno tras el
logro de sus propósitos. Dicho fenómeno ha sido recurrente, no solo
en los dos países mencionados, sino en el resto de América Latina
donde han tenido lugar transiciones a la democracia.
Este tipo de disputas en las transiciones está determinado por las
posiciones que se ocupe en las mimas. Si se trata de un régimen
autoritario en franca debacle prima el liderazgo y la mayoría de las
condiciones de la oposición, pero se si trata de un caso inverso (un
régimen autoritario no derrotado) es éste el que señala las pautas,

1. O´DONNELL, Guillermo. SCHMITTER, Philippe C. Transiciones desde un gobierno autoritario. 4.


Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas. Buenos Aires, 1988. p. 19.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 277

tiempos, formas y contenidos de la transición. Sobre el particular


Guillermo O´Donnell y Philippe C Schmitter afirman que “La señal tí-
pica de que se ha iniciado una transición es que estos gobernantes
autoritarios, por cualquier motivo, comienzan a modificar sus propias
reglas con vistas a ofrecer mayores garantías para los derechos de los
individuos y grupos”2.
Desde luego las probables garantías no son graciosas concesiones
de la dictadura a la oposición, se trata del resultado, en primer lugar,
de la presión ejercida por potencias extranjeras y, en segundo lugar,
por la fuerza de las protestas de la oposición. Las manifestaciones
de rechazo a las dictaduras que, inicialmente son tímidas, aisladas
y fugaces, con cierta rapidez se tornan desinhibidas, generalizadas
y permanentes, situación que prende las alarmas en las potencias,
especialmente Estados Unidos para el caso de América Latina, y ese
país asume el control de las transiciones para evitar “desbordes”. Así
lo hizo en la República Dominicana y Haití.
Por su parte Samuel P. Huntington asume las transiciones a partir
de lo que él denomina “olas”, siendo procesos constantes, diferencia-
dos, repetitivos e inciertos. Así, una ola de democratización reuniría,
en tiempo y espacio, un conjunto de transiciones de un régimen po-
lítico a otro. La primera ola de democratización, afirma el autor, tuvo
sus raíces en las revoluciones estadounidense y francesa; la segunda,
al comenzar la segunda guerra mundial; la tercera ola de democra-
tización se habría iniciado en Portugal en 1974, para luego extender-
se a países de Europa, Asia y América Latina. Tiene cierto asidero la
anterior periodización para unos casos, mientras para otros recién
iniciaban dictaduras. Este autor tiene razón al señalar que a cada ola
le sobrevino una contraola3, que bien puede significar liberalización
o más derechización de la ya existente, tal como ocurrió en Haití y
República Dominicana.
Según este mismo autor cada periodización de las transiciones a
la democracia tuvo un marco específico en el cual disimiles variables
confluyeron para hacerlas posible. Las constantes y estructurales crisis
de los regímenes dictatoriales en las cuales se pone de manifiesto la

2. O´DONNELL, Guillermo. SCHMITTER, Philippe C. Op. Cit., p. 20.


3. HUNTINGTON, Samuel P. La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Barcelona: Paidós,
1994. p. 33.
278 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ruina económica por los modelos adoptados, el desprestigio político


por la sistemática violación de los Derechos Humanos (especialmente
de la oposición), la integral pauperización de la sociedad, el estanca-
miento en unos casos y en otros el retroceso cultural, la generalización
del terror y la violencia, la pérdida de aliados como la Iglesia Católi-
ca, la desconfianza por parte de los grupos de presión, así como la
conversión del miedo en arrojo por parte de los sectores opositores
los cuales escalan cualitativa y cuantitativamente los mecanismos de
oposición, la erosión de la unidad en las fuerzas armadas y, finalmen-
te, el agotamiento del apoyo internacional de sus aliados4.
A propósito del apoyo internacional, es preciso señalar que, como
lo hemos señalado, tanto las dictaduras militares como las transicio-
nes a la democracia en América Latina, especialmente después de la
segunda guerra mundial, fueron el resultado de la geopolítica esta-
dounidense para región en la marco de la guerra fría. Por tanto, es de-
terminante ponderar los distintos roles jugados por Estados Unidos
en cada coyuntura, al igual que en los países de manera puntual. Sin
que suene a una especie de determinismo, tanto las dictaduras mili-
tares como las transiciones fueron moldeadas, preponderantemente
por esa nación.
Prueba de ello fueron los apoyos incondicionales dados a cada
dictadura, luego su “sincera” preocupación por los abusos de los re-
gímenes de facto, posteriormente los llamados a la terminación de
tales formas de gobierno, a lo cual le siguió las sanciones econó-
micas, el veto a la venta y suministro de armas, la reducción de sus
embajadas a la categoría de consulados, la disminución de personal
diplomático y el incremento de miembros de la CIA y del FBI camu-
flados como funcionarios del servicio exterior. Agotados los anterio-
res mecanismos, fueron frecuentes los casos en que Estados Unidos
tomó la iniciativa de entrar en contacto con la oposición para conocer
los alcances y perspectivas de la misma, incluso le ofreció recursos
(dinero, pasaportes, favorabilidades para su desplazamiento y hasta
armas para sus actividades contra las dictaduras). Un caso revelador
sobre esto último, fue el suministro de armas para atacar al general
Rafael Leonidas Trujillo.

4. HUNTINGTON, Samuel P. Op. Cit., p. 47.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 279

Por esas crueles paradojas usualmente comunes en la historia po-


lítica, Estados Unidos utilizó el argumento de la promoción y defensa
de los Derechos Humanos para oponerse a las dictaduras que un día
promovió5, limitó en unos casos y suspendió en otros el suministro de
armas y en general material bélico. Así se actuó durante el gobierno
del presidente Jimmy Carter quien entre 1973 y 1976 a través del con-
greso impulsó la adopción de enmiendas que suspendieran la ayuda
a los países que fueran culpables de violaciones a los Derechos Hu-
manos. En esos términos, a partir de 1979 el presidente Carter ubicó
el tema de los Derechos Humanos en el centro del debate mundial lo
cual explica sus oscuros, contradictorios e hipócritas juegos frente a
las dictaduras haitiana y republicana.
La gestión de gobierno de este funcionario marcó un hito en ma-
teria de Derechos Humanos. Sus antecesores estimularon regímenes
violadores de los Derechos Humanos, al igual que sus sucesores. Tal
fue el caso del presidente Ronald Reagan quien minimizó los proble-
mas en esa materia e intervino abiertamente en Nicaragua6 tachando
de error lo actuado por Carter. Así pues, se considera que la política
del presidente Carter coincidió con el auge del pensamiento de la
Comisión Trilateral que, en materia de democracia la apoyó, siempre
y cuando no rebasaran los parámetros fijados por Estados Unidos7. Es
decir, un peculiar tipo de democracia reducida a lo electoral y, con-
comitante con ello, a la regular sucesión de gobiernos civiles. Es evi-
dente que el conjunto de la política exterior estadounidense impactó
de manera favorable el inicio de las transiciones a la democracia en
América Latina.
Complementamos lo expuesto con la afirmación de Laurence Whi-
tehead cuando señala que en ese ambiente geopolítico, la “promo-
ción de la democracia” tuvo tres componentes: la presión ejercida
sobre los gobiernos antidemocráticos para que se democratizaran,

5. La paradoja consiste en que tal vez ninguna potencia imperialista distinta a Estados Unidos tiene
tanta responsabilidad (por acción u omisión) en la violación de los derechos humanos en todo el
orbe. Y, a su conveniencia, se erige como defensores de los mismos.
6. GARRETÓN, Manuel Antonio. Transición hacia la democracia en Chile e influencia externa: dilemas y
perspectivas, Working Paper, Nº 57, Notre Dame, University of Notre Dame, (January of 1986); p. 25.
7. CUEVA, Agustín. Las coordenadas históricas de la democratización latinoamericana. En: Ensayos
sobre una polémica inconclusa. La transición a la democracia en América Latina, Agustín Cueva,
(compilador), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994. p. 14.
280 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

el apoyo a las democracias en ciernes y una postura firme contra las


fuerzas antidemocráticas que amenazaban las democracias8. La pre-
sión ejercida a Trujillo Molina y a Duvalier fue evidente, hubo apoyo
directo e indirecto a la oposición dominicana y haitiana siendo com-
plementado con una férrea oposición a quienes consideró una ame-
naza a las democracias, lo cual se tradujo en los golpes de Estados
impulsados por Estados Unidos contra Juan Bosch y Jean-Bertrand
Aristide respectivamente. Según este mismo autor, el gobierno es-
tadounidense en 1983 creó una “Fundación Nacional para la Demo-
cracia” cuyo propósito era coordinar los empeños de los partidos
políticos, sindicatos y empresas estadounidenses que promovieran
la democracia fuera de sus fronteras. Desde tal organismo hubo una
especie de monitoreo sobre los caminos que seguía cada proceso
democratizador.
En esa misma dirección hay que tener en cuenta que, en 1984, la
Comisión Kissinger propuso medidas de largo plazo tendientes a con-
solidar los intereses estadounidenses en los países de la región. Por
tanto, en reunión celebrada en Londres en junio de 1984, siete jefes
de Estado occidentales emitieron una “Declaración sobre los valores
democráticos”, la cual concibió la terminación de las dictaduras y su
reemplazo por gobiernos civiles de derecha proclives a los valores
prohijados por las principales potencias imperialistas y capitalistas y,
en todo caso, el veto u oposición a gobiernos de izquierda o críticos
de orden mundial imperante a los cuales catalogó de antidemocrá-
ticos y, en consecuencia, no viables desde su perspectiva. La guerra
fría aún no terminaba y tal estrategia hizo parte de la ampliación geo-
gráfica del “mundo libre” el cual cobijó, naturalmente, a la República
Dominicana y Haití.
Dado que se trató de un fenómeno mundial el caso de las tran-
siciones a la democracia, las potencias interesadas en las mismas
vincularon a sus políticas al mundo empresarial y financiero. En ese
orden de ideas John Sheahan realza los efectos que tuvieron, tanto el
conjunto de políticas nacionales relativas a las empresas extranjeras
y el crédito exterior, como el manejo dado a la deuda externa y la

8. WHITEHEAD, Laurence. Aspectos internacionales de la democratización. En: Transiciones desde


un gobierno autoritario. Perspectivas comparadas. 3. Guillermo O‘Donnell, Philippe C. Schmitter,
Laurence Whitehead, (compiladores), Buenos Aires: Paidós, 1988. p. 76.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 281

misma globalización, en los procesos de transición9. Los casos de la


República Dominicana y Haití en estos tópicos son reveladores. Bas-
ta recordar la manera en que las potencias imperialistas lideradas
por Estados Unidos a través de organismos como la ONU y la OEA
presionaron a los demás países, a empresas y al sistema financiero
mundial para que actuasen de acuerdo a sus intereses. MINUSTAH es
una prueba de ello. Estos factores geopolíticos indudablemente inci-
dieron en la transición a la democracia.
En esta constelación de apreciaciones sobre el fenómeno de las
transiciones a la democracia y en consideración a que los estudios so-
bre las mismas tienden a dividirse en dos tipos: los macro-orientados
que se centran en las condiciones objetivas y hablan en el lenguaje
de la determinación; el otro tipo tiende a centrarse en los actores po-
líticos y sus estrategias poniendo de relieve sus particulares intereses
y percepciones10, según lo expresa Adam Przeworski, diferimos de tal
planteamiento por considerar que los dos tipos de estudio no son ex-
cluyentes. Por el contrario, el mismo tema obliga a la conjunción de
ambos enfoques. Sostenemos por tanto que el rol de Estados Unidos
tuvo en considerable peso específico, pero no fue el único el cual con-
fluyó con la existencia de actores políticos como fue el caso de quienes
ejecutaron al dictador Trujillo Molina y los militares que se sucedieron
en el poder en Haití tras el derrocamiento del último de los Duvalier.
También un tanto excluyente más no por ello irrelevante es la po-
sición de Alain Rouquié, quien critica el determinismo funcionalista,
y llama a centrar el análisis “…en los verdaderos detentadores del
poder en los sistemas políticos dominados por los militares, tomando
en cuenta la especificidad de la corporación militar y su patrón de
alianzas y apoyo civil…”11. En verdad el estamento castrense en uno y

9. SHEAHAN, John. Las políticas económicas y las perspectivas de un proceso exitoso de transición
desde la dominación autoritaria en América Latina. En: Transiciones desde un gobierno autoritario.
Perspectivas comparadas. 3. Guillermo O‘Donnell, Philippe C. Schmitter, Laurence Whitehead,
(compiladores), Buenos Aires: Paidós, 1988. p. 246.
10. PRZEWORSKi, Adam. Algunos problemas en el estudio de la transición hacia la democracia. En:
Transiciones desde un gobierno autoritario. Perspectivas comparadas. 3. Guillermo O‘Donnell, Philippe
C. Schmitter, Laurence Whitehead, (compiladores), Buenos Aires: Paidós, 1988. p. 79.
11. ROUQUIÉ, Alain. La desmilitarización y la institucionalización de los sistemas políticos dominados
por los militares en América Latina. En: Transiciones desde un gobierno autoritario. Perspectivas
comparadas. 3. Guillermo O‘Donnell, Philippe C. Schmitter, Laurence Whitehead, (compiladores),
Buenos Aires: Paidós, 1988. p. 172.
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otro caso fueron quienes poseyeron el poder de hecho y de derecho.


Tanto fue así que garantizaron por sí y para sí la impunidad de sus
actos, apoyados por Estados Unidos salieron a una especie de “exilio
dorado”, sus bienes (irregularmente adquiridos) le fueron garantiza-
dos y sus derechos políticos no fueron cercenados. Por el contrario,
por sí mismos o por interpuesta persona continuaron siendo un fac-
tor de poder en la política de cada país. Indignante desde todo punto
de vista el trato de “guante blanco” dado por esa potencia a los prin-
cipales violadores de Derechos Humanos en Haití y República Domi-
nicana y a su vez los más fuertes obstáculos a ambas transiciones.
En el marco de los estudios sobre las transiciones a la democracia,
emerge con asiduidad la pregunta sobre el por qué se desencade-
na una transición. Tanto en la República Dominicana como en Haití
fue en el seno de las correspondientes fuerzas armadas donde se
tomaron las acciones que darían inicio a las transiciones a la demo-
cracia. En primer lugar el asesinato del dictador Trujillo Molina por
miembros de las fuerzas armadas dominicanas y algunos civiles y, en
el segundo caso, por el golpe de Estado propinado por los militares
haitianos. En ambos casos, tales acciones tienen lugar en escenarios
de creciente inconformidad ciudadana.
Adam Przeworski es del criterio según el cual la transición se gati-
lla por el cumplimiento, del régimen militar, con los objetivos fijados
al tomarse el poder; el haber perdido su legitimidad, los conflictos
internos inconciliables y las presiones externas. En los casos que nos
ocupa resulta cuestionable lo expuesto. ¿Qué tipo de objetivos se fi-
jaron los dos dictadores? Trujillo Molina hizo alarde del progreso de la
República Dominicana y François Duvalier de instaurar una “democra-
cia africana”. Empírica y objetivamente ni lo uno ni lo otro fue logrado.
Eso por un lado, por otro, es necesario diferenciar la legitimidad de
la legalidad. Esta última corrió de la mano de las correspondientes
constituciones políticas y de la farsa de las elecciones. La legitimi-
dad por su parte, en ambos casos estuvo asociada a las coordenadas
geopolíticas imperantes en cada caso. En cambio, es sensato argüir la
polarización y las presiones externas sugeridas por Przeworski.
Desde otra perspectiva se considera que las transiciones habrían
sido posibles por la internacionalización de las economías y la des-
integración de las coaliciones gobernantes, e identifica distintos mo-
mentos en las mismas como la disminución del temor, las luchas en-
torno a las reglas de juego, la formación de sectores opositores y

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 283

liberalizantes y la modificación de los cálculos de los intereses dentro


de las elites capitalistas12, según lo afirma Robert R. Kaufman. Este au-
tor con acierto expone una serie de elementos de capital importancia
sobre el por qué tienen lugar las transiciones a la democracia.
En primer lugar aduce como motivo, la internacionalización de las
economías. En esta materia es necesario aclarar que tal fenómeno
corresponde a un conjunto de medidas tomadas en el seno del pro-
pio capitalismo metropolitano como un mecanismo orientado a pa-
liar su crisis. Las economías de la República Dominicana y Haití en
ese sentido, de una muy discreta importancia se habían convertido
en naciones que interferían la extensión y profundización de la ex-
pansión capitalista, puntualmente a partir de nuevas formas como la
adopción del neoliberalismo y las correspondientes expresiones del
mismo a través de las maquilas y planes de ajuste macroeconómico.
Así como a mediados del siglo XIX el esclavismo se había convertido
en una traba para la expansión capitalista europea y por eso presio-
naron su abolición, ahora las dictaduras eran un obstáculo para el
capitalismo.
En segunda instancia Robert R. Kaufman aduce la desintegración
de las coaliciones gobernantes como parte de los hechos por los que
se desencadenan las transiciones. Más que por motivos de índole
ideológicos, las coaliciones de las dictaduras tratadas se desintegran
por el hecho de que tanto militares como elites plutocráticas llegaron
a un punto en que vieron estancadas sus aspiraciones. Siempre en
roles secundarios en materia política. Objeto de constante espiona-
je, trato indigno y descalificaciones en público; en uno y otro caso
quienes hasta entonces habían sido obsecuentes servidores de las
dictaduras de Trujillo Molina y Duvalier respectivamente llegaron al
convencimiento de que sus respectivos jefes debían ser removidos
de sus cargos. Así lo atestigua la ferocidad con que, una vez fuera
del poder los dictadores de marras, esos antiguos aliados se lanzan
con frenesí al mundo de la política y en la búsqueda de su enrique-
cimiento personal.

12. KAUFMAN, Robert R. Liberalización y democratización en América del Sur: perspectivas a partir
de la década de 1970. En: Transiciones desde un gobierno autoritario. Perspectivas comparadas.
3. Guillermo O‘Donnell, Philippe C. Schmitter, Laurence Whitehead, (compiladores), Buenos Aires:
Paidós, 1988. p. 148.
284 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Tiene sentido lo expresado por dicho autor al enunciar en esa mis-


ma tónica la disminución del temor como un factor incidente. Y en
verdad lo fue. Es habitual en estos estudios sobre las transiciones a la
democracia, desconocer la subjetividad de las personas (sus pasiones,
temores, alegrías y miedos). Parte de la fortaleza de las dictaduras
consiste en generalizar el temor. El temor paraliza, obnubila, disuade
y bloquea las facultades psíquicas y físicas. El temor es el ambiente
ideal para cualquier dictadura. Al incremento de ese temor contribuye
de manera notable la religión, la educación y todos los aparatos ideo-
lógicos del Estado. Lo llamativo de este fenómeno del temor, es que le
asiste no solo a la oposición sino también a los dictadores.
Tanto Duvalier como Trujillo Molina hicieron de los sistemas judi-
ciales, las instituciones en general, cárceles y organizaciones para-
militares sus principales instrumentos de temor. El temor empezó a
disminuir por distintas vías. Un sector de la Iglesia Católica al cuestio-
nar las dictaduras abrió el boquete para que la población en general
(no solo la feligresía) empezara a entender que los regímenes dic-
tatoriales no eran infalibles. Los más cercanos colaboradores de los
dictadores (conocedores de primera mano de las falencias de estos)
y que luego los traicionarían, eran conscientes que los dictadores no
eran invencibles. También el temor disminuyó cuando la oposición en
particular y la ciudadanía en general es enterada del ambiente hostil
hacia las dictaduras en el ámbito internacional.
También habría sido posible el inicio de las transiciones a la de-
mocracia por la formación de sectores opositores. En los dos casos
que nos ocupan, la oposición comenzó a tomar forma desde el mis-
mo momento del inicio de las dictaduras. Es menester aclarar que la
oposición fue duramente reprimida, por ello, en ocasiones daba la
impresión de no existir. Parte de la oposición fue a parar a las cárce-
les, otros fueron eliminados, lo que mejor suerte tuvieron partieron
al exilio y también en esa condición fueron reprimidos al igual que
sus familias en un ruin acto de venganza por parte de los dictadores.
Parte de la oposición que pervivió en cada país lo hizo en medio
de las más adversas condiciones. El sigilo, la clandestinidad y las
mutuas desconfianzas entre miembros de la oposición signaron su
naturaleza.
Hubo oposición organizada las dos dictaduras en el exterior, la cual
intentó emprender acciones armadas contra el régimen imperante. La
impericia, falta de un riguroso entrenamiento, delaciones, improvi-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 285

sación y la misma infiltración por parte de las dictaduras abortaron


todas las empresas acometidas por la oposición. En nada era homo-
génea la oposición lo cual tornó difícil la configuración de planes y
la concreción de los mismos con miras al derrocamiento de los dic-
tadores. Albergó en su seno (la oposición) a sectores de derecha con
claros intereses económicos, financieros y comerciales ávidos de un
nuevo clima político para el desarrollo de sus expectativas capitalis-
tas. De igual modo, a una especie de clase media caracterizada por
su indefinición ideológica, su oportunismo y veleidades políticas que
la convirtieron en un factor indeciso y pusilánime en ocasiones. Así
mismo a un amplio espectro de izquierdas, algunas de ellas con fuer-
tes trazas de fundamentalismo abrevado en un marxismo cosificado
y ortodoxo.
La anterior composición de sectores de oposición podría verse bien
como fortaleza o debilidad. En el primer caso por la pluralidad y, en el
segundo, por la insularidad. Comprendió la oposición que de manera
aislada era más vulnerable y ninguno por su lado en solitario lograría
terminar con las dictaduras. Difícilmente superaron sus fundamenta-
lismos y convergieron en el tema de deshacerse de cada dictadura.
Muertos ambos dictadores creyó equivocadamente la oposición que
la democracia llegaría como por ensalmo. Nada más equivocado. De
la misma oposición de manera inmediata afloraron todos los matices,
diferencias, contradicciones y enfrentamientos lo cual fue aprovecha-
do por Estados Unidos y por los sectores leales a las dictaduras para
perpetuarse en el poder bajo distintas denominaciones. En ambos
casos (República Dominicana y Haití) la oposición no logró imponerse
sino después de décadas de lucha política.
Expresa finalmente Kaufman que la existencia de intereses de las
élites capitalistas coadyuvó a las transiciones a la democracia. Se tra-
ta en las dos naciones de grupos de capitalistas que hicieron sus for-
tunas al calor de las dictaduras bien beneficiándose de la corrupción
prohijada por aquellas, como testaferros de las mismas o partir de
la violencia desatada contra los opositores. Capitalistas criollos en
países periféricos dedicados a la especulación financiera y de tierras,
comerciantes, contrabandistas, ganaderos, terratenientes, depreda-
dores de los recursos naturales y con estilos de vida estadounidense.
Los intereses de estas élites capitalistas modernizantes entraron en
contradicciones antagónicas con los de las dictaduras y comprendie-
ron que la única solución posible era un cambio y así actuaron.
286 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Sobre los caminos que llevan a poner término a los regímenes


militares, Alfred Stepan destaca, entre otros, la restauración interna
luego de una reconquista externa, reformulación interna, instaura-
ción democrática desde el exterior, redemocratización iniciada en el
seno del propio régimen militar, supresión del régimen militar por
parte de la sociedad, pacto partidario, rebelión violenta organizada
y guerra revolucionaria conducida por marxistas13. Ni en la República
Dominicana ni en Haití hubo revolución marxista ni rebelión organi-
zada. Los pocos pactos partidarios tuvieron lugar después de inicia-
da la transición. Los regímenes dictatoriales de Duvalier y de Trujillo
Molina no fueron suprimidos por la sociedad, y tampoco la demo-
cratización fue iniciada por esas formas de gobierno y no tuvo lugar
una restauración interna.
Fue perceptible en cambio, una reformulación interna como lo su-
giere Alfred Stepan. En el caso de la República Dominicana, Balaguer
fue el encargado de tal reformulación. A partir de su sibilino estilo se
convirtió en el testaferro de Estados Unidos, primero para derrocar al
presidente Bosch, luego para darle continuidad a la dictadura ahora
con apariencia de gobierno civil y, en tercer lugar, para reprimir bru-
talmente a la oposición. Muerto Trujillo Molina, su familia migró pero
la dictadura continuó por interpuesta persona que, en efecto, refor-
muló el sistema político dominicano para perpetuarse en poder por
más de una década sostenido por Estados Unidos.
En lo que respecta a Haití la situación fue distinta. Los militares
(con menor influencia del vudú), que también habían sido objeto de
desprecio por parte de Duvalier, derrocaron a su hijo y se empeña-
ron, inicialmente, en garantizar sus privilegios y, por transitividad, en
asegurar la impunidad de sus crímenes. También fueron consentidos
por Estados Unidos nación que les propició salidas “honorables” del
poder, asilo en países amigos e incluso en su propio territorio alojó a
una amplia fronda de familiares, colaboradores y amigos de los dic-
tadores sin cuestionar el origen de sus riquezas ni sus criminales pa-
sados. Esta mano blanda con los dictadores en nada es comparable
con la mano dura a que fue sometido el presidente Aristide en Haití.

13. STEPAN, Alfred. Caminos hacia la redemocratización: consideraciones teóricas y análisis comparativos.
En: Transiciones desde un gobierno autoritario. Perspectivas comparadas. 3. Guillermo O‘Donnell,
Philippe C. Schmitter, Laurence Whitehead, (compiladores), Buenos Aires: Paidós, 1988. p. 107.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 287

A las anteriores perspectivas teóricas se suma la existencia de una


teoría institucionalista de la transición, consistente en el descuido
del país “real”, atribuyendo importancia exagerada al país “legal”. Tal
teoría lleva implícitos componentes como la ingeniería política, los
cambios institucionales, la economía de mercado, el pluralismo de-
mocrático, las estructuras formales de la transición, un elenco de ins-
tituciones y partidos, regímenes presidencialistas o parlamentaristas,
reformas electorales, la visión positiva del rol que juegan los medios
de comunicación, los políticos tecnócratas y la globalización. Es la
primacía de la forma sobre el contenido. Desde tal perspectiva sería
suficiente una constitución política para garantizar la democracia. Ese
criterio nihilista es casi generalizado en América Latina.
Desde tal teoría institucionalista se afirma que a partir de 1980 se
asiste a una ola acrítica de defensa de la democracia occidental. Se le
atribuye una bondad intrínseca a la democracia, confundiendo me-
dios y fines, al punto que “En América Latina el proceso de democra-
tización ha generado notables edificios institucionales que coexisten
en curiosa simbiosis con normativas no escritas, costumbres ances-
trales y prácticas cotidianas premodernas, particularistas y hasta irra-
cionales”14, lo cual se constituye en un reflejo de la historia política
de los dos países objeto de la presente investigación en el sentido de
creer, ingenuamente, que la existencia de una norma, garantiza per
se, hábitos, costumbres, aprendizajes y culturas democráticas.
En este corolario de perspectivas teóricas sobre la transición a la
democracia está Manuel Antonio Garretón para quien es necesario dis-
tinguir entre los procesos de transición de una dictadura militar a una
democracia y la consolidación del nuevo régimen democrático. Advierte
Garretón además, que las transiciones pueden desencadenarse “desde
arriba”, ya sea por una apertura exitosa de un régimen que considera
terminada su tarea, o por una crisis de descomposición interna; “desde
abajo”, por acción de las oposiciones que, a su vez puede ser insurrec-
cional, pacífica o por factores externos. Este autor cree que en toda
transición hay al menos cuatro procesos: crisis dentro del régimen mili-
tar, movilizaciones sociales, negociación y mediaciones institucionales15.

14. MANSILLA, H.C.F. Los límites de la democracia contemporánea y de las teorías de la transición. En:
Revista Nueva Sociedad, Número 166, Caracas, (Mar-Abr de 2000); p. 66.
15. GARRETÓN, Manuel Antonio. Seis proposiciones sobre redemocratización en Chile, Santiago, FLACSO-
Chile, Documento de trabajo, Número 314, (Sep de 1986); p. 6.
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Esos cuatro procesos descritos tuvieron lugar en Haití y la Repú-


blica Dominicana. Las crisis dentro de los regímenes militares eran
inocultables. En el primer caso, los ascensos, premios, sanciones y
retiro del servicio quedaron a discreción del dictador Trujillo Molina
quien de ese modo se aseguró lealtades y sumisión por parte de los
miembros de las fuerzas armadas para quienes el mismo dictador
se convirtió en una traba para su carrera militar. De igual modo, la
dictadura de Trujillo Molina llegó al punto de inflexión cuando este
personaje por su condición física y mental auguraba próximo su fin
con una mayúscula desazón en el sentido de que su hijo, pese a su
formación, no apetecía seguir sus pasos.
En lo que a Haití respecta, Duvalier había depurado a las fuerzas
armadas y dejó en sus cargos a la oficialidad joven y probados segui-
dores suyos. Ese fue un componente de la crisis. Otro fue el hecho
de que las organizaciones paramilitares sobrepasaron a las propias
fuerzas armadas. La brutalidad de aquellos se convirtió en una espe-
cie de pedagogía del terror por medio de la cual la población haitiana
quedó atrapada en un paralizante miedo. Los paramilitares haitianos
junto con las fuerzas armadas se convertirían a la postre en un factor
de constante perturbación en la transición a la democracia.
El otro proceso sugerido por Garretón es el de las movilizaciones
sociales. Este tipo de actividades solo fue posible de manera marginal
en sus inicios. A medida que se arreciaba la represión ocurrían reflu-
jos y, cuando las condiciones lo permitían, rebrotaban. Un fenómeno
revelador de las movilizaciones sociales en los dos países (República
Dominicana y Haití) es que en sus motivos y consignas no estuvo
únicamente el fin de las dictaduras sino también, las reivindicaciones
de sus derechos y las protestas por la situación de pobreza multisec-
torial por la que atravesaban. Es de advertir que las movilizaciones
sociales no siempre tuvieron un cordón umbilical con los partidos
políticos sino que, en su generalidad, respondieron a circunstancias
específicas, incluso los desbordaron y tomaron cauces propios.
De igual modo fue perceptible la negociación. En el primer caso
(República Dominicana) tras la muerte del dictador Trujillo Molina
sus ejecutantes fueron asesinados por uno de sus hijos contando con
la complicidad de miembros de las fuerzas armadas para tal acción
y la huida del país sin ser capturado, procesado y condenado por el
múltiple asesinato. En lo sucesivo, los ribetes de las negociaciones
se prolongaron hasta 1978 cuando Estados Unidos decide advertir a

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 289

Balaguer que no toleraba más episodios de fraude en las elecciones


como hasta entonces lo hizo para mantenerse en el poder. Las refor-
mas constitucionales y una nueva constitución política fue el resul-
tado de esa asimétrica negociación en la que la oposición estaba en
inferioridad de condiciones.
En el segundo caso (Haití) la negociación estuvo determinada por
los intereses de Estados Unidos. Tras el éxito de Aristide en las elec-
ciones por las cuales llegó a la presidencia de la república, aquella
potencia entró en pánico por los probables desenlaces el gobierno
del sacerdote jesuita. Se anticipó, urdió un golpe de Estado, fue de-
rrocado Aristide quien salió al exilio y el retorno a su país y al poder
solo fue posible mediante una ultrajante negociación con los milita-
res haitianos quienes, en su condición de ventrílocuos o testaferros
de Estados Unidos le impusieron al presidente Aristide una serie de
condiciones que, en suma, significaba renunciar a las reformas que
apenas intentó iniciar en su gobierno.
Finalmente, el proceso de las mediaciones institucionales estuvo
caracterizado por el acompañamiento de la “comunidad internacio-
nal” siendo más evidente en el caso de Haití, país donde la ONU y la
OEA se emplearon a fondo por procurar ciertos apoyos a la población
civil y, además, de animar el proceso de transición a la democracia
para lo cual, con acierto, identificaron la perentoria necesidad de ini-
ciar un proceso de profesionalización de las fuerzas armadas, mo-
dernizar la administración de justicia, mejorar el sistema carcelario
e impulsar campañas tendientes a reducir las múltiples expresiones
de la violencia. En lo que a la República Dominicana respecta, en el
acompañamiento además de instituciones afectas a Estados Unidos,
estuvo la Internacional Socialista y Social Democracia apoyando a los
partidos políticos.
Ahora bien, sobre el fenómeno de la transición, Manuel Antonio
Garretón16 y Felipe Agüero17 aducen la existencia de diversos tipos. Ga-
rretón identifica tres géneros, claramente diferenciados18. La primera
clase de transición a la democracia es la denominada “fundación de-

16. GARRETÓN, Manuel Antonio. Las transiciones a la democracia en América Latina a examen. En:
Historia de la transición 1975-1986, Javier Tusell. Álvaro Soto (editores), Madrid: Alianza, 1996. p. 47.
17. AGÜERO, Felipe. Militares, Civiles y democracia, Madrid: Alianza, 1995. p. 116.
18. GARRETÓN, Manuel Antonio. Op. Cit., p. 47.
290 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

mocrática” que habría correspondido al caso de Nicaragua a partir del


19 de julio de 1979. La segunda clase expuesta por el mismo autor, es
la que denomina sin más, “transición”. Según él, es la que corresponde
al paso de regímenes militares a democracias y se caracteriza, princi-
palmente, por no ser el resultado del éxito de movimientos insurrec-
cionales, sino la conjunción de fuerzas de la más distinta naturaleza,
unidas, con el principal objetivo de alcanzar la vuelta a la democracia.
La tercera clase de transición a la democracia considerada por di-
cho autor, es la catalogada como la de “profundización o extensión
democrática” desde una democracia restringida o semiautoritaria.
Estaría caracterizada por la transformación institucional y la incor-
poración de sectores excluidos, siendo los casos más representativos
supuestamente Colombia y México19. Para el caso que nos incumbe
las transiciones a la democracia se ajustan a la segunda clase. Es
decir, donde hubo coaliciones de actores políticos de muy heterogé-
nea condición e intereses pero que confluyen en el común interés de
lograr la democracia.
En contraposición a la clasificación de las transiciones a la demo-
cracia formulada por Garretón, existe otra taxonomía de los procesos
según Felipe Agüero20, cuyos aspectos centrales se sintetizan del si-
guiente modo. Las transiciones iniciadas por regímenes que han teni-
do éxito y confianza en sí mismos, controlan los ritmos y los alcances
de la transición. Los ejemplos más apropiados fueron los casos de
España y Brasil. La segunda perspectiva de Agüero se refiere a las
transiciones iniciadas por la oposición cuando el régimen ha fracasa-
do y queda con escaso control de los contenidos y las formas, siendo
Argentina el ejemplo más claro.
De ese modo, la transición a la democracia en Haití y Repúbli-
ca Dominicana puede ser comprendida a partir de la tercera ola, la
perspectiva teórica institucional, la aclaración sobre el sentido de la
democracia y desde el segundo tipo de transición expuesto por Ga-
rretón, pues el paso de la dictadura militar a la democracia no fue el
resultado del éxito de movimientos insurreccionales, sino la conse-
cuencia del accionar de un haz de expresiones políticas, cada una a

19. Ibíd.
20. AGÜERO, Felipe. Militares, Civiles y democracia, Madrid: Alianza, 1995. p. 116.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 291

su manera, con el objetivo de alcanzar la vuelta a la democracia. Tam-


bién es explicable dicho fenómeno, desde el primer tipo de transición
propuesto por Agüero, definido como las transiciones iniciadas por
regímenes que han tenido éxito y confianza en sí mismos.
En ese mismo sentido y también apoyado en Garretón, Francisco
Cueto Villamán señala que desde el punto de vista teórico, la transi-
ción dominicana se sitúa en un punto intermedio de las llevadas a
cabo en el Cono Sur y Centroamérica en la década de 1980. La primera
se debió al agotamiento del régimen militar (por colapso); la segunda
supuso la negociación entre los actores políticos en torno a la recon-
versión de los antiguos guerrilleros a actores políticos legales (por
transacción o pactada). Cueto Villamán puntualiza que “El inicio del
proceso de democratización dominicano se asemeja a lo que Garre-
tón denomina “transición”, es decir, al paso de un régimen autoritario
o militar formal a un régimen básicamente democrático, pero incom-
pleto o imperfecto. Este tipo de transición no desencadena cambios
globales y opera a partir de las mediaciones de una institución por
encima de las partes en conflicto”21.
Según Cueto Villamán, para el caso dominicano, las instituciones
mediadoras fueron la Administración Carter y la Internacional Socia-
lista, que buscaban cambiar los titulares del poder para generar de-
rechos políticos y civiles mínimos, pero sin grandes reformas políticas
institucionales. De aquí que el proceso de democratización en el país
haya estado, desde su inauguración, marcado por constantes obstá-
culos a la institucionalización, la consolidación de los derechos civi-
les y la ampliación de los derechos sociales. Refiere el mismo autor
que algunas características fundacionales del proceso de transición
que han limitado la consolidación democrática se relacionan con
cuestiones del siguiente tenor22:
1) La República Dominicana inició la transición a la democracia
en una trama de fuerte polarización política y sin la existencia
de una coalición mínimamente sólida de actores estratégicos
que pudieran fortalecer un modelo básico de sistema político y

21. CUETO VILLAMÁN, Francisco. Actitudes y valoraciones políticas de los diputados dominicanos hacia
la democracia. En: Revista Ciencia y Sociedad, Volumen XXXI, Número 1, Instituto Tecnológico de
Santo Domingo, Santo Domingo, República Dominicana, (Ene-Mar de 2006); p. 50.
22. Ibíd.
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avanzar hacia la institucionalidad y fortalecimiento democráti-


co. En efecto, tras las elecciones del año 1978, Balaguer forzó a la
clase política nacional y a los observadores/mediadores inter-
nacionales presentes en el país en aquel momento, a aceptar el
“Pacto Histórico”: la entrega de la presidencia al PRD a cambio
de mantener el control del Senado23.
2) La transición a la democracia desde de un régimen autoritario no
estuvo precedida de experiencias democráticas (salvo los siete
meses de gobierno de Bosch entre 1962 y1963). Hubo gobiernos
civiles, pero éstos nunca llegaron a cumplir lo que Dahl (1997)
llama “requisitos institucionales básicos” de una democracia. En
consecuencia, la élite política sigue manteniendo una visión mí-
nima y limitada de democracia, que asegura algunos derechos
políticos y civiles, pero con grandes limitaciones en cuanto a la
implantación de los derechos sociales24.
3) Los sectores obreros y los grupos de izquierda con ideologías
revolucionarias, vieron debilitada su condición de actores es-
tratégicos. En el proceso de transformación del mapa de actores
políticos estratégicos, el fortalecimiento de los derechos civiles
y el afianzamiento de los derechos sociales quedaron a merced
de una élite política cada vez más “elitizada”25.
4) La transición constituyó un intento de reconciliación entre los
actores de representación formal y los de movilización social.
Sin embargo, tuvo finalmente más relevancia la representación
formal. En efecto, en un contexto como el de la transición, de
mayor libertad y competitividad política, la lógica de la confron-
tación y la movilización no dio paso a un nuevo esquema insti-
tucional que incluyera los intereses de la colectividad, sino que
se vio reemplazada por otra fundada en la búsqueda de com-
promisos y arreglos entres los intereses políticos y económicos
de grupos corporativos26.
Además sostiene Cueto Villamán que en este entorno, el proceso
democrático dominicano ha devenido con grandes limitaciones. Los

23. Ibíd.
24. Ibíd.
25. Ibíd.
26. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 293

partidos políticos mantienen una estructura débil, donde las normas


son vulneradas constantemente, provocando frecuentes divisiones
internas. De igual forma, el sistema de partidos no ha podido prota-
gonizar el desarrollo de un proyecto nacional a mediano y largo plazo
que pueda superar los constantes ciclos electorales. Advierte que “El
crecimiento económico ha sido discontinuo, y caracterizado por una
fuerte dosis de incertidumbre. Y la transición a una función pública
más profesional y de carrera que recompensa el mérito más que el
padrinazgo sigue siendo una obra en construcción en el país, a pesar
de contar desde hace 13 años con una legislación al respecto”27.
Reconoce Cueto Villamán que sin embargo, y más allá de estas
limitaciones, el proceso democrático dominicano se ha mantenido
constante, y sin que le suceda ningún quiebre. En este sentido, los
peligros para el sistema político dominicano no parecen dados por la
sustitución del “modelo democrático”, sino por la falta de consolida-
ción y profundización del proceso iniciado, el cual está teniendo un
impacto muy delicado para la gobernabilidad democrática. En efecto,
las instituciones políticas fundamentales y los actores de conducción
pública se encuentran sumergidos en un acelerado proceso de des-
creimiento por parte de la ciudadanía28.
Otro elemento inherente a la cuestión de las transiciones a la
democracia aparte de los ya expuestos en materia de enfoques, es
el de los inicios y las finalizaciones. ¿Cuándo se considera iniciada
una transición a la democracia y cuando se da por terminada? Una
transición puede iniciar en plena vigencia de una dictadura, tras su
terminación y después de un largo tiempo como fue el caso de la
República Dominica que, en este caso, desde nuestra perspectiva no
inició con la muerte del dictador Trujillo Molina sino en 1978 cuando
su peón de brega (Balaguer) fue puesto en cintura por Estados Unidos
y no le permitió hacerse reelegir mediante trapisondas, por lo menos
de manera continua.
En lo que a Haití se refiere, consideramos iniciada la transición
cuando Estados Unidos chantajea a Aristide para que cambie su pro-
grama de gobierno y lo obliga a pactar con los militares haitianos en
el poder y solo de ese modo autoriza su retorno. En el lapso que va de

27. Ibíd.
28. Ibíd.
294 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

la muerte de Duvalier pasando por el derrocamiento de su hijo hasta


el golpe de Estado por el cual es derrocado Aristide, lo que se percibe
es la continuidad de la dictadura. La puesta en funcionamiento de un
sistema electoral con básicas condiciones de transparencia que facili-
taron el cambio de gobiernos mediante elecciones sería la expresión
más clara del inicio de la transición a la democracia en Haití.
En cuanto a la finalización de las transiciones al igual que en el
caso de los inicios, las posiciones están ligadas a las perspectivas
teóricas y, desde luego ideológicas. Algunos sectores de izquierda
consideran que las transiciones a la democracia aún no terminan por
que los regímenes políticos resultantes no han resarcido a las vícti-
mas de las dictaduras militares y porque, ilusamente, pretender vol-
ver a los Estados de bienestar o regímenes asistencialistas y le sean
atendidas sus expectativas en lo que tiene que ver con la concreción
de los Derechos Humanos de todas las generaciones. En otros am-
bientes políticos se considera terminada la transición tras la elección
del primer presidente inmediatamente después de la dictadura.
En todos los casos, es palmaria la evidencia de que los regímenes
militares garantizaron la inserción subordinada de cada uno de los
países en la nueva división internacional del trabajo29. En ese panora-
ma, la mayoría de los países de América Latina quedaron atrapados
en una mayor dependencia cualitativa y cuantitativamente en rela-
ción a potencias imperialistas con un capitalismo hegemónico, que
como lo estuvieron desde el siglo XIX hasta entonces. Esa nueva di-
visión de trabajo se identifica con la intensificación de la explotación
de materias primas, la exportación de capitales, el auge del turismo
sexual (de manera abierta y pública en Haití y la República Domini-
cana), el aumento del contrabando, el desbordamiento de la corrup-
ción, el comercio de armas, la ruina de las industrias nacionales y la
imposición de nuevos valores derivados de la posmodernidad.
En esa nueva división del trabajo la democracia se fetichiza en el
sentido de vaciarla de contenido y poner al conjunto de instituciones
al servicio de la economía de mercado o neoliberalismo. Desde tal
criterio lo que impida el despliegue del neoliberalismo es satanizado
como antidemocrático, populismo o socialismo del siglo XXI. El hecho

29 KAPLAN, Marcos. El Estado latinoamericano, México: UNAM, 1996. p. 266-268.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 295

de cercenar la democracia del conjunto de la vida del ser humano


considerado en su integralidad, propicia el desencanto de la política,
la banalización de la misma y la irrupción de nuevas expresiones de
las derechas con propuestas que rayan en lo mediocre. Desde ese
ángulo geopolítico unos países, motu propio, determinan, con arreglo
a fines, qué país es “viable” y cuál no.
Por lo antes expuesto, cobra vigencia lo señalado por Atilio Borón,
en el sentido de que, en las transiciones no deben perderse de vis-
ta las concepciones sobre la democracia. Éste autor advierte que la
democracia, en este caso, puede ser vista como un método para la
formulación y toma de decisiones en el ámbito estatal, o como una
forma de vida; ambas concepciones se expresan en el contraste entre
una democracia gobernada y una democracia gobernante. El primer
punto de vista está emparentado con la concepción “shumpeteriana”
de la democracia en el sentido de reducírsele a un simple método
para la constitución de la autoridad pública; mientras el segundo lo
estaría con respecto a asumir la democracia como un medio30.
Parte de las dificultades para las transiciones a la democracia en
América Latina y de manera puntual en la República Dominicana y
Haití tiene que ver, justamente, con la advertencia hecha por Borón.
Aunque ya había sido expresado, el trasfondo de las dificultades son
las concepciones que sobre la democracia anima a cada protagonista
de la transición a la democracia. Incluso ambas dictaduras nunca se
reconocieron como tales, sino, increíblemente, como democracias y,
para tal efecto, construyeron un andamiaje ficticio de constituciones
políticas, división de poderes, elecciones periódicas y demás instan-
cias típicas de un Estado moderno. La férrea oposición de los segui-
dores de las dictaduras a admitir la transición se explica, en parte, por
la noción de democracia desde la cual estaban ubicados.
En el seno de las oposiciones tampoco hubo unidad de criterios
sobre la concepción de democracia. Las nociones sobre la misma os-
cilaron entre la percepción simplista de entender y aceptar que la
democracia es un gobierno civil y que regularmente el cambio de un
gobierno a otro se hace mediante elecciones; y la idea que asume

30. BORÓN, Atilio. La transición hacia la democracia en América Latina: problemas y perspectivas. En:
Las incertidumbres de la democracia, Pedro Santana Rodríguez (compilador), Bogotá, Foro Nacional
por Colombia, 1995. p. 119.
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la democracia desde la concatenación universal de los fenómenos,


como un medio y una forma de ser y estar. Entre esos dos extremos
hay misturas acerca de la democracia. Una de ellas es el considerar
que la democracia además de lo público, compromete lo privado y
dimana un conjunto de derechos inherentes al ser humano.
Parte de la oposición dominicana y haitiana (especialmente las
derechas modernizantes, las clases medias y la iglesia católica) coin-
cidió con las concepciones de democracia pregonadas por los here-
deros de las dictaduras y, concomitante con ello, con la perspectiva
de Estados Unidos en esa materia, en el sentido de vaciar de todo
contenido la expresión “democracia”, convertirla en sinónimo de pe-
riódicas elecciones y hacer de aquella y de éstas un espectáculo cir-
cense en el que prima la forma sobre el contenido, la manera de los
mensajes más no el contenido de los mismos y los candidatos se
promocionan como se vende en el mercado un artículo de aseo o un
electrodoméstico.
Esta peculiar concepción de democracia finalmente se impuso en
la República Dominicana y Haití. Se trata de gobiernos civiles revesti-
dos de legalidad y de legitimidad, compatibles y funcionales al neo-
liberalismo. De esta manera de entender la democracia participan
tanto las iglesias evangélicas que, en esas dos naciones, se convir-
tieron en oficiosos agentes de propaganda política; como los jóvenes
que, mayoritariamente ignoran el pasado de sus países y sin ninguna
mediación crítica abrazan los valores y las ideologías de las derechas
para las cuales la democracia no es un medio como lo sugiere Borón,
sino como un método para obtener poder y darle rienda suelta a sus
ímpetus clientelistas y corruptos.
Por tanto, en lo referente a la democracia, la crítica diferencia entre
democracia “formal” o política y “sustancial” o social y hay quienes
responsabilizan a la democracia por la condición social de la pobla-
ción31. Es evidente que tanto en la República Dominicana como en
Haití la transición a la democracia desembocó en una democracia
formal. En ese sentido cada constitución política alberga una noción
de Estado, derechos, deberes, la manera como está organizada la ad-

31. NOHLEN, Dieter. Democracia y neocrítica. Un ejercicio de evaluación del desarrollo democrático
reciente en América Latina. En: Democracia y neocrítica en América Latina. En defensa de la transición.
Dieter, Nohlen (compilador), Madrid: Iberoamericana, 1995. p. 11.

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Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 297

ministración, la estructura de los poderes y sus funciones, la fuerza


pública y los organismos de control. Pero ese desiderátum constitu-
cionalista en los dos países no siempre se corresponde en todo o en
sus partes con el país real. Éste avanza por un camino y las constitu-
ciones por otro (en ocasiones en contravía), fenómeno recurrente en
América Latina donde se habla de un país formal y un país real.
Algunos de los postulados de la democracia sustancial o social, es
decir, de aquella perspectiva de democracia articulada a la calidad
de vida de las personas, hacen parte de los programas de algunos
partidos políticos, especialmente de aquellos pretendidamente de iz-
quierda. No obstante cuando algunos de esos partidos han logrado
ser gobierno, mutan y terminan reproduciendo los vicios, prácticas y
concepciones de la democracia formal. Al final de sus gobiernos los
balances han sido modestos, por no decir mediocres. La democracia
sustancial o social parte desde la familia, la escuela, el trabajo y des-
borda al escenario de lo público.
En este mismo horizonte de perspectivas o concepciones sobre la
democracia, referida a los regímenes resultantes de las transiciones a
la democracia en la República Dominicana y Haití, también nos apo-
yamos en Giovanni Sartori quien argumenta que el discurso sobre la
democracia, además de ser complejo, en él se puede distinguir tres
aspectos: el primero considera que “La democracia es un principio de
legitimidad y la legitimidad democrática asume que el poder deriva
del pueblo y en ese sentido la democracia no acepta autoinvestidu-
ras, ni que el poder derive de la fuerza”32 y, desde ese criterio, en las
dos situaciones la democracia resultante de las transiciones lenta-
mente se consolida, pese a una larga tradición de dictaduras y regí-
menes autoritarios en esos países.
El segundo aspecto que expone Giovanni Sartori alude a que “La
democracia es un sistema político llamado a resolver problemas del
ejercicio del poder y la democracia participativa al tomar identidad
en los años sesenta se infiere que “El ciudadano participante es el
ciudadano que ejerce en nombre propio, la cuota de poder que le
corresponde, el poder del que es titular”33. En este caso en ninguno

32. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 28.
33. Ibíd.
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de los dos países interesa mucho la construcción de la democracia.


La voracidad por la captura del poder como un botín relega a un
segundo plano la democracia propiamente dicha. La mayoría de los
ciudadanos en la República Dominicana y Haití ofrecen al mejor pos-
tor la cuota de poder que les corresponde y del cual son titulares. Los
políticos demandan esas cuotas de poder. Hay oferta y demanda. Se
compra y se vende el poder. En esas relaciones entre el vendedor y
el comprador tienen lugar se tejen intereses mutuos, beneficios recí-
procos, por esa vía el ejercicio de la política se privativa, se envilece.
A pesar de que en la Constitución Política de la República Domi-
nicana esté prohibida de manera taxativa la corrupción, en ninguna
parte está prohíbo el clientelismo. Este fenómeno (el clientelismo)
es la antesala no solo de la corrupción sino de muy variadas formas
de corrupción. Terminan llegando al poder quienes mayor músculo
económico tengan para comprar los votos, torcer la conciencia del
pueblo, adquirir la cuota de poder a la cual hace referencia Giovanni
Sartori. Aunque en la Constitución Política de Haití no hace mención
explícita a la cuestión, en la vida real el fenómeno opera de manera
similar. En uno y otro país la compra y venta de votos, símbolo del
clientelismo, la corrupción y la violencia, tiene un largo historial des-
de el siglo XIX lo cual no justifica el hecho, pero si permite compren-
der que se trata de una forma de ser, no una manera de estar.
El tercer aspecto a distinguir en la democracia, según Giovanni
Sartori, se refiere a que “La democracia es un ideal y como tal, la
democracia como es (en la realidad) no es la democracia como debe-
ría ser”34. Sin desconocer la relevancia de los dos primeros aspectos
sobre la democracia, el tercero es de una importancia capital. Se trata
de asumir la democracia como un camino y no como un punto de lle-
gada. Es una constante construcción colectiva en la que converge la
historia política de cada nación, su cultura, sus valores y, en general,
todo su ser. Parafraseando al poeta brasilero diríamos que “no hay
democracia, se hace democracia al andar” y, la textura de la misma es
el fiel reflejo de lo que es la República Dominicana y Haití en todas
sus dimensiones.
El mismo autor (Giovanni Sartori) señala la existencia de una de-
mocracia económica, política y social e interroga: ¿cuál es la relación

34. Ibíd.

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Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 299

entre las tres? Según el mismo, la relación es que la primera es la


condición necesaria de las otras. La democracia en sentido social y/o
económico extiende y complementa la democracia en sentido po-
lítico35. Las dos transiciones a la democracia sobre las cuales versa
esta investigación, tuvieron lugar en el contexto de la imposición del
neoliberalismo, modelo que, en su esencia, valida las desigualdades
económicas de los individuos. Prueba de ello son los millones de se-
res humanos aventados a la más ignominiosa pauperización, donde
dominicanos y haitianos no son la excepción. Desde nuestra pers-
pectiva el neoliberalismo además de obstruir esas transiciones a la
democracia, impide la construcción de ésta.
En esa misma dirección consideramos que el neoliberalismo, más
que una fatalidad por la que deben atravesar las naciones capitalis-
tas, al margen de si es el resultado de “estudios científicos” de al-
gunos economistas e independiente de cualquier apreciación crítica
o mesiánica, es evidente que se trata de una decisión política cuya
matriz ideológica es la confluencia de distintas vertientes de las de-
rechas en occidente desde el siglo XIX, destinada a solventar la crisis
estructural del capitalismo metropolitano a expensas del capitalismo
periférico del cual la República Dominicana y Haití son claros repre-
sentantes. Se trata de una relación dialéctica entre la infraestructura
y la superestructura y surgen distintas dudas como si ¿a mayor rique-
za mayor democracia? o ¿a la inversa? Lo que en esas dos naciones es
incontrovertible es que la pobreza es el caldo de cultivo propicio para
los mercaderes de la política en cada proceso eleccionario.
Contrario a lo expuesto por Sartori, Antonio García es del criterio
según el cual, la democracia es total en el sentido de que no puede
existir a medias, ni como una suma de partes desordenadas y sueltas,
ni como un sistema contrahecho que declara a hombres libres pero
les niega los medios -económicos, culturales y políticos- de ejercicio
de la libertad36. También precisa que “El problema de la democracia
no puede ser teóricamente retaceado, ni resuelto por segmentos o
partes: es un problema de todo o nada”37. En este caso la democracia
se asume como “un todo con sentido” el que las partes van al todo

35. SARTORI, Giovanni. Op. Cit., p. 31.


36. GARCÍA, Antonio. Dialéctica de la Democracia, Bogotá: Cruz del Sur, 1971. p. 23.
37. Ibíd.
300 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

y viceversa. Esa sugerente noción de democracia total bien puede


configurarse como una utopía, especialmente en los tiempos en que
urge revalorar el alcance y las limitaciones de algunas ideologías y la
praxis de varios partidos políticos en los dos países.
Volviendo a Sartori éste autor sostiene que “En principio la demo-
cracia -la democracia liberal- ha de definirse como un sistema polí-
tico basado sobre el poder popular, en el sentido que la titularidad
del poder pertenece al demos, mientras que el ejercicio del poder es
confiado a los representantes periódicamente elegidos por el pueblo.
Por consiguiente, en términos de ejercicio el poder popular se resuel-
ve en gran medida en el poder electoral”38. Justamente esto último (la
cuestión electoral) desde el siglo XIX en América Latina ocasionó no
pocas guerras civiles por el tratamiento dado a las elecciones en las
que solían primar todo tipo de fraudes. Cada bando vencedor en las
contiendas imponía una constitución política ajustada a sus intereses
y la manera de intentar perpetuarse en el poder era por medio de las
elecciones.
Como se recordará, mediante unas elecciones fraudulentas Trujillo
Molina se hizo presidente de la República Dominicana en 1930 y, a
través del poder electoral (fraudulento) se hizo reelegir por sí y por
interpuesta persona. François Duvalier obtuvo la presidencia de la re-
pública en Haití, de igual modo, a partir de prácticas fraudulentas. En
los dos casos el electorado opositor fue constreñido en su derecho al
voto universal y secreto. Cuando los resultados les fueron adversos
a los dictadores anularon los certámenes electorales y las normas
fueron concebidas para favorecerles completa y únicamente a esos
dos dictadores. Consolidada la transición, operan nuevos factores
pervierten la posibilidad de que el poder popular efectivamente se
resuelva en el poder electoral, tal como lo expone Sartori.
Este mismo autor indica distintas perspectivas desde las que se
puede asumir la cuestión de la democracia. La primera de ellas es el
criterio normativo que, además de definir etimológicamente el tér-
mino democracia como poder del pueblo, alberga tres enfoques: el
enfoque polémico para tratar la democracia como lo que no debe
ser; el realista para tratar la democracia como lo que podría ser, y el

38. SARTORI, Giovanni. Op. Cit., p. 42.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 301

enfoque perfeccionista o utópico para tratar la democracia como lo


que debe ser. La segunda perspectiva es la descriptiva en la que la
democracia se percibe como un sistema basado en partidos en con-
currencia donde la mayoría gobernante respeta los derechos de las
minorías y, la tercera perspectiva, es la dimensional, a partir de la cual
la democracia aparece emparentada con las actividades en pequeña
y gran escala y, por lo tanto, se sitúa en micro y macrodimensiones39.
Apoyados en los anteriores criterios es claro que tanto en la Re-
pública Dominicana como en Haití la democracia se muestra como
un “sistema basado en partidos en concurrencia”. Perviven algunos
antiguos partidos creados por las dos dictaduras. Desde luego, han
evolucionado y adaptado a las nuevas condiciones imperantes. Una
vez desaparecidos los dictadores, en cada país fueron fundados par-
tidos políticos izquierda y de derecha que, al igual que los de la an-
tigua derecha, también mutaron. Un rasgo revelador de los partidos
políticos dominicanos y haitianos es que, sus tendencias, divisiones
y prácticas antidemocráticas han contribuido a que los mismos sean
parte del problema y no de la solución en cada país.
Efectivamente hay concurrencia de partidos. Pero tales partidos
son una especie de organismos regionales y municipales federados
que se sintonizan en las coyunturas de las elecciones. Cuando sus
máximos personeros obtienen el poder en algún nivel, se convierten
ipso facto, en agencias intermediarias entre los electores y los recur-
sos prodigados desde el gobierno. No siempre hay respeto hacia las
minorías por parte de las mayorías. En casi todos los casos tienen
lugar alianzas en función de cargos burocráticos, más que a partir
de tesis programáticas de los partidos o de políticas de Estado en-
caminadas a resolver de manera radical y estructural los principales
problemas de la República Dominicana y Haití.
También Sartori40 establece como condiciones de la democracia los
factores impulsores, las condiciones y la relación entre democracia y
mercado. Uno de esos factores tiene que ver con la paz, la reconcilia-
ción y la justicia. No obstante, la impunidad fue el elemento más noto-
rio de las dos transiciones a la democracia lo cual, empaña cualquier

39. SARTORI, Giovanni. Democracia. En: Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Dirigida por
David L. Sills, Volumen 3, Madrid: Aguilar, 1979. p. 489.
40. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 59.
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intento de reconciliación. Las heridas dejadas por las dos dictaduras


en el cuerpo social de los dominicanos y de los haitianos no han sa-
nado. Herederos de ambos regímenes dictatoriales y, asombrosamen-
te algunos sectores sociales no solo añoran las dictaduras sino que
pretenden matizar, relativizar y poner en perspectiva tales sucesos
para justificar la estela de crímenes cometidos por las mismas.
Desde otro ángulo, la autonomía de la sociedad civil como factor
incidente en la democracia es innegable. Pero es preciso aclarar que
en América Latina y de manera específica en la República Dominica-
na y Haití la sociedad civil no tiene ni la misma historia, ni similar
trayectoria que en otros países (como los europeos) como tampoco
idénticos alcances. La sociedad civil en aquellos dos países tiene una
corta vida y los procesos por los cuales se ha desarrollado han sido
laberínticos y contradictorios por la misma política de corrupción ge-
neralizada e impulsada desde los distintos gobiernos que, por medio
de la corrupción activa, pasiva o latente tonsura las dinámicas de
fortalecimiento de la sociedad civil.
En ese mismo horizonte un factor de posibilita o retrasa las transi-
ciones a la democracia son las creencias o no en valores pluralistas.
El sinuoso fardo histórico de autoritarismo, mesianismo, intolerancia,
exclusión y violencia con el que arrastra la cultura política domini-
cana y haitiana dificulta el pluralismo. En cierta medida los partidos
políticos dominicanos y haitianos son herencias de las dictaduras y,
de algún modo, no están comprometidos con la pluralidad ideológica
y sus prácticas suelen ser del todo antidemocráticas, por lo menos
en sus condiciones internas. El pluralismo supone la aceptación del
otro, el respeto a la diferencia, la tolerancia hacia el criterio ajeno u
opuesto. Los valores pluralistas donde escasean, difícilmente pelecha
la democracia.
Otro aspecto incidente en la democracia es el factor religioso. El
fenómeno religioso le es consustancial al género humano como lo es
el miedo, la felicidad o la tristeza. Inicialmente en los dos países la
Iglesia Católica tenía en monopolio de la religiosidad, con la debida
salvedad de Haití donde el vudú es de enorme importancia en la vida
de sus habitantes. Durante las dos dictaduras actuaron como aliadas
tanto de Trujillo Molina como de Duvalier, sin ser homogéneas, se
beneficiaron de estos personajes. En las transiciones a la democracia
actuaron con astucia y sigilo para acomodarse y pelechar al lado del

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 303

poder. Algunos sectores, especialmente los más comprometidos con


la ortodoxia, el integrismo y las derechas, de manera velada se opu-
sieron a la transición a la democracia.
A lo anterior se agrega el hecho de que, después de la segunda
guerra mundial, Estados Unidos, en el marco de su estrategia contra-
insurgente para América Latina, impulsó para todos los países de la
región una nueva “evangelización” con iglesias distintas a la católica,
apostólica y romana, con el objeto de romper los procesos organizati-
vos de estirpe popular que, eventualmente, podrían ser parte de mo-
vimientos reformistas radicales o revolucionarios que propendieran
por el poder y la adopción de cambios estructurales. Y lo lograron. En
primer lugar, la Iglesia Católica ya no tiene el monopolio de la feligre-
sía y, por otro, las izquierdas fueron incapaces de contrarrestar, por
la vía de la educación a las bases, las influencias de tales iglesias. El
resultado concreto de esa labor de “evangelización” es que la mayoría
de los feligreses de esas iglesias son prosélitos de las derechas y, en
consecuencia, juegan roles determinantes en los resultados de las
elecciones.
Las condiciones socioeconómicas de la población, de igual modo,
son factores determinantes en la consolidación de la democracia.
¿Qué receptividad puede en las personas un discurso a favor de la
democracia, la transparencia, la honradez, la no violencia, el no clien-
telismo y la no violencia cuando aquellas adolecen de servicios pú-
blicos básicos, no tienen empleo, los ingresos son insuficientes para
su existencia, las acosan las enfermedades asociadas a la pobreza, su
futuro es incierto y observa las insultantes injusticias y desigualda-
des sociales? Es probable que esas personas entiendan el problema,
sean conscientes del mismo, pero de lo que se trata en éstos casos es
subsistir a como dé lugar y es allí donde se origina el círculo vicioso
en el sentido de que a mayor degradación de las condiciones socioe-
conómicas de la población, menor democracia.
En este orden de ideas, como factor incidente al tema que nos
ocupa, percibimos la siempre conflictiva relación entre democracia y
mercado. Resulta pobre la noción de democracia asociada a un régi-
men político que aumenta de tamaño al Estado en lo que tiene que
ver con la administración de justicia y los aparatos represivos para
hacer cumplir las leyes del mercado; y se reduce al máximo en las de-
más esferas poniéndolas a disposición del capital privado. Un Estado
así, es una fábrica de pobres y es evidente que en sociedades ma-
304 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

yoritariamente pobres la democracia trastabilla. En un ambiente así


visto los pobres aumentan en número de manera exponencial e, ins-
tituciones políticas creadas para el efecto, asumen prácticas asisten-
cialistas a partir de las cuales el fenómeno de la pobreza se extiende
y profundiza. Lo anterior nos permite advertir que cuando el mercado
se superpone a la democracia las asfixia, lo mismo que cuando el
populismo asistencialista se impone a nadie saca de la pobreza y no
crea ciudadanos sino súbditos.
A manera de complemento, Sartori problematiza la democracia a
partir de lo que no es. Dicho autor establece términos opuestos como
absolutismo, autoritarismo, tiranía, despotismo y dictadura41 y la auto-
cracia como un término opuesto-contadictorio42. La autocracia la defi-
ne como “autoinvestidura, proclamarse jefe a sí mismo (o por un dere-
cho hereditario), mientras que el principio democrático es que el poder
puede ser conferido solamente por el pueblo o por aquella población
sobre la que se ejerce el poder”43. Como se recordará, Trujillo Molina
perfiló a su primogénito para heredarle el cargo de dictador, de igual
modo actuó Duvalier. Cada uno, en distintos tiempos, fracasó. Poste-
riormente, en las transiciones a la democracia, bajo sutiles mecanis-
mos, de manera puntual en la República Dominicana Bosch y Balaguer
pretendieron heredar los liderazgos y, ulteriormente, por el mecanis-
mo de la reelección presidencial son claras las trazas autocráticas.
A lo anterior se suma el punto de vista de Norberto Bobbio44, para
quien la democracia desde una concepción liberal, es la democracia
representativa o parlamentaria donde la tarea de hacer las leyes no
concierne al pueblo sino a un cuerpo restringido de representantes
elegidos por los ciudadanos a quienes se les reconocen los derechos
políticos. Esta idea de democracia es compatible con el Estado liberal
que reconoce y garantiza derechos como los de libertad de pensa-
miento, religión, imprenta y reunión entre otros. Si nos atenemos a
ese criterio, la transición a la democracia en la República Dominicana
y Haití ha sido un éxito, incluso no solo en estos dos países sino en el
resto de América Latina donde hubo dictaduras.

41. SARTORI, Giovanni. Qué es la democracia, Bogotá: Altamir, 1994. p. 118.


42. SARTORI, Giovanni. Op. Cit., p. 130.
43. SARTORI, Giovanni. Elementos de Teoría Política, Madrid: Alianza, 1992. p. 60.
44. BOBBIO, Norberto. Democracia. En: Diccionario de Política. A-J, Dirigido por Norberto Bobbio y Nicola
Matteucci, México: Siglo XXI, 1981. p. 499.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 305

En el este sentido, el mismo autor sostiene que la democracia en


los regímenes representativos puede ser analizada en dos direccio-
nes: 1. En la gradual ampliación del derecho de voto (primero había
restricción por nivel cultural, por riqueza, edad o sexo) y ahora se ha
ido extendiendo hasta el sufragio universal. 2. En la multiplicación
de los órganos representativos45. Ambos procesos de transición a la
democracia avanzan en esas dos direcciones. El problema de la cues-
tión (en ambos sentidos) son las constantes amenazas que constri-
ñen tanto el sufragio universal como la multiplicación de los órganos
representativos, los vicios privados convertidos en virtudes públicas.
Existe compra y venta de votos y perviven nichos de poder de hecho.
Parte de los criterios señalados por Sartori y cuestionados en lo
concerniente a la concepción de la democracia que la reduce a lo ins-
trumental, son aclarados por Bobbio cuando puntualiza la diferencia
existente entre las doctrinas socialista y liberal sobre la democratiza-
ción. En últimas depende desde qué punto de vista teórico e ideoló-
gico se asume la democratización. Si se parte desde una percepción
socialista o de izquierda, la transición a la democracia en la Repúbli-
ca Dominicana y Haití fue un fracaso. Si el análisis, por el contrario,
es desde un criterio liberal, son irrefutables las pruebas de que las
transiciones llegaron a donde tenían que llegar. Tal vez sin ser los
modelos soñados, pero, en todo caso, cumplen con las formalidades
exigidas por la perspectiva liberal. Bobbio lo expone en los siguientes
términos:
Lo que cambia en la doctrina socialista respecto de la doctrina
liberal es la manera de entender el proceso de democratización del
Estado. En la teoría marxengelsiana el sufragio universal, que para el
liberalismo en su desenvolvimiento histórico es el punto de llegada
del proceso de democratización del Estado, constituye solamente el
punto de partida. Además del sufragio universal, la profundización
del proceso de democratización por parte de las doctrinas socialis-
tas se produce de dos modos: a través de la crítica de la democracia
solamente representativa y la consiguiente continuación de algunos
temas de la democracia directa, y a través de la demanda de que la
participación popular, y por lo tanto el control del poder desde lo
bajo, se extienda de los órganos de decisión política a los de decisión

45. Ibíd.
306 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

económica, de algunos centros del aparato estatal a la empresa, de


la sociedad política a la sociedad civil, donde se ha estado hablando
de democracia económica, industrial o, por la forma de los nuevos
órganos de control (los llamados “concejos obreros”), conciliar y de
pasaje del autogobierno a la autogestión46.
Concomitante con ello, según Bobbio, los regímenes democráticos
se pueden clasificar según las siguientes tipologías: 1. Régimen parla-
mentario: la democraticidad del ejecutivo depende del hecho de que
éste es una emanación del legislativo, el cual a su vez reposa sobre
el voto popular. 2. Régimen presidencial: el jefe del ejecutivo es ele-
gido directamente por el pueblo con la consecuencia de que ese jefe
responde por su mandato no al parlamento sino a los electores47. La
segunda tipología es la que se ajusta al caso de la República Domi-
nicana y Haití. En esos dos países la transición a la democracia hizo
que los presidentes sean elegidos de manera directa por el pueblo,
con la salvedad que los jefes de Estado de esas naciones establecen
mecanismos clientelistas por medio de los cuales doblega o somete
al poder legislativo para hacer viable su gestión de gobierno a cambio
de prebendas, canonjías, coimas y demás.
Una tercera tipología señalada por Bobbio es la que toma en con-
sideración el sistema de los partidos, de la cual existen dos variantes:
sobre la base del número de los partidos se distinguen sistemas bi-
partidistas y multipartidistas. Y también “Sobre la base del modo en
que los partidos se disponen los unos hacia o contra los otros en el
sistema, es decir sobre la base de los llamados polos de atracción o
de repulsión de los diversos partidos, se distinguen regímenes bipo-
lares, en los que los diversos partidos se agrupan en torno a los dos
polos del gobierno y de la oposición, y multipolares, en los que los
diversos partidos se disponen hacia el centro y hacia las dos posicio-
nes, la de derecha y la de izquierda”48.
En esa materia resulta difícil encasillar el sistema de partidos de la
República Dominicana y Haití. En el marco de las dos dictaduras su-
puestamente había partidos políticos, pero en verdad, solo el partido
de cada dictador era el que tenía garantías para funcionar. Los demás,

46. BOBBIO, Norberto. Op. Cit., p. 501.


47. BOBBIO, Norberto. Op. Cit., p. 504.
48. BOBBIO, Norberto. Op. Cit., p. 505.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 307

eran ficciones de partidos políticos. Terminadas las dictaduras, en el


horizonte de las transiciones a la democracia se ha observado prác-
ticas de bipartidismo y multipartidismo. Los distintos gobiernos se
las arreglan para cooptar a la oposición a través del otorgamiento de
cargos burocráticos por lo que, en últimas, todos los partidos termi-
nan siendo de gobierno y ninguno o pocos de oposición. Quienes se
reclaman como partidos de oposición son organismos excluidos de
la repartija del erario.
Ahora bien, en dichos países resulta riesgoso encasillar a los parti-
dos políticos en la izquierda o la derecha. En primer lugar tales cam-
pos ideológicos han variado. En el ámbito del neoliberalismo y de la
posmodernidad se torna perentorio revalorar lo que significa ser de
derecha o de izquierda. En segunda instancia, es preciso advertir que
los partidos políticos dominicanos y haitianos pretendidamente de
izquierda o de derecha, con increíble facilidad y rapidez mutan y sus
miembros suelen optar por el transfuguismo. Naturalmente existen
diferencias, pero éstas no son radicales, en algunos casos son for-
males y, las fronteras ideológicas terminan, con frecuencia, siendo
borradas por las lisonjas de parte y parte.
Desde una perspectiva distinta a la de Sartori y Bobbio, García con-
ceptúa que la democracia es total en el sentido de que no puede
existir a medias, ni como una suma de partes desordenadas y sueltas,
ni como un sistema contrahecho que declara a hombres libres pero
les niega los medios -económicos, culturales y políticos- de ejercicio
de la libertad49. Además precisa que “El problema de la democracia
no puede ser teóricamente retaceado, ni resuelto por segmentos o
partes: es un problema de todo o nada”50. Desde esta concepción de
democracia diferente a la de los dos autores precitados, en ningún
país habría democracia y menos en los dos casos que nos ocupan.
Según García, afirmar que existe una dosis de democracia, equivale
a suponer la aplicación sincera de algunos principios económicos,
políticos o morales y la vigencia práctica de algunas normas básicas
de representatividad. La democracia no se concibe como un simple
producto de la presencia electoral del pueblo, independientemente
de su contenido y dirección. Esta es una noción bárbara y nihilista,

49. GARCÍA, Antonio. Op. Cit., p. 23.


50. Ibíd.
308 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

en cuanto no sirve para indicar dónde vive la democracia, sino todo


lo contrario: para ocultar dónde es que realmente vive. ¿Si todo se
reduce a un problema aritmético de apropiarse del 51% de los regis-
tros electorales, habrá algún sistema político que no sea democracia?
¿Qué opinaremos sobre un régimen como el nazi que, a simple vista,
fue producto de voluntad mayoritaria del pueblo alemán?
Para García, estas consideraciones bastan para demostrar que la
noción vulgar de la democracia no es suficiente, ni aceptable, ni ló-
gica. La democracia supone una actividad responsable del pueblo,
orientada hacia la defensa de sus propios intereses, en los distin-
tos frentes de la vida social, así como unas estructuras de participa-
ción. Es sencillamente monstruoso creer que hay democracia donde
se arrea al pueblo como una horda, donde las masas no participan
en las tareas de la conducción, y donde la actividad electoral tiene
como fin la negación de los bienes que le pertenecen a todo pueblo
para realizarse históricamente. De manera taxativa este autor sostie-
ne que “No hay democracia por el simple acto de presencia de una
masa electorera, ni aun donde se practica la costumbre espectacular
y formalista de los plebiscitos; ni la hay tampoco donde las mayorías
electorales irresponsables funcionan exclusivamente para amparar y
legitimar a las minorías privilegiadas. Todas estas son negaciones de
la democracia, en sus fines y en sus medios”51.
Establecemos un puente de comunicación y coincidencia entre los
anteriores tres autores (Sartori, Bobbio y García). El primero parte de
una concepción socialista de la democracia y puede coincidir con lo
expuesto por el segundo quien advertía sobre las diferencias existen-
tes entre la doctrina socialista y liberal sobre la democracia y, con el
tercero de ellos, que definió la democracia como “lo que debía ser”.
Remarcamos el hecho de que la costumbre de participar no garantiza,
per se, la existencia de la democracia porque es clara la diferencia
que existe entre participar y decidir.
En toda esta dinámica, enfatiza García “La simulación cubre todos
los frentes: el de la filosofía, el de la política, el del arte, el de las cien-
cias, en el de la política, se simula la democracia y el libre ejercicio de
la representación popular, conservando un parlamento prefabricado

51. GARCÍA, Antonio. Op. Cit., p. 71.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 309

y un arsenal de leyes para que cada gobernante escoja a su arbitrio


las que quiera aplicar”52. También se simula división e independencia
de poderes, así como la imparcialidad de la justicia y los gobiernos
impersonales. Prima la forma sobre el contenido. Tal vez sea ese un
fenómeno extendido a toda América Latina y de allí la naturaleza de
la antinomia de sus instituciones.
Puntualiza García que la llamada “democracia burguesa” ha dejado
de vivir como una auténtica democracia, porque ha reemplazado la
libertad económica por los grupos de poder y la cerrada construcción
de los monopolios; ha matado la ética de solidaridad con la implacable
moral de la ganancia privada; ha sustituido el principio del servicio por
el “evangelio del éxito”; ha sacrificado la libertad al privilegio; ha vacia-
do y alienado la conciencia del pueblo por medio de los mecanismos
de la publicidad y del control ideológico sobre los medios de comu-
nicación de masas53. Probablemente lo anterior sea en lo que desem-
bocó la transición a la democracia en esas dos naciones caribeñas.
En Haití y República Dominicana no encontramos un proceso de
democratización radical; se está ante la consolidación de una forma
o variedad de democracia con un sistema de partidos excluyente que
recurre al ritual eleccionario como un acto vital cada cuatro años para
sucederse en el poder monótona e implacablemente. Esta forma de
democracia condicionada por el neoliberalismo ha incorporado a su
repertorio valores como el papel positivo de la desigualdad, la elimi-
nación de la función social del Estado, la deificación del mercado y la
validación del subjetivismo como criterio de verdad54 y mitos como la
competencia, los nuevos agentes, la transferencia tecnológica, la pri-
vatización, la participación social y la racionalidad55. Es la democracia
que emana y expele por sus poros el neoliberalismo. Es la democracia
al servicio del mercado, es la dictadura del mercado, de las transna-
cionales y de la posverdad.
Expuestas algunas perspectivas teóricas sobre la transición a la
democracia y la democracia misma, se estima adecuado integrar

52. GARCÍA, Antonio. Op. Cit., p. 88.


53. GARCÍA, Antonio. Op. Cit., p. 170.
54. AHUMADA, Consuelo. El modelo neoliberal y su impacto en la sociedad colombiana, Bogotá: El
Ancora, 1996. p. 114.
55. CHILD, Jorge. Apertura y privatización, en Neoliberalismo y subdesarrollo, Bogotá: El Ancora, 1992.
p. 92.
310 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

como herramienta de comprensión de las transiciones a la democra-


cia, la hermenéutica (según la perspectiva de Hans-Georg Gadamer).
Para éste autor, en el trabajo de la hermenéutica, hay tres momentos
secuenciales, ellos son: comprender, explicar y aplicar. La aplicación
en este marco de la hermenéutica gadameriana, significa la acción
del pasado sobre el presente, lo cual de plano supone, entre otras co-
sas, que la comprensión es un proceso permanente y nunca acabado.
Cuando hacemos aplicación de la hermenéutica, estamos recurriendo
a la tradición, al pasado, para comprender el presente. Cada que al-
guien quiera, desde un horizonte dado, comprender el presente, ten-
drá que hacer una aplicación de la hermenéutica, la cual puede tener
lugar desde los prejuicios, el círculo hermenéutico, la autoridad, la
tradición, la historia efectual y la pregunta.
Las comprensiones así se tornan interminables, por eso se afirma
que una comprensión, es una comprensión sobre otras de su mismo
género y remarcando sobre el asunto de la comprensión, Gadamer
es del criterio que “…la comprensión comienza allí donde algo nos
interpela. Esta es la condición hermenéutica suprema”56 y concomi-
tante con ello, que “La esencia de la pregunta es el abrir y mantener
abiertas posibilidades”57. En esta línea de exposición del pensamiento
de Gadamer, la pregunta como recurso dentro de la hermenéutica,
tiene una importancia cardinal. La comprensión se ha dicho, inicia
allí donde algo nos interpela, cuestiona o pregunta. La pregunta actúa
como el primer llamado a la comprensión. Pero la pregunta desde la
perspectiva hermenéutica de Gadamer, no hay que entenderla como
las preguntas cotidianas que a diario se suelen hacer, a las que se les
da una respuesta, e independientemente de la naturaleza de dicha
respuesta, la pregunta queda convencionalmente solucionada.
En el fondo de la hermenéutica de Gadamer, la pregunta tiene
otras connotaciones como las siguientes: la pregunta abre las posibi-
lidades para la comprensión, puede ser contestada con otra pregunta,
recibe respuestas siempre provisionales, no definitivas; es el primer
paso hacia la comprensión, es el mecanismo por el cual hacemos
comprensión sobre otras comprensiones, es la base del diálogo que

56. GADAMER, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca:
Sígueme, 1984. p. 369.
57. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 311

se establece entre el intérprete y la tradición; no es de exclusiva ini-


ciativa del intérprete, el texto también le hace preguntas al intérprete.
La pregunta no admite respuestas taxativas ni concluyentes y éstas se
pueden convertir en otras preguntas.
En esa perspectiva se inscribe la pregunta que orientó esta investi-
gación ¿En qué contextos geopolíticos y condiciones internas tuvieron
lugar las transiciones a la democracia en la República Dominicana y
en la República de Haití; cómo fueron las dinámicas, los alcances y
las limitaciones de esas transiciones; qué regímenes políticos resul-
taron y cuáles son las principales visiones sobre esas transiciones a
la democracia? Las respuestas dadas a lo largo de esta investigación
a esa pregunta son provisionales. Es decir, otros investigadores, desde
diferentes fuentes y desde distintas perspectivas llegarán a respues-
tas divergentes y la objetividad de estas investigaciones está dada
por ese diálogo de subjetividades. Nuevas preguntas de investiga-
ción brotan de este trabajo, por tanto, las comprensiones suelen ser
siempre transitorias. La bondad de la hermenéutica, en ese tópico, es
que siempre deja abierta la posibilidad de nuevas lecturas sobre un
mismo fenómeno.
Es claro que los contextos geopolíticos estuvieron signados por la
polarización Este-Oeste y la guerra fría. Esos dos fenómenos permi-
ten comprender la ola de golpes de Estado en América Latina incluso
desde antes de la segunda guerra mundial cuando ya son perceptibles
trazas de políticas contrainsurgentes de Estados Unidos para la región.
También hizo parte de ese contexto geopolítico la amenaza (real o fic-
ticia) que significó Cuba, al igual que la repulsión de algunos países de
la región hacia las dictaduras de Trujillo Molina y Duvalier. En la con-
figuración de este ambiente geopolítico incidió, de contera, los pro-
cesos de descolonización en África, Asia y América Latina, así como el
conflicto chino-soviético y las críticas hacia ciertos paradigmas de las
Ciencias Humanas y Sociales prevalecientes hasta entonces.
Las condiciones internas en que tuvieron lugar las transiciones a
la democracia en la República Dominicana y Haití estuvieron enraiza-
das en sus propias tradiciones. Las dos naciones compartieron en los
siglos XIX y XX largos lapsos de dictaduras, inestabilidad, caudillismo,
autoritarismo y violencias, eso sin mencionar también algunos acon-
tecimientos similares en su condición de colonias. Estamos frente a
dos países sin ningún pasado, herencia o tradición democrática. La
democracia les llegó tarde, décadas y siglos más tarde de haberse
312 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

conocido esa forma de gobierno en otros países. Los dos dictadores


(Trujillo Molina y Duvalier) hicieron del terror su predilecto mecanis-
mo de gobierno, llevaron a la población las más espantosas formas
de opresión y, aun así, dominicanos y haitianos, en distintos momen-
tos optaron por apostarle a la transición a la democracia, aprendien-
do en el camino.
Las dinámicas de esas transiciones fueron truculentas, violentas y
supeditadas a los intereses de Estados Unidos. También esta poten-
cia hegemónica aprendió en el camino de dichas transiciones a ac-
tuar conforme a su geopolítica. Cuando los dos dictadores ya habían
cumplido su papel, quiso ese país deshacerse de los mismos pero
manteniendo en esencia el régimen autoritario con apariencia de go-
biernos democráticos. Eso permite comprender su intromisión en los
asuntos de cada transición a la democracia, los golpes de Estados
que impulsó, así como las sanciones, los chantajes y demás mecanis-
mos de presión bajo una especie de “pedagogía del terror”.
Los alcances y las limitaciones de esas transiciones a la democra-
cia son el reflejo de su pasado. Los acontecimientos derivados de la
nueva versión de la globalización que vive el mundo en la que se im-
puso el neoliberalismo moldearon los alcances de esas transiciones,
determinando las dosis o cuotas de democracia a la que se podía
acceder. Entre los alcances está la terminación de las dictaduras, el
advenimiento de regímenes políticos civiles, al igual que la amplia-
ción de los derechos y garantías de los ciudadanos. Figuran como
limitaciones la impunidad sobre los crímenes perpetrados por los
dictadores y sus continuadores en el poder y la ausencia de un pen-
samiento crítico colectivo que asuma responsablemente lo político.
De esas transiciones resultaron regímenes políticos civiles en los
que la determinación de sus componentes democráticos está supe-
ditada al ángulo teórico e ideológico desde el cual se le asuma. Para
algunos las elecciones periódicas puede ser suficiente para dar por
terminada la transición a la democracia en cada caso mientras para
otros, hubo una transición que habría desembocado en una especie
de “dictadura constitucional” anclada en predatorios modelos eco-
nómicos. Con el paso del tiempo en la región y específicamente en
la República Dominicana y Haití es improbable nuevas dictaduras. En
ese caso es previsible el perfeccionamiento de la misma. Como que-
da expuesto, la polisemia tanto de la expresión “transición” como de

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 313

“democracia” puede tanto dificultar como facilitar la comprensión de


la transición a la democracia. Depende del criterio con sean asumidos
tales fenómenos.
En ese mismo sentido las principales visiones sobre las transi-
ciones a la democracia son claramente identificables a partir de lo
expuesto con fundamento en un nutrido elenco de autores de dis-
tintas tradiciones académicas que también se ocupan del fenómeno
de las transiciones a la democracia. Éstas no fueron producto de in-
surrecciones populares o de movimientos revolucionarios, tampoco
correspondieron a las aspiraciones de cada dictador en el sentido de
perpetuarse en el poder por interpuesta persona, aunque lo hayan
intentado. Se trató de particularísimos casos en los que afloraron cir-
cunstancias no previstas ni por las dictaduras en decadencia ni por
los protagonistas de la nueva vida política de cada país.
En esta misma perspectiva de la hermenéutica gadameriana (sin
pretender agotar todo su contenido en esta investigación) es preciso
hacer alusión a los prejuicios que, según Gadamer son la antesala a
los juicios. Por tanto, no es dable permanecer atrapados en los pre-
juicios, constituyen el momento previo a los juicios. Quien niega la
existencia de los prejuicios en las Ciencias Humanas y Sociales, para-
dójicamente actúa desde los mismos, con el agravante de pretender
desconocer su importancia en las investigaciones. Los prejuicios nos
son dados por la tradición, la familia y la escuela. Son los primeros
anteojos con los cuales vemos la realidad.
Expuesto lo anterior, los preliminares prejuicios académicos esti-
mularon nuestra voluntad de aproximarnos al tema de las transicio-
nes a la democracia desde una perspectiva comparada en la que se
tuviera en cuenta el mayor número posible de fenómenos incidentes
tales como los contextos geopolíticos, las condiciones internas de
cada país, los alcances y las limitaciones, así como la índole de los
regímenes resultantes de cada transición. Complementariamente, los
prejuicios nos permitieron intentar valorar las probables incidencias
del factor religioso en las transiciones a la democracia, y otorgar un
considerable peso específico al estamento castrense de cada país.
El círculo hermenéutico que para Gadamer es lo que va del todo
a las partes y viceversa, permite ubicar las dictaduras dominicana y
haitiana en el ciclo de dictaduras de América Latina del siglo XX, en
las que se advierten rasgos comunes como el ser fundamentalmen-
314 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

te anticomunistas y específicos como el afianzarse en sus propios


valores y tradiciones de cada país. Sin ser los únicos casos, estas
dos transiciones a la democracia hicieron parte de la constelación de
transiciones llevadas a cabo en la región una vez las dictaduras cum-
plieron sus funciones para las que se habían instaurado y cuando era
ya irreversible la terminación de la guerra fría.
Otro elemento en el que enfatiza el mencionado autor, es el de la
autoridad. Entendiendo que la autoridad (académica) no se impo-
ne ni se reclama sino que se otorga, en este caso, a quien creemos
que con su trabajo es un referente en la investigación en las Ciencias
Humanas y Sociales. En ese mismo horizonte está la tradición. Nin-
guna investigación parte de la nada. Existe sobre las transiciones a
la democracia una sólida tradición académica de autores de América
Latina y sobre América Latina que valoramos en su justa proporción
en virtud a que sus aportes fueron importantes fuentes de informa-
ción en toda la extensión de la investigación. Autoridad y tradición
son variables de una misma ecuación en hermenéutica en la que el
lenguaje es el móvil que las hace posible.
Finalmente damos cuenta de la historia efectual como otro de
los componentes de la hermenéutica gadameriana. Para ilustrarlo
gráficamente, la democracia de la cual hacen gala tanto dominicanos
como haitianos, es la sumatoria de su historia, su pasado, su devenir
en el tiempo y en el espacio. Su cultura en su acepción más amplia
y profunda del término palpita en el tipo de instituciones democrá-
ticas que rigen los destinos de tan admirables pueblos situados en
la isla que, para bien o para mal, sería el lugar donde se inició el
destino sin retorno de españoles, indígenas y negros no solo en la
República Dominicana y Haití sino en todas las Américas. Somos lo
que vivimos.

4.2 Similitudes
Haití y la República Dominicana son dos naciones que comparten
un solo territorio de una misma isla. Obligadas, por su geografía,
a convivir y relacionarse a través de una relativa extensa frontera.
Se trata de una frontera bastante activa por la cual tiene lugar una
intensa migración de haitianos hacia la República Dominicana. Unos
lo hacen de manera legal y otros no. Mayoritariamente migran en

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 315

busca de trabajo y comida lo cual ha generado cierta inconformidad


por parte de los habitantes del país receptor.
Ambas naciones fueron colonias. Haití de Francia y la República
Dominicana de España. La primera, en el fragor de su proceso de in-
dependencia debió pagar al país colonialista su reconocimiento como
país libre, independiente y soberano. La segunda, buscó por distintos
medios ser anexionada a España primero, y luego a Estados Unidos.
Sus procesos de independencia estuvieron mediados por cruentas
guerras, primero de corte anticolonial y luego, de carácter civil. Dichas
guerras estrangularon la economía, la sociedad y sentaron la bases
para su ulterior y secular inestabilidad política expresada, entre otras
formas, en continuos golpes de Estado, caciquismo, clientelismo, co-
rrupción y violencia.
En ambos casos, tras las respectivas independencias tuvieron lugar
acendrados fenómenos de inestabilidad política, crisis económicas y
los concomitantes problemas asociados a los dos primeros. Los ante-
riores aspectos fueron aprovechados por potencias imperialistas para
afianzar sus dominios geopolíticos, económicos, sociales y culturales.
El caudillismo58, el clientelismo, la violencia, el militarismo y la co-
rrupción desde entonces afloraron y se enquistaron en la cultura po-
lítica de ambas naciones hasta convertirse en un modo de ser y no
en episodios aislados. Tales fenómenos fueron y son el ideal caldo de
cultivo que impide extender y profundizar la democratización tanto
en Haití como en la República Dominicana.
Durante el siglo XIX ambos países, supuestamente libres e inde-
pendientes, cada uno en momentos diferentes y bajo circunstancias
distintas, solicitaron la anexión a sus antiguas potencias colonialis-
tas. Esa gestión fue adelantada por sectores civiles cuyos intereses
económicos coincidían con los de los países colonialistas y por mili-
tares temerosos de perder sus privilegios.
En esa misma centuria los gobiernos tanto de Haití como de la
República Dominicana se sucedían, mayoritariamente, por medio de

58. LOZANO, Wilfredo. Tradición caudillista y cambio político en República Dominicana: 1966-1994. En:
Perfiles Latinoamericanos, Número 8, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Distrito Federal,
México, (Ene-Jun de 1996); p. 29-50.
316 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

golpes de Estado. Tras cada episodio de esta naturaleza sobrevenían


nuevas constituciones políticas o reformas que, lejos de remediar los
problemas, los agravaban y hundían a esas naciones en el caos, la
anarquía y la incertidumbre.
En uno y otro caso, las fuerzas armadas se constituyeron desde en-
tonces en un actor político de un enorme peso específico, las cuales
internalizaron el hábito de las intervenciones militares como meca-
nismo para dirimir las controversias ideológicas y políticas. La profe-
sionalización de las mismas tendría lugar después de las dictaduras
militares en pleno proceso de transición a la democracia, siendo ese
proceso tortuoso por los enclaves de poderes fácticos consolidados
por los militares durante largos lapsos.
Las fuerzas armadas tanto de la República Dominicana como de Hai-
tí fueron creadas a partir de las bases preexistentes de los respectivos
ejércitos coloniales, luego, en los dos casos, Estados Unidos interviene
y bajo su égida crea las denominadas “guardias nacionales” que pos-
teriormente darían origen a las fuerzas armadas. Esas guardias nacio-
nales tuvieron, primordialmente, funciones de policía para reprimir la
protesta social en los enclaves bananeros de propiedad de multinacio-
nales estadounidenses y, sin ningún proyecto o idea de nación, estu-
vieron sujetas a los vaivenes de la política imperialista para cada país.
En ninguno de los dos casos tratados tuvo lugar los procesos de
profesionalización de las fuerzas armadas evidenciados en varios
países de la región, especialmente de Suramérica. Ello permite com-
prender su falta de identidad institucional, su desconocimiento sobre
la importancia de la defensa de la soberanía y la independencia de
los aludidos países.
Las fuerzas armadas de dichos países se convirtieron en apéndi-
ces de partidos políticos, en obsecuentes servidores de generales y,
primordialmente, en guardianes de los intereses de Estados Unidos
y de las multinacionales originarias de esa potencia, como se ha di-
cho. Se perfilaron, de ese modo, en una especie de Estado dentro del
mismo Estado, en el que la corrupción (favoritismo) fue convertida en
el modus operandi para lograr ascensos y promoción de los oficiales
y suboficiales.
El estamento castrense de las dos naciones en comento, en ma-
teria ideológica, desde sus orígenes, profesaron el anticomunismo,
su aversión a las instituciones de la democracia, su desprecio por

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 317

la población civil y su admiración al “estilo de vida estadouniden-


se”, desde antes de la segunda guerra mundial. Esas fuerzas armadas
amamantaron en la crecidas ubres ideológicas de las derechas, en
el sentido de asumir con desconfianza la organización moderna del
Estado (separación de poderes), los partidos políticos (especialmente
de ideología liberal y de izquierda) y los sindicatos.
Adolecieron las fuerzas armadas de esos países de claros senti-
mientos patrióticos (defensa de la soberanía de la patria, el cultivo
del honor, la práctica de la lealtad, el heroísmo, el coraje, la disposi-
ción al sacrificio y la honradez, entre otros), lo cual se reflejó en su
ruin cobardía cuando los intereses de sus respectivos países eran
mancillados por otras potencias. Naturalmente hubo honrosas excep-
ciones, justamente reconocidas.
En uno y otro caso, la carrera militar se convirtió en una forma (¿La
única?) de ascenso o promoción social para la mayoría de los jóvenes
haitianos y dominicanos pobres, excluidos, de poca escolaridad, es-
tigmatizados, segregados por sus orígenes y condiciones raciales y sin
honradas oportunidades. Trujillo Molina fue un ejemplo arquetípico.
Antes de ingresar a la milicia era un reconocido bandido, igual que
su padre.
La República Dominicana y Haití, en el horizonte de la repartición
imperialista ocurrida a finales del siglo XIX e inicios del XX, queda-
ron atrapadas entre las fauces del ya vigoroso imperialismo estadou-
nidense. Tanto España como Francia respectivamente pasaron a un
segundo plano. Pero Estados Unidos no solo actuó en esos dos paí-
ses caribeños, para esa coyuntura también se inmiscuyó y sometió a
Puerto Rico y a Cuba, entre otros, a tal punto de expresar con soberbia
y desdén que “el lago del Caribe” le pertenecía.
En ambos países los modelos extractivos propios de las economías
de enclave ocasionaron etnocidios, ecocidios y genocidios continua-
dos en el tiempo. Los aborígenes, sus lenguas, religiones y culturas
fueron borrados de la faz de la Isla la Española. Se les encuentra en
el folclor, la literatura, la tradición oral y en los museos. La naturaleza
fue saqueada y la acción continuada de políticas predatorias ocasio-
na permanentes y refinados genocidios.
Antes que integrar sus propias regiones o incluso entre ambos paí-
ses, la integración se hizo con potencias a través de la explotación de
sus recursos mineros, hídricos, de fauna, flora e incluso de la sangre
318 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

de los haitianos. Por esos mecanismos las relaciones en el comercio


internacional son asimétricas ocasionando estructurales desventajas
en las balanzas de pago y, asociado a lo anterior, el origen, desarrollo
y auge de la deuda externa convertida en una sofisticada forma de
esclavización.
Al ser desplazada Inglaterra como la potencia imperialista con ma-
yor influencia en la región por parte de Estados Unidos, éste último
país por sí y para sí asumió el sombrío, cruel y criminal rol de nación
gendarme o policía primero en América Latina y luego de gran parte
del mundo. En esas condiciones tanto Haití como República Dominica
quedaron convertidos en satélites o neocolonias de aquella potencia.
En esas condiciones la soberanía, la independencia, la autono-
mía y la autodeterminación de los pueblos haitiano y dominicano
fue más evidente su relatividad y ficción. Tales valores propios de la
consolidación de los Estado-Nación en Europa y en algunos países de
América Latina durante el siglo XIX no prosperaron en los dos países
caribeños. Circunstancias derivadas de su pasado colonial, así como
de su accidentada vida republicana, lo impideron.
Por las particulares condiciones de la República Dominicana pri-
mero y luego de Haití, en los años treinta y cincuenta respectivamen-
te del siglo XX, se dio inicio a sendos regímenes políticos que mutaron
en feroces dictaduras. Ambos casos contaron a su favor con un con-
texto favorable en el que confluyó su propia historia, el ser nacional,
la estirpe de su dirigencia y los intereses geopolíticos en juego por
parte de Estados Unidos, potencia que, de una neutralidad cómplice,
pasó a un desembozado apoyo a los dos dictadores.
Tanto en la República Dominicana como en Haití ambos dictadores
(Trujillo Molina y François Duvalier), llegaron al poder mediante pro-
cesos electorales. Aquí inicia el mito del supuesto origen legal y legí-
timo del poder de estos dos personajes. En la “acumulación primaria”
de este poder hubo sangre, sudor, lágrimas, muertes, destierros, en-
carcelamientos, torturas y un extendido ambiente de terror sin límite
alguno. Las instituciones fueron amoldadas para institucionalizar el
fraude en las elecciones, el poder judicial contribuyó con un arsenal
de leyes que más parecían trampas hacia la oposición, el poder legis-
lativo se convirtió en una especie de escribanía y convertía en leyes
los caprichos de cada dictador, quien a su vez, era protegido por unas
fuerzas armadas carcomidas por la corrupción.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 319

En los dos casos tuvieron lugar episodios de fraude electoral,


violencia, intimidación, constreñimiento al elector y represión a los
demás candidatos quienes no contaron con las mínimas garantías
para las campañas proselitistas, como tampoco durante los comi-
cios electorales. Es más, sobre la población civil sospechosa de no
apoyar a los dos futuros dictadores, las organizaciones paramilita-
res y las propias fuerzas armadas acometieron todo tipo de atrope-
llos como la incautación de sus documentos de identidad, la inti-
midación, el sabotaje a su libre movilidad, la quema de sus bienes
y propiedades y, en algunos casos, sobrevinieron las torturas y los
asesinatos.
Una vez tomado el poder por los referidos personajes, cada uno
a su modo emprendió acciones para reformar las constituciones po-
líticas de cada país con el objeto de adaptarlas a sus caprichosas
ambiciones tales como ampliar sus facultades, incrementar su poder
y convertirlas en una trampa para perpetuarse en el poder. Se trató
de constituciones políticas personalistas, utilizadas como un dispo-
sitivo de poder absoluto. Las reformas de las mismas expresaban los
caprichos e intereses de los dos sujetos, mas no las aspiraciones de
los pueblos en general.
Otra similitud fue la depuración de las fuerzas armadas con el pro-
pósito de alejar a eventuales rivales, cambiar los rituales de incor-
poración y ascensos para someter la institución a sus particulares
intereses. En esa materia el estamento castrense no representaba ni
era la expresión de la nación. Era una extensión del poder de cada
dictador. Su lealtad fue obtenida por medio de pequeños favores,
permisividad en la corrupción, el chantaje y la constante vigilancia.
Ningún oficial podía tener más galones que los dictadores, sobretodo
en el caso de Trujillo Molina.
Los ascensos y demás promociones en el seno de las fuerzas ar-
madas quedaron al arbitrio de cada dictador y, consecuentemente,
dicha institución se convirtió en un organismo de delaciones, rumo-
res, sospechas e intrigas y en ningún caso en una respetable institu-
ción regida por normas impersonales. La permanencia en el servicio
no estuvo regida por protocolos o claros procedimientos sino por la
voluntad de cada dictador por lo que, en el caso puntual de Trujillo
Molina, se convirtió en una traba a las aspiraciones de los miembros
de las fuerzas armadas dominicanas.
320 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Tanto en la República Dominicana como en Haití pese a la estirpe


dictatorial de cada caso, los respectivos mandatarios mantuvieron la
ficción y la apariencia de las instituciones tales como la Constitución
Política, la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), los ór-
ganos de control, el sistema carcelario, los ministerios y las divisiones
político-administrativas salvo en caso del primer país en el que hubo
constantes cambios. Por tanto, ninguno trepidó en catalogar sus go-
biernos como genuinas democracias y, ellos mismos, como “campeo-
nes de la libertad” y así algunos gobernantes de idénticas ideologías
los reconocieron.
Hace idénticos a los dos dictadores el haber desatado sistemáticas
represiones contra sus opositores reales e imaginados, dentro y fuera
de cada país. Así fue de manera directa en el caso de la República Do-
minicana y por transitividad en Haití en referencia a los dos personajes,
respectivamente, a quienes está dedicada esta obra. La luenga mano
del crimen dictatorial traspasó las fronteras y, por omisión, fueron
cómplices los gobiernos de los países donde tuvieron lugar los delitos.
No actuaron solos los perpetradores de los crímenes. Hubo un efectivo
concierto internacional para delinquir facilitado por Estados Unidos.
El sistema judicial y las cárceles se convirtieron en expeditos dis-
positivos de poder de cada dictador. La administración de justicia se
enfocó en enjuiciar y condenar con sevicia a miembros de la oposi-
ción, mas no a los funcionarios por más graves que fueren sus delitos
y en una mínima proporción a la delincuencia común. En las cárceles
las desafortunadas víctimas eran degradas en su condición humana
hasta límites inimaginables con el objeto de castigar y a su vez inti-
midar a la población en general.
Los medios de comunicación fueron censurados unos, cerrados
otros y los demás cooptados en Haití así como en la República Do-
minicana. La propaganda, la desinformación y la frivolidad fueron los
tres pilares sobre los que se fundamentó la comunicación en esos
países que, dicho sea de paso, bien pueden ser considerados “dig-
nos” precursores de la posverdad. El culto a la personalidad de los
dictadores y el ocultamiento de la verdad fueron requisitos básicos
para la subsistencia de cualquier medio de comunicación a lo cual
sirvió como correa de transmisión la educación.
En ese sentido, las largas manos de los dos dictadores alcanzaron a
la universidad convirtiéndola en una especie de cofradía, capilla doc-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 321

trinera o remedo de universidad, formadora de sujetos serviles, ciu-


dadanos acríticos, profesionales sumisos. Entes que, imbuidos en la
ideología y los valores de la derecha, terminaron siendo gratuitos pro-
pagandistas de ambas dictaduras, desde luego con las obvias, nece-
sarias y obligadas excepciones. No tanto por méritos académicos eran
seleccionados los docentes, sino por su “pureza ideológica” a favor de
las dictaduras lo cual se traducía en la cimentación de conductas dó-
ciles, maleables y sin un discernimiento crítico de los acontecimientos.
La universidad fue convertida en mecanismo de segregación y
opresión. Se afirma que “Otra evidencia de que en la universidad se
había infiltrado el militarismo, el nacionalismo, la sumisión ideológica,
el adoctrinamiento fascistoide, el anti-haitianismo, esto es, el progra-
ma político de Trujillo, fue que la otrora Asociación Nacional de Estu-
diantes Universitarios (ANEU), fundada en 1928, fue trasformada en la
Guardia Universitaria, “un cuerpo militarizado al que debía pertenecer
todo estudiante que ingresara al recinto universitario. En general, la
mordaza política trujillista fue la constante en la vida universitaria
hasta 1961”59. Algo similar ocurrió en Haití, pero en menor proporción.
La calidad técnica, profesional, intelectual e investigativa de los
universitarios haitianos y dominicanos durante cada periodo de las
dictaduras fue muy discreta cuando no mediocre. Esas largas noches
de la intelectualidad de los dos países tuvo directas repercusiones en
el atraso de la ciencia y la tecnología, así como en el retroceso en el
arte y la cultura. La universidad redujo su actividad a la formación de
profesionales, en su mayoría desarticulados e inconexos de la vida de
sus pueblos y fue, más bien, un espacio para reproducir la ideología
dominante de las dos dictaduras.
A una y otra dictadura les fue consustancial una relación “hos-
til-amistosa” con la Iglesia Católica institución que, habituada en su
larga historia a capotear y acomodarse a los más disímiles regíme-
nes políticos, supo lucrarse y beneficiarse en términos genéricos de
cada dictadura. La Iglesia Católica se benefició de las dictaduras en el
sentido de que éstas, por normas constitucionales, prohibieron otras
confesiones y le otorgaron el monopolio religioso. De análoga manera,

59. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Lily. La universidad en la República Dominicana: Balance de medio siglo
(1961- 2005). Tesis Doctoral. Universidad de Salamanca. Facultad de Educación, Departamento de
Teoría e Historia de la Educación. 2012. p. 40.
322 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

con recursos del erario, fueron construidas iglesias, conventos, casas


curales, monumentos y si como lo anterior no fuera ya de por sí ex-
cesivo beneficio, se les facilitó participar en el rubro de la educación.
Como contrapartida, la Iglesia Católica guardó silencio cómplice
hacia las dos dictaduras. Llamó a la feligresía, desde un discurso
vacuo, etéreo y gaseoso al perdón, la comprensión, la resignación,
la obediencia y, además, por medio del sacramento de la confesión
actuó como una institución expía que recabó información de inteli-
gencia a favor de los regímenes de facto y propagó los valores de las
derechas. El dolor y el sufrimiento de millones de haitianos y domi-
nicanos no tuvo eco en la Iglesia Católica. Su indiferencia la convierte
en partícipe de primer orden de los crímenes de las dictaduras de
Trujillo Molina y de Duvalier. Con su peculiar fino olfato político la
Iglesia Católica intuyó en momento exacto en que los dos regímenes
entraron en barrena y cesaron su evidente y manifiesto apoyo para
aparentar “neutralidad”, una neutralidad cómplice para ser exactos.
Ambos dictadores pretendieron a través de la educación formar
una “generación nueva” y un “hombre nuevo”. Esto es, un sujeto ano-
dino, dado al culto a la personalidad, conformista, conservador, xe-
nofóbico, machista, homofóbico, misógino, fundamentalista, mesiáni-
co, premoderno y absorto en la fe. En todos los niveles la educación
estuvo enfocada a tal propósito. La idea de una sociedad homogénea,
pacata, servil, sumisa y obediente era el propósito central de la pers-
pectiva que, en materia de educación, pregonaron las dos dictadu-
ras. Los planes de estudio, las estrategias pedagógicas y didácticas y
los criterios de selección de los docentes estuvieron encaminados a
crear al haitiano y al dominicano ideal.
Tanto Trujillo Molina como Duvalier se hicieron rodear de frondo-
sas pléyades de mediocres burócratas, cuyo principal mérito era el
culto a la personalidad de cada dictador y, huelga decirlo, un pro-
verbial servilismo. Su vinculación como servidores públicos era una
especie de retribución por algún favor a los dictadores. El primero de
estos personajes solía abusar de mujeres casadas y, empedernido
perseguidor de mujeres vírgenes. Una vez desfloraba a éstas o poseía
a aquellas, sus parientes más cercanos eran retribuidos con modes-
tos cargos burocráticos. Cuando un funcionario entraba en desgracia
con el dictador generalmente por motivos nimios o baladíes, aquél
se encargaba de hacer circular escritos anónimos difamatorios de la

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 323

honra y el buen nombre y luego en público, a manera de humillación,


le enrostraba sus supuestas faltas antes de proceder a la destitución
cuando salía bien librado o, en el peor de los casos, el destierro o el
asesinato.
Cada uno de estos personajes, de manera directa o por interpuesta
persona, procuró fundar partidos políticos como una manera de darle
un barniz de legalidad y de legitimidad a sus gobiernos, canalizar el
apoyo de la ciudadanía y prodigar ciertos favores. La acción de los
partidos fue complementada con instituciones de beneficencia con
el objeto de mantener cautivo el apoyo político, especialmente de la
población en situaciones de vulnerabilidad económica. En las pan-
tomimas de los certámenes electorales esos partidos eran los que,
objetivamente, tenían garantías para su actividad proselitista y por
ende, el éxito asegurado.
El nepotismo fue otra de las similitudes en cada caso, el cual fue
perceptible en todas las estructuras de la administración pública y en
cargos estratégicos para cada país, como el ejercicio de la diplomacia,
los ministerios, la carrera militar y, en general, los altos cargos. El con-
tar con familiares de primer y segundo grado de consanguinidad en
puestos de alta responsabilidad le representaba una lealtad a toda
prueba a cada dictador. Por ello siempre estuvieron en el vértice de
la administración pública y en materia de decisiones relevantes o
estratégicas era cada dictador quien decidía o tenía la última palabra.
Cada país fue administrado al modo como se administra una ha-
cienda. Los dos dictadores se aseguraron que cada obra pública fuese
vista por la ciudadanía como un regalo, favor o dádiva por parte del
gobernante ante quien se convertían en deudores. Las obras eran
construidas para beneficio de sí mismos, de sus familiares o de so-
cios capitalistas. La no ejecución de las mismas pese a las manifiestas
necesidades podía entenderse como un castigo de cada dictador. Los
contratos de las obras era otra forma de agenciar la corrupción a par-
tir de los sobrecostos de las mismas y una manera de pagar favores u
otorgar propinas a sus cancerberos. Las obras públicas fueron utiliza-
das para premiar la lealtad de las comunidades y, la privación de las
mismas, como un castigo.
Trujillo Molina igual que Duvalier hicieron de la intriga, la sospe-
cha, la zozobra y el terror los principales recursos políticos para rela-
cionarse con sus conciudadanos y con mandatarios de otros países.
324 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Cada dictador construyó sus propios enemigos, reales unos y ficticios


otros. Un enemigo inmanente y letal fue el comunismo en cuyo aba-
nico quedaron inmersas personas no necesariamente de esa ideolo-
gía y un nutrido grupo de comportamientos individuales y colectivos,
dentro y fuera de cada país. Al comunismo se le endilgó la respon-
sabilidad de la mayoría de eventos contrarios a los intereses de las
dictaduras. También de ese modo fue ideologizada y alienada la po-
blación a favor de una concepción conspirativa de la historia y de la
vida y, desde luego, con un pensamiento contrainsurgente.
A estos dos personajes les fue común una irrefrenable desconfian-
za, hasta de sus propias familias. Acojinados por la desconfianza en
todos los órdenes y niveles terminaron volviendo tortuosa la admi-
nistración y en general todas las acciones de gobierno. Ante las mí-
nimas sospechas o dudas las personas eran acremente señaladas y
humilladas en público. En esas condiciones la administración pública
fue convertida en un carrusel por sus altibajos, cambios repentinos e
inestabilidad. La desconfianza llevó a Trujillo Molina a reducir al mí-
nimo su esquema de seguridad ocasionalmente y, una de esas veces,
fue aprovechada por sus ejecutantes.
Sus vidas privadas fueron objeto de misterio, rumores, especula-
ciones y leyendas lo cual contribuyó a fortalecer el mito de la invul-
nerabilidad de cada uno de los dictadores. A Duvalier se le atribuían
poderes sobrenaturales y comunicación directa con deidades africa-
nas del vudú por lo que, en esas calendas, se le consideró un ser
provisto de míticos poderes y extrañas fuerzas que determinaban su
Estado de ánimo, el cual a su vez, repercutía en las decisiones y forma
de gobernar. Suficientemente documentada se conoce la agitada vida
sexual de Trujillo Molina para cuyo propósito se hizo rodear de una
eficiente red de proxenetas y celestinos.
Tanto Duvalier como Trujillo Molina hicieron del terror generaliza-
do la principal arma para mantenerse en el poder. Tal práctica bien
puede tipificarse como el clásico terrorismo de Estado, usualmente
al amparo de la razón de Estado. Consiste el terrorismo de Estado
en el conjunto de acciones, generalmente ilegales, emprendidas por
gobiernos civiles o militares, con el objeto de provocar en la mayoría
de la población una sensación de terror con el objeto de extender y
profundizar sus regímenes. Para el efecto suelen recurrir a todos los
medios coercitivos a su alcance. En el caso que nos ocupa, las dos

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 325

dictaduras apelaron a organizaciones paramilitares, la administración


de justicia y el sistema carcelario para generalizar la represión.
Concomitante con ello, su sostenimiento en el poder aparte del te-
rror, es explicable por el apoyo incondicional de Estados Unidos, pese
al rechazo que inspiraron en algunos presidentes de aquella nación.
Ambos dictadores fueron “eficaces” defensores de la “democracia”
ante los embates del comunismo, razón suficiente para tolerar sus
dictaduras. Estos mismos personajes se constituyeron en una especie
de barrera ideológica para impedir la propagación del comunismo
a otros países de la región. Fueron tan esenciales para los intereses
geopolíticos imperialistas que Estados Unidos no solo los apoyó y
fortaleció en el poder, sino que se encargó de proyectar la ideología
de la dictaduras en la transición a la democracia.
Los dos dictadores le sirvieron a Estados Unidos como peones de
brega en los conflictos geopolíticos durante gran parte del siglo XX. El
principal servicio prestado fue la condena y represión a todo tipo de
expresiones críticas catalogadas arbitrariamente como “comunismo”.
Mantener a cada país libre del comunismo era suficiente mérito ante
aquella potencia para que, pese a las sistemáticas violaciones a los
Derechos Humanos, los sostuviera en el poder. La entonces URRS se
había convertido en un factor de perturbación ideológica no solo en
la cuenca del Caribe sino en toda América Latina y por ende, en una
directa amenaza a Estados Unidos. Posteriormente a esa amenaza se
sumaría Cuba y, por tanto, la República Dominicana y Haití serían una
especie de pivotes para la defensa de la “democracia”.
En ese mismo sentido la República Dominicana y Haití en los or-
ganismos internacionales asumieron posiciones acordes a los inte-
reses de Estados Unidos. Logró esta potencia someter a la mayoría
de países de América Latina a sus designios en los principales foros
internacionales, llegando incluso a risibles decisiones como que los
aludidos países le declararan la guerra a curtidas potencias militares
europeas como Alemania, tal fue el caso. Su relevancia militar era una
broma, pero numéricamente sumaban como países en la toma de de-
cisiones a favor de Estados Unidos potencia que, ante una eventual
necesidad, podía utilizar sus territorios como bases militares.
En el marco de ambas dictaduras Estados Unidos mantuvo una es-
tricta vigilancia y un minucioso control integral de la vida económica,
social, política y cultural en cada país. Las fuerzas armadas de cada
326 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

dictadura cumplieron la tarea de vigilar, controlar, expiar y reprimir


con ideologías, armas y tecnología suministrada por aquella potencia.
Los grupos económicos interesados en el sector primario de la eco-
nomía tuvieron en la República Dominicana y Haití la más clara opor-
tunidad de enriquecimiento exponencial a costa de la pauperización
de la mayoría de la población de esas naciones. La dimensión cultural
se redujo a la alienación proestadounidense.
Estados Unidos al reemplazar como potencia colonizadora e im-
perialista a Francia en el caso de Haití y a España en lo que corres-
ponde a la República Dominicana; quedó con las manos libres para
actuar a sus anchas. Ningún sector de la economía ni de la política
quedó exento del dominio estadounidense. Tales naciones perdieron
cualquier traza de soberanía, independencia y de sentido patrio. Una
suerte de neocolonialismo tuvo lugar a partir de nuevas formas (unas
más sofisticadas que otras). Las iglesias evangélicas, los medios de
comunicación y el sistema educativo contribuyeron a reformar esa
nueva dependencia total hacia Estados Unidos.
Las dos dictaduras impulsaron para el resto de América Latina una
política exterior signada por la indiferencia en unos casos, el des-
precio en otros y no faltaron actos de clara hostilidad hacia países
vecinos. Sintiéndose protegidos y apoyados por Estados Unidos em-
prendieron acciones terroristas en el exterior para perseguir a la opo-
sición e intentar asesinar a mandatarios de otras naciones. Más que
a las organizaciones internacionales a las cuales pertenecían (OEA y
ONU) le rendían informes y le temían a Estados Unidos ante proba-
bles sanciones. Aunque no pocas fricciones hubo en el marco de las
relaciones internacionales, por lo demás asimétricas.
Estados Unidos utilizó a ambos dictadores (y sus sucesores) y sus
respectivos países para adelantar acciones de terrorismo y sabotaje
contra Cuba. Una vez Fidel Castro trazó los derroteros ideológicos por
los cuales discurriría su idea de revolución, Estados Unidos empren-
dió una frenética carrera por impedir que nuevos países de su área
de influencia geopolítica siguieran el mismo camino de Cuba y, ade-
más, acciones conducentes para arruinar su economía y asesinar a
sus máximos dirigentes. La internación de variedades de roya en las
plantaciones de caña de azúcar en ese país caribeño fue una de las
tantas acciones emprendidas por Estados Unidos con el apoyo de las
dictaduras.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 327

Ambos dictadores impulsaron en sus respectivos países modelos


económicos que beneficiaron a los terratenientes, comerciantes ma-
yoristas, especuladores y contrabandistas con la anuencia y bene-
plácito de organismos como el FMI, el BIRF y el Banco Mundial entre
otros. Los intereses de los beneficiados pronto entrarían en contra-
dicciones con los de la dictadura por lo que algunos de los mismos
terminarían apoyando la terminación de las dictaduras y la transición
a la democracia.
Esos mismos modelos económicos unidos a la asfixiante corrup-
ción generalizada terminaron hundiendo a la mayoría de la población
en agudas y estructurales crisis económicas convirtiendo, de manera
concreta a Haití, en uno de los países más pobres del mundo y pre-
sionando a los dominicanos a constantes éxodos en busca de opor-
tunidades. Las economías de enclave fueron la palmaria expresión
de tales modelos económicos ahondando la condición de periferias
terciarias de esos dos países, condición de la cual, incluso después
de la transición a la democracia, no han logrado superar.
Por transitividad y como consecuencia de los anteriores fenómenos
los presupuestos solían ser deficitarios e invertidos en obras suntuo-
sas y no necesariamente en procesos productivos. Por la agobiante
corrupción, el sistema tributario pese a la constante asesoría esta-
dounidense, no fue lo suficientemente eficaz en materia de recaudos
por lo que, usualmente, ambos países se vieron impelidos a recurrir
a préstamos ante la banca internacional hipotecando su futuro por
término indefinido. Mientras la ciudadanía haitiana y dominicana se
arruinaba pagando impuestos, las empresas extranjeras gozaban de
exenciones tributarias.
Las deudas externas crecieron exponencialmente, siendo gran
parte de la misma utilizada para el pago de la burocracia estatal. La
mayor parte del presupuesto estuvo destinado, por obvias razones,
al estamento castrense. La conjunción entre una hirsuta y tropical
noción de Estado de bienestar y el endeudamiento inducido provocó
una insolvencia tal, que los mismos acreedores debieron intervenir
para garantizar el pago del servicio de la deuda, presionando la adop-
ción de medidas de corte privatizador.
Son evidentes las similitudes en materia social en los dos países.
Una sociedad amedrentada, excluida, empobrecida, alienada y sin
claros proyectos de vida fue el resultado de la acción de las dos dic-
328 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

taduras. La mayoría de la población no tenía acceso al agua potable,


tampoco a la energía eléctrica ni a los demás servicios de saneamien-
to básico por lo que los índices de morbilidad y mortalidad solían ser
los más elevados en comparación con los demás países de la región.
Las recomendaciones de la OMS para el caso de Haití, por razones
culturales y religiosas tuvieron poca receptividad en la población lo
que incidió en la corta esperanza de vida.
La sociedad haitiana y dominicana fue objeto de una clara po-
larización por parte de las dictaduras. Buenos y malos, comunistas
y cristianos, patriotas y bandidos eran los adjetivos predominantes
para caracterizar a esa polarización. De ese modo se incubaron y po-
tenciaron conflictos étnicos, raciales y socioeconómicos. Parte de esa
polarización se puso de manifiesto en las respectivas transiciones a
la democracia donde era común hallar a clases sociales caracteriza-
das por su vulnerabilidad económica, social y política, añorando a los
dictadores, apoyando a sus continuadores y asumiendo posiciones
de derecha. Tiene sentido la expresión, según la cual, un pobre de
derecha es el producto más refinado del capitalismo.
Cada Estado por medio de su burocracia se convirtió en el prin-
cipal ente generador de empleo. De tal modo que para acceder a un
puesto de trabajo era menester demostrar fehacientemente lealtad a
las dictaduras. Terminadas las dictaduras, superada las transiciones
a la democracia, consolidados los regímenes políticos civiles, déca-
das después, salvo algunas leves modificaciones de forma, el Estado
dominicano y haitiano continúan siendo los principales (por no de-
cir únicos) empleadores mayoritarios. La endeble industria y el frá-
gil sector privado de ambos países no generaron empleo masivo, los
salarios son frugales, el poder adquisitivo es bajo, la capacidad de
ahorro es nula y el endeudamiento informal asfixia a la mayoría de
hogares dominicanos y haitianos.
Haití y la República Dominicana fueron convertidos en países
primordialmente exportadores de materias primas e importadores
mayoritarios respecto a sus exportaciones, lo cual arrojó como con-
secuencia, balanzas de pagos siempre negativas. Continúa el sector
primario de la economía teniendo una preponderante importancia
en la generación de divisas. Estos dos países han intentado hacer del
turismo un importante renglón de la economía, rubro en el que em-
presarios extranjeros han hecho importantes inversiones.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 329

Ambas dictaduras propalaron para el resto del mundo el ideario


imperialista de Estados Unidos. Participaron activamente en la guerra
fría también a favor de aquél país. Los sindicatos, por ser considera-
dos instituciones comunistas, fueron prohibidos, no siendo el mismo
trato para las organizaciones sindicales patronales o defensoras de
las regímenes de facto. Participaron, junto con aquella potencia he-
gemónica de una visión conspirativa de la historia y pesimista de la
vida. Creyeron lícita la guerra a los pueblos que divergían de sus po-
siciones ideológicas.
En términos políticos fueron similares las dos dictaduras en la
aceptación ficticia de la existencia de partidos políticos. Pero en la
realidad, solo los partidos creados por ellos mismos o por interpues-
ta persona, para fingir apoyo de las masas, legalidad y legitimidad,
tuvieron condiciones para existir. Los demás partidos fueron hostiga-
dos, vigilados y perseguidos hasta hacer imposible su existencia. Los
partidos políticos de las dictaduras fueron una especie de institucio-
nes de intermediación entre la ciudadanía y los dictadores, en la que
se formalizaban las adherencias y la retribución de favores.
La cooptación fue el mecanismo predilecto por las dos dictadu-
ras para someter a sus designios los órganos de control, así como
los poderes legislativo y judicial. Los dictadores señalaban y hacían
nombrar o nombraban directamente a los miembros del congreso y a
quienes debían impartir justicia. Unos y otros, como es dable inferir,
no tenían autonomía ni independencia alguna por lo que a la postre
se convertían en agentes que legitimaban los regímenes dictatoriales.
Estos poderes legislativo y judicial, al igual que los órganos de control
ulteriormente quedaron convertidos en notarios, amanuenses, escri-
banos y testaferros de cada dictador. La agenda del poder legislativo
la impuso cada dictador. El poder judicial se concentró a perseguir a
la oposición y a quienes sin serlo, inspiraban sospecha.
En ninguno de los dos casos hubo una carrera administrativa moder-
na. Los diferentes cargos eran ocupados por personas que no siempre
tenían formación en la materia, como tampoco vocación de servicio.
Por el contrario, cada quien creía haber encontrado la oportunidad
de su vida para enriquecerse a partir de la comisión de prácticas co-
rruptas. Pelechaban en la burocracia quienes demostraran mayor su-
misión y lealtad a los dictadores, los cuales se aseguraban que entre
los funcionarios de distinto nivel hubiesen rivalidades, delaciones e
inquinas para fracturar cualquier atisbo de conspiración u oposición.
330 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Organizaciones no gubernamentales, sindicatos y demás instan-


cias de expresión de la sociedad civil no tuvieron reconocimiento en
las dictaduras abordadas en esta investigación. Por el contrario, las
pocas que se atrevieron a desarrollar actividades fueron zaheridas,
intimidades y prohibidas. Se les catalogó como parte de la estrategia
comunista para penetrar y “disolver” las democracias. Hubo de trans-
currir décadas para que, en el marco de las transiciones a la demo-
cracia tuvieran libertad de acción y, en consecuencia, protagonismo
político.
Hubo ausencia de políticas de Estado para impulsar el progreso de
cada nación. Las inversiones puntuales en materia de infraestructura
(centros de salud, puentes, escuelas, carreteras) estuvieron dirigidas
a premiar la fidelidad y la lealtad de algunas comunidades; o a be-
neficiar sus propiedades urbanas y rurales. El progreso solía ser me-
dido por el número de obras materiales mas no por la cualificación
del nivel de vida de la población. En ese mismo sentido, en términos
culturales las dos dictaduras auspiciaron el apego a lo foráneo. Los
valores, las modas y los estilos de vida estadounidenses fueron asu-
midos como los eximios ideales a alcanzar.
En todos los niveles de la educación se inculcó el culto a la per-
sonalidad de cada dictador y su familia. El sistema educativo impuso
contenidos descontextualizados y arcaicos, así como métodos de en-
señanza preponderantemente memorísticos, en los que no hubo lu-
gar a un aprendizaje crítico, analítico y reflexivo. La universidad en los
dos regímenes dictatoriales quedó reducida a la profesionalización
de unos pequeños grupos sociales afectos al orden imperante. En lo
que a probidad, destreza y calidad se refiere, no fueron exactamente
el común denominador.
La radio, la televisión y la prensa, aparte de haber sido sometida
a la censura, se les obligó a servir de canal de comunicación de am-
bas dictaduras y a transmitir programas dedicados a la propaganda
a favor de los dictadores y de Estados Unidos. Procuraron por tales
medios los áulicos de las dos dictaduras mostrar “el rostro humano”
tanto de Duvalier como de Trujillo Molina, realzando en ellos su figura
de supuestos inigualables padres de familia e ínclitos hombres de Es-
tado. De la propaganda, la imposición de la verdad oficial a partir de
mentiras y la tergiversación de los hechos, con probidad se ocuparon
los medios de comunicación.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 331

En ningún caso hubo medios de comunicación imparciales u opo-


sitores. La oposición se vio obligada (para comunicarse) a la tradición
oral, panfletos y mensajes encriptados o clandestinos. Tanto domi-
nicanos como haitianos se formaron con una sola visión del mundo
hasta que, tras la transición a la democracia, emergieron voces dis-
cordantes ante la unanimidad imperante hasta entonces, con lo cual
se abrieron las posibilidades a otras formas de pensar y entender el
mundo. En las primeras décadas del siglo XXI predomina en esos dos
países como el resto del mundo, la saturación de información asimi-
lada de manera pasiva.
La riqueza de la cultura vernácula de la República Dominicana y
Haití fue opacada en unos casos, desconocida en otros y, preferente-
mente, objeto de vergüenza por parte de cada dictadura. Manifesta-
ciones culturales de los pueblos originarios fueron, desde entonces,
lentamente perdiéndose y en ocasiones mezclado con expresiones
culturales dominantes provenientes de Europa y de Estados Unidos.
En las dos dictaduras la cultura (en sentido amplio) fue reducida al
espectáculo, al folclor, a la banalidad y a la comercialización de la
misma.
En ningún caso supuso la terminación de las dos dictaduras, la
muerte de los dictadores. Su sombra se proyectó por décadas en cada
país. En Haití Duvalier reformó la Constitución Política para heredar el
poder a hijo (menor de edad) quien, a la muerte de su progenitor fue
investido como presidente y, al ser derrocado, una estela de militares
se encargaron de proyectar el régimen militar. En lo que a la Repúbli-
ca Dominicana respecta Trujillo Molina utilizó a Balaguer como puen-
te para luego hacerse reelegir cuando lo sorprendió la muerte. Tras su
deceso, por interpuesta persona la dictadura continuó.
También hay similitud en que el inicio del fin de cada dictadura
tiene lugar por la muerte tanto de Trujillo Molina como de Duvalier.
Como suele ocurrir en estos casos, sus decesos fueron sorpresivos:
el primero fue asesinado y el segundo muere por causas naturales.
Tras la muerte de estos personajes los dos países quedan sumidos en
profundas crisis de sucesión en las cuales se puso en escena las con-
tradicciones antagónicas entre las burguesías y las clases medias, in-
cluso la disparidad de criterios entre las fuerzas políticas opositoras
a las dictaduras. El anterior fenómeno repercutió de manera directa
en la tardanza de las dos transiciones a la democracia.
332 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Tras la muerte de ambos, las respectivas dictaduras se prolongan


por interpuesta persona, desde luego, sin la misma capacidad de ma-
niobra demostrada tanto por Trujillo Molina como por Duvalier. Lo
anterior dio lugar a expresiones como el “trujillismo sin Trujillo” y el
“duvalierismo sin Duvalier”. En uno y otro caso la anarquía se apoderó
de ambas naciones y, sorprendentemente, los sectores sociales más
golpeados por las dictaduras hicieron públicas sus expresiones de
dolor por la muerte de los dictadores.
Tanto en Haití como en la República Dominicana las fuerzas arma-
das no estaban preparadas para encarar la ausencia de los dictado-
res. Tampoco el resto de la sociedad y menos la oposición (entre ella
la izquierda). Paradójicamente las fuerzas armadas también fueron
víctimas de las mismas dictaduras. Aquellos personajes se habían
convertido en un obstáculo frente a los intereses del cuerpo de ofi-
ciales que veían truncadas sus aspiraciones de ascenso en la carrera
militar. En el estamento castrense también afloraron las divisiones,
tendencias y comportamiento facciosos. En lo concerniente al segun-
do caso, lo único que unía a la oposición era la decisión de derrocar
las dictaduras, pero no había consenso sobre la forma de lograrlo ni
el tipo de gobierno a instaurar.
Estados Unidos como potencia imperialista y, obvio, injerencista
en los asuntos internos de las demás naciones, inicialmente adole-
cía de un plan para atender la novedad política en ambos casos. En
el fragor de los acontecimientos fue definiendo su plan de acción
consistente en salvaguardar sus intereses geopolíticos y económicos
sin importar quien asumiera el poder. Cuando el poder fue asumido
por personas que no les inspira confianza, en plena transición a la
democracia ambos países fueron invadidos por Estados Unidos para
corregir el rumbo “equivocado” que habían tomado.
En plena transición a la democracia Estados Unidos urdió golpes
de Estado contra Bosch en la República Dominicana primero y luego
en Haití hizo lo propio contra Aristide. Aquella potencia los veía con
desconfianza por el rumbo que presumiblemente le daría a sus res-
pectivos gobiernos. Nuevamente las fuerzas armadas dominicanas y
haitianas sirvieron a los intereses de los Estados Unidos más que a
los de sus propios países. Aquella potencia imperialista hizo de los
dos casos un importante aprendizaje sobre la manera de orientar
las transiciones a la democracia sin que las mismas desembocasen

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 333

en gobiernos liberales o de izquierda. Las transiciones consistieron,


desde ese punto de vista, en la imposición de gobiernos civiles de
derecha.
Probablemente una de las causas de la fragilidad de la democracia
en Haití sea la herencia dejada por la familia Duvalier, de la que padre
e hijo ejercieron el poder con mano de hierro. No surge la democracia
en ausencia de condiciones mínimas las cuales por cierto eran inexis-
tentes en ese país (partidos políticos, medios de comunicación libres,
ciudadanía informada, derechos civiles básicos y libre concurrencia
a elecciones). La dictadura se había asegurado de caricaturizar elec-
ciones periódicas con lo que se mostraba como una democracia. Con
particular atención Estados Unidos observó el desenvolvimiento de
los principales hechos políticos en Haití y en la República Dominicana
una vez fallecidos los dos dictadores.
En esos dos países los nuevos gobernantes organizaron eleccio-
nes signadas por el clientelismo, la corrupción, el constreñimiento
al elector, la falta de garantías a la oposición, el favoritismo a los
partidos de los difuntos dictadores y todo tipo de vicios de los sis-
temas electorales propios de países con nula tradición democrática.
Lo anterior tuvo como consecuencia que los gobiernos elegidos no
tuvieran la suficiente legitimidad ni legalidad y, por tanto, el ejercicio
de la gobernabilidad se viera constantemente enrarecido lo que se
tradujo en constantes amagos de cambios de gobierno.
Otra similitud alude al hecho de que, muertos los dos dictado-
res, afloraron numerosos partidos políticos, organizaciones sociales,
sindicatos, gremios, asociaciones y demás instancias representativas
de intereses de clases sociales, de grupos de presión y de élites. El
anterior fenómeno puede ser visto como la consecuencia lógica de
décadas de dictaduras, como una oportunidad política para crear es-
tamentos de organización social o como una muestra de debilidad e
insularidad que, a la postre, dificultaría coaliciones para avanzar en la
transición a la democracia.
En las dos situaciones comparadas, los partidos políticos de iz-
quierda y las organizaciones sociales de similar ideología, no fue-
ron los únicos interesados en la terminación de las dictaduras y en
la transición a un régimen democrático. Partidos incluso de derecha
también le apostaron a la democracia, pues las dictaduras pese a
encarnar sus intereses, se habían convertido en una traba para sus
334 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

aspiraciones políticas. Este tipo de contradicciones explican el hecho


de que sectores de las burguesías haitianas y dominicanas participa-
ran en el derrocamiento de ambos regímenes, con la debida cautela
de mantener a las izquierdas alejadas de cualquier posibilidad de
entendimiento político.
Tras la terminación de ambas dictaduras, sus crímenes de toda
laya quedaron en la impunidad. Cada una de ellas se proyectó en el
tiempo con todas sus instituciones básicas lo cual les garantizó esca-
par a la acción de la justicia (tampoco interesada en esclarecer, juzgar
y emitir condenas a los perpetradores de la violación de los Dere-
chos Humanos). Ciertamente la impunidad sobre los crímenes de las
dictaduras ha sido uno de los principales escollos para alcanzar el
necesario y mínimo sosiego sobre el que se sustente la democracia.
En el marco de las dos transiciones a la democracia (Haití y Re-
pública Dominicana) la mayor parte de la población experimentó
nuevas sensaciones asociadas a la exigencia de algunos derechos,
el otorgamiento de ciertas libertades y al disfrute de un nuevo clima
político que facilitó las libertades de expresión, asociación, locomo-
ción y pensamiento. Para otros sectores sociales (afectos a las dicta-
duras) se trató de un retroceso en virtud de la eventual posibilidad
de perder o ver reducidos sus privilegios. Cada clase social, ante la
terminación de las dictaduras, reaccionó en virtud de sus intereses
particulares y de cómo les había ido durante las mismas.
Las transiciones a la democracia en esos países supuso una es-
pecie de renacimiento. Lentamente la censura fue abolida y nuevas
influencias impactaron la cotidianidad de haitianos y dominicanos y,
consecuentemente, otros valores fueron internalizados por la ciuda-
danía y afianzados por quienes desde el exilio retornaban. Dominica-
nos y haitianos tuvieron mayores oportunidades de conocer culturas
y países distintos a los suyos. En esa misma dirección, miles viajaron
al exterior a estudiar, especialmente programas de posgrado y, al re-
tornar a sus respectivos países, contribuyeron notable y eficazmente
a mejorar la calidad de la educación universitaria y a ampliar la oferta
en los programas de pregrado y posgrado.
En los dos países las transiciones a la democracia fueron objeto de
apoyo por parte de otras naciones. Parte de ese apoyo se reflejó en
programas destinados a fortalecer las instituciones civiles y en recur-
sos económicos (algunos de ellos despilfarrados y otros convertidos

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 335

en botín de los corruptos). El apoyo económico estuvo representa-


do en donaciones y en préstamos que irían a incrementar la deuda
externa. El apoyo institucional estuvo enfocado a la profesionaliza-
ción de las fuerzas armadas incluidos los cuerpos policiales. De igual
modo, en la modernización institucional para lo cual hubo reformas
o nuevas constitucionales y en el apoyo a algunos partidos políticos,
especialmente a los que no tuviesen ideologías de izquierda.
En términos demográficos las dos transiciones a la democracia tra-
jeron aparejado un claro crecimiento demográfico, aunque las ma-
nifestaciones de racismo, exclusión y segregación continuaron. La
transición a la democracia en cada uno de los casos expuestos, no
necesariamente significó un mejoramiento de la calidad de vida. Los
índices de necesidades básicas insatisfechas en unos casos se man-
tuvieron y, en otros, aumentaron. Lo anterior como consecuencia de
las políticas de corte neoliberal impuestas por los distintos gobiernos
de las transiciones a instancias de las imposiciones del FMI, princi-
palmente; así como por el pesado fardo dejado por las dictaduras.
En los dos países el neoliberalismo se constituyó en la principal
amenaza para afianzar las transiciones a la democracia. Aumentó el
desempleo, el subempleo, la informalidad, la inflación, la básica y
poca industria existente colapsó, llegaron los “capitales golondrina” y
las economías de enclave, el contrabando aumentó, las violencias se
diversificaron, miles de familias dominicanas y haitianas empezaron
a vivir de las remesas que sus parientes enviaban desde los países
a los cuales emigraron, el turismo sexual dejó de ser un tema tabú y
se convirtió en una grotesca, humillante y reconocida manera de es-
timular la economía asociada al turismo.
De igual modo el neoliberalismo creó un ambiente propicio para
el aumento de la corrupción y en materia política los certámenes
electorales fueron convertidos en espectáculos circenses de compra
y venta de votos. La imposición de la política neoliberal supuso en
todos los órdenes una revolución conservadora adelantada por ci-
viles con mentalidad militarista, ahondando, por ese mecanismo, la
dependencia estructural de ambos países respecto a imperialistas
centros de poder. Las controversias ideológicas (si alguna vez la hubo
en esos países) dieron paso a la propaganda de los candidatos a la
usanza de lo que ocurre en la promoción de detergentes u objetos de
uso personal.
336 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

La perspectiva neoliberal terminó por envilecer el ejercicio de la


política, aún más de lo que ya estaba. La noción de democracia se
redujo al acto mecánico y al rito de las elecciones periódicas sin que
medie el sentido de la responsabilidad ni en elegido ni en el elector.
El mercadeo, la imagen, la propaganda, la publicidad, lo banal, lo su-
perficial o liviano se generalizó en la política dominicana y haitiana,
países en los que los eufemismos, como en el resto de América La-
tina, pasaron a denominar las cosas en vez de hacerlo con las más
precisas acepciones en cada lengua (francés y español).
Desde esta perspectiva de las similitudes, en los dos países las
fuerzas armadas habiendo sido fundadas bajo la égida de Estados
Unidos, luego cada dictador las puso a su servicio. Tras la muerte de
los mismos obstruyeron la transición a la democracia y, consolidada
ésta, aquella potencia las obligó a replegarse a sus cuarteles y redujo
su participación en política. Ambos entes castrenses continúan sien-
do uno de los principales mecanismos por los cuales amplios secto-
res sociales, especialmente vulnerables en materia económica, logran
ciertos niveles de adscripción a los sistemas políticos y mejoran su
condición social.
Sus tareas que en teoría eran la salvaguarda de la soberanía, la
independencia y la autonomía de cada nación, cambiaron en virtud
de los nuevos contextos geopolíticos signados por la globalización.
Tales nociones (soberanía, independencia y autonomía) adquirieron
nuevos significados y sus antiguas acepciones pasaron a ser anacro-
nismos. Sus funciones fueron en consecuencia enfocadas a labores
policiales y de asistencia social. En las sociedad haitiana y dominica-
na quedó el sinsabor de la impunidad de los crímenes cometidos por
las fuerzas armadas, no solo en las dictaduras, sino en las transicio-
nes a la democracia.
Las instituciones policiales de cada nación de igual modo fueron
objeto de sustanciales modificaciones. Tanto en Haití como en la Re-
pública Dominicana la policía empezó a tener un verdadero alcance
nacional. Su profesionalización estuvo a cargo de misiones extranje-
ras, aunque es preciso aclarar que tal fenómeno fue más sistemático
en el primer país. Pese a la “modernización” y a la “profesionaliza-
ción” de la policía nacional de cada país, en ambos casos nuevos y
más amenazantes fenómenos deben ser atendidos como el narcotrá-
fico, el contrabando y las pandillas. También en las dos situaciones
la inobservancia a los manuales operacionales y el alejamiento del

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 337

cuerpo doctrinario han puesto en entredicho a las instituciones po-


liciales por sus sistemáticas violaciones de los derechos humanos.
Desde nuestra perspectiva, la Iglesia Católica tanto de Haití como
de la República Dominicana fue la única institución que, pese a su
responsabilidad en ambas dictaduras, pasó indemne por el proceso
de las transiciones a la democracia, aunque es preciso aclarar que
en parte por desprestigio tomaron fuerza en esos países las iglesias
evangélicas de estadounidense. En uno y otro caso las iglesias evan-
gélicas cumplieron funciones contrasubversivas, de adoctrinamiento
a favor de las derechas, de rompimiento del tejido social y de sabota-
je a las iniciativas políticas de estirpe popular.
Aunque en ninguno de los dos países la Iglesia Católica tiene el
monopolio de la feligresía y continúa ejerciendo notables influencias
políticas, las iglesias evangélicas han menguado su poder al punto
que la participación política de éstas ha sido determinante en los
triunfos electorales de algunos presidentes. En esas condiciones, el
mercado de la fe se convirtió en un fenómeno de masas con claros
impactos no solo en la política, sino en la economía, la sociedad y la
cultura. La masiva adherencia a las iglesias evangélicas podría ser ex-
plicada por las crisis a algunas versiones del socialismo (soviético), la
anomia de las izquierdas y la situación de pobreza multidimensional
a la fueron aventados millones de personas.
En materia de similitudes la educación no es la excepción. La termi-
nación de las mencionadas dictaduras propició una especie de aper-
tura en la educación. Nuevas perspectivas pedagógicas y planes de
estudio se abrieron paso en medio la oscuridad dejada por los regí-
menes de facto. Haitianos y dominicanos, en distintos niveles, cursa-
ron estudios universitarios en el exterior y, al regresar a sus países de
origen, estimularon el crecimiento cualitativo y cuantitativo de la edu-
cación superior que, dicho sea de paso, mejoró en comparación con
la impartida en el marco de las dictaduras. Tras la transición a la de-
mocracia, nuevas carreras y programas de posgrado fueron ofrecidos
por las universidades haitianas y dominicanas que, entre otras cosas,
superaron el ostracismo al que las habían aventado las dictaduras.
Con ocasión de las transiciones a la democracia en ambos países
y pese a las diferencias históricas, la política exterior de los gobier-
nos civiles estuvo encaminada a lograr apoyos multidimensionales
en distintos países. La salud, la educación, la infraestructura, las fuer-
338 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

zas armadas y el sistema judicial fueron, sin ser las únicas, las áreas
en las que más se hicieron evidentes esos apoyos, en la perspectiva
de allanar caminos a favor de la democracia. No obstante, la polí-
tica exterior de Haití y República Dominicana, como la del resto de
países de América Latina, no logra zafarse de la coyunda impuesta
por potencias imperialistas como es el caso de Estados Unidos país
que impone sus criterios y disfraza con el eufemismo de “comunidad
internacional” su materialización. En esas condiciones la soberanía,
la autonomía y la independencia de aquellas naciones además de
relativas, son siempre cuestionables.
En el nuevo panorama derivado de las transiciones a la democracia,
las inversiones extranjeras aumentaron, especialmente en los rubros
del transporte, el sistema bancario, industrias de alimentos, servicios
públicos y materias primas en general. Inversiones que, al amparo de
las generosas condiciones dadas por los gobiernos neoliberales de
cada posdictadura y pese a las fabulosas ganancias; la cantidad y la
calidad de los empleos generados son modestas. Empleos inestables
que no siempre cumplen las normas y leyes que en materia laboral ri-
gen en cada país. El sector informal de la economía creció asimilándo-
se, sorprendentemente, como desarrollo económico de cada nación.
Esas inversiones en ambos países también se valieron de la ram-
pante corrupción de esos mismos gobiernos, se aprovecharon de la
galopante miseria de amplios sectores sociales ávidos de un empleo
así fuese mal remunerado y se beneficiaron de las dinámicas de los
capitales “golondrina”. Como una mancha que inexorablemente fue
cubriendo a casi toda América Latina y en la que Haití y la República
Dominicana no fueron las excepción, la fiebre modernizadora se im-
puso entendiendo por tal, la adecuación de los códigos laborales, de
las constituciones políticas y de las normas en general la inversión
extranjera.
Las misiones (de los más diversos tipos) en los dos países se cons-
tituyeron en una práctica habitual de los países que las ofrecen y de
los que las reciben. Algo que bien puede parecer una cruel y contra-
dictoria paradoja es el hecho de que algunas misiones (especialmen-
te militares y policiales) provienen de países que también padecieron
dictaduras (Brasil, Argentina y Chile entre otros). Loable el sentido
humanitario de las misiones pero no se puede desconocer que pue-
den contribuir a crear una mentalidad menesterosa por parte de los
países receptores y en la población cierta propensión al ocio.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 339

Otras similitudes en las transiciones a la democracia en Haití y


República Dominicana, aluden a los poderes ejecutivo, legislativo y
judicial. Sea lo primero indicar que, en ninguno de los dos casos se-
ñalados, la transición logró construir Estados laicos, por el contrario,
el confesionalismo pervive cual rémora. La división de poderes, como
ocurre en varios países de América Latina es ficticia. La corrupción no
ha sido erradicada de las elecciones para elegir a los presidentes y a
los legisladores. Tal fenómeno (la corrupción) terminó siendo acepta-
da socialmente y, por ende, pasó a ser una práctica política convali-
dada. La corrupción le es consustancial a ambos regímenes políticos.
Existe una especie de complicidad entre los poderes ejecutivo, le-
gislativo y judicial. No hay suficiente autonomía del poder judicial
para cumplir cabalmente sus funciones, de hacerlo, pondría en riesgo
sus mismos cargos los cuales son prodigados por los otros poderes.
Es perceptible entre los tres poderes una especie de concusión. Como
suele ocurrir en otros países de la región, aquí también la venalidad
es un rasgo distintivo, la administración de la justicia es inequitativa
a lo cual se suma la inefable figura de los “jueces de mármol”.
Por la conjunción de un cúmulo de factores asociados a la pobreza,
la corrupción, la inestabilidad política, las políticas de ajuste impues-
tas por el FMI, a la puesta en práctica del neoliberalismo y a la vio-
lencia, en ambos países la deuda externa creció exponencialmente
hasta constituirse en una política global que, por transitividad, tiene
evidente responsabilidad en la masiva violación de los Derechos Hu-
manos, además de dificultar u obstruir procesos a favor de las tran-
siciones a la democracia. A lo anterior habría que sumar la impronta
subjetiva ligada a las mismas tradiciones de Haití y de la República
Dominicana y sus imbricaciones con la cultura política.
En ese mismo horizonte de similitudes, los partidos políticos sin
excepción, cambiaron. Los partidos de ambos dictadores pese a sus
esfuerzos por “defender la obra”, el “pensamiento” y los “ideales” de
cada uno de ellos, al cargar con el fardo del desprestigio dentro y
fuera de esas naciones, no lograron transformarse en reales opcio-
nes de poder. Los partidos de izquierda (entre ellos los comunistas)
aunque jugaron notables roles en las transiciones a la democracia
en cada país, debieron conformarse con ser importantes animadores
de los certámenes electorales. Los partidos políticos que se hicieron
al poder, surgidos en el mare magnum de las transiciones, nacieron
corrompidos.
340 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

Desde sus disolutos cánones éticos y morales en materia ideoló-


gica prohijaron la corrupción, el clientelismo al punto de asemejarse
más a empresas electorales que a modernos partidos políticos. Con-
comitante con esos estilos, las políticas de alianzas, en Haití como
en la República Dominicana, lejos de tener lugar por acuerdos sobre
agendas legislativas, a partir de temas estratégicos para el desarrollo
de cada nación o por afinidades en los proyectos de país de cada
colectividad; se materializan a partir de la repartición de los cargos
burocráticos, de complicidades a conductas punibles y de beneficios
privados o personales.
En este mismo horizonte, las constituciones políticas de ambos
países se asemejan por encarnar como principio o norma constitu-
cional la economía de mercado (el neoliberalismo) y, contradictoria-
mente, un rosario de mecanismos de participación, un nutrido grupo
de organismos fiscalizadores o de control y, en general, enunciados
que no se compadecen con los países para los cuales fueron concebi-
das. La contradicción consiste en que lo que se otorga en materia de
derechos, se arrebata en el campo de la vida económica.
En las dos situaciones estudiadas (Haití y República Dominicana)
no es exagerado advertir la existencia de una especie de neocolonia-
lismo, tanto francés como español por una de las prácticas más viles
de la globalización como lo es el turismo sexual, principalmente de
naturales de potencias imperialistas sobre sus antiguas colonias. El
neocolonialismo también se infiere en los campos de la cultura, la
religión, la política, la economía y, desde las subjetividades, en el ám-
bito de lo social. Se trata de un neocolonialismo sutil, multisistémico
y encaminado a anular todo vestigio de autenticidad. Puntualmente
Francia y España son dos potencias que no han asumido la respon-
sabilidad que les asiste por las condiciones que atravesaron tan im-
portantes naciones caribeñas, cuyos nacionales por los efectos de la
masiva alienación terminan reproduciendo los valores de la domina-
ción neocolonial, entre ellos, los institucionales.
Concordante con ello, la forma y la esencia de la democracia resul-
tante de los procesos de transición, es fiel retrato de las consecuen-
cias de siglos de colonialismo. La democracia en esos países (Haití y
República Dominicana) no es la democracia en, desde y para Europa
o Estados Unidos con otras patologías en materia conflictos. Es claro
que la democracia “…no implica la eliminación del conflicto o las di-
ferencias; por el contrario, parte de un reconocimiento y aceptación

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 341

de los mismos como válidos, e introduce mecanismos diferentes de


resolución de estos, a través de Procedimientos Institucionalizados, el
Diálogo, la Concertación Política y el Consenso, en la búsqueda de un
liderazgo compartido en la conducción de la sociedad”60 y tales prácti-
cas no son de uso corriente en los dos países caribeños, priman otros
valores cuyos orígenes se remontan al colonialismo y a las dictaduras.

4.3 Diferencias
Haití fue colonia de Francia y la República Dominicana de España.
Esta diferencia marcó el destino de las dos naciones caribeñas las
cuales quedaron atrapadas entre las fauces de cada potencia colo-
nialista, las cuales, prevalidas de su superioridad militar y de la mano
de la Iglesia Católica, impusieron su lengua, cultura e instituciones y,
de paso, arrasaron con los pueblos aborígenes. Su dominio continuó
por otras vías después de que esos dos países latinoamericanos al-
canzasen su independencia en el siglo XIX. Casi de modo simultáneo,
cayeron en un nuevo tipo de colonialismo frente a Estados Unidos.
Aunque las dos potencias europeas hicieron de la trata negrera
una ignominiosa manera de enriquecimiento, por circunstancias liga-
das a la geopolítica de cada una y a la existencia de mayores recursos
naturales, en la parte occidental de la isla se concentró la mayor parte
de los africanos esclavizados y, en menor proporción, en el oriente. Lo
anterior incidiría en el perfilamiento de cada país en materia racial,
económica, política y cultural; y en la posterior identidad.
Mientras cruel y paradójicamente Francia anunciaba en la segunda
parte del siglo XVIII los fundamentos filosóficos del liberalismo y pro-
mulgaba los derechos del hombre y del ciudadano, no trepidaba su
felonía en sus colonias, particularmente en Haití donde, a nombre de
la “civilización” con crímenes y violencia acalló las voces de protesta
de los haitianos. La historia quedó escrita, entonces, según la versión
del vencedor, esa potencia europea fue convertida en arquetipo de
la “civilización” y de la “libertad” mientras en el Caribe y en otros la-

60. QUEZADA, Tirsis. Las Relaciones Estado-Sociedad Civil en la República Dominicana. Colección Sociedad
Civil. Serie Documentos de Trabajo, Número 12. Santo Domingo, 2002. p. 15.
342 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

res mediante procedimientos bárbaros ahogaba en sangre el ímpetu


libertario de otros pueblos. Después de la guerra de independencia
Haití tuvo que pagarle a Francia para que le reconociera su condición
de nación soberana.
España por su parte presenciaba el inicio de su desmoronamiento
como potencia colonialista. Sus enclaves en el suroriente de Norte
América y en el Caribe pasaron a manos de Estados Unidos cuyo im-
perialismo se hacía fuerte en la región y el resto del mundo. En este
ambiente tuvo lugar la lucha por la independencia de Cuba en la que,
Estados Unidos, actuó de manera oportunista para logar que el nuevo
país quedara no solo bajo su domino sino para agenciar desde allí
la intromisión en los asuntos internos de otros países de la región y,
consecuentemente, concretar el desalojo de potencias europeas de
la región en el marco de la repartición imperialista del mundo. Los
dos procesos independentistas se diferencian por el tiempo en que
ocurrieron, así como por los rasgos de cada uno.
Lograda la independencia, cada país se articuló de manera distin-
ta en el concierto de las naciones durante el siglo XIX. Su inserción
estuvo signada por los requerimientos que en cuestión de materias
primas tuvo el capitalismo metropolitano en esa época. Sus recursos
naturales fueron expoliados hasta hacer irreversible los daños am-
bientales en el caso de Haití donde especies forestales fueron extin-
guidas. Borrados la mayoría de bosques de esta nación, sobrevinieron
los cambios climáticos, la degradación de la tierra, la falta de agua, la
pobreza y las hambrunas.
Los orígenes de los dos dictadores difieren. Mientras Trujillo Moli-
na en la República Dominicana era un militar de carrera (sus iniciales
modestos trabajos los alternó con prácticas delincuenciales, similar
al modo de ser de su padre); François Duvalier en Haití era un profe-
sional de la salud (ámbito en el que logró sobresalir) y funcionario
de varios gobiernos. El primero se formó en el campo militar bajo
la égida de Estados Unidos y, el segundo, en la universidad y en los
preceptos del vudú. Si bien ambos dictadores llegaron al poder por
las vías “legales” de las elecciones, Trujillo Molina hacía parte del go-
bierno mientras Duvalier no.
La dictadura dominicana se inició en el periodo de entreguerras y
la haitiana después de la segunda guerra mundial. Trujillo Molina fue
testigo de excepción del origen, auge y crisis del fascismo y del nazis-

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 343

mo así como del comunismo; distinto al caso de Duvalier cuya época


se inicia en el marco de la guerra fría. Lo anterior hizo que el primero,
a nombre de sus conciudadanos, alineara a la República Dominicana
a favor de la geopolítica estadounidense en aquella coyuntura; mien-
tras que el segundo actuara del mismo modo pero con respecto a la
lucha anticomunista.
Mientras en Haití el factor religioso (vudú) jugó un rol determinante
en los acontecimientos políticos, en la República Dominicana el peso
de mismo fue menor. En efecto, Haití se constituyó en el ámbito lati-
noamericano en el país en que con mayor contundencia una religión,
en este caso el vudú, direcciona las ideologías y, en consecuencia, los
acontecimientos políticos. La simbiosis entre religión y política tuvo
diversas connotaciones: sus fronteras son difusas e imprecisas, la na-
turaleza mítica de la religión invade las esferas de la política e im-
pregna a toda la sociedad por renuentes que sean algunos sectores
de la misma, la figura del líder religioso se trasmuta en la identidad
del dirigente político, la autoridad política se fusiona con la religiosa.
La amalgama de intereses entre religión y política forma un cuerpo
político y espiritual en el que los roles se intercambian (atacar a la
religión es atacar al Estado y viceversa. Quien así actuare, además de
cometer un “pecado” incurre en un delito). El vudú, del mismo modo
que la figura de la “razón de Estado” le permitió a la dictadura haitia-
na tomar decisiones sin consultar a nadie, no dar explicaciones por
las mismas y eximirse de cualquier responsabilidad. La conjunción
entre religión y política le permitió al dictador haitiano controlar lo
corpóreo y la espiritualidad de sus compatriotas.
Desde la colonia, los entes territoriales que derivaron en los futu-
ros Estados latinoamericanos, nunca han podido zafarse completa-
mente del fenómeno religioso, salvo unas cuantas excepciones. Las
principales diferencias pues, con el caso dominicano están referidas
a que la influencia del vudú en la cultura política dominicana fue
menor pero además, la composición racial incidió notablemente en
que hubiesen otras confesiones religiosas (en esa competencia por
influir en lo político) como fue el caso de la Iglesia Católica y de igle-
sias evangélicas.
En ese mismo sentido, las dos transiciones a la democracia, por el
fenómeno religioso, tuvieron dinámicas distintas. En el tortuoso cami-
no hacia la democracia en Haití incidió el vudú, en el sentido de con-
344 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

siderarse por parte de significativos sectores de la sociedad haitiana


que los cambios introducidos tras la muerte de Duvalier eran una
afrenta a éste personaje y una persecución al vudú, por lo cual, ante
los cambios (formales o sustanciales) introducidos en el desarrollo
de la transición a la democracia en Haití no hubo unanimidad sino,
por el contrario, indiferencia o rechazo como ocurrió con las misiones
lideradas por la ONU y la OEA. Se requirieron influencias políticas so-
bre un miembro de la Iglesia Católica (Aristide) y desde el evangelio
una mirada crítica de éste personaje sobre la situación haitiana para
que se desencadenara la transición a la democracia en Haití.
Distinto fue lo acontecido en la República Dominicana, país donde
Trujillo Molina había logrado someter a los sectores más corrompidos
de la Iglesia Católica y comprometidos con la dictadura y mantener
atemorizados a las escasas voces de protesta. Contrario al caso hai-
tiano, en aquel país la tradicional Iglesia Católica desde la dictadura
supo acomodarse primero en la transición a la democracia y luego ya
en los gobiernos civiles consolidados, desde luego debiendo compar-
tir la feligresía con innumerables iglesias evangélicas.
Si bien es cierto ambos países padecieron los oprobios de cruen-
tas dictaduras, la ruindad cundió más en Haití que en la República
Dominicana. Lo anterior es perceptible en éste último país en el que
las expresiones o muestra de pobreza no alcanza los dramáticos ribe-
tes evidentes en Haití. Por circunstancias de orden estructural, sub-
jetivas, internas y externas ésta última nación se convirtió en una las
naciones más empobrecidas de occidente en la que tanto sus gober-
nantes como sus habitantes se acomodaron a esa penosa situación y
se habituaron a una especie de mendicidad.
La República Dominicana registra, constantemente, uno de los más
altos índices de desempleo en América Latina. Miles de familias do-
minicanas sobreviven de las remesas que sus familiares en el éxodo
(Europa y Estados Unidos principalmente) les envían. Probablemente
exista una estrecha relación entre el desempleo estructural y el con-
trabando, la corrupción, la violencia, el clientelismo y la prostitución,
convertida ésta última práctica en una asfixiante y desbordada oferta.
En ello incidió la ruina de las industrias por las políticas neoliberales.
En Haití el fenómeno difiere en la forma.
Es evidente que “En América Latina se ha observado una tendencia
a la modificación de los límites constitucionales para la reelección

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 345

en aras de ampliar los horizontes temporales de los presidentes en


ejercicio. De igual forma existe evidencia que apunta a la relevancia
que tiene la ventaja para quienes ejercen la presidencia de ganar
las reelecciones en los distintos países”61. Como consecuencia de los
múltiples hechos vinculados a la transición propiamente dicha, en
ambos países hubo reformas constitucionales y, luego, elaboración
de nuevas constituciones, algunos de cuyos rasgos más sobresalien-
tes son los siguientes:
Mientras que en la Constitución Política de Haití de 1987 “El culto a
la personalidad está categóricamente prohibido. Efigies y nombres de
personajes vivos no pueden aparecer en las monedas, sellos, sellos,
edificios públicos, calles u obras de arte”, en la Constitución Política
de la República Dominicana de 2010, “Ninguna entidad de la Repúbli-
ca puede conceder títulos de nobleza ni distinciones hereditarias”62.
En el primer caso, “Todas las religiones y credos se ejercerán libre-
mente. Toda persona tiene derecho a profesar su religión y practicar
su fe, siempre que el ejercicio de ese derecho no perturbe el orden
público” y, en el segundo, “El Estado garantiza la libertad de concien-
cia y de cultos, con sujeción al orden público y respeto a las buenas
costumbres”63.
En el mismo orden, en cuestiones educativas por un lado “La
educación es responsabilidad del Estado y sus divisiones territoria-
les. Deben hacer la educación al alcance de todos, de forma gratuita,
y asegurar que los maestros del sector público y privado están debi-
damente capacitados” y, por otro, “El Estado garantiza la educación
pública gratuita y la declara obligatoria en el nivel inicial, básico y me-
dio. La oferta para el nivel inicial será definida en la ley. La educación
superior en el sistema público será financiada por el Estado, garanti-
zando una distribución de los recursos proporcional a la oferta edu-
cativa de las regiones, de conformidad con lo que establezca la ley”64.
De igual modo se estipula que “La primera responsabilidad del
Estado y sus divisiones territoriales es la educación de las masas,

61. PENFOLD, Michael et al. Los Invencibles: La reelección presidencial y los cambios constitucionales
en América Latina. En: Revista de Ciencia Política. Volumen 34, Número 3, (2014); p. 537–559.
62. Constitución Política de Haití de 1987. Constitución Política de la República Dominicana de 2010.
63. Ibíd.
64. Ibíd.
346 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

que es la única manera que el país pueda desarrollarse. El Estado fo-


mentará y facilitará la empresa privada en este campo” y a su vez que
“La familia es responsable de la educación de sus integrantes y tiene
derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos menores. El Esta-
do garantiza la libertad de enseñanza, reconoce la iniciativa privada
en la creación de instituciones y servicios de educación y estimula el
desarrollo de la ciencia y la tecnología, de acuerdo con la ley”65.
En materia de educación superior son evidentes las diferencias.
Mientras en Haití la educación superior estará abierta a todos, en
igualdad de bases, de acuerdo con único mérito, es gratuita, pro-
porcionada por la Universidad del Estado de Haití (Univertité d’Etat
d’Haiti), que es autónomo y por las escuelas públicas superiores y las
escuelas privadas superiores acreditados por el Estado, en la Repú-
blica Dominicana “El Estado debe velar por la calidad de la educación
superior y financiará los centros y universidades públicos, de confor-
midad con lo que establezca la ley. Garantizará la autonomía univer-
sitaria y la libertad de cátedra”66.
En el primer caso, “La propiedad privada está reconocida y garanti-
zada” y, en el segundo, el Estado reconoce y garantiza la libre empresa,
comercio e industria. Todas las personas tienen derecho a dedicarse
libremente a la actividad económica de su preferencia, sin más limi-
taciones que las prescritas en esta Constitución y las que establezcan
las leyes. “El Estado reconoce y garantiza el derecho de propiedad. La
propiedad tiene una función social que implica obligaciones. Toda
persona tiene derecho al goce, disfrute y disposición de sus bienes”67.
En materia del poder, el ámbito legislativo es ejercido por dos
entes representativos a saber: Cámara de Diputados y Senado, que
comprenden la legislatura o el parlamento en Haití, mientras en la
República Dominicana el gobierno de la nación es esencialmente
civil, republicano, democrático y representativo. Se divide en poder
legislativo, ejecutivo y judicial. Estos tres poderes son independien-
tes en el ejercicio de sus respectivas funciones. Sus encargados son
responsables y no pueden delegar sus atribuciones, las cuales son

65. Ibíd.
66 Ibíd.
67 Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 347

únicamente las determinadas por la constitución y las leyes68. En ese


mismo sentido la reunión en una sola asamblea de los dos ramas de
la legislatura constituye la Asamblea Nacional y el poder legislativo
se ejerce en nombre del pueblo por el congreso nacional, conforma-
do por el Senado de la República y la Cámara de Diputados.
En lo concerniente al máximo cargo de la nación, el Presidente de
la República es elegido en el sufragio universal directo, por mayoría
absoluta de votos. Si esa mayoría no se obtiene en la primera elec-
ción, se lleva a cabo una segunda elección. Sólo los dos candidatos
que, si tal es el caso, después de la retirada de los candidatos más
favorecidos, han recibido el mayor número de votos en la primera
elección puede ejecutar en la segunda elección. El mandato del Pre-
sidente es de cinco años. Este término comienza y termina el 7 de
febrero siguiente a la fecha de las elecciones. La elección presiden-
cial tiene lugar el último domingo de noviembre en el quinto año del
mandato del presidente. El Presidente de la República no puede ser
reelegido. Se puede servir un término adicional sólo después de un
intervalo de cinco años, en ningún caso un tercer periodo y en la otra
circunstancia, el poder ejecutivo es ejercido en nombre del pueblo
por el Presidente de la República, en su condición de jefe de Estado
y de gobierno de conformidad con lo dispuesto por la Constitución y
las leyes. El Vicepresidente de la República es elegido conjuntamente
con el Presidente, en la misma forma y por igual período. Para ser
Vicepresidente de la República se requieren las mismas condiciones
que para ser Presidente69.
En lo referente a la administración de justicia, el poder judicial
es ejercido por el Tribunal Supremo (Tribunal de Casación), las Cor-
tes de Apelaciones, Juzgados de Primera Instancia, Juzgados de Paz y
los tribunales especiales, cuyo número, composición, organización,
funcionamiento y jurisdicción están fijados por la ley en el caso de
Haití, mientras que en la República Dominicana la justicia se adminis-
tra “gratuitamente”, en nombre de la República, por el poder judicial.
Este poder se ejerce por la Suprema Corte de Justicia y los demás
tribunales creados por la Constitución y las leyes. La función judi-
cial consiste en administrar justicia para decidir sobre los conflictos

68 Ibíd.
69 Ibíd.
348 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

entre personas físicas o morales, en derecho privado o público, en


todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado. Su
ejercicio corresponde a los tribunales y juzgados determinados por
la ley. El poder judicial goza de autonomía funcional, administrativa y
presupuestaria70.
En materia electoral el Consejo Electoral Permanente se encar-
ga de organizar y controlar con independencia, los procedimientos
electorales en todo el territorio de la República hasta que los resul-
tados de la elección sean anunciados” en un caso y, en el otro, “La
Junta Central Electoral es un órgano autónomo con personalidad
jurídica e independencia técnica, administrativa, presupuestaria y
financiera, cuya finalidad principal será organizar y dirigir las asam-
bleas electorales para la celebración de elecciones y de mecanis-
mos de participación popular establecidos por la presente Consti-
tución y las leyes. Tiene facultad reglamentaria en los asuntos de su
competencia”71.
Instituciones de tan cardinal importancia como las fuerzas arma-
das, de igual modo registran diferencias en las constituciones políti-
cas. En el caso de Haití la “Fuerza Pública” se compone de dos cuer-
pos distintos: las fuerzas armadas y las fuerzas policiales. Las fuerzas
armadas están compuestas por la tierra, mar y las fuerzas aéreas y
los servicios técnicos. Las Fuerzas Armadas de Haití supuestamente
son apolíticas y están configuradas para garantizar la seguridad e in-
tegridad del territorio de la República. Sus miembros pueden no ser
parte de ningún grupo o partido político, y deben observar la más
estricta neutralidad. Los miembros de las Fuerzas Armadas ejercen
su derecho al voto, en virtud de la Constitución. El servicio militar
es obligatorio para todos los haitianos que han cumplido dieciocho
(18) años de edad. La Policía es un cuerpo armado que depende del
Ministerio de Justicia.
Por su parte en la República Dominicana, la Policía Nacional es
un cuerpo armado, técnico, profesional, de naturaleza policial, bajo
la autoridad del Presidente de la República, obediente al poder civil,
apartidista y sin facultad, en ningún caso, para deliberar. La defensa

70 Ibíd.
71 Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 349

de la Nación está a cargo de las Fuerzas Armadas. Por tanto, su misión


es defender la independencia y soberanía de la Nación, la integri-
dad de sus espacios geográficos, la Constitución y las instituciones
de la República; pueden, asimismo, intervenir cuando lo disponga el
Presidente de la República en programas destinados a promover el
desarrollo social y económico del país, mitigar situaciones de desas-
tres y calamidad pública, concurrir en auxilio de la Policía Nacional
para mantener o restablecer el orden público en casos excepcionales;
son esencialmente obedientes al poder civil, apartidistas y no tienen
facultad, en ningún caso, para deliberar72.
Como se ha indicado, en el caso de la República Dominica es lla-
mativo encontrar como norma constitucional que “Se condena toda
forma de corrupción en los órganos del Estado”. En consecuencia, será
sancionada con las penas que la ley determine, toda persona que sus-
traiga fondos públicos o que prevaliéndose de sus posiciones dentro
de los órganos y organismos del Estado, sus dependencias o institucio-
nes autónomas, obtenga para sí o para terceros provecho económico;
de igual forma será sancionada la persona que proporcione ventajas
a sus asociados, familiares, allegados, amigos o relacionados; es obli-
gatoria, de acuerdo con lo dispuesto por la ley, la declaración jurada
de bienes de las y los funcionarios públicos, a quienes corresponde
siempre probar el origen de sus bienes, antes y después de haber fi-
nalizado sus funciones o a requerimiento de autoridad competente; a
las personas condenadas por delitos de corrupción les será aplicada,
sin perjuicio de otras sanciones previstas por las leyes, la pena de
degradación cívica, y se les exigirá la restitución de lo apropiado de
manera ilícita; la ley podrá disponer plazos de prescripción de mayor
duración que los ordinarios para los casos de crímenes de corrupción
y un régimen de beneficios procesales restrictivo73.
Como se puede observar, en las dos constituciones políticas existe
un fenómeno revelador consistente, bajo distintas denominaciones,
en la explícita prohibición del culto a la personalidad. Como se sabe,
Duvalier y Trujillo Molina hicieron de tal práctica una política de Esta-
do conducente a revestir su autoridad y poder de cierto misticismo.
Por esa vía, el poder y la autoridad les habría sido dada por seres

72. Ibíd.
73. Constitución Política de la República Dominicana de 2010.
350 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

supraterrenales y, en consecuencia, sus decisiones eran una especie


de designio divino. El uso político del culto a la personalidad consis-
tió entonces imponer el criterio, según el cual, quien cuestionaba a
los mencionados personajes, de paso estaba actuando de ese mismo
modo contra las respectivas deidades.
La prohibición del culto a la personalidad elevado a norma cons-
titucional refleja pues ese peculiar pasado de los dos países. Como
suele ocurrir en sociedades de origen o con influencia latina, se cree
erradamente que todo se arregla mediante leyes y normas. Proba-
blemente el origen bastante extendido en casi todos los países de la
región del culto a la personalidad se deba al tipo de educación que,
desde temprana edad reciben los individuos. Una educación confe-
sional, autoritaria, sin mayores exigencias científicas, racionalistas y
sin una perspectiva crítica. Tal vez sean las nuevas generaciones las
que superen esta forma de actuar en el mundo de la política.
Las dos constituciones políticas consagran la libertad de cultos,
creencias y religiones. Más que una manifestación de amplitud en
materia de derechos y garantías, desde nuestra perspectiva, se trata
de una disimulada forma de mantener el confesionalismo, estrechar
más las relaciones entre las iglesias (en plural) y el Estado y, en algu-
nos casos, cogobernar con las mismas. Además, en materia constitu-
cional cada país termina favoreciendo a iglesias de origen europeo y
estadounidense que han plagado no solo a esos países sino a toda
América Latina, a expensas de lo preceptuado los Documentos Santa
Fe I y Santa Fe II.
Ante la crisis de la versión soviética del socialismo, en presencia
de fallidos proyectos revolucionarios por su insuficiencia marxista en
América Latina, por la pobreza multisectorial y exponencial derivada
del neoliberalismo y por la internalización del conjunto de valores de-
rivados del fenómeno de la posmodernidad, entre ellos la posverdad;
millones de haitianos y dominicanos se refugiaron en esas iglesias
para hallar explicación a su situación y, de paso, fueron ideologizados
en los valores, principios y postulados de las derechas. Esas mismas
iglesias se convirtieron, aparte de guías espirituales, en determinan-
tes actores políticos.
Cada nación, en sus respectivas constituciones políticas, le otorga
notable importancia a la educación, especialmente en sus primeras
etapas, supuestamente garantizan su gratuidad y realzan en rol de

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 351

la familia en tan importante tarea. De manera paradójica y contra-


dictoria “protege”, “ampara” y “promueve” la iniciativa privada para
fundar instituciones de educación en todos los niveles. La eficiencia
y la eficacia de los modelos privados de educación suelen imponerse
sobre el mismo servicio ofrecido por el sector público (el Estado). Se
trata de una competencia asimétrica en la que el sector estatal lleva
la peor parte. Es de advertir que la educación clerical, el dogmatismo
y la fe encuentran en la educación privada un aliado de primer orden.
La propiedad privada está protegida por ambas constituciones polí-
ticas y garantizado su disfrute. Se trata de un derecho discriminatorio.
En toda su historia esos dos países han sido sometidos a constantes
impactos predatorios lo que ha ocasionado los altos índices de pobre-
za con que se les conoce, más Haití que la República Dominicana. En
consecuencia, ese derecho no es para la mayoría de la población sino
para bien delimitados sectores sociales nacionales y extranjeros. Los
primeros comprometidos con las dictaduras, enriquecidos al calor de
las mismas o ricos emergentes que han amasado fabulosas fortunas
hechas a partir de la corrupción en el sector público; los segundos,
vinculados a empresas multinacionales o a curtidos especuladores fi-
nancieros. Cruel ese derecho a la propiedad donde la población empo-
brecida no tiene reales oportunidades de superar su propia condición.
Las dos constituciones políticas consagran la clásica división de
poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En los dos casos, el presi-
dente es elegido de manera directa, está estipulada la segunda vuelta
y se prohíbe la reelección inmediata. El poder Legislativo está com-
puesto por dos órganos (senado y cámara). Se aduce que el poder Ju-
dicial es la instancia que administra justicia en términos impersona-
les. En el caso de Haití existe un “Consejo Electoral” y en la República
Dominicana una “Junta Central Electoral”. Como se ha dicho, priman
las formas. En la práctica suele existir yuxtaposición de funciones, se
traslapan las responsabilidades y no faltan los conflictos de compe-
tencias entre los distintos organismos.
Llama la atención el hecho de que en la Constitución Política de la
República Dominicana de manera taxativa y expedita esté prohibida
la corrupción. Fue tal la metástasis que hizo tal pandemia que invadió
todas las estructuras de la vida política dominicana, desde el siglo
XIX, pero con mayor énfasis durante la dictadura de Trujillo Molina. La
corrupción se proyectó a lo largo de la transición de la democracia en
352 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

ese país hasta convertirse en un práctica de uso corriente y de mane-


ra desembozada. En este país la institucionalidad está atrapada por
la corrupción en todos los niveles de la administración pública. No
hay casos aislados en materia de corrupción, se trata de una especie
de concierto generalizado para delinquir, a pesar de la prohibición
constitucional.
En lo concerniente a la fuerza pública las dos constituciones políti-
cas se quedaron cortas lo cual pone de manifiesto, entre otras cosas,
el poder de facto que continúan ejerciendo los estamentos castren-
ses, su peso específico en materia de poder al garantizar su statu quo
y su naturaleza intimidante. Continúan siendo sociedades militariza-
das en el sentido de establecer por norma constitucional el servicio
militar obligatorio. Si bien es cierto se pregona la no deliberación y la
apoliticidad, ello en la práctica no es cierto. Justamente su deficiente
profesionalización ha impedido en cada caso, extender y profundizar
la transición a la democracia.
Ambas constituciones políticas no consagraron el castigo a los mi-
litares perpetradores de violaciones de Derechos Humanos. Ese tipo
de impunidad, de lo cual han sido responsables todos los gobiernos
civiles de las transiciones, gravita de manera negativa en la sana-
ción de las heridas físicas y psíquicas ocasionadas por cada una de
las dictaduras. Se conjetura que la impunidad fue el pago que debió
sufragar cada país para que los militares no obstruyesen más la tran-
sición y permitieran los regulares y sucesivos certámenes electorales
que fue a lo que quedó reducida la democracia en las dos naciones.
Sobre ese tópico, Bobea manifiesta que a lo largo de todo este
período y a diferencia de lo que experimentaron las transiciones co-
nosureñas y centroamericanas, los militares dominicanos no tuvieron
que pactar, ni abdicar a sus prebendas en las transiciones, más bien
fueron capaces de reposicionarse en la vida pública debido en parte
a la relación con las élites políticas, a su particular carácter de casta y
al perfil que han logrado proyectar como la institución “garante” de la
soberanía y la estabilidad de la patria, engranada en un Estado mar-
cadamente débil. Adecue que “El grueso de esta elite militar/policial
se mantuvo en los sucesivos gobiernos, y a lo sumo algunos fueron
sometidos a un sistema de relevo, y ello debido más bien a intereses
de tendencias políticas dentro de las instituciones castrenses que a
preocupaciones relacionadas a los derechos humanos o a los más

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 353

discretos intentos de despolitizar los estamentos militares y policia-


les e iniciar un tímido proceso de profesionalización”74.
En uno y otro caso, las elecciones son tomadas como sinónimo
de democracia. Si el imaginario de democracia queda reducido a ese
ritual, las transiciones han sido exitosas, pero si por democracia se
concibe un complejo proceso público y privado que reivindica al ser
humano, aquellas habrían sido un fracaso. En esta dirección Rosario
Espinal, asevera que desde la tercera ola de transiciones a la demo-
cracia en las décadas de 1970 y 1980, la democracia electoral ha sido
el sistema de gobierno que ha prevalecido en América Latina y el Ca-
ribe (ALC). Más de 100 elecciones mayormente libres, competitivas y
justas para cargos en el ejecutivo han tenido lugar a lo largo de la re-
gión desde la década de 1980. Así mismo es del criterio, según el cual
“El debilitamiento gradual de las libertades básicas, episodios en los
que se expone la corrupción y se hace visible, y las crisis en la eco-
nomía y la seguridad que generan barreras para una gobernabilidad
de alta calidad, sugieren que los ciudadanos en las Américas podrían
tener buenas razones para estar desilusionados con la democracia”75.
En esa misma perspectiva William Ortiz Jiménez puntualiza que la
cuestión más compleja de la transición política no es propiamente el
proceso como tal, esto es, llegar a la posible implantación de la de-
mocracia como una de las metas finales, sino el qué hacer con la de-
mocracia una vez instaurada. Argumenta Ortiz Jiménez que “Para una
adecuada segunda transición, se deben involucrar todos los actores
sociales, hacer un reconocimiento de sus derechos, dotar a cada in-
dividuo de formas de participación política y establecer una demo-
cracia en el sentido pleno que se caracterice por la calidad de vida,
ingresos monetarios de acuerdo con la capacitación, la plenitud en
derechos fundamentales: salud, educación, vivienda, y tiempo para la
autorrealización personal”76.
Suele ocurrir, como lo expone Luis Javier Orjuela que el enfoque
de la transición y la consolidación democrática, descuida el rol cru-

74. BOBEA, Liliam Josefina. Violencia y Seguridad Democrática en la República Dominicana. USA, 2011. p. 102.
75. ESPINAL, Rosario et al. Cultura política de la democracia en la República Dominicana y en las Américas:
un estudio comparado sobre democracia y gobernabilidad. USAID, Santo Domingo, 2017. p. 1.
76. ORTIZ JIMÉNEZ, William. La política en conflicto: La transición o la consolidación. Ánfora, Volumen
16, Número 27, Universidad Autónoma de Manizales, Caldas, Colombia, (Jul-Dic de 2009); p. 131.
354 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

cial que desempeñan las estructuras socioeconómicas en la dinámica


de los fenómenos sociales. Ello es consecuencia del desplazamiento
teórico del estructuralismo a la teoría de la agencia, especialmente, a
la teoría de la elección racional, que han experimentado los análisis
de política comparada en las últimas dos décadas. Desde la perspec-
tiva de Orjuela “El reducido concepto de democracia. el concepto de
democracia del enfoque de la transición y la consolidación democrá-
tica es demasiado estrecho, puesto que ésta es concebida sólo en su
dimensión política, como elecciones libres y gobierno representativo.
Ello excluye sus dimensiones sociales y económicas, precisamente en
el momento en que la reestructuración neoliberal afecta, en América
Latina, el objetivo democrático de la distribución77.
La democracia resultante de los dos procesos de transición, con sus
vicios y bemoles, no es un tránsito o etapa pasajera, es un modo de
ser. Es su identidad. Por tanto, la inestabilidad, la constante crisis y la
incertidumbre hacen parte del acontecer político de la República Do-
minicana y Haití, máxime cuando la corrupción se ha entronizado y se
ha convertido un rasgo esencial de la cultura política. Jiménez Polanco
por ejemplo, para el caso de la República Dominicana advierte de la
manera en que el PLD se ha convertido en un “partido cartel” por su
contumacia en episodios de corrupción en cuyo entramado sobresalen
desde expresidentes y se irradia por toda la organización del Estado.
Según la mima autora, se destaca la impunidad imperante en el país
ante los casos de corrupción sostenido por el carácter neocorporativo
del sistema político mediante la entronización del PLD como una orga-
nización partido/Estado que controla todos los estratos de la función
pública. La autora plantea que ello permite la impunidad de los actos
de corrupción y el trasvase a otras funciones administrativas de los
funcionarios implicados en actividades de corrupción, ante a un siste-
ma judicial disfuncional, un prevalente sistema de prevaricación y pre-
bendas, y un electorado cautivo sostenido mediante nóminas supernu-
merarias y subvenciones estatales de carácter populista y clientelar78.

77. ORJUELA, Luis Javier. La insuficiencia de la doble transición: aproximación crítica a dos enfoques de
política comparada. En: Colombia Internacional, Número 58, Universidad de Los Andes, Bogotá, D.C.,
Colombia, (Jul-Dic de 2003); p. 36-64.
78. JIMÉNEZ POLANCO, Jacqueline. La corrupción política en la República Dominicana y la entronización
del partido cartel. En: Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Volumen 15, Número 2,
Universidad de Santiago de Compostela. Santiago de Compostela, España, (2016); p. 9-27.

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Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 355

En estos casos, como en muchos otros tal vez, los partidos de iz-
quierda, los sindicatos de trabajadores y la denominada “sociedad
civil” han brillado por su ausencia en términos de rechazo a tales
prácticas. Sus objetivos han variado. Se estima por parte de Espinal
que las transiciones políticas de las últimas décadas en América La-
tina han contado con la participación de la sociedad civil en distintas
modalidades e intensidad. Es común que durante los primeros años
de la transición se produjeran movilizaciones y un aumento de la
actividad asociativa para terminar con los regímenes autoritarios y
promover la democracia. Complementa además que “Una vez con-
cluida la etapa de activación social y la transición, el desafío para
la sociedad civil ha sido qué hacer y cómo interactuar con el Estado
y los partidos políticos; ya sea para avanzar la causa general de la
democratización o para articular y defender intereses de grupos que
reclaman derechos”79.
Como se recordará, a principios de los años noventa la República
Dominicana implementó un ambicioso programa de reformas estruc-
turales que marcó una ruptura con la estrategia de desarrollo en fun-
cionamiento hasta entonces. Las reformas pusieron fin a la llamada
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) que bajo el
liderazgo intelectual de la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL) había convertido las economías de varias naciones
latinoamericanas -entre ellas República Dominicana- en economías
cerradas y altamente intervenidas80. Entre esos cambios de paradig-
ma estuvo la reforma tributaria y arancelaria de los noventa y, en
general, las reformas en dos olas, la primera entre 1990 y 1993 y la se-
gunda entre 1993 y 1996, con negativas consecuencias sobre la mayo-
ría de la población e incidencias directas en un crítico cuadro social,
económico y político.
Wilfredo Lozano afirma que al desaparecer el Estado asistencial
en su expresión populista y desarrollista en los noventa, se ha ido
fortaleciendo una nueva gestión estatal que podemos definir como
rentista y clientelar. Rentista, por cuanto se apoya simplemente en los
recursos que genera el aparato impositivo y en cuanto esos recursos

79. ESPINAL, Rosario; Morgan, Jana; Hartlyn, Jonathan. Op. Cit., p. 37-58.
80. ANDÚJAR SCHEKER, Julio G. Reformas económicas y negociaciones políticas: Apuntes sobre la
experiencia dominicana de los noventa. En: Ciencia y Sociedad, Volumen XXX, Número 1, Instituto
Tecnológico de Santo Domingo Santo Domingo, República Dominicana, (Ene-Mar de 2005); p. 7-57
356 ........................................................................................................................................ Edgar Velásquez Rivera

no se devuelven a la sociedad en servicios. Clientelar, por cuanto los


recursos así obtenidos se orientan en tres direcciones, puntualiza Lo-
zano: “1) la compra y reclutamiento de seguidores, 2) el fortalecimiento
patrimonial de la élite política en el poder y 3) el manejo de políticas
sociales orientadas a la formación de clientelas electorales”81. Una
gestión estatal así descrita, no podría ser más frágil. En ese ambiente
florece la mentalidad predatoria de lo público, en el sentido de “¿Qué
puede hacer el país por mí? Y no ¿Qué puedo hacer por mi país?.
Probablemente por ello, la Fun for Peace, llegó a sugerir que la
República Dominicana era un Estado fallido, señalamiento extensivo
a Haití. El primero en reaccionar por tan grave expresión fue Leonel
Fernández Reyna82 expresidente dominicano y curtido clientelista. Se-
ñaló este personaje que bajo ninguna perspectiva puede sostenerse
que la República Dominicana sea un Estado fallido, tal y como lo ase-
gura la lista elaborada por la organización Fund for Peace y publicada
por la revista Foreign Policy.
Los 12 indicadores utilizados por la referida institución de inves-
tigación fueron los siguientes: creciente presión demográfica; movi-
mientos masivos de refugiados o personas desplazadas, lo cual crea
una situación compleja de emergencia humanitaria; herencia de
sentimientos de retaliación o grupos paranoicos que cometen atro-
cidades de manera impune; flujo migratorio, crónico y sostenido, de
profesionales y sectores medios de la población, motivado por perse-
cución o represión; desarrollo económico desigual, severo y profun-
do declive económico, criminalización o deslegitimación del Estado,
progresivo deterioro de los servicios públicos; suspensión o aplica-
ción arbitraria del Estado de Derecho y violación extendida de los
Derechos Humanos, el aparato de seguridad opera como un Estado
paralelo, la emergencia de grupos o facciones dentro de las élites go-
bernantes y la intervención de otros Estados u otros actores políticos
externos83.

81. LOZANO, Wilfredo. Sistema de partidos y cambio democrático: aproximaciones al caso dominicano.
En: América Latina Hoy, Volumen 56, Universidad de Salamanca. Salamanca, España, (Dic de 2010);
p. 15-36.
82. FERNÁNDEZ REYNA, Leonel. República Dominicana no es un Estado fallido. En: Quórum. Revista de
pensamiento iberoamericano, Número 14, Primavera, Universidad de Alcalá. Madrid, España, (2006);
p. 179-186.
83. Ibíd.

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Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 357

Catalogar fallido a un Estado tiene distintas aristas. Generalmente


son países con un capitalismo hegemónico, con un pasado y en algu-
nos casos un presente colonialista, países que han hecho de la carrera
armamentista un esencial renglón de sus economías, que continúan
asumiendo posiciones imperialistas y que se expresan por medio de
instituciones o de personas para descalificar a otros Estados, zahe-
rirles y crear por esa vía las condiciones para eventuales intervencio-
nismos. En estos casos es evidente que los primeros Estados fallidos
son aquellos así caracterizados y que tal categoría (Estados fallidos)
es una apreciación subjetiva, ideológica y ofensiva. Pues si en verdad
existieran Estados fallidos lo son por el criminal colonialismo que
aquellos Estados “industrializados” y “civilizados”.
Con acierto Catrain expresa que este cuadro revela un proceso de
transición democrática que no encuentra caminos claros, los suje-
tos políticos son débiles y fragmentados, produciéndose un estan-
camiento determinado por la vigencia de un sistema político tradi-
cional y por la imposibilidad de conformar nuevas alternativas. Uno
de los obstáculos básicos del proceso democrático dominicano se
encuentra en la composición autoritaria y centralizadora de la ins-
titucionalidad estatal, lo cual llega hasta el extremo de que podría
plantearse la existencia de una verdadera dictadura constitucional84.
Por otro, advierte estar ante a un Estado débil y una sociedad tam-
bién débil, conformando un sistema político cargado de demandas,
denso, excluyente, fragmentario e ingobernable, que no encuentra
formas institucionales para la construcción democrática, arrincona-
do por los diversos centros de poder bajo la hegemonía permanente
del Estado.
El mismo autor precisa que el autoritarismo, la corrupción, la vio-
lación de los derechos humanos, el clientelismo, la personalización,
la real politik y la exclusión de las bases de los procesos de tomas
de decisiones, aunque con modalidades diferentes, constituyen ele-
mentos similares a través de los cuales se puede analizar la crisis de
los dos partidos más importantes del sistema político dominicano en
los últimos 25 años85. Así pues, el autoritarismo no es exclusivo de los

84. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: ¿Un sistema político inmóvil?. En: Nueva Sociedad, Número
115, (Sep-Oct de 1991); p. 17-21.
85. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: crisis de las alternativas. En: Nueva Sociedad, Número 98,
(Nov-Dic de 1988); p. 11-19.
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regímenes militares ni es un asunto del pasado. Continúa siendo una


impronta de las múltiples expresiones de la política no solo en estos
dos países, sino en la mayor parte de América Latina.
Se trata de los mismos partidos políticos cuyos dirigentes en el
poder con sus decisiones arruinaron la poca industria existente lle-
varon a la quiebra a gran parte de lo que en la República Dominicana
se producía. Por eso se afirma que como casi todo lo que se produce
y consume en la República Dominicana tiene un elevado componente
importado - cuando no lo es totalmente -, Finalmente, cabe anotar
que el modelo agroexportador-importador de bienes de consumo y
de materias primas apenas ha sido modificado exclusivamente por el
fortalecimiento del sector turismo, cuyos aportes en divisas casi se
han triplicado durante el período, habiendo sustituido el último año
al azúcar como el principal generador de dólares86.
Una especie de radiografía del sistema político dominicano la
ofrece Catrain cuando sostiene que el sistema político dominicano
ha perdido su capacidad de alternancia; se han diluido las diferencias
entre los distintos partidos, no obstante que las dos organizaciones
políticas principales se encuentran adscritas, una a la democracia
cristiana y la otra a la social democracia internacional. Estas ideolo-
gías únicamente han servido como máscaras que cubren el rostro de
la determinación personal y la no institucionalización de los procesos
democráticos en el interior de estos partidos. Este proceso, agrega,
revela la gran incapacidad del sistema político para trascender la per-
sonalización y desarrollar alternativas que sirvan como base de sus-
tentación de los principios y estrategias de los distintos partidos. Esta
situación ha devenido en una gran obstrucción para el desarrollo del
proceso democrático, La desideologización y la homogenización de la
política dominicana actual ha traído un proceso de fragmentación y
atomización, que imposibilita cada vez más la conformación de una
voluntad colectiva. La vida pública se ha reducido considerablemen-
te; la política se ha constituido en mero espectáculo, propiciando el
clientelismo político y un sistema de “lealtades” como única forma de
participación y de constitución de la relación partido-sociedad87.

86. OVALLE, José. República Dominicana: una sucesión en aprietos. En: Nueva Sociedad, Número 79,
(Sep-Oct de 1985); p. 14-18.
87. CATRAIN, Pedro. Op. Cit., p. 11-19.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 359

A propósito del anterior escenario, surge el interrogante ¿Sobre


cuáles bases se mantiene la precariedad democrática dominicana?
Y parte de la respuesta consiste en que por la corporatividad del Es-
tado y los grupos económicos, se ha venido expresando una fuerte
demanda democrática que proviene de la sociedad. Se manifiestan
un conjunto de aspiraciones diversas y complejas en la esfera econó-
mica (empleo, mejores ingresos, consumo, privatización). En lo social
(salud, educación, energía) y en lo político (reformas, mayor partici-
pación, con formación de nuevos poderes barriales y regionales). Esta
demanda democrática adquiere una constancia y presencia a través
de un intenso ciclo de huelgas generales protagonizadas por el movi-
miento sindical y popular. Además “A pesar de la amplia legitimidad
social que ha experimentado este movimiento, no alcanza un nivel
determinante de eficacia política. La propia fragmentación y la exten-
sa variedad de demandas del movimiento social, lo constituyen en un
sujeto débil para la negociación política. El maximalismo y el radica-
lismo le hacen perder de vista cuáles son las fuerzas fundamentales
que se mueven en la coyuntura política”88.
En esos términos, en lo que respecta a la República Dominicana,
Catrain enfatiza que el sistema de partidos políticos se encuentra en
una profunda crisis, desfasado en sus métodos, en su forma de con-
cebir la política. Incapaces de materializar un proyecto de nación den-
tro de un mundo complejo, cambiante y en crisis. Además indica que
la construcción de un proceso democrático implica necesariamente
plantearse la refundación del Estado a través de una ampliación del
sistema político, donde conversan diversas relaciones de poder, di-
versos actores sociales, partidos políticos mayoritarios y minoritarios.
Este proceso de democratización del Estado, tiene que acompañarse
con una consolidación de la sociedad, para conformar una cultura
política autosostenida en la tolerancia y el pluralismo.
Argumenta que en la sociedad dominicana no existe una tradición
democrática permanente que garantice las formas de autonomía de
la vida cotidiana, las instituciones públicas y los centros de poder.
Revela que la debilidad del Estado, los empresarios y el movimiento
social, que en los momentos actuales convergen con una gravedad

88. CATRAIN, Pedro. República Dominicana: ¿Un sistema político inmóvil? En: Nueva Sociedad, Número
115, (Sep- Oct de 1991); p. 17-21.
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del deterioro económico, ponen en crisis y hacen inviable cualquier


respuesta de tipo unilateral. Dentro de este entorno no hay posibili-
dad para ninguna opción de tipo corporativo. Y deduce que en este
terreno sinuoso, la eventualidad de recomponer el Estado y la socie-
dad, para la construcción de una democracia participativa, entendida
como una forma de profundizar los espacios actuales a través de una
reforma de las instituciones públicas, sería el único camino posible,
aunque no desprovisto de obstáculos y grandes problemas89.
A propósito, se ha cuestionado ¿Cuál es la principal amenaza de
la democracia dominicana en la actualidad? El orden de gravedad de
las amenazas podría ser el siguiente: las relaciones entre las Fuerzas
Armadas y el Gobierno, la crisis económica, el terrorismo y la violen-
cia política, el mal funcionamiento del Poder Judicial, el narcotráfico,
la deuda externa, la inseguridad ciudadana, los conflictos laborales,
la pobreza y la marginación, el desinterés de la gente por la política
y las relaciones entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. Como
se puede observar, son múltiples y fuertes la amenazas a la democra-
cia, las cuales se podrían disuadir desde un sistemático plan de for-
mación política para lo superior, aprovechando la importante oferta
educativa existente.
Sobre ese tópico Lily Rodríguez González destaca que hasta el
año 1962, en el país sólo funcionó la Universidad Autónoma de San-
to Domingo (UASD). Pero a partir de ahí, en apenas 35 años, la Repú-
blica Dominicana pasó de una sola universidad, con matrícula que
no alcanzaba los 4,000 estudiantes, a 40 instituciones de educación
superior, cuya población ascendía en el 1997 a 176,953 inscritos y
en el momento actual alcanza los 286,000 estudiantes. Además re-
laciona que en República Dominicana, existen 40 Instituciones de
Educación Superior (IES) y 50 Extensiones Universitarias. Un total
de 90 centros de altos estudios diseminados por todo el país, entre
los que se incluye una extensión universitaria en Nueva York. De
las cuarenta Instituciones de Educación Superior (IES), 27 tienen su
sede en la ciudad capital (Santo Domingo) esto es, el 67.5% de las
instituciones. Las restantes, que representan el 32.5%, se ubican en
ocho provincias del interior del país: cuatro en Santiago de los Ca-
balleros, dos en La Vega y una en Monseñor Nouel, Sánchez Ramírez,

89. Ibíd.

Historia comparada de la transición a la democracia en República Dominicana y Haití ......................................................................................


Comparaciones entre la República Dominicana y Haití .......................................................................................................................................... 361

San Francisco de Macorís, San Pedro de Macorís, Azua, Barahona,


San Cristóbal y San Juan de la Maguana, respectivamente90.
Es preciso señalar que tras la imposición del neoliberalismo en
las transiciones a la democracia en América Latina (y parece que la
República Dominicana no ha sido la excepción), la privatización de la
educación supuso el auge de las universidades privadas (algunas de
ellas de muy discreta calidad) dado el crecimiento de la población y
consecuentemente la demanda, así como por la asfixia presupuestal
a que son sometidas las universidades estatales y en general la falta
de apoyo para expandir oferta de educación superior con programas
de pregrado y posgrado. La educación superior fue convertida, de ese
modo, en un negocio y el sentido de servicio público pasó a un se-
gundo plano.
En el caso de Haití, la Université d´Etat d´Haiti, sin ser la única, es
la universidad más importante del país entre públicas y privadas por
la cantidad y calidad de su oferta educativa. La educación superior
es gratuita, dice la Constitución Política de ese país y le garantiza su
autonomía. Sus orígenes se remontan al siglo XIX y, en las primeras
décadas del siglo XX compite con más de una veintena de institucio-
nes privadas de educación superior, algunas de ellas, de carácter con-
fesional. Realzamos la importancia de la universidad en la transición
a la democracia por cuanto que ella, se supone, alberga la conciencia
crítica del país y, por tanto, es la institución llamada, por antonoma-
sia, a formar pensamientos críticos que logren sacar a Haití del ostra-
cismo y ubicarle en el sitial que merece tan importante país.

90. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Lily. Op. Cit., p. 82.


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Aparte de artículos publicados en revistas
nacionales e internacionales, son de su au-
toría los siguientes libros:
1. Imaginario de la Intolerancia en Colom-
bia. Ibagué: Apolo, 1995.
2. Estado, Sociedad y Periferias en Colom-
bia. El Caso de la Amazonia Colombiana:
una Perspectiva Histórica. Ibagué: Apo-
lo, 1996.
3. Paz y Democracia en Colombia al Final
del Milenio. Bogotá: Ediciones Antropos
Ltda, 1998.
4. Historia Política de Colombia. Bogotá:
Ediciones Antropos Ltda, 2000.
5. Historias del Sur. Bogotá: Ediciones An-
tropos Ltda, 2002.
6. Carlos Albán y su Tiempo. Cali: Feriva,
2002.
7. El golpe de Estado en Venezuela. Bogo-
tá: Ediciones Antropos Ltda, 2003.
8. La biografía. Popayán: Diseño gráfico e
impresiones, 2007.
9. Razón de Estado. Popayán: Diseño gráfi-
co e impresiones, 2007.
10. Historia de la transición a la democracia
en Chile. Popayán: Diseño gráfico e im-
presiones, 2007.
11. Historia Comparada de la Doctrina de
la Seguridad Nacional: Chile-Colombia.
Bogotá: Ediciones Antropos Ltda, 2009.
12. El Golpe de Estado en Honduras. Bogotá:
Ediciones Ántropos Ltda, 2010.
13. Aspectos teóricos de la autobiografía.
Bogotá: Ediciones Ántropos Ltda, 2020.
14. Reflexiones sobre las memorias. Bogo-
tá: Ediciones Ántropos Ltda, 2020.
15. Palabras al atardecer (Un discurso con-
tra el neoliberalismo). Bogotá: Ediciones
Ántropos Ltda, 2020.
16. Historia comparada de la transición a la
democracia en Nicaragua y Panamá. Bo-
gotá: Ediciones Ántropos Ltda, 2021.
17. Historia comparada de la transición a la
democracia en República Dominicana y
Haití. Bogotá: Ediciones Ántropos Ltda,
2021.
“Dios manda en el cielo
y Trujillo en República Dominicana”.
Rafael Leonidas Trujillo Molina.

“Ésta no es una democracia francesa,


alemana o norteamericana,
ni siquiera es una democracia latinoamericana;
ésta es una democracia africana”.
François Duvalier.

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