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Una vaca adentro de mi casa.

Ayer llegó a casa mi amigo Daniel. Riojano chileciteño, hacedor de vinos, sereno y
sabio. Se vino con un amigo, también de Chilecito, pero que vive en las Islas
Canarias. Noche de empanadas de ciervo y de jabalí,- animales raros para ellos-,
vinos que son joyas e historias y experiencias que nos unen. A eso de las cuatro de
la mañana decidimos ir a dormir. Hace un rato bajaron al pueblo. Y entonces
aproveché para poner una mínima dignidad al aspecto de la casa tras la noche de
anoche, y para ir al baño. Seguramente coincidimos en que no hay mejor cosa que ir
al baño cuando uno está solo en casa. No hay que disimular ruidos escatológicos.
Estaba en pleno proceso, cuando escuché un mujido. Perrito empezó a ladrar como un
poseído. Claro, adentro de casa un mujido es ilógico. Pero en mi casa todo es
ilógico. Presté atención sin moverme de mi sitial, y volví a escuchar nítidamente
el mujido. Imposible que una vaca haya entrado a casa. Y tras ese mujido, otro más
y otro. Definitivamente curioso
Por estos acontecimientos di por concluido mi momento en el baño y salí a contener
al perro de la posible ferocidad del vacuno. Claro, buscar una vaca adentro de casa
es absurdo. Hasta que todo quedó claro. Daniel dejó cargando su celular y su sonido
de recibir una llamada es un claro y nítido mujido. No algo parecido, sino un
mujido. Me tranquilizó el hecho de no tener que sacar por la fuerza un vacuno de mi
hogar, y a su vez, corroboro que mis amigos tienen poco de normales.
Afortunadamente.

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