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LA MUELA DE ORO

Mientras miraba el atardecer, el sol se me aparecía como aquel resto de comida que se
pierde entre las rendijas de las muelas de los becerritos que comen taralla.
En ese mismo instante, mi abuelita se disponía a guardar las gallinas que aún
revoloteaban fuera de su corral.
- ¡Un día de estos te haré caldo si sigues saliéndote!
Decía mi abuelita mientras intentaba atrapar a la gallina que había puesto por nombre
Silvina, una gallinita de color mostaza con un enorme copete que la hacía ver de una
forma peculiar y graciosa.
Llegó la noche. Ya en mi cama, imaginaba cómo sería el día siguiente, me movía de un
lado a otro sin intentar conciliar el sueño. De pronto, desde el fondo de la casa, desde el
oscuro pasadizo, escuché un ligero pero perceptible ruido. Temeroso, bajé de mi cama
y me acerqué a ver lo que ocurría. Mientras me acercaba, pude ver como una pequeña
criatura se intentaba meter entre los sacos de maíz que guardábamos en una bodega.
De inmediato pensé que se trataba de una especie de duende o algo similar, pero no,
no se trataba de eso, la criatura que hizo que la piel se me erizara por un instante era
Silvina que otra vez se había salido del corral.
- ¡Casi me matas, gallina tonta!
El grito hizo que mi madre se levantara.
- ¿Qué pasó Carlos?
Le enseñé a Silvina
- ¿Otra vez ese animal? ¡Regrésala a su nido!
Fui a guardar el bendito animal. Iba solo, únicamente con una pequeña lámpara en
medio de una noche cada vez más oscura que de costumbre. Fue allí donde pude ver
entre tanta oscuridad un diente.
- ¿Un diente?, me pregunté, era raro, extraño, ¿qué hacía semejante muela en el
corral?
Este diente era de oro, pero no podría ser de algún familiar ya que a ninguno de ellos
los había visto con uno de ese tipo.
Ya de regreso en mi cama, mi madre me preguntó por qué había demorado tanto.
- ¡Encontré un diente de oro! ¿Es buena suerte, no?
El rostro de mi madre, lejos de expresar burla, se mostró pensativo, como que algo no
encajaba
- ¿Qué pasa? Le dije
- Mañana temprano llamaré a Ch’ama Kuka
- ¿Acaso se trata de algo serio?
- ¡Ay niño!, puede que un día de estos taytita Abelino regrese por ese diente y se
lleve al que lo tiene
- ¿Solo por un diente?
- Es más que eso… el ánima a veces se pone celosa de que alguien tenga , lo
que a él le pertenecía…es mejor regresarlo
No lograba comprender lo que estaba pasando, pues no solía escuchar ese tipo de historias
a menudo a comparación de mi familia, que tiene un abanico de leyendas y un sinfín de
anécdotas que contar.
Al día siguiente, y antes de que los gallos realizaran su primer canto de la mañana, mis
padres se alistaban para ir a buscar a Ch’ama Kuka, un señor vivaracho de unos 70 años.
Le pedí a mis padres acompañarlos y ellos no se negaron, a decir verdad siempre me gusta
ir con ellos y más aún cuando hay cosas interesantes.
Cuando la cálida mañana se nos presentaba y el sol comenzaba a alumbrar, pudimos ver al
famoso hombre que se disponía a ordenar las pequeñas masetas que tenía en su patio.
- ¡Rimaykullayki Ch’ama Kuka!
- ¡Allillanchu papay! ¡Allillanchu mamay! ¿Qué los trae por acá?
- Venimos a conversar unos asuntos con usted
- ¡Ayayay! ¿Para qué soy bueno?
- Verá, Ch’ama Kuka, necesitamos que haga una pequeña ceremonia por el año
que cumple el tayta Abelino lejos de este mundo terrenal, más aún porque
Carlitos ha encontrado un diente del taytita en la casa quizás se nos aparezca si
no le hacemos su conmemoración.
- Un diente eh, uy eso no es muy buena señal
En ese instante interrumpí la conversación y dije:
- ¿Por qué es mala señal?
- Ay Carlitos, tenemos que dejar que su alma se libere, sino quedará atrapada en
casa y jamás descansará en paz. Por eso, si ustedes lo guardan pueden
enfermar de lo mismo que padeció tayta Abelino o aun peor, se lleve a alguno.
Su respuesta me dejó pasmado, no creía que tal cosa sucediera, aun así mis padres
llegaron a un acuerdo con Ch’ama Kuka. Iban a realizar una pequeña ceremonia, una
especie de rito para liberar el espíritu de mi abuelito. Pactaron día, hora y fecha.
Ya de regreso a casa, mis padres y mi abuelita conversaban sobre lo acordado.
Estaba muy ansioso por ver cuál era esa ceremonia que harían, contaba los días para
poder presenciarlo, hasta que llegó el 20 de octubre. Ese día se reunieron mis padres, mi
abuelita y mis tíos, que por cierto, vivían cerca a nuestro pueblo. Cuando Ch’ama Kuka
llegó, mi mamá le entregó el diente en una cajita de fósforo. Los ojos de Ch’ama Kuka se
pusieron saltones al verlo.
- ¡Vaya! Es una muela de oro. ¿Por qué no me lo dijeron antes?
- Tayta Abelino también dijo que era de oro, pero nosotros no le creímos porque
él era bien ocurrente al momento de conversar. Pero, si usted dice que es de
oro, es mejor llevarlo a un conocedor y tal vez saquemos platita.
- No no no… si…debe ser de fantasía seguro, apurémonos mejor.
Bueno, primero vamos a tomar este san pedrito para que todos aquí nos podamos despedir
primero del ánima.
Vi como Ch’ama Kuka se guardó la muelita en el bolsillo de su camisa, un poco desgastada,
que traía debajo de su poncho.
El primero que bebió fue mi padre, pues él era su hijo más querido, luego probaron mis
otros tíos. Mi mamá no quiso beber porque dijo que sentía miedo y lo que hizo fue sentarse
a observar.
- Señor Ch’ama, ¿puedo probar?
- Ja jajá, me temo que no niño, es peligroso, eres pequeño todavía
- Pero ya voy a cumplir 14, soy todo un joven
- Eres menor todavía papay
Me quedé con ganas de probar, pero no iba a estar tranquilo.
Luego de que mi papá y mis tíos probaran, se sentaron un rato y su rostro empezó a
tornarse pálido, parpadeaban a cada momento como si tuvieran una basurita en la córnea.
En ese preciso instante, donde analizaba a cada uno de ellos cual doctor trata de emitir su
diagnóstico, escuché que uno de mis tíos dijo
- Tayta Abelino viene desde lo lejos
- Sí, sí parece que va a entrar
- ¿Dónde, yo no lo veo?
Estaba muy impaciente, así que no aguanté más y al menor descuido bebí de lo que
quedaba en la jarra.
No sabía a nada, no era amargo ni dulce. Regresé a ver lo que ocurría, pero no podía ver a
tayta Abelino, tal vez fue porque bebí muy poco o porque aún no hacía efecto sobre mí. Así
que solo me quedé observando, esperando a que hiciera efecto el brebaje.
- Ch’ama Kuka, ¿tú también lo ves, no?
- Sí papay, está entrando a la casa, parece que se acerca a alguien
- ¿Puedes ver bien a quién se dirige?
- No logro reconocer bien a quién es, pero le está dando la mano.
Mi corazón parecía que estaba a punto de salirse cuando escuché que dijo eso. Para mi
descontento, la bebida aun no me hacía efecto y solo tenía que conformarme con lo que
escuchaba.
Terminada la sesión, y cuando ya todos habían presenciado lo inimaginable, se despidieron
de don Rigoberto, nombre verdadero de Ch’ama Kuka, que le decían así porque
comúnmente chacchaba coca.
Cuando ya había pasado poco más de dos semanas desde aquel ritual, mi padre me
preguntó si yo tenía el diente del tayta.
- No padrecito, yo no lo tengo, se lo llevó Ch’ama Kuka
- Uy hijito, de tanta confusión, nos hemos olvidado de devolvérselo. Ahora mismo
iré a pedírselo para que el ánima del tayta esté tranquilo, porque de resultar que
sea de verdadero oro ese viejo puede sacar plata.
Mi padre fue a buscar a don Rigoberto al pueblo, ya era como las cuatro de la tarde cuando
fue a buscarlo, así que en casa lo esperamos.
Cuando mi padre regresó, al promediar las ocho de la noche, lo noté desconcertado.
- ¿Qué pasó papá? ¿Te devolvió la muela?
- Nada hijo, no lo encontré…
- ¿Qué pasó, Jorge?
- Fui a buscarlo a su casa y no respondía nadie, hasta que una señora que
pasaba cerca me dijo que Ch’ama había tenido un accidente la semana pasada
mientras se dirigía a la ciudad, la camioneta que lo llevaba se desbarrancó y su
cuerpo no resistió y falleció.
- ¡Alaláu! Pobre Rigoberto, también que las autoridades no hacen nada por
arreglar la carretera.
- Lo más increíble es que la señora me cuenta que en su alforja encontraron un
diente de oro.
- ¡El diente del tayta, seguro!
- Sabe Dios quién se lo habrá llevado.
- Pero, ¿qué hacía Ch’ama Kuka con la muela del tayta camino a la ciudad?
- No sé, tal vez quiso sacar plata pensando que era de oro.
Me quedé totalmente sorprendido con lo que papá contaba, y más aún cuando mi mamá
insinuó que don Rigoberto trataba de sacar algún provecho de la muelita del tayta. Sin
embargo, la idea de que ese señor engañaba a la gente no se me quitaba de la cabeza, yo
lo presentía desde que vi la forma en cómo contempló el diente.
Tal vez fue un castigo del tayta Abelino por la avaricia del viejo, no lo sé, o tal vez fue una
mera casualidad. Tampoco sabemos nada del bendito diente, pero lo único que sí sé es que
gané una nueva anécdota y ya tengo qué contar cuando sea viejo, esta historia se las
contaré como el diente de oro del tayta Abelino o mejor aún, se los contaré como la muela
de oro.

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