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Cartago Carthage
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All content following this page was uploaded by Fernando Prados Martinez on 20 January 2017.
César Fornis
Realidades conflictivas. Andalucía y América en la
´
España del Barroco.
(coord.)
Miguel Luis López-Guadalupe y Juan José Iglesias
Rodríguez (coordinadores). MITO Y ARQUEOLOGIA
Carmona Romana (2 Volumenes) 2º Ed. EN EL NACIMIENTO DE CIUDADES
..
Antonio Caballos Rufino (editor).
Nueva historia social de Roma.
LEGENDARIAS DE LA ANTIGUEDAD
..
nistas en homenaje a Carmen Gómez.
María Salud Elvás Iniesta y Sandra Olivero Guido-
bono (coordinador).
La confrontación católico-laicista en Andalucía du- El objetivo principal del presente libro es analizar el nacimiento y conformación,
rante la crisis de entreguerras. tanto en el plano mítico y literario como en el arqueológico, de un elenco de ciu-
José-Leonardo Ruiz Sánchez (coordinador). dades legendarias de la Antigüedad clásica que han marcado con su impronta el
pensamiento y la cultura occidentales, ciudades cuyos meros nombres desatan
MITO Y ARQUEOLOGIA
El barrio de la laguna de Sevilla. Diseño urbano, Ra-
´
zón y burguesía en el Siglo de las Luces. nuestra imaginación: Atenas, Esparta, Tebas, Roma, Cartago y Gadir. Los pro-
Francisco Ollero Lobato. gresos paulatinos de la ciencia arqueológica en los últimos años han confirmado, ´
MITO Y ARQUEOLOGIA
Frontera, Cautiverio y Devoción Mariana. modificado o refutado, según los casos, la información aportada por la tradición EN EL NACIMIENTO DE CIUDADES
..
LEGENDARIAS DE LA ANTIGUEDAD
Gerardo Fabián Rodríguez. literaria, compleja y sesgada en virtud del poder alcanzado por estas ciudades. Se
trata por lo tanto de una puesta al día de nuestros conocimientos científicos sobre
Documentación e Itinerario de Alfonso X el Sabio.
el origen de estas poderosas y emblemáticas ciudades, casi siempre oscuro y teñido Los autores de cada uno de los seis capítulos,
Manuel González Jiménez y Mª Antonia Carmona todos ellos solventes profesores universitarios,
Ruiz.
por el mito, hondamente arraigado en una época arcaica en la que aún era infre-
cuente el uso de la escritura. han sido seleccionados por ser excelentes co-
Recuperación visual del patrimonio perdido. Conjun- nocedores de las ciudades cuyos orígenes, rea-
tos desaparecidos de la pintura sevillana de los Siglos les e imaginarios, presentan con lenguaje claro
de Oro. y asequible, pero a la vez preciso, sin renunciar
Enrique Valdivieso González y Gonzalo Martínez en ningún caso al rigor científico. Domingo
del Valle. Plácido (Atenas), Massimo Nafissi (Esparta),
La arqueología romana de la provincia de Sevilla. José Pascual (Tebas), Fernando Prados (Car-
Actualidad y perspectivas. tago), Jorge Martínez-Pinna (Roma) y Adolfo
Sandra Rodríguez de Guzmán Sánchez (coordi- Domínguez Monedero (Gadir) se erigen en
nadora). competentes guías que conducen al lector por
La masonería en Granada en la primera mitad del los intrincados vericuetos de los mitos funda-
siglo XIX. cionales grecorromanos del Arcaísmo (grie-
José-Leonardo Ruiz Sánchez. go, latino e hispano), no con la intención de
arrumbar tales relatos etiológicos, sino de ex-
plicarlos y racionalizarlos, como una vía para
comprender a las gentes que les dieron vida, los
difundieron y, por qué no decirlo, en muchas
ocasiones los instrumentalizaron.
Mito y arqueología
en el nacimiento de ciudades
legendarias de la antigüedad
César Fornis
(coord.)
Mito y arqueología
en el nacimiento de ciudades
legendarias de la antigüedad
SEVILLA 2012
Serie: Historia y Geografía
Número: 241
COMITÉ EDITORIAL:
Motivo de cubierta: “The Persian Porch and the place of consultation of the
Lacedemonians” (ca. 1816) de Joseph Michael Gandy (1771-1843), acua-
rela que se encuentra en The Getty Research Institute, Los Angeles y a
quien agradecemos el permiso de reproducción
Diseño de cubierta: Santi García. santi@elmaquetador.es
© SECRETARIADO DE PUBLICACIONES
DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2012
Porvenir, 27 - 41013 Sevilla
Tlfs.: 954 487 447 - 954 487 452; Fax: 954 487 443
Correo electrónico: secpub4@us.es
Web: http://www.publius.us.es
PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
César Fornis. Universidad de Sevilla.
I. ATENAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Domingo Plácido. Universidad Complutense, Madrid.
II. ESPARTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Massimo Nafissi.Università degli Studi di Perugia.
III. TEBAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
José Pascual.Universidad Autónoma de Madrid.
V. ROMA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Jorge Martínez-Pinna. Universidad de Málaga.
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pero que subraya relaciones endogámicas que, al margen de su más que posi-
ble base histórica, dota a la genealogía de la casa real de Tiro de una conside-
ración negativa para griegos y romanos, que tenían esta consanguinidad como
un hecho propio de bárbaros y típico de los fenicios (Zamora, 2006, 362).
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Cartago, a pesar de su mito de fundación, del que tenemos tan sólo su visión
parcial grecorromana, encarnaba el dominio humano frente a la naturale-
za, el orden urbano frente al caos nómada. Los mitos relacionados con la
ciudad y la memoria histórica común tuvieron un papel fundamental como
depositarios y potenciadores de los sentimientos de pertenencia a la comu-
nidad (Bendala, 2003, 13) y debieron existir y ser muy fuertes en el caso
cartaginés. El nombre Qart Hadasht con que se conoce a la urbe cartaginesa
fue expresión de su carácter de fundación ex novo y en lengua fenicia pudo
caracterizar, en una interpretación libre que subscribimos en este texto, a
una colonia en sí misma. Ello se apoya en el argumento de que los fenicios
utilizaron esa denominación para sucesivos asentamientos de similar carácter
tanto en Chipre como en el norte de África. Allí surgió la Cartago objeto
de estas páginas, que pudo fundar, ya en el siglo III a.C., otra Qart Hadasht
en suelo hispano y que, como la madre africana, aún mantiene vivo hoy su
nombre: Cartagena.
¿Y qué decir sobre la fecha de la fundación? pues que existen diferentes
tradiciones, unas que llevan su origen a la época de la guerra de Troya, como
Filisto de Siracusa, Eudoxo de Cnido o incluso Apiano (Lybica I 1) y otras,
con más verosimilitud, hacia finales del siglo IX a.C., siendo la aportada
por Flavio Josefo (s. I d.C.) la que puede acercarse más a la realidad y la
que, como veremos en las siguientes páginas, parece ser confirmada por los
hallazgos arqueológicos más recientes. Josefo sigue a Menandro de Efeso,
quien tuvo acceso directo a fuentes fenicias y nos transmite la noticia de que
Cartago fue fundada en el séptimo año del reinado de Pigmalión de Tiro
(dato éste que se puede confrontar con la lista de reyes de Tiro). Esta men-
ción, además, es sincrónica con la que se puede leer en la inscripción IM
55644 de Salmanasar III, que ubica la fundación de Cartago entre los años
825 y 820 a.C. (la inscripción del monarca asirio alude a un rey Mattenos/
Mattan de Tiro). También Timeo, fuente fundamental del relato de la huída
de Elisa que recoge Justino, como hemos visto, sitúa la fundación de Car-
tago 38 años antes de la primera olimpíada (aproximadamente, pues, hacia
el 814 a.C.). Cualquiera de estas fechas no se aleja demasiado de las que se
proponen hoy a partir de la documentación arqueológica (Lancel, 1994;
Docter et alii, 2005; 2007) y sobre las que volveremos más adelante.
Es muy probable que en el entorno de una laguna, con una fértil y extensa
retrotierra, en una zona de moderada elevación, con buena visibilidad y junto
a la costa, existiese una colonia fenicia con ese nombre ya en el siglo VIII a.C.
y posiblemente ya tuviese, para ese momento, un acentuado carácter urbano.
Justino (XVIII 8 ss.) describe cómo «…atraídos por la esperanza de ganancias,
los habitantes de los lugares cercanos acudieron en tropel para vender sus
géneros a estos nuevos huéspedes, estableciéndose junto a ellos, y su número
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adobes. Si Cartago ya existió a principios del siglo VIII a.C. como ciudad,
quizás debió de tener una fase preurbana ligeramente anterior (lo que po-
dría explicar el uso del término de «nueva ciudad» o Qart Hadasht para
la fundación fenicia frente a una población anterior, de carácter indígena,
posiblemente asentada en la zona elevada de Byrsa). Quizás esa ciudad de
cabañas es la misma que describió el poeta latino Virgilio, como hemos visto
al arrancar este apartado, cuando el héroe troyano, hijo de Anquises y Afro-
dita, fue testigo directo de la construcción de Cartago: «...admira esta obra,
Eneas, hasta no hace mucho constituida por simples chozas».
Cartago en la Historia.
De la Edad Media al siglo XIX
Los cartagineses alimentaron siempre, entre ellos, un
mal que les era propio e interno: la discordia; y dado que
éste les acosaba continuamente para su desdicha, nunca
conocieron ningún momento próspero en el extranjero, ni
tranquilo en el interior
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este periodo, hay que sumar la falta de sentido crítico y de rigor metodológi-
co-científico. A lo largo de este periodo la Ciencia Histórica no se manifiesta
como un estudio autónomo, y se ve inmersa dentro de las corrientes culturales
“oficiales” tales como la Filosofía y la Teología (Ferrer 1996, 17).
En esta cuestión radica la dificultad que los estudios históricos sobre
Cartago y su civilización tuvieron a lo largo de toda la Edad Media, siempre
dependientes, al menos para la cultura europea, de su contrastación con la
línea correcta que marcaron las civilizaciones clásicas que desembocaron en el
cristianismo. Parece que no fue tanto así en el mundo árabe (Abbassi, 2005),
donde Cartago y sus figuras destacadas que lucharon contra Roma, caso de
Aníbal, fueron elevadas al rango de símbolo, a veces de carácter sagrado o
místico -sidi Anbil- en la lucha en contra de los infieles cristianos, sobre todo
dentro de la literatura apologética (Srarfi Abid, 2007, 33). Más tarde perso-
najes claves de la historia europea protagonistas de la lucha religiosa, como
Carlos V, adoptaron rasgos y formas, sobre todo en la iconografía propagan-
dística, cercanas a los Escipiones, adversarios de Cartago por antonomasia.
Así se revistió de actualidad –y veracidad– a los textos de Polibio y Tito Livio
que contraponían la imagen de la virtus romana –léase cristiana– personifica-
da en Escipión a un Aníbal que personificaría a su vez la crueldad, la ambi-
ción desmesurada, la codicia y la insidia de los cartagineses (Jiménez Vialás,
2012, 494). De este modo, durante el conflicto hispano-turco del siglo XVI
se reflejaron, tanto en el arte como en la literatura, temáticas propias de las
Guerras Púnicas, que enfrentaron a Roma y Cartago como ahora lo hacían ca-
tólicos y turcos otomanos en una especie de revival sobre idénticos escenarios.
El caso es que la propia desdicha, la idiosincrasia de un pueblo vencido,
arrasado y olvidado provocó tiempo después el interés de algunos perso-
najes cultos, sobre todo a finales del siglo XVIII. Tras la renovación del
pensamiento y la ciencia que supuso el “Siglo de las Luces”, en las últimas
décadas de esta centuria se subrayó como en ninguna antes el conflicto en-
tre razón y fe, que trajo consigo la recuperación del estudio de las culturas
paganas, sobre todo de aquellas que habían sido mantenidas en el ostracismo
por los estudios escolásticos.
La erudición ilustrada y el academicismo europeo del siglo XVIII se
ocupó de reescribir la Historia, pero partiendo desde postulados centrados
en la tradición y en la sucesión de acontecimientos recogidos en la Biblia,
siempre que se fuese a tratar sobre el mundo prerromano. Pese a ello, du-
rante el siglo XVIII sí se entiende la Historia como ciencia y se comienza a
estudiar de una forma independiente. Esto provocó una crítica constructiva
sobre las publicaciones existentes hasta el momento e incluso surgieron co-
rrientes que abogaban por unos enfoques mucho más sociales y políticos,
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Para el caso que nos ocupa, se fueron sucediendo los primeros intentos
de sistematizar el conocimiento y de dotar de cierta verosimilitud a todo
lo apuntado por las fuentes literarias clásicas y por una emergente ciencia
histórica aún en fase especulativa. El primer trabajo estrictamente arqueo-
lógico fue el que desarrolló el cónsul general de Dinamarca en Túnez, C.T.
Falbe, en 1833. Falbe, de formación técnica y con amplios conocimientos
de topografía por su pasado militar, elaboró la primera cartografía histórica
de Cartago, incluyendo un levantamiento topográfico. Para la realización
del levantamiento tomó más de un centenar de puntos aprovechando las im-
prontas que formaban en el terreno los restos de las centuriaciones romanas,
es decir, los cuadrados de 2.400 pies de lado que se correspondían exacta-
mente con las superficies estipuladas en el catastro ordenado por los Graco
en 122 a.C. Poco después, en 1835, se desarrolló sobre Cartago el segundo
de los trabajos arqueológicos conocidos, de nuevo topográfico y a cargo
esta vez de un francés llamado Dureau de la Malle. Sabemos que estas dos
primeras actuaciones topográficas que conllevaron reconocimientos exhaus-
tivos del terreno fueron manejadas por Flaubert ya en la década de 1850.
Desde estos primeros trabajos que podemos considerar científicos, tanto
por su método como por sus intereses o motivaciones, las iniciativas sobre el
conocimiento de la ciudad de Cartago crecieron de forma aritmética. En el
año 1837, apenas cuatro años después de los trabajos pioneros de Falbe, fue
organizada por el diplomático danés y un grupo de destacados miembros de la
alta sociedad europea residente en Túnez la Sociedad para la Exploración de
Cartago. Entre los estatutos de esta sociedad se incluían una serie de puntos
que eran justificables en su momento, pero hoy del todo detestables. Estos
puntos permitían la venta de objetos de la excavación a particulares o a mu-
seos extranjeros a cambio de lograr financiación para las excavaciones.
Aludíamos antes a las misiones cristianas de evangelización del Magreb
y es en el marco de las mismas donde hemos de emplazar la figura del pas-
tor anglicano Nathan Davis. Este aficionado a la arqueología y explorador
inglés, amigo personal de Flaubert, exploró todo el litoral de Cartago y gra-
cias a los estatutos de la Sociedad para la Exploración de Cartago enrique-
ció enormemente los fondos del British Museum de Londres con mosaicos
romanos y otros muchos objetos provenientes de sus excavaciones. Davis
se centró en la parte baja de la ciudad, junto al mar, y fue publicando los
resultados de sus investigaciones en la prensa londinense desde 1857. Los
pequeños artículos periodísticos que hoy podemos rastrear en el The Illus-
trated London News y los grabados que los acompañaban son una fuente de
primera mano para el conocimiento de estas fases incipientes de la arqueo-
logía púnica (fig. 6). Davis publicaría después una recopilación de estos artí-
culos en una obra monográfica (Davis, 1861).
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Fig. 8: La colina de St. Louis (Byrsa, Cartago) y las vagonetas “Decauville” de las
excavaciones de Delattre (Postcards of Carthage, ha. 1910).
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Fig. 9: Villa Stella, mansión del Dr. Carton en las afueras de Cartago
(Postcards of Carthage, ha. 1910).
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Las actuaciones dirigidas por S. Lancel y después por J.-P. Morel da-
taron ese área urbana poco después, en un momento púnico tardío por los
contextos cerámicos (ánforas, cerámicas pintadas púnicas y cerámicas cam-
panienses “A”), inmediatamente anterior a la destrucción del 146 a.C. y esas
manzanas de casas alargadas con patios y cisternas como características del
urbanismo del último momento de existencia de la ciudad púnica (fig. 10).
Este hecho sirvió para caracterizar una fase final “helenizada” de la cultura
púnica que entroncaba directamente con una organización política en la que
emanaban figuras individuales de tipo helenístico como los Barca. Este pe-
riodo “púnico-helenístico” ha sido aceptado de forma general para definir la
estructura urbana, la arquitectura doméstica o la defensiva de esas fases pos-
treras (Lancel, 1994; Morel, 2000; Rakob, 2002; Niemeyer, 2004) y para
la arquitectura funeraria, abarcando ésta incluso varias décadas después de la
caída definitiva de Cartago (Prados Martínez, 2008).
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la ciudad y de todas sus fases, sobre todo de las iniciales, las peor conocidas
hasta ese momento (Ennabli, 1992). Cabe subrayar, además, que el conjunto
arqueológico de Cartago fue inscrito en la lista del Patrimonio Mundial de
la UNESCO en 1979, lo que dio un giro radical a la situación, sobre todo
en lo concerniente a su protección y conservación.
Las actuaciones citadas trasladaron hasta Cartago a diversos equipos
procedentes de países como Dinamarca, Reino Unido, Canadá, Suecia, Ho-
landa, Estados Unidos, Alemania, Italia o Bulgaria, que actuaron en distin-
tos espacios habilitados, tanto en el entramado urbano como en la necrópolis
o en los puertos (Ennabli, 1992). Estos trabajos de carácter sistemático,
coordinados por el Institut National du Patrimoine de la Tunisie, pudieron
redibujar la arquitectura de la primera manifestación urbana (Rakob, 1991
y 1999), su paleotopografía (Rakob, 2002), e incluso proponer un emplaza-
miento para las primeras áreas portuarias fenicias (Hurst, 1994), junto con
otras cuestiones relativas a otras fases más recientes del asentamiento.
Igualmente, bajo los auspicios de la UNESCO se ha venido traba-
jando desde entonces en la zona de los puertos, en la isla del almirantazgo
(Hurst, 1994) y en el tofet, donde el equipo norteamericano de la American
Schools of Oriental Research (ASOR,) dirigido por L.E. Stager, ha podido
concretar las cronologías y establecer una periodización de su uso distinguien-
do varias fases que van desde mediados del siglo VIII a.C. hasta su destruc-
ción por las legiones romanas a mediados del siglo II a.C. (Stager, 1992).
Pero desde estas actuaciones y las que sobrevinieron después bajo el
patronazgo de otras instituciones científicas europeas, el debate principal se
ha centrado en la ubicación exacta del primer asentamiento y su cronología.
En 1983, en el marco de una de las campañas de la UNESCO, F. Rakob y
O. Teschauer dieron de forma fortuita con niveles de ocupación y estruc-
turas habitacionales del asentamiento en la excavación de una piscina (en la
zona conocida como “terreno Ben Ayed” por el nombre del propietario) que
pudieron ser fechados en el siglo VIII a.C. Con la publicación de estos re-
sultados se mostraban las primeras trazas de la Cartago arcaica que se podía
ubicar en la vertiente oriental de la colina de Byrsa (Rakob, 2002). Poste-
riores excavaciones han definido que Cartago, ya en el siglo VII a.C., pudo
presentar una estructura urbana bien definida, densamente construida y con
una superficie de unas 60 hectáreas (Chelbi et alii, 2005; 2006; Docter et
alii, 2007). El asentamiento arcaico, a la luz de los datos extraídos en estas
actuaciones, quedaría enmarcado entre la ladera oriental de Byrsa, el mar,
un área de necrópolis al norte y al suroeste y el tofet en el lado sur.
Al oeste del tofet quedarían estructuras industriales y las instalaciones
del puerto arcaico, que pudieron estar enclavadas en una playa consolidada
de la laguna de Cartago. Desde el punto de vista urbanístico, las manzanas
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hornos de pan (2009-2010) en las esquinas de las calles que han sido in-
terpretados como de uso comunal. Este dato se lo debemos a J.M. Pajuelo,
director de la intervención arqueológica, que nos mostró amablemente la
excavación y los materiales aún pendientes de publicación. Parece que am-
bas fundaciones coloniales, para mediados del siglo VIII a.C., presentaron,
pues, una organización urbana similar y el carácter comunal de algunos de
sus elementos funcionales.
Una vez expuesto el problema de la estructura urbana de la primera
ciudad, bastante despejado a pesar de lo aparentemente exiguo del dossier
(unas seis áreas abiertas en el último siglo) –mayor, en cualquier caso, que
los que se pueden obtener habitualmente en excavaciones urbanas– (Fuma-
dó Ortega, 2011, 14, fig. 1) queda por aclarar la cuestión de la cronología
de la fundación tiria. Recientemente, las dataciones por C14 obtenidas de
los análisis de huesos de animales (con esa fiabilidad del 95 % que comen-
tábamos) han aportado fechas de entre 835 y 800 a.C., acordes con la tra-
dicional de la fundación de Cartago (ha. 814/3 a.C.), si bien presentan aún
una variación de unos 40 años con las fechas que aportan los materiales
cerámicos importados desde Grecia a los que ya hemos aludido (Docter et
alii, 2008). Puede que la explicación radique en que esos materiales cerámi-
cos no sean sino la plasmación de un comercio estructurado que solo podría
entenderse en el marco de un entramado urbano propio de un asentamiento
previo estable y organizado.
Las cronologías relativas presentadas dividen el asentamiento arcaico
en tres periodos, una Fase I, fechada entre 760 y 750 a.C., una Fase IIa,
fechada entre 750 y 725 a.C. y una fase IIb fechada entre 725 y 700 a.C. El
tamaño de la primera Cartago presentaría un área habitada de unas 10-12
hectáreas que ocupó el espacio existente entre las laderas de las colinas de
Bordj Djedid, Odeon, Juno, Byrsa y el mar, con un área industrial y de ne-
crópolis alrededor (Rakob, 2002, 17), unos espacios de tipo residencial y de
nuevo industrial o de almacenaje más al sur, entre el tofet y las estructuras del
puerto, que, como hemos apuntado, se emplazaría en la zona de la laguna de
Túnez. Sumadas todas ellas la superficie total superaría con creces las 40 o
incluso las 50 hectáreas (Docter et alii, 2007; Fumadó Ortega, 2010, 18).
Quedan fuera de este texto otros periodos de la ciudad que, por otro
lado, presentan menos problemas de identificación y caracterización. En-
tre ellos cabe señalar, siguiendo con la evolución de la estructura urbana,
la enorme expansión que se detecta hacia el último cuarto del siglo V a.C.
(Docter 2002-2003, 130), que encaja, además, con uno de los momentos
de máximo apogeo del imperialismo cartaginés por el Mediterráneo central
y occidental. Cartago se convertirá en metrópolis y como tal actuará como
un estado territorial con la fundación de nuevas colonias y escalas náuticas
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ÚLTIMOS TÍTULOS EDITADOS EN LA César Fornis
SERIE HISTORIA Y GEOGRAFÍA (coord.)
César Fornis
Realidades conflictivas. Andalucía y América en la
´
España del Barroco.
(coord.)
Miguel Luis López-Guadalupe y Juan José Iglesias
Rodríguez (coordinadores). MITO Y ARQUEOLOGIA
Carmona Romana (2 Volumenes) 2º Ed. EN EL NACIMIENTO DE CIUDADES
..
Antonio Caballos Rufino (editor).
Nueva historia social de Roma.
LEGENDARIAS DE LA ANTIGUEDAD
..
nistas en homenaje a Carmen Gómez.
María Salud Elvás Iniesta y Sandra Olivero Guido-
bono (coordinador).
La confrontación católico-laicista en Andalucía du- El objetivo principal del presente libro es analizar el nacimiento y conformación,
rante la crisis de entreguerras. tanto en el plano mítico y literario como en el arqueológico, de un elenco de ciu-
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pensamiento y la cultura occidentales, ciudades cuyos meros nombres desatan
MITO Y ARQUEOLOGIA
El barrio de la laguna de Sevilla. Diseño urbano, Ra-
´
zón y burguesía en el Siglo de las Luces. nuestra imaginación: Atenas, Esparta, Tebas, Roma, Cartago y Gadir. Los pro-
Francisco Ollero Lobato. gresos paulatinos de la ciencia arqueológica en los últimos años han confirmado, ´
MITO Y ARQUEOLOGIA
Frontera, Cautiverio y Devoción Mariana. modificado o refutado, según los casos, la información aportada por la tradición EN EL NACIMIENTO DE CIUDADES
..
LEGENDARIAS DE LA ANTIGUEDAD
Gerardo Fabián Rodríguez. literaria, compleja y sesgada en virtud del poder alcanzado por estas ciudades. Se
trata por lo tanto de una puesta al día de nuestros conocimientos científicos sobre
Documentación e Itinerario de Alfonso X el Sabio.
el origen de estas poderosas y emblemáticas ciudades, casi siempre oscuro y teñido Los autores de cada uno de los seis capítulos,
Manuel González Jiménez y Mª Antonia Carmona todos ellos solventes profesores universitarios,
Ruiz.
por el mito, hondamente arraigado en una época arcaica en la que aún era infre-
cuente el uso de la escritura. han sido seleccionados por ser excelentes co-
Recuperación visual del patrimonio perdido. Conjun- nocedores de las ciudades cuyos orígenes, rea-
tos desaparecidos de la pintura sevillana de los Siglos les e imaginarios, presentan con lenguaje claro
de Oro. y asequible, pero a la vez preciso, sin renunciar
Enrique Valdivieso González y Gonzalo Martínez en ningún caso al rigor científico. Domingo
del Valle. Plácido (Atenas), Massimo Nafissi (Esparta),
La arqueología romana de la provincia de Sevilla. José Pascual (Tebas), Fernando Prados (Car-
Actualidad y perspectivas. tago), Jorge Martínez-Pinna (Roma) y Adolfo
Sandra Rodríguez de Guzmán Sánchez (coordi- Domínguez Monedero (Gadir) se erigen en
nadora). competentes guías que conducen al lector por
La masonería en Granada en la primera mitad del los intrincados vericuetos de los mitos funda-
siglo XIX. cionales grecorromanos del Arcaísmo (grie-
José-Leonardo Ruiz Sánchez. go, latino e hispano), no con la intención de
arrumbar tales relatos etiológicos, sino de ex-
plicarlos y racionalizarlos, como una vía para
comprender a las gentes que les dieron vida, los
difundieron y, por qué no decirlo, en muchas
ocasiones los instrumentalizaron.