Está en la página 1de 9

Derechos de Autor

© Devóra Mela, 2017

Publicado por Devóra Mela en Smashwords

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son
productos de la imaginación del autor o han sido usados de manera ficticia y no deben ser
interpretados como eventos reales. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas,
eventos actuales, locales u organizaciones es coincidencia.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, copiada o distribuida de ninguna manera
sin permiso expreso del autor, salvo en casos de extractos breves citados en artículos de
crítica o reseñas.

Todos los eventos que tienen lugar en este relato son ficticios, por lo que embarazos no
deseados o enfermedades de transmisión sexual no ocurren, a menos que formen parte de la
historia. En la vida real, tener sexo sin protección puede tener graves consecuencias
permanentes; por favor, recuerden esto y siempre usen protección adecuada y hagan
pruebas necesarias para asegurar que su pareja o ustedes mismos no sufran los estragos que
pueden surgir de una enfermedad venérea o un embarazo no planificado.

Este libro está destinado a personas mayores de 18 años, ya que contiene escenas
sexualmente explícitas. Todos los personajes en este obra son mayores de 18 años.
Con una Mujer por Primera Vez

Devóra Mela

Cuentos Cortos y Calientes


Querido Diario,

Ayer, Paula vino a mi casa a media mañana y pasamos la mayor parte del día trabajando en
un proyecto para clases. En la noche, mis padres salieron a una fiesta de la empresa. Mi mamá
nos dejó dinero para pedir comida a domicilio y vimos una película en la tele.

Cerca de las diez de la noche estábamos en mi habitación viendo videos de música en


YouTube en la computadora portátil, estaba buscando un video cuando sentí la mano de Paula
sacudirme por el hombro diciendo, ‘Mira, Mariana. Mira eso.’

Quité la vista de la pantalla de la computadora y la miré, estaba señalando el ventanal de mi


vecina. Estaba con el mismo hombre de cabello oscuro y ondulado de la otra noche, su novio
supongo; pero hoy también estaba otra mujer con ellos. Era morena, de largo cabello negro,
vestida con unos pantalones ajustados y una blusa azul. Mi vecina tenía puesto un corto
vestido rojo y unas altas botas negras de tacón; su novio vestía unos vaqueros y una camisa
blanca arremangada hasta los codos.

–¿Adónde vas? –me preguntó Paula cuando salí de la habitación como un relámpago. Cuando
regresé, apagué la luz y le pasé los binoculares. Paula se carcajeó y los tomó diciendo, –
Parece que no es la primera vez que espías a tus vecinos.

Solo le respondí, –Vamos a ver qué ocurre esta noche. Quizás sea mejor que la película. –Y
efectivamente… lo fue.

Los tres estaban sentados en la sala de estar, mi vecina estaba sentada en las piernas de su
novio y la amiga estaba en el sillón de dos puestos al otro lado de mesa de centro. Estaban
conversando y bebiendo, cuando ya nos empezábamos a aburrir, mi vecina le susurró algo al
oído a su novio y se levantó. Salió de la sala de estar y dejó al novio y a la amiga solos. El
novio se levantó del sofá y se sentó al lado de la morena, no habían pasado ni dos minutos
cuando vimos como le posaba la mano sobre el muslo y empezaba a acariciarle la pierna. Le
dijo algo y la morena sonrió con timidez complacida. La mano que acariciaba su pierna subió
hasta su rostro, donde parece que le quitó un mechón de la cara antes de acercarse lentamente
y besarla en los labios. El beso empezó con suavidad, pero a los momentos se hizo más
intenso, con una mano la sujetaba por la nuca y con la otra acariciaba su generoso busto
encima de la ropa.

Paula resopló y me pasó los binoculares, –Aquí se va a armar tremendo lío, –me dijo.

En ese momento mi vecina regresó a la sala, pero en vez de enfadarse por ver a su novio en
esa posición comprometedora, caminó sigilosamente hacia el mueble con una sonrisa en la
cara. Se sentó del otro lado de su amiga, ésta se despegó abruptamente del beso y la miró
sobresaltada. Cualquier otra mujer le hubiese echado el trago en la cara, hubiese cacheteado
al novio y los hubiese botado del apartamento, pero creo que ella y el novio habían
planificado esto, porque mi vecina la tomó por los hombros y le dijo algo para tranquilizarla
porque la expresión en su cara se relajó y luego sonrió otra vez con esa timidez que revelaba
que le daba pena y gusto al mismo tiempo.
Entonces mi vecina se acercó y ¡la besó a ella en los labios!

Tanto Paula como yo estábamos mudas de asombro al ver esta escena desenvolverse frente a
nuestros ojos. Mi vecina y la morena se estaban besando mientras que el novio le
desabrochaba la blusa, revelando un brasier negro que sostenía unas tetas enormes, mucho
más grandes de lo que aparentaban ser bajo la blusa. Con sus grandes manos, haló las copas
hacia abajo y liberó esas carnosas colinas adornadas con un pezón oscuro y erguido. La
morena se apoyó del hombre mientras le manoseaba las tetas. Mi vecina dejó de besarla para
desabrocharle el pantalón ajustado y se lo bajó, revelando una tanga negra que combinaba
con su brasier. Ahora el hombre la besaba en los labios mientras mi vecina le terminaba de
quitar la ropa interior. La morena estaba completamente desnuda sobre el sofá y se veía
borracha de placer mientras el hombre le comía las tetas y mi vecina le chupaba el coño.
Sentía como mi propia humedad se empapaba en mi ropa interior y me preguntaba que estaría
pensando Paula en ese momento.

Le pasé los binoculares para que pudiera ver mejor todo lo que estaba ocurriendo en el
apartamento del edificio de al lado, aún sin ellos podía ver bien todo lo que estaba sucediendo.

La morena tenía la cabeza echada hacia atrás con la boca abierta, seguramente gritando de
placer. El hombre dejó de chuparle las tetas y se quitó la franela, se desabrochó el pantalón y
se sacó su enorme verga; se arrodilló sobre el mueble y acercó su erección a la cara de la
morena, sin pensarlo ella se lo metió a la boca y empezó a chupárselo con gula.

Estábamos viendo una cadena de sexo oral. Mi vecina de rodillas en el piso con la cara
enterrada entre las piernas de su amiga, mientras que la morena se pellizcaba los pezones a
la vez que el hombre la tenía sujetada por el cabello y le follaba la cara.

Sentía correntazos eléctricos azotar mi clítoris mientras mi humedad tenía mi tanga


empapada; disimuladamente miré a Paula de reojo para ver en qué condición estaba ella, si
estaba asqueada por el espectáculo o si estaba tan excitada como yo. Creo que era la segunda,
porque tenía la boca entreabierta y parecía estar jadeando suavemente; mientras sujetaba los
binoculares sobre los ojos con una mano, veía que la otra mano estaba acariciando su pezón
sobre la tela de su camisón para dormir.

Ella bajó los binoculares y me los pasó, rozó sus dedos con los míos al tomar el objeto y los
llevé a mis ojos para observar de cerca la escena porno.

El hombre había rodado la mesa de centro y se estaba follando a mi vecina en cuatro mientras
ella seguía chupándole la concha a su amiga. Con los binoculares podía enfocar su cara y ver
como le lamía el coño rasurado, le cubría el sexo con su boca e imaginaba cómo se sentiría
una lengua cálida y mojada hurgando entre mis pliegues.

Me daba pena lo que le quería decir a Paula, pero estaba más excitada y curiosa que
avergonzada, así que le pregunté, –¿Alguna vez has estado con una mujer? –Me sentí un poco
más valiente porque no la estaba mirando.

–No. ¿Y tú?
–No. La primera vez que otra persona me ha tocado fue el sábado pasado en el carro con
Tomás, cuando fuimos a Donde Quieras. Él ha sido la primera persona en tocarme, en
chuparme las tetas… Y yo lo mamé hasta que se corrió y acabó en mi boca. Antes de eso lo
único que había hecho era besar a uno o dos chicos cuando estudiaba en secundaria.

–¿Aún eres virgen? –me preguntó.

–Sí– contesté a la vez que sentía calor en las mejillas.

–¿Y nunca te han chupado la concha?

–No.

–¿Quieres estar con una mujer? – Paula susurró cerca de mi oído.

Sentí las mejillas aún más sonrosadas, pero ésta vez una combinación de vergüenza y deseo
que batallan en mi interior. Asentí con la cabeza mientras seguía mirando el trío que tenía
lugar en el otro apartamento. El hombre la embestía violentamente, azotando y haciendo
menear sus redondas nalgas con su pelvis mientras la morena estaba ondulando las caderas
y frotándose contra la cara de mi vecina que se la devora vorazmente. Sentía un placer
perverso recorrer mi piel al verlos haciendo cosas tan obscenas.

Entonces sentí un chispazo entre mis piernas cuando percibí la mano de Paula deslizándose
por mi muslo, abriéndose paso hasta mi sexo mojado y palpitante. La anticipación se apoderó
de cada célula en mi cuerpo y el éxtasis me atravesó cuando metió la mano en mi tanga y
encontró mi clítoris con la yema de sus dedos. Se me escapó un gemido de mis labios y
empecé a jadear. Mientras tanto, en el edificio de al lado, había un efecto dominó orgásmico;
el hombre echó la cabeza hacia atrás mientras derramaba su leche en la caverna húmeda de
su novia, la morena tenía a mi vecina agarrada por su cabello rubio restregándole el coño
cremoso en la cara, mientras que ella tenía los ojos cerrados y parecía estar gritando a la vez
que su boca estaba sobre la raja de su amiga, cogiéndole la abertura con la lengua. Cuando
su primer ronda fogosa terminó, la nuestra apenas estaba por empezar.

En cuanto solté los binoculares, Paula acercó el rostro al mío y atrapó mis labios en un beso.
Nunca antes había besado a una mujer… es distinto que besar un hombre. Se sentía suave y
delicado, era una sensación dulce a la vez que profundamente sensual.

Tentativamente acaricié sus pezones debajo de la tela del camisón, sus tetas eran pequeñas,
redondas y firmes, como un par de melocotones maduros. Nos besábamos, nuestras lenguas
explorando las cavernas de nuestras bocas, respirábamos el aliento de la otra mientras
nuestras lenguas se acariciaban, se enredaban, y se rozaban. Su mano libre se deslizó debajo
de mi camisón y resollé cuando pellizcó uno de mis pezones entre su dedo pulgar e índice.
Era imposible no gemir en su boca mientras su pequeña mano tocó mis tetas desnudas bajo
el camisón y sus suaves caricias resbalaban frotando mi pepita dura entre mis piernas. Me
encantó como metía un dedito en mi coño y luego lo sacaba para untarme con mi propia nata.
Se me escapó un gimoteo cuando retiró su mano, no quería dejar de sentirla; pero la ausencia
de sus caricias fue corta porque se quitó el camisón y después levantó el mío. Más osada que
antes, incliné la cabeza y llevé una de sus hermosas tetas a mi boca. Envolví su pezón con
mis labios y chupé el capullo erguido. Ella era toda suave y su piel olía a flores, creo que
podría perderme en sus curvas la noche entera. Acaricié su otra teta con la mano, explorando
la nueva sensación de apretar una colina que no era mía con mi mano. La estimulé como a
mí me gustaba hacérmelo y me sentí complacida cuando la escuché gemir.

Después de saciarme de chupar y manosear sus tetas, llevé las manos hasta sus caderas y halé
su tanga rosada para abajo. Ella se recostó sobre la cama, me miró apoyada sobre sus codos
y abrió las piernas. La besé por todas partes hasta llegar finalmente a su sexo rasurado. Un
aroma cítrico invadió mis sentidos e hizo que mi corazón palpitara con más fuerza. En la
penumbra de mi habitación podía ver su raja. Con los dedos separé sus labios, para verla,
explorar su intimidad. Su hendidura era rosada y estaba recubierta de crema; deslicé un dedo
por su abertura, la penetré con mi dedo y sentí los músculos calientes de su canal abrazar mi
pequeña extremidad. Después de meterle y sacarle el dedo un poco, el movimiento de sus
caderas reveló que le gustó bastante, llevé mi dedo untado con su excitación hasta la pepita
dura en el ápice de su raja. La toqué con suaves movimientos circulares que iban cada vez
más rápidos. Paula gemía y alzaba las nalgas de la cama, me decía– ¡Sí, sí, sí. Ay, qué rico se
siente, Mari!

Entonces besé esa segunda boca, posé mis labios abiertos sobre su sexo mojado y hurgué sus
pliegues con mi lengua. Su sabor agridulce invadió mi paladar, por su propia cuenta, mi
lengua lamía su raja resbaladiza, chupé cada uno de sus labios, intoxicada por la sensación
tan distinta pero no menos placentera que chupar una verga. Penetré su concha con mi lengua
antes de envolver su clítoris con mis labios y chuparla con delicadeza.

En medio de sus jadeos, Paula dijo –Yo también quiero probarte, Mariana. Vamos a hacer un
69.

Me separé de la calidez de sus piernas y me acosté sobre la cama, siendo que yo era más
grande, me pareció que podría soportar mejor su peso sobre mí. Ella entendió la insinuación
de mi cuerpo y se montó sobre mi cara. Viendo la curva de sus nalgas a centímetros de mi
rostro y sentir sus carnosas tetas apoyadas sobre mi vientre, un chorro de humedad brotó de
mi abertura. Creí que me iba a desvanecer de tantas sensaciones placenteras cuando su boca
cubrió mi coño. Nos lamíamos, nos chupábamos, tragando la crema la una de la otra, me
preguntaba si sabía tan bien como ella, esperaba que sí. Manoseaba sus nalgas mientras mi
lengua hurgaba sus rosados pliegues, ella sujetaba firmemente mis muslos abiertos mientras
su lengua se revoloteaba sobre mi epicentro de placer y sucumbía ante lo rico que se sentía
que alguien me chupara el coño con el mismo apetito excitado y desbordado como el mío.
Paula penetró mi hendidura con un dedo y yo hice lo mismo con ella. La follaba con mi mano
mientras lamía su pepita; cuando sentí el conocido cosquilleo que anunciaba la proximidad
de mi orgasmo, no podía dejar de gemir en su coño mientras me la comía. Nuestra excitación
iba a la par, ya que empezó a ondular las caderas con más velocidad, frotando su coño mojado
sobre mi cara. ¡Dios! Cómo me encantó sentir su placer desesperado, sentir su pelvis
restregándose sobre mi boca, untándome de su esencia agridulce. Su coño abrazó mi dedo y
empezó a pulsar rítmicamente mientras ella gemía descontrolada. Su orgasmo fue tan intenso
que un chorro de su crema se corrió de su raja, abrí la boca para tragármela toda, bebiendo
su esencia. Su placer desencadenó mi orgasmo y sentí como el clímax estallaba desde mi
clítoris y mi cuerpo entero sucumbía a los espasmos eléctricos que había provocado con su
boca en mi sexo. Mi cuerpo se sacudió bajo el suyo y nos seguimos chupando la una a la otra
hasta después del pico del orgasmo, provocando pequeñas convulsiones de exceso de placer
hasta que no aguantamos más.

Paula se acostó a mi lado en la cama y nos besamos, saboreando nuestra esencia y fragancia
en el aliento y labios de la otra.

–Eso fue divino, y muy intenso, –dijo Paula contra mis labios. Me sentí sonreír y dije–, Eso
estuvo genial, de haber sabido que era tan bueno, lo hubiese probado antes.

–Nunca antes había estado con una mujer, –dijo Paula–, pero estar contigo ha sido una
experiencia que espero volver a repetir, ¿y tú?

–Totalmente, –le dije– y lo mejor de todo es que nuestros padres jamás se enterarán.

Las dos nos reímos y buscamos nuestros camisones y tangas para vestirnos otra vez. Cuando
ya teníamos puesta la ropa de dormir, fuimos a la cocina para buscar algo de beber. En ese
momento llegaron mis padres de su fiesta, al vernos mi papá preguntó, –¿Y, tuvieron una
noche divertida, chicas? –Ambas nos miramos con complicidad y respondimos, –Súper
divertida.

Hasta pronto,

M.G.
Acerca del Autor
Devóra Mela vive en una ciudad sobrepoblada de Latino América. En las noches, antes de
dormir, le gusta leer relatos eróticos cortos y calientes que la exciten rápidamente.

Ahora escribe sus propios relatos de lo que ella quisiera leer. Espera que también te excites
con el producto de su imaginación.

Si quieres enterarte de la publicación de sus nuevos Relatos XXX,

Visita su Twitter o Instagram

También podría gustarte