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UNIVERSIDAD SANTO DOMINGO NORTE

(UNISNORTE)

DERECHO DE LAS OBLIGACIONES I

RECURSO 2

UNIDAD I.

LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL ÁMBITO DE LAS OBLIGACIONES Y DE


LA OBLIGACION.

Profesor: Allen Antonio Peña García


Febrero 2024

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1.3 NOCIONES DE RESPONSABILIDAD CIVIL.

La Responsabilidad Civil es la obligación que recae sobre una persona de reparar el


daño que ha causado a otra.

Para que haya Responsabilidad Civil deben estar presente los siguientes elementos
constitutivos:

a) EL DAÑO: Es la lesión o menoscabo que experimenta una persona, el cual puede


ser material o moral.

El daño material se encuentra conformado por las pérdidas sufridas y ganancias


dejadas de percibir por la víctima, en ocasión de la falta cometida. Para que haya
realmente un daño material deben considerarse los siguientes elementos:

1.- Debe ser actual, es decir existir o haber existido al momento de la acción en
responsabilidad. 2.- Debe ser cierto, es decir, debe estar fundado sobre un hecho
preciso y no sobre hipótesis. 3.- Su monto debe ser susceptible de evaluación al
momento de la demanda. 4.- Debe ser personal, solo la victima puede pedir su
reparación. 5.- El Perjuicio debe fundamentarse en un interés legítimo y lícito.

El Daño Moral es el perjuicio no económico, habiendo dos categorías, la parte social


del patrimonio moral que afecta el honor y el otro es que el afecta la parte afectiva.
Para que haya un Daño moral deben considerarse los siguientes elementos:

1.- Debe ser cierto y personal. 2.- Se funde en un interés afectivo.

b) LA FALTA: Es la violación a una obligación preexistente. Existen dos tipos de faltas,


las cuales son:

1.- La Falta Delictual la cual se caracteriza por la intensión de causar el daño. 2.- La
Falta Cuasidelictual la cual se caracteriza por no haber intención de causar el daño.

c) VINCULO DE CAUSALIDAD ENTRE EL DAÑO Y PERJUICIO.

El daño debe ser la consecuencia inmediata, directa precisa, cierta y exclusiva de la


falta cometida.

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1.4 RESPONSABILIDAD CIVIL Y LA RESPONSABILIDAD PENAL.

En términos generales, se entiende por responsabilidad penal a la que se adquiere


cuando se comete un delito, es decir, cuando se lleva a cabo una acción punible
por ley, tipificada en alguna ley penal. Quienes atentan contra algún bien protegido
por el ordenamiento jurídico vigente en un país, como la vida, la integridad física, el
orden público o los patrimonios ajenos, deberán enfrentar una responsabilidad penal
administrada por el Estado.

La responsabilidad penal deriva su nombre del hecho de que implica la imposición de


una pena, o sea, de un castigo proporcional respecto al delito cometido. Ello puede
implicar la privación de libertad (o sea, ir a la cárcel), una multa o sanción pecuniaria,
o la pérdida de otros derechos y libertades (por ejemplo, el porte de armas o el
derecho al libre ejercicio profesional).

Existen dos formas de responsabilidad penal, de acuerdo a la naturaleza del delito


cometido:

Responsabilidad penal común, cuando el delito cometido puede ser cometido por
cualquier individuo de a pie, o sea, cuando se trata de delitos comunes, como el robo,
el abuso sexual o el homicidio.

Responsabilidad penal especial, cuando el delito cometido puede ser cometido


únicamente por el sujeto en cuestión, dado que requiere de algún tipo de posición o
poder especial, como es por ejemplo ser funcionario público, como es el caso de la
malversación de fondos públicos (peculado) o la prevaricación.

A diferencia de la responsabilidad penal o delictiva la responsabilidad civil consiste en


la obligación de resarcir a alguien por un agravio cometido en su contra, generalmente
a través del pago de una indemnización establecida por la justicia.

Este tipo de responsabilidad puede ser:

Contractual: Cuando entre demandante y demandado media un contrato que ha sido


roto o incumplido.

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No contractual: Cuando demandante y demandado no tienen ninguna relación previa.
A su vez se distingue si el agravio cometido fue no doloso, o sea, no intencional,
accidental, o si fue delictual, es decir, correspondiente a la comisión voluntaria y
consciente de un delito, lo cual nos llevaría a los predios de la responsabilidad penal.

Lógicamente, las sanciones entre una y otra forma de responsabilidad son muy
diferentes, y sus capacidades y formas de prescripción también son distintas. Por
ejemplo, los ciudadanos menores de edad no tienen ninguna responsabilidad penal,
aunque sí civil.

Además, la responsabilidad civil tiene el cometido de reparar un daño a la víctima,


mientras que la responsabilidad penal persigue el objetivo de castigar a un culpable.
Así, la primera se paga a la persona vulnerada, mientras que la segunda se le paga al
Estado.

Una de las controversias más usuales en la historia del derecho moderno es la que
se refiere a la posibilidad de imputar una responsabilidad penal a una persona jurídica,
esto es, a una empresa, institución u organización, en lugar de a un individuo natural
(una persona).

El problema radica en que las personas jurídicas no poseen una subjetividad que
pueda ser sometida a juicio, ni intenciones propias, sino que dependen de las personas
que estén a cargo de estas. Ello además entra en conflicto con principios
fundamentales del derecho penal, como el de la personalidad de las penas (o sea, que
cada quien responde por el delito cometido por su propia persona y no por el de
otros).

Sin embargo, la tendencia del derecho contemporáneo occidental es a superar la


máxima del derecho romano societas delinquere non potest (“las sociedades no
pueden delinquir”), especialmente en las naciones de raigambre anglosajona.

Así, sería posible atribuir penas delictivas a las sociedades, una perspectiva que desde
el siglo XIX ha cobrado auge, especialmente en lo que atañe a la delincuencia en los
negocios. Aunque el sistema legal que se aplica para el castigo de los delitos
empresariales puede variar enormemente dependiendo del país y la legislación.

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1.5 RESPONSABILIDAD CIVIL Y LA RESPONSABILIDAD MORAL.

La responsabilidad moral es el grado de culpa o responsabilidad que posee


una persona o una organización de cara a algo que se considera moralmente réprobo,
o sea, falto de ética o contrario a la noción de bienestar que se maneja
colectivamente.

Se diferencia de otras formas de responsabilidad, como la jurídica, en que


la norma infringida no proviene del exterior, como son las normas legales o penales,
sino del interior del sujeto, es decir, proviene de su conciencia. Por esa misma razón,
para que alguien sea moralmente responsable de un hecho cometido, debe cumplir
con:

 Ser capaz en sí mismo de discernir el bien y el mal, es decir, de tomar una


postura moral, y de tomar decisiones en consecuencia.
 Haber actuado de manera libre, consciente y voluntaria, o sea, sin haber sido
coaccionado u obligado por fuerzas superiores a su voluntad.
 Haber cometido la acción o inacción de modo tal que se encontrase en posición
de tomar una elección y contemplar en sí misma la inmoralidad del acto.

Al mismo tiempo, este tipo de responsabilidad puede juzgarse desde dos tipos de ética
distinta, con resultados diferentes:

 Desde una ética consecuencialista (o sea, que se fija en las consecuencias del
hecho), el valor moral del hecho cometido dependerá de si tuvo consecuencias
aceptables o no.
 Desde una ética deontológica (o sea, que se fija en el deber ser), las acciones
serán o no moralmente aceptables en sí mismas, sin importar si fueron o no
descubiertas, y si lastimaron o no a alguien.

El tema de la responsabilidad moral es común a diferentes ramas de la filosofía y de


la ética, y aparece cada vez más en debates contemporáneos bajo la opinión pública,
ya que es esta última la única capaz de ejercer el repudio o la sanción social con que

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se castiga un hecho inmoral. El Estado y el aparato penal sólo podrán intervenir en el
castigo si los hechos considerados inmorales son, además, considerados ilegales
(responsabilidad penal).

En el mundo corporativo, se habla de responsabilidad moral de las empresas, a veces


como un sinónimo de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), o a veces como un
mandato tácito que debería regir toda actividad económica, y que compromete a
las organizaciones a velar por el bienestar colectivo antes que por
su ganancia individual y egoísta. Esto, por desgracia, no suele ser lo que ocurre en la
práctica en la mayoría de las grandes corporaciones.

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