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Información introductoria a la Unidad II

LA BIBLIA

La palabra “Biblia” proviene de un término griego “Biblos” que significa "los libros o rollos
de papiros".

También, y atendiendo a su valor religioso, se la denomina Sagradas escrituras y Libro santo.


La Biblia fue conservada en primera instancia por transmisión oral, para posteriormente pasar a los
escritos. Como mencioné anteriormente, la palabra Biblia también quiere decir "rollo de papiro",
para establecer la forma en que se conservó. El papiro, de cuyo tallo se extraen las hojas y se
desecan, fue la forma de conservar estas escrituras. Los rollos se guardaban en grutas, cuevas o bajo
tierra, estando expuestos al deterioro provocado por la humedad. Esa fue la razón por la que
posteriormente se comenzara a usar el pergamino, elemento más consistente, de cuero animal; con
este procedimiento se fabricaron los primeros libros.

Es una obra múltiple pues consiste en una colección de muchas otras de diferentes épocas,
autores y géneros, escritas en varias lenguas; sin embargo, todas ellas logran una innegable unidad
que permite considerarlas no como libros totalmente independientes sino como partes
armónicamente trabadas de un todo. Los autores, de variada cultura y tendiendo a distintos fines,
trataron diversos temas, en prosa y en verso, y sus obras tienen las características personales de su
estilo y las peculiares de su época.

Si bien la Biblia pertenece a la literatura hebrea, no deben confundirse ambos conceptos: el de


literatura hebrea es mucho más amplio, pues comprende todas las manifestaciones literarias del
pueblo hebreo durante las diferentes etapas de su historia, mientras que la Biblia es sólo una parte
de esa literatura, seguramente la más famosa e importante: la Literatura sagrada.

En síntesis: la Biblia es la colección de los libros sagrados de la literatura hebrea, compuestos


en diversas épocas y por diversidad de autores y en lenguas distintas, cuya unidad la da el carácter
sagrado de los mismos.

La mayor división que encontramos en la Biblia es entre Antiguo y Nuevo Testamento, el


vocablo "testamento" es una mala traducción de la palabra griega "diatheke"; esta debería significar
pacto o alianza, antiguo o nuevo pacto. Esta literatura se sustenta justamente en estas alianzas, que
eran una especie de acuerdo entre Dios y el pueblo hebreo, a través de un representante;
fundamentalmente encontramos tres. En primer lugar, la llamada primera alianza que es la
realizada entre Yahvé y Abraham en representación del pueblo. Dios se comprometía a brindarles
protección y ayuda constante, la tierra prometida, una descendencia muy numerosa y señorío sobre
las demás naciones. El pueblo hebreo por medio de Abraham, se comprometía a la fidelidad y
aceptación de la voluntad divina. Cada alianza necesitaba de una demostración de acuerdo, y esta
era por medio de la sangre. En este caso, el rito, era la circuncisión, por medio de la cual se selló el
pacto.
La historia de Abraham

Su vida se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del Génesis.

Vivía en la ciudad de Ur, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, cuando Dios le pidió el sacrificio
de alejarse de su tierra, que era muy fértil, y de su hermosa ciudad e irse a un país desconocido y
desértico, lejos de familiares y amigos. Abraham aceptó este sacrificio, y Dios en pago le prometió
que sus descendientes poseerían por siempre aquel país. Dios realizó con él la Alianza,
prometiéndole la tierra de Canaán para él y para sus descendientes, que serían tan numerosos "como
el polvo de la tierra".

La circuncisión de "todo varón de entre vosotros" es el requisito del pacto. Este pacto era entre
Dios y Abraham, pero también sería entre Dios y cada generación de los descendientes de
Abraham. La circuncisión era muy importante en el pacto de Dios con Abraham. Fue un acto de fe
por el cual Abraham y sus descendientes mostrarían su identidad como pueblo de Dios. Es sólo la
"señal" física del pacto de Dios con Abraham, la sangre de la circuncisión es el sello de esta
alianza.

Abraham deseaba tener un hijo que prolongara su familia, pero a sus noventa años ese deseo
no se había cumplido. Sin embargo Dios le prometió que su descendencia sería tan numerosa como
las arenas del mar y Abraham creyó en esta promesa de Dios, y esta fe le fue apreciada y
recompensada. Dios se le aparece en forma de viajero peregrino (acompañado de dos ángeles
disfrazados también) y le promete que dentro de un año tendrá un hijo. Sara la esposa, que está
oyendo detrás de una cortina, se ríe de esta promesa, porque le parece imposible ya que ellos dos
son muy viejos. Dios manda que al niño le pongan por nombre "Isaac", que significa "el hijo de la
sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12 años, Dios pide a Abraham que vaya a un monte y le
ofrezca el hijo en sacrificio. Abraham acepta esto que le cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a
Isaac, un ángel le detiene la mano y oye una voz del cielo que le dice: "He visto cuán grande es tu
generosidad. Ahora te prometo que tu descendencia nunca se acabará en el mundo".

La segunda alianza es la realizada entre Yahvé y Moisés en el Monte Sinaí, en esta se ratifica
la primera y el sello de dicha alianza fue por medio de la sangre de un cordero.

La historia de Moisés

La vida de Moisés se encuentra en el segundo libro de la Biblia, el Libro del Éxodo.

Las tribus hebreas que habitaban en Egipto fueron reducidas a la esclavitud por un nuevo
soberano, que ordenó la muerte de todos los niños varones, a fin de evitar cualquier levantamiento;
la madre y la hermana de Moisés decidieron ponerlo a salvo, escondiéndolo hasta la edad de tres
meses, y luego lo colocaron en una cesta que lanzaron al Nilo. Una hija del faraón, que fue a
bañarse en el río encontró al niño y decidió criarlo. Le dio el nombre de Moisés; (salvado de las
aguas) y creció en la corte del faraón.
La juventud de Moisés en la corte del faraón transcurrió en silencio según el relato bíblico,
hasta el momento en que Moisés dio muerte a un capataz egipcio que maltrataba a un esclavo
hebreo. Tras el asesinato, se vio forzado a huir y se exilió en el país de Madián, más allá de los
confines orientales del delta, en donde se refugiaban las personas que huían de Egipto.

Cuando Moisés apacentaba el rebaño, en la región del monte Horeb (otro nombre del Sinaí),
Dios se le apareció en forma de una zarza ardiente, la que no se consumía, y le reveló su voluntad
de enviarlo a Egipto para liberar a su pueblo. Moisés se mostró primero reticente, pero Dios le
ordenó dirigirse a sus compatriotas diciéndoles: «Él es Yahvé, el Dios de vuestros padres, el que me
envió hacia vosotros». Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle
que deje salir libre al pueblo. El faraón se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que los
dejen salir". Moisés dijo al Señor: ¿Y qué demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy
de parte de Dios? El Señor le respondió: Echa al suelo tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su
vara o bastón que se convirtió en serpiente. Dios le dijo: Toma la serpiente por la cola. La agarró y
se volvió otra vez bastón. Dios le dijo: esta será una de las señales con las cuales yo te voy a apoyar
para que te crean.

De vuelta en Egipto, Moisés se presentó ante el faraón para pedirle que dejase partir al pueblo
hebreo hacia el desierto durante tres días, para ofrecer sacrificios a Yahvé. Pero el faraón se negó y
acentuó su opresión contra el pueblo hebreo. Entonces Yahvé ordenó a Moisés castigar a Egipto con
diez plagas: el agua del Nilo se convirtió en sangre; ranas, zancudos y tábanos infestaron el
territorio. El ganado moría, los hombres estaban cubiertos de póstulas, el granizo caía asolando
Egipto, las langostas devoraban las cosechas y espesas tinieblas cubrían la región. Cada vez, el
faraón prometía que dejaría partir al pueblo, pero tan pronto cesaba la calamidad, su corazón se
endurecía.

Entonces, Moisés anunció la muerte de todos los primogénitos y ordenó a sus compatriotas
matar un cordero en cada familia hebrea, durante la noche del 14 al 15 de Abib (marzo-abril). Su
sangre debía esparcirse sobre los dos puntales y el dintel de las puertas, para señalar las casas de los
hebreos, a quienes no afectaría el mandato divino. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó
salir al pueblo de Israel.

Cuando el faraón dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como
esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían dirigidos
por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos. Asustados
clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su bastón el mar.
Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno
seco hasta la otra orilla. El ejército del faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés
tocó otra vez con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor.
En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.

Desde aquel momento, el pueblo judío reconoció en Yahvé al Señor de su destino, al único
Dios verdadero, que les había enseñado a vivir en santidad al ordenarles seguir los sabios consejos
de los Diez Mandamientos. Finalmente, tras muchos años de marcha, llegaron a una tierra que
parecía agradable y próspera. Se llamaba Palestina, que es como los hebreos llamaban a los
filisteos, una pequeña tribu de cretenses que se había instalado en la costa al ser expulsada de su
isla. Desgraciadamente, en Palestina vivía otro pueblo semita, el de los cananeos. Los judíos los
obligaron a huir a los valles y allí construyeron sus ciudades.

En una de ellas, a la que llamaron Jerusalén o « tierra de paz», erigieron un gran templo. Pero
Moisés ya no era el guía de los judíos. Vio la silueta de las montañas de Palestina desde lejos y
cerró sus ojos cansados para siempre. Había trabajado duro, con mucha fe, para agradar a Yahvé.
No solo había liberado a sus hermanos del yugo de la esclavitud y los había conducido a una nueva
tierra donde serían libres, sino que también convirtió a los judíos en el primer pueblo que adoraba a
un único Dios.

La tercera alianza sería la realizada entre Dios y la humanidad, cuyo representante fue Jesús.
Este pacto habría sido confirmado mediante la crucifixión de Cristo, su derramamiento de sangre.

Cánones

Si bien La Biblia es el libro sagrado de judíos y cristianos, hay divergencias respecto de qué
textos la integran y cuáles no. Esto nos lleva al concepto de canon: conjunto de textos que deben ser
aceptados como inspirados y revelados por Dios. Para los cristianos los veintisiete libros que tratan
sobre la prédica y la doctrina de Jesús son considerados sagrados porque para ellos Jesús es el
Mesías, el salvador enviado por Dios. Estos libros integran el Nuevo Testamento y se dividen en
cuatro partes: "Evangelios", "Hechos de los Apóstoles", "Epístolas" y "Apocalipsis”. Estos textos
no son considerados sagrados por los judíos, en tanto que ellos no creen que el Mesías haya llegado
aún.

Judíos y cristianos aceptan al Antiguo Testamento como libro sagrado pero con ciertas
diferencias:

El canon hebreo está formado por treinta y nueve libros que se agrupan en tres grupos: Torah
(Ley), Nebiim (Profetas) y Ketubiim (Escritos)

La Torah, también conocida como La Ley de Moisés, es el documento más importante de la


religión judía, el cual está escrito en hebreo. La Torah está compuesta por los cinco primeros libros
de la Biblia (pentateuco): Génesis, Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio. Estos libros
contienen los 613 mandamientos de los judíos, así como la historia de los inicios de esta religión.
De acuerdo con la visión judía, las historias relatadas en este documento, están en un orden
conceptual más allá que cronológico.

De acuerdo con la visión judía los contenidos de la Torah fueron revelados por Dios a Moisés
en el monte Sinaí alrededor del año 1280 a.c. Según los historiadores, esta fue escrita entre los
siglos V a.c. y II a.c. Existen varias interpretaciones por parte de los judíos acerca del momento en
que fue revelado el libro sagrado. La visión más radical, cree que la Torah fue revelada
textualmente a Moisés palabra por palabra. La visión clásica en tanto, sostiene que fue revelada por
Dios al patriarca a lo largo de toda su vida. Otra visión sostiene que fue escrita por Moisés, y que
posteriormente fue continuada por Josué, quien fuera el lugarteniente de Moisés.

El canon alejandrino debido a la existencia de una gran comunidad de judíos en territorio


griego, especialmente en Alejandría, se hace necesaria la traducción de los libros sagrados al griego.
Este canon acepta todos los libros del canon judío, pero le agrega otros siete libros: Tobías, Judit,
Baruc, Sabiduría, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, y algunos pasajes en los libros de Ester y Daniel,
que fueron escritos en griego. Estos siete libros agregados a esta nueva versión (del siglo III a.c.)
nunca fueron aceptados por el canon hebreo por considerarlos como textos no revelados.

El canon cristiano acepta los treinta y nueve textos del canon hebreo más los siete del canon
alejandrino y los veintisiete del Nuevo Testamento.

El pensamiento religioso del pueblo hebreo

El pensamiento religioso del pueblo hebreo constituye el contenido principal de la Biblia, por
lo tanto conviene esclarecer sus líneas fundamentales.

Cuatro notas caracterizan esta concepción religiosa:

a) monoteísmo;

b) alianza;

c) moral; y

d) mesianismo.

Monoteísmo: En un principio, el pueblo hebreo era politeísta, aunque con el paso del tiempo
su adoración se fue concentrando en un dios en particular, este hecho fue fundamental para la
consolidación del sentimiento de pueblo elegido que regirá en adelante la historia de Israel. La
creencia monoteísta fue el resultado de la labor de los profetas quienes encontraron en ella un
recurso para promover la unión y la identidad del pueblo hebreo.

Alianza: "Israel es el pueblo de Yahvé". Esta afirmación descansa en la idea de pacto o alianza
entre la Divinidad y el pueblo elegido por ella, cuya primera formulación encontramos en el libro
del Génesis, en la historia de Abraham. Yahvé elige a Israel como su pueblo como parte de un plan
divino y será este pueblo elegido el que tendrá la misión divina de transmitir los designios de Dios a
toda la humanidad.

Las ideas fundamentales que este pacto encierra son:

a) de parte de Yahvé: protección y ayuda constantes, simbolizadas en la bendición, la


concesión de la tierra prometida, una descendencia numerosa como las arenas del mar y las estrellas
del cielo, y el señorío sobre las demás naciones;

b) de parte de Abraham: la fidelidad y el acatamiento a la voluntad de Yahvé. El rito de la


circuncisión, que vierte la sangre del varón, sería la señal externa del pacto por la que cada
descendiente de Abraham entra a tomar parte de su herencia y acepta su obligación frente a Yahvé.

Este pacto fue formulado por segunda vez en Egipto con Moisés y es la reiteración de la
alianza con Abraham, que luego se explicita y ratifica solemnemente en el monte Sinaí. La sangre
vertida del Cordero Pascual, con la que se tiñera el dintel de la puerta de los hebreos, fue la señal
externa de la Alianza. En el correr de la historia, las grandes figuras y los más importantes
acontecimientos de Israel dieron realce al pacto, esclarecieron los deberes que imponía, y afirmaron
su esperanza en la fidelidad de Yahvé. Los profetas fueron los defensores de la Alianza y los
campeones de los derechos de Dios. La tercera manifestación del pacto, también llamada "Nueva
Alianza" porque innova sobre la Antigua, extiende los privilegios de Israel a los hombres de todos
los pueblos, y se encuentra narrada en los Evangelios. Esta nueva formulación se realiza en la
persona de Jesús y también se sella con la efusión de sangre, en el monte Calvario.

Moral: la moral del pueblo hebreo no es una consecuencia de la religiosidad, sino uno de sus
elementos constitutivos. Yahvé es el autor del hombre y tiene derechos sobre él; además, y en virtud
del pacto, los tiene especiales sobre Israel. Por eso es legislador, y su ley es santa y ordenada a la
salud y la felicidad del individuo y la sociedad. No es una antojadiza y caprichosa serie de
prohibiciones y amenazas; por el contrario, Dios, único conocedor de "la ciencia del bien y del
mal", es decir, de la esencia de los mismos, prohíbe lo que daña u obstaculiza la perfección del
hombre y la felicidad del pueblo.

La ley es solemnemente proclamada en el Sinaí y consta de varios mandamientos. A través de


los textos se deduce que dicha Ley no es sino una formulación ordenada de preceptos religiosos y
morales conocidos desde antiguo por el pueblo, aunque no siempre respetados. Los primeros
conciernen a la conducta frente a la Divinidad; los otros, a la que debe regir las relaciones del
hombre consigo mismo y en la colectividad.

Después de una introducción en la que se proclama el derecho de Yahvé a legislar, se prohíbe


el politeísmo, la idolatría y la vana invocación del nombre de Dios en el juramento falso, y se
ordena la observancia del sábado. Se impone honrar a los padres, se prohibe matar, fornicar, robar,
mentir y calumniar y, por último, codiciar los bienes ajenos, incluyendo entre estos la mujer del
prójimo. Del cotejo de ambas fórmulas se ha deducido el Decálogo, los diez mandamientos o
preceptos que son la base de la moral de hebreos y cristianos.

Junto con esta síntesis de los preceptos fundamentales, el pueblo recibió a través de Moisés, un
completísimo código, que regula todo lo referente a la vida colectiva, nacional y familiar, a la
organización política y al culto religioso.

En lo que se refiere a las disposiciones atinentes a la moral, sucesivas generaciones fueron


desentrañando de los antiguos preceptos un alcance de mayor perfección y desplazando las
obligaciones y responsabilidades desde el plano social y al plano personal. El pecado es un delito
que perjudica al pueblo, y a todo el pueblo interesa su castigo y la purificación condigna, pero cada
vez se ve con mayor claridad, que religión y moral no son solamente el nexo que une a Israel con
Yahvé, sino también el que une a cada hombre con Dios; así, el Pacto o Alianza se transforma en un
pacto de persona a persona. Los Profetas y los Salmos, traducen claramente este concepto más
elevado y perfecto del sentido moral; juzgan los actos por su valor interior, y exigen la caridad, el
amor a Dios y al prójimo, como base de la conducta. La doctrina de Jesús, manifestada en el
Sermón de la montaña, lleva esta moral a su más alto grado de desarrollo y perfección.
En lo concerniente a los preceptos de alcance social, político, penal, contractual, etc., el código
mosaico refleja el grado de civilización y de cultura de los pueblos de la época; muchas veces,
frente a mandamientos que nos parecen de despiadada barbarie, debemos recordar que ellos
significaban, sin embargo, un mejoramiento, una superación de costumbres aún más bárbaras y
despiadadas.

Mesianismo: el mesianismo comprende dos creencias fundamentales:

a) la del futuro advenimiento de un Mesías;

b) el papel rector de Israel sobre los demás pueblos.

Desde muy antiguo, en las primeras formulaciones de la Alianza, se atribuye a la descendencia


de Abraham ese papel mesiánico, en su doble alcance de un salvador personal y de un privilegio
colectivo. Aún antes, en el tercer capítulo del Génesis, se pone en boca del Yahvé que castiga, la
esperanza, la promesa de un vencedor del espíritu del mal encarnado en la serpiente.

A través de los siglos, son más abundantes y más concretos los textos, hasta el punto de
mostrar que el Mesías y su advenimiento no son una consecuencia de la elección de Israel y del
pacto, sino su misma finalidad, su razón de ser. La voz de los profetas perfila, desarrolla y esclarece,
en etapas sucesivas, la figura del Salvador y su misión redentora que, mediante Israel, llegará a
todas las naciones.

La Nueva Alianza, de la que surgió el Nuevo Testamento, se llevó a cabo entre Dios y toda la
humanidad. El intermediario en este caso es Jesús. Para los cristianos, el Mesías, el Salvador, para
los hebreos un hombre más. Esto divide a cristianos y hebreos. La Nueva Alianza es universal, es
entre Dios y la humanidad, desaparece el concepto de pueblo elegido.

ANTIGUO TESTAMENTO

Ubicación y contenido del Génesis

El Génesis es el primer libro del Antiguo Testamento. Forma parte del Mosaico Pentateuco, es
decir, los cinco rollos (“penta”= cinco; “teucos”= rollos) atribuidos a Moisés. Este conjunto,
formado por Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, constituye la Torah o Ley.

Son muchos los acontecimientos que se narran a lo largo de los cincuenta capítulos del
Génesis. Entre ellos, algunos son: el origen del universo, la creación del hombre, el primer pecado
(el pecado original), la expulsión del Edén y el destino de la primera familia humana, donde se
incluye el homicidio de Abel por parte de su hermano Caín. También aparecen en este libro otros
acontecimientos importantes en la primera etapa de la humanidad, como el diluvio universal, la
construcción de la torre de Babel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, el surgimiento de los
primeros patriarcas (Isaac, Abraham, Jacob, José) y la preferencia que Dios siente por los
descendientes de Jacob, quienes serán más adelante el pueblo elegido (ver Éxodo 24).

Más allá de la diversidad de historias que se narran en este libro, todas ellas comparten una
misma preocupación por explicar e ilustrar el sentido de la debilidad humana, capaz de caer en el
pecado desde los primeros momentos de su creación.

Autoría y composición

La autoría y composición del libro del Génesis no escapa a la problemática de todo el


Pentateuco. Aún cuando hay quienes aceptan que Moisés fue autor de algunos textos que forman el
Pentateuco, se sabe que muchos pasajes no le pertenecen, así como también se concuerda en que a
lo largo de los siglos fueron haciéndose reordenamientos y copias de varios de los textos que
integran el libro

Las diferencias en el estilo empleado a lo largo del Génesis permiten suponer que la
composición se basó en fuentes muy diversas. Las narraciones que lo integran ya circulaban
oralmente mucho antes de Moisés, por lo tanto, su composición se dio gracias a la refundición y
ordenamiento de muchos de esos relatos. Así, por ejemplo, está claro que los capítulos 1 y 2 del
Génesis fueron compuestos en épocas diversas y colocados en ese orden aunque el capítulo 2 haya
circulado desde mucho antes que el capítulo 1. Uno de los elementos en que se apoya esta hipótesis
es la manera diferente en que se nombra a Dios en ambos capítulos.

En verdad, a lo largo del Génesis se emplean tres maneras de referirse a la divinidad: Yahvé,
Elohim y Yahvé Elohim. El primero (Yahvé) es la manera en que era nombrada la divinidad por los
israelitas; es un nombre oculto, formado por cuatro iniciales (por eso se lo conoce como
“tetragrama”). El origen de esta denominación está en la revelación hecha a Moisés en Egipto, y
que se narra en Éxodo, cap. 14. Ante la pregunta de Moisés respecto de cuál era su nombre, la
divinidad le responde “Eje asher Eje”( “yo soy el que soy”).

El nombre Elohim también se aplica a Dios pero con un sentido más plural y muchas veces
vinculado con los falsos dioses. El uso de esta denominación puede interpretarse como una
consecuencia de la evolución que se fue dando en el concepto de divinidad, desde ser uno entre
varios hasta llegar a convertirse en el único dios.

Sin embargo, a pesar de lo que hemos explicado anteriormente, hay que tener sumo cuidado a
la hora de estudiar este aspecto puesto que en las traducciones del texto bíblico los editores ponen
muchas veces un nombre en lugar del otro, sin considerar la manera en que pudieron haber
aparecido en los originales.

NUEVO TESTAMENTO

La denominación Nuevo Testamento, designa la nueva alianza celebrada entre Dios y el


hombre. Esta nueva alianza reviste un sentido universal, se establece el pacto entre la divinidad y
toda la humanidad. Aparte de tener un carácter universal tiene un propósito salvador, pues aparece
la figura de Jesús, hijo de Dios que ha sido enviado por su padre para la salvación de toda la
humanidad. Aquí radica una de las mayores diferencias con los pactos anteriores, ya que éstos
fueron realizados entre la divinidad y el pueblo hebreo

El Nuevo testamento está compuesto de veintisiete libros de estructura, extensión y estilos


distintos (Evangelio según S. Mateo, Evangelio según S. Marcos, Evangelio según S. Lucas,
Evangelio según S. Juan, Hechos de los Apóstoles, Epístolas de San Pablo, y Apocalipsis). Se
reconocen tres bloques:

1.- Históricos. La narración de los hechos que constituyen la vida y obra de Jesús de Nazaret.

2.- Proféticos. El libro del Apocalipsis o revelación con que se cierra la Biblia.

3.- Escritos o libros sapienciales. Cartas de los apóstoles a las comunidades cristianas
dispersas por el mundo greco-romano: San Pablo, San Pedro, San Juan, Santiago y San Judas.

Introducción a los Evangelios

Cuatro son los Evangelios que pertenecen al Nuevo Testamento.

Los Evangelios cuentan sobre la vida de Jesús, el Mesías esperado por el pueblo hebreo, pero
que ellos mismos no reconocieron como tal.

La “buena nueva” que significa la palabra Evangelio es que “Dios está con nosotros”, y ese
será el mensaje de los cuatro Evangelios. Estos fueron escritos por los apóstoles (enviado o
mensajero). Este nombre también se le dio a Jesús por ser enviado de Dios, pero a su vez se usó
para nombrar a aquellas personas que el mismo Jesús envió a dar el mensaje de salvación. De los
cuatro apóstoles que escriben los Evangelios, sólo uno no conoció a Jesús y fue precisamente
Lucas.

El primer Evangelio es escrito por Mateo que fue un publicano (aquellos que cobraban los
impuestos para el imperio romano, y que solían quedarse con una parte importante de lo recogido).
Este hombre sigue a Jesús desde la primera vez que lo ve, cuando Él le dice que deje todo lo siga.
Su Evangelio presentará a Jesús como el Rey de Reyes, y para eso presentará toda la genealogía de
Jesús demostrando así su linaje real.

El segundo Evangelio es el de Marcos. Este es más corto que los otros pero tiene un propósito
claro y es presentar a Cristo como un siervo, alguien que está al servicio y no como alguien que
busca poder.

El tercer Evangelio es el de Lucas, que fue un médico y que no conoció a Jesús. Sin embargo
su testimonio se acepta porque es muy parecido al de los otros tres que sí conocieron directamente
al Mesías. Lucas presenta a Cristo como hombre, tratando de mostrar sus actos lo más fielmente
posible, para que podamos creer en los milagros que realiza. Dejando en claro su propósito, su
Evangelios comienza así: “Habiendo muchos tentado a poner en orden la historia de las cosas que
entre nosotros han sido ciertísimas, como lo enseñaron los que desde el principio lo vieron por sus
ojos, y fueron ministros de la palabra; me ha parecido también a mí, después de haber entendido
todas las cosas desde el principio con diligencia, escribírtelas por orden, oh muy buen Teófilo”.
Recordemos que Teófilo significa amor a Dios, así que Lucas intenta poner en orden todos los
hechos para los amantes de las cosas del Señor.

El último Evangelio está escrito por Juan que ha sido el más amado por Jesús, es quién
recuesta su cabeza en la última cena, el más cercano a él. Su Evangelio tiene por propósito presentar
a Jesús como el Hijo de Dios, “aquel era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a
este mundo” (Jn.1:9), o también lo presenta como el Verbo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn.1:1). Así que para él no cabe duda que Jesús no sólo es
enviado por Dios, es Dios hecho hombre, es el Hijo de Dios y así lo presenta en su Evangelio, por
eso es considerado el más teológico de los cuatro.

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