Está en la página 1de 18

INTRODUCCIÓN

Los procesos histórico-jurídicos vividos en México entre 1800 y 1917 sentaron las
bases del Estado mexicano moderno tal como lo conocemos actualmente. Fue
una época de intenso debate político e ideológico, en la que liberales y
conservadores pugnaron por plasmar sus visiones encontradas en las leyes y
textos constitucionales que rigieron el destino del joven país. (De la Torre Rangel,
2004).

Tras casi 300 años de dominio colonial español, los primeros gritos
independentistas comenzaron a gestarse a inicios del siglo XIX, en un contexto de
crisis política en la metrópoli y la influencia de las ideas ilustradas provenientes de
Europa y Estados Unidos. Entre 1810 y 1821, la Guerra de Independencia
enfrentó a los insurgentes criollos liderados por Miguel Hidalgo, José María
Morelos, Vicente Guerrero e Ignacio Allende contra los realistas leales a España.
Si bien los independentistas no lograron una victoria militar contundente, el
debilitamiento de la corona española y el pragmatismo del militar conservador
Agustín de Iturbide, forjaron el Acta de Independencia del Imperio Mexicano en
1821. (Cruz Barney, 2019)
No obstante, las divisiones internas entre conservadores partidarios de una
monarquía constitucional y liberales federales defensores de una república,
derivaron en un periodo de inestabilidad durante la Primera República Federal
entre 1824 y 1835. El ascenso al poder del general conservador Antonio López de
Santa Anna, dio paso a las Bases Constitucionales de 1836 y las Siete Leyes
Constitucionales de 1836 de corte centralista.
El retorno de los liberales en 1846, permitió el establecimiento de una segunda
república federal plasmada en la Constitución de 1857. No obstante, la guerra civil
y la intervención francesa entre 1858 y 1867, reinstauraron brevemente un imperio
conservador bajo Maximiliano de Habsburgo. El triunfo del presidente Benito
Juárez y los liberales en 1867, supuso la vuelta a la legalidad constitucional de
1857.
En el plano jurídico, además de las primeras constituciones, este periodo vio nacer
documentos fundamentales como los Sentimientos de la Nación de José María
Morelos en 1813 que es considerada la primera constitución del país, la
Constitución de Cádiz de 1812 que antecedente del constitucionalismo español y
americano, o las Leyes de Reforma entre 1859 y 1863 que sentaron las bases de
un Estado mexicano laico. (De la Torre Rangel, 2004).

Cada uno de estos textos jurídicos fue producto de las circunstancias históricas,
los actores políticos y las visiones ideológicas en pugna por moldear lo que más
adelante conoceríamos como Estado-nación. Sus contenidos, extensión,
estructura y disposiciones estuvieron íntimamente vinculados a dichos factores.
Así, la Constitución Federalista de 1824 plasmó los ideales de los liberales
federalistas tras once años de lucha independentista. Los Sentimientos de la
Nación condensaron en solo 23 artículos las aspiraciones autonomistas e
igualitarias de los insurgentes. El centralismo conservador de Santa Anna se
manifestó en las 7 Leyes Constitucionales de 1836. El liberalismo reformista de
Juárez se tradujo en las Leyes de Reforma entre 1859 y 1863. Y el triunfo liberal
tras la intervención francesa cristalizó en la Constitución de 1857 de avanzados
principios liberales, antecedente directo de la Constitución de 1917.

Más allá de sus contenidos particulares, todos estos textos jurídicos compartieron
el propósito común de institucionalizar, legitimar y organizar jurídica y
políticamente al Estado mexicano durante sus primeros cien años de vida
independiente. La sucesión e interacción entre dichos documentos da cuenta
precisamente de la evolución política y legislativa de México entre 1800 y 1917.

El presente trabajo tiene como propósito analizar precisamente este proceso


histórico-jurídico, a través de los documentos legales fundamentales que le dieron
forma. Se abordarán los contextos que le dieron origen, los contenidos particulares
de cada texto, la extensión y forma que adoptaron, los actores e intereses que
representaron, su relación e impacto en los periodos históricos precedentes y
subsecuentes, así como su importancia como pilares del incipiente
constitucionalismo mexicano. (De la Torre Rangel, 2004).
Los documentos por examinar serán los ya mencionados: la Constitución de Cádiz
de 1812, los Sentimientos de la Nación de 1813, el Acta de Independencia de
1821, la Constitución Federal de 1824, las Bases Constitucionales de 1835, las
Siete Leyes Constitucionales de 1836, las Leyes de Reforma entre 1855 y 1863, la
Constitución de 1857 y la Constitución de 1917.
La investigación se basa en un exhaustivo análisis documental de los propios
textos jurídicos, así como de bibliografía especializada en historia política y
derecho constitucional de México en el periodo. Las fuentes principales incluyen
los trabajos de reconocidos juristas e historiadores como Jesús Antonio de la Torre
Rangel, Oscar Cruz Barney y Marco Antonio Pérez de los Reyes.
A través de este recorrido histórico-jurídico se busca demostrar cómo fueron los
cambios entre conservadurismo y liberalismo, centralismo y federalismo, laicidad y
confesionalidad; se plasmaron sucesivamente en las leyes fundamentales que
definieron el devenir político y social de México entre 1800 y 1917. Estos textos
condensaron las grandes pugnas ideológicas decimonónicas y sentaron las bases
de la nación moderna surgida de la Revolución de 1910. (Cruz Barney, 2019).
DESARROLLO

• Momento histórico que se vivió en México durante dichos años.

Momento histórico 1800-1850


El periodo entre 1800 y 1850 representó la transición de México desde el dominio
colonial español hacia la conformación como nación independiente. Se vivieron
profundos cambios políticos y sociales en medio de pugnas internas y guerras
externas.
Inicialmente, en 1810 estalló el grito de independencia de Miguel Hidalgo en
Dolores, dando paso a una cruenta guerra civil entre insurgentes criollos y
realistas leales a España que se prolongaría por 11 años. Los principales líderes
independentistas fueron Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José María Morelos,
Vicente Guerrero, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. (De la Torre Rangel, 2004).
Entre los realistas españoles destacaron militares como Félix María Calleja,
Pascual Liñán y Juan Ruiz de Apodaca. Si bien los independentistas no lograron
vencer militarmente, la promulgación de la Constitución liberal de Cádiz en España
en 1812, el debilitamiento económico de la metrópoli y la alianza del insurgente
Agustín de Iturbide con el peninsular Juan O’Donojú, derivaron en la firma del Acta
de Independencia de la Nueva España el 28 de septiembre de 18212. (Cruz
Barney, 2019)
Se consumaba así la independencia tras 300 años de dominio español. Pero las
divisiones internas persistieron. Mientras conservadores como Iturbide, O ́Donojú,
y más tarde Antonio López de Santa Anna y Lucas Alamán, abogaban por una
monarquía constitucional; los liberales federalistas como Vicente Guerrero, Nicolás
Bravo Lorenzo de Zavala y José María Luis Mora, impulsaban una república
federal. (Pérez, s.f.)
Inicialmente, durante la Primera República Federal entre 1824 y 1835, el proyecto
federalista liberal se impuso con la Constitución de 1824. No obstante, el ascenso
de Santa Anna dio paso a un golpe de estado centralista en 1835, con solo breves
retornos al federalismo, hasta la década de 1804. (Cruz Barney, 2019)

Momento histórico 1850-1917


La segunda mitad del siglo XIX trajo consigo la fragilidad del Estado mexicano, la
intervención europea y el porfiriato, para finalizar con el estallido revolucionario de
1910.
Tras la invasión estadounidense de 1846, en 1855 los liberales radicales -
encabezados por Benito Juárez, Ignacio Comonfort y Miguel Lerdo de Tejada-
consumaron la Revolución de Ayutla, instaurando las Leyes de Reforma entre
1859 y 1863, donde destacó la Ley Juárez de 1855 sobre desamortización civil y
la Ley Lerdo de 1856 sobre desamortización eclesial y civil. Estas reformas
buscaron modernizar y laicizar un Estado aún muy ligado a corporaciones civiles y
eclesiásticas heredadas del periodo colonial.
La reacción conservadora derivó en la Guerra de los Tres Años (1857-1861) y la
ocupación francesa de 1862 a 1867, cuando Napoleón III, emperador francés,
impuso un efímero Segundo Imperio Mexicano encabezado por el archiduque
austriaco Maximiliano de Habsburgo, como monarca. Los principales
conservadores que lo apoyaron fueron Juan Nepomuceno Almonte y José Mariano
Salas. Mientras figuras liberales como Benito Juárez, Porfirio Díaz, Ignacio
Zaragoza y Ramón Corona encabezaron la resistencia, hasta el triunfo republicano
en 1867.
Tras el fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas en Querétaro, en
1867 Benito Juárez asumió la presidencia, dando paso a la República Restaurada,
con un efímero retorno a la legalidad constitucional de 1857 tras la guerra civil.
En 1876 Porfirio Díaz encabezó un golpe de estado, instaurando una dictadura
que se prolongaría por más de tres décadas de paz impuesta denominada como
“el porfiriato”. Aunque formalmente rigió la Constitución de 1857, en los hechos
Díaz ejerció un régimen autoritario y antidemocrático, favoreciendo el latifundismo
y el neocolonialismo.
La exclusión política y social de amplios sectores produjo el estallido
revolucionario de Francisco I. Madero en 1910, derrocando a Díaz en 1911 y
dando paso a la Constitución de 1917, plasmando jurídicamente muchas de las
demandas sociales de dicha revolución de carácter popular, anti-reeleccionista y
anti-porfirista.

• Personajes que participaron en dichos eventos.


El tránsito convulso de México rumbo a su vida independiente y como nación
soberana entre los años 1800 y 1917, estuvo marcado por múltiples personajes
que, a través de sus ideas, decisiones y acciones, moldearon el devenir político y
social del país.
Si bien sería imposible abarcar a todos quienes incidieron en la conformación del
México decimonónico, a continuación se destacan algunas de las figuras
individuales más influyentes en este periodo de cambios profundos. (Cruz Barney,
2019).

Independentistas insurgentes
Uno de los hitos fundacionales del México independiente fue el inicio de la guerra
de Independencia en 1810, a partir la convocatoria al levantamiento armado por
parte del cura Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811) desde el pequeño pueblo de
Dolores, Guanajuato.
Hidalgo, quien ha trascendido como el "padre de la patria mexicana", era un
sacerdote ilustrado que pertenecía a círculos intelectuales independentistas, los
cuales planeaban una revolución contra el dominio colonial español. Como señala
De la Torre Rangel (2004), “Hidalgo representó el caudillo militar y aglutinador de
las fuerzas insurgentes durante la primera etapa del movimiento armado por la
Independencia de México” (p. 76).
Junto a Hidalgo, también resultaron cruciales otros líderes insurgentes como
Ignacio Allende (1769-1811), denominado como “el primer capitán insurgente”,
quien fuera compañero ideológico de Hidalgo y murió fusilado junto a éste en
1811; Juan Aldama (1774-1811), igualmente fusilado ese año; José María Morelos
(1765-1815), "siervo de la nación", destacado como organizador político y militar,
autor de los Sentimientos de la Nación en 1813, capturado y ejecutado en 1815; y
Vicente Guerrero (1782-1831), líder del movimiento insurgente en el sur, ferviente
abanderado de la abolición de la esclavitud y segundo Presidente de México entre
1829 y 1829 tras consumar la independencia en alianza con Agustín de Iturbide
(Cruz Barney, 2019, p. 105).

Militares realistas
En el bando realista español figuraron personajes como Félix María Calleja (1753-
1828), virrey de Nueva España entre 1813 y 1816, quien dirigió con mano firme la
represión contra los insurgentes; Juan Ruiz de Apodaca (1754-1835), virrey entre
1816 y 1821, bajo cuyo mandato se consumó la independencia; Pascual Liñán
(1769-1826), destacado general español que combatió exitosamente las partidas
insurgentes; Francisco Novella (1768-1828), jefe político superior de México entre
1810 y 1812; y Francisco Javier Venegas (1754-1838), virrey entre 1810 y 1813,
responsable de las primeras campañas militares para sofocar la rebelión. Todos
ellos intentaron por medios bélicos frenar el ímpetu independentista, aunque al
fragor de las luchas internas y el contexto internacional adverso para España, la
independencia resultó inevitable (De la Torre Rangel, 2004).

Iturbide y la consumación de la independencia


Uno de los personajes cruciales, que transmutó de realista convencido a
consumador de la independencia, fue Agustín de Iturbide (1783-1824). Criollo
royalista oriundo de Valladolid (hoy Morelia), tras la caída de la monarquía
española frente a los franceses en 1808, viró hacia posturas autonomistas
mexicanas, encabezando en 1821 el Ejército Trigarante para consumar la
separación de España, en alianza con el peninsular Juan O'Donojú (1762-1821),
último jefe político designado por España en sustitución de Ruiz de Apodaca (Cruz
Barney, 2019).
El efímero imperio de Iturbide (1822-1823) derivó en su abdicación y posterior
fusilamiento. Sin embargo, su decisión pragmática de aliarse con O ́Donojú resultó
determinante para sellar el Acta de Independencia el 28 de septiembre de 1821.

Federalistas y centralistas
El panorama posterior la consumación de la independencia se caracterizó por
pugnas internas entre liberales federalistas y conservadores centralistas en torno a
la organización política de la novel república.
Entre los federalistas se contaron figuras como Vicente Guerrero, segundo
presidente entre 1829 y 1929 tras una breve administración de Guadalupe
Victoria; Lorenzo de Zavala (1788-1836), político y diplomático, primer gobernador
del estado de México, pilar de la Constitución Federalista de 1824 y
posteriormente fundador de la colonia texana; José María Luis Mora (1794-1850),
ideólogo político del liberalismo mexicano en la primera mitad del siglo XIX;
Valentín Gómez Farías (1781-1858), vicepresidente y presidente interino que
emprendió varias reformas liberales y anticlericales entre 1833 y 1834; y Miguel
Lerdo de Tejada (1812-1861), secretario de Hacienda y precursor de la Ley Lerdo
de 1856 que sentó importantes precedentes en torno a las reformas liberales en
materia eclesiástica y civil (Pérez de los Reyes, 2019).
Enfrente, el bando conservador centralista encontró su principal figura en la de
Antonio López de Santa Anna (1794-1876), quien dominó gran parte del panorama
político mexicano de manera intermitente entre las décadas de 1830 y 1850,
siendo presidente en 11 ocasiones. Monarquista convencido durante sus primeros
años, viró luego al centralismo republicano como forma de gobierno. Santa Anna
representó los intereses de las élites conservadoras mexicanas aferradas a
mantener el statu quo heredado de la colonia frente las reformas liberales (Cruz
Barney, 2019).
Otros personajes centralistas relevantes de la época fueron Lucas Alamán (1792-
1853), destacado político e intelectual conservador, mentor de Santa Anna y
cercano al efímero Imperio Mexicano; así como José Mariano Michelena (1799-
1852), secretario de Relaciones Exteriores entre 1832 y 1833 bajo el primer
mandato de Santa Anna, con quien coordinó la política anti federalista y anti liberal
de ese periodo (De la Torre Rangel, 2004).

Reformistas visionarios
Hacia mediados de siglo, el movimiento liberal retomó fuerza de la mano de
políticos e intelectuales visionarios que sentaron las bases del Estado-nación
moderno. Tal fue el caso de Melchor Ocampo (1814-1861), abogado, filósofo
político y reformista liberal, autor intelectual de buena parte de las Leyes de
Reforma, en tanto figura política clave de Benito Juárez. Por su visión, Ocampo es
considerado como uno de los forjadores del México contemporáneo (Pérez de los
Reyes, 2019).
Junto a Ocampo brilló Ponciano Arriaga (1811-1865), también abogado y político
liberal, redactor del Acta Constitutiva y de Reformas de 1847 (en la cual plasmó su
idea del municipio libre), autor de la convocatoria al Congreso Constituyente de
1856-1857 que dio vida a la Constitución Liberal de 1857, y firmante de la misma,
por lo que es reconocido como uno de los padres de la enunciada Carta Magna,
antecedente directo de la Constitución de 1917 (De la Torre Rangel, 2004).
Y junto con Juárez y Ocampo, sobresale el insurgente radical Juan Álvarez (1790-
1867), quien encabezó el golpe de estado contra Santa Anna en 1854 con el Plan
de Ayutla, dando paso a la Revolución de Ayutla que abrió el camino al liberalismo
reformista juarista y constitucionalista. Este guerrillero de origen rural, veterano de
la lucha insurgente, resultó decisivo para inclinar la balanza hacia el bando
progresista en la centuria revolucionaria de México (Cruz Barney, 2019).

Benito Juárez y los conservadores


El líder político e intelectual por antonomasia del siglo XIX mexicano fue Benito
Juárez (1806-1872), de extracción humilde e indígena zapoteca, abogado, jurista,
reformista inquebrantable y presidente liberal que defendió la legalidad
constitucional aún frente invasiones externas.
Su pensamiento y principios plasmados en documentos como La Reforma (1859)
moldearon el devenir político de México, constituyéndose como estandarte del
liberalismo político y moldeando un Estado laico, representativo y federalista.
Enemigo acérrimo de Juárez fue el conservadurismo que, encarnado en figuras
como Félix María Zuloaga (1813-1898) -presidente interino del bando conservador
entre 1858 y 1859-, Juan Nepomuceno Almonte (1803-1865) -regente del
Segundo Imperio Mexicano- y el propio Maximiliano de Habsburgo (1832-1867),
auspició la intervención francesa con tal de derrocar al gobierno legítimo juarista
(Pérez de los Reyes, 2019).
Tras la victoria liberal en 1867 y el fusilamiento de Maximiliano, Juárez resultó
electo presidente en numerosas ocasiones hasta su muerte en 1872, cuando le
sucedió el también liberal Sebastián Lerdo de Tejada (1825-1889), dando paso a
una república restaurada tras los embates externos.

Porfirio Díaz y los liberales


La relativa estabilidad del sexenio lerdista concluyó con el golpe de estado del
héroe militar liberal de la intervención francesa, Porfirio Díaz (1830-1915) en 1876.
Iniciando como paladín liberal juarista, Díaz transmutó en déspota dictador que
gobernó el país con puño de hierro durante tres décadas ininterrumpidas,
coartando las libertades públicas.
Su largo régimen conocido como “el porfiriato” (1877-1911), implicó gran
modernización material e inserción al mercado mundial, aunque a costa de
concentración de riqueza, falta de libertades políticas y explotación obrera. Los
principales colaboradores civiles y militares de Díaz, según González Casanova
(2018), fueron “los llamados Científicos -hombres como Justo Sierra, José Ives
Limantour y Olegario Molina, los diplomáticos como Ignacio Mariscal, y los jefes
militares, como Bernardo Reyes-.” (pág. 44). Sin embargo, la exclusión y el
descontento social generally produjeron que el régimen dictatorial diazista
colapsara frente la revolución democrática emprendida por el liberal Francisco I.
Madero en 1910, quien derrocó temporalmente a Díaz en 1911.
Así, la centuria de 1800 a 1917 estuvo marcada por múltiples personajes clave a
través de los cuales se manifestaron las grandes tensiones políticas, la
conformación jurídica y la modernización convulsa del México decimonónico hasta
desembocar en la lucha revolucionaria que consolidaría la nación mexicana en las
primeras décadas del siglo XX.

Liberales y conservadores: pugnas reflejadas en documentos jurídicos


decimonónicos
Uno de los ejes definitorios en la política mexicana del siglo XIX fue la pugna entre
liberales y conservadores por plasmar sus visiones encontradas en la incipiente
institucionalidad jurídica del novel país independiente. Sus ideas y propuestas
antagónicas sobre la organización económica, política y social de México,
permearon cada texto legal fundamental de la centuria. (Cruz Barney, 2019).
Los liberales mexicanos, herederos de las ideas ilustradas, abogaban por
reformas profundas como la instauración de una república federal y representativa,
la restricción del poder militar y eclesiástico mediante la separación Estado-Iglesia,
el establecimiento de un mercado desregulado de libre competencia, la abolición
de privilegios estamentales coloniales, la promoción de la educación laica y la
igualdad legal entre todos los ciudadanos. Sus voceros más conspicuos fueron
José María Luis Mora, Melchor Ocampo, Benito Juárez, Juan Álvarez, Ponciano
Arriaga y los hermanos Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada. (Pérez de los Reyes,
2019).
Por su parte, los conservadores buscaban preservar el orden social tradicional
heredado del antiguo régimen colonial, incluyendo la preeminencia política de
militares, terratenientes y jerarquía eclesiástica, así como sus prerrogativas
corporativas vinculadas a la propiedad de tierras y la recaudación tributaria de
campesinos y obreros. Propugnaban así un Estado católico, centralista y de corte
autoritario que limitara la participación ciudadana. Sus figuras cimeras fueron
Lucas Alamán, José Mariano Michelena, Antonio López de Santa Anna, y los
grupos que respaldaron al efímero Segundo Imperio Mexicano entre 1864 y 1867.
Esta pugna entre principios liberales y conservadores quedó plasmada en los
diversos documentos jurídicos que fungieron como leyes fundamentales del
México decimonónico.
Así, ya la Constitución de Cádiz de 1812 -si bien predominantemente
conservadora- adoptó varios postulados del liberalismo, aboliendo instituciones
como la inquisición, la tortura y los tributos coloniales, a la par que instauraba un
régimen constitucionalista con división de poderes.
Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos en 1813 condensaban las
aspiraciones insurgentes de instaurar un régimen republicano, representativo y de
separación Iglesia-Estado. El Acta de Independencia de Iturbide de 1821 proclamó
la soberanía y la catolicidad como únicas religiones permitidas.
La Constitución Federal de 1824 de corte liberal estableció un sistema federalista,
representativo y popular, dividió territorialmente al país en estados, abolió la
esclavitud y eliminó los fueros militares y eclesiásticos. (Pérez de los Reyes,
2019).
Las Bases Constitucionales de 1835 y las Siete Leyes de 1836 fueron de
tendencia conservadora centralista. La Constitución centralista de las Siete Leyes
diluyó el federalismo y concentraba facultades en el Ejecutivo.
Las Leyes de Reforma entre 1855 y 1863 retomaron el ideario liberal prohibiendo
las instituciones eclesiásticas y corporativas que limitaban las libertades
individuales y económicas, impulsando un mercado desregulado sobre la base de
la desamortización de tierras civiles y eclesiásticas. (Pérez de los Reyes, 2019).
Finalmente, la Constitución de 1857 cristalizó constitucionalmente los principios
liberales de un Estado federal, representativo y laico. Sobre estas bases se erigió
el régimen de Benito Juárez. Mientras la Carta Magna de 1917 plasmó
jurídicamente muchas de las demandas sociales surgidas de la Revolución
Mexicana, sin abandonar los preceptos liberales decimonónicos sobre soberanía
popular y órganos de representación ciudadana. (Cruz Barney, 2019).
De esta forma, la centuria entre 1800 y 1917 estuvo marcada por la pugna
ideológica entre liberales y conservadores que reconfiguró las bases jurídicas, la
institucionalidad estatal y la fisionomía de México. Sus visiones encontradas
permearon el contenido la Constitución de Cádiz de 1812, los Sentimientos de la
Nación de 1813, el Acta de Independencia de 1821, la Constitución Federal de
1824, las Bases Orgánicas de 1835, las Siete Leyes Constitucionales de 1836, las
Leyes de Reforma entre 1855 y 1863, la Constitución de 1857 y la Constitución de
1917; documentos medulares en la centuria de transformación del México
decimonónico.

• Documentos jurídicos que se dieron durante este siglo


La construcción jurídico-política del México independiente durante el convulso
siglo XIX estuvo definida por la sucesión y yuxtaposición de diversos textos
legales que fungieron como marcos reguladores, a la par de reflejar las pugnas
ideológicas entre las facciones en pugna. Estos fueron:
Constitución de Cádiz (1812): Primera carta magna del constitucionalismo
español, otorgada por las Cortes de Cádiz, constaba de 384 artículos. Estableció
principios liberales como soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, división
de poderes, abolición de fueros privilegiados, libertad de imprenta, entre otros.
Sentó importantes precedentes para los movimientos emancipadores americanos
(Cruz Barney, 2019).
Sentimientos de la Nación (1813): Documento firmado por José María Morelos
como líder insurgente, constaba de 23 puntos distribuidos en formulación de
principios fundamentales para la organización política, jurídica, social y económica
que debía adoptar México al lograr su independencia de España. Planteaba
conformarse como república soberana, representativa y popular, bajo preceptos
como división de poderes, abolición de la esclavitud, prohibición de fueros y
privilegios, entre otros de corte liberal igualitario (Pérez de los Reyes, 2019).
Acta de Independencia (1821): Pacto firmado entre Agustín de Iturbide y Juan O
́Donojú proclamando la independencia de México el 28 de septiembre de 1821,
constaba de 10 puntos. Declaraba la soberanía mexicana y la instauración de una
monarquía constitucional, católica, moderada e independiente bajo la figura de
Iturbide. Este acuerdo pragmático puso fin formalmente a tres siglos de dominio
colonial español (De la Torre Rangel, 2004).
Constitución Federal de 1824: Promulgada por el Congreso Constituyente,
constaba de 171 artículos disponiendo la conformación de México como república
federal, popular, representativa y dividida en estados libres y soberanos. Con
bases republicanas, division de poderes, abolición de privilegios estamentales y
eliminación de la esclavitud. De tendencia liberal federalista, rigió durante la
década entre 1824 y 1835 (Cruz Barney, 2019).
Bases Constitucionales (1835) y Siete Leyes Constitucionales (1836): Par de
textos legales expedidos bajo el régimen centralista de Antonio López de Santa
Anna que abolieron el sistema federal en pro de un modelo unitario concentrado
en torno la figura presidencial, con disolución de legislaturas estatales. Las Siete
Leyes fungieron como carta magna en sustitución de la Constitución de 1824 entre
1836 y 1846 (Pérez de los Reyes, 2019).
Constitución de 1857: Fruito de la victoria liberal tras la Revolución de Ayutla
contra Santa Anna, constaba de 128 artículos. Establecía un régimen republicano,
democrático, representativo y federalista, con plena vigencia de derechos
individuales, separación Iglesia-Estado, soberanía popular y división de poderes.
Rigió formalmente como ley suprema, sujeta a interrupciones por la guerra civil, la
intervención francesa y el porfiriato, hasta 1917 (De la Torre Rangel, 2004).
Leyes de Reforma (1855-1863): Conjunto de leyes emanadas de los gobiernos
liberales de los líderes Benito Juárez e Ignacio Comonfort entre 1855 y 1863,
dentro de las cuales destacan: Ley Juárez (1855) sobre desamortización de
bienes civiles y eclesiásticos; Ley Lerdo (1856) sobre desamortización y
nacionalización de bienes corporativos; Ley Iglesias (1863) sobre secularización
de bienes eclesiásticos. Sentaron las bases de la separación Iglesia-Estado y la
construcción de un régimen liberal laico (Cruz Barney, 2019).
Constitución de 1917: Surgida al término de la Revolución Mexicana de 1910,
sustituyó a la Constitución de 1857 incorporando importantes reformas sociales.
Consta actualmente de 250 artículos divididos en nueve títulos que regulan
derechos fundamentales, régimen político, modelo económico y de propiedad,
disposiciones sobre trabajo, educación, salud, electorales y de reformas
constitucionales. Carta Magna vigente (Pérez de los Reyes, 2019).
• Importancia para México de cada uno de los textos jurídicos
Los textos jurídicos analizados previamente fungieron como pilares fundamentales
en la evolución y conformación política de México durante el convulso y fecundo
siglo XIX posterior a la independencia. Su relevancia histórica reside precisamente
en plasmar y catalizar los grandes debates, transformaciones y procesos vividos
entre 1800 y 1917.
Así, la Constitución de Cádiz de 1812 constituyó un primer ejercicio moderno de
ordenamiento político y legal, cuyos postulados liberales influyeron decisivamente
en los movimientos insurgentes americanos (Cruz Barney, 2019, p. 89). Por ello se
le considera como antecedente tanto del constitucionalismo hispánico como del
republicanismo del nuevo continente.
Los Sentimientos de la Nación de José María Morelos en 1813 condensaron las
aspiraciones jurídicas y el ideario político que animaron la lucha independentista
desde sus orígenes, erigiéndose así en el acta de fundación doctrinaria de la
nación mexicana (Pérez de los Reyes, 2019, p. 44).
El Acta de Independencia en 1821 selló de manera formal y definitiva la
separación política de la antigua metrópoli española tras 300 años de dominio
colonial. La Constitución Federal de 1824 cristalizó la adopción del paradigma
federalista como forma de organización post-independentista del nuevo Estado y
la adopción de principios republicanos de representación popular y división de
poderes (De la Torre Rangel, 2019, p. 88).
Las Bases Orgánicas de 1835 iniciaron la transición hacia el centralismo que
concretaría la Constitución centralista de las Siete Leyes de 1836 (Cruz Barney,
2019, p.121). Tras 17 años de vigencia, dicho ordenamiento sería derogado por
los liberales en 1847, cuando el Acta Constitutiva y de Reformas sentó las bases
ideológicas para el triunfo liberal encabezado por Benito Juárez, y la formulación
en 1857 de una nueva Constitución Federal que retomaba los principios del
federalismo decimonónico ahora fundidos con los ideales liberales de
representación ciudadana, Estado laico y orden constitucional, considerándosele
como una de las expresiones jurídicas más acabadas del México independiente
del siglo XIX (Pérez de los Reyes, 2019).
Finalmente, la Constitución de 1917 plasmó en términos jurídicos una nueva era
histórica para México, pautada por la Revolución de 1910 y la creación de un
nuevo orden social acorde a las grandes transformaciones globales del cambio de
siglo XIX al XX (Cruz Barney, 2019).
En conjunto, estos documentos jurídicos no solo catalizaron cambios coyunturales,
sino que encarnaron verdaderos hitos fundacionales de la nación: independencia,
organización republicana federal, reformas liberales, revolución social, refundación
constitucional. Su estudio da cuenta del tortuoso camino de conformación política,
institucional y jurídica que recorrió México entre dos centurias decisivas como
fueron el convulso siglo XIX y las primeras décadas revolucionarias del siglo XX.

CONCLUSIONES
El periodo histórico entre 1800 y 1917 que abarcó desde los albores insurgentes
del inicio del siglo XIX hasta el estallido y desarrollo de la primera fase de la
Revolución Mexicana, representó para México la transición definitiva de colonia
monárquica a república independiente y soberana.
Fue una centuria plagada de transformaciones jurídicas, políticas y sociales
profundas en un contexto de intensas pugnas internas entre facciones por delinear
la organización del nuevo Estado nacional. Dos visiones antagónicas
predominaron en estas disputas: la conservadora-centralista y la liberal-federalista.
Sus diferencias ideológicas permearon cada texto jurídico fundamental que fungió
como carta magna del país en ciernes.
Así, la primera parte del siglo XIX estuvo marcada por el ascenso del
republicanismo federalista plasmado en documentos como la Constitución de
Cádiz de 1812 en España, los Sentimientos de la Nación de José María Morelos
en 1813 –acta fundacional del constitucionalismo mexicano- y la Constitución
Federal de 1824, antecedente de la tradición federal mexicana.
No obstante, la influencia creciente del militarismo conservador encarnado en la
figura de Antonio López de Santa Anna, derivó en un viraje hacia el centralismo
jurídico expresado en textos como las Bases Orgánicas de 1835 y las Siete Leyes
Constitucionales centralistas de 1836, que abolían el federalismo y concentraban
el poder en el Ejecutivo.
A mediados de siglo, el movimiento liberal retomó fuerza inspirado por las ideas de
próceres como Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga o Benito Juárez. Ello se reflejó
primero en el Acta de Reformas de 1847 y después en los documentos jurídicos
más trascendentales del siglo XIX mexicano: la Constitución Federal de 1857 –
antecedente directo de la actual Carta Magna- y las históricas Leyes de Reforma
entre 1859 y 1863 que consolidaron la separación Iglesia-Estado y la construcción
de un régimen laico, representativo y democrático.
La última parte del siglo XIX contempló la imposición porfirista y la creciente
movilización social, para desembocar en el estallido revolucionario de 1910 que
inauguró un nuevo periodo histórico plasmado jurídicamente en la Constitución de
1917, aún vigente.
En suma, los textos jurídicos analizados no fueron simples formulaciones legales
coyunturales, sino documentos que catalizaron y encapsularon las grandes
transformaciones del convulso periodo entre el ocaso del dominio virreinal español
y el surgimiento de la nación mexicana contemporánea casi un siglo después.
Su estudio permite comprender cabalmente cómo los constantes reacomodos
entre conservadurismo y liberalismo entre 1800 y 1917 moldearon las bases
jurídico-políticas sobre las cuales se erigió el Estado nacional mexicano. Por ello
su importancia es fundamental para conocer los orígenes de las instituciones y el
sistema constitucional que rigen al país en la actualidad.
Como apunta el jurista De la Torre Rangel (2004): “Ningún otro periodo de la
historia patria supera en intensidad, en variedad jurídica y trascendencia ulterior, al
que corre entre la proclamación de la Constitución de Cádiz (1812) y la
Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, sancionada el 5 de febrero de
1917” (p.110).
En efecto, la centuria entre 1800 y 1917 marcó profundamente el devenir
mexicano en términos sociales, políticos y legales. Por ello el estudio de los
documentos jurídicos fundamentales resulta indispensable para comprender
cabalmente los orígenes del México independiente y sus instituciones
decimonónicas que sentaron las bases del Estado moderno surgido de la
Revolución de 1910.

REFERENCIAS
Cruz Barney, O. (2019). Historia del derecho en México. Editorial Oxford.

De la Torre Rangel, J. A. (2004). Lecciones de historia del derecho mexicano.


Editorial Porrúa. González Casanova, P. (2018). La democracia en México.
Era.
Pérez de los Reyes, M. A. (2019). Historia del derecho mexicano. Editorial Oxford.

También podría gustarte