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Gilmaisa Macedo da Costa

TRABAJO SOCIAL EN
DEBATE

Ser Social, Trabajo,


Ideología
Macedo da Costa, Gilmaisa
Trabajo Social en debate : ser social, trabajo, ideología / Gilmaisa
Macedo da Costa ; prólogo de Sergio Daniel Gianna ; Sergio Lessa. -
1a ed. - La Plata : Dynamis, 2020.
187 p. ; 21 x 14 cm. - (Debates actuales en trabajo social)
Traducción de: Diana Ramírez.

ISBN 978-987-3986-12-3
1. Trabajo Social. 2. Ontología. 3. Ideologías. I. Gianna, Sergio
Daniel, prolog. II. Lessa, Sergio, prolog. III. Ramírez, Diana, trad.
IV. Título.
CDD 361.3

Fecha de catalogación: 02/10/2020

Editorial Dynamis

WEB: editorialdynamis.wordpress.com
E-mail: editorialdynamis@gmail.com

Trabajo Social en debate. Ser Social, Trabajo, Ideología por


Editorial Dynamis se distribuye bajo una Licencia Creative
Commons
Atribución - No Comercial - Sin Derivar 4. 0 Internacional.
Dedico esta producción a la memoria de mis
padres que, en su simplicidad, me dieron “regla
y compás” para conducir mi vida en defensa de
un mundo mejor.
ÍNDICE

Presentación a la edición en español..........................7


Sergio Gianna

Presentación a la edición brasilera..........................21


Sergio Lessa

Introducción...................................................................27

Capítulo I

Sobre el Trabajo

Trabajo: protoforma de la Actividad Humana.......41

1. Las categorías esenciales del trabajo...........................46

2. El Proceso objetivación/exteriorización........................52

3. Posición teleológica y alternativa.................................60

4. Trabajo y posiciones teleológicas secundarias.............76

Capítulo II

Sobre la Ideología

Bases ontológicas de la ideología..............................87

1. Posiciones teleológicas secundarias e ideología...........90


2. El doble carácter del complejo ideológico.....................97

3. Individualidades sociales e ideología.........................109

Capítulo III

Sobre el Trabajo Social

Trabajo Social: una concepción en debate............119

1. Consideraciones preliminares.....................................119

2. Trabajo Social y especialización profesional.............126

3. Trabajo Social y cuestión social..................................137

4. Trabajo Social, cuestión social e ideología.................143

Consideraciones finales.............................................163

Bibliografía...................................................................183
PRESENTACIÓN A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

El libro que se tiene en manos es fruto de las investi-


gaciones de posgrado realizadas por la autora, Gilmaisa
Macedo da Costa, en el marco de la Maestría en Servicio
Social de la Universidad Federal de Pernambuco en 1999.
Cabe señalar que entre la presentación de los resultados
de la pesquisa1 y su publicación como libro pasaron doce
años, siendo editado en el año 2011 por EDUFAL (Edito-
ra de la Universidad Federal de Alagoas), y nueve años
después se tiene el privilegio de poder contar con su tra-
ducción y correspondiente edición al español, a cargo de la
colega colombiana Diana Ramírez.
Esta llamativa brecha temporal, entre la defensa de la
disertación de maestría y su posterior edición, no significó
que los postulados y tesis sostenidas en este libro hayan
pasado inadvertidas para el colectivo profesional en Tra-
bajo Social de Brasil. Ello, tanto porque la autora elaboró,
en dicho tiempo, varios escritos menores, en formato de
artículos para revistas científicas como ponencias para en-
cuentros académicos,2 como porque participó como exposi-
tora en paneles y conferencias de la categoría profesional.
Pero, sobre todo, por el contenido que dichas intervencio-
nes contienen y defienden, al poner en cuestionamiento y
en debate los fundamentos teóricos y políticos de las Direc-
trices curriculares de formación profesional de la Asocia-
ción Brasilera de Enseñanza en Servicio Social (ABESS),
los cuales fueron elaborados y difundidos a mediados de la

1 Dicha producción se encuentra disponible en internet en el repositorio


de la Universidad Federal de Pernambuco. En el siguiente link puede ac-
cederse a la misma: https://repositorio.ufpe.br/handle/123456789/10015
2 Solo por referenciar uno de ellos, editado por la reconocida revista Tem-
poralis (V. 1, N° 2) en el año 2000, titulada Aproximación al Servicio Social
como complejo ideológico. Dicho texto luego fue traducido al español en
el año 2013 por la fenecida Cátedra libre Marxismo y Trabajo Social, tam-
bién disponible en internet.
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década del noventa. Esta discusión, que parece reducida


estrictamente a Brasil, llegó a la categoría profesional del
resto del continente con la producción de Marilda Iama-
moto en su libro Servicio Social en la contemporaneidad,
en el que se aborda a la profesión como un proceso de tra-
bajo que contiene materia prima, medios e instrumentos
de trabajo y generan un determinado producto.
Aquí no se cuenta con el espacio para desarrollar los ele-
mentos contextuales de este debate, además de que son
correctamente colocados por la presentación que sigue a
continuación de Sergio Lessa a la edición brasilera del li-
bro, como por la introducción escrita por la autora, pero sí
debe resaltarse el rasgo y naturaleza que asume la crítica
realizada en esta obra: la misma es producida dentro del
propio terreno de lo que se dio a conocer como perspectiva
histórico-crítica en el Trabajo Social, esto es, es una crítica
que no le suelta la mano a los postulados marxianos que
se conectan y enriquecen con la obra de madurez tardía
del filósofo húngaro György Lukács. En otras palabras, la
crítica realizada no renuncia a los avances de la catego-
ría profesional en Brasil alcanzados desde la “intención de
ruptura” que se inicia con el Movimiento de Reconceptua-
lización, que colocó en cuestionamiento y en jaque los sus-
tentos teóricos y políticos del Trabajo Social tradicional.
Así, el análisis crítico presupuesto por la autora no retro-
cede a planteamientos endogenistas y toma como punto de
partida aquel postulado esencial, colocado por la tradición
marxista en el Trabajo Social, que la profesión encuentra
su raison d’être en la sociabilidad de la que forma parte y
es allí, en la forma concreta e histórica en que se organi-
za el metabolismo social, donde se hallan las pistas ana-
líticas para entender su génesis, desarrollo y la función
social que desempeña. La clave conceptual que ubica al
Trabajo Social como parte de la división social y técnica
del trabajo, en cuanto profesión asalariada, es recuperada

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Trabajo Social en debate

y enriquecida en este estudio, pero lo que se coloca bajo el


mirar crítico es la homologación entre profesión asalaria-
da; su lugar en la división social y técnica del trabajo y los
procesos de trabajo.
Este foco de crítica sostenido por la autora es el que la
llevará a detenerse en los fundamentos ontológicos de la
categoría trabajo y las mediaciones existentes, en tanto
modelo3 de toda acción humana, con las otras formas de
praxis social, las cuales, objetivan posiciones teleológica
secundarias que, en determinadas circunstancias, asu-
men formas ideológicas. Este camino teórico es el pro-
puesto por la autora, el cual, puede ser complementado
y complejizado con otros escritos que ahondan, bajo otros
aspectos, acerca del nexo y relación entre el Trabajo So-
cial, los procesos de trabajo y la ideología.4
En este punto, las reflexiones a desarrollar a continua-
ción se centrarán en dos de los postulados teóricos que

3 Bien observan Vedda e Infranca (2004), en la introducción elaborada al


capítulo del trabajo de la Ontología del ser social, que la referencia a un
modelo remite al fenómeno originario, como fenómeno puro o principal,
inspirado en la teoría goetheana. Esto es, dicho planteamiento está lejos
de referirse a una cuestión estrictamente epistemológica o a priori, ya
vastamente conocida en el Trabajo Social.
4 Dicho tratamiento puede leerse en conjunto con las obras de Sergio
Lessa, quien avanza sobre la articulación con la cuestión del trabajo abs-
tracto y la discusión acerca del trabajo productivo e improductivo. Acerca
de esto, ver Trabalho e proletariado no capitalismo contemporâneo. São
Paulo, Cortez, 2007 y Serviço social e trabalho. Porque o Serviço Social
não é trabalho. Maceió, Coletivo Veredas, 2016. Recuperando la cuestión
de la posición teleológica y la ideología con el fin de identificar algunas de-
terminaciones en los procesos de intervención profesional, puede consul-
tarse el capítulo introductorio de Gianna, Sergio. Decadencia ideológica y
Trabajo Social. Crítica al debate profesional. La Plata, Editorial Dynamis,
2015 o mismo la tesis doctoral, que tienen un desarrollo mucho más ex-
tensivo sobre dichos aspectos, Tendencias en el debate contemporáneo
del trabajo social argentino. La influencia del racionalismo formal-abstrac-
to y del irracionalismo en las concepciones teórico-metodológicas sobre
la intervención profesional. Tesis de doctorado, Buenos Aires, UBA, 2014.

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atraviesan esta obra y que contribuyen a clarificar la na-


turaleza del Trabajo Social. Las mismas no tendrán por
foco la exhaustividad ni agotar las discusiones, tanto por-
que no se dispone del espacio suficiente para ello como
porque la autora presenta en este trabajo, con suficiente
claridad y lucidez, una exposición sumamente directa y
pedagógica, capaz de volver entendible trazos de la obra
marxiana y lukacsiana sumamente complejos, que no
pierde de vista la complejidad y la densidad conceptual
de los asuntos tratados. En ese sentido, la intencionalidad
de las líneas escritas a seguir, es plantear nuevos puntos
para la discusión y abrir nuevos interrogantes.
La primera proposición teórica dice respecto a que, en
un sentido marxiano-lukacsiano, la realidad objetiva y
material es un complejo de complejos, esto es, una tota-
lidad unitaria y coherente cuyo momentos parciales son
totalidades de menor complejidad. Esto significa que cada
complejo social, en tanto totalidades parciales, pueden ser
indagados y reconocidos en sus propias determinaciones,
pero siempre que no se pierda de vista que dicho momen-
to abstractivo requiere de la reconstrucción analítica del
nexo con las otras totalidades parciales de las que hace
parte, estableciendo una serie de mediaciones, articulacio-
nes y relaciones que deben ser aprendidas para, mediante
sucesivas aproximaciones, acercarse a la reconstrucción
analítica del movimiento real del objeto.
La existencia objetiva de la realidad como complejo de
complejos no significa que la misma sea una totalidad in-
diferenciada, siendo fundamental, para ello, poder inda-
gar, en este nivel de generalidad de la totalidad, cuál es
la prioridad ontológica y el momento predominante que
guía y orienta el devenir histórico. En relación al primer
elemento, la prioridad ontológica, remite a un aspecto más
general que atraviesa el texto a ser presentado y que se

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Trabajo Social en debate

presupone en su desarrollo.5 Las categorías que son trata-


das exhaustivamente en esta producción escrita (trabajo,
ideología y Trabajo Social) son propias del ser social, esto
es, devienen con el surgimiento del ser humano y su con-
solidación socio-histórica. No obstante, nunca puede per-
derse de vista que no existiría vida humana sin el largo
decurso que dio origen a la vida orgánica, la cual, deviene
y se sustenta en la naturaleza inorgánica, nivel del ser
que ocupa la prioridad ontológica, en tanto puede existir
con independencia de las otras esferas del ser, mientras
las otras dos no pueden hacerlo sin ella.
En tanto el segundo elemento, el momento predominan-
te, refiere a que toda simple interacción entre complejos
conduce a un grado estacionario si no posee una instancia
que le imprima una determinada direccionalidad. Lukács
destaca que la totalidad ocupa el momento predominan-
te respecto a sus complejos parciales que la conforman y
aunque estos últimos poseen una dinámica de desarrollo
con una relativa autonomía, la totalidad, en tanto síntesis
de las posiciones teleológicas objetivas que trascienden las
finalidades individuales y producen consecuencias inclusi-
ve impensadas para los mismos, abre un campo de posibi-
lidades y de alternativas, como de límites, que son puestos
históricamente.
No obstante, dentro de los complejos sociales particu-
lares que conforman la sociabilidad humana, entendida
como complejo de complejos, el trabajo ocupa el momento
predominante respecto a los otros complejos sociales. Y
esto posee un fundamento ontológico muy simple que ha
sido objeto de simplificaciones y mecanicismos, del tipo de

5 Cabe advertir aquí que la referencia a presupuestos no remiten a aque-


llos que adquieren un naturaleza a priori, dados epistemológicamente por
la construcción subjetiva del sujeto, sino que los mismos existen efectiva-
mente en la realidad de manera objetiva y operan en ella. Puede verse
el papel de dichos presupuestos en obras como La ideología alemana de
Marx y Engels.

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considerar al marxismo un mero economicismo o un plan-


teo factorialista. Dicho fundamento refiere a lo siguiente:
el trabajo es el metabolismo social con la naturaleza, pa-
rafraseando a Marx en El Capital, “la apropiación de la
naturaleza por las necesidades humanas” y es la “eterna
condición natural de la vida humana”, en tanto no existi-
rían (ni existirán) los individuos ni los grupos sociales si
no fueran capaces de apropiarse del medio natural para
producir valores de uso.
Es en este sentido preciso del término que el complejo so-
cial de la economía, como síntesis de las posiciones teleo-
lógicas primarias dirigidas a transformar la naturaleza,
ocupa el momento predominante, en tanto la vida humana
precisa de la transformación de la naturaleza para poder
reproducirse. Lo que aquí está en juego es la comprensión
doble y simultánea de que el trabajo, en su sentido on-
tológico preciso, es la única categoría transicional entre
la naturaleza orgánica y el ser social, pero dicho pasaje
sólo puede consolidarse, a partir del salto ontológico, si es
capaz de movilizar, de forma simultánea, otros complejos
sociales como el lenguaje y la cooperación.
Por ello acertadamente Gilmaisa Macedo da Costa afir-
ma que el ser social no puede ser reducido al trabajo ni de
este último puede ser deducido el ser social en su totali-
dad. De forma paralela, y movilizados a partir del trabajo,
emergen posiciones teleológicas secundarias que tienen
por objeto actuar ya no sobre la naturaleza y sus cadenas
causales, sino sobre las posiciones teleológicas que otros
individuos y grupos sociales van a objetivar. Dichas posi-
ciones teleológicas surgen tempranamente, como aparece
ilustrado en esta obra, en períodos inclusive anteriores a
la consolidación de las relaciones de clase.
Y este primer postulado brinda elementos concretos para
realizar una primera aproximación al Trabajo Social. La
profesión ¿Actúa, como el trabajo, sobre cadenas causa-

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Trabajo Social en debate

les de la naturaleza o interviene sobre la conciencia y la


práctica de individuos y grupos sociales, de modo que obje-
tiven determinadas alternativas en detrimento de otras?
La respuesta de la autora, sustentada en los postulados
de Marx y Lukács, se orienta a la segunda, siendo una
posición teleológica secundaria.
Tanto por la materialidad sobre la que opera, esencial-
mente social, como por la función social que desempeña,
intervenir sobre las refracciones de la “cuestión social”,
el Trabajo Social objetiva, en los procesos de intervención
profesional, posiciones teleológicas secundarias. Es decir,
estos elementos denotan los momentos de “no identidad”
entre el trabajo y estas otras formas de praxis social, aún
cuando existen otros momentos de “identidad”, los cuales
refieren a que toda acción humana objetiva una posición
teleológica, al actuar sobre un objeto, poner fines y me-
dios. Por ello, Lukács refiere a la existencia de una “iden-
tidad de la identidad de la no identidad” entre el trabajo
y las posiciones teleológicas secundarias, esto es, retra-
duciendo, determinaciones comunes a ambos complejos y
otras, ligadas a la materialidad y su función social, que las
diferencian.
Este planteamiento no hiere ni compromete la concep-
ción del Trabajo Social en la división social y técnica del
trabajo, en tanto, como muestra Macedo da Costa a partir
de Lukács, se puede efectivamente hablar de una división
social y técnica cuando aparecen aquellas profesiones que
se independizan y pueden adquirir los valores de uso del
trabajo sin inmiscuirse ni participar directamente en di-
cho proceso. Esto es, dicha división del trabajo está consti-
tuida por posiciones teleológicas primarias y secundarias,
lo que coloca en seria discusión la proposición que homolo-
ga a la profesión con los procesos de trabajo, a partir de su
ubicación objetiva en dicha división del trabajo.

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En articulación con este planteo, el segundo postulado


teórico remite a la cuestión de la ideología y su nexo con el
Trabajo Social. Objeto de tratamiento extensivo por parte
de la autora, aquí solo cabe recuperar brevemente algu-
nas observaciones. La noción de ideología sostenida por
Lukács, tributaria de Marx, parte de entenderla en el hic
et nunc concreto, esto es, en un aquí y ahora concreto en
el que emerge y, por tanto, su terreno es la vida cotidiana,
en el cual, devienen conflictos sociales, de largo aliento y
alcance o coyunturales, que demandan ser dirimidos, vol-
viéndolos conscientes y operativos por la praxis social.
Estos elementos permiten entender que la ideología,
para Lukács, no se homologa con la “falsa conciencia” ni
con un criterio epistemológico y/o gnoseológico que permi-
ta superarla. Por el contrario, la ideología puede caracteri-
zarse por su función social y al ser una categoría universal
presentaría dos expresiones: una amplia y otra restricta.
La primera aparecería en las formas primitivas de la vida
humana, en la que se configuran los gérmenes de la ideo-
logía, al conformarse modos de comportamientos y nor-
mas colectivas que responden al conflicto más acuciante
de ese momento: la lucha por la supervivencia ante un
medio natural que se presenta de forma hostil, al no ser
suficientemente aprendido y apropiado por el ser humano,
así como el incipiente conflicto entre la colectividad y el
individuo humano. Mientras en su carácter restricto se
vincularía a la aparición de las sociabilidades de clase y la
conversión de la ideología en un instrumento de la lucha
de clases.
Dicho planteamiento abre nuevas interrogaciones y ob-
servaciones, sobre todo a partir de los avances en térmi-
nos de difusión y traducción de la obra lukacsiana. El tex-
to de Gilmaisa Macedo da Costa fue escrito en un contexto
más restringido en el acceso a La ontología del ser social,
tanto para el público de habla portuguesa como española,

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Trabajo Social en debate

teniendo que recurrir a la obra en su edición italiana, tal


como es referenciada en la bibliografía de este trabajo, o
a la original en alemán. Hoy, nueve años después de la
edición original del libro, se cuenta con dos traducciones
en portugués de dicha obra y dos capítulos de la parte sis-
temática (el trabajo y la alienación) en español. Se realiza
esta aclaración porque las observaciones a seguir devie-
nen de una relectura hecha del capítulo de Lo ideal y la
ideología a partir de la traducción bilingüe publicada por
el Coletivo Veredas, en la cual, pueden identificarse algu-
nos matices en el planteo de la autora, que en parte pue-
den devenir del modo en que fueron traducidas algunas
categorías.
Uno de ellos dice acerca del carácter amplio y restric-
to de la ideología, que pueden contribuir a abrir nuevas
reflexiones y debates sobre la cuestión. Para ello, se par-
te del señalamiento de Lukács que afirma: “La conexión
de su veracidad o falsedad con esa función como ideología
desempaña, naturalmente, en el análisis concreto de la
respectiva situación concreta, un papel importante, nada
altera, sin embargo, aunque sólo es hablado de controver-
sias sociales, que ellas son consideradas como ideología
[…]”.6 Este pasaje, además de destacar la no homologación
entre elaboración intelectual e ideología, al no haber una
identidad entre trabajo espiritual e ideología, coloca el se-
ñalamiento de que en un análisis concreto, sea de un tiem-
po histórico o presente, el análisis acerca de los postulados
y fundamentos que sostienen dichas visiones ideológicas
cobra relevancia y significado. Esto dilucida que el senti-
do concreto de la ideología, en un hic et nunc concreto, es
más amplio que el concepto estricto de ideología, en tanto
incluye determinaciones históricas, análisis acerca de los
propuestos de la ideología que pueden ser abstraídos en

6 Lukács, Georg. Para a ontologia do ser social. Maceió: Coletivo Vere-


das, 2018, p. 401.

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su sentido estricto, esto es, al comprender la función social


que la ideología desempeña en la sociabilidad humana.
Como se intenta sintetizar aquí, quizás el sentido referido
por Lukács al carácter restricto y amplio de la ideología
pueda contener otro contenido al señalado en este trabajo,
que sin dudas requiere de su señalamiento y, sobre todo,
de nuevas indagaciones e investigaciones que permitan su
dilucidación.
Una segunda observación se vincula con la cuestión de
la generalización. Si bien la obra de Macedo da Costa re-
fiere a la misma, quizás queda escasamente planteada la
mediación entre la ideología como forma de tornar cons-
ciente y operativa la praxis social, ante los conflictos so-
ciales imperantes en un momento histórico concreto, y la
necesidad de que dicha respuesta sea capaz de generalizar
y conectar lo singular con lo general, lo coyuntural con lo
estructural. Este elemento podría ser fundamental para
dilucidar cuándo determinadas formas prácticas y/o teóri-
cas se vuelven ideología.
Avanzando en la reflexión, Lukács planteará que la su-
perestructura asume, en términos generales, una función
social ideológica y una porción de la misma es encarnada
y operacionalizada por el Estado. El Trabajo Social, en la
era de los monopolios del capital, se vuelve necesario a
partir de la mediación del Estado, cuando toma para sí la
atención de las refracciones de la “cuestión social”. Esto
conecta al Trabajo Social con la ideología, en tanto opera
sobre aquellos conflictos cotidianos que guardan alguna
mediación con la relación social general y antagónica en-
tre capital y trabajo. No obstante, elementos como los de
la generalización hacen pensar si la profesión es por sí un
complejo social ideológico o desempeña algunas funciones
ideológicas devenidas por su lugar objetivo como asalaria-
do en el Estado.

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Trabajo Social en debate

Estos elementos, aun con matices que pueden ser discu-


tidos y analizados, son los que permiten afirmar la impo-
sibilidad de concebir al Trabajo Social como trabajo, sobre
todo en su sentido ontológico, y de allí la necesidad de es-
tablecer sus nexos, en tanto posición teleológica secunda-
ria, con la ideología. Para Gilmaisa Macedo da Costa, la
profesión se movería de la ideología restricta a la ideología
pura.
Dichos aspectos demandan algunos comentarios extras,
que van más allá de la necesidad de un análisis exegético
acerca de los rasgos restrictos, amplios y puros de la ideo-
logía. En torno a estos últimos, Lukács los aborda al pen-
sar en la filosofía y el arte, los cuales, asumen una posi-
ción más mediada respecto a la práctica concreta y colocan
como foco de su reflexión y finalidad la pregunta acerca
del “de dónde” y “hacia donde” del género humano y la
individualidad humana.
Inclusive, entre dichos complejos, la filosofía sostiene un
nexo y relación con la ciencia, aunque ambos complejos no
pueden ser homologados entre sí, en tanto desempeñan
funciones diferenciadas. La ciencia encarna la generaliza-
ción de las reflexiones de un conocimiento desantropomor-
fizador capaz de reproducir inmanentemente las propie-
dades en sí de la realidad, mientras la filosofía incorpora
un elemento antropocéntrico, en tanto su reflexión está
dirigida a plantear los interrogantes últimos del género
humano y, para ello, es capaz de apropiarse de los avances
científicos para construir una concepción de mundo.
Se advierte sobre ello, porque el Trabajo Social, princi-
palmente, es una profesión práctica que es demandada
por el Estado para atender las refracciones de la “cues-
tión social”, elementos que obviamente no lo dispensan
de producir conocimiento, pero éste es un camino mucho
más mediado respecto al de otros complejos sociales. En
un mismo sentido, ni toda producción teórica se vuelve

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Editorial Dynamis

ideología, de allí la necesidad de incorporar la conexión


entre generalización y los conflictos sociales imperantes
en una época para identificar las formas ideológicas. Para
que no reste dudas, el Trabajo Social puede y debe produ-
cir un conocimiento científico para aprender la realidad e
intervenir sobre ella, pero esta no es su principal deman-
da social y su conexión con la ideología pura es mediada y
no directa.
Lo que respecta a la ideología restricta en el Trabajo So-
cial, el texto de Gilmaisa Macedo da Costa identifica algu-
nos de sus rasgos distintivos, principalmente vinculados a
que no posee un aparato institucional propio y desempeña
sus tareas desde el Estado. No obstante, la ya referencia-
da observación de que la profesión oscilaría entre el pasaje
de la ideología restricta a la pura podría hacer perder de
vista su momento predominante, el cual, estaría dado por
su ubicación objetiva en la división social y técnica del tra-
bajo, en tanto es una de las profesiones movilizadas por el
Estado para intervenir sobre aquellos conflictos sociales
que se expresan en el cotidiano de la población usuaria de
las políticas sociales, los cuales devienen de la “cuestión
social”. Este elemento, sin dudas, merece un mayor análi-
sis y discusión.
Estas “reflexiones en borrador” apenas han buscado abrir
nuevos interrogantes, instigar el debate y recalcar la ne-
cesidad de nuevas investigaciones, en tanto el conocimien-
to científico está abierto a nuevas aproximaciones y, como
bien dice Gilmaisa en la introducción a seguir, la crítica
permite tornar consciente determinadas imprecisiones e
ir a fondo en la aprehensión de lo real. En ese sentido, di-
chos comentarios no quitan en absoluto el mérito de este
trabajo, que es pionero en el estudio del nexo entre ideo-
logía y Trabajo Social, pero también de un conjunto de re-
flexiones novedosas e importantísimas para la profesión,
a saber, las reflexiones sobre el cotidiano, los conflictos so-

18
Trabajo Social en debate

ciales y la función social de la ideología o incluso el papel


de la individualidad humana, su nexo con la sociabilidad
humana y sus mediaciones con el Trabajo Social.7

En síntesis, esta presentación, que se ha extendido más


de la cuenta y de lo pensado originalmente, no puede con-
cluir sin insistir en la seriedad de los argumentos expues-
tos y su posición a contrapelo de lo sostenido hegemóni-
camente en el colectivo profesional en Trabajo Social. Sin
dudas esta traducción espera poder generalizar el debate,
tan preciso dentro de la profesión, de modo tal de propi-
ciar la necesidad de pasar de un Trabajo Social crítico, que
por momentos parece haberse convertido en aquella noche
donde todos los gatos se han vuelto pardos, a un Trabajo
Social radical, que asuma su radicalidad, entendida, en
un sentido marxiano, como el ir a las raíces de la realidad
y sus determinaciones. Esa ha sido la tarea de este trabajo
y seguirá siendo la tarea de quienes piensan en la necesi-
dad de transformar radicalmente la sociabilidad humana.

Sergio Daniel Gianna


Maceió, 25 de septiembre de 2020

7 Releyendo este trabajo, en el punto 3 del segundo capítulo titulado Indi-


vidualidades sociales e ideología, aparece con suma claridad los gérme-
nes de los estudios posteriores de la autora acerca de la individualidad
humana, publicados en su libro Indivíduo e Sociedade: sobre a teoria de
personalidade em Georg Lukács, Maceió, Instituto Lukács, 2015.

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PRESENTACIÓN A LA EDICIÓN BRASILERA

Trabajo Social en Debate - ser social, trabajo, ideología


es un texto que, con justicia, debe ser ampliamente con-
siderado en los debates actuales acerca de la relación del
Trabajo Social con la categoría trabajo.
Entre los trabajadores sociales, se tuvo la convicción de
que la mejor estrategia para que la profesión enfrentara
los “nuevos tiempos” sería definirla como trabajo. Los “nue-
vos tiempos” eran caracterizados, correctamente, como la
articulación entre un largo período histórico marcado por
la ausencia de movimientos de masas revolucionarios (es
decir, aquellos capaces de poner en su causa la estabili-
dad de la reproducción del capital en escala planetaria) y
por una ofensiva del capital sobre el trabajo marcado por
el neoliberalismo, en la esfera del Estado, y por la “rees-
tructuración productiva”, para ser breves, en la base de la
producción. Equivocadamente, sin embargo, se evalúa que
el impacto de las estrategias neoliberales y de las “nue-
vas tecnologías” alteraría de modo profundo, esencial, el
mercado de trabajo de los trabajadores sociales. Para dar
cuenta del conjunto de estos desafíos sería urgente que se
considere el Trabajo Social como trabajo. Se alegaba que,
con esto, podríamos avanzar en la consideración de las es-
pecificidades de la práctica profesional de los trabajadores
sociales y, también que, al identificar al trabajador social
con el trabajador, enfatizaríamos en su identidad de clase
y, por esta vía, su compromiso ideológico con la emancipa-
ción humana.
Tres grandes conjuntos de problemas resultan de esta
estrategia de identificar el Trabajo Social con el trabajo.
El primero emerge al identificarse la práctica del trabaja-
dor social con el trabajo y, éste, no como trabajo asalaria-
do, sino como trabajo que transforma la naturaleza en los
medios de producción y de subsistencia (aquel que genera
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un producto que subsiste al propio proceso de trabajo, em-


plea medios de producción, transforma materias primas,
etc.) Tal identificación, impide la precisa delimitación de
la especificidad profesional. Para no extendernos, porque
debe imponer a una actividad que es “puramente social”,
es decir, una actividad exclusiva entre los seres humanos,
categorías y conexiones ontológicas que son típicas del tra-
bajo que convierte la naturaleza en medios de producción
y de subsistencia. No es posible comprender la especifici-
dad de la profesión de los trabajadores sociales a partir
de categorías como producto final, medios de producción,
materia prima, etc., que son peculiares y exclusivas del
intercambio material con la naturaleza.
El segundo gran conjunto de problemas adviene de que
la generalización del trabajo que funda el ser social más
allá del intercambio material con la naturaleza – en la
mayor parte de las veces, identificándose toda y cualquier
posición teleológica con el trabajo que funda el mundo de
los hombres - impide la crítica revolucionaria de la explo-
tación del hombre por el hombre en la sociedad burguesa.
En esta, la riqueza producida en el intercambio material
con la naturaleza, al ser convertida en mercancía y distri-
buida, como se debe, entre la plusvalía y los salarios, ter-
mina por generalizar por todo el cuerpo social (aunque de
forma muy desigual), bajo la forma dinero, la riqueza pro-
ducida por el trabajo proletario. Como parte de la acumu-
lación del capital puede darse por la concentración de esta
riqueza generalizada, ya existente, sin la producción de
un nuevo “contenido material de la riqueza social” (Marx),
es muy fuerte la ilusión que brota de la vida cotidiana de
que todos los asalariados son igualmente “trabajadores”.
O sea, que todos los asalariados por el capital cumplen la
misma función en la reproducción de la sociedad burguesa
y, por eso, pertenecerían todos a una única y misma clase
social. Esta es la apariencia que dio tanta credibilidad,

22
Trabajo Social en debate

hace un tiempo, a las tesis que identifican al trabajador


social con todo y cualquier asalariado.
Marx ya demostró la falsedad de esta apariencia: el tra-
bajo, intercambio material con la naturaleza, es el origen
de toda la riqueza social en todo y cualquier modo de pro-
ducción. Tratándose de la sociedad burguesa, es el pro-
letariado la clase que, entre los asalariados, cumple esta
función fundante. Todos los otros asalariados cumplen
funciones sociales distintas y se diferencian, como clase,
del proletariado por los distintos lugares que ocupan en
la reproducción social. Perdida la especificidad ontológi-
ca del trabajo, confundido trabajo y trabajo abstracto, se
pierde, en el límite, la posibilidad de comprender la re-
producción de la sociedad contemporánea y de hacer una
crítica revolucionaria a la misma.
El tercer gran conjunto de problemas es que, al genera-
lizarse el trabajo más allá del intercambio material con
la naturaleza, pierde cualquier sentido hablar del trabajo
como categoría fundante de la sociabilidad. Una categoría
fundante es aquella que funda la esencia, en este caso, del
mundo de los hombres. De esta esencia derivan todos los
otros complejos sociales; de ella derivan todos los inúmeros
procesos mediadores desde el desarrollo de la esencia (la
continuidad histórica del ser social) hasta la entificación
fenoménica más efímera. Si todas las actividades huma-
nas, por ser objetivaciones de teleologías, son igualmente
trabajo, la totalidad del mundo de los hombres pasa a ser
trabajo. Sociabilidad y trabajo serían identificados, serían
sinónimos -algo cuja inverosimilitud no necesita mayores
argumentos. Por esta vía se cancela la tesis marxiana del
trabajo como categoría fundante y, con esto, la propuesta
de la revolución proletaria del pensador alemán es revoca-
da en sus fundamentos más importantes.
Todos estos tres enormes conjuntos de problemas se
concentran, de modo candente, en la consideración de las

23
Editorial Dynamis

clases sociales. Si todas las actividades teleológicas son


igualmente trabajo, solo puede existir una única y exclusi-
va clase social: la de los trabajadores. Pues, siendo huma-
nos, los individuos de las clases dominantes también ob-
jetivan teleologías. Después de Marx, Lukács y Mészáros
sabemos que las objetivaciones peculiares de la burguesía
se diferencian de las objetivaciones peculiares del trabajo
porque no producen ni siquiera un átomo de la “riqueza
material de la riqueza social”; por el contrario, son obje-
tivaciones que cumplen la función social de expropiar del
proletariado esta misma riqueza y convertirla en capital.
Trabajo Social en Debate - ser social, trabajo, ideología,
de Gilmaisa Costa, fue el primer texto que abordó la mayo-
ría de estas cuestiones. Nunca antes, ningún texto había
puesto en cuestión la identidad entre Trabajo Social y tra-
bajo. Este es un mérito que le pertenece: su originalidad
y su carácter inédito abrieron una veta que fue explorada
por varios textos posteriormente.
Pero, tal vez lo más importante de este texto no sea el
hecho de haber sido pionero. Para contraponerse a la te-
sis de que el Trabajo Social sería trabajo, Gilmaisa Costa
se sumergió en una larga y fecunda investigación de la
Ontología de Lukács. El resultado es el segundo estudio
sistemático, del cual tenemos noticia, acerca de la catego-
ría de la ideología en el manuscrito dejado por el filósofo
húngaro.8 Y el estudio es de los más interesantes: a partir
del trabajo persigue los nexos ontológicos que conducen a
la ideología y delinea con precisión la función universal de
la ideología (que Lukács denomina de “ideología en sen-
tido amplio”) y la función específica de algunos complejos
ideológicos –por lo tanto, no de toda la ideología– en las so-
ciedades de clase. A las ideologías de clase, que interfieren

8 El primero fue el ya conocido texto de Ester Vaisman. O Problema da


Ideologia na Ontologia de G. Lukács. Dissertação de Mestrado, João Pes-
soa, UFPB, 1986.

24
Trabajo Social en debate

directamente en las luchas sociales, Lukács las denominó


como “ideologías restrictas”.
De este suelo fecundo y riguroso, Gilmaisa Costa avanzó
en su caracterización del Trabajo Social como un complejo
que actúa en la frontera entre los complejos ideológicos
restrictos y la ideología en su sentido amplio: a veces jue-
ga un papel directo en las luchas de clase, otras veces in-
terfiere en la concepción de mundo de la sociedad contem-
poránea. Si el Trabajo Social no es trabajo, ¿Entonces qué
sería? Gilmaisa Costa delinea la única respuesta hasta
hoy ofrecida a esta pregunta a partir de la función social
que ejerce en la reproducción del capital: es un complejo
social partícipe del complejo de la ideología y que transita
entre sus funciones “amplia” y “restricta”.
Por todo esto, Trabajo Social en Debate - ser social, tra-
bajo, ideología continua siendo pionero, original, riguroso
y, por todo eso, imprescindible para que comprendamos el
lugar que los trabajadores sociales pueden ocupar en las
luchas de clase al lado de los trabajadores.

Maceió, junio de 2011


Sergio Lessa

25
INTRODUCCIÓN

La relación entre Trabajo Social y proceso de trabajo sur-


gió a partir de proposiciones de la categoría profesional
debido a la creación de un nuevo currículo para los pro-
gramas de Trabajo Social en la segunda mitad de 1990.
Movimiento cuyo desdoblamiento fue el de suscitar la
profundización de las concepciones formuladas sobre la
profesión, en el cual la concepción de Trabajo Social como
profesión originada de la división social y técnica del tra-
bajo, aceptada hasta entonces por gran parte del conjunto
profesional, pasa por una inflexión, siendo comprendida
como el propio trabajo. Este movimiento de aproximación
al trabajo no expresa simplemente una reflexión interna
de la profesión misma. El debate sobre la centralidad del
trabajo instaurado en las ciencias sociales, inclusive en las
tendencias marxistas, impulsado por la diversificación de
las actividades sociales contemporáneas, por el desempleo
y por la profunda crisis económico-social fueron los poten-
ciales catalizadores para la aproximación a la categoría
trabajo. Por la presión del desempleo, el trabajo, en sus
más diversos ángulos, se convierte en objeto de teorización
por parte de importantes pensadores de distintas áreas
de las ciencias humano-sociales. La interrogación sobre
el destino del trabajo y el lugar de los trabajadores en la
escena política mundial estimula la investigación sobre el
trabajo en la socialización y sus formas contemporáneas,
pasando a ocupar buena parte del debate en las últimas
décadas.9

9 Gorz, A. Adeus ao Proletariado - Para Além do Socialismo (1987); Ha-


bermas, J. Teoria de la Acción Comunicativa (1987); Lojkine, J. A Revo-
lução Informacional (1995) e Antunes. R. Adeus ao Trabalho? (1995) son
ejemplos de distintos abordajes ampliamente discutidos en la época, que
dieron un tratamiento inicial al tema y suscitaron desdoblamientos en su
aprehensión. [N. d. E. Existe traducción del texto de Gorz, A. Adiós al
Editorial Dynamis

El Trabajo Social no pasa por alto esta reflexión. Ade-


más, la proximidad de esta profesión con los usuarios de
los servicios sociales la convierte en receptora de los refle-
jos que el desempleo causa en la vida de los desempleados
y sus familias, ampliando temas considerados por el Tra-
bajo Social como la pobreza y la desigualdad social sobre
los cuales inciden políticas y servicios. De este modo, te-
máticas referentes a la reestructuración productiva y sus
repercusiones sobre el trabajo y sobre los servicios pasan a
ser parte del elenco de cuestiones tratadas por el Trabajo
Social. El trabajo se vuelve, inclusive, una categoría orien-
tadora en la formación profesional con la nueva propuesta
curricular para los programas de Trabajo Social elaborada
por la ABESS/CEDEPSS.10 El debate en el plan curricu-
lar trae subyacente, aunque no claramente explicitada, la
suposición de que la concepción del Trabajo Social como
proceso de trabajo respondería a una antigua aspiración
del conjunto de los trabajadores sociales, una mayor segu-
ridad en cuanto a su concepción y a los procedimientos en
términos de objeto, medios y fines profesionales.
Tal vez ninguna otra profesión haya indagado tanto so-
bre su ser, su función en la sociedad y el modo de opera-
cionalizar su actuación. En otras profesiones, la función
social parece estar delimitada a partir de lo que las perso-
nas hacen, pero en el Trabajo Social, la categoría profesio-
nal, a través de sus actuantes intelectuales, ha intentado
sobrepasar esa pared de lo inmediato en la búsqueda de
realmente comprenderla y de definir un modo específico
de actuar socialmente, común al conjunto de los profe-
sionales. Aunque esto haya sido ampliamente debatido,

proletariado (Más allá del socialismo). Barcelona: El Viejo Topo, 1982;


Antunes, R. ¿Adiós al trabajo? San Pablo: Cortez Editora, 2001.]
10 Diretrizes Gerais para o Curso de Serviço Social (Com base no cu-
rrículo mínimo aprovado em Assembleia Geral Extraordinária de 8. Nov.
1996).. Cadernos ABESS n.7, Cortez, p. 58-64.

28
Trabajo Social en debate

cuestionado, negado, de vez en cuando regresa, sea por la


vía de cuestiones de método, sea por la vía de los procedi-
mientos técnicos.
En un texto memorable José Paulo Netto (1987) ironiza,
con su peculiar lucidez, sobre el problema que ese tema de
la metodología propia, que incluye un objeto particular y
autónomo, es como “buscar un gato negro en una sala os-
cura, pintada de negro, sin salida, y usando lentes de sol”
(49-50/68).11 De modo que el debate al respecto parecía ha-
berse agotado en la década de los 80’. Parecía reconocida
la imposibilidad de tal emprendimiento en conformidad
con la tendencia marxiana y por el carácter de una profe-
sión que, abandonando las interpretaciones endogenistas
en la búsqueda de un modelo particular y autónomo, re-
conoció que sus finalidades son puestas por el conjunto de
la totalidad social en la cual se inserta y tiene su campo
de actuaciones. La proximidad de la actuación profesional
con procedimientos vinculados al campo de las políticas
sociales, definidas en el universo de intervención del Es-
tado, reforzó tal interpretación, por el reconocimiento de
la imposibilidad de explicar no sólo el Trabajo Social, sino
las propias políticas sociales a partir de sí mismos.
Sin lugar a dudas, este es un resultado del acercamiento
al marxismo y de la crítica a las influencias positivista-
funcionalistas en una coyuntura determinada, en la que
la delimitación de fronteras entre las ciencias sociales de-
finía teorizaciones a campos peculiares de conocimiento.
La crítica condujo al análisis de que la aproximación al po-
sitivismo llevó al Trabajo Social a una explosión del meto-

11 [N. d. E.] Existe traducción de este texto, que combina y articula va-
rios extractos de artículos elaborados por el autor, en Netto, J. P. Método
y teoría en las diferentes matrices del Servicio Social, en Metodología
y Servicio Social. Hoy en debate. San Pablo: Cortez Editora, 2001, p.
68. De aquí en más, las referenciadas colocadas a posteriori de una “/”
aluden a las paginaciones en español, cuyas referencias aparecen en la
bibliografía).

29
Editorial Dynamis

dologismo. De hecho, la búsqueda desde el Trabajo Social


por el conocimiento del hombre y de sus relaciones para
fundamentar la propia práctica profesional estuvo mar-
cada por la influencia gnoseológica y por el formalismo,
hasta el viraje de su producción teórica bajo el impulso del
pensamiento de Marx, en la cual la idea de método propio
particular y autónomo perdió espacio.
Pero parece que cada coyuntura acaba por exigir nuevas
respuestas y también por imponer nuevas interrogacio-
nes, tanto que el tema del trabajo ejerce hoy un fuerte
peso en la concepción del Trabajo Social y en su proyecto
de formación profesional, en el sentido de que, como tra-
bajo, poseería objeto, instrumentos y producto, teniendo
como objeto la cuestión social. Esta última entendida como
materia prima del proceso de trabajo profesional. Estaba
puesto un nuevo campo de debates, requiriendo nuevas
interrogaciones y nuevas investigaciones.
Desde aquel primer momento de la inserción del tema
Trabajo y Trabajo Social hubo avances y este alcanzó una
delimitación más clara por la distinción entre trabajo y
trabajo abstracto. El debate ganó contornos con referencia
a las categorías de trabajo colectivo, trabajo abstracto y
de sus subcategorías trabajo productivo e improductivo,
constituyéndose el núcleo de la problemática central en
la reflexión sobre la naturaleza y la función ejercida por
el Trabajo Social en la sociedad capitalista. Ciertamente
existen convergencias y divergencias en la aprehensión
del problema de esa relación; sería un prejuicio metafísico
pensar que diferentes individuos tuvieran igual conscien-
cia sobre algo, además del hecho de que en todo proceso de
conocimiento existen grados diferenciados en la profundi-
zación e investigación de una temática.
La importancia del debate sobre el trabajo es innegable.
Este introduce, a nivel creciente, los fundamentos ontoló-
gicos marxianos de la socialización y de la sociedad capi-

30
Trabajo Social en debate

talista en particular, ya presentes en la crítica al Trabajo


Social tradicional, configurando un nuevo impulso a la
aprehensión teórica de la vida en sociedad a partir de sus
determinaciones esenciales.
La relación entre trabajo y Trabajo Social parece haber
encontrado un “puerto seguro” en el trabajo asalariado,
bajo el concepto de un cuerpo profesional que vende su
fuerza de trabajo al capital. Sin embargo, incluso en el
ámbito de esa categoría no se alcanza un carácter resolu-
tivo, porque este se confronta con dilemas de conocimiento
que sobrepasan los límites del mismo Trabajo Social. Es-
tos se relacionan con la aprehensión del ser en su esencia
y del capitalismo en su particular expresión y desarrollo
y están presentes en el mundo y en el pensamiento de la
actualidad.
Se plantearon problemas como: ¿La condición de asala-
riado asegura la identidad entre profesión y trabajo? ¿El
trabajo abstracto es idéntico al trabajo entendido en el
preciso sentido ontológico como base de la producción de
la riqueza material? ¿El trabajo abstracto/indiferenciado
puede ser analizado atribuyéndole objeto, medios y fines?
Con las transformaciones económico-sociales contemporá-
neas y la inclusión del sector de servicios en la ocupación
de la fuerza de trabajo, ¿desaparece toda diferencia de cla-
se y, por lo tanto, todo trabajador asalariado es igualmen-
te productor de la riqueza material? ¿El trabajo es una
categoría universal idéntica a la totalidad social?
El retorno a Marx ante estos grandes problemas fue in-
evitable; sus descubrimientos respecto a las determina-
ciones esenciales del modo de producción capitalista y de
las relaciones sociales en él constituidas, nuevamente se
revelaron como fundamentales para el entendimiento del
carácter del trabajo y de sus expresiones contemporáneas.
Pero la formulación de Marx sobre las bases económico-
sociales y la actualidad de sus fundamentos para explicar

31
Editorial Dynamis

el capitalismo hoy, se configuran en polémicas de larga


data. Incluso la categoría del trabajo abstracto como tra-
bajo indiferenciado, porque de él se abstrae “la diferencia
entre las formas útiles de esos trabajos” (Marx, 1983, p.
52/ 2008, p. 55), ha sido objeto de análisis y de confronta-
ciones teóricas. Se encuentran imbricadas en un universo
categorial de gran complejidad, en el cual tiene destaque
la plusvalía, quién la produce directamente, quién parti-
cipa de ella.
De este modo, el significado de la aproximación entre
Trabajo y Trabajo Social es mucho más amplio de lo que
parecía inicialmente y también mucho más importante
y decisivo para su aprehensión. Independientemente de
la utilidad que podría traer al aspecto conceptual o in-
cluso técnico-operativo, acerca del esclarecimiento sobre
la concepción de la profesión y de su instrumentalidad,
esta aproximación en el sentido ontológico preciso de las
categorías marxianas, trae para el debate profesional un
significado que sobrepasa esas necesidades subyacentes.
Su importancia refiere a la contribución que la reflexión
sobre el tema puede dar al campo de las teorías sociales,
develando cuestiones referentes al ser social como totali-
dad, en la cual el Trabajo Social emerge como momento
del propio desarrollo histórico concreto. Por esto, se trata
de un momento del proceso de investigación de los objetos
sociales, tan significativo como los denominados objetos
de la práctica profesional, de las políticas sociales, de los
derechos sociales o del Estado, y no una mera reflexión en
relación al “ombligo” del Trabajo Social. Investigar el Tra-
bajo Social en el sentido de su carácter esencial es pensar
el ser social, la vida en sociedad, los fundamentos esencia-
les del mundo de los hombres y su desarrollo.
Entendemos que la investigación consistente y el deba-
te maduro en la confrontación de ideas no amenazan la
tendencia de Intención de Ruptura derivada de la Recon-

32
Trabajo Social en debate

ceptualización y, menos todavía, el proyecto profesional


construido en las últimas décadas, que trajeron tanto para
el posicionamiento crítico del Trabajo Social, impulsando
el crecimiento teórico-profesional. Si estos se encuentran
amenazados, ciertamente no es por la búsqueda de su-
perar lo “falso socialmente necesario”, aproximándose lo
más fielmente posible a la realidad, y sí por cuestiones que
van más allá del propio Trabajo Social, con la tendencia
al conservadurismo que la crisis actual ha estimulado. Al
contrario, el debate de ideas sigue una tradición inaugu-
rada por Marx de incorporar conocimientos producidos,
elaborar la crítica y sacar a la luz imprecisiones, para
profundizar en la aprehensión de lo real. Momentos im-
prescindibles para que la investigación producida adquie-
ra un significado importante si la propensión del Trabajo
Social ha sido la de insertarse en el área del conocimiento
humano de las relaciones sociales, porque allí se revela
un momento de la objetividad social y, en este sentido, la
investigación y el debate entre distintas perspectivas es
fundamental.
En lo que concierne al tema de la relación entre trabajo y
Trabajo Social, tratada aquí, jamás tuvimos la pretensión
de abarcar todo el conjunto problemático que la configu-
ra, ni la autora se considera suficientemente preparada
para tal realización. En ningún momento nos remitimos
directamente a la categoría del trabajo abstracto y sus
subcategorías de trabajo productivo e improductivo. Las
reflexiones presentadas en este libro se insertan en el de-
bate en cuanto abordaje ontológico esencial al examen de
la función que el Trabajo Social ejerce en la sociedad, como
un momento de la realidad objetiva en su desarrollo repro-
ductivo. En este sentido, consideramos las reflexiones aquí
contenidas plenamente válidas actualmente, sin requerir
reparaciones esenciales. Motivo por el cual nos propone-
mos someterlas a la apreciación de un público más amplio.

33
Editorial Dynamis

La perspectiva que conduce la reflexión es que la caracte-


rización del Trabajo Social como profesión asalariada, si es
la base para articularla al trabajo abstracto, es insuficien-
te para definirlo como proceso de trabajo y, en cuanto tal,
portador de objeto, medios y producto propios. Si el Traba-
jo Social tiene posibilidad de disponer de tales elementos
no es por su identidad con el trabajo, incluso porque el tra-
bajo es modelo de toda praxis social. Además, conceptuar
el Trabajo Social impone, en nuestra opinión, entender el
ser social, lo que él es, su sentido ontológico preciso. En
este último sentido siguen nuestras reflexiones.
Para eso tenemos claro que desde el punto de vista de
los fundamentos ontológicos de la socialización humana
hay aspectos reveladores sobre el hombre, tratados por el
filósofo húngaro Georg Lukács, en su obra de madurez Per
l’ Ontología dell’Essere Sociale,12 que pueden contribuir,
no sólo al esclarecimiento de categorías marxianas, y a la
aprehensión del complejo categorial del ser social en su
conjunto, sino también en la delimitación del lugar y de
la función del Trabajo Social en el contexto de la socializa-
ción humana.
La elección de los fundamentos para nuestro debate reca-
yó sobre este pensador justamente porque el pensamien-
to del Lukács de la madurez, siguiendo la estela de un
decisivo punto metodológico del marxismo, presenta una
fascinante exposición de la génesis y del lugar ontológico
del trabajo en el mundo de los hombres, de sus conexiones
internas y de su articulación con la totalidad social. Ade-
más de eso, las dimensiones centrales que se desdoblan
a partir del complejo del trabajo aprehendidas por este
pensador se muestran como soluciones muy actuales en
relación al pensamiento marxista contemporáneo. En su

12 Lukács, G. Zur Ontologie des gesellschaftilichen Sein. Lutcherland


Verlag, 1986. Utilizamos la traducción italiana de esta misma obra, titula-
da Per l’Ontología dell’Essere Sociale, Roma, Riuniti, 1981.

34
Trabajo Social en debate

Ontología realiza un tertium datur tanto en términos del


marxismo vulgar que comprende los fenómenos sociales
como puras derivaciones mecánicas de las legalidades eco-
nómicas, como en las proposiciones idealistas que sitúan
estos mismos fenómenos exclusivamente en la esfera de
la subjetividad. Ambos son complejos articulados e indiso-
ciables de la totalidad social.
La realización de este tertium datur fue importante, pero
aún más decisivo fue el develamiento del carácter ontoló-
gico de la teoría social de Marx en su articulación entre
ontología y ciencia en un tiempo marcado por la fractura
de esas dimensiones del conocimiento. Su afirmación pre-
cisa de que la ontología marxiana expresa un determinado
tipo de ser, el ser social, como efectivamente existente y,
en ese sentido, de que las peculiaridades esenciales de las
relaciones sociales en el capitalismo se muestran como de-
terminaciones de la existencia. Una existencia histórico-
concreta creada por los propios hombres que para existir
tienen que producir los medios necesarios para su existen-
cia, y lo hacen por el trabajo.
Lukács devela las articulaciones y la continuidad de la
vida de los hombres en sociedad fundamentado en una
concepción histórica del ser en general en cuanto complejo
de complejos y en una concepción de ser social en cuanto
resultado exclusivo de las acciones humanas. Aunque no
se pueda afirmar la pretensión del autor en producir una
ontología del ser en general, su investigación del mundo
de los hombres se amplía hacia una visión ontológica más
allá del ser social, por comprender que la confrontación
entre la vida social y las realidades existentes en la na-
turaleza ayuda a explicar la organización de la sociedad
humana, sin que eso signifique una simple continuidad
natural del mundo de la naturaleza al ser social, y tam-
poco que la sociedad humana se explique por principios
puramente ideales.

35
Editorial Dynamis

Bajo esta perspectiva, el ser en su universalidad máxima


es compuesto por las esferas mineral y orgánica y por el
mundo de los hombres; estas esferas se articulan entre sí
por la relación de dependencia existente entre una y otra.
El ser social tiene su base de existencia en el ser orgánico,
y éste, a su vez, necesita del ser mineral para existir. Al
mismo tiempo, estas esferas forman complejos relativa-
mente autónomos y esencialmente distintos en sus lega-
lidades internas, configurando un complejo de complejos
de carácter unitario: tanto el ser en general como el ser
social son complejos de complejos internamente heterogé-
neos pero, por último, unitarios. En este sentido, todo ser
es un complejo que existe como parte de un todo comple-
jo. Además de esto, el ser es portador de una continuidad
histórica que se explicita en el incesante movimiento de
determinación reflexiva de los complejos parciales entre sí
y de estos con la totalidad.
Lo que distingue al ser social de las esferas naturales
es que la objetividad del ser social es fundada por actos
teleológicos humanos, una categoría existente solamente
en el ser social. Entre la naturaleza y el ser social se inter-
pone un salto ontológico;13 el mundo de los hombres pasa
a constituirse en una nueva esfera de ser en la medida
en que es fundado a partir de los actos conscientes de los
hombres que se apoyan necesariamente sobre decisiones

13 Sobre salto ontológico Lukács comprende: “cada salto significa una


transformación cualitativa y estructural en el ser, en la cual el estado inicial
contiene dentro de sí, sin duda, determinadas condiciones y posibilidades
de la posterior y más elevada, pero estas no pueden ser desarrolladas a
partir de aquellas según una continuidad simple y rectilínea. Esta ruptura
con la continuidad normal de la evolución es lo que constituye la esencia
del salto, no el surgimiento temporalmente súbito o paulatino de la nueva
forma del ser”. Lukács, G. Per l’ Ontología Dell’ Essere Sociale. Roma:
Riuniti, 1981. Vol II*, I, p. 17-18/Lukács, G. Ontología del ser social. El
trabajo. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2004, p. 60-61.

36
Trabajo Social en debate

entre alternativas. Por otro lado, el ser natural permanece


siempre como la base de existencia del ser social.
La esfera social solamente puede diferenciarse de la na-
turaleza en un proceso en que surge y se desarrolla una
compleja articulación en la cual el mundo de los hombres
somete constantemente a la naturaleza a transformacio-
nes orientadas por un acto teleológico. Según Lukács, “el
nivel del ser más alto conocido por nosotros –el ser social–
solo llega a constituirse como un nivel específico gracias
al efecto real que en él ejerce lo teleológico; solo gracias a
dicho efecto se eleva lo social por encima del nivel en que
se basa su existencia –el de la vida orgánica– y se convier-
te en un nuevo modo de ser independiente. Solo podemos
hablar racionalmente sobre el ser social si concebimos que
su génesis, su diferenciación respecto de su base, su auto-
nomización, se basa en el trabajo, es decir, en la realiza-
ción continua de posiciones teleológicas” (Ídem, ibídem, p.
24/p. 67-68). O sea, el momento fundante en este proceso
es precisamente el trabajo. Este importante complejo so-
cial es la mediación por la cual el hombre realiza el inter-
cambio orgánico con la naturaleza, posibilitando que el ser
social se constituya en una esfera ontológica particular en
el interior de la totalidad del ser en general.
Si por un lado el trabajo, o la posición teleológica prima-
ria, es la mediación fundamental en el salto ontológico a
la constitución del mundo de los hombres, otras posiciones
teleológicas, u otro poner teleológico como se lo quiera de-
nominar, igualmente importantes actúan al interior del
ser social, dando lugar a procesos reproductivos funda-
mentales a la elevación del hombre a ser humano genéri-
co. Esas posiciones teleológicas secundarias están mucho
más cercanas al trabajo en su fase más desarrollada y se
encuentran muy imbricadas a las posiciones primarias.
En lo inmediato, la realidad se presenta como una indiso-
luble unidad entre los complejos parciales, dificultando la

37
Editorial Dynamis

percepción del carácter de identidad de la identidad y de


la no identidad existente entre complejos que se interpe-
netran en el interior de la totalidad social.
En esa perspectiva del ser social como complejo histórico,
que tiene por fundamento las posiciones teleológicas de los
hombres, conducimos nuestro debate sobre la concepción
del Trabajo Social como proceso de trabajo. Tuvimos siem-
pre presente que la historia no es teleológica, o sea, es sín-
tesis de los innúmeros actos singulares de los hombres y
no hay cualquier teleología que la preceda más allá de los
actos humanos. Además de esto, la continuidad histórica
no significa un simple movimiento lineal, encontrándose
sujeta a rupturas y retrocesos, de modo que en el proceso
evolutivo no hay garantía de avances; los hombres produ-
cen la historia haciendo elecciones en circunstancias de-
terminadas, con posibilidades, inclusive, de involuciones.
Pero en el continuo movimiento histórico los hombres, de
simples ejemplares naturales, se desarrollaron a partir
del trabajo en medio de contradicciones, en dirección a la
constitución de la humanidad hoy existente y a las posibi-
lidades de su emancipación.
En lo esencial, el texto que ahora presentamos se apo-
yó en el presupuesto ontológico por el cual no existe cual-
quier posibilidad de que el ser social pueda ser reducido
al trabajo, del mismo modo que del trabajo no se puede
deducir el ser social en su totalidad. El ser social es cons-
tituido a partir de las posiciones teleológicas de los hom-
bres, teniendo en el trabajo la posición primaria o cate-
goría fundante, porque en ella se realiza la síntesis entre
teleología y causalidad que origina un nuevo ser distinto
de la naturalidad simple. No obstante, entre trabajo y to-
talidad social predominan los momentos sociales y la so-
cialización, desde las primeras formas, se constituye en
un complejo de complejos que extrapola los simples actos
del trabajo. Junto a él tienen lugar posiciones secundarias

38
Trabajo Social en debate

que configuran las bases de las relaciones entre los hom-


bres. Deriva del carácter unitario del ser social en cuanto
complejo de complejos que el trabajo y otros fenómenos
sociales solamente existan en relación uno al otro, en una
íntima determinación reflexiva; sin embargo, son polos
relativamente autónomos con aspectos cualitativamente
distintos.
Procedemos a una reflexión referenciada por el análisis
inmanente de texto, concentrando esfuerzos en la direc-
ción de aprehender el carácter esencial de las posiciones
teleológicas primarias y secundarias, privilegiando dos
momentos de la Ontología de Lukács: el trabajo y la ideo-
logía. Buscamos, así, tornar preciso tanto el trabajo como
posición que se destina al intercambio orgánico con la na-
turaleza, como otras posiciones que se desdoblan a partir
de este importante complejo del ser social, teniendo como
finalidad actuar sobre la consciencia de otros hombres,
cuyo objeto, por lo tanto, es el hombre y sus relaciones
reales. Analizamos qué tipo de posición teleológica pre-
senta mayor cercanía con el Trabajo Social, discutiendo
su aproximación y sus límites con el proceso de trabajo y
ponderando sobre la posibilidad de su carácter ontológico
como ideología.
Nuestra expectativa es contribuir al debate sobre el Tra-
bajo Social en la perspectiva de entenderlo como un com-
plejo de la socialización humana, con función en la repro-
ducción de la sociedad. Reconocemos el nivel introductorio
de las reflexiones, sin pretensión de atribuirles un carác-
ter conclusivo, entendiéndolas como uno de los momentos
de la aprehensión del Trabajo Social en el contexto de la
totalidad social, que se constituye como punto de partida
para nuevas investigaciones y profundizaciones.

39
CAPÍTULO I

SOBRE EL TRABAJO

Trabajo: protoforma de la actividad humana

Las tesis y principios ontológicos fundamentales del fi-


lósofo húngaro Georg Lukács, en que nos apoyamos para
esta reflexión sobre el Trabajo Social, están contenidas en
el texto de su Ontología, configurando un amplio universo
categorial en el que debate con otros importantes pensa-
dores y expone su aprehensión del Ser Social. No existe de
nuestra parte la pretensión de tratar la obra en su totali-
dad, lo que llevaría un tiempo mucho mayor, considerando
su dimensión y el conjunto de formulaciones contenidas en
ella. Para esta exposición tomaremos básicamente como
referencia dos capítulos de la segunda parte de la obra: El
Trabajo y El Problema de la Ideología,14 momentos esen-
ciales de las posiciones teleológicas de los hombres.
Lukács defiende que “toda muralla china que haya sido
erguida en el curso del desarrollo social entre ciencia y
filosofía debe ser demolida, sin que las diferencias entre
ambas sean anuladas” (2010, p. 299). Se refiere a la ten-
dencia a teorías del conocimiento que, al contraponerse a
la filosofía predominante en la Edad Media, acabó elimi-
nando toda ontología en el conocimiento del mundo, dejan-
do de reconocer al ser como algo efectivamente existente.
Esa muralla erguida entre ciencia y filosofía conduce al
desconocimiento de que esas formas de pensamiento ejer-
cen diferentes funciones en el conocimiento, pero pueden
interactuar, completándose. La cooperación orgánica en-
tre ciencia y filosofía tiene como significado metodológico
que

14 [N. d. E. Cabe observar que la referencia a El problema de la ideología


refiere al punto 3 del capítulo Lo ideal y la ideología.]
Editorial Dynamis

[...] todo el conocimiento científico debe orientarse por el


conocimiento filosófico, y todo conocimiento filosófico por el
científico, y de modo ininterrumpido extravasarse, a fin de
aprehender, intelectivamente, al ser en su articulación ca-
tegorial y sus categorías como determinaciones internas del
ser (ídem, p. 311).

Pero para que esto efectivamente sea válido, las bases


filosóficas de cualquier conocimiento deben considerar
fundamentalmente el carácter ontológico del ser en su
universalidad y en su particularidad. Los aspectos mera-
mente aislados de cualquier ser llevan a distorsiones en
el conocimiento efectivo de lo real en su verdadera cons-
titución, de modo que: “Sin un dominio intelectual y cien-
tífico del ser social, que tiene que partir ontológicamente,
siempre de las tentativas teóricas de esclarecimiento de la
praxis humana (en el sentido más amplio), no habrá una
ontología confiable objetivamente fundada” (ídem, p. 59).
Con esto Lukács refuta tentativas metodológicas de apre-
hensión del ser en sentido meramente gnoseológico que
resultan en postulaciones ideales y afirma una ontología
marxiana materialmente fundada.
Inicialmente dejamos claro que es posible identificar al-
gunos conceptos fundamentales para el entendimiento de
la perspectiva lukacsiana sobre el hombre y sus relacio-
nes. El concepto de totalidad es algo decisivo en la Ontolo-
gía de Lukács, pero no una totalidad como es vista común-
mente en la noción de todo, el ser social es una totalidad
compleja, un compuesto de innúmeras otras totalidades
que en su conjunto y en sus detalles son siempre totalida-
des, de modo que en el sentido más general, o en el sentido
más singular, cada complejo es formado por un conjunto
de relaciones que se interdeterminan y se articulan en una
totalidad. La totalidad social es básicamente compuesta,
en sentido más general, por el desarrollo de los polos on-

42
Trabajo Social en debate

tológicos de la socialización y de la individualidad, un polo


comprende el desarrollo de las fuerzas productivas, el otro
el de las individualidades sociales, dialécticamente articu-
lados y solamente existentes en esa relación. El carácter
de esta totalidad es ontológico, tiene una existencia efecti-
va como producto de la acción de los hombres, pues para el
autor, “el hombre es un ser capaz de dar respuesta” (1978,
p. 21/ 2004, p. 39) transformando sus carencias en res-
puesta a las necesidades creadas cotidianamente median-
te el proceso de reproducción.
La sociedad, especialmente la más evolucionada, es un
complejo de complejos de cuya base económico-material
emerge un conjunto de relaciones y de complejos no eco-
nómicos como la política, el derecho, el arte, la filosofía,
etc., en permanente interacción con esta base que, si no
pueden ser desconectadas de ésta, poseen una autonomía
relativa en relación a ella. Por lo tanto, no hay una com-
pleta identidad entre la base y los complejos particulares
de ella derivados, así como entre los complejos entre sí,
cada uno ejerce una función específica en el contexto de
la totalidad social y presenta peculiaridades en relación a
los otros. En un sentido más general, en la relación entre
la base económica y los otros complejos sociales, esta base
es el momento predominante, pero en la relación entre los
complejos particulares y la totalidad, la totalidad consti-
tuye el momento predominante.
El ser social es una totalidad en movimiento, hay en él
un proceso evolutivo que va desde las formas de organi-
zación social más simples a las más complejas puesto que
el ser, de hecho, todo ser es, para el autor, dotado de con-
tinuidad. Sólo que ese proceso evolutivo, repetimos, no
significa un mero continuum, una evolución lineal, sino
un proceso permeado también por discontinuidades, evo-
luciones e involuciones como tantas veces ha ocurrido en
la historia. Las sociedades surgen, pueden evolucionar o

43
Editorial Dynamis

autodestruirse, no hay garantía de una continuidad del


proceso humano como simple evolución permanente, el ca-
rácter de esa continuidad está en el hecho de que el género
humano surgido con el trabajo viene, a lo largo de la histo-
ria, conservando trazos comunes que marcan el desarrollo
de un ser social aún mudo en dirección a la superación de
su mudez. Desde el comunismo primitivo momentos deci-
sivos de ese proceso presentan características peculiares
y únicas, siempre con base en determinaciones objetivas,
metamorfoseándose en la historia en modos de producción
cada vez más complejos y contradictorios en dirección a la
humanización del hombre.
El surgimiento de las sociedades de clase desde el es-
clavismo es marcado por la explotación del hombre por
el hombre, por lo tanto, por la alienación (Entfremdung)
que impide el crecimiento de los individuos al mismo nivel
del crecimiento de las fuerzas productivas, constituyen-
do obstáculos al desarrollo pleno del género humano. Por
eso mismo Lukács, después de Marx, entiende la historia
humana como incompleta, todavía no orientada conscien-
temente en favor del propio hombre, o sea, como la pre-
historia de la humanidad. Solamente un nivel superior de
socialización daría inicio a la historia humana auténtica,
pero aun así no significaría el fin de la historia, pues: “La
oposición a todo utopismo se expresa en Marx también en
el hecho de que todo ‘fin de la historia’ es declarado estric-
tamente imposible” (Lukács, 2010, p. 331).
El concepto de trabajo es fundamental en la Ontología
especialmente por corresponder a la génesis del ser social.
Es la categoría central y decisiva en la constitución del
hombre, categoría en el sentido marxiano de “modo de ser,
determinación de la existencia” (1981, p. 301), significando
trabajo que el trabajo es un proceso histórico real y objetivamen-
te existente, compuesto de innúmeros actos individuales
en los cuales opera una consciencia que se apodera de la

44
Trabajo Social en debate

realidad objetiva y la transforma mediante una incesante


producción de nuevas realidades. Con el trabajo, surge un
género humano, dotado de una consciencia peculiar y ca-
paz de interactuar con la naturaleza produciendo algo no
existente antes, tiene inicio el proceso de humanización
del hombre en cuanto proceso histórico-social. Al tratar
sobre el trabajo en sus conexiones internas, Lukács deja
claro que está realizando una “abstracción necesaria”, en
el sentido definido por Marx, pero el trabajo efectivamente
sólo existe como momento real del proceso de reproducción
articulado al contexto de la totalidad social.
Bajo ninguna circunstancia, conviene repetir, Lukács
restringe las determinaciones del ser social al trabajo. El
trabajo es un momento distinto e inseparable de la tota-
lidad social en el mundo de los hombres del cual forma
parte desde las formas más primitivas de organización
humana; siendo también de modo decisivo para la repro-
ducción del ser social importantes categorías cómo: el len-
guaje, la división del trabajo, la cooperación, la ideología.
De modo que el trabajo existe, de hecho, en el interior de
una socialización, en una relación recíproca con las otras
categorías del ser social, integrando la totalidad de este
ser como complejo de complejos.
Considerando la premisa de que el trabajo funda la so-
cialización, pero la totalidad social no puede ser reducida
al trabajo, conducimos nuestra reflexión en el sentido de
develar aspectos ontológicos fundamentales para la apro-
ximación al Trabajo Social como un complejo de la totali-
dad social. En la exposición iniciaremos con la categoría
trabajo para tratar, enseguida, de la ideología, buscando
volver precisos los momentos centrales de estos complejos,
sus determinaciones y funciones esenciales. La tentativa
es realizar una aproximación, lo más fielmente posible, a
lo que el autor produjo, procurando develar las posibles
conexiones y heterogeneidades existentes entre trabajo,

45
Editorial Dynamis

en el preciso sentido del término, y los complejos ideológi-


cos resultantes del desarrollo social. Con esto esperamos
disponer de argumentos suficientes para analizar la apro-
ximación entre Trabajo Social y Proceso de Trabajo.

1. Categorías esenciales del trabajo

En el pensamiento de Lukács, el trabajo es momento


creador que opera la síntesis entre teleología y causalidad,
o sea, constituye una interacción entre sujeto y objeto a
través de la cual “se realiza una posición teleológica den-
tro del ser material en cuanto surgimiento de una nueva
objetividad” (Ídem, ibídem, p. 19/ 2004, p. 62). Se trata
de una categoría antigua. El trabajo ya había sido pensa-
do desde los griegos hasta Hegel con bastante cercanía a
lo real, pero le correspondió a Marx su aprehensión en el
preciso sentido ontológico materialista, en el cual Lukács
se apoya para divisar los momentos esenciales. La teleolo-
gía hace del trabajo una peculiaridad exclusiva del mundo
de los hombres, según lo que Marx ya había anunciado:

Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece


exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones
que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por
la construcción de las celdillas de su panal, a más de un
maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al
peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha
modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la
cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado
que antes del comienzo de aquél ya existía en la imagina-
ción del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa
un cambio de forma de lo natural; en lo natural, al mismo
tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que

46
Trabajo Social en debate

determina, como una ley, el modo y manera de su accionar y


al que tiene que subordinar su voluntad.15

Marx aprehende la dimensión fundamental de la teleolo-


gía como momento exclusivo del trabajo humano y con eso
señala la diferencia de esta acción de los hombres en re-
lación a cualquier forma de los actos en el mundo animal
que quizás sean asemejados a él. La distinción consiste en
que, por el trabajo, el hombre responde a los desafíos de la
materia natural, teniendo como base un acto de conscien-
cia que establece una finalidad, y esta finalidad dirige todo
el proceso. El producto final es la idea original impresa en
el objeto, resultante de un movimiento en el cual la cons-
ciencia se subordina a las determinaciones fundamentales
del objeto y, al mismo tiempo, reordena el objeto bajo nue-
vas formas y relaciones, conforme el objetivo previamen-
te definido. Este acto de consciencia ya no constituye un
epifenómeno, como en el mundo animal, pues sobrepasa
las determinaciones puramente biológicas, impulsando el
desarrollo de relaciones sociales fundadas en el trabajo.
Así como Marx, Lukács concibe al trabajo como una ca-
tegoría exclusiva del ser social y la teleología como un
momento limitado al trabajo, pudiendo reconocerla legí-
timamente de modo más amplio en la praxis humana. El
autor demarca su contraposición a la idea de que la teleo-
logía pueda ser elevada al status de categoría cosmológica
universal, que recorrió todo el pensamiento filosófico, y
cuya consecuencia fue una antinomia competitiva entre
teleología y causalidad, resultando en una concepción de
teleología como motor de la historia. De él emergen ideas
de una historia teleológica conducida por la razón o por un
ser transcendente, en el sentido de que el hombre sufre la

15 Das Kapital, I, p. 140; MEW, 23, p. 193, apud Lukács, Per l’Ontología
dell’Essere Sociale, vol.II*,I, p,18-9. [El Capital. Crítica de la economía
política. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2008, p. 216.]

47
Editorial Dynamis

historia en vez de producirla de hecho. Ahí se encuentra la


fuente de una teleología universal, de que la historia sería
teleológica, conducida idealmente.
Para el filósofo húngaro, sin embargo, “el trabajo no es
una de las múltiples formas de aparición de la teleología
en general, sino el único punto en que puede demostrarse
ontológicamente una posición teleológica en cuanto factor
real de la realidad material” (Lukács, 1981, p. 23/ 2004, p,
67).16 Esta percepción avanzada de la teleología deriva de
la posibilidad de su efectiva demostración como momento
de un acto existente en lo real, en el cual la teleología com-
pone objetivamente un proceso de transformación mate-
rial y, en este proceso, el hombre deja su marca, que puede
ser reconocida en cualquier tiempo.
El trabajo no podría realizarse si los objetos a ser produ-
cidos no fuesen elaborados idealmente, o sea, si el pensa-
miento no formulase un proyecto para guiar las activida-
des prácticas apropiadas para su producción. La teleología
constituye, así, la categoría central en el trabajo, aquel
momento singular y abstracto en que la consciencia pro-
yecta idealmente la construcción de un nuevo ser y debe
concretizarlo en una interacción con la causalidad. Como
previa ideación contiene, potencialmente, los sucesivos ac-
tos que transforman el objeto en nueva realidad.
Para Lukács, la teleología, por su propia naturaleza, es
una categoría puesta: “todo proceso teleológico implica la
posición de un fin y, con ello, una conciencia que pone fi-
nes” (20/63). Al tener inicio en un acto de consciencia, la
teleología supone un autor, una íntima conexión con la
consciencia que la origina. Pero esto no reduce la teleolo-
gía a un simple impulso subjetivo, pues los actos teleológi-

16 Debido al gran número de citaciones requerido por el procedimiento de


análisis, a partir de ahora indicaremos las citaciones de Lukács referentes
a Per l’ontología dell’essere sociale solamente por el número de la página,
entre paréntesis.

48
Trabajo Social en debate

cos, así como la consciencia que los pone, solamente exis-


ten en el interior del ser social, componiendo el conjunto
de la objetividad social.
Así, la teleología, en la condición de momento conscien-
te del ser social, es “factor real de la realidad material”
(23/67), definida por Lukács como “categoría ontológica
objetiva” (23/63), en el sentido preciso de que la conscien-
cia, con el acto de poner, da inicio a un proceso real, exac-
tamente al proceso teleológico. La posición, por lo tanto,
“tiene, pues, aquí un carácter inevitablemente ontológico”
(20/63). De modo que una posición no significa solamente
una tomada de consciencia ante la realidad objetiva, sino
un momento objetivo que despliega un proceso objetivo en
el mundo de los hombres. Al desencadenar un proceso real
específico del mundo humano, el poner, así considerado,
funda una nueva objetividad, algo no existente anterior-
mente en la historia natural.
Entonces Lukács no sólo considera al objeto, sino tam-
bién a la teleología, como actividad humana sensible, en
cuanto acto de poner que transforma la causalidad en algo
finalmente producido y, por lo tanto, ejerce en el objeto
una fuerza material real. Sin embargo, como veremos pos-
teriormente, la objetividad de la teleología es diversa de
aquella objetividad de la naturaleza, dado que teleología y
causalidad mantienen siempre sus cualidades esenciales.
Al contrario de la teleología, la causalidad no supone un
autor consciente; “[...] es un principio del movimiento au-
tónomo basado en sí mismo, que también preserva este
carácter suyo cuando una serie causal tiene su punto de
partida en un acto de la conciencia” (20/63). Sus cualida-
des residen en principios totalmente ajenos a la posición
teleológica; sus características, destino o evolución obede-
cen a leyes naturales e independientes de la consciencia
humana, entrando en relación con ésta solamente en el
acto de producción. Fuera de esta relación, la causalidad

49
Editorial Dynamis

es “un sistema de complejos cuya legalidad se perpetúa


en plena indiferencia hacia todos los esfuerzos y pensa-
mientos humanos” (26/70). Aparte de las modificaciones
propias de la naturaleza, en sí desprovistas de cualquier
teleología, solamente un acto humano puede poner en mo-
vimiento las cualidades naturales de una causalidad.
Esta cuestión es perceptible incluso en la realidad coti-
diana. Si un hombre no se propone a transformar una pie-
dra en otro objeto para su uso, la piedra, intencionalmen-
te, jamás se transformará en aquel objeto. Sin mencionar
que, por parte de la piedra, el proceso de transformación
se realiza en la más absoluta inconsciencia, aunque las
cualidades inherentes a la piedra ejerzan, como veremos
más adelante, una fuerza también decisiva en el proceso.
En el aspecto subjetivo, la esencia de la causalidad con-
firma la teleología como categoría decisiva y central en el
trabajo; de la objetividad material no brota naturalmen-
te un ser de una naturaleza divergente de aquel que lo
originó, pues esto sólo puede ocurrir por la acción de una
posición teleológica, de un acto originado en la consciencia
(Cf. 23-25/67-70).
Por otro lado, a través de una acción dirigida por el pen-
samiento, una piedra puede tornarse un objeto que diver-
ge de la simple naturalidad. Un cuchillo de piedra pro-
ducido en el Paleolítico, por ejemplo, fue producido para
tener utilidad, por lo tanto, es portadora de una esencia-
lidad propia del mundo de los hombres. En la interacción
con la subjetividad, el ser de la piedra fue reorganizado
bajo nuevas formas y relaciones, convirtiéndose en objeto
social.
Al mismo tiempo, esto pasa sin que la piedra deje de ser
piedra. Lukács dice que “la única transformación de las
categorías naturales solo puede consistir en que estas –
en un sentido ontológico– sean puestas” (27/71). Pero las
categorías naturales se tornan puestas solamente porque

50
Trabajo Social en debate

“su ser-puestas es la mediación de su subordinación bajo


la posición ontológica determinante, a través de la cual, al
mismo tiempo, a partir de un enlazamiento de causalidad
y teleología, surge un objeto, un proceso, etc. unitariamen-
te homogéneo” (27/71).
Esto no significa que la piedra se transmutó en pensa-
miento, al contrario, mantuvo sus propiedades naturales.
La causalidad dada (naturaleza) se subordina a determi-
nadas posiciones teleológicas, adquiriendo nuevas formas
y relaciones que la convierten en causalidad puesta (rea-
lidad social), sin, no obstante, convertirse en teleología:
“sin alterar en lo demás la esencia de esta” (24/68). Esto
porque, en términos ontológicos naturales, los fundamen-
tos de la causalidad no sufren modificación, se mantienen
como “principio del movimiento autónomo basado en sí
mismo” (20/63), indiferentes al hecho de estar o no arti-
culados en una forma originada en un acto de consciencia.
En suma, una nueva objetividad surge de la naturaleza
en la medida en que la subjetividad humana aprehende
sus propiedades y leyes, les atribuye nuevas funciones y
diferentes modos de operar, teniendo el límite de no po-
der alterar el carácter fundante del ser material. Así, es
debidamente aclarado que, para Lukács, entre teleología
y causalidad no existe una identidad; sujeto y objeto son
categorías esencialmente heterogéneas.
El trabajo, en este sentido, significa una síntesis en la
cual se tiene “una coexistencia concreta, real y necesaria
de causalidad y teleología”, entendido como un “un pro-
ceso real unitario, cuyo movimiento se funda en la inte-
racción de esas antítesis” (24/68). El proceso de trabajo
solamente se realiza mediante la articulación entre sub-
jetividad y objetividad, como categorías distintas y efec-
tivamente existentes. En ese proceso, la teleología tiene
el papel determinante de interactuar con la causalidad,
convirtiéndola en causalidad puesta. Sin esta acción del

51
Editorial Dynamis

sujeto sobre la objetividad no existe proceso de trabajo. El


momento del trabajo en el cual se realiza la conversión de
causalidad en causalidad puesta es la objetivación.

2. El Proceso objetivación/exteriorización17

Con el trabajo el hombre opera en el mundo natural mo-


dificaciones de carácter ontológico, realizando la conver-
sión de un objeto natural en objeto social. La presencia de
la teleología es decisiva para que esto pase. En el interior
del proceso de trabajo, la teleología interactúa con la cau-
salidad y se objetiva en el objeto, dándole un nuevo carác-
ter. Con esto lanza al mundo natural algo enteramente
nuevo, una causalidad puesta, una realidad convertida en
concreta por el proceso de objetivación, en el cual una po-
sición teleológica, en respuesta a un desafío de la realidad
existente, gana materialidad en un objeto material real.
La objetivación es precisamente el momento del trabajo
en el que la teleología se transmuta en causalidad puesta.
Como vimos anteriormente, las transformaciones en la
causalidad pasan sin que haya cualquier modificación en
sus cualidades naturales, “sin encontrarse sometido a una
transformación intrínseca, surge, a partir de los objetos
naturales, a partir de las fuerzas naturales, algo total-
mente distinto”, pero esto puede ocurrir solamente “den-
tro de la índole ontológicamente insuperable de las leyes
naturales” (27/71), lo que mantiene la integridad objetiva
de la causalidad.

17 Exteriorización, en alemán Entäusserung, momento del trabajo en el


cual el sujeto se exterioriza ante el objeto creado, es diferente de Entfre-
mdung, que corresponde a la alienación. Entfremdung es traducido algu-
nas veces como Extrañamiento. En la versión italiana de Per l’ontología
dell’essere sociale, Entäusserung fue traducido como Alienazione y Ent-
fremdung como Estranazione, lo que llevó al equívoco de confundir ex-
teriorización con alienación. Para Lukács, como veremos adelante, son
categorías distintas.

52
Trabajo Social en debate

La causalidad se vuelve puesta en el sentido de que es un


objeto creado a partir de un impulso del sujeto para res-
ponder a necesidades objetivas, por lo tanto, tiene su gé-
nesis en una consciencia que establece una finalidad. A su
vez, el pensamiento se convierte en causalidad puesta en
el sentido preciso de que el objeto creado es la expresión
material del proyecto pensado idealmente y con esto incor-
poró a su en sí los contornos decisivos de ese proyecto, ad-
quiriendo una cualidad diversa de la naturalidad simple.
Dice Lukács que, “por un lado, la posición teleológica apro-
vecha ‘meramente’ la propia actividad de la naturaleza”,
gracias a que el objeto mantiene sus atributos naturales;
“por otro, que la transformación de esa actividad coloca a
esta en contraposición consigo misma” (26-27/71).
El objeto creado ya no es más exclusivamente naturaleza;
al mismo tiempo, sin dejar de ser naturaleza, se convirtió
en su opuesto. La causalidad sufrió un cambio cualitativo,
realizando un salto para un nuevo grado del ser, lo que,
para Lukács, significa un salto ontológico. De manera que
la conversión de la causalidad en causalidad puesta se re-
fiere a un cambio de grado de un objeto del mundo natural
al mundo de los hombres. “Naturaleza y trabajo, medio y
fin producen, pues, de esa manera, algo en sí homogéneo:
el proceso de trabajo y, al final, el producto de trabajo”
(27/71). El producto del proceso unitario de trabajo es cau-
salidad puesta.
Así, para Lukács, el ser social es esencialmente causali-
dad puesta, en la medida en que teniendo su génesis en
el trabajo y, dentro de él, en el proceso de objetivación,
adquiere los contornos que la subjetividad le imprime.
La objetivación opera una modificación del mundo de los
objetos en el sentido de volverlos sociales. Al interior del
proceso de trabajo la objetivación realiza la síntesis entre
el momento ideal y la realidad material, fundando el ser
social, un proceso que se efectiva manteniendo siempre

53
Editorial Dynamis

teleología y causalidad como categorías ontológicamente


distintas. En este sentido el ser social, de modo necesario,
es internamente contradictorio.
La causalidad, en cuanto categoría de la naturaleza, tie-
ne existencia propia particular y autónoma, su existencia
es independiente de actos teleológicos. Lo contrario, sin
embargo, no es verdadero. La teleología, como vimos en
el apartado anterior, es una categoría puesta cuya exis-
tencia está delimitada por el complejo social del trabajo;
solamente al interior del trabajo tiene lugar la coexisten-
cia concreta entre teleología y causalidad. Por lo tanto, la
teleología es una categoría cronológicamente posterior a
la causalidad, que opera en conexión con el desarrollo ma-
terial del mundo humano. Entretanto, la teleología ejerce
una acción de retorno sobre la causalidad. Al apropiarse
de las cualidades intrínsecas de la naturaleza y reorde-
narlas en un nuevo modo de ser, provoca profundas trans-
formaciones en la propia naturaleza y funda una nueva
esfera ontológica, el ser social.
La causalidad puesta, resultante del proceso de objeti-
vación, es un ente objetivo tan real como la causalidad
dada y, por lo tanto, su historia transcurre de modo ajeno
a los actos teleológicos de su creador. Los objetos creados
por el hombre (sean ellos singularidades o la totalidad de
las relaciones sociales) se caracterizan, en cuanto causa-
lidad que son por sí, como “principio del movimiento au-
tónomo basado en sí mismo” (20). Por esto aparecen ante
los individuos como una “segunda naturaleza” (20/63), en
el sentido de que, en el cotidiano o inclusive al intentar
comprender al objeto creado con el objetivo de transfor-
marlo, el individuo se enfrenta con algo distinto al sujeto,
del mismo modo que en relación a la naturalidad simple.
Según dice Lukács:

54
Trabajo Social en debate

[…] el trabajo está basado, esencialmente, en que el ser, el


movimiento, etc. en la naturaleza se relacionan de un modo
totalmente indiferente con nuestras decisiones; es exclusi-
vamente el conocimiento correcto de aquellos lo que hace
posible su dominio práctico. El acontecer social tiene, sin
duda, una legalidad inmanente, “natural”, y en este sentido
se desarrolla con tanta indiferencia frente a nuestras alter-
nativas como la propia naturaleza (125-126/181-182).

De este modo la objetividad social mantiene el carácter


causal; su desarrollo nada tiene de teleológico, es deter-
minado por su legalidad inmanente en cuanto causalidad
puesta y por las relaciones que se establecen en el conjun-
to de la totalidad social. La objetivación en el proceso de
trabajo se expresa en una incesante producción de nuevas
realidades, que ganan autonomía en el cómputo general
del ser social en movimiento. Ontológicamente hablando,
la objetividad del ser social resultante del trabajo y, en su
interior, del proceso de objetivación es tan real como la
objetividad de la naturaleza. Las diferencias que se hacen
presentes entre la objetividad natural y la objetividad so-
cial tienen que ver con las peculiaridades en la legalidad
inmanente de cada esfera del ser en particular.
La objetivación es una relación esencial que se revela
en todas las expresiones humanas, en la medida en que
el hombre interactúa con la naturaleza y con la sociedad.
Esta interacción se concretiza en “cada acto de objetiva-
ción del objeto de la praxis”, simultáneamente en “un acto
de exteriorización de su sujeto” (397). Los procesos de ob-
jetivación expresan actividades de sujetos sociales que
no solamente actúan sobre el mundo objetivo, sino que se
transforman, también, a sí mismos y al conjunto de la so-
ciedad por ellos creada, y son, al mismo tiempo, transfor-
mados por ella. Dice Lukács:

55
Editorial Dynamis

Visto que todas las expresiones del hombre, comenzando


por las fundamentales como el trabajo y el lenguaje, hasta
las objetivaciones del más alto valor, son siempre necesaria-
mente posiciones teleológicas, la relación sujeto-objeto, en
cuanto relación típica del hombre con el mundo, es una in-
terrelación en la cual se tiene una acción innovadora, trans-
formadora, permanente del sujeto sobre el objeto y del objeto
sobre el sujeto, en la cual ni uno ni otro componente puede
ser concebido aisladamente, separado de su opuesto, esto es,
de modo autónomo (402).

En el continuo movimiento de reproducción del ser social


se verifica, concomitantemente, “el socializarse de la so-
ciedad, el dirigirse de la humanidad a una generidad real,
en el sentido de la esencia en sí, y el desdoblamiento de la
individualidad humana” (403).
De esto resulta un entrelazamiento “entre los dos comple-
jos elementar-fundamentales del ser social: entre la tota-
lidad real de cualquier sociedad y la totalidad igualmente
real de los hombres singulares que la forman” (471). Este
elemento nuevo contenido en el ser social posibilita por sí
la existencia de un género humano, pues, según Marx, “la
generidad deja de ser muda” (472), como en los animales,
a medida que “entre cada ejemplar y el género se verifi-
ca una interacción permanente que permanentemente se
traduce en consciencia interior” (472).
El desarrollo de estas categorías se realiza de modo des-
igual en el curso de un largo y continuo devenir histórico-
social. En este, las posiciones teleológicas, desde el trabajo
y el lenguaje hasta productos humanos del más alto valor,
implican procesos basados en la unidad ontológica de ob-
jetivación del objeto y de alienación del sujeto.
Sobre el proceso objetivación/exteriorización, Lukács
considera evidente que se trata de algo que va más allá de
dos aspectos interconectado del mismo proceso. La exte-
riorización se dirige más precisamente a la constitución de

56
Trabajo Social en debate

la interioridad del sujeto. Con ella tiene inicio el proceso


de reconocimiento y construcción del individuo como “per-
sona humana”. Concepto que, en Lukács, carga con todas
las consecuencias ontológicas de que la personalidad, con
toda su problemática, es una categoría social. Como realza
Tertulian:

La personalidad no es un epifenómeno del ambiente, un


simple producto del determinismo (tesis de Taine), ni una
fuerza autárquica que surgiría y se afirmaría más allá de la
totalidad social [...] Según Lukács, la sociedad es consubs-
tancial a los individuos que actúan siempre dentro de un
conjunto de condiciones concretas, objetivándose y exteriori-
zándose al mismo tiempo (apud Oldrini, 1995, p. 118).

El filósofo húngaro comprende la exteriorización (En-


täusserung) como la acción de retorno que todo ser, resul-
tante de la objetivación, ejerce sobre el sujeto que lo creó.
Por medio de la exteriorización los hombres se reconocen
distintos de los objetos por ellos creados. El acto de obje-
tivación, al dar origen a un nuevo ser, permite la exte-
riorización de la consciencia ante la realidad externa a sí
misma. En este movimiento en que los individuos recono-
cen su en sí, tiene origen la exteriorización del sujeto. El
ser social actúa sobre la consciencia de los hombres que lo
produjeron. Sentido por el cual la exteriorización es me-
diación fundamental de la constitución de los individuos
sociales que, a su vez, ejercen un papel determinante en el
desarrollo de la socialización y viceversa.
Se comprende, entonces, la afirmación de Oldrini: “Aque-
llo que Lukács indica como ‘persona’ es el resultado de una
dialéctica social que comprende las bases reales de la vida
del individuo y se relaciona con la estructura económica,
las condiciones, las relaciones de clase, etc., en resumen,
con el ‘campo de maniobra histórico-social concreto, al in-
terior del cual aquella vida se desarrolla’” (1995, p. 119).

57
Editorial Dynamis

Lessa expresa lo que representa la exteriorización en el


pensamiento del filósofo húngaro: “Al contrario del extra-
ñamiento (Entfremdung), que son los obstáculos puestos a
la plena explicitación de la generalidad humana, la exte-
riorización corresponde, para Lukács, a los momentos en
los cuales la acción de retorno de lo objetivado sobre el su-
jeto impulsa la individualidad y la socialización a niveles
crecientemente genéricos” (Lessa, 1997, p. 14).18 De este
modo, la exteriorización en Lukács tiene un sentido positi-
vo, se constituye en impulso para que individuo y sociedad
se eleven a la condición de género humano.
Ciertamente el movimiento en dirección al ser humano
genérico no ocurre sin mediaciones. La acción de retorno
del ser social sobre su creador puede actuar negativamen-
te sobre los procesos de individualidad y de socialización,
constituyéndose en obstáculo a la generalidad humana.
Como dice Sergio Lessa:

El fenómeno del extrañamiento [alienación] corresponde a


la creación, por los propios hombres, en el flujo de la pra-
xis social, de obstáculos a la plena explicitación del ser hu-
mano genérico (y por lo tanto de las individualidades). Al
contrario de la exteriorización, que corresponde al momento
de afirmación del humano, el extrañamiento [alienación] se
constituye en un momento socialmente puesto de negación
de lo humano, una negación social del ser humano (Lessa,
1996, p. 117).

En la continuidad de la praxis humana, los hombres


producen límites al desarrollo de la personalidad, dando
origen a relaciones sociales alienadas. Los extrañamien-
tos o alienaciones se expresan bajo innúmeras formas, de-
pendiendo del momento en que son producidos. Pero para
Lukács, determinada forma de alienación puede nacer de

18 En esta obra el autor traduce alienación (Entfremdung) por extraña-


miento.

58
Trabajo Social en debate

la exteriorización, aunque esta última pueda muy bien


existir sin producir alienaciones. En este sentido, la alie-
nación tiene su lugar ontológico en el proceso objetivación/
exteriorización, pero, de modo alguno, exteriorización y
alienación significan la misma cosa.

El desarrollo de las fuerzas productivas es necesariamente


también el desarrollo de la capacidad humana -y aquí emer-
ge prácticamente el problema de la alienación- el desarro-
llo de la capacidad humana no produce obligatoriamente el
[desarrollo] de la personalidad humana. Al contrario, justa-
mente potencializando capacidades singulares, puede desfi-
gurar, envilecer, etc., la personalidad del hombre (Lukács,
1981, p. 562).

De modo que el fenómeno de la alienación, en su esen-


cia concreta, remite a la contradicción entre el desarrollo
de las fuerzas productivas y el crecimiento interior de los
individuos humanos. Así, el desarrollo económico no signi-
fica necesariamente el desarrollo pleno de las personalida-
des individuales al mismo nivel, al contrario, el desarrollo
causal de la economía puede inclusive influir negativa-
mente sobre la personalidad del hombre. Este fenómeno
se hace presente en la historia por diversos modos. Sobre
eso, Holanda comenta:

Tratándose de un fenómeno socialmente determinado, como


ya señalamos, la alienación, en su continuidad histórica,
asume formas particulares para explicitarse. Sin embargo,
permanece en todas sus manifestaciones -independiente de
su forma o contenido- esa antítesis de fondo entre desarrollo
de la capacidad y desarrollo de la personalidad. Y en cuanto
más desarrolladas las fuerzas productivas, más evidente se
vuelve tal contradicción (1998, p. 96).

De este modo, es un fenómeno histórico-social que se ma-


nifiesta en determinado momento “y a partir de ese mo-

59
Editorial Dynamis

mento asume en la historia formas siempre diferentes,


cada vez más claras. Por tanto, su constitución nada tiene
que ver con una condition humaine general y tanto menos
con una universalidad cósmica” (Lukács, 1981, p. 559). So-
lamente tiene significado en el plano ontológico en cuanto
manifestación concreta de una situación concreta.
Los fenómenos exteriorización y alienación en Lukács
requieren un estudio mucho más profundizado, lo que no
constituye nuestro propósito en este texto. Con estas con-
sideraciones queremos apenas registrar que el proceso ob-
jetivación/exteriorización en Lukács es la base ontológica
del movimiento en dirección a la Socialización y a la In-
dividualidad. Al mismo tiempo, el complejo objetivación/
exteriorización da origen a la alienación, en cuanto impe-
dimento a la plena explicitación de la generalidad huma-
na. En última instancia, la génesis de estos procesos se
encuentra en el proceso de objetivación del trabajo.
En síntesis, con el proceso de objetivación/exteriorización
en el trabajo, la consciencia realiza la transformación de
la causalidad en causalidad puesta y mediante ese movi-
miento da origen al mundo humano. Vimos que esto pasa
sin que la objetividad creada pierda la cualidad esencial
de causalidad en cuanto ente ontológico objetivo.

3. Posición teleológica y alternativa

Para Lukács, la estructura interna de la posición teleo-


lógica está compuesta por dos actos esenciales: la posición
de fines y la investigación de los medios.19 Con la posición

19 Según Lukács: “Aristóteles diferencia en el trabajo dos componentes:


pensar (noésis) y producir (poiésis). A través del primero, es puesto el fin,
y son investigados los medios para su realización; a través del segundo,
el fin de ese modo puesto llega a ser realizado. Ahora bien, cuando N.
Hartmann disocia el primer componente en dos actos –la posición del fin
y la investigación de los medios–, concretiza, en forma correcta e instruc-
tiva, la revolucionaria idea de Aristóteles, pero, en lo inmediato, no intro-

60
Trabajo Social en debate

del fin, el pensamiento establece la finalidad de su acción,


al mismo tiempo que articula la investigación de los me-
dios necesarios para alcanzar aquella finalidad. En el mo-
vimiento de estos dos actos esenciales se revela la íntima
conexión entre teleología y causalidad. Por lo tanto, no ol-
videmos que la posición teleológica está sometida a los lí-
mites colocados por las determinaciones de la causalidad.
Aun así, en todo acto singular de trabajo predomina la
orientación dada por la posición del fin. Por ejemplo, el
acto individual de producir un abrigo es dirigido por algu-
na finalidad que puede ser la respuesta a una necesidad
que tiene el hombre de protegerse de alguna cosa. El des-
doblamiento del proceso de objetivación que se efectiva a
partir de ahí es orientado para alcanzar aquella finalidad.
Significa que, en la singularidad y en la inmediaticidad
de toda acción humana, la previa ideación es el momento
predominante.
Esto quiere decir que, en el acto inmediato y singular
del trabajo, la investigación de los medios ocupa un papel
secundario en relación a la finalidad. Los medios e instru-
mentos del trabajo son fundamentales como mediaciones
necesarias para la consecución de los fines a los que se
destina el proceso en curso, pero la finalidad tiene el papel
primordial de dirigir la posición teleológica.
Para que no se coloquen equívocos en la aprehensión
adecuada de esta abstracción sobre la posición teleológica,
Lukács señala que “se trata realmente, en última instan-
cia, de una evolución social, del complejo que Marx desig-
na como metabolismo del hombre, de la sociedad, con la
naturaleza; aquí, es indiscutible que el factor social debe
ser el dominante” (30/75). Además de eso, ya vimos que
para este autor la consciencia es, ella misma, socialmente
determinada.

duce ninguna modificación decisiva en la esencia ontológica de esa idea”


(Lukács, 1981, p. 23/2004, p. 68-69).

61
Editorial Dynamis

En el desarrollo de la historia humana la investigación


de los medios adquiere una importancia fundamental en
la continuidad y en el desarrollo del acto de trabajar. Pues,
en el curso de los acontecimientos sociales, la finalidad in-
mediata a partir de la cual fue producido un instrumento
de trabajo puede hasta perderse, mientras el instrumento
de trabajo sirve como mediación social para fijar el cono-
cimiento adquirido en la producción de aquel objeto. Así,
los medios del trabajo se convierten en una importante
fuente de conocimiento objetivo de la realidad y adquieren
una posición de importancia predominante en el desarro-
llo del trabajo. Para una mejor comprensión del proceso
de trabajo y de la aparente paradoja en la inversión de
la predominancia entre posición de fines e investigación
de los medios, Lukács considera importante la separación
analítica entre esas posiciones (Cf. 28-31/72-74).
La investigación de los medios es el momento de la posi-
ción teleológica en el cual la consciencia toma un impulso
en dirección al conocimiento de la realidad externa a sí
misma. Permite al pensamiento capturar las conexiones
internas del objeto, sus propiedades esenciales, por el co-
nocimiento objetivo del sistema causal de los objetos y de
los procesos cuyo movimiento puede llevar a alcanzar el
fin puesto. La investigación de los medios tiene una doble
función:

[...] por un lado, revela lo que se halla presente en sí en los


objetos en cuestión, independientemente de toda concien-
cia; por otro, descubre en los objetos nuevas combinaciones,
nuevas posibilidades de función, a través de cuya puesta en
movimiento puede únicamente ser realizado el fin teleológi-
camente puesto (26/70).

Compete a ese momento de la posición teleológica des-


cubrir la legalidad interna de la causalidad; además de
eso, debe precisar las combinaciones posibles de las ca-

62
Trabajo Social en debate

racterísticas esenciales del objeto, apuntando a nuevas


funciones que puedan atender a la finalidad previamen-
te definida. Lukács entiende que la necesaria concreción
de una posición teleológica consiste en que ésta sea capaz
de alterar de alguna manera el objeto, transformando sus
cadenas causales en cadenas causales puestas. Sin este
ejercicio, una posición teleológica no pasa de un hecho de
la consciencia que, impotente delante de la naturaleza, se
deshace como pura pulsión del pensamiento. En este sen-
tido ontológico, una posición teleológica sólo se caracteri-
za como tal cuando ejerce efectivamente esta función de
transformar causalidad en causalidad puesta. La función
ontológica de la posición teleológica del trabajo impone el
conocimiento de la naturaleza. Dice Lukács:

En vista de que la investigación de la naturaleza, ineludible


para el trabajo, está concentrada ante todo en la elabora-
ción de los medios, estos son los principales portadores de
la garantía social de que los resultados de los procesos de
trabajo han de ser fijados, de que habrá tanto una continui-
dad como, especialmente, un perfeccionamiento en la expe-
riencia laboral. Por ello, ese conocimiento adecuado en que
se apoyan los medios (herramientas, etc.), a menudo es más
importante para el propio ser social que la correspondiente
satisfacción de la necesidad (posición del fin) (29/74).

La investigación de los medios se materializa en los ins-


trumentos producidos en la y para la consecución del tra-
bajo, momento por el cual se torna realidad objetiva capaz
de subsistir al hombre que lo creó. “El arado es más noble
de lo que son directamente los servicios que se preparan
por su intermedio y que representan los fines. El instru-
mento de trabajo se conserva, mientras los servicios inme-
diatos perecen y quedan olvidados” (Hegel, apud Lukács,
29/74). Así, contiene los trazos del trabajo humano en el
momento en que fue producido, expresando un determina-

63
Editorial Dynamis

do nivel de desarrollo social. En los objetos creados por el


hombre “podemos aprender mucho más sobre la vida con-
creta de los hombres que las manejaban, de lo que inme-
diatamente parece haber en ellas” (30/75). En este sentido
están fijados conocimientos del proceso de trabajo humano
en su desarrollo inmanente.
Lukács afirma que “la investigación de los medios para la
realización del fin puesto debe contener un conocimiento
objetivo acerca de la creación de aquellas objetividades y
procesos cuya puesta en marcha está en condiciones de
realizar el fin puesto” (25/70). El sujeto necesita incorpo-
rar determinaciones de lo real para poder concretizar su
proyecto y, en esa relación, el objeto ejerce el momento
predominante en la delimitación de las posibilidades y de
las necesidades de la previa ideación.
Desde el punto de vista social, la búsqueda de los objetos
y de los procesos naturales que precede a la posición de
la causalidad en la posición de los medios es constituida
esencialmente por actos cognoscitivos reales, aunque no
haya, en el transcurrir del proceso de trabajo, consciencia
expresa de tal situación. Toda experiencia en relación a
una causalidad real se inserta en el trabajo para atender
a un único fin. No obstante, en su ejecución práctica son
elaboradas abstracciones correctas, precisas y objetivas
que, por analogía, pueden ser aplicadas a otras situacio-
nes. Por eso mismo la investigación de los medios tiende
naturalmente a autonomizarse ante los actos singulares
del trabajo. En estos términos, la investigación de los me-
dios adquiere un poder regulador de la propia finalidad.
Sin el conocimiento de lo real, la realización del fin se
convierte en una imposibilidad. La condición de realiza-
ción de un proyecto previamente idealizado supone una
necesaria relación entre la finalidad y el desarrollo de la
investigación de los medios. Para que esta interrelación
tenga éxito es necesario que el conocimiento de la natura-

64
Trabajo Social en debate

leza haya alcanzado un nivel adecuado. Si no fuera así, “la


posición del fin queda como un proyecto meramente utó-
pico, una especie de sueño” (27-28/73). Un ejemplo de esto
es el hecho de que el sueño de volar permaneció un simple
proyecto humano hasta que se dominó el conocimiento de
los medios necesarios para su concreta realización.
Sin embargo, esta exigencia no se hace en términos del
conocimiento absoluto de lo real. Pues, “cada objeto natu-
ral, cada proceso natural representa una infinitud inten-
siva de propiedades, relaciones recíprocas con el entorno”
(28/72), o sea, todo objeto constituye su singularidad como
partícipe de una determinada totalidad. En este sentido,
el movimiento en dirección al conocimiento particular de
un objeto con fines específicos no puede dejar de venir
acompañado de abstracciones, hipótesis acerca de sus de-
terminaciones universales. El contenido de estas abstrac-
ciones puede hasta ser falso, pero no inviabiliza el proceso
de trabajo. Lukács pondera:

Si el trabajo requiriese aunque más no sea de un conoci-


miento aproximativo de esa infinitud intensiva en cuanto
tal, nunca hubiera podido surgir en niveles primitivos de la
observación de la naturaleza (para no hablar de un conoci-
miento en un sentido consciente) (28/72).

El hombre actúa en el trabajo abstrayendo parcialmen-


te del objeto momentos de la infinidad intensiva que, me-
diante una situación concreta, recoge adecuadamente las
cadenas causales necesarias y suficientes para la realiza-
ción de determinada posición de fines. Observemos que,
entre tantos otros trabajos sorprendentes, el hombre rea-
lizó con éxito la navegación en altamar, a pesar de que
el conocimiento sobre el universo estaba basado en una
concepción geocéntrica, posteriormente considerada fal-
sa. La navegación, con cierto margen de error, es claro, se

65
Editorial Dynamis

orientaba correctamente a través de la observación de las


estrellas, volviendo posible el alcance de la finalidad.
El conocimiento necesario en el desarrollo de aquella ac-
tividad se dirige hacia la captura de trazos de la realidad,
objetivamente fundados, dirigidos a fines inmediatos. La
necesidad absoluta en la investigación de los medios es
que la posición teleológica abstraiga de modo eficaz las de-
terminaciones de la realidad que se encuentran al alcance
inmediato de la posición teleológica. O sea, “el trabajo es
una posición consciente; presupone, pues, un saber con-
creto -aunque no perfectamente concreto- acerca de deter-
minados fines y medios” (Lukács, 1978, p. 12/2004, p. 43).
Sin esta aproximación a la realidad, por lo tanto, sin la
investigación de los medios, no existe trabajo posible.
Lukács identifica en la investigación de los medios en el
trabajo la génesis ontológica de la ciencia. Con el análisis
de este importante acto teleológico, él articula trabajo y
pensamiento científico, cuando afirma: “a partir de la ten-
dencia intrínseca a la investigación del medio en la pre-
paración y realización del proceso de trabajo, surge, pues,
el pensamiento científicamente orientado, y emergen
luego las diferentes ciencias naturales” (Lukács, 1981, p.
32/2004, p. 77).
Una característica ontológica del trabajo es la perma-
nente proyección en el sentido del perfeccionamiento y de-
sarrollo, impulsando la creación de productos sociales de
naturaleza más elevada. Dice el autor:

La más importante de estas diferenciaciones es, quizás, la


creciente autonomización de los trabajos preparatorios; la
separación -siempre relativa- del conocimiento de fin y medio
en el propio trabajo concreto. La matemática, la geometría,
la física, la química, etc., fueron, originariamente, partes,
factores de este proceso preparatorio del trabajo. Paulati-
namente, se desarrollaron hasta convertirse en campos de

66
Trabajo Social en debate

conocimiento independientes, sin perder enteramente esa


función originaria (Lukács, 1978, p. 12-13/2004, p. 43).

La conexión entre trabajo y pensamiento científico se en-


cuentra, como ya vimos, en la investigación de los medios
en cuanto impulso inmanente a la aprehensión de las le-
yes de la objetividad, pero este es apenas el impulso origi-
nario del pensamiento científico. En el proceso de desarro-
llo de la sociedad, la ciencia adquiere relativa autonomía
y gran importancia social, extrapolando el ámbito del in-
tercambio orgánico con la naturaleza. Forma un complejo
particular permeado por sofisticadas mediaciones, fijando
y desarrollando el conocimiento sobre el ser natural.
El terreno que demanda su expansión es el desarrollo so-
cial global. Como cualquier complejo parcial, la ciencia in-
tegra la totalidad social como complejo de complejos y las
respuestas que elabora están predominantemente delimi-
tadas por el movimiento de la totalidad. La forma como
realiza estas respuestas depende de su desarrollo, de su
historia interna como complejo particular del ser social.
No tenemos pretensión de detenernos en el análisis de
la ciencia, lo que comportaría innúmeros aspectos a ser
considerados. Queremos apenas puntualizar que Lukács
sitúa el impulso para el conocimiento objetivo de la reali-
dad en el complejo del trabajo. En este mismo punto arti-
cula trabajo y ciencia como tendencia a un conocimiento
desantropomorfizador de lo real. Conocimiento que, en lí-
neas muy generales, se funda en la perspectiva de develar
objetivamente el en sí de los objetos, independientemente
de los sentimientos que suscita en el sujeto (Lukács, 1981,
p. 35/2004, p. 80). El momento preciso en esta articulación
es la investigación de los medios.
Con la íntima articulación entre investigación de los me-
dios y posición de fines en el proceso de trabajo, la cons-
ciencia humana se distancia efectivamente de la simple

67
Editorial Dynamis

adaptación a la naturaleza. O sea, “en la medida, pues,


en que la realización se convierte en un principio de la
naturaleza transformador, innovador, la conciencia (que
ha aportado el impulso y la orientación para ello) puede
ser, en el plano ontológico, algo más que un epifenómeno”
(35-36/80-81). Esto confiere a la consciencia humana un
estatuto ontológico distinto a la consciencia puramente
animal.
Lukács reconoce que, en cierto grado, los animales ope-
ran actos que transforman la naturaleza de modo involun-
tario. Pero estos actos están en el límite de las determina-
ciones biológicas de la esfera orgánica y, por lo tanto, en
los límites de una consciencia que es puro epifenómeno de
la reproducción natural. Estos actos manifiestan posibili-
dades nuevas solamente en condiciones especiales, a veces
creadas por el propio hombre, a través de experimentos.
En el hombre, los contornos de la consciencia son mucho
más complejos y superan la simple adaptación al ambien-
te, expresándose como momento decisivo del trabajo, en el
cual la reproducción se caracteriza por la incesante pro-
ducción de nuevas realidades. Solamente por el proceso de
trabajo la consciencia se manifiesta como realidad ontoló-
gica objetiva. En este sentido, la exposición de su carácter
no más epifenoménico es indisociable de este momento de
la praxis humana.
El proceso en sí del trabajo tiene en la investigación de
los medios el momento de la génesis y desarrollo de la
categoría del reflejo, elemento decisivo en la captura de
lo real por la subjetividad. Para Lukács, “si el sujeto, en
cuanto separado en la conciencia del mundo objetivo, no
fuera capaz de contemplar este mundo, de reproducirlo en
su ser en sí, aquella posición de un fin que está en la base
aun del trabajo más primitivo, no podría haberse gestado”
(36/82).

68
Trabajo Social en debate

El complejo real del trabajo tiene como base de su espe-


cificidad ontológica la solidaridad entre dos actos diversos
en su esencia: “por un lado, el reflejo preciso posible de
la realidad en cuestión; por el otro, la posición, con esto
vinculada, de aquellas cadenas causales que, como sabe-
mos, son imprescindibles para la realización de la posición
teleológica” (36/82).
La necesaria aprehensión de la realidad objetiva en el
proceso de trabajo se realiza mediante el reflejo de la rea-
lidad en la consciencia. A través del reflejo “como condi-
ción para el fin y los medios del trabajo, se consuma una
separación, una disociación del hombre respecto de su en-
torno, un distanciamiento que se manifiesta claramente
en la contraposición entre sujeto y objeto” (38/83).
También en el ámbito del conocimiento, Lukács destaca
la distinción entre sujeto y objeto como polos de un proceso
unitario. Gracias a este distanciamiento se coloca la posi-
bilidad de que la consciencia realice aproximaciones suce-
sivas al objeto. Al mismo tiempo, el reflejo es responsable
por la reproducción de lo real en la consciencia y por el
desarrollo de la consciencia, permitiendo una aprehensión
creciente de la

[...] precisa separación entre objetos que existen indepen-


dientemente del sujeto, y entre sujetos que pueden reflejar
aquellos, por medio de actos de la conciencia, con una apro-
ximación más o menos adecuada, y que pueden convertirlos
en una posesión intelectual propia. Esta separación entre
sujeto y objeto que se ha vuelto consciente, es un producto
necesario del proceso de trabajo y, al mismo tiempo, el fun-
damento de la forma de existencia específicamente humana
(36-37/82).

El objeto capturado por el proceso de conocimiento no es


la misma cosa que el objeto real. Dice Lukács: “En el refle-
jo de la realidad, la reproducción se separa de la realidad

69
Editorial Dynamis

reproducida, se cristaliza en una “realidad” propia dentro


de la conciencia (38/83)”. Se constituye en una reproduc-
ción intelectual del ser objetivo. Por lo tanto, para este
autor,

[...] surge una nueva forma de objetividad, pero no una rea-


lidad; y –precisamente, en términos ontológicos– lo reprodu-
cido no puede ser semejante, y aún menos idéntico a aquello
que reproduce. Al contrario. Ontológicamente, el ser social
se divide en dos momentos heterogéneos, que no solo se con-
traponen entre sí en cuanto heterogéneos desde el punto de
vista del ser, sino que son en verdad antitéticos: el ser y su
reflejo en la conciencia. Esta dualidad es un hecho funda-
mental del ser social (38/84).

Por el reflejo el hombre se apropia espiritualmente de la


realidad exterior a sí mismo y a partir de esta apropia-
ción se establece la dualidad entre mundo pensado y mun-
do real. “Esta separación entre sujeto y objeto que se ha
vuelto consciente, es un producto necesario del proceso de
trabajo y, al mismo tiempo, el fundamento de la forma de
existencia específicamente humana” (38/82). Así, este mo-
mento del trabajo se constituye en uno de los fundamentos
de la distinción entre ser social y naturaleza.
La reflexión no puede ser mera construcción de la sub-
jetividad; por un lado, es un acto teleológico y, por otro
lado, responde a una necesidad socialmente determinada.
El hombre necesita elaborar intelectualmente pensamien-
tos que lo acerquen lo más posible a hechos efectivamente
existentes. Para Lukács, esto “se deriva del hecho de que
las reproducciones nunca pueden ser copias cuasi fotográ-
ficas, mecánicamente fieles de la realidad. Están determi-
nadas siempre por las posiciones de fines, es decir, para
hablar en términos genéticos por la reproducción social
de la vida –es decir, originariamente, por el trabajo–”
(39/84-85).

70
Trabajo Social en debate

Reflejo y ser objetivo existen como mutua determinación


reflexiva al interior de la praxis social. Como bien analiza
Sergio Lessa:

Sin renunciar a la categoría del reflejo, Lukács reconoce en


ella un acto de la subjetividad que, de forma más o menos
consciente, permea todo acto de acercamiento de la conscien-
cia a lo real. Al convertir lo real en ‘posesión espiritual’, la
consciencia desdobla un acercamiento activo que, sin dejar
de reflejar el ser precisamente-así existente, lo hace de modo
históricamente determinado. Está aquí abierto el campo
para la delimitación de la influencia de complejos como la
ideología, la política, los extrañamientos, el arte, etc., en los
procesos gnoseológicos (Lessa, 1997, p. 79).

La mediación en la cual el reflejo de la realidad se apoya


para realizar la posición teleológica es la categoría de la
alternativa. Según Lukács:

La alternativa, que también es un acto de la conciencia, es


también la categoría mediadora con cuya ayuda el reflejo de
la realidad se convierte en vehículo de la posición de algo
existente. En esto hay que subrayar que este algo existente
es siempre, en el trabajo, algo natural, esta constitución na-
tural suya nunca puede ser superada por completo (46/91).

La alternativa está presente desde las formas más sim-


ples del trabajo. En el acto de producir lo nuevo, el hom-
bre hace elecciones y esas elecciones son resultado de una
decisión ante las posibles alternativas para cada situación
concreta. Por este medio la consciencia puede transformar
en acto la potencialidad elaborada como previa ideación.
Afirma Lukács:

Un proyecto complejo y planeado sobre la base de reflejos


correctos que es rechazado, sigue siendo algo no existente,
aun cuando encierre en sí la posibilidad de convertirse en

71
Editorial Dynamis

existente. Seguimos afirmando, pues, que solo la alternativa


de aquel hombre (o de aquel grupo de hombres) que está lla-
mado a poner en marcha el proceso de realización material
a través del trabajo, puede conseguir esa transformación de
la potencia en ser (47/94).

La alternativa tiene, en sí, una estructura bastante


compleja, constituye un proceso, “una cadena temporal
ininterrumpida de alternativas siempre nuevas” (43/90),
compuesto por un sistema de reflejos, dinámicamente
elaborado y contradictorio. Todo proceso de elección en el
trabajo constituye una cadena bastante numerosa de de-
cisiones alternativas. Requiere siempre nuevas decisiones
que se apoyan sobre las anteriores, ampliando más y más
las mediaciones en el sistema de decisión.
La alternativa opera no sólo sobre la causalidad natural;
ella aún continúa operando después del trabajo concluido,
en el sentido del control sobre el producto, de la recupe-
ración de desgastes, de la corrección de errores, etc. El
desarrollo del trabajo impulsa para que las decisiones al-
ternativas se den siempre cada vez más, sobre la causali-
dad puesta. Se vuelven crecientemente más diversificadas
y diferenciadas, en la proporción en que se desarrolla el
carácter social de la producción, dando lugar a la econo-
mía. Esto “contribuye, por ende, a basar cada vez más en
decisiones alternativas el carácter alternativo de la pra-
xis humana, del comportamiento del hombre frente a su
entorno y a él mismo” (45/92). La cadena de alternativas
subsidia decisiones de individuos o de grupos sociales ante
situaciones concretas. El suelo en el cual son generadas
demandas y respuestas que requieren elección entre alter-
nativas para ser traducidas en práctica es precisamente el
ser social real.
A su vez, en la posición de fines reside el momento en el
que la posición teleológica indica el movimiento en direc-
ción a una realidad todavía inexistente. En esta posición,

72
Trabajo Social en debate

“la tarea futura teleológicamente puesta es el principio de-


terminante de la praxis orientada a tales actos” (78/129).
Así, el momento predominante en la posición de fines es el
deber ser. En la medida en que el deber ser es el momento
predominante en la posición de fines, el futuro pasa a ser
una dimensión decisiva en la elección entre alternativas
en el proceso de objetivación.
Como dice Lukács, el acto teleológico, “esta acción deter-
minada por el futuro puesto como definido es, justamente,
una acción guiada por el deber ser del fin” (78/121). Si en
la investigación de los medios el proceso de trabajo tiende
al conocimiento del objeto, necesitando incorporar deter-
minaciones referentes al pasado de los objetos, la posición
de fines impulsa hacia el deber ser. Por esto mismo un re-
flejo sólo será elevado a la condición de acto teleológico en
la posición de fines cuando corresponda, adecuadamente,
a la finalidad previamente definida. Lukács afirma:

El reflejo correcto de la realidad es, naturalmente, de mane-


ra ineludible la condición para el correcto funcionamiento de
un deber ser; este reflejo correcto, sin embargo, solo puede
ser efectivo cuando facilita verdaderamente la realización
del deber ser buscado (49/122).

O sea, es así como en la investigación de los medios la


consciencia realiza la necesaria distinción sujeto x obje-
to. No obstante, la alternativa en la posición del fin no
se efectiva determinada primordialmente por el conteni-
do gnoseológico del reflejo del objeto y sí por la finalidad
que dirige el proceso de objetivación. El momento predo-
minante en esta posición teleológica cabe al deber ser. El
deber ser ejerce la función de mediar los actos de elección
en la relación hombre y naturaleza. En este sentido tiene
su existencia delimitada al interior de la praxis social.
Lukács reconoce el deber ser como modelo ontológico del
valor, con algunas ponderaciones. No se pueden reducir

73
Editorial Dynamis

categorías pertenecientes a las formas más evolucionadas


del ser social a la forma originaria del deber ser que actúa
en el intercambio orgánico con la naturaleza. Los valores
y valoraciones que tienen en el deber ser su suelo gené-
tico poseen una estructura mucho más compleja. Como
dice Lukács, “entre el modelo y sus variantes posteriores,
mucho más complejas, existe una relación de identidad y
no identidad” (76/127). Un análisis de la categoría valor
extrapola completamente las pretensiones de nuestra di-
sertación. Situaremos aquí lo que, en lo esencial, conecta
valor y alternativa como momentos genéticos de los proce-
sos ideológicos. Para Lukács:

La objetividad del valor económico está fundada en la esen-


cia del trabajo en cuanto metabolismo entre la sociedad y la
naturaleza; pero la realidad objetiva de su carácter de valor
apunta, sin embargo, mucho más allá de esta interrelación
elemental. Ya la forma originaria del trabajo, que postula a
la utilidad como valor de su producto, se relaciona sin duda,
inmediatamente, con la satisfacción de la necesidad, pero
en el hombre que realiza el trabajo pone en marcha ya un
proceso cuya intención objetiva –no importa en cuál medida
esta intención es adecuadamente consciente– está orientada
a la real evolución ascendente del hombre (89/141).

Incluso en el intercambio orgánico con la naturaleza el


valor tiene carácter objetivo, está ligado a la legalidad in-
manente de los objetos y de los procesos que se establecen
en la praxis del trabajo. En esta relación todo acto de va-
lorar tiene determinaciones puramente sociales. Las elec-
ciones de los individuos o grupos de individuos, en última
instancia, responden a necesidades sociales conectadas al
campo de la reproducción humana. Delante de situaciones
concretas el sujeto toma decisiones optando por las alter-
nativas a las cuales atribuye un mayor valor. Pero los ac-
tos reflexivos de la consciencia operantes en el proceso de

74
Trabajo Social en debate

decisión (cierto o errado, adecuado o inadecuado, bueno o


malo) son valoraciones intelectivas, provienen de la activi-
dad consciente y no de la esencia de los objetos naturales.

[...] el valor se relaciona indisolublemente con el carácter al-


ternativo de la praxis social. La naturaleza no conoce valor
alguno, solo conexiones causales y las transformaciones por
ellas ocasionadas, alteridades de las cosas, complejos, etc. El
papel efectivo del valor en la realidad se limita, pues, al ser
social (91/143).

Es la necesaria concretud en la elección entre alternati-


vas que desdobla un proceso valorativo al interior del ser
social. Estas elecciones “están orientadas a valores que
de ningún modo representan meros resultados, síntesis,
etc. de los valores subjetivos individuales, sino que, por el
contrario, en su objetividad deciden, dentro del ser social,
acerca de la corrección o incorrección de las posiciones de
alternativas orientadas al valor.” (91/143). De modo que
el valor no es un producto exclusivo de la subjetividad, ni
una consecuencia inmediata de la objetividad material. Se
trata de una realidad de la consciencia que tiene existen-
cia objetiva solamente en la praxis humana.
Al mismo tiempo, los valores desempeñan una función
crecientemente más intensa en el desarrollo de la cade-
na de alternativas necesaria a la realización de la praxis
humana. Su objetividad reside en constituirse en “compo-
nentes motores y movidos de la entera evolución social”
(97/151). Con la evolución de las relaciones sociales, ter-
minan formándose complejos sociales como el derecho,
la política, la filosofía y el arte que, en última instancia,
tienen su génesis en los valores fundados en el proceso
de trabajo. Veamos enseguida lo que torna posible el sur-
gimiento de estos complejos sociales.

75
Editorial Dynamis

4. Trabajo y posiciones teleológicas secundarias

Por la argumentación delineada hasta aquí, el trabajo


es aquella actividad humana singular que media el inter-
cambio orgánico del hombre con la naturaleza, transfor-
mando objetos materiales en objetos sociales. Por medio
de este acto singular el hombre realiza la síntesis entre
previa ideación (teleología) y realidad natural (causali-
dad), dando origen a una causalidad puesta (ser social).
En este sentido, originario y preciso, el trabajo es una po-
sición teleológica primaria por medio de la cual el hombre
actúa sobre la naturaleza con la finalidad de producir va-
lores de uso. Lukács comenta:

Con razón dice Marx, pues: “Como creador de valores de uso,


es decir como trabajo útil, el trabajo es, por tanto, condición
de vida del hombre, y condición independiente de todas las
formas de sociedad, una necesidad perenne y natural sin la
que no se concebiría el intercambio orgánico entre el hom-
bre y la naturaleza ni, por consiguiente, la vida humana”.
(Marx, apud Lukács, p. 14/2004, p. 58-59).

En el tratamiento ontológico del ser social, Lukács atri-


buye un lugar central y decisivo al trabajo, como resalta
el propio filósofo:

Puesto que aquí se trata del complejo concreto de la sociali-


zación como forma del ser, puede presentarse legítimamen-
te la pregunta de por qué, de todo este complejo, destacamos
precisamente al trabajo, y le atribuimos una posición tan
privilegiada en el proceso y en lo que respecta al salto de la
génesis. La respuesta, considerada ontológicamente, es más
simple de lo que parece ser a primera vista: porque todas
las demás categorías de esta forma del ser ya poseen, de
acuerdo con su esencia, un carácter puramente social. Sus
propiedades, sus modos de influencia, solo se desarrollan
dentro del ser social ya constituido; por primitiva que sea su

76
Trabajo Social en debate

forma de aparición, esta presupone el salto como un hecho


ya consumado (Lukács, 1981, p. 14/2004, p. 58).

Luego enseguida, el mismo autor afirma: “Solo el trabajo


posee, de acuerdo con su esencia ontológica, un carácter
expresamente transicional: es, según su esencia, una inte-
rrelación entre el hombre (sociedad) y la naturaleza y, por
cierto, tanto con la inorgánica (herramienta, materia pri-
ma, objeto de trabajo, etc.) como con la orgánica, que, sin
duda, en determinados puntos, puede figurar igualmente
en la sucesión recién indicada, pero ante todo caracteriza
en el propio hombre que trabaja la transición desde el ser
meramente biológico al social” (14/58). Ahora bien,

[...] el ser social, hasta en el estado más primitivo, repre-


senta un complejo de complejos, donde hay interacciones
permanentes, sea entre los complejos parciales, sea entre
sus partes. A partir de aquí se desarrolla el proceso repro-
ductivo del complejo total en cuestión, en el cual también los
complejos parciales se reproducen como factores autónomos
-aunque sólo relativamente-, pero en cada uno de tales pro-
cesos es la reproducción de la totalidad que, en este múltiple
sistema de interacciones, constituye el momento predomi-
nante (138).

Así, el trabajo es la protoforma de la actividad humana


porque en él “se hallan contenidas in nuce todas las de-
terminaciones que [...], constituyen la esencia de lo nuevo
dentro del ser social” (14/59). Debido a la importancia del
trabajo para la aprehensión ontológica del ser social, al
tratar aisladamente este complejo Lukács hace una nece-
saria abstracción teórica, no obstante, según el autor, “la
socialización, la primera división del trabajo, el lenguaje,
etc., surgen sin duda del trabajo, pero no en una sucesión
temporal puramente determinable, sino simultáneamen-
te, de acuerdo con la esencia” (14/59). Lukács enfatiza, en

77
Editorial Dynamis

otro momento, sobre el trabajo como protoforma de la ac-


tividad humana:

[...] el carácter dialéctico del trabajo en cuanto modelo para


la praxis social, se revela precisamente en que dicha praxis,
en sus formas más evolucionadas, muestra muchos desvíos
respecto del propio trabajo. [...], el trabajo es la forma funda-
mental y, por ende, la más simple e inequívoca de aquellos
complejos cuyo enlace constituye la peculiaridad de la pra-
xis social. Precisamente por ello, es necesario señalar una y
otra vez que los rasgos específicos del trabajo no deben ser
trasladados sin más a formas más complejas de la praxis
social.(...), el propio trabajo realiza materialmente la rela-
ción radicalmente nueva de metabolismo con la naturaleza,
mientras que la enorme mayoría de las otras formas –más
complejas– de la praxis social, presuponen ya ineludible-
mente este metabolismo con la naturaleza, el fundamento de
la reproducción del hombre en la sociedad (65-66/114-115).

De este modo, el ser social no puede ser reducido al tra-


bajo, siendo compuesto de otras categorías sociales ade-
más del trabajo, y tampoco las categorías del ser social
pueden ser deducidas de este mismo complejo: el habla, la
socialización, el lenguaje, la primera división del trabajo
surgen simultáneamente con él. Además de esto, entre los
actos singulares del trabajo y la totalidad del ser social se
desdobla la malla de mediaciones que comprende el com-
plejo de la reproducción social.
La alternativa no sólo es la categoría que hace la cone-
xión entre la totalidad social y el valor, sino que se hace
presente en toda posición teleológica. En la praxis huma-
na, como dice Lukács, “la categoría decisivamente nueva
que genera la transformación de la posibilidad en reali-
dad, es precisamente la alternativa” (50/97-98): en la al-
ternativa, el “factor preponderante de la alternativa, [es]
su carácter predominantemente epistemológico” (50/98).
El hombre conoce y hace elecciones ante las posibilidades

78
Trabajo Social en debate

alternativas existentes. De modo que el trabajo, también


por este carácter de la alternativa, representa una victo-
ria de la consciencia sobre el mero instinto biológico para
responder a una necesidad reproductiva.
Todo producto humano resulta de una decisión entre al-
ternativas. O sea, como las “reacciones de un individuo a
su ambiente social (inclusive el intercambio orgánico de
la sociedad con la naturaleza) tienen siempre un carácter
alternativo, comprenden siempre en sí, inevitablemente,
un sí o no (o un ‘voto de abstención’) frente a la demanda
puesta por la sociedad” (263). No obstante, las alternati-
vas presentes en las posiciones del trabajo propiamente
dicho presentan significativas diferencias en relación a
aquellas operantes en la praxis social en su forma más
compleja. Observemos lo que señala el filósofo húngaro:

El trabajo en este sentido originario y restringido, contiene


un proceso entre la actividad humana y la naturaleza: sus
actos están orientados a la transformación de objetos natu-
rales en valores de uso. En las formas posteriores, más evo-
lucionadas de la praxis social, aparece además, en primer
plano, el efecto sobre otros hombres, cuyo objeto es en últi-
ma instancia –por cierto que solo en última instancia– una
mediación para la producción de valores de uso. También
aquí las posiciones teleológicas, y las series causales pues-
tas, que han sido desencadenadas por tales posiciones, son
el fundamento ontológico-estructural. El contenido esencial
de la posición teleológica es, sin embargo, a partir de ahora
–dicho en términos muy generales, muy abstractos– la ten-
tativa para conseguir que un hombre (o un grupo de hom-
bres) realice, por su parte, posiciones teleológicas concretas
(55-56/103).

Estas consideraciones de Lukács hacen evidente que el


ser social es compuesto por posiciones teleológicas de gé-
nero diverso. Aspecto de importancia decisiva para nues-
tras reflexiones, dado que pretendemos demostrar que el

79
Editorial Dynamis

Trabajo Social constituye una posición teleológica distin-


ta a la del trabajo. Las posiciones teleológicas primarias,
concernientes al trabajo en sentido restricto, son actos que
se dirigen directamente a la transformación de la natura-
leza, en respuesta a las necesidades de reproducción de la
vida humana.
En la praxis social más elevada, Lukács destaca las posi-
ciones teleológicas secundarias, cuyo contenido se vuelve
hacia “la tentativa para conseguir que un hombre (o un
grupo de hombres) realice, por su parte, posiciones teleo-
lógicas concretas” (56/103). Nuestro autor considera que
este “problema aparece en cuanto el trabajo se ha vuelto
ya a tal punto social, que se basa en la cooperación de va-
rios hombres” (56/103-104), pues el trabajo sólo puede ser
realizado eficazmente mediante la distribución de los par-
ticipantes según funciones determinadas. Dice Lukács:

Las posiciones teleológicas que aquí tienen lugar realmente,


poseen, pues, desde el punto de vista del trabajo inmediato,
un carácter secundario; deben ir precedidas de una posición
teleológica que determine el carácter, el papel, la función,
etc. de las posiciones individuales, ahora concretas y reales,
orientadas a un objeto natural. El objeto de esta posición
secundaria no es, pues, ya algo puramente natural, sino la
conciencia de un grupo humano; la posición del fin ya no
tiene por fin transformar un objeto natural, sino la ejecución
de una posición teleológica que, por cierto, ya está orientada
a objetos naturales; los medios, igualmente, ya no son in-
mediatamente intervenciones sobre objetos naturales, sino
que quieren provocar tales intervenciones en otros hombres
(56/104).

Luego enseguida, el mismo autor concluye: “Tales po-


siciones teleológicas secundarias se encuentran ya más
próximas a la praxis social de niveles más evoluciona-
dos que el trabajo mismo, tal como aquí lo concebimos”

80
Trabajo Social en debate

(56/104). El surgimiento de las posiciones teleológicas se-


cundarias provoca modificaciones significativas en el com-
plejo del trabajo.

[...] la estructura originaria del trabajo está sometida a cam-


bios esenciales en cuanto la posición teleológica ya no está
orientada exclusivamente a la transformación de objetos
naturales, a la aplicación de procesos naturales, sino que
tiene que ocasionar que seres humanos realicen, a su vez,
determinadas posiciones de este tipo. Esta transformación
se torna cualitativamente más decisiva cuando la evolución
conduce a que, para el hombre, los propios modos de compor-
tamiento, la propia interioridad, se conviertan en objeto de
la posición teleológica (56/180).

La naturaleza de las modificaciones en la estructura del


trabajo se deriva del objeto que la posición debe mirar para
cumplir la finalidad. No se trata más de actuar solamen-
te sobre la materialidad simple, el sujeto pretende operar
sobre el comportamiento de los individuos con vistas a la
continuación del proceso de trabajo. Del desarrollo social
del trabajo resulta que la interioridad del sujeto también
termina volviéndose objeto de acción de posiciones teleoló-
gicas del sujeto. Las tareas requeridas para tal emprendi-
miento adquieren una cualidad diversa de la acción direc-
ta sobre la naturaleza.

En cuanto –como hemos visto– el fin teleológico consiste en


influir sobre otros hombres para que estos, a su vez, ejecuten
posiciones teleológicas, la subjetividad del que realiza la po-
sición pasa a cumplir una función cualitativamente diversa,
y la evolución de las relaciones sociales entre los hombres
conduce, finalmente, a que también la autotransformación
del sujeto se convierta en objeto inmediato de posiciones te-
leológicas que asumen el carácter de un deber ser (78/128).

81
Editorial Dynamis

En consecuencia del desarrollo de las relaciones sociales


ocurren cambios en el contenido esencial de las posiciones
teleológicas. El sujeto que pone, adquiere funciones dife-
rentes de aquellas requeridas por el trabajo en sentido res-
tricto. Por este motivo, Lukács considera la imposibilidad
de derivar categorías complejas del ser social a partir de
las más simples, teniendo en vista que: “No solo su modo
de aparición concreto se encuentra condicionado social e
históricamente, sino que también sus formas universales,
su esencia, se encuentran ligadas a determinados niveles
evolutivos del desarrollo social” (124-125/180).
Naturalmente, en los estadios iniciales, donde predomi-
na la relación orgánica con la naturaleza, las posiciones
teleológicas exigen un sistema de mediaciones mucho más
simples. La posición teleológica primaria conecta de forma
más directa la relación teleología y causalidad. En los es-
tadios superiores, al contrario, la posición teleológica sola-
mente se conecta a la naturaleza de forma intensamente
mediada. Veamos por qué pasa esto.
Los hombres necesitan desarrollar actividades que ase-
guren su sobrevivencia, esto se impone a ellos como hecho
directamente necesario e ineliminable. En este sentido,
toda práctica inmediata del trabajo responde a la necesi-
dad de manutención y reproducción de la vida. Empero,
Lukács dice:

Sólo que nosotros ya lo sabemos -el ser humano del hom-


bre se funda precisamente en esto- tal inmediaticidad puede
realizarse como base en la existencia humana solamente si
supera la propia inmediaticidad. La posición teleológica que
necesariamente se interpone entre necesidad y satisfacción
contiene ya en sí tal superación (464).

El trabajo, en cuanto respuesta inmediata a las necesida-


des requeridas por la reproducción, solamente puede ser
superado porque “toda posición teleológica posee en sí la

82
Trabajo Social en debate

posibilidad [...], de suscitar otras posiciones de finalidad


para su prosecución y, al mismo tiempo, de adaptar, dado
el carácter objetivante de los actos de realización, la facul-
tad humana a las nuevas exigencias” (464). El carácter de
posibilidad inherente a toda posición teleológica requiere
a cada momento nuevas alternativas, impulsando la pra-
xis social hacia formas cada vez más complejas. Lukács
afirma:

El ámbito de la economía socialmente desarrollada contiene


posiciones de valor de ambos tipos entrelazadas de diver-
sas maneras; aquí, aun las alternativas de la primera cla-
se, dentro de un complejo tal, se someten a cambios que las
tornan diferentes, aunque sin perder su esencia originaria.
A través de ello ha surgido ya, en el ámbito de la economía,
una mayor complejidad en el valor y en las posiciones de
valor. Pero si pasamos a los ámbitos no económicos, nos en-
frentamos con cuestiones aún más complejas, que se han
tornado cualitativamente diversas (91/143-144).

Las posiciones teleológicas suscitadas por aquellas origi-


nales se dirigen hacia otros fines sociales que no se conec-
tan directamente con la producción material. No obstante,
cumplen un importante papel, tanto en la reproducción y
manutención de la esfera económica, como en la reproduc-
ción de la sociedad como un todo. Es en este sentido que
Lukács afirma que el desarrollo de las relaciones sociales
“lleva a aquellas posiciones teleológicas que intentan pro-
vocar un nuevo comportamiento de los otros hombres, y
las vuelve siempre más importantes, en el sentido exten-
sivo e intensivo, cuantitativo y cualitativo, para el proce-
so de producción y para la sociedad entera” (464). Y más
adelante:

Basta recordar cómo la costumbre, el uso, la tradición,


la educación, etc., que se fundan totalmente sobre posi-

83
Editorial Dynamis

ciones teleológicas de este género, con el desarrollo de


las fuerzas productivas van continuamente aumentan-
do su radio de acción y su importancia, terminando por
formarse esferas ideológicas específicas (sobre todo el
derecho) para satisfacer estas necesidades de la totali-
dad social (464).

Por lo tanto, esferas ideológicas como el derecho no nacen


para responder a necesidades de reproducción de la vida
material, conforme los procesos teleológicos primarios. Su
campo de actividad es mediar la relación entre los hom-
bres buscando atender necesidades de la totalidad social.
Estas esferas difieren esencialmente del trabajo en senti-
do estricto. Lukács advierte:

Si no podemos contraponer en términos metafísico-absolu-


tos, sin gradaciones, la esfera económica a la superestruc-
tura, no podemos tampoco decir que el complejo de las posi-
ciones teleológicas en el ser social es un conjunto uniforme
indiferenciado. [...] es necesario tener presente también en
la esfera económica, y con efectos significativos en los otros
complejos, la distinción de gran relevancia ontológica entre
fenómeno y esencia (364).

Concluyendo, el ser social es compuesto por posiciones


teleológicas primarias (trabajo) y secundarias (respon-
sables por la relación entre individuo e individuo y entre
individuo y sociedad). El desarrollo social hace posible el
surgimiento de complejos sociales ideológicos que, aunque
tengan su origen en el trabajo, difieren cualitativamente
de estos, especialmente en relación al objeto sobre el cual
incide su acción. En su origen, estas posiciones teleológi-
cas secundarias buscan poner en movimiento la conscien-
cia de otros hombres, en respuesta a necesidades de la to-
talidad social.

84
Trabajo Social en debate

La relativa autonomía que los complejos ideológicos ad-


quieren al interior del ser social adviene de poseer una le-
galidad interna que les es conferida por el desarrollo de su
historia particular. No obstante, su existencia se articula
al contexto del ser social en cuanto complejo de comple-
jos, una unidad dinámica de lo diverso, en que las proce-
sualidades internas presentan determinaciones concretas
muy diferentes. En el próximo capítulo nos detendremos
en el problema de la ideología, como categoría ontológi-
co-social cuya previa ideación es una posición teleológica
secundaria.

85
CAPÍTULO II

SOBRE LA IDEOLOGÍA

Bases Ontológicas de la Ideología

A lo largo de la historia de la ciencia moderna, el proble-


ma de la ideología ha sido abordado bajo las más diversas
acepciones. El concepto de ideología, de antiguo origen, es
empleado frecuentemente, desde las expresiones más co-
tidianas, en la práctica política y hasta en abordajes cien-
tíficos y filosóficos, con diferentes significados. Ante esto,
Michael Löwy (1978) afirma que “ha sido, en el curso de
los últimos siglos, objeto de una increíble e insólita acu-
mulación de ambigüedades, paradojas, arbitrariedades,
de contrasentidos y equívocos” (Löwy, 1978, p. 10/1991, p.
9). Esto solo hace ver que la ideología es un tema de difícil
ecualización y ha requerido esfuerzos de reflexión en el
recorrido del conocimiento humano.
Leandro Konder (2002), a su vez, realiza un vasto análi-
sis sobre el problema de la ideología, reuniendo la visión
de prominentes pensadores antes y después de Marx, ade-
más de autores nacionales e internacionales de diversas
áreas de las ciencias humano-sociales. Su texto A Questão
da Ideologia deja claro que una marca recurrente en el
pensamiento contemporáneo es la relación entre conoci-
miento e ideología, la idea de que el conocimiento, bajo la
presión deformadora de la ideología, estaría sujeto a dis-
torsiones. Contra esta visión distorsionada e ilusoria del
mundo, los individuos lucharían en busca de afirmar sus
convicciones, recurriendo a verdades para la realización
de elecciones y decisiones que les permitieran mantenerse
vivos y actuantes.
Además, el autor sugiere que la cuestión de la ideología es
decisiva para los problemas humanos, pero su resolución
Editorial Dynamis

teórica permanece enigmática. Se trata de un problema


cuya solución compete a la praxis, dependiendo de cada
época, del propio contexto específico. Aun así pondera:

Aunque, en último análisis, la solución de problemas teóri-


cos cruciales dependa de la acción práctica, conviene hacer
la advertencia de que la acción práctica capaz de resolver
esos problemas necesita, ella misma, de la teoría. Esto quie-
re decir: necesita de una teoría mejor, más abarcadora y
más rigurosa que aquella que ha tenido. Esa conclusión no
implica menosprecio alguno por el trabajo de los teóricos que
se empeñaron en descifrar enigmas de los períodos anterio-
res al nuestro. Al contrario, el avance en el trabajo teórico
que debe ser emprendido ahora presupone el examen rigu-
roso – y por eso mismo respetuoso – de lo que ya fue hecho
en el plano de la teoría (Konder, 2002, p. 265).

Al analizar pensadores contemporáneos, Konder dedicó


una parte del referido texto al problema de la ideología
en el Lukács de Historia y Conciencia de Clase, obra de
1922, así como en algunas de sus producciones subsecuen-
tes, enfatizando la influencia de su pensamiento sobre los
más diversos autores que lo sucedieron. Con nuestro texto
queremos presentar las reflexiones sobre la concepción de
ideología que Lukács formula en su Ontología, producida
50 años después de Historia y Conciencia de Clase, bus-
cando aprehender, en el interior del propio texto, infor-
maciones precisas sobre esa categoría del ser social en el
pensamiento de la madurez de este pensador húngaro.
Desde nuestro punto de vista, la producción de una ontolo-
gía materialista por parte de Lukács profundiza y agrega
nuevos elementos al problema de la ideología que van más
allá del abordaje del propio autor en obras precedentes,
conforme argumentaremos a seguir.
Lukács (1978) afirma que “el hombre es un ser capaz de
dar respuesta” (p. 21/p. 39), un ser activo, capaz de ac-

88
Trabajo Social en debate

tuar sobre la naturaleza para satisfacer sus necesidades


y también de actuar sobre los otros hombres en el sen-
tido de conducirlos a alcanzar determinada finalidad. La
actividad humana se desarrolla mediada por innúmeros
actos teleológicos que implican la relación del hombre con
la naturaleza y del hombre con los otros hombres. Esa ac-
tividad tiene el carácter de praxis; en ella, sujeto y objeto
son categorías distintas, efectivamente existentes y efecti-
vamente operantes, que interactúan en el proceso de obje-
tivación de un nuevo ser. Efectivamente:

Pero si se quisiera desatender la esencia de la cuestión, se


daría por supuesta, aquí, una relación inmediata. El hom-
bre, por el contrario, se convierte en un ser capaz de dar res-
puesta precisamente porque –paralelamente a la evolución
social, de un modo creciente– generaliza como preguntas sus
necesidades, las posibilidades de satisfacer estas; y, en su
respuesta a la necesidad que las ha desencadenado, funda-
menta y enriquece su actividad a través de tales mediacio-
nes, a menudo profusamente ramificadas. (Lukács, 1978, p.
7-8/2004, p. 39).

La vida social no se constituye en una simple continui-


dad de la vida natural, sino, como ya vimos, tiene en su
base las posiciones teleológicas de los hombres, “todos los
momentos de la vida socio-humana, cuando no tienen un
carácter biológico totalmente espontáneo-necesario (res-
pirar) son resultados causales de posiciones teleológicas
y no simples eslabones de cadenas causales” (351). Así,
las posiciones teleológicas de un modo general expresan
el modo particular de la reproducción del ser social en re-
lación a las otras esferas del ser en cuanto universalidad.
La aprehensión de la ideología realizada por Georg
Lukács en Para la Ontología del Ser Social subvierte, en
nuestra opinión, el concepto de ideología habitualmente
presente en otras obras de tradición marxista, en dos as-

89
Editorial Dynamis

pectos esenciales. En primer lugar, por identificar en el


trabajo la base ontológica de la ideología, demostrándole
un sentido más amplio que el concepto a ella atribuido.
En segundo lugar, por hacer la distinción entre ideología y
falsa conciencia, definiendo la ideología como función en la
reproducción social, en cuanto acto humano efectivamente
existente y operante sobre los conflictos del cotidiano, que
puede expresarse en la forma de idea o también de acti-
vidad práctica. La ideología burguesa es falsa conciencia
cuando falsea lo real, pero no es este falseamiento que la
vuelve ideología. La reflexión lukacsiana en esta obra es
enteramente permeada por la noción de la totalidad social
como complejo de complejos y del trabajo como fundamen-
to de toda actividad humano-social. Reflexionaremos ini-
cialmente sobre la relación entre ideología y las posiciones
teleológicas secundarias.

1. Posiciones teleológicas secundarias e ideología

Las actividades humanas, sean ellas simples o comple-


jas, implican una elección ante las varias posibilidades
existentes. De modo que, tanto las posiciones teleológicas
que se dirigen al intercambio orgánico con la naturaleza
como aquellas que median las relaciones humanas, tiene
como base una alternativa que pone finalidad. Como dice
Lukács,

[…] se trata, en todos los casos, de relaciones de deber ser,


de actos en los que no es el pasado el que, en su causalidad
espontánea, determina el presente, sino en los que, antes
bien, la tarea futura teleológicamente puesta es el principio
determinante de la praxis orientada a tales actos. (78/129).

Vimos anteriormente que del desarrollo social resultan


complejos ideológicos mediadores en las relaciones entre
los hombres, que tienen un efecto retroactivo sobre esas

90
Trabajo Social en debate

relaciones, ejerciendo una importante función social en la


reproducción de la sociedad. Toda posición teleológica, sea
primaria o secundaria, es precedida por un momento ideal
que dirige toda la acción. El momento en común a las po-
siciones teleológicas es que ambas implican una elección
entre alternativas.
De este modo, las diferencias entre las posiciones teleo-
lógicas no significan una escisión absoluta entre las posi-
ciones propias del trabajo y aquellas que se desarrollan
simultáneamente a ella, con funciones en la reproducción
de los individuos y de la socialización. Existen trazos de
identidad entre estas posiciones, dado que en toda prác-
tica social existen fines a ser perseguidos y para eso, es
necesario definir cómo alcanzarlos.
Un momento de identidad entre las posiciones primarias
y secundarias tiene que ver con la necesidad del conoci-
miento del objeto sobre el cual la posición incide. Para rea-
lizar las actividades del trabajo, características del inter-
cambio con la naturaleza, son necesarias decisiones que
sean tomadas, siempre, sobre una base de conocimiento
de los procesos naturales del objeto y de sus relaciones
causales. Del mismo modo, para inducir a los hombres a
una posición teleológica deseada, para conducirlos a rea-
lizar una acción, es necesario “un conocimiento sobre el
modo por el cual los hombres son hechos, sobre sus recí-
procas relaciones sociales y personales” (455), que pueda
generar tomas de posición entre alternativas para el ac-
tuar ante el ser social.
De modo que, en principio, “sea en el intercambio con la
naturaleza, sea en la influencia sobre las posiciones te-
leológicas de otros hombres, la posición solamente puede
adquirir una eficacia objetiva cuando en su objeto inten-
cional pone en movimiento hombres, fuerzas, etc., reales”
(490). Además, depende de un conocimiento, lo más apro-
ximado posible, de los medios existentes que serán movili-

91
Editorial Dynamis

zados. Sin embargo, como dice Lukács, “la insuprimible si-


tuación fundamental de toda praxis humana, esto es, que
cualquier decisión que suscita una acción tiene lugar en
circunstancias que el hombre, que realiza la posición te-
leológica, no está en condiciones de prever completamente
y, por lo tanto, de controlar” (456), comporta, para cual-
quier posición, un coeficiente de incertidumbre.
El hombre operacionaliza las posiciones del trabajo siem-
pre con un dominio limitado de las cadenas causales del
objeto, realizando solamente lo que es posible en cada mo-
mento. Y, en cada momento, lo más importante es si la
conciencia captó las conexiones causales de la realidad ob-
jetiva correctamente o no, pues, “si estas son pasadas por
alto en el proceso de investigación, [...] la posición teleoló-
gica se cancela en la medida en que, como posición que no
ha de realizarse, se ve reducida a un hecho de conciencia
necesariamente impotente frente a la naturaleza” (27/71-
72). Por lo tanto, la elección del hombre, en el trabajo, es
objetivamente orientada por el carácter material del ob-
jeto. Para las posiciones teleológicas del segundo tipo, las
cosas son un poco diferentes. Según Lukács,

[…] las más primordiales consecuencias de la incipiente divi-


sión del trabajo colocan a los hombres tareas cuya ejecución
exige y moviliza fuerzas psíquicas nuevas, diversas de aque-
llas requeridas por el proceso de trabajo verdadero y propio
(piénsese en el coraje personal, en la astucia e ingenio, en
el altruismo en ciertos trabajos ejecutados colectivamente).
Las posiciones teleológicas que intervienen aquí, por eso, es-
tán -tanto más explícitamente, cuanto más desarrollada es
la división social del trabajo- directamente, en el inmediato,
para despertar, corroborar y consolidar en los hombres estos
sentimientos tornados indispensables (465).

De modo que en las posiciones teleológicas secundarias


el “material” de la posición del fin es el hombre, sus re-

92
Trabajo Social en debate

laciones, sus ideas, sus sentimientos, su voluntad, sus


aptitudes. Así, se trata de un campo “cualitativamente
más oscilante, ‘flexible’, imprevisible que el trabajo” (338),
ofreciendo una resistencia mayor que la objetividad na-
tural. Las legalidades que rigen la objetividad natural,
aunque ofrezcan dificultades en su aprehensión, signifi-
can menor posibilidad de imprecisión e imprevisibilidad
que el humano.
Siendo así, el “coeficiente de incertidumbre es, como sa-
bemos, no solamente más alto, sino también de un orden
de grandeza que le confiere una cualidad diversa” (490).
El círculo de lo desconocido se vuelve mucho mayor, pues
al desencadenar fuerzas y cadenas reales puede propiciar
la aparición de nuevas formas y nuevas legalidades, vol-
viendo mucho más difícil captar las verdaderas tenden-
cias evolutivas del proceso social que intenta influenciar a
los hombres para que actúen conforme un comportamien-
to esperado.
Esta diferencia cualitativa es realmente importante, pero
implica, según Lukács, “no una incertidumbre absoluta,
no una irracionalidad” (465). El actuar de los hombres so-
bre los hombres no tiene una conducción irracional y pue-
de tener algún grado de previsibilidad en su realización
de finalidades. O sea, la acción, en las más diversas for-
mas, sobre la conciencia de otros hombres, sea como sea,
siempre ha funcionado. “El hecho de que el coeficiente de
incertidumbre sea más alto, simplemente ha llevado a que
en este campo haya una presencia, incisiva y eficiente, en
este caso, de la desigualdad del desarrollo, mucho mayor
que en el trabajo, en el sentido estricto” (465). Esto es,
el desarrollo en el campo económico-material avanza en
una proporción desigual en comparación con el desarrollo
de las relaciones en el ámbito de las fuerzas productivas.
El desarrollo económico y el desarrollo de las relaciones,

93
Editorial Dynamis

aunque articulados, no se realizan igualmente en la mis-


ma proporción.
Esto tiene una razón de ser, pues el objeto sobre el cual
las posiciones teleológicas secundarias recaen son los pro-
pios hombres y, “por principio, ni el objeto, ni el punto que
la posición debe mirar pueden ser, así, claramente pre-
cisados” (464). De modo que tales posiciones no están en
condiciones de ejercer un control directo y correctivo so-
bre el objeto, o sea, “las posiciones que actúan sobre otros
hombres no pueden nunca llegar a aquel determinismo
unívoco, al menos inmediato, que caracteriza a aquellas
del intercambio con la naturaleza, las cuales se apoyan
en un conocimiento relativamente exacto de las cadenas
naturales relevantes” (505).
En el proceso de trabajo, por más que éste remita más
allá de sus fines inmediatos, la intención que determi-
na las posiciones teleológicas de base es orientada para
un fin muy preciso. No pasa lo mismo con las posiciones
teleológicas secundarias, pues “las posiciones que están
destinadas a guiar el comportamiento de los hombres, fre-
cuentemente tienen, a priori, como fin todo un campo de
reacciones deseadas (o no deseadas) en relación a hechos,
situaciones, obligaciones, etc. sociales” (466).
O sea, el hecho de que los hombres piensen y reaccionen
positiva o negativamente frente a situaciones que encuen-
tran delante de si, torna todavía más compleja la captura
del objeto y el consecuente desarrollo de las acciones. De
manera que, en el ámbito de la intencionalidad, las ope-
raciones laborales se caracterizan por un fin único, bien
determinado, en cuanto en las teleologías secundarias se
dirigen a un variado campo de reacciones humanas.
Una significativa diferencia entre teleología primaria y
secundaria “está en el hecho de que una posición teleo-
lógica secundaria pone en movimiento, en definitiva, no
una cadena causal, sino una nueva posición teleológica”

94
Trabajo Social en debate

(465). De allí derivan problemas de naturaleza diferente


al intercambio orgánico con la naturaleza, también en el
sentido de que es más difícil desvincular los conocimientos
que influencian las posiciones teleológicas secundarias de
aquellas posiciones que condicionaron su aparición.
Se sabe que en ciertos momentos de la historia humana
“muchos procesos de trabajo estaban, en el plano empíri-
co, indisolublemente asociados a ceremonias mágicas, etc.
No obstante, esto aparecía así solamente en la concien-
cia del trabajador; en la objetividad, el proceso de trabajo
como tal se desenvolvía independientemente de los actos
de fe de este tipo” (466). En el ámbito de las posiciones
teleológicas secundarias no es así; según Lukács,

[…] el vínculo con representaciones mágicas y, más tarde,


sobre todo religiosas, no puede en la gran mayoría de los
casos ser eliminado de la naturaleza real de los afectos, de
las ideas, etc., que se desea suscitar, y esto porque, -en con-
traposición con los objetos naturales, en cuya existencia in-
mediata parece desaparecer el modo por el cual nacen-, todo
afecto, toda actitud permanece ligada por el contenido y por
la forma a la especie de su génesis (466).

Así, el proceso de trabajo, como tal, se desarrolla den-


tro de su legalidad propia, independientemente de lo que
pasa por la cabeza del hombre que trabaja, de aquello que
piensa o adopta como medio de su realización, o sea, de las
representaciones que este crea sobre la realidad existente.
En las posiciones teleológicas secundarias, las represen-
taciones están ligadas a la naturaleza de los sentimien-
tos y de las ideas que pretende provocar, tornando más
difícil la desvinculación entre la objetividad creada y su
origen, una vez que ambas se encuentran en el campo de
las ideas. En consecuencia, el conocimiento posible en este
ámbito revela, con límites, ciertas tendencias de evolución

95
Editorial Dynamis

del proceso, que se tornan posibles, en su integralidad, so-


lamente post festum.
En resumen, la primera y fundamental diferencia en la
investigación de los medios entre teleología primaria y se-
cundaria es que en la segunda el objeto son los propios
hombres, sus acciones y sus afectos. La segunda diferen-
cia, derivada de la primera, consiste en la ampliación del
grado de incertidumbre en el conocimiento del objeto en
las posiciones teleológicas secundarias, dificultando la
captura de las tendencias del proceso en curso y posibili-
tando solamente un conocimiento post festum, pero, aun
así, racional. No podemos olvidar que entre estas posicio-
nes existe una identidad; ambas consisten en una toma de
decisión entre alternativas y, por lo tanto, en un acto de
conciencia que resulta en un producto social esencialmen-
te humano. Vale destacar que, para Lukács,

[…] cualquiera que sea el grado de diversidad a la que se


puede llegar, no se elimina el elemento común, en último
análisis decisivo; en ambos casos, se trata de posiciones te-
leológicas, cuyo éxito o fracaso depende del conocimiento
que el sujeto que pone tenga de la constitución de las fuerzas
que deben ser puestas en movimiento; de la precisión con la
cual el sujeto correspondientemente está en condiciones de
actualizarlas de la manera deseada en las secuencias causa-
les inmanentes a ella (338).

En suma, bajo todos los aspectos, las posiciones teleoló-


gicas secundarias, aunque se desarrollen concomitante-
mente con las actividades laborales, no se confunden con
el trabajo en el sentido estricto. Componen el conjunto de
actos que caracterizan la totalidad del mundo de los hom-
bres como complejo de complejos, participando de la cons-
titución de la interioridad de las personas y del desarrollo
humano como proceso histórico.

96
Trabajo Social en debate

Como ya fue dicho, tales posiciones son extremadamente


importantes para que la esfera económica pueda mante-
nerse y reproducirse. Esto porque la sociedad se desarro-
lla a tal punto que el modo de manifestarse de la necesi-
dad se caracteriza cada vez más por inducir, impulsar o
coaccionar a los hombres para que tomen determinadas
decisiones teleológicas o por impedir determinadas tomas
de decisión.
Con el desarrollo social, las posiciones teleológicas secun-
darias toman forma y, además, “A partir de la más alta
diferenciación social, a partir de la constitución de clases
sociales con intereses antagónicos, este tipo de posiciones
teleológicas se convierte en el fundamento espiritual-es-
tructural de aquello que el marxismo designa como ideolo-
gía” (Lukács, 1978, p. 13-14/2004, p. 44). De modo que las
sociedades más complejas acaban por generar intereses
en conflicto, enfrentados mediante formas de conciencia
que se caracterizan como posición teleológica secundaria.

2. El doble carácter del complejo ideológico

El enfoque ontológico de Lukács sobre el problema de la


ideología diverge esencialmente de las proposiciones lógi-
co-gnoseológicas sobre las determinaciones de lo que es y
de lo que no es ideología. El autor atribuye al predominio
del criterio gnoseológico en la aprehensión del fenómeno
ideológico al hecho de que “el pensamiento filosófico haya
sido enteramente dominado por la teoría del conocimien-
to, por la lógica y por la metodología”, hace casi dos siglos
(2010, p. 20). Con esto la cuestión del ser fue relegada a la
condición de problema “destituido de cualquier fundamen-
to científico”, lo que para Lukács no puede ser cierto. La
existencia del ser no puede ser negada porque se encuen-
tra íntimamente ligada a la vida y a la praxis humana. En
un tono de crítica mordaz, Lukács da como ejemplo que:

97
Editorial Dynamis

[…] alguien cruza la calle; puede tratarse —en el campo de


la teoría del conocimiento— del más recalcitrante neopositi-
vista, negador de toda realidad, y, sin embargo, en el cruce
de las calles estará persuadido de que el automóvil real lo
atropellará realmente si no se detiene, y no que alguna fór-
mula matemática de su existencia será atropellada por la
función matemática del auto, o su representación por la re-
presentación del automóvil (Lukács, 1969, p. 66/1971, p. 12).

Con base en el criterio ontológico-práctico, Lukács elabo-


ra una caracterización amplia y una caracterización res-
tricta de la ideología. El problema de fondo en la caracte-
rización de las ideologías singulares, según este autor, es
que

[…] la génesis de estas ideologías presupone estructuras so-


ciales en las cuales operan grupos diversos e intereses con-
trapuestos, que tienden a imponerse como interés general
de la sociedad entera. En suma: el nacimiento y la difusión
de las ideologías son el conato general de la sociedad de cla-
se (1981, p. 453).

Además, Lukács considera que “los intereses son, cierta-


mente, por fuerza de las cosas, determinados por la estruc-
tura social, pero tales determinaciones pueden tornarse el
motor de la praxis solamente cuando los hombres singu-
lares viven estos intereses como sus propios intereses y
tiendan a afirmarlos en el cuadro de las relaciones que
son vitales para ellos en relación con los otros hombres”
(453). Estas cuestiones, consideradas justas por el autor
como aspectos de las ideologías singulares, son, sin em-
bargo, insuficientes para la caracterización de la ideología
en general.
Lukács argumenta que, si en la historia de la humani-
dad, tomamos el período de la caza y de la recolección,

98
Trabajo Social en debate

en que no podían todavía estar presentes todas las deter-


minaciones que caracterizan la estratificación en clases
sociales, aún en aquella más originaria “el concepto de
ideología [...] alcanza una cierta ampliación y también su
génesis aparece bajo una luz un tanto modificada” (453).
Dice el autor:

[…] porque especialmente la caza de animales peligrosos


requiere de los hombres modos de reacción totalmente di-
versos y comportamientos obligatorios impuestos por estos
últimos, que nacen, al mismo tiempo con el trabajo, con un
peso social precedente y mayor que el del trabajo. Nos refe-
rimos, sobre todo, al coraje, a la firmeza, si es necesario, el
espíritu de sacrificio, sin los cuales la caza, que era habitual
-como está demostrado- durante el Paleolítico, hubiera sido
imposible (454-455).

Así, formas ideológicas embrionarias se desarrollan or-


gánicamente a partir del proceso de reproducción social
posible en la época, la caza como medio de reproducción
individual y colectiva, sentando las bases de modos de
conducta que en las fases ulteriores, en sociedades de cla-
se, “sucesivamente, adquirieron forma ideológica (en el
plano político, moral, etc.)” (455), volviéndose importantes
instrumentos del proceso de reproducción social.
Expresiones socio-humanas diferentes al trabajo propia-
mente dicho, o sea, “[...] las posiciones teleológicas que
buscan determinar la conducta de los otros hombres, ya
debían estar universalmente difundidas; de otro modo no
sería posible ni la recolección ni la caza” (455). Esas posi-
ciones no expresaban antagonismos de clase. Su función
debía ser asegurar una mayor unidad en el actuar de los
grupos humanos. Según Lukács, debían existir,

[…] aspectos de la siguiente ideología: una cierta generali-


zación social de las normas del procedimiento humano, aún

99
Editorial Dynamis

si éstas no se imponían todavía en términos antagónicos en


el ámbito de la lucha entre intereses de grupos (455-456).

Luego, las actividades inmediatas de subsistencia vol-


vían necesaria la existencia de una normatividad grupal,
de un conjunto de reglas de conducta a ser reconocidas
y respetadas por todos los miembros del grupo. Allí se
encuentran posiblemente “los gérmenes de los conflictos
entre la comunidad y los individuos, porque sería un pre-
concepto metafísico suponer que la conciencia social fuera
totalmente idéntica en cada hombre” (456). Estos argu-
mentos del autor son significativos para la caracterización
amplia de la ideología.
Para este pensador, la caracterización amplia de ideo-
logía consiste en que “toda ideología tiene su ser-precisa-
mente-así social: ella nace directa y necesariamente del
hic et nunc social de los hombres que actúan socialmen-
te en la sociedad” (446). El cotidiano más inmediato es el
suelo en el cual la ideología se vuelve un componente nece-
sario en la vida en sociedad. Surge como consecuencia de
la propia actividad social de los hombres, que median esta
misma actividad por actos de conciencia. De este modo, el

[…] sentido concreto de la ideología es, por lo tanto, más


amplio que su concepto riguroso. Esto quiere decir simple-
mente -de un modo aparentemente tautológico- que en el
ser social no puede darse nada, cuyo surgimiento no sea co-
determinado de manera decisiva también por el propio mis-
mo. (449-450).

Esta determinación se refiere a toda especie de ser y a


todo objeto que entra en la esfera social. Determinaciones
de este género nunca pueden desaparecer enteramente de
la naturaleza real de los objetos. Como ya vimos a propó-
sito de otras categorías en el trabajo, es una ley del de-

100
Trabajo Social en debate

sarrollo que, en el curso de los acontecimientos, estas se


vuelvan crecientemente más sociales. Dice Lukács:

Así, desde la nutrición y la sexualidad hasta la más abstrac-


ta expresión del pensamiento, no hay cualquier componen-
te del ser social cuyo concreto ser-precisamente-así no sea
determinado por las circunstancias sociales de su génesis
(450).

Mediante estas consideraciones Lukács afirma: “Esto y


nada más nos dice la caracterización más general de ideo-
logía” (450). En esta determinación general del ser, “se
encuentra la máxima concretud posible para el hombre
como ente social, esto es, la socialización universal del
propio hombre y de todas sus expresiones vitales” (450).
La determinación genética de la ideología la convierte
en un componente vital de la cotidianidad, pues constan-
temente en la cotidianidad surgen conflictos a resolver,
enfrentados mediante formas ideológicas. En este senti-
do, las ideologías son “los instrumentos por los cuales son
concientizados y enfrentados también los problemas que
envuelven tal cotidianidad” (446).
El autor anuncia: “La ideología es, sobre todo, aquella
forma de elaboración ideal de la realidad que sirve para
volver la práctica social de los hombres consciente y ope-
rativa” (446). Las necesidades socialmente puestas origi-
nan generalizaciones que sirven para la concientización y
la continuidad de la práctica humano-social.
La determinación del cotidiano más inmediato del ser
histórico-social, sobre todas las expresiones humanas,
trae “como consecuencia que toda reacción de los hombres
a su ambiente económico-social puede, en determinadas
circunstancias, volverse ideología” (446). Así, cualquier
respuesta que los hombres formulen en relación a los pro-
blemas derivados de su ambiente económico-social puede
volverse ideología al orientar la práctica social, concienti-

101
Editorial Dynamis

zarla y operacionalizarla. De hecho, la ideología, en sen-


tido amplio, se manifiesta permanentemente en la vida
social, no es una expresión circunscrita a los momentos de
crisis, ni a los conflictos de interés entre los hombres.
De este modo, la ideología no es un atributo exclusivo de
un determinado pensamiento, sino una posibilidad puesta
por las circunstancias histórico-sociales en una determi-
nada sociedad. Una posibilidad universal que asegura en
las reacciones humanas marcas de su génesis en el contex-
to de la sociedad. Si estas marcas son visibles o no, depen-
de de la función que desempeñan en este mismo contexto.
Estas consideraciones de Lukács se revelan importantes
para situar ontológicamente el problema de la ideología,
pero aún se expresan en términos bastante generales.
Para tornarla más precisa en relación a los complejos sin-
gulares, formula la caracterización más restricta de ideo-
logía. La acepción más restricta de ideología, para Lukács,
está ligada a su entendimiento como instrumento de lucha
social. Después de que el conflicto social se presenta como
problemática vital en la realidad de los hombres, las so-
ciedades producen concretamente instrumentos para su
resolución en la forma de ideología. Lukács dice:

De hecho, la ideología es también, indisociablemente en re-


lación al primer aspecto, un instrumento de la lucha social
que caracteriza cualquier sociedad, por lo menos aquellas de
la ‘pre-historia’ de la humanidad (447).

Él se refiere aquí al sentido marxiano de que la historia


de los hombres hasta el momento configuraría apenas una
pre-historia para la humanidad, teniendo en cuenta que
el hombre no se encuentra enteramente explicitado como
género humano. En momentos de crisis económico-social
de determinadas formaciones sociales, surgen formas
ideológicas de pensamiento, o de prácticas sociales, como
respuestas necesarias a la mediación de los conflictos de

102
Trabajo Social en debate

interés entre los hombres, que toman dimensión significa-


tiva como conflictos de clase. Con frecuencia los teóricos
de la ideología, sean críticos o defensores, acostumbran a
tratarla apenas bajo este aspecto de instrumento de lucha
social, “visto que lo consideran como el único cuño del ac-
tuar guiado por la ideología, de su fundación teórica y de
los complejos que aparecen en la lucha ideológica” (447).
Lukács admite que este aspecto de la ideología es su
acepción restricta. En las sociedades de clase los hombres
combaten los conflictos sociales por medios ideológicos,
visto que este es un medio a través del cual los hombres
toman conciencia de los conflictos y elaboran los instru-
mentos más adecuados para solucionarlos. Para Lukács,
en el carácter restricto de la ideología residen los orígenes
del sentido peyorativo que ésta adquirió en el curso de los
acontecimientos sociales.

La inconciliabilidad factual de las ideologías en el conflic-


to entre sí toma en el curso de la historia las formas más
variadas; puede presentarse como interpretaciones de tra-
diciones, de convicciones religiosas, de teorías y métodos
científicos, etc., pero se trata siempre, antes de todo, de ins-
trumentos de lucha; la cuestión a decidir es siempre un ¿qué
hacer? social y su contraposición factual es determinada por
el contenido social de este ¿qué hacer? (447).

En suma, la acepción más restricta de ideología está li-


gada a su entendimiento como instrumento de lucha so-
cial. Después de que el conflicto social se presenta como
problemática vital en la realidad de los hombres, las so-
ciedades producen, concretamente, instrumentos para su
resolución en la forma de ideología. Lukács comenta: “Se-
gún Marx, como vimos, esta consiste en el hecho de que los
hombres traen a la conciencia y combaten sus conflictos
sociales, cuya base última es necesario buscarla en el de-
sarrollo económico” (452).

103
Editorial Dynamis

En este sentido, el surgimiento de la ideología lleva a su-


poner conflictos sociales que deben ser resueltos en el ám-
bito primario de la economía. No obstante, toda sociedad
produce formas ideológicas específicas cuyo objetivo se di-
rige a mediar tales conflictos. Para el filósofo húngaro,

[…] los portadores ontológicos inmediatos de cualquier acti-


vidad social, y por eso también de los conflictos, son los hom-
bres singulares. En la inmediaticidad, por lo tanto, todos
los conflictos se presentan como contrastes de interés entre
individuos singulares, o entre individualidades y grupos, o
todavía entre dos grupos (452).

Siendo así, estas son las condiciones que presentan “el


modelo generalísimo de la génesis de la ideología” (452).
El conflicto básico al cual nos referimos se instituye por-
que se forman grupos de individuos cuyos intereses vita-
les presentan convergencias o divergencias entre sí y en-
tran en conflictos con intereses de otros grupos. En último
análisis, tales divergencias tienen raíces en las relaciones
establecidas en el campo de la producción. Sin embargo,

[…] estos conflictos pueden ser dirimidos con eficacia en la


sociedad sólo cuando los miembros de un grupo logran per-
suadirse a sí mismos de que sus intereses vitales coinciden
con los intereses importantes de la sociedad entera, esto es,
que todos aquellos que defienden estos intereses hacen al
mismo tiempo algo útil para la sociedad entera (452-453).

De esta forma, retomando las afirmaciones iniciales del


inicio de este apartado, vale reafirmar que, para Lukács,
los intereses que conducen a conflictos entre los hombres
son socialmente determinados. Al mismo tiempo, “tales
determinaciones pueden volverse el motor de la praxis
solamente cuando los hombres singulares viven estos in-
tereses como sus propios intereses, y tiendan a afirmarlos

104
Trabajo Social en debate

en el cuadro de las relaciones vitales para ellos con los


otros hombres” (453).
En suma, la cuestión central en el surgimiento del fenó-
meno ideológico, en su acepción restricta, es que su gé-
nesis presupone la existencia de sociedades donde grupos
con intereses contrapuestos tienden a imponer sus inte-
reses como correspondientes a los intereses de toda la so-
ciedad. O sea, retomando lo que citamos al inicio de este
apartado, “el nacimiento y la difusión de la ideología son
el conato general de la sociedad de clase” (453).
La sociedad de clase crea la base y propicia los medios a
través de los cuales la ideología se constituye en un impor-
tante instrumento de combate para los conflictos de inte-
reses entre los hombres. Por lo tanto, la base sobre la cual
se instituye la ideología en el sentido restricto.

2.1. Ideología y función social

En la perspectiva de Lukács, entonces, estas tres dimen-


siones: la ideología tiene sus determinaciones concretas en
el cotidiano más inmediato; la ideología sirve para volver
la práctica humana consciente y operativa; la ideología se
dirige hacia la dominación de conflictos; son dimensiones
que se articulan con la noción ontológico-práctica de ideo-
logía como función social. Así, recorriendo el camino de
esta concepción, el autor afirma que resulta en una distor-
sión interpretar el concepto de ideología como “elucubra-
ción arbitraria de personas singulares” (445), pues,

[…] antes de todo: como un pensamiento permanece simple-


mente como el producto o la expresión ideal de un individuo,
no importa el valor o desvalor que pueda contener, no puede
ser considerado una ideología. Ni siquiera una difusión so-
cial más amplia alcanza el punto de transformar un comple-
jo de pensamiento directamente en ideología (445).

105
Editorial Dynamis

Del mismo modo, una opinión correcta o falsa, una teoría


científica o una hipótesis, por sí mismas, no pueden ser
consideradas ideología; pueden solamente tornarse ideolo-
gía en determinadas circunstancias, en el curso de aconte-
cimientos, casi siempre permeados por muchas mediacio-
nes. Ilustrando sus afirmaciones, Lukács ejemplifica:

La astronomía heliocéntrica o la doctrina evolucionista en


el campo de la vida orgánica son teorías científicas, dejando
de lado su corrección o falsedad, ellas mismas, tal como su
afirmación o negación, aún no son en sí ninguna ideología.
Solamente cuando Galileo o Darwin en sus confrontaciones,
su toma de posición, devinieron instrumento de lucha en los
conflictos sociales -en tal contexto -operaron como ideologías
(449).

De este modo, la historia contiene ejemplos de pensa-


mientos científicos que, en circunstancias determinadas,
operaron como ideología, pero eso no deriva de la correc-
ción o de la falsedad de las ideas contenidas en éstos.
Es verdadero, según el autor, “que la inmensa mayoría
de las ideologías se funda en premisas que no resisten
una crítica gnoseológica rigurosa [...]. Pero esto significa
que estamos hablando de la crítica de la falsa conciencia”.
Lukács prosigue su argumentación: “en primer lugar, son
muchas las formulaciones de la falsa conciencia que nun-
ca se volvieron ideología”; y, más adelante, “en segundo
lugar, aquello que se vuelve ideología no es de modo al-
guno necesariamente idéntico a la falsa conciencia”. En
consecuencia, “la más pura verdad objetiva puede ser usa-
da para dirimir conflictos sociales y, por lo tanto, como
ideología” (Cf. 461). De este modo, el criterio gnoseológico
puede servir para calificar un pensamiento como falso o
verdadero, pero no es criterio para identificar si este pen-
samiento es o no una ideología.

106
Trabajo Social en debate

La concepción de ideología para Lukács tampoco se sus-


tenta en criterios morales; “en la inmediaticidad no entran
en cuestión ni los aspectos morales (convicción sincera o
demagogia cínica, etc.) como criterios para establecer lo
que es ideología” (487). Independientemente de la cuali-
dad moral de un pensamiento, “este puede adquirir una
fuerza de embate práctico-inmediata tan grande que pue-
de parecer el medio más eficaz para dirimir una crisis”
(487). De manera que tampoco el criterio moral, tomado
aisladamente, basta para calificar un pensamiento como
ideología. Lukács afirma:

Ni siquiera una difusión social más amplia alcanza el punto


de transformar un complejo de pensamiento directamente
en ideología. Para que esto ocurra es necesaria una función
social bien determinada, que Marx describe distinguiendo
con precisión los desórdenes materiales de las condiciones
económicas, de la producción de las ‘formas jurídicas, políti-
cas, religiosas, artísticas o filosóficas, o sea, las formas ideo-
lógicas que permiten a los hombres concebir este conflicto y
de combatirlo’ (445).

Con base en Marx, lo decisivo, para Lukács, es que los


pensamientos, “solamente después de haberse vuelto ve-
hículo teórico o práctico para combatir conflictos sociales,
cualesquiera que sean estos, grandes o pequeños, episó-
dicos o decisivos para el destino de la sociedad, es que
son ideología” (448-449). Así, la concepción de ideología
en Lukács está íntimamente articulada a la función social
que un pensamiento ejerce en el ámbito de los conflictos
sociales, como reacciones de los hombres a las condiciones
materiales existentes.
La identificación de un pensamiento como ideología se
apoya en el criterio ontológico-práctico, por el examen de
la función que este pensamiento, o práctica social, desem-
peña en la vida cotidiana efectiva. Su carácter está vincu-

107
Editorial Dynamis

lado al origen en el hic et nunc del ser-precisamente-así


histórico-social y a la función que ejerce junto a las reac-
ciones humanas frente al ambiente económico-social.
Los problemas generados con la reacción de los hombres
al ambiente económico-social pueden hasta tener como
mediaciones procesos planteados y resueltos por medios
científicos. Esto no invalida que el campo de posibilidades
de su resolución, así como de su existencia, “pueda surgir
justamente en su específica peculiaridad sólo sobre el hic
et nunc de su ser-precisamente-así” (449). Nuevamente
Lukács reafirma el carácter de la ideología como función
social que surge y actúa en el cotidiano más inmediato del
ser social en su desarrollo inmanente.
Luego enseguida, nuestro pensador dice: “El pensamien-
to científico se transforma, pues, en ideología, por la acción
que ejerce sobre el mismo hic et nunc” (449). En este sen-
tido, la ideología nace del cotidiano y se dirige a este como
respuesta ante las condiciones sociales en que los hombres
producen y establecen sus relaciones de existencia. La in-
tencionalidad del sujeto no deja de tener una participa-
ción en este proceso, pero, por si, es una determinación
insuficiente para la transformación de un pensamiento en
ideología. En el acontecer de esa transformación operan
innúmeras mediaciones y debe ocurrir aunque el cambio
se verifique solamente en el movimiento de estas múlti-
ples mediaciones.
En suma, un pensamiento, o una práctica social, se vuel-
ve ideología cuando ejerce efectivamente una función en
los conflictos humano-sociales y esta función consiste en
ser vehículo de concientización y previa ideación de la
práctica social de los hombres. El cotidiano más inmedia-
to es el terreno en el cual las ideologías surgen y tienen su
campo de operaciones.

108
Trabajo Social en debate

3. Individualidades sociales e ideología

En las palabras de Lukács, la comprensión del carácter


amplio o del carácter restricto de la ideología solamente
se efectiva en el complejo en el cual la ideología surge y
opera. O sea, “en el cuadro de su funcionamiento dentro
de la totalidad del mismo complejo” (447). Enseguida, el
autor expone que esta totalidad “es la sociedad de un pe-
ríodo dado, como complejo contradictorio que, en la praxis
de los hombres, constituye el objeto y al mismo tiempo la
única base real de su actuar” (447). Estos dos aspectos:
constituirse en la base de existencia de la ideología y, al
mismo tiempo, en objeto de acción ideológica de los hom-
bres; forman, para el autor, una unidad inescindible, que
solamente opera de modo autónomo debido a la diversidad
de sus funciones al interior de esta misma sociedad.
El contenido de la posición teleológica en la ideología ex-
presa, al mismo tiempo, esa unidad y diversidad de las
funciones prácticas al interior de la totalidad social. De
aquí deriva que “el hombre actúa en una determinada si-
tuación concreta de la realidad y debe tener como objetivo
el cambio de esta” (447-448). Cambio que, comprendido en
términos muy generales, implica también la conservación
del status quo. Además, según Lukács, la intención de de-
fender el status quo sólo puede surgir como objeto de una
posición teleológica cuando se imagina que este se encuen-
tra, interna o externamente, bajo amenaza de un posible
cambio. Textualmente, Lukács comenta:

Aunque tal situación sea presentada aquí en términos gene-


rales, es evidente que la amenaza al status quo es posible de
inmediato sólo a través de la acción de los hombres y que,
por eso, las posiciones teleológicas llamadas a la vida para
defenderlo buscan operar sobre los hombres, esto es, perte-
necen a aquel tipo de posición del cual ya nos ocupamos en
nuestra crítica de los ídolos (448).

109
Editorial Dynamis

En este sentido, las ideologías como posiciones teleoló-


gicas que actúan sobre otros hombres median conflictos
situados en la relación entre los individuos, como expre-
sión mínima de la totalidad social, y esta misma totalidad.
En el tratamiento de la ideología, Lukács se detiene en la
problemática de las individualidades. Inicia la exposición
de este tema exponiendo:

[…] como todas las categorías sociales importantes, la ob-


jetivación y la exteriorización tienen un doble carácter: de
un lado, encaminan todas las expresiones vitales en sentido
universal y, por lo tanto, generalizante; de otro se constitu-
yen en su singularidad social específica (450).

Todos los seres y todos los procesos tienen como caracte-


rística ontológica general la singularidad. Así, el hombre,
como ente, es también portador de esa propiedad del ser,
constituyéndose en un ente singular bajo varios aspectos.
Biológicamente esa singularidad puede ser inmediata-
mente visible; por ejemplo, las huellas digitales de una
persona son diferentes de las de cualquier otra. Lo mismo
no se aplica al individuo social:

La singularidad social es, al contrario, una forma sintética,


compleja, en la cual se expresa aquella unidad personal que
regula la peculiaridad de las posiciones teleológicas y de las
reacciones a las posiciones de los otros. La unidad de la per-
sona tiene, por eso, un doble carácter objetivo, indisoluble-
mente unitario (450).

La singularidad de la persona se revela en la manera


cómo reacciona ante las alternativas que la vida le presen-
ta, mediante las cuales toma una determinada decisión.
En este sentido las reflexiones que anteceden esas decisio-
nes son significativas para la comprensión de su singulari-

110
Trabajo Social en debate

dad específica, pero, decisivamente, “es en la cadena de las


elecciones-decisiones de su vida que se expresa la verda-
dera esencia de la singularidad social, el carácter personal
del hombre” (451).
El segundo aspecto de ese doble carácter objetivo de los
individuos sociales es que “todas las alternativas entre
las cuales el hombre toma sus decisiones son productos de
aquel hic et nunc en el cual debe vivir y actuar” (451). O
sea, las decisiones de los individuos son determinadas por
el cotidiano más inmediato de la vida social. Por lo tanto,
no puede ser una elección puramente subjetiva de un ser
aislado.
Continuando su reflexión, Lukács complementa: “tam-
bién el campo de las posibles respuestas reales a cual-
quiera de esas cuestiones es, concretamente, socialmente
determinado. El hombre, por lo tanto, es persona en cuan-
to él mismo realiza la elección entre estas posibilidades”
(451). Sin duda, una persona, por su originalidad, puede
hasta encontrar respuestas diferentes de sus contemporá-
neos, pero eso también compone el campo de posibilidades
socialmente puestas.
Así, la personalidad humana se constituye en una sínte-
sis de la relación entre individuo y sociedad, donde los in-
dividuos reaccionan a los desafíos que la vida les presenta
y elaboran respuestas con base en la elección entre las al-
ternativas efectivamente existentes. De ningún modo las
personalidades pueden ser consideradas aisladamente; el
hombre independiente de la sociedad no pasa de pura abs-
tracción. Así, “podemos afirmar que ser persona, realizar
una actividad personal y reaccionar adecuadamente al
ser-precisamente-así histórico-social, son dos lados rela-
cionados del mismo complejo” (451).
Aquí adquiere significado la reflexión de Marx, citada
por Lukács. “Marx dijo con exactitud: la riqueza espiritual
real del individuo depende de la riqueza de sus relaciones

111
Editorial Dynamis

reales” (451). Es en el contexto de estas relaciones que se


construyen las individualidades y los hombres se vuelven
personalidades tanto más complejas cuanto más evolucio-
nada esté la sociedad. Y Lukács no tiene duda en afirmar
contra ciertos prejuicios que, en la interacción individuo y
totalidad, la contribución de los individuos para el desa-
rrollo social es tanto mayor cuanto más desarrollada es su
personalidad.
De modo que, para Lukács, la individualidad es un pro-
ceso rigurosamente social, resultante del desarrollo de la
socialización. Esta es un hecho relativamente nuevo en
el contexto de las sociedades, pues, a rigor, las individua-
lidades sólo emergen efectivamente al interior de las re-
laciones sociales puras. Para Lukács, la primera relación
puramente social es el capitalismo. Según nuestro autor,
con el capitalismo se crea una situación en la que la pola-
ridad entre individuo y sociedad aparece por primera vez,
de forma explícita, en la conciencia de los hombres.
La nueva situación social, en términos objetivos y tam-
bién en los aspectos fenoménicos que se desdoblan en el
plano de la conciencia, “es un efecto necesario del naci-
miento del capitalismo y del proceso que lleva este último
al poder y, por eso, es traducida en realidad solamente
por la gran revolución francesa” (257). Esta revolución no
sólo pone en movimiento las fuerzas sociales necesarias
para el desarrollo de la economía en la nueva socializa-
ción, sino que también “proclama la unidad del hombre
como homo economicus ya existente en la teoría y en la
práctica” (258). Conforme Lukács:

La revolución política [...] rompió a la sociedad civil en sus


simples partes constitutivas, de un lado los individuos, de
otro, los elementos materiales y espirituales que constitu-

112
Trabajo Social en debate

yen el contenido de la vida, la situación civil de estos indivi-


duos (Marx, apud Lukács, 1981, p. 257).20

La interrelación individualidad y sociedad aparece frac-


cionada en la conciencia de los hombres como “dualismo
entre citoyen y homme (bourgeois) presente en cada miem-
bro de la nueva sociedad” (257). De aquí adviene una cons-
telación de problemas contenidos ya en las tesis del joven
Marx que, en su época, elabora una crítica a la forma por
la cual la esfera del citoyen es degradada en relación al
bourgeois y, por lo tanto, el hombre burgués es visto como
el verdadero hombre.
Concordando con Marx en relación a la crítica al indi-
viduo átomo y a las falsas antinomias que piensan una
sustancia de la individualidad humana fuera del espacio y
del tiempo, e igualmente de aquellas que tienen una con-
cepción del individuo como mero producto del ambiente,
Lukács defiende el punto de vista de que las generaliza-
ciones en las cuales el individuo surge como objeto social
desligado de la totalidad social son expresiones alienadas
del fraccionamiento del hombre en la referida sociedad.
O sea, reflejan las alienaciones efectivamente existentes
en la práctica social, donde lo particular se sobrepone a lo
universal.
Para Lukács lo decisivo es que, como todo y cualquier
complejo social, la singularidad social guarda cierta auto-
nomía y cierta peculiaridad en relación al complejo social
como totalidad; al mismo tiempo, solamente se desarrolla
en la constante interacción con esa misma totalidad social.
En esta interacción, la muda singularidad del hombre, en
sus trazos puramente biológicos, es superada mediante un
proceso contradictorio y desigual por una singularidad ge-

20 Lukács hace referencia aquí al debate de Marx con Bruno Bauer en


La Cuestión Judía, cuando discute el fin de la vieja sociedad feudal y la
emergente situación de los individuos en la sociedad.

113
Editorial Dynamis

nérica histórico-social sin, empero, jamás perder los vín-


culos con los trazos naturales.
Con el desarrollo de la socialización, el ser para sí de la
singularidad del hombre se conecta a su existencia como
miembro de una sociedad. Siendo así, el desarrollo social
presupone el desarrollo de los individuos singulares. Por
un lado, si estos son la síntesis de los elementos biológicos
y sociales necesarios para la reproducción de la auténtica
individualidad, simultáneamente constituyen la base de
la reproducción del ser social como un todo.
Del mismo modo que la socialización deriva de la propie-
dad del trabajo en desarrollar en los hombres nuevas ha-
bilidades y nuevas capacidades impulsando el desarrollo
de las fuerzas productivas, el proceso de desarrollo de la
individualidad humana con vistas al ser humano genérico
tiene vínculo con el trabajo, conforme dice Lukács.

De hecho, la intencionalidad originaria de la posición teleoló-


gica del trabajo es inmediatamente dirigida a la satisfacción
de la necesidad. Solamente en el contexto social objetivo, el
proceso y el producto del trabajo sufren una generalización
que supera al individuo singular y que, no obstante, es liga-
da a la praxis, y mediante esta, al ser del hombre: exacta-
mente a la generidad (274).

En la comunidad humana se reúnen elementos como tra-


bajo, división del trabajo y sus consecuencias y solamente
ahí, la apenas muda singularidad del hombre tiende a dis-
minuir. Mediante la conciencia derivada de su praxis, el
individuo se torna miembro del género, inicialmente idén-
tico, en todo, a la propia comunidad que lo genera.

El elemento nuevo, decisivo, es que el pertenecer al género,


aunque normalmente surja por vía natural -mediante el na-
cimiento- es, no obstante, formado y se vuelve consciente a
través de una práctica conscientemente social, a través de

114
Trabajo Social en debate

la educación (en su sentido más amplio), y que, además de


esto, tal pertenecer produce, con el idioma común, un órgano
propio creado socialmente, etc. (275).

Lukács entiende que cuanto más la sociedad se desa-


rrolla, la pertenencia de los individuos a la sociedad es
menos determinado por las razones naturales de su na-
cimiento. En el aspecto que nos interesa, la socialización
produce condiciones para que las posiciones teleológicas
secundarias vía educación, vía lenguaje, actúen más deci-
sivamente sobre la constitución de los individuos. En con-
secuencia, ese mismo desarrollo lleva a que las decisiones
alternativas en determinados tipos de praxis “se centrali-
cen cada vez más sobre la conciencia del yo de los indivi-
duos que deben actuar” (275). Está claramente definido,
con todo, que las raíces de esas decisiones no se encuen-
tran en el desarrollo inmanente de los propios individuos
y sí, en la elevación crecientemente social de los procesos
de sociabilización.
Las acciones de los individuos, en cualquier situación,
tienen como base una alternativa introyectada en su
ser como individualidad social. Sobre este aspecto Lessa
(1998) comenta que:

Por ser el individuo un polo tan real del proceso de sociabi-


lización como la totalidad social, la alternativa es la media-
ción que articula la peculiaridad y la relativa autonomía de
cada proceso de individualidad con la totalidad social de la
cual es partícipe. Y, por otro lado, y al mismo tiempo, la al-
ternativa es mediación real por la cual la situación histórico-
concreta pone a los individuos necesidades y posibilidades
para su desarrollo como individualidad.21

21 Lessa, Sergio. Estudo sobre a categoria do estranhamento, versão 2,


p. 5-6, (mimeo).

115
Editorial Dynamis

Esta importancia tan decisiva de la elección entre alter-


nativas en la relación entre individuo y el ser social se
manifiesta en la conciencia de los individuos en forma de
conflicto. Pues, “toda decisión singular práctica contiene
en sí, al mismo tiempo, elementos y tendencias de la mera
particularidad, de la simple singularidad apenas existen-
te en sí, y aquellos de la generidad” (276).
Con el trabajo, el hombre busca responder a necesidades
particulares como el hambre, el frío, la preservación físi-
ca, etc. Con todo, tal actividad impulsa al individuo más
allá de sí mismo, contiene elementos que lo incluyen como
partícipe de una comunidad genérica. En este sentido, el
hombre que trabaja debe escoger entre sus intereses par-
ticulares y los intereses humano-genéricos.
La doble determinación del proceso objetivación/exterio-
rización, que impulsa por un lado la generidad y por otro
la individualidad, se hace presente de forma creciente des-
de la vida cotidiana hasta las máximas objetivaciones del
ser social, permanentemente atravesadas por la tensión
entre elementos que se refieren a intereses genéricos y
particulares, expresados en la conciencia de los hombres
que actúan socialmente. A su vez, refiriéndose a la totali-
dad social, Lukács afirma:

En esta aparece aquello que se debe entender por ideología


en el sentido más amplio del término, esto quiere decir que
la vida de todos los hombres y, por lo tanto, todas sus acti-
vidades, sean ellas prácticas, intelectuales, artísticas, etc.,
son determinadas por aquel ser social en el cual el individuo
en cuestión vive y opera (452).

Esta noción fundamental de cualquier ciencia de la so-


ciedad encuentra, según Lukács, correspondencia con la
afirmación de Marx: “No es la conciencia de los hombres
la que determina su ser, sino al contrario, su ser social que
determina su conciencia” (452). Conciencia humana y ser

116
Trabajo Social en debate

social se encuentran en determinación reflexiva como pra-


xis humana. En las formulaciones de Lukács, en relación
al surgimiento de las ideologías en sociedades singulares,
es esclarecido que es

[…] esta totalidad, su grado de desarrollo, los problemas


evolutivos que de ella derivan para el hombre -ya definido
por nosotros anteriormente como un ser que responde – que
colocan en movimiento aquellas reacciones que eventual-
mente se ponen como ideología (449).

En suma, los portadores inmediatos de los actos conscien-


tes y, por lo tanto, de los conflictos socialmente puestos,
son los individuos singulares. De este modo las ideologías,
como posiciones teleológicas secundarias, actúan sobre los
individuos y grupos humanos buscando la conservación o
el cambio del status quo.
Las formulaciones de Lukács sobre el fenómeno ideoló-
gico se ponen en la perspectiva de demostrar que la ideo-
logía, bien determinada y comprendida, presenta una
caracterización más amplia que los límites vulgarmente
atribuidos a ella, como manifestación fenoménica de mo-
mentos de crisis, circunscrita a los conflictos de clase.
Desde el punto de vista ontológico, la realidad cotidia-
na produce situaciones de conflicto que requieren de los
hombres respuestas, toma de decisión, y estas son respal-
dada en productos espirituales expresados bajo las más
diversas formas: costumbres, valores morales, visiones de
mundo, convicciones religiosas, formulaciones científicas,
etc. El desarrollo del ser social gestó complejos ideológicos
que responden a necesidades de la totalidad social, desem-
peñando una importante función en la reproducción de la
sociedad y de los individuos.
La realidad social es una determinación fundamental en
el surgimiento del conflicto y también de las posibles res-
puestas para su resolución. En esto consiste el significado

117
Editorial Dynamis

amplio de la ideología; ideología y existencia social se ex-


presan como realidades inseparables. En cualquier nivel
de desarrollo el ser social presenta problemas para resol-
ver y son elaboradas respuestas para su resolución. En
este proceso social surge y opera el fenómeno ideológico.
La ideología es una función social y no una cualidad fija
de un pensamiento o de una acción. El carácter ontoló-
gico práctico de la ideología como función es volver a la
práctica humana consciente y operativa. Aliada al aspecto
amplio, la ideología es, también, un instrumento de lucha
social con función en los conflictos de clase.
En líneas generales, en referencia a las categorías del
trabajo y de la ideología, consideramos conclusivo que, se-
gún Lukács, al interior del ser social se encuentran pre-
sentes posiciones teleológicas de tipos diversos. Las posi-
ciones teleológicas primarias comprendidas como trabajo,
en el preciso sentido del término, hacen la interacción
teleología y causalidad con el fin de transformar objetos
materiales en causalidad puesta.
A su vez, las posiciones teleológicas secundarias median
relaciones entre los individuos y entre éstos y la sociedad.
Tienen como objetivo el comportamiento social de los indi-
viduos con la finalidad de conducirlos a tomar decisiones
que posibiliten realizar una finalidad deseada. Con esto,
las posiciones teleológicas secundarias ponen en movi-
miento otras posiciones teleológicas, constituyéndose en
medios a través de los cuales individuo y sociedad proce-
san el movimiento de reproducción social de las relaciones
entre los hombres. Por todos los contenidos expuestos en
nuestra disertación, podemos percibir que la base ontoló-
gica a partir del cual se consustancia la práctica del Traba-
jo Social sólo puede ser la posición teleológica secundaria.

118
CAPÍTULO III

SOBRE EL TRABAJO SOCIAL

Trabajo Social: una concepción en debate

1. Consideraciones preliminares

En los capítulos anteriores nos deparamos con las cate-


gorías del trabajo y de la ideología conforme las aprehende
Georg Lukács. Esto nos permitió tener una noción clara
del proceso de trabajo en sus nexos ontológicos más decisi-
vos, como también precisar que

[…] una actividad tan universal como el trabajo se relaciona


en el sentido verdadero, solamente con el intercambio orgá-
nico con la naturaleza. Ni siquiera el progreso de la técnica
elimina esta característica ontológica, ya que tal perspectiva
no cambia en nada el hecho de que la intención del trabajo,
sea manual o mecánico (hasta automatizado), se dirija di-
rectamente a fenómenos naturales concretos o a la utiliza-
ción de legalidades naturales (204).

Al mismo tiempo, con esta investigación aprehendimos


que, en cuanto posición teleológica primaria, el trabajo
contiene la posibilidad de encaminar un proceso evolutivo
en el ser social por el cual la reproducción de los indivi-
duos, de la socialización y del habla tiende a volverse cada
vez más social. Esta dinámica sólo encuentra frenos en la
propia estructura creada por los hombres, que afecta a los
individuos y a la sociedad. El intercambio orgánico con
la naturaleza da origen a nuevas posiciones teleológicas,
posibilitando la constitución de complejos sociales parcia-
les que tienden a volver la relación entre el hombre y la
naturaleza cada vez más socialmente mediada.
Editorial Dynamis

Por esto, con el desarrollo social se crean ciertos comple-


jos sociales parciales, formados por posiciones teleológicas
secundarias, que sólo de forma muy mediada se destinan
al intercambio orgánico con la naturaleza. Su finalidad
primaria, en términos generales y abstractos, es actuar
sobre la conciencia de los hombres, conciencia entendida,
en el sentido concreto, como aquella que regula las ac-
ciones prácticas del individuo en la vida cotidiana. Estos
complejos fenoménicos buscan la conservación o la trans-
formación del ser social o de una parte de él.
Este segundo tipo de posición teleológica es la base on-
tológica de la ideología, un momento del ser social que se
destina a mediar las relaciones entre los hombres en res-
puesta a los conflictos humano-sociales. En Lukács, estos
conflictos se refieren a un variado campo de problemas
que van desde la resolución de problemas decisivos para
un determinado momento histórico-social, hasta aquellos
que los individuos enfrentan en su cotidiano.
La ideología, a su vez, tiene como base los valores, que
son partes movientes y movidas de la totalidad del desa-
rrollo social. En Lukács, en sentido amplio, la ideología
está presente en toda acción humana y es el instrumento
por el cual los hombres toman conciencia de sus proble-
mas y crean los medios para solucionarlos. En términos
restrictos, indisociablemente del primer aspecto, las ideo-
logías específicas se dirigen al campo de la lucha social,
que se relaciona con los intereses de clase. De un modo
general, las ideologías componen la superestructura ideal
originada en el plano económico, que ejerce una función en
los conflictos, en relación al devenir hombre del hombre. A
nuestro ver, es en esta esfera que se ubica la práctica de
los trabajadores sociales.
Una posición diferente de la nuestra puede ser encon-
trada en la concepción de Trabajo Social contenida en el
apartado 3.1.3 -Núcleo de Fundamentos del Trabajo Pro-

120
Trabajo Social en debate

fesional- del documento Directrices Generales para el Cur-


so de Trabajo Social, en el cual se encuentra la siguiente
afirmación:

El contenido de este núcleo considera la profesionalización


del Trabajo Social como una especialización del trabajo y su
práctica como concretización de un proceso de trabajo que
tiene como objeto las múltiples expresiones de la cuestión
social (ABESS, 1996, p. 66).22

Por lo expuesto en la afirmación de arriba sobre el Traba-


jo Social como proceso de trabajo, la profesionalización del
Trabajo Social consiste en una especialización del trabajo,
y la práctica profesional, en la realización de un proceso
de trabajo que tiene como objeto las múltiples expresiones
de la cuestión social. Se evidencia, luego de inmediato, en
el texto Núcleo de Fundamentos del Trabajo Profesional,
que el proceso de trabajo es comprendido como una acción
sobre un objeto de naturaleza puramente social, pues las
expresiones de la cuestión social se refieren a la relación
entre los hombres, a los problemas puestos por la sociedad
y a las posibles respuestas elaboradas por esta misma so-
ciedad a los problemas existentes.
Enseguida, el mismo texto dice:

Tal perspectiva permite recolocar las dimensiones constitu-


tivas del quehacer profesional articuladas a los elementos
fundamentales de todo y cualquier proceso de trabajo: el
objeto o materia prima sobre la cual incide la acción trans-
formadora; los medios de trabajo -instrumentos, técnicas y
recursos materiales e intelectuales que propician una po-
tenciación de la acción humana sobre el objeto; y la activi-

22 Cf. Núcleo de fundamentos do trabalho profissional. In. Diretrizes Ge-


rais para o Curso de Serviço Social (Com base no currículo mínimo apro-
vado em Assembléia Geral Extraordinária de 8. Nov. 1996)”. Cadernos
Abess n.7, Cortez, p. 66.

121
Editorial Dynamis

dad del sujeto dirigida por una finalidad, o sea, el propio


trabajo. Significa, todavía, reconocer el producto del trabajo
profesional en sus implicaciones materiales, ideo-políticas y
económicas (Idem, p. 66).

Esta argumentación, al aprehender el quehacer profesio-


nal como trabajo, define que los fines y los medios de la
actividad profesional, así como su acción transformadora
sobre un objeto o materia prima, corresponden a aquellas
propias a todo y cualquier proceso de trabajo.
Emerge entonces un problema: como el trabajo, confor-
me aprehende Lukács en la afirmación citada al inicio de
nuestro análisis, “se relaciona en el sentido verdadero,
solamente con el intercambio orgánico con la naturaleza
[...] no cambia en nada el hecho de que la intención del
trabajo, sea manual o mecánico (hasta automatizado), se
dirija directamente a fenómenos naturales concretos o a
la utilización de legalidades naturales”, queda subenten-
dido que la intención de la actividad profesional se dirige
a fenómenos naturales concretos o a la utilización de lega-
lidades naturales.
Sin embargo, si la materia prima del trabajo profesional
es la cuestión social, ¿Cómo la actividad profesional puede
dirigirse a fenómenos naturales concretos? En otras pala-
bras, ¿Cómo puede caracterizarse como posición teleológi-
ca primaria, si tiene como objeto de su actividad la cues-
tión social, que es un objeto puramente social? La materia
prima del proceso de trabajo tiene una naturaleza esen-
cial diferente a los objetos puramente sociales; ambas son
objetivas y efectivamente existentes, pero la objetividad
social y la objetividad natural son de una cualidad ontoló-
gicamente distinta. Por lo tanto, objeto, medio y fines en
el trabajo son también de una cualidad distinta de aquella
requerida por el proceso desencadenado ante los objetos
sociales, cuyo fin constituye modificaciones que se refieren
a los hombres y sus relaciones.

122
Trabajo Social en debate

Ciertamente existe ahí algún equívoco y, por lo tanto,


queremos demostrar que en la concepción de Trabajo So-
cial como Proceso de Trabajo, expuesta en el Núcleo de
Fundamentos del Trabajo Profesional, hay una impreci-
sión en cuanto a relacionar proceso de trabajo directamen-
te al proceso desencadenado por la actividad profesional
del Trabajo Social. Las delineaciones contenidas en el
texto referenciado indican que, en el ámbito del Trabajo
Social, operan posiciones teleológicas muy divergentes en
relación al proceso de trabajo propiamente dicho, pues la
llamada “materia prima” de la acción profesional es de na-
turaleza exclusivamente social.
La precisa aprehensión de “materia prima” fue hecha
por Marx al tratar el proceso de trabajo. Inicialmente este
dice que:

El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y


la naturaleza, un proceso en que el hombre regula y controla
su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a
la materia natural misma como un poder natural. Pone en
movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su cor-
poreidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apode-
rarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil
para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento
sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transfor-
ma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias
que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuer-
zas de la misma (Marx, 1983, p. 149/ 2008, p. 215-216).

Queda evidenciado que se trata del trabajo mismo, en


el exacto sentido ontológico, o sea, en aquello que de-
fine el carácter esencial del trabajo, como ya vimos con
Lukács. Enseguida, Marx hace afirmaciones todavía más
esclarecedoras:

123
Editorial Dynamis

No hemos de referirnos aquí a las primeras formas instinti-


vas, de índole animal, que reviste el trabajo. La situación en
que el obrero se presenta en el mercado, como vendedor de
su propia fuerza de trabajo, ha dejado atrás, en el trasfondo
lejano de los tiempos primitivos, la situación en que el tra-
bajo humano no se había despojado aún de su primera forma
instintiva (Idem, ibidem, p. 149/p. 216).

El trabajo, tal como fue pensado por Marx, y como ya


vimos también en Lukács, es el intercambio orgánico con
la naturaleza, en el cual, diferentemente de un arquitec-
to, en la actividad de una abeja predomina el instinto. El
arquitecto realiza una actividad pensada en la cual se ar-
ticulan teleología y causalidad para la producción de algo
nuevo, el producto del trabajo.
Ese trabajo es un proceso que tiene como elementos sim-
ple “la actividad orientada a un fin -o sea el trabajo mis-
mo-, su objeto y sus medios” (Ídem, ibídem, p. 150/p. 216).
Son los elementos fundamentales del proceso de objetiva-
ción del cual debe resultar un producto material, un valor
de uso que, en la condición de mercancía, adquiere valor
de cambio.
Por “medio de trabajo” Marx entiende “una cosa o con-
junto de cosas que el trabajador interpone entre él y el
objeto de trabajo y que le sirve como vehículo de su ac-
ción sobre dicho objeto” (Ídem, ibídem, p. 150/p. 217). Las
cosas naturales como la tierra, el agua, los peces pueden
ser objeto general del trabajo humano, pero si “el objeto
de trabajo, por así decirlo, ya ha pasado por el filtro de
un trabajo anterior, lo denominanos como materia prima.
Por ejemplo, el mineral ya desprendido de la veta, y al
que se somete a un lavado” (Ídem, ibídem, p. 150/ p. 217).
De este modo, un objeto natural se constituirá en materia
prima propiamente dicha, cuando sufrió modificaciones

124
Trabajo Social en debate

por la mediación del trabajo; ya contiene en ella trabajo


realizado.
Si tuviéramos en cuenta esta peculiaridad de la mate-
ria prima como objeto del trabajo humano no tendríamos
cómo identificarla con un objeto como la “cuestión social”,
cuyo carácter es ontológica y enteramente diverso. Si de-
limitáramos todavía el análisis al plano de los medios de
producción, de la composición del capital que el capitalista
necesita para dar inicio al proceso productivo como crea-
dor de mercancías, la materia prima es uno de los com-
ponentes del capital que no se valoriza en el proceso de
producción, el capital constante. En las palabras de Marx:

La parte del capital, pues, que se transforma en medios de


producción, esto es, en materia prima, materiales auxiliares
y medios de trabajo, no modifica su magnitud de valor en el
proceso de producción. Por eso la denomino parte constan-
te del capital o, con más concisión, capital constante (Ídem,
ibídem, p. 171/ p. 252).

Estas simples digresiones en dirección al pensamiento


de Marx, en el sentido de tornar preciso el carácter esen-
cial de la materia prima, son ilustrativas para lanzar más
problemas sobre una concepción que, como vimos, toma
la práctica del Trabajo Social “como concretización de un
proceso de trabajo que tiene como objeto las múltiples ex-
presiones de la cuestión social”. Ciertamente la cuestión
social, o más apropiadamente sus refracciones, pueden ser
objeto de la práctica profesional, pero no se caracterizan
como materia prima en el preciso sentido de Marx.
Por lo tanto, a nuestro ver, tomando como base el pensa-
miento de Lukács, lo que los trabajadores sociales denomi-
nan como proceso de trabajo en el Núcleo en análisis, en
realidad se trata de procesos pertinentes a los complejos
en que operan posiciones teleológicas secundarias. Recor-
demos que el trabajo es el modelo de toda práctica social

125
Editorial Dynamis

en la medida en que constituye la posición teleológica pri-


maria de la cual derivan las otras posiciones. Enseguida
procuraremos reunir argumentos que permitan reiterar
nuestra afirmación.

2. Trabajo Social y especialización profesional

Inicialmente queremos destacar el entendimiento de la


profesionalización del Trabajo Social como especialización
del trabajo, como un aspecto bastante consistente en el
texto en análisis, considerando que, ciertamente, la divi-
sión del trabajo es el acto generador de las profesiones.
Sin embargo, la cuestión es si el hecho de que el Trabajo
Social sea el resultado de una especialización del trabajo
hace de esta actividad profesional un proceso de trabajo,
en los términos que propone la concepción de Trabajo So-
cial contenida en el Núcleo de Fundamentos del Trabajo
Profesional.
La creación de un estrato de especialistas, al cual la so-
ciedad le atribuye una función social en los contextos de
las relaciones sociales, es una consecuencia de la repro-
ducción del ser social, resultante de la división social del
trabajo. Según Lukács,

[…] eso viene a la luz en la propia división del trabajo [...]


Cuando esta permanente necesidad social de regular los
problemas que surgen en la reproducción de la vida, se re-
produce simultáneamente con el proceso de reproducción,
este tipo de actividad se vuelve socialmente necesaria, lo
que se evidencia en el hecho de que individuos singulares o
grupos enteros pueden hacer de ella una ocupación específi-
ca de la cual viven (477).

Originalmente, “la división del trabajo se basa en las di-


ferencias biológicas de las personas que forman el grupo
humano” (138). Pero, con el retroceso de las barreras na-

126
Trabajo Social en debate

turales, los momentos de socialización se sobreponen a los


naturales, de modo que los momentos biológicos pasan a
ocupar un papel cada vez más secundario en esta división.
La división del trabajo se constituye en un largo proceso,
extremamente diferenciado, que impulsa la reproducción
social a niveles cada vez más genéricos de socialización.
Como consecuencia de la división del trabajo surgen ac-
ciones y relaciones puramente sociales. Los actos que bus-
can suscitar en las personas la voluntad de actuar, que
se hacen presentes requiriendo algún conocimiento de los
individuos y de los comportamientos, tienen un carácter
social. En el proceso social, categorías puramente socia-
les actúan en la interacción entre los hombres: “Los valo-
res que en este punto surgen, como el conocimiento de los
hombres, el arte de persuadir, el ingenio, la astucia, etc.,
amplían, a su vez, el círculo de valores y de valoraciones
(que son sociales en un grado de pureza cada vez más ele-
vado)” (139).
En la visión de Lukács, la división técnica del trabajo,
“que en los estadios evolucionados se afirma con una evi-
dencia cada vez mayor, se desarrolló de aquella división
social y que, por lo tanto, admitiendo todas las interaccio-
nes existentes -es antes que todo un efecto, no una cau-
sa” (139). Así, la división técnica del trabajo resulta de
la dinámica espontánea del complejo de la división social
originaria, en el cual los momentos sociales se sobreponen
crecientemente a los momentos naturales.
Todavía conforme a este pensador, en términos precisos,
la “división del trabajo comienza cuando las ocupaciones
singulares se autonomizan en profesiones” (139). La pre-
misa social para que las diferentes profesiones puedan
constituirse se deriva de que, en todos los campos del tra-
bajo, cualquier persona para reproducirse pueda adqui-
rir los productos que necesita sin que precise producirlos
por sí misma. O sea, que los diversos sectores del trabajo

127
Editorial Dynamis

produzcan, en valor de uso, más allá de aquello que es


necesario para asegurar la reproducción de los producto-
res envueltos en el proceso y, al mismo tiempo, que éstos
tengan necesidad de bienes que no pueden producir con su
propio trabajo.

Estos dos hechos indican que en el interior de la comunidad,


la división del trabajo llegó a un determinado nivel; revelan,
de hecho, que finalmente determinadas personas se especia-
lizaran en determinados trabajos, y esto implica inevitable-
mente que otros deben ejecutar los trabajos necesarios para
conservar y reproducirles la vida (140-141).

Estas relaciones existen ya bastante temprano en pe-


queñas aldeas y permanecen, incluso, en momentos más
evolucionados socialmente. El desarrollo espontáneo de la
división del trabajo es concomitante con la creación del
valor de uso y su acentuada caracterización como valor
de cambio, en cuanto categoría social pura. Está también
asociado al movimiento de creación del mercado y de cons-
titución de las fuerzas productivas, que se da con la repro-
ducción del ser social. Dice Lukács:

Estamos pensando, antes que todo, en dos complejos que di-


ferencian fuertemente la sociedad originalmente unitaria: la
división entre trabajo intelectual y físico y la división entre
ciudad y campo, los cuales, no obstante, se cruzan continua-
mente con la generación de las clases y de los antagonismos
de clase (155).

No tenemos ninguna pretensión de describir el proceso


y los tantos desdoblamientos que se realizan con este im-
portante problema de la reproducción. Nos dedicaremos
solamente a los aspectos que interesan a nuestro proble-
ma, que consiste en identificar si el hecho de que una pro-

128
Trabajo Social en debate

fesión resulte de la división del trabajo la convierte en un


proceso de trabajo.
Una vez que el ser social se vuelve cada vez más social,
promueve al interior de este movimiento un doble proceso:
la integración de las comunidades humanas singulares en
dirección a un género humano no más mudo, simultánea-
mente con la constitución de individualidades humanas
cada vez más sociales. Siendo así, las necesidades del ser
social no sólo se multiplican sino que también se vuelven
más sofisticadas. Al mismo tiempo:

En la medida en que progresa, descubriendo y realizando


cosas nuevas, nuevas necesidades, nuevos caminos para
satisfacerlas, el proceso de trabajo provoca en la sociedad,
junto con la propia difusión y perfeccionamiento crecientes,
una división de trabajo no simplemente técnica, sino tam-
bién social (154).

Tanto que la división del trabajo en la manufactura ya


significa un sustancial cambio en las posiciones teleoló-
gicas del trabajo, considerando que la posición teleológi-
ca se desplaza hacia quien dirige la producción, al mismo
tiempo que, a los individuos, les compete simplemente
posiciones repetitivas y rutinarias. Los individuos ya no
dominan el entero proceso de producción, se van constitu-
yendo en simples realizadores de actividades que no exi-
gen pensar integralmente el proceso y si meros reflejos
condicionados. Pero, “es con la máquina que se inicia la
verdadera división del trabajo determinada por la tecno-
logía” (140). Pues,

[…] la máquina desantropomorfiza el proceso de trabajo,


este pasa por un crecimiento cualitativo en dirección a la
socialización: la tarea de los hombres se restringe cada vez
más y consiste en ‘vigilar la máquina con la vista y corregir
sus errores con la mano’. Las posiciones teleológicas de los

129
Editorial Dynamis

individuos singulares se vuelven, por lo tanto, simples com-


ponentes de un proceso teleológico global socialmente colo-
cado en movimiento (309, las comillas del autor se refieren
a El capital de Marx).

La trayectoria social que posibilita tal división se mues-


tra como efecto del desarrollo de las fuerzas productivas,
a su vez, constituyendo el punto de partida para su desa-
rrollo posterior. En lo inmediato, la división del trabajo
deriva de las posiciones teleológicas de los individuos y, no
obstante, se pone ante estos como fuerza social que deter-
mina su ser y con los cuales los individuos se confrontan.

Como consecuencia general de este desarrollo, la socializa-


ción se revela también por el hecho de que las posiciones, a
priori puramente sociales, que no son dirigidas directamen-
te al intercambio orgánico con la naturaleza, sino que, al
contrario tienen la intención de influir sobre otros hombres
a fin de que estos realicen por si mismos las posiciones te-
leológicas singulares deseadas, aumenten tanto de número
como de peso (309).

Esto está de acuerdo con las consideraciones de Lukács


en cuanto a la trayectoria que conduce a la división entre
trabajo físico e intelectual, presente originalmente en la
primera división del trabajo. En el capítulo anterior pudi-
mos verificar que la división del trabajo, desde su forma
más incipiente realizada a través de la cooperación, ya
exige tareas diferenciadas para los individuos, permitien-
do el desarrollo del complejo de la reproducción social.
La ejecución del trabajo, sea en el plano individual o en
el plano colectivo, impone el control de los afectos, res-
ponsable por el establecimiento de normas de comporta-
miento grupales e individuales. Allí se originan posiciones
teleológicas generadoras también de actividades que, sin
dirigirse directamente a los fenómenos de la legalidad na-

130
Trabajo Social en debate

tural, más tarde se vuelven medios de vida para ciertos


grupos. Actividades ligadas a la educación, al lenguaje, al
establecimiento de normas sociales y control de los com-
portamientos con base en valores. Dice nuestro autor:

Cuanto más se desarrolla el trabajo, y con él la división del


trabajo, tanto más autónomas se vuelven las formas de po-
siciones teleológicas del segundo tipo, y tanto más pueden
desarrollarse en un complejo por sí mismo de la división del
trabajo (155).

La división entre ciudad y campo acaba por potencializar


la separación entre división intelectual y física del traba-
jo. En la ciudad, hasta las funciones más simples de la
vida son mediadas socialmente. Observemos, como señala
Lukács, que incluso la existencia de estructuras natura-
les como un jardín, un parque, etc., tiene ligaciones más
predominantemente con las acciones sociales que con las
naturales.
Cuanto más se desarrollan las ciudades, más se autono-
mizan, en términos relativos, frente a las actividades del
campo como la agricultura, afirmándose en las activida-
des industriales y comerciales. En este sentido la huma-
nidad se va distanciando de aquella situación en que la
actividad del trabajo, vinculada al intercambio orgánico
con la naturaleza, comprometía completamente el trabajo
de todos los individuos.
La base de este proceso es el desarrollo económico consi-
derado en su totalidad dinámica desplegada. La objetivi-
dad del valor económico se funda en la esencia del trabajo
como satisfacción de la necesidad de reproducción material
de la vida humana, o sea, en el valor de uso del produc-
to del trabajo, pero la realidad objetiva de su carácter de
valor va más allá de este nexo básico. El carácter útil del
valor “sufre un progreso en dirección a lo universal, hacia
el dominio de toda la vida humana” (89/141), concomitan-

131
Editorial Dynamis

temente esta utilidad se torna siempre más abstracta en


cuanto “el valor de cambio –que siempre es mediado, ele-
vado a la universalidad y en sí contradictorio– asume un
papel de guía en la relaciones sociales entre los hombres”
(89/141). Así, la propia satisfacción de la necesidad pone
en movimiento en el hombre que la realiza, una intención
direccionada hacia un desarrollo en el cual el propio hom-
bre constituye la esencia real. Pues:

[…] la socialización de la producción genera un sistema de


lo económico basado inmanentemente en sí mismo, cerrado
sobre sí mismo, en el cual una praxis real solo es posible
sobre la base de la orientación hacia posiciones de fines e
investigaciones de los medios inmanentemente económicas
(89/142).

Este comportamiento necesario inmediato del hom-


bre, presente donde la producción se volvió social, según
Lukács, no debe oscurecer la idea de que todo acto econó-
mico se realiza mediante una intención ontológicamente
inmanente, dirigida hacia la humanización del hombre en
el sentido más amplio del término.
Las posiciones de valor tanto del tipo primaria como se-
cundaria se articulan al interior de la esfera económica
más desarrollada. En este complejo las posiciones refe-
rentes al valor de uso, o sea, aquellas propias del trabajo,
también sufren modificaciones, pero no pierden su esencia
originaria, en el sentido de responder a las necesidades de
reproducción de la vida.
En cuanto a las otras esferas del ser social, están, según
Lukács, íntimamente vinculadas al problema de los valo-
res como partes movientes y movidas de la totalidad so-
cial. Existen valores que se afirman socialmente mediante
la creación de un aparato institucional que “puede asu-
mir formas muy variadas a fin de realizarse socialmente
(derecho, Estado, religión, etc.)” (99/153). Las cuestiones

132
Trabajo Social en debate

referentes a la continuidad del ser social en el ámbito de


estas esferas no económicas son todavía más complejas y
de cualidad diferente. Lukács dice:

Es, por un lado, claro que determinados tipos y regulacio-


nes de la praxis social que, en el curso de la historia, llega-
ron a autonomizarse, son, de acuerdo con su esencia, meras
formas de mediación y originariamente también surgieron
como tales a fin de regular mejor la reproducción social;
piénsese en la esfera del derecho, en el sentido más amplio
de la palabra. Pero hemos visto que esta función mediadora,
precisamente para cumplir óptimamente con su tarea, debe
autonomizarse de la economía y hallarse estructurada de un
modo heterogéneo frente a esta (91/144).

La autonomización de tales complejos ante la esfera eco-


nómica tiene que ver con el mejor cumplimiento de su fun-
ción mediadora, que debe ser objetivamente dependiente
y heterogénea en relación a la economía. La especificidad
del actuar y reaccionar de estos complejos los vuelve im-
prescindibles para la totalidad social. Siendo así:

La división social del trabajo, en su expansión cuantitati-


va y cualitativa, crea encargos especiales, formas específi-
cas de mediaciones entre complejos sociales singulares que,
exactamente por causa de esta función particular en el pro-
ceso reproductivo del complejo total, adquieren una pecu-
liar estructura interna. Las necesidades del proceso como
complejo conservan, empero, su prioridad ontológica y por
esto determinan tipo, esencia, dirección, cualidad, etc., de
las funciones ejercidas por tales complejos ontológicos me-
diadores (223).

La prioridad de la economía en el ser social, derivada de


su función ontológica fundante, no significa, en el pensa-
miento de Lukács, ninguna valoración jerárquica de este
complejo en relación a los otros. Significa un hecho onto-

133
Editorial Dynamis

lógico en “que una determinada forma de ser constituye el


fundamento ineludiblemente ontológico de otra, y que esto
no se da de manera inversa ni recíprocamente” (90/142).
El desarrollo social acaba creando situaciones en las que
las actividades que tienen poco que ver con el trabajo en
sentido estricto se convierten en la base de especializa-
ciones, para que un grupo de personas haga de ella una
profesión. Surgen sectores de actividades a partir de la
división social del trabajo que delega a un grupo humano
especializado la función de pensar y actuar con cierta con-
ciencia en la ejecución de una actividad. Una conciencia
deformada de tal situación puede “conducir a la fetichi-
zación del complejo, al cual estrechamente se le atribu-
ye una autonomía absoluta” (226), cuando en realidad se
trata de uno de los complejos de la totalidad social cuya
autonomía es bastante relativa.
En síntesis, la sociabilización crecientemente genérica
de la sociedad, resultante de la división social del trabajo,
[…] se presenta con mucha clareza como un proceso en
continuo refuerzo. De un lado la propia producción ad-
quiere un carácter tan complejo que operaciones que pare-
cen tener poco o nada que ver con la producción material
de bienes se vuelven, al contrario, indispensables para el
proceso global (477).
Más adelante, el autor afirma: “En este sentido, una
marca social de la socialización es la cantidad de personas
que pueden reproducir en términos individuales su vida,
sin tomar parte en la directa producción material de la
esencia” (477). No toda profesión que deriva de la división
del trabajo desarrolla actividades directamente relaciona-
da con la producción.
Podemos concluir, entonces, que las especializaciones
que derivan de la división del trabajo no significan nece-
sariamente complejos que operan posiciones teleológicas
primarias, al contrario, el suelo genético de esta división

134
Trabajo Social en debate

reside en las posiciones que intentan inducir a otros hom-


bres para que actúen conforme un comportamiento desea-
do. En la continuidad del proceso social ciertos complejos
sociales adquieren incluso una relativa autonomía en el
contexto de la totalidad social, algunos de estos con funcio-
nes mediadoras entre los complejos singulares específica-
mente ligadas al campo de los conflictos humano-sociales,
en particular, aquellos referidos a los conflictos de clase.
Con estas consideraciones, buscamos evidenciar que el
hecho de que una profesión se constituya como una espe-
cialización originada en la división social del trabajo no
implica su caracterización como trabajo. El Trabajo Social
ciertamente es una profesión que deriva de la división del
trabajo; las necesidades socio-históricas que lo legitiman
como profesión lo vinculan a un fenómeno típico de la fase
capitalista de los monopolios. Pero esto no significa que,
con su actividad dirigida a determinadas realidades so-
ciales, se realice un proceso de trabajo en el preciso sen-
tido del término. Las especializaciones que se destinan al
trabajo mismo, “condición natural eterna de la vida hu-
mana”, en el sentido de Marx, conservan como intención
directa la transformación de la objetividad natural o de la
materia prima de ella derivada.
La división del trabajo extremamente sofisticada de la
sociedad capitalista ha propiciado el surgimiento de innú-
meras modalidades profesionales inexistentes en socieda-
des anteriores. Esto es visible tanto para la esfera de la
producción económica, frente al desarrollo cada vez más
intenso de las fuerzas productivas, como para la de la re-
producción social. Basta que observemos la diversidad de
profesiones que se institucionalizan con las atribuciones
del Estado en consecuencia de la consolidación y desarro-
llo de esta sociedad.
En relación con el Trabajo Social, la institucionalización
profesional nos parece un tema adecuadamente discutido

135
Editorial Dynamis

por diversos autores y bajo distintos ángulos, que torna


evidente el momento en que una parte de la sociedad da
inicio a esta especialidad en el conjunto de las profesio-
nes.23 La investigación de la génesis de la profesión per-
mite a los trabajadores sociales verificar que, en una fase
de la sociedad capitalista comprendida entre la segunda
mitad del siglo XIX y los años 40 del siglo XX, inicia todo
un proceso de institucionalización para el Trabajo Social,
vinculado a las nuevas modalidades de intervención del
Estado junto a la fuerza de trabajo.
Se crea la relación de asalariamiento para la profesión,
se procesa la apertura de campos de actuación y de forma-
ción profesional. De modo que el Trabajo Social se inscri-
be en la sofisticada división del trabajo que se desdobla a
partir de aquel momento de la sociedad capitalista. O sea,
el surgimiento de la profesión tiene determinaciones en
la complejización de la producción material y en la conse-
cuente sofisticación de la división del trabajo capitalista.24
El lugar que el Trabajo Social ocupa en la división del
trabajo lo articula a la política social, a los derechos y ga-
rantías sociales, a los servicios sociales públicos y priva-
dos, como campo de respuestas socialmente elaboradas y
legalmente institucionalizadas en el ámbito del aparato
estatal. Y, decisivamente, el Estado no es una categoría

23 Netto, José Paulo. Capitalismo Monopolista e Serviço Social. São Pau-


lo, Cortez, 1992. En esta obra el autor sitúa el surgimiento del Trabajo
Social en las condiciones histórico-sociales derivadas del capitalismo de
los monopolios, precisamente demarcado entre 1890 y 1940, C. I, p. 13-
77. [N. d. E. Existe traducción al español de esta obra, Netto, José Paulo.
Capitalismo Monopolista y Servicio Social. São Paulo, Cortez, 1997.]
24 Un análisis del Trabajo Social Clásico en su proceso de instituciona-
lización en Estados Unidos permite la aproximación a los comienzos del
capitalismo monopolista, con el ejercicio de funciones ideológicas en que
las relaciones entre los hombres, sus comportamientos y modos de actuar
son el inmediato objeto de la acción.

136
Trabajo Social en debate

del trabajo.25 En otras palabras, significa decir que el lu-


gar del Trabajo Social en la división del trabajo no lo sitúa
directamente en la esfera económica.26 Pero, como profe-
sión legalmente instituida, este puede ejercer su práctica
junto a los más diversos complejos sociales existentes en
la sociedad, inclusive los productivos. El lugar de la pro-
fesión en la sociedad, al parecer, le confiere una función
reproductiva en las relaciones entre los hombres.

3. Trabajo Social y cuestión social27

Retomaremos el análisis de la concepción de Trabajo So-


cial como Proceso de Trabajo desde el punto en que, en el
Núcleo de Fundamentos del Trabajo Profesional, se en-
cuentra la concepción de la práctica de los trabajadores
sociales

25 A pesar de todo el debate en torno al carácter del Estado y de sus


funciones, ni toda la variedad de acepciones sobre este permite identificar
la identidad entre Estado y Trabajo. En el ámbito del marxismo contempo-
ráneo, István Mészáros (2002/2010) lo comprende como un momento del
control del sistema sociometabólico del capital que dispone de su propia
superestructura.
26 En el texto anteriormente citado, Capitalismo Monopolista y Servicio
Social, José Paulo Netto, en un análisis exhaustivo de las funciones del
Estado en la fase monopolista del capitalismo, expone claramente que el
Trabajo Social no se institucionaliza operando funciones productivas. Si
esto permite asociarlo al trabajo improductivo, no lo califica como portador
de funciones idénticas a las de los trabajadores en la producción material
de la riqueza.
27 La cuestión social, en el sentido que la entendemos, puede ser confi-
gurada a partir de tres dimensiones diferentes que se articulan: los deter-
minantes esenciales de la acumulación capitalista y la generación de la
pobreza y de la desigualdad social; la reacción de los trabajadores a tra-
vés de la lucha de clases contra la explotación del trabajo; las respuestas
del Estado por la vía de la institución de derechos y políticas sociales en el
sentido de la conservación de la sociedad y de la contención de conflictos
entre clases sociales.

137
Editorial Dynamis

[…] como concretización de un proceso de trabajo que tiene


como objeto las múltiples expresiones de la cuestión social.
Tal perspectiva permite recolocar las dimensiones constitu-
tivas del quehacer profesional articuladas a los elementos
fundamentales de todo y cualquier proceso de trabajo: el
objeto o materia prima sobre la cual incide la acción trans-
formadora; los medios de trabajo -instrumentos, técnicas y
recursos materiales e intelectuales que propician una poten-
ciación de la acción humana sobre el objeto; y la actividad del
sujeto dirigida por una finalidad, o sea, el propio trabajo.28

La concepción de Trabajo Social con la cual nos depa-


ramos aquí, concibe la práctica profesional como proceso
de trabajo. En este caso, como práctica portadora de todo
carácter esencial de las posiciones teleológicas primarias,
ya que, conforme el propio texto en análisis, el quehacer
profesional en sus dimensiones constitutivas debe estar
articulado a los elementos fundamentales de todo y cual-
quier proceso de trabajo: objeto o materia prima, medios y
fines que caracterizan una actividad humana direcciona-
da para una finalidad. Por otro lado, afirma que el objeto
de la práctica profesional son las múltiples expresiones
de la cuestión social, o sea, la acción de los trabajadores
sociales incide sobre algo derivado de la propia sociedad,
como tal, una realidad efectivamente existente, pero de
carácter puramente social.
Resulta que la materia prima del trabajo es el ser natu-
ral, o más precisamente, la objetividad material sobre la
cual ya incidió el trabajo humano. Como ya vimos antes,
su esencia es diferente a la de los objetos sociales refe-
rentes a las relaciones entre los hombres, pues se trata
de una objetividad real independiente de cualquier acto
consciente. Delante del objeto natural el sujeto se encuen-

28 Cf. “Núcleo de Fundamentos do Trabalho Profissional”, op. cit., p. 66.

138
Trabajo Social en debate

tra ante algo cuyas cadenas causales son simplemente na-


turales, exigiendo conocimiento de sus leyes inmanentes.
Aunque ese objeto ya haya sufrido modificaciones deriva-
das de una acción de trabajo humano y ya se constituya en
un objeto que no pertenece exclusivamente al mundo de la
naturaleza, la acción sobre ese objeto, como materia prima
para otra acción, deberá incidir sobre aquellas cualidades
inherentes a su materialidad esencial, sobre las cadenas
de su legalidad natural. Solamente así esa acción conten-
drá las características del trabajo en el preciso sentido del
término.
Así, afirmar que la práctica del Trabajo Social es un pro-
ceso de trabajo corresponde a asegurar que el Trabajo
Social, en su conjunto o en las acciones de sus agentes
individuales, opera actos teleológicos dirigidos a la trans-
formación de objetos materiales en objetos sociales. Esto
significa, por ejemplo, que el resultado o producto de su
acción podrían ser cosas materiales así como carros, ropas
o alimentos.
Tal hipótesis jamás fue levantada, considerando que, en
lo que se constata sobre la práctica profesional, actos de
esa naturaleza no son propios del desarrollo de la acción
del Trabajo Social. Los actos del Trabajo Social envuelven
siempre una acción de los agentes profesionales ante de-
terminadas realidades sociales, condiciones existentes en
la vida de individuos o grupos humanos resultantes de las
relaciones sociales presentes. Como se puede ver, este es
un tipo de materialidad nada idéntico a la materialidad
simple o natural, incluso si esta última ya contiene traba-
jo humano convirtiéndola en objetividad social.
Ahora, si es verdadero que el objeto de la práctica pro-
fesional se constituye en las expresiones de la cuestión
social, la “materia prima” sobre la cual incide la acción
profesional es de una naturaleza ontológica esencialmen-
te diferente de la materia prima propia a las posiciones

139
Editorial Dynamis

teleológicas características del trabajo. Las expresiones


de la cuestión social se refieren a las relaciones entre los
hombres, en especial las relaciones de clase y reacción de
los hombres a los mecanismos de explotación, a los pro-
blemas puestos por la sociedad y a las posibles respuestas
elaboradas por esta misma sociedad.
Y cuando se trata de las relaciones entre los hombres,
la posición teleológica que opera con el fin de mantener
o cambiar esa realidad es también de una cualidad esen-
cialmente diferente a la del trabajo, pues la posición debe
dirigirse a la conciencia de las personas, y solamente a es-
tas cabe realizar una elección entre las alternativas exis-
tentes para la consecución de los objetivos propuestos. En
este caso, la situación en relación con los medios es, tam-
bién, esencialmente diferente. Como dice Lukács:

El “material” de las posiciones causales que de ahora en más


han de realizarse gracias a los medios es, sin embargo, de
carácter social: se trata de posibles decisiones alternativas
realizadas por hombres; por ende, se trata de algo en prin-
cipio no homogéneo y que, además se encuentra en cambio
ininterrumpido. (102/183).

Esta actividad significa, por lo tanto, una acción ya muy


alejada de aquellas volcadas a la simple reproducción ma-
terial de la vida. Allí se tiene una actividad con base en
una posición teleológica secundaria, en la cual los medios
tienen una tarea todavía más compleja que en el trabajo
en sentido estricto, en la medida en que bajo su mira está
un campo de reacciones deseadas y no deseadas. Además,
los resultados de esa acción ponen en movimiento otras
posiciones teleológicas.
Siendo así, en relación con la práctica del Trabajo Social,
aunque la actividad del sujeto que actúa sea dirigida por
una finalidad y aunque deba disponer de medios para la
potenciación de la actividad sobre un objeto de la cual re-

140
Trabajo Social en debate

sulte un producto, por sí sólo, esto no caracteriza la activi-


dad del Trabajo Social como proceso de trabajo.
En cuanto a este aspecto, las posiciones del tipo secun-
dario presentan la misma estructura y dinámica que las
posiciones operantes en el trabajo: se dirigen a un objeto,
ponen medios y fines. La distinción básica entre el trabajo
y esas otras posiciones reside principalmente en el objeto
que la posición debe mirar. En el primer caso (trabajo), la
objetividad natural; en el segundo caso (teleología secun-
daria), posiciones causales de carácter social.
En el segundo caso, el sujeto adquiere una función dife-
rente que en el trabajo en sentido estricto. Debe actuar
en el sentido de conducir a otros hombres a realizar por si
mismos otras actividades con base en un proceso reflexi-
vo. En este caso pueden tener como dirección, inclusive,
la propia interioridad de los sujetos envueltos en el pro-
ceso para poder realizar modificaciones de carácter social
en su vida o en la del grupo humano al cual pertenecen,
en su trabajo o en la conducción de procesos sociales de
naturaleza política orientada para un determinado fin.
De este modo, entendemos que la tesis de la práctica del
Trabajo Social como Proceso de Trabajo, cuando es anali-
zada bajo la perspectiva del trabajo en Lukács, resulta sin
sustentación.
Restaría pensar que la categoría profesional toma la
praxis humana en general como trabajo, sin embargo, de
allí también derivan problemas de imprecisión. Entre la
praxis humana general y la praxis singular del trabajo
se ponen mediaciones que caracterizan al trabajo y la so-
cialización como categorías esencialmente heterogéneas.
Lukács no da cualquier indicación de que la praxis huma-
na pueda ser reducida a los procesos de trabajo, del mismo
modo que del trabajo no se puede deducir abstractamente
la totalidad del mundo de los hombres. De las formas más
simples a las más complejas:

141
Editorial Dynamis

El ser social es un complejo de complejos cuya reproducción


se encuentra en múltiples y variadas interrelaciones con el
proceso reproductivo de los complejos parciales relativamen-
te autónomos, pero donde la totalidad ejerce siempre una
influencia predominante al interior de esas relaciones (255).

Sobre este aspecto vimos ya en el capítulo del trabajo


que, en primer lugar, el trabajo es la categoría que realiza
la síntesis entre teleología y causalidad y por eso funda
el ser social. En segundo lugar, que el trabajo es una ca-
tegoría exclusivamente social y existe simultáneamente,
por lo menos, con complejos como la socialización, la coo-
peración y el lenguaje, como mediaciones esenciales para
la reproducción del hombre como individuo y como socie-
dad. En términos de la relación entre totalidad y esencia,
Lukács advierte en otro momento:

[…] si no podemos contraponer en términos metafísico-abso-


lutos, sin escalas, la esfera económica a la superestructura,
no podemos tampoco decir que el complejo de las posiciones
teleológicas al interior del ser social sea un conjunto unifor-
me, indiferenciado […] nos queda claro que estas dos formas
del ser, unidas entre sí por una infinidad de interacciones,
constituyen una unidad dinámica, en la cual, sin embargo,
las determinaciones concretas se presentan muy diferentes
(364).

En cuanto a la determinación de los complejos de la re-


producción en el proceso histórico, Lessa dice:

Entre el trabajo, como categoría fundante, y el mundo de los


hombres como un todo, tenemos la ineliminable mediación
de la reproducción social […] La construcción social de la
particularidad de cada momento histórico -particularidad
que, por las determinaciones universales de la que es por-
tadora, se articula a la historia de la humanidad, y, por las

142
Trabajo Social en debate

singularidades que le determinan, se distingue de todos los


otros momentos de la historia- es una función que pertenece
a la esencia de la categoría de la reproducción como tal (Les-
sa, 1997, p. 142).

De modo que, en lo que tiene que ver con las relaciones


sociales, solamente si incurrimos en una abstracción muy
grande pueden ser entendidas como trabajo. El salto on-
tológico para una nueva esfera del ser ya significa que
el hombre es capaz de trabajar, de hablar y desarrollar
actividades de nuevo tipo, cuya constitución esencial no
encuentra algo similar en la naturaleza. En el proceso de
constitución de esta nueva sustancialidad, el papel de la
subjetividad y de los individuos no es nada despreciable.

4. Trabajo Social, cuestión social e ideología

La categoría cuestión social aparece en la producción de


los trabajadores sociales más precisamente en la década
de los ´80. Este objeto es introducido en el universo inte-
lectual del Trabajo Social brasileño a partir de la investi-
gación de la génesis institucional de la profesión. Su apre-
hensión resulta de la investigación sobre los orígenes del
Trabajo Social por parte de autores que se inspiraron en la
tradición marxista.29 Los autores la vinculan al conjunto
de determinaciones sociales generador de las contradiccio-

29 En Brasil, el Trabajo Social comienza a ser vinculado a la cuestión


social desde el primer Curso de Formación Social administrado en São
Paulo por Mlle. Adèle de Loneux en 1932. Pero es con la tendencia de in-
tención de ruptura, a la cual nos referimos anteriormente, que se fortalece
la idea de la relación entre Trabajo Social y cuestión social, bajo la visión
marxista de la lucha de clases. La primera obra de Trabajo Social dentro
de esa tendencia en que aparece formulada teóricamente esta categoría
es la obra ya citada, Relações Sociais e Serviço Social, de Iamamoto y
Carvalho. [N. d. E. Existe traducción al español de esta obra, Relaciones
sociales y Trabajo Social: esbozo de una interpretación histórico-metodo-
lógica, CELATS, Perú, 1984. Posteriormente fue editado la sección es-

143
Editorial Dynamis

nes de clase existentes en la sociedad y del entendimiento


sobre el lugar del Trabajo Social en el contexto de la pro-
ducción y reproducción del ser social burgués.
Articulada a la concepción de Trabajo Social como profe-
sión insertada en la división socio-técnica del trabajo de
la sociedad burguesa, la cuestión social es aprehendida
como base de fundación del Trabajo Social y como objeto
de su actuación. Actualmente la asociación entre Trabajo
Social y cuestión social atraviesa los presupuestos de la
más nueva propuesta de formación profesional, indicando
la fuerza que la cuestión social adquiere en el universo de
pensamiento de los trabajadores sociales.
Una de las producciones en Trabajo Social define así esta
categoría:

La “cuestión social” no es otra cosa que expresiones del pro-


ceso de formación y desarrollo de la clase obrera y de su in-
greso en el escenario político de la sociedad, exigiendo su
reconocimiento como clase por parte del empresariado y del
Estado. Es la manifestación, en el cotidiano de la vida social,
de la contradicción entre el proletariado y la burguesía […]
(Iamamoto y Carvalho, op.cit., p. 82/Iamamoto, 1997, p. 91).

En la secuencia del proceso de aprehensión del origen del


Trabajo Social en las relaciones sociales, en otra produc-
ción, el autor, al analizar las modalidades de intervención
del Estado en una fase precisa del capitalismo; utiliza la
siguiente definición:

Por cuestión social se entiende el amplio espectro de pro-


blemas sociales que derivaron de la instauración y de la ex-
pansión de la industrialización capitalista. Es la ‘expresión
concreta de las contradicciones entre el capital y el trabajo

crita por Iamamoto del libro en cuestión en Servicio Social y división del
trabajo, São Paulo, Cortez, 1997.]

144
Trabajo Social en debate

al interior del proceso de industrialización capitalista’. (Cer-


queira Filho, apud Martinelli, 1993, p. 21/1992, p. 62-63).

Recientemente, el concepto de cuestión social aparece


explícitamente más cercano a las acciones peculiares del
cotidiano de la práctica profesional:

Los asistentes sociales trabajan con la cuestión social en sus


más variadas expresiones cotidianas, tal como son vividas
por los individuos en el trabajo, en la familia, en el área de
vivienda, en la salud, en la asistencia pública, etc. Cuestión
social que, siendo desigualdad también es rebeldía, por invo-
lucrar sujetos que viven las desigualdades, que las resisten
y a ellas se oponen. En esta tensión entre producción de la
desigualdad y producción de la rebeldía y de la resistencia,
trabajan los asistentes sociales situa¬dos en ese terreno
movidos por intereses sociales distintos, de los cuales no es
posible abstraerse ni huir, porque constituyen la vida en so-
ciedad (Iamamoto, 1997, p. 14/2003, p. 41).

Expresadas bajo ángulos diferentes, podemos observar


que las concepciones de cuestión social aquí expuestas
presentan como elemento común el conflicto de intereses
entre los hombres. Se basan en la idea de que las condicio-
nes desiguales de existencia social originadas en el campo
económico provocan actos de resistencia y rebeldía, res-
ponsables por la tensión entre clases sociales antagónicas.
En estos términos, esta tensión y los problemas que sur-
gen con ella están en la base de la cuestión social. Ella es
percibida como forma particular de expresión de la reac-
ción de los hombres a su ambiente económico-social. Re-
acción que requiere respuestas sociales, acciones creadas
socialmente que se materializan en alternativas de solu-
ción para los problemas contra los cuales los hombres se
rebelan.

145
Editorial Dynamis

La relación entre la cuestión social y la práctica de los


trabajadores sociales es comprendida como una respuesta
operacionalizada en el umbral de la contradicción entre la
producción de la desigualdad y la producción de la rebel-
día y de la resistencia de los sujetos sociales a las condicio-
nes materiales de existencia social. Si esto es verdadero,
la aprehensión de la cuestión social como objeto de la prác-
tica del Trabajo Social tiene desdoblamientos interesantes
cuando es analizada con base en la ontología de Lukács.
Inmediatamente nos llama la atención que la práctica
profesional es explicitada como acción ejercida al interior
de los conflictos entre los sujetos sociales y la sociedad de
la cual hacen parte. Y, para Lukács, los pensamientos que
subsidian actos humanos con esta función social son ca-
racterizados como ideología. Conforme habíamos visto an-
teriormente, cualquier pensamiento es ideología cuando
se torna vehículo teórico o práctico de combate a conflictos
sociales. Esta función es el determinante esencial en la
caracterización ontológica de la ideología.
Recordemos que Lukács no interpreta la ideología nece-
sariamente en el sentido de falsa conciencia, sino como ex-
presión de una realidad efectivamente existente que tiene
su génesis en el cotidiano más inmediato y que ejerce una
acción sobre ese mismo cotidiano. Además, la ideología es
el mecanismo por el cual los hombres traen a la conciencia
conflictos humanos y los medios para combatirlos.
Así, si el Trabajo Social nace como una respuesta orien-
tada a combatir conflictos sociales, y si “es en esta tensión
entre producción de la desigualdad y producción de la re-
beldía y de la resistencia que trabajan los trabajadores
sociales, situados en ese terreno movido por intereses dis-
tintos”, conforme afirma Marilda Iamamoto en la citación
anterior sobre la cuestión social, el Trabajo Social se en-
cuentra dentro de los criterios como vehículo práctico de
ideología.

146
Trabajo Social en debate

Estamos hablando de un vehículo práctico porque, como


sabemos a través de la recuperación histórica de la profe-
sión, el Trabajo Social no surge en la sociedad capitalis-
ta con la tarea de producir conocimientos, sino como una
práctica social insertada institucionalmente y predomi-
nantemente ejercida junto a individuos o a familias consi-
deradas carentes de ayuda material o moral.30 Una acción
que en las formas originarias del Trabajo Social brasileño
tenía el momento ideal en las costumbres y en el pensa-
miento social cristiano.
La génesis institucional es un momento de la práctica
profesional, un momento importante que funda algunas
de sus características esenciales, como el origen y la posi-
ción en la sociedad, o sea, su función social como actividad
que se institucionaliza junto a acciones del Estado e inter-
viene en el ámbito de los conflictos sociales. Sin embargo,
la constitución de la profesión misma demanda un proceso
permanente de acción en la realidad y de producción in-
telectual. De modo que, en la secuencia del desarrollo de
la profesión impulsado por factores diversos, relacionados
con el desarrollo social, las respuestas elaboradas por la
profesión sufren modificaciones, de cara a las circunstan-
cias sociales que demandan su actuación.31

30 Tanto Iamamoto (1984), sobre el Trabajo Social brasilero, en “Aspec-


tos de la Historia del Trabajo Social en el Brasil” como Jeannine Verdès-
Leroux (1986), sobre el Trabajo Social francés, en Trabalhador Social:
práticas, hábitos, ethos e formas de intervenção, hacen una recuperación
de las formas embrionarias del Trabajo Social y demuestran a través del
análisis de vasto material empírico esas formas de actuación.
31 En el caso brasilero nos referimos a momentos diversos como: la fase
desarrollista, requiriendo de la práctica profesional actuaciones junto a
proyectos de desarrollo de la comunidad y sobre los cuales diversos auto-
res hacen un amplio análisis. Y también al contexto de la dictadura militar,
cuando el Trabajo Social se envuelve con las propuestas de lucha social
por la democratización de la sociedad brasilera.

147
Editorial Dynamis

Al mismo tiempo, el Trabajo Social comienza a producir


teóricamente y su actuación también se modifica por el
acercamiento a teorías científicas y con fundamentos fi-
losóficos que van más allá del pensamiento cristiano. En
este proceso, el Trabajo Social elabora críticas al propio
Trabajo Social, busca aprehender el en sí de la profesión,
se compromete con los usuarios de sus servicios, se involu-
cra con movimientos sociales sin perder el vínculo con su
función social genética, actúa en el campo de los conflictos
humano-sociales, expresados en lo que José Paulo Netto
denominó como refracciones de la cuestión social.
Conforme ya vimos, las ideologías son respuestas a pro-
blemas de la realidad cotidiana que exigen del sujeto pen-
samiento y acción dirigidos a transformar (o a mantener)
una realidad específica. Pero la acción sobre esa realidad
específica se dirige a la conciencia de los individuos. En
este sentido se dirige a todo un campo de reacciones de-
seadas y no deseadas que los individuos y grupos humanos
manifiestan ante los problemas que permean los varios ni-
veles de su existencia. De la misma forma que el trabajo,
las ideologías tienen como estructura las decisiones entre
alternativas, pero son actos típicos de las posiciones teleo-
lógicas secundarias.
Complejos sociales como el derecho, la política, la filosofía
y el arte operan posiciones teleológicas de esa naturaleza.
Estas posiciones, al desencadenar un proceso teleológico
en la realidad social, no ponen en movimiento, inmediata-
mente, las cadenas causales de la realidad, sino otras po-
siciones teleológicas originadas de los actos de conciencia
de los individuos.
Ciertos actos ideológicos específicos como, por ejemplo,
las realizaciones de la obra de un artista plástico al pro-
ducir una pintura o una escultura, operan sobre la cau-
salidad simple, pero el producto de este acto se dirige a
la conciencia de las personas. Los actos ideológicos tienen

148
Trabajo Social en debate

siempre como fin actuar sobre la conciencia de los indivi-


duos. La acción del sujeto sobre los problemas o conflictos
sociales, cuando pone como finalidad la preservación o la
transformación del ser social o de parte de él, tiene como
base momentos ideales que se dirigen a la conciencia, al
comportamiento de los hombres delante de las condiciones
de existencia social.
La importancia de estas posiciones está en la exacta me-
dida en que están dirigidas al cambio de comportamiento
entre los hombres, provocando nuevas posiciones teleoló-
gicas indispensables para el proceso de evolución de los
individuos y de la sociedad. Recordemos que este proceso
no es tan simple; muchos impedimentos a la elevación del
individuo y de la sociedad al ser humano genérico asumen
la forma de ideología o se hacen presentes en las ideolo-
gías. De modo que no se trata de pensar que la ideología
es necesariamente un impulso positivo en este sentido y
tampoco que se constituya en su negación. La sociedad
produce los momentos y las condiciones en que los pen-
samientos o las acciones se constituyen en complejos que
actúan en un sentido o en otro.
En nuestro entendimiento, si el Trabajo Social ejerce
una función en el ámbito de los conflictos, la búsqueda
por dirigirse al comportamiento de los individuos deriva
esencialmente de su práctica, como manifestación de la
función ideológica. Los conflictos derivados de la totalidad
social se manifiestan básicamente en la conciencia de los
individuos. Esto significa que el Trabajo Social actúa en
la realidad teniendo como base un momento ideal a partir
del cual opera como posición teleológica secundaria. Ade-
más entendemos que, por esto, la práctica profesional de
los trabajadores sociales es atravesada por acciones muy
cercanas a los procesos educativos y, muchas veces, ad-
quieren también una dimensión política, insertándose en

149
Editorial Dynamis

el campo de las luchas por mejores condiciones de vida,


salud, educación, trabajo, etc.
No es de extrañar que los clásicos del Trabajo Social se
hayan inspirado en conceptos como los de persona huma-
na y de persona en situación social, al concebir el Trabajo
Social de Caso, de Grupo y de Comunidad. En las fases
iniciales estaba explícitamente puesto que la actividad
profesional se dirigía básicamente hacia la intervención
sobre el comportamiento social de los individuos, que la
situación social influenciaba sobre estos comportamientos
y que, para salir de la situación en que se encontraban,
los individuos dependían de la superación de sus límites
interiores. Solamente a título de ejemplo, una obra am-
pliamente utilizada en la formación de los trabajadores
sociales brasileños hasta la década de 1970:

Cuando se dice que las necesidades humanas deben ser sa-


tisfechas y no ignoradas, frustradas o negadas; que la per-
sona humana tiene su propio valor y su individualidad; que
la interdependencia del individuo y de la sociedad hace que
el respeto mutuo y la vida en sociedad sean imprescindibles,
con personas de los más diversos temperamentos y culturas,
orientadas de manera constructiva - entonces los valores y
objetivos comunes se convierten en partes integrantes de la
disciplina y del propio método. Además de esto, para ayudar
eficientemente a los otros, es preciso respetar a la persona
humana, esto es, su derecho a vivir la propia vida, de usu-
fructuar la libertad personal y política, de buscar la felicidad
y de buscar los valores espirituales a los que aspira (Hamil-
ton, 1982, p. 20).

Si estas acciones se dirigían hacia el cambio o hacia la


conservación de las relaciones sociales, o si las perspec-
tivas en las que se basaban falseaban o no lo real, es un
aspecto que no nos interesa en este momento, hasta por-
que ya fue objeto de análisis por diversos autores, de for-
ma bastante consistente. Es de conocimiento de los tra-

150
Trabajo Social en debate

bajadores sociales que, en la secuencia del movimiento de


Reconceptualización,32 fue realizada una vasta crítica a
las posturas tradicionales del Trabajo Social, especialmen-
te por la tendencia denominada “intención de ruptura”.33
Esta crítica abarca la individualización de los problemas

32 Por movimiento de Reconceptualización del Trabajo Social enten-


demos lo que José Paulo Netto dice: “La Reconceptualización es, sin
cualquier duda, parte integrante del proceso internacional de erosión del
Trabajo Social ‘tradicional’ y, por lo tanto, en esta medida, parte de sus
causalidades y características. Como tal, no puede ser pensada sin refe-
rencia al cuadro global (económico-social, político, cultural y estrictamen-
te profesional) en que aquel se desarrolla. No obstante, se presenta con
nítidas peculiaridades, procedentes de las particularidades latinoameri-
canas [...], la Reconceptualización está íntimamente vinculada al circuito
sociopolítico latinoamericano de la década de los sesenta: la cuestión que
originalmente la comanda es la funcionalidad profesional en la superación
del subdesarrollo. Indagándose sobre el papel de los profesionales de
cara a la manifestación de la ‘cuestión social’, interrogándose sobre la
adecuación de los procedimientos profesionales consagrados a las rea-
lidades regionales y nacionales, cuestionándose sobre la eficacia de las
acciones profesionales y sobre la legitimidad de sus representaciones,
inquietándose con el relacionamiento de la profesión con los nuevos ac-
tores que emergían en la escena política (fundamentalmente ligados a
las clases subalternas) -y todo eso bajo el peso del colapso de los pactos
políticos que venían de la postguerra, del surgimiento de nuevos protago-
nistas sociopolíticos, de la revolución cubana, del incipiente reformismo
del género de la Alianza para el Progreso-, al moverse así, los trabajado-
res sociales latinoamericanos, a través de sus segmentos de vanguardia,
estaban minando las bases tradicionales de su profesión” (Netto, 1991, p.
146, cursivas del autor).
33 “La tercera dirección identificada en el proceso de renovación del
Trabajo Social en Brasil es la tendencia identificada como intención de
ruptura con el Trabajo Social ‘tradicional’. Al contrario de las anteriores,
esta posee como substrato nuclear una crítica sistemática al desempeño
‘tradicional’ y a sus soportes teóricos, metodológicos e ideológicos. [...]
en su evolución y explicitación esta recurre, progresivamente, a la tradi-
ción marxista [...] y revela las dificultades de su afirmación en el cuadro
socio-político de la autocracia burguesa” (Netto, 1991, p. 159, cursivas
del autor).

151
Editorial Dynamis

sociales en la intervención de la cuestión social bajo el or-


den del capitalismo monopolista. Según Netto:

La individualización de los problemas sociales, su remi-


sión a la problemática singular (psicológica) de los sujetos
afectados por ella y, como vimos, un elemento constante,
aunque con gravitación variable, en el enfrentamiento de
la ‘cuestión social’ en la edad del monopolio; ella permite
-con todas las consecuencias que de allí derivan- psicologi-
zar los problemas sociales, transfiriendo a su atenuación o
propuesta de resolución para la modificación y/o redefini-
ción de características personales del individuo (es entonces
que emergen, con rebatimientos práctico-sociales de monta,
las estrategias, retóricas y terapias de ajustamiento, etc.)
(Netto, 1991, p. 37).

Sin cualquier retoque sobre el análisis encima descrito,


que trata de aspectos relevantes sobre la individualiza-
ción psicológica en la intervención sobre la cuestión social,
nuestro análisis se hace en la dimensión de situar que
cualquier tipo de actuación sobre las individualidades,
como ser independiente y disociado de la totalidad de las
relaciones sociales, se vuelve posible solamente porque es
en la sociedad capitalista que se explicita por primera vez
la polarización entre individuo y socialización. Conforme
Lukács:

La propia individualidad, así como el valor de su plena ex-


plicitación, es un producto del desarrollo social y por eso,
en toda su manifestación concreta, -en cuanto más elevada,
más singular ella es- presupone ontológicamente un deter-
minado nivel de producción (173).

Tal nivel de producción se da en la sociedad burguesa,


donde la conciencia sobre esa polarización se disemina
socialmente, apareciendo como momento importante del
proceso reproductivo. Anteriormente ya hicimos alusión a

152
Trabajo Social en debate

la crítica de Marx al pensamiento liberal en relación a la


antinomia entre citoyen y bourgeois. Mostramos también
que, para Lukács, entender el individuo desligado de la
sociedad no es más que una pura abstracción, una forma
de alienación que se hace presente en la realidad social.
Entendemos el doble movimiento de impulso a la sociali-
zación y a la individualidad como resultado del desarrollo
del trabajo como protoforma del ser social y de la totalidad
social como momento predominante en este proceso. En
este sentido, individuo y sociedad son comprendidos como
complejos sociales que existen en relación uno al otro y se
determinan reflexivamente.
Sin embargo, este aspecto del ser social prácticamente no
aparece como objeto de análisis en el cómputo general de
las producciones del Trabajo Social. La actuación profesio-
nal parece estar velada por cierta resistencia de la cate-
goría profesional en detenerse sobre la problemática de la
individualidad, como si esto significase necesariamente la
psicologización de los problemas de orden social.
Con esto se olvida que toda práctica humana es realizada
por los individuos en el interior de sus relaciones reales,
pues estos son los portadores inmediatos de los actos de
conciencia. Que esas relaciones reales, producto de la divi-
sión del trabajo, “ponen a los hombres las preguntas que
ellos en su vida deben responder; desarrollando en ellos,
así, la capacidad de responderlas, por eso estas respues-
tas, entonces, desarrollan en el hombre simultáneamente
la individualidad y la generidad” (516). El cotidiano es el
campo fértil para que las respuestas elaboradas por los
hombres sean transformadas en generalizaciones que sir-
ven como base para el surgimiento y la operación de una
ideología.
Recientemente se ha visto que algunos agentes de la ca-
tegoría comienzan a tratar este importante complejo so-
cial. A nuestro ver, esta es una investigación necesaria

153
Editorial Dynamis

para la aprehensión del papel de los individuos en el desa-


rrollo del ser social, ya que, conforme el mismo texto hace
poco citado: “Los asistentes sociales trabajan con la cues-
tión social en sus más variadas expresiones cotidianas, tal
como son vividas por los individuos en el trabajo, en la fa-
milia, en el área de vivienda, en la salud, en la asistencia
pública, etc.”. Pues, para Lukács:

La alienación de cada individuo se desarrolla por sus interac-


ciones con la propia vida cotidiana. Esta es, en su conjunto, y
en los aspectos particulares, un producto de las relaciones eco-
nómicas cada vez más dominantes y, obviamente, son estas que
ejercen influencias, en último análisis, decisivas sobre los hom-
bres, también en la esfera ideológica (431).

Siendo así, consideramos fundamental la investigación


sobre los procesos de reproducción social en el ámbito de
la relación individuo y sociedad. Pero que esto no signifi-
que el equívoco de retomar tendencias psicologizantes ya
debidamente analizadas y cuestionadas, sino la correcta
aprehensión de que la individualidad es uno de los polos
ontológicos del desarrollo humano tan real como el de la
socialización. Además, que el desarrollo desigual de estos
dos polos es un resultado del proceso de alienación que ac-
túa sobre las conciencias individuales, bloqueando el cre-
cimiento de los individuos en el sentido de su desarrollo
humano-genérico. La pobreza resultante de las relaciones
reales afecta a los individuos alienándolos y limitando el
desarrollo de sus capacidades como género humano en el
sentido del avance de una conciencia para sí.
En una primera aproximación a la problemática del Tra-
bajo Social como ideología, el vínculo entre Trabajo Social
y cuestión social conduce a una identificación de esta pro-
fesión con una acción dirigida a la resolución de conflictos
de intereses entre los hombres, que se expresan en el co-
tidiano más inmediato, pues el cotidiano es el campo en

154
Trabajo Social en debate

el que se efectiva, no sólo la vida de todos nosotros, sino


también el campo en el que el Trabajo Social se efectiva
como actividad profesional.
Además, la aparición de esta profesión, determinada por
la complejización de la producción material y por la acen-
tuación de la división social del trabajo en la formación
social capitalista vinculada a las acciones del Estado, es
un indicio muy fuerte para caracterizar al Trabajo Social
como complejo ideológico restricto. No obstante, esto me-
rece un tratamiento cuidadoso, para que no incurramos en
conclusiones precipitadas.
Los complejos ideológicos se manifiestan por diversos mo-
dos específicos y pueden ser caracterizados, según Lukács,
como ideología restricta, como el derecho y la política, o
como ideología pura, como la filosofía y el arte. Presen-
tan, también, formas espontáneas oriundas de los usos y
costumbres, y de la moral. El lugar que cada uno de estos
complejos ocupa en el campo de la ideología en general
es demarcado por el objetivo más o menos restricto que
les compete y por el tipo de eficiencia que los caracteriza,
teniendo siempre la ontología de la vida cotidiana como
punto de partida y de llegada.
Los complejos ideológicos de carácter restricto, cada uno
con su peculiaridad, responden más apropiadamente a
los conflictos sociales derivados del contexto productivo.
Se sitúan en la frontera entre la actividad económica y
la generalización de los intereses de la clase dominante
para la sociedad entera. Pueden servir para ordenar y
reglamentar las actividades económicas y sus manifesta-
ciones conflictivas cotidianas, el campo del derecho “como
aquel importante medio para dirimir los conflictos de la
vida cotidiana de los hombres” (481); o pueden dirigirse a
solucionar conflictos concernientes al ser social en su glo-
balidad, el campo de la política como “forma por la cual

155
Editorial Dynamis

son combatidos los conflictos que conciernen a la sociedad


entera” (493).
A pesar de que presentan elementos muy particulares,
estos complejos deben responder a determinados objetivos
situados en el contexto de la reproducción del ser social y
necesitan ser eficientes en términos del carácter resoluti-
vo de los conflictos que se proponen resolver. Para esto po-
seen una estructura institucional relativamente autóno-
ma que les permite operacionalizar sus generalizaciones.
A su vez, las formas puras de la ideología como la filoso-
fía y el arte se manifiestan de modo diferente a la ideolo-
gía restricta. Lukács afirma:

Tanto del lado de la individualidad como del de la generidad


hay generalizaciones de tipo superior, que son aptas para
dirimir los complejos evolutivos esenciales acerca de ambos
polos del ser social, que tienen la capacidad de dar, a las con-
tradicciones acerca de ambos polos y en sus interacciones,
una generalización de un tipo que coloca a la humanidad en
condiciones de transformar el en sí de su auto-realización
-que bajo este perfil representa solamente un campo de po-
sibilidades -en la realidad del propio ser para sí. De hecho,
ideologías de este tipo han sido producidas en el desarro-
llo de la humanidad sobre todo por la filosofía y por el arte
(518).

El campo de su acción supera la inmediaticidad cotidia-


na, no puede y no pretende ejercer cualquier acción direc-
ta sobre el campo económico y sobre las estructuras que se
relacionan con él. Dice Lukács:

El objeto central de la filosofía es el género humano, esto


es, la imagen ontológica del universo -y, en éste, de la so-
ciedad- bajo la angulación de cómo fue, se transformó y es,
para elaborar como necesario y posible, el tipo cada vez más
efectivo de generidad. Reúne, pues, sintéticamente los dos
polos, mundo y hombre, en la imagen de la generidad con-

156
Trabajo Social en debate

creta. En el centro del arte, al revés, está el hombre, el modo


por el cual, en los embates y confrontaciones con su mundo y
ambiente, se hace una individualidad genérica (523).

Las ideologías puras divergen entre sí en cuanto al modo


peculiar de ponerse frente a los problemas relacionados
con el ser humano, pero en su forma más elevada ambas
comprenden la intelección y posesión del mundo, dirigidas
a la resolución de los conflictos esenciales del hombre con
relación al ser humano genérico. La ideología pura tam-
bién puede influenciar negativa o positivamente. Según
Lukács:

Los filósofos actúan no porque sean siempre justos, progre-


sistas, etc., en relación con todas las cuestiones esenciales,
sino porque, a su modo, ayudan a combatir esos conflictos.
En el campo de posibilidades de una situación de crisis en-
tran también cosas falsas, retrógradas, sofísticas, etc. El pa-
pel de la filosofía puede también ser muy negativo desde el
punto de vista del desarrollo de la humanidad (522).

Así, ideologías puras pueden impulsar en un sentido pro-


gresivo o pueden obstaculizar el proceso de desarrollo de
la generalidad auténtica.
Solamente los complejos ideológicos más elevados, pro-
ducidos en momentos históricos distintos, se dirigen hacia
los conflictos humanos de naturaleza ética y estética, que
se constituyen en previa ideación de la lucha por la gene-
ridad auténtica. Se alejan de la acción práctica inmedia-
ta, situándose en la cercanía de cuestiones que tratan los
problemas de la generalidad y de la individualidad, con
implicaciones en la relación entre hombre y mundo, o sea,
a la sociedad y a los individuos como género humano.
Las ideologías puras no poseen un aparato institucional
propio y particular a partir del cual puedan operar sus ge-
neralizaciones, como las ideologías en el sentido restricto.

157
Editorial Dynamis

Sin embargo, su influencia ideológica se disemina social-


mente en el cotidiano de la vida social. Los individuos no
reaccionan como clase solamente cuando tienen acceso a
obras filosóficas, ni el comportamiento ético exige necesa-
riamente la lectura de obras de arte. Incontables son los
mecanismos de diseminación de estas ideologías.
Ciertamente el carácter particular del Trabajo Social
como ideología al interior del complejo ideológico gene-
ral lo sitúa en el ámbito de los conflictos cotidianos más
inmediatos. Empero, el aparato de actuación de los tra-
bajadores sociales no consiste en un bloque sistemático y
coherente de ideas y de instrumentos de intervención en
esa frontera entre la producción de la desigualdad y de la
resistencia.
Un análisis cuidadoso de los más variados registros de
la práctica profesional es suficiente para identificar que
la práctica del Trabajo Social es un conjunto de diferentes
prácticas, de acciones sobre diferentes objetos y desenca-
denadas en base a diferentes momentos ideales.
Es verdad que las acciones profesionales incluyen actos
teleológicos vueltos al cotidiano para la resolución de con-
flictos derivados de la desigualdad económica. Las atri-
buciones del Trabajo Social junto a las políticas sociales
lo sitúan en la frontera de la relación conflictiva entre las
acciones del Estado y los usuarios de los servicios.
El cotidiano de la gran mayoría de las prácticas insti-
tucionales es compuesto por acciones de esa naturaleza.
Aun así, las respuestas elaboradas por el Trabajo Social
son subsidiadas por pensamientos muy diversos y muchas
posiciones divergen de ciertos objetivos institucionales,
convirtiéndose, en ocasiones, en instrumentos de crítica
hacia las finalidades previamente definidas.
La actuación del Trabajo Social en el ámbito de la ini-
ciativa privada lo acerca todavía más a la base económica
de la sociedad, por lo tanto, a los conflictos que expresan

158
Trabajo Social en debate

la contradicción capital-trabajo. En este caso, la relación


entre Trabajo Social y conflictos de clase es más íntima y
problemática, considerando que el Trabajo Social es de-
mandado directamente por el capital. Se trata de la inter-
penetración de los complejos ideológicos a la reacción de
los hombres en la esfera de la actividad económica propia-
mente dicha.
Estos tipos de actuación no son los únicos existentes en
el Trabajo Social. El Trabajo Social también actúa junto
a movimientos sociales, caracterizando actos teleológicos
más cercanos a la política, como posición dirigida al campo
de intereses que afectan a la sociedad entera. En la déca-
da de los ´80, las posiciones que defendían la actuación
del Trabajo Social junto a los movimientos sociales en fa-
vor de las clases subalternas se constituyeron en formas
de actuación con gran influencia al interior del Trabajo
Social.
Los actos dirigidos a los movimientos sociales tuvieron
desdoblamientos para cuestiones como conflictos de géne-
ro, en cuanto relación hombre y mujer y de raza, amplian-
do el universo de temas al interior del Trabajo Social y la
diversidad de propuestas en su actuación.
Hasta ahora estas ponderaciones sólo reiteran la apro-
ximación del Trabajo Social a la ideología en el sentido
restricto, o sea, el Trabajo Social como complejo parcial
de la sociedad se constituye en medio para la resolución
de conflictos cotidianos inmediatos, derivados del contexto
productivo. También en una forma de actividad política,
pero aún en sentido restricto, como actividad que se dirige
a cuestiones conflictivas que envuelven la globalidad de la
formación social.
Por otro lado, el Trabajo Social no se constituye, al inte-
rior de la sociedad, en un complejo autónomo con estruc-
tura propia y particular, como el derecho o la política, a
partir del cual pueda operar de forma práctica sus gene-

159
Editorial Dynamis

ralizaciones con base en instrumentos exclusivos. Una ca-


racterística propia de la ideología restricta, que permite
a los tipos de complejos ideológicos de esta naturaleza ac-
tuar de modo mucho más decisivo en los conflictos socia-
les, volviéndose imprescindibles para la reproducción de
la sociedad.
Además de esto, el Trabajo Social también produce gene-
ralizaciones que no se sitúan en el ámbito de los conflictos
cotidianos más inmediatos. Son pensamientos que se re-
fieren a la producción y reproducción del género humano.
Esta perspectiva se preocupa por las grandes interroga-
ciones en el campo de la ética: la relación entre sociali-
zación e individualidad; la producción y reproducción de
los individuos auténticamente genéricos; el problema de
la libertad y de otros valores humanos; los impedimentos
en la construcción de una sociedad humana y solidaria;
entre otros.
Problemáticas que van mucho más allá del conflicto de
intereses o de la simple reproducción material de los hom-
bres en sus expresiones cotidianas. Denotan preocupación
por los orígenes y destino de la generidad humana.34 De
ese modo, entendemos el Trabajo Social como un complejo
que se mueve de la ideología restricta a la ideología pura.
Esta forma ideológica, sin dejar de poseer una legalidad
interna dada por el desarrollo de su historia, no adquiere
una estructura autónoma a punto de caracterizarla como
ideología en el sentido restricto del término. Por otro lado,
produce momentos ideales que se dirigen a los embates
del hombre como generalidad humana en el mundo.

34 El tratamiento del ethos profesional contemporáneo por parte de Maria


Lucia Silva Barroco (2001/2004) va a las bases ontológicas del género
humano, lo que testimonia la circulación de pensamientos al interior del
Trabajo Social, superando la mera ideología restricta. La preocupación
por los destinos del género humano se inscribe en la proposición de la
ética profesional y expresa este movimiento entre ideología restricta e
ideología pura.

160
Trabajo Social en debate

Al interior del Trabajo Social se mueven pensamientos,


desde la resolución de problemas más inmediatos hasta
aquellos más genéricos, que se convirtieron en interroga-
ciones para la humanidad sobre los destinos de la socie-
dad. Suponemos que estos pensamientos influencian la
práctica de los trabajadores sociales, expresándose coti-
dianamente en el trato con las personas. Si esto se efecti-
va realmente como impulso al desarrollo de la auténtica
generalidad humana o como obstáculo a eso, es algo que
sólo puede ser discutido correctamente al interior de una
investigación concreta y extrapola nuestro objetivo en este
momento.
El análisis sobre la concepción de Trabajo Social basado
en el pensamiento de Georg Lukács nos llevó a la aprehen-
sión del Trabajo Social como complejo ideológico del ser
social, derivado de su función en los conflictos sociales. Por
otro lado, un complejo donde las generalizaciones produci-
das por la categoría se sitúan entre la ideología restricta,
en el sentido de dirigirse a los conflictos más inmediatos
de la vida social, y la ideología pura, como momento ideal
que se refiere a los problemas del género humano.
De este modo, damos por conclusivo que en la concepción
de Trabajo Social como trabajo, expuesta en el Núcleo de
Fundamentos del Trabajo Profesional, existe una impreci-
sión teórica que conduce a la confusión entre formas onto-
lógicamente diferentes de praxis sociales. El trabajo, en el
cual el sujeto interactúa con la objetividad natural, y las
posiciones teleológicas secundarias, en que el sujeto tiene
como mediación de la praxis humana la conciencia de los
individuos con vistas al desarrollo de los procesos socia-
les. En la perspectiva que aquí defendemos, la actividad
profesional del Trabajo Social no se constituye en un pro-
ceso de trabajo en sentido estricto. La base ontológica del
Trabajo Social como posición teleológica secundaria es la
ideología como actividad que ejerce una función en los con-

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Editorial Dynamis

flictos humano-sociales. Se constituye en mediación en las


relaciones que los hombres establecen entre si y como tal,
su acción tiene un carácter distinto al del trabajo, pues la
materialidad de su objeto de acción, las relaciones socia-
les, es cualitativa y ontológicamente diferente del objeto
del trabajo propiamente dicho.

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CONSIDERACIONES FINALES

¿Por qué el Trabajo Social es un complejo ideológico?

Nuestra aproximación todavía bastante introductoria en


relación al pensamiento de Lukács permite resaltar el pa-
pel decisivo del trabajo en la constitución del ser social
como complejo de complejos. El trabajo, como una cate-
goría portadora del momento objetivación/exteriorización
posibilita demostrar ontológicamente la existencia de la
posición teleológica por la cual la subjetividad se articula
con la causalidad natural, creando una nueva esfera del
ser. Es el momento predominante en el salto ontológico
entre el mundo natural y la constitución del ser humano.
En el momento de la objetivación/exteriorización, el hom-
bre procesa la creación de un nuevo objeto y, al mismo
tiempo, se reconoce como sujeto ante el objeto por él crea-
do. En este sentido, no sólo crea un nuevo ser, sino que se
crea a sí mismo como ser humano genérico. El hombre su-
pera la animalidad mediante la actividad del trabajo, que
contiene, en germen, los actos de conciencia capaces de
elaborar respuestas al ambiente natural, asegurando la
sobrevivencia de la especie humana como género no más
mudo. De este modo, la generidad humana ya se encuen-
tra presente a partir de ese momento, aunque todavía no
esté enteramente explicitada. Su auténtica explicitación
significa la superación total de su mudez en una socializa-
ción en que la humanización de individuo y género implica
la entera emancipación del hombre.
El impulso inherente al propio trabajo en la superación
de la inmediaticidad torna las relaciones entre hombre y
naturaleza cada vez más mediadas por categorías sociales
crecientemente más complejas. En esto reside el carácter
central y decisivo del trabajo en el mundo de los hombres.
Pero si Lukács postula el trabajo como categoría central
Editorial Dynamis

del ser social, al mismo tiempo considera que la totalidad


de este ser, en última instancia unitaria, se realiza por la
reproducción de categorías y de relaciones socio-ontológi-
cas que, teniendo el trabajo en su fundamento, se distin-
guen de este en su procesualidad interna y en sus cualida-
des esenciales.
Por esto, entre el trabajo y la totalidad social se interpo-
ne la malla de mediaciones que componen el complejo de
la reproducción social. Esta malla de mediaciones es dife-
renciada desde las socializaciones más simples, donde la
división del trabajo permite aprehender que por lo menos
el lenguaje existe simultáneamente al trabajo, como uno
de los momentos decisivos de la esfera humana. Si el tra-
bajo es un momento fundamental de la esfera social, esta
esfera no se reduce al trabajo.
El trabajo, en cualquier tiempo, expresa siempre una
actividad sobre la materialidad natural o sobre sus con-
secuencias causales, conforme aprehendió Marx sobre el
trabajo como “eterna condición natural de la vida humana
y por tanto independiente de toda forma de esa vida, y
común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad”
(Marx, 1983, p. 153/2008, p. 223). Es una posición teleoló-
gica primaria que supone un proyecto previamente idea-
lizado en la conciencia con la finalidad de transformar un
objeto material en social que, como objeto social, adquiere
un determinado valor. Para esto es necesario el conoci-
miento preciso, aunque parcial, de las legalidades inter-
nas de la objetividad material.
Este carácter objetivo del trabajo impone la existencia de
generalizaciones que se constituyeron en la base genética
de actividades referentes al pensamiento humano. Tales
generalizaciones se refieren a la captura de lo real por la
subjetividad. El hombre teoriza sobre lo existente, busca
aprehenderlo, lo desvenda por los más diversos medios,
expresándolo bajo las más diversas formas. La autonomi-

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Trabajo Social en debate

zación de los medios del trabajo originó, por ejemplo, el


complejo de la ciencia, como complejo particular del ser
social.
El trabajo es el suelo genético de la actividad humana,
pero, en el proceso de reproducción, derivado de la división
del trabajo, se diversifican las necesidades del hombre, ex-
trapolando aquellas referentes a la simple reproducción
de la vida material. El hombre desea conocerse a sí mismo
y, para esto, produce generalizaciones que no se destinan
apenas a las causalidades naturales de los objetos del tra-
bajo; responden a los conflictos que lo inquietan, tienden a
explicar los secretos de su existencia, de su destino y de su
origen, buscando conferir sentido a sus necesidades afecti-
vas. Expresan valores que se dirigen a la interioridad del
sujeto como individualidad que la sociedad de la cual es
miembro es incapaz de responder.
Conflictos de este género van contra el comportamiento
necesario para el ejercicio de las actividades del trabajo
y de las relaciones creadas por los hombres en cuanto to-
talidad social. Por esto se vuelven necesarias normas ge-
neralizadoras del comportamiento humano, que surgen
del cotidiano más inmediato de la vida social y asumen
procesualmente la forma de costumbres, tradiciones, nor-
mas sociales, convicciones religiosas, visiones de mundo,
expresiones artísticas, teorías científicas, etc. Lo que justi-
fica su surgimiento es el hecho de que los hombres traban
conflictos, sea entre individuos, sea entre individuos y so-
ciedad, sea entre grupos de individuos. Y estos conflictos
necesitan tener una resolución, de lo contrario pondrán en
riesgo la organización social existente.
La naturaleza de estos conflictos puede variar de socie-
dad en sociedad, pero la respuesta elaborada para su re-
solución representa una alternativa expresada en las ge-
neralizaciones creadas por la sociedad en que los hombres
viven y actúan. Como los individuos son los portadores

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Editorial Dynamis

inmediatos de los actos de conciencia, las respuestas so-


ciales elaboradas para la resolución de los conflictos sólo
pueden volverse efectivas mediadas por la conciencia de
estos mismos individuos. Los actos ideológicos de este tipo
se caracterizan como posición teleológica secundaria; en
estos el sujeto no tiene como fin inmediato la objetividad
material, sino la propia subjetividad humana, con el fin de
conducir a otros hombres para que actúen conforme una
posición deseada.
Este acto consciente que sirve para la mediación de los
conflictos humanos, es concebido por Lukács como ideolo-
gía. En su acepción más amplia, la ideología tiene origen
en el cotidiano más inmediato de la vida social, sirviendo
para la concientización y operacionalización de la práctica
humana. En términos generales, es una orientación ideal
que se hace presente en todo acto humano. Todo indivi-
duo actúa haciendo opciones entre su interés particular
y aquellos que lo hacen partícipe del género humano. La
continuidad del ser social sería imposibilitada si el con-
junto de los individuos no evitara acciones que obstacu-
lizaran el proceso de reproducción social, mediante pre-
ceptos que brotan espontáneamente en la vida social. La
ideología permite que los hombres tomen conciencia de
este conflicto y encuentren la respuesta más adecuada
para solucionarlo.
El carácter ideológico de un pensamiento o de una prácti-
ca social deriva de su función en los conflictos socio-huma-
nos y no de las características cualitativas que presenta,
aunque estos aspectos sean importantes para una crítica
a las ideologías. De modo que cualquier pensamiento, en
determinadas circunstancias, puede tornarse ideología al
servir como instrumento para concientizar y operacionali-
zar la actividad humana.
Los conflictos toman proporciones realmente significati-
vas como conflictos de clase. La ideología, comprendida en

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Trabajo Social en debate

sentido restricto, se genera y tiene su campo de operacio-


nes cuando el conflicto social se presenta como problema
vital para la sociedad, en el cual las clases traban luchas
sociales bajo los más diversos aspectos, penetrando hasta
lo íntimo de las individualidades. La ideología, entonces,
se expresa como instrumento ideal de lucha que sirve a los
embates entre grupos humanos con intereses antagónicos.
Cuando los intereses de un grupo necesitan prevalecer
sobre todos los otros grupos como el interés de la socie-
dad como un todo, la ideología ocupa una función vital en
la reproducción del ser social. Se convierte en mediación
en los conflictos de interés generados en el campo econó-
mico, que son enfrentados mediante la creación de com-
plejos sociales ideológicos con la función de regular estas
relaciones socioeconómicas, en respuesta a necesidades de
la totalidad social. La ideología con esta función restricta
puede actuar en el sentido de mantener o en el sentido de
modificar aspectos de la realidad social, teniendo un efecto
sobre los procesos socioeconómicos en curso.
Lukács expone el derecho y la política como dos formas
específicas de ideología derivadas de las necesidades del
desarrollo económico-social. Estas se especifican a partir
de la división del trabajo, adquiriendo autonomía como ac-
tividades peculiares alejadas de la producción material,
pero cumpliendo una exigencia del desarrollo de esa di-
visión, en el sentido de asegurar la reproducción de las
relaciones sociales.
El desarrollo social produce aparatos institucionales par-
ticulares relativamente autónomos, mediante los cuales
estas formas específicas de ideología operacionalizan sus
generalizaciones y cumplen sus funciones peculiares al
interior de la sociedad. Esta autonomía relativa no signi-
fica una escisión absoluta entre el mundo económico y las
ideologías particulares, visto que estas tienen en éste su
base de existencia. El espacio de acción de estos complejos

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Editorial Dynamis

ideológicos es el cotidiano (campo del derecho), o el con-


texto social global, espacio de la política. Naturalmente, el
carácter de complejos del ser social implica la interpene-
tración de estos complejos y de estos espacios, pero no la
homogeneización de sus especificidades ontológicas.
Las formas puras de ideología son aquellas más distan-
tes de la acción práctica inmediata. Están relacionadas
con la problemática de la totalidad social, que comprende
un proceso de reproducción polarizado en dos momentos
interconectados: el de la socialización y el de la individua-
lidad. Se relacionan con la temática de la humanización
del ser social como género en cuanto universal, base onto-
lógica de las posibilidades de los complejos singulares y de
los individuos singulares como unidad mínima del proceso
de reproducción de la individualidad genérica.
Estas formas más elevadas de la ideología, según el pen-
sador húngaro, reflejan el proceso continuo de sociabili-
zación del hombre, en el cual la individualidad adquiere
crecientemente mayor autenticidad, articulada a la ex-
pansión de la propia generidad humano-social. De modo
que emergen del desarrollo social y desempeñan en este
un papel fundamental en la resolución de los problemas
referentes a la auténtica generidad humana.
La filosofía y el arte, expresadas por Lukács como formas
puras de la ideología, se presentan como alejadas de la
práctica social más cotidiana de cara a la autonomización
relativa que adquieren en la división social del trabajo.
Esto no significa que, de alguna forma, no ejerzan una in-
terferencia en el desarrollo social, sino que las cuestiones
sobre las cuales se expresan van más allá del cotidiano
inmediato, sea en el plano más particular o más global de
una determinada sociedad.
En síntesis, el ser social es un complejo de complejos,
por último, unitario, que tiene en su base las posiciones
teleológicas de los hombres. Significa que el ser social es

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Trabajo Social en debate

producción y reproducción de las relaciones sociales. El


trabajo es el hecho más fundamental de la esencia del ser
social, constituyéndose en modelo de la praxis humana en
general. No obstante, el trabajo se refiere ontológicamente
a la actividad humana sobre la naturaleza, más precisa-
mente ligada al campo de la producción y sus desdobla-
mientos al interior de la actividad económica.
Por tanto, del desarrollo del ser social resultan activi-
dades originadas en el campo económico que no tienen y
no pueden tener el mismo carácter del trabajo; son com-
plejos sociales relativamente autónomos, actuantes como
posiciones teleológicas secundarias, que cumplen un im-
portante papel en la reproducción del ser social. En este
particular, situamos las ideologías como complejos que ac-
túan mediando las relaciones producidas por los hombres,
con función en los conflictos humano-sociales. El campo
de actuación de las ideologías es amplio y diferenciado,
pero su carácter más decisivo es cumplir una función
en los conflictos humanos al interior del ser social, sea
en el sentido de su conservación, sea en el sentido de su
transformación.
Por todas estas consideraciones, concluimos que la con-
cepción de Trabajo Social como Proceso de Trabajo expre-
sada en el Núcleo de Fundamentos del Trabajo Profesional
presenta, en términos ontológicos, una imprecisión teórica
que la torna problemática. El Trabajo Social no puede ser
trabajo en este sentido ontológico preciso si es una acti-
vidad que tiene como base de su fundación y como objeto
de su actuación la cuestión social, por lo tanto, un objeto
puramente social y que tiene su génesis y existencia en el
interior de una socialización ya muy avanzada. No pre-
senta cualquier trazo de una actividad que signifique una
posición teleológica primaria, con fines de transformar un
objeto natural en objeto social, o de actuar directamente

169
Editorial Dynamis

sobre la objetividad material, produciendo cosas útiles o


incluso mercancías.
Podríamos pensar que el trabajo en su forma moderna,
en una sociedad enteramente social, ya no emplea, en el
proceso de producción, grupos de personas dedicadas a la
transformación de la naturaleza, operando una única po-
sición teleológica y dirigida exclusivamente a la objetivi-
dad material. Sin duda se trata de algo para ser pensado.
Con todo, aún en sociedades anteriores que hacían uso
de la cooperación, las posiciones teleológicas primarias y
secundarias se encontraban articuladas en el proceso de
trabajo, lo que exigía, inclusive, un conocimiento de las
capacidades y comportamientos de los individuos, muchas
veces controladas mediante la violencia. El modo de pro-
ducción manufacturero, a su vez, ya trae una cambio sus-
tancial en las relaciones al interior del trabajo cuando “la
posición teleológica se desplaza para quien dirige la pro-
ducción” (Lukács, 1981, p. 140). Esto es establecido según
la función ejercida por los sujetos en el proceso productivo
y articulado a la primera división del trabajo propiamen-
te capitalista, la manufactura. Tal división necesita indi-
viduos para la supervisión y control de unos sobre otros,
mientras aquellos más directamente ocupados con la acti-
vidad productiva pasan a ejecutar actividades repetitivas
y rutinarias.
El carácter específico de la división manufacturera del
trabajo incide decisivamente sobre el proceso de trabajo y
sobre el trabajador tanto en el plano objetivo como subje-
tivo. De acuerdo con Marx:

La manufactura propiamente dicha no sólo somete a los


obreros, antes autónomos, al mando y a la disciplina del ca-
pital, sino que además crea una gradación jerárquica entre
los obreros mismos. Mientras que la cooperación simple, en
términos generales, deja inalterado el modo de trabajo del
individuo, la manufactura lo revoluciona desde los cimien-

170
Trabajo Social en debate

tos y hace presa en las raíces mismas de la fuerza individual


de trabajo. Mutila al trabajador, lo convierte en una abe-
rración al fomentar su habilidad parcializada –cual si fuera
una planta de invernadero- sofocando en él multitud de im-
pulsos y aptitudes productivos [...] No sólo se distribuyen los
diversos trabajos parciales entre diversos individuos, sino
que el individuo mismo es dividido, transformado en me-
canismo automático impulsor de un trabajo parcial (Marx,
1983, p. 283/2008, p. 439).

El trabajador pierde gradualmente la capacidad de eje-


cutar, por completo, actividades que realizaba anterior-
mente. Desarrolla su actividad como un accesorio, compo-
nente de un conjunto en el cual, de la condición de creador,
se transforma en medio de trabajo, con esto no se reconoce
en el producto final de su obra, algo que ahora le aparece
como ajeno. El cuerpo de trabajo en acción en la manufac-
tura es una forma de existencia del capital y aparece como
fuerza productiva del capital, puesto que el mecanismo so-
cial de producción pertenece al capitalista. El trabajador
se encuentra alienado, mero instrumento de trabajo para
el capital. Tal proceso más tarde será todavía más profun-
dizado por la maquinaria, cuando el obrero se transfor-
ma en “apéndice de la máquina”. Esta división del trabajo
forma la base original de aquellos grupos de trabajadores
que Marx denominó de productivos e improductivos.
Es cierto que en ese proceso actúan posiciones primarias
y secundarias que se encuentran enteramente articula-
das. Pero las posiciones secundarias peculiares a activida-
des como el Trabajo Social son relativamente autónomas
en relación al proceso productivo propiamente dicho. Sin
duda éstas derivan del trabajo, pero su base ontológica
peculiar es la reproducción social como proceso de conti-
nuidad de las relaciones sociales. Actividades como el de-
recho, por ejemplo, constituyen, según Lukács, complejos
de esta naturaleza, ejerciendo una importante función en

171
Editorial Dynamis

el proceso de reproducción como medio de combate a los


conflictos sociales.
La génesis del Trabajo Social se encuentra en las con-
diciones objetivas creadas por el capitalismo y ejerce allí
una función específica: actuar sobre los efectos de la des-
igualdad social junto a parcelas pauperizadas de la po-
blación. El capitalismo había creado pobreza y miseria,
una miseria incompatible con el desarrollo de las fuerzas
productivas y con la capacidad humana de producir rique-
za y esto aparecía para los representantes de la burguesía
como inexplicable. Son estas condiciones que crean la ne-
cesidad de esta actividad social y hacen surgir un grupo
de personas que hacen de ella un medio de vida. Su surgi-
miento ocurre en una sociedad que no necesita que todos
los individuos estén envueltos en la producción, en la cual
la división del trabajo creó formas particulares de profe-
sión asalariada, cuya función no coincide con la del tra-
bajador. Al mismo tiempo, una sociedad que, en un dado
momento de su expansión y consolidación, el capitalismo
monopolista, hace emerger un Estado que requiere accio-
nes dirigidas a problemas causados por las desigualdades
sociales, entre otras cosas actuando en las refracciones de
la cuestión social.
Además, el Trabajo Social se institucionaliza en una de-
terminada fase del capitalismo como una de las respues-
tas a la cuestión social, o más específicamente de sus re-
fracciones, y esta expresa los conflictos que se desdoblan
de la confrontación de intereses entre clases antagónicas
porque la desigualdad social es consecuencia de esa so-
ciedad de clases. En este sentido, por su función en los
conflictos sociales de allí derivados, el Trabajo Social pue-
de ser entendido como ideología y esto no afecta la condi-
ción de asalariado de sus profesionales, pero no permite
una identidad con la función del proletariado, pues este
último, además de ser productor de plusvalía, tiene la

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Trabajo Social en debate

función de, aunque muy mediadamente, transformar la


objetividad natural en medios de producción y medios de
subsistencia. El Trabajo Social constituye una actividad
articulada a los mecanismos de identificación de proble-
mas generadores de conflictos sociales y de creación de los
medios más adecuados para combatirlos. No es accidental
que posea un vínculo con políticas y programas sociales,
como respuestas a los problemas sociales que provocan re-
acciones de la sociedad, generalmente identificados como
cuestión social.
La cuestión social tiene una base objetiva: la esencia del
capitalismo genera riqueza y miseria, algo que Marx ex-
presó revelando el mecanismo de extracción de la plus-
valía de la mercancía fuerza de trabajo (Capítulo I de El
Capital) y en su Ley general de la acumulación capitalista
(Capítulo XXIII de El Capital). Explicaba la pobreza expe-
rimentada por los trabajadores lanzados al ejército indus-
trial de reserva en los comienzos de la sociedad burguesa y
también sus formas de resistencia por el despertar de una
conciencia del proletariado. Dice Marx:

No bien los obreros descifran, por tanto, el misterio de cómo


en la misma medida en que trabajan más producen más ri-
queza ajena, de cómo la fuerza productiva de su trabajo au-
menta mientras que su función como medios de valorización
del capital se vuelve cada vez más precaria para ellos; no
bien descubren que el grado de intensidad alcanzado por la
competencia entre ellos mismos depende enteramente de la
presión ejercida por la sobrepoblación relativa; no bien, por
tanto, procuran organizar, mediante Trade’s Unions, etc.
una cooperación planificada entre los ocupados y los desocu-
pados para anular o paliar las consecuencias ruinosas que
esa ley natural de la producción capitalista trae aparejadas
para su clase, el capital y su sicofante, el economista, cla-
man airados contra esa violación de la ley ‘eterna’, y por
así decirlo ‘sagrada’, de la oferta y la demanda. Toda soli-

173
Editorial Dynamis

daridad entre los ocupados y los desocupados perturba, en


efecto, el ‘libre’ juego de esa ley (p. 206/p. 797).

Por eso mismo, la cuestión social no puede ser reducida


simplemente a un concepto, o a un término. Bajo este re-
ferencial, es una expresión de algo efectivamente existen-
te, cuya base material tiene entre sus determinaciones: la
necesaria y conflictiva contradicción entre capital y tra-
bajo, la extracción de la plusvalía como fuente de acumu-
lación del capital, la apropiación privada de los medios y
del producto del trabajo. La reacción de los trabajadores
en tal momento es típica de la lucha de clases contra esa
condición de explotación y es esta expresión política que
comúnmente predomina en el concepto de cuestión social.
Entendemos, con todo, que la cuestión social puede ser
configurada a partir de tres dimensiones articuladas: 1)
los determinantes esenciales de la acumulación capitalis-
ta y la generación de la pobreza; 2) la reacción de los tra-
bajadores a través de la lucha de clases contra la explota-
ción del trabajo; 3) las respuestas del Estado mediante la
institución de derechos y política sociales en el sentido de
la conservación de la sociedad y en la contención de con-
flictos entre clases sociales. Los modos diferenciados en
los que estos aspectos se expresaron en el desarrollo social
capitalista es una consecuencia del proceso de expansión
del capital.
En tiempos de capitalismo competitivo, bajo el predomi-
nio del pensamiento liberal, en líneas generales se pre-
dicaba el ideal del Estado-fuerza contra la reacción y la
lucha de los trabajadores contra el capital. Junto a esto,
se proclamaba la desresponsabilización del Estado y la
responsabilización de los individuos por las refracciones
de la cuestión social como la pobreza, las consecuencias
del desempleo, los enfermos, la fragmentación familiar,
el abandono de niños, niñas y ancianos, etc. Esta función

174
Trabajo Social en debate

debería ser realizada por otros complejos, por ejemplo, por


las organizaciones sociales, teniendo principalmente a la
Iglesia en el comando, una prerrogativa que, con algu-
nas modificaciones, es conservada aun en el capitalismo
avanzado. Entretanto, el Estado Inglés también puso en
práctica medidas y creó las Leyes de los Pobres con vistas
a contener revueltas, especialmente en el tiempo en que
rondaba el fantasma de la Revolución Francesa. Leyes
que definían las atribuciones del Estado junto al ejérci-
to industrial de reserva y se constituyeron en fuentes de
revueltas contra las instituciones creadas por estas, espe-
cialmente las workhouses. Como dice Coggiola:

Las casas de trabajo eran odiadas por los trabajadores y la


lucha contra su implantación llevó a varias revueltas en el
norte de Inglaterra, siendo una de las causas del surgimien-
to del movimiento cartista, y merecieron el siguiente comen-
tario de Karl Marx: ‘Es notorio que en Inglaterra, donde el
dominio de la burguesía es el más extenso, hasta la benefi-
cencia pública asumió las formas más nobles y tiernas: las
workhouses británicas -hospicios en los cuales el excedente
de la población trabajadora vegeta a costas de la sociedad
civil- unen del modo más refinado la filantropía con la ven-
ganza que la burguesía ejerce sobre los desgraciados que se
ven en la necesidad de recurrir a su magnánimo bolsillo. No
sólo se nutren a los pobres diablos con los alimentos más
miserables, escasos e insuficientes hasta para la reproduc-
ción física, sino que también su actividad es limitada a una
apariencia de trabajo, un trabajo improductivo que obstruye
la mente y encoje el cuerpo’. (Coggiola, 2010, p. 5).

Para Coggiola, estas leyes demuestran que los progra-


mas sociales compensatorios, comunes en la actualidad,
tienen un origen secular cuando son consideradas la cari-
dad pública y privada que los antecedió. Expresan la inca-
pacidad del Estado para eliminar las causas de la pobreza.
Marx ya había alertado que:

175
Editorial Dynamis

Finalmente, todos los Estados buscan en los defectos casua-


les o intencionales de la administración la causa de sus ma-
les y recurren, por tanto, a medidas administrativas para
remediarlos. ¿Por qué? Precisamente porque la administra-
ción es la actividad organizativa del Estado (Marx, 1995, p.
80/1982, p. 513).

Adoptan medidas o legalidades administrativas consti-


tuidas como mecanismos de contención de contradicciones
y conflictos generados con la expansión de la miseria que
el capitalismo en su recorrido se mostró incapaz de elimi-
nar y, a lo sumo, la desplaza para la periferia de los paí-
ses centrales. Se identifica, por tanto, una relación entre
programas sociales asistenciales, contradicciones de clase
y desigualdad social que desde un punto de vista de la to-
talidad social son indisociables, aunque son consideradas
las particularidades de cada momento histórico.
La fuerte presión de los trabajadores organizados en los
inicios del capitalismo y sus luchas incluía la reducción
de la jornada de trabajo, derechos laborales y lucha con-
tra el capital, su explotación y su deshumanización. La le-
gislación fabril, antecedida por medidas de regulación de
las relaciones de trabajo fabril, se volvió inevitable como
medio de protección física y espiritual de los trabajadores,
así como para asegurar la propia reproducción del capital.
Dos fuerzas conviven en tensión con intereses opuestos.
De un lado, las clases propietarias buscan apropiarse de la
fuerza de trabajo en favor del capital, por el más adecuado
modo de extracción de la plusvalía. Por otro, los trabajado-
res que buscan preservar su fuerza de trabajo y sus condi-
ciones de vida. En medio de esto emergen las respuestas
sociales a los problemas derivados del pauperismo. Las
leyes laborales constituyen una parte de las respuestas
sociales, vía regulación estatal de los conflictos de clase.

176
Trabajo Social en debate

En la secuencia, el proletariado europeo, que desarrolla


una conciencia del proceso, emprende sus reivindicaciones
bajo el peso del movimiento socialista, lucha contra la opre-
sión y el trabajo exhaustivo, busca satisfacer carencias y
cuestiona la estructura capitalista en su esencia. Pasa a
defender la educación obligatoria y la reglamentación del
trabajo de las mujeres. Mediante organizaciones presio-
na la acción del Estado por una intervención en la esfera
económica y social, por la reglamentación del mercado de
trabajo y en favor del mejoramiento de sus condiciones
de vida. En ese contexto, la extensión de los principios de
la legislación fabril a otros espacios de trabajo, como las
minas y la agricultura, se expande. Se crean comisiones
para la investigación del trabajo de niños, de niñas, de
adolescentes y de mujeres en la agricultura. Así, la expan-
sión del capital encuentra resistencia en los movimientos
obreros y precisa tenerlos en cuenta, pues requiere la re-
producción del trabajador como mercancía necesaria para
el desarrollo de las fuerzas productivas.
En el proceso de expansión y acumulación del capital,
bajo el predominio del capitalismo monopolista y bajo la
influencia del keynesianismo, en respuesta a la crisis ca-
pitalista instaurada, el Estado interfirió decisivamente
en la economía e incorporó reivindicaciones de los traba-
jadores, inclusive actuando sobre las refracciones de la
cuestión social con políticas sociales públicas. El Trabajo
Social se institucionaliza en medio de toda esta tela de re-
laciones en las que el Estado amplía su acción asumiendo
la intervención sobre las refracciones de la cuestión social
por la institución de servicios sociales. Servicios dirigidos
a minimizar problemas sociales como el empobrecimiento
de los trabajadores, el abandono de niños, niñas y ancia-
nos, la ausencia de condiciones de vivienda, de salud, de
educación, etc. Se trataba de la actividad organizadora
del Estado en los conflictos sociales de clase, por la admi-

177
Editorial Dynamis

nistración de la asistencia mediante políticas y servicios


sociales para la cual requisita personal calificado utilizan-
do, en el caso del Trabajo Social, grupos de personas con
formación oriunda de la filantropía bajo la dirección de la
Iglesia.
En ese período de los monopolios, en el cual se destaca
la búsqueda de soluciones para una de sus crisis cíclicas,
el capital incorpora parte de estas pautas de lucha, por
ejemplo, de los derechos y garantías sociales, volviéndose
permeable a las presiones de los trabajadores. Se configu-
ra una situación en la que el Estado será llamado para in-
tervenir en la cuestión social como árbitro de los conflictos
advenidos de las relaciones de trabajo. Una intervención
que frecuentemente es considerada una concesión por cier-
tas tendencias, cuya apariencia es la del establecimiento
de consensos y minimización del impulso acumulador del
capital a favor de la distribución. Fue un período abierto
a la adquisición de derechos del trabajo especialmente en
los países centrales, bajo la presión de los trabajadores,
pero ciertamente no se trata de una acción inocente para
las ganancias del capital, al contrario, es algo articulado a
su proceso de expansión y de acumulación y, con certeza,
configura una necesidad del mismo.
Allí se encuentra la institucionalización del Trabajo So-
cial, asegurando su espacio de actuación profesional, pues
el Estado requisita nuevos agentes sociales encargados de
la actuación junto a individuos y grupos afectados por las
refracciones de la cuestión social; allí queda explícita la re-
lación entre cuestión social y Trabajo Social en sus media-
ciones más decisivas. Los fines a ser alcanzados con una
actividad social de esta naturaleza tienen por mediación
la conciencia de personas, pues estas son las portadoras
inmediatas de los actos de conciencia que operacionalizan
el proceso de reproducción social. Como se trata de un he-
cho ontológico, y no de pura expresión de la subjetividad,

178
Trabajo Social en debate

es el desarrollo económico objetivo que pone cualquier ac-


tividad social ante las nuevas decisiones alternativas o
que impone límites a estas para asegurar su conservación.
La actividad profesional, a nuestro ver, tiene en su base
una posición teleológica secundaria surgida del cotidiano y
dirigida al cotidiano de la vida social. Secundaria porque,
derivada del trabajo, tiene como finalidad actuar sobre
conciencias con vistas a alcanzar una finalidad deseada,
no ejerce directamente funciones productivas. Su acción,
independientemente de la actividad ejercida, es mediada
por la conciencia de las personas y se dirige a la conciencia
de las personas. Cualquier proyecto de cambio (o de con-
servación) de una determinada realidad originada con la
actividad profesional sólo puede ser operacionalizada por
los individuos o grupos envueltos en el proceso. Significa
que la acción profesional solamente actúa sobre las cade-
nas causales de la realidad social poniendo en movimiento
otras posiciones teleológicas, pues el “material” de las po-
siciones causales es el hombre y sus relaciones reales que,
a su vez, comprenden polos indisociables de la totalidad
social.
En la condición de ideología, ¿El Trabajo Social es falsa
conciencia? No necesariamente. Entendemos el Trabajo
Social como complejo ideológico que transita de la ideolo-
gía restricta a la ideología pura. En este sentido, no tiene
una función delimitada exclusivamente al campo de los
conflictos cotidianos más inmediatos, tanto ejerce activi-
dades prácticas junto a personas y grupos mediante la
operacionalización de servicios y políticas sociales, como
produce conocimientos de naturaleza política, filosófica
y científica que pueden destinarse a pensar más allá de
lo simple inmediato. El universo de las generalizaciones
producidas por el Trabajo Social es amplio y variado, com-
prende un sinnúmero de objetos y de procesos que se diri-
gen a un también diversificado campo de actuaciones. De

179
Editorial Dynamis

allí la dificultad de delimitar la especificidad del Trabajo


Social, en términos de objeto exclusivo, pues esta exclusi-
vidad no existe.
Estas generalizaciones pueden destinarse al cotidiano
más inmediato, buscando la actuación en los conflictos y
reacciones a las expresiones de la cuestión social que en-
vuelve sujetos en el ámbito de los ambientes institucio-
nales públicos y privados, la mayor parte de las acciones
profesionales se encuentra en este ámbito. Pueden envol-
ver problemas referentes a la globalidad social conflictiva,
como los movimientos y procesos políticos de lucha social
relativos a la sociedad como un todo. Pueden reflexionar
sobre los conflictos humano-genéricos, en los aspectos éti-
cos y de los valores humano-sociales, con vistas a una au-
téntica generidad individual y social.
Moviéndose en este variado campo de la realidad social
y de la actividad del pensamiento, el Trabajo Social no se
circunscribe al ámbito de la ideología restricta, en el senti-
do de atenerse exclusivamente a los conflictos y reacciones
más inmediatas de la vida social derivados de las relacio-
nes de clase y de las respuestas sociales a éstos. Además,
no posee un aparato institucional particular, como la po-
lítica y del derecho, a través del cual pueda operar sus ge-
neralizaciones. En el plano intelectual supera el límite de
la ideología restricta, interrogándose sobre el hombre, su
origen y su “para dónde”, buscando develar las posibilida-
des de una nueva socialización. Con esto se aproxima a la
ideología pura, en la cual el problema central y decisivo es
la esencia y el destino del género humano. No olvidemos,
sin embargo, que hasta las ideologías puras pueden ser
atravesadas por alienaciones.
Por todo esto, el Trabajo Social puede o no constituirse
como falsa conciencia. Se le abre la posibilidad de produ-
cir conocimiento falso o verdadero, puede actuar práctica
y teóricamente en el sentido de la conservación o de la

180
Trabajo Social en debate

transformación social, pues la conciencia puede impulsar


tanto en la dirección de nuevos pasos hacia adelante como
en el sentido de conservar aquello que ya fue alcanzado.
Con todo,

[…] toda ideología -por más decisivamente que su conteni-


do esté orientado en muchos aspectos hacia la generidad
auténtica- tiene que permanecer ideología sin efecto real
práctico si no puede acertar cuentas con las posibilidades
existentes de la economía, si no crece intelectualmente más
allá de las tendencias de desarrollo de esta última (Lukács,
2010, p. 258).

Sin las condiciones económico-materiales para la crea-


ción de un “reino de la libertad”, la ideología pura, que
apunta en dirección a un género humano para sí, perma-
nece limitada. Su influencia se hace presente en el impul-
so al factor subjetivo, en el plano de las ansias de la huma-
nidad por una sociedad libre de las alienaciones presentes
en el capitalismo.
En líneas generales, cualquier intento de elevar ideal-
mente el Trabajo Social a la condición de una fuerza sobe-
rana, autónoma y desconectada de la base económica y del
proceso de reproducción social lleva a una fetichización
de la actividad profesional y, consecuentemente, a una
falsa conciencia. En el ámbito de la actividad práctica,
el fetichismo puede aparecer con el no desvelamiento de
la función del trabajador social junto a los trabajadores,
como bien percibió Mota en O feitiço da ajuda (1991), o
igualmente por el no desvelamiento de la relación entre
políticas, servicios, programas sociales y los determinan-
tes económico-políticos que la forjan, atribuyéndoles el po-
tencial de resolver problemas sin que la base de estos sea
eliminada, un poder que efectivamente no tiene.
Finalmente, consideramos estas reflexiones todavía in-
troductorias para exponer todos los aspectos del Traba-

181
Editorial Dynamis

jo Social como complejo ideológico del ser social. Hay un


largo camino por delante hasta que las cuestiones aquí
delineadas puedan acercarse, de manera más adecuada,
al tejido categorial contenido en el pensamiento de Lukács
sobre el ser social. La expectativa es que estas reflexiones
contribuyan para el debate profesional sobre la inserción
del Trabajo Social en la sociedad en lo que se refiere a su
carácter ontológico esencial.

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