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La Esposa Del Rey1
La Esposa Del Rey1
Lizzie.
Llegué de uno de mis tres trabajos y me tiré a la cama, estaba tan agotada
que no tenía energía ni para quitarme la ropa.
Sin embargo, por muy agotada que estuviera, no era capaz de dormirme,
sobre todo, porque las deudas eran un demonio que tenía persiguiéndome.
La vida no había sido muy justa para nosotros.
Habíamos llegado a Dublín escapando del marido abusivo de mi madre, el
imbécil la golpeaba hasta casi matarla, fueron años donde me aterraba
dormir. Xia, mi hermana mayor, se encargaba de las heridas de mi madre,
mientras Yordi, mi otro hermano me calmaba.
La paz vino a nosotros cuando un día, mi madre solo nos subió a un taxi y
llegamos al aeropuerto.
Venir a este país había sido nuestra salvación.
Años después mi madre conoció a Remi, eran compañeros de trabajo y
parecía un buen hombre. Mudarnos a su casa nos pareció algo apresurado,
pero él había hecho de todo para ofrecernos un hogar seguro.
Tener un hogar estable y funcional, había sido una nueva y gratificante
experiencia.
Nuestro problema fue que, pensamos que los malos tiempos eran cosas del
pasado.
No obstante, la muerte de mi madre nos devolvió a la realidad. Remi nos
amaba genuinamente, así que, se encargó de nosotros. Sin embargo, las
desgracias no vienen sola y solo a unos meses de la partida de mi madre,
nos dimos cuenta de que Remi no estaba bien.
Así que, tuvimos que llevarlo a una clínica especial, donde le
diagnosticaron Alzaimer, una enfermedad que lo iría deteriorando
constantemente y solo se podía tratar, más no curar.
Hasta la fecha no sabía si mi madre sabía del estado de Remi o él lo supo
ocultar, hasta que, le fue imposible hacerlo.
Siendo muy jóvenes hicimos lo que creímos convenientes, pero no era
suficiente.
Xia y yo estábamos conscientes de que le debíamos mucho a Remi,
principalmente, por todo lo que nos apoyó cuando mi madre se había ido.
Así que, estábamos decididas a encargarnos de él; Yordi, por otro lado, no
estaba segura de qué pasaba por su cabeza, él solo se había dedicado a
jugar, beber y jodernos la paciencia.
Aunque, sin importar qué, mi hermana y yo seguíamos esforzándonos al
máximo.
Un año después contaba con tres trabajos y uno de ellos era bailar para
borrachos en un strip club.
Era la vida que me había tocado y no me quejaba; no porque no quisiera,
sino porque no tenía tiempo, ni energía para hacerlo.
Cerré los ojos dejando que el agotamiento me fuera arrastrando a la
oscuridad.
Muevo mis brazos con fuerza, trato de alcanzarla… Falta poco… Casi…
La corriente me arrastra y quedo completamente sumergida debajo del
agua…
Abrí los ojos sintiendo que me ahogaba. Me senté en la cama y traté de
calmar mi respiración.
—Estás bien, a salvo —susurré abrazando mis piernas y meciendo un poco
mi cuerpo.
Pegué un brinco y caí de la cama, cuando el teléfono comenzó a sonar.
Estiré la mano y tomé la llamada en el suelo.
»Dime —gruñí al ver que el remitente era Angus, el jefe de mi primer
empleo.
—Lamento despertarte a esa hora, hay un cliente que requiere de una
limpieza con urgencia.
—Mi turno comienza en un par de horas —manifesté apartando mi celular
de la ojera para confirmar la hora.
—La paga será doble.
Ese era un excelente motivo para hacerme salir de la cama, no era que fuera
a dormir, pero era bueno malgastar horas pensando en como salir de este
agujero en el que estábamos metidos.
—Vale, pásame la dirección.
—Ya envié a Kim a buscarte, también te llevará a tu destino.
—De acuerdo, nos vemos después.
—¿Te parece si almorzamos?
Suspiré, Angus no era un mal jefe, de hecho, era bastante agradable,
honesto, trabajador y muy guapo. Pero, tenía un enorme defecto… Era
casado.
—Lo siento, no creo que, sea prudente que salgamos a comer —declaré
poniéndome de pie.
—¿Por qué no?
—Angus, sabes bien porque me mantengo al margen contigo, no quiero que
tu esposa me haga otra escena en ningún lado. ¿Tienes idea de lo humillante
que es, que te acusen de algo que no eres? —Cerré los ojos recordando
cómo esa mujer se había presentado en mi segundo trabajo y en el vestíbulo
del hotel me llamó de todo, porque creía o sigue pensando que tengo una
aventura con su esposo.
—Tienes razón, nos vemos después.
—Adiós, Angus.
—Hasta pronto, Lizzie.
Colgué la llamada y me apresuré a arreglarme para comenzar otro agotador
día de trabajo.
Entré al baño y me di una ducha rápida.
Salí y me coloqué un pantalón oscuro, una franela de botones, manga corta.
Me calcé unas zapatillas y me puse un cárdigan.
Me hice una cola alta, acomodé mi flequillo con las manos, tomé mi bolso y
salí de mi habitación.
Bajé las escaleras del cutre edificio donde estábamos viviendo, las luces
parpadeaban y podía escuchar las ratas correr a esconderse.
Nos habían embargado la casa de Remi y con el poco dinero que teníamos
nos habíamos mudado a este horrible lugar, era lo mejor que podíamos
pagar.
Suspiré confundida:
No era que él fuera grosero, era que, Kim era seco y eso podía confundir a
las personas.
Cerré la puerta y fui a buscar el equipo de trabajo, no era mucho, solo una
pequeña maleta con productos de limpieza, además un par de accesorios,
como escoba, paños y esponjas.
Caminé al portón, pero antes de poder tocar el timbre, la reja se abrió ante
mí.
—Maravilloso.
Debía admitir que, lo que más me gustaba de limpiar casas, era caminar por
la entrada, pues, fingía que regresaba de algún viaje de negocios y que tenía
un ejército de personas esperando mi regreso para mimarme.
Todo era muy hermoso y delicado, aunque, lo que más me llamó la atención
fue ver que todo parecía estar en orden y muy limpio.
4:30 am.
—Vaya pérdida de tiempo, he venido a ser nada. —De pronto, recordé que,
muchas personas con dinero contrataban un servicio de limpieza luego de
que alguna receta saliera mal.
Llevaba tanto tiempo en este trabajo como para descifrar con rapidez a
dónde debía dirigirme.
Sin embargo, al llegar, solo encontré una taza sobre una isla de mármol.
Era sorprendente como una simple taza podía generar tal caos.
—No solo por una taza. —Una voz masculina me sorprendió y la taza solo
resbaló de mis manos.
De pronto, él solo se arrodilló ante mí, sujetó mis manos entre las
gigantescas manos de él y los pedazos de porcelana cayeron nuevamente al
suelo.
Bajé la mirada, parecía estúpido que con todas las cosas que sucedían en mi
vida, yo me sintiera acomplejada por mi apariencia física, supongo que, a
pesar de las deudas y preocupaciones, yo seguía siendo humana.
Mis hermanos eran perfectos, un par de rubios, con los ojos verdes, de piel
pálida, sobre sus hombros reposaban algunas pecas; eso lo habían heredado
de mi madre. En cambio, yo… era de piel trigueña, el cabello oscuro y
ondulado, pero lo que más me acomplejaba eran mis ojos.
El 75% de mi ojo derecho era verde, el otro 25% era de color avellana. Mi
ojo izquierdo, era un 58% verde y el resto ámbar. A eso debía sumarle que
las partes avellanas, tendían a oscurecerse un poco, pero nunca lo hacían al
mismo tiempo, entonces, a veces, una parte estaba muy oscura, mientras la
otra seguía clara.
Alguna vez leí que los ojos eran la ventana del alma, pero los míos solo
estaban defectuosos y todas las burlas que recibí me habían hecho sentir
más insegura de todos.
—Te pregunté si te habías lastimado. —La mano libre del señor West me
sujetó la cara y me hizo verlo.
Aunque, no lo hice,
Me puse de pie, optando por una forma diferente de limpiar la taza rota.
Regresé la vista a su cara y detallé la cicatriz que en ella había, iba desde el
inicio de la ceja derecha, cruzaba entre sus ojos, sobre el puente de su nariz
y terminaba un poco más arriba de su aleta izquierda.
Sin duda, debía haber una interesante historia detrás de ella. Pero,
extrañamente, no le quedaba mal, de hecho, resaltaba su personalidad fría y
misteriosa.
Creí que, sería follada en esa cocina, siendo honesta, no pondría resistencia.
Claro, la decepción se apoderó de mí, cuando noté que el señor West ponía
su camisa en mi mano herida.
Tragué saliva y no solo fue por su cercanía, sino que debajo de la camisa,
tenía una franelilla, sin manga.
«Vaya, con lo que me gustan los hombres que usan franelilla bajo las
camisas», pensé viendo cómo la costosa camisa se manchaba de
sangre. «Por los clavos de Cristo, seguro esa camisa vale más que 3 meses
del salario de todos mis empleos»
—Una camisa tan cara no debiera ser desperdiciada por un corte tan
pequeño —murmuré alzando la mirada.
Me dispuse a continuar con mis labores, pero el señor West me tomó del
brazo, fue algo tan inesperado que, choqué con su pecho.
Sonreí, supongo que, si aceptaría comer con mi jefe, pero solo para
golpearlo en donde más le duele, por idiota.
—¿Por qué?
Mi pregunta pareció incomodarlo, incluso molestarlo, pues, se separó de mí
y expresó de manera mordaz.
—No.
Por desgracia, cerrar la boca también era un hábito adquirido por el trabajo.
Esto era algo que también me gustaba hacer, no por chismosa, sino que, era
divertido ver que tenían los ricos en su alacena.
Sonreí con algo de nostalgia, ya sabía qué iba a cocinar, no sería ligero,
pero sí quedaría delicioso.
—Buen día. —Saludé con educación. A menudo, a las personas con dinero
se les olvidaba que contratan un servicio, no compraban un esclavo—. En 3
minutos podrá sentarse a comer.
—¿Cuál es tu nombre?
—Sí, señor.
—Medellín.
—Caracas.
—No se requiere ser muy listo para rellenarla. —Conté hasta tres y repuse
—. Buen provecho.
Salí de la cocina, pues, sabía que a esas personas así, no les gustaba comer
con el personal.
—¿A dónde va? —El señor West me había alcanzado en el pasillo.
—A ninguna parte, solo me iba a quedar aquí, hasta que, ustedes terminen
de comer —expliqué con paciencia.
—Ya lo hizo.
—Yo no…
—Y pararse aquí sin hacer nada, es perder el tiempo y estoy pagando bien
por su tiempo. —Bajé la cara y me fijé en sus carnosos labios.
—Puede.
Mi corazón enviaba sangre deprisa por todo mi cuerpo, mis ojos se toparon
con la mirada azul del señor West.
El señor West no dijo nada, solo tomó un pañito, limpió una silla y se quedó
allí, mientras yo limpiaba. Ignoré su presencia, todo lo que pude, aunque,
era casi imposible hacerlo.
Todavía era muy temprano para hacer el almuerzo, así que, solo debía
limpiar los platos del desayuno y volver al despacho a terminar de
limpiarlo.
Estaba por llegar cuando escuché a Emilio hablando con el señor West.
—Allí no debes pensar, solo bebes un par de tragos y fluyes. —Me asomé
un poco para ver—. Además, los caminos de Dios son misteriosos.
»Señorita Carter.
Episodio 4: Doncella.
Lizzie.
¿A cuenta de qué? Solo soy una empleada endeudada hasta los dientes y
él… Una persona que aparentemente tiene mucho dinero. Seguro también
novia o esposa.
Tomé mi maleta y salí del despacho, cerré la puerta según lo indicado y bajé
las escaleras.
—¿A dónde debes ir? —indagó el señor West haciendo acto de presencia.
—A mi segundo empleo.
La puerta una vez más se abrió ante mí y salí esperando ver el taxi que
había pedido, pues, dudo que por aquí pase transporte público.
Avancé por el caminito de salida que daba al portón, cuando una mano me
tomó con fuerza del brazo y detuvo mi andar.
—Responde.
—¿Por qué 3?
Suspiré y me di la vuelta para verlo de nuevo.
—Me gusta entender los pensamientos de las personas. —Alcé una ceja sin
creerle una palabra—. Pronto, tomaré un empleo donde debo saber los
problemas de la mayoría para ofrecerles una solución.
Sonreí.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Sorbí por mi nariz y limpié la lágrima que se había escapado de mis ojos.
Era un completo alivio que no fuera a verlo jamás, sobre todo, después de
ver dónde vivía.
Metí la llave en la puerta y giré el pomo.
Caminé hasta el mueble y me dejé caer allí. Pasé las manos por mi cabello,
intentaba desesperadamente, dar con una forma de pagar la clínica donde
estaba Remi, era lo más cercano a un padre que había tenido y si no pagaba,
lo echarían a la calle.
»¿Tienes el periodo?
—Cállate.
—Sip, es el periodo.
—Por favor, te estresas porque quieres, ese hombre no es nada mío. ¿Por
qué debo preocuparme por él?
—Largo.
—Exacto, ella se puede quedar, pero como no das nada, vete. —Me puse de
pie y lo empujé por el pecho—. Vete con tus amigotes, esos que solo te dan
alcohol y drogas…
—No sabes lo que dices. —Yordi me empujó, claramente, él era más fuerte,
así que, caí al mueble.
—¿Qué pasa? —Xia entró a la casa, dejó sus llaves en la mesa y nos miró
esperando una respuesta.
—Yordi debe elegir entre seguir siendo un vago o empezar a aportar a los
gastos —dije viendo a mi hermano.
—Me echaron del hotel —le dije solo para que tomara en cuenta de que
todo se iba a poner más duro.
—Eso pagó la renta de este piso —expresó Xia en ese tono que no permitía
preguntas o críticas—. Todas estamos haciendo lo que podemos.
Era una completa locura, pero confiaba en que Emilio hubiera invitado a
muchas personas que hicieran irritar al papacito de Dominic, haciendo que
él se fuera a su habitación en busca de soledad y silencio.
Una hora y media después, estábamos bajando del taxi frente a la casa del
papacito Dominic.
Xia había elegido un corto vestido, este se ceñía a su cuerpo, excepto por la
falda, esta era más holgada y con un par de aberturas a cada lado de la
cadera.
Entramos a la casa y enseguida una chica nos ofreció un vaso con alcohol.
—Sean bienvenidos.
Pasé la mirada por el lugar y sonreí. Había tantas personas que, seguro, el
señor amargado estaba en su habitación tomando pastillas para caer en un
sueño profundo.
—Bueno, ya estamos aquí, así que a beber —expresó Yordi y fue directo a
la barra improvisada de licores.
—Para él es divertido, el 70% de los invitados son chicas —se quejó Xia
tomando el contenido de su vaso de un solo trago.
—Sí, aunque, yo solo vine a beberme hasta el agua de los floreros —le
recordé a mi hermana.
—Pues, sí.
Tomé una botella y me fui al medio de la sala donde las personas bailaban.
Meneé mis caderas al ritmo de la música, mientras me aseguraba de darle
largos tragos a la botella.
Deseaba beber hasta olvidar que mi madre había muerto por mi culpa, que
Remi, estaba en una clínica con Alzaimer y que había perdido un empleo.
Ella seguro tenía una relación o le gustaba alguien de su trabajo, pues, hace
unas semanas comenzó a ponerle más empeño a su forma de vestir, peinarse
y maquillarse para ir al trabajo.
Xia era secretaria en una clínica, había aprendido algunas cosas y luego
tomó un curso de enfermería, eso era lo que más dinero le dejaba, cubrir las
guardias de otras colegas. Sobre todo, las nocturnas.
—Iré por sal y limón —le dije a mi hermana arrastrando las palabras.
—No tardes.
Me moví entre las mujeres que bailaban, mi intención era llegar a la cocina,
en lugar de ello, terminé del otro lado de la estancia.
Pasé las manos por mi cabello y me aseguré de tener las orejitas de conejito
en donde debía.
—¿Qué haces aquí? —indagó con ese tono tan varonil que tenía.
—M-me han enviado a darte un regalo. —Me senté en la mesa y abrí las
piernas frente a él.
Cerré las piernas y comencé a bailar sobre la mesa. Dejé mi espalda caer
lentamente hacia atrás, subí mis pechos y los dejé caer.
Acariciaba mis piernas con mis manos dándole una experiencia sensual.
—¿Cómo te llamas?
—Elizabeth.
Una de las manos de Dominic bajó por mi cuerpo, llegó a mis piernas y
subió por el interior de mi falda.
—Eso tiene arreglo. —Sus labios rozaron los míos y casi gemí ante nuestro
contacto.
«¿Claridad?»
Las sienes me latían con tanta fuerza que no era capaz de pensar con
precisión. Cerré mis ojos y levanté la manta que cubría mi cuerpo, abrí un
poco y comprobé que estaba, completamente, desnuda.
Pasé las manos por mi cara y sentí un pesado anillo en mi dedo anular.
—No, no, no, no, no. —Me fui a levantar de la cama, pero una de las
puertas de la habitación se abrió y el hombre que era un completo
desconocido, hasta ayer, entró con una toalla alrededor de su cadera y con
otra secaba su cabello.
Su torso estaba mojado y algunas gotas resbalaban por su cuerpo, otras solo
estaban atrapadas en el vello de su pecho. Sus brazos se flexionaban a la par
que debajo de su toalla, un poderoso bulto se movía con cada paso que
daba.
—Claro, debí suponer que todo era una broma. —Me levanté de la cama
asegurándome de tapar mi desnudez con la manta. Retuve el aliento cuando
un dolor peculiar me impidió caminar correctamente—. Casi, casi me lo
creo. Vaya, no vuelto a beber así.
—¿Por qué me has hecho esto? —Quité las manos de mi cara y lo fulminé
con la mirada—. ¿Acaso eres de los tipos que cree que por follar con una
mujer ya deben casarse? No, no, no, claramente, no tienes pinta de eso.
Dominic dio un paso hacia mí, pero retrocedí dos apretando los dientes por
lo sensible que estaba mi entrepierna.
—No me jodas, quería pasar una excitante noche. —Expulsé todo el aire de
mis pulmones—. Quería que la consecuencia más grave, fuera no poder
caminar por un par de horas. ¡¿Pero, casarme?! No, eso no estaba en mis
planes.
Bufé, desesperada.
—Sé que no me amas, sé que no te agrado y sé que ocultas algo.
—No eran preguntas —le aclaré—. Vale, no tengo dinero para divorciarme,
lo que significa que, estoy metida en esto, pero, al menos, merezco saber la
verdad. ¡Me lo debes!
—No fuiste la primera tonta —aclaró él y deseé asfixiarlo con mis manos
—. Ve esto como un trabajo. —Dominic se puso de pie, buscó algo en una
de las gavetas de su habitación y me tendió una carpeta—. Porque, eso es
exactamente, lo que es. Un empleo temporal.
—Todo está mal, no puedes contratar a una persona sin su permiso para un
trabajo que no desea.
—No lo sabía, fue una grata casualidad. —Dominic guardó silencio por un
segundo antes de concluir—. Todo saldrá bien.
—Bien, te costará mucho, tengo años siendo pobre y estoy cansada de serlo.
—Ya no lo eres.
—Me compraré un McLaren, porque estoy harta de andar en bus. No, mejor
me compraré un Ferrari.
«Mierda»
Me dio un ataque de tos, jamás había tenido tantos ceros positivos en ella.
—Vale, no soy una prostituta, así que, esto… —Señalé nuestros cuerpos—.
No volverá a pasar.
—Puedes, pero el dolor que sientes en tu divino coño, no es por ver videos,
es porque ahora eres la mujer de Dominic West. —Su mano encontró una
abertura en la manta y fue a uno de mis pechos, mientras su pene erecto
presionaba en mi vientre—. Me pongo duro, solo de recordar cómo gemías.
Mi boca se hace agua de imaginarte abierta de piernas para que te coma el
coño.
Cerré los ojos y me tomé un par de segundos para aclarar mi mente, lo que
había hecho borracha no debía contar para nada, pero ya estaba aquí y debía
seguir adelante.
Aparentemente, ayer salí con mis hermanos a beber, por no tener dinero se
me ocurrió venir a la casa del macho misterioso, y de alguna forma terminé
casada con el futuro rey de Inglaterra.
Llevaba un traje tan oscuro como su alma, completamente liso, sin líneas o
alguna textura, su camisa era de un tono azulado, muy parecido a sus ojos.
Era elegante, imponente y sí, jodidamente guapo.
—¿Por qué no? Muchas mujeres quedan embarazadas con menos de lo que
te hice anoche.
No creo que, él busque tener un hijo con una mujer que es pasajera en su
vida. Sin embargo, me había dicho que, su padre le heredaría el trono al hijo
que tuviera una familia formada.
Me quedé petrificada al ver, que la cama estaba tendida, la ropa con la que
vine a la fiesta no estaba, en su lugar estaba un hermoso vestido sobre la
cama con zapatos a juego.
Podía entender cómo se sentía, en la vida que nos había tocado nos
habíamos vuelto propensos a suponer lo peor y esperar solo fatalidades.
Era raro cuando algo salía bien e incluso cuando pasaba, se sentía extraño.
—Estoy bien, viva y con un excelente empleo —hablé pausado para que
entendiera lo que iba a decirle.
—¿Qué oferta?
—¿Adelanto de dinero?
Me di la vuelta y susurré:
—No respondiste.
Dominic se inclinó y sus labios quedaron cerca de los míos, abrí un poco la
boca, esperando que me besara.
—Justo, era lo que iba a hacer, antes de que el señor decidiera entrar a la
habitación.
Madre mía, este hombre no tiene filtro, a este paso terminaré saltándole
encima.
Episodio 8: Princesa.
Lizzie.
Me quedé viendo a Dominic, pero él no parecía ser una persona que daba su
brazo a torcer.
—De acuerdo, señor West. —Tomé una bocanada de aire—. Usted gana.
Me coloqué el vestido.
Era una prenda sencilla, aunque, se veía que era de la mejor calidad.
Era blanco, con unas delicadas líneas doradas que parecían bordadas sobre
la tela. Era manga corta, su cuello era en forma redonda y la falda
terminaba por debajo de las rodillas.
La parte de arriba era algo ajustada, pero de la cadera para abajo, la falda se
tornaba suelta y sin ropa interior, hacía sentir bastante frío.
Me agaché y la tomé.
Dentro había una braguita y una nota.
Suspiré aliviada, no era mucho, pero era mejor que enfrentar un viaje sin
nada, y con un Rey lujurioso que adoraba ponerme en situaciones
complicadas.
Negué con la cabeza, esto parecía una escena sacada de una película.
—Yo creo que, es solo una excusa para tener una cita conmigo —bromeé y
Emilio se tocó la nariz, apoyando mi comentario.
—¿No te gusta lo que elegí para ti? —Dominic me miró y negué con la
cabeza—. ¿Eres alérgica a algo de lo servido?
—No.
—Creo que, debemos terminar. —Apreté mis labios en una fina línea,
evitando a toda costa reírme—. No eres tú, soy yo.
—¿Te diviertes?
—Sí, un poco. —Llevé un bocado de comida a mi boca y sonreí.
A decir verdad, solo moví los alimentos de un lado a otro, tenía tantas
dudas de todo. ¿Qué pasaría cuando llegásemos allá?
Por Dios, sabía que, debíamos parecer una pareja felizmente casada, pero:
¿Qué tanta intimidad o compenetración debíamos mostrar? ¿Qué se supone
que les diré a las personas cuando pregunten cómo nos enamoramos?
De pronto…
Pegó mi cuerpo al suyo y me observó con tal intensidad, que me quedé sin
palabras.
Mi corazón latía con tanta fuerza que temí que Dominic sintiera el golpeteo
de mis latidos en su pecho. Bajé la mirada cuando sentí mis mejillas
sonrojarse.
Por favor, habría que ser un robot para no sentir nada en este momento, por
muy falso que fuese.
Al principio, fue un beso dulce, incluso tierno, algo planificado para una
foto y ya, pero ninguno le puso fin y rápidamente escaló de intensidad.
Pegó su frente a la mía, estaba tan afectado como yo, pero de sus labios solo
salió una pregunta fría y carente de sentimientos:
—¿Tienes la foto?
Cerré los ojos, aunque, no lo admitiera en voz alta, su manera fría de actuar
me lastimó.
Siendo, incluso, más osada que él, me levanté un poco más y le susurré:
Abrí la boca para decirle sus cuatro verdades, pero colocó uno de sus dedos
sobre mis labios.
—Vale, gracias.
—Gracias —susurré.
—No hay de qué. —Emilio rodeó mi cuerpo con sus brazos y suspiré
sintiendo su calidez.
—¿Por? —cuestioné.
—¿Qué haces?
—Shhh —siseó Dominic, mientras acercaba sus labios a los míos. Cerré
mis ojos clamando fuerzas—. Déjame ayudarte.
—No creo que… —Mi cuerpo se impulsó hacia delante y mis ojos se
abrieron a la par que lo hacía mi boca, cuando una maravillosa sensación
recorrió todo mi ser—. ¿Qué haces?
Quería poner resistencia, pero mi vagina estaba muy complacida con los
masajes que recibía de mis calzones y todo mi cuerpo se rebeló ante mis
deseos.
Joder, este hombre tenía experiencia, sabía lo que debía hacer para
enloquecerme. En cambio, yo solo era una inocente joven desprotegida de
sus encantos.
—Lo sé, preciosa. —El nivel de vibración se hizo más fuerte y perdí por
completo la cabeza.
Cerré los ojos disfrutando de todo, su boca, su olor; esas pequeñas frases
excitantes que decía entre beso y beso. La sensación entre mis piernas…
De pronto, sentí que algo golpeaba mi mano; abrí los ojos y admiré a mi
señor esposo.
Dominic movió su mano con fuerza por todo… Todo su tamaño, mientras
me observaba con esos ojos que ahora eran más oscuros que azules.
Él gruñó corriéndose y me preparé para sentir sus tibios fluidos caer sobre
mí, pero al no suceder, bajé la mirada para ver que, el heredero, colocó su
mano para evitar ensuciarme.
Fui a buscar una toalla en mi cartera, pero, Dominic miró y dijo en voz
baja:
—Espera un segundo, por favor. —Pegó de nuevo su frente a la mía y se
quedó allí, con los ojos cerrados y la respiración alterada.
Me gustaba, pero eso no cambiaba el hecho de que todo esto era solo una
farsa, un contrato con fecha de vencimiento.
—No tiene nada que ver con eso, solo nos une un contrato y…
Ese no era el plan, pero había pasado, lo había disfrutado y ahora, me dice
que, ¿no sucederá jamás?
Aunque, no tenía idea de cómo iba a olvidar esa noche con ella, como
Elizabeth clavaba sus uñas en mi espalda, mientras pedía que le diera más
duro. Tenía tatuado el recuerdo de ella gimiendo mi nombre.
Y me encolericé.
¿Qué maldita parte de no estar cerca el uno del otro, no habían entendido?
No deseaba verlos juntos, eso se extendía a conversaciones, caminatas o lo
que sea.
—Emilio —bramé y vi a mi falsa esposa dar un brinco.
—¿Necesitas algo?
—La manipulaste para que dijera lo que querías escuchar —me corrigió
Emilio.
—Para eso estoy yo, su esposo. ¿Lo olvidas? —Apreté los dientes,
impaciente.
—No me digas que, debo ser amable y condescendiente con ella —me burlé
soltando una pequeña carcajada.
Crecer juntos nos había hecho conocernos bien, aunque, yo siempre fui el
heredero y él, mi mejor amigo, el niño enviado a hacerme compañía. Al
principio, me preguntaba si su amistad era real.
Ser el heredero era una enorme responsabilidad, una que venía con grandes
dosis de desconfianza y mucha soledad.
Necesitaba un plan, uno muy bueno para contar con ella en el reino y poder
ascender al trono, si por alguna razón Logan se hacía con la corona, mi
hogar sufriría mucho.
Su mirada era algo que, me había encantado de ella, era diferente; única.
Probablemente, ella debía saber qué era ser visto por los demás como un
fenómeno.
—Puedes hacerlo —aseguré, quise tomar sus manos, pero ella las apartó de
mí.
—No te puedo dar el control, porque es una app que instalé en mi teléfono.
—Tomé la prenda interior, la olí y la guardé en el bolsillo de mi pantalón—.
Gracias, será un buen recuerdo.
Había pasado varios minutos, quizás unos 10 cuando noté que la respiración
de Elizabeth se hizo pausada y regular.
—Habla.
—Ya tengo cubierto eso, le pedí a una de mis primas que se presentase hoy
después de la cena, para que usted diera su visto bueno.
Regresé a mi asiento, queriendo saber qué fue eso que logró alterarla tanto,
mientras dormía.
—¿Cómo?
—Te sorprendería saber que, son capaces de asesinar por una exclusiva. —
Emilio puso su mano en mi hombro—. Tienes pocos minutos para
convertirte en el hombre más detallista y enamorado que puedas.
Logré ver el auto que nos llevaría al palacio, pero también me percaté de la
cantidad de personas que esperaban mi llegada, con sus cámaras listas.
Parecía estar mejor, aunque, se había atado una cola y sus mejillas estaban
sonrojadas.
Dominic, caminó con calma hacia la limusina, para él esto era rutinario,
pero yo… Estaba aterrada, temblando por dentro.
—Fue desde que, una granada explotó dentro del tanque de guerra donde yo
iba.
—No tenías por qué, hasta hace unas horas, no tenías idea de quién era yo.
Fruncí el ceño.
Era poco observadora, pero me daba cuenta de que Dominic estaba tenso,
quizás se debía a que habíamos llegado a su reino, pero… ¿No se supone
que, al llegar a tu hogar, deberías sentir paz?
—La prensa estaba eufórica, verte llegar con una mujer no estaba en sus
planes —comentó el recién llegado, pero la cabeza de Dominic parecía
estar en otro lado.
—¿A dónde se supone que iré? No conozco nada aquí —le recordé
poniéndome nerviosa.
—Su alteza, la llevaré al centro comercial, allí podrá comprar un guarda
ropa nuevo. —Miré a Emilio, él también parecía tenso.
Sabía que, las familias podían ser disfuncionales, pero esto parecía más bien
una guerra.
—¿No?
No fue por ser grosera, sino que, Dominic se había alterado mucho ante
nuestra cercanía, así que, temía dar una impresión equivocada y causarle
problemas.
Bajé del auto y cerré los ojos esperando los flashes de las cámaras, pero, al
no escuchar nada, abrí un poco los ojos.
El alivio corrió por mi cuerpo, pasé las manos por mi cara tratando de
relajarme.
Bueno, de todo.
Honestamente, esa era la mayor ventaja, no tenías que andar con bolsas,
pues, tu pedido llegaba a casa unas horas después de la compra.
Supongo que, las personas que visitaban un lugar como este sabían que,
debían traer mucho dinero.
Era la primera vez, en toda mi vida, que compraba sin tener en cuenta
cuánto iba a gastar o cuánto dinero tenía para saber qué comprarme.
Al salir de allí, creí conveniente adquirir otro teléfono con línea nueva
incluida. Más que nada, para tener mis dos vidas separadas.
Para cuando había caído la noche, solo había logrado recorrer una parte
muy pequeña del centro comercial.
—Basta, no puedo seguir caminando. —Me detuve en seco.
El recorrido de vuelta fue silencioso, por más que intenté hablar, las
palabras no salieron de mi boca.
No me di cuenta de que mis manos temblaban, hasta que, Emilio las sujetó
entre las suyas.
—Sí, eso llevas diciendo todo el día. —Expulsé todo el aire de mis
pulmones—. Sería más fácil saber qué papel juego yo en el palacio.
Sonreí.
Emilio ignoró su presencia y entró al palacio, pero yo, solo me quedé allí,
parada en la entrada, con los nervios de punta.
Mis estupideces me habían traído hasta aquí, ahora, debía dar lo mejor de
mí.
Di un paso al interior de la morada y casi esperé que un vendaval me pasase
por encima.
Sonreí por ser tan tonta y abrí los ojos y mi sonrisa se borró de mis labios.
—¿Acaso no sabes hablar? —se burló ella dando un paso más hacia mí—.
Admito que, es una gran jugada de parte de ese malcriado.
Emilio me miró esperando que yo dijese algo, pero solo guardé silencio.
Nunca en todo este rato había sentido tanto placer de escuchar la voz de mi
señor esposo.
—Gracias por…
—Es por aquí —me orientó Emilio y juro que lo vi reprimir una sonrisa.
Dominic, príncipe de Gales, era el primer hijo de Arthur del Reino Unido,
con su esposa fallecida Carlota, princesa de Gales, además tenía dos
hermanos productos del rey y su amante, Logan, Duque de Cornualles y
France, Duquesa de Chester.
Fruncí el ceño cuando leí que la madre de Dominic había fallecido poco
después de haber dado a luz.
Sabía que no era Dominic, pero su parecido era abrumador. Sus ojos eran
del mismo tono de azul que mi señor esposo, su cabello un poco más
oscuro, aunque, la forma de su cara, incluso lo poblado de sus cejas, eran
como las de Dominic.
Suspiré.
Tragué saliva.
—Pronto sabrás cuáles son. —Me soltó el rostro, pero no se apartó de mí—.
Solo te advierto, las mentiras no son toleradas en este reino.
—Solo vine a conocer a mi cuñada y a decirle que, tiene una cita mañana
con el rey —comentó Logan con calma.
—Lo único que te pedí era que te quedaras aquí —gruñó Dominic
emanando ira de todo su ser.
—¿Por qué le abriste la maldita puerta? —Dio dos zancadas y llegó hasta
mí, me tomó por los hombros y me sacudió—. ¿Acaso no entiendes que me
deshonras al meter un hombre a mi habitación?
—Sí, su majestad —respondí con sarcasmo—. Si eso era todo, se puede ir,
le prometo que no saldré, tampoco abriré la puerta, de hecho, me quedaré
en silencio, fingiendo que no existo.
Expulsé todo el aire de mis pulmones y pasé las manos por mi cabello.
—Elizabeth…
—Tu doncella viene en camino; ella y Emilio traen las cosas que
compraste. Date un baño y vete a la cama, mañana a primera hora debes ir a
la habitación del Rey y conocerlo. —Evité ver a Dominic mientras me daba
las órdenes—. Yo regresaré en un par de horas.
Fruncí el ceño.
Levanté la mirada.
Por un segundo, pensé que era chiste, pero al ver lo serio que estaba supe
que, no estaba bromeando.
Era estúpido emocionarse tanto por un título, pero no todos los días eres
una verdadera princesa.
Parecía estúpido que un heredero tuviera que, recurrir a eso para estar
informado, pero entre los deberes reales, mi llegada y la futura coronación,
no tenía tiempo para ir escuchando detrás de las paredes.
Aunque, había una mujer. Coco, era parte de la cocina y sabía que, en ella,
podía confiar. No estaba seguro de por qué ella me transmitía esa sensación
de confianza, pero había aprendido a hacerle caso a mis instintos.
Entré a la habitación de mi padre y vi a Mathilde sentada a su lado.
Mathilde dudó un poco, pero pasó las manos por su vestido y se marchó.
—Creí que, el ejército te ayudaría a dominar ese carácter West que tenemos
—habló mi padre con la voz ronca.
Me senté a un lado de la cama y tomé sus manos, verlo allí postrado en una
cama, me dolía tanto.
—Padre, en todo este tiempo te he tenido presente y tus lecciones me han
salvado la vida más de una vez.
—Puedo ver cuánto has crecido. —Mi padre tomó el control de la cama y la
ajustó para quedar sentado—. Me han dicho que, te casaste y debo confesar
que no lo creí posible.
Pensé que, sería fácil verlo a los ojos y mentirle, pero no, yo no solo amaba
a mi padre, lo admiraba y le guardaba mucho respeto.
—Elizabeth es una mujer muy inteligente, tiene una vena rebelde que me
hace enloquecer, es una guerrera y muy hermosa.
—Quiero conocerla.
—¿Ahora?
—Dominic, no podemos vivir con rencores del pasado. —Mi padre tosió y
me acerqué a él, pero me dejó saber que se encontraba bien—. Su cambio
de actitud ha sido genuino y merece ser visto, al final del día; sin importar
cuánto se odien, ambos son mis hijos.
—Es la hora de mi cita con Ivy. —Mi padre pasó las manos por su atuendo,
respiró lentamente y me observó con una media sonrisa, esa que usaba
cuando estaba a punto de decir, algo que, de seguro, no me iba a gustar—.
Solo dale una oportunidad a tu hermano, pienso que se lo debemos.
Abrí la puerta y me encontré a una mujer. Debía admitir que, era hermosa,
pero no era idiota, podía ver el monstruoso ser que se escondía debajo de
esa cara tierna y actitud tímida.
—Vaya, en serio, te pareces muchísimo a Logan —habló como si nos
conociéramos o tuviéramos confianza.
—¿Sucedió algo?
Las palabras no habían terminado de salir de sus labios cuando mis pies ya
estaban corriendo.
Abrí la puerta y los encontré tan cerca el uno del otro, que deseé saltarle
encima y golpearlo, pero sabía que, era justo lo que buscaba el imbécil,
llegarle con el chisme a mi padre.
—Solo vine a conocer a mi cuñada y a decirle que, tiene una cita mañana
con el rey —comentó Logan manteniendo a raya sus emociones.
—Ya lo dijiste, ahora, vete o te saco. —Di un paso hacia él, pero el cobarde
retrocedió.
—Sí, su majestad —respondió con sarcasmo—. Si eso era todo, se puede ir,
le prometo que no saldré, tampoco abriré la puerta, de hecho, me quedaré
en silencio, fingiendo que no existo.
Deseaba explicarle qué estaba pasando, pero temía asustarla. Sin embargo,
tenía derecho de saber a qué se enfrentaba, tal vez, era el momento para
contarle todo.
—Elizabeth…
—Tu doncella viene en camino; ella y Emilio traen las cosas que
compraste. Date un baño y vete a la cama, mañana a primera hora debes ir a
la habitación del Rey y conocerlo. —La miré fijamente esperando poder
encontrarme con su mirada, pero ella solo evitó hacerlo—. Yo regresaré en
un par de horas.
—Es lo que hacen los esposos. —Evité sonreír imaginando todo lo que le
haría a esa pequeña rebelde.
Pensé que, sería capaz de controlar mis ganas de estar con ella, pero creo
que, solo era una estúpida mentira que me dije a mí mismo.
Sin embargo, todavía quedaba algo más que decirle antes de irme a
investigar:
—¿Piensas ir ahora?
—¡Maldita sea, Emilio! ¿Acaso debo explicarte con dibujos con quién
tratamos? —gruñí furioso.
Jena sonrió con amabilidad, tomó más bolsas del suelo y dijo:
Me incomodaba ver a una persona trabajando y yo, ignorar todo para seguir
con mis banalidades, pero también comprendía que, una princesa tenía otras
obligaciones, al menos, eso esperaba.
»En el baño hay toallas y una cesta donde colocar la ropa —me indicó ella
y caminé con calma al cuarto de baño.
Entré a la ducha y dejé que el agua fría se llevase esos malditos recuerdos
que, me atormentaban.
Tomé la esponja y tallé mi cuerpo. Alcé las cejas viendo que, entre mis
piernas, tenía marcados mordiscos y más chupetones.
Inhalé profundamente, cada vez, sentía más curiosidad de ver ese video de
mi noche de bodas.
Pasé la mirada y noté que todas las bolsas de las compras ya no estaban,
tampoco parecía haber señales de Jena.
Esta prenda en particular me había gustado porque no solo era elegante, era
cómodo; sus mangas largas y abullonadas me habían fascinado desde que lo
vi. Además, por estúpido que sonara, me hacía sentir como una princesa.
Me dejé peinar en silencio, pues, suponía que, unas de las tareas como la
falsa esposa era mezclarme.
—Vaya, has llegado justo a tiempo. —Cambié de tema, miré detrás de él—.
¿Vienes solo?
—¿Esperabas que viniera con alguien más? —preguntó y noté cómo su
mano se cerró en un puño.
Bajamos las escaleras, caminamos por un largo, largo pasillo adornado por
pinturas de… Bueno, supongo que, de otros reyes.
Se podía notar que, los cuadros eran de alta calidad, seguro de realizados
por algún famoso pintor de cada época. No sabía mucho de pinturas, pero
era capaz de notar como las técnicas iban cambiando de cuadro a cuadro,
además, la forma de mezclar los colores.
Caminamos en silencio y con el paso algo apresurado; Jena iba unos metros
detrás de nosotros, podía sentir su mirada en mi nuca.
—Te acostumbrarás.
—Qué tierno, pero debo suponer que, tú estarás en tus cosas y yo…
—Siempre a mi lado —concluyó Dominic rozando mis labios con los suyos
—. Hemos llegamos.
—Pues, los libros, me parece que, allá, tienes más y mejores textos.
Los libros en este sitio eran buenos, pero parecían pertenecer a un joven
Dominic. Así como parecía que, él había pasado años fuera de este sitio.
¿Se habrá ido por voluntad propia o fue una estrategia de su padre para
alejarlo de los malos recuerdos?
—Volveré. —Me dio un casto, pero salvaje beso en los labios y se marchó.
Exhalé todo el aire de mis pulmones.
Todo había sido tan intenso, vaya que hombre tan imponente.
—Yo del resto —me interrumpió ella con una sonrisa triste en la cara.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
—No creo que, a mi esposo le guste su presencia aquí —comenté con todo
el respeto que podía.
—Es lo más probable —convino ella con cierto aire de descaro. Fue hasta
el escritorio y pasó su dedo por encima—. Vaya que, si eres eficiente.
¿Qué más podía hacer? Era ir con ella o que se quedara aquí y por desgracia
ya había visto la reacción de Dominic ante una invasión a su privacidad.
Pasé las manos por mi vestido sacudiendo cualquier partícula de polvo que
estuviese en la prenda.
—Me han dicho que eres de Dublín —comentó la reina sentándose frente a
mí.
—Señora, por favor, no hay nadie aquí, no tiene por qué mentirme, eso nos
ahorraría tiempo.
—Tienes razón. —La reina tomó la tetera y me sirvió una taza de café—.
Iré directo al grano, no creo que, tu casamiento con Dominic sea real.
—Estoy en el deber de aclararle que, toda esa loca teoría solo existe en su
cabeza. —Miré la taza humeante frente a mí—. Entiendo que, para usted,
sea difícil de creer, pero amo a mi esposo, tanto o más de lo que él me ama.
—Muy bien. —La reina me miró—. El deber llama, pero puedes terminar
tu café sin mí.
Me llevó por el pasillo, lejos del lugar, encontró un sitio donde esconderse y
me pegó a la pared con rudeza.
Dejé caer mis hombros, sus palabras habían salido como si nada. Quizás,
para él fuera normal tener una sentencia de muerte colgando en tu cabeza,
pero para mí… todo era desagradablemente nuevo.
—Era sarcasmo.
—Pues, yo hablaba muy en serio. —Dominic me alzó del suelo, mis piernas
rodearon su cadera, aunque, fue más por acto reflejo.
—Tú lo pediste.
—¿Cuándo?
—Más tarde, por ahora, debes entender que, no puedes confiar en nadie más
que en mí. —Su mirada había cambiado, ya no había rastros de deseo,
ahora, solo podía ver la preocupación en el azul de sus ojos.
Abrí la boca para agregar algo, pero una persona aclarándose la garganta
me interrumpió.
—Espero con ansias otro momento tuyo de debilidad. —Rodeé los ojos con
fastidio. Dominic miró sobre su hombro y ordenó—. Llévala a su
habitación, no te mueves de su puerta hasta que yo llegue.
Sentí que, solo había sido un estúpido juego y yo había caído como una
tonta.
Sin embargo, si algo había aprendido en esta vida era, a aprender de las
caídas, mientras unos veían fracasos, yo veía nuevas formas de aprender.
Ese fugaz encuentro con la reina me había enseñado que, debía ser
realmente lista para poder sobrevivir el tiempo que estuviese bajo su mismo
techo.
Pasé las manos por mi cabello, fui hasta el armario y me puse un pijama
fresco, pues, la noche era calurosa.
No era tan ingenua como parecía, aunque, debía admitir que, era lenta para
algunas cosas. Sin embargo, había leído demasiados libros, como para saber
de conspiraciones.
—Hola —la voz de mi hermana sonó apagada y supe que, algo no estaba
bien.
—¿Pasó algo?
—Al parecer, tuvo un ataque psicótico, decía que, tenía que ir a algún lado
y cuando no lo dejaron salir, enloqueció, golpeó a un enfermero, rompió
una mesa y en el proceso se lastimó la mano.
—¿Cómo está ahora? —Me senté en la cama y deseé poder estar con mi
hermana.
—Lo sé, lo sé, pero todos tenemos un lado amable y un lado feroz. —
Esperé que, ella llorase todo lo que necesitaba drenar. Después de todo,
Remi era el único hombre que nos había regalado una estabilidad, tiempos
felices—. ¿Cómo está Yordi?
—Te equivocas, eres mi esposa, por ende, todo lo que tenga que ver
contigo, me interesa —aseguró y se desabrochó el pantalón.
—Sí, pero eres una mujer jodidamente atractiva, además ese pijama me
descontrola. Y yo, soy un hombre con ganas de follarte. —Dominic me
tomó por la cintura y me pegó a su cuerpo, sentí su erección presionar mi
vientre—. Puedo quedarme y hablamos mientras te cojo o me retiro y
hablamos mañana. Elige, princesa.
—¿Por qué tienes que complicar todo? —Dominic se dejó caer a mi lado.
—¿No tenías prisa por irte? —cuestioné viendo cómo su mano dominante
apretaba su verga sobre el pantalón.
—Cambié de opinión.
Tragué saliva.
Cerré mis ojos, llené mis pulmones de aire y lo dejé salir lentamente.
Las lágrimas mojaban mis mejillas, estaba destinada a revivir una y otra vez
esos malditos recuerdos. Como si vivirlos una vez no fuera suficiente
tortura.
—No mientas, eso no fue nada —insistió él, sentí su mano sobre mi hombro
y la aparté.
—No deberías cargar con eso tú sola —me consoló pasando su mano por
mi espalda.
Me separé de él y lo miré:
—¿Sabes por qué en las perreras no les ponen nombre a los perritos? —No
esperé su respuesta—. Para no tomarles cariño. Sé que me llamas Elizabeth
para no crear un vínculo conmigo y no me importa, al final, esto es un
acuerdo y no espero nada a cambio.
Por unas horas había sido capaz de olvidar el infierno que vivía en mis
sueños. Ahora, Dominic sabía de mis pesadillas.
Eso me puso más triste, ya era bastante defectuosa ante sus ojos, ahora lo
era aún más.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
—Lo sé, pero, al menos, es un lugar más suave donde ver el amanecer. —
No tuve respuesta—. No te preocupes por mí, yo me iré a trabajar…
Me levanté del suelo y estiré mi mano. Elizabeth la sujetó con algo de duda,
seguía temblando, así que, la tomé en mis brazos y la llevé de regreso a la
cama.
—Trata de dormir, prometo cuidar tus sueños. —Este tipo de actitud eran
bastante nuevos para mí, supongo que, estaba comprometido con el
contrato.
«No»
—Debió ser horrible perder a la mujer que amaba, encima tener que casarse
con una persona que no amaba —murmuró ella y sonreí.
Elizabeth me miró:
Había dejado de llorar, pero su nariz seguía roja y sus ojos reflejaban esa
tristeza y dolor que había sentido.
—Eso creo. —Sentí mis mejillas arder al comprender lo que Jena insinuaba
—. ¿Sabes dónde está mi esposo?
—Entendido.
Cerré los ojos y dejé que el frío líquido me ayudase a olvidar los últimos
eventos de la noche.
—Ah, era eso. —Jena solo se dio la vuelta—. Es normal, pero créame, al
final, se termina acostumbrando.
Quise sonreír, pero no pude, estaba demasiado incómoda como para poder
hacerlo.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Jena no solo me había secado el cabello, me había hecho una coleta baja,
elegante y muy pulcro.
Avancé por el pasillo con paso firme, hasta que, me di cuenta de que no
tenía idea de a donde me dirigía.
—¿Dime qué tan lejos estoy de encontrar el ala oeste? —pregunté llevando
las manos a mi cadera.
—De hecho, estamos más cerca del lado este que del oeste. —Jena bajó la
cara evitando que la viera sonreír.
Esta vez dejé que Jena me guiara por el castillo, era evidente que, esa parte
del castillo era la más transitada.
—Gracias por guiarme, puedes retirarte. —Pasé las manos por mi ropa.
—Al fin llegas. —Se hizo a un lado y entré con cautela—. Mi esposo lleva
media hora esperándote.
—Me encantaría dar un paseo, pero no he salido de aquí desde hace algún
tiempo —comentó él viéndome con esos ojos tan azules como los de sus
hijos.
—Me encantaría saber qué le dijo —bromeé. Vi una silla de ruedas al fondo
de la habitación y fui por ella—. ¿Le parece si damos un paseo?
—Usted deje todo en mis fuertes manos. —Lo ayudé a sentarse en la cama,
luego lo sujeté con fuerza y lo coloqué con cuidado en la silla—. ¿Quiere
que vayamos a un lugar en particular?
—Al jardín, puedo verlo desde la ventana, pero no puedo oler las flores y
he querido hacerlo desde hace algunos días.
Lo conduje con cuidado hasta uno de los rosales que estaban en el lugar.
—Sin duda, eres una mujer peculiar, noto varias cualidades que mi hijo me
comentó sobre ti, pero quiero escuchar de tu boca. ¿Quién eres Elizabeth
Carter?
—Como dije: eso puedo verlo, pero quiero ver más allá de lo que todos
podemos ver.
—No creo que, una persona sea capaz de conocerse a sí misma del todo. —
Organicé mis ideas, no deseaba ser evasiva, pero, no pienso que decir que
era una simple plebeya que se ganaba la vida bailando y limpiando, fuera de
su agrado—. Los humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a casi todo,
puedo ser una persona hoy y dependiendo de las circunstancias en la que
esté viviendo, podría adaptarme y ser otra.
—Lo sé, pero basado en lo que te dije, debes comprender que, no dejaría
que, cualquier mujer se quede a su lado. ¿Qué te hace especial a ti?
—Sí.
Sonreí.
—Lo haré, aun cuando su testarudo hijo no desee que lo haga —prometí.
—Cuando su hijo me mira, mi corazón late con más fuerza, mis manos
tiemblan y mi mente se nubla. Me gusta cómo poco a poco vamos
descubriéndonos y dejando caer las murallas que nos rodean, me encanta
que, sea servicial, que se preocupe por usted y su pueblo. —Abrí los ojos—.
De un mundo lleno de personas, siento que él, es la persona que más me
comprende y que más me complementa.
Sabía que, él había escuchado todo, qué mal momento para ser honesta.
—Y lo estaba, pero quería saber cómo iban las cosas entre ustedes. —
Dominic se acercó a su padre y se agachó quedando casi a su altura—.
Tenía entendido que, no podías salir de tu habitación.
—Es descortés rechazar la invitación a dar un paseo, principalmente, si la
dama es hermosa como una tarde de otoño —respondió el Rey buscando mi
mano. Me acerqué y se la di—. Ahora, cuéntenme: ¿Cómo se conocieron?
Tomé una respiración y cerré los ojos, no habíamos coordinado ese pequeño
detalle, a pesar de mis insistencias.
—B-bueno… Yo no diría enfermera, era más una practicante, pero una muy
mala y torpe, por eso solo limpiaba heridas —balbuceé atravesando con la
mirada a Dominic, no tenía idea de a dónde iba con esta maldita historia y
debía actuar como si supiera.
Ese hombre sería un completo imbécil, pero era capaz de sentir todo el
amor que le tenía a su padre.
—Desde que te tuve en mis brazos supe que, tú, serías mi sucesor. —Arthur
abrió la caja—. Estas son las coronas que tu madre y yo usamos en nuestra
juventud.
—Lo juro.
—Las personas piensan que, el trabajo duro lo tiene el rey, pero en realidad,
la reina se lleva la peor parte. —Me incliné delante de Arthur—. Solo te
pido que, no olvides tu promesa.
—Les aseguro que, no será un camino fácil, pero con amor, todo es posible
—declaró el Rey.
—Su alteza…
—Dime Arthur.
Dominic entró seguido por una mujer que, apenas me miró, sus ojos fueron
a mi cabeza.
—¿Te das cuenta de que tu padre está enfermo y que si me piden ayuda no
podré hacerlo? —Estaba irritada—. La historia fue linda, pero, ¿no pudiste
ponerme como la que limpiaba y cambiaba las sábanas?
—Pues que, honor ser el primero que te lleve a uno. —Dominic me sonrió y
juro que, si no sintiera el peso de la corona en mi cabeza, juraría que estaba
soñando.
—Eso, está por verse. —Mathilde clavó su mirada en mí por unos segundos
y continuó con su camino.
Me quedé viendo a Jena sin saber qué decirle. Después de unos segundos de
meditación, solo pronuncié en voz baja:
—Gracias, supongo.
—Lo siento, su alteza, pero deberíamos comenzar por otro lado —sugirió
en voz baja.
—¿Qué hay en la cocina que no quieres que vea? —inquirí. Sabía que, no
era la reina, esa ya había vomitado su veneno. Ante el silencio de mi
doncella, le ordené con firmeza—. Dilo de una vez.
—Me da igual quién sea, además, yo soy quien lleva la corona en la cabeza.
—Le guiñé un ojo a Jena y fui a la cocina.
La sangre me hirvió y por primera vez en toda mi vida tenía ganas de tirar
del cabello de esa mujer.
—Por favor —bufé esbozando una sonrisa—. Creí que, era algo más grave.
Pensé que, una de ellas la había intentado apuñalar con una lata oxidada,
pero, ¿azúcar en el té? Vaya estupidez.
—Es algo grave —comentó Ivy.
—¿Eres diabética?
—No.
—¿Entonces?
—¿Dieta? ¿Todo este show es por una dieta? —Me acerqué a ella—. A
diferencia de ti, que aparentemente, no tienes nada que hacer más que
fastidiar a los empleados del castillo. Esas mujeres deben hacer la comida,
limpiar y organizar.
—Sí, pero…
Suena patético, pero me había vuelto una experta en evadir las miradas
fijas.
—Cariño, hasta yo sé qué reinado mata ducado. —Me incliné un poco hacia
ella y dije en voz baja—. Ha sido divertido hablar contigo, pero si fuera tú,
iría a ver si sigo siendo la prometida del rey de nada.
Ok, debía admitir que, ser la persona con más poder en una habitación era
divertido.
—Espérame aquí.
Tenía ganas de conocer el castillo, pero sentía que, era frívolo de mi parte,
recorrer el lugar, creyéndome la dueña y señora, cuando sentía que había
cosas más importantes.
—Soy muy torpe, fui a ponerle azúcar y ella solo resbaló de mis manos.
—Se resbaló… —repitió lentamente. Supe que, ella sabía que, estaba
mintiendo—. Pues, quiero mi juego completo.
Fruncí el ceño.
—¿Entonces…?
Miré a Jena.
—¿Por qué debo ir yo? Según me parece, cuenta con los mejores guardias
del castillo.
Abrí la boca para decirle sus verdades, pero Jena negó enérgicamente con la
cabeza.
—Puedo ir yo en su lugar.
Negué con la cabeza, parece estúpido, pero algo me decía que, no solo iba a
la ciudad por un maldito juego de té, aunque, era más ridículo jugar un
juego sin saber las reglas.
Sin embargo…
Estaba tan tensa que ni siquiera pude disfrutar del paisaje, solo me
concentré en tratar de aprenderme el camino.
—¿Quién te crees? Mejor dicho. ¿Quién piensas que soy? —Miré al frente
—. Bájate y ábreme la puerta.
—¿Sabes donde estamos? —le pregunté a Jena y ella asintió, y por la cara
que puso, entendí que no era un lugar muy seguro.
»Póntelo —le ordené a Jena—. Mantén la cabeza baja, camina con firmeza
y asegúrate de decirle que, te lleve hasta la tienda.
—Regresar al castillo.
—Es lo más seguro, de hecho, cuento con eso. —La puerta se abrió y dije
en voz alta—. Espérame en el auto.
Sin la capa, me sentía expuesta, aunque, evité salir corriendo, solo caminé
con calma y con un paso medianamente apresurado.
Sentí que me seguían y miré sobre mi hombro, pero no logré ver a nadie.
Seguí caminando fingiendo que no había visto nada. Avancé varias calles,
seguía sintiendo que me seguían, así que, tomé mi teléfono y le levanté un
poco para usarlo de espejo retrovisor.
Solté una pequeña risita, al percatarme de que estaba sola y probablemente,
estaba enloqueciendo.
Giré por una calle y corrí un poco para llegar pronto y dar la vuelta, pero
antes de llegar a la siguiente esquina, escuché los pasos de los sujetos.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Tenía una ligera idea de cómo estaban las cosas, pues, a pesar de no estar
presente en mi nación, siempre estuve a cargo y muy pendiente de mis
responsabilidades.
Era Elizabeth desde su nuevo teléfono. ¿Por qué había comprado un nuevo
celular?
—Es mi esposa, le dije que la llevaría a comer, pero llevo varias horas de
retraso. —Los hombres de la sala rieron.
—Su alteza, si no quiere enfurecerla más, es mejor que atienda esa llamada
—sugirió Pussett mi contador.
—Elizabeth…
—Dominic, me persiguen —sollozó ella.
—Salí del castillo, salí y llevo horas caminando en círculos, no tengo idea
de dónde estoy y dos hombres me han estado persiguiendo. —La escuché
llorar.
—¡No lo sé! ¿Qué parte del que estoy perdida no entendiste? —respondió
en voz baja.
La culpa de que ella estuviera en toda esa situación, era mía. Por no hablar
con ella, no advertirle que, este no era un puto cuento de hadas.
—Espera, creo que, dice… —Aceleré—. Capti onis, no sé, tal vez son dos
palabras.
Me quedé pensando.
Era una estúpida, una tonta, una imbécil. ¿Cómo se me había ocurrido
seguirle el maldito juego a la reina?
Solo era cuestión de tiempo para ser encontrada por esos tipos.
—Abre los malditos ojos —gritó otro hombre y me tomó con fuerza la cara.
—No. —El otro levantó su mano y me abofeteó, el golpe fue tan fuerte que
caí al suelo.
Llevé mi mano a la cara y sin poder posponerlo más abrí los ojos.
—¿Qué quieren? —Traté de sonar con autoridad, pero mi voz salió rota y
temerosa.
—Nos han enviado para darte un paseo exclusivo por la ciudad —comentó
Navaja y su colega soltó una risa.
—No tienes opción. —Verde, era más bajo que su compañero, pero por
mucho más aterrador. Dio varios pasos hacia mí y bajé la mirada.
Sin poder evitarlo, mi mente fue a aquella maldita noche donde me congelé
al ver a esos tipos en mi habitación, pero lo que más me torturaba era que
después del primero, solo me petrifiqué, dejé de luchar creyendo que, sería
mejor; no lo fue.
—Dejarás que una mujer te gane —se burló Navaja logrando enfurecer más
a su compañero.
—Claro que, no. —Puso su pie sobre mis piernas, dejándome inmovilizada
por unos segundos e hizo presión logrando hacerme daño—. Te tengo.
—Aquí estoy. —Su brazo cruzó mi vientre, me hizo retroceder varios pasos
y me subió a algo—. Vamos, tenemos muchas cosas que hablar.
Mi señor esposo llegó hasta donde estaba yo, me sujetó el cabello y me dio
palmaditas en la espalda.
—¿Hasta cuándo?
—¿Quieres repartir culpa? Bien. —Me alejé de él—. Sí, fui una maldita
idiota al suponer que, podía controlar toda la situación, pero tú… Eres un
imbécil por no prevenirme de esta locura.
—La reina me buscó, dijo que: debía reponer la taza que le había roto. Así
que, me envió a buscar otro juego de té —sollocé—. Pero, tenían un plan.
—Lo lamento. ¿Ok? —Pasé las manos por mi cara, pero noté que estaban
llenas de raspones—. Ya te lo dije: pensé que, podía con todo esto, pero es
evidente que no puedo.
—¿Qué hay de malo en exigir que me pagues con sexo? ¡Te salvé la vida!
Dominic subió a la moto y estiró su mano para ayudarme a subir con él.
Pero, no parecía tener intenciones de que fuera en la parte trasera, sino entre
sus piernas.
Pensé que, nos dirigíamos al castillo, pero al ver que nos alejábamos de allá
sentí alivio.
—Vale, gracias.
—Me aterra pensar qué pudo pasar si no llego a tiempo. —Sus manos
fueron a mi cara—. Prométeme que, no vas a exponerte de nuevo así.
No había nada de amable en esa petición, sin embargo, podía percibir que
realmente estaba preocupado.
Yo también estaba preocupada, alterada y sobre todo confundida. ¿Dónde
me metí? ¿Con qué tipo de personas estoy tratando?
—Dijiste que, teníamos que hablar. —Mi voz salió baja y triste.
Era una idiota por pensar en coger después de todo lo que había pasado,
pero era sexo con mi esposo o… No, lo otro no valdría la pena.
Dominic tenía toda la razón del mundo, había sido una estúpida.
Hubo una época no muy lejana donde había abrazado la muerte, pero
ahora… Le debía a mi madre vivir.
Sentí una pequeña vibración en mi cadera y fue cuando recordé que, allí,
había guardado mi antiguo teléfono.
Dejé que la sensación de alivio recorriera mi cuerpo, entre tanto caos, las
buenas noticias debían disfrutarse.
Cerré el video.
Deseaba volver a ser la chica del video, esa descarada y segura mujer.
—Lizzie. ¡Qué gusto ver que estás bien! —Se acercó y besó mi mano—. Le
comentaba a Dominic…
Arrugué la frente:
—Eso es obvio.
—¿Recuerdas el plan que te dije que tenía? —Me alejé de mi esposo, rodeé
la isla, pasé las manos por mi cara y vi a ambos hombres—. Creí que, la
reina solo quería robar la corona, así que, la escondí.
—No creí que diría esto, pero buen trabajo. —Atravesé a Dominic con la
mirada.
—Oh. —Me quedé pensando por unos segundos—. Bien, pídele que deje la
capa y el maldito juego de té en mi cama.
—Sí, me temo que sí. —Caminé hasta detenerme frente a él, levanté la
mirada y sonreí de forma pícara—. ¿Vienes o debo comenzar sola?
Mi corazón latía en mi pecho tan fuerte que sentía que saldría por mi boca.
Llevaba muchos años reprimiendo mis instintos, cargando con mis traumas,
viviendo escondida, espero poder encontrar el equilibrio y disfrutar estos
meses con Dominic.
—Largo, ahora.
—Tengo muchas preguntas y pocas prendas de ropa, así que, te pagaré por
adelantado la información y después de quedar muy satisfecha, quiero que
me digas en dónde carajos me has metido.
—Me parece un trato justo. —Dominic estiró su mano y la tomé sin dudar.
Dominic me sujetó con fuerza, sus manos fueron a mi trasero, sus ojos me
observaron fijamente y una media sonrisa seductora se posó en sus labios.
—Te eché de menos, Elizabeth. —Su boca tomó posesión de la mía, antes
de poder analizar sus palabras.
Rodeé su cuerpo con mis piernas, la playera se subió por mi piel y los dedos
de Dominic llegaron al borde de la prenda, solo para descubrir que, debajo,
no había más que mi excitada vagina.
—Dominic —gemí sobre sus labios, al sentir cómo sus dedos traviesos
irrumpían en mi interior.
Sus manos fueron a mis piernas y las abrieron por completo, dejando mi
sexo expuesto ante él.
—Me has hecho esperar por ti, por este momento —susurró mordiendo mi
labio inferior.
—Casi olvido lo deliciosa que eres. —Su lengua se abrió paso entre mis
pliegues, dejándome a merced de la lujuria.
Sin poder sostenerme más sobre mis brazos, me dejé caer en el colchón.
—Fue desde que, una granada explotó dentro del tanque de guerra donde
yo iba.
Una sensación de dolor cruzó mi ser, supuse que, esa cicatriz era compañera
de la que tenía en la cara.
Sus manos me empujaron al colchón, para luego dejar caer sus pantalones
al suelo.
—Dominic.
Acerqué mis manos a su cuerpo, pero las cerré y las alejé, tenía miedo de
hacerle daño o arruinar el momento.
Sentí como fue desgarrándome hasta estar por completo dentro de mí.
Yo tampoco deseaba que todo terminase, pero con cada penetración, más
me acercaba al momento cumbre de la noche.
Dominic se quedó dentro de mí, hasta que, todos los espasmos de mi vagina
se calmaron, luego se dejó caer a mi lado.
Me di la vuelta y lo observé:
—¿Cómo fue?
»Todo pasó muy rápido, uno de ellos gritó: “Granada” —Dominic llenó
sus pulmones de aire y cerró los ojos—. Salimos lo más veloz que pudimos,
pero antes de poder abandonar por completo el vehículo, la granada
explotó. —el príncipe abrió los ojos y me observó—. Desperté en la unidad
de emergencia con quemaduras graves y una cortada en la cara.
El sol ya había salido cuando caí rendida en la cama, con la respiración tan
agitada que me era imposible hablar o pensar.
—No quiero saber más nada de tu pasado, sino de nuestro presente. —La
sonrisa se borró de la cara de mi esposo y noté cómo se tensó. Fruncí el
ceño entendiendo por qué su cambio de actitud y me apresuré a aclararle—.
Me refiero a la corona y todo el drama que la rodea.
—Parece que, estás decidida a remover mi pasado —bromeó Dominic, se
levantó de la cama—. Vamos, te cuento mientras preparo el desayuno.
Mi esposo se giró y pude ver con claridad las cicatrices que adornaban gran
parte de su espalda.
—¿Solo a veces?
—Es que, nos conocimos porque deseabas que cocinara para ti —le
recordé.
«Si sabías cocinar, mi ida a esa casa fue por algo más», concluí en mi
cabeza.
—No dije que cocinara bien —declaró Dominic poniendo un tazón frente a
mí.
—¿Tu comida?
—Mi madre trató por años de quedar embarazada, pero no podía, así que,
tomó la terrible decisión de buscar a otra mujer que pudiera darle un
heredero al trono.
—Lo peor estaba por venir, la corona recae en el primogénito del rey y con
dos hijos en camino comenzó una sucia carrera por parte de Mathilde, para
ser ella la que primero diera a luz. —Dominic tomó la cuchara y comenzó a
darme la comida—. Pero, mi madre había estado teniendo complicaciones y
entró en labor de parto antes de la fecha que debía hacerlo.
—No, resultó que, mi madre tenía 8 meses cuando dio a luz y ella 7 cuando
nacieron los gemelos.
—Pero, sobreviviste.
—Mi madre no. —Pude notar el dolor que eso le causaba a Dominic y
acaricié su cara.
—No debió ser fácil vivir bajo el mismo techo que esa mala persona.
—No lo fue, pero siempre tuve a mi padre y él siempre me tuvo a mí. Hasta
que, un día me envió al ejército, no dudé en irme, fue una salida cobarde,
pero la tomé y ahora me arrepiento de todo. —Dominic realmente había
bajado sus defensas y se presentaba ante mí como era en realidad, un ser
humano como todos—. Cuando mi padre cayó enfermo, la reina lo
convenció de que ambos hijos merecían el trono.
—Sí, pero France se casó hace años y no ostenta el título a reina. —Mi
señor esposo tomó mis manos—. Estuve lejos mucho tiempo y gran parte
fue en el ejército, Mathilde pensó que, podía usar eso en mi contra y le
pidió a mi padre que, el hijo que merecía el trono era el que estuviera más
cerca de formar una familia.
—Estoy convencido de que esa mujer solo desea tener el poder que no ha
podido obtener siendo la esposa de reemplazo de mi padre.
—Es una persona de importancia, pero no tiene más poder que tú —reveló
mi señor esposo.
Negué con la cabeza.
—No estoy jugando. —Le mostré mis manos, seguían lastimadas—. Creí
que, era poderosa y podía lastimarme.
Los hombres seguían avanzando y solo podía llorar; llorar porque sabía
qué era lo que sucedería.
»Por favor —supliqué llorando, sabía lo que iba a pasar y nada, no podía
hacer nada para evitarlo—. Por favor.
Desperté gritando.
Me senté en la cama, abracé mis piernas y me mecí mientras repetía.
—Estás bien, a salvo. —La puerta del cuarto se abrió y Dominic entró
corriendo.
—Al parecer, ambos nos equivocamos. —No dijo más, solo salió de la
habitación, pero antes encendió la luz.
—No tengo nada que ponerme y estoy segura de que no quiero llegar al
castillo con una sábana alrededor de mi cuerpo —espeté con irritación—.
¿Qué haces en la puerta?
—Nada, ya me iba.
Escuché unas voces y traté de ver quienes estaban en la casa, pero Dominic
se interpuso.
—Nadie.
Allí estaba Emilio, Jena, Coco y otro par de hombres que no conocía.
Abrí la boca para dar las gracias, pero mi teléfono comenzó a vibrar.
—Escucha yo…
—¿De qué me hablas? —Mi teléfono pito dos veces y vi que mi hermana
había cambiado a videollamada. Cerré los ojos y acepté—. ¿Por qué te
casaste?
—Por amor.
—Lizzie, no me trates como estúpida. —Mi hermana se pasó las manos por
el cabello—. Sé que algo te pasó en la universidad. Sé que fue algo grave y
es la verdadera razón por la que no volviste.
Demonios, pensé que, había sido cuidadosa, pero era evidente que no.
—Eres mi hermanita, te veo, pero finjo no hacerlo porque creí que, era lo
que necesitabas.
—Lizzie, sé que te consideras muy adulta, pero solo tienes 19 años, eres
una bebé. —Volteé los ojos—. Nos ha tocado vivir cosas desagradables,
sin embargo, eso no nos hace mayores.
—Llamaste para saber si era verdad lo del periódico. Lo es, nos amamos y
por el momento somos felices. ¿Puedes ser feliz por mí?
—No deberías, seré una nena, pero siempre he sido muy responsable.
—¿Por? —pregunté.
«Mal ejemplo»
—¿Cuántas veces debo follarte para que entiendas que eres mi esposa? —
Su mano subió por mi entrepierna y llegó al punto más sensible de mi
cuerpo, mientras su nariz me olfateaba con deseo.
Abrí la boca varias veces para decir algo, pero la cerré casi de inmediato.
—Quiero que acabes con eso, no me importa qué sea. Ponle punto final. —
Su mano fue a mi cuello y lo apretó—. O lo terminaré yo con mis propias
manos. ¿Entiendes?
Sonreí divertida.
Las posibilidades eran infinitas y pude haberle dicho que, hablaba con mi
hermana, pero resulta que, verlo celoso era… gratificante.
—¿El qué? —le provoqué y casi me arrepiento, pues, su mano apretó más
mi cuello.
En unos momentos parecía ser empático y cuando creías que podía ser
humano, te salía con su maldita indiferencia.
Aunque, algo sí era cierto:
Podía entregarle a este hombre mi cuerpo, las veces que quiera, sin
restricciones, pero jamás mi corazón.
No lograba razonar con esa mujer, sus secretos me estaban volviendo loco y
la impotencia por quedar fuera de su vida me estaba consumiendo
lentamente.
¿Acaso esa maldita mujer se daba cuenta del hombre en el que me estaba
convirtiendo?
Sin embargo, por mucho que me doliera, Elizabeth, tenía razón, solo
estábamos juntos, hasta que, el contrato llegara a su fin.
—Sí, mi mujer.
—Dominic, estás fuera de ti, no está pasando nada entre Lizzie y yo.
Su rostro había perdido el color y sus ojos me miraban con una mezcla de
desagrado y terror.
—¿Si no qué? —me retó Elizabeth y fue con Emilio—. ¿Estás bien?
—Mi padre era un hombre muy violento. Él decía que, no podía controlarse
porque así era su carácter. —Una sonrisa triste se formó en su cara—. Su
carácter casi hace abortar a mi madre. Nunca se disculpó, pero un día, me
pegó, no recuerdo por qué lo hizo, solo se quitó el cinturón y no paró de
golpearme hasta que mi madre se puso en medio. Poco después, mi madre
huyó del país que la vio nacer con sus tres hijos.
—Yo nunca…
—¿Cómo me puedes asegurar eso? En la vida real, lejos de toda esta farsa,
estoy más cerca de Emilio que de ti. —De sus ojos escapó una lágrima.
—En la vida real, eres mi esposa, la futura reina de Inglaterra —declaré con
toda la honestidad que tenía en mi ser.
Su boca se abrió ante mí y su lengua salió a encontrarse con la mía. Ella era
tan deliciosa, delicada y adictiva.
—No se puede, él tiene Alzaimer, así que, está en un lugar donde le pueden
dar los cuidados que requiere en su condición.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Coco y Jena se fueron en un taxi; Emilio nos seguiría de cerca con mi moto,
mientras Elizabeth y yo íbamos en mi auto blindado.
—¿Pasa algo? —indagó ella y sus ojos estaban completamente claros, como
si se hubieran puesto de acuerdo en la tonalidad.
Elizabeth cerró los ojos, podría jurar que la sentí ronronear. Los abrió y
quiso saber:
—¿Qué edad crees que tengo? —indagué detallando a esa mujer que me
hacía ser un hombre decente.
—No lo sé, pero deberías tener cuidado al bajarte del auto, no sea que te
rompas la cadera. —Elizabeth bajó y rodeó el vehículo, me abrió la puerta y
me tendió la mano—. Su majestad, lo ayudo a bajar.
Tomé su mano y tiré de ella, hasta que, Elizabeth, quedó sobre mi regazo.
—Sí, soy un poco mayor que tú.
—¿Por?
Varios trabajadores del castillo nos vieron, todos nos saludaron e hicieron
reverencias al vernos pasar.
—¿Qué es? —Se acercó con cautela y abrió el paquete. Sacó una de las
playeras y se volteó a verme confundida—. ¿Playeras?
—No son cualquier playera, son las mismas playeras que usaste anoche.
Podía ser un poco ingenua, torpe y fingir que era una mujer adulta y sabía,
pero pese a sus esfuerzos, era una pequeña chica dentro de un cascarón,
temerosa de conocer el mundo exterior.
—No.
—¿No qué?
—Dime.
Sin pensarlo dos veces, deslicé dos dedos en su lindo coño y marqué un
ritmo calmado.
—Dom… —jadeó ella y mordió su labio inferior.
Volqué mi atención al otro pecho y seguí penetrándola con mis dedos, con
el pulgar comencé trazar círculos en su clítoris.
Me acerqué a su vagina y con mi lengua me abrí paso entre sus pliegues, las
piernas de mi reina temblaron y supe que, estaba haciendo un buen trabajo.
Ascendí por sus labios y succioné con energía su punto más sensible.
Con mi lengua lamí toda su vagina y trasero, hasta que, sentí nuevamente a
mi mujer a punto de correrse.
Gruñí apretando los dientes, la tomé del cabello y deslicé mi pene dentro de
su boca, presioné hasta que, mi princesa, tuvo arcadas.
Cerré los ojos y volví a meter mi pene en su boca, aunque, esta vez, no
presioné tanto, solo un poco.
—Qué boca tienes, Elizabeth —gruñí deseando poder meter más mi verga.
—¿Dime, princesa?
Sabía que, no iba a durar mucho, pues, había pasado un buen rato
provocándola.
—No. —Me incliné y lamí sus pezones, uno a la vez aumentando el ritmo
de mis penetraciones.
—Elizabeth. —Mi reina me miró y abrió la boca para decir algo, pero…
—¿Qué sientes?
—Había leído algo sobre eso, pero jamás había tenido uno —confesó y
sonreí.
—Adelántate.
“Envía a Jena con sábanas nuevas. Que cierre la puerta al salir y las
sábanas que quitó las queme”
“Enseguida, majestad”
Me encantaba todo de ella, desde sus cabellos rulos hasta la punta de sus
pies.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
—¿Pensando en qué?
—Cuidado, puedo creer que, temes que meta la pata —comenté de mala
gana—. Quiero hacerle un par de cambios a la habitación de tu padre.
—¿Él lo autorizó?
—Bien, yo debo volver a mis deberes reales, pero, te buscaré para comer
juntos. —Dom se levantó de la cama completamente desnudo; me quedé
viendo su redondo y duro trasero hasta que, entró al baño.
—Perfecto, asegúrate de que ese espacio sea mío y venme a buscar. —Iba a
cerrar la puerta, pero agregué—. ¿Dónde quedó el juego de té de la reina?
—Maravilloso.
—Le invitaré a la reina una taza de su propio té. —Sonreí y cerré la puerta.
Resultó que, ser la esposa del príncipe heredero tenía sus ventajas.
—Lo sé, pero no necesito mucho tiempo para cogerte. —Bajé la cara,
sonrojándome—. ¿Dónde están las cosas?
—Vienen en camino.
—No vendrán.
—¿Por?
—¿La reina viene para acá? —preguntó Dominic y su mirada se volvió fría.
—Es cosa de tu padre, desea que, ambas, organicemos el baile —le conté
ocultando una sonrisa—. Tranquilo, no saldré del castillo ni te meteré en
problemas.
—Desearía quedarme y ver qué planeas hacer, pero debo irme. —Mi esposo
se inclinó y me dio un beso en la frente—. Solo, cuídate.
—Por tu culpa tuve que atender a los padres de la duquesa con otro juego
de té —comentó la desgraciada.
—Por eso, a modo de disculpa, le invito a tomar un té conmigo. —Sonreí
—. Sabe que, prefiero el café, pero por usted, haré una excepción.
—¿Leche?
—No.
—¿Miel?
—Un poco.
—Supongo que, el rey desea darle una versión fresca y moderna al baile. —
Serví otra taza de té, pero solo la dejé frente a mí.
—No pertenecía, ahora soy la esposa del príncipe heredero —le recordé con
una amplia sonrisa—. Pero, no nos desviemos del tema, comprendo si su
edad no le permite entregarse por completo a un evento tan importante,
créame, yo puedo hacerlo sola.
—Así veo. —La reina alejó su taza de ella y se puso de pie—. Pero, olvidas
que, tú eres una recién llegada y yo…
—Nadie nos ve Mathilde, no tenemos que fingir que nos agradamos o nos
soportamos, usted desea mi muerte. Anhela arrebatarle el derecho de
nacimiento a Dominic, pero se jodió, no dejaré que le haga daño a mi
esposo.
—¿Cómo?
—Y lo estoy.
Era algo que, no podía explicar, ella parecía una buena chica y era bastante
trabajadora, incluso atenta y amable, pero, desde que Emilio había revelado
que ese día de mi ataque, Jena había llegado al castillo mucho antes de que
yo llamara a Dom, me había dejado un mal sabor de boca y ahora era
imposible confiar plenamente en ella.
Si le molestó, no lo dijo.
—Ah, no creo que, por eso se gane el odio de las empleadas —aseguró
Coco—. No después de cómo ayudó a mis compañeras en la cocina.
—¡Sí! Todos en el castillo saben que, usted fue la salvadora de las cocineras
—confirmó Jena terminando de acomodar las cosas en la peinadora.
—Volví a perder mis píldoras —bufé, estaba cansada de ser tan descuidada
—. Ya no sé ni dónde tengo la cabeza.
—Pienso que, ella se siente honrada de que usted le guste esa prenda.
Con la capa sobre mis hombros y mis rulos cayendo sobre mi espalda, salí
de mi habitación lista para otra mañana con Arthur.
—Nada te impide que te vayas —expresé fingiendo que revisaba mis uñas.
—¿De verdad, crees que, mereces estar aquí? —Podía notar su odio.
Sonreí.
—¿En realidad eres tan ingenuo para creer que, mi partida colocaría la
corona en tu cabeza o solo eres idiota?
Sus dedos se clavaron con más fuerza en mi cuerpo causándome más dolor.
Logan me presionó con más fuerza en la pared e hice una mueca de dolor.
—Tal vez tu esposo te permita que le hables de ese modo, pero no soy él.
—Ella fue acusada de muchas cosas, pero una de ellas fue alta traición a la
corona, eso la llevó a su decapitación.
—Quizás tú no, ya que eres el puto heredero, pero yo. —Solté una
carcajada histérica—. Soy una plebeya que, comete fraude.
—¿Te quieres ir? —Dominic acunó mi rostro y sus dedos limpiaron mis
lágrimas.
—¿Qué pasó? ¿Qué cambió? —exigió saber, podía notarlo molesto, incluso
preocupado.
»Habla conmigo, por favor, no me dejes fuera de las cosas que te suceden
—suplicó cayendo de rodillas ante mí.
Estaba jodida, este hombre me importaba. ¿Qué tanto? No lo sabía, pero era
suficiente como para ser honesta con él.
—No siempre estarás a mi lado, así que, debo aprender a cuidarme sola. —
Dominic me atravesó con su mirada.
—Ahora dime: ¿Cómo es eso que esperas a que la muerte venga por ti?
Maldije mentalmente por no tener control con las cosas que salen de mi
boca.
—Sí, mi padre todavía no lo hace oficial, pero antes del baile hará la
ceremonia de coronación. Será, algo íntimo y rápido por su estado de salud.
—Vaya, en dos días seremos coronados —murmuré sin poder creerlo del
todo.
Yo tampoco lo estaba, pero así eran las cosas, él mismo había elegido
ponernos en esta situación.
—¿El qué?
¿Hablaba en serio o solo era parte del teatro de ser esposos falsos?
Sentía que, había caído por un agujero y que, por mucho que lo intentase,
no era capaz de comprender qué sucedía y tampoco de encontrar una salida.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Sin embargo, eso poco importaba, ella era mía y nada podía cambiar ese
hecho.
Bajé las escaleras y fui al único lugar donde sabía que estaba la escoria de
Logan.
—¿En serio? —Solté una carcajada—. En el pasado esa misma frase nunca
te funcionó. ¿Qué te hace pensar que ahora me lastimará?
Me detuve frente al idiota que tenía por hermano y lo tomé del cuello.
Entonces lo entendí.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
—Lo siento, su alteza. ¿Por qué una capa lo altera tanto? —indagué
poniéndome nerviosa.
—No es solo una capa. —Arthur sonó triste—. La conozco, sé quién la hizo
y no era solo una, sino un par.
—Fue enterrada con mi esposa. —Dejé caer los hombros—. Por eso, es
importante que me digas quién te la dio.
—Elizabeth, llevo 34 años esperando morir, para reunirme con la mujer que
amo. —Una lágrima rodó por la mejilla del Rey—. ¿Piensas que, esto es
una señal de mi amada para venirme a buscar?
—¿No me despedirá?
—No, por ahora. —Arthur me miró como diciendo: Es lo más que haré—.
Por favor, márchate lejos de mi vista, no sé lidiar con las lágrimas de nadie.
—Dominic…
—Mi hijo es muy parecido a mí, de eso estoy orgulloso. —El Rey sonrió—.
Lo envié al ejército para darle las herramientas que necesitaba para poner a
sus enemigos a sus pies.
—Me agrada, pero un cuarto más limpio, con cortinas nuevas y sin polvo,
no me van a sanar —mencionó Arthur y señaló su cama—. Vamos
muchacha, este viejo quiere dormir un poco para poder tener energía para el
día de mañana.
—Así es, aunque, tenía entendido que, solo se coronaba cuando el rey
fallecía.
Sonreí.
—¿Por qué el Rey no había sido llevado a tomar sol? —indagué con
genuino interés.
Estos últimos días había descubierto que Coco tenía la habilidad de pasar
por desapercibida; además, era querida y respetada entre sus compañeros, lo
que le daba un bonus extra a la hora de enterarse de algo.
Entré en la cocina y todas las empleadas dejaron de trabajar para hacer una
reverencia ante mí.
—Afuera, con las verduras —contestó una de las empleadas más jóvenes.
—Gracias.
—Esto no debió pasar así, Arthur no debió verte con esa capa—sollozó
Coco—. ¿Qué le dijiste de la capa?
—Sé que nos conocemos de hace poco, pero puedes confiar en mí. —Coco
rechazó la prenda, pero se le quedó mirando—. Estoy segura de que algo
pasa, pero no quiero presionarte.
—Porque ser yo, significaba que, esa mujer volviera a atentar contra mi
vida o peor, contra la de mis hijos. En cambio, Coco era una insignificante
mujer que en sus ratos libres podía acercarse a sus hijos. —Coco se limpió
la cara—. Logan me rechazó de inmediato, pero Dominic, mi pobre hijo,
sufría a diario, así que, trataba de hacer sus días mejor.
—Así que, regresaste al castillo, para cuidar de tus hijos —concluí y llevé
mis manos a la cara, entonces, me di cuenta de que también estaba llorando.
—Ella logró quitarme todo, pero jamás pudo sacarme del corazón de
Arthur, él, jamás la volvió a tocar y eso la marchitó aún más.
—¿Cómo es posible que nadie supiera que tu embarazo era de dos y el de
ella uno?
—No lo haré, pero deseo creer que, esperas el momento correcto para
decirle la verdad. —Observé a Coco fijamente.
—Coco, tus hijos están grandes, esa vieja bruja no puede lastimarte. —
Tomé sus manos—. No dejaré que te lastime.
—Te robaron la oportunidad de criar a tus hijos. ¿No quieres hacer justicia?
—La duda cruzó el rostro de Coco—. No digo que salgas corriendo a
gritarlo al mundo, pero no puedes seguir siendo una espectadora y tienes la
oportunidad de darle a esa bruja su lección. Úsala.
—Es que… —Coco bajó la cara—. Nunca he sido fuerte, ni valiente,
Arthur lo sabía y me amaba así.
—Ya lo eres, al regresar al castillo solo para cuidar de tus hijos, te hace una
mujer fuerte y valiente. Pienso que, por tu esposo y por tus hijos, debes
alzar la voz —le aconsejé. Me puse de pie y estiré la mano—. Ahora,
vamos, una reina no debería pelar verduras.
—Princesa…
—Ahora entiendo por qué te va tan mal en la vida —se burló Mathilde.
—No tengo tiempo para eso, estoy buscando a Logan. ¿Lo han visto?
—Esa mujer está muy vieja para ser una doncella —me reprochó Mathilde.
—Pues, esa mujer es más joven que usted y no se inyecta bótox. —Sonreí y
agregué—. Ahora, no tengo ganas de seguir conversando con usted. Vamos,
quiero darme una ducha y descansar un poco.
—Es por eso que no puedes seguir callando, esa mujer te hizo daño, no
merece ningún respeto de tu parte.
Miré a Coco:
—Sí, hablando de eso. —Me alejé un poco de él—. Volví a perder mis
pastillas.
—¿Entonces?
—No, es lo mejor de todo, una sola inyección dura hasta 3 meses, creo. —
Rodeé su cuello con mis brazos y deposité un beso en su mejilla.
—¿Cuándo irás?
—Ok, supongo.
—Soy adicto a follarte y eso es lo que haré. —Mi señor esposo me tomó en
sus brazos y echó a andar conmigo.
Jena y Coco se pusieron delante de mí, ambas con una enorme sonrisa.
Su falda era larga y suelta, con una tela tan fresca que, sentía estar en una
nube.
Uno de los detalles que me gustaba era que, de la cadera a los pechos, la
tela era transparente y ceñida a mi cuerpo; con delicados tirantes que
resaltaban mis hombros y proporcionaban un ajuste cómodo.
Los tirantes salían una hermosa y elegante capa que se extendía hasta el
suelo, creando un efecto de fluidez y fascinante movimiento al caminar.
Jena me había recogido el cabello sin alisar mis rulos, de hecho, los había
usado para resaltar las joyas que había colocado.
Sin embargo, bajo toda esa elegante belleza, no podía dejar de sentirme una
farsante.
—Pocas, solo los miembros del clero, algunos miembros de la nobleza que
tienen asignado un papel en la coronación y oficiales del gobierno.
Fruncí el ceño:
Sin embargo, Emilio tenía razón, mi destino no era ser la reina, solo debía
fingir y por eso me están pagando muy bien.
»No te preocupes, ellos están de nuestro lado —comentó Emilio en voz baja
—. Dominic contrató su propio equipo de seguridad.
—No, allí estarás con Dominic y no existe mejor protector que él —alegó
uno.
—Entonces andando.
—Las empleadas del castillo. —Miré a mi señor esposo y alcé una ceja—.
Ellas saben muchas cosas.
Al final del pasillo estaban dos sillas que veían en dirección a donde estaba
el rey y su esposa. La cual no paraba de mirarme.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
—Es la primera vez que el rey tiene la oportunidad de ver a su sucesor a los
ojos y pedirle que recite el juramento. —Mi padre me sonrió—. No sé por
qué no se hizo antes, pero mi corazón se llena de orgullo al ver a mi hijo y
su esposa frente a mí, listos para tomar el control de la nación en sus manos.
—Un gran rey, siempre tiene detrás a una gran reina. —Mi padre se dirigió
a Elizabeth y ella se arrodilló ante él—. Darte esto es muy especial para mí,
fue la misma corona que, por años, adornó la cabeza de mi amada Carlota.
—Una reina siempre debe ser poderosa. —Le dio un cetro, uno diferente,
uno que jamás había visto. Mi padre tomó la mano de Elizabeth y deslizó
un anillo en el mismo dedo donde estaba nuestro anillo de bodas—. Protege
a tu nación como proteges a tu rey, ama a tu pueblo como amas al rey.
Más tarde, que pronto, terminamos en el salón de fiesta, listos para dar
inicio al baile de presentación.
—Dominic, exijo…
Mathilde me observó, pero no dijo más, ella sabía que, otra amenaza era
causa para detenerla por traición al rey.
—Vale, en unos minutos, lo dejaremos en la entrada del salón tan ebrio que
podrás oler el alcohol desde tu asiento.
—Bien.
La llevé a la pequeña sala que estaba detrás del podio donde colocaron los
tronos, cerré la puerta y pegué su cuerpo a la pared.
—Mis ojos…
Lo que ella veía como un defecto, para mí era algo sublime y digno de ser
apreciado. ¿Cómo le explicaba que lo que más amaba de ella, era lo que a
ella le daba mayor inseguridad?
—Son hermosos, dignos de una reina. —Sellé mis palabras con un beso.
—No lo eres. —Me puse de rodillas ante ella y la miré—. Eres mi reina y la
reina de Inglaterra, no temas al futuro, yo cuidaré de ti y de los tuyos. Eres
poderosa, porque he decidido poner el mundo a tus pies.
—Levántate, por favor —pidió Elizabeth y una lágrima rodó por su mejilla.
Deseaba informarle que no, que ese maldito acuerdo había llegado a su fin.
Qué era mi esposa y no la dejaría irse de mi lado, pero no creí que, fuera el
mejor momento para soltarle esa información.
Juro que, me había asustado la idea de llevar este peso cada día, por suerte,
Arthur me había explicado que la corona y el cetro serían guardados en la
bóveda real.
Para el uso diario llevaría una corona más sencilla, supongo que, la que
venía usando.
Aunque, era inevitable sentirme agobiada con todo el asunto, además, hoy
los nobles no se habían cansado de elogiarme, creyendo que, conseguirían
algo de mí.
—Su Alteza. —Coco me había explicado que, en esos casos, debía estirar la
mano como otorgándole mi gracia, así que, eso hice. El hombre tomó mi
mano y besó el anillo que me había dado Arthur—. Es un honor poder
conocerla.
Me gustaría decir que solo bajó del trono, pero la verdad, se fue hasta del
salón y asumo que, del castillo.
—Hija, los West, somos posesivos —intervino Arthur, que estaba a mi lado
derecho—. Recuerdo que, una vez, castigué a un muchacho con 20
latigazos por darle flores a mi mujer.
—Sí, eso me causó una gran discusión con mi esposa, pues, fue ella quien
había solicitado las flores.
—Apártate, quiero ver al Rey —vociferó, pero era evidente que había
bebido de más.
Me puse de pie y miré a los presentes con los ojos borrosos por las lágrimas
que no dejaba escapar de ellos.
—Pelean como si fueran esposos de verdad —se burló Logan, pero nadie le
prestó atención.
Dominic me soltó, pero pude ver que, estábamos lejos de llegar al final de
esa conversación.
—¡No eres mi Rey! —gritó Logan y saltó hacia Dominic, pero en su estado
solo tropezó con los escalones y cayó al suelo.
Lejos de quejarse del dolor, Logan solo soltó una carcajada como un
auténtico loco.
Miré a Arthur:
—No, pero se supone que, debemos mostrar que somos mejores —traté de
negociar.
En este maldito lugar, era la única que, sabía la verdad entre ellos y por
mucho que Mathilde hubiera dañado a Logan, él merecía una oportunidad
para redimirse.
La puerta se abrió y Emilio ingresó a la sala con otros hombres, solo fui
capaz de reconocer a dos de ellos.
De él…
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Sabía que, no era capaz de comprender lo que estaba pasando, pero no tuvo
que haber intervenido, menos abogar por la vida del desgraciado que, tenía
debajo de mi zapato.
—Si vas a matarme, hazlo de una maldita vez —me provocó Logan.
Asesinar a una persona de manera rápida, solo era una forma de tenerle
piedad. No, para mí, lo mejor era tomarse el tiempo y hacerle pagar sus
pecados en vida, me encantaba que me suplicasen morir.
—No, ante todo eres mi hermano y tendré piedad contigo —mentí deseoso
de comenzar su verdadero castigo.
—Logan fue irrespetuoso, conoces las leyes tanto como yo, Mathilde.
—Amo a mis hijos, pero no soy imbécil, sé qué clase de personas son y no
dejaría a mi pueblo en manos de un ser tan egocéntrico como tú.
—Ella es una gran mujer, sí, ella hubiera podido ser la reina —mencionó mi
padre.
La rabia corrió por mis venas, mi hermana siempre había sido el blanco del
odio de esa malvada mujer, como si la odiase por haber nacido niña. Pero,
justo, esos maltratos fueron los que nos hizo unirnos a Frances y a mí.
—No, dije que no pondría un pie aquí, mientras tú fueras la reina, pero. —
Frances sonrió ampliamente—. Ya no lo eres, quizás esa es la verdadera
razón de la abdicación de mi padre, porque sabía que era una aberración
tenerte de reina.
El odio de Frances era tan real, ella, más que nadie, tenía razones para
despreciar a su madre, a esa mujer que la golpeaba y la humillada, incluso,
la castigaba cuando la veía hablando conmigo.
—Siempre fuiste tan…
—Te di todo lo mejor de mí, pero nunca me viste, nunca quisiste verme —
expresó Logan desde el suelo.
—Entonces, no verás la luz del día, perderás tus títulos y tus privilegios en
la corte. —Miré a mi padre, luego a mi hermana—. Sin embargo, por estar
en estado de ebriedad, te lo preguntaré de nuevo cuando estés en tus
cabales.
—¿Mi esposa?
—La perdí, pero encontré sus zapatos. —Mi hermana sonrió con aquella
felicidad que desbordaba y que me encantaba que su esposo fuera capaz de
brindarle.
Pasé la mirada por la sala y la ira estalló en mis venas cuando no encontré a
Emilio entre los presentes.
Miré a mi alrededor y noté que había llegado a uno de los jardines del
castillo. ¿A cuál? Eso, en este momento, era irrelevante.
Todo me superaba, ser la falsa esposa del Rey; saber que, Carlota estaba
viva, que Dominic y Logan eran hermanos, hermanos; y como cereza del
pastel, darme cuenta de que cometí el error de enamorarme de mi falso
esposo.
—Lo sé, pero no podía dejarte sola. —Emilio puso en mis manos un par de
rosas—. Que no te afecte lo que pasa aquí, hoy son ellos, pero antes fueron
otros reyes, otros hermanos peleándose por el poder.
—Bueno, Logan es el único que, no tiene buena relación con sus hermanos,
Frances y Dominic se llevan muy bien, irónicamente, las golpizas que
recibían fueron las que crearon un vínculo entre ellos.
—No había mucho por hacer, era como un secreto a voces. El Monarca
estaba ocupado y gran parte de su tiempo se encontraba en viajes, Frances y
Dominic, nunca dijeron nada.
—Hasta ahora.
—Como Coco.
—Sí.
No estoy muy segura de cómo pasó, pero Emilio fue derribado por
Dominic:
Dominic literalmente estaba sobre el cuerpo de Emilio, con una mano tenía
sujeta las de su asistente, y con el antebrazo apretaba la nuca.
—Me aterra ver el monstruo que puedes ser cuando te molestas —confesé
abrazando mi propio cuerpo.
—Tranquila, no se perderán.
—Esa boca —comentó en español su hermana Frances que iba bajando las
escaleras.
—Me enferma, verte tan amigable con Emilio. —Su mano subió por mi
cuerpo y me tomó de la cara—. ¿Acaso deseas ser la causante de la muerte
de Rey?
Llevé mis manos a dónde estaban las de Dominic y las aparté de mi cara.
Retrocedí un paso.
Asentí.
—¡¿Por qué?! —me quejé golpeando su pecho. Estaba furiosa, así que,
seguí gritando—. Una persona normal no mata a su asistente, solo lo
despide…
Sus manos me sujetaron las piernas y las abrieron exponiendo mi sexo a él.
Sus pupilas se dilataron y lo vi relamerse los labios.
—Ahora sí, grita todo lo que quieras —ordenó Dominic antes de internarse
entre mi vagina.
Mi cabeza daba vueltas, entre tanto, sentía cómo mi vagina se contraía más
y más, preparándose para el desenlace.
Cerré mis ojos y los apreté con fuerza, mientras mi cuerpo colisionaba con
un arrollador orgasmo.
Dominic subió por mi cuerpo, era capaz de sentir la dureza de su pene, pero
a él no parecía importarle su estado.
—Es hora de irme —susurré sabiendo que, iba a dolerme, pero era mejor
ahora y no cuando estuviera más comprometida sentimentalmente.
—No, no lo acepto.
—¿Por qué?
Dominic tomó mi cara en sus manos y me observó:
Mi corazón se detuvo.
«¿Le gustó? ¿En serio le gusto al Rey?», pensé abrumada por todo lo que
Dominic acababa de decirme.
»Te necesito a mi lado como la tierra a sol y el mar a la luna. Le das sentido
a mi vida, como las letras se lo dan a los libros.
Quizás esperaba que dijera algo, pero había perdido la capacidad de hablar,
solo podía llorar, porque seguro nada de esto era real.
Su boca tomó posesión de la mía sin dejar que mi cabeza procesara esa
información.
Negué con la cabeza y comencé a llorar, esto no podía ser real. Traté de
levantarme, pero mis pies estaban atados al hierro forjado de la cama.
Me sentí tan dañada que bajé la cara con vergüenza. ¿Le seguiré gustando si
conoce mi pasado?
»Déjame ayudarte.
—No puedes, nadie puede… —Mi cuerpo temblaba sin parar, yo podía
decirle a mi cabeza que estábamos bien, que solo fue un mal sueño, pero el
miedo que sentía era muy real y con eso no podía hacer nada—. Estoy
destinada a revivir esa pesadilla una y otra vez.
—¿No vas a guardar tus cosas? —indagó luchando para meter sus cosas en
la maleta.
—Ese era el plan, pero ya sabes cómo son los padres, cambian todo a
última hora. —Das se encogió de hombros—. La verdad, yo solo quiero
comenzar las vacaciones.
La noche fue larga, muy larga, mis gritos fueron silenciados con cinta
adhesiva.
Fui golpeada, mordisqueada y usada por los tres hombres, hasta que,
quedé inconsciente en mi cama.
—No tienen por qué hacerlo, estoy bien. —Recogí mis piernas evitando ser
tocada por mi padrastro.
—Estoy bien.
—Lizzie, te conozco…
—Estoy bien.
—De acuerdo, vístete y sal con nosotros. —Xia se cruzó de brazos y asentí.
Me puse una licra, un chándal, una franelilla, una camisa y una sudadera.
Al llegar a una montaña solo recuerdo haber subido sin deseos de hacerlo,
la familia no se esforzó en ocultar que, solo deseaban sacarme de la
habitación. Hacían comentarios tipo:
La corriente del agua era tan fuerte que, arrastraba pedazos de troncos.
Era una zona rocosa, los accidentes suceden, esa podía ser la forma en la
que todo acabara, yo iba de última, nadie se daría cuenta, hasta que, mi
cuerpo estuviera flotando.
Siempre había sido un secreto mío, algo que, me causaba vergüenza, pero,
sobre todo, culpa.
Dominic no dijo nada, pero, agradecí que no lo hiciera, porque, a veces, las
personas pensaban que, podían reparar un dolor con palabras.
»Ese día tuve que haber muerto, en cambio, fue mi madre quien lo hizo. —
Bajé la cara avergonzada—. Ella amaba la vida, a pesar de todas las cosas
feas que vivió, ella sonreía y disfrutaba estar viva. Le encantaba ver los
amaneceres porque le recordaban que tenía un día más de vida. —Sorbí por
la nariz—. Por eso y solo por ella, decidí seguir viviendo, pero no sentía
que, algo bueno, saliera de seguir respirando… No, hasta que, llegaste tú
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Deseaba poder borrar todos esos malos recuerdos. Ahora, entendía por qué
le pesaba tanto su pasado.
—Eres mía, mía y solo mía —dije viendo esos ojos que me tenían
hechizados.
Elizabeth acarició mi cara, eso fue más que suficiente para saber que, mi
amor era correspondido.
La amaba.
Seguí arremetiendo con fuerza, sin dejar de verla; sin dejar de tocarla.
Mis labios descendieron por su cuerpo hasta llegar a uno de sus pechos,
donde mi boca tomó posesión de uno de sus pezones, la dureza en él, me
excitaba más y joder como disfrutaba del calor de su piel.
Sonreí.
—¿Y tu asistente?
—Ya no trabajará conmigo, pero podrá irse por sus propios pies. —Aunque,
deseaba sacarle las vísceras y hacérselas comer; comprendía que, mi reina
necesitaba estabilidad y yo se la daría.
Si algo le pasaba a Emilio, ella pensaría que, fue su culpa y ya tenía
bastante carga sobre sus delicados hombros.
Una sonrisa se formó en los labios de mi diosa, entrecerró los ojos y dijo:
—¿Celoso?
—Lo importante, es que tu mujer solo desea ser follada por ti. —Sonrió de
nuevo y se metió al baño.
Escuché la ducha y quise ir, pero, sentí un peso tan grande, que me senté en
la cama y cerré los ojos tratando de procesar todo lo que mi reina me había
contado.
No tendría piedad sobre esos tipos, les haría pagar en vida todo lo que le
hicieron a Elizabeth.
Sentí un líquido tibio en mi mejilla, llevé mi mano a la cara y la toqué.
Miré mis dedos y noté que ese líquido eran lágrimas que caían de mis ojos.
Sí, ellos también iban a llorar, pero sangre, por atreverse a hacerle daño a
mi diosa.
Nunca había llorado, tampoco había sentido este dolor en mi interior, ese
que te quiebra y te llena de odio.
Miré por la ventana y noté que el cielo comenzaba a aclarar, era buen
momento para tomar acciones.
—Pero, he llegado.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
¿Estaba loca o creía que, era de esos reyes con necesidad de coger a todo el
mundo?
Este castillo había sido construido con pasajes secretos por si debían
evacuar al rey u ocultarlo, pero sin la necesidad de ser usado, con el tiempo
se fueron olvidando.
—No me jodas, Emilio estuvo fuera de lugar por completo —terció Harper.
Él había estado toda la vida a mi lado, era mi amigo, por eso, su actitud me
trastornaba tanto.
—No, ambos sabemos que, no eres ese tipo de hombres. —Emilio se puso
de pie—. Esperaría que, me cortases la cabeza, pero tampoco eres de esos.
—Yo la vi primero…
—¿A qué has venido? —Emilio bajó la cabeza, resignado por su destino.
Mi asistente me observó:
—¿Por qué?
—¿Quién dijo que van a estar bajo el mismo techo? —Sonreí—. Saldrás a
Dublín hoy mismo, quiero que averigües quién era la compañera de cuarto
de Lizzie en la universidad. Lo quiero saber todo, nombre, dirección y
rutina diaria.
—Como ordene su majestad. —Emilio pasó por mi lado y avanzó a la
salida.
—Por esos años de lealtad, es que te doy una segunda oportunidad. —Giré
y quedé frente a Emilio—. Si no tu noche no hubiese sido tan pacífica.
»Retira cada manta de esa habitación, también saca la cama y por Dios,
alguien que le dé un baño a ese prisionero.
—¿Dónde estás?
—En Inglaterra, en un café a diez minutos del castillo. ¿Dónde estás tú?
Debía vestir con algo que, no fuera a llamar la atención, pues, si mi cara
salió en los medios de comunicación, debía llegar al café de incógnito.
Tomé un jean oscuro; una camisa suelta; unos zapatos deportivos y una
chaqueta de cuero.
Me hice una coleta alta, tomé una gorra, unos lentes y los metí en mi bolso.
Me tomé unos segundos para evaluarla, cabello corto, muy corto, ropa
militar y ojos cafés.
—¿Se va a ver con otro hombre? —cuestionó la mujer y alcé las cejas.
—El tacto no es tu fuerte —le dije mordaz—. Debo reunirme con una
persona y no me importa si me sigues o te quedas a llorar, solo no quiero
que mi esposo se entere. ¿Entiendes o debo explicártelo con caramelos?
—Bien, pero no mentiré por ti, tampoco soy tu amiga y mucho menos tu
confidente.
—Perfecto, detesto a los niñeros que, quieren crear lazos inútiles. —Me di
la vuelta y sonreí.
Sí, la capitana era ruda, pero yo no había crecido en una burbuja de flores.
Bajamos las escaleras, caminé por el salón y llegué a la puerta.
—Puedo, pero lo que necesito comprar, debo hacerlo yo, yo y solo yo —le
aclaré bajando la voz—. Ya sabes, es algo de chicas.
Arrugué la frente sin comprender qué quiso decir, pero tampoco importaba
por ahora.
Miré sus ojos y quise decirle que yo también, pero las palabras no salían de
mi boca.
—Te dije que vendría. —Arrimé la silla y me senté frente a él—. ¿Qué
haces en Inglaterra?
—Encontré un empleo, es algo nuevo y debo viajar mucho.
—¿Qué hiciste?
—Antes de irme lo fui a ver, pero Remi está lejos de ser el hombre que
conocimos.
—Yo la entiendo, desde siempre ha sido la hermana mayor, la que nos cuida
y ver que hacemos nuestras vidas, la hace sentir sola. Ahora, Remi está más
delicado de salud…
—Así que, ibas a la farmacia. —Dominic apareció en la cafetería, tomó una
silla y se sentó a mi lado—. Si deseas conservar tus manos, suelta a mi
esposa.
Mi hermano me soltó y levantó las manos con diversión, pero para mí, no
era graciosa la actitud de Dominic, principalmente, porque había visto de
qué era capaz.
—Soy la clase de esposo que asesina a los hombres que se ven en secreto
con mi mujer.
—No eres el primero que lo dice, pero te alegrará saber que, tampoco se
parece a Xia. —Yordi se arregló la camisa—. Supongo que, porque somos
de padres diferentes.
—¿Entonces?
—Te seguí.
—Sí, y mucho.
—Bien, ya sabes que, estoy casada, sí, soy la reina. ¿Algo más?
—En fin, fue bueno verte, pero debo irme —manifesté levantando la mano
y despidiéndome de mi hermano.
—Yo debo quedarme un poco más aquí, pero aprovecharé para llamar a
Xia.
—Basta, yo debo irme, ustedes se pueden quedar a medir quién tiene más
testosterona. —Le lancé un beso a mi hermano y pasé por detrás de la silla
de Dominic.
—Pues, ya que, estoy fuera del castillo, iré al doctor. —Me solté de su
agarre y seguí caminando con la frente en alto.
Miré de reojo a Avery que comenzó a caminar paralelo a mí.
—No.
No era que la conociera plenamente, pero me parecía que, era una persona
honesta.
—¿Cuántas veces te debo decir que no tengo nada con nadie? Me gustas tú
y solo tú.
—¿Solo te gusto?
—Entendido.
—No hay cosa más importante para un rey que saber dónde y con quién
está su reina. —Dominic encendió el auto, metió la velocidad y acarició mi
pierna—. Me gusta verte en jean.
La verdad, no tenía idea de dónde debía ir, las pastillas anticonceptivas eran
fáciles de tomar y no requerían una receta médica, pero con una inyección
era diferente.
Suspiré.
—Todo está bien. —Besó mi frente—. Debo hacer algo, pero, en un rato, te
veo.
Mordí mi labio sin tener idea de qué hacer, ella era la que sabía de
medicinas, yo solo era una loca que jugaba con la vida de Arthur.
—Bueno, es difícil llegar a una conclusión con solo ver unas fotos…
—Te necesito aquí —le susurré a Xia—. Toma el primer vuelo y ven a
Inglaterra.
—Lizzie, estoy en un puerto en algún lado del mundo, así que, puedo tardar
un poco.
—¿Pero, vendrás?
—Sí, estaré allá lo más pronto que pueda. Mientras, me asesoraré con un
doctor de confianza. —Mi hermana suspiró en la línea—. Trata de
averiguar cuál es el padecimiento de tu suegro, si puedes tomarle fotos a
algún informe mejor.
—De acuerdo. —Fui a colgar, pero mi hermana habló—. Lizzie, por favor,
cuídate, si esa señora es capaz de asesinar a su esposo, no sabemos qué te
puede hacer a ti.
—Ese era el plan, pero me doy cuenta de que eres de esas personas que se
exponen innecesariamente al peligro.
Deseaba sentir alivio, pero Mathilde había hecho un buen trabajo jodiendo a
Logan, así que, solo deseé que sus acciones fueran auténticas y no un
malévolo plan para dañar a mi esposo.
—Bien, es bueno saber eso. —Me detuve frente a la habitación del Rey y
toqué un par de veces.
Arthur estaba en la cama, con los ojos cerrados, parecía estar dormido o
sedado.
—Su majestad. —El doctor hizo una reverencia, pero era evidente que, no
era bienvenida—. Estaba por ordenar otro estudio al paciente.
—¿Puede esperar?
—Seguro, puedo venir más tarde —contestó el hombre.
—Mejor hágalo mañana, hoy tendré un día ocupado con Arthur. ¿Eso
representa un problema?
—No, no, yo regresaré mañana con el equipo necesario para el estudio que
se requiere —comentó el doctor, recogió su maletín y salió de la habitación.
»¿Está…?
—¿Hasta cuándo?
—Estoy cansado de esta vida, quiero cerrar los ojos y reunirme con el amor
de mi vida —confesó Arthur y tuve que, recurrir a todo mi autocontrol para
no llorar o decirle todo lo que sabía.
—Sí, estos últimos días me he sentido con más energía, pero anhelo poder
reunirme con mi Carlota, pero no puedo acabar con mi vida, pues, entonces,
no me reuniría con ella, así que, espero que la muerte venga por mí.
—Estoy viejo, no idiota, claro que, lo sabía. Siempre he sabido qué clase de
monstruo es la mujer con la que me casé.
—¿Qué pasa si ella fue la culpable de todo lo que le pasó a Carlota? —le
pregunté.
—Al contrario, soy la única que sabe muchas cosas, pero no sirve de nada.
¿Verdad? Usted espera la muerte. —Me levanté de la cama—. Solo le diré
que, sin importar la forma en la que muera, del otro lado no verá a su amada
esposa.
Arthur me atravesó con la mirada, pero lejos de estar molesto, solo pude ver
dolor y pena.
—Piense en eso y cuando sea el momento, acabe con ella, sin que le
tiemble el pulso.
—Regresaré —prometí.
—A nuestra habitación.
—¿Me sacaste del cuarto de tu padre para follar? —Solté una risita.
—Para cogerte y para que te coloquen la inyección —me informó Dominic
—. ¿Dónde está Avery?
Días después…
Había logrado atrasar el estudio que el doctor le quería hacer a Arthur, pero
no estaba segura de cuánto tiempo más iba a poder detenerlo.
Por desgracia, el que, Avery hubiera visto al doctor hablar en privado con
esa vieja, no probaba nada de lo que estaban haciendo.
Detestaba que, hiciera eso, pero comprendía que, era parte de su disfraz de
plebeya.
—Bien, andando.
—Está bien.
Xia volvió a abrazarme, aunque, esta vez, lo hizo con más fuerza.
Coco se acercó:
—Debo hacer algo, pero aquí es un lugar seguro y nadie las molestará.
—Lo sé, pero Josefa, la enfermera actual, me dijo que, le sorprendió cuando
el doctor la contrató, ya que, ella se acababa de graduar y no tenía
experiencia en nada —le conté de manera pausada—. Estos últimos días,
ella se ha vuelto un fastidio, pregunta de más y a todo le pide una
explicación.
—Lizzie, te quiero ayudar, pero no soy una espía, solo soy una enfermera.
—Por eso era la indicada. —Tomé las manos de mi hermana—. Solo debes
estar allí, cuidar de Arthur, cuando le toquen las medicinas, no se las das,
ves qué estudios desea realizar el doctor y trata de sabotearlo.
—Ya mismo, Coco debió ir a buscar a Josefa, así que, solo te llevaré a la
habitación de mi suegro, cuando el doctor Paint te pregunte solo le dirás
que vienes de la agencia, pero debe ser un error porque te acabas de graduar
y no tienes experiencia suficiente para atender a un paciente —le terminé de
explicar y me puse de pie—. No hagas preguntas, no hables y cuando él te
ordene algo, solo asiente.
—Todo es tan estresante. —Xia se levantó de la cama—, pero haré todo lo
que pueda para ayudar a ese hombre.
—Bien.
—Vamos, te llevaré.
—Entiendo.
—Bueno, llévame con él —le pedí a Jena dejando a mi hermana con Coco.
Caminé a la biblioteca que antes estaba vacía, ahora estaba repleta de libros
y no cualquieras. Eran los libros que yo había puesto en la lista de mis
lecturas favoritas y las que deseaba leer.
—Claro que debí, eres mi esposa y estando a mi lado nunca te faltará nada.
—Dominic me abrazó por la espalda y me besó por el cuello.
Tomé uno de los libros y mis manos temblaron al darme cuenta de que era
una primera edición.
Era fascinante sentir la textura del papel, el olor, el relieve del texto y de los
dibujos.
—Mi nombre es Thais —comentó ella y se sentó frente a mí—. Tenía pocos
días trabajando en el hospital de campo, cuando llegó Dominic con heridas
graves de quemaduras en su cuerpo. Me dediqué a cuidarlo y con el tiempo
nos enamoramos. Los días fueron pasando y Dom sanaba con rapidez,
pensé que, pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos. Sin embargo, el
hospital fue atacado. No supe más nada de él, hasta, ahora.
Yo, como una tonta, creí que, él se había inventado esa historia, pero ahora
veo que, solo había contado cómo la había conocido a ella.
—Entiendo todo lo que me dices, pero, ¿por qué buscarme a mí? —indagué
tratando de calmar mi creciente furia.
—Yo he venido a recuperar al hombre que amo —reveló ella, una sonrisa se
formó en sus labios, mientras sus ojos cafés me miraban con atención—.
Dominic, es el amor de mi vida y sé que, si se casó contigo, es porque me
creyó muerta.
No era tonta, sabía que, solo había sido una opción en los planes de
Dominic, que el matrimonio sería algo temporal, pero él me había dicho
que me amaba.
Sin embargo, algo sí era evidente, Thais debió ser especial para él, si no no
hubiera contado su historia, ese día.
Me crucé de brazos y sonreí:
¿Por qué esa mujer había aparecido justo ahora? ¿Cómo era que había
llegado hasta mi despacho? ¿Sería un truco de la maldita vieja porque sabía
que la estaba vigilando?
—¿Quién es Thais?
—Está viva —lo corté. Una lágrima rodó por mi mejilla cuando le pregunté
—. ¿Todavía la amas?
—Elizabeth.
—Tú y yo, siempre supimos que, todo esto era pasajero. —Me crucé de
brazos—. Por mí no te preocupes, yo lo entiendo y no te impediré ser feliz.
—Quiero el divorcio.
Episodio 41: Mi mujer y punto.
Lizzie.
Pensé que, se iba a ir, pero en lugar de eso cerró la puerta con seguro.
Antes de que Dominic pudiera hablar, deslicé mi mano por su polla y lamí
su esponjoso glande.
Abrí todo lo que pude mi mandíbula, pero no pude meter más que la cabeza
de su pene y un par de centímetros más.
Clavé las uñas en los hombros de Dominic preparándome para lo que estaba
por venir.
Una ola cálida y embriagadora recorrió cada parte de mi ser desatando una
explosión de sensaciones en mi interior.
Me levanté y lo admiré.
Odiaba tener miedo al futuro; odiaba no poder confiar del todo en mis
emociones.
Pero…
—Te amo, Dominic West. —Mi esposo me fue a besar, pero puse un par de
dedos entre nuestros labios—. Sin embargo, quiero saber toda tu historia
con la tipa esa.
—Sí.
—¿Existe la posibilidad de que ella tenga un hijo tuyo? —No quería hacer
esa pregunta, pero era mejor estar bien claro en dónde se estaba parado.
Suspiré aliviada.
—No, no conté cómo la conocí, solo usé un suceso que, mi padre, conocía y
te puse de protagonista.
—Por favor —bufé de mala gana—. Literal, dijiste que, nos conocimos en
la enfermería con mi amable sonrisa y mis cuidados te enamoré. Es
evidente que, hablabas de ella.
—Te juro que, nunca pensé en ella, siempre fuiste tú. —Sus manos
acunaron mi cara—. Me sentí bastante culpable cuando creí que, murió por
mi culpa. Puesto que, ese hospital de campo, fue bombardeado por mí, pero
solo sentí gratitud por ella.
—Me cuesta confiar en las personas, pero confío en ti, porque soy capaz de
sentir tu amor. —Guardé silencio evitando echarme a llorar—. Quiero
apostarle a nuestro amor.
—Te amo.
»Listo.
—¿Piensas que, podemos llegar al cuarto sin que me vean así vestida? —
pregunté apuntando a mi ropa hecha trizas en el suelo.
—Pocas personas saben de los pasajes entre los muros del castillo. —
Dominic sujetó mi mano y entró por la pared—. No recuerdo muy bien el
camino, pero siempre podemos follar si nos aburrimos.
—¿Cómo se…?
—Dublín, tengo que, reunirme con unos antiguos colegas —explicó con
calma.
—¿Cuándo te vas?
—No creo poder quedarme sola en toda esta maraña de víboras —declaré
nerviosa.
—Elizabeth, eres una mujer fuerte y la más poderosa del reino. Debes
aprender a ejercer tu dominio —manifestó Dominic tomando mis manos.
—Para ejercer algo debes tener aliados, poderosos y peligrosos —le aclaré
—. Y no tengo nada.
Odié dejar a Elizabeth así, pero había cosas que, no podía posponer.
Sin embargo, esa noche se había marchado y había dejado a Elizabeth sola.
Dalisia dio un brinco, luego se tensó y comenzó a mirar para todos lados,
tal vez, deseando haberse imaginado mi voz.
—¿Crees que, he venido por error? —Avancé hacia ella—. No, Dalisia, sé
perfectamente quién eres. Así como sé que si sales por esa puerta uno de
mis hombres disparará a matar, pero entonces, venir hasta tu casa hubiera
sido una pérdida de tiempo y no me gusta perder el tiempo.
—N-no sé. —Su labio inferior tembló y de sus ojos cayeron varias lágrimas
—. No te conozco.
—Pero lo harás. Ahora, si es por las buenas o por las malas… —La tomé
del cuello y la pegué a la pared—. Lo decides tú.
—Por las buenas —sollozó ella—. Quiero que sea por las buenas.
—¿En serio, crees que, me ando con juegos? —Agarré el mazo y golpeé su
mano. El sonido de sus huesos quebrandose fue el augurio de una corta
noche.
—No te creo. —Le pegué en la otra mano—. Quiero los malditos nombres.
—Mi hermano fue con dos amigos, pero no sé sus nombres —reveló la
desgraciada.
—No, no, lo juro, eso no fue así. —Dalisia me miró—. Ezra me pagó para
dejar el cuarto por una noche, pero no sé más.
—¿No te preguntaste que iba mal cuando Lizzie no volvió? —la interrogué.
—Bien. —Tiré a la mujer a los pies de Harper—. Ya sabes qué hacer con
ella.
La razón por la que había dejado a Harper afuera era porque, de todos, él
era el menos paciente y el más agresivo.
Harper solo la golpeó una sola vez y ella cayó al suelo completamente,
inconsciente. Tomó uno de sus tobillos y la arrastró fuera de ese lugar.
—No hace falta. —Miré a Lennox—. Recoge todo este desastre y reúnete
con nosotros.
Salí con Emilio de la habitación y atravesamos el campus, viendo cómo los
estudiantes pululaban por doquier. Algunos iban con sus audífonos, otros se
encontraban bebiendo y fumando en grupo; pocos estaban estudiando, pero
la mayoría se encontraba en su propio mundo.
—Subamos.
Levanté la mano para tocar la puerta, pero esta se abrió antes de poder
hacerlo.
—¿Quién pregunta?
—¿Esto es por la zorra esa? —La basura soltó una carcajada—. Ella lo
disfrutó.
Me levanté del suelo; tomé al cretino por uno de sus tobillos y lo arrastré
hasta la ventana.
—El problema aquí, es que piensas que tu asquerosa vida vale algo. —
Llevé mi mano a mi espalda y saqué mi arma, se la coloqué en la cabeza y
sonreí—. Quiero esos nombres, ahora.
—De acuerdo. —Ezra me observó a los ojos—. Pero, debes saber que, no
fue mi idea, ellos me buscaron y… —Presioné el arma en su frente.
—Son ellos —indagó Emilio, pero no hizo falta una respuesta, en su cara se
notó que, los conocía.
—Nunca dije que vivirías. —Lo lancé por la ventana y vi sus ojos en el
efímero momento en el que caía.
Bajamos las escaleras con cautela, pero los estudiantes estaban tan perdidos
en sus mundos que, no escucharon el cuerpo de Ezra caer al suelo.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
—No tenías por qué saberlo, llevas poco tiempo a mi lado. —Seguí
caminando como me había enseñado Coco. Me dirigí a Frances y le
pregunté con el tono más político que tenía—. ¿A qué debo el placer de tu
visita?
—No iba a venir, juré no hacerlo, hasta que, esa mujer perdiera el poco
poder que tenía. —La actitud de Frances se volvió reservada—. Luego papá
me dijo que, serías coronada y sentí alivio de que Logan no fuera el
próximo rey. Entonces, me di cuenta de que no te conocía.
Miré el techo percatándome de que esta sería la primera noche que pasaría
lejos de Dominic, la cama se hacía enorme. Además, me acababa de dar
cuenta de que dormir con mi esposo alejaba las pesadillas.
Expulsé el aire de mis pulmones y cerré los ojos deseando ponerle fin a este
día.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Debí suponer que, Logan haría algo así, me confíe y ahora el reino está en
peligro.
La habitación estaba llena de ruidos, pero solo era capaz de escuchar los
latidos de mi corazón.
Fui a la cama y tomé de la mesa de noche mi teléfono.
—Sé por dónde podemos salir —comenté recordando que, hoy, había
conocido una entrada diferente a la habitación.
Sujeté su brazo y tiré de ella hasta llegar a mi armario, allí corrí al fondo y
empecé a tocar la pared por todos lados.
—Lo sé, solo no encuentro… —Seguí tocando la pared, hasta que, una
puerta secreta apreció ante mí—. ¡La encontré!
Avery me empujó dentro del pasadizo para luego entrar corriendo ella.
—Como digas, pero no saldré por los pasillos a exponer tu vida, para buscar
a una doncella. Mi deber es ponerte a salvo.
Me acerqué a la puerta para tocar las tablillas de arriba, cuando mi pie, tocó
una baldosa en el suelo, aunque, era más como rocas y esta se hundió
abriéndonos la puerta.
—¿Otra reina? Esto debe ser la mejor mentira que me han inventado.
—No te estoy pidiendo permiso para ir, solo te informo que me vale mierda
si vienes o no. Yo voy por Coco.
—Con suerte, habrán creído que, lograste escapar. No tienen idea de que
eres una necia…
—Quizás sea karma —me burlé cuando reconocí ese andar. Salí de detrás
de la columna y vi a la mujer que estaba buscando—. Coco.
—En la oficina de Arthur, hay una línea directa con la guardia real, ellos
pueden avisar al consejo.
—No puedo creerlo. ¿Si saben que no son espías? Son solo una reina y una
doncella.
—Ustedes también.
Salimos en direcciones opuestas, esta vez, mis pasos eran veloces.
No podía permitir perder a otro familiar por culpa de mis malas decisiones.
Xia no debía estar aquí. No tuve que, haberle pedido que viniera.
—Lo que estoy a punto de hacer, es peligroso. Así que, puedes irte.
—¿Y dejarte toda la diversión? —Avery alzó una ceja y sonrió. Sacó de
unos de sus bolsillos un silenciador, se lo colocó a su arma y observó a los
guardias que custodiaban la puerta de la sala de tronos—. Ve y aprende.
Aparté la mirada.
—Andando.
—Ahora, sí, has perdido la cabeza —se quejó Avery apretando los dientes.
—No, y la verdad, creo que, comienzo a dudar de que hayas ido a la guerra
—cuestioné cruzándome de brazos—. Entrar contigo solo me deja en esa
maldita sala sola. En cambio, contigo afuera…
—Tienes un respaldo —terminó de decir Avery; comprendiendo mi línea de
pensamientos—. Bien, solo te pido que, me des 2 minutos.
—Mírame. —Pasé las manos por todo mi cuerpo—. ¿De verdad, piensas
que, ellos me tomarán como una amenaza?
Avery dejó caer los hombros y me dio el arma que guardaba en su tobillera.
—No sé qué mierda pasa por tu cabeza, pero si te pasa algo, Dominic me
matará y yo bajaré al infierno a matarte; de nuevo.
Quizás fue una entrada exagerada, pero, necesitaba que quedasen abiertas.
Frente a él estaba una pequeña mesa redonda, Arthur estaba parado allí
siendo obligado por Mathilde para hacer algo, aunque, no lograba entender
qué.
—Me parece descarado de tu parte que te sientas con derecho sobre un hijo
que robaste. —Fue mi turno en sonreír.
—¿Piensas que, con mentiras, nos vas a dividir? —La vieja bruja soltó una
carcajada.
—No seas imbécil, ¿le vas a creer a una mentirosa? —gritó la vieja
acercándose a Logan.
Arthur era un espectador escuchando cada una de mis palabras. Podía verlo
sufrir, incluso ver cómo unas cuantas lágrimas escapaban de sus ojos.
Cerré los ojos esperando sentir la bala, pero el gritó de Logan me hizo abrir
los ojos.
—¡No!
Él había salido de la nada y había recibido la bala que iba destinada para
mí.
Un grito de dolor llenó la sala, caí de rodillas al suelo, sintiendo que, todo
mi mundo se fragmentaba.
—¿Tu acabarás con mi vida? —se burló la vieja—. La bala no era para él,
pero no me molesta que sea él quien manche el piso de mi sala.
—Ese no era el plan —discutió Logan y avanzó varios pasos, aunque, se
detuvo cuando Mathilde lo apuntó con el arma.
—No es verdad, puedes parar esta locura —grité—. Esa mujer solo te usó,
ni siquiera es tu verdadera madre. —Bajé la cara y observé a mi esposo, su
mano hacía presión en su herida, mientras apretaba sus ojos con fuerza,
como si luchara con su dolor—. Ella te robó todo y ahora solo quiere algo
que, nunca tuvo y jamás tendrá.
—¡Cállate! No sabes de qué hablas. ¿Crees que, fue fácil ser la esposa
rechazada?
—Tú, deberías estar muerto. —La vieja puso su arma en la frente de Arthur
y casi me ahogo en desesperación—. Firma la anulación de sucesión de la
corona. ¡FIRMA!
—Esto no termina, hasta que, ese par de escoria pague por su traición. —
Dominic comenzó a toser y me apresuré en revisarlo—. Mi amor.
Acaricié su rostro.
—¿Por qué has hecho tal estupidez? —indagué llorando como una idiota.
—La bala sigue dentro, hay que llevarlo al hospital —me informó mi
hermana, tomó mi mano—. Pero, no morirá.
—No puedes morir mi reina, cuento contigo para cuidar de nuestro reino —
comentó Dominic y sonrió, pero la tos arrebató su sonrisa.
Arthur se enderezó y de su pierna sacó una daga. Bajó las escaleras, tomó a
Mathilde por el cabello y puso la daga en su cuello.
—Esa zorra miente —gimió Mathilde y clavó sus ojos en mí—. Tú mismo
viste su cadáver frío, la enterraste.
Dominic gruñó y comenzó a moverse.
»Elizabeth. —Sus ojos azules se posaron en los míos, sus manos sujetaron
mi cara y con un hilo de voz preguntó—. ¿De dónde escuchaste esa
historia?
—Ese es el problema, deseo con toda mi alma creerte. —Una lágrima rodó
por la mejilla de mi esposo y se la limpié.
—Tu madre sacrificó todo lo que tenía para poder estar a tu lado. —Puse
una mano en su pecho y sentí cómo sus latidos se volvían más fuertes y
veloces—. Ambos sabemos que, así, lo sentiste en tu corazón.
—Tranquila, debo pagar por las cosas que hice —comentó Logan bajando
del trono.
Ella estaba igual de afectada que sus hermanos, cada uno sufría por los
actos cometidos por Mathilde, pero podía acompañar en su dolor a Frances,
ella fue rechazada por su madre, maltratada y humillada, solo por nacer
niña.
—Enseguida.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Perdí por completo la noción del tiempo, mientras esperaba que, el doctor,
atendiera a Dominic.
—Eso creo. —Tomé la taza y la bebí un poco—. Todo fue una locura.
—Seguro. —Vi como Emilio salió casi corriendo de la sala, sin hacer
contacto visual con Avery—. ¿Qué pasa entre ustedes?
—Es una larga historia y no tiene final feliz. —Avery se sentó en el lugar
que ocupaba Emilio y suspiró—. Te juro que, por un segundo, temí lo peor.
—¿Dónde estabas? —le pregunté—. Cuando esa maldita vieja me apuntó
con su arma. ¿Dónde estabas tú?
—Lo siento, tuve que, haber recibido esa bala y no Dominic, pero él me dio
una orden y yo la estaba cumpliendo.
—¡Mi esposo recibió una bala! —bramé alzando la voz—. ¿Qué hubiera
pasado si le hubiera dado en el corazón? Cuestiónate de ahora en adelante,
que, por tu culpa, casi asesinan al Rey.
—Lo sé. —Avery me abrazó—. Por suerte, tienes muchos días por delante
para lanzarte al peligro.
—Acepto las clases de buena gana. —Mi cuerpo comenzó a temblar, mis
piernas no fueron capaces de sostenerme. Avery me sostuvo con fuerza.
—Nada de lo que pasó fue tu culpa —me consoló ella y rompí en llanto.
—Lo entiendo, pero sigo insistiendo que, todo se pudo evitar desde hace
años. Mathilde invirtió mucho tiempo haciendo que todos los hermanos se
odien. Incluso Frances fue el blanco de los ataques malvados de Logan y la
vieja bruja —conté apretando mis manos en un puño.
—Sí, lo pones así, es probable que, sí, las cosas hubieran sido diferentes
para toda la familia.
—Me parecen muy tiernos ambos, él nunca le fue infiel con la viejuca esa y
ella, a pesar de amarlo, prefirió cuidar de sus hijos. Aunque, tal vez, solo tal
vez, si ella hubiera revelado su identidad, Mathilde no hubiera podido joder
tanto a los West.
—No es fácil afrontar tus miedos y Carlota ya había vivido en carne propia
lo que esa maldita mujer le podía hacer.
Por la forma en la que nos miraba Arthur, habían escuchado gran parte de
nuestra conversación.
—Amor mío, no digas eso, por favor —la consoló su esposo—. Todo pasó
como debía pasar, eso hizo que, nuestro hijo, conociera a la mujer que lo
hace feliz.
—Es cierto, pero… —Carlota se tapó la boca—, ¿qué sucederá con Logan?
—¿Pasa algo?
—Él no quería que todo esto ocurriera, pero estaba siendo obligado —
explicó Xia entre lágrimas.
—Él solo me dijo que, estaba siendo obligado a hacer algo que no quería.
—Lizzie es complicado…
—No diría que complicado, más bien, irónico. —La voz de Dominic me
devolvió a la vida, me giré y lo vi detrás de mí, con una franelilla, con el
hombro vendado y recibiendo tratamiento—. Logan amenazó a tu hermana
con hacerte daño si ella no me dejaba. Por eso, te ganaste ese crucero.
Pero, ya yo no tenía ojos para nadie más que, para el hombre que tenía
enfrente de mí.
—Vengo a despedirme —habló con un hilo de voz—. Pensé que, era buena
idea regresar, pero… No puedo, Dom, es mucha carga emocional.
—No quiero odiarla, pero la odio con cada aliento que doy. —Frances se
separó de mí y se limpió la cara—. Ahora, considero que, la peor, parte se la
llevó Logan. Tuvo que, soportar las exigencias de una loca, fue secuestrado
y nunca nos dimos cuenta de que estaba en cautiverio. Siento culpa de
celebrar cuando algo le salía mal, culpa de darle la espalda…
Siempre me había quejado de mi vida, pero, ahora, pensaba que, cada uno
viene al mundo con sus propios demonios e infierno.
En todo el tiempo que, llevaba conociendo a Dominic, nunca lo había visto
así de afectado y también sentía culpa por no decir nada.
—No debí dejarte venir —gruñó molesto. Aunque, su furia no era hacia su
esposa, sino a todo lo que la había lastimado.
—Me duele, pero era importante que, viviera todo esto aquí. Ahora que, se
han revelado todas las verdades, siento que, puedo cerrar un ciclo de dolor
en mi vida —explicó Frances.
—Dominic, me alegra ver que no te sucedió nada grave. —El rey de España
se acercó con su actitud humilde y estrechó la mano de mi esposo—.
Debemos estar orgullosos, tenemos unas esposas valientes.
Había sido una noche larga, solo esperaba que, fuera la tormenta antes de
que saliera el sol.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Pero, no era tonta, sabía que, cuando una persona mencionaba la palabra
con h, era porque estaba pensando en ese tema.
Días después…
Mi hombro iba sanando bien, pero no era esa herida la que me preocupaba,
sino aquellas que no eran visibles para el ojo humano.
Jena había sido encontrada sin vida en su habitación, al parecer, solo fue un
triste daño colateral.
Desde mi llegada había evitado ir a ver a Logan, todo era tan trágico que,
necesitaba prepararme para verlo.
—¿Alguna vez han hecho un mapa del pasadizo? —indagó con los ojos
cargados de emoción.
—Emilio, Frances y Co… Carlota, de hecho, ella fue la que nos enseñó los
pasajes. —Me quedé en silencio digiriendo que, esa mujer a la que corría
para llorar en sus brazos, era mi madre.
Aparté la mirada.
—Puede ser.
—Deberías ir a verlo, habla con él… —Elizabeth se mordió el labio—.
Parecía estar realmente afectado esa noche.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
Mi esposa fue la primera en salir corriendo del cuarto con la primera ropa
seca que encontró.
Desde que, habíamos llegado del hospital lo había querido hacer, pero yo
mismo me autosaboteaba para no ir a verlo. Sin embargo, hoy debía hacerle
frente a ese tema.
Llegué a la entrada del calabozo donde mis dos mejores hombres estaban
custodiando a nuestros distinguidos invitados de honor.
—Sí, hasta donde sé, soy tu jefe y el Rey. ¿Piensas que, daré un paso en
falso? —indagué viéndolo.
Le di un golpe a la pared.
—La última vez… no sabía que habíamos compartido el vientre —concluí
—. Iré a verlo y lo haré solo.
—Bien, pero no me pidas que observe desde lejos cómo ese traidor arranca
la cabeza de tu cuerpo —terció Lennox y sabía que, su compañero, pensaba
lo mismo.
Me obligué a poner un pie delante del otro, hasta que, bajé las escaleras que
daban a las mazmorras y caminé por el pasillo hasta la última celda.
Y vi al hombre que, hasta hace unos días, pensaba que solo era mi medio
hermano.
—En una oportunidad casi logras asesinarme —le pude reprochar después
de tantos años, cargando con ese peso.
—¿Mathilde? —indagué.
—Supongo que, no. Sin embargo, yo estaba sedado y sobre una mesa de
operaciones.
—¿Quién te chantajeaba?
—No, ella y la otra persona planificaron todo. A mí solo me llegó una nota
con unas fotos dentro. —Logan expulsó el aire de sus pulmones—. Le
pregunté a Mathilde quién era su socio, pero nunca me lo dijo.
—Sí, por eso mismo lo sugerí. —Logan se puso de pie y me miró—. Los
planes de ella era asesinar a Elizabeth y a nuestro padre, incluso deseaba
deshacerse de Frances, pero por mucho que deseara ser rey, no quería
ascender al trono matando a mi propio padre. Sin embargo, hice todo lo que
pude para sabotear sus planes, apagué la señal de los teléfonos. Mathilde
entró en pánico cuando no se pudo comunicar con su socio. Envié a Jena
para alertar a tu esposa…
»Debo irme, tengo cosas que pensar y decisiones que tomar. Las cosas que
hiciste no se pueden borrar, aun si te concedo el perdón real, te quedará un
largo camino que recorrer.
—Por cierto. —Me detuve con un pie fuera de la celda—. Xia no para de
preguntar por ti.
—A veces, es mejor compartir la carga con las personas que nos importan.
Puedo decir que, a ella pareces importarle. Aunque, no entiendo por qué —
bromeé.
Logan sonrió.
—Nunca esperé amar a nadie, menos a una mujer sin títulos, pero apenas vi
a esa rubia, mi mundo se detuvo y avanzó deprisa arrastrándome a un
remolino de experiencias. ¿Entiende lo que digo?
Sonreí y asentí.
—¿Para qué?
Sabía lo que tenía que hacer. Logan era una víctima más en todo este
desastre, peor, él era quien había perdido más.
2 meses después…
—No hace falta, pero no vuelvo a follar sin hacer digestión. —Pasé la mano
por mi cara para apartar el cabello de mi frente.
—En mi legítima defensa, tienes un coño adictivo —comentó Dominic
devorándome con la mirada.
—Sí, señor. —Llevé una mano a mi frente como si fuera una orden militar.
Las manos de mi esposo subieron por mis piernas y llegaron a mis caderas.
Me observó fijamente y me preguntó:
—No sé, solo me pareció que, ganaste unas libras, pero si no es así, no pasa
nada. —Giró en la cama, dejándome atrapada bajo su cuerpo—. ¿En qué
nos quedamos?
—Puede ser que comí y en seguida me echaste una cogida trifásica que me
revolvió el estómago y me hizo vomitar —manifesté cruzándome de brazos.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
—No puede ser. —Me incorporé en la cama y vi la hora pasaba de las 3:30
de la tarde—. ¿Qué haces aquí?
Sonreí.
—Bien. —Comencé a tomarme la sopa—. ¿Has hablado con Logan?
—Lo sé, pero veo cómo le cuesta adaptarse a ser nadie dentro de su propia
casa.
—¿De verdad?
—Sí. —Xia se puso roja—. Dice que: lo inspiro a ser mejor persona y lo
que más desea es un futuro conmigo.
—He aprendido a tolerarlos, pero, sobre todo, a no verlos por más de dos
segundos seguidos —bromeé.
—El próximo que vea a mi mujer le sacaré los ojos—gruñó mi señor esposo
y saltó de su mesa para reunirse conmigo en medio de la sala—. Tienen 1
minuto para dejar la sala.
—Ahora debo matar a cada miembro del consejo por mirarte como te
miraron. —Sus manos me pegaron a su cuerpo—. ¿No te dije que te
quedará en la habitación?
—¿En pijama?
Me abrazó por la espada y restregó su erección entre mis nalgas. Sus labios
comenzaron a depositar besos en mi cuello y hombros, mientras sus manos
apretaban mis tetas.
Apreté mis piernas cuando mi cuerpo se preparó para lo que estaba por
venir.
—Me voy, pero la próxima vez, bajaré desnuda —le advertí. Me di la vuelta
para irme, pero Dominic me sujetó la mano.
—Al cuarto.
—No vas a pasar delante de esos hombres oliendo a sexo —se quejó
Dominic.
—En todos lados hay una entrada —reveló mi esposo llevándome al fondo
de la sala.
—No puedo creerlo —susurré viendo que, su fondo de pantalla era aquella
falsa foto que nos había tomado Emilio antes de irnos de Dublín—. Es
hermosa.
Era pesado, su dije era como un corazón hueco, pero dentro de él colgaba
un hermoso diamante de color rojo.
—Dominic es…
Sonreí.
—Te lo prometo.
Cada día que pasaba, más me enamoraba de mi esposo. ¿Era legal amar
tanto a otra persona?
Sin importar las horas que durmiera, al despertar estaba igual o más cansada
que antes. La cabeza me dolía y levantarme a cada 5 minutos para hacer
pipi, no ayudaba a mejorar mi humor.
Además, estaba irritada de que Dominic llegara tan tarde cada noche y lo
primero que hacía era correr a bañarse.
—¿Pasó algo?
—¿Cómo así?
—Paso el día con sueño, me duele la cabeza y creo que, mi esposo, me está
siendo infiel —solté tapándome la cara para evitar que, me viera llorar.
—¿Te has escuchado? —Xia tomó mis manos y me miró—. Estar día y
noche en el castillo te está afectando. Dominic te adora, literal, besa el piso
por donde pasas.
—Es que…
—¿A dónde?
—A comer, de compras, no sé, cambiemos un poco el ambiente y verás que
te sentirás mejor.
Quién diría que, una reina tendría tantas labores que realizar. Además,
seguía sin encontrar a una asistente o doncella que me inspiraran confianza.
Bajar las escaleras me daba la misma pereza que subirlas, pero al menos iba
en bajada.
Llegué al final y me sujeté del pasamano, feliz de haber logrado bajar con
éxito.
—Elizabeth. —Carlota se acercó y puso su mano en mi frente—. ¿Te
encuentras bien?
—Siento en mi corazón que, nunca fue malo o cruel por gusto, él,
sencillamente, deseaba que, su falsa madre se sintiera orgullosa de él. —A
Carlota se le entristeció el semblante—. Dominic sigue evitándome, creo
que, nunca me va a perdonar por no decirle la verdad.
Carlota me abrazó.
Allí esperando por mí estaba Xia y Avery hablando dentro del auto.
—En serio, necesitaba una salida de chicas —manifestó Xia mirando por la
ventana—. Aunque, hubiera preferido un par de tequilas, pero ir de compras
está bien.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Pensé que, mi visita al doctor sería algo rápido, pero teníamos hora y media
esperando los malditos resultados de la prueba de sangre.
—Me lo hubieran dicho hace una hora. —Me bajé de la camilla furiosa—.
Tengo cosas que hacer, para sentarme a perder el tiempo.
Estaban mis datos y en una parte que estaba trasparente, se leía positivo.
—¡¿Es un puto chiste?! —Corrí afuera para ver a la enfermera, pero ella y
todo el personal había desaparecido—. No, no, no. Es imposible.
¡Imposible!
“Positivo”
Mi corazón se detuvo.
—¿Estás lista?
—Es raro conocer esta faceta tuya —declaré moviendo mi mano frente a su
cuerpo.
Caminamos al elevador.
—Manejas tú, solo deja de hablar —me interrumpió Avery tendiéndome las
llaves de su auto—. Fiesta, fiesta.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Mi cabeza estaba por estallar, lo que menos deseaba era lidiar con un par de
borrachas, pero aquí estaba tratando de sacarlas del antro al que habíamos
ido.
—A no, hoy es mi día libre. —Avery soltó una carcajada—. Bailemos, todo
se pasa cuando bailas.
Pensé a quién podía llamar, pero me quedé sin opciones hasta que, vi el
número de Emilio.
Llené mis pulmones de aire y le llamé.
—Lizzie, no te escucho.
Sonreí, siempre estaba tan seria, que se veía mayor de lo que realmente era.
—El baño está lleno, pero iremos a otro —expliqué viendo a todos lados.
Avery no era de odiar a otra persona porque sí, pero tampoco era mi
problema si ellos se llevaban o no, bien.
Me solté de su agarre.
—Ok.
Caminé por el sitio viendo las dos copas sobre la mesa de centro de la sala.
Mi zapato tropezó con algo y vi que era la camisa de Dominic.
Con manos temblorosas tomé el picaporte, giré y abrí la puerta con rapidez.
Adiós.
Supongo que, la nota era más para mí, que para él.
Salí del departamento harta de todo este tétrico cuento. Cansada de tantas
mentiras reales y de dinastías movidas por la ambición.
Llegué a la entrada del edificio y los brazos de Emilio me recibieron.
Pensé un poco, ¿a dónde podía ir? Debía ser un lugar lejos de toda esta
mentira.
—Regresaré a Venezuela.
Atendí pensando que, era mi esposa, pero era Thais, estaba alterada y me
pedía ayuda.
—Solo necesito un lugar donde pasar la noche —me dijo, apenas llegué a
su encuentro.
Subí con ella, puesto que, le había cambiado el código de acceso. Me iba a
marchar cuando ella me tocó la cara.
—No te des tanto crédito, si no hubieras sido tú, seguro otra persona me
hubiera atendido. —La tomé del brazo y la empujé fuera de la habitación.
El cuerpo de Thais cayó al suelo sin vida, pero poco podía importarme.
════∘◦✧◦∘════
Dominic.
En todo el camino al palacio no dejé de marcarle a Elizabeth, pero siempre
entraba directo a su buzón de voz.
—Ahora no.
—¿Pasó algo?
—Emilio me puso una trampa, ahora, Elizabeth piensa que, me acosté con
Thais —resumí activando el GPS en el dije de mi esposa.
—Lo lamento, no tenía idea de que eso pasaría. Cuando compartimos celda,
él me habló de ella, me dijo que la amabas y…
—Déjame ir contigo.
—Debiste dejar que pusiera una bala en su cabeza —habló Avery apretando
su mano en un puño.
Lizzie.
No sabía cómo había aceptado venir a la casa de los padres de Emilio, era la
peor idea del mundo.
—No entiendo cómo te abriste de piernas con Dominic y conmigo eres tan
seca —soltó poniéndose de pie—. Bueno, eso no importa, tenemos tiempo
para conocernos mejor.
Fruncí el ceño.
—No me gusta tratarte mal, pero no permitiré que cuestiones mi amor por
ti. —Emilio se sentó a mi lado—. Puedes intentar salir, aunque, no creo
que, lo logres.
Cerré los ojos y me encogí temiendo ser golpeada. Emilio tomó mi cara y
me hizo verlo.
»Pensó que, era la mujer que íbamos a contratar para ser la falsa esposa,
pero le dije que solo era una chica con muchos problemas económicos y
seguro no servirías para esto. Aun así, Dominic insistió en conocerte y por
eso pagamos para verte al día siguiente.
—¿Te das cuenta de que estás traicionando a tu rey? —indagué con voz
temblorosa.
—Yo no…
—Tu forma de mirarme, solo bastó eso para saber que, necesitabas mi
ayuda.
—¡Mientes! ¿Por qué niegas lo que sientes? —Su mano fue a mi cuello y
apretó con fuerza—. Si no eres para mí, tampoco lo serás para él.
Luché para liberarme de su agarre, rasguñé su cara y pateé, pero las fuerzas
comenzaron a faltarme.
—Gritas y mueres.
—Sí.
—No por mucho —respondió Emilio y fue conmigo, me levantó del suelo y
puso el cuchillo en mi cuello—. Acércate y verás cómo tu esposa muere.
—Solo eres un payaso jugando a ser Dios —se burló Emilio tratando de
parecer valiente, pero podía sentir cómo su cuerpo temblaba.
—No, soy el diablo jugando a tener misericordia de las personas como tú.
Ahora, suelta a Elizabeth y te mataré de forma rápida. —Dominic no me
miraba, solo tenía ojos para Emilio.
Todo pasó muy rápido, el cuerpo de Logan cayó al suelo, al mismo tiempo
que, Emilio y yo perdíamos el equilibrio.
Dominic salió corriendo y me arrancó de sus brazos justo antes de caer
sobre el heno.
—Por favor, dile a Xia que la am… —Sus palabras quedaron a media,
mientras su cuerpo entraba en shock.
—Vamos a limpiarte.
Me levanté furiosa:
—Tienes razón, es tu culpa por casarte conmigo, por pagarle a Angus para
conocerme, es tu culpa por involucrarte conmigo.
—Te equivocas, nada de esto pasó por ti, sino porque no me di cuenta de
que Emilio se había vuelto peligroso. Tuve que, haber sacado conclusiones
y determinar que, fue él quien trató de asesinarme en varias oportunidades.
—¿Cómo le digo a Xia que el amor de su vida está muerto? —le pregunté
rompiendo a llorar—. ¿Cómo le explicó a Carlota que ha perdido de nuevo
a su hijo?
Sentía que profanaba su alma, pero era tan malditamente egoísta que, aun
sabiendo lo dañino que era en su vida, no renunciaría a ella, pues ella era lo
único hermoso que poseía.
—¿La has llevado contigo todo este tiempo? —indagó y parecía asombrada.
—¿Entonces ya lo sabes?
—¿Saber qué?
—Rastreé a los hombres que te hicieron daño, uno murió en Dublín, los
otros dos, se fueron hace poco. —Me quedé evaluando su expresión.
—Envidia.
Sí, todavía nos faltaba un largo camino por recorrer, como pareja e
individualmente, pero saber que, cada noche dormiría abrazado a su cuerpo
y cada mañana despertaría a su lado, me motivaba a seguir mejorando por
ella, por mi hijo.
—Ya te dije que, no sé quién era mi aliado —murmuró Mathilde con la voz
ronca, desde la pared a la que permanecía atada.
—¿Quién era?
—Las preguntas las hago yo. —Tomé el mando y apreté el botón que tiraba
de los grilletes en sus manos, acortando las cadenas y obligándola a ponerse
de puntas, pero, en determinado momento, terminó colgando del suelo—.
Lo más curioso de todo, es que, fue tan astuto que, nunca supiste quién era,
para que no lo pudieras delatar o chantajear.
—Dominic, por favor, ten piedad, no quiero morir en un lugar como este.
—Te daré la misma piedad que tuviste con mis hermanos, con mis padres y
con mi esposa. —Saqué un arma y la coloqué en la mesa. A su lado, puse
un pequeño frasco con veneno y terminé con una soga—. Estoy asqueado
de verte, no vales mi tiempo, pero teniendo piedad, te daré la opción de
elegir cómo morir.
—En cuánto salga de este lugar, serás liberada de los grilletes. —Con el
mando la elevé más y más del suelo—. Tendrás 1 minuto para morir.
—Arma, gané.
—Debió revisar que solo quedaba una bala —dijo Avery—. Bueno, me voy,
esto olerá horrible.
—Lo que más me gusta del fuego, es que reduce todo a cenizas, dientes,
huesos, cabello. —Harper arrimó una silla y se sentó.
—Lo que me gusta es poder hacer justicia con mis manos. —Me crucé de
brazos—. Hacerle pagar uno a uno todo el daño que hicieron.
—Debemos salir y brindar por las personas a las que hemos enviado al
infierno —propuso Lennox.
Epílogo.
Dominic.
—Una noche ocupada. —Tomé una toalla húmeda, luego otra y un par más
por si acaso.
Limpié, limpié y me aseguré de dejar todo sin resto de popo o pipi. Agarré
otro pañal, se lo puse, le apliqué cremita y se lo abroché.
—Ahora, sí. —Cargué a mi bebé en mis brazos—. Estamos listo para una
merienda nocturna.
Descendí por las escaleras disfrutando de las sonrisas de mi pequeño, de
cómo ponía su cabeza en mi hombro y con su manito tocaba mi barba.
—Papá prepara el mejor tetero del mundo —narré buscando todo lo que iba
a necesitar—. Claro, no podemos compararlo con las tetas de mami, pero yo
también lo hago con amor.
Amaba ser padre, pero más amaba tener una familia con Elizabeth.
Recuerdo que, Elizabeth se echó a llorar cuando vio que, nuestro retoño era
clavadito a mí.
—Había una vez un príncipe que, estaba tan perdido que, ni él mismo sabía
que estaba perdido. Hasta que, un día, conoció a una princesa. En ese
momento, el príncipe estaba ciego y se rehusaba a hacerle caso a su
corazón. Ese que le gritaba hasta quedarse sin voz que, ella era la mujer que
había esperado toda la vida.
—No es necesario, desde hacer 6 meses repites la misma rutina con Logan
—comentó mi mujer poniendo su mano en mi barbilla y obligándome a
verla a los ojos.
—Vale, quizás más adelante podamos tener más hijos. —Sabía cuando no
tenía los recursos para ganar una batalla.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
Tiempo después…
Dominic se había vuelto a salir con la suya y en poco tiempo, estaba dando
a luz a un par de gemelas.
Nuestras bebés nacieron prematuras y estuvieron internadas en el hospital,
aunque, después de unos meses difícil, ambas fueron recibidas en el castillo
como las princesas que eran.
—Vamos, quiero cargar a mis nietas, antes de que mi hijo las tome bajo sus
posesivas alas —manifestó Carlota.
—Soy afortunado, así que, compartiré un poco, pero solo un poco contigo,
madre. —Mi esposo depositó un beso en la frente de Carlota.
════∘◦✧◦∘════
Lizzie.
5 años después…
Me asomé por la ventana para ver a Arthur jugando feliz con sus nietos.
Había enfermado y se presumía que, era una secuela por los medicamentos
que le administró Mathilde, pero él trataba de vivir cada día con una sonrisa
en los labios.
Logan tenía 6 hermosos años y era el niño más inteligente que había
conocido. Además, era igual de celoso que su padre con sus hermanitas.
Cada día dábamos lo mejor de nosotros para ser mejores padres, mejores
hijos, mejores hermanos y mejores amigos.
Final