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DESCRIPCIÓN BREVE

Desde un breve análisis jurídico intentaré demostrar


porque la mutilación genital y la violencia sexual
contra las mujeres podrían encuadrarse dentro de la
categoría de genocidio a nivel internacional y en
consecuencia juzgarse como tal.

Lucila Lasbaina
LA MUTILACION GENITAL Materia de Grado de la orientación Derecho
Internacional Público: Derechos Humanos y Derecho
Penal Internacional, perteneciente a la Facultad de
FEMENINA Y LA VIOLENCIA Derecho de la Universidad de Buenos Aires

SEXUAL CONTRA LAS


MUJERES COMO FORMA DE
GENOCIDIO
Trabajo de investigación y análisis con perspectiva de género.
Alumna: Lasbaina Lucila Danesa
Docentes: Dr. Richarte Dario Florian; Dr. Gonzalez Stier Daniel
Comisión 0602
La violencia sexual contra las mujeres y la mutilación genital femenina como
forma de genocidio

A partir de una perspectiva de género y de derechos humanos, el objetivo de mi trabajo


es exponer el porqué, actos perpetradores de la dignidad de las mujeres como la
violencia sexual y la mutilación genital, podrían encuadrarse dentro de las formas
específicas de un genocidio.

En el mundo existe un conflicto de géneros que trae desigualdades sexuales y


consecuencias muy crueles, se ha naturalizado la posición de las mujeres en la
sociedad, a quienes se las ha considerado a lo largo de la historia inferior al varón,
físicamente e intelectualmente, hecho que las convierte en ciudadanas de “segunda
clase” y lo que trae como consecuencia una jerarquización desigual de poder que parece
no tener fin, condicionada por el género en todos los ámbitos en los que un ser humano
se desarrolla. En las primeras Declaraciones de Derechos Humanos las mujeres han
quedado excluidas cuando en sus textos se ha proclamado: “Todos los hombres nacen
libres e iguales”. La exclusión de las mujeres se ha realizado de forma tácita, dando por
sentado que su exclusión de “sujetos de derechos” se haría por tradición.

Al utilizar el concepto género pretendo que se permita comprender la complejidad de la


discriminación por ser mujer, desde un enfoque sociocultural. El género se diferencia
del sexo, el primero hace alusión a rasgos culturales y el sexo a la biología. Las
sociedades consideran-me atrevo a decir que esto es erróneo- apropiadas a cada sexo
ciertas conductas. Pero lo que importa en este punto es que la concepción de género
cambia de unas sociedades a otras, de un tiempo a otro, son históricas y por lo tanto
mutables.

La perspectiva de género invita a reflexionar que lo femenino y lo masculino son


construcciones sociales-culturales. El patriarcado, también llamado estratificación
sexual, o sistema de género-sexo, remite a una situación de conflicto por la distinta
posición de poder en la que los varones se encuentran y el análisis del conflicto de
género nos remite, necesariamente, a hablar de la violencia. La violencia contra las
mujeres no es una realidad nueva, lo que cambio es que ha pasado de la esfera personal
de cada una, a considerarse un problema social-político y una violación sistemática
de derechos humanos. La invisibilidad de las mujeres, ligada a su infravaloración
humana y social ha llegado a un extremo en el que, prácticas como la mutilación genital
no se ha considerado una violación a los derechos humanos fundamentales hasta
fechas muy recientes.

La mujer y los derechos humanos

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Alumna: Lasbaina Lucila Danesa
Docentes: Dr. Richarte Dario Florian; Dr. Gonzalez Stier Daniel
Comisión 0602
La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer se reunió por primera vez en
1947 en Lake Sucess, Nueva York, poco después de la creación de las Naciones
Unidas, conformada por 15 mujeres como representantes gubernamentales. Desde su
nacimiento, la Comisión contó con el apoyo de una dependencia de la ONU, que más
tarde se convertiría en la División para el Adelanto de la Mujer, dependiente de la
Secretaria de las Naciones Unidas. Entre 1947 y 1962 la Comisión se centró en
establecer normas y formular convenciones internacionales que cambiaran leyes
discriminatorias contra la mujer y de esta forma se aumentó la sensibilización mundial
sobre las cuestiones referidas a la mujer. En sus aportaciones a la redacción de la
Declaración Universal de DDHH, la Comisión se ha ocupado de defender la necesidad
de suprimir las referencias a “los hombres” como sinónimo de humanidad, y logró con
éxito incorporar un lenguaje que incluya a las mujeres. Gracias a que el movimiento
feminista comenzó a ganar fuerza a nivel internacional durante los años 70, la Asamblea
General de Naciones Unidas declaró 1975 como el Año Internacional de la Mujer y
organizó la primera conferencia Mundial sobre la Mujer, que tuvo lugar en México, su
objetivo era llamar la atención sobre la igualdad entre mujeres y hombres y sobre la
contribución de la mujer en el desarrollo y la paz.

En el año 1963, tras los esfuerzos de la Comisión para consolidar las normas relativas
a los derechos de la mujer, la Asamblea General de las Naciones Unidas le solicitaron
que elaborara una Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer,
que la Asamblea aprobó en 1967 y a la cual le siguió en 1979 la Convención sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW).
Asimismo, en 1999, el Protocolo Facultativo de la Convención introdujo el derecho de
iniciar una demanda para las mujeres víctimas de discriminación.

Esta breve introducción histórica sobre cuándo y de qué forma se comenzó a ocupar la
Comunidad Internacional de los derechos de la mujer es a solo efectos de poder
comprender que, la idea de pensar a la mujer como sujeto de derechos humanos tiene
apenas unos 70 años, cifra en la que no pensamos muy seguido, lo cual es
consecuencia de haber naturalizado durante un tiempo impensado la posición inferior
de las mujeres en la sociedad.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General


de Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, proclama, en su artículo 5, el derecho
inalienable a no ser sometido a torturas, ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. El derecho a la vida es objeto, igualmente, de reconocimiento explícito al
tiempo que se consagra el derecho a la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Al

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leer el contenido de este articulo pareciera que la Declaración atribuye a las mujeres la
titularidad de los derechos que menciona, y que, como consecuencia de ello, su cuerpo
y su integridad se encuentran amparado por aquella.

No obstante, esta conclusión resulta una utopía. En todos los lugares que existen en el
mundo, las mujeres son sometidas a diferentes actos violentos que atentan
directamente contra su integridad física y psíquica. Lo que evidencia que no se aplican
como debería el contenido de los derechos enunciados en La Declaración Universal o
en otras Convenciones, o que los esfuerzos que ha hecho la Comisión desde la década
del 40, como lo mencione a grandes rasgos más arriba, no han sido suficiente para
conformar un mecanismo de protección eficaz para las mujeres, que a su vez contribuya
a equiparar su situación en las culturas de todos los países, respecto de los derechos
de los varones.

En Asia, estadísticas poblacionales demuestran que, atendiendo a las leyes naturales


de reproducción, faltan 100 millones de niñas.

En África, 6.000 mujeres al día sufren la mutilación de una parte viva de su cuerpo. El
pertenecer al “sexo” femenino comporta la amenaza de ser mutilada genitalmente,
resulta difícil creer entonces que se conserva la integridad física de las mujeres. Pero
sobre esto trabajaré específicamente más adelante.

También, en Europa y América numerosas mujeres son golpeadas de manera frecuente


por sus maridos, exmaridos, o por algún desconocido. La violencia doméstica, fisca y
emocional, la violencia sexual dentro y fuera de la pareja, resulta una práctica impune
en la mayoría de los casos.

En el contexto de conflictos armados, las mujeres no solo sufren las amenazas que
afectan a la población civil, sino que también han quedado expuestas a modalidad de
violaciones masivas. En el genocidio de Ruanda, en el que se ha llevado adelante una
masacre masiva contra los Tutsis, 250.000 mujeres han sido violadas por las milicias
Hutus, violaciones de las que han nacido aproximadamente 20.000 niños y niñas. De
aquellas mujeres, las pocas que sobrevivieron, hoy en día continúan denunciando y
prestando testimonio. Sin embargo, sus perpetradores siguen aún impunes ocultados
en algún lugar del mundo, de algunos se conoce su paradero, pero reciben protección
política, situación que se ha repetido a lo largo de la historia y ha dejado en el olvido los
crímenes contra las mujeres. Sobre la violencia sexual como genocidio y como arma
de guerra también me explayare más adelante.

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Ninguno de los actos que he mencionado en líneas generales, han sido reconocidos al
menos hasta fechas recientes como prácticas violentas y humillantes contra las mujeres,
mucho menos se les ha dado a las mujeres la reparación que merecen. Y tampoco, han
sido catalogados como violaciones de los derechos humanos.

Los instrumentos internacionales de DDHH, no han funcionado para reprimir la violencia


a la que se ven sometidas las mujeres en el mundo, tal vez en su origen, tampoco tenían
esa intención. Para que la Comunidad Internacional haya reconocido que son
insuficientes los Convenios de Derechos Humanos cuando se trata de dar protección a
las mujeres, se han tenido que superar muchas ideologías y se ha tenido que aceptar
que las mujeres están expuestas a una doble vulnerabilidad, doble discriminación. Ha
llevado largos años en la historia para que se reconozca, al menos parcialmente el poder
que individual y colectivamente ostentan los varones sobres las mujeres, la sumisión
naturalizada de la mujer, el poder desenfrenado que desea el hombre tener sobre ellas
y sus acciones.

El genocidio

El genocidio como tal se ha desarrollado de una clase de crímenes contra la humanidad


a un crimen autónomo al terminar la Segunda Guerra Mundial, es denominado también
“crimen de los crímenes”. Gracias a su autonomía y definición desde el año 1948 (en la
Convención sobre la Prevención y el Castigo del Crimen de Genocidio) y a su
incorporación en los Estatutos de los tribunales ad hoc, creados por el Consejo de
Seguridad para juzgar a los acusados de genocidio en la ex Yugoslavia y Ruanda, así
como también en el Estatuto de la CPI, existe una justificación para la persecución del
genocidio. No obstante, su definición actualmente sigue presentando problemas ya que
su interpretación es muy amplia, razón que me ha motivado a reflexionar si los
delitos que menciono en el titulo podrían encuadrar dentro del tipo legal de
genocidio.

El genocidio puede caracterizarse por tres elementos constitutivos:

- El actus reus o acto culpable (tipo objetivo), del delito. Está compuesto por uno
o varios de los actos enumerados del artículo 6 del Estatuto de Roma.
- La correspondiente mens rea o mente culpable (tipo subjetivo). Como se
describe en el articulo 30 del Estatuto de Roma, es decir, que el crimen será
juzgado por la CPI si se realiza con intención.
- La intención de destruir parcial o totalmente un grupo nacional, étnico, racial o
religioso como de un elemento subjetivo especial.

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El Estatuto de la CPI en su artículo 6 ha enumerado las siguientes formas de
genocidio:

a) Matar a miembros del grupo


b) Lesionar gravemente la integridad física o mental de los miembros del grupo
c) Someter intencionalmente el grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total, o parcial
d) Imponer medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno de grupo
e) Trasladar por la fuerza niños de un grupo a otro.

Las victimas de estos actos deben pertenecer a un grupo nacional, racial, étnico o
religioso, que constituye el “objetivo” del genocidio en cuestión. Parece ser que, desde
un punto de vista subjetivo, el autor de este crimen busca la destrucción de una cantidad
importante de miembros de un grupo, pero en la realidad, solo se requiere que ataque
con éxito a por lo menos dos personas. Al prestar atención a la estructura del genocidio,
nos hallamos con un crimen en el que debe estar presente necesariamente la intención,
lo que lleva a muchos autores a considerar que se debería admitir el delito en caso de
que solo maten a un miembro de un grupo.

El artículo 6 del Estatuto de Roma, no exige manifiestamente un elemento de contexto,


los Elementos de los Crímenes, revelan al final de las formas especificas de genocidio:
“que la conducta haya tenido lugar en el contexto de una pauta manifiesta de conducta
similar dirigida contra ese grupo o haya podido por si misma causar esa destrucción”.
Sobre esto, el Tribunal Superior del Land de Dusseldorf estableció que para hablar de
genocidio se requiere de una “conducta centralizada y organizada estructuralmente”,
pero, aunque ese requisito se presenta en la mayor parte de los casos, el Derecho
Internacional no lo exige. Por este motivo, los tribunales ad hoc han afirmado que la
existencia de un plan no es un ingrediente jurídico del genocidio, sin embargo, solo
podría llegar a ser un factor importante para probar la intención especial.

Con respecto al elemento subjetivo el genocidio debe llevarse adelante con


premeditación y conocimiento. De acuerdo con la jurisprudencia, el autor debe tener
intención de destruir un miembro del grupo, y a su vez, debe estar consciente de la
pertenencia al grupo de la persona, la destrucción del grupo integra la intención
especial. Según el artículo 32 del Estatuto, si el autor del genocidio carece del
conocimiento de un evento, incurriría en un error de hecho y con ello se lo excluye de
responsabilidad penal.

En el Derecho consuetudinario, el concepto de intención especial se utiliza para


diferenciar los delitos de “intención general”, compuestos por lo delitos en los que no se

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precisa ningún nivel de intención. A diferencia, la intención especial, solo implica un
conocimiento positivo de los elementos constitutivos del actus reus.

El problema principal en los casos de genocidio es probar la intención especial, pero lo


importante es la consecuencia de la distinción del actus reus, mens rea y la intención
especial, y ésta es que: es irrelevante para la consumación de un crimen que el
autor tenga o no éxito en su intento de destruir el grupo, total o parcialmente.

En términos más claros, la definición de genocidio se refiere a “cualquiera de los


siguientes actos” de los cuales únicamente el primero (la matanza) tiene como
consecuencia la muerte de las víctimas, entonces, no es necesario que ni siquiera
una sola persona muera para que se cometa un acto de genocidio completo. De
esta conclusión partirá entonces mi análisis, el cual se enfocará solo en dos formas
específicas de genocidio:

1) Lesionar gravemente la integridad física o mental de los miembros del grupo


2) Imponer medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno de grupo

La violencia sexual contra las mujeres y la mutilación genital femenina son dos prácticas
que podrían encuadrarse dentro de estas dos formas de genocidio y seguidamente
explicaré porqué.

Mutilación genital

La mutilación genital femenina es un fenómeno que no data de un año en específico, se


han encontrado rastros de esta práctica en momias egipcias. Sin embargo, aún no llega
a su fin pese a la lucha de muchas organizaciones internacionales.

Por mutilación genital femenina (también conocida como circuncisión faraónica) se


entiende: todo procedimiento que implique la extirpación total o parcial de los genitales
externos femeninos, u cualquier otro tipo de lesión a los genitales femeninos por motivos
no médicos. Pese a que esta práctica se considera una violación a los derechos
humanos a escala internacional, según estadísticas de UNICEF, en la actualidad, más
de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital. Esta práctica se lleva
a cabo en 30 países de tres continentes distintos, pero la mitad de los casos se
concentran en Etiopia, Egipto e Indonesia. Se ha demostrado que, por lo menos 3
millones de niñas por año sufren las consecuencias de esta práctica que también
muchas veces desencadena en la muerte. Las estimaciones basadas en los datos más
recientes de la Organización Mundial de la Salud sobre prevalencia indican que 91,5

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millones de mujeres y niñas mayores de 9 años en África padecen actualmente las
consecuencias de la mutilación genital femenina.

El procedimiento de mutilación genital femenina se puede diferenciar en las siguientes


practicas: la clitoridectomía (por la que se extirpa total o parcialmente el clítoris), la
excisión (extirpación de la totalidad o de parte de los labios menores) y la ablación de
los labios mayores para crear superficies en carne viva que después se cosen o se
mantienen unidas con el fin de que, al cicatrizar, tapen la vagina. Se llevan a cabo a
muy distintas edades, que oscilan entre poco después del nacimiento y el primer
embarazo, pero generalmente la mutilación genital femenina se practica entre los cuatro
y los ocho años.

Esta práctica se lleva a cabo de una forma totalmente tradicional, sin intervención
médica y en efecto sin instrumentos sanitarios. La persona que lleva adelante este
procedimiento suele ser una anciana, partera o curandera y por lo general, no se toma
ninguna medida para evitar el dolor más que ordenarles a las niñas que se sienten en
agua fría para entumecer la zona vaginal. Solo, en el caso de las niñas que pertenecen
a familias adineradas, puede suceder que la práctica la realice un médico.

Existen factores culturales que podrían “justificar” o explicar este acto atroz, pero lo
cierto es que la mutilación genital femenina es la manifestación de una arraigada
desigualdad de género. El conocimiento de las niñas y mujeres sobre lo que le va a
suceder a su cuerpo es diferente en cada caso, muchas se muestran predispuestas ya
que se asocia la práctica a una “iniciación” o una festividad, incluso se las convence de
que es un regalo para ellas. En aquellas culturas, educan a las niñas de manera tal que
someterse a tal atrocidad implica una suerte de valentía de su parte.

La mutilación o “genocidio vaginal”, como me parece correcto llamarlo de ahora en


adelante, se lleva a cabo utilizando un cristal roto, una tapa de lata, la hoja de una navaja
u otro elemento cortante, también se utilizan espinas o puntos para unir ambas partes
de los labios mayores y en algunos casos las piernas de las mujeres pueden
permanecer atadas hasta 40 días, y si la mutilación ha sido practicada como parte de
una ceremonia, se lleva a las niñas a un lugar en donde se les va a impartir “enseñanzas”
tradicionales que están relacionadas a su comportamiento como mujer en la sociedad.
En una sociedad en la que se utiliza la mutilación genital femenina como forma de
culturización de las mujeres, una niña no puede considerarse adulta hasta que no se
haya visto sometida a la misma.

Efectos físicos y psicológicos de la mutilación genital femenina: Genocidio


vaginal

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La mutilación genital femenina encuadra dentro de las dos formas específicas del
genocidio que opte analizar, son: las medidas destinadas a impedir nacimientos dentro
del seno de un grupo, y también lesionar gravemente la integridad física o mental de los
miembros del grupo. El motivo de llamarlo genocidio vaginal es por las numerosas
secuelas físicas y psicológicas que deja en las mujeres ésta práctica que incluso,
muchas veces, puede derivar en la muerte.

Entre los efectos físicos los más frecuentes se encuentran: en el momento en que se
realiza, la victima sufre extremos dolores, conmoción, hemorragias y daños en los
órganos que rodean el clítoris y los labios, también muchas mujeres posteriormente han
presentado retención de orina e infecciones graves, infecciones crónicas del tracto
urinario, piedras en la vejiga y la uretra, trastornos renales, infecciones del tracto genital
a consecuencia de la obstrucción del flujo menstrual, infecciones en la pelvis e
infertilidad. El dato no menor es que esta práctica atroz es la causa de que muchas
mujeres hayan contraído VIH porque se utiliza el mismo instrumento sin esterilizar.

En algunos casos, para que la mujer pueda tener su primer acto sexual hay que practicar
una incisión previa para hacer posible la penetración, que es, a veces, realizada
directamente por sus esposos, y algunas mujeres sufren graves heridas a causa de esas
incisiones mal realizadas, lo que luego puede aumentar el riesgo de transmisión de VIH
durante las relaciones sexuales.

En el parto, las mujeres que han sufrido excisión, sufren desgarros perineales u
obstrucción del parto, en esta situación las mujeres corren un importante riesgo de
muerte, y también el niño o niña por nacer. Tras el parto, suele suceder que se les vuelva
a practicar la infibulación a las mujeres para asegurarse de que solo puedan tener
relaciones sexuales con sus maridos, es clara la desigualdad de género y el abuso de
poder de los hombres manifestada en estas prácticas.

A partir de lo expuesto, la mutilación genital femenina podría considerarse una forma


destinada a impedir nacimientos dentro del seno de un grupo y también una lesión
física y emocional grave, en consecuencia, un genocidio contra las mujeres de estas
culturas. En primer lugar, porque se ha demostrado que ésta práctica deja una secuela
emocional en la mujer tan profunda que, muchas veces, no tienen interés en
reproducirse porque temen a tener una hija mujer que sufra de la misma manera, lo que
deriva en que se practiquen abortos por su cuenta. Por otro lado, las graves infecciones
que padecen a causa de una mutilación mal realizada pueden resultar en la infertilidad
de las mujeres, o en que contraigan VIH, lo que produce un gran impedimento para ser
madre. Además, como he mencionado más arriba los partos no son seguros, tampoco

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higiénicos, y a veces se dan sin intervención médica, los desgarros vaginales y las
obstrucciones pueden tener como consecuencia la muerte de la madre o del niño o niña.

La imposición de medidas implica la necesidad de un elemento de coerción. Impedir


nacimientos en un grupo también se conoce como “genocidio biológico”, se le niegan
los medios para reproducirse a una persona, dentro del cual encuadra la mutilación
genital.

En el caso Akayesu, la Sala de Primera Instancia ha expuesto que, en las sociedades


patriarcales, las medidas destinadas a impedir nacimientos dentro de un grupo pueden
ser físicas, pero también mentales. La Sala se ha referido como ejemplo a la violación,
por la cual la mujer victima se rehusará a procrear, pero de la misma manera considero
que esto incluye a las mujeres mutiladas que por el trauma, se rehusaran también a
procrear.

La mutilación genital femenina deja lesiones psíquicas, y como he señalado, no se exige


que una persona muera para que se configure un genocidio, solo basta la intención de
destruir parcial o totalmente a ese grupo y considero que, realizar una practica tan atroz
sin consentimiento de la mujer, sin respetar sus derechos humanos fundamentales que
le corresponden por el solo hecho de ser persona, que no tiene ninguna finalidad
médica, que tiene como consecuencia numerosas secuelas físicas, que importa un
riesgo de muerte, que importa la imposibilidad de reproducirse, entre otras cuestiones
implica, sin lugar a dudas, una destrucción de la vida de las mujeres, a corto, y a
largo plazo, de la que es imposible recuperarse.

Señora Njeri, defensora de la mutilación genital en Kenia expresó; “la circuncisión hace
limpias a las mujeres, fomenta su virginidad y castidad y protege a las muchachas
jóvenes de la frustración sexual al atenuar su apetito sexual.”

El elemento intención de destruir total o parcialmente a un grupo, se encuentra


presente en estos actos, ya que culturalmente, la mutilación del clítoris se realiza porque
se considera que la mujer no debe experimentar placer sexual en una relación para
reducir las posibilidades de que tengan relaciones fuera del matrimonio, es decir, que
ese beneficio solo se les concede a los varones, y se pone en duda la capacidad de la
mujer de ser fiel sin necesidad de ser mutilada, por lo que desde ya existe una intención
de atacar y reprimir la libertad sexual e impedirles sentir placer por el solo hecho de
ser mujer. La ablación del clítoris, y de los labios (que algunos consideran partes
masculinas del cuerpo de una mujer), según los defensores de esta práctica, incrementa
la feminidad, y por ende la sumisión y obediencia.

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Existe una intención culturalmente patriarcal que representa la necesidad de someter a
una niña a un acto tan espeluznante para considerarla mujer adulta y no excluirla del
grupo, se las obliga y muchas veces se las convence de que solo así serán una parte
importante de la sociedad, ese daño emocional humillante es casi irreversible y se lleva
a cabo con intención, porque son culturas tan arraigadas que consideran que sus
tradiciones deben ser respetadas sin oposición.

Los relatos personales de estas mujeres revelan sentimientos de ansiedad, terror,


humillación. Algunos efectos de conmoción -aseguran expertos- tienen consecuencias
en el comportamiento de la mujer y es que ellas sean más “dóciles”, lo que es positivo
para este tipo de sociedades. El efecto psicológico más grave del genocidio vaginal
es el de ser aceptadas en la sociedad, la práctica marca la diferenciación de sexos en
lo que atañe a sus futuros papeles de la vida y en el matrimonio.

Las creencias sobre la higiene, la salud y la estética que les proporciona esta práctica a
las mujeres, la religión, la cultura patriarcal que representa la necesidad constante de
someter a las mujeres a un solo hombre y hacer que de sus actos dependa el honor de
toda una familia, no son motivos justificables para destruir la vida de todas estas niñas
y mujeres. Todas estas cuestiones que exponen como justificación para mutilar una
parte viva del cuerpo de una persona por el solo hecho de nacer biológicamente con
sexo femenino, configuran barreras para la libertad y los derechos humanos de millones
de mujeres, y deben ser derribadas. La mutilación genital femenina es sin dudas un
genocidio, reproductivo, físico y emocional, no debemos como sociedad avanzada en
derechos humanos aceptar que mutilar a una persona es correcto solo porque hay que
respetar culturas, los derechos que nos corresponden a todas las personas por igual,
sin distinción de sexo, van más allá que cualquier diversidad cultural, que deja de ser
respetable cuando viola y atropella las libertades fundamentales configurando un
genocidio.

Países como Sudan ya han prohibido ésta practica por considerarla un delito, pero falta
mucho por hacer, los gobiernos de los países poco o nada han hecho para prohibirla y
la Comunidad Internacional debe luchar para erradicar del mundo este acto tan cruel y
violento que amedrenta a las niñas y mujeres de estas culturas ancestrales. Algunas
normas internacionales más recientes, contienen prohibiciones explícitas de la
mutilación genital femenina. Esta cuestión forma parte del plan de trabajo de la
Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías desde
principios de los años ochenta. La mutilación genital femenina fue reconocida como
forma de violencia contra la mujer en la Declaración sobre la Eliminación de la

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Violencia contra la Mujer y en la Declaración y Plataforma de Acción de Pekín, ambas
de la ONU. Es importante mencionar que Amnistía Internacional desempeña un papel
importante en la protección de millones de mujeres y niñas frente al riesgo de la
mutilación.

No basta con reconocer que la mutilación genital femenina es una de las muchas formas
de injusticia social que sufren las mujeres de todo el mundo, sino que es un genocidio y
que jurídicamente podría encuadrarse como tal dentro de dos formas específicas que
establece el Estatuto de la Corte Penal Internacional, sin necesidad de que la víctima
muera, y esto es esencial para superar la idea de que las intervenciones internacionales
en relación con la mutilación genital femenina son ataques contra determinadas culturas.
Una perspectiva humanística sostiene que los derechos de las mujeres y las niñas a la
integridad física y psíquica, a no ser discriminadas y a que posean un nivel alto de salud
son universales y no pueden invocarse razones de carácter cultural o religioso para
justificar la violación de estos derechos.

Los gobiernos comprometidos internacionalmente deben actuar en conjunto con las OI


para impulsar medidas que prohíban y castiguen este genocidio vaginal, la Corte Penal
Internacional debe juzgar a los más altos defensores de estas prácticas como se juzga
a un culpable de cometer genocidio.

La violencia sexual contra las mujeres

En palabras de la ONU MUJERES, ya sea en el hogar, en la calle o en los conflictos


armados, la violencia contra las mujeres y niñas es una violación de derechos humanos
de proporciones pandémicas, que ocurre en espacios públicos y privados. La violencia
contra las mujeres y niñas se manifiesta de forma física, sexual y psicológica, a través
de su compañero sentimental, de la violencia sexual, la trata de seres humanos, la
mutilación genital femenina y el matrimonio infantil.

La violencia sexual, que es el delito que desarrollaré en este análisis, configura todo
acto sexual realizado contra la voluntad de otra persona, lo que incluye cuando otra
persona no da su consentimiento o no lo puede dar porque es niño o niña, tiene una
discapacidad mental, o no esta consciente como resultado del consumo de alcohol o
drogas. Estos actos pueden ocurrir en diferentes circunstancias y espacios:

-Acoso sexual: incluye formas sin contacto físico, por ejemplo, comentarios sexuales
haciendo alusión a partes del cuerpo o la apariencia física de una persona, peticiones
de “favores” sexuales, miradas sugerentes, acecho, y la exposición de órganos sexuales

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de una persona a otra. También incluye formas de contacto físico, como rozarse con
otra persona de manera sexual.

-Violación: Es una penetración vaginal, anal u oral no consensuada de carácter sexual


sobre el cuerpo de otra persona, ya sea con una parte del cuerpo o un objeto. Se dan
situaciones de violación en el ámbito matrimonial u relaciones efímeras, por parte de
extraños, familiares y durante conflictos armados.

Según estadísticas de la Organización de Naciones Unidas, aproximadamente 15


millones de mujeres de todo el mundo han sufrido relaciones sexuales forzadas en algún
momento de su vida. La OMS, a su vez, ha explicado que la violencia sexual abarca
actos que van desde el acoso verbal a la penetración forzada y varios tipos de coacción
como lo son la presión social y la intimidación a la fuerza física.

La violencia sexual incluye pero sin embargo no se limita a: la violación en el matrimonio


o en citas, la violación por desconocidos o conocidos, violación en el ámbito escolar o
laboral, violación sistemática, esclavitud sexual y otras formas de violencia que tienen
como común denominador darse en el ámbito de conflicto armado, abuso sexual de
personas con discapacidad, violencia y abuso sexual a niños menores y formas
tradicionales de violencia sexual, como matrimonio o cohabitación forzados y herencia
de viuda.

La violencia sexual es muy común en todo el mundo día a día, pese a esto, los
movimientos feministas se encuentran luchando hace décadas para derribar el sistema
patriarcal y para que caigan de una vez las barreras que le impiden a la mujer vivir sin
miedo y con libertad, lo que incluye por supuesto la implementación de Educación
Sexual Integral para que desde niños los varones comprendan que no tienen derechos
sobre el cuerpo de las mujeres.

Es tan común la violencia sexual que, por ejemplo, América Latina, no cuenta con
estadísticas completas y verídicas de la cantidad de mujeres que han sido violadas en
la región y esto es consecuencia muchas veces del estigma social y el miedo a
denunciar. Sin embargo, existen algunos datos, En México, por ejemplo, entre enero y
abril de 2020 se denunciaron 5.519 presuntos delitos de violación, 181 más que en el
mismo período del año pasado. En Argentina se denunciaron en 2018 -último dato
disponible- un total de 4.141 presuntas violaciones. En Perú, en lo que va de 2020, al
menos 328 niñas menores de 14 años han tenido partos que han tenido origen en una
violación.

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No solo ocurre en América Latina, en el mundo, las autoridades de los países no se han
ocupado de actualizar las cifras de los hechos de violencia sexual. Pero, por ejemplo,
en España este año, 2020, se ha conocido una cifra alarmante de violencia sexual: 1 de
cada 2 mujeres, es decir, la mitad de las mujeres que viven en España, han sufrido algún
tipo de violencia en sus vidas.

Al hablar de trata de personas, también existen datos temibles, si bien es un problema


que afecta a ambos sexos, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas
de 2018, la incidencia sobre las mujeres es aún mayor, ya que el 72% de las victimas
de trata son mujeres y niñas, y 4 de cada 5 mujeres victimas de trata son utilizadas para
fines de explotación sexual.

El delito de violación se ha perpetrado, en su mayor medida contra las mujeres, desde


siglos atrás, como lo hemos comprobado en todos los registros históricos de nuestros
antepasados, porque lejos de ser considerado delito, los hombres han considerado por
mucho tiempo a la mujer como un objeto sexual en la esclavitud y no como humanas, a
las que había que respetar en igualdad de condiciones, sobre sus cuerpos y sobre su
participación ciudadana.

Brownmiller en su libro “Against Our Will: Men, Women and Rape” (1975) sostiene que
el delito de violación es un mecanismo de control históricamente dominante, pero
ignorado, y a su vez, defendido por instituciones patriarcales y relaciones sociales que
refuerzan la dominación masculina y el sometimiento femenino. También analiza la
historia y las diversas utilizaciones de la violación en situaciones de guerra,
argumentando que los actos de dominación y sometimiento reflejan y reproducen más
ampliamente estos acuerdos patriarcales, sociales y de género.

La violencia sexual como arma de guerra en conflictos armados

El concepto de delito de violación como crimen de guerra se abordó por primera vez en
la década de los 90, al finalizar la guerra de Bosnia, cuando se denunciaron violaciones
a los derechos humanos, incluyendo la violación sistemática de mujeres musulmanas.

En 1998, la Sala de Primera Instancia del Tribunal Penal para Ruanda (TPIR), dictó
sentencia en el caso contra Jean-Paul Akayesu, se trataba de un funcionario local
cuando comenzó el genocidio contra los Tutsi en Ruanda. El tribunal lo declaró culpable
por incitar a las matanzas en su región y por instigar actos de violación como forma
de genocidio. El Tribunal sostuvo que las mujeres fueron violadas por ser miembros de
la etnia Tutsi, la violación en este caso constituía genocidio.

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La Relatora de Naciones Unidas Radhika Coomaraswamy, ha investigado y
documentado lo sucedido en Ruanda y afirma que, en el conflicto de 1994, alrededor de
500.000 mujeres fueron torturadas, violadas, mutiladas y masacradas. La violencia
sexual cometida a esta escala tan atroz dejó en claro que las agresiones sexuales en
estos casos se utilizaron como un aparato letal de limpieza étnica.

En el marco de una acción participativa llevada a cabo desde el año 2005 hasta el año
2009, con 54 mujeres mayas de cuatro grupos étnicos diferentes (Q’eqchi’, Mam, Chuj,
y Kaqchikel) sobrevivientes de violación sexual durante el conflicto armado en
Guatemala (1960-1996), se ha investigado y analizado el uso masivo de la violencia
sexual contra las mujeres mayas en el conflicto, y ha sido abordado por ellas mismas
como feminicidio y genocidio. El Estado ha utilizado la violencia y la esclavitud
sexuales para destruir la continuidad biológica, social y cultural del pueblo maya, a
través del uso de la violencia sobre el cuerpo de la mujer. En el análisis de esta
investigación se ha concluido que la violación no es simplemente un daño colateral
dentro de la guerra, sino que fue una estrategia realizada por agentes del Estado, fue
pensada para masacrar al enemigo a través del cuerpo de las mujeres (modus
operandi).

La violación también se utilizó como forma de castigo en contextos de represión contra


mujeres que eran consideradas lideres o integrantes de organizaciones sociales,
estudiantiles, políticas, sindicales y de derechos humanos, también para castigar a los
familiares sospechados de participar en la guerrilla. A su vez, se ha utilizado como forma
de tortura para obtener información, pero más esencialmente para lograr instalar el
miedo en el cuerpo de las mujeres. Rita Segato explica estos hechos como “las nuevas
formas de guerra”, la agresión sexual ocupa un eje central como arma de guerra.

El termino feminicidio, se ha utilizado también para evidenciar que las violaciones no


fueron cometidas por soldados en búsqueda de placer, sino que, fue una política de
guerra estatal que tenia como objetivo destruir a un grupo de mujeres por ser mujeres,
enemigas internas, por ser mayas y campesinas, lo que para el Estado significaba que
apoyaban organizaciones insurgentes. De este modo, habida cuenta de esta intención
de destruir el poder del grupo social, el término derivado de “feminicidio” es, en última
instancia definido, como la dimensión de género del genocidio.

Las políticas de guerra han encontrado su fundamento en un sistema ideológico sexista,


racista y clasista, que históricamente ha descalificado a las mujeres.

La Comisión de Esclarecimiento histórico sostiene que:

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La reiteración de actos destructivos dirigidos de forma sistemática contra
grupos de la población maya […] pone de manifiesto que el único factor
común a todas las víctimas era su pertenencia al grupo étnico, y evidencia
que dichos actos fueron cometidos “con la intención de destruir total o
parcialmente” a dichos grupos. [Por lo tanto], agentes del Estado de
Guatemala, en el marco de las operaciones contrainsurgentes realizadas en
los años 1981 y 1982, ejecutaron actos de genocidio en contra del pueblo
maya (CEH, 1999, tomo III: 418-419).

Las violaciones cometidas tanto contra las mujeres mayas como las mujeres tutsis
constituyeron un medio idóneo para destruir total o parcialmente a un grupo
nacional, étnico, o religioso, como tal.

Los Nazis también han empleados formas de violencia sexual y atentados contra
el género, tales como la esterilización médica, el feticidio y el feminicidio, con la
intención de destruir a los grupos que ellos consideraban “inferiores” a través de
la manipulación de las capacidades reproductivas de la mujer.

Para entender porque este delito debería ser considerado como un genocidio hay que
conocer primero las consecuencias derivadas de la violencia sexual las cuales resultan
de un informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud.

-En cuanto a la salud reproductiva de la mujer: Traumatismo ginecológico, embarazo


no planeado, aborto inseguro, disfunción sexual, infecciones de transmisión sexual ITS,
incluida la infección por el VIH.

-En cuanto a la salud mental: Depresión, trastorno por estrés postraumático, ansiedad,
síntomas somáticos, comportamientos suicidas, trastornos de pánico.

-Conductuales: Comportamiento de alto riesgo, por ejemplo, relaciones sexuales sin


protección o el abuso de alcohol y otras drogas, también el riesgo mayor de sufrir
violencia sexual posteriormente, y en los varones de perpetrarla.

-Resultados mortales: Muertes por suicidios, complicaciones en el embarazo, abortos,


SIDA, asesinato durante la violación o en defensa del “honor”, infanticidio (homicidio de
un infante) de un niño nacido como resultado de una violación.

La violencia sexual como genocidio

La violencia sexual contra las mujeres podría ser considerada como un genocidio por
encuadrar en las dos formas específicas de este delito que he tratado desde el comienzo
de este trabajo: las medidas destinas a impedir nacimientos dentro del seno de un grupo

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y lesionar gravemente ya sea física o psicológicamente a la víctima, de la misma manera
que ha encuadrado la mutilación genital femenina.

En el derecho internacional humanitario, existen innovaciones, pero también muchas


contradicciones con respecto al delito de violación, ya que éste tiende a estar asociado
con el “honor” de la mujer y no con un acto de violación, lo que trae aparejado que se
haga hincapié en la protección de las mujeres, lo cual es correcto, pero deja de lado la
prohibición de este delito. Resulta ser que este énfasis puesto en el honor y en la
protección impide ver la criminalidad y violencia de este acto en el ámbito del derecho
internacional.

No existe una única autoridad para definir el delito de violación, hay variadas
definiciones, por lo que tampoco existe a nivel regional ni a nivel de las Naciones Unidas,
por esa razón señalar una definición que pueda ser abordada en el derecho
internacional humanitario no será posible. Más allá de que el delito de violación esté
contemplado en las categorías de crímenes internacionales tales como la tortura, el
genocidio, las graves violaciones a las disposiciones de los Convenios de Ginebra de
1949, o los crímenes de lesa humanidad, no es considerado actualmente como un
crimen internacional en si mismo.

Lemkin, creador del término genocidio, ha dejado en claro que el genocidio involucra
tanto grupos como individuos (porque los grupos no pueden existir sin sus miembros
individuales). Sin embargo, los individuos son afectados a causa de su pertenencia a un
grupo determinado, lo cual se encuentra estrechamente ligado al siguiente hecho
indiscutible: las mujeres victimas de violencia sexual son violadas porque son
mujeres.

En cuanto al tipo específico de genocidio: causar daños corporales o mentales


graves a los miembros del grupo, la Sala de Primera Instancia del TPIT considera
que causar daños físicos o mentales graves (sin limitarse a los mismos) equivale a infligir
actos de tortura, trato inhumano o degradante, cometer actos de violencia sexual,
violaciones, mutilaciones, combinados con golpizas y/o amenazas de muerte. En Krstic,
la Sala de Primera Instancia ha declarado también que el abuso sexual y la violencia
están entre actos que pueden causar daños físicos o mentales. Asimismo, el juicio
Krstic, determinó que un daño grave no necesita causar un perjuicio irremediable, sino
que debe ir más allá de la infelicidad, humillación o vergüenza temporales.

Tal como lo he explicado sobre la mutilación genital femenina, las medidas destinadas
a impedir nacimientos dentro de un grupo indican la necesidad de un elemento de
coerción, en el caso Akayesu, la Sala de Primera Instancia declaró que, “en las

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sociedades patriarcales, donde la pertenencia a un grupo está determinada por la
identidad del padre, un ejemplo de una medida destinada a impedir un nacimiento es
cuando, en una violación, un hombre de otro grupo, deja embarazada deliberadamente
a una mujer del primero para que ella de a luz un niño que, no pertenecerá al grupo de
la madre”. Esta situación representa una vez más el atentado constante a la libertad del
cuerpo de la mujer. Además, la Sala determinó que la violación puede resultar en un
acto que impida nacimientos, ya que la mujer se rehusará a procrear por el trauma.

Según Lentin (1997) la violación también genera vergüenza y trauma, lo que impide
matrimonios, provoca divorcios, obliga a las mujeres a abandonar o matar a los hijos
que son producto de la violación y destruye los cimientos sobre los que la cultura
humana se basa y se mantiene. Otras formas de violencia incluyen el feticidio si la
victima está embarazada, lo que también puede provocar la muerte.

El delito de violación en el contexto de conflictos armados también sirve como una forma
de control social, es evidente que las mujeres son objetivo de guerra a causa de su
género, porque son parte de un grupo o percibidas por el enemigo como conspiradoras
políticas, lo que evidencia odios profundamente arraigados: el racismo, el clasismo y la
xenofobia.

La definición del delito de violación como atentado a la sexualidad autónoma de una


persona es compatible con la definición de genocidio que atenta contra un grupo.
Reitero, el genocidio no requiere que se logre atentar fácticamente contra “un grupo”, lo
que se traduce a varias personas, si no que también se da lugar a la intención de
cometer un delito contra un individuo, entonces, si el delito de violación se tipifica como
genocidio podría considerarse una violación de derechos contra un grupo, como
también contra una sola persona. El delito de violación pasa de ser un atentado contra
una persona para ser parte de la protección de un grupo.

Entender al genocidio como un crimen internacional ha derivado de la necesidad de


proteger a todos los grupos humanos, ha sido influido por el derecho a la vida de los
individuos. Sin embargo, hay que poner foco en el derecho a existir de todos los grupos
humanos, lo que se contrapone claramente con el concepto actual de derechos
humanos que pone su énfasis en el individuo. El genocidio es definitivamente una
violación contra el grupo en su conjunto, no obstante, los actos de genocidio son a su
vez, cometidos contra personas dentro de estos grupos, cada una de ellas son
asesinadas, maltratadas, violadas.

El resultado de subsumir el delito de violación bajo la categoría de genocidio es elevar


este delito por sobre estos crímenes internacionales y violaciones a los derechos

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humanos para contrarrestar así el estatus del delito de violación, ya que esta ausente
en gran parte del derecho internacional. El cambio de la definición de delito sexual a
genocidio ayudará a reconstruir lazos sociales que este delito destruye y a eliminar el
estigma de la perdida de honor que genera en muchas culturas.

Por último y muy importante, tipificar a la violación como un genocidio contribuirá a


eliminar la vergüenza que sienten las víctimas, ya que como sabemos en todo el mundo
se ha señalado constantemente a la victima y no al violador. De esta forma la
responsabilidad, al considerarlo una violación genocida se centrará en los autores. No
obstante, es muy relevante para cambiar este paradigma, oír la opinión de las
victimas de violencia sexual.

Resulta suficiente recordar las consecuencias físicas y mentales de la violación según


la OMS que he expuesto más arriba para que el Derecho Internacional Humanitario
comience a hacer un énfasis verdaderamente en la prohibición de la violación, y que los
Estados se ocupen de juzgar a los culpables de cometer este delito. La historia y los
millones de abusos cometidos sobre los cuerpos de las mujeres ha llegado a un punto
pandémico en el que es necesario considerar este acto como un peligro inminente de
muerte que, aunque a veces no resulte en tal, la vida de las victimas resulta destruida e
impide su desarrollo pleno en la sociedad (lo que es resultado también de la falta de
confianza por parte de las mujeres en los mecanismos de justicia) lo que implica, colocar
un foco urgente sobre la posibilidad de considerar la violación contra las mujeres como
forma de genocidio.

La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, adoptada por


Naciones Unidas, en diciembre de 1993, representa la aceptación por parte de la
Comunidad Internacional, de la existencia de un fenómeno universal de violencia de
género que afecta exclusivamente y en especial a las mujeres. Esto significa un triunfo
importante, a nivel teórico, pero hacer efectivo su contenido y que las mujeres gocen de
medios para su aplicación aún requiere de un largo proceso. Ante todo, requiere de años
en los que cambie la manera de educar a los varones y también a algunas mujeres, que
avalan el sistema patriarcal, inculcado desde los primeros años de vida, porque ese
sistema es la cuna de la violencia contra la mujer, no cabe admitir cultura, religión o
tradición que pueda estar por encima de los derechos de la mujer, que le corresponden
por el solo hecho de ser persona.

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