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EXPERIMENTO DE TUSKEGEE ALABAMA

El Experimento de Tuskegee, también conocido como el Estudio de Sífilis de


Tuskegee, fue un oscuro episodio en la historia de la medicina y la ética en los
Estados Unidos. Este experimento tuvo lugar en Tuskegee, Alabama, entre
1932 y 1972 y tuvo consecuencias devastadoras para cientos de hombres
afroamericanos.

La sífilis, una enfermedad de transmisión sexual, era una gran preocupación


de salud pública en ese momento. En 1932, el Servicio de Salud Pública de los
Estados Unidos (PHS, por sus siglas en inglés) inició un estudio para observar
la progresión natural de la sífilis. Seleccionaron a 600 hombres, 399 de los
cuales ya estaban infectados con sífilis y 201 sin la enfermedad, para
participar en lo que se les dijo que era un programa de tratamiento gratuito.

Sin embargo, lo que los participantes no sabían era que no se les estaba dando
tratamiento alguno para la sífilis. En cambio, el objetivo principal del estudio
era observar cómo la enfermedad progresaba sin intervención médica. Incluso
cuando la penicilina se convirtió en el estándar de tratamiento para la sífilis en
la década de 1940, los investigadores no ofrecieron el medicamento a los
participantes del estudio.

A lo largo de las décadas, los hombres del estudio sufrieron graves


consecuencias de la enfermedad. Muchos desarrollaron complicaciones
graves como ceguera, sordera, trastornos neurológicos y daño cardiovascular.
Algunos transmitieron la enfermedad a sus parejas y algunos de sus hijos
nacieron con sífilis congénita.

Quizás lo más impactante de todo fue que los investigadores conocían los
riesgos y las consecuencias de la sífilis sin tratamiento, pero optaron por no
intervenir, incluso después de que se demostrara que la penicilina era un
tratamiento efectivo. El estudio continuó durante 40 años, a pesar de las
protestas de algunos médicos y activistas que criticaban la ética del
experimento.

No fue hasta 1972, cuando Peter Buxtun, un investigador del PHS, filtró
información sobre el estudio a la prensa, que finalmente se detuvo. El
escándalo resultante llevó a una revisión ética exhaustiva y a la promulgación
de regulaciones más estrictas para la investigación médica en humanos. En
1974, el gobierno de los Estados Unidos llegó a un acuerdo de $10 millones
para compensar a los sobrevivientes y a las familias de aquellos que habían
fallecido como resultado del experimento.

El Experimento de Tuskegee dejó un legado de desconfianza hacia la


comunidad médica entre muchos afroamericanos. Sembró dudas sobre la
ética y la equidad en la investigación médica y planteó importantes preguntas
sobre el consentimiento informado, la justicia social y la responsabilidad ética
de los investigadores. Este trágico episodio sigue siendo un recordatorio
sombrío de los peligros de la investigación sin escrúpulos y la importancia de
respetar la dignidad y los derechos de los participantes en los estudios
clínicos.

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