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TRAS LA FERIA DEL LIBRO

(o especie de crónica que no está catalogada en algún libro sobre periodismo y que

Kapuściński conocía)

Las noticias que se conocen hasta el día de hoy, que ya no son noticias porque

perdieron su actualidad: La Feria del libro de La Paz (FIL) inició un miércoles 10 de

agosto. La FIL cambió de sitio. La FIL se llevó acabo en el COE (Círculo de Oficiales

del Ejército). Los stands fueron menos, de menor tamaño. Fueron 50 mil personas que

visitaron la FIL. La FIL concluyó el domingo 14 de agosto.

El 10 de agosto fui a la FIL antes de que haya sido inaugurada. Un amigo

escritor me había dicho: «Si vas temprano te llevas lo mejor. Libros a bajo precio,

incluso puedes robar algunos». Fui con esa frase resonando en mi cráneo (valga la

imagen, porque la realidad dice que el cráneo no resuena con frases dichas con

anterioridad). ¿Qué es lo que encontré? ¿La Utopía de Tomás Moro? ¿La Arcadia?

¿Algunos versos bucólicos? ¿Libros baratos? No, nada de eso.

Encontré a personas de editoriales que ordenaban los libros, que llevaban cajas,

que colocaban precios, que adornaban el COE con publicidad nada literarias: Mujeres

con poca ropa anunciado teléfonos, anunciando memorias USB, anunciando refrescos.

Un encargado me dijo: «¿Qué buscas?» De buena gana le hubiese comentado mi plan

secreto de robar libros o conseguirlos a bajo precio, pero el policía que me escoltó a la

puerta no me dejó hacerlo.

Regresé a la FIL un sábado. Pagué 2 Bs. para llegar al COE. Pagué 7 Bs. para

ingresar. Estaba repleta. Hombres saliendo. Mujeres comiendo helados. Vendedores que

decían: «¿Qué busca?». Un joven preguntó: «¿Tiene “Cien años de soledad”?». «No

joven», respondió la vendedora, «pero tengo su continuación “El hombre


bicentenario”». (Éste diálogo funciona como chiste si se conoce su intertexto. Se

aconseja reír).

Sólo podía contentarme con mirar las tapas de los libros. La mayoría de ellos

estaban muy caros. Algunos datos: «Paradiso», de Lezama Lima costaba a 120 Bs. El

año pasado compré esa novela a 50 Bs. En el stand de Venezuela, stand que este año no

estuvo presente (por el limitado espacio). «El grito silencioso», de Kenzaburo Oe,

editorial País, que los vendedores del Mercado Lanza (libros usados y nuevos) venden a

30 Bs., me lo ofrecieron a 100 Bs. Con sonrisa de por medio del vendedor y una frase:

«Los traemos desde España». Cuando hojeé el libro encontré un sello que decía:

«Propiedad de Carlos Gutiérrez, abogado».

Los datos son fríos. Son como medallas. Esta FIL se llevó la medalla de acoger a

50 mil personas. Preguntas: ¿Cuántas de ellas compraron libros? ¿Cuántas leen

literatura, cuántas leen libros especializados, cuántas comics? ¿Cuántas se conformaron

con los separadores que regalaban? Bolivia se lleva la medalla de que es un país sin

analfabetos. Otras preguntas: ¿Aprender a leer, saber leer, leer con frecuencia es lo

mismo? ¿Cuántos libros lee una persona por año? ¿Cuántos libros compran aquellas

personas, por año? ¿Cuántos de esos libros son nuevos, usados? ¿No seremos

analfabetos funcionales que sabemos leer pero no leemos? ¿Por qué no leemos?

Y luego debemos analizar una palabra que quema: Educación. Y otra palabra

que quema aún más: Economía. Mi padre no compra libros porque debe pagar una

hipoteca, porque vive para el día siendo profesional, porque debe pagar le pensión de mi

hermano que aún está en colegio. Y cuando quiere comprar un libro debe ahorrar hasta

Navidad, y aun así le faltará tener el suficiente dinero para comprase el «Hablar con los
perros», de Wilmer Urrelo (una de las promesas de la literatura boliviana que es poco

conocido en Bolivia) porque cuesta 117 Bs.

Yo no tengo trabajo. No gano dinero. Con algunos trabajos esporádicos puedo

comprarme libros. Corrector. Mesero. Barrendero. Periodista. Vendedor de periódicos.

Salí de la FIL como un niño que debe conformarse con ver aparadores llenos de dulces,

que no puede comprar esos dulces porque son muy caros, porque está primero

sobrevivir antes de darse esos lujos. Creo que un filósofo dijo esto: «Un país ignorante,

es un país al que se le puede hacer de todo». Creo que fue Gramsci o tal vez fue

Cantinflas o tal vez fue Benito Mussolini. ¿Tragedia, comedia, horror?

Por algo se prohibía leer «El Quijote» en los tiempos de la Colonia. ¿No se nos

estará prohibiendo leer al igual que en esos tiempos? Tal vez sea se nos prohíba de una

forma más sutil, más enmascarada, pero de seguro es la misma prohibición, al fin y al

cabo.

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