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Centro Internazionale Giuseppino-Marelliano – Maggio 2021

Padre Trabajador
La carta apostólica Patris Corde del Papa Francisco subraya que uno de los aspectos que se
resalta en la persona y misión de San José es el trabajo. De hecho, los evangelistas subrayan
suficientemente su profesión de carpintero y como consecuencia, conocen a Jesús como Hijo
del carpintero de Nazaret. Diferentes documentos de los Papas subrayan expresamente el
ejemplo edificante del operario San José y su relación con el trabajo. Su misión se distingue por
su dedicación al trabajo honesto para sostener a su familia y para educar a Jesús dándole una
profesión, porque era un carpintero y tenía la responsabilidad de enseñar a su hijo la misma
profesión, al punto que Jesús fue identificado como el hijo del carpintero (Mt 13, 55; Mc 6, 3)

San Juan Pablo II ha llamado a San José en su encíclica Laboren Exercens, de septiembre de
1981, como el “Evangelio del trabajo”. No para nada el Papa Pio XII el 1 de mayo de 1955, en
un discurso a los obreros, lo propone como patrón y modelo de los obreros, instituyendo para
aquel día la fiesta litúrgica de San José Obrero. En el ejercicio de su paternidad, José tuvo el
honor de trabajar con el Hijo de Dios en su carpintería y enseñarle la profesión de carpintero.

Para algunos estudiosos, José era un tekton (Maestro de obras)es decir un obrero que
trabajaba la madera, la piedra o el metal, lo que implicaba que laborase como escultor, albañil,
ebanista, etc. Entonces un trabajador versátil. Algunos sostienen además que José fuese un
pequeño emprendedor o que poseyese una empresa de construcción y que con su trabajo
honesto sostuviese su familia con dignidad. Los estudiosos más modernos son de la opinión
que fuese un albañil, considerando que Galilea en los tiempos de Jesús era agrario y la
profesión de albañil no requería trabajos especializados.
Como carpintero que desarrollaba una variedad de actividades, José tenía su pequeña oficina
en el patio de su casa donde tenía la madera, sus instrumentos (sierra, martillo, clavos,
escuadras, plomo…) Algunos admiten que no solo trabajó en la pequeña Nazaret, sino que
también fuera, especialmente a Seffori, una ciudad cercana a Nazaret y que fue reconstruida
por Herodes en aquel tiempo.
Porque el rey tenía necesidad de artesanos para los trabajos de esta ciudad, José hacía
ciertamente parte del grupo de artesanos que se ocupaban de este trabajo. El histórico
israelita Klausner, en su libro Jesús de Nazaret, presenta un texto de Justino que refiere que
más de un siglo después de Cristo se hablaba todavía en Galilea de los arados fabricados por
Jesús en la tienda de Nazaret, lo que no deja dudas que aprendió esta profesión de José.
Además de la carpintería, José debía trabajar en los cultivos de frutas y verduras, o también
debía cuidar algunas cabras u ovejas para proveer todas las necesidades de su casa. Se
recuerda que Galilea tenía una tierra fértil y producía muy bien verduras y frutas, además del
aceite de oliva.

Una cosa pero es cierta: “era un trabajador modesto y pobre, obrero simple, pequeño,
primitivo que no tenía nada de especial, y que no ha dejado alguna palabra en el Evangelio”,
como afirmaba el Papa Pablo VI. Fue él que se dedicó con gozoso empeño a la educación de
Jesús, acercando la obra humana al misterio de la redención y sirviendo en modo ejemplar al
Redentor, o como lo introdujo San Juan Pablo II en la encíclica Dominum et vivificatem del 18
de mayo de 1986 al hablar de Jesús con estas palabras: “al inicio de la actividad mesiánica de
Jesús, en Nazaret, donde ha transcurrido treinta años en la casa de José, el carpintero, junto a
María, su Madre Virgen”.

“Ningún trabajador ha estado jamás así perfectamente y profundamente penetrado en el


espíritu del Evangelio como aquel que ha vivido con Cristo en la más estrecha intimidad y
comunión de familia y trabajo, San José el padre putativo de Jesús”, como ha afirmado Pio XII,
no solo era un buen trabajador que se ganaba la vida con el sudor de su frente o porque
trabajaba como buen profesional, sino porque desarrollaba su trabajo con responsabilidad y
amor, ofreciéndole a Dios. Entonces, más que ser modelo del trabajador es modelo de aquel
que ama. Para él, el trabajo no era solamente un instrumento para mantenerse o para ganar
dinero, porque trabajaba para el cumplimiento de la voluntad de Dios, José como afirma la
Gaudium et Spes, “quería vivir la vida de un trabajador de su tiempo y de su región”.

Juan Pablo II enfatiza el trabajo en su encíclica Laborem Exercens como una referencia en la
vida de Jesús, en cuanto hacía parte de su existencia, y de consecuencia también de la
revelación de Dios. Jesús transcurre la mayor parte de su vida sobre la tierra trabajando
manualmente en el banco de un carpintero. No ha usado la realidad terrena para
manifestarse, sino que le ha unido para santificarle con su humanidad. Propio porque el
trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana, es que Jesús ha elegido esta
dimensión para cualificar su status social. En este sentido, el Papa Pablo VI enseña claramente:
“es evidente que San José asume una gran importancia, si el Hijo de Dios hecho hombre lo ha
elegido para revestir su aparente filiación…Jesucristo ha querido asumir la cualificación
humana y social de este trabajador”.

En este punto vemos mucho sentido en la iniciativa del Papa Pio XII de haber propuesto San
José como ejemplo de los obreros y de haber subrayado que él era propio el santo cuya vida
penetró el espíritu del Evangelio, y entonces ha concluido con énfasis que “Ningún trabajador
era así perfecto y profundamente penetrado como el padre putativo de Jesús, que vivía con él
en la más estrecha intimidad y comunión en la familia y en el trabajo”.

“El trabajo de San José nos recuerda que Dios mismo hecho hombre no despreciaba el
trabajo”, dice Francisco, porque el trabajo se ha convertido en una participación a la obra
redentora de Jesús, aquellos que trabajan resultan colaboradores del mismo Dios. De aquí la
necesidad en nuestro mundo actual de ser consciente del trabajo de cada ser humano en
modo que se sienta realizado al interno de la propia familia y pueda brindarles el justo
sustento y dignidad. La falta de trabajo incide profundamente en la vida de miles de personas y
es por esto que más que nunca es actual la apelación de Papa Francisco en su Carta apostólica:
“Pidamos a san José Obrero de encontrar el modo en que nosotros podamos comprometernos
hasta que se pueda decir: ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin un trabajo!”.

La sensibilidad de Papa Francisco por la falta de trabajo de los hermanos, lo ha llevado a


afirmar en su discurso a los participantes al Primer Encuentro Mundial de los Movimientos
Populares, en Octubre de 2014, que la excesiva importancia del capital sobre el trabajo
transforma al hombre en mercadería y la mercadería en un valor casi humano, es por esto que
ha lanzado la apelación de no tener “Ninguna familia sin casa, ningún agricultor sin tierra,
ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que brinda el trabajo”.
Todavía Francisco: “No son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos,
manteniendo una distancia prudente de las llagas del Señor. Jesús toca la miseria humana,
invitándonos a estar con Él para tocar la carne sufriente de los demás”. Los hermanos sin
trabajo son aquellos que tienen la carne sufriente y nosotros cristianos no podemos mantener
aquella “distancia prudente” de las llagas de Cristo, de no tocar la miseria humana por falta de
trabajo para los hermanos.

“Sabemos que la parálisis económica global del año pasado ha tenido el mismo efecto en el
mercado del trabajo. Sectores más ricos o menos productivos, actividad más o menos
cualificados, grandes haciendas hasta las más sólidas, micro y pequeñas empresas. Todos,
ningún excluido, promueven indiscriminadamente la desocupación.

Además, los conflictos, los cambios climáticos y el Covid-19 han creado el más grande reto
humanitario de la segunda guerra mundial”, ha afirmado el secretario general de las Naciones
Unidas Antonio Guterres. Esta dura realidad nos dice que la dignidad de nuestros hermanos sin
trabajo está comprometida y aplastada, tanto más porque esta realidad toca los derechos
fundamentales de la instrucción, de la salud, de la casa, etc. Toca a nosotros, como Oblatos
plasmados en la Escuela de San José, luchar a fin que los hermanos y hermanas tengan un
trabajo y un trabajo digno.

P. Giuseppe Antonio Bertolin

Preguntas para la reflexión:

1. ¿En qué modo San José nos ha inspirado a trabajar cada día para mantener nuestra
vida ocupada como trabajadores?
2. Uno de los aspectos más sorprendentes al inicio de nuestra Congregación era el
trabajo social (Michelerio); ¿Cómo asistimos hoy a nuestros hermanos y hermanas
necesitados?
3. El mundo Post Covid 19 será un reto para la disponibilidad de trabajo, ¿Cómo
podemos ayudar en la generación de trabajo?
4. San José en Egipto vive ciertamente el reto para encontrar trabajo para mantener a
Jesús y María. Hoy nos encontramos de frente al fenómeno acentuado de la migración
y de la inmigración. ¿Qué actitudes debemos manifestar para aquellos que viven esta
situación?
5. ¿Nuestras casas nos dejan tocar la carne sufriente de los desocupados, o mantienen
aquella “distancia prudente” de las llagas de Cristo impresas en la carne de quien lo
busca?

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