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1 Si el aprendizaje fuera solamente por los estímulos, surge la pregunta de cómo se adquieren

los significados de las palabras. Imaginemos que alguien señala en una dirección específica y
pronuncia la palabra "puerta" o cualquier otra palabra que el niño escucha por primera vez.
¿Cómo comprende el niño que "puerta" se refiere al objeto físico que estamos intentando
describir, y no a su marco, o a la manija, a una parte específica de ella, o incluso a su color, o a
cualquier objeto con forma rectangular? ¿Cómo distingue el niño que lo que estamos
describiendo es un objeto y no una acción? Podemos buscar diversas explicaciones para este
ejemplo; podríamos suponer que existen múltiples indicios contextuales, tanto gramaticales
como extragramaticales, información repetida o pistas en nuestra actitud o comportamiento
que ayudan al niño a entender el significado de la palabra. Sin embargo, estas explicaciones se
son escasas si consideramos que los niños aprenden vocabulario a una velocidad asombrosa,
adquiriendo entre nueve y diez palabras nuevas al día. De hecho, conocemos muy poco en
detalle acerca de cómo los niños aprenden los significados de las palabras o cómo aprenden
las estructuras gramaticales de su idioma.

2. Si nos limitáramos a aprender exclusivamente por imitación, seríamos incapaces de explicar


ciertos errores que los niños cometen pero que no son hechos por las personas de su
alrededor. Un ejemplo claro de esto se observa en las generalizaciones que los niños hacen al
formar palabras, como "haiga" en lugar de "haya", o "saliré" en vez de "saldré". En estos casos,
el niño está aplicando reglas productivas de formación de palabras por analogía, mostrando
lógica y sentido común, pero sin tener en cuenta las irregularidades propias de las formas
verbales, las cuales irá aprendiendo con el tiempo. Es muy interesante la lógica empleada por
los niños en este proceso, ya que incluso si se les corrige este tipo de error, seguirán
cometiendo el mismo hasta que sepan las irregularidades del idioma. Así, queda claro que la
mera imitación del habla de los padres no es suficiente para adquirir completamente el
lenguaje.

3. El mismo ejemplo previo muestra el problema del aprendizaje por analogía. Está claro que
las generalizaciones de las reglas de formación de palabras pueden ser asimiladas por analogía
con las reglas regulares del idioma. Sin embargo, existen construcciones que no cuelan al
aprendizaje por analogía. Un ejemplo clásico es el siguiente: imaginemos que la formación de
oraciones interrogativas totales se logra mediante la anteposición del verbo auxiliar, es decir,
que la pregunta "¿Es Juan inteligente?" se proviene de la afirmación "Juan es inteligente" al
colocar el verbo al principio de la oración. Este proceso debería ser fácilmente observable y
adquirible por analogía, una suposición razonable. No obstante, si el aprendizaje fuera
puramente por analogía, podríamos esperar que a partir de la oración "El niño que está a mi
lado es inteligente", el niño formara la pregunta "¿Está el niño que a mi lado es inteligente?",
un error que un niño nunca comete. El conocimiento necesario para formular la interrogativa
correcta "¿Es el niño que está a mi lado inteligente?" es bastante complejo y no puede ser
fácilmente explicado por analogía con otros ejemplos ni surge de una instrucción explícita.

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