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Sucedido en Xokotitlan

a Genaro Morales Cardoso

Lugar en el que se desarrolla la escena: Interior de una vieja lonja mercantil en el portal mayor del
centro de Xokotitlan, Estado de México. Hay un mostrador de madera, encima de éste una jarra de
barro y dos jarros del mismo material; atrás unas repisas semivacías con productos ya caducados y
un reloj que, hace mucho, se detuvo en una hora que no se alcanza a distinguir

Dos personajes:

• Tendero: Viejo, enjuto, viste gabán de lana, sombrero que le cae hasta las cejas, camisa y
pantalón raídos, huaraches gastados; manos y pies resecos, bigote ralo.

• Fuereño: Edad media, boca seca, amarga, chamarra de cuero, camisa sencilla, reloj de
pulso, pantalón de mezclilla, zapatos sucios, suelas gastadas; siempre de espaldas al
público.

Una bruma espesa se disipa lentamente hasta que se alcanza a distinguir la escena en la
penumbra, apenas iluminada por velas amarillentas puestas en candeleros de hoja de lata. Se
escuchan el correr del viento y el paso cansino de un caballo cuesta arriba sobre las lajas con las
que está pavimentada la calle; luego, cómo se detiene la cabalgadura, el desmonte del jinete, sus
pisadas sobre el adoquín del portal y la fricción de las riendas cuando las amarra a uno de los
pilares de madera que están frente al local.

Mientras tanto, el Tendero cuenta un montón de viejas monedas de veinte centavos.

Se escuchan más cerca los pasos; el Fuereño entra al negocio.

• Fuereño: Buenas

• Tendero: Chjetji1.

• Fuereño: ¿Tiene cerveza?

• Tendero: Eso aquí no…

El Tendero niega también con la cabeza, mientras continúa contando el dinero.

• Fuereño: ¿Algo para beber?

1 Buenas noches, en Lengua Nacional Jñatjo

1
El Tendero se guarda el montón de monedas, toma una jarra con Sende'cho 2, sirve el licor sagrado
en los jarritos y le ofrece uno al Fuereño, quien de inmediato acepta y bebe con avidez.

Una vez que termina, el Tendero le ofrece otro tanto; el Fuereño acepta y, de nuevo, bebe ávido el
precioso líquido del segundo jarrito. Al terminar, pregunta:

• ¿Cuánto debo?

El Tendero niega con la cabeza y dice:

• Nada, el Sende es un regalo de los ancestros; y se vide que trai Usté sé...

El Fuereño, apenado, asiente con la cabeza y después pregunta:

• ¿Tendrá cigarros?

El Tendero le extiende un viejo paquete de cigarros “Faros”; el Fuereño toma uno, prueba el sabor
dulzón del papel en el que está envuelto el tabaco, y luego se lleva la mano al bolsillo para pagar.
El Tendero se adelanta con un ademán y dice:

• Así déjelo…

Saca una cajita de cerillos La Central, enciende uno y le ofrece el fuego al Fuereño; éste se acerca,
enciende su cigarro y le da tres caladas en silencio. El Tendero también enciende su cigarro con el
mismo cerillo, luego lo apaga agitando la mano, al tiempo que aspira muy despacio el humo del
tabaco, mientras mira con detenimiento el rostro del Fuereño y, sin más, le pregunta:

• ¿Qué anda haciendo por Xoko? No lo ´bía yo visto antes por acá.

• Fuereño: No, no soy de aquí; mi ombligo está enterrado en Atlakuihuayan, pero vine a
buscar la tumba de mi bisabuela.

• Tendero: El panteón ´stá cerrado.

• Fuereño: Entiendo, es tarde…

• Tendero: No, ya tiene tiempo …

2 Bebida ritual del pueblo Jñatjo, que resulta de la mezcla entre un tanto de pulque y otro del líquido que se obtiene mediante un
proceso de fermentación del b’otjö, variedad de maíz nativo de color negro, cultivada desde tiempos inmemoriales por este grupo, con
asiento en el noroccidente y centro-occidente del Estado de México.

2
• Fuereño: ¡Qué caray!

• Tendero: No se agüite, más se perdió cuando el cabrón ingenierillo ese, el mentado


Peralta, nos quitó la luz… Pero no le aunque, mejor tómese otro jarrito, porque ´ta bueno
el frío.

El Tendero toma la jarra y sirve más Sende'chö en los jarritos. Mientras tanto, se escuchan el correr
furioso del viento, unos ladridos lejanos y el relincho inquieto del caballo.

• Fuereño: Allá los viejos le llaman viento de navajas3…

• Tendero: Ha de ser porque cala hasta los huesos….

El Tendero le extiende el jarrito al Fuereño y éste lo recibe; luego ambos hacen el ademán de decir
salud, antes de beber el suculento licor.

• Tendero: Oiga, amigo; si se puede saber, ¿qué nombre llevó su difunta?

• Fuereño: Aurelia Cruz.

• Tendero: Guardiana del Chjöö…

• Fuereño: Eso me han contado, sí.

• Tendero: ¿Tonces Usté es nieto de doña Socorrito Cardoso y de don Fito Morales?

• Fuereño: ¿Los conoció?

• Tendero: Iii, tuve el gusto. Gentes buenas.

• Fuereño: Le agradezco...

El Fuereño repite el gesto de levantar el jarrito y el Tendero corresponde. Ya entrado en confianza,


el Fuereño, pregunta:

• Fuereño: ¿Habrá quien me pueda abrir la reja del panteón?

El Tendero evade la pregunta; toma otro cigarro, se lo lleva a la boca y se recrea por un instante
con el sabor del papel arroz, luego lo prende, aspira hondamente el humo, lo exhala por la nariz y
dice:

3 Itzehekatl, viento gélido que corre en la sierra de Iztehekayan, cuarta región por la que debe transitar la persona difunta
antes de llegar al lugar donde hallará el descanso.

3
• Tendero: Hace años no pasaba un alma por aquí.

• Fuereño: Me imagino, desde que entré al pueblo nada, nadie, puras casas abandonadas…

• Tendero: La mayoría se jue pa´ México; otros se perdieron por el rumbo de Michoacán; los
menos fuimos los que nos quedamos y, de a poco, nos fuimos haciendo cada vez menos.

Ya no hubo quien hiciera la milpa; aluego nos cayó la escasez y esta chingada tristeza…

Desde entonces ni los zopilotes.

Se vuelve a escuchar ráfagas de viento, el eco lejano de ladridos y el relincho nervioso del caballo.

• Fuereño: ¿Y eso? (inquieto)

El Tendero se desprende del mostrador, camina hacia la puerta del negocio, desde el quicio echa un
vistazo a la calle, aspira una tras otra, cuatro o cinco bocanadas de humo y al final tira la colilla del
cigarro.

• Tendero: Es el Norvac.

• Fuereño: ¿Quién?

• Tendero: Un perro bien noble que esos jijos de su retiznada madre de los Arciniega me lo
envenenaron, cuando yo era chamaco…

El Tendero permanece oteando hacia la calle unos segundos más. Adentro, el Fuereño, más
inquieto, voltea a ver su reloj, se da cuenta de que éste se ha detenido, y voltea hacia el reloj
oxidado, se da cuenta de que aquel tampoco funciona y dice:

• Fuereño: Creo que es hora de irme...

Ignorando las palabras del Fuereño, quien desesperado trata de hacer funcionar su reloj de pulso,
el Tendero camina de regreso hacia la parte frontal del mostrador y sirve más Sende'chö en los
jarritos:

• Tendero: Ta´ chulo el caballo… No es suyo, ¿erdá?

• Fuereño: No, no es mío; es prestado. Venía yo andando y un amigo de acá, de San Felipe
del Progreso, se compadeció de mí...

4
• Tendero: ¿Antolín Celote?

• Fuereño: ¿Lo conoce?

• Tendero: Eeei, era muy conocido aquí; Profesor Universitario él, escritor…

• Fuereño: ¿Era? (entre la inquietud y la extrañeza).

• Tendero: íii...

• Fuereño: Se me hace que usted se está confundiendo; él mismo me lo prestó hace un


rato…

• Tendero: Seguramente, amigo, no dudo que él se lo haya emprestado; pero ellos murieron
juntos, ya tiene sus años, venían bajando del monte, de Nguémore…

Señala con la cabeza hacia el frente, donde se encuentra la montaña sagrada.

Más o menos como a esta hora: ‘bía llovido varios días seguidos, la tierra estaba floja, el
animal pisó en falso…

• Fuereño: Ahora sí me voy, antes de que se me haga más noche…

Interrumpe con voz dubitativa, al tiempo que comienza a hurgarse los bolsillos del pantalón para
dejar algunas monedas en el mostrador.

El Tendero se acerca al Fuereño, lo abraza por encima del hombro para girarlo 180°, hacia el
público, y dice:

• Tendero: ‘Pérese tantito, amigo, no me ofenda; a mí no me debe nada, lo que´s más, nos
tomamos otro jarrito y aluego vemos. ¿No quería Usté que alguien le abriera la reja del
panteón?

El público por fin puede ver el rostro cadavérico del Fuereño, mientras la escena vuelve a llenarse
de humo.

Cae el telón

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