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ESTRUCTURA SOCIAL Y EDUCACIÓN

Karolinski, M. y Rodríguez Moyano, I (2019) – Maestría en Educación – UVQ

Introducción

La clase de hoy da inicio a la unidad 2, cuyo objetivo central es analizar los vínculos entre
educación y sociedad a partir de la incorporación de conceptos e instrumentos que ayuden a
comprender de forma compleja no solo la posición de los diversos grupos sociales y sus
relaciones, sino también la tendencia a la reproducción del orden social. Ello supone empezar a
pensar a la educación no ya como un fenómeno singular o como “efecto” de aquello que sucede
en otras áreas de la vida social, sino construir una mirada bidireccional que permita analizar las
múltiples relaciones entre el sistema escolar y esas otras esferas sociales, preguntándonos de
qué manera éstas influyen en las trayectorias educativas y, a la vez, cómo incide la educación
sobre procesos y fenómenos extraeducativos.

Bourdieu considera que la explicación sobre la dinámica y estructuración social no puede


reducirse a la lucha de clases en el campo económico, sino que es preciso analizar la
multideterminación de los procesos sociales tanto en lo material como en lo cultural, ya que la
cultura opera generando un sentido común a nivel social, esquemas de pensamiento fundados
en bases comunes de ideas y de acción que fortalecen la adhesión a la dominación a la vez que
la legitiman (es decir, la ocultan y no permiten ver que detrás de lo que aparece como obvio,
cotidiano, casi universal, operan relaciones de fuerza).

Esta relación entre las bases materiales y culturales de la dominación implica pensar lo social en
su existencia objetiva o estructural, independiente de la conciencia y voluntad de los agentes
sociales; y subjetiva, en los esquemas de percepción y acción de cada sujeto. Pero no como
realidades independientes, sino que la objetividad social es la base de generación de las
percepciones -por lo que las divisiones sociales son también divisiones mentales- pero es la
subjetividad de los agentes la que garantiza la perpetuación de la objetividad a través del modo
en que viven cotidianamente.
Es necesario entonces ver la articulación entre la objetividad (el campo) y la subjetividad (el
habitus).

Campos, habitus y prácticas

A través del concepto de campo, Bourdieu da cuenta de espacios sociales, estructurados


históricamente, configurados por instituciones y reglas de juego que delimitan una estructura
de posiciones -siempre en lucha- definida en función de la distribución desigual de ciertos
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bienes. Estos bienes, o capitales, son propios de cada campo y lo definen. Su inequitativa
distribución opera jerarquizando a los poseedores. De allí que los sujetos compartan intereses
comunes ligados al campo a la vez que despliegan estrategias específicas según la posición que
ocupan en él. Un ejemplo es la vida académica.

Es la propia dinámica de cada uno de los campos la que va formando de algún modo la propia
subjetividad de los agentes que allí participan, en función de la posición que los distintos grupos
o clases ocupan en cada uno. O sea, el campo es una relación objetiva pero a la vez una relación
de sentidos.

Para comprender la subjetividad, avancemos en el concepto de habitus, central a esta teoría.


En su libro El sentido práctico, Bourdieu lo define como:
"Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de
existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transponibles,
estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras
estructurantes, es decir, en tanto que principios generadores y organizadores de
prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin
sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las
operaciones necesarias para conseguirlos, objetivamente 'reguladas' y 'regulares'
sin ser para nada el producto de la obediencia a reglas, y siendo todo esto,
objetivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un jefe
de orquesta." (BOURDIEU, 2010 [1980]: 86)

El habitus como categoría interpretativa, entonces, da cuenta de la interiorización de la


objetividad social; es decir, en el marco de las condiciones objetivas en las que se desarrollan los
sujetos van incorporando esquemas de percepción y de acción, que constituyen a su vez
principios generadores de prácticas al inscribir en el cuerpo el ordenamiento del tiempo y del
espacio, de lo posible y lo imposible. Así es como se articulan estructuras y prácticas sociales.

Al ser producto de las condiciones objetivas, es posible hablar de un habitus de clase, en tanto
los agentes ubicados en posiciones homogéneas se encuentran sometidos a similares
condiciones objetivas, cuya influencia generará disposiciones análogas. Sin embargo, esto no
implica prácticas idénticas, ya que estas últimas son efecto tanto de las disposiciones como de
la trayectoria de los sujetos, de los vínculos sociales tejidos, los campos de actuación, las
oportunidades extraordinarias.
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Esto que constituye el habitus primario es la matriz cultural adquirida en la primera infancia que
será confrontado a lo largo de la vida, en el paso por las distintas instituciones. Este habitus
primario al incorporarse como esquema de percepción y apreciación de prácticas adquiere un
lugar central, ya que opera como esquema interpretativo y selectivo de la nueva información, al
rechazar o reinterpretar “lo nuevo”. En palabras del propio Bourdieu:

"El peso particular de las experiencias primitivas resulta en efecto en lo esencial del hecho que
el habitus tiende a asegurar su propia constancia y su propia defensa contra el cambio a través
de la selección que opera entre las informaciones nuevas, rechazando, en caso de exposición
fortuita o forzada, las informaciones capaces de poner en cuestión la información acumulada y
sobre todo desfavoreciendo la exposición a tales informaciones. (..) Por la 'elección' sistemática
que opera entre lugares, acontecimientos, personas susceptibles de ser frecuentados, el habitus
tiene a ponerse al abrigo de las crisis y de las puestas en cuestión críticas asegurándose un medio
al que está tan preadaptado como es posible.” (BOURDIEU, 2010 [1980]: 98-99)

Es por ello que el habitus es caracterizado por su durabilidad, transferibilidad a nuevas


circunstancias y exhaustividad. Las prácticas sociales, entonces, no pueden ser explicadas sólo
desde el presente, el habitus como estructura estructurada y estructurante moldea la actualidad
desde el peso del pasado.

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