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MANUEL LUCENA GIRALDO

A LOS CUATRO VIENTOS


LAS CIUDADES
DE LA AMÉRICA HISPÁNICA
Estudio preliminar
Miguel Molina Martínez

Fundación Carolina
Centro de Estudios Hispánicos
e Iberoamericanos
Marcial Pons Historia
62 Manuel Lucena Giraldo

dencia, una formidable legislación, la indefinición de las atribuciones


Capítulo II de organismos y cargos, el supremo papel arbitral del monarca y
la potestad de sus súbditos, indios, mestizos y negros incluidos, de
La ciudad de los conquistadores acudir a él en busca de remedio para las injusticias y de recompensa
por sus servicios.
No hubo expedición de descubrimiento y conquista sin factor
y veedor, los encargados de que se pagaran al rey sus tributos, y
Manuel
La ciudad
Lucena
de losGiraldo
conquistadores
ya en 1524 se fundó el Consejo de Indias para ocuparse de su gobier-
no. Debido a su influjo, el continente fue recorrido por multitud
de oficiales reales que constituyeron, según una aguda apreciación,
«la carcoma de los conquistadores». Estos, en su inmensa mayoría,
tuvieron claro que era en la ciudad donde querían vivir y morir,
tanto por origen como por inclinación. Y también por oportunismo.
Era en los núcleos urbanos donde se radicaban los organismos inter-
medios de gobierno que, en reproducción de la potente tradición
«Dios está en el cielo, el rey está en Castilla y yo estoy aquí». municipal peninsular, podían dar cauce a sus aspiraciones y ayudarles
Esta declaración efectuada por un conquistador en pleno siglo XVI a proteger las rentas y encomiendas logradas con tanto sacrificio
expresó sin ambigüedades la circunstancia americana, la creación y riesgo personal. De manera paradójica, la riqueza de las tierras
inesperada de un mundo nuevo 1. El hecho urbano formó parte de «por descubrir y por ganar» que su trabajo y fortuna habían otorgado
manera determinante de su escenario porque impuso a los recién al monarca colaboró en la liquidación de la revuelta comunera por
llegados un proyecto de permanencia y vecindad. Los indígenas tuvie- Carlos I y con ella de la libertad de las ciudades de Castilla. En
ron plena conciencia de ello. Cuando el temible caudillo araucano Indias, bajo el punto de vista más o menos soterrado de algunos
Lautaro avanzó en 1556 hacia la recién fundada Santiago de Chile, conquistadores, no hizo más que fomentar la ingratitud y arbitrariedad
arengó a sus compañeros diciendo: «Hermanos, sabed que a lo que de los monarcas. Como señaló con agudeza Francisco Pizarro años
vamos es a cortar de raíz de donde nacen estos cristianos, para después de apoderarse del Perú, «en tiempos que estuve conquis-
que no nazcan más» 2. La medida del éxito de la colonización española tando la tierra y anduve con la mochila a cuestas nunca se me dio
fueron sus ciudades. De ahí que los dibujantes de grabados ima- ayuda y ahora que la tengo conquistada y ganada me envían padras-
ginaran unas Indias salpicadas de magníficos paisajes urbanos, que tro». Era algo que todos sabían y los que pretendían olvidarlo podían
espolearon la admiración de sus lectores europeos 3. acabar como el loco Aguirre, colgados de una horca. Sólo la Corona
De acuerdo con las concepciones mentales de los conquistadores, era dueña de los derechos sobre el suelo y el subsuelo de las Indias,
la presumible libertad de acción propia de una nueva frontera se autorizaba nuevas expediciones de descubrimiento y conquista o con-
acompañaba de la tentación de establecer un poder señorial. Pero fería empleos, encomiendas y mercedes. En caso de conflicto, actuaba
lejos de darse un mecánico proceso de transferencia de autoridad como juez supremo. No resulta de extrañar que el prestigio universal,
desde Europa hacia una periferia americana sobrevenida por arte los recursos fiscales y administrativos y las grandes reservas de patro-
de encantamiento, se generaron nuevos espacios de poder local e nazgo procedentes del imperio ultramarino consolidaran el poder
individual, visibles a través de la fundación de pueblos y ciudades. de los Austrias españoles durante los siglos XVI y XVII 5.
Estas nacieron en equilibrio político con la metrópoli, pues obtuvieron La proyección mental que los conquistadores llamaron tan ufanos
reconocimiento y legitimidad a cambio del sometimiento a la lejana «ciudad» fue en primera instancia un núcleo urbano indígena some-
pero indiscutible autoridad real 4. Para asegurar su vigencia, la monar- tido, un campamento militar o un simple descampado. En este sen-
quía de los Austrias dispuso de mecanismos de control directo e tido, no sólo existió una preeminencia de la ciudad política sobre
indirecto de una asombrosa efectividad: la visita, el juicio de resi- la natural, sino una aventurada conversión de un espacio indiferente
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en territorio «cargado por una especie de superávit, de contenido acogerse a la tradición lascasiana de rechazo del vocablo conquista
humano, emocional, hasta religioso» 6. Esta posibilidad de concreción por su origen «mahomético», mandaran que los capitanes de futuras
utópica fue explotada hasta tal punto que donde devino posible entradas «no se satisfagan con haber tomado y hecho el asiento
y real la urbe renacentista fue en América 7. De acuerdo con las y siempre lo vayan gobernando y ordenen cómo se ponga en ejecución
primeras descripciones, las recién fundadas ciudades o villas del Cari- y tomen cuenta de lo que se fuere obrando» 11. Obsesionados por
be o Tierra Firme eran pequeñas aldeas o pueblos construidos con los procedimientos legales propios de la modernidad política, así
madera o adobe, en los que se practicaba una horticultura intensiva como por la separación entre el acto legislativo y su praxis, algunos
y existían corrales y plantaciones de árboles frutales. En su paisaje tratadistas han calificado las Ordenanzas de 1573 como anacrónicas,
se vislumbraban los viñedos y olivares que se pretendían aclimatar, utópicas e inaplicables, una mera proyección burocrática ajena a una
cabañas de ganado vacuno o porcino, molinos de pólvora y harina, realidad que, o ya existía como tal, o estaba destinada al caos desde
hornos de cal, tejares, canteras y los primeros obrajes para la fabri- el origen de los tiempos. Estos planteamientos han partido de pre-
cación textil. La aspiración a la autosuficiencia y al coste reducido juicios culturales derivados de la conocida «polémica del Nuevo Mun-
de los bienes de primera necesidad marcó la conducta de los cabildos do», que supuso la genética inferioridad americana, así como de
recién establecidos. Nada distinto a aquello que se pretendía en un desconocimiento palmario del procedimiento normativo en la
los lugares de origen, entre los cuales, como se sabe, fueron mayoría monarquía filipina 12. La novedad de la norma partió, como era lógico
los de Andalucía. Entre 1520 y 1539, de los casi 14.000 emigrantes en una sociedad del Antiguo Régimen, de su fidelidad a las virtudes
legales que pasaron a América, el 32 por 100 tuvo esa procedencia; de la tradición. Pero además se ajustó a un uso social preexistente,
los castellanos viejos constituyeron el 17 por 100 y hubo casi idéntica estaba condenada al éxito porque constituyó un destilado de teoría
proporción de extremeños. De 1540 a 1560, el 55 por 100 de los y experiencia. Era razonable, sencilla y ventajosa en su aplicación
9.044 emigrantes que cruzaron el Atlántico provino de Sevilla, Extre- al ordenar, nunca mejor dicho, una situación problemática.
madura, Toledo, Salamanca y Valladolid; también hubo leoneses, Su génesis resulta clarificadora. Desde 1569 Juan de Ovando,
vascos, catalanes, gallegos y de otros sitios 8. visitador del Consejo de Indias, fomentó reuniones de juristas con
La procedencia regional junto a la recién adquirida calidad de el propósito de elaborar un código común para su gobierno en siete
«benemérito de la tierra», ganada por un derecho de conquista orde- partes, las dos primeras dedicadas a lo espiritual y lo temporal. Esta
nado en su procedimiento y sancionado por capitulación real, pres- última contendría un apartado consagrado a descubrimientos y nuevas
cribieron el procedimiento al que debía sujetarse el conquistador fundaciones, que constituyó en rigor las Ordenanzas. Hubo en ellas
y fundador de una ciudad 9. Nunca existió duda sobre la vinculación una amalgama de normas urbanísticas existentes y doctrina de Vitru-
entre conquistar y poblar; quienes la olvidaron se tuvieron que enfren- bio (De Arquitectura es una obvia influencia) pero se percibió la
tar a la desgracia y el fracaso, como ocurrió en los casos de Pánfilo férrea directriz política de Ovando, decidido a finalizar la conquista
de Narváez en Florida o de multitud de enloquecidos buscadores de las Indias. Los principios consignados al sitio de la ciudad, el
del estrecho de Magallanes o El Dorado, tragados para siempre por clima, la orientación, la salubridad o los edificios públicos fueron
la manigua. El célebre Francisco López de Gómara, capellán y cronista vitrubianos. Existió también influencia de los artículos contenidos
de Cortés, señaló en su Hispania victrix (1552), con su habitual eco- en De regimen principium de Santo Tomás de Aquino en lo relativo
nomía de expresión: «Quien no poblare no hará buena conquista, a la bondad del rey fundador de ciudades, como correspondía a
y no conquistando la tierra, no se convertirá la gente; así que la un siglo marcado por el neotomismo y el renacer de la escolástica,
máxima del conquistar ha de ser poblar» 10. Llevado por su afán y fueron obvios algunos conceptos vinculados a las Partidas de Alfon-
providencialista y adulador hacia su patrón, Gómara elevó a la cate- so X y la Utopía de Tomás Moro 13.
goría de principio teórico lo que había sido desde el gobierno en Una serie de disposiciones recogieron, a veces literalmente, las
La Española de Nicolás de Ovando una costumbre arraigada y sen- cartas de Nicolás de Ovando (1501), las Instrucciones a Diego Colón
sata. De ahí que las famosas e influyentes Ordenanzas de descubri- (1509), las Instrucciones a Pedrarias Dávila y Diego Velázquez, la
miento, nueva población y pacificación de 1573, que no vacilaron en Real cédula para la fundación de ciudades (1521), las Instrucciones
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a Hernán Cortés (1523), las Instrucciones y reglas para poblar (1529), no queremos que el nombre de ocasión ni color para que se pueda
las Leyes Nuevas (1542), la Instrucción a fray Juan de Zumárraga, hacer fuerza ni agravio a los indios» 15.
obispo de México (1543), y directrices sobre poblamiento entregadas
al entonces flamante virrey del Perú, Francisco de Toledo. El conjunto La segunda parte enumeró las normas generales para asentar
legislativo comprendió 149 artículos; con los 31 primeros se regularon poblaciones. Estas se realizarían en regiones saludables y con buen
los descubrimientos; del 32 al 51 se apuntaron las normas para poblar; clima, «de buena y feliz constelación, el cielo claro y benigno, el
del 52 al 110 se enumeraron las condiciones ofrecidas y exigidas aire puro y suave, sin impedimento ni alteraciones y de buen temple,
al jefe descubridor y poblador; del 111 al 138 se definieron los sin exceso de calor o frío, y habiendo de declinar, es mejor que
esquemas de construcción de la ciudad y, finalmente, del 139 al sea frío» (art. 34). Los sitios serían a mediana altura y lejos de
149 se abordó la pacificación y evangelización de los naturales. Las lugares marítimos, por el peligro de corsarios «y no ser tan sanos
Ordenanzas, que se aplicaron hasta la independencia, fueron san- y porque no se da en ellos la gente a labrar y cultivar la tierra,
cionadas por Felipe II en el bosque de Valsaín (Segovia) el 13 de ni se forman en ellos tan bien las costumbres» (art. 41). También
julio de 1573. Diego de Encinas las incluyó en su Cedulario indiano se recogieron otras consideraciones:
(1596). En la Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681)
se insertaron casi textualmente; ocuparon siete títulos del libro IV 14. «El sitio a donde se ha de hacer la población [...] ha de ser
La primera parte se dedicó a establecer un control absoluto de en lugares levantados a donde haya sanidad, fortaleza, fertilidad y
los descubrimientos, con el fin de que se hicieran «con mas facilidad copia de tierras de labor y pasto, leña y madera y materiales, agua
y como conviene al servicio de Dios y nuestro y bien de los naturales». dulce, gente natural, comodidad de acarretos, entrada y salida, que
Nadie podría hacer por su propia autoridad «nuevo descubrimiento esté descubierto de viento norte. Siendo en costa téngase conside-
por mar, ni por tierra, ni entrada, nueva población ni ranchería en ración del puerto y que no tenga el mar al mediodía ni al poniente,
si fuera posible; que no tenga cerca de sí lagunas ni pantanos en
lo que estuviere descubierto o se descubriere sin licencia o provisión»
que se críen animales venenosos y corrupción de aire y aguas» 16.
(art. 1), bajo pena de muerte y pérdida de los bienes. Las autoridades
locales debían informarse de la situación de las fronteras y para
lograrlo enviarían desde un pueblo limítrofe «indios vasallos lenguas El descubridor debía declarar si fundaba ciudad, villa o lugar
a descubrir la tierra y religiosos y españoles con rescates» (art. 4). y nombrar un cabildo, compuesto de oficiales de hacienda, regidores,
Si el descubrimiento se hacía por mar, debían ir al menos dos navíos fiel ejecutor, procurador, escribano y pregonero. El escribano levan-
pequeños con treinta marineros y descubridores, dos pilotos y clérigos taría un padrón de los vecinos y les daría solares y tierras de pasto
y cargar mercaderías de poco valor «como tijeras, peines, cuchillos, y labor. Su estatuto se definió así:
hachas, anzuelos, bonetes de colores, espejos, cascabeles, cuentas
«Declaramos que se entienda por vecino el hijo o hijas, o hijos
de vidrios» para hacer rescates, además de mantenimientos para
del nuevo poblador y sus parientes, dentro o fuera del cuarto grado,
un año (arts. 10-11). Una vez en el territorio descubierto, debían teniendo sus casas y familias distintas y apartadas y siendo casado
tomar posesión, llevar una memoria escrita de lo actuado y conferir y teniendo cada uno casa de por sí» 17.
nombre a los montes, ríos y pueblos que encontraran. En el caso
de hallar nativos, debían interrogarlos para conocer sus costumbres El suelo concedido era de propiedad libre y enajenable; los pobla-
y la calidad de la tierra. No podían intervenir bajo ningún concepto dores adquirían el compromiso de construirlo y cultivarlo en un plazo
en guerras o conflictos entre ellos y si retornaban con algunos, incluso que osciló de uno a cuatro años, bajo pena de perderlo si no lo
si se los habían vendido como esclavos o venían por propia voluntad,
hacían 18. Los privilegios del jefe poblador ocuparon los artículos
el castigo para los descubridores era la pena de muerte. El artículo 29
siguientes. Destacaron el nombramiento de adelantado y gobernador
señaló:
vitalicio (que podía entregar en herencia a un hijo) y la capacidad
«Los descubrimientos no se den con título y nombre de conquista, de encomendar indios, construir fortalezas, designar oficiales reales,
pues habiéndose de hacer con tanta paz y caridad como deseamos, hacer ordenanzas o reclutar pobladores y obtener mantenimientos
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con ventajas fiscales, así como la exención de almojarifazgo por diez que los españoles establecieron en América ciudades ajustadas a un
años y de alcabala por veinte (arts. 82-83). Por el contrario, quedaba trazado en cuadrícula, sin más, pero prevalecieron el trazado en
obligado a que la nueva ciudad tuviera al menos 30 vecinos, lo damero o modelo clásico con variantes y el modelo regular con varian-
que aproximaba la población urbana inicial a unos 180 blancos y tes. En el primero, aplicado en Lima, Puebla u Osorno, existió un
allegados, además de indios y negros. Cada vecino debía contar con damero formado por manzanas idénticas de forma cuadrada o rec-
casa y ganado propios. La ciudad tendría cuatro leguas de término tangular. La plaza mayor, situada en una de las manzanas sin construir,
en cuadro y estar al menos a cinco leguas de otros núcleos poblados. contenía la iglesia, cabildo y casas reales. Los lados de la plaza y
Terminada la entrega de solares y decidido el lugar de la dehesa las calles nacidas en sus ángulos poseían arcadas y frente a las fachadas
y el ejido, el resto del término municipal se repartiría en cuatro principales y en los laterales de otras iglesias se abrían plazoletas.
partes, una para el descubridor y tres entre los vecinos, medidas En el segundo, integrado por los mismos elementos, no existió la
en peonías y caballerías. Los artículos siguientes se ocuparon de misma rigidez y aparecieron diversas plazas con funciones distintas;
la planimetría urbana. La ciudad se trazaría «a cordel y regla» desde es el caso de Campeche, Potosí o Cartagena. También hubo un
la plaza mayor, «sacando las calles a las puertas y caminos principales modelo irregular, propio de ciudades espontáneas y hasta alguna
y dejando tanto compás abierto que aunque la población vaya en lineal, como Baracoa. Una revisión de 134 planos correspondientes
crecimiento se pueda siempre proseguir en la misma forma» (art. 111). a ciudades americanas en el período colonial muestra la abrumadora
La plaza mayor se situaría en el centro de la población tierra adentro aplicación del modelo clásico con plaza central o excéntrica, o regular
y junto al desembarcadero si se encontraba junto al mar. Tendría con plaza central o excéntrica 20.
de largo al menos una vez y media su ancho, «porque este tamaño La centralidad del modelo de ciudad ha sido interpretado de
es el mejor para las fiestas a caballo y cualquier otras que se hayan diversas maneras. Conquistadores, pobladores, alarifes y jumétricos
de hacer» (art. 113). No sería menor de 200 pies de ancho y 300 de trasladaron a América un rico bagaje teórico, que comprendió influen-
largo, ni mayor de 800 pies de largo y 532 de ancho; se consideraba cias del antiguo Egipto, los fueros castellanos, las urbes cuadradas
de buena proporción una de 600 pies de largo y 400 de ancho. mallorquinas y la ciudad mística dividida en cuatro barrios auto-
Tendría soportales para comodidad de los mercaderes, sus esquinas suficientes del franciscano Eximenis. A todo ello se añadieron las
se arrumbarían a los cuatro vientos y del intermedio de cada costado poderosas tradiciones urbanas prehispánicas 21. El modelo enlazó con
partirían las cuatro calles principales, que quedarían protegidas de la razón política al relacionar el geometrismo cuadricular con las
la intemperie. Debían ser anchas en lugares fríos y angostas en los necesidades de una pujante monarquía, abocada a un designio impe-
calientes; modularían la ciudad al alejarse del centro e ir atravesando rial. Uno de los paradigmas del urbanismo ultramarino hispánico
pequeñas plazas, que con el tiempo configurarían distintos barrios. fue el campamento de Santafé, fundado en 1491 por los reyes cató-
También se señalarían solares para iglesia principal, casas reales, cabil- licos para el asedio final al reino nazarí de Granada y culminar la
do, aduana, atarazana, hospitales, pescaderías, carnicerías, tenerías unidad española. Sus constructores se habrían inspirado en la tra-
y «otras oficinas que causan inmundicias» (art. 123). Finalmente, dición clásica según las obras de Vitrubio, los castros romanos y
cuando la población estuviera terminada se podían establecer rela- las urbes medievales italianas. Otras opiniones apuntan que la cua-
ciones pacíficas con los indígenas cercanos. drícula no fue invocada por modelos teóricos, ya que fue impuesta
Si la contundencia y alcances de la voluntad política filipina y desde la realidad: el damero era «natural» y permitía una distribución
el efecto normalizador de las Ordenanzas en las ciudades descubiertas ordenada y jerárquica de solares y edificios, al tiempo que favorecía
y colonizadas antes de 1573 resultan indiscutibles, su influencia pos- la construcción de una perfecta escenografía y otorgaba grandes ven-
terior, así como su importancia en la planificación urbana de buena tajas en alineamiento, densidad, capacidad de orientación y referencia,
parte de América del Norte, desde San Agustín a Santafé (primera pues confería a los pobladores «un importante sentido de [...] segu-
capital continental de Estados Unidos), suscitan otras cuestiones. ridad emocional» 22. Finalmente, algunos autores sostienen que lo
Entre ellas, vale la pena detenerse en el tipo de trama urbana que decisivo fue que la ciudad estaba arraigada en las tradiciones culturales
produjeron y el reforzado papel de la plaza mayor 19. Se presume hispánicas y el diseño urbano constituyó el vehículo para transplantar
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un orden propio, pues materializaba el cuerpo místico contenido que ahora y de aquí adelante para siempre jamás el dicho pueblo
en el pensamiento político 23. sea y se intitule la ciudad de Cumaná», señaló una real cédula de
El lugar de la plaza mayor en la ciudad americana fue una con- 1591, que mandaba a todos la nombraran así 30. Hasta tal punto
secuencia de su morfología, pero ella fue por sí misma generadora que los vecinos de la propia Cartagena de Indias lograron en 1575
de ciudad, se tornó auténtico corazón urbano. Sitio de paso y de que se revalidara, para que nadie osara discutir su categoría 31.
desahogo al tiempo que escenario del poder, en su composición Mientras Pizarro tardó casi dos meses en fundar Lima, Garay
ideal y capitalina reunió la catedral y el palacio episcopal al oriente, sólo necesitó trece días para establecer Buenos Aires. La ciudad
el cabildo al occidente, las casas reales (audiencia, palacio del virrey, surgió, en realidad, cuando «las personas que quisiesen asentar y
casa de moneda) al norte y los palacios de los encomenderos y mer- tomar vecindad» sin haber despoblado otra urbe (al menos en teoría)
caderes al sur 24. Como plataforma urbana que era, expuso sutilmente acudieron ante el escribano para que escribiera sus nombres en los
el balance del privilegio. Si carecía de soportales, quizás se debía autos fundacionales. En la designada plaza mayor, apenas un erial
a que se había impuesto el deseo aristocrático de individualizar las cargado de simbolismo, Garay nombró las autoridades municipales
fachadas de los edificios para exhibir riquezas, escudos y noblezas y dispuso en su centro y bien visibles la picota (una horca hecha
reales y supuestas. Recinto abierto y a la vez cerrado, era el espejo de piedra) o el rollo (una picota en forma redonda), los signos de
de la magnificencia de los poderosos, pero también lugar popular, la real justicia. Su siguiente tarea fue el reparto de solares para resi-
quizás maloliente mercado que preludiaba la contemporánea «tu- dencia y sede del cabildo, la catedral y distintas congregaciones reli-
gurización» del centro, hasta convertirse en negación del proyecto giosas, como las de Santo Domingo, San Francisco, Santa Úrsula
elitista y ordenancista de ciudad por parte de las gentes de color, y las Once Mil Vírgenes. A continuación, delimitó el espacio para
que desacralizaban su uso y la inventaban como propia 25. el hospital y los solares de viviendas y chacras (tierras de labor)
Nada hay tan americano como una plaza mayor, con su carga para los vecinos, los cabezas de familia con fuego y raíz, cerca o
de inventiva humana, con independencia de su origen teórico —el lejos de la plaza mayor en orden de relevancia, a razón de un cuarto
ágora griega, el foro romano, los espacios situados frente a las cate- de manzana (la mitad de una cuadra) para cada vivienda. Al oriente,
drales medievales, las plazas de Tenochtitlan y Cuzco o los lugares Garay señaló una zona de huertas separadas por la continuación
ceremoniales prehispánicos—, de su integración en la morfología de las calles y un ejido de 16 cuadras por 9 sobre la ribera. En
urbana y de su servicio a la función económica primordial en la otras direcciones y rodeando la ciudad, fijó las tierras comunales
ciudad 26. Para asombro de un visitante, en la de México los mer- y los propios, cuyas rentas y alquileres administraría el cabildo. Hacia
caderes hacían negocios mientras comían pato con chile y se con- el norte, más allá del límite ejidal, para cumplir con el precepto
fundían todas las castas y calidades, pues unos iban vestidos a la de otorgar a los pobladores «tierras y caballerías y solares y cuadras
española y otros desnudos 27. Su capacidad para generar dinámicas en que puedan tener sus labores y crianzas», entregó a los vecinos
de aculturación y mestizaje se hizo obvia en la de Mérida de Yucatán, una franja de chacras de una legua de profundidad, dividida en
levantada sobre las estructuras mayas de T’Hó y apenas capaz de 65 parcelas de 350 o 400 varas de ancho. Por último, distribuyó
enmascarar su pasado como santuario de los dioses antiguos 28. las suertes de estancias, de 3.000 varas de frente por legua y media
Hacer ciudad suponía abrir una puerta a la tierra, crear un emporio de fondo. Sin piedra ni madera de tamaño y dureza adecuadas,
y corte, mantener una frontera o domesticar una realidad sobrevenida; las viviendas fueron levantadas sobre una estructura de maderas sin
así ocurrió en Buenos Aires, Lima, Santiago de Chile y Potosí. Empe- desbastar, con muros de barro, techos de paja, pisos de tierra api-
zaba por la elección de un lugar, la imposición de un nombre por sonada y aberturas mínimas, apenas disimuladas por un cuero que
el conquistador o fundador y la atribución de categoría de lugar, hacía las veces de puerta 32.
villa o ciudad, que sería más tarde reconocida o no por el rey. Si Por contraste, en Lima, la riqueza del reino y la inserción de
este lo consideraba, podía otorgar un escudo de armas que se luciría la nueva urbe en el entramado espacial de una avanzada civilización
en pendones, estandartes, banderas, escudos y sellos 29. La concesión indígena preexistente permitieron a Pizarro barruntar un futuro de
del título de ciudad constituía privilegio, «quiero y es mi voluntad opulencia y poder, al que no fueron ajenas las llamadas «guerras
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civiles» entre conquistadores, en las cuales él mismo acabaría por La ciudad política fue regida desde el principio por el cabildo,
perecer. Con gran sentido práctico y talante organizador, Pizarro el «ayuntamiento de personas señaladas para el gobierno de la repú-
asignó a cada uno de los pobladores que fuesen encomenderos de blica». Como hemos visto, sus primeros miembros eran designados
indios un solar cerca de la plaza mayor. A los destacados y beneméritos por el conquistador y fundador, en quien el rey había delegado esa
les dio dos solares, igual que a las órdenes religiosas y el hospital, prerrogativa en la correspondiente capitulación. A ellos se sumaban
sobre las calles trazadas de oriente a poniente (rectas) y de noroeste algunos oficiales reales en razón de su cargo, el tesorero, veedor
a suroeste (travesías), con al menos una de las aceras a la sombra 33. y contador. La legislación distinguió tres clases de poblaciones: ciu-
Finalmente, destinó algunos solares para nuevos vecinos, que se com- dades metropolitanas, ciudades diocesanas o sufragáneas y villas o
prometieron a residir al menos un año en la localidad y a levantar lugares. El cabildo de las primeras estaba integrado por un alcalde
su casa; otros los otorgó a los encomenderos para que asentaran mayor u ordinario, tres oficiales de la real hacienda, doce regidores,
allí los indios de servicio con sus huertas y rancherías. Pronto fueron dos fieles ejecutores, dos jurados de cada parroquia, un procurador
tapiados y se convirtieron en «corrales para negros». En el reparto general, un mayordomo, un escribano del concejo, dos escribanos
fue tan generoso con sus compañeros que un sólo encomendero, públicos, un escribano de minas y registros, un pregonero mayor,
Francisco de Chávez, recibió para ranchería y asiento de sus indios un corredor de lonja y dos porteros. En las segundas constaba de
diez solares y otros más para huerta. ocho regidores y los demás eran oficiales perpetuos, mientras que
El emplazamiento de Santiago de Chile había sido elegido por en las villas y lugares había un alcalde ordinario, cuatro regidores,
Pedro de Valdivia antes de la expedición conquistadora. Primero un alguacil, un escribano del concejo, un escribano público y un
consiguió que los jefes indígenas autorizaran una fundación en el mayordomo 35. En general, los cabildos americanos tuvieron dos alcal-
valle del Mapocho. A continuación, levantaron la primera capilla des ordinarios y un número variable de regidores entre los que se
o iglesia mayor y las bodegas, así como tambos o alojamientos junto escogieron los primeros, seis en lugares pequeños y doce en los gran-
a la plaza y algunas casas de madera y paja para los nuevos pobladores. des, aunque hubo excepciones como Pánuco y Tampico, que tuvieron
Aunque el acto formal de fundación tuvo lugar en febrero de 1541,
cuatro, Santo Domingo con diez o Puebla con veinte. Para desem-
el primer cabildo no fue nombrado hasta el 7 de marzo. Tres años
peñar el cargo era necesaria vecindad, capacidad, calidad y opor-
más tarde, Valdivia otorgó a los vecinos algunos indios en encomienda,
tunidad, esto es, cumplimiento de incompatibilidades como la ley
pero la situación militar era tan difícil que se vieron obligados a
«del hueco» (1535), según la cual un alcalde ordinario no podía
construir al norte de la plaza mayor una casa fuerte amurallada dotada
de cuatro torres bajas con troneras, cuartos de almacén y otras depen- ser reelegido hasta dos años después de finalizado su último mandato
dencias. Hacia 1550 la ciudad, a la cual la Corona otorgó dos años y con la preceptiva residencia que examinaba su acción gubernativa
más tarde un escudo de armas y el título de «muy noble y muy satisfecha.
leal», debía constar de seis o siete casas de paja y bahareque. Sólo La elección de alcaldes y regidores varió según la época y las
en 1580 concluyó la distribución de solares; tanto en su interior regiones y su conflictividad fue moderada. A pesar de que algunas
como en los alrededores se aposentaron agrupaciones de naturales 34. veces se registraron quejas, o aparecieron pasquines insultantes o
Potosí no tuvo fundación oficial ni trazado regular, porque desde amenazadores, e incluso se produjeron peleas, desafíos y hasta moti-
su explosiva aparición en 1545 cada uno se pobló donde quiso. nes, fueron de corta duración y baja intensidad 36. En Cuba se intro-
Las primeras 94 casas se levantaron en los lugares más secos, alrededor dujo en 1530 una combinación de propuesta, elección y sorteo para
de una laguna que con el paso del tiempo fue desecada; en año el nombramiento cadañero de los alcaldes, debido a la oposición
y medio se construyeron más de 2.500 casas, pero quedaron «sin general de los vecinos contra la existencia de regidores perpetuos
calles por donde pasar», pues no hubo quien las delineara. El resul- y el control de los municipios por parte de los conquistadores y
tado fue un núcleo urbano laberíntico y difuso extendido en arrabales, sus familias y paniaguados. De acuerdo con este sistema, el gober-
cuestas y barrancos, habitado por una muchedumbre inimaginable nador proponía una persona, el cabildo vigente nombraba otras dos
de indios mitayos: a principios del siglo XVII, pudo tener 160.000 y el cabildo abierto formado por los vecinos, estantes y habitantes
habitantes. dos más 37. De estos cinco candidatos se escogían por sorteo los
La ciudad de los conquistadores 73 74 Manuel Lucena Giraldo

dos alcaldes; los nombres se introducían en un cántaro y un niño a ser una posesión hereditaria enajenable, con el único requisito
que pasara en ese momento por la calle extraía los papeles con de entregar un tercio del producto de la venta a la Real Hacienda—
los nombres de los ganadores 38. En La Habana, en 1555, fueron reforzó el componente oligárquico del cabildo 43. En México, ya en
admitidos a votar para elegir alcalde 36 vecinos, tres regidores y la etapa de gobierno de Cortés, el monarca dotó numerosos regi-
el gobernador, pero más adelante lo pudieron hacer todos los pobla- mientos perpetuos y así continuó ocurriendo durante toda la etapa
dores, insólito y avanzado derecho democrático que el gobernador colonial. En 1527, de los doce regidores que lo componían once
Pérez de Angulo intentó eliminar sin conseguirlo, pues los regidores, tenían el cargo por provisión real y desde el gobierno del virrey
«mirando por el servicio de Dios y de Su Majestad», los convocaron Luis de Velasco «el viejo» (1551-1566), la presencia de conquis-
y eligieron sus alcaldes como acostumbraban y era su derecho 39. tadores y encomenderos fue menoscabada por un nuevo grupo, com-
Hubo otros casos. Acordada la fundación de La Paz por el pacificador puesto de oficiales reales y principales no vinculados a la conquista.
La Gasca, el 20 de octubre de 1548 se reunieron en cabildo en En 1623, un 75 por 100 de los regidores del cabildo formaba parte
la iglesia del pueblo de Llaja todos los que allí se encontraban y, de la «universidad de mercaderes» en que se había convertido la
«en la mejor forma y manera que podían», nombraron alcaldes y institución municipal 44. Poco antes de la independencia había quince
regidores. En Chuquiabo, el pueblo de indios donde se estableció, regidores permanentes y hereditarios, que elegían anualmente a los
plantaron luego el rollo para hacer justicia 40. Cubagua en Venezuela dos alcaldes y cada dos años seleccionaban además seis regidores
y Nombre de Dios en Panamá conocieron experiencias similares. honorarios entre comerciantes y propietarios. Todos los regidores
El balance de poder entre la Corona, que pretendió a un tiempo hereditarios eran criollos, pero era costumbre elegir por mitades los
proteger y controlar la autonomía municipal, los virreyes y gober- alcaldes y los regidores honorarios entre americanos y peninsulares.
nadores y los conquistadores y sus descendientes, aliados o no a Por entonces, Caracas tenía doce regidores propietarios y cuatro
grupos emergentes —hacendados, mercaderes, señores de minas— anuales que dotaba el rey a partir de una lista de nombres propuesta
tendió a resolverse con el tiempo a favor de los poderosos y adi- por el gobernador. La práctica de elegir alcaldes por partes iguales
nerados, en especial desde que en 1558 se empezaron a vender
entre americanos y peninsulares se generalizó con el fin de disminuir
los cargos municipales, aunque las tendencias «populares» perma-
la animosidad entre ellos y facilitar el gobierno de la ciudad.
necieron y, de un modo u otro, continuaron vigentes hasta la inde-
pendencia. Hasta aquel año, el «estado llano» de los colonizadores, La venta de oficios alcanzó, como en Castilla, a todas aquellas
en lugares cuanto más alejados y más pequeños mejor, había logrado ocupaciones que podían ser rentables. En Lima, desde 1581, fueron
defenderse con cierto éxito de las tropelías de algunos conquistadores subastados los oficios de depositario general y receptor de penas;
y encomenderos 41. De acuerdo con las leyes de Indias, las elecciones el de escribano fue vendido hasta por dos vidas y, diez años más
para alcaldes y regidores eran anuales y habían de efectuarse el 1 tarde, salieron a la venta los de alguacil mayor y fiel ejecutor. Aunque
de enero de cada año en las casas del ayuntamiento. Jamás en la en la adjudicación se debía dar preferencia a los hombres de capacidad
casa del gobernador ni en presencia de ministros militares, para garan- y, cuando fuera posible, a los fundadores y sus descendientes, hubo
tizar la libertad de elección 42. A veces se adelantaban a finales de incapaces, menores y analfabetos en calidad de titulares de oficios
diciembre para que el cabildo estuviera formado a la llegada de municipales. Sólo en el caso de los regidores se mantuvo el control
un nuevo gobernador, que en teoría debía limitarse a otorgar su real mediante la obligatoriedad de la confirmación: todos los nom-
confirmación. Si no lo hacía, porque deseaba ampliar sus redes clien- bramientos de regidores perpetuos debían ser aprobados por el
telares o subrayar su autoridad, podía suspenderlas. En esos casos, monarca en un plazo de cinco años, bajo pena de pérdida del oficio.
la legislación y la jurisprudencia eran claramente municipalistas. Si En Caracas, en 1691, sólo un regidor cumplía tal requisito, de modo
el pleito resultante acababa en la audiencia, esta solía fallar a favor que el gobernador se compuso con él para designar los alcaldes
de la elección de alcaldes al margen de injerencias externas y por y el procurador que les convenían. Los miembros salientes apelaron
lo común castigaba a los gobernadores infractores. con éxito tan ilegal procedimiento 45. Con frecuencia los cabildos
La existencia de regimientos hereditarios por nombramiento de pagaron por el privilegio de elección y compraron a la Corona uno
los conquistadores, merced real o compra —en el siglo XVII llegaron o más regimientos para poder designar a sus miembros. En algunos
La ciudad de los conquistadores 75 76 Manuel Lucena Giraldo

casos, el gobernador o la audiencia llegaron a arrendar regimientos Los dos alcaldes ordinarios, llamados de primer y segundo voto
a cambio de una renta anual, que percibía la Corona: el cabildo por el orden de elección, fueron la cabeza de la institución municipal,
designaba entonces a sus titulares. En muchas ciudades alejadas de pues presidían el cabildo en caso de ausencia del gobernador o el
las capitales e incluso en algunas que pasaban por una crisis, como corregidor, votaban delante de todos y asumían en ciertos casos
ocurrió en Lima en 1784, los oficios del cabildo no tenían gran deman- el gobierno civil y militar. No podían ejercer en ningún caso como
da y muchos de ellos, cuando no todos, permanecían vacantes por tenientes del gobernador. Su función primordial fue judicial, pues
falta de comprador. También fue este el caso de Buenos Aires hasta constituían la primera instancia civil y criminal. Tenían oficina en
mediados del siglo XVIII, cuando su cabildo tuvo la fuerza suficiente las casas del cabildo y horario determinado para recibir pleiteantes,
para obtener del rey el privilegio de elegir anualmente seis regidores. examinar testigos y dictar sentencias. Estas podían ser apeladas ante
Se trató de una muestra incontestable de su inesperada opulencia. el cabildo en pleno y las audiencias. También vigilaban la admi-
Al igual que en España, el nombramiento de un corregidor, desig- nistración y el suministro de la ciudad, la adjudicación de tierras,
nado por el Consejo de Indias, pretendió servir para imponer la la situación de propios, comunes y ejidos, la salud pública y el urba-
autoridad del monarca, controlar a los poderosos y limitar la auto- nismo y el cumplimiento de las ordenanzas 50. Debían ser vecinos
nomía municipal. Una solicitud para el establecimiento de corregidor de la ciudad, personas hábiles, saber leer y escribir, no ser oficiales
en México, donde se llamó a veces alcalde mayor, señaló que se reales ni deudores de la Real Hacienda y tener una vida honrosa,
trataba de cargo por tiempo limitado (tres años en Indias, cinco sin delitos de sangre ni ejercicio de oficios viles y mecánicos. Tenían
en la península) y pidió tuviera vara alta de justicia, presidencia, prohibido el comercio, ser regatones (intermediarios), el trato y con-
voz y voto en el cabildo y obligación de visitar la tierra. Cuando trato en mercancías y la posesión de tiendas o tabernas, en parte
llegó a la Nueva España el primer virrey, Antonio de Mendoza, por ser trabajos infamantes, en parte para evitar colusión de intereses
comprobó con desánimo que la mayoría de los corregimientos estaban durante su labor inspectora 51. Sobre el papel, pues hubo multitud
en manos de conquistadores; estos los consideraban una especie de excepciones. En 1640 se permitió a los de Guatemala tener comer-
de encomiendas a corto plazo 46. Hacia 1570 existían allí unas 70 cio y pulpería (una tienda de abastos cuyo distintivo era una escoba
alcaldías mayores y unos 200 corregimientos menores o sufragáneos; en la entrada) y en Potosí, lugar de mineros, se les toleró la deuda
también había corregidores en el virreinato del Perú, Quito y Nueva fiscal por la intrincada naturaleza de sus negocios, pues siempre
Granada 47. estaban empeñados debido al pago del azogue. En caso de falle-
El corregidor presidía el cabildo en ausencia de autoridad superior, cimiento del gobernador y en ausencia de tenientes, los alcaldes
entregaba las varas de regidores a los electos y en caso de empate ordinarios desempeñaban provisionalmente sus funciones, pero a
tenía voto de calidad. Juzgaba los litigios entre españoles e indios, veces tuvieron ese privilegio de modo incondicional. Fue el caso
cuyos pueblos quedaron bajo su jurisdicción 48. A diferencia de lo de Caracas entre 1676 y 1736. Los regidores lo aprovecharon para
que ocurrió en los reinos peninsulares, no desplazó a los alcaldes repartirse tierras y destituir con la excusa de incapacidad a dos gober-
de la judicatura municipal. Aunque se prohibió que se hiciera cargo nadores incómodos, Nicolás de Ponte, que según ellos había perdido
de las causas que competían a los alcaldes ordinarios, ejerció cierto la razón, y José Francisco Cañas y Merino, que además de ser amigo
control sobre sus resoluciones, propias de jueces legos, anuales y de «rudas diversiones», como meter en la cárcel a quien le llevaba
con fuertes intereses locales. Los fallos del corregidor en lo civil la contraria, escandalizó a los vecinos por tener la insólita costumbre
se podían apelar ante la audiencia correspondiente. Fue oficio bien de perseguir de verdad el contrabando 52.
dotado y habitual en conquistadores pobres y fracasados; Miguel También existieron otros alcaldes, de menor rango y cometido
de Cervantes solicitó infructuosamente que le concedieran el de La específico. Los de minas eran propios de esos lugares; tenían juris-
Paz. Tan sólo Lima logró defenderse con éxito de la imposición dicción sobre españoles, negros e indios y fueron nombrados primero
de un corregidor, de modo que sus dos alcaldes ordinarios se encar- por el cabildo y más tarde por el monarca. Los alcaldes de la her-
garon del gobierno y la administración de justicia 49. En México logra- mandad, como el de Lima, establecido en 1555, se solían elegir
ron ese privilegio por breves períodos. por un año y carecían de voz y voto en el cabildo. A veces fue
La ciudad de los conquistadores 77 78 Manuel Lucena Giraldo

oficio vendible y perpetuo, o se desempeñó como en Tucumán por casos, como en Santa Marta, costeaban la mitad del mantenimiento
alcaldes ordinarios salientes. Ejercían, como en la península, la fun- de la cárcel, que solía estar en las casas del cabildo; el resto era
ción de policía rural. En sus salidas en busca de bandidos y fugitivos pagado de los propios.
portaban el estandarte real y solían mandar una cuadrilla formada El alférez real era el encargado de guardar y portar en ocasiones
por negros libres, indios y mulatos, puestos a sueldo del cabildo. de relieve las armas del monarca. Era oficio vendible y alcanzó can-
El de Lima, por ejemplo, compró dos esclavos para que desempeñaran tidades muy elevadas. El virrey Toledo señaló en La Plata y Cuzco
esa labor, pero decidió venderlos por andar vagueando y por miedo que lo debía desempeñar cristiano viejo, hidalgo, que no hubiera
a que murieran y se perdiera su coste. En México hubo alcaldes sido artesano y no tuviera tienda de mercaderías. Recibía el testimonio
de mesta, de alameda y de las aguas para cuidar jardines y paseos. público de lealtad de los habitantes de la ciudad, pero era oneroso,
En Guatemala hubo en el siglo XVI alcaldes de milpas para cuidar pues debía mantener el estandarte con las armas si lo había y pagar
que los indios cultivaran sus campos y de indios y sacas para repartir los uniformes de lacayos y acompañantes. También iban de su cargo
indios alquilones entre los que demandaban su trabajo. En Lima los refrescos y meriendas de los gobernadores, los oidores de la
existieron alcaldes de barrio desde el terremoto de 1746, «para segu- audiencia y los cabildos y sus séquitos en las fiestas señaladas. Aunque
ridad de los vivos y conservación de los bienes, que quedaron desam- por esa causa recibió en ocasiones una ayuda de costa (en Lima
parados y embarazar el latrocinio a que se dieron los negros, mulatos le entregaban la renta anual de seis tabernas) los gastos eran tan
y otras gentes vulgares» 53. Hubo alcaldes de fortalezas para impulsar elevados que alguno tardó veinticinco años en pagar una ceremonia;
su construcción y cuidado y de oficios para ocuparse de trabajos en Quito un alférez real huyó de la ciudad al acercarse las fiestas
concretos, como en Quito, donde los hubo de sastres, sombrereros, del Espíritu Santo para proteger su bolsillo. Para colmo, las ocasiones
silleros y herradores. En Santiago de Chile hubo alcaldes de borra- de sacar el pendón real abundaban, por las numerosas festividades
cheros para combatir la afición a la bebida de los indios y en Caracas de santos, arcángeles, devociones, cumpleaños y celebraciones reales,
de toros, responsables de traer del campo las reses que se lidiaban fundaciones y traslados de la ciudad.
en las fiestas. El fiel ejecutor, también llamado almotacén, era el encargado
El alguacil mayor se ocupaba de la detención de maleantes, el del reconocimiento de los pesos y medidas «para examinar si los
cumplimiento de ordenanzas, la custodia de reos (cuyos regalos no géneros que se daban eran cabales». En 1525 Hernán Cortés, con
podían aceptar) y la persecución de juegos y pecados públicos, todo el talento leguleyo que le caracterizó, señaló en las ordenanzas para
ello por naturaleza del cargo; por mandato judicial perseguían además las villas de Nueva España sus cometidos:
quebrantos, blasfemias y borracheras 54. Después de los alcaldes y
el alférez real tenían el primer puesto y voto del cabildo, junto al «Ordeno y mando que en cada una de las dichas villas haya
raro privilegio de entrar a las juntas con armas. Incluso sus esclavos un fiel que vea y visite todos los bastimentos que en las dichas villas
podían llevarlas. El cargo era incompatible con posesión de lugar se vendieren y los pesos y medidas con que se vendieren y pesaren
las ahierre el dicho fiel y las señale y marque con la señal y marcas
de tratos y contratos, oficios y gobiernos. Se solía otorgar por los
de la dicha villa y que ninguna persona pueda vender ningunos de
conquistadores a sus capitanes de confianza y gozaron de gran pres- los dichos bastimentos, si no fuere por los pesos y medidas que
tigio; tuvieron carácter perpetuo y se vendieron por una gran cantidad el dicho fiel les diere y señalare, so pena de haberlo por perdido
de dinero. Al cabo, algunos se convirtieron, como señaló un gober- [...] Item, que ninguna persona que trajere bastimento a vender a
nador del Perú, García de Castro, en «los gallos del pueblo». La cualquiera de las dichas villas, no los pueda vender por menudeo
impronta del honor revistió su ejercicio, de modo que los titulares sin que primero sean vistos por el dicho fiel y por uno de los regidores
se ocupaban de las detenciones de relieve, las notificaciones de reso- de la dicha villa y puéstole precio» 55.
nancia y las sentencias de degollamiento, mientras los corchetes y
ministriles atendían a la gente común. En los pueblos de indios, El trabajo del fiel ejecutor pretendió hacer realidad el derecho
los cabildos tuvieron alguacil propio. Además del salario, cobraban de los habitantes de la ciudad a alimentarse bien y a un precio
una tasa por ejecución, encarcelamiento o citación judicial. En algunos razonable. Para lograr este objetivo, según la tradición municipal,
La ciudad de los conquistadores 79 80 Manuel Lucena Giraldo

lo más eficiente era un mercado controlado, que no dejara a los ambigüedad del oficio de procurador se hacía evidente cuando tenía
vecinos y sus familias a merced de poderosos, acaparadores y regatones. que ir contra los acuerdos del cabildo. El de Lima se opuso en
El fiel ejecutor vigilaba las transacciones, visitaba por sorpresa tiendas 1604 a que se pagaran con dinero de los comunes los gastos de
y mercados, imponía tasas, «posturas» y aranceles y fijaba precios un auto de fe; su petición fue ignorada. En cambio, el de Quito
máximos. En el siglo XVIII se esforzaron en separar la producción logró en 1599 que el cabildo devolviese a los vecinos la tasa añadida
de la distribución; los panaderos no podían ser molineros y quienes al precio de la carne, aunque hubiera sido con la loable intención
poseían tienda no podían vender pan, pues ese era el cometido de de arreglar las calles. Los procuradores de las ciudades de Indias
los panaderos. «No se consienta por ninguna vía regatones de trigo tenían prohibido pasar a la península sin autorización, pues eran
o pan cocido en los pueblos», se señaló en Buenos Aires 56. En su muy caros de mantener y se temía que infestaran la Corte con peti-
celo revisor, el cabildo de La Habana mandó pesar de madrugada ciones y súplicas, dificultando aún más la acción de gobierno 59.
«las reses, puercos y vacas que se trajesen muertas a la carnicería El escribano del cabildo, también llamado «fiel de fechos», tenía
de cada vecino», sellar las medidas del vino y comprobar las existentes la función de dejar testimonio por escrito de cuantas actuaciones
en las tabernas y tiendas y el pan y el pescado que se vendía en lo requirieran. A pesar de su gran importancia, ya que respondían
las plazas. El campo de actuación del fiel ejecutor se extendió a de la memoria pública y privada de la ciudad, para desempeñar
la medición de solares, caballerías y estancias. En algunos casos, el oficio sólo se pedía ser español y saber leer y escribir. Tenían
como en Puerto Rico o Santiago de Chile, se dividieron ambos come- un sueldo considerable, además de prebendas y una reputación públi-
tidos (el fielazgo atañía al control de las medidas y la ejecución ca acompañada en ocasiones de mala fama, por el frecuente abuso
de penas en los infractores), pero lo común fue que estuvieran unidos en el cobro de aranceles y la malignidad y tendencia de algunos
y los cabildantes lo dotaran cada año. La eficaz labor del fiel ejecutor, a vincularse en hechos fraudulentos y delictivos. Por su calidad de
entre otras causas, explica que, en comparación con lo que ocurría secretarios y notarios participaban en registros, testimonios, pleitos
en Europa, las ciudades de la América española permanecieran, por y juicios. Una cédula filipina prescribió que llevaran el registro de
lo general, al margen de hambrunas devastadoras 57. pobladores en nueve libros, con los nombres de los conquistadores,
Otro cargo importante fue el de procurador, pues representaba fundadores y encomenderos. También debían anotar los que no tenían
al común de la ciudad ante los tribunales, organismos de gobierno indios pero sí tierras y solares, los que no tenían bienes pero sí
y la Corte y exponía sus necesidades ante el cabildo, en el cual, un oficio, los que tenían oficio pero no lo ejercían, los ausentes
sin embargo, carecía de voto. También se personaba en procedi- en servicio del rey y los indios de los arrabales y las haciendas.
mientos judiciales, por orden del cabildo o sin ella. En sus juntas Con el transcurso del tiempo, se redujeron en número; en Caracas
podía proponer o rechazar acuerdos y conminaba si lo consideraba hacia 1790 sólo había tres escribanos, para blancos de calidad, pardos
necesario con costosas apelaciones a tribunales superiores. Estas se y blancos de orilla 60.
pretendían evitar porque los oidores de la audiencia solían tener Desde comienzos del siglo XVI fue cargo de nombramiento real,
pendencias guardadas contra los regidores y la propia ciudad. Durante aunque hubo algunas designaciones de cabildos y gobernadores. Sin
el siglo XVI fueron elegidos por el vecindario, pero desde 1623 fueron ellos no se podían reunir los regidores, ya que recibían los votos,
los regidores y no el cabildo abierto quienes los designaron 58. redactaban las actas y las firmaban. También transcribían en los libros
El de procurador no podía ser cargo servido por oficiales reales; que eran de su responsabilidad las reales cédulas y los nombramientos
por las materias de su interés, acabó ocupándose de asuntos diversos. y custodiaban el archivo, cuyos papeles debían tener inventariados,
En Caracas fue costumbre que el procurador presentara poco después cosidos y con índice. En su caso, otorgaban copia de documentos
de las elecciones una lista de peticiones, que invariablemente se y títulos de propiedad. Una cédula de 1590 mandó que ningún enco-
ocuparon del pregón de las carnicerías, el arancel de las pulperías, mendero fuera escribano y los hubo que sólo se ocuparon de pleitos
el arreglo de los caminos, la apertura de acequias, la visita de los de indios.
ejidos y el interrogatorio de los vagos, a fin de que declararan sus Las llamadas «varas de justicia» se entregaban a quienes acom-
medios de vida y, en caso de no tenerlos, obligarles a trabajar. La pañaban a los alcaldes en representación y auxilio del poder real.
La ciudad de los conquistadores 81 82 Manuel Lucena Giraldo

Eran altas para ministros superiores y cortas para los inferiores; siem- y llevaba vara de justicia. Si el monto del pleito en el que entendía
pre iban grabadas con una cruz. Sobre ellas se efectuaban los jura- bajaba de 50 pesos no se levantaba testimonio, pero si subía de
mentos de cumplimiento de cargos o de decir la verdad en los juicios. esa cantidad había que hacerlo. De sus fallos era posible apelar ante
Recoger las varas a quienes las ostentaban equivalía a la destitución. el corregidor, cuya sentencia era definitiva. El corredor de lonja hacía
Producían en las gentes de bien un sano temor. En México, al alcalde las veces de intermediario entre el vendedor y el comprador, ya
de la alameda le fue concedida una vara de justicia «para que nadie que tasaba las mercancías y artículos que eran objeto de trato. Cobra-
se le atreviera». ba a ambas partes y existió en todas las ciudades importantes. En
Al margen de los cargos y oficios mencionados, que formaban México y Caracas hubo un diputado de la alhóndiga (mercado de
el llamado «cuerpo de ciudad», hay que mencionar una serie de grano), encargado de la administración del pósito (almacén) de maíz
empleos extracapitulares. Todos eran atribuidos por el cabildo, que y trigo y también un administrador de hospitales, que eran del cabildo
exigía el juramento de ser desempeñados «fiel y lealmente» y un o estaban bajo la custodia de alguna orden religiosa o el patronato
depósito de fianza previo a su ejercicio. El mayordomo de la ciudad de algún particular. Un regidor se encargaba de vigilarlos; al médico
administraba los bienes del cabildo, pero no podía efectuar pagos le solía pagar el cabildo, a razón de 200 pesos, como ocurría en
sin un mandato escrito. El depositario general, oficio de merced Lima en 1561. Estaba mandado por el rey que hubiera hospitales
real y luego vendible, era quien custodiaba los bienes en litigio. Los en todos los pueblos de españoles e indios. En Santo Domingo se
tenedores de bienes de difuntos se encargaban de los caudales de construyó uno en 1502, en México se abrió en 1524, en Guatemala
quienes habían fallecido. Debían guardarlos en cajas de tres llaves en 1527 y en La Paz en 1550 61.
y remitirlos a la Casa de Contratación de Sevilla, que se encargaba El cabildo pagaba un mayordomo de iglesias para que cuidara
de buscar a los herederos para entregárselos. El padre de pupilos de sus fábricas, ornamentos y rentas. También tenía su propio cape-
y huérfanos, llamado curador de mancebos, padre de mozos, juez llán, que celebraba misa para los regidores en sus casas o se acercaba
de menores o, como en nuestro tiempo, defensor de menores, tenía a la cárcel para impartir la bendición y ofrecer consuelo a los presos.
los cometidos de evitar que los huérfanos se hicieran viciosos y de En lo referente a la enseñanza las instituciones municipales fueron
malas costumbres y de fiscalizar a los tutores asignados y pagados muy cuidadosas y se esforzaron en apoyar el eficaz sistema educativo
que no cumplían como era debido. Pedro Martín fue nombrado administrado por la iglesia en sus parroquias, conventos y monasterios.
en 1567 por el cabildo de Santiago de Chile «padre de huérfanos Además, fueron militantes en la petición de universidades. En 1540,
y huérfanas, así españoles como mestizos e indios», por un año, el cabildo de Santo Domingo solicitó para un estudio donde se impar-
con el cometido de vigilar cómo se administraban sus haciendas tía gramática desde hacía dos años «las libertades que gozan los
si las tenían, ponerlos como criados o imponerles el aprendizaje de estudios generales» y poco después el de México pidió «universidad
un oficio. También debía cuidar de que las mestizas que tuvieran de estudio de todas las ciencias, porque los hijos de los españoles
edad cumplida se casaran. En algunos casos, como en Cuzco, un y los naturales las aprendan y se ocupen de toda virtud y buenos
regidor acompañado del corregidor se ocupaba de controlar a los ejercicios y salgan y haya letrados de todas facultades» 62. Allí existió
tutores y administradores de los bienes de los menores. Era un cargo universidad desde 1551, como en Lima, donde el cabildo pidió tuviera
retribuido por arancel: en Lima, cobraban un peso por cada mozo edificio propio, independiente de los claustros de Santo Domingo,
puesto a servir y diez pesos por cada mil de renta de huérfano lo que logró en 1574. En Quito se fundó la universidad en 1586,
vigilada. en Cuzco en 1598, en Santiago de Chile en 1619, en Tucumán
Hubo un protector de indios propio de la ciudad y nombrado en 1622, en Bogotá en 1623, en Caracas en 1721 y en La Habana
por el cabildo para evitar los abusos cometidos sobre ellos en la en 1728.
jurisdicción urbana por caciques, curas y encomenderos. El juez de Precisamente el cabildo de la capital venezolana tuvo el arrojo
naturales existió en los cabildos peruanos para evitar gastos a los de nombrar en 1593 a un soldado-poeta de nombre Ulloa como
nativos, litigantes por naturaleza y enredados en largos procesos que cronista de la ciudad. Dos años antes había designado maestro a
los arruinaban, al decir de los cronistas. Era de nombramiento anual Luis de Cárdenas; con lo que cobraba a algunos alumnos de posibles
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lograba sostenerse y admitir a quienes no podían pagarle. Simón del Perú el cabildo pretendió innovar y compró un negro esclavo
Basauri enseñaba a pobres y huérfanos «por amor de Dios y para para que lo fuera; le tuvieron que pagar un vestido decente, pues
que no se criaran como potrillos»; el cabildo le retribuía del estanco no lo tenía. Al fin, se trató de una mala solución, pues debido a
del vino 63. En México, algunos maestros celosos acudieron en 1617 «su talante altanero y desconsiderado» tuvo un enfrentamiento con
al procurador para que se comprobara si sus competidores eran bue- el alférez real y acabó por ser enviado a Guayaquil, donde se le
nos cristianos y si en verdad sabían escribir o sólo lo parecía y se cambió por un cargamento de madera. Algunos reos de muerte pro-
limitaban a mover frente a sus alumnos los moldes de las letras. testaron porque el verdugo fuera un antiguo esclavo y además negro,
Por entonces el cabildo de Buenos Aires acogió la propuesta de pues consideraron que se faltaba a su honra en el trance supremo
Francisco Montesdoca, maestro de señoritas, de enseñar rudimentos de abandonar este mundo. En Arequipa hubo un cirujano que sirvió
de lectura a los hijos de los pobres. En Ibarra, Martín Cumeta recibió de manera simultánea el oficio de verdugo. En Guadalajara, debido
en 1609 el monopolio docente y en Santiago de Chile concedieron a su inexistencia, fue fusilado para su fortuna Fernando de Armindes,
permiso en 1618 a Melchor de Torres para abrir escuela aunque condenado por la justicia a pena infamante, pues la sentencia había
sin exceder el arancel y con un máximo de cien alumnos. En Santafé ordenado que fuera ahorcado y se le cortase después la cabeza y
de La Plata, el cabildo pidió en 1577 al teniente de gobernador una mano, para clavarlas en la ventana por la que había pretendido
que prohibiera emigrar de la ciudad al maestro Pedro de Vega, pues robar las cajas reales del pueblo en el que había sido alcalde ordinario.
no había quien lo supliera. Hubo escuelas municipales para indios El portero vigilaba las puertas del cabildo, avisaba de su celebración
y mestizos en Cuzco, México y Quito y para morenos en Venezuela y a veces introducía en las juntas las peticiones de los vecinos a
y Buenos Aires. En Luján, donde tenían una escuela gratuita para cambio de dinero. También hubo, según los casos, maceros (que
pobres, el cabildo acordó en 1775 multar a las familias que no enviaran en tiempo ordinario ayudaban al fiel ejecutor), alarifes para «medir
a ella a sus hijos 64. los solares y repartir el agua que anda por la ciudad y echar las
Hubo otra serie de oficios considerados menores, poco rentables acequias por donde han de ir», almotacenes para reducir al patrón
y de escasa honra. El obrero mayor era un alarife municipal, que de pesas y medidas guardado en el cabildo el que se aplicaba en
cuidaba de fomentar y vigilar las obras públicas y requería los indios tiendas y mercados, yegüerizos para cuidar las yeguadas públicas
y peones necesarios para llevarlas a cabo. El capitán de la ciudad que pacían en la dehesa de la ciudad e intérpretes de lenguas para
castigaba a los nativos rebeldes y montaraces. El guarda mayor era el trato con los naturales.
un vigilante urbano y los cobradores de rentas reales existían donde Los carceleros solían salir dos veces a la semana a pedir por
no había oficiales que se ocuparan de ello. En Lima y Santiago las calles para alimentar a los presos y podía haber trompeteros y
de Chile hubo examinador de caballos, encargado de evitar que atabaleros para la ocasión en que fuera necesaria música, mesegueros
se echara a las yeguas municipales macho alguno sin aprobación, para cuidar de los panes, albéitares para vigilar y cuidar los animales
a fin de evitar la degeneración y enfermedad de la casta caballar. de la ciudad, campaneros y relojeros. En México, el primer reloj
Los omnipresentes pregoneros, tan importantes en una sociedad basa- fue cedido por Cortés y se instaló en el antiguo palacio de Axacayatl.
da en la cultura oral, daban voz pública a resoluciones judiciales, En Lima, el cabildo decidió comprar uno en 1549 y en Santafé
citaciones, remates, festejos y bandos. También acompañaban a los de Bogotá la audiencia lo mandó instalar en 1563. Los jesuitas tuvie-
delincuentes camino de la horca; fue oficio propio de negros esclavos ron fama de excelentes astrónomos y mecánicos del tiempo; en 1612
o libres, mulatos e indios. El visitador La Gasca lo concedió en el cabildo de Quito contribuyó a la construcción de una torre para
Arequipa al negro Alonso Gutiérrez para recompensar su servicio que el toque de campanas del reloj existente en el colegio de la
en la reciente campaña contra los pizarristas, bajo la obligación de Compañía diera a conocer las horas hasta en sus barrios más lejanos 65.
pagar al cabildo cincuenta pesos. El español Diego García, infeliz La ciudad de los conquistadores tuvo en el cabildo su institución
en fortuna y honra, le compró el cargo y además se ofreció como primordial, la expresión de su poder. Una muestra de 682 individuos
verdugo; también fue nombrado almotacén de acequias. El oficio pertenecientes a las huestes de Cortés, Pizarro, Pedro de Heredia
de verdugo solía ser desempeñado por negros libres. En Trujillo y su socio Durán y Valdivia, las de Belalcázar, Jiménez de Quesada
La ciudad de los conquistadores 85 86 Manuel Lucena Giraldo

y Federmann (que coincidieron en el altiplano de Bogotá en 1538) le cedió el primer lugar en los congresos que, previa autorización
y los miembros de la expedición de Fernández de Serpa en 1569 real, reunieran eventualmente a los representantes de las ciudades
a la Nueva Andalucía, indica tanto su vocación de permanencia en y villas de las Indias. En 1540 concedió el mismo primer voto a
América como su opción municipalista. De los 194 que se sabe obtu- Cuzco en Nueva Castilla, pero en 1630 Felipe IV mandó guardar
vieron algún cargo, 13 lo lograron en la península, donde fueron los privilegios de Lima, «para que aquella ciudad como asiento del
con frecuencia calificados como peruleros o indianos, nuevos ricos gobierno superior siempre sea ennoblecida y aumentada» 68.
y advenedizos cuya hidalguía no contaba. De los 181 restantes, sólo A mediados del siglo XVI, como una más de las medidas a tomar
21 obtuvieron altos empleos en la administración y 121 lograron para luchar contra la bancarrota real, se proyectó introducir en el
un oficio en las instituciones de sus ciudades. Apenas el 10 por Perú un servicio en metálico al monarca, voluntario y único. A fin
100 retornó a España 66. El ejercicio de un cargo en el cabildo quizás de aprobarlo, se convocaría una diputación general de ciudades, con
no hizo de los conquistadores dóciles servidores del rey, pero sin el fin de tratar la contribución, negando por principio la presentación
duda formó parte de la vida señorial a la que creyeron tener derecho 67. de quejas y peticiones, como era habitual en las Cortes castellanas 69.
Su permanente aspiración a una posición política superior no ofreció Algunos miembros del Consejo de Indias formularon fuertes reparos
lugar a dudas. De ahí que su relación con los representantes directos y la convocatoria no se llevó a efecto. Décadas después, el virrey
del poder real, que a veces acudían a América con una mentalidad del Perú, marqués de Cañete, preocupado por el aumento continuo
depredadora y altanera, resultara difícil. La institución del cabildo del número de criollos, que suponía de fidelidad menos contrastada
facilitó el restablecimiento de complejos equilibrios políticos. En un que los peninsulares, sugirió a Felipe II que convocara diputados
lugar tan apartado como el Río de la Plata, Carlos V confirió en de los reinos americanos a las reuniones de las Cortes castellanas
1537 a los vecinos y conquistadores asentados en ciudades el derecho y que sus leyes tuvieran validez en Indias. Sin embargo, en 1609
a elegir gobernador bajo ciertas premisas. El cabildo de Asunción otro virrey, Montesclaros, se opuso a que se reunieran diputados
lo invocó cuando le convino y en cierta ocasión depuso uno bajo de las ciudades más importantes del Perú, porque «darían lugar
la acusación de evitar mayores perjuicios y hasta «la pérdida del a una agitación desenfrenada». Hubo que esperar a las Cortes de
reino». Para el cabildo de Caracas, destituir al gobernador fue casi Cádiz de 1812 para que se eligieran diputados americanos, pero
un hábito. En 1623 lo depusieron «por los muchos delitos cometidos». aun sin ellas la autonomía urbana fue hasta la independencia un
En realidad quiso que se cumpliera de una vez por todas la real elemento fundamental en la arquitectura institucional de la monarquía
cédula de supresión del servicio personal de indios encomendados, española 70.
en favor de un menos oneroso tributo en metálico. Es interesante El éxito de la ciudad de los conquistadores, su continuidad en
anotar que al constituir el cabildo la única institución privativa del el tiempo, se basó en una articulación territorial muy eficiente. La
vecindario urbano, se produjeron intentos de introducción mediante relación entre los centros urbanos menores y las capitales tendió
juntas comunes a varias ciudades de una representación por esta- a ser más importante que en la etapa prehispánica, pues las segundas
mentos, tal como existía en las Cortes de los reinos peninsulares. actuaron como verdaderas fronteras de colonización, conectadas
Los cabildos de diversas ciudades de La Española acreditaron a sus mediante puertos a las redes de comunicación del mundo atlántico 71.
diputados para una junta que tuvo lugar en Santo Domingo en 1518. El Nuevo Mundo occidental y urbano encontró su línea de per-
Por unanimidad aprobaron numerosas peticiones al rey, pero pronto manencia en un sistema económico de extensión comarcal, orientado
las diferencias les impidieron toda acción común. En 1528, un enviado a que las ciudades fueran autosuficientes, baratas y abundantes en
del cabildo de México se esforzó por obtener en la Corte un privilegio los precios de los alimentos y artículos de primera necesidad, pero
para que se concediera a la ciudad, en representación de Nueva sometido a la «fricción de la distancia»: la existencia de una barrera
España, voz y voto en las Cortes de Castilla. Carlos V no lo otorgó, muchas veces infranqueable en el acceso a objetos y productos, a
pero le concedió una especie de premio de consolación, pues en causa del alto costo de los transportes 72. Los modelos de inserción
1530 le dio el primer voto entre las ciudades de Nueva España de las urbes recién fundadas en el espacio inmenso de América fueron
«como lo tiene en estos nuestros reinos la ciudad de Burgos» y centrífugos y dependieron de la estructura indígena preexistente y
La ciudad de los conquistadores 87 88 Manuel Lucena Giraldo

de la adaptación o superposición española, de acuerdo con dos tipo- a su manera de gobierno» y tengan cabildos propios en sus pueblos,
logías aparecidas en la Nueva España y el Perú. En el primer caso, con alcalde, regidores y escribano, en la acertada presunción de que
las políticas cortesianas fueron capaces de estructurar, tras una rápida podían ser complementarios de las demás instituciones 78. Ciertas
victoria militar, una red urbana regional amplia e integrada, a través tradiciones prehispánicas de organización política, que comprendían
de diversas y complejas dinámicas institucionales que aglutinaron la existencia de castas de funcionarios y consejos nobiliarios, se fusio-
y adaptaron los ritmos y espacios prehispánicos. En el segundo, la naron de modo peculiar con la municipalidad hispánica y ofrecieron
pervivencia de una campaña militar durante casi veinte años, debido a los nativos la posibilidad de sobrevivir en control de lo que ver-
a los conflictos entre pizarristas y almagristas, implicó el fracaso de daderamente importaba, la tierra, protegida así por títulos legales 79.
la interrelación urbana en una etapa fundamental. A ello se sumó En Cuernavaca, el heredero del tlatoani anterior a la conquista fue
la propia e inmutable naturaleza vertical andina, con el resultado instalado como gobernador y se mantuvo una rotación de cargos
de una articulación más frágil, irregular y desintegrada 73. entre nobles indígenas principales 80. En 1533, se promulgó una cédula
En Nueva España, las redes de comunicación unieron ciudades, para que los naturales próximos a la ciudad de Santiago de Guatemala
pueblos y aldeas con un «traspaís» o hinterland fluido y próximo. eligieran alcaldes y un alguacil. El indio Baltasar, de Tepeaca, recibió
En Perú se quebraron a diferentes alturas con ciudades-isla localizadas licencia en 1542 para hacer una población en el valle de Tozocongo,
en nichos ecológicos distintos y distantes. Con el paso del tiempo, «que ellos por ser muy de Dios nuestro señor y vivir en república
un buen número de urbes, por su tamaño y pujanza, evolucionaron y policía cristiana querían edificar un pueblo donde se quedasen
funcional y formalmente, mientras que otras parecieron estancarse a vivir y permanecer» 81. Otra cédula enviada al virrey de Nueva
en volumen y aspecto. Las mejor situadas en las cambiantes redes España en 1560 insistió en que «los indios de esa tierra que están
de comercio y transporte, caso de Tucumán, Puebla, León, Mérida derramados se [juntaran] en pueblos».
o Pasto, sostuvieron una gigantesca red urbana que acabó por vincular Las Ordenanzas de 1573 consagraron esta probada práctica de
el continente. Sobre los gigantescos intersticios se abrieron múltiples organización territorial y, como hemos visto, dieron por terminada
y vastas fronteras, como las misionales, sustentadas en sofisticados la conquista pero mantuvieron e impulsaron el énfasis urbanizador.
mecanismos de relación entre lo urbano y lo rural, generadoras de Las ciudades serían como islas de un vasto archipiélago, alejadas
tipologías asombrosas y autosuficientes hasta ser acusadas de cons- una mínima distancia de las demás. Su jurisdicción, de acuerdo con
tituir república aparte, como fue el caso de las reducciones jesuíticas un principio de derecho común, equivaldría a un día de viaje 82.
del Paraguay 74. Pero también las de cimarrones, palenques y cumbes Un siglo después, la Recopilación mandó que en los pueblos de indios
de negros en la América tropical y las más determinantes, las indí- hubiera alcalde, si contaban con más de 80 casas dos alcaldes y
genas, organizadas alrededor de los pueblos de indios y con exclusión dos regidores, aunque fueran muy grandes no más de cuatro regidores
teórica de españoles, mestizos o mulatos, según una fórmula rura- y si su población era de entre 40 y 80 indios un alcalde y un regidor,
lizada que les confirió un importante grado de autonomía y resultó renovables igual que en los de españoles, por año nuevo 83.
determinante en la formación de las regiones americanas 75. Fue habitual que los pueblos de indios tuvieran un gobernador
La concentración de los indígenas pretendió que se hispanizaran indígena, con título de «don», ocupado en la dirección política y
en sentidos bien concretos: debían convertirse en cristianos, vasallos la administración de justicia, con salario e indios de servicio y elegido
leales, tributarios y vivir en república, en núcleo poblado; hasta el por los principales, además de un cacique hereditario y vitalicio con
siglo XVIII hablar español no se consideró imprescindible 76. Como sus indios de servicio, dedicado a supervisar la actividad económica,
señaló el formidable obispo de Michoacán Vasco de Quiroga, creador ambos de tradición prehispánica, y, por último, un cabildo semejante
e impulsor de los hospitales-pueblo con el propósito de remediar al español 84. El intento de las elites indígenas de mantener la con-
la miseria de los nativos, se trataba de que fueran «verdaderamente tinuidad con el mundo anterior a la conquista utilizando las nuevas
cristianos y políticos [...] y no vivieran desparramados y dispersos instituciones para conservar algún grado de autonomía chocó con
por las sierras y montes» 77. En 1530 Carlos V plantea la necesidad el influjo y el poder absorbente sobre el espacio circundante de
de que los indios «se entiendan más con los españoles y se aficionen las urbes, tanto de las refundadas como de las nuevas. La escala
La ciudad de los conquistadores 89 90 Manuel Lucena Giraldo

del fenómeno fue escasa en algunas regiones, pero en otras produjo siásticas y representó el poder de los conquistadores, pero ellos mis-
un cataclismo y transformó el territorio con una velocidad inusitada. mos, que tantas veces se vincularon a princesas indígenas, comenzaron
Un ejemplo interesante fue el de Toluca. Aunque la primera gene- un mestizaje no ligado como en los feroces tiempos iniciales a arries-
ración de conquistadores encomenderos fue residente, sus hijos y gadas operaciones de alianza, sino a políticas de estabilidad y com-
nietos fueron más flojos, abjuraron del campo y a fines del siglo XVI promiso, que esbozaron en ocasiones parejas imposibles 87. Hacia
residían en México. Las grandes estancias fueron entregadas a hom- 1580, existían en la América española al menos 230 ciudades per-
bres de confianza y familiares de poca fortuna para que las admi- manentes, que en 1630 ascendían a 330 88. En todas existía una
nistraran. Desde 1580 aparecieron multitud de pequeños estancieros, secuencia perfecta de la imperfección y un gradiente de color en
granjeros y ganaderos, algunos de ellos mestizos, hijos ilegítimos o la piel, desde la plaza mayor y las calles adyacentes hacia los barrios
portugueses, que se hicieron dueños de explotaciones pequeñas y y arrabales. Los indios llegaban a la ciudad de nueva planta —de
medianas, dedicadas a la provechosa cría de cerdos, ovejas y caballos. la refundada nunca se marcharon— como sirvientes, empleados, sol-
Coexistían con una población aún intacta de indios cultivadores de dados o criados de los conquistadores, naborías, yanaconas, forasteros
maíz, regida por sus propios cabildos, compuestos por individuos y desarraigados de sus comunidades de origen. Eran peones o arte-
que eran o se hacían pasar por nobles 85. sanos que se alojaban en campamentos y cercados en función, si
Una muestra de miembros de 145 cabildos indígenas de Yucatán los dejaban, de su origen étnico. A ellos se sumaron mestizos, zambos,
entre 1657 y 1675 permite observar la continuidad de los linajes mulatos, negros libres y algunos esclavos escapados, que si en el
y clanes de principales y la rotación en los cargos, habitual en con- campo tenían pocas posibilidades de escapar a su condición, en la
ductas oligárquicas, pero también deja ver nombres no vinculados ciudad podían intentar vivir libres. Por lo general, residieron en barrios
a la nobleza tradicional, antiguos macehuales o campesinos que habían y parroquias radicados entre el centro y el arrabal. El cercado por
hecho del gobierno de los pueblos su camino para el ascenso social 86. antonomasia fue el de Lima, pero también existieron en Cuzco, Quito
No fue sólo la ciudad la que produjo la alteración del balance entre o La Paz, aquí como barrio de indios extramuros, y en otras muchas
lo rural y lo urbano o la ruptura de la utopía de las repúblicas separadas urbes. Charcas constituyó un caso extraordinario, pues, como recom-
de españoles e indios, que las leyes habían intentado proteger pro- pensa a los servicios prestados durante la conquista, los indios yam-
hibiendo a los blancos detenerse en pueblos de naturales, impidiendo paraes conformaron su barrio a partir de la plaza mayor 89.
a estos trasladarse de uno a otro o facultando a sus alcaldes para Las ciudades se hicieron durante el siglo XVI abigarradas, mez-
prender a negros y mestizos descarriados. Con el paso del tiempo, cladas, tan ordenadas y virtuosas a ojos de sus habitantes como
la hacienda agrícola, la estancia ganadera, los reales de minas o las caóticas ante los europeos que ocasionalmente las visitaban o los
plantaciones conectadas a las demandas de la economía atlántica oficiales reales peninsulares enviados para gobernarlas. De acuerdo
dieron un impulso definitivo a esta transformación. con las cifras recogidas entre 1571 y 1574 por el cosmógrafo y cronista
Por otra parte, la ciudad señorial imaginada por los conquistadores Juan López de Velasco, dentro de un proyecto vinculado a la reforma
como expresión de la bipolaridad de las repúblicas de españoles del gobierno indiano, las relaciones geográficas y las Ordenanzas de
e indios tampoco perduró. En ella hubo desde el principio negros 1573, la América española suponía, por encima de todo, una expresión
y castas mezcladas, y el mestizaje urbano, resultado de la necesidad urbana. Sus 241 ciudades pobladas reunían 23.493 vecinos. Entre
que tenían unos y otros de comerciar con sus bienes, talentos y las capitales, Santo Domingo contaba con 500 vecinos; La Habana
cuerpos, surgió desde el primer momento. En este sentido, no hay tenía 60; San Juan de Puerto Rico, 200; Caracas, 55; México, 3.000;
que confundir la urbe americana inicial que algunos pretendieron Guatemala, 500; Panamá, 400; Santafé de Bogotá, 600; Quito, 400;
segregada con la posterior ciudad criolla, visible en su segmentación Guayaquil, 100; Cuenca, 80; Lima, 2.000; Cuzco, 800; Santiago de
desde el centro blanco hacia la periferia multiétnica, segura de su Chile, 375; La Paz, 200; Potosí, 400, y Asunción, 300.
capacidad de gobernarse acatando lo que le convenía y feliz de formar Existían multitud de urbes de importancia regional. Carora tenía
parte del imperio de consenso de los Austrias españoles. El centro 40 vecinos; Guanajuato, 600; Puebla, 600; Zacatecas, 300; Gua-
de la ciudad se erigió como sede de las instituciones civiles y ecle- dalajara, 150; Durango, 30; Oaxaca, 350; Mérida, 90; Veracruz, 200;
La ciudad de los conquistadores 91 92 Manuel Lucena Giraldo

Sonsonate, 400; León, 150; Cartagena, 250; Tunja, 200; Pasto, 28; una plutocracia dueña de los bergantines dedicados a la pesquería
Guayaquil, 100; Cuenca, 80; Arequipa, 400; Huamanga, 300; Val- de perlas y también de recuas de mulas para el paso del istmo,
divia, 230; La Serena, 90; Mendoza, 29; Potosí, 400, y Santa Cruz almacenes de mercaderías, hatos de ganado vacuno y aserraderos
de la Sierra, 125 90. Aunque la multiplicación por cinco o seis del de madera para la construcción de viviendas. Había un clero nume-
número de vecinos permite barruntar la población blanca y española roso, profesionales (escribanos, abogados, médicos, cirujanos, far-
existente, es obvio que se trataba de una minoría más o menos macéuticos y boticarios), militares con oficialidad y tropa (una rareza
amplia entre los habitantes de las urbes americanas, sobre cuyo núme- en el continente) y gente de oficios, zapateros, sastres, calceteros,
ro total sólo se pueden hacer conjeturas. En México pudieron residir cereros, herreros y plateros 93. Santiago de Chile, otra ciudad sig-
hacia 1560 unos 8.000 hombres blancos. Diez años después, había nificada por la existencia de un contingente militar, tenía unos 400
10.595 esclavos negros y en la última década del siglo quizás tuvo vecinos y en 1613 llegó a albergar 1.717 españoles. Entre los de
4.000 vecinos españoles. A comienzos del XVII residían en ella 15.000 calidad se encontraban los altos funcionarios, miembros del cabildo,
vecinos españoles, 50.000 negros y mulatos y unos 80.000 indios 91. encomenderos, estancieros y mercaderes, oficiales militares, escri-
Lima tenía por entonces más de 3.000 vecinos, además de 12.000 banos y abogados. Por debajo de ellos, se encontraban los españoles
mujeres de diferentes naciones y 20.000 negros. El padrón ordenado comunes, soldados, artesanos y gente de oficios y finalmente los
en 1614 por el virrey Montesclaros recogió un total de 25.452 per- indios, negros, mestizos, mulatos y zambos. La frontera chilena fue
sonas, de las cuales 5.257 eran españoles y 4.359 españolas. A su tanto un lugar de oportunidades como un acicate para la movilidad.
cabeza se encontraban los altos funcionarios y el clero (el propio Era muy frecuente el matrimonio mestizo y el concubinato geográ-
virrey, oidores de la audiencia, oficiales reales, arzobispo y canónigos), ficamente repartido y más o menos disimulado y había muchos sol-
los miembros del cabildo, encomenderos, profesionales (sacerdotes, dados, marineros y traficantes nómadas, los llamados «estantes» 94.
abogados, escribanos, médicos), mercaderes y tratantes, artesanos La suerte de los abundantes hijos ilegítimos dependía del recono-
y gente de oficios (boticarios, barberos, plateros, batihojas, sastres, cimiento del progenitor (muchos mestizos vivían gracias a ello como
sederos, talabarteros, gorreros, botoneros, calceteros, ropavejeros o españoles) y también había gran número de huérfanos, expósitos
sombrereros en el centro, coheteros, curtidores, herreros, olleros, e hijos de padre desconocido 95. En 1614 habitaban en los arrabales
molineros, carpinteros, arrieros y hortelanos en los barrios), junto de Santiago 124 carpinteros, 100 curtidores, 33 sastres, 81 zapateros,
a marineros y transeúntes. Entre ellos vivían muchos negros que 3 sederos, 3 cordoneros de jarcia, 30 albañiles, 7 herreros, 19 tinajeros,
habían adquirido su libertad por hechos de armas, actos caritativos 6 canteros y 4 pintores; muchos de ellos laboraban a domicilio y
o porque habían ahorrado gracias al «peculio», o derecho a adquirir otros acudían de manera regular al centro de la ciudad, porque tra-
mediante trabajo personal el dinero destinado a su manumisión. bajaban en su construcción 96.
Solían trabajar como artesanos, sirvientes, pajes, hortelanos, albañiles Alrededor de la plaza mayor se fueron levantando penosamente
o peones. Las compañías de carretas, pesquerías costeras y algunos las ciudades americanas. La empresa de construir México exigió tales
criaderos de ganado utilizaban, en cambio, cuadrillas de esclavos 92. esfuerzos que el franciscano Motolinía la comparó con una plaga
Finalmente, estaban los indígenas ladinos o semiaculturados de dis- bíblica, pues se destruyeron bosques, se desviaron cursos de agua
tintas procedencias, sirvientes, peones o plateros, residentes en el y se agotaron canteras. Allí resultó fundamental el trabajo de los
Cercado, Pachacamilla (donde estaban mezclados negros e indios) indígenas. En Veracruz, según cuenta Bernal Díaz del Castillo, hasta
o el arrabal de San Lázaro, así llamado por la leprosería o lazareto Cortés se había visto obligado a intervenir:
que había acogido. Allí también se albergaban los esclavos traídos
«Trazada iglesia y plaza y atarazanas y todas las cosas que con-
de Cartagena y por eso daría lugar al corazón africano de Lima: venían para hacer villa, e hicimos una fortaleza y desde en los cimientos
Malambo. y en acabarla de tener alta para enmaderar y hechas troneras y cubos
Panamá, emporio comercial de la carrera de Indias, contaba en y barbacanas dimos tanta prisa que, desde Cortés, que comenzó el
1610 con 1.267 blancos, pero había 3.696 esclavos, 702 libres y primero a sacar tierra a cuestas y piedras y ahondar los cimientos,
27 indios, con un total de 5.692 habitantes. Estaba gobernada por como todos los capitanes y soldados a la continua entendíamos en
La ciudad de los conquistadores 93 94 Manuel Lucena Giraldo

ello y trabajábamos por la acabar de presto, los unos en los cimientos tación de clavos usados a Costa Rica) y la cal se obtenía en concheros
y otros en hacer las tapias y otros en acarrear agua, y en las caleras, cercanos. Los maestros y operarios calculaban las varas cúbicas de
en hacer ladrillos y tejas y en buscar comida, otros en la madera, paredes y «las varas de tablas, zapatas, alfajías, cuadrantes, cabezales,
los herreros en la clavazón y de esta manera trabajamos en ello a soleras, riostras, pies derechos, tornapuntas y crucetas; también las
la continua desde el mayor hasta el menor y los indios que nos
basas de piedra para las columnas y pilastras y las varas de piedra
ayudaban» 97.
labrada para las quicialeras, la sillería y las rafas» 101. Las paredes
Las labores constructivas originaron un importante mestizaje étni- medianeras eran tan frágiles que no existía intimidad. En 1599 fray
co y cultural, que en México dio lugar a fenómenos como el tequitqui, Diego de Ocaña señaló:
la supervivencia del estilo indígena y su fusión con el europeo, al
«Mirad cómo habláis que las paredes tienen oídos. Porque no
que dotó de una aureola nueva e inclasificable 98. En 1585 las obras hay más de una tabla en medio del vecino y todo cuanto se trata
de la catedral de México ocupaban a españoles, flamencos, indios, se oye en la casa ajena. Pero yo digo que no solamente tienen oídos
esclavos africanos y chichimecas. La primera piedra se había colocado aquellas paredes, sino ojos también, porque por las junturas de las
doce años antes; eran nativos los peones, aprendices, escultores y tablas se ve cuanto pasa en casa del vecino» 102.
los maestros artesanos que estaban a las órdenes de maestros de
obra españoles, que disponían de al menos cuatro intérpretes para Lo habitual allí eran las casas de dos pisos en las cuales la planta
traducir sus ideas y negociar con las autoridades nativas. Los indios baja hacía las veces de tienda o almacén y la de arriba era residencia;
picapedreros obedecían a «capitanes» salidos de sus mismas filas muchas estaban dedicadas a la renta, muy provechosa a causa de
que servían como intermediarios con europeos y criollos. Los chi- la actividad comercial del istmo y la estrechez del emplazamiento
chimecas eran prisioneros de guerra enviados del norte y los negros urbano. Los frentes eran pequeños (doce metros de promedio) y
habían nacido en México o eran africanos de Sierra Leona o Biafra, la altura de las casas podía ser considerable, pues llegaban a tener
como un tal Pedro, de treinta años, «entre ladino y bozal», que dos y hasta tres pisos. A comienzos del siglo XVII, la ciudad tenía
con toda lógica abandonaba el trabajo «por ser casado e irse cada 332 casas de una sola altura, tejadas y con entresuelos, 40 casillas
rato donde tiene a su mujer» 99. En la catedral de Valladolid trabajaron y 112 bohíos de paja. Sólo ocho eran de piedra: la audiencia, el
más de 500 indios tarascos y establecieron relaciones comunidades cabildo y seis propiedad de particulares.
alejadas entre sí. La extrema dificultad en los transportes, así como En la cercana Quito, el proceso de construcción fue tan caótico
el alto costo de los materiales, determinó su utilización en un contexto que el propio cabildo tuvo que indicar dónde se podía obtener barro
local. Así, en el lago Titicaca se usó adobe para los muros y la para fabricar ladrillos de adobe, a fin de evitar que el casco urbano
arquería del atrio de las iglesias, mampuesto (piedra sin labrar) en se hiciera peligroso por la proliferación de agujeros excavados por
los contrafuertes y cantería en las torres y quizás en el muro de los vecinos, dedicados a levantar edificaciones 103. En toda América
las fachadas. Las portadas eran de ladrillo o piedra y los tejados el tipo más extendido en la arquitectura doméstica permanente, la
de madera o teja, posiblemente de rollizos de paja de totora en casa con patio, que tenía en el espacio particular unas funciones
los templos más humildes 100. similares a las de la plaza mayor en el público, de tránsito, visibilidad
Las viviendas particulares, en realidad una especie de «babeles» y separación, logró articular las manzanas con facilidad. En una etapa
domésticas en las que convivían blancos, indígenas y negros, negando posterior, será habitual el corredor exterior y la edificación de patios
también en el ámbito privado la utopía de las repúblicas separadas, sucesivos permitirá el aumento de la superficie disponible y de la
se construyeron con lo que estaba más a mano. En la opulenta Panamá densidad, así como la compactación del tejido urbano. En la señorial
no había grandes mansiones o palacios, la mano de obra era escasa Lima, que quizás tenía a comienzos del XVII unas 4.000 casas, había
y poco cualificada y los materiales muy caros. Lo habitual eran las quintas, mansiones señoriales con huerta o jardín desprovistas de
casas de madera cubiertas de teja, aunque algunas se levantaron patios y con galerías, casas urbanas de dos pisos con llamativos bal-
de cal y piedra. El hierro de clavos y cerraduras era tan valioso cones, viviendas en hilera, residencias compactas alineadas frente
que se reutilizaba de manera habitual (se registraron casos de expor- a la calle a veces precedidas por un patio y por supuesto galpones,
La ciudad de los conquistadores 95 184 Notas

29
callejones o corralones, construidos con adobe, ladrillo, madera, algo R. CASSA, «Cuantificaciones sociodemográficas de la ciudad de Santo Domingo
en el siglo XVI», Revista de Indias, vol. LVI, núm. 208, Madrid, 1996, pp. 643 y 654.
de piedra y quincha —una estructura de madera unida con caña 30
A. CASTILLERO CALVO, «The City in the Hispanic...», op. cit., pp. 210 y ss.
brava y recubierta de barro, de propiedades antisísmicas—. Una ciu- 31
La Tierra Firme incluía la costa comprendida entre la desembocadura del Orinoco
dad distinguida pero no capitalina, como Tunja, contaba en 1610 y el istmo panameño.
32
A. GERBI, La naturaleza de las Indias nuevas. De Cristóbal Colón a Gonzalo Fernández
con 251 casas en el centro, 88 altas y 163 bajas 104. Sus acaudalados de Oviedo, México, 1992, p. 39. Los taínos contaban con poblados concentrados que
encomenderos, poseedores de grandes mansiones de piedra, tapia tenían, según señaló Pedro Mártir de Anglería, desde 50 hasta 1.000 casas, pero existían
y techos de teja, las decoraron con artesonados pintados, portones agrupaciones de no más de cinco.
33
y escudos nobiliarios 105. J. AGUILERA ROJAS, Fundación de ciudades..., op. cit., p. 146.
34
A. ALTOLAGUIRRE, Vasco Núñez de Balboa, Madrid, 1914, p. 39.
No resulta extraño que tantas señales de grandeza hicieran a 35
A. CASTILLERO CALVO, «The City in the Hispanic...», op. cit., pp. 215 y ss.
los hijos y nietos de los conquistadores olvidar sus orígenes, hasta 36
J. AGUILERA ROJAS, Fundación de ciudades..., op. cit., p. 177.
reducirlos en su memoria al recuerdo de un cataclismo heroico en 37
A. R. VALERO DE GARCÍA LASCURAIN, «Los indios en Tenochtitlan. La ciudad impe-
rial mexica», Anuario de Estudios Americanos, vol. XLVII, Sevilla, 1990, pp. 39-40.
el que había nacido la urbe, seguido de años de incertidumbre y 38
J. L. DE ROJAS, «Cuantificaciones referentes a la ciudad de Tenochtitlan en 1519»,
«sencillez patriarcal». Ellos ya no tenían escrúpulos en reconocerse Historia mexicana, vol. XXXVI, México, 1986, p. 217.
como criollos: 39
M. LEÓN-PORTILLA (intr.), Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista,
México, 1992, p. 133.
40
«Allá [en Perú] no se conoce otra voz que la de español para J. ALCINA FRANCH, «El pasado prehispánico y el impacto colonizador», La ciudad
significar, sin diferenciar, al que es nacido en España de españoles, hispanoamericana: el sueño de un orden, Madrid, 1989, p. 212.
41
J. E. HARDOY, Ciudades precolombinas, Buenos Aires, 1964, p. 187.
o al que de ellos nació en las mismas Indias [...] Hacemos pues 42
F. DOMÍNGUEZ COMPAÑY, Política de poblamiento de España en América (la fundación
mucho aprecio los criollos de las Indias de ser españoles y de que de ciudades), Madrid, 1984, pp. 99-100.
nos llamen así [...] Criollo es lo mismo que procreado, nacido, criado 43
D. ANGULO ÍÑIGUEZ, «Terremotos y traslados de la ciudad de Guatemala», en
en alguna parte y criollo en el Perú y en las Indias no quiere decir I. MATEO GÓMEZ (coord.), Diego Angulo Íñiguez, historiador del arte, Madrid, 2001,
otra cosa, según la intención con que se introdujo esta voz, que pp. 224-225.
44
español nacido en Indias y así como usamos de la voz de español J. GUNTHER DOERING y G. LOHMANN VILLENA, Lima, Madrid, 1992, p. 54.
45
J. E. HARDOY, «El diseño urbano de las ciudades prehispánicas», en F. DE SOLA-
para diferenciarnos de los indios y negros, para diferenciarnos de NO (dir.) y M. L. CERRILLO (coord.), Historia urbana de Iberoamérica, t. I, Madrid, 1987,
los mismos españoles que nacieron en España, nos llamamos acá pp. 164-165.
criollos» 106. 46
J. E. HARDOY, Ciudades precolombinas, op. cit., pp. 435 y ss.
47
M. A. DURÁN HERRERO, Fundaciones de ciudades en el Perú durante el siglo XVI,
En ningún lugar como en el cabildo se hizo visible el final de Sevilla, 1978, p. 75.
48
J. SALVADOR LARA, Quito, Madrid, 1992, p. 69.
una época y el comienzo de otra distinta. A pesar de la extraordinaria 49
E. TROCONIS DE VERACOECHEA, Caracas, Madrid, 1992, pp. 51-52.
longevidad de algunos de sus miembros (en Lima Diego de Agüero 50
A. DE RAMÓN, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana,
fue regidor durante cincuenta y siete de los setenta y seis años que Madrid, 1992, p. 32.
51
vivió y del linaje de los Ampuero el abuelo Francisco lo fue por C. LÁZARO ÁVILA, Las fronteras de América y los «Flandes indianos», Madrid, 1997,
pp. 13. y ss.
treinta y dos, el hijo Martín durante cuarenta y tres y el nieto Francisco 52
F. DOMÍNGUEZ COMPAÑY, Política de poblamiento..., op. cit., p. 14.
por veintinueve) lo cierto es que, en unos lugares más deprisa que 53
M. GUTMAN y J. E. HARDOY, Buenos Aires. Historia urbana del área metropolitana,
en otros, los encomenderos habían cedido ante el empuje de letrados, Madrid, 1992, p. 27.
mercaderes, oficiales reales y traficantes, gentes prósperas que ansia-
ban el honor de gobernar la ciudad. Suyo será el nuevo siglo.
CAPÍTULO II
1
G. CÉSPEDES DEL CASTILLO, «Raíces peninsulares y asentamiento indiano: los hom-
bres de las fronteras», en F. DE SOLANO (coord.), Proceso histórico al conquistador, Madrid,
1988, pp. 39 y ss.
2
A. DE RAMÓN, Santiago de Chile..., op. cit., p. 41.
3
F. FERNÁNDEZ-ARMESTO, Las Américas, Barcelona, 2004, p. 73.
Notas 185 186 Notas

4 19
J. M. OTS CAPDEQUÍ, El Estado español en las Indias, México, 1975, pp. 15 y G. KUBLER, «Foreword», op. cit., p. XII; G. R. CRUZ, Let There be Towns. Spanish
ss.; G. HERNÁNDEZ PEÑALOSA, El derecho en Indias y su metrópoli, Bogotá, 1969, p. 170; Municipal Origins in the American Southwest, 1610-1810, Texas College Station, 1988,
J. P. GREENE, Negotiated Authorities. Essays in Colonial Political and Constitucional History, p. 19.
20
Charlottesville, 1994, p. 13. En la muestra aparecen según un modelo clásico y de plaza central, 42; clásicos
5
J. H. ELLIOTT, El Viejo Mundo..., op. cit., p. 106. con plaza excéntrica junto a una costa o río, 6; clásicos con plaza excéntrica sin elemento
6
G. GUARDA, «Tres reflexiones en torno a la fundación de la ciudad indiana», de atracción particular, 8; regulares con plaza central, 11; regulares con plaza excéntrica,
en F. DE SOLANO (coord.), Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, 1983, p. 94. 20; regulares con dos plazas central y excéntrica, 3; regulares con dos plazas excéntricas,
7
G. KUBLER, «Foreword», en D. P. CROUCH, D. J. GARR y A. I. MUNDIGO, Spanish 6; regulares alargados, 3; irregulares, 10; lineales, 5, y sin un esquema definido, 20;
City Planning in North America, Cambridge, 1982, p. XII; L. BENEVOLO y S. ROMANO, J. E. HARDOY, «La forma de las ciudades coloniales en la América española», en F. DE
La città europea fuori D’Europa, Milán, 1998, p. 81. SOLANO (coord.), Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, 1983, p. 329.
8 21
F. DE SOLANO, «El conquistador hispano: señas de identidad», en F. DE SOLA- J. L. GARCÍA FERNÁNDEZ, «Trazas urbanas hispanoamericanas y sus antecedentes»,
NO (coord.), Proceso histórico al conquistador, Madrid, 1988, pp. 23-24. en La ciudad hispanoamericana: el sueño de un orden, Madrid, 1989, pp. 215 y ss.; I. A. LEO-
9
Sobre la fidelidad al rey y su obligación de otorgar recompensas, F. TOMÁS Y NARD, Books of the Brave. Being an Account of Books and of Men in the Spanish Conquest
VALIENTE, «Las ideas políticas del conquistador Hernán Cortés», en F. DE SOLANO (coord.), and Settlement of the Sixteenth century New World, Berkeley, 1992, pp. 91 y ss.
22
Proceso histórico al conquistador, Madrid, 1988, pp. 165-181. J. AGUILERA ROJAS, Fundación de ciudades..., op. cit., p. 367, recogiendo un plan-
10
Citado en A. DE RAMÓN, «Rol de lo urbano en la consolidación de la conquista: teamiento de R. Martínez Lemoine.
23
los casos de Lima, Potosí y Santiago de Chile», Revista de Indias, vol. LV, núm. 204, R. M. MORSE, «Introducción a la Historia Urbana...», op. cit., pp. 44-47.
24
Madrid, 1995, p. 392. A. BONET CORREA, El urbanismo en España e Hispanoamérica, Madrid, 1991, pp. 176
11
Libro IV, Título VII, Ley XX, Recopilción de leyes de los reinos de Indias (1681), y ss.
25
t. II, Madrid, 1973, p. 93. A. CASTILLERO CALVO, La vivienda colonial en Panamá. Historia de un sueño, Panamá,
12
A. GERBI, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-1900, 1994, p. 200.
26
México, 1982, pp. 66 y ss. M. ROJAS MIX, La plaza mayor..., op. cit., pp. 66 y ss.
13 27
G. GUARDA, «Tres reflexiones...», op. cit., p. 100; F. DE SOLANO, «Significado F. DE SOLANO, «Rasgos y singularidades de la plaza mayor», Ciudades hispanoa-
y alcances de las nuevas ordenanzas de descubrimiento y población de 1573», Ciudades mericanas y pueblos de indios, Madrid, 1990, p. 190.
28
hispanoamericanas y pueblos de indios, Madrid, 1990, pp. 60 y ss.; J. M. MORALES FOLGUERA, A. ALEDO TUR, «El significado cultural de la plaza hispanoamericana. El ejemplo
La construcción de la utopía. El proyecto de Felipe II (1556-1598) para Hispanoamérica, de la plaza mayor de Mérida», Tiempos de América, núm. 5-6, Castellón, 2000, p. 40.
29
Madrid, 2001, pp. 25 y ss. Libro IV, Título VIII, Ley I, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
14
D. DE ENCINAS, Cedulario indiano, vol. IV, Madrid, 1945, pp. 232-246; Recopilación t. II, Madrid, 1973, p. 94.
30
de leyes de los reinos de Indias (1681), t. II, Madrid, 1973, pp. 79-93. Título de ciudad al pueblo de Cumaná de la provincia de Nueva Andalucía,
15
En el contexto de la monarquía hispánica existía una distinción entre «reinos San Lorenzo, 3 de julio de 1591, en S. R. CORTÉS (comp.), Antología documental de
de herencia» y «reinos de conquista», de la que podía derivar una diferencia constitucional Venezuela, Caracas, 1971, p. 112.
31
en detrimento de estos últimos; agradezco a R. Valladares esta puntualización; «Nuevas G. PORRAS TROCONIS, Cartagena Hispánica, 1533 a 1810, Bogotá, 1954, pp. 76-78.
32
ordenanzas de descubrimiento, población y pacificación de las Indias» (1573), en F. DE R. FIGUEIRA, «Del barro al ladrillo», en J. L. ROMERO y L. ROMERO (dirs.), Buenos
SOLANO (ed.), Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana, 1492-1600, t. I, Madrid, Aires, Historia de cuatro siglos, t. I, Buenos Aires, 2000, p. 113.
33
1995, p. 199. J. LOCKHART, Of Things of the Indies. Essays Old and New in Early Latin American
16
Artículo 112 de «Nuevas ordenanzas de descubrimiento...», op. cit., p. 211. Colonial History, Stanford, 1999, p. 122.
17 34
Artículo 93 de «Nuevas ordenanzas de descubrimiento...», op. cit., p. 208. La A. DE RAMON, «Rol de lo urbano en la consolidación...», op. cit., p. 409.
35
condición de vecino, inicialmente referida a españoles con casa poblada, pronto incluyó Libro IV, Título VII, Ley II, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
a indios, negros libres y morenos, que también recibieron solares y labores; F. DOMÍNGUEZ t. II, Madrid, 1973, p. 91.
36
COMPAÑY, «La condición de vecino», Estudios sobre las instituciones locales hispanoame- G. CÉSPEDES DEL CASTILLO, «Vecinos, magnates, cabildos y cabildantes en la Amé-
ricanas, Caracas, 1981, pp. 112 y ss. El número de vecinos permite calcular la población rica española», La ciudad hispanoamericana: el sueño de un orden, Madrid, 1989, pp. 229
blanca de una ciudad junto a sus agregados, multiplicándolo por seis, aunque se trata y ss.
37
de una cuestión sometida a un permanente debate historiográfico; J. E. HARDOY y C. ARA- El cabildo abierto es «la junta que se hace en alguna villa o lugar a son de
NOVICH, «Escalas y funciones urbanas de la América española hacia 1600. Un ensayo campaña tañida, para que entren todos los que quisieren del pueblo, por haberse de
metodológico», en F. DE SOLANO (coord.), Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, tratar alguna cosa de importancia o de que pueda resultar algún gravamen que comprenda
1983, pp. 362-364. a todos, lo cual se ejecuta a fin de que ninguno pueda reclamar después», citado en
18
En 1529 el cabildo de Guatemala dio seis meses a los vecinos que tenían solares C. BAYLE, Los cabildos seculares en la América española, Madrid, 1952, p. 433. Se convocaba
para que los cercaran y poblaran, amenazándolos con su pérdida en caso contrario. por el procurador, gobernador, alcalde ordinario, corregidor, alférez real o el cabildo
También prohibieron que los perros, cerdos, yeguas y caballos estuvieran sueltos por en pleno para tratar los más diversos asuntos, tributos, corridas de toros, inundaciones,
las calles, pues se metían en el mercado y la iglesia, «que es cosa de mal ejemplo, servicios de los indios, unión de armas o provisión de trigo. En Santiago de Chile
y especialmente para los naturales de la tierra que lo ven», «Acuerdos del cabildo de hubo seis en el siglo XVI, 59 en el XVII, cinco en el XVIII y uno en el XIX; participó
Guatemala, 20 de agosto de 1529», en F. DE SOLANO (ed.), Normas y leyes de la ciudad «todo el pueblo y común», algunos vecinos o ciertas corporaciones. Sus acuerdos debían
hispanoamericana, 1492-1600, t. I, Madrid, 1995, pp. 92-3. ser legalizados, H. ARANGUIZ DONOSO, «Estudio institucional de los cabildos abiertos
Notas 187 188 Notas

58
de Santiago de Chile (1541-1810)», en F. DE SOLANO (coord.), Estudios sobre la ciudad Libro IV, Título XI, Ley II, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
iberoamericana, Madrid, 1983, pp. 217 y ss. El cabildo abierto casi desapareció de Castilla t. II, Madrid, 1973, p. 101.
59
en los siglos XV y XVI, como consecuencia de la aristocratización de las ciudades. Excep- Libro IV, Título XI, Ley V, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
cionalmente se convocaron algunos, I. A. A. THOMPSON, «El concejo abierto de Alfaro t. II, Madrid, 1973, p. 101.
60
en 1602: la lucha por la democracia municipal en la Castilla seiscentista», Berceo, núm. 100, P. M. ARCAYA, El cabildo de Caracas..., op. cit., p. 59.
61
Logroño, 1981, pp. 307 y ss. R. ARCHILA, «La medicina y la higiene en la ciudad», en F. DE SOLANO (coord.),
38
R. KONETZKE, América Latina, II, La época colonial, Madrid, 1979, p. 129. Estudios sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, 1983, p. 657.
62
39
C. BAYLE, Los cabildos seculares..., op. cit., pp. 112-113. C. BAYLE, Los cabildos seculares..., op. cit., p. 544.
63
40 Ibid., p. 548.
Ibid., p. 105. 64
41 Ibid., p. 552.
C. H. HARING, El imperio hispánico en América, Buenos Aires, 1966, pp. 170 65
«Contribución del cabildo de Quito a la adquisición de un reloj público, Quito,
y ss.; F. TOMÁS Y VALIENTE, La venta de oficios en Indias (1492-1606), Madrid, 1972, 13 de enero de 1612», en F. DE SOLANO (ed.), Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana,
pp. 61 y ss. 1601-1821, t. II, Madrid, 1996, pp. 35-36.
42
Libro IV, Título IX, Ley I, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681), 66
C. GÓMEZ y J. MARCHENA, «Los señores de la guerra en la conquista», Anuario
t. II, Madrid, 1973, p. 96. de Estudios Americanos, vol. XLII, Sevilla, 1985, pp. 200 y ss.
43
«Puede decirse que durante todo el XVI el cabildo de Quito estuvo dominado 67
J. LOCKHART, Los de Cajamarca. Un estudio social y biográfico de los primeros con-
en exclusiva [por encomenderos], desde la fundación de la villa hasta prácticamente quistadores del Perú, t. I, Lima, 1986, p. 71.
1597: la calidad de benemérito y de conquistador, esencial para la consecución de la 68
Libro IV, Título VIII, Ley V, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
encomienda, será la tónica dominante también para los cargos concejiles en toda la t. II, Madrid, 1973, p. 94.
centuria», J. ORTIZ DE LA TABLA, Los encomenderos de Quito, 1534-1660. Origen y evolución 69
En Castilla, el monarca convocaba a Cortes villa, reino y ciudades, como en
de una elite colonial, Sevilla, 1993, p. 130. las muy tumultuosas celebradas en 1632, J. E. GELABERT, Castilla convulsa (1631-1652),
44
J. F. DE LA PEÑA, Oligarquía y propiedad en Nueva España (1550-1624), México, Madrid, 2001, pp. 67 y ss.
1983, p. 149. 70
G. LOHMANN VILLENA, «Las cortes en Indias», Anuario de Historia del Derecho
45
P. M. ARCAYA, El cabildo de Caracas (período de la colonia), Caracas, 1968, p. 37. Español, t. XVIII, Madrid, 1947, pp. 655 y ss.
71
46
P. GERHARD, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821, México, 1986, W. HARRIS, The Growth of Latin American Cities, Athens, 1971, p. 13; P. SINGER,
p. 14. «Campo y ciudad en el contexto histórico iberoamericano», en J. E. HARDOY y R. P. SCHAE-
47
Libro V, Título II, Ley I, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681), DEL (comps.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la
t. II, Madrid, 1973, pp. 144-146, enumera los gobiernos, corregimientos y alcaldías Historia, Buenos Aires, 1975, pp. 203 y ss.
72
mayores de provisión real en las Indias. Eran corregimientos en la audiencia de Lima, E. VAN YOUNG, «Material Life», en L. S. HOBERMAN y S. M. SOCOLOW (eds.),
los de Cuzco y su montaña, Cajamarca, Santiago de Miraflores, Arica, Collaguas, Ica, The Countryside in Colonial Latin America, Alburquerque, 1996, p. 66; M. A. MARTIN
Arequipa, Guamanga, Piura, Paita y Castro Virreina; en la de Santafé, los de Mariquita LOU y E. MUSCAR BENASAYAG, Proceso de urbanización en América del Sur, Madrid, 1992,
y Tunja; en la de Charcas, los de Potosí, Oruro y La Paz; en la de Quito, los de p. 123.
73
Zamora, Loja, Guayaquil y Quito; en la de México, los de Veracruz, México y Zacatecas, P. VIVES, «Ciudad y territorio en la América colonial», La ciudad hispanoamericana:
y numerosas alcaldías mayores equivalentes. el sueño de un orden, Madrid, 1989, pp. 222-223; P. PÉREZ HERRERO, Comercio y mercados
48
Libro V, Título II, Ley III, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681), en América Latina colonial, Madrid, 1992, pp. 99 y ss.
74
t. II, Madrid, 1973, p. 146. E. J. A. MAEDER y R. GUTIÉRREZ, Atlas histórico y urbano del nordeste argentino.
49
G. LOHMANN VILLENA, «El corregidor de Lima (estudio histórico-jurídico)», Anua- Pueblos de indios y misiones jesuíticas, Resistencia, 1994, pp. 12-14.
75
rio de Estudios Americanos, vol. IX, Sevilla, 1952, pp. 131-132. F. DE SOLANO, «El pueblo de indios. Política de concentración de la población
50
Estas regulaban todos los aspectos de la vida municipal, desde el paso del santísimo indígena: objetivos, proceso, problemas y resultados», Ciudades hispanoamericanas y pueblos
sacramento a la limpieza de las pesas de las carnicerías, «Ordenanzas municipales de de indios, Madrid, 1990, p. 333; ÍD., «Urbanización y municipalización de la población
Guayaquil» (1590), en Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana, 1492-1600, t. I, indígena», Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios, Madrid, 1990, pp. 355 y ss.
76
Madrid, 1995, pp. 253-268. J. R. LODARES MARRODÁN, El paraíso políglota: historias de lenguas en la España
51 moderna contadas sin prejuicios, Madrid, 2000, pp. 55 y ss.
Libro IV, Título X, Ley XII, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681), 77
Quiroga fundó en 1531 a dos leguas de México el hospital de Santafé, donde
t. II, Madrid, 1973, p. 99.
52 atendió a indios enfermos y desamparados, y poco después estableció otro hospital
P. M. ARCAYA, El cabildo de Caracas..., op. cit., pp. 72-75. en Tzintzuntzan, junto a Pátzcuaro. Tras acceder a la sede michoacana, fundó el hospital
53
C. BAYLE, Los cabildos seculares..., op. cit., p. 173. de San Nicolás de Tolentino y prosiguió con su experimento evangelizador de los hos-
54
Libro V, Título VII, Ley X, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681), pitales, que constaban de una casa común para enfermos y principales y de casas par-
t. II, Madrid, 1973, p. 161. ticulares para los congregados en familias, así llamadas porque en ellas vivían sus miembros.
55
C. BAYLE, Los cabildos seculares..., op. cit., p. 208. Tenían un terreno anexo para huerta o jardín, estancias de campo y lugares para siembras
56
J. A. GARCÍA, La ciudad indiana, Buenos Aires, 1998, p. 125. y ganaderías. El hospital tenía forma de cuadrado en uno de cuyos frentes estaba la
57
J. C. SUPPER, Food, Conquest and Colonization in Sixteenth century Spanish America, enfermería de contagiosos y en los otros el resto de los enfermos. Los naturales trabajaban
Alburquerque, 1988, pp. 87-88. comunalmente durante seis horas y del beneficio se pagaban los gastos del hospital,
Notas 189 190 Notas

97
la comunidad y las escuelas; el resto se repartía entre los congregados. También aprendían B. DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Madrid,
diversos oficios. 1984, p. 103.
98
78
C. GIBSON, «Rotation of Alcaldes in the Indian Cabildo of Mexico City», Hispanic José Moreno Villa acuñó este término en 1942, M. CABAÑAS BRAVO, «México
American Historical Review, vol. 33, núm. 2, Duke, 1953, p. 213. me va creciendo. El exilio de José Moreno Villa», en M. AZNAR SOLER (ed.), El exilio
79
L. SOUSA y K. TERRACIANO, «The “Original Conquest” of Oaxaca: Nahua and literario español de 1939, vol. I, Barcelona, 1998, p. 223.
99
Mixtec Accounts of the Spanish Conquest», Ethnohistory, vol. 50, núm. 2, Duke, 2003, C. BERNAND y S. GRUZINSKI, Historia del Nuevo Mundo..., op. cit., p. 260.
100
p. 384; J. BUSTAMANTE, «Los vencidos: nuevas formas de identidad y acción en una E. MARCO DORTA, «Iglesias renacentistas en las riberas del Lago Titicaca», Anuario
sociedad colonial», en S. BERNABEU (coord.), El paraíso occidental. Norma y diversidad de Estudios Americanos, vol. II, Sevilla, 1945, p. 707.
101
en el México virreinal, Madrid, 1998, pp. 29-33. A. CASTILLERO CALVO, La vivienda colonial..., op. cit., pp. 134-135.
102
80 Ibid., p. 70.
R. S. HASKETT, «Indian Town Government in Colonial Cuernavaca: Persistence, 103
F. B. PYKE, «Algunos aspectos de la ejecución de las leyes municipales en la
Adaptation and Change», Hispanic American Historical Review, vol. 67, núm. 2, Duke,
América española durante la época de los Austrias», Revista de Indias, vol. XVIII, núm. 72,
1987, p. 210.
81 Madrid, 1958, pp. 208-209.
«Mandamiento del virrey de Nueva España Antonio de Mendoza concediendo 104
V. CORTÉS ALONSO, «Tunja y sus vecinos», Revista de Indias, vol. XXV,
licencia al indio Baltasar, de Tepeaca, para hacer una población en el valle de Tozocongo,
núm. 99-100, Madrid, 1965, p. 160.
México, 17 de mayo de 1542», en F. DE SOLANO (ed.), Normas y leyes de la ciudad 105
J. M. MORALES FOLGUERA, Tunja. Atenas del Renacimiento en la Nueva Granada,
hispanoamericana, 1601-1821, t. II, Madrid, 1996, p. 137.
82 Málaga, 1998, pp. 135 y ss.
T. HERZOG, «La política espacial y las tácticas de conquista: las “Ordenanzas 106
«Españoles: baquianos y bisoños, criollos y peninsulares», en G. CÉSPEDES DEL
de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias” y su legado (si- CASTILLO (ed.), Textos y documentos de la América Hispánica (1492-1898), Barcelona,
glos XVI-XVII)», en J. R. GUTIÉRREZ, E. MARTÍNEZ RUIZ y J. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ (coords.), 1986, p. 194.
Felipe II y el oficio de rey: la fragua de un imperio, Madrid, 2001, p. 296.
83
Libro VI, Título III, Ley XV, Recopilación de leyes de los reinos de Indias (1681),
t. II, Madrid, 1973, p. 200; M. MORNER, Region & State in Latin America’s Past, Baltimore, CAPÍTULO III
1993, pp. 20 y ss.
1
84
P. BORGES MORÁN, Misión y civilización en América, Madrid, 1987, pp. 156-158. J. I. ISRAEL, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial, 1610-1670,
85
J. LOCKHART, «Españoles entre indios: Toluca a fines del siglo XVI», Revista de México, 1980, pp. 91-92.
2
Indias, vols. XXXIII-XXIV, núm. 131-138, Madrid, 1973-1974, p. 487. Metrópoli era para los griegos la ciudad madre de otras y para los romanos la
86
F. DE SOLANO, «Autoridades municipales indígenas de Yucatán (1657-1677)», capital de una provincia. S. DE COVARRUBIAS la definió como «ciudad principal de la
Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios, Madrid, 1990, pp. 395-423. cual han salido muchas poblaciones circunvecinas dependientes de ella», Tesoro de la
87
C. BERNAND y S. GRUZINSKI, Historia del Nuevo Mundo. Los mestizajes (1550-1640), lengua castellana, Madrid, 1611, p. 548 Para el Diccionario de la lengua castellana, t. IV,
t. II, México, 1999. Madrid, 1734, es «ciudad principal que tiene dominio o señorío sobre las otras». E. DE
88
C. ROMERO ROMERO, «Fundaciones españolas en América: una sucesión crono- TERREROS PANDO señaló que era la iglesia principal o sede, por ello metropolitana, de
lógica», La ciudad hispanoamericana: el sueño de un orden, Madrid, 1989, pp. 275-293. una ciudad arzobispal, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes, t. II, Madrid,
89 1787, p. 580.
R. GUTÍERREZ, «Distribución espacial de la ciudad: los barrios hispanocoloniales», 3
B. BRAVO LIRA, «Régimen virreinal. Constantes y variantes de la constitución política
en F. DE SOLANO (dir.) y M. L. CERRILLO (coord.), Historia urbana de Iberoamérica,
en Iberoamérica (siglos XVI al XXI)», en F. BARRIOS (coord.), El gobierno de un mundo.
t. I, Madrid, 1987, p. 316.
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