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1
estos
activos
naturales,
sino
también
de
la
calidad
de
los
bienes
y
servicios
ambientales4
que
ofrezcan
estos
activos,
de
tal
manera
que
si
estos
se
deterioran
los
medios
de
vida
y
la
calidad
de
vida
se
verán
afectados.
En
este
sentido,
el
análisis
de
las
implicaciones
de
los
cambios
en
el
uso
del
territorio
en
estas
comunidades
hacia
la
palma,
va
más
allá
de
la
discusión
sobre
la
generación
de
empleo
de
esta
actividad
económica.
Esta
realidad
pone
en
evidencia
que
los
conflictos
a
causa
de
la
tierra
como
éste
de
Las
Pavas
no
son
un
simple
conflicto
de
intereses
por
la
propiedad
del
terreno.
En
este
caso
lo
que
esta
en
juego
son
la
vida,
los
medios
de
subsistencia,
la
seguridad
y
soberanía
alimentaria
y
la
dignidad
humana
de
una
de
las
partes.
Todo
ello
afecta
los
derechos
de
la
comunidad
de
Buenos
Aires.
Afectación
de
derechos
humanos
El
respeto
a
los
derechos,
codificados
en
los
Pactos
Internacionales
de
Derechos
Humanos,
constituye
la
categoría
rectora
de
la
política
moderna
de
la
cual
mana
la
legitimidad
de
los
Estados
(Monsalve,
2006)5.
Teniendo
en
cuenta
que
los
habitantes
de
Buenos
Aires
dependen
de
los
activos
naturales
como
la
tierra
y
los
ecosistemas
hídricos
y
boscosos
que
les
permite
abastecerse
para
su
subsistencia,
el
respetar,
proteger
y
garantizar
el
acceso
a
estos
recursos
y
servicios
ambientales,
son
obligaciones
de
derechos
humanos6.
Estas
obligaciones
legales
han
sido
asumidas
por
la
mayoría
de
los
Estados
en
varios
documentos
básicos
de
derecho
internacional.
En
la
Declaración
Universal
de
los
Derechos
Humanos
de
1948
se
afirmaron.
En
los
Pactos
de
Derechos
Civiles
y
Políticos
y
en
el
Pacto
de
Derechos
Económicos,
Sociales
y
Culturales
(PIDESC)
se
incorporaron.
El
artículo
11
del
PIDESC
trata
sobre
“el
derecho
a
una
alimentación
adecuada
y,
además,
compromete
a
los
estados
a
reformar
sus
sistemas
agrarios
de
manera
que
el
derecho
a
una
alimentación
adecuada
sea
garantizado
(FAO,
2000a)7.
En
este
sentido,
el
conflicto
de
Las
Pavas
aunque
es
un
conflicto
por
la
propiedad
de
la
tierra,
es
también
un
conflicto
por
el
derecho
al
uso
del
territorio
el
cual
resulta
de
las
diferentes
racionalidades,
valores
y
lenguajes
de
los
actores
en
conflicto
en
torno
a
4
En
términos
generales,
los
ecosistemas
(bosques,
manglares,
humedales,
arrecifes,
páramos,
etc.)
brindan
una
amplia
variedad
de
bienes
y
servicios
en
el
ámbito
local,
nacional
y
mundial.
Se
entiende
por
bienes
ambientales
aquellos
productos
(madera,
frutos,
pieles,
carne,
semillas,
medicinas,
entre
otros),
que
son
utilizados
por
el
ser
humano
para
su
consumo
o
comercialización.
Los
servicios
ambientales
son
considerados
como
la
capacidad
que
tienen
los
ecosistemas
para
generar
servicios
útiles
para
la
sociedad
y
para
los
otros
seres
vivos,
siendo
en
últimas
el
soporte
de
la
vida
en
la
tierra,
entre
los
que
se
pueden
citar:
regulación
de
gases
(producción
de
oxígeno
y
captura
de
carbono),
belleza
escénica,
y
protección
de
la
biodiversidad,
suelos
e
hídrica,
etc.
(De
Groot
et
al,
2002
y
Fisher
et
al,
2009).
5
Monsalve,
S.
(2006).
Marcos
legales
y
conflictos
de
tierras:
análisis
desde
una
perspectiva
de
derechos
humanos.
En:
Semillas
No.
30/31:
Tierra
y
territorios,
Diciembre.
6
Los
derechos
humanos
en
el
desarrollo
pueden
clasificarse
así:
Derechos
civiles
y
políticos:
Vida,
libertad,
integridad,
Participación,
Seguridad,
Justicia,
Información,
Intimidad,
entre
otros;
Derechos
Económicos,
Sociales
y
Culturales
(DESC):
Educación,
salud,
alimentación,
trabajo,
vivienda,
seguridad
social;
Derechos
colectivos,
de
solidaridad
y
ambientales:
Agua,
libre
determinación,
desarrollo,
paz,
medio
ambiente,
patrimonio
cultural.
(ONU
(2006).
Preguntas
frecuentes
sobre
el
enfoque
de
derechos
humanos
en
la
cooperación
para
el
desarrollo.
Oficina
del
Alto
Comisionado
de
las
Naciones
Unidas
para
los
Derechos
2006.
Nueva
York
y
Ginebra,
2006
7
FAO
(2000).
El
derecho
a
la
alimentación.
Roma.
2
este
espacio
geográfico
visto
en
su
integralidad
incluyendo
aspectos
ecológicos,
socio-‐
culturales
y
económicos.
Por
ejemplo,
una
forma
de
entender
el
territorio
propia
de
los
campesinos
de
la
zona
es
discontinua:
se
vive
en
un
lugar,
pero
se
cultiva
en
otro.
Se
tiene
la
casa
para
la
familia
en
el
primero
y
los
cambuches
o
ranchitos
en
el
segundo
para
cuando
se
va
a
trabajar.
Igualmente,
mientras
que
para
algunos
miembros
del
Consorcio
el
campesinado
debería
desaparecer
por
sus
bajos
niveles
de
productividad
y
volverse
jornalero;
la
esencia
de
la
comunidad
es
la
de
ser
campesino
arraigado
a
su
territorio.
Estas
visiones
diferentes
ayudan
a
intensificar
el
conflicto.
Este
derecho
al
uso
del
territorio
por
parte
de
la
comunidad
de
Buenos
Aires
es
lo
que
ellos
ven
amenazado
por
el
cultivo
de
palma:
“Nuestra
cultura
es
por
la
biodiversidad:
caño,
ciénaga,
humedales,
maderables.
Tipo
de
comida:
arroz,
frijoles,
yuca,
mafufo,
plátano,
pescado,
mojarra,
pincho,
ponchis,
moncholo,
es
decir
lo
que
nos
da
el
territorio.
Hoy
día
el
sistema
que
se
quiere
implantar,
las
palmas,
viene
violando
ese
derecho,
esa
cultura.
Nuestra
cultura
es
la
libertad
pues
nosotros
producimos
nuestro
propio
alimento.
Nosotros
mismos
somos
patrones
de
nuestro
trabajo.
El
sistema
que
se
quiere
implantar
es
un
sistema
de
dictadura,
de
sometimiento
a
un
salario
que
no
se
sabe
si
todos
los
días
se
pagará.
Cuando
se
pasa
por
el
sembrado
de
un
cultivo
de
palma
aceitera,
no
se
encuentra
agua,
un
guineo,
un
banano,
una
mata
de
yuca,
un
huevo
de
una
gallina
que
críe
el
campesino,
no
se
le
brinda
nada
(…).
Además
de
eso,
vienen
desecando
los
humedales,
los
caños,
donde
esta
el
que
le
dicen
“sapo”
(mojarra,
moncholo)
del
cual
nos
alimentamos.
Además
nos
vienen
recogiendo
con
un
muro,
que
pretende
proteger
los
cultivos
de
palma
de
las
inundaciones
pero
canalizando
el
agua
hacia
la
población.
Estamos
dispuestos
a
resistir
púes
si
no
nos
mata
el
hambre,
nos
mata
la
inundación”(...).
Ahora,
además
ya
se
nos
está
limitando
incluso
el
tránsito
pues
ya
ni
siquiera
en
nuestro
territorio
casi
somos
libres
(…).
(Palabras
de
Misael
Payares,
Presidente
de
ASOCAB,
marzo
26
de
2010,
12:26
m,
Buenos
Aires,
Bolivar).
En
esta
situación,
los
derechos
al
uso
de
los
activos
naturales
de
los
cuales
viven
los
habitantes
de
Buenos
Aires
son
afectados.
Derechos
como
el
uso
y
disfrute
de
la
biodiversidad,
el
derecho
a
la
subsistencia,
la
libertad
de
elegir,
la
seguridad
alimentaria,
el
derecho
a
la
tierra,
el
derecho
al
usufructo
de
la
propiedad
comunal,
el
derecho
a
protegerse
de
las
amenazas
de
la
naturaleza,
son
amenazados.
Y
no
se
restituyen,
como
lo
manifiesta
el
líder,
con
la
generación
de
empleo
y
de
salario,
con
el
cambio
en
su
modo
de
vida
de
campesino
a
asalariado.
Lo
que
se
les
quiere
implantar
viola
el
derecho
a
la
cultura.
Ellos
son
libres
y
los
quieren
someter
a
un
salario.
Se
desplaza
al
campesino
de
donde
cultiva
su
parcela.
Una
parcela
para
ellos
es
una
unidad
agrícola
familiar.
No
quieren
ser
jornaleros.
Buscan
la
libertad
que
para
ellos
equivale
a
ser
soberanos.
Sobre
la
amenaza
a
estos
derechos
y
las
soluciones
al
conflicto
señalan:
“Nosotros
(ASOCAB),
para
tener
una
parcela
para
producir
los
alimentos
que
consumimos
para
cada
familia
hemos
solicitado
con
documentos
al
INCODER
desde
2006
poder
obtener
una
Unidad
Agrícola
Familiar.
Eso
lo
consideramos
como
medio
de
vida
para
subsistir
en
un
municipio
que
es
el
más
pobre
de
Bolivar
y
uno
de
los
más
pobres
del
país.
Si
nosotros
quedamos
sin
una
parcela
donde
sembrar
la
comida,
¿qué
título
tendrá
el
municipio
de
El
Peñón
dentro
de
dos
años
en
adelante;
¿cuál
será
la
pobreza
que
ira
a
reinar
en
ese
municipio?
Consideramos
que
el
gobierno
y
todas
las
instituciones
que
tengan
que
ver
con
el
mejoramiento
de
la
calidad
de
vida
de
las
personas
y
para
la
generación
de
la
paz
debe
ayudar
a
resolver
esa
situación
dándole
a
la
gente
tierra
donde
producir
lo
que
se
consume.
Nosotros
no
estamos
pidiendo
que
nos
den,
nosotros
estamos
reclamando
unos
derechos
que
como
colombianos
nos
asisten.
En
esa
tierra
de
la
cual
nos
hicieron
salir,
hay
tierras
3
baldías.
Apenas
hay
tres
predios
con
título,
de
12
a
13
predios
que
hay
por
un
total
de
2.700
has
(…).
Por
ello
el
Consorcio
no
puede
decir
que
nosotros
somos
“invasores”.
Nosotros
hemos
utilizado
esa
tierra
por
muchos
años
de
diferente
manera.
El
Consorcio
se
entrometió
a
comprar
un
terreno
que
sabían
que
había
unos
campesinos
que
habían
ocupado
el
territorio
que
el
propietario
había
abandonado
y
nosotros
por
la
necesidad
para
el
trabajo
y
resolver
el
hambre
lo
ocupamos.
Esa
fue
la
manera
de
nosotros
sobrevivir.
Si
nos
desplazan
para
otra
parte
donde
nosotros
no
estamos
adaptados,
¿cómo
se
llama
esa
acción?
Nosotros
reclamamos
ese
derecho,
el
derecho
a
permanecer
en
el
territorio.
Y
yo
lo
hago
por
dinastía,
porque
mi
abuelo
y
madre
se
criaron
acá.
La
tierra
por
derecho
propio
nos
pertenece.
Y
a
quién
hay
que
remunerarle,
eso
que
lo
haga
“papá”
gobierno
porque
el
tuvo
la
culpa
de
que
no
nos
dio
seguridad
para
que
no
nos
sacarán
de
allá,
no
solo
en
esta
ocasión
sino
las
otras
veces
que
nos
sacaron
(Misael
Payares,
Presidente
de
ASOCAB,
marzo
26
de
2010,
12:55
m,
Buenos
Aires,
Bolivar).
Afectación
de
los
medios
de
vida
de
la
población
de
Buenos
Aires
El
concepto
de
medios
de
vida
permite
hacer
un
acercamiento
a
las
estrategias
de
supervivencia
desarrolladas
por
comunidades
rurales
en
las
diferentes
geografías
y
contextos
en
las
cuales
están
insertas.
Los
medios
de
vida
(livehoods)
son
“una
combinación
de
los
recursos
utilizados
y
las
actividades
emprendidas
con
propósitos
de
supervivencia.
Los
recursos
podrían
consistir
en
destrezas
y
habilidades
individuales
(capital
humano),
tierra,
ahorros
y
equipo
(capital
natural,
financiero
y
físico,
respectivamente),
así
como
grupos
de
apoyo
formal
o
redes
informales
que
asisten
en
las
actividades
emprendidas
(capital
social)
(DFID,
1999)8.
Como
señala
Álvarez
(2009)9,
“las
comunidades
rurales
han
generado
estrategias
de
medios
de
vida
que
corresponden
a
una
gama
y
combinación
de
actividades
de
producción,
jornaleo,
recolección,
caza
y
pesca
que
se
construyen
en
relación
con
la
oferta
ambiental
y
ecosistémica
de
la
cual
hacen
parte,
y
que
a
su
vez,
son
manifestación
de
un
conjunto
de
relaciones
que
incorporan
factores
humanos,
sociales,
físicos
y
económicos
que
posibilitan
el
desarrollo
de
estas
estrategias
de
supervivencia”.
Los
campesinos
del
Sur
y
Centro
de
Bolivar,
incluyendo
la
Isla
de
Papayal,
han
desarrollado
medios
de
vida
diversos
que
implican
adaptaciones
permanentes
en
respuesta
al
cambiante
ambiente
en
que
viven.
Las
estrategias
utilizadas
para
hacerse
a
estos
medios
de
vida
incluyen
producción
agropecuaria
en
pequeña
escala
en
área
de
sabanas
y
playones
comunales
y
en
predios
de
otros
campesinos
a
través
del
sistema
de
aparcería,
o
en
áreas
de
predios
privados
con
ganadería
extensiva,
producción
de
especies
menores
y
hortalizas
en
áreas
cercanas
a
los
domicilios,
actividades
de
pesca
y
recolección
de
frutos
silvestres.
Más
recientemente
y
en
forma
aún
reducida,
en
actividades
de
jornaleo
y
a
destajo
en
cultivos
de
palma
aceitera.
Los
medios
de
vida
están
amenazados
permanentemente
por
diferentes
tipos
de
factores
que
los
afectan
y
limitan.
Hoy,
la
extensión
del
cultivo
de
palma
es
una
amenaza
creciente
que
incrementa
la
vulnerabilidad10
de
las
8
DFID,
Departamento
para
el
Desarrollo
Internacional
(1999).
Hoja
orientativas
sobre
los
medios
de
vida
sostenibles,
1999.
http://www.livelihoods/dfid/.
9
Alvarez,
A.
(2009).
Los
impactos
en
el
modo
de
vida
del
cultivo
de
palma
en
Simití
(Bolivar).
Tesis
de
Maestría
PUJ,
Bogotá.
10
Este
concepto
relaciona
eventos
o
sucesos
que
irrumpen
en
una
realidad
determinada
y
provocan
cambios
en
las
estrategias
de
los
medios
de
vida
de
la
población
involucrada
(Álvarez,
2009).
4
comunidades
amenazando
las
estrategias
de
medios
de
vida
que
la
población
tiene
para
sobrevivir
en
la
Isla
de
Papayal
y
en
la
localidad
de
Buenos
Aires.
La
existencia
de
tierras
de
baldíos
nacionales,
tierras
de
campesinos
poseedores
y
tenedores
sin
títulos,
región
de
campesinos
sin
tierra,
tierras
de
usos
comunales
como
los
playones,
tierras
“baratas”
fácilmente
apropiables,
tierras
planas
con
posibilidades
de
mecanización,
presencia
de
grupos
al
margen
de
la
ley,
grandes
vacíos
institucionales,
entre
otros,
han
convertido
a
la
Isla
de
Papayal
en
una
zona
promisoria
para
la
implantación
del
monocultivo
de
palma
aceitera.
Estos
aspectos
han
sido
acompañados
de
una
política
explícita
del
gobierno
nacional
de
apoyo
y
promoción
al
sector
palmero
en
el
país
y
la
región.
Pero
además,
en
la
ocupación
del
territorio
por
parte
del
cultivo
de
palma
de
aceite
no
solo
importa
la
anexión
de
extensas
áreas
al
monocultivo,
sino
la
manera
como
lo
hacen;
a
través
del
arrasamiento
con
maquinaria
agrícola
y
moto
niveladoras
de
las
capas
vegetales,
de
sabanas,
rastrojos
y
bosques
secundarios
y
la
posterior
quema
para
la
“civilización”,
y
la
nivelación
de
los
suelos
para
sembrar
palma
de
aceite.
Ello
incluye
además
la
desecación
de
humedales,
la
canalización
de
caños,
la
construcción
de
trinchos
y
jarillones
que
afectan
la
interconexión
de
los
ecosistemas
hídricos
que
abundan
en
la
región.
Pero
con
esta
destrucción,
destruyen
el
hábitat
de
donde
ha
obtenido
la
comunidad
de
la
zona,
los
medios
de
vida
para
subsistir.
Es
así,
que
en
un
periodo
relativamente
corto
el
paisaje
cambia
drásticamente
amenazando
la
estabilidad
de
la
población
que
usaba
estas
tierras
de
diferente
manera
y
bajo
otra
racionalidad.
Los
sistemas
de
producción,
al
igual
que
los
medios
de
vida
de
los
campesinos,
se
ven
seriamente
afectados,
por
la
implantación
de
cientos
de
hectáreas
de
monocultivo
de
palma
africana,
que
han
obligado
a
los
campesinos
de
la
zona
a
adoptar
diferentes
estrategias
de
supervivencia
debido
al
cambio
“drástico”
en
la
utilización
del
suelo,
generando
un
nuevo
contexto
de
vulnerabilidad
para
la
población
asentada
en
la
región.
La
palma
podría
ser
una
nueva
opción
de
trabajo
ante
la
precariedad
de
la
existencia
de
oportunidades
laborales,
pero
a
su
vez
afecta
el
sistema
de
producción
tradicional
campesino
y
el
acceso
a
los
activos
naturales
como
la
tierra
y
los
ecosistemas
hídricos
que
han
sido
la
fuente
tradicional
de
medios
de
vida
de
la
comunidad
que
habita
estos
territorios.
La
principal
actividad
económica
de
los
habitantes
de
Buenos
Aires
es
la
agricultura,
la
ganadería
a
baja
escala,
la
pesca
y
la
recolección
de
bayas
y
frutos,
actividades
que
se
realizan
en
buena
medida
en
territorios
comunales
como
playones,
caños
y
humedales,
e
incluso
utilizando
áreas
de
las
grandes
haciendas
ganaderas
(en
la
Foto
se
aprecia
un
cultivo
de
maíz
sobre
un
playón
del
río
Papayal
en
Buenos
5
Aires).
Los
cultivos
característicos
de
la
zona
son
el
plátano,
el
mafufo,
la
yuca,
el
maíz
y
el
arroz.
La
tradición
de
no
titularidad
de
la
tierra
en
la
zona
ha
facilitado
la
apropiación
del
territorio
por
parte
de
grandes
propietarios
en
un
proceso
que
ha
excluido
a
buena
parte
de
la
población
de
Buenos
Aires.
Este
elemento
ha
facilitado
la
usurpación
de
las
tierras
por
parte
de
los
palmicultores,
desconociendo
la
posesión
por
años
de
los
campesinos
de
la
región.
En
la
actualidad,
y
acorde
al
Plan
de
Desarrollo
Municipal
(2008),
solo
el
3%
de
la
población
de
Buenos
Aires
es
propietaria
con
títulos
de
algunas
pequeñas
fincas.
Incluso,
las
viviendas
de
la
localidad
y
sus
instituciones
(puesto
de
salud,
colegio,
etc.),
no
poseen
títulos
de
propiedad;
los
mismos
apenas
se
encuentran
en
trámite
de
legalización
ante
el
municipio.
Esta
dinámica
de
propiedad
es
el
resultado
del
proceso
de
colonización
de
la
zona
el
cual
se
dio
desde
los
años
cuarenta
cuando
llegaron
los
primeros
habitantes
y
fundaron
la
localidad.
Dada
la
abundancia
de
tierras
y
de
zonas
para
la
recolección,
pesca
y
siembra,
se
generó
una
cultura
del
uso
de
la
tierra
sin
apropiación
legal
del
territorio.
En
la
medida
en
que
la
dinámica
poblacional
y
económica
del
país
se
expandió,
comenzaron
a
aparecer
los
primeros
grandes
propietarios
en
la
zona
adquiriendo
las
tierras
“baldías”
a
través
de
diferentes
formas
de
titularidad.
Sin
embargo,
la
dinámica
de
titulación
no
influenció
a
la
comunidad
de
Buenos
Aires,
pues
buena
parte
de
las
actividades
que
desarrollaban
los
nuevos
propietarios
se
concentró
en
la
ganadería
extensiva,
la
cual
permitía
seguir
usando
parte
de
estos
territorios
en
pequeños
cultivos
de
subsistencia
y
autoconsumo
y
sobre
todo
seguir
usando
los
territorios
comunales
(caños,
humedales,
playones)
en
actividades
de
recolección,
pesca,
extracción
de
madera
y
ganadería
itinerante.
Este
tradicional
uso
del
suelo
y
de
los
recursos
interrelacionados
es
el
que
ha
venido
siendo
reemplazado
por
la
siembra
de
palma,
la
cual
aunque
se
encuentra
en
la
fase
de
desarrollo
del
cultivo
(plantaciones
de
1-‐2
años
y
preparación
de
terrenos),
ha
venido
ocupando
buena
parte
del
territorio
del
corregimiento
de
Buenos
Aires.
Se
puede
decir
que
en
la
actualidad
incluyendo
Las
Pavas,
Las
Brisas,
Agrosolera,
Tumaco,
San
Lucas,
Conciviles
y
otros
medianos
cultivadores
pueden
existir
unas
5.000
ha
sembradas
o
en
preparación
para
siembre
de
palma
de
aceite
en
el
corregimiento
o
en
su
zona
de
influencia.
Esta
realidad
tiene
claras
repercusiones
sobre
el
uso
y
el
acceso
al
territorio
y
a
través
de
ello
sobre
los
medios
de
sobrevivencia
de
esta
comunidad.
Y
esto,
obviamente,
tiene
también
repercusiones
sobre
la
seguridad
y
la
soberanía
alimentaria
de
la
zona
de
estudio.
Seguridad
y
soberanía
alimentaria
Acorde
a
la
FAO
(1996)11,
“existe
seguridad
alimentaria
cuando
todas
las
personas
tienen
en
todo
momento
acceso
físico
y
económico
a
suficientes
alimentos
inocuos
y
nutritivos
para
satisfacer
sus
necesidades
alimenticias
y
sus
preferencias
en
cuanto
a
los
alimentos
a
fin
de
llevar
una
vida
activa
y
sana”.Dicha
concepción
de
seguridad
alimentaria
involucra
sus
aspectos
clásicos:
la
disponibilidad
de
alimentos
básicos,
la
estabilidad
de
los
suministros
y
el
acceso
de
todos
a
dichos
suministros,
y
agrega
una
noción
de
alimentación
adaptada
a
lo
que
se
llamaba
“utilización
biológica
de
los
11
FAO,
1996.
Cumbre
Mundial
sobre
Alimentación,
Plan
de
Acción,
párrafo
1.
Organización
de
las
Naciones
Unidas
para
la
Agricultura
y
la
Alimentación,
Roma,
Octubre.
6
alimentos”,
relacionada
con
la
salud
y
la
nutrición
de
las
personas,
es
decir
la
capacidad
que
tiene
cada
organismo
de
asimilar
los
nutrientes
ingeridos
(FAO,
2000b)12.
Aunque
la
definición
anterior
es
ampliamente
aceptada,
el
concepto
de
seguridad
alimentaria
asume
diferentes
connotaciones
según
los
parámetros
que
define
el
nuevo
modelo
de
desarrollo,
donde
se
da
más
preponderancia
a
la
acción
del
mercado
en
relación
con
la
del
Estado.
En
los
países
en
desarrollo
que
han
adoptado
como
modelo
económico
la
vía
del
mercado,
cada
país
garantiza
su
acceso
a
los
alimentos
a
través
de
mantener
una
capacidad
para
comprarlos,
no
importa
si
son
importados
o
producidos
nacionalmente.
En
este
sentido,
el
acopio
físico
al
interior
de
cada
país
para
mantener
reservas
de
alimentos
deja
de
ser
importante.
En
esta
visión
el
concepto
pasa
de
la
seguridad
alimentaria
a
la
autosolvencia
alimentaria
(Machado
y
Pinzón,
2002)13.
En
países
desarrollados
(Unión
Europea,
EEUU)
se
mantiene
una
política
que
privilegia
las
producciones
nacionales
con
el
fin
de
garantizar
la
independencia
alimentaria,
en
esta
concepción
la
actividad
agrícola
es
estratégica
y
la
sociedad
paga
por
el
costo
que
ello
representa
(Machado,
1998)14.
Debido
a
esta
situación
surge
el
concepto
de
soberanía
alimentaria
el
cual
se
entiende
como
la
facultad
de
cada
Estado
para
definir
sus
propias
políticas
agrarias
y
alimentarias
de
acuerdo
a
objetivos
de
desarrollo
sostenible
y
seguridad
alimentaria.
Ello
implica
la
protección
del
mercado
doméstico
contra
los
productos
excedentarios
que
se
venden
más
baratos
en
el
mercado
internacional,
y
contra
la
práctica
del
dumping
(venta
por
debajo
de
los
costos
de
producción).
Ello
significa
el
derecho
de
los
pueblos,
de
sus
países
y
de
los
campesinos
a
producir
alimentos
y
el
derecho
de
los
consumidores
a
poder
decidir
lo
que
quieren
consumir
y,
como
y
quien
se
lo
produce.
La
soberanía
alimentaria
incluye:
priorizar
la
producción
agrícola
local
para
alimentar
a
la
población,
el
acceso
de
los/as
campesinos/as
y
de
los
sin
tierra
a
la
tierra,
al
agua,
a
las
semillas
y
al
crédito
(Vía
Campesina,
www.ecoportal.net).
En
contraste
a
la
seguridad
alimentaria
definida
por
la
FAO,
que
se
centra
en
la
disponibilidad
de
alimentos,
la
soberanía
alimentaria
da
importancia
también
al
modo
de
producción
de
los
alimentos
y
su
origen.
Bajo
estas
definiciones,
el
tema
de
la
seguridad
y
la
soberanía
alimentaria
están
claramente
ligados
al
tema
de
derechos
humanos
y
dentro
de
ellos,
al
acceso
a
los
activos
naturales
(tierra,
ecosistemas
hídricos)
como
elementos
fundamentales
para
obtener
los
medios
de
vida
para
sobrevivir
en
la
Isla
de
Papayal.
Si
las
actividades
económicas
de
donde
la
comunidad
obtiene
sus
alimentos
e
ingresos
dependen
del
acceso
a
los
activos
naturales,
y
si
la
palma
restringe
casi
en
su
totalidad
el
acceso
al
uso
de
este
tipo
de
activos,
la
seguridad
alimentaria
dependerá
ahora
de
otros
medios
12
FAO,
2000b.
Manual
para
el
diseño
e
implementación
de
un
sistema
de
información
para
la
seguridad
alimentaria
y
la
alerta
temprana
(SISAAT).
Organización
de
las
Naciones
Unidas
para
la
Agricultura
y
la
Alimentación,
Roma.
13
Machado,
A.
y
Pinzón,
N.,
2006.
Indicadores
para
el
seguimiento
de
la
seguridad
alimentaria
en
Colombia
1970-‐2000.
Bogotá,
Red
de
Desarrollo
Rural
y
Seguridad
alimentaria,
RESA.
14
Machado,
A.,
1998.
Marco
conceptual
y
estratégico
de
la
seguridad
alimentaria
en
Colombia.
En
“El
pan
nuestro.
Problemas
de
seguridad
alimentaria”,
Ed.
Carlos
Fernando
Rivera,
Bogotá,
IICA.
7
de
vida
que
le
permitan
obtener
ingresos
para
adquirir
esos
bienes.
Pero
aún
así,
no
resolvería
el
tema
de
la
soberanía
alimentaria
que
se
asocia
en
este
caso
al
derecho
de
los
campesinos
a
producir
sus
propios
alimentos,
y
para
la
zona.
Ahora,
en
una
región
invadida
crecientemente
por
el
monocultivo
palmero
casi
la
única
opción
que
queda
para
obtener
ingresos
es
trabajar
en
las
empresas
palmícolas;
ello
puesto
que
por
un
lado
la
mayoría
son
campesinos
sin
tierra,
y
por
otro,
los
pocos
que
la
tenían
la
han
venido
vendiendo
a
los
mismos
palmeros.
Esta
realidad
genera
dos
efectos:
i)
La
oferta
local
de
alimentos
se
reduce,
teniendo
que
importar
casi
toda
la
comida
de
fuera
lo
cual
encarece
los
precios
de
la
canasta
familiar;
ii)
Al
transformarse
los
medios
de
vida
para
obtener
ingresos
y
obtener
alimentos
desde
actividades
campesinas
y
de
recolección,
hacia
actividades
de
jornaleo,
la
seguridad
alimentaria
dependerá
de
tres
cosas:
a)
De
la
magnitud
y
dinámica
de
la
demanda
laboral
para
actividades
en
el
cultivo
palmero;
b)
Del
tipo
de
vinculación
laboral
y
de
su
estabilidad;
y,
c)
Del
nivel
salarial
y
de
prestaciones
sociales
de
esta
actividad.
Ahora,
cuando
se
examinan
estos
tres
aspectos
en
la
realidad
del
sector
de
la
palma
aceitera
en
la
zona
se
tiene:
incapacidad
del
sector
palmero
de
asumir
toda
la
oferta
laboral
desplazada
de
las
actividades
campesinas
por
no
ser
un
usuario
intensivo
de
mano
de
obra
en
todo
el
ciclo
del
cultivo.
Es
más
intensivo,
aunque
en
menor
cuantía
que
otros
cultivos,
durante
los
primeros
años
del
mismo;
las
condiciones
laborales
de
los
trabajadores
jornaleros
vinculados
a
la
palma
en
la
región,
no
resultan
las
mejores:
jornales
de
entre
$13.000
y
$15.000
diarios;
contratos
a
destajo;
vinculación
a
través
de
Cooperativas
de
Trabajo
Asociado
(CTA),
donde
el
trabajador
asume
directamente
sus
prestaciones
sociales
y
además
tiene
que
pagar
cuotas
a
la
cooperativa;
adquisición
de
la
comida
a
precios
altos
dentro
de
los
comedores
de
los
mismos
consorcios
palmeros;
empresas
de
servicios
de
salud
que
no
asumen
responsabilidades
en
caso
de
accidentes
laborales
o
de
enfermedades
graves;
atraso
en
el
pago
del
salario,
teniendo
que
venderlo
a
prestamistas
con
descuentos
por
intereses
hasta
del
10%
del
mismo.
Todo
ello
se
traduce
en
inestabilidad
laboral,
en
empleos
precarios
y
en
insuficiencia
de
empleo
que
no
corresponden
a
las
necesidades
de
la
comunidad,
limitando
los
medios
de
vida
para
que
adquirir
los
alimentos
necesarios
para
si
mismos
y
sus
familias.
Esto
permite
afirmar
que
la
extensión
del
cultivo
de
palma
en
la
región
y
el
conflicto
de
Las
Pavas
son
factores
que
afectan
la
seguridad
alimentaria
de
la
zona
de
estudio.
Pero
más
afectada
se
ve
la
soberanía
alimentaría
de
la
población
de
la
zona,
pues
esta
se
asocia
al
derecho
de
las
comunidades
a
producir
sus
propios
alimentos
y
junto
a
él
a
poder
decidir
como
consumidores
lo
que
desean
consumir.
Luego,
si
la
posibilidad
de
producir
sus
propios
alimentos
y
de
consumirlos
dependen
del
acceso
al
territorio
para
pescar,
cazar
y
cultivar,
y
este
acceso
se
ve
limitado
por
la
ampliación
del
monocultivo
palmero,
la
desecación
de
humedales,
la
contaminación
de
las
fuentes
hídricas,
la
apropiación
y
desaparición
de
los
territorios
comunales,
mantener
la
soberanía
alimentaria
se
hace
más
que
una
ilusión.
De
todo
ello
existe
suficiente
evidencia
en
la
región.
En
las
visitas
realizadas
se
pudo
observar
esta
realidad.
Todos
los
entrevistados
afirmaron
que
cada
vez
se
siembra
más
palma
y
al
tiempo
menos
productos
de
pancoger.
Casi
todo
el
mercado
se
tiene
que
traer
de
afuera,
ya
sea
de
El
Banco
(Magdalena)
para
los
de
Buenos
Aires;
ya
sea
de
8
Ocaña
para
los
de
Río
Viejo
o
Regidor.
Y
esto
se
refleja
en
los
precios
de
los
alimentos,
pues
hay
que
incluir
los
costos
del
flete
y
este
es
alto.
En
las
visitas
realizadas
a
las
tiendas
de
Buenos
Aires
se
encontraron
varios
productos
que
se
cultivaban
anteriormente
en
la
zona
como
arroz,
plátano,
yuca
y
verduras
como
tomates,
pimentones,
cebollas,
etc.,
traídos
desde
El
Banco
(Magdalena),
a
precios
más
elevados
que
los
de
la
ciudad.
Y
ello
es
bastante
perjudicial
para
los
habitantes
de
la
región,
no
solo
para
los
que
no
tienen
empleo
y
viven
de
la
recolección
y
pequeños
cultivos
cuando
es
posible,
sino
incluso
para
los
que
tienen
empleo
como
los
maestros,
donde
los
precios
de
los
alimentos
crecen
más
rápido
que
los
de
sus
salarios.
3.
CONCLUSIONES
• El
ingreso
de
la
industria
palmicultora
es
un
factor
de
cambio
muy
fuerte
en
las
dinámicas
locales
y
regionales,
en
los
modelos
de
producción,
en
las
relaciones
sociales,
en
la
calidad
de
vida
de
los
pobladores,
en
la
seguridad
y
la
soberanía
alimentaria
y
en
el
acceso
y
propiedad
a
los
activos
naturales
de
los
cuales
depende
la
población
campesina
para
sobrevivir.
• Los
conflictos
por
territorio
que
afectan
a
comunidades
campesinas
y
recolectoras
que
dependen
del
acceso
directo
al
uso
de
los
activos
naturales
como
la
tierra,
los
ecosistemas
hídricos
y
boscosos
y
los
terrenos
comunitarios
para
obtener
sus
medios
de
subsistencia
y
de
consumo,
son
conflictos
que
afectan
sus
principales
derechos
humanos:
seguridad
y
soberanía
alimentaria;
dignidad
humana;
derecho
al
uso
y
disfrute
de
la
biodiversidad,
derecho
a
la
subsistencia,
libertad
de
elegir,
derecho
a
la
tierra,
derecho
a
protegerse
de
las
amenazas
de
la
naturaleza
y
derecho
a
la
movilidad.
Y
como
tales,
deben
estar
protegidos
por
los
Pactos
Internacionales
de
Derechos
Humanos.
En
el
caso
de
Las
Pavas,
la
palmicultura
y
el
conflicto
por
la
tierra,
amenaza
todos
estos
derechos
en
la
comunidad
de
Buenos
Aires,
los
cuales
no
se
restituyen
con
nuevas
fuentes
de
empleo.
• La
restricción
por
parte
de
la
palma
y
del
conflicto
de
tierras
en
Las
Pavas
del
acceso
al
uso
de
los
activos
ambientales
(tierra,
ecosistemas
hídricos
y
boscosos),
limita
el
desarrollo
de
actividades
productivas
y
extractivas
que
le
permiten
a
la
comunidad
obtener
sus
alimentos
e
ingresos,
con
lo
cual
afectan
su
seguridad
alimentaria.
• Por
su
parte,
la
opción
de
resolver
el
tema
de
la
seguridad
alimentaria
vista
solo
como
la
posibilidad
de
mantener
la
capacidad
adquisitiva
para
comprar
los
alimentos
sin
interesar
dónde
y
cómo
se
producen,
tampoco
esta
garantizada
por
el
monocultivo
de
palma.
Por
un
lado,
porque
los
alimentos
se
encarecen
cuando
tienen
que
importarse;
por
otro,
porque
la
capacidad
de
compra
de
todos
los
miembros
de
la
comunidad
dependerá
de
la
capacidad
del
sector
palmero
de
generar
los
suficientes
empleos
que
absorban
toda
la
mano
de
obra
desplazada
por
el
monocultivo
ofreciendo
empleos
estables
y
de
buena
calidad.
Sin
embargo,
la
experiencia
empírica
vista
en
la
zona,
las
experiencias
de
otros
municipios
y
la
baja
intensidad
del
uso
de
mano
de
obra
por
parte
del
sector,
no
garantizan
que
esto
se
pueda
dar.
Con
ello,
los
riesgos
de
afectar
la
seguridad
alimentaria
son
bastante
altos.
• Finalmente,
entendiendo
la
soberanía
alimentaría
como
el
derecho
de
los
campesinos
de
producir
sus
propios
alimentos
y
el
derecho
a
decidir
lo
que
9
consumen,
el
cultivo
de
la
palma
y
el
conflicto
de
Las
Pavas
restringe
de
manera
profunda
este
derecho.
Ello
se
produce
a
través
de
tres
efectos
complementarios:
i)
A
través
de
la
transformación
en
su
modo
y
medio
de
vida:
de
campesino
productor
y
recolector
sin
tierra
a
asalariado
y
jornalero
mal
pagado;
ii)
A
través
de
la
limitación
al
acceso
a
la
tierra,
a
los
ecosistemas
hídricos
y
boscosos
y
a
los
territorios
comunales
para
cultivar,
cazar,
recolectar
o
pescar.
iii)
A
través
de
tener
que
cambiar
sus
patrones
de
consumo
pues
cada
vez
más
productos
de
los
que
tradicionalmente
son
usados
para
la
preparación
de
sus
alimentos
y
su
propia
culinaria,
tendrán
que
traerlos
de
afuera
con
sabores,
especies
y
formas
diferentes
y
a
precios
más
elevados.
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