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LAS FUNCIONES ESENCIALES DE LA SALUD PÚBLICA

EN LAS AMÉRICAS
Organización Panamericana de la Salud. (2020). Pilares para actualizar y revitalizar el campo de Acción de
la salud pública. Las funciones esenciales de la salud pública en las Américas. Una renovación para el siglo
XXI. Marco conceptual y descripción (pp. 13-29). Washington, D.C. Iris.

La ampliación del ámbito de acción de la salud pública para abordar los determinantes
sociales de la salud, así como las causas de las enfermedades ha generado intensos debates
sobre sus límites operativos, especialmente en relación con la práctica médica y otros
sectores que impactan la salud de la población. La falta de un marco analítico claro y la
dificultad para definir el alcance de la salud pública han dificultado la operatividad de sus
objetivos fundamentales, a pesar de que proteger y mejorar la salud de la población sigue
siendo una misión ampliamente aceptada. Esto plantea desafíos en cuanto a las
responsabilidades de los actores públicos, privados e individuales, las estructuras de
gobierno necesarias para formular y supervisar políticas de salud, y la integración de los
servicios de atención individual con los servicios de salud pública tradicionales. ¿Cuáles
son entonces los principales fundamentos para ampliar el campo de acción de las FESP y
ofrecer una guía operativa con influencia sobre la formulación de políticas? (p. 13).
Así mismo, la salud pública no solo se rige como una estructura robusta, sino que se
encuentra sustentada en diversos pilares que desempeñan funciones cruciales en la
promoción, protección y mejora de la salud de las poblaciones. En este contexto, se
presenta una propuesta basada en un nuevo marco conceptual para las Funciones Esenciales
de la Salud Pública (FESP), definido por cuatro pilares fundamentales que buscan facilitar
el desarrollo de respuestas efectivas y coherentes ante los diversos desafíos que se
presentan en el ámbito de la salud pública.
El primer pilar se centra en la aplicación de valores éticos de la salud pública para abordar
las inequidades en relación con la salud y sus causas, es crucial reconocer estos problemas
son el resultado de múltiples factores interrelacionados, que van más allá de determinantes
biológicos y comportamentales para incluir factores socioeconómicos, geográficos y
étnicos. Por consiguiente, abordar estas inequidades requiere una perspectiva integral que
reconozca la complejidad de los determinantes de la salud y sus interacciones, respetando
los principios éticos de las agendas de salud actuales, con el fin de garantizar el acceso al
derecho a la salud, la solidaridad y la equidad en el ámbito sanitario. Esto orientará y
mejorará la ejecución de la salud pública, contribuyendo así al logro de un sistema más
justo y equitativo (p. 15).
Aunque, la implementación efectiva de estos principios en la práctica puede ser un desafío
considerable, especialmente en entornos donde existen barreras estructurales y políticas que
perpetúan las inequidades en salud. Por ello, este pilar subraya la importancia de reconocer
que la aplicación de los valores éticos requiere un compromiso continuo y acciones
concretas por parte de los responsables políticos, los profesionales de la salud y la sociedad
en su conjunto para avanzar hacia un sistema de salud pública que promueva la salud y el
bienestar de todas las personas y comunidades, sin dejar a nadie atrás.
Los valores éticos son esenciales para orientar tanto la formulación como la
implementación de políticas y programas de salud pública, los cuales deben abordar de
manera efectiva las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas que influyen en
la salud de las poblaciones, es por eso que a partir de esta premisa, surge el segundo pilar;
ya que al integrar estos valores en la práctica de la salud pública y considerar las
condiciones de los pacientes, se puede promover la equidad en salud y mejorar el bienestar
de las comunidades.
De esta forma, la Estrategia regional para el acceso universal a la salud y la cobertura
universal de salud señala y reconoce que “la necesidad de abordar los determinantes
sociales de la salud y las condiciones de vida de las personas, por medio de medidas
intersectoriales destinadas a asegurar el acceso a la salud para todos con el fin de reducir las
inequidades en la salud” (p.16).
Este enfoque reconoce que la salud no es solo el resultado de factores biológicos
individuales, sino también el producto de una compleja interacción entre determinantes
sociales, económicos y ambientales. Al analizar este pilar, se destaca su importancia al
abordar las desigualdades en salud, que son producto de injusticias sociales arraigadas, pero
su efectividad radica en las estructuras y mecanismos de los Estados que impulsan la
implementación práctica de políticas y programas que buscan abordar estas condiciones
subyacentes que afectan la salud de las poblaciones.
Para ello, como tercer pilar es fundamental, garantizar el acceso universal a servicios de
salud pública integrales e integrados, individuales y colectivos. Esta iniciativa tiene como
objetivo asegurar el acceso al conjunto de acciones de salud pública, tanto individuales
como poblacionales, y en todos sus niveles de intervención, es parte del ámbito de acción
de la salud pública y de sus funciones, cuya finalidad principal es promover, restablecer o
mantener la salud (p. 18-19).
Este ítem destaca la importancia de garantizar que todos tengan acceso a servicios de salud
pública de calidad, tanto a nivel individual como colectivo. Por lo tanto, se resalta que es
crucial integrar las FESP en un enfoque de fortalecimiento de los sistemas de salud, con el
objetivo de respaldar a las autoridades sanitarias en la elaboración de planes y políticas
integrales en colaboración con la comunidad y diversos organismos tanto dentro como
fuera del sector sanitario (p.20-21).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que para garantizar este acceso universal puede ser
difícil en contextos donde los recursos son limitados o están mal distribuidos. Además, la
integración de servicios de salud pública puede enfrentar desafíos en términos de
coordinación y colaboración entre diferentes sectores y agencias de salud.
Por último, el cuarto pilar busca expandir la función de rectoría de las autoridades de salud
para abordar los desafíos de la salud pública, teniendo en cuenta que este ámbito en
conjunto con sus funciones, abarcan no solo la formulación de políticas y la regulación de
los servicios de salud, sino también se enfocan en extender la necesidad de coordinación
entre el sector de la salud con otros sectores del Estado, el sector académico, el sector
privado y otros sectores cuyo quehacer tiene un impacto sobre la salud tanto individual
como colectiva (p.22-23). El objetivo es promover una gestión integral, eficaz y coordinada
hacia las condiciones de vida y de los procesos salud-enfermedad de la población.
Este pilar resalta su relevancia al enfocarse en fortalecer la capacidad institucional de las
autoridades de salud y mejorar su capacidad para liderar respuestas efectivas ante
emergencias y crisis de salud pública. No obstante, expandir esta función de rectoría puede
requerir cambios en la estructura y gobernanza de los sistemas de salud, así como un mayor
compromiso político y financiero. Esto es necesario para abordar desafíos como la
corrupción, la falta de transparencia, la influencia política y la rendición de cuentas en las
decisiones de salud pública.
En conjunto, los pilares de la acción en salud pública ofrecen un marco integral y holístico
que permiten desarrollar sistemas de salud con un enfoque social, equitativo y adaptable,
permitiendo una respuesta efectiva a las complejidades de la salud pública en la actualidad.
Su implementación efectiva requiere superar una serie de desafíos, incluida la colaboración
intersectorial, la garantía de acceso universal y la fortaleza de la función de rectoría de las
autoridades sanitarias. Estos desafíos deben ser abordados con urgencia para garantizar que
todos puedan acceder a servicios de salud de calidad y para promover el bienestar de las
comunidades en su totalidad, fortaleciendo así la estrategia de la Atención Primaria en
Salud.
En definitiva, el trabajo en la Atención Primaria en Salud de manera alineada con los
pilares de la salud comunitaria incrementará la posibilidad de generar un impacto a largo
plazo en el proceso salud-enfermedad.
Adicionalmente, es importante considerar que un sistema de salud basado en la acción
comunitaria debe adherirse a principios adicionales que mejoren la calidad y pertinencia de
los servicios ofrecidos. Estos incluyen la eficiencia en su funcionamiento, la equidad en su
distribución, la vigilancia constante por parte de instituciones sanitarias para el
mejoramiento continuo y la renovación, la transparencia y rendición de cuentas, la
sostenibilidad a largo plazo, la seguridad tanto para la comunidad como para los
profesionales de la salud, y la implementación de intervenciones intersectoriales que
involucren a diversos agentes, tanto del ámbito sanitario como no sanitario, para una
práctica adecuada de la salud comunitaria.
Estas conclusiones resaltan el impacto positivo y perdurable que la implementación
adecuada de los pilares en salud pública puede tener en la mejora del bienestar y la salud de
las poblaciones, así como en la eficacia y sostenibilidad de los sistemas de salud a nivel
global. Esta implementación no solo simplifica la toma de decisiones en diversos aspectos,
como la integración del trabajo y la generación de instrumentos para la atención en cada
nivel, sino que también guía la distribución efectiva de actividades y recursos, facilitando
así la entrega de servicios de salud de calidad a quienes más los necesitan.

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