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F. Humberto Sotelo
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nos ocupa el mismo autor nos advierte que no es sino una pri
mera parte de u n material más vasto, por lo que de ninguna ma
nera podrían considerarse agotadas sus conclusiones. Más bien
queremos indicar que los esfuerzos del autor de Las luchas de clases
en la URSS... por descubrir el verdadero carácter de clase del
sistema soviético ha puesto al descubierto o replanteado u n a gran
cantidad de problemas 6 que tienen u n a profunda relación con el
significado real del socialismo para la doctrina marxista. Proble
mas que, o bien no h a n sido abordados con la cientificidad reque
rida apareciendo recubiertos con u n a serie de velos ideológicos, y
en muchos casos dificultándose su comprensión por "las prácticas
que se desarrollan dentro de tales formaciones (como la soviética)
y a los comentarios ideológicos que se sobreponen a tales prácti
cas" 7 o en última instancia no han sido atendidos por conside
rárseles resueltos.
Bettelheim no intenta esbozar en el libro que aquí comentamos
una reconstrucción histórica de las luchas de clases en la U R S S . Es
decir, no establece su perspectiva de investigación en el pasado para
desembocar en el presente, sino que parte de este último p a r a estu
diar el primero. Esta perspectiva temporal le permite al investigador
francés incursionar en los difíciles y turbulentos años que sucedieron
a la Revolución de Octubre, a la luz de las transformaciones opera
das en los últimos años en la U R S S , en la Revolución Cultural Chi
na, y en general de las contradicciones actuales que enfrentan los
países socialistas. De esta manera, el autor está en condiciones de
examinar u n conjunto de situaciones que en semejante periodo no
podrían aparecer claramente ante los diversos agentes históricos,
sea porque apenas se presentaban los conatos de tales situaciones,
sea porque determinadas limitaciones ideológicas y políticas les
impedían percibirlas. Empero, es necesario subrayar aquí que el
rigor y la profundidad que se advierten en la obra no son por su
puesto el resultado de la perspectiva temporal en que se sitúa el
investigador, sino fundamentalmente son el producto de sus es-
8
Ch. Bettelheim, Algunos problemas actuales del socialismo, Ibid., p. 54.
» Ibid., p. 55.
223
Podríamos entonces aseverar que el quid, el núcleo central de
las investigaciones realizadas por Bettelheim se encuentran pre
cisamente en el lugar objetivo donde se localizan las relaciones entre
los productores directos y quienes poseen o detentan el control
de los medios de producción, para pasar de allí a examinar las
formas jurídicas, el tipo de explotación de clase y las manifesta
ciones de esta dominación en el terreno del Estado. No es casual
que en esta última obra aparezca con insistencia aquellas afirma
ciones de Marx en el sentido de que "es siempre en la relación
inmediata entre el propietario de los medios de producción y el
productor directo... donde hay que buscar el secreto más pro
fundo, el fundamento oculto de todo el edificio social y, por con
secuencia, de la forma política que adopta la relación de sobe
ranía y de dependencia; en resumen, la base de la forma específica
que reviste el Estado en un periodo determinado"; 10 y la que
establece que "toda forma de producción engendra sus propias
relaciones jurídicas, su propia forma de gobierno".11 Estas orienta
ciones son las que guían a Bettelheim en el laberinto de las de
formaciones y desviaciones oportunistas y sectarias en su búsqueda
del significado real de las relaciones que privan en países como
la URSS, y las que lo llevan a sostener que en esta última pre
valecen relaciones de explotación semejantes a las existentes en
los países capitalistas.
En la obra que nos ocupa, más que mostrar las formas que
revisten actualmente tales relaciones sociales en la URSS, Bet
telheim intenta detectar las situaciones políticas, económicas y
sociales que posibilitaron semejantes relaciones, pero sin detenerse
o fundamentar su análisis en las expresiones ideológicas mediante
las cuales los diversos agentes trataron de justificar su actuación.
Esto le impide caer en aquellas interpretaciones que señalan la
intervención de tal o cual agente como determinante de los hechos
históricos. Tampoco limita su investigación al análisis de situacio
nes que si bien fueron decisivas no alcanzan a explicar las causas
reales del problema, lo que le evita reincidir en las tradicionales
versiones anecdóticas y desprovistas de cientificidad. Bettelheim
incursiona sobre todo en el análisis exhaustivo de las relaciones de
clase, las prácticas de clase, las luchas de clases, y una vez dentro
de este contexto no pierde de vista el papel decisivo desempeñado
por los diversos actores, o los hechos particulares que adquirieron
una significación relevante. De esta manera, el autor pasa a exa
minar las causas y las consecuencias del comunismo de guerra;
10
K. Marx. El Capital, t. 3, Fondo de Cultura Económica, México,
1973,
11
p. 733.
K. Marx. Contribución a la critica de la economía política.
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la extinción gradual de la actividad de los soviets; la supercen-
tralizacíón del aparato administrativo; la subordinación de los
órganos locales del partido a los órganos centrales; la paulatina
penetración de la burguesía en los aparatos del Estado, en la ad
ministración, en el ej'ército, y en el mismo partido; los errores
cometidos en la política hacia el campesinado; y principalmente
las implicaciones por no haber llevado la lucha revolucionaria
hasta el terreno de la superestructura, de la ideología, de la bu
rocracia, de las prácticas burguesas en los apartados administra
tivos, económicos y en las instituciones culturales.
En ningún momento Bettelheim se limita exclusivamente a se
ñalar los errores prácticos, las medidas incorrectas o las fallas im
previsibles sin esbozar con antelación un riguroso examen de las
causas y factores obj'etivos que influyeron en su determinación, y
no son pocas las ocasiones en las que la honestidad intelectual
del autor lo lleva a justificar o reconocer las causas que obliga
ron a los bolcheviques a reaccionar enérgicamente ante circuns
tancias difíciles que exigían —aún contra su voluntad— recurrir
a medidas compulsivas, como las requisas de víveres a los cam
pesinos para enviarlos al frente y para surtir de provisiones a las
ciudades en los momentos más álgidos de la guerra civil, concien-
tes de que la más leve vacilación hubiese puesto en peligro la
existencia misma del estado soviético, o por lo menos la estabili
dad del gobierno revolucionario; inclusive Bettelheim critica acer-
vamente algunos de los planteamientos de la "oposición obrera"
y de los agrupamientos formados en torno de Trotski, Bujarin y
otros, que persiguiendo aparentemente la búsqueda de posiciones
revolucionarias no hacían sino incurrir en prácticas pequeñobur-
guesas revestidas de radicalismo, y que eran incorrectas tanto por
la inadecuación del momento histórico como por su mismo con
tenido de clase.
El autor no se comporta como aquel historiador que según E.
H. Carr cae en "la tentación de considerarse un águila que vigila
la escena desde un risco solitario"-12 Su posición ante los aconte
cimientos no la condicionan los errores prácticos, los fracasos in
voluntarios o los tropiezos imprevisibles; más bien el autor los
examina como expresiones de una determinada relación de clase,
como manifestaciones dependientes en última instancia de una po
sición de clase; no como iniciativas concretas cuya correcta apli-
cabílidad no depende sólo de la perspicacia de los individuos. Lo
importante para Bettelheim no es discernir la inadecuación del
momento en que se llevaron a la práctica las diversas disposiciones,
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sino la representación errónea 1S que de ellas se formaron los agen
tes históricos (en este caso los bolcheviques), lo que provocó que
semejantes disposiciones no propiamente significasen retrocesos o
deslices transitorios, sino que afectaran principalmente el propio
sentido de las relaciones sociales emanadas de la revolución. 14
Bettelheim es conciente de las dificultades que obligaron a los
bolcheviques a conceder u n a serie de prerrogativas a los funciona
rios del régimen anterior, a algunos militares del ejército zarista,
a permitir que adquieran privilegios u n conjunto de administra
dores y técnicos altamente calificados pertenecientes a la bur
guesía; a estructurar normas capitalistas en la dirección de las
empresas y en el funcionamiento de la economía en general; a
dar incentivos materiales a los campesinos medios; etc. En este
sentido el problema no estriba tanto en el reconocimiento de la
existencia de esos límites 1 5 sino más propiamente en los límites
ideológicos de los bolcheviques p a r a captar su significación en la
13
Así, por ejemplo, la tendencia prevaleciente entre los bolcheviques
al rectificar su posición respecto a la política del comunismo de guerra,
fue en el sentido de juzgarla errónea por el momento de su aplicación por
la táctica puesta en juego para su ejecución, en lugar de reparar en la
naturaleza errónea de susodicha política, que puso seriamente en peligro
la alianza del proletariado con el campesinado. Más adelante veremos que
esta14
actitud no correspondía a la posición de Lenin.
Bettelheim demuestra que "la tendencia a identificar la acción de los
aparatos de Estado de la dictadura del proletariado con la acción de
las masas está ligada, en gran parte, a la ausencia de una clarificación
suficiente de las condiciones en las que las masas populares pueden, efec
tivamente, desempeñar el papel que les corresponde en la socialización real
de los medios de producción. A falta de esta clarificación, no es posible
avanzar hacia una socialización real". Ch. B., La lucha de clases... ídem,
p. 473. (Los subrayados son de Ch. B.). Empero, aquí nos encontramos
con un doble problema que no es más que un resultado dialéctico del si
guiente fenómeno: el hecho de que los bolcheviques tiendan a identificar
la acción de los aparatos de Estado con la acción de las masas, hunde sus
raíces en la gran dependencia del partido respecto a los primeros, en lo
referente a las aspiraciones de estas últimas, Cfr. Ch. B.s ídem.* p. 481:
"La influencia de un cuerpo de funcionarios mayoritariamente hostiles a
la dictadura del proletariado puede hacerse tanto más profunda cuanto
que una parte del conocimiento que los mismos dirigentes del partido bol
chevique puede hacerse de la realidad y de las aspiraciones de las masas
populares lo es a través de un aparato de Estado hostil, cuyos miembros
tienen una concepción burguesa del mundo". (Subrayados de Ch. B.).
15
A este propósito, Bettelheim indica que toles límites pueden ser su
perados, "siempre que no se ignore su existencia, que el partido perma
nezca suficientemente ligado a las capas más avanzadas de las masas popu
lares, que su dirección sea capaz de proceder a rectificaciones y que se
deje a sus miembros la posibilidad de expresar sus críticas mediante la
práctica de un verdadero centralismo democrático". ídem., p. 491. No
obstante, la existencia de tales límites se torna más difícil de superar debí-
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representación falsa que de ellos se forman y que los lleva a con
siderarlos sólo como accidentes provisionales o como situaciones
indefectibles, cuyo tratamiento depende sobre todo del desarrollo
de ciertas condiciones objetivas o iniciativas concretas, 16 y no co
mo contradicciones que exigen u n a práctica justa, una visión justa
y u n tratamiento orientado por u n a posición de clase proletaria;
que exigen por una parte un análisis de clase p a r a develar su
significado, y por otra un comportamiento de clase para infrentar-
las como problemas prácticos.
Aquí reside p a r a Bettelheim el problema principal: el peligro
que representan las prácticas y las relaciones de clase burguesa
en la dictadura del proletariado no proviene del hecho de que
éstas sobrevivan y de que no sea posible abolirías de inmediato, 1 7
ni del hecho de que la propia burguesía continúe existiendo como
clase, 18 ni tampoco de la no desaparición del dinero, del inter
cambio comercial o de las prácticas capitalistas en general, 1 * el
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problema reside en que mientras las masas trabajadoras y su di
rección proletaria no alcancen a reparar en los peligros que re
presenta la existencia indefinida de esas relaciones y prácticas
burguesas, existe la posibilidad de que éstas se reproduzcan e im
pongan su comportamiento a todo el sistema 30 exigiendo el res
tablecimiento de las relaciones de producción capitalistas. Lo que
implica la necesidad de desarrollar una revolución ininterrumpi
d a 3 1 contra estas relaciones, impulsada sobre todo por las masas
populares, orientadas por la clase obrera y por el partido proletario.
El derrocamiento de la burguesía como clase y la posibili
dad de instaurar la dictadura del proletariado no depende sólo
de la derrota del enemigo en el campo de batalla, en el frente
militar, en las barricadas o en las trincheras, ni tampoco de la
ocupación de los edificios en que se asienta el poder estatal, ni de
la desocupación violenta de éstos de los altos dignatarios estatales
bajo la mira de la escopeta del revolucionario; sino que depende
fundamentalmente de la ofensiva profunda, del combate a fondo,
de la lucha prolongada que se establezca —según las condiciones
dadas y el grado de desarrollo de la situación objetiva— contra
las mismas relaciones de clase burguesas; contra las prácticas bur
guesas en todos los campos, ámbitos y dominios de la sociedad,
tanto en la estructura como en la superestructura,22 en los há
bitos como en las representaciones ideológicas, en el taller, en la
fábrica, en el campo, en la ciudad; en las relaciones de subordi
nación y dependencia en el propio partido y en su relación con
las masas; en las formaciones culturales, religiosas y artísticas,
20
"La lucha revolucionaria de clases puede romper los aparatos po
líticos burgueses, pero mientras no se transformen las relaciones políticas
fundamentales (aquellas en que están cogidos los productores inmediatos),
la tendencia a la reconstrucción de los aparatos de Estado burgueses está
siempre
21
presente. Gh. B. La lucha de clases... ídem. p. 411.
"La exigencia de una revolución ininterrumpida, de la continuación
de la lucha revolucionaria bajo la dictadura del proletariado, se debe pre
cisamente a que en ausencia de un tal lucha las relaciones económicas fun
damentales no pueden ser profundamente transformadas. Pero mientras no
son radicalmente transformadas (rotas y reconstruidas), siempre contienen
elementos de relaciones capitalistas, las relaciones sociales existentes pro
porcionan una base objetiva para las prácticas sociales burguesas, las cuales
tienden a asegurar la reproducción de las antiguas relaciones políticas, a
debilitar la dictadura del proletariado y, finalmente — a restablecer el
conjunto de las condiciones de la dictadura de la burguesía, y esta misma
dictadura. Ibid., pp. 226, 227.
22
" . . .La transformación socialista de las relaciones económicas es un
tarea mucho más larga y compleja que la destrucción de los aparatos de
Estado. Por ello, incluso cuando se ha recorrido la primeta etapa de la
revolución proletaria, la lucha debe proseguirse para la transformación re
volucionaria de la superestructura y de las relaciones de producción". Ibid.3
p. 411.
228
Lo que implica u n a lucha prolongada para lograrlo, que no de
pende sólo del tiempo sino fundamentalmente de la justeza de las
prácticas adoptadas; que no depende sólo de la buena voluntad
de los hombres sino de la correspondencia real d e sus iniciativas
con las condiciones concretas; que n o depende sólo de medidas
compulsivas y coercitivas, sino ante todo del consenso de las m a
sas, de su convencimiento y aceptación; que n o depende sólo del
valor revolucionario del proletariado y sus dirigentes, sino de su
capacidad para conseguir que su hegemonía política, ideológica y
cultural arraigue entre las masas ■—al grado de adquirir, como
decía Gramsci, la solidez granítica de las creencias populares—
de tal manera que sus valores, concepción y visión del m u n d o se
introyecten en la sociedad y alcancen a subvertir n o sólo las rela
ciones de producción sino el conjunto de las relaciones sociales, de
tal forma que la instauración del socialismo n o sea únicamente
el proyecto de u n a clase, de u n a sector de la clase, del núcleo más
decidido de la clase, o del partido, del comité central, del buró
político o del secretario general del partido, sino u n proyecto que
hagan suyo la inmensa mayoría de las clases trabajadoras y de
las masas populares, orientadas por la dirección y hegemonía 2 8
de la clase obrera y su partido.
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(NEP),** Lenin propugna por una serie de transformaciones que
tiene que ver con la organización multiforme de las masas, con el
control de las masas sobre los aparatos de Estado y sobre los propios
comunistas, aunque, reiteradamente, no siempre sus indicaciones son
lo suficientemente claras como para aprehender los nuevos elemen
tos. Sin embargo, véase el vigor con que subraya Lenin la necesidad
de impulsar las nuevas prácticas:
cí
De la masa de obreros, campesinos e intelectuales se destacan
numerosos hombres sin partido, capaces y honestos, a los que hay
que confiar puestos más elevados de la gestión económica, a la
par que se conserva en manos de los comunistas las necesarias
funciones de control y orientación. Por otra parte, es preciso tam
bién que los comunistas sean controlados por los sin partido; para
esto, serán invitados a la Inspección obrera y campesina grupos
de obreros y de campesinos sin partido cuya honestidad está pro
bada, al margen de todo cargo de manera no formal, haciendo
que tomen parte en la comprobación y valoración del trabajo". 25
Observaciones semejantes pueden encontrarse en escritos como;
Más vale poco pero bueno, Sobre la cooperación en el Informe al
XI Congreso del Partido bolchevique, y en múltiples intervencio
nes, en reuniones de soviets, del partido, en asambleas popula
res, etc.
24
Lenin, a diferencia de otros bolcheviques, empieza a concebir la NEP
no sólo como una posición de repliegue, sino como una posibilidad de
atraer de nuevo al campesinado, para fundar una' alianza de clases de nue
vo tipo. Véase, por ejemplo, su posición ante el XI Congreso (abril de
1922): "Lo esencial, hoy, es que la vanguardia no se desanime ante la
torea de reeducarse (...) Lo esencial, en este momento, es avanzar en
masa, con un impulso más vasto y poderoso, siempre.
26
Lenin, OC, t. 32, pp. 370, ss. (Los subrayados son míos).
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