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HMC- PRIMERO DE BACHILLERATO – INSTITUT MANUEL BLANCAFORT

PROFESOR: UNAI DONCEL

LOS MITOS DE LA REVOLUCIÓN


FRANCESA

Este texto pretende estimular el espíritu crítico. La intención de quien escribe es dar
a entender que no existe una sola historia, que hay versiones alternativas al mainstream
y que la historia es un proceso constante de escritura y reescritura que, en muchas
ocasiones, la acerca más a la literatura y la propaganda que al método científico.

Proponemos aquí visiones alternativas a la narración dominante sobre la valoración


general que de la revolución francesa se hace. No es cuestión de convencer, el texto no
está hecho con ese ánimo, es cuestión de suscitar interés y curiosidad para que el
alumno se cuestione nociones básicas que da por sentadas sin cuestionamiento previo.
Ese cuestionamiento, en el mejor de los casos, llevará al alumno a investigar, a su
manera (ojalá sea leyendo libros o atendiendo a conferencias de especialistas, que las
hay muy serias, en Youtube), las nociones que le parezcan más interesantes o
conflictivas según su curiosidad intelectual.

Los libros de los que hablaremos y sus perspectivas no están censuradas ni son
difíciles de encontrar, simplemente están marginadas o enterradas bajo las toneladas de
bibliografía producida por el mainstream. Llegar a conocer estos libros es lo difícil y, en
este sentido, debo agradecer al Profesor Miguel Anxo Bastos Boubeta, Doctor en
ciencia política y de la administración por la Universidad de Santiago de Compostela,
sus escritos y sus conferencias colgadas en Youtube. Lo relevante no es estar más o
menos de acuerdo con lo que dice, lo que es de agradecer es su labor por sacar a la luz
esta bibliografía, crear un hilo conductor de interpretación alternativo (que me he
dedicado a desarrollar en este texto) y animar al pensamiento crítico a sus alumnos y a
cualquiera que lo vea online.
Revisemos o pensemos pues sobre lo que podríamos considerar como algunos de
los mitos más persistentes alrededor de la Revolución francesa, a modo de conclusión
del tema.

1. EL PRIMER MITO: LA REVOLUCIÓN FRANCESA

El primer mito de la revolución francesa es ella misma y lo es por dos motivos, a


saber: En primer lugar, una amplia tradición historiográfica de tipo marxista ha tendido
a mitificar este periodo histórico hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX y, por
consiguiente, ha consolidado una visión dominante sobre dicho período en ámbitos
académicos; en segundo lugar y como consecuencia directa de este fenómeno, la
Revolución francesa se ha teñido de teleología1, es decir, se considera que la República
y la constelación de ideas o palabras sagradas asociada a ella (democracia, igualdad de
derechos, derechos individuales, soberanía nacional…) eran el fin, el destino, de la
Revolución francesa como si estuviera escrito en las estrellas que de la Revolución se
sigue necesariamente la República y todas sus bondades, aunque sea de manera diferida
en el tiempo2. Así, el espíritu de la Revolución se ve realizado a través de las diversas
repúblicas francesas convirtiéndose en uno de los anclajes identitarios del ser nacional
francés. Como bien lo expresó Maurice Agulhon, “La República, hoy en día, es
Francia”3.

Este sesgo de ilusión teleológica, esa tendencia a otorgar una finalidad


preestablecida a aquello que no lo tiene o no lo tuvo (también pudiera ser llamada
falacia post hoc ergo propter hoc o puro Whisful thinking4), es lógica toda vez que el
marxismo que insufla vida a esta línea historiográfica mainstream es profundamente

1
Disciplina que se ocupa del anàlisis de los fines, los propósitos u objetivos que persigue un ser o un
objetos (pudiendo ser este un proceso histórico.
2
En este sentido nos hacemos eco de la reflexión de Reinhardt Koselleck según la cual el historiador que
está a favor de los vencedores está fácilmente inclinado a interpretar los éxitos obtenidos a corto plazo
mediante una teleología ex post a largo plazo. Ver en Koselleck, Reinhart: Los estratos del tiempo:
estudios sobre la historia, Paidós, Barcelona 2001, pp. 43-92. Corresponde al capítulo “Cambio de
experiencia y cambio de método. Un apunte histórico-antropológico”.
3
Agulhon, Maurice: “Préface” en id. y Marcel Dorygni (eds)., Aux origines de la République, 1789-1792,
t. I, París, EDHIS, 1991, s. p.: « La République, de nos jours, c‟est la France ».
4
Sesgo cognitivo consistente en confundir los deseos con la realidad.
teleológico5. En resumidas cuentas, de lo que se trata es de discutir estas nociones para
no caer en el pensamiento único. Si tuviéramos que buscar el momento o el autor que
supone una ruptura efectiva con esta tradición, debemos referirnos a Alfred Cobban,
catedrático de historia contemporánea en la universidad de Londres.

Su enfoque, además de ser revisionista, es liberal y se perfiló claramente en su


discurso inaugural al tomar posesión de su cátedra en Londres, en 1954. A su vez, ese
discurso constituyó la basse de su conocido, breve y fructífero ensayo titulado la
interpretación social de la Revolución Francesa, publicado diez años después de
aquella fecha, y punto de partida de todo el revisionismo crítico que sobre la
Revolución se desarrollaría desde entonces; «el mito que él combatió —se dice en The
Blackwell Dictionary of Historians (1988)— fue la imagen marxista de la Revolución,
entendida como la destrucción del feudalismo por la burguesía capitalista».
Analizando la composición de Parlamentos y asambleas, Cobban indicó que los
revolucionarios de 1789 no eran capitalistas, sino abogados y funcionarios. Su
argumento central fue que la Revolución fue impulsada por la clase de propietarios
(bajo presión campesina), que en ella se solaparon diversos conflictos (campo-ciudad,
pobres-ricos) y que acabó por favorecer exclusivamente a los terratenientes6.

A día de hoy y a la luz de nuevas investigaciones, el punto de vista de Cobban está


ampliamente superado7 pero indica claramente que ha existido un proceso de escritura y
reescritura de la revolución francesa dominante y tendencioso cuyo objetivo era
legitimar una ideología determinada (marxismo, comunismo, socialismo e incluso
social-democracia).

5
En este sentido hay que recordar que tanto lo que Marx denominaba prehistoria de la humanidad, como
su historia tienen un destino escrito ineludible y es el modo de producción socialista y el Comunismo
como más adelante definirían Bujarin y el propio Lenin.
6
Cobban, Alfred. La interpretación social de la revolución francesa, Ed. Narcea, colección Bitacora
nº18, Madrid, 1976.
7
Esta reflexión se encuentra en el inicio del artículo de Juan Pablo Fusi Aizpurua titulado El mito de la
Revolución Francesa, en Ferrer, José Antonio. Masonería , revolución y reacción, Diputación provincial
de Alicante, Alicante, 1990, pp 3-14.
2. PROCESO DE CREACIÓN DEL MITO DESDE EL MARXISMO
Y EL SOCIALISMO.

2.1 el punto de partida

Las interpretaciones marxistas y socialistas clásicas tienen en común los siguientes


puntos8:

A) Entienden que el motor de la revolución es la lucha de clases, es decir, que se


trata de una revolución burguesa a la que se añadieron temporalmente
campesinos y proletarios para derrotar al sistema feudal absolutista, a los
privilegiados (nobleza, clero, monarquía).
B) Coinciden en que dentro de la revolución hubo varias revoluciones que se
dieron sucesivamente (revolución de la nobleza, revolución burguesa, revolución
campesina, proletaria…).
C) El capitalismo sale fortalecido tras la revolución.
D) Aparece un nuevo arsenal teórico (libertad, igualdad, unidad) que el
marxismo y el socialismo podrán desarrollar plenamente a través de una
revolución social toda vez que el desarrollo de estos conceptos es imposible a
través de una revolución burguesa.
E) La revolución burguesa se entiende como un paso histórico necesario (el
establecimiento de un gobierno burgués que radicalizará las desigualdades
sociales) para su superación por una revolución proletaria que reaccionará
ante las desigualdades sociales, ya insostenibles, y buscará la igualación no solo
política (propio de la revolución burguesa) sino también social y económica.
F) Se blanquea el concepto de Terror y se lo sustituye por el concepto de
revolución permanente adoptado por Trotski durante la revolución rusa. Se
defiende la idea de una progresión, de una radicalización, profundización y
expansión ininterrumpidas de la revolución pero no como un intento de la clase

8
Estos puntos de se encuentran, de manera dispersa, en el siguiente artículo del sociólogo y filósofo
franco-brasileño Michael Löwy: https://vientosur.info/marx-y-la-revolucion-francesa-la-poesia-del-
pasado/
política de acabar con la propiedad privada a la jacobina sino como un
instrumento de la revolución proletaria para el advenimiento del comunismo.

Cualquiera que lea estos puntos debe entender que tanto para Marx como para los
socialistas clásicos, la revolución francesa apenas tiene valor (el de aportar ciertas ideas)
y es algo negativo. Esto se dice explícitamente en los últimos párrafos de la Circular del
Comité Central a la Liga Comunista que Marx escribe en marzo de 18509. Pero la
historia es muy compleja y las propias interpretaciones socialistas y marxistas muy
diversas y cambiantes a lo largo del tiempo en lo relativo a este tema.

2.2 ideas revolucionadas. Proceso de transformación de las ideas


base.

La idea clave es que la retórica revolucionaria de Marx y la de la revolución


francesa, en sus manifestaciones más superficiales, es casi indistinguible. Dicho de otra
manera, la revolución como movimiento insurreccional de las clases dominadas que
pretende derrocar a un Estado opresor y eliminar un orden social injusto está en Marx y
en los revolucionarios franceses. El titular es compartido y muchos marxistas y
socialistas, contra la ortodoxia de Marx, tomarán la revolución francesa como un
ejemplo de lucha heroica que los obreros deben seguir para luchar contra el burgués
opresor. De una forma más general, la gran Revolución Francesa (incluso el
jacobinismo) formará parte de la memoria colectiva del pueblo trabajador -en Francia,
en Europa y en el mundo entero- y constituirá una de las fuentes vitales del pensamiento
socialista, en todas sus variantes (comunismo y anarquismo incluidos). Curiosamente,
donde Marx verá un instrumento de la clase burguesa para afirmar su dominación otros,
como Plejanov (menchevique), Lenin, Stalin o Antonio Gramsci, a principios del siglo
XX, verán la estrella polar que orientará la acción revolucionaria que llevará a la
emancipación del proletariado10.

9
Se puede encontrar el documento con gran facilidad pero para tener una versión en pdf recomiendo
https://saludproletarios.files.wordpress.com/2018/02/circular_cc_1850.pdf
10
Fusi, Juan Pablo. Op. Cit.
El caso de Lenin es particularmente claro en este sentido. Lenin se interesó por dos
cuestiones clave de la Revolución Francesa: por el activismo revolucionario de la etapa
de la Convención y por la participación popular, aspectos que tenían una evidente
relación con sus preocupaciones teóricas, prácticas y tácticas. Alain Besançon afirma
que la confluencia entre la Revolución rusa y la revolución francesa se dio precisamente
después de la Revolución de Octubre como instrumento de legitimación del régimen
bolchevique11. Lenin y Trotsky captaron inmediatamente el provecho que podían
obtener si apelaban a los grandes recuerdos. El terror rojo, los tribunales de excepción,
la defensa de la Revolución, la amalgama en el ejército, y más tarde los grandes
procesos, se remitieron abiertamente a la Convención Nacional jacobina y al Comité de
Salvación pública, como han ratificado historiadores de corte marxista como Mathiez y
Soboul12.

Estas tácticas propagandísticas aplicadas por reciprocidad tienen la virtud de poder


domesticar lo nuevo y lo desconocido retrotrayéndolo a una experiencia antigua y
dominada. Son un analgésico social que requiere de continuidad en la narración que
elaboran, por ello no será extraño encontrar referencias a termidor o termidorianismo13
cuando marxistas críticos como Trotsky hablen de la NEP, del joven Stalin, del Stalin
de la guerra o, posteriormente, otros se refieran a Jruschov o Gorbachov. Lo mismo reza
para cuando marxistas críticos hablen de Trotsky o de Stalin como el nuevo Napoleón.

No solo fueron los rusos los que contribuyeron a la formación del mito de la
revolución francesa como epítome de la ilustración y la liberación de los pueblos. Los
franceses también hicieron su contribución como veremos (pondremos un par de
ejemplos pero hay muchos más).

Michelet14, cuya historia de la revolución se publicó entre 1847 y 1853, veía en la


Revolución Francesa el resurgimiento unitario del pueblo francés, aunque distinguiera
entre lo que llamaba época santa de la revolución —esto es, los años 1789-92—, obra
de la «nación unida», y la época heroica, pero sombría de 1792-94, años de profunda

11
Besançon, A. Rusia y la Revolución Francesa. Revista Chilena de Humanidades, 2016 Pág.13-23 (21).
Consultado de https://revistachilenahumanidades.uchile.cl/index.php/RCDH/article/view/39861/41431
12
Besançon, A. Idem.
13
En lenguaje marxista se aplica el concepto termidoriano a todo aquello que sea considerado como una
vuelta al capitalismo. Concepto explotado hasta la extenuación por Trotsky.
14
Michelet, Jules. Historia de la Revolución Francesa (3 vol), Ikusager, Vitoria, 2008.
división nacional (los años sanguinarios decía), que Michelet explicaba en razón de las
amenazas contrarrevolucionarias dentro y fuera de Francia. Por otro lado, Aulard15
(cuya Historia Política de la Revolución Francesa apareció en 1901) partía de una
interpretación rigurosamente política de la Revolución, según la cual su esencia había
sido la constitución de un régimen republicano-democrático cuyo peor momento fue, ya
no el Terror, sino la aparición de Napoleón que acabó con una revolución que se
extendía hasta 1799.

2.3 el nacimiento de un mito

Todos ellos y muchos más contribuyeron a formar la siguiente narrativa16:

A) La Revolución Francesa ha sido un momento privilegiado en la constitución


del pueblo oprimido como sujeto histórico, como actor de su propia
liberación. En este sentido, ella ha sido un paso gigantesco hacia lo que Ernst
Bloch llama la “puesta en pie de la Humanidad”, un proceso histórico que
todavía está lejos de finalizar... Por supuesto, se encuentran precedentes en los
movimientos anteriores (la Guerra de los Campesinos del siglo XVI, la
revolución inglesa del siglo XVII), pero ninguno alcanza la claridad, la fuerza
política y moral, la vocación universal y osadía espiritual de la revolución de
1789-1794, hasta esa época la más colosal de todas ellas según Marx.

B) En el curso de la Revolución Francesa han aparecido movimientos sociales


cuyas aspiraciones sobrepasaban los límites burgueses del proceso iniciado
en 1789. Las principales fuerzas de ese movimiento, los “brazos desnudos”, las
mujeres republicanas, los “rabiosos”, los Iguales y sus portavoces (Jacques
Roux, Leclerc, etc.), han sido vencidas, aplastadas, guillotinadas. Su memoria,
sistemáticamente borrada de la historia oficial, forma parte de la tradición de los
oprimidos de la que hablaba Walter Benjamin. Los trabajos de Daniel Guérin y
Maurice Dommanget han salvado del olvido a los “brazos desnudos” y los

15
Aulard, François-Alphonse. The french Revolution. A political history1789-1804, BiblioLife,
California, 2009.
16
Seguimos el hilo del artículo de Löwy antes citado y las ideas de filósofo alemán Ernst Bloch en Bloch,
Ernst. Derecho natural y dignidad humana, Editorial Aguilar, Madrid, 1980, pp 178-179.
“rabiosos”, mientras que las investigaciones más recientes descubren poco a
poco toda la riqueza de la “mitad escondida” del pueblo revolucionario: las
mujeres.

C) La Revolución Francesa ha hecho germinar las ideas de un “nuevo estado del


mundo”, las ideas comunistas (el “círculo social”, Babeuf, Sylvain Maréchal,
François Bossel, etc.) y feministas (Olympe de Gouges, Théroigne de
Méricourt). La explosión revolucionaria liberó sueños, imágenes de deseo y
exigencias sociales radicales. En este sentido también es portadora de un
futuro que permanece abierto e inacabado.

D) Los ideales de la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad),


los Derechos del Hombre (especialmente en su versión de 1793), la
soberanía del pueblo son aspiraciones que la sociedad burguesa no puede
satisfacer. Su realización efectiva exige la abolición del orden burgués. Como
señala con fuerza visionaria Ernst Bloch, “libertad, igualdad, fraternidad,
forman también parte de los compromisos que no fueron cumplidos, no están
todavía resueltos, apagados”.

En resumen, la revolución se ha convertido en un símbolo de emancipación, de


liberación, de los oprimidos, de visibilización y creación de antiguas y nuevas
sensibilidades y problemáticas sociales (feministas, comunistas e igualitaristas de todo
tipo) que, a través de la democracia y la república de izquierdas, podrán ver cumplidas
sus expectativas. Esta es la idea general del mito de la Revolución francesa.

2.4 ¿por qué aparece este mito?

No hay un motivo ni un momento ni un personaje. Históricamente, los mitos tardan


generaciones y generaciones en elaborarse, en cristalizar entre los círculos intelectuales
y en convertirse en opinión pública. Hoy ese proceso es vertiginosamente rápido pero
sigue siendo muy difícil identificar el origen y el momento en que los mitos actuales se
viralizan.
Si tuviéramos que citar a alguien, Michelet es insoslayable. Jules Michelet fue tanto
un político como un escritor muy apasionado, un acérrimo republicano y un romántico
empedernido que da una visión de la historia de Francia y de la revolución francesa
como una lucha heroica del pueblo francés contra la fatalidad. Su tendencia patriotera y
romántica ha sido ampliamente tratada por Paul Bénichou, Hayden White o George
Gooch17. A la luz de los estudios de Bénichou se ha llegado a considerar a Michelet
como un publicista brillante de su época.

Aulard interpreta la revolución francesa a la luz de la tercera república que le


otorgó a primera cátedra de historia de la revolución francesa en la Sorbona en 1885. A
pesar de intentar ser serio consultando archivos y documentos históricos no logra
deshacerse de la práctica narrativa o literaria que seguían la mayoría de historiadores,
así como no logra hacer una síntesis clara de la revolución y no logra ser independiente,
es decir, escribe sobre la primera república a la luz de la legitimación de la tercera
república. La estela de los historiadores franceses que entienden la revolución francesa
como el epítome de las luces dieciochescas llega a Lefébvre y Soboul que son mucho
más finos en sus análisis.

Lenin y Stalin, que estudiaron a Aluard, encontraron en la revolución francesa un


ejemplo, un horizonte que motivase a los proletarios a hacer y continuar la revolución.
Digamos que ya fuera por patriotismo, por exaltación romántica, por legitimación
del poder, por un uso interesado propagandístico o por convicción, motivos y
personajes configuran lo que, en el lapso de un tercio de siglo, sería uno de los
mitos más fecundos de la revolución francesa; su superioridad moral18.

17
Bénichou, Paul. El tiempo de los profetas. Doctrinas de la época romántica, FCE, México, 2001;
Gooch, George P. Historia e historiadores en el siglo XIX, FCE, México, 1977; White, Hayden.
Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, FCE, México, 2001.
18
En esta línea interpretativa podemos encontrar otras referencias bibliográficas como: Guérin, Daniel.
La lucha de clases en el apogeo de la Revolución francesa 1793-1795, Alianza, Madrid, 1974; Lefebvre,
Georges. La Revolución Francesa y el imperio 1789-1815, FCE, México, 1980; Matthiez, Albert. La
revolución francesa, Labor, Barcelona, 1972. Y hay muchas más que inciden en esta visión idealizada de
la Revolución Francesa.
3. VISIONES ALTERNATIVAS Y ELEMENTOS
DESMITIFICADORES

Digamos que el principal impulso regenerador viene del mundo anglosajón y,


especialmente, de Inglaterra. Ya durante el período revolucionario la discusión sobre las
virtudes de la revolución francesa fue objeto de encendidos debates entre sus detractores
(Edmund Burke, defensor de los derechos aristocráticos y la monarquía francesas), sus
defensores (Charles James Fox, partidario de reformas liberales y la tolerancia religiosa)
y los que vieron en ella la posibilidad de llevar a cabo un programa social radical
(Thomas Paine o Joseph Priestley que eran republicanistas, defendían el socialismo
agrario y la abolición de los privilegios). Sin embargo, en diciembre de 1795, después
del Reinado del Terror y la guerra, quedaban pocos que apoyaran la causa francesa o
creyeran que esa reforma se hubiera de extender a Gran Bretaña19. Dicho de otra
manera, la condena del Terror fue prácticamente unánime y también el eje vertebrador
de buena parte del revisionismo que se dio durante la segunda mitad del siglo XX.

Los principales revisionistas británicos son George V. Taylor, William Doyle y,


muy especialmente, Simon Schama. Por su parte, el principal revisionista francés sería
François Furet aunque hay muchos otros quizás no tan eminentes (Vovelle, Richet…).

En lo relativo a las nuevas visiones sobre la revolución francesa, de Taylor


debemos retener tres ideas fundamentales20:

A) En ningún caso la revolución francesa supuso el triunfo del capitalismo


pues solo el 20% de la riqueza de Francia era de tipo capitalista (provenía del
comercio y la industria) y todo estrato social con capital (nobles, funcionarios,
comerciantes, funcionarios…) compraban tierra sin más, eran propietarios
agrarios21.

19
Para seguir el hilo de esta discusión recomendamos Butler, Marilyn (ed.). Burke, Paine, Godwin, and
the Revolution Controversy. Cambridge University Press, Cambridge, 2002.
20
Fusi, Juan Pablo. Op. Cit, p. 6
21
Types of capitalism in Eighteenth-Century France, English Historical Review, LXXIX (1964), pp.
478-497; y Non-capitalist Wealth and The Origins of The French Revolution, American Historical
Review, LXXII (1967), pp. 469-96. Barrington Moore en su libro Orígenes socials de la dictadura
y la democracia va en la misma línea. La referencia sería Moore, B., Los Orígenes Sociales de la
Dictadura y la Democracia, Península, Barcelona, 2000, p. 66.
B) No cabe interpretar la revolución francesa como un ejercicio de cambio de
élites en la que los burgueses pretenden derrocar a los privilegiados para
desarrollar sus negocios. Más bien fueron problemas como la bancarrota de la
monarquía y los problemas de representatividad en los Estados generales los
que llevaron a la revolución.
C) Que la revolución francesa fue una revolución política con consecuencias
sociales y no una revolución social con consecuencias políticas. Dicho de
otra manera que la revolución va de arriba abajo, nace en las élites y se traslada
al pueblo.

William Doyle defiende los siguientes puntos que chocan frontalmente con las
interpretaciones socialistas antiguas y modernas22:

A) Que la revolución nació en el seno de ciertas élites intelectuales (abogados,


librepensadores, médicos…) pero en ningún caso surgió de la mente de
comerciantes o industriales.
B) Que la revolución en sus inicios fue improvisada, no había un plan
sistemático de ataque a los privilegiados aunque ellos fueran el centro de sus
ataques.
C) Que los principales beneficiados de la revolución no fueron los burgueses
sino especuladores, terratenientes, soldados, burócratas y profesionales
liberales.
D) Que el pueblo llano no solo no se benefició sino que llegó a convertirse en
fuerza de oposición a la propia revolución en lugares como la Bretaña o la
Vendee.
E) El único responsable de la guerra con Austria en 1792 es el gobierno
revolucionario. No cabe pensar que esa guerra fue defensiva.
F) La Revolución cambió la conciencia colectiva y universalizó los principios
de soberanía e igualdad. Pero la resolución fue, en su conjunto, una
tragedia, probablemente inútil: en 1802, la sociedad rica y famosa mandaba
de nuevo en Francia, pese a todo lo ocurrido desde 1789.

22
Fusi, Juan Pablo. Op. Cit, pp. 7-8
Simon Schama23, el más osado de todos los revisionistas, ofrece la siguiente
interpretación en clave liberal24:

A) Defiende, como la mayoría de revisionistas, que la revolución consiguió muy


poco y que fue un acontecimiento negativo y terrible se mire como se mire.
B) La revolución interrumpió el proceso de transformación gradual y
pacífica iniciada hacia formas de representatividad y reformismo, bajo
el Antiguo Régimen, por las clases altas, únicas fuerzas sociales
verdaderamente ilustradas y modernizadoras en la Francia del XVIII.
C) La Revolución no fue otra cosa que la irrupción del chauvinismo
violento y populista de las clases populares parisinas, y que sus
consecuencias fueron el fortalecimiento del poder del Estado y la destrucción
económica y demográfica de Francia.
D) El carácter anti-burgués, anti-individualista y anti-capitalista de las
demandas de las masas populares, interesadas en lograr la protección
paternalista del Estado y no en la creación de una economía de mercado.
La burguesía habría sido la principal víctima de la Revolución, no el motor
de la misma.
E) El papel esencial del crimen organizado y de la violencia de las masas como
factor fundamental del desarrollo de la Revolución. El gobierno republicano
es un gobierno criminal y el Terror jacobino de 1794 sería la culminación de la
Revolución, no una desviación de la misma.
F) Una Revolución que quiso crear un país de ciudadanos libres acabó en la
más formidable y brutal represión hasta entonces conocida.

23
Muy sugerente es su libro Schama, Simon. Ciudadanos: una crónica de la Revolución Francesa,
Debate, Madrid, 2019. Y muy recomendable su artículo sobre el alcance de la Revolución francesa en
https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-10-17/simon-schama-ciudadanos-judios
entrevista_2281916/.
24
Fusi, Juan Pablo. Op. Cit, p. 8.
4. ¿A QUÉ CONCLUSIÓN PODEMOS LLEGAR?
REVOLUCIÓN Y DICTADURA

Existen más versiones más allá de las liberales o las socialistas, hay versiones
estructuralistas (Robert Palmer o Jacques Godechot), conservadoras (Edmund Burke) o
monárquicas (Pierre Gaxotte) entre otras y, como vemos, no es fácil discernir o
esclarecer como fueron los hechos y su interpretación.

Sí podemos afirmar dos cosas para empezar en relación a todo lo dicho


anteriormente: que fue una revolución y que hubo una dictadura. De hecho, la
revolución francesa es pionera en ambos conceptos. Estas nociones se encuentran hoy
casi consensuadas en todas las perspectivas que hoy analizan la revolución (ojo, que
todo el mundo lo defienda no hace que sea verdadero ;))

4.1 Revolución. La definición de Arno J. Mayer

Parece de perogrullo decir que fue una revolución pero hay que decirlo con todas
las letras: fue la primera revolución de la historia de la humanidad. Esto lo explica
muy bien Arno Mayer en su libro Violencia y Terror en las revoluciones francesa y
rusa y es que las llamadas revolución gloriosa inglesa (1688) y la revolución americana
(1774) no son tales revoluciones. Aquí tenemos que hacer un poco de estasiología
(disciplina, rama de la ciencia política, que estudia los partidos políticos y las formas
violentas de llegar al poder desde los tumultos a las revoluciones) y entender que la
revolución es un cambio absoluto de la estructura de poder, de la estructura económica,
social y cultural. Es decir, la revolución busca un cambio integral de la sociedad que se
mantenga en el tiempo, por tanto, tiene aspiración de soberanía y perpetuidad sobre la
base de un rompimiento radical con el pasado que se orienta a un futuro completamente
nuevo (suponiendo el fin y el inicio de una nueva cesura histórica). Las revueltas
pueden llevar a un cambio en el poder pero no a un cambio integral de la sociedad25.

Para Mayer nada de esto sucede en las mal llamadas revoluciones mencionadas
anteriormente. Tanto la Revolución gloriosa como la Revolución americana fueron una
restauración no una revolución; la primera restauró la monarquía y los secesionistas de
las Trece Colonias lucharon en una guerra de liberación contra el gobierno británico
porque este violó sus propios principios políticos que los rebeldes reclamaron para sí.
Los rebeldes, guiados por la tradición, nunca promovieron cambios en los valores o
instituciones morales, sociales o económicas de las colonias. Aunque dos décadas
después se dieran cambios significativos en este sentido, estos nunca fueron pensados ni
programados por los secesionistas.

La Revolución francesa fue cualquier cosa menos cíclica o restauracionista. La


abolición de derechos señoriales y de privilegios feudales más la adopción de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la separación entre iglesia y
Estado, la abolición de la esclavitud o las tendencias democratizantes y liberales de los
inicios fueron una ruptura clara con el pasado. De hecho, Edgar Quinet, en su libro La
Revolución (1987), recoge el testimonio del propio Robespierre cuando dijo que la
teoría del gobierno revolucionario, era tan novedosa como la revolución en la que se
engendró. Nada igual pasó anteriormente, todo era nuevo e ilusionante por su potencial
de cambio absoluto26.

4.2 Revolución. Condiciones de posibilidad de las revoluciones según

Ted Gurr.

Recurrimos a Ted Gurr por ser uno de los principales teóricos de las
revoluciones, como Gordon Tullock, Peter Calvert o Chalmer Johnson, y dentro de lo
complejo que es el tema, por ser de los más sistemáticos en su exposición. Gurr tiene
dos libros de interés en relación a como se gestan las revoluciones: Why men rebel y
Political rebellion. Causes, outcomes and alternatives.

25
Mayer, Arno. Las furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa, Prensas de la
Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2014, p. 44.
26
Mayer, Arno. Op. Cit, p. 46
Ted Gurr explica que hay una serie de factores que dan lugar a una revolución
que sintetizaré en cuatro:

A) Tiene que darse la privación relativa que Gurr define como la percepción de
desencaje que un observador tiene entre su expectativa sobre su desarrollo y lo
que el medio en el que está puede realmente ofrecer27. Dicho de otra manera, las
revoluciones se dan en países con cierto nivel de bienestar que atraviesan un
período de crisis o privación relativa que frustra la expectativa de
crecimiento o bienestar personal de las generaciones que padecen la crisis.
La crisis la genera la deuda pública emitida para sufragar la guerra contra
Inglaterra por el control de América del Norte en la guerra de secesión, entre
otras cosas.
B) Contrariamente a las antiguas tesis revisionistas de Taylor, Gurr ve claro que
debe darse una coexistencia de estatus28. Es decir, nuevas élites aparecen y se
ven obstaculizadas por los viejos políticos, en este caso, la élite intelectual del
momento (siguiendo las versiones revisionistas liberales y de derechas) o los
burgueses (si seguimos las versiones revisionistas de izquierdas) contra la vieja
aristocracia de manera que podemos sacar dos conclusiones: que las
revoluciones llevan a la circulación (sustitución) de las élites y que toda
revolución es un conflicto entre élites, es de arriba a abajo.
C) Debe existir una intelligentsia frustrada. Este concepto tomado de autores
polacos y rusos a principios del siglo XX, se refiere al grupo social de los
intelectuales29. En este caso, Gurr apunta a la frustración de este grupo cuyo
origen está en no poder ocupar los puestos más prestigiosos dentro del
funcionariado o la academia (Robespierre y Marat son casos claros). Los
intelectuales generaran un discurso legitimador de la revolución que servirá
para agitar a las masas para favorecer sus propios intereses. Lo que nos dice
Gurr es que los intelectuales sirven para crear discursos legitimadores de poder
en función de quien pague o esté en el poder.

27
Gurr, Robert. Political rebellion. Causes, outcomes and alternatives, Routledge, London, 2015, p. 15.
28
Gurr, Ted. Why men rebel, Princeton University Press, Princeton, 1970, pp. 210-222.
29
Gurr, Robert. Political rebellion. Causes, outcomes and alternatives, Routledge, London, 2015, p. 17.
D) Gurr afirma que debe haber una clase política torpe, incompetente, no
necesariamente malintencionada sino incapaz30. Esto lo explica Schama31 a
propósito de Brienne, Calonne o Necker, estadistas del antiguo régimen más o
menos bienintencionados que no supieron llevar a cabo políticas económicas
consistentes.

Los apuntes de Gurr son más precisos y complejos pero estos cuatro puntos
suponen el caldo de cultivo básico para la aparición de una revolución y la
revolución francesa los cumple todos.

4.3 Dictadura. Revolución y dictadura

Siguiendo el hilo de la estasiología, vemos en la revolución francesa un proceso de


desarrollo de la estructura de partido revolucionario que se da ejemplarmente en otras
revoluciones, especialmente en la revolución rusa. Este proceso siempre está
mediatizado por la imposición violenta de unos sobre otros. El proceso es como sigue32:

1. Tras una revuelta violenta los revolucionarios expulsan de los circuitos de


poder a los contrarrevolucionarios (fuerzas del antiguo régimen,
aristócratas, emigrados…). Esto es lo que sucederá, cada vez de manera más
intensa i violenta, después del juramento del juego de pelota y de la formación
de la Asamblea nacional constituyente. La toma de la Bastilla provocará un
gran desarrollo del impulso revolucionario en Francia, la huida de muchos
aristócratas y una mayor autonomía de la Asamblea Nacional Constituyente
frente al rey. La aparición de la convención nacional será la culminación de este
proceso dos años después.

30
Gurr, Ted. Why men rebel, Princeton University Press, Princeton, 1970, pp. 210-222.
31
Ver en el artículo siguiente https://www.mises.org.es/2014/01/%C2%BFque-produjo-la-revolucion-
francesa/.
32
Esto lo explica con meridiana claridad el profesor Miguel Anxo Bastos en el siguiente video entre el
minuto 7 y el minuto 10, que, por otro lado, inspira el hilo conductor de todo este texto.
https://www.youtube.com/watch?v=TYdNllH8zQg&t=1992s
2. Una vez expulsados o reducidos los contrarrevolucionarios, los
revolucionarios se distinguen entre ellos (girondinos y jacobinos) entrando
en conflicto a medida que se desarrolla la revolución. El grupo mejor
organizado y más expeditivo expulsa, purga, al otro grupo en la medida que la
desaparición de un enemigo único pone de manifiesto las diferencias entre las
facciones. Los jacobinos, que eran republicanos radicales, purgan a girondinos,
más moderados y defensores de una monarquía parlamentaria -1793- y lo hacen
con la ayuda de los radicales de izquierda de su partido, los hebertistas (muy
opuestos a los girondinos).
3. Luego se purgan entre ellos, es decir, dentro del mismo partido
revolucionario jacobino. Robespierre se apoya en el ala derecha,
conservadora, de su partido (Danton) para acabar con los hebertistas, el ala
izquierda radical del partido que, tras la caída de los girondinos, empezaron a
pedir con fuerza cambios sociales y una transición al comunismo (1793-1794),
cosa que Robespierre no quería. Cuando digo que los purgó quiero decir que los
guillotinó igual que a los girondinos.
4. Dos semanas después de guillotinar a los hebertistas purga al ala derecha
(Danton) pues, a esas alturas, Danton no deseaba continuar con el Terror,
quería pacificar Francia y llegar a un acuerdo con los girondinos cosa que no
contemplaba Robespierre. Se apoyó en Saint-Just para acabar con la derecha.
5. Robespierre y Saint-Just serán también guillotinados, purgados,
precisamente por los hebertistas que sobrevivieron a la purga, de manera
que la revolución devorará a sus propios hijos y serán sustituidos por un
tipo duro, años después, en la reacción de termidor: Napoleón Bonaparte.

En la revolución rusa pasa algo parecido, en contextos diferentes y no de la misma


manera pero, en síntesis, es curioso que con los revolucionarios se purga al antiguo
zarismo y Lenin acaba con los mencheviques. A su muerte, Stalin se apoyará en el ala
derecha de los bolcheviques (Bujarin) para acabar con la izquierda (Trotski i
Preobazenski) y, posteriormente, purga a Bujarin para llegar el al poder de forma
indiscutida y se convierte en el hombre fuerte que mantendrá el poder hasta su muerte.
La idea fundamental es que todo este proceso de revoluciones dentro de la
revolución en el sí de la élite no se puede llevar a cabo más que por la coerción más
extrema, la negación de la soberanía nacional, la inexistencia de la separación de
poderes y la lógica del partido único. Todo ello características típicas de la dictadura
moderna33.

4.4 Dictadura. La dictadura de los antiguos y de los modernos

Siguiendo a Arno Mayer, afirmé que la Revolución francesa fue la primera


revolución que existió en la historia y, a su vez, afirmé que también fue la primera
dictadura, al menos en su sentido actual. Y es que hay que distinguir dos tipos de
dictadura: la de los antiguos y la de los modernos.

Norberto Bobbio, en su libro Estado, Gobierno y Sociedad (1989), nos dice que el
concepto de dictador aparece en la antigua Roma republicana, en sus inicios (500 a.C),
y que no es más que una magistratura (cargo político) con poderes extraordinarios34.
Dicho de otra manera, era una figura legal contemplada por la constitución romana.
Además eran magistrados que aparecían en circunstancias excepcionales, no existían
como cargo de ejercicio regular sino excepcional, específicamente, cuando la república
se topaba con un problema que no podía resolver mediante el ordenamiento establecido
(una guerra o una revuelta como norma general). Entonces se nombraba al dictador, que
sería una sola persona (como norma general, un militar) cuyo poder era comisionado, es
decir, su poder duraba 6 meses o hasta que la legislatura del cónsul que lo convocaba
terminara35. Su ejercicio podía prorrogarse pero acababa de manera definitiva cuando el
problema se resolvía. En ese caso, el militar volvía a su vida y su cargo habitual y el
dictador como tal, desaparecía.

33
Hay versiones discrepantes a este respecto. Me gustaría mencionar muy especialmente a Jean Pierre
Faye, una de las grandes autoridades en filosofia política de Francia, que en el año 1989 concede una
entrevista (muy fácil de encontrar en internet en formato pdf) tan controvertida como interesante a
propósito de la relación entre revolución y dictadura desde una perspectiva izquierdista. Vale la pena
revisar el texto como contraste a la interpretación de quien escribe. Revolución, dictadura y democracia se
titula la entrevista.
34
El hilo de este argumento se puede seguir en Bobbio, Norberto. Estado, gobierno y sociedad. Por una
teoría general de la política, FCE, México, 1989, pp. 222-229.
35
Bobbio, Norberto. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, FCE,
México, 1987, pp. 182-191.
¿Cuál era el alcance del poder del dictador? Esto es lo más interesante, su cargo era
temporal pero sus poderes prácticamente ilimitados con una sola excepción: no podía
alterar la constitución o crear nuevas leyes que la complementaran o sustituyesen. Hay
que recordar que cuando el dictador entra en escena, la constitución se suspende para
dar carta blanca al dictador, que utilizará los medios que sean necesarios para acabar
con la amenaza. Una vez desaparece el dictador se restablece la constitución intacta.

Bien, esta es la antigua dictadura y nada tiene que ver con la idea de dictadura que
todos tenemos en mente. Fue una magistratura buena por más que Sila o Julio César
abusaran de ella hasta ejercer la tiranía36. Este concepto de dictadura llega intacto a
pensadores como Jean Bodin (1530-1596) o el propio Rousseau (1712-1778) pero todo
cambiará con la revolución francesa, que dará a luz a la primera dictadura de corte
moderno.

Carl Schmitt, en su libro La dictadura37, diferencia la dictadura clásica, a la que


llamará comisaria parafraseando a Bodin (el ejercicio del poder del dictador es por
comisión, se le comisiona una tarea), de la moderna a la que llamará soberana, aquella
que ve en el ordenamiento existente un estado de cosas que debe erradicar
completamente con su acción. No es una dictadura constitucional sino que con su acción
aspirar a derrocar el ordenamiento actual y a crear e imponer uno nuevo considerado
como genuino. De ahí que a este tipo de dictadura también se la llame revolucionaria.

Como norma general, la idea de este tipo de dictadura es resolver una situación
excepcional, pero no equivalente a una guerra exterior o una rebelión sino a una
amenaza mucho peor, una que tenga el potencial de acabar con un régimen determinado
como en una guerra civil. Los dictadores soberanos se presentan a sí mismos como
inevitables y estrictamente necesarios, como salvadores. Ellos llevan a cabo una
autoinvestidura y se dan a sí mismos el poder constituyente siempre a través de la
fuerza38.

El primer ejemplo histórico es el de la Convención Nacional que decidió el 10 de


octubre de 1793 suspender la constitución del mismo año (que ya no tuvo vigencia) y

36
Bobbio, Norberto. Op. Cit, p. 184.
37
Schmitt, Carl. La dictadura: desde los comienzos del pensamiento moderno de la soberanía hasta la
lucha de clases proletaria, Alianza editorial (grupo Anaya), Madrid, 2013.
38
Bobbio, Norberto. La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, FCE,
México, 1987, pp. 188.
estableció que el gobierno provisional fuese revolucionario hasta que no se lograra la
paz. La dictadura jacobina no fue monocrática, aunque destaca la personalidad de
Robespierre, sino la de un grupo revolucionario, en concreto, el Comité de salud
pública. Aquí empieza la primera dictadura soberana de la historia y el registro histórico
nos dice que no hay dictador que se haya tomado en serio aquello de gobernar hasta
alcanzar la paz, de ahí que la guerra y la lucha contra la resistencia interior sean
auspiciadas por los propios dictadores para permanecer en el poder hasta el día de su
muerte.

5. EL MITO DE LAS EDADES OSCURAS. FORMAS DE


LEGITIMAR LA REVOLUCIÓN DESDE LA REVOLUCIÓN

¿Fue el siglo XVIII un siglo de opresión, de absolutismo, esclavitud y humillación


de los estamentos privilegiados hacia los no privilegiados? La época no era
precisamente fina pero distaba de ser el valle de lágrimas que se nos describe en la
mitología habitual. El mismísimo Soboul recoge con todo lujo de detalles estadísticos
(también Lefebvre) que, ciertamente, la esperanza de vida era de entre 20 y 40 años para
la mayoría de los franceses, que las tasas de mortalidad se situaban por encima del 30
por mil y lo mismo podríamos decir de las tasas de natalidad, cuya fecundidad situaba al
pueblo francés en más de 5 hijos por mujer de media. No son estos los números de un
país desarrollado que vive en la abundancia pero Soboul explica que el siglo XVIII fue
un siglo de gran prosperidad en relación al pasado, que la riqueza de las familias
campesinas aumentó, que no fue una época tumultuosa y que la presión señorial se
relajaba a medida que avanzaba el siglo39.

Daniel Mornet, en su obra Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa,


sitúa su foco de atención en la libertad de pensamiento de la época. Explica que los

39
Soboul explica con detalle como cada estamento vive a lo largo del siglo XVIII, siendo la burguesía y
la aristocracia los grandes privilegiados del periodo y el campesinado los perjudicados, especialmente a
partir de 1777-1785. La referencia es Soboul, Albert. La Revolución Francesa, Tecnos, Madrid, 1979, pp.
27-46.
salones y la actividad intelectual proliferó intensamente en dos periodos bien
diferenciados, a saber40:

A) El periodo 1715-1748 en el que podemos encontrar más de un centenar de


tratados, folletos, cuentos, poemarios y muchos otros ejemplares dedicados,
exclusivamente, a abordar abiertamente los problemas económicos, sociales y
políticos;
B) El periodo 1748-1770 en el que encontramos centenares de ediciones dedicadas
a criticar la persecución religiosa, el fanatismo y los derechos feudales
eclesiásticos. Asimismo, centenares de libelos y folletos hablan de tolerancia
religiosa, laicismo y moral humanitaria y antidogmática (Llueven bombas en la
casa del Señor llegaría a escribir Diderot). También se produjo una cantidad
ingente de bibliografía política criticando los privilegios y abusos, así como las
formas de gobierno despóticas llegando a proponer desde soluciones moderadas
a soluciones abiertamente comunistas en forma de utopías inofensivas, sin
llegar a entrar en el género de la literatura revolucionaria.

Soboul ve una situación de cierto bienestar material creciente y una forma política
monárquica con potencial de cambio hacia posturas progresistas, Mornet un ambiente
intelectual variopinto, muy diverso, no con plena libertad de expresión pero si
significativamente tolerante para la época y, un último historiador, da una vuelta de
tuerca y llega a una reflexión aún más interesante sobre los humores intelectuales
revolucionarios.

Catedrático de historia medieval en La Sorbona y director del departamento de


estudios medievales de La Sorbona, Jacques Heers publica en 1992 un libro titulado La
invención de la Edad Media41. En el explica como en la noche del 4 de agosto de 1789,
en sesión de la Asamblea Nacional, un grupo nutrido de intelectuales (entre litros y
litros de vino según Camille Desmoulines, testigo del acontecimiento) lleva a cabo un
plan premeditado de desprestigio de la Edad Media y del propio siglo XVIII con el

40
Libro extremadamente difícil de encontrar traducido, existen versiones en pdf. El libro es Mornet,
Daniel. Los orígenes intelectuales de la revolución francesa 1715-1789, Paidós, Buenos aires, 1969,
pp109-112. Se puede encontrar en pdf en: https://pdfcookie.com/documents/mornet-daniel-los-origenes-
intelectuales-de-la-revolucion-francesa-1715-1787-o2npr109n4v4.
41
Libro absurdamente caro y escaso, la referencia es Heers, Jacques. La invención de la Edad Media,
Crítica, Barcelona, 1995, pp. 111-147. Se puede encontrar una versión en pdf en la siguiente dirección
web:https://ia801001.us.archive.org/3/items/LaInvencinDeLaEdadMediaJacquesHeersV/La%20invenci%
C3%B3n%20de%20la%20Edad%20Media%20-%20Jacques%20Heers%20%28V%29.pdf
objetivo de ensalzar las luces, la ilustración que guía los pasos de la Revolución. En
base a textos publicados pocos años antes inventan una tradición llena de estereotipos y
exageraciones sobre los señores feudales, sus abusos, la barbarie que los caracteriza, la
incultura y, en general, su mentalidad siniestra que hizo de la Edad media una época
oscura. Por ejemplo la idea de la guerra constante, la presión fiscal asfixiante, las
torturas crueles, humillaciones públicas a los campesinos o la inquisición (institución
medieval que se ganó su mala fama durante el renacimiento y en episodios como la
guerra de los 30 años, la Reforma, el advenimiento del Anglicanismo o el Anabaptismo.
Todos ellos movimientos modenos no medievales). Heers da una relación de autores y
obras en este sentido y explica en qué y cómo exageran y tergiversan estos autores
(Michelet, Diderot, Voltaire, Rousseau entre muchos otros mucho menos conocidos) el
legado de Edad Media y el mundo que les toca vivir.

Lo que nos dice Heers es que ya hubo una campaña propagandística llevada cabo por
los intelectuales para legitimar la revolución justo al principio del periodo
revolucionario que contribuyó poderosamente a mitificar la propia revolución. De
hecho, muchos mitos sobre el Medievo creados por los intelectuales franceses
revolucionarios perviven en la mente de todos y se explican tal cual en los libros de
texto escolares.

6. A PROPÓSITO DEL MITO DE LA DEMOCRACIA Y LA


SOBERANÍA NACIONAL DURANTE LA REVOLUCIÓN
FRANCESA

6.1 ¿FUE LA REVOLUCIÓN FRANCESA LA CUNA DE LA DEMOCRACIA?

Que la revolución tomara la forma de una dictadura a partir de 1793 no hace que lo
fuera desde 1789 y la pregunta es: ¿hubo democracia en el gobierno revolucionario
entre 1789 y 1793? La respuesta es que hubo muy poca democracia entre 1789 y 1793.
No obstante, si hubo una gran discusión sobre los modelos políticos que debía adoptar
el Estado y pivotaron alrededor de conceptos como soberanía nacional, nación,
representatividad y democracia. Hubo muy poca democracia pero se experimento
mucho a cuenta de ella.

El catedrático en ciencia política Ramón Máiz tiene un detallado artículo titulado


Las teorías de la democracia en la revolución francesa en el que da cuenta de lo
democrática o no que fue la revolución. Para Máiz, hubo tres grandes modelos políticos
en disputa: el de la Constitución de 1791, el jacobino y el modelo Sieyes-Condorcet42.

6.1.1 ¿Fue democrática la constitución de 1791?

Pues no para lo que en la época se entendía por democracia. Era Rousseau quien
había teorizado sobre la democracia en su obra El contrato social. Rousseau articula su
teoría política contra el despotismo, que él entiende como la forma más extrema de
separación entre el interés de los gobernantes y de los gobernados además de la
imposición del interés particular de los primeros sacrificando el de los segundos.
Rousseau entiende que la reforma de este sistema deberá consistir en la reintegración de
esta separación. Es decir, Rousseau postuló el principio de mandato imperativo,
equivalente a lo que entenderíamos por democracia directa, esto es, que no haya
separación entre gobernantes y gobernados, que sean uno solo y, por tanto, el pueblo, de
manera asamblearia, tome decisiones políticas directamente. Para Rousseau la
verdadera democracia no podía ser representada.

6.1.1.1 La constitución de 1791 no fue democrática

La constitución de 1791 se aleja mucho de este principio democrático


reousseauniano. Para empezar postula el principio de soberanía nacional como abolición
de los derechos feudales y sus privilegios, es decir, el poder que se encuentra disperso
entre los estamentos privilegiados a lo largo del territorio se concentrará en manos de un

42
Me baso para este punto en el siguiente artículo que es posible encontrar en pdf: Máiz, R. (1990). Las
teorías de la democracia en la Revolución francesa. Política Y Sociedad, 6, 65. Recuperado a partir de
https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO9090220065A
Estado popular que gobernará en nombre de la nación, un ente abstracto que nadie sabe
muy bien que es, acaso una metáfora de la voluntad del pueblo. Esto es nuevo en la
historia política, ya no se obedece a personas de carne y hueso sino a un ente abstracto
denominado nación que, por fuerza, debe delegar las funciones de gobierno en unos
pocos representantes. El titular del poder es la nación pero el ejercicio del poder
corresponde a la Asamblea Nacional Constituyente. Aquí no hay mandato imperativo
sino representativo logrando de manera efectiva una total independencia del
representante sobre su representado toda vez que todo el pueblo era la nación pero el
sufragio era censitario, sólo votaban los ciudadanos activos (15 de cada 100) los
considerados más capaces en tareas de gobierno y que gozaban de libertad económica y
capacidad de discernimiento (debían ser mayores de 25 años y mostrar aptitudes
políticas).

En resumen, la constitución de 1791 crea un sistema político representativo en el


que unos pocos aptos deciden el destino de una nación al margen de lo que la nación
piense. No fue democracia en sentido rousseauniano, fue partitocracia u oligarquía en la
línea del pensamiento político anterior a Rousseau que, de Grocio a Burlamaqui
pasando por Hobbes, nunca creyó que la soberanía del pueblo pudiera ser realmente
ejercida.

6.1.2 El modelo jacobino

Este modelo, propio de Robespierre y los jacobinos, surge por oposición al anterior
modelo y es que entiende que el pueblo va antes que la nación, que las personas son
primero y las abstracciones después. Dicho de otra manera, la voluntad de las personas
está por encima de las leyes, que la cámara representativa se limitará a asegurarse de la
limpieza de las elecciones y a fiscalizar la honestidad de los representantes mientras que
será cosa del pueblo hacer política de manera asamblearia. Ellos no hablaran de
soberanía nacional sino de soberanía popular.

¿Pero si la nación no es lo que mantiene al pueblo unido, esa especie de conciencia


colectiva, entonces qué es? La ética y la virtud cívica. ¿En qué consiste esta virtud? En
estar de acuerdo con el programa ilustrado del partido jacobino en todo momento. A
efectos prácticos lo que se dice es lo siguiente: que la voluntad del partido se identifica
con la voluntad del pueblo y sustituye a la soberanía nacional, lo cual es una
tergiversación total y absoluta del principio democrático Rousseauniano. Esto lo
sabemos porque el propio Robespierre defendió que había que hacer caso a la ley, pero
sólo a las leyes justas las que son un reflejo nítido de la verdad, la razón y la justicia…
¿Y quién determina que es verdadero, ajustado a razón y justo? El partido a través de
sus medios de propaganda y agitadores (Marat). Se dice que el pueblo gobierna pero es
el partido el que manipula o dicta lo que el pueblo debe pensar a través de la
propaganda política.

¿En qué se concreta todo esto? Este va a ser el discurso hegemónico, de poder, de
la revolución a partir de 1792 y se concretará en la medida en que el pueblo,
literalmente la masa popular, empezará a irrumpir en las asambleas primarias, en las
secciones y en la propia asamblea nacional siguiendo a una vanguardia de agitadores
profesionales que animarán a las masas a coaccionar a los asamblearios a base de gritos
y amenazas de todo tipo cuando estos vayan a votar algo que no le va bien al partido
(muy famoso es el caso del 10 de agosto de 1792).

¿En qué acaba esto? En el Terror. Empieza con un control coactivo de las
asambleas regionales y la Asamblea Nacional y se inserta dentro de la lógica de purgas
internas continuas que se llevarán a cabo a partir de 1793. Virtud significa no salirse del
programa jacobino y aquel que discrepe será guillotinado. Una democracia
revolucionaria que acaba en dictadura. ¿El modelo jacobino fue democrático? No lo fue
y Lucien Jaume lo expresa con claridad meridiana: el modelo jacobino de democracia
es una suerte de sincretismo que aúna simultáneamente absolutismo y organicismo que
incorpora a toda la sociedad civil a la vanguardia de sus dirigentes.

Ahora bien, esto no significa que los jacobinos eliminaran el concepto de Nación
pues este concepto formaba parte de la vida intelectual francesa de la segunda mitad del
siglo XVIII43. De hecho, lo explotaron de manera pragmática. No aireaban el concepto
de Nación para hablar de la forma del Estado pero si abusaban de la Nación cuando

43
David Bell estima que la idea empezó a gestarse sobre 1700 aunque no llegaría a consolidarse entre la
sociedad francesa hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. Bell, David . The Unbearable
Lightness of Being French: Law, Republicanism and National Identity at the End of the Old Regime, In
American Historical Review, V. 106, n. 4, October. 2001. Disponible en: http://www.davidbell.net/
había que llamar a las armas al pueblo contra Austria o cuando cobró impulso el
proceso centralización política. A medida que el gobierno jacobino se hizo dictatorial,
supieron capitalizar la idea de Nación y patriotismo, reforzándolas con propaganda
alrededor de acontecimientos como la huida del Rey y su detención en Varennes, la
muerte de Marat y la supuesta amenaza austríaca, para legitimarse. Ni que decir tiene
que el Terror ayudó lo suyo a legitimar el régimen.

6.1.3 El modelo Condorcet-Sieyes

El modelo Condorcet-Sieyes, igual que los anteriores modelos, está en la pugna


sobre cómo debe ser gobernada la revolución desde el principio, pero este modelo será
no sólo minoritario sino ampliamente marginado, tanto en el transcurso de la revolución
(no tomó forma de proyecto constitucional hasta 1793) como posteriormente, siendo
sistemáticamente ninguneado por la bibliografía jacobinista izquierdista durante el siglo
XIX y XX. No obstante, este modelo triunfó increíblemente en todos los países
europeos mediterráneos hasta el punto de que nuestras democracias actuales beben de
las fuentes de ese modelo de democracia que, por su crítica al modelo jacobino, le costó
la vida a propio Condorcet.

Condorcet y Sieyes criticaron tanto el modelo de 1791 como el jacobino por ser
escasamente o nada participativo el primero y por ser coactivo y autoritario el segundo.
Pensaban de ambos modelos que se alejaban de la democracia; acertadamente pensaron
que el primero era oligárquico y el segundo autocrático, que el gobierno de unos pocos
o el gobierno del terror eran derivas indeseables, ajenas al espíritu revolucionario y todo
su esfuerzo se centró en buscar un sistema de representación (abominaban de las ideas
de Rousseau sobre la democracia directa por considerarlas puramente utópicas y
conducentes al desastre) mucho menos basado en el concepto de soberanía y nación y
mucho más orientado a la participación ciudadana efectiva (criticaron muy severamente
los conceptos de soberanía nacional y nación, pues acertadamente vieron en ellos
conceptos de corte monárquico en la medida que tanto la nación como la soberanía
nacional suponían la monopolización del poder por parte del Estado y nada para el
pueblo). Por ello, estos autores siempre prefirieron la expresión República como
sustituto de toda esta retórica supuestamente domocratizante.

Condorcet desarrolla sus ideas al respecto en el Plan de Constitución presentado el


15 de febrero de 1793 y, asimismo, negativamente, en su crítica a la Constitución
jacobina Aus citoyens français, sur la nouvelle constituion, texto que, precisamente, le
costaría la vida.

El objetivo de Condorcet era fundamentalmente articular participación y


representación, democracia directa y democracia participativa, pues el problema
consistía a sus ojos en configurar una participación real de la ciudadanía que impidiera
tanto una representación puramente formal cuanto que una minoría hablase en nombre
de todos los ciudadanos. Sus principales aportaciones fueron:

1. Ampliación del sufragio a sufragio universal para todos los hombres mayores
de veintiún años, manteniendo a su vez y con gran firmeza (en la teoría) lo que
en aquel momento era abiertamente inaceptable por la mayoría de los
contemporáneos: la necesaria incorporación de la mujer al derecho del voto.
2. La existencia de Asambleas Primarias en cada localidad, de carácter
deliberante, no solamente centradas en la elección, sino permanentes y con
facultades de control: refrendar la Constitución, ejercer la titularidad de la
iniciativa legislativa e incluso de la iniciativa constituyente, suscitar enmiendas
a la legislación, expresar desacuerdos y protestas, etcétera.

En definitiva, los ciudadanos, a través de las Asambleas Primarias, elegirían a sus


representantes para los diversos niveles, pero además participarían directamente no sólo
a través del referéndum, sino de la iniciativa legislativa popular ordinaria o de reforma.
Esta seguiría el procedimiento siguiente:

1. Propuesta y discusión en una Asamblea de base y, en caso de aprobación,


pasaría a la…
2. Asamblea Municipal, de donde se trasladaría a las…
3. Asambleas del Departamento correspondientes, desde donde, de resultar
respaldada, se daría, a su vez, traslado al…
4. Poder Legislativo, donde, finalmente, de resultar rechazada, sería consultada de
nuevo a todas las Asambleas Primarias.

La propuesta tiene más aportaciones novedosas, especialmente sobre la


definición de ciudadano activo y la distribución territorial de los votos, a lo que no
entraremos por haber matices diferenciadores entre las posturas de Condorcet y
Sieyes.

En resumen, los gobiernos revolucionarios tuvieron escaso interés en una


democracia real, ni para los estándares de su tiempo ni para los nuestros, en
ningún caso se manifestaron feministas y aún menos mostraron gran interés
por ningún tipo de minoría por más que esas inquietudes pudieran ser
plasmadas por pensadores como Condorcet o Sieyes (en menor medida) en un
proyecto constitucional que fue tan censurado como el propio Condorcet.

Las interpretaciones clásicas de izquierdas pintan la revolución como el


crisol de la democracia, el nacimiento de la soberanía nacional, la cuna del
feminismo y el respeto a las minorías. No sólo no fue así sino que hubieron
grandes y feroces críticas, my finas y certeras, tanto a la soberanía nacional
como a la democracia tal y como la entendían los tradicionalistas girondinos y
los jacobinos. Cierto es que esas discusiones pudieron dar pie a discusiones
futuras y a futuros desarrollos de los conceptos soberanía nacional, nación y
democracia pero ningún producto ni mínimamente acabado surgió de la
revolución francesa en este sentido.
7. LA REVOLUCIÓN FRANCESA COMO FARO QUE GUÍA LA
ACCIÓN NACIONALISTA: UNA VERDAD A MEDIAS O UN
MITO A MEDIAS

¿Podríamos decir que la revolución francesa fue el gran baluarte de los valores
nacionalistas? Pues depende. Ésta es una cuestión de escala. Si nos referimos a los
valores de un nacionalismo de ámbito nacional (valga la redundancia) la respuesta es
absolutamente sí. Si por el contrario, nos referimos a los valores de un nacionalismo
regional la respuesta es absolutamente no.

Los girondinos fueron el ala centro-derecha de los revolucionarios y perseguían un


conjunto de reformas moderadas y pacíficas que llevaran a un estado federal,
asambleario, en el que los poderes del rey estuvieran muy limitados. Los jacobinos no,
ellos eran el ala izquierda de la revolución y perseguían una república muy centralizada,
muy estatista, y en su afán de conseguir obediencia absoluta no dudarán en utilizar la
violencia.

Los gobiernos revolucionarios, especialmente a partir de 1792, hacen mucho por


estatalizar y centralizar el poder político en detrimento de las viejas costumbres y las
diferencias regionales, como veremos a continuación.

7.1 La insistencia en la idea de Nación

El proceso de centralización política empieza con la insistencia en la idea de nación


que ponen de moda Hegel y, sobre todo, Johann Gottlieb Fichte (1762-1814) en su libro
Doctrina del derecho. La idea de nación política es una idea de base religiosa en virtud
de la cual se extrapola el derecho divino de gobernar de los reyes absolutistas a los
Estados, que ya no habrán sido elegidos por la gracia de Dios para gobernar sino por la
Nación, que vendrá a ser una divinidad secularizada44.

La Nación será un ente abstracto que aglutina a todo el mundo en una comunidad
cultural determinada y lo más importante, iguala, autoincluye, holiza a la sociedad. Es
decir, la nación surge por oposición al sistema feudal en la medida que el común de los
mortales, el campesino de turno y cualquier otro habitante del territorio francés, debía
obediencia al Rey (a alguien de carne y hueso) y pensaba en términos de terruño o
señorío pero no existía nada parecido a una conciencia social, no tenía fuerza la idea de
patria o de sociedad como un todo. Por tanto, la sociedad se percibía dividida,
jerarquizada y desigual (nobleza, clero, campesinado, burgueses, reyes…). Con la
revolución francesa y la idea de Nación todo esto cambia, se da un proceso de
holización, es decir, las diferentes jerarquías existentes y claramente distinguibles que
viven según su realidad, se fusionan, se unifican al amparo de la Nación (ente abstracto)
en una nueva categoría: ciudadano. A partir de aquí es fácil articular la idea de sociedad
como la concreción de esa Nación y, por pura lógica numérica, articular esa sociedad
significa crear un Estado (ente abstracto) para ordenarla45.

Como hemos visto, durante la revolución francesa, cuanto más centralizado


quisieras el Estado (que todas las decisiones sobre el país se tomen desde la capital, que
el poder esté en manos de unos pocos políticos –parlamento, asamblea…- y estos
decidan sobre cuantos más aspectos de la vida de las personas, mejor) más
fervientemente defendías el concepto de Nación (jacobinos) y cuanto más
descentralizado lo quisieras (dar cuotas de autonomía a las regiones) menos énfasis
ponías en la idea de Nación (girondinos y algunos jacobinos disidentes). Hoy, dos siglos
después, la Nación es una idea fuerza independientemente del grado de centralización
de los Estados.

44
El Estado y la nación responden a un ordenamiento divino dirá Fichte y esto lo podemos encontrar en
autores como Pecknold “The state required the masses to put their faith in the nation, and they used
religious faith to do this”. C. C. Pecknold, Christianity and Politics. A Brief Guide to the History. Eugene,
Cascade Books, 2010, p. 5. Otros como Gentile lo expresan meridianamente claro en los siguientes
términos: “The concept of sovereignty developed by modern theoreticians of the absolute state laid the
foundations for the sacralization of politics because it was created out of secularized theological concepts
that transferred the attributes of divinity to the state and thus conferred upon it a sacredness no longer
dependent on consecration by the church”. Emilio Gentile, Politics as Religion. Princeton: Princeton
University Press, 2006, p. 16. Este tipo de interpretación se encuentra en Español en Bueno, Gustavo. El
mito de la cultura. Pentalfa ediciones, Oviedo, pp 91-130.
45
Bueno, Gustavo. Op. Cit, pp. 114-115.
La idea es crear un concepto de Nación que sustituya a Dios o al rey en tanto
que representación de la voluntad Dios, crear el concepto de ciudadano por
holización de las jerarquías preexistentes (homogeneizar a todo el mundo), crear el
concepto de sociedad y el concepto de Estado unitario. Así empieza toda forma de
nacionalismo, toda vez que el nacionalismo regional nacerá como reacción
(reaccionarios en lenguaje revolucionario) a este impulso centralizador e
igualador.

Como hemos dicho, la Nación es una divinidad secularizada o una representación


de esa divinidad y, en consecuencia, necesita también su culto. Los himnos, las
banderas, símbolos nacionales o las festividades nacionales responden a esta lógica. En
la revolución francesa el encargado de crear este culto a la religión cívica fueron
Robespierre y Jacques Louis David46 a través de pinturas, del fastuoso entierro que
santificó a Marat, de crear grandes parafernalias y espectáculos públicos el día del culto
a la diosa razón, de los rituales de plantación de árboles de la libertad, de los gestos
rituales del culto a la latría y tantos otros rituales colectivos destinados a fomentar la
obediencia al Estado por la gracia de la Nación.

Y no acaba ahí, de hecho, lo que hay detrás de la noción de representatividad a


partir de la revolución francesa es un milagro de corte religioso, la transubstanciación.
Se supone que en la Eucaristía el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de
Dios, de manera que cuando comes y bebes la hostia y el vino que te da el capellán
entras en contacto con Dios y te purificas. Esto es la transubstanciación. El hecho de ir a
votar representantes no es diferente. Uno cualquiera de la calle, por el mero hecho de
introducir un papel en una urna se transubstancia en la voz de la nación 47. Esta es la
ficción de corte religioso en la que se basa la noción de mandato representativo y como
tal se la debemos a Edmund Burke, que pensaba que los Parlamento se hacían eco de la
voluntad de la nación, así como los votantes que eligen a los representantes que, en sede

46
La referencia principal en arte revolucionario es Roberts, Warren. Jacques-Louis David and Jean-
Louis Prieur, revolutionary artists: The public, the populace, and images of the French Revolution.
State University of New York Press, New York, 1999. Otra referencia clara es Roberts, Warren. Jacques-
Louis david revolutionary artist: Art, politics and the French revolution, University of North Carolina
Press, Raleigh, 1992.
47
Explicado con mucho arte por el professor Anxo bastos en el video anteriormente citado.
parlamentaria, tendrán que gobernar por el bien de la Nación y no en base a intereses
partidistas48.

Para cerrar este círculo faltan dos cosas: crear una historia propia y enseñarla sin
explicar nada más. La revolución quita a la iglesia sus tierras y le quita el monopolio de
la educación. Esta idea de escuela pública está en Marat y su justificación es asegurar la
igualdad de oportunidades. La historia era corta y los planes de estudio no se
desarrollarán bien hasta años después con Jules Ferri, pero de la revolución queda la
idea de educar en ideas que fomenten la permanencia del Estado. Esto se puede hacer
activamente, de manera directa, narrando sus virtudes y ninguno de sus defectos a través
de propaganda y estableciendo una historia inventada ad hoc, o de forma pasiva,
indirecta, sin mencionar ni una sola alternativa al Estado, ya sean estas históricas o
contemporáneas a ese Estado. Esta línea de pensamiento la recogerá Antonio Gramsci
en su concepto de hegemonía cultural49. Gramsci decía que el socialismo se impondrá
en la sociedad en la medida en que se creen socialistas a través de la propaganda y
planes sistemáticos de ingeniería mental que llegan a la población desde los medios de
comunicación y la escuela pública.

7.2 Cuestiones territoriales. Contrarrevolución

La centralización administrativa la consiguió la revolución de dos maneras: con una


reforma territorial profundísima y creando un sistema de recaudación de impuestos.

La reforma territorial consistió en la creación de departamentos50 pensada para


eliminar los antiguos reinos francos. Los departamentos son unidades territoriales
nuevas y la idea era hacerlos homogéneos y casi geométricos (en consonancia con las
ideas de racionalización ilustradas) de manera que se mezclasen regiones históricas para
que la gente olvidara progresivamente sus afectos territoriales, para que la mezcla

48
Burke, Edmund. Reflexiones sobre la Revolución francesa, Alianza, Madrid, 2016.
49
Se puede encontrar en Gramsci, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, Sobre Política y sobre el Estado
Moderno, Juan Pablos Editor, México, 1978. También es posible encontrar el concepto comentado en
Kohan, Nestor. Gramsci y Marx, Hegemonía y poder en la teoría marxista, Cátedra Che Guevara,
Colectivo Amaut, Buenos Aires, 2008. Consultado en: http://www.amauta.lahaine.org.
50
En 1790 hay 83 departamentos y en 1798, 113.
cultural aguara la identidad cultural y la lealtad heredada de cada cual y se pudiera
imponer la lealtad al Estado de manera rápida.

Lo mismo sucedió con el idioma; se impuso el francés, que hablaba el 20% de la


población francesa del momento, y se acaba (entran en situación de diglosia y
minorización) con las siete lenguas que también se hablaban en la Francia
prerrevolucionaria (catalán, vasco, bretón, occitano, corso, flamenco y alemán
alsaciano). Estas lenguas son primero transformadas en Patois (mezclas lingüísticas
regionales) y al tiempo se eliminan a través de la educación pública51.

Los revolucionarios argumentaron que esto era para igualar a todo el mundo y que
hubiera una sola lengua que fuera la lengua vehicular de todo el mundo52. Este impulso
centralizador es común en la formación de cualquier tipo de nacionalismo (nacional o
regional) y son instrumentos muy necesarios para el correcto funcionamiento del Estado
nacional lo que no excluye que se puedan interpretan como tácticas de lobotomización y
homogenización cultural inaceptables para los afectos regionales. Ese es el punto de
conflicto desde la esfera política y cultural.

El sistema de impuestos va de la mano de la estandarización de los pesos y las


medidas. Se crea el metro, el quilo y el litro para homogeneizar las muchas y muy
diversas medidas que había en cada región de Francia (incluso de aldea en aldea). Por
poner un ejemplo propio, en Galicia, de muy antiguo, las unidades de medida eran en
ferrados, ollas, cuncas, cuartillas, brazas, varas y tantas otras medidas que podían llegar
a cambiar de aldea a aldea. Con el metro, el quilo y el litro desaparecen las unidades de
medida tradicionales y, ahora sí, se pueden recaudar impuestos. Lo mismo pasa con los

51
Explica por Miguel Anxo Bastos en su magistral video sobre la revolución francesa (que no es el
anterior) https://www.youtube.com/watch?v=-rXk8cJCdr8&t=2863s del minuto 12 al 15.
52
Autores de izquierdas como David Bell tratan con indulgencia este impulso centralizador pero no lo
niegan. Dice Bell: “Durante la Revolución los dirigentes franceses intentaron crear la nación más que
reformarla. Procuraron forjar una comunidad verdaderamente nacional, dándole a sus ‘pueblos’
diversos un conjunto de principios políticos comunes, fidelidades, hábitos y un lenguaje común, en breve,
una identidad compartida. Apuntaban a definir claramente quién es ciudadano francés y quién extranjero
y a establecer las fronteras nacionales que reagruparan a los ciudadanos. En otros términos: la idea de
nación superó la de identificación de un grupo. En adelante quedó ligada a un programa político
ambicioso que con justeza merece el título de nacionalista y cuyo elemento clave es la regeneración del
carácter nacional” [trad. EJV]. Bell, David. Le caractère national et l’imaginaire républicain au XVIIIe
siècle, In Annales: Histoire, Sciences Sociales 2002/4, 57e année, 2002, p. 867-888, p. 876.
apellidos que el Estado necesita para llevar un registro y localizarnos, precisamente para
el cobro de impuestos53.

Todo esto lo explica con detalle James C. Scott en su libro Seeing like a State54,
explica los métodos que los Estados tienen para agilizar su funcionamiento y engrasar
su maquinaria. Como buen anarquista, Scott será tremendamente crítico con todos estos
métodos e igualmente debiera serlo un independentista regional pues son todas ellas
políticas contra las viejas costumbres y las identidades históricas (por más que estos
nacionalismos regionales tampoco aceptarían la oficialización de lenguas diferentes
dentro de la región, y menos a nivel vehicular, ni aceptarían otorgar el estatus de nación
a un determinado grupo de habitantes en su territorio). Lo contrario debiera pensar un
nacionalista de ámbito nacional pues sin estas medidas un Estado no puede controlar el
territorio y hacer política.

Como acostumbra a ser común en la historia de los pueblos, esta inercia


centralizadora genera movimientos contrarrevolucionarios. En la revolución estos
movimientos son alentados por la nobleza y el clero de provincias cuando se toparon de
frente con otro invento del gobierno revolucionario: la religión constitucional, una
suerte de patriotismo constitucional con tintes religiosos por el cual se obligaba a todo
el clero a jurar la constitución republicana. Los curas que se negaron pasaron a ser
llamados curas refractarios, fueron perseguidos y sustituidos por curas leales a la
República. Ellos auspiciaron los levantamientos contrarrevolucionarios de la Vendee y
la Chuaneria en Bretaña aunque los motivos de los alzamientos son diversos y también
tienen que ver con la represión (servicio militar obligatorio) y la defensa de las viejas
costumbres.

Todo Estado, si no es teocéntrico, tiende a marginar o suprimir a las religiones


organizadas. Ese es su mayor enemigo porque las religiones organizadas presentan una
moral autónoma al margen del Estado y todo Estado busca ser la única fuente de moral
y legitimidad. La idea es sustituir, una vez más, la lealtad a la religión por la lealtad al
Estado, que la gente no se sacrifique por Dios sino por la Nación o el Estado. Hay que
recordar que en tiempos de la Revolución francesa el clero es muy poderoso, con

53
Explica por Miguel Anxo Bastos en el mismo video del minuto 17 al 19.
54
Scott, James. Seeing like a State: how certain schemes to improve the human condition have failed,
Yale University Press, New Haven and London, 1998, p. 11-85.
sistemas de recaudación tributaria propios y sistemas de justicia propios y era una gran
amenaza para el poder político55.

7.3 Culto a la igualdad

El culto a la igualdad que se da en la Revolución francesa se manifiesta de muchas


maneras y algunas muy imaginativas e inéditas. La guerra y el servicio militar
obligatorio es una de ellas. En su libro, The armed horde 1793-1939: A study of the
rise, survival and decline of the mass army, Hoffman Nickerson explica como la
revolución crea el ejército de masas a través del servicio militar obligatorio. Dice
Nickerson que nunca antes en la historia del mundo occidental se le ocurrió a ningún
gobernante o régimen emplear más del 10% de no profesionales en sus ejércitos. No
obstante, la revolución inaugura la formación de ejércitos populares completos que
llevarán, a posteriori, a guerras ya no de ejércitos privados contra ejércitos privados sino
de pueblos contra pueblos56. Esto es a través del reclutamiento directo o a través de
movilizar a la población para que produzca bienes de guerra. En el caso de la guerra, el
culto a la igualdad lleva al cambio de escala en las matanzas bélicas toda vez que los
civiles son objetivos tan válidos como los militares (todos luchamos en nombre de la
Nación).

La homogeneización del trato y el vestido fue otro ouput del culto a la igualdad.
Desaparecen las formalidades en el trato y se inaugura el tuteo como forma de
igualación social, asimismo, el trato formal requería de una forma única que era
ciudadano. Nada de Monsieur, Madame o Mademoiselle que eran fórmulas perseguidas
por las autoridades durante el Terror. Las formas de vestir también se restringieron. Por
ejemplo, los hombres hoy solo pueden vestir trajes de gris, negro o azul marino en todas
sus variantes lo cual es una herencia directa de la revolución francesa. En su afán de
apropiarse de la vestimenta de las clases bajas, desapareció la pomposa seda y todo tipo

55
Miguel Anxo Bastos, ídem entre los minutos 27 y 29.
56
Para ser exactos con los datos, Nickerson explica que el gobierno revolucionario llegó a contar con un
ejército gigantesco, el más grande del momento en Europa, con un total de 225.000 hombre de los cuales
125.000 eran regulares, es decir, soldados de verdad (un 45% eran civiles…). Nickerson, Hoffman. The
armed horde 1793-1939: A study of the rise, survival and decline of the mass army, G. P. Putnam’s sons,
New York, 1940, p. 71.
de ropa se confeccionaba con algodón, de la misma manera que se impuso la moda de la
casaca y el pantalón tricolor eliminando de raíz el culotte o calzón propio de las clases
acomodadas (apropiación propagandística de la vestimenta de los sans culotte)57.

La medición del tiempo y el calendario también formaron parte del proceso de


rompimiento con el pasado y de unificación nacional en un todo igualitario. Esto se hizo
en base al sistema decimal que los antiguos romanos del periodo monárquico emplearon
para la organización de familiar y territorial de los patricios. Meses de 30 días, semanas
de 10 días, días de 10 horas, horas de 100 minutos, minutos de 100 segundos. Políticos
como Pierre Gilbert Romme y científicos como Pierre Simon Laplace idearon este
sistema que se instauró el 24 de octubre de 1793 y duró 6 meses porque no había quien
se acostumbrara él. En lo relativo al calendario se cambiaron todos los nombres
anteriores de los meses, que eran de origen religioso, y se cambiaron por nombres
descriptivos (Thermidor que se refiere al vocablo griego thermos, calor, sería un mes de
verano). Por supuesto los meses revolucionarios no coincidían con los meses
prerrevolucionarios (termidor cogía medio mes de julio y medio mes de agosto)58.

7.4 El Terror, iguales ante la muerte.

El Terror, como la idea de centralización, no es nuevo en la historia. El Terror


político revive con la Revolución francesa y se diferencia claramente del miedo en la
medida en que el miedo se refiere al temor que un grupo definido, o una persona
concreta, puede tener ante la consecuencia que pueda asumir por la transgresión de una
norma o por cualquier otro motivo. El terror es diferente porque no hace distinciones,
todo el mundo, de manera indiscriminada e inesperada, puede ser objeto de represalias
como pasó en la revolución francesa. Una denuncia de un vecino, un nombre dado en
una lista de traidores, una acción malinterpretada, deliberadamente o no, por las
57
En este sentido hay aportaciones bibliográficas de interés, a saber: Laver, J., Breve historia del traje y
la moda, Cátedra, Madrid, 1988; VVAA, The Age of Napoleon. Costume from Revolution to Empire,
1789-1815, MET, New York, 1989
58
La mejor referencia al respecto está en un libro, una vez más, tan escaso como caro: Alder, Ken. La
medida de todas las cosas, Taurus, Barcelona, 2003. Por otra parte, el doctor en numismática José Maria
de Francisco Olmos tiene un artículo titulado Los calendarios de la revolución francesa. De la era de la
libertad al calendario republicano, que da cuenta de algunos de estos detalles y se puede encontrar en
https://www.ucm.es/data/cont/docs/446-2013-08-22-03_francisco%20olmos92.pdf
autoridades podían valerte la sentencia de muerte. Se trata de una política premeditada
de debilitamiento de los lazos sociales para que el control del gobierno sea absoluto.

Como estrategia política hay que decir que el Terror se usó a gran escala. En los
episodios contrarrevolucionarios de la Vendee y la Chuaneria la represión fue brutal y
ejemplarizante contra lo que los revolucionarios denominaban la reacción
(reaccionarios). Pierre Gaxotte59 dice que la eliminación sistemática de conservadores
antirrevolucionarios en la Vendee supuso un genocidio60 y Arno Maier matiza este
punto de vista al entender que esa matanza se dio en un contexto guerracivilista. En
cualquier caso, fue una represión a muy amplia escala con idea de dar ejemplo.

7.5 El uso social de la propiedad61

Entre la bibliografía de izquierdas se asume que la crisis económica


prerrevolucionaria fue causa, básicamente, de la monarquía, los derechos feudales y la
burguesía especulativa más allá de los inviernos duros. Asimismo, se considera que la
crisis que sacudió a los diversos gobiernos revolucionarios fueron, en gran medida,
debido a la resistencia interna que halló la revolución en los conservadores y los
antiguos aristócratas, a la presión de los enemigos externos de la Nación y al boicot
económico practicado por los países de su entorno. No obstante, existe una versión
alternativa y la da, ya en sus inicios, Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la
Revolución francesa (1790) acompañado de autores contemporáneos a él como Jean-
Baptiste Say o actuales libertarios como H. A. Scott Trask o William Graham Sumner.

La versión liberal entiende que la monarquía dejo las finanzas quebradas y que el
gobierno revolucionario tomó la decisión errada (según los liberales) de pagar la deuda
59
El libro de Gaxotte es una interpretación monàrquica, reaccionaria, de la Revolución Francesa. Gaxotte,
Pierre. La Revolución Francesa, Editorial Doncel, Madrid, 1975.
60
Entre las páginas 263 y 281 de su libro narra la matanza que llevó a cabo el gobierno revolucionario al
que no duda de calificar de empresa de expropiación y exterminio (p. 281).
61
Para este punto utilizamos las enseñanzas del profesor Miguel Anxo Bastos en sus videos, el artículo de
trask ya citado, el libro de Burke y, especialmente, las aportaciones de Enrique Ballestero en una
biografía sobre el economista Jean-Baptiste Say en la que explica bien el proceso de creación del
Assignat y el origen de la inflación que yo no puedo más que resumir en unas pocas líneas, dejando atrás
argumentos de peso para explicar el desplome económico del gobierno revolucionario, como la
corrupción de su funcionariado. La referencia es: Ballestero, Enrique. Los principios de la economía
liberal, Alianza, Madrid, 1986.
enorme que Luis XVI había contraído con los bancos de París, Ginebra, Amsterdam y
Hamburgo. La decisión fue motivada por la animadversión que levantaban los
revolucionarios entre las casas reales europeas y la necesidad de pedir más dinero a los
bancos para pagar la Revolución (ejército que luchara contra enemigos internos y
externos) dada la práctica imposibilidad de cobrar más tributos (dada la presión popular
y su propio programa). Más aún, hubieron muchas propuestas liberales para estimular la
capacidad de ahorro y consumo: se propuso eliminar el proteccionismo al grano,
eliminar barreras al comercio, se aprobó a ley Le Chapelier que abolió los gremios e
instauró la libertad de empresa…

Como no había manera de pagar la deuda, embargaron las tierras de la iglesia y las
pusieron a la venta, pero pocos las compraron y con eso no se podía pagar la deuda. El
gobierno revolucionario creó los Assignats, unos bonos que acabarían convirtiéndose en
divisa de curso legal forzada, es decir, en dinero que había que utilizar por fuerza, que
se imprimió y se encuñó en cantidades industriales. Se crearon 42.300 millones de
Assignats entre 1790 y 1796 y, por pura ley de oferta y demanda, cuanto más hay de
algo menos valor tiene. En 1791, el valor inicial del Assignat ya había caído un 66%, al
final del periodo revolucionario la moneda no valía prácticamente nada (había perdido
el 90% de su valor en 1794). Si a esto sumamos un aumento del precio de los productos,
no sólo porque la moneda valga cada vez menos, que ya es motivo suficiente para dejar
de producir si no subes el precio del producto, sino por la propia escasez en el campo
debido a las guerras continuas (menos productores) y las condiciones climáticas (no
siempre favorables), lo que tenemos es una inflación de caballo (hiperinflación). Es
decir, la gente cada vez tiene menos capacidad adquisitiva y el precio de los productos
básicos es cada vez más alto. Esto lo resuelve el gobierno en marzo de 1793 con Le
Maximum, una ley de precios máximos al grano62. Si el grano no puede subir de un
determinado precio que se considera máximo y la moneda continua perdiendo valor,
sencillamente al productor no le sale a cuenta seguir produciendo (pagará más de lo que
ganará) y eso creó desabastecimiento en las ciudades y hambre pura en la medida en
que el campesino decidió almacenar el poco grano que producía, pero que era carísimo

62
Dice Ballestero que en marzo de 1795 el precio del trigo se había multiplicado por 8 y por 10 según las
regiones y que la carne, en cuestión de 3 meses, pasó de costar 34 céntimos la libra a costar 7 libras y 10
céntimos la libra. La inflación galopante acompañada de una política de precios máximos crea
desabastecimiento por definición, como así fue y explica el autor en Ballestero, Enrique. Op. Cit, pp. 63-
68.
en el mercado, y se negó a aceptar el papel moneda (que no valía nada) pues sólo quería
oro y plata (que nunca pierde su valor).

La versión liberal defiende que la intervención del gobierno fue la que generó la
crisis de la Revolución Francesa, la que dio lugar a contrarrevoluciones y situaciones
kafkianas, sancionadas legalmente, como los saqueos de los habitantes de las ciudades
al campo cuando los campesinos ya no podían continuar produciendo.

En todo este proceso se aprueba una ley que define el denominado uso social del
suelo tras la expropiación de las tierras a la iglesia. En pocas palabras, tu tierra, tu
propiedad pasa a tener un uso social definido por el Estado. Por tanto, la tierra es
expropiable y el Estado define el uso que la tierra debe tener (si hay que plantar trigo,
maíz…). Tal ley mina los derechos de propiedad y, a su manera, iguala a todos los
ciudadanos ante el Estado, no al mismo nivel del Estado sino frente a él y por debajo.

8. PALABRAS FINALES

Según todo lo visto y dicho al final de esta unidad, lo que queda es discutir sobre el
legado de la Revolución Francesa. Esto lo debatiremos en clase y es que hay elementos
de sobra como para poder defender, incluso con ejemplos, si aún hoy tenemos
influencias de la Revolución Francesa o no.

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