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Diego Velázquez es una excepción dentro de la pintura española del siglo XVII por la
cantidad y calidad de sus obras, por tratar temas muy variados y por sus condiciones de
vida favorables a la producción artísticas, gracias a la protección real de Felipe IV.
Análisis:
Al Papa lo retrata sentado y girado hacia su derecha consiguiendo con ello darnos
sensación de espacio; revestido del rojo papal, desprovisto de afectación y sin
hieratismo, sobre un fondo del mismo tono, algo novedoso en retratos, consiguiendo un
tremendo efecto. En su mano izquierda sostiene un papel en el que aparece el nombre de
Velázquez como autor de esta obra.
En el cuadro domina la gama de color rojo sobre rojo: sobre un cortinaje rojo (da
teatralidad), resalta el sillón rojo, y sobre éste el ropaje del papa. Esta superposición de
rojos no consigue quitar fuerza al rostro también en tonos rojizos y con una barba
desmañada de acuerdo con la realidad.
Los ropajes están captados con realismo, realismo conseguido mediante la utilización de
la luz, dándonos una calidad magnífica a pesar de utilizar una pincelada suelta.
El autor de esta obra es Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Este retrato fue acabado
entre finales de 1649 y Enero de 1650, cronológicamente pertenece al periodo barroco.
Este cuadro lo podemos encontrar en la Galería del palacio Doria Pamphili en Roma. La
técnica utilizada para realiza este cuadro es el óleo sobre un lienzo. Inocencio X tendría
unos 66 años en el momento en el que Velazquez lo pintó. Este Papa se conservaba muy
bien, y tenía mucha vitalidad, aunque había gente que pensaba que por su fealdad le
descalificaba para ser Papa, aunque Velázquez intentó pintarlo lo mejor posible.
Lo pinta sentado y girado hacia su derecha, con un bonete y un mantelete de color rojo y
el roquete blanco. En su mano izquierda podemos ver un papel en el que aparece el
nombre de Velázquez como autor de esta obra.
La ropa es lo que está captado con un mayor realismo, consiguiendo una calidad
magnífica en las telas a pesar de utilizar una magistral pincelada suelta, con la que nos
ofrece toda una gama de rojos existentes.
Pero lo más importante y lo que más destaca del cuadro es su rostro. Hay incluso
Velázquez capta el alma del retratado. Este Papa Inocencio X conocido porque siempre
estaba en alerta y despierto, por si alguien le arrebataba el poder, ¡el Papa al ver su
retrato exclamó “troppo vero!” (¡demasiado real!). Todo esto lo podemos ver si le
miramos al rostro, donde se puede ver a un hombre desconfiado e infatigable en el
desempeño del papado. El pintor capta la psicología del retratado.
Velázquez realizó un nuevo viaje a Italia a comienzos de 1649, por mandato del rey
Felipe IV, con el objeto de adquirir diversas obras artísticas con destino a los palacios
reales. Fue en Roma donde Velázquez llevó a cabo este retrato, uno de los mejores de
toda la historia universal de la pintura.
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