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La Tierra viva, hipótesis Gaia


Indra Morandín Ahuerma (https://medioambiente.nexos.com.mx/author/indra-morandin-
ahuerma/)
Abril 5, 2021

La crisis socio-ecosistémica mundial y la pandemia que vivimos nos obligan a reflexionar


sobre nuestra relación con el planeta. Se hace urgente reconocer que nosotros y nuestros
sistemas culturales dependen totalmente del funcionamiento de los ecosistemas, la biósfera, la
Gaia. La hipótesis Gaia —nombrada así por la diosa que personifica la Tierra en la mitología
griega— explica al planeta Tierra como un superorganismo vivo, una entidad compleja que
comprende el suelo (tierra, minerales), los ríos y océanos (agua), la atmósfera (aire) y la biota
terrestre (las plantas y animales vivos). De acuerdo con esta propuesta, todos los organismos
y su entorno inorgánico en la Tierra están estrechamente integrados, forman un sistema
complejo único y autorregulado que permite mantener condiciones para la vida.

Los avances tecnocientíficos podrían cambiar la forma en que los seres humanos nos
relacionamos con este bello planeta; como sucedió con las primeras fotografías de la NASA
con la Tierra desde el espacio en 1968 que transformaron la forma en que las personas
percibían su hogar. Si entendemos a la Tierra como un ente vivo, probablemente podamos
establecer una relación más respetuosa con ella, sobre todo en el Antropoceno, esta época
geológica caracterizada por los impactos negativos de las actividades humanas en el
funcionamiento del sistema de la Tierra.

La hipótesis Gaia plantea que la Tierra es una construcción biológica en la que los sistemas
vivos desempeñan un papel central en la distribución y abundancia de diversos elementos
dispersos en el mar y en la atmósfera. Por ello la preocupación por la pérdida de
biodiversidad documentada en el Informe de la evaluación mundial sobre la diversidad biológica y
los servicios de los ecosistemas (https://www.ipbes.net/global-assessment). Los principales
mensajes de este informe recalcan la importancia de la naturaleza y su diversidad para
sostener la vida humana y la peligrosa tendencia de los indicadores que muestran su rápido
deterioro.

Ilustración: Gonzalo Tassier

Breve historia de la hipótesis Gaia


James Lovelock, quien propuso la hipótesis Gaia, es un científico controvertido y drástico en
su visión sobre el futuro de la vida humana en la Tierra.1 Es meteorólogo, escritor, inventor,
químico atmosférico y ambientalista. Un estudio encargado por la NASA sobre la posibilidad
de vida en Marte dio pie a su hipótesis. La encomienda le obligó a reflexionar sobre las
condiciones de la vida en el planeta Tierra. Analizó la composición de la atmósfera
comparándola con otros planetas como Marte y Venus. Para Lovelock, la Tierra parecía ser
una anomalía extraña y hermosa, que no podía ser explicada solamente con la lógica de
compuestos químicos interactuando.

El antecedente inspirador de Lovelock fueron los estudios de Vernadski sobre la biósfera,2


quien difundió el término que ahora se utiliza de forma común. En estas investigaciones,
Vernadski plantea la interacción entre las capas sólida, líquida y gaseosa de la Tierra, que sólo
se explica como una dinámica de la vida.

Lovelock entendió las relaciones entre las partes orgánicas e inertes del planeta. En 1979
publicó un libro con una detallada explicación de su hipótesis, según la cual la Tierra, su
biota, aire, océanos y superficie forman un sistema complejo que puede considerarse como un
organismo individual capaz de mantener las condiciones que hacen posible la vida en el
planeta. El conjunto de los seres vivos de la Tierra puede ser entendido como una entidad
capaz de transformar la atmósfera del planeta. Las plantas y animales en su conjunto se
encargan de mantener y regular la atmósfera.

Su planteamiento está basado en criterios cibernéticos, la ciencia que estudia los sistemas de
comunicación y control autorreguladores de los seres vivos y las máquinas. Los mecanismos
de autorregulación son “bucles” de retroalimentación positiva y negativa que reaccionan a
cambios en el entorno.3 Estos mecanismos de autorregulación permiten captar información y
almacenar experiencia y conocimiento, generando así un proceso de aprendizaje.
La hipótesis se apoya con ejemplos concretos a escala de tiempos geológicos. Toma en cuenta
que la Tierra se formó aproximadamente hace 4.5 millones de años, y hace aproximadamente
3.5 millones de años se tienen los primeros registros de vida en el planeta. A partir de la
aparición de la vida, las condiciones han cambiado, la radiación solar ha disminuido casi un
30 % y la composición de la atmósfera ha sufrido cambios radicales. A la luz de los datos
aportados se puede suponer que, en los últimos 3.5 millones de años, la Tierra logró
mantener las condiciones de PH, temperatura y salinidad en proporciones que permiten la
existencia de la vida.

El planteamiento de la hipótesis es que la interacción de seres vivos en el planeta explica la


autorregulación de la temperatura; variación de radiación que refleja o absorbe una superficie
(albedo) mediante la interacción entre vegetación y nubes; y la regulación de salinidad de los
mares por organismos como las diatomeas, un grupo de algas unicelulares, encargadas de
producir más del 80% del oxígeno del planeta y cuyos restos muertos forman petróleo y gas.

Sobre los seres vivos


La argumentación de una Tierra viva se apoya en la diferencia entre los sistemas vivos e
inertes. Una entidad viva, además de su alta complejidad, implica un funcionamiento y
estructura autopoiéticos. La autopoiesis4 es un concepto propuesto por los chilenos
Humberto Maturana y Francisco Varela, quienes explicaron lo vivo como una estructura
formada por unidades acopladas y anidadas, la célula como unidad de primer orden,
organismos complejos de segundo orden y organización social de individuos de la misma
especie como unidades de tercer orden. Cada unidad viva (autopoiética) es autoreferenciada,
autónoma, determinada por su organización (estructura y funciones), producto del devenir
histórico de acoplamientos estructurales en secuencias ininterrumpidas.

Las unidades vivas conservan la organización de su linaje, pero con variaciones a lo largo de
su historia evolutiva. Estas unidades están en interacción circular con el medio y las unidades
vivas circundantes, que “gatillan” reacciones, es decir, las variaciones en el entorno tienen
influencia, pero sin determinismo absoluto; los estímulos externos pueden generar cambios
en diferentes direcciones e incluso no operar reacción alguna. Esta aproximación no
contradice el positivismo, que sólo reconoce el conocimiento científico y las leyes de causa y
efecto; lo completa con una idea multicausal y con posibilidades de generar diferentes
respuestas y fenómenos. La vida es compleja y una emergencia del acoplamiento estructural
que sólo se explica como unidad desde su organización, estructura y funcionamiento en
conjunto y no por descomponer cualquiera de las partes que la forman.5

Ilya Prigogine, premio nobel de química, explicó que la vida se genera a partir de la estructura
y fenómenos irreversibles en la línea del tiempo. Los sistemas biológicos son dinámicos e
inestables, que se dirigen a un porvenir impredecible. La vida se desenvuelve hacia un futuro
más complejo.6 Para Prigogine la vida es auto organización espontánea de sistemas
dinámicos. Las moléculas de agua se auto organizan para formar hexágonos, la forma y
comportamiento de huracanes, y la formación de redes, grupos de nodos conectados por
enlaces (neuronas, sinapsis). Al observar el universo, las galaxias, un cardumen de peces
nadando al unísono, una parvada de patos volando, la construcción de un hormiguero o
colmena de abejas, no podemos creer que ese orden sea producto del azar.

Por su parte, Lynn Margulis, destacada estudiosa de la evolución de vida compleja, ayudó a
entender el papel de la asociación en la evolución de las especies. En sus investigaciones
colocó a los microorganismos en un papel protagónico, como fuente de vida e innovación.
Explicó que la vida no se creó y evolucionó con base en combates y competencias, sino
gracias a la cooperación. Ella destacaba que cualquier individuo complejo, es en sí mismo un
ecosistema completo de múltiples relaciones asociativas en comunidad.7 Apoyando esta idea
hoy se reconoce el papel clave que tienen las bacterias y microorganismos en el organismo
humano, sin los cuales el individuo no sobreviviría.

La respuesta de la ciencia
Lovelock tuvo el apoyo de científicos como Lyn Margulis, con quien ya había hecho
publicaciones conjuntas.8 En un libro editado por William I. Thompson9 con la participación
de Lovelock, Gregory Bateson, Henri Atlan, Marguris, Varela, Maturana, John Tod y, Hazel
Henderson, se apoya la hipótesis Gaia y se ofrecen elementos que relacionan el macrocosmos
(Gaia), el microcosmos (bacterias y vida celular), y el mesocosmos (cognitivo y lenguaje) que
explica lo vivo y el mundo.

Las reacciones del mundo científico ante la hipótesis Gaia fueron variadas, y algunos llegaron
a ridiculizar la idea, sobre todo los que interpretaron que Lovelock estaba atribuyendo a Gaia
una personalidad que conscientemente controlaba el clima del planeta. Lovelock acostumbra
contestar que Gaia, como entidad planetaria viva, no implica necesariamente la existencia de
conciencia y que probar o refutar esa idea está lejos de los alcances de la ciencia actual. Otros
científicos han dado argumentos sobre dificultades epistémicas y prácticas de la hipótesis
Gaia debido a la complejidad del sistema que aborda. Sin embargo, con el tiempo se acumula
una cantidad interesante de pruebas que Lovelock ha podido concretar.

En 2002, la revista Climatic Change publicó una serie de argumentos firmados por James
Kirchner,10 Timothy Lenton,11 y Tyler Volk12 para ampliar el análisis en torno a la hipótesis. Si
bien la hipótesis no es aceptada totalmente, aumentan los argumentos sólidos y algunos
científicos ya le ofrecen calidad de Teoría.

Conclusión
Desde un ángulo científico, la hipótesis ha constituido la provocación para un análisis más
amplio, invita a abordar la complejidad para entender procesos globales. En el ámbito
transdisciplinario, la acogida de esta teoría tiene connotaciones filosóficas y éticas muy
importantes, ya que permite articular puentes entre una visión científica de la vida y otras
expresiones culturales que, desde hace milenios, ven a la Gaia con respeto y reverencia; la
Pachamama del pueblo andino es buen ejemplo, o las culturas originarias que ofrecen a los
elementos aire, agua, tierra y fuego categoría de sagrado.
La visión de la Tierra como un ser vivo permite repensar la posición de los seres humanos, la
noción de la Madre Tierra de la cual el ser humano forma parte y comparte con las demás
especies en un sentido de hermandad, y no el dueño de ésta.

La actividad humana que caracteriza al Antropoceno está poniendo en peligro los límites
planetarios para sostener la vida. Cambio climático, pérdida de biodiversidad, contaminación
de suelo, agua y aire, deforestación, agujeros en la capa de ozono y alteración de los ciclos
biogeoquímicos del planeta son algunos puntos que interactúan con problemas sociales como
la desigualdad, violencia y migración para constituir la crisis socioecosistémica actual. La
pandemia es efecto y uno de los síntomas que hace evidente la problemática compleja. Una
mirada diferente a la naturaleza de la vida, una actitud reverencial a la Gaia, probablemente
permitiría a la humanidad buscar la armonía y cuidado necesarios para olvidarnos del
consumo excesivo y depredador.

Indra Morandín Ahuerma (mailto:indra_morandin@yahoo.com.mx)


Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES UNAM).

1
Lovelock, J. E. Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tierra. Ediciones Orbis, Barcelona,
1985. Existen varias entrevistas y exposiciones del Dr. Lovelock en línea
(https://www.youtube.com/results?search_query=james+loverlock).

2 Vernadski, V. I. La biosfera. Fundación Argentaria, Madrid, 1997. Publicado por primera vez
en 1926.

3 Capra, F. La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Anagrama,
Barcelona, 2002.
4 Maturana, H. & Varela, F. De las máquinas y los seres vivos. Autopoiesis: La organización de lo
vivo. 5.ª edición, Editorial Universitaria, Santiago, 1998.

5 Maturana, H. & Varela, F., 2003. El árbol del conocimiento, bases biológicas del entendimiento
humano, Lumen, Buenos Aires, 2003.

6 Prigogine, I. El fin de las certidumbres. 5.º edición. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997.

7 Margulis, L. Una revolución en la evolución. Universitat de Valencia, Valencia, 2003.

8
Lovelock, J. & Margulis, L. “Atmosferic homestasis by and for the biosphere: the Gaia
hipothesis”. Tellus, XXVI(1-2), 1974, pp. 2-9.

9 Thompson, W. I. y otros. Gaia, implicaciones de la nueva biología. 3.ª edición, Editorial Kairós,
Barcelona, 1995.

10 Kirchner, J., 2002. “The Gaia Hypothesis: Fact, Theory, and Wishful Thinking”. Climate
change, Volumen 52, 2002, pp. 391-408.

11 Lenton, T. “Testing Gaia: The Effect of Life of Earth’s Habitability and Regulation”. Climate
change, Volumen 52. 2002. pp. 409-422.

12 Volk, T. “Toward a future for Gaia Theory”. Climate change, Volumen 52. 2002. pp. 423-
430.

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