El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. - Lc 1, 35. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre Él. Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. - Mateo 3, 16-17 El Nuevo Testamento, con referencia clara al momento del bautismo de Jesús, ha hablado de la “unción” de Cristo con el Espíritu. Desde el evangelio según San Lucas menciona que Jesús en la sinagoga de Nazaret habría leído, aplicándoselo así mismo, tomando del pasaje del libro de Isaías 61, 1-2: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido” (Lc 4, 18-19) El Nuevo Testamento parece conocer por tanto estos dos momentos, cronológicamente diferenciados: La encarnación de Jesús por obra del Espíritu, en virtud de la cual él es ya “Santo” desde el primer momento, Y la "unción" localizada en el Jordán, a partir de la cual Jesús, proclamado solemnemente Hijo de Dios. Ya no es el Espíritu el que unge al Verbo hecho hombre, sino que la divinidad unge a la humanidad. Jesús ha de recibir la unción para poder cumplir su misión y evangelizar a los pobres. La unción no significa otra cosa, sino que la plenitud de la divinidad, se une a la humanidad y vive realmente en ella. La iglesia querida por la Trinidad: Dios es el Padre, Cristo la piedra angular y el Espíritu es el que mora en este templo. 1 Co 6,19 Por lo demás, el Espíritu que viene sobre Jesús en el momento de la encarnación es el Espíritu Santo del cual el Hijo es origen.