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Violeta Martínez Calle Reseña

Historia del Cuerpo. La Conquista de los Cuerpos Indios.

27 de septiembre del 2023

Garin, Eugenio. El zodiaco de la vida. La polémica astrológica del Trescientos al Quinientos.


Barcelona:
Reseña Ediciones Península, 1981. 150 páginas.
Böhme

Eugenio Garin (1909-2004) introduce el libro que me propongo reseñar con una analogía, aunque
heterodoxa, quizá, pero no por ello desacertada: “Así como el astrólogo había proyectado en los cielos la
vicisitud humana para identificar allí sobre un plano divino los ritmos profundos y las estructuras ocultas, el
historiador devuelve el cielo a la tierra y restituye datos, relaciones y acontecimientos a sus dimensiones
originales”1. Y, a pesar del abismo insalvable que podríamos pensar que separa a una disciplina de la otra, a la
astrología de la historia, Garin dedica el libro, precisamente, a conjugarlas -y conjurarlas-. Así pues, el texto,
que recopila cuatro de las lecciones que impartiera el autor en el Collège de France entre abril y mayo de 1975,
es un intento por comprender la ciencia (y el mito) de la astrología durante el Renacimiento, en el momento
en el que la transición del Medioevo a la Modernidad está dando paso al surgimiento de las ciencias modernas.
Es innegable que el autor es una autoridad en el tema sobre el que escribe: titulado como filósofo por
la Universidad de Florencia, Garin dedicó su vida académica a estudiar temas relacionados con la historia de
la filosofía. Dictó varias cátedras sobre Filosofía e Historia en la universidad florentina y en la Scuola Normale
di Pisa. Interesado, sobre todo, en la comprensión del Renacimiento como periodo de transición entre la Edad
Media y la Modernidad, Garin reflexionó en sus principales obras -entre las que se cuentan El humanismo
italiano (1952), La cultura del Renacimiento (1967) y El hombre del Renacimiento (1990)- sobre el
humanismo renacentista y su relación con el surgimiento de las ciencias modernas2. En el texto que a
continuación reseñaré, Garin reflexiona, pues, sobre la astrología, la disciplina que pretende encontrar “en las
estrellas la causa y la explicación de la singularidad de los hombres y de los fenómenos curiosos de la
naturaleza”3. Presente entre la humanidad desde la Antigüedad, la astrología, fundamentada en una concepción
geocéntrica del universo, encuentra su sustento en la idea de que los planetas determinan los acaecimientos del
mundo sublunar. Sujeta siempre a la tensión entre “el imperativo de sistematización racional propio de la
ciencia griega y los mitos y supersticiones heredades de Oriente”4, la astrología fue objeto de incesantes
polémicas y discusiones durante el Renacimiento a razón de la pugna -insuperable, hemos de insistir- entre
ciencia y magia. Así pues, en los albores de la Modernidad, cuando la ciencia estaba siendo definida en sus
objetos y métodos de estudio y las antiguas concepciones del mundo estaban siendo minuciosamente
revisitadas, la astrología fue sometida a profundas consideraciones. Son, entonces, las polémicas que se
configuraron en torno a la naturaleza de la astrología durante el Renacimiento las que Garin se propone, desde
la historia de la filosofía, desentrañar a lo largo del libro.
El libro de Garin es, sin duda alguna, invaluable para la historia del pensamiento renacentista.
Mediante una argumentación rigurosa y bien construida, el autor nos guía por las aristas más relevantes y
sugestivas de las deliberaciones sobre la astrología, de la mano de pensadores como Giovanni Pico della
Mirandola, Marsinio Ficino y Pietro Pomponazzi. A pesar de que en 1967 Keith Thomas afirmaba que la
astrología y la magia eran temas “que la mayoría de los historiadores considera marginal, por no decir
extravagante”5, pocos años después, como bien lo demuestran la miríada de publicaciones que empezaron a

1
P. 11
2 Mesa directiva de Cuadernos sobre Vico, “In memoriam: Eugenio Garin”, Cuadernos sobre Vico 17 (2005): 485-486.
3 P. 12
4 P. 15
5 Keith Thomas, citado por Carlo Ginzburg en “Introducción”, Historia Nocturna: Un desciframiento del aquelarre. Madrid: Muchnik

Editores, 1991.
surgir en torno a las brujas, las supersticiones, la magia y las persecuciones, el interés fue creciendo. Y, sin
embargo, la obra de Garin es novedosa en el sentido de que se preocupa por comprender las ideas que
configuraban la astrología renacentista. Esto, a mi modo de ver, implicó un cambio paradigmático en la forma
en la que la Historia y la Filosofía habían concebido -desde una postura eminentemente positivista- a las
ciencias, pues desestimaban las creencias mágicas y supersticiosas -evidentemente- imbricadas en el
pensamiento racional-moderno. Así pues, mediante un meticuloso manejo de las fuentes renacentistas, que
versan en tratados filosóficos, textos científicos, escritos sobre astrología e incluso complejas disertaciones
sobre magia, como el Picatrix, Garin construye un corpus argumentativo contundente para probar la profunda
injerencia de creencias supersticiosas y mágicas en la astrología y en muchas de las ciencias que hoy
consideramos exactas, como la matemática, la astronomía y la medicina. Sostengo que el libro sienta un
precedente importante, entonces, porque prueba que lo sobrenatural y la racionalidad estuvieron estrechamente
ligadas en el pensamiento humano durante la Antigüedad, la Edad Media y el Renacimiento; lo que implica
que la concepción de la naturaleza, del hombre y de la realidad que se tenía en aquellos periodos estaba
profundamente influida por creencias tanto científicas como mágicas. Esto supone, por supuesto, nuevas
oportunidades investigativas para los historiadores interesados en una visión más amplia -y densa- de las ideas
y la filosofía del Renacimiento.
Lo que me inquieta del libro, sin embargo, es que no deja de reducirse a una esfera filosófica del
pensamiento. Aunque entiendo que la formación de Garin lo remite al estudio de las ideas, las teorías y los
postulados filosóficos, creo que, en el tratamiento de temas como el de la astrología, la remisión a las prácticas
es fundamental. Y lo creo porque las fronteras entre la realidad física y el mundo del pensamiento de la
astrología no son diáfanas, y la una puede distar sustancialmente de la otra. Así pues, aunque tras la lectura del
texto salimos portando un conocimiento valioso sobre la filosofía y las ideas detrás de la astrología
renacentista, no sabemos mucho sobre sus aplicaciones y prácticas reales -que fueron, en gran medida, las que
configuraron la realidad física del Renacimiento con medidas como la regulación, el control y la vigilancia de
quienes ostentaban conocimientos mágicos, por ejemplo-. Y es que, finalmente, los astrólogos, los magos y
los científicos vivieron en el mundo de la experiencia, de manera que desestimarla es olvidar un plano entero
de la Historia. No por ello, sin embargo, es el libro menos digno de ser leído. Su relevancia en los estudios
sobre el Renacimiento es, reitero, copiosa. Remitámonos pues a los planteamientos y argumentos de Garin.
A lo largo del primer capítulo, el autor cuestiona la idea de que la astrología renacentista fuera la
expresión del auge de la astrología matemática en detrimento de la astrología supersticiosa de los siglos
precedentes. Y es que, según el autor, el proceso de consolidación de la astrología como ciencia moderna, con
un método y una racionalidad físico-matemática, no fue producto de un proceso lineal e inmaculado: “de
ningún modo fue virginal y exento de equívocas influencias el avatar del llamado progreso científico,
profusamente mezclado, por el contrario, con temas mágicos, herméticos y místicos.”6 Por el contrario, la
astrología renacentista seguiría estando plagada de determinismos mágicos, que reproducirían, incluso,
pensadores que son considerados canónicos en la fundación de la racionalidad físico-matemática, como Kepler
o Galileo. La astronomía como astrología matemática y la astrología como astrología adivinadora no pueden
ser pues, escindidas entre sí en la concepción renacentista.
Otro de los grandes argumentos de Garin a lo largo del capítulo se refiere a la posibilidad de que el
Renacimiento surgiera de la astrología. Valiéndose de la teoría de las grandes conjunciones, que clamaría que
en los cielos está escrita la historia de los hombres -con sus causas y signos-, el Renacimiento se nos
presentaría, pues, como una época de cambio favorable luego de una etapa de crisis. Esta idea suponía, sin
embargo, una encrucijada para el paradigma humanista, puesto que, si se aceptaba como cierta, la teoría de las
grandes conjunciones implicaría que la actividad humana no es producto del libre albedrío y de la racionalidad
individual, sino que ya está predeterminada por movimientos celestes ajenos al control de los hombres. El
segundo capítulo profundiza en esta discusión al analizar las deliberaciones de pensadores como Petrarca,
Bernardino de Siena y Coluccio Salutati, opositores del determinismo astrológico por sus implicaciones en la
reducción de la cultura, así como por la consecuente pérdida del libre albedrío que implicaba. La geomancia
nos la presenta Garin, entonces, como un campo de estudio interesante, pues convergen el libre albedrío y la
determinación planetaria. Esta disciplina, dedicada al interrogatorio de los cielos en busca de respuestas sobre

6 P. 26
acontecimientos particulares, implicaría así una cierta liberación del hombre de su destino, predeterminado
por la configuración astral bajo la que nació. Los interrogatorios le permitirían al hombre “escoger su propia
estrella” al proveerlo con nuevos caminos para decidir sobre su destino.
La magia es otro de los temas que aborda el autor en el segundo capítulo. El Picatrix, obra de autoría
desconocida pero muy difundida en la Europa renacentista, será la que guíe su argumentación. “¿En qué
consiste la importancia excepcional del Picatrix? Tal vez en la inserción en un cuadro teórico neoplatónico,
por un lado, hermético por el otro, de toda la vasta herencia mágico-astrológica antigua y medieval”7. Así pues,
tras presentar al hombre como un microcosmos en constante correspondencia con el macrocosmos que es el
universo, el Picatrix sostiene que la ciencia nos ha sido dada a los humanos para comprender el mundo en el
que estamos inscritos. Lo interesante aquí es que la ciencia “resulta ser fundamentalmente astrología y
actividad mágica”8. El Picatrix sirve de argumento, entonces, para que Garin se afirme en la postura de que la
magia y la astrología estarán profundamente imbricadas en el nacimiento de la ciencia en los albores de la
Modernidad, pues “encuentran allí justificación y fundamento en el cuadro especulativo del neoplatonismo” 9.
Serán precisamente las ideas neoplatónicas las que ocupen al autor a lo largo del tercer capítulo. Empieza
Garin refiriéndose al Concilio para la unión de las Iglesias, llevado a cabo en Florencia en 1439. Es en este
contexto que presenciamos el “encuentro singular entre las doctrinas mágico-astrológicas del medioevo latino,
en que el legado antiguo se había filtrado a través del mundo islámico, y las posiciones helenísticas,
reencontradas en las fuentes griegas”10. En medio de la crisis del dogma eclesiástico del cristianismo se da,
entonces, de la mano de personajes como Jorge Gemiso Pletón, un cuestionamiento con marcados tintes
platónicos a las creencias religiosas y al funcionamiento del mundo. Así pues, Pletón se sumerge también en
reflexiones sobre la astrología, y concluye que todo en el universo está bajo el influjo de las inteligencias y las
almas celestes, de manera que nuestro destino, así como el de todas las cosas, está predeterminado y es
predecible. Pensadores como Ficino, sin embargo, difieren de Pletón en el sentido de que abogan por una
visión astrológica del mundo desde la individualización de las almas. El hermetismo de Ficino, pues, distingue
al alma y la inteligencia del plano de la materia y el cuerpo. Así es que niega toda posibilidad de una astrología
materialista, pues el alma, dice, no está sometida al cuerpo, ni siquiera al cuerpo de los cielos. Siguiendo este
argumento, pensadores como Giovanni Pico della Mirándola y de Jerónimo Savonarola, dos opositores
acérrimos de la astrología adivinatoria, defenderán a idea de que la corrupción de las ciencias verdaderas, de
la filosofía, la medicina y la religión es inminente bajo el influjo astrológico; culpable, también, de convertir
a los hombres “de libres en esclavos y la que procura soluciones desventuradas a casi todos los actos de
éstos”11.
El cuarto capítulo lo dedica Garin a analizar el discurso de Giovanni Pico della Mirandola. La esencia
de sus diatribas sobre la astrología yace, según el autor, en la anteposición de la racionalidad frente a la mística
supersticiosa al embarcarse en una defensa de la astrología en detrimento del horóscopo. Se propone Pico,
entonces, discernir los elementos científicos, dentro de diferentes disciplinas, de otros que pudieran entorpecer
el verdadero conocimiento para derrumbar así las creencias erigidas sobre los cimientos de la astrología
adivinatoria. Detrás de este impulso de Pico yace su voluntad de que todos los campos del saber fueran
cognoscibles y aprehensibles al hombre, pero desde la ciencia y no desde la superstición. Y, sin embargo, Pico
sugiere también una reflexión casi antropológica sobre la astrología adivinatoria: ese fue el medio, afirma, que
por siglos tuvieron las sociedades de comprender al mundo, al hombre y, finalmente, a la realidad que los
rodeaba. Esto a pesar de los desatinos e inexactitudes a los que pudiera conducir. Las meditaciones de Pico
resultan, pues, importantes porque sugieren que la astrología adivinatoria, más allá de ser una sarta errática de
intentos de predicción, era más bien una forma de concebir la realidad. Este texto de Pico, aunado a las
meditaciones de Ficino y Pomponazzi sobre el alma y la inmortalidad, y a las reflexiones de Maquiavelo sobre
la política, la sociedad y el Estado constituirán punto de partida para la revolución filosófica de la Modernidad.
Serían reflexiones repensadas una y otra vez a lo largo de los siglos posteriores, que revisitarían los dogmas
paradigmáticos de la ciencia, la astronomía, la filosofía, la historia, y, por supuesto, las sociedades humanas.

7 P. 77
8 P. 78
9 P. 80
10 P. 86
11 P. 115
A continuación se encamina Garin a analizar a la discusión que mantuvo Pomponazzi, con Ficino y
Pico como interlocutores, sobre el libre albedrío humano. Interesa, sobre todo, la postura que mantuvo
Pomponazzi, pues retoma la idea del determinismo astral al que los hobres estamos sujetos, a pesar del
excepcionalismo moral que nos distingue del resto de los animales. Así pues, tanto el orden natural como los
acaecimientos de la humanidad dependen del destino; no verdaderamente de nosotros. Aquello cuyo origen y
razón no podemos comprender, aquello que se sale de toda racionalidad y causalidad, es considerado por
nosotros, pues, como un acontecimiento milagroso. Pero esto es solo porque no lo comprendemos. Así, las
religiones se nos presentan como medios para comprender lo desconocido, a pesar de que son, realmente
ilusorias. Es por eso que antes los horóscopos de las religiones funcionaban. Porque estábamos convencidos
de su veracidad.

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