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Teoría de NADA, de Carmen Laforet.


1.- Biografía.
Carmen Laforet (Barcelona, 1921 – Madrid, 2004).
Carmen Laforet Díaz nació en Barcelona el 6 de septiembre de 1921, si
bien con dos años de edad se trasladó con su familia a las islas Canarias. A
los dieciocho años, una vez finalizados los estudios de bachiller, decidió
regresar a Barcelona para estudiar las carreras de filosofía y letras y
derecho, si bien no acabó ninguna de las dos. Poco satisfecha de su paso
por la universidad, cuando contaba veintiún años se fue a vivir a Madrid.
En Madrid conocería al periodista y crítico literario Manuel Cerezales,
quien la animó para que prosiguiera con sus recién iniciados pinitos
literarios. Fue sólo dos años más tarde, en 1944, cuando su vida daría un
vuelco inesperado al presentar su novela Nada al recién creado Premio
Nadal, otorgado por Ediciones Destino. Aunque entre otros competidores
por el premio estaba un escritor de sólida trayectoria como el periodista
César González Ruano, el jurado prefirió apostar por la joven desconocida.
Su imagen apareció en la prensa del país, que la aclamaba como toda una
revelación literaria. Y así fue, porque Nada se reimprimió hasta tres veces
el mismo año de su publicación. Renovadora de las letras españolas
Transcurridos dos años desde su triunfo literario, su vida privada también
cambió positivamente cuando contrajo matrimonio con Manuel Cerezales,
del que tendría cinco hijos, dos de ellos escritores, Cristina y Agustín.
Consagrada ya como una de las mejores narradoras de la realidad
española de la época, los años que siguieron fueron intensos. En 1948 la
Real Academia Española la distinguió con el Premio Fastenrath por su
primera novela, mientras ella seguía escribiendo sin cesar cuentos y
artículos periodísticos.
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta Laforet saboreó las
mieles del éxito. Su producción literaria tuvo en ese período tres hitos, las
novelas que siguieron a Nada. En 1952 publicó La isla y los demonios,
donde evocaba los años de su infancia y adolescencia en Canarias. Tres
años después vio la luz La mujer nueva, un título que podría ser la
definición de su vida en esta época, pero que era en realidad el relato de
su «reconversión» al catolicismo tras unos años de agnosticismo. Esta
novela fue la ganadora del Premio Menorca de Novela y al año siguiente le
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valió a su autora el Premio Nacional de Literatura otorgado por el


Ministerio de Cultura, aunque también más de un problema con la censura
eclesiástica. En 1963 su creciente prestigio hizo que Editorial Planeta se
interesara por su obra y publicara La insolación, prevista como la primera
entrega de una trilogía titulada Tres pasos fuera del tiempo. Nunca dejó
de escribir, pero sus obras iban quedando incompletas, a veces olvidadas,
porque su afán de perfeccionismo se convirtió en una obsesión. Después
de mucho tiempo siendo objeto de admiración por parte de sus lectores,
las dificultades económicas, las envidias y rencillas de los círculos
literarios, así como un ambiente político‐social en el que se sentía extraña,
la fueron llevando a un retiro voluntario. Precisamente de las razones de
su aislamiento y búsqueda de la intimidad habla Puedo contar contigo,
una colección de cartas cruzadas con su amigo Ramón J. Sender, al que
conoció en 1965 durante su viaje a Estados Unidos, invitada por el
Departamento de Estado. La recopilación y edición de los textos la realizó
su hija Cristina Cerezales en 2003. A medida que pasaban los años, la
memoria de la fértil escritora se debilitaba y su salud física menguaba.
Finalmente, derrotada por el Alzheimer, falleció el 28 de febrero de 2004.

2. Nada
El nombre de Carmen Laforet quedará siempre unido en la memoria
colectiva a su más lograda creación, Nada. Como un trasunto de su propia
vida, la novela sigue el itinerario iniciático de la joven Andrea, que, a fines
de 1939, llega a Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender
sus estudios universitarios. Pero sus ansias juveniles chocan con el mundo
gris, cargado de violencia, que representan su abuela y sus tíos, que la
acogen en su casa.
Laforet supo transmitir en esta obra, escrita con un estilo literario que
supuso una corriente de aire fresco en la prosa de la época, la lenta agonía
de la pequeña burguesía de posguerra. Los personajes adultos de la novela
caminan desorientados por un territorio cargado de temores y heridas mal
cicatrizadas. Frente a ellos, Andrea y su amiga Ena representan una nueva
generación que ve cómo sus ansias de crear un mundo diferente son
sistemáticamente abortadas. «¡Cuántos días sin importancia! Los días sin
importancia que habían transcurrido desde mi llegada me pesaban
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encima», nos confiesa Andrea en su relato. Con su tono


desesperadamente existencialista, Nada es una novela urbana y siempre
moderna, pieza clave del realismo literario de posguerra. En el árido
escenario de la posguerra española fueron pocas las voces literarias que se
elevaron sobre el silencio y menos aún las de las mujeres, retaguardia
doméstica de un país militarizado y machista. Pero fue en ese contexto
poco favorable en el que una muchacha de veintitrés años sorprendió a
todos con su primera novela, que pasaría a la historia de la literatura
española y universal.
Nada cuenta la historia de las personas que rodean a Andrea, entre
octubre de 1939 y septiembre de 1940, durante su único curso académico
en Barcelona. Esas personas se agrupan en torno a dos núcleos espaciales,
la casa familiar en la calle Aribau, cerrado y oscuro, y el de la Universidad
y sus amigos, abierto y liberador. En realidad, y como opinaba el poeta
Juan Ramón Jiménez a propósito de la novela, Nada se reduce a unos
pocos acontecimientos, y por ello, añade, pertenece a las novelas sin
asunto, y hasta el capítulo 19 se desenvuelve como una serie de cuentos
unidos. Andrea llega a Barcelona a medianoche, es su primer viaje, tiene
dieciocho años y una avidez por absorber la vida. A partir de ahí, y de su
llegada a la calle Aribau, (“luego me pareció todo una pesadilla”), el relato
se basa en la construcción de esa nada que constituye la vida cotidiana de
Andrea tal y como la cuenta: la historia folletinesca de Angustias, el
melodrama de Román, Ena y su madre, el que une las figuras de Román,
Gloria y Juan, los escarceos amorosos de la protagonista o el episodio del
barrio chino. Al final, Andrea se va de Barcelona y deja atrás el espacio que
la oprimió, en el que sintió la presencia de la muerte y el horror de la vida
cotidiana. La maleta atada con la cuerda, símbolo de la miseria de la
época, y el sentimiento de la misma expectación de un año antes cierra el
círculo.

b) Estructura
En cuanto a la estructura, se divide en tres partes, formadas las dos
primeras por nueve capítulos y la tercera por siete. Los periodos que
abarcan cada una son los siguientes: la primera, de octubre a febrero; la
segunda, de marzo a junio; y la tercera, de julio a septiembre. La primera
parte se abre con la llegada de Andrea a Barcelona y su ingreso en el
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“ambiente endiablado” del piso familiar de la calle Aribau, y se cierra con


la marcha de su tía Angustias a un convento.
En la segunda parte Andrea comienza a sentirse más libre, y el eje
narrativo se traslada al exterior de la vivienda, a la Universidad y la calle. El
final de esta parte lo marca el primer baile fracasado de Andrea en la
mansión burguesa de Pons.
La tercera parte se inicia con la conversación entre la madre de Ena y
Andrea, y concluye con la marcha a Madrid. En esta última parte los
universos antagónicos de Aribau y el exterior se mezclan, en el presente y
en el pasado, a través de la relación de Román y Ena y, años atrás, con la
madre de Ena. Esta división de la novela en tres partes obedece a los tres
estadios que atraviesa Andrea en la lucha para alcanzar la independencia,
es decir, la victoria sobre Angustias, la superación del hambre y el desamor
y finalmente el desencanto y la destrucción de las ilusiones.

C. TEMAS
Nada es una novela de tono existencial, que refleja el desolado mundo
de la posguerra desde una perspectiva pesimista.
A través de sus personajes, del ambiente y de la narración en general,
muestra los efectos desastrosos de la guerra civil en la España de los años
40. La falta de libertades, de opciones de vida, especialmente para la
mujer, también son temas evidentes en esta novela.
Así, se refleja una imagen de la mujer abnegada, sumisa y sacrificada,
como se advierte en el personaje de Gloria. Las consecuencias de la guerra
civil también se perfilan en las dificultades económicas que padecen los
personajes.
En la novela, el hambre, la necesidad económica y la pobreza son hechos
indiscutibles a los que Carmen Laforet alude en varias ocasiones,
particularmente en el personaje de Andrea, la protagonista. El hambre
aparece en la segunda parte de la novela y llega a desequilibrar a Andrea,
frente a la abundancia de la burguesía de la familia de Ena.
En la novela de Carmen Laforet, hay varias alusiones a la religión católica.
Por ejemplo, cuando Angustias se despide bendiciendo a la familia como
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una santa y posteriormente, al partir el tren en que viajaba, se santigua.


Sin embargo, es una religión no vivida auténticamente, puesto que los
aspectos religiosos se presentan determinados por la situación histórica y
política de la posguerra.
En la narración, Carmen Laforet destaca el papel de la familia, el
ambiente, la psicología, el modo de ser y de conducirse de los personajes
y el medio social en que se desenvuelven.
La novela narra un fragmento vital de corte existencialista, puesto que
está abocado a la soledad y a la nada. Esta palabra que da título a la
novela aparece en varios pasajes de la obra, la primera cuando escucha
tocar a su tío Román y afirma no sentir nada.
En otras ocasiones, como después del baile con Pons, reflexiona sobre su
papel en la vida y se deshace en llanto. Los proyectos personales de
Andrea, el amor y la amistad, resultan un fracaso y están llenos de
sinsabores.
Ese “anegarse en la nada” alude a que todo el contenido está en el
interior de sí misma, en su palabra literaria, no en sus relaciones con los
demás. En este sentido, también podemos afirmar que nada le ha
sucedido a Andrea en un año, pero emocionalmente ha cambiado mucho.
Miguel Delibes en su artículo “Una interpretación de Nada” dice: Nada es
pesimista, pero no desesperanzada y señala como principal mérito de la
novela: “la experiencia de incorporar al lector a la creación”.

D. PERSONAJES
A menudo se ha señalado cómo la novela es una autobiografía de Carmen
Laforet. En efecto, existen coincidencias entre Andrea y la escritora: la
edad de la autora y de la narradora son similares; ambas han viajado hasta
Barcelona para estudiar Letras, se alojan en la casa familiar de la calle
Aribau y al final se marchan a Madrid. No obstante, la autora reiteró en
diferentes ocasiones que no trasladó a la novela su experiencia
barcelonesa.
Nada es una novela de crecimiento personal y de búsqueda de identidad
por parte de Andrea, la protagonista. Ésta tiene la necesidad de
reconocerse como ser humano frente a un mundo, frente a una sociedad
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y, sobre todo, frente a ella misma. La Andrea del relato es una adolescente
que se ve enfrentada a múltiples situaciones que la obligan a un continuo
mirarse y evaluarse.
La casa familiar es la decadencia moral, física y económica y Andrea
siempre está tratando de escapar a su influencia. Cuando al fin consigue
dejarla para ir a Madrid, se siente liberada por completo de aquel
ambiente, como se refleja en el último párrafo de la novela
Tras liberarse de Angustias, intenta abrirse al mundo de la Universidad, de
los amigos y vive sus fracasos amorosos, primero con Gerardo, por quien
siente un asco repentino, y luego con Pons, pues la cenicienta Andrea es
rechazada de ese mundo burgués y opulento. En ocasiones se ha sugerido
una posible atracción lésbica hacia su amiga Ena.
Los personajes femeninos tienen gran importancia en la obra. En la casa de
la calle de Aribau destacan Angustias, Gloria, la abuelita y la criada.
Podemos identificar sus conductas con las de las protagonistas del folletín
(Gloria) o la novela realista del XIX (Angustias). Angustias representa el
principal obstáculo en la búsqueda de libertad de Andrea, la moral
represiva y la disciplina, la falsa moralidad y religiosidad. Así lo demuestra
su relación con Jerónimo, a quien rechazó al principio por ser pobre y
después, cuando regresó adinerado, lo sedujo y arruinó su matrimonio.
Gloria está descrita como “la mujer serpiente”, su belleza contrasta con la
oscuridad de la casa. Superficial, sus palabras son simples como su
comportamiento, se muestra egoísta e interesada.
La abuelita (diminutivo cariñoso) es bondadosa y fantasmal, solo sale de
su silencio y de sus rezos con el único arrebato de cólera ante los planes de
Gloria. Tira al suelo la carta liberadora de Andrea, es casi su último gesto
de madre protectora.
Antonia, la criada, aparece como un ser animalizado y hosco, de instintos
primarios, que goza de la miseria de sus señores como una especie de
triunfo personal. Salva la vida a Román, hacia el que siente un oscuro
amor.
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De los personajes femeninos del mundo universitario destaca Ena, guapa,


rica, inteligente, irrumpe con fuerza en su vida, conocerla supone liberarse
del espacio cerrado de la casa y la inmersión en la naturaleza.
Tanto Ena como su madre representan a las protagonistas de la novela
sentimental romántica. La madre de Ena le confiesa su atracción juvenil
hacia Román, le ruega que la ayude a romper el hechizo que ahora sufre
Ena. El deseo de ésta de conocer a Román estaba alimentado por el deseo
de descubrir la fascinación de su madre hacia él y por la búsqueda de una
venganza.
De los personajes masculinos, mucho más desdibujados, se cita a Jaime,
novio de Ena, y a los acompañantes de Andrea. Gerardo es un personaje
episódico que la aborda una noche en las proximidades de la catedral y
con quien luego tendrá su primera cita, tras la que solo siente asco.
Después de su distanciamiento de Ena, tiene otra cita con otro personaje
del ambiente universitario, Pons, que será el causante de su segundo
fracaso sentimental. Pons también la introduce en un grupo de jóvenes
bohemios con pretensiones artísticas que se reúnen en el barrio gótico de
Barcelona, Guíxols, Pujol e Iturdiaga. Allí Andrea se siente dichosa. Con
Pons vivirá Andrea una nueva decepción, pues éste la rechaza de su
mundo, trivial y opulento, vacío y ajeno al suyo.
En la casa de la calle Aribau destaca el enloquecido Juan, que era un
militar republicano. Es una figura patética en su brutalidad y destrozado
por la sinrazón de la guerra y por la traición de su hermano Román, que
domina el espacio de la casa con su encanto maléfico, que va
desapareciendo poco a poco y queda reducido a un pelele ridículo.

F. EL ESPACIO.
Hay dos grandes mundos en la novela, identificados con dos espacios: uno
que representa la represión y otro la libertad. El piso de Aribau simboliza
el pasado, actúa a modo de prisión, y sus habitantes están sumidos en la
ruina económica y la degradación. Andrea, a sus dieciocho años, será
testigo mudo de lo que allí sucede. Por otra parte, el exterior,
materializado en la Universidad y sobre todo en Ena, representan el
fututo, el cambio de vida, aunque al final éste no llegue a materializarse.
Las vidas de sus amigos se desarrollan en la vía Layetana, donde vive Ena y
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su familia, en la playa, en la montaña, en la calle Montcada, donde tiene el


estudio Guíxols o en la mansión burguesa de Pons.

Dentro de los espacios del exterior, Barcelona es el que domina el relato,


no se limita a ser un marco de lo que ocurre. El nombre aparece en la
segunda línea de la novela y a menudo se citan sus rincones, sus calles y
monumentos y las impresiones que provoca en Andrea (las Ramblas, la
plaza de la Universidad, la catedral, el Tibidabo, el parque de Montjuïc). De
Barcelona, dos espacios tienen especial importancia: el barrio chino y el de
la Bonanova. Andrea entra en el barrio del misterio, del peligro y el vicio
detrás de su enloquecido tío Juan. En el otro extremo de la ciudad, en lo
alto, la riqueza anida en hermosas villas, alejadas de la miseria. Andrea
será rechazada de ese mundo adinerado y, como cenicienta, regresa a su
ambiente.

G. EL TIEMPO
En cuanto al tiempo, Nada presenta una estructura clásica de narración
lineal. El tiempo de la narración está enmarcado por dos comienzos de
otoño, y no tiene fecha histórica precisa, aunque sí sabemos que es los
primeros años de la posguerra. A pesar de que hay similitudes entre el
inicio y el final y de que por tanto la novela es circular, podemos considerar
que el desenlace es abierto.

H. LA NARRADORA
Andrea es la narradora del relato, y por ello, su perspectiva es subjetiva,
omite detalles y selecciona los detalles de la realidad que le interesan o
que quiere destacar. Así, oculta informaciones de las diferentes historias
que se entrecruzan en el relato. Y no sólo son historias que no se
completan, puesto que algunos finales de capítulo no quedan explicados,
lo que deja una imagen de misterio. Su visión se va haciendo cada vez más
introspectiva y reflexiva, en consonancia con su proceso de maduración
personal. Además, Andrea no es una narradora omnisciente, sino un
testigo que busca reconstruir la memoria de una época.
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I. NADA, COMO NOVELA FEMINISTA.

1.- DEFINICIÓN DE FEMINISMO.-

Feminismo es un término político que se refiere al reconocimiento


de la subordinación histórica y cultural de las mujeres y la toma de
conciencia de la necesidad de actuar para acabar con ello. En Wikipedia
encontramos la definición:" El feminismo es un conjunto heterogéneo de
movimientos políticos, culturales y económicos que tienen como objeto la
reivindicación de los derechos femeninos, así como cuestionar la
dominación y la violencia de los varones sobre las mujeres y la asignación
de roles sociales según el género.

Entre los logros sociales del feminismo se cuentan el voto femenino, la


igualdad ante la ley y los derechos reproductivos, y haber impulsado el
reconocimiento de la igualdad de derechos para minorías étnicas y la
mejora de las condiciones laborales. En su vertiente intelectual ha ejercido
influencia sobre la Teoría Crítica, dando lugar a los Estudios de Género.

Según Celia Amorós, la lucha por la igualdad de las mujeres es la


lucha por entender a los seres humanos en términos iguales, sin
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distinción de género. Sus orígenes se remontan a la Ilustración, cuando las


mujeres comenzaron a reivindicar su derecho a ser educadas como los
varones, y a que se reconocieran sus derechos, ya que en la Declaración de
Derechos del Hombre y los ciudadanos habían quedado fuera. Un hito
importante fue la Declaración de Derechos de la Mujer de Seneca Falls, en
1848.
En España se reconoció el sufragio femenino en la Constitución de 1931,
durante la II República, aunque en las elecciones a Cortes Constituyentes
de ese mismo año (junio), las mujeres ya pudieron presentarse como
candidatas. La primera vez que se puso en práctica el sufragio universal en
España fue en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933. Tras
la Guerra Civil y la dictadura, ya no se pudo ejercer el derecho a voto, y el
papel de la mujer prescrito por el régimen es el de "ángel del hogar", una
relegación de la mujer al espacio doméstico y a las "labores propias de su
sexo", y una subordinación total al varón.
Desde este enfoque, y tal como recuerda el personaje de la tía Angustias
en Nada, la mujer sólo cuenta con dos salidas "honrosas" en la vida: el
matrimonio o profesar en una orden religiosa. Esta misma opinión se
materializa en la novela en el personaje de Gerardo, un compañero de
clase que encuentra a Andrea deambulando por las calles una tarde, e
insiste en acompañarla a casa, ya que las mujeres "no deben andar solas
por la ciudad"
El planteamiento original de la novela de Laforet es que la protagonista
sea una chica joven que va a la Universidad a estudiar para subsistir por sí
misma, y con muy pocos sueños románticos en la cabeza, ya que el
régimen franquista no piensa que haya que instruir a la mujer en la
sabiduría, sino solo en aquellos aspectos necesarios para su labor como
ama de casa y cuidadora de la prole. Por ello, el franquismo volvió a
entender la educación como antes de la II República, aunque su
fundamente ideológico lo encontramos hasta en el mismo Rousseau,
quien en su Emilio afirma:
"dar placer (a los hombres), serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos,
criarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos,
hacerles agradable y dulce la vida, esos son los deberes de las mujeres en
todos los tiempos, y lo que se les ha de enseñar desde la infancia".
Esta idea es compartida por la Iglesia Católica, que ve en la mujer el papel
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cohesionador de la familia, por lo que no necesitaba ser instruida


intelectualmente más allá de su función de buena ama de casa y
cuidadora.
En 1876, la Institución Libre de Enseñanza apuesta por la educación
femenina y la coeducación:
(La Institución)"...Juzga la conducción como uno de los resortes
fundamentales para la formación del carácter moral, así como de la
pureza de las costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual
inferioridad de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que
aquélla se eduque, en cuanto se refiere a lo común humano, no sólo
como, sino con el hombre".
Con la II República se apuesta por una educación laica, pública, gratuita y
mixta (incluido el currículo ) a todos los niveles, aunque la coeducación
será eliminada durante el segundo bienio republicano, de la mano de Gil
Robles y la CEDA, que vuelve a la segregación por sexos en el aula. Esta
legislación siguió vigente hasta que se promulgó la primera Ley de
Educación del franquismo en 1945. Así encontramos a nuestra
protagonista, Andrea, llegando a la Universidad, aunque no es lo más
frecuente en su época. Tampoco lo es que quiera vivir de su sueldo, tal
como le expone a Pons cuando éste le pregunta qué hará al terminar la
carrera; ella admite no saberlo, pero piensa que acabará dando clase. Son
éstos algunos de los elementos que nos llevan a inscribir a novela como
"feminista". Pero hay algunos más.
En Nada, Andrea es invitada a una fiesta en casa de Pons, uno de sus
compañeros de clase y amigo - y quien la introdujo en el mundo masculino
y bohemio del estudio de Guixols -, miembro de la clase acomodada de
Barcelona y que demuestra interés por Andrea como mujer. Andrea, con
sus 200 pesetas mensuales tampoco tiene dinero para gastar en vestidos,
y por ello "con las manos un poco temblorosas trataba de peinarme con
esmero y de que apareciese bonito mi traje menos viejo, cuidadosamente
planchado para la fiesta". Al igual que Mabel Waring, Andrea va ilusionada
a la fiesta, pensando en el cuento de Cenicienta, ya que va a entrar en un
mundo de abundancia, frente a la carestía de su casa de la calle Aribau, y
de relaciones con gente mundana. Pero el cuento de Cenicienta no es
similar al de Andrea: ella no busca un príncipe azul, sino que se
encuentra un poco incómoda por el interés demostrado por Pons hacia
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ella, por su insistencia en que acudiera; ella tan solo desea poder llegar a
tener algún interés por él. Y la quiebra entre Cenicienta y Andrea viene
precisamente por sus zapatos, que no pasaron el examen de la madre de
Pons al recibirla, ya que eran "viejos y gastados"

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