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Entre la Memoria y Tradición

“Día de todos los santos difuntos”

En las altas montañas de los Andes peruanos, la


pequeña localidad de Huariaca cobra vida
durante el Día de los Muertos, una festividad
profundamente arraigada en la tradición y la
espiritualidad de esta comunidad. Para los
habitantes de Huariaca, el Día de los Muertos no
es solo una ocasión para honrar a sus seres
queridos fallecidos, sino también una
oportunidad para celebrar la vida y la conexión
eterna con aquellos que han partido.

Visita al cementerio:
Las familias se dedican a limpiar y decorar las
tumbas de sus seres queridos en su pintoresco
cementerio del pueblo. Se retiran las malezas y se
colocan cuidadosamente flores frescas y velas,
transformando el lugar en un santuario lleno de
color y fragancia.
Según las palabras de Feliciana nos dice:
“Los pobladores de aquí vienen 2 o 3 días antes
del 1 de noviembre para limpiar las tumbas de sus familiares fallecidos o
pintarlas, varias familias también podan las partes del alrededor de las tumbas
para que las tumbas queden presentables. También llevan flores y velas
prendidas así dejan las tumbas hasta que llegue el 1 de noviembre”
Los lugareños se visten con trajes tradicionales y llevan consigo objetos
queridos y fotografías de los difuntos. En el cementerio, se encienden velas y
se rezan plegarias en honor a las almas de los fallecidos. Las lámparas titilantes
iluminan los rostros emocionados de los participantes mientras se sumergen
en una atmósfera de reverencia y respeto.
Elaboración de la “tanta wawa”:
En los hogares, las mujeres del pueblo amasan con cariño los panes en forma
de lágrimas, huesos y cruces,
conocidos como "tanta wawas".
Estos panes, cuidadosamente
horneados, se convierten en ofrendas
sagradas que se compartirán con
familiares, amigos y visitantes durante
la celebración.
Algunas personas lo hacen con el fin
de negocio, para vender. Y otros es para compartir con los familiares.

Ofrendas:
Los altares en los hogares se convierten en verdaderos banquetes, con
platos típicos como tamales, pachamanca, mazamorra de distintos sabores,
frutas, caldo verde y picante de cuy dispuestos de manera artística junto a
las fotografías de los fallecidos. Estas delicias gastronómicas se preparan
según la preferencia del difunto.

Conclusión:
En última instancia, el Día de los Muertos en Huariaca trasciende las fronteras
entre la vida y la muerte. Es una celebración que fusiona lo sagrado y lo
terrenal, lo triste y lo alegre, creando un espacio donde las almas de los
fallecidos son honradas y recordadas con amor y devoción. A medida que
los lugareños se reúnen para celebrar esta festividad única y conmovedora,
Huariaca se convierte en un testimonio vivo de la importancia de mantener
viva la memoria de aquellos que ya no están físicamente presentes, pero
que siguen viviendo en el corazón de su comunidad.

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