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Aliento de cempasúchil.

Celebración de Día de Muertos

entre los pueblos indígenas del Estado de México.

México es poseedor de una valiosa diversidad cultural, conformada por

esencias y símbolos de origen prehispánico, que a través de los procesos

históricos, han dado lugar al fortalecimiento de la identidad entre los pueblos

indígenas

Día de Muertos entre los pueblos indígenas del Estado de México.

Una de las Celebraciones más importantes del pueblo mexicano es el Culto a


los Muertos, las Culturas Originarias en México se caracterizan por las
diferentes celebraciones que realizan en torno a sus usos y costumbres,
heredadas de los abuelos, la cual alcanza una significación mágico-religiosa
de mayor trascendencia para las culturas indígenas porque en este día se
reencuentran vivos y muertos de manera mística y respetuosa a través de la
relación con la naturaleza y su propia cosmovisión. Y son precisamente los
pueblos indígenas quienes asumen la conciencia de preservar, difundir y
revalorar la importancia de sus manifestaciones culturales, en un contexto
ritual. Por lo que es necesario que juntos revaloremos y dignifiquemos esta
tradición que nos pertenece y mantiene viva la fe en la continuidad de nuestras
raíces, que se niegan a morir.
Día de muertos otomí

En los Pueblos y Comunidades Otomíes les ofrecen a sus difuntos, lo que se


cosechó en la temporada dentro del ciclo agrícola. Se colocan ofrendas en
cada hogar, continuando con la tradición del Día de muertos. El 28 de octubre
se recuerda a los familiares que fallecieron de una manera violenta, al día
siguiente se espera a las almas que murieron sin ser bautizadas y sin recibir un
nombre. Se les espera con una cera y flores a fin de purificar su alma y
alumbrarles el camino.
Se tiene la creencia de que regresaran guiados por Guerreros Otomíes. El 31
se espera a los muertos chicos, los niños bautizados, igualmente con una cera,
flores y comida de temporada en la región.

Anteriormente, no podía faltar la música de violín y la tambora por la tarde y


noche, hoy en día, esta práctica se ha ido perdiendo.

El 1º de noviembre se reciben a los difuntos mayores, regularmente con una


canasta de flores silvestres (rojas y amarillas).

Cuando suenan las campanas de la comunidad, se encienden las ceras y/o


veladoras, una persona de la familia hace un camino con pétalos y flores por
donde entraran los seres queridos, en ocasiones hay un rezandero que los
espera con alabanzas por la tarde-noche.

La ofrenda se coloca en un petate o en tablas de madera, en ella se sitúan


ceras, veladoras, rosarios de flores, imágenes religiosas y frutas. Además se
ofrece el pan del día de muertos con su característica peculiar de figuras
humanas y coronas, pan que los mismos familiares hicieron. El pan con figura
humana hecho en casa, simboliza el espíritu de las personas. A las mujeres se
les coloca un petate para que descansen y a los hombres se les pone un banco
de madera. Invariablemente se les ofrece una bebida: pulque, alcohol, sende y
agua.

Cuando se encienden las ceras o veladoras, se va diciendo el nombre de la


persona esperada, en ocasiones este acto, se acompaña con rezos y alabanzas.
También hay comunidades que el día 31 por la noche asisten al panteón a
rezar a sus difuntos, otros se quedan en sus hogares y ante la ofrenda les rezan
y cantan.

Por último el día 2 de noviembre se visita el panteón para colocarle flores en


la tumba de los difuntos, se reza y algunos contratan algún grupo de música
tradicional para que les canten las canciones que a sus familiares les gustaban.
Los difuntos que murieron fuera del lugar, se recuerdan colocándoles una
veladora en donde murieron y el retrato en el altar y se les invita de comer lo
que al difunto le agradaba.

Al paso de los años, en esta tierra aún existen abuelos y jóvenes que siguen el
ejemplo de quienes los antecedieron y enseñan a sus familiares la cosmovisión
otomí, para que perdure.

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