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para la creación que no muchos poseen. Sin embargo, no nos podemos llamar a
confusión, a él le cuesta escribir, y cada línea, cada palabra, es la consecuencia
de muchas horas de trabajo, de mucho pulir, de mucho analizar personajes,
ambientes, tramas, matices, enfoques y un largo etcétera, hasta brindarnos una joya
limpia, de prosa fluida y atrevida, que nos hace creer que la fantasía es parte de
la realidad.
Las palabras que utiliza René Peguero Rodríguez son, sin pretensiones de
pontificar, las adecuadas. Ninguna de ellas está de más. Parece que hubiera
construido un reflejo exacto de nuestra realidad, logrando ser la voz literaria de
aquellos quienes se marcharon para “progresar” y, en cambio, empataron o perdieron,
formando, tal como lo narra la carismática Libélula, “una ciudad llena de autómatas
que hace tiempo perdieron el rumbo, y aún no lo saben”.
La Libélula, a pesar de ser la historia de una tragedia, es una gran noticia para
la literatura dominicana. Es la confirmación de un escritor que vino para quedarse.
René Peguero Rodríguez no es una promesa, es una realidad.