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Portada (digital)

Revista de Filosofía Fundamental


Número 1
mayo-agosto
2022
Número 1
mayo-agosto
2022
© Filosofía Fundamental Ediciones
Madrid, 2022
filosofiafundamental.com

De la versión digital:
ISSN: 2792-8489
Comité Editorial

Director / Editor

Carlos Sierra-Lechuga

Editores asociados

Ignacio Clavero-Fernández
César Rodríguez-García
Gerardo Trujillo

Para más información sobre la revista:


filosofiafundamental.com/revista/
Índice

Nota Editorial 11
Ignacio Clavero-Fernández
Finalidad y naturaleza. ¿Un espacio
para la explicación teleológica en biología? 17
Héctor Velázquez Fernández
La teoría de la evolución en el contexto
británico del siglo XIX 43
Juan Manuel Rodríguez-Caso
La reología, ¿una transformación de la metafísica? 73
Gerardo Trujillo Cañellas
Estructura trascendental de lo real 115
Carlos Sierra-Lechuga
La tríada modal de la estructuración:
una herramienta reológica 221
César Rodríguez-García
Lo físico y lo conceptivo en
la paradoja temporal. A propósito de
“Qué es físico” de C. Sierra-Lechuga 263
Pedro Abellán
Estructuras (disipativas). A propósito de
“Lo físico y lo conceptivo en la paradoja temporal”
de P. Abellán 287
Carlos Sierra-Lechuga
Reseña (en castellano) del libro:
Introdução a Xavier Zubiri – Pensar a realidade 305
Marcos Vieira das Neves
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Estructura trascendental de lo real

Carlos Sierra-Lechuga
Filosofía Fundamental, España

Resumen
Sostenemos que las cosas no son substancias sino sistemas, y
que lo son porque la realidad es estructura y sólo en la
estructura, entendida como “respectividad”, es viable que haya
algo sustantivo (no substancial), es decir, que sea suficiente
constitucionalmente. Ahora bien, distanciarnos del
“substancialismo” ya lo hemos hecho en otros sitios, aquí
haremos lo propio también respecto de las actuales metafísicas
“estructuralistas”, por parecernos idealistas. Para esto,
pasaremos ordenadamente por los siguientes temas: el
relacionismo, el relacionalismo, el estructuralismo, crítica
interna del estructuralismo, crítica reológica del estructuralismo
a través de una vía física (qué es físico; estructura y ley;
estructura, apertura y estructuración; la estructura como un
trascendental), estructurismo y respectividad (respectividad
constituyente; respectividad remitente, su unidad común).

Palabras clave
Relacionismo, estructuralismo, realismo estructural,
respectividad, trascendentales.

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Estructura trascendental de lo real

Transcendental structure of the real

Carlos Sierra-Lechuga
Fundamental Philosophy, Spain

Abstract
We maintain that things are not substances but systems, and
that they are so because reality is structure and only in structure,
understood as “respectivity”, it is viable that there is something
substantive (not substantial), that is to say, that it is
constitutionally sufficient. Now, we have already distanced
ourselves from “substantialism” in other places; here we will
also do the same with respect to the current “structuralist”
metaphysics, because they seem idealistic to us. For this
purpose, we will go through the following topics in an orderly
way: relationism, relationalism, structuralism, internal critique
of structuralism, reological critique of structuralism through a
physical way (what is physical; structure and law; structure,
openness and structuration; structure as a transcendental),
structurism and respectivity (constituent respectivity; remitent
respectivity, their common unity).

Keywords
Relationism, structuralism, structural realism, respectivity,
transcendentals.

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Estructura trascendental de lo real

Carlos Sierra-Lechuga

1. Motivos para una reología de la estructuración


La reología es una metafísica más cercana a las “metafísicas
del proceso” o los “estructuralismos” que a las clásicas
substancialistas (Sierra-Lechuga, 2020), lo que ha traído
por consecuencia las dudas escépticas de quienes, aun
habitando el siglo XXI, sin embargo, se sienten más
próximos a doctrinas del siglo IV a.C. o, cuando más, a las
de los siglos XII y XIV d.C. Estas dudas vienen tanto de
“substancialistas” como de otros “estructuralistas”, siendo
estos últimos quienes destacan la preeminencia de las
estructuras con una filosofía aparentemente acorde con la
ciencia más contemporánea y, sin embargo y como
veremos, no terminan por calar hondo, toda vez que su
metafísica sigue estofada de ideas tan vetustas como las
platónicas.
Es normal que escépticos substancialistas se
cuestionen por el estatus “ontológico”, como gustan decir,
de las relaciones, ya que para que algo se relacione, es
preciso la citerioridad del algo por relacionar –según creen.
“Citerioridad” o “citerior” es un término que los reólogos
hemos acuñado para demarcar “anterioridad” metafísica,
sea o no cronológica (a la inversa, “ulterioridad” o
“ulterior”). Se cree, entonces, que lo relacionado (los
relatos, relata) precede a las relaciones y que las relaciones

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Estructura trascendental de lo real

presuponen los relatos, es decir, presuponen lo que va a


relacionarse. En el otro extremo, estructuralistas idealistas
creen que no hay relatos, que “estructura es todo lo que
hay” sin que ese tipo de estructura parezca, en efecto, que
lo haya. Ambos son ingentes errores, bien herederos de
aquellas metafísicas vetustas en el caso de las filosofías más
tradicionales, o bien, en el caso de las más
“contemporáneas”, de una metafísica parvularia más
acorde con una experiencia sesgada del día a día o con una
hipóstasis de los asuntos de las ciencias, antes que con
investigaciones serias en lo hondo de lo real.
Es menester, pues, hablar de las relaciones y, más
que de su estatuto ontológico, de su fundamento
reológico. Podría hacerse toda una investigación centrada
en la matemática discreta, la teoría matemática de
categorías, teoría de números, de simetrías, mereología,
etc. (pruebas todas de lo importantes que son las
relaciones), pero este es un breve texto que pretende
responder a cuestiones más bien inmediatas que se han
planteado en los debates entre reólogos y ontólogos (por
ejemplo, en el grupo internacional de investigación
científico-filosófica Realidad y proceso, aunque no sólo ahí).
Frente a tales dudas, es preciso hacer un breve recuento de
qué son las relaciones y cómo es viable pensarlas de
diferentes modos, de manera que pueda entenderse que lo
crucial, en el fondo, es la estructura y no así los nodos
(substanciales o no) por ella estructurados.
Eso sí, el lector irá notando en el discurso un
corrimiento a la dificultad conforme vayamos avanzando;
es menester anunciarlo, porque, prestos los profesionistas

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

de la filosofía a no leer más que lo que coincide con sus


precomprensiones, dan por irrelevantes cuestiones que,
más bien, no están dispuestos a querer entender. Toda
filosofía tiene su grado de dificultad y su lexicón; nosotros
iremos avanzando de a poco. Luego de decir cuál será el
marco en el que nos moveremos (punto 2)), en lo que sigue
comenzaremos por un mero recuento de algunas tesis
filosóficas relativas al tema de las relaciones; son los
puntos 3) relacionismo, 4) relacionalismo y 5)
estructuralismo; el lector no hallará dificultad ninguna en
esto. Subiremos un poco el nivel cuando comencemos con
la crítica al interior de este último; será el punto 6). En los
puntos 7) y 8) nos proponemos hacer con todo rigor
filosofía. El lector notará entonces el ensayo filosófico.
Cerraremos con una breve conclusión que deje de
manifiesto nuestra posición, a saber: las cosas no son
substancias, las cosas son sistemas, y lo son porque la
realidad es estructura y sólo en la estructura, entendida
como “respectividad”, es viable que haya algo sustantivo,
es decir, que sea suficiente constitucionalmente.
Este texto, pues, será muy sucinto, dedicado a
despejar cuestiones que se nos han planteado
exógenamente. Por eso, no sólo aclarará los hallazgos de
la reología frente a los de la ontología (que como tal es
substancialista siempre), sino que, además, servirá para
demarcarnos respecto de otros estructuralismos al uso.
Resta decir que el presente trabajo podrá acompañarse de
otro que redondea cuestiones también tratadas aquí, el
llamado Estructura y realidad, una investigación de reología, que

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Estructura trascendental de lo real

esperamos pronto salga de la prensa de otra revista que lo


tiene.

2. Nuestro marco teórico


Las relaciones se hallan en ámbitos distintos, por lo que es
viable decir que hay como gradientes de relacionalidad, es
decir, flujos entre esos diferentes ámbitos, de modo que
los tipos de relaciones se ven fundados unos en otros. Y
podríamos hacer una suerte de demarcación de dichos
ámbitos de relaciones yendo desde lo más periférico a lo
más fundamental. A este respecto, lo que Xavier Zubiri
(1979) nos dice en Respectividad de lo real puede sernos de
mucha ayuda, siempre que depuremos su discurso de lo
relativo a su propio sistema de pensamiento y lo usemos,
más bien, como herramienta. La herramienta en concreto
será la “taxonomía” que nos propone, para que seamos
nosotros quienes enfaticemos la efectiva diferencia entre
una relación trivial (por así decir) del tipo “mayor que”,
respecto de una mucho más profunda del tipo “campo
físico de respectividad”.
Esta taxonomía distingue entre la relación
categorial, la relación constitutiva, la relación trascendental
y la respectividad, dentro de la cual hay respectividad
remitente y respectividad constituyente (Zubiri, 1979: 15 y
ss). Para notar su fundamentación funcional y la potencia
que la reología tiene para la metafísica contemporánea,
digamos unas cosas de ellas y comparémoslas con lo que
los actuales estructuralismos (y/o relacionismos) nos
dicen.

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3. Relación categorial: el relacionismo


Esta es la típica posición que afirma que la relación no
tiene peso real. Se trata de la “relación categorial”, llamada
así por la metafísica substancialista estándar (vale decir,
aristotélico-tomista), por estar dentro de las nueve
categorías accidentales de las que habló el estagirita (Cat.
6a37 y ss). Es la relación entendida como πρός τι, que está
lejos de ser tan real como lo sería algo delimitado
“substancialmente”, es decir, no tiene la realidad que
tendrían los relatos que con ella se quieren relacionar.
Πρός τι, la idea de relación, literalmente puede
traducirse como “ante qué”. Se trata de un ante qué, un
ante algo. Esto es crucial, porque lo que se nos está
diciendo en esta forma de expresión es que no hay algo así
como mera “relación”, no es meramente “πρός”. El
griego, Aristóteles concretamente, no está pensando que
relación sea πρός, sino que es πρός τι. No es solamente un
“ante”, una mera “relación”, sino una relación a algo. Y
entonces Aristóteles nos pone ejemplos de lo que él
entiende por relación: “lo mayor que algo” (τινὸς γὰρ μεῖζον
λέγεται), “lo doble de algo” (τινὸς γὰρ διπλάσιον λέγεται).
Siempre remitiendo de una cosa a otra cosa (τινὸς), es
decir, la relación requiere relatos; es la típica frase que muchos
lanzan a los estructuralismos, incluido al nuestro, toda vez
que quien la lanza no distingue entre gradientes de
fundamentalidad en la noción de relación, quedándose en
la superficie del “relacionismo”.
De aquí que se diga que, de todas las categorías, la
relación es la que menos es naturaleza, la que menos es real

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Estructura trascendental de lo real

o la que menos es substancia, “τὸ δὲ πρός τι πάντων ἥκιστα


φύσις τις ἢ οὐσία τῶν κατηγοριῶν ἐστι” (Met. 1088a23).
Ernst Cassirer, en su estudio al respecto, nos dice que:

The category of relation especially is forced into a


dependent and subordinate position by this fundamental
metaphysical doctrine of Aristotle. Relation is not
independent of the concept of real being; it can only add
supplementary and external modifications to the latter,
such as do not affect its real “nature” (1923: 8).

Esta relación categorial ciertamente “existe”, necio sería


negarlo. Es la relación que podemos hacer día a día. Es
una mera relación extrínseca; pendiente en todo momento
del punto de vista del observador y sus propósitos, que
quiera relacionar (arbitrariamente) relatos más o menos
sustantivos (o algunos dirían “substanciales”) con
relaciones meramente conceptivas. Esto no implica futileza,
pues a este nivel hay ya mucha complejidad en uno u otro
ámbito, por ejemplo, en la psicología, que encuentra que
los humanos, siendo entrenados en cierto tipo de
relaciones, sin embargo pueden derivar más relaciones aún
a partir de la equivalencia y transitividad entre relatos; la
teoría de los “marcos relacionales” no es para nada fútil,
de modo que el que este “relacionismo” sea el más
“excéntrico” en orden de fundamentalidad, no significa
que no hay ya, en este ámbito de relaciones, bastante
riqueza. Con todo, la fundamentación metafísica cala más
hondo.

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En cualquier caso, este es un primer ámbito en el


cual los relatos de estas relaciones son las cosas reales entre
las que se da esta relación, lo que en el fondo hace que la
relación como tal penda de la realidad de los relatos. Por
eso es que, en el esquema básico, lineal y simplista que es
“substancia-accidente”, la relación es un accidente de la
substancia, es consecutiva pero no constitutiva suya.
Esta primera noción de relación, la más superficial y
extrínseca, es lo que hoy las filosofías contemporáneas,
sobre todo a partir de David Lewis, llaman
“superveniencia humeana”, que se define como: “the
thought that there are no necessary connections between distinct
existences” (Ladyman et al., 2007: 150). Estas diferentes
“existencias” (realidades) serían esos relatos a relacionar de
un modo no necesario; este tipo de relación “has been and
is endorsed by many philosophers, including, for example, Aristotle
and Leibniz” (Ladyman et al., 2007: 148). A esta forma
extrínseca de relación, por querer relacionar substancias
independientes, se llama “relacionismo” o
“correlacionismo” (Zubiri: 1979: 17); quedémonos con el
primer mote para no confundirlo con lo que hoy algunos
“realistas” critican, llamando “correlacionismo” a las
filosofías donde el “objeto” siempre es para un “sujeto”
(Sierra-Lechuga, 2022).

4. Relación constitutiva: el relacionalismo


Pero hay más relaciones que aquellas que se hacen
extrínsecamente; además del relacionismo está el
relacionalismo. Siendo aquél el más superficial, podemos

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Estructura trascendental de lo real

profundizar “concéntricamente” por orden de


fundamentalidad. El siguiente modo de relación sería la
“relación constitutiva”. Si la referencialidad no fuera
accidental a las cosas (más o menos sustantivas), como en
el caso de la relación categorial (que cree que los relatos
son substanciales), sino propia de ellas, entonces la relación
no sería consecutiva sino constitutiva. Hay relaciones que no
son consecutivas a la independencia de los relatos, sino que son
constitutivas de las cosas mismas, de modo que más que
hablar de relaciones entre cosas se diría que las cosas son
relaciones:

Lo que llamamos cosas no harían sino nudos de


relaciones. El cosmos sería como un tejido, como una
tupida red de hilos, cuyos nudos son lo que llamamos
cosas. Es el relacionismo objetivo. La cosa no sería sino
un haz de relaciones a otras cosas. Y precisamente por
ser algo relativo a todas ellas, pueden unas cosas actuar
sobre otras. Toda actuación se fundaría en esta relación.
Una relación, repito, no consecutiva a las cosas reales,
sino constitutiva de ellas. En este sentido se escribieron
largos capítulos, como por ejemplo de lo que es el átomo,
y de lo que son las leyes físicas (Zubiri, 1979: 18).

Como se ve, aquí ya se habla de “nudos de relaciones”, es


decir, la cosa ya no es algo fuera de la relación, ahora es,
vale decir, un nodo (como dirían las teorías de grafos). Las
cosas ya no serían substancias propiamente tales sino
nodos. También se les dice hoy “haces de relaciones”
(bundles of relations), expresión usada hoy por muchos y en

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virtud de lo cual se le compara contra la clásica idea


substancialista:

[...] the world might be wholly constituted by relations as


bundle theorists [hold]: particular objects are “bundles”
of compresent properties or relations. A bundle theorist
would hold that […] if objects are bundles of relations,
objects are collections of relations borne to other
collections of relations. Bundle theories can be
contrasted to traditional substance-attribute theories. A
substance-attribute theory holds that particular objects
are substances possessing various properties and
standing in various relations to other substances. On
such a view, properties or relations do not make up
objects […]. Rather, properties are possessed by objects;
and objects stand in assorted relations to one another
(Heil, 2003: 108).

Pero por mucho que las teorías de “haces de relaciones”


parezcan algo en contraste con las substancialistas, todavía
se trata en ellas, ciertamente, de un nodo, o sea de algo más
o menos ajeno a la propia red. Por lo menos, es verdad, ya
es un nodo, es decir, algo que en modo alguno es
independiente de la red. Es, en sentido científico, la idea
clásica de campo; el campo clásico. Aquí, ciertamente a las
cosas ya no les “supervienen” las relaciones, más bien son
como haces de relaciones, nodos de hilos relacionales
(vectoriales) o, visto a la inversa, puntos de aplicación del
campo –es la idea de Maxwell. Fue el gran paso del
electromagnetismo respecto de la mecánica.

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Estructura trascendental de lo real

Sin embargo, la relación, aunque constitutiva, no es


todavía fundamental. ¿Es que las cargas son las causas de
las atracciones o repulsiones o más bien es lo que dice
Maxwell, que las cargas son el punto de aplicación de un
campo electromagnético? Ambas opciones son posibles a
la interpretación, pues las ecuaciones dan para ambos
sentidos, lo que significa que no desaparece por completo
la idea del relato en y por sí mismo constituido, de modo
que pueda ser aquello donde ha de recaer la relación luego
de ser, en primera instancia, un relato.
Así pues, para esta segunda noción, no es, en sentido
estricto, que las cosas se constituyan por el campo, sino
que son aquello donde el campo recae constitutivamente,
donde el campo se aplica. Ciertamente ya no hay una
absoluta independencia respecto de todas las otras cosas
(cargas, por ejemplo), precisamente por el campo, pero en
términos constitutivos y no sólo operativos las cosas sí
siguen siendo cosas a pesar de ese campo que las relaciona
con otras cosas: son sujetos donde se ejecutan las relaciones,
sujetos donde recae el campo, sujetos que soportan relaciones,
constitutivas a ellos, sí, pero sujetos al fin y, por tanto,
siguen las relaciones sin ser citeriores. El cosmos, pensado
como una tupida red de hilos o haces, sería precisamente
la idea del cosmos como campo. Insistimos: aunque aquí
el campo tiene su importancia, esta idea clásica sigue
pensando que el electroimán (o la carga o el imán) es algo
sustantivo previo al campo que “genera”; una idea muy
subsidiaria aún, como se ve, de las “líneas de fuerza” de
Faraday.

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Aquí ya no se trata del mero relacionismo, sino del


“relacionismo objetivo”, como le nombró Zubiri, pues la
relación no es extrínseca, propia de un observador que
quiere relacionar más o menos arbitrariamente, sino que es
propia del objeto. Todos los actuales bundle theorists se
quedarían aquí, creyendo que ciertamente hay cosas, pero
con relaciones constitutivamente esenciales (por eso, las
cosas son “haces”) o, como creen incluso ciertos
objetualistas de hoy, hay “substancias” pero con
“propiedades esenciales” (sic) que son relacionales
(Maudlin, 1990)1. Ya no serían las “propiedades
intrínsecas” de Lewis, que son tales por ser no-
relacionales, pero, con todo y lo relacional que se quiera,
son “esencialmente propias”, sea cual sea el sentido de esta
idea (casi) contradictoria. A esta teoría del relacionismo
objetivo, algunos metafísicos como Joseph Kaipayil,, han
llamado con mayor precisión “relacionalismo”:

1 En la bibliografía haré referencia sólo al título de este texto y al año


de su publicación, por respeto al autor y su obra, pero no citaré la
revista que lo ha publicado, por el motivo inverso. Mi razón es que no
quiero contribuir al “alto impacto” de editoriales que monopolizan y
capitalizan el conocimiento. Sumándome al boicot que ya emprenden
varios intelectuales, me parece que, además de no publicar en ellas ni
de pagar por leerles, cuánto más por publicar ahí, es menester no
citarles; de esta forma, su “impacto”, de ser “alto”, no lo será por
quienes abiertamente renunciemos a contribuir con ese vicio
“académico”. Para otros tres artículos más haré lo mismo; lo indicaré
en su momento. Por otro lado, si a los medidores automáticos les basta
con el nombre del “paper”, me temo que, para próximas ocasiones, sin
desmerecer a los autores ni sus obras, no volveré a citarles
expresamente.

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Estructura trascendental de lo real

Relationalism is not anti-substantivism [léase


“substancialismo”, no nuestro “sustantivismo”]. On an
anti-substantivist view, things are not objects in their
own right, but only events dependent on other events for
their existence. Even if we grant the argument that
relations are ontologically more fundamental than
entities themselves, the question is, if there are no entities
with some enduring substantivity [léase
“substancialidad”, no nuestra “sustantividad”], how do
relations themselves exist? Relation is “holding” between
two or more things. If entities disappear, relations also
will disappear (2009: 8).

Kaipayil, como muchos otros, caen en la ilusión de que un


“relacionismo radical” niega la sustantividad de las cosas,
aferrándose a la idea de substancia, para ello,
sofisticándola. El relacionalismo sigue siendo substancialista.
Este “relacionalismo” vive aún de los resabios del
substancialismo, pero ciertamente da un paso más allá de
la superveniencia humeana de la relación categorial,
porque las relaciones, en la medida en que pertenecen al
objeto más que a los relatos por separado, a los relatos ya
relatados, sí son necesarias de algún modo. Así, por otra
parte, se nos dirá:

“non-supervenient relations” […], that is, relations that


do not supervene on the monadic properties of their
relata […]. On this view, facts about relations must be
understood as irreducible to facts about the non-
relational properties of individuals; […] non-
supervenient relations are equivalent to what Lewis

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(1986) calls “external relations”. […] an external relation


is one which fails to supervene on the intrinsic properties
of its relata, but does supervene on the intrinsic
properties of their “composite” (Ladyman, 2007: 149).

Ya no superviene la relación a sus relatos, pero sigue de


algún modo “superviniendo” a las propiedades del
“compuesto” formado entre y por ellos. A mi entender,
por su parte, el llamado “sistemismo” de Mario Bunge
entraría y se quedaría sólo en este ámbito del
relacionalismo, toda vez que su idea de “estructura” sigue
requiriendo de “componentes” (sic) que pertenezcan a un
sistema (Bunge, 2012). Pero se puede ir más hondo aún.

5. Relación trascendental: el estructuralismo


Además del “relacionismo” y del “relacionalismo”, es
decir, de las tesis que creen o que lo que hay son
substancias, objetos o cosas y que las relaciones sólo
sobrevienen a ellas, o bien que hay objetos o cosas
entendidos como haces de relaciones o puntos de
aplicación de éstas, respectivamente, puede llegarse a un
tercer ámbito de relación, ciertamente más profundo.
Se trata de la “relación trascendental”, llamada así
por Zubiri, creemos, por demarcación de su filosofía
respecto de la de Amor Ruibal. Nosotros, más bien,
aceptamos el mote porque se trata en esa posición de hacer
la relación el trascendental (por antonomasia). Se distingue
de lo anterior porque, si en el relacionalismo la relación es

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Estructura trascendental de lo real

constitutiva de un sujeto (de un relato o de un compuesto


de relatos), en ésta ella misma, la relación, es el sujeto
mismo. Es decir, lo fundamental aquí no es el relato que
constitutivamente está puesto en relación (en un campo,
por ejemplo), como un haz de relaciones; aquí lo
fundamental no es el haz de relaciones, sino las relaciones
del haz. Y entonces la cosa cambia, porque el
substancialismo flaquea todavía más. Aquí lo crucial no es
el nodo, el nudo de relaciones, sino la estructura. Es decir, la
realidad es ella la estructura, y no sus relatos. La estructura
es el trascendental.

Relación transcendental es aquella que pertenece a la


esencia misma del sujeto relacionado, esto es, a su propia
y estricta entidad [léase: realidad]. […] la relación
transcendental se identifica como relación con la entidad
[léase: realidad] misma de su sujeto. En su virtud, a
diferencia de la relación categorial, y de la relación
constitutiva, la relación transcendental no supone la
existencia de los dos relatos (Zubiri, 1979: 19).

La realidad del relato no es ser sujeto de relaciones, sino que


consiste en ser la relación su mismo sujeto. Dicho de otro
modo: no hay sujeto tras la relación, no hay más sujeto que
la relación misma. Esto tumba el substancialismo porque,
como se ha dicho, aquí la relación trascendental no supone
la existencia de relatos.
A esta teoría que sostiene que no hay relatos sino
sólo relación, el ya mencionado Kaipayil ha llamado

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

simplemente “relacionismo” como teoría distinta del


anterior “relacionalismo”. A diferencia de éste, el
“relacionismo” entendido como lo hace él abandona el
substancialismo:

Relationalism is not relationism. Relationism holds that


what ultimately exists are relations and that reality is the
totality of relations. For a relationist, relata are aspects of
relation, and that which is acting on and that which is
acted upon are only aspects of action which is relation
(Kaipayil, 2009: 9).

Mientras que el “relacionalismo” anterior estaría en el


orden de la relación constitutiva, el “relacionismo” así
entendido estaría en el de la relación trascendental. Habría
que decir, ciertamente, que Kaipayil es un substancialista
sofisticado que hace esta distinción para tomar posición en
favor del relacionalismo, donde los relatos son aún
citeriores a las relaciones, aunque éstas no sean meramente
categoriales. Por otra parte, nótese cómo en este otro
ámbito acontece lo que ya bien puede llamarse
“estructuralismo”, en el que los relatos no son más que
aspectos de la relación. Para ser más rigurosos, a estos
“aspectos” mejor convendría llamarles “biperspectos”,
como ya hay quien lo hace:

The terms of relations, i.e. the “relata”, are derivatives of


experience which, because they arise from bi-
perspectival viewing, are called “Perspects”. […] What

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Estructura trascendental de lo real

they are, however, was not clearly delineated, except that


the relata are completely determined by their relation.
[…] My claim is this: that the so-called “terms” of every
relation (a and b of every aRb) arise from viewing the
R(elation) bi-perspectivally. Thus they are called
“Perspects”, or more accurately, “Bi-Perspects” (Oliver,
1981: 156-157).

De este modo, el “relato que actúa” (which is acting on) junto


con el “relato sobre el que se actúa” (which is acted upon) sólo
aparecen viendo biperspectivamente la acción, que es la
realmente real. “Things, objects, entities, are abstractions of what
is relatively constant from a process of movement and transformation”
(Bohm, 1969: 42). Los relatos sólo aparecen cuando se
mira la relación así o asá; no sería que las relaciones
requieren relatos (como supone la “relación categorial”),
sino al revés: los relatos requieren relaciones.
Así pues, tendríamos ya tres diferentes tipos de
teorías referentes cada una al gradiente de relación del que
se esté tratando, bien entendido que estas teorías no suelen
reasumir a las otras, como haremos nosotros toda vez que
afirmamos que cada una supone a la posterior, siendo cada
posterior citerior a la anterior.
Estos tres tipos de tesis son: a) El relacionismo de la
relación categorial; b) el relacionalismo de la relación
constitutiva; y c) tenemos un nuevo “relacionismo” que,
para no repetirnos ni confundirnos, mejor llamaremos
estructuralismo, ya que la idea anti-substancialista de que las
cosas no son objetos de suyo (“things are not objects in their own
right”) es, precisamente, el estandarte de batalla de los

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estructuralismos contemporáneos, por ejemplo, cuando


dicen: “There are no things. Structure is all there is” (Ladyman,
et al., 2007: 130), “there can be other conceptions of reality, based
on the concepts of potentials, structures or processes instead of
substance” (Cao, 1997: 6) o incluso “‘All is process’. That is to
say, ‘There is no thing in the universe’” (Bohm, 1969: 42). En
efecto, es la relación trascendental que no requiere de
“cosas” porque aquí la estructura es lo único que hay, es el
trascendental, el único.
Cabe decir, sin suponer que es una obviedad, que
cuando en esta mentalidad aquí se dice “cosas” se entiende
algo diferente a cuando lo hacemos los reólogos. Para
otros, “cosas” tiene una acepción substancialista, pero esa
acepción es trivial y a, la postre, falsifica el sentido de lo
que siempre ha querido decir “cosa”. Ellos quieren decir
substancia u objeto, incluso entidad, como todos los
ontólogos, esto es, algo discernible (absoluta o
fuertemente), delimitado, autosuficiente, independiente,
con propiedades intrínsecas, etc. Por eso, se usan
expresiones como esta: “at the level of the very small there are
no ongoing things (substances, objects) at all in nature[...].
There are only patterns of process that exhibit stabilities” (Rescher,
2000: 12; cursivas mías).
Sin embargo, cosa, en sentido reológico, es asunto, res,
por tanto, el que sea o no substancia será cuestión ulterior
por averiguar, y no algo que de antemano demos por
supuesto. Resulta que, en los resultados de la
investigación, las res no son nunca substancias, sino
“sistemas estructurales” (como diremos luego), por tanto
“cosa” termina significando (como conclusión, no como

133
Estructura trascendental de lo real

premisa) sistema o “sustantividad”. Aclarada esta salvedad


respecto del uso del vocablo “cosa”, volvamos a cuento.
Para varios de los actuales estructuralismos,
entones,“individual things are locally focused abstractions from
modal structure” (Ladyman, et al., 2007: 153), elegidas como
tales por “invariants with respect to the transformations relevant to
the context” (146). Las cosas serían, para ellos, como hemos
dicho y en última instancia, un “(bi)perspecto”. Esto es lo
propio del estructuralismo, cuyo “core aspect of the claim that
relations are logically prior to relata is that the relata of a given
relation always turn out to be relational structures themselves on
further analysis” (155). Así entonces, continúan, la idea de
cosas no relacionales resultaría ser un mero prejuicio de las
“metaphysical categories inherited from the ancient Greeks that are
simply not appropriate for contemporary science or mathematics”
(156).

From the time of Aristotle, Western metaphysics has had


a marked bias in favor of things. Aristotle's insistence on
the metaphysical centrality of ostensively indicatable
objects (with tode ti as a pointable-at this) made an
enduring and far-reaching impact. In fact, it does not
stretch matters unduly to say that the Aristotelian view
of the primacy of substance and its ramifications (see
Metaphysics IV, 2, 10003b6-11) –with its focus on
midsize physical objects on the order of a rock, tree, cat,
or human being– have proved to be decisive for much of
Western philosophy (Rescher, 2000: 4).

134
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Ahora bien, la “relación trascendental” no necesita la


realidad de los relatos, ciertamente; pero, en rigor, tampoco
carece de ellos. Esto es otra cuestión. Pasa que la realidad de
“aquello” por relatar es numéricamente la misma que la de
la relación (“the relata of a given relation always turn out to be
relational structures themselves on further analysis”). Es decir: se
prescinde de la realidad de los relatos, pero no de los relatos
(a secas). Su carencia de relatos significa que la realidad de
lo relatado no es nada más que la realidad de la relación, por
eso es que “en posteriores análisis los relatos resultan ser
estructuras relacionales”. Sin relación, lo relatado no
tendría realidad: “‘There are only relations, and no relata’ can be
read as asserting that, while there are relata, they can be analysed
into further relational structure themselves” (Ladyman, et al.,
2007: 152). La relación es la propia realidad de los relatos,
de modo que tras ella no hay nada más: si aparece un relato
sería igualmente relacional.
Lo que es real es la relación, no dos relatos
relacionados. “Dos relatos relacionados” sería la “relación
no-superveniente” de su “compuesto” que ya hemos
dejado atrás en la “relación constitutiva”, pero aquí ya no
se trata de esto. La realidad de las cosas de que trata, por
ejemplo, la Relatividad General, no es ninguna otra que la de
las ecuaciones que las describen. ¿De qué habla esta teoría? De
geometría diferencial, ecuaciones de campo, tensores y
nada más. ¿Es verdad que nada más, que no hay objetos?
Sí, es verdad que no hay nada oculto “tras” estas
ecuaciones; pero hemos nosotros de hilar más fino.
Hasta ahora, hemos profundizado desde el
relacionismo de la relación categorial, a través del

135
Estructura trascendental de lo real

relacionalismo de la relación constitutiva, hasta el


estructuralismo de la relación trascendental, pero éste último,
con todo y no suponer relatos, tampoco nos parece
fundamental a quienes buscamos hacer una metafísica no
sólo científica sino también filosóficamente responsable,
lo reólogos. Conviene, pues, criticar reológicamente al
estructuralismo y reasumirlo en nuestro estructurismo.
Hasta aquí hemos hecho no más que un recuento de
tesis filosóficas. Toca ahora elevar el nivel. Comencemos
con una crítica.

6. Crítica interna del estructuralismo


Relacionismo, relacionalismo y estructuralismo son tres
tesis en torno a las relaciones que, con todo y las sutilezas,
no terminan por parecernos fundamentales. Por otros
trabajos, escritos y orales, ya está claro que los reólogos
discrepamos contra individuos autosubsistentes, los
“relatos” entendidos con una “substancialidad” citerior.
Pero también hay varias diferencias cruciales con el
estructuralismo disponible al uso.
De estos estructuralismos, admiramos sus críticas a
la metafísica tradicional, substancialista, objetualista.
Muchas veces dan al clavo cuando critican la idea de
“objeto”. Sin embargo, lo que nos parece menos admirable
son sus propuestas. Coincidimos con el diagnóstico, pero
no con la terapéutica. Creemos que hemos de terminar por
entender la idea de estructura no sólo como una relación
trascendental, sino como “respectividad”. Ésta será el

136
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

fundamento de los tres ámbitos de relaciones ya vistos


(categorial, constitutiva y trascendental), por lo que una
reología de la respectividad sería una filosofía primera al
relacionismo, al relacionalismo y al estructuralismo así
considerado, esto es, una filosofía fundamental a ellos.
“Así considerado”, digo, porque habría que hablar,
más bien, de una “crítica reológica del estructuralismo
platonizante”, ahora veremos por qué este adjetivo. Tal es la
versión contemporánea de la relación trascendental, que no
es ni puede ser la fundamental. Detengámonos
brevemente en decir que quienes conceden realidad (o
radicalidad) sólo a la “imagen científica”, por usar el
lenguaje impropio de Sellars (lenguaje que ellos mismos
utilizan), son “realistas platónicos” que siempre resbalan
en aquello de ser “realista”. Resbalan, digo, porque
ninguno, en tanto que platónico, es ni puede ser un realismo
físico, un realismo real (Sierra-Lechuga, 2022).
Los estructuralismos platonizantes han hecho de la
relación trascendental “el trascendental”, al afirmar que
“estructura es todo lo que hay”. Hoy en día está muy de
moda ser idealista a este respecto, cosa que sin embargo
suele llamarse realista, por conceder realidad a contenidos
ideales (“propiedades” o “formas”, como gustan decir).
Estos “realismos idealistas” denuestan varias de las formas
del empirismo (por negar realidad a los ideales); es un
realismo de los conceptos por oposición a la crítica empirista de los
conceptos que ya se había emprendido hace tiempo, ellos
creen que con Hume, pero en realidad fue por tiempos de
Ockham y toda la llamada via modernorum en la que entran
Pedro Auréolo, Nicolas d'Autrécourt y otros.

137
Estructura trascendental de lo real

Digamos que se llaman realistas en el sentido de la


vieja querella escolástica entre nominalistas y realistas: los
realistas creen que los universales (nombres universales)
no son meros nombres, sino que tienen cierta realidad (en
intentar saber cuál, el realismo se disgregó en decenas de
escuelas); el nominalismo creía que los universales eran
sólo nombres (flatus vocis). Así ahora la querella entre
realistas y empiristas. Sin embargo, para alguien versado en
la historia de la metafísica, se notan varias ingenuidades en
estos planteamientos y disputas “contemporáneas”. El
primero de ellos está en la propia idea de “estructura” que
en estos realismos platónicos se erige. ¿Cómo va a ser real
un concepto o proposición por muy “modal” que se le
califique? Todo pende, claro, de qué se entiende por real,
pero si nos ceñimos a su idea metafísicamente
irresponsable de que realidad es lo “mind-independent”
(Sierra-Lechuga, 2022), entonces ¿cómo va a ser real un
concepto o proposición por muy “modal” que se le
califique? Vayamos de a poco en esta crítica.
Para estos estructuralismos platonizantes, un
“sistema” es una etiqueta nominal para una colección de
objetos con ciertas propiedades y relaciones, como lo han
sabido detectar bien sus detractores contemporáneos que
dicen: “let’s call a ‘system’ a collection of objects with certain
properties and relations” (Psillos, 2006: 563)2, una idea
meramente nominal, pues se trata de la noción típica (y
hasta trivial) de “sistema” como conjunto de elementos

2 En la bibliografía sólo citaré los nombres del autor y del artículo por
los motivos dichos en mi nota anterior.

138
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

interrelacionados. De este modo, decir “sistema


estructural” sería para ellos enfatizar el hecho de que está
estructurado de un modo determinado según ciertas
condiciones. Por ejemplo, un sistema matemático según
los axiomas de Peano o un sistema físico según las leyes de
Newton. Así, para ellos, “a ‘structure’ then is the abstract form
of this system” (ídem). Esta es la idea de “estructura” como
“forma abstracta” (de un sistema), platonizante
palmariamente, que no podía sino venir del uso que se le
da en las disquisiciones conceptivas sobre las matemáticas.
En ellas, se dice: “A structure is the abstract form of a
system, highlighting the interrelationships among the objects, and
ignoring any features of them that do not affect how they relate to
other objects in the system” (Shapiro, 1997: 72). Coinciden con
esta definición varios de los actuales estructuralistas
(Ladyman, et al., 2007: 153-154). Así pues, puesto que
“estructura” es la forma abstracta del sistema al que las
relaciones pertenecen, enfocarse en la estructura nos
permitiría abstraer todas las características de los objetos del
sistema que no afectan a la manera como se relacionan
entre sí. Es entonces que todo sistema está ya estructurado,
todo sistema, por ser tal, trae consigo estructura: “It is clear
that the system comes already structured. We can then talk about
its abstract structure, but this talk is parasitic on the system being
a particular and already structured complex” (Psillos, 2006: 563).
Qué duda cabe que, así pensado, decir “sistema
estructural” sería parasitario, pues todo sistema es un
complejo estructurado, como el constructo del que puede
hablarnos Zubiri, o el Gefüge del que puede hablarnos
Hartmann (Sierra-Lechuga, 2020), etc., pero todo pende

139
Estructura trascendental de lo real

de qué se esté entendiendo por estructura, pues no es


necesariamente verdad que la estructura del sistema sea su
forma abstracta. Todo lo contrario, puede que la estructura
del sistema sea precisamente aquello que físicamente erige
los sistemas. Esto, sin embargo, no es lo que piensan los
estructuralismos platonizantes.
Puesto que estos estructuralismos platonizantes se
llaman “realistas” (en el sentido anti-nominalista o “anti-
empirista”), al entender la estructura como forma abstracta
su realismo es más bien el del “idealismo objetivo”. Ese que
sostiene la tesis de que “ideas exist objectively, not only in the
privacy of human minds” (Bunge, 2006: 27). Se identifica,
pues, la estructura matemática con la estructura física,
tratando con esto de eliminar la distinción entre
“abstracto” y “concreto” (Ladyman, et al., 2007: 159 y ss.).
La estructura como forma abstracta o estructura
nomológica (puede decirse, ecuación legaliforme) de estos
estructuralismos es lo más cercano a la comentada
“relación trascendental”, toda vez que probasen que dicha
forma abstracta no se está añadiendo extrínsecamente, es
decir, que probasen que, aun siendo ideal, no es superveniente. ¿Lo
prueban? Lo cierto es que no suelen molestase seriamente
en hacerlo más que por vías filosóficamente débiles: el
argumento es que estas estructuras matemáticas se usan
para representar las estructuras físicas, y puesto que esta
representación es irreductible en ciencia (porque una ciencia
trabaja con representaciones matemáticas y no puede no
trabajar sin ellas, teniendo por paradigma la física
fundamental, un explícito cientificismo que es todo menos
filosófico (Sierra-Lechuga, 2019-2021)), entonces ha de

140
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

afirmarse la identidad de estructuras matemáticas y físicas


(“eliminando” con ello, según creen, la diferencia entre
“abstracto” y “concreto”).
Como es obvio, esta línea argumentativa así dicha es
débilmente consecuente, cosa que estos mismos
estructuralistas saben cuando dicen que “these considerations
are not compelling but do suggest the possibility of a rapprochement
between the objects of physics and of mathematics” (Ladyman, et
al., 2007: 160), por lo que se encargan de intentar dar más
epiargumentos o bien de ejemplificar con casos y más
casos para sostener lo dicho (159 y ss). El problema es que
la suma de los ejemplos no prueba nada (sólo sugiere),
porque basta un contraejemplo para poner todo en
cuestión o, como ya sabían bien los escolásticos: quod
procedat ex contingentibus […] non [est] demonstratio (Duns
Escoto, Ordin. I d.2, q.2, n.45). No se molestan, digo, en
sustentar la hipótesis de la realidad de los ideales, pero
parten de ella, lo que es un craso error filosófico (Sierra-
Lechuga, 2022). Esto es un “realismo” idealista de partida
que, de querer sostenerlo, más valdría querer probarlo de
llegada.
Muchos pensadores han sostenido la realidad de los
universales, y por ello han sido llamados “idealistas
objetivos”. Todos ellos cometen el mismo error, porque
es intrínseco a su punto de partida:

Of course, the objective idealists such as Plato, […] have


claimed that ideas exist objectively, not only in the
privacy of human minds. But they have not bothered to

141
Estructura trascendental de lo real

substantiate this hypothesis. Moreover, it is empirically


untestable, because the only way we can check whether
an object exists really is by watching its physical actions
–but, of course, ideal objects cannot exert such actions
(Bunge, 2006: 27).

Así, partir de que las estructuras matemáticas describen el


mundo real porque lo que es real son ellas mismas es un
supuesto que disfrazan de evidencia; una hipótesis que
deberían molestarse en probar para transformarla en tesis.
No lo hacen, es para ellos una premisa y no una
conclusión. Por eso, otro estructuralista de este estilo
como Steven French entiende por “estructura” lo
siguiente: “It is the laws and symmetries of our theories of
contemporary physics, appropriately metaphysically understood via
notions of dependence and taken as appropriately modally informed”
(2014: ix). La estructura es las leyes y simetrías de las que
habla la física “contemporánea”, nuevamente, es “forma
abstracta”; he ahí el platonismo. Y qué se entiende por
“apropiadamente” entendidas metafísicamente y
“apropiadamente” informadas modalmente queda en el
aire, significando algo como “según lo entienda yo y mis
colegas”, “apropiadamente a lo que yo quiero”; a esta
forma “apropiada” de entender las estructuras es a lo que
no estamos obligados por principio.
Esto de las leyes y simetrías de las teorías físicas
entendidas como dependencias modales es la manera
sofisticada de hablar de la “forma abstracta” que ya
dijimos. Se supone por principio que la manera “apropiada”
de entender modalmente esas leyes es aceptar de partida la

142
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

realidad de las proposiciones legaliformes de la ciencia.


Pero ¿cómo iba a ser apropiado partir de semejante abuso,
de semejante irresponsabilidad filosófica entregando toda
jurisdicción de partida a una disciplina ajena a lo que se
supone que queremos hacer, a saber, filosofía? Es un
realismo de partida que nunca llega a buen puerto. Es
entonces que se debaten echando mano de todo cuanto
puedan, exponiendo las distinciones que Stewart Shapiro
(1997) había hecho entre estructuras ante rem e in re.
Las estructuras ante rem son estructuras ideales pero
existentes, a saber si eso es posible y cómo, que son
independientes de los sistemas reales que las “instancian”
o ejemplifican. Estas estructuras “are like universals (more like
Platonic universals than Aristotelian ones)” (Psillos, 2006: 563).
Las estructuras in re no son independientes de los sistemas
que las ejemplifican o “instancian”, por el contrario,
estructuran sistemas reales y sólo se dan en ellos.
Nuevamente, se apela a una metafísica propia de otros
horizontes filosóficos para los cuales hace sentido hablar
así, ¿qué sentido tiene para nosotros hablar de algo ante rem
cuando carecemos ya de “la mente de Dios”? Para los
escolásticos, los universales o son ante rem, o in re o post rem.
Ante rem cuando se dan previamente al ens reale, aquel que
ya tiene el esse; se trataría del universal previo a él porque
está en la mente de Dios, ¿dónde si no? In re es lo que la cosa
tiene de común con otras. Post rem es un universal que no
está en la cosa, sino un mero concepto, flatus vocis, con toda
la utilidad que tenga. Así, por ejemplo, si la especie (o
esencia o especie inteligible) del hombre fuera “animal
racional”, cabría debatir si “animal racional” está ante rem

143
Estructura trascendental de lo real

en la mente de Dios, in re de alguna forma comunicando


todos los hombres particulares o más bien sólo post rem,
hemos abstraído de los hombres particulares algo en que
creemos conceptualmente que se asemejan. Esto, como
digo, tiene sentido en su horizonte, ¿dónde si no en la mente de
Dios iba a estar lo ante rem? Tiene sentido en el horizonte
medieval (de la nihilidad), incluso en el griego (de la
movilidad) si hacemos caso a Platón (estaría en un τόπος
ὑπερ-ουράνιος), pero de ningún modo lo tiene en el
nuestro (de la factualidad), donde no hay más mundo que
este mundo (ὑπο-ρουράνιος, si me permite la inexacta
analogía).
Así, si una estructura es forma abstracta no queda
sino asegurar su τόπος, que no puede ser otro que “la
mente” humana, esa de la cual según estos “realismos” es
menester independizar lo real. Es un pleno sinsentido.
Como se ve, esta pugna entre si las estructuras ideales son
más reales que los sistemas reales que estructuran, o si no
son sino abstracciones de ellos, se debe a la noción que de
estructura se tiene, insistimos, como forma abstracta.
Los actuales estructuralismos (por lo menos los de
este tipo) defienden las estructuras ante rem, de abierto
talante idealista, porque creen que es ahí donde se logra
una relación que no requiera de relatos ni que sea ella
misma un relato (es decir, dejan lo que reológicamente
llamamos “relación constitutiva” y pasan a un grado más
fundamental, el de la “relación trascendental”). Sin
embargo, el problema no está en que estas relaciones no
supongan relatos, sino en que el que no lo supongan se
debe a que han sido abstraídos, no porque no los requieran

144
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

de suyo. Estas “estructuras” no requieren relatos porque lo


que requieren es que los hayamos abstraído, craso error.
Creen que sólo siendo la estructura ideal más real que el
sistema real, es que puede tenerse un criterio que delimite
fuertemente la estructura de lo real (de otro modo, según
creen, la estructura podría depender del punto de vista del
observador, volviendo a lo que nosotros llamamos
relación categorial).
Sin embargo, a nuestro parecer, los defensores de las
estructuras ante rem ponen la atención no sobre “las
relaciones en general”, sino sobre esta o aquella relación,
pues cogen una relación (la de los objetos pertenecientes a
un sistema, sea físico o matemático) tal que sea esa relación
quien instancie la estructura in re. Por eso, sus críticos
inmediatos les dicen: “this is the structure of this system as
specified by the relationships among the objects of the system”
(Psillos, 2006: 563). Y así, sólo ciertas relaciones y no otras
tipifican al sistema. Pero si esto es así, la selección de tales
relaciones requiere objetos (pues a partir de ellos es como se
selecciona qué relaciones son relevantes), con lo que la
relación trascendental se retrotrae a la relación constitutiva
como mínimo. Entonces, la estructura del sistema, que es
lo que se suponía más real, sin embargo, requiere de los
objetos de tal sistema (como conjunto) en virtud de lo cual
se considerará de entre esos objetos qué relaciones son
relevantes (y cuáles no). Los objetos, por tanto, juegan un
papel crucial en la determinación de la supuesta estructura
del sistema. Es otro sinsentido en el que cae una filosofía
que defiende que estructura es “todo lo que hay”.

145
Estructura trascendental de lo real

Si ya habíamos avanzado a una forma más profunda


que el “relacionalismo”, que era el “estructuralismo”,
ahora, con esta crítica interna de éste, damos uno o dos
pasos atrás nuevamente. Los críticos de este
estructuralismo idealista hacen bien criticando lo que tiene
de idealismo, pero suelen caer, sin embargo, nuevamente
en la prioridad de los nodos conservando, por tanto,
resabios –sofisticados ciertamente, pero resabios al fin–
del substancialismo, porque no cuentan con herramientas
a la altura de los tiempos. La crítica a su idealismo es
correcta, la propuesta objetualista, sin embargo, no.
Así y todo, el empirista Stathis Psillos –el crítico de
este estructuralismo idealista a que estamos remitiendo– se
pregunta qué privilegia a una estructura por encima de
otras de modo tal que pueda hablarse de la estructura de
un sistema. Dejando de lado la disputa idealista de las
estructuras ante rem, a propósito de los sistemas físicos (y no
ya sólo matemáticos), Psillos arguye que las estructuras de
éstos deben ser, sí o sí, in re, porque son estructuras que
sólo se hallan empíricamente (además de que es en virtud
de ellas que se confiere a los sistemas unidad causal):

Its structure [de los sistemas físicos] is in re. And it is a


natural structure in the sense that it captures the natural
(causal-nomological) relations among the objects of the
system. It is the structure that delimits a certain domain
as possessing causal unity (2006: 565).

146
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

En este sentido, toda estructura ante rem (forma abstracta)


isomorfa a la estructura in re (la hallada empíricamente) es
parasitaria con respecto a ésta pues, a fin de cuentas, lo que
le viene de físico a la estructura ante rem le viene no de sí
misma (pues es abstracta), sino de los fenómenos físicos
(empíricos), por lo que, a la postre, la estructura real es la
estructura in re de los sistemas físicos. De aquí que, incluso
en las posiciones de estos estructuralismos, se halle una
especie de contradicción o por lo menos de flaqueza
argumentativa, así:

Consider what Ladyman says: “[T]here is still a


distinction between structure and non-structure: the
phenomena have structure but they are not structure.”
And French and Ladyman claim: “What makes a
structure ‘physical’? Well, crudely, that it can be related—
via partial isomorphisms in our framework—to the
‘physical’ phenomena. This is how ‘physical’ content
enters.” Claims such as these still waver between an ante
rem and an in re understanding of structures. But they
seem to concede the point that structuralism cannot be
pure: the phenomena are able to give “content” to a
structure precisely because they are not themselves
structure (Psillos, 2006: 565).

Es claro que las estructuras tienen que ser físicas de


sistemas físicos; pero entonces lo crucial es entender qué
es físico y no sólo darlo por “noción común”. En el
siguiente apartado, al que estamos ya por llegar,
clarificaremos mejor esta noción de “físico”, pero sí que

147
Estructura trascendental de lo real

es menester dejar en claro aquí que los reólogos


sostenemos que físico no es idéntico a material, ni a
natural, ni a independiente del observador; físico es lo que
de suyo da de sí y, por lo tanto, físico es sinónimo de real, bien
entendido que la reología ha hallado una noción de
realidad más rica y no trivial que aquella de “independencia
de la mente” (Sierra-Lechuga, 2022). Sea como fuere, el
punto es que las estructuras “in re”, las estructuras propias
de los sistemas físicos (con indiferencia de si se hallan o no
isomorfismos entre éstas y alguna estructura matemática,
nomológica, modal, ante rem o lo que sea), son el orbe de
relaciones que estructuran un sistema.
Para distinguir las relaciones estructurales
entendidas como “forma abstracta”, en estos debates se ha
propuesto usar entonces la noción de “relación concreta”,
pero esto no sería siquiera necesario ya que, en rigor, para
un estructuralismo que se precie, es tautológico. Ladyman
y compañía no son los únicos que rechazan la distinción
“abstracto/concreto”. Así, se dice que:

Some may wish to speak of “concrete relations”, but it is


tautologous to do so, since only “relations” are real.
There are no “abstract relations”; the term “abstract” is
reserved for what shall be designated derivative
components of experience (Oliver, 1981: 152).

Lo abstracto, más bien, resultarían ser los “(bi)perspectos”


(“objetos”), no las estructuras. Entenderlo al revés
conlleva a la creencia (y crítica) de que las “estructuras

148
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

necesitan objetos”, como cree todavía Psillos (2006); pero


entenderlo en su sentido legítimo conlleva más bien a la
conclusión de que son los objetos los que necesitan estructuras, pues
para constituirse como tales requieren de campos
estructurales que así los erijan. Por eso, las relaciones, la
estructura a la postre, no puede ser entendida como
“forma abstracta”, sino siempre como algo “concreto”,
vale decir con todo rigor: físico, real. Más esta concreción
no vendrá en razón de identificar ideológicamente la física
con la matemática.
Nos aproximamos, pues, a una noción de estructura
más cercana a la que halla la reología en sus indagaciones
(Abellán, 2022; Abellán y Sierra-Lechuga, Sierra-Lechuga
y Trujillo, Sierra-Lechuga, los tres en prensa; entre otros).
Porque, por usar los términos del debate (que son más
bien de la escolástica), las estructuras físicas son in re y no
hay más. O mejor: los sistemas estructurales son las únicas
res que, como tales, son reos de las estructuras, éstas los
reifican. Como veremos, las estructuras no son in re, son la
realistas misma, carácter formal de los sistemas, las res. Aquí
reificar significará, como también diremos luego,
estructurar, si se quiere, “erigir”, hacer que alcancen
suficiencia.
No hay objetos sino sistemas estructurales y éstos
no los hay más que reificados vía estructuras. He ahí el
primordio de una reología de la estructura. De esta
manera, no se trata de hablar de las relaciones entre cosas,
o (como en psicología o física) de estudiar las relaciones
entre cosas, sino de hablar de que las cosas son relaciones,
de estudiar las cosas como relaciones, bien entendido que el

149
Estructura trascendental de lo real

fondo metafísico de “relación” es la estructura o, como


veremos, la “respectividad”. Como se va notando, la
noción de “estructura” ante rem está muy lejos de la noción
reológica de estructura, única que, según creemos, puede dar
cuenta de la realidad de lo real como llegada y no como
premisa de partida.
Hasta aquí hemos hecho, primero, no más que un
recuento de tesis filosóficas; en este apartado hemos
elevado el nivel a la crítica. Pero ya es momento de hablar
en serio. Ensayemos el pensamiento filosófico, hagamos
filosofía.

7. Crítica reológica del estructuralismo: la vía física


Decíamos antes que la crítica al idealismo de estos
estructuralismos por parte de empiristas objetualistas es
acertada, pero la propuesta (empirista objetualista o
fenomenista) no. Para poder proponer otra cosa una vez
hecha y aceptada esta crítica, se precisan de herramientas
no sólo científica sino también filosóficamente
responsables, a la altura de las exigencias. Hablamos de la
reología como método de “ir físicamente a la realidad
físicamente presente” (Sierra-Lechuga, 2021), de emprender
la vía física, ή πέφυκε οδός que decía ya Aristóteles, en vez
de continuar la usual vía lógica o conceptiva de los
idealistas.
La vía conceptiva levantaba ya en el siglo XIV la
frase mira scientiae logicalis subtilitas, qua praefacta mater nostra
super caetera mundi studia dignoscitur hactenus claruisse,

150
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

maravillosa sutileza de la ciencia lógica que, puesta como


nuestra madre, se discierne que hasta ahora ilumina por
sobre los demás estudios del mundo; frase que bien
podrían suscribir montones de escuelas de filosofía-
logicista, no sólo de lógica, si la conocieran. Pero, mientras
que la vía conceptiva consiste en tener por método la
lógica o dialéctica de los conceptos ajenamente a atender
las cosas mismas, la vía física consiste, en general, en:

Partir desde lo más cognoscible y más claro para nosotros,


hacia lo más claro y cognoscible por naturaleza, pues no
es lo mismo lo cognoscible para nosotros que lo
cognoscible simpliciter, que lo simplemente cognoscible3.

Esta vía de “partir de lo más claro para nosotros”, hasta


“llegar a lo más claro por naturaleza” la he transformado a
los dos momentos constitutivos de la investigación
metafísica, que he llamado, respectivamente, “realismo de
partida” y “realismo de llegada” (Sierra-Lechuga, 2022). El
lector que quiera los detalles podrá siempre recurrir al
texto referido; aquí, sin embargo, ofrezco una breve
síntesis de quien ha referido a nuestro trabajo y que, en
términos generales, es correcta:

3ἐκ τῶν γνωριμωτέρων ἡμῖν […] καὶ σαφεστέρων ἐπὶ τὰ σαφέστερα τῇ


φύσει καὶ γνωριμώτερα· οὐ γὰρ ταὐτὰ ἡμῖν τε γνώριμα καὶ ἁπλῶς
(Aristóteles, Phys. 184a16; cursivas mías).

151
Estructura trascendental de lo real

[L]a propuesta de Carlos Sierra[-Lechuga] de una


“reología”, un “nuevo realismo”4 o “realismo real” que,
si bien no es estrictamente una interpretación de Zubiri,
sí pone en juego elementos relevantes para delimitar el
alcance de nuestra propuesta interpretativa. Sierra[-
Lechuga] […] entiende que aquella diferencia entre la
“realidad” intraintelectiva5 y la “realidad-de” la cosa real
nos pone ante “dos” tipos de realismo: un realismo de
partida, la noología; y un realismo de llegada, la reología.
Pues bien, si en el plano analítico el punto de partida es
noológico, desde un punto de vista metafísico ha de
afirmarse que “nunca hay solo realidad (entendida como
formalidad) sino en la medida en que hay cosa-realidad”
(Sierra[-Lechuga] 2020: 197)6. Realidad es siempre
genitivamente de la cosa, de la res que está ahí presente a
la inteligencia. Si bien el estudio de los actos intelectivos
es velis nolis el punto de partida, ello no deja de lado la
necesidad de un estudio de la cosa-realidad […]. A este
estudio es al que denomina “reología” como forma de un
“nuevo realismo” cuyo foco sea la realidad “no solo en
tanto inteligida sino en tanto de suyo sustantiva, no como
término del acto intelectivo sino como constitución física”
(Sierra[-Lechuga] 2020: 198) (Nicolás y Linares, 2021: 9).

4 Nosotros decimos más bien “realismo nuevo”, justamente para


demarcarnos de los “nuevos realismos” de moda.
5 Este no sería un término que usaríamos nosotros, pero se entiende

su expresión en el contexto de la cita.


6 Se refiere a “Reología, ¿en qué está la novedad?”, Devenires, Nº 42,

pp. 193-211.

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Es lo que entiendo por vía física, que tanto en la partida


como en la llegada atiende, escucha y respeta las cosas de
las que habla, estando siempre in rebus ipsis, no habla sin
ellas y, por eso, tanto en la partida como en la llegada hay
realismo. Así, la vía física no puede partir desde lo que más
bien es la llegada, porque si lo hiciera entonces se carecería
de justificación; se especularía y non est philosophicum
pluralitatem rerum ponere sine causa, nisi ratio evidens, praeter
necessitatem. Se especularía, digo, como, en última instancia,
de hecho lo hacen los idealismos y los estructuralismos
platonizantes que, como hemos visto, parten de unas
premisas que no se molestan en probar porque son
postuladas conceptivamente. Por su lado, como decimos, la
reología parte de la noología, y veremos que estos
momentos de partida y de llegada son cruciales para la
responsabilidad filosófica.
A esta vía física como contradistinta de una vía
lógica (o conceptiva) incluso se ha llamado también “via
experientiae”. Pedro Auréolo, por ejemplo, ya decía que
“Prima quidem via experientiae, cui adhaerendum est potius quam
quibuscumque logicis rationibus, cum ab experientia habeat ortum
scientia” (In Sent., prol.), lo primero es la vía de la experiencia,
a la que hay que adherirse más fuerte que a cualesquiera
razones lógicas, ya que la ciencia tiene su orto en la
experiencia. Toda ciencia, todo conocimiento, inclusive el
filosófico. Y, lo que es más, si no atendemos a esta vía,
“rediret error Platonis dicentis quod intellecctus aspicit ad exemplar,
non ad ipsas res” (I Sent. 9,1; C), volvería el error de Platón
cuando decía que el intelecto mira al ejemplar, a las ideas,
y no a las cosas mismas. Una u otra vía llevan, a mi entender,

153
Estructura trascendental de lo real

a distintos tipos de hacer ciencia, distintos tipos de


conocimientos. Esos dos grandes tipos son, a diferencia
de la tradicional y aún hoy aceptada distinción
(instrumental pero no radical) entre “ciencias naturales” y
“ciencias humanas” (herederas del trivium y el cuadrivium),
lo que Ockham llamaría scientia realis y scientia rationalis, esto
es, una ciencia que trata de y con cosas o, por otro lado,
una ciencia que trata de conceptos, como la lógica o la
dialéctica. ¿La filosofía es un conocimiento de cosas o sólo
de conceptos? En responder esto se juega lo que una
determinada “filosofía” pueda dar de sí. Los reólogos
palmariamente defendemos que trata de cosas, aunque
inevitablemente tenga que echar mano de conceptos
(como toda ciencia). Nótese, empero, que el adjetivo
“realis” no es igual que “naturalis” calificando a las ciencias,
porque tan ciencia real es la ciencia química o la biología,
como podría serlo la psicología o la sociología o la
literatura comparada, según la vía que tomen. Todo pende,
claro está, de qué se entienda por “real”, “natural”, en
suma, “físico” –estamos por verlo.
Es menester, pues, usar herramientas actuales que
reasuman lo que ya está dicho en nuestra historia sin ser
por ello repetidoras. De otro modo, la marcha de la
filosofía se ve forzada a repetir lo mismo por
desconocimiento de lo que ya se ha dicho; espectáculo
ridículo como el de si la ciencia termodinámica no sólo
“redescubriera” el calórico sino que, además, tampoco
supiera que ya está descubierto el fuego. Es preciso, pues,
avanzar con instrumentos tradicionales pero no
tradiconalistas, sin anquilosarse con herramientas más bien

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

de inicios del siglo XX, el “análisis lógico del lenguaje”, que


es tradicionalista por cuanto repite métodos de horizontes
pasados, pero no tradicional por cuanto no es consciente
de que lo hace (y por tanto ni lo entiende ni lo respeta).
No se puede pensar que, en la historia, tras un matemático
del siglo XIX, sólo estuvieron Kant y Hume.
Esta responsabilidad filosófica consiste hoy en usar
la vía física. Para dar una vuelta más, quedará clara esta vía
si se usa una imagen aparentemente infantil: tomemos un
limón y hablemos de él. No es que la vía conceptiva hable
del limón y la vía física lo prueba; no así. La vía conceptiva
no es a secas hablar del limón, puesto que la vía física
también habla de él. Ambas vías hablan, ambas conciben
conceptos del limón. La diferencia entre ambas está, más
bien, en lo que hacen al hablar. La vía conceptiva habla del
limón sin probarlo o, a lo sumo, habiéndolo probado una
sola vez en su vida y pretendiendo que con eso es
suficiente para que, a través de la lógica de los conceptos (juicios o
razonamientos), de su dialéctica, se pueda hablar del limón sin
el limón. La vía física, por otra parte, está probando siempre
el limón, de modo que cuando habla del limón, lo habla
mientras aún lo está probando y no deja de hacerlo. Prueba
el limón cuando parte para hablar y sigue probándolo
cuando llega a decir lo que sea del limón. Por tanto, la vía
física confiere citerioridad al limón y ulterioridad a sus
conceptos, al contrario de la vía conceptiva. Es por eso
que, a diferencia de buscar un “conocimiento necesario y
a priori”, la vía física siempre está dispuesta a replantear sus
propuestas y a mejorar sus resultados.

155
Estructura trascendental de lo real

Pues bien, el estructuralismo al uso no es el estructurismo


que va hallando la reología, pues la estructura reológica es
todo lo contrario a la noción de forma abstracta, a la que
se llega por vía conceptiva. Esta diferencia se debe
precisamente al realismo de partida nada ingenuo con el que
nosotros (Sierra-Lechuga, 2022) solemos comenzar, razón
por la cual tenemos clara la noción no sólo de “realidad” y
“real”, sino también de “físico”, en virtud de lo cual
seguimos la vía física. Puesto que “físico” es una noción
recurrente nuestra, en función de lo cual decimos que el
estructuralismo al uso no es físico sino conceptivo
(logicista o idealista), digamos dos cosas sobre este
vocablo, sinónimo de “real”.

7.1. Qué es físico


Físico no es una zona de cosas, la zona de las cosas
materiales a diferencia de las ideales, por ejemplo; tampoco
es físico simpliciter “aquello que obedece a leyes de la física”
o “aquello que responde a cuatro fuerzas fundamentales”
o “aquello que está en el espacio y en el tiempo” o “aquello
que se reduce a partículas fundamentales”, ni quiera, a
secas, “aquello que tiene cualidades sensibles”, nociones
todas operativas para el científico, pero hueras o infértiles
en filosofía, con poco calado metafísico. Físico no es una
zona ni un tipo de cosas, sino que es un carácter de todas
las cosas, esto es, un modo suyo de ser.
Por eso, cuando algo es físico remite a algo suyo de
la cosa, según la cosa ella, res illa, ex parte rei, ex se, καθ' αὑτό
y no según nuestro modo de considerarlo. Pero no nos

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

confundamos, remite a algo que es “desde la cosa”, no a


algo que sea “la cosa en sí”. Recordando aquel diálogo de
Platón:

Es claro que las cosas mismas tienen una realidad certera


de suyo, no para nosotros ni por nosotros, ni varían
torpemente siguiendo nuestras imaginaciones, más bien
según sí mismas en función de su propia realidad
impuesta físicamente7.

No queremos decir nada a propósito de los “nombres”,


como en ese diálogo se discute, sino sólo resaltar que por
físico se entiende un modo propio y real de la cosa y no algo
según nuestro modo de considerarlo, οὐ πρὸς ἡμᾶς οὐδὲ
ὑφ᾽ ἡμῶν, ni para nosotros ni por nosotros.
Físico, pues, es un modo de ser las cosas, por
distinción de un modo nuestro de concebirlas. Cuando la
temperatura es físicamente una magnitud no aditiva, es
porque es ella quien no resulta de la suma de temperaturas
de dos sistemas en contacto, de modo que, por más que
nosotros quisiéramos considerarla aditivamente, no
podríamos, se nos resiste e incluso se nos opone porque
así se nos impone; no tendría sentido físico. Igualmente, no

7 δῆλον δὴ ὅτι αὐτὰ αὑτῶν οὐσίαν ἔχοντά τινα βέβαιόν ἐστι τὰ


πράγματα, οὐ πρὸς ἡμᾶς οὐδὲ ὑφ᾽ ἡμῶν ἑλκόμενα ἄνω καὶ κάτω τῷ
ἡμετέρῳ φαντάσματι, ἀλλὰ καθ᾽ αὑτὰ πρὸς τὴν αὑτῶν οὐσίαν ἔχοντα
ᾗπερ πέφυκεν. (Crátilo, 386e).

157
Estructura trascendental de lo real

podemos hacer que un número entero elevado a una


potencia mayor que dos resulte de la suma de otros dos
enteros elevados a la misma potencia, el último teorema de
Fermat representa una imposibilidad física, lo matemático
no depende de nuestros φαντάσματα, en el sentido del
anterior párrafo platónico. Asimismo, el Quijote tiene
físicamente un caballo llamado Rocinante, por más que en
nuestro modo de considerarlo, luego de Cervantes,
quisiéramos otro nombre u otro animal. Son tan físicos los
modos de ser de la temperatura, como del teorema, como
del Quijote.
Lo relevante es la tarea ardua y difícil del metafísico
y del resto de científicos de seguir las cosas κατ᾽ ἄρθρα ᾗ
πέφυκεν (Platón, Fedro, 265e), según sus articulaciones
físicas, y de determinar junto con ello cuándo algo que
decimos que es físico en efecto lo es y no, más bien, sólo
algo pendiente de nuestro modo de considerarlo. Uno
podría hablar, por ejemplo, de la libertad económica de los
individuos, pero habría que ver si es física o más bien
pende del modo de concebirla, por caso, según los
defensores de cierto sistema de producción, etc. ¿Uno es
físicamente libre económicamente o la libertad económica es
algo que más bien sólo está en los libros pero no físicamente
en uno? Es la difícil tarea de cortar como físicamente hay
que cortar (τέμνεσθαι καὶ ᾧ πέφυκε) y “no según nuestras
opiniones” (οὐ κατὰ τὴν ἡμετέραν δόξαν) o “como
queramos” (ἡμεῖς βουλώμεθα) (Platón, Crátilo, 387a).
No se trata tampoco de que, entonces, intentemos
no concebir las cosas, un poco como lo pretende l'intuition de
Bergson o los misticismos wittgensteinianos o

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

heideggerianos; nada de eso. Claro que concebiremos las


cosas y tendremos que concebirlas, “la filosofía tiene que
hablar”, decía Jaspers contra sus contemporáneos, pero
hay que concebir las cosas no “según nuestro modo de
considerarlas” sino, precisamente, según la cosa ella,
siguiendo sus “articulaciones naturales”, por la vía física (ή
πέφυκε οδός). A pesar de que las cosas siempre vienen
“concebidas”, tal concepción debe hacerse según las cosas, y
no según nuestros fantasmas. Es decir, aun si las cosas y
los conceptos se dieran para nosotros en igualdad
cronológica (cosa que los psicólogos evolutivos
investigarán), el concepto no tiene nunca citerioridad
metafísica, es siempre ulterior, está al servicio de la cosa y
no al revés. La prueba está en que muchas veces hemos
concebido mal; es la historia del aprendizaje individual y
de la ciencia y sus avances.
Ahora bien, seguir la pista según las “articulaciones
físicas” es parte de la magna dificultad, pero en ningún
caso estamos hablando de que hallar lo físico de las cosas
será por “revelación” de una quimérica “cosa en sí”
kantiana. “Seguir las articulaciones físicas” no es comparar
lo que decimos con una “realidad pura” (pues, para ello,
necesitaríamos una quimérica “razón pura” que tampoco
existe (Sierra-Lechuga, 2021b)), sino más bien ir tanteando
las cosas e ir probando, ensayando, con ellas y nunca al
margen de ellas; es la historia del conocimiento, es la
probación física de realidad. Pero se trata de una probación
de una cosa-tanteada, no de una cosa “pura”; lo físico lo
vamos probando nosotros, qué duda cabe, pero no es físico

159
Estructura trascendental de lo real

por nosotros o para nuestra probación. Nuevamente, οὐ


πρὸς ἡμᾶς οὐδὲ ὑφ᾽ ἡμῶν, sino ᾗπερ πέφυκεν.
Y es en ese tanteo que resulta que, por ejemplo, la
luz nos va diciendo si para difundirse necesita o no de un
éter. ¿En virtud de qué dejamos ya de confiar en él como
medio mecánico para la trayectoria de haces de luz, si no
justamente en la medida en que le hemos preguntado más y
más, ensayando con la luz, tanto empírica como
teóricamente (matemáticamente)? El avance de la ciencia
no niega la realidad de lo físico, al contrario, la supone y
necesita, avanza no porque vayamos acumulando “cosas
en sí” (realismo científico típico), sino porque nos vamos
corrigiendo. Pues bien, la razón formal de esa corrección es
el contacto físico que tenemos con las cosas de suyo y su
dar de sí. Es lo que llamo la “meta inducción optimista”.
La corrección científica no niega el realismo, como creen
los empiristas, a lo sumo negará cierto tipo de realismo, el
ingenuo de los realismos científicos al uso; no niega el
realismo, digo, sino que lo prueba (a un realismo más
responsable filosóficamente): nos corregimos no
“torpemente siguiendo nuestras imaginaciones”, no por
capricho de nuestros fantasmas, sino “en función de su
propia realidad de las cosas impuesta físicamente”.
Es la dificilísima tarea, insistimos, en la que se juega
el papel relevante de la metafísica, tanto por sí misma
como al acompañar otros saberes desde por lo menos hace
más de dos milenios, a saber: distinguir lo κατὰ φύσιν de lo
παρὰ φύσιν –como buscaba Aristóteles en sus
investigaciones sobre el cielo (De caelo, 269a34). He ahí la

160
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

relevancia de la metafísica por seguir la vía física: marchar


κατὰ φύσιν y no παρὰ φύσιν.
Por eso, “físico” es lo opuesto a “meramente
conceptivo” o bien “meramente intencional”. A propósito
de medievales, ya distinguían ellos entre un esse intentionale
(u obiectivo) y un esse reale, en virtud de lo cual en la
intelección, por ejemplo, hay identidad intencional entre el
intelector y lo inteligido, pero no identidad física.
Así pues, físico no es algo puesto “desde mí”, de mío,
sino algo impuesto desde la cosa, καθ' αὑτό, ex se, de suyo.
“Físico”, entonces, se mantiene como un mero adjetivo
que califica lo que es real, lo que de suyo da de sí. Los
adjetivos físico y real son sinónimos. Quizá uno de los que
mejor entendieron esto haya sido Suárez, para quien el
contradistinto del ens reale, por lo que tiene de reale, no es
lo inmaterial o lo accidental, que son también reales, sino
precisamente el ens rationis, por lo que tiene de rationis (DM,
1,1); como hemos dicho, el contradistinto de real, de físico,
es lo meramente conceptivo, lo meramente “de razón”.
De suyo la temperatura da de sí como una cantidad no
aditiva, de suyo el teorema de Fermat impone unas
restricciones a la hora de sumar enteros elevados a la
misma potencia, de suyo el Quijote da de sí con un caballo
Rocinante, pero quizá de suyo el individuo no da de sí
económicamente en libertad, etc.
Así pues, esta es una acepción más general que las
primeramente negadas y que, como es notorio, recuerda al
vocablo griego φύσις. Más que interesarnos el sustantivo
φύσις (principio de movimiento), nos interesa su adjetivo.

161
Estructura trascendental de lo real

Y no nos interesa el sustantivo porque puede prestarse al


malentendido de que hablamos de La Naturaleza como
una zona de cosas “en sí”, como una “realidad pura”; nada
más quimérico y alejado de lo que queremos decir. El
adjetivo, en cambio, trata sólo de un modo de ser las cosas,
no de una zona a la que pertenezcan. Es φυσικός lo que de
la cosa es ἐν αὐτῷ y καθ' αὑτό, no πρός ήμάς. Y verter ἐν
αὐτῷ por “en sí” sería un ingente error filosófico, toda vez
que lo segundo está cargado de una semántica de la que no
lo está lo primero. El que sea una cantidad no aditiva, el
que para potencias mayores que dos se imposibiliten tales
cosas, o el que su caballo sea Rocinante, lo tienen la
temperatura, los enteros elevados a potencias mayores que
dos y el Quijote “por naturaleza” y “conforme a
naturaleza”, φύσει καὶ κατὰ φύσιν, esto es, físicamente.
“Naturaleza”, en estas expresiones, es sólo la forma de
traducir los vocablos griegos, pero no tienen la acepción
sustantiva que hemos rechazado. Nótese, pues, que
“físico” remite a algo suyo de las cosas, un modo, y no a un
tipo de cosas. Remite, por así decir, a “lo natural de las cosas”,
no a las “cosas naturales” (por oposición a unas “no
naturales”); por eso no hablamos de “Naturaleza” sino del
carácter físico con que las cosas mismas posibilitan o
imposibilitan “nuestro modo de considerarlas”. Ha sido la
luz la que físicamente ha imposibilitado considerarla de
modo mecánico por nosotros.
Pues bien, a este posibilitar o imposibilitar, a este
carácter de las cosas posibilitante o (por tanto)
imposibilitante, llamamos efectividad (Sierra-Lechuga,
2022).

162
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Efectividad no es el inverso de causalidad, que mira


el efecto desde la causa. No es mirar la causa desde el
efecto, sino mirar los efectos mismos en su carácter de
agentes, como cuando decimos dinero en efectivo (por
distinción del virtual) o cuando decimos “efecto visual” al
ver una pintura o cuando hablamos de “efectos” en la
ciencia más contemporánea (ciencia de efectos más que de
“leyes”), por ejemplo, el efecto Compton o el efecto túnel. No
es relevante en ninguno de estos casos la “causalidad”,
sino la propia realidad efectiva de lo que ahí acontece.
Físico es, pues, un modo efectivo de ser las cosas, y no
un tipo de cosas. Aristóteles, con todo y su claridad en este
calificativo, sin embargo, creyó que se trataba de un modo
de ser de cierto tipo de cosas, por eso fue incapaz de ver el
momento físico de las cosas “técnicas”. Pero si nosotros,
como reólogos, atendemos sólo al modo de ser las cosas,
más que a su “tipo” (ya que realidad no es zona de cosas),
entonces podemos ver este modo φύσει καὶ κατὰ φύσιν
incluso en las res técnicas, matemáticas o literarias como el
Quijote.
Así entonces, es física la cosa misma, αὐτὸ τὸ
πρᾶγμα. Por eso, esta acepción es etimológicamente
correcta, a diferencia del muy limitado concepto de
“físico”, tenido desde Galileo, como “aquello que obedece
a leyes (de la ciencia física)”. En cierto sentido, Graham
Harman intenta decir algo parecido cuando, leyendo a
Zubiri, dice: “The physical is neither the bodily nor the material.
Instead, it refers to that dimension of a thing's reality that is unrelated
to the fact of its being thought or perceived” (2002: 245),
ciertamente, toda vez que no se entienda (como a la postre

163
Estructura trascendental de lo real

termina haciéndolo Harman) la realidad como “zona de


cosas independientes de la mente”.
La razón formal de lo físico no es que sea
“independiente de la mente”, sino que, si es
“independiente de la mente”, es por ser físico; porque, en
rigor, decir “dependiente de la mente” no es lo mismo que
decir “según nuestro modo de considerarlo”. Si hubiese
algo “independiente de la mente” (expresión holgada y
oscura que siempre reusamos utilizar), diríamos que todo
lo “independiente de la mente” es físico, pero no todo lo
físico es “independiente de la mente”, pues el ámbito de
lo real es tal por su carácter, y no por ser una zona o
conjunto de cierto tipo de cosas. Si algo es físico, no lo
será en virtud de nuestro modo de considerarlo, pero
tampoco porque sea “independiente de la mente”; puede
algo ser “dependiente de la mente” y, sin embargo, ser físico,
real, por no deberse a “nuestro modo de considerarlo”.
Así, por ejemplo, el color verde de esta botella es un
color físico, es efectivamente verde, sin que sea
independiente de “la mente” que lo mira, pues es necesaria
para que haya color qua color (no qua longitud de onda o
qua afección de la corteza visual). Pero, a pesar de “la
mente”, el color es físico, porque ese color verde no pende
de nuestro modo de considerarlo, sino que viene como
modo de ser la botella ella, se impone en el propio acto
intelectivo. Yo no podría ver el verde arbitrariamente
como marrón o rosa o rojo. Es verde de suyo, da de sí
como color verde, no por mi modo de concebirlo, pero
tampoco por ser “independiente de mi mente”, porque no
lo es.

164
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Así pues, entendemos por físico el momento de


efectividad de lo real en tanto que real.

7.2. Estructura y ley


Pues bien, contra los estructuralismos idealistas decimos
que la estructura del sistema es precisamente aquello que
físicamente erige los sistemas. La estructura como forma
abstracta o estructura nomológica, esto es, básicamente,
una ecuación legaliforme, no es más que una relación
constitutiva o, a lo sumo, trascendental, pues, en efecto, se
trata de una ley (si es que esto significa algo no trivial hoy
en las ciencias) que en realidad no es sino el resultado del
dinamismo físico de lo real y nunca el principio que
determine cuándo algo es real o no.
Como hemos dicho, no es que algo sea físico porque
obedece a la ley (como pensó la modernidad desde
Galileo), sino que la obedece porque es físico. O como ha
dicho Zubiri alguna vez en 1962: toda ley “in re es una mera
estructura funcional, es decir, la expresión de un vínculo
de sustantividad” (2008: 163). Sustantividad que consiste
en dar de sí y que, por lo tanto, consiste en ser
estructuralmente respectiva. He aquí que llegamos a esta
noción de “respectividad”, base de cualquier idea ulterior
de “estructura” como relación trascendental y, por tanto,
también de las relaciones constitutiva y categorial.

La respectividad no es un momento conceptual por así


decirlo. No se trata, evidentemente, de que yo vea una

165
Estructura trascendental de lo real

cosa, la contemple, la posea exhaustivamente en mi


inteligencia, y que luego haya otra cosa, y vea lo que la
una es respecto de la otra. No. Esto sería una conexión
extrínseca (Zubiri, 1989: 58).

Por eso, la estructura no consiste en ser radicalmente


“forma abstracta”. Según la reología, “la estructura es una
unidad intrínseca expresada en propiedades sistemáticas”
(Zubiri, 2008: 513), por lo que ser estructural consiste en
que los momentos constitutivos se codeterminen
mutuamente en su unidad; lo estructural se expresa en la
unidad sistemática de las cosas; no es un concepto. El
concepto, si viene, vendrá ulteriormente, pero en lo absoluto
funda la cosa.
Para decirlo a las claras: la “forma abstracta” es una
idea conceptiva, un mero concepto, incluso “diseñado” a
priori (contra lo que a sus defensores les gustaría, siendo
que se creen críticos de las a priori o armchair philosophies)
para que se adecúe a lo que a ellos les interesa (la física
fundamental) y, más a priori aún, si llevamos a sus
consecuencias el que se la entienda como “ante rem”. No es
la “forma abstracta” una forma abstraída de las cosas
físicas, sino que es una idea ejemplar (el exemplum del
platónico Agustín o Ireneo) que, según creen, se “instancia”
en las cosas físicas; palabra esta, “instanciar”, que no hace
sino sofisticar o bien la vieja idea de la παρουσία platónica
o bien la vieja idea de la “contracción” del concepto de ser.
Por la idea de παρουσία, al igual que Platón, quienes
creen en “instanciar” no se molestan en determinar

166
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

metódicamente cómo esa idea, forma abstracta, se


concretiza en las cosas, como ya lo criticaba Aristóteles.
Por la idea de la “contracción”, por lo menos los
medievales podían resolverla en su cosmovisión
creacionista vía la idea del progressus. Hoy, sin embargo, ni
griegos ni medievales; hoy la noción de “instanciar” carece
de sentido físico.
Lo que hay, pues, no es una forma abstracta, que no
abstraída, sino unidades físicas, complejos estructurales de
los que ulteriormente, si eso, podremos con nuestra
inteligencia intentar poner en un concepto más o menos
adecuado, y siempre provisional, los caracteres que los
determinan. No es, pues, que las cosas instancien formas
abstractas, estructuras modales, legaliformes, causas o
leyes, etc., es más bien que las cosas son sistemas
estructurales que, a poco que uno las escudriñe, les
desborda su carácter estructural y, por tanto, en virtud de
eso podemos nosotros ulteriormente expresar una “ley”.
Mas para ello, sin embargo, es menester escudriñarlas a
ellas, a su unidad. Unidad que, en tanto que es física y no
abstracta (conceptiva), hace que “la articulación entre las
notas de una realidad [sea] estructura cuando por ella
posee propiedades sistemáticas” (Zubiri, 2008: 513) y sea,
junto con ello, “algo irreductible a la mera copulación
externa de elementos” (ídem). Copulación externa que,
por muy “modal” que se intente, por muy nomológica que
se suponga, seguirá siendo siempre y sólo lógica, y “logic, even
when enriched with set theory, is insufficient to build ontology, since
it does not describe the world” (Bunge, 2006: 15), cuánto menos

167
Estructura trascendental de lo real

para construir reología, ya que, por sí misma, en cuanto


mera lógica, no describe la realidad de lo real.
Por el contrario: “La respectividad es una dimensión
física de las cosas. Absolutamente física. No es una
respectividad meramente mental o relacional, de carácter
más o menos abstracto, ni tan siquiera concreto. Porque
no es un concepto” (Zubiri, 1989: 58). La respectividad es
la estructura de lo real que es siempre y sólo físico, pues sólo
de ese modo, la estructura puede estructurar sistemas reales,
de otra manera, como forma abstracta, entraría el
problema de “la causalidad” entre un ente ideal y uno real,
pero, por supuesto, “los objetos ideales no pueden ejercer
tales acciones”, como decía Bunge antes. Ese es el nudo
gordiano del idealismo y, en especial, de este tipo de
idealismo cientificista, que por entender realidad como
“independencia de la mente”, estructura como “forma
abstracta” o causalidad como “causalidad eficiente
inmediata” es incapaz de resolver filosóficamente
problema alguno.
Los sistemas, pues, son siempre sistemas físicos. Y
me da igual que por sistema físico se entienda un sistema
termodinámico descrito en un sistema de ecuaciones
diferenciales, que un sistema económico-social, que un
sistema respiratorio de un organismo, que un sistema de
elementos literarios en torno al Quijote; ninguno de ellos
es “forma abstracta”, sino que todos son sistemas físicos, tienen
una actualización efectiva, dan de sí de suyo y en virtud de
su efectividad es que son sistemas y, por tanto, no todo es
viable en ellos. En un sistema termodinámico no puedo
hacer que la temperatura sea una variable aditiva, como

168
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

tampoco puedo hacer, en el sistema literario del Quijote,


que no sea un espíritu caballeresco dispuesto a desvelar
algo de lo más hondo de la intimidad humana. Son todos
sistemas físicos. Y ya va siendo hora de que por “físico”
dejemos de entender de una buena vez “lo que se reduce
a partículas elementales” o similares; es pueril, infértil y a
la postre un insulto a la inteligencia.
Bien entendido, claro, que nuestras herramientas
para afirmarlo son otras. En este caso, “efectividad” no es
idéntico que “causalidad” si por ésta se entiende su sentido
moderno, causalidad inmediata eficiente. Este tipo de
causalidad no es más que un tipo de efectividad, de dar de
sí, de funcionalidad de lo real, pero no el único. Puede
entenderse la causalidad con mucho más calado filosófico
(como lo hace César Rodríguez-García, véase en este
mismo ejemplar de la revista). El problema aquí es que,
quienes defienden la estructura como forma abstracta,
sólo entienden este tipo de causalidad, de modo que al
pretender que esa forma sea abstracta, carecen de
herramientas para probar que causen algún efecto, ya que,
por definición, ese tipo de causalidad excluye ese tipo de
“entidades” como el de la forma abstracta, y ese tipo de
“entidades” excluye ese tipo de causalidad. La encerrona
se la ponen solos, por insuficiencia filosófica.
Para nosotros, es claro que los conceptos tienen su
propio modo de realidad, son también físicos, sí, pero
cuando son “meros conceptos” son, digamos para darnos
a entender, el “antónimo de físico”. Antes ya lo hemos
dicho, no es físico lo “meramente conceptivo”, lo
“meramente intencional”, lo que se queda en “meras

169
Estructura trascendental de lo real

intenciones”, en la mente de quien lo piensa (como


intentum), sin ponerlo en realidad. El problema no está en
que el concepto sea real, pues lo es, sino en que se
confunda su modo de realidad con otro, por ejemplo, con
el de las cosas materiales; he ahí el problema de la “forma
abstracta”, que podrá ser todo lo real que se quiera en
tanto que concepto, pero habrá que moverse en ese
ámbito de realidad para determinar su carácter de real, es
decir, su modo de efectividad. De ninguna manera se puede
creer que, en tanto que concepto, sea lo que erige los sistemas
o tenga “causalidad eficiente inmediata” sobre realidades
materiales, sean las que sean.
Ahora bien, cierto es que quienes crean este
concepto de “estructura” creen que es “más que
concepto”, por eso le llaman “modal”; pero es que el que
sea “modal” es lo que hay que probar, no de lo que hay
que partir; sin embargo, esta probación no la hacen,
resbalan en la partida, por tanto, ¿qué de rigor podrían tener
en la llegada? No basta sólo con decir que es “modal”.
Volveremos a esto más abajo.
Según la reología, pues, en todo sistema estructura es
determinación funcional, por eso es que su efecto formal
consiste en “asignar una posición” a aquello que
estructura. La posición que ocupa el peso de un animal está
determinada funcionalmente por su estructuración; no
todos los animales pueden pesar cien kilos y, los que
pueden pero no deberían, ponen en riesgo su vida por
diversos motivos, tanto cardiovasculares como
gravitatorios. “Peso”, pues, tiene una función biológica así
dispuesta por la estructura animal.

170
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Que esta determinación funcional se exprese


ulteriormente en una ley (o en un concepto cualquiera),
para el caso de ciertos sistemas estructurales, es otra cosa;
pero la ley es el resultado de nuestras investigaciones en
torno a la realidad de la determinación funcional (de la
estructura), no la causa de dicha determinación. No es que
las manzanas caigan por una ley, la de Newton o Einstein,
sino que hay una ley, la de Newton o Einstein, porque las
manzanas caen. La ley, en el fondo, tampoco explica por qué
las manzanas caen, sino que condensa en concepto cómo las
manzanas caen, es la explicación funcional de una
estructura (la gravitatoria), pero en ningún caso caen por
una ley. La ley no explica, sino que ase la respectividad
entre una res (la manzana que cae) y su res-fundamento.
Ahora bien, el fundamento de la caída es, para Newton, la
fuerza; para Einstein, la presencia de masa en el espacio-
tiempo (su curvatura); las manzanas caen por la fuerza o por
la presencia de masa, pero no por la ley de Newton o la
ecuación de Einstein. ¿Significa eso que “fuerza” o “masa”
no son estructurales sino “substancias” relacionadas
externamente por una ley o una ecuación? De ninguna
manera, significa que estructura no es la ley o la ecuación,
sino el complejo físico y efectivo de la manzana y la Tierra
tal que permite y exige lo que llamamos “caída de la
manzana”. La estructura no es la ley o la ecuación, pero
tampoco algo tras ellas, sino lo en ellas acusado. Esta
aparente trivialidad es lo que los idealistas obvian,
sospecho que motu proprio.
¿Puede hallarse una “forma abstracta”, una
proposición legaliforme, a todo lo real o será que se busca

171
Estructura trascendental de lo real

ad hoc la zona de realidad donde aquella definición de


“estructura” sí se adecúe, por ejemplo, la física
fundamental? Pensemos en casos fuera de esta ciencia, por
ejemplo, el del hombre. ¿Cuál es su forma abstracta? No
vale decir “lo que la mecánica cuántica diga en última
instancia, porque es reducible el hombre a sus partículas”;
sería no entender nada, ni al hombre ni a la mecánica
cuántica. La física fundamental no trata de hombres, y si
con trabajos serios, arduos y penosos puede encontrar a
penas soluciones analíticas para sistemas de dos partículas,
¡qué sentido no ideológico tendría decir que el hombre, o
lo que sea, es reducible a esta ciencia! Pero supongamos,
bona fide, que se dice que la estructura humana es la
proposición legaliforme: “Todo hombre es animal
racional”. ¿Basta esta proposición, por legaliforme que se
quiera, para darnos la estructura física de lo que es el
hombre? He ahí el problema de creer que realidad es una
zona (Sierra-Lechuga, 2022) y que esa zona es la de
determinada ciencia positiva.
Por eso es que digo que, a la postre, estos
“estructuralistas” son ontólogos (se hacen llamar “realistas
estructurales ónticos” por distinción de los meros
“epistémicos”), porque no dejan de ver la realidad como zona
de objetos (un “dominio”), una zona de objetos a la que
quieren purgar de “objetos”, pero no de su carácter de
“zona”, rebrotándoles por ello nuevamente más y más
objetos. He ahí lo metafísicamente irresponsable. En
agradable visión nos decía Zubiri a este respecto:

172
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Se dice que, si al animal le agrego lo racional, tengo un


hombre. Sí, pero ¿a qué animal? Porque, si se lo agrego a
una ameba, no hay cuestión, ahí no tengo un hombre. Ni
sé si podré agregar inteligencia a una ameba. ¿A qué
animal se le agrega la inteligencia? ¿Al australopiteco? Sí.
Pero, entonces, dígaseme en qué consiste la esencia de
un australopiteco. Esto no es dialéctica [léase: lógica], es
el movimiento progresivo de la intelección humana en
orden a la aprehensión de lo fundamental y de lo
constitutivo de las cosas. Pero, como quiera que sea, esas
notas [mejor: estructuras físicas] existen so pena de que
la realidad no fuera lo que es” (2001: 62).

Y como la realidad es lo que es y nada más (factualidad),


entonces sus estructuras no pueden ser abstractas. Hacen
falta las estructuras físicas precisas o, si se quiere, las
estructuras precisamente físicas para que, en este ejemplo, el
hombre quede determinado como hombre, con indiferencia
de si son o no captables por algún tipo de logos o razón,
por algún tipo de lógica modal, dialéctica o matemática,
etc., incluso por algún tipo de antropología. La pregunta
fundamental es “¿por qué algo es así y no asá?”, y las leyes
no dan cuenta de esta determinación real, sino que son
expresiones suyas. Por lo tanto, la estructura como forma
abstracta no puede sino estar montada en una estructura
simpliciter, es decir, en una sola estructura. He ahí la
factualidad, que no apela a mundos (ideales) sobre este
mundo; no apela a mundos supra-naturales. Paradójica
situación la de los estructuralismos idealistas, que han
creído que por mencionar a la ciencia ya eran
“naturalistas”.

173
Estructura trascendental de lo real

Insistimos: “‘estructura’ es el principio determinante


posicional de las notas constitucionales. Formalmente, el
‘efecto’ de una estructura es ‘posición’” (Zubiri, 2008:
512), y ello no puede ser sino porque la estructura es
formaliter algo físico y no lógico (por muy “modal” que se
quiera); eso es la respectividad. Cuando aquellos
“estructuralistas ónticos” (sic) dicen “modal” quieren decir
con eso que sus estructuras están “en la realidad”, que no
es mera cuestión de su logos. En ese tipo de filosofías,
“modal” es la forma para decir que algo está, nuevamente,
in re. Derivadas de la lógica modal, estas metafísicas creen
que por hablar de “necesidad”, “posibilidad”,
“probabilidad”, etc., están refiriéndose a la cosa misma y
no a un asunto de su logos. “By modal structure we mean the
relationships among phenomena (tracked or located, as things,
properties, events, and processes) that pertain to necessity, possibility,
potentiality, and probability” (Ladyman, et al., 2007: 153, 154).
Es lo que Anselmo de Canterbury pretendía cuando decía
que Dios existit et in intellectu et in re, lo que no es sólo una
coincidencia del lenguaje entre estos y alguien del siglo XI,
sino también en su fondo. En la misma base de la lógica
modal “demostraba” Escoto a Dios: si es posible un ente
infinito, es necesariamente posible un ente infinito.
Pero esta identificación radica en la creencia de que
aquello que está “en el intelecto” está también en “lo real”
por ser a priori –aunque en el caso de Escoto tendríamos
que ser más sutiles. ¿De dónde se sacan lo “modal” sino
justamente de la chistera del a priori, muy “a su pesar”? Y
aunque pudiéramos criticar ya desde ahí que los a priori mas
bien son siempre algo obtenido ex post facto, nuestra crítica

174
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

en este texto va más bien por el lado de que hay quien crea
que algo a priori puede ser fundamento de lo “a posteriori”.
Sólo un aparataje de tipo kantiano podría sostener tal ideal;
pero podría hacerlo sólo en tiempos de Kant. Lo a priori
aquí se sofistica por lo modal, pero es un cambio de
palabra y no de concepto, porque es aún la chistera donde
se identifica, sin probar, que un mero concepto funda lo
real. No basta con pretender que con añadir “modal” a una
proposición, aquello a lo que refiere ya está in re, es decir,
no basta con creer que es física una forma abstracta sólo
por decir que es física, cuando, como hemos visto, no ha
sido elaborada más que como una idea.
Lo físico de algo no se supone (realismo ingenuo), ni
se pone por nosotros (idealismo) diciendo cosas como
“modal”, se impone en la aprehensión intelectivo-sentiente
que tengo con ello. Por eso es que una metafísica que
busque no caer en estos errores debe reformularse
enteramente, reformando la idea que se tiene de “mente”
(inteligencia) y la que se tiene “realidad”. Esto es, ha de
dejar de ser epistemología y ontología, ser ahora noología
y reología. La combinación ingenua de “mente” y
“realidad” otorga a las filosofías que así combinan el
mayor de sus problemas, su problema madre, la idea de
realidad como “mind-independent”. Pero esto no lo
desarrollaremos aquí (Sierra-Lechuga, 2022).
La respectividad, hemos dicho, sí es de carácter
físico, algo efectivamente patente en la posición que
designa a los sistemas o sus notas. De aquí que el que esta
estructura se exprese o no en ecuaciones o proposiciones
legaliformes nos parezca muy ulterior. Lo citerior es

175
Estructura trascendental de lo real

determinar con rigor qué es una estructura en sentido físico,


y esto es algo que habrá que ir averiguándolo en cado caso,
ex post facto, nunca a priori.
Nos hemos detenido en la “relación trascendental”
y la sofisticación que se hace de ella en los actuales
estructuralismos. Mas lo hemos hecho porque es hasta ahí
donde llegan los estructuralismos al uso, por más
sofisticados que sean. Su estructura es, a lo sumo, relación
trascendental, la estructura es el trascendental. Esto, con
poder ser verdad, no es sin embargo toda la verdad. Menos
aún entendida como forma abstracta. Porque la estructura
así pensada, por muy trascendental que sea, sigue siendo
un tipo de relación que, si bien ha logrado “prescindir” de
relatos (y ya vimos hasta qué punto, no del todo), no ha
logrado prescindir del idealismo. Amigos de un
platonismo sofisticado (“naturalizado”, dicen), y de un
pitagorismo poco digerido, esos estructuralismos sugieren
que las estructuras matemáticas son estructuras físicas:
“This may suggest a kind of Pythagoreanism, asserting the identity
of structures in mathematics and physics” (Ladyman, et al. 2007:
159), pero, nuevamente, no basta con decir; es el problema
que todo platónico tiene al identificar “decir” y “realidad”,
el antiguo λέγειν τὰ ὄντα; en este caso, habiendo una
especie de causalidad intrínseca entre la ecuación
legaliforme y el comportamiento físico, lo que es ridículo.
“¿Cómo se va a pretender que una ley sea una causa? Una
ley enuncia precisamente la necesidad intrínseca como
algo acontece, pero enmudece acerca del carácter
necesario de esta funcionalidad” (Zubiri, 1989: 95).

176
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

7.3. Estructura, apertura y estructuración


Pero si la estructura no es ley (o una ecuación legaliforme
o similares), es porque la ley no estructura. No es sólo que
la ley no sea estructura, es que, si no lo es, es porque no
estructura. Estructura es siempre y sólo estructuración. Hay
que insistir en esto, porque en la estructuración se ve que
no se requiere de relatos; “estructuración” conserva una
acepción “procesualista” y, como toda filosofía del
proceso sabe, lo que hay son eventos (o sucesos) y no
términos ya citeriormente constituidos sobre los que el
evento ha de recaer (Sierra-Lechuga, 2020).
Y es que ocurre que, si algo es de suyo, entonces da
de sí; porque dar de sí es en lo que consiste ser de suyo.
Esta imbricación significa que lo que es de suyo es de suyo
abierto. Y entonces se dice de la respectividad que:

La respectividad, en primer lugar, afecta a la constitución


de cada cosa. Es aquel carácter en virtud del cual ninguna
cosa empieza por ser ella lo que es y luego se pone en
relación con otras, sino justamente al revés: lo que cada
cosa es, es constitutivamente función de las demás. En
este sentido primario toda realidad es constitutivamente
respectiva. En su propia constitución es función de las
demás. En segundo lugar, esta respectividad, como
indicaba en la frase anterior, no es formalmente relación.
Ante todo, porque toda relación supone relatos. Y aquí
no tenemos relatos, puesto que cada cosa es función de
las demás. Es algo que constituye el relato mismo; no se
apoya en la índole del relato sino que lo constituye. Y en
su virtud esta respectividad in re no es nada distinto de la

177
Estructura trascendental de lo real

cosa misma. Es justamente su interna, su intrínseca


constitución (Zubiri, 1989: 56).

Decir que la respectividad no es nada distinto de la cosa


misma es decir que la respectividad es trascendental, como
veremos abajo. Pero detengámonos por ahora en que el
problema no es ya el de las estructuras in re o ante rem.
Problema que de algún modo sigue viviendo del
substancialismo por cuanto tiene de dualista (hay que
relacionar lo ante rem con lo in re, o viceversa, como si ambos
fueran monolitos por sí mismos constituidos y por tanto
aislados; substancialismo). Aquí la cosa misma (más que
“in re”, res illa) es ella constitutivamente abierta, respectiva a
todas las demás o, reológicamente dicho: es res respectiva,
rea de la apertura. Se trata, pues, de que la cosa es
respectiva ex se o, mejor, que la respectividad es la propia
apertura de lo real por ser real. Por eso, la cosa no es un
“relato”.
El estar abierto, el estar vertido, etc., es claro cuando
se mira a las cosas como sistemas estructurales y no ya
como substancias. Así vistas las cosas, lo que aquí decimos
resultará obvio; el problema está en quitarse el prejuicio de
las cosas como algo cerrado sobre sí mismo, individual,
idéntico a sí mismo, absolutamente discernible, etc. La
suficiencia constitucional se cobra no por substancialidad
alguna, sino por estructuras, concretamente, por campos
físicos de respectividad, ellos son la apertura dinámica de lo
real. La cosa, pues, no es “cosa” en el sentido
substancialista en que la usan los ontólogos, incluidos los
estructuralistas; toda cosa es sistema estructural y todo

178
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

sistema es activo, funcional, subsistema de otros sistemas,


etc. Las cosas son constitutivamente abiertas.
Podemos decir, si se quiere, que sólo la estructura
estructura (como verbo): las cosas son estructurales y por tanto
son estructuradas y en cierto sentido también están
estructurando. Por eso no son sino (bi)perspectos (el
sistema siempre es maleable y dinámico), porque
perspectivamente son cosas, pero de suyo dan de sí como
estructuras (estructuradas); es decir, las cosas no son
“cosas” sino que son sistemas, y toda estructura es
estructuración. Un sistema no es un conjunto de elementos
interrelacionados y ya, como decía el empirista aquel,
noción trivial y nada filosófica. Un sistema es una unidad
compleja erigida por estructuras, por tanto, abierto a su
campo, a otros sistemas y a sí mismo, esto es, que “tiene” la
dinamicidad 1) de proyectar su estructura para que otros la
“reutilicen”, 2) de generar nuevos ámbitos de realidad y 3)
de transformarse a sí mismo; es lo que el reólogo César
Rodríguez-García está llamando en cada caso
extrastructuración, conestructuración y transestructuración (véase
en este mismo ejemplar de la revista). En sentido
reológico, pues, lo real, la res, la cosa, el asunto, cualquier
asunto (termodinámico o quijotesco), la sustantividad, es
sistema estructural.
Viene a bien citar las brillantes palabras David
Bohm cuando dice:

As the Latin root “struere” indicates, the essential meaning


of the notion of structure is to build, to grow, to evolve.

179
Estructura trascendental de lo real

This word is now treated as a noun, but the Latin suffix


“ura” originally meant “the action of doing something”.
To emphasize that we are not referring mainly to a
“finished product” or to an ultimate result, we may
introduce a new verb, to structate, meaning “to create and
dissolve what are now called structures” (1980: 151-152).

Los sistemas estructurales son tales por estar siendo


estructurados y por estar estructurando. He ahí el sentido
físico de una respectividad física. La realidad, así entendida
como respectividad, es estructura estructurante; y aquello por
ella estructurado, los sistemas sustantivos, son estructura
estructurada.
Así pues, la respectividad es de algo que es de suyo,
pero el de suyo es algo fundado en la respectividad. Sólo
así las cosas podrían tener suficiencia constitucional.
Ambas están en función de la otra (porque, en sentido
estricto, no son “ambas”: de suyo y respectivo son lo
mismo, porque de suyo es dar de sí). Entonces, la
respectividad es el fundamento de todo tipo ulterior de
relación, aunque se trate de la relación trascendental.
Porque para poder relacionar, con o sin relatos, siquiera
poder hablar de una estructura ante rem, es preciso que las
cosas sean suficiente y constitutivamente abiertas:
determinantes y determinadas de hecho y de derecho a poder y
tener que constituirse respectivamente. Si no estuviera en
su dýnamis el poder ser respectivas, no podrían relacionarse
las cosas ni siquiera de la forma más imaginablemente
arbitraria. No hay independencia consecuencial (razón
forma de la substancia (Sierra-Lechuga, 2022b)), sólo hay

180
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

suficiencia constitucional en respectividad, en campos


físicos de respectividad.
Así pues, la relación trascendental y, por lo tanto,
toda otra relación que en ella se funde, es ulterior a la
respectividad, porque lo citerior consiste en que la
estructura sea estructurar. Otro modo de decir que la
respectividad es citerior es como dijera Zubiri: “La apertura
es el modo primario del ‘de suyo’” (1979: 40). Así pues, no
es que la realidad tenga estructura o esté en una estructura, ni
siquiera acaso que la realidad sea estructural; lo que nos dice
la respectividad es justamente algo más fundamental que
todo eso, a saber, que realidad es estructura. Realidad es
estructura (estructurante), mientras que lo real es sistema
estructural (estructura estructurada); bien que estructura es
estructuración; o sea, estructuración estructurante y
estructuración estructurada.
Otra cosa es determinar si la estructura de lo real
precisa es captable o no por la inteligencia humana (como
en el ejemplo del hombre anteriormente dicho); lo que
aquí se está diciendo es que la apertura de lo real es
constitutiva de lo real justo porque realidad es respectividad.
Con lo cual la expresión zubiriana, “No es apertura de ‘lo’
real, sino apertura de ‘la’ realidad” (1979: 32) es inexacta,
pues lo que propio sería decir “es la apertura de lo real,
porque realidad es apertura”.
Así pues, por ser sistemas estructurales, las cosas son
siempre cosas-abiertas. Y la inversa también es verdadera:
por ser abiertas, las cosas son siempre sistemas
estructurales. He ahí la sola estructura, la respectividad.

181
Estructura trascendental de lo real

También es verdadera porque lo importante aquí es que su


carácter de apertura es constitutivo de la realidad, justamente
porque es sistema estructural. No es sólo que lo que es de
suyo sea respectivo, es también que: “La respectividad de
lo real es justamente aquello en virtud de lo cual la realidad
justamente es algo de suyo” (Zubiri, 1989: 57). De suyo y
respectivo son convertibles, porque el de suyo es un de suyo
que consiste formalmente en dar de sí, es decir, en
“respectivizar”, si se me permite la expresión. Y decir que
son convertibles es decir que son trascendentales.
De ahí que la suficiencia constitucional (que es la
razón formal de una sustantividad (Sierra-Lechuga, 2022b))
se cobre por campos físicos de respectividad, es decir,
otras estructuras, porque realidad es apertura. Por eso,
decir que la sustantividad es siempre respectiva es lo
mismo que decir “un de suyo que consiste en dar de sí”, y
justamente “de suyo dar se sí” es la noción reológica de
realidad (Sierra-Lechuga, 2022). Así pues, realidad y
respectividad son convertibles. Y, nuevamente, decir que son
convertibles es decir que son trascendentales; los
trascendentales de la metafísica contemporánea.

7.4. La estructura como un trascendental


La metafísica trata de los trascendentales, ese es su campo
de estudio. Si bien el término “trascendental” (no
“trascendente”) aparece hasta el siglo XIV, el concepto
está desde el nacimiento de la filosofía, ¿qué si no son los
caracteres de los ἀρχαί que los presocráticos investigaban?
Platón mismo hablaba de que el intelecto filosófico

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

investiga lo que todas las cosas tienen de común (ἡ ψυχὴ


τὰ κοινά περὶ πάντων ἐπισκοπεῖν) (Theaetetus, 185a), y
Aristóteles, cuando fundaba esta filosofía primera, decía
que esto κοινά περὶ πάντων son caracteres de suyo (καθ᾽
αὑτά ἐστι πάθη) que tienen las cosas en tanto que cosas y
que es sobre eso sobre lo que debe investigar el filósofo
(περὶ ὧν τοῦ φιλοσόφου ἐπισκέψασθαι) (Met. 1004b1). Esto,
que le surge de suyo a las cosas (τὰ τούτῳ ὑπάρχοντα καθ᾽
αὑτό), en tanto que cosas, es lo más fundamental
(ἀκροτάτας) (Met. 1003a21). Y así lo entendieron después
los escolásticos cuando decían que debía tratar de lo
commune o del transcendentium ordo (Tomás), o literalmente de
trascendentibus (Escoto, la scientia transcendens), por lo que
tiene de reale (Suárez), y es sólo por eso que incluso Kant
toma el término para matizarlo a su modo y hacer un
“idealismo trascendental” o luego Husserl también a su
modo una “fenomenología trascendental”. Discuten todos,
sí, sobre qué sea lo trascendental, pero no discuten que la
filosofía primera, filosofía fundamental o metafísica, vaya
de investigar lo trascendental. No es el lugar aquí para
hacer historia de la metafísica, pero con fundamento en
ella afirmamos que la metafísica es una investigación de lo
físicamente trascendental. Por eso, y sólo por eso, es que la
metafísica estudia la realidad en tanto que realidad o, como
se dijera recientemente, que la metafísica es “the general
theory of reality” (Rescher, 1996: 7), porque lo trascendental
lo es en la medida en que atraviesa todo lo real –estamos
por verlo.
Pues bien, cierto es que la llamada “relación
trascendental” del estructuralismo no requería ya de

183
Estructura trascendental de lo real

relatos, por lo menos en algún sentido. Es la estructura la


que tiene realidad por sí misma. Esto es un logro
inigualable. Pero ¿es la estructura lo más real por sí misma
o lo es porque estructura es más bien algo posibilitante? Se
trata, precisamente, de la apertura de lo real, no como otra
cosa que la estructura, sino como lo que la estructura es.
Como los reólogos sostenemos, si lo físico es físico,
es porque de suyo da de sí, y si este dar de sí es el
dinamismo del de suyo, entonces este de suyo debe ser
formalmente abierto. Es el cuarto ámbito de relaciones que,
sin embargo, no es ya ninguna relación, ni siquiera la
trascendental, sino precisamente el fundamento de todas ellas.
He ahí lo que queríamos señalar en este texto; no el
estructuralismo sino el estructurismo, fundamento del
estructuralismo, del relacionalismo y del relacionismo. “El
estructurismo [es] extensión y radicalización metódicas del
zubiriano concepto de ‘sustantividad’” (Laín, 1991: 161),
cuya razón formal es la suficiencia constitucional. Ahora
bien, esta suficiencia sólo se alcanza en respectividad, nunca
las cosas son lo que son independientemente, cerradas
sobre sí mismas, sino por su apertura.
A esta apertura se llama respectividad, que es lo que
constituye el estar vertidas unas notas sobre otras (en
virtud de lo cual son “notas-de”) o unos “sistemas
nóticos” sobre otros (en virtud de lo cual son “sistemas-
de”); versión que no requiere de aquello a donde van a
verterse, sino que se trata de un momento constitutivo de
la propia realidad gracias al cual desde sí las cosas se exigen
verterse. Sobre esto nos dice Zubiri que:

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

[L]a versión no es ya propiamente una “relación”, porque


en rigor toda relación presupone la realidad ya
constituida de sus relatos, siendo así que esta versión de
que hablamos no solo no presupone la nota sino que es
uno de los momentos que la constituye en su realidad
física. Este carácter constitutivo de la versión es lo que
he solido llamar “respectividad” (Zubiri, 2008: 287).

Entonces, como momento de lo real por sí mismo,


respectividad es que lo real se exija desde sí mismo estar
en acción ejercida; la actividad se funda “naturalmente en la
actuosidad y ésta en la respectividad” (Zubiri, 1989: 89).
Es la realidad simpliciter actu excercito. Desde sí exigirse
actuar es otra forma de decir que lo real es dinámico ex se,
o bien que de suyo da de sí. “En sí misma, y por el mero hecho
de ser real, toda cosa o momento de cosa es físicamente
respectiva” (Zubiri, 1989: 58, cursivas mías). Dicho
explícitamente: respectividad es otro modo de decir
realidad; respectividad es un convertible suyo, es un
trascendental.
Bien entendido que la estructura no es el
trascendental, como creerían algunos, sino un
trascendental. Para entenderlo, hay que tener presente la
historia de la filosofía. En reología, diría que, a diferencia
de los trascendentales clásicos, no se trata en nuestro caso
de conceptos sino de un momento físico de las cosas. Las cosas,
por ser cosas (y no por otra razón), tienen unas
“características” comunísimas. Son comunes no sólo
porque “las tengan todas”, sino porque es en virtud de

185
Estructura trascendental de lo real

ellas que se comunican. Así, visto desde las cosas hacia esas
“características”, las cosas se comunican. Visto desde las
“características” hacia las cosas, las “características” las
atraviesan (a las cosas). Esas características son, por eso, los
trascendentales, κοινά περὶ πάντων. Transcendental significa
transversal. ¿Transversal a qué? A todo lo “categorial”,
dirían los clásicos llegando hasta Rahner, o a lo “talitativo”,
diría Zubiri para evitar la visión conceptiva de los
trascendentales, en favor una visión física. Lo
trascendental atraviesa lo categorial o lo talitativo. En
reología, el primer trascendental es realidad.
Con metáfora geométrica, diríamos que, si las cosas
son como planos paralelos, el plano ortogonal que los corta
a todos es lo trascendental. Es en este sentido, y sólo en
este, que decimos que todo es realidad. Sirviéndome de esta
misma metáfora, diría que cuando en filosofía hablamos
de “fundamental”, nos referimos a este plano ortogonal,
sin menoscabo de que en cada plano de los paralelos haya
fundamentos en su propia línea. La física tiene una física
fundamental, como la química tiene sus fundamentos de
química, etc., pero el sentido filosófico del vocablo no es
el talitativo, sino el trascendental que aquí estamos
exponiendo. Sin esto claro, se confunde lo fundamental
talitativo con lo fundamental trascendental, como de
hecho es lo que ha pasado en los estructuralismos
cientificistas comentados (es el problema de la así llamada
“relación trascendental”).
Ahora bien, en comparación con los clásicos, según
ellos los trascendentales lo son por exceder el orden
categorial, el orden genérico, por no “caber” en los

186
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

géneros supremos, categorías o predicamentos, toda vez


que “ens” o “esse” es el concepto más abstractísimo. Es por
esto que están hablando siempre de conceptos, conceptos
trascendentales. En nuestro caso, ocurre algo similar, salvo
que “categorías” o “géneros” (y por tanto “especies”), si
cabe seguir hablando así, no son sólo conceptos. Yo diría,
con resonancia más bien escotista, que son formalidades
(pero eso es otro tema).
No es, por ejemplo, que la especie sea un concepto que
se contrae en el individuo; si así fuera, no podríamos
explicar la realidad del aislamiento reproductivo. Pero
tampoco es un universal real sin más, pues, si así fuera, no
podríamos explicar los productos no reproducibles
(estériles) efectos del aislamiento reproductivo (como las
mulas) y que, como tales, no generan especies nuevas; así
tampoco podríamos dar cuenta del origen de las especies.
Además del problema estrictamente biológico, que parece
estar resolviéndose en la escala de la biología molecular,
filosóficamente parece más bien que la realidad de la
especie viene de un dinamismo de los individuos (y sus
ecosistemas epigenéticos), de modo que más que la especie
se individualice, es el individuo el que puede (o no)
especificarse, vía la filiación, por ejemplo.
En cualquier caso, esto nos diferencia de la
metafísica clásica y de los estructuralismos al uso que,
valdría decir, no por hacerse hoy ni por usar la ciencia (o
lo que ellos creen que es usar la ciencia) son menos
tradicionalistas en este punto. Como he dicho, toda
filosofía contemporánea debe ser tradicional (porque
nadie descubre hoy el fuego), pero en lo absoluto ser

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Estructura trascendental de lo real

tradicionalista (porque hay más cosas que el fuego). Los


trascendentales, pues, reológicamente considerados, no
son ni conceptos post rem, ni nada “modal” ante rem ni
siquiera in re. Son la res misma por cuanto toda res es tal por
su realitas, son trascendentales por convertirse con la
realitas de las res.
Se entiende ahora que antes hayamos dicho que la
respectividad no es nada distinto de la cosa misma.
Respectividad es convertible con realidad, pero como
realidad siempre es rea de la res (principio reológico), en
cierto modo también es convertible con la res illa. “Res” o
“cosa” sería otro trascendental, bien que no el
trascendental “res” que Tomás de Aquino equiparó con la
“esencia” o quidditas. Y es que toda res, en sentido
reológico y no escolástico, tiene una función talitativa y
otra función trascendental, de modo que ambas funciones,
así como los propios trascendentales, se distinguen
formalmente (acaso modalmente) y no por mera distinctio
rationis; su distinción es formal, por tanto, real pero no
numérica8.
Los trascendentales, reológicamente considerados,
son, pues, todo aquello que sea convertible con “realidad”,
porque “realidad” es justamente lo comunísimo; realidad
es el primer trascendental. Con licencia poética diríamos
que “realidad de realidades, todo es realidad”. Convertible
significa, grosso modo, “sinónimo”, sólo que resaltando x o

8Contra Zubiri, no es que lo talitativo tenga una función trascendental


y lo trascendental una función talitativa. Lo que tiene ambas funciones
es la res entera, unitariamente ella. Más abajo volveremos.

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y aspecto. Según cómo se mire el trascendental realidad,


destacará más de un modo que de otro y esas como
“facetas” que nos muestre serán, precisamente, los demás
trascendentales.
La unidad trascendental es, por usar metáfora alegre,
lo que los topólogos llamarían una variedad no orientable;
pues, como los trascendentales son convertibles, en rigor
ninguno está por encima del otro, por lo que aparece
distintamente (pero sólo con distinción formal) uno u otro
según el ángulo que se priorice en cada caso. Así, que
realidad sea el “primer” trascendental no es sino una mera
expresión que acusa que, en la inteligencia-sentiente, lo
citeriormente sentiligido es formalmente realidad, y, en ese
sentido, se usa como punto de referencia contra el cual
convertir los posibles trascendentales; pero nunca acusaría
este vocablo “primer” una prioridad radical respecto de
cualquier otro trascendental.
Ahora bien, en este respecto más cercanos a una
posición escotista que a una tomista (para Tomás los
trascendentales son seis o siete según si se considera lo
pulchrum), creo que no podemos hacer un listado a priori de
los trascendentales, sino que eso es algo que se irá
investigando (en gerundio) ex post facto. Sí creo, empero,
que con lo que hasta aquí he expuesto y resumido luego de
varios debates y diálogos con colaboradores e interesados,
es viable sostener ya que la respectividad, el dinamismo y, claro,
la estructura, son trascendentales; incluso, como acabamos
de decir, también cosa. Por eso, en cierto modo, decir
respectividad, dinamismo o estructura es lo mismo que
decir realidad, pero resaltando tal o cual “faceta” en virtud

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Estructura trascendental de lo real

de cómo se le esté mirando. Y es por eso también que toda


cosa, por el hecho de ser cosa, sea real, esto es, esté
constituida de realidad, respectividad, dinamismo y
estructura.
Con esto aclarado, volvamos al problema de la
“instanciación” y cómo tenemos “acceso” a los
trascendentales. Lo trascendental no se “instancia” en lo
concreto, pues lo trascendental no tiene sustantividad en y
por sí mismo, es sólo momento de las cosas (y ellas tienen una
función trascendental), ni más ni menos, por lo que no es
que se instancie o ejemplifique en ellas. Justamente esas
cosas expresan o acusan lo trascendental. Como decíamos,
las cosas, que son lo único que hay, cumplen/fungen dos
funciones: trascendental y talititativa. La cosa toda. Por eso
no creo, contra Zubiri, que lo talitativo tenga una función
trascendental o al revés, sino que la cosa (toda) tiene tanto
una función trascendental como otra talititativa; es la cosa
la que puede verse trascendental o talitativamente, pero no
lo talitativo lo que pueda verse trascendentalmente o
viceversa; de ser así, de ser como cree Zubiri, entonces lo
trascendental como función de lo talitativo se estaría
instanciando en lo talitatio, lo que supondría una
sustantividad de lo trascendental, y esto es quimérico. Es
más bien que la cosa puede verse o trascendental o
talitativamente, según la función que esté
cumpliendo/fungiendo. Ambas funciones, pues, se
distinguen en la cosa formalmente.
De este modo, lo trascendental no se instancia en
nada, sino que es la cosa misma la que funciona
trascendentalmente (o talitativamente). Así pues, la

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distinción entre ambas funciones es formal (si acaso


modal), o sea es una distinción en la cosa, pero no una
distinción numérica (res et res), porque no hay más que una
sola cosa con dos funciones formalmente distintas. Por
eso, no es menester hacer “inducción” entre muchas cosas
para saber qué es lo trascendental, pero tampoco
“abstracción” al modo de Aristóteles o Tomás. Yo diría,
en cambio, no “abstracción” sino, si se me permite hablar
con holgura, atención. Una atención erotética en esta cosa aquí
interrogada. Una atención por la vía física, porque no se
llega a los trascendentales como quien crea conceptos
(abstracción), pero tampoco como quien infiere
inválidamente universales desde particulares (inducción),
más bien se investiga interrogando, esto es,
erotéticamente, tanteando lo tanteado, poniendo atención
a la cosa más que a la manera como nos gustaría
considerarla, puesto que los trascendentales son ellos
momentos suyos de las cosas. Si se quiere, más como
quien hace “abducción”. He ahí el esfuerzo de la destilación
metafísica a través de la vía física de la que ya he hablado
antes, distinta de la conceptiva por cuanto que la primera
presta atención a aquello de lo que se habla y concibe,
mientas que la segunda habla y concibe al margen de esa
atención.
Lo trascendental no tiene ninguna “entidad” que
luego se “contraiga” (expresión clásica) en este o aquel
“ente”, que luego se “instancie” (expresión actual) en este
o aquel objeto. Como reólogo, creo que ocurre justamente
al revés, ya que solo hay cosas. No es que el trascendental se
contraiga en cada cosa, pero, como ya he dicho, tampoco

191
Estructura trascendental de lo real

que se abstraiga como concepto, sino que son las cosas las
que se “trascendentalizan”, como mutatis mutandis la
especie en biología, que no es que se individualice, sino
que el individuo se especifica, como antes insinuamos. Y
como no es que el trascendental se contraiga, pero
tampoco es que se “extienda” desde la cosa como una
“mancha de aceite” (metáfora de Zubiri), sino más bien
que la cosa misma ella es trascendental (como adjetivo),
por estar trascendentalizándose, por estar
“desbordándose” vía ese “plano ortogonal” del que antes
hicimos mención, es entonces que lo trascendental es
siempre trascendental acusado desde determinadas res, esto
es, acusado de suyo.
Podríamos decir, quizá, que los trascendentales, por
ser momento de las cosas y trans las cosas, habría que
llamarlos “trascendentales-de” o “trascendentales conjuntos”.
Quien sepa historia de la filosofía sabrá que estamos
demarcándonos aquí respecto de los “trascendentales
disyuntos” de Escoto que, en última instancia, escindían la
realidad a fin de salvar a un dios trascedente. Pero nuestro
esfuerzo reológico es más bien el contrario, salvar la
unidad de lo real –de modo que, si hay divinidad, será en
la realidad, o trans ella, pero nunca “más allá”, este esfuerzo
de clarificación teologal, sin embargo, no está hecho aún
satisfactoriamente por nadie.
Sea como fuere, quede claro que estructura es un
trascendental que, como tal, no es que se instancie en
sistemas físicos, sino que son los sistemas físicos los que,
por ser reales, trascendentalmente son estructurales. Y si

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estructura, la sola estructura es respectividad, está claro


que estructura y realidad son lo mismo.

8. Estructurismo y respectividad
Respectividad no es relación no sólo porque “las
relaciones requieren relatos” y nosotros decimos que “lo
nuestro no es ‘relación’”; no es una cuestión nominal,
conceptiva. Sino más bien porque la relación es
“talitativa”, entendido esto como la determinación
específica de “una tal” realidad. Vale decir que “talidad” es
todo lo que hace que una cosa real sea tal cosa real, todo
lo que la determina a ser tal. Por su parte, el contradistinto
pero constitutivo de “talidad” es “trascendentalidad”, ya lo
hemos dicho, su carácter de realidad. Por ejemplo, un ser
vivo está determinado a ser lo que es por todo lo que así
lo determina (talidad), como pueden ser sus variables
físicas, químicas y biológica, pero ese modo suyo de estar
determinado como ser vivo y no como cuerpo inerte, su
específico modo de determinación, es el modo de realidad
como la trascendentalidad es ahí acusada. Por ejemplo, en
el ser vivo la realidad se acusa como “mismidad” y no
como mera “alteración” o “variación” (por usar términos
de Zubiri (1989) que sin embargo no adopto del todo, pero
aclaran lo aquí dicho). La cosa es, pues, la cosa como tal y
la cosa como trascendental.
Pues bien, respectividad no es remisión entre
talidades (cosa que sería a lo sumo la relación
trascendental), sino que es: 1) remisión entre un modo de
realidad y su talidad (respectividad constituyente o

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Estructura trascendental de lo real

“suidad”) y 2) remisión entre modos de realidad


(respectividad remitente) (Zubiri, 1979: 32 y ss). Esto será
crucial que el lector lo tenga claro para notar la reasunción
estructurista del estructuralismo, y entienda cómo es la
reología la que sí está a la altura de las exigencias de una
metafísica contemporánea. Vayamos, por eso, de a poco.
Comencemos por la partida. Es palmario que, al
menos a escala cotidiana, “sí hay ‘cosas’” (entendiendo
“cosa” en un sentido cuasi-substancialista). Hay “cosas”
que aparecen y, ante la pregunta “¿qué es todo aquello que
no parece estructura sino más bien ‘cosa’?”, los
estructuralismos contemporáneos responden de un modo
que jamás suscribiríamos los reólogos, diciendo
abiertamente que: “To say that all that there is are relations and
no relata, is therefore to follow Plato and say that the world of
appearances is illusory” (Ladyman, et al., 2007: 152); se trata
del error Platonis que antes hemos mencionado. La reología
no llegaría a decir semejante arrebato, por nacer de un
realismo de partida que es el noológico (Sierra-Lechuga,
2022).
Partiendo desde la noología, podemos ver que la
conclusión “ilusionista” es el gran resbalón de buena parte
de los “realismos científicos”, a saber, negar la realidad de
lo que aparece en beneficio de un “derecho de exclusividad”
de la realidad hallada sólo por vía de la razón científica. Es
reducir el “logos” (noológicamente entendido) a la
“razón” y la “razón” a la “razón científica”, o sea, es
eliminar el logos y, a la postre, la razón general. Merced a
esto hoy se habla, justamente, del eliminativismo, que
consiste en afirmar que toda reducción es una eliminación,

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porque si x puede explicarse en términos de y (reducirse a


y), entonces no se requiere hablar más de x (x se elimina)
(Le Bihan, 2015)9.
Pero esto no puede ser más que un prejuicio (el
cientificista); lo que es inadmisible como punto de partida
filosófico. Ya hemos dicho que los filósofos debemos
destilar filosofía de las ciencias, metafísicas larvadas, en vez
de caer en la seducción de hacer “filosofía científica”
(Sierra-Lechuga, 2021, y 2019-2021). Algún grado de
realidad debe haber en lo que aparece previo a toda
investigación científica, pues sólo porque el primer
contacto que tengo con las cosas es de realidad es que luego
puedo hallar en ellas su real forma estructural. Así, si las
cosas aparecen como cuasi-substancias (nunca como
substancias)10, algo de realidad habrá en este momento de
partida, en este realismo de partida. Escudriñando esas cosas
reales, llegaremos a la realidad de las cosas, y en el realismo
de llegada hallaremos la estructura trascendental.
No insistiré mucho en esto, porque ya lo he tratado
varias veces (p.e. Sierra-Lechuga, 2021), pero digamos que
desde nuestro marco de referencia (los realismos “de
partida” y “de llegada”), renunciamos a la ingenuidad y
respetamos críticamente al criticismo en nuestro paso de

9 En la bibliografía sólo citaré los nombres del autor y del artículo por
los motivos dichos en una nota anterior.
10 Podría hacerse una noología de la sustantividad, probando que aún

en el realismo de partida las cosas no aparecen como substancias sino


como sistemas estructurales (Sierra-Lechuga, 2019); no lo haré en este
texto.

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Estructura trascendental de lo real

la noología a la reología. Si una barra caliente no me


calentara realmente jamás, ¿cómo podría yo enterarme de
la condición real cinética de las partículas que componen
esa barra? Pues así mismo es que afirmo que en el día a día
sí hay “cosas”, pasa que por la investigación me entero como
conclusión y no como premisa que esas “cosas” son sistemas
estructurales, lo que sé gracias a una fundamental
estructura hallada ex post facto in rebus ipsis, no supuesta a
priori ante rem. La estructura se halla, no se supone.
Por hablar con un ejemplo de los “realismos
científicos”: la materia (Ladyman, et al., 2007: 152-160).
“The canonical concrete substance in physics is matter”, dicen. En
favor de sus tesis, los estructuralismos contemporáneos
nos dicen que la materia en cuanto substancia
(macroscópica) deshincha su realidad en la física moderna,
donde es cada vez más efímera en la medida en que ahí va
perdiendo su conexión con las cosas impenetrables que
pululan en el mundo del día a día. Esto es verdad, sin
embargo, si no fuera porque en ese mundo “del día a día”
las cosas me aparecen realmente impenetrables, ¿cómo
podría yo ser instado, impelido, a averiguar el porqué de
dicha impenetrabilidad, i.e. la realidad de la materia? ¿Cómo
podría averiguar que me parecen impenetrables porque hay
un campo electromagnético que las constituye, a ellas y a
mí, repeliéndonos? Si puede incluso especularse que la
materia es una “emergencia ontológica” (sic) de la energía
(Benitez, et al., 2022)11, es porque de algún modo la materia

11En la bibliografía sólo citaré los nombres del autor y del artículo por
los motivos dichos en una nota anterior.

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

me aparece como real, antes siquiera de averiguar la


realidad de la energía.
Así, si al final resulta que la “materia” no es
impenetrable en la microescala, ello nada tiene que ver con
privar de realidad a la impenetrabilidad de la macroescala.
De hecho, podemos decir que la impenetrabilidad de la
macroescala se funda funcionalmente en las condiciones de
la “materia” a escalas micro (o energéticas), en las que ya
no puede hablarse de impenetrabilidad (se trataría de un
caso de “transestructuración”, como dice César
Rodríguez-García en este mismo número de la revista). La
impenetrabilidad sería una determinación funcional de
condiciones a escalas más fundamentales (talitativamente
hablando) y, por lo tanto, una nota sistemática pro indiviso
(Sierra-Lechuga y Trujillo, en prensa) o “emergente”,
como gustan algunos de decir.
La materia (o sus cualidades macro) no carece en lo
absoluto de realidad, pasa que su realidad es, por así decir,
de otro ámbito, pues la potencia explicativa de un fundamento
respecto de aquello que fundamenta no es ni reducción ni, cuánto
menos, eliminación; es fundamentación. Si fuera lo que los
estructuralistas dicen, ¿cómo iba yo a averiguar el
fundamento de la aparente impenetrabilidad sin que
hubiera impenetrabilidad aparente? ¿Cómo iría yo a
averiguar esas condiciones micro si no es por las cosas
macro? La repulsión “inmediata” que la materia tiene
conmigo se funda en la nube de electrones “mediada” por
mi investigación. La apariencia tiene realidad y sólo porque la
tiene es que puedo hilvanar hasta la realidad de lo no aparente. Algo
que se aclara con nuestras nociones del realismo de partida

197
Estructura trascendental de lo real

y de llegada (Sierra-Lechuga, 2022). El reto de Sellars de


“reconciliar” la “imagen manifiesta” con la “imagen
científica” es un reto superado por las filosofías que son
no sólo científicamente responsables, sino además
filosóficamente responsables también. Y esto es la reología.
Dicho reto peca de kantismo (i.e. es anacrónico),
suponiendo injustificadamente que la imagen manifiesta
oculta a la científica (que se supone la únicamente real)
cuando en realidad la muestra, pues no es que la
impenetrabilidad manifiesta de la materia oculte una
penetrabilidad científica, lo que realmente acontece es que la
impenetrabilidad manifiesta muestra la repulsión científica de
cargas electromagnéticas iguales. Así, como he dicho alguna vez,
las apariencias no engañan.
La realidad aquende la percepción me impele a buscar
la realidad allende la misma, la realidad racional (Sierra-
Lechuga, 2019-2021): una se funda en la otra y la otra se
actualiza en la una. Noología y reología son constitutivas.
Contra lo que vulgarmente se sostiene en algunos círculos
académicos (Rovelli, 2015), la realidad sí es lo que parece,
pasa que no es sólo eso. Es la pertinencia de la clarividencia
entre el realismo de partida y el de llegada en la que ya
hemos insistido (Sierra-Lechuga, 2022).
Ahora veremos que, a diferencia de los varios
relacionismos o estructuralismos disponibles, con el
estructurismo la “respectividad” sí da cuenta de la “imagen
manifiesta” con una respectividad noológica (que se llamará
“respectividad constituyente”), y también da cuenta de la
“imagen científica” con una respectividad reológica (que se
llamará “respectividad remitente”). Veremos en su

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

momento que, en rigor, no es que una sea exclusivamente


noológica y la otra exclusivamente reológica, pero por el
momento conviene presentarlas a cada una como lo he
hecho.
Siendo, pues, filosóficamente responsables, hemos
de hallar la estructura en su fundamentalidad, donde por
“fundamentalidad” no entendemos el grado material más
profundo. Al debate filosófico interesa la fundamentalidad
no sólo en el nivel de la “imagen científica”, que sigue
siendo talitativo, sino la fundamentalidad de todos los
niveles, es decir, la trascendental. Lo que entendemos por
fundamentalidad en filosofía es el modo como las realidades
se hacen presentes en todos sus respectos, transversal a
todos los gradientes de realidad (manifiestos o científicos),
es decir, cómo se actualizan trascendentalmente. Como ya más
arriba hemos dicho, en filosofía, fundamental es sinónimo
de trascendental.
Pues bien, cada talidad tiene su modo de realidad, y
aquélla –la talidad– determina a ésta –la realidad– a ser tal
realidad y no cual otra. La realidad es rea de la res. Es la
“función transcendental, esto es, aquella función según la cual
el contenido talitativo determina un modo concreto de
realidad” (Zubiri, 1979: 26), bien entendido que no es ya
lo talitativo en rigor lo que determina la trascendentalidad
o realidad, sino la cosa toda. Clarifiquemos esta densidad
de nociones con un ejemplo a fin de allanar el camino
hacia la reasunción estructurista del estructuralismo:
El color determina “la” realidad en esta-realidad-
colora, la hace suya, en la medida en que nada colorea que

199
Estructura trascendental de lo real

no sea color. Ya no es cualquier realidad, sino esta realidad


colora. Otra cosa es saber si el color colorea porque es luz
y la luz es energía electromagnética con un espectro de
longitudes de onda, etc. Eso es otra cosa. Pero aquí
estamos en el momento de remisión entre lo talitativo y lo
trascendental. Entonces, soy remitido del contenido de lo
real a su modo de ser real y viceversa, así como también
soy remitido de un modo de realidad a otros. Lo primero
es lo que Zubiri (1979: 30 y ss.) llamó “respectividad
constituyente” (remisión de algo real a sí mismo, de lo
talitativo a lo trascendental o al revés), y lo segundo es la
“respectividad remitente” (remisión de un modo de
realidad a otro modo de realidad, remisión entre lo
trascendental de talidades diferentes).
Con este mismo ejemplo del color, demos cuenta de
lo dicho para superar el estructuralismo con la noción de
“respectividad” que, siendo fundamental, da cuenta tanto
de la “imagen manifiesta” como de la “imagen científica”.
Es aquí donde la reología y la noología juegan mano a
mano en la “reconciliación” de Sellars.

8.1. Respectividad constituyente


Por lo menos a mi entender, esta respectividad es noológica.
O mejor: pudiendo ser reológica en algún sentido (como
veremos más adelante), es eminentemente noológica.
Veamos.
Noológicamente, cuando yo veo el color verde, no
sólo veo “color-verde”, sino que veo también a una la

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

realidad del color verde, digamos: color-verde-real. Es decir,


en la propia percepción (o impresión, poco importa ahora)
veo a una en la cosa entera el contenido talitativo y la
formalidad trascendental. A esta “visión” de los
trascendentales ya ex sensibilibus, Escoto llamó “intuitio”,
pero no usaremos la noción de “intuición” porque en
filosofía carga una acepción de inmediatez que trae más
problemas de los que resuelve. Para nosotros, la “visión”
de la realidad del verde no es otra que la visión del verde
mismo; a eso se llama “sentiligir”, donde sentir (color) e
inteligir (realidad) son un mismo acto humano; la
inteligencia-sentiente.
Esta formalidad, pues, no es más que suya de la
talidad en la cosa ella entera y, por lo tanto, en la remisión de
la talidad a la formalidad y viceversa digamos que el color
remite hacia sí mismo, es la “suidad”. Dado que sólo la
talidad verde tiene la realidad virídea, es que cuando esa
talidad remite a esa trascendentalidad, de alguna forma el
verde está remitiendo a sí mismo. No es más que suya esta
realidad porque “realidad-virídea” sólo la tiene el verde; el
blanco no tiene realidad-virídea, tendrá realidad-albina,
pero no virídea. ¿Qué significa eso? Que la realidad es, por
usar de manera holgada un término de moda a fin de
darnos a entender, “instanciada” en este blanco, en este verde,
en tal color. En rigor, no es “instanciada” –ya nos hemos
demarcado respecto de este término– sino que la realidad
es talificada. Esto es lo que puede llamarse “realidad rea de
la res”, pues no es contrae en la res sino que es sólo una
función suya, un modo como la res funciona.

201
Estructura trascendental de lo real

No se trata, pues, nunca de pura realidad, no es


nunca realidad “al aire” (Sierra-Lechuga, 2021). Realitas no
es nunca ante rem, eso es una perfecta vaciedad. Realidad es
siempre y sólo realidad-en, en este caso: en el verde; por eso
es realidad-virídea. Nulla realitas differt realiter a sua re. Y lo
mismo viceversa; el verde no es nunca sólo verde, pues para
los humanos (inteligencias-sentientes) no es nunca
estímulo-verde; el verde siempre aparece en su realidad,
realmente. Es talidad reificada. Nulla res differt realiter a sua
realitate, como decía el escotista Pedro Auréolo (Scriptum,
d. 8, q. 21, n.60). Por eso, la remisión entre el contenido y
su formalidad es la apertura metafísica que algo tiene
respecto de sí mismo, y en esa medida es un tipo de
respectividad. Es suidad.

¿A qué está abierta la formalidad de realidad? […] a ser


tal forma de realidad. […] No se trata de estar abierto a
“otras” formas y modos de realidad, sino de ser
momento abierto en su propio carácter de realidad. Es
una apertura interna hacia la cosa real, y constitutiva de
su realidad. Aquello a lo que la realidad de una cosa real
está abierto es a su propia realidad: lo real es ante todo
apertura hacia sí mismo (Zubiri, 1979: 32).

Así entonces, realidad colora sólo la tiene el color, por eso


es su realidad; “el hombre no siente solamente verde, azul,
rojo, punzante, caliente, sino que siente realmente lo
caliente, realmente lo punzante, realmente lo rojo” (Zubiri,
1989: 83). Todos estos contenidos remiten a su realidad.

202
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

Y esto acontece en toda cosa real. Un electrón tiene “su”


realidad. Lo que sucede es que el electrón no actúa
haciendo intervenir en sus actuaciones esta “suidad”;
sino que actúa tan sólo por “sus” reales caracteres físicos
en que su realidad electrónica consiste. Pero no por esto
su realidad deja de ser “suya”. Toda cosa real tiene una
suidad. Esto puede parecer, tratándose del electrón, una
sutileza. Pero ello se debe tan sólo al carácter elemental
de la realidad electrónica (Zubiri: 1979: 28).

Ahí está, en las talidades, su carácter de realidad, aunque


ello no sirva, por ejemplo, para cuantificar nada de la
realidad. No hay ningún parámetro en las ecuaciones
electromagnéticas que trate del momento de realidad, pero
no es que la realidad pueda cuantificarse, ciertamente, ni
falta que hace. No hay un parámetro de “cantidad de
realidad”, sería ridículo. Más bien sirve para poder
cuantificar (al electrón en el ejemplo), y esto sí que es
crucial; porque si no fuera realidad sino mero estímulo, no
nos estaríamos ocupando de la realidad del electrón en
ecuación ninguna. Es decir, es porque el electrón es
realidad que puede quedarnos como de suyo, y entonces
nosotros cuantificarle. Si quedara como mero estímulo
(contradistinto noológico de realidad) no habría ciencia
electromagnética.
Así pues, cada talidad está abierta a su propio modo
de realidad. O sea que, en rigor, esta suidad no es sólo
noológica, pero es noológicamente como cobra importancia
eminente. Sólo porque al verde compete de suyo ser realidad-

203
Estructura trascendental de lo real

virídea, es que puedo decir que la realidad virídea es


realidad del verde.

Por su “talidad” la cosa real puede estar abierta a otras


cosas, cuando éstas existen. Pero su “realidad”, la
realidad de cada cosa real, es apertura a lo que ella es y a
cómo es. Y entonces es claro: esta apertura hacia sí
misma es lo que constituye el que la forma y modo de
realidad de la cosa real sea la “suya”. La apertura hacia sí
misma: he aquí lo radical y primario de la suidad. Suidad
se funda en aperturalidad (Zubiri, 1979: 32).

Cierto que todo esto lo dice Zubiri porque está pensando


que donde más y mejor se despliega esta “suidad” es en el
hombre, pues al fin y al cabo su preocupación siempre fue
antropológica (por teológica). Pero, purgando este
lenguaje de ello, tiene sentido. Podemos hacer una
propuesta aparentemente de phi-fi: “si hubiera sólo una cosa
real, ésta no dejaría de ser formalmente abierta”. Pero esto
es sólo “filosofía ficción” en apariencia, porque es aquí que
se muestra que la “suidad” sí tiene algún sentido reológico,
pues, además de las consideraciones estrictamente físicas
de la finitud o infinitud del universo, lo cierto es que el
mundo como un todo (unidad metafísica) sería formalmente
abierto, sería respectivo. Nuevamente: convertible con
realidad es respectividad. He ahí la respectividad
constituyente.
Esto tiene su relevancia reológica, digo, porque, aún
en el caso de que no hubiera más que una sola cosa real,

204
Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

ésta sería formal y reológicamente abierta. ¿Abierta a qué,


si no hay más que ella? A sí misma. Esto nos sirve, por
otras vías que no vienen a cuento ahora, para decir que en
esta medida el mundo se basta a sí mismo (factualidad), no
precisa de “otro” mundo “extramundano” como
fundamento suyo; el mundo, como totalidad, está abierto
a sí mismo, lo que lo hace constitutivamente dinámico12.
Ahora bien, volviendo a cuento, hay que decir que
más interesante para el caso que ahora nos ocupa es la
“respectividad remitente”, sobre todo si queremos hacer
una metafísica reológica como momento completante del
noológico. Así pues, habida cuenta de que cada cosa
remite a su modo de realidad, también ocurre que hay
remisión entre modos de realidad de diferentes talidades.
Es la respectividad remitente.

8.2. Respectividad remitente


Por ser respectividad entre modos de realidad y no entre
la realidad como formalidad y su contenido, entonces esta
respectividad es eminentemente reológica. La realidad, por
ejemplo, virídea, que sólo la tiene el verde como tal, me
remite por su realidad a otros modos de realidad como
pueden ser la realidad-colora, que sólo la tiene el color
como tal; y, a su vez, la propia realidad del color puede
remitirme a la realidad-lumínica, que sólo la tiene la luz
como tal; y, a su vez, la propia realidad de la luz puede

Esto distingue nuestro horizonte de la factualidad del medieval-


12

moderno de la nihilidad.

205
Estructura trascendental de lo real

remitirme a la realidad-electromagnética que sólo la tiene


tal energía, etc. Esto es la funcionalidad de lo real en tanto que
real, en la que se basaría toda fundamentación, incluso la
causal.
En estos casos, no me están remitiendo unos
contenidos talitativos a otros (el verde al color, el color a la
luz, etc.), sino unos modos de realidad a otros modos de
realidad (realidad-virídea a realidad-colora, realidad-colora
a realidad-lumínica, etc.). Esto es la respectividad remitente;
remisión que las realidades me exigen ir a remitir; remisión
entre modos de realidad. Inclusive, sólo porque son los
modos de realidad (en cuanto realidad y no en cuanto
talidad) los que son respectivos, es que las aseveraciones
“modales” tienen sentido factual (y no ya supuesto), por
ejemplo, que necesariamente la realidad del verde sea color,
necesariamente la realidad del color sea luz, necesariamente la
realidad de la luz sea energía, etc. Una necesidad factual en
virtud del carácter de realidad; como hemos dicho, estas
fundamentaciones se basan en la funcionalidad de lo real
en tanto que real. Por decirlo así, lo “modal” se montaría
en “el modo” de realidad: y de ahí que la “modalidad” (de
las proposiciones legaliformes de ciertos estructuralismos)
pueda hablar de realidad. O sea, si tiene algún sentido físico
lo “modal” será porque lo físico tiene este momento
trascendental. Insistimos en que lo crucial es la pregunta
por la determinación física, pues es aquí donde se monta
todo otro tipo de consideración.
Así pues, sólo porque a la realidad-colora compete
de suyo ser realidad-lumínica, es que la realidad colora es
realidad lumínica, y sólo así tiene sentido que se diga “el

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

color es en realidad luz”. O visto a la inversa, sólo porque la


realidad-lumínica da de sí como realidad-colora, es que la
realidad lumínica es realidad colora, y sólo así tiene sentido
que se diga “la luz es color en lo real”. He ahí la importancia
de la partida y la llegada, así como del camino de vuelta.
Asimismo, sólo porque a la realidad-lumínica le compete
de suyo ser realidad-energética, es que la realidad lumínica es
realidad energética y viceversa –y así respectivamente. Sólo
entonces se purgan de ilusionismo (idealismo objetivo)
aseveraciones del tipo “la realidad del verde es energía
electromagnética (de determinada frecuencia)” o “el calor
es en realidad energía cinética” o “no hay ‘cosas’, estructura
es todo lo que hay realmente”. Son todas proposiciones
verdaderas, pero en este sentido filosófico preciso, no en
el cientificista. Claro que el color es luz, pero es luz por ser
el modo como la luz se hace presente (se actualiza), no
porque el color no sea real. Así, estas expresiones cobran
robustez filosófica al no negar la primera impresión de
realidad que tenemos del verde (su prima impressione que diría
Escoto), del calor o de las “cosas”.
Aquí es a donde queríamos llegar con este
necesarísimo periplo; es palmario, pues, que “sí hay
‘cosas’”, en este sentido anti-ilusionista. Los ilusionismos
(platónicos, como decía Ladyman) son todos ilusionismos
porque niegan la realidad de lo que aparece en favor de la
exclusividad de una realidad fundamental racional y
concretamente racional-científica; error Platonis. Nosotros
ya hemos mostrado con los “dos” realismos que tanto la
realidad “de partida” como la “de llegada” son realidad,

207
Estructura trascendental de lo real

ninguna menos que otra, pero en momentos diferentes de


la investigación (Sierra-Lechuga, 2022).

8.3. Comunidad (o unidad común) entre


constituyente y remitente
Esta distinción de momentos es la que los estructuralismos
actuales no alcanzan a ver. Por ejemplo, Mario Bunge está
impedido por su realismo racional a asir la realidad de lo
que aparece; conocida es su constante crítica (2006: 72 y
ss) al “fenomenismo”, concretamente de gente como Bas
van Frassen, por sofisticar la idea ptolemáica de “salvar los
fenómenos”, cosa que a Bunge le gustaría sustituir con
algo que, con Pérez de Laborda (1983), podríamos llamar
“salvar lo real”. Pero no ha de salvarse ni los “fenómenos”
ni “lo real” (así entendido en sentido cientificista)
exclusivamente. Habría que decir que lo que hay que salvar
es la realidad en todos sus momentos: aquende y allende, del
logos y la razón, de las “cualidades secundarias” y
“primarias”, de la “imagen manifiesta” y la “imagen
científica” y demás motes para los mismos dualismos. La
realidad se salva en la constitución entre noología y
reología. Salvar la realidad es el motivo de una filosofía no
sólo científica sino también filosóficamente responsable.
Pero si pensamos de esos otros autores bona fide,
podríamos aceptar que no alcanzan a tal distinción por la
unidad común entre ambos momentos. Distinguirlo es el
esfuerzo metafísico que, naturalmente, lo cientificistas,
prestos como son a creer que la ciencia lo dice todo, no
están dispuestos a hacer. Si la ciencia lo dice todo, la

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

filosofía no dice nada. Pues bien, la remisión entre el modo


de realidad y su talidad, y la remisión entre modos de
realidad, son la respectividad constituyente y la respectividad
remitente, en cada caso. Y por ser momentos propios de la
unidad de la cosa, podemos nosotros para nuestros fines
referirnos a ellas indistintamente como “respectividad”
simpliciter, porque, en efecto, son una y la misma
respectividad, en virtud de la cual la realidad misma, que
es ella la respectiva, se salva en uno y otro momento.
Así pues, cada cosa real es respecto de su modo de
realidad y lo es también respecto de los otros modos de
realidad de las otras cosas. Lo primero se trata del “de
suyo” (constituyente), y lo segundo de un de suyo que es
“dar de sí” (remitente). Es la determinación de la realidad.
Así, “de suyo” y “dar de sí” son, en efecto, dos formas de
decir lo mismo, son convertibles, porque lo que es de suyo da
de sí y sólo es de suyo lo que da de sí. Por eso no es sólo
que lo real de suyo sea respectivo, es también que lo
respectivo es de suyo real: “Intrínseca y formalmente
respectiva es justamente la realidad algo de suyo, o si se
prefiere puede decirse que de suyo es intrínseca y
formalmente respectiva” (Zubiri, 1989: 58). Por tanto,
citerior a las relaciones talitativas son estas suidad respectiva
y respectividad remitente que son, así, el ámbito fundamental
gracias al cual las cosas pueden de suyo relacionarse.
O lo que es lo mismo: la respectividad es el campo físico
fundamental gracias al cual las sustantividades pueden y podrán
estructurarse y cobrar, por eso, suficiencia constitucional. Sólo por
esta respectividad fundamental (que se mira ahora como
“fontanal”) es que las sustantividades podrán “expedir”

209
Estructura trascendental de lo real

relaciones como “haces”, o bien que nosotros podríamos


relacionarlas arbitrariamente. Es la fuente de todo ulterior
tipo de relación. Es decir, es en la respectividad
estructurista que se reasumen el estructuralismo, el
relacionalismo y el relacionismo. He ahí la reasunción
reológica, estructurista, de todos los distintos ámbitos de
relación.
La realidad es de suyo respectiva; a lo real compete
de suyo el ser respectivo por el mero hecho de ser real. Si
algo es real, entonces es respectivo, porque la
respectividad compete a la realidad en cuanto realidad; es
un trascendental. Por eso, hasta las talidades más
ulteriores, como podrían ser –por ejemplo– las cosas
absolutamente discernibles, pueden relacionarse si quiera
“externamente”, pues toda relación –inclusive y
primordialmente la relación categorial– es talitativa, y por ser
talitativa se funda en la respectividad, que es trascendental.
Por eso, la razón formal de la sustantividad es la
suficiencia constitucional, que sólo llega a satisfacerse, sólo
se alcanza, por ser las sustantividades de suyo respectivas.
Son los “campos físicos de respectividad”, en que lo
constituyente y lo remitente tiene unidad común (una co-
actualidad), el ámbito físicamente trascendental en el que las
cosas surgen y pueden surgir.
Respectividad, pues, es la remisión en la que lo que
remite es siempre el momento de realidad. Por eso es,
como decimos, la recuperación del momento físico de la
estructura que se pierde en los estructuralismos al uso:

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

lo que la respectividad constitutiva [en coactualidad con


la remitente] constituye transcendentalmente es la
sustantividad. No se trata de sustancialidad; sustantividad
es algo muy distinto. Sustantividad es suficiencia
constitucional en orden a ser “de suyo”. Y suficiencia
significa aquí el carácter según el cual el contenido “ya”
es contenido respecto al ser “de suyo” (Zubiri, 1979: 33;
el matiz de los corchetes es mío).

La respectividad es la que está articulando sustantividades


(perspectiva trascendental), por eso las sustantividades son
siempre sistemas estructurales (perspectiva talitativa). He
ahí las funciones trascendental y talitativa de las cosas
mismas. La respectividad nos garantiza la suficiencia
constitucional de lo físico, su sustantividad, porque lo
talitativo es siempre talitativo trascendentalmente de suyo
dando de sí, por lo que la estructura es siempre física de una
sustantividad física en estructuración, no estructura “en el
aire” de la idealidad, flatus vocis.
Recolectando lo antedicho, el trascendental
“estructura” no tiene ninguna “entidad” que luego se
“contraiga” (expresión clásica) en este o aquel “ente” o se
“instancia” (expresión actual) en este o aquel “objeto” (si
acaso, sistema). Como reólogo, afirmo que ocurre
justamente al revés. No es que la estructura se contrae o
instancia en las cosas, sino que las cosas se estructuran (como
mutatis mutandis la especie en biología, que no es que se
individualice, sino que el individuo se va estructurando
específicamente, y en cuya estructuración específica se van
estructurando nuevos individuos, filiales o no). La cosa

211
Estructura trascendental de lo real

misma ella, por su función trascendental, es estructural.


Podemos decir, ya a estas alturas, que la estructura, por ser
un trascendental, es momento de y trans las cosas; es un
“trascendental conjunto” que da unidad a lo real, en vez
de dividirlo (dualismos), de eliminarle momentos suyos
(eliminativismos), en suma, de “disyuntarlos”. Quede claro
que estructura es una trascendental que, como tal, no es
que se instancie en sistemas físicos, sino que son los
sistemas físicos los que, por ser reales, trascendentalmente
son estructurales.

9. Conclusión
La estructura es la determinación funcional que se
actualiza en y entre “nodos” que, por sí mismos, son ya
respectivos. Así, cada “nodo” está en una posición
respectiva en la unidad estructural. Cada “nodo” es tal por
haberse estructurado abiertamente en respectividad; es
estructura estructurada. Respectividad es apertura, es
unidad abierta, es estructura; y estructura es
estructuración. Las cosas son lo que son por el fondo común
que es la respectividad, estructura estructurante, lo que
denotamos, para evitar talantes platonizantes, como
“campos físicos de respectividad”. Son los campos físicos
de respectividad el ámbito físicamente trascendental (i.e.
metafísico) donde las cosas son y pueden ser sustantivas,
donde cobran y pueden cobrar suficiencia constitucional.
No hay, por tanto, estructuras “ante rem” ni “formas
abstractas” de sistemas.

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

El estructurismo no es substancialista sino


sistemista, ni tampoco es idealista objetivo sino realista
simpliciter (o “realista real”, como alguna vez se dijo) o, lo
que es lo mismo, no tendrá a la substancia como principio,
pero ya tampoco como resabio (como pasa al
relacionalismo e incluso al estructuralismo); lo que tendrá
ahora será a la sustantividad, porque la estructura no es
“relación trascendental” sino respectividad, un
trascendental. Y si bien es arduo averiguar detalladamente
qué hace de algo suficiente constitucionalmente en cada
caso, pues éste será un problema siempre abierto, por lo
menos la meta es filosóficamente clara: lo es en virtud de
la estructuración.
A pesar de las críticas al “realismo estructural
óntico”, tanto internas como las propias de la reología, sí
que obtenemos el logro inigualable de la prioridad de la
estructura, bien entendido el eslogan “estructura es todo lo
que hay”. Lo que hay son, más bien, estructuración
estructurada (sistemas respectivos) por estructuraciones
estructurantes (campos físicos de respectividad).
Ciertamente no podremos afirmar con reología que
estructura sea todo lo que hay así sin más, so riesgo de caer
en un “idealismo objetivo” que como tal sea ingenuo, que
no considere con seriedad y responsabilidad la partida de la
investigación; la reología debe ser cuidadosa y aquí la
prioridad de la estructura cobrará más bien la forma de
respectividad. Los estructuralismos al uso, a fin de
mantenerse en las realidades sin idealizarse, deberían
conservar su carácter “físico”, de aquí que el estructurismo
nuestro coincidiera con esos estructuralismos en sus tesis

213
Estructura trascendental de lo real

generales, pero que los enraizara en las realidades mismas


de que tratan, discrepando por eso con ellos en su núcleo.
De este modo, nuestro resultado ha sido reasumirlos.
Si hay relaciones, interacciones, etc., es porque hay
estructura entendida como respectividad, esto es, porque
la realidad es siempre realidad abierta: sólo porque la
realidad es convertible con respectividad, esto es, porque
es abierta por el hecho de ser realidad, puede haber
estructuración de cosas reales y de sus relaciones. Toda
relación, física o arbitraria, es posible porque su fondo
trascendental es realidad/respectividad; si las cosas en
tanto que cosas, y no por otra razón, no fueran respectivas
de suyo, no podrían dar de sí en ninguna relación, serían
“cerradas”, y es palmario que no es así. Digamos que la
“estructura-fundamento”, la posibilidad de cualquier
relación ulterior y, junto con eso, la posibilidad de
cualquier relato, se llama respectividad.
En efecto, no es que las relaciones requieran relatos,
sino que los relatos requieren relaciones, bien entendido
que los “relatos” son en rigor estructuras/estructuraciones
estructuradas y las “relaciones” son estructuras/
estructuraciones estructurantes. Y entonces sí, “estructura
es todo lo que hay”, pero de uno u otro modo
(estructurada o estructurante), nunca “en el aire (flatus) de
la idealidad”. Es claro que todo esto habla de que las cosas
no son substancias, las cosas son sistemas, es decir que la
realidad es estructura y que sólo en ese campo físico de
respectividad, sólo en la estructura, es viable que haya algo
sustantivo, que sea suficiente constitucionalmente. La
razón formal de la sustantividad, en una metafísica

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Revista de Filosofía Fundamental, N°1, mayo-agosto, 2022

contemporánea como la reología, no es la independencia


consecuencial sino la suficiencia constitucional.
Cuando dejemos de ver este árbol, este perro, esta
roca, pero también este bosque, esta sociedad, esta
economía, etc., como algo más o menos substancial, y les
atendamos a todos ellos por la vía física y no por la vía
conceptiva, es decir, cuando les escuchemos más a ellos a
que a nuestras fantasías, entonces nos aparecerán
palmariamente como sistemas estructurales, sistemas de
sistemas, y resultará palmario también que las cosas sean
abiertas, dinámicas, tengan una posición respecto de otras,
etc. Nuestra noción de realidad se verá entonces
enriquecida. Es el esfuerzo que emprende en profundidad la
reología.

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Estructura trascendental de lo real

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