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Democracia y participación ciudadana: Tipología y mecanismos para la

implementación

Introducción
La crisis de legitimidad que afecta a las instituciones de la democracia
representativa ha llevado a que la participación ciudadana se instale
transversalmente en el discurso de los actores políticos. En consecuencia, la
sociedad civil y la élite política valoran positivamente las propuestas que
buscan fortalecer la democracia y abrir las instituciones del Estado a la
ciudadanía. Sin embargo, debido a la transversalidad en los debates sobre
democracia y participación ciudadana, hay ocasiones en las que se percibe
cierta ambigüedad en cuanto a la definición de esta última, lo que a menudo
conduce a la falta de referencias prácticas para la implementación adecuada de
dichos mecanismos en la gestión pública.
En ocasiones, la discusión sobre los tipos o modelos de democracia no se
traduce en mecanismos de participación ciudadana que puedan ser aplicables
a la realidad de los regímenes democráticos. Incluso si se considera que la
globalización y la creciente revitalización de la ciudadanía han llevado un
distanciamiento de esto, con la acción gubernamental y el sistema democrático
en general, debido a la falta o falta de mecanismos sistémicos de participación
que permitan canalizar los intereses y demandas de la ciudadanía.
En este contexto, es común entender que hablar de democracia y participación
se limita a las estructuras institucionales y a la condición de ciudadanos
elegibles o elegibles. La legitimidad de una democracia que solo se limita a los
actos formales e institucionales se ve afectada negativamente por esto. El
modelo de democracia por elecciones se está consolidando, aunque con
ciertas deficiencias. En este modelo, el queda ciudadano al margen de las
decisiones políticas y de asuntos públicos entre una elección y otra. El riesgo
de esta práctica democrática es que tiende a agotarse cuando la participación y
la democracia se limitan a las elecciones cada cierto período de años y la gran
mayoría de la población queda excluida de la participación en decisiones
relacionadas con sus intereses cotidianos.
La literatura sobre el tema está de acuerdo en que la combinación de la
democracia representativa con la democracia participativa es el camino para
avanzar en la democracia. El propósito de este artículo es sintetizar los roles
que juega la participación ciudadana en los diferentes enfoques y modelos de
democracias, así como identificar los mecanismos que permiten su
implementación. El objetivo es proporcionar un conjunto de herramientas
conceptuales que puedan ser útiles para profundizar la democracia y
complementar las instituciones representativas con dispositivos que fomenten
la participación.
Para lograr este objetivo, se llevó a cabo una revisión del estado del arte en
relación a la democracia y la participación ciudadana. En particular, se
identifican los niveles y mecanismos principales que se mencionan con
frecuencia en la literatura. Se diseñará una tipología para facilitar la
implementación de dichos mecanismos.
La metodología empleada en este caso fue la revisión documental de artículos
científicos publicados en bases de datos reconocidas académicamente,
principalmente web of science, scopus, scielo y redalyc.
La siguiente es la organización de la investigación. En un primer apartado, se
examina la discusión sobre los diferentes tipos de democracia y su papel en la
participación ciudadana; se examinan los enfoques de democracia normativa y
descriptiva, así como los modelos de democracia representativa, participativa,
deliberativa y radical. Posteriormente, se presenta una descripción de los
mecanismos de participación y su clasificación en niveles de influencia que se
encontraron en la revisión de la literatura. Finalmente, se presentan algunos
resultados.
1. Modelos para la democracia y la participación ciudadana
Desde la antigua Grecia, la democracia entiende al ciudadano como poseedor
de virtudes cívicas puestas a disposición del bien común, donde su
participación en los asuntos públicos es una condición necesaria para que la
ciudad sea democrática. Este es el origen de la participación ciudadana. Sartori
(1993) afirma que simplemente usar la palabra "democracia" no ayuda a
comprender la realidad ni cómo se construyen y funcionan las democracias
posibles. Este método, que se encuentra más cercano a la filosofía política, se
ha denominado prescriptivo, normativo o axiológico. Se caracteriza por
presentar una idea ideal del autogobierno del pueblo.
Sin embargo, la democracia no tiene una definición precisa o organizada. Esta
demuestra la relación con las experiencias democráticas, o las características
que han dado forma a las democracias, y crea una aproximación a lo que
realmente es. Las realidades democráticas se definen como sistemas políticos
en los que los ciudadanos tienen un papel importante en la toma de decisiones
que tienen un impacto significativo o insignificante en su vida (Bobbio, 1989;
Sartori, 1993; Casas, 2009). A través de esta distinción, no se persigue una
determinación moral sobre el enfoque más adecuado para la democracia, sino
que se facilita la comprensión de que hay dos perspectivas diferentes para
examinarla.
Espinoza (2009) afirma que esta primera distinción entre los enfoques
prescriptivos y descriptivos también puede aplicarse al concepto de
participación ciudadana. En el enfoque prescriptivo, es importante que los
ciudadanos participen en la resolución y transformación de los conflictos
políticos al crear y tomar espacios de discusión que permitan el debate
racional, la interacción comunicativa y la participación en la toma de decisiones,
lo que fortalece las instituciones democráticas.
Sin embargo, en el enfoque descriptivo se descuida su papel en la
consolidación de los regímenes democráticos, en cambio, la participación se
enfoca en los mecanismos ya existentes que permiten que la sociedad
participe. Espinoza (2009) destaca que estos mecanismos pueden tener un
papel instrumental para la autoridad o simplemente limitarse a los procesos de
elección limitados por las propias instituciones políticas, calculando en lo
fundamental de la democracia. La diferencia entre una democracia real e ideal
permite comprender que la participación de los ciudadanos en los asuntos
públicos está presente en ambas, pero con fines diferentes.
Analizar la participación de los ciudadanos desde una línea de tiempo como
una comparación entre épocas modernas y antiguas resulta infructuoso tanto
por el tamaño de las democracias como por la caracterización de los
ciudadanos. En resumen, comprender y desear una participación ciudadana
similar a la democracia ateniense, aunque reconociendo su contribución
normativa, sería una barrera que impediría conectarse con una realidad
duradera. En consecuencia, es más relevante examinar las formas y métodos
de participación de los ciudadanos dentro de las democracias contemporáneas,
particularmente a partir de las diversas perspectivas en la teoría de la
democracia que proponen varios modelos de la misma.
La literatura admite que la presentación de varios modelos de democracia no
es excluyente, sino que sirve como complemento. Incluso a nivel teórico, la
idea de que la democracia representativa y participativa son autosuficientes no
es factible en la práctica. Es importante destacar que el complemento proviene
de la democracia participativa, deliberativa y radical. En otras palabras, "no son
autosuficientes ni excluyentes a la democracia liberal".
A partir de la crítica al sistema de representación democrática, cada uno de
estos modelos de democracia presenta sus distintas alternativas. Además de la
descripción de cada uno de estos modelos, cuya diferenciación puede variar
según el autor, es importante observar su función, sus límites de acción o los
derechos de los ciudadanos para participar en los asuntos públicos, es decir,
las formas de participación que encuentran en cada uno de estos enfoques.
Por ejemplo, Cebrián (2013) sostiene que hablar de representación y
participación en tiempos modernos implica hablar de democracia y viceversa.
La democracia liberal articula la voluntad popular mediante instituciones
políticas, como la representación política, los mecanismos y límites (división de
poderes del Estado), el Estado de derecho, las libertades individuales y el
asociacionismo pluralista.
La democracia representativa liberal tiene sus orígenes en el siglo XVIII,
cuando Madison y los federalistas lo concebieron como el mejor sistema para
evitar la tiranía de la mayoría, separando a los ciudadanos de las decisiones
públicas y evitando que las facciones con motivaciones pasionales influyeran.
Es evidente que se oponía a la democracia directa (antigua) y la solución era
dividir a los representantes de los representados, ya que, en una sociedad
comercial, estos últimos no tienen tiempo para ocuparse de los asuntos
públicos.
La visión elitista de este esquema indica que la representación estaba
reservada para "quienes poseen mayor sabiduría y virtud, a personas
superiores y diferentes a sus conciudadanos". La participación de los
ciudadanos en la democracia representativa se limita a las elecciones
periódicas de los representantes políticos que ofrecen una variedad de
programas (Mill, 1985; Baños, 2006; Hernández 2006; Abellán, 2013; Casas,
2009).
Este modelo es criticado principalmente por la ineficacia de la representación
política en relación con las preferencias de los ciudadanos. Se pueden
observar problemas como políticas públicas que no se ajustan a la realidad
social de una comunidad, que los líderes se enfocan en lograr sus objetivos
individuales, o que actúan en función de intereses económicos de
corporaciones y/o partidos políticos que cuentan con una gran apatía y
desafección por parte de la ciudadanía.
Además de los movimientos sociales que exigían la apertura de la democracia
en los años sesenta del siglo XX, en este contexto surgió la búsqueda de
mejorar y perfeccionar la democracia al aumentar la participación de los
ciudadanos en las decisiones gubernamentales, lo que resultaría en mayores
márgenes de gobernabilidad (Casas, 2009).
Este impulso hacia la democracia se denomina "democracia participativa" y
tiene sus raíces en la democracia antigua. Sin embargo, su principal
motivación, a pesar de las críticas, es complementaria a la democracia
representativa. Macpherson (1977) sostiene que la participación directa y
continua de los ciudadanos en la regulación de la sociedad y el Estado es
necesaria para alcanzar plenamente la libertad y el desarrollo individual.
Según Pateman (1970), la democracia participativa promueve el desarrollo
humano y aumenta el sentido de eficacia política. Por lo tanto, disminuye el
sentido de enajenación hacia los problemas centrales, fomenta una
preocupación por los problemas colectivos y ayuda a formar una ciudadanía
activa y sabia, capaz de tomar un interés más perspicaz por las cuestiones de
gobierno y de esta manera contrarrestar el poder. de los gobernantes.
En este modelo, la importancia de la participación de los ciudadanos es
significativa, aunque se enfrenta a varios desafíos, como la incertidumbre de su
alcance, la proliferación de desigualdades económicas y sociales, la oposición
de los grupos de poder y su limitación práctica en el nivel local. Los autores que
describen las ventajas de la democracia participativa reconocen que su
aplicación presenta desafíos significativos, como las desigualdades de clase,
sexo y raza, que tienen un impacto negativo en la idea de que las personas son
libres e iguales. Además, la falta de recursos y oportunidades limita
sistemáticamente la participación activa en la vida política y social.
La interferencia, que podría llevar a la participación de los ciudadanos en el
proceso de acumulación de poder en una economía corporativa, es otro
obstáculo. Finalmente, la participación de los ciudadanos en el ámbito local o
laboral está limitada. Este modelo no es adecuado para la política nacional y se
limita a la elección de representantes (Pateman, 1970; Baños, 2006).
En los años noventa, surgió la "democracia deliberativa", una noción que
recoge las aspiraciones de la democracia participativa y la articula con el
esquema institucional de la democracia liberal. Esta idea surgió como
respuesta a las críticas a la democracia participativa por su falta de
materialización en el ámbito nacional.
Si la participación ciudadana otorgaba legitimidad a las decisiones políticas en
el ámbito local desde una perspectiva participativa, surgía la pregunta sobre la
fuente de legitimidad de las leyes y decisiones políticas del Estado.
En este debate, se destacan las ideas de Habermas, quien, desde la teoría del
discurso, explica que la legitimidad se encuentra en el proceso comunicativo
donde prima la racionalidad, la equidad y la honestidad en las negociaciones.
“Aquí confluye la pluralidad política, el respeto al derecho y el reconocimiento a
los procedimientos institucionalizados de comunicación entre los ciudadanos y
el Estado, por lo que la participación de los ciudadanos traducida en el actuar
comunicativo debe ser ilimitada para lograr influir en la deliberación política”
( Cuchumbé, 2010:89).
En este enfoque, el proceso de participación y deliberación va más allá de los
límites normativos y de la estructura institucional heredada de la tradición
liberal. En cambio, se abre al espacio público, que no se representa en una
asamblea popular o una cámara de representantes políticos, sino que es un
espacio abstracto donde los actores interactúan a través de discursos. La
opinión pública es crucial en este espacio porque una democracia deliberativa
requiere de una ciudadanía activa y crítica. Sin embargo, esto excluye la
violencia como forma de acción política, las negociaciones falsas y el poder de
los poderes sociales o fácticos que obstaculizan una comunicación verdadera
por intereses (Habermas, 1998; Pineda, 2002).
En una democracia deliberativa, el lugar donde se lleva a cabo el diálogo es el
espacio público y las organizaciones representativas. Si las instituciones
prestan atención al espacio público y logran encapsular sus mensajes, podrán
dar legitimidad a las decisiones políticas que son legalmente sus
responsabilidades. Este modelo encuentra críticas como resultado de la
exclusión de grupos ciudadanos vulnerables. Además, su lógica consensual
evita el conflicto social natural.
El último modelo a examinar, conocido como "democracia radical", surge de
esta crítica. El enfoque de Habermas se basa en la teoría crítica y se aleja de
la tradición liberal para profundizar sus ideas.
El desacato civil es el camino hacia una verdadera consolidación de la
democracia, en el que "el ciudadano es el responsable político de conducir
dicho proceso en el que formule sus demandas democráticas y cree un espacio
público de cara a la auto legislación democrática".
Sin embargo, la democracia radical tiene una perspectiva más moderada sobre
la democracia representativa, ya que se enfoca en la inclusión de grupos
minoritarios en los espacios de representación a través de la discriminación
positiva. Los movimientos que apoyan la política de género y la
multiculturalidad se encuentran entre estos grupos que critican la democracia
liberal.
En resumen, la democracia está estrechamente relacionada con la
participación ciudadana porque este tipo de gobierno reconoce una relación de
derechos basada en la libertad y la igualdad, lo que lleva a los ciudadanos an
involucrarse en los asuntos del Estado. Debido a que la democracia es
poliémica, es importante entender que elegir una perspectiva, ya sea
descriptiva, prescriptiva, representativa, participativa, deliberativa o radical,
resultará en una comprensión parcial o incompleta.
De la misma manera, no se debe concluir una comparación entre la
democracia antigua y moderna mediante un juicio de valor, ya que los
contextos son completamente distintos. La discusión sobre modelos de
democracia en realidad es sobre el papel que juegan los ciudadanos en la
Polis, cada uno con sus propias características distintas pero no excluyentes.
Sin embargo, los enfoques y énfasis de los modelos de democracia revisados
incluyen y otorgan un papel al ciudadano en los asuntos públicos, el cual se
lleva a cabo a través de mecanismos de participación ciudadana, los cuales se
detallan en el siguiente apartado.
2. Niveles y métodos para fomentar la participación ciudadana en la
implementación
En las últimas dos décadas, la implementación de una variedad de "arreglos
institucionales que tienen por objetivo facilitar la participación de los ciudadanos
en el proceso de las políticas públicas" ha sido utilizada para promover la
participación ciudadana (Speer, 2012: 2383). Estos mecanismos de
participación ciudadana "materializan la lógica de abajo hacia arriba en la
formulación de políticas públicas".
Por lo tanto, estos dispositivos no solo implican invitar a los ciudadanos, sino
que también requieren una metodología de trabajo que busque equilibrar la
amplitud y profundidad de la participación y el respeto de las realidades
políticas, financieras, culturales y psicológicas de cada territorio donde se
implementan (Makeli y Bots, 2014). “Además de la importancia de la
metodología o reglas del juego, cada mecanismo contribuye de diferentes
maneras a la participación ciudadana” (Montecinos, 2006:205).
Michels (2011) señala que, en este sentido, los foros y encuestas deliberativas
parecen ser mejores para fomentar el intercambio de ideas, mientras que los
referendos y los presupuestos participativos para proyectos parecen ser
mejores para permitir que los ciudadanos influyan en la formulación de políticas
y involucran a más personas. Finalmente, la literatura examinada está de
acuerdo en que los mecanismos de participación responden a diversos niveles
de participación, independientemente de sus características.
Los autores recurren con frecuencia a la definición de Arnstein (1969) para
describir la participación ciudadana en términos de una escalera con ocho
peldaños que corresponden a los niveles de poder y disposición de los
participantes, y que representan tres niveles de participación.
El autor mencionó un primer nivel, que se basa principalmente en el acceso a
la información .
El segundo nivel de participación, también conocido como participación previa
o consulta, se ilustra por situaciones en las que los participantes interactúan
con los tomadores de decisiones a través de mecanismos de interacción
recíproca. Finalmente, un tercer nivel, vinculado un poder delegado y el
ciudadano de control , es un verdadero nivel de participación en el que los
ciudadanos tienen la capacidad de influir directamente en la política pública y la
política.
Por otro lado, Checa et al. (2011) resumen la participación en tres niveles:
informativo, consultivo y deliberativo, siguiendo las ideas de Arnstein (1969).
Por otro lado, la Asociación Internacional para la Participación Pública retoma
la participación ciudadana en cinco niveles: informar, consultar, involucrarse,
colaborar y empoderar. El nivel informativo tiene como objetivo brindar
información objetiva y equilibrada para ayudar al público a comprender el
problema. La consulta tiene como objetivo obtener la opinión de los ciudadanos
para comprender sus preocupaciones y deseos.
El nivel implicativo sugiere trabajar con los ciudadanos para comprender sus
preocupaciones y aspiraciones para incluirlos en las soluciones, lo que podría
tener un impacto directo en la decisión final. Los representantes y los
ciudadanos trabajan juntos en el nivel colaborativo para resolver problemas,
encontrar alternativas e identificar soluciones.
Los grupos de interés tienen la decisión final en el nivel de empoderamiento
(Almasan y Reinhardt, 2009).
Aunque existen diferentes formas de fomentar la participación ciudadana en
cada uno de estos niveles, la elección del mejor mecanismo dependerá de al
menos cinco (5) factores que aseguren su eficacia en un sistema democrático.
En primer lugar, es importante tener una metodología clara para fomentar la
participación, estableciendo claramente las reglas del juego que guiarán el
mecanismo a utilizar. Por ejemplo, para qué se convoca a participar y cuáles
son las reales facultades con las que contarán los participantes.
Convidar a los ciudadanos a participar en una consulta ciudadana o en un
presupuesto participativo, donde pueden elegir entre tres opciones de
proyectos, es diferente an invitarlos a colaborar en la creación de políticas
públicas que se pueden implementar en un área específica (Hevia, 2011; Hevia
et al., 2011).
En segundo lugar, la información básica de los ciudadanos es esencial para el
proceso (Cook, 2011). En ocasiones, las disparidades de poder entre las
autoridades y los ciudadanos, o incluso entre los mismos ciudadanos, se
intensifican cuando la información está concentrada y la sociedad civil no
puede acceder, difundir o difundirla adecuadamente.
Cuando la información está concentrada, sesgada o reservada para ciertos
grupos sociales, se favorecen las relaciones clientelares porque permiten
mantener la relación jerárquica y vertical que caracteriza el clientelismo. En
este caso, quien controla mayores recursos, como la información, distribuye su
clientela con menos acceso a ella, un cambio de lealtad y apoyo político
(Rehren, 2000). En caso contrario, la transparencia se asegura cuando la
información es accesible y accesible para todos los habitantes de una
comunidad.
Tercero, la supervisión de las expectativas. La forma en que se manejan las
expectativas que pueden generar procesos de participación ciudadana va de la
mano con las dos consideraciones anteriores.
Se espera que esto reduzca el impacto de un mecanismo y la brecha entre los
objetivos formales que se pueden alcanzar y las expectativas que una
comunidad puede poner en el mecanismo participativo. Además, "en la
diferente percepción que los actores involucrados tienen sobre los objetivos
que tienen y deberán cumplir en dicho mecanismo".
La participación de los tomadores de decisiones en el proceso es un cuarto
factor importante porque garantiza un impacto real. Es común que los
mecanismos de participación no reciban el apoyo genuino de las autoridades,
lo que lleva a que los ciudadanos se sientan desmotivados debido a la
percepción de que su participación no tiene valor político ni mucho menos para
la gestión de la institución convocante. Finalmente, los autores están de
acuerdo en que las herramientas tecnológicas facilitan la participación de los
ciudadanos al crear nuevos mecanismos de participación a través de internet
(Davidson y Elstub, 2013).
Finalmente, se recomienda definir los mecanismos e implementar después de
establecer las reglas del juego participativo. El cuadro I a continuación muestra
la organización de los principales mecanismos de participación ciudadana que
han sido destacados en la literatura sobre el tema. La mayoría de estas
experiencias participativas se originaron en varios países y, según sus
características, se agruparon en el cuadro en 14 mecanismos.
Los foros virtuales, los presupuestos participativos digitales, la publicidad, los
sitios web y la publicidad fueron otros mecanismos menos mencionados en los
artículos. Es importante señalar que cada uno de estos mecanismos puede
tener diferentes contenidos metodológicos según el país, incluso entre
ciudades dentro del mismo país. Un ejemplo es que Chile, Argentina, Perú,
Uruguay o República Dominicana no han desarrollado el presupuesto
participativo de la misma manera que Brasil (Montecinos, 2014).
La implementación de un mismo mecanismo participativo puede variar según la
cultura política local, las trayectorias organizativas y participativas existentes en
ciertos territorios, así como los diseños institucionales de los diferentes países.
Por último, pero no menos importante, se puede ejemplificar con algunos
mecanismos considerando los niveles de participación y si se trata de un
ejercicio de participación ciudadana colectiva o individual (ver Figura I).

Conclusiones
En primer lugar, lo mencionado anteriormente permite argumentar que existe
un vínculo efectivo y cercano entre Democracia y Participación Ciudadana, ya
sea desde su expresión etimológica que va de la mano con el enfoque
prescriptivo, interpretando la democracia como una forma de Gobierno que
deposita el poder. soberano en el pueblo, hasta una revisión empírica sobre el
funcionamiento de las democracias reales o de lo posible. Aunque varía según
el enfoque utilizado para estudiar la democracia, la participación tiene una
expresión, aunque variada según el caso, que la hace esencial para su
constitución.
La situación es similar cuando se examina la participación ciudadana a través
de las categorías que se encuentran en la teoría de la democracia, que en este
escrito se resumen en representativa, participativa, deliberativa y radical. La
discusión sobre los modelos de democracia se centra en el papel y la
participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Estos ciudadanos
participan en estos asuntos a través de una variedad de mecanismos, como el
voto en la democracia representativa, los diálogos ciudadanos en la
democracia participativa, las encuestas en la democracia deliberativa o las
manifestaciones públicas en la democracia radical.
Sin embargo, en la realidad no hay democracias que se limiten a un modelo
específico, ya que ambas interactúan y los mecanismos de participación
ciudadana presentes en los diseños institucionales pueden ser conectados a
diferentes modelos según sus objetivos y metas.
Al determinar el origen o conexión conceptual de los mecanismos de
participación ciudadana, según las diferentes perspectivas sobre la
democracia, se caracterizan y ubican dichos mecanismos en una escala de
niveles. Esta escala es el método de clasificación más utilizado por quienes
estudian el fenómeno de la participación.
Generalmente, se utiliza la escala de Arnstein (1969), que no se utiliza en este
artículo, pero incluye otras clasificaciones y comentarios. Se resume en
informativo, consultativo, deliberativo e implicativo.
Por último, es importante destacar dos aspectos en relación a los mecanismos
de participación ciudadana. Primero, deben estar limitados a la estructura
institucional de los órganos de gobierno del Estado, lo que significa que su
aplicación y cumplimiento no puedan depender de la voluntad política de la
autoridad actual.
En segundo lugar, la implementación de mecanismos de participación
ciudadana puede conducir a lo contrario de lo que se busca, en cuyo caso
acerca a los ciudadanos a los asuntos públicos, generando frustración e
insatisfacción ciudadana, si al menos se tienen en cuenta factores que no se
tienen en cuenta.
Para optimizar la implementación de estos mecanismos, este artículo presenta
cinco recomendaciones: existencia de metodología de trabajo, disponer de
información básica y basal, control de expectativas, tomadores de decisión
involucrados en el proceso y definición de los alcances de la participación.

Resumen
Este artículo examina la relación entre democracia y participación ciudadana,
centrándose en la crisis de legitimidad en las instituciones de la democracia
representativa. La introducción destaca la ambigüedad en la definición de
participación ciudadana, señalando la falta de referencias prácticas para su
implementación en la gestión pública.

El propósito del artículo es sintetizar los roles de la participación ciudadana en


diferentes modelos de democracia, identificando mecanismos para su
implementación. Se realiza una revisión del estado del arte sobre democracia y
participación ciudadana, identificando niveles y mecanismos principales.

En la sección de "Modelos para la democracia y la participación ciudadana", se


exploran los enfoques prescriptivos y descriptivos, así como los modelos de
democracia representativa, participativa, deliberativa y radical. Se destaca la
crítica a la democracia representativa y la necesidad de combinarla con la
democracia participativa.
Se discuten modelos como la democracia participativa, deliberativa y radical,
destacando sus ventajas y desafíos. Se resalta la importancia de la
participación ciudadana en la toma de decisiones y la crítica a la democracia
representativa por su ineficacia.

En la sección "Niveles y métodos para fomentar la participación ciudadana en


la implementación", se examinan diferentes mecanismos de participación
ciudadana, como foros virtuales, presupuestos participativos digitales y
encuestas deliberativas. Se presentan diversos niveles de participación, desde
informativo hasta empoderamiento, según distintas perspectivas.

El artículo concluye destacando el vínculo efectivo entre democracia y


participación ciudadana. Se resalta la variedad de mecanismos disponibles y la
importancia de considerar factores como la metodología, la información, la
supervisión de expectativas, la participación de los tomadores de decisiones y
las herramientas tecnológicas. Se presentan recomendaciones para optimizar
la implementación de mecanismos de participación ciudadana, subrayando la
necesidad de evitar dependencias de la voluntad política y considerar factores
que podrían generar frustración ciudadana.

En resumen, el artículo ofrece una visión integral de la relación entre


democracia y participación ciudadana, explorando diferentes modelos y
mecanismos, y proporciona recomendaciones prácticas para mejorar la
implementación de la participación ciudadana.
REFERENCIA

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Planning Association, 35(4), 216-224.
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