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Créditos
Moderadora de Traducción:
Nelshia.
Traductoras:
Abby Galines Kath
A_mac Mica
Axcia Molly Bloom
Bluedelacour Nelshia
Camila Posada Nelly Vanessa
Clau Nyx
Crys Valalele

Moderadora de Corrección: 3
Dennars.
Correctoras:
Dennars Maria_clio88
Flopy Mimi
Ivettelaflaca YaniM.
Lau_sp_90

Revisión y Recopilación:
Dennars.
Diseño:
Dabria Rose
Índice
Prologo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
4
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Sinopsis
Este no es el típico cuento de hadas, no. Este es retorcido. El papel de
príncipe azul lo ejecuta un hombre demasiado arraigado en sus costumbres.
Jackson es exigente, siempre tiene que hacer las cosas de cierta manera. Para
el sexo es duro y rápido, con algo de dolor. Selena piensa que está bien… hasta que
se entera de lo que realmente quiere Jackson.
Sabe que es demasiado, pero es la única persona, además de su mejor
amiga, que la acepta como realmente es: sin control y desesperada por atención.
Así que lo sigue hasta su mundo, jugando peligrosamente en el límite.
A pesar de todos sus errores, Selena se aferra a él como si su vida
dependiera de eso. Mientras Jackson lucha desesperadamente contra sus demonios
internos en un intento de renunciar al control y, finalmente, dejar que el amor se
haga cargo.

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Prólogo
Jackson
Recuerdo la primera vez que la vi… fue hace años.
***
Su cabello rojo oscuro ondea sobre sus hombros y sobre la cima de sus pechos,
pechos que casi se salen de su apretado vestido negro. ¿Has conocido alguna vez a
una chica tan venenosa que tan sólo una mirada en su dirección te deja impotente?
Sus vidriosos ojos negros capturan los míos y la botella de cerveza húmeda casi se
desliza de mis dedos. Aprieto mi agarre. Su mirada, su presencia, es suficiente para
enredarte en su indudablemente intricada red sin más que un toque de sus afilados
colmillos venenosos. Ella es magnífica y oscura, peligrosa y hermosa, atrayéndote
sin una sola palabra. Como una viuda negra, está lista para hacer que algo mágico
ocurra y lo hará… justo antes de devorarte por completo, dejando nada más que
una cáscara vacía atrás. Esa mujer, la que me mira desde el otro lado del club, es
Amelia Petrovic, el amor de mi vida.
El diablo en el disfraz de un ángel.
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La mujer que me arruinará para todas las demás.
Desde donde ella está parada, no puede notar que soy menor de edad. Por otra
parte, el guardia de seguridad en la puerta tampoco pudo. Echo un vistazo a lo
largo de la barra en busca de Seth, mi mejor amigo. Tres mujeres lo rodean, como
pájaros a un pedazo de pan. Sus rasgos son mucho más juveniles que los míos,
incluso más bonitos, pero las mujeres siempre se enamoran de eso. Dirijo mi
mirada de vuelta a la pelirroja, pero se ha ido, y un sentimiento irracional de
desesperación se instala en mi estómago.
―Amelia ―dice una mujer en mi oído.
Su voz es ronca y suave a la vez, como el whisky. Giro la cabeza y ahí se encuentra:
la pelirroja, Amelia, muy cerca e íntima. Inmediatamente, mi mirada cae sobre sus
labios. Están hinchados, como si acabara de ser besada, y su color rojo se destaca
en su blanca piel de porcelana. Se acerca aún más y de repente, estoy jodidamente
mudo. Su olor, canela, me envuelve y me obligo a aclararme la garganta.
―Jackson.
―Jackson ―repite, probando mi nombre en la punta de la lengua―. Me gusta.
Tomo un sorbo nervioso de mi cerveza y aprieto el cuello para evitar que mi mano
tiemble. Mierda. Nunca he estado tan sacudido por una mujer antes. Así no. Ella se
ríe con confianza, y mueve su espeso cabello rojo sobre un hombro, dejando al
descubierto una franja lisa de su cuello.
―¿No eres un poco joven para estar en un club, Jackson?
Niego y fuerzo un tono de falsa confianza en mi voz.
―No, señora. Tengo veintiuno.
Incluso en la desastrosa iluminación, veo sus ojos oscuros brillar.
―No tienes que mentirme. Puedo guardar un secreto. ―Todo mi cuerpo se tensa
cuando se estira y arrastra una larga uña roja por mi brazo―. Eres malo, Jackson, y
me gustan malos.
Arqueo una ceja.
―¿En serio?
―Oh, sí. ―Se acerca hasta que su cuerpo firme se presiona contra el mío―.
Muéstrame lo malo que puedes ser.
Frunzo el ceño. ¿Cómo puedo ser malo? Echo un vistazo hacia abajo. No tengo
ningún tatuaje. No fumo ni consumo drogas. Bebo ocasionalmente, y las únicas
luchas que tengo son en la clase MMA de George después de la escuela. Lo que
ella quiere, no puedo dárselo… porque ese no soy yo. Seth es al que le gusta
pelear, sin importar dónde se encuentre. Él probablemente planeaba hacerse un
montón de tatuajes también, pero la idea de señalar la dirección de Seth a Amelia
me molesta.
―¿Cómo? ―pregunto, a pesar de mi reserva.
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Ignoro la incómoda sensación en la boca del estómago, la parte que odia que ella
me esté haciendo sentir como un niño. Amelia revisa el club y señala a un hombre
alto en la esquina charlando con una chica.
―¿Lo ves?
Asiento.
―Él me miró. Ve a darle una lección.
Miro a Amelia. No puede hablar en serio. Mirar no es un delito, y no es como si
ella no fuera atractiva, porque lo es, fácilmente es la mujer más sexy de todo el
club.
―Estás loca ―le digo―. No voy a hacerle daño porque te miró.
Sus ojos, negros bajo esta luz, se posan sobre mi cara y me examina durante unos
largos segundos antes de encogerse de hombros y darme la sonrisa más oscura que
he visto jamás.
―Que te crezcan algunas pelotas, Jackson. Hazlo y te mostraré cosas que nunca
olvidarás.
Santa mierda. Eso ensucia un poco el agua. ¿Golpear a un hombre inocente y
sacudir mi mundo, o salir de esta jodida situación tan rápido como pueda? Por
mucho que me gustaría ver las cosas que ella puede mostrarme… no me atrevo a
hacerle daño a alguien que no lo merece.
―No, no lo voy a hacer.
―Ya veremos. ―Engancha un dedo en el cuello de mi polo negra y me tira hacia
ella. No tengo tiempo para registrar lo que sucede antes de que su boca se estrelle
contra la mía y deslice su lengua entre mis labios. Mi piel cosquillea con su
presencia, cubriéndome con una capa de deseo. Una y otra vez, frota su lengua
contra la mía, intoxicándome por completo. Entonces, mientras mis manos se
encuentran en sus caderas, se aleja de mí y se va pisoteando.
La observo, aturdido, mientras cruza el bar y se acerca al chico alto al que ella
quería que “le enseñara una lección”. Hay un balanceo sexy en sus caderas
mientras habla con él, y extrañamente, no me gusta. No sé quién es, y ciertamente
no tengo ningún control sobre ella, pero estoy celoso viéndolo a los dos.
Salto a la defensiva cuando una pesada mano golpea mi hombro.
―Jacks, ¿listo para irte? ―grita Seth en mi oído. Le doy una mirada y veo a la
linda morena escondida bajo su brazo.
―Un par de minutos más ―le digo, girándome para mirar a Amelia.
Sus manos se arrastran por su brazo tatuado y su puntiagudo cabello negro. Ignoro
la punzada de celos en la boca del estómago. Es irracional, apenas conozco a la
chica.
Entonces, lo acerca a ella y presiona sus labios contra los suyos. Algo dentro de mí
estalla. Es una sensación desconocida, pero sé lo que es.
Celos.
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Nunca he tratado con los celos antes, pero sin duda son celos los que corren por
mis venas y fuerzan a mis manos a empuñarse. Me muevo hacia delante,
marchando hacia ellos como si ella fuera mía. No lo es, pero quiere que me pruebe
a mí mismo por ella.
Debería correr. Debería darme la vuelta y nunca mirar hacia atrás. Amelia
claramente está loca, pero hay algo en ella que golpea todos mis botones. Escucho
a Seth llamándome, pero no me doy la vuelta. Mi sangre zumba, empujando
adrenalina alrededor de mi cuerpo, y sé que no hay nada que pueda detener la
carga de emociones que quieren salir.
Todo ocurre tan rápido… aparto a Amelia y golpeo al imbécil alto. Mi puño
conecta con un lado de su cabeza y él se encorva, apretando su rostro. El dolor
irradia a través de mi mano y brazo, pero tengo demasiada adrenalina en el
momento para notarlo de verdad.
Apenas soy capaz de orientarme sobre la situación, o darme cuenta de lo que he
hecho, antes de ser agarrado por detrás y mis pies levantados del suelo.
―¡No se permiten peleas aquí! ―El hombre que me sostiene me aprieta en su
agarre. No me molesto en luchar contra él. Tener mi culo pateado por un guardia y
ser expulsado de mi club favorito en Seattle no es algo que quiera hacer esta noche,
así que le permito echarme por la puerta y empujarme a la acera.
―Suéltame, idiota ―gruñe Seth cuando el guardia de seguridad lo arroja por la
puerta detrás de mí.
La fresca brisa de la noche de sábado sopla contra mi piel ardiente y me apoyo en
el ladrillo, flexionando mi puño y acunando mi muñeca. Estaba tan desenfocado
que ni siquiera pensé en pegarle correctamente.
―¿Qué demonios, Jackson? ―espeta Seth, pasando los dedos por su cabello
oscuro―. ¿Golpeaste a un tipo? ¿Por qué?
Le doy una mirada. Sólo está enojado porque arruiné su oportunidad de anotar
esta noche. Cómo todavía no es un padre adolescente está más allá de mí.
―Porque quería hacerlo.
Casi me estremezco ante la verdad en mi declaración. Quería golpear a ese tipo.
Quería impresionarla.
―Bien hecho ―ronronea Amelia, saliendo por la puerta del club.
Seth se hace a un lado y Amelia se acerca a mí. No me gusta la mirada calculadora
que le da a Seth, pero no voy a darle un puñetazo por eso. Los mechones salvajes
de su cabello rojo son iluminados por las luces de la calle y sé, en este momento,
que ella no va a ser buena para mí. De todos modos, mi piel cosquillea, rogándole
que se acerque más.
―¿Tienes un teléfono? ―pregunta, extendiendo su mano con largas uñas.
Sin decir una palabra, lo saco de mi bolsillo trasero y lo pongo en su palma.
Observo sus rasgos oscuros mientras teclea rápidamente sobre la pantalla,
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insertando sus datos. Entonces, se inclina, sus labios rozando la concha de mi oreja.
―Me va a encantar hundir mis garras en ti ―susurra, besando mi mejilla.
Amelia me entrega mi teléfono y miro su nombre y número. Cuando levanto la
vista, veo su espalda mientras desaparece en el club…

***

… Y esa fue la primera vez que me vi envuelto en la mierda de Amelia, demasiado


joven, caliente, y estúpido para ver lo psicótica que era realmente. Y pagué por
ello.
Capítulo 1
Selena
Con un resoplido dramático, me quito los rizos del rostro y dejo colgar el
brazo por el borde del sofá. El sol de la mañana se filtra por las rendijas de las
cortinas color crema. Me gustaría poder salir a la calle y sentirlo en mi piel pálida.
Nunca he estado pálida ni un día en mi vida. El bronceado siempre ha sido un
requisito, pero cuando no se sale de casa, el bronceado no se queda, sin importar
cuán desesperadamente le ruegue.
Este es el tercer día de mi aislamiento auto impuesto. No saldré de mi casa y
lo estoy haciendo por mi propio bienestar emocional, y también porque Olivia me
sermoneó. Parece que cada vez que salgo de mi casa, acabo en casa de Jackson... y
cuando termino en su casa, termino desnuda sobre todas las superficies de su casa.
Pero hoy no. Hoy seré una mujer diferente.
Si se niega a alimentar mis emociones, entonces me niego a nutrir sus
necesidades sexuales. Mi cerebro sabe que estoy enojada con él, pero a ningún otro 10
órgano le importa. Parece que la ira es la emoción más predominante que
experimento cuando se trata de Jackson, una emoción que no parece significar
nada al sur de mi cuerpo. Es difícil sentir otra cosa que no sea ira cuando la
persona que amas se niega a decírtelo o tiene un miedo enorme cada vez que surge
una conversación seria. Dañado es lo que está el hombre, y no tengo ni idea de
cómo arreglarlo. Dios sabe que lo he intentado.
De repente, una fuerte explosión resuena a través de la casa y sobresaltada,
ruedo del sofá. Mi corazón martillea en el pecho, amenazando con arrancarme una
costilla mientras me tapo los oídos en el silencio inmediato.
Beep. Beep. Beep.
Frunzo el ceño, sin saber lo que está haciendo ese ruido. ¡Entonces recuerdo!
—¡Mierda! El muesli.
Me paro y me apresuro a la cocina. Logro caminar sin tropezar con los largos
pantalones negros de pijama.
Le pego un manotazo al botón del microondas y la puerta se abre. Doy un
paso atrás chillando cuando el muesli gotea de la puerta y cae sobre las baldosas
blancas. El interior del microondas, una vez blanco, ahora es de un tono claro de
marrón y huele a canela y a miel quemada.
Ahí va mi desayuno.
Me desplomo. No sé cómo se supone que voy a sobrevivir. Ni siquiera puedo
cocinar y no estoy dispuesta a vivir de pan. Espero tener al menos cuatro meses de
embarazo para comer tantos carbohidratos. Estoy pensando en renunciar a comer,
cuando oigo un golpe en la puerta principal.
Me pasmo.
Mi piel se eriza y tiemblo ante la idea de que Jackson esté al otro lado de la
puerta. Por un momento, examino la piel de gallina en mis brazos, sin saber si el
hormigueo que me ataca es de miedo o de excitación. Tomo una inhalación lenta y
poco a poco la dejo salir. Como era de esperar, me vuelvo híper consciente del gran
pulso entre mis piernas y, por un momento, mi resolución vacila.
—¡Selena! —grita una voz femenina a través de la pesada puerta de madera.
Y todos los hormigueos y temblores dejan de existir y mi decisión se renueva.
Jódete Jackson.
Con la decisión renovada, voy dando saltos hacia la puerta y la abro. No
puedo evitar la sonrisa que se extiende por mis labios cuando mi mirada se fija en 11
los hermosos ojos verdes de la bebé y sus mejillas llenas.
—¡Chloe! —digo con mi mejor voz de bebé—. ¿Viniste a visitar a tu tía? Lo
hiciste. ¡Sí, lo hiciste!
Su pequeña boca se extiende en una amplia sonrisa y se abre, dejando al
descubierto mucha encía. Sus regordetas manitas llegan a mí desde donde la
sujetan en el pecho de su papá, y deslizo mi dedo índice en una de sus palmas.
Miro a Olivia mientras los dedos de Chloe se envuelven alrededor de mi dedo y
aprietan. Olivia sonríe ampliamente y se quita un mechón de cabello oscuro del
rostro. Se ve mucho mejor que la semana pasada. No hay líneas cansadas ni bolsas
colgando debajo de los ojos.
—Al fin duerme toda la noche —anuncia. Su sonrisa ahora rivaliza con la de
Chloe.
—Me doy cuenta. ¡Te ves genial!
Echo un vistazo a Seth y parece que las líneas cansadas de Olivia han
encontrado un nuevo hogar. De acuerdo con Olivia, ha estado trabajando horas
extras en el gimnasio y apenas puede mantenerse al día con todos los nuevos
miembros. Su carrera como luchador terminó el año pasado. Entre las
presentaciones judiciales, correr al gimnasio y ocuparse de Chloe, apenas tenía
tiempo de sentarse. Sin embargo, eso se acabó. El caso fue resuelto y fue liberado
de su contrato con el MMAC 1 en condiciones que ni siquiera puedo empezar a
pronunciar. Aun así, no creo que el sueño esté llegando fácil.
—Te ves como la mierda —le digo. Él sonríe.
—¿Pasaste frente a un espejo esta mañana? Tú tampoco eres material de
revista exactamente. —Lo dice mientras sostiene dos bolsas de plástico en la
mano—. Trajimos el desayuno.
Yo pongo los ojos en blanco. Siempre están llamándome e invitándome a
cenar o comer en su casa. Olivia sabe que no sé cocinar y está preocupada de que
vaya a quemar la casa o a morirme de hambre. Para colmo, mi estómago gruñe. No
he tenido una comida decente en días, pero primero muerta que admitirlo.
—¿Qué te hace pensar que necesito un desayuno? Tal vez ya comí.
Seth levanta una ceja mientras Chloe libera mi dedo.
—¿Es muesli quemado eso que huelo?
Con una risita, Olivia me empuja para pasar.
—Déjanos entrar, Sel. Tenemos hambre.
Suspiro y doy el paso a un lado, dejando que Seth y Chloe también entren.
Los observo mientras pasan a la casa. ¿Por qué les importa si tengo hambre? ¿Por 12
qué quieren hacerme compañía? Olivia especialmente. Yo podría haber arruinado
su matrimonio. Si ella no fuera tan... rara... quién sabe qué clase de daño podría
haber hecho ese truco en las Vegas. Besé a su marido, dos veces, y ella todavía me
llama “su mejor amiga”. Por supuesto, no fue por lujuria o por necesidad sexual,
fue por venganza contra el oponente de Seth en ese momento, pero aun así, no
debería haber ocurrido. Me estremezco cuando imagino el rostro de Don y
rápidamente lo alejo de mi mente. Sucedió hace más de un año, cuando Jackson y
yo estábamos pasando por un período muy intenso en nuestra “relación”. Me ha
molestado casi todos los días desde que ocurrió, pero no quiero pensar en eso hoy.
Me disculpé más de lo que podía, y cada vez que toco el tema o trato de pedir
disculpas de nuevo, Seth se inquieta. No es exactamente la mejor persona del
planeta, así que creo que me saltaré lo de alterarlo esta mañana. Sin embargo,
Olivia tiene suerte. Seth tiene un bonito par de labios.

1 MMAC: Mixted Martial Arts Center. En español Centro de Artes Marciales Mixtas.
Cierro la puerta y los sigo a la cocina. Olivia y Seth se echaron a reír al ver el
desastre. Un extraño olor a quemado cuelga en el aire, pero pretendo que no lo
huelo en un intento de calmar mi ego.
—¿Cómo quemaste el muesli? —pregunta Olivia, yendo a buscar un trapo al
fregadero.
Me apoyo en la encimera y me encojo de hombros.
—Me olvidé de que lo puse ahí.
Moviendo la cabeza, empieza a limpiar el desorden mientras Seth deja las
bolsas en el banquillo. Observo con pereza mientras ellos se mueven alrededor de
la gran cocina para preparar el desayuno. Lo que no esperaba es que Seth soltara a
su bebé y me la diera a mí. La empuja contra mi pecho y abro mucho los ojos
mientras la envuelvo en mis brazos y sostengo su pequeño peso. A pesar de que
técnicamente es ligera, me pregunto si todos los bebés de siete meses pesan tanto
como ella.
—No puedo cargarla —digo, incapaz de ocultar el pánico en mi tono—, se me
va a caer.
Puedo jugar con Chloe, pero cargarla es totalmente otra cosa. Los bebés son
resbaladizos.
Seth sonríe, dejando al descubierto sus perfectos dientes blancos.
—Entonces, siéntala en la encimera. Si se cae, no caerá lejos. 13
Estúpido. Me da la espalda y comienza a desempacar las bolsas mientras yo
abrazo su preciosa carga en mis brazos. La miro y veo las pequeñas burbujas que
está soplando entre sus labios. Se ve cada día más como su papá, a excepción de
los brillantes ojos verdes, por supuesto. Su cabello negro es muy fino y se puede
ver el tono claro de su cuero cabelludo. En una inspección más cercana, se parece
más a Maddi, la hermana de Seth. De cualquier manera, romperá un millón de
corazones cuando sea mayor.
—¿Has visto a Jackson últimamente? —dice Olivia con un tono casual, sin
hacer contacto visual.
La miro mientras continúa limpiando el horno de microondas, fingiendo que
su pregunta es tan normal como preguntar la hora.
—No, no en tres días.
Ella detiene la limpieza y mira fijamente el microondas durante un segundo.
Siento la vergüenza filtrarse en mis mejillas cuando Seth me mira con aire de
suficiencia por encima del hombro. Olivia se vuelve hacia mí con ojos
entrecerrados y acusadores.
—Has estado en esta huelga auto impuesta por dos semanas, Selena, ¿y lo
viste hace tres días? ¿Cuál es el punto si no puedes mantener las piernas cerradas
durante un corto período de tiempo?
Atraigo a Chloe a mi pecho y le tapo las orejas. No necesita escuchar esas
cosas. No necesita saber que su tía (autoproclamada) tiene problemas con los
chicos. Olivia pone los ojos en blanco.
—¿Quién dijo que no mantengo las piernas cerradas? —pregunto, sintiendo
la necesidad de defenderme—. Tal vez pasamos la noche hablando.
Las miradas de Olivia y Seth son a la vez divertidas e inquietantes. Maldita
sea.
—Soy humana —les digo.
Son las últimas personas en la Tierra que deberían castigar a alguien por su
falta de autocontrol. Son animales. Veo a otro niño en su futuro próximo si es que
no está embarazada de nuevo.
Cuando Olivia abre la boca para decir algo más, la interrumpe un golpe en la
puerta. Mi sangre corre fría, o caliente, no sé. No hay duda de quién está en el otro
lado de la puerta esta vez. Sé que no es mi padre porque está en Milán hasta el
próximo mes.
—Seth, toma a Chloe. —La extiendo en mis brazos y él la estrecha fuerte
antes de sentarla en la encimera y darle un pequeño queso empaquetado para
jugar.
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Ella chilla de alegría y yo voy hacia la puerta principal. Mientras camino,
tomo una inhalación inestable y la sostengo durante unos segundos antes de dejar
que se vaya. No hace nada para calmar mis nervios electrificados ni mi corazón
acelerado. No creo que nada lo haga. Siempre me siento así antes de verlo.
Siempre.
Al principio era pequeño y podía tragármelo, pero ahora, ahora los
sentimientos son más fuertes que nunca. Hago una pausa mientras llego a la
madera lacada que me separa de él. ¿Qué digo? ¿Lo invito a entrar? ¿Le digo que
se vaya? Paso los dedos por mi frente, como si borrara o alejara las abrumadoras
preguntas. Pero no se van.
Mierda, nada ayuda.
Alcanzo el picaporte y le doy vuelta. Con una última inhalación, abro la
puerta y me encuentro cara a cara con el señor Jackson Quinn. Sus ojos verdes se
iluminan a medida que me recorren, sus labios carnosos tienen espasmos en las
esquinas. Viéndolo, mi corazón brinca y cambio de peso nerviosa. ¿Por qué tiene
que ser tan estúpidamente guapo? Olivia la tuvo fácil. Su ex no era nada especial
comparado con Seth, por lo que seguir adelante fue fácil para ella. No tengo a
nadie para comparar a Jackson. Nadie está en la misma liga. Nadie se le acerca.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto con toda la naturalidad del mundo.
Estoy orgullosa del tono neutro. Lo último que quiero es que escuche el
miedo o la excitación que realmente siento por dentro. Él se alimenta de ella. Lo
impulsa a un estado que no tengo la fuerza para detener.
Con una sonrisa se apoya en el marco de la puerta y trato de no mirar la
forma en que su camisa gris claro se aferra a su forma perfecta.
—No has llamado, así que pensé en venir y asegurarme de que no has
quemado la casa mientras todavía estás en el interior.
Yo pongo los ojos en blanco.
—Mi héroe.
Aguanto la respiración mientras su sonrisa se transforma en risa. Mis rodillas
se debilitan ligeramente. Tiene una risa hermosa. El diablo seguro sabía lo que
estaba haciendo cuando hizo a Jackson. Y su cabello... oh Dios. No debería haberlo
visto. La forma en que las ligeras hebras doradas siempre están todas despeinadas
y mierda... es como maldita Kryptonita para mis ovarios.
—No te he visto en mucho tiempo... —murmura, y por un breve momento la
sinceridad parpadea en sus facciones. 15
—Sólo han pasado tres días —le recuerdo y sus cejas se levantan.
—¿Eso no se siente como una eternidad para ti?
No llego a entender el significado. ¿Cómo puedo hacerlo? Él cambia las cosas
tantas veces que no puedo llevar la cuenta, y no voy a mostrar ninguna
vulnerabilidad hasta que crea que se la merece.
—No tengo bolas, así que no, tres días sin sexo no parecen una eternidad para
mí.
Pero sí lo parecía. Estos últimos tres días se habían sentido como cuatro
eternidades, tal vez más. Y lo deseaba más que nunca. Sin previo aviso, su fuerte
brazo sale disparado y toma mi muñeca. Yo suspiro mientras me jala duro y me
estrella contra su cuerpo. La calidez inunda mi sistema de una forma aplastante. La
puedo sentir en oleadas a través de mi cuero cabelludo y derramándose por mi
espalda hasta que mi cuerpo se estremece contra el suyo. Su olor, no puedo
describirlo. Es fresco y profundo a la vez. Se me hace agua la boca y trago antes de
que se acumule bajo mi lengua. Pone su gran mano en mi espalda baja. El toque es
suave, no exigente como el agarre que tiene en mi muñeca.
—No estoy hablando de sexo —dice, uniendo su frente a la mía.
Mis labios se abren y dejo escapar un suspiro nervioso y lento. Mi piel se
eriza, híper consciente de sus labios a menos de un centímetro de distancia de los
míos. Está prácticamente rogándome que termine con la distancia entre nosotros.
Pero no lo haré.
Hoy no.

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Capítulo 2
Jackson
Sus pálidos ojos verdes observan fijamente mis labios. Requiere toda mi
energía no sonreír. Puede que se haga la tonta, pero la conozco mejor. La suelto
con renuencia. No quiero otra cosa que llevar esto más allá, mucho más allá, pero
antes de tocar la puerta me percaté del auto de Seth estacionado en la acera del
frente y, no voy a arruinar su desayuno o exponer a la pequeña Chloe a cosas que
no deba ver. No puedo imaginar mi culo, o el de Selena para ser más amable, en
los ojos de la bebé. Dios sabe que no fue fácil para los ojos del padre de Selena
cuando entró en la cocina buscándonos. Sonrío al recordar.
Un destello de obvia decepción mezclada con alivio parpadea sobre sus
rasgos antes de aclararse la garganta y dar un paso defensivo hacia atrás.
—¿Vas a invitarme a entrar? —pregunto, volviendo a mi posición informal
contra el marco de la puerta.
Sus ojos verdes me analizan y se detienen en mi vestimenta casual, jeans y 17
una camiseta. Después su mirada recae en mi cinturón y se amplía un poco antes
de subir hasta mi rostro. ¿Está preocupada por mi cinturón? Le encantaba que mi
cinturón mordiera su carne, dejando hermosas marcas rojas.
—No quiero —responde con toda la falsa confianza del mundo. Inclino la
cabeza. Tal vez lo quiere decir. Tal vez no—, pero si no lo hago, Seth podría
suicidarse durante el desayuno debido al aburrimiento.
Asiento y mis labios se contraen.
—Entonces, hazlo por Seth.
Traba su mirada con la mía y no estoy seguro de cuánto tiempo pasa...
podrían ser segundos, podrían ser minutos, diablos, podrían haber sido días hasta
que finalmente se aparta resoplando. Le echo un vistazo a su pecho mientras paso
y resisto la tentación de rozar los pezones que empujan contra su patética camiseta
rosa de algodón. No me doy cuenta de que me detuve en seco hasta que Selena me
empuja del brazo y subo la mirada a su rostro otra vez.
—Están en la cocina, no en mi camiseta —afirma entrecerrando los ojos con
rubor en las mejillas―. Sabes dónde está.
Después de dos largos segundos me las arreglo para retirar la mirada y la fijo
en el pasillo frente a mí. En la distancia puedo oír algo de plástico golpear contra
las baldosas varias veces y no puedo evitar una sonrisa en la esquina de mis labios.
Persona pequeña o no, Chloe es linda como la mierda y puede poner una sonrisa
en el rostro de cualquiera. Incluso en el mío.
Apresuro el paso y marcho directo a la cocina. En el suelo, delante del
refrigerador, está sentada Chloe con un vestido de punto rosado, chupando un
poco de queso y golpeando una tabla de color púrpura en las baldosas,
completamente divertida con el sonido. Miro a mi alrededor y veo a Seth con una
camiseta azul ajustada succionando el rostro de Olivia que está sentada en la
encimera. Frunzo el ceño y me apoyo contra el marco. Pensé que la química se
quema una vez que se casan y tienen un hijo. Obviamente no. Puedo sentir su calor
desde aquí.
Los dedos de Olivia pasan por su pelo y se pega más a su boca mientras sus
piernas se aprietan alrededor de la cintura de Seth. Es extraño como la vida
funciona. Hace un tiempo, no podía imaginar a Seth comprometido con nadie, y
ahora no puedo imaginarlo sin Olivia o Chloe. Siempre pensé que terminaría con
una esposa tipo trofeo: pelo rubio, grandes tetas falsas y labios falsos, del tipo
superficial. Siempre tendió a evitar a las chicas “dulces” por miedo a arruinar sus
vidas. Me pregunto, ¿por qué cambió de opinión con Olivia? Por supuesto, Olivia 18
es cualquier cosa menos dulce. Es decir, no es como Selena, pero no es una monja
tampoco. Sonrío ante la idea de mostrarle a Olivia mi cinturón. Moriría.
Mientras pienso todo esto, oigo a Selena pasar detrás de mí.
—Ah, qué asco.
Olivia aleja a Seth y él mira por encima del hombro, nada impresionado. Con
un suspiro, se aleja de la barra y se da la vuelta. Mientras Seth y Selena discuten lo
que debe o no debe ver Chloe, huelo todos los olores, tocino, huevos, cebollas y un
olor extraño que no puedo distinguir. Sea lo que sea, se quemó. Mi estómago se
agita dolorosamente. No he comido en mucho tiempo. He estado demasiado
ocupado, demasiado estresado y jodidamente liquidado. Estoy a punto de tomar
una decisión que no sé si estoy listo para tomar y necesito la opinión de Seth. Si
hay tiempo después del desayuno, tal vez pueda robármelo unos segundos.

***
Embebo la salchicha que me queda en la salsa de barbacoa y la pongo en mi
boca. Luego dejo el tenedor en el plato y lo aparto. Mi estómago está pesado y
repleto así que empujo mi silla hacia atrás y estiro las piernas.
—¿Cuáles son tus planes para el resto del día, Jackson? —pregunta Olivia con
una mirada no muy sutil en dirección a Selena.
Reprimo una sonrisa. No tiene idea de que sé lo que Selena está haciendo, y
tampoco sabe que adiviné que fue suya la idea. ¿Aislamiento? ¿En serio? Olivia no
me conoce lo suficiente. No hay nada en esta tierra que me pueda impedir
conseguir lo que anhelo. Paredes de ladrillo o no, tendré a Selena siempre que la
quiera. Llámame dedicado.
Niego con pereza.
—No tengo ningún plan.
A mi lado, Selena se mueve en su asiento y continúa jugado con la rebanada
de pan tostado. Joder, me molesta cuando no come, pero me muerdo la lengua.
Olivia tiene una boca rápida y el hábito de defender a Selena siempre que parezco
un poco “dominante”. Puedo ser dominante a veces, hasta yo puedo admitir eso,
pero si lo soy o no, el que me importe una mierda las protestas de Olivia es otra
cosa totalmente diferente.
No me importan.
Mi personalidad autoritaria ayudó a Selena a dejar de fumar, pero ella no ve
eso. A sus ojos yo soy el villano. Olivia mueve el mango del tenedor entre sus
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dedos y abre la boca, pero Seth la interrumpe palmeándome el brazo.
—Vamos a respirar un poco de aire.
Ya era hora. Asiento y me pongo de pie. Quiero hablar con él en privado de
todos modos. Empuja la botella de agua de Chloe más cerca antes de levantarse y
caminar hacia la salida. Le sigo y ninguno de los dos dice una palabra hasta que
estamos a veinticinco metros de la puerta de atrás.
Siempre me ha gustado el patio trasero de Selena. Se trata de un amplio
espacio abierto, con el típico árbol frutal rodeado de pequeñas piedras blancas.
—Olivia iba a decirte que te fueras —dice Seth entre risas, deteniéndose y
pasando los dedos por el pelo.
Por supuesto.
—Lo supuse.
—No es nada personal. Está viendo por Selena.
Meto las manos en los bolsillos de mis vaqueros.
—Selena ya es una niña grande. Ella no necesita a Olivia mirando por…
—Y yo estoy mirando por ti― añade interrumpiéndome—. ¿Qué pasa,
Jackson?
Frunzo el ceño. ¿A mí? Seth siempre ha tenido una habilidad extraña para
saber cuando he estado cocinando algo durante un tiempo. Soy como un
acantilado frente al océano. Al principio soy fuerte, pero a medida que lo pienso
más, me aparto, un poco más cada vez, y el cansancio comienza a mostrarse en mis
rasgos. ¿Qué puedo decir? No soy completamente indestructible.
Suspiro.
—Me estoy aburriendo, hombre. Estás ocupado con el gimnasio, Darryl
también lo está, me estoy volviendo loco.
Por supuesto, siempre estoy en el gimnasio ayudando en las clases de Seth y
Darryl, pero no es lo que quiero. Están cansados cuando se van a casa y yo estoy
lleno de energía. No es suficiente para mantenerme saciado. Ni de cerca.
Seth se cruza de brazos, genuinamente interesado en mi confesión.
—¿Quieres hacer algo más?
Asiento y reflexiono sobre la forma en que voy a decirlo.
—Voy a faltar al gimnasio por un tiempo. Quiero pelear… y no con
almohadillas. Quiero hacerlo de verdad.
Su ceño se suaviza. Sabe que esto es un gran problema para mí y no sé
20
cuándo decidí que quería volver a pelear, pero así es. No he peleado desde Amelia.
He tirado un golpe aquí y allá para defender a Seth cuando estaba pasando por
toda esa mierda con Don, pero esta vez quiero el acuerdo completo. La jaula, los
guantes, las rondas, el lote. Es un sueño que me robó la mujer que arruinó mi vida.
Recuerdo la segunda vez que me obligó a pelear con alguien sin razón. Yo tenía
diecinueve años... y fue la peor noche de mi vida.

***

Su olor a canela y uvas fermentadas me invade. Pone su copa de vino en la


barra y se apoya en mi hombro. Miro hacia abajo y bate sus largas pestañas
oscuras. Las sombras de la barra mal iluminada oscurecen sus rasgos, y si bien aún
se perciben, parece más un demonio que un ángel.
—¿Quieres ir a casa? —pregunto, a pesar de saber su respuesta.
Niega.
—Estoy aburrida, pero la noche todavía es joven.
Se separa de mí y con entusiasmo escanea la barra para descubrir algo que
hacer. Aclarando la garganta, me muevo en el taburete. No me gusta cuando mira
de esa manera... como león hambriento antes de atacar. Observo como su mirada
se posa en una pareja que está jugando a los dardos en el rincón más alejado.
Estaban aquí mucho antes que nosotros y todavía están haciendo la misma cosa,
solo que más borrachos. Toca mi brazo y, a través de su mano, siento su
entusiasmo. Me pone los pelos de punta.
—Quiero jugar a los dardos.
—No, no quieres. Odias los dardos.
Pone los ojos en blanco.
—Jackson, han estado jugando por horas. Les vamos a hacer un favor, de
verdad.
Niego con fuerza.
—No voy a hacer que se muevan solo para que puedas obtener tu dosis de
poder, Amelia.
Sus ojos, tan negros como el vidrio, se convierten en rendijas hirvientes.
—Es un poco más alto que tú, y mayor. Está bien que le tengas miedo.
Me burlo.
21
—¿Crees que le tengo miedo?
No me conoce en absoluto. Se inclina y contengo la respiración mientras sus
labios satinados acarician la curva de mi oído.
—No —dice. El alivio empieza a llenarme como un globo—. Creo que eres un
marica.
Con una aguja pincha mi globo y me desinflo, perdiendo toda sensación de
alivio. La conozco mejor como para morder. La conozco mejor como para dejarla
llegar bajo mi piel, pero no puedo evitarlo. Es como un escarabajo. Escarba bajo mi
piel, llega al sistema circulatorio y viaja hasta mi cerebro, entonces no puedo
pensar en otra cosa. Dijo lo mismo cuando quiso que me hiciera un tatuaje y yo no
quería. Nunca quise hacerme un tatuaje, eso era para Seth. Ahora, con diecinueve
años, tengo tatuado todo el brazo izquierdo y planes para hacerme más. El artista
no estaba bromeando cuando me dijo que eran adictivos.
Con un suspiro, se sienta en el taburete y se desploma sobre su copa de vino
decepcionada. ¡Joder, eso me molesta! ¡Me corroe como un virus que me come la
carne! Aprieto la mandíbula e intento jodidamente ignorarla...
... Y lo siguiente que sé, es que estoy de pie junto a la pareja jugando dardos.
—¿Puedo ayudarte, chico? —pregunta el hombre y con un movimiento de su
muñeca envía el delgado dardo de metal a la izquierda de la pizarra.
—Mi chica y yo queremos jugar, ustedes han estado acaparando el tablero
todo el tiempo.
Se voltea y me mira directamente. Mis ojos caen en su delgado bigote canoso.
—Es un país libre, niño, aquí no hay reglas.
Su referencia constante a mi juventud acicatea mi temperamento y aprieto
los dientes mientras sus labios expresan una sonrisa condescendiente. Su novia
rubia, con unos tacones demasiado altos para un lugar como este, da pasos más
cerca de su pareja mostrando una pequeña sonrisa satisfecha. Levanta la mano
para lanzar el dardo y me ignora como si nada. Echo un vistazo por encima de mi
hombro a la mirada que Amelia me está dando de completa decepción. Mi
estómago se retuerce. Eso provoca que el furor me encienda, la sangre de este hijo
de puta es lo único que pondrá una sonrisa en su rostro de nuevo. Arrebato el
dardo de su mano antes de que pueda lanzarlo y hago palanca en sus dedos. El
rojo tiñe mi visión y la absoluta falta de respeto me impulsa con más fuerza,
haciendo que lo odie más de lo que realmente debería. Lanzo la punta del dardo
a su muslo, y a lo lejos, oigo el grito de la novia.
—¡Ahh, mierda! —gruñe encogiéndose para proteger el muslo.
Sin importarme si termina muerto, agarro un mechón de cabello hirsuto con
22
una mano y de un puñetazo le volteo el rostro, lo hago repetidas veces hasta que
su cuerpo cae contra el mío en un gesto de clara derrota, pero no me importa. A
medida que se va replegando sobre sí mismo, le agarro la cabeza con ambas manos
y le lanzo un rodillazo al rostro. Entonces, caigo en cuenta de que el silencio en la
barra se vuelve demasiado fuerte, incluso más que el retumbar inestable de mis
latidos. Observo a mi alrededor y todo el mundo me está mirando fijamente... con
los ojos muy abiertos. Un segundo después, el rojo comienza a desaparecer y lo
remplaza el arrepentimiento.
Como siempre.
Y me golpea con una fuerza tremenda, sacando completamente el aire de mis
pulmones. Miro al hombre y me acerco unos centímetros. ¿Para ayudar? Eso
creo. Él descansa en el suelo ahogándose en su propia sangre, mi pecho se tensa,
todo mi cuerpo se tensa. Me voy a desmayar... Me inclino un poco hacia delante,
con el estómago hecho nudos. ¿Por qué carajo hice esto? Su novia se lanza a su
lado y clama por ayuda. El hombre, el extraño, gime y se agarra el muslo.
Mierda.
Detrás de mí Amelia se ríe y hace que la bilis suba por mi garganta. ¿Cómo
puede disfrutar la escena? Envuelve su brazo con el mío y me arrastra lejos del
hombre herido. Mis manos tiemblan y las gotas de sangre que las manchan
parecen arder como ácido en mi piel.
—Pensé que querías jugar a los dardos... —murmuro aturdido mientras me
lleva hasta la barra.
—Ugh —se burla—. Ya sabes que no me gustan los dardos.
Mi sangre corre fría, muy fría. Estoy seguro de que congela mis venas. Las
oleadas de frío envían escalofríos por mi espalda. Me alejo como si su toque me
estuviera convirtiendo en hielo.
—¿Qué demonios te pasa? —Exijo una explicación sin importarme quién
escucha.
—¿Otra vez con eso? Jesús, Jackson, ¿todavía no te crece un par?
—¡No! —grito, haciéndola saltar.
No es miedo lo que la tiene mirándome así, es emoción. Es la única persona
en el mundo que se alimenta de la angustia de otros. Mientras sus iris oscuros me
recorren, la observo. La piel de porcelana, el pelo rojo y los hermosos ojos
oscuros me hipnotizan por un segundo. ¿Cómo llegó a esto? ¿Qué tuvo que sufrir
para volverse tan fría? ¿Sin corazón?
¿Por qué me eligió? 23
Yo era joven... todavía soy joven. ¿Soy tan impresionable? Ella es la primera
chica con la que he estado involucrado sexualmente, ¿eso es suficiente para que
me controle por completo?
¿Cómo? ¿Cómo puedo alejarme de ella? Podría irme y nunca mirar atrás...
pero no tengo otra cosa. Dejé a mis padres hace un año para estar con Amelia
y Seth está ocupado con sus propios problemas familiares.
No tengo a nadie más. Los alejé a todos para estar con ella.
Es todo lo que tengo.
—¿En qué piensas, Jackie? —pregunta dando un paso más cerca.
Una contracción diabólica se asoma por la esquina de sus labios, pero logra
contenerla. Qué enfermo.
—Eres todo lo que tengo —le susurro, sin saber si lo estoy creyendo o
tratando de convencerme de que es así.
Amelia se permite sonreír ampliamente, pero aun así es retorcida y malvada.
Aun así, hace que mi corazón golpeé dentro de la caja torácica y que la sangre se
caliente y se acumule en lugares que sé que quiere tocar. La peor parte de todo esto
es que soy incapaz de liberarme de su manipulación... No. La peor parte es que no
me obliga. Elijo hacer estas cosas para hacerla feliz, para impresionarla. Mientras
sus labios presionan los míos y sus lengua se desliza en mi boca, siento mi corazón
ennegrecerse y congelarse un poco más.

***

—Jackson —dice Seth—. ¿Me escuchaste? —Niego, parpadeando un par de


veces. No quiero recordar. Me ha tomado mucho tiempo superar la sensación de
opresión cada vez que pensaba en esa pelea, en mis manos conectando sin cesar
con la piel del otro. No voy a dejar que regrese ahora—. Te pregunté si es algo que
quieras hacer realmente. Sabes cómo te afecta pelear.
Seth ha presenciado uno de mis ataques de pánico... cuando Amelia me dejó
y fui de nuevo a mi viejo gimnasio para una sesión de sparring 2 . Con un
estremecimiento lucho contra los recuerdos. No quiero volver a ese día en este
momento. No quiero pensar en ese día. Punto.
—Tengo que alejarme, Seth. No puedo estar estancado por el resto de mi
vida. No tengo un gimnasio, ni una esposa o un niño que me mantengan ocupado.
No puedo contar contigo y tu gimnasio para pagar mis cuentas. Quiero algo para
mí... y quiero seguir mi vida como si Amelia nunca la hubiese destruido. —Me 24
muerdo el labio—. ¿No lo extrañas? ¿El pelear?
Seth reflexiona, sus cejas oscuras se levantan.
—Sí, lo echo de menos.
—Entonces ayúdame.
Se asoma una mirada de completa sorpresa antes de negar rotundo.
—Sabes que no puedo. Mi acuerdo con el tribunal no me permite competir
como luchador o auspiciar o entrenar a un aspirante a luchador de MMA que
esté en su sistema. El MMAC me ha cerrado toda posibilidad cuando rompí el
contrato.
—Quizá no estoy hablando de asuntos oficiales MMA. Tal vez lo que quiero
hacer es algo un poco más discreto...
La sorpresa sigue dominando sus rasgos faciales.

2 Sparring: Una persona que ayuda a entrenarse a un peleador luchando con él.
—¿Subterráneo? ¿Estás jodidamente loco? No hay ningún futuro en la
lucha clandestina, te vas a morir antes de cumplir treinta años.
Me encojo de hombros. Todavía faltan un par de años para cumplir los
treinta.
—Gracias por tu voto de confianza, imbécil. Las peleas clandestinas son mi
única opción. Me vuelvo loco si estoy rodeado de mucha gente. Quiero mojarme
los dedos de los pies, comenzar desde abajo y después mirar mis opciones. —Lo
observo y tomo nota de su mirada abatida. No me va a ayudar y está tratando de
encontrar las palabras adecuadas para decirlo—. ¿Vas a ayudarme o no, Seth?
Sus profundos ojos color chocolate se deslizan sobre mí y, de inmediato, veo
la mirada culpable.
—No.
Asiento. Lo suficientemente justo. No esperaba que quisiera ayudar de todos
modos. Ya pasa bastante tiempo fuera de casa y probablemente no quiere
extenderlo. O tal vez esté esperando que me desista si se niega.
No lo haré.
Seth y yo no estamos unidos por la cadera, ya soy un niño grande. Hay cosas
que debo hacer por mi cuenta, supongo.
—¡Seth!
Los dos nos damos la vuelta cuando Olivia llama desde la puerta. 25
—Tu mamá llamó. Quiere ver a Chloe antes de ir a trabajar.
Seth asiente.
—Muy bien, dame un minuto. —Se vuelve cuando Olivia desaparece en la
casa—. Hay que pensar en esto un poco más, Jackson. Las peleas clandestinas no
son como los torneos en los que estabas. Lo has visto. No son como las que hicimos
en los clubes de Las Vegas o Seattle. Estas son brutales y no creo que sea un buen
lugar para que sumerjas los pies.
Con una palmada en el hombro se aleja caminando. Me quedo un rato más,
asimilando lo que dijo. Tal vez tenga razón o tal vez no, pero está loco si cree que
voy a permanecer al margen y esperar a que alguien me de algo que quiero. Si
quiero dejar atrás a Amelia y concentrarme en mi sueño, el de convertirme en un
luchador de clase mundial, entonces esto es algo que tengo que hacer. Es algo
que necesito hacer.
Para demostrarme a mí mismo que soy fuerte por mi cuenta.
Para demostrarme que soy más fuerte de lo que ella nunca me hizo sentir,
corrompiéndome con sus malos hábitos. He estado encerrado demasiado tiempo...
y esta decisión es un paso hacia mi libertad.

26
Capítulo 3
Jackson
Oigo un ruido sordo encima de mí y llueve polvo de las grietas del techo
mientras acabo de ponerme los vendajes negros. La energía de arriba que se puede
sentir a través de la losa delgada me atraviesa, erizándome el cabello. Hay
electricidad en mi cuerpo, una poderosa electricidad que vibra en cada una de mis
células. El que está luchando contra la potente oleada es mi miedo. No es ligero y
no viaja por mi columna vertebral como la electricidad... Más bien es pesado y
frío. No promete emoción o vitalidad. Promete duda y pánico.
Descanso los codos en los muslos y dejo caer la cabeza entre mis manos. Poco
a poco inhalo y exhalo, hago lo que puedo para evitar que el temor se propague.
Este no es uno de los juegos de Amelia. La gente de arriba quiere ser golpeada. No
son peones inocentes en un juego interminable de ajedrez tortuoso.
Eres el rey en este tablero y la reina no representa ninguna amenaza.
Con un suspiro pesado me enderezo de nuevo en la endeble silla de madera y 27
siento el piso sucio debajo de los pies descalzos. En este momento odio a Seth por
no estar aquí, pero no puedo traerlo en contra de su voluntad. Él ahora tiene una
familia, responsabilidades. Aun así, me gustaría tener a alguien ahora. Traté de
llamar a Selena, pero ella ignoró mis llamadas... otra vez. Es justo. Ella está
locamente enamorada de mí y yo soy... bueno, yo soy yo. Me he portado como un
idiota desde que comenzaron los mensajes de texto de Amelia, desde que Seth le
preguntó a Olivia si quería casarse. No le he dicho a Seth que ha enviado más
mensajes. Me rompió el teléfono la última vez y estoy encariñado con este
nuevo. Desde que Amelia volvió a contactar conmigo, he estado atrapado en un
vórtice de estrés esperando que ella venga y joda mi vida de nuevo. Me gustaría
pensar que esta vez soy más fuerte... pero ella ha tenido mucho tiempo para afinar
su juego.
Salgo de mis pensamientos cuando la puerta de metal se abre y se cierra de
golpe, enviando polvo blanco por todas partes. Dos hombres altos y anchos tiran al
suelo un saco ensangrentado e inconsciente que estoy seguro de que una vez fue
un hombre.
—Quinn. Sigues tú.
Asiento y me dejan a solas con el luchador destrozado.
Lo miro, preguntándome cómo era antes de que le destrozaran el rostro.
Puedo ver su pecho subir y bajar. Cuando vuelva en sí, estoy seguro de que va a
estar agradecido de estar vivo. Pero mañana, cuando se despierte, apuesto a que
deseará que su oponente lo hubiera matado.
Extraño y tan enfermo como parece, ver al hombre que yace allí todo
reventado y derrotado, me inspira. Me inspira para ganar. Me niego a ser el cuerpo
que arrastren desde la jaula dentro de quince minutos a partir de ahora.

***

Muevo los brazos y reboto sobre las puntas de los pies.


Luego me apoyo en la sucia pared de yeso, cierro los ojos y trabajo en el
control de mi respiración. Apenas he caminado cincuenta metros a la arena y ya
estoy cubierto de un sudor pegajoso. La cabeza me da vueltas y mis pulmones
parecen estrecharse. Una y otra vez me digo que esto no es gran cosa, pero mi
corazón sabe que lo es. Es el gran problema.
Este es un acuerdo enorme. Este soy yo recuperando una parte antigua de
mí... No puedo seguir adelante sin ella. 28
Me retiro de la pared y me obligo a seguir. Mientras camino, me vuelvo muy
consciente de la suciedad pegada a mis pies descalzos y a los shorts negros sobre
las rodillas. El murmullo emocionado de la multitud cuando me acerco por detrás
se arrastra sobre la superficie de mi piel como hormigas. Los escalofríos surgen
también y vibran añadiéndose al caos ya enorme dentro de mí.
—El próximo rival de la Trituradora en esta noche, damas y caballeros,
¡Jackson Quinn!
Pongo los ojos en blanco. Nunca entendí el atractivo de un "nombre para el
ring". ¿Qué sentido tiene? Cuando el árbitro anuncia mi entrada, la multitud se
asoma por encima de sus hombros casi al unísono y, cuando me ven, hacen
erupción como un volcán sacudiendo el suelo bajo mis pies.
Aquí huele a sangre, metal oxidado, orina, y un millón de otras cosas. Trato
de no pensar en ello. Este es el subterráneo después de todo. Podría ser peor.
Cuando paso a través de la pequeña multitud de doscientas personas,
palmean mi espalda con las manos húmedas y derraman bebidas por todo mi
cuerpo. La mayoría están ebrios, apenas capaces de mantenerse en pie sin ayuda,
pero siempre y cuando desembolsen el dinero del premio por apostar en mi pelea,
por mí están bien. Gracias a ellos voy a tener cinco de los grandes en mis bolsillos
si gano esta noche.
Mantengo la cabeza hacia abajo, lo hago todo el camino hasta la jaula y
entro. El suelo está cubierto de sangre nueva y vieja. Puedo olerlo porque penetra
en las cuerdas, ruego por no recibir una herida esta noche. Tener que hacer la cola
en un hospital para una vacuna contra el tétanos o para no contraer el VIH no
vale la pena por cinco de los grandes. Miro la jaula oxidada y luego fijo la vista en
mi oponente. Lo llaman “la Trituradora” y puedo ver por qué. Es alto, mucho más
alto que yo, y mido uno ochenta y nueve. Es ancho desde los hombros hasta las
pantorrillas, y apuesto a que sus jodidas manos podrían envolver una pelota de
baloncesto sin problemas. Tiene ligeros mechones de rizos rubios que se dividen y
se deslizan por la frente. Cuando mi mirada finalmente se detiene en la suya,
cambia el peso y me mira con sus brillantes ojos azules de bebé. Debería tenerle
miedo. Es más grande que yo en todos los sentidos, pero por alguna razón, el
miedo no llega. En cambio, un nuevo entusiasmo burbujea en la boca de mi
estómago. No lo entiendo.
A pesar de que tocan la campana y se lanza hacia adelante, el pánico nunca
llega. Lo observo absolutamente paralizado mientras cierra rápidamente la
distancia entre nosotros. Mi corazón comienza a subir el ritmo hasta que está
golpeando en el pecho y amenazando con salirse del cuerpo. Para el momento en 29
que lo siento, es demasiado tarde. Trituradora me golpea duro con un puño de
hierro que choca con mi mejilla lanzándome con fuerza contra la jaula antes de
derrumbarme en el suelo. Gimo cuando mi cerebro da vueltas dentro del
cráneo. ¿Qué carajos? Parpadeo rápidamente hasta que mi visión comienza a
aclararse. El golpe fue suficiente para apagar la emoción, y para colmo, mi miedo
decide llegar y aferrarse con fuerza. Un líquido pegajoso y caliente corre por un
lado de mi rostro desde la frente, pero no me preocupo. Apenas tengo tiempo para
registrar mi posición antes de que unos enormes pies tapen mi vista borrosa y
llamen mi atención por encima de la cabeza.
—¡Mierda!
Ruedo fuera del camino justo antes de que el pie baje con fuerza moviendo
todo el ring. Me escabullo con las manos y las rodillas hasta que tengo espacio
suficiente para levantarme de nuevo. La Trituradora vuelve y carga sobre mí otra
vez. Es jodidamente alto, demasiado alto para que pueda pegarle en la barbilla, así
que me sumerjo y le doy un golpe en las costillas. Él retrocede, apenas, y me agarra
de los hombros para atraparme con fuerza contra su cuerpo. Su sudor se mezcla
con la sangre de mi herida cuando me aprieta la cabeza contra su torso. Me
retuerzo en su agarre, pero se niega a soltarme. Apretando los dientes, trabajo los
costados, una y otra vez hasta que empieza a gruñir y gemir con cada golpe, cada
vez más bajo. Cuando los brazos aligeran su agarre lo empujo tan fuerte como
puedo y quedo libre mientras él retrocede tropezando. Un calor familiar se
extiende bajo mi piel y el rojo comienza a teñir mi visión. Con un gruñido me lanzo
hacia adelante y él retrocede unos cuantos pasos más, pero soy mucho más
rápido. Levanto la rodilla hasta el pecho y dejo que mi pie vuele a su
estómago. Suelta el aire de sus pulmones pero agarra mi pie y me obliga a girar.
Salto hacia atrás para evitar caer de culo y en lugar de dejar que me lleve contra la
reja oxidada, me lanzo hacia adelante y le agarro la cabeza. Liberando una mano a
la vez, lanzo los puños a los costados de la cabeza, sin descanso, hasta que sus
piernas comienzan a temblar bajo el peso de su propio cuerpo. Unos golpes
después libera mi pierna y, en el segundo en que mi pie toca el suelo, lo ataco. La
Trituradora lo ve venir. Lo veo en sus ojos cuando hago el brazo hacia
atrás. Brinco y lo lanzo con toda la fuerza de un tsunami y sé que el hijo de puta se
va a empapar. Intenta levantar las manos para protegerse la cara, pero no lo hace a
tiempo para evitar que mis nudillos desnudos lo golpeen tan duro como el
cemento y le aplasten la cara, lo golpeo justo en la nariz. La sangre brota de
inmediato, rociándome la mano, el brazo y las piernas. Los ojos de la trituradora se
cierran, sus manos caen a los costados, y todo su cuerpo se pone rígido antes de
balancearse como un árbol y estrellarse en la lona. Hago una pausa y espero, pero
él no se levanta... Entonces la multitud se vuelve loca y se precipita hacia adelante
30
para sacudir la jaula. Ellos me animan, gritan y juran. Mueven el ring y patean la
lona. Lanzan latas y botellas y escalan la jaula, deteniéndose antes de llegar al
alambre de púas en la parte superior. Todo lo que puedo hacer es estar quieto, con
las manos en las caderas, tratando de controlar mis respiraciones jadeantes. Gané.
¡Jodidamente gané!
Una sonrisa se planta en mi cara y deslizo el brazo sobre la frente, haciendo
una mueca cuando toco el corte. Tal vez esta cosa de luchar no es tan mala después
de todo.
—Eso va a necesitar puntos de sutura, muchacho —murmura el locutor antes
de gritar mi victoria en su micrófono.
Con una amplia sonrisa, da una bofetada se cinco mil dólares en mi palma y
me dice que me largue.
Lo hago. Me voy, sintiéndome más alto que antes. Seth estará encantado de
saber que no morí, y tal vez va a estar lo suficientemente impresionado como para
acompañarme la próxima vez, o incluso unirse.
***

La sangre todavía corre desde el leve corte de la frente y se escurre por la


mejilla. Con un suspiro, tomo mi sudadera y la presiono en la frente para detener
el flujo. Las carreteras están tranquilas, no es raro a esta hora de la noche en
Portland. Un relámpago me llama la atención en el espejo retrovisor. El
inconfundible sonido de la lluvia golpeando metal es distante al principio pero
rápidamente está encima de mí. Enciendo el limpiaparabrisas y me inclino más
cerca del volante. La lluvia es torrencial como nada que haya visto antes. Me
pregunto si es una señal... tal vez por mi propio bien debo dar la vuelta. Pongo el
dedo contra el volante. ¿Cuándo hice algo por mi propio bienestar? No tiene
sentido empezar ahora.
Vivo en un lindo apartamento cerca el gimnasio, pero aquí estoy,
conduciendo hacia el lado “gama alta” de la ciudad, bajo la lluvia, en dirección a la
casa de Selena. Me fui de la otra casa de Seth, la color chocolate con ladrillos
blancos. Vivir con su mamá se estaba poniendo extraño y siempre que Maddi
volvía y tenían cenas familiares, me ponía incómodo. No soy nadie para insistir en
los errores cometidos, sobre todo porque nunca he cometido uno tan grande como
Amelia, pero dormir con Maddi antes de que se mudara a Las Vegas para estar
con Kye fue un error, y soy suficientemente hombre para admitirlo. Seth todavía
no lo sabe, ni Selena. Él no sabe que he follado con su hermana un millón de veces
31
desde que cumplió los dieciocho años y espero que nunca se entere. Cuando
Selena y yo estábamos peleando en Las Vegas y me echó... lo hice con Maddi de
nuevo, tres veces. Lo hice con un montón de chicas en el tiempo en que Selena se
negó a hablar conmigo. Todo fue porque estaba tratando de llenar un maldito
agujero en mi pecho, un agujero que solo se siente semi-lleno cuando estoy con
Selena. Seth dice que es amor, pero creo que es solo... comodidad. Ella me hace
sentir cómodo.
Antes de darme cuenta, estoy conduciendo por el elegante camino de entrada
de Selena y aparcando el coche en la parte inferior de las amplias escaleras. No doy
tiempo a mi pensamientos de aclarase. En su lugar, me obligo a salir del auto a la
fuerte lluvia helada. Camino hacia la puerta manteniendo mi sudadera firme sobre
la frente. La tela está empapada, demasiada agua como para absorber la sangre, así
que pronto la estoy degustando en los labios. No es mucha, pero suficiente para
saber que todavía estoy sangrando. Me acerco a la puerta y levanto la mano para
llamar.
Entonces me detengo. Es tarde, o temprano, depende de cómo se mire. ¿Qué
pasa si la despierto? ¿Y si ella no quiere verme? Dándome la vuelta, me alejo de la
puerta. No debería estar aquí... ¿Cuántas veces he aparecido solo para salir
corriendo sin tener las pelotas de llamar a la puerta?
Muchas, demasiadas malditas veces.
Con un suspiro pesado, camino hacia la lluvia. Apenas doy el primer paso y
oigo que la puerta se abre. Mi corazón salta en el pecho mientras me doy la vuelta
para mirarla. Está muy sexy, vestida con unos pantalones sueltos de pijama color
rosa y una apretada camiseta blanca. Parpadea mirándome con los brazos
cruzados con fuerza.
—¿Jackson?
Cuando pronuncia mi nombre en tono confuso, no puedo evitar la pequeña
sonrisa en la esquina de los labios, o el apretón de placer en mi estómago. Por su
propio bien, debería haber dejado la puerta cerrada.

Selena
Lo observo. Está empapado. Mi respiración se queda atrapada cuando veo el
agua de lluvia gotear sobre su cabeza dejando el cabello completamente adherido a
la frente. El agua rueda por el cuello, los hombros y más allá de sus delgadas
caderas. Jackson baja la sudadera que tiene en la frente y de inmediato veo el
32
delgado y oscuro hilo de sangre correr por su ceja.
—Mierda —jadeo dando un paso en la lluvia—. ¿Qué pasó?
El agua está fría, dolorosamente fría. Salto cuando un relámpago nos advierte
que salgamos de la lluvia, seguido a los pocos segundos por el retumbar de un
trueno. Odio las tormentas, siempre lo he hecho. Es una de las razones por la que
estoy despierta hasta tan tarde. La otra es él.
Siempre es él.
En este momento, el tiempo no me importa. El ver la sangre, por poca que
sea, me hiela hasta los huesos, y el agua que cae de las nubes se siente caliente en
comparación.
Jackson apunta a su ceja.
—¿Esto? —Se encoge de hombros—. No es nada.
¿No es nada? Cualquiera que tenga ojos puede ver la herida, aunque es
pequeña necesita atención médica. ¿Cómo pudo hacerse una herida en ese lugar en
particular? A menos que hubiera… Oh. Inconscientemente me tapo la boca con
una mano.
—¿Estuviste en una pelea?
—Puede ser que haya entrado en una pelea... —Da un paso hacia adelante
con cierta impaciencia—. Deja de mirarme así. No es gran cosa.
Pero sí es gran cosa. Conozco a Jackson. O lo conozco tan bien como me lo
permite. No le gusta pelear. Luchar lo pone en modo de pánico. Le recuerda a
cosas en las que no quiere pensar. Supongo que tiene que ver con la mujer con la
que salía. Siempre pasa. Pienso en las palabras que eligió... entró... “entró” en una
pelea.
—¿Estás borracho? —pregunto, dando un paso cauteloso hacia atrás.
En Las Vegas, Jackson visitaba un club privado de lucha. Nunca pudo entrar
en una pelea a menos que estuviera borracho. Por supuesto, siempre se sentía mal
después... algo que no le sentaba nada bien y me culpaba. Nunca me ha hecho
daño, no sin mi permiso. Aunque sus palabras son punto y aparte.
Niega
—No he tocado una gota de alcohol.
Sobreviene un silencio inevitable. ¿Ahora qué? Ha venido por una razón...
una razón que no estoy segura de poder secundar. Pero tampoco estoy segura de
poder detener. No quiero dejarlo entrar en mi casa pero tampoco puedo, en 33
conciencia, dejarlo aquí con una herida en la ceja. Por suerte, sé una que otra cosa
sobre heridas.
Me doy la vuelta.
—Vamos, te ayudaré.
No miro por encima del hombro para ver si me está siguiendo. Lo siento. Hoy
no está aquí para apoyarse en mi puerta y salir pitando de nuevo. Sonrío. No sabe
que me doy cuenta cuando viene a altas horas de la noche sin ninguna razón. No
llama. No hace ningún sonido, y después de un rato se va otra vez, pero en la
pequeña eternidad que permanece fuera de mi puerta, me siento más querida de lo
que nunca me he sentido en toda mi vida. Es una cosa malditamente triste.
Un estremecimiento amenaza mi columna vertebral cuando entro en la casa y
escucho la pesada puerta cerrarse de golpe detrás de mí. Una vez que se quita los
zapatos todo se queda en silencio, y oscuro. El único sonido proviene de la lluvia
amortiguada al chocar con la casa.
Me aclaro la garganta.
—Vas a tener que subir a mi dormitorio, pero espera aquí. Primero te traeré
una toalla.
Lo último que quiero es que riegue agua por toda la alfombra. Se detiene en
las baldosas blancas y yo sigo a la lavandería. Tomándome mi tiempo, abro el
armario y me quedo mirando la gran cantidad de toallas blancas. Cierro los ojos y
tomo unas cuantas respiraciones profundas. Pon su ropa en la secadora, arréglale el ojo
y échalo de aquí. Sencillo. Asiento con confianza, abro los ojos y agarro una
toalla. Pon la ropa en la secadora, arréglale el ojo y échalo. Nada menos, nada más.
Jackson se seca el rostro con la camisa una última vez cuando entro en la sala
principal, luego la tira al suelo. Aterriza a sus pies con un "silencio" pesado.
Extiendo la toalla y la sostengo frente a él. Pero su mirada está fija en mi cara
y, por alguna razón, no la toma. Lo observo con curiosidad, y entonces él mueve
las manos al botón de sus jeans. Con un pop se abren y los baja por las piernas
mojadas. Siento el rubor en mis mejillas y ruego para que esté lo suficientemente
oscuro y no lo vea. Cuando está desnudo y todo su hermoso cuerpo tatuado está a
la vista, toma la toalla de mis manos y la envuelve bajo sus caderas. Trato de no
mirar. Trato de no dejar que mi mirada sigua todas las crestas y depresiones de su
abdomen, pero fallo miserablemente. Jackson es perfecto desde la cabeza hasta los
malditos pies.
—Tu turno —dice, y un relámpago ilumina sus rasgos oscuros por un breve
segundo. Avanza y engancha la banda de mis pantalones. Mi corazón late de
manera irregular, bombeando sangre a mi cerebro mucho más rápido de lo que
34
estoy acostumbrada y, por un momento, estoy totalmente mareada. Jackson me
acaricia de cerca y clavo los talones antes de que mi cuerpo se estrelle contra él.
—Podemos compartir la toalla.
Abro la boca, y la cierro rápido cuando el boom de un trueno me regresa el
sentido común. Jackson y una tormenta oscura... qué pintoresco. Agarro su mano y
la desengancho de mis pantalones.
—Tengo ropa limpia en la lavandería. Voy a cambiarme, y te veo en mi
habitación.
Un tic divertido y oscuro se asoma por la esquina de sus labios y hace que
pulse cada parte de mí. Con cada pulso, me siento más débil. En algún rincón
oscuro de mi cerebro, una voz me dice que rasgue mi ropa y lo haga ya, pero mi
corazón me está pidiendo que no lo ponga en la licuadora emocional de Jackson de
nuevo. No creo que pueda soportarlo.
Aguanto la respiración mientras se aleja. Cuando desaparece soy capaz de
respirar de nuevo. Recojo los pensamientos revueltos, los empaqueto con cuidado
y los echo a la basura. Si mi cerebro tuviera una cerradura Jackson no podría entrar
con tanta facilidad.
En la lavandería, meto la ropa de Jackson en la secadora y me quito la mía
mojada. Después de echarla también, aprieto el botón y me pongo la única pijama
que tengo aquí, que por una maldita casualidad, es un elegante babydoll negro.
Afortunadamente no es transparente, pero aun así, el fácil acceso es algo que
quiero evitar. Por desgracia, estoy escasa en opciones. Es el babydoll o un apretado
vestido azul de coctel que llevé al bar Lux la semana pasada. Con un suspiro de
derrota, me pongo el babydoll y encima un suéter blanco, así no se me ve el
escote. Si puedo limitar los pensamientos sexuales en la cabeza de Jackson, tengo
oportunidad de sacarlo de aquí sin más problemas. Fricciono rápidamente una
toalla sobre el cabello y voy rápido a mi dormitorio. No me gustaría que manchara
de sangre mis cosas blancas.
Ignoro a Jackson sentado en el banco color blanco frente al tocador. A pesar
de su insistente mirada llego al baño sin una reacción por mis piernas desnudas,
eso tiene que ser algún tipo de récord para él. La mayoría de los hombres están
interesados en tetas o traseros, pero Jackson prefiere las piernas. Nunca he sido
una chica con un culo gordo o un frente asesino, pero mis piernas están muy bien,
así que es una victoria para mí, o no, en este caso.
Me inclino y tomo el botiquín de primeros auxilios de debajo del
lavabo. Mientras me doy la vuelta con el botiquín en las manos, tomo una
respiración profunda, sé que el siguiente paso me pondría justo en su espacio 35
personal... y nunca me va bien en su espacio personal.
Exhalo y salgo del cuarto de baño. Cruzo la habitación y cierro la distancia
entre nosotros, no puedo hacer caso omiso de sus atractivos ojos verdes que
calientan mi piel.
Él arquea una ceja.
—¿Tienes algo que me ayude en esa pequeña caja?
Me encojo de hombros poniendo la caja de metal sobre el escritorio y
abriendo la tapa. Trato de no pararme demasiado cerca, pero de cualquier manera,
estaré entre sus piernas sin otra opción.
—Si no, te llevaré a Emergencias del hospital.
—No voy a ir a Emergencias. —Toma la tela de mi babydoll y la frota entre
los dedos—. Así que vas a tener que hacer lo mejor que puedas.
Pongo los ojos en blanco. Es bueno saber que tiene tanta fobia a los hospitales
como a las relaciones. Me concentro en lo que hay dentro de mi botiquín. Toallitas
con alcohol, mariposas, bastoncillos de algodón, curitas y pinzas. Por supuesto, no
es un botiquín de primeros auxilios de lujo, pero hace el trabajo cuando me lastimo
después de una noche de parranda. Su herida es un infierno mucho más retorcido
que cualquier cosa que me haya pasado, así que no sé cómo voy a arreglarlo.
Me pongo guantes de látex antes de tomar las toallitas con alcohol y
desgarrar la dura envoltura de papel metálico. Limpiar bien es un buen primer
paso. Me dirijo a Jackson, dudando brevemente cuando mi mirada se posa sobre su
herida. Entonces, me vuelvo híper consciente de su cálido aliento soplando contra
mí, lo siento a través de mi suéter y si me inclino más cerca, estoy segura de que
mis pechos rozarían su rostro.
—¿Cómo sucedió? —pregunto, frotando la tela mojada contra la herida y
ganándome una mueca de dolor. Sonrío sin molestarme en ofrecer una disculpa.
Se aclara la garganta.
—Su nombre era “la Trituradora”.
Resoplo.
—¿En serio?
—Sí. Era un tipo grande, pero lento. Me golpeó antes de que me diera cuenta
de lo que estaba pasando. —Aprieta los dientes haciendo un silbido incómodo
mientras continúo limpiando la herida. Trato de no disfrutar limpiando la sangre
seca y quitando la fresca, pero no puedo evitar que mis labios se estiren.
—¿Ganaste? 36
Asiente.
—Por supuesto que gané.
Pongo la toallita empapada de sangre en mi tocador blanco, encogiéndome
cuando una gota se resbala por el borde y aterriza en la madera lacada.
—¿Valió la pena?
—Si termino en la sala de emergencia, no. —Siento sus dedos tirando muy
ligeramente del borde de mi pijama y aprieto los dientes, luchando contra un
estremecimiento cuando la punta de su dedo índice pasa suavemente a lo largo de
mi muslo—. Pero si me quedo aquí contigo, valió la pena cada golpe.
Si me quedo aquí contigo. Mantengo mis ojos bajos, evitando los suyos.
—No puedes quedarte aquí, Jackson.
Tomo una venda adhesiva de mariposa, sabiendo que hay una buena
posibilidad de que no funcione. No creo que pueda mantener unida una ceja y
tampoco pienso que deba ponerse en lugares con cabello.
Cuando lo miro, sus ojos están estudiándome con curiosidad. Extiendo la
mano por su cara, tratando desesperadamente de convencerme de que su herida
no me hará vomitar. Toma mis muñecas entre sus manos y yo jadeo.
—Jacks…
—Dime que no quieres que me quede —exige en voz baja y áspera.
Lo miro directo a los ojos y el nudo en mi garganta crece.
—No puedes estar aquí.
—Ya dijiste eso. —Me atrae a su regazo y mi aliento sale en jadeos
vergonzosamente altos—. Pero eso no es lo que pregunté. Dime que no me quieres
aquí y me voy a ir.
—Yo… —Mis palabras se cortan. Las palabras que tenía que decir pero que
no sentía, están atrapadas en mi garganta. Debajo de mí, siento todo el cuerpo de
Jackson tensarse y esperar. Contemplo su rostro. Tal vez esta noche será
diferente. Tal vez esta noche quiere probar. Mi corazón se inflama, suerte que
tengo suficientes nervios para mantenerlo dentro de mi cuerpo. Mi cerebro sabe
que tener esperanzas es malo, pero mi corazón sigue siendo tontamente
ingenuo. El corazón de una chica siempre lo es.
—Está empezando a sangrar de nuevo —le digo. Con una curva genuina en
sus labios, me libera. Me pongo sobre mis pies y toco su frente. En la esquina del
corte consigo unir la herida y trabajo con otra venda de mariposa. No hace falta
mucho trabajo para terminar y se mantiene unido bastante bien con dos
37
tiras. Cubro el corte con una crema que debe detener la sangre y se filtra a través
de la cinta rápidamente antes de limpiar su cara y eliminar todas las evidencias de
sangre—. Si no se mantiene cerrada y empieza a sangrar más, deberás ir a
Emergencias. No quiero que se infecte.
Se levanta de mi banco, poniendo los ojos en blanco.
—Entendido.
Mientras se pasea alrededor de mi cama, me quito los guantes y pongo las
cosas en una pequeña caja en mi tocador. Cuándo me vuelvo, Jackson está
sentando en el borde del colchón. La toalla se abre mostrando su muslo, enseñando
el tatuaje de la tela de araña. Siempre lo he admirado, a pesar de que no me lo ha
explicado. La tela está llena de arañas muertas, todas envueltas y secas… excepto
las dos que hay en el medio. Una de ellas es obviamente la débil, pero la otra es
magnífica. Es hermosa y fuerte, con vibrantes colores rojos sobre su abdomen. Lo
digo, porque es claramente una Viuda Negra. No está devorando a este macho
como a todos los demás. Está jugando con él, drenándole lentamente,
dolorosamente. Realmente es un tatuaje llamativo. Desearía saber de qué trata.
Apuesto a que hay un infierno de historia detrás.
—Quítate el suéter y ven acá. —La voz de Jackson rompe el flujo de mis
pensamientos, enviando un hormigueo a través de mi cuerpo.
He pasado días sin él. No quiero caer otra vez. Todo esto, mi estúpido
aislamiento, no serviría para nada si cedo ahora. Los drogadictos en rehabilitación
la tienen fácil. Nadie les pone su próxima dosis en frente de la cara,
atormentándoles con el pensamiento de su sabor.
—Deberías tomar el sofá, yo me quedaré en la cama —digo, orgullosa de
encontrar mi voz al fin.
Jackson sonríe con la diversión iluminándole el rostro.
—¿Debería tomar el sofá?
Asiento. Impaciente, se levanta de la cama y camina hacia mí. Trago duro con
cada paso lento que da, hasta que está tan cerca que puede tocarme.
—Tengo una idea mejor. —Trato de alejarme pero me toma de las caderas y
me acerca. Pura lujuria al rojo vivo corre a través de mi sistema estrellándose
contra todos los órganos. Nuestros cuerpos están tan cerca que siento su calor
rodeándome, paralizándome. Miro sus ojos completamente hechizada. Sus fuertes
manos trazan el contorno de mi cuerpo de arriba a abajo hasta que se vuelve
sumiso entre sus manos—. ¿Qué tal si te tomo a ti? —Mis labios se separan cuando
suelto el aire y acerca su rostro hasta que sus labios acarician los míos—. En el sofá
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o en la cama. Donde sea.
Me estremezco cuando su lengua cálida y húmeda roza mi labio inferior.
Rápidamente mi mente se vuelve nebulosa por la excitación, hay una pequeña voz
en el fondo de mi mente diciéndome que corra. Necesito todas mis fuerzas para
escucharla. Por primera vez en mi vida, decido que no voy a lanzar mi dignidad
debajo de un autobús solo por un chico sexy. Presiono una mano contra su pecho,
pero la fuerza para alejarlo no aparece.
—No. —Es todo lo que consigo.
Pero no me escucha. Tiene línea directa a mi corazón. Sabe cómo me siento y
lo que realmente quiero, sin preguntar. Creo que ya lo he dicho antes, soy
Superman y él es mi jodida Kryptonita.
—Creo que me gustaba más cuándo estabas bebida —confiesa apretando un
poco mis caderas.
Su declaración es cómica, considerando que es la razón por la que no bebo
tanto como antes. No puedo moverme mucho pero arqueo una ceja. Jackson sabe
cómo despertar mi lado sarcástico.
—¿Te refieres a cuándo no oponía ninguna resistencia?
Por supuesto que añora los días que hacía cualquier cosa por él, lo que sea.
Mueve las caderas contra las mías y la temperatura de la habitación sube unos
cuantos grados. Al darse cuenta de mi cara nerviosa, Jackson sonríe contra mis
labios, revolviendo algo siniestro en mi vientre.
—Algo así.
Lo miro, aborreciendo la forma en que me hace sentir, inútil y querida a la
vez. Hace que me duela el pecho al obligarme a ignorar el amor tan grande que
siento por él.
—Sí, bueno, me gustabas más cuando eras un tipo del equipo de Seth y ni
siquiera sabía tu nombre.
Una de sus manos se dispara por detrás de mi cuello y sus dedos aprietan mi
cabello. Mi cuero cabelludo quema cuando jala mi cabeza hacia atrás para mirarme
a los ojos con una mirada de muerte. Incluso con tacones, es treinta centímetros
más alto que yo.
—¿De verdad quieres decir eso?
Mi garganta se contrae ante el sutil dolor en su tono. ¡No lo digas! Mi corazón 39
lucha contra la voz en mi interior, rogándome que no lo admita, pero la cosa es
que… quiero decirlo. Realmente me arrepiento de haberme involucrado con
Jackson Quinn.
—Sí.
Me estremezco cuando aprieta mi cabello y machaca sus labios hinchados
contra los míos. Sin pensar, mi cuerpo se mueve contra él. Siempre lo hace. Está
desesperado por cualquier tipo de atención de su parte, a pesar de que sabe qué va
a pasar. Me va a doblar. Me va a romper, me va a follar… hasta que me retracte y
le diga que lo amo. Todo de nuevo.
Luego se irá y yo estaré acurrucada en una esquina con un agujero más
grande que antes en el corazón. Aprieto las manos en puños y lo empujo,
haciéndolo sonreír.
—¿Me odias Selena? Eso se oyó como que me odias —se queja contra mi
boca, luego muerde mi labio inferior.
Siseo y me alejo. Su risa es profunda y oscura. Tomo su rostro antes de
deslizar mis dedos por su cabello. Sus cortos y húmedos mechones se deslizan
entre mis dedos.
—Sí, jodidamente te odio. —Mi voz es tranquila, ronca y gruesa por la
excitación, pero oye mi sinceridad.
La escucha y le encanta. Ves, Jackson no prospera en el amor como lo hago
yo. No lo necesita, necesita el odio. La agresión, el odio y la amargura lo alimentan.
Hay una fría y oscura jaula de ira envolviendo el corazón de Jackson Quinn, y no
puedo encontrar la maldita llave para quitarla. La que estuvo antes que yo,
realmente lo marcó.
Agarra la orilla de mi suéter y dejo que lo saque por la cabeza. Sus ojos
oscuros recorren la línea de mi escote y crece el hambre a cada segundo. En el
siguiente latido sus manos están por todas partes, apretando y pellizcando los
lugares en donde quiere poner su boca, o dientes. Mi respiración se acelera por la
necesidad, cómo si mis pulmones quisieran que supiera lo mucho que necesito su
toque.
—Sé exactamente lo que necesitas, bebé.
Desliza una mano entre nuestros cuerpos. Baja por mi vientre y entre mis
piernas sin dudarlo. La sensación, incluso a través de mi ropa interior, es lo que
había echado de menos y anhelaba intensamente.
—No eres bueno para mí —susurro, dejando caer la cabeza contra su pecho. 40
—No para tu corazón —replica, besando la parte superior de mi cabeza y
haciendo mis bragas a un lado—. Pero perfecto para tu cuerpo.
Trato, pero no puedo negarlo. Mi cuerpo entero vibra, llenándome de una
corriente eléctrica que compite con una tormenta tropical. Pone un dedo entre mis
pliegues y no puedo fingir.
—Puedes trabajarlo cuando yo no esté. —Fuerza mi cabeza hacia atrás con la
suya y pasa la lengua entre mis labios para quitármela un segundo después—. Voy
a hacer que lo sientas jodidamente estupendo, Selena.
Jackson se mueve rápidamente, con absoluta decisión y autoridad y, antes de
darme cuenta, estoy de rodillas en la banca blanca con las manos firmemente
plantadas en la superficie del tocador. Mi rostro está cerca de mi propia imagen y
mi aliento empaña el espejo con cada jadeo ansioso. Clavo los dedos en la madera
y contengo la respiración mientras pasa la mano sobre mi culo y por la parte
superior de mis muslos. Sentir su piel contra la mía es placentero más allá de las
palabras y doloroso más allá de la explicación. Tiemblo, con ganas de más, pero no
me atrevo a pedir.
—Necesitas correrte, ¿verdad?
Lo necesito, lo necesito tanto. Pero en vez de afirmarlo, muevo la cabeza.
Que. Se. Joda.
Se ríe en voz baja y veo su sonrisa por el espejo mientras continúa con su sexy
y tortuoso asalto. Sus toques son ligeros y amables… poniéndome al límite.
—Eres una mentirosa de mierda, nena —afirma mientras enrosca los dedos
en la tira de mi ropa interior y la arrastra por mis piernas—. Pero no te preocupes,
yo me ocuparé de ti.
Mantengo los ojos fijos en los suyos hasta que desaparecen detrás de mi culo.
Espero pacientemente, sin saber qué esperar. Hasta que siento que sus manos se
deslizan hacia arriba por la parte posterior de los muslos, abarcan mis cachetes y
me doy cuenta de lo que va a hacer. Instintivamente mi espalda se arquea y
empujo un poco mi culo hacia atrás. Pone los labios en el muslo, rozando mi piel
con sus dientes afilados. Me estremezco cuando mi coño pulsa dolorosamente,
esperando que su lengua húmeda haga su magia.
Y lo hace. Mierda santa. Lo hace.
Inhalo con fuerza cuando la punta de su lengua roza mi apertura. Clavo los
dedos en la superficie de la madera. El placer se desliza a través de mi cuerpo más
rápido que la velocidad de la luz y veo las estrellas. Estoy rápidamente alejándome
de la realidad. Mis uñas se podrían partir de la presión que estoy ejerciendo sin
darme cuenta.
41
El suave y magnífico rastro de barba de Jackson se siente áspero contra mi
piel sensible y mis nervios florecen por la sensación. No sé cuánto tiempo me
devora, pero cada minuto que pasa es más corto que el anterior. En la distancia
retumba un trueno, pero después de un tiempo ya no los escucho. He ahogado su
ruido con el ritmo de mi corazón, la vibración que los truenos envían por la casa es
imperceptible en comparación con los temblores que recorren mi cuerpo mientras
desliza un dedo dentro de mí. Jackson será muchas cosas, caótico, temerario,
agresivo, pero no es mentiroso. Me está haciendo sentir tan bien como dijo. Sé que
las repercusiones después de esta noche serán devastadoras, pero por el momento,
mi corazón está desenfrenado. Cree que esto entre nosotros, todas las emociones
que siento… son mutuas.
Dejo caer la cabeza cuando un fuerte temblor amenaza con sacudir mis
cimientos. Jackson hace que sienta demasiado, sus dedos son rápidos… más duros.
Desliza un segundo dedos mientras su otra mano aprieta mi culo con
increíble placer. Un gemido ronco se me escapa vibrando por la columna vertebral
y el resto del cuerpo, causando el cese de funciones. Abro la boca sin poder
respirar, en lo profundo de mi vientre tengo la sensación de que no estoy lista para
explotar. Entonces me da una cachetada con fuerza y, como poni encabritado, me
corro espectacularmente. Ola tras ola, espiral tras espiral, se va desenrollando
como una bola de lana. Él no se detiene hasta que mi cuerpo cae sobre el tocador
con la frente húmeda contra el cristal. Me corro durante una eternidad, para ser
traída a la realidad cuando se arrastra por encima de mi entrada. No pierdo el
equilibrio pero temo que mis piernas se desplomen. Se da cuenta de cómo me
afecta el movimiento y oigo su respiración entrecortada en la garganta.
—Tu cuerpo me quiere, nena.
Hago un gesto perezoso y me las arreglo para darme la vuelta y dejar que mi
culo se asiente en la mesa. Jackson se pone de rodillas en el banco colocándose
entre mis piernas. Me estremezco cuando la cabeza de su pene juega entre mis
labios de forma dulce pero firme.
—Mételo —ordeno, meneando las caderas hacia adelante y hacia atrás y
poniendo mis brazos alrededor de su cuello.
Me pego a él, por lo que su respiración choca con la mía, acariciando mis
labios ardientes.
Jackson sonríe, su mirada llena de lujuria no deja mi rostro.
—¿No hay por favor?
Clavo las uñas en su espalda, deteniéndome cuando jadea.
42
—No estoy para bromas —digo con un suspiro, pasando la lengua por sus
labios.
Sonríe y trata de atraparla con los dientes.
—Tal vez, solo por esta vez, quiero oírte decir por favor.
Las puntas de sus dedos apenas bailan a lo largo de mi piel sensible,
zigzagueando hasta mi jodido núcleo.
—Por favor —siseo, plantando un beso en su cuello—. Por favor fóllame.
Se presiona duro contra mí, pero nunca entra. Burlándose, el hijo de puta.
—Quiero más —dice, aplicando más presión, pero no me da lo que quiero, lo
que anhelo.
—Yo también. —le digo riendo.
Levantando un ceja y con una sonrisa lánguida, deslizó una mano entre
nuestros cuerpos y puso su dedo índice en mi punto sensible. Su dedo firme hace
una presión suave en círculo y el hormigueo que viene con su caricia crece con
intensidad. Jackson toca mis labios con los suyos, pero apenas lo llamaría un beso.
—Por favor.
Lo intento de nuevo, abriendo la boca para atrapar sus labios. Lo muerdo y le
entierro las uñas una vez más, gime y sus dedos se deslizan hacia abajo y los
entierra profundamente en mi coño.
—¡Joder!
Suelto el labio y pongo la frente en el hueco de su cuello, incapaz de separar
mis uñas de su piel, él curva los dedos en mi interior una y otra vez. Se siente bien,
malditamente bien, pero ya he tenido sus dedos esta noche, y también su lengua.
Quiero algo mucho más grueso, mucho más divertido. Arrastro los dedos por su
espalda y por atrás de su cuello antes de enredarlos en su cabello, forzando su
frente a presionarse más fuerte contra la mía. Una catastrófica mezcla de
excitación, frustración y amor me sobrepasa y soy incapaz de digerirlos mientras
sus habilidosos dedos hacen magia.
—¿Qué quieres, bebé? —pregunta. Sus ojos oscuros están en llamas—. Dime.
—Pon tu pene dentro de mí, Jackson, o puedes irte malditamente a la mierda.
Su sonrisa es enorme y morbosa, mostrando toda su excitación.
—¿Me quieres dentro de ti? —me pregunta.
Sé que me escuchó. Pero quiere retarme, hacer que le diga cuanto lo quiero.
Ya estoy aquí, con mi dignidad completamente abierta sobre la mesa y sus dedos
enterrados en mi interior. No es como si me quedara algo que perder. 43
Asiento.
—Ahora.
Saca sus dedos de entre mis piernas y sus ojos permanecen cerrados mientras
los arrastra por mi clítoris, haciéndome estremecer. Entonces, de repente el silencio
se ve empañado por el insoportable sonido de mis pesadas respiraciones. Mis
músculos tiemblan mientras sus dedos van por mi estómago, entre mis pechos, por
mi garganta y, finalmente, a los largo de mis labios.
Su mirada cae en mis labios mientras los separa con sus dedos mojados.
Observo su rostro, maravillándome de lo hermoso que es y lo feliz que se ve en
este momento. Mi propio sabor cosquillea en mi lengua mientras la punta del dedo
índice se adentra en mi boca. Piscinas de saliva de acumulan debajo de mi lengua y
succiono su dedo más adentro.
—¿Te gusta tu sabor? —Se acerca, su mirada nunca deja mi boca. Suelto su
dedo y el vuelve a pasarlo por mi labio inferior.
—Me gusta mi sabor en ti.
Desliza dos dedos en mi boca y profundiza, añadiendo su lengua a la mezcla.
Mi boca está llena, pero quiero más. Jadeo cuando saca sus dedos de mi boca y
pone sus manos en mis caderas. Tira bruscamente y mis caderas se deslizan,
deteniéndose únicamente cuando mi coño está al nivel de su pene una vez más.
Siento su pulso, su longitud que estira su piel lisa, tensa.
—¿Cómo lo quieres?
Mi corazón tartamudea, sobrecargado de emoción.
—De la única manera en que sabes hacerlo. —La esquina de su labio se eleva.
—¿Estás segura que puedes manejarlo?
Escucho su condescendencia y la ignoro. He tenido a Jackson en su peor
momento. He sido atada, azotada, bañada en hielo y quemada con cera caliente.
He sido ahogada y mordida. Incluso me ha follado por el culo. Por Dios. Cualquier
cosa que Jackson me ha dado, la he tomado como una maldita campeona para
ayudarlo a superar sus propios problemas. Así que, ¿sexo rudo sobre una mesa?
será un paseo en el parque.
—Puedo manejar cualquier cosa que me des. Lo sabes.
De acuerdo, eso no es textual. No puedo lidiar con sus juegos emocionales. Si
dijera que no me afectan, mentiría. Jackson lo sabe, pero no se molesta en
corregirme. Luego, sin darme cuenta, sus labios colisionan con los míos y me
fuerza a abrir la boca con su lengua. Su beso hace que mi cerebro se tambaleé,
succionando cualquier pensamiento racional. El pensamiento de que esté dentro de
44
mí sin protección, sin el obstáculo de una delgada capa de látex, me tiene inquieta.
Nunca lo he hecho antes, pero lo he soñado un millón de veces. Tomo la píldora
religiosamente. La posibilidad de que esta única vez arruine el resto de mi vida es
nula. Voy a tomar el riesgo, ¿Quién mejor para hacerlo que el hombre a quien
amas? Sí, soy la última persona que le daría un consejo sobre educación sexual a
un adolescente.
Lo siento deslizarse por mis pliegues una última vez antes de plantar su
mano firmemente en mi cadera. Apenas tengo tiempo para registrar la sensación
cuando penetra en mi cuerpo. Demasiado rápido. La primera sacudida de placer se
apodera de mi espalda, y todo mi cuerpo se pone rígido. Lo oigo reír en silencio
mientras lo saca de nuevo lentamente, dejando solo la punta. Un temblor se
apodera de mis muslos cuando lo aprieto con fuerza, la suficientemente para
hacerlo maldecir entre dientes y sentirlo pulsar un par de veces dentro de mí.
—Una vez más —digo exhalando bruscamente. Abro más las piernas—. Más.
Sus manos se clavan en mis caderas y empuja de nuevo. Cuando sus caderas
golpean contra las mías, me quedo sin aliento, me veo forzada a abrir la boca para
inhalar bruscamente. Jodido infierno. Esta vez no se sale. Desliza una mano de mi
cadera a mi garganta, sosteniéndome firmemente. Sus ojos, ahora más negros que
la oscuridad, se clavan en mi rostro. Cualquier rastro de humor y arrogancia ha
desaparecido. Todo lo que quiere ahora es follarme como si ni siquiera conociera
mi nombre.
Flexiona las caderas y yo gimo, tragando saliva. Se siente asombroso. Es duro
y grueso, la manera en que me penetra despiadadamente es absolutamente animal.
Acerca la boca entreabierta a la mía, pero no me permite besarlo. Estoy
desesperada por hacerlo, pero ya sé de qué va esto. Me besará cuando él esté listo.
Sonrío ante mi idea. No tiene reglas para los lengüetazos. Saco la lengua y la paso
por su labio inferior. La emoción atraviesa mi cuerpo por la manera en la que se
estremece y gime, cerrando brevemente los ojos.
Estoy tan excitada que puedo sentir mi coño apretando con fuerza toda su
pulsante longitud. Mi tocador, del que estaba preocupaba por que se manchara de
sangre, golpea violentamente contra la pared y sé que en cualquier momento el
espejo se romperá y nos dejará cubiertos de vidrios. Pero no me importa. Estoy
delirando, completamente obsesionada con la manera en la que me folla y me lleva
cada vez más alto con cada embiste. Estoy a punto de salir disparada por el éxtasis,
baja la cabeza y recorre mi mandíbula con la lengua. Baja por el cuello y cuando
succiona el pezón con su cálida y húmeda boca, estoy a punto de rogarle que se
case conmigo. Jamás he sido tan mimada en el sexo, pero Jackson lo hace.
Todas las veces. 45
Mis órganos se tensan cuando el orgasmo comienza a construirse.
—¡Sí! ¡Oh Dios!, no pares.
También él puede sentirlo y ralentiza el movimiento de las caderas para
luego girarlas rápidamente. Me estremezo agitada y empujo mis caderas
descaradamente contra las suyas. Aprieto los muslos, donde lo tengo aprisionado,
inclinando mi pelvis y entonces siento su dureza más profunda dentro de mí. Un
gemido escapa de mis labios. Luego otro. Y otro. A medida que mi placer se
construye, soy incapaz de detenerlos.
Entonces, mis ojos se conectan con los suyos y me pierdo completamente.

Jackson
Estoy sorprendido por las rendijas en las que sus ojos se convierten mientras
se corre. Es una vista hermosa. Mientras las olas del éxtasis pasan sobre ella una
vez más, muerde su labio inferior para amortiguar el sonido. Moviendo la mano
que tengo en su cuello, enrollo su cabello en un puño y cuidadosamente la jalo
para que su cuello quede expuesto. Gime duro, sus piernas tiemblan sin control
alrededor de mis caderas.
—No lo retengas Selena. Quiero jodidamente escucharlo.
Entre más duro grita, más duro la follo. He estado esperando esto por días.
También Selena, lo sé. Pobre, ¿acaso no lo sabe? Lo hago de tal manera que nunca
olvide que mi pene la hace gritar. La he hecho desear mi pene y no pensar en otro
más que en el mío. Es todo por razones puramente egoístas. Suelto su cabello y no
desperdicia el tiempo, presiona sus labios contra los míos. Gime contra ellos, sus
piernas aún tiemblan.
Estoy increíblemente cerca de correrme, pero no lo haré hasta que Selena esté
satisfecha. Bajo la mano entre nuestros cuerpos y deslizo mi pulgar sobre el clítoris.
Su cuerpo se sacude y sonríe contra mis labios. Hacer que se corra dos veces es
todo lo que puede manejar esta noche, así que succiono su labio superior en mi
boca y lo muerdo duro. Gime, enterrando las uñas en mi espalda. Lo amo. La
quemadura me fuerza a moverme duro y rápido, y solo pasan unos minutos antes
de que yo explote profundamente dentro de su núcleo palpitante.
Mi duro empuje se vuelve lento y pulsante mientras derramo todo lo que
tengo en su interior. Nunca habíamos tenido sexo sin protección, pero de verdad,
nada se le compara. Jadeando, suelto el labio de Selena y lo acaricio con mi pulgar
cuando veo una pequeña gota de sangre. 46
—Te mordí demasiado duro —digo, pasando las manos suavemente por su
cabello—. Puedes vengarte la próxima vez.
Hacemos contacto visual y me congelo, dándome cuenta de lo que estoy
haciendo. ¿Qué estoy haciendo? ¿Rozando su labio? ¿Pasando las manos por su
cabello? ¿Qué demonios me pasa?
Bajo las manos apretándolas en mis costados. No es justo para ella. No
debería hacer esto. Follar es una cosa. Que me importe, otra muy distinta.
Me quedo quieto, incapaz de evitar que mi cuerpo se tense. ¿Por qué me hace
esto? ¿Por qué se hace esto? La miro sin emoción. El amor no es algo que quiera en
mi vida. No puedo manejar otra dosis de lo mismo. La última fue letal. Me aparto
y alcanzo la toalla del piso. La engancho en las caderas y finalmente vuelvo a
acercarme a ella. Se ha bajado el camisón, cubriendo sus partes íntimas. El brillo
natural de sus ojos se ha apagado, ahora lucen cansados y heridos. Sabe lo que
significa mi reacción. No necesito decir nada, pero lo hago de todas formas porque
merece una explicación.
—Yo… —Hago una pausa. Diablos, odio esto—. Selena… No puedo.
Luego escucho el sonido más agudo que he escuchado nunca… El sonido de
su corazón quebrándose en un millón de pedazos. Y también lo veo. Tensa el
pecho, luego la garganta y sus ojos se llenan de lágrimas.
—¿Por qué no lo dices? —me dice bajándose del tocador—. ¿Por qué no
puedes amarme?
Las lágrimas se derraman por sus mejillas, cada gota me golpea directo al
estómago. Pero mientras observo su corazón rompiéndose, mi rostro permanece
tan duro como la piedra. No sé por qué… No sé por qué mi cuerpo se niega a
reaccionar a su dolor. Puedo abrazarla, consolarla pero, ¿qué vendrá después? Me
dirá de nuevo que me ama y no le responderé… porque no puedo. No estoy listo.
Amelia me dejó sin decir adiós, sin decirme ni una maldita palabra. Y no puedo
seguir adelante con mi vida hasta que ese capítulo de mi vida esté cerrado. Selena
no sabe lo herido que estoy. No le he contado, porque contarle a las personas de
Amelia le dará exactamente lo que quiere. Quiere ser conocida como la mujer que
arruinó mi vida. Ella quiere salir a flote en las conversaciones una y otra vez.
Quiere ser la primera en la mente de todos, en los labios de todos, pero no le daré
la satisfacción. ¿Qué se supone que le diré a Selena, de todas formas? ¿Que estaba
en una relación abusiva con una mujer mucho mayor que yo? ¿Qué me golpeaba?
¿Qué jugaba conmigo? Si se lo digo, podría agregar que mi ex me hizo lastimar
personas, follarla en lugares públicos que me hacían sentir incómodo. Estoy seguro
de que se oiría genial. Incluso le confesaría que estaba tan cansado que
prácticamente me corté las pelotas y se las serví en bandeja de plata. Dudo que 47
después de todo eso, que no es ni la mitad de lo que me hizo, siguiera viéndome
como al hombre que puede amar.
—Sele…
Arremete contra el tocador. El espejo se astilla, pero no cae al piso. La sangre
explota en sus nudillos y me estremezco, acercándome a ella.
—¡Mierda! —sisea, acunando la mano contra el pecho—. ¿Por qué sigues
haciéndome esto?
Por cada paso que doy, ella retrocede, así que me detengo.
—Estás herida.
Se ríe con incredulidad sacudiendo la cabeza.
—¿Ahora te importa? —Levanta la mano ensangrentada—. ¿Es esto lo que se
necesita para que te preocupes? —Necesita una respuesta y mi indecisión se la
da—. Jódete Jackson.
Selena baja el rostro a las rodillas y solloza. La sangre se escurre por su piel y
me doy la vuelta.
Su dolor, su rabia… empapan mi carne. Cada patada de tristeza vibra a través
de mí. Sé exactamente cómo se siente. Sé lo que es darle todo lo que tienes a
alguien y que se rehúse a tomarlo.
Mierda.
El pensamiento me golpea como un tren de carga mientras abandono la
habitación.
Soy su Amelia.

48
Capítulo 4
Jackson
Golpeo el saco muchas veces hasta que el sudor chorrea de mi cuerpo junto
con la ira. Anoche, después de salir de casa de Selena, me fui a casa. Me duché, me
vestí y me senté en el escalón delantero hasta que el sol salió en la distancia. Todo
el tiempo me sentí mal por poner a Selena en esta situación de nuevo. Me tomó dos
horas darme cuenta de que yo era el que debía estar enojado. Sabe que esas dos
palabras me hacen sentir mal.
Claustrofóbico.
Ansioso.
Vulnerable.
No voy a mentir, hay una pequeña parte de mí que se llena de esperanza
cada vez que me lo dice. Esa pequeña parte cree, por un breve momento, que soy
capaz de ser amado... que no estoy completamente destruido.
49
Una vez, hace un tiempo, me sentía listo para seguir adelante.
Estábamos en el Concord para la pelea de Seth. Todo iba bien entre Selena y
yo. Estaba dispuesto a hacer de ella una parte de mi vida antes de que Seth se lo
pidiera a Olivia... Entonces los textos comenzaron. Era como si Amelia pudiera
sentir mi felicidad. En ese tiempo yo creía que nunca oiría de Amelia de nuevo,
pero entonces llegó ese primer texto y me entró el pánico. Desde entonces, las
cosas no han sido nada fáciles entre Selena y yo. Cada texto se aferra a mí como
una lapa, me desgasta como nada lo ha hecho. Solo Amelia tiene la capacidad de
hacer que alguien quiera vomitar con unas pocas palabras escritas en una pequeña
pantalla.
Cuando dieron las cinco de la mañana me dirigí al gimnasio de Seth. No dijo
una palabra cuando me vio ni comentó el corte en mi frente. Probablemente era lo
mejor. Si me endilgara un sermón sobre las luchas, me hubiera roto y hubiera
dicho cosas de las que me arrepentiría más tarde.
Lo que me lleva al ahora.
El sudor cubre mi cuerpo, pero se siente bien. Es exactamente lo que necesito.
No hay nada como golpear un saco hasta que las manos duelan y los pies se
sientan débiles. Tengo que hacer algo. Inscribirme en otra pelea no es una opción
con la ceja herida. Golpeo el saco cada vez más fuerte, solo escucho el sonido de la
cadena de metal contra la barra. El saco se balancea demasiado para mi gusto, pero
es mejor que nada. Los pensamientos nublan mi cerebro y presionan con fuerza.
Pienso un millón de cosas. La primera es abandonar Portland. La segunda es pedir
disculpas a Selena y dejarla entrar, la tercera es lanzarme con el auto por un
maldito acantilado. Llevo el puño hacia atrás. Si el siguiente golpe me abre los
nudillos, voy a hacer una de las tres.
—Bueno, no eres un regalo para la vista.
Me congelo antes de que mi puño vuele. Esa maldita voz. La reconocería en
cualquier lugar. Podría distinguirla a ciegas entre una gama de mil mujeres.
Amelia Petrovic.
Siento que el color se drena de mi rostro. No es posible. Incluso si vive en
Portland, la posibilidad de que se tropiece conmigo en el gimnasio de Seth, de
entre todos los lugares, es muy escasa.
Poco a poco vuelvo la cabeza para mirar por encima del hombro... y ahí está.
Mi estómago rueda dolorosamente antes de golpear la caja torácica. Su cabello
rizado baja por el pecho hasta debajo de los senos. Su piel de porcelana es tan
impecable como la recuerdo y, sus labios rojo cereza... sus labios rojo cereza... 50
Se me corta el aliento. Por supuesto, ella se ve tan hermosa como la recuerdo.
Claro, ahora está un poco vieja, pero no se puede negar que todavía es sexy. Su
aparición ha hecho que mi estómago se haga un nudo y eso no me gusta. Mientras
la veo, no solo la desprecio por todo lo que me ha hecho, sino por lo que le ha
hecho a Selena también. Por culpa de Amelia, Selena es miserable. Si nunca
hubiera conocido a Amelia, estaría obsesionado con Selena. Podría amarla como
ella me ama.
Bajo el puño y me giro para encararla. Sus iris oscuros me repasan. Me
observa de pies a cabeza, me examina con un brillo salvaje en los ojos antes de que
nuestras miradas finalmente se encuentren. Admito que en este momento me
siento vulnerable. Todo lo que he trabajado tan duro para superar me invade de
nuevo. Amelia pasa las palmas a lo largo de su ajustado vestido negro.
—¿Portland? —Y con los brazos en jarras—. ¿En serio, Jackson?
La miro fijamente. ¿Esto es real? Me aclaro la garganta. No soy el mismo
hombre de antes. Ahora soy más fuerte.
—¿Te tomó tanto tiempo saber que no estaba en Seattle? —pregunto,
sabiendo que la mejor opción es irse y no mirar atrás.
He pensado en este momento por años. Sabía que Amelia volvería a mi vida
desde el día en que se fue. La mayoría de los escenarios comienzan cuando le exijo
saber por qué se fue sin dar una explicación, y al final, me alejo como un huracán,
dejándola rechazada y sola.
Ella lo niega.
—No. Lo sabía. Solo que me tomó un tiempo decidir si me importaba. —Me
reflejo en ella observando de cerca la contracción que se muestra en la esquina de
su boca—. Y por cierto, sí me importa. Es por eso que estoy aquí.
Me burlo.
—¿Por eso estás aquí años después?
Amelia pone los ojos en blanco.
—No te hagas la reina del drama, Jackie. Te he estado enviando mensajes de
texto por largo tiempo. Tú eres el que no respondió. —Da un paso más cerca. Su
mano encuentra mi cadera. Lo único que me atrevo a hacer es permanecer
completamente inmóvil mientras se levanta, acercando su boca a la mía—. Te he
echado de menos.
Trago saliva.
—¿En serio? 51
Asiente lentamente.
—Cada día.
Mientras habla, aunque sus palabras son tan suaves como la seda, hay una
cierta oscuridad en su tono. Cuando Selena está siendo sincera puedo verlo en su
cara y escucharlo en su voz. Se respira por todos sus poros y se siente cálida y
acogedora. Con Amelia, me pone nervioso. No es cálido ni acogedor… es casi
amenazador.
—Vi tu pelea de anoche —ronronea—. ¿Cuáles son las probabilidades?
Cuando vocearon tu nombre, no podía creerlo. Has destruido a ese hombre... No
tienes idea de cómo me mojé al verlo.
Absorbo cada sílaba que pronuncia. ¿Estaba allí ayer por la noche? ¿Qué
carajo? Tiene razón, ¿cuáles son las posibilidades de eso? Levanta la mano para
acariciar mi rostro con el dorso y rápidamente le tomo la muñeca. Sus ojos oscuros
están en llamas, el entusiasmo pronto brota de su cuerpo. Su mirada rueda de mis
ojos a mis labios y pienso en besarla por un segundo, entonces mi orgullo me
patea.
Está loca como la mierda si piensa que voy a volver a acostarme con ella y
fingir que no partió mi maldito corazón y se lo dio a comer a los perros.
—Vete de una maldita vez de Portland y mantente fuera de mi vida.
Con un pequeño empujón, la suelto y paso junto a ella. Tengo que salir del
gimnasio. El aire se volvió pesado de repente, las paredes no son tan estables como
cuando llegué. Siento pánico, tan frío como el hielo y tan pesado como cemento
llenando mis pulmones. No puedo respirar. Levanto el antebrazo por encima de la
cabeza y tomo aire. Tengo que salir a la calle. Sé que Amelia me está observando y
no puedo dejar que vea que tengo un jodido ataque de pánico justo ahora. Va a
subir su ego y nunca lo voy a superar. No me llama, no espero que lo haga. Amelia
es muchas cosas, pero no una aduladora. Va a rastrear en la web, abastecerse de
combustible y luego golpeará de nuevo. Va a seguir viniendo y viniendo... y no
estoy seguro de poder hacer nada para detenerla.
Cuando alcanzo las puertas dobles, empujo con fuerza y se abren de golpe
chocando contra el ladrillo. El aire fresco de la mañana entra a mis pulmones y me
detengo en seco para encorvarme, poniendo las manos en las rodillas para
mantener el equilibrio. Mi corazón reduce el ritmo, disminuyendo a uno más
“normal”.
Tengo que salir de aquí antes de que Amelia decida seguirme. ¿Y si ella sabe 52
dónde vivo? De repente la idea de dejar Portland o conducir mi auto hasta un
maldito acantilado no es tan mala. No puedo vivir en el mismo estado que ella y,
¿si se entera de Selena?
¿Está Selena en problemas? Amelia está enferma y es retorcida. No se sabe lo
que va a hacer. Me dirijo a toda prisa a mi auto y dejo las preocupaciones en el
fondo de mi mente En este momento Selena es mi prioridad. Si voy a tener que
pasar por esto... Selena tiene que saberlo todo. Y el pensamiento por sí solo es
suficiente para hacer que quiera irme del país. Por mucho que desprecie la idea de
contárselo todo, es la única manera de evitar que se vuelva contra mí.
La necesito ahora más que nunca.
Selena
Pulso la barra espaciadora seis veces antes de darme por vencida. Con una
fuerte exhalación, me recuesto en mi silla de oficina y tamborileo con los dedos un
ritmo rápido y frustrado en el reposabrazos. He navegado cada sitio web en busca
de un trabajo. Necesito algo, cualquier cosa que me saque de la casa y de mi
cabeza. Por desgracia, los únicos puestos para los que parezco cualificada son de
atención en diferentes cadenas de comida rápida, o desagradables clubs de
striptease. Me entretuve con la idea del striptease solo para molestar a mi padre.
Alguna vez llegué a concertar una audición para que él me llevara. Resulta que
tengo el cuerpo, pero mi baile no es nada impresionante.
Por enésima vez pienso en la noche anterior. No sé qué carajo estaba
pensando para ponerme de nuevo en esa situación. No sé cómo lo hace, pero, de
alguna manera, siempre consigue hacerme creer que las cosas serán diferentes.
Nunca son diferentes. ¿Soy una persona tan difícil de amar? Hago todo lo posible
para hacerlo feliz, para darle todo lo que quiere… Simplemente no es suficiente.
No sé qué más hacer. Sólo hay un cierto número de veces en que puedes tirarte
debajo de un autobús por alguien, antes de que te mate. ¿Se termina? ¿Por qué
dicho autobús no te hace reaccionar mientras te aplasta con sus ruedas de caucho
gigantes? Dios sabe que lo necesito. El corazón es, sin duda, el músculo más fuerte
del cuerpo, pero no merece el elogio completo. Es también el más tonto.
Me inclino y bajo la tapa de mi laptop. Había contemplado llamar a Olivia 53
pero rápidamente decido no hacerlo. Voy a confesarle lo que hice ayer en cuestión
de segundos. Ni siquiera tendrá que preguntar. No creo que hoy pueda soportar
sus sermones. Me siento suficientemente mal, y además, no siempre es agradable
ver a una pareja tan perfecta cuando tu propia relación se desmorona antes de que
comience.
Tal vez soy yo. Es decir, no sería la primera vez. Dios sabe cuántas veces he
oído eso. La gente me dice que estoy loca, como si fuera algo nuevo para mí, pero
la cosa es que sé exactamente lo que soy, no me importa si no soy la persona
favorita de alguien. Soy lo que soy y no voy a cambiar.
Hablo demasiado, no puedo guardar secretos y me excedo con el alcohol… o
solía hacerlo. ¿Desde cuándo eso es un crimen? ¿Por qué no puedo vivir mi vida
con mis propios estándares en lugar de los ajenos? Me siento cómoda en mi propia
piel y no tengo necesidad de impresionar a nadie.
La mayoría de las personas caminan por la línea, siguiendo las reglas que la
sociedad establece para ellos, como Olivia. Dime, ¿qué significa el bien?
Seguramente es subjetivo. Lo que es bueno para mí, es malo para todos los demás.
Nadie entiende que yo solo quiero vivir. Quiero aventura, quiero ligues de una
noche con chicos guapos y sexys sin responsabilidades. Quiero vivir. Por eso
discuto con Olivia. Jackson me da vida. Esculpe a su manera la luz y la oscuridad,
amoldándolos a sus propios deseos. Él es la luz que me llena, la oscuridad que me
excita y la vida que ansío tan desesperadamente. Es inteligente y sutil, ocultando
en el fondo quién realmente es. Me clavó sus colmillos y no puedo desprenderme,
Dios sabe que lo he intentado. Es malo para mí. Es malo para sí mismo... una
bomba de tiempo a la que le quedan unos pocos segundos para el final y, aunque
ruego por eso todas las noches, no veo un final feliz en nuestra historia.
Mientras mi conciencia cae en la triste realidad de cada día, escucho
claramente el sonido de la puerta de una camioneta cerrándose. Cerrar es un
eufemismo, supongo. Fue más un golpe, y solo hay una persona que cierra de
golpe las puertas de su auto. El temor se arremolina en mi interior, no es un
sentimiento raro cuando él está cerca. Con cautela, me levanto de la silla, como si el
menor ruido le alertara de mi presencia. No quiero que sepa que estoy en casa y
definitivamente no quiero dejarlo entrar, sobre todo después de la última noche.
Para mí, anoche se acabó todo. No hay más nosotros, me cansé de intentarlo. Todo
lo que tengo que hacer es romper con él de golpe. Entonces, y solo entonces, voy a
ser capaz de seguir adelante.
Salto mientras el puño pesado conecta con la puerta principal. Mi corazón se
acelera, golpeando sin descanso contra las costillas. Me levanto de puntillas en un
intento de caminar sin ruido. 54
Si lo ignoro, tal vez desaparezca. A pesar de todo, salgo sigilosamente de la
oficina y camino por el amplio pasillo que lleva a la puerta principal.
—¡Selena! —grita—. Sé que estás en casa. —Me detengo para oír—. Necesito
tu ayuda... —Sus puños golpean más fuerte que antes—. ¡Selena!
Su voz suena diferente, no agresiva sino con pánico… y mi corazón amenaza
con saltar del pecho. Me suplica que abra la puerta pero no voy a repetir el mismo
error. De ninguna jodida manera.
Golpea la puerta repetidamente, una y otra vez. Más y más fuerte. Me tapo
los oídos dispuesta a dejarlo ir, pero no se va. Llama más fuerte, más desesperado,
hasta que ya no puedo más. Me apresuro a avanzar, pisoteando como un niño
frustrado. ¿Quién se cree que es, llamando a mi puerta como si tuviera el maldito
derecho?
Los golpes siguen llegando, impulsándome a abrir la puerta.
—¿Qué quie…?
Apenas tengo tiempo de registrar su expresión preocupada antes de que sus
grandes brazos me rodeen y me fuercen a acercarme a su cuerpo. Sorprendida, me
tropiezo hacia atrás y su pesado cuerpo me sigue, haciéndome retroceder hasta
que me quedo atrapada entre él y la pared. Su distintivo aroma, a tentador
desodorante mezclado con sudor llena mis sentidos y los nubla de una manera que
hace que mi centro pulse.
—¿Jackson?
Su abrazo es apretado y lleno de emoción, a diferencia de cualquier cosa que
ha hecho antes. Mantiene el rostro enterrado en mi cuello y envuelto en mi cabello.
Mis pensamientos se aceleran, ¿qué está mal? ¿Qué lo tiene tan asustado?
Entonces, el estómago se me hace nudos.
—¿Es Seth?
Niega. Sé que el gesto debería aliviar la desagradable ansiedad en mi
estómago, pero solo la empeora. Inconscientemente empiezo a buscar las llaves del
auto con la mirada por toda la habitación.
—¿Es Olivia? —jadeo—. ¿Chloe?
Una vez más, niega. Parpadeo para apartar las lágrimas que amenazan con
derramarse ante la idea de que algo malo le suceda a las personas más importantes
de mi vida, y trago saliva ante una nueva hipótesis. ¿Otra mujer tal vez? Una
punzada de celos me golpea, pero la ignoro. Está aquí conmigo y, lo que sea que
pasó, no debe haber salido bien. 55
—¿Quieres hablar? —pregunto finalmente rodeando su enorme cuerpo. No
se mueve… ni siquiera niega. Su cuerpo tiembla bajo mis manos, así que lo
sostengo más cerca. Sus rodillas se debilitan y el peso de su cuerpo me arrastra
hacia abajo. Nos deslizamos contra la pared hasta que mi culo golpea las duras
baldosas. Jesús. Lo que sea que pasó, lo ha asustado, y lo que sucede a continuación
es algo que nunca pensé que vería.
Jackson llora.
Como un pequeño niño asustado...
Capítulo 5
Selena
Con un ligero bostezo, abro los ojos y extiendo las piernas asegurándome de
estirar bien los pies. Siempre he amado mi cama. Imagino que así es como se siente
dormir en las nubes. Me paralizo. ¿Por qué estoy en mi cama? Pestañeo para librarme
del sueño, miro hacia abajo. Estoy completamente vestida… lo que es raro después
de una interacción con Jackson. Escaneo la habitación buscándolo, pero no lo veo
por ningún lado.
—¿Jackson? —lo llamo y espero.
Nada.
Me levanto de la cama con los pies cansados, temblorosos. Recuerdo haberlo
abrazado mientras lloraba por lo que parecieron horas. Me asomo por la ventana
del dormitorio. El sol está bajo en el cielo, proyectando sombras oscuras en mi
dormitorio. ¿Dormimos todo el día? Camino al baño y me asomo.
Nadie.
56
Mi teléfono celular se quedó en mi bolsillo delantero, así que lo saco y
desbloqueo la pantalla. Un símbolo de mensaje de texto se ilumina en la barra de
notificaciones en la parte superior. Lo abro.
Lo siento, Selena. Por todo.
Al final del texto, brilla un solitario corazón. Lo miro, preguntándome que
podría haberlo hecho cambiar tan de repente. Me inclino contra el marco de la
puerta del baño y me doy golpecitos en el muslo con el teléfono. No hay manera de
salir de esta. Tiene que hablar conmigo y explicarme qué sucedió. No le daré otra
opción.
Levantando de nuevo el teléfono llamo a Olivia. Seguro Seth sabe algo. La
primera vez que lo intento suena hasta que salta el contestador automático, pero la
segunda vez escucho un grosero “hola.” Me toma segundos darme cuenta de que
su saludo no es grosero, es más bien uno… sin aliento e impaciente.
—Oh, qué asco —digo obviando el saludo—. ¿En el gimnasio? ¿En serio?
—¿Qué quieres, Sel? —dice Olivia sin poder ocultar la risa—. Solo me quedan
veinte minutos antes de recoger a Chloe con mamá.
—Está bien, lo diré rápido. ¿Has visto a Jackson hoy?
Con una risita ahogada le dice a Seth que se esté quieto en voz baja. Pongo los
ojos en blanco.
—No, no lo he visto. —Hace una pausa hasta que su curiosidad natural
interviene—. ¿Por qué?
Medito por un breve segundo si debería decirle o no. Jackson me ha dado
instrucciones precisas de que no comparta sus problemas con nadie más.
—Vino en la mañana y… —Me detengo, incapaz de avergonzarlo diciendo
que lloró—. Estaba diferente.
Olivia suspira.
—¿Tuvieron sexo?
—No.
—Oh —dice simplemente, como si estuviera sorprendida—. Bueno, ya sabes
cómo es, Selena. Yo no me preocuparía mucho.
Aprieto los puños. No entiende. No lo vio como yo lo vi. No era el Jackson de
siempre. Era diferente. ¡Lloró!
¡Maldición! Me gustaría decírselo para que entendiera que algo está mal. 57
—¿Puedes hacer que Seth lo llame cuando tenga un minuto? Estoy
preocupada, O. No lo viste… Era un desastre.
—Seguro. Si estás tan preocupada haré que Seth lo llame.
Le agradezco, cuelgo y me deslizo hasta el suelo. Trato de deshacerme de la
preocupación que se ha asentado en mi vientre, pero no puedo. ¿Qué pasa si esta
fue la última vez que lo vi? ¿Y si estaba llorando porque estaba despidiéndose?
Sacudiendo la cabeza, elimino esos pensamientos. Tan disfuncional como
suena, creo que Jackson me necesita tanto como yo a él. Creo que tiene tanta fuerza
de voluntad como yo cuando se trata de mantenerse alejado. Tal vez se preocupa
por mí más de lo que dice. Recargo la cabeza hacia atrás hasta que me golpeo
contra el marco de la puerta. Es incómodo, pero no me importa. Todo lo que quiero
saber es qué está sucediendo en su cabeza. Si es lo suficiente malo para quebrarlo,
entonces va a necesitar a alguien para hablar y para que lo apoye, antes de que
estalle. Y lo hará. Jackson no sabe cómo sanar. Solo sabe cómo infligir dolor, tanto
para él como para los demás… pero esta vez no. No se lo permitiré.
Jackson
Conduzco rápido, mucho más rápido de lo permitido, pero no voy a reducir
la velocidad por nadie. En un principio, cuando decidí dejar la casa de Selena, me
dirigía al gimnasio de Seth. Aún debe estar allá. No termina hasta dentro de
cuarenta minutos. Pero en cuanto lo vea voy a querer hablar, y si hay algo que Seth
odia es hablar sobre relaciones. No las entiende. Seth ve las relaciones en blanco y
negro. Si amas a una persona, quédate. Si no, márchate. Pero no es tan simple.
Olivia es su primera relación seria, y es perfecta. La mía había sido una relación de
infierno. Si el diablo le echara un ojo a Amelia, correría un maldito kilómetro en
dirección contraria.
Mi celular suena avisándome de una llamada. La posibilidad de que la
llamada venga de Amelia o de Selena es alta y no quiero hablar con ninguna de las
dos, sobretodo con Amelia. Conduje a casa de Selena con la intención de hablar.
Iba a decirle todo, pero cuando abrió la puerta con los ojos verdes encendidos y la
expresión de enojo, me derrumbé. No me había dado cuenta cuánto la necesitaba.
Entre mi relación con Amelia y el trabajo con Seth para mantener la mente
ocupada, estaba enloqueciendo. Me sentía sin equilibrio… indeseado… invisible.
No puedo explicarlo. Estaba infeliz e insatisfecho con mi vida.
Pero estando en el vestuario de Seth, después de su primera pelea con
Frederick Kennedy en Portland, cuando Selena se dio la vuelta tan rápido que su
cabello golpeó mi rostro, quedé atrapado. 58

La adrenalina bombea a través de mis venas. En cierto modo, me siento como si fuera
el que peleó con Frederick. Ver a Seth ahí afuera, haciendo lo que ama, lo que yo solía amar,
me trae una mezcla de nostalgia y náuseas. Me deslizo en su vestuario, sumándome a la
masa de personas que ya está allí. Miro a Seth, esperando que esté rebotando contra las
paredes de la emoción. Pero se sienta en el banco muy tranquilo, quitándose las vendas de
las manos. Darryl grita elogios, repitiendo todas lo que hizo Seth y reclamando el crédito.
Yo ayudé a entrenarlo también, pero ni una vez menciona mi nombre.
Idiota.
Entonces, los ojos de Seth se mueven por el cuarto hasta la chica que está a mi lado.
La miro. Es bonita de una manera natural, por lo general no era lo que Seth buscaba. Por lo
que puedo ver, sus pechos son de verdad y no está usando tacones más largos que mi pene.
Para una groupie, o como sea que se llamara el equivalente para un luchador, parecía todo
lo contrario. Su cabello lacio caía contra sus senos, cubriendo la parte superior de las letras
de la camiseta que decía “SETH” y cuando sus ojos se encontraron, el sonrojo más intenso
que he visto sube por sus mejillas. Mientras me vuelvo para mirar a Darryl, veo un destello
de cabello rubio oliendo a vino, cigarrillos y perfume caro que vuela y me golpea el rostro.
Retrocedo un paso y bajo la mirada a los grandes ojos verdes que me observan. La chica es
baja, mucho más baja que yo. Era una larga cabellera para que me golpeara de esa manera.
—Lo siento. —Ríe, genuinamente divertida por mi sorpresa—. No te vi.
Mi mirada cae sobre su delgado labio superior y me maravillo por el grosor del
inferior. Comparada con la otra chica, es un poco más peligrosa. Está escrito en todos sus
rasgos y brilla en lo profundo de sus ojos.
—Es mi culpa —respondo sin poder detener las sonrisa—. Estaba parado muy cerca.
Sus labios se separan con una suave sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blancos.
Observarla me erizó la piel, una sensación que no había sentido desde que vi a Amelia. La
chica frente a mí tenía una fuerza poderosa que exudaba energía sexual. Sería un mentiroso
si dijera que no pasó por mi mente la idea de envolver su cabello alrededor de mi puño y
tirar con fuerza.
—Soy Selena. Una amiga de Olivia.
Miro hacia la chica de cabello oscuro que se recarga contra Seth con las manos sobre
su pecho. ¿Ella es Olivia? Escuché a Seth mencionarla de pasada un par de veces durante el
entrenamiento. Me preguntaba donde desaparecía de vez en cuando. Supongo que ahora lo
sé. Sonrío satisfecho. Seth tenía puesta la mira en una inocente y pequeña mujer que
probablemente iba a romperle el corazón y pisotearlo. Mientras tanto, no veía el daño en un
poco de sexo. Miro de nuevo a Selena y estiro la mano.
—Jackson. Un amigo de Seth.
59

Los tiempos eran mucho más sencillos entonces. No esperaba nada de Selena
y ella no esperaba nada de mí. Bebíamos, bailábamos, follábamos… y no
queríamos nada más. Era una diversión inofensiva, eso era todo. Ahora Selena
quería que estuviéramos juntos o terminar lo que teníamos. Pero no quiero nada de
eso, especialmente lo último. Sin Selena, estaría solo. El pensamiento me
aterrorizaba. A pesar de lo mucho que me enloquece y lo duro que me presiona, la
necesito. Si la tengo, si la tengo de verdad, ¿cómo sé que no voy a arruinarlo todo?
¿Cómo la mantengo feliz? ¿Cómo sé si soy suficiente para ella? ¿Y qué pasa si se
va?
Despierto de mis pensamientos y regreso a la realidad cuando mi teléfono
vibra una vez más contra el portavasos. Con un suspiro de derrota lo tomo y miro
la pantalla. Levanto las cejas cuando veo el nombre de “Seth” aparecer en letras de
color negro. Sin preguntar, contesto. No dice nada al principio, solo escucha.
Pongo los ojos en blanco. Está tratando de identificar mi ubicación por el ruido de
fondo.
Fijo mi atención en una señal que indica la salida de Portland. Necesito
liberarme del exceso de estrés. Anoche gané cinco de los grandes en un intento de
deshacerme de ese molesto palo en el culo llamado “exceso de estrés.” Si cuido
bien mi ceja, no tendré que pasar por la sala de Emergencias antes de dejar la
ciudad. Suspiro. ¿Es eso lo que he decidido hacer? ¿Dejar la ciudad? Soy un
maldito marica.
—¿Qué estás haciendo, Jacks? —pregunta Seth después de un gran suspiro.
Me encojo de hombros aunque no pueda verme.
—Conduciendo por ahí.
—¿Y a dónde vas, exactamente? ¿Al mismo lugar donde conseguiste que te
reventaran la ceja?
Me río para mis adentros.
—Eres tan negativo. No lo veas como el lugar que me reventó la ceja. Míralo
como el lugar que me dio cinco grandes.
Resopla.
—Por supuesto. Escucha, estoy cerrando el gimnasio, pero quiero que vengas.
Necesitamos hablar sobre lo que pasó hoy.
Me pongo tenso. A Seth no le gusta hablar de mis problemas y a mí no me
gusta compartirlos con él. La frustración crece. Estoy dispuesto a apostar las
ganancias de anoche a que Selena le dijo a Olivia lo que sucedió y ella compartió 60
sus preocupaciones con Seth.
—¿Sí? ¿Qué pasó hoy? —pregunto, sonando muchísimo más a la defensiva
de lo que había planeado.
—Ella.
La manera en que lo dice me hiela la sangre y tartamudeo como un maldito
idiota, tratando de buscar una excusa. ¿Cómo supo que era ella? Ni siquiera estaba
en el mismo espacio cuando estaba golpeando la bolsa y no hay forma de que lo
descubriera por la cámara de mierda, ¿verdad?
—La vi aquí, Jacks, y te vi salir corriendo con el rabo entre las piernas.
—¿Selena no te dijo nada?
Si se da cuenta del tono escéptico de mi voz, me pateo el culo.
—Llamó preocupada por ti, pero se saltó los detalles… para variar —dijo
riéndose por lo bajo.
Sonrío a pesar de mi terrible ánimo.
—Tienes una familia por la que ir a casa. No quieres escuchar mis problemas.
—También tú eres familia imbécil, ahora ven para acá antes de que vaya a
buscarte.
Luego cuelga y dejo caer el teléfono de nuevo en el portavasos. Un poco más
adelante veo una señal de retorno, lo que me da un margen de un minuto para
decidir qué quiero hacer. Mientras me acerco a la señal, levanto el pie del
acelerador para ganar más tiempo. La camioneta desacelera y lo mismo sucede con
mis pensamientos. Puedo pelear contra esta ira y probablemente hacer que me den
una paliza, o puedo apoyarme en alguien más para variar. No hay nadie en este
mundo en quien confíe más que en Seth. Es como un hermano para mí, es un
hermano. Y me está abriendo los brazos así que debe pensar que lo necesito. Sin
pensarlo más, freno y hago el giro en U. No me decido a poner el pie en el
acelerador, hasta que un auto detrás de mí toca la bocina.
—Mierda —exclamo en voz baja. Pongo el pie en el acelerador y me dirijo al
gimnasio.

***

El estacionamiento está oscuro cuando llego, y el único auto estacionado en el


frente es el de Seth. Una nauseabunda ola de nervios hace nudos mi estómago. Ver
a Amelia había arruinado toda la experiencia del gimnasio. Era como si ahora una
61
nube oscura colgara sobre él. Detengo el auto y me quedo sentado unos minutos
más antes de suspirar y soltar el cinturón de seguridad.
Afuera de la camioneta siento el aire caliente. A diferencia del de ayer, el
clima está calmado, demasiado. No hay autos pasando. No hay sirenas ululando ni
música resonando a lo lejos. Me pregunto si toda la ciudad sabrá que Amelia está
aquí y permanece callada esperando evitarla. No es una idea muy estúpida.
Cruzo el estacionamiento y me acerco a la puerta principal. Cuando estiro la
mano para alcanzar el picaporte, la puerta se abre y Seth se mueve a un lado para
dejarme entrar. Me ofrece una sonrisa tensa, pero sé que es falsa. Está tan
incómodo como yo por todo esto.
—Gracias, amigo —le digo mientras paso.
El gimnasio está vacío, como dijo que estaría. La única luz que brilla viene del
cuarto de entrenamiento, así que me dirijo allí. A mi espalda, escucho la puerta
cerrarse con seguro antes de que los pesados pasos de Seth me sigan. El gimnasio
huele a limpio. Siempre huele así. La cantidad de limpieza y mantenimiento que
Seth y Olivia hacen en este lugar es increíble. El padre de Olivia, Rick, estaría
complacido. Recuerdo cuando murió. Fue un día triste para todos. Nadie lo
esperaba.
Atravieso la puerta de la sala de entrenamiento y me meto hasta la jaula
mientras Seth acomoda todo en su sitio. Cuando termina, rueda una pelota de
ejercicio y se sienta sobre ella cruzando los brazos.
—Entonces Amelia apareció, ¿eh?
Me estremezco al recordarla. Verla en carne y hueso fue… etéreo. Irreal.
Desagradable. Abandoné el gimnasio hoy totalmente confundido. Verla hizo que
mi corazón retumbara salvajemente, pero la repulsión que sentí fue tan fuerte que
no fui capaz de activar ningún pensamiento lujurioso. Inhalar el mismo aire que
ella era demasiado. Como un cigarrillo que ennegrece las entrañas.
—Sí… —Me paso los dedos por el cabello—. Me sorprendió con la guardia
baja.
—¿Dijo por qué estaba aquí?
Lo miro a los ojos.
—Por mí.
Seth sacude la cabeza.
—Tiene que haber algo más. Jamás le importaste una mierda, ¿por qué ahora?
Un encogimiento de hombros es mi única respuesta. ¿Tal vez había
62
cambiado? ¿Tal vez había despertado y se había dado cuenta de que yo era la
mejor cosa que alguna vez había tenido? Ja. Sí claro.
—¿La has visto desde esta mañana?
Niego.
—No, pero tengo la sensación de que no se va a ir.
—¿Y Selena? ¿Lo sabe?
Aprieto la mandíbula.
—No.
—Tienes que decirle, Jacks. Es cuestión de tiempo que Amelia descubra que
tienes a alguien más y trate de alejarlos. Deja que Selena te ayude.
Si supiera lo mucho que había arruinado las cosas entre nosotros. No iba a
querer ayudarme. Siempre estaba sacrificándose para ayudarme y yo se lo lanzaba
de regreso a la cara.
—Selena no puede ayudarme —murmuro con voz triste y serena.
Los ojos de Seth se entrecierran.
—Bueno, alguien tiene que ayudarte porque seguro como la mierda que no
puedes ayudarte a ti mismo. Eres inútil. Siempre lo has sido.
La agresión en toda su gloria se enciende en mi sangre y salgo de la jaula.
—¿Soy inútil?
Seth se levanta, la imagen perfecta de la calma. ¡Por supuesto que está
calmado! Me lanzo hacia adelante con un gruñido y balanceo el brazo. Sucede
rápido. En un minuto estoy conectando con la boca de Seth. No se molesta en
levantar los brazos para protegerse. Me deja golpearlo. En lugar de relajarme, me
molesto aun más. Aprieto los dientes cuando la cabeza de Seth se voltea de lado
pero él no se inmuta. Por supuesto que no lo golpeé extremadamente fuerte, solo lo
suficiente para hacerle saber que no soy un inútil. La sangre se filtra a través del
labio y se pasa la lengua para limpiarla.
—¿Te sientes mejor?
¡Está calmado! Retiro el brazo hacia atrás para golpearlo de nuevo y su
mandíbula se aprieta.
—Solo voy a dejar que me golpees una vez, Jackson. Hazlo de nuevo y voy a
patear tu maldito trasero.
Me detengo, con el puño preparado. Quiero soltarlo. Quiero desahogar toda
mi ira… ¿pero cuál es el punto? Tiene razón. Soy un maldito inútil. No tengo un 63
trabajo de verdad, ni familia, ni objetivos. Golpear a mi mejor amigo, a mi hermano
en el rostro, no va cambiar eso. Bajo el puño, eligiendo pasar la mano por mi rostro
en lugar del suyo.
—¿Va a ser así para siempre? —pregunto.
Mi voz suena derrotada, exhausta, incluso triste, pero no me importa. Ya no.
—Si lo permites. Amas a Selena. Muy en fondo, sabes que sí. Si quieres que tu
vida cambie, tienes que dar el paso, hombre. Lo que sea que suceda, no puede ser
peor que lo que está pasando.
Sus palabras tienen sentido, pero no el suficiente para que admita mis
sentimientos. Ni siquiera yo estoy seguro.
—¿Qué pasa si lo arruino?
Se encoge de hombros.
—Arruinarlo es parte de la aventura. Yo lo arruiné. Lo sigo arruinando en
grande, pero Olivia me perdona.
—¿Cómo te perdonas a ti mismo?
El rostro de Seth se ensombrece y sus ojos se entrecierran arrepentidos.
—No lo hago. Cada vez que miro su rostro me pregunto si me ama menos
por lo que hice. Me torturo pensando que Olivia se siente herida cada vez que
Selena y yo estamos en el mismo cuarto, incluso me ruega que me olvide del beso.
Me cree cuando le digo que todo fue una artimaña para vengarme de Don y que no
significó nada para mí, pero no puedo perdonarme. —Se pasa los dedos por el
cabello—. En resumen, puedes golpearte todo el tiempo por hacer algo estúpido, o
puedes valorar tus bendiciones y aprender de ellas.
Sé a dónde se dirige y entiendo su consejo, de verdad, pero declarar mi amor
a Selena solo aumentaría su esperanza. Y no estoy dispuesto a tomar ningún riesgo
con Amelia en la ciudad. Puedo imaginarme la cantidad de juegos enfermos que
ensayará conmigo cuando se entere de que Selena existe. Probablemente también
iría tras Selena. Las historias que Amelia le cuente destruirán cualquier sentimiento
que Selena tenga por mí y, si de todos modos tiene que escucharlas, será mejor que
las escuche de mí. Eso cuenta, ¿verdad? ¿A las chicas les gusta oír las historias de
la fuente original?
—Tengo que ver a Selena… —murmuro mirando las esteras negras bajo mis
pies.
Me muevo rápidamente y cruzó el cuarto en tiempo record.
—No hagas nada de lo que vayas a arrepentirte después, Jacks —dice detrás
de mí. Le hago una señal de despedida. 64
Lo más probable es que termine arrepintiéndome de contarle mi historia con
Amelia. Probablemente la compartirá con Olivia, quien se la contará a Seth. Pero al
menos no seré el único que la cargue, como ahora.
Capítulo 6
Selena
Mi teléfono suena y la pantalla se ilumina. Me levanto moviéndome más
rápido en esos dos segundos que en toda la noche, y todo por una notificación de
batería baja. Recostándome de nuevo en el sofá, tomo el control remoto y miro por
última vez el comercial de levantamiento de glúteos. Apago el televisor. No sé qué
estará haciendo Jackson. Ahora podría estar en otro estado, o muerto. No suelo
pensar lo peor de primera instancia, pero a Jackson le gusta conducir rápido.
Teniendo en cuenta su personalidad errática y todo lo que pasó hoy... podría
terminar en una zanja. Rápidamente deshecho la idea. Olivia dijo que Seth lo vio y
estaba bien. Sin embargo, ni idea de lo que estará haciendo ahora. Quisiera que me
enviara un mensaje pero probablemente soy la última cosa en su mente, y después
de llorar en mi hombro, dudo que alguna vez quiera volver a verme. Con un
suspiro me levanto del sofá. Hace una hora decidí salir a pasear por mi cuadra,
pero tuve la loca idea de que Jackson vendría mientras estaba ausente, así que me
quedé en casa. Pero mientras los segundos pasan, empiezo preguntarme si 65
aparecerá en absoluto.
Abrochándome los jeans camino hasta el pasillo. Llego a la puerta principal,
me subo la capucha de la sudadera rosa sobre la cabeza para que mi cabello se
quede en el cuello y me mantenga caliente. No hace frío, pero llevar así el cabello
es cómodo. Me hace sentir segura. Estoy abatida y no me gusta sentirme así.
Últimamente, mientras camino tengo los hombros caídos y la espalda encorvada.
Camino despacio. Me siento como esas chicas a las que consideraba estúpidas por
enamorarse de alguien que no lo merece... y lo odio.
Con los dientes apretados abro la puerta. Me paralizo cuando un puño se
detiene a un centímetro de mi rostro. Mi corazón da un vuelco y dos latidos, luego
acelera el ritmo. Requiere de toda mi voluntad no tomar su puño y llevarlo a mis
labios. La forma en que mi cuerpo reacciona a su presencia me confunde. Es como
si no lo hubiera visto en meses. Lo he echado tanto de menos que me duele el
pecho.
Retengo la respiración mientras baja la mano y nerviosamente la mete en una
bolsa de sus jeans. Huele a limpio, a agua y jabón, y su camisa blanca se ajusta a su
cuerpo.
—¿Puedo entrar? —pregunta finalmente, pero permanece inmóvil.
He esperado tanto tiempo para que aparezca, que aún cuando mi orgullo
magullado quiere patear su culo, mi compasión se niega a dejarlo.
Niego y su expresión grave se oscurece.
—Iba a dar un paseo. Puedes unirte a mí... si quieres.
Un breve indicio de alivio parpadea en su semblante y la sonrisa más leve se
forma en las comisuras de sus labios, pero las líneas de tensión que abarcan la
mayor parte de su rostro no permiten que se extienda a sus ojos. No creo recordar
la última vez que lo vi sonreír plenamente. Ya sabes, cuando los ojos se curvan y la
piel se arruga. La extraño. Es una mirada que siempre ha favorecido a Jackson.
Se vuelve y baja las escaleras, yo inhalo profundamente para calmar mis
nervios. Nunca hemos caminado juntos, es decir, sin propósito. Un paseo casual y
una posible conversación significativa no es algo que hayamos hecho antes. ¿Y si
las palabras que quiero decir no vienen cuando las necesito? He querido hablar a
un nivel más profundo durante mucho tiempo. ¿Qué pasa si me congelo cuando
finalmente ocurre y pierdo la oportunidad? Sin pensarlo, cierro la puerta y camino
junto a él. De vez en cuando froto los brazos y una descarga de electricidad recorre
mi sistema. No hablamos mientras caminamos, pero no tiene que hablar para que 66
sienta su estado de ánimo. Camina como yo, hombros caídos y pasos lentos.
Cuando pasamos la mansión de la esquina finalmente decide abrir la boca.
—Selena…
Se interrumpe cuando su teléfono suena, y suena como loco. Noto la forma en
que tensa la mandíbula y aprieta los dientes. Mi propia frustración se eleva, y la
furia se asienta en la boca de mi estómago. De alguna manera logro tragármela
mientras Jackson toma el teléfono del bolsillo y mira la pantalla. No me asomo, no
quiero inmiscuirme en su vida privada. Lee las palabras en la pantalla durante un
tiempo mientras caminamos. Cada largo y doloroso segundo es un golpe a mi
resistencia. Mi mente corre desenfrenada, preguntándose qué iba a decir. Casi me
congelo de la sorpresa cuando me tiende el teléfono. Su teléfono siempre ha estado
fuera de los límites, bloqueado con contraseña. Lo miro. Luego a Jackson. Sus ojos
oscuros buscan los míos y me pregunto qué está buscando, ¿aceptación?,
¿comprensión?, ¿lástima? No puedo adivinar.
—Lee esto —exige, acercando el teléfono.
Arqueo una ceja y mueve ligeramente la cabeza. Con cautela, lo tomo de sus
dedos y leo las palabras en la pantalla.

He imaginado nuestra reunión en mi cabeza una y otra vez, Jackie.

—¿Recuerdas la mujer de la que te hablé una vez...? —pregunta.


Asiento, pero evito sus ojos y continúo leyendo el mensaje.

No puedo decir que el que huyeras de mí no era uno de los escenarios que
había imaginado. Lucha contra mí todo lo que quieras, cariño. Sabes que me gusta
que te hagas el difícil. Besos.

—Es ella.
Ella. Lucho contra el escalofrío al leer el texto una y otra vez. Reunión. Jackie.
Cariño. ¿Eso es lo que pasó hoy? ¿La vio? Finalmente levanto los ojos de la pantalla
para mirarlo, pero su atención se centra en la calle oscura.
—¿Está en Portland? —pregunto, ignorando los celos que me torturan y el
egoísmo profundo en mi estómago.
Asiente. 67
—Está en Portland. Hoy estuvo en el gimnasio.
Siento deseos de desplazar el dedo por el resto de la conversación, pero no lo
hago. Parece que los mensajes vienen de un solo lado, pero adivino por la
expresión de su rostro que Jackson ha querido responder.
Necesito toda mi fuerza de voluntad para devolver el teléfono y empezar a
caminar de nuevo, pero de alguna manera lo logro.
Lo veo de reojo.
—¿La viste antes de venir a verme?
Asiente de nuevo.
—Quería hablar contigo y decirte todo... pero encontrar las palabras
adecuadas era muy difícil. Cuando te quedaste dormida, me fui.
—No me debes ninguna explicación, Jackson. —O por lo menos no en lo
concerniente a una antigua relación. Lo que sucedió es un asunto entre él y ella—
.Tu relación con ella no fue fácil. Fue tu primer amor, probablemente tu único
amor, y yo estoy... —Busco desesperadamente la palabra y no la encuentro—. Yo
soy yo. Si piensas que me debes una explicación porque no deseas continuar con lo
nuestro debido a su regreso, no lo hagas. Entiendo.
Jackson tropieza y se apodera de mi antebrazo para detenerme.
—¿Qué? No, no pienso terminar contigo, Selena.
Dice “terminar” como si hubiéramos empezado algo, en primer lugar. Me
trago las palabras antes de que salgan de mi boca.
—¿Entonces por qué estás aquí?
—Para decirte todo. Para desnudar mi alma. Y espero que me perdones de
corazón por todas las cosas horribles que he dicho y he hecho.
Miro profundamente en sus ojos. Me siento confundida. ¿Qué le ha hecho
esta mujer? Mis intentos de que Jackson hablara fueron como abrir una lata con
una cuchara desechable, y ahora está rogándome para que lo escuche escupir todo.
Aprieto los labios. ¿Podría ser? Sus iris verdes reflejan su urgencia, exigiendo la
oportunidad de una explicación. ¿Podría estar preocupado de perderme en el
fuego cruzado, ahora que su ex está en la ciudad? ¿Qué podría decirme para
perderme? Está loco si piensa que no lucharé con uñas y dientes.
—¿Cómo se conocieron? —pregunto, no queriendo realmente saber la
historia.
Me imagino que la única manera de conseguir que Jackson confíe en mí es 68
haciéndolo hablar y que se sienta cómodo. Se frota la nuca con una mano un par de
veces.
—Era joven cuando la conocí, tenía dieciséis. Amelia era mayor de edad.
Suspiro.
—¿Ella sabía?
—Sí lo sabía, pero no le importaba.
Siento cambiar mi semblante por el disgusto y las cejas de Jackson se elevan
ofreciendo una disculpa sutil. He suplantado a un abogado suficientes veces como
para saber que la violación de menores es algo grave.
—Nos conocimos en un bar nocturno, y debería haber sabido, desde el
momento en que la vi, que era una mala noticia, pero no me importaba. Era la
mujer más hermosa que había visto nunca, más guapa que las chicas de la escuela.
Yo era un buen chico, aunque no lo creas. Sacaba buenas calificaciones, participé
en diferentes deportes, y los lunes y jueves por la noche entrenaba en la escuela
local de MMA.
No puedo juzgarlo por visitar bares a una edad temprana. Olivia y yo
hicimos lo mismo, o más bien, yo lo hice. Los padres de Olivia rara vez le
permitían salir por la noche.
—¿Es algo que te apasiona? —interrumpo rápidamente, aprovechando su
elocuencia—. ¿La lucha?
Supuse que Jackson siempre tuvo interés en ese deporte porque trabajaba con
Seth y estaba presente durante sus competencias en MMAC, pero nunca ha
mencionado el tema.
Una sonrisa triste se forma en sus labios.
—Me apasionaba.
Frunzo el ceño.
—¿En el pasado?
—Ella me hizo luchar con tanta frecuencia que me cansé. La simple idea de
pelear me sacaba de quicio. Tuve que dejarlo.
Frunzo más el ceño.
—¿Te hizo luchar?
Jackson suspira, su mandíbula se aprieta brevemente.
—Atacaba a personas inocentes porque la excitaba. La hacía quererme más y
eso era suficiente para mí. 69
Me cubro la boca con una mano.
—¿Qué diablos?
—Sí.
Frunce los labios. Me siento enferma, no sé si condenar a Jackson o culpar a
Amelia por manipular a un muchacho.
—¿Cómo pudiste continuar con eso? ¿Por sexo?
Sus iris brillan con simpatía, tan claro como el día.
—Por amor. —Ouch. Me pregunto si golpearme limpiamente en el estómago
dolería tanto como esas dos palabras. Parece que le fue muy fácil enamorarse de
alguien como Amelia. ¿Cómo alguien así puede ser digna de amarse? Nunca le he
hecho daño a nadie. Nunca he molestado a muchachos jóvenes o he incentivado
juegos emocionales, y aun así, aparentemente soy imposible de amar. Siento que
mis emociones y mis nervios se retuercen dolorosamente dentro del cuerpo—.
Quería que me amara como yo la amaba —añade para dar una explicación
razonable.
—¿Cuánto la amabas?
Se encoge. No quiero oír la respuesta pero mi corazón es masoquista. Quiere
saber cada maldito detalle sobre ese amor tan fuerte... un amor que nunca tendré el
placer de sentir a menos que él me corresponda.
—Selena.
Mi nombre es una petición para que retire la pregunta, pero no lo hago. Si
quiere hablar, entonces tiene que responder a cada pregunta que salga de mis
labios.
—¿Cuánto?
Segundos interminables pasan, cada uno más doloroso que el anterior.
Cuando habla, me arrepiento de inmediato de haber preguntado.
—La amé lo suficiente para dejar la escuela, dejar a mis padres, odiar a Seth,
dejarla escoger mis tatuajes y golpear a todo el que ella quisiera. La amé hasta dejar
que me lastimara, abusara de mí y me follara de formas que me causaban dolor
físico y emocional. —Expulsa el aire enojado—. La amaba más que a mí mismo,
más que a todo lo demás. Con un pestañeo me derrotaba. Hubiera matado por ella
y hubiera pasado el resto de mis días en la miseria si eso significaba hacerla feliz.
Trago saliva. Odio esto. Odio las lágrimas en mis ojos. Odio la sensación de
repugnancia absoluta en mi estómago, pero sobre todo, odio estar celosa de
alguien tan psicótica. Nunca lo haría sentirse así.
70
Sus ojos dejan mi rostro, claramente incómodo con mi pequeño lagrimeo.
—¡No me hagas esas preguntas, Selena! No quiero molestarte.
—Ustedes rompieron —le digo, pasándome la sudadera por los ojos para
limpiar los restos de rímel—. ¿Qué pasó?
Jackson aprieta más la mandíbula, más que nunca.
—Me desperté una mañana y ella se había ido. Eso fue todo.
Lo miro curiosa. No leo mentes, pero sé cuando está ocultándome algo.
—¿Solo así? —pregunto.
Sus ojos atormentados me miran desafiantes.
—Solo así.
Sus palabras son poco convincentes: sus barreras intentan dejarme afuera. Lo
veo cuando una expresión pétrea se asienta sobre sus rasgos, incluso sus ojos se
oscurecen.
—Si fuera alguien por quien matarías, intentarías encontrarla, no mudarte de
estado para intentar olvidarla.
Se adelanta, eliminando la distancia entre nosotros. Grito cuando sus grandes
manos sujetan mis hombros y me aprietan con fuerza contra su cuerpo.
—No me hagas hablar de eso.
—Tú quieres hablar y yo quiero saber. —Me muerdo el labio temblando
violentamente—. Quiero saberlo todo. Quiero conocerte.
Suavizando la voz, sus ojos bucean en los míos.
—¿Por qué? ¿Qué esperas oír?
Mi mirada pensativa recae en sus labios. No sé qué quiero oír. Tal vez estoy
esperando que cuando vuelva a contar la historia, se dé cuenta de que soy digna de
una oportunidad. Que sí puedo hacerlo feliz, cuando ella no pudo.
—Quiero que lo saques de tu pecho, Jackson.
—¿Qué puedo decir? Estaba en una relación abusiva. Me cambió y no
funcionó. Fin.
Se está cerrando segundo a segundo, cerrándose a mí, así que me sujeto a un
clavo ardiendo.
—Muchos hombres sufren violencia doméstica a manos de una mujer. Es
necesario hablarlo. No es nada de qué avergonzarse.
71
Me libera con un ligero empujón y me tropiezo hacia atrás antes de estabilizar
mi equilibrio. Trago el bulto duro que se forma en mi garganta, las lágrimas corren
por mis mejillas.

Jackson
Odio verla llorar. Cada gota salada en su mejilla agita mis entrañas. Empuja,
estira y da vueltas, haciéndome sentir lo imbécil que soy. Aun así, me niego a ser
catalogado bajo la ridícula etiqueta de violencia doméstica. ¿Un hombre sufriendo
violencia doméstica a manos de una mujer? Soy físicamente más fuerte que Amelia
y al menos dos veces su tamaño. Solo puedo imaginar las miradas que conseguiría
si fuera por ahí alegando que me ha hecho daño. No mentiría. Me ha hecho daño...
Me hirió con una lista interminable de objetos: zapatos, lámparas, cuchillos,
tenedores, libros, sillas, cualquier cosa que una mujer de su tamaño pudiera
recoger. Sin embargo, el peor dolor que jamás me infligió no fue físico... los juegos
emocionales fueron más allá de todo lo imaginable. El día que se fue y me enteré
de dónde estaba... Ese fue el peor dolor que he sentido.
10:15 a.m. Hospital North Seattle. Habitación 317.
Niego rápidamente, no quiero pensar en eso. Podría perdonarle todo, pero
eso no. Ese día me cambió realmente.
Me aclaro la garganta, avergonzado por el nudo.
—No soy una víctima.
—No lo eres. Eres un superviviente —me dice.
Resoplo.
No soy un superviviente. Vivo con mi pasado todos los días. Todavía me
afecta y se filtra en mi presente, envenenando mi vida. No soy un sobreviviente.
Soy un perdedor. Siempre lo he sido y siempre lo seré. Todavía estoy atormentado
por Amelia. No puedes sobrevivir a algo de lo que aún no has escapado.
—Un superviviente. Correcto.
Me doy vuelta y camino de regreso a la casa de Selena. Necesito un descanso.
Para un primer intento, le di a Selena más información de la que pensé. Mi mente
no puede soportar más. Necesito un descanso. Dormir. Necesito dormir.

72
Capítulo 7
Jackson
(Unos días más tarde)
Mis pies dejan de pisar la cancha cuando brinco y flexiono las muñecas para
enviar la pelota. Vuela hasta golpear el tablero y rebota en el aro. Seth se ríe
moviéndose a un lado para atrapar el rebote y hacer un disparo. Por supuesto,
entra. Se desliza en la cesta sin siquiera tocar el aro.
—Presumido —refunfuño, dejándome caer sobre la cancha.
El aire caliente se aferra a mis húmedos brazos expuestos y rezo porque una
brisa llegue y me ayude a refrescarme. No me gusta jugar al baloncesto,
especialmente con Seth. ¿Hombres adultos persiguiéndose unos a otros para arriba
y para abajo en una cancha, por una pelota? No, gracias. Si voy a ponerme
acalorado y sudoroso con otro tipo, será cuando estemos encerrados en una jaula y
le esté dando puñetazos en el rostro. Con una sonrisa de orgullo, Seth desliza el
brazo sobre la frente y se sienta sobre el cemento a mi lado. Echo un vistazo a 73
través del parque a Olivia y a Chloe jugando en la arena, al final de la resbaladilla.
Seth tiene la mejor vida. Sin el patético estrés de las ex novias que lo incomode.
—¿Has hablado con Selena desde que le contaste todo? —me pregunta. Sé
que ha estado muriendo por preguntarme desde que llegamos al parque.
Niego.
—No, y antes de que digas cualquier otra cosa, no estoy evitándola. Estoy
dándole tiempo para que procese lo que le dije.
Seth puso los ojos en blanco.
—Tres días son más que suficientes. Además, Olivia dice que no le
descubriste completamente tu alma. Lo que estás haciendo es darle este tiempo
para que piense que no eres más que un imbécil que pasó por una mala
experiencia y ahora tiene problemas de chicas.
Aprieto los dientes. Sé que no le confesé todo a Selena. Apenas arañé la
superficie, pero este tipo de cosas lleva tiempo. Tengo que dejarlo salir poco a
poco. Temo que si hago saltar la tapa completamente, los problemas estallen y me
ahoguen en el proceso.
—Sé lo que estoy haciendo, Seth. Deja que yo me ocupe de Selena.
—Solo quiero ayudar. —Sacude las manos y sonríe—. ¿Cuándo planeas
visitar el subterráneo de nuevo? —pregunta, su mirada se mueve hasta mi ceja.
Está lejos de sanarse. Creo que la sutura de Selena apenas pudo mantener
unido el tejido, pero lo importante es que no está sangrando, eso es suficiente para
mí. Durante varios días he contemplado entrar en otra pelea, pero estoy cansado y
me siento débil. Por no hablar de que estoy aterrorizado de encontrarme con
Amelia. Nadie puede hacerte perder el juego como ella.
Me encojo de hombros.
—La próxima semana, tal vez. ¿Por qué? —Sonrío—. ¿Quieres venir?
Seth mira a Olivia y sonríe cuando ella lo saluda con la mano.
—Olivia me patearía el trasero.
Resoplo.
—¿Le tienes miedo a tu mujer?
Él me mira con una sonrisa lobuna.
—Estoy malditamente aterrado.
Nos reímos, pero sé que está diciendo la verdad y no lo culpo. Olivia, aunque 74
parece dulce, es feroz. Un minuto es dulce e inocente como un corderito y al
siguiente, una furiosa leona decidida.
—Sé que decir esto será una pérdida de aliento —comienza—, pero sabes que
no es buena idea pelear con una ceja herida, ¿verdad?
Asiento, el subterráneo no tiene reglas. Según ellos, estaría perfecto para
entrar en la jaula.
—Me conoces mejor que nadie. ¿Cuándo en la vida sigo las buenas ideas?
Seth sonríe.
—No te mataría intentarlo.
No, no lo haría, pero ambos sabemos que rara vez tomo el camino fácil.
—¿Vas a venir o no? —Sería bueno tener a Seth en mi esquina para variar,
por todas las veces que yo estuve en la suya.
Sus ojos brillan ante el pensamiento y yo miro a Olivia y a Chloe mientras
reflexiona. Guardaron pequeños moldes de castillos de arena en una bolsa y Olivia
carga a Chloe y se pone de pie. Con un suspiro, Seth se endereza y se sienta en
cuclillas.
—Veré lo que puedo hacer. —Se pone de pie—. ¿Selena va?
—No —le respondo de inmediato—. No voy a arrastrarla a un lugar como
ese, y Amelia estaba allí la última vez. No voy a correr el riesgo de tenerlas a las
dos en el mismo lugar.
—¿Así que por eso estás evitando a Selena? —pregunta curioso—. ¿Tienes
miedo de lo que Amelia pueda hacerle?
Le echo un vistazo sin decir una palabra. No tengo que hacerlo. Sabe que esa
es la razón por la que estoy evitando a Selena.
—Amelia es peligrosa.
—También Selena —argumenta. Selena es peligrosa, lo acepto, pero no de la
misma manera que Amelia. Selena es emocional y Amelia carece de cualquier
emoción… No sé cuál de las dos es más peligrosa y no quiero averiguarlo. Estuve
con Amelia durante años y perdí la cuenta de cuántas veces le dije que la amaba.
Ella nunca me lo dijo—. Selena puede ser molesta, demasiado confiada e incapaz
de mantener la boca cerrada en el peor de los casos, pero es fuerte y su corazón
siempre está en el lugar correcto. Invítala. Necesitas rodearte de gente que te
apoye, Jacks. Es la única forma en que conseguirás superar esta pesadilla y
deshacerte finalmente de Amelia.
El silencio cae entre nosotros mientras Olivia se acerca.
75
—Llámame si no puedes ir —le digo antes de que esté demasiado cerca para
escuchar y dejo el tema. Hablar de Selena con Olivia cerca, solo logrará que me
diga que no sea un imbécil egoísta y que deje de jugar con los sentimientos de
Selena. Y yo le diré lo mismo que siempre le he dicho: si Selena no es feliz, se irá.
Es la mentira más grande que he dicho. Selena ha tratado de dejarme innumerables
veces, pero yo no la he dejado. Si estuvieras solo, rodeado por la oscuridad,
¿dejarías que la única fuente de luz se fuera?
—Chloe tiene hambre y realmente no quiero sacar el pecho en medio de un
parque —anuncia Olivia cuando llega a la cancha—. ¿Estás listo para irte?
—No te preocupes por mí —le digo con una sonrisa antes de que Seth le
responda—. Puedes hacerlo. No me importa.
Seth me mira por encima del hombro apretando la mandíbula. Pongo los ojos
en blanco. Debería conocerme mejor. Nunca me metería con la chica de otro
hombre, especialmente la suya. He estado en el extremo receptor de su rabia antes,
y no quiero terminar así de nuevo. Costillas rotas que duelen como hijas de puta.
—Eres encantador, Jackson —dice inexpresiva, lanzando la trenza por encima
del hombro y acomodando el peso de Chloe en la cadera.
Chloe me mira y sonríe ampliamente exponiendo sus encías color rosa.
Sonrío en respuesta, sintiendo que mi corazón se hincha en el pecho.
—Chloe piensa que soy encantador —le contesto, apoyándome en los codos.
—Ella sonríe por tu cara de tonto, no por tu encanto —dice Seth extendiendo
las manos para tomarla de los brazos de Olivia. Chloe se queja en sus brazos,
arrugando la linda y rechoncha boca y gritando de frustración. Él acuna su rostro
en un hombro, tranquilizándola—. Lo sé cariño. Su rostro también me aterra.
—Creo que aterroriza a la mayoría de las mujeres —añade Olivia y ambos
ríen como idiotas.
—Ja. Ja —les digo inexpresivo—. Ambos son muy graciosos.
Con un ligero toque, Seth patea el balón hacia mí y vuela lentamente hasta
mis costillas. Tiene esa mirada en su rostro, una que lleva la fuerza de nuestra
conversación anterior. La de Selena. Asiento con un ligero movimiento de cabeza y
su ceño se suaviza quitándole años de edad.
—¿Te veré en el gimnasio mañana? —pregunta y yo niego.
—No puedo. Tengo cosas que hacer.
Es mentira. No tengo cosas que hacer, simplemente no puedo soportar la idea
de volver allí y revivir el recuerdo, o experimentar el trauma de ver a Amelia de 76
nuevo. Es curioso que una persona pueda convertirse en un asiento seguro en el
infierno. Prefiero entrenar solo en mi pequeño apartamento que arriesgarme a ver
a Amelia de nuevo.
—Bien, entonces te llamaré en un día o dos.
Asiento.
—Muy bien. Te veo luego.
Olivia se despide de mí con la mano y una sonrisa. Decide encabezar la
marcha y los veo, sin pensar nada en particular. Me quedo hipnotizado por su
forma de sonreírse el uno al otro, realmente disfrutan de su mutua compañía.
Ladeo la cabeza. Tal vez nunca tenga eso. Con Amelia, era una mierda constante…
un montón de mierda una detrás de la otra. Y con Selena es una constante pelea.
Quiero ser feliz con ella, bromear y reír como antes, como cuando nos conocimos.
Pero ahora las cosas no funcionan bien entre nosotros. Creo que es porque sé lo
que siente por mí y lo escucho con frecuencia, porque lo expresa. Pero soy
demasiado cobarde para expresarle mis sentimientos, estoy aterrorizado.
Si no comienza una relación, no se puede terminar, ¿verdad?
Mantengo la atención en Seth y su familia mientras ponen a Chloe llorando
en el asiento del auto y le dan juguetes para mantenerla feliz hasta que lleguen a
casa. Entonces me doy cuenta de que Selena es la única cosa que realmente tengo.
No tengo familia. No tengo nada que sea verdaderamente mío. Tuve la amistad de
Seth, todavía la tengo, pero su familia siempre será primero. Darryl es alguien a
quien llamo amigo, pero es más amigo de Seth que mío, y rara vez estamos de
acuerdo. Selena lo es todo. Siendo realistas, es mi mejor amiga... la única a la que le
puedo confiar todos mis secretos. Con un suspiro, saco el teléfono celular del
bolsillo y lo desbloqueo. Rápidamente busco mis contactos hasta llegar a su
nombre. Me quedo mirando por un rato, apenas escuchando el claxon de Seth
cuando se va. Se oscurece la pantalla amenazando con bloquearse de nuevo, toco
sobre su nombre y en el botón de llamada. Ruedo hacia un lado y me acerco el
teléfono al oído. El teléfono suena hasta el último segundo posible.
—¿Hola?
Sonrío ante el sonido de su voz. Para mi sorpresa, no suena triste, enojada o
confundida. Parece... aliviada. Aun así, le tomó mucho tiempo contestar su
teléfono y sé que estaba considerando si contestar o no. Supongo que no importa.
Al final lo respondió.
—Oye. ¿Qué vas a hacer? —pregunto, pensando que si comienzo con una
nota informal antes de invitarla al subterráneo, aumentará la probabilidad de
obtener un “sí” como respuesta. Es curioso, cuando Seth sugirió que la invitara,
77
era la última cosa que quería. Ahora, siento que no puedo hacerlo sin ella.
—No mucho. En este momento estoy comprándome un vestido.
—¿Un vestido?
Pasa un momento de duda antes de hablar.
—Voy a salir esta noche con unos amigos.
—Oh. —Mi ceño se frunce ante el pensamiento de todos los vestidos cortos
que puede elegir—. Correcto.
—Si quieres hacer algo, puedo cancelar.
A pesar de la pequeña esperanza en su voz, prefiero seguir casual. Aun así, la
imagen de Selena bebiendo con sus amigos y siendo presa de estúpidos borrachos,
me molesta cada vez más.
—No. Solo llamaba para ver cómo estabas —le digo mintiendo.
Estoy cambiando mi propósito inicial ante el nebuloso pensamiento de que
Selena lleve a otra persona a su casa.
—Estoy bien —dice—. ¿Cómo estás tú?
—Bien. —Me estremezco ante la conversación superficial. No es como me
imaginaba que sería esta llamada.
—Vamos, Selena. —Oigo una voz ronca masculina gritando en el fondo,
seguida de una desconocida risita femenina—. Tenemos hambre.
—Me tengo que ir —dice rápidamente, luego hace una pausa y el peso de las
palabras en su lengua es demasiado grande para dejarlas salir—. Te veré en algún
momento pronto, ¿verdad?
Siento que se extienden las esquinas de mi boca. Al menos quiere volver a
verme. Eso es un plus.
—Muy pronto —confirmo. Una idea nueva comienza a formarse.
Con un “adiós” contenido, Selena cuelga y dejo caer el teléfono en la otra
mano. Me siento, pensando en mi próximo paso. A Selena le gusta el bar Lux, así
que es a donde irá primero...
Y yo también lo haré.

Selena
Jadeo cuando un gran hombro se estrella contra mí derramando mi bebida en
el frente del vestido nuevo. El bourbon está frío, pero no es nada comparado con el
78
trozo de hielo que se las arregla para saltar desde el vaso directamente hasta mi
escote. Mientras se derrite, me estremezo con la boca abierta por la conmoción. El
bruto que chocó conmigo apenas puede recuperar el equilibrio y me agarra por el
hombro. Habla, pero lo que dice no tiene sentido. Me parece oír un lo siento,
incluso creo que oigo un comentario sobre el vestido blanco pegado a mis pechos
desnudos. Ugh.
Me escabullo del hombre para librarme de su alcance. Detrás de mí, oigo el
“lo siento” de nuevo y una mujer grita. No pasará mucho tiempo antes de que los
de seguridad lo echen de una patada por el culo.
Echo un vistazo por el bar en busca del baño, pero el lugar tiene tres colas. No
hay suerte. Supongo que no tengo otra opción. El bourbon va a tener que secarse
en el vestido.
Mientras me deslizo entre la multitud, dejo mi vaso sobre una mesa al azar.
El estado de ánimo para beber se me ha quitado. Mis amigos bailan y beben como
si no tuvieran un mañana, y aquí estoy yo, sola, pensando en la única persona que
probablemente no está pensando en mí. Me está costando toda mi fuerza de
voluntad no darme una vuelta por ahí para verlo. No quiero parecer necesitada,
aunque su presencia es todo lo que quiero. Solo pienso en él, y eso es jodidamente
agónico. Pensé que una noche de fiesta me ayudaría, pero no es así. Sigo creyendo
que lo veo entre la multitud mirándome. Así de triste me he vuelto.
Tan extraño y totalmente deprimente como parece, la idea de que él esté aquí
es todo lo que me mantiene. Si es así, quiero que se acerque a mí. Que venga a
buscarme. Con un suspiro, me dirijo a la parte de atrás en dirección a la barra. De
repente, me gustaría no haber dejado mi bebida. No hay forma de que vaya a
conseguir pasar la noche sin un montón de alcohol y si Jackson está aquí, me
pateará el culo.
Me inclino en la barra y le grito mi pedido al cantinero. Con una inclinación
de cabeza, se vuelve para preparar mi pedido. Descanso mi peso contra la barra,
aliviando la presión de mis tobillos. Una vez más, elegí unos tacones demasiado
altos para la ocasión, pero no culpo a estas bellezas color beige. Me falta
autocontrol cuando se trata de zapatos. Tenían que ser lucidos.
—Hola. —Una voz cálida suena contra mi oído. Mi esperanza sube hasta el
cielo, mi corazón se tambalea y mis labios se curvan en una sonrisa contra la que
no puedo luchar. Poco a poco, me doy la vuelta y me encuentro con un rostro que
no es el que quiero ver. Siento que mis esperanzas desaparecen cuando mis ojos se
posan en unas cejas tupidas sobre unos ojos color chocolate. Su atención no dura
mucho tiempo en mi rostro y baja hacia mis pechos—. Estás chorreando —se burla
el chico borracho con los ojos brillantes. 79
Mofándome, pongo los ojos en blanco.
—Es bourbon idiota.
—¿Bourbon, dices? —Sus ojos oscuros se mueven entre mis pechos.
—Sí. Un desperdicio absoluto.
Él sonríe, encogiendo los anchos hombros.
—Yo no diría que es un desperdicio.
Lo miro sin entender su perspectiva.
—¿No?
—Todavía hay tiempo para salvar unas cuanta gotas.
Inclinándose hacia delante prensa mis caderas.
—Qué demo…
Se pega a mi vestido y su boca busca mi pezón. Chupa fuerte. Agarro sus
hombros y lo empujo. El dolor punzante se suaviza.
—¡Ayyy! ¡Vete a la mierda! —grito clavándole la uñas.
Junto a nosotros, la gente se anima y le da palmadas en la espalda. Algunos
incluso parecen estar haciendo cola detrás de él. He estado en fiestas donde las
chicas llenan sus camisas blancas con alcohol y los hombres chupan el alcohol de
sus pechos, pero esta no es una de esas veces. Levanto las manos y le jalo el pelo
hasta que libero mi pecho dolorido de sus labios. Me miro, apretando los dientes
por el dolor.
—¡Idiota! —murmuro con la mandíbula apretada.
Solo pasa un segundo y su cabeza se aparta de mis manos. Un gruñido
diferente hace que mi columna se vuelva de acero.
Jackson.
Interponiéndose entre el hombre con la boca de aspiradora y yo, Jackson
cuadra los hombros y jala el brazo hacia atrás. No tengo tiempo de reaccionar antes
de que su puño cerrado haga una curva hacia adelante y conecte con la carne. Aún
sobre el sonido de la música escucho crujir el hueso. Una mezcla de preocupación
y entusiasmo crece en mi interior. Los que están en el bar gritan de alegría y de
miedo. Detrás de mí, escucho la llamada por radio del cantinero a los de
seguridad.
Reaccionando, pongo los brazos alrededor de la cintura de Jackson que está
intentando adelantarse para agarrar de nuevo al extraño. Cuando siente mis
brazos, se detiene y me toma por las muñecas. Se desenvuelve de mi abrazo y me 80
arrastra hacia la salida. Me tropiezo con mis propios tacones pero me las arreglo
para rectificar antes de caerme de bruces. Me estremezo cuando somos
zarandeados por la multitud que apenas nos deja pasar. Sobre mi hombro, veo
como los de seguridad empujan entre la multitud buscándonos. Es un esfuerzo
inútil. Estamos en camino, de todos modos.
Echo un vistazo de lejos a mis amigos y hago nota mental de enviarles un
mensaje cuando lleguemos a casa. Me volteo hacia Jackson y él me mira por
encima de su hombro. Trago saliva. Si llego a casa.
Llegamos a la entrada y los dos guardias de seguridad que están en la puerta
nos miran con sospecha.
—Nos vamos —anuncia Jackson, retándolos a que hagan algo al respecto.
Los guardias permanecen firmes hasta que salimos completamente del bar y
llegamos casi a la mitad de la calle. Mis tacones suenan rápidamente en el asfalto y
de vez en cuando titubean.
—Jackson, espera —demando, tratando de soltarme de su mano.
Lo último que quiero es acabar rompiendo mis tacones de doscientos dólares
o rompiéndome un tobillo.
—Nos detendremos cuando lleguemos al coche. —Su tono está lleno de ira.
Odio ser la única persona cerca cuando se desahoga.
Lo empujo al tratar desesperadamente de equilibrarme con los tacones, pero
no le importa. Es más fuerte y sigue arrastrándome, me desliza por la calle como si
fuera pista de hielo. En poco tiempo, veo su camioneta estacionada, esperando.
Jackson saca las llaves de su bolsillo y la abre desde lejos. Cuando llegamos, abre la
puerta de atrás y me mete en el asiento trasero antes de subirse y cerrar la puerta.
Me cruzo en el asiento hasta apoyar la espalda contra el reposabrazos del otro lado
y la cabeza contra la ventana. Se hace un silencio sepulcral en comparación con los
sonidos del exterior. Solo escucho nuestras inestables respiraciones. Durante unos
minutos, ninguno de los dos dice una palabra. Nos miramos el uno al otro,
esperando que el otro sea el primero en romper el silencio.
Soy la primera. Siempre soy yo. Me aparto los rizos del rostro y me muevo
incómoda en el asiento.
—Así que, uh, gracias por eso.
—¿Estás bien? —pregunta, a pesar de que carece de cualquier simpatía.
—Estoy bien. No es exactamente mi primer fiasco en un bar. —Su mandíbula
se tensa y me arrepiento de mis palabras. En lugar de corregirlas, me aclaro la
garganta, con la esperanza de cambiar de tema—. Me has seguido —afirmo con 81
absoluta certeza.
A Jackson le gusta salir de juerga tanto como a mí, pero sin Seth, no hay
forma de que vaya solo a los bares.
—Sí —responde, sin intentar negarlo—. Y me alegro de haberlo hecho.
Lo sabía. Aquí estaba yo pensando que me estaba volviendo loca viendo su
rostro por todas partes. Tenía razón. Él estuvo allí… mirándome durante horas. La
revelación debería hacerme sentirme incómoda, pero no es así. ¿Es eso enfermo?
Ni siquiera me importa.
Me alejo de la puerta y me acerco a él.
—Yo también.
Su aroma llena el coche, superando mi olor a bourbon, humo y perfume. Me
fijo en su ropa ceñida, camiseta negra y pantalones negros con tenis a
juego. Siempre me ha gustado la forma de vestir de Jackson para salir. Hay algo
atractivo en su manera casual de vestirse.
Recargo la cabeza en el asiento, lo suficientemente cerca como para que mis
labios rocen su hombro. Después de unos minutos, exhala y se voltea para
mirarme.
—Estoy enojado contigo.
—Lo sé.
—¿Por qué, de todos los colores, compraste un vestido blanco y corto?
Le beso el hombro, insatisfecha porque mis labios no llegan a tocar su carne.
—Porque te gusta que me vista de blanco. —Lo beso de nuevo—. Te gusta
cuando enseño las piernas.
Sus cejas se unen acusadoras.
—Pero no tenías idea de que me verías esta noche.
Mi corazón se hincha en el pecho y, por alguna extraña razón, me dan ganas
de llorar porque estoy aquí con él. Todos los deseos que he pedido desde esa
llamada telefónica poco a poco se están haciendo realidad, uno por uno.
—Tenía la esperanza de que lo hicieras —confieso, empujándome más
cerca—. Lo elegí con la esperanza de que lo vieras esta noche.
Hasta las bebidas. Jackson prefiere bourbon a cualquier otra bebida, y cuando
no está, me gusta beberlo. Es triste, pero mientras lo bebo, me imagino que es su
lengua la que puso ese sabor en mi boca. Veo una lucha interna en el rostro de
Jackson mientras decide si dejarlo pasar o no. Si está esperando una disculpa, no la
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va a conseguir. No tuve la culpa de lo que pasó esta noche. Por esta vez. No voy a
pedir perdón por haber sido manoseada y aspirada en contra de mi voluntad. En
cierto modo, estoy contenta de que sucediera. Pero tenía una duda, ¿se habría
acercado si no hubiera pasado?
Sutilmente toma una inhalación lenta y la expulsa por los labios entreabiertos.
Todas las marcas de ira desaparecen de su rostro y son reemplazados por un muro
de piedra. Sin ira. Sin alivio. Sin felicidad.
Me quedo quieta cuando me alcanza, su mano se mueve lentamente por mi
vestido empapado en alcohol. Aguanto la respiración cuando la punta de su dedo
índice se desliza por debajo de mi pecho y su pulgar hace presión suavemente en
mi pezón que se endurece contra la tela fría con ganas de saludar, pero
tranquilamente empieza a burlarse de él.
—¿Se sintió bien? —pregunta con los ojos puestos en los míos.
No necesito que me lo aclare. Él quiere saber si me encantó tener la boca de
un extraño en mí. Un coche pasa en ese mismo momento, iluminando su rostro y
dejando la mitad en las sombras.
Niego.
—No.
Incluso con Jackson, mis pezones tienen un límite. No me gusta que los
succionen demasiado duro, que los expriman, los pellizquen o que los muerdan.
La idea en sí misma es suficiente para que me estremezca. El pulgar de Jackson
disminuye el ritmo, calmándome, y al mismo tiempo agravando el dolor aun más.
—¿Puedo hacer que te sientas bien?
Frunzo el ceño. ¿Está pidiendo permiso? Me resisto a tocar su frente
buscando fiebre.
Empiezo a mover la cabeza.
—Jackson…
—Quiero que confíes en mí —dice, interrumpiéndome.
Esta vez, no hay duda por su tono de que va a poner su boca sobre mí, tanto
si quiero como si no. Miro sus ojos buscando algo. ¿Consuelo tal vez? Pienso traer
a colación el hecho de que estamos estacionados al costado de una calle muy
transitada a las doce de la noche, pero rápidamente me doy cuenta de que no le
importará. Las demostraciones públicas de “afecto” no son algo que le moleste 83
tanto como a otros, y las ventanas son bastante oscuras. Me pregunto si es algo a lo
que se acostumbró con Amelia. El pensamiento provoca que los celos arañen mi
estómago, logrando que se retuerza de celos, pero rápidamente desaparecen
cuando Jackson baja los tirantes por mis hombros dejando al descubierto la parte
superior de mis pechos. Se gira en su asiento estirando el rostro para acercarlo más
a mi pecho y retirando la tela hacia abajo. Mi pecho generoso rebota libre y mi
corazón comienza a patear, amenazando mis cimientos. Aprieto los dientes y
contengo la respiración. Sus ojos oscuros se fijan en mi pezón y una pequeña
sonrisa baila en sus labios antes de que se abran y la punta de su lengua se deslice
hacia afuera.
El primer toque envía una sacudida que me hace estremecer y jadeo,
hincando mis dedos en el asiento de cuero negro. Un segundo después, su boca me
rodea, envolviendo el pezón con saliva caliente y me encuentro arqueándome
contra él. Se siente muy bien la suavidad de su tacto. Nunca he tenido esto antes.
Ahora estoy experimentándolo con él, es raro pensar que encontré consuelo en
algo menos suave. Durante mucho tiempo le di satisfacción sexual de la forma que
le gusta. Tal vez es hora de que trate de hacerlo de la forma que me gusta.
Su lengua baila y hace suaves remolinos sobre mi pico endurecido. No soy
capaz de apartar los ojos de su rostro. Sus ojos están cerrados, su expresión
completamente en paz. Si no fuera por la ansiedad con que sus manos acarician
mis muslos, pensaría que no está afectado por la intimidad del gesto. Mi corazón
se hincha ante la idea de que quiera hacerme sentir bien de una forma diferente a
la que estoy acostumbrada. Podría estar exagerando, pero Jackson es más de
morder que de lamer. Él folla, no se burla o te acaricia. Sin duda, esto tiene que
significar algo. Sus dientes pasan por mi pezón y, por instinto, mi cuerpo se tensa
hasta que se alejan con aire de impaciencia, dejando solo la suavidad de su lengua.
Dejo que mi cabeza caiga hacia atrás en el asiento y cierro los ojos mientras
continúa su dulce asalto. El asiento de cuero hace sonidos ceñidos mientras él
estira más su cuerpo hacia mí. Sus dedos rozan el dobladillo de mi vestido,
buscando un camino hasta mis muslos, así que extiendo las piernas muy
ligeramente, concediéndole el acceso. Una ráfaga de aliento deja mis labios
mientras desliza sus dedos hasta mi centro y los pasa sobre la fina franja de encaje
blanco.
Y entonces recuerdo dónde estamos. En una calle transitada. En un auto.
Mis ojos se abren de golpe y agarro su muñeca. La empujo con fuerza
inmovilizándola contra mi muslo. Mi resistencia desencadena que sus dientes
muerdan firmemente mi pezón. ¡Hijo de puta!
—Alto —siseo entre dientes, ignorando la forma en que mis caderas
sutilmente se adelantan contra su mano.
84
Jackson niega y hago una mueca de dolor cuando al mover la cabeza lastima
más mi pezón. Agarro su cabello igual que hice con el extraño del bar, y jalo hasta
que me libera. Con un control total sobre su cabeza, levanto su rostro hacia mí
hasta que la punta de su nariz casi toca la mía. Pensaba decirle basta, castigarlo por
no ser gentil, cuando sabe que odio que maltrate mis pezones, pero cuando su
aliento excitado me inunda y sus dedos se crispan contra la cima de mis muslos,
pierdo todo sentido. Aplasto mis labios contra los suyos y gimo profundamente
cuando abre la boca y me deja entrar. Él sabe a bourbon y azúcar. Nunca he
probado nada tan intoxicante. He tomado un par de copas esta noche y apenas he
sentido un zumbido. Basta un solo beso suyo para que me de vueltas la cabeza.
Se encuentra sobre mí en un segundo, empujándome de espaldas y con
fuerza contra el asiento trasero. Me doy cuenta de que sus manos ya no están entre
mis piernas hasta que sube una por mi antebrazo y la utiliza para apretar mi
muñeca hasta que suelto su cabello. Por lo general, tiene que forzar mis dedos para
que le suelte el cabello, pero esta noche, voy a permitir que lo haga a su manera.
Después de apartar mi otra mano de su cabello, Jackson pone ambas sobre mi
cabeza y se aleja de mi boca. El aire frío calma mis ardientes labios y los lamo para
ayudar mientras Jackson me da una mirada afilada… una advertencia. La amenaza
es clara en su ceño fruncido, pero no hace mella en mí. Estoy demasiado excitada…
demasiado alterada para no luchar contra él. Le encanta cuando peleo y su negativa
a hablar realmente está encendiéndome. Normalmente, Jackson dice cosas
traviesas y sucias en mi oído cuando trata de excitarme, pero esta noche apenas ha
dicho una palabra. Y joder, lo amo.
—Ooh —me burlo, sonriendo de forma lobuna—. ¿No vas a hablar? ¿Ni a
maldecir? ¿Ni a exigir?
Sus hermosos labios hinchados por los besos se contraen en las esquinas y
pasa la pierna sobre mi cuerpo, atrapando mi mitad inferior bajo su peso. Lucho
cuando me toma las muñecas, pero sus grandes manos me tienen completamente
inmovilizada. Liberando una de sus manos, la mete en la bolsa de la parte
posterior del asiento del pasajero. De ahí saca una banda negra delgada. La
reconozco de inmediato como la que usamos cuando dejé que me atara a un árbol,
en un viaje de campamento secreto después de Las Vegas. Ese fin de semana iba a
ser nuestro último encuentro… la última follada. Sí, mucho bien hizo eso.
—Me pusiste celoso —afirma mientras observa la tela de la banda.
De pronto mi mirada se clava en ella también, con miedo, por la gran
cantidad de emociones que una pequeña tira de tela negra puede conjurar. 85
Curiosidad.
Emoción.
Miedo.
En todos los juegos que Jackson y yo hemos practicado, ponerlo celoso era su
único límite infranqueable… además del juego anal, obviamente. Es uno que no
me di cuenta que le afectaba tanto... hasta después de coquetear con Don y besar a
Seth en Las Vegas. Lo aprendí esa noche. Aprendí que los celos son algo que a
Jackson no le gusta sentir, y estoy segura de que tiene una buena razón.
—Involuntariamente —digo moviéndome incómoda.
—Aun así, el sentimiento estuvo allí. —Se inclina hacia adelante y envuelve la
tela alrededor de mi muñeca una y otra vez—. Empujaste mi límite infranqueable y
ahora voy a empujar el tuyo.
—¿Mis pezones? ¿De verdad? ¿No puedes jugar con otra cosa?
Niega con una sonrisa y observo mientras ata la banda alrededor del pequeño
lugar en el reposabrazos de la puerta, manteniéndome en el lugar. Todo mi cuerpo
tiembla de anticipación mientras acerca su rostro al mío. Su mirada se mueve sobre
el puente de mi nariz y baja a mis labios. Los humedezco para añadir placer y sus
ojos arden antes de descender a mi garganta. Después siento sus dedos rozando mi
tráquea y, poco después, su mano cálida aprieta con firmeza mi garganta.
—Antes de empezar, tengo una pregunta para ti.
Arqueo una ceja. ¿Por qué no pueden comenzar todas las preguntas de esta
manera?
—Dispara.
—Voy a luchar mañana por la noche. Ven a verme.
¿Luchar? ¿Mañana? No estoy segura de si debo estar feliz por él, o
preocuparme porque esto parece que se está convirtiendo en algo habitual. En
realidad, disfruto ver a dos hombres medio desnudos luchando y desgarrándose,
pero la idea de Jackson siendo lastimado no me hace sentir bien, y estoy segura de
que el lugar en el que va a luchar no es nada como los sitios donde lo hizo Seth. Me
pregunto si acaso tendrá sillas para los espectadores.
—Eso no suena como una pregunta —declaro, comprando tiempo.
Sus labios tienen un espasmo en la esquina. Quiere sonreír, pero no lo hace.
—¿Quieres ir a verme?
Busco sus ojos, de pronto suaves y cariñosos.
—¿Quieres que lo haga?
86
Asiente casi con timidez, y no puedo evitar la sonrisa que se extiende por
toda mi boca.
—Ya veremos —bromeo—. Si me haces feliz, te haré feliz.
Los ojos oscuros de Jackson destellan. No necesita más explicaciones. Casi de
inmediato lo siento arrastrar sus dedos hacia arriba por la cara interna de mi
muslo. Inhalo con fuerza cuando la punta de su dedo índice se desliza debajo de
mi patética excusa de ropa interior y roza mi entrada. Suspiro mientras me acaricia
maravillosamente, recogiendo todos mis jugos. Cuando está conforme con lo
mojada que me pone su simple caricia, se desliza ligeramente entre mis pliegues,
arriba y abajo, y finalmente lo clava en el interior. Mis labios se separan cuando
una fuerte exhalación se me escapa. Lentamente Jackson mueve su dedo dentro y
fuera, y hago de todo, salvo rogar, para que me dé más.
—Mmm... sí. Me gusta eso.
Muevo las caderas contra su dedo, obligándolo a moverse más rápido. Cierro
los ojos y echo la cabeza hacia atrás. Aunque no estoy mirándolo, puedo sentir sus
ojos en mi rostro, observando todas mis reacciones.
—Apuesto a que se siente bien, ¿no? Tu gusta mi puto dedo dentro de ti, ¿eh?
Oh, dios, no la charla traviesa. Apenas pudo contenerse dos minutos cuando
su voz áspera está hablando en mi oído. Asiento con impaciencia y Jackson añade
un segundo dedo, aumentando la presión. Me estremezco con calor febril,
moviendo las caderas aun más rápido y, mientras su manipulación me eleva más y
más alto, no puedo dejar de vocalizar la forma en que sus dedos me están haciendo
sentir.
—Joder, sí. Eso es. No pares. Por el amor de Dios, por favor, no te detengas.
Y no lo hace.

Jackson
—Otro —dice con voz tensa—. Más.
Deslizo un tercer dedo en su interior, apenas es capaz de abrirse a él y todo su
cuerpo se estremece. Sus estremecimientos son mi parte favorita del sexo, o
cualquier cosa de naturaleza sexual con ella. Observo mientras su cabeza se desliza
más atrás, los labios se separan y la espalda se arquea. El pecho sube y baja 87
rápidamente y siento cómo aprieta mis dedos. Su garganta está expuesta, me
inclino hacia adelante y paso la lengua por su longitud. Con un estremecimiento,
se las arregla para liberar las manos. Agarra mi camisa con una mano y la aprieta
con fuerza mientras oigo el sonido ronco y suave de un orgasmo más o menos
silencioso.
Sus jadeos llenan el auto, y los míos se añaden a la mezcla mientras saco los
dedos y acaricio su muslo. En este momento, verdaderamente me siento en paz. En
este instante no hay nada en el mundo que pueda molestarme. Tal vez así se siente
el amor. ¿Seguridad? ¿Felicidad? ¿Se trata de estar a gusto? ¿Es lujuria? ¿Qué es el
amor? Si es todo lo anterior, entonces estoy jodidamente loco por Selena y es
posible que lo haya estado todo el tiempo.
Antes de darme cuenta, las palabras suben por la garganta. Salen de mis
labios antes que tenga la oportunidad de registrarlas.
—Te amo —susurro contra la piel ardiente de su garganta.
Hago una pausa, preguntándome cómo diablos llegué a esa conclusión y si la
dije en voz lo suficientemente alta como para que la oyera. No. Fue solo para mí.
Ella continúa jadeando sin inmutarse por mi confesión. De repente mi
descubrimiento no parece tan grande si ella no lo escucha. Abro la boca para
decirlo más alto, pero un golpecito en la ventana y una linterna brillante en mi
rostro hacen que mi declaración se atore en la garganta.
—Póngase en movimiento—ordena la voz desconocida.
Entrecierro los ojos hasta que aleja la linterna. Entonces veo la placa de policía
brillando bajo la luz de la calle.
—Es hora de irnos —jadea Selena bajándose el vestido por los muslos. Se
endereza y se desliza entre los asientos para dejarse caer en el asiento del pasajero.
Me tomo unos minutos para despejar la cabeza en el asiento trasero.
Esto es todo. El momento que cambió mi vida. El momento en que he soltado
completamente a Amelia. Si alguien me hubiera dicho hace un año que amaría a
alguien más, no lo habría creído. Realmente pensaba que Amelia era la única. Juré
que nunca volvería a amar a otra mujer y, sin embargo, aquí estoy. Enamorado de
nuevo, de alguien que me atrevo a decir que es sana para mí. Confío en Selena.
Conozco a Selena y ahora... ahora amo a Selena.
Sus iris verdes se asoman por encima del asiento.
—¿Vienes?
Su sonrisa es a la vez amplia y lánguida. No puedo reprimir mi sonrisa.
—Sí. 88
Se vuelve de nuevo y yo abro la puerta de atrás y me cambio al asiento del
conductor. Mientras saco las llaves de mi bolsillo, observo a Selena. Me devuelve la
mirada.
—¿Qué? —Se ríe con nerviosismo—. ¿Por qué me estás mirando fijamente?
Clavo las llaves en el encendido y arranco. Mi camioneta ruge a la vida, su
intensidad a juego con lo que siento por dentro.
—Por nada.
Con una amplia sonrisa, la pongo en marcha y acelero. No hablamos durante
el resto del viaje. Observa pasar los árboles y los edificios mientras yo sigo
repitiendo lo que sucedió en mi cabeza, una y otra vez.
No me lleva mucho tiempo dejarla en su casa y regresar a la mía. Necesito
despejarme un poco más antes de darle esperanzas. No sé si la veré mañana. Todo
lo que sé es que le dije que la amaba y que estoy noventa y ocho por ciento seguro
de que lo decía en serio.
Capítulo 8
Jackson
Una vez más, el golpe de arriba hace que caiga polvo sobre mí, cubriendo los
vendajes negros que me estoy poniendo para la pelea. Maldiciendo en voz baja, me
sacudo y vuelvo a empezar. No debería estar peleando. No tengo concentración,
cada vez que se abre la puerta, salto, pensando que podría ser Amelia. Tiene que
saber que estoy aquí. Dios sabe que fui anunciado con bastante escándalo.
Seth me advirtió sobre volver al subterráneo, pero necesito el dinero. Selena
necesita a alguien que pueda cuidarla de la forma en que lo hizo su padre. Tiene
todo lo que pueda necesitar y solo pensar que se conforme con menos me hace
sentir enfermo.
Selena dijo que vendría, pero eso fue antes de que el oficial de policía nos
interrumpiera en el auto mientras tenía mis dedos profundamente en su interior.
Había sido suave, incluso amable. Mis dedos se movían con dulce propósito y
rápida benevolencia, igualando el ritmo de mis labios. Nunca antes he tocado así a 89
Selena. Con ella siempre ha sido todo como animales, siempre duro, siempre
indiferentes. Pero anoche, algo más se apoderó de mí. Quería que viera cuánto la
necesito en mi vida. Quería que viera que hablo en serio cuando digo que quiero
quedarme con ella. Incluso me sorprendí cuando le susurré mi amor en el cuello.
No me oyó, no podía entre tantos jadeos, pero lo dije. Contra su piel acalorada, le
dije que la amaba. Una vez que lo dije por primera vez, estaba dispuesto a repetirlo
más fuerte. Fue entonces cuando el policía entrometido nos alumbró y golpeó en la
ventanilla. Nuestro momento íntimo se había ido y mis pensamientos se
dispersaron. Cuando me desperté esta mañana, me alegré de que no me oyera. Así
no era como debería suceder. Quiero que me mire directo a los ojos cuando se lo
diga. Quiero medir todas sus reacciones y analizar cada palabra. Puedes descubrir
muchas cosas de tu relación por el modo en que tu chica reacciona cuando le dices
que la amas. Amelia se sintió satisfecha cuando se lo dije, como si tuviera derecho
a mi amor. Tengo que comprobar, a plena luz, que Selena será diferente, que lo
apreciará cuando finalmente se lo diga. Anoche comprobé que por fin puedo dejar
mi pasado en paz. Sé que ahora tengo a alguien dispuesta a ayudarme y a
apoyarme, sin importar lo que pase. Después de todo lo que hemos pasado, sé que
puedo confiar en Selena, más de lo que alguna vez he confiado en Amelia y eso es
todo lo que puedo pedir.
Otro duro golpe suena encima de mí, el polvo cubre mi piel y se pega con el
sudor. Me limpio la frente y hago una mueca de dolor cuando mi brazo toca mi
ceja. Todavía está dolorida. La herida se cerró, pero todavía está sensible y no hará
falta demasiado para que se vuelva a abrir. Me quito la venda de la mano y trato,
por cuarta vez de vendarla correctamente. Ni bien apoyo el tejido sobre la palma y
volteo la mano, la puerta se sacude antes de abrirse de un golpe, chocando contra
los ladrillos sucios. Me detengo y observo, esperando ver un cuerpo destrozado
tendido en el suelo, en cambio, veo el rostro para nada impresionado de Seth
mientras se asoma por la puerta y me localiza al otro lado de la habitación. Sonrío
ampliamente. No había vuelto a oír de él. Supuse que Olivia no lo dejaba verme
pelear. Siempre ha sido rara cuando se trata de las peleas, como un ratoncito
asustado.
—Recuérdame que llame a mi médico para que me ponga una inyección
contra la hepatitis cuando salgamos de aquí —comenta Darryl mientras entra en la
habitación—. Completamente desagradable. —Sus duros rasgos recorren la
habitación observando cada charco de sangre húmeda o seca antes de mirarme—.
¿Tienes ganas de morir? —me pregunta metiéndose las manos en los bolsillos de
los pantalones negros. Lo miro de arriba abajo, apreciando su camiseta polo
naranja y la gorra de béisbol blanca―. Y mira ese corte en la ceja. ¿Qué te pasa?
Pongo los ojos en blanco. 90
—Gracias por venir, Darryl.
—Casi no vengo —declara—. Pero cuando Seth me dijo lo que ibas a hacer,
tuve que verlo por mí mismo.
Si Seth piensa que Darryl será quien me convenza para que no lo haga, se
equivoca.
Después de una mirada larga y dura, Seth finalmente entra en la habitación.
Mira a todos lados, analizando todas las vigas, las ventanas con barrotes y la
bombilla en la habitación. Deteniéndose junto a Darryl se cruza de brazos con
fuerza, su camisa roja se ajusta a sus bíceps.
—Parece un lugar honorable para morir —le dice a Darryl antes de que sus
iris marrones me miren.
Me encojo de hombros. Nunca le he tenido miedo a la muerte. Muchas veces
le he dado la bienvenida. Joder, alguna que otra vez hasta rogué por ella.
—Morir haciendo lo que amas vale la pena.
—No puedo discutir eso —dice Darryl acercándose. Me tiende la mano y la
tomo mientras me levanto. Con un golpe firme en el hombro, me arrastra a un
abrazo rápido y luego me libera—. Estarás bien, siempre y cuando protejas esa
ceja. Un toquecito y se abrirá enseguida. —Hace una pausa y mira el corte más de
cerca—. Me sorprende que se haya cerrado. ¿Quién demonios la cerró con curitas?
Debe coserse con hilo y aguja para que se cure sin problemas.
Le suelto la mano y me vuelvo a sentar en mi taburete destruido.
—No tuve tiempo de ir al hospital.
—¿No tuviste tiempo o te dio miedo? —dice Seth burlón. Lo miro.
Sabe que le tengo miedo a los hospitales y a las agujas. Incluso cuando me
hago un tatuaje no puedo ver al artista con la aguja. Me hace transpirar. Si tengo
suerte, generalmente me lo hago cuando estoy borracho. No lo recomiendan, pero
que intenten detenerme. La embriaguez no disminuye el dolor, pero te da la
confianza necesaria para soportarlo y te ayuda a olvidar muchísimo más rápido.
—Las apuestas por ti son altas allá arriba.
Ignorando a Seth, miro a Darryl y arqueo una ceja.
—¿Para perder o ganar?
—Ganar, pero se arrepentirán en cuanto vean tu ceja.
No es mi problema.
—¿Y el pozo? ¿Cuánto me llevo si gano hoy?
91
—Siete mil dólares —interviene Seth, y si no me equivoco creo oír un tono
impresionado en su voz―. Si le ganas a los dos chicos que supuestamente han
destruido a todos los demás esta noche, te llevas a casa siete mil dólares.
Dinero fácil. Mi clase favorita. Oigo el lejano rugido sordo de la multitud a
través del techo y mis nervios se electrifican. Soy el último contendiente. Aunque
gané mi última pelea aquí, no he vuelto, lo que significa que empiezo de cero otra
vez. Para mantener una posición más alta, hay que luchar cada vez que tienen un
evento. Para ser honesto, no hago esto por el puesto o el título. Lo hago por el
dinero, solo por eso. Mientras lo pienso, un golpe fuerte sacude el techo encima de
nosotros y el polvo flota hacia abajo una vez más. Seth y Darryl ven como les
mancha la ropa.
—Si ganas esta noche, Jacks —anuncia Darryl, limpiándose la camisa—, por
lo menos déjanos encontrarte un mejor lugar para luchar. Este lugar no te llevará a
ninguna parte.
En realidad no he pensado en luchar en ningún otro lugar o llevarlo más
lejos. Al principio, solo quería ver si podía superar mi propia barrera y la ansiedad
que me había dejado Amelia. Todavía puedo sentirla, tratando desesperadamente
de levantar la cabeza, pero no parece tener la fuerza para salir de mi pecho o de mi
cerebro.
—Está bien. —Sé que es mejor invitar a Selena a peleas más respetables que a
este agujero―. Una última pelea aquí en este infierno y luego buscaremos cosas
mejores.
Cosas mejores... la idea me gusta, me exalta, es una felicidad que no había
sentido en mucho tiempo. Por primera vez en mi vida adulta, ansío un futuro.
Una aclaración de garganta llama nuestra atención hacia la puerta. Todo mi
cuerpo se endurece cuando veo esas piernas suaves y desnudas. Subo la mirada a
lo largo de la rodilla hasta el dobladillo negro de un vestido turquesa. El vestido no
se aferra a sus muslos como una segunda piel, pero la leve brisa causada por un
ventilador industrial en la pared opuesta hace que la tela ondule ligeramente
alrededor de sus piernas. El vestido es cada vez más ajustado a medida que se
estrecha en la cintura antes de revelar un ligero escote un poco más arriba. Nunca
he visto a Selena con algo que no sea ajustado. Incluso sus chándales son ajustados.
Elevo mi mirada hasta el rubor de su cuello y la veo tragar saliva. Se revuelve algo
siniestro en mi interior y recuerdo a tiempo que Seth y Darryl no se sentirán
cómodos si hago algún movimiento indecente.
Por último, la miro al rostro y veo que sus ojos verdes parpadean
92
nerviosamente mirando el cuarto entre nosotros tres. Me gusta su cabello, no está
suelto, sino semi recogido.
—Este lugar huele mucho peor de lo que pensaba —anuncia arrugando la
nariz y haciendo un puchero con esos labios perfectamente pintados. Por primera
vez, Selena parece, me atrevo a decir, dulce.
—Es peor arriba —contesta Seth—. Vamos Darryl. Nos encontraremos con
Jackson afuera cuando esté listo.
Mueve la cabeza asintiendo con complicidad y me dedica una sonrisa
malvada, pero no hay manera de que tome a Selena aquí. ¿Dónde la acostaría? El
lugar es un asco. Seth y Darryl se dan la vuelta y caminan hacia la puerta mientras
miro hacia abajo a mis pies desnudos y sucios por un breve segundo. Cuando
levanto la cabeza, se han ido, dejándonos a Selena y a mí solos. Estoy nervioso,
mucho más nervioso de lo que debería estar. Porque, en el fondo, sé cuánto poder
tiene Selena sobre mí, lo mucho que me podría destruir si alguna vez lo intenta.
—Así que este es tu lugar, ¿eh? ―Mira otra vez el cuarto y se acerca,
esquivando a propósito las manchas en el piso—. Es encantador, a su manera.
Sonrío ante su terrible intento de apoyarme.
—Es una mierda.
Veo el alivio en su rostro y se ríe suavemente.
—Oh, bien. Me alegra no ser la única que lo piensa.
Unos pasos más y se acerca lo suficiente para que pueda oler su dulce
perfume y un leve indicio de vino. Mira hacia abajo al lío de vendas en mis manos
y sonríe sutilmente.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta mirándome a los ojos.
Iba a deshacerme de las vendas. No son obligatorias en las luchas
clandestinas, pero me gusta el sostén que proporciona a las muñecas.
—Por favor.
Selena arquea la ceja y desplaza el peso de su cuerpo a la otra pierna,
fingiendo sorpresa.
—¿Dijiste por favor? Mierda. ¿Acaso es el fin del mundo?
Estrechando los ojos, le doy las vendas. Se ríe cuando las toma. Observo como
las envuelve de nuevo en ovillos prolijos.
—Es más fácil vendar si no persigues la punta todo el tiempo. 93
Lo sé, pero esta noche no me importa. Le extiendo mi mano y un leve indicio
de color rosa tiñe sus mejillas mientras presiona el extremo de la tela en mi gran
palma y comienza a rodarla alrededor de mi mano. Me doy cuenta, a medida que
admiro su rostro, que parece feliz. Mucho más feliz de lo habitual. Incluso cuando
sonríe, por lo general hay dolor en sus ojos. El dolor que causo al no devolverle el
amor que siente por mí. Pero esta noche, o al menos en esta luz, brilla con cada
gramo de felicidad que tan obviamente siente.
—Estás feliz —digo inclinando la cabeza—. Más feliz de lo normal.
Aunque no lo hago obvio hay una pregunta en mi tono, y cuando sus iris
verdes encuentran los míos, sé que lo sabe.
—Estoy... yo... ―Baja la mirada de nuevo hacia mi mano y comienza a
envolver mi muñeca―. Escuché lo que dijiste anoche. —Mi corazón se detiene y mi
puño se cierra. Ante mi reacción, el color rosa en sus mejillas se torna rojo y evita
mirarme a los ojos. El dolor, el viejo dolor vuelve a su rostro arrugando la piel que
de otro modo sería suave―. Sé que no lo dijiste en serio, pero quería fingir aunque
fuera por un día, que tal vez sí. ―Ondea la mano en el aire, como si estuviera
espantando una mosca—. Es estúpido. Lo siento.
No sé qué hacer. Nunca he estado en una situación como esta. ¿Significa tanto
para ella? ¿Puede un ser humano significar tanto para otro? El amor y la decepción
salen de Selena en olas tan intensas que no me dejan pensar. Sin embargo, sé que si
dejo pasar este momento y la ignoro, me arrepentiré siempre. Emociones que no he
sentido en mucho tiempo me inundan.
Felicidad.
Agradecimiento.
Alegría.
Amor.
La arrastro hacia mí. Con un agudo grito cae en mi regazo. El taburete cruje
bajo el peso de los dos, pero aguanta. Sorprendente. Mis pulmones se mueven
rápidamente, obligándome a jadear. Me fallan las palabras. Siempre me pasa en los
mejores momentos. La abrazo fuerte contra mi cuerpo, hasta que estoy seguro de
que nos fundiremos en uno solo. Quiero apretarla hasta que sus huesos se
conviertan en polvo, el único propósito de este dolor es mostrarle todo lo que
siento, lo que no puedo dejar de sentir. Pero me conformo con algo menos dañino.
Presiono mis labios contra los suyos. Cuando nuestros labios se unen, deja caer el
segundo rollo de venda que rebota a mis pies. Deslizo mi lengua en su boca y
suspira. Como si eso fuera todo lo que necesita para existir. 94
Es entonces que me doy cuenta: Selena es mi mujer y, ¡joder!, la amo con todo
lo que tengo.

Selena
Rápidamente su beso pasa de ser dulce a algo insistente. Su boca devora la
mía con avidez, persuadiendo a mi lengua para que juegue con la suya. No puedo
pelear contra esto, no quiero hacerlo. Si no nos besamos, tendremos que hablar y
no estoy lista para hablar. ¿Cuántas veces tendré que sentarme y escuchar su
discurso de “no eres tú, soy yo”? ¿Acaso piensa que esa explicación hace que sea
más fácil de digerir? ¿Hace que duela menos? Entre más palabras usa, más me
duele. Nunca es fácil escuchar “no te amo”
Besarse es bueno. Puedo sentirlo pero no escucharlo y, por ahora, estoy bien
con eso. Sin embargo, qué lo poseyó para jugar conmigo anoche, nunca lo
entenderé. Cuando lo dijo, no podía creer lo que escuchaba. Lo imaginé tantas
veces que ya no podía diferenciar entre la realidad y la fantasía. Le hubiera pedido
que lo repitiera si no hubiéramos sido interrumpidos por el oficial de policía.
Pensándolo bien, es una buena cosa que hayamos sido interrumpidos. Me ofreció
la oportunidad de vivir sobre una nube todo el día… antes de que se evaporara
debajo de mí. Al menos agradezco eso.
Los labios de Jackson se mueven lentamente contra los míos cuando el techo
vibra. Se aparta pero deja la cabeza sobre la mía. Es un gesto que comprendo de
inmediato. Motas de polvo se asientan sobre sus anchos hombros, agregando
manchas blancas a sus tatuajes negros. Mientras su mirada se encuentra con la mía,
evito la suya siguiendo el contorno del león rugiendo sobre su hombro. La sombra
es perfecta… los ojos del animal parecen vivos, el sudor hace parecer que sus ojos
están llenos de ira.
—Selena —dice Jackson desviando mi mirada del tatuaje—, anoche… lo que
quise decir…
La puerta de la habitación se abre y golpea contra la pared de concreto,
haciéndome saltar. Renunciando a las palabras no dichas por Jackson, miro sobre
mi hombro. Dos grandes hombres vestidos de negro desde las camisetas hasta las
zapatillas deportivas, arrastran a un hombre gimiendo. Sin compasión, sin mirar
sobre sus hombros, voltean hacia nosotros.
—Tú sigues, Quinn.
Luego ya no están. El hombre al que tiraron en la habitación como si fuera 95
basura descansa contra la pared. La suciedad de la superficie se pega a sus heridas
y la sangre se derrama sobre el suelo sucio. Observamos completamente en silencio
cómo tose suavemente y se aprieta las costillas. Me quedo sorprendida, espirales
de miedo y preocupación se asientan en mi estómago al imaginar a Jackson herido
de esa forma. El solo pensar en el cuerpo perfecto de Jackson siendo golpeado y
magullado por deporte y dinero me aterroriza. ¿Así se habrá sentido Olivia todas
esas veces? Me emocionaba ver a Seth intercambiando golpes con sus oponentes,
pero imaginar a Jackson en el lugar de Seth, no, no se sentía bien.
—¿Cuántos rounds? —pregunta Jackson en voz alta, de forma que el hombre
lo escuche.
El extraño apenas si puede levantar la cabeza para mirar a Jackson a los ojos.
Su ceja también está rota, un millón de veces peor que la de Jackson. Mi
preocupación aumenta.
—Casi dos —dice el hombre apretando los dientes y temblando
violentamente—. Buena suerte, la necesitarás.
Jackson le sonríe cruelmente al hombre.
—No es cuestión de suerte.
Mueve mis piernas y me deslizo de su regazo. No es necesario decirlo.
Levanto la tela del suelo y la enrollo. En tiempo record, envuelvo la otra mano y
Jackson rebota en sus pies. Espero, sintiéndome un poco fuera de lugar mientras
flexiona los dedos y prueba las vendas. Cuando termina, me toma por el hombro y
me lleva hacia la puerta.
Seth y Darryl esperan en el corredor al final de las escaleras. Seth parece
incómodo. Parece que quiere recostarse en la pared pero no puede porque está
cubierta de suciedad. Observo el lugar, me pregunto cómo se ensució tanto el
interior y por qué no lo han limpiado. Después recuerdo que este es el subterráneo.
Un sitio ilegal no puede ser un lugar certificado. Necesitan ser discretos. ¿Qué
mejor lugar que un almacén abandonado que huele como si hubiera sido una
fábrica de pescado enlatado en apogeo? Me sorprende que haya un lugar como
este en Portland. Sin embargo, nadie que certifique la legalidad llega tan lejos en
los muelles, por eso estos chicos están bastante a salvo. Por ahora.
Mientras nos acercamos, Seth se saca un palillo marrón de los labios.
—Te están esperando —le dice a Jackson.
Jackson me da un apretón tranquilizador en el codo antes de acercarme a
Seth.
—Mantente cerca y encuéntrame atrás después de la pelea.
Seth asiente y se me acerca mientras Jackson continúa caminando,
96
acercándose más a las puertas dobles que nos separan de la multitud.
—Espera —lo llamo y mira sobre su hombro—. Ibas a decir algo antes de que
nos interrumpieran.
Su mirada va de Darryl a Seth antes de sonreír y decir.
—Te lo diré después de ganar.
Mis pensamientos, los que usualmente me confunden, corren salvajemente
ante las posibilidades. Intento no hacerme ilusiones, pero puedo sentirlas
construyéndose a cada segundo. Sus ojos… los vi brillar. Lo que sea que fuera a
decirme, no me haría daño. Lo sé.
Observo su espalda ancha, sus hombros deliciosamente anchos y su cintura
delgada mientras mantiene la cabeza gacha y se dirige a la multitud con una gracia
mortal.
—Encontremos un lugar para poder ver —sugiere Darryl mientras camina
delante de nosotros hacia la explosiva multitud al otro lado de las puertas.
No quiero ir allí, pero Seth me llevará con él de todas maneras y no logro
encontrar la energía para oponerme. Le dije a Jackson que vendría y eso implica
ver su pelea. Maldición, espero que solo sea la pelea. Ya siento náuseas y apenas he
estado aquí treinta minutos.
Arrugo la nariz. Puedo oler la sangre, el metal oxidado y el sudor de este
lugar. Combina con la esencia de alcohol, el orín y la mariguana. No entiendo
cómo el hedor de este lugar no ha alertado a las autoridades, y me pregunto si
Jackson buscó en Google clubes de luchas que garanticen hepatitis antes de elegir
este lugar
Darryl abre la puerta, conectándonos oficialmente con el área principal.
Primero miro hacia arriba, viendo de inmediato las luces y las vigas que cuelgan
del techo. Cómo sigue en pie este lugar es todo un enigma. Estoy segura de que
una fuerte vibración haría que todos quedáramos atrapados debajo del techo.
Lo siguiente que noto es la falta de sillas. Todos están de pie, sosteniendo su
opción de veneno en las manos. Ocasionalmente chocan unos con otros
derramando alcohol por todos lados. A nadie parece importarle. Todo lo que
quieren es sangre, y dinero, si es que hicieron una apuesta. Finalmente me permito
ver la jaula. Mi piel hormiguea ante tal monstruosidad. Nunca había visto una
jaula tan alta, ni de metal. Las jaulas en las que Seth peleaba en el gimnasio eran de
plástico o de alambre. Y nunca he visto la parte superior de una jaula cubierta de
alambres. Piezas de ropa están enredadas en los alambres, bragas, sujetadores,
camisetas y pantalones. Me quedo boquiabierta, literalmente boquiabierta, ante el 97
estado del lugar. No pregunto por qué Seth se opuso a que Olivia viniera. Cuando
me detuve en su casa para prestarle un lindo vestido, estaban en una pelea seria.
Olivia insistía en estar aquí para apoyar a Jackson, pero Seth no quería. Afirmó que
el subterráneo no era lugar para una chica como ella. No lo entendí en ese
momento. Asumí que quería salir una noche solo con los chicos como antes, pero
ahora lo entiendo. Este lugar es malditamente asqueroso. A Olivia le daría un
infarto. Puedo imaginarla enterrando las uñas en Seth, asustada como un gato.
Infiernos, he estado en lugares feos, pero este le gana a todos. Seth y Darryl
empiezan a empujar para atravesar la multitud. Para evitar perderme, sujeto la
camiseta de Darryl y me arrastra con él. Mantengo la cabeza gacha y los hombros
encorvados para prevenir un golpe directo al rostro. Sobre el ruido de la multitud,
escucho las rápidas bofetadas y vibraciones de la jaula, enviando una energía que
me atraviesa. La pelea ha comenzado, pero no puedo ver nada. Finalmente
llegamos al frente y sorprendentemente, nadie ha peleado con nosotros mientras
nos acercamos a la jaula. Ahora estamos cerca, tan cerca que puedo oler el sudor y
el metal oxidado. Trago duro mientras el olor se asienta en mi lengua,
materializándose en un mal sabor en la garganta. Con una mano, aún sostengo la
camiseta de Darryl en un puño apretado y me doy cuenta de que tiemblo
ligeramente. Inhalo y suelto su camiseta. Un accidental pero espantoso empuje es
todo lo que necesito para buscar refugio en Darryl. No volteo para ver quién me
empujó, aterrorizada de que el rostro con el que me encuentre sea todo menos
placentero. Finalmente, levanto la mirada hacia la jaula, justo a tiempo para ver a
Jackson dirigiendo su gran y pesado puño al rostro de su oponente. El chico
tropieza y cae, recogiendo sangre seca y óxido del piso.
—Santa mierda —suspiro, con una mano en el pecho.
Jamás he visto a Jackson así, tan primitivo y agresivo. Mi interior comienza a
excitarse mientras las luces exaltan el sudor de su hermoso cuerpo. No hay calor en
su expresión. Todo lo que veo es dedicación y la más sigilosa y cruel sonrisa en sus
labios. He visto a Jackson intenso y en control, pero no así.
Nunca de esta manera.

Jackson
Mis puños zumban, haciendo vibrar mis venas, añadiéndose a la tormenta de
sensaciones mezcladas en mi pecho. Quiero ganar más que nunca. La última vez,
mi victoria fue solo para mí. Sabía que existía la posibilidad de que me congelara y
perdiera, pero esta noche estoy seguro de lo que soy capaz. Esta noche, no solo
lucho por mí, lo hago por Selena, Seth y Darryl. Probar mi valía ante ellos será 98
increíble, y un cercano segundo puesto para ganar los siete mil dólares. Miro a mi
oponente mientras sujeta la jaula con las manos temblorosas. Según Seth, tengo
que vencer a dos chicos para ganar el dinero. Este hombre fue golpeado antes de
entrar a la jaula. Si lo noqueo con rapidez, conservando tanta energía como pueda,
el siguiente tipo deberá ser una competencia real.
El exceso de energía arde en mi sangre y me balanceo en los dedos de mis
pies para mantenerme en calor. Escucho los vítores de la multitud. Me piden que
lo derrumbe y golpee su rostro en el lienzo, pero busco una victoria más
satisfactoria. Quiero una noqueada limpia.
Un golpe.
Terminado.
Mantengo mi distancia mientras sale del alambre y se tambalea sobre las
piernas temblorosas. No tendré que golpear a este tipo con toda mi fuerza.
Apuesto a que si lo empujo, se estrellará contra el suelo. Sacude la cabeza y el
sudor que brilla en su calva corre por su frente y su sien. Le doy unos segundos
más para que recupere el equilibrio, así, con la conciencia tranquila, puedo
destrozarlo de nuevo. Puedo ver la derrota en su rostro. Sus grandes ojos grises me
ruegan poner fin a la tortura y siento mis labios curvarse en las esquinas. No dejo
que se extiendan totalmente, solo lo suficiente para jugar con él. Y funciona.
Rompe cualquier control que le haya quedado y, con un gruñido bárbaro que eriza
mi piel por la anticipación, corre hacia mí. De alguna manera se las arregla para
llenar de acero sus piernas de goma y elimina la distancia entre nosotros. Entonces
todo se mueve rápidamente, mucho más rápido de lo que pensaba en un principio,
y el aire se carga con el poder de una tormenta eléctrica. Veo apretarse sus manos
sin vendas y levanto mis manos para escudar mi rostro en caso de que se las
arregle, por algún milagro, para atravesar mi guardia. El primer golpe decente lo
veo venir unos dos segundos antes de que lo lance. Contrae los bíceps del
antebrazo al cerrar el puño y se delata. Apretando los dientes, no lo esquivo. En su
lugar, lo dejo conectar con mi antebrazo para poder medir cuánta energía tiene
realmente. Aleja su brazo de mí, su golpe apenas comprime el músculo de mi
bíceps.
Ya lo tengo en la maldita bolsa.
Me encorvo y lanzo un gancho duro, abandonando mi plan de un solo golpe.
Mis puños llevan el peso de un tren de carga y él lo siente cuando mis nudillos
provocan que su caja torácica se incruste contra los pulmones. Una vez que golpeas
a alguien tan duro en las costillas, sigue una simple secuencia de eventos.
Pierden el aliento.
Se encorvan.
99
Dejan su rostro expuesto.
Pierden la maldita pelea.
Llevo el puño hacia atrás y aprieto la mandíbula, mis nudillos hacen volar su
barbilla expuesta. Parece cámara lenta, se siente como si no le hubiera puesto
mucha fuerza. Sin embargo, el hombre cae rápidamente, como un saco de piedras
lanzado desde el techo.
La multitud estalla y el escándalo amenaza con sacudir el almacén hasta sus
cimientos. Las vibraciones se trasmiten a través del lienzo debajo de mis pies
descalzos y sube por mis piernas. Me llenan de hambre, una fuerza primitiva que
se siente como oro líquido en mis venas.
Mientras los dos hombres vestidos de negro que vi antes en el cuarto de
espera entran en la jaula para recoger el cuerpo inerte de mi oponente, el locutor ya
está llamando al último combatiente. Lo llaman el actual campeón. Al parecer,
luchó dos noches después de mi primera pelea y no ha perdido desde entonces.
Miro a Seth y a Darryl, quienes parecen estar enfrascados en una conversación, y
luego a Selena, que me mira con los ojos muy abiertos y aterrorizados. Traté de
advertirle que este lugar no es como los lugares en los que Seth luchó. Esto es
brutal. Es implacable, incluso inhumano. Dijo que podía manejar cualquier cosa, y
ahora apuesto a que siente el peso de sus palabras. Espero que se niegue la
próxima vez que le pregunte. Es agradable ver su hermoso rostro a través de los
huecos en forma de diamante del alambrado, pero es desalentador saber que ella
está aquí por mí, debido a mí. Un rostro tan bonito no debe ser contaminado por la
suciedad de vagabundos marcados por la sangre y el metal oxidado.
Un arrebato repentino de la multitud desvía mi atención de Selena hacia el
fondo de la sala. Puedo ver la parte superior de la cabeza de mi oponente mientras
atraviesa la multitud. Su cabello color caramelo es suave y esponjoso, nada que
hubiera esperado de alguien que dice estar invicto. He sido llamado chico bonito
en innumerables ocasiones a pesar de mis tatuajes. Así que supongo que el dicho
“no juzgar un libro por su cubierta" es verdad.
Mi nuevo oponente, Jarod, o así lo llamó el locutor, aparece a un costado de la
multitud y, finalmente, queda a la vista. Lo analizo de inmediato, tratando de
localizar alguna debilidad. Es alto, unos treinta centímetros más alto que yo, lo que
significa que tiene alcance. También es flaco, esbelto como un tallo y apuesto a que
su peso ligero es efectivo para la velocidad. Esa es la cosa de mierda en la lucha
clandestina. No hay categorías. Pesos gallo3 pueden luchar contra pesos pesados y
pesos ligeros pueden luchar con pesos medios. No importa. Mi peso y tamaño me
hacen un peso mediano. Asumo que Jarod es un peso ligero, o un peso welter4. No 100
pasa de ahí.
Con las manos en las caderas me mira con diversión, puedo verlo en su rostro
parecido a un gato. No lo intimido, y menos aún cuando sus brillantes ojos se
enfocan en mi corte semi curado. Es jodidamente irritante. Mirándolo de cerca, me
recuerda a la comadreja con la que Olivia salía, ¿cómo se llamaba? ¿Glade? ¿Dade?
¿Wade? No importa. Tampoco este tipo es importante. Podrá tener alcance y ser
más rápido, pero apuesto a que podría derribarlo con un par de golpes precisos en
esa barbilla puntiaguda.

3 Peso gallo. Es una categoría competitiva del boxeo, kickboxing y otros deportes
de combate, que agrupa a competidores de poco peso. Abarca a los púgiles que
pesan más de 52,163 (115 lb) y menos de 53,525 (118 lb).
4 Peso Welter. El peso wélter, peso medio, mediano, o peso semi medio es una

categoría competitiva del boxeo y otros deportes de combate que agrupa a


competidores de peso intermedio. La categoría abarca a los púgiles que pesan más
de 63,503 kg (140 lb) y menos de 66,678 kg (147 lb).
Alardeando ante las aclamaciones de la multitud, Jarod sube saltando las
escaleras y entra en la jaula. Tan pronto como el lienzo rebota con su peso, mis
vellos se erizan y el impulso de ganar alza su hermosa cabeza. No quita los ojos de
mí ni yo de él mientras comenzamos a movernos alrededor de la jaula. Cada paso
que doy es diferente. Dejo una pierna levemente detrás de mí para que me sirva de
apoyo en caso de que decida lanzarse, o me dé una buena ventaja si decido
lanzarme primero.
El locutor emite su discurso de "no hay reglas y prohibido rendirse” y un
segundo más tarde, el profundo timbre de una vieja campana resuena por todo el
lugar.

101
Capítulo 9
Selena
Me estoy mordiendo las uñas. El oponente de Jackson me pone
nerviosa. No es un hombre que infunda miedo, todo lo contrario en realidad, pero
tiene ciertos rasgos que indican perspicacia y agudeza, y una decidida maldad
brillando en sus ojos. Me recuerda a un gato. Un solapado y astuto gato.
Miro a Jackson y tiene su propia mirada decidida, pero es más depredadora,
más letal, como un león amenazado listo para defender su territorio.
Oigo mi aliento haciendo eco en los oídos, es tan fuerte, que amortigua el
latido del corazón galopando rápidamente. El sonido de la campana oxidada
todavía suena en la parte posterior de mi cráneo, no puedo evitarlo.
Como no quiero arruinar mi manicura, bajo la mano y me abrazo a mí misma.
Un aire frío se aferra a mi piel, como si fuera la única persona en la habitación.
Toda mi atención está en Jackson. No he oído a nadie más y no veo a nadie más.
Solo a él. 102
Jackson hace el primer movimiento. Se mueve hacia adelante manteniendo
un brazo en guardia para proteger su frente, baja y lanza la otra en el estómago de
Jarod. Mi corazón late más fuerte. Puedo escuchar cada golpe rebotando en mi
cabeza a un ritmo tenebroso.
Jarod absorbe los golpes de Jackson lo mejor que puede. He visto la técnica
antes. Seth la usó varias veces. Sin duda, Jarod está midiendo la fuerza de Jackson.
Lucha encorvándose de dolor cada vez que los puños de Jackson conectan y,
apuesto todo el dinero escondido en mi sujetador, que no le está gustando. Oigo el
aliento salir forzado y, tan repugnante como parece, es música para mis oídos. Con
cada golpe de Jackson, la aprehensión desaparece y la emoción crece.
Tomándose tiempo para recuperar el aliento, Jackson retrocede rebotando en
la punta de los pies. De repente libre, Jarod no pierde un segundo para voltear las
cartas y se lanza duro contra Jackson. Jackson logra proteger su frente a costa de
sacrificar uno de sus brazos como defensa constante, dejando su cuerpo abierto
para accesos directos.
—Los golpes al cuerpo no se pueden evitar —me grita Darryl al oído—. No, a
menos que quiera exponer la frente.
Asiento tragando saliva.
Intercambian golpes a la cabeza y al cuerpo durante una eternidad. Seth me
dice que están evaluando la técnica del otro y que es "un juego de niños" hasta que
uno de ellos encuentre la debilidad del otro. Pero no me hace sentir mejor. Jarod
sigue lanzando golpes a la ceja de Jackson, así que es obvio que la ha encontrado.
Mientras pienso en esto, Jarod lanza un golpe a la frente de Jackson.
Reculando, Jackson apenas logra esquivar los duros y huesudos nudillos. Jarod
prepara el brazo de nuevo y apenas tiene tiempo de parpadear cuando Jackson
dispara, enganchando el puño derecho en su rostro. La multitud ruge y salta. La
fuerza de la emoción hace hormiguear mi espalda. Las sensaciones siguen bailando
bajo mis pies y suben por mis piernas mientras Jarod y Jackson se siguen
golpeando hasta estrellarse contra la lona. Hay una serie de puñetazos y patadas
hasta que Jarod consigue la ventaja terminando sobre Jackson. Una y otra vez, su
codo cae en el rostro de Jackson, en su frente. Las manos de Jackson están
atrapadas. Cuando el tercer golpe cae contra su rostro, ya está cubierto de sangre.
Mi corazón se detiene. Una pequeña sonrisa baila en los labios de Jarod mientras
avanza por cuarta vez y, por primera vez en la historia, alejo la mirada de una
pelea. La ira me carcome. Si sigo mirando, voy a escalar la jaula y a patearle el culo
a Jarod.
Siento un brazo deslizarse suavemente contra el mío mientras mantengo la
103
mirada baja. Las sandalias negras se ven bastante sencillas en comparación con los
tacones rojos que están a mi lado. Los miro haciendo un mohín. Debería haberme
puesto mis tacones. Tal vez por eso no me siento yo misma esta noche...
Arrastro la mirada por las delgadas y firmes piernas hasta encontrarme con
un ajustado vestido negro que se adhiere a unas curvas asesinas. Las luces por
encima de nosotros se reflejan en el pequeño cinturón dorado que tiene en la
cintura.
—No te preocupes —afirma, sus labios se tuercen con malicia cuando por fin
la miro—. Nuestro chico sabe lo que está haciendo.
Frunzo el ceño. ¿Nuestro chico? Sus iris increíblemente oscuros parpadean con
diversión y, aunque no lo puedo precisar, hay algo en ella que no me gusta.
Mientras mira la lucha, la observo. Su pelo es hermoso, un falso rojo pero hermoso.
Su maquillaje está aplicado con absoluta perfección, desde el lápiz de labios color
cereza hasta la forma de delinear las cejas. No es frecuente que sienta celos por la
presencia de otra mujer, pero esta mujer es impresionante y odio que se refiera a
Jackson como "nuestro chico".
Decido hacer caso omiso y pongo atención a la jaula. Para mi sorpresa, están
de pie otra vez. La sangre se desliza por la mitad del rostro de Jackson en una
gruesa línea roja y no puedo apartar los ojos. Si esto fuera una pelea de verdad, en
un lugar con reglas, ya hubiera perdido.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos? —pregunta la mujer, sin apartar la mirada
de la jaula.
La miro de reojo confundida. ¿Cómo llegó a esa suposición? No he tocado a
Jackson desde que salimos del cuarto de espera y apenas he hecho contacto visual.
Quiere saber cuánto tiempo hemos estado juntos, pero no le puedo dar un período,
porque no lo tengo, y no estoy dispuesta a confesar que no es mío.
—Es un poco complicado —le digo, sin saber por qué le estoy dando
explicaciones.
—¿Así que no es tuyo? —pregunta con una sonrisa de medio lado.
La forma en que se mueve y habla, ese aire, me molesta, no sé por qué. Un
montón de mujeres han querido a Jackson en el tiempo en que hemos estado
“viéndonos”. Algunas que hemos compartido, y otras que ha tenido por su cuenta.
No tenía problemas con eso y estaba lista para la diversión en tres vías o
simplemente observando. Pero ahora quiero todo el lote para mí. Ya he terminado
de compartir.
—Oh, no te equivoques —le digo en mi tono más amable. Me mira
entornando ligeramente los ojos—. Él es mío. Solo dije que era complicado. 104
No tienes que ser un experto en mujeres para saber cuando se sienten
amenazadas y, sin duda, este es el caso. Sus perfectos labios rojos se abren, listos
para expulsar una réplica, pero antes de que tenga la oportunidad, Seth interviene.
—Mierda.
Soy engullida dentro de su amplio hombro mientras se abre paso hasta
Darryl y me remolca detrás de su cuerpo, como si me estuviera protegiendo de la
mujer extraña. Alzo las cejas. ¿Por qué no me sorprende que Seth la conozca?
—Por supuesto que la conoces —me burlo—. Qué sorpresa.
Rueda los ojos.
—Encantada de verte, Seth. —La forma en que dice su nombre, con la lengua
deslizándose entre sus labios al final de la frase, tendría a Olivia incendiando sus
zapatos. Y la forma en que esos ojos negros lo devoran palmo a palmo, es
espeluznante.
—¿Quién eres? —le exijo, tratando de escurrirme entre Seth y Darryl, pero me
topo con una pared y no llego a ninguna parte.
Los negros ojos de regaliz brillan peligrosamente.
—¿No lo sabes? —pregunta, su petulancia brota por todos los poros—. Soy
A…
La multitud avanza rugiendo y empujándonos con ellos. Están emocionados,
están locos, están malditamente locos. Miro la jaula y veo que Jackson estrecha los
ojos mirando a la mujer. Parece aturdido, casi inestable y, cuando Jarod lanza otro
golpe, sus ojos se cierran y se estrella contra la lona.
Mi corazón late violentamente.
Mierda.
Me quedo congelada, pero Seth se mueve rápidamente empujando a la gente
fuera del camino con Darryl a remolque. ¿Qué acaba de pasar? ¿Jackson perdió?
¿Pero cómo? La mujer se ha ido y estoy empujándome con los hombros mientras
los espectadores borrachos bailan y se animan, otros maldicen y lanzan sus
bebidas. Las gotas de alcohol golpean mi piel, pero no me importa. Solo veo, en
silencio, como Seth y Darryl sacan a Jackson de la jaula.

***

Todo se calma una vez que estamos lejos de la multitud, caminando hacia el
cuarto. Seth y Darryl se esfuerzan en despertar Jackson dándole cachetadas 105
mientras voy detrás de ellos, destruyendo mi manicura con mordidas nerviosas.
Observo los pies descalzos y sucios de Jackson que se arrastran sin vida detrás de
él. Las lágrimas se derraman y gotean por mis mejillas. No pensé que sería tan
duro ver a alguien que te importa pasar tanto dolor. En la televisión es diferente.
Cuando no tienes ninguna conexión con el luchador, tiene menos impacto.
Normalmente, me emociono cuando veo un golpe bien dado. Pero esta noche,
siendo Jackson el extremo receptor, me pone enferma. Lo siento por él. Cuando se
despierte... no va a tomarlo muy bien.
En el cuarto de espera ponen Jackson contra la pared, lejos de los otros dos
luchadores que parecen estar tan inconscientes como Jackson. Me paro a unos
metros de distancia y no hago más que observar a Darryl que se precipita al
fregadero. Levanta los brazos, alcanza el cuello de su polo naranja y se la saca,
exponiendo su amplia espalda. Me siento desesperada mientras empapa la
camiseta en el agua corriente y se precipita de nuevo con Jackson. Sosteniendo la
cabeza hacia arriba, Darryl pasa la camiseta por su rostro para limpiar la sangre,
luego presiona firmemente contra la frente para detener la hemorragia. No vi la
herida, había demasiada sangre, pero supongo que está reabierta y jodidamente
más grande que la anterior.
—Tenemos que llevarlo a Emergencias. Esta herida no se cierra por sí sola. Es
tres veces más grande que la anterior —le dice a Seth.
—No voy a ir a Emergencias —murmura Jackson, levantando una mano lenta
y cansada para deslizarla por el rostro—. A la mierda con eso.
Nunca he sido tan feliz de oír su voz o ver sus iris verdes. Aprieto los puños
emocionada. Él va a estar bien.
—Jackson… —comienza a protestar Seth, pero Jackson se encoge de hombros.
—Déjenme —dice, levantando la mano a la camisa en su frente y empujando
a Darryl. Salto ante su repentina agresión y me tapo la boca.
De mala gana, Seth y Darryl le dan espacio y se las arregla para levantarse. Se
balancea suavemente. Seth se acerca pero Jackson lo detiene.
—Estoy bien.
Los tres lo observamos caminar vacilante para recuperar una mochila negra
de su lugar. Evita el contacto visual con nosotros mientras se pone la mochila al
hombro haciendo una mueca de dolor y comienza a cruzar la habitación. Al
principio, mi corazón palpita cuando camina con pasos grandes y pesados en mi
dirección, entonces deja de latir cuando me doy cuenta que no se dirige hacia mí.
—¿Adónde vas? —pregunto. La mirada que me da constriñe mi corazón, 106
apretándolo dolorosamente. Sus ojos están nublados y cansados. Veo la tristeza, la
decepción y la ira en su interior... y me molesta no poder hacer nada.
Sin la sangre fresca inundando su piel, puedo ver el corte en el labio, la
hinchazón en los ojos y en la frente, así como la extraña forma de su nariz. Apenas
lo reconozco.
Sin decir una palabra, da un paso más allá de mí y se dirige a la puerta. Me
vuelvo para hablar con Seth.
—¿Vas a dejar que se vaya? Necesita atención médica.
Seth se encoge de hombros.
—No hay nada que pueda hacer, Selena. Si no quiere ir, no irá.
Lo miro. Seth es más grande que Jackson. Enorme. No por mucho, pero estoy
segura de que si Seth lo inmoviliza, Jackson tendría dificultades para luchar contra
él. Derrotada y a punto de romperme, miro a Jackson con los ojos borrosos salir de
la habitación.
Se hace un silencio y mis manos comienzan a temblar.
—Dale tiempo para procesar lo que ha pasado. Nunca ha perdido... —dice
Seth en un intento de que me sienta mejor, pero estoy recordando la forma en que
nos miraba cuando Jarod lo golpeó. La mujer... La sorpresa, el disgusto y el enojo en
el rostro de Jackson. Tiene que haber una relación. Ella conocía a Jackson, se refirió
a él como "nuestro chico" y, cuando Seth intervino, lo llamó por su nombre de pila.
Aun así, no desato la energía de un huracán. Me quedo en clama, muy en mi
centro. ¿Esta es una jodida broma?
—Esa mujer —murmuro lentamente, armando todo—. ¿Cómo se llama?
Seth está escribiendo sobre la pantalla de su teléfono.
—¿Qué mujer?
El huracán está a punto de salir. ¿Qué mujer?
—Tú conoces a esa mujer —declaro con el ceño fruncido—. La pelirroja.
Sus dedos se congelan a medio texto y me mira. Nunca he estudiado las
reacciones de Seth, pero lo he visto suficientes veces para reconocer cuando se
siente incómodo. Su vacilación es la confirmación que necesito.
—Amelia.

107
Capítulo 10
Jackson
Me duele todo el jodido rostro. Los músculos debajo de la piel están
triplicando su tamaño por segundos. El dolor insoportable late en jodidas oleadas
de infierno. Estoy seguro de que un martillazo se sentiría mejor.
Aun así, el dolor no es nada comparado con la decepción aplastante que
siento en el pecho.
Perdí.
Por Knock Out
Apoyo la mochila en una caja de madera rota que hay a un lado de la
carretera. No sé a dónde voy. Necesito un doctor, lo sé a ciencia cierta, pero a pie
no tengo idea de qué dirección tomar.
Manteniendo la polo de Darryl presionada firmemente contra mi frente, jalo
con fuerza la cremallera de mi mochila hasta que se abre. Saco mi polo negra 108
colgándola de un hombro para volver a cerrar la mochila. Bajo la camiseta de
Darryl y rápidamente me pongo la mía. Sangre fresca se desliza sobre mis ojos
mientras paso los brazos por las mangas. Vuelvo a limpiarme el rostro y presiono
la polo naranja de nuevo en mi frente. Alcanzo la mochila, pero me detengo
cuando veo mis nudillos ensangrentados e hinchados con la luz de la farola.
Estoy en el mismo lugar que Amelia diez segundos y mi vida se va a la
mierda. ¿Por qué no me sorprende? Sabía que había una posibilidad de verla esta
noche, pero no pensé que sería justo al lado de Selena. Jodido descaro, estar tan
cerca de Selena y Seth, como si tuviera derecho. ¿Qué es lo que quiere? Ha venido
a Portland por una razón, y seguro como el infierno que no soy yo. Nunca dio una
mierda por mí, ¿por qué empezar ahora?
Levanto la mochila y la deslizo sobre el hombro. Mientras camino, pequeñas
piedras de grava se hunden en mis pies descalzos. A lo lejos, oigo el ruido de un
auto. En un momento, una SUV negra desacelera hasta rodar suavemente a mi
lado. Solo hay una persona tan tonta como para encontrarme cuando estoy en este
estado de ánimo, y ella es la razón por la que estoy en este desastre, en primer
lugar.
—Hola, extraño —ronronea.
Oigo la sonrisa en su voz y me siento enfermo. Sin embargo no espero menos
de ella. Siempre disfrutó con mi dolor. Sigo caminando, manteniendo la cabeza al
frente y la presión en mi corte. La ira burbujea como lava en mi estómago,
amenazando con explotar y arder por las venas. Intento con todas mi fuerzas
mantenerla controlada, sabiendo que es precisamente lo que Amelia quiere. Como
yo, ella se alimenta de la ira y el odio. La enciende. Y cuando se excita, sabe
exactamente cómo manipular la situación para conseguir lo que quiere... No quiero
estar en esa situación. Nunca quiero estar en esa situación de nuevo. Apenas logré
superarlo la última vez. Lo que pasa con Amelia es que no puede hacerte daño si
no la dejas entrar en tu cabeza. No es una tarea fácil, por donde se mire. Es decir,
tiene un sistema, un "orden" particular para joder tu mente. Primero trabaja en tu
cuerpo y, cuando cedes, trabaja en tu mente. Cuando tu mente está destruida, pasa
a tu alma, moldeándote para que te conviertas en el hombre que quiere, y no hay
manera de salir, a menos que ella lo decida.
Pura. Jodida. Tortura.
—Jackie, no me estás ignorando, ¿verdad? —Sigo sin hablar, esperando que si
me quedo en silencio se aburra y se vaya. Recuerdo haber leído en una revista algo
sobre tácticas de cacería Si te enfrentas a un animal peligroso, tienes que
permanecer en silencio y hacerte el muerto. Al rato, el animal se aburre y se va.
Espero que el mismo concepto se aplique aquí. Puede que Amelia no parezca un
oso, pero es igual de peligrosa, lo aseguro. Pasan más segundos silenciosos hasta 109
que vuelve a hablar—. Si no estás de humor para hablar, tal vez Selena lo esté.
Parece el tipo de chica con la que me llevaría bien.
Me paro en seco ante la mención del nombre. No suena correcto en sus labios
venenosos. Vuelvo la cabeza para mirarla. Esta sentada, alta y poderosa. La
esquina de sus labios se curva en una sonrisa pícara. El pelo rojo está recogido con
una pinza grande y brillante y sus uñas rojas se curvan en el volante.
—Si alguna vez intentas dar un paso en la misma habitación que Selena, yo…
Se ríe.
—Tú ¿qué? ¿Qué puede hacerme que no vaya a disfrutar, Jackson? —Aprieto
los dientes cuando rueda los ojos—. Estás herido. Por lo menos deja que te lleve a
algún lugar donde te atiendan.
Niego con fuerza. No confío en que me lleve a ninguna parte, ni un poquito.
Un niño de diez años subiendo al auto de un desconocido tiene mayor
oportunidad que yo subiéndome con Amelia.
—Rechacé la proposición de Darryl de llevarme al hospital, ¿qué te hace
pensar que voy a aceptar la tuya?
Amelia suspira.
—Si no vienes conmigo, voy a dar vuelta y me voy a familiarizar más con tu
bonita... lo que sea. Si lo haces, te curaré y te dejaré ir, sin daños.
Frunzo el ceño.
—¿Dónde está la trampa?
Sus agudos ojos oscuros se suavizan un poco. Si no lo supiera mejor, diría que
parece sincera, pero conozco a Amelia y sincera no es una palabra que se le pueda
aplicar.
—Te he echado de menos y quiero ponerme al día. Eso es todo.
Su voz ronca de siempre es suave y vulnerable, un tono que solo he oído en
mis noches más negras, cuando necesitaba importarle a alguien. Siento vacilar mi
resolución. No quiero, pero me siento impotente para detenerla.
—Me arreglas la ceja, nos ponemos al día y me dejas en paz. Para siempre.
¿Trato?
Por un momento, el dolor destella en su rostro. Extrañamente, no me hace
sentir mal. No me hace sentir nada. Mis emociones están destrozadas cuando se
trata de Amelia. Voy a estar feliz de no volver a verla. Es lo que realmente quiero,
y si eso significa que tengo que pasar un rato con ella para explicándoselo, 110
entonces bien. Puedo hacer eso.
—Trato —responde con un movimiento de cabeza firme—. Una noche y
nunca me volverás a ver.
Es una promesa que no va a cumplir, pero al menos es un comienzo. Sabe que
tengo otros planes en mi vida que no la involucran.

***
Se detiene en el estacionamiento subterráneo de un hotel. Es glamuroso,
demasiado lujoso para el antiguo que podía pagar. Me pregunto a qué rico
bastardo se folló para elevar su estatus. Incluso el auto es una obra de arte, lleno de
elegantes luces azules y mini pantallas táctiles. La antigua Amelia tenía un
pequeño apartamento y algunos vestidos caros, pero eso era todo. Parece que las
personas malas escalan más rápido que las buenas. El karma no ha decidido
desquitarse. Además, la idea de estar a solas en su habitación me hace sentir
incómodo. Es decir, no soy un santo y he cometido mi parte justa de errores
cuando se trata de sexo con otras mujeres. Y con Selena. Nunca pensé en los
sentimientos de Selena hasta que las cosas se pusieran serias. Selena es una más de
un montón de mujeres con las que he tenido sexo en los últimos años. Recuerdo
que me repetía, una y otra vez, que ella sabía qué clase de persona que era yo.
Muchas veces me dije que mi comportamiento era mi manera de demostrarle que
no estaba comprometido con una relación normal. Ahora podría decir lo mismo y
pasar una noche con Amelia... pero no lo siento correcto. Selena nunca me lo
perdonaría. Yo nunca me lo perdonaría. He trabajado muy duro para distanciarme
de Amelia. No estoy dispuesto a dejarla entrar de nuevo. De ninguna jodida
manera. Si soy honesto, esperaba que Amelia me llevara a algún lugar público.
Odio los hospitales con pasión, pero habría aceptado sentarme incómodamente en
la sala de emergencias de un hospital antes que en su habitación oscura y
misteriosa. Cualquier día.
—¿Vas a arreglar mi ceja en tu bonita habitación de hotel?
Sonríe de reojo mientras saca las llaves del encendido.
—Tienes suerte de que haya traído mi botiquín o estarías en un hospital en
este momento, o desmayado a un lado de la carretera. —Hace tiempo, Amelia
estudió para ser enfermera. Suena bastante tierno, excepto que solo tomó esa línea
de trabajo para conseguir acceso fácil a las drogas. Resultó que no era tan fácil
como pensaba, y las horas que invertía no le permitían arruinar la vida de las
personas. No pudo con eso. Aprendió los conceptos básicos sobre atender heridas,
incluyendo coser, o como se llame en términos médicos coser la carne con una 111
aguja y un hilo—. Espero que no dejes sangre en mi asiento —dice antes de abrir la
puerta y deslizarse fuera del auto.
Echo un vistazo. Estoy bastante seguro de que lo hice, pero si me importa o
no, es otra historia.
—Parece que tienes dinero para limpiarlo —respondo un segundo antes de
que ella cierre la puerta.
Agarrando mi mochila, abro la puerta y salgo del vehículo.
Rodea el auto y ajusta su diminuto cinturón dorado. Cuando levanta la
mirada para encontrarse con la mía, sus labios se levantan en una bonita sonrisa.
—El mundo ha sido amable conmigo en tu ausencia, Jackie.
Sí, cualquier día de estos.
—¿Quién era él?
Ella levanta las cejas, su sorpresa tan fingida como sus pestañas.
—¿Por qué supones que le he estafado el dinero a alguien? Tal vez he
trabajado duro por él.
—No dudo que trabajaste duro por él. Estafar, manipular y mentir puede ser
bastante agotador.
Levanta sus perfectas cejas de nuevo.
—Realmente me duele saber que no me crees. —Da un paso más cerca y mi
cuerpo se pone rígido—. He cambiado. Créelo.
¿Cuán ingenuo piensa que soy? ¿Cree que he olvidado quién es? Nadie
puede cambiarla. Es fría hasta su congelado y podrido núcleo. Ni siquiera Dios
puede salvarla del montón de desesperación y destrucción que ocasiona.
—Creo que... —hago una pausa—, es más probable que el infierno se congele.
Amelia me mira con ojos brillantes, no con lágrimas, no, sino con desafío.
Para poder sentir y llorar, necesitaría emociones.
—No espero que olvides lo que he hecho... y no creo que me disculpes, pero
estoy aquí para arreglarlo, Jackson.
Trago con fuerza. He imaginado durante años esas palabras, pero siempre
terminaba igual. No puede arreglar lo que hizo. No me puede devolver lo que
tomó de mí, lo que me robó. Ningún ser humano con un corazón la perdonaría.
—No puedes arreglarlo —le digo con la voz ronca y gruesa por la emoción
del recuerdo—. No puedes volver atrás. Se ha ido para siempre. —Aprieto los 112
dientes y frunzo los labios. Inhalo lentamente—. Nunca le diste una oportunidad.
Suelto lentamente el aire pasando una mano por mi rostro. Mientras más
rápido me arregle la ceja, más rápido puedo salir de aquí y no tendré que
escucharla más.
—Yo…
—¿Podemos terminar con esto? —Interrumpo, sin querer escuchar ninguna
excusa tonta. Quiero ir a casa... quiero estar solo. Con un asentimiento rápido,
Amelia se calla. Caminamos del estacionamiento al vestíbulo. Desde el vestíbulo,
caminamos por un largo pasillo y terminamos en su cuarto. Es enorme, cubierto
desde el piso hasta el techo con muebles caros y elegantes. Quien sea que Amelia
haya jodido para tener una vida como esta, debió ser alguien importante. Pobre
bastardo. Con un mohín, se sirve un pequeño shot de vodka, mantiene los ojos
sobre mí mientras lo desliza por la garganta. Siempre le encantó la bebida—. Veo
que algunas cosas no han cambiado —comento, parpadeando ante una racha de
sangre que rueda por un lado de mi rostro cerca del ojo.
Sus ojos destellan.
—Tan sentencioso. —Se ríe, acariciando el borde del vaso con el dedo
índice—. Solíamos tener mucha diversión. ¿Qué pasó?
—Nunca fue divertido para mí.
Resopla, alejándose de la barra.
—Estás mintiendo. Te encantaban nuestras noches de locura en el carnaval,
en el laberinto de maíz, cuando entramos a esa casa y nadamos en la piscina. ¿Te
acuerdas?
Lo recuerdo, pero son recuerdos que he intentado olvidar. Esos son los
recuerdos que me enternecen pensando que Amelia es digna de mi tiempo.
Aprendí que todo era un engaño, una falsa felicidad creada por el alcohol y las
drogas. Solo éramos felices cuando perdíamos el control de nuestras mentes.
Cuando estábamos drogados. Pero tan pronto como estábamos bien, que Dios nos
ayudara.
—No lo recuerdo —respondo sin rodeos—. No estoy aquí para hablar del
pasado. Nunca más he pensado al respecto.
Una expresión amarga se desliza por su rostro mientras me mira a doce
metros de distancia.
—Tanta historia... —murmura, metiendo un mechón de cabello detrás de la
oreja—. Fue un desperdicio. —No fue un desperdicio. Dicen que aprendemos de
nuestras experiencias para no repetir los mismos errores. Aun así, asiento. Con un
pesado suspiro, señala el pequeño sillón reclinable de cuero—. Siéntate. Traeré el
113
botiquín.
No necesita decírmelo dos veces.
Lo hago. Me voy. Se acabó.
Dejando caer mi mochila, camino por la habitación ignorando el dolor en la
cabeza y el rostro. Me siento en el sillón reclinable con un gemido. No es la silla
más cómoda. No tiene reposabrazos, lo que significa que no puedo relajarme, y el
taburete a sus pies no tiene sentido ya que el sillón se puede reclinar.
Amelia desaparece de la habitación solo para volver un segundo más tarde
con una pequeña caja de herramientas. La compró por las luchas en las que me
metía, porque sabía cuánto me disgustaban los hospitales. Dicho esto, ¿por qué la
tenía todavía? Amelia no se involucra con ninguna actividad que pueda dañar su
piel, por lo que dudo que la haya guardado para sí misma. Apuesto que es para
otro hombre. Tal vez curaba a alguien después de que se cansó de mí. El
pensamiento que una vez hubiera provocado rabia, ahora pasa por mi cabeza sin
evocar ninguna emoción. ¿Sería posible? ¿Estoy finalmente superando a Amelia
Petrovic?
—¿Puedo traerte una bebida? —pregunta mientras se dirige hacia el mini bar
de cristal.
Niego, demasiado aturdido con mi entorno para hablar. Estoy acostumbrado
a hoteles de lujo. Dios sabe que con Seth me he alojado en muchos, pero esto es
diferente. Saber que es el de Amelia lo hace diferente, más surrealista. Ha estado
viviendo todo este tiempo sin pensar cómo estoy.
Cruza la habitación hasta que se pone entre mis piernas. Es un escenario
familiar, un recuerdo de Selena, no de Amelia. No veo nada mientras toma de su
pequeña caja todas las cosas que va a necesitar. Cuando está lista espero que se
siente en el taburete al pie del sillón, como cualquier persona normal. Pero se
levanta el vestido y se sube en mí, poniendo los muslos a mis lados. Todo mi
cuerpo se tensa dolorosamente.
—Amelia —gimo—. Bájate.
—No seas niñita —gruñe, pegándome en el pecho—. Tengo que estar cerca
para ver lo que estoy haciendo.
Hay una marcada diversión en su voz y quiero que escuche la renuencia en la
mía. Aprieto la mandíbula mientras arroja la camiseta de Darryl y la reemplaza
con un algodón empapado en alcohol. Siseo haciendo una mueca de dolor. Punto
para su deleite. Cada vez que salto, presiona los muslos con fuerza y se ríe entre 114
dientes. Siempre le ha gustado causar dolor, físico o emocional, no importa. Ella
hará cualquier cosa para obtener una reacción.
Sorprendentemente, no siento nada mientras ella se extiende sobre mis
muslos trasmitiendo su calor a mi piel. La culpa lo anula. No debo estar con
Amelia. No es justo. Si Seth se entera… mierda, si lo sabe, quemará este hotel y me
golpeará el culo con los escombros.
—¿Quieres un anestésico? —pregunta. Yo niego. Siento que ahora el dolor es
algo necesario. Si siento dolor, puedo cerrar los ojos. Si no los cierro estoy obligado
a mirar su rostro. Enhebrando el trozo de hilo, lo lleva hasta mi ceja y cierro los
ojos. El pinchazo inicial es casi insoportable. Clavo los dedos en la parte inferior
del sillón apretando los dientes hasta que rechinan. Entonces el dolor se detiene y
una extraña sensación de tracción se desliza en mi ceja, luego un chorrito caliente
de sangre pegajosa pasa sobre mi párpado—. Voy a hacer la segunda puntada.
¿Estás seguro de que no necesitas el analgésico?
No abro los ojos.
—No.
—Como quieras, tipo duro. —El hilo vuelve a mi rostro, está a punto de
clavar el gancho de nuevo. Entonces siento su mano sobre la mía, la levanta y la
pone sobre su muslo. Hace lo mismo con la otra—. Algo mejor para hacer
presión —dice con voz baja y ronca.
Abro los ojos y le frunzo el ceño, pero evita mi mirada controlando la sutura.
Estoy a punto de levantar las manos cuando clava la aguja con fuerza en mi carne
lastimada. Naturalmente mis manos presionan y clavo los dedos en los músculos
de sus muslos. Por sobre los insultos y los gritos en mi cabeza, puedo oír su
respiración acelerarse. Baja las caderas empalándose contra mí. Una y otra vez su
gancho entra y sale de mi carne. A la novena vez, tengo todo el rostro adormecido
y quiero alejarme. Una buena cantidad de sangre ha cubierto mi rostro, pero la
mayor parte está seca. Nada de sangre nueva.
—Listo —dice después de un momento, tomando las tijeras y cortando el
último punto.
Ignorando la sensación punzante de la ceja fruncida, retiro las manos de sus
muslos y me aclaro la garganta.
—Gracias.
—Puedes ducharte aquí antes de irte a casa de… —Sus labios se tuercen
brevemente—. A donde quiera que vayas.
No quiero decirlo, pero el impulso es demasiado abrumador. La idea de
lastimarla un poco mencionando el nombre de otra mujer es muy satisfactoria, más 115
allá de cualquier cosa que pueda imaginar.
—Selena. Iré a su casa.
Sus ojos se estrechan, hay un borde más agresivo de dolor.
—Sabes, no recuerdo que te gustaran las rubias.
No puedo evitar que mis labios se contraigan en las esquinas.
—Sí, bueno, traté con una pelirroja. Son peores.
Nuestras miradas se traban fijamente por un momento, segundos o minutos,
no sé. Mucha información se trasmite en ese pequeño período. Amelia me quiere
de regreso, está celosa de Selena y está dispuesta a todo para tenerme otra vez. Por
mi parte, espero que Amelia entienda que no tengo los mismos sentimientos que
tuve alguna vez, que sepa que su comportamiento ha destruido cualquier
oportunidad de estar juntos de nuevo. No lo permitiré...
No sobreviviría.
Capítulo 11
Jackson
Me ducho rápidamente, cuidando de no empapar el vendaje de mi frente bajo
el duro flujo del agua. Descanso las palmas contra el vidrio y dejo que la corriente
de agua hirviendo golpeé mi espalda, llevándose lejos todo lo que pasó esta noche.
Perdí una pelea por primera vez. Todavía no lo he asimilado y, aunque quisiera
culpar a Amelia, no puedo. Fue mi culpa por haberme distraído. Por dejar que su
aparición me afectara. Esta herida me va a dejar fuera por semanas, incluso meses.
Para el momento en que el padre de Selena regrese, tendré poco dinero para
impresionarlo.
Los padres son difíciles... y quiero impresionar al suyo. Por supuesto, ese
barco navegó, teniendo en cuenta que le di un puñetazo en la boca hace un tiempo,
pero en mi defensa, no era yo mismo ese día. No pude soportar la forma en que le
habló a Selena. Sé que le he dicho cosas peores, pero ese es mi problema. A nadie
más le permitiré herir sus sentimientos, ni a su padre, ni a nadie. 116
Sobre el rugido de los chorros de agua, oigo que se abre la puerta del baño y
volteo para ver a Amelia hacer una entrada maliciosa, reprimiendo una sonrisa.
—Traje tu mochila —dice mientras la deja en el lavabo y se recarga en él.
Casi salto de alivio ante la idea de ponerme unos jeans y calcetines suaves.
Aguardo un segundo o dos, esperando que se vaya. No lo hace, y en este
momento, estoy agradecido por el vapor que me protege de su mirada.
—¿Es todo?
—Tal vez me quede un poco más.
Echo un vistazo a mis manos. Mi piel está pálida y arrugada. He estado aquí
demasiado tiempo.
—Vete. —Estoy sorprendido por el tono de mi voz. Nunca he sonado tan
cansado, derrotado y frío.
Su sonrisa sutil se vuelve grande y lobuna.
—¿Tímido? Si recuerdo tu cuerpo correctamente, Jackie, no tienes nada de que
avergonzarte. —No hablo, solo la miro. Salir de esta ducha desnudo es como nadar
en el océano con una línea de peces muertos atada a mi cinturón. Por mi propia
cordura no puedo estar en esa situación. No con ella. Mi fuerza es lo único que evita
que me devore. Con un suspiro dramático, levanta las manos y camina de nuevo
hacia la puerta—. Bien. Te esperaré aquí.
En el momento en que se va y cierra firmemente la puerta, cierro la ducha y
salgo a la mullida alfombra roja de baño. Alcanzo la toalla más cercana y la
envuelvo en mis caderas, sin molestarme en secar el resto de mi cuerpo. El aire es
cálido y el agua en mi piel se seca rápidamente. Lo único que tengo que hacer es
vestirme y salir de aquí. El gran espejo que cubre una de las paredes está
empañado y estoy agradecido. No estoy seguro de tener el valor para mirarme en
este momento. Solo puedo imaginar el estado de mi rostro. Molido. Se siente así y
mañana estará peor.
Meto la mano en la mochila y saco mis jeans, mis zapatos y mis calcetines.
Del suelo recupero mi polo negra y torpemente me la pongo. Decido dejar la polo
de Darryl y mis shorts de pelea en el suelo. Amelia sabrá lidiar con ellos. Tirando
la toalla, me deslizo en los jeans y me pongo los calcetines, finalmente me pongo
los zapatos. Mis pies le dan la bienvenida a la suavidad. El paseo por la grava hizo
un buen trabajo en las plantas de mis pies. Las sensaciones corren por ambos pies
como un incendio. Estoy seguro de que un buen remojo en hielo, o un masaje, los
arreglará. Me pregunto si Selena estará dispuesta. Sonrío mientras me imagino su
ceño fruncido. Desaparezco después de la pelea solo para aparecer más tarde
pidiendo un masaje de pies. Me pateará el trasero. 117
Paso la toalla por el cabello, revolviéndolo hasta que las gotas vuelan sobre el
espejo, entonces dejo caer la toalla en la parte superior de la pila de ropa y salgo
del baño.
En la habitación principal, Amelia está apoyada contra el bar con dos bebidas
servidas. Las copas llaman mi atención durante un segundo antes de reparar en su
apariencia. El pequeño vestido negro con el cinto dorado ya no está. En cambio,
una blusa blanca transparente cae sobre su cuerpo, deteniéndose muy por encima
de sus rodillas, exponiendo las delicadas curvas de sus muslos. Avergonzado, mi
garganta se seca. A través de la tela sutilmente transparente, veo su ropa interior
negra, y casi puedo sentir lo suave que sería al tacto.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto, apenas logrando elevar la mirada a su
rostro.
Amelia pasa los dedos por la descuidada coleta alta y la inocencia fingida en
su rostro no me engaña ni por un segundo.
—Pensé que podríamos compartir un trago antes de que te vayas.
Aprieto la correa de la mochila.
—Pues no lo pienses.
Las cejas perfectamente depiladas se alzan.
—Me prometiste ponerme al día y así es como vamos a hacerlo.
—No, no lo haremos.
Sus rasgos se transforman en algo tan oscuro y astuto, que me hace sentir
como cuando tenía dieciséis años.
—¿No? Tal vez debería llamar a Selena y decirle dónde recogerte. —Frunzo el
ceño, sin saber cómo reaccionar—. Sabes, estoy un poco lastimada de que mi
número no esté guardado en tu teléfono. ¿Me odias tanto?
Mi corazón da un salto. Revisó mi teléfono mientras estaba en la ducha... y
ahora tiene el número de Selena. Si se entera que estoy aquí no hay manera de que
pueda explicarlo. Me quedo mirándola. Eso es todo lo que puedo hacer, no se me
ocurre ninguna respuesta racional. Amelia me ha jodido más de una vez. Presiona
las largas uñas rojas en la base de una de las copas y se desliza más cerca.
—Bourbon. Tu favorito. —Derrotado, dejo caer la mochila y camino hasta el
bar, mirándola con cautela. Cuando tomo la copa, ella toma de la suya lentamente,
luego, con una cadencia elegante en sus caderas, atraviesa el cuarto hasta su cama.
De repente el corazón comienza a martillar en mi pecho mientras se sienta en el
borde y acaricia el colchón—. Podemos ponernos al día aquí. 118
De mala gana me siento con ella. Me siento con los codos sobre las rodillas y
la copa apretada con fuerza entre mis manos. Amelia decide sentarse en una
posición más “relajada” apoyándose en una palma y cruzando las piernas. Su
blusa blanca se desliza más arriba de sus muslos, pero no hace ningún movimiento
para bajarla. Eso despierta algo dentro de mí, reavivando una pasión que no quiero
sentir. Una pasión que no debería sentir. Su mirada divertida quema en mi rostro.
—Debería ponerte un poco de crema en los labios. —Con un suspiro, se
levanta de la cama dejando su copa sobre la mesita de noche de cuero blanco. Se
acerca y me quita la copa de las manos para colocarla en la mesa junto a la suya.
Mantengo los ojos en el suelo mientras llega al botiquín. Un minuto más tarde
escucho la tapa abrirse y en poco tiempo veo sus pies frente a mí.
Involuntariamente, mi mandíbula se aprieta mientras desliza el dedo índice debajo
de mi barbilla aplicando una leve presión hasta que levanto la cabeza para mirarla.
Odio esto. Odio sentirme como un niño. Amelia quita la tapa del ungüento y pone
una pequeña gota en el dedo. Yo aparto la mirada mientras su dedo se extiende,
muy ligeramente, por encima de mi corte—. ¿Recuerdas la primera vez que te puse
ungüento? —pregunta sonriendo dulcemente.
Lo recuerdo. Era la víspera de Navidad y tenía diecisiete años. Amelia y yo
estábamos caminando por una calle muy transitada en el corazón de Seattle y
alguien le robó el bolso a una señora mayor. Ella gritó y corrió hacia nosotros. Lo
detuve, pero no antes de que se las arreglara para darme un golpe en la boca.
Sorprendentemente, no es un recuerdo terrible.
—Lo recuerdo.
Lanza el tubo sobre la cama y continúa masajeando los restos de la gota en mi
labio.
—Fuiste muy valiente. —Contengo la respiración mientras se mueve hasta
que su estómago roza mi nariz. A mi pesar, inhalo. Canela. Ella siempre huele a
canela. Un perfume que me atrae. De repente, todos los poros de mi cuerpo se dan
cuenta. Su cercanía zumba sobre la superficie de mi piel, igual que solía hacerlo.
Me quedo quieto mientras sus dedos dejan mi labio y con las dos manos llega a mi
cabello húmedo, apretándolo ligeramente. Amelia se desliza a sí misma en mi
regazo, acomodándose poco a poco hasta que su cara está frente a la mía. Sus iris
oscuros perforan los míos y me congelan—. ¿No me extrañaste?
Trago. Tengo que ser cuidadoso. No puedo darle lo que quiere, no sin herir a
alguien que no lo merece.
—Te extrañé... —le digo—, al principio.
—¿Y ahora?
Echo un vistazo a sus labios. Están separados, listos para algo.
119
—Y ahora tengo a alguien más.
—No tienes ningún futuro con ella. ¿Qué pasa con nosotros? Tenemos una
historia. —Se inclina y planta un suave beso—. Hemos compartido cosas que no
podrás compartir con nadie más. No puede entenderte como yo. —Me besa de
nuevo, más fuerte esta vez. Mi cabeza da vueltas y mis pensamientos se nublan
mientras desliza su lengua entre mis labios y toca la mía—. ¿No lo quieres otra
vez? —pregunta, respirando en mi boca.
Sin pensarlo, mis manos encuentran sus muslos, luego su trasero. Gime bajo
y profundo en mi boca y las hormonas me inundan, afectando mi mente y
acumulándose en mi pene. No fue tan malo, ¿verdad? Es decir, estar con ella.
¿Habrá cambiado? ¿Podría finalmente querer algo más? Aplasto mis labios contra
los de ella, estimulado por el momento y por la desesperación de ver si la chispa
entre nosotros sigue estando ahí. Me siento excitado, obviamente, cualquier
persona que dijera lo contrario en esta situación es una mentirosa de mierda, pero
no siento... “más”. No siento el amor. No siento la pasión. Por primera vez en mi
vida, me siento incómodo… culpable. Su boca hace un sendero hacia abajo hasta
mi barbilla. Mi mente empieza a despejarse y mi cuerpo se tensa mientras planta
besos salvajes y desesperados a lo largo de mi mandíbula hasta mi oído.
—Podemos tratar de nuevo —murmura, besando mi oreja—. Podemos ser
una familia... tener ese bebé que siempre has querido.
Mi corazón se hunde. Nunca hemos hablado sobre el bebé que estábamos
destinados a tener juntos. No volvimos a vernos después de eso.
—Ya me diste el bebé que siempre quise y luego te lo llevaste.
Se congela, sus labios se quedan inmóviles contra mi piel. Finalmente, se aleja
y me mira a los ojos.
—No cuenta, Jackson. Tenía apenas ocho semanas de embarazo. No es un
bebé de verdad hasta las doce semanas.
Me duele el pecho mientras las palabras se filtran hasta mi mente. No las
registra. ¿Puede oírse? ¿Puede comprender lo cruel que suena? Ese bebé, nuestro
bebé, mi bebé, ¿no contó? La empujo y me levanto. ¿No cuenta? ¿Jodidamente no
cuenta?
—¡Por supuesto que cuenta como la mierda! —grito alcanzando la lámpara
de la mesa de noche. Con un gruñido la estrello contra la pared, se rompe y rueda
por todo el cuarto. Amelia salta—. Cuando decidimos tenerlo, cuando me
convenciste de ser padre y formar una familia, ¡contó!
—No estaba preparada, Jackson. ¡No podía atravesar algo tan grande si no 120
estaba lista!
—¿Cómo iba a adivinarlo? ¡Nunca me dijiste que no estabas lista! —Las
lágrimas pican, pero no me atrevo a dejarlas caer. No frente a ella—. Me
convenciste y yo estaba feliz, realmente feliz. Cuando desperté, ya no estabas.
—Jacks…
Me está carcomiendo su expresión de jodido aburrimiento, el aspecto de
crueldad total.
—Dime dónde estabas.
Sé dónde estaba. Sé exactamente dónde estaba pero necesito que lo diga. Si lo
dice en voz alta, tal vez se dé cuenta de lo jodido que fue.
—Jac…
Me paso las manos por el rostro sin inmutarme por el dolor que me apuñala
bruscamente. La conmoción, el horror y la ira vienen en oleadas sobre mí.
—¡Dime dónde estabas, maldita sea!
Tengo que salir de aquí antes de perder por completo la cordura. Estoy a
cinco segundos de agarrarla por el cuello y arrojarla por la maldita ventana.
—En el hospital.
—¿Haciendo qué? —exijo con ira y sin aliento.
—Recuperándome.
—¿De qué? —Traga de forma audible pero no se registran emociones en su
rostro. ¿Le afecta? ¿Qué es lo que le interesa? Porque seguro que no soy yo. Dice
algo, pero es demasiado bajo para que lo escuche. Doy un paso más cerca.—. No te
puedo oír.
—Me estaba recuperando de un aborto peligroso.
Asiento.
—Cuando te encontré a las 10:15 am en el cuarto 317 del Hospital North
Seattle. ¿Recuerdas lo que me dijiste? —Sus labios llenos se mueven y sacude la
cabeza. Por supuesto, jodidamente no lo recuerda—. Me dijiste que todo había
terminado, que las cosas habían ido demasiado lejos y que terminabas conmigo.
—Estoy segura de que no dij…
Le tomo el rostro y presiono sus mejillas. Recurro a toda mi fuerza para no
aplastarle la mandíbula y destruir esa boca que seguramente dirá otra mentira.
—Eso fue lo que dijiste. Lo recuerdo como si fuera ayer. Después de todo lo
que tuvimos, después de todo lo que sacrifiqué, me despediste como si no valiera
121
nada.
—Estaba confundida —murmura con la voz amortiguada por la presión de
mi mano. Finalmente, consigue sacar una lágrima. Guau. Esta noche debe ser
realmente especial. No la he visto llorar jamás—. No era yo misma. —¿No era ella?
Tiene que ser la mayor mentira que he oído nunca. Cuando está haciendo estragos
en los corazones y aplastándolos, es ella misma. Cuando está llorando y tratando
desesperadamente de explicar sus acciones, es la falsa Amelia. He aprendido la
diferencia y he aprendido a alejarme. Con un suave empujón, libero su rostro y me
doy vuelta para caminar hacia la puerta recogiendo de paso mi mochila. No voy a
quedarme aquí otro segundo más. No puedo—. ¿Adónde vas? —exige en tono
agresivo.
—A cualquier lugar donde no tenga que ver tu rostro.
—¡Me mataré si te vas! —grita. Miro por encima del hombro. Tiene las manos
en puños.
Ha jugado este juego antes y demasiadas veces he caído en la trampa, pero no
esta vez. No voy a dejar que me manipule. Amelia se ama demasiado a sí misma y
a su vida. Es una conclusión a la que llegué hace mucho tiempo. Casi sonrío
mientras olas negras de amargura se arremolinan dentro de mí.
—No necesito que me hagas ningún favor.
Abro la puerta y la cierro de golpe detrás de mí.

122
Capítulo 12
Jackson
Me quedo mirando los paneles de madera de la puerta de Seth. Me llamó
mientras estaba en el taxi de camino a casa de Selena y me contó que ella estaba
allí. Se encerró en la habitación de invitados, pero al menos está rodeada de
personas que la aman. Selena se merece eso. Se merece un montón de cosas...
Merece flores todos los días con una pequeña tarjeta linda que le diga lo increíble
que es. Merece chocolates y el derecho a comérselos todos sin tener que aumentar
una talla de ropa. Merece una felicidad que no termine, y a alguien que aprecie
todo lo que es y todo lo que puede ser. No se merece a un hombre como yo. No se
merece ser el receptáculo de la amargura y la ira. Es la hija de alguien, una
hermosa mujer que merece todas las cosas que ha soñado.
No a mí.
Apuesto a que nunca ha soñado con tener a alguien como yo.
Me inclino para apoyar la cabeza contra la puerta y pienso en irme a casa. La 123
cosa es que no quiero estar solo. Siempre he odiado estar solo.
Mientras estoy pensando, la puerta se abre y me enderezo. Lo primero que
veo es el pecho desnudo de Seth. Oh, qué alegría. En mi opinión, un tipo medio
desnudo no es lo ideal para ser recibido en este momento de la noche. Miro su
rostro mientras analiza mi frente.
—Es bueno ver que tuviste el suficiente sentido común para arrastrar tu culo
al hospital.
Asiento.
El hospital. Claro.
—Correcto. ¿Olivia y Chloe?
—Dormidas.
—¿Selena?
Sus rasgos cansados se suavizan.
—Arriba, en la habitación.
Inhalo lentamente y exhalo más lento.
Seth se mueve para dejarme pasar. Mientras lo hago, me detiene poniéndome
una mano firme en el hombro.
¿Alguna cosa que necesites sacar de tu pecho antes de ir con ella?
Podía decirle dónde estuve esta noche, pero no tendría la energía para volver
a contarlo, no cuando estoy a punto de derramar mi alma a los pies de Selena.
No esta noche, hermano.
Con un simple movimiento de cabeza, levanta la mano y atravieso el pasillo.
Paso un enorme salón abierto y mi vista inmediatamente se centra en un cajón de
colores lleno de juguetes en una esquina. No puedo evitar una pequeña sonrisa
mientras me imagino a los tres jugando después de la cena. Seth siempre ha sido el
afortunado. Mi vista pasa por el sofá y veo a Darryl durmiendo incómodo y sin
camiseta. En cierto modo me hace sentir como una mierda. Obviamente todo el
mundo estaba esperándome.
Sigo caminando hasta las escaleras. Me muevo lentamente, sin saber en qué
habitación está durmiendo Chloe. Alcanzo la primera puerta, pero Seth me
detiene.
—No —susurra—. Esa es la habitación de Chloe. Selena está durmiendo en la
última habitación.
Tan lentamente como puedo, levanto los dedos del picaporte y de puntillas 124
continúo por el pasillo. Echo un vistazo por encima del hombro cuando llego a las
dos últimas puertas y veo a Seth entrar en la habitación de enfrente de Chloe.
Antes de que la puerta se cierre, oigo el murmullo de Olivia y espero no ser yo el
que la despertó.
Me dirijo de nuevo a las dos puertas. La de la izquierda tiene la etiqueta de
un baño por lo que la otra debe ser la habitación de invitados. Con manos
temblorosas, abro la puerta y me deslizo dentro de la habitación. Cuando cierro la
puerta, oigo una agitación en la cama. Después viene el susurro inevitable.
—¿Jackson?
—Sí.
Dejo caer mi mochila al suelo, me saco los zapatos y los calcetines. El cuarto
está en silencio y mis nervios aumentan. No puedo determinar si el silencio es
bueno o malo, pero tengo la sensación de que estoy a punto de saberlo.
Me acerco a la cama usando las espinillas como guía. Cuando chocan contra
el colchón, me paro y me quito la camisa por la cabeza. Apenas me inclino en la
cama y siento sus manos cálidas tocar mis abdominales. Salto ligeramente. No me
di cuenta de que estaba tan cerca.
Quita repentinamente las manos.
—Lo siento mucho. ¿Te duele?
Alcanzo sus manos y las pongo de nuevo en mi estómago.
—No, pero acabo de recibir un susto.
Me muevo despacio de rodillas y cierro los ojos mientras sus suaves y
cuidadosas manos trazan las líneas de mi estómago. Siento que ya llegué a su lado
porque la punta de su nariz roza mi clavícula y la curva de mi cuello.
—Estaba preocupada por ti —susurra contra mi piel, enviando una
abrasadora conciencia por todo mi cuerpo.
Esas son exactamente las palabras que necesito oír después de la noche que
he tenido con Amelia.
—¿Sí?
—Sí.
Su aliento mentolado sopla en mi mejilla hasta que, finalmente, sus labios
rozan los míos.
Hace una pausa y cierro los ojos con fuerza, temiendo la siguiente pregunta
que sin duda va a salir de sus labios confusos. 125
—¿Fuiste al hospital?
Mierda. Busco en mi cerebro, tratando desesperadamente de encontrar una
explicación decente. Todo lo que consigo es un movimiento de cabeza.
—Te curaron el labio —menciona, tratando de atar cabos. Siento la punta de
su dedo delicadamente sobre el vendaje en mi frente—. Y estás todo remendado.
El silencio cae y crece espeso, hasta que no puedo soportarlo más.
—Amelia me curó —explico con voz ronca y gruesa.
Las palabras que elijo suenan extrañas saliendo de mis labios. Amelia no me
curó, no realmente. Pudo haber cosido mi frente, pero ha destruido mi alma.
El toque de Selena se aleja de mi piel y dejo caer la cabeza.
—Amelia. Tu ex-novia. —Asiento, a pesar de que no puede verlo—. ¿Fue la
primera persona que decidiste ver después de la pelea? ¿Después de que te alejaste
de Darryl, de Seth y de mí?
El dolor es evidente en su voz y no hay nada que pueda hacer para evitarlo.
Lo que admita de aquí en adelante solo la lastimará más. Puedo tratar de explicar,
pero tengo las de perder. No es tan blanco y negro como parece. Sin embargo,
dudo que vaya a ser capaz de hacérselo entender.
—No, no fue así, ella...
—Te negaste a ser visto por un médico certificado, ¿pero le permitiste tocarte?
—Sí, pero...
Oigo el golpe cuando cruza los brazos con fuerza sobre su pecho.
—¿Por qué esta mujer tiene tanto poder sobre ti?
Se me escapa un gemido. Esta no es la conversación que deseaba tener.
Quiero pedir disculpas por ser un idiota después de mi pelea y abrazarla, eso es
todo. Quiero dejar el resto para otro día.
—No importa.
—¿Por qué no importa? —exige en un susurro áspero—. Esta mujer tiene
todo que ver con la persona que eres, pero te niegas a dejarme entrar.
—¿No puedes confiar en mí?
—¿Cómo puedo confiar en ti cuando me ocultas tantas cosas? ¿No soy lo
suficientemente buena? ¿Debo teñirme el cabello de rojo y usar vestidos negros
ajustados? ¿Tengo que arruinar tu vida? Solo dime qué puedo hacer para que
sientas la mínima pizca de amor por mí, como obviamente sientes por Amelia.
126
—No amo a Amelia. —No creo haberlo hecho nunca. El amor no debe hacerte
sentir como si estuvieras muriendo por dentro. No debe hacerte sentir sucio, solo y
abusado. El amor se supone que te hace feliz. Se supone que dan ganas de luchar
por él, incluso en los días de mayor mierda. El amor es lo que me llena cuando
estoy cerca de Selena y solo de Selena. Pensé que la amaba, pero me equivoqué y
pagué por ello.
Oigo a Selena tragar saliva.
—¿Qué pasó entre ustedes dos? ¿Cómo rompieron? Y dime la verdadera
historia. Me lo merezco.
Exhalo, derrotado.
Bien. Ahora es un momento tan bueno como cualquier otro para contarle
todo. Y lo hago. Empiezo con la noche que nos conocimos y le cuento todo, como
dejé a mi familia, la escuela y mi pasión, solo para hacerla feliz.
Me canso de estar de rodillas, así que nos recostamos y le cuento todo sobre
los juegos que había jugado conmigo. Desde las competencias de celos, el alcohol y
las drogas, hasta los combates y sus ataques psicóticos. Incluso voy hasta los tríos
espontáneos e incómodos, solo para hacerle ver mi punto de vista: mi vida con
Amelia no fue divertida. A veces, cuando estoy solo en la oscuridad, me gustaría
poder volver atrás y hacerlo todo de nuevo solo para sentirme querido. Pero
entonces recuerdo que nunca me sentí realmente querido, estaba solo la mayoría
de las veces.
Finalmente, termino con la ruptura... lo que me hizo.
—Me convenció de ser padre, y así fue.
Selena arrastra la punta de su dedo índice en círculos perezosos alrededor de
mi ombligo.
—¿Qué pasó?
—Nos fuimos a la cama felices, cosa rara, pero cuando me desperté por la
mañana se había ido. —Su dedo dejó de hacer dibujos en mi piel—. Recuerdo el
olor que había en el apartamento, vodka y limón. Realmente no pensé mucho en
eso hasta que vi la botella vacía en el mostrador de la cocina. Traté de llamar a su
teléfono celular una y otra vez, pero no contestó. Pasaron dos horas y empecé a
entrar en pánico. Recuerdo los viajes por la ciudad buscándola en todos sus
lugares favoritos, pero cada vez regresaba con las manos vacías.
—¿Cómo la encontraste?
—Una amiga suya me envió un mensaje de texto diciendo que la dejó en el
hospital. Al parecer, estaba en mal estado. —El aliento de Selena se atasca y se
127
acurruca, calentándome con su cuerpo, el recuerdo todavía me hace sentir mucho
frío—. Corrí al hospital y me enviaron a su habitación. Estaba confuso. No
entendía... La enfermera me ofreció sus condolencias antes de expresar su disgusto
por Amelia. Según ella, Amelia tuvo algunas “complicaciones” con un aborto en
casa. Después de eso, dejé de oír. No lo podía creer.
Selena besa mi costado y me abraza con fuerza.
—¿Y luego te fuiste?
Niego, decepcionado con el recuerdo. Debería haberla dejado. Debería haber
corrido del hospital y nunca mirar atrás, pero no lo hice. Una parte enferma de mí
quería saber si estaba bien. Quería oírla explicar y darle una oportunidad... así que
lo hice.
—Entré en su habitación para verla. —Me aclaro la garganta—. Estaba
tumbada en la cama, aplicándose maquillaje y golpeando con el pie a un ritmo que
solo ella podía escuchar en su cabeza. Después de algo tan traumático, la esperaba
deshecha, suplicando perdón, pero cuando me vio, se sintió... frustrada.
—¿Frustrada?
Asiento.
—Estaba enojada porque la había encontrado. Me dijo que estaba demasiado
apegado, que por mi propio bien me alejara. Al parecer, las cosas habían ido
demasiado lejos entre nosotros y no me quería más.
—¿Te alejaste?
Resoplo.
—Me gustaría decir que me alejé, pero no fue así. En realidad corrí. Salí
corriendo del hospital, llorando como una nenita. Y eso fue todo. A partir de
entonces hice mi propia cosa, entregado a cosas que no debería y perdido por
completo, hasta que Seth me trajo a Portland.
Me gustaría entrar en detalles sobre lo devastado que estaba cuando Amelia
me alejó, pero las palabras no pueden capturar la emoción que realmente sentía.
Devastación.
Soledad.
Enfado.
Nunca, nunca quiero pasar por eso otra vez. No quiero ni pensarlo.
—Y ahora Amelia está aquí en Portland.
Me estremezco al pensarlo. 128
—Sí, pero esta vez tengo algo que no tenía antes.
Sonrío cuando siento curvarse sus labios contra mis costillas.
—¿Qué?
—Lo sabes.
—Lo sé, pero quiero oírtelo decir.
Cierro el brazo que tengo sobre sus hombros atrayéndola contra mí.
—Te tengo a ti, y es todo lo que necesito. No a ella.
La beso en la frente y ahí me quedo, saboreando el momento por un poco
más de tiempo.
Me gusta el silencio y dejo que me llene. La pequeña cantidad de energía
positiva en mi pecho se multiplica con cada segundo que la sostengo en mis
brazos. Dejo que me barra por completo. Así es como se supone que debe sentirse.
Así es como sé que estoy en el lugar correcto y con la persona adecuada. Por
supuesto, me tomó un tiempo llegar a esto, pero no importa. Ahora estoy aquí y
estoy agradecido de no haber perdido a Selena en el camino.
—Te amo —afirma, plantando otro amable y suave beso en mis costillas.
Ruedo mi peso sobre su pequeño cuerpo, asegurándome de mantener la
mayor parte en los codos. Aunque no puedo verla, puedo imaginarla. Rizos suaves
rubios, ojos verdes brillantes y una linda boca con puchero que puede aspirar una
pelota de béisbol a través de una paja.
Estoy enamorado.
Absolutamente, de manera irrevocable, finalmente, enamorado.
—Yo ta...
Se alza y estrella sus labios contra los míos. Mientras mis labios se abren,
degusto ungüento y un pequeño toque de sangre, pero no siento dolor. El corte en
el labio no importa. Lo único que importa es este beso. El beso que termina el
último capítulo de una vida y comienza una nueva. Su suave boca sobre la mía es
tan dolorosamente lenta, que un gemido se escapa de mi garganta. Siento una
chispa encenderse en mi abdomen y explotar como fuegos artificiales, me estimula
justo la punta del pene. Entonces, me acuerdo de algo que sucedió esta noche, algo
que Selena debe saber. Luchando contra ella, me las arreglo para dejar mi boca
libre.
—Hay algo más que deberías saber. Amelia y yo nos besamos, pero fue solo
para...
129
Selena gime, pasando sus dedos por mi cabello.
—No me importa. Pon tu maldita boca de nuevo en la mía. Te necesito.
Sonrío.
Lo juro por Dios, me voy a casar con ella. Degusto su labio con la punta de mi
lengua y mi pene late contra el pantalón. Es deliciosa. Incapaz de detenerme, beso
un camino hasta su cuello. Selena se queja y se estremece, así que vuelvo a sus
labios. Me encanta que sus labios sean míos y su boca mía, solo mía. Puedo
probarlo cuando beso sus labios.
Empuja mi pecho con fuerza y me dejo caer sobre la espalda para que pueda
sentarse a horcajadas sobre mis caderas. Mientras me besa, paso mis manos a lo
largo de su cuerpo y su culo. Mis dedos rozan un pequeño trozo de tela que apenas
le cubre. Me encanta cuando usa esa ropa interior, la que enseña sus nalgas.
Estoy perdido en su boca mientras se baja las bragas, las arranca y se deshace
de mi pantalón. Levanto las caderas para ayudarla hasta que mi pene salta libre.
—Te he echado de menos —suspira en mi boca, mientras se desliza contra mi
dureza, recubriéndome con su excitación. —Levanto el dobladillo de su camiseta y
se la quito para tirarla lejos. Suspirando, tomo sus pechos en mis palmas.
No tienes ni puta idea de lo que te extrañé. —Jadeante, mueve las caderas
un poco más rápido y cierro los ojos con fuerza, desesperado por controlarme.
Justo cuando creo que he ganado, se desliza por mi pene y desciende con la
respiración entrecortada—. Joder —siseo, mientras sus piernas tiemblan y se
hunde hasta la base de mi eje.
Dejo escapar un gemido de placer cuando estoy completamente enterrado en
su interior. Se aleja de mi pecho para moverse lentamente, bombea en mi eje con
movimientos lentos que son una tortura. Se siente increíble, más que increíble. Su
apretado coño me exprime como si estuviera jodidamente hambriento de mí. No
puedo conseguir suficiente.
Cubro su rostro con las manos y muevo el cabello para devorar su boca con
largas y feroces lamidas. Tanto mi lengua como mi pene se envuelven en el caliente
y dulces cuerpo de Selena, necesito de toda la contención que me queda para no
tomarla y follar como locos. Si estuviésemos solos, en nuestro propio espacio,
tendría a Selena tan jodidamente caliente y delirante de excitación, que no sabría
cómo manejarlo.
Agarrando mis hombros, echa la cabeza hacia atrás y comienza a cabalgarme
como si no tuviera suficiente. Pongo las manos en sus caderas y los ojos en sus
pechos. Me imagino sus pequeños montículos rebotando cada vez que levanta su
130
cuerpo y golpea de nuevo sobre mi pene. Oigo su esfuerzo por mantenerse en
silencio y eso me hace empujar más fuerte. No tengo suficiente profundidad, o
suficiente cercanía. Quiero tenerla en todas partes, en todas las posiciones. Quiero
que grite cuánto ama que la llene y folle hasta que se rompa. Quiero llenarla, sin
censura, sin igual, un sexo que le diga Lamento que me tomara tanto tiempo darme
cuenta de que te amo. También ella lo quiere, puedo sentirlo en la forma en que su
cuerpo tiembla y sus dedos presionan sobre mi pecho. Queremos lo mismo.
—Móntame más duro —exijo, levantando las caderas y dejándola tomar el
control.
Prensa mis hombros con una respiración tórrida y bordea mi mandíbula
cuando se inclina.
El calor bombea en mis órganos y rueda a través de mi cuerpo en olas que se
sincronizan con el apretón de su coño. Presiono sus caderas más duro, tirando
hacia abajo y aumentando el ritmo. Sabe exactamente cómo utilizar su cuerpo para
que vaya con ella. Cuando tiene el control, estoy a su merced.
—Estás tan mojada —comento, manteniendo la voz tan baja como sea
humanamente posible en este momento—. Te puedo sentir en todo mi cuerpo.
—Jackson... —suspira.
Comienza a perder el ritmo mientras sus paredes se contraen y se acerca al
orgasmo. Lo amo. Amo tener el poder para hacerle perder el control, pero es
demasiado. Si se corre, estoy seguro de que voy detrás. Nunca hemos tenido sexo
como este, sin agresión, sin ira, sin ninguno de mis jodidos fetiches metiéndose en
el medio. Me aferré demasiado tiempo a la idea de tener algo doloroso, o una
relación desconectada. Se siente mejor así, centrándome únicamente en las
emociones que siento por ella y no en lo que funcionó en el pasado. Si me corro
ahora, solo con el amor de Selena, no necesito nada más. No quiero nada más.
Clavando los dedos en sus caderas, me muevo hacia arriba y Selena deja caer
su boca a mi clavícula para ahogar sus gemidos. Vibra contra mí con tanta
necesidad, su coño apretado y palpitante. Abro la boca en su cabello y expulso un
soplo de aire caliente seguro de que suena más como un gruñido, y prenso su culo
obligándola a moverse más duro, más rápido, contra mí. Mientras todo su cuerpo
comienza a convulsionar, estoy llegando al borde junto con ella y todo lo que
puedo oler es la fragancia de bayas de su champú mezclado con sexo caliente y el
olor débil de la ropa limpia. Cierro los ojos con fuerza, decepcionado de mirar la
oscuridad en lugar del orgasmo en su rostro.
Nos acariciamos un rato después de tener sexo, ninguno de los dos se mueve.
Peino su cabello con los dedos mientras descansa encima de mí.
131
Pensé que estaba dormida, hasta que pronuncia mi nombre:
—¿Jackson?
—Mmm.
Hay una ligera pausa nerviosa antes de que decida continuar.
—Si quieres hijos... Voy a dártelos.
Abro los ojos y miro al techo.
¿Qué le digo a eso? ¿Gracias? A pesar de mi sorpresa, mi corazón se hincha al
pensar en ello. Es una buena idea, en teoría, pero Selena nunca ha querido tener
hijos, apenas puede sostener a Chloe sin tener un ataque de pánico. No voy a
hacerla atravesar algo tan difícil si realmente no quiere. Aun así, el gesto es más de
lo que puedo pedir. Saber que está dispuesta a sacrificar tanto por mi felicidad me
llena de sensaciones y emociones que nunca he sentido antes.
Me giro para quedar frente a ella, nuestros cuerpos están apretados el uno
contra el otro.
—Te amo —le digo con absoluta sinceridad.
Oigo su sonrisa e imagino cómo ilumina la habitación con su brillo. Es todo lo
que necesito. No necesito analizar su rostro para ver si realmente quiso decir eso,
porque el amor se puede medir de muchas maneras, incluso con el silencio atónito.
—Yo también te amo —responde con voz gruesa y ronca.
Escucharlo de nuevo con emoción, y no porque es lo que se quiere escuchar,
hace cosas maravillosas a un corazón dañado. Durante mucho tiempo he
sobrevivido con un ideal del amor que era exactamente como lo experimenté. No
entendía a Seth y a Olivia, ni el por qué estaban tan obsesionados el uno por el
otro. Hasta ahora. Estaba famélico de amor hasta que conocí a Selena. Ahora, estoy
alimentado con tanto amor que me desborda, y aun así no puedo obtener
suficiente.
—Antes de dormir —murmura después de un rato—, prométeme que nunca
lucharás de nuevo en uno de esos lugares.
Sus palabras se filtran a través de mis oídos cansados y mi mente perezosa.
Su petición es bastante simple. Tampoco quiero que ella esté allí.
—No más clubes clandestinos —acepto—. Lo prometo.
Y luego me duermo, contento con mi actual posición en la vida.

132
Capítulo 13
Selena
No soy de las que sueño. Sobre todo porque estoy muy cansada y porque mi
realidad es mucho mejor de lo que podrían ser mis sueños. No sé qué esperaba
cuando apareció Jackson en la habitación de huéspedes. Sabía que habría sexo,
pero no estaba esperando la clase de sexo que tuvimos. Sus dedos no me
pellizcaron ni me lastimaron. Sus palabras no me perseguían ni me enfadaban. Fue
hermoso. Una manera perfecta de olvidar una historia desgarradora. ¡Oh, Jackson!
No veo mal a las personas que están a favor del aborto. Siempre me he dicho
que si alguna vez estuviera en una situación en la que tuviera que tomar esa
decisión, lo haría. No por egoísmo, no. Sino porque sentía que nunca sería capaz
de criar a un bebé… o al menos eso pensaba. Lo que Amelia hizo fue cruel.
Convencer a Jackson de que tuvieran un bebé, solo para sacárselo sin una
conversación de por medio, fue repugnante. Imperdonable. Manipular a un chico
mucho más joven para que se alejara de todo, y luego engancharlo con sexo,
drogas y alcohol, era repulsivo. Psicópata. ¿Cómo permitieron sus padres que
133
sucediera? Si Jackson hubiera sido una chica y Amelia un chico, el mundo no lo
hubiera permitido. Nadie lo hubiera tolerado. Siempre he estado de acuerdo con la
ideología feminista, pero también creo que los chicos necesitan ser protegidos.
Una bofetada suave en mi mejilla me saca de mis pensamientos. ¿Estaba
dormida? Parpadeo, abro los ojos y lo primero que veo es una cara regordeta con
ojos verdes brillantes y unos labios pequeñitos llenos de saliva. Pestañeo un par de
veces más y los labiecitos se abren mostrando sus encías, luego me de otra
bofetada.
—Arriba, Arriba, tía Selly —escucho a Olivia balbucear con voz de bebé, en
un tono agudo completamente innecesario a esta hora de la mañana.
Me paso los dedos por la cara y el pelo.
—¿Qué hora es? —pregunto, disimulando un bostezo.
—Las siete en punto. Despiértate. —Me quejo. ¿Las siete en punto? Joder, ¿las
siete en punto? Dios. Si alguna vez tengo un hijo dormirá hasta las nueve. Me puse
la almohada sobre la cara y Chloe se ríe e intenta quitármela—. Trae a Chloe
cuando estés lista —me dice. Luego no oigo nada.
Espío por debajo de la almohada.
—¿O?
Nada.
—¿Olivia? ¡No puedes dejarme sola con ella! ¡Se me va a caer!
Aun así, no vuelve. Qué perra. Bufo, me saco la almohada de la cara y pateo
las sábanas. ¿Y si estuviera desnuda? Por suerte para Chloe, fui al baño después de
que Jackson se quedara dormido y me volví a poner la camiseta y la ropa interior.
Si me hubiese visto el culo, quedaría marcada de por vida.
—Tu madre es terrible —le digo a Chloe mientras balanceo las piernas por el
borde de la cama—. Vamos, veamos si te podemos llevar viva hasta donde está tu
papá.
Agarrando el chándal que me prestó Olivia anoche, me lo pongo y salgo de la
cama. Chloe espera pacientemente a que la agarre, tirando de la manta y sonriendo
todo el tiempo. Cuando la agarro, me tira fuerte del cabello. Mierda. No puedo
quitarla de mi cabello sin tener que soltar un brazo y apenas puedo sostenerla con
los dos así que ni siquiera lo intento. Con el cuello torcido salgo con cuidado de la
habitación, voy por el pasillo y bajo las escaleras.
Como un milagro llego hasta la cocina, que por cierto huele increíble y salgo 134
al patio. Naturalmente, cuando salgo y me ven sostener a Chloe con el cuello
torcido mientras me prensa del cabello, se ríen. Mirando entre los mechones, veo a
Seth sentado en una silla a mi izquierda y me acerco.
—Deberías pagarme por mantenerla viva desde el cuarto hasta acá. —Seth
resopla—. Ten, toma a tu hija.
Liberando mis brazos cuando Seth carga a Chloe, intento desenredar sus
dedos de mi cabello. Cuando finalmente lo logro, aliso rápidamente los mechones
y me siento al lado de Jackson.
Charlamos relajados un rato.
—¿Todavía quieres tener hijos? —me susurra al oído mientras Seth y Darryl
discuten en la mesa la pelea de anoche de Jackson.
Sonrío, sintiendo que me estoy ruborizando. No puedo creer lo que dije
anoche.
—No dejé que se cayera, eso es algo bueno.
—Sería un infierno para ti —declara, sonriendo.
—Pero te tendría a ti ayudándome, a Seth y a Olivia también.
Guau. ¿Quién soy? ¿Vamos a tener esta conversación seria ahora? ¿Qué
significa? ¿Estamos decidiendo tener un bebé? ¿O simplemente estamos aclarando
dónde nos encontramos en esta relación? Quizá el único propósito de esta
conversación es demostrar que estamos preparados para cosas más importantes.
Jackson se agacha y me da un beso en la mejilla. Es más un “no le sigas dando
vueltas en la cabeza” que un “vamos a hacerlo”. No voy a preocuparme. Estoy
segura de que cuando esté cien por ciento preparada para tener un bebé, lo sabré.
En este momento, soy feliz de ayudar a Jackson a reconstruir su vida y, ¿quién
sabe? Tal vez descubra muchas cosas sobre mí misma en el proceso. Intentar algo
nuevo es una sensación excitante. La mayoría de las personas tienen miedo del
abismo negro delante de ellos, pero yo no. Me siento muy bien con lo desconocido.
Me siento muy bien en el abismo que brinda un millón de posibilidades una vez
que doy el salto.
La conversación durante el desayuno disminuye después de veinte minutos y
Darryl debe ocuparse de su casa. La única persona que sigue comiendo es Jackson.
Siempre ha tenido un apetito digno de un oso, incluso más que Seth, quien había
terminado su plato antes que yo. Miro alrededor de la mesa y no puedo evitar
sonreír. Echaba de menos estar con todos. No hay hostilidad en el aire, no hay
tensión sexual sofocante o rabia contenida. Es agradable, para variar, y la sonrisa
de Chloe es la guinda del pastel.
Salto cuando siento la mano pesada de Jackson caer sobre la mía y entrelazar 135
nuestros dedos. Sorprendida, me quedo mirando mi mano mientras la sostiene
firmemente en la suya. ¿Nos estamos tomando de las manos? Echo un vistazo a
Olivia y ellos también lo están mirando. Todos estamos sorprendidos, y por una
buena razón. Jackson no hace exhibiciones tiernas en público, sobre todo, nunca
toma de la mano. Lo miro de reojo, pero parece imperturbable y sigue comiendo
como si nada fuera diferente, como si no estuviera acariciándome la parte superior
de la mano con el pulgar.
Olivia se aclara la garganta.
—Seth, ayúdame a limpiar la cocina.
Asintiendo lentamente, agarra a Chloe y nos dejan a Jackson y a mí solos.
Finalmente, los iris verdes de Jackson, que hoy están mucho más brillantes,
me miran. Retuerce los labios y sus ojos se encienden, mirándome divertido.
—Se llama tomarse de las manos, Selena.
Me sonrojo y frunzo el ceño.
—Ya lo sé.
—¿Entonces por qué te ves tan confundida?
—Porque tú… yo… nosotros no… —Suspiro. Estoy complicando toda la
situación.
—¿Anoche no te hice sentir como si fueras una persona diferente? —me
pregunta inclinando la cabeza.
Asiento.
—Sí, pero debe ser algo súper especial para hacer que tengas ganas de
tomarme la mano delante de otras personas.
Generalmente, cuando las charlas se ponen serias, Jackson no puede seguir
mirándome a los ojos, pero esta mañana lo único que hace es mirarme fijo cada vez
que habla.
—Quizá fue súper especial. Quizá quiero que, por fin, la gente sepa que
somos una pareja normal.
Mis labios se extienden en una sonrisa.
—¿Una pareja? ¿Eso es lo que somos?
Nunca pensé que lo oiría decir eso ni en un millón de años y mi sonrisa es
una prueba fehaciente.
—¿Crees que ahora que me atrapaste voy a dejarte ir? —Toma una servilleta
con la mano libre y se limpia la boca antes de arrugarla y tirarla en su plato—. Eres
mía y eres todo lo que necesito. Nada más.
136
Me quedo mirándolo congelada. Jamás pensé que oiría esas tiernas palabras
salir de su boca.
—¿Estás seguro? —le pregunto—. ¿Realmente quieres que esto que somos sea
algo más?
Mis músculos se contraen dolorosamente mientras sopesa la respuesta. Puedo
ver que está conteniendo la risa.
—¿Tú quieres?
Asiento.
—Es todo lo que siempre quise que tuviéramos.
—Entonces yo también.
Se inclina y lo imito, quedan apenas unos centímetros entre nuestros rostros.
Prácticamente estoy jadeando, inhalo mientras mis ojos bajan a sus labios. Quiero
que se trague esta distancia con pasión y fuerza, pero no lo hace. Se detiene en el
límite, jugando con mis hormonas. Estoy a punto de lanzarme y reclamar el beso
cuando suena su teléfono desviando mis pensamientos. Con un suspiro, se
endereza en la silla y saca el teléfono del bolsillo de sus vaqueros. Aburrida, miro
como descarta las notificaciones para observar la pantalla. Al fin contesta.
—¿Hola?... Él habla. —Sigue un largo silencio y lo miro muerta de curiosidad.
Me empiezo a preocupar cuando su mandíbula se mueve y se detiene, se tensa y se
relaja—. Bien. Gracias. No lo sé… Veré lo que puedo hacer. Hasta luego.
Baja el teléfono y con la otra mano se mesa el cabello.
—¿Está todo bien? —pregunto cuando no me dice una palabra.
—Es Amelia —contesta, evitando mi mirada. Malestar, furia y horror me
atraviesan. Se pegan a mis órganos como una enfermedad que amenaza filtrarse
por los poros—. Está en el hospital…
Pongo los ojos en blanco.
—¿Y ahora el bebé de quién está abortando?
Jackson se encoge sutilmente y frunzo los labios. Realmente tengo que
trabajar en mis filtros.
—Intentó suicidarse anoche.
Mi corazón se detiene, pero el resto del cuerpo no lo registra. Un sudor frío se
desliza desde mi nuca hasta mi baja espalda.
—¿Qué vas a hacer?
137
Sus ojos verdes, ahora vacíos, por fin me miran. Casi puedo sentir su culpa
creciendo. Irradiando hacia mí. Me llena. Siento una pizca de celos y mucha rabia.
—Su... supongo que debería ir.
—No tiene nada que ver contigo —le digo. Si Amelia es como él dijo,
entonces esto es un juego enfermo. Es todo lo que es.
Sacude la cabeza en desacuerdo y el movimiento me provoca dolor en el
pecho.
—Anoche, cuando me estaba yendo de su habitación, me dijo que se iba a
matar si la dejaba.
Me toma un segundo apretar los dientes y los puños. Me cuesta toda mi
fuerza de voluntad relajarme. Todo lo que quería era conducir hasta el hospital y
matar yo misma a la zorra.
¡Cómo le hace esto! ¡Cómo alguien le hace esto a otra persona! Es tan
egoísta… colgarle tu muerte encima a otra persona. Es lo más bajo de lo más bajo.
—¿Y?
Suspirando, se pasa las manos por el rostro.
—Le contesté que no necesitaba ningún favor.
Oh. Me hundo en la silla. No estamos hablando solo de ir con ella. Se siente
responsable, y supongo que yo también lo haría si estuviera en su posición. Que
vaya si siente que debe hacerlo, pero no lo hará solo. Ahora que me tiene a mí, no
tendrá que enfrentarla solo nunca más.
Nunca.

Jackson
Le pedí a Selena que esperara afuera. No quiero que me vea con Amelia. No
quiero que me vea débil y afectado y, definitivamente, no quiero que escuche
cuánto odio le tengo.
Camino lentamente por los pasillos del hospital todavía conmocionado. Una
y otra vez Amelia me ha amenazado con esto, pero nunca ha ido más lejos. No creí
que tuviera las agallas. Me equivoqué… Podría haber muerto. Odio a Amelia con
pasión, y si pasara el resto de mi vida sin verla, estaría feliz. Hasta la maldita luna.
Pero nunca le deseé ningún mal. Nunca deseé su muerte… De alguna manera, la
muerte sería demasiado fácil. Preferiría que su vida fuera normal, sola y deprimida
sin nadie a su lado.
138
Un médico pasa corriendo y me golpea el brazo. Me acerco a la pared y me
estremezco. Odio los hospitales. Algunos de los peores momentos de mi vida
pasaron en hospitales. ¿Cuántas personas mueren aquí por minuto? ¿Cuántos
cuerpos muertos están metidos en un refrigerador por ahí? Siento náuseas ante el
pensamiento, pero pasa rápidamente cuando me paro delante de la puerta 289. La
habitación de Amelia.
En el camino había planeado un enorme discurso, pero ahora veo que no vale
la pena. Su intento de suicidarse para demostrar que lo haría, no era mi culpa, a
pesar de que mi molesto corazón lo creía. Pero no puedo dejarlo así. Nuestra
relación no fue sana y no la dejaré intentar manipularme con historias sobre
nuestra felicidad, que fue solo de un lado. Con una respiración profunda,
tranquilizo mis nervios y entro en la habitación. De inmediato, la encuentro en la
cama. Su piel color crema, ahora es de un blanco fantasma. Examino su cuerpo
metido bajo la sábana del hospital, alrededor de las muñecas hay dos gruesos
vendajes. ¿Se hirió a sí misma? Sobredosis de pastillas, drogas o alcohol es la clase
de muerte que me esperaba de Amelia, no rajarse las venas.
—¿Jackie? —susurra, curvando los labios con alivio—. Viniste.
La miro, incapaz de expresar el odio, la rabia y la decepción, todo junto.
—Soy la única persona en tu lista de emergencias.
Asiente lentamente. Sus ojos brillan.
—Eres todo lo que tengo.
Meto las manos en los bolsillos de mis vaqueros. ¿Cómo me puede mentir
así?
—Necesitas atormentar a otra persona Amelia, porque no voy a hacer esto de
nuevo. La próxima vez, van a llamar y no voy a aparecer.
Por primera vez, el dolor realmente la atraviesa. Al principio es apenas
visible, pero después veo su corazón romperse en un millón de trocitos.
—No quiero a nadie más. Solo a ti. Te amo.
Mi corazón tropieza y asimilo sus amargas palabras. Durante años he
esperado que lo diga, que quiera decirlo. Durante años he buscado en su mirada
vacía cuando pretendía que me quería, realmente deseaba que lo hiciera. Ahora lo
dice con los ojos brillantes de verdadera emoción y deseo que las palabras nunca
hubieran salido de sus labios. Miro por la habitación, preguntándome que clase de
medicación le han dado. Cuando localizo el goteo de morfina en su brazo, todo
tiene sentido. Amelia nunca hubiera mostrado sus emociones a menos que otra
cosa estuviera jodiendo su cerebro. Tal vez incluso ahora, no me amaba de verdad. 139
—Es demasiado tarde por esto —le digo moviendo la cabeza—. Ya no estoy
en ese tren. Nunca más… Solo siento amargura.
Amelia inspira con fuerza, con el rostro confundido.
—¿De verdad ya no me amas?
No puedo creer que esas palabras vengan de su boca.
—Una y otra vez me destrozaste el jodido corazón ¿y ahora te sorprendes?
—Siempre soy yo la agresora —se queja, intentando con furia limpiar las
lágrimas—. Día tras día te quejaste de ser una víctima de nuestra relación, pero
¿qué tal lo que tú me hiciste pasar? ¿No cuenta?
Oh, qué jodido descaro. Si digo que hice la mitad de la mierda que ella hizo,
sería una absoluta mentira.
—Lo que sea que hice fue en respuesta a tus estupideces. Nunca te provoqué,
nunca te hice daño, nunca te he insultado por capricho como tú. Todo lo que
siempre quise fue tu amor sincero. Esto era todo lo que importaba para mí y te
aprovechaste.
No entendía los sacrificios que había hecho. Si me hubiera tratado mejor, me
hubiera tenido toda la vida, pero ya había perdido muchos años y no iba a perder
otro segundo más con alguien que no me aprecia, cuando sé que me lo merezco.
Sin sufrir. Sin lágrimas. Sin enfados. He terminado.
Su expresión se vuelve amargada y furiosa. Cuando el peso de mis palabras
la golpea, su cara se descompone y sus labios tiemblan.
—¿No queda nada entre nosotros?
Muevo la cabeza.
—Nada.
—Tenemos una historia —afirma entre dientes con muchas lágrimas, como
un niño cabezón.
—Siempre vamos a tener una historia, pero hasta los recuerdos desaparecen.
En el segundo en que abandone la habitación, te convertirás en eso. Un recuerdo.
Me giro y es como si me quitaran un peso de los hombros. El control que
tenía sobre mí se ha ido, tal cual. Es jodidamente liberador.
—Jackson —grita detrás de mí—. ¡No puedes dejarme así!
La ignoro, como harías con un niño molesto que ruega por dulces. Tengo una 140
vida que vivir y me niego a entrar en la de ella. Di mi vida por ella ¿y cómo me lo
pagó? Con absolutamente nada. Esta es mi vida, mi momento. Voy a reclamar cada
segundo robado.
Voy a pelear profesionalmente. Voy a ponerle tiempo, dedicación y pasión,
como lo quise hacer años atrás.
A la distancia veo el letrero de salida, me doy treinta pasos para reflexionar y
lamentar mi antigua vida porque en el segundo en que traspase aquel umbral, seré
una nueva persona con nuevos objetivos y prioridades.
…Y desafío a Amelia a que intente detenerme.
Capítulo 14
Selena
(Unos días más tarde)
Nos detenemos fuera el gimnasio de Seth y mis nervios crecen. Es irracional
sentirse tan nerviosa, pero esta es nuestra primera salida desde lo del hospital. La
mayor parte del tiempo hemos estado en casa, disfrutando la compañía del otro.
Jackson dice que está cansado y quiere descansar, pero lo que hacemos cuando
estamos solos es mucho más agotador que cualquier otra cosa.
Todavía estoy sorprendida por su comportamiento. Lo que sea que pasó en el
hospital cambió a Jackson para bien. Se niega a hablar de eso, pero confío en él.
Además, no puedo discutir cuando lo veo más feliz que nunca. Está de muy buen
humor. Prácticamente salta como un niño emocionado.
Es absolutamente impresionante las cosas que puede hacerle a su rostro… y a
mi cuerpo, solo con una sonrisa. Me enciende como las luces de un maldito árbol
de Navidad. 141
Cuando saca las llaves del encendido, se inclina y abre la guantera. En el
interior, toma un pequeño trozo de papel y lo pone frente a mi rostro.
—¿Qué es eso? —pregunto mirándolo a él y no al papel.
—Nuestro futuro. Ábrelo.
Con curiosidad tomo el papel y lo despliego. No lo entiendo muy bien.
Amateur. Torneo. MMAC. Contrato. Y, santo infierno, cien mil dólares.
—¿Qué es esto?
—Mi próximo paso. ¿Qué piensas?
Lo miro completamente sorprendida.
—¿Quieres entrar en el MMAC?
Asiente con fuerza.
—Quiero pelear. Necesito hacer el intento de vivir mi sueño antes de que sea
demasiado tarde. —Pasea la mirada por mi rostro. —¿No estás feliz?
¡Oh! Pongo la mano sobre el pecho, sorprendida de que piense que no estoy
feliz por él.
—No. Mejor dicho, sí, sí me alegro por ti. Solo me tomó por sorpresa. No
esperaba nada grande tan pronto.
—Ve tras lo grande, o jodidamente retírate. ¿No?
Resoplo.
—Es decir, ¿ve tras lo grande o vete a casa?
Se encoge de hombros.
—Es lo mismo.
Por supuesto que sí. Me planteo la idea de acompañarlo mientras lucha. Me
encanta viajar... y no me importaría darle a las Vegas una segunda oportunidad. La
última vez arruinamos la experiencia.
—Siempre he querido ser una esposa trofeo5 —le digo riéndome.
También se ríe y me quita el papel de las manos.
—Bueno, ahora es tu oportunidad. ¿Qué dices?
Miro sus brillantes iris verdes. ¿Cómo decirle que no? ¿Quién en su sano
juicio querría decirle que no? Me está pidiendo ser parte de su vida y eso es todo lo
que quiero. Eso es lo que todos necesitamos, alguien que nos pueda amar, que
tolerare nuestra peor cara, alguien que nos diga lo mucho que lo cabreamos y lo 142
mucho que nos ama en el lapso de un minuto. No es difícil.
—Acepto.
Una enorme sonrisa le ilumina el rostro. Desabrocha su cinturón y luego el
mío.
—Va a ser divertido. Lo tengo todo planeado.
—Estoy segura de eso.
Asiente y abre su puerta.
—Oh, sí.
Espero pacientemente con una sonrisa estúpida en la cara, rodea el auto para
abrirme la puerta. Sonrío con todo el rostro. Nunca me había abierto la puerta. Me
gusta el nuevo Jackson.

5Esposa Trofeo: En inglés Trophy Wife. Es una forma de decirle a la esposa de un hombre más
grande de edad o más poderoso. Lo complace arreglándose y siguiéndolo en todas sus actividades
o siendo la esposa modelo en casa.
—Voy a entrenar con Seth en privado y Darryl me acompañará a todos los
eventos ya que Seth fue suspendido de por vida por incumplimiento de contrato.
—A eso se le llama plan —bromeé—. ¿Cuál es tu objetivo final?
—¿Mi objetivo final?
—Mm humm. —Deslizo mi mano en la suya y cruzamos el estacionamiento
hacia la puerta principal—. Necesitas un objetivo por el cual luchar.
Jackson reflexiona sobre las infinitas posibilidades, de repente su rostro se
ilumine con una idea.
—Patear el culo de Don en honor a Seth y volverme Campeón del Mundo, ¿es
mucho pedir?
Genial. Un plan sólido aderezado con venganza.
—Absolutamente no.
Me mete bajo el brazo y me río mientras planta cuatro besos rápidos en mi
sien.
—Entonces ese será mi objetivo final.
—¡Hola chicos!
Jackson y yo asentimos saludando a Olivia y nos congelamos cuando vemos
a Amelia pasar por su lado. Maldición. No puede ser. La miro, leggins delgados tres
cuartos y un asqueroso y molesto top que apenas la cubre. Me intereso 143
especialmente en las dos muñequeras blancas Nike que cubren sus muñecas.
Atención, puta asechando. Ugh. Incluso sin el vestido impresionante y los lindos
tacones la sigo odiando.
—¿Buscan a Seth? —dice Olivia. Estrecha los ojos confundida—. ¿Todo está
bien?
—No eres bienvenida aquí —le gruño y comienzo a caminar hacia adelante,
pero la fuerza sobrehumana de Jackson me planta a su lado y no importa cuánto
me esfuerzo, no hay manera de avanzar.
—¿Selena? —jadea Olivia, tocando el brazo de Amelia—, ¿qué te sucede?
Amelia no me presta atención, pero debería. He pateado muchos más culos
de los que pudo contar con los dedos. Con mucho gusto voy añadirla a la lista.
—¿Qué estás haciendo aquí todavía? —le pregunta Jackson. Su voz es el
ejemplo perfecto de la calma—. Pensé que te había dejado claro que salieras de mi
vida, Amelia.
—¿Amelia? —Olivia frunce el ceño, pero un segundo más tarde sus cejas se
alzan y se vuelve a mí con los ojos muy abiertos—. ¿Esa Amelia? Oh, mierda.
Jackson me mira con impaciencia Le conté a Olivia todo sobre Amelia a pesar
de estar bajo órdenes estrictas de no hacerlo. Por una vez, no pudo mantener la
boca cerrada.
—Compré una casa en Portland —dice Amelia, reprimiendo una sonrisa en
sus labios rojos—. Este es mi gimnasio ahora, así que supongo que los veré por
aquí.
Saluda a Jackson una vez más y pasa por delante para caminar hacia la
puerta. Cuando estuvo fuera de la vista, Jackson me libera y me alejo de él.
—Ugh, esa mujer es una puta rastrera, lo juro.
—Lo siento tanto —se disculpa Olivia apretando mi brazo—. No sabía que
era ella.
Me alejo.
—Está bien. No es tu culpa.
¿Cómo podría saberlo? No es como si le hubiera mostrado una foto. Ese bicho
raro ni siquiera tiene Facebook.
Miro a Jackson que no hace mucho estaba feliz. Ahora está lleno de estrés e
“historia”. Si Amelia quiere guerra, guerra tendrá. Está loca si piensa que voy a
sentarme y dejarla manipular otra vez la vida de Jackson. 144
Recuerda mis palabras y observa mis pasos, no juego limpio cuando otra
mujer se mete con lo que es mío.

Continuará…
Biografía

Skyla Madi nació en la pequeña ciudad de Port Macquarie, Nueva Gales del 145
Sur, Australia, en 1993.
Pasó la mitad de su vida en Wauchope, un próspero pueblo rural en el
corazón del Valle del Río Hastings, antes de dar el salto a la ajetreada ciudad de
Brisbane.
Cuando esta joven escritora no está cambiando pañales, viendo dibujos
animados, cocinando para su esposo o haciendo otras cosas de madre-esposa, está
trabajando activamente en su escritura para mejorar sus habilidades.
A Skyla le encanta leer tanto como escribir y las novelas de Jóvenes Adultos,
Romance Paranormal y Fantasía Urbana son sus géneros favoritos. Se ha
embarcado en su propio viaje como escritora y actualmente tiene contrato con
Limitless Publishing.

El próximo libro se llamará Crushed (Slammed 02) y saldrá en 2015. No tiene


portada todavía, pero sabemos que es la continuación de la historia de Selena y
Jackson.
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