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Desnudo A La Virtualidad
Desnudo A La Virtualidad
La voz que la impulsó a hacerlo fue la de su amiga, su testimonio venía a sus oídos como
una buena nueva prometiendo buenas ganancias por poco tiempo invertido, sólo bastaba
romper con el peso de la moral que le impedía quitarse sus ropas ante una cámara, aunque
después se le fuera exigiendo cierto tipo de adiestramiento para llegarle mejor a los clientes,
ciertas formas que su cuerpo debe adoptar para mantenerlos embelesados, aunque
después se le exigiera cierta constancia con el tiempo, el cumplimiento de metas, el pago
de otros servicios que no sabía de antemano que debía pagar y que daban como
conclusión que el uso de su cuerpo, que la desnudez de éste estaba supeditada a los
dueños y al manejo de aquellos que administraban la página y los medios materiales que
posibilitan su conexión y por ende sus ganancias.
En un principio, la buena nueva de su amiga fue la que la empujó a ese cuarto adornado
con lencería de tonos blancos, rojos y rosados, pero recordaba que lo que quería era tiempo
libre y además de éste quería dinero para ir al centro comercial, quería dinero para viajar y
poder invitar a su madre y a su hija a disfrutar de las cosas que tal vez con un trabajo
normal nunca conseguiría.
El peso de esas cosas, el peso de las vitrinas y la pulcritud de las luces del Centro
Comercial, el peso de las relucientes y exageradas sonrisas que bombardean el caminar en
círculos por ese dispositivo de endeudamiento y de la música que escucha a diario y que le
habla de lujos y de carros, de placer, de playas y farras eternas, le ayudó a combatir el peso
de la moral que le impedía quitarse sus ropas ante una cámara, una moral del trabajo que
había confinado a su madre y ancestros al absurdo de tener que trabajar para comer y
comer para trabajar. Por lo menos con este trabajo podía disfrutar de aquello que el sistema
le ha sabido vender como ideal de vida, abrazar tangencialmente la identidad que la une
con la esbeltez del maniquí que carga la ropa que le gusta.
Al deshacerse del peso de una moral ha tenido que empezar a lidiar con el peso de la otra,
del espacio donde se cruzan deberes y sentimientos, oferta y demanda, miedos y vacíos,
deseos y soledades, la pérdida de su intimidad. Es el caso de Estefanía, una modelo
webcam que tiene una hija de 5 años y que al entablar una relación virtual con uno de sus
clientes comparten experiencias que pasan por lo sexual pero que no se agotan ahí, ya
hablan también de sus familias, de sus sueños, de sus proyecciones, pero todo va medido
por el tiempo y su equivalencia en pesos. Como es un espacio indeterminado donde la
moral que aparece se rige por las lógicas capturadas por una economía del deseo y este, a
su vez, por las leyes de la oferta y la demanda, el Cliente se desinhibe y le cuenta sus más
profundas y cotidianas perversiones que vuelven presa a Estefanía. Como un siniestro
juego de roles de dominación, sabemos que la moral en el terreno de lo virtual también
adquiere un peso, y en estas relaciones de oferta y demanda que recaen sobre el cuerpo se
sienten cada vez más nítidas, el cliente le cuenta a Estefanía que parte de sus perversiones
sexuales alcanzan a su hija y a su esposa, seguramente intuyendo con esto que dicho
relato compromete a Estefanía con una violencia psicológica que la hace parte de un
entramado de relaciones de opresión. Ahora Estefanía siente que si no satisface lo
suficiente a su cliente, que si no lo entretiene y lo enamora, este desfogará sus deseos con
1 Este artículo surge a partir de entrevistas realizadas a tres modelos webcam, tejiendo sus
singularidades bajo una experiencia en común con el nombre de Estefanía.
su mujer o su hija, que será responsable de lo que ocurra con la hija de su cliente, como si
fuera su propia hija.