Está en la página 1de 31

¿Te han pedido la prueba de amor?

ACI Prensa
Una chica de 22 años nos consultó, se llama Inés. Ella lleva 2 años de
noviazgo con Lalo, piensan que podrían casarse en un futuro; pero el
le ha dicho que para estar seguros que son el uno para el otro ella
debe darle la "prueba de amor", y ella no sabe que hacer.

La llamada "prueba de amor" se refiere a tener relaciones sexuales


antes de casarse para demostrar el compromiso de la mujer con el
hombre.

No hay que dejarse presionar, pues en una relación de noviazgo hay


muchas cosas que bebemos tener claro del otro antes de pensar en
matrimonio.

Hay que conocer sus valores, darse cuenta que tan amigos son y si
existe confianza para platicar todos los temas, conocer a su familia y
valorar como te sientes con ella y como te tratan, el lugar que te da
tu novio frente a sus amigos y el plan de vida que tienen a futuro
juntos.

Inés, la verdadera prueba de amor en un noviazgo, es que el hombre


demuestre que está contigo por tu compañía, tu inteligencia, tus
valores, porque te quiere más que a nadie y no por el sexo, y por el
contrario, que aprenda a esperar por este hasta que se casen.

Si quieres recibir nuestros vídeos, suscríbete a nuestro canal de


youtube: www.youtube.com/sexosegurovideos

Recuerda, estar informado y tomar buenas decisiones te cambia la


vida. ¡Hasta la próxima!

Fuente: Sexoseguro.org

¿La prueba del amor? ¡Esperarte!


Mi novia me hizo una propuesta, esa que te sorprende y deja sin
palabras, ante la que no sabes qué decir
Hace un tiempo mi enamorada me hizo una propuesta, esa que te
sorprende y deja sin palabras, una propuesta ante la que no sabes
qué decir.

Soy un chico de diecinueve años, y para nadie es secreto que esta


sociedad nos corrompe al cien por ciento. Trata de
desenfocarnos, pues donde quiera que camines vas a encontrar algún
cartel publicitario anunciando algo obsceno, y si miras la TV
observarás algún corte de comerciales promocionando las marcas de
condones o cuantas cosas existan para “complacer” sexualmente a tu
pareja, y así podríamos seguir sin parar.
Y aquí viene la propuesta que me sacó del cuadro: mi chica, a quien
aprecio tanto y a quien amo con todo mi corazón, me dijo que ella
desea vivir nuestro noviazgo en castidad, que ella desea llegar
virgen al matrimonio, tener una familia hermosa y morir de
vejez.
Tiempo antes de la propuesta, había escuchado hablar a mis
compañeros de carrera universitaria sobre sus historias íntimas con
sus enamoradas. Narraban paso a paso lo que hacían con ellas. En
aquella ocasión me sentí como si escuchara por radio alguna película
para adultos. La verdad, para mí no fue nada agradable, pues siendo
algo tan íntimo no tenía por qué saberlo. Me pregunto, ¿qué
pensarían aquellas chicas, si supiesen que sus enamorados andan
contando a sus compañeros de carrera todo lo que hacen con ellas?
La realidad es que ahora andan en boca de todos…

Yo no opiné nada al respecto, como lo hacían otros, pues nunca había


pasado de la segunda etapa del noviazgo (en mi país novios =
enamorados), esa que va más allá de los besos. Confieso que tuve
muchas ganas de iniciar esa “tercera etapa”, la de despertar
nuestra vida sexual, tan sólo por presión: ¿Cómo era posible
que mis compañeros ya se hubiesen iniciado sexualmente y yo
aun no? Por ello, ante su resistencia, le insistí horriblemente a la
mujer que tanto amo para iniciar esa etapa, pues veía normal entre
las parejas el tener relaciones sexuales a nuestra edad.

Sí, en ese tiempo sólo estaba pensando en mí mismo, y no en ella. Ahora


reconozco con vergüenza que con el argumento de “qué tiene de malo si nos
amamos”, tan solo estaba encubriendo mi terrible egoísmo. De esa manera solo
buscaba manipularla para que cediese a mi propuesta, pues yo no estaba
dispuesto a sacrificarme por ella.

Ahora bien, aproximadamente un mes después del increíble acoso al


que sometí a mi enamorada, tuve que hacerme un examen de
serología por unas ronchas que me salieron en todo el cuerpo, y
mucha picazón. Después de los exámenes, me llamaron a una cita
urgente. La Dra. que me vio empezó a hablar conmigo muy seria
sobre sexualidad, me dijo que en mi país la taza de los infectados con
el SIDA y la sífilis era enorme. Aún no entendía por qué me hablaba
de eso, hasta que de repente se queda en silencio y suelta el
bombazo: “chico, ¡tu serología salió positiva!” Aunque no sabía qué
significaba lo que ella me decía, sabía que era algo muy malo.
Entonces empezó a explicarme y hablarme del tratamiento que debía
seguir. Recuerdo que nunca me alteré tanto como en ese consultorio.
Le decía a la Dra., “¡no es posible! ¡Jamás en mi vida he tenido
relaciones! ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo puedo yo tener sífilis?” Ella
trataba de calmarme, pero yo salí del consultorio llorando y entré al
oratorio de la clínica. ¡Allí oré como nunca había orado! Le pedí a
Papá Dios mucha fuerza, ¡pues no sabía qué hacer! En ese momento
sentí que mi vida sencillamente se desmoronaba.

Las enfermeras salieron a buscarme por toda la clínica y me


encontraron allí. Trataron de calmarme, y dos horas después
volvieron hacerme la prueba de serología. Estuve treinta minutos
esperando los resultados nuevamente, ¡fueron los treinta minutos
más largos de mi vida! Finalmente llegaron los resultados y le pedí el
favor a la enfermera en jefe que me leyera el resultado. Ella me miró
a los ojos y me dijo: “muchacho, ten calma, los resultados salieron
negativos. Tu primer examen fue un error del sistema”. ¡En ese
momento sentí que el alma me volvía al cuerpo! ¡Fue la primera vez
que lloré de alegría! Inmediatamente fui al oratorio y prometí a
Papá Dios vivir en castidad, esperar a la persona que Dios
ponga en mi camino para entregarle mi tesoro más valioso, mi
virginidad.

Pasado un tiempo mi enamorada me hizo la pregunta que si quería vivir en


castidad con ella o no. Probablemente pensaba que le diría que no, pues la noté
con su carita triste. Cuando le contesté que “¡SÍ, QUIERO VIVIR EN CASTIDAD
CONTIGO!”, se sorprendió mucho y empezó a interrogarme. Sencillamente (y
no la culpo), no creía que yo aceptaría tan grande compromiso luego de haberla
presionado tanto para tener relaciones sexuales. Ella quería asegurarse de que
mis razones fueran las correctas, de que no le estuviese diciendo “sí” con la
oculta intención de intentar avanzar nuevamente en el futuro.

Jóvenes: ¡yo la verdad no creía que esto de la castidad tuviera


importancia en nuestras vidas! Yo aprendí a las malas, y te pido
que no esperes que algo malo ocurra en tu vida para aprender. Mira,
el tiempo es lo que hace madurar una fruta, y somos las frutas del
árbol divino, ese árbol de Dios. ¡Todo a su tiempo! Para que el amor
madure, ¡vivir en castidad es lo mejor! Saber que alguien espera por
ti es lo máximo, y que alguien sepa que tú esperas para esa persona,
¡esa es la verdadera prueba de amor que le puedes ofrecer!
JuanDa C., Colombia.

La famosa prueba de amor


Eclesiastés 9: 8 “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento
sobre tu cabeza”. Has escuchado en alguna ocasión esta frase: “Si realmente
me amas, demuéstramelo”, seguramente si eres chica en mas de alguna
ocasión has escuchado esa tan famosa frase que viene con intenciones de
recibir la famosa “prueba de amor”.
En mi país se le llama entre los jóvenes “prueba de amor”, al hecho de tener
relaciones por primera vez en el noviazgo. Se supone que si la chica realmente
ama a su novio se lo demostrara teniendo intimidad con el.

Pero yo te pregunto a ti: ¿Crees que es necesario tener relaciones antes del
matrimonio, como para demostrar que realmente amas a alguien?,
definitivamente si fuera tu respondería un rotundo y gigantesco: ¡NO!.

Y es que el amor no se demuestra por eso, si una persona realmente te ama no


necesariamente tiene que demostrártelo a través de la intimidad, pues si
realmente esta enamorado o enamorada de ti, sabrá esperar hasta el
matrimonio para gozar de este.
Pero lastimosamente hay muchas en su mayoría chicas que son victimas de
esta famosa prueba de fe, y es que ellas acceden por situaciones como:

Tener miedo de perder a su novio: ellas creen que si no acceden su novio las
dejara y por no querer que pase eso, acceden a dar la famosa prueba de amor.
Es una lastima que las chicas den algo tan valioso por miedo a perder a la
persona que supuestamente ama.

Pero tienes que saber una cosa, el temor de perder a alguien no es compatible
con el amor verdadero, pues el verdadero amor echa fuera todo temor. Es decir
que una persona realmente te ama, no te dejara por cosas tan insignificantes
como esas, entonces, si tu tienes miedo de perderlo por no acceder, ¿Será
realmente amor eso?, mas que amor creo que seria como una extorsión. Es
mas eso serviría para demostrar realmente si te ama o no, pues si tu no
accedes a su petición y el sigue contigo respetándote y esperando junto a ti
hasta el matrimonio para tener relaciones, eso quiere decir que te ama y que le
importa mas respetarte y respetar a Dios, que acceder a un placer tan
momentáneo que puede llevarte a la perdida de autoridad divina, y todo por
momentos de placer que bien pueden esperar, pues tarde o temprano se dará
cuando se llegue al matrimonio. Entonces, ¿Por qué adelantarse?.

También muchas chicas o chicos acceden a esta “prueba de amor” por:

..

Presión de sus amigos o compañeros: “¿Aun no lo has hecho?, ¿en que


mundo vives?” esa es la frase mas común entre los jóvenes que creen que por
no tener relaciones sexuales antes del matrimonio eres anticuado, religioso o
simplemente homosexual, pero ¿Quién ha dicho que no querer tener relaciones
antes del matrimonio sea porque eres anticuado, religioso o homosexual?, es
mas personalmente creo que es mas hombre aquel que dice no al pecado, que
aquel que se deja manipular por el.

Es necesario ser hombre para amarse bien los pantalones y que a pesar que
nuestra carne nos suplica por pecar no accedamos a sus deseos. Eso es ser
hombre, ser hombre es respetar a tu novia, evitar extorsionarla con palabras
como: “si no accedes, entonces no me quieres”, ó “Si no lo hacemos creo que
nuestra relación no funcionara”, todas esas y mas frases que lleven consigo la
intención de convencer a la otra persona de hacer algo que no quiere hacer se
llama extorsión. ¿Tu crees que eso es amor?, JAMÁS, eso JAMÁS será amor,
al contrario eso denota que lo que realmente hay es una mal intención de tener
relaciones contigo para luego dejarte y buscarse otro nuevo reto.

Lastimosamente la gran mayoría de chicas o chicos que acceden a esta


petición terminan su relación de noviazgo tarde o temprano, ya que el hecho de
haberse adelantado al proceso de Dios, los lleva a actuar de diferente forma,
es por eso que podemos ver a chicos que después de haber recibido de su
novia la famosa “prueba de amor” ahora las desprecian y las ven como a
cualquiera, todo eso se da, porque para muchos de ellos todo era un reto, y al
ver cumplido su reto, entonces es hora de trazarse uno nuevo.

Amados jóvenes que me leen, ¡Cuidado con acceder a la “prueba de amor”!


eso no es de Dios, si tu novio o tu novia te esta solicitando esto es señal de
que algo anda mal, de que no hay un amor verdadero o de que se están
desviando del propósito de Dios para su vida.
Es momento de analizar los pro y contra de esta acción, desde ya te digo que
no hay ni siquiera un “pro” sobre esta proposición, pero si hay muchos “contra”,
como por ejemplo, la perdida de tu virginidad, la perdida del respeto mutuo, la
perdida del amor que sentían, un embarazo no deseado, una enfermedad
venérea, y lo mas importante de todo: Le faltaras el respeto a Dios, quien ha
confiado en ti desde que te perdono tus pecado.

Amados, no es necesario tener relaciones antes del matrimonio para demostrar


que hay verdadero amor, ni para demostrar que son compatibles, ni para
demostrar absolutamente NADA. Esa es una mentira de Satanás que quiere
ver como le fallas a Dios y a la vez pierdes algo importante de ti, con la persona
que quizá ni será tu esposo o esposa, no permitas que Satanás juegue con tus
sentimientos ni con algo tan importante como es la pureza que debes mantener
delante de Dios.

Ya habrá un momento para eso, el matrimonio sea el momento ideal para


disfrutar del sexo, mientras tanto ¿Para que llevarle la contraria a Dios?, el
sexo fue hecho para el matrimonio y se disfruta en el matrimonio bajo la
cobertura de Dios, pero jamás antes, porque eso seria Fornicación y la Biblia
es clara en decir que ningún fornicario entrara al reino de los cielos.

Jovencitas que me leen, no caigan en esta trampa del enemigo, si tu novio


realmente te ama, te esperara todo lo que sea necesario, el verdadero amor
todo lo espera, todo lo soporta y nunca deja de ser. Una muestra que
realmente te ama es que jamás te pedirá cosas indecorosas como estas que te
conlleven a fallarle a Dios.

Queremos hacer este trabajo, como un complemento de otro referido al matrimonio


y a la familia, porque, en la mayoría de los casos, el fracaso matrimonial comienza
en el noviazgo. Toda la razón de ser del noviazgo católico, consiste en su
ordenación al futuro matrimonio. No hablamos de la amistad entre jóvenes de
ambos sexos, que puede ser muy santa; ni tampoco de quienes juegan con los
sentimientos en el flirteo, que no es más que “simular una relación amorosa por
coquetería o por puro pasatiempo”; lo que no es nada santo. Nos referimos a
aquellos jóvenes que creen amarse y piensan formalizar su relación a través del
casamiento.

Conocimiento mutuo
¿Cuál es la característica de esta relación particular, que es el noviazgo? Su rasgo
definitorio radica en poder llegar al convencimiento de que ambos “están hechos el
uno para el otro” y que, consecuentemente, han de llevar de manera normal y
plena, su vida matrimonial el día de mañana, con la convicción irreversible de que
sabrán realizar sobre todo, la educación de sus futuros hijos. Digo sobre todo
porque mediante la experiencia en el trato con tantos novios, he podido observar
que el pensamiento puesto en los hijos, es el factor que los hace concientizar más
la realidad. Muchas jovencitas creen estar enamoradas, pero se dan cuenta de que
deben cortar ese noviazgo cuando, al pensar en la descendencia futura, advierten
que el joven en cuestión no está capacitado para ser un buen padre. Otra forma de
evitar el capricho subjetivo, tan propio de quienes no aman de verdad al otro, sino
que están enamorados del amor, o sea, de lo que ellos sienten y, por tanto, caen
en juicio erróneo acerca de la idoneidad de la otra persona para poder emprender,
con un mínimo de seriedad, la gran empresa de formar “un nido para los dos” y
para los que vengan, es tener presente la opinión de los padres sobre la persona de
que se trata. En general, no hay amor más desinteresado que el de los padres y,
por consiguiente, nadie más adecuado para dar un sabio y prudente consejo a
quien, por la edad y por ver todo color de rosa, muchas veces no está capacitado
para valorar justamente la idoneidad o no de otra persona para unirse de por vida a
la misma. Además, no hay que olvidarse que la experiencia de los padres es mucho
mayor: ellos antes ya pasaron por esto y además conocen cientos de casos de
noviazgo de familiares, amigos y conocidos. Los novios han de tener bien claro que
el fin del noviazgo es este conocimiento mutuo en orden al matrimonio,
conocimiento que es causa del amor, ya que nadie ama lo que no conoce, pues “el
amor requiere la aprehensión del bien que se ama”.

Dicho de otra manera, el noviazgo es un estado preliminar al matrimonio en el que


debe darse cierta familiaridad y conversación continuada entre un hombre y una
mujer a fin de prepararse al futuro matrimonio. Al decir preliminar, afirmamos que
no es un estado definitivo (conocemos el caso de un noviazgo de más veinte años
en el que la novia preparó cinco veces el ajuar, y el novio se murió sin casarse), y
que todavía no son esposo ni esposa.

Conocimiento limitado

Reafirmando lo anterior, creo que rara vez —por graves motivos— resulta
aconsejable un matrimonio sin la bendición de los padres. Generalmente, a la corta
o a la larga, los que se casan sin la aquiescencia paterna, fracasan en su vida
conyugal, y la excepción, que puede haber, hace a la regla.

Ahora bien, el conocimiento mutuo durante el noviazgo es relativo, ya que de algún


modo, solo podrá ser absoluto y total, recién en el matrimonio. Muchos, con la
excusa de conocerse más, fomentan las relaciones prematrimoniales de
funestísimas consecuencias. Es decir que en el noviazgo se da el “ya, pero todavía
no”: ya se deben amor, pero no todavía como en el matrimonio. El conocimiento
mutuo debe ser tal durante el noviazgo que cause el amor mutuo, uno de cuyos
efectos es la unión espiritual entre el amante y el amado, ya que no serán dos, sino
uno solo en el matrimonio, y deben ir aprendiendo a buscar cada uno el bien del
otro como el suyo propio. En el noviazgo debe madurarse la unión de las almas de
los novios, y solo cuando se de esta unión espiritual —y como consecuencia de esta
unión— han de unirse, en el matrimonio los cuerpos, consumándose así la perfecta
unidad entre ambos. De lo contrario el resultado es nefasto. Si fuera del
matrimonio se busca la unión corporal no hay amor verdadero que quiere el bien
del otro desinteresadamente, sino búsqueda egoísta de sí mismo. Si se busca la
unión corporal solamente, ¿en qué se diferencia de la de los animales? El amor
humano ha de ser amor de la voluntad racional, que ordena las inclinaciones del
apetito concupiscible y debe ser imperado por la caridad.

El hecho de no estar unidos por el sacramento del matrimonio, hace que el


noviazgo sea disoluble. Por ello, hay que tener la valentía de cortar esta relación si
se ve que no lleva a buen término. Aún después de comprometidos, hasta el
momento de dar el “sí” en el templo, se puede y se debe —si hay razones— decir
“no”. ¡Cuántos fracasan desastrosamente en el matrimonio por no haber tenido el
coraje de decir “no” en el momento debido! A propósito, conozco un caso realmente
fuera de serie protagonizado por una joven heroica: sus padres desaconsejaban
tenazmente la boda, el novio era un muchacho haragán y muy irascible; el día del
enlace nupcial, el novio la tomó del brazo para conducirla al altar, ella tropezó con
su vestido largo y él, de muy malos modos, recriminó a su prometida en estos
términos: “ ¡Vos sos siempre la misma tonta”. Llegado el momento del
consentimiento, lo dio el novio y cuando el sacerdote preguntó a la novia: “
¿Fulana, quieres por esposo a Fulano? ”, se oyó clara y serena la voz de ella: “No
quiero”, respuesta que repitió ante la nueva pregunta del sacerdote, en medio del
asombro de todos. En la actualidad, está casada, con otro, tiene varios hijos que,
cuando se enteren de lo que hizo su madre, no dejarán de agradecérselo por los
siglos de los siglos.

Conocimiento respetuoso

Muy extendida y criminal es la creencia de algunos en el sentido de que los esposos


no se deben respeto en el matrimonio. Algunos, especialmente hombres, suponen
que todo está permitido durante la relación conyugal y eso es matar el amor, que
siempre debe estar regulado por la razón y subordinado a la caridad, que nos
manda cumplir con todos los mandamientos de la Ley de Dios. San Agustín, Doctor
de la Iglesia, reprende a los cónyuges depravados que intentan frustrar la
descendencia y, al no obtenerlo, no temen destruirla perversamente, diciéndoles:
“En modo alguno son cónyuges si ambos proceden así, y si fueron así desde el
principio no se unieron por el lazo conyugal, sino por estupro; y si los dos no son
así, me atrevo a decir: o ella es en cierto modo meretriz del marido, o él adúltero
de la mujer”. Pues bien, si no aprenden a respetarse desde novios, menos se
respetarán en el matrimonio, con las consecuencias previsibles. Si no lo hacen
durante el momento de los grandes sueños e ideales, no lo harán cuando los
devore la rutina. Parafraseando a un conocido autor, podemos afirmar que: “A
noviazgo regular corresponde matrimonio malo; a noviazgo bueno, matrimonio
regular; solo a noviazgo santo, corresponde un matrimonio santo”.

A modo de consejo, yo diría que nadie debe casarse, sin haber encontrado en el
otro, al menos, diez defectos. Porque los defectos necesariamente, en razón de la
naturaleza caída, existen. Si no se ven en el noviazgo, no hay verdadero
conocimiento. No es amor el no querer ver los defectos ajenos. Sí el ayudar a que
se superen. Si no se advierten en el noviazgo, aparecerán más tarde, tal vez
cuando sea demasiado tarde para poner remedio. Sería vano y tonto el pretender
que el otro fuese “perfecto”. Habría que casarse recién en el cielo. Debe quedar
bien en claro que en el amor verdadero no es todo color de rosa. La realidad es
otra. El amor verdadero es crucificado, porque exige el olvido de sí mismo en bien
del otro. Sin cruz no hay amor verdadero. El ejemplo nos lo dio nuestro único
Maestro, Cristo. El noviazgo —y el matrimonio— no consiste en una adoración
mutua, sino en una ascención en común que, como toda ascención, es dificultosa:
“no es el mirarse el uno al otro, sino el mirar juntos en la misma dirección”.
Hablábamos de noviazgo santo y esto nos lleva como de la mano a lo que
constituye el peligro más frecuente para los novios. Y donde resbalan más
frecuentemente.

Las afectuosidades

Siendo jóvenes y briosos, con el bichito del amor en el corazón, mentalizados por
toda una propaganda pansexualista y, a veces, incluso por algún —como los llama
el P. Cornelio Fabro— “pornoteólogo”, es evidente que en la manifestación del amor
mutuo se muestren demasiado efusivos. Hay toda una moda, a la que no muchos
se sustraen, en bailes, atrevimientos en el caminar juntos, prendidos como
ventosas en apasionados e interminables besos, colgados uno de otro como
sobretodos del perchero; nuestro lunfardo caracteriza esto con una palabra:
“franeleros”. En lengua culta se los llama sobadores. A muchos jóvenes les han
hecho creer que la esencia del noviazgo consiste en pasarse horas sobándose y
sobándose más que cincha de mayordomo. Esos coqueteos, manoseos y besuqueos
de los novios y novias sobadores que se adhieren entre sí como hiedra a la pared y
que no llegan a una relación sexual completa se realiza, en el fondo, por razón de
que los placeres imaginarios son más vivos, más fascinantes, más duraderos, más
íntimos, más secretos, y más fuertes que los placeres y deleites del cuerpo. Es
mucho más excitante y más “espiritual”, para algunos, el hacer todo como para
llegar a la relación sexual, pero quedarse en el umbral. Aún fuera del aspecto
moral, esas efusividades desmedidas son de muy deplorables consecuencias:

1. Son causa muchas veces de frigidez, sobre todo en la mujer, ya que por un
lado siente cierto placer y al mismo tiempo miedo de que las cosas pasen a
mayores, por lo que busca reprimir aquello que siente.
2. Según me aseguran algunos médicos, puede ser, en algún caso, causa de
infecundidad en el matrimonio: el dolor que luego de grandes efusividades
sienten en sus órganos genitales ambos novios, es indicio innegable de que la
naturaleza protesta por un uso indebido.
3. Generalmente, esas prácticas empujan a la masturbación y al joven, además,
al prostíbulo (donde lo masturban ya que no es un acto de amor lo que allí
hace con una prostituta). Lo más grave aún, es que quien está habituado a la
masturbación, aún casado lo sigue haciendo, en consecuencia el mismo acto
matrimonial deviene en una masturbación de dos. El egoísmo del que cae
habitualmente en el pecado solitario es tan crónico que, por resultante,
concluye siendo impotente de realizar el acto sexual por amor, como Dios
manda. A ello empujan las novias que muy sueltas de cuerpo excitan al novio
creyendo que así, ellos las van a amar más. No dudo en afirmar que esta es la
causa principal de tantas desgracias familiares. Cuando ella o él descubre que
el otro lo usa como “objeto”, es decir, por egoísmo, la muerte del amor es casi
inevitable y de allí, las peleas, rupturas y separaciones. Porque, es preciso
decirlo con toda claridad: generalmente, cuando en un matrimonio anda bien
lo sexual, todo otro problema encuentra solución fácilmente.
4. No hay que olvidarse de que “aunque todas las potencias del alma estén
inficionadas por el pecado original —enseña Santo Tomás— especialmente lo
está (entre otras facultades)... el sentido del tacto”, que, como todos
sabemos, se extiende por todo el cuerpo.
5. Tratándose de seres normales, es muy poco lo que les puede provocar
excitación; entonces, hay que evitar completamente todo aquello que pueda
producirla. Querer evitar excitaciones y no evitar las efusividades, es como
pretender apagar un incendio con nafta. Los novios en el tema de la pureza
tienen las mismas obligaciones que los solteros. A la pregunta siempre
repetida: “Padre, ¿hasta dónde no es pecado? ”, algunos responden con la
consabida fórmula que se puede encontrar en cualquier buen manual de
moral: “mientras no haya consentimiento en ningún placer desordenado”.
Pero este principio por más que los jóvenes lo tengan grabado en su alma con
letras de fuego, pierde toda eficacia cuando se enciende la llama de la pasión;
de ahí que lo más prudente es aconsejar a los novios, como se hacía antaño:
“Trátense como hermanos”. Percibimos la sonrisa sobradora de algunos que se
pasan todo el día hablando de “hermanos” (no refiriéndose a esto), mas la
experiencia nos dice que eso es lo efectivo e innumerables novios y novias nos
lo han agradecido de todo corazón y viven, ahora, un muy feliz matrimonio.
Todos los sacrificios que se hagan durante el noviazgo para respetarse
mutuamente, son nada comparados con los tan grandes y dichosos frutos que,
por esos sacrificios, se tendrá en el matrimonio. Todo lo que los jóvenes
hagan en este sentido no terminarán de agradecerlo el día de mañana, porque
redundará en la felicidad del cónyuge, en la felicidad de los hijos y en la
felicidad de quienes los rodeen. Y, por el contrario, lo que no hagan en este
sentido, dejándose arrastrar por el torbellino de la pasión, será causa de
amarga tristeza, de grandes desilusiones y frustraciones. El fruto del egoísmo
no puede ser la alegría ni la paz. La alegría es la expresión de aquel “a quien
ha caído en suerte aquello que ama”.

En el caso de esa profanación anticipada del sacramento del matrimonio que son
las relaciones prematrimoniales, la mujer lleva la peor parte:

 pierde la virginidad;
 se siente esclavizada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor
frecuencia;
 no puede decirle que no, porque tiene miedo que él la deje, reprochándole que ella
ya no lo quiere;
 vive con la gran angustia de que sus padres se enteren de sus relaciones;
 participa de las molestias del acto matrimonial, sin tener la seguridad y la
tranquilidad del matrimonio...

El novio, por el contrario, no tiene apuro en concretar la boda, ya que obtiene


beneficios como si estuviera casado, sin estarlo, y además, el hombre no queda
embarazado —por lo menos hasta ahora—; la mujer sí, y este es un peligro
demasiado real como para que ella no lo tema.

Si ocurre el embarazo, generalmente se empuja a la mujer al aborto —“crimen


abominable” lo llama el Concilio Vaticano II— que es la muerte injusta de un ser
humano inocente, indefenso y sin bautismo, y es la mujer quien conservará toda la
vida el remordimiento del cobarde acto cometido.

Además si ya en el noviazgo se ha derribado toda barrera, ¿qué le quedará a la


mujer cuando en el matrimonio —¡si es que llega!— sea solicitada sin arreglo a la
razón o a la moral? Si no supo respetarse y hacerse respetar en el noviazgo, será
imposible, salvo excepción, que se la respete en el matrimonio. Si llega a la boda,
lo hará sin alegría, sin ilusión, sin esperar recibir nada ni poder dar nada nuevo. Y
luego, muchas veces, al tener alguna discusión en su matrimonio, escuchará con
dolor el reproche de su marido que no dejará de recordarle su vergonzoso pasado.
Por eso la novia debe —amablemente— poner las cosas en su lugar antes de que la
pasión hable más fuerte que la razón.

La Iglesia católica, al defender a capa y espada la santidad matrimonial no ha


hecho otra cosa, durante ya casi veinte siglos, que defender a la mujer, “que es un
vaso más frágil” (I Pe 3, 7) y a los hijos que son los que sufren cuando se alteran
las leyes divinas que rigen al matrimonio. Desde el siglo I, la Iglesia es la mayor
defensora de la familia, al haber luchado siempre para que la mujer no fuese
convertida en un mero objeto de placer, ni los niños en meros hijos de incubadora.

La frecuencia en el trato

Una de las más funestas costumbres que se han ido imponiendo en el noviazgo, es
la gran frecuencia con que se encuentran. Ello es generalmente nocivo, porque,
muchas veces, hace perder frescura al amor, los somete a la rutina y va matando
la ilusión. En gran parte, se debe a que los hombres nos hemos olvidado del sentido
profundo de los ritos y del sentido profundo de la fiesta. Sobre el primero escribe
admirablemente Saint-Exupèry:

—Hubiese sido mejor venir a la misma hora —dijo el zorro—. Si vienes, por
ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más
avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agotado e inquieto:
¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a
que hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

—¿Qué es un rito?— dijo el principito.

—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día
sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores,
por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves
es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no
bailaran un día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones”.

Respecto de la fiesta dice también, magistralmente, Hans Wirtz: “El hábito, la


costumbre, es la escarcha del amor. Lo que vemos, oímos y tenemos a diario,
pierde su matiz de inusitado y raro, deleitoso. Al final llegamos a beberlo sin
apreciarlo, sin sentir su sabor, como si fuera agua. Los novios no pueden cometer
mayor error, que el estar juntos con excesiva frecuencia. Cuanto más escaso, tanto
más apreciado. Pensar siempre uno en otro; anhelar continuamente la presencia
del otro, pero... Estar juntos lo menos posible. El encuentro ha de ser siempre una
fiesta”. Y no pueden celebrarse fiestas todos los días.

¡Cómo aburren esos pretendientes de todos los días a todo el resto de la familia!
Muchas veces se pierde la intimidad del hogar: los padres no pueden ver televisión
tranquilos, aumentan los gastos de comida, incluso la novia deja de arreglarse
convenientemente, a veces no terminan sus estudios y, lo que es más grave,
pierden el trato con sus propios amigos. La relación entre los novios debe ser
gradual, paulatina, debe dejar tiempo para el conocimiento mutuo, maduro y serio.
Por eso los novios han de comenzar siendo compañeros, luego amigos, más tarde
pretendientes, y recién cuando se eligen, “filo” (como se decía antes, del italiano
popular filare: galantear, cortejar). Hasta aquí no hay ninguna decisión. Más tarde
novios, cuando entran en la casa para “pedir la mano” de la joven, realizándose la
mutua promesa de fidelidad y de matrimonio futuro, una vez conocido el carácter y
las dotes (físicas, psicológicas, morales, culturales y religiosas) del otro, para ver si
se pueden adaptar a su modo de ser. “Pedir la mano” es una hermosa expresión
que significa que el joven varón pretende hacer esposa a determinada mujer.

Una palabra para quienes se frecuentan en lugares solitarios y, las más de las
veces, oscuros: enseña la palabra de Dios: “Huye del pecado como de la serpiente”
(Ecl 21, 2) a lo que comenta San Isidoro: “Imposible estar cerca de la serpiente y
conservarse largo tiempo sin mordeduras”.

Ciertamente que “quien ama el peligro, perecerá en él” (Ecl 3, 27) ya que la
ocasión hace al ladrón; y si se frecuentan los novios —hablo de los normales— en
lugares solitarios y oscuros, eso es ponerse en ocasión de pecado y como dice San
Bernardo: “ ¿No es mayor milagro permanecer casto exponiéndose a la ocasión
próxima que resucitar a un muerto? No podéis hacer lo que es menos (resucitar a
un muerto) ¿y queréis que yo crea de vosotros lo que es más? ”. Hay que tener
bien en claro que en el noviazgo no hay ningún derecho a los actos carnales, los
cuales, consumados o no, son pecado. No así en el matrimonio.

Preocupación de los padres

Los padres deben aconsejar a sus hijos respecto de sus novios, procurando
informarse acerca del candidato y su familia, controlando discretamente sus tratos,
espaciando las visitas, recordándoles la obligación de sus deberes de estado, no
quitándoles su ilusión pero haciéndoles tomar contacto con la realidad.

Dice con mucha gravedad San Alfonso María de Ligorio: “Habrá padres y madres
necios que verán a sus hijos con malas compañías, o a sus hijas con ciertos
jóvenes, o frecuentando reuniones de doncellas, o hablando a solas unos con otras,
y los dejarán seguir así con el pretexto de que no quieren pensar mal. ¡Tontería
insigne! En tales casos están obligados a sospechar que puede surgir algún
inconveniente, y por esto deben corregir a sus hijos, en previsión de algún mal
futuro”.

Y ello no porque desconfíen de sus hijos, sino porque conocen la naturaleza


humana caída por el pecado original y porque saben que sus hijos no conocen todo
y no pueden, por tanto, defenderse de los peligros que los acechan.

Edad

"Padre, ¿a qué edad hay que ponerse de novio?", es una pregunta que escuchamos
con frecuencia a la que siempre respondemos invariablemente:
El amor no tiene edad: conocemos matrimonios muy felices que se pusieron de
novios de muy jóvenes, y también, de aquellos que se conocieron siendo más
grandes.

En general, es desaconsejable el noviazgo de muy jóvenes, por varias razones:

1. No tienen la madurez que dan los años.


2. No tienen plena responsabilidad.
3. La perspectiva de un noviazgo, necesariamente largo, es siempre peligrosa, el
amor puede enfriarse con el excesivo transcurso del tiempo.
4. Pierden —literalmente— los mejores años de la juventud, incluso el trato con
sus amigos o amigas que es de gran importancia para la vida.
5. Muchas veces decae el interés por la carrera o la formación profesional.
6. El conocimiento del campo de elección del novio o la novia es,
necesariamente, muy estrecho cuando jovencitos. Con los años, normalmente
se amplía el círculo de conocidos y de amistades y la elección puede hacerse
mejor.

Es totalmente enfermiza la preocupación de niñas de catorce años por conseguir


novio porque de lo contrario, piensan que van a quedar solteras: ¡Es el efecto de
tanta telenovela y radioteatro de color rosa! ¡Todavía no terminaron de jugar a las
muñecas y ya hasta las mismas madres, a veces, las empujan al noviazgo!

Debe respetarse la naturaleza de las cosas. En el noviazgo pasa como con los
frutos, necesitan tiempo para madurar, pero si no se sacan a tiempo, caen y se
echan a perder; si no se da el tiempo necesario al noviazgo, el matrimonio está
verde todavía; pero si está maduro y no se realiza, generalmente, se corrompe. Por
consiguiente, conviene no apurar demasiado el casamiento, pero tampoco dejar
pasar el tiempo oportuno, que es lo que les acaece a los que inician el noviazgo
muy jóvenes.

Finalmente hay que destacar que las grandes diferencias entre los novios, de nivel
económico, de cultura, de edad, de religión, son generalmente un obstáculo que
conduce al fracaso en el matrimonio. Los cónyuges deben ser, en cierto modo,
semejantes, ya que es la semejanza la causa del amor. En efecto, enseña Santo
Tomás de Aquino que dos son semejantes en cuanto poseen en acto una misma
cosa y por esto mismo son uno en esa cosa. Por eso el afecto de uno tiende al otro,
como a sí mismo, y quiere el bien del otro como el de sí mismo. Solo si es así el
amor entre los novios serán felices en el matrimonio, y se realizarán los efectos del
amor: la unión; la mutua inhesión, esto es, que el amado esté en el amante y
viceversa; el éxtasis, es decir, el salir de sí mismo procurando el bien del otro (es lo
opuesto al egoísmo, que es cerrarse sobre sí mismo); el celo (no el celo envidioso,
sino el que busca apartar todo lo que es obstáculo del amor). El amor causa una
herida en el que ama, que lo impele a obrar siempre movido por el amor.

La dimensión religiosa del noviazgo

¿Cuál es la señal más evidente por la que se puede tener la certeza de que los
novios se aman de verdad? La señal indubitable es el crecimiento en el amor a
Dios. Noviazgo en el que no se ame a Dios, es señal de seguro fracaso en el
matrimonio; noviazgo en que el amor a Dios sea un excusa para amarse ellos,
señal de futuro matrimonio inestable y quebradizo, noviazgo en el que se ame a
Dios sobre todas las cosas, señal de que realizarán un sólido matrimonio “fundado
sobre roca” (Mt 7, 25): caerá la lluvia de las dificultades, vendrán los torrentes de
sacrificios, soplarán los vientos de calumnias, pero el matrimonio permanecerá
enhiesto. La falta de este amor a Dios, “con todo el corazón, con toda el alma, con
toda la mente y con todas las fuerzas” (Mc 12, 30), es la primera y principalísima
causa de los fracasos matrimoniales. Cuando Dios es el “convidado de piedra” en el
hogar, poco a poco se volverán “de piedra” (cfr Ez 26, 26) también los corazones
de sus miembros. En cambio cuando todos los integrantes de la familia cumplen
ese “primer y mayor mandamiento” (Mt 22, 38),

no hay problema sin solución,

no hay día sin alegría,

no hay obra sin mérito,

no hay cruz sin consuelo,

no hay trabajo sin satisfacción.

Muchos son desgraciados porque no han seguido la voluntad de Dios. Dios los
llamaba a algo más grande, más sublime, pero se hicieron los sordos y siguieron su
propio gusto y no terminan de encontrar consuelo a su penoso extravío. Por ello,
quien quiera de verdad que Dios reine en su noviazgo y luego en su matrimonio,
antes debe estar dispuesto a seguir la vocación que Dios quiere. Si Dios quiere a un
joven como sacerdote, jamás será feliz casándose y lo que es más, ni su esposa ni
sus hijos serán felices. Si una joven no sigue el llamado de Cristo a ser su esposa,
andará siempre muy alejada de la felicidad. Todos se dan cuenta de que si Dios
llama al matrimonio no se puede ser feliz como monje, pero muy pocos alcanzan a
ver que al revés, tampoco. Sabido que Dios nos quiere en el matrimonio, tenemos
que elegir a la otra parte según Él: para esto debemos rezar siempre pidiendo por
la esposa o el esposo que Dios nos tenga destinados, como así también por los
hijos.

Además los novios deben formarse examinando en común la verdadera concepción


del matrimonio, sus deberes y derechos; deben conocer la doctrina católica sobre el
mismo, leyendo los documentos pontificios sobre el tema, tales como las
Encíclicas Casti Connubiide Pío XI, la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el
mundo actual Gaudium et Spes, nn. 46-52, Humanae Vitae de Pablo VI, Familiaris
Consortio de Juan Pablo II, etc. Buenos libros, como Casados ante Dios de Fulton
Sheen, Cristo en la Familia de Raúl Plus, Amor y responsabilidad de Karol Wojtyla,
etc. Deberían también aprender a cultivarse gustando de la buena música, del
teatro culto, de la buena literatura argentina y universal, de la pintura... Deberían
comprometerse en el trabajo apostólico, incluso asociativamente, en parroquias,
capillas o movimientos, dando a los demás tanto que han recibido de Cristo y, ¿por
qué no?, en la medida de lo posible, en alguna obra de caridad, como visitar
hospitales, sanatorios, cotolengos... O sea, cultivar la inteligencia adhiriéndose a la
verdad, la voluntad practicando la caridad —que los ayuda a salir de sí mismos— y
la sensibilidad gustando de la belleza.

En fin, mantener siempre bien altos los sueños dorados y las juveniles ilusiones de
formar un hogar único en el mundo. Sabiendo que el mismo Dios asocia a los
esposos como cocreadores en su gran obra. Entendiendo que Jesucristo los necesita
como maestros, guías y sacerdotes en esa “Iglesia doméstica”, que es la familia
católica. Comprendiendo que están destinados a una de las obras más santas,
laudables y meritorias, como es la de engendrar hijos para la Iglesia, ciudadanos
para la Patria, y santos para el Cielo. Amasando su noviazgo con oración,
frecuencia de sacramentos, participación en la Santa Misa dominical, tierna
devoción a la Santísima Virgen María, lectura de la Palabra de Dios, fidelidad a la
Iglesia de siempre, con un trato familiar a los santos de su devoción y así irse
santificando más y más cada día. Aquí podemos decir que “novios que rezan
unidos, forman un matrimonio unido”.

Los sacerdotes católicos tienen la dicha inmensa de conocer jóvenes de ambos


sexos que son modelo de castidad. Algunos —más de lo que la gente o los Kinsey’s
Report dicen— que jamás han manchado sus almas con ningún pecado carnal
conservando su inocencia bautismal, que son los que forjarán los más sólidos,
fecundos y felices hogares. Una propaganda diabólica busca llevar a la impureza a
los jóvenes, diciéndoles inclusive, que “todos son igual” o que “todas son igual”, eso
es falso de toda falsedad. Puedo asegurar a los jóvenes que hay muchos que serán
grandes padres de familias y muchas heroínas en su hogar, por vivir
ejemplarmente la castidad; en fin, que por la gracia de Dios conoceremos todavía
padres y madres, esposos y esposas amantísimos que como bellas flores han de
brillar aun en los peores pantanos morales, para honra y prez de la Iglesia y de la
Patria.

Jesucristo, “es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8) y siempre suscitará novios
y novias santas que con todo amor y fidelidad lo seguirán a él, porque es el único
que “tiene palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).

* * *

Autor: Padre Carlos Miguel Buela

Fundador del Instituto del Verbo Encarnado y del Instituto Servidoras del Señor y
de la Virgen de Matará

Besos y caricias en el noviazgo


Siendo jóvenes y briosos, con el bichito del amor en el corazón, es
evidente que en la manifestación del amor mutuo se muestren
demasiado efusivos
CONSULTA: Si bien está claro que las relaciones premaritales son
pecado, quisiera algunas precisiones sobre el tema de los besos y
las caricias en una pareja que aún no ha contraído nupcias.
Respondo, ante todo, con las reflexiones del Padre Carlos Buela, en el
artículo “El noviazgo católico” (cf. Revista Diálogo nº 4 [1992], pp. 11-14):

Las afectuosidades

Siendo jóvenes y briosos, con el bichito del amor en el corazón,


mentalizados por toda una propaganda pansexualista y, a veces, incluso por
algún -como los llama el P. Cornelio Fabro, ‘pornoteólogo’, es evidente que
en la manifestación del amor mutuo se muestren demasiado efusivos. Hay
toda una moda, a la que no muchos se sustraen, en bailes, atrevimientos
en el caminar juntos, prendidos como ventosas, en apasionados e
interminables besos, colgados uno de otro como sobretodos del perchero;
nuestro lunfardo caracteriza esto con una palabra: ‘franeleros’. En lengua
culta se los llama sobadores. A muchos jóvenes les han hecho creer que la
esencia del noviazgo consiste en pasarse horas sobándose y sobándose más
que cincha de mayordomo. Esos coqueteos, manoseos y besuqueos de los
novios y novias sobadores que se adhieren entre sí como hiedra a la pared
y que no llegan a una relación sexual completa se realiza, en el fondo, por
razón de que los placeres imaginarios son más vivos, más fascinantes, más
duraderos, más íntimos, más secretos, y más fuertes que los placeres y
deleites del cuerpo. Es mucho más excitante y más ‘espiritual’, para
algunos, el hacer todo como para llegar a la relación sexual, pero quedarse
en el umbral.

Aún fuera del aspecto moral, esas efusividades desmedidas son de muy
deplorables consecuencias:

1) Son causa muchas veces de frigidez, sobre todo en la mujer, ya que por
un lado siente cierto placer y al mismo tiempo, miedo de que las cosas
pasen a mayores, por lo que busca reprimir aquello que siente.

2) Según me aseguran algunos médicos, puede ser, en algún caso, causa


de infecundidad en el matrimonio: el dolor que luego de grandes
efusividades sienten en sus órganos genitales ambos novios, es indicio
innegable de que la naturaleza protesta por un uso indebido.

3) Generalmente, esas prácticas empujan a la masturbación y al joven,


además, al prostíbulo (donde lo masturban ya que no es un acto de amor lo
que allí hace con una prostituta). Lo más grave aún, es que quien está
habituado a la masturbación, aún casado lo sigue haciendo, en
consecuencia el mismo acto matrimonial deviene en una masturbación de
dos. El egoísmo del que cae habitualmente en el pecado solitario es tan
crónico, que, por resultante, concluye siendo impotente de realizar el acto
sexual por amor, como Dios manda. A ello empujan las novias que muy
sueltas de cuerpo excitan al novio creyendo que así, ellos las van a amar
más. No dudo en afirmar que ésta es la causa principal de tantas desgracias
familiares. Cuando ella o él descubre que el otro lo usa como ‘objeto’, es
decir, por egoísmo, la muerte del amor es casi inevitable y de allí, las
peleas, rupturas y separaciones. Porque, es preciso decirlo con toda
claridad: generalmente, cuando en un matrimonio anda bien lo sexual, todo
otro problema encuentra solución fácilmente.

4) No hay que olvidarse de que ‘aunque todas las potencias del alma estén
inficionadas por el pecado original -enseña Santo Tomás- especialmente lo
está (entre otras facultades)... el sentido del tacto’, que, como todos
sabemos, se extiende por todo el cuerpo.

5) Tratándose de seres normales, es muy poco lo que les puede provocar


excitación; entonces, hay que evitar completamente todo aquello que pueda
producirla. Querer evitar excitaciones y no evitar las efusividades, es como
pretender apagar un incendio con nafta. Los novios en el tema de la pureza
tienen las mismas obligaciones que los solteros. A la pregunta siempre
repetida: ‘Padre, ¿hasta dónde no es pecado?’, algunos responden con la
consabida fórmula que se puede encontrar en cualquier buen manual de
moral: ‘mientras no haya consentimiento en ningún placer desordenado’.
Pero este principio por más que los jóvenes lo tengan grabado en su alma
con letras de fuego, pierde toda eficacia cuando se enciende la llama de la
pasión; de ahí que lo más prudente es aconsejar a los novios, como se
hacía antaño: ‘Trátense como hermanos’. Percibimos la sonrisa sobradora
de algunos que se pasan todo el día hablando de ‘hermanos’ (no
refiriéndose a esto), mas la experiencia nos dice que eso es lo efectivo e
innumerables novios y novias nos lo han agradecido de todo corazón y
viven, ahora, un muy feliz matrimonio. Todos los sacrificios que se hagan
durante el noviazgo para respetarse mutuamente, son nada comparados
con los tan grandes y dichosos frutos, que por esos sacrificios, se tendrá en
el matrimonio. Todo lo que los jóvenes hagan en este sentido no terminarán
de agradecerlo el día de mañana, porque redundará en la felicidad del
cónyuge, en la felicidad de los hijos y en la felicidad de quienes los rodeen.
Y, por el contrario, lo que no hagan en éste sentido, dejándose arrastrar por
el torbellino de la pasión, será causa de amarga tristeza, de grandes
desilusiones y frustraciones. El fruto del egoísmo no puede ser la alegría ni
la paz. La alegría es la expresión de aquel ‘a quien ha caído en suerte
aquello que ama’.

Hasta aquí cuanto dice el P. Buela. Podemos sintetizar la doctrina moral


sobre las afectuosidades en general diciendo lo siguiente:

-son lícitas las demostraciones de afecto, aceptadas por las costumbres y


usansas, que son signo de cortesía, urbanidad y educación;
-son ilícitas las expresiones púdicas (abrazos, besos, miradas,
pensamientos, deseos) con la intención expresa y deliberada de placer
venéreo o sexual, aunque no se tenga voluntad de llegar a la relación
sexual completa;

-también son ilícitas cuando, aun sin tener intención deliberada de placer
venéro o sexual, son ocasión próxima de actos pecaminosos internos (malos
pensamientos, deseos, etc.);

-con más razón son ilícitas las relaciones sexuales completas.

En resumen: “reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones


de ternura específicas del amor conyugal” (Catecismo de la Iglesia Católica,
nº 2350)

El noviazgo
El noviazgo

Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella


e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin
tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte.

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte

Los novios deben tratarse íntimamente.


Pero en este trato íntimo y con confianza no han de permitirse ciertas «confianzas» ni «intimidades».
Es más, deben ser muy discretos en permitirse ciertas manifestaciones amorosas, si no quieren manchar
sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu cariño muchas cosas que él te pide con fuerza.

Es necesario que aprendas a llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio.
Es muy importante que te propongas firmemente llevar tu noviazgo en gracia de Dios.
Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio.

En cambio, si siembras de pecados el camino del matrimonio, ¿puedes esperar con confianza que Dios os
bendiga después?

«En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves problemas, he tenido la curiosidad de
preguntar cómo les fue en el noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable:
fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas en su preparación».(49)

Que tus relaciones sean cariñosas, pero castas.


Que tus manifestaciones de cariño sean limpias.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o
temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.

Cuando unos novios viven un amor sucio, después les amarga.


En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una
ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto
continuamente.

«Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad
antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad
en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su
recompensa».(50)

«He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a
cada instante..., y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados.
»Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano.
»Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices.
»Todo es fresco entre nosotros.
»Nada está enmohecido.
»Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás...
»Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos.
»Los hogares duran en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron.
»Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando»(51)

En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone
tras las montañas.
La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el
matrimonio.
Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor.
Los novios todavía no son esposos.
Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un
peligro de pecar.
Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa.
Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el
límite de las intimidades lícitas.
Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es
pecado.
Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y tan sólo
«de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo».

«Se debe amonestar lo más seriamente posible al cristiano acerca del peligro de jugar con la
sexualidad».(52)
Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan
voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de
provocarlo. Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en
ellas.

«Es evidente que antes del matrimonio no tendrían que darse ciertas intimidades y confidencias sexuales
(caricias íntimas, etc.), dado que por su misma naturaleza conducen a la relación completa».(53)

El amor es insaciable; siempre pide más.


A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo.
Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.

Los novios todavía no están casados.


Su amor les lleva al deseo de la entrega total, pero todavía no tienen ese derecho.
Sería como dar la absolución sacramental el que todavía no ha sido ordenado de sacerdote.

Dice un célebre moralista: «Un novio no tiene más derecho al cuerpo de su prometida que al que tendría
al de cualquier otra mujer. El acto sexual expresa por su misma naturaleza el vínculo irrevocable e
indisoluble entre la pareja».(54)

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:


« Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia.
»En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto y un aprendizaje de la fidelidad.
»Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal.
»Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad».(55)
Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo.
Sin la gracia de Dios es imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el noviazgo.

Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles.


Nada de sitios solitarios y oscuros.
La oscuridad y la soledad son peligrosas.
Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios son unos ojos ajenos que los
estén mirando.
El comportamiento de los novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus padres.

«La castidad, aunque a veces es difícil y exigente, es no obstante posible en el noviazgo; pero con ciertas
condiciones.
»Quien quiera conservarla es preciso que pague su precio.
»Los que no tengan voluntad para hacer los esfuerzos que se necesitan, para echar mano de las fuerzas
sobrenaturales mediante la oración y los sacramentos, que no se extrañen de su fracaso y de sus caídas.
»La experiencia, a Dios gracias, atestigua que muchos novios cristianos han vivido y viven un noviazgo
casto».(56)

Por otra parte, si ella fue para él una «mujer fácil» no será raro que, después de casados, a él le
atormenten los celos de que también lo pueda ser para otros.
Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial.
Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas horribles sobre si los hijos de
su mujer son de él o son de otro hombre. Conozco casos dramáticos.

Además, esas caídas en el pecado seguro que os dejan asqueados.


Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la comunión, que no en la
degradación del pecado.
Sé de novios que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego orientaron su vida por
un camino de rectitud y pureza, me confesaron que este segundo modo de amar les hacía mucho más
felices.

Algunos chicos les dicen a las chicas que ellos prefieren a las que ya lo han probado todo. Pero eso es un
truco para lograr de ellas más fácilmente lo que quieren sacar, y luego abandonarlas con la misma
facilidad, de quien tira un trapo viejo.
¡Es lógico!
Un chico sensato no se casa con una chica que el día de mañana puede salirle «rana».
Si no ha respetado su pureza de soltera, ¿qué garantías tiene de que no resultará adúltera después de
casada?

Una vez le oí decir a un chico que a él le interesaban dos tipos de chicas: las que sólo sirven para uso
sexual, y las que son dignas de amor y matrimonio. Pero, por desgracia, las segundas escasean.

Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas.


Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita.
Y si ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.

A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del amor y la ternura. El hombre es


más impulsivo y pasional, y puede separar el sexo del amor .
Que el chico tenga momentos en que pierda la cabeza y quiera lo que no debe, es natural. Pero si ella no
quieres, no pasará nada.
Y en estas ocasiones ella es mucho más serena.
Debes por lo tanto imponerte.
Y no creas que por eso vas a perderle. Aunque él se enfade, la cosa será pasajera.
Si te quiere, volverá a ti.
Y si no vuelve, es que no te quería a ti, sino que quería usar de ti para saciar sus apetitos.
Y quien te rebaja de esta manera, es indigno de ti.
Ése, más vale que se vaya.
Si te casaras con él, no serías la reina, sino la esclava. Y antes de ser esclava, más vale quedarse libre.

El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio fracasado, sí lo es. Y de la peor
especie.
La mujer soltera sólo es desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al prójimo,
que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más feliz que una casada.

Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo:


Si tu ojo, tu mano o tu pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti, porque más te
vale entrar con, sólo un ojo, una mano o un pie en el cielo que con los dos ojos, las dos manos o los dos
pies, ser arrojada al infierno. Aplícalo a tu caso actual de relaciones: Más vale entrar sin novio en el reino
de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.
Sé una novia digna, limpia y pura.
No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser tu marido. Ámalo, sí con
ilusión y cariño; pero sin mancharte.
Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día de tu boda, ¡más bella
aparecerás ese día ante Dios y ante él...! No transijas. ¡Pura hasta el altar!

Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día
puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte.
Que tus hijas, al contarles tus amores, puedan decirte con orgullo y envidia: «¡Qué hermoso es el amor
así! ¡Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú...!»
¿Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?
Piensa en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se desarrollaron las relaciones de sus padres,
pero sí que te verán a ti, su madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.

Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar. Piensa en el consuelo inmenso
que tendrás, si algún día tu hijo te dice que su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.

No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura, recatada cuando es joven; y de ser madre
cuando es mayor.
Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella, Inmaculada.

Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el tesoro de su pureza.
Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja matar antes de perder la
castidad.
Y gracias a Dios las «goretis» son muchas. Recuerda a Josefina Vilaseca y otras muchas en España,
menos conocidas pero no menos heroicas.

Simples reflexiones acerca


del noviazgo
Se dice que un hombre y una mujer son "novios" cuando mantienen una relación amorosa con
vistas a casarse. Se llama "noviazgo" al período durante el cual ambas personas son novios o
bien a su misma relación durante ese período.

Dado que el noviazgo está ordenado a un posible matrimonio (más o menos probable), para
comprender qué es el noviazgo hay que comprender qué es el matrimonio. La doctrina católica
sobre el matrimonio enseña que éste es una comunidad íntima de vida y de amor que tiene
como fines naturales el bien integral de los cónyuges y la generación y educación de los hijos.
Aquí no podemos desarrollar esa doctrina, que supondremos conocida. No obstante diremos
que el Creador ha conferido una alta dignidad a la alianza matrimonial y que Jesucristo ha
elevado dicha dignidad mucho más aún, al establecer al matrimonio como uno de los siete
sacramentos de su Iglesia.

Considerando las características del matrimonio cristiano, es evidente que éste necesita una
preparación previa. El noviazgo es precisamente esa preparación. Debe tener una duración
adecuada, a fin de que los novios puedan conocerse mutuamente lo suficiente para decidir
responsablemente si se casarán o no y para prepararse para la futura convivencia. Tanto un
noviazgo demasiado corto como uno demasiado largo pueden dar lugar a graves problemas,
por lo cual deberían evitarse.

Algunas parejas de novios rompen su noviazgo sin llegar a casarse, mientras que otras llegan
al matrimonio. Usualmente en esta última clase de noviazgos podemos distinguir dos fases:
Una primera fase en la cual los novios todavía no han decidido casarse y una segunda fase en
la cual ellos ya han tomado esa decisión. Se dice entonces que están "comprometidos". Es
importante que ambas fases tengan una duración adecuada.

El noviazgo debe ser una relación seria, no un simple juego amoroso. En un verdadero
noviazgo existe de parte de ambos novios una apertura al matrimonio, al menos como
posibilidad. Si esa posibilidad se excluye o ni siquiera se toma en cuenta, no hay noviazgo. Dos
concubinos que han decidido no casarse nunca, no son novios. Tampoco son novios dos
adolescentes que salen juntos sólo para divertirse y no tienen ninguna voluntad de explorar
siquiera la posibilidad de construir una relación duradera.

Por esto, al igual que el matrimonio, también el noviazgo requiere una edad mínima, que varía
según las circunstancias. En todo caso, no podemos sino deplorar la costumbre, que se va
extendiendo, de permitir a los niños tener "novias" (y viceversa) o, peor aún, de incentivarlos a
ello. Es obvio que se trata de un juego, pero es un juego que puede dar más adelante frutos
amargos.

A diferencia del matrimonio, el noviazgo no es indisoluble; no obstante, existe una analogía y


una relación entre la unidad del matrimonio y la unidad del noviazgo. En un momento dado un
hombre no puede tener más de una novia, ni una mujer más de un novio. También el deber de
fidelidad matrimonial se corresponde analógicamente (es decir, con semejanzas y
desemejanzas) con el deber de fidelidad en el noviazgo.

En nuestros tiempos postmodernos -y de crisis del matrimonio y de la familia- se han


oscurecido bastante estos simples conceptos. Nuestro mismo lenguaje refleja la confusión
reinante. A menudo los jóvenes mantienen relaciones amorosas más o menos prolongadas sin
saber siquiera si definirse y presentarse como novios (se habla a veces de "amigovios", palabra
tan fea como confusa). Además con frecuencia un mismo joven mantiene simultáneamente
varias relaciones ambiguas de este tipo.

Al decir esto no pretendemos negar que también el noviazgo (como el matrimonio) requiere de
contactos y encuentros humanos previos. Estos contactos previos no necesariamente deben
tener lugar con una sola persona y estar deliberadamente ordenados a un posible noviazgo.
Pero la prolongación excesiva de esta fase de "prenoviazgo" y sus manifestaciones ambiguas,
sin avances claros hacia un verdadero noviazgo, puede llegar a ser muy dañina.

El noviazgo es sólo una preparación para el matrimonio; no es todavía matrimonio. Ésta es la


razón por la cual los novios no deben tener relaciones sexuales. Éstas son un signo corporal de
una donación mutua total que todavía no ha tenido lugar y que quizás no existirá jamás. De ahí
que ellas sean, en el mejor de los casos, un grave error o, en el peor, una horrible mentira.
Además, la relación sexual está esencialmente abierta a la procreación, por lo cual implica una
probabilidad (mayor o menor según los casos) de engendrar un hijo. Dado que los hijos tienen
derecho a nacer en una familia bien constituida, las mal llamadas "relaciones sexuales
prematrimoniales" implican siempre una grave falta de responsabilidad y de respeto hacia los
posibles hijos.

En el centro del noviazgo y del matrimonio cristianos no se halla el placer ni la utilidad sino el
amor, por lo cual los novios y los esposos cristianos deben procurar crecer siempre en la
donación mutua, según la santa y sabia voluntad de Dios.

Daniel Iglesias Grèzes

Cómo tener un noviazgo que prepare para


un feliz matrimonio

El noviazgo es una etapa maravillosa, llena de retos. Es una gran


aventura, una travesía envuelta de ilusiones donde se aprende a
querer y a ser querido. Aquí el corazón está inquieto, bulle como un
volcán y qué mejor que aprovechar este momento tan especial y
único para conocer al otro, para madurar los sentimientos, y crecer
juntos.

Ahora bien, si reducimos este período en salir a bailar, a ir de en


boliche en boliche, entre otras cosas, el día en que la pareja se
cuestione la decisión de contraer matrimonio podrá sentir un gran
vacío ya que cuando le llegue la hora de decir en el consentimiento
matrimonial acepto por esposo/a a fulanito/a de tal en verdad no se
tendrá ni el más mínimo conocimiento del otro en cuanto persona
única e irrepetible, sino sólo un conocimiento volátil y superficial. En
otras palabras, de lo dicho se deduce que podremos saber si me
divierto con él o con ella, si me cae bien, si me gusta físicamente,
pero casi no se podría decir nada más.

No resulta extraño, en este marco decir que es capital en el noviazgo


la comunicación, y esto es algo, a lo cual no deberíamos restarle
importancia. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta etapa
es previa a un posible matrimonio y por tanto, no se debería
descuidar la comunicación en lo que respecta a la propia intimidad, a
los proyectos concernientes al matrimonio y familia, a los temas
trascendentales de la vida, como indica Gerardo Castillo. Urge, así,
hablar de los temas fundamentales de la vida, aquellos en los cuales
tendrán que ponerse de acuerdo en la vida matrimonial. Es
fundamental ir forjando un proyecto familiar, teniendo en cuenta que
toda persona a lo largo del camino de la vida se fija metas a alcanzar,
y éstas son las que le van guiando en su caminar así como lo es la
rosa de los vientos para cualquier marinero. Por tanto, el proyecto
familiar debe comenzar a formularse desde el noviazgo y luego,
reformularse con el correr del tiempo. Es muy común observar en las
parejas que dicho proyecto no se realiza explícitamente. Sin
embargo, ello es muy útil hacerlo puesto que en muchas ocasiones se
evitan contradicciones como puede ser el caso a la hora de ponerse
de acuerdo en la forma de educar a los hijos.

Si dejamos volar nuestra imaginación, podemos ver al noviazgo como


a un marinero en medio de altamar que al mirar al frente, sin ver
nada más que agua, le provoca una sensación de inmensidad, donde
se le hace sencillo soñar con grandes planes. Precisando un poco
más, cabría decir, que soñar es bárbaro, fantástico, pero no hay que
olvidar que los proyectos para que sean sólidos es fundamental que
se construyan sobre roca, con madurez personal, de lo contrario se
puede caer en el error de crearse una novela rosa. A su vez, no hay
que perder de vista, como sostienen muchos autores, como es el caso
de Gerardo Castillo (1998), que “una de las causas principales de las
crisis conyugales en la actualidad es la inmadurez para el matrimonio.
Es preocupante que muchos jóvenes contraigan matrimonio sin tener
la capacidad y la preparación necesaria para esa nueva situación.
Muchos no son concientes de las exigencias y responsabilidades de la
vida conyugal”. Veámoslo con el detenimiento necesario.

Como indica el autor mencionado, la madurez para el matrimonio


está influenciada con un noviazgo bien llevado. De acuerdo a lo dicho,
es capital descubrir el sentido y las cualidades del noviazgo. Ahora
bien, ¿qué es el noviazgo?. Para comprenderlo en su profundidad,
hay que entender en primera instancia qué es el matrimonio. Éste es
una comunidad de vida y amor, es la unión de una con uno y para
siempre. A su vez, no hay qué olvidar que tanto el matrimonio como
la familia responden a una estructura natural de la persona, a la
tendencia o inclinación natural del varón a la unión con la mujer y
viceversa. Dicha inclinación natural es la ley natural sobre el
matrimonio. Por tanto, no es fruto de un invento o capricho del
hombre, y si éste se le ocurre transgredir dicha ley, el único
perjudicado es él mismo, ya que se degrada como persona humana.
A modo de ejemplo, es como si un pájaro decide un buen día nadar,
ya que al observar a los peces, le resulta más aventurera su vida,
pero ¿qué pasaría?, la respuesta es más que obvia, se moriría al
instante, ¿no?.

Luego de dar una breve síntesis de lo que es el matrimonio


pasaremos a lo que es el noviazgo. Como ya se dijo, éste es la
preparación previa al matrimonio. Es recomendable que tenga una
duración adecuada, para que los novios puedan conocerse
mutuamente lo suficiente para luego decidir responsablemente si
quieren contraer matrimonio o no. Como se recalcó varias veces, en
el noviazgo hay una apertura al matrimonio, al menos como
posibilidad. Pero si esto se excluye no hay lugar para hablar de
noviazgo, sino que se trataría de otra cosa. Por esta razón, es muy
común escuchar estoy saliendo con tal persona, aunque las
manifestaciones de afecto no sean propias de amigos. Esta clase de
relaciones no implica ningún compromiso por parte de ninguno de los
dos, lo cual es un rasgo de inmadurez que tendrá que superarse para
contraer matrimonio.

Por otra parte, el noviazgo se diferencia del matrimonio en que no es


indisoluble, pero se asemejan en que en ambos la pareja se debe
fidelidad. A su vez, cómo el noviazgo no es lo mismo que matrimonio
los novios no deberían tener relaciones sexuales. Pero como todo en
la vida tiene su fundamento, esto no es una orden producto de un
conjunto de personas retrógradas. Éstas son un signo corporal de una
donación total mutua, pero hay que tener en cuenta que no es propio
del noviazgo la entrega total. Profundizando un poco más, cuando se
dan relaciones íntimas en el noviazgo, no hay una tendencia a la
donación total, a la unión, sino que uno se busca así mismo, no se
supera el plano individual, sino que uno se mueve en el plano de la
curiosidad, especialmente, en las primeras, y como consecuencia se
utiliza al otro como un mero instrumento sexual. En pocas palabras,
éste comportamiento encierra un gran egocentrismo. Para entender
bien éste hecho, hay que comprender que el obrar sigue al ser, es
decir que un matrimonio al tener relaciones manifiestan por medio de
su obrar lo que son, una caro, una carne. A su vez, debido a que la
persona es una unidad substancial, que es persona encarnada, y que
el cuerpo está modalizado en dualidad, la persona encuentra en su
cuerpo, el don sincero de sí mismo y la aceptación de la persona
amada y la posibilidad de conformar una sóla carne.

En unas palabras, es en su misma carne donde la persona puede


encontrarse íntimamente con otra para darse así mismo y acoger al
otro. Mediante su cuerpo encuentra la dinámica comunicativa por
excelencia. En suma, en el noviazgo no hay una entrega total, sino
parcial, ya que la totalidad implica no reservarse nada, como por
ejemplo la dimensión de la maternidad. Es decir, no habría una
entrega total ni esencial (de acuerdo a lo dicho), ni existencial puesto
que no se entregaría todas las facetas de la femineidad y
masculinidad en toda su duración en el tiempo.

Con otras palabras, el tener relaciones íntimas en el noviazgo podría


traducirse con estas simples palabras “me gustas mucho, me lo paso
bomba contigo, me atraes un montón pero todavía no quiero
entregarte mi vida entera”. O sea, “estoy dispuesto a pasar una
noche junto a ti, pero no me pidas nada más, en otras palabras, te
entrego mi cuerpo, pero no mi vida”. Ahora bien, hay una gran
contradicción puesto que la entrega del cuerpo es la expresión de la
entrega total de la persona, pero la persona o se entrega para
siempre, para toda la vida, o de lo contrario no hay lugar para hablar
de entrega. De acuerdo a todo lo dicho no se podría hablar de un
verdadero amor, pues éste se caracteriza por ser incondicional, y en
éste caso no lo es.

No quisiera terminar sin unas palabras de Gerardo Castillo, “El


noviazgo sirve para que dos personas de distinto sexo desarrollen,
progresivamente, la capacidad de comunicarse y la capacidad de
quererse”.

El noviazgo es el tiempo en que los


novios deben trabajar sobre el amor
como artesanos, el Papa en su catequesis
(RV).- En su catequesis de la audiencia general – celebrada el último miércoles de
mayo en la Plaza de San Pedro y ante la presencia de varios miles de fieles y
peregrinos procedentes de numerosos países – el Papa Francisco, prosiguió sus
reflexiones sobre la familia y la vida real, centrándose, en esta ocasión, en el noviazgo,
llamado a poner las bases de un proyecto de amor común asumido con plena conciencia.
Hablando en italiano el Santo Padre explicó que la misma palabra “noviazgo”, tiene
que ver con la confianza, la confidencia y la fiabilidad. Confidencia con la vocación
que Dios da – dijo también Francisco – porque el matrimonio es, ante todo, el
descubrimiento de una llamada de Dios.
Tras destacar que es una cosa bella que hoy los jóvenes puedan elegir casarse basándose
en el amor recíproco, el Papa afirmó que precisamente la libertad del vínculo requiere
una consciente armonía de la decisión, y no sólo una relación basada en la atracción o
el sentimiento. Porque como explicó el Obispo de Roma, el matrimonio, como
vocación, establece una alianza tan sólida y duradera, que hace de dos vidas una sola,
un auténtico milagro de la libertad humana y de la gracia de Dios.
El Papa también recordó que semejante alianza no se improvisa. De ahí que el noviazgo
cree las condiciones favorables para que el hombre y la mujer se conozcan a fondo, para
que maduren la decisión responsable por algo tan grande, que no se puede comprar ni
vender. Mientras la cultura consumistadel “usar y tirar” y del “todo y
enseguida”, imperante en nuestra sociedadsuele tender a convertir el amor en un
objeto de consumo, que no puede constituir el fundamento de un compromiso vital.
Por eso Francisco dijo que la Iglesia, en su sabiduría, precisamente para proteger la
profundidad del sacramento ha preservado la distinción entre el noviazgo y
el matrimonio. Y, de hecho, los cursos prematrimonialesconstituyen una expresión
de su solicitud por la preparación de los esposos.
El Santo Padre concluyó afirmando que el tiempo del noviazgo puede llegar a ser un
tiempo de iniciación a la sorpresa de los dones espirituales con los que el Señor, a
través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en
su bendición.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Continuando con estas catequesis sobre la familia, hoy quisiera
hablar del noviazgo. El noviazgo tiene que ver con la confianza, la
familiaridad, la confiabilidad. Confianza con la vocación que Dios
dona, porque el matrimonio es, antes que nada, el descubrimiento de
una llamada de Dios.
Ciertamente es algo bello que hoy los jóvenes puedan elegir casarse
sobre la base de un amor recíproco. Pero la libertad del vínculo
requiere una armonía consciente de la decisión, no sólo un simple
entendimiento de la atracción o del sentimiento, de un momento, de
un tiempo breve… requiere un camino.
El noviazgo, en otros términos, es el tiempo en el cual los dos están
llamados a realizar un trabajo bello sobre el amor, un trabajo
partícipe y compartido, que va en profundidad. Se descubre poco a
poco el uno al otro, es decir, el hombre ‘aprende’ acerca de la mujer
de esta mujer, su novia; y la mujer ‘aprende’ acerca del hombre de
este hombre, su novio. No subestimemos la importancia de este
aprendizaje: es un compromiso bello, y el mismo amor lo solicita,
porque no es solamente una felicidad despreocupada, una emoción
encantada…
La narración bíblica habla de la creación entera como un trabajo bello
del amor de Dios; el libro del Génesis dice que: «Dios miró todo lo
que había hecho, y vio que era muy bueno. (Gen 1,31). Solamente al
final, Dios ‘descansó’. De esta imagen entendemos que el amor de
Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión improvisada. ¡No!
Fue un trabajo bello. El amor de Dios creó las condiciones concretas
de una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar.
La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza para la vida,
no se improvisa, no se hace de un día al otro. No existe el matrimonio
‘express’es necesario trabajar sobre el amor, es necesario caminar. La
alianza del amor del hombre y de la mujer se aprende y se refina. Me
permito decir que es una alianza artesanal. Hacer de dos vidas una
vida sola, es también casi un milagro, un milagro de la libertad y del
corazón, confiado a la fe.
Debemos quizá comprometernos más sobre este punto, porque
nuestras ‘coordenadas sentimentales’ se han ido confundiendo un
poco. Quien pretende querer todo e inmediatamente, después sede
también sobre todo - y de inmediato - en la primera dificultad (o en
la primera ocasión). No hay esperanza para la confianza y la fidelidad
de la donación de sí mismo, si prevalece el hábito a consumir el amor
como una especie de ‘suplemento alimenticio’ del bienestar psico-
físico. ¡El amor no es esto!
El noviazgo se centra en la voluntad de cuidar juntos algo que nunca
deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por más
tentadora que pueda ser la propuesta. Pero también Dios, cuando
habla de alianza con su pueblo, lo hace algunas veces en términos de
noviazgo. El libro de Jeremías, hablando al pueblo que se había
alejado de Él, le recuerda cuando el pueblo era la ‘novia’ de Dios y
dice así: «Me recuerdo de ti, del afecto de tu juventud, del amor al
tiempo de tu noviazgo» (2, 2).
Y Dios ha hecho este recorrido del noviazgo; después hace también
una promesa: lo hemos escuchado al inicio de la audiencia, en el libro
de Oseas: «Te haré mi esposa para siempre, te haré mi esposa en la
justicia y en el derecho, en el amor y en la benevolencia. Te haré mi
esposa en la fidelidad y tu conocerás al Señor» (2, 21-22). Es una
larga vía la que el Señor recorre con su pueblo en este camino de
noviazgo. Al final, Dios se casa con su pueblo en Jesucristo: esposa
de Jesús la Iglesia. El Pueblo de Dios es la esposa de Jesús. ¡Pero
cuánto camino!
Y ustedes italianos, en su literatura tienen una obra de arte sobre el
noviazgo. Es necesario que los jóvenes lo conozcan, que lo lean; es
una obra de arte en donde se dice la historia de los novios que han
padecido tanto dolor, han recorrido un camino lleno de tantas
dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. No dejen a un lado
esta obra de arte sobre el noviazgo que la literatura italiana les
ofrece. Vayan hacia adelante, léanlo y verán la belleza, el
sufrimiento, pero también la fidelidad de los novios.
La Iglesia, en su sabiduría, cuida la distinción entre el ser novios y el
ser esposos, - no es lo mismo - sobre todo en vista de la delicadeza y
profundidad de esta evaluación. Estemos atentos a no despreciar con
un corazón ligero esta enseñanza sabia, que se nutre también de la
experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes
del cuerpo conservan las claves del alma: no podemos tratar los
vínculos de la carne con ligereza, sin abrir alguna duradera en el
espíritu (1 Cor 6, 15-20).
Es verdad, la cultura y la sociedad de hoy se han vuelto, más bien,
indiferentes a la delicadeza y a la seriedad de este paso. Y por otro
lado, no se puede decir que sean generosos con los jóvenes que
tienen serias intenciones de formar una familia y a ¡traer al mundo
hijos! Es más, a menudo ponen mil obstáculos, mentales y prácticos.
El noviazgo es un camino de vida que debe madurar como la fruta, es
un camino de madurez en el amor, hasta el momento en que se
convierte en matrimonio.
Los cursos prematrimoniales son una expresión especial de la
preparación. Y nosotros vemos tantas parejas, que quizá llegan al
curso un poco ‘sin quererlo’, “pero estos sacerdotes que nos hacen
hacer un curso” Pero ¿por qué? ¡No sabemos! Y van a regañadientes.
Pero después están contentos y agradecen, porque de hecho han
encontrado allí la ocasión - ¡A menudo la única! – para reflexionar
sobre su experiencia en términos no banales. Sí, muchas parejas
están juntas tanto tiempo, quizá también en la intimidad, a veces
conviviendo, pero no se conocen verdaderamente. Parece extraño,
pero la experiencia demuestra que es así. Por eso, va revalorizado el
noviazgo como tiempo de conocimiento recíproco y de compartir de
un proyecto.
El camino de preparación al matrimonio viene configurado en esta
perspectiva, valiéndose también del testimonio simple pero intenso
de cónyuges cristianos. Y dirigiéndose también a lo esencial: la Biblia, de
redescubrir juntos, en forma consciente; la oración en su dimensión
litúrgica, pero también en aquella ‘oración doméstica’, para vivir en
familia, los sacramentos, la vida sacramental, la Confesión, en la cual
el Señor viene a demorar en los novios y los prepara para recibirse
verdaderamente el uno al otro ‘con la gracia de Cristo’; y la
fraternidad con los pobres, con los necesitados, que nos provocan la
sobriedad y el compartir. Los novios que se comprometen en esto
crecen los dos y todo esto lleva a preparar una linda celebración del
Matrimonio en forma distinta, ¡No mundano sino en modo cristiano!
Pensemos en estas palabras de Dios que hemos escuchado cuando Él
habla a su pueblo como el novio a la novia: «Yo te desposaré para
siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la
misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor»
(Os 2, 21-22). Cada pareja de novios piense en esto y diga el uno al
otro: “Te haré mi esposa, te haré mi esposa”. Esperaré aquel
momento; es un momento, es un recorrido que va lentamente hacia
adelante, pero es un camino de maduración. Las etapas del camino
no deben ser quemadas. La maduración se hace así, paso a paso.
El tiempo del noviazgo puede convertirse de verdad en un tiempo de
iniciación, ¿A qué? A la sorpresa de los dones espirituales con los
cuales el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la
nueva familia que se dispone a vivir en su bendición. Ahora les invito
a rezar a la Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, José y María. Recen
para que la familia realice este camino de preparación; recen por los
novios. Recemos a la Virgen todos juntos, un Ave María para todos
los novios, para que puedan entender la belleza de este camino hacia
el Matrimonio. [Ave María….]. Y a los novios que están en la plaza:
“¡Buen camino de noviazgo!”.
(Traducción del italiano de Mercedes De La Torre - RV).

También podría gustarte