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Los Evangelios (manual del alumno)
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so escrito de los editores.
Este curso ha sido realizado por The Grace Institute, y gracias a un acuerdo de cooperación
con Third Millennium Ministries. A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico corres-
ponde a la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado
1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido producido por Third Millennium Ministries (TMM). Fundada en 1997, TMM es
una organización cristiana, sin fines de lucro, que se dedica a proveer educación bíblica en
todo el mundo. En respuesta a la creciente necesidad de una sólida formación bíblica en el
liderazgo cristiano, TMM desarrolla y distribuye un currículo enfocado principalmente en
quienes no tienen fácil acceso a recursos de capacitación. www.thirdmill.org
La palabra agathos proviene del griego, y se encuentra en un texto bíblico que funda-
menta esta iniciativa y la inspira: “Mas la que cayó [semilla] en buena tierra [agathos],
estos son los que con corazón bueno [agathos] y recto retienen la palabra oída, y dan
fruto con perseverancia” (Lucas 8.15).
Sin embargo, la mejor noticia de las Escrituras se revela en una colección de crónicas
que identificamos con la simple frase las buenas nuevas, también conocidas como los
Evangelios: son los relatos bíblicos sobre la persona y la obra de nuestro Señor y Salva-
dor Jesucristo. Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento (Mateo, Marcos, Lucas
y Juan) se conocen comúnmente como los Evangelios. Estos libros explican la vida y las
enseñanzas de Jesús. Así, constituyen el fundamento de la mayoría de las doctrinas que
distinguen el cristianismo de otras creencias.
Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿cómo interpretan los cristianos estos libros?, ¿cómo los apli-
can en la actualidad? ¿Por qué contamos con cuatro relatos distintos de la vida de Jesús y sus
enseñanzas? Estas versiones sobre quien, sin duda, es la persona central de la historia huma-
na, ¿se contradicen o se complementan? ¿Qué tan relevantes son para el mundo moderno los
puntos de vista que se expresan en estos libros? Recorreremos estas preguntas y muchas más
durante las siguientes semanas. Oramos que conforme avances en las lecciones, puedas expe-
rimentar profundos cambios en tu vida, en tu familia y en tu ministerio.
• Identificar las similitudes y las diferencias que hay entre los cuatro Evangelios.
• Desafiar al lector para que asuma un mayor compromiso con Dios por medio de una
perspectiva ampliada de los Evangelios y de un conocimiento más profundo del Cristo
revelado en ellos.
ESQUEMA DE
CADA LECCIÓN
• Introducción breve.
• Notas que resumen los puntos más importantes de cada lección y espacio para apuntes
personales.
• Lectura del texto bíblico: lee el pasaje en que se basa la lección de video. De esta manera,
estarás en mejores condiciones para aprovechar la exposición del profesor.
• Notas: usa la sección Notas para seguir • Preguntas de contenido: durante la se-
la lección y tomar apuntes personales. mana y de manera individual, responde
Varias ideas principales están resumidas las preguntas del contenido básico de la
allí, pero también hay espacio para que lección en el espacio asignado.
escribas tus propias reflexiones, obser-
• Preguntas de aplicación: estas se rela-
vaciones o preguntas. Además, puedes
cionan con la vida cristiana, con la teo-
agregar otros datos que te ayudarán a re-
logía y con el ministerio. Al comienzo de
cordar, a describir o a defender las ideas
la próxima lección, buena parte de la in-
principales de la lección.
teracción grupal consistirá en comentar
• Pausa o repetición de porciones del las respuestas a estas preguntas.
video: estas posibilidades pueden ser de
gran ayuda para escribir notas adiciona-
les, para repasar conceptos difíciles o
para comentar puntos de interés. Pero si
eres parte de un grupo de estudio, debe-
rás respetar la dinámica propuesta.
PETE
ALWINSON
I. Introducción
II. Carácter literario
A. Género
PRIMERA PARTE
1. La narración histórica
2. La biografía grecorromana
B. Confiabilidad
1. Acceso a fuentes confiables
LECCIÓN 2 pág.42
2. Sinceridad
IV. Unidad
SEGUNDA PARTE
A. La misma historia
B. Jesús
1. Pruebas
2. Vocabulario
3. Etapas
8.
LECCIÓN 3 pág.68
3
V. Variedad
A. Aparentes dificultades
1. Cronología
2. Omisión
3. Diferentes sucesos
4. Discursos diferentes
B. Énfasis distintivos
TERCERA PARTE
1. ¿Quién es Jesús en Mateo?
2. ¿Quién es Jesús en Marcos?
3. ¿Quién es Jesús en Lucas?
4. ¿Quién es Jesús en Juan?
VI. Conclusión
LECCIÓN 4 pág.96
I. Introducción
II. Trasfondo
El Evangelio A. Autor
PRIMERA PARTE
2. Historia personal
9.
LECCIÓN 5 pág.126
D. Señales y parábolas
1. Las señales de Jesús y las reacciones del pueblo
E. La fe y la grandeza
1. El rechazo de la fe en Jesús
2. La victoria futura
SEGUNDA PARTE
10.
LECCIÓN 6 pág.160
2. Discipulado
3. Victoria
7
1. Citas y menciones
TERCERA PARTE
2. El reino de los cielos
3. El Rey mesiánico
6
4. Los líderes judíos no creyentes
5. Humildad y mansedumbre
B. El pueblo de Dios
1. La iglesia
2. La familia de Dios
3. El llamado
LECCIÓN 7 pág.189
V. Conclusión
I. Introducción
PRIMERA PARTE
II. Trasfondo
A. Autor
El Evangelio 1. Punto de vista tradicional
B. Audiencia original
san Marcos 1. Testimonio de la iglesia primitiva
2. Detalles del Evangelio
C. Ocasión
1. Fecha
2. Propósito
11.
8
LECCIÓN 8 pág.209
2. Cerca de Capernaum
3. En la región de Galilea
2. Confrontación
3. Experiencia
LECCIÓN 9 pág.243
9
2. El ministerio de Jesús
B. El Rey conquistador
1. Proclamó su reino
V. Conclusión
12.
LECCIÓN 10 pág.269
I. Introducción
El Evangelio
PRIMERA PARTE
II. Trasfondo
A. Autor
según
san Lucas
10
1. Punto de vista tradicional
2. Historia personal
B. Audiencia original
1. Teófilo
C. Ocasión
1. Fecha
2. Propósito
2. Nacimientos e infancia
13.
LECCIÓN 11 pág.300
11
3. Juan el Bautista
4. El compromiso de Jesús
12
LECCIÓN 12 pág.331
2. El plan de Dios
3. El Hijo de Dios
V. Conclusión
14.
LECCIÓN 13 pág.354
I. Introducción
II. Trasfondo
El Evangelio
PRIMERA PARTE
A. Autor
1. Punto de vista tradicional
según
2. Historia personal san Juan
13
B. Ocasión
1. Ubicación
LECCIÓN 14 pág.381
2. Audiencia
3. Fecha III. Estructura y contenido
4. Propósito A. Introducción
B. El ministerio público de Jesús
1. La preparación para el ministerio
2. Primera Pascua
SEGUNDA PARTE
3. Fiesta sin nombre
LECCIÓN 15 pág.412
4. Segunda Pascua
IV. Temas principales 5. La fiesta de los Tabernáculos
A. Creer 6. La fiesta de la Dedicación
15 14
3. La ley 2. La muerte y la resurrección
D. La vida
V. Conclusión
15.
_PRIMERA PARTE
BOSQUEJO
I. Introducción
II. Carácter literario
A. Género
1. La narración histórica
2. La biografía grecorromana
B. Confiabilidad
1. Acceso a fuentes confiables
2. Sinceridad
3. Corroboración
4. Entrenamiento
5. Convicciones teológicas
Introducción
Los Evangelios son los relatos bíblicos sobre la persona y la obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A
lo largo de este curso, exploraremos los libros escritos por Mateo, por Marcos, por Lucas y por Juan sobre la
vida y el ministerio de Jesucristo. La sección Introducción a los Evangelios nos ayudará a realizar un primer
acercamiento a estos libros, para que podamos entenderlos mejor y aplicarlos a nuestra vida actual. Para eso,
abordaremos cuatro temas: primero, el carácter literario de los Evangelios; segundo, la importancia de los
Evangelios para la iglesia; tercero, la unidad de los cuatro Evangelios; cuarto, las diferencias que los distinguen.
La primera lección presenta los Evangelios como género literario bíblico. Examinaremos sus particulari-
dades, situándonos en el contexto grecorromano. Luego abordaremos la confiabilidad de los relatos sobre
Jesús que nos ofrecen estos documentos y nos preguntaremos si podemos afirmar con toda certeza su
historicidad y su carácter inspirado.
Resumen
I. Introducción
La Biblia guarda toda clase de noticias, buenas y malas, que dan cuenta de los
sucesos que vivió el pueblo de Dios a lo largo de su historia.
A. Género
Un género es una categoría o clase de literatura.
1. La narración histórica
Las narraciones históricas son historias de personas que vivieron en el pasado y de los ac-
Las narraciones históricas seculares del mundo antiguo, típicamente, se desarrollan en tres
partes principales:
• La introducción.
• El final o el desenlace.
2. La biografía grecorromana
• Simlitudes:
• Diferencias:
— Destinatarios.
— Énfasis.
— Cultura.
Los Evangelios son más similares a las narraciones históricas bíblicas del Antiguo Testamento.
B. Confiabilidad
Existe abundante evidencia que indica que Mateo, Marcos, Lucas y Juan tenían los
Los escritores de los Evangelios tuvieron acceso a otros registros de los acontecimientos so-
2. Sinceridad
Podemos apreciar la confiabilidad histórica de los Evangelios por el alto grado de sinceridad
que demuestran.
3. Corroboración
• Plinio el Joven.
• Suetonio.
• Tácito.
• Julio Africano.
• Josefo.
4. Entrenamiento
El entrenamiento que recibieron los discípulos seguramente les enseñó cómo guardar un re-
5. Convicciones teológicas
Los autores de los Evangelios tenían fuertes convicciones teológicas, las cuales los confronta-
6. El Espíritu Santo
El Espíritu Santo guio a los escritores de los Evangelios, cuando ellos escribieron sus registros
TU
RA LEC
LECTURA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 1 - Introdución a los Evangelios
Introducción
¿Alguna vez te detuviste a pensar cuán importantes son las noticias en nuestra vida cotidia-
na? La información que recibimos influye sobre nuestras opiniones y nuestros valores, deter-
mina nuestros planes e incide en muchos otros aspectos del día a día. De hecho, a veces las
noticias cobran tal relevancia que cambian por completo nuestra visión del mundo. En cierto
sentido, la Biblia es como el archivo de un periódico: guarda toda clase de noticias, buenas
y malas, que dan cuenta de los sucesos que vivió el pueblo de Dios a lo largo de su historia.
A medida que estudiamos esta crónica, en muchos sentidos, ella nos cambia a nosotros.
Sin embargo, la mejor noticia de las Escrituras se revela en una colección de crónicas que
identificamos con la simple frase las buenas nuevas, que se resumen en los Evangelios.
Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— se co-
nocen comúnmente como los Evangelios. Estos son los relatos bíblicos sobre la persona de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo, su vida, su obra y sus enseñanzas. Así, constituyen el
fundamento de la mayoría de las doctrinas que distinguen al cristianismo de otras creencias.
Carácter literario
Al leer una obra literaria, por lo general, tenemos alguna mínima idea de qué tipo de
literatura estamos leyendo. Esta noción guía nuestra lectura: nos indica cómo leerla y
qué podemos esperar de esa lectura. Por ejemplo, si estamos leyendo una novela his-
tórica, no esperamos encontrar en ella hechos reales. O si estamos leyendo una anto-
logía de cuentos cortos, entendemos que no es una novela, que no encontraremos un
único relato a lo largo de todo el libro, y ese conocimiento nos predispone a leerla de
una manera diferente. Realmente necesitamos tener una idea de qué tipo de literatura
estamos leyendo en cada caso y de qué clase de elementos literarios entran en juego.
Género
El género es una categoría o clase de literatura, que se distingue según su forma y su
función literaria. Estos se plasman en elementos como el estilo de la narración y el uso
del lenguaje figurado. La Biblia contiene muchos géneros. Uno de ellos es la narración
histórica, por ejemplo: las historias de David del Antiguo Testamento. Además hay poesía,
por ejemplo, en Salmos. Asimismo, leemos cartas o epístolas, y también profecía. Cada
género literario tiene sus propias reglas y formas de comunicar. Por lo tanto, es importante
entender los elementos constituyentes del género de los Evangelios: es más sencillo en-
tender qué enseñan si primero entendemos cómo lo enseñan.
La narración histórica
Las narraciones históricas son historias de personas que vivieron en el pasado y de los
acontecimientos que tuvieron lugar en sus días. Los Evangelios son narraciones históricas
porque registran la vida de Jesucristo.
llosos son humillados. Además, las historias y la forma literaria de los Evangelios nos
permiten seguir el ejemplo de Jesús tal como lo hicieron los discípulos. Recibir las
historias en formato narrativo también nos permite seguir a Jesús de esa manera. Y
posibilita que nos identifiquemos con los fracasos y con los éxitos de sus personajes
para tratar de vivir con fidelidad nuestra propia historia, que es nuestra vida.
Las narraciones históricas seculares del mundo antiguo se desarrollan en tres partes.
La introducción presenta a los personajes y anticipa qué meta deben alcanzar. El nudo o
el desarrollo central nos muestra los desafíos o los obstáculos que enfrentan los perso-
najes en el camino hacia su meta. El final o el desenlace es la conclusión de los aconteci-
mientos y revela de qué manera los personajes han llegado a la meta.
Los Evangelios siguen este mismo esquema básico. Comienzan presentando a Jesús
como el personaje principal de la historia y describen su meta de traer la salvación al
mundo. Luego nos muestran los desafíos que él enfrenta y todo aquello que se opone
a la autoridad y a la obra de Jesús. Por último, concluyen describiendo el resultado del
ministerio terrenal de Jesús. Debido a estas similitudes, muchos concuerdan en que la
narración histórica es el género básico de los Evangelios.
La biografía grecorromana
Algunos estudiosos han sugerido que los Evangelios pertenecen a las biografías greco-
rromanas, un subgrupo de narraciones dentro de la narración histórica. En los siguientes
párrafos, compararemos los Evangelios con la biografía grecorromana a través de las simi-
litudes entre ambos géneros y las diferencias que nos permiten distinguirlos.
Similitudes
Las biografías antiguas cuentan la vida de los grandes líderes. Describen la historia y la
personalidad de ellos de manera relevante. Defienden sus ideas y presentan un registro de
los actos que está preservado para la posteridad. Al igual que las biografías antiguas, los
Evangelios destacan a su protagonista.
Podemos observar también otras similitudes respecto de las biografías antiguas. Mateo y
Lucas, por ejemplo, incluyen narraciones sobre el nacimiento de Jesús; y los cuatro Evange-
lios trazan el recorrido de la vida de Jesús y detallan los acontecimientos que rodearon su
muerte. Al igual que otros autores de biografías antiguas, los autores de los Evangelios orga-
nizaron de diferentes maneras los sucesos que transcurren entre el nacimiento de Jesús y su
muerte. En ocasiones, ellos agruparon los acontecimientos cronológicamente; otras veces,
de acuerdo con el tema tratado, incluso, en torno a la geografía donde ocurría cada suceso.
Otra característica de las biografías es que relatan los sucesos pasados como realidades
históricas, de modo que el pasado pueda distinguirse del presente. Las biografías hacen
hincapié en la vida única e irrepetible de un individuo histórico específico.
En general, los biógrafos trataban de llevar registros orales y escritos precisos. Conside-
remos al respetado historiador griego Plutarco. Él escribió alrededor del año 70 d.C., casi
al mismo tiempo que los autores de los Evangelios. Comenzó su obra La vida de Cicerón
registrando el trasfondo de los padres de Cicerón, pero admitió verse limitado por la falta
de información sobre el padre de Cicerón:
Diferencias
Si bien hay similitudes entre los Evangelios y las biografías grecorromanas, también ha-
llamos diferencias. Nos concentraremos en tres de ellas. En primer lugar, los Evangelios
difieren de las biografías grecorromanas por sus destinatarios originales. Las biografías
antiguas solían estar dirigidas a una audiencia muy amplia, mientras que los Evangelios
fueron escritos para un grupo de personas específicas, en los inicios de la iglesia cristiana.
Su propósito específico se ve confirmado por la rapidez con que empezaron a utilizarse en
la enseñanza y en la adoración de la iglesia.
En segundo lugar, los Evangelios difieren de las biografías por su énfasis. Las biografías
grecorromanas enfatizan las cualidades personales de sus protagonistas: el foco está
puesto en animar a otras personas a imitar a las figuras destacadas de la historia. Aun-
que en muchos sentidos la vida de Jesús es nuestro ejemplo, los Evangelios enfatizan la
singularidad de Jesús y lo destacan como Aquel que revela a Dios y redime a su pueblo
como nadie más puede hacerlo. En efecto, eso explica que gran parte del texto de los
Evangelios se concentre en los últimos días de su vida: la semana de la pasión.
En tercer lugar, los Evangelios y las biografías antiguas representan diferentes culturas.
Las biografías expresaban los intereses, los valores y el estilo de vida grecorromanos. Los
Evangelios están mucho más influenciados por la cultura judía, en especial, por el Antiguo
Testamento, aun en el caso del Evangelio de Lucas, que fue el más influenciado por la
cultura y el pensamiento griegos.
En conclusión, hay notables similitudes entre los Evangelios y las biografías grecorro-
manas que pueden echar algo de luz sobre el significado de los Evangelios. No obstan-
te, en consideración de las diferencias que observamos entre ellos, queda claro que los
Evangelios no encajan a la perfección en el género de la biografía grecorromana.
Tanto los autores de los Evangelios como los de las narraciones históricas del Anti-
guo Testamento escribieron con propósitos similares, es decir, para explicar y defender
el pacto de Dios con su pueblo. Por ejemplo, la narración de Éxodo 1–19 constituye el
fundamento histórico del pacto mosaico que vemos plasmado en Éxodo 20–24. Vemos
claramente este propósito en el siguiente pasaje:
También la narración bíblica de Josué 1–23 sienta los fundamentos necesarios para la
renovación del pacto que se descubre en Josué 24. Las narraciones de los libros de Jue-
ces y 1 Samuel son el fundamento histórico del pacto davídico de 2 Samuel 7. Del mismo
modo, los Evangelios constituyen el fundamento histórico del nuevo pacto establecido
por Jesús. Veamos cómo la narrativa de Lucas se hace eco del relato de Éxodo 24.8:
… después que hubo cenado, [Jesús] tomó la copa, diciendo: Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama (Lucas 22.20).
Al comparar los Evangelios con otros géneros literarios reconocidos, notamos que son
más parecidos a las narraciones históricas bíblicas; sin embargo, esto no significa que sean
como las demás narraciones históricas bíblicas en todos los sentidos. Los Evangelios to-
man algunas características de las biografías grecorromanas, por lo cual señalamos que
son un nuevo tipo de narración histórica bíblica. Podemos pensar los Evangelios como una
forma de narración histórica bíblica, pero también debemos advertir en ellos el énfasis bio-
gráfico puesto en Jesús e interpretar a los demás personajes de su relato en relación con él.
Confiabilidad
A lo largo de la historia y de forma sistemática se han distinguido las fuentes confiables de
las que no lo son. Nos preguntamos, entonces, ¿son confiables los relatos que escribieron
los autores de los cuatro Evangelios sobre la vida de Jesús, o no lo son? Aunque el criterio
en nuestros días no es idéntico al de aquellos, existe gran evidencia que indica que Mateo,
Marcos, Lucas y Juan tenían los recursos y la motivación necesarios para escribir relatos
confiables sobre Jesús. De entre las muchas maneras de demostrar que los Evangelios
son registros históricos confiables de la vida de Jesús, nos concentraremos solo en seis
pruebas que bastan para comprobarlo.
Como lo vemos en esta cita, Plutarco creía firmemente que todo historiador concienzudo
necesitaba tener acceso a fuentes confiables, y asignó un gran valor a la cuidadosa con-
signación de todos los recursos disponibles, sean estos relatos orales o registros escritos.
Cada uno de los autores de los Evangelios o bien fue testigo de la vida de Jesús, o bien
estuvo en contacto directo con los testigos oculares. Dado que Mateo y Juan fueron discípu-
los de Jesús, ambos estuvieron presentes en muchos de los sucesos que luego registraron.
Marcos fue un compañero cercano de Pedro y aprendió directamente de él. Por su parte,
Lucas viajó con Pablo y buscó testigos oculares confiables antes de escribir su Evangelio:
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas
que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que
desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me
Sinceridad
En segundo lugar, podemos apreciar la confiabilidad histórica de los Evangelios por el alto
grado de sinceridad que demuestran. Los antiguos estándares de la historiografía exigían
que los historiadores fueran sinceros u honestos en su manera de relatar la historia. Se
esperaba que registraran muchos detalles, incluso los que no eran favorables respecto del
mensaje que se presentaba.
En este sentido, es significativo observar que los autores de los Evangelios frecuente-
mente describieron los errores de los discípulos de Jesús. En el caso de Mateo y Juan,
esto les significó describir sus propios errores. Algunos intérpretes, por ejemplo, afirman
que el joven que corrió desnudo en el jardín de Getsemaní (Marcos 14.51-52) es el mis-
mísimo Marcos. Si ellos están en lo cierto, entonces, el autor del Evangelio de Marcos
también expuso sus propios defectos. Sin excepción, todos los autores de los Evangelios
dieron a conocer los errores de los discípulos de Jesús en su conjunto, consecuente-
mente, admitieron que los líderes del movimiento de la iglesia naciente distaban de ser
perfectos. Marcos registra que los discípulos no entendieron la alimentación milagrosa
de los cinco mil, diciendo:
Una y otra vez, los autores de los Evangelios dieron cuenta de los malentendidos y de
los fracasos morales de los discípulos. Pero si la mención de estas debilidades podía ir
socavando la autoridad y la reputación de los líderes de la iglesia, ¿por qué las exhibieron?
Muchos lectores se preocupan al advertir que los discípulos son presentados en los
Evangelios como seres imperfectos. Por un lado, esa forma de presentarlos deja
ver, por así decirlo, la confiabilidad de la tradición de los Evangelios: deja en claro
que nuestros evangelistas estuvieron realmente dispuestos a incluir detalles sobre
lo que hicieron los primeros líderes de la iglesia, cosas que si no fueron malas, tam-
poco fueron buenas. Esta parte del registro da testimonio de la confiabilidad y de la
exactitud de nuestros Evangelios.
Permítanme sugerir que la tendencia de los discípulos a dejarse mal parados en sus
propias historias es uno de los argumentos más fuertes a favor de la autenticidad de
los Evangelios. Si leemos relatos antiguos sobre los reyes de Babilonia o de Asiria, o
sobre los emperadores romanos, creeríamos que ellos solo van de victoria en victo-
ria, de triunfo en triunfo. Así que, como es de esperarse, al leerlos miramos atrás y
nos preguntamos: ¿qué sucedió en realidad? Observamos que los discípulos piensan:
¿qué clase de tonto inventaría una religión en la que su héroe es crucificado? Para los
romanos, la crucifixión era la consecuencia de realizar actos de sedición y anarquía;
para los judíos, era una prueba de que la persona en cuestión era maldita y, después
de todo, los judíos eran los principales destinatarios de estos registros. Nunca hubie-
ran mencionado la crucifixión, a menos que realmente hubiera sucedido.
Corroboración
En tercer lugar, nuestra confianza en los autores de los Evangelios se ve reforzada gracias
a la corroboración de otras fuentes históricas. Tanto los historiadores romanos como los
judíos convalidaron varias afirmaciones de los Evangelios; incluso, la arqueología moderna
ha encontrado pruebas de que sus registros son certeros. Por ejemplo, los historiadores
grecorromanos Plinio el Joven, Suetonio, Tácito y Julio Africano se refirieron a algunos
datos básicos de la vida de Jesús: su muerte por crucifixión y su perdurable influencia.
Consideremos al historiador judío Josefo, que escribe una historia de los judíos
para el gobierno romano en el primer siglo después de Cristo. Él menciona que
Jesucristo existió y tuvo un grupo de seguidores. También pensemos en el historia-
dor romano Tácito, del mismo período que Josefo, que escribe de Jesucristo y sus
seguidores. Incluso el Talmud judío menciona que Jesús existió.
Hay una generalidad que nos permite tener un mayor grado de certeza en cuanto a
la fiabilidad de los Evangelios, mucho más que antes. Ahora sabemos más sobre
la Palestina judía del primer siglo que lo que sabíamos hace cincuenta años, todo
gracias al descubrimiento de obras literarias, como los Rollos del mar Muerto, y a
los avances de la arqueología, que sigue trabajando en Tierra Santa y hace nuevos
descubrimientos constantemente. Por lo tanto, hoy sabemos mucho más sobre el
contexto en que tuvo lugar el ministerio de Jesús, y contamos con todo tipo de re-
cursos y suficiente información para poder preguntarnos si lo que afirman los Evan-
gelios es verosímil y coherente con ese contexto. ¿Tiene sentido ver a Jesús como
un maestro judío dentro de ese contexto? En términos generales, podemos afirmar
que sí. Luego recordamos que las condiciones de la Palestina judía cambiaron drás-
ticamente después de la rebelión judía de los años 66 al 70 d.C. De modo que nos
encontramos, por así decirlo, frente a un período limitado dentro del cual tendrían
que haber ocurrido, de forma coherente con el contexto, los sucesos registrados en
los Evangelios. Observamos, entonces, que los Evangelios no solo reflejan la situa-
ción posterior a la rebelión judía, sino que todo el contenido se correlaciona con el
contexto del judaísmo de principios del primer siglo después de Cristo.
Entrenamiento
En cuarto lugar, podemos confiar en los Evangelios porque el entrenamiento que recibieron
los discípulos, seguramente, les enseñó cómo guardar un registro exacto de las palabras
y las obras de Jesús. El discipulado era una forma de vida de larga data en la cultura judía.
Talmid es la palabra hebrea que se traduce como discípulo, que significa ‘estudiante’. El
discípulo era el alumno de un sabio o de un rabino en particular. Además, en la cultura judía
de los días de Jesús, la memorización era un ejercicio clave para aprender del rabino. Una
Jesús quiso decir que quienes lo seguían debían estudiar, aprender y vivir la vida de acuer-
do con sus enseñanzas y sus obras. Los doce discípulos más cercanos a Jesús tuvieron la
gran responsabilidad de aprender las enseñanzas del Maestro; y otras personas, que tam-
bién aprendieron de él, probablemente hayan memorizado buena parte de sus enseñanzas.
Convicciones teológicas
En quinto lugar, no debemos subestimar las fuertes convicciones teológicas de los autores
de los Evangelios, que los hacían verse en la necesidad de crear un registro fiel y confiable.
Por ejemplo, Juan escribió:
Pero estas [señales] se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (Juan 20.31).
El apóstol declara que las personas pueden recibir el don divino de la vida solo si co-
nocen y aceptan la verdad de Jesús. De manera similar, Mateo registró las siguientes
palabras de Jesús:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nom-
bre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas
las cosas que os he mandado… (Mateo 28.19-20).
Los discípulos de Jesús tenían la gran responsabilidad de enseñar todo lo que Jesús les
había mandado. Como genuinos seguidores de Jesús, ellos no podían hacer caso omiso
de la necesidad de atestiguar fielmente las obras y las enseñanzas del Señor.
Los autores de los Evangelios no registraron los sucesos de la vida de Jesús tan solo por
su valor histórico. Al contrario, sabían que la fe en Jesús era más que un simple conoci-
miento de los hechos históricos sobre él. Sin embargo, también eran conscientes de que
la verdadera fe no se podía basar en un registro falso o defectuoso. Ellos expresaron las
palabras y los hechos de Jesús de forma clara y precisa porque querían que sus lectores
creyeran en el verdadero Jesús: el Jesús de la Historia.
El Espíritu Santo
Por último, al igual que los demás autores bíblicos, los de los Evangelios no estuvieron
solos cuando escribieron los registros de las palabras y de las obras de Jesús. El Espíritu
Santo guio sus esfuerzos.
La inspiración de las Escrituras es una doctrina vital, porque les asigna a todas las
Escrituras un autor primario y fundamental. Así, cuando observamos los Evangelios
y vemos cuatro autores diferentes con cuatro perspectivas distintas, tenemos que
apreciar esas perspectivas y también reconocer que el Espíritu Santo los inspiró a
todos ellos. Por lo tanto, cada uno tiene una serie de objetivos teológicos diferentes
y se dirige a personas distintas, valiéndose de las experiencias que todos ellos vi-
vieron con Jesús. Si bien apreciamos una unidad admirable de un Evangelio al otro,
también contamos con la diversidad que aporta la autoría humana. La inspiración
del Espíritu en las Escrituras no elimina el elemento humano, ni el trabajo humano,
que hay detrás de los relatos; más bien, Dios escribe exactamente lo que él quiere
comunicar a través de los esfuerzos humanos.
Sin importar cuán buena memoria tuvieran los discípulos, no podrían haberlo memoriza-
do todo. Por eso, Jesús les prometió el Espíritu Santo a sus apóstoles, y lo envió. El Espí-
ritu les dio la capacidad de recordar lo que la iglesia de todos los siglos necesitaría saber
Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran
una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían
de escribir… (Juan 21.25).
Es interesante observar que cuando hablamos de Jesús con otras personas y les
preguntamos quién es Jesús, algunos responden que fue un rabino o un maestro;
incluso, afirman que las diferentes religiones tienen muchas distintas versiones so-
bre quién es él. No obstante, en su sabiduría, Dios guio a sus testigos a través de
su Espíritu Santo para que resguardaran, en sus escritos, toda la esencia de la fe en
cuatro relatos complementarios, como lo son Mateo, Marcos, Lucas y Juan (ya sea
a través del autor mismo o a través de sus recursos), de modo que contáramos con
un testimonio de testigos oculares salvaguardado por el Espíritu Santo. Ese testi-
monio es nuestro fundamento. Así que si alguien nos acerca otra versión, comen-
tando: “Jesús dijo esto”, o “Jesús hubiera hecho esto”, o “Jesús no hubiera hecho
esto otro”, podemos recurrir una y otra vez al registro escrito del relato innegable.
Dios nos ha dado ese cimiento para nuestra fe.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cuál es el género de los Evangelios?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Qué clase de influencia deberían tener los relatos transformadores sobre la persona
de Jesucristo y su obra en nuestra manera de vivir?
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2. ¿Qué repercusiones debería tener el conocimiento del carácter literario de los Evange-
lios sobre nuestra manera de leerlos?
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3. ¿Cómo nos ayudan los Evangelios a entender las narraciones históricas del Antiguo
Testamento?
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4. ¿Cómo podemos confiar en que los Evangelios son fiables aunque fueron escritos por
seres humanos falibles?
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LECCIÓN 2
BOSQUEJO
IV. Unidad
A. La misma historia
B. Jesús
1. Pruebas
2. Vocabulario
3. Etapas
Introducción
La segunda lección introductoria explora la importancia de los Evangelios y el lugar que estos ocupan en la
iglesia en vista de su composición y de su autenticidad como palabra de Dios. Nos preguntaremos cómo fue el
proceso humano de composición de los Evangelios, es decir, quiénes fueron sus autores, por qué los escribie-
ron y cómo los escribieron. Además, examinaremos múltiples argumentos que nos permiten comprobar que los
Evangelios no son un mero producto del trabajo humano, sino que también son la palabra de Dios.
Resumen
III. Lugar en la iglesia
A. Composición
La composición alude a la manera en que fueron escritos los Evangelios.
1. Similitudes
• Los Evangelios sinópticos son Mateo, Marcos y Lucas.
3. Seguridad
B. Autenticidad
Los cuatro Evangelios siempre fueron recibidos como escritos auténticos y autori-
zados en las iglesias fieles de Dios.
La iglesia primitiva tuvo una serie de razones para depositar su confianza en los
cuatro Evangelios:
1. Autores de confianza
2. Aprobación apostólica
3. Testimonio de la iglesia
IV. Unidad
A. La misma historia
Los cuatro Evangelios cuentan la misma historia del reino de Dios.
La Biblia habla del evangelio de Jesús en referencia a las buenas nuevas sobre Jesús.
Los Evangelios del Nuevo Testamento emplean escasamente los términos evan-
gelio y evangelizar, pero más frecuentemente frases referentes al reino de Dios.
B. Jesús
Los Evangelios enfatizan que Jesús es el Rey que trae consigo el reino de Dios a
la tierra.
1. Pruebas
• La potestad de Jesús sobre los demonios.
2. Vocabulario
Los autores del Nuevo Testamento usan un vocabulario muy variado para hablar del reino de
Dios:
• Palabras explícitas.
• Conceptos relacionados.
3. Etapas
Jesús enseñó que la experiencia que él ofrecía en su presente terrenal no era la imagen com-
pleta del reino.
TU
RA LEC
LECTURA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 2 - Introducción a los Evangelios
Lugar en la iglesia
La segunda lección explora la importancia de los Evangelios y el lugar que estos ocupan en
la iglesia en vista de su composición y de su autenticidad como palabra de Dios. ¿Quiénes
fueron los autores de los Evangelios? ¿Por qué los escribieron? ¿Cómo los escribieron?
También examinaremos múltiples argumentos que ratifican que los Evangelios no son un
mero producto del trabajo humano, sino que son la palabra de Dios.
Composición
Al hablar de la composición de los Evangelios, nos referimos a cómo fueron escritos, es
decir, nos preguntamos quiénes fueron sus autores, por qué escribieron los libros y cómo
los escribieron. Los cristianos debemos hacernos estas preguntas, pues, un sinnúmero
de intérpretes intentan socavar la autoridad divina de los Evangelios mediante el examen
del proceso de composición desde una perspectiva humana. Un análisis cuidadoso nos
permitirá dar con múltiples razones para estar confiados en que los Evangelios no son solo
la tarea de conposición de los autores humanos, sino que también son la palabra de Dios.
Similitudes
Aunque fueron escritos por separado, los libros de Mateo, de Marcos y de Lucas suelen
ser agrupados bajo el título de Evangelios sinópticos. El término sinóptico significa que
son vistos en su conjunto, y se aplica a estos Evangelios porque, en general, cubren los
mismos contenidos. Los tres incluyen muchos de los mismos relatos de Jesús, y utilizan
las mismas palabras para contar los mismos dichos de Jesús. Por ejemplo, consideremos
el episodio en que Jesús sanó a un paralítico. En Mateo, leemos:
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y
vete a tu casa (Mateo 9.6).
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y
vete a tu casa (Marcos 2.10-11).
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y
vete a tu casa (Lucas 5.24).
Podemos apreciar que cada uno de los Evangelios sinópticos relata la misma historia,
de forma casi idéntica, casi con palabras exactamente iguales. En al menos dos de los
tres Evangelios sinópticos, también encontramos el registro de las siguientes historias:
la sanación del leproso, el exorcismo del endemoniado de Capernaum, la sanación de la
suegra de Pedro, Jesús calma la tempestad, la resurrección de la hija de Jairo, la impar-
tición de autoridad a los doce discípulos, Jesús camina sobre las aguas, la sanación del
hombre de la mano seca, la alimentación de los cinco mil y la transfiguración de Jesús.
Los Evangelios de Mateo, de Marcos y de Lucas son conocidos como los Evange-
lios sinópticos porque ven las cosas desde una perspectiva muy similar, como si
llevaran puesto el mismo par de anteojos. Tal vez esto nos lleve a preguntarnos: ¿por
qué necesitamos tres?, ¿no es suficiente uno solo? Sería triste perder cualquiera de los
tres Evangelios sinópticos porque, en realidad, también aportan algunas diferencias que
historias individuales con mayor detalle, a pesar de ser el Evangelio más corto. Mateo
comprime más las historias porque intenta volcar más información en su escrito. En
extraño que parezca, omite muchas de sus enseñanzas. El Evangelio de Mateo nos
Mateo. Ahora bien, ¿qué nos ofrece Lucas? Él registra aun más enseñanzas y parábolas
que Mateo; también nos presenta un retrato más humano de Jesús, donde él entabla
una relación con todo tipo de personas y revela su lado más inclusivo, amoroso y cari-
ñoso. Algunas personas creen que Lucas no solo fue un médico, sino una especie de
psicólogo, capaz de trasmitir muy bien las emociones humanas. Por lo tanto, en los tres
Evangelios encontramos tres textos muy diferentes entre sí, cada uno muy valioso; por
Creo que la razón fundamental por la que contamos con tres Evangelios que relatan
de Jesús es tal que no puede darse a conocer en solo un relato. Entonces, cuando
pensamos en lo que Dios quiere mostrarnos de él, entendemos que un solo escritor
no podría agotar el significado de lo que Jesús cumplió, dijo e hizo. Sin embargo,
debemos ser sensibles a las diferencias que hay entre los tres Evangelios. Los tres
dicen en esencia lo mismo, pero cada Evangelio tiene sus colores y matices. Por un
lado, nos cuentan la historia de lo que Jesús hizo y logró; por otro lado, también nos
copio, encontramos todas las facetas dentro de una misma colección de relatos,
pero tan pronto como miramos por él desde diferentes ángulos, descubrimos distin-
tas imágenes de quién es Jesús. Por eso, vemos la sabiduría de Dios y la inspiración
del Espíritu Santo en que se nos haya dado esta multifacética visión de Jesús.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, gran parte del contenido del Evangelio de Juan
es exclusivo. Aunque este último contiene los relatos de la alimentación de los cinco mil
y de Jesús andando sobre el mar, Juan agregó muchos acontecimientos que no están
registrados en los Evangelios sinópticos. Por ejemplo, solo Juan registra el episodio en
de la resurrección de Lázaro. Sin embargo, aunque las historias del ministerio y de la vida
de Jesús varían entre los cuatro Evangelios, todos ellos dan testimonio del bautismo de
Las similitudes y las diferencias entre los Evangelios han dado lugar a muchas interpreta-
ciones, que se han plasmado en distintas teorías sobre la composición de los Evangelios.
los intérpretes coinciden en que Juan escribió su Evangelio cerca del final del primer siglo,
y que él estaba familiarizado con uno de los relatos sinópticos (o incluso con todos ellos).
Algunos estudiosos sugieren que él evitó repetir buena parte de los contenidos que ya
habían sido plasmados en los Evangelios sinópticos; por lo tanto, escogió proveer infor-
mación adicional que fuera más relevante para las comunidades que él ministró.
Seguridad
Es importante reconocer que los autores bíblicos se valieron de tradiciones orales y escri-
tas; sin embargo, esto no comprometió su inspiración o autoridad. No tiene nada de malo
creer que algunos autores de los Evangelios se basaron sobre fuentes y recursos previos.
Como lo escribió Lucas:
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas
que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron […], me ha
parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las
cosas desde su origen, escribírtelas por orden… (Lucas 1.1-3).
Los demás autores de los Evangelios parecen haber tenido acceso a fuentes similares,
de los intérpretes damos por sentado que Marcos escribió primero, inferiremos que él no
tuvo acceso previo a ningún Evangelio escrito. No obstante, es casi seguro que él haya
tomado elementos de las tradiciones orales, o por lo menos se haya basado en los relatos
Marcos como modelo para escribir los suyos. Además, Mateo y Juan contaban con sus
propios recuerdos de la vida de Jesús y sus enseñanzas. Por último, los cuatro autores
escribieron bajo la supervisión infalible del Espíritu Santo, según lo vimos con anterioridad.
En resumen, podemos apreciar las teorías sobre la relación que hay entre los distintos Evan-
aceptar una única teoría en particular. Estas teorías nos ofrecen la certeza de que cada uno
de los autores de los Evangelios tuvo a disposición múltiples fuentes de las que extraer infor-
mación para construir relatos confiables sobre la vida y las enseñanzas de Jesús. Aun cuando
perspectivas de los evangelistas. Cuando leemos un detalle o un relato que solo aparece en un
Evangelio, podemos estudiarlo a la luz de los propósitos de ese autor en particular.
Autenticidad
Durante los primeros siglos de la iglesia, hubo algunos desacuerdos respecto de qué libros
libros que tenemos hoy en el Nuevo Testamento. Otros creían que se debían incluir libros
adicionales, más allá de los veintisiete del Nuevo Testamento que leemos en la actualidad.
Marcos, de Lucas y de Juan. Estos cuatro Evangelios (a diferencia de otros) siempre fue-
Por ejemplo, Orígenes (185-232), uno de los padres de la iglesia del siglo III d.C., sostuvo
que solo estos cuatro Evangelios son auténticos. Eusebio, historiador de la iglesia (263-340 d.C.
aproximadamente), en su obra Historia eclesiástica (libro 6, capítulo 25, sección 4), atribuye a
Los cuatro Evangelios […] son los únicos Evangelios indiscutibles de la iglesia de
Un siglo antes, Ireneo, uno de los padres de la iglesia (130-202), se refirió colectivamente
a cuatro Evangelios en su obra Contra las herejías (libro 3, capítulo 11, sección 8):
Los Evangelios no pueden ser ni más ni menos que cuatro. […] Jesús nos ha dado un
solo evangelio, expresado de cuatro formas distintas, pero unificado por un solo Espíritu.
Ireneo afirmó que no supo de que en ningún momento alguno de los cuatro Evangelios hu-
biera sido objeto de debate, ni de que la iglesia haya usado ningún otro Evangelio diferente.
Autores de confianza
La iglesia primitiva recibió los cuatro Evangelios y los aceptó como auténticos debido, al
menos, a tres razones. La primera razón es que ellos fueron escritos por autores de con-
fianza, nombrados en sus respectivos títulos. Es muy probable que originalmente los Evan-
gelios hayan sido anónimos; pero también es probable que al ser publicados por primera
vez, hayan sido recibidos por personas que conocían a los autores, o tal vez hayan sido
distribuidos por medio de cartas donde se identificaba a los autores. Desde los inicios de
la iglesia, los escritos cristianos vincularon los Evangelios con los nombres de Mateo, de
Marcos, de Lucas y de Juan, cuatro hombres conocidos en tiempos del Nuevo Testamento
como líderes de la iglesia y que gozaban de una buena reputación.
Aprobación apostólica
En segundo lugar, los primeros cristianos también estaban seguros del lugar que ocupaban
los Evangelios en el canon porque estos libros tenían la aprobación apostólica. Mateo y Juan
fueron apóstoles, testigos oculares de las palabras y de las obras de Jesús. Se cree que
Marcos escribió buena parte del contenido de su Evangelio conforme al testimonio de Pedro,
quien se refirió afectuosamente a Marcos como “mi hijo” (1 Pedro 5.13). Por su parte, Lucas
explicó que su obra estaba basada sobre los relatos de testigos oculares (Lucas 1.1-4).
Por otro lado, Eusebio informó que el apóstol Juan había aprobado los otros tres Evan-
gelios antes de escribir el suyo. En su Historia eclesiástica (libro 3, capítulo 24, sección 7),
Eusebio se refirió al apóstol Juan, escribiendo:
Testimonio de la iglesia
En tercer lugar, los cuatro Evangelios son respaldados por el testimonio de la iglesia del
primer siglo. Los cuatro tienen la antigüedad suficiente como para que los testigos ocula-
res de la vida y del ministerio de Jesús los pudieran rechazar o confirmar. En definitiva: los
testigos oculares confirmaron los relatos de los Evangelios y los recibieron en las iglesias
desde una etapa muy temprana de la historia cristiana.
Dios testifica sobre su propia voz en su palabra. No obstante, para nuestro benefi-
mos que coinciden con lo que revelan otras fuentes históricas. En un plano más
general, podemos ver que las condiciones sociales, políticas, geográficas y todos
los demás detalles de esa índole que menciona la Biblia son coherentes con lo que
conocemos del período histórico en que fueron escritos los libros bíblicos, incluidos
los datos históricos sobre la Palestina del primer siglo, tiempo en que se escribieron
se vuelve un fundamento razonable para afirmar que los relatos bíblicos suceden
cuando la Biblia dice que suceden, y que el testimonio del Espíritu nos da la certeza
de que es la palabra de Dios. Así, en los primeros dos siglos de vida de la iglesia
primitiva, los Evangelios tal como los conocemos, los cuatro Evangelios canónicos,
Hay muchas razones para creer que los Evangelios son confiables e inspirados,
y que contienen hechos fidedignos. Aun así, quizás lo más importante es que los
testigos sellaron su testimonio con sus propias vidas. Si los relatos no fueran ve-
o crucificados, al menos uno de ellos habría dicho: “Por cierto, en realidad esto
es un relato ficticio”. Ellos murieron por lo que dijeron. Ahora bien, sabemos que
las personas están dispuestas a morir. Las personas, muy a menudo, mueren por
sus mentiras. La gran mayoría no sabe que son mentiras. Unas pocas personas
eso les diera poder, riquezas o prestigio durante su tiempo de vida. Los testigos
estar bastante seguros de que lo que afirman los Evangelios realmente sucedió.
Unidad
En las siguientes páginas, consideraremos la unidad que hay entre los Evangelios. Vere-
mos, en principio, la afirmación de que los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento cuen-
tan la misma historia sobre el reino de Dios; luego, exploraremos el énfasis en Jesús como
el único que trae el reino de Dios.
La misma historia
En general, podemos aseverar que la historia que se relata en los libros de Mateo, de Mar-
cos, de Lucas y de Juan es el evangelio; por eso, reciben el nombre de Evangelios. Ahora
las buenas noticias de Jesús. Cabe preguntarse, entonces, ¿cuál es exactamente esa bue-
na noticia?, ¿quién es Jesús?, ¿cuál es la historia que los Evangelios anuncian sobre él?
toriales, los reyes guerreros o los emperadores solían hacer proclamaciones imperiales
mediante el anuncio de buenas nuevas. En este uso, las buenas nuevas eran el anuncio
el término tiene la misma connotación cuando aparece en algunos pasajes del Antiguo
¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas;
del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la
salvación, del que dice a Sion: “Tu Dios reina”! (Isaías 52.7, NVI).
En este pasaje, Isaías anticipa la maravillosa llegada de los mensajeros desde las mon-
tañas que rodean Jerusalén, quienes pregonan las buenas nuevas de que el tiempo del
exilio de Israel se había terminado. Ellos anunciaban que el reinado de Dios —en el cual
todas las cosas estarían sometidas a él— traería paz y salvación. Según el contexto de la
profecía de Isaías, el reino de Dios (es decir, la edificación de su reino en la tierra) era la
buena noticia que necesitaba escuchar tanto el pueblo de Israel como el de Judá. Bajo el
reinado de Dios, la buena noticia era que ellos podrían descansar de sus enemigos y vivir
No obstante, Dios todavía no había hecho esto en los días de Isaías. La profecía anticipa-
ba el día futuro en que Dios vendría con poder para reinar sobre toda la tierra. Las buenas
noticias de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan cuentan que ese día finalmente ha lle-
gado por medio de Jesús. Los cuatro evangelistas relatan la misma historia, apuntando a
Jesús y señalándolo como Aquel que trae el reino de Dios y que ha cumplido las profecías
del Antiguo Testamento. Ellos fueron los mensajeros de hermosos pies que anunciaron las
buenas noticias: el reino de Dios había venido a la tierra a través de su último Rey, Jesús.
La historia única sobre la venida del reino hace que exista una unidad general entre
los cuatro Evangelios. Por eso, no nos debe sorprender que los Evangelios del Nuevo
que, más bien, aparezcan con mucha más frecuencia frases referentes al reino de Dios.
Las distintas palabras derivadas del término evangelio se encuentran solo en veintitrés
rey y reino de Dios (junto con el equivalente reino de los cielos que usa Mateo) aparecen
Jesús
Todos los Evangelios no solo cuentan la misma historia del reino de Dios, sino también
se caracterizan por hacer énfasis en Jesús como el Rey que trae consigo el reino de Dios.
Nuestro análisis de Jesús y del reino se dividirá en tres partes. En primer lugar, veremos
algunas pruebas que ofrecen los Evangelios para demostrar que Jesús trajo el reino. En
segundo lugar, describiremos el vocabulario que la Biblia emplea para hablar de Jesús y
del reino. En tercer lugar, observaremos que Jesús trajo el reino en etapas.
Pruebas
Para los fines de esta lección, solo nos concentraremos en tres pruebas que demuestran
la venida del reino de Dios en Jesús. La primera prueba es el poder de Jesús sobre los
Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha lle-
gado a vosotros el reino de Dios (Mateo 12.28).
Jesús acababa de expulsar a un demonio, y esta capacidad para liberar a las personas
Otra prueba que dan los Evangelios de la venida del reino de Dios es el poder de Jesús para
sanar a los enfermos y para resucitar a los muertos. Muchos pasajes indican que el poder de
Jesús para sanar —el mismo poder que impartió a sus discípulos— era una prueba de que él
había traído el reino de Dios (Mateo 4.23-24, 8.5-13 y 10.7-8; Lucas 9.1-11 y 10.9).
La venida del reino también se evidenció por la autoridad de Jesús para perdonar los
pecados. Isaías profetizó sobre la venida del Mesías:
Isaías indicó que sanar y perdonar era una prerrogativa real de Dios, y profetizó que la sani-
dad y el perdón finalmente vendrían a través del Mesías, cuando él restaurara el reino de Dios
en la tierra. Esto es precisamente lo que Jesús hizo. Él llamó a las personas a entrar en el reino
de Dios. Les ofreció vida en lugar de muerte. Predicó un mensaje de salvación, de liberación
del pecado. Observemos el argumento que Jesús desarrolla en el Evangelio de Marcos:
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle:
Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre
tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te
digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa (Marcos 2.9-11).
Jesús asombró a todos cuando anunció que, puesto que él era el Hijo del Hombre en
quien el reino se hacía presente, tenía “potestad en la tierra para perdonar pecados”. En
Jesús, el reino de Dios había llegado a la tierra. Su autoridad y su dominio estaban aquí,
entre nosotros, lo cual se tradujo en bendiciones para el pueblo de Dios. La paz de Dios
que Isaías había profetizado muchos años antes finalmente era una realidad.
Vocabulario
Los cristianos no advierten inmediatamente el énfasis de los Evangelios en el reino de
Dios porque sus autores se valieron de palabras distintas para hablar de Jesús y del reino.
Obviamente, emplearon las palabras rey y reino, pero también reinar, gobierno, autoridad,
trono, Hijo de David y muchas otras que apuntan a la soberanía y al control de Dios.
Los autores del Nuevo Testamento usan un vocabulario muy variado para hablar del
reino de Dios. No solo recurren a palabras explícitas, sino que también se valen de
conceptos que se relacionan con él. Podemos ver, por ejemplo, uno de los títulos
que sirven para referirse a Jesús: Christos, que significa ‘el Mesías’ o ‘el Ungido’, nos
remite al lenguaje con que el Antiguo Testamento se refiere al rey, el hijo de David.
Otro ejemplo es la palabra kurios, o Señor, un título usado para referirse a Jesús que
vuelve a evocar la idea de un rey o, en términos romanos, de alguien como el César.
De hecho, el César también recibía este título. Así, en el contexto y en el tiempo
de los autores del Nuevo Testamento, las personas podrían entender la autoridad
que conllevaba una palabra como Señor. Desde luego, la frase más importante que
encontramos es reino de Dios o, en el caso particular de Mateo, reino de los cielos,
que tendría dos connotaciones: hablaba de cierto dominio donde Cristo ejerce su
gobierno sobre su pueblo, pero también escondía un sentido figurado, que es el rei-
nado de Dios, la autoridad de Dios para gobernar sobre su pueblo. Otros conceptos
relacionados, como el de la obediencia, por ejemplo, no quedan explícitos al usar
la frase reino de Dios. Pero sin duda están implícitos, ya que la autoridad de un rey
demanda de sus súbditos el tipo de obediencia y de adoración que Jesús nos pide.
… el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (Marcos 2.10).
El reino de Dios vino a la tierra y se hace visible en las poderosas obras de sanidad de Jesús
y en sus palabras de perdón. De hecho, en conformidad con el contexto de las profecías del
Antiguo Testamento que describen la naturaleza gloriosa y bendita del reino de Dios, cada
obra buena que hizo Jesús fue, en un sentido o en otro, un anticipo del reino de Dios.
Etapas
Después de analizar algunas pruebas que confirman la venida del reino de Dios en Jesús,
y de considerar el vocabulario que usan los Evangelios para hablar del reino de Jesús,
describiremos brevemente las etapas en que Jesús trajo el reino. El Señor enseñó que la
experiencia que él ofrecía en su primera venida no era la imagen completa del reino: estaba
por venir otra etapa. En algún momento futuro, el reino de Dios vendría en toda su plenitud.
Jesús describió aquel día, diciendo:
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nubes con poder y gran
gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra
cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lucas 21.27-28).
Muchos teólogos judíos, según sus interpretaciones del Antiguo Testamento, asumieron
que cuando el Mesías viniera acabaría con la antigua era del pecado y de la muerte de una
vez por todas, y la remplazaría por la nueva era del reino de Dios. Sin embargo, Jesús indi-
có que él estaba trayendo el reino en etapas. Primeramente, él mismo lo inauguró, durante
su ministerio terrenal; luego, él gobierna desde el cielo en el presente, dando continuidad
al reino; en el fin de los tiempos, Jesús regresará para consumar o completar el reino.
Según el judaísmo apocalíptico, toda la realidad está dividida en dos períodos: el presente
siglo malo y el siglo venidero. La expectativa era que cuando Dios inaugurara el reino del
fin de los tiempos (el siglo venidero), todo ocurriría de manera catastrófica, repentina y
absoluta. Pasaríamos inmediatamente, desde el período anterior al reino, hacia la era del
reino. Sin embargo, en el Nuevo Testamento encontramos lo que yo he llamado “el alar-
gamiento de la escatología del Nuevo Testamento” de modo que la era del reino, tal como
estaba prevista en el judaísmo apocalíptico, se subdivide en dos períodos: el presente (o
el “ya”) del reino de los cielos y el “todavía no” del reino de los cielos.
Cuando hablamos del reino de Dios, solemos expresar que ya ha llegado, pero en
realidad aún aguardamos su llegada en el futuro. Jesús nos enseñó a orar: “Venga
tu reino […], como en el cielo, así también en la tierra”. En ese sentido, el Rey ya ha ve-
mos su regreso. La segunda venida de Cristo será el día en que se cumplirán todos
los beneficios de lo que Jesús hizo cuando vino por primera vez. Las implicaciones
finalmente se llevarán a cabo. Cada creyente tiene por delante la tarea de anunciar
la venida del futuro Rey, proclamando el evangelio al mundo. Así llamamos a las
personas a prepararse para el día en que Cristo regrese. Nosotros, como creyentes,
disfrutamos del privilegio de tener a Cristo como nuestro Señor, vivimos bajo su
gobierno. Pero esperamos el día en que el reino sea totalmente consumado no solo
Era de esperarse que la mayoría de los judíos del primer siglo se distanciaran de Jesús,
porque el reino que él describió no se veía como el que ellos esperaban y anhelaban. Los
judíos esperaban un rey y un reino que derrocaría a Roma, y los liberaría de la opresión
romana. Pero Jesús demostró que no tenía interés en convertirse en esa clase de rey, así
que muchos le dieron la espalda y se alejaron de él (Lucas 17.20-25 y Juan 6.60-69). Por
La gran ironía de los Evangelios es que la muerte de Jesús por medio de la crucifixión
a la diestra de Dios Padre. Por eso, Jesús se tomó cuarenta días entre la resurrección y
la ascensión para enseñar a los discípulos sobre el reino de Dios, como lo registró Lucas
El reino de Dios es el tema central de las buenas nuevas y aquel que une los aconte-
cimientos de la vida de Jesús en los Evangelios. Ellos proclaman las buenas nuevas de
que Dios ha cumplido su promesa, de que su reino ha llegado en Jesús y de que la vida
victoriosa de Jesús nos asegura que él regresará para consumar su reino, trayéndonos
todas sus bendiciones en plenitud.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo fueron compuestos los Evangelios? ¿Por qué es importante saber cómo fue la
composición de ellos?
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3. ¿Qué tan unificadas son las historias que cuentan cada uno de los cuatro Evangelios?
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Preguntas de aplicación
1. ¿De qué manera la diversidad entre los Evangelios podría ayudarnos a apreciar la di-
versidad de la iglesia?
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2. ¿Qué nos enseña la diversidad de los cuatro Evangelios sobre la necesidad de contex-
tualizar el mensaje de la persona y de la obra de Cristo en los entornos donde servimos?
¿De qué manera podemos hacerlo?
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4. ¿Qué seguridad y esperanza nos da la futura venida del reino? ¿Cómo debería influir
esta esperanza en nuestra manera de vivir? ¿Cómo debería influir en la evangelización y
en la misión de la iglesia?
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LECCIÓN 3
BOSQUEJO
V. Variedad
A. Aparentes dificultades
1. Cronología
2. Omisión
3. Diferentes sucesos
4. Discursos diferentes
B. Énfasis distintivos
1. ¿Quién es Jesús en Mateo?
2. ¿Quién es Jesús en Marcos?
3. ¿Quién es Jesús en Lucas?
4. ¿Quién es Jesús en Juan?
VI. Conclusión
Introducción
Ya hemos examinado el carácter literario de los Evangelios, el lugar que ocupan estos libros dentro de la iglesia
y la unidad que hay entre ellos. La presente lección comenta la diversidad que los distingue unos de otros. Los
cuatro Evangelios presentan la misma historia sobre la venida del reino de Dios, pero cada uno lo hace según
las características personales de quién escribe y según a quién se dirige el escrito. En las siguientes páginas,
exploraremos la variedad que los distingue en dos partes. En principio, consideraremos algunas aparentes
dificultades que se presentan al buscar la armonía y la coherencia entre los relatos de los Evangelios. Luego,
observaremos cuál es el énfasis distintivo de cada Evangelio en particular.
Resumen
V. Variedad
A. Aparentes dificultades
Hay una serie de pasajes en que los relatos de los Evangelios parecen hacer regis-
tros diferentes de un mismo suceso.
1. Cronología
El orden en que se describen los sucesos en cada Evangelio.
2. Omisión
La omisión de contenidos en un Evangelio o en más de ellos.
3. Diferentes sucesos
Hay similitudes entre los diferentes sucesos.
4. Discursos diferentes
Se registran discursos diferentes que tienen un contenido similar.
B. Énfasis distintivos
Cada Evangelio fue escrito por un único autor que plasmó en su registro:
• Sus propias perspectivas.
• Sus propias preocupaciones.
Todas las historias de los Evangelios del Nuevo Testamento:
• Describen al mismo Jesús.
• Hablan de Jesús de diferentes maneras.
• Resaltan distintos aspectos del ministerio de Jesús.
• Seguir a Jesús consiste en recibir un corazón cambiado que nos da el poder y la motivación
para seguir a Jesús con amor, con gratitud y con obediencia gozosa.
— Tener presente que las dificultades y el sufrimiento son inevitables para los cristianos.
• Seguir a Jesús es cuidar de los pobres y esforzarnos por satisfacer sus necesidades.
• Seguir a Jesús consiste en ser amados por Dios. En respuesta a esto, nos mostramos el
mismo amor los unos a los otros.
VI. Conclusión
TU
RA LEC
LECTURA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 3 - Introducción a los Evangelios
Variedad
Los cuatro Evangelios presentan la misma historia sobre la venida del reino de Dios pero
cada uno lo hace a su manera. En las siguientes páginas, exploraremos la diversidad que
los distingue en dos sentidos. En principio, consideraremos las aparentes dificultades que
se presentan al buscar la armonía y la coherencia entre los relatos de los Evangelios. Lue-
Aparentes dificultades
La impresión general que nos deja la lectura de los Evangelios es que estos son muy simi-
lares entre sí. Sin embargo, hay una serie de pasajes en que los relatos de los Evangelios re-
gistran datos aparentemente diferentes en torno a un mismo suceso. Desde luego, la mayor
parte de estas diferencias son tan pequeñas que bajo ningún concepto podríamos conside-
rarlas contradicciones, pero unas pocas causan problemas a algunos lectores. Por lo tanto,
vale la pena examinar algunas aparentes dificultades que suscita el análisis contrastivo.
Cronología
Las diferencias más comunes entre los Evangelios radican en la cronología, es decir, el
ciones biográficas, los Evangelios siguen una misma línea básica de tiempo: comienzan
con el nacimiento de Jesús, avanzan hasta su muerte y terminan con su resurrección. Sin
embargo, por lo general, cada Evangelio relata los sucesos de la vida de Jesús en un orden
diferente. La razón de estas diferencias es que los Evangelios, a veces, agrupan los acon-
tecimientos de acuerdo con prioridades que eran bastante aceptables en el primer siglo,
Evangelios ordenan los episodios según el tema en cuestión o según la geografía que
enmarca los acontecimientos. Por ejemplo, Marcos contó la historia en que Jesús fue re-
chazado en su propio pueblo (Marcos 6.1-6), pero Lucas la ubica en un momento anterior
(Lucas 4.14-30), de lo que inferimos que esta es la primera historia que tuvo lugar durante
el Evangelio de Marcos, incluso, cuenta una versión más larga a fin de enfatizar el tema
del rechazo. A través del registro de las enseñanzas y de las obras de Jesús, los autores
de los Evangelios estaban más interesados en comunicar claramente la llegada del reino
Omisión
Otro tipo de diferencia que hallamos entre los Evangelios es la omisión de detalles o suce-
Cena del Señor. Omisiones como esta pueden explicarse: o bien como el resultado de los
distintos énfasis de cada escritor, o bien porque los autores que escribieron más tardía-
registrados en los Evangelios que se habían escrito con anterioridad. En cualquier caso, las
yamos participado. Las personas no sienten la necesidad de repetir lo que ya dijeron las
demás; más bien, cada una intenta aportar su propia perspectiva, quizás, agregando deta-
lles novedosos o cambiando el énfasis. Vemos que esto mismo sucede en las Escrituras.
Por ejemplo, el cronista de 2 Crónicas 9.29 omitió detalles que ya habían sido registrados
por otros autores; asimismo, se ven casos en 1 Reyes y en 2 Reyes. Por lo tanto, no de-
bería sorprendernos que uno de los autores de los Evangelios haya omitido información
Diferentes sucesos
El tercer tipo de dificultad radica en las similitudes que hay entre diferentes sucesos
del ministerio de Jesús. Es decir, a veces dos Evangelios parecen estar describiendo el
mismo suceso de manera distinta. Pero, en realidad, pueden estar narrando dos hechos
parecidos que no son el mismo.
Debemos recordar que Jesús fue un predicador itinerante, por lo cual iba de un lugar a otro.
También realizó muchos milagros del mismo tipo en diversos lugares, por ejemplo, sanar a
ciegos o a cojos. Por supuesto, Jesús respondió muchas preguntas similares una y otra vez.
Discursos diferentes
El cuarto tipo de dificultad es la confusión que provocan los discursos diferentes de contenido
similar. Uno de los ejemplos más conocidos es el del Sermón del Monte, de Mateo 5.1–7.29,
en contraste con el mismo conjunto de enseñanzas que se relata en Lucas 6.17-49. Mateo 5.1
menciona que Jesús “subió al monte”, por tanto, el sermón se desarrolló en la ladera del
monte, pero Lucas 6.17 dice que Jesús “se detuvo en un lugar llano”.
Esta contradicción puede ser abordada, por lo menos, de tres maneras. En primer lugar,
ambos autores, tanto Mateo como Lucas, pueden estar hablando del mismo sermón, im-
partido en el mismo lugar y en el mismo tiempo. Tengamos presente que el sudoeste del
mar de Galilea no es una ladera escarpada, sino más bien un terreno de declives ondulan-
tes que ascienden y crecen desde el mar. Esta región elevada también tiene muchas pe-
queñas zonas que son relativamente llanas, de modo que la misma geografía bien puede
describirse como la ladera de una montaña o como un lugar llano.
En segundo lugar, puede que este sea un ejemplo de la antigua práctica de crear un dis-
curso compuesto, es decir, un discurso que reúne en un solo sermón declaraciones que
Jesús hizo en diferentes ocasiones. Es una técnica utilizada por los historiadores y no
genera dudas respecto de la integridad o de la credibilidad del registro.
En tercer lugar, también es posible que Jesús haya predicado dos sermones similares
en dos ocasiones diferentes, en dos escenarios diferentes: uno en la ladera de un monte
y otro en un lugar llano. Dado el estilo del ministerio de Jesús, sin dudas, es razonable
suponer que él repetía muchas de sus enseñanzas a audiencias distintas.
Como lo hemos visto, las diferencias entre los Evangelios no impiden que haya armonía en-
tre los distintos registros, de modo que podemos confiar en que el testimonio sobre la vida de
Jesús y su ministerio es verídico. Aunque hay diferencias aparentes en los detalles, también
hay explicaciones razonables para cada diferencia. Saber que Jesús impartió las mismas
enseñanzas en diferentes ocasiones, nos permite advertir la coherencia entre su mensaje
y su ministerio, y dar con una variedad de formas de aplicar sus enseñanzas a nuestra vida.
Énfasis distintivos
Cada Evangelio fue escrito por un único autor, que plasmó en sus relatos su propia pers-
pectiva sobre la vida y el ministerio de Jesús; por ende, encontraremos diferencias entre
los cuatro Evangelios. Cada uno de ellos fue inspirado por el Espíritu Santo, así que esta-
mos seguros de que todos los relatos están libres de errores y no se contradicen entre sí.
Pero esto no significa que no haya diferencias. El Espíritu Santo usó las personalidades y
las situaciones ministeriales de los autores para dar forma a las diferencias. Por lo tanto,
si queremos ser bendecidos de todas las maneras en que el Espíritu Santo quiere bende-
cirnos, debemos tener en cuenta el abordaje individual de cada Evangelio.
Tenemos cuatro Evangelios, pero solo un Jesús. ¿Qué podemos inferir de eso? Ante
todo, que los primeros cristianos tuvieron la sensatez de reconocer que Jesús era
una figura histórica demasiado compleja como para ser comprendida en un único
retrato. Los Evangelios son como retratos: Jesús es reconocible en los cuatro Evan-
gelios canónicos, pero al mismo tiempo todos ven los incidentes desde diferentes
ángulos y perciben el carácter de Jesús de distintas formas. Consideremos un ejem-
plo: en el Evangelio de Juan prácticamente no encontramos parábolas ni exorcis-
mos. El Evangelio de Marcos caracteriza a Jesús mediante parábolas, y el milagro
más frecuente en la primera parte del libro es el exorcismo. Son diferentes retratos
y manifestaciones del mismo Jesús. Cada autor tiene un punto de vista diferente so-
bre Jesús, no en el sentido de que uno piense que él es el Cristo y otro considere que
no lo es, sino en el sentido de que sostienen diferentes énfasis respecto de cómo
revelar que Jesús es el Mesías judío y, al mismo tiempo, el Salvador del mundo. Se
sintieron libres y tenían la libertad, bajo la inspiración del Espíritu, de enfatizar dife-
rentes aspectos y partes del ministerio de Jesús, valiéndose de diferentes maneras
de enmarcar las preguntas y de dar respuestas.
Aunque hay muchas características específicas y muchos temas distintivos en los Evan-
gelios, en esta última lección introductoria nos concentraremos en cómo cada Evangelio
da respuesta a dos preguntas: “¿Quién es Jesús?” y “¿Cómo seguimos a Jesús?”.
Se esperaba que el Rey mesiánico de Dios trajera el reino de Dios a la tierra. Él libertaría a
Israel del exilio y de sus enemigos. Gobernaría con justicia y establecería la paz y la pros-
peridad. Jesús hizo todo esto, pero no lo hizo de la manera que los judíos lo esperaban.
Leamos lo que dijo el Señor:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para
abrogar, sino para cumplir (Mateo 5.17).
Jesús advirtió que muchos judíos que fueron testigos de su ministerio creían que él es-
taba destruyendo la ley de Dios y que no cumplía las promesas del Antiguo Testamento.
En respuesta a eso, Jesús afirmó enfáticamente que él había venido “para cumplir” la ley
y los profetas, aunque ellos no lo vieran de esa manera. No solo en este pasaje, sino una
y otra vez, Mateo registra cómo Jesús cumplió muchos aspectos de las Escrituras del
Antiguo Testamento, demostrando así que él, en verdad, era el Rey mesiánico de Israel.
Marcos nos muestra que Jesús es el Hijo de Dios, varón de dolores y conquistador. En el
primer capítulo de su Evangelio, el autor narra en principio la profecía de Juan el Bautista
sobre la venida de Jesús; luego, sigue con el comienzo del ministerio público de Jesús.
El Señor fue bautizado y después tentado en el desierto, llamó a sus primeros discípulos,
expulsó espíritus malos y sanó a mucha gente que padecía diversas enfermedades. Un
simple vistazo a los relatos llenos de acción nos permite advertir que Jesús es el podero-
so conquistador de los enemigos del reino de Dios. Una lectura más atenta nos revela que
Marcos presenta a Jesús como el sufrido Hijo de Dios desde el inicio de su ministerio.
Leamos, por ejemplo, el relato posterior al bautismo de Jesús:
Entonces, ¿cómo señala Marcos que debemos seguir a Jesús, el sufrido conquistador?
Por un lado, el Evangelio no pretende suavizar la vida cristiana, ni edulcorarla. Además, Mar-
cos nos muestra que el discipulado es un proceso difícil y frustrante en que no solo se sufre,
sino también se cometen errores y faltas. De hecho, un rasgo distintivo de este Evangelio
es la frecuencia con que el autor expone a los discípulos de Jesús, cuando ellos no logran
entender acabadamente las palabras de Jesús o responder con fe. En Marcos 4.40, Jesús
les dijo a sus discípulos: “¿Cómo no tenéis fe?”; en Marcos 6.52, los discípulos tenían “en-
durecidos sus corazones”; en Marcos 7.18, Jesús retó a sus discípulos, diciendo: “¿Tam-
bién vosotros estáis así sin entendimiento?”, porque no comprendían sus enseñanzas; en
Marcos 9.18, los discípulos fueron incapaces de expulsar a un espíritu malo; en Marcos
9.38-41, los discípulos erróneamente trataron de detener a un exorcista porque él no los
seguía; y en el capítulo 14 de Marcos, uno de los discípulos traicionó a Jesús frente a las
autoridades, otro negó todo vínculo con él y los demás lo abandonaron.
Este énfasis del Evangelio de Marcos nos deja dos lecciones sobre cómo seguir a Jesús.
En primer lugar, así como les sucedió a los discípulos, nosotros tampoco entenderemos
siempre a Jesús; ciertamente, no comprendemos muchos dichos de la Biblia. Por lo tanto,
necesitamos ser humildes para reconocer que tenemos bastante por aprender. Parte de
este aprendizaje es recibir las enseñanzas bíblicas por fe, sabiendo que la palabra de Dios
es verdad aunque a nosotros nos parezca extraña o incorrecta.
En segundo lugar, las dificultades y el sufrimiento son inevitables para los cristianos. Los
peligros y las tentaciones nos instan a abandonar a Jesús. Veamos qué declaró él al respecto:
… Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sí-
game. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará (Marcos 8.34-35).
Jesús enseñó que debemos ser fieles en nuestro compromiso con él, y estar dispuestos
a sufrir como Jesús sufrió para resistir la tentación y los ataques espirituales. No obstan-
te, Jesús no solo es el sufrido Hijo de Dios: él también es el conquistador Hijo de Dios. En
efecto, su conquista se hizo efectiva a través de su sufrimiento hasta a la muerte. Si segui-
mos fielmente a Jesús, sufriendo por el reino, seremos recompensados con la vida eterna.
Así como Jesús vino en la forma de un siervo sufrido, todo el que sigue a Jesús
necesita tener lugar en su vida para atravesar un sufrimiento importante. Esta fa-
ceta define en gran medida quién es Jesús. Si queremos ser parte del ministerio de
Cristo en este mundo lleno de dolor, necesitamos hacer un lugar en nuestra vida
para el sufrimiento: no solo para el nuestro, sino también para el de otras personas.
Así, en verdad, lloraremos con los que lloran, daremos lugar a sus padecimientos
también en nuestra vida, seremos parte de ellos y nos volveremos ministros en ese
contexto. Cuando entramos en este mundo dando un lugar al sufrimiento y recono-
ciendo que es uno de los principales medios que Dios usa para que ministremos al
Una viuda que perdía a su hijo en el mundo romano del primer siglo tenía pocos me-
dios para ganarse su propio sustento, y muy pocas posibilidades de conseguir trabajo.
Al enfatizar la compasión de Jesús por ella, Lucas señaló que la obra del Señor como Sal-
vador estaba orientada hacia los pobres y hacia los minusválidos. El ministerio de Jesús
para los necesitados y los indefensos probó que Dios había venido a ayudar a su pueblo.
Cuando seguimos a Jesús con fidelidad, cuidando de su pueblo, él nos recompensa con
una herencia eterna.
Otra manera de seguir a Jesús es confiar en que Dios también satisface nuestras nece-
sidades. Así lo expresó Jesús:
… No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis […],
no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber […]. Mas
buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas (Lucas 12.22-31).
Como miembros del reino de Dios, podemos estar seguros de que nuestro gran Rey
Jesucristo nos cuidará y suplirá nuestras necesidades.
Este énfasis en depositar nuestra confianza en el Salvador se relaciona con otros dos
temas del Evangelio de Lucas: la paz y el gozo. Por ejemplo, cerca del inicio del Evangelio
de Lucas, leemos el anuncio angelical:
… os doy nuevas de gran gozo […]. ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres! (Lucas 2.10-14).
Tres veces en Juan 20, Jesús dice: “Paz a vosotros”, y no creo que fuera tan solo una
forma de saludar a los discípulos. Creo que lo que quiso decir es que este es el funda-
mento de la realidad: “Acaban de pasar por la agonía de perder a Aquel que aman, no
sabían que yo iba a volver, pronto estarán bajo la dictadura romana. Ya han vivido bajo
opresión antes, pero ahora será peor. Quiero que sepan que estoy aquí y que yo les
traigo una paz esencial. Yo soy su gozo. No importa lo que suceda en sus vidas: si me
se refiere al reino honesto y justo de Dios, su gobierno por sobre todas las cosas, sin
importar qué se interponga en su camino. “Yo les doy júbilo, no estoy aquí solo para
calmarlos. Estoy aquí para traerles regocijo, un gozo que trasciende la mera emoción
y los hace comprender que yo tengo el control de todo el mundo. Todo lo que les pa-
sare me habrá sobrevenido a mí primero”, dice Jesús. Me gusta cómo Pablo describe
el fruto del Espíritu. Cuando el Espíritu Santo llena la vida de los cristianos, en primer
lugar, todos se aman. La segunda palabra del fruto nos habla de tener gozo. Creo que
esas dos cualidades son inseparables. Desde luego, él menciona otras seis cualida-
des, pero lo más importante es que cuando el amor de Dios es derramado en nuestro
sería probablemente muy cínico, pesimista y negativo. Más bien, cuando Jesús está
presente, la única respuesta posible es: “Tengo paz”. Él ha traído a mi vida el poder de
Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y es-
taban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios… (Lucas 24.52-53).
Para Lucas, seguir a Jesús significa regocijarnos en nuestra salvación y en todas las ben-
diciones de Dios, apoyándonos en él, confiando en que él suple nuestras necesidades y es-
tando dispuestos a ser usados por él para dar estas mismas bendiciones a otras personas.
Otra forma en que Juan comunica este glorioso mensaje se halla en los “Yo soy” de
Jesús. Mediante estas declaraciones, Jesús alude al nombre de Dios revelado en su pac-
to, Yahweh, en ocasiones traducido como Jehová. Dios mismo explicó que el nombre
Yahweh, esencialmente, significa “Yo soy” (Éxodo 3.14). Jesús aludió a este nombre en
reiteradas ocasiones, según lo vemos en el Evangelio de Juan:
… yo soy (8.58).
Jesús declaró en cada uno de estos casos que él mismo es el portador y la revelación
del sagrado nombre de Dios que encontramos en el Antiguo Testamento.
El lugar de Jesús en el centro del plan eterno de salvación de Dios se vuelve particular-
mente evidente en su oración eclesiástica. Leamos lo que dijo el Señor:
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos es-
tén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado
desde antes de la fundación del mundo (Juan 17.24).
Jesús vinculó la salvación de sus seguidores con el amor que el Padre tuvo por el Hijo
desde antes de la creación. Su punto era que nuestra salvación es una demostración del
amor del Padre por Jesús. Entonces, si Juan retrata a Jesús como el Hijo de Dios que
lleva a cabo el plan eterno de salvación, ¿cómo responde el Evangelio de Juan a nuestra
segunda pregunta?: “¿Cómo seguimos a Jesús?”.
Según el Evangelio de Juan, la manera principal de seguir a Jesús es ser amados por
Dios, y mostrarnos el mismo amor los unos a los otros. Jesús estableció este modelo,
que podemos seguir de varias maneras. Por ejemplo, Jesús habló del amor del Padre por
su Hijo (Juan 17.23-26). El eterno amor del Padre por el Hijo subyace al plan eterno de
salvación que Jesús llevó a cabo. Por lo tanto, tiene sentido que en el Evangelio de Juan
el discipulado esté caracterizado por el amor. Como Jesús lo ordenó a sus seguidores:
De acuerdo con Juan, seguimos a Jesús amándonos unos a otros con el mismo amor
que él muestra por nosotros. En este sentido, el discipulado comienza en el amor y se lleva
a cabo en él. El amor de Dios por nosotros es el punto de partida de nuestro discipulado,
y el amor de Dios a través de cada creyente es la expresión de nuestro discipulado. Así,
empezamos a entender por qué Juan, a lo largo de su Evangelio, se refirió a sí mismo como
“el discípulo a quien amaba Jesús” y no como “el discípulo que amó a Jesús”. Juan sabía
que su capacidad de amar a los demás provenía del profundo amor de Jesús por él. Los
seguidores de Jesús primero son amados y después son llamados a amar a los demás.
Uno podría preguntarse si las diferencias y las características distintivas de los cua-
tro Evangelios, de alguna manera, indican que son incompatibles o que cuentan
historias contradictorias. No creo que este sea el caso, en absoluto. Lo que halla-
mos en los cuatro Evangelios son cuatro perspectivas compatibles de la historia
de Jesús. Los cuatro están unificados en torno a la idea de contarnos la historia de
este hombre que es la encarnación de Dios y que vino al mundo a salvar a los peca-
dores del pecado y de la muerte. Cada Evangelio mira a este Jesús desde diferentes
perspectivas y enfatiza distintos detalles de su vida. Pero esos mensajes y esas
perspectivas no se contradicen, sino que son compatibles.
Conclusión
Las tres primeras lecciones han dado inicio al estudio de los Evangelios. Estudiamos el
carácter literario de estos libros y observamos que son narraciones históricas confiables.
También consideramos la importancia que adquieren en la iglesia y su autenticidad como
parte del canon de las Escrituras del Nuevo Testamento. Además, comparamos los cuatro
Evangelios y llegamos a la conclusión de que todos cuentan la misma historia del reino de
Dios, aunque cada uno retrata a Jesús y su discipulado según su propio estilo.
Comprender los Evangelios es fundamental para todo cristiano. Ponemos toda nues-
tra confianza respecto de esta vida y de la siguiente en las manos de Jesús, a quien
nunca hemos visto cara a cara. Todo lo que sabemos de él, nos ha llegado a través
de su Palabra, en especial, mediante los Evangelios. Esperamos que los aprendizajes
adquiridos en estas lecciones introductorias nos hayan preparado para explorar los
Evangelios más profundamente, a fin de comprender cómo influye el mensaje de los
cuatro libros en nuestra fe y en nuestra vida.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Qué dificultades aparentes surgen a partir de las diferencias entre los Evangelios?
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2. ¿Por qué hay diferencias entre los registros de los Evangelios, incluso, cuando narran un
mismo suceso?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Qué efectos tiene sobre tu vida saber que Jesús es el Rey mesiánico de Israel? ¿Qué
relación guarda esta verdad con la iglesia neotestamentaria?
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2. Lee las citas de los Dres. John McKinley y K. Erik Thoennes que aparecen en esta lec-
ción. ¿Qué nos enseñan los sufrimientos de Jesús sobre cómo debemos interpretar las
dificultades, las pruebas y los sufrimientos en nuestra propia vida?
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3. De acuerdo con las diversas perspectivas de cada Evangelio, ¿quién es Jesús para ti?
¿De qué maneras sigues a Jesús según las enseñanzas de los evangelistas? ¿En qué áreas
de tu vida personal y ministerial aún debes crecer conforme al modelo de Jesús?
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LECCIÓN 4
BOSQUEJO
I. Introducción
II. Trasfondo
A. Autor
1. Punto de vista tradicional
2. Historia personal
B. Audiencia original
C. Ocasión
1. Fecha
2. Lugar
3. Propósito
Introducción
A partir de la segunda sección de nuestro curso, consideraremos cada Evangelio de forma individual. La cuarta
lección empieza por el Evangelio de Mateo, que cuenta la historia de un rey: Jesús, el Rey de los judíos. La
mayoría de las personas de su época no lo reconocieron como tal, porque Jesús no se veía según las expec-
tativas de un rey, ni actuaba conforme a ellas. Era un rey diferente. Las próximas páginas exploran el trasfondo
del libro de Mateo: hablaremos de la autoría del libro, de las características de sus destinatarios originales y
de los detalles del contexto de composición del libro. Luego, dedicaremos algunos párrafos para introducir la
estructura y el contenido del Evangelio.
Resumen
I. Introducción
II. Trasfondo
Todos los textos antiguos están situados en contextos determinados: histórico, literario,
retórico, arqueológico y religioso. Todos estos contextos son diferentes del nuestro.
El autor que escribe un libro da por sentado que sus lectores comparten determinada
cultura con él.
A. Autor
Las primeras declaraciones sobre la autoría del Evangelio de Mateo se ven reforzadas por la
falta de prominencia de la figura de Mateo.
2. Historia personal
Mateo era:
• Judío.
• Recaudador de impuestos.
B. Audiencia original
El Evangelio de Mateo estaba orientado originalmente a una audiencia cristiana de
origen judío, como se demuestra en:
• El uso del término reino de los cielos.
• El tratamiento de las costumbres judías.
C. Ocasión
1. Fecha
• Fecha más temprana posible: entre mediados y fines de la década del 60 d.C.
• Fecha más tardía posible: fines del primer siglo.
2. Lugar
Palestina, Siria o cualquier otra región donde habitara una importante población judía dentro
del Imperio romano.
3. Propósito
Nutrir la fe de los creyentes en Jesús como su Rey mesiánico.
1. Genealogía
Hay un énfasis especial puesto en David, el rey de Israel, y en Abraham, el padre del
pueblo judío.
Dios envió a su Hijo perfecto para que fuera rey y para cumplir sus promesas de bendiciones.
TU
RA LEC
LECTURA
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LECTURA
LECTURA
. Lección 4 - El Evangelio según san Mateo
Introducción
Corría el año 1919. El rey Alberto I de Bélgica viajaba en tren por el territorio de los Estados
Unidos. Debido a que era experto en locomotoras, él se vistió de maquinista y condujo el
tren por un tramo de diez millas. Cuando el tren arribó a la siguiente parada, la multitud
gritaba y buscaba al rey Alberto. Pero nadie lo encontró. La gente esperaba que él se viera
de cierta manera, y que actuara de determinada forma. Nadie advirtió que el hombre alto,
vestido de camisa de franela y una gorra, en realidad, era el mismísimo rey de Bélgica.
El Evangelio de Mateo cuenta una historia similar. También es la historia de un rey: Je-
sús, el Rey de los judíos. La mayoría de las personas de su época no lo reconocieron como
tal, porque Jesús no se veía según las expectativas de un rey, ni actuaba conforme a ellas.
Era un rey diferente. La presente lección de nuestro curso inicia la segunda sección, que
se titula El Evangelio según san Mateo, porque nos concentraremos en los detalles del
primer Evangelio. Nuestro estudio se dividirá en tres partes: primero, comentaremos el
trasfondo del libro de Mateo; luego, exploraremos la estructura y el contenido; por último,
examinaremos los temas principales del Evangelio de Mateo.
Trasfondo
Muchos se preguntan: “¿Por qué necesito conocer todo este contexto para entender
la Biblia? ¿No basta con solo leer una buena traducción de la Biblia para comprender
lo que ella significa?”. Quisiera responder que un texto sin contexto es solo un pretex-
to para hacer decir al texto lo que nosotros queremos que diga. El problema es que
todos los textos antiguos están situados en cierto tipo de contexto histórico, literario,
retórico, arqueológico y religioso, y todos esos contextos son diferentes del nuestro.
Una vez alguien dijo: “El pasado es una tierra extranjera: allí las cosas se hacen de
otra manera”. El pasado es muy diferente del presente, y la mejor arma que tenemos
para combatir el anacronismo, para combatir una lectura del pasado viciada de todos
nuestros supuestos modernos, es el estudio contextual y cuidadoso de la Biblia.
Autor
Siempre que estudiamos un libro o una carta, es útil saber quién es el autor. Después de
todo, cuanto más sabemos de un autor y de su contexto, más preparados estamos para
comprender su perspectiva y el significado de sus escritos. Por lo tanto, al abordar el Evan-
gelio de Mateo, deseamos responder el siguiente interrogante: ¿quién escribió el libro?
Comentaremos la autoría del Evangelio de Mateo en dos etapas. Por un lado, afirmaremos
el punto de vista tradicional de que este libro fue escrito por el apóstol Mateo, uno de los doce
discípulos originales de Jesús. Por otro lado, exploraremos la historia personal de Mateo.
El punto de vista tradicional de que Mateo escribió el primer Evangelio se remonta a los
primeros siglos de la iglesia. En cada manuscrito antiguo del Evangelio que lleva título,
este atribuye la autoría del libro solo a Mateo. No tenemos evidencia alguna de que el Evan-
gelio haya circulado entre las iglesias sin incluir el nombre de Mateo. Papías de Hierápolis
fue una de las primeras personas que atribuyeron el primer Evangelio a Mateo. Papías vivió
entre fines del primer siglo y principios del segundo siglo. Él representa los puntos de vista
del período más temprano de la iglesia a los que tenemos acceso. El historiador Eusebio
de Cesarea, que escribió cerca del año 325 d.C., registró testimonios de Papías sobre la
autoría del Evangelio de Mateo en su Historia eclesiástica (libro 3, capítulo 39, sección 16):
El registro confirma que, a principios del segundo siglo, Papías atribuyó el Evangelio a
Mateo. Precisamente, citando a Papías, Eusebio corrobora su propio punto de vista: Ma-
teo escribió el primer Evangelio.
Ireneo de Lyon, otro padre de la iglesia (que escribió cerca del año 180 d.C.), atribuyó el primer
Evangelio a Mateo. En su obra Contra las herejías, (libro 3, capítulo 1, sección 1), él escribió:
Mateo, [que predicó] a los hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el
Evangelio mientras Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la iglesia.
Sin embargo, de los apóstoles, Juan y Mateo nos dieron primero la fe. […] Lucas y
Marcos la renovaron después.
Tanto Ireneo como Tertuliano afirman que Mateo escribió el Evangelio. La iglesia primi-
tiva compartía esta convicción: la autoría de Mateo fue aceptada como un dato certero.
Historia personal
Las Escrituras describen hechos importantes de la historia personal de Mateo. Por ejem-
plo, nos informan que él era judío y recaudador de impuestos. El origen judío de Mateo
se revela de diferentes formas. Por un lado, él fue uno de los doce discípulos de Jesús,
todos ellos judíos. Por otro lado, Mateo tenía nombres judíos. Mateo, propiamente dicho,
es un nombre judío derivado del Antiguo Testamento hebreo. Su otro nombre, Leví (según
Marcos 2.14 y Lucas 5.28), es el nombre de una de las tribus de Israel. Ambos nombres
demuestran que Mateo era judío. El linaje judío de Mateo también puede deducirse de los
escritos cristianos antiguos que él escribió en hebreo.
El linaje judío de Mateo es importante para entender su Evangelio, porque nos ayuda a
interpretar el énfasis distintivamente judío, el cual estudiaremos con mayor detalle más
adelante. Según el siguiente texto, Mateo informa que Jesús hizo la siguiente afirmación:
… No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 15.24).
Más que ningún otro Evangelio, Mateo enfatizó que Jesús había venido particularmente
a la nación de Israel.
Además de ser judío, Mateo era recaudador de impuestos. Muchos judíos de la Palestina del
primer siglo recaudaban impuestos en nombre del Imperio romano. Algunos recaudadores co-
braban tarifas sobre bienes que se trasladaban de un lugar a otro. Eran negociantes que les paga-
ban a los gobernantes para tener la autoridad de cobrar impuestos, y generaban sus ganancias
inflando los impuestos que recogían del pueblo. Como resultado de ello, los recaudadores de im-
puestos tenían fama de extorsionistas y de ladrones; a menudo, esta reputación era justificada.
Así, los judíos recaudadores de impuestos eran doblemente culpables a los ojos de sus
compatriotas. Por una parte, eran agentes de las odiadas fuerzas de ocupación roma-
nas; por otra parte, robaban a su propio pueblo para obtener ganancias personales. De
hecho, eran considerados malvados, no dignos de confianza, a tal punto que los escritos
rabínicos primitivos les prohibían testificar en una corte judía. Aun más, mentirles a los
recaudadores de impuestos era una acción aprobada, incluso, alabada como un acto de
rebeldía justificado. Leamos cómo registra Mateo el propio llamado que recibió de Jesús:
Pasando Jesús […] vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al
banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. Y
aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos
publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa
con Jesús y sus discípulos (Mateo 9.9-10).
Mateo fue muy honesto en su autodescripción, y admitió abiertamente que él y otros re-
caudadores de impuestos solían ser vinculados con los “pecadores” de los días de Jesús.
Por consiguiente, Mateo se ubicó a sí mismo, a Jesús y a sus escritos en oposición al
liderazgo judío. Esta división se expresa a menudo en el Evangelio de Mateo, por ejemplo,
en la forma en que Jesús criticó el liderazgo judío:
… De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros
al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le
creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron… (Mateo 21.31-32).
En nuestra vida, la humildad debería dejarse ver en que nos alegramos y nos sen-
timos satisfechos cuando a otras personas les suceden cosas buenas, y también
cuando nos suceden a nosotros. Pero cuando otras personas están progresando,
o de algún modo encuentran honor, o sus obras producen frutos, nos alegramos.
Estamos agradecidos a Dios por eso y queremos honrar y agradecer a Dios en pri-
mer lugar. Queremos vivir por amor a Dios, por encima de todo, no solo por nuestro
bienestar. Por eso, la humildad no consiste en buscar que se cumplan mis propios
deseos, sino en que primero se lleven a cabo los intereses de Dios, ya sea que esto
Audiencia original
Mateo no identificó específicamente a los destinatarios originales de su escrito, pero nos
dio algunas pistas. Según lo mencionáramos en lecciones anteriores, todos los Evangelios
fueron escritos específicamente para audiencias cristianas, pero varios puntos de énfasis
del Evangelio de Mateo nos dejan ver que él se dirigió ante todo a una audiencia cristiana
de origen judío. Por ejemplo, Mateo citó el Antiguo Testamento más que ningún otro au-
tor de los Evangelios. Con frecuencia, él señaló cómo Jesús cumplía las expectativas del
Antiguo Testamento, en especial, enfatizó que Jesús era el Rey mesiánico que los judíos
habían esperado durante siglos. Su énfasis en los temas judíos también se refleja en los
conflictos que hubo entre Jesús y los líderes judíos no creyentes, a quienes Mateo descri-
be con más detalle que los otros Evangelios. Además, Mateo hizo hincapié en la relación
entre Jesús y la ley del Antiguo Testamento, mostrándolo como Señor sobre la ley.
En próximas páginas, veremos algunos de estos temas más detalladamente. Pero solo
mencionaremos dos aspectos del Evangelio de Mateo que señalan que los destinatarios
eran judíos. Un aspecto es el uso de la frase reino de los cielos. Ya hemos visto que los
cuatro Evangelios están unificados en torno al tema del reino de Dios, pero Mateo rara vez
Por lo general, los judíos evitaban usar el nombre Dios —o cualquier palabra cercana a
este— por reverencia, a fin de no mencionarlo accidentalmente en vano. Una forma de evitar
la palabra Dios era reemplazarla por la palabra cielo, lo cual hizo Mateo al emplear la expre-
sión reino de los cielos. Si comparamos pasajes paralelos entre los Evangelios sinópticos,
veremos que Mateo usa reino de los cielos, y no reino de Dios como los demás autores.
Mateo usa la frase reino de los cielos para referirse a lo que en otros Evangelios se deno-
mina el reino de Dios. Hay un par de ocasiones en que habla del reino de Dios, pero esto
es así porque Mateo es un autor judío que cree en Cristo. Para los judíos, el nombre de
Dios era demasiado santo para ser pronunciado. Usar la palabra cielo es otra forma de
referirse a Dios. “He pecado contra el cielo y contra la tierra” significa: “He pecado con-
tra Dios”. El riesgo que corremos es escuchar la frase reino de los cielos y no interpre-
tarla bien, y pensar que suena a algo etéreo y anémico. Por el contrario, Mateo estaba
hablando del reino de Dios, teniendo en mente la idea de que Dios se está convirtiendo
en el Rey de este mundo por medio de Jesucristo. Jesús estaba queriendo decir: “Dios
es el Rey, y se está convirtiendo en Rey sobre todas las cosas a través de mí”.
Veamos, por ejemplo, el registro que hace Marcos de la parábola de la semilla de mostaza:
[Jesús] decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué
parábola lo compararemos? Es como el grano de mostaza, que cuando se
siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra
(Marcos 4.30-31).
Otra parábola les refirió [Jesús], diciendo: El reino de los cielos es semejante al
grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo (Mateo 13.31).
Mateo relata la misma parábola utilizando el término reino de los cielos donde Marcos
habría escrito reino de Dios.
Cuando comparamos lo que Mateo llama reino de los cielos con lo que, en otros
pasajes que hablan del mismo tema, Marcos y Lucas llaman reino de Dios, observa-
mos de forma contundente que [ambas expresiones] se refieren a lo mismo. Al leer
Mateo, vemos que uno de los temas principales es el contraste entre Dios, que está
en el cielo, y la humanidad, que está en la tierra. Hay un marcado contraste entre
la forma en que Dios establece el reino, al que Mateo llama reino de los cielos, y la
forma en que la humanidad gobierna, reina, actúa y se comporta en relación con los
demás, a lo que podríamos llamar el reino de este mundo. Para Mateo, hablar del rei-
no de los cielos es una forma muy poderosa de hacer palpable la diferencia entre las
cosas de este mundo y nuestro Padre, que está en el cielo y reina y promete venir de
nuevo. Por lo tanto, el punto al hablar del reino de los cielos en el lenguaje de Mateo
es hacernos sentir y probar la diferencia entre el reino de Dios, que todavía está por
venir, y todos los reinos de esta tierra. Hay un contraste entre estas dos realidades.
Por medio de la frase reino de los cielos, Mateo nos ayuda a sentir y a esperar ese
tiempo en que vendrá el reino de los cielos de Dios.
Muchos académicos creen que Mateo preservó la forma de hablar que usó Jesús frente
a las multitudes judías, y que Marcos y los otros autores del Nuevo Testamento usaron la
frase reino de Dios, a fin de que el significado fuera más claro y asequible para audiencias
heterogéneas. Destacamos que el uso de reino de los cielos añade credibilidad a la afir-
mación de que la audiencia original de Mateo era judía.
Otro aspecto del Evangelio de Mateo que señala que sus destinatarios eran judíos es
que el escritor dio por sentado que su audiencia tenía conocimientos sustanciales de las
costumbres judías. Por ejemplo, el autor registra:
Marcos relató la misma historia en el capítulo 7.1-5 de su Evangelio, pero él añadió una
explicación de tres versículos sobre la costumbre judía de lavarse las manos, para que los
lectores romanos pudieran entender la costumbre. Mateo no se sintió en la necesidad de
añadir ese tipo de explicación dada su audiencia.
Ahora bien, suponiendo que Mateo escribió para la audiencia judía, hay una caracterís-
tica de su Evangelio que parece estar fuera de lugar. En varios pasajes, él citó a Jesús
hablando en arameo, palabras que luego tradujo al lenguaje de su audiencia. Por ejemplo,
consideremos el siguiente texto:
… Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo 27.46).
Hay diversas explicaciones sobre por qué Mateo pudo haber escrito de esta forma. En
primer lugar, aunque su audiencia era ante todo judía, no era exclusivamente judía, por lo
cual pudo haber incluido las traducciones para los lectores no judíos. En segundo lugar,
la audiencia de Mateo pudo haber incluido a personas que vivían fuera de Palestina y
no hablaban arameo. En tercer lugar, puede ser que Mateo se haya limitado a copiar la
información de otra fuente. Por ejemplo, la traducción de Mateo 27.46 también aparece
en Marcos 15.34, y es posible que Mateo la haya usado como fuente. En todo caso, el
peso de la evidencia demuestra que Mateo escribió su Evangelio pensando ante todo en
los judíos cristianos, para fortalecer su fe en Jesús al mencionar varios temas que eran
particularmente importantes para ellos.
Ocasión
La ocasión, o las circunstancias de composición de un libro, se refiere a los elementos
relacionados con el contexto histórico: la fecha de composición, el lugar de composición,
la ubicación de las personas a quiénes estaba dirigido el libro y el propósito por el cual
fue escrito. Saber el cuándo, el dónde, el a quién y el por qué de un libro nos aporta mucha
información. Nos ayuda a entender el contexto histórico, la gramática y el vocabulario, los
supuestos religiosos y sociales que subyacen a sus declaraciones y las estrategias retóri-
cas, lo que a su vez nos ayuda a entender el libro y a aplicarlo.
Fecha
En primer lugar, es muy probable que una de las fuentes de Mateo haya sido el Evangelio
de Marcos, tal como la mayoría de los académicos dan por sentado. Si la fecha de compo-
sición del Evangelio de Marcos se estima alrededor del año 64 d.C., Mateo no pudo haber
escrito su Evangelio antes de mediados de la década del 60 d.C., o incluso, a fines de ella.
En segundo lugar, Mateo fue un apóstol de Jesús, lo cual implica que era una persona
adulta cuando participó del ministerio del Jesús (alrededor del año 30 d.C. aproximada-
mente). Por lo tanto, a menos que Mateo haya sido longevo, la fecha más tardía en que
pudo haber escrito su libro rondaría el final del primer siglo. Así, la fecha de composición
del Evangelio es amplia. No obstante, podemos reducir la extensión si reparamos en un
detalle específico de los textos de Mateo. En particular, Mateo se refiere con frecuencia
al templo, así como a los saduceos, quienes estaban estrechamente ligados al templo.
Algunas de estas referencias son, ante todo, históricas; pero muchas sugieren que tanto
el templo como los saduceos seguían siendo factores significativos en el tiempo en que
Mateo escribió. Debido a que el templo fue destruido en el año 70 d.C., estas referencias
tendrían más sentido si Mateo hubiera escrito su Evangelio antes de esa fecha.
A la luz de la evidencia, parece ser más acertado concluir que Mateo escribió su Evange-
lio a fines de la década del 60 d.C. (tal vez entre los años 67 y 68 d.C.). Afortunadamente,
aunque es útil saber el período aproximado de composición, la fecha precisa del Evange-
lio de Mateo rara vez es fundamental para la interpretación de sus enseñanzas.
Lugar
Veamos ahora el tema de la ubicación geográfica del autor y de la audiencia. Los acadé-
micos han debatido en torno al contexto geográfico del Evangelio de Mateo, por lo que
no conviene ser dogmáticos en nuestras conclusiones. Sin embargo, hay una serie de
detalles que vale la pena mencionar.
Para empezar, sabemos que Mateo escribió primordialmente a judíos cristianos, por tanto,
es probable que él haya dirigido su Evangelio a un grupo numeroso de residentes judíos de
alguna región específica. Palestina es una posibilidad obvia, ya que fue el territorio tradicional
donde se concentraron los judíos. No obstante, también hubo importantes poblaciones judías
en algunas zonas de Siria. De hecho, Ignacio, obispo de Antioquía de Siria, es el primero de los
padres de la iglesia que demostró estar familiarizado con el Evangelio de Mateo, razón por la
que académicos han argumentado que Mateo escribió para los creyentes de la Antioquía siria.
Por supuesto, no podemos descartar la posibilidad de que Mateo haya tenido en mente
a un público más amplio y que se haya dirigido a los judíos cristianos en general, disper-
sos por todo el mundo mediterráneo. Palestina, Siria o cualquier otra región que tuviera
una población judía significativa dentro del Imperio romano pudo haber sido la audiencia
de un Evangelio de tan fuerte carácter judío como el de Mateo.
Durante el primer siglo después de Cristo, el pueblo judío estuvo disperso por gran parte
del Imperio romano y también por regiones más orientales. Desde la época del exilio
babilónico, ha habido judíos fuera de Palestina, en el Lejano Oriente, en Mesopotamia,
en el territorio del Iraq moderno, y luego en Siria, Damasco. Después, los de la diáspora
(el término con que denominamos la dispersión del pueblo judío a partir del exilio babi-
lonio) se propagaron más hacia el oeste, por Asia Menor, la actual Turquía, Roma, por el
río Tíber, sin olvidar África del Norte. En los Evangelios leemos sobre Simón de Cirene,
que llegaba a Jerusalén desde el norte de África. Así, corroboramos que los judíos ha-
bitaban en la totalidad de la mitad oriental del Imperio romano y aun más hacia el este.
Propósito
¿Cuál fue el propósito de Mateo al escribir su Evangelio? Sin dudas, la historia de Jesús
y sus hechos eran de vital importancia, pero también tuvo metas precisas e inmediatas.
Específicamente, Mateo escribió dirigiéndose a los judíos cristianos con el fin de nutrir su
fe en Jesús como el Rey mesiánico. En los días de Mateo, los judíos convertidos al cristia-
nismo eran rechazados por las autoridades judías y, a menudo, por sus antiguos amigos y
familiares. La persecución había llegado a ser un estilo de vida para los judíos cristianos
del mundo mediterráneo. Lucas escribió:
… En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Je-
rusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo
los apóstoles (Hechos 8.1).
Debido a la persecución, los judíos que siguieron a Jesús como su Mesías fueron tenta-
dos a regresar a su antigua forma de vida y a abandonar el cristianismo. Así que Mateo
les escribió para recordarles que Jesús es el verdadero Mesías que había traído el reino
de los cielos a la tierra. Su Evangelio es una historia de aliento y de consuelo, pero tam-
bién una de retos, porque Jesús no había traído el reino de la forma en que muchos de
ellos lo habían esperado. Las demandas del reino fueron grandes.
En este contexto, Mateo aseguró a sus lectores que Jesús había comenzado a cumplir las
profecías del Antiguo Testamento sobre el reino mesiánico. Al mismo tiempo, el reino de
los cielos aún no estaba totalmente consumado. Mateo también escribió para animar a los
creyentes judíos a mantenerse fieles hasta que el Rey mismo regresara para poner todo en
orden: hasta el tiempo en que Jesús destruyera a los enemigos de su reino y diera la bienve-
nida a su pueblo fiel a la experiencia completa de las bendiciones del reino. Por eso, Mateo
menciona con tanta frecuencia el tema del reino de los cielos: más de setenta y cinco veces
en su Evangelio, en comparación con menos de ciento diez que lo mencionaron los otros tres
autores de los Evangelios en conjunto. Mateo entendió que la mejor forma de animar a la
audiencia judía y de desafiarla era contarle la historia del Rey mesiánico y su reino.
como lo demuestra el término reino de los cielos, que se refiere al reinado de Cristo
sobre todos los pueblos y sobre todas las esferas. Es una cuestión de autoridad.
Los fariseos y los saduceos siempre le preguntaban a Jesús: “¿Con qué autoridad
haces estas cosas?”. El Evangelio finaliza con las palabras de Jesús: “Toda potes-
tad me es dada en el cielo y en la tierra”. Esta idea del reino trasciende ampliamente
Estructura y contenido
Existe bastante consenso entre los académicos respecto de algunas características de
la estructura del Evangelio de Mateo. El autor usa la frase “cuando Jesús terminó estas
palabras” y afines para señalizar las transiciones principales del Evangelio en cinco pasa-
jes diferentes. A veces, es la última frase de una sección; otras, es la primera frase de una
nueva sección, pero siempre es indicadora de una transición importante.
Valiéndose de estas frases como guías, la mayoría de los académicos coincide en que
el Evangelio de Mateo se divide en siete secciones. Hay cinco secciones principales mar-
cadas por esta frase: 7.28, 11.1, 13.53, 19.1 y 26.1. Además, Mateo incluyó un texto intro-
ductorio y una narración final a modo de conclusión.
El Evangelio comienza con una introducción narrativa que presenta a Jesús como el Rey
mesiánico (Mateo 1.1–2.23).
La tercera sección registra las señales y las parábolas del reino (Mateo 11.2–13.53).
La quinta y última sección trata sobre la oposición actual que enfrenta el reino y la victo-
ria futura del reino (Mateo 19.1–25.46).
Finalmente, encontramos una conclusión que narra la muerte y la resurrección del Rey
(Mateo 26.1–28.20).
Mateo elabora la historia de Jesús, el Rey mesiánico que trajo el reino de los cielos a la
tierra, a partir de esta estructura. Veamos, en principio, la introducción de Mateo (1.1–2.23).
Genealogía
La genealogía se encuentra en Mateo 1.1-17. Técnicamente, el primer versículo es una in-
troducción o un título donde el autor resume su punto principal: Jesús es el Rey mesiánico
de Israel. Mateo empieza con las siguientes palabras:
Desde el comienzo, Mateo hizo especial hincapié en David, el rey de Israel, y en Abraham,
el padre del pueblo judío. Después de esta declaración introductoria, la genealogía propia-
mente dicha inicia en el versículo 2.
De esta forma, Mateo demuestra que Jesús tenía el derecho legal absoluto de acceder
al trono de David por el linaje de su padre José.
tía del reino davídico, después de su caída, con la esperanza de que Dios restauraría
la gloria del reino. Siempre dieron por sentado que Dios levantaría a un rey del linaje
de David. Por ende, el Rey, el Mesías, tendría que provenir del linaje de David.
Además, debido a que Jesús era el Hijo de Dios, también era totalmente divino; por tanto, él
podría cumplir con los términos del pacto de Dios a la perfección. Los reyes humanos nunca
habían obedecido prefectamente el pacto de Dios; por ende, ellos nunca pudieron heredar en
toda su plenitud las bendiciones que Dios había prometido tanto a Abraham como a David.
Por eso, Dios envió a su Hijo perfecto para que fuera el Rey, con el propósito de garantizar
que este rey guardaría su pacto y que sus promesas de bendición finalmente se cumplirían.
Es muy claro que, como ser humano, el Mesías viene por medio del linaje de David (y
esto implica muchas verdades importantes). Pero también es crucial que entenda-
mos que el Mesías también tenía que ser Dios, es decir, tenía que ser divino. ¿Por qué?
En última instancia, porque nuestro problema como seres humanos delante Dios es
que hemos pecado contra él. Dios debe proveer la respuesta. Él debe proveer la solu-
ción. El problema del perdón, del cual pocas veces queremos hablar, es que Dios no
puede pasar por alto nuestro pecado. Él no puede simplemente decirnos: “Da lo mejor
de ti”. Dios es un Dios santo. Él es recto y justo. No podemos esperar que él haga caso
omiso de nuestro pecado. Le implicaría negarse a sí mismo. Así que, para que él nos
perdone, debe ser él mismo quien tome la iniciativa. En definitiva, él debe proveer la
solución que satisfaga sus propias demandas de justicia. Dios mismo debe hacerlo.
Cuando leemos el Antiguo Testamento, este dilema sobresale una y otra vez. Pense-
mos en Jonás 2.9: “La salvación es de Jehová”. Dios mismo es quien debe proveer.
Dios mismo es quien debe darnos la solución. Él mismo es quien debe perdonar. Por
ende, para que haya salvación por medio del Mesías, él nos debe representar (es decir,
debe ser humano), pero también debe ser el Señor, aquel Señor que viene, que salva,
y que satisface su santidad y su justicia. El Mesías debe ser divino.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Por qué podemos confiar en que Mateo es el autor del Evangelio según san Mateo?
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Preguntas de aplicación
1. ¿De qué formas específicas puedes demostrar humildad en tus circunstancias actuales,
según lo aprendido en esta lección?
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2. ¿En qué áreas de tu vida te resulta más difícil demostrar sincera obediencia a Cristo?
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3. ¿Por qué podemos confiar en los Evangelios y defender su confiabilidad, a pesar de que
ellos fueron escritos por seres humanos?
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BOSQUEJO
D. Señales y parábolas
1. Las señales de Jesús y las reacciones del pueblo
E. La fe y la grandeza
1. El rechazo de la fe en Jesús
2. La victoria futura
Introducción
Con gran expectativa llegamos a la quinta lección de nuestro estudio para seguir analizando cuidadosamente
los textos bíblicos más leídos y más amados por la cristiandad. La presente lección se adentra en el corazón
de la narrativa del Evangelio de Mateo, cuyo tema principal es el reino de Dios. Seguiremos el esquema de
secciones del Evangelio que trazamos en la lección anterior. Consideraremos en qué consiste el evangelio del
reino y hablaremos de su propagación, de las señales y de los milagros que evidencian su venida, de la fe que
se espera en respuesta al evangelio, de sus valores contraculturales y de la oposición que padecerán quienes
se mantengan fieles al reino más la consecuente victoria futura.
Resumen
B. El evangelio del reino (Mateo 3.1–7.29).
Jesús hizo hincapié en que los retos que enfrentaban los justos eran mucho mayores de lo que
Dios no solo está interesado en el comportamiento externo. Él quiere que la obediencia co-
mience en el corazón.
1. Narración: los milagros de Jesús y las reacciones del pueblo (Mateo 8.1–9.38).
• Un leproso: 8.1-4.
• Un paralítico: 9.1-8.
• Un endemoniado: 9.32-34.
Además de enfocarse en el poder de Jesús, Mateo también llama la atención del lector
• Oposición.
• Temor.
• Rechazo voluntario.
• Jesús mandó a sus seguidores que oraran para que Dios levante evangelistas y líderes.
• Jesús extendió su ministerio personal del reino al dar poder a los doce discípulos para que
1. Narración: las señales de Jesús y las reacciones del pueblo (Mateo 11.2–12.50).
• La cizaña: 13.24-30.
• La red: 13.47-53.
Jesús enseñó que el reino de los cielos era de valor supremo y debía ser buscado costara lo
que costare.
Habrá muchos obstáculos para creer y la mayoría de las personas rechazarán el reino.
Este discurso se enfoca especialmente en los fariseos: sus falsas enseñanzas, su hipo-
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. Lección 5 - El Evangelio según san Mateo
La narrativa continúa con el bautismo de Jesús (Mateo 3.13-17), ocasión en que el Espíritu
Santo descendió sobre Jesús y lo ungió para su ministerio mesiánico, y el Padre anunció
desde el cielo: “Este es mi Hijo”, aplicando así el título real de Salmos 2.7 a Jesús. La voz divi-
na también aludió al siervo sufrido de Isaías 42.1-2, al describir a Jesús como “mi escogido,
en quien mi alma tiene contentamiento”. Jesús era el Mesías, descendiente del linaje real,
pero sería un rey diferente a los anteriores: él cumpliría su llamado por medio del sufrimiento.
La siguiente historia (Mateo 4.1-11) revela que Satanás cuestionó el papel de Jesús
como el Mesías sufriente. Tres veces tentó a Jesús para que fuera un Mesías que no
sufre, diciéndole básicamente: “No pases hambre, como los seres humanos. Asombra a
las personas para que te crean, sin necesidad de padecer dolores. Reina las naciones, sin
sufrimiento”. Sin embargo, Jesús respondió a cada tentación rechazando el camino fácil,
que lo hubiera llevado a negar el carácter del sufrimiento mesiánico. Luego, Jesús comen-
zó la misión mesiánica al predicar públicamente el evangelio del reino (Mateo 4.12-17). El
autor resumió el mensaje de Jesús or medio de las siguientes palabras:
De acuerdo con Mateo, las buenas nuevas que Jesús predicó consistían en que el reino
de los cielos estaba cerca: que, a través de su ministerio, Jesús estaba a punto de traer el
reino de los cielos a la tierra, y tal reino estaba abierto a todos los que se arrepintieran de
sus pecados y siguieran fielmente a Jesús como su Rey.
dad. Por eso, lo primero que Jesús quiso decir es que el reino y la autoridad del Rey
están presentes en él, aquí mismo, en medio de nosotros. Sin embargo, él estaba
expresando algo más: el reino está por venir, o sea, el reino todavía no está aquí por
completo. Pero, en algún momento del futuro, la plenitud del reino de Dios será visi-
ble a los ojos de todos. Por consiguiente, al llamar a las personas al arrepentimiento
(porque el reino de Dios está cerca), él las estaba llamando a someterse al Rey. Las
estaba invitando —por sumisión y obediencia, por seguir literalmente al Rey— a ser
incorporadas o reincorporadas al pueblo del pacto con Dios. Este es el tipo de sumi-
En Mateo 4.18-22 leemos que Jesús llamó a sus discípulos, y vemos la imagen de un Rey
mesiánico que está reclutando a los líderes de su reino. Luego, en los versículos 23-25,
Mateo nos ofrece un anticipo de las siguientes dos secciones del Evangelio: él escribió
que Jesús viajó por Galilea, enseñando a las multitudes (Mateo 5–7) y sanando a los
reino (Mateo 5.1–7.29), comúnmente denominado Sermón del Monte. Mediante las ense-
ñanzas de este sermón, Jesús describió la vida justa de los ciudadanos del reino. Jesús
menciona explícitamente el reino siete veces, y todo el sermón gira alrededor de este tema.
Una y otra vez, Jesús hizo hincapié en que los retos que enfrentaban los justos eran
mucho mayores de lo que los líderes del judaísmo los habían imaginado. También fue
enfático al declarar que el Padre celestial de los ciudadanos del reino estaba más cerca y
Consideremos tan solo un ejemplo del Sermón del Monte: la enseñanza de Jesús sobre
el adulterio. Jesús señaló que la ley de Dios demandaba más de lo que una lectura super-
ficial podría indicar y más de lo que los maestros judíos solían enseñar. Él dijo:
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que
mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mateo 5.27-28).
Jesús habló de lo que “fue dicho” en relación con las interpretaciones comunes de los
rabinos judíos de su tiempo. Algunos de ellos enseñaban que los mandamientos del Anti-
guo Testamento prohibían el adulterio, pero no trataban el tema fundamental del corazón
humano. Por el contrario, Jesús señaló un aspecto que siempre fue cierto, incluso, en los
días del Antiguo Testamento: Dios no solo está interesado en el comportamiento externo.
Él quiere que la obediencia comience en el corazón.
El énfasis de Jesús en la sincera obediencia del corazón lo llevó a describir a los ciu-
dadanos del reino como “mansos” (Mateo 5.5), como “los que tienen hambre y sed de
justicia” (Mateo 5.6) y como “los de limpio corazón” (Mateo 5.8). Pero Jesús sabía que
sus seguidores no podrían cambiar por completo su conducta, ni convertirse en este tipo
de ciudadanos del reino de los cielos en todo sentido sino hasta que el reino viniere en su
totalidad. Sin embargo, los exhortó a ser justos incluso antes de la consumación del reino:
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto (Mateo 5.48).
En cierto modo, este mandamiento es imposible de cumplir: nadie puede ser perfecto tal
como lo es Dios. Sin embargo, esto no nos debería desalentar. Por el contrario, Jesús nos
dio una promesa reconfortante. A lo largo de su sermón, él asegura a sus fieles seguido-
res que el reino ya les pertenece.
Por ejemplo, las bienaventuranzas (Mateo 5.3-10) contienen ocho bendiciones. Las seis
del medio son prometidas para el día futuro en que el reino de los cielos venga por com-
pleto. Pero la primera bendición y la última son diferentes: Jesús afirmó que su pueblo ya
contaba con esas bendiciones del reino. Veamos cómo lo expresa:
El verdadero y enorme desafío de seguir a Jesús se ve equiparado por la misma gran promesa
de que el poder del reino de Dios ya nos está transformando en ciudadanos justos de su reino.
El llamado a Mateo para que fuera uno de los doce discípulos marca el inicio de un seg-
mento más extenso sobre la relación de Jesús con los recaudadores de impuestos y con
los pecadores (9.9-17). Jesús llamó a Mateo a dejar su vida de recaudador de impues-
tos y a comenzar una vida nueva. Este cambio fue un milagro. La transformación de los
recaudadores de impuestos y de los pecadores fue tan asombrosa que, a continuación,
acción de las multitudes ante el poder de Jesús. En pocas palabras, la gente estaba sor-
prendida (8.27 y 34; 9.8, 26, 31 y 33); y el asombro, por lo general, la llevó a oponerse a
Jesús. Algunas personas se oponían a Jesús tan solo porque no creían en él. Otras, en
especial los líderes judíos, lo criticaban abiertamente. Algunos temían a Jesús (8.34);
otros estaban horrorizados (9.3). En ocasiones, la oposición a Jesús pareció ser bienin-
lo que sabían que era verdad (9.33-34). Tristemente, la oposición a Jesús se volvió más y
Tal vez uno de los más grandes interrogantes que surgen cuando leemos el Nuevo
Testamento es cómo podían las personas rechazar a Jesús cuando estaban viendo
los milagros con sus propios ojos. Como lo señalan las Escrituras, el público se ad-
miraba una y otra vez de lo que él hacía. Para respondernos esa pregunta, cómo po-
dían rechazarlo así, creo que debemos leer Mateo 22.29: Jesús les respondió a los
fariseos que estaban equivocados porque no comprendían las Escrituras ni el poder
de Dios. Ahora bien, en ese contexto específico, Jesús se dirigió a los saduceos,
pero bien pudo haberse dirigido de la misma manera a los fariseos, los maestros
de la ley. Ellos habían enseñado al pueblo a partir del error. Las expectativas que
tenían respecto del Mesías que había de venir estaban basadas en una enseñanza
incorrecta. Ahí hallamos una gran lección para nosotros en la actualidad. Las perso-
nas que no interpretan bien la palabra de Dios y enseñan mal a la gente establecen
falsas expectativas en sus oyentes. Creo que eso es exactamente lo que sucedió
en el primer siglo en Israel. Estaban esperando que llegara un Mesías y abrigaban
un triunfalismo nacionalista, podría decirse. Luego Jesús vino, y aunque hizo co-
sas que nunca antes se habían visto y nunca más se volverían a ver, terminaron
rechazándolo. Los ataques de los líderes judíos hacia Cristo siempre buscaron des-
acreditar sus milagros. Querían relacionarlo con Satanás por las cosas que hacía.
Es triste admitirlo, pero con el paso del tiempo, las décadas y las generaciones de
enseñanzas incorrectas, los ataques de quienes ocupaban posiciones de autoridad,
las autoridades religiosas, al final lograron apartar de Cristo el corazón de muchas
personas, a pesar de los milagros que habían visto.
Jesús entendió que una de las razones por las que su pueblo no lo recibió como a un
rey era que habían sido maltratados por muchos líderes, quienes los habían instruido
mal. Pero él también sabía que sus milagros estaban ablandando los corazones, e incli-
nándolos a seguirlo. Por eso, Jesús instruyó a sus discípulos en la oración, para que Dios
levantara evangelistas y líderes justos, hombres que pudieran conducir a los perdidos al
reino de los cielos en la tierra y que les enseñaran cómo ser ciudadanos justos.
que anunciaran la presencia del reino con palabras y con obras, como él mismo lo había
hecho. Jesús los comisionó con las siguientes palabras:
Jesús dio muchas advertencias a los discípulos antes de enviarlos. La vida no sería fácil
cuando siguieran el ejemplo de Jesús. El mundo no sería amable con ellos. Sufrirían. Se bur-
larían de ellos, los arrestarían y los matarían. No obstante, Jesús también les prometió que
el ministerio sería bendecido por el Padre celestial y que un día podrían vivir la vida del reino:
El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la ha-
llará (Mateo 10.39).
Los discípulos de Jesús estaban abandonando su vida pasada por causa de las ense-
ñanzas de Jesús y su ministerio de sanidad. Pero Jesús les aseguraba que encontrarían
la verdadera vida del reino en compañía del propio Rey Jesús.
En la segunda sección, vimos cómo Mateo describió la propagación del reino mediante
las obras poderosas de Jesús y las instrucciones de Jesús a sus discípulos. Este es un
buen modelo para nuestro propio ministerio en la iglesia moderna. Conforme confiamos
en el poder de Jesús y lo servimos con fidelidad, Jesús edificará su reino a través de no-
Señales y parábolas
La tercera sección del Evangelio de Mateo continúa con la presentación del Rey y de su
reino por medio de señales y de parábolas (Mateo 11.2–13.53).
reino estaban presentes, y corrigieron las falsas expectativas sobre cómo debía ser el reino. En
consecuencia, las críticas, que ya habían echado raíces, comenzaron a crecer y a propagarse.
El segmento narrativo puede dividirse en cinco episodios. En primer lugar, Mateo 11.2-19:
Jesús envió a decir a Juan el Bautista que las señales demostraban que Cristo era el Me-
sías que cumplía las profecías del Antiguo Testamento, y Jesús llamó a las multitudes a
responder a sus señales con arrepentimiento.
En segundo lugar, Mateo 11.20-30: Jesús se dirigió a las ciudades donde había hecho milagros,
exhortó a los que no se habían arrepentido y ofreció descanso a los que vinieran a él, diciendo:
En tercer lugar, Mateo 12.1-21: relata varios episodios que se enfocan explícitamente en
las reacciones de los fariseos ante las señales de Jesús. En principio, nos cuenta cómo
debatió Jesús con los fariseos respecto de los propósitos de Dios para el día de reposo,
y luego demostró su autoridad sanando a un hombre en el día de reposo. Jesús enseñó
que “es lícito hacer el bien en los días de reposo”.
En cuarto lugar, Mateo 12.22-37: los fariseos acusaron a Jesús de usar el poder de Be-
elzebú, aunque las multitudes se admiraban por sus milagros. En vez de recibir a Jesús
como el Mesías, los maestros de la ley creyeron que estaba poseído por el diablo.
Por último, Mateo 12.38-50: debido a su hipocresía, los fariseos demandaron señal, pero
Jesús les advirtió que solo recibirían la señal de Jonás. ¿Cuál era esa señal? Que así
como Jonás salió del gran pez después de tres días y llevó la palabra de Dios para el arre-
pentimiento de los gentiles de Nínive, la resurrección futura de Jesús después de tres días
bajo tierra llevaría al arrepentimiento de muchos más gentiles. Para demostrar que Dios
recibiría a cualquier persona de cualquier nacionalidad que se arrepintiera, Jesús declaró
que su madre y sus hermanos, que eran judíos, no eran su familia.
… He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre
(Mateo 12.49-50).
Sin embargo, Jesús también contó otras parábolas que se enfocaron en el error de Israel
de no aceptar al Rey Jesús y a su reino. Mediante la parábola del sembrador y su explica-
ción (13.1-23), Jesús expresó con claridad que creer en él representaría muchos obstácu-
los y que la mayoría de las personas rechazarían el reino. Esta idea se reforzó a través de
las parábolas de la cizaña (13.24-30, 36-43) y de la red (13.47-51). Jesús enseñó que mu-
cha gente rechazaría el reino y, al final, sería destruida. Estas parábolas eran advertencias
contundentes para quienes se oponían a Jesús, y una oportunidad para los incrédulos,
a quienes Jesús llamaba al arrepentimiento y a ser seguidores fieles del Rey verdadero.
Cristo ha venido, ha cumplido las profecías, ha traído el reino. Pero aún estamos a
la espera de su culminación. Nosotros, como cristianos, entramos a este reino, pero
necesitamos reevaluar constantemente nuestras prioridades, arrepentirnos de no
seguirlo como debiéramos, asegurarnos de que estamos buscando vivir nuestra
vida con fidelidad y conforme a su voluntad, y estar de acuerdo con él en cuanto a
sus valores respecto de todo lo que es el reino. Tenemos una necesidad constante
de arrepentirnos, de confesarnos, de acudir a él como nuestro Profeta, como nues-
tro Sacerdote y como nuestro Rey. Como aquel a quien buscamos seguir y servir, de
tal forma que cumplamos sus propósitos para nosotros en este mundo.
Debemos animar a los cristianos a buscar y a anhelar la venida del reino de Dios. Pri-
mero, en la dimensión personal, la autoridad del reino de los cielos es nuestro poder
en la vida. Nos motiva a someternos a Dios y a llevar adelante una vida centrada en
Dios, para que la autoridad de Dios manifestada en nuestra vida llegue a ser la meta
de nuestra vida espiritual. Segundo, necesitamos comprender el concepto del reino de
los cielos desde el punto de vista de la historia de la redención. Cuando entendamos
cómo comienza, cómo se descubre y cómo se completa su plan redentor, veremos
que las enseñanzas del reino de los cielos unifican el Antiguo Testamento y el Nuevo.
Estas nos ayudan a ver el gran plano de nuestro Dios redentor, y así entendemos más
fácilmente su propósito completo. Tercero, el reino de los cielos crea un punto de
vista bíblico y correcto respecto del mundo y nos ayuda a ver que todas las cosas le
pertenecen a Dios. Su reino se consumará, y él juzgará, y quitará a todos los poderes
malos de la tierra, porque Dios mismo es el Rey absoluto. Así que ya no vivimos solo
para nosotros mismos. Queremos apreciar a nuestro prójimo y a nuestra sociedad, y
trabajar por el bienestar de este mundo. Debemos prestar atención a todas las cosas,
sea que estén cerca de nosotros o lejos. Debemos entrar en la sociedad y transfor-
marla en todos los aspectos de acuerdo con el evangelio. Este es nuestro deber.
La fe y la grandeza
La cuarta sección del registro de Mateo —desde 13.54 hasta 18.35— se concentra en los
temas de la fe y de la grandeza, y revela las implicancias de ser un discípulo fiel de Jesús
que alcanza la grandeza en su reino.
El rechazo de la fe en Jesús
La parte narrativa de esta sección (Mateo 13.54–17.27) incluye trece episodios en que
todas las personas, excepto una mujer, rechazaron a Jesús. Los primeros dos episodios
muestran que la fe en Jesús fue rechazada de plano. Primero, cuando Jesús fue a su
pueblo natal, Nazaret (13.54-58), sus antiguos vecinos no cuestionaron su capacidad de
realizar milagros; sin embargo, se ofendieron y lo rechazaron. La Escritura dice que Jesús
no hizo muchos milagros en su propia tierra “a causa de la incredulidad de ellos” (13.58).
Los siguientes tres episodios se enfocan en los discípulos de Jesús y en que ellos nece-
sitaban tener más fe. Primero, se encuentra la historia de la alimentación de los cinco mil
(14.13-21). Jesús pidió a sus discípulos que le diera de comer a la multitud que lo seguía, pero
en el versículo 17 leemos que ellos dudaron porque había muy poca comida. Entonces, Jesús
demostró su poder multiplicando el alimento, de modo que alcanzó para cinco mil personas
y aun sobraron “doce cestas llenas”. Luego, Jesús caminó sobre las aguas (14.22-36). En
primera instancia, Pedro mostró confianza en Jesús al bajarse del barco, pero después dudó
cuando vio el peligro y empezó a hundirse en el mar. Después de rescatarlo, Jesús le preguntó:
El último de estos tres episodios relata un conflicto entre Jesús y algunos fariseos (15.1-20).
Pedro pidió una explicación sobre algo sencillo que Jesús había dicho. Jesús respondió
con desaprobación:
Por única vez en esta sección, vemos a una persona que confía firmemente en Jesús
(15.21-28). Su hija estaba poseída por un demonio, así que esta mujer cananea actuó
de forma diferente a los demás y rogó a Jesús que la ayudara. El Señor respondió con
aprobación, diciendo:
Jesús debatió con los fariseos y con los saduceos (16.1-12). Y llegando sus discípulos,
él se volvió a ellos y les advirtió que se guardaran de “la levadura de los fariseos”. Los
discípulos pensaron que él les decía esto porque se habían olvidado de traer pan. Pero
Jesús les recordó las veces en que él había multiplicado el pan para miles de personas, y
llamó a sus discípulos “hombres de poca fe” (16.8).
Luego encontramos dos episodios estrechamente relacionados entre sí. Por un lado,
leemos la muy conocida confesión de fe de Pedro (16.13-20), que dice:
Jesús alabó a Pedro y lo bendijo por su fe. Pero, por otro lado, lo reprendió con severidad
(16.21-27). Él empezaba a declarar a sus discípulos “que le era necesario ir a Jerusalén”, y
sufrir mucho y morir, cuando Pedro presentó una objeción. Jesús le respondió:
Jesús explicó que Pedro estaba poniendo la mira en las cosas de los seres humanos,
no en las de Dios.
Por último, Mateo habla de los cobradores que se acercaron a los discípulos y les pre-
guntaron si Jesús había pagado el impuesto del templo (17.24-27). Pedro respondió rápi-
do, quizás por miedo, que sí; luego, él se acercó a Jesús para pedirle dinero. Jesús se lo
dio haciendo un milagro, y le explicó que no tenía razones para estar preocupado.
Así, en este segmento narrativo, vimos que Mateo menciona tanto a las personas que
rechazaron a Jesús como a la mujer cananea que creyó. Sin embargo, el objetivo principal
del autor del Evangelio es resaltar la necesidad de los discípulos de tener más fe en Jesús.
En primer lugar, Jesús exhortó a los discípulos ser humildes como un niño (18.2-4). Ante la
creciente oposición de sus enemigos, Jesús enseñó a sus discípulos cómo vivir en el reino de los
cielos como hijos de Dios. Él sabía que la consumación futura del reino no había llegado todavía,
y que las luchas contra los enemigos y el pecado serían parte de la vida de los hijos de Dios.
En segundo lugar, Jesús les enseñó a cuidar de los débiles como el Padre celestial cuida
de sus ovejas perdidas (18.5-14). Jesús dijo:
En tercer lugar, Jesús añadió contenido a esta última idea (18.15-20). Él manda que sus
seguidores traten a su hermano como miembro de la familia de Dios, incluso cuando el
pecado interrumpiera sus relaciones. Por último, Jesús insistió en que perdonaran al que
peca de la misma manera en que el Padre celestial los perdonaba a ellos (18.21-35).
La gloria de Dios sigue creciendo en nuestros días porque Dios sigue haciendo muchos
milagros para extender su reino en la tierra. Sin embargo, al igual que en los días de Jesús,
esto significa un aumento de la resistencia contra Dios. Él nos da muchos dones para ayu-
darnos a atravesar nuestras dificultades y tentaciones, dones como la perseverancia, la paz
y su presencia inmediata con nosotros. Uno de los dones más especiales que tenemos es
nuestra relación con Dios como nuestro Padre. Dios cuida de nosotros. Él nos entiende, y es
comprensivo cuando mostramos debilidad. También nos da una familia que puede minis-
trarnos y amarnos: la iglesia, nuestros hermanos y nuestras hermanas de la familia de Dios.
Aumenta la oposición
La narración de esta sección (Mateo 19.1–22.46) nos muestra cómo enfrentó Jesús la oposi-
ción creciente que experimentó. Estos capítulos se dividen en tres partes principales; en cada
caso, la división está basada en los movimientos de Jesús. El Señor enfrentó oposición en Judea
(19.1–20.16). Allí tuvo que lidiar con los fariseos y con la pregunta del divorcio. También enfrentó
oposición a raíz de malentendidos que surgieron en torno al tema de las riquezas y del poder.
En capítulos anteriores del Evangelio, Mateo había observado el principio de las tensio-
nes entre Jesús y los líderes judíos. En esta sección, él relata que la tensión se fue inten-
sificando hasta convertirse en una gran hostilidad. A veces, los fariseos hacían preguntas
capciosas para tenderle una trampa a Jesús (19.3-9; 21.16, 23 y 22.15-40). Veamos el
siguiente ejemplo:
Por su parte, Jesús desafió a los líderes judíos tal como lo vemos en las parábolas de los
dos hijos, de los labradores malvados y del banquete de bodas (21.28–22.15). No obstante,
el conflicto no siempre se limitó a intercambios verbales: por momentos fue más directo y
contundente, como cuando Jesús volcó las mesas de los cambistas y los echó del templo
(21.12-16). Las palabras del Señor en los siete lamentos de maldición (23.13-35) son espe-
cialmente incisivas. Leamos un caso de cómo reprendió Jesús a los líderes judíos:
Por supuesto, Jesús y los líderes judíos no son los únicos personajes que aparecen en
estos capítulos. La hostilidad de los líderes judíos se agravó por la manera en que las
multitudes seguían honrando a Jesús, como en su entrada triunfal a Jerusalén (21.1-11).
A lo largo de toda la sección, Jesús animó a sus discípulos a poner en perspectiva este en-
frentamiento. Jesús les prometió que un día se sentarían con él en su gloria (19.27-30), pero
también les advirtió que esos días gloriosos vendrían después de que él sufriera la muerte
(20.17-19). De hecho, Jesús insistió en que sus discípulos alcanzarían la gloria después de
una vida de humilde sufrimiento. Él enfatizó este punto en tres pasajes del Evangelio:
Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros… (Mateo 20.16).
… el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hom-
bre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por
muchos (Mateo 20.26-28).
El reinado de Jesús lucía extraño. Sus seguidores sufrirían y el mismísimo Rey de Israel se-
ría asesinado a manos de su pueblo. Una derrota aparente vendría justo antes de la victoria.
En el siguiente segmento, vemos que Jesús enfrentó oposición al moverse dentro de Jerusa-
lén y fuera de ella, así como en el templo (21.12–22.46). Él echó a los cambistas del templo y
contó parábolas que advertían el juicio venidero de Dios. Además, Jesús y los líderes religiosos
mantuvieron un debate teológico sobre los impuestos para el César, sobre la resurrección de
los muertos, sobre el mandamiento más importante y sobre la pregunta de quién era el padre
del Mesías. Los argumentos de Jesús fueron tan contundentes que Mateo escribió:
Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle
más (Mateo 22.46).
La victoria futura
Luego de repasar la narrativa de Mateo en torno al aumento de la oposición al reino de los
cielos, observemos ahora el discurso que la acompaña (Mateo 23.1–25.46): Jesús descri-
bió la victoria futura del reino de los cielos.
La sección comienza con el anuncio de los siete lamentos contra los oponentes de
Jesús (23.1-38). El discurso se enfoca especialmente en los fariseos: sus falsas enseñan-
zas, su hipocresía y sus conductas abusivas hacia el pueblo de Dios. Cerca del final del
discurso, Jesús resume los sentimientos que guarda hacia Jerusalén:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de
las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta (Mateo 23.37-38).
La siguiente sección del discurso de Jesús recibe el nombre de “el Sermón del Monte de
los Olivos” (24.1–25.46), así llamado porque Jesús lo expuso en el monte de los Olivos. El
sermón está dividido en tres secciones primarias. En principio, Jesús describió los dolores
de parto que se viven en esta extraña época en que el reino de los cielos ha venido a la
tierra pero todavía no se ha manifestado en toda la plenitud de su poder y gloria (24.4-28).
Después, Jesús habló de la totalidad del reino, anunciando el día en que el Hijo del Hom-
bre vendrá en las nubes, y el reino de los cielos llegará con todo su poder y con toda su
gloria (24.29-31). Luego, Jesús exhortó a su pueblo a esperar con diligencia el día de la
gloria venidera, porque nadie sabe cuándo será (24.32–25.46).
En la quinta sección principal del Evangelio, Mateo relató el rechazo de los líderes judíos
hacia Jesús y los planes de ellos para matarlo. Sin embargo, Jesús dejó en claro que
ningún plan del mundo podría detener el futuro triunfo del reino. La historia prueba que
tenía razón. Los líderes judíos lo asesinaron, pero su reino continuó creciendo. Y un día
la historia demostrará que la última parte de su anuncio también es ciertísima: Jesús
vendrá otra vez, con gran poder y gloria, a traer su reino en toda su plenitud y a premiar a
su pueblo fiel con las mejores bendiciones del reino.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. Según Mateo, ¿cuáles fueron las buenas nuevas que Jesús predicó sobre el reino de los
cielos? ¿Cómo propagó Jesús el reino?
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2. ¿Cuáles fueron algunas señales específicas que hizo Jesús? ¿Qué reacciones desper-
taron en la gente?
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4. ¿Qué clase de oposición enfrentó Jesús al traer el reino de los cielos? ¿Qué enseñó el
Señor sobre la consumación del reino?
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Preguntas de aplicación
1. ¿En qué ministerios estás involucrado actualmente? ¿Cómo contribuye tu tarea para la
edificación del reino de Dios?
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2. ¿Cómo puedes demostrar amor a los cristianos y a quienes no lo son? Enumera algunas
formas específicas de hacerlo.
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3. ¿Por qué nos debe importar que Jesús haya cumplido las profecías y las expectativas
mesiánicas del Antiguo Testamento?
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BOSQUEJO
B. El pueblo de Dios
1. La iglesia
2. La familia de Dios
3. El llamado
V. Conclusión
Introducción
La última lección sobre Mateo explora la conclusión del Evangelio a partir de tres temas que son esencia-
les en el libro. El primer tema es el conflicto y la oposición espirituales que despierta la llegada del reino.
El segundo trata el discipulado cristiano, y el llamado y las demandas que conlleva. El tercero habla de la
victoria del pueblo de Dios en el fin de los tiempos. Luego de analizar estos tres, repasaremos los temas
centrales en que se concentra Mateo a lo largo del Evangelio: la herencia del Antiguo Testamento y el
pueblo de Dios al que Jesús estaba trayendo el reino.
Resumen
G. La culminación del ministerio de Jesús (Mateo 26.1–28.20).
1. Conflicto
El reino que Jesús trajo es muy diferente del que los judíos esperaban que trajera el Mesías.
2. Discipulado
3. Victoria
La victoria de Jesús prueba que el Rey mesiánico había conquistado a todos los enemigos
de su pueblo.
V. Temas principales
1. Citas y menciones
Mateo citó el Antiguo Testamento mucho más que ningún otro autor de los Evangelios.
Las bendiciones del reino de Dios en Jesús son el cumplimiento de las promesas antiguas.
3. El Rey mesiánico
5. Humildad y mansedumbre
B. El pueblo de Dios
1. La iglesia
2. La familia de Dios
Mateo usó este vocabulario para enfatizar el cuidado y la protección que Dios muestra
a sus hijos.
3. El llamado
Ser llamados como pueblo e iglesia de Dios también conlleva dificultades, peligros y sufrimientos.
Para nuestro Rey, el sufrimiento fue el camino a la gloria; para nosotros, el sufrimiento también
es el camino a la gloria.
VI. Conclusión
Las promesas del Antiguo Testamento sobre el reino de los cielos se han cum-
plido en la persona de Jesús, el Rey mesiánico.
LEC
LEC
LECTURA
TU
R A
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 6 - El Evangelio según san Mateo
ministerio de Jesús como Rey mesiánico, que se produjo mediante su arresto, su crucifi-
tres temas del enfoque del reino que hace Mateo: el conflicto, el discipulado y la victoria.
Conflicto
El reino que Jesús trajo a la tierra es muy diferente del que los judíos esperaban que trajera
el Mesías, lo cual los llevó a entablar un conflicto directo con Jesús y su reino. Ya hemos
visto que el conflicto se intensifica a lo largo del Evangelio, pero culmina en la narrativa
de la conclusión. Así, el conflicto está presente, por ejemplo, en las conspiraciones contra
pedido de que fuera crucificado (27.20-25). De hecho, los judíos llegaron a aceptar la res-
Irónicamente, los judíos se oponían a Jesús, alegando que él era una ofensa a Dios y un
impostor que buscaba acceder al trono. Pero, en realidad, estaban rechazando al único
Discipulado
El tema del discipulado también resalta el énfasis del reino con que concluyó Mateo. En
particular, Mateo destacó lo difícil que era seguir a un Mesías sufriente mediante el regis-
tro de la reacción de los discípulos en el momento crucial del ministerio de Jesús: Judas lo
traicionó (26.14-16 y 47-50) y se suicidó al ver su fracaso (27.3-10). Pedro, Jacobo y Juan
no pudieron velar con él en Getsemaní (26.36-46). Además, Pedro negó reiteradamente
que conocía a Jesús (26.69-75) y todos los discípulos lo abandonaron (26.56).
Seguir a Jesús puede ser muy difícil. Creemos en un Rey mesiánico que sufrió y que
nos llama a sufrir de la misma manera. Si somos fieles a él, muy probablemente experi-
mentaremos dificultades y sufrimientos, y seremos tentados a desviarnos. El reino de los
cielos aún no ha llegado en todo su esplendor, por lo cual hay muchos aspectos de la vida
cristiana que todavía no son como deberían ser.
Victoria
El tema de la victoria se divisa claramente en la resurrección de Jesús, la prueba de que el Rey
mesiánico había conquistado a todos los enemigos de su pueblo, incluso, a la misma muerte.
También, lo vemos en las últimas palabras de Jesús antes de su ascensión (28.18-20), pasaje
que normalmente se titula “la Gran Comisión”. Allí leemos las instrucciones finales del Se-
ñor a sus discípulos, donde los comisiona a continuar su ministerio durante su ausencia.
Vale la pena observar que estas instrucciones comienzan afirmando que Jesús reclama
toda la autoridad del reino:
Jesús es el único que puede reclamar todo dominio y poder de forma legítima. Por
cierto, su poder no es destructivo, porque es poder acompañado de amor. Es un po-
der motivado por el amor y moderado por el amor. Si solo amamos, tenemos un
buen sentimiento, pero tal vez nos sintamos impotentes porque no tenemos el
poder para cambiar nada. Si solo tenemos poder sin amor, destruimos, matamos
y odiamos. Es el genio divino lo que trae el amor y el poder juntos. “De tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Él es el único que puede recla-
mar legítimamente todo el poder, porque él es el único que caminó sobre el planeta
Tierra y nunca pecó, nunca mintió, nunca engañó. Él también es el único que después
de ser asesinado, muerto y sepultado, regresó a la vida. Él es el Señor resucitado. Es la
inauguración de una nueva era de la historia humana. Él trae esperanza a las naciones.
Por consiguiente, el reino de Dios está obrando de formas muy poderosas; en esto se
basan la evangelización mundial y el discipulado a las naciones, en lo que yo llamo el
gran fundamento. No puede haber una Gran Comisión sin un gran fundamento. Luego
de comisionar a su iglesia, Jesús termina dándoles una gran promesa: “Estaré con uste-
des, hasta el fin del mundo”. En resumen, Jesús el Señor, Jesús el Rey reina y tiene todo
el poder. Nosotros discipulamos, enseñamos y proclamamos su reinado con su poder.
Toda autoridad pertenece al Rey que conquistó. Los judíos lo rechazaron, los romanos
lo crucificaron, todos se burlaron de él. Pero la tumba no pudo retenerlo, y la resurrección
fue la gran victoria del Rey mesiánico. El reino de los cielos ha venido a la tierra por medio
de él. Estas son las buenas nuevas del Evangelio según san Mateo.
Temas principales
En esta sección, nos concentraremos en dos temas: la herencia del reino y el evangelio de Jesús
como legado del Antiguo Testamento, y el pueblo de Dios al que Jesús estaba trayendo el reino.
monte y empieza a anunciar la ley de nuevo. Todas estas imágenes del nuevo Moisés,
pues, que Israel fuera llamado y escogido por Dios nunca fue un privilegio pensado para
el mero disfrute del pueblo. Era una responsabilidad. El objetivo era que ellos fueran
una bendición para las naciones. Sin embargo, debido a su larga y dramática historia de
pecado, la nación de Israel nunca pudo ser para sí misma ni para las demás naciones lo
que había sido llamada a ser. Así que aquí vemos a Jesús, como el Hijo de Dios, como el
Israel encarnado, que aparece en escena y es para Israel lo que Israel no pudo ser para
sí misma ni para las naciones. Creo que esa perspectiva nos permite hacer una lectura
más profunda y matizada de cómo el Antiguo Testamento anticipa a Jesús, más allá de
encontrarlo en algún versículo aquí y allá. Toda la historia de Israel —la elección de Israel
Por sobre todas las cosas, la historia de la Biblia describe a un Dios que se compromete
con su pueblo, estrechando lazos inquebrantables de amor. Es la historia de su fidelidad,
de un Dios que se mantiene firme en sus promesas para ser con ellas bendición. Por eso,
Mateo comunicó a su generación judía (es decir, a su generación del pueblo de Dios) que
podía seguir confiando en las promesas antiguas y que podía seguir creyendo que Dios
estaba obrando en sus días a través de la persona de Jesús. Por eso, Mateo se sintió
tan confiado de mencionar constantemente el Antiguo Testamento, a fin de respaldar las
afirmaciones del Rey mesiánico Jesucristo y su ministerio.
Mateo revela que el Antiguo Testamento nos deja la herencia del reino y del evangelio de
Jesús. Así que, en las siguientes páginas, repasaremos brevemente cinco formas en que
él las expone: las citas y las menciones del Antiguo Testamento, el énfasis de Mateo en el
reino de los cielos, la descripción de Jesús como el Rey mesiánico, el conflicto de Jesús
con los líderes judíos no creyentes, y la humildad y la mansedumbre de Jesús.
Citas y menciones
Mateo citó el Antiguo Testamento mucho más que ningún otro autor de los Evangelios.
Aunque los académicos debaten cuál es el número exacto en que Mateo citó el Antiguo
Testamento, sin duda, nosotros podemos saber que él lo citó al menos cuarenta veces, en
una cantidad similar de ocasiones.
Mateo usó de manera estratégica la frase “para que se cumpliese” como encabezamien-
to de sus enunciados. La empleó para establecer relaciones explícitas entre el Antiguo
Testamento y los acontecimientos de la vida de Jesús. Por ejemplo, el evangelista escribió:
… para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo
tomó nuestras enfermedaes, y llevó nuestras dolencias (Mateo 8.17).
Lo importante desde el punto de vista de Mateo, y yo diría que debería ser también
desde nuestro punto de vista, es que en Jesús se manifestó la venida del reino de Dios
que el pueblo israelita había anhelado y había esperado. Ellos no buscaban necesaria-
mente un Mesías que cumpliera una predicción específica en un punto del mapa histó-
rico, sino que anhelaban libertad, alivio, restauración, salvación. El Antiguo Testamento
les enseñó que cuando el reino de Dios viniera, sería anunciado por una persona en
particular, el Mesías, y que cuando se hiciera ese anuncio, el reinado de Dios comen-
no se sentaron con una lista en su regazo, esperando a ver quién cumplía todas esas
predicciones, sino que vieron una persona cuyas obras, enseñanza, carácter y todo de
sí manifestaba el reino de Dios. De hecho, el reino de Dios no solo fue anunciado por
Jesús, sino que estaba en Jesús. Él lo trajo. A partir de esa experiencia del poder, de las
Testamento para ver cómo anticipaba el Antiguo Testamento a Jesús. Cuando leyeron
brieron que las Escrituras lo habían anunciado a él, y solo a él de forma específica. Por
eso, cuando nosotros leemos el Antiguo Testamento no solo lo leemos con una lupa en
mano, sino que leemos buscando un encuentro con Cristo, el personaje principal de los
Jesús mismo suele recordar esta verdad a su pueblo, según lo leemos en el Evangelio de Ma-
teo. En reiteradas ocasiones, Jesús enseña que Dios es fiel a las promesas del reino del Antiguo
Testamento. Él pudo presentar el reino como buenas nuevas, a pesar del sufrimiento que aca-
rreara y de que él mismo no cumplió todas las profecías del Antiguo Testamento. Jesús insistió
en que su pueblo debía confiar plenamente en la palabra del Antiguo Testamento, para creer que
él regresará a terminar todo lo que ha comenzado y a cumplir todo lo que Dios ha prometido.
De hecho, la confianza en el retrato del reino de los cielos que ofrece el Antiguo Tes-
tamento es la base sobre la cual Jesús insta a sus seguidores a someterse al Antiguo
Testamento y a confiar en las Escrituras. Es la base sobre la cual los instruyó, para que se
amaran y para que se sirvieran los unos a los otros como conciudadanos del reino de Dios.
El conocimiento de que el Dios del cielo y de la tierra está en control de toda la historia y
es fiel a sus promesas debe motivar a su pueblo de todos los tiempos (incluido el nuestro)
a confiar en que sus promesas en Cristo siguen vigentes. Nos debería inspirar a creer que
un día Dios va a hacer todas las cosas nuevas. Nos debe dar fuerzas y entereza mientras
esperamos que Dios traiga consigo el cumplimiento total del reino.
El Rey mesiánico
La tercera forma en que Mateo enfatizó la herencia del reino de Jesús y su evangelio, que
recibimos del Antiguo Testamento, es la insistencia con que afirmó que Jesús era el es-
perado Rey mesiánico. Además de encontrar esta idea en la genealogía de Jesús, según
ya vimos, también la descubrimos en que Mateo llamó Hijo de David a Jesús con más
frecuencia que los otros autores de los Evangelios juntos. Mateo también atribuyó otros
títulos reales para Jesús: rey de los judíos, rey de Israel, su rey o simplemente rey. Por otra
parte, Mateo aplica títulos reales a Jesús que no aparecen en otro Evangelio. Por ejemplo,
él registra uno de ellos en la pregunta que los magos del oriente le hicieron al rey Herodes:
Ningún otro Evangelio incluye este versículo, ni pone tanto énfasis en el reinado mesiá-
nico de Jesús.
Reiteradamente, Jesús rechazó las enseñanzas de los fariseos y de los maestros de la ley. Él co-
rrigió sus puntos de vista sobre el ayuno (9.14-17), sobre el día de reposo (12.1-13) y sobre el lavado
de manos (15.1-20). Además, la mayor parte del Sermón del Monte (en especial, 5.17-48) pone en
contraste la perspectiva judía sobre la ley de Dios y el cumplimiento de esa misma ley en Jesús.
Muchos se han preguntado si cuando Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho… pero yo os
digo…” en el Sermón del Monte, estaba contradiciendo lo dicho en el Antiguo Testa-
mento. Yo creo que la manera más obvia de interpretar esta frase es que Jesús estaba
contradiciendo algunas de las maneras en que la ley del Antiguo Testamento (que sí
venía de Dios) había sido interpretada por varios escribas y maestros a lo largo de los
siglos. Jesús se presenta en estos pasajes como alguien capacitado para interpretar
la ley de Dios, y tomar lo escrito en ella para aplicarlo a sus oyentes de aquellos días.
Cuando Jesús habla en el Sermón del Monte usando la frase: “Oísteis que fue dicho…
pero yo os digo…”, él no quiso decir que la ley del Antiguo Testamento ahora quedaba
anulada. De hecho, afirmó lo opuesto muy explícitamente: él ha venido a cumplir la
ley. Sin embargo, lo que Jesús hizo es aplicar una técnica rabínica muy conocida que
los maestros de la ley usaban para hablar de su propia autoridad para enseñar. Ellos
decían: “Han escuchado a diferentes personas de la tradición decir estas cosas sobre
las enseñanzas de la ley, pero yo les digo...”. Esta fórmula va de la mano con una auto-
ridad presente, una autoridad agregada. Con esa técnica reconocida, Jesús establece
su autoridad para enseñar, no para desacreditar la ley del Antiguo Testamento, sino
para señalar algo muy importante en términos teológicos y cristológicos: es importante
interpretar la ley del Antiguo Testamento en relación con él y con su enseñanza de la ley.
No, Jesús no estaba contradiciendo el Antiguo Testamento. Uno de los temas que
vemos en el Evangelio de Mateo es que Jesús es el nuevo Moisés y que es superior a
él. Así, contamos con la revelación dada a través de Moisés en el Antiguo Testamen-
to, que es la autoritativa palabra de Dios. Pero Jesús se presenta como el soberano
intérprete de la ley. Mucho de lo que leemos en el Sermón del Monte representa una
interpretación acertada de lo que Moisés quiso decir. Entonces Jesús no abolió el
mandamiento: “No matarás”; simplemente, nos explica que el homicidio comienza
en el corazón con el enojo. Recordemos cómo comienza esa sección. Jesús dice:
“No he venido a abolir la ley, sino a cumplirla”. Creo que en esto consiste interpretar
correctamente la ley. Sin embargo, Jesús argumenta en este pasaje que él cumple la
Jesús realmente cumplió las expectativas mesiánicas del Antiguo Testamento, pero
muchos judíos lo rechazaron porque sus propias expectativas no estaban en armonía con
las del Antiguo Testamento. Sus malentendidos son una advertencia para todos los que
tratan de seguir a Jesús. Nos alertan que es fácil dejar que nuestras propias ideas sobre
la obra de Dios opaquen nuestra visión. Nos llaman a no poner límites artificiales a lo que
Dios puede hacer, sino a dejar que él defina nuestras esperanzas y nuestras expectativas.
Humildad y mansedumbre
La quinta forma en que Mateo hace énfasis en la herencia de Jesús que nos da el Antiguo
Testamento se evidencia en su descripción de la humildad y la mansedumbre de Jesús.
Los judíos contemporáneos a Jesús, según su entendimiento del Antiguo Testamento,
creían que Dios enviaría a su gran guerrero para liberar a su pueblo. Sin embargo, Mateo
enfatizó que la liberación de Dios estaba arraigada a la gran compasión que él tenía por su
pueblo, citando el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Jesús invitó a las personas que están
trabajadas y cargadas a venir a él, diciendo:
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11.29).
En este pasaje, Jesús citó Jeremías 6.16 para demostrar que el Mesías proveería des-
canso para su pueblo. Del mismo modo, Mateo habla del ministerio misericordioso de
sanación de Jesús (Mateo 12.15-21) y cita Isaías 42.1-4 para explicar lo que Jesús estaba
haciendo. Veamos la descripción de Jesús que nos ofrece el pasaje:
Jesús no era el brutal rey militar que esperaban los judíos, aquel que los guiaría en la
batalla contra Roma. Por el contrario, Jesús era gentil y compasivo. En conformidad con
el Antiguo Testamento, Mateo retrató a Jesús como el Rey conquistador y el maestro
autoritativo del pueblo de Dios; al mismo tiempo, enfatizó que Jesús era un rey humilde
y lleno de compasión. El llamado a seguir a Jesús en nuestras vidas y en nuestros minis-
terios es un llamado a hablar la verdad con la misma compasión que Jesús ejemplificó.
Mateo subrayó que el Antiguo Testamento nos deja el legado del reino de Jesús y su
evangelio. También dejó en claro que Jesús cumplió todas las expectativas antiguas
de una manera que trascendió las expectativas comunes de los israelitas. No obstante,
las buenas nuevas (el evangelio) consisten en que él cumplió tales expectativas. El
reino, la ley y, en especial, el propio Rey son todas esperanzas que se ven satisfechas
cuando Jesús trae el reino de los cielos a la tierra.
Luego de examinar la herencia del Antiguo Testamento respecto del reino y del evange-
lio de Jesús, analizaremos el segundo tema esencial para Mateo: el pueblo de Dios.
El pueblo de Dios
A lo largo de toda la Escritura, por ende también en el Evangelio de Mateo, el pueblo de
Dios es presentado como el conjunto de personas que pertenecen a Dios, a las que él pre-
serva como su posesión preciada y como la nación especial sobre la cual él reina. Estas
personas no solo tienen una relación directa con Dios, sino también una relación cercana
con todas las demás personas que le pertenecen a él. A continuación, estudiaremos el
tema del pueblo de Dios en tres partes. Primero, Mateo identifica al pueblo de Dios como
la iglesia. Segundo, el evangelista también describe al pueblo de Dios como la familia de
Dios. Tercero, el pueblo de Dios ha recibido un llamado de parte de Jesús.
La iglesia
En el Antiguo Testamento, Israel era el pueblo de Dios; pero en el Nuevo Testamento, el
pueblo de Dios es más comúnmente llamado iglesia. El término moderno iglesia es una
traducción de la palabra griega ekklesia, que encontramos en Mateo. La Septuaginta, la
versión griega del Antiguo Testamento, traduce ekklesia de la palabra hebrea qahal, la cual
se solía usar en el hebreo del Antiguo Testamento para referirse a la asamblea o a la con-
gregación del pueblo de Israel. El cambio del vocabulario (es decir, de “asamblea” de Israel
a “iglesia” cristiana) demuestra que tanto Mateo como Jesús concibieron la iglesia como
la continuación de la asamblea de Israel.
Mientras que en el hebreo original de estos versículos la palabra traducida como asam-
blea es qahal, en la traducción griega de la Septuaginta la palabra en cuestión es ekklesia,
es decir, la palabra que comúnmente se traduce como iglesia en el Nuevo Testamento.
Mateo utiliza el mismo lenguaje cuando repite las palabras de Jesús:
Aquí, Jesús se hizo eco de la profecía de Joel cuando anunció que iba a construir su
iglesia, es decir, su qahal o su asamblea mesiánica de los últimos días.
Ya hemos visto que los acontecimientos de Mateo 16 tuvieron lugar en un tiempo en que
la resistencia a Jesús como Rey mesiánico aumentaba. Debido a tal resistencia, Jesús se
refirió a la asamblea de Israel para alentar a sus discípulos: quería infundirles confianza
en su plan de edificar una asamblea mesiánica o una iglesia. Las palabras de Jesús tam-
bién aclararon que la iglesia le pertenecía a él, no a Pedro ni a Israel. No era una institución
Según el versículo, antes de que Jesús naciera, el ángel aseguró a José que el niño que
estaba en el vientre de María era el Mesías, a quien pertenecía todo el pueblo de Dios. Él
No somos tan solo seguidores individuales de Jesús, sino la encarnación de esta nueva
creación que Jesús ha traído al resucitar de entre los muertos y al darnos su Espíritu
para que seamos su nuevo templo, para que seamos la presencia del reino de Dios en
la iglesia. Allí, las personas pueden encontrar misericordia y perdón, provisión cuando la
nuevos cielos y de la nueva tierra que un día serán visibles en toda la creación.
Cuando el pueblo de Dios está bajo presión, cuando los sucesos de la vida nos tientan
a rendirnos, cuando la oscuridad que nos rodea es casi palpable, Jesús nos recuerda: “Yo
edificaré mi iglesia. Edificaré mi asamblea mesiánica”. Nos asegura que él es nuestro Rey,
que tiene pensado lo mejor para nosotros y que va a rescatarnos y a bendecirnos al final.
Tal vez esto no ocurra en esta vida. Pero sucederá. Podemos estar seguros de ello.
La familia de Dios
Además de describir al pueblo de Dios como la iglesia, Mateo también lo identificó como
la familia de Dios. El Evangelio de Mateo usa ciertas palabras del lenguaje familiar —como
padre, hijo y hermano— más de ciento cincuenta veces para referirse a la relación del pue-
blo de Dios con él mismo y con los demás. Juan es el único autor de los Evangelios, ade-
más de Mateo, que usa el lenguaje familiar tan a menudo. Sin embargo, Juan lo emplea
típicamente para hablar de la relación entre Jesús y su Padre celestial. En cambio, Mateo
lo utiliza para aludir a la relación entre Dios y su pueblo, es decir, a la familia de Dios.
También se descubre el mismo lenguaje en 6.6 y en 6.18: Dios estaba preocupado por
sus hijos, y trataba de alentarlos y de proveer para ellos. Cuando Jesús les enseñó a sus
discípulos a orar, antepuso a sus instrucciones la siguiente declaración:
… porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que voso-
tros le pidáis (Mateo 6.8).
Podemos estar confiados en que Dios nos bendecirá y escuchará nuestras oraciones
porque sabemos que él es nuestro Padre amoroso.
Mi área de enseñanza es la formación espiritual. Una de las cosas que señalo so-
bre el Padrenuestro, cuando enseño, es que empezamos a orar reconociendo que
en cualquier momento dado, puede haber millones de personas orando al mismo
tiempo. Esta es una razón por la que llamamos Dios a Dios, pues, ese Dios puede
tomar cada una de esas oraciones y atenderla como si fuera la única que demanda
su atención en ese momento. No obstante, esto nos lleva a pensar en una comunión
santa, y en Dios como parte del personal del reino de los cielos. Entonces, inmedia-
tamente después, encontramos la palabra Padre. No importa quién soy ni dónde
esté cuando hago la oración. Me estoy dirigiendo hacia Dios llamándolo Abba, estoy
dirigiéndome hacia Dios como mi Padre. Si una persona de Polonia está llamando a
Dios Padre y a la vez yo estoy llamando a Dios Padre desde los Estados Unidos, eso
significa que somos hermanos y hermanas. Si tenemos el mismo Padre, entonces
somos miembros de la misma familia. Creo que Mateo hace énfasis en este punto
de una forma poderosa al valerse del concepto del reino de los cielos una y otra vez.
Si embargo, la vida de oración nos lleva a descubrir que en el mismo momento en
que estoy orando, lo hago junto a otras personas que están diciendo lo mismo que
yo. Y si ellos dicen lo mismo que yo, eso significa que somos familia.
No hay nada más alentador que pensar que Dios nos ha adoptado en su familia. Es
muy bueno ser perdonado, aunque como señaló J. I. Packer en su libro El conoci-
miento del Dios santo, también es grandioso ser justificado, pero aun mejor es ser
adoptado en la familia de Dios. Tener a Dios como nuestro Padre realmente es la
cumbre de la obra de Dios en nuestra vida. No solo somos perdonados por el Juez,
sino que somos adoptados en la familia de Dios: él es nuestro Padre y nosotros so-
mos sus hijos. Por ende, somos coherederos con Cristo. Todo lo que viene a Jesús,
que equivale a decir “todas las cosas”, llega a ser nuestro. Esa es nuestra herencia
también. Hubo un tiempo cuando solo éramos hijos de ira, cuando nuestra herencia
era la ira de Dios. En vez de recibir ira, ahora somos coherederos con Cristo. Somos
copartícipes de la naturaleza divina y somos llamados hermanos con Cristo porque
somos hijos en él. Hemos intercambiado nuestros trapos sucios de injusticia por la
rectitud de Cristo, pero así hemos llegado a ser hijos de Dios, invitados a su familia.
Esa es la mayor bendición que podamos imaginar jamás.
Jesús se valió de dos ejemplos para asegurar que los hijos de Dios cuentan con el cuidado
de su Padre (Mateo 6.25-34): habló de “las aves del cielo” y de “los lirios del campo”, hacien-
do hincapié en que Dios atiende las necesidades de los miembros más pequeños de su crea-
ción. Entonces, si Dios cuida de estas pequeñas criaturas, sin dudas, cuidará mucho más
de su pueblo. Nuestro Padre celestial va a proveer comida, ropa y protección para nosotros.
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a
tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así
que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos (Mateo 10.29-31).
Para muchos creyentes, la vida cristiana es muy difícil. En muchas partes del mun-
do, los cristianos están bajo persecución. El mayor gozo de sus vidas es saber que
son parte del cuerpo, y se pueden identificar a sí mismos como el pueblo de Dios.
Las Escrituras nos enseñan que Dios es nuestro Padre. Tenemos el enorme privi-
legio, como señala Romanos 8, de poder clamar a Dios: “¡Abba, Padre!”. También
contamos con que Dios nos está cuidando de forma continua, y vemos que él da
amor a los miembros de su familia. Para el creyente, el centro de la vida es el aliento
que viene por medio de Cristo, porque Dios ahora es nuestro Padre.
El llamado
El pueblo de Dios tiene el gran privilegio de ser la iglesia y la familia de Dios. Sin embargo,
nuestro llamado como pueblo también acarrea dificultades, peligro y sufrimiento. Jesús
es nuestro Rey mesiánico sufriente. Al seguirlo, nosotros también sufrimos. Por ejemplo,
Jesús anticipó que nuestro llamado estaría caracterizado por las luchas:
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz,
sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su pa-
dre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra… (Mateo 10.34-36).
… Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sí-
game. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 16.24-25).
Jesús sabía que su pueblo sería rechazado, tal como él fue rechazado. Para nuestro
Rey, el sufrimiento fue el camino a la gloria; para nosotros, el sufrimiento también es el
camino a la gloria.
En la crucifixión, las personas pudieron haber pensado que Jesús estaba perdiendo
la batalla. Aun durante su sepultura, muchas otras creyeron que la vida de Jesús ha-
bía llegado a su fin, pero se olvidaron de la mañana del tercer día. Jesús había pro-
fetizado: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Por eso, cuando vemos
cómo la iglesia fue aislada, criticada y difamada por doquier, entendemos que esa
misma iglesia (la que Jesús puso en marcha) sigue en pie hoy. Tan solo pensemos
en cuánto ha resistido y cuánto ha atravesado, y todavía continúa avanzando. Per-
mítanme dar un paso más: el evangelio de Jesucristo, el Verbo que se hizo carne...
si no lo pudieron matar antes, no lo pueden matar ahora. Somos la iglesia, su iglesia,
y él no permitirá que nada, ni aun las mismísimas puertas del infierno, prevalezcan y
detengan su misión. La iglesia tiene una misión: ir por todo el mundo a atraer a los
que están perdidos y a hacer discípulos entre ellos. ¡Qué gran gozo es llevar a cabo
este plan! Podemos sostener una gran seguridad y tener un momento de resurrec-
ción aun ahora, sabiendo que la iglesia prevalecerá.
Jesús nos ha dicho que él vino para que tengamos vida, y vida en abundancia. Sin
embargo, sabemos que en esta vida, después de conocer al Señor Jesucristo, se-
guimos experimentando sufrimiento, dolor, enfermedad y muerte. Aun tenemos
frustraciones y ambiciones. Seguimos experimentando irritación y dolor. Debemos
reconocer que una parte del significado de esta vida abundante es tener a Cristo en
medio de las circunstancias. Llegaremos a conocer cosas en nuestra vida cristiana
que nunca habríamos conocido si no hubiéramos estado irritados o frustrados, o
que nunca sabríamos si no experimentáramos la tristeza al igual que la euforia y el
gozo. Hay un punto aquí que es realmente importante. Jesús anunció: “Yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Sin embargo, nosotros
estamos anhelando algo más. Una parte de lo que significa estar en Cristo es an-
helar la llenura que él va a traer. Llegará el día en que Cristo vendrá por su iglesia,
en que él reinará sobre todas las cosas de manera visible para todos, en que toda
rodilla se doblará y toda lengua confesará “que Jesucristo es el Señor, para gloria
de Dios Padre”, en que todo ojo será secado y toda lágrima se enjugará. Una parte
de lo que significa ahora mismo que tengamos una vida abundante en Cristo es
que descansemos en él, experimentando todo el gozo y todas las calamidades que
vienen a nuestra vida en este mundo caído, mientras anhelamos lo que sabemos
que está por venir. La vida abundante significa confiar en Cristo hasta que él venga.
Conclusión
Este estudio del Evangelio de Mateo nos ha permitido explorar el trasfondo: autoría del libro, au-
diencia original y ocasión (o circunstancias de producción); la estructura y el contenido; los temas
principales de la herencia del Antiguo Testamento y el énfasis del escritor en el pueblo de Dios.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Qué temas destaca Mateo en la conclusión de su Evangelio? ¿Por qué?
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2. ¿Por qué entendemos, en concordancia con Mateo, que el reino y el evangelio de Jesús
son una herencia del Antiguo Testamento?
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3. ¿Qué aspectos del Evangelio de Mateo dan indicios de que la iglesia es la continuación
del pueblo de Dios del Antiguo Testamento?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Qué implicancias tiene para ti saber que la iglesia pertenece a Jesús? ¿Qué implican-
cias crees que debería tener para los líderes de la iglesia?
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2. ¿De qué maneras concretas te anima saber que eres parte de la familia de Dios? ¿Qué
desafíos importantes conlleva ser la familia de Dios?
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3. ¿De qué manera nos prepara para afrontar el sufrimiento saber que Jesús vino a darnos
vida abundante y bendición? ¿Cuál es el equilibrio entre sufrimiento y bendición planteado
por los Evangelios?
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4. ¿Cuáles son algunas dificultades y algunos motivos de sufrimiento que estás experi-
mentando? ¿Qué puedes aprender del ejemplo de Jesús?
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LECCIÓN 7
BOSQUEJO
I. Introducción
II. Trasfondo
A. Autor
1. Punto de vista tradicional
2. Historia personal
B. Audiencia original
1. Testimonio de la iglesia primitiva
2. Detalles del Evangelio
C. Ocasión
1. Fecha
2. Propósito
Introducción
Esta lección inicia el estudio del Evangelio de Marcos. Como ya lo vimos, cada Evangelio tiene su particu-
laridad a causa del autor que lo escribió, de los propósitos del libro y las personas a quienes fue dirigido.
La persecución de los cristianos estaba muy presente en la mente de Marcos al escribir el segundo
Evangelio del Nuevo Testamento. La iglesia primitiva había sufrido de diferentes maneras, pero ¿cómo
entenderían los nuevos creyentes los desafíos de la fe? ¿Cómo comprenderían los seguidores de Jesús
el significado de su sufrimiento? ¿Qué les podría enseñar el ejemplo de Jesús sobre sus dificultades?
Marcos respondió preguntas como estas al contar la historia de la vida de Jesús de tal manera que los
creyentes fueran fortalecidos y alentados a perseverar.
Resumen
I. Introducción
Marcos escribió su Evangelio teniendo presente la persecución que atravesaban los
cristianos.
II. Trasfondo
A. Autor
2. Historia personal
• Marcos fue hijo de una mujer llamada María.
B. Audiencia original
La audiencia original de Marcos fue la iglesia de Italia.
• Expresiones arameas.
• Palabras en latín.
• Mención de Rufo.
C. Ocasión
1. Fecha
Entre mediados y fines de la década del 60 d.C.
2. Propósito
• Preservar las memorias de Pedro sobre el ministerio de Jesús.
La iglesia de Roma estaba sufriendo persecución bajo el gobierno del emperador romano
Nerón.
LEC
LEC
LECTURA
TU
R A
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 7 - El Evangelio según san Marcos
Introducción
Cada día, miles de cristianos son perseguidos solo porque siguen a Cristo. Millones de
creyentes enfrentan a diario la posibilidad de que se les confisquen sus propiedades, de
que sus líderes sean golpeados y encarcelados, de que otras personas les hagan daño a
sus familias, incluso, de que los maten.
La séptima lección de nuestro curso da comienzo a la tercera sección, que hemos titu-
lado El Evangelio según san Marcos. A lo largo de la sección, veremos el registro que Mar-
cos nos ofrece de la vida de Jesús, para que apliquemos sus enseñanzas de una forma
más efectiva a nuestra vida. Dividiremos el estudio del Evangelio de Marcos en tres partes
principales: primero, el trasfondo; segundo, la estructura y el contenido; tercero, algunos
temas principales. La presente lección trata el estudio del trasfondo.
Trasfondo
Exploraremos el trasfondo del Evangelio de Marcos considerando quién es Marcos el au-
tor, quiénes componen la audiencia original y cuál es la ocasión o las circunstancias del
momento en que se escribió el libro.
Autor
Presentaremos, a continuación, la autoría del Evangelio de Marcos en dos partes: el punto
de vista tradicional sobre la autoría y la historia personal del autor.
Entre los primeros escritores cristianos que afirmaron que Marcos escribió el segundo
Evangelio encontramos a Papías. Él vivió a principios del siglo II d.C., y fue obispo en Asia
Menor cerca del año 130 d.C. Sabemos del punto de vista de Papías gracias al famoso
historiador de la iglesia Eusebio, que escribió cerca del año 325 d.C. En Historia eclesiás-
tica (libro 3, capítulo 39, sección 15), Eusebio citó a Papías:
Marcos llegó a ser el intérprete de Pedro y escribió de manera exacta, pero no en orden,
todo lo que él recordaba de las cosas dichas y hechas por el Señor, dado que él mismo
no había oído al Señor ni había sido uno de sus seguidores, sino que más adelante, como
he dicho, fue seguidor de Pedro. El apóstol solía enseñar según lo demandara la ocasión.
De acuerdo con Papías, el Evangelio de Marcos se basó en gran medida en las enseñan-
zas del apóstol Pedro. Marcos no había sido testigo ocular del ministerio de Jesús, pero
registró lo que Pedro había visto y había oído de Jesús.
Creo que las más antiguas tradiciones que tenemos de la iglesia primitiva guardan sufi-
ciente cercanía con la época de la redacción de los Evangelios y su circulación para que
las personas contaran con buena información. Uno de los mejores ejemplos es lo que se
sabe de Papías, quien fue obispo de Hierápolis en Asia Menor, a principios del siglo II d.C.
Papías escribió un gran libro que, tristemente, no ha sobrevivido y del cual solo tene-
mos pequeños fragmentos, pero entre estos se encuentran algunos comentarios sobre
los Evangelios. Vale la pena considerar que Papías nos cuenta que Marcos escribió su
Historia personal
Consideremos la historia personal de Marcos para entender mejor su relato. Según Hechos 12.12,
Marcos fue hijo de una mujer llamada María que vivió en Jerusalén. Algunos cristianos de Jeru-
salén se reunieron en su casa, para orar por Pedro cuando él estuvo en prisión. Así, entendemos
que la relación de Marcos con Pedro y los demás apóstoles comenzó en esta época.
Marcos también fue sobrino de Bernabé (Colosenses 4.10). Él ayudó a Pablo y a Ber-
nabé en el primer viaje misionero, pero los dejó a mitad del viaje y regresó a Jerusalén
(Hechos 13.13). Como consecuencia de esto, Pablo no permitió que Marcos se le uniera
en el segundo viaje misionero. Según se relata en Hechos 15.36-41, Pablo y Bernabé se
separaron por este tema. Así, Bernabé tomó consigo a Marcos para ministrar en Chipre,
mientras que Pablo escogió a Silas para reemplazar a Bernabé como su compañero de
viaje. Según Colosenses 4.10, Marcos posteriormente recobró la confianza de Pablo, du-
rante uno de los encarcelamientos de este.
Tiempo después, Marcos asistió a Pedro cuando él ministraba en Roma. De hecho, tu-
vieron una relación tan cercana que Pedro llamó a Marcos “mi hijo” (1 Pedro 5.13). Proba-
blemente haya sido durante este tiempo cuando Pedro enseñó a Marcos la mayoría de los
detalles del ministerio terrenal de Jesús que se registran en el Evangelio.
Audiencia original
El testimonio de la iglesia primitiva y los detalles del Evangelio de Marcos dejan ver que las igle-
sias de Italia —en especial la de Roma— fueron las destinatarias originales de Marcos. En los si-
guientes párrafos, exploraremos la idea de que Marcos escribió a las iglesias de Italia y de Roma,
partiendo del testimonio de la iglesia primitiva y de algunos detalles del Evangelio de Marcos.
El segundo detalle que es compatible con la idea de que la audiencia era italiana y ro-
mana es que Marcos explicó términos arameos; por ejemplo, los nombres que les fueron
dados a Jacobo y a Juan:
Luego dio explicaciones similares en Marcos 5.41, en 7.34 y en 15.22, 34. Los palestinos
que hablaban arameo no las habrían necesitado, y aun muchos judíos que vivían fuera de
Palestina habrían estado familiarizados con el arameo y el hebreo de las sinagogas. Por lo
tanto, este detalle sugiere que Marcos se dirigió a gentiles que habitaban fuera de Palestina.
El tercer detalle que apunta a que la audiencia era de Italia y de Roma es que Marcos
usó más palabras en latín que ningún otro autor de los Evangelios, lo que indica que una
parte significativa de la audiencia entendía latín. Durante el primer siglo, el latín aún no
se hablaba en todo el mundo mediterráneo. Su uso estaba limitado principalmente a
Italia, la tierra natal del Imperio romano, razón por la cual es muy significativo que Mar-
cos empleara palabras en latín, por lo menos, en quince ocasiones. Por ejemplo, él usó
la palabra latina lepta para referirse a una pequeña moneda de cobre (Marcos 12.42). Si
bien escribió la palabra con letras del alfabeto griego, la palabra misma era latina y no
pudo haber sido entendida por quienes no hablaran latín.
El cuarto detalle que respalda la posibilidad de que Marcos haya escrito a las iglesias de
Italia, en especial de Roma, es que el autor mencionó a un hombre llamado Rufo. En Mar-
cos 15.21, leemos que el hombre que cargó la cruz de Jesús hasta Gólgota era el “padre de
Alejandro y de Rufo”, dos hombres que no cumplen ningún papel en el Evangelio de Marcos.
Entonces, ¿por qué son mencionados? Una de las mejores explicaciones es que ellos eran co-
nocidos, o eran parte de la audiencia de Marcos. De hecho, Pablo habla de un hombre llamado
Rufo como miembro de la iglesia de Roma (Romanos 16.13). Suponiendo que fuera el mismo
Rufo mencionado por Marcos, la implicación es que Marcos escribió para la iglesia en Roma.
Ninguno de estos detalles demuestra por sí solo que la iglesia de Roma fuera el destina-
tario del Evangelio de Marcos, pero su efecto acumulativo confirma el fuerte testimonio
de la iglesia primitiva. Además, como lo veremos más adelante, leer el Evangelio teniendo
en mente a una audiencia romana puede ayudarnos a extraer algunos énfasis particulares
de Marcos y a aplicarlos a nuestra iglesia moderna.
Ocasión
A continuación, exploraremos dos aspectos de las circunstancias en que se compuso el
Evangelio de Marcos: la fecha probable y el propósito.
Fecha
La fecha de composición del Evangelio de Marcos no se puede determinar con absoluta
certeza, pero la evidencia parece apuntar a mediados o a fines de la década del 60 d.C.
Testigos antiguos, como Ireneo y el Prólogo antimarcionita, afirman que Marcos escribió
su Evangelio después de la muerte de Pedro. Probablemente, Pedro haya sido martiri-
zado en Roma durante las persecuciones a la iglesia que llevó adelante el emperador
Nerón, después del famoso incendio de Roma (64 d.C.). Papías nos da el indicio de que
Marcos comenzó su trabajo mientras Pedro estaba vivo, pero no descarta la posibilidad
de que Pedro muriera antes de que Marcos lo terminara. Por lo tanto, parece razonable
aceptar que la fecha más temprana en que Marcos pudo haber completado su Evangelio
sea cercana a la muerte de Pedro, es decir, en 64 d.C.
El año más tardío en que Marcos pudo haber escrito su Evangelio es difícil de determinar.
Como lo vimos con anterioridad, algunos académicos creen que Marcos fue el primer Evan-
gelio que se escribió, y que Mateo y Lucas usaron el Evangelio de Marcos como referencia al
escribir los propios. Debido a que ninguno de estos tres Evangelios menciona la destrucción
de Jerusalén y su templo (ocurrida en 70 d.C.), académicos concluyen que Mateo, Marcos y
Lucas fueron escritos antes de esa fecha. Además, si Mateo y Lucas recibieron el Evangelio
de Marcos antes de completar sus propios trabajos y se basaron en él, podemos afirmar que
Marcos fue terminado antes del año 70 d.C. —o sea, cerca del año 69 d.C.—, y probablemente
tan temprano como el año 67 d.C., lo que hubiera provisto más tiempo a Mateo y a Lucas
para familiarizarse con el Evangelio de Marcos antes de escribir los suyos.
Propósito
En cierto sentido, los cuatro Evangelios tuvieron un propósito común: preservar un registro
histórico preciso de la vida de Jesús y sus enseñanzas. A partir del año 50 d.C., los apósto-
les y testigos oculares de la vida, de la muerte y de la resurrección de Jesús empezaron a
fallecer, por lo que surgió la necesidad de preservar sus testimonios. Como Eusebio y otros
escritores de la iglesia primitiva también lo mencionaron, parte del propósito de Marcos
era preservar las memorias de Pedro sobre el ministerio de Jesús.
No obstante, conservar este registro no fue el único propósito de Marcos. Como sucedió
con cada autor de los Evangelios, Marcos no solo quería que sus lectores aprendieran
sobre Jesús, sino que también tomaran lecciones de la vida de Jesús y que pudieran apli-
carlas a sus propias vidas. Cabe preguntarse, entonces, cómo eran sus vidas.
La década del 60 d.C. en Roma fue un tiempo muy difícil para los cristianos. Recor-
demos que, según la ley romana, si alguien era judío era parte de una religión reco-
nocida, lícita y permitida. No había persecución en contra de los judíos cristianos
porque los romanos pensaban que eran parte del judaísmo. Ahora bien, ¿qué pasa
cuando las autoridades romanas empiezan a sentir que esta nueva religión incluye
a los gentiles, y es muy diferente al judaísmo? De pronto ya no es una religión segura
ni permitida, y las autoridades romanas se pueden molestar mucho por su expansión.
Eso es precisamente lo que sucedió en Roma a principios del año 60. En el 59, Nerón
enloqueció un poco. Los primeros cinco años de su reinado fueron algo buenos,
pero desde entonces, hasta su muerte en el año 68, Nerón se volvió impredecible.
Pablo llegó a Roma cerca del año 60, y estuvo dispuesto a morir por Cristo, dispues-
to a mostrar que esta religión era para todos, incluso para el emperador. Es posible
que al encontrarse con esta realidad, Nerón se diera cuenta de que esta religión no
le agradaba, pues él estaba al mando del Imperio y escuchaba que los cristianos
proclamaban: “Jesús es el Señor”. Por eso, cuando hubo un gran incendio en Roma
el 18 de julio del año 64, y se culpa a Nerón, él culpó a este nuevo grupo, los llama-
dos cristianos. Y es trágico lo que sucedió después.
Bajo el reinado de Nerón, Roma persiguió a la iglesia con mano dura. En un principio,
Roma estuvo constituida como una república. Más tarde, después del asesinato de
Julio César, Augusto condujo a su ejército, ocupó la ciudad de Roma y disolvió el
senado. La República romana llegó a convertirse en el Imperio romano, y Augusto
llegó a ser su primer emperador. Estos hechos marcaron el principio de la historia
de la brutalidad romana. De hecho, Nerón no fue el emperador que más persiguió a
los cristianos. De acuerdo con los registros históricos, otros emperadores atacaron
a los cristianos con mayor crueldad, y muchos de ellos sufrieron y murieron crucifi-
cados o quemados vivos. Hubo muchos mártires en la iglesia primitiva que con sus
muertes dieron testimonio de la justicia y de la misericordia de Dios.
Durante este período, la vida fue muy difícil tanto para los cristianos que vivían en Roma
como para los que estaban en los contornos de la ciudad. Y, como lo veremos, Marcos
compuso el Evangelio para apoyarlos en medio de las circunstancias. Aunque hay mu-
chas formas de definir el propósito de Marcos, esta lección se concentrará en la idea de
que él escribió su Evangelio para fortalecer a los cristianos perseguidos en Roma.
El Evangelio de Marcos expresa claramente que los cristianos romanos podían estar
seguros de que Jesús ya había enfrentado todas las dificultades y todas las tentaciones
que ellos estaban padeciendo al sufrir por Cristo. Él había sido condenado injustamente
en una corte romana. Había sido golpeado por soldados romanos y había sido crucificado
en una cruz romana. Sin embargo, por medio de sus sufrimientos, Jesús había vencido.
Marcos quería asegurarle a su audiencia que si seguían fielmente a Jesús, ellos también
triunfarían. Por supuesto, sufrirían, pero el sufrimiento sería su camino hacia la gloria tal
como lo había sido para Jesús.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo sabemos que Marcos escribió el Evangelio según san Marcos?
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2. ¿Quién fue la audiencia original del Evangelio de Marcos? Nombra algunas pruebas que
lo demuestran.
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cuáles son algunas formas específicas en que el Evangelio de Marcos puede ayudarte
a soportar las dificultades y la persecución?
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2. Aunque parte del propósito de Marcos era preservar las memorias de Pedro sobre el
ministerio de Jesús, ¿qué otra expectativa tenía Marcos para sus lectores? ¿Puedes decir
que las expectativas de Marcos se cumplen en ti? ¿De qué maneras?
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3. ¿Qué dato sobre el trasfondo del Evangelio de Marcos te llamó más la atención? ¿Por
qué? ¿Qué efectos produce en tu mente, en tus emociones y en tu voluntad saber que Dios
se encargó de que su palabra dada a Marcos llegara hasta ti?
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LECCIÓN 8
BOSQUEJO
2. Cerca de Capernaum
3. En la región de Galilea
C. La afirmación de los
apóstoles sobre el Mesías
2. Confrontación
3. Experiencia
Introducción
Esta lección presenta un panorama general del Evangelio de Marcos en cinco secciones principales.
La primera contiene el breve anuncio de que Jesús es el Mesías (1.1-13). La segunda dirige nues-
tra atención hacia el poder del Mesías (1.14–8.26). La tercera expone una pequeña pieza clave del
ministerio terrenal de Jesús: la afirmación de los apóstoles de que Jesús es el Mesías (8.27-30). La
cuarta consiste en una serie de narraciones relacionadas con el sufrimiento del Mesías (8.31–15.47).
La quinta es una conclusión que registra la victoria del Mesías (16.1-8).
Resumen
III. Estructura y contenido
• La crucifixión: 15.16-47.
El sufrimiento de Jesús a manos de los romanos, seguramente, haya permitido a la
audiencia original de Marcos relacionar sus propias vivencias con los acontecimientos.
El énfasis en el temor sería una forma muy apropiada de terminar este Evangelio
en particular.
El mensaje del visitante angelical fue claro: Jesús había vencido la muerte y había
resucitado victorioso.
TU
RA LEC
LECTURA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 8 - El Evangelio según san Marcos
Estructura y contenido
Desde un panorama general, el Evangelio de Marcos se divide en cinco secciones principa-
les. La primera sección contiene el breve anuncio de que Jesús es el Mesías (1.1-13). La
segunda dirige nuestra atención hacia el poder del Mesías (1.14–8.26). La tercera expone
una pequeña pieza clave del ministerio terrenal de Jesús: la afirmación de los apóstoles de
que Jesús es el Mesías (8.27-30). La cuarta consiste en una serie de narraciones relaciona-
das con el sufrimiento del Mesías (8.31–15.47). La quinta es una conclusión que registra la
victoria del Mesías (16.1-8). A continuación, examinaremos cada una de estas secciones.
griega de la palabra hebrea Mesías. Asimismo, “Hijo de Dios” también es una indicación
de que Jesús era el Mesías de Dios. Según el Antiguo Testamento y la teología judía de la
época, el Mesías sería un descendiente del rey David, restauraría el trono a Israel y con-
Esta declaración inicial es seguida por un breve registro del bautismo de Jesús, llevado a
cabo por Juan el Bautista (1.2-11). Al final del bautismo, el Espíritu Santo descendió sobre
Jesús y la voz de Dios el Padre se escuchó desde el cielo anunciando que Jesús era su
Hijo amado. De esta manera, el Espíritu y el Padre confirmaron que Jesús era verdadera-
Es muy interesante imaginar qué pensarían los judíos del tiempo de Jesús sobre la
venida del Mesías. Había diversas creencias al respecto. Algunos documentos de los
Rollos del mar Muerto nos muestran que hubo quienes creían en la venida de dos
mesías: uno sacerdotal y uno rey. Sin embargo, la expectativa general era que el Me-
sías sería hijo de David, que traería la paz política y que expulsaría a los romanos.
Pienso que la institución religiosa creía que el reino vendría si Israel obedecía la ley.
De hecho, ellos vieron a Jesús como una amenaza en ese sentido, porque parecía que
no estaba avanzando hacia la obediencia de la ley, sino que procedía en transgresión
hacia ella, o por lo menos así lo veían ellos. Además, Jesús tampoco tenía la organi-
zación política que ellos esperaban, y en términos de la ley, tampoco hizo lo esperado;
así que estaban escandalizados de él. Por cierto, creo que después de todo vieron a
Jesús en conformidad con Deuteronomio 13: una persona que hizo señales, prodigios
y milagros, pero que era un falso profeta. Por lo tanto, debía ser condenado a muerte.
Jesús no era el tipo de Mesías que muchas personas esperaban. En general, los judíos
del primer siglo pensaban que el Mesías iba a marchar hacia Israel y tomaría el gobierno.
Por el contrario, Marcos escribió que, inmediatamente después del bautismo de Jesús, el
Espíritu Santo impulsó a Jesús al desierto, “y era tentado por Satanás” (1.12-13). Jesús
triunfaría, pero según el plan de Dios, su camino a la victoria sería un largo trayecto plaga-
do de conflictos y de tribulaciones.
Por supuesto, los primeros lectores de la audiencia romana de Marcos eran cristianos,
por tanto, sabían que Jesús era el Mesías. Pero la estrategia de Marcos en esta porción de
la narrativa les permitió sentir la tensión de las multitudes que rodeaban a Jesús, quienes
se preguntarían quién era realmente este hombre poderoso y qué había venido a hacer.
El segmento narrativo de Marcos que describe el poder del Mesías puede dividirse en
cuatro partes. Primero, Marcos estableció el estilo de toda la narración por medio de
una introducción. Segundo, él se enfocó en el ministerio de Jesús durante su paso por la
región cercana a la ciudad de Capernaum. Tercero, el autor explicó que el ministerio de Je-
sús se expandió hasta abarcar el resto de la región de Galilea. Cuarto, Marcos registró que
Jesús se mudó, más allá de Galilea, a regiones habitadas predominantemente por genti-
les. Repasaremos, seguidamente, cada parte de este segmento narrativo del Evangelio.
Introducción
Esta primera parte comprende Marcos 1.14-15. El evangelista resumió la enseñanza de
Jesús, diciendo:
Así, Marcos indicó que el propósito central de Jesús en Galilea era predicar “el evange-
lio” o las buenas nuevas de que el reino de Dios se había acercado, y que sus bendiciones
estaban a disposición de todos los que se arrepienten y creen.
A lo largo de su crónica sobre el poder del Mesías, Marcos se enfoca en el ministerio de Je-
sús en los alrededores de la región de Galilea, que comienza en las cercanías de la ciudad de
Capernaum y se extiende desde allí. Al comparar el registro de Marcos con los demás Evan-
gelios, advertimos que Marcos omitió las ocasiones en que Jesús enseñó en otros lugares.
Tales omisiones indican que la meta de Marcos era contar las actividades y las estrategias
de Jesús en la región de Galilea, en vez de proveer un registro detallado de todos sus viajes.
Cerca de Capernaum
Después de la introducción, Marcos describe el ministerio de Jesús cerca de la ciudad
Capernaum, en la región de Galilea (1.16–3.6). Él registra que Jesús llamó a los prime-
ros discípulos (1.16-20). En esta sección, vemos que las personas responden a Jesús
con una obediencia radical. Él les pide que lo sigan, y ellos dejan lo que están haciendo
y se convierten en sus discípulos. Después, Jesús proclamó el evangelio, predicando y
haciendo milagros en Capernaum (1.21-34).
Durante este tiempo, la fama de Jesús se empezó a extender por Galilea, tal como con-
tinuó propagándose a lo largo de todo su ministerio. A causa de esto, las multitudes se
reunían cerca de Jesús, a menudo, estorbándolo en su tarea de proclamar el evangelio.
Por eso, él empezó a instruir a otros en que no lo proclamaran como el Mesías.
Luego, Marcos registra que Jesús regresó a Capernaum, donde se mostró en desacuer-
do con los líderes judíos (2.1–3.6). Esta parte del Evangelio de Marcos habla sobre la
autoridad de Jesús para perdonar pecados, sobre la justificación de su ministerio hacia
los pecadores y sobre sus enseñanzas del día de reposo. También introduce otra conse-
cuencia de su creciente fama: los opositores de Jesús empezaron a crecer en número y a
oponérsele más contundentemente. De hecho, la sección termina prediciendo la muerte
de Jesús. El autor afirma que los enmigos de Jesús estaban tan enojados que muchos
comenzaron a conspirar para matarlo (3.6).
Jesús no era aceptado por sus enseñanzas ni por sus milagros. Cuando leemos el
Nuevo Testamento, pensamos: ¿por qué la gente no aceptaba a Jesús?, ¿por qué no
vieron su poder?, ¿por qué no escucharon sus enseñanzas? No obstante, las ense-
ñanzas de Cristo provocaron ese rechazo por varias razones. Una de ellas fue que el
contenido de su enseñanza no era lo que ellos querían escuchar. La gente esperaba
un reino en esta tierra, y él hablaba de un reino que vendría al corazón y transforma-
ría la vida de las personas: el reino de Dios en el corazón de las personas. Otra ra-
zón fue que sus enseñanzas impactaban los corazones. Por supuesto, sus milagros
eran muy odiados, porque los enemigos de Cristo que no estaban de acuerdo con
sus enseñanzas, sabían que sus milagros comprobaban de alguna forma lo que él
decía. El corazón caído naturalmente no acepta de forma inmediata la enseñanza
de Dios, y el ministerio de Cristo es el ejemplo flagrante de esa realidad, porque aquí
vemos que Dios caminó entre los seres humanos y aun así ellos lo rechazaron.
En la región de Galilea
Luego de su paso por las cercanías de Capernaum, Marcos escribe que Jesús expandió
su ministerio por la región de Galilea (3.7–6.13). Jesús fue a otras regiones, y predicó que
el reino de Dios estaba cerca y lo demostró. Se trasladó más allá de Capernaum, al resto
de las regiones cercanas. Al predicar el arrepentimiento y el perdón en estos lugares, él
continuaba atrayendo multitudes y su fama inspiró todavía más oposición.
La sección comienza con la retirada de Jesús para apartarse de las multitudes (3.7-12). Este
párrafo marca la pauta para toda la sección mediante el énfasis de que la fama de Jesús se
estaba difundiendo por todos lados a pesar de los intentos de minimizarla. Además, las gran-
des multitudes que se reunían alrededor de Jesús, le hacían difícil la tarea de enseñar. Esta
parece ser una razón por la que Jesús extendió su ministerio a otras áreas de Galilea.
La siguiente sección de esta narrativa registra el momento en que Jesús nombró a al-
gunos de sus seguidores para que fueran sus discípulos especiales (3.13-19). Jesús es-
cogió a los doce discípulos para que lo ayudaran a predicar el evangelio y para que hicie-
ran milagros. Sin embargo, Marcos también les recordó a sus lectores que uno de estos
hombres acabaría traicionando a Jesús. La oposición a Jesús no solo provendría de sus
enemigos, sino también de en medio de sus seguidores más cercanos.
Después de esto, Marcos relata la oposición que Jesús enfrentó por parte de los maes-
tros de la ley y de su propia familia (3.20-35). El pasaje demuestra que Jesús proclamó el
evangelio del reino con un poder milagroso y recibió oposición de todas partes. En vez de
recibirlo como el Mesías, los maestros de la ley creyeron que estaba poseído por el diablo,
y su propia familia creyó que había perdido la razón.
Luego, Jesús proclamó el evangelio por medio de parábolas sobre el reino de Dios (4.1-34).
Él solía enseñar mediante parábolas cuando estaba rodeado de no creyentes, con el fin de
revelar el reino de Dios a quienes creían y esconderlo de quienes no creían.
… A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que es-
tán fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban;
y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdona-
dos los pecados (Marcos 4.11-12).
A veces, las parábolas de Jesús confundían aun a sus propios discípulos. Cuando esto
sucedía, Jesús se retiraba con ellos en privado y les explicaba el significado para asegu-
rarse de que lo entendieran.
El punto principal de las parábolas de esta sección es que Dios traería la plenitud de su rei-
no después de un largo y lento proceso de crecimiento, a través de la difusión del evangelio.
Jesús estaba trayendo el reino de Dios a la tierra de una forma gradual y prolongada, que
exigía que sus seguidores enfrentaran sufrimientos y oposición, tal como él los enfrentó.
El registro que hace Marcos de las parábolas de Jesús es seguido por varias muestras
de poder (4.35–5.43). El evangelista escribe que Jesús controló el clima, expulsó de-
monios, sanó enfermedades y resucitó muertos. Las personas de estos relatos estaban
aterradas frente al peligro; pero después del rescate milagroso de Jesús, el terror se inten-
sificaba en ellas, pues, no entendían quién era realmente este hombre de poder.
que estaban en la barca con el mismo Dios, que acababa de calmar el viento y las
olas. Esto les generó temor porque pienso que ellos todavía no sabían qué tipo de
Dios era él. Ellos fueron sorprendidos y no conocían el carácter de Jesús.
El reporte del ministerio más allá de Galilea comienza con un énfasis en la fama crecien-
te de Jesús (6.14-29). Anteriormente, Jesús había limitado su ministerio a los alrededores
de Capernaum; sin embargo, su fama se extendió por toda la región de Galilea. La fama lo
precede. Cuando él se quedó en las afueras de Galilea, la fama de Jesús ya era conocida
por toda Palestina, incluso, llegó a oídos del rey Herodes. Marcos también aprovechó la
oportunidad para abordar una pregunta sobre la identidad de Jesús. En particular, Marcos
explicó que Jesús no podía ser Juan el Bautista, pues Herodes lo había asesinado.
Luego, Marcos relató varios milagros (6.30-56). La sección comienza con el intento de
Jesús de alejarse de las multitudes, pero después describe varios actos de poder que
demuestran por qué las multitudes estaban allí. Jesús evidenció su poder: alimentando
multitudes de cinco mil y de cuatro mil personas, caminando sobre las aguas del mar de
Galilea y sanando a ciegos y a sordos. Los milagros manifestaron su innegable control
sobre toda la creación. Por causa de tan poderosos milagros, las multitudes seguían a
Jesús dondequiera que fuese. Algunas veces, hasta lo persiguieron.
Marcos prosigue hablando de la oposición continua de los fariseos (7.1-23). Jesús y los
fariseos discreparon respecto de la observancia de la ley del Antiguo Testamento, del va-
lor de las tradiciones y de la naturaleza de la santidad. Como resultado de ello, la tensión
entre Jesús y los judíos influyentes se intensificó.
Por último, Marcos registró otro grupo de milagros (7.24–8.26). La sección comienza y
finaliza con declaraciones sobre Jesús, que trataba de evitar a las multitudes, e incluso de
alejarse de ellas. El evangelista nos cuenta que Jesús hizo muchos milagros entre judíos
y gentiles, y añade que algunos gentiles creyeron en él.
En medio de esta lista de milagros, Marcos prestó especial atención a las equivocaciones
de los discípulos de Jesús. Al principio de su ministerio, ellos se habían equivocado en su
comprensión de la parábola del sembrador, según lo vemos en 4.13. Todavía no entendían al-
gunas de sus enseñanzas, así que Jesús los confrontó directamente. El evangelista escribió:
Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él les
mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura
de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y enten-
diéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni
comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? (Marcos 8.14-17).
Jesús estaba hablando de la corrupción espiritual, pero los discípulos pensaron que
hablaba del pan material. Es fácil ver por qué Jesús se frustró con ellos.
En las crónicas de Marcos sobre el poder de Jesús como Mesías, los milagros de Jesús
y sus enseñanzas confirmaron que él era el Cristo. Entonces, ¿por qué tantas personas
se opusieron a él? ¿Por qué lo rechazaron? ¿Por qué aun sus discípulos tuvieron pro-
blemas para entenderlo y para seguirlo? Principalmente, porque Jesús no era el tipo de
Mesías que el pueblo aguardaba. En vez de levantarse en supremacía política, según las
expectativas humanas, él usaba su poder para predicar el evangelio y para atender las
necesidades de los demás.
La evidencia del primer siglo sugiere que los judíos buscaban un Mesías político y
militar que estableciera el reino de Dios, un Mesías que venciera a los romanos y los
expulsara, e instaurara el reino de Dios en Jerusalén como su sede central. Sus ex-
pectativas eran muy nacionalistas en ese sentido. Jesús no mostró indicios de que
fuera a ajustarse a ese impulso nacionalista; más bien, tuvo una visión más amplia.
No se trataba de los romanos, sino de la creación misma. La creación misma estaba
en una etapa de caída y Jesús había venido a revertir la caída, a establecer una vez
más el reino de Dios en la tierra. Este reino significaba obtener la victoria sobre el
pecado, sobre Satanás y sobre la muerte. Jesús estaba buscando algo más grande
que una simple victoria política o militar.
Los judíos habían esperado entre quinientos y seiscientos años que alguien restau-
rara el reino de Israel. No tenían rey ni independencia. Había muchísima tensión en
la Palestina del primer siglo. Cuando Jesús llegó proclamando el reino y declarando
que él era el Mesías, los judíos estaban muy interesados en escucharlo. ¿Qué espe-
raban? Quizás a alguien que restaurara el templo, dado que existían dudas de si el
templo que tenían era el que Dios deseaba (porque lo había reconstruido el rey pa-
gano Herodes). Anhelaban que Dios redimiera a Israel y que cumpliera las promesas
del Antiguo Testamento. ¿Dónde iba a cumplir Dios sus promesas? Eso era lo que
esperaban saber específicamente. Probablemente, pensaran: “Aquí estamos bajo la
ocupación romana, así que si Dios piensa cumplir sus promesas, se va a deshacer
de los romanos”. Tal vez lo que esperaban era la independencia política. En el Nuevo
Testamento vemos a Jesús, que dice que él es el Mesías que restauraría el templo
—en realidad, él sería el templo verdadero— y que también traería el reino, pero no
sería un reino judío políticamente independiente. Sería la nueva de que Jesucristo
el rey es el Señor sobre todo el mundo. Es una imagen bastante diferente de lo que
esperaban, pero es un cumplimiento más profundo de lo prometido.
los apóstoles de que Jesús es el Mesías (8.27-30). Se trata de la famosa escena del
camino a Cesarea de Filipo, donde Jesús recibió la confesión de que él era el Cristo de
boca de sus discípulos. Casi todos los estudiosos de Marcos coinciden en que esta
confesión es la piedra angular de su Evangelio.
Jesús era el Cristo, el Mesías. Pero desde este versículo en adelante, la palabra Cristo no
había vuelto a aparecer en los siguientes capítulos. Marcos no se había referido a Jesús
como el Cristo. No había registrado que sus discípulos lo llamaran el Cristo, ni que las
personas a quienes él les testificó hubieran especulado que él quizás era el Cristo, ni aun
que los demonios hubieran usado el término.
De hecho, casi todas las personas que habían tratado de identificar quién era Jesús se
habían equivocado. Algunas pensaron que era un simple hacedor de milagros; otras, un
profeta, o Juan el Bautista, o un lunático, o un endemoniado poseído por Beelzebú. Pero
en esta instancia con los discípulos, Jesús decidió que era tiempo de presionarlos para
que ellos reconocieran quién era él realmente. Leamos su diálogo:
El registro de Marcos respecto del sufrimiento del Mesías se divide en tres secciones princi-
pales: la preparación de Jesús a sus discípulos al anticiparles su sufrimiento y su muerte; la
confrontación con los líderes judíos de Jerusalén, que provocó su sufrimiento y su muerte, y
su experiencia de sufrimiento y de muerte. Seguidamente, exploraremos las tres secciones.
Preparación
El pasaje que describe la preparación de los discípulos de Jesús (8.31–10.52) puede di-
vidirse en tres partes principales, y cada parte comienza con una predicción de Jesús
mismo sobre su sufrimiento, su muerte y su resurrección.
La primera sección se enfoca en Jesús como el Señor del reino (8.31–9.29). Marcos
comenzó con un registro de la estrategia inesperada de Jesús para traer la gloria del
reino de Dios a la tierra: el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús (8.31–9.1).
Por medio de las enseñanzas de esta sección, Jesús habla de sus propios sufrimientos y
advierte a los discípulos que ellos también tendrían que sufrir a medida que continuaran
con el ministerio del evangelio.
Después, Marcos llama la atención sobre la autoridad única de Jesús al relatar un acon-
tecimiento conocido como la transfiguración (9.2-13). La gloria de Jesús fue revelada de
forma visible a Pedro, a Jacobo y a Juan. Moisés y Elías también se aparecieron junto
a Jesús, lo que indica que Jesús afirmó las enseñanzas de la ley y de los profetas del
Antiguo Testamento y continuó con ellas. Sin embargo, Dios ordenó a los discípulos que
honraran y obedecieran a Jesús antes que a Moisés y a Elías. Este episodio preparó a los
discípulos de Jesús, les recordó que permanecieran fieles a Jesús antes que a todas las
demás personas y les mostró que la lealtad a Jesús era la forma más pura de lealtad a
Dios y a su revelación del Antiguo Testamento.
La segunda parte del relato de Marcos sobre la preparación de Jesús para su pasión, su
muerte y su resurrección tiene que ver con los valores del reino de Dios (9.30–10.31). El
relato de Marcos comienza con la predicción del sufrimiento, de la muerte y de la resu-
rrección de Jesús. Después de anunciarles lo que le sucedería, Jesús continuó preparan-
do a sus discípulos para los próximos acontecimientos, explicándoles que Dios no juzga
las cosas de la misma forma en que lo hacen los seres humanos. Por eso, sin importarles
lo que ellos sufrieran ni las cosas extrañas que pudieran suceder, ellos no debían juzgar
según lo hace el mundo. Por el contrario, los discípulos debían estar seguros de que Dios
estaba usando los sucesos para traer su reino y para glorificar a Jesús.
Después de la predicción de Jesús (9.30-31), Marcos registra las enseñanzas del Señor
sobre los valores del reino. Jesús demostró que las instituciones del mundo discrepan de
la verdad de Dios básicamente en cinco áreas de la vida. Primero, Jesús habló del honor
(9.32-42), destacando que quienes son más honrados en el reino de Dios son los menos
honrados en esta vida. Segundo, Jesús se refirió al valor (9.43-50); específicamente, instruyó
a sus seguidores para que se despojaran de todo lo que les impidiera perseguir las metas
del reino de Dios, sin importar el valor que las cosas tengan en esta vida. Tercero, Jesús se
pronunció sobre el matrimonio (10.1-12). Tanto el matrimonio como el divorcio deberían ser
entendidos según la ley de Dios y no según las leyes humanas, aunque estas últimas parecie-
ran ser intuitivamente más justas. Cuarto, Jesús volvió a mencionar a los niños (10.13-16).
Sin importar lo que Jesús había dicho, los discípulos seguían evitando que los niños se
acercaran a él. En respuesta a esto, Jesús les recordó que Dios ya les había dado su reino
a los niños; así que al rechazarlos, los discípulos se oponían a Dios. Quinto, Jesús disertó
sobre las riquezas mediante una conocida historia (10.17-31): el joven rico se entristeció
cuando Jesús le dijo que su apego al dinero le estaba impidiendo abrazar los valores del
reino de Dios. Por medio de estas cinco secciones, Jesús enseñó los valores del reino de
Dios para que sus discípulos estuvieran mejor preparados para aceptar su sufrida muerte y
las situaciones difíciles que tendrían que atravesar por ser sus seguidores.
La tercera parte del relato de Marcos sobre la preparación de Jesús antes de ir a Jeru-
salén se relaciona con el liderazgo en el reino de Dios (10.32-52). Después de predecir su
sufrimiento, su muerte y su resurrección (10.32-34), Jesús respondió la pregunta del lide-
razgo en el reino en tres partes. Primero, afirmó que Jacobo y Juan tendrían que participar
de sus sufrimientos (10.35-40). Ellos tomarían de la misma copa y pasarían por el mismo
bautismo del Señor. Estas metáforas querían decir que los seguidores de Jesús tendrían
que atravesar los mismos sufrimientos por su servicio a él. Segundo, Jesús describió el
liderazgo en el reino en términos de servicio (10.40-45). Él había mencionado esta idea
dos veces antes, cuando había hablado de los valores del reino. Pero esta es la primera
vez que explicó la razón detrás de sus dichos: los líderes cristianos deben ser siervos
porque ellos siguen el modelo de Cristo, quien actuó como siervo al sufrir y al morir por
los pecados de la humanidad. Tercero, Jesús demostró cuál debía ser la motivación para
el liderazgo del siervo al mostrar misericordia al ciego Bartimeo. Los líderes siervos no
deben sacrificarse solo porque desean tener una recompensa mayor en el reino, sino por-
que tienen una verdadera compasión por aquellos a quienes sirven.
Jesús llama a los líderes cristianos a ser diferentes, a ser siervos de sus congrega-
ciones. En este pasaje maravilloso del Evangelio, que se encuentra en Marcos 10.45,
Jesús distingue el tipo de liderazgo que deberían aplicar sus seguidores en la cul-
tura grecorromana que los rodeaba. El paradigma predominante del liderazgo en
los días de Marcos era la demostración romana de poder y de dominio sobre sus
súbditos. Jesús dijo: “No vine para ser servido, sino para servir, y para dar mi vida en
rescate por muchos”. Jesús está pidiendo, y ordenando, a sus seguidores que sigan
este tipo de liderazgo, que lideren como siervos y no sigan el paradigma del dominio
romano que prevalecía en los días de Marcos.
Jesús insistió en que el liderazgo en el reino de Dios no puede seguir el patrón del mun-
do. Por el contrario, necesita seguir el ejemplo de sufrimiento de Jesús. En cierta for-
ma, estas seguramente hayan sido noticias desalentadoras para los lectores romanos
de Marcos. En vez de confirmarles que su sufrimiento era atípico y que pronto pasaría,
el Evangelio de Marcos les afirma que el sufrimiento es común para los seguidores de
Cristo. Al mismo tiempo, estas noticias también tuvieron un lado alentador. El sufrimiento
de la iglesia es parte del plan de Cristo para la victoria. Como lo escribió el apóstol Pablo:
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son compara-
bles con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Romanos 8.18).
Confrontación
Después de abordar la preparación de los discípulos de Jesús, Marcos retoma la confrontación
de Jesús con los líderes judíos (11.1–13.37). Este registro de Marcos se divide en dos partes:
las narrativas sobre la oposición (11.1–12.44) y el Sermón del Monte de los Olivos (13.1-37).
En toda esta sección de su Evangelio, Marcos relata cómo Jesús provocó a los líderes
judíos a fin de revelar sus intenciones. Según pasajes anteriores del Evangelio, Jesús
no buscó entrar en conflicto con ellos. Él había enfrentado la oposición, principalmente,
cuando las personas se opusieron a su ministerio de misericordia. Por el contrario, Mar-
cos nos cuenta en esta sección que Jesús buscó la oposición de manera deliberada, para
poder avanzar hacia la crucifixión.
rael como a una higuera seca (11.12-14, 20-25) y la purificación que efectúa en el templo
(11.15-19) constituyen ataques directos a la integridad moral de los líderes judíos que
acaban debilitando su autoridad e influencia sobre las personas.
Jesús también discutió con los principales sacerdotes, con los maestros de la ley y con
los ancianos (11.27–12.12). Después de refutar el cuestionamiento que ellos plantearon
a su autoridad, él contó la parábola de los labradores malvados, que acusaba al liderazgo
judío de no escuchar a Dios. Ellos ya estaban dispuestos a arrestarlo, pero su temor a las
multitudes los intimidó. Después, Jesús debatió con los fariseos y con los herodianos,
y refutó sus argumentos sobre los impuestos romanos (12.13-17). Luego, Jesús probó
que los saduceos habían malinterpretado las enseñanzas de las Escrituras sobre la resu-
rrección (12.18-27). Finalmente, Jesús atacó a los maestros de la ley (12.28-44): aunque
admitió que algunos conocían la ley, él insistió en que todos ellos estaban controlados
por la codicia y por la ambición mundana. De una u otra forma, Jesús impulsó una con-
frontación pública con cada grupo de judíos influyentes: los sacerdotes, los maestros de
la ley, los fariseos, los herodianos y los saduceos. Dio a cada grupo una razón para odiarlo
y para buscar su muerte, con el fin de provocarlos para que lo mataran.
Como era de esperarse, las palabras de Jesús a sus discípulos continuaron incitando a
los líderes judíos en su contra. Por ejemplo, Jesús enseñó a sus discípulos que el templo
sería destruido (13.1-2). Pero tales palabras fueron malinterpretadas durante el juicio en
su contra (14.58), y Jesús fue acusado falsamente de planear destruir el templo.
Experiencia
El registro del sufrimiento y de la muerte de Jesús está lleno de sucesos muy conocidos:
la traición de Judas, la predicción de la negación de Pedro, la ocasión en que los discípulos
no pudieron velar y orar con Jesús en Getsemaní, el arresto de Jesús, los dos juicios, la
negación de Pedro, la crucifixión y la sepultura de Jesús.
Estos capítulos son oscuros y amenazantes. Están llenos de fracaso: el de los líderes judíos,
el de las multitudes, el del sistema legal de los judíos y de los romanos y el de los discípulos. Al
escribir a la iglesia romana perseguida, Marcos quiso dejar en claro que los dolores de parto
del cristianismo habían sido tan dolorosos en Jerusalén como lo estaban siendo en Roma.
A continuación, Marcos describió las últimas horas de Jesús con sus discípulos (14.12-42).
Esta parte de la narrativa de Marcos comienza con la preparación de Jesús y sus discí-
pulos para participar de la Última Cena (14.12-31). Durante esta comida, Jesús instituyó
la ordenanza cristiana de la Cena del Señor. También usó esta ocasión para dar algunas
advertencias finales a los discípulos que los ayudarían en las próximas horas difíciles. Por
ejemplo, Jesús les advirtió que todos lo dejarían solo, y predijo que Pedro lo negaría. Des-
pués de la Última Cena, el grupo se dirigió al jardín de Getsemaní (14.32-42). De acuerdo
con este pasaje, Jesús estaba profundamente angustiado y tenía una tristeza sobrecoge-
dora. Está claro que estaba sufriendo desde antes de ser crucificado.
La cuarta parte del relato de Marcos aborda la crucifixión de Jesús (15.16-47). Inicia en
el momento en que Jesús es entregado a los soldados romanos para ser azotado, humi-
llado y asesinado en una cruz, como un criminal común. Desde la perspectiva humana,
el sufrimiento fue abrumador. El registro de este maltrato a manos de los romanos debió
haber tenido el efecto de relacionar estrechamente los acontecimientos con la audiencia
original de Marcos, que eran los cristianos romanos. De inmediato habrán advertido los
paralelismos entre el sufrimiento del Señor y los suyos, lo cual seguramente les haya
infundido ánimo e inspiración para perseverar aun en medio de sus propias dificultades.
No obstante, la peor parte del sufrimiento de Jesús fue que el pecado del mundo fuera
puesto sobre él, y él se convirtiera en objeto de la ira de Dios Padre. Finalmente, una vez
muerto, fue colocado en una tumba, sin que su cuerpo fuera preparado para la sepultura
porque no había tiempo antes del día de reposo.
Tras haber analizado el anuncio del Mesías, su poder, la afirmación de los apóstoles de
que él era el Mesías y su sufrimiento, estudiaremos la victoria del Mesías. Marcos descri-
be la resurrección de nuestro Señor (16.1-8).
Los antiguos manuscritos griegos de Marcos tienen tres finales diferentes. Un grupo de
manuscritos termina en el versículo 8, otro grupo concluye en el versículo 20 y otro grupo
tiene un final de dos oraciones después del versículo 8. Una evaluación minuciosa de toda
la evidencia ha guiado a la mayoría de los académicos a deducir que Marcos concluyó
su Evangelio en el versículo 8. Los manuscritos más antiguos e importantes respaldan la
idea de que el final corto haya sido el original.
Algunos académicos creen que los otros dos finales fueron añadidos porque un escriba
no estuvo de acuerdo con la idea de que Marcos concluyera el Evangelio con la frase
“porque tenían miedo”. Pero esta teoría fue descartada. De hecho, el tema del temor y de
la admiración está en todo el Evangelio; por esta razón, el énfasis en el temor sería una
forma muy apropiada de terminar este Evangelio en particular. Además, el énfasis armo-
niza con las experiencias de la audiencia original de Marcos. Al enfrentar ellos mismos la
persecución después de la resurrección de Jesús, se sintieron consolados al ver que los
primeros discípulos de Jesús también habían experimentado temor.
Pasemos ahora al relato de la resurrección de Jesús (16.1-8). El registro que hace Mar-
cos es más corto que el de los otros Evangelios, pero la brevedad es coherente con el
bosquejo de este Evangelio. Recordemos que el anuncio del Mesías que abre Marcos es
muy corto, así como la afirmación de los apóstoles de que Jesús es el Mesías, la cual
constituye la piedra angular de este Evangelio.
La sección que habla de la victoria del Mesías comienza con las mujeres que se acer-
caron a la tumba de Jesús para ungir su cuerpo al tercer día después de la muerte y la
sepultura del Señor. Ellas fueron recibidas por un visitante angelical que tenía un mensaje
claro y directo: Jesús había vencido la muerte y se había levantado en victoria, tal como lo
había predicho tantas veces durante su ministerio. Leamos el final del Evangelio:
[El ángel] les dijo: No os asustéis; […] ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar
en donde le pusieron […]. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les
había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo
(Marcos 16.6-8).
La narración de Marcos es incompleta: acaba con las mujeres que fueron enviadas
a anunciar su resurrección, y en vez de anunciarla, tienen miedo, corren y no le dicen
nada a nadie. Aun así, aquí estamos, dos mil años después, y sabemos que ese no
fue el fin de la historia. Sabemos que la verdad de Dios triunfó. Y una vez más vemos
un patrón que se repite en las Escrituras: los errores humanos siendo contrastados
con la fidelidad y los propósitos de Dios.
El pueblo de Dios experimentará debilidad y necesidad en esta vida. Fue cierto para la
audiencia original de Marcos que habitaba en Roma y no ha dejado de serlo para la iglesia
a lo largo de los siglos. Sin embargo, las buenas nuevas del evangelio consisten en que el
reino de Dios ha venido. El Mesías ha conquistado a los enemigos del pueblo de Dios, in-
cluso al enemigo final, la muerte misma. Por esta razón, el pueblo de Dios puede enfrentar
a los detractores del evangelio del reino con valentía. La victoria ya es nuestra.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo presenta el Evangelio de Marcos a Jesús como el Mesías?
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3. ¿Por qué la afirmación de los apóstoles de que Jesús era el Mesías fue tan importante?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Qué podemos aprender de las diversas expectativas de los judíos en torno al Mesías
para nuestro presente como iglesia de Jesucristo?
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2. ¿Qué lugar ocupó el reino de Dios en la predicación de Jesús? ¿Por qué es importante
tenerlo presente? ¿Cuáles podrían ser algunas implicancias prácticas para tu vida y para
tu ministerio?
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3. ¿Por qué Jesús llama a los líderes cristianos a ser siervos de su pueblo? ¿De qué mane-
ras estás construyendo un liderazgo de servicio de acuerdo con el Evangelio?
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LECCIÓN 9
BOSQUEJO
2. El ministerio de Jesús
B. El Rey conquistador
1. Proclamó su reino
V. Conclusión
Introducción
La última lección dedicada al estudio del Evangelio de Marcos muestra por qué la identidad de Jesús como
el Mesías o el Cristo, sin dudas, es el tema más complejo que Marcos tuvo que comunicar en su escrito. Él
quería asegurarse de que sus lectores supieran que Jesús había venido verdaderamente a salvarlos de sus
pecados. Jesús es el Rey que conquistó la muerte. Él es poderoso, temible, imparable y glorioso. Él es el
Redentor que vino a rescatarlos, trayendo el reino de Dios a la tierra. A pesar de que ellos ya no lo podían ver,
él seguía teniendo el control y había prometido regresar para consumar la salvación que había comenzado.
Resumen
IV. Temas principales
• Los nomistas: esperaban que la obediencia a la ley motivara la llegada del Mesías.
2. El ministerio de Jesús
El liderazgo de Jesús era una forma de servicio a Dios y a los que son guiados.
• Sacrificio y sufrimiento.
• Dedicación a él.
Entrar en el reino de Dios es imposible si confiamos en nuestro propio poder para lograrlo.
B. El Rey conquistador
• Marcos 12.35.
• Marcos 10.47-48.
• Marcos 14.61-62.
• Marcos 15.2.
1. Proclamó su reino
• Ministerio de predicación.
• Parábolas.
• Impuso su voluntad sobre la naturaleza y sobre los demonios (Marcos 1.24, 3.11, 4.41 y 5.7).
— Demuestra que el reino de Jesús había venido a combatir los poderes demoníacos
para derrotarlos.
V. Conclusión
El Evangelio de Marcos nos muestra aspectos del carácter y del ministerio de Jesús:
• Escuchándolo en silencio.
TU
RA LEC
TU
LECTURA
LECTURA
LECTURA
. Lección 9 - El Evangelio según san Marcos
Temas principales
La identidad de Jesús como el Mesías o el Cristo, sin dudas, es el tema más complejo
que Marcos comunicó en su Evangelio. Él quería asegurarse de que sus lectores supieran
que Jesús había venido verdaderamente a salvarlos de sus pecados. Jesús es el Rey que
conquistó la muerte. Él es poderoso, temible, imparable y glorioso. Es el Redentor que vino
a rescatarlos, al traer el reino de Dios a la tierra. A pesar de que ellos ya no lo podían ver
física y visiblemente, él seguía teniéndolo todo bajo su control, y había prometido regresar
para consumar por completo la salvación que había comenzado. Para los fines de esta
lección, dividiremos el tema del mesianismo de Jesús en dos partes: Jesús como el Siervo
sufriente y Jesús como el Rey conquistador.
Las esperanzas mesiánicas de los judíos adoptaron diferentes formas. Por ejemplo,
los zelotes creían que Dios quería que Israel trajera el día del Mesías por medio de la
rebelión contra las autoridades romanas. Diversos grupos apocalípticos pensaban que
Dios iba a intervenir de forma sobrenatural para destruir a sus enemigos y para restaurar
al pueblo. Los nomistas, como los fariseos, sostenían que Dios no intervendría hasta que
Israel obedeciera la ley. Por lo tanto, en la época de Jesús, había muchas personas que
esperaban y anhelaban que viniera el Mesías.
Él vino como un siervo humilde y sufrido. Las esperanzas mesiánicas judías aguardaban
un reino inmediato, terrenal y político bajo el mando del Mesías, similar al reino que David
había establecido varios siglos atrás. Sin embargo, Jesús no intentó establecer este tipo de
reino durante su ministerio terrenal; en consecuencia, mucha gente lo rechazó como Mesías.
Llamativamente, la idea del Mesías como siervo sufrido no era nueva. El profeta Isaías del
Antiguo Testamento había señalado cuál sería el rol de Mesías, en especial en Isaías 53,
pasaje que el Nuevo Testamento aplica a Jesús con frecuencia. Se podría decir que si Je-
sús no hubiera sufrido ni servido, entonces, no habría cumplido los requisitos del Antiguo
Testamento como Mesías. Por lo tanto, lejos de descalificarlo como el Cristo, el sufrido
servicio de Jesús es una prueba de que él es el Cristo. Pero solo unas pocas personas dis-
cernieron este tema del Antiguo Testamento durante la vida terrenal de Jesús. La mayoría
de ellas estaban tan sumidas en las especulaciones judías contemporáneas referentes al
Mesías que cuando vino no pudieron reconocerlo.
capacidad de obedecer la Torá. Es interesante ver cómo Isaías imagina la relación en-
tre el Mesías y el Espíritu. Él estaría lleno del Espíritu, estaría ungido por el Espíritu. Él
es el que habla por medio del Espíritu. Por lo tanto, los apóstoles no parecen sorpren-
didos cuando el Jesús resucitado les manda: “Esperen en Jerusalén la promesa del
Padre”. Es como si pensaran: “Por fin el Mesías dijo algo que nosotros esperábamos
que dijera: ‘Voy a poner a su disposición el Espíritu Santo’”. Lo que no entendieron fue
cuál sería el costo de que el Mesías trajera la era de justicia de Dios y del Espíritu. No
relacionaron Isaías 53 con Isaías 11. No relacionaron la vida del Espíritu con que el
Mesías tendría que morir para traer su reino de justicia y de paz.
El ministerio de Jesús
Jesús fue un Mesías sorprendente porque conquistó al morir. A los inicios de su Evangelio,
Marcos registró los conflictos que en última instancia lo llevaron a la cruz. La segunda
mitad del Evangelio está dominada, primero, por el tema del inminente sufrimiento y la
muerte de Jesús, después, por la consumación de su sufrimiento y de su muerte.
El liderazgo de siervo solo requiere que el líder esté involucrado activamente en la vida
del ministerio, y esté dispuesto, como diría Pablo, a entregarse a sí mismo en el servi-
cio de otros, a apoyar a otras personas y a prepararlas. El líder no solo da la orden “ve
y haz”. Sí, da la orden, pero también guía al otro en el camino para lograr las metas y
los objetivos. Esto me recuerda lo que enseñó Pablo cuando hablaba de trabajar por el
reino. Él declaró que trabajó más que todos sus compañeros en esta causa y nos da una
comprensión distinta de lo que significa ser un líder servicial, que se pone en el nivel de
las personas y las ayuda a soportar la carga y a sostenerla con una actitud redentora.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar
su vida en rescate por muchos (Marcos 10.45).
Jesús aclaró que el liderazgo es una forma de servicio a Dios y a los que son guiados.
El liderazgo no es una oportunidad para gloriarse. Al contrario, con frecuencia significa
sufrimiento para los líderes. De hecho, Jesús sabía que su misión de servir a otras
personas lo conduciría a la muerte, pero fue una misión que él aceptó y ordenó a sus
discípulos que también la aceptaran.
Si nos preguntamos cómo es la clase de liderazgo de servicio que Jesús pide de no-
sotros, podemos observar en los Evangelios la manera en que Jesús la demuestra.
La primera cosa que él hace al encontrarse con diferentes personas y necesidades
es escuchar muy atentamente. Jesús se encuentra con las personas donde ellas
están. Presta atención a las necesidades materiales y emocionales de sus vidas.
Realmente las escucha para saber qué dicen entre líneas, no solo con sus palabras.
Por ejemplo, podemos ver en el Evangelio de Marcos el encuentro con un padre,
cuyo hijo había sido atormentado durante años y años por demonios, hasta el punto
de que se cortaba a sí mismo. Este padre siente que no hay más esperanza, y le dice
a Jesús: “Ayuda mi incredulidad”. En vez de reprenderlo, Jesús le responde, y sana a
su hijo. Después observamos la trayectoria del Evangelio. ¿Hacia dónde va Jesús?
Hacia Jerusalén, a entregar su vida por sus seguidores, a pagar por los pecados de
ellos. Tal expresión de amor sacrificado deja a un lado todo tipo de gloria para sí
mismo, en términos de la cultura de esa época, y después entrega su vida por sus
seguidores. Ese es el patrón que Jesús presenta en el Evangelio, por cómo se inte-
resa y escucha a las personas que encuentra. Después, ¿hacia dónde va? Él va hacia
Jerusalén para entregar su vida. Este es el liderazgo de servicio.
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda
tu mente y con todas tus fuerzas… (Marcos 12.30).
Jesús citó Deuteronomio 6.5 para hacer énfasis en la totalidad de lo que Dios demanda
de la vida de su pueblo. Debemos estar totalmente dedicados a Dios en cada aspecto de
nuestro ser y de nuestra vida. Seguir a Jesús implica sacrificios y sufrimiento. Él sigue pi-
diendo que nos dediquemos por completo a él y que estemos dispuestos a vivir de formas
que el mundo rechaza por la causa del reino.
Consideremos, por ejemplo, la historia del joven rico (Marcos 10.17-31). Él se acercó a
Jesús preguntándole qué tenía que hacer para heredar la vida eterna. Jesús le respondió
que vendiera todas sus posesiones y se las diera a los pobres. Pero las demandas de Je-
sús eran mayores de las que el joven estaba dispuesto a conceder, así que se retiró triste.
Jesús les señaló a sus discípulos que esto no los debería sorprender, y les dijo:
Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el
reino de Dios (Marcos 10.25).
Jesús continuó advirtiendo que sus seguidores debían estar dispuestos a dejar su fami-
lia, su casa y sus posesiones. Debían estar dispuestos a ser perseguidos, y a ser martiri-
zados por su nombre. Como Jesús lo había planteado con anterioridad:
… Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sí-
game. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará (Marcos 8.34-35).
De una forma u otra, todo cristiano tiene que cargar una cruz: por la gloria y la bendición
de la salvación vale la pena el sacrificio.
Por un lado, Jesús les dijo a sus discípulos: “Toma tu cruz”. Pero, por otro lado,
vemos esos momentos de la vida de Pedro en que él mira su mano y no ve una
cruz, sino una espada con la cual cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote. Este
acto resume el dilema que la iglesia ha tenido durante siglos: ¿la espada o la cruz?
¿Seguimos el camino de la ingenuidad humana, o de los métodos humanos, o de
la sabiduría humana? ¿Nos entregamos a la muerte, negándonos a nosotros mis-
mos para seguir a Jesús? Jesús expresó claramente que la gloria, el tipo de gloria
que Dios ofrece por medio de su Hijo, solo se puede encontrar por medio de la
cruz, siguiendo el camino de Jesús. Entonces, la pregunta no es: “¿cuánto podemos
ceder?”, ni: “¿qué podemos ceder?”, sino: “¿seguiremos a Jesús?”. Cuando las per-
sonas se comprometen con este propósito, y entienden que el camino de Jesús es
el camino de la cruz, y que seguirlo significa morir a uno mismo y vivir para él, en-
tonces, las preguntas sobre ceder o no ceder, sobre la unidad o la desunión, tienden
… Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas
son posibles para Dios (Marcos 10.27).
Nosotros no tenemos el poder para obedecer a Jesús de la forma radical en que él deman-
da, pero Dios sí. Él usa ese poder en nosotros para asegurarse de que entremos en su reino.
Una de las peores cosas que podemos hacer es buscar crecer en Cristo, ser santifica-
dos y crecer en justicia separados del poder del Espíritu. Esta actitud no agrada a Dios,
porque implica no depender del Dios que nos salvó para después santificarnos. La obra
del Espíritu y su poder son absolutamente esenciales para toda cosa buena que pudiera
salir de nosotros, y para lograr el crecimiento en nuestra vida. Siendo Jesús nuestro
ejemplo, vemos exactamente eso en su vida. El Espíritu Santo viene y obra en la vida
de Cristo, le da poder y lo guía. Lo unge en su bautismo, al comienzo de su ministerio, y
aun antes hizo posible la concepción virginal que permitió que Dios se volviera hombre.
Vemos que el Espíritu lo guía al desierto para ser tentado. El Espíritu viene y lo ministra.
El Espíritu es la obra de poder en la vida de Cristo. Si así es en Cristo, sin dudas, también
será el Espíritu quien dará poder a la vida de los seguidores de Cristo.
Marcos quería que la audiencia original de Roma supiera que el sufrimiento y la persecu-
ción que padecían eran una señal de que eran verdaderos seguidores de Cristo. Era parte
del plan de Jesús para su reino. Marcos quería que sus lectores se sintieran animados
por esta realidad, que tuvieran confianza en que Dios les daría poder para perseverar en
medio de sus dificultades, así como lo había hecho con Jesús, para que ellos pudieran
enfrentar sus sufrimientos con ánimo y con esperanza.
Jesús sigue trayendo su reino de forma lenta y progresiva, sigue usando el sufrimiento
Sufrir por la causa de Jesús y su reino no nos debería desanimar: nos debería consolar e
inspirar. Sufrimos porque somos sus siervos y estamos confiados en que un día nuestro
sufrimiento será premiado con más bendiciones de las que imaginamos, bendiciones que
El Rey conquistador
El segundo aspecto de la identidad de Jesús que vamos a considerar es su rol como el
Rey conquistador que trae el reino de Dios a la tierra. El Antiguo Testamento dejó en claro
que el Mesías sería un descendiente del rey David y que su trabajo sería restaurar la gloria
del trono de David y reinar sobre Israel para siempre. Estas profecías están expresadas en
Salmos 89, 110 y 132, y las vemos confirmadas en Marcos 12.35. Siempre que Jesús fue
Por esto, Jesús es llamado Hijo de David (Marcos 10.47-48). El mismo Señor declaró abier-
tamente que él era el Rey mesiánico cuando fue juzgado por el Sanedrín (Marcos 14.61-62)
A continuación, analizaremos tres aspectos en los que Marcos hizo énfasis respecto
del rol de Jesús como Rey conquistador: proclamó su reino, demostró poder y autoridad
Proclamó su reino
Recordemos la forma en que Marcos resumió el ministerio del evangelio de Jesús:
Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evange-
lio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se
ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio (Marcos 1.14-15).
Jesús también proclamó el reino al enseñar sus secretos a los discípulos. Por esta ra-
zón, él enseñaba por medio de parábolas: para revelar los secretos del reino a los esco-
gidos, mientras los ocultaba de los que no lo eran. Jesús les expresó a sus discípulos:
… A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que es-
tán fuera, por parábolas todas las cosas; para que viendo, vean y no perciban;
y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdona-
dos los pecados (Marcos 4.11-12).
Por supuesto, Jesús describió reiteradamente el reino de Dios. Por ejemplo, él identificó
a los que entrarían al reino de Dios con facilidad, como los niños, y a los que podrían en-
trar con gran dificultad, como los ricos (Marcos 10).
Probablemente Jesús hizo milagros, al menos, por tres razones. En principio, él quería
mostrar su compasión, la compasión de Dios hacia las personas que sufren. Él sana a
las personas porque lo mueve la compasión que siente por ellas. Quiere suplir sus ne-
cesidades, pero al hacerlo, también declara la verdad sobre quién es él: es el Mesías
y está trayendo la salvación del reino. Así que los milagros también son señales de
su identidad, pues, no solo indican que él es Dios y que puede hacer estas cosas, sino
que advierten que él es el Mesías. La tercera razón es que los milagros indican que la
salvación mesiánica ha venido. La era prometida por Dios ha irrumpido en la historia
y ahora estamos deshaciendo la maldición que trae enfermedades, motivo por el cual
él sanaba a las personas. Incluso cuando faltan comida y bebida, él provee comida
y vino en abundancia. Los milagros estaban provocando los cambios de Dios en la
historia. Porque él es el Mesías y esa es su misión: traer esta bendición a nuestra vida.
Además de hacer milagros, Jesús demostró poder y autoridad real de otras formas. Por
ejemplo, él llamó osadamente a sus discípulos a dejar sus casas, sus familias y sus nego-
cios para seguirlo (Marcos 1.16-20). Él no solo les dio sugerencias sabias: exigió un cambio
de vida como respuesta. De hecho, esta es la misma orden que él le da a todo el que escucha
el evangelio, y sigue esperando la misma respuesta. Cada ser humano está obligado a obe-
decer a Jesús, a comprometer su vida con él y a seguirlo dondequiera que él los conduzca.
Tal vez el ejemplo más memorable de la autoridad de Jesús es el episodio en que le per-
donó los pecados al paralítico (Marcos 2.3-12). Jesús y todos los que lo rodeaban sabían
que solo Dios puede perdonar los pecados. Sin embargo, Jesús no le dijo al paralítico
que buscara el perdón de Dios, sino que con autoridad le perdonó los pecados. Como re-
sultado, esta declaración no solo fue la garantía del perdón para el hombre, sino también
de la autoridad real de Jesús. Al perdonar los pecados del hombre, Jesús demostró que
tenía autoridad divina para administrar justicia dentro del reino de Dios. Al sanar al hom-
bre, inmediatamente después de perdonar sus pecados, Jesús probó que su mensaje en
verdad venía de Dios. Por supuesto, la autoridad de Jesús para perdonar los pecados es
una de las más grandes razones para seguirlo. A través de él, nuestros pecados pueden
ser perdonados; así, podemos reconciliarnos con Dios. En vez de ser enemigos, podemos
ser ciudadanos leales de su reino, con todas las bendiciones eternas que esto conlleva.
Los demonios son el grupo de enemigos que Marcos menciona con frecuencia. De hecho,
él pone más énfasis en el poder de Jesús sobre las fuerzas demoníacas y satánicas que los
demás autores de los Evangelios. Marcos centró la atención de sus lectores en el control de Je-
sús sobre los demonios. Para Marcos, el conflicto entre Jesús y los demonios era evidencia de
que Jesús había traído el reino de Dios. La presencia del reino no implicaba una vida pacífica y
sin problemas. Por el contrario, implicaba que el reino de Jesús había venido a combatir todos
los poderes demoníacos del reino del mal y, en última instancia, a derrotarlos. Los cristianos
de Roma debían entender que sus sufrimientos eran parte de una guerra espiritual más grande.
Aunque podían ser oprimidos y perseguidos por un tiempo, ellos continuaban del lado ganador
y un día tendrían la victoria completa. Esta es la misma realidad para nosotros.
Sin embargo, aunque el poder de Jesús sobre los demonios es muy sorprendente, su vic-
toria más grande fue sobre la muerte misma, a la que Pablo denominó “el postrer enemi-
go” (1 Corintios 15.26). Antes de morir, Jesús explicó una y otra vez a sus discípulos que
su muerte era el camino a la victoria. La muerte era un enemigo, pero Jesús lo conquista-
ría y lo usaría para sus propios propósitos. Veamos, por ejemplo, cómo Jesús tranquilizó
a sus discípulos durante la Última Cena con las siguientes palabras:
… Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto
os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba
nuevo en el reino de Dios (Marcos 14.24-25).
Como un tierno pastor, Jesús prometió que lejos de ser un motivo de desaliento, su
muerte sería la victoria del pacto de Dios sobre el pecado y sus consecuencias. También
prometió que esta no sería la última cena que él compartiría con sus discípulos. Después
de todas las cosas terribles que estaban a punto de suceder (el arresto, los juicios, el
sufrimiento y la muerte), él participaría otra vez con ellos de una cena, cuando su reino
fuera consumado en toda su gloria. Desde los lectores originales de Marcos en el mundo
antiguo hasta la iglesia de todos los siglos, las celebraciones de la Cena del Señor nos
recuerdan que la victoria de Cristo un día vencerá todos nuestros sufrimientos. Entonces,
seremos recompensados, celebrando una cena de victoria con Jesús mismo. Jesús per-
mitió que en su crucifixión, en su muerte y en su sepultura, la muerte misma tuviera poder
sobre él por un momento, para poder redimirnos del pecado. Pero él no quedó sometido a
ese poder. Al resucitar, Jesús conquistó la muerte, probando así que él es el Cristo, el Rey
mesiánico que Dios ha enviado para restaurar su reino en la tierra.
Ahora bien, si Jesús vino para ser el Rey, entonces, ¿fracasó? Seguramente, esta pregun-
ta inquietó a la perseguida audiencia de Marcos, como también ha preocupado a muchos
cristianos de todos los tiempos. Después de todo, no vemos a Jesús reinando en la tierra.
Pareciera que él no llevó a cabo todo lo que el Rey mesiánico debería haber logrado.
estaba haciendo eso para pagar el precio de la salvación por el pecado de la humani-
dad, y que en la cruz él dejaría a un lado su majestad con el fin de expiar los pecados
de la humanidad. Sin embargo, ese no es el final de la historia, ya que Cristo resucitó
de entre los muertos y fue exaltado en el cielo. Ahora ocupa el lugar de Rey sobre toda
la creación y regresará como juez de los vivos y de los muertos.
Jesús no era el tipo de Mesías que la mayoría de las personas esperaba en el primer
siglo, ni tampoco es el tipo de Mesías que la mayoría de las personas quiere en la actuali-
dad. Él vivió una vida de sufrimiento y de servicio, y llamó a los miembros de su reino a vi-
(Marcos 4), Jesús enseñó que sus seguidores serían perseguidos y que aparentemente
su reino sería derrotado. Sin embargo, también enseñó que la palabra del reino se arraiga
Jesús y expanden el reino de Dios. El reino está encubierto temporalmente, tendrá un cre-
cimiento lento, incluso, nosotros sufriremos mientras tanto. Pero, al final, el reino de Dios
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que
no haya de salir a luz (Marcos 4.22).
El mensaje de Marcos, tanto para la audiencia original como para nosotros, es evidente.
El reino de Dios crece de una manera misteriosa, luchando contra la persecución, contra
el sufrimiento y contra los enemigos. Pero también crece, con toda certeza, conforme al
tiempo divino. El reino de Dios y el ministerio de Jesús no se pueden detener. Un día Je-
sús regresará a terminar lo que empezó, y derrotará por completo a todos sus enemigos,
y nosotros mismos seremos glorificados al acceder al estado final de la vida eterna que
nunca terminará. En aquel tiempo no quedará ninguna profecía del Antiguo Testamento
Conclusión
En esta sección de Los Evangelios, hemos considerado el trasfondo del Evangelio de Mar-
cos: autoría, audiencia original y ocasión de su escritura. También exploramos la estruc-
tura y el contenido del Evangelio. Nos enfocamos en dos temas principales: la identidad
de Jesús, como el Siervo que sufre y como Rey conquistador. Si leemos el Evangelio con
estos conceptos en mente, lo entenderemos más detalladamente y haremos mejores apli-
caciones a nuestra propia vida.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo cumplió Jesús las expectativas del Antiguo Testamento respecto del Mesías
como siervo sufriente?
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2. ¿Cuál es la respuesta apropiada del cristiano frente al ejemplo de servicio que nos da Jesús?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cuál debe ser nuestra respuesta ante las dudas que se plantean sobre Jesús, conside-
rando que no lo vemos reinando en la tierra en este mismo momento?
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2. ¿Cómo debemos vivir en tanto que el reino está temporalmente velado y crece lentamen-
te mientras nosotros sufrimos?
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3. Según el ítem Conclusión de esta lección, ¿cómo nos llama Marcos a seguir el ejemplo
de nuestro Señor? ¿Cuál crees que es tu mayor falencia al momento de imitarlo a él? ¿De
qué maneras podrías crecer en tu devoción al Señor?
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BOSQUEJO
I. Introducción
II. Trasfondo
A. Autor
1. Punto de vista tradicional
2. Historia personal
B. Audiencia original
1. Teófilo
C. Ocasión
1. Fecha
2. Propósito
III. Estructura y contenido
2. Nacimientos e infancia
4. Confirmación de Jesús
La décima lección de nuestro curso inicia otra sección, que se titula El Evangelio según san Lucas. Explora-
remos el trasfondo, la estructura, el contenido y los temas principales del tercer Evangelio. La primera lección
sobre el Evangelio presenta los detalles del trasfondo de composición de Lucas. Además, examina la estruc-
tura y el contenido del libro, comentando los años previos a la inauguración del ministerio terrenal de Jesús.
Resumen
I. Introducción
El Evangelio de Lucas nos recuerda que Jesús vino a salvarnos, a expensas de su propia vida.
II. Trasfondo
A. Autor
El Evangelio de Lucas es la primera parte de una obra de dos volúmenes:
• Iglesia primitiva:
— El Fragmento muratoriano.
— El Prólogo antimarcionita.
2. Historia personal
• No fue un apóstol.
B. Audiencia original
1. Teófilo
El prefacio de Lucas indica que Teófilo era su patrocinador, el que lo comisionó y fi-
nanció su escrito.
C. Ocasión
1. Fecha
2. Propósito
Lucas escribió para Teófilo y para los cristianos gentiles como él, con el fin de fortalecer su
joven fe en el Mesías judío Jesús.
A pesar del humilde nacimiento de Jesús, en realidad, el hijo de María era el Rey y Mesías
escogido por Dios.
TU
LEC
LECTURA
RA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 10 - El Evangelio según san Lucas
Introducción
Años atrás, se hizo el reporte de un incendio que vivió un grupo de personas en el interior
de un edificio. Un joven entró allí, y las personas que estaban acorraladas por las llamas
siguieron la voz de él hasta llegar a un lugar seguro. Las historias de los sobrevivientes re-
velaron que él era un bombero voluntario que trabajaba en el edificio. A pesar de que murió
en el incendio, el joven salvó a muchas otras personas. Lucas describe a Jesús como el
que salva. Seamos conscientes de esto o no, la humanidad está perdida y desesperada, sin
ayuda ni esperanza. No hay escapatoria del juicio. Sin embargo, el Evangelio de Lucas nos
recuerda que Jesús vino a salvarnos, a expensas de su propia vida.
La cuarta sección de nuestro curso, que se titula El Evangelio según san Lucas, explora
cómo leer el tercer Evangelio del Nuevo Testamento con un mayor entendimiento y cómo
aplicar sus enseñanzas a nuestra vida. Estudiaremos el Evangelio de Lucas en tres eta-
pas: el trasfondo, la estructura y el contenido y algunos temas principales. La presente
lección aborda el trasfondo del Evangelio de Lucas y también examina el contenido del
Evangelio, comentando los años previos al ministerio terrenal de Jesús.
Trasfondo
Veremos el trasfondo del Evangelio de Lucas considerando el autor, la audiencia original y
la ocasión o las circunstancias que motivaron su escritura.
Autor
El Evangelio de Lucas es ampliamente reconocido como el primero de dos volúmenes: el se-
gundo es el libro de los Hechos. Por consiguiente, las preguntas sobre la autoría de Lucas es-
tán entrelazadas con las mismas sobre la de Hechos. El prefacio del Evangelio de Lucas dice:
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que
entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido
también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas des-
de su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conoz-
cas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido (Lucas 1.1-4).
En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comen-
zó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba… (Hechos 1.1-2).
Por un lado, ambos prefacios indican que el autor se dirigió a un hombre llamado Teó-
filo. Por otro lado, el prefacio de Hechos hace referencia a un “primer tratado”. Esta men-
ción llevó a los académicos a concluir que aquel primer libro fue el Evangelio de Lucas.
Hay otra evidencia de que la misma persona escribió ambos libros. El estilo del griego
de Lucas es similar al de Hechos pero muy diferente al de los otros Evangelios. Además,
ambos libros enfatizan temas similares: el ofrecimiento universal del evangelio, la obra
del Espíritu Santo, el irresistible poder de la voluntad de Dios y de su palabra, y la descrip-
ción frecuente de la obra de Cristo como la salvación. Por lo tanto, asumiendo que un
mismo autor produjo ambos libros, nos preguntamos quién fue.
Investigaremos la autoría del tercer Evangelio en dos etapas: el punto de vista tradicio-
nal, que señala que el Evangelio fue escrito por un hombre llamado Lucas, y la historia
personal de Lucas.
Al menos, tres tipos de evidencia confirman el punto de vista tradicional de que Lucas
escribió el tercer Evangelio. En primer lugar, comentarios de otras partes del Nuevo Testa-
mento apuntan a su autoría. El Nuevo Testamento indica que el autor del tercer Evangelio
acompañó a Pablo en los últimos años de su ministerio. Por ejemplo, en el libro de los
Hechos, el autor varias veces narra la historia en tercera persona plural (ellos) y en otras
ocasiones en primera persona plural (nosotros). La última de estas narraciones en prime-
ra persona describe el viaje de Pablo a Roma (Hechos 27.1–28.16).
Más allá de este detalle, las epístolas de Pablo indican que Lucas fue uno de los pocos
colaboradores que estuvieron con él durante ese tiempo. Por ejemplo, ya estando próxi-
ma la hora de su muerte, Pablo le informa a Timoteo:
Esta información no prueba que Lucas haya escrito el tercer Evangelio y el libro de los
Hechos, pero sí lo vuelve una gran posibilidad.
En segundo lugar, antiguos manuscritos del Evangelio de Lucas también apuntan a Lu-
cas como su autor.
nos ayuda a identificar de forma específica cuándo fue copiado el documento. Esas
son las tres formas de fechar los manuscritos.
Uno de los primeros manuscritos del Evangelio de Lucas, y a la vez uno de los más con-
fiables, es el papiro número 75, también conocido como P-75. Este manuscrito tiene una
fecha de composición que ronda el año 180. Contiene más texto del tercer Evangelio que
la mayoría de los otros manuscritos antiguos, y lleva el título “Según san Lucas”. Muchos
otros manuscritos antiguos también identifican a Lucas como el autor del Evangelio, y
ningún manuscrito antiguo atribuye este Evangelio a otro autor.
En tercer lugar, los escritos de la iglesia primitiva también identifican a Lucas como
autor. Documentos importantes de la iglesia primitiva constantemente asignan la autoría
del tercer Evangelio a Lucas. El Fragmento muratoriano (fechado entre 170 y 180) es el
documento más antiguo y conocido que hace una lista de los libros del Nuevo Testa-
mento que la iglesia primitiva consideraba que debían ser canonizados. Este documento
afirma con claridad que Lucas es el autor del tercer Evangelio.
Lucas era sirio, de Antioquía, médico de profesión, discípulo de los apóstoles y lue-
go seguidor de Pablo. […] Movido por el Espíritu Santo, compuso este Evangelio en
las regiones de Acaya.
Por otra parte, muchos líderes de iglesias del segundo siglo y del tercero reconocieron a
Lucas como el autor del tercer Evangelio. La autoría de Lucas fue confirmada por Ireneo
(130-202), por Clemente de Alejandría (150-215) y por Tertuliano (155-230).
Creo que debemos confiar en que Lucas es el autor del tercer Evangelio. Sabemos por el
libro de los Hechos que Lucas era doctor, que Pablo lo encontró cuando venía cruzando
desde el norte de Asia Menor hacia Troas, y que juntos viajaron a Filipos. Probablemen-
te Lucas se haya quedado en Filipos ejerciendo como doctor y se haya reunido de nuevo
con Pablo en su viaje de Filipos a Jerusalén del año 57. La imagen de Lucas en el Nuevo
Testamento es la de alguien que conoce muy bien a Pablo y viaja con él. Además, existe
evidencia de que es la misma persona que escribió el Evangelio de Lucas.
Si estuviéramos intentando adivinar el nombre del compañero de Pablo, tal vez no pen-
saríamos en Lucas. Él no es una figura muy prominente en las cartas de Pablo; más
bien, pensaríamos en Tito o en otra persona. No ser una figura prominente en las cartas
de Pablo sugiere que atribuir a Lucas tanto el Evangelio como el libro de Hechos proba-
blemente es acertado. No obstante, también creo que hay una buena razón para pensar
que los nombres de las personas a quienes se les atribuyen los Evangelios se remon-
tan a una etapa muy temprana de la iglesia, cuando los Evangelios comenzaron a circu-
lar. Por lo tanto, creo que la combinación de la adjudicación del Evangelio a Lucas y del
dato de que el mismo autor de Hechos parezca ser un compañero de Pablo, hace que
sea muy probable que el autor de ambos libros sea el mismo Lucas que acompañó a
Pablo en algunos de sus viajes como uno de sus colaboradores.
Historia personal
El Nuevo Testamento nos proporciona al menos cuatro datos sobre la historia personal de
Lucas. En primer lugar, él no fue un apóstol. De hecho, Lucas no parece haber sido testigo
ocular de ningún acontecimiento registrado en su Evangelio.
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que
entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra… (Lucas 1.1-2).
histórico. Habla de sus fuentes en el prefacio: no afirma ser un testigo ocular, pero
sí dice haber tomado y registrado el testimonio de testigos oculares de modo que
tenemos su confirmación respecto del testimonio de los testigos. Sin embargo, lue-
go comienza el período posterior en que Pablo llegó a Jerusalén en su último viaje.
Lucas lo acompaña. Pablo está en prisión por un período de alrededor de dos años,
y parece que mientras tanto Lucas estuvo rondando Jerusalén y otros territorios de
Palestina. Por lo tanto, tuvo un largo tiempo (dos años) para hacer entrevistas a los
testigos oculares, tal como se esperaría que lo hiciera un buen historiador antiguo.
Estos testigos fueron miembros de la iglesia de Jerusalén, como Santiago, el her-
mano de Jesús, que de seguro se encontraba por esa región. Algunos de los doce
apóstoles también andarían por Jerusalén o en otros lugares de Palestina. Como
lo vemos, Lucas estaba en una muy buena posición para entrevistar a los testigos.
Después, por supuesto, él acompañó a Pablo a Roma, donde también pudo haber
encontrado otras personas dispuestas a contar sus propias historias de cómo ellos
recordaban la vida de Jesús. Creo que Lucas estaba en una muy buena posición
para tener contacto de primera mano con los testigos oculares.
En segundo lugar, Lucas era un gentil convertido al cristianismo. Pablo les escribió a
los colosenses desde la prisión y les envió saludos de Lucas, que estuvo con él en ese
tiempo. Pablo apuntó:
Este detalle es importante porque Pablo había dicho que Aristarco, Marcos y Jesús lla-
mado Justo eran los únicos judíos que estaban trabajando con él por aquel entonces
(Colosenses 4.10-11). Por eso, podemos concluir que Lucas era gentil. Esto se confirma
en Hechos 1.19, pues, Lucas define el arameo como la “propia lengua” de los habitantes
de aquella región. Por tanto, el arameo era el lenguaje de los judíos pero no el suyo.
En tercer lugar, Lucas también parece haber gozado de una buen educación. Muchos
de los libros del Nuevo Testamento están escritos en un griego de estilo bastante co-
mún, pero el Evangelio de Lucas muestra más sofisticación en su uso del lenguaje. Este
punto también se refleja en la identificación que Pablo hace de él llamándolo “el médico”
(Colosenses 4.14). A pesar de que la medicina no era una disciplina formal en los días
del Nuevo Testamento, era necesario que la ejerciera una persona con habilidades, con
aptitudes y con un cierto grado de conocimiento.
Creo que de todas las personas del Nuevo Testamento, me hubiera gustado cono-
cer a Lucas. Hubo un tiempo en que pensé que sería médico, así que siempre me
los Evangelios, hay varios ítems que encajan con mi punto de vista. El primero es el
mano. Lucas se une a la compañía de las personas que estaban siendo parte de
cristianismo primitivo. Creo que eso es algo emocionante. El segundo punto es que
tipo de persona que quiere dar con un diagnóstico correcto. Tendrá mucho cuidado
para obtener claridad, porque quiere que sus datos sean exactos y que todo lo que
concluya sea para beneficio del paciente, por así decirlo. La tercera cosa que me
Israel o a Palestina. Es una perspectiva global. En estos días en que nos preocu-
pamos porque el evangelio cristiano está globalizado, podemos leer Lucas desde
un entendimiento real porque él tuvo la oportunidad de viajar por Grecia, por Roma
y por otras partes del mundo grecorromano. Él tuvo la oportunidad de ver cómo el
Audiencia original
Veamos la identidad de la audiencia original de Lucas desde dos perspectivas: la dedica-
ción explícita del libro a Teófilo y la posibilidad de que el libro también fuera dirigido a una
audiencia más amplia. En principio, detengámonos en Teófilo, el primer lector de Lucas.
Teófilo
A lo largo de los siglos, ha habido un gran debate sobre quién era Teófilo y a qué se
refiere este nombre en Lucas 1.1-4. Su nombre también se menciona en Hechos 1.1-2.
Teófilo significa amante de Dios; por esta razón, muchos han pensado que quizás
Teófilo no era un individuo, sino que representaba a los lectores del Evangelio de
Lucas, quienes se presume que eran los amantes de Dios en la iglesia. La otra gran
posibilidad es que Teófilo fuera un individuo. La mayoría de los estudiosos sostie-
nen esta segunda opinión (con la que concuerdo) porque Lucas lo describe como
“excelentísimo” (kratista), y después Lucas usa la palabra kratista para referirse a
los gobernantes romanos Félix y Agripa. Aparentemente, para Lucas esta era una
expresión bastante técnica para referirse a una persona de alto rango, en especial,
del gobierno romano. Sin embargo, en Lucas 1.1-4, parece ser parte de una dedica-
toria. Simplemente, encaja en el género de dedicatorias introductorias. Las obras
históricas, cuando usaban este tipo de lenguaje, a menudo estaban dedicadas a un
patrocinador, es decir, a alguien que pagó por la producción de la obra. El formato
de las frases de Lucas se ajusta a lo que sabemos de las dedicatorias. Por eso, es
casi seguro que Teófilo fuera una persona real.
El prefacio de Lucas implica que Teófilo era su patrocinador, el que comisionó su escrito y
lo apoyó en términos financieros. Lucas dirige su trabajo al “excelentísimo Teófilo”, o kratiste
Theophile (Lucas 1.3). Kratiste era una expresión de alto honor. De hecho, solo es usada para
describir a otras dos personas en todo el Nuevo Testamento: a los gobernadores romanos
Félix y Festo. Si Teófilo no tenía el rango de alto oficial romano, seguramente era una persona
de prestigio e importancia. No obstante, la relación entre Lucas y Teófilo era más compleja
que un simple patrocinio. En cierto sentido, Teófilo era también un alumno de Lucas:
Teófilo ya sabía de Jesús, pero Lucas escribió este completo y ordenado relato de la vida
de Jesús para infundirle confianza a Teófilo en las cosas en las que había sido enseñado.
Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea
en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros
(Colosenses 4.16).
Dado que los primeros cristianos compartían sus escritos, parece razonable asumir que
Teófilo habría estado dispuesto a compartir los libros de Lucas.
Más allá de esta costumbre, el gran valor literario de este Evangelio nos hace suponer
que Lucas también tuvo una audiencia más amplia en mente. El estilo no es el de una
mera nota privada para una persona. La vasta investigación histórica a la que Lucas se
refiere (en 1.3) también da lugar a pensar en una audiencia más amplia. Además, la gran
extensión del Evangelio y del libro de los Hechos también sugiere que Lucas estaba pro-
duciendo una importante obra dirigida a una audiencia más amplia. Ahora bien, ¿cómo se
conformaba esta audiencia más amplia?
Quizás Lucas escribió principalmente a los cristianos gentiles. Por ejemplo, su estilo
de griego es el de los gentiles, y su énfasis en el ofrecimiento universal del evangelio del
reino de Dios destaca que la salvación es para todas las naciones. Por supuesto, el Evan-
gelio de Lucas también habría sido valioso para los judíos cristianos, pero este Evangelio
no estaba dirigido a ellos como sí lo estaba específicamente el de Mateo.
En general, Dios siempre pretende que la Biblia sea leída y entendida por su pueblo a lo
largo de la historia. Es importante reconocer que cuando el Espíritu Santo inspiró a los auto-
res particulares para que escribieran libros particulares, él obró a través de sus personalida-
des e intereses. Lucas pensó su Evangelio en torno a las necesidades de Teófilo y de otros
cristianos gentiles de primer siglo. Las audiencias modernas también accedemos a estos
escritos, pero si mantenemos presentes a Lucas y a su audiencia original mientras leemos
su Evangelio, podremos entender mejor lo que Lucas escribió para aplicarlo a nuestras vidas.
Ocasión
Exploraremos, seguidamente, la ocasión que rodeó la escritura del Evangelio de Lucas en
dos aspectos: la fecha de composición y el propósito de Lucas al escribirlo.
Fecha
Dos factores apuntan a una fecha que ronda los años 65 y 67 d.C. En primer lugar, las
comparaciones entre el Evangelio de Lucas y el de Marcos han dirigido a la mayoría de los
estudiosos del Nuevo Testamento a coincidir en que Lucas usó el Evangelio de Marcos
como una de sus fuentes de investigación. En nuestra sección anterior, concluimos que la
fecha más probable de composición del Evangelio de Marcos era el año 64. Si Lucas usó
este Evangelio como fuente, entonces, la fecha probable para la escritura de Lucas quizás
sea alrededor del año 65.
En segundo lugar, el libro de los Hechos apunta a una fecha que no trasciende el año 69,
probablemente, no después del año 67. Hechos no registra acontecimientos importantes
como el martirio de Pablo (que tuvo lugar alrededor del año 65), o la persecución de Nerón
(que terminó en el año 68), o la caída de Jerusalén (año 70). Estas importantes omisiones
sugieren que Lucas escribió Hechos antes de que tales sucesos tuvieran lugar, o antes
de que él se enterara de ellos. De acuerdo con Hechos 1.1, el Evangelio de Lucas fue ter-
minado antes de que él escribiera Hechos. Por lo tanto, parece más probable que Lucas
haya completado su Evangelio en el año 67, y es casi seguro que lo haya terminado antes
del año 69, es decir, antes de la caída de Jerusalén.
Propósito
El autor aduce la siguiente razón para investigar y escribir el Evangelio:
Lucas escribió para Teófilo y para cristianos gentiles como él, con el fin de fortalecer la
fe en el Mesías judío Jesús. En el tiempo en que Lucas escribió su Evangelio, tanto los
cristianos gentiles como Teófilo se enfrentaban a retos importantes para su fe, los cuales
provenían al menos de dos fuentes.
En primer lugar, la persecución de Nerón a los cristianos de Roma creó un temor gene-
ralizado de que la persecución pudiera extenderse por todo el imperio. El temor hizo que
algunas personas se retrajeran de proclamar que Jesús había traído el reino de Dios. En
segundo lugar, los cristianos estaban debatiendo sobre el lugar que deberían ocupar los
gentiles convertidos al cristianismo en una iglesia mayoritariamente judía. El prejuicio y
la división suscitaron dudas respecto de la proclamación de que Jesús ofreció salvación
a todas las familias de la raza humana.
Lucas escribió su Evangelio para dar respuestas a estos desafíos y dudas. Él aseguró a
los creyentes gentiles que habían hecho la elección correcta al seguir a Jesús. En efecto,
Jesús había inaugurado el reino de Dios y los cristianos gentiles eran verdaderos miem-
bros de la familia de Dios. Si ellos se mantenían fieles a Jesús, podían estar confiados en
que recibirían todas las bendiciones de la salvación.
Estructura y contenido
En las lecciones anteriores de nuestro curso, ya vimos que los cuatro Evangelios abordan la
vida de Jesús siguiendo un orden cronológico, pero organizan los relatos de Jesús según dife-
rentes principios. Por ejemplo, Mateo y Marcos ordenan su contenido de acuerdo con ciertos
temas. En cambio, Lucas organizó gran parte de su Evangelio según un criterio geográfico.
Para los fines de este estudio, fragmentaremos el Evangelio de Lucas en seis secciones:
un corto prefacio (1.1-4) más cinco divisiones principales de relatos. La primera describe
los comienzos de Jesús y se enfoca en la región de Judea y el río Jordán (1.5–4.13). La
segunda es la narración del ministerio de Jesús en Galilea (4.14–9.50). La tercera registra
el viaje de Jesús a Jerusalén (9.51–19.27). La cuarta es la narración del ministerio de Je-
sús en Jerusalén y sus alrededores (19.28–21.38). La quinta y última es la narración de la
crucifixión y la resurrección de Jesús en las afueras de Jerusalén (22.1–24.53).
A lo largo de esta narración, Lucas se refiere con frecuencia a las promesas que Dios
había hecho en el Antiguo Testamento, para demostrar que Dios estaba cumpliendo las
promesas a través de Jesús. Así, se desprendía que la única manera de ser fiel a Dios y
heredar las bendiciones de su reino era recibir a Jesús como Rey y Salvador.
Es significativo que Lucas haya iniciado su Evangelio con la aparición del ángel Gabriel.
Cientos de años antes, según la profecía de Daniel 9, Gabriel había anunciado que el exilio
de Israel duraría cientos de años. Mientras estuviera bajo el juicio de Dios, Israel estaría
en cautiverio. Sin embargo, en el Evangelio de Lucas, Gabriel anunció que el período de
juicio estaba a punto de terminar.
Según Lucas 1.5-25, Gabriel predijo el nacimiento de Juan el Bautista, visitó al sacerdote
Zacarías en Judea y le anunció que Elisabet, su esposa estéril, concebiría milagrosamen-
te y tendría un hijo. Llamarían a su hijo Juan: él sería lleno del Espíritu Santo desde su
nacimiento, y serviría en el espíritu del gran profeta Elías para preparar el camino para la
salvación de Dios. Al principio, Zacarías dudó del mensaje de Gabriel, por lo que quedó
mudo hasta que su hijo nació.
Lucas compara el anuncio del nacimiento de Juan con el anuncio más grande hecho por
Gabriel: el anuncio del nacimiento de Jesús (1.26-38). Gabriel le reveló a María que Dios
engendraría milagrosamente un hijo en su vientre y Dios mismo sería el padre del niño.
El Hijo de Dios sería llamado Jesús, que significa Salvador. Por otra parte, él heredaría el
trono de su antecesor David, lo cual significa que él sería el Mesías, el gran Hijo de David
que traería la salvación del eterno reino de Dios a la tierra.
María y Elisabet eran primas, así que María visitó a su parienta en Judea para contarle que
estaba embarazada del Hijo de Dios (1.39-56). Cuando María saludó a Elisabet, Juan saltó
de gozo en el vientre de su madre, y Elisabet inmediatamente fue llena del Espíritu, por lo
que entendió el significado de la reacción de su bebé. Elisabet bendijo a María, llamando
al hijo de María su Señor. María respondió cantando su famosa alabanza El Magníficat
(1.46-55), para expresar su gran regocijo por la salvación que vendría a través de su hijo.
Nacimientos e infancias
Después de los anuncios de los nacimientos, Lucas comparó los nacimientos e infancias
de Juan y de Jesús (1.57–2.52). El relato de Lucas del nacimiento de Juan y de su infancia
se encuentra en 1.57-80. Juan nació de padres ancianos. Cuando ellos lo presentaron en el
templo al octavo día, para la circuncisión, la voz de su padre regresó. En ese momento, Za-
carías fue lleno del Espíritu Santo y profetizó que su hijo prepararía el camino del Mesías,
el gran Hijo de David. Así describió Zacarías el rol del Mesías:
En tiempos del Antiguo Testamento, Dios pactó promesas de salvación con Abraham y
con David. Zacarías profetizó que Dios las estaba cumpliendo, y que su hijo Juan sería el
profeta que prepararía el camino.
bre, pero el anuncio angelical que proclamó su nacimiento a los pastores cercanos fue
majestuoso. El ángel se dirigió a los pastores con las siguientes palabras:
… No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el
pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO
el Señor (Lucas 2.10-11).
El ángel proclamó las buenas nuevas o el evangelio de que el Rey mesiánico salvaría al
pueblo del juicio de Dios. A este mensajero mesiánico se le unió un ejército celestial de
ángeles que cantaban alabanzas a Dios por el nacimiento de Jesús. Lucas dejó en claro
que a pesar del humilde nacimiento de Jesús, el hijo de María verdaderamente era el Rey
y Mesías escogido por Dios.
Porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de
todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel
(Lucas 2.30-32).
… Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y
para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las nacio-
nes, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra (Isaías 49.6).
A través de Simeón, Dios reveló que Jesús era el Mesías que traería salvación y gloria
para Israel. Es más, él extendería el evangelio del reino de Dios a las naciones gentiles,
para que ellos también fueran salvos.
Finalmente, Lucas retomó el tema de la filiación de Jesús con una breve historia de él en
el templo (2.41-52). Jesús tenía doce años cuando acompañó a sus padres a la Pascua
en Jerusalén, pero se separó de ellos cuando regresaban a casa. Sus padres lo encontra-
ron varios días después en los atrios del templo, hablando con los maestros. Todos los
que lo oían estaban asombrados del conocimiento y de la sabiduría de Jesús. María lo
confrontó, pero la respuesta de Jesús reveló lo especial que era:
… ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? (Lucas 2.49).
Es interesante observar que en el Antiguo Testamento, en Éxodo 19, cuando los israelitas
iban a escuchar a Dios, o él estaba por descender sobre el monte Sinaí, se les advierte
primero que laven sus ropas y se purifiquen. Este detalle nos comunica que la purifica-
ción era algo que las personas hacían en preparación para la venida de Dios o la apari-
ción de Dios. Si observamos la proclamación de Juan el Bautista, vemos que él básica-
mente está pregonando que Dios vendría con su juicio y que las personas necesitaban
prepararse mediante el arrepentimiento, y luego, por supuesto, mediante el bautismo.
En los Evangelios, vemos que Juan bautiza al pueblo, y Jesús acude a él para ser
bautizado. ¿Por qué haría eso? Juan exhortaba al pueblo al arrepentimiento y a pre-
pararse para la venida del reino. Jesús, ¿tenía de qué arrepentirse? Obviamente,
no. Él es el Hijo de Dios que no tiene pecado. Entonces, ¿por qué fue bautizado por
Juan? Es importante entender que el bautismo de Juan tiene por finalidad preparar
la venida del reino. Él llama a las personas a arrepentirse y a creer. No es igual
que el bautismo cristiano, puesto que el bautismo de Juan anuncia que el reino
está llegando, el Rey está llegando y el pueblo tiene que estar preparado. Jesús, al
ser bautizado por Juan, inicia su ministerio. El relato de su bautismo se encuentra
al comienzo del ministerio de Jesús en todos los Evangelios. Él se identifica con
nosotros (pensémoslo en los términos en que escribió Mateo) para satisfacer toda
demanda de justicia. No es porque Jesús se tenga que arrepentir, ni porque sea un
pecador, sino porque se identifica con su pueblo. Está iniciando su ministerio pú-
blico. Actúa como nuestro representante en su vida, que culminará con su muerte,
con su resurrección y con su ascensión. Por esa razón Jesús es bautizado por Juan:
para inaugurar su ministerio, para comenzar su misión, para anunciar que lo que
Juan había esperado ahora se cumplía en él. Jesús está trayendo el reino a la tierra.
Dios mismo confirmó públicamente que Jesús era su Hijo a través de la aparición visible
del Espíritu y su voz audible desde el cielo.
Luego, Lucas provee una confirmación genealógica de que Jesús era el Hijo de Dios
(3.23-38). Al igual que Mateo, Lucas trazó la genealogía de Jesús, siguiendo la línea di-
recta de David y de Abraham. Pero a diferencia de Mateo, Lucas extendió su registro para
incluir la línea directa de la humanidad hasta llegar a Adán. Para entender el significado
de esta genealogía, leamos cómo termina:
Lucas llamó a Adán “hijo de Dios”, el mismo título atribuido a Jesús en estos capítulos. De
esta manera, Lucas señala algo que otras partes del Nuevo Testamento enseñan de forma
explícita. Como Hijo de Dios, Jesús estaba destinado a cumplir el propósito del primer hijo de
Dios, Adán; según lo señaló el apóstol Pablo, Jesús era “el postrer Adán” (1 Corintios 15.45).
Adán fue el rey siervo de Dios en la tierra, quien se suponía que haría la voluntad de Dios,
pero fracasó estrepitosamente. Jesús es el gran Hijo de Dios, quien tuvo éxito donde Adán
había fracasado, y así logró extender la salvación a cada nación de la tierra.
La última confirmación de que Jesús es el Hijo de Dios fue una confirmación personal de
boca de Jesús mismo (Lucas 4.1-13), según lo leemos en el relato de la tentación de Jesús.
Lucas señaló que el Espíritu Santo llenó a Jesús y lo guio al desierto, donde fue tentado por
Satanás (4.1). El demonio tentó a Jesús para que transformara las piedras en pan, para que
recibiera del diablo la autoridad sobre las naciones y para que se arrojara desde la parte
superior del templo. El diablo comenzó dos de esas tentaciones con las burlonas palabras:
“Si eres Hijo de Dios”. Jesús rechazó firmemente las tres tentaciones de Satanás, incluso,
citó pasajes del Antiguo Testamento que describían lo que debe hacer un fiel hijo de Dios.
Antes que nada, parte de la tarea de los autores de los Evangelios es retratar a
Jesús como el verdadero Hijo de Dios. Jesús citó la Biblia cuando se encontró con
el diablo en el desierto por varias razones. Una de las razones es a causa de su
relación de pacto con Dios. Él acude a las Escrituras, y cita esa expresión de la rela-
ción de pacto para mantener su relación con Dios en orden, para mantener la visión
correcta sobre su propia autoridad en relación con Dios el Padre y también sobre la
autoridad limitada del diablo. Jesús responde: “No solo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra de Dios” solo para recordarse a sí mismo la prioridad de la relación
de pacto, lo cual lo ayuda a resistir las tentaciones del diablo. Jesús cita un pasaje
particular de las Escrituras: Deuteronomio 6-8. Aquí, Moisés se encuentra hablando
de la experiencia del pueblo de Dios en el desierto y de cómo la experiencia en el
Éxodo probó qué había en el corazón de la comunidad israelita. Lo que ocurre con
Jesús es muy similar: la prueba de filiación ante el encuentro con la tentación. Israel
no pasó la prueba, Jesús sí la pasó. Por medio de citas y alusiones del Antiguo Tes-
tamento, los autores de los Evangelios trazan comparaciones. Jesús da el mismo
uso a las Escrituras en la narración de la tentación.
Debido a que estos sucesos en Lucas tienen lugar después de la genealogía de Je-
sús —que termina con Adán retratado como hijo de Dios—, el registro de Lucas sobre la
tentación de Jesús debe ser contrastado con el de la tentación de Adán (Génesis 3): el
demonio tentó a Adán en el jardín del Edén. Cuando Adán pecó, Dios maldijo la creación y
echó a toda la humanidad a una tierra hostil (como lo es también el desierto). En cambio,
Jesús resistió la tentación en el desierto; así, confirmó que él realmente era el fiel Hijo de
Dios que conduciría al pueblo fiel a Dios de regreso al paraíso.
Después de los comienzos de Jesús en Judea y en la región del Jordán, la siguiente sec-
ción principal que se registra en el Evangelio de Lucas es el ministerio de Jesús en Galilea
(Lucas 4.14–9.50). Exploraremos esta narrativa en la próxima lección.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo sabemos que Lucas escribió el Evangelio según san Lucas?
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2. ¿Cómo sabemos que el Evangelio de Lucas fue escrito para Teófilo y para los cristianos
gentiles?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cómo crees que la lectura del Evangelio de Lucas puede fortalecer tu fe?
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2. ¿Por qué es importante tener presente quién fue la audiencia original de Lucas cuando
leemos su Evangelio?
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3. Casi el sesenta por ciento del material del Evangelio de Lucas es exclusivo (entre otros,
Lucas 1.26-38, 2.1-52, 24.13-53). Selecciona algún relato de estos capítulos. Extrae del pa-
saje los rasgos distintivos de la divinidad de Jesús o de su perfecta humanidad. ¿Qué en-
señanza del texto ha fortalecido tu fe?, o ¿cuál desafió los conceptos erróneos que tenías?
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LECCIÓN 11
BOSQUEJO
3. Juan el Bautista
4. El compromiso de Jesús
2. Su resurrección y su ascensión
Introducción
La segunda lección sobre el Evangelio de Lucas profundiza el contenido restante del libro. Exploraremos los
detalles del ministerio de Jesús, desde la inauguración al regreso del desierto —empezando por Galilea, en su
camino a Jerusalén, en la ciudad y sus alrededores— hasta la crucifixión, la muerte y la resurrección del Señor.
Resumen
B. El ministerio de Jesús en Galilea (Lucas 4.14–9.50).
• Reconocer su autoridad.
• Confiar en su poder.
— Introducción: 15.1-2.
TU
LEC
LECTURA
RA
TU
LECTURA
LECTURA
. L e c c i ó n 11 - E l E v a n g e l i o s e g ú n s a n L u c a s
El sermón de Nazaret
Los tres Evangelios sinópticos enfatizan los poderosos milagros de Jesús y la proclamación
del evangelio durante su ministerio en Galilea. La presentación de Lucas se distingue porque
introduce esta etapa del ministerio de Jesús con el primer sermón del Señor, que tuvo lugar
en su pueblo natal Nazaret. Lucas relata que un día de reposo, Jesús entró en la sinagoga y se
le dio el libro del profeta Isaías. Y leyendo Isaías 61.1-2, hizo una proclamación sorprendente:
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a
pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos; a predicar el año agradable del Señor […]. Hoy se ha cumplido esta
Escritura delante de vosotros (Lucas 4.18-21).
Cuando Jesús dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”, estaba
queriendo decir que algo predicho con anticipación en el Antiguo Testamento, ahora
se estaba llevando a cabo. De eso se trataba el jubileo: cada 49 o 50 años, depen-
diendo de cómo se lo calculara, el Israel del Antiguo Testamento tenía que liberar
a las personas de sus deudas y restaurarlas a sus tierras ancestrales, a las tierras
de sus tribus, que sus familias habían recibido durante los días de Moisés y de Jo-
sué. Si pensamos el éxodo como el acontecimiento más importante de redención
que ocurre en el Antiguo Testamento, también tenemos que entender que el jubileo
era una importante provisión de Dios para la restauración. Mientras vivamos en un
mundo caído, la redención vendrá a salvarnos y la restauración será parte de la re-
dención de Dios. Así, Jesús se dispuso a mostrar las señales de este jubileo. Él está
liberando a las personas de la opresión de los demonios y de la estigmatización
social, y las está restaurando a Dios, su Creador y Padre.
Isaías profetizó que la venida del reino de Dios tendría como resultado la salvación de
todo su pueblo fiel. Jesús proclamó que ese día había llegado. Este pasaje ejemplifica el
modelo básico de Lucas para interpretar el ministerio entero de Jesús: él era el Mesías o
El mismo patrón se repite también en los siguientes versículos, pero en lugar de sanida-
des, Lucas registró enseñanzas del Señor. Jesús enseñó que su presencia física en la tierra
debería terminar con el ayuno, y traer regocijo y celebración (5.33-39). También enseñó que
el día de reposo es para sanar y salvar vidas (6.1-11). Además, Jesús seleccionó a doce de
sus muchos discípulos para convertirlos en sus apóstoles especiales, y les asignó la tarea
de establecer un nuevo orden para Israel (6.12-16). A través de los milagros y las enseñan-
zas, Jesús demostró que él era verdaderamente el Mesías profetizado por Isaías, porque
trajo el favor del Señor bajo la forma de sanidades y de libertad de la opresión.
Enseguida, Lucas registró una extensa prédica de Jesús que generalmente se denomina Ser-
món de la Llanura (6.17-49). Este tiene muchas similitudes con el Sermón del Monte (Mateo 5–7).
Uno de los paralelismos que es interesante observar entre Mateo y Lucas es el con-
traste entre el Sermón del Monte, de Mateo 5–7, y lo que se conoce como el Sermón
de la Llanura, de Lucas 6. El debate al respecto es interminable: ¿son un mismo
sermón, o son sermones diferentes? Yo creo que podemos señalar dos cosas. En
primer lugar, sabemos que estamos lidiando con un pequeño extracto de lo que
Jesús, en realidad, predicó en esa ocasión. Leer Mateo 5–7 lleva unos cuarenta
minutos si lo leemos en voz alta, pero Jesús estuvo hablando durante horas y ho-
ras, y su enseñanza no se puede comprimir. En los Evangelios, leemos extractos.
Ahora bien, ¿estamos hablando del mismo extracto? Probablemente, sí. Además, si
conocemos la geografía de esa región, advertiremos que hay colinas justo detrás
de Capernaum. Podemos ver tales colinas y pensar: Jesús se sentó y la multitud
estaba en una colina. Pero desde otra perspectiva, en realidad, se trata de un des-
censo lento de roca volcánica, a casi mil metros (tres mil pies) sobre el nivel del mar.
Si observamos el paisaje desde cierta distancia, veremos una gran extensión de lo
que llamaríamos “llanuras”, que se encuentran en pendiente y están en una colina.
Así, podríamos inferir que es el Sermón del Monte porque Jesús está sentado en el
monte, y es el Sermón de la Llanura porque es un terreno plano. Sin embargo, en ver-
dad, son el mismo lugar. Nos encontramos aquí frente a un punto fascinante. Lucas
quería darnos la impresión de que Jesús es accesible, así que describe el episodio
como un sermón que Jesús imparte estando en la llanura: él está con nosotros, en
nuestro nivel. Por el contrario, Mateo quiere que veamos a Jesús como una figura
autoritativa. El Jesús que enseña en la montaña es como el Moisés que asciende al
monte Sinaí. Creo que podemos quedarnos con ambas repuestas.
En el Sermón de la Llanura, Jesús enfatizó el mismo gran cambio que Isaías había pro-
fetizado. Los pobres serán bendecidos, los hambrientos serán saciados, los que lloran
reirán y Dios bendecirá a los indefensos. Sin embargo, las buenas nuevas fueron un paso
más allá. Jesús se dirigió a quienes habían sido bendecidos, y los llamó a seguirlo y a
vivir según los estándares y los valores del reino de Dios, que son muy diferentes de los
terrenales. Por ejemplo, los llamó a amar a los desconocidos, incluso, a los enemigos; a
diferencia de los valores del mundo, que nos advierten que seamos cautelosos con los
extraños y que odiemos a nuestros enemigos. El mensaje del reino no es solo una bendi-
ción, sino también una responsabilidad ética.
Después del Sermón de la Llanura, Lucas concluyó la sección registrando más eviden-
cias de que Jesús estaba cumpliendo la profecía de Isaías. Así, leemos que Jesús sana
al sirviente del centurión (7.1-10) y resucita al hijo muerto de la viuda de Naín (7.11-16).
Juan el Bautista
El siguiente relato de Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea es un grupo de historias
que giran en torno a Juan el Bautista (7.18-50). Después de su encarcelamiento, Juan el
Bautista envió a algunos de sus discípulos a preguntar a Jesús si él en realidad era el Me-
sías. Jesús contestó recordándoles las obras que había hecho. Los milagros de Jesús y su
predicación claramente cumplían las profecías de Isaías 61.1-2; por lo tanto, probaron que
Jesús en verdad era el Mesías. Leamos la respuesta de Jesús a los mensajeros de Juan:
… Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucita-
dos, y a los pobres es anunciado el evangelio (Lucas 7.22).
Jesús continuó afirmando que Juan era el más grande de los profetas, pero que ni si-
quiera Juan era mayor que la persona más pequeña del reino de Dios. Lucas destacó este
punto cuando explicó que Jesús perdonó los pecados de la mujer pecadora que lavó sus
pies (7.47-50). Juan había bautizado a las personas arrepentidas como una forma de
suplicar a Dios por el perdón, pero Jesús convirtió el reino en una experiencia real al per-
donar los pecados, sanar a los enfermos y predicar el evangelio a los pobres.
Lucas finalizó esta sección con varias historias sobre la preparación de los apóstoles para el
ministerio, en especial, para el que tendrían a cargo después de que Jesús ascendiera al cielo.
Jesús fue transfigurado delante de Pedro, de Jacobo y de Juan, y el Padre habló con voz au-
dible desde el cielo para confirmar su compromiso con Jesús (9.28-36). Luego, Jesús realizó
un exorcismo sumamente difícil (9.37-45) y enseñó sobre la grandeza del reino (9.46-50). En
todos estos relatos, vemos que Jesús preparó a los discípulos para que reconocieran su
autoridad, para que confiaran en su poder y para que ministraran como humildes servidores
en su nombre, de modo que fueran líderes efectivos de su reino en la tierra.
Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cum-
plirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido
(Lucas 18.31-32).
A través de pasaje, entre otros, Lucas puntualiza que Jesús estaba comprometido con el
plan de Dios de salvar a su pueblo, aunque dicho plan requiriera su muerte en Jerusalén.
Dividiremos el tratamiento que hace Lucas del viaje de Jesús a Jerusalén en cuatro
partes: primero, las enseñanzas de Jesús sobre la naturaleza del discipulado; segundo,
el registro de Lucas sobre el incremento de los conflictos entre Jesús y sus oponentes;
tercero, las enseñanzas de Jesús sobre el costo del discipulado; cuarto, el compromiso
de Jesús con el plan de Dios de salvar a su pueblo. Comentaremos, en principio, las ense-
ñanzas de Jesús sobre la naturaleza del discipulado (9.51–11.13).
Después, Jesús les presentó una amplia cosmovisión al enseñarles sobre tres temas
constitutivos del discipulado: el amor al prójimo, el amor a Dios y la oración (10.25–11.13).
Jesús resumió su enseñanza sobre el amor de esta manera:
… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas
tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo (Lucas 10.27).
Jesús citó Deuteronomio 6.5 y Levítico 19.18, para explicar que toda la ley del Antiguo
Testamento nos enseña cómo amar a Dios y al prójimo.
Los siguientes dos párrafos ilustran las dos partes de la ley del amor. La parábola del buen
samaritano (10.29-37) ilustra cómo amar al prójimo: un samaritano mostró amor a su próji-
mo herido que era israelita, aunque había tensiones entre judíos y samaritanos. Enseguida, el
encuentro de Jesús con María (10.38-42) establece un ejemplo de cómo amar a Dios. Al sen-
tarse a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas, María mostró cómo debemos amar
a Dios: haciéndolo a él la mayor prioridad de nuestra vida y escuchándolo con obediencia.
Finalmente, Jesús nos enseña a orar (11.1-13), y concluye su instrucción a los apóstoles ense-
ñándoles a orar genuina y persistentemente por los dones y por las bendiciones del reino de Dios.
La oración es muy importante para los cristianos. Es una parte esencial de la vida
de Jesús y podemos verlo a través del ejemplo de su vida. Encontramos que cuanto
más grande era su carga, Jesús más oraba y buscaba fortaleza en Dios mientras
descansaba. Se dio cuenta de que necesitaba estar en comunión constante con el
Padre, con el fin de renovarse a sí mismo espiritualmente. Oró toda la noche antes
de escoger a los doce discípulos, sabiendo que uno de ellos lo traicionaría. De he-
cho, cuando escogió a sus discípulos, Jesús tenía la mirada puesta en la cruz. Esa
es, en parte, la razón porque Jesús pasó toda la noche orando antes de cumplir este
importante ministerio. La vida de oración de Jesús es un ejemplo para nosotros.
Después, cuando sus discípulos regresaron llenos de gozo por sus obras maravi-
llosas, Jesús alabó al Padre diciendo: “Te alabo Padre, Señor del cielo y la tierra,
porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a
los niños”. Jesús alabó al Padre, así que nosotros debemos alabarlo también. Si aun
Jesús necesitó orar y dar alabanza, nosotros necesitamos hacerlo aun más. Antes
de ser arrestado, él oró fervientemente en el jardín de Getsemaní, y rogó: “Padre, si
es posible que pase de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Podemos ver que Jesús estaba en completa sumisión al Padre. Oró debido a la
relación que tenía con el Padre. Él quería completar el plan de salvación para la hu-
manidad. Su ejemplo nos enseña que, como hijos de Dios, la oración y la sumisión
a la voluntad del Padre son fundamentales para nuestra vida.
Considero que la razón principal por la cual es importante que los cristianos oremos
es que cada oración que hacemos expresa nuestra fe en Cristo, nuestro descanso
en el evangelio. La única razón por la que podemos orar es que Jesús murió por
nuestros pecados. Jesús nos dio acceso al trono de Dios. Podemos acercarnos
confiadamente al trono de la gracia en oración, porque Jesús ha abierto un camino
para que lleguemos allá. La primera razón por la que oramos es que la oración es
un ejercicio del evangelio. La segunda es que es una continua expresión de depen-
dencia total de Dios. Acudimos a él, como a un Padre que ama bendecir a sus hijos,
pidiendo nuestro pan diario. Sin embargo, orar también es una forma de adoración a
Dios: expresamos su valor, lo adoramos, estamos en comunión. Esa es la realidad al
estar en oración. La Biblia habla de caminar cotidianamente en la presencia de Dios,
con la conciencia de que él es Dios y lleva las cargas de nuestras vidas.
Juan Wesley llamó a la oración el gran medio para acercarse a Dios, el principal medio
de gracia. De hecho, cuando repasamos la historia del cristianismo, vemos que la lec-
tura de las Escrituras y la oración son las dos disciplinas espirituales principales. Creo
que la razón por la que la oración es tan importante es que crea el tipo de relación con
Dios que el cristianismo intenta fomentar. Cuando oramos, estamos hablando con
Dios, escuchando lo que Dios tiene para decirnos, para luego responder a lo que es-
cuchamos. Ese es el fundamento de la relación, y lo que Dios, en realidad, quiere para
nosotros: que tengamos una relación con él. Es como regresar al Génesis, donde Dios
caminaba por el jardín y buscaba a Adán y a Eva para que tuvieran comunión con él.
La oración es nuestra forma de caminar y de hablar con Dios. Hay un viejo himno que
dice: “Él conmigo está, puedo oír su voz, y que suyo, dice, seré”. Así, cuando oramos,
llegamos al corazón del designio del cristianismo, porque la oración es relacional.
Jesús llamó a las multitudes a no fueran hipócritas como los fariseos (12.1-3). Atacó
las prácticas de las sinagogas, de los gobernadores y de las autoridades judías (12.4-21).
Enfatizó que Dios iba a satisfacer las necesidades de todo aquel que buscara el reino
de Dios, por lo que no necesitarían perseguir la riqueza del mundo, como sí lo hacían
los líderes judíos (12.22-32). Jesús advirtió que sus seguidores indudablemente tendrían
conflictos con quienes no aceptan el reino de Dios (12.33-59).
Según Lucas 14, Jesús provocó aún más a los líderes judíos. Él sanó a un hombre en el
día de reposo, criticó los valores mundanos de los líderes judíos y sugirió que ninguno de
ellos heredaría el reino de Dios (14.1-24). Jesús advirtió a sus seguidores que podrían per-
der todo en sus vidas como resultado del conflicto que tendrían sus oponentes (14.25-34).
Después de una breve introducción (15.1-2), Jesús otra vez busca suscitar conflictos
con los líderes judíos a través de sus parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida y el
hijo pródigo. Mediante estas historias, Jesús llamó a su pueblo a rechazar la exclusividad
hipócrita de los fariseos y de los maestros de la ley, y a regocijarse cuando Dios encuentra
a sus hijos entre los pecadores perdidos del mundo.
Jesús enseñó que el discipulado implicaba ver todo lo que tenemos como una posesión de
Dios, que él nos ha confiado como sus mayordomos, para que la usemos por entero para sus
propósitos. También advirtió que las bendiciones terrenales pueden volverse una piedra de
tropiezo, incluso, llamó a los ricos a reconocer el verdadero evangelio y a recibirlo. Por último,
alentó al pueblo a seguir la fe y el arrepentimiento; y nos aseguró que sin importar cuánto
bien hagamos, nuestro mejor esfuerzo nunca sorprenderá a Dios, ni nos permitirá ganarnos
su favor, sino que seguirá siendo lo mínimo que él requiere de nosotros (16.1–17.10).
Jesús se enfoca en el juicio final de este mundo. Las cosas buenas que recibimos —salud,
posesiones y justicia— deberían hacernos apreciar la bondad de Dios y motivarnos a orar para
que él nos bendiga con ellas en esta vida. Sin embargo, todas estas cosas están destinadas a
perecer en el juicio final. La verdadera riqueza, salud y justicia son recompensas que recibire-
mos una vez que estemos en el reino eterno de Dios, así que allí debe estar nuestra esperanza
(17.11–18.8). Jesús terminó esta sección (18.9-30) enfatizando la necesidad de ser humildes,
porque solo los humildes recibirán el perdón y la bendición de Dios, y heredarán la vida eterna.
El compromiso de Jesús
Lucas concluye su registro del viaje de Jesús a Jerusalén destacando su propio compromiso
con el plan de Dios de salvar a su pueblo (18.31–19.27). Primeramente, Jesús mostró su
compromiso con el plan de Dios al predecir su propia muerte (18.31-34). Él sabía que necesi-
taba morir para salvar a su pueblo y estaba determinado a llevar adelante el plan de su Padre.
Más tarde, Jesús manifestó su compromiso con el plan de salvación de Dios, impartien-
do bendiciones a las personas a quienes vino a salvar, como el hombre ciego que sanó
(18.35-43) y el recaudador de impuestos Zaqueo a quien llamó (19.1-10). Estas personas
fueron rechazadas por la sociedad, pero conforme a lo prometido en Isaías 61.1-2, recibi-
rían una gran herencia en el reino de Dios. Jesús le dijo a Zaqueo:
Finalmente, Jesús contó la parábola de las diez minas, en la que un rey les confía a sus sier-
vos su dinero mientras él viaja lejos (19.11-27). Esta parábola enseña que si queremos here-
dar el reino de Dios, debemos comprometernos con el plan de Dios tal como Jesús lo hizo.
que Jesús condenó las prácticas pecaminosas que habían corrompido el culto y la vida
judía; por ende, él acabó ofendiendo en gran manera al liderazgo judío.
Así como necesitamos tener presente el trasfondo histórico del Antiguo Testamento para
entender muchas enseñanzas del Nuevo Testamento, también lo necesitamos para en-
tender las acciones de Jesús cuando purificó el templo. Si nos remontamos al Antiguo
Testamento, encontramos que en 1 Reyes 8 se registra la dedicación del templo. El edi-
ficio había estado en construcción durante varios años. A su término, el rey Salomón y
los israelitas dedicaron el templo a Dios. Salomón oró a Dios: “Oye, pues, la oración de tu
siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu
morada, en los cielos; escucha y perdona”. Además, Salomón oró que cuando los extran-
jeros, que oyeran del gran nombre de Dios, acudieren desde tierras lejanas para orar en
dirección al templo, Dios escuchara sus oraciones, para que todos los pueblos de la tierra
conozcan el nombre de Dios y lo teman, y entiendan que el templo había sido construido
por el nombre de Dios. En los tiempos de Jesús, las autoridades religiosas hicieron del
templo una “cueva de ladrones”, deshonrando así el nombre de Dios, pues el templo está
asociado con el nombre de Dios. Además, la purificación del templo que hizo Jesús era
un acto lleno de significado simbólico. El templo apuntaba a Jesús mismo, porque él es
el templo verdadero y final. Jesús es la realidad del templo para todas las naciones que
vienen a orar, ya que oramos a nuestro Padre en el nombre de Jesús. Así que, si entende-
mos el significado del templo del Antiguo Testamento, podemos apreciar el sentido de la
purificación del templo que Jesús hizo y su relación con la venida del reino de Dios.
Lo que parece haber sido la causa por la que Jesús estaba molesto es que el atrio de
los gentiles, el área de acceso por donde las naciones podían estar en la presencia del
Creador del universo, estaba bloqueado. La gente no podía entrar a la parte interna del
templo porque era exclusiva para los judíos; sin embargo, la parte de afuera del atrio
estaba pensada para que se acercaran las naciones y los gentiles. Ellos podían ir y orar
allí. Pero, en aquel entonces, ya no había lugar para orar. No había lugar para los gentiles
en función del propósito real de ese espacio. Por eso, vemos a Jesús restaurando el
templo y la función de ese espacio: lo limpia para que las naciones pudieran ir y orar.
Jesús enseñó en el templo sobre el reino de Dios (19.47–21.38). Durante este tiempo,
su conflicto con los líderes judíos se intensificó: él continuaba condenando sus prácticas
y ellos seguían desafiando su autoridad. Veamos qué hicieron los maestros de la ley y los
principales sacerdotes en esta etapa del ministerio de Jesús:
Jesús no dejó de predicar la verdad solo porque unos hombres malvados trataban de
atraparlo. Más bien, los reprendió abiertamente. Así lo expresó a las multitudes:
Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las
salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los prime-
ros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por pretexto
hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación (Lucas 20.46-47).
Mientras Jesús se acercaba a Jerusalén, el rechazo de Israel para aceptarlo como su Mesías
y Salvador lo llevó a profetizar la destrucción de la ciudad. No obstante, incluso esta catástrofe
sería solo un anticipo de un juicio mayor. En los últimos días, cuando Jesús regrese en gloria,
cada uno rendirá cuentas ante él. Por esta razón, Jesús llama a sus discípulos de todos los
tiempos a obedecerle con diligencia, y a aguardar con expectante cautela su regreso.
Después de la Última Cena, leemos la oración de Jesús en el monte de los Olivos (22.39-46).
Jesús estaba tan angustiado que hasta sudó sangre, y expresó el deseo de que el Padre
evitara su crucifixión si eso fuera posible. No obstante, y a pesar de todo, Jesús nunca vaciló
en su completa confianza en el Padre Celestial ni en su compromiso con el plan del Padre.
El arresto de Jesús (22.47-53) pone en marcha una serie de acontecimientos, entre ellos,
la negación de Pedro (22.54-62) y el juicio de Jesús ante los líderes judíos, ante Pilato y
ante Herodes (22.63–23.25). Ambos gobernantes encontraron inocente a Jesús de cual-
quier crimen contra Roma que pudiera merecer la muerte. Sin embargo, Pilato cedió ante la
presión de los líderes judíos y de la multitud, y condenó al inocente Jesús a ser crucificado.
meterse en problemas políticos con los romanos si no hacían algo con Jesús. Así
que, por un lado, vemos cobardía en sus acciones. Por otro lado, vemos las acciones
erradas de los fariseos, quienes no eran personas temerosas de Dios, sino que habían
caído en un error teológico al oponerse a Jesús y querían deshacerse de él por esta
misma razón. Entonces, entendemos que la multitud allí reunida no era todo el pue-
blo, sino un grupo selecto que de seguro estaba de acuerdo con quienes se oponían
a Jesús. Es muy importante que recordemos que todos los primeros cristianos, en
los primeros días de la iglesia, eran judíos, que los apóstoles eran judíos, que Jesús
mismo lo era, y que había muchos judíos que estaban dispuestos a seguir a Jesús.
Quienes gritaban pidiendo su muerte en la cruz, tal vez, eran un pequeño subgrupo de
personas con quienes Jesús estuvo en contacto durante su ministerio.
¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis […]. Pero des-
de ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios. Dijeron
todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy
(Lucas 22.67-70).
Jesús se identificó a sí mismo como “el Cristo”, “el Hijo del Hombre” y el “Hijo de Dios”.
Estos términos dan a entender que él era el Mesías que había sido profetizado en el An-
tiguo Testamento.
Después de los juicios, Lucas relata la crucifixión de Jesús (23.26-49). El escritor cita en
dos ocasiones las palabras que Jesús dijo desde la cruz (23.43-46), palabras que ningún
otro Evangelio preservó para los lectores modernos. Dichas palabras enfatizan dos con-
ceptos que Lucas menciona reiteradamente: por un lado, Jesús está lleno de compasión
por los desamparados; por otro lado, Jesús confió en su Padre, quien estaba en control de
todos estos sucesos. Recordemos cómo Jesús respondió con compasión al ladrón que
Lucas destacó que en sus momentos finales, nuestro Señor estuvo lleno de compasión
por los demás y tuvo confianza en su Padre. Enseguida, Lucas relata la sepultura de Je-
sús, que tuvo lugar “en un sepulcro abierto en una peña”. Su cuerpo estaba sin preparar
para el entierro porque estaba a punto de comenzar el día de reposo (23.50-56).
No es difícil advertir que los lectores de Lucas, acosados por la persecución romana,
podrían identificarse con los sufrimientos de Jesús. Sin importar cuáles fueran las parti-
cularidades de la persecución que ellos estaban enfrentando, Jesús enfrentó algo peor. Es
más, él lo hizo por ellos. Si su Señor estuvo dispuesto a sufrir y a morir por causa de ellos,
ciertamente ellos deberían estar dispuestos a sufrir y a morir por él. No obstante, no se tra-
taba de una mera deuda. Así como Jesús fue recompensado por su obediencia y por su su-
frimiento, sus obedientes seguidores serían también recompensados por su sufrimiento.
Su resurrección y su ascensión
Lucas concluye su Evangelio con el relato de la resurrección y de la ascensión de Jesús
(24.1-53). El escritor registró el descubrimiento de la tumba vacía de Jesús, la aparición del
mensajero angelical y la incredulidad desconcertada de sus discípulos (24.1-12). Jesús
había resucitado, tal como lo había predicho. Había conquistado la muerte para él y para
todos los que tienen fe en él.
Lucas 24.13-35 retoma la historia más tarde en el mismo día: Jesús sale al encuentro de
dos discípulos en el camino a Emaús. Él les enseñó a interpretar el Antiguo Testamento a
la luz de su propio ministerio y resurrección. Cada detalle de la Biblia apunta a Jesús y a su
misión salvadora. Según 24.36-49, Jesús se les aparece a sus discípulos, y los anima a dar
testimonio de los acontecimientos. Los mandó a continuar la misión, predicando las bue-
nas nuevas del arrepentimiento y del perdón de pecados a todas las naciones. Después,
Lucas preparó el escenario para su segundo volumen, el libro de los Hechos, registrando la
promesa de Jesús: él enviaría al Espíritu Santo para capacitarlos a fin de realizar la tarea.
Lucas escribió su Evangelio para asegurarles a los gentiles creyentes que habían elegi-
do correctamente al elegir seguir a Jesús. A través de la estructura y del contenido del
Evangelio, Lucas demostró que cada aspecto de la vida de Jesús fue parte del plan de
Dios para establecer su reino. Él era el Hijo de Dios y el Hijo de David que vino a cumplir
las profecías de Isaías sobre la salvación. Jesús era una fuerza imparable de gracia y de
misericordia, que sometería a todas las naciones a su gobierno. En efecto, él había inau-
gurado el reino de Dios. Realmente estaba ofreciendo la salvación a todas las familias de
la raza humana y salvaría a todo aquel que le fuera fiel.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. Durante su ministerio en Galilea, ¿cómo probó Jesús que él era el Salvador prometido
en el Antiguo Testamento?
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3. ¿Qué actos de autoridad realizó Jesús durante su ministerio en Jerusalén y sus alrededores?
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Preguntas de aplicación
1. ¿De qué maneras específicas puedes aplicar el Sermón de la Llanura a tu propia vida?
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2. El amor al prójimo, el amor a Dios y la oración son tres temas de Lucas en torno al discipu-
lado. ¿Dirías que estos guardan alguna relación entre sí? ¿En qué aspecto de tu vida debes
crecer en relación con la naturaleza del discipulado según las demandas del reino de Dios?
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3. Imagina, por un momento, que tú estás en medio de la multitud enfervorizada que quería
crucificar a Jesús. Responde, con total sinceridad: (a) ¿Te dejarías llevar por los “senti-
mientos” de la multitud? (b) ¿Serías seducido a oponerte a Jesús solo por imitar lo que
otros hacen, o por ser más popular, o por sentirte más cómodo? (c) ¿Llegarías a negar que
eres cristiano? A continuación, lee Lucas 12.8-10 y 2 Timoteo 2.12. ¿Qué luz arrojan estos
pasajes en cuanto a negar al Señor o a sufrir por él?
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4. ¿Cuál es el sentimiento común en las escenas de Lucas 2.10 y 24.52? ¿Qué motivo tendrían
los discípulos para volver a Jerusalén “con gran gozo” luego de la ascensión de Cristo? ¿Cómo
respondes tú, a diario, ante la noticia de que “te” ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor?
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LECCIÓN 12
BOSQUEJO
V. Conclusión
Introducción
La última lección dedicada a este Evangelio, en conformidad con el énfasis de Lucas sobre la salvación
como tema principal, analiza tres aspectos de la obra redentora de Cristo: la salvación en su dimensión
personal, la descripción que hace Lucas de Dios como Salvador y el alcance de la salvación según la clase
de personas que son salvadas.
Resumen
IV. Temas principales
La salvación consiste en la liberación de la tiranía del mal y del juicio de Dios contra el pecado.
A. Descripción de la salvación
1. El poder de Dios
Lucas quería que sus lectores entendieran que Dios tiene el control sobre todas las cosas.
2. El plan de Dios
3. El Hijo de Dios
• Los gentiles.
Lucas escribió su Evangelio, entre otras razones, para asegurarles a los gentiles
la salvación en Cristo.
• Los pecadores.
• Las mujeres.
• Los pobres.
Como los gentiles, los pecadores, las mujeres y los pobres tenían muy pocos
derechos en la sociedad judía, tampoco podían esperar heredar el reino de Dios.
V. Conclusión
El Evangelio de Lucas presenta a Jesús, el glorioso Hijo de Dios que vino a la tierra, como
el misericordioso Salvador del mundo. Él extendió las buenas nuevas de la salvación de
Dios a todos, independientemente de su origen étnico, de su posición económica o de su
condición.
TU
LEC
LECTURA
RA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 12 - El Evangelio según san Lucas
Temas principales
En general, los tres Evangelios sinópticos —Mateo, Marcos y Lucas— comparten el mismo
tema central: Jesús es el Cristo que trae el reino de Dios a la tierra. Sin embargo, cada uno
trata el mismo concepto de diferentes maneras. A medida que exploramos la idea en el
Evangelio de Lucas, descubriremos su descripción particular del reino de Dios desde la
perspectiva de la salvación.
Lucas usó las palabras salvar, salvador y salvación al menos veinticinco veces, más se-
guido que los demás evangelistas. Él destacó cuán desesperada es nuestra condición sin
Cristo y cuán honda es nuestra necesidad de ser rescatados. Enseñó que el reino de Dios
es la salvación más grande que podríamos recibir. Salvación es un término profundamente
arraigado a las esperanzas del Antiguo Testamento, y podemos definirlo como la libera-
ción de la tiranía del mal y del juicio de Dios contra el pecado. A lo largo del Antiguo Testa-
mento, en especial en los profetas, Dios enseñó a su pueblo que un día el Mesías traería la
salvación que nos libertaría de los efectos del pecado, incluso, de la presencia del pecado.
Descripción de la salvación
A lo largo de su Evangelio, Lucas mostró que la salvación personal consiste, ante todo, en
revertir la condición del ser humano: cambia su persona, restaura su situación delante de
Dios y altera su destino para ser bendecido y no maldecido.
Como Lucas lo expresó, la salvación es el resultado de la paz entre Dios y nosotros. Gra-
cias a la nueva condición favorable, los creyentes recibimos las bendiciones eternas del
reino de Dios, las cuales heredaremos cuando Jesús regrese y perfeccione la tierra. Ya no
habrá enfermedad, ni muerte, ni incapacidad, ni pena en la tierra nueva. No importa cómo
es nuestra vida actual, seremos ricos y privilegiados en el mundo que ha de venir.
Los lectores del Evangelio de Lucas generalmente señalan que Jesús prestó especial
atención a los grupos que carecían de influencia: las mujeres, los gentiles y los niños.
Hay una profunda razón teológica para esta actitud en el contexto social de la vida y del
ministerio de Jesús: Lucas entendió el gobierno eterno de Dios en función de favorecer
a los débiles, en consecuencia, de desfavorecer a los poderosos, lo cual significaría
una verdadera inversión de los papeles. Ahora bien, esta inversión de los papeles no es
exclusiva de los Evangelios, ni del Nuevo Testamento, ni de la noción del tiempo final, ni
del tipo de realidad escatológica que afirma que “el reino de los cielos se ha acercado”.
Encontramos esta inversión a lo largo de toda la revelación bíblica. En el libro de Géne-
sis, por supuesto, encontramos una y otra vez que los hijos nacidos segundos tienden a
ser escogidos por sobre los primogénitos. Es un cambio de expectativas, y este es solo
un ejemplo de cómo el Antiguo Testamento contradice las expectativas. En cuanto a
Lucas, creo que esta realidad llega a su culminación, a su clímax, a su cumplimiento, en
el gran cambio de expectativas que celebra el Nuevo Testamento, en especial, como yo
digo, una inversión de los papeles entre los poderosos y los débiles.
Recordemos que Juan el Bautista envió mensajeros para preguntar a Jesús si él de ver-
dad era el Mesías (Lucas 7). Jesús les respondió parafraseando Isaías 61.1-2, el mismo
pasaje que leyó en la sinagoga al inicio de su ministerio público. Leámoslo una vez más:
… los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los
muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio (Lucas 7.22).
Cada punto que Jesús mencionó aquí fue una forma de salvación, un cambio de condi-
ciones: de malas a buenas.
… Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que
os maldicen, y orad por los que os calumnian […]. Amad, pues, a vuestros enemigos, y
haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y se-
réis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (Lucas 6.27-36).
Las bendiciones del reino no solo cambian las circunstancias externas, también modifi-
can el carácter y la perspectiva de quienes son salvos. Al igual que los cambios externos,
los internos se manifiestan parcialmente en el mundo presente y alcanzan su consuma-
ción total en el mundo venidero. Por el momento, empezamos a pensar y a actuar de
forma diferente porque el Espíritu Santo mora en nosotros, y vemos el mundo con ojos
nuevos. Pero los cambios continuarán en el cielo —donde seremos totalmente libres de la
presencia, de la corrupción y de las consecuencias del pecado— y se completarán cuando
Jesús regrese y nos dé cuerpos nuevos en la tierra nueva.
Las bendiciones de la salvación explican por qué, una y otra vez en el Evangelio de
Lucas, la respuesta apropiada a la salvación es el gozo. Así lo vemos en los muchos
cantos incluidos en Lucas: el de Zacarías (1.68-79), el de María (1.46-55) y el de Simeón
(2.29-32). El gozo por la salvación es también una mención en los anuncios angelicales,
como el mensaje que recibe Zacarías (1.14) y las buenas nuevas de gran gozo dadas a
los pastores cuando Jesús nació (2.10-11). Por otro lado, el gozo es un tema constante
en las parábolas de Jesús: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo (15.1-32).
Jesús resume la respuesta del regocijo en estas palabras:
… Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis […]. Gozaos en aquel
día, y alegraos… (Lucas 6.21-23).
Dios quiere que la salvación nos dé gozo. Él quiere que nos regocijemos porque nuestros
pecados fueron borrados, porque tenemos una relación pacífica con él y porque tenemos por
herencia las bendiciones de su reino. Este tema era tan importante para Lucas que él terminó el
Evangelio registrando cómo reaccionaron los discípulos una vez que Jesús ascendió al cielo:
Ellos […] volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo,
alabando y bendiciendo a Dios… (Lucas 24.52-53).
Ver a Dios por quien es él, probar y ver que el Señor es bueno: esto debe conducirnos
al regocijo, debe deleitarnos. Si yo le llevo flores a mi esposa, y le digo: “Aquí te traje
unas flores, cariño, porque se supone que debo comprarte flores”. Bueno, digamos
que esto no es lo que ella esperaría. Tendría que hacerlo con deleite y con regocijo
porque la amo. Asimismo, nuestro deleite en Dios se convierte en una expresión del
conocimiento de cómo es él. Deleitarse en Dios, regocijarse en Dios, estar satisfe-
chos en él es un elemento que se halla en el corazón mismo de la vida cristiana.
El poder de Dios
El Evangelio de Lucas se hace eco de una idea del Antiguo Testamento: Dios es el Salvador
de su pueblo. Es un tema predominante en los primeros capítulos de Lucas, que marcan
la pauta para todo el libro. María se regocijó porque Dios era su Salvador (1.47). Zacarías
cantó de la salvación que Dios estaba trayendo (1.68-79). Simeón sostuvo al bebé Jesús
en brazos, y elevó la siguiente oración:
Este tema continúa presente a lo largo del Evangelio de Lucas. Por ejemplo, Juan el
Bautista proclamó la salvación de Dios en el contexto de su renovación de toda la tierra
(3.6 y 18.26-27). Jesús enseñó que la salvación es imposible para el hombre, pero para
Dios todo es posible.
Lucas quería que sus lectores entendieran que Dios está en control de todas las cosas,
que la salvación no puede ser alcanzada por la fuerza, ni por la inteligencia, ni por la deter-
minación o la riqueza humanas. La salvación solo le pertenece a Dios. Es su obra, lograda
por su poder. Solo Dios tiene la autoridad para liberar a las personas de su juicio. Solo
Dios tiene el poder para cambiar a las personas en su interior. Solo Dios tiene el poder
necesario para traer su reino a la tierra. Solo Dios tiene la capacidad de recompensar a su
pueblo con las bendiciones del reino.
El plan de Dios
Lucas también enseñó que la salvación es parte del plan de Dios. Por ejemplo, el capítulo 4
relata el comienzo del ministerio público de Jesús. El Señor leyó Isaías 61.1-2 y asombró a la
multitud, al proclamar que la profecía se estaba cumpliendo en ese mismo lugar y en ese mis-
mo instante. Durante el resto del Evangelio, Lucas continuó exhibiendo que la salvación es el
plan de Dios, al revelar que los dramáticos sucesos de la vida de Jesús cumplían las promesas
del Antiguo Testamento. Leamos las palabras de Jesús casi al final de su ministerio público:
Todo el Antiguo Testamento habla de la salvación que Dios está cumpliendo a través de
Jesús. El plan de Dios siempre ha sido salvar a su pueblo de esta manera.
Otra forma en que Lucas demostró que la salvación cumple el plan de Dios fue señalar
con regularidad que las obras de Jesús eran necesarias porque Dios había requerido que
sucedieran. Por ejemplo, Jesús describió cómo serían su sufrimiento y su muerte:
… Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desecha-
do por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que
sea muerto, y resucite al tercer día (Lucas 9.22).
Notemos que cuando Jesús explicó lo que iba a suceder empleó la palabra “necesario”,
que es traducción de la palabra griega dei. ¿Por qué era necesario? Porque Dios lo exigió.
Cada cosa que le pasó a Jesús era parte del antiguo plan de Dios para salvar a su pueblo.
El Hijo de Dios
El tercer punto que mencionaremos para demostrar que Dios es nuestro Salvador es que la
salvación viene a través de Jesucristo, el Hijo de Dios. El Evangelio de Lucas reiteradamen-
te afirma que Jesús es el Hijo de Dios. Algunas veces, la filiación de Jesús permite identi-
ficarlo como el Dios encarnado, como lo vemos en el anuncio angelical de su nacimiento
(1.32-35). En otras ocasiones, se enfatiza su autoridad, por ejemplo, durante su bautismo
(3.22): Dios expresó su aprobación desde el cielo; y durante su transfiguración (9.35): Dios
instruyó a su pueblo que escucharan a su Hijo. En otras ocasiones, Lucas se refiere a su
función de Rey vasallo mesiánico de Dios, como en la Última Cena (22.29).
Sin embargo, todas las referencias de Jesús como el Hijo de Dios tienen, al menos, un
punto en común: todas indican que Jesús es la persona a través de la cual Dios está cum-
pliendo la salvación. Jesús es el Hijo de Dios que fue enviado al mundo para rescatar a
su pueblo de la condenación, muriendo en su lugar y trayendo el reino de Dios a la tierra.
Pero es fundamental entender que la salvación que él trae tiene su origen en el Padre.
Como Hijo de Dios, Jesús hizo lo que el Padre le ordenó. Él utiliza el poder de Dios con el
fin de cumplir el plan de Dios. De esta manera, la obra salvadora de Jesús se vuelve una
prueba de que Dios el Padre es nuestro Salvador supremo.
Uno de los puntos más notables de la narración de Lucas es que él está interesado
en el menor, el último y el perdido; de hecho, su principal tema es el tema del cam-
bio de papeles. El menor, el último y el perdido se van a convertir en el mayor, en el
primero y en el hallado dentro del reino de Dios. Lucas está realmente interesado
en el lado ético del evangelio. Está interesado en lo que era distintivo del ministerio
de Jesús, en lo que puede ser considerado loable o virtuoso. Por eso, una de las
cuestiones que podemos ver con claridad tanto en Lucas como en Hechos (es una
obra de dos volúmenes) es una preocupación por el pobre, la mujer, el enfermo y el
anciano. No hay duda de que Lucas y Hechos hacen más énfasis en este punto que
los demás Evangelios. Por ejemplo, cuando observamos las bienaventuranzas de
Jesús, Mateo dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu”; mientras que en Lucas
simplemente leemos: “Bienaventurados los pobres”. Esta es una preocupación real
de Lucas. Él estaba preocupado por este punto porque creía que no solo la reden-
ción viene a través de Jesús, sino también la justicia. La rectificación de las equivo-
caciones de la sociedad llega por medio de Jesús, y Lucas en realidad quiere enfa-
tizar que Jesús es el Salvador del mundo. Es el Salvador de todos. En una compra
de “ventanilla única”, Jesús acude a salvarnos, ya sea que seamos de los mejores,
de la elite, de las personas más educadas o de más reconocidas por la sociedad, o
el último de los últimos. Jesús es para todos. Lucas, ciertamente, quiere enfatizarlo.
Para los fines de esta lección, nos limitaremos a observar cuatro tipos de personas que
atención, como los gentiles. El Antiguo Testamento anticipa que este grupo, los gentiles,
finalmente entraría en el reino de Dios y recibiría su salvación y sus bendiciones. Sin em-
bargo, los judíos de la antigüedad solían despreciar a los gentiles, excluyéndolos de las
ria, Dios había demostrado claramente su intención de bendecir a los gentiles de maneras
sorprendentes. Como lo vimos con anterioridad, Lucas escribió fue para asegurar a los
gentiles que ellos no habían cometido un error al convertirse en cristianos. Así que, Lucas
dirigió su atención hacia los lugares donde la salvación había alcanzado a los gentiles, en
Por ejemplo, los ángeles anunciaron que el gozo del evangelio sería para “todo el pueblo” y
para “los hombres” de la tierra (2.10-14). En lugar de declarar que el nuevo Rey de Israel había
nacido para salvar a los judíos, los ángeles hablaron en términos más amplios. Simeón pro-
clamó que el pequeño Jesús sería una “luz para revelación a los gentiles” (2.32). Los cuatro
Evangelios citan Isaías 40 en la historia de Juan el Bautista, pero solo Lucas extiende la cita:
Lucas también señaló que los samaritanos, a quienes los judíos consideraban sus ene-
migos, podrían ser salvos. Por ejemplo, Jesús sanó a diez leprosos, pero el único de ellos
que regresó para agradecerle fue un samaritano (17.11-19). Solo Lucas registró la pará-
bola del buen samaritano (10.30-37), donde el samaritano fue un ejemplo de amor al pró-
jimo. Yendo un paso más allá, Lucas registró momentos en que los gentiles demostraron
verdadera fe en Jesús como Salvador. Por ejemplo, Jesús se maravilló de un centurión
romano, y dijo a la gente que lo seguía:
vivió, las mujeres no tenían muchos derechos en la sociedad ni eran muy valoradas, pero
Lucas dirigió su atención a las formas en que Jesús les trajo salvación. Jesús resucitó a la
hija de Jairo y sanó a la mujer que había sufrido hemorragias durante doce años (8.41-53).
También mostró gran compasión hacia las viudas, que no tenían prácticamente ayuda ni
esperanza en la antigua sociedad patriarcal. Lucas manifiesta la preocupación y el cuida-
do de Jesús por estas personas más necesitadas (7.11-17 y 18.1-8).
Una de las técnicas más dramáticas de enseñanza de Lucas para destacar la salvación
de las mujeres fue comparar a las mujeres humildes con los orgullosos líderes religiosos
masculinos. Por ejemplo, Jesús llamó “hipócrita” al principal de la sinagoga e inmedia-
tamente nombró a una mujer encorvada: “hija de Abraham” (13.14-16). Encontramos un
contraste similar cuando Jesús aceptó la adoración de una mujer pecadora mientras con-
denaba al orgulloso fariseo Simón (7.37-50).
En su máximo ejemplo de lo que significa amar a Dios, Lucas relató la historia de María,
la amiga de Jesús. Jesús había enseñado que los dos grandes mandamientos eran amar
a Dios y amar al prójimo (10.27). Más tarde, María dio el ejemplo de cómo amar a Dios,
escuchando atentamente sus enseñanzas (10.38-42). Ni Pedro, ni Juan, ni tampoco los
líderes judíos fueron el modelo de la piedad divina, sino que una mujer lo fue.
Por último, el cuarto grupo de personas que contra toda expectativa son salvadas es el
de los pobres. Lucas comienza su Evangelio observando que la familia de María y José
era pobre. Sabemos este dato porque la ofrenda que ellos llevaron al templo (2.24) fue
una ofrenda de pobres prescrita en Levítico 12.8. Lucas también mostró que Jesús favo-
reció a los pobres mediante la enseñanza de la parábola del rico insensato (12.13-21) y
en la historia del rico y Lázaro (16.19-31). Recordemos nuevamente el pasaje de Lucas en
que Jesús leyó Isaías 61.1:
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas a los pobres… (Lucas 4.18).
Lucas es el único autor de los Evangelios que registró este acontecimiento, y lo incluyó
como un modelo de todo el ministerio de Jesús. Su intención era mostrar que parte de
traer el reino de Dios consiste en proclamar las buenas nuevas de salvación a los pobres.
Lucas señaló cuidadosamente que el Dios del universo se había encarnado para salvar
incluso a quienes la sociedad despreciaba. Gentiles, pecadores, mujeres y pobres tenían
muy pocos derechos en la sociedad judía y no podían esperar heredar las grandes bendi-
ciones del reino de Dios, pero Jesús rechazó ese sistema de valores. Él ofreció aceptación
completa y bendiciones eternas a todo aquel que lo recibiera como su Señor y su Salvador.
De todos los escritores del evangelio, Lucas hace un énfasis particular en los grupos
marginados de la sociedad palestina de su época. Él vincula constantemente a los
hombres con las mujeres, y presta especial atención a los samaritanos y a los po-
bres. Vemos también, por ejemplo, una parábola que es indicativa de su Evangelio,
y que solo está en el Evangelio de Lucas, que es la parábola de Lázaro y el hombre
rico. Luego vemos de nuevo una parábola que aparece solo en Lucas: la del buen
samaritano. Estos relatos de las enseñanzas de Jesús encajan muy bien con su ser-
món programático de Nazaret, donde proclamó: “Yo he venido, hoy se ha cumplido
la Escritura, el Espíritu está sobre mí para declarar buenas nuevas a los pobres, a
los cautivos y a los oprimidos”. Jesús instruyó a sus discípulos que cuando ellos
tuvieran un banquete debían invitar a los cojos y a los pobres también. Así, Jesús
ilustra algo muy importante: en nuestra relación con otras personas que portan la
imagen de Dios, no debemos pensar que somos mejores, ni pensar más de nosotros
mismos que lo debido, como lo expresó Pablo. Debemos ver que Jesús extendió la
gracia a todos los aspectos de la sociedad. Llamó a sus discípulos a hacer lo mis-
mo, y nosotros debemos hacerlo también. Jesús es ridiculizado por pasar tiempo
con las prostitutas y con los pecadores, y su respuesta ante esta crítica es: “No he
venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Sus palabras no solo son un reflejo de
la misión de Jesús de alcanzar cada aspecto del pueblo de Dios, de la sociedad de
aquellos días, sino también, en un sentido, reflejan lo que somos nosotros en reali-
dad. Habla de nuestra verdadera necesidad. Todos necesitamos la gracia de Dios,
no podemos hacernos merecedores del favor de Dios por nuestras buenas obras,
ni por nuestro lugar en la sociedad. Por lo tanto, todos estamos en igualdad de
condiciones ante Dios. Así que debemos tratarnos con gracia los unos a los otros, y
tendernos la mano unos a otros, porque tenemos los mismos tipos de necesidades.
Conclusión
Esta sección ha explorado el trasfondo del Evangelio de Lucas: su autoría, su audiencia
original y la ocasión o las circunstancias que rodearon su escritura. También la estructura
y el contenido, y los temas principales que giran en torno al tema de la salvación. Si man-
tenemos estas ideas en mente cuando leemos el Evangelio de Lucas, tendremos un mejor
entendimiento de su significado. Así, podremos aplicar mejor las enseñanzas a nuestra
vida, a la iglesia y al mundo.
El Evangelio de Lucas presenta a Jesús, el glorioso Hijo de Dios que vino a la tierra, como
el misericordioso Salvador del mundo. Él extendió las buenas nuevas de la salvación de
Dios a todas las personas, independientemente de su origen étnico, de su condición eco-
nómica o de su posición social. El Evangelio de Lucas aseguró a los gentiles cristianos
de la audiencia original que no habían cometido un error al seguir al Mesías judío. Así ha
sido en cada época. Desde el primer siglo, la vasta mayoría de la iglesia ha sido gentil.
Nosotros tampoco hemos cometido un error al seguir a Cristo. Como sus seguidores,
es nuestra responsabilidad seguir predicando las mismas buenas nuevas de arrepenti-
miento y fe a todo el mundo, sabiendo que tenemos el único mensaje que puede traer
verdadera salvación.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo describe Lucas la salvación y a las personas que necesitan la salvación?
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Preguntas de aplicación
1. Lee Lucas 1.68-69, 19.10 y 24.46-47. ¿Cómo defi nirías el término salvación a partir de
estos pasajes? ¿Qué produce en tu interior saber que el Hijo de Dios vino a salvar a su
pueblo de la condenación eterna?
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2. ¿Por qué es fundamental que entendamos que la salvación que Jesús nos trajo tiene su
origen en el Padre? ¿Qué seguridad nos da saber que la salvación no depende de nosotros
sino de Dios?
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3. ¿Cómo debemos responder al énfasis que hace Lucas de los grupos de personas que
son socialmente marginados, como los pecadores y los pobres?
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LECCIÓN 13
BOSQUEJO
I. Introducción
II. Trasfondo
A. Autor
1. Punto de vista tradicional
2. Historia personal
B. Ocasión
1. Ubicación
2. Audiencia
3. Fecha
4. Propósito
Introducción
Esta lección comienza la última sección del curso Los Evangelios. Estudiaremos el Evangelio más usado
quizás para la evangelización: el de Juan. Pese a la sencillez de muchas de sus porciones, debemos con-
ceder que los escritos de Juan son inagotablemente profundos. Al igual que los demás Evangelios, Juan
también nos cuenta que Jesús trajo el reino y la gloria de Dios a la historia humana. Las páginas restantes
de curso profundizan el estudio del Evangelio de Juan para ayudarnos: a leer este Evangelio con un mayor
entendimiento, a amar a Dios más intensamente y a disfrutar de nuestra vida en Cristo con más plenitud.
Resumen
I. Introducción
II. Trasfondo
A. Autor
Juan fue uno de los discípulos que formaron parte del círculo más íntimo de Jesús
• El Evangelio de Juan.
• Apocalipsis.
El punto de vista tradicional de que el apóstol Juan escribió este Evangelio es confiable.
• Manuscritos:
— El Códice Sinaítico.
— El Códice Vaticano.
• Evidencia interna:
— El autor es “el discípulo amado” (Juan 21.20-24, 13.23, 19.26-27, 20.2-8 y 21.7).
• La iglesia primitiva:
— Clemente de Alejandría.
— Tertuliano.
— Ireneo.
2. Historia personal
B. Ocasión
1. Ubicación
Es muy probable que Juan haya escrito en Éfeso, dirigiéndose a una audiencia que vivía en
Asia Menor.
Los comentarios de Juan sobre las costumbres judías palestinas apuntan a una audiencia que
Ninguna fuente antigua sugiere jamás que algún grupo, aparte de los residentes de Asia Me-
Existe una relación cercana entre el Evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis, que fue escrito
Los seguidores de Juan el Bautista continuaron en Éfeso, por lo menos, hasta ese tiempo.
2. Audiencia
El Evangelio, en cierto sentido, está destinado a toda la iglesia de todas las edades.
3. Fecha
• 85-90 d.C.
el año 70 d.C.).
4. Propósito
Confirma la creencia de que Jesús era tanto el Cristo como el Hijo de Dios.
TU
LEC
LECTURA
RA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 13 - El Evangelio según san Juan
Introducción
Su nombre es Sofía. En verdad, es un seudónimo. Es el nombre que usa para esconderse
de sus amigos y familiares, que trataron de matarla porque cree en Jesús. Sofía viene de
un pasado en que creer en Jesús trae persecución. La realidad de Sofía es la misma que
viven personas en muchas partes del mundo, y también la que atravesaron otras en el
primer siglo. En los días del apóstol Juan, los judíos creyentes eran echados fuera de las
sinagogas por creer que Jesús era el cumplimiento de las antiguas promesas que Dios
religión. Juan escribió para asegurarles a los creyentes perseguidos que Jesús realmente
es el Cristo, el Hijo de Dios. Juan quería cerciorarse de que aun en las circunstancias más
difíciles, ellos se mantendrían fieles a Jesús y disfrutarían una vida abundante en él.
Esta lección da inicio a la quinta sección de nuestro curso. Es la última sección, que se
titula El Evangelio según san Juan. El cuarto Evangelio de la Biblia nos cuenta cómo Jesús
trajo el reino y la gloria de Dios a la tierra. Estudiaremos este Evangelio de tal manera que
nos ayude: a leerlo con un mayor entendimiento, a amar a Dios más profundamente y a
disfrutar nuestra vida en Cristo con más plenitud. Dividiremos el abordaje del Evangelio
Trasfondo
A través del trasfondo del Evangelio de Juan, consideraremos quién es el autor y qué facto-
res constituyen la ocasión o las circunstancias del momento en que fue escrito el Evangelio.
Autor
A lo largo de la historia de la iglesia, los cristianos siempre atribuyeron este Evangelio a
Juan, el discípulo de Jesús, hermano de Jacobo e hijo de Zebedeo. Juan fue uno de los
amigos más cercanos de Jesús, parte de su círculo íntimo y un pilar de la fe en los inicios
de la comunidad cristiana. Sus escritos del Nuevo Testamento comprenden no solo el cuarto
Evangelio, sino también las cartas de 1 Juan, de 2 Juan, de 3 Juan y el libro de Apocalipsis.
Estudiaremos la autoría del Evangelio de Juan en dos partes: primero, veremos que el
punto de vista tradicional que asume que el apóstol Juan escribió el Evangelio es confia-
ble; luego, exploraremos la historia personal de Juan.
Podemos afirmar que Juan probablemente haya escrito el cuarto Evangelio debido a
tres evidencias tempranas: los manuscritos, la evidencia interna y la iglesia primitiva. Vea-
mos, en primer lugar, qué dicen los manuscritos antiguos del Evangelio de Juan. Muchos de
ellos mencionan el nombre del autor como Juan. Por ejemplo, el Papiro 66 y el Papiro 75,
ambos fechados alrededor del año 200 d.C., lo llaman euangelion kata Iōannēn, que sig-
nifica “Evangelio según Juan”. El Códice Sinaítico y el Códice Vaticano (ambos escritos a
mitad del siglo IV d.C.) lo llaman simplemente kata Iōannēn, que significa “según Juan”.
Por supuesto, Juan era un nombre común, pero los escritos de la iglesia primitiva son
claros en atribuir esta referencia al Juan más relevante de las Escrituras: el apóstol Juan.
En segundo lugar, la evidencia interna del mismo Evangelio nos dirige hacia la conclu-
sión de que Juan es su autor más probable. El escritor del Evangelio registró debates en-
tre Jesús y los líderes judíos sobre puntos particulares de la ley judía, lo cual demuestra
que él tenía un sólido entendimiento de la ley judía, tal como Juan el apóstol lo hubiera
tenido como judío palestino. Existe evidencia cierta de que el autor de este Evangelio era
un judío palestino. El carácter palestino del Evangelio se deja ver en las descripciones
del ministerio de Jesús. Por ejemplo, Juan 7.15 señala la importancia de la formación
El autor del cuarto Evangelio también mencionó temas religiosos y usó un vocabulario
que era similar al de otros escritos del judaísmo palestino del primer siglo. Por ejemplo,
Juan y los escritos de Qumrán, comúnmente conocidos como los Rollos del mar Muerto. Por
ejemplo, la expresión los hijos de luz aparece en los escritos del Qumrán y en Juan 12.36, y
la frase la luz de la vida se halla tanto en los escritos del Qumrán como en Juan 8.12. Estas
similitudes, entre otras, indican que el autor del cuarto Evangelio estaba acostumbrado a
El texto del Evangelio no solo nos genera la impresión de que fue escrito por un judío pales-
tino, sino también de que este fue un testigo ocular. El dato se ajusta al perfil de Juan el após-
tol, porque él mismo compartió la vida con Jesús. Muchos pasajes dan evidencia de que el
autor fue un testigo ocular. Por ejemplo, después de la muerte de Jesús, el autor revela:
El escritor indica claramente que él fue testigo ocular de la muerte de Jesús. También
encontramos declaraciones similares, en Juan 21.20-24, donde se identifica a este testi-
go ocular como “el discípulo amado”. Esto indica que el autor tuvo una estrecha relación
personal con Jesús.
Pensemos en cómo fue para Juan la Última Cena, cuando recostó su cabeza sobre
el pecho de Jesús. Pensemos en esa cercanía que existía entre estos dos hombres.
Incluso en la cruz, cuando Jesús estaba muriendo, él no le encargó el cuidado de su
madre a sus hermanos o a sus hermanas, sino al apóstol Juan. Una vez más, tenía
que haber una relación muy profunda e íntima entre estos dos hombres. Además,
en su descripción personal, Juan habla de sí mismo, sin arrogancia ni orgullo, iden-
tificándose a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba.
La mención de “el discípulo amado” se encuentra varias veces en el Evangelio de Juan. Se-
gún Juan 13.23, uno de los discípulos, “al cual Jesús amaba” se reclinó al lado de Jesús en la
Última Cena. El autor escribe Jesús se dirigió “al discípulo a quien él amaba” desde la cruz, y
le confió el cuidado de su madre (Juan 19.26-27). Este mismo discípulo, “aquel al que amaba
Jesús”, corrió a la tumba con Pedro en la mañana de la resurrección (Juan 20.2-8). También el
“discípulo a quien Jesús amaba” fue el primero en reconocer al Señor en la costa (Juan 21.7).
El apóstol Juan no es referido por su nombre ni una sola vez en el Evangelio. Es sorpren-
dente que una persona que es mencionada tan frecuentemente en los otros Evangelios
nunca lo sea en este. La explicación más lógica es que Juan haya sido el discípulo amado
que escribió el Evangelio, y que por humildad se haya abstenido de mencionar su propio
nombre. Más bien, Juan se enfocó en que él nunca habría sido un seguidor de Jesús si el
Salvador no le hubiera prodigado su maravilloso amor divino.
En tercer lugar, además de la evidencia interna del cuarto Evangelio, los escritos de la igle-
sia primitiva confirman que Juan es su autor más probable. Hacia los años 170-190, la con-
vicción de que el cuarto Evangelio había sido escrito por el apóstol Juan estaba firmemente
establecida en la iglesia. Clemente de Alejandría, Tertuliano e Ireneo afirmaron que Juan, el
hijo de Zebedeo, es el autor. Alrededor del año 325, el historiador de la iglesia Eusebio prove-
yó la siguiente cita de Ireneo. En Historia eclesiástica (libro 5, capítulo 8, sección 4), leemos:
Luego Juan, el discípulo del Señor, aquel discípulo que se recostara en cierta oca-
sión sobre su pecho, también publicó el Evangelio en Éfeso en Asia.
Historia personal
En realidad, conocemos más sobre la historia personal de Juan que lo que sabemos de los
otros discípulos de Jesús. Juan es mencionado en los Evangelios, junto con su hermano
Jacobo, como “los hijos de Zebedeo”. Aparece mencionado en segundo orden, lo que im-
plica que él era el más joven de los hermanos. En Marcos 1.14-21 leemos que el negocio
versículo 20, era bastante próspero pues tenía “jornaleros”. Aun después de la muerte de
Jesús, el negocio seguía suficientemente estable como para regresar a él (Juan 21.1-14).
Una comparación entre Marcos 15.40 y Mateo 27.56 indica que la madre de Juan y de Ja-
cobo se llamaba Salomé, quien también siguió a Jesús al menos durante algún tiempo. En
algún momento, ella le pidió a Jesús que les diera a sus hijos un trato preferencial en su reino
(Mateo 20.21). Yendo un paso más allá, una comparación entre Juan 19.25 y Mateo 27.56
podría indicar que Salomé, la madre de los hijos de Zebedeo, era hermana de María, la madre
de Jesús; entonces, Juan sería primo de Jesús. Si esto fuera cierto, nos ayudaría a explicar por
qué Jesús, desde la cruz, le pidió a Juan que se hiciera cargo de su madre (Juan 19.25-27).
Jacobo y Juan fueron llamados “hijos del trueno” (Marcos 3.17), al parecer, en referencia
a su fuerte temperamento. Veamos, por ejemplo, una ocasión en que Jesús trató de en-
contrar alojamiento en una ciudad samaritana, pero los residentes se rehusaron a recibir a
Jesús y a sus discípulos. Lucas registra que Jacobo y Juan reaccionaron con gran enojo:
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mande-
mos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces
volviéndose él, los reprendió […]. Y se fueron a otra aldea (Lucas 9.54-56).
Aparentemente, durante el tiempo en que Juan estuvo con Jesús, el apóstol era muy emo-
cional y estaba a un instante de explotar. Sin embargo, al final, él se convirtió en el escritor del
Nuevo Testamento que más se enfocó en el amor de Dios y en el amor del pueblo de Dios.
Algunos críticos han pensado que la naturaleza compasiva del cuarto Evangelio con-
tradice el retrato de Juan dado en los otros Evangelios. Pero dos líneas de pensamiento
revelan que no existe tal contradicción. Primero, la historia de Juan muestra a un hombre
cambiado por el amor de Dios. Ser amado por Jesús cambió a Juan, y lo transformó en el
apóstol del amor. Segundo, Dios cambió al intenso y emocional Juan; sin embargo, no lo
convirtió en un ser humano sin emociones, sino en un predicador intensamente emocio-
nal del evangelio de amor. Dios redirigió la esencia de su ser y la usó, pero no la erradicó.
Según las narraciones de los Evangelios, Juan pertenece al círculo íntimo de los discípu-
los, junto con Pedro y Jacobo. Solo ellos estuvieron con Jesús en los momentos críticos,
como en la transfiguración y en Getsemaní, la noche de su arresto. El libro de los Hechos
presenta a Pedro y a Juan como los dos líderes de los discípulos. Pablo llamó a Juan uno
de los pilares de la iglesia en Jerusalén (Gálatas 2.9).
Ireneo y muchas otras fuentes de la iglesia primitiva hablaron del largo ministerio de
Juan en Éfeso, después que dejó Jerusalén. Existe una fuerte tradición que afirma que
Juan finalmente fue exiliado a la isla de Patmos. Según algunas fuentes, después fue li-
berado del exilio, regresó a Éfeso y murió durante el reinado del emperador Trajano, cerca
del final del primer siglo.
Ocasión
Analicemos, a continuación, las circunstancias de composición del Evangelio de Juan des-
de cuatro puntos de vista. Primero, la ubicación geográfica tanto de la audiencia como
del escritor; segundo, la identidad de la audiencia original; tercero, la fecha de la autoría;
cuarto, el propósito del Evangelio.
Ubicación
Probablemente, Juan escribió su Evangelio mientras estaba en Éfeso, para una audiencia
que vivía fuera de Palestina, tal vez, en Asia Menor. No podemos saberlo con certeza, pero
hay varios factores que respaldan estas conclusiones. Por ejemplo, los comentarios de
Juan sobre las costumbres judías palestinas apuntan a una audiencia que vivía fuera de
Palestina. Juan escribió:
La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que
soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí (Juan 4.9).
Según lo notamos, Juan incluyó un comentario para sus lectores sobre la hostilidad
existente entre judíos y samaritanos. Tal hostilidad habría sido bien entendida en Palesti-
na, así que el comentario de Juan indica que sus lectores vivían en otro lugar.
Los escritos de la iglesia primitiva también sugieren que el Evangelio fue escrito pri-
dice: “Juan […] publicó el Evangelio en Éfeso en Asia”. Casi toda la iglesia antigua estuvo
de acuerdo con esta conclusión, entre ellos, Ireneo, Polícrates, Clemente de Alejandría y
Justino Mártir. De hecho, ninguna fuente antigua jamás sugiere que algún grupo aparte
También hay un vínculo estrecho entre el Evangelio de Juan y el libro de Apocalipsis. Juan
siete iglesias a las que se dirigen las cartas de Apocalipsis 2–3 están en Asia Menor. Los
audiencia era similar. Por ejemplo, el Evangelio de Juan contiene una enseñanza relaciona-
da con el conflicto entre los convertidos al cristianismo y las sinagogas judías. El libro de
Yo conozco […] la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino si-
nagoga de Satanás […]. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que
se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y
se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado (Apocalipsis 2.9, 3.9).
Desde una perspectiva diferente, sabemos por Hechos 19.1-7 que los seguidores de
Juan el Bautista continuaron en Éfeso por lo menos hasta ese tiempo. Si el apóstol Juan
escribió para una audiencia que incluía a los seguidores de Juan el Bautista, esto puede
explicar el claro énfasis del Evangelio en que Juan el Bautista se subordinó a Jesús.
Aunque la certeza de este asunto es imposible, parece más probable que Juan haya es-
tado en Éfeso cuando escribió el Evangelio y que su escrito fuera moldeado en parte por
las circunstancias de Asia Menor.
Audiencia
Consideremos más detalladamente cómo era la audiencia original a la que Juan escribió.
Al igual que los demás Evangelios, hay un sentido en que el de Juan fue destinado a toda
la iglesia de todas las edades. Su escrito tiene un valor infinito para todo el pueblo de Dios.
No obstante, también hay partes del Evangelio de Juan que parecen haber tenido especial
relevancia para la iglesia en algún lugar y en un tiempo determinados. En ciertas partes del
Evangelio, Juan parece haber tenido en mente a miembros de la comunidad judía que habían
creído que Jesús era el Mesías, pero que continuaban adorando en la sinagoga o seguían
teniendo otros contactos importantes con la comunidad judía. De hecho, casi toda la parte
central del Evangelio (Juan 5–12) trata el intenso conflicto que hubo entre Jesús y los judíos.
Este conflicto también está resaltado por el uso que Juan hace de la frase los judíos, que
aparece más de setenta veces, mientras que en los otros tres Evangelios juntos aparece
menos de veinte veces. En la mayoría de los casos, Juan usó esta terminología para re-
ferirse a los líderes religiosos que se levantaban contra Jesús. En cambio, Juan empleó
las palabras Israel o israelitas cuando habla desde una mirada positiva sobre el pueblo de
Dios del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Jesús llamó a Natanael “un verdadero israelita
El evangelista también utilizó la palabra Cristo más que los otros autores de los Evange-
lios. Cristo es la traducción tanto de la palabra griega Christos como de la hebrea Mashiach:
ambas significan ‘el Ungido’. El Cristo era el Redentor ungido de Dios, que rescataría a
Israel de sus pecados y los liberaría del dominio extranjero. El término Cristo habría sido
especialmente importante para los cristianos judíos, porque la diferencia entre la sinagoga
y la creciente iglesia cristiana radicaba en la creencia de que Jesús era el Cristo, el tan es-
perado Salvador del pueblo de Dios que había sido profetizado en el Antiguo Testamento.
El Mesías judío llegó a ser designado con el término mesías mucho tiempo después.
te— fue hecha en Génesis 3.15. Desde el principio y hacia adelante, la primera denomi-
benditas todas las naciones; a Judá, que no le sería quitado el cetro, ni el legislador
de entre sus pies. Estas promesas, a su tiempo, son entrelazadas en los oráculos de
Balaam. Y como dice el plan de Dios que permanece desde el principio, el Mesías
vencerá al mal. Finalmente, reabrirá el camino al jardín del Edén y hará que las tierras
Los temas que aborda Juan y la forma en que se dirige al respecto demuestran que sus
principales lectores fueron judíos cristianos que estaban luchando por ser seguidores
de Jesús. Pero como sucede con todas las Escrituras, el Espíritu Santo también inspiró
el libro de Juan de modo tal que lo pudiera usar toda la iglesia de todas las edades. De
hecho, Juan tradujo el término hebreo Mesías para los gentiles de su audiencia (Juan 1.41
y 4.25). Por supuesto, la historia ha demostrado que el Evangelio de Juan es de gran valor
tanto para los creyentes judíos como para los gentiles.
Fecha
En general, podemos decir que Juan escribió aproximadamente entre los años 85 y 90.
Varios factores hacen probable que el Evangelio no fuera escrito sino hasta el año 85. En
primer lugar, este Evangelio es el único que no incluye predicciones de la destrucción de
Jerusalén y del templo (ocurrida en el año 70). Tal vez no lo menciona porque ya había
transcurrido un largo tiempo desde aquel terrible suceso.
En segundo lugar, el Evangelio refleja una época en que la división entre la iglesia y la
sinagoga era más amarga. Después de la caída de Jerusalén, el judaísmo se volvió más
rígido. Por defensa propia ante las herejías, las oraciones diarias de la sinagoga fueron
modificadas. Se incluyó una maldición sobre los herejes, entre los cuales se contaba a
quienes creían que Jesús era Hijo de Dios; por lo tanto, la excomunión formal se hizo
más frecuente. Esta tensión está prefigurada en Juan 9, donde el evangelista registró la
excomunión del hombre ciego que había sido sanado por Jesús. Así lo comenta Juan:
… los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Me-
sías, fuera expulsado de la sinagoga (Juan 9.22).
En tercer lugar, parecería que el Evangelio de Juan fue escrito después que los otros tres
Evangelios. Este punto de vista es compartido por el historiador Eusebio, del siglo IV. Se-
gún él, Juan escribió su Evangelio para complementar los otros, particularmente, con infor-
mación sobre el ministerio de Jesús previo al arresto de Juan el Bautista. Eusebio escribió:
Así pues, Juan expone en su Evangelio escrito las obras anteriores al encarcela-
miento del Bautista, pero los tres evangelistas restantes mencionan las que llevó a
cabo después de que él fuera encarcelado.
Cualquiera que lea los cuatro Evangelios advertirá inmediatamente que hay tres
Evangelios —Mateo, Marcos y Lucas— que se ven muy similares entre sí. Los tres
relatan muchas historias iguales y sostienen la misma estructura básica respecto
del ministerio de Jesús. Luego leemos el cuarto Evangelio, el de Juan, que es drásti-
camente distinto. Parece haber sido escrito en una etapa bastante tardía del primer
siglo, cuando la iglesia estaba enfrentando nuevos desafíos del mundo exterior, de
sus oponentes judíos y de oponentes seculares también. Todos estos desafíos, sin
dudas, estaban relacionados en cierto sentido con la persona de Jesús y con quien
era él. La deidad de Jesús estaba siendo atacada, razón por la cual el Evangelio de
Juan enfatiza con firmeza que Jesús es divino. Este punto no representó un gran
problema en los Evangelios sinópticos, porque evidentemente no estaba siendo de-
safiado. Otra cuestión relevante es que se estaban levantando falsas enseñanzas
en la iglesia, y el Evangelio de Juan parece abordar este asunto. El tercer punto son
los oponentes judíos. Había una muy clara ruptura en ese tiempo entre los cristia-
nos y los judíos, una ruptura que aún no vemos de forma tan clara en los Evangelios
sinópticos, es decir, en Mateo, en Marcos y en Lucas.
Todos estos indicios nos guían hacia la conclusión de que la antigua tradición de la
iglesia de seguro era correcta, y el Evangelio fue escrito hacia el final de la vida de Juan,
tal vez, después del año 85.
Si Juan, el hijo de Zebedeo, es el autor del Evangelio, entonces, la fecha más reciente
posible en que se pudo haber escrito este libro está determinada por la duración de vida
terrenal. Juan era joven cuando comenzó a seguir a Jesús, alrededor del año 30. Aun
si Juan hubiera estado atravesando el final de su adolescencia en aquel tiempo, podría
haber tenido casi 80 cerca del año 90. Sería muy dudoso que viviera mucho más que eso.
Además, los años 85-90 es la última fecha posible en que Juan pudo haber escrito el
Evangelio, de acuerdo con la evidencia de los manuscritos. La pieza más antigua que
contiene una porción del Nuevo Testamento es el Papiro 52, o Papiro Rylands, fechado
entre los años 100-150. Este fragmento contiene una parte de Juan 18. Si este pequeño
fragmento era una parte original del Evangelio completo, indicaría que el Evangelio fue
escrito lo suficientemente temprano como para ser distribuido de manera amplia durante
la primera parte del siglo II.
También se han encontrado otros manuscritos del Evangelio, escritos a finales del se-
gundo siglo. Todos son de origen egipcio y representan diferentes tradiciones de manus-
critos. Es improbable que este movimiento geográfico de Asia Menor a Egipto, como la
diversificación de la tradición manuscrita, pudiera haberse dado en menos de cuarenta o
cincuenta años. Por lo tanto, parece razonable determinar que la fecha más tardía de la
escritura del Evangelio de Juan sea entre los años 90-100 de nuestra era.
Propósito
Todos los libros del Nuevo Testamento que tienen una extensión considerable se caracte-
rizan también por tener propósitos complejos. El Evangelio de Juan no es la excepción. Así
como Jesús trata con un número de temas importantes durante su ministerio, el registro
que hace Juan del ministerio de Jesús también trata varios temas. Sin embargo, es posible
describir estos propósitos de manera unificada. De hecho, Juan mismo nos resume su pro-
pósito específicamente, confirmando la creencia de que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios:
Juan escribió su propósito en pocas palabras, para que la audiencia pudiera creer que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que pudiera recibir los beneficios que vienen
junto con la fe en el mensaje del evangelio.
ramos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos vida
eterna en él. Es un doble propósito. Primero, tiene que ver con que su Evangelio es
naturalmente evangelístico. Sin dudas, él escribió así para que sus lectores pudieran
ejercitar en cualquier momento, cuando el Señor se los señale, la fe en él. Segundo,
es naturalmente apologético. Juan también quería convencer a sus lectores de que
Jesús realmente era Dios encarnado en un hombre.
Juan declara, por así decirlo: “Yo escribí este Evangelio para que puedan conocer la
identidad de Jesús”. Jesús es el Hijo de Dios, y Juan explica quién es el Hijo de Dios:
el Verbo, que estaba con el Padre y se hizo carne, Jesús es el Mesías prometido.
Esto no es una mera información abstracta que nosotros asentamos, sino que Juan
mismo afirma: “Quiero que tengan la verdadera confianza de que poseen la vida que
el Padre libremente les ha dado a través de Jesús”.
Por supuesto, hay un sentido en que el Evangelio de Juan es para todos los creyentes.
Por ejemplo, el autor trató de nutrir la fe de todos los creyentes (Juan 13–17), destacando
que a pesar de que Jesús ya no andaba por la tierra, era una realidad presente en la vida
de su pueblo a través del Espíritu Santo. Las enseñanzas de Jesús tenían como meta
enriquecer la vida de los creyentes.
Los estudiosos han dicho que el Evangelio de Juan es “una alberca donde los bebés chapotean
y los elefantes nadan”. El mensaje básico es simple y claro: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
pero los detalles de este mensaje básico continúan desafiando aun a los intérpretes avezados.
Los primeros cristianos que leyeron el Evangelio fueron profundamente alentados por
Juan, ya que él les enseñaba a perseverar en su fe cristiana a pesar de los conflictos con
sus oponentes. También los desafiaba a crecer en amor y en admiración por el Cristo que
es la única fuente de vida abundante. El Evangelio de Juan ofrece el mismo estímulo y los
mismos desafíos a los cristianos modernos.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Cómo sabemos que el apóstol Juan escribió el Evangelio según san Juan?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cómo influye en tu lectura de este Evangelio saber que Juan es su autor?
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2. Si tuvieras que dar razones del carácter divino de Jesús, ¿qué porciones de Juan selecciona-
rías? ¿Cómo argumentarías contra la falsa enseñanza que niega que Jesús es el Hijo de Dios?
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3. ¿Cómo debe impactar en nuestra vida el propósito por el cual Juan escribió su Evangelio?
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LECCIÓN 14
BOSQUEJO
D. Conclusión
Introducción
Esta lección sigue el análisis de los académicos que han sugerido una conexión entre el resumen introductorio
de Juan sobre la vida y el ministerio de Jesús (Juan 1.10-14) y el contenido del libro de Juan. Esta perspectiva
se expone a partir de cuatro ideas principales que desarrolla el autor. Primero, una breve introducción que
describe la encarnación de Jesús (Juan 1.1-18). Segundo, el ministerio público de Jesús (Juan 1.19–12.50),
que muestra que Jesús vino a su creación y fue rechazado por los seres humanos a quienes había venido a
salvar. Tercero, una descripción del ministerio privado de Jesús para aquellos que lo habían recibido y habían
creído en él (Juan 13.1–20.31). Cuarto, la conclusión del Evangelio de Juan (Juan 21.1-25), que resalta el rol
de los apóstoles y otros discípulos como testigos de la gloria de Jesús.
Resumen
III. Estructura y contenido
— Rabí: 1.38.
— Mesías: 1.41.
• Nicodemo: 3.1-21.
Jesús simbolizó todo su ministerio terrenal cuando humildemente lavó los pies de sus
discípulos.
Jesús consoló a sus fieles discípulos tras el anuncio de que pronto los dejaría.
Jesús preparó a sus discípulos para su partida y para sus futuros ministerios.
— El arresto: 18.1-11.
— Su aparición: 20.10-31.
TU
LEC
LECTURA
RA
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 14 - El Evangelio según san Juan
Estructura y contenido
Esta lección sigue el análisis de los académicos que han sugerido una conexión entre el
resumen introductorio de Juan sobre la vida y el ministerio de Jesús y el contenido del libro
de Juan. Leamos las palabras introductorias de Juan:
Este pasaje destaca cuatro ideas principales: Jesús vino al mundo, él vino y fue rechaza-
do por su propio pueblo llamado Israel, “los que lo recibieron” y creyeron en él pasaron a
donde mostró que Jesús vino a su creación y fue rechazado por la raza humana a la que
había venido a salvar. Tercero, Juan incluyó una descripción del ministerio privado de Je-
sús, orientado hacia quienes lo habían recibido y habían creído en él (13.1–20.31). Cuarto,
mediante la conclusión del Evangelio, Juan resaltó el rol de los apóstoles y de otros discí-
Introducción
Juan resume el evangelio de una manera hermosa y poderosa (1.1-18). Él enseñó que
Jesús es la palabra de Dios, quien creó todas las cosas, y es la fuente de toda vida. Aun
más, Jesús vino al mundo como un ser humano de carne y hueso, y como Dios encarnado,
reveló la gloria del Padre al mundo que había creado.
Juan describió este punto al declarar que Jesús es la luz que vino a un mundo que está
conquistó la oscuridad. Mientras que la Biblia algunas veces da a entender que la gloria
de Jesús estuvo velada durante su encarnación, Juan destacó que la encarnación de Je-
sús dio a conocer su gloria de formas importantes. Lejos de oscurecer la gloria de Jesús,
su encarnación como ser humano realmente reveló su gloria. Juan escribió al respecto:
… (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad (Juan 1.14).
Nuestro estudio del ministerio público de Jesús se dividirá en siete partes. Comenzare-
mos por la preparación para el ministerio y continuaremos con los sucesos que ocurrie-
ron en torno a seis fiestas judías.
nisterio de Juan el Bautista (1.19-36). El autor destaca que Juan el Bautista fue un vocero
importante, al decir que Jesús era el Hijo de Dios y que él sería el cordero sacrificado de
Luego, Juan registró el llamamiento de Jesús a sus primeros discípulos (1.37-51). Como
sucede en el relato de Juan el Bautista, el énfasis en esta sección está puesto en la iden-
tidad de Jesús. Sus discípulos se refirieron a él llamándolo Rabí, que significa ‘maestro’
(1.38); Mesías, que significa ‘Cristo’ (1.41); “de quien Moisés escribió”, una referencia a lo
que el profeta Moisés había predicho (1.45) y “el Hijo de Dios” y su término paralelo “el Rey
de Israel” (1.49). Finalmente, Jesús se identificó a sí mismo como el “Hijo del Hombre”
que fue enviado para proveer el acceso a la presencia de Dios (1.51).
La última parte de la preparación de Jesús para el ministerio fue su primer milagro (2.1-12).
Jesús convirtió el agua en vino; no obstante, el enfoque no estaba puesto en el milagro mismo:
Juan señaló que este milagro de Jesús era una señal que revelaba “su gloria”, y que
causó que sus discípulos creyeran en él.
El término señales es usado en el libro de Éxodo, haciendo referencia a los milagros que
Moisés realizó, supongo que específicamente a los de las plagas. Entonces, el término
señales ya había sido usado para referirse a los milagros. Creo que Juan no solo hace el
mismo uso porque con frecuencia compara a Jesús con Moisés, sino también porque
tiene el mismo interés que el autor del libro de Éxodo: patentizar que los milagros fueron
manifestaciones que tenían por finalidad mostrar algo al pueblo, podríamos decir, dar-
les la información que ellos esperaban recibir para actuar. Concretamente, Dios estaba
comunicando algo a las personas, y ellas necesitaban responder.
Juan es el único entre los autores de los Evangelios que menciona consistentemente
semeion a los milagros de Jesús, o señales, como suele traducirse al español. Los mila-
gros no tenían la intención de llamar la atención hacia ellos mismos, sino hacia Jesús.
En particular, identificaban a Jesús como el Cristo y el Hijo de Dios, de acuerdo con el
propósito del libro (20.30-31).
Las señales son algo que Jesús hace que apunta a su verdadera identidad. Si las en-
tendemos tan solo como milagros en el plano material, entonces, pasamos por alto el
quid de la cuestión. Ya sea que se trate de transformar el agua en vino, o de alimentar
a una multitud multiplicando el pan, o de la sanación de un ciego, a lo largo del Evan-
gelio, Juan comprende que estos no son únicamente milagros, sino también señales.
Si miramos a través de ellas como Dios nos manda, veremos la verdadera revelación
de la identidad de Jesús: él es “el pan de vida”, él es “el que vino a darnos la vista”, él
trae “el vino nuevo de la era venidera”, y nosotros celebramos eso.
Primera Pascua
La segunda sección del ministerio público de Jesús (2.13–4.54) relata lo sucedido en torno a
la celebración de la Pascua en Jerusalén. Decimos que esta festividad es la primera Pascua
porque específicamente es la primera vez que se menciona en el Evangelio de Juan.
Comienza con el relato de Juan sobre el episodio en que Jesús purificó el templo echan-
do a los mercaderes (2.13-25). Otra vez, el enfoque está en la identidad de Jesús. Veamos
lo que los judíos le preguntaron a Jesús:
A continuación, Juan registró el encuentro de Jesús con una mujer samaritana junto a un pozo
de agua (4.1-42). Juan volvió a identificar a Jesús como el Mesías, también llamado el Cristo,
aquel que podía venir y explicar todas las cosas a su pueblo. Insistiendo en que la salvación
vendría a través de los judíos y particularmente a través de sí mismo, Jesús desafió la manera
de pensar de la mujer y la llamó a encontrar en él la vida y la realidad de Dios que ella siempre
había anhelado. Muchos samaritanos respondieron a la enseñanza creyendo en Jesús.
Por último, Juan registró la segunda señal milagrosa de Jesús (4.43-54). Al igual que la
primera, esta tuvo lugar en Caná, y Jesús sanó a un niño sin siquiera tocarlo ni verlo. Ya no
nos sorprende que el énfasis de la historia esté puesto en la intención de que el milagro
validara la autoridad de Jesús. El resultado fue la fe de quienes atestiguaron el milagro.
Un tema importante de esta sección que trata con la primera Pascua es la fe. Juan registró que
después de la primera señal, los discípulos creyeron en Jesús (2.11), los samaritanos creyeron
por la enseñanza de Jesús (4.42) y la familia del niño sanado creyó (4.53). También encontramos
razones para pensar que Nicodemo se convirtió en creyente de Jesús (7.50 y 19.39). Las seña-
les de Jesús y sus profundas enseñanzas fueron testimonios poderosos de su identidad
y de la salvación que él ofreció; por eso, muchas personas depositaron su fe en él.
Sin dudas, uno de los temas principales del Evangelio de Juan es la fe salvífica. Creer
es el énfasis de todo el Evangelio, que se manifiesta en dos áreas. Primero, creer, o
convertirse en hijos de Dios, es una obra de Dios mismo. Segundo, se trata de una
acción, por así decirlo, realizada por parte del individuo. La fe salvífica se entiende
ciertamente como un regalo. Por la gracia de Dios en nuestra vida creemos, pero está
basada en algo que hacemos y tiene que haber un aspecto del conocimiento. Tiene
que haber un entendimiento de que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y
tiene que haber un sentido de reconocimiento de que estamos de acuerdo con eso.
Sin embargo, no se trata solo de reconocer y de aceptar. Hay un sentido de confianza,
que es un aspecto crucial de la fe. Es la mano vacía de la persona que está buscando
todo lo que Dios ha hecho a través de su Hijo Cristo y lo recibe.
Una de las realidades más frustrantes del mundo que nos rodea es que la palabra fe
es usada ligera e inconscientemente. Muchas personas hablan de la fe como si ellas
tuvieran fe en la fe. Esta no es la manera en que los cristianos conciben la fe. Hay mu-
chas clases de fe. Ahora mismo estoy sentado en una silla. Estoy bastante confiado
en que me va a sostener. Tengo fe en esta silla; sin embargo, no tengo fe en que ella
vaya a hacer algo más que sostenerme. No sirve para otro propósito. Cuando habla-
mos de la fe que salva, nos referimos a una fe en Cristo. Es creer y descansar en la
confianza de que Cristo ha hecho todo lo necesario para nuestra salvación. La fe que
salva es fe en Cristo, pues, Cristo pagó el castigo de nuestro pecado, Cristo compró
nuestra salvación, Cristo ha hecho completa expiación de nuestros pecados, en él
tenemos perdón total de nuestros pecados. La fe que salva es simplemente la con-
fianza para descansar y creer en Cristo, sabiendo que él hizo esto por nosotros, que
no hay nada más que falte hacer, y que él guarda a quienes se acercan a él en fe, por
siempre. La fe salvífica, la fe que salva, es una fe que está definida, en el sentido más
singular y esencial, por la realidad de que creemos en Cristo. No hay nada más que es-
peremos ni que deseemos. Sabemos que Cristo es suficiente para nuestra salvación.
Segunda Pascua
La cuarta sección del ministerio público de Jesús nos habla del cumplimiento de una se-
gunda celebración de Pascua (6.1-71). La Pascua era una fiesta donde los judíos cele-
braban el éxodo de Egipto, así que no nos debería sorprender que esta sección contenga
muchas referencias al éxodo.
Jesús proveyó para la alimentación milagrosa de cinco mil personas con solo cinco pe-
dazos de pan y dos peces (6.1-15). Este milagro evoca la provisión de Dios en el pasado,
cuando él suministró maná a la nación de Israel después de que fueran liberados de la
esclavitud de Egipto.
Jesús caminó sobre el agua (6.16-24), mostrando sobre este elemento un dominio ma-
yor de la naturaleza que el que Moisés tuvo cuando separó las aguas del mar Rojo. Enton-
ces, después de cruzar el mar, Jesús se presentó a sí mismo como el verdadero pan de
vida (6.25-71), lo cual superó ampliamente la bendición del maná que Dios había provisto
en los días del éxodo. Siendo el pan de vida, Jesús cumplió con la fiesta de la Pascua
como el proveedor de la vida verdadera para todos los creyentes.
Jesús sanó a un hombre ciego de nacimiento (9.1-41). En respuesta a esto, los fariseos
investigaron exhaustivamente lo que Jesús había hecho. Su incredulidad impulsó a Jesús
a responder que aunque ellos decían ver, en realidad, estaban ciegos.
Jesús se presentó a sí mismo como el buen pastor (10.1-21). En comparación con los
fariseos, Jesús era el buen pastor porque él estaba dispuesto a dar la vida por sus ovejas.
La fiesta de la Dedicación
La sexta sección sobre el ministerio público de Jesús registra los sucesos que ocurrieron
durante la celebración de la fiesta de la Dedicación (10.22–11.57). Juan relata que Jesús
observó la fiesta y la cumplió (10.22-40).
Dios. Masacró a muchas personas en Jerusalén, profanó el templo y ordenó que los ju-
díos adoraran a Zeus. La fiesta de la dedicación celebraba la purificación del templo, al
reconsagrarlo después de que lo reclamaran los macabeos. En la actualidad, esta fiesta
se conoce por su nombre hebreo, Hanukkah, que significa ‘dedicación’.
En este pasaje, Juan contrapone implícitamente a Jesús con Antíoco. Por un lado, este
había hecho una proclamación falsa de que era un ser divino mientras masacraba al pue-
blo de Dios y profanaba el templo. Por otro lado, Jesús realmente es el Hijo de Dios que
hizo la obra del Padre con fidelidad, incluso, dio vida eterna a su pueblo. Jesús declaró
que él había sido apartado (o como dicen algunas traducciones, consagrado) y enviado al
mundo (10.36). Este lenguaje establece un paralelismo entre Jesús y la consagración del
templo en la fiesta de la Dedicación. Desde luego, sabemos que Jesús ya había compara-
do la reconstrucción del templo con la resurrección de su cuerpo (2.19-21).
Tercera Pascua
La séptima sección del ministerio público de Jesús gira en torno a la preparación de la
tercera Pascua de Jesús desde que comenzó su ministerio (12.1-50). La preparación de
Jesús para la tercera Pascua dispone el escenario tanto para su ministración a los doce
discípulos (capítulos 13–17) como para su sacrificio como cordero pascual (capítulo 19).
[Jesús] a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le reci-
bieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios (Juan 1.11-12).
En los primeros doce capítulos del Evangelio de Juan, vemos que Jesús ministró al
mundo, pero “los suyos no lo recibieron”. A partir del capítulo 13, notaremos que Jesús se
concentró en quienes sí lo recibieron: sus discípulos.
Dividiremos esta sección del Evangelio de Juan en dos partes: los sucesos de la Última
Cena y la hora de la mayor gloria de Jesús: su muerte y su resurrección.
La Última Cena
El ministerio de Jesús a sus discípulos en la Última Cena se describe en cuatro partes.
En principio, Jesús los sirvió lavándoles los pies (13.1-30). Jesús simbolizó todo su mi-
nisterio terrenal cuando humildemente lavó los pies de sus discípulos: proyectó de una
forma dramática su encarnación y su sacrificio salvador en la cruz. El Creador del univer-
so se postró delante de su propio pueblo y los sirvió, lavando los pies sucios y cansados.
Fue un servicio que alcanzaría su clímax al día siguiente, en la cruz, cuando él lavaría sus
almas sucias y cansadas con su sangre purificadora.
Después de lavarles los pies, Jesús anunció que uno de sus discípulos lo traicionaría.
Entonces, después que Satanás entró en Judas, él salió de la habitación para llevar a cabo
la traición. Cuando Jesús quedó a solas con los once discípulos, Jesús comenzó su “dis-
curso de despedida”, mediante el que preparó a sus fieles discípulos y los consoló pues
Aunque los apóstoles fueron su única audiencia en ese momento, de seguro, existe
una razón por la cual era necesario preservar estas palabras para futuras genera-
ciones del ministerio apostólico. En otras palabras, en este discurso hay conceptos
transferibles a cada persona que quiera vivir como apóstol y aprendiz, como quien
cacional de uno mismo, entonces, uno encontrará una gran cantidad de enseñanzas
maravillosas en el discurso del Aposento alto. Creo que hay aplicaciones específi-
cas para los líderes en este pasaje. Pienso que los hombres y las mujeres que han
provecho a esos capítulos. Pero considero que, en realidad, toda la motivación cris-
tiana está personificada en Jesús, en Juan 17. Porque él divide la oración, ora por
los apóstoles pero también aclara: “No ruego solamente por estos, sino también por
los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Toda la sección de Juan 14–17
es para los doce, y para aquellos que servirán en roles similares después de que los
Jesús comenzó su discurso de despedida anunciando que había llegado el tiempo para
que él fuera glorificado, refiriéndose a que iba a morir, a resucitar de la muerte y a as-
cender a su Padre en los cielos. Sus discípulos tendrían que vivir sin la presencia de su
cuerpo físico, caminando, hablando y viviendo entre ellos. También predijo que Pedro lo
negaría tres veces. Jesús sabía que estas noticias complejas preocuparon a sus discí-
pulos, así que los consoló y les aseguró que, en última instancia, él los llevaría al Padre
también. Les aseguró también que no los dejaría solos: él enviaría al Espíritu Santo para
Jesús prometió que sus discípulos nunca estarían solos. Serían llevados a juicio y per-
seguidos por el mundo, pero nunca necesitarían defender solos el nombre de Jesús, ni el
de ellos mismos. El Espíritu de verdad les daría poder para hablar y para escribir de forma
Después de consolar a sus discípulos, Jesús los preparó para su partida y para los fu-
lador, Jesús y sus discípulos abandonaron el lugar donde estaban y Jesús comenzó otra
apela a Salmos 80.8 y a Isaías 5.1-7, donde la nación de Israel fue descrita como una viña
gloriosa. Debido al fracaso y al pecado de Israel, más tarde, fue llamada una “vid degene-
rada y extraña” (Jeremías 2.21, NVI). Sin embargo, Jesús usó esta imagen para asegurar
a sus discípulos que él mismo estaba reconstituyendo a Israel como una nación fiel y
Yo soy la vid verdadera […]. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que per-
manece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer (Juan 15.1-5).
Al declarar que él era la vid verdadera, Jesús estaba afirmando, en un sentido impor-
tante, que él mismo era Israel. Jesús representó a Israel y cumplió el destino de Israel.
Israel no había podido establecer el reino de Dios en la tierra, pero Jesús tuvo éxito y sus
discípulos se convirtieron en las ramas de su vid. Ellos eran parte del pueblo de Dios y los
instrumentos a través de los cuales Dios llevaría a cabo su plan para la historia.
Sin embargo, Jesús también sabía que el mundo odiaría a sus discípulos, porque ya lo
odiaban a él. Por eso, les aseguró que estaba abriendo la puerta de la oración al Padre para
ellos. Ellos eran sus embajadores, sus representantes autorizados en la tierra, por lo que
el Padre prestaría atención a sus oraciones, como si Jesús mismo hubiera orado por ellos.
Después de preparar a sus discípulos, Jesús oró por ellos (17.1-26) en su oración sacer-
dotal, porque Jesús intercedió por sus seguidores como lo haría un sacerdote. En parti-
cular, él oró pidiendo que el Padre protegiera a sus discípulos, y que así muchas personas
pudieran llegar a la fe a través de ellos. Oró para que ellos, y quienes más tarde se convir-
tieran en sus discípulos, fueran protegidos de las fuerzas del mundo. Pidió que la unidad
Jesús sabía que su tiempo se acercaba. Él mismo dijo que era su momento para
regresar al Padre y para estar con él como cuando eran uno antes del comienzo del
mundo. En este tiempo, Jesús dijo: “Yo cuidé a todos los que me diste, excepto el
hijo de perdición, para que las Escrituras se cumplieran”. Vemos que Jesús realmen-
te está orando al Padre por sus discípulos: “Trabajé con ellos entre tres años y tres
años y medio, para santificarlos, para traerlos a este punto. Pero ahora ya no estaré
aquí con ellos. Así que, Padre, por favor, guárdalos, continúa este proceso de san-
tificación, porque ellos van a enfrentar grandes retos y gran persecución, y ahora,
¿cómo van a superarlos?”. Es una oración a Dios, para que él tenga cuidado de sus
discípulos que están en proceso de preparación para la obra, para los retos, para la
persecución, para el martirio y para todos los sacrificios que tendrían que hacer a fin
La muerte y la resurrección
Después de describir la Última Cena, Juan registró la muerte y la resurrección de Jesús
(18.1–20.31). En el Evangelio de Juan, la muerte y la resurrección de Jesús, junto con los
acontecimientos relacionados, generalmente son descritos como “la hora de la gloria de Je-
sús”. En el Antiguo Testamento, la palabra gloria suele referirse a la presencia de Dios en medio
de su pueblo. Durante la historia de Israel, Dios los acompañó con su gloria. Su gloria estaba
en la nube que los dirigió durante la peregrinación por el desierto (Éxodo 16.10). Estaba en el
tabernáculo de Dios (Éxodo 40.34-35) y habitaba en el templo de Salomón (1 Reyes 8.11). De
acuerdo con esta definición, el uso de la palabra gloria en el Evangelio de Juan alude a Jesús
como Dios encarnado, a la manifestación de Dios que habita entre su pueblo.
Sin embargo, cuando al hablar de “la hora de su gloria”, Jesús se refiere al momento
particular de su vida en que demostraría su gloria al mundo de la manera más profunda
posible; en síntesis: su muerte y su resurrección. Normalmente, no pensamos en la muer-
te como algo glorioso. Pero la muerte y la resurrección de Jesús compraron la reconci-
liación del pueblo de Dios con su Dios. Su sacrificio voluntario y su resurrección trajeron
salvación y vida a todo aquel que cree en él y lo recibe como Mesías. Este acto nos reveló
el amor y el poder de Dios; caso contrario, nunca lo hubiéramos comprendido. Fue trágico
pero hermoso. Dio inmenso honor y alabanza a Dios. En definitiva, los acontecimientos de
la pasión fueron los momentos más gloriosos de la historia de la humanidad.
Sin embargo, el verdadero poder que operaba detrás del arresto y del juicio de Jesús era el
de Dios mismo. Ni Pilato ni Caifás tenían el control de los acontecimientos. Cada suceso
ocurrió de acuerdo con el plan de Dios. Como lo leemos:
La segunda parte del relato de Juan sobre la muerte y la resurrección de Jesús es la cruci-
fixión (19.16-37). Juan explica cómo los sucesos particulares de la crucifixión dieron cum-
pliento a varias profecías sobre el Mesías, escritas en el Antiguo Testamento. Estos deta-
lles demuestran que Jesús no fue tomado por sorpresa, porque cada suceso tuvo lugar de
acuerdo con el plan de Dios. Durante el arresto, el juicio y la crucifixión, Jesús mantuvo una
dignidad indoblegable, en silencio. El Hijo de Dios dio su vida por su pueblo, y a través de su
sacrificio, reveló la gloria de Dios de una manera en que nunca antes había sido revelada.
¿Hasta dónde llegaría Dios para liberar a su pueblo? ¡Recorrería todo el camino hasta la cruz!
La Biblia señala que Jesús fue a la cruz “por el gozo puesto delante de él”. La cruz
ha sido el sacrificio más difícil que alguien haya hecho. Nunca ha habido un sufri-
miento más grande que el que el Hijo de Dios experimentó en la cruz, ya que no solo
sufrió una muerte física brutalmente dolorosa, sino que tuvo que soportar la carga
de nuestros pecados sobre él y la ira de Dios sobre sus hombros. Fue lo más difícil
que alguien haya hecho, pero Jesús lo hizo “por el gozo puesto delante de él”. ¿Por
qué haría esto? Porque él sabía el resultado. Sería una muestra de la gloria de Dios,
una muestra de su amor, de su justicia, de su ira, de su santidad, de su compasión,
de su misericordia, todo bellamente cubierto en la cruz. Así, lo veríamos a él como él
es, y seríamos capaces de adorarlo por toda la eternidad al reunirnos alrededor del
Cordero que fue inmolado. Su trono es donde nosotros lo adoramos. Dios ha mos-
trado su carácter y su gloria, y nos ha mostrado quién es él en la cruz, y nosotros lo
adoramos. Él trae muchos hijos a la gloria en esta cruz. Por eso, Jesús fue capaz de
hacer todo esto con gozo: porque el sabía el resultado final.
La tercera parte del relato de Juan sobre la muerte y la resurrección de Jesús es la re-
surrección (20.1-31). De acuerdo con Juan 20.1-9, la tumba vacía de Jesús es un hecho
histórico. María, Pedro y el mismo Juan vieron que Jesús no estaba ahí. Jesús se apareció
a María Magdalena, a los discípulos y a Tomás (20.10-31). Los registros indican que los
seguidores de Jesús eran algo escépticos, y no se habrían dejado engañar fácilmente.
Tomás, en particular, no había estado presente la primera vez que Jesús se apareció a sus
discípulos, y él era un hombre escéptico. Quería evidencias. No iba a creer una historia tan
perturbadora como la de una resurrección. Su confesión es el clímax de la narración de
Juan: Tomás reconoce a Jesús como “Señor mío, y Dios mío” (20.28).
Es bastante sorprendente que cuando Tomás escuchó decir a los otros discípulos —a
quienes él conocía en persona y con quienes había viajado por todo ese tiempo— que
habían visto a Jesús resucitado, no pudiera aceptarlo. No es como si algún extraño le
hubiera dado una noticia y todos estuvieran de acuerdo. Él mismo no podía convencerse
de que todo esto fuera cierto. Creo, y sospecho, que esta situación tiene que ver con su in-
capacidad de arriesgarse a creer. Pienso que tenía miedo de ser decepcionado de nuevo.
Tenemos el relato de Tomás que duda, y pronuncia las famosas palabras: “Si no me-
tiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”.
A menudo, él es catalogado como “Tomás el incrédulo” porque no le creyó a Jesús.
Pero creo que deberíamos ser un poco menos duros con él. En primera instancia,
Juan reconoce que Tomás no estaba ahí con los discípulos cuando Jesús vino entre
ellos y se les reveló. En segundo lugar, si creemos que los discípulos fueron elegidos
para ser testigos oculares de la resurrección de Jesús, entonces, había un sentido en
el que Tomas tenía que ver para poder creer. En tercer lugar, no debemos olvidar que
cuando Jesús se paró entre ellos y se reveló a Tomás, este hizo la más clara y valiente
profesión de fe de todo el Evangelio de Juan: llamó a Jesús “¡Señor mío, y Dios mío”.
Juan explica al final del capítulo 20 que Jesús dijo: “Porque me has visto, Tomás,
creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Hay un sentido en el que To-
más tuvo que ver para creer. Pero también hay un sentido en el que tú y yo podemos
ver, no mediante la imagen física de Jesús delante de nosotros, sino llegando a apre-
ciar y a entender todo lo que ellos vieron, y creyéndolo por nosotros mismos. Creo
que a veces somos un poco injustos con Tomás, porque él cumplió un papel único y
porque es un gran ejemplo de alguien que cuando ve a Jesús por quien es él, expresa
una fe maravillosa en él. Realmente es un modelo para nosotros. Cuando llegamos a
comprender quién es Jesús, nosotros también debemos caer de rodillas y adorarlo.
Conclusión
La última parte del Evangelio de Juan es la crónica final de la vida y del ministerio terrenal
los lectores hacia el futuro. Al igual que en el capítulo anterior, se registra una aparición
del Señor resucitado (21.1-14), pero el énfasis de la narrativa no está en la aparición. Juan
habló de esta aparición refiriéndose a ella como una revelación, y usa la misma palabra
que en 2.11 cuando dijo que Jesús “manifestó su gloria”. Por lo tanto, en lugar de tomar la
aparición como una mera prueba de la resurrección, Juan quiso que se leyera como una
discípulos para dar testimonio de Jesús, a pesar de que el destacado apóstol Pedro lo
negó tres veces. Jesús contrarresta la negación de Pedro, lo perdona y lo restaura tres
veces por separado (21.15-23). Por medio de las restauraciones, Jesús comisionó a Pe-
dro a cuidar el rebaño de Dios. Jesús mismo era el buen pastor, pero ahora designaba a
Pedro para seguir cuidando al pueblo de Dios. Los otros Evangelios terminan con algu-
visualiza el futuro de la iglesia. Jesús ha prometido estar con su pueblo para siempre.
Juan se vale de este momento para confirmar que una forma en que él siempre acompaña-
rá a su pueblo es a través de otros pastores, como Pedro. El mismo Pedro después escribió:
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y
testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que
será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros… (1 Pedro 5.1-2).
La mayoría de los estudiosos cree que el Evangelio de Juan fue escrito cuando los últi-
mos apóstoles estaban muriendo. Incluso, Juan pudo haber sido el último apóstol vivo en
ese momento. Este detalle hizo que fuera más importante para el pueblo de Dios oír que
Jesús estaba todavía presente a través de los pastores de su rebaño. En última instancia,
no fue Pedro ni ningún otro apóstol quien dirigió la iglesia. Fue Jesús, mientras ellos lo se-
guían. Ellos sirvieron solo como sus embajadores y ayudantes. Jesús prometió regresar
por su pueblo, corporal y permanentemente, para dirigirlos en el futuro.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. En Juan 1, ¿cómo resumió el autor todo el evangelio?
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2. ¿Cómo trataron a Jesús los de su propia nación cuando él comenzó su ministerio público?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cómo influye el Evangelio de Juan en tu lectura de los Evangelios sinópticos?
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2. ¿Qué porciones del discurso de despedida de Jesús, o de su oración sacerdotal, han
sido un especial aliento para tu vida personal o ministerial? ¿Con quiénes pudiste compar-
tir la bendición que la palabra del Señor significó para ti?
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3. El Dr. Vibert dice que “somos un poco injustos con Tomás, porque él cumplió un papel
único y es un gran ejemplo”. ¿Coincides con esta declaración? ¿En qué sentido crees que
podríamos aprender de Tomás?
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LECCIÓN 15
BOSQUEJO
C. El Hijo de Dios
1. Divino
2. Humano
D. La vida
V. Conclusión
Introducción
Luego de estudiar tanto el trasfondo como la estructura y el contenido del Evangelio de Juan, consideraremos
algunos temas principales que enfatizó el autor. Veremos cómo Juan trata varios temas importantes en su
declaración de propósito (Juan 20.30-31). De acuerdo con las verdades que se desprenden del texto, nos
enfocaremos en cuatro temas relacionados: la importancia de creer, la identidad de Jesús como el Cristo, la
identidad paralela como el Hijo de Dios y la bendición de vida que él ofrece.
Resumen
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A. Creer
El concepto creer está relacionado con otros, como recibir, venir y conocer.
La conversión consiste en convertirnos en hijos de Dios y obtener la vida eterna.
En algunos pasajes, creer se refiere a una fe superficial, temporal o hipócrita.
B. Cristo
Los términos Cristo o Mesías se habían convertido en equivalentes de Rey de Israel.
Como Rey de Israel, Jesús representó a su pueblo en todo sentido, los sirvió como
su sustituto y se volvió el canal de las bendiciones de Dios para Israel.
Jesús tuvo éxito y cumplió todo lo que Dios había llamado a Israel a ser y a hacer.
1. El templo
Jesús cumple con los requerimientos establecidos en el Antiguo Testamento en relación con
el tabernáculo y con templo.
El templo es el lugar donde Dios había prometido hacerse presente en medio de su pueblo de
una manera especial.
Las manifestaciones de la presencia de Dios son los momentos en que Dios concentra su
presencia en lugares particulares.
Después que Jesús dejara de estar físicamente presente en la tierra, sus seguidores disfruta-
rían de la presencia especial de Dios.
2. Las fiestas
Jesús cumplió el significado de las fiestas de Israel.
• Hacer que Israel pudiera disfrutar con regularidad de las bendiciones de su presencia
especial en el tabernáculo y en el templo.
— Fiesta de la Pascua.
— Fiesta de los Tabernáculos.
— Fiesta de la Dedicación.
3. La ley
La ley fue dada a los verdaderos creyentes como una guía hacia las bendiciones de Dios.
C. El Hijo de Dios
Hijo de Dios se refiere al Rey mesiánico divino.
1. Divino
• La relación entre Jesús el Hijo y Dios el Padre.
• “Yo soy”.
2. Humano
Hijo de Dios se usaba para referirse al rey humano, quien se sentaba en el trono de David y
gobernaba como rey de Israel.
• Hijo de Dios.
• Rey de los judíos.
D. La vida
La vida eterna es una relación con Dios, una experiencia personal de su presencia
y su participación en nuestras vidas.
La vida eterna es el regalo de la liberación del juicio divino en interminable paz y
alegría.
Jesús, el creador y el proveedor de la vida, posee las palabras de vida y es el
Unigénito.
V. Conclusión
Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de bendición de Dios.
LECTURA
TU
RA LEC
TU
LECTURA
LECTURA
. Lección 15 - El Evangelio según san Juan
Temas principales
Juan trata varios temas importantes en su declaración de propósito, que dice:
Esta es la última semana de un viaje más que enriquecedor a través de los cuatro Evange-
lios. La decimoquinta lección se enfoca en cuatro temas que podemos extraer de la decla-
ración de Juan: la fe, la identidad de Jesús como Cristo, la identidad paralela como Hijo de
Dios y la bendición de la vida que él nos ofrece. Comencemos por el énfasis de Juan en la fe.
Creer
Juan empleó la palabra griega pisteuo, que significa ‘creer’, ciento seis veces en su Evan-
gelio. Los tres Evangelios restantes en conjunto usan la palabra treinta y cuatro veces, es
decir, solo un tercio del total en que la usó Juan. Esta diferencia muestra la importancia de
la fe en la narrativa de Juan: el concepto fe está relacionado con otros como recibir, venir y
conocer. Para creer en Jesús, hay que recibirlo, venir a él y conocerlo, en el sentido de tener
una experiencia interpersonal.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potes-
tad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1.12).
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no
verá la vida… (Juan 3.36).
Según lo observamos, creer es un acto sincero y sentido que consiste en depositar nuestra
confianza en Jesús y en asumir un compromiso que nos une a él, que nos vuelve partícipes de
la obra de Dios en la historia. Esta llegará a su plenitud cuando Jesús se revele en toda su gloria.
Es importante reconocer que Juan no siempre emplea la palabra creer en el mismo sen-
tido. En algunos pasajes, la usó para referirse a una fe superficial, en términos teológicos,
una fe temporal o hipócrita. Leamos un ejemplo:
Jesús no se fiaba de estas personas porque sabía que su fe era solo superficial. No era
la fe sincera que los teólogos denominan fe salvífica.
Basándonos en los contextos en que Juan habla de creer, podemos aventurar que él usaba
el término para referirse a la fe salvífica, a la verdadera confianza en Jesús como Salvador y
Señor. Para Juan, Jesús —el objeto de nuestra fe— es el único que marca la diferencia. No es
el poder de nuestra fe lo que nos salva, sino el poder de Aquel en quien creemos.
Cristo
Juan nos insta a reflexionar en otro tema principal: Jesús es el Cristo, el Mesías, el cumpli-
miento de las antiguas promesas de Dios para el pueblo de Israel. Al llamar a Jesús Cristo,
Juan claramente lo identifica como el Rey de Israel. Después de todo, en el primer siglo
Cristo o Mesías se había convertido en el equivalente a rey de Israel. Eso era el Cristo. Por lo
tanto, que Jesús fuera considerado el Rey de Israel tendría muchas implicaciones, y Juan
dirigió su atención a varias de ellas.
Por ejemplo, Juan enfatizó que como los reyes de Israel y de Judá, en el Antiguo Testa-
mento, Jesús personificó al pueblo que gobernaba. Jesús se convirtió en todo lo que Israel
había dejado de ser, y así recibió todas las bendiciones que Israel antes no pudo obtener a
causa de sus fracasos. Como Rey de Israel, Jesús representó a su pueblo en todo sentido,
sirvió como su substituto y también se volvió el canal de las bendiciones de Dios para la
nación. Juan demostró esta verdad diciendo que Jesús afirmó ser la vid verdadera y que
sus seguidores eran los pámpanos en él. Así lo expresó el escritor las palabras del Señor:
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este
lleva mucho fruto […]. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho
fruto, y seáis así mis discípulos (Juan 15.5-8).
A lo largo del Antiguo Testamento, Israel ha sido descrito como la viña de Dios. Esta
imagen está presente en Salmos 80, en Jeremías 2, en Ezequiel 17 y en Oseas 10. Por
cierto, la familia real de David y el futuro gran Mesías fueron representados como la rama
a partir de la cual el pueblo de Dios crecería (Isaías 11.1). A partir de estos antecedentes,
cuando Jesús proclamó que es la vid verdadera y el único camino para agradar a Dios y
glorificarlo, sus discípulos habrán comprendido que Jesús era el verdadero Rey de Israel,
Ahora bien, ¿cuáles son las implicaciones de la idea de que Jesús como rey se constitu-
ye a sí mismo en el verdadero Israel? Por un lado, significa que Jesús estaba cumpliendo
todo lo que Israel fue llamado a ser. Israel había fallado: no logró ser ni hacer lo que Dios
le había ordenado. Israel falló por causa de su pecado, pero Jesús tuvo perfecto éxito. Él
del Antiguo Testamento, y reveló la realidad de la gloriosa presencia de Dios como solo
pertenencia a la nación de Israel. El verdadero Israel, las ramas de la vid verdadera, son las
El templo
En primer lugar, Jesús cumplió las expectativas mesiánicas en relación con el templo. Este
lugar era importante en las Escrituras, porque Dios había prometido estar presente allí en
medio de su pueblo de manera especial. Por supuesto, sabemos que Dios es omnipresen-
te. Él está en todas partes en todo tiempo. Pero cuando hablamos de la presencia especial
de Dios, tenemos en mente las manifestaciones de su presencia: los momentos en que
Dios concentra su presencia en lugares particulares, de una manera visualmente gloriosa.
donde los seres humanos podían encontrar la presencia central y especial de Dios. Sirvió
como la corte de su trono en la tierra, desde donde la humanidad santificaría toda la tierra
mobiliario, tanto del tabernáculo como del templo, fueron diseñados siguiendo el modelo
del jardín del Edén y ambos cumplían la función del jardín. Las Escrituras confirman esta
relación señalando que el tabernáculo y el templo eran la corte del trono real de Dios en
la tierra, es decir, los lugares en donde Dios habitaba con su gloria en medio de su pueblo,
El tabernáculo y el templo fueron entonces los lugares más sagrados de la tierra, donde
el pueblo podía obtener las bendiciones de Dios. Al igual que el jardín del Edén, estos eran
el centro de su reino, desde donde su pueblo santificaba la tierra como reino de Dios. De
acuerdo con el Evangelio de Juan, una manera fundamental para entender la importancia
de Jesús es considerar que él cumple los requerimientos del Antiguo Testamento respec-
Y aquel Verbo [Jesús] fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad (Juan 1.14).
Juan afirmó que Jesús “habitó entre nosotros”, empleando el verbo griego skenoō, re-
lacionado con el sustantivo skēnē, que significa ‘tienda’ o ‘tabernáculo’. De hecho, este
la traducción griega del Antiguo Testamento. Mediante el empleo de este verbo y su vincu-
lación con la gloria de la presencia de Dios, Juan manifiesta que Jesús ahora proveía el mis-
mo acceso a la presencia especial de Dios, que antes había estado solo en el tabernáculo.
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dije-
ron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en
tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo (Juan 2.19-21).
Juan explicó que Jesús también era el cumplimiento del templo. Aunque Jesús dejara
especial de Dios. Por eso, Jesús le reveló a la mujer samaritana que se acercaba el día en
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y en verdad […]. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espí-
Las palabras de Jesús a la mujer samaritana deberían ser una gran motivación para la
iglesia moderna, porque vivimos en el tiempo del que Jesús estaba hablando. Él no está
presente físicamente en la tierra. De acuerdo con Hebreos 8.2 y con 9.11-12, su cuerpo
físico reside en el tabernáculo de Dios en el cielo, pero él está presente con nosotros en
espíritu, en especial, cuando nos reunimos en la iglesia (Mateo 18.20 y 1 Pedro 2.4-9).
Debido a que Jesús está presente con nosotros, ahora somos el templo sagrado de la
Sin embargo, aun este maravilloso cumplimiento del templo en Cristo se verá sobrepa-
sado en el futuro, cuando Jesús regrese en gloria. Apocalipsis 21.1-5, por ejemplo, enseña
aquel tiempo, Cristo y el Padre siempre estarán presentes con nosotros, y la tierra entera
Las fiestas
La segunda forma en que Jesús cumplió las expectativas mesiánicas del Antiguo Testamento
fue cumpliendo con el significado de las fiestas nacionales. Como lo mencionáramos antes,
gran parte del Evangelio de Juan puede sintetizarse en torno a las fiestas a las que Jesús asis-
tió, entre ellas, varias celebraciones de la Pascua, la fiesta de los Tabernáculos y la fiesta de la
Dedicación. Dios había establecido las fiestas para identificar a Israel como su real sacerdocio y
para que pudieran disfrutar con regularidad de las bendiciones de su presencia especial en el ta-
bernáculo y en el templo. Juan afirmó que Jesús dio cumplimiento al significado de las fiestas.
La fiesta de la Pascua era una de las tres fiestas principales de Israel. Se celebraba una
vez al año y conmemoraba el éxodo de Israel de Egipto. En síntesis, Jesús cumplió con
esta fiesta porque él fue el último cordero pascual: él moriría en la Pascua, su carne sería el
alimento de la celebración y su sangre sería el símbolo de la liberación de Israel de Egipto.
Los cuatro autores de los Evangelios identificaron a Jesús como el verdadero Cordero pas-
cual. Pero solo Juan destacó este concepto, registrando las palabras de Juan el Bautista:
… He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1.29).
Juan también registró que cuando Jesús murió, los soldados “no le quebraron las piernas”
(Juan 19.33). Así, se cumplió en Jesús el requerimiento de Éxodo 12.46: los huesos de los
corderos escogidos para la fiesta de la Pascua no debían ser quebrados. Mediante este
pasajerelato, Juan demostró que Jesús cumplió el simbolismo y el significado de la Pascua.
Juan también relató la celebración de otra de las tres fiestas anuales de Israel: la de los
Tabernáculos (Juan 7.2, 37). Un importante ritual de la fiesta era verter agua en memoria
de que Dios había provisto agua a Israel en el desierto, y en agradecimiento porque tam-
bién él les proveía lluvia para los cultivos año tras año, y en anticipación de cómo Dios
derramaría corrientes de bendición sobre su pueblo en los últimos días. Juan trazó un
fuerte vínculo entre esta ceremonia y Jesús, pues, él es el canal de todas las bendiciones
que Dios derramará en el clímax de la historia.
Específicamente, Juan apuntó que en los últimos días de la fiesta de los Tabernáculos,
Jesús anunció su poder para distribuir las bendiciones de Dios. Jesús extendió una invi-
tación a las multitudes:
Las corrientes de agua viva de la bendición de Dios fluyen de Jesús. Todas las bendicio-
nes pasadas, presentes y futuras vienen a través de él. En este sentido, Jesús es el cum-
plimiento de todas las esperanzas de las bendiciones de Dios que fueron representadas
no era una fiesta principal establecida en el Antiguo Testamento, pero era importante para
la vida de Israel en el primer siglo de nuestra era. Celebraba la victoria de Israel sobre sus
opositores griegos (año 165 a.C.), así como la dedicación del altar y del templo que tuvo
Los judíos entendieron que él estaba proclamando ser Dios, y respondieron tratando de
apedrearlo. Entonces Jesús se defendió, refiriéndose a sí mismo como aquel “al que el Padre
santificó” (Juan 10.36). Cuando Jesús declaró que él era “santificado”, Juan empleó el térmi-
no griego hagiazō, que las Escrituras usan para referirse a la dedicación y a la consagración
en las ceremonias del templo. En este contexto, hagiazō tiene un sinónimo cercano en el
cación o la consagración del templo. La fiesta celebraba que el templo estaba preparado
para volver a ser habitado por la presencia de Dios. Así, Jesús fue apartado en cumpli-
La ley
Además de mostrar que Jesús cumplió las expectativas del templo y de las fiestas, Juan
también demostró que Jesús cumplió la ley de Dios. Aunque los cristianos estamos acos-
tumbrados a pensar en la ley de Dios en términos negativos —como algo que nos con-
dena—, también necesitamos recordar que la ley fue dada para los verdaderos creyentes
como una guía hacia las bendiciones de Dios.
Cuando vemos la ley en la Biblia, resulta claro que las personas que la leían no
creían que estaban leyendo una mera lista de reglas o reglamentos. Era una guía
para la vida. Podían leerla sabiendo que si guardaban la ley, serían bendecidos al
cumplirla. Pienso que hay varias razones para sostener esa opinión. Primero, que
la ley es la revelación de Dios. La ley nos dice cómo quiere Dios que vivamos. En
Salmos 40.8, el salmista declara: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”.
Cuando nos alineamos con la voluntad de Dios, cuando entendemos cuál es su
voluntad, encontramos gran regocijo y bendición en hacer cualquier cosa que se
supone que debamos hacer, o en no hacer lo que se nos ha dicho que no hagamos.
El simple hecho de que es una revelación es una señal de la bendición de Dios, del
favor de Dios. De hecho, creo que es una bendición porque, en realidad, la ley es una
invitación para que participemos en lo que Dios quiere traer a la tierra.
nunca deja de dar fruto. Por lo tanto, la ley es un lugar de bendición. Pero solo es un
lugar de bendición para aquellos a quienes Dios ha concedido su perdón, el mismo
perdón que viene a través de Cristo. La ley, entonces, es una guía de cómo vivir la
vida en Cristo para que sea una vida de bendición. Quien ama a Cristo, cumple la ley.
Pablo afirmó que Cristo es la meta o el propósito de la ley. La ley nos muestra nuestro
pecado, pero también nos muestra lo que Jesús ha hecho por nosotros y nos provee
una guía para saber cómo vivir. Jesús enseñó que toda la ley se resume en dos man-
damientos: amar a Dios con todo el corazón, el alma, las fuerzas y el entendimiento, y
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Quien conoce a alguien que ama a
Dios con todo el corazón, el alma, las fuerzas y el entendimiento, conoce la bendición
de ese tipo de persona. Cualquiera que haya conocido a alguien que ama a su prójimo
como se ama a sí mismo, sabe que hay una gran bendición en cumplir ese mandato.
Hay generosidad, misericordia, provisión y bendiciones. Hay felicidad al estar cerca, y
en presencia, de aquellos que son fieles a los mandamientos de Dios.
Jesús enseñó por medio de esta sentencia que todo el Antiguo Testamento, incluida la
ley, es la perpetua y permanente palabra de Dios para su pueblo.
Sin embargo, Juan enfatizó que la ley no era un fin en sí misma. Fundamentalmente,
ella siempre apunta más allá de sí misma: señala a Jesús. Él dijo a los judíos incrédulos:
Juan destacó este punto a lo largo de su Evangelio. La ley del Antiguo Testamento apuntaba
hacia Jesús, de modo que rechazar a Jesús también era rechazar la ley que lo había anunciado.
Una de las maneras en que Juan remarcó este punto fue otorgarle títulos, características
y acciones a Jesús que el judaísmo ya le había atribuido a la ley. Por ejemplo, el judaísmo
había dicho: debes alimentar a tu enemigo hambriento con “el pan de la Torá”, y Jesús es
llamado “el pan de vida” (Juan 6.35). El judaísmo había dicho que las “palabras de la Torá
son vida para el mundo”, y Jesús es el dador del agua viva (Juan 4.14). El judaísmo también
habló de “la luz de la ley que fue dada para alumbrar a cada hombre”, y Juan 1.9 llama a
Jesús “aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre”. Estos son apenas unos pocos
ejemplos —de entre los tantos que hallamos en el Evangelio de Juan— que demuestran
que Jesús encarnó la ley de Dios. Jesús y sus enseñanzas continúan siendo la fuente de
Juan deseaba entrañablemente que sus lectores entendieran lo que significaba que Je-
sús fuera el Cristo. Quería que ellos tuvieran confianza en el conocimiento de que Jesús
no abandonaría a su iglesia, sino que siempre estaría con ella. Quería que confiaran en
Jesús, para que recibieran las bendiciones de Dios a través de él. También quería que obe-
decieran la palabra de Dios, para que glorificaran al Señor como su reino de sacerdotes.
Ya vimos dos temas principales del Evangelio de Juan: la fe en Jesús y la identidad de Je-
sús como Cristo. A continuación, consideraremos su identidad paralela como Hijo de Dios.
El Hijo de Dios
La identidad de Jesús como el Hijo de Dios es paralela a su identidad como el Cristo, por-
que ambos términos se refieren a que él es el Rey que gobierna el reino de Dios en la tierra.
Sin embargo, vale la pena tratar ambos aspectos de la identidad por separado porque cada
El término Hijo de Dios, en el Evangelio de Juan, se refiere al Rey mesiánico divino. Por un
lado, es el Hijo divino que bajó del cielo para morar en la tierra (Juan 10.22-40). Por otro
lado, puede ser sinónimo de Rey de Israel o Cristo, el descendiente humano de David que
sería el legítimo rey de Israel (Juan 1.49 y 11.27).
Para tener un mejor entendimiento de qué significa que Jesús es el Hijo de Dios en el
Evangelio de Juan, será útil considerar el gran misterio que Juan destacó: Jesús es total-
mente divino y totalmente humano, completamente Dios y completamente hombre.
Divino
Una manera en que Juan proyectó la divinidad del Hijo fue a través de la relación entre
Jesús el Hijo y Dios el Padre. Hay muchos pasajes que demuestran que esta relación es
cualitativamente distinta de las relaciones que el Padre entabla con sus hijos humanos,
como los creyentes. Leamos el intercambio entre Jesús y los judíos en torno a este punto:
[Jesús dijo:] Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron a tomar
piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he
mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los
judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; por-
que tú, siendo hombre, te haces Dios (Juan 10.30-33).
Los judíos entendieron perfectamente que Jesús proclamaba una unidad en su relación
con Dios el Padre; de hecho, entendieron que Jesús proclamaba que él realmente era Dios.
Además, de acuerdo con Juan 14.9, Jesús es el único Hijo de Dios que reveló al Padre
como ningún otro podría haberlo hecho. Aunque en Juan 1.18 no se usa la palabra hijo, la
enseñanza es exactamente la misma. Jesús ofreció al pueblo una perfecta revelación de
su Padre. Por cierto, según lo declaró Jesús:
… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos
al Padre? (Juan 14.9).
Más allá de lo concerniente a la revelación, Jesús también posee total autoridad divina
sobre realidades como la vida, la muerte y el juicio final. Como lo leemos:
Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo
a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio
dio al Hijo (Juan 5.21-22).
Juan confirmó que Jesús era la encarnación de Dios. Él era Dios mismo, como tal, osten-
taba ilimitada autoridad para llevar a cabo la obra de Dios en la tierra.
Otra forma en que Juan proyectó la divinidad del Hijo fue a través de la descripción de Jesús
como el “Yo soy”. Dios reveló a Moisés el nombre por el que sería conocido entre las partes
del pacto: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3.14). Allí radica el fundamento del nombre divino que ha
sido representado en español como “el Señor”. Se creía que el nombre de Dios era tan santo
que los judíos de los días de Jesús rehusaban pronunciarlo. Pero Jesús lo aplicó a sí mismo.
El Evangelio de Juan tiene veinticuatro declaraciones con el título “Yo soy” en boca
de Jesús. Juan incluye más declaraciones que otro Evangelio, y cerca de la mitad de
todas las que aparecen en todo el Nuevo Testamento. La importancia de su uso se
halla en que es una manera de identificar a Jesús con el Dios del Antiguo Testamen-
to. Siete de estas afirmaciones son una forma de revelar al “Yo Soy”, y por lo menos
en una de estas ocasiones en que él lo dijo, los judíos recogieron piedras para tratar
de ejecutarlo por haber declarado ser el Dios del Antiguo Testamento (Juan 8.58-59).
El resto de las afirmaciones son “Yo soy” vinculados con algo más, como “Yo soy el
pan”, “Yo soy la luz”, “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”. Aquí leemos a Jesús
proclamando ser Dios, pero un Dios relacionado con la vida humana. Debemos leer
todas estas afirmaciones juntas, pues Juan está poniendo delante de nosotros algo
que Jesús ha hecho para mostrarnos: “Este hombre existió desde antes de este
tiempo, porque él es Dios”. Jesús proclama: “Antes que Abraham fuese, yo soy”
(Juan 8.58). Él no solo está proclamando que vivió desde dos mil años antes: está
proclamando ser el Dios que interactuó con Abraham y con el Dios eterno.
En Juan 8.12-59, leemos que Jesús y los líderes judíos estaban involucrados en una
confrontación explosiva. La controversia tiene que ver con la proclamación de Jesús res-
pecto de su condición de Hijo, y la proclamación de sus oponentes de que ellos son hijos
de Abraham. Según Juan 8.44, Jesús les respondió que el verdadero padre de ellos era el
diablo. Enseguida, ellos lo retaron preguntándole si él se creía más grande que Abraham.
Entonces Jesús finalizó el argumento con las palabras:
Jesús no dijo: “Yo era”, como hubiese sido normal si él hubiera querido decir que era más
viejo que Abraham. Él dijo: “Yo soy” no solo proclamando ser “antes que Abraham” y más
grande que él, sino también el mismísimo Dios eterno de Israel.
Humano
Desde los tiempos de David, el término hijo de Dios era usado para referirse al rey humano que
se sentaba en el trono de David para gobernar como rey de Israel (Salmos 2.7 y 2 Samuel 7.14).
Juan 7.42 muestra que los judíos tenían la expectativa de que el Cristo viniera de la familia
de David. En Juan 1.49, el término Hijo de Dios es usado como sinónimo de Rey de Israel.
Además, en muchos pasajes del Evangelio de Juan, se identifica a Jesús como el Rey de
los judíos (Juan 12.13-15, 18.33-40 y 19.1-21).
En resumen, al identificar a Jesús como el Hijo de Dios, en parte, Juan quería comuni-
car que Jesús era un ser humano perfecto, descendiente de David, que gobernaría sobre
Israel para siempre. El Evangelio de Juan hace hincapié en que, como Hijo de Dios, Jesús
es poseedor tanto de una plena realeza divina como de una plena realeza humana. Cada
esperanza que el Antiguo Testamento depositó en el reinado de Dios sobre el universo y
cada esperanza que el Antiguo Testamento estableció para el gobierno del Mesías davídi-
co se vieron cumplidas en el reinado de Jesús.
La vida
Hasta ahora, hemos visto los temas de la fe en Jesús y la identidad de Jesús como el Cris-
to y como el Hijo de Dios. A continuación, estudiaremos las bendiciones de la vida que re-
ciben quienes creen en Cristo. Juan usó la palabra vida treinta y seis veces en su Evangelio,
y los otros tres evangelistas juntos la mencionaron dieciséis veces en total. Sin embargo,
más allá del gran número de veces en que Juan utilizó esta palabra, la importancia radica
en el rol que la palabra adopta en el mensaje del Evangelio. Jesús definió la palabra vida
del siguiente modo:
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesu-
cristo, a quien has enviado (Juan 17.3).
Por supuesto, este conocimiento de Dios no es meramente intelectual. Incluye una medi-
da de conocimiento racional de Dios, pero también algo aun más importante: una relación
con él, una experiencia personal de su presencia y su participación en nuestra vida. Esta
comunión con nuestro Creador es una de las principales metas de la existencia humana.
De acuerdo con Juan 3.16, esta vida puede también ser llamada eterna, lo que significa
que nunca terminará. Pero Juan nos explica que no tenemos que morir para obtener la
vida eterna. De hecho, los creyentes ya la poseen. Como lo expresó Jesús:
… El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida (Juan 5.24).
Las palabras vida y eterna vienen a nuestra mente juntas con mucha facilidad por-
que las encontramos con frecuencia en las Escrituras. Sabemos que uno de los
regalos de nuestra salvación a través de Cristo es la vida eterna, pero también
somos criaturas cronológicas. Pensamos en función de segundos, de minutos, de
horas, de días, de meses y de años; por eso, nos es fácil pensar que la vida eterna
es la vida que conocemos ahora, como un calendario que nunca termina. La noción
bíblica de la vida eterna es muy distinta. El primer significado de vida eterna que
hallamos en las Escrituras es que es una vida en Dios. Él es eterno. La diferencia
entre Dios y nosotros —que somos criaturas humanas— es que nosotros somos
temporales. Sentimos el tiempo. Por el contrario, Dios es eterno. Por la expiación
que Cristo ha logrado a nuestro favor, los que están en Cristo entran a la vida eterna
de Dios. La vida eterna significa que estamos vivos en Cristo, con Dios por siempre.
No se trata tan solo de un calendario cuyas páginas nunca pasan: es un estado de
la existencia que está basado en Dios mismo y en la eternidad de Dios. La segunda
palabra que es realmente importante es la vida, porque las Escrituras marcan un
contraste entre la vida y la muerte. Después del juicio, habrá un contraste entre la
vida eterna y la muerte segunda. La vida eterna también es una afirmación de que
en Cristo aquellos cuyos pecados son perdonados, conocerán la vida con Dios y
con Cristo para siempre. Estaremos para siempre en la presencia de Dios, entrare-
mos en un estado de existencia que no tiene fin, que es eterno, que tiene que ver
con la gloria de Dios y con el consuelo y el gozo de estar en la presencia de Dios,
alabándolo por siempre. Lo opuesto a este estado es el infierno, definido como la
muerte segunda. Así que lo que estamos abordando aquí, al hablar de la vida eter-
na, no es solo la longitud de la eternidad: es la riqueza de estar con Cristo teniendo
comunión con Dios, en lugar de pasar la eternidad en el infierno.
La vida eterna es el regalo de la liberación del juicio divino a una interminable paz y
alegría. Solo puede obtenerse de Dios por creer en su Hijo Jesús. El Evangelio de Juan
enfatiza, por lo menos, dos razones de que esto sea así. Primero, Jesús es el creador y
el proveedor de la vida (Juan 1.1-5, 5.26, 11.25 y 14.6). Por lo tanto, él tiene el derecho de
conceder la vida a quienes él desea darla. De hecho, Jesús lo declaró explícitamente en
Juan 5.21. Segundo, la vida eterna solo puede obtenerse a través de Jesús. Solo él posee
las palabras de vida —el mensaje del evangelio— que dirigen a las personas hacia un cono-
cimiento salvífico de Dios. Encontramos cómo lo explicó Jesús, por ejemplo, en Juan 6.63
y en 12.49-50. Y Pedro lo confirmó en Juan 6.68.
Jesús es el Unigénito, o “el unigénito Hijo” (Juan 1.18). Nadie más ha revelado al Padre
celestial como Jesús lo hizo, porque nadie más vino del Padre como Jesús. El rol único de
Jesús como el revelador de Dios se basa en su identidad como el unigénito de Dios, que
vino a mostrarnos al Padre y a darnos vida eterna.
A lo largo de todo el Evangelio de Juan, Jesús es el dador de la vida para todo aquel que
cree. Quienes no creen en él, no entienden sus palabras, y rechazan la vida que él ofrece.
Pero quienes creen en él, reciben vida eterna ahora mismo, junto con las bendiciones
inconmensurables del siglo venidero.
Conclusión
La última sección de Los Evangelios ha explorado el trasfondo del Evangelio según san
Juan: su autor y las circunstancias que motivaron su composición. También estudiamos la
estructura y el contenido. Consideramos sus temas principales: la fe, la identidad de Jesús
como Cristo y como Hijo de Dios y las bendiciones de la vida que él nos da.
El Evangelio de Juan nos muestra que Jesús es el cumplimiento de todas las promesas
de bendición de Dios. Jesús es el Cristo. Él puede cumplir cada gloriosa promesa que
Dios ha hecho, y las cumplirá, porque Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador. Estas prome-
sas y la salvación traen consigo el maravilloso regalo de la vida eterna. Si nos aferramos a
estas esperanzas al leer el Evangelio de Juan, estaremos mejor preparados para entender
su mensaje y para aplicarlo a nuestra vida. Si las mantenemos en nuestro corazón para
vivir, estaremos mejor preparados para glorificar a Dios y para disfrutar de la vida eterna
que él nos ha dado a través de su Hijo Jesús.
CUESTIONARIO
Preguntas de contenido
1. ¿Por qué el concepto de la fe es tan importante en el Evangelio de Juan?
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2. Explica brevemente en qué tres sentidos Jesús fue el cumplimiento de las antiguas pro-
mesas de Dios para con su pueblo Israel.
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3. ¿Por qué la identidad de Jesús como el Hijo de Dios es paralela a su identidad como el Cristo?
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4. Jesús era totalmente divino y, a la vez, totalmente humano. ¿Cómo desarrolló Juan este
gran misterio?
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Preguntas de aplicación
1. ¿Cómo debemos entender la ley de Dios sabiendo que Jesús la cumplió?
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2. ¿Cómo debe influir el conocimiento de que Jesús es el “Yo soy” en nuestras lecturas del
Antiguo Testamento y del Nuevo?
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3. Anota la definición de vida eterna que enuncia Jesús (Juan 17.3). Reflexiona: (a) ¿es
tu conocimiento de Dios meramente intelectual?; (b) ¿has creído en Jesucristo para sal-
vación?; (c) ¿tienes una relación con él? Lee Juan 3.36 y responde: ¿cómo puedes saber
si tienes la vida eterna? Si has vivido la experiencia de Juan 1.12, considera cómo debes
responder al regalo de la vida eterna que tienes en Jesús.
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