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Una crítica al primer número de la Revista Laberinto

Benjamín Verdugo

Escribir qué, escribir por qué,


escribir cuánto (y cuándo), escribir c ó m o
escribir dónde… Escribir

La crítica, creo que a la luz de la aurora, se alza como un jilguero; trino dulce que acompaña la danza del
arte. No es juez severo, sino hermana descifradora, con manos de seda y mirada de cielo en los secretos
que palpitan por cada creación. La crítica nos entrega una llave maestra, que abre las puertas de la
empatía y de la comprensión. Nos invita a un viaje a través de la obra, cual debería desbordarnos, a
contemplar sus recovecos, a sentir su latido. Sin la crítica, el arte sería río sin cauce o melodía sin
armonía. Ella nos conduce por la corriente, nos regala el mapa para navegar el universo creado. La crítica
es un escorzo muy bien delineado para guiar cual faro en la marina obscuridad o como una brújula en la
terrenal desolación.

La antiprosa: incomprensión
vulgar

Se empieza la lectura con un cerebro a la deriva (¿en divagación, en divagrafía?) que prontamente se
olvida en consecuencia a lo que se expone y se termina el texto donde el autor manda (¿exhorta, invita?) a
leer a Tzara (1918) «El manifiesto DADA». Entremedio claramente hay sustancia y es la gracia del
contenido…
En el mencionado manifiesto se establece que la crítica —justo lo que estoy haciendo— es inútil porque
es subjetiva y adolece de generalidad: es cierto, por eso mismo existe. Tengo que reivindicar esta odiosa y
odiada faceta de las artes (¿o el arte, en singular?); espero se justifique a lo largo y ancho de mi escritura.
También en ese manifiesto se declara lo siguiente: «Hay una literatura que no llega a la masa voraz. Obras
de creadores nacidas de una auténtica necesidad del autor en función de sí mismo. Consciencia de un
supremo egoísmo, en el que cualquier otra ley queda anulada»: irónico a lo menos; acotación que arrogo a
la humildad pedagógica contagiada por el prosaico divagrafista.
Ahora bien y retomando «Divagrafía infrámica» de Mr. Eidos: hay unas invitaciones extravagantes, las
cuales se diluyen en un desfile de referencias —que empiezan incluso antes con Lira, en el epígrafe—, las
cuales parten con Wittgenstein, después Höch, Freud, Tzara (mención), Huidobro, Kubrick, García
Villarán y Tzara (con mayor profundidad). Explica muy detalladamente lo qué es divagrafía no así lo
infrámico, queda pendiente eso más allá de las inferencias que cada uno haga; en mi caso lo enlazo con
inframundo, podría ser sobre lo infravalorado, lo que no existe (¿no-ser?), lo oculto, fuera de la luz, de las
consciencias. Fuera de esa abducción antojadiza mía, creo que Mr. Eidos logra asentar su postura con un
estilo novedoso, el mismo que trata de proponer: ¿neodadaísmo; una revisión, continuidad? ¿evaluación o
evolución? Sabemos que las vanguardias nacen en un determinado tiempo, pero ¿han fenecido? Supongo
que no y Mr. Eidos con entrega una singular muestra de aquello.

«Sentimiento Carmesí» de Ruslav nos abate con la crudeza del amor no correspondido. El poeta, con
versos ásperos como la piedra, nos desvela su corazón atribulado. La insolación fría lo consume. Busca
refugio en la creación de su arte, pero la búsqueda parece vana. Su norte se ha esfumado, su estrella se ha
apagado, y sólo le queda un corazón malherido, víctima de lo que no pudo ser. Es un poema sin muchas
florituras, espontáneo (de una literatura rápida), que nos enfrenta a una realidad del desamor.
«Caja de Pandora» de Ashriel 718 entrega bajo un título que no logra conectarse con el poema en sí,
porque el mito griego a pesar de todos los males liberados de la caja regalada maliciosamente por los
dioses a Pandora alcanzó a albergar la esperanza; no hallé en esta pieza lírica tal esperanza sino un
salvataje abrumado, sin sosiego, apurado, muy ansioso de algo que no depende del hablante porque es
externo, parte de esa alteridad tan voluble. Preferible es acompañar en el camino u ofrecer un lugar
seguro, no ser invasor en el dolor ajeno ni mesías inmotivado.

Obituario jurásico:
un flujo consciente a «Cementerio de dinosaurios» de Miguel Santander.

Una historia relatada al principio con una focalización externa que dura un solo párrafo inicial y se agrega
al final otro para efectos de finalizar con una atmósfera que se entendería más audiovisualmente. Es un
cuento —por términos de extensión, claramente— que para mi perspectiva analítica se quiere referir de
alguna forma a la crisis en torno a las enfermedades mentales (porque la alocución «salud mental»
debiese reservarse para lo que significa: cuando el organismo ejerce normalmente sus funciones), con un
especial vínculo hacia los dinosaurios, de esa manera cuenta con un dilema que dinamiza la narración.
Hallé en el estilo de Santander una pomposidad que no logra cuajar, es decir, no se hace del todo cómodo
leerlo a pesar de que la historia por sí sola es atrayente, mas no envolvente; las memorias deberían
hacerse de la mano del narrador, esa inmersión al pacto de verosimilitud no está del todo pulida, creo
porque se describe más de lo que se cuenta, se comenta más de lo que se relata y se explica más de lo
necesario. La escritura creativa en literatura tiene riesgos, uno de ellos es publicar sin reposar, tal vez fue
un texto rápido que no convida al lector sino que lo lleva a un espacio limítrofe entre la reflexión crítica y
el esparcimiento literario. He leído a Miguel antes y encuentro que con esta lectura pretendió lograr más
de lo posible en medida de la extensión (por el formato de la revista), me gustaría leerlo en plenitud,
debido a que vislumbro que dar rienda suelta a su buena y sagaz pluma le da el espacio que merece.

Quiero, pero no quiero para «Do not touch» de seasky of Ávila: con un alambicado nexo a Consenso,
del mismo número, esta pieza que fluctúa entre lo poético y narrativo, se acomoda en la prosa poética. En
el texto se vive una disyuntiva a los compromisos, a una ética: a una costumbre y se decide habitar
aquello en un mundo como este, el escrito, posiblemente uno epistolar. Donde la intertextualidad y lo
literario se instalan como refugio a lo físico, a lo convenido como prohibido. Se le invita al interlocutor a
ser indirecto, evitativo, ambiguo u obtuso para conseguir intensamente lo que no se debería conseguir.
Si bien esta muestra de prosa poética presenta originalidad e intensidad, no logra escapar de algunos
lugares comunes que la debilitan considerablemente. La metáfora del sol como símbolo del deseo, por
ejemplo, resulta poco convincente. La comparación de la piel con una joya en una joyería ambiciona más
allá de su capacidad fraseológica. Al parecer se quiere instalar la idea de dualidad entre realidad y
fantasía, pero no se ensambla o asienta del todo el tema a lo largo de lo escrito. La frase «en la ficción no
hay compromisos» se pretende como una declaración que crearía distancia, mas es neutral al conjunto
textual. En general, la prosa poética de seasky se lee innovadora e intertextual, pero intrincada, ya que se
centra la lectura (o escritura) en los recursos literarios llamativos por sobre una historia o el desarrollo de
personajes verosímiles.

Disenso bíblico para «Consenso» de Se cuelan las ramas. Hay dos actantes, personajes, agentes
principales o como se prefiera nombrarlos teóricamente y otro más, secundario, que aparece hacia el
término del relato; asimismo, hay más de un narrador, distinguidos por la cursiva en la grafía, supongo.
Hay cambios sutiles que merman la continuidad cohesiva que de una forma u otra distraen de la imagen
mental creada a partir de la lectura, finalmente se confunde al lector al no contar con un hilo conductor
definido. Ahora bien, la polifonía narrativa en este caso se encuentra alicaída, la multiplicidad de voces es
un recurso extremadamente veleidoso y complejo, hay que entenderlo y no forzarlo. Por otro lado, las
metáforas logran asertivamente crear la atmósfera erótica necesaria sin causar el éxtasis lector sino que se
solicita por una paciente atención; se cumple con ser un relato atrevidamente envolvente, mas se
sobreentiende que las metáforas son usadas en otros géneros.
Gnoseología epistémica de los reflejos marañados: revisión lectora a «Dédalo de Espejos» por
Aabye: La frase «El arte es celar el arte» de Ovidio sirve como epígrafe para la obra de Aabye, una pieza
que invita a una profunda reflexión sobre la naturaleza del conocimiento, la verdad y la realidad. El texto,
aunque breve, es denso en ideas y requiere una lectura atenta para desentrañar sus complejidades. Aabye
comienza planteando la idea del arte como un velo que oculta la realidad. Esta idea se relaciona con la
perspectiva epistemológica de la aletheia, la verdad como desocultamiento. Sin embargo, el autor
rápidamente introduce la noción de la adequatio, la verdad como correspondencia entre el pensamiento
del sujeto y la manifestación del objeto.
A partir de allí, Aabye desarrolla una crítica a la lógica formal y a la idea de una verdad absoluta.
Argumenta que la verdad es una construcción humana, un producto de la imaginación y del pensamiento.
Esta perspectiva se aproxima a la gnoseología, la rama de la filosofía que estudia el conocimiento.
El texto también explora la relación entre el ser humano y el laberinto, una metáfora de la vida y del
conocimiento. Aabye sugiere que no hay una salida única al laberinto, sino que cada persona debe
encontrar su propio camino. Esta idea se relaciona con la epistemología, que estudia la naturaleza, el
origen, la justificación y posibilidad del conocimiento
La principal fortaleza de «Dédalo de Espejos» es su capacidad para generar preguntas e ideas en el lector.
El texto es una invitación a reflexionar sobre la naturaleza del conocimiento, la verdad y la realidad. Sin
embargo, el texto también tiene algunas debilidades. En primer lugar, la densidad de ideas puede
dificultar la comprensión del texto. En segundo lugar, la falta de referencias explícitas a autores y
corrientes filosóficas puede dificultar la contextualización de las ideas.
A pesar de sus dificultades o aspectos a mejorar, es un texto que vale la pena leer y meditar. Por cierto,
hallo muy recomendable para facilitar la comprensión del texto leerlo con atención y detenimiento, buscar
información sobre los conceptos tratados en el texto. También podría ser interesante dialogar el texto con
otras personas (y el autor) para compartir acercamientos y perspectivas.

Espiga sensata para «Acicate Sin Sentido» de Alexandra Riveros: El poema explora la fascinación de
la poeta, a través de su hablante lírico por la belleza de una persona, a pesar de la desilusión y el dolor que
esta le causa. Lo más destacable del poema es la riqueza del lenguaje e imágenes utilizadas, que crean una
atmósfera sensual y melancólica. La intensidad de las emociones expresadas y la originalidad de las
metáforas son también aspectos que destacan positivamente. Sin embargo, el poema presenta algunos
elementos que podrían mejorarse. La falta de claridad en la estructura del poema puede dificultar la
comprensión del mensaje que se quiere transmitir. Por cierto, la métrica irregular puede mermar en una
armoniosa lectura en voz alta; porque la lírica tiene de eso, que se puede recitar o declamar aunque no sea
su principal propósito. Grosso modo, se trata de una pieza lírica interesante que refleja la complejidad del
amor y la belleza; a pesar de los inconvenientes para una lectura llana logra conmover al lector y
despertar su consideración sobre estas emociones tan humanas.

Purismo poético, una aproximación en el lirismo sensorial.

Como estudiante de lingüística, literatura y filosofía (además de educación y pedagogía), puedo asegurar
que es más común —de lo que quisiera admitir— hallar espurias intentonas que pretenden instaurar
disciplinas inmaculadas; es recurrente vislumbrar a un doctrinario o peor: a un dogmático, de quienes se
distinguen por enaltecer sus respectivas ocupaciones disciplinarias, artísticas o del pensamiento; que
admiten alternativas, toleran sus resultados y respetan a sus autores. Se pueden proponer corrientes, mas
no tipos de arte admisibles como expresiones superiores a otras, anulando a las demás.
El precedente preludio lo escribí porque el afán totalitario, que no es gregario sino de manada, es habitual
en las humanidades y ciencias sociales. Siempre habrá quienes supongan que una cosa es mejor y en
consecuencia es obligación militar en esa superstición. Por lo anterior es más recomendable dudar
metódicamente tal como Descartes propugna en su sistema filosófico, no dudar escépticamente; dudar
hasta de la propia existencia y hacerlo para justificarla con la razón, no perecer en un idealismo categórico
ni en un realismo ingenuo. No procede explicar más allá de lo expuesto para efectos de esta crítica.
Las particulares perfidias, si es que existiesen debido a los engañosos sentidos aunque inunden los
caudales de creación literaria no significarían un enaltecimiento per se, sino la fecundidad con que
esperan ser recibidos. Además, si no es de las sensaciones la lírica, Zafiro nos indica que nacería de la
nada; es entonces plausible preguntarse si el pensamiento que no es producto de lo sensorial es nada, es
decir, que a partir de él no puede nacer poesía; se justificaría según el autor a partir del acervo
irresolublemente consultado, esos bienes culturales que están ahí pero no se explicitan sino que se
terminan obviando. Establecer el pacto de verosimilitud en la lírica es complicado, porque la tipología
textual poética contiene en sí muchos géneros vastamente explorados que poco o nada atienden a tal
paradigma de la teoría literaria moderna. ¿Evocar o imitar? ¿Imagen o metáfora?
La creación poética obedece a la inspiración (sentida o no) y no al conocimiento (sensible o inteligible),
ya que la poesía es el mundo del deseo y la verdad allí es lo deseable, que a su vez sería la ocupación del
arte. Por ende, las obras líricas imitan a objetos o sujetos inexistentes, porque el poeta debe observar los
paradigmas haciendo guardar los plexos axiológicos correspondientes a su contexto, pudiendo hacer en el
camino una revisión crítica en la medida de lo posible. Y el crítico valora siempre la destreza y artificio
que la escritura lírica demuestre. Por cierto, verdad y verosimilitud requieren de estar juntas, mas pueden
separarse, desmontarse.
Y tal desmontaje o esa salida propuesta a la encrucijada autoimpuesta/autoinflingida por Efraín es el
disparo, una explicación tautológica con más de un flanco que puede el lector determinar según su mirada
a partir de la síntesis siguiente: para asegurar la continuidad (¿fecunda, fehaciente?) de la poesía debe
hacerse la poética de las sensaciones, usando imágenes para evocar; por lo tanto (y sin duda), se tendría
que acatar los sentidos en relación a nosotros mismos. Yo prefiero lo relativo a lo taxativo.

Un canto a la amistad y la esperanza: En el poema «Reina del Soñar», el autor, Sol de Invierno, nos teje
una manta de palabras con la que nos invita a cobijarnos en un espacio onírico e íntimo donde la amistad
se convierte en un refugio de esperanza frente a la áspera realidad. El poema comienza con una pincelada
delicada de la Reina del Soñar, una figura etérea que reina en un universo de sueños. El poeta utiliza un
lenguaje poético y sensorial para crear una atmósfera mágica y misteriosa. La enfermedad y el dolor son
parte de la existencia humana, y el poeta no los evade. Los recursos retóricos son utilizados con mesura,
creando un efecto de naturalidad y espontaneidad. El hablante lírico es cercano y cariñoso, como la de un
amigo que nos consuela (se consuela) y nos da (se da) esperanza. En esta pieza lírica, Sol de Invierno nos
entrega una obra conmovedora, delicada, bien cuidada; que alberga aunque cueste, la esperanza, con un
lenguaje sencillo y directo.

«Secreto» de Alonso Postal expresa como lo oculto se oculta —valga la redundancia— en la consciencia
de cada quien, hay secretos y secretos; en esta muestra poética es uno de esos que resultan incómodos de
guardar. Leer poesía y hacerla a pesar de lo que idealmente se diga (o se piense) es difícil; lo lírico
debiese superar lo descriptivo literalmente con escasos usos retóricos que apelan a una estética
enmarcados en un estilo situado, que muchas veces no están completa o suficientemente logrados. Este es
un caso, me atrevo a decir, experimental, de prueba, el número de la Revista lo demostraría así.

«Cerebro» de Efraín Zafiro es un poema dirigido al título, bueno, al concepto del título: al cerebro.
Primero se le define y se le caracteriza, para luego comentarlo casi anecdóticamente con la referencia un
poco irónica a Huidobro (atendiendo las circunstancias de su muerte); se finaliza con una advertencia.
Ahora bien, ¿cerebro o mente? Capciosa pregunta con un sinfín de respuestas, una más improvisada que
la anterior; hay unas exclamaciones que no se terminan de entender en un propósito textual conjunto,
están, pero no relevan ninguna función en especial. En general es un poema agradable de leer con
resquicios un poco particulares, un poema del que se puede conversar, pero con el autor para que explicite
las pretensiones del hablante lírico, para entenderlo.

A Le tableu des riches inventions de Béroalde de Verville puedo decir poco, escapa de mis manos y tal
vez de quien la puso allí, mejor recomiendo, para entender tal magnífica pieza la interpretación o
aproximación interpretativa con la referencia siguiente: Ojeda, B. M. (2013). Alquimia, estenografía y
traducción: Le tableau des riches inventions de Béroalde de Verville. SKOPOS. Revista
Internacional de Traducción e Interpretación, 2, 71-86.
«Escaso Tiempo» de Rasf se erige con una premisa temporal acotada, sin embargo aunque breve sea el
poema no da la sensación, a partir de la lectura que el tiempo sea escaso, por el contrario; no es como
arena entre los dedos, si no una masilla. Sobre eso, hay dos versos que son adagios: «en esta vida cruel» y
«las vueltas de la vida», ambos usados con la retórica popular sin mucha innovación. En general, es una
pieza lírica vacilante, en un principio se dirige a alguien, un sujeto, luego se transforma en una suerte de
diálogo consigo mismo para terminar enunciando una serie de cosas inconexas con lo que les antecede.

Sobre la Revista Laberinto o de la Nota Editorial (el estilo y la estética).

El Colectivo Laberinto se aventura cuando nos invita a un peculiar banquete de peculiares metáforas
donde la escritura se convierte en un intrépido safari por los recovecos del alma. Entre laberintos,
monstruos y espadas del lenguaje, nos encontramos con una oda —o elegía— a la creatividad que, si bien
seduce con su lirismo, no deja de despertar cierta sospecha.
¿Escribir es realmente un acto tan peligroso? ¿Acaso todos los escritores somos Indiana Jones luchando
contra nuestros demonios internos? Parecen olvidar que la escritura también puede ser un acto cotidiano,
un baile con las palabras donde la introspección no siempre implica un baño de sangre.
No obstante, se acierta en un punto: la escritura es un viaje, un descenso a las profundidades de nuestro
ser donde no siempre encontramos tesoros relucientes. A veces, nos topamos con nuestros propios
monstruos, esos miedos e inseguridades que nos paralizan. Y es ahí donde la escritura se convierte en una
herramienta poderosa para exorcizarlos, para convertirlos en palabras y darles forma de letras.
La invitación a la aventura es atractiva, mas no olvidemos que el camino del escritor no es solo un
laberinto plagado de peligros. También es un jardín de flores, un oasis de paz y un refugio donde las
palabras nos permiten construir mundos nuevos, dar vida a nuestros sueños y compartir nuestra visión del
universo.
En definitiva, la Nota Editorial de la Revista Laberinto, con su estilo barroco y sus metáforas audaces, me
deja con una sensación ambivalente. Por un lado, se celebra la pasión por la escritura y la invitación a
explorar nuestro interior y por otro, no puedo evitar señalar que se exagera un poco el dramatismo del
asunto. La escritura, al final del día, es un acto tan complejo como la vida misma, con sus momentos de
épica y sus instantes de quietud.
Por otro lado a lo largo del número de la Revista podemos apreciar, incluso en su portada, ilustraciones
que amenizan a la vista lectora. La tapa y la contratapa son simples y no dicen mucho, bien elegido el
laberinto, la tipografía es más bien común y el ¿logo? Nunca sé las diferencias que establecen a esos
gráficos, en fin, desentona un poco por la ubicación pero en la identidad digital se ve muy bien. Para el
primer texto se inserta un montaje peculiar y que conversa espléndidamente con lo escrito; después para
el siguiente hay un corazón que más parece una roca, una piedra con ramificaciones, si se conecta o no al
parecer no fue un factor considerado. De lo anterior nos saltamos al quinto texto, que tiene dos
ilustraciones muy parecidas entre sí, que por cierto sintonizan con el texto acompañado. Para el sexto
hubo un poco más de acabada fineza porque se acopla al contenido textual y al seudónimo autoral.
Nuevamente hubo una pausa ilustrativa hasta el octavo el cual tiene un marco, lo que no dice mucho sino
que decora. Al texto siguiente se le ilustra en el fondo, en los sentidos, uno literal y otro más bien retórico,
porque no es algo que acompañe sino un respaldo en dibujo que coadyuva al sentido textual de las
sensaciones, en este caso besos y miradas (labios y ojos). Para el antepenúltimo hay un pequeño añadido
visual, que como con el sexto, tiene que ver tanto con la obra como con el autor. El penúltimo tiene un
marco sin mucha gracia impresa y el último unas lindas flores inconexas al conjunto textual presentado.

«Escribir me suele alegrar. Siempre me suaviza el ánimo y me regala un día ingenuo, tierno, infantil.
Ando trayendo la sensación de haber estado por unas horas en mi patria real, en mi costumbre, en mi
suelto antojo, en mi libertad total (…) Casada con el Mundo»

Gabriela Mistral

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