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Dedicado a mis hijos Tomás y Lucía,

que me inspiran todos los días a trabajar por una


sociedad más amable con la infancia.

Y al Dr. Paul Moxham, del que aprendí tanto y nos dejó muy pronto.
LAS AMÍGDALAS DE TOMÁS

Registro de Propiedad Intelectual:


ISBN: 978-956-7936-58-8

Derechos reservados para todos los países.


Prohibida la reproducción total o parcial, sin autorización.

Producción:

N° de ejemplares: 200

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

Septiembre 2023
Una noche, mamá y papá estaban durmiendo plácidamente cuando un ruido
extraño los despertó.
GRRRZZZZZZ, GRRRRZZZZZZ se escuchaba desde el otro lado del pasillo.
“¿Qué es eso?” Preguntó Mamá, “Es un ruido muy fuerte, ¿será Martín el gato
ronroneando?”
“Nooo” respondió papá. “Martín está acá tranquilamente durmiendo en mis pies”.
“Tendré que ir a investigar”, dijo mamá.

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Se levantó y caminó siguiendo el ruido, hasta que llegó a la pieza de su hijo Tomás.
Abrió la puerta con cuidado y descubrió de donde provenía el ruido…
¡Era Tomás roncando!

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Al día siguiente mamá le contó a Tomás que irían a ver a la doctora Otorrinolarin-
góloga.
“¿Otorrino qué? ¡Qué nombre más extraño!” Dijo Tomás.
“Sí, es un nombre muy largo y divertido, como un trabalenguas.
Así se llaman los doctores y las doctoras especialistas en el cuidado de la boca, la
nariz y los oídos.” Dijo mamá.

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Fueron a ver a la doctora Carolina, que tenía una consulta con muchas luces y
herramientas.
“¡Bienvenido Tomás!” dijo la doctora. “Pasen y cuéntenme que los trae por aquí”.
Mamá y Papá le contaron que Tomás estaba roncando por las noches.

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Entonces la doctora le pidió a Tomás que se sentara en una silla muy grande.
“Parece el trono de un gran rey” dijo Tomás riendo.
Primero la doctora le mostró su luz súper poderosa que iluminaba todos los dedos
de Tomás. Después con esa misma luz miró sus oídos, nariz y garganta.

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“¡Vaya que amígdalas más grandes tienes
Tomás!”, exclamó la doctora.
¡Es por eso que estás roncando tanto!

Luego le explicó “Cuando uno ronca, no


descansa bien, y eso puede hacer que a
veces despiertes cansado o sin ganas de
hacer cosas, como jugar o divertirte, o
que incluso te cueste más concentrarte.
Creo12que es mejor sacar esas amígdalas y
así podrás respirar mejor.”
Tomás se sintió asustado cuando escuchó que le sacarían las amígdalas, no sabía lo
que significaba eso, pero sonaba como algo importante.
Mamá y papá continuaron conversando con la doctora, mientras Tomás escogía que
stickers se llevaría a casa.

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“¿Qué son las amígdalas?” Preguntó Tomás cuando iban de regreso a casa.
“Son dos pelotitas que están en la parte de atrás de tu boca, a veces crecen mucho
y es mejor sacarlas para que duermas mejor”, explicó papá.
“¿Pero me va a doler?” Preguntó Tomás preocupado.
“En la operación no vas a sentir nada porque vas a estar soñando cosas muy entretenidas.
Pero lo mejor va a venir después: ¡Vas a poder comer todo el helado que quieras!”, dijo papá.
A Tomás se le abrieron los ojos y una gran sonrisa apareció en su cara. Se sintió más tran-
quilo luego de conversar con mamá y papá.

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La semana siguiente Tomás y su papá fueron al hospital a hacerse los exámenes que
la doctora había pedido. Fue muy rápido.
“Se sintió como si fuera un pajarito picoteando mi brazo”,
le dijo Tomás a su papá.

15
El día de la operación se despertaron muy temprano y partieron al hospital. Esa
mañana nadie tomó desayuno porque no se podía comer antes de la operación, ni
siquiera tomar agua, pero el tiempo pasó rápido mientras Tomás jugaba con su autito
favorito y los stickers que le regalaron las enfermeras del hospital.

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Cuando llegó la hora de la operación, la mamá
de Tomás estuvo con él todo el tiempo.
“Mira esas luces gigantes mamá, parecen naves
espaciales” exclamó al entrar al pabellón.

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Tomás se acostó en la camilla y le explicaron que si lograba inflar el globo verde, se lo
podía llevar a la casa. Para inflarlo tenía que usar una máscara especial.
Así fue como sopló con todas sus fuerzas hasta que lo infló. Tenía un olor dulce como a
fruta. Le dió mucho sueño y se quedó dormido. Tuvo un sueño muy divertido en el que
jugaba con su gato Martín en la playa.

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Cuando despertó estaba en otra pieza del hospital, también con luces blancas y algunos
ruidos, mamá seguía a su lado y le habían llevado su autito y su premio, el globo verde.
“Ahora puedes elegir entre tomar un rico helado de piña o una sabrosa gelatina de
naranja” Le dijo su mamá.
Tomás ya sabía que escogería… ¡helado de piña!
Dijo muy contento. Se lo tomó con muchas ganas,
estaba delicioso.

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Luego de un rato volvieron a la casa. Ahí, ya pudo comer muchas cosas ricas y blan-
das, como su comida favorita que era puré con huevo y yogur de postre.
Así pasaron unos días en la casa regaloneando con su mamá y papá. A veces sentía
un poco de molestias en su garganta, pero los papás le daban un rico jarabe con
sabor a frutilla y rápidamente pasaba.

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Después de unos días Tomás volvió al colegio, y le contó a sus compañeros la gran
aventura en el hospital y lo valiente que había sido. Ya no roncaba y dormía mejor.
Ahora tenía mucha energía para correr, jugar y ¡andar en bicicleta!

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Una vez más, como todos los días, llegó la hora de acostarse. Eso sí, ahora él único
que hacía ruido en la noche era su gatito Martín que ronroneaba sin parar.

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La Dra. Carolina Grau es médico-cirujano de la
Pontificia Universidad Católica de Chile, y especialista en
Otorrinolaringología de la misma casa de estudios.
Realizó luego un Fellowship de dos años en
Otorrinolaringología Pediátrica en la Universidad de British
Columbia en Vancouver, Canadá.
Actualmente trabaja en la Red de Salud UC Christus y
en el Hospital Sótero del Río.

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