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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIHUAHUA

FACULTAD DE ENFERMERÍA Y NUTRIOLOGÍA

EL VALOR DEL BIENESTAR HUMANO


PROFESORA TERESA CASTRO MATA

ACTIVIDAD INTEGRADORA NO. 12


ÉTICA Y VALORES MORALES

PEDRO ANTONIO HERNÁNDEZ GRANADOS


NO. 129964 GRUPO 2LN1

FECHA DE ENTREGA: VIERNES 26 DE NOVIEMBRE DE 2021


¿Qué importancia puede tener para el futuro de la humanidad optar por los
valores morales?

El optar por una vida moralmente justa y correcta, lo es todo para el hombre.
Independientemente de cuestiones y preceptos espirituales y/o religiosos, es una
verdad de sentido común. La noción de los valores, y la verdad universal de que la
vivencia de los mismos trae paz al corazón humano, son hechos que se pierden en
la noche de los tiempos: renombrados personajes de creencias que nada tenían
que ver con el Cristianismo y son considerados por tanto “paganos”, nos ilustran
ésta verdad:

“No actuamos correctamente porque tenemos virtud o excelencia, las


tenemos porque hemos actuado correctamente.”
Aristóteles

“Vive tu vida en la verdad y justicia, tolerante con aquellos que no son


ni sinceros ni justos.”
Marco Aurelio

“La Filosofía tiene por objeto la enseñanza de la virtud,


el deber y la vida recta.”
Cicerón

“Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad.”


Séneca

“La mente del hombre superior valora la honradez; la mente del hombre
inferior valora el beneficio.”
Confucio

“Hay tres cosas que no pueden ocultarse por mucho tiempo:


el sol, la luna y la verdad.”
Siddartha Gautama (Buda)

Testimonios más recientes encontramos también en personajes no cristianos:

“Para que una revolución tenga éxito debe redescubrir valores ya olvidados
y adaptarlos a las exigencias de la época.”
Rabindranath Tagore

“Tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores


se convierten en tu destino.”
Mahatma Gandhi

La afirmación de los valores es sostenida incluso por el controvertido Friedrich


Nietzche, cuyo acérrimo ateísrmo no dejó lugar a dudas sobre su aversión hacia el
Cristianismo:
“No damos un valor especial a la posesión de una virtud hasta que
percibimos que nuestro adversario carece por completo de ella.”
Friedrich Nietzsche

Éste personaje aborda el término “virtud”. El tal viene del latín virtutem, que
significa, precisamente, valor. y de la verdad y excelsitud de la misma encontramos
también testimonios desde la antigüedad:

“Una acción buena repetida varias veces se convierte en una virtud”


Aristóteles

“La amistad verdadera requiere tres cosas: la virtud para ser honesta, la
conversación para ser agradable y la utilidad
porque le es necesaria.”
Plutarco

“En cuanto nace la virtud nace contra ella la envidia, y antes perderá
el cuerpo su sombra que la virtud su envidia.”
Leonardo Da Vinci

“Las virtudes, en efecto, nacen de una vida feliz, que a su vez es


inseparable de las virtudes.”
Epicuro

“La virtud, el estudio y la alegría son tres hermanos


que no pueden vivir separados.”
Voltaire

Es de hacer notar que Epicuro fue promotor de ideologías análogas a una arcaica
forma de ateísmo, y Voltaire un declarado masón que no se distinguió precisamente
por su buena voluntad hacia el Catolicismo.
Y para concluir ésta primera visión, no podemos por supuesto dejar de lado la
hermosa verdad de los valores y virtudes proclamada por la voz de nuestra Iglesia
(CIC = Catecismo de la Iglesia Católica):

“El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.”
San Gregorio de Nisa

“Sólo la virtud es lo que acompaña a los difuntos.”


San Ambrosio de Milán

“La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. La persona


virtuosa, con todas sus fuerzas, busca y tiende hacia el bien.”
CIC 1803
“Las virtudes humanas son actitudes firmes que regulan nuestros actos,
ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta
según la razón y la fe.”
CIC 1804

“Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama


“cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la
prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.”
CIC 1805

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”


(Mateo 5, 6)

“Hijo mío, cuando te consagres al servicio de Dios,


vive en la justicia y en el temor.”
San Agustín

“Mi fortaleza y mi cántico es el Señor, y Él me ha sido por salvación.”


(Salmo 118, 14)

“Si a la prudencia dieres tu voz (…) entonces entenderás el temor del


Señor.” (Proverbios 2, 3-5)

“… mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”


(Gálatas 5, 22-23)

“Espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría;


son valores que encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana.”
S. S. Papa Francisco

“La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden


por vez primera los valores que les guían durante toda su vida.”
San Juan Pablo II

“Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios.


Vivifican todas las virtudes morales y son infundidas por Dios
en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos Suyos
y poder obtener la Vida Eterna. Tres son las virtudes teologales: la Fe, la
Esperanza y la Caridad.”
CIC 1812-1813

“El justo por la fe vivirá.”


(Habacuq 2, 1- 4; Romanos 1, 17; Gálatas 3, 11; Hebreos 10, 38)

“Sin fe es imposible agradar a Dios.” (Hebreos 11, 6)


“No hay persona sabia sin fe.”
Tertuliano

“La fe es fundamento sólido de todas las virtudes.”


San Ambrosio de Milán

“La fe consiste en creer lo que no vemos, y la recompensa


es ver lo que creemos.”
San Agustín

“Todo aquel que tiene esperanza en Él. Se purifica a sí mismo,


así como Él es puro.” (1 Juan 3, 3)

“Nada alimenta y fortifica el alma como la esperanza.”


San Juan Crisóstomo

“Si no tengo amor (caridad) nada soy (…) Permanecen la fe, la esperanza y
el amor; peo el amor de ellos es el amor.”
(1 Corintios 13, 1-13)

“Donde no hay caridad, no puede haber justicia.”


San Agustín

Y tan universal es la verdad sobre la caridad, la mayor de todas las virtudes, que
ha encontrado también eco al margen del Cristianismo en toda época y civilización:

“La caridad es la virtud que consiste en ver siempre


algo bueno en nuestro prójimo.”
Sócrates

“Un hombre digno debe ayudar a los necesitados, pero no aumentar los
bienes de los ricos.”
Confucio

“La caridad es una obra del corazón, no de las manos.”


Thomas Alva Edison

“La caridad empieza en nuestra casa y la justicia


en casa del vecino.”
Charles Dickens

“La verdadera caridad es el deseo de ser útil a los demás


sin pensar en recompensa.”
Emmanuel Swedenborg

“La caridad es dada voluntariamente desde el corazón.”


Rush Limbaugh
Todo valor es así una virtud, y la virtud más grande, hacia la que fluyen todas las
demás, es la caridad. Y sobre todo, la caridad dirigida hacia aquellos que más nos
necesitan. Aquel anciano que ya no puede valerse por sí mismo. Aquella pobre viu-
da que dejada en la miseria total tras la muerte de su esposo es incapaz de alimentar
adecuadamente a sus pequeños, incrementando sin intención el dolor de su orfan-
dad. El niño de la calle muchas veces explotado por sus padres que nos pide una
moneda o le compremos algo de lo que vende. El enfermo que se debate en los
dolores de su enfermedad y suplica empatía, alivio y compañía en su dolor. Aquel
pequeño no nacido que, víctima de infames y decadentes ideologías hipócritamente
eufemizadas como ”libertad” y “derecho de elección”, corre el riesgo de ser cruel-
mente asesinado en el vientre de su madre. Es en ellos, y en muchos más, en quie-
nes nuestra virtud, nuestra caridad, debe alcanzar su máxima expresión.
Pasemos ahora propiamente a la pregunta expuesta al principio: ¿Qué
importancia puede tener para el futuro de la humanidad optar por los valores
morales? Es una verdad indiscutible el hecho de que para que una sociedad
funcione de manera óptima es indispensable la concordia entre sus miembros. Y es
entonces evidente que si cada hombre, cada miembro de una sociedad, asume una
vida de empatía, solidaridad y ayuda hacia los demás, implementará para él y sus
semejantes una vida plena, realizada y feliz. Es cuando todo hombre comprenda
esto que la humanidad entera se verá implicada y motivada por la misión que dará
el sentido verdadero y final a su existencia: cambiar cada quien su propia vida para
bien, para entre todos unidos, cambiar al mundo.

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.


Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”
(Mateo 5, 3-8)

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad


el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me
recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
25:38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te
cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y
respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de
estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”
(Mateo 25, 34-40)

“Sin misericordia para los pobres es imposible conseguir misericordia”


San Cipriano de Cartago
Indica con un collage de imágenes cuatro diferentes campos de la vida en
los que está presente la ética.

En la vida personal En la vida social

En la vida familiar En la vida política

Con frecuencia se escuchan frases como: “cada quien tiene su ética”, ”la
ética es cuestión de enfoques y de opiniones”, “la ética es un asunto
completamente personal”. ¿Qué opinas? (argumenta tu respuesta).

De nueva cuenta, sin necesidad de introducir y/o abordar criterios religiosos,


basta el sentido común para inferir que la afirmación de que “la ética es cuestión
personal” es completamente inconsistente. Abordemos un simplísimo ejemplo:
Un maestro de Matemáticas pone a sus alumnos a resolver un determinado
problema de Aritmética que él ya ha resuelto previamente, y cuya solución él mismo
se ha encargado de verificar que es igual a 25. El tiempo transcurre y sus alumnos
van reportándole sus resultados, pero, ¡oh sorpresa!: hay algunos que dicen que el
resultado es 25, pero otros dicen que es 24, otros que es 20, otros que es 18, otros
que es 27, étc. Se pregunta aquí, ¿sería concebible y/o aceptable que el maestro
dijera a sus alumnos: “Todos ustedes tienen la razón, pues cada quien sacó un
resultado derivado de un análisis propio, y por tanto, si cada quien piensa que su
resultado es correcto, entonces lo es. Todos están en lo cierto.”? No se requiere
demasiada inteligencia para inferir que tan absurda afirmación, además de crear
total confusión entre sus inexpertos pupilos, costaría al maestro, en el mejor de los
casos, una seria reprimenda por parte de sus superiores, junto con una lacónica
conminación a reconsiderar los conocimientos que adquirió durante su formación y
si realmente está calificado para el puesto que hasta entonces ha ocupado. Y es la
misma Ciencia quien lo pone en evidencia: las leyes de las Matemáticas, como
todas las leyes naturales, son verdades perfectamente demostradas e invariable-
mente cumplidas desde el principio de los siglos, y querer ajustarlas al criterio de
cada persona resulta simplemente, una insensatez. Aunque haya personas
renegadas e ignorantes que se opongan terminantemente a ello, dos más dos son
y serán siempre cuatro. De la misma manera todas las leyes naturales y matemá-
ticas, condensadas en multitud de elocuentes estatutos como el Principio de
Arquímedes, el Teorema de Pitágoras, el Principio de Pascal, las Leyes de Kepler,
siguen y seguirán cumpliéndose aunque hubiera gente que así no lo aceptara, o se
empeñaran en que no existieran o fueran diferentes.
Y si ninguna de las verdades universales puede depender del juicio personal de
cada hombre, la ética, algo muchísimo más profundo, sublime e involucrado con la
espiritualidad humana que las Matemáticas y las Leyes Naturales, no puede ser la
excepción. Abordémoslo de nuevo con sencillos ejemplos:
¿Por qué castigar al criminal que roba y asesina sin piedad, si ése “es su modo
de ganarse la vida”, y por tanto para él no está mal hacer lo que hace? ¿Por qué
castigar a aquel otro depravado que se dedica a violentar sexualmente a víctimas
de edad y sexo indistintos, justificándolo como una manera muy personal de dar
salida a su patológicamente desmedida líbido? ¿Qué castigo merecería aquel
marido golpeador y abusivo, jactándose de que lo “educaron” con la premisa
machista de que “la mujer debe someterse al hombre”, creyendo imbécilmente que
ello implica que la inocente permanezca irremediable y desesperadamente
esclavizada a las vejaciones de un patán consumado? ¿Qué se le podría reprochar
al narcotráfico, que siega vidas indiscriminadamente tanto por medio de sus
miembros como de los mil y un venenos que distribuye entre los que son
suficientemente tontos para creer que el consumo de tales porquerías no los dañará,
si aquellos están plenamente convencidos de que es “su manera de ganarse la vida”
y por lo tanto “está bien lo que hacen”, eufemismo que encuentra un eco tan ridículo
como alarmante en la música popular, por medio de los aberrantes y tristemente
célebres “narcocorridos”? Por el contrario, el hecho de que las leyes humanas
castiguen éstas y más transgresiones es también un argumento a favor de que el
bien siempre será bien y el mal siempre será mal, y ambos son perfectamente
dirimibles por la conciencia del Hombre.
Visto queda (y únicamente a la luz de la razón) que, así como es completamente
inconsistente el hecho de que el maestro dijera a sus alumnos que todos ellos tenían
un resultado “correcto” a pesar de su diferencia con el único y verdadero resultado
de una sencilla operación matemática, ya que “cada uno había deducido su
resultado respectivo según su análisis y criterio personal”, el afirmar que “cada quien
tiene su ética” y que por tanto “cada quien puede definir lo que es bueno y malo”
resulta, más que un absurdo, una aberración. Mírese sólo la situación actual:
- La corrupción en cada gobierno y policía nacional (que “no ven como malo
ganarse un dinerito extra”) ha dejado el campo libre a la delincuencia y
fomentado la miseria del pueblo, haciendo que la criminalidad se disemine
por todas partes de manera espantosa;
- Varios países son los que han votado ya en favor de la “igualdad de género”
(tegisversándola completamente) y del aborto y la eutanasia, enmascarando
tales aberraciones y homicidios con la falsaria y cínica careta de “libertad y
derecho de elección”, por parte de personas que están convencidas, por juicio
propio, de que lo que hacen “es lo mejor y por derecho a ser felices”.
- La trata de personas de cualquier sexo y edad para ser sometidas a las más
denigrantes formas de esclavitud, incluyendo por supuesto la sexual, ha lle-
gado a niveles alarmantes. Y ello por parte de indolentes y cínicos criminales
que “no ven nada de malo” en vivir a costa del dolor y dignidad ajenos.
Y es interminable la lista de degradantes acciones a las que es capaz de llegar
el ser humano: calumnias que destruyen personas y familias, explotación del pobre
en beneficio propio, asesinatos brutales, estafas gigantescas, traiciones descaradas
y mucho más, convencidos plenamente muchísimos de los autores de tan
deplorables actos de que lo que hacen “está bien para ellos”, despreciando en lo
absoluto los valores y las garantías humanas. Definitivamente no: la ética no es una
cuestión personal.
Es una Ley Natural, grabada en el corazón del hombre, que los hechos de matar,
robar, mentir, calumniar, maldecir, odiar, difamar, serle infiel a su consorte,
despreciar a los padres, codiciar lo ajeno, sentir envidia de otros, étc., son actos
intrínsecamente malos y desordenados. No se requiere, como expresé de entrada,
abordar la Religión para hacer ver tal realidad. Todo hombre de conciencia recta
sabe que todo lo antes enlistado es malo, y sabe también lo que es bueno, y que
eso no está dirimido por él mismo, sino por una voz grabada en su corazón desde
antes de nacer. Y es aquí donde debemos ahora sí abordar la intervención divina.

“Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento
de vida, y fue el hombre un ser viviente. Y Dios plantó un huerto en Edén, al
oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Dios hizo nacer de la tierra
todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en
medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.” (Génesis 2, 7-9).

“Y mandó Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2, 16-17)

El que el Señor le haya prohibido al Hombre comer del fruto del Árbol del
Conocimiento del Bien y del Mal es la manera de la Sagrada Escritura de indicarnos
que el juicio sobre el bien y el mal no le corresponde al hombre, sino a Dios. El
Señor le auguró a la Humanidad la desgracia de la muerte si desobedecía y comía
de tal fruto, es decir, si se adjudicaba él el juicio de la bondad y maldad de sus actos
en vez de dejarlo en manos del Señor, que es a Quien tal juicio corresponde. Todos
o la mayoría conocemos el triste desenlace que tuvo el ser humano al contravenir
tal Ley: fue expulsado del metafórico Paraíso y hoy en día se encuentra al borde de
la ruina moral y muerte espiritual al seguirse adjudicando la potestad de decidir por
sí mismo sobre la ética de sus actos.
Pero aún a pesar de tal desobediencia, muchos siglos después, en la cima del
Monte Sinaí, el Señor entregó al Hombre, compendiada en el Decálogo, los eternos
e inmutables estatutos de Su Divina Ley. Preceptos como “No matarás”, “No roba-
rás”, “No mentirás”, “Honrarás a tu padre y a tu madre”, grabados desde antaño, co-
mo ya dijimos, en el corazón del hombre, fueron ratificados por Su Suprema Palabra
como Leyes Divinas y Eternas. Y el hombre, hoy en día, se empeña en tomar el lu-
gar de Dios al pretender sostener un vano y falaz señorío sobre la moralidad de sus
actos, con resultados patéticos y desastrosos que tristemente todos hemos podido
constatar.
Digo de nuevo y para concluir: no. La Ética NO es una decisión personal. Al igual
que las Leyes Matemáticas y de la Naturaleza, las Leyes de la Ética Universal, que
el Señor grabó en el corazón del Hombre desde su creación y fueron ratificadas por
Él mismo ante Moisés en la cima de aquel monte en medio del desierto, son las que
deben regir la conducta humana, y son tan ciertas e irrebatibles como que dos más
dos son cuatro. ¿Desea el lector comprobarlo? Mire a su alrededor. Si todos los
hombres se guiaran por éstas Eternas Leyes, el mundo no sería lo que es hoy.

Se suele dividir a la ética en: ética general y en ética aplicada. Investiga la


definición de cada una y establece la principal diferencia entre ambas.

El término “ética” proviene de las voces griegas ἔθος o ἦθος = ethos, que quiere
decir “comportamiento, manera de hacer las cosas”, e -ικος = ico, que quiere decir
“relativo a”. Denominada también filosofía moral, es la parte de la Filosofía que
estudia la conducta humana.
Está dividida en dos ramas básicas: ética general y ética aplicada. La primera
estudia los principios básicos que rigen la moralidad de los actos humanos en
general; a diferencia de ella, la ética aplicada se centra en la aplicación de tales
principios en realidades concretas del hombre: familia, sociedad, profesión, étc.
(diagrama inferior). Algunas de estas cuestiones son estudiadas por subdisciplinas.
Por ejemplo, la bioética estudia las cuestiones relacionadas con el avance de la
biología y la medicina, como el aborto inducido, la eutanasia y la donación de
órganos.

LA ÉTICA
Y SUS SUBDIVISIONES
Opinión final
La materia y su desempeño, maestra, me agradaron muchísimo, por varias
cosas:
 Fue completamente virtual, no teniendo que conectarnos mas que una vez
por unidad para aclarar dudas antes de cada evaluación. Me gustaría que el
total de las asignaturas se manejaran de ése modo y dejaran de considerar
como obligatoria la asistencia del alumno, sea virtual o presencial, so pena
de “reprobarlo por faltas.” Pienso que deberían ser más flexibles al respecto,
es contraproducente obligar a un alumno a asistir a clases, pues estará
distraído y únicamente esperando que la sesión termine. En cambio, si
únicamente se le dictan las instrucciones necesarias y se le permite trabajar
a su ritmo limitando las sesiones a una frecuencia esporádica y ello
únicamente con el fin de aclarar eventuales dudas, tendrá un mejor
desempeño. Por lo menos conmigo ha funcionado.
 Me agrada que usted y yo, maestra, compartamos la misma Fe y el haber
podido compartir con usted algo de mi labor como apologista aficionado. Me
es muy reconfortante saber que puedo, por un lado, ayudar a difundir la
verdad de nuestra Iglesia, y por otro encontrar amigos con quiénes compartir
mi pasión por la Apologética.
 Por último, me agradó muchísimo que nos encargara la realización de
actividades en las cuales explotar otra de mis pasiones, que es la redacción,
y más aun tratándose de temas morales en los que se pueda hacer alusión
al aspecto espiritual. Espero encontrarla de nuevo en otras asignaturas y le
agradezco pro las oportunidades brindadas.

FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO CON SUS SERES AMADOS, MAESTRA,


UN ABRAZO A TODOS Y PARA SU PADRE UN RECUERDO
Y UNA ORACIÓN…

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