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Ateneo disciplinar:“Una mirada desde la intervención

social”

Instructora: Claret, Ana


Jefa de residentes: Rivera Siris, Anabella
Coordinadora: Muchiutti, Agustina
Residentes: Molina, Fátima Yamila
Velázquez, Rosario

20 DE MAYO DE 2022
Construyendo el Espacio de Consultorio de Trabajo Social

La rotación por el espacio de Consultorio de Trabajo social se inicia en el primer


año de la Residencia, surgiendo a partir de la necesidad de darle un marco de trabajo a
nuestra tarea de coordinar, orientar y gestionar como parte de las intervenciones que
llevamos a cabo desde nuestro campo disciplinar.
En el marco de nuestra rotación de segundo año, nos encontramos llevando a cabo el
Consultorio destinado a las demandas de los usuarios que se encuentran realizando
tratamiento ambulatorio en el Servicio de Salud Mental del Hospital Centenario. Las
derivaciones al espacio de consultorio son realizadas por profesionales del servicio que se
dedican a la atención en consultorios externos.
Dicho espacio está destinado a la intervención con usuarios que requieran un mayor
acompañamiento para acceder a diferentes gestiones como por ejemplo CUD y Pensión no
Contributiva. Asimismo, para aquellos usuarios que requieran articulaciones en territorio.
En ese sentido, nos encontramos en constante articulación con profesionales derivantes de
diversas disciplinas para reunir la documentación requerida para cada gestión, como así
también con profesionales del primer nivel de atención.
Con el objetivo de garantizar el acceso a la salud de los usuarios, se trabaja con
familiares y/o referentes por medio de entrevistas, para pensar en conjunto el
acompañamiento en dichos procesos. Dado que en algunas situaciones se presenta
dificultad en la accesibilidad al espacio de consultorio, dichas entrevistas son llevadas a
cabo en el marco de visitas domiciliarias.

Viñeta P. La derivación del “caso social”

La situación de P. llega al Servicio de Salud Mental por Oficio del Juzgado de


Familia, donde se solicita la conformación de una comisión intersectorial para abordar la
situación de la misma, ya que en reiteradas oportunidades se presentaba querellante en
diversas instituciones, realizando denuncias tras conflictivas vinculares y habitacionales. A
partir de ello se solicita al Servicio de Salud Mental que se piensen estrategias para garantizar
a la usuaria un “tratamiento que pueda sostener” con intervención de psicología y psiquiatría.
Al momento de la derivación se nos transmite que P. tiene un diagnóstico de epilepsia
y discapacidad motriz e intelectual, y que sería pertinente el abordaje desde el Consultorio de
Trabajo Social dado que la usuaria no ha adherido a diferentes dispositivos. Por otro lado,
refieren que sería necesaria la articulación en lo comunitario dada la conflictiva barrial que se
presentaba.
Según los datos que pudimos reconstruir sobre su trayectoria en salud, la usuaria
había sido convocada en reiteradas oportunidades por profesionales del CIC Médanos
(Centro de Salud de referencia), ante lo cual decide no concurrir manifestando “no me inviten
más porque no quiero participar”. Además, refería no querer estar en contacto con otras
personas, por lo que únicamente concurría por necesidad de recursos económicos y, en
algunas ocasiones, desplegando conductas agresivas para con el equipo del CIC.
A partir de la lectura de la historia clínica, nos encontramos con numerosas
intervenciones desde diferentes equipos de Guardia de Salud Mental y, tratamiento con
neurología, siendo el único espacio que sostenía desde hace ya varios años.
Algunos interrogantes que nos surgieron al recibir la derivación tenían que ver con
cómo era pensada nuestra intervención en dicha situación dado que el pedido estaba
direccionado a establecer tratamientos de psicología y psiquiatría. Por otro lado, nos
preguntamos en relación a cómo convocar a P. a un espacio de escucha, teniendo presente
como antecedente la interrupción de los diferentes tratamientos de salud mental y su
reticencia a recibir un acompañamiento profesional. En ese sentido, nos preguntamos qué tipo
de escucha podíamos ofrecer desde el Trabajo Social.
En términos de Carballeda (2008) la escucha es una necesidad y como tal se
transforma en un derecho. Por lo tanto, ser escuchado implicaría la reafirmación o el inicio de
procesos de reinscripción social en aquellos que fueron siendo dejados de lado en los
complejos laberintos de la exclusión. En tal sentido, la escucha se entrelaza de manera
relevante con la inclusión social.
Por otro lado, Rozas Pagaza (1998) en sus aportes sobre la intervención desde el
Trabajo Social, plantea que el profesional debería tener como herramientas las competencias
teóricas para comprender los términos en los cuales se desarrolla la intervención.
La autora sostiene que dicho proceso de comprensión, vinculado al análisis de la
cuestión social, posibilitará rescatar el carácter político de toda intervención social, lo cual
implica una ruptura con la concepción del Trabajo Social como una prolongación asistencial,
restituyendo el carácter político de lo social, necesario para toda acción profesional.
A partir de repensar las estrategias de intervención sobre el caso de P. y, teniendo en
cuenta la necesidad de dar respuesta a la solicitud por Oficio, se le programa un turno para
evaluación de psiquiatra. A partir de ello, pensamos como posible intervención tener un
acercamiento a su domicilio, con el objetivo de hacerle entrega del turno con el psiquiatra y
proponerle un próximo encuentro en el Consultorio de Trabajo Social.
Retomando las palabras de Weber (2010), la problematización en la práctica
profesional y de formación académica habilita “la apertura a detalles que aún no encajan en
algún esquema; o bien, con la atención a las señales que proporcionan los sujetos y que
indican nuevas relaciones significativas. Estas pistas se recuperan y se vuelven interpretables
en la medida que el trabajo teórico paralelo las integra” (p.74).
Siguiendo los aportes de la autora, resulta necesario poner en cuestión los problemas
que se nos asignan resolver, dando lugar a pensarlos en otros sentidos, pudiendo identificar la
problemática sobre la cual vamos a intervenir de manera fundamentada, definiendo objetivos
profesionales y políticos estratégicos que tengan carácter de posibilidad.
A partir del primer acercamiento con P, fuimos construyendo en conjunto lo que sería
el espacio de seguimiento. En algunas ocasiones concurría al Hospital para realizar entrevista
en el Consultorio, y en los momentos en los que se mostraba con mayor reticencia,
acordábamos otras formas de encuentro. En dichas instancias, nos acercamos al domicilio de
su amiga con quien convivía y, luego de fallecer la misma, realizamos un encuentro en su
nueva casa. Asimismo, programamos una visita al CIC Médanos, ya que la misma se
encontraba concurriendo allí a un espacio de taller de manicuría.
En un primer momento, para llevar a cabo los encuentros en el Consultorio, se
establece un circuito que permite que la misma acceda a concurrir al Hospital. Se le envía el
remis y se lleva a cabo una comunicación directa con profesionales del CIC para garantizar
que concurra al turno. Luego de varios encuentros la usuaria comienza a concurrir por sus
propios medios, ya que cuenta con el CUD, lo cual le permite utilizar el transporte de forma
gratuita.
A lo largo de las intervenciones, se trabajó con la usuaria sobre el sostenimiento de
los encuentros, haciendo hincapié en la importancia de que la misma cuente con un espacio
para poder trabajar sobre las dificultades que se le presentan en la vida cotidiana, como así
también lograr poner en palabras los acontecimientos de su vida que le han generado
malestar.
Recuperamos los aportes de Carballeda (2008) quien plantea que la emergencia de
más y nuevas problemáticas sociales, implican una serie de nacientes desafíos. En relación a
ello, propone pensar que el sujeto que irrumpe en la actualidad con nuevas demandas, genera
una suerte de perplejidad y desconcierto, ante lo cual se observa una tendencia al rechazo
institucional.
Como consecuencia de esto, el autor señala la emergencia de la complejidad del
sufrimiento, marcando las dificultades de los abordajes uniformes y preestablecidos, en
expresiones transversales de la cuestión social que superan muchas veces los mandatos de las
profesiones y las instituciones.
En el transcurso de los encuentros P. nos comenta las necesidades que se le presentan
en el día a día, desde cuestiones relacionadas a lo económico y lo habitacional, como así
también, situaciones de índole vincular que afectan su estado anímico. En ese sentido,
consideramos importante remarcar que el abordaje sobre las dificultades se fueron trabajando
de forma intersectorial, articulando con los profesionales intervinientes, como por ejemplo, el
abogado defensor y las profesionales del CIC de referencia.
Actualmente P. concurre al Consultorio regularmente de forma quincenal. En las
articulaciones establecidas con profesionales del CIC evaluamos conjuntamente que en el
último tiempo P. concurre a los diferentes espacios con mayor predisposición y de buen
ánimo. Referente del CIC comenta que la misma ha manifestado en relación al Consultorio
de Trabajo Social que “se siente bien porque es un lugar donde logra expresar lo que le pasa”,
por lo que se observa que se encuentra referenciada con el espacio, como así también con las
profesionales intervinientes.

Reflexiones finales

A raíz de nuestro transitar por el segundo año de la RISaM, nos encontramos con una
mayor posibilidad de desarrollar prácticas desde el Trabajo Social, lo cual dió lugar a la
conformación del espacio de Consultorio, como así también, a generar intervenciones
disciplinares en nuestra inserción en los diferentes dispositivos de rotación.
En ese sentido, nos interpela la necesidad de preguntarnos constantemente sobre
nuestra práctica, la especificidad de nuestras intervenciones y las incumbencias del Trabajo
Social dentro del campo de la Salud Mental.
Fuentes (2014) propone problematizar la demanda de un lugar definido y definitivo
para el Trabajo Social, como un desafío en tanto abre la posibilidad de repensar la práctica en
escenarios complejos; “de interrogar los proyectos socio-institucionales, los objetivos
declarados, las fundamentaciones, las intervenciones desplegadas, las políticas sociales, y los
problemas sociales que demandan la intervención” (p.64). A partir de esto, definir lo que
hacemos no implicaría clasificar ni describir, sino realizar un trabajo definicional constante,
de carácter dialéctico, que no se agota en las preguntas acerca del rol.
Resulta pertinente reflexionar, en palabras de la autora, sobre la pregunta acerca del
quehacer, no debiendo limitarse a pensar sólo el lugar del Trabajo Social en determinados
escenarios, por el contrario, se trataría de dar cuenta de cómo los mismos se configuran
socio-históricamente y, en consonancia con ello, qué se demanda al Trabajo Social, quiénes
lo hacen y qué políticas sociales y condiciones se establecen.
¿Puede el espacio de Consultorio ser también un lugar de escucha y acompañamiento
en la trayectoria de salud de los usuarios?, ¿de qué forma podemos alojar las situaciones
derivadas como caso social?, ¿cómo generar intervenciones que nos permitan ir más allá de
las demandas puntuales de gestión?, ¿qué lugar le damos a la evaluación situacional a partir
de lo que nos llega como demanda?.
Para continuar estableciendo una mirada crítica sobre las intervenciones en el campo
de la Salud Mental, retomamos las palabras de Jaime Caballero (2015), quien propone
reflexionar acerca del riesgo de lo social escindido, invitando a repensar a partir de lo que la
realidad nos está mostrando, los lentes y las miradas teóricas con la que leemos la misma:

“El caso social nunca es enteramente social, ni es por completo un caso (Karsz, 2008, p. 170).
Sin duda, lo social es una dimensión más dentro del proceso de salud-enfermedad de los sujetos. Lo
social no se restringe a tener una vivienda y/o a cobrar una pensión para subsistir en el cotidiano. Lo
social sólo puede ser pensado a la luz de las demás dimensiones que hacen al devenir de los sujetos.
¿Vivir en situación de calle, marginalidad, o en un contexto de violencia familiar, no tiene efectos
subjetivos en el devenir de las personas? ¿cómo poder construir procesos saludables en condiciones
concretas de existencia de marginalidad, pobreza y desempleo?” (p. 49-50).
BIBLIOGRAFÍA

● Carballeda, Alfredo. Escuchar las prácticas. Espacio Editorial. Bs Aires 2008.

● Fuentes, María Pilar. “Lo metodológico en trabajo social : desafíos frente a la


simplificación e instrumentalización de lo social”. Edulp, Editorial de la Universidad
de La Plata. 2014.

● Jaime Cavallero, Franca. “Urgencia e Interdisciplina: Notas para pensar la


reinvención de las prácticas en sus cruces”, p.35. En Saberes Nómades. Cruces
entre la formación profesional y las prácticas en el campo de la Salud Mental.
Facultad de Trabajo Social. Paraná. 2015.

● Rozas Pagaza, Margarita: “Una perspectiva teórica metodológica de la intervención


en Trabajo Social” Cap. II, III, IV y V. Espacio Editorial Bs. As. 1998.

● Weber Suardiaz, Clara. La problematización como herramienta desnaturalizadora de


lo social. Edulp, Editorial de la Universidad de La Plata. 2010.

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