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Sobre la superficie de un planeta inexplorado e inóspito vaga una criatura desconocida por el

hombre, siendo la única prueba de vida que habita el lugar, es un perro, un perro espacial.

Camina con convicción sobre sus cinco patas, resaltando sus dos colas, tres ojos, una antena como
oreja y una postura que cualquier perro común y corriente envidiaría, emanando arrogancia,
vanagloria y vanidad, es sorprendido por un relumbre que sobresale en el vacío del espacio, un
extraño cuerpo flotante desciende por sobre el hábitat del perro, de él baja un ser desconocido,
camindo en dos patas y con un traje que impide ver su rostro, sin embargo, le recuerda a quien
alguna vez llamó dueño. La mera idea de que aquella figura resulte ser su amo le hace retozar de
algría y nostalgia, sorprendentemente este extraño no se inmuta ante su presencia y prioriza fondear
su nave en una rada que se hallaba abandonada en el planeta.

Mucho antes de adpotar su apariencia actual y tornar en una víctima del espacio, tuvo cuatro patas,
una cola, dos ojos, dos orejas, un nombre y lo más importante un lugar al que llamaba hogar. Pero no
siempre fue así, convivir con la soledad no es una situación ajena a su vida, su memoria eboca al
constante abandono y desprecio por parte de aquellos que llamaba humanos. En un inicio recuerda
compartir en compañía de su madre y hermanos en un espacio bastante acogedor, pero dicha
comodidad no duró mucho, ya que, a quienes servía su madre, los humanos, lo descartaron por la
ceguera que presentaba en uno de sus ojos, condición que le impedía caminar como un perro
normal, por esto mismo fue maltratado, abandonado y alejado de su familia, la calle se convirtió en su
unica opción.

Sin embargo, después de unos días de vagar sin sentido alguno, un humano lo acogió y le dio un
hogar, y en poco tiempo se convirtió en su único amigo, le brindó comida, agua, una cama y amor, y
se prometió estar con él en todo momento. Acostumbraban a salir todas las mañanas al mismo
lugar, una instalación enorme donde su amo trabajaba, ahí conció a otros humanos igual de cálidos
que él. En las tardes bajaban al parque para jugar con su pelota favorita, y pasado el tiempo, acaecia
la noche y terminaba el día durmiendo a los pies de la cama de su amo, y así de fácil fue empalmar
sus vidas.

Un día escuchó a su amigo hablar y consignar algunos tratos con sus compañeros de trabajo en
relación a un experimento relevante que al parecer le traería un gran beneficio a su empresa, e
inmediatamente se imaginó a él y a su compañero viviendo en casas gigante y viajando alrededor del
mundo, sin embargo la cara de su amo al salir de la habitación no reflejaba la ilusión que sentía él.

Durante los próximos días su humano no se veía feliz y radiante como de costumbre, le asentia una
pena profunda y no sabía cómo ayudarlo, esto le dolia a él, consideraba que le debia mucho a su
humano y por lo mismo, debia compensarlo. La unica opción que encontró fue ser complaciente;
acompañarlo y brindarle su afecto, al cual, su amo, se negaba.

Una mañana comun y corriente fueron al trabajo como de costumbre, sin embargo, los gestos de su
amo indican que algo no andaba bien, estando alla fue introducido a una habitacion que le resultaba
extraña, todos los miembros de la operacion estaban enfocados en su trabajo y nadie le brindaba
explicacion a sus dudas. Estaba desconcertado, no podia comprender lo que sucedia, y lo que mas le
dolia es que no veia a su amigo en ningun lado, hasta que sintió su mirada a traves del vidrio
transparente que los separaba, se pronunció con unas palabras que jamás imaginó que saldrían de
su boca:

— Adios, Luna–

Estaban por realizar un viaje, en el cual, su amigo no estaba invitado. No comprendia esta
desspedida, empezaba a culparse a si mismo por esta separacion, tal vez no fue buen amigo e hizo
sentir a su amo decepcionado.
Estaba acostumbrado al abandono y a la soledad, pero ninguna separacion le dolia tanto como la
que estaba a punto de suceder, su amo se alejó de la ventana, esperaba una salvedad de parte de
él, sin embargo, la habitacion empezó a temblar, el espacio entre ambos se hizo aún mayor y un
vacio recorrio su cuerpo.

Tras unas horas, aterrizó en las profundidades de un satélite natural, estaba sobre la Luna,
desconsertada, bajó e hizo contacto con la superficie, tenía todas las necesidades basicas para vivir
en su nave, pero no veia a su amo por ningun lado.

Los dias pasaban bajo la penumbra del silencio y la soledad, sus dias eran rutinarios y aburridos, su
cuerpo mutó como consecuencia de la invasión en su cuerpo producida por un extraño parásito, y así
prevalecio hasta la llegada de una nave similar a la suya.

Era un humano, llevaba años sin ver uno, el hombre actuó con incomodidad e inseguridad, pero se
acostumbró a su compañía, se apiado de él y le sorprendio su presencia. Sin embargo, por más que
intentaba acercarse al astronauta, su cuerpo respondía con un rechazo interno del que
sorprendentemente no tenía control y sin pensarlo, su cuerpo se atrevió a atacar al humano
desatando un indeseado pleito, lo mordida acabó justo en cuello pero este fue protegido por el
casco, el cual reveló el restro del visitante, era su dueño.

–Siempre me arrepentí de enviarte hasta acá, así que vine a buscarte amiga. –

Intentando controlar sus acciones, Luna procesó cada palabra, lo sabía, su amo jamás la
abandonaría, desperto en ella un gramo de conciencia, era su amigo, venía por ella, y el parasito que
se encontraba al interior de su cuerpo era la unica adversidad que se interponía entre ellos, se opuso
a la naturaleza dominante del virus, obligándolo a escapar de su huesped, pero intentando acabar
con la integridad del humano.

Luna al darse cuenta que el parasito se apoderaba de su compañero, se apresuró en salvarlo, se


planteó una solución, y cayó en cuenta de que lo único que podía hacer era comerse el virus para
impedir que entrara en el cuerpo de su amigo. Después de hacerlo comenzó a descomponerse, sintió
como un líquido ardiente recorría su cuerpo y cayó.

–Nunca quise que esto pasara– Escuchó la voz triste de su amo.-- Adiós Luna.

Rodeada del especio oscuro y con la presencia de su amo, cerró sus ojos, y se durmió
profundamente con la gratificante sensación de cumplir lo que se prometió y de haber visto a su amo
por última vez.

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